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  • Manuel Maurn lvarezDepartamento de Geografa. Universidad de Oviedo

    Huella, memoria y patrimonio territorial de la minera espaola. Una sntesis cartogrfica

    resuMenEl artculo se refiere a la minera espaola, a su huella territorial y a su representacin cartogrfica. Los tres aspectos se tratan de manera entrelazada, aunque otorgando a la cartografa el papel de principal me-dio expresivo e instrumento canalizador del conjunto de los contenidos.

    rsuMEmpreinte, mmoire et patrimoine territorial de lindustrie minire espagnole. Une synthse cartographique.- Larticle aborde le thme de lindustrie minire en Espagne, de son empreinte territoriale et de sa traduction cartographique. Ces trois aspects sont traits dune faon entrelace, bien quen octroyant la cartographie le rle de moyen expressif prpondrant et dinstrument canalisateur de lensemble des contenus.

    abstractTraces, memory and territorial heritage of the Spanish mining industry. A cartographical synthesis.- The paper deals with the Spanish mining industry, their territorial marks and their cartographic translation. All aspects are tackled in an interweaved manner, though cartography ex-erts the role of main means of expression and instrument to channel the whole content.

    Palabras clave/Mots cl/KeywordsMinera espaola, cartografa minera, patrimonio minero.Industrie minire espagnole, cartographie de lindustrie minire, patri-moine industriel minier.Spanish mining industry, cartography of mining industry, mining in-dustry heritage.

    Era, 86 (2011), pp. 187-214

    I. LA CARTOGRAFA COMO REFLEJO DE LA HUELLA MINERA Y COMO VALOR PATRIMONIAL

    El artculo que se presenta a continuacin recurre a la cartografa como vehculo de insercin y sntesis de la herencia territorial y patrimonial que, en Espaa, ha dejado un siglo y medio de actividad extractiva en el momento en que el declive, iniciado dcadas atrs, pa-rece prximo a concluir en una definitiva e irreversible extincin de la minera tradicional.

    La perspectiva sinttica se justifica en este caso, y en primer lugar, por el amplio alcance temporal, es-pacial y tipolgico del tema, que requiere un notable esfuerzo de conjuncin y reduccin, pero tambin por el carcter complejo de un fenmeno, como el minero,

    que ana hechos naturales, tcnicos, econmicos, socia-les y culturales, difcilmente disociables si se pretende comprender su lgica global o territorial, como ocurre cuando se adopta una ptica geogrfica, transversal por definicin.

    Es en esa ptica en la que la cartografa adquiere una relevancia primordial y una funcin insustituible, y no deja de llamar la atencin el generalizado desinters por el uso de los recursos cartogrficos que, incluso entre los gegrafos, se observa en las publicaciones sobre la tem-tica minera; con mayor motivo cuando lo que se descuida o se omite es una fuente muy abundante y rica en infor-macin, al mismo tiempo que una herramienta privile-giada para expresar y transmitir, de manera muy simple, los resultados complejos del anlisis territorial.

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    Complementariamente tambin se desea mostrar otra vertiente de la cartografa, la de su propio valor patrimo-nial, en la medida en que constituye por s misma una huella significativa de la historia de las comarcas mine-ras, mayor an, si cabe, en los casos en que, perdidas todas las huellas fsicas, slo quedan los testimonios do-cumentales.

    Aunque existen, dispersos en archivos de distinto tipo y titularidad, algunos mapas y planos cuyo especial inte-rs se debe a la fecha de realizacin, a la esmerada eje-cucin o, incluso, a la calidad esttica, la mayor parte de los disponibles fueron realizados en diferentes momen-tos por tcnicos y delineantes con una funcin exclusiva-mente utilitaria y limitada a la esfera de la empresa, de la administracin, o a la ilustracin de informes publicados en revistas especializadas sobre minera e industria. A este tipo pertenecen casi todos los que se reproducen a continuacin1, los cuales han sido sometidos a un proceso de redibujado, de adaptacin y de conjuncin a partir de copias (e incluso de copias de copias) de los originales. Esta operacin era necesaria para realzar, dignificar for-malmente y hacer aflorar la riqueza del contenido (en sin-tona con la propia idea de la rehabilitacin del patrimo-nio minero), pero tambin para facilitar la comparacin e interpretacin conjunta de materiales de muy diferente apariencia y procedencia.

    Como el objeto de observacin es la huella de una actividad con bastante pasado y poco presente, se divide el artculo en dos partes, de extensin desigual, referidas respectivamente a las huellas mineras percibidas a tra-vs de la cartografa histrica y de la cartografa actual. En la primera parte, recurriendo a ilustraciones que re-flejan la realidad minera a lo largo del siglo xx, se des-glosan de manera analtica los distintos componentes del entramado estructural minero y se recompone despus, sintticamente, la visin de los espacios mineros como paisajes de entidad singular y diferenciada. La segunda parte recoge, a partir de ejemplos recientes, una perspec-tiva de las dispares situaciones por las que atraviesan hoy las comarcas mineras, tras el cierre de la mayora de las explotaciones (desde el completo abandono a la reutiliza-cin parcial de las propias huellas mineras como recursos patrimoniales).

    1 Las imgenes se han seleccionado y adaptado a esta publicacin a partir de un conjunto formado por ms de un centenar de ellas que, realizadas por el mismo autor, integran el captulo sobre Minera y energa del Atlas Temtico de Espaa (Maurn, 2010). Adems de criterios temticos y cronolgicos, para dicha seleccin se ha considerado necesario que estuviesen representadas las comarcas mineras ms importantes del pas.

    En cualquier caso, junto con la metodologa sinttica, se recurre a la comparacin diacrnica, algo irrenuncia-ble cuando se trata de recuperar los ecos del pasado y de encontrar las races del presente. Por ello, en relacin con los mapas que reflejan situaciones pretritas, no se renuncia a sealar, cuando es de inters, algn aspecto evolutivo o relativo a la actualidad de esos lugares o instalaciones, de la misma manera que, al comentar los mapas recientes, se aporta alguna informacin significa-tiva respecto a su pasado y al proceso de transformacin. Tambin se utiliza con frecuencia el recurso comparativo por grupos de figuras (pares o tros) que muestran aspec-tos comunes junto con otros divergentes, pues ello per-mite sealar factores de conjuncin y diferenciacin y, en definitiva, acercarse a la explicacin de los fenmenos.

    En cuanto al hecho patrimonial de la historia y de los espacios mineros, no es objeto de este trabajo ahondar en los aspectos conceptuales y lmites difusos de su defini-cin, asumiendo el planteamiento amplio y flexible que, al respecto, expresa Carmen Caizares (2011):

    Superada su vinculacin exclusiva con el monumento histri-co-artstico, hoy son valorados como patrimonio los paisajes, los sitios histricos, los entornos construidos, la biodiversidad, los grupos de objetos diversos, las tradiciones pasadas y presentes y los conocimientos y experiencias vitales. En consonancia con las transformaciones conceptuales que han experimentado otros trmi-nos como el de cultura o el de territorio, aborda la valoracin integral de los elementos materiales e inmateriales y es considera-do como un recurso para el desarrollo en sus dimensiones cultural, social y econmica.

    II. LAS HUELLAS MINERAS EN LA CARTOGRAFA HISTRICA

    1. el PatriMonio inMaterial: la ProPiedad Minera y la Muerte obrera

    Los espacios mineros suelen mostrar, de manera ms difana que otros, el fuerte contraste social caracterstico de la revolucin industrial; un contraste omnipresente e hiriente, con innumerables e indelebles huellas fsicas, pero tambin con otras de tipo inmaterial que, aunque el tiempo borra ms rpidamente, la representacin car-togrfica nos restituye con cierta nitidez: el trabajo y la forma de vida en los enclaves mineros, la cultura forjada en la solidaridad y la lucha, el clasismo, el paternalismo empresarial y, por supuesto, como reflejan respectiva-mente las figuras 1 y 2, la apropiacin empresarial de la riqueza y su contrapunto en el tributo que los obreros

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    pagan en forma de explotacin, de carencias, de enferme-dad y, en este caso, de tragedia y muerte.

    La apropiacin de los derechos de explotacin es el primer eslabn en el proceso de construccin de un es-pacio minero y sobre ello nos ilustra la figura 1, en la que, superpuestas (aunque lo que realmente dividen es el subsuelo) al territorio y a las instalaciones de Minas del Castillo de las Guardas, las pertenencias, concesio-nes y demasas (nomenclatura heredada de la legislacin minera del siglo xix), trazan una red geomtrica cuyos l-mites expresan la exclusividad en el aprovechamiento de los recursos minerales (el Coto Minero) por parte de la empresa beneficiaria. Una empresa de capital bilbano que, como tantas otras del mismo origen, se aventura en

    la colonizacin y el dominio de las materias primas que alimentan a la nueva industria, al tiempo que dan salida a los excedentes de capital acumulados en las dcadas de entresiglos2.

    Ahora bien, estas minas ya se explotaban desde la pri-mera mitad del siglo xix y las concesiones que, agrupadas

    2 El capital vasco se limit a seguir la estela y el modelo que, en el siglo xix, haba iniciado el capital extranjero (mayoritariamente francs, ingls y belga), controlando entre ambos los mejores yacimientos existentes en el pas (Muoz, Roldn y Serrano, 1976; Gonzlez Portilla, 1985). En el caso concreto de la Minas del Castillo de las Guardas, el capital francs (a travs de la Compagnie de Saint-Gobain, Chauny et Cirey) tambin particip, conjuntamente con el vasco, en el beneficio de los minerales pirticos y en la explotacin del ferrocarril minero que conectaba esta parte de la Sierra Morena con el puerto de Sevilla (Arenas, 1995).

    Fig. 1. Coto minero La Admirable, de la sociedad bilbana Minas del Castillo de las Guardas (Sevilla), en 1910. Estadstica Minera de Espaa, 1910. Adaptado del original.

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    en el Coto de La Admirable, adquiri la citada empresa vasca (Sociedad Espaola de Minas del Castillo de las Guardas) en 1901 haban sido registradas mucho tiempo atrs, conservando su curiosa denominacin original3.

    Minas del Castillo de las Guardas y Villanueva del Ro y Minas tienen en comn su localizacin en el pie de Sierra Morena (ambas en la provincia de Sevilla), uno de los territorios mineros ms emblemticos de Espaa, as como un origen vinculado en exclusiva a la actividad minera, a la que deben su propia existencia como pue-blos y hasta su especfica denominacin (que reproduce, en ambos casos, el del ncleo preexistente ms prximo, al que se aade el apndice de Minas), lo que denota

    3 Como en la mayor parte del pas, quienes registraban las concesiones en esa poca no solan respetar la toponimia local (aqu slo patente en las denominaciones de Castillo y Montaesa), recurriendo, por el contrario, a nombres pintorescos, extravagantes incluso, cargados de connotaciones relativas a las expectativas de explotacin (Admirable, Previsin, Envidiable), al orden de descubrimiento (Segunda, Tercera) o a referencias femeninas (Paquita) y del santoral (que generalmente encubren a los propios registradores, sus familiares o amigos). Tampoco falta en esta demarcacin, como en la vecina de Riotinto o en Tharsis, donde se haban conservado vestigios de la minera antigua, alguna alusin al legado romano (Plinio, en este caso).

    la antigedad de su explotacin4. Ambos eran tambin, a principios del siglo xx, enclaves dominados desde el exterior (por la Compaa Francesa de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y a Alicante, MZA, en el caso de las Minas de la Reunin) y su principal diferencia radi-caba en la dedicacin a la minera metlica en un caso y energtica en el otro.

    Aunque la peligrosidad, las enfermedades laborales y los accidentes son elevados en los dos tipos de minera, las principales tragedias se han conocido en las minas de carbn, debido a la mayor fragilidad geolgica de los yacimientos (que provoca frecuentes desprendimientos y hundimientos) y, especialmente, a la existencia de gases inflamables. El mayor accidente minero, en nmero de vctimas, que ha conocido la minera espaola contem-pornea tuvo lugar en las Minas de la Reunin en 1904, con un balance de 63 muertos y decenas de heridos, lo

    4 Si la plata y el cobre del Castillo de las Guardas ya se explotaron en poca romana e intermitentemente con posterioridad, el carbn de Villanueva del Ro comenz a ser utilizado, al menos, en el siglo xvii, siendo el primero del pas en extraerse de manera sistemtica desde finales del siglo xviii (Garca, 1991; Coll y Sudri, 1987).

    Fig. 2. Minas de la Reunin (Villanueva del Ro y Minas, Sevilla): plano parcial del lugar del siniestro de 1904. Revista Minera, 1904. Adaptado del original.

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    que precisamente ocurri como resultado de la combina-cin de ambos factores: una explosin de gris provoc el hundimiento de un tramo de galera, lo que, a su vez, cort la ventilacin exterior y produjo la asfixia de los obreros (y de algunos animales de tiro).

    A pesar de la magnitud, el accidente pronto pas al olvido y ni siquiera un enterramiento o un monumento lo rememoran. Slo un plano esbozado para ilustrar el informe sobre las causas del siniestro nos recuerda aquel hecho y, al mostrarnos el intrincado laberinto del interior del pozo y los lugares en que se encontraron los cadve-res y los supervivientes, nos devuelve el eco de la angus-tia del trabajo y de la muerte en la mina.

    2. las huellas del esPacio Productivo: Minas e inFraestructuras

    Bsicamente la actividad minera consiste en acceder, arrancar y evacuar el mineral desde el interior al exterior del yacimiento. Adems del trabajo humano, dicha acti-vidad comporta, por tanto, la concurrencia de yacimien-tos en explotacin, o sea minas, y de las infraestructuras

    necesarias para la movilizacin del mineral, fundamen-talmente infraestructuras de transporte.

    Mientras se explotan, las minas se presentan como un organismo vivo, sujeto a constantes modificaciones de configuracin y tamao relacionadas con factores geo-lgicos y tcnicos. Por ello, las huellas fsicas que hoy podemos contemplar corresponden, casi siempre, a la l-tima fase de la explotacin, previa a su clausura, aunque no faltan casos en los que se entremezclan o superponen los vestigios de diferentes etapas.

    Quiz el mejor ejemplo de vitalidad histrica y de superposicin de configuraciones en la arquitectura del yacimiento es el que ha tenido lugar en Riotinto. El rei-nicio de las labores mineras en el siglo xviii se hizo all aprovechando las antiguas galeras de la explotacin ro-mana5 y en el siglo xix se abrieron nuevos pozos en los

    5 Cuando, tras la rehabilitacin borbnica, se reinici la explotacin de las minas, las huellas y secuelas del laboreo romano eran muy patentes en todo el yacimiento, incluyendo mltiples galeras, cuevas, caeras, escoriales antiguos y los propios cursos de agua que, desaguando desde el interior, estaban cargados de sulfatos ferrosos (el ro Tinto, el Tintillo, el Agrio). Hasta que se agotaron, todos estos residuos fueron reutilizados como recursos, junto con las piritas ferrocobrizas:

    Fig. 3. Minas de Riotinto (Huelva) en 1916: plano del 17. piso del filn San Dionisio y seccin longitudinal. Memoria sobre el aprovechamiento in-dustrial de los yacimientos de pirita ferro - cobriza de la provincia de Huelva. Lminas y cuadros estadsticos. Madrid, 1916. Adaptado del original.

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    que al laboreo mediante el sistema de huecos y pilares le sucedi el sostenimiento por relleno, que se aprecia en la figura 3 y que consiste en sacar las sustancias minerales o tiles sustituyndolas por intiles (Mrmol, 1935). A su vez, a principios del siglo xx fue generalizndose la explotacin a cielo abierto, que, conviviendo en princi-pio con la subterrnea, como muestra la misma figura, se expandi despus sobre los restos de aqulla, dejando slo algunos testigos como el pozo Alfredo, cuyas ins-talaciones exteriores y pisos interiores (con llamativas neoformaciones estalactticas de sulfatos azulados) an se conservan, aunque inactivos, en aceptable estado. En cuanto a la montera ferrosa, inicialmente desaprove-chada, ha terminado por ser la ltima parte beneficiada del yacimiento, debido a su riqueza en oro y plata.

    Para el acceso de personal y material y para la mo-vilizacin del mineral, una vez arrancado, se utilizan complejos sistemas que combinan y engarzan diversos

    las escorias antiguas se usaron como material fundente en los hornos de fundicin, las aguas cidas se beneficiaron por cementacin natural y los vitriolos que colgaban de las galeras antiguas por cementacin artificial (obtenindose, en ambos casos, cscara de cobre y caparrosa) (Flores, 1981a y 1981b).

    modos de traccin (humana, animal y automotriz) y de transporte (deslizamiento por gravedad, sobre rales, ca-bles, poleas y jaulas, etc.). De todo este sistema una pieza crucial, en la minera subterrnea tradicional, es el pozo minero, del que aqu se reproducen dos ejemplos (figuras 4 y 5): El Antoln, de la cuenca minera del Guadiato, y el pozo Norte de Puertollano6.

    Como cordn umbilical entre el interior y el exterior, el pozo se convierte en punto de confluencia y coordina-cin del conjunto de las actividades que aseguran el fun-cionamiento de la mina y en el centro de gravedad fsica de las instalaciones que le dan cobertura, entre las cuales destaca el propio castillete, cabria o malacate que co-rona el socavn y soporta la mquina de extraccin7. En

    6 Tambin estas dos explotaciones mineras tenan muchos aspectos comunes, pues estaban situadas en el entorno de Sierra Morena y producan carbn, perteneciendo en su poca floreciente a una misma empresa de capital francs, la Sociedad Minera y Metalrgica de Pearroya. El Antoln se inaugur precisamente en 1904, el ao de la catstrofe de Villanueva del Ro y Minas, y se clausur en 1955, mientras que el pozo Norte se abri en 1928 y ces la actividad en 1973.

    7 Todas estas construcciones actan a modo de cabrestante, consistente en una estructura de eje vertical que se emplea para mover grandes pesos por medio

    Fig. 4. Plano general del pozo hullero del Antoln (Pearroya-Pueblonuevo, Crdoba) de la Sociedad Minera y Metalrgica de Pearroya en 1910. Estadstica Minera de Espaa, 1910. Adaptado del original.

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    su entorno (la plaza) se disponen de manera holgada (para facilitar las maniobras) mquinas, aseos, oficinas, talleres, almacenes y sencillas instalaciones industriales (como los lavaderos). Debe destacarse la importancia de los depsitos o plazas de la madera (de excepcional di-mensin en el pozo Norte) porque reflejan la magnitud de la explotacin, la gran importancia y polivalencia de su uso (para la proteccin, fortificacin, tendido frreo, etc.) y el efecto inductor, ambiental y econmico, de la minera sobre el territorio circundante.

    Pero el carcter articulador del pozo respecto a los flujos que se generan en su entorno se manifiesta, sobre todo, en la confluencia de complejos haces de vas en un punto de especial significacin y elocuente denomina-

    de una maroma o cable que se va arroyando en l a medida que gira movido por la potencia aplicada en unas barras o palancas que se introducen en las cajas abiertas o en el canto exterior del cilindro o en la parte alta de la mquina (Prados, 2005). El mismo autor desarrolla una exhaustiva descripcin y clasificacin de las instalaciones de este tipo en el valle del Guadiato, fcilmente generalizable a otras cuencas mineras.

    cin: el embarque. El embarque es un eslabn crucial del sistema de transporte minero; un sistema que, mu-cho ms all de la mina, se despliega y se extiende para garantizar el transporte del mineral hasta los lugares de transformacin, de consumo o de exportacin.

    Una panormica amplia de la articulacin infraes-tructural entre las explotaciones mineras y los centros de transformacin y de exportacin es lo que muestra precisamente la figura 6 en el rea minera de Triano-Somorrostro, donde un intrincado acoplamiento de car-gaderos, ferrocarriles, planos inclinados, tranvas areos y cadenas flotantes facilitaba la evacuacin del mineral de hierro desde los tajos a los embarcaderos (Gonz-lez Urruela, 2001). La proximidad de los yacimientos de hematites del anticlinal de Bilbao a las instalaciones por-tuarias y la calidad del mineral explican aqu la facilidad de extraccin y los bajos costes de su transporte hasta las fbricas siderrgicas de la ra del Nervin, desde donde los excedentes se exportaban a otras partes del pas y, so-bre todo, a Inglaterra. El control, por parte del capital au-tctono, de la propiedad de los criaderos y de buena parte

    Fig. 5. Depsito de madera del pozo Norte de Puertollano (Ciudad Real) en 1953. Minera y Metalurgia, 1953. Adaptado del original.

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    de la actividad extractiva, as como de la transformacin en sus diversas fases (y el valor aadido que de ello se de-rivaba) es considerado como un factor fundamental en el proceso de industrializacin y diversificacin econmica de Vizcaya y del conjunto del Pas Vasco (Gonzlez Por-tilla, 1981; Escudero, 1998).

    En la vecina Cantabria se dieron semejantes condi-ciones en cuanto a la proximidad de las minas a la baha de Santander (figura 7) y se utilizaron similares sistemas de transporte, pero el predominio del capital exterior y la propia competencia vasca limitaron el desarrollo end-geno. Por lo dems, la ra del Astillero se configur como el lugar ms idneo para la instalacin de cargaderos y muelles de embarque del mineral hacia los puertos del norte de Europa y para la decantacin de los fangos re-sultantes de su lavado previo (Cueto, 2001).

    Aunque correspondientes a diferentes lugares, ambos mapas, el de Somorrostro y el del Astillero, se comple-mentan por la diferente escala en la que nos muestran un mismo fenmeno: el de las infraestructuras del transporte minero y sus instalaciones conexas. A ese orden escalar se puede aadir, como un tercer escaln de aproxima-cin, a modo de zoom, el ejemplo de los cargaderos de carbn de Antracitas de Fabero en Ponferrada (figura 8),

    en el que el detalle de la observacin permite apreciar la complejidad de las instalaciones ferroviarias (con diver-sos tipos de vas, muelles, rampas y trincheras), de las instalaciones de carga (clasificador, elevador, tolvas) y de otras complementarias de almacenaje, transformacin (la fbrica de ovoides), administracin y servicios.

    Ahora bien, en este caso las minas (de carbn) no se encontraban cerca de los centros de consumo o de los es-pacios portuarios, sino en las apartadas montaas leone-sas, lo que gravaba notablemente los costes de transporte, que deba realizarse desde los pozos (mediante cables areos) hasta el Ferrocarril de la Minero Siderrgica de Ponferrada, que recorra el valle del Sil, para ser cargado en Ponferrada en las vas de Renfe y desde all acceder hacia el mercado interior o hacia el puerto de Vigo (Mau-rn, 1985). Ello explica el retraso en la explotacin de los carbones del alto Sil en relacin con otros de mejor accesibilidad, as como la frustracin del proyecto de La-zrtegui sobre Una Nueva Vizcaya a crear en el Bierzo (Lazrtegui, 1918).

    A medida que las minas han ido cesando en su activi-dad, la mayor parte de todo este patrimonio material pro-ductivo se ha perdido como consecuencia del abandono, la venta, la reutilizacin, el expolio o la desidia (general-

    Fig. 6. Principales minas e infraestructuras para el transporte del mineral en la zona minera de Triano (Vizcaya) hacia 1930. Elaboracin propia a partir de diversas fuentes documentales y cartogrficas.

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    mente combinados), siendo los castilletes de los pozos los elementos que mejor han supervivido y respecto a los que, en la actualidad, se practica una mayor proteccin8.

    3. las huellas del esPacio reProductivo: viviendas, equiPaMientos y servicios

    Cuando se analiza la historia o el patrimonio minero suele desglosarse la estructura espacial en dos partes b-sicas, una destinada a la produccin y otra a la residen-cia (Surez, 2005). Teniendo en cuenta, sin embargo, la estrecha vinculacin que se establece entre ellas, el pro-tagonismo de las propias empresas mineras como gene-radoras del tejido residencial (incluyendo los servicios y equipamientos bsicos) y la consideracin de dicho tejido como una prolongacin y un complemento del es-pacio productivo, parece conveniente aproximar tambin los conceptos de ambos componentes, entendiendo que se trata de actividades y espacios de tipo productivo y reproductivo respectivamente9.

    8 Por lo que se refiere a los castilletes de los dos pozos que se han utilizado como ejemplo, el del pozo Norte se conserva en su lugar original, en un estado aceptable e integrado en el Museo de la Minera de Puertollano, mientras que el del Antoln, uno de los ejemplos ms impresionantes de la arquitectura metlica de los ingenieros (Prados, 2005), fue desguazado en los aos posteriores a la clausura de la explotacin.

    9 Engels ya estableca esa diferenciacin en el contexto de la primera revolucin industrial y en un sentido ms amplio que el de la propia actividad

    Las ilustraciones sobre el espacio reproductivo que se incluyen aqu tienen en comn (adems de su cercana localizacin, en la cuenca asturiana del Caudal) el reflejo, mayor o menor, de esencias ruralizantes y de la conjun-cin entre el mundo campesino, de donde proceden los obreros, y el nuevo medio que surge de la industrializa-cin y en el que son abducidos. Desarraigar, atraer, fijar, disciplinar (Sierra, 1985) son los verbos que resumen la secuencia a la que los empresarios de las minas some-tan a los empleados, preocupndose desde un principio por cubrir, al menos, una parte sus necesidades de aloja-miento, por adaptar sus cualidades fsicas y morales a las necesidades del trabajo en ese nuevo medio y por repro-ducir la fuerza de trabajo, garantizando la continuidad y regularidad en su abastecimiento10.

    Las figuras 9 y 10 recogen ejemplos de los dos tipos bsicos de viviendas que las empresas construan para alojar a los mineros: los cuarteles y las viviendas unifa-

    minera (aunque es precisamente en las comarcas mineras donde la relacin produccin-reproduccin alcanza una mayor significacin): La produccin y reproduccin son de dos clases. De una parte, la produccin de medios de existencia; de otra parte, la produccin del hombre mismo, la continuacin de la especie (Engels, 1884).

    10 Este protagonismo empresarial en la generacin del tejido reproductivo fue muy importante durante las ltimas dcadas del siglo xix y las primeras del xx, mientras que con posterioridad a la guerra civil otros promotores, pblicos, privados o particulares, tomaron el relevo y afrontaron la construccin de las grandes barriadas y aglomeraciones de vivienda unifamiliar caractersticas de la ltima fase del esplendor minero.

    Fig. 7. Instalaciones de lavado y carga del mineral de la Compaa San Salvador Spanish Iron Ore en el entorno de la ra del Astillero (Santander) en 1914. G. Cueto (2002): La formacin de un espacio minero: transformaciones producidas por la explotacin de mineral de hierro en la baha de Santander, 1841-1936. Tesis doctoral, Santander. Adaptado del original.

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    miliares. El ms extendido era el de los cuarteles, aloja-mientos colectivos y econmicos con forma de prisma alargado, dos o tres plantas y cubierta a dos aguas (lva-rez Quintana, 1986). Los que la Hullera Espaola levant en Ujo (an habitados en la actualidad) recogen el sea-lado guio al entorno rural en la proliferacin de elemen-tos leosos como los corredores y aleros. Esta misma em-presa fue la que construy, en el periodo de entresiglos, el poblado de Bustiello, de viviendas familiares pareadas con huerto (al estilo Mulhouse) y uno de los ms inte-resantes y mejor conservados de Espaa. Pero esta pe-quea colonia era algo ms que un lugar residencial con reminiscencias rurales y completos equipamientos sani-tarios, educativos, religiosos o comerciales; era tambin un espacio lacrado, de carcter estrictamente ordenado, autosuficiente y, hasta cierto punto, experimental (Mau-rn, 2010), en el que se trataba de reproducir, desde una ptica paternalista, la propia divisin social y la jerarqua existente en el seno de la empresa11.

    11 A diferencia de otros poblados mineros, el de Bustiello se encuentra apartado de los centros productivos, aislado al borde de un meandro del ro Aller,

    A pesar de la intervencin empresarial y, ms tar-damente, de la iniciativa oficial, la escasez de vivienda y de equipamientos en las cuencas mineras ha sido un problema endmico, especialmente agudizado en perio-dos de aluvin inmigratorio. En efecto, como la minera tradicional utilizaba gran cantidad de mano de obra y, por lo comn, los yacimientos se encontraban en terri-torios poco poblados o en espacios rurales carentes de equipamiento de acogida para la poblacin atrada a las minas,

    [] los espacios de uso residencial se han caracterizado por cono-cer un desarrollo ms lento que el de la demanda de viviendas, lo que, sumado a la generalizada insolvencia del proletariado, no po-da menos que manifestarse en dos tipos de secuelas: de una parte en la agudizacin del hacinamiento y, paralelamente, en la prolife-racin de la infravivienda y la autoconstruccin. Estos fenmenos

    enmarcado por laderas escarpadas y slo accesible, en otro tiempo, a travs de un puente con control de paso. En su interior los edificios se disponen en distintos niveles topogrficos segn la jerarqua de los empleados y el conjunto est coronado por un monumento escultrico en el que se representa al dueo de la empresa, el marqus de Comillas, recibiendo una ofrenda de sus obreros. En el altar de la iglesia destacan como motivos decorativos una mina, una locomotora y un barco de vapor, las tres ramas del negocio del marqus.

    Fig. 8. Cargaderos de carbn de Antracitas de Fabero, S. A. en Ponferrada (Len), en 1948. Minera y Metalurgia, 1948. Adaptado del original.

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    son propios tambin de las grandes aglomeraciones industriales, pero no afectan all a tanta poblacin (en porcentaje), ya que tienen lugar en un medio urbano en el que el mercado de la vivienda es, con todo, ms elstico y variado (Maurn, 1987).

    La tipologa de la infravivienda es muy variada y se amolda a las caractersticas propias de cada lugar. Al-gunos de los ejemplos ms significativos se encuentran en Asturias y no se limitan a los primeros tiempos de la minera, sino que han aflorado en todos los periodos de auge productivo e inmigratorio y especialmente, como atestiguan los ejemplos de la figura 11, en los aos cin-cuenta: miles de edificios que, con anterioridad, haban tenido un uso relacionado con la actividad agropecuaria predominante en la regin fueron ocupados y remode-lados entonces como viviendas obreras (mantenindose en muchos casos, por un tiempo, una actividad mixta minero-campesina); y no slo se reconvirtieron las ca-sas rurales, sino tambin todo tipo de construcciones anejas, asociadas a las quintanas tradicionales: tena-das, lagares, cuadras, hrreos Todava hoy, aunque cesado ya el uso residencial ms degradado, esa huella salpica y apolilla las laderas de los valles mineros de Asturias y, junto con otras reminiscencias de la activi-dad reproductiva y de las infraestructuras productivas, singulariza aquellos paisajes.

    4. las huellas aMbientales: conservacin o eliMinacin?

    Cuando se observan los restos del laboreo minero antiguo (como en las Mdulas de Len o en el mismo Riotinto), se comprueba que son los de tipo ambiental los que gozan de mayor perdurabilidad. As, estos restos que inicialmente se consideran como secuelas a erradicar terminan a veces, paradjicamente, por convertirse con el tiempo en un legado patrimonial de primer orden y en un objeto de conservacin y revalorizacin a travs del uso pblico.

    ste parece ser el destino que, parcialmente, le aguarda a la sierra de Cartagena-La Unin, una de las de mayor concentracin y superposicin de impactos am-bientales derivados de la dilatada actividad minera, ya extinta. Cientos de pequeos pozos de extraccin subte-rrnea, una decena de grandes cortas a cielo abierto, in-numerables escombreras, depsitos y residuos, acuferos contaminados, suelos estriles y deforestados han gene-rado un paisaje cuya representacin cartogrfica (figura 12) se nos asemeja a una abigarrada paleta de colores.

    La imposibilidad de recuperar fsica y biogeogr-ficamente un espacio tan profundamente antropizado, transformado y degradado, la dificultad de su reutiliza-cin o aprovechamiento productivo y la presencia de

    Fig. 9. Cuarteles para obreros de la Sociedad Hullera Espaola en Ujo (Asturias), construidos en 1909. Ayuntamiento de Mieres, 1909. Adaptado del original.

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    mltiples reliquias de inters arqueolgico-minero e industrial (Martos, 2007), entremezcladas con el revol-tijo rocoso, aconsejan en este caso el recurso a un tra-tamiento de proteccin integral y su aprovechamiento turstico-cultural12.

    Ms all de la diferencia de localizacin y de la es-cala, la escombrera de Reicastro ha sido tambin un resi-duo minero destacable, acogiendo, con ms de cinco mi-llones de metros cbicos, el mayor volumen de estril de la cuenca central asturiana, de manera que puede tomarse como un ejemplo muy representativo del conjunto de las escombreras que salpican toda el rea13. La representa-

    12 En esta lnea se aprob en 2009 la declaracin de bien de inters cultural, con categora de sitio histrico, de la sierra minera de Cartagena y La Unin, si bien ello ha tenido lugar con un retraso de ms de veinte aos respecto a la incoacin del primer expediente en 1986 y con un apreciable recorte perimetral y segmentacin respecto a las propuestas iniciales.

    13 Aunque los pequeos depsitos se cuentan por miles, las grandes escombreras de la cuenca central, unas sesenta, estn relacionadas con el declive de la antigua minera dispersa de montaa y su paulatina sustitucin por la explotacin concentrada en grandes pozos situados en los valles, fenmeno iniciado en las primeras dcadas del siglo xx y reforzado tras la guerra civil y

    cin de 1971 la muestra en los aos previos a su clau-sura, cuando ya haba alcanzado el mximo desarrollo, con cincuenta metros de elevacin, varios bancos super-puestos y taludes de fuerte pendiente, lo que ocasionaba frecuentes desprendimientos sobre el ro Caudal (conta-minando las aguas y favoreciendo, a su vez, el desborda-miento del cauce) y sobre la carretera de Ujo a Santullano (antigua Gijn-Adanero), como refleja la figura 13.

    Destacable es, en este caso, que la escombrera haya desaparecido en los ltimos aos, siendo acondicionado el solar para la implantacin de un polgono industrial; hecho posible debido a la reutilizacin de los estriles en la combustin de la cercana Central Termoelctrica de la Pereda y a la estratgica localizacin en la proximidad de la actual autova A-6614.

    hasta los aos sesenta. Las de tipo terrapln, como Reicastro, se situaban en el cauce de los ros principales, sobre las vegas o los mismos aluviones fluviales, baando las aguas el pie de sus taludes (Maurn, 2005).

    14 El vaciado de Reicastro tuvo lugar entre 1993 y 2005, a un ritmo de unas trescientas mil toneladas anuales. Adems de los estriles de uso combustible (un 80 %), otros no aptos se destinaron a obras pblicas, a ornamentacin y jardinera

    Fig. 10. Poblado minero de Bustiello (valle del Aller, Asturias), propiedad de la Sociedad Hullera Espaola, hacia 1925. E. Garca Fernndez (1988): Mieres, del ayer a la actualidad urbanstica, en Noticias histricas sobre Mieres y su concejo. Adaptado del original.

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    Los dos ejemplos anteriores, el de La Unin y el de Reicastro, sealan dos vas diferenciadas para el trata-miento de las huellas ambientales de la minera: la de la conservacin y la de la recuperacin para nuevos usos, o sea, la eliminacin. Naturalmente, los factores concu-rrentes en cada caso concreto son los que determinan la viabilidad de una u otra alternativa, o bien, como ms generalmente ocurre, el recurso a una va intermedia o mixta.

    5. las huellas Paisajsticas: los Paisajes Mineros eleMentales y coMPlejos

    Los paisajes mineros expresan morfolgicamente la articulacin espacial entre los elementos productivos y reproductivos de la explotacin e incluyen tambin la relacin entre sta y el medio preexistente (natural y socioeconmico), que se ve involucrado e influenciado en mayor o menor medida. Cuando han tenido un cierto recorrido histrico, estos paisajes incorporan, adems, junto con la estructura funcional activa, los restos ma-teriales heredados de anteriores episodios, sea en forma ruinosa, decadente, adaptada o transformada.

    (concretamente los estriles rojos, resultantes de una ignicin parcial de la escombrera) (Maurn, 2005).

    Su apariencia conoce tantas variaciones como las que afectan a sus componentes elementales, a sus relaciones internas o con el entorno, y al propio devenir histrico, pero transmite siempre un mismo cdigo gentico, unos rasgos peculiares que familiarizan a todas las comarcas de este tipo, al tiempo que las diferencian de otros mode-los paisajsticos. Y ese cdigo est estrechamente vincu-lado a la centralidad de la actividad y de las instalaciones mineras, as como a la divisin funcional, espacial, je-rrquica y social del trabajo en las minas, que impregna tambin al conjunto del espacio adyacente15.

    La clasificacin de los paisajes mineros podra ser relativamente prolija si, adems de los aspectos anterio-

    15 Enrique Mrmol ya vinculaba en 1935 la esencia de los pueblos mineros (aludiendo a los de la comarca de Riotinto) a la centralidad del trabajo: Estos pueblos de la regin minera no poseen una gran historia artstica, arquitectnica ni arqueolgica. La verdadera significacin es que tienen una tradicin de trabajo industrial; precisamente esta palabra de trabajo ha sido la nica estrella gua de los hombres de esta regin []. Todas estas obras prodigiosas de las minas representan el mayor monumento que pudiera imaginar la mente ms fantstica (Mrmol, 1935). En la misma lnea, pero en una perspectiva ms geogrfica, Paz Cabello destaca (con referencia a Barruelo de Santulln, Palencia) el hecho de la centralidad fsica de las instalaciones mineras en el paisaje de la cuenca: El conjunto urbano est dominado, no por los edificios que suelen tener ms empaque, de una forma general la casa ayuntamiento, la iglesia, etc., sino por el castillete del pozo Brbara, por las escombreras, por las chimeneas de las fbricas de aglomerados o del macizo de hornos de coque, por los edificios de la estacin de ferrocarril del Norte y la densa red ferroviaria de ste y del tranva exterior que, uniendo todas las bocaminas, desemboca al nivel del lavadero, junto al ro Rubagn (Cabello, 1983).

    Fig. 11. Cuadra (A) y hrreo (B) transformados en viviendas para familias mineras en Turn (Asturias) en los aos cincuenta. Ayuntamiento de Mieres, 1951 y 1953. Adaptado del los originales.

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    res, se considerasen otros de tipo histrico, geolgico, mineralgico, tcnico, econmico o locacional16. Se opta en este caso, sin embargo, por reflejar nicamente la di-visin ms simple desde el punto de vista estructural y geogrfico: aquella que diferencia los espacios mineros elementales de los ms complejos.

    La conformacin de los paisajes mineros elementales se materializa en torno a un solo centro de explotacin, como en El Horcajo, en Vallejo de Orb o en Bellmunt del Priorat. Como ya queda dicho, la explotacin incluye, adems de la mina propiamente dicha, otras instalaciones anexas de carcter complementario (almacenes, talle-res, oficinas, etc.) y algunas especiales de tipo industrial (centrales elctricas, lavaderos, fundiciones), as como infraestructuras de conexin y transporte (especialmente las ferroviarias) y reas de vertido de escombros o de

    16 Por ejemplo, slo para el caso de Asturias, Faustino Surez establece cuatro tipos relacionados con la localizacin: espacio minero de valle central, espacio minero central de los valles secundarios o laterales, espacio minero perifrico o de borde y espacio minero ultraperifrico o exterior (Surez, 2005).

    otros residuos. A todo ello se aaden, por supuesto, las edificaciones y los espacios destinados a la vivienda y los servicios, situados en clara dependencia de aqulla y en mayor o menor proximidad. Sobre esa base comn cada uno de los ejemplos seleccionados aade matices espec-ficos, tanto de configuracin como de evolucin.

    En Minas de El Horcajo (figura 14) la subordinacin fsica del espacio reproductivo respecto al productivo es tan acusada que las edificaciones parecen deformarse en adaptacin al contorno de la plaza minera, con sus pozos y malacates, y al eje que conecta a sta con los lavaderos y las escombreras. La disposicin segn las curvas de ni-vel acrecienta la impresin de dependencia, asemejado este ncleo a los de condicin marinera, cuando gravitan sobre el espacio portuario.

    Y, en efecto, habiendo nacido (a mediados del si-glo xix) y crecido el ncleo en funcin de la explotacin de la galena argentfera, y en un lugar sin otros recursos al alcance de una poblacin exclusivamente inmigrante, se entiende que, de la misma manera que lleg a alcanzar varios miles de habitantes en sus momentos de mayor es-

    Fig. 12. Residuos minero-metalrgicos e impacto ambiental en la sierra de Cartagena-La Unin (Murcia) hacia 1990. C. Garca (2004): Impacto y riesgo ambiental de los residuos minero-metalrgicos de la sierra de Cartagena-La Unin (Murcia, Espaa). Tesis doctoral. V. M. Robles (2007): Caracterizacin hidrogeolgica de la sierra de Cartagena-La Unin (SE de la Pennsula Ibrica). Impacto de la minera abandonada sobre el medio hdrico. Tesis doctoral. Adaptado de los originales.

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    atencin educativa y sanitaria (escuela, hospital, far-macia), con el ocio y la cultura (fonda, crculo obrero, teatro-cine) y con el control fsico, administrativo y espi-ritual de los obreros (cuartel, oficina, capilla, casa social catlica), todos estos equipamientos (de promocin em-presarial, al igual que las viviendas de variada tipologa) trasmiten una evidente connotacin de autosuficiencia, paternalismo y vigilancia sociolaboral. Por ello, y por la segregacin respecto al ncleo preexistente (localizado a un kilmetro de la nueva colonia), se ha comparado a Orb con Bustiello18. Sin embargo, la sucesin de di-versas fases y empresas en el control de las minas y de la propia colonia ha generado, con todo, un espacio de mayor apertura y diversidad (Snchez, 2008), y estrecha-mente asociado al foco productivo (tambin a diferencia de Bustiello, ms alejado de las minas), aunque no de manera tan adherente como en El Horcajo.

    Quiz por la mayor calidad del emplazamiento, de las viviendas y del equipado, el cierre de la mina en 1969 no conllev el abandono completo del poblado y, aun-

    18 Efectivamente, la mayor parte de las dotaciones que aparecen referenciadas en el plano de 1951 fueron creadas en la segunda dcada del siglo xx, coincidiendo con la fase en la que las minas pertenecieron a la Sociedad Carbonera Espaola, del marqus de Comillas, el mismo que construy el asturiano poblado de Bustiello (Snchez, 2008).

    plendor (en el periodo de entresiglos)17, quedase comple-tamente despoblado y arruinado cuando el descenso de la cotizacin del mineral y las muestras de agotamiento del filn abocaron al cierre de la minas, que se produjo precisamente en 1911 (Quirs, 1970).

    Vallejo de Orb (figura 15) comenz a forjarse a fi-nales del siglo xix y fue consolidando su estructura du-rante la primera mitad del siglo xx, tambin como un pueblo estrictamente vinculado a la explotacin de las minas de carbn. La abundancia y tipologa de los equi-pamientos es lo ms destacable en este caso, especial-mente teniendo en cuenta la crnica escasez de los mis-mos en el conjunto de las comarcas mineras y el tamao reducido de este ncleo (que apenas lleg a superar los mil habitantes).

    Relacionados con el abastecimiento alimentario y comercial (economato, tienda-bazar, vaquera), con la

    17 En aquellos momentos de fiebre minera, el poblado de El Horcajo se haba convertido en una pequea ciudad con ms de 4.500 habitantes en su haber, dotado de escuelas, hospitales, talleres, farmacia, una cooperativa de consumo y sociedades de socorro y recreativas (instaladas por la Sociedad Minero Metalrgica del Horcajo), fundiciones y una magnfica iglesia que destacaba en el centro de la urbe. La llegada del ferrocarril en el ao 1907 mejor notablemente el transporte del mineral, si bien no pudo evitar que la explotacin pronto entrase en una fase de decadencia de la que ya no se repondra (Sainz de Baranda, Palero y Garca, 2004).

    Fig. 13. La escombrera de Reicastro (Mieres, Asturias) en 1971. Hunosa, Plano de la Escombrera de Reicastro, 1971. Adaptado del original.

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    Fig. 15. Colonia minera de Orb (Palencia), propiedad de Minas de Barruelo, S. A., en 1951. Uminsa. Adaptado del original.

    Fig. 14. Pueblo y minas de El Horcajo (Ciudad Real) en 1911. Estadstica Minera de Espaa, 1911. Adaptado del original.

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    que hoy no se alcanzan los cien habitantes, se observa un cierto dinamismo en la recuperacin del mismo.

    En el pequeo municipio de Bellmunt del Priorat la minera del plomo ha estado presente de manera intermi-tente desde hace siglos, alcanzando su mayor intensidad a partir de la segunda dcada del siglo xx y extinguin-dose definitivamente en los aos setenta (Abella, 2008) lo que, como en cualquier otro espacio minero, ha tenido notables consecuencias econmicas y demogrficas (de un mximo de poblacin superior a los mil habitantes se ha pasado a poco ms de trescientos). No obstante, aqu se ha conservado todo lo que se perdi en El Horcajo (las instalaciones mineras, el ncleo de poblacin) y en Orb (una actividad econmica y no exclusivamente re-sidencial).

    Ello obedece, en primer lugar, a que la minera, con ser muy importante, nunca alcanz en Bellmunt un carc-ter exclusivo, mantenindose tambin la tradicional acti-vidad agropecuaria (especialmente el cultivo de la vid y del olivar), y, en segundo lugar, a la aportacin derivada de la recuperacin y reutilizacin musestica del con-junto minero-industrial (minera y fundicin de plomo) de la mina Eugenia. La figura 16 muestra cmo, sin per-

    der la fisonoma propia de un paisaje minero elemental (la mina, la industria anexa, la escombrera, el poblado), los componentes del espacio reproductivo (la colonia y el economato) aparecen ms asociados al poblamiento preexistente y este mismo mantiene cierta preeminencia desde el punto de vista fsico y dotacional. Es, en defi-nitiva, esa menor dependencia la que ha garantizado la supervivencia del pueblo y, con l, del propio patrimonio histrico de la minera.

    Los paisajes mineros complejos surgieron all donde la abundancia mineral permita una extraccin simultnea en diversos sectores del yacimiento y, por ello, la coexis-tencia prxima de varios centros de explotacin. Estos centros pueden pertenecer a diferentes empresas que se reparten las pertenencias19, o bien a una sola que organiza la explotacin en gran escala. Tambin es corriente que un paisaje minero elemental, vinculado originalmente a

    19 Como ocurri inicialmente en las cuencas asturianas, aunque despus ha tenido lugar un proceso de concentracin de la propiedad traducido, a su vez, en una progresiva integracin productiva que, iniciada en la segunda mitad del siglo xix, culmin con la constitucin de la gran empresa pblica Hunosa en 1968 (Coll y Sudri, 1987; Daz-Faes, 1979).

    Fig. 16. Mina Eugenia y fundicin de plomo de las Minas del Priorato, S. A. (Bellmunt del Priorat, Tarragona) hacia 1950. E. Font (2003): El museu de les mines de Bellmunt del Priorat. Quaderns de Didctica i Difusi (Barcelona), nm. 15. Adaptado del original.

  • Fig. 17. Las minas de Riotinto (Huelva) hacia 1960. Compaa Espaola de Minas de Ro Tinto, S. A. (1962): Plano de las instalaciones, en Rio Tinto, Madrid, y otras fuentes. Adaptado del original.

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    Fig. 18a. Entorno del conjunto de San Blas en Sabero (Len) hacia 1860. J. Revilla (1906): Riqueza minera de la provincia de Len. Su descripcin industrial y estudio de soluciones para explotarla. Madrid. Adaptado del original.

    Fig. 18b. Entorno del conjunto de San Blas en Sabero (Len) hacia 1930. J. Snchez Melado (2007): Sabero. Historia econmica de una cuenca minera. Valladolid. Adaptado del original.

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    una empresa y con un nico punto de extraccin, conozca un proceso expansivo que lo transforme en complejo.

    Esto ltimo es lo que ha sucedido precisamente en Riotinto, donde, centrada inicialmente (siglos xviii y xix) la explotacin en el criadero Nerva (y el socavn de San Roque), la adquisicin por la compaa inglesa Rio Tinto Company Limited del conjunto de los criaderos de la comarca, en 1873, abri una larga fase expansiva cuyo resultado (Maurn, 1988) se observa en la figura 17.

    La intensificacin de la produccin, practicada simul-tneamente a diversas profundidades y en mltiples cen-tros de extraccin subterrnea y a cielo abierto, daba a luz minerales variados (piritas de hierro y ferrocobrizas, prfidos cuprferos, etc.) que requeran procesos combi-nados de beneficio industrial y de aprovechamiento de subproductos (azufre, sulfrico). De ello resulta un en-maraado complejo minero-industrial en el que, junto con las minas y las instalaciones industriales y comple-mentarias, tambin se incluyen escombreras, escoriales, pantanos, represas, balsas de cementacin y terreros. Todo ello articulado mediante un complejo sistema de transporte ferroviario y completado con una red de po-blados que lleg a alojar a cerca de treinta mil habitantes y en la que la segregacin tcnica, laboral y social estaba muy acentuada20.

    La centralidad de las minas y de otras instalaciones, as como la disposicin envolvente (aunque discontinua) y perifrica de los poblados nos revela la existencia de una estructura invertida de los usos del suelo (respecto a lo que es normal en otros espacios urbanos, donde los servicios, el comercio y la residencia ocupan un lugar central y las industrias perifrico), algo especfico de los espacios mineros (Maurn, 1987). Tambin es llamativa la inversin topogrfica, pues el fondo de los anfiteatros de las cortas se sita all donde, con anterioridad, estaban los cerros ms destacados (San Dionisio, Cerro Colorado y Salomn), mientras que las escombreras se alzan sobre las antiguas depresiones del relieve.

    20 Con la excepcin de Nerva y el Campillo, los otros ncleos fueron construidos por la empresa y planificados para alojar a diferentes tipos de empleados: en la Atalaya residan mineros que trabajaban en el pozo Alfredo, en San Dionisio y en la Corta Atalaya, que, por entonces, era una de las mayores minas a cielo abierto del mundo y que termin por engullir al propio poblado (como con anterioridad la Corta Filn Sur lo haba hecho con el poblado primigenio de Las Minas); los de la Dehesa y el Alto de la Mesa lo hacan respectivamente en la Mina y en las cortas Dehesa, Lago y Filn Sur; los de La Estacin en el ferrocarril y los de La Naya en la fundicin y otras instalaciones industriales. En Minas de Riotinto (el nuevo poblado) estaban centralizados los servicios y viva una poblacin ms heterognea (cuadros intermedios, administrativos, etc.), mientras que en Bellavista residan los directivos y tcnicos ingleses (Gil Varn, 1984).

    Fig. 18c. Entorno del conjunto de San Blas en Sabero (Len) en 2010. Elaboracin propia.

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    III. LAS HUELLAS MINERAS EN LA CARTOGRAFA ACTUAL

    1. entre el Pasado Minero y la actualidad

    De las muestras cartogrfcas comentadas hasta aqu se pueden desprender no slo los rasgos estructurales b-sicos de las comarcas mineras espaolas, sino tambin de su evolucin histrica; una evolucin con resultados diferentes y aun claramente divergentes en aspectos par-ciales, aunque generalmente coincidentes en lo funda-mental: la apertura, el desarrollo, el auge y finalmente el cierre, ms antiguo o ms reciente, de las minas, junto con el arrastre que todo ello produce sobre el entramado socioeconmico y territorial asociado.

    Si se puede aportar un ejemplo concreto e interme-dio entre las variantes diversas, en el que se sintetice con claridad el proceso general de las cuencas mineras, el de Sabero (Len) rene, sin duda, esa condicin (figura 18).

    En primer lugar, por su origen, a mediados del siglo xix, y estrechamente relacionado con el albor de la revo-lucin industrial espaola; origen en el que se combina la explotacin de los dos minerales cruciales para el despe-gue industrial, el carbn (como combustible) y el hierro (como materia prima), y en el que la coquizacin de aqul y la fundicin de ste se agregan espacialmente generando un original complejo minero-metalrgico y anunciando un futuro desarrollo fabril que finalmente no tendra lugar21.

    Tambin, en segundo lugar, es Sabero representativo de la evolucin de las cuencas mineras por su reconfi-guracin, desde finales del siglo xix, como una cuenca exclusivamente carbonera, explotada por el capital vasco (a travs de Hulleras de Sabero y Anexas) y vinculada a travs del ferrocarril de La Robla (lo mismo que las otras cuencas del noreste de Len y de Palencia) con el rea industrial de la ra de Bilbao (Cortizo, 1977). Esa dependencia exterior marc y acentu los ciclos expan-sivos y regresivos en la produccin y su correlato laboral y poblacional22 y fragu un paisaje minero caracterstico

    21 Sabero cont con los primeros altos hornos de coque de Espaa, que alimentaron desde 1947 a la fundicin y ferrera de San Blas, pero el proyecto fracas al no disponer de transporte ferroviario. Cuando a finales del siglo xix se construy el ferrocarril de La Robla a Valmaseda (que pasaba por Sabero), la industria siderrgica ya estaba definitivamente implantada en el Pas Vasco y en Asturias, donde los ferrocarriles y los puertos haban garantizado desde un principio el desempeo de aquella actividad y la exportacin de los productos. En esas condiciones de retraso y con las instalaciones industriales abandonadas ya no fue factible recuperar en Sabero el prometedor impulso inicial (Quirs, 1971).

    22 Los ciclos son los mismos que conoci toda la minera espaola, con un desarrollo inicial progresivo en los aos de entresiglos, dos grandes fases expansivas en los aos de la guerra europea y en el periodo autrquico (separadas

    (elemental en cuanto al ncleo de Sabero, pero com-plejo a escala de toda la cuenca), con las instalaciones de extraccin, las viviendas y los equipamientos de la empresa, junto con algunos vestigios supervivientes de la etapa anterior, como el edificio principal de la ferrera (reutilizado, un tiempo, como economato y panadera) o el viejo cuartel del Rebedul.

    Y tampoco difiere, en su etapa ms reciente, lo acon-tecido en esta cuenca con lo que est sucediendo en otras del pas. La clausura de la explotacin en 1991 sucedi despus de varios lustros en los que la prdida de los mercados tradicionales (como la locomocin de vapor), la apertura exterior, importacin y sustitucin del carbn por otros combustibles, la obsolescencia de las instala-ciones o el agotamiento de las reservas ms accesibles fueron causando el cierre de la mayora de las minas espaolas, primero de las subterrneas y, ms reciente-mente, de las de cielo abierto.

    Como contrapartida, se han puesto en marcha sucesi-vos planes de reactivacin de las comarcas mineras23 para compensar la prdida de empleo y paliar parcialmente los efectos sociales y econmicos del cese de la actividad ex-tractiva. En Sabero ello ha dado lugar a la cristalizacin, junto con diversos proyectos microindustriales y de servi-cios (Snchez, 2006), a la constitucin en 2008 del Museo Regional de la Minera y la Siderurgia, alojado en la impre-sionante nave neogtica de la antigua ferrera de San Blas, y al que se vincula tambin el Conjunto de Arqueologa Industrial de la Mina Sucesiva, todo lo cual no ha impedido una sangra demogrfica de ms de tres mil habitantes.

    2. las coMarcas Mineras hoy: cese de actividad, abandono y reutilizacin

    Si Sabero traza un rumbo representativo del devenir general de las cuencas mineras, las figuras que cierran el tema representan, ms bien, sendas lneas divergentes en lo que se refiere a la evolucin reciente de las reas en las

    por la crisis de los aos treinta y la guerra civil) y un generalizado declive a partir de los aos sesenta. El momento de mximo esplendor productivo y demogrfico de Sabero tuvo lugar en 1958, con la extraccin de ms de cuatrocientas mil toneladas de carbn y la superacin de los cinco mil habitantes censados (Cortizo, 1977; Snchez, 2006).

    23 Las inversiones estatales (con adicin de fondos regionales y municipales) se han venido canalizando, desde 2008, a travs del Plan 1998-2005 de la Minera del Carbn y Desarrollo Alternativo de las Comarcas Mineras, sucedido por el Plan Nacional de Reserva Estratgica de Carbn 2006-2012 y Nuevo Modelo de Desarrollo Integral y Sostenible de las Comarcas Mineras. En Sabero, sin embargo, ya se haba puesto en marcha con anterioridad la Mesa para la Reindustrializacin del rea de Sabero (Maurn, 1999; Snchez, 2006).

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    que ha cesado la actividad extractiva y al entronque con la tradicin minera de la que proceden.

    La primera lnea es la que nos muestran Linares y Al-madn, dos localidades cuyo enraizamiento minero es tan profundo que difcilmente podra perderse la resonancia que se expresa a travs de su patrimonio histrico; un pa-trimonio de valor incalculable llamado a emerger, con vo-cacin musestica, tras el cese de la explotacin y del be-neficio mineral (del plomo y mercurio, respectivamente)24.

    En Linares-La Carolina, la original fragmentacin de concesiones y explotaciones ha dejado una herencia tan rica y variada como espacialmente dispersa, con ms de cien emplazamientos catalogados (Colectivo Arrayanes, 2008), de manera que, sin menoscabo de otras actuacio-nes de conservacin de los restos de minas, cabrias de

    24 Aunque la explotacin de los filones de galena de Linares se remonta al Neoltico, el periodo de mayor apogeo se alcanz entre 1880 y 1920, cuando el distrito fue el principal productor de plomo del mundo. Tras un largo declive durante la segunda mitad del siglo xx, la ltima mina se cerr en 1991 (Gutirrez, 1999), diez aos antes de que finalizase la extraccin mineral en Almadn, cuyo origen tambin se remonta ms de dos mil aos y de cuyo yacimiento se ha extrado un tercio del mercurio consumido en el mundo (Hernndez, 2007a).

    mampostera y metlicas, chimeneas, torres de perdi-gones o casas de mquinas de tipo Cornish25, parece normal que se hayan dado los primeros pasos de recu-peracin insertando el conjunto mediante el diseo y adaptacin de rutas balizadas y sealizadas para el uso pblico, de las que en la figura 19 se muestran dos ejem-plos especialmente significativos, prximos entre s y a la ciudad de Linares.

    Contrariamente a lo ocurrido en Linares, en Alma-dn la actividad minera estuvo siempre concentrada en un nico recinto (el Cerco de Buitrones), lo que ha faci-

    25 Este tipo de construccin responde al modelo tecnolgico de explotacin comn a mediados del siglo xix, caracterizado por la instalacin de mquinas de vapor en cada uno de los pozos principales de la mina, al objeto de bombear al exterior el agua de las galeras [].Provena de la regin de Cornwall, al suroeste de Gran Bretaa, donde se fabricaron gran nmero de las mquinas de vapor instaladas en esta comarca, as como otros elementos (cabrias, calderas, compresores y diversa maquinaria minera). Todos estos elementos se instalaban en unos edificios e instalaciones levantados expresamente para ellos y que, en muchos casos, fueron construidos por tcnicos y obreros especializados venidos de dicha regin (Colectivo Arrayanes, 2008). Precisamente esta peculiaridad tipolgica se ha utilizado como argumento bsico para la presentacin en 2010 de la candidatura que opta a la declaracin del legado minero de Linares-La Carolina como patrimonio de la humanidad de la Unesco.

    Fig. 19. Rutas Mineras de Linares (Jan) en 2008. Ayuntamiento de Linares: Senderos balizados de pequeo recorrido. Rutas Mineras de Linares. Adaptado de los originales.

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    litado su conservacin integral y la rpida puesta en mar-cha del proyecto del Parque Minero de Almadn (figuras 20a y 20b). Iniciado tras el cierre de la mina (en 2001) y de la transformacin in situ del cinabrio (en 2003), el parque se inaugur en 2008 incluyendo la restauracin de la escombrera, la adecuacin para las visitas de varias instalaciones mineras de exterior y de algunas galeras subterrneas y la habilitacin, entre otros equipamientos, de un centro de visitantes, un centro de interpretacin y el Museo del Mercurio (Carrasco, 2009).

    Este proceso de rehabilitacin se recoge en el plan director del Parque Minero de Almadn, cuyos objetivos bsicos merecen ser literalmente reproducidos aqu por su inters y posibilidades de aplicacin en otros muchos enclaves mineros del pas:

    recuperacin de la memoria histrica de Almadn y sus mineros;

    preservacin, conservacin y divulgacin del pa-trimonio minero-industrial de Almadn;

    transformacin del conjunto de instalaciones in-dustriales de Minas de Almadn en un espacio sociocultural;

    fomento del turismo minero-cultural; potenciacin del conjunto como un centro de ex-

    celencia para la investigacin del mercurio; conversin del proyecto en un elemento dinami-

    zador del desarrollo local (Hernndez, 2007b).

    Un panorama muy diferente al de las cuencas ante-riormente reseadas nos revelan las imgenes sobre la realidad reciente de la Minas del Marquesado (Granada) y As Pontes (A Corua); y ello, a pesar de que unas y otras han conocido su final productivo en el contexto comn de las dos ltimas dcadas. La huella de Lina-res y Almadn es, en efecto, la prototpica de la minera subterrnea tradicional, con un impacto exterior limitado y una notable presencia de los elementos pretritos en el paisaje actual, mientras que las del Marquesado y As Pontes (figuras 21 y 22) reflejan de manera difana las peculiaridades que acompaan a las minas de ultima ge-neracin: la extraccin a cielo abierto, el gigantismo de la morfologa superficial, el formidable impacto ambiental y el desenraizamiento respecto a la minera histrica.

    Estos dos ltimos espacios, muy alejados entre s, podran calificarse como de tipo elemental, debido a su

    Fig. 20a. El Parque Minero de Almadn (Ciudad Real) en 2007. Fundacin Almadn-Francisco Javier de Villegas (2007): Parque Minero Almadn. Adaptado del original.

  • HUELLA, MEMORIA Y PATRIMONIO TERRITORIAL DE LA MINERA ESPAOLA. UNA SNTESIS CARTOGRFICA 211

    carcter puntual y su sencillez estructural (a pesar del tamao), destacando en cada uno la presencia de una cantera a cielo abierto, un rea de vertido de escombros, algunas instalaciones auxiliares y un ncleo de poblacin conexo. Respecto a otros paisajes de este tipo, se aprecia aqu, sin embargo, una exagerada desproporcin de es-cala entre el componente productivo y el reproductivo, siempre a favor del primero, lo que se refleja en la baja tasa de empleo respecto a las cifras de produccin y en el alto ndice de mecanizacin, y cuyo resultado se vi-sualiza como un empequeecimiento de los ncleos de poblacin frente a la grandiosidad de la mina26.

    El gigantismo, en cuanto a la extensin y morfologa, se relaciona, claro est, con la escala de la produccin. Basta sealar, al respecto, que en los ltimos aos de ex-plotacin la mina de As Pontes ha producido prctica-mente tanto lignito pardo (en torno a siete millones de toneladas anuales) como la suma del carbn extrado en

    26 sa es la razn por la que en el mapa de Alquife slo se incluye una parte de la escombrera, pues en una escala que la recogiese en toda su magnitud apenas se distinguira la estructura interna del poblado, que es justamente lo que ocurre con el mapa de As Pontes.

    el resto de las minas nacionales, mientras que de Alquife salan cada ao ms de tres millones de toneladas de mi-neral de hierro para abastecer a las principales plantas siderrgicas espaolas (y a otras europeas).

    Otras magnitudes son, lgicamente, correlativas con estas cifras, desde la profundidad del socavn de Alquife, superior a trescientos metros, hasta los sesenta kilme-tros de cintas trasportadoras de As Pontes. Y tambin el impacto ambiental es equivalente y evidente, afectando por completo a la topografa y geomorfologa, a la hi-drologa (como evidencia el gran lago de Alquife), a la biogeografa y a la atmsfera (la central trmica de As Pontes, una de las mayores de Europa, es tambin de las ms contaminantes).

    En cuanto al citado desenraizamiento, parece bastante lgico en As Pontes, al tratarse de un yacimiento de ex-plotacin relativamente reciente y ubicado en una regin con escasa tradicin minera, pero resulta ms llamativo en Alquife, donde la explotacin del hierro ya era impor-tante en el siglo xix (Cohen, 2002). El cambio sustancial en el sistema de explotacin (que inicialmente era subte-rrnea) y en la escala de produccin de las nuevas labores emprendidas en la segunda mitad del siglo xx, junto con

    Fig. 20b. Recorrido por las galeras visitables del Parque Minero de Almadn. El Parque Minero de Almadn (Ciudad Real) en 2007. Fundacin Almadn-Francisco Javier de Villegas (2007): Parque Minero Almadn. Adaptado del original.

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    la exportacin del mineral en bruto (sin transformacin industrial), explicaran, en este caso, la ruptura con el pa-sado minero del Marquesado y el propio abandono del poblado tras el cierre de la mina en 199627.

    La de As Pontes se cerr en 2007, por agotamiento de las reservas, pero la trmica contina su ritmo de produccin con carbn de importacin y Endesa ha aco-metido la labor de recuperacin ambiental, comenzando por la escombrera (como ya se observa parcialmente en la figura 22) y continuando en la corta, en la que se

    27 El abandono de la explotacin estuvo motivado, sobre todo, por el descenso en el precio del mineral de hierro a nivel internacional y, una vez que las expectativas comerciales han vuelto a mejorar, se anuncia la posibilidad de un reinicio de las labores de la mano de una compaa extranjera, como ya lo fueron las que aprovecharon el yacimiento durante la mayor parte de su historia.

    acondiciona actualmente un enorme lago artificial para uso de ocio28.

    Este proceso, consistente en continuar la actividad ener-gtica tras el cierre de las minas, es el que se observa tam-bin en otras cuencas carboneras, como Asturias, que pasan a convertirse en vientres de alquiler energticos, especiali-zados en generar, con materias primas importadas, electri-cidad para la exportacin (Maurn, 2011), un paso preocu-pante de ruptura con la tradicin minero-industrial basada en los recursos autctonos que compromete, adems, la propia conservacin y valorizacin del patrimonio minero.

    28 Tras el inicio de la recuperacin de la escombrera, se ha realizado un estudio zoolgico (Los habitantes de la escombrera, Brcena, Lagos y Gil, 2007), en el que se da cuenta de la importante proliferacin de especies de vertebrados, hasta 170, en un lugar prcticamente estril con anterioridad.

    Fig. 21. Estado en 2008 de las Minas del Marquesado en Alquife (Granada), abandonadas desde 1996. Elaboracin propia a partir de diversas fuentes documentales y cartogrficas.

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    Recibido: 20 de enero de 2011Aceptado: 15 de marzo de 2011