Hume David Investigacion Sobre Moral OCR

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ÍNDICE

NOTlCl.\ SOIlIlE L.\ 'flIADUCCIÓN .•..•.•.••••••• '. • • • • • • • 7

Mi vida, . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . II

Carta de Adam Smith a Guillermo Strahan : 20

SECCIÓN PIUMEHA

DE LOS I'IIIXCIPIOS GIli'iEIIALES DE L,i. MOIUL

De los principios generales de la moral., . . . . . . . . . . . . . 27

SECCIÓN SEGUNDA

DE LA DIlNEVOLEi'iCIA

Primera parle .Segunda parle .

SECCIÓN TEHCERA

ftf/Ir

1m L.\ JUSTICIA

Primera parte " . . . . . .. .. 43Segunda parte. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53

197

3537

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SECCIÓN CUARTA

DE LA SOCIEDAD POLITICA

De la sociedad política, , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

SECCIÓN QUINTA

POli QUÉ LA UTILIDAD AGRADA

Primera parte , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , .. , . , , . , . ,Segunda parle, . , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , '.' , , , , , ,

SECCIÓN SEXTA

Dg LAS CUALIDADES ÚTILES A NOSOTHOS xnsuos

Primera parle, , , , . , , , . , , , . , , , , . , , , , , , , , , , , , , , , . ,Segunda parte, . , , , , , , , , , , , , , , , , . , , , , , , , , , , , , , , , ,

SECCIÓN SÉPTIMA

DI, L,tS Cl:ALID,tDgS IN~IEDL\TA~IENTE AGIIADADLES A NOSOTIlOS ~IIS,\lOS

De 1:15 cualidades inmediatamente agradables a nosotrosrnl~lllOS, , , , , , , , , , , , , , , .. , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

SECCl()N aCTA VA

DE LAS Cl:,tLIDA'DES 1;-;)lEDIA'I'A~IEN'fE AGIlADAIlLES A LOS DE~L\S

De las cualidades inmediatamente agradables a los demás,

9¡108

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SECCIÓN NOVENA

CONCLUSiÓN

Primera partc . , , , , , , , , , , , , . ' , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,Segunda parte, , , , , , , , , , , , , , , , , . , , , . , , , , . , , , , , , ' ,

PIUMEH. APENDICE

ACERCA DEL SENTIMIENTO MOllAr... ,\

Acerca del sentimiento moral, , , , , , .. , , , , , , , , , , , . , .. 153

SEGUNDO APf:NDICE

DEL A~IOl\ A si MlS~1O

Del amor a sí mismo, , , . , .. , , , , , , , .. , , , , , , . , , ',' , , .65

TERCER APÉNDICE

ALGUNAS CONSlDEIUCIONES ULTElllOllES ACEl\CA DE LA JIJSTlCIA

Algunas consideraciones ulteriores acerca de la justicia, ,

CUAHTO APENDICE

SOBRE ALGUNAS DISPUTAS VEl\B,\LES

Sobre algunas disputas verbales, , , , , , , , . , , , , , . , , , , . , 183

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TItulo del original inglés:An enquiry cOllcel'llillg lite priñeiplcs o! mOrtlls

Traducción por:Juan Adolfo l'á:lJlle:

Qucda hecho el depósito Cjuc

previene In ley núm. II'7!l3

Copyright by Editorial Losada S. A.Buenos Aires, 1945

.1\-

II

IMPUESO EN ARGEN1'II\'i\PRINTED I{I' ARGENTINA

Acabóse de imprimir el día !l5 de agoslo de 1945Imprenla Coni- Perú 684 Bu e n o s Aires

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NOTICIA SOBRE LA TRADUCCIóN

Los escritos de Hume que forman este ooluuien Izan sidotraducidos directamente de las siguientes obras: la Investi-gación sobre los Principios ele lit Moral" de Enquiries con-cerning the Human Understanding and concerning thePrincipies of Morals, by David Hume. Reprinted from thePosthumous Edition of 1777 and Edited with Introduction,Cornparative Tables of Contents, and Analytical Index byL. A. Selby Bigge. Second Edition, Oxford, ClarendonPress, Irnpression of 1936, Es decir, CI! la edición de Oxfon!aparece la Investigación sobre los principios de la Moral[u uto COIl la Investigación sobre el Entendimiento humano.Hemos contparado el texto de Ovford con el de la edición deWatts & Co., London, 1906, qlte lleva por titulo: Essays.l. An Inquiry concerning Human Understanding. 1l. AnInquiry coucerning the PrincipIes of Morals, como lo hici-mos COH la Investigación sobre el Entendimiento humano.Hemos encontrado en ambos textos uarias erratas de difcrl?llteimportancia. Dal'C1JIOS alqunos ejcniplos señalando página' :Vlínea eH la edición oxoniense y diciendo si estos errores seencuentran también en la cdiciáu de Watt s (la bastardilla esmía): página 174, última linea: "Men are not cured' ... r

que debe leerse "Men are now cured" ... tal como figllra eHla edición de Watts. El! la págiHa 181, línea 14: "liad 110t",léase "Izad", error no corregido el! la edicián Watt s. Enpt¡gina 207, 1I0ta: "Sept. EIIIP.", lo correcto es "Sext, EIIIP.",

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como en W atts.E11 página 247, lineas 27-28: "nature 01"

offence", e1l lugar de "natura 01' essence", también ell vVattscquiuocado, Finalmente, al pie de la página 318 encontramosdos Ilotas que llevan el número UlIO y una que lleua el ¡¡úwe-ro tres. La Ilota uno, superior, dice: "Polybius, lib. VIII.cap. 2", debe decir, como en Watts, "Polybius, lib. lII. cap.2". La 1I0la uno, inferior, debe llevar el número dos. Tcin-bién en esta oportunidad 1I0S Iza servido la traducción italianade Giuseppe Preseolini (David Hume, Ricerche sull'IntellettoUmano e sui Principii della Morale. Bari, Gius. Laterza &Figli, 1910), al proporcionar una llueva fuente, pues Presea-lini ha tenido en cuenta las Philosophical \"~qrks of DavidHume, Longmans, Green & Co., London, 1874. Eclitecl byT. H. Green anc1 T. H. Grose, que no nos fué posible COII-sultar.

Hemos tomado el texto original de la autobiografía de Hume\' de la carta de Ada'HI Smith a Guillermo Strahani de A11Enquiry concerning Human Unclerstanding and Selectionsfrom A Treatise of Human Nature, by David Hume. WithHume's Autobiography and a letter from Adarn Smith. LaSalle, IJIinois, The Open Court Publishing Company, (Philo-sophical Classic NQ 45 en la Religion of Science Library.)Nuestra traducción de la antobioqrofia de Hume ha sido cote-jada COIl la versión de FOI·ti (obra citada).

También en el presente trabajo hemos utilizado el proce-dimiento de encerrar entre poréntesis, al lado de la traduc-cián, las palabras inglesas de ainbiquo u oscuro sigllíficado.

Un problema nucuo y de la mayor importancia para lacorrecta inteleccián de la Investigación sobre los Principiosde la Moral lo ¡'lanteó la voz inglesa humanity, ya qUiJ elconcepto que menta es [icndamental eH la ética de Hume.Humanity 110 podía traducirse por "lunnanidad' - si sequería conservar la unioocidod, - porque "humanidad" erala traducción que asiquábainos a mankind (géllcro lutnunio ),y IOIII/JOCO podíamos traducirla por "bcneuolcncia" o "sinipa-

-- ';" tia", que SOIl términos de significado semejante al de huma-nity, porque HU'IJle lisa las palabras benevolence y sympathy.Finalnieutc rcsoluitnos q'l/e la traduccián de humanity habríade ser "carácter humanitario", entendido así: "carácter",COIIIOalgo indestructiblcmenie grabado en el espíritu liu nuino ;"humanitario", en el sentido de que este modo de ser o carácter110 es indiferento COIl respecto a las demás personas sino quese interesa por ellas. El "carácter humanitario" (humanity ) es,de acuerdo a Hume, un. sentimiento idéntico al de la 1II0ra-lidad, sentimiento último e indestructible, desinteresado y 110

[iiujido, que puede reconocerse por 1lI1111erOSOSsiquos en lauaiuraleza liumana. Este sentimiento, por ser couucn a todoslos hombres, constituye cl [undainento de la ético, pues losJuicios morales, para ser verdaderos, requieren IIl1a objetivi-dad que 1/0 podrian tener si el carácter hununiitario 110 fuera1111 don existente ell cada 11110de los hombres. La humanityde una persona es, pues, la humanity de toda la lutmauidad,Es el único sentimiento frente al cual ningúll hombre, cual-quiera sea Sil carácter, per//lanccc illdiferentc.

Otra palabra que hemos traducido uniuocantcnic es self-love, COl1l0 "amor 'a sí 'IHisIIIO", entendiendo que ·equivale a"egoísmo". Pero "eqoisnio" lo hemos reservado para "self-ishness, sinániuio, por tanto, de sel flove.

JUAN ADOLFO FAZQUEZ,

La Plata, marzo de 1939.

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MI VIDA

Es di fícil que un hombre hable largo .tiempo de sí mismosin vanidad; por tanto, seré breve. También podrá tomarsecomo ejemplo de vanidad el hecho de que yo pretenda escri-hir toda mi vida, pero este relato sólo contendrá poco másque la historia de mis obras, como que, en verdad, he pasadocasi toda mi vida en ocupaciones y actividades literarias. Yel primer éxito de la mayoría de mis obras no ha sido talcomo para constituir motivo de vanidad.

Nací el 26 de abril de 1711, en Edimburgo. Pertenecía auna buena familia, tanto por parte de padre como de ma-dre: la familia materna es una rama del conde ele .Home oHume, y mis antepasados, durante varias generaciones, hansido propietarios de la hacienda que mi hermano posee. Mimadre era hija de Sir David Falconer, Presidente del Colegiode Justicia y el título de Lord Halkerton pasó por sucesióna su hermano.':'

Mi familia, sin embargo, no era rica, y como yo era elmenor de los hermanos, ¡lji¡patrimonio, de acuerdo a la cos-tumbre del país, era naturalmente muy pequeño. Mi padre.,que pasó por ser un hombre de talento, murió cuando yo eraaún una criatura y me dejó, con un hermano mayor y unahermana, bajo el cuidado de:!nuestra madre, mujer de méritosingular, la cual, aunque joven y hermosa, se dedicó por com-pleto a criar y a educar a sus hij os. Pasé el curso usual ele

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los estudios con éxito y muy temprano fuí arrebatado por lapasión de la literatura, que ha sido la pasión dominante enmi vida y la gran fuente de mis goces. Mi disposición parael estudio, mi tranquilidad y mi aplicación, hicieron pensara mi familia que la profesión más adecuada para mí era laele las leyes, pero yo sentía una insuperable aversión paratodo lo que fuesen las investigaciones ele la filosofía y de laciencia (learuí/lg) en general, y mientras ellos imaginabanque yo estaba estudiando atentamente a Vinnio y a V oecio,Cicerón y Virgilio eran los autores que yo devoraba en

secreto.Sin embargo, como mi fortuna tan exigua era- inadecuada

para este plan de vida, y como mi salud estaba un poco re-sentida por mi ardiente dedicación, estuve tentado -o, mejordicho, obligado, - a hacer un muy débil esfuerzo para em-prender una vida más activa. En 1734 fuí a Bristol convarias recomendaciones para algunos eminentes comerciantes,pero a los pocos meses encontró que ese panorama me eracompletamente inadecuado. Fui entonces a Francia con laidea de proseguir mis estudios en un retiro campestre, y mepropuse el plan de vida que he perseguido con firmeza y conéxito. Resolví suplir mi falta de fortuna con una frugalidadmuy rígida, para mantener intacta mi independencia y consi-derar despreciable a todo objeto que no fuera el mejoramientode mi talento en las letras.

Durante mi retiro en Francia - primero en Rheims, peroprincipalmente en La Fleche (Anjon) - escribí el Tratadode la Naturaleza Humana. Después de pasar muy agradable-mente tres años en este país, pasé a Londres en 1737" A finesde 1738 publiqué el Tratado, e inmediatamente fuí a visitara mi madre y a mi hermano, quien vivía en su casa de campoy se ocupaba con mucho juicio y éxito en el mej oramiento desu fortuna.

N unca ha habido un es fuerzo literario más in fortunadoque mi Tratado de la Ncturalcca Humana. Fué, en verdad.

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..-,'un ~borto editorial que jamás llegó siquiera a la distinción deexclta~ la murmuración de los fanáticos. Pero como era portempei amento alegr.e y lleno de esperanzas, pronto me repuse~el golp~ y. pro:e~U1 con g~'an ardor los estudios en el campo.En 174_ l111p1"11111en Edimburgo la primera parte de misE.Hsayos: La obra Iué favorablemente recibida y pronto me11l~o olvidar enteramente mi fracaso anterior. Continué conun madl:e 't herman? ~n el ca~npo, y en ese tiempo recuperéel conocimiento del idioma griego que había descuidado mu-cho durante la primera parte de mi juventud.

En 1745, .l"e~ibí una carta del Marqués de Annandale, enla cU,a} me invitaba a ir a vivir con él a Inglaterra y noté,también, que los amigos y la familia de ese joven noble de-seaba~ ponerlo bajo mi cuidado y protección debido a lal~.:cesldad de atender al estado de su mente. Con él viví unano. Durante este tiempo mis tareas aumentaron considera-blemente mi pequeña fortuna. Luego recibí una invitacióndel General ?~'.Clair para que lo acompañara como secretariode su ex~edlclon, que en el primer momento se pensó enviaral Canad~, pero que terminó en una incursión por las costas?e .Fr~~cIa. Al año. siguiente, esto es, en 1747, recibí unamvitacion del general para que lo acompañara, con el mismocarg_o, en su e1l1bajad~ milita~" ante las cortes de Viena y deTurín. Entonces vesti el uniforme de oficial y fuí presen-~ado en es!~s cortes como ayudante de campo del general,J unto con SIr Harry_ Erskine.y el Capitán Grant, hoy General

',' Grant. Estos dos anos constituyen casi la {mica interrupciónque, han tenido mis estudios en el transcurso de mi vida: los

";;'::1\¡p~seagra~ablemente y en buena compañía, y mis tareas, dada!TI I frugalidad, me permitieron obtener una fortuna que yollam.aba, ín~ependiente, a~nque la mayoría de mis amigos sesentían inclinados a sonreir cuando yo lo mencionaba: en pocaspala?ras, ahora era yo dueño de cerca de mil libras.

"', SI,empre había abrigado la idea de que la falta de éxito alpublicar el Tratado deJa Naturalesa Humana se debía más al

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modo de expresión que al asunto mismo, y que había come-tido una indiscreción muy usual, que es la de publicar dema-siado temprano. Por tanto, refundí la primera parte de esaobra en la Lnuestiqaci án sobre el Entendimiento humano, quese publicó mientras yo estaba en Turín. Pero este trabajoal principio apenas tuvo más éxito que el Tratado de la Naiu-raleza humana. Al volver dc Italia tuve la mortificación deencontrar a Inglaterra agitada a causa de la Libre Investi-gación del Dr. Morton, mientras mi obra era enteramentedesatendida y menospreciada. Una nueva edición de misEnsayosmorales y politicos, que se había publicado en Lon-dres, no:,~Ú:tontró una aceptación mucho mayor.Tanta"'é's la fuerza del temperamento natural, que estos

fracasos me causaron muy poca o ninguna impresión. En1749 fui a ver a mi hermano y me quedé dos años viviendocon él en su casa de campo, pues ahora mi madre ya habíamuerto. Escribí aquí la segunda parte de mis Ensayos,' quetitulé Discursos Políticos, y también la Investigación sobrelos Principios de la NI oral, que es otra parte del Tratado queluego refundí. Mientras tanto, A. Millar, mi librero, me in-formó que mis anteriores ptiblicacio~,c;p:,- todas excepto elinfortunado Tratado - comenzaban a ser tema de comenta-rios, que su venta aumentaba gradualmente, y que se solici-taban nuevas ediciones. Las respuestas de los reverendos yde los reverendísimos fueron dos o tres por año. Y por las1110fas~!,~1."Dr.Warburton me di cuenta de que los libroscomenzabanz.a ser estimados entre la buena sociedad. Sinernbarge» toillé la resolución - que he mantenido in flexible-mente -'- de no contestar a nadie, y como no soy de tempe-ramento irascible, me he mantenido apartado sin dificultadde las disputas literarias. Estos síntomas de una reputacióncreciente me sirvieron de estímulo, pues yo siempre he estadodispuesto a ver más bien el lado favorable que el desfavorablede las cosas, inclinación que es mejor poseer que el haber

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nacido dueño de una hacienda con una renta de mil librasanuales.

En 1751 dejé el campo para ir a la ciudad, que es el esce-nario propio de un hombre de letras. En 1752 se publicaronen Edimburgo, donde entonces yo vivía, los Discursos Polí-ticos, mi única obra que tuvo éxito en su primera edición,pues fué bien recibida en el país y en el extranjero. En elmismo año se publicó, en Londres, mi Inuestiqacián sobrelos Principios de la NI oral, que, en mi opinión - aunque)'0 "no debería juzgar en este asunto - es incomparablementela mejor de mis obras, históricas, filosóficas o literarias.Pero vino al mundo sin ser notada ni observada. ,,'V¡i{;;:'En 1752, la Facultad de Leyes me nombró su bibliotcc~f,f¿,

.puesto del cual recibía poco o ningún sueldo, .pero que poníaa mi disposición una gran biblioteca. Entonces me propuseescribir la Historia de Inglaterra, pero, intimidado por laidea de tener que rel-tar sin interrupción un período de milsetecientos años, comencé con el advenimiento de la casa delos Estuardos, época en la cual, según creo, comienzan prin-cipalmente las tergiversaciones facciosas. Reconozco que teníagrandes esperanzas de éxito en esta obra. Pensaba que erael único historiador que había desdeñado al mismo tiempo elpoder presente, el interés, la autoridad o el clamor de 105prejuicios populares, y como el tema estaba al alcance detodos, esperaba un aplauso proporcional. Pero mi fracaso'fué muy desdichado. Fui atacado con reproches y des-aprobaciones y hasta se me odió por ello. Los ingl~se!l;~Jos'escoceses y los irlandeses, los torios y los whigs, clérigps· Y:'"sectarios, librepensadores y partidarios de la religión, patrio- ",,}tas y cortesanos, todos se unieron contra el hombre que sehabía permitido derramar una lágrima generosa por el des-tino del rey. Carlos 1y el conde de Strafford; y después quclos primeros hervores de su furia hubieron pasado - lo queaun era más mortificante - el libro pareció caer en el olvi- -'"do. Mr. Millar me elijo que en un año sólo había logra-

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do vender cuarenta y cinco ejemplares. La verdad es queraramente tuve noticia de que alguna persona, destacada porsu rango o por sus talentos literarios, en cualquiera de lostres reinos pudiera soportar al libro. Sólo debe exceptuaral primado de Inglaterra, Dr. Herring, y al primado de Irlan-da, Dr. Stone, que parecen dos insólitas excepciones. Estosilustres prelados me comunicaron separadamente que no debíadesalentarme.

Confieso, sin embargo, que yo me sentía desalentado, ysi en este momento no hubiese estallado la guerra entre Fran-cia e Inglaterra por cierto que me habría retirado a algunaciudad de provincia del primero de los países nombrados,habría cambiado de nombre y no habría vueltó' jamás a mipaís natal. Pero como este plan no era ahora practicabley como el volumen siguiente se hallaba considerablementeadelantado resolví recobrar mi coraje y perseverar.

En este intervalo publiqué en Londres mi Historia Natu-ral de la Religión, junto con otros trabajos pequeños. Suaparición pública fué oscura, salvo tan sólo que el Dr. Hurdescribió un folleto contra ella, con toda la petulancia, arro-gancia e insolencia iliberales que caracterizan a la escuelawarburtoniana, Este folleto me clió algún consuelo por elrecibimiento ::":':'¡)or lo demás indiferente - que tuvo miobra. ' .,. ',~~:;i ;

En 1756, dos años después de la aparición del primer volu-men de mi Historia, apareció el segundo, que contenía elperíodo desde la muerte ele Carlos I hasta la Revolución. Estaobra pareció desagradar menos a los whigs, fué mejor reci-bida y no sólo se elevó a sí misma, sino que también ayudóa encumbrar a su infortunada compañera.

Pero aunque la experiencia me había enseñado que elpartido 7t'hig disponía de todos los puestos tanto políticoscomo literarios, me sentía tan poco inclinado a ceder antesus insensatos clamores que introduje más ele cien altera-ciones en el reino de los Estuardos, obligado por reflexio-

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nes, lecturas y estudios ulteriores, todas invariablemente enfavor del lado tory, Y es ridículo considerar la Constitu-ción inglesa antes de ese períoelo como un plan regular delibertad.-' '1, !

En 1759 publiqué mi Historia de la Casa Tudor. La gri-tería contra esta obra fué casi igual a la que se levantócontra la historia de los dos primeros Estuardos. El reinode Isabel era particularmente detestable. Pero entonces fuíinsensible a las impresiones de la locura popular, y continuéen mi retiro de Edimburgo, muy tranquilo y contento, paraterminar, en dos volúmenes, la parte más antigua de la His-toria de Inqlaterra, la cual entregué al público en 1761 conéxito tolerable, pero nada más qüel,'t6lerable.

Sin embargo, a pesar de esta variedad de alisios y borras-cas a que habían estado expuestos mis escritos, hacían pro-gresos tales que el dinero que me enviaban los libreros pormis libros excedía en mucho a cualquier caso anteriormenteconocido en Inglaterra: 110 sólo había llegado a la indepen-elencia, sino también a la opulencia. Me retiré entonces aEscocia, mi país natal, y determiné no volver a poner piefuera de él, con la satisfacción de no haber pedido nuncanada a personas eminentes ni siquiera haber intentado lograr~.):~",:la amistad ele algunas de ellas. Y como había llegado a los .cincuenta años, pensé pasar el resto de mi vida de esta filosó-fica manera, cuando en 1763 recibí, una invitación elel conelede Hertford - con quien yo no tenía la menor amistad -para que lo acompañase en su e,rpl)*jada a París, con la pro-bable perspectiva de ser designado ,?ecretario de la embajada,y, mientras tanto, realizar las hmciofles ele ese puesto. Pormás que el ofrecimiento era ri~lty atractivo, al principio lodecliné, porque era contrario a trabar relaciones con los hom-bres eminentes y porque temía que las corteses atenciones yalegres compañías de París habrían ele ser desagradables auna persona de mi edad y de mi humor, pero al repetir suexcelencia la invitación, la acepté. Tengo toela clase de moti-

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vos - de placer y de interés - para creerme feliz en misrelaciones con este noble, así como después con su hermano,el General Conway.

Quienes jamás han percibido el extraño efecto de las cos-tumbres nunca podrán imaginar la recepción que encontréen París de parte de hombres y mujeres de todo rango yposición. Mientras más huía de sus excesivas atenciones,más se me prodigaban. Sin embargo se experimenta unasatisfacción real al vivir en París, debido al gran número depersonas de buen sentido, instruídas y bien educadas queabundan más en esta ciudad que en cualquiera otra partedel universo. Por un momento pensé en quedanpe allí parasiempre. ..-

Se me designó secretario de la embajada, y en 1765 LordHerdford se separó de mí, pues fué nombrado virrey ygobernador de Irlanda. Fuí charqé d'affairs hasta la llega-rla del Duque de Richmond, hacia fines del año. A princi-pios de 1766 abandoné París, y al verano siguiente fui aEdimburgo, con la misma idea de antes: encerrarme enretiro filosófico. Volví a aquel lugar, no más rico, pero sícon mucho más dinero e ingresos mucho mayores, debidoa la amistad de Lord Herdford, que cuando lo dejé, y desea-ba ver qué podían producir los excedentes, pues antes yahabía experimentado una vida ajustada. Pero en 1767 reci-bí de 1\1r. Conway una invitación para ser sub-secretario, yel carácter de la persona y mis relaciones con Lord Herd-ford me impidieron rechazarla. Volví a Edimburgo,en 1769,muy opulento - poseía entonces una renta,,?e,~i1 librasanuales -, con salud y, aunque algo abatido .por'.los años,con la perspectiva de gozar 'por largo tiempo de mi tranqui-lidad y de ver aumentada mi reputación.

En la primavera de 1775 fuí sorprendido por una enfer-medad del vientre, la cual al principio no me alarmó, peroque luego, como me doy cuenta, ha llegado a hacerse incu-rable y mortal. Ahora confío en un rápido desenlace. Mi

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til'¿j~,

enfermedad me ha' causado muy pocos dolores y, 10 que esmás extraño, a pesar de mi decaimiento físico, jamás hetenido un momento de abatimiento espiritual, al punto deque si debiera decir qué período de ~1i.vida quisiera v~lvera vivir, estaría tentado a señalar este ultimo. Conservo siem-pre el mismo fervor por el estudio y la misma jovialidad conlos que me rodean. Considero, además, que al morir un hom-bre de sesenta y cinco años, no hace más que abrevi~r ~ll~OS

pocos años de dolencias, y que aunque ~eo muchos mdl~losele que mi reputación literaria brota al fin con nuevo brillo,sé que sólo dispondría de pocos años para gozar de ella. Esdifícil sentirse más despegado de la vida de lo que lo estoyactualmente.

Para concluir históricamente con mi propia caracteriza-ción, diré que soy - o, mejor dicho, que era, pues éste esel estilo que ahora debo usar al hablar de mí mismo, y queme anima a hablar de mis sentimientos -, era, digo, hombrede carácter apacible, dueño de mi temperamento, de ht.11110ralegre y sinceramente abierto a los demás, capaz de amistadpero poco susceptible de tener enemigos, y de gran mode.ra-ción en todas mis pasiones. Aun mi amor por la fama Iite-raria, que era mi pasión dominante, no agrió nunca mi carác-ter, a pesar de mis frecuentes fracasos. Mi compañía noera despreciable para los jóvenes y descuidados, así comopara los estudiosos y la gente de letras, y como sentía unplacer particular en la compañía de las mujeres modestas, notenía motivos de desagrado por el recibimiento que ellas mehacían. En una palabra, aunque la mayoría de los hombres,por más eminentes que hayan sido, han encontrado razonespara quejarse de la calumnia, jamás fuí tocado ni atacado porella, y aunque me expuse caprichosamente a la ira de lasfacciones civiles y religiosas, éstas parecían para mi bien,desarmadas de su acostumbrada furia. ~Iis amigos nuncatuvieron ocasión de vengarse por ningún rasgo de mi con-ducta. o carácter; lo cual no quiere decir que a los fanáti-

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l'(I~. como puede suponerse, llO les hubiera gustado ill~ent:lI'v propagar algulla historia en perjuicio mío, pero F.unaspudieron encontrar una que tuviera aspecto de probab1hd~~1.No puedo decir que no haya vanidad al hacer esta ,0raclOnFúnebre de mi mismo, pero confío en que no estará fuerade lugar. Este es un hecho que puede serminado fácilmente.

18 de abril de 17~6.

CARTA DE ADA M

Estimado Señor :

Con placer verdadero,pongo a darle algunas .l1IJLI.';I"~nuestro excelente.última enfermedad. -'.',"",,,,,,,,,,,.',,,,

AUl1que,segúri'su , . ',"mortal, se, dejó' convencer por los ruegos de ,"probar 'los efectos que le produciría un largodías antes de partir escribió el relato ele su.junto con sus otros escritos, ha d.eja~o arelato, pues, comienza, donde tenn1l1~ el :t;~,~~'j;i;;;:d~,';,;0:~~i~~\il!~¡¡'¡t;It,;\»,0i;'''\',1~41>,¡!

Partió para Londres,,~,;,Ji,!lesi9.e,abnl; Y '.. ' ..,tró con Mr.'John"Hoille y' conmigo, que os venidodesde Londres con el propósito de verlo, esperando enco.n-trarlo en Edimburgo. Mr, Home volvió con él y 10 at~nd1ó,durante su permanencia en Inglaterra, C011 todo el cuidadoy la atención que podían esperarse de un ten;peram~!l1to ta~lleno ele amistad y de afecto. Como yo habla e7c1'1to a 1;11madre diciéndola que 111epodía esperar en ESCOCIa, me veta.. \

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en la necesidad de cont inuar el viaje. Su l'1l ícnnerlad pareciaceder ante el ejercicio y el cambio de aire, y cuando llegó aLondres aparentemente gozaba de salud mucho mejor quccuando partió de Edimburgo, Se le aconsejó (¡ue fuera aBath a beber las aguas, que durante algún tiempo parecieron,causarle tan buen efecto que hasta él mismo comenzó a

;r".~~~Wtr¡:f;~f~i~~:':';~~-opinión de su propia salud, cosa que él.''1 .estaba inclinado a creer. Sin embargo, sus

"con' su violencia usual, y desde ese;:;'J:tll.llU!t:IIL.lI:it1Ui,'W.lUJIIU toda idea de mejoría', pero se resignó con

y perfecta complacencia. Al volver a Edim-aunque se sentía mucho más débil, su contento, sin

embargo, nunca disminuyó. Continuó recreándose, según sucostumbre, corrigiendo sus propias obras para una lluevaedición, leyendo libros de entretenimiento, conversando consus amigos y, a veces, por la tarde, con una partida de sujuego favorito: el zoliist. Su contento era tanto y sus con-versaciones y entretenimiento se desarrollaban ele un modotanusual que, a pesar de todos los malos síntomas, muchagente 110 podía creer que se estaba muriendo. "Le diré a suamigo el Coronel Edmondstone - le dijo I1n día el Dr. Dun-das - que lo dejo mucho mejor y en camino de rápidamejoría". "Doctor - dijo él - como creo que usted no hade preferir decir otra cosa que la verdad, sería mejor que ledijera que me estoy muriendo tan rápido C0l110 mis enemigos- si los hay - pudieran querer, y tan tranquila y jovial-mente C0l110 mis mejores amigos podrían desear", El Coro-nel Edmondstone pronto vino a verlo y a despedirse de ól, yal volver a su casa no pudo reprimir sus deseos de escribirletina carta, enviándole 1I11a vez más 1I1l etcruo adiós ~' apli-cándole, COIllO a un moribundo. los hermosos versos fran-ceses en que el Abate Chaulicu, al ¡¡gl1ardar su propia muer-le, lamenta la próxima separación ele SlI amigo el Marquésde la Fare. La magnanimidad y firmeza de 1\.1r. ll nmc erantales que sus amigos sabían que 110 hul ..ia ningún nesgo al

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hablarle o escribirle C01110 a quien se está muriendo y que,lejos de sentirse herido por esta franqueza, le agradaba ylisonjeaba. Yo entré casualmente en su habitación mientrasél estaba leyendo esta carta que acababa de recibir y queinmediatamente me mostró. Le dije que, aunque percibíacuán debilitado estaba y que las apariencias en muchos res-pectos eran muy malas, su jovialidad era siempre tan grandey el espíritu de vida parecía ser siempre tan fuerte en él,que no podía dejar de abrigar algunas débiles esperanzas. Mecontestó: "Sus esperanzas no tienen fundamento. Una dia-rrea de más de un año de duración sería una enfermedadmuy grave en cualquiera edad; y a mi edad es' mortal. Cuan-clo me acuesto por la noche me siento más débil que cuandome levanto por la mañana; y cuando me levanto por lamañana, más débil de cuando me acuesto por la noche. Medoy cuenta, además que algunas partes vitales están afec-tadas, de modo que pronto debo morir". "y bien, dije yo,si así debe ser, usted tiene la satisfacción de dejar a todossus amigos, y a la familia de su hermano en particular, engran prosperidad". Dijo entonces que sentía 7sa satisfaccióntan perceptiblemente que unos pocos días antes, cuandoestaba leyendo los Diálogos de la Muerte. de Luciano, entretodas las excusas que se le presentan a Carente para no entrarrápidamente en su barca, no podría encontrar una adecuadapara él: no tenía casa que terminar, hija que casar, ni ene-migos de los cuales deseara vengarse. "No podía imaginar-me - decía él - qué excusa le podría dar a Caronte paraobtener alguna demora. He hecho todas las cosas de irnpor-tancia que me propuse hacer y en ningún momento podíaesperar dejar a mis parientes y amigos en mejor situaciónde la que probablemente ahora les vaya dejar; tengo, por tanto,toda razón en morir contento". Luego se entretuvo inven-tando algunas excusas burlescas, que suponía podía hacer aCarente e imaginando las, ásperas respuestas que el carácterde Carente podría contestar adecuadamente. "Considerando

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mejor - dijo - creí que podía decirle; "Buen Carente hee;tado corrigiendo mis obras para' tina nueva edición. éon.cedeme un poco de tiempo para ver cómo recibe el públicoI~s alteraciones". ~ero Caronte respondería: "Cuando hayasVisto el efecto de estas, estarás haciendo otras alteracionesNo habrá fin a tales excusas, de suerte que honesto amizo,t bi '", ,en a len entrar en la barca". Pero yo todavía podría solici-tarle: "Ten un poco de paciencia, mi buen Caronte, he esta-d~ tratand? de abrir los ojos al público. Si vivo unos añosmas, podre tener la satisfacción ele ver el derrumbe de al-gunos de los sistemas de superstición dominantes". Pero~a:onte enton:es perdería toda su paciencia y urbanidad:Picara haragán, eso no ocurrirá por muchos cientos de

año~. ¿ Te imaginas que te vaya conceder prórroga por tan-to tJe~po? Entra a la barca ahora mismo, holgazán, pícaroharagan".

Pero aunque Mr. Hume hablaba siempre de su cercanodes.e,nlace con gran jovialidad, nunca pretendió hacer osten-tación de su magnanimidad. Nunca mencionaba el asuntosalvo cuan~o la conversación llevaba naturalmente a él, ynunca segura hablando de ello más de lo que el curso mismode la conv,ersación lo exigía. Es verdad que era un temaque aparecia bastante frecuentemente debido a las preCTun-tas ,de sus amigos que venían a verlo y que naturaln~ntehacla~ sobre el, estad? de su salud. La conversación que hemenclOna~o mas ~r~lba y que ocurrió el jueves ocho deagosto, ~ue la penúltima que tuve con él. Se había puestotan. débil que la compañía de sus más íntimos amigos lofatigaba, porque su jovialidad era tan grande su amabili-dad, y di~posición sociable eran siempre tantas: que cuandoal!i"un amigo estaba con él 110 podía dejar de hablar más, yaun .. con mayor esfuerzo, de lo que era adecuado para ladeb¡Jl~ad de. su cuerpo. Por su propio deseo, pues, conveníen dejar Edlmb.urgo en donde estaba en parte por él, y volvía la casa de mi madre, aquí en Kirkaldy, con la condición

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de que él me enviaría buscar cuando desease verme, en tan-to que el Dr. Black, el médico que lo veía con mayor fre-cuencia, se encargaba de escribirme ocasionalmente dándomenoticias de su estado de salud.El veintidós de agosto el doctor me escribió la siguiente

carta:"Desde mi última, 1\Ir. Hume ha pasado el tiempo bas-

tante tranquilamente, pero está mucho más débil. Se sienta,baja una vez por día al piso inferior y se entretiene leyendo,pero rara vez ve a alguien. Nota que hasta la conversaciónde sus más íntimos amigos lo fatiga y lo oprime. Y es unafelicidad que no los necesite, pues está muy libre de ansie-dad, impaciencia o decaimiento y pasa su tiempo muy biencon la ayuda de libros de entretenimiento".

Al día siguiente recibí una carta del mismo 1\1r. Hume, dela cual doy un extracto:

"Edimburgo, 23 de agosto de 1776.

"Mi queridisimo amigo:

"Debo utilizar la mano de mi sobrino para escribirte por-que hoy no me levanto.

* * *

"Estoy declinando muy rápidamente. Anoche tuve un pocode fiebre que, esperaba, pudiera poner un fin más rápidoa esta tediosa en fermedad, pero en gran parte ha desapare-cido. No puedo permitir que usted venga aquí por mí, yaque me es posible verlo sólo una pequeña parte del día, peroel Dr. Black lo puede informar mejor del grado de fuerzasque de tiempo en tiempo me quedan. Adiós, etc.".

Tres días más tarde recibí la siguiente carta del Dr. Black :

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"Edirnburgo, 26 de agosto de 1776.

"Estimado Señor:

"Ayer, alrededor de las cuatro de la tarde, Mr. Humeexpiró. La próxima cercanía de su muerte se hizo evidenteen la noche entre el jueves y el viernes, cuando su enferme-dad se agravó y pronto lo debilitó tanto que no podía levan-tarse de su cama. Hasta el final estuvo perfectamente sen-sible y exento de mucho dolor o de sentimientos de pena. Ja-más dejó ver la menor expresión de impaciencia, sino quecada.vez que debía hablar a quienes lo rodeaban lo hizo condulzura y afecto. Me pareció impropio escribirle para queviniera, especialmente al saber que él había dictado una car-ta para usted, deseando que no viniese. Cuando se debilitómucho debía esforzarse para hablar, y murió con una sere-nidad de espíritu que nada podría sobrepasarlo".

Así murió nuestro muy excelente e inolvidable amigo,acerca de cuyas opiniones filosóficas los hombres, sin duda,han de juzgar de maneras di ferentes, aprobándolo o conde-nándolo, según ocurra que coincidan o no con las suyas pro-pias, pero acerca de cuyo carácter y conducta di fícilmentepuede haber diferencia de opiniones. Su temperamento, porcierto, parecía estar más felizmente equilibrado - si se mepermite esta expresión - que el de cualquiera otra perso-naque haya jamás conocido. Aúnen los momentos en quedisponía de una humildisima fortuna, su grande y necesariafrüg,dic!aél nunca le impidió practicar, en ocasiones adecua-das,' actosde caridad y de generosidad. No era una frugalidadfundada en la avaricia sino en el amor a la independencia.La extrema suaviclad de su naturaleza jamás debilitó la fir-meza de su espíritu o la constancia de sus resoluciones. Susconstantes. humoradas eran la genuina efusión de su buenhumor y buen carácter, templado por la delicadeza y la

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modestia y sin el más ligero matiz de maldad, que tan fre-cuentemente es la desagradable fuente de lo que en otroshombres se llama ingenio. Sus bromas jamás intentaron mor-tificar y, por tanto, lejos de ser ofensivas, difícilmente deja-ban de agradar y deleitar aún a quienes iban dirigidas; quizáninguna de sus otras grandes y amables cualidades contri-buían más a hacer apreciable su conversación. Y esta jovia- .lidad de temperamento, tan agradable en sociedad, pero quecon frecuencia va acompañada de cualidades frívolas y super-ficiales, en él estaba acompañada por la más severa aplica- 'ción, la más vasta ciencia (lcarninq), la mayor profundidadde pensamiento y un talento de lo más comprensivo en todorespecto. En general, lo he considerado siempre, durantesu vida y en el momento de su muerte, tan prÓximo a la ideade hombre perfectamente sabio y virtuoso como quizá lanaturaleza de la fragilidad humana ha ele permitir. '

Quedo, estimado señor, suyo muy afectuosamente.

AD.u,r Sxrrm

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SECCI6N PRIlVIERA

DE LOS PRI:\CIPIOS GENERAl.ES DE LA MORAL

Las disputas que se tienen con hombres pertinazmenteobstinados en sus principios son las más fastidiosas de todas,salvo, quizá, aquéllas, con personas de entera mala fe, quie-nes en verdad no creen las opiniones que defienden sino quetoman parte en la controversia por afectación, por espíritude contradicción o por deseo de mostrar ingenio e ingenui-dad superiores al resto de' la humanidad. En ambos casoses de esperar la misma ciega adhesión a sus propios argu-mentos, el mismo desprecio por sus antagonistas y la mismavehemencia apasionada en la invención de falsedades y sofis-mas. y como el razonamiento no es la fuente de donde cadauno de los disputan tes deriva sus doctrinas, es vano espe-rar que alguna lógica que no hable a los afectos los induzcaa abrazar principios más sanos.

Aquellos que han negado la realidad de las distincionesmorales pueden ser clasificados entre los disputantes de malafe, ya que no es concebible que alguna criatura humana pue-da creer seriamente que todos los caracteres y acciones ten-ganigual derecho ante el afecto y consideración de cada uno.La diferencia que la naturaleza ha puesto entre un hombrey otro es tan vasta y está, además, tan aumentada por laeducación, el ejemplo y el hábito, que si aprehendemos simulo

:'k- ...~.~,.-

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t~neall1ente los ext~'~n~os opuestos no hay escepticismo tanescrupuloso ~ y di flctlmente alguna segurid;¡¡1 tan determi-nada ~ que ruegue absolutamente toda distinción entre ellas,P~r mas grande Cjl.te sea la insensibilidad de lo Justo y de loInjusto y, por obstinados que sean sus prejuicios, debe obser-var que o,tr?s son ~usceptibles de impresiones iguales, Portanto, el ll!lICO medio de convertir a un adversario d tcJa 'e e l 1 ,. e es a. s s dejar o ~ 51 nusmo. Porque, al notar que nadie rnan-tiene controversia con él es muy probable que a'I fit', m, espon-aneamente y por mero cansancio cambie d ' ..1 e , I e Op1l11Ony seponga, (e parte de! sentido común y de la razón.

Reciente ha I:acldo una controversia mucho más digna deexamen, sobre ,SI los fundamentos generales,de la Moral deri-van de la razon o del sentimiento; si logramos conocerlosp~r un.a. cade?a de argumento y de inducción o por sentí-mlent? .ll:medl?~o y un sentido interno más fino; si, comotodo JUICIO Iegítimo de verdad y falsedad de"en se 1 .. d' , u r os I111S-11:?S ~al ~ t~ o ser raciona] inteligente o si, como la percep-cion c e a .uell~~a y la fealdad, deben fundarse en la oarti-cular constitución y textura de la especie humana. 1

A_unque los an:iguos filósofos afirman con frecuencia uel~ vlrtt~d no es m~s que la con formidad con la razón, pare~endel emt argo conSIderar que la moral deriva de su existenciac e gusto y del. senti~liento. Por otra parte, si bi;n nues-tbrollsmodernos. Il1vestlgadores también hablan mucho de lae eza de la VIrtud y de 1 fe Id d di' .h . a ea a e VICIO, generalmente~n tr:tado d<; explicar estas distinciones mediante razona-

, n:l~ntos ,metaflslcos y deducciones que parten de los prin-CIpIOS mas abstr~;tos del entendimiento. En estos temas rei-naba tilla confuslOn tal que, entre un sistema y otro 'del:tro de ca~i t~dos los sistemas individuales _ podía ~o~~li~:~al una an~ltesls de la mayor importancia sin que, hastaace poco tiempo, fuese advertida por alguien. El eleaante

~ord Sha f.te~I)U?, que por primera vez dió ocasión de ¿bser-var esta distinción y que en general, s "1' I' e au lena a os prin-

cipros de los antiguos, no está, siquiera él, libre de la rrus-ma confusión.

Se debe reconocer que ambas posiciones frente a la cues-tión admiten especiosos argumentos. Puede decirse que lasdistinciones morales son discernibles por la rason pura y,además, ¿ de dónde proceden las múltiples disputas que domi-nan en la vida diaria así como en la filosofía con respecto aeste asunto, de dónde la extensa cadena de pruebas aducidasa menudo por ambas partes, de dónde los ejemplos citados,las autoridades a las cuales se recurre, las comparacionesusadas, las falacias descubiertas, las inferencias extraídas ylas varias conclusiones según sus propios .principios P Se pue-de discutir acerca de la verdad, pero no' sobre el gusto. Loque existe en la naturaleza de las cosas es la norma denuestro juicio; lo que cada hombre siente dentro de sí mis-mo es la norma del sentimiento. Se pueden probar las pro-posiciones de la geometría y controvertir los sistemas de lafísica, pero la armonía del verso, la delicadeza de la pasióny el brillo del ingenio deben proporcionar un placer inme-drato. Nadie razona acerca de la belleza del prójimo, perosí frecuentemente acerca de la justicia o injusticia de susacciones. En todo juicio criminal, lo primero que debe hacerel acusado es confutar los hechos imputados y negar aque-llos que lo perjudican; en segundo lugar, probar que auncuando estas acciones fueran reales podrían 'justificarse comoinocentes y legales. Según se admite, el primer punto esindagado mediante deducciones deI"entendimiento; ahorabien ¿ cómo vamos a suponer que para determinar el otrose emplea una facultad del espíritu diferente?

Por otra parte, aquellos que desearían reducir todas lasdeterminaciones morales al sentimiento, pueden tratar demostrar que a la razón le es siempre imposible extraer con-clusiones de esta naturaleza. Es propio de la virtud seramable y del vicio ser odioso, dicen. Esto constituye su ver-dadera naturaleza o esencia. Pero ¿ puede la razón adjudi-

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car estos diferentes epítetos a toda clase de asuntos y pro-nunciar de antemano que unos deben producir amor y otrosodio? ¿Y qué otra razón podemos dar de estas afeccionessalvo la conformación y textura original del espíritu huma-110, que está naturalmente adaptado para recibirlos?

La finalidad de todas las especulaciones morales es ense-ñarnos nuestro deber y, mediante adecuadas representacionesde la fealdad del vicio y de la belleza de la virtud, produ-cir los hábitos correspondientes e inducirnos a evitar losunos y a abrazar los otros. Pero ¿ cómo vamos a esperar estode las inferencias y conclusiones del entendimiento que porsí solas no tienen influencia sobre las afecciones ni puedenmover las fuerzas activas de los hombres? Éllas descubrenlas verdades, pero si las verdades que descubren son indi-ferentes y no producen deseo ni aversión no pueden tenerinfluencia sobre la conducta y el comportamiento. Lo quees honroso, lo que es bello, lo que es decoroso, lo que es~lo~le y lo que' es generoso, toma posesión del corazón y nosincita a a?razarlo y a afirmarlo. Lo que es inteligible, loque es evidente, lo que es probable y 10 que es verdaderosólo obtiene el frío asentimiento del entendimiento y, al satis-facer una curiosidad especulativa, ponemos fin a nuestrasinvestigaciones.

Si extinguimos todos los cálidos sentimientos e inclina-cion~s. favorables a la virtud, todo disgusto o aversión porel VICIO Y hacemos a los hombres totalmente indiferentes aestas distinciones, la moral deja de ser un estudio prácticopuesto que carece de toda tendencia para regular nuestrasvidas y acciones.Estos a~gumentos de cada una de las partes - y muchos

otros podrían presentarse - son tan plausibles que me sien-to inclinado a sospechar que tanto unos como otros sonsólidos y satisfactorios, y que la rason y el sentimiento sehallan presentes en casi todas nuestras determinaciones yconclusiones morales. Es probable que la decisión final que

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declara amables u odiosos, laudables o censurables los carac-teres y acciones, la que imprime sobre ellos el sello del h0110ro de la infamia, de la aprobación o de la censura, la quehace de la moralidad un principio activo y que constituyea la virtud en nuestra felicidad y al vicio en nuestra miseria,es probable - digo - que esta decisión final dependa dealgún sentimiento o sentido interno que la naturaleza hahecho universal en toda la especie. Porque ¿qué otra cosapuede tener una influencia de esta naturaleza? Pero adver-timos que, a fin de preparar el camino a un sentimiento taly dar un adecuado discernimiento de su objeto, es con fre-cuencia necesario que sea precedido de largos razonamientos,que se hagan sutiles distinciones, que se extraigan conclu-siones justas, que se comparen objetos alejados, que se exa-minen complicadas relaciones y se establezcan y determi-nen hechos generales. Algunas especies de belleza, sobre todola belleza natural, desde su primera aparición conquistannuestra afección y aprobación, pero si no producen este efec-to ningún razonamiento puede remediar su influencia o adap-tarlas mejor a nuestro gusto y sentimiento. Pero en muchosórdenes de la belleza, particularmente en los de las bellasartes, es necesario emplear mucho razonamiento a fin deexperimentar el sentimiento adecuado, y un fals¿'~usto puedeser corregido frecuentemente mediante argumento y reflexión.Hay buenas razones para concluir que la belleza moral corres-ponde en buena medida a esta última especie y que solicitala ayuda de nuestras facultades intelectuales a fin de darleuna influencia adecuada sobre el espíritu humano,_ Pero aunque este problema acerca de los principios gene-rales de la moral sea curioso e importante, por ahora noses innecesario ocuparnos más largamente en nuestras inves-tigaciones sobre tal problema. Porque si en el curso de estapesquisa tenemos la felicidad de descubrir el verdadero ori-gen de la moral, veremos, fácilmente en qué medida el senti-miento o la razón entra en todas las determinaciones de esta

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naturaleza l. Para lograr este fin 'trataremos de seguir unmétodo muy simple: analizaremos la complicación de cuali-dades mentales que constituye lo que en la vida diaria lIa-mamas mérito personal; consideraremos todos los atributosdel espíritu que hacen a un hombre objeto de estima y afec-to o de odio y desprecio, todo hábito o sentimiento o facul-tad que, referido a una persona implica alabanza o censuray puede integrar un panegírico o bien una sátira de su carác-ter y costumbres. La rápida sensibilidad que en este respec-to es tan universal entre los hombres, da al filósofo con:fianza suficiente de que jamás podrá equivocarse mucho alconfeccionar la lista de 'atributos o cdrrer peligro de colo-car equivocadamente los objetos de su contemplación. Sólonecesita entrar en su propio corazón por un momento y con-siderar si desearía o no que la misma cualidad le fuera refe-rida a él y si tal imputación procedería de un amigo o deun enemigo. La misma naturaleza del lenguaje nos guíacasi infaliblemente al formarnos un juicio de esta naturaleza,y como toda lengua posee una serie de palabras que setoman en buen sentido, y otra que se toma en sentido opues-to, el mínimo conocimiento del lenguaje basta, sin necesidadde razonamiento, para dirigirnos al coleccionar y ordenar lascualidades estimables y censurables de los hombres. El úni-co objeto del razonamiento es descubrir en ambas partes lascircunstancias comunes a:'::estas cualidades, observar el par-ticular en el cual las cualj4~des estimables, por una parte ylas censurables, por'otra;~1.e'stán de acuerdo, y de allí llegara la fundamentación de ,l&wéticay hallar los principios zene-l d '''~'Il' "ra es e los cuales deriva," 'érí' última instancia, toda aproba-

ción o censura. Como ésta es una cuestión de hecho y 'node ciencia abstracta, sólo podemos esperar éxito siguiendoel método experimental y deduciendo principios generales dela comparación en casos particulares. El otro método cien-

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1 Ver Primer Apéndice.

tífico, según el cual primero se establece un principio gene-ral abstracto y luego se ramifica en una variedad de infe-rencias y conclusiones puede ser más perfecto en sí, pero esmenos adecuado a la imperfección de la naturaleza humanay es una fuente común de ilusión y error tanto en éste comoen otros temas. Los hombres ahora se han curado de supasión por las hipótesis y sistemas de la filosofía natural yno quieren escuchar otros argumentos que aquellos que deri-van de la experiencia. Ya es hora de intentar una reformasimilar en todas las disquisiciones morales y rechazar todosistema de ética, por más sutil e ingenioso que sea, que nose funde en los hechos y en la observación.

Comenzaremos nuestra investigación sobre este asunto me-diante la consideración de las virtudes sociales: la benevo-lencia y la justicia. Su explicación probablemente nos daráoportunidad de explicar las otras.

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SECCIÓN SEGUNDA

, DE LA BENEVOLENCIA

PRIMERA PARTE

Quizá se crea tarea superflua probar que los afectos bené-volos o más delicados son estimables y que doquiera apare-cen atraen la aprobación y buena voluntad de la humani-dad. Los epítetos de sociable, afable, humano, compasivo,agradecido, amistoso, generoso" benéfico o sus equivalentesson conocidos en todos los idiomas y expresan el más altomérito que la uaiuralesa humana es capaz de lograr. Cuandoestas amables cualidades están acompañadas de alcurnia, podery extraordinarias habilidades, y se manifiestan en el buengobierno y útil instrucción de la humanidad, aun parecenelevar a sus poseedores por encima del rango de la natura/dsahumana y aproximarlos en cierto modo a lo divino .. Un grantalento, un coraje intrépido, un éxito próspero, sólo-puedenexponer a llll héroe o a un político a la malevolencia "délpúblico, pero tan pronto como se le agregan las alabanzas 'déhumano y benéfico y se presentan ejemplos de indulgencia,dulzura o amistad la envidia misma permanece en silencio ose une a la voz general de aprobación y de aplauso.

Cuando Pericles, el gran estadista y general ateniense, esta,ba en su lecho de muerte, sus amigos que lo rodeaban, ere-

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yéndolo inconsciente, comenzaron a dar rienda suelta a supena por su protector que expiraba, enumerando sus gran-des cualidades y éxitos, sus conquistas y victorias, la insólitaduración de su gobierno y sus nueve trofeos erigidos sobrelos enemigos de la república. "¡Os olvidáis - gritó el héroemoribundo que 10 había oído todo - os olvidáis las másaltas alabanzas mientras os entretenéis tan largamente conesas vulgares ventajas. en las cuales la fortuna tiene un papelprincipal. No habéis observado que hasta ahora ningún ciu-dadano ha vestido jamás luto por causa mía" l.

En los hombres de talento y capacidad. más ordinarios, lasvirtudes sociales se hacen, si esto es posible, aun más esen-cialmente necesarias, ya que en ese caso no -hay nada emi-nente que compense su falta o que preserve a la persona denuestro odio más severo, así también como de nuestro des-precio. Dice Cicerón que una gran ambición y una extra-ordinaria valentía pueden degenerar, en los caracteres menosperfectos, en turbulenta ferocidad. Las virtudes más socia-les y delicadas deben ser consideradas principalmente. Estasson siempre 'buenas y amables 2.

La principal ventaja que Juvenal descubre en la ampliacapacidad de la especie humana es que también hace másamplia a nuestra benevolencia y nos da mayores oportuni-dades de desplegar nuestra influencia benéfica de las que sepermite a las criaturas inferiores n. Hay que confesar, enverdad, que sólo haciendo bien el hombre puede gozar ver-dararnente de las ventajas de ser eminente. Su elevada posi-ción, por sí sola, no hace sino exponerlo más al peligro y ala borrasca. Su única prerrogativa es proporcionar asilo asus in ferio res que confían bajo su protección y reparo.

Pero me estoy olvidando que mi tarea presente no es reco-

1 PLUTARCO. Vida de Periclcs.~ C1CERÓX, DI! Ofiiciis, lib. I." Sútiras, XV .. 139 Y siguientes.

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mendar la' generosidad y la benevolencia o pintar en sus ver-daderos colores los genuinos encantos de las virtudes sociales,Estos, en verdad, atraen suficientemente a todos los cora-zones desde el primer momento y es di fícil abstenerse de unimpulso de panegírico tan pronto como aparecen en el dis-curso o en el razonamiento. Pero como aquí nuestro objetolo constituye en mayor proporción el lado especulativo queel lado práctico de la moral será suficiente hacer notar - locual creo que será admitido fácilmente - que 110 hay cuali-dades que merezcan más la aprobación y buena voluntadgeneral de los hombres que la beneficencia y el carácter huma-nitario, la amistad y la gratitud, el afecto natural y el patrio-tismo o cualquiera cosa que procede de una dulce simpatíapor los demás yde una generosa preocupación por nuestrogénero y especie. Cada vez que estas cualidades se presen-tan, parecen transfundirse, en cierto modo, a cada especta-dor y hacer surgir en propio beneficio de ellos, los mismossentimientos favorables y afectuosos que ejercen por todo 10circundante.

SEGUNpA PARTE

Podemos observar que al manifestar las alabanzas de unhombre humanitario y benéfico hay una circunstancia quenunca deja de aparecer con gran insistencia, y que es lafelicidad y satisfacción que llega a la sociedad debido a losactos y buenos oficios de la persona alabada. Podemos decirque se hace querer por sus padres, más en razón de su pia-doso cariño y respetuoso cuidado que por su parentesco. Sushijos nunca sienten su autoridad sino cuando la usa enprovecho de ellos. Los lazos del amor están consolidadosen él por la beneficencia y la amistad. Y los lazos de laamistad, por los solícitos cuidados en todos los favores, seaproximan a los del amor y el afecto. Sus sirvientes y fami-liares tienen en él ayuda segura y no temen ya el poder

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de la fortuna sino en la medida en que la fortuna lo ejer-ce sobre él. El hambriento recibe de él alimentos, el desnudoropas, . el ignorante y perezoso habili.dad '! trabajo. I~ualque el sol, ministro inferior de la providencia, consuela, vigo-riza y sustenta al mundo circundante. . .

Si se lo limita a la vida privada, la esfera de su actividad'es más restringida pero su influencia es completamente benig-na y gentil. Si se lo eleva a un puesto más elevado, la. huma-nidad y la posteridad recogen los frutos de su trabajo.

Como estos argumentos ele alabanza nunca dejan de serempleados, y por cierto que con éxito, cuando deseamos ins-pirar estima en favor de alguien ¿ no se puede por ~anto con-cluir que la utilidad que resulta de las virtudes sociales cons-tituye, por lo menos, tina parte de su mérito, y es fuente dela aprobación y respeto que tan universalmente se le con-ceden?

Aun en el caso de que recomendamos un animal o tinaplanta como útil o benéfico, damos un aplauso y una reco-mendación adecuada a su naturaleza. Así como, por otraparte, la reflexión sobre la pcrni~ios~ inf~uencia de c.ua~quie-ra de estos seres inferiores nos mspira siempre sentimientosde aversión. El ojo se deleita ante el paisaje de los trigalesy de las viñas ubérrimas, los caballos que pacen, los reba-ños que pastan, pero huye la vista ante las zarzas y cam-brones, guaridas de lobos y de serpientes. ..

Una máquina, un mueble, un vestido, una casa bien ?IS-puesta para el uso y la comodidad es, en este sentido,hermoso y se contempla con placer y aprobación. Un ojoexperimentado percibe aqui las, numerosas excelencias queescapan a las personas ignorantes yno instruidas.

¿ Puede alabarse una profesión, tal como el comercio o lamanufactura, de algún modo mejor que observando las ven-tajas que procura a la sociedad? Y ¿ no se encolerizan losmonjes e inquisidores cuando tratamos a su orden comoinúti¡' o perniciosa para la humanidad?

El historiador se regocija mostrando el beneficio que sur-ge de sus trabajos. El escritor de novelas atenúa o niega lasmalas consecuencias atribuidas a su género literario.'

Y, en general j qué alabanzas están implícitas en el simpleepíteto de útil, y qué reproches en lo contrario!Vuestros Dioses, dice Cicerón, al discutir con los epicúreos,

no pueden pretender justamente ninguna clase de adoracióno culto, aunque los supongáis dotados de todas las perfec-ciones imaginables. Vuestros Dioses son totalmente inútilese inactivos. Aun los egipcios, a quienes ridiculizáis tanto,nunca consagraron ningún animal sino por su utilidad l.

Los escépticos sostienen 2 - bien que absurdamente - queel origen de la adoración religiosa procedía de la utilidad delos objetos inanimados, como el sol y la luna, para el soste-nimiento y bienestar de la humanidad. Esta es también larazón comúnmente asignada por los historiadores para ladefinición de eminentes héroes y legisladores 8.

Según Zoroastro, plantar un árbol, cultivar un campo yprocrear hijos son acciones meritorias.

En todas las determinaciones de la moralidad esta circuns-tancia de la utilidad pública se tiene siempre principalmenteen cuenta, y cada vez que surgen disputas, sea en la filosofía,sea en la vida diaria, acerca de los límites del deber, la cues-tión no puede ser resuelta por ningún medio con mayor cer-teza que determinando, en cualquiera de las partes, los ver-daderos intereses de la humanidad. .Si descubrimos queprevalece una opinión falsa, abrazada debido a las aparien-cias, tan pronto como la experiencia ulterior y un razona-miento más sano nos han dado nociones más justas de losasuntos humanos, retractamos nuestra opinión primitiva ycorregimos de nuevo los límites del bien y del mal.

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1 De No). Dcor. lib. I.Sext. El11p. Advcrsus JIatli. lib. VIII.

" Diod, Sic. rassh».

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Naturalmente se alaba el hecho de dar limosna a los men-digos, porque esto parece aliviar a los indigentes' y afligidos,pero cuando observamos el incentivo que de aquí surge parala pereza y la corrupción, consideramos a esta clase de cari-dad como una debilidad más bien que como una virtud., El tiranicidio, o sea el asesinato de los usurpadores y prín-cipes opresores, fué muy estimado en los tiempos antiguosporque libraba a la humanidad de muchos de estos mons-truos y, además, parecía mantener aterrorizados a aquellosa quienes la espada o el puñal no pudo alcanzar. Pero comola historia y la experiencia desde entonces nos han conven-cido que esta práctica aumenta el celo y la crueldad de 105

príncipes, un Timoleón y un Bruto, por ejemplo, aunque selos trate con indulgencia debido a los prejuicios de sustiempos, se los considera hoy como modelos m!;1ypoco apro-piados para la imitación.

La liberalidad es considerada por los príncipes como unsigno de beneficencia, pero cuando ocurre que el pan cuoti-diana de los honestos y trabajadores se convierte por estocon frecuencia en deliciosos manjares para el perezoso y elderrochador, pronto retractamos nuestras incautas alaban-zas. Las lamentaciones de un príncipe por haber perdido undía eran nobles y generosas, pero si hubiera intentado gas-tarlo en actos de generosidad en favor de sus codiciosos cor-tesanos, mejor es que se haya perdido y no que lo hubieramalgastado de ese modo.El lujo, o sea el refinamiento de los placeres y comodi-

dades de la vida, había sido supuesto durante largo tiempofuente de toda corrupción en el gobierno y causa inmediatade tumultos, sediciones, guerras civiles y la pérdida total dela libertad. Por tanto, se lo consideró universalmente unvicio y fué objeto de peroración por parte de todos los escri-tores satíricos y moralistas severos. Aquellos que prueban oque tratan de probar que tales refinamientos tienden másbien a aumentar la actividad. la urbanidad y las artes, dan

.....

-...

nuevas reglas a nuestros sentimientos morales así como alos sentimientos políticos y representan, como laudables oinocentes, lo que anteriormente había sido considerado cen-surable y pernicioso.

En general, pues, parece innegable que nada concede másmérito a un criatura humana que el elevado sentimiento debenevolencia, y que una parte, por lo menos, de su mérito,surge de su tendencia a estimular los intereses de nuestraespecie y a otorgar felicidad a la sociedad humana. Dirigi-mos nuestras miradas a las saludables consecuencia de seme-jante carácter y disposición y todo lo que tiene una influen-cia de este modo benigna y promueve a un fin tan deseablees contemplado con placer y satisfacción. Las virtudes socia-les nunca son consideradas sin pensar en sus tendenciasbenéficas ni son tenidas por estériles o infructuosas. Lafelicidad de los hombres, el orden de la sociedad, la armo-nía de las familias, la ayuda mutua de los amigos SOI1 siem-pre consideradas como resultado de su benévolo dominio enel corazón de los hombres.

En las futuras investigaciones 1 se verá mejor a cuántoasciende la porción de su mérito que debemos adjudicar a suutilidad, y se verá, asimismo, la razón de por qué esta cir-cunstancia tiene tanta fuerza' sobre nuestra estimación yopinión 2.

1 Secciones tercera y cuarta.Sección quinta.v,

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· •........_--_._ ----

SECCIÓ:.J TERCERA

DE LA JUSTICIA

PRDIERA PARTE

Sería tarea superflua probar que la justicia es útil a lasociedad y que, en consecuencia, por lo menos una parte desu mérito debe surgir de esta consideración. Que la utili-dad pública es el único origen de la justicia y que las refle-xiones sobre las benéficas consecuencias de esta virtud 5011

la única fundamentación de su mérito es una proposiciónque, por ser más curiosa e importante, merecerá con másrazón nuestra indagación y examen.

Supongamos que la naturaleza ha dotado a la raza huma-na con tan pródiga abundancia de todas las comodidadesexternas que, seguro de todas las circunstancias, sin ningúncuidado o actividad de nuestra parte, todo individuo se en-cuentra completamente dotado de todo lo que su apetito másvoraz pueda desear o de lo que su más lujuriosa imaginaciónpueda querer o pretender. Supondremos que su belleza natu-ral supera todos los ornamentos artificiales, que la eternaclemencia de las estaciones hace inútiles toda ropa o vestido,que las verdes hierbas le proporcionan el más delicioso ali-

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mento y la clara fuente la más rica bebida. No es necesarianinguna faena laboriosa, ni agricultura, ni navegación. Lamúsica, la poesía y la contemplación constituyen su únicoquehacer, y la conversación, la alegría y la amistad, su únicadiversión.

Parece evidente que en semejante estado de felicidad hande florecer todas las otras virtudes sociales y han de recibirun aumento diez veces mayor, pero jamás se habría soñadoen la prudente y celosa virtud de la justicia. Porque ¿ dequé sirve una repartición de los bienes cuando cada uno tienemás que suficiente? ¿ Para qué hacer surgir la propiedaddonde no es posible que pueda haber daño alguno? ¿ Por quéllamar mío a este objeto cuando, si fuese tomado .por otro, notengo más+que extender el brazo para poseer otro objetoigualmente valioso? Como en este caso la justicia sería total-mente inútil, haría las veces de una odiosa 'ceremonia y jamáspodría figurar en la lista de las virtudes.

Aun en la menesterosa condición en que se encuentra ac-tualmente la humanidad vemos que toda vez que la naturalezaconcede algún beneficio en ilimitada abundancia lo dejamosen común para toda la raza humana y no hacemos subdivi-sión de derecho o propiedad. Aunque el aire y el agua sonlos elementos más necesarios, no se disputa' por su propiedadya que nadie puede cometer injusticia aunque use y l';occpródigamente estos bienes. Del mismo modo es consideradala tierra en los países extensos y fértiles que tienen pocoshabitantes. Y aquellos que defienden la libertad de los maresinsisten sobre el argumento del inacabable uso que de ellosse hace enIanavegacíón. y si las ventajas obtenidas por lanavegación fueran igualmente inacabables estos razonadoresjamás hubieran tenido adversarios que refutar ni se hubieranexpuesto pretensiones de un dominio separado y exclusivodel océano.

En algunos países, el' ciertas épocas, puede ocurrir que se

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establezca un derecho de propiedad del agua, no de la tierra 1,

siempre que esta' última se encuentre en cantidad más abun-dante de la que puede ser usada por los habitantes y que laprimera se halle di ficultosamente y en poca cantidad.

Por otra parte, supongamos que, aunque las necesidades dela raza humana continuaran siendo las mismas de lo que sonactualmente, que el espíritu se hubiera ampliado tanto y estu-viese tan lleno de amistad y generosidad que cada hombretuviese la máxima delicadeza para con sus semejantes y 110

sintiese mayor preocupación por sus propios intereses quepor los de sus prójimos, parece evidente que en este caso eluso de la justicia sería suspendido por una benevolencia tangrande y jamás se pensaría en divisiones 'y barreras. ¿Porqué habría de comprometer a otra persona mediante escrituralegal o simple promesa a que me hiciera algún servicio cuandosé que ya está pronta, por la más fuerte inclinación, a buscarmi felicidad y que espontáneamente realizaría el serviciodeseado? Salvo que el daño que ella pueda recibir por ello seamayor que el beneficio que yo obtengo, pues en ese caso ellasabe que, debido a mi amistad y carácter humanitario inna-tos, sería el primero en oponerme a esta imprudente generosi-dad. Por qué trazar límites entre mi campo y el de mi vecinocuando mi corazón no ha hecho división entre nuestros in-tereses sino que comparte toclas las alegrías y penas con lamisma fuerza y vivacidad que si fueran originalmente lasmías propias? En este supuesto, como todo hombre sería unsegundo yo para cada uno de los otros, confiaria todos susintereses a la discreción de cada uno de los hombres,' sincelos, ni divisiones, ni distinciones. Y toda la raza htÚ~lamiformaría sólo una familia en la cual todo sería común y seríausado libremente, sin atender a la propiedad, y al mismotiempo con gran prudencia, como si en ello tocara Íntimamen-te nuestros propios intereses.

1 Génesis, capítulos XITr y XXI.

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En la disposición actual del corazón humano quiza seriadifícil hallar ejemplos plenos de aspectos tan amplios, peroaun podemos o~)servar que el caso de las familias se aproximaa ello y que mientras mayor es la mutua benevolencia de losindi:iduos tanto más se aproxima hasta que en gran partese pierde y confunde toda distinción de propiedad entre ellos.Se supone que en el matrimonio los vínculos de la amistadson, por ley, tan poderosos, que se han abolido todas las divi-siones de propiedad y, con frecuencia, tienen en realidad lafuerza que se les atribuye. Y se puede observar que mientrasdura. el fervor ele jóvenes entusiasmos, cuando todo principioha sido llevado a la extravagancia, se ha intentado frecuente-~nente la .comunida~l de los bienes y sólo la experiencia de losinconvementes deb~dos al egoísmo escondido o 'renaciente pu-do l_ograr qu~ lo~ ~mprudentes fanáticos adoptaran de nuevolas Ideas de Justicia y de propiedad privada. Tan cierto esque la vir~ud obtiene su existencia sólo debido a que su usoes necesario para las relaciones sociales de la humanidad .. ~ara hacer. más evidente esta ~erdad invirtamos .las supo-

slc!ones ~nterlOres y, yendo al extremo opuesto, consideremoscual ser.m el efecto de estas situaciones. Supongamos queuna sociedad cae en la indigencia de todos los menesteresgelleraln~ente necesarios, al punto de que el máximo trabajoy írugalidad no pueden evitar que perezca la mayoría y quetodo~. s; e,n~uentren en una miseria extrema. Creo que seadmitirá fac¡J~l1ente que, en esta emergencia tan apremiante,las leyes es.tnctas, de la justicia serán suspendidas y daránlugar a motIvos mas fuertes, como la necesidad y la autocon-servación.

~Es un crimen, en un naufragio, tomar cualquier medioo II1strumel~to (~e ~alv:amento que uno pueda asir, sin pensare.n. las prevla~ limitaciones de la sociedad? O, si una ciudadsitiada estuviese muriendo de hambre ¿ podemos imaginarque l~s h_ombres que viesen cómo salvarse morirían por ob-servar CUidadosamente lo que, en otras circunstancias. serían

las rezlas de la equidad y la justicia? La utilidad y finalidadde es: virtud es procurar felicidad y seguridad manteniendoel orden social, pero en caso que la sociedad está a punto .deperecer debido a una necesidad extr.ema, ~o es d: t.ell1~r. nm-gún mal mayor proveniente de la VIOlenCIa y la II1JUSttCta, ytodo hombre ahora puede proveerse de todos los medios quela prudencia puede dictar o el carácter humanitario permitir.El público, aun en necesidades menos u.rgen~es, abre .losgraneros sin el consentimiento de sus propíetanos, suporuen-do justamente que la autoridad del magi,strado, c?ngru:ntecon la equidad, puede extenderse hasta alli. Pero SI ret~l1I~seun número de hombres sin los lazos de las leyes o de la JUriS-dicción civil ¿ sería considerada criminal y delictuosa unaigual repartición del pan .durante e! hambre, aunque se efec-tuase por la fuerza y la violencia?

Supongamos igualmente que, por destino, un hombre vir-tuoso cayese en una sociedad de forajidos, alejado de la pro-tección de las leyes y de! gobierno. ¿ Qué conducta deberíaseguir en esta triste situación? El virtuoso ve que prevaleceuna rapacidad desesperada, que se desatiende la equidad, quese desprecia el orden y que hay una ceguer~ tan estúpida .enlo que se refiere a las futuras consecuencias, que inmedia-tamente debe tomar la resolución más trágica y concluir des-truyendo el mayor número y disolviendo toda la sociedad res-tante. Mientras tanto, él no tiene otro recurso que armarse- sin curar de a quién pertenezca la espada o el escudo quecoge, - proveerse de todos los medios de seguridad y de~en-sa y, como su peculiar cuidado por la justicia ya no le sirvepara su propia seguridad o la de los demás, sólo debe consul-tar a los dictados de su autóconservación, sin atender a aque-llos que ya no merecen su cuidado y atención.

También en la sociedad política, cuando un hombre se hacepeligroso para la sociedad debido a sus crímenes, es castiga-do en sus bienes y en su persona. Es decir, las reglas usualesde la justicia son, respecto a él, suspendidas por un momento

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y llega a ser equitativo infli i I ..lo que de otro modo sól gf :~, en benefIcIO de la sociedad

Q , o su nrra 'por el mal I " '¿ ue es la ira y la violencí d I Y e perJlI1cio.

" la e a 0'11erra rbli .S~lspenslon de la justicia entre la o- . pu tea S1110unacíben que esta virtud ya no I ~ partes behgerantes que per-. . es srrve para d .Clona nmguna ventaja? L I na a ni les propor-

ceden a las de la equidad a~ ?e.s d~ .Ia guer~a que luego su-para la z'cntaja y util¡'d d d a JUstIcIa son reglas calculadas

a e este estado ns-u .se encuentran ahora 10- I b ~ .o partIcular en el cualt . " 10m res y SI Ull "es UVlese batallando co tI' , a naCIOn civilizada

en cuenta reglas ni siq ~ ~a os barbaras, quienes no teníand be rl-: urei a en la guer I .e e dejar de tenerlas en ra, a pnmera tambiénP ". cuenta ya que I .ara nmgun fin y' debe" I ' no e sirven másfila iacer que tod . ,uera,lo más sangriento posible. ra a acclon o encuentroASI, las reglas de la equidad' !,~llo~ pr~eros agresores.

teral11ente del particular estado e ~ .J,llstlcla dependen en-tran los hombres y deben ? condlclOn en que se encuen-

su origen y e . t .que surge para el píbl' d . XIS encra a la utilidad• , 1 ICO, e su estncta

cron, Trastroquemos en Ioui . . r regular observa-condición del hombre'. . cduaquier situación considerable la

, pro uzcamos una b d' 'o una extrema necesidad,' I a un ancra extremae , l11CUtquemos I . '

una perfecta moderación y cará en e. co.razon humanofecta rapacidad y mar . . d cter humanltano o una per-,ti . icia : e este mod l hrcia completamente intÍtl'¡ d truí o, a acer a la jus:'. es numos por lcia y suspendemos su obli . . COl11peto su esen-L~ situación de la Soci;~~~o~s~n la hUl11ani~ad.

medIo entre estos ex tren'! . .S' pOf lo comun, un términoos. amo '"~O t la nosotros mismos y a t ':\ .s na ura mente parcialesd 11 nues ros'.amlgos pere egar a conocer la ve t . ,!':·'j·í':...·'.·:·;;·,' o somos capaces'. 'n aja 'q 1e'J"~esult d

mas eqtutativa. Pocos goceh,,,¡¡¡¡ a e una conductaliberal mano de la nat' l s nos~~pn dados por la generosa y

, ura eza pe!' dibajo y las labores podemos 'bt o me rants el arte, el tra-aquí las ideas de propiedad o henerlos en ~ran número. Dedad civil; de aquí la justici:e d a~en ~eces.a.nas en toda socie-

enva su ~Itlltdad para el públi-

ca y de aquí tan sólo surge su mérito y su obligación moral.Estas conclusiones son tan naturales y patentes que no han

escapado siquiera a los poetas en sus descripciones de la feli-cidad que acompaña a la edad ele oro o al reino de Saturno.Las estaciones, en ese primer período de la naturaleza, erantan templadas, si damos crédito a esas agradables novelas,que los hombres no tenían necesidad de habitación o vestidocomo protección contra la violencia del frío y del calor. Losríos corrían, y eran de vino y de leche. Los robles proporcio-naban miel, y la naturaleza espontáneamente sus mejores man-jares. Y no eran éstas las principales ventajas de esta edadfeliz. No sólo las tempestades habían sido desterradas de lanaturaleza, sino que las tempestades que hoy causan y engen-dran tanta conmoción eran desconocidas por el corazón huma--no, Jamás se oyó hablar de la avaricia, de la ambición, de lacrueldad, del egoísmo. El cordial afecto, la compasión, la sim-patía, eran los únicos movimientos que entonces conocía elespíritu. Hasta la puntillosa distinción entre lo mío y lo tuyoestaba excluida de la era feliz de los mortales, y con ellala noción misma de propiedad y obligación, de justicia y deinjusticia.

La ficción poética de .esta edad de 01"0 es, en algunos aspec-tos, idéntica a la ficción filosófica del estado de naturaleza.Sólo que el primero está representado como la condición másencantadora y apacible que pueda imaginarse, mientras elsegundo es pintado como un estado de guerra y violencias mu-tuas acompañado por la más extrema necesidad. Se nos diceque en el primitivo origen de la humanidad, la naturalezasalvaje y la ignorancia del hombre eran tan preponderantesque no podían confiar en el prójimo sino que cada uno debíacontar consigo mismo y con sus propias fuerzas o astuciapara su protección y seguridad. No se tenía noticia de leyalguna. N o se conocía justicia. N o se hacían distinciones depropiedad. El poder era la única norma del derecho. Y una

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guerra perpetua de todos contra todos era el resultado' deindomado egoísmo y barbaridad de los hombres'.

Se puede dudar con justicia si pudo existir alguna vezuna tal condición de la naturaleza humana ; o, si existió, sepuede dudar que durase hasta llegar a merecer el nombre deestado. Por lo menos los hombres nacen necesariamente enuna familia-sociedad y son educados por sus padres segúnalguna regla de conducta o de comportamiento. Pero debeadmitirse que, si alguna vez fué real un estado semejante deguerra y de violencia, es necesario e infalible consecuenciala suspensión de todas las leyes de justicia, debido a su abso-luta inutilidad.

Miel~~r¡as"más cambiemos los puntos de vista de la vidahU!11ana'!~mientras más nuevas e insólitas sean las circuns-tancias en que las estudiamos, más nos convenceremos que el

1 Esta ficción de un estado de naturaleza como estado de guerrano íué sugerida por primera vez por Mr, Hobbes, como generalmentese imagina. Platón se esfuerza por refutar una hipótesis muy seme-jante en el segundo, tercero y cuarto libros de la RcP,¡blica. Cicerón,por el ¡,t,ontrario, lo supone cierto y universalmente reconocido en elsiguiente pasaje: "Quis enim vestrum, judices, ignorat, ita natura mrerum tulisse, ut quodam tempore hornines, nondum neque naturalineque civili jure descripto, fu si per agros ac dispersi vagarentur tan-turnque haberent quautum rnanu ac viribus, per caedem ac vulnera,aut rctincre potuisscnt? Qui igitur primi virtute et consilio praestautiextitcrunt, ii jierspecto genere humanae docilitatis atque ingenii, dissi-patos unum in locum congregarunt, eosque ex feritate illa ad justitiamac m¡¡r!~;ll,e:l1clinem.transduxerunt, Tum res ad communem utilitatem,quas p¡¡,b!tc,~~' appellamus, tum conventicula horninum, quae posteanominat<fc sunt, tum domicilia conjunsta, quas urbes dicamus, inventoet divino et humanojure, moenibus scpserunt, Atque inter hanc vitam,pcrpolitamhumanitate, et illam imrnancrn, nihil tam interest quarn [usatquc '!Jis. Horum utro uti nolimus, altero est utendum. Vim volumusextinguí. Jus valeat necesse est, id est, judicia, quibus ornne jus conti-netur, Judicia displicent, aut nulla sunt. Vis dominetur necessc est.Hace vident omncs". Pro Scxt, § 42.

S° I

\.

origen de la virtud y de la justicia aquí asignado es real ysatis factorio.Si hubiese una especie de criatura mezclada con 105 hom-

bres, que, aunque racional, tuviese una fuerza corporal y espi-ritual tan in ferior que fuera incapaz de toda resistencia vque jamás nos pudiera hacer sentir su resentimiento ni aundespués de una durísima provocación, la consecuencia nece-saria, creo, es que estaríamos obligados, por las leyes ele lahumanidad, a tratar gentilmente a estas criaturas. Pero, ha-blando propiamente, no estaríamos bajo ninguna obligaciónde justicia con respecto a ellas, ni ellas podrían poseer nin-gún derecho ele propiedad exclusivo de tales arbitrarios due-ñ05. Nuestra relación con ellas no podría ser lIamada)~lW"ciedad, lo cual supone un grado de igualdad, sino ele ab~o-luto mandato por una parte y de servil obediencia por otra.Así, deberían entregar instantáneamente cualquiera cosa quenosotros codiciásemos; el único derecho de posesión por elcual podrían conservar sus propiedades sería nuestro permi-50; nuestra compasión y amabilidad serían el único freno conel cual podrían detener nuestra voluntad carente de .leves.y como nunca surgen inconvenientes debido al ejercit'¡O"'deun poder tan firmemente establecido en la naturaleza, lasrestricciones de la justicia y de la propiedad, al ser comple-tamente inútiles, jamás tendrían lugar en una alianza tan~~..Esta es evidentemente la situación de los hombres con res-:

pe<;to.a los a~imale~. El problema de en qué medida P,!l~cl!:;:,atribuirse ,razon a estos es un problema cuya solución~.í~eJq¡'a los dema~. La gr~n ~uperioridad, de .10s ~uropeos civiliíf.il.QOS;sobre los barbar os II1dlOSnos tento a imagmarnos a la mismaaltura que ellos y nos hizo desechar todas las restricciones dejusticia y aún de humanidad en nuestro trato con ellos. Enmuchas naciones los individuos de sexo femenino son redu-cidos a ~n estado similar al de la esclavitud, se les prohibeposeer bienes, en oposición a sus señoriales amos. Pero aun-

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que los hombres, cuando se unen, tienen en -todos los paísesfuerza corporal su ficiente como para mantener esta severatiranía, las insinuaciones, requiebros y encantos de sus bellascompañeras son tales que las mujeres generalmente son capa-ces de romper la alianza y compartir con el otro sexo todoslos derechos y privilegios de la sociedad.

Si la especie humana estuviese por naturaleza estructuradade un modo tal que cada individuo poseyese dentro de sí to-das las facultades y requisitos tanto para su propia conserva-ción como para la propagación de su especie, si se cortasetodo trato y relación social entre un hombre y otro por unaprístina intención del Supremo Creador, pare,ce evidente queun ser tan solitario sería tan incapaz de justicia como de dis- , :"curso y conversación sociales. En caso que la mutua conside- 'ración y tolerancia no sirvieran para ninguna finalidad, jamásdirigirían la conducta de ningún hombre razonable. El teme-rario curso de las pasiones no sería detenido por reflexiónalguna sobre las futuras consecuencias. Y como en este casose supone que cada hombre sólo ama a su propio yo y quesólo confía en sí mismo y en su propia actividad para su segl~-:ridad y felicidad, pretendería en todas las ocasiones y contodas sus fuerzas tener ventaja sobre todos los demás seres,a los cuales no estuviese ligado por lazos de naturaleza o deinterés.

Pero supongamos que, una vez establecida la unión de lossexos en la naturaleza, surja inmediatamente una familia yque, al verse que para su subsistencia son necesarias reg~~¡?L:"particulares, éstas fueran inmediatamente adoptadas, aunqü~,:,::"':;~l'sin abarcar al resto de la humanidad dentro de sus prescrip;':icienes. Ahora bien, si suponemos que varias familias se reú-'ncn y forman una sociedad que está totalmente separada detodas las demás, las reglas que mantienen el orden y la pazse extenderán hasta comprender toda la sociedad. Pero comoentonces devienen completamente inútiles pierden su fuerzasi se las lleva más adelante. Y por otra parte supongamos

que las distintas sociedades mantienen una especie de rela-ción para la mutua ventaja y conveniencia: los límites de lajusticia se hacen entonces más amplios, proporcionalmentea la amplitud de las opiniones de los hombres y a la fuerzade sus mutuas conexiones. La historia, la experiencia y larazón nos enseñan suficientemente el progreso natural de lossentimientos humanos y a medida que ampliamos nuestrasconsideraciones hacia la justicia, mientras más nos familiari-zamos con la vasta utilidad de esta virtud.

SEGUNDA PARTE

Si examinamos las leyes porticulcres por las cuales es diri-gida la justicia y determinada la propiedad llegaremos a lamisma conclusión. El único objeto de todas estas leyes y re-glamentaciones es el bien de la humanidad. No sólo es nece-sario que las propiedades de los hombres estén separadas,para la paz y por el interés de la sociedad, sino que las reglasque nosotros seguimos al hacer la separación son las mejoresque pueden buscarse para servir mejor a los intereses de lasociedad:

Supondremos que una criatura dotada de razón pero ig-norante de la naturaleza humana reflexiona sobre cuáles leyesde justicia o de propiedad promoverían mejor el interés pú-blico y establecerían la paz y la seguridad entre la humanidad.Su pensamiento más evidente sería, en este caso, asignar laspropiedades mayores a la virtud más vasta y conceder acada uno la facultad de bien, en proporción a su inclinación.En una teocracia perfecta, en la cual un ser infinitamenteinteligente gobierna mediante voliciones particulares, estaregla ciertamente tendría lugar y podría servir para los finesmás sabios. Pero si la humanidad tuviese que ejecutar unaley semejante, la incerteza del mérito es tan grande - tantopor su oscuridad natural como por la vanidad ele cada indi-

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viduo - que ninguna determinada regla de. conducta. resul-taría jamás de ella, y la inmediata corisecuencia debería serla inmediata disolución de la sociedad. Los fanáticos puedensuponer que el poder se [unda en la gracia y que sólo los salI-tos heredan la tierra. Pero el magistrado civil con mucharazón pone a estos sublimes teóricos a la altura de los ladronescomunes y les enseña, mediante la más severa disciplina, queuna regla que en la especulación puede parecer de 10 más ven-tajosa a la sociedad, puede sin embargo suceder que en lapráctica es totalmente perniciosa y destructora.La historia nos enseña que durante las guerras civiles hubo

en Inglaterra fanáticos religiosos de esta clase, aunque esprobable que la evidente tendencia de. estos principios causa-ron un horror tal a la humanidad qi.le pronto obligaron a lospeligrosos entusiastas a renunciar, o por 10 menos a ocultar,sus opiniones. Quizá los igualitarios (levellers) - quienespretendían una repartición igual de la propiedad - eran unaespecie de fanáticos políticos que surgió de la de los religiososy que confesó más abiertamente sus pretensiones, como quetenían una más plausible apariencia de ser en sí practicablesy útiles a la sociedad humana.En verdad, hay que confesar que la naturaleza es tan libe-

ral con la humanidad que, si todos sus dones fueran dividi-dos equitativamente y perfeccionados por el arte y el trabajo,todo individuo gozaría de todos los elementos necesarios yaún de la mayor parte de las comodidades 1de la vida, y noestaría expuesto a ninguna clase de males sino a los que acci-dentalmente surgen de la enfermiza constitución y estructurade su cuerpo. También debe confesarse que toda vez que nosapartamos de esta igualdad robamos al pobre más satisfac-ción de la que añadimos al rico, y que la débil complacenciade la frívola vanidad de un solo individuo frecuentementecuesta más que el pan de muchas familias y aún de provincias.Con todo, puede parecer que, como la regla de la igualdadsería sumamente útil, no es completamente impracticable, co-

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1110 que ha tenido lugar, -: por lo men_os en un grado imper-fecto - .en algunas repúblicas, en particular en Esparta, don-de s~ dice que traía las más benéficas consecuencias. Sinn;enclOnar que las leyes agrarias, tan frecuentemente preten-dl~as en Roma y puestas en práctica en muchas ciudadesgr~~gas, procedían, en su totalidad, de una idea general de lautilidad de este principio.. Pero los historiadores, y aun el sentido común, nos pueden.l11formar que, por más especiosas que puedan parecer estasIdeas de perfecta igualdad, ellas son, en el fondo realmenteir~lpract·icables y, si no lo fueran, serían en ext:emo perni-ctosas a la sociedad humana. Si las propiedades de los hom-bres se hicieran tan iguales, el arte, el cuidado y el trabajohumanos romperán de inmediato esa igualdad. O si seimpid~n las manifestaciones de esta virtud, la sociedad esreducida a la más extrema indigencia, y en vez de evitar lanecesidad y la carestía de unos pocos se la hace inevitable atod~ la comunidad. Una rigurosísima investigación es nece-sana para advertir toda desigualdad en su primera aparicióny es menester una, rígida jurisdicción para castigarla y repa-rarla. Pero, además de que tanta autoridad debe degenerarpro~~o en tiranía y se ha de ejercer con gran parcialidad¿ quien podría poseerla, en las condiciones aquí supuestas? Laperfecta Igualdad de las propiedades, al destruir toda subor-dinación, ~ebilita extren~adamente la autoridad de la magis-tratura y nene que reducir a todo poder a casi el mismo nivello mismo que la propiedad. '

Podemos concluir, por tanto, que a fin de establecer lasleyes de la reglamentación de la propiedad, deberíamos tra-bar c?nocimiento con la naturaleza y situación del hombre,deberíamos rechazar las apariencias, que pueden ser falsasaunque especiosas, y deberíamos buscar aquellas reglas que·son, en general, las más útiles y benéficas. Para este finbasta el sentido vulgar y una débil experiencia, siempre que

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los hombres no se entreguen a una avidez demasiado egoístao a un entusiasmo demasiado excesivo.

¿Quién no ve, por ejemplo, que cualquiera cosa que es pro-ducida o perfeccionada por el arte o el trabajo del hombredebe ser asegurada eternamente para él a fin de estimular ta-les útiles hábitos y ejecuciones? ¿Quién no ve, asimismo, quela propiedad debe también pasar a los hijos y a los parientes,con el mismo fin ú.til, que pueda ser enajenado por consenti-miento, para promover el comercio y el intercambio que sontan benéficos a la sociedad humana, y que todos los contratosy promesas deberían ser cuidadosamente cumplidas, a fin deasegurar la confianza y el crédito mutuos, que tanto favore-cen al interés general de la humanidad?

Examinemos a aquellos que escriben sobre las leyes de lanaturaleza. Siempre veremos que, cualesquiera sean los prin-cipios que toman como punto de partida, siempre están <.cgu-ros de llegar finalmente aquí y de asignar, como razón últi-ma de toda regla que establecen, la conveniencia y la nece-sidad del género humano. Una concesión obtenida de este

. modo, en oposición a los sistemas, tiene más autoridad quesi hubiera sido extraída de ellos.

En verdad, ¿ qué otra razón podrían dar los escritores depor qué esto debe ser mío yeso tuyo, ya que la indocta natu-raleza seguramente no hizo jamás una distinción semejante?Los objetos que reciben esos nombres son, en sí, extraños anosotros. Están totalmente desconectados y separados denosotros. Y nada más que los intereses generales. de la so-ciedad pueden formar la conexión.

A veces los intereses de la sociedad pueden requerir unaregla de justicia en un caso particular pero no pueden deter-minar, entre varias igualmente benéficas, ninguna regla par-ticular. En este caso se echa mano a las más débiles ana-logías, a fin de evitar la indiferencia y ambigüedad que ha.brian ele ser fuente de perpetua disención. Así se supone quesólo la posesión, y la primera posesión, da origen a la propie-

; ~.

dad en los casos en que ninguna otra persona tiene derechoso pretensiones anteriores. M uchos de los razonamientos delos abogados son de esta naturaleza analógica y dependen demuy débiles conexiones de la imaginación.

En casos extraordinarios ¿ tiene alguien escrúpulos en violartoda consideración por la propiedad privada de los indivi-duos y sacrificar al interés público una distinción que hasido establecida por causa de ese interés? La ley suprema esla seguridad del pueblo. Todas las demás leyes particularesestán subordinadas a elJa y de ella dependen. Y si en el CO'lIllí¡¡

curso de las cosas. ellas son seguidas y observadas, ello es asísólo porque las'éguridad y el interés públicos requieren, co-7/I'IÍIl1HC'lItC, una administración tan igual e imparcial.

A veces la utilidad y la analogía faltan y dejan a las leyesdé la justicia en una incerteza total.' En este caso es suma-mente necesario que. la prescripción o el hecho de haber teni-do la propiedad por largo tiempo deban ser las que dan ori-gen a la propiedad, pero la pura razón es incapaz de determi-nar qué número de días, de meses o de años sería suficientepara estos Enes. L1.s leyes civiles hacen aquí las veces delcódigo natural y asignan' diferentes plazos para la prescrip-ción, de acuerdo a las di ferentes 11tilidades propuestas por ellegislador. Las letras de cambio y los pagarés están prescrip-tos por las leyes de la mayoría de los países más pronto quelas obligaciones de pago, hipotecas y contratos de naturalezamás formali» ..·.¡ •..•,

En general)' podemos observar que todas las cuestiones depropiedad estánsubordinadas a la autoridad de las leyes civi-les, las cuales amplían, restringen, modifican y alteran las re-gias de la justicia natural de acuerdo a la conveniencia par-ticular de cada comunidad. Las leyes tienen, o deben tener,una constante referencia a la constitución del gobierno, a lascostumbres, al clima; a la religión, al comercio, a la situación,en fin, de cada sociedad. Un autor reciente, genial y culto, hatrat~do extensamente este tema y ha establecido, a partir de

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estos principios, un sistema de conocimiento político queabunda en pensamientos brillantes e ingeniosos y no carecede solidez '.

¿Qué es la propieclad del hombre? Algo que él, y sólo él,puede usar legalmente. Pero, ¿ qué regla' tenemos, mediantela cual podamos distinguir estos objetos? Aquí debemos re-currir a los estatutos, costumbres, precedentes, analogías ymil otras circunstancias, algunas de las cuales son constan-tes e inflexibles, mientras que otras son variables y arbitra-rias. Pero el punto último, en el cual todas ellas terminandeclaradamente, es el interés y la felicidad de la sociedad hu-mana. Si no se tiene en cuenta esto, nada puede aparecer máscaprichoso, innatural ,y aun supersticioso que todas o la ma-yoría de las leyes de la justicia y de la propiedad.

Aquellos que ridiculizan las supersticiones vulgares y ex-ponen la tontería de tomar actitudes particulares con res-

1 Se trata del autor de L'esprit des Loix, Este ilustre escritor, sinembargo, establece una teoría di ferente, y supone que todo derechoestá fundado en ciertas relaciones o conexiones, lo cual es un sistemaque, en mi opinión, jamás se reconciliará con la verdadera filosofía.Por lo que yo sé, fué el Padre Malebranche quien propuso por primeravez esta abstracta teoría de la moral que luego fué adoptada porCudworth, Clark y otros, y como excluye todo sentimiento y pretendefundar todo en la razón no le han faltado adeptos en esta filosóficaedad. Para esto véase la Sección Primera, Primer Apéndice. Respectoa la justicia, que es la virtud que aquí tratamos, la in ferencia contraesta teoría parece breve y concluyente: se reconoce que la propiedaddepende de las leyes civiles y se reconoce, a su vez, que las leyes civilesno tienen otro objeto que el interés de la sociedad; por tanto debereconocerse que éste es el único fundamento de la propiedad y de lajusticia. Sin mencionar que nuestra obligación misma de obedecer almagistrado y a sus leyes no se funda en nada más que en los interesesde la sociedad.

Si a veces las ideas de justicia no siguen las disposiciones de la leycivil, veremos que estos casos, en vez de ser objeciones, confirman la

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pecto a las comidas, los días, los lugares, los gestos y el ves-tido, tienen una tarea fácil, porque observan todas las cua-lidades y relaciones y no descubren ninguna causa adecuadapara esa afección o antipatía, veneración u horror que tienenuna influencia tan poderosa sobre una considerable parte dela humanidad. Un sirio habría preferido morirse de ham-bre antes que probar carne de paloma; un egipcio no se ha-bría aproximado al jamón. Pero si estas clases de comidason examinadas por los sentidos de la vista, el olfato y elgusto, o son escrutadas por la ciencia de la química, de lamedicina o de la física, jamás se encuentra diferencia algunaentre ellas y cualquier otra clase, ni se puede fijar ningunacircunstancia precisa que pueda proporcionar una base justapara la pasión religiosa. El jueves es lícito comer aves peroya no lo es el viernes. En esta casa y en esta diócesis estápermitido comer huevos durante la Cuaresma, pero comerlocien pasos más lejos es un abominable pecado. Esta tierra

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teoría que expusimos más arriba. Si una ley civil es tan perversa quese opone a todos los intereses de la sociedad, pierde toda su autoridady los hombres juzgan entonces según las ideas de la justicia natural,que están de acuerdo .con sus intereses. También a veces las ·leyesciviles requieren, con fines útiles, una ceremonia o formalidad paraque algún hecho sea válido, y cuando éste falta,'. sus decretos SOI1

contrarios al tenor usual de la justicia. Pero la persona que se apro-vecha de estas trampas no es generalmente considerada como honesta.ASÍ, los intereses de la sociedad requieren que los contratos se cumplany no hay artículo más esencial en la justicia natural o civil que éste.Pero la omisión de una circunstancia fútil habrá de invalidar confrecuencia un contrato in foro hinnano, pero no il! foro conscicntiac,como dicen los teólogos. En estos casos se supone que el magistradoha de retirar su poder de imponer el derecho, para no violarlo. Cuandosu intención se extiende hasta el derecho y está de acuerdo con losintereses de la sociedad jamás deja de violar el derecho, lo cual esuna clara prueba del origen de la justicia y de la propiedad, comohabíamos dicho más arriba.

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o este edi íicio ayer era profano, hoy, después de pronunciarciertas palabras, ha devenido sacrosanto. Reflexiones cornoéstas, podemos decir, son demasiado patentes en boca deun filósofo para que tengan alguna importancia, porque sedeben presentar siempre a primera vista a cada uno, y en casoque no prevalezcan por sí mismas, seguramente no están di-ficultadas por la educación, el prejuicio o la pasión, ni porla ignorancia o el error.En una consideración descuidada, o más bien en una refle-

xión demasiado abstracta, puede parecer que en todos lossentimientos de justicia se halla presente una superstición se-mejantey que si un hombre expone su objeto. o lo que lla-mamospropiedad, al mismo examen de los sentidos y de laciencia, no encontrará, ni mediante la investigación más exac-

- ta, ningún fundamento que permita establecer la di ferenciahecha por el sentimiento moral. Puedo legalmente alimentarmecon la fruta de este árbol, pero la fruta de otro de la mismaespecie, diez pasos más allá, me lleva a cometer un crimen sila toco. Si yo hubiese usado estas vestiduras hace una horahubiera merecido el más severo castigo, pero un hombre, alpronunciar unas pocas palabras mágicas, lo ha hecho adecua-do a mi uso y servicio. Si esta casaJiubiese estado situadaen los terrenos vecinos hubiera sido' i'i11~1'óralque yo habitaseen ella, pero como está edi ficada en esta margen del río estásometida a una reglamentación municipal diferente y no mehago acreedor de reproche o censura en caso que sea mía,Se, podría pensar que la misma c1a;¡,ede razonamiento,qucmuéstra -tan patentemente la superstición, es asimismo aplica-blc a-la justicia, ya que no es posible, en un caso más que enotro, señalar, en el objeto, aquella precisa cualidad o circuns-tancia que es la base del sentimiento.

Pero existe esta diferencia esencial entre la superstición yla [ustlcia : que la primera es frívola, inútil y gravosa, mien-quc la última es completamente necesaria al bienestar de lahumanidad y a la existencia de la sociedad, Cuando hacemos

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abstracción de esta circunstancia (porque es demasiado evi-dente para que pueda ser pasada por alto), debernos confe-sar- que todas las consideraciones por el derecho y la propie-dad parecen enteramente sin fundamento, tal como las másburdas y vulgares supersticiones. Si los intereses de la so-ciedad no estuviesen interesados de ningún modo, sería taninteligible que, ciertos sonidos que implican consentimiento.pronunciados por otro, debieran cambiar la naturaleza de misacciones con respecto a un objeto particular, como que unafórmula litúrgica, recitada por un sacerdote con un ciertohábito y posición, debiera consagrar un montón de ladrillosy maderas y hacerlos, de ahora 'para siempre, sagrados'.

1 Es evidente que la voluntad o el consentimiento solos, jamás trans-ficrcn la propiedad ni obligan al cumplimiento de una promesa -puesel mismo razonamiento se extiende a ambos casos - sino que lavoluntad debe estar expresada en palabras o signos, a fin de imponeruna ligadura a cualquiera persona. Una vez que la expresión está alservicio de la voluntad, llega a ser pronto la parte principal de lapromesa ya que una persona no ha de estar menos atada por supalabra - aunque secretamente tenga otras intenciones y niegue elasentimiento de su espíritu. Pero aunque en la mayoría de los casosla expresión constituye toda la promesa, no siempre! es así. Porejemplo: una persona que emplea una expresión sin saber 10 quesigni fica, y que ignora también el sentido de sus consecuencias, 110

habrá de comprometerse por ella, ciertamente. Y aún más; aunquesupiera el significado, basta con que lo dijese en: broma y dandosignos suficientes como para mostrar que evidentemente no tiene inten-ción seria de comprometerse, para que no esté en ninguna. obligaciónde cumplimiento; pero es necesario que las palabras sean la expresiónperfecta de la voluntad, sin ningunos signos contrarios. Y todavíamás: no debemos llevar esto tan lejos como para imaginarnos que unapersona, acerca de la cual por ciertos indicios, nuestro entendimientoconjetura rápidamente, que tiene intención de engañarnos, no está obli-gada por su expresión o promesa verbal, si la aceptamos, sino queesta conclusión debe limitarse a los casos en que los signos son natu-raleza diferente a los del engaño. Todas estas contradicciones son

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Estas reflexiones están lejos de debilitar las obligacionesde la justicia o de disminuir nuestro muy sagrado respeto

fácilmente explicadas si la justicia surge enteramente de 'su utilidada la sociedad, pero jamás será explicada por ninguna otra hipótesis.

Es de observar que las decisiones morales de los jesuitas y de otrosrelajados casuístas, eran tomadas generalmente persiguiendo sutilezasde razonamiento como las que señalamos aquí, y derivan tanto delhábito de refinamiento escolástico como de cualquiera corrupción delos sentimientos, según dice M. Bayle en su Diccionario, en el artículosobre Loyola. Y la indignación de la humanidad contra estos casuístasha llegado a ser tan grande sólo porque todos percibían que la sociedadhumana no podía subsistir si se autorizaran esas prácticas y que lamoralidad debía ser tratada en vista del interés público más que laregularidad filosófica, Toda persona de buen sentido' se decía: si lasecreta dirección de la intención podría invalidar un contrato ¿ dóndeestá nuestra seguridad? Y, sin embargo, un metafísico escolásticopodría pensar que si realmente no existía una intención cuando se laestimaba necesaria, no debería seguir ninguna consecuencia y no debe-ría ser impuesta ninguna obligaci6n. Las sutilezas casuísticas no pue-den ser mayores que las sutilezas de los abogados que citamos másarriba, pero como las primeras son perniciosas y las últimas inocentesy aun necesarias, ésta es la razón de la diferente manera en que selas recibe en el mundo.Es, doctrina de la Iglesia de Roma que el sacerdote, mediante una

secreta dirección de su intención, puede invalidar un sacramento. Estaactitud deriva del seguir estricta y regularmente la patente verdadque las palabras vacías, solas, sin ningún significado o intenci6n en elque habla, jamás pueden tener algún efecto. Si no se admite la mismaconclusión en los razonamientos acerca de los contratos civiles, en loscuales se admite que el asunto es de importancia mucho menor que laeterna salvación de miles de personas, ello se debe enteramente alsentido que los hombres tienen del peligro y de los inconvenientes de ladoctrina en el caso anterior. Y de aquí podemos observar que, pormás positiva, arrogante y dogmática que pueda parecer cualquier supers-tición, jamás podrá dar una perfecta persuasión sobre la realidad desus obj etos o colocarlos, de algún modo, a la altura de los incidentesde la vida cotidiana. que conocemos en la observaci6n diaria y en elrazonamiento experimental,

por la propiedad. Por el contrario, tales sentimientos debenadquirir nueva fuerza por el presente razonamiento. Porque¿ qué fundamento más poderoso puede desearse o concebirsepara cualquier deber, que observar que la sociedad humana,o aun la naturaleza humana, no podría subsistir si no estu-viera establecido, y que llegará a mayores grados de felici-dad y de perfección mientras más inviolable es la considera-ción que se le presta a ese deber? .

El dilema parece claro: así como la justicia tiende eviden-temente a promover la utilidad pública y a sostener la socie-dad civil, el sentimiento de justicia se deriva, o bien de nuestrareflexión sobre esa tendencia o, como el hambre, la sed yotros apetitos - el rencor, el amor a la vida, el apego por loshijos, - y aun otras pasiones, surge de un instinto simpley original que se aloja en el corazón humano y que no estádeterminado por ningún argumento o reflexión. Pero ¿ quiénha oído jamás' hablar de ese instinto? ¿O es éste, por ventura,un lema en el cual se pueden hacer nuevos descubrimientos?De igual modo podríamos esperar descubrir en el cuerpo nue-vos sentidos que antes han escapado a la observación de lahumanidad.Pero además, aunque parece una proposición muy simple

decir que la naturaleza distingue la propiedad por !l1edio<leun sentimiento instintivo, en realidad veremos, sin embargO';que son necesarios diez mil instintos diferentes para ese fin,y que han de ser usados entre objetos de máxima complica-ción y del más sutil discernimiento. Porque, cuando es me-nester una definición de propiedad, se ve que esta relaciónse reduce a cualquier posesión lograda por ocupación, 'tra-bajo, prescripción, herencia, contrato, etc.

¿ Podemos pensar, por ventura, que la naturaleza, median-te un instinto original, nos enseña todos estos métodos deadquisición?

Las palabras herencia y contrato, además, ocupan el lugarde ideas infinitamente complicadas y para definirlas exacta-

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. mente no han bastado cien volúmenes de leyes y mil volúme-nes de comentadores. ¿Acaso la naturaleza, cuyos instintosen el .hombre so~ ~o.mpletamente simples, abarca objetos tanc~l11phcadosy artificiales y crea una criatura racional sin con-fiar algo a la operación de su razón?~ero ~uñ cuando se admitiese todo esto 110 sería satisfac-

tono: Ciertamente las leyes positivas pueden transferir lapropiedad. ¿Es por otro instinto original que nosotros reco-nocemos la aut?ri?ad de los reyes y de los senados y señala-mos todos los limites de su jurisdicción? También a los jue-ces, aunque sus sentencias sean erróneas e ilegales, a fin dema~1tener e~~rden y la paz debe .permitírselesque tengan au-t~ndad decisiva y que en última instancia determinen la pro-piedad. ¿.Tenemos acaso ideas innatas originares de l~eto-r~s, ~ancllleres y jurados? ¿Quién no ve que todas est s ins-tituciones surgen tan sólo de las necesidades de la sociedadhumana?

;rodas los pájaros de la misma especie, en toda época ypals: construyen nidos iguales. En esto vemos la fuerza delm~tl11to. Los hon~bres, en diferentes tiempos y lugares, fa-b.rtcan sus casas diferentemente. Aquí percibimos la-influcn-cm de la razón y de la costumbre. Una inferencias~hlejantepuede ~~traerse comparando el instinto de generación con lainstitución de la propiedad.

Por muy variadas que sean las leyes municipales es menes-te: confesar que sus rasgos pr.incipales son casi siempre ,losI11ISI110S, porque los fines hacia los cuales tienden son \entodas part:s exactamente similares. De igual maq~J~i to,~laslas ca~a.s tienen techo y paredes, ventanas y chimek'~~,s¡;;;~~m-que ,dl.fleren en su forma, figura y materiales. Los W,es'delas últimas, que apuntan a las comodidades de la vid~I¡11u~~a-na, descubr~~ no más claramente su origen, en la razón yen la reflexión, que los de las anteriores, que apuntan porcompleto a un fin igual.

No es necesario mencionar las variaciones que experimen-

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tan todas las reglas de la propiedad debido a las conexionesy disposiciones más sutiles de la imaginación y de las sutile-zas y abstracciones de! razonamiento jurídico y del pensa-miento. No es posible reconciliar esta observación con la no-ción de los instintos originales.

Lo único que hará surgir dudas acerca de la teoria sobrela cual insisto, es la influencia de la educación y de los hábitosadquiridos, por los cuales estamos tan acostumbrados a cen-surar a la injusticia que no nos damos cuenta, en todos loscasos, de ninguna reflexión inmediata sobre las perniciosasconsecuencias de ella. Por esa misma razón, pueden esca-pársenos las ideas más familiares y lo que muy frecuentemen-te hemos realizado por ciertos motivos, pactemos continuarloigualmente y de una manera mecánica sin recordar, cada vez,las reflexiones que primeramente nos determinaron.

La conveniencia - o, mejor, la necesidad - que lleva ala justicia es tan universal, y en todas partes tiende de unmodo tan pronunciado a las mismas reglas, que el hábito seforma en todas las sociedades y no es sin algún examen quepodemos determinar su verdadero origen. El asunto, empe-ro, 110 es tan oscuro, ya que en la vida diaria recurrimos acada. instante al principio de utilidad pública y preguntamos:¿Qué sería del mundo si tales prácticas prevaleciesen? ¿C6mopodría existir la sociedad bajo tal desorden? Si esta distin-ción o separación de las propiedades fuera enteramente inú-til ¿ puede alguien concebir que existiría en la sociedad?

Nos parece, pues, al cabo, haber logrado un conocimientode la fuerza del principio sobre el cual aquí insistimos, ypodemos determinar qué grado de estima o de aprobaciónmoral puede surgir de las reflexiones sobre el interés y lautilidad públicos. La necesidad de la justicia para apoyar ala sociedad es el único fundamento de su virtud, y puesto queninguna excelencia moral es tan estimada como ella, podemosconcluir que esta circunstancia de la utilidad tiene, en general,la más fuerte energía y el más completo dominio de nuestros

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sentimientos. Por tanto dehe ser la fuente ele .,. lb" ' ..e una porClonconste era le ?el mc:rtto asignado al carácter humanitario, ala benevolencta, aruismd, patriotismo y otras virtudes socia-les ?,e esta nat.uraleza, asr como es la única fuente de la a ro-bación concedida a la fidelidad a la justicia a la .Pd Ila í • " ' veraCl aca.

oa .1Ilte?"rtclady a..otras análogas cualidades y principios úti-'

les y estimables SI se ha ~Isto que un principio tiene en unfaso. mlucha fuerz.a y e,nergta, es enteramente compatible conas Ieg as ,de. la fdosofta y aún de la razón común asignarleuna en:r~la Igual el~ caso,s similares. Esta es, en verdad laregla capital de la filosofía de Newton'. '

1 Princibia, Lib. nr.

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SECCIóN CUARTA

DE LA SOCIEDAD POLlTICA

Si cada hombre tuviera suficiente sagacidad para percibirsiempre el gran interés que lo ata a la observación de la jus-ticia y de la equidad, y tiene además, la fuerza de espíritusuficiente para perseverar en una firme adhesión al distan-te y general interés, oponiéndose a la seducción de los place-res y conveniencias presentes, en este caso nunca hubiera exis-tido el gobierno o la sociedad política, sino que cada hombre,siguiendo su natural libertad, hubiera vivido en completa pazy armonía con todos los demás.

¿Qué necesidad hay de una ley positiva cuando la justicianatural es, de por sí, una sujeción suficiente? ¿ Por qué crearmagistrados, si nunca ocurren desórdenes o iniquidades? ¿ Porqué limitar la libertad con que nacemos cuando, en todos loscasos, hacer uso de ella del modo más amplio es siempre ino-cente y benéfico? Es evidente que, si el gobierno fuera total-mente inútil, jamás habría existido y que el único fundamentodel deber de obediencia es la ventaja que procura a la socie-dad, al mantener la paz y el orden de la humanidad.Cuando se establece un número de sociedades políticas y

éstas mantienen muchas relaciones entre sí, se descubre in-mediatamente que una nueva serie de reglas son útiles enesa situación particular y en consecuencia son establecidas bajo

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el nombre de Leyes de las Naciones. De esta clase son: elcarácter sagrado de la persona de los embajadores, la abs-tención del uso de armas envenenadas, el dar cuartel a losque se rinden en la guerra, y otros de esta clase que estánevidentemente calculados para la uenta]a de los estados yreinos en sus relaciones mutuas.

Las reglas de justicia que prevalecen entre los individuosno están enteramente suspendidas entre las' sociedades polí-ticas. Todos los príncipes muestran respeto por los dere-chos de los otros príncipes y algunos, sin duda, 10 hacen sinhipocresía. Todos los días los estados independientes reali-zan entre sí alianzas y tratados que sólo reportarían muchogasto de pergamino si no se viera, por experiencia, que tie-nen alquna influencia y autoridad. Pero aquí reside la dife-rencia entre los reinos y los individuos. La naturaleza hu-mana no puede subsistir de ningún modo sin la asociaciónde los individuos, y esta asociación no podría efectuarse ja-más si no se respetasen las leyes de la equidad y de la justicia.El desorden, la confusión y la guerra de todos contra todosson las consecuencias necesarias de una conducta tan licen-ciosa. Pero las naciones pueden subsistir sin relaciones entresí. Aun pueden subsistir, en cierto modo, bajo una guerrageneral. Aunque entre .las naciones es útil observar la justi-cia.. ésta no está protegida por una necesidad tan fuerte comoentre los individuos, y la obligación 'moral está en relación ala utilidad. Todos los políticos, y la mayoría de los filósofos,estarán ele acuerdo en que, en particulares emergencias, lasrazones de estado pueden hacer caso omiso a las reglas de

justicia e invalidar cualquier tratado o alianza, en casoque su estricta observación fuera perjudicial en alto gradoa una de las partes contratantes. Pero se reconoce que, sal-vo la más extrema necesidad, nada puede justificar en losindividuos una ruptura de relaciones o una invasión de laspropiedades de los otros., En una república confederada como la de los aqueos de

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<._

antaño, o los cantones suizos o las Provincias Unidas' de hoy,así como la alianza tiene aquí una peculiar utilidad: las con-diciones de unión tienen un peculiar carácter sagrado y au-toridad, y el hecho de violarlas sería considerado como nomenos o aun más criminal que cualquier daño o injusticiaprivada.

La desvalida y larga infancia del hombre requiere la uniónde los padres para la subsistencia de los pequeños Y estaunión requiere la virtud de la castidad o fidelidad al lechoconyugal. Sin semejante utilidad, se admitirá fácilmente, ja-más se habría pensado en tal virtud".

Una infidelidad de esta naturaleza es much~ más pernicio-sa en las mujeres que en los hombres. De 'a~hlJi\cJuelas leyesde la castidad son mucho más estrictas para un sexo que paracon el otro.

Todas estas reglas se refieren a la generación, y las muje-res que han sido madres están sometidas a ellas 10 mismo queaquellas que se encuentran en la flor de su juventud y de su

1 Estado de los Países Bajos formado en lSi9 p,Or el acta de Utrcchte integrado por Holanda, Zelanda, Utrecht, Güeldres y Frisia. Luegose añadieron Over Issel y Groninga. (Nota del traductor.)

2 La única solución que da Platón a todas las objeciones que puedenelevarse contra la comunidad de las mujeres, establecida en su imagi-naria república es: Ká).).I<1<'" '(O:? o·~~Q¡¡ro ""r,l ).i,g~", '1.:.1 ),€A,e."at, lín ~Ó (.I.Ev ,;) 1'e),t(.1.0" \(,,),ó", "O 81< ~),a~.po" "¡,,,uó'" Scitecnim istud el dicitur el dicitur Id quod utile sit b¡meslum esse, quodautcm inutile sil tur pe cssc, (De Re], lib. v. 'P;A~;::;f-f:edi/. Ser.). Yeste principio no admite dudas en lo que a utilidag;¡,pública se refiere,la cual era la intención de Platón. Porque en vendad, ¿ para qué otrofin sirven todas nuestras ideas de castidad y de modestia? Nisi utileest quod [acimus, [rustra esl gloria, dice Fedro, l(a).6', ";)" ~)."~'p',;,,¡ovatv dice Plutarco, (De t'itioso plldore). Nihil eorum quae damnosasunt, pulchrum esto Los estoicos eran de la misma opinión. '¡;;O't·¡O~,¡Ol I:-rW1XOt áy"Oo'l ei'l<lt Wy:tA!ttx'} ,;¡ o.ji.. E'tapl)'l wi'!~dC(;, w¡pD.!tcc·1 -!J.b Al¡r)'i7Z;"'~'I .x?",~·1"a, "'~'I O'"o~."i~·¡,,?i~'·I.Sexto Emp, lib. Ll I Cap. 20,

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bellcza. Frccucntemcnte las regla~. gcnerales se. ~xtiendenmás allá dcl principio del cual ongmalmente sui gle:OI~. Y

. tocIos los asuntos de gusto y de sentmuento.esto OCUf1e en .. , . .L~ ito clue se ha vulzarizado en Fans dice que durante

·11 cuei '" , di tel furor del Mississipi un individuo jor?b~do Iba tan~men ea la Rue de Quincempoix donde los aglOtlstas se r~u111an enrrran número, Se dice que pagaron buenas cantidades c~edinero al jorobado por permitirles usar su joroba como escn-tori a f'I11de (lUC pudieran firmar sus contratos sobre ella,Olla, e I '1¿ Podría la fortuna acumulada de este modo, hacer (e e unhermoso sujeto, admitiendo que la belJez,a pel:son~! se d~be e:lbuena parte a las ideas de utilidad? La lllla,gll1,aClOnes 111flu,l-da por la asociación de ideas, las cuales, SI b,le,n•surgen Pri-meramente elel juicio, no son fácilmente modificadas por to-da excepción particular que nos ocurre, A, lo cual podem_osagregar, a propósito ele la ca5ti~~d, que el ejemplo de lo~ vie-jos sería pernicioso para los Jovenes; y que las, mUJ~res,siempre previendo que una cierta época .Ies traerá la liber-tad de hacer lo que les plazca, apresuranau ese momento ypensarían con mayor ligereza en su propio deber, tan necesa-rio a la sociedad,

Los que viven en la misma familia tienen tan fre~uentesoportllflidades de licencias de esta clase que ,nad~ podria pro-tezer la pureza de las costumbres si el matrnuomo fuese per-mitido entre los parientes más próximos, o si la ley y la cos-tumbre aprobaran las relaciones sexuales ~I:tre .ellos. Portanto, como el incesto es sobremanera pernicioso, lleva ane-jas una extraordinaria vileza y degeneración, moral. ,.

¿ Cuál es la razón por la cual la ley ateniense pernntra elcasamiento con la hermanastra paterna pero no con la herma-nastra materna? Sencillamente ésta: las costumbres de losatenienses eran tan reservadas que un hombre jamás podíaaproximarse al departamento de una mujer, aun en ~a mismafamilia; a II\CIIOS que fuese a la habitación de su propia madre,~\1 madrastra y los hijos de ésta estaban tan fuera de su al-

cance como las mujeres de cualquier otra familia y habíapoco peligro de que existiesen relaciones ilícitas entre ellos.Por una razón igual, en Atenas podían casarse los tíos consus sobrinas, pero ninguno de éstos, ni hermanastros ni her-manastras, podían contraer enlace en Roma, donde las rela-ciones sexuales eran aún más abiertas, La causa de todasestas variaciones es la utilidad pública,

Se vitupera altamente el hecho de repetir, en perjuicio dealguien, cualquiera cosa que se le haya escapado durante unaconversación privada o usar de ese modo cartas privadas, Entos casos en que tales reglas de fidelidad no están estableci-das, las relaciones libres y sociales de los espíritus deben estarsobremanera dificultadas,

Aun al repetir historias, de las cuales podemos prever que nohan de surgir malas consecuencias, se considera como pruebade indiscreción, si no de inmoralidad, el hecho de dar el nom-bre del autor, Estas historias, al correr de boca en boca y alrecibi r todas las variaciones que son de uso, frecuentementellegan a la persona a que se refieren y producen rencores yquerellas entre gentes cuyas intenciones son de lo más inocentese inofensivas,

Espiar secretos, abrir o también leer las cartas ajenas, reve-lar sus palabras, ademanes y acciones ¿ qué hábitos há'yniásinconvenientes a la sociedad que éstos y, en consecuencia, quéhábitos más censurables?

Este principio es también el fundamento de la mayoria delas leyes de las buenas costumbres, que es una especie de 1110ralmenor, calculada potra la .coniodidad de las conversaciones yde las reuniones sociales.' Demasiada ceremonia o demasiadopoco de la misma es censurado, y tocio lo que promueve la co-modidad, sin llegar a una familiaridad indecente, es útil ylaudable,

Se aprueba la constancia en las amistades, en los afectos yen la familiaridad necesaria para asegurar la confianza y lasbuenas relaciones en la sociedad, Pero en los sitios de reu-

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nión general aunque casual, en lq,S>cuales la gente lleg~ pr?-miscuamente en busca de salud o de placeres, la convemenciapública ha hecho caso omiso a esta máxima y allí la cos-tumbre promueve una conversación que nada tiene de reserva-da, durante esa época, haciendo uso del privilegio de abandonarluego a todos los conocidos indi ferentes sin dañar la educa-ción o las buenas costumbres.

Aun en las sociedades establecidas sobre los principios másinmorales y más destructores de los intereses de la sociedadgeneral, son necesarias ciertas reglas que los miembros de lasociedad observan impulsados por una especie de falso honory también por egoísmo. Se ha hecho notar frecuentementeque los ladrones y los piratas nq,iJtpdrían mantener sus perni-ciosas confederaciones si no esta:ólecieran una nueva justiciadistributiva entre ellos y no volviesen a hacer uso de las leyesde la equidad que han violado para el resto de la humanidad.

Hay un proverbio griego que dice: odio al compañero deebriedad que no olvida jamás. Las locuras de una orgía debe-rían ser sepultadas en un eterno olvido a fin de dar plena liber-tad a las locuras de la próxima.En las naciones en las que una galantería inmoral está, en

cierto modo, autorizada por la costumbre, cuando está cubiertapor un débil velo de misterio, surge de inmediato una serie 4ereglas calculadas para la conveniencia de esas relaciones.' La.famosa corte o parlamento de amor, de Provenza, decidió anti-guamente todos los casos di fíciles de.esta naturaleza.

En las sociedades de juego hay<¡'ieyesnecesarias a la con-ducta del juego, y que varíal~coRi¡;ft~gajuego. Reconozco queel fundamento de tales sociec1ád~~,:i~sfrívolo y las leyes son,en gran parte, aunque no conl'pl~ta:t1jénte,caprichosas y arbi-trarias. En esto hay una di Ierencia esencial entre ellas y lasreglas de la justicia, de la fidelidad y de la lealtad. Las socie-dades generales de los hombres son absolutamente necesarias. para la subsistencia de la especie y la conveniencia pública, queregula la moral, está inviolablernente'establecida en la naturale-

za del hombre y en la del mundo en que vive. La compara-ción, por tanto,es en este sentido muy imperfecta. Ella sólopuede enseñarnos la necesidad de las reglas dondequiera quelos hombres tienen relaciones entre sí.

Ni siquiera pueden los hombres cruzarse en el camino, sinreglas. Los carreros, los cocheros y los postillones tienen prin-cipios por los cuales dejan vía libre, yesos principios se fun-dan generalmente en la mutua comodidad y conveniencia.Algunas veces también ellos son arbitrarios, o por 10 menosdependen de una especie de caprichosa analogía igual a mu-chos de los razonamientos de los abogados'.Para llevar el asunto aún más lejos, podemos observar que

a los hombres hasta les es imposible matarse los unos a losotros, sin una idea de la justicia y del honor, sin estatutos niprincipios. Las leyes de la guerra, así como las de la paz, y aúnesa deportiva especie de guerra que realizan los boxeadores,los luchadores, los que pelean con garrote y los gladiadores,está regulada por principios fijos. El interés y la utilidadcomunes infaliblemente dan origen a una norma del mal y delbien entre las partes interesadas.

1 El hecho de que el carro liviano deje lugar al más pesado y que, sise trata de carros iguales, el vacío deje lugar al cargado, es una reglaque se funda en la conveniencia. Los que van a la capital toman ellugar de los que vuelven de ella, y esto parece fundarse en alguna ideade dignidad de la gran ciudad y de la preferencia del futuro al pasado.Por iguales razones, entre los peatones se conserva la derecha, por locual unos tienen el lado de la pared y evita andar a loo empellones, quepara la gente pacífica es algo muy desagradable e inconveniente.

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SECCIóN QlJINT A

POR QUÉ LA UTILID,\D AGRAD:\

PRIMERA PARTE

Parece tan natural la idea de que la alabanza que hacemosde las virtudes sociales se debe a su utilidad, que uno esperaencontrarse con este principio en todas las obras de 105 queescriben sobre moral, como fundamento capital de sus razo-namientos e investigaciones. Podemos observar que en la vidadiaria siempre se hace referencia al carácter de utilidad, ya quese supone que no se puede hacer elogio de una persona quemostrar su utilidad al público y enumerar los servicios que haprestado a la sociedad y a los hombres. iQué alabanza, asi-mismo. aunque se trate de un objeto inanimado, si la regu,l,ari-dad y elegancia de sus partes no destruyen su convenienciapara cualquier finalidad utilitaria! y iqué apologia sati~~~c-toria para cualquier desproporción o aparente fealdad.si 1>9de-mos mostrar que tal particular disposición es necesaria:'parael uso a que está destinado! Un buque aparece más he¡'moso" él

los ojos de un artista o de cualquiera que conozca algo de na-vegación, si su proa es más ancha y dilatada que su ,popa, quesi estuviese construido con una precisa regularidad geométrica,en contradicción con todas las leyes de la mecánica. Un edi-ficio cuyas puertas y ventanas fueran cuadrados perfectos 1110-

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lestaría la vista debido precisamente a esas proporciones tanmal adaptadas a la figura de una criatura humana, para lacual esas construcciones estaban destinadas. No es de extra-ñar, pues, que un hombre cuyos hábitos y conducta son moles-tos a la sociedad y peligrosos o perniciosos para todo quientiene trato con él, fuera, por esta causa, objeto de desaproba-ción e hiciese nacer en cada espectador el más profundo senti-miento de odio y de disgusto',Pero quizá la dificultad de explicar estos efectos de la

utilidad o sus contrarios ha hecho que los filósofos se negarana admitirlos en sus sistemas de ética y los ha inducido más biena emplear cualquier otro principio al explicar el origen delbien y del mal morales. Pero el hecho de que ~ó podamos dar

1 No debemos imaginarnos que porque un objeto inanimado puedeser tan útil como un hombre, también ha de merecer, por tanto, deacuerdo a este sistema, la denominación de virtuoso. En ambos casos,los sentimientos excitados por la utilidad son muy diferentes: unoestá mezclado de afecto, estimación, aprobación, etc., pero no el otro.De igual modo, un objeto inanimado puede tener buen color y propor-ciones semejantes a las de una figura humana, pero nadie ha de ena-morarse del primero. Hay un numeroso conjunto de pasiones y desentimi~ntos cuyos únicos ob] etosson los seres racionales' pensantes,debido a la constitución original de su naturaleza, y aunque lasmismas cualidades sean transferidas a un ser insensible e inanimadoellos no han de excitar los mismos sentimientos. Las cualidades bené-ficas de las hierbas yde los minerales son, es verdad, llamadas a vecessus uirtudcs, pero esto es efecto de un capricho del lenguaje que nodebería ser tenido en cuenta en el razonamiento, porque aunque hayatilia especie de aprobación que acompaña aun a los objetos inanimados,Citando son benéficos, este sentimiento es, sin embargo, tan débil y tandi ferente al que se dirige a los magistrados y estadistas benéficos queno debería ser colocado bajo el mismo título o denominación.

Una pequeña variación del objeto, aun cuando se mantengan lasmismas cualidades, destruye un sentimiento. Así, la misma belleza,transferida a un sexo diferente, no excita pasión amorosa cuando lanaturaleza no está en extremo pervertida.

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una explicación satisfactoria del origen de un principio o queno 10 podamos reducir a otros más generales, no constituyeuna razón justa para rechazar un principio confirmado por laexperiencia. Y, si pensamos un poco sobre nuestro tema, 110

tendremos dificultad en explicar la influencia de la utilidad ydeducirla de los principios más conocidos y confesados de lanaturaleza humana.De la aparente utilidad de las virtudes sociales, los antiguos

y modernos escépticos han inferi~o fácilmente. ~lue todas l~sdistinciones morales tienen por ongen la educación y que PrI-meramente fueron inventadas y luego estimuladas por la habi-lidad de los políticos a fin d~,J},acertratables a los hon~bres yde subyugar su ferocidad y egoísmo naturales que los mcapa-citaba para vivir en sociedad. En verdad, debe~,os ~econocerque este principio de la preceptiva y de la edu~acl?n :Iene graneficacia, hasta el punto de aumentar o de dlsml~t,ur, allendesus normas naturales, los sentimientos de aprobación o ele re-pudio y aun puede crear, en casos particulares - sin ningúnprincipio natural - un nuevo sentimiento ~e esta clase: ~01110

es evidente que ocurre ~n las prácticas y ritos su?erstl~IOsos.Pero lo que nunca ha de ser reconocido por el investigadorjuicioso es que toda afección ~ repudio moral:s. ti~~en esteorigen. Si la naturaleza no hubiera hecho tal distinción basa-da en la constitución original. del espíritu, las palabras honora-ble y vergonzoso, amable y odioso, noble y despreciable jamáshabrían existido en el lenguaje ; ni los políticos, en el caso queellos hubieran inventado'esos #ffhinos, podrían haberlos hechointeligibles o hacerlos port4dgres de idea alguna para aqu<:lI?sque escuchan. De suerte que riada puede ser mas superficialque esta paradoja de los escépticos y sería bueno que en los ~1ásabstrusos estudios de lógica y de metafísica pudiéramos evitarcon la misma facilidad las cavilaciones de esa secta tal comoocurre en las prácticas y más in~eligibles ciencias de la políticay de la moral. .

Por tanto, se debe admitir que las virtudes sociales tienen

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una belleza y dignidad (amiablcllcss) naturales que, original-mente anteriores a toda educación o preceptiva, los recomien-da a la estimación de la indocta humanidad y atrae sus afec-ciones. Y como el carácter principal de estas virtudes es lautilidad pública, de la cual ellas derivan su mérito, se sigueque el fin hacia el cual tienden debe ser de algún modo agrada-ble a nosotros y debe apoderarse de algún afecto natural. Tie-ne que agradar, bien debido a consideraciones egoístas, bienpor motivos más generosos.

Con frecuencia se ha afirmado que como cada hombre estáestrechamente vinculado a la sociedad y percibe la imposibili-dad de una existencia solitaria, por esta causa-llega a ponersede parte de todos los hábitos y principios que promueven elorden social y que le aseguran la tranquila posesión de un bene-ficio tan inestimable. Valoramos nuestra felicidad y nuestrariqueza en la misma medida en que aplaudimos la práctica dela justicia y del carácter humanitario por los cuales, tan sólo,la unión social puede mantenerse y cada uno cosechar los fru-tos de la ayuda y protección mutua.

Esta deducción de la moral a partir del amara sí mismo, ode una consideración por el interés privado, es un pensamientoclaro, y no ha surgido por completo de las extrañas humora-das ni de las bromas de los. escépticos. Sin mencionar otros,Polibio, uno de los más graves y juiciosos, así como tino delos más morales escritores de la antigüedad, ha asignado esteorigen egoísta a todos nuestros sentimientos de virtud'. Pero

1 La lunnanidad desaprueba la desobediencia a los padres, 7:poopw¡.d-'/t)'J~ -:0 ,.L,iJ.j,'l'J, xcd O'·JiJ,oyt:QlJ.i·/ou; a':t ':'~ 1tCl(lCl1t)",¡QtO'/ bd,a,:,'l!; O:Ú~b)'Ja·J·(l<'J?T,,,",,. Y, por la misma razón, la ingratitud. =-auuque él parecemezclar aqui un afecto más generoso- aV'¡"Y"'¡",,~o~'lrIx;fLb ";"r. 7:,),,,;,ci:":x~i?rJ"':~'; o'É1t' (t~to.J; 'rO 1t.xpCl1t)."¡ato·J, e; ~\I {nroY(Y·/ETrt.( ':'t;. [""'H:1.'ita?' !i',:xa-;c!> 1";1; t'1):j y.:xO~~f)·/70; él u '/ á i¡ e: (1); ir. Qd OE W? (tX ~. Lib. VI.Cap:' 4. (bl. Gronovius). Quizá el historiador sólo quiso decir quenuestra simpatía y nuestro carácter humanitario se avivaba más alconsiderar el parecido de nuestro caso con el de la persona que sufre,10 cual es justamente sentimiento.

-,

aunque la solidez del sentido práctico de este autor y su aver-sión por todas las vanas sutilezas hacen que sp autoridad seamuy grande para el tema que nos ocupa, éste no es un asuntoque deba ser decidido por la autoridad, y la voz de la natura-leza y de la experiencia parecen oponerse evidentemente a estaegoísta teoría.

Frecuentemente alabamos las acciones virtuosas realizadasen edades y países remotos en los cuales la mayor sutileza dela imaginación sería incapaz de descubrir alguna apariencia deegoísmo o ele encontrar alguna conexión entre nuestra felici-dad y seguridad presentes con sucesos tan alejados de nos-otros,urlk acción generosa, noble y valiente, realizada por unadversario se impone a nuestra aprobación, mientras que pode-mos reconocer que sus consecuencias son perjudiciales paranuestros intereses particulares.

Cuando la ventaja privada y el afecto general por la virtudse dan juntas, fácilmente percibimos y COl! fesamos la rnez-cla, de estos distintos sentimientos que provocan una sensa-ci'.~11y-tienen un efecto muy di fe rente en el espíritu. Alaba-rnos, quizá, con más presteza los casos en que la generosaacción humana contribuye a nuestro interés particular; perolos temas de alabanza sobre los cuales insistimos nada tienenque ver con esta circunstancia. Y podríamos tratar de per-suadir a los otros de nuestros sentimientos sin tratar de con-'~~h?~rlos de que obtienen algtina v.e,ntaja por las acciones quele~,I'ecomendamos para su aprobación y aplauso...,.•11QI'jemos el modelo de un carácter digno de elogio, dota-do de las más amables virtudes y citemos ejemplos en loscuales éstas se muestran del modo más eminente y extraordi-'flario. En este caso habremos atraído fácilmente la estimay la aprobación de nuestro auditorio que ni piensa averiguaren qué país y en qué época vivió la persona que poseía tan no-bles cualidades, lo que sería la circunstancia más esencial de

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todas para el amor a sí mismo o con respecto a nuestra propiafelicidad individual.,Una ve.z un estadíst~, en el tráfago y lucha partidaria, Ile-

g? ~asta intentar, mediante su elocuencia, el destierro de unb~bll adversario, al cual se dirigió secretamente ofreciéndoledinero para su subsistencia durante el exilio, y calmándolocon argumentos de. consuelo para su infortunio. "Ay! - selamentaba el estadista desterrado - con cuánto dolor debodejar a mis amigos de esta ciudad donde aún mis enemigoss?n tan generosos! La virtud le agradaba en este caso, sibien se trataba de un enemigo. Y nosotros también le otor-gamos el justo tributo de alabanza y aprobación y no reti-ramo~ ,estos se~E,imientos cuando nos dicéñ que la acciónocurno en Atenas, hace unos dos mil años y que esas perso-nas se llamaban Esquiles y Demóstenes."¿A mí qué me importa?" Pocos casos hay en que esta

pregunta no sea adecuada, y sí tuviera la universal e infali-ble influencia que se le supone pondría en ridículo a todoescrito y a casi todas las conversaciones que contienen unaalaban~a o una .censura a los hombres y a las costumbres.

DeCIr qt:e por ;1ll esfuerzo de imaginación nos transpor-tamos a ~aJses y epo~as remotas y consideramos las ventajasque h~bnamos obtenido en estas circunstancias si hubiéra-mos SIdo contemporáneos y si hubiéramos tenido trato conlas person~s, es sólo un débil argumento que presentamos alser ap:emI~do~por los hec~os recién citados. No es posibleconcebir con:?'fJ?,~e~.e su.rglr. un sentimiento o .:una pasión~eale~ de un lrtt~f,e!?f~J!¡aglnaYloJ especialmente cuando nuestrointerés real se ,~X~nti~re,todavía en vista, y se reconoce fre-cuentemente que 'eS por completo distinto al imaginario y aunalgunas veces, opuesto a él. ' ,

l!n ~ombre traído al borde de un precipio no puede mirarabaJ,o SI~ temblar. E~ s.e,ntimientodel peligro imaginario puedeen el ma.s qu~ la. ?P11110? o l~ creencia de la seguridad real.Pero la imagmacron esta aqiu sostenida por la presencia de

80,1,

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un objeto excitante y con todo no prevalece salvo que tam-bién esté auxiliada por la novedad y la insólita apariencia delobjeto. La costumbre pronto nos reconcilia con las alturasy los precipicios, y acaba con estos falsos y engañosos terrores.Lo contrario puede observarse en los juicios que nos forma-mos de los caracteres y de los modales, y mientras más noshabituamos a un examen preciso de la moral, adquirirnos unsentimiento más delicado de las distinciones más leves entre elvicio y la virtud. En verdad, tenemos en la vida diaria tantasocasiones de determinaciones morales de toda clase que nin-gún objeto de esta clase puede ser I«levo o insólito para nos-otros, ni ninguna falsa opinión o predisposición podría man-tenerse en pie frente a una experiencia tan común y familiar.Ya que es principalmente la experiencia 10 que forma la asocia-ción de las ideas, es imposible que alguna asociación pudieraafirmarse y apoyarse en directa contradicción con este prin-cipio. ,\ ; f,"~!

La utilidad es agradable y atrae nuestra aprobación. Estees un hecho confirmado por la observación diaria. Pero ¡tÍtilr¿ Para qué? Para el interés ele alguien, seguramente. Enton-ces, ¿ para el interés de quién? No sólo para el nuestro, por-que nuestra aprobación frecuentemente se extiende más allá.Por tanto debe ser para el interés de aquellos a quienes esútil la persona o la acción aprobada, y podemos concluir queéstos, por más lejanos que sean, jamás 110S son completa-mente indiferentes. Al explotar este principio descubriremosuna gran fuente de distinciones morales.

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SEGUNDA PARTE

El amor a sí mismo es un principio de tan vasta energía.en la naturaleza humana y el interés de cada individuo está,en general, tan estrechamente conectado al de la comunidad,que hace merecedores de excusa a aquellos filósofos que ima-

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ginaron que toda nuestra p,reocupación por e~ público podríareducirse a una preocupacron por nuestra felicidad y conser-vación. En todo momento ellos vieron ejemplos de aproba-ción y de censura, de satisfacción o de disgusto por las perso-nas y las acciones. Y a los objetos de estos sentimiento~ losllamaron oirtudes, o bien vicios. Y observaron que los prtme-ros tenían una tendencia a aumentar la felicidad y los últimosa aumentar la miseria de la humanidad. y se preguntaron siera posible que nosotros pudiéramos tener algún interés ge-neral en la sociedad o algún resentimiento desinteresado enel bienestar o el daño ajenos. Y vieron que era más simpleconsiderar a estos sentimientos como modificaciones de! amora sí mismo y, por último, descubrieron un pretexto para estaunidad de principio, en la íntima unión de intereses que estan evidente entre e! público y cada individuo.

Pero a pesar de esta frecuente confusión, es fácil alcanzaraquello que los físicos (natural philosophers), siguiendo aLord Bacon, han llamado experimcniwn» crucis, o sea aquelexperimento que señala e! camino verdadero en cualquieraduda o ambigüedad. Nosotros hemos encontrado casos en queel interés privado puede ser separado de! interés público,en los cuales era aún lo contrario, y hasta ahora hemos obser-vado que el sentimiento moral continúa pese a esta separaciónde los intereses. Y en todos los casos en que estos interesesdistintos se daban perceptiblemente juntos, siempre hemosencontrado un perceptible aumento de este sentimiento y unmás cálido afecto por la virtud y execración por el vicio osea lo que propiamente llamamos gratitud y rencor (reuenqe ),Compelidos por estos ejemplos, debemos renunciar a la teo-ría que explica todo principio moral por el amor a sí mismo.Debemos adoptar un afecto más público y reconocer que losintereses- de la sociedad no nos son, ni siquiera por sí mismos,enteramente indi ferentes. La utilidad es sólo una tendenciahacia iun cierto fin y es una contnuiiccién en los términosque algo agrade como medio para un fin si el fin mismo de

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ningún modo nos afecta. Por tanto, si la utilidad es unafuente del sentimiento moral y si esta utilidad no es siempreconsiderada con una referencia hacia el yo, se sigue que todolo que contribuye a la felicidad de la sociedad se recomiendadirectamente a nuestra aprobación y buena voluntad. Estees un principio que explica, en gran parte, el origen de la mo-ralidad. ¿Y qué necesidad tenemos de buscar remotos vabstrusos sistemas cuando disponemos de uno tan patente ynatural? 1

¿Tenemos alguna di ficultad para comprender la fuerza dela benevolencia y del carácter humanitario, o para concebirq.ue la sola presencia de la felicidad, del goce, de la prospe-ridad, clan placer, y que la presencia del dolor, del sufrimien-to, de la pena comunican desosiego? El semblante humanodice Horacio 2, toma prestadas las lágrimas y las sonrisasdel semblante humano. Si aislamos a una persona vemos que-pierde todo goce, excepto los ele la naturaleza sensual o espe-

l' .

1 No es necesario extender nuestras investigaciones hasta el puntode preguntar por qué tenemos carácter humanitario o sentimiento desemejanza para con los demás. Es suficierite con que se experimentecomo constituyendo un principio de la naturaleza humana. Deberemosdetenernos en algún lugar en nuestro examen de las causas, pues entodas las ciencias hay algunos principios generales allende los cualesno podemos esperar encontrar ninguno más general. Ningúrí hombrees absolutamente indiferente de la felicidad y de la miseria de losdemás. Lo primero tiende a darle placer; lo .segundo dolor. Cada unopuede ver esto en sí mismo. Y no es ~f-o~-ableque estos principiospuedan ser reducidos a otros más simple~-:,'yü\liversales, por másesfuerzos que se hagan con este fin. Pero aú'n' si fuera posible, ellono pertenece al tema que nos ocupa, de modo que aquí podemos, conseguridad, considerar estos principios como originales, Seremos felicessi podemos mostrar todas las consecuencias con claridad y lucidez.

"Uti ridcntibus arridcnt, ita [lcnlib us adilcntHttntani tniltus'',

<Horacio.

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culativa, y esto es así por que los movimientos de s~ corazónno son producidos por los movimi:ntos correspondientes desus semejantes. Aunque las expresIOnes, de pena y d,e pesarson arbitrarias, nos afectan con melancolía, pero. los su:tomasnaturales de lágrimas, gritos y gemidos, nunca dejan de l~lfu~l-dimos compasión y desasosiego. Y si los efectos de la nuserianos tocan de una manera tan vivaz ¿ puede suponérsenos com-pletamente insensibles o indiferentes por sus ca~:as cuand?se nos presenta una persona o una conducta maliciosa o trai-~rn? ¡

Supondremos que penetramos el: un depart~~ento cómodo,templado, bien dispuesto. Necesanamente recibimos placer alsólo verlo, porque nos obsequia con las agrac!able,s Ideas decomodidad, satisfacción y goce. Aparece el dueño' de casa,hospitalario, de buen humor y carácter. Esta circunstanciasezurarnente debe embellecer el conjunto, ya que 110 podemosdejar fácilmente de reflexionar con placer sobre la satisfac-ción que resulta de trato y buenos oficios.

Toda su familia expresa su ficientemente su felicidad en lalibertad, tranquilidad, confianza y sereno goce, difuso en sussemblantes. Y yo experimento una agradable simpatía a lavista de tanto goce y nunca puedo considerar su origen sin sen-ti r las más agradables emociones.Mecuenta el dueño de casa que un tiránico y poderoso veci-

no ha tratado de quitarle su herencia y por largo tiempo haperturbado sus placeres inocentes y sociales. Inmediatamentesiento que en mí surge indignación contra tal violencia y per-juicio. ....",',

"Pero no es extraño - agrega - que un mal"pHvado pro-venga de un hombre que ha esclavizado provincias.idespo-blado ciudades y que ha hecho correr ríos de sangre por elpatíbulo y por los campos". La visión de tanta miseria mehorroriza y la más poderosa antipatía me mueve contra suautor. ,. ,~r ',: ~;1;.'. !

En general es cierto que, a cualquiera parte que vayamos,

2 g!i!... §F 5:;~¡;t~Y~Y····.'-:·

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sobre cualquier cosa que reflexionemos o conversemos, todose nos presenta también bajo el aspecto de la felicidad o de1a.;.)l1iseriahumanas y excita en nuestro corazón un movimientosimpático de placer o de desasosiego. En nuestras ocupacionesserias, en nuestras descuidadas diversiones este principio ejercetambién su activa energía.

Cuando t111 hombre entra al teatro queda inmediatamenteimpresionado por la vista de tan grande multitud de personasque participan en una diversión común y al sólo verlo experi-menta una sensación [sensibiliiy) o disposición superior deestar afectado por el mismo sentimiento que comparte con sussemejantes.

Observa que los actores están animados al ver el teatro llenoy excitados de tal modo que no pueden dominarse en ningúnmomento ele calma o de soleelad.

Un hábil poeta podría notar que, en el teatro, todo movi-miento se comunica, como por arte de magia, a los espectado-res, los cuales lloran, tiemblan, se ofenden, se regocijan o sonin flamados por toelas las pasiones que mueven a los di ferentespersonajes del drama. .

Si algún suceso se opone a nuestros deseos e interrumpela felicidad de los personajes favoritos, experimentamos unasensible ansiedad y preocupación. Pero si sus sufrimientosproceden ele la perfidia, de la crueldad o ele la tiranía de unenemigo, nuestros corazones están afectados por el resenti-miento más vivaz contra el autor de estas calamidades.

AqUÍ se estima contrario a las reglas del arte representarcualquiera cosa fría o indiferente. Un amigo lejano o uncon fidente que no tiene un interés inmediato en la acción.debería ser excluido por el poeta, si fuera posible, puescomunica al auditorio una indi ferencia similar y detiene el'progreso de las pasiones.

Pocas clases de poesía son más divertidas que la pastoral,y todos nos damos cuenta que la principal fuente de su placersurge de las imágenes ele suave y gentil tranquilidad que repre-

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senta en sus personajes y de. la cual comunica un sentimientosimilar al lector. Se sabe que Sannazaro se equivocó en suelección al llevar la escena a la playa, si bien presentó eIMsbello objeto de la naturaleza. La idea de la fatiga, del tr~oy del peligro sufrido por los pescadores, es dolorosa de~ido auna inevitable simpatía que acompaña a toda concepción dela felicidad o de la miseria humanas.

"Cuando vo tenía treinta años - dice un poeta francés -Ovidio era "mi favorito; ahora tengo cuarenta y prefiero aHoracio." Es verdad que penetramos más fácilmente en lossentimientos que se parecen a los que experimentamos adiario, pero ninguna pasión, si está bien representada, puedesernos enteramente iudi ferente, porque no hay -una de la cualel hombre no tenga dentrode sí, por lo menos, sus semillas yprimeros principios. Corresponde a la poesía acercarnos atodos los afectos mediante vivaces imágenes y representacio-nes, y hacerlas aparecer como verdaderas y reales, lo cual esuna prueba segura de que dondequiera encontremos la reali-dad nuestros espíritus están dispuestos a ser muy afectadospor ella,

Cualquier suceso o noticia reciente que afecta el desti-no de los estados, de las' provincias o de muchos individuoses sobremanera interesante aun para aquellos cuyo bienestarno está inmediatamente comprometido. Tales nuevas se pro-pagan aceleradamente, son escuchadas ávidamente y averi-guadas con atención e interés. En esta ocasión el interés dela sociedad parece ser en cierto modo el interés de cada indi-viduo. Es cierto que la imaginación es afectada aunque laspasiones excitadas no sieinprc'puedan ser tan poderosas yfirmes que alcancen a tener" gnüfinfluencia sobre la conductay el comportamiento.

La lectura de la historia parece un tranquilo entreteni-miento, pero no sería entretenimiento de ninguna clase sinuestros corazones no latieran al compás de aquellos que elhistoriador describe. .,

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Tucídides y Guicciardini di fícilmente sostienen nuestraatención, mientras el primero describe las triviales refriegasde las pequeñas ciudades de Grecia y el último las inofensi-vas guerras de Pisa. Las escasas personas y los menudosintereses no llenan nuestra imaginación ni atraen nuestrosafectos. La angustia del numeroso ejército ateniense delantede Siracusa y el peligro que de cerca amenaza a Venecia exci-tan, ciertamente, compasión y promueven terror y ansiedad.

El indiferente y no interesante estilo de Suetonio, 10 mismoque los magistrales escritos de Tácito nos pueden convencerde la crueldad y del carácter depravado de Nerón o de Tiberio.Pero iqué diferencia de sentimientos! Mientras el primerorelata fríamente los hechos, el segundo pone ante nuestrosojos. las venerables figuras de un Sorano y de un Trasea,intrépidos frente a sus destinos y sólo inquietados por lasconmovedoras penas de sus parientes y amigos. iQué simpatíatoca entonces al corazón humano! ¡Qué indignación contrael tirano cuyo infundado recelo provocan barbaridades tandetestables! ..

Si nos aproximamos más a estos temas, si retiramos todasospecha de ficción o de engaño i qué poderoso interés seexcita y cuán superiores, en muchos casos, las limitadas ata-duras del amor a sí mismo y del interés privado! La sediciónpopular, el fanatismo partidario y la devota obediencia a loscabecillas facciosos son algunos de los efectos más visibles,aunque menos laudables, de esta simpatía social en la natu-raleza humana.

También la frivolidad del tema, podemos observar, no escapaz de separarnos por completo de lo que se asemeja alsentimiento y afecto humanos.

Cuando una persona tartamudea y pronuncia con di Iicul-tad, hasta llegamos a simpatizar con esta trivial incomodidady sufrimos por quien tartamudea. Y es una regla de estéticaque toda combinación de sílabas o de letras que es dolorosaa los órganos del habla cuando se recita, debido a una especie

"

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de simpatía, también parece al oído áspera y desagradable.y hasta cuando recorremos con los ojos las páginas de unlibro, percibimos una composición inarmónica porque aún nosimaginamos que alguien nos lo recita y padece la pronuncia-ción de esos discordantes sonidos. iHasta este punto es deli-cada nuestra simpatía!Las actitudes y movimientos fáciles y desenvueltos son

siempre hermosos. Un aire saludable y vigoroso es agradable.Los vestidos que abrigan sin agobiar el cuerpo y que protegensin ajustar los miembros son de buen gusto. En tocio juiciode belleza entran en consideración los sentimientos (feeZings)de la persona afectada y comunican al espectador iguales sen-timientos (touches ) de dolor o de placer 1".¿ Por qué noshemos de extrañar, entonces, si no podemos pronunciar juiciosacerca del carácter y de la conducta de los hombres sin consi-derar las tendencias de sus acciones y la felicidad o miseriaque de ellas se derivan para la sociedad? ¿Qué asociaciónde ideas podría actuar si ese principio fuera totalmente ine-ficaz? Z

1 "Decentior equus cuj us astricta sunt ilia; sed idem velocior. Pul-cher aspectu sit athleta, cujus lacertos exercitatio expressit ; idern cer-tarnini paratior. Nunquam enirn specics ab utilltate dividitur. Sed hocquidern discernere modici judicii est". QUINTILlA xo, Inst, Lib. VIII,Cap. 3.

2 Según la posición que ocupa y de acuerde a las relaciones queposee, esperemos de él un mayor o menor grade de bien y, cuandonos vemos defraudados, censuramos su inutilidad y mucho más lecensuramos a él si de su conducta o comportamiento surge algún malo perjuicio. Cuando les intereses de un país dificultan la acción deotro, estimamos el mérito de un estadista por el bien e el mal que supropio país recibe debido a sus medidas y consejos, sin tener en cuentales perjuicios que causa a sus enemigos y rivales. Les objetos quetiene inmediatamente en vista, cuando juzgamos su carácter, sen susconciudadanos, Y cerne la naturaleza ha pues te en cada une un afectesuperior por su propia patria, cuando hay rivalidad jamás esperamos

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Si debido a una fría insensibilidad o a un temperamentomiserablemente egoísta un hombre permanece indiferente antelas imágenes de la felicidad o de la miseria humanas, debe serigualmente indiferente respecto de las imágenes del vicio yde la virtud. Así como, por otra parte, se ve siempre queuna cálida preocupación por los intereses de nuestra especieva acompañada de un delicado sentimiento por todas lasdistinciones morales, por un resentimiento por las ofensashechas a los hombres y por una viva complacencia en subienestar. En este particular, aunque se observan grandesdiferencias entre un hombre y otro, ninguno es tan comple-tamente indi ferente por los intereses de sus semejantes alpunto de no llegar a percibir distinciones morales entre lobueno y lo malo como consecuencia de las diferentes tenden-cias de las acciones y los principios. En verdad, ¿ cómo po-demos suponer que es posible que algún ser humano, quetuviese que preferir entre un carácter o sistema de conductaque es benéfico para su especie, y otro que es pernicioso, noha de dar, por lo menos, una fría preferencia al primero oconsiderarlo digno de algún mérito y de consideración? Su-pongamos que tal persona sea tan egoísta como se quiera yque su interés privado ,haya acaparado, de igual modo, todasu atención; esta persoliu¡'ch"'casos en que no le incumben,debe sentir alqun« propensión hacia el bien de la humanidady hacerlo objeto de su elección en caso de paridad en losdemás respectos.

¿ Sería capaz, un hombre que va caminando, de pisar lospies gotosos de otro hombre, con quien no tiene pendencia

ninguna consideración por las naciones alejadas. Y este sin decir que,sentimos que el interés general de la humanidad es mejor promovidocuan de cada une consulta el bien de su propia comunidad que porvagas e indeterminadas consideraciones para el bien de la especie, dedonde jamás podrá surgir una acción benéfica por falta de un objetodebidamente limitado sobre el cual podria ejercerse.

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alguna, tan de buena gana. como pisa la dura piedra de lacalzada? De seguro, este es un caso diferente,

Sin duda tomamos en consideración la felicidad y la mi-seria de los demás al considerar los diversos motivos de laacción y nos inclinamos hacia los primeros en caso de que nin-gún interés privado 1105 arrastre a buscar nuestra propia pro-moción o ventaja mediante el daño de nuestros semejantes, Ysi los principios del carácter humanitario pueden en muchoscasos influir sobre nuestras acciones, deben tener, en todotiempo, alguna autoridad sobre nuestros sentimientos y darnosuna aprobación ge~eral por lo que es útil a la sociedad, y cen-.surar lo que es pehgroso o pernicioso. Se pueden discutir losgrados de estos sentimientos, pero hay que creer que la realidadde su existencia debe ser admitida en toda' 'teoría o sistema.Una criatura .completamente rencorosa y maliciosa - si es

que la hubiera en la naturaleza - debería ser más que indi-ferente a las imágenes del vicio y de la virtud. Todos sussentimientos deberían estar invertidos y ser directamenteopuestos a aquellos que prevalecen en la especie humana.To~o lo que contribuye al.bien de la humanidad debería pro-ducirle desagrado y desosiego, porque se opondría a la ten-den<:ia constante de sus voliciones y deseos y, por el con-trario, todo lo que fuese fuente de desorden y de miseria enla sociedad, por la misma razón, debería considerarlo conplacer y con gusto. Timón, que probablemente fué llamado"el mis.ántropo·' más debido a su pretendido mal humor quea una inveterada maldad, abrazó a Alcibíades con gran ter-nura: "Prosigue, hijo mío - le dijo, - gánate la confianzade~ pt:,e~lo.. Pre~~o que algú:l. día llegarás a causarle grandesdanos . SI pudiéramos admitir los dos principios divinos delos man~qt~eos, tendríamos COIllO inmediata consecuencia quesus sentinuentos respecto de las acciones humanas, como res-pecto ele todas las demás cosas, deberían ser totalmente opues-

1 PLUTARCO, Fi/a Alcibituies.

tos y que todo ejemplo de justicia y de carácter humanitarlI bid " . io,(e loa esta necesaria tendencia, debe agradar a una deidady desagradar a la otra. Toda la humanidad se parece tanto alprincipio del bien que,. CUm,l(~~inte.rescs o afanes de venganzano falsean nuestra disposición, siempre estamos inclinadospor natural filantropía, a dar la preferencia a la felicidad elela sociedad y, en consecuencia, a la virtud, frente a su opues-to. Quizá jamás existe una absoluta, desinteresada y no pro-vocada maldad en el corazón humano; o, si existiese, deberíafalsear todos los sentimientos de la moral así como los sen-timientos humanitarios. Si se admite que- la crueldad deNerón fué completamente voluntaria y 110 más bien debida aun constante temor y resentimiento, es evide;1te que Tigelino,y no Séneca o Burro, hahrían tenido su uni forme y constanteaprobación.

Nos preocupamos más apasionadamente por tUI estadista oun patriota que sirva a nuestro propio país en nuestra épocaque por uno cuya benéfica in fluencia actuó en lejanos paísesy edades remotas, en los cuales el bien que resulta de su gene-roso carácter humanitario, al tener menos relación con nos-otros, nos parece más oscuro y nos afecta con una simpatía

., ...plenos viva, En ambos casos podemos reconocer que el mé-'i'':t/''.f.itoes igualmente grande aunque nuestros sentimientos no seLI d "h~lllen a igual altura. El juicio corrige aquí las desigualdades

de las emociones y percepciones internas y de igual modo nospreserva de error en las diferentes variaciones de las imáge-nes presentadas a nuestros sentidos exteriores, El mismoobjeto, a una distancia doble, suscita realmente en el ojo una!igura que es sólo la mitad en tamaño y, sin embargo, nosImaginamos que aparece de la misma medida en ambas situa-ciones porque sabemos que al aproximarnos a él su imagen seagrandará en nuestro ojo y que la di ferencia no reside en 'elobjeto mismo sino en nuestra posición con respecto a él. Y,en verdad, sin una semejante corrección de las apariencias.tanto en el sentimiento interno como en el externo. los hOI11-

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br 'es Jamás podríansobre ningún ob iet pensar o hablar de u~~ce~l'fllna cOntin~lao~';;'~a~,l~esus fluctuante~ ~~~o, constantee ,1 cremes posicion Ion en los objetos e ClOnespro-ÑIlentras ma's es y aspectos 1 y los colocan en

v OOn~~ ,J or es el trato so ' amos con los hom ' ,mos Con estas clal qu: mantenemos h)es y 111lentrasIlla-cuales nuestra preferencIas y distl'n " IlldS 1]os familiarl'z', convers .: Clones a-~er lIlteligibles al ' ~CIOIly 1ll1estro dis generales sin lashar a si y prollIno, El inte' Curso apenas pod ' ., no pued res de d nanque surjan de él f e suponerse que la ca ~ Uno es pecu-tanto, el lengua' e a ect~n a los demás en s av~rslOnes y cleseosestar CQnfo'rm Jd COll1un,constitul'do el nllSIllOgrado p .f" a o se ' para 1 ' or;)mf J?S epítetos de r%l concepciones iÚá: uso general, debe

¡.~,:ntlllllClltosque d ,a a anza o de censu l generales y debenldad, y si estos env~n ~Ielos intereses :a (e, acuerdo con los

Sentlllllentos 1 ",ene¡ales de laen a maYoría ele I COI11U_

Os hombres1 Por una raz' '.

caractere on Slm¡Jar lass, no de su .' tcndencias 1

qUe considera s accIdentales COI • <. e las acciones 'rales aUn mas cm nuestras det .lsecuenclaS reales .J- de losIl<;J p'odem~:e de? nuestro real sen~;~ln~cioncs morales' oS~::i ~~s únicassituación', " ej ar- de prestar m "".~n o (real fee/in. elOS gene-que ejerc'/ ;IrtUd los hace rcaln ~~q,t;-~pnsideraci6n : 01' SrJ/Jlimellf)ben' l I a as virtudes so . l e lente"'útiles a la ' aquel10s Cllya

evo os. Se cm es s610 ú . SOCIedadesfuerzo ejel pparan~o el car;lcter de 1en

flIcnas intenciones ~ que a lino

concedemos la e~~amlellto, declaramos ~ orltuna por trn fácil yen afectos

en co " " llSma alaba Igua es a esta d necesariosobre r::~~:~~pariencia, pe~~all~enera1. El juicio c~rri;e personas y les'<,p" ";',r?,}nllento. es completamente o se esfuerza

",01:; que se d' capaz de p laquel' 0("·; ICC que es] I reva ecer

.' ro, ,Sino p e (uraznerotorgaría la'm' arque produce más o,. Por ejemplo es 'truído los d Isma alabanza auu o mejor fruta? .Y mejor queta~bl" uraznos antes ele 1 que gusanos v ca ó acaso no se le." el! en 1 ogra . ,racoles h b'

f:ídl\'nente a moral, el árbol por' r complcta madurez' N u leran des-en otro' entre la naturaleza y ~s frutos? ¿ y no P~d ¿ o se Conoce,

. ' e accidente tant' emos distinguir, ~ o en un caso COlno

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no son tan poderosos como aquellos que tienen una referenciaal bien privado, aun así deben hacer alguna distinción - hastaen las personas más depravadas y egoístas - y debe adscribirla noción de lo bueno a la conducta benéfica y de lo malo ala contraria. Admitiremos que la simpatía es mucho más débilque la preocupación por nosotros mismos y que la simpatíahacia personas que nos son lejanas es mucho más débil quela que tenemos por las personas próximas y contiguas, peropor esta'rnisma razón es necesario, en nuestros serenos juiciosy discursos acerca de los caracteres ele los hombres, que des-preciemos todas estas di ferer'l\:ias y que hagamos nuestrossentimientos más públicos y sociales, Aparte de que nosotrosmismos cambiamos nuestra situación en .este particular, todoslos días encontramos personas que están en una situación di-ferente a la nuestra, quienes jamás podrán conversar connosotros si tuviéramos que quedarnos en la posición y puntoele vista que nos es peculiar, Por tanto, el intercambio elesentimientos en sociedad y la conversación, nos hacen formaruna norma general inalterable por la cual podemos aprobaro desaprobar los caracteres y las costumbres, Y aunque elcorazón no se ponga por completo de parte de estas nocionesgenerales ni regule todo nuestro amor u odio mediante lasdiferencias abstractas y universales del vicio y de la virtud,sin considerar al yo o a las personas con las cuales estamosmás íntimamente ligadas, estas diferencias morales tienen,empero, una considerable influencia, y como nos bastan' almenos para el discurso, sirven para todos nuestros fines enlas reuniones sociales, en el púlpito, en el teatrg'~:'e!1,la~escuelas 1, .'

1 La naturaleza ha ordenado sabiamente que nuestras relaciones pri-vadas deban prevalecer generalmente sobre nuestras consideraciones yopiniones universales, De otra manera, nuestros afectos y accionesse disiparían y se perderían, por falta de un obj eto propio; limitado,Así, un pequeño beneficio hecho a nosotros mismos o a nuestros amigos

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Así, cualquiera sea el modo en que consideremos este tema,siempre aparece uniforme el mérito que adscribimos a lasvirtudes sociales, y que surge principalmente de la considera-ción que el sentimiento natural de benevolencia nos impulsaa prestar a los intereses de la humanidad y de la sociedad.Si consideramos los principios de la estructura humana talcomo aparecen en la experiencia y en la observación diaria,debemos concluir, a priori, que es imposible que una criaturacomo el hombre sea totalmente indiferente al bienestar o almalestar de sus semejantes y no declarar espontáneamente,- cuando no hay ninguna tendencia especial - que 10 quepromueve la felicidad de la humanidad es, sin más, bueno, ylo que tiende. a su miseria es malo. He aquí, pues, al menos,los débiles rudimentos o bosquejos de una distinción qeneralentre nuestras acciones. Y en la misma medida en que se.supone que aumenta el carácter humanitario de la persona ysus vínculos .COI1 aquellos que son dañados o beneficiados ysu vivaz concepción de su miseria o felicidad, su consiguientecensura o aprobación. adquieren un vigor proporcional. Nohay ninguna necesidad de que una acción generosa, mencio-nada. tan sólo en una vieja historia o en un periódico delpasado, deba comunicar poderosos sentimientos de admira-ción:p. de aplauso. La virtud, a esa distancia, es como unaestrella fija que, aunque alojo de la razón. pueda parecer tanluminosa como el sol en su meridiano, está infinitamentealejada para tocar a los sentidos con luz o calor. Si aproxi-mamos esta virtud, por nuestro conocimiento o relación conestas personas o aún por un elocuente relato del caso, seconmueven inmediatamente nuestros corazones, se aviva

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cercanos excita sentimientos más vivaces de amor y de aprobación queun gran beneficio hecho a una república distante. Pero aquí, comoen todos los sentidos. sabemos siempre corregir estas desigualdades porla ~eflexióll. y retener una norma general de vicio y. de virtud, fun-dada principalmente sobre la utilidad general.

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nuestra simpatía y nuestra fría aprobación se convierte enlos más cálidos sentimientos de consideración y de amistud.Estas parecen ser las consecuencias necesarias e infalibles delos principios generales de la naturaleza humana, tales comose descubren en la práctica y en la vida diaria. .Por otra parte, invirtamos estos puntos de vista y razona-

mientos. Consideremos el asunto a posieriori y, pesando susconsecuencias, preguntemos si el mérito de la virtud socialno deriva, en gran parte, de los sentimientos humanitarioscon los cuales afecta a los espt;ctadores. Parece ser un hechoque la circunstancia de la utilidad es, en todos los sujetos, unafuente de aprobación y de alabanza; que constantemente seapela a ella en todas las decisiones m~r~les sobre el mérito odemérito de las acciones; que es la umca fuente de la altaconsideración concedida a la justicia, a la fidelidad, al honor,a la lealtacl y a la castidad; que es inseparable de todas las otrasvirtudes sociales, de la benevolencia, de la generosidad, de lacaridad afabilidad, suavidad, compasión y moderación y, enuna palabra, que es el fundamento de la parte más importantede la moral, la cual tiene referencia a la humanidad y a nues-tros semejantes.

Parece también que en nuestra aprobación a las persorl3¡sy a las costumbres, la tendencia utilitaria no nos mueve ¡jiH' ..,:.}consideraciones de interés personal sino que tiene una influen-cia mucho más amplia y universal.

Parece que una tendencia hacia el bien público y en pro dela paz, de la armonía, y del orden sociales nos atrae siemprea favor de las virtudes sociales.val conmover los benévolosprincipios de nuestra naturaleza. Y, como adicional confir-mación, parece que estos principios de benevolencia y simpatíapenetran tan profundamente en todos nuestros sentimientos ytienen una influencia tan potente que pueden capacitarlos paraprovocar los aplausos y censuras más poderosas. La pre-sente teoría es el simple resultado de todas estas inferencias.

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cada una de las cuales parece fundada en la uniforme expe-riencia y observación,

Si hubiera dudas acerca de si existe en nuestra naturalezaun principio tal como el carácter humanitario o el interés porel prójimo, aún cuando vemos en innumerables casos quecualquier cosa que tiene una tendencia a promover los in-tereses de la sociedad es aprobada en. alto grado, deberíamosele allí conocer la fuerza del principio benevolente, puestoque es imposible que algo agrade como medio si el fin escompletamente indiferente, Por otra parte, si fuera dudosoque algún principio general de aprobación o censura moralestuviera implantado en nuestra naturaleza, aun cuando ve-mos en innumerables casos la influencia del carácter huma-nitario, deberíamos concluir, por tanto, que esto sería impo-sible, si todo lo que promueve el interés de la sociedad nocomunicase placer y lo que es pernicioso no comunicasedesasosiego, Pero ¿ cuando estas indiferentes reflexiones y ob- ,servaciones están de acuerdo en establecer la misma conclu-sión, no deberán hacerla evidente e indisputable?

Se puede esperar, sin embargo, que el progreso de esteargumento traerá mayor confirmación a la presente teoría, almostrar el origen de otros sentimientos de estima y de res-peto derivados de principios iguales o parecidos,

SECCIÓN SEXTA

DE LAS CUALIDADES ÚTILESA NOSOTROS M1S;),[OS

PRIMERA PARTE

P?rece evidente que cuando somecuahdad o a un hábito' l' temas a examen a unadicial a la persona' que' ISI en a gun respecto parece perju-para la acción y los ne o~/o:ee, o ~s tal que lo incapacitay clasificado entre susgfalt s, ll1~tantanea~lente es censuradocia, la negligencia la falt das e dln_¡perfecclOnes,La indolen-, , ,a e or eü y d 'dcion, la inconstancia la pr ' it " e meto o, la obstina-cualidades que J'amás' I ,edclpla:lOn y la credulidad san ,,':!

, tan SI o estimada "para el carácter y mucho I s como I11dlferentesvirtudes o hazal:las El ~n~n,os Jan sido ensalzadas como

'. perJlIlclO e derihace evidente de inrnedí t lue enva de ellas se nosd I la o y nos da el se ti .e a desaprobación. ;!':\, n rrnlento del dolor y

Se admite que ninguna ci lid d~~>¡i, .,;ble ni digna de alabanza' 1,ladl a ~~.'absolutamel}te censura-U . ' '. o o esta. de acu dn Justo medio, dicen los reri "~,,;,, -. er o a su grado.ele la virtud. Pero este me~io pat:flco~, ~s 10 característiconado por la utilidad E esta pnnclpalmente determi-

d . s recomendable p .cua a celeridad y prontitud l f , oroejemplo, tina ade-faltan nunca se adelanta l en. os .1;egocIOS• Cuando éstos

en a eJectlClon de 'ningún propósito.

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Cuando .sobran nos comprometen en empresas precipitadasy mal dispuestas, Por tales razonamientos, fijamos la adap-tada y recomendable mediocridad en todas las disquisicionesde moral y de prudencia, y jamás pierden de vista las ventajasque resultan ele cualquier hábito o carácter.

Ahora bien, como estas ventajas son gozadas por las per-sona~ poseedoras de ese carácter, jamás podrá ser el alHo)'

propio 10 que hace que sea agradable su contemplación, anosotro~" espectadores, y lo que estimula nuestra estima yapr~baclOn. No hay fuerza de imaginación que pueda con-vertimos en otra persona y hacernos imaginar que, siendoesa persona, obtenemos beneficios debido a las valiosas cua-lid~des ~ue !: perte~ecen. 0, si' 10 hiciese, no .habría prestezade imagmacron posible que pudiera transportarnos de nuevoa noso~ros mismos y hacernos amar y estimar esa personac?mo diferente a nosotros. Ideas [ulcuis] y sentimientos (SCII-

tlllle~lts) tan o~uestos a la verdad conocida y tan opuestos en-tre SI, no podrían tener lugar, al mismo tiempo, en la mismapersona. Por consiguiente, toda sospecha ele consideracionesegoístas -queda excluida de aquí. El principio que muevenuestro corazón y que nos interesa en la felicidad de lapersona que contemplamos es muy di fe rente. Cuando sunatt~r~~ talento y sus habilidades adquiridas nos presentanI,a .VI51011 de la elevación, del progreso, de la reputación, deleXJt? fa~?rable, del constante dominio de la fortuna y dela ejecucion de graneles empresas ventajosas, nos sentimos to-cados por .imágenes. muy .agradables y sentimos que surgec?mplacencIa y consideración hacia ella. Las ideas de feli-cidad, ele _gozo, de triun fo, de prosperidad están relaciona-dns con todas l~~ circunstancias de su carácter y di fundenen nuestros espmtus un agradable sentimiento de simpatíay ele carácter humanitario l.

1 Podríamos atrevernos a a firmar que no hay criatura humana a lacual la apariencia de la felicidad - siempre que no exista envidia o

Supongamos una persona constituida de un modo tal quecarece de todo interés por sus semejantes y que considerala felicidad y la miseria de todos los seres sensibles con unaindiferencia mayor aún que dos matices contiguos del mismocolor. Supongamos que, estando la prosperidad de las na-ciones en una mano y su ruina en la otra se le pidiese quedecidiera, que se quedara como el asno del escolástico, irre-soluto e indeterminado, entre iguales motivos o, más bien,como el mismo asno entre dos pedazos de madera y demármol, sin ninguna propensión o inclinación hacia un ladoo hacia otro. Creo que ha de admitirse como justa conse-cuencia que una persona semejante, al ser completamente in-diferente, tanto para el bien público de una comunidad comopara la utilidad privada ele los demás, consideraría todas lascualidades, por más perniciosas o benéficas que fueran parala sociedad, o para su poseedor, con la misma indi Ierenciacon que miraría el objeto más común y sin interés.

Pero si en vez de este monstruo imaginado suponemosque un hombre da un juicio o toma una determinación en

propósitos de -venganza - no proporcione placer, así como la de lamiseria, disgusto. Esto parece inseparable de nuestra constitución ycontextura. Pero sólo los espíritus más generosos son impulsados abuscar apasionadamente el bien de los demás, y a abrigar una verda-dera pasión por el bienestar de ellos. En los hombres de espíritu estre-cho y mezquino esta simpatía no alcanza más que a un débil senti-miento de la imaginación que sólo sirve para excitar los sentimientosde complacencia o de censura, y los hace que apliquen a los obj etosdenominacioneshonrosas o deshonrosas. Una persona que se encuentraen la más sórdida miseria, por ejemplo, alaba sobremanera la aplicaciány la frugalidad aún en los demás y, en su estimación, 105 pone porencima de todas las otras virtudes. Conoce el bien que surge de ellasy siente esa especie de felicidad con una simpatía más vivaz que cual-quier otra que se le pudiera presentar, aunque quizá no habría de des-prenderse de un chelín para hacer la fortuna del hombre aplicado aquien -alaba tanto.

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el caso, hay para él un claro motivo de preferencia - si todolo demás es igual - y, por más fría que sea su elección, sisu corazón es egoísta o si las personas interesadas estándistantes de él, aún así debe haber una elección o distinciónentre lo que es útil y lo que es pernicioso. Ahora bien, estadistinción es completamente la misma distinción moral quetanto - y en gran parte tan vanamente - ha sido investigada.Los mismos dones de! espíritu en todas las circunstancias,están de acuerdo con los sentimientos de la moral y de! carác-ter humanitario; el mismo temperamento es susceptible demuchos grados de un sentimiento y de otro, y la misma alte-ración de los objetos, al acercarse o al conectarse entre sí,aviva a uno y a otro, ya qw:;, en todo respecto, .aun en e! másmínimo, están gobernados 'por las mismas leyes y están mo-vidos por los mismos objetos.

¿ Por qué infieren los filósofos, con la mayor certeza, quela luna es mantenida en su órbita por la misma fuerza degravedad que hace que los cuerpos caigan sobre la superficiede la tierra, sino porque estos efectos son, según los cálculos,similares e iguales? ¿No ha de traer, acaso, este argumento,una convicción tan poderosa en las disquisiciones moralescomo en las naturales?

Sería superfluo probar detenidamente que todas las cua-lidades útiles al poseedor son aprobadas y que las contrariasson censuradas. Para ello bastará la más mínima reflexiónsobre lo que constituye la experiencia diaria. Sólo menciona-remos unos pocos ejemplos, a fin de alejar toda' duda o"acilación.:<;;La cualidad más útil"ipara ejecutar cualquier empresa es

la discreción, mediante, la cual mantenemos relaciones segu-ras con los demás, prestamos la atención debida a su caráctery al nuestro, pensamos todas las circunstancias de los nego-cios que emprendemos;' y empleamos los medios más certerosy seguros para el logro de cualquier finalidad u objetivo.Quizá a un Cromwell o a un De Retz la discreción pueda

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parecer la virtud del regidor, como la llama el Dr. Swift ; y,al ser incompatible con los vastos planes a-los cuales losimpulsaban su coraje y ambición, podría ser en ellos real-mente una falta o una imperfección. Pero en la conducta dela vida diaria ninguna virtud es más necesaria que ésta, nosólo para obtener éxito, sino también para evitar los másfatales extravíos y desilusiones. Como ha observado un ele-gante escritor, hasta los mejores dones pueden ser fatalesa quien los posee, si ella falta, del mismo modo que Poli fe-1110, privado de su ojo, era el más expuesto debido a su enormefuerza y estatura.En verdad, el mejor carácter, si no fuera ..demasiado per-

fecto para la naturaleza humana, es aquel que no es domi-nado por temperamento de ninguna clase, sino que alternati-vamente emplea precaución y espíritu de empresa, según seanMiles al fin intentado. Tal es la excelencia que Sto Evremontasigna al Mariscal Turena, el cual, con la edad, mostrabamayor temeridad en sus empresas militares, y ahora, cono-ciendo perfectamente todos los aspectos de la guerra debidoa una experiencia tan larga, ha avanzado con mayor firmezay seguridad por el camino que conoce tan bien. Fabio, diceMaquiavelo, era prudente; Escipión, emprendedor. Y ambostuvieron éxito porque la situación de los negocios de Roma,durante el gobierno de cada uno de ellos, estaba peculiarmenteadaptada a su genio, pero ambos habrían fallado .si estassituaciones se hubieran dado vuelta. Es feliz aquel a quienlas circunstancias se amoldan a su temperamento, pero esmás excelente aquel que puede amoldar su temperamento acualquier circunstancia.

¿Qué necesidad hay de hacer demostraciones de alabanzasal trabajo y de enaltecer sus ventajas para la adquisición depoder y de riquezas o para construir lo que en el mundo lla-mamos una fortuna? De acuerdo a la fábula, la tortuga porsu perseverancia ganó la carrera a la liebre, aunque ésta eramucho más veloz. El tiempo de un hombre, cuando está

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bien administrado, es como un campo cultivado, en el cualunos pocos metros cuadrados producen más ele lo que esútil para la vida, que vastas provincias, aun en los terrenosmás ricos, si están invadidas por zarzas y malezas.

Pero toda espectativa de éxito en la vida, o siquiera elesubsistencia tolerable, debe decaer si falta una razonable fru-galidad. El capital acumulado disminuye a diario en vez deaumentar y deja a su poseedor mucho más descontento por·que, al no poder reducir sus gastos cuando dispone de unagran renta, menos podrá vivir contento con una pequeña.De, acuerdo a Platón 1, las almas de los hombres, inflamadascon.impuros apetitos. y perdiendo el cuerpo, que era lo únicoque proporcionaba medios de satisfacción, revolotean por latierra y frecuentan los lugares que guardan sus cuerpos, po-seídos de un vehemente deseo de recuperar los órganos sen-soriales perdidos. Así podemos ver despreciables derrocha-dores que han consumido sus fortunas en orgías desenfrena-das, entregándose a cualquier mesa abundantemente servidax::,a cualquier reunión de placer, odiada hasta por los viciososy despreciada hasta por los locos.

Un extremo de la frugalidad es la avaricia; la cual, comopriva al hombre del uso de sus riquezas y también de la hospi-talidad y todo goce social, es justamente censurada por doblemotivo, La prodigalidad, el otro extremo, es comúnmentemás dañina al hombre mismo. Cada uno ele estos extremose,Vmás censurado que el otro según el temperamento de lapel~~ollá que censura y de acuerelo a su mayor o menor sen-sibilidad al placer, sea social o sensual.

C011 frecuencia las cualidades derivan su mérito de fuentescomplicadas. La honestidad, la fidelidad y la verdad son ala.badas debido a su inmediata tendencia a promover los inte-reses de la sociedad, pero después que estas virtudes estánestablecidas de una vez sobre esta base, también se las consi-

1 FtdÓII.

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dera ventajosas a la persona misma, y fuente de confianzay de fe, únicas cosas que pueden dar a un hombre algunaconsideración en esta vida. Una persona se hace despreciable,y no menos odiosa, cuando olvida el deber que en este res-pecto tiene para consigo mismo y la sociedad.

Quizá esta consideración es la fuente principal de la extra-ordinaria censura que se expresa sobre los casos de falla enlas mujeres en lo que toca a la castidad. El máximo respetoque este sexo puede lograr deriva de su fidelidad, y unamujer llega a ser vulgar y vil, pierde su rango y quedaexpuesta a toda clase de insultos si falla en este particular.La menor caída es aquí suficiente para in farnar su carácter.Una mujer tiene tantas oportunidades ele satisfacer secre-tamente estos apetitos que nada puede darnos seguridad salvosu absoluta modestia y reserva; y una vez cometido el delito,difícilmente puede ser reparado por entero. Si un hombrese comporta cobardemente en una ocasión, una conducta con-traria lo puede reintegrar a su carácter. Pero una mujer cuyocomportamiento haya sido disoluto una vez ¿ por .qué mediospodrá ser capaz de asegurarnos que ha tomado mejores re-soluciones y que tiene suficiente dominio de sí misma paraponerlas en práctica?

Se admite que todos los hombres están igualmente deseo-sos de la felicidad, pero pocos tienen éxito en la persecíición.Una causa considerable es la falta de fuerza de espíritu quepuede capacitarlos para resistir la tentación de las comodi-dades y placeres presentes y hacerlos adelantar en labúsquedaele más distantes goces y beneficios. N uestras afecciones,después de una visión general de sus objetos, se forman cier-tas reglas de conducta y ciertas normas de preferencias deuna más que de otras, y estas decisiones, aunque realmenteson el resultado de nuestras serenas pasiones y tendencias- porque ¿ qué otra cosa puede determinar que un objetosea preferible o no? - se dice sin embargo, debido a un usoindebido de los términos, que son determinaciones de la pura

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rasán o reflexión. Pero cuando algunos de estos objetos seacercan más a nosotros o se muestran favorecidos por unaposición o situación ventajosa que pueden prender nuestrocorazón o imaginación, se confunden generalmente nuestrasresoluciones generales, se prefiere un pequeño goce y recibi-mos una perdurable vergüenza e infortunio. Y por más quelos poetas puedan emplear su ingenio y elocuencia en celebrarel placer presente y en rechazar todas las alejadas perspecti-vas de la fama, de la salud o de la fortuna, es obvio que,esta práctica es fuente de toda la disolución y del desorden,del arrepentimiento y de la miseria. Un hombre de tempe-ramento fuerte y determinado se adhiere tenazmente a susresoluciones generales y no es reducido ni Po};.las tentacionesdel placer ni aterrorizado por las amenazas del dolor, sinoCjue mantiene en vista aquellas remotas intenciones por lascuales asegura a la vez su honor y su felicidad.El hecho de estar satisfecho consigo mismo (self-satis-

[action ), por lo menos en parte, es una ventaja en la cualestán interesados tanto los sabios como los locos, pero es laúnica, ya que no hay ninguna otra circunstancia en la con-ducta de la vida en la cual estén a la par. Un loco es com-pletamente incapaz en lo que se refiere a los negocios, loslibros y la conversación, y a menos que su condición 10 con-dene a la más burda faena,queda hecho una carga inútilsobre la tierra. Consecuentemente, vemos que los hombresson en extremo celosos de su carácter en este particular, yse han visto muchos casos de libertinaje y de felonía, lamayoría de ellos confesados abiertamente, pero no se ha vistoninguno de soportar pacientemente la imputación de ignoran-cia y estupidez. Hasta Dicearco, el general macedonio que,según Polibio 1, erigió un altar a la impiedad y otro a lainjusticia con el fin de desafiar a la humanidad, estoy seguroque se habría sobresaltado ante el epíteto de tonto y habría

1 Lib. X VIL Cap. :)5.

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protestado vengarse de una designación tan injúriosa. Salvoel afecto de los padres, que es el vínculo más fuerte e indi-soluble de la naturaleza, no hay ningún otro lazo con fuerzasuficiente para soportar el disgusto que se .debe a este cali-ficativo. Aun el amor mismo, que puede subsistir frente ala traición, ingratitud, malicia, e infidelidad, se extinge anteesta denominación, tan pronto como la percibe y reconoce.Ni la fealdad ni la vejez son más fatales en el dominio de lapasión que la estupidez. Hasta este punto son pavorosas lasideas ele una completa incapacidad para cualquier fin oempresa, y de un continuo error y mala conducta en la vida.

d En qué casos se pregunta si es más valiosa una inteligen-cia rápida o una lenta? y si una que a primera vista penetrahondamente en el asunto, pero que no puede realizar nadamediante el estudio d es mejor o peor que un carácter con-trario, que debe lograr trabajosamente todo a fuerza de apli-cajón? ¿Es mejor una cabeza clara o una inventiva abun-d.. ite ? ¿Un profundo ingenio o·un juicio seguro? En unapak.bra ¿ qué carácter, o qué particular disposición del enten-dimiento es más excelente que otra? Es evidente que nopodemos contestar a ninguna de estas preguntas sin consi-derar cuál de, estas cualidades capacita mejor a un hombrepara el ;ntmdo y lo lleva más lejos en cualquier empresa.

Si un sentido refinado y exaltado no es útil como sentidocomún, su rareza, su novedad y la nobleza de sus objetosconstituyen alguna compensación, pues son admirados porla humanidad, así como el oro, aunque menos utilizable queel hierro, adquiere, por su escasez, un valor muy superior.

Los defectos del juicio no pueden ser remediados por nin-guna inventiva o artificio, pero sí los de la memoria - tantoen los negocios como en los estudios - con método y aplica-ción y mediante la diligencia de hacerlo todo por escrito.Así, casi nunca oímos que la poca memoria de una personasea una razón del fracaso de alguna empresa. Pero en laantigüedad, cuando nadie era bien visto sin el talento de la

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oratoria y cuando el auditorio era demasiado delicado parasoportar discursos tan toscos y desordenados como los quenuestros improvisados oradores ofrecen en las asambleas pú-blicas, la facultad de la memoria era de máxima importanciay por tanto era mucho más estimada que hoy. No se mencio-na casi en la antigüedad ningún genio que no sea célebrepor este talento, y Cicerón lo cuenta entre otras sublimes cua-lidades del mismo César 1.

Los particulares usos y costumbres alteran la utilidad delas cualidades, y también su mérito. Las situaciones y losaccidentes particulares tienen, en cierto grado, la misma in-fluencia. Se estimará siempre más a aquel que posea losdones y prendas que convienen a su situación y profesión, quea aquel a quien la fortuna ha colocado en situación desven-tajosa. Las virtudes privadas o egoístas son, en este respecto,más arbitrarias que las públicas y sociales. En otros respec-tos están, quizá, menos expuestas a duda y controversia.

En este reino, en los últimos años, ha prevalecido unaostentación tan continuada entre los hombres de vida act-ivacon respecto al patriotismo, y entre aquellos de vida especu-latiua con respecto a la beueuolencia y, sin duda, se han des-cubierto tantas maniobras dolosas en ambas que el públicoestá dispuesto, sin ninguna mala intención, a mostrar unahosca incredulidad respecto de estas dotes morales y aun aveces a negar su realidad y existencia. De igual manera veoque antiguamente, la reiterada jerigonza de los cínicos yestoicos acerca de la virtud, sus magní ficas 'palabras y sus es-casos hechos, originaron disgusto entre los hombres, y Lu-ciano, - que, aunque licencioso en lo que se refiere al placer,es sin embargo, un escritor muy moral en otros respectos -110 puede a veces hablar de la virtud, tan vanagloriada, sin

1 "Fuit in illo iugenium, ratio, memoria, literae, cura, cogitatio, dili-gcntia, etc." Phiiip. 2.

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.~-11

traducir síntomas de fastidio y de ironía 1. Pero cualquierasea la razón de esta displicente delicadeza, jamás podrá llegara hacernos negar la existencia de toda clase de mérito y todaslas distinciones de costumbres y conductas. Además de ladiscreción, cautela, espíritu de empresa, aplicación, asiduidad,frugalidad, cconomia, buen sentido, prudencia y discerni-miento, además de estos dones, digo, cuyos mismos nombresobligan a reconocer su mérito, hay muchos otros a los cualesel escepticismo más determinado no puede ni por un momen-to refutar un tributo de alabanza y aprobación, Nadie nega-rá jamás que la templanza, sobriedad, paciencia, constat.lci~,perseverancia, presciencia, consideración, reserva, orden, 11151-

nuación, habilidad, presencia de espíritu, rapidez de concep-ción, facilidad de expresión y mil más de la misma clase, sonexcelencias y perfecciones. Como su mérito consiste en su ten-dencia a servir a la persona que las posee sin ninguna magní-fica pretensión de mérito público o social, no recelamos ma-yormente de sus exigencias y fácilmente las incluirnos en la'lista de las cualidades laudables. No reparamos que medianteesta concesión hemos preparado el camino a todas las demásexcelencias morales y no podemos dudar más, coherentemen-

. te, respecto a la benevolencia, patriotismo y carácter huma-nitario.

Parece cierto, en verdad, que las primeras apariencias sonaquí, como es usual, en extremo engañosas, y que es másdi fícil, especulativamente, reducir al amor a sí mismo elmérito que asignamos a las virtudes egoístas arriba mencio-nadas, que aún el de las virtudes sociales de la justicia y labeneficencia. Para este último fin sólo necesitamos decir

I 'ApE."';'f¡'1 ":'~'J2, it:X! :X1j'(:'1J.X,"'::X, Y.Xt ';;¡~'I'J'; !J.aycíJ"~1 -='~I:¡;(I)'r~ ~'J'J!~ PÓ'I":(¡)'"

Luc. Timen. 9. Por otra parte, Kx\ "''''',x'(<xyó',~,; (o( <;úÓ"'O~('L) E~';X'r.x':''r¡':'(x p.!{?~'I.t~ ";";¡'/ -:! ';(Ji,·JOp·~i.'tI",:f')·1 .:ir--a.:";I'1 -:petyr!)oo::tat (lcaro). En otrolugar se lee: "B 7.0::' Y:XP il1':TI 'í¡ 7t'Q).',JOp·~i.'f17o; a.re!"f¡, ~:d i'~Ij'~':;, '/.ed e{¡L:%t-

¡J.i·n.,.%cxt 't'·jx"¡, '*'/~itÓIJ'-::t-:~ %:%t 'l.~·/Ct 7tp:x.rrJ.;;":td·¡ Ó'IÓp.:X':':f, j (Deor. Concíl13).

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que, cualquiera sea la conducta que promueva el bien de lacomunidad, es amada, encomiada y estimada por la comuni-dad debido a la utilidad y el interés compartidos por todos; yaunque, este afecto y consideración puedan ser, en realidadd,e ,gratitud y no de amor a sí mismo, los razonadores super-ficiales no pueden hacer fácilmente una distinción por másque ésta sea de naturaleza tan evidente; y, al final, l;ay motivopara sostener pO,r el momento la objeción y la disputa, Peroya que las cualidades que sólo tienden a la utilidad de suposeedor, sin ninguna referencia a nosotros o a la comunidads?n aún estimados y valuados ¿ por medio de qué teoría ~slsten~a podemos e,xplicar este sentimiento de amor propio odeducirlo de su origen preferido? Parece necesario confesaraquí que la felicid~d y miseria de los otros no son espectácu-los enter~l11ente ehferentes para nosotros, sino que la vistade las primeras, sea en sus causas o en sus efectos, igual quela luz del sol o la contemplación de unas llanuras bien culti-vadas, - para no elevar más nuestras pretensiones - COl11l1-

I;IC~ un, gozo y satisfacción secretos, y la aparición de laultima, Igual que una nube amenazadora o un paisaje deso-lado, pone una niebla melancólica en la imaginación, y unavez que hemos hecho esta concesión se acabó la di ficultad,,de su~rte que podernos esperar que desde ahora, en todos loslI;vestl?,adores es?;culativos prevalecerá una natural y espon-tanea mterpretación de los fenómenos de la vida humana,

SEGUNDA PARTE

N o sería impropio considerar en este lugar la in íluenciade los dones corporales y de los bienes de fortuna sobre nues-tros senti~li~ntos de consideración y estima, y considerar si .t~stos sentunientox forti fican o debilitan la presente teoría,~e ha. de esperar, naturaln~ente, que la belleza del cuerpo,como suponen todos los antiguos moralistas, será similar, en

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algunos aspectos, a la del espíritu y que .toda clase de esti-mación que se concede a un hombre, ha de tener algo de pa-recido en su origen, surja de sus dones espirituales o de lasituación de sus circunstancias exteriores.

Es evidente que una fuente considerable de belleza en losanimales es la ventaja que obtienen debido a la particularestructura de sus extremidades y miembros, adecuados a laparticular manera de vida a la cual están por naturaleza des-tinados. Las justas proporciones de un caballo descritas por]enofonte y Virgilio son las mismas que las que aprecian losjinetes actuales porque su fundamerito es el mismo, esto es,la experiencia de lo que hay de útil o dañino en el animal.

Anchas espaldas, vientre pequeño, fuertes articulaciones ypiernas ahusadas son hermosas cualidades en nuestra especieporque son signos de fuerza y de vigor, Aunque las ideas deutilidad y sus opuestas no pueden determinar qué es hermosoo feo, son evidentemente la fuente de una parte considerablede aprobación o de desagrado,

En los tiempos antiguos, como la fuerza y la destreza cor-poral eran de la mayor utilidad e importancia en la guerra,eran también mucho más estimadas y valuadas que actual-mente. Sin insistir en Homero y otros poetas, podemos ob-servar que los historiadores no tienen escrúpulo en mencionarla fuerza del cuerpo entre otras prendas del mismo Epami-nondas, en el cual veían el mayor héroe, estadista y generalde todos los griegos 1, Igual alabanza se concede a Pompeyo,que fué uno de los más grandes rw?~anos~, Este ejemplo es

'~·'l.'"

1 el/m alocribus, sal/u; tlOIl uclocilnts, el/all;" WlII ,'alidis rest, crr-tabat, Sallust, apud Veget. ¡I,,~,

~ Diodorus Siculus, Lib. XV. Quizú no sea impropio dar el carácterde Epaminondas, tal como lo presenta el historiador, a fin de mostrarlas ideas de mérito perfecto que dominaban enaquella época. En otroshombres ilustres, dice, se observará que cada UIlO posee alguna cualidadbrillante, que es la base de su fama, En Epaminondas todas estas oirt u-

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similar al que anteriormente observamos con respecto a lamemoria.

j Qué escarnio y desprecio logra en ambos sexos laimpo-tcncia! Porque el infeliz que está en estas condiciones esconsiderado como privado de un placer tan capital en la "ida,y al mismo tiempo, de comunicarlo a los demás. Como laesterilidad en las mujeres es también una especie de inutili-dad, es también un reproche, pero 110 del mismo grado, porrazones muy patentes, según la teoría que 110S ocupa.En la pintura y en la escultura no hay regla más indispen-

sable que la del equilibrio de las figuras y la de colocarlascon la máxima exactitud en su justo centro de gravedad.Una figura que no esté correctamente equilibrada es feaporque suscita las ideas desagradables de caída, peligro ydolor '.

des se encuentran unidas: fuerza corporal, elocuencia de expresión,vigor de cspiritu, desprecio por las riquezas, suavidad de temperamentoy, lo que debe ser principalmente considerado: valentía y habilidadde conducción en la guerra.

1 Todos los hombres están igualmente expuestos al dolor, la enfer-medad y la descompostura, y luego pueden nuevamente recuperar lasalud y el alivio. Como estas circunstancias no hacen di ferencia entreun hombre y otro, no son fuente de orgullo ni. de humildad, de respetoo de desprecio. Pero al comparar nuestra especie con las superiores,el hecha de que todos nosotros estemos tan expuestos a enfermedadesy debilidades constituye una consideración muy mortificante y así, loste610g05 usan este argumento para deprimir la arrogancia y la vanidad.Tendrían más éxito si la pendiente usual de nuestros pensamientos noestuviese perpetuamente inclinada a compararnos con los demás. Lasdebilidades. de la vejez son morti ficantes porque puede ocurrir unacomparación con los jóvenes. Se oculta cuidadosamente el mal del reyporque afecta a los demás y porque a menudo se transmite a la poste-ridad. Ocurre casi lo mismo con las enfermedades que provocan imá-genes que producen asco o terror: la epilepsia, por ejemplo, las úlceras,las Ilaga~, las costras, etc.

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C01110 ya se ha explicado, una. disposición o inclinaciónespiritual que permite a un hombre a encumbra:'se en ~l m.un-do y a alimentar su fortuna da derecho a la estima y couside-ración. Puede suponerse naturalmente, por tanto, que la efec-tiva posesión de riquezas y de autori¿a~ ha de tener una con-siderable influencia sobre estos sentimientos.Examinemos cualquier hipótesis por la cua~ podemos ex-

plicar la consideración que se tiene con los. neos y podero-sos: no encontraremos ninguna satis íactoria salvo aq~lel~aque la deriva del goce cOl11u~i~adoal espec.t~dor por las 11n.a-genes de la prosperidad, felicidad, tranqu.lltdad, abundanCia:autoridad v la satisfacción de todo apetito. El amor a SI

mismo, p~r' ejemplo, que algunos preten.dell ~o.nsiderar comofuente de todo sentimiento, es sin duda insuficiente para estefin. Si no aparece amistad o buena voluntad, es di fícil con-cebir sobre qué podemos fundar nuestras esperan7as ~e t~naventaja proveniente de las riquezas (~e los demás, SI bl~nnaturalmente respetamos a los ricos aun antes de descubrircualquiera de esas favorables disposiciones respecto a nos-otros. . . I ,., 'A~lt~

Somos afectados por los mismos sentimientos aún cuand.oestamos en una situación tan exterior a la esfera de su acti-vidad, que ni puede suponerse que puedan servirnos. EI7todas las naciones civilizadas un prisionero de guerra es tra-tado con todo el respeto que merece su condición, y es eviden-te que las riquezas son decisivas para fijar la condición decualquier persona. Si también se considera el linaje y lacualidad, tenemos todavía un argumento para nuestro pro-pósito. Pues¿ qué es lo que llamamos homb.r,e de abolengosino uno que desciende de una larga sucesion de ricos ypoderosos antecesores y que logra nue~tra estima por su vin-culación con personas que nosotros estimamos? Sus ante~eso-res, por tanto, aunque están muertos, son respetados, en Ciertomodo, debido a sus riquezas y, por tanto, sin ninguna clasede espectativa.

III

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Pero para no ir hasta los muertos o los prisioneros de' gue-rra para encontrar ejemplos de este desinterés respecto de lasriquezas, podemos observar tan sólo con un poco de atenciónlos fenómenos que Ocurren en la vida y en la conversacióncuotidiana. Supongamos que un hombre de competente for-tuna y sin profesión, al ser presentado a Una reunión deextranjeros, los trata naturalmente con diferentes grados derespeto según es informado de sus diferentes fortunas y con-diciones, si bien es imposible que él puede de súbito pretender- quizá no admitiría - alguna ayuda pecuniaria provenientede parte de ellos. Un viajero es siempre admitido en reu-niones y en ellas encuentra una cortesía proporcional a loque el número de sirvientes y equipos digan, de su fortuna.En una palabra, las diferentes categorías ere- hombres están,en buena parte, reguladas por las riquezas. y esto es asícon respecto a los superiores como a los inferiores, a los co-nocidos o a los extraños.

Sólo queda, pues, concluir que, como las riquezas sondeseadas por nosotros sólo como medio para satisfacer nues-tros apetitos, sea actualmente o en algún imaginario períodofuturo, ellas dan origen a la estima en los otros meramenteporque tienen esa influencia. Su misma esencia o naturalezaes, en verdad,que tienen una directa referencia a las como-didades, conveniencias y placeres de la vidaj'de otro modosería igualmente valiosa la cuenta de un banquero arruinado) un tesoro en una isla desierta. Cuando nos aproximamos aun hombre que está, como decimos, en una posición acomo-dada, se nos presentan las agradables ideas de la abundancia,satisfacción, lirnpieza, calor; una casa alegre, un moblaje ele-gante, una mesa"pronta, y todo lo que es deseable en lo quese refiere a comidas, bebidas y vestidos. Por el contrario,cuando aparece un hombre pobre, inmediatamente sorprendennuestra fantasía las desagradables imágenes de la necesidad,penuria, trabajo pesado, moblaje sucio, burdas y deshilacha-das ropas, comidas nauseabundas y bebidas insípidas. ;.Qué

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-'----, ..,-~

. ti ndo decimos que uno es rico y el ot~·omás queremos decir cal desprecio son la consecuenciapobre? Y como el. respeto ~it:aciones en la vida, se ve fácil-natural de estas dIferentes'd ia esto arroja sobre nuestra' nueva luz y eVI enc e I 1

mente que e • d t das las distinciones 1110raes .teoría precedente acei ~a e r~ do de todos los prejuicios ri-

Un hombre qU,ese aya I i~:Cera firmemente convencido,dículos y que esta comfleta, s Y

lfil fía que la di fe-

I . rcia como por a lOSO ,tanto por a experret bl diferencia mucho menor enrencia de fortuna esta ece una . ina un hombreI Ielici dad de lo que vulgarmente se irnag ,a e ICI . 1 ti ión por las rentas de su cono-semejante n.o mide a es lI?ac rente puede demostrar superiorcido. Por cierto que exteriorn el vasallo puesto que susdeferencia por ,el señor .que po~ ser la má; fija y determi-riquezas son mas d~o~.vel:~ente;:ro sus sentimientos íntimosnada fuente de IS incion. I el los h0111-están más regulados por los caracteres ~erso~: ef~v~res de labres que por los accidentales y caprrc 10S

fortuna.

1 Hay, algo de extraordinario y aparcntemen.tdeinexplicl:b~~r~~n~ !u~:.ones cuando const eramoscionamiento de nuest.ras pasi d I progreso y la prosperidad

posición de los demas. 1!u.y a men~ o e a poderosa mezcla de odiodel prójimo producen envidia, la cua es ~~n de nosotros mlsmos con

. . almente de la comparaclOque surge prrncrp I enos poco después, podemosotra persona. Al mismo tiempo o, por o m '. de afecto o buena

" d I to la cual cs una especiesentir la pastón e respe , 'Id I P r otra parte las desgraciasvoluntad, combinado con la Itml ac: ~s producen Íástima, lo cualde nuestros semejantes con recubencla n luntad Estc sentimiento de. , f ierte mezcla de uena vo. .tiene en 51, ~na. l í. d al de desprecio, lo cual es una especiepiedad esta IIltllnament~ a la o 110 Sólo señalo estos fenómenos comode desagrado, me7;lado de oucll , ue tengan curiosidad por las ínves-tema de especulación para aquc 05 q bai resente basta con observar,tigaciones morales. Para n~:s~o u~zaasaJgOen~ralmenteproducen res~eto;en general, que el ~oder y I . q. si bien particulares consideracionesla pobreza y la bajeza, desprleclo, T las pasiones de la envidia ye incidentes a veces pueden iacer surgirde la piedad.

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En la mayor parte eJe los países de Europa la familia, estoes, la riqueza hereditaria - señalada con títulos y símbolos desoberano- es la más importante fuente de distinción. EnInglaterra se considera más la opulencia y abundancia pre-sente. Cada práctica tiene sus ventajas y sus desventajas.~uando se respeta el abolengo, los espíritus inactivos y exá-nunes permanecen en arrogante indolencia y no hacen másque .s~ñar en linajes y genealogías, mientras los generosos yambiciosos buscan honor y autoridad, reputación y favor.Cuando las riquezas constituyen el ídolo principal, la corrup-ción, la venalidad y la rapiña prevalecen, al mismo tiempo queflorecen las artes, industrias, el comercio y la agricultura.C01110el primer prejuicio es ventajoso para la virtud militares más adecuado a las monarquías; y corrió -el secundo es tI1~

estímulo importantísimo para el trabajo industrial, está másde acuerdo con un gobierno republicano. Consecuentementevemos que estas formas de gobierno, al modificar la utilidadde las costumbres tienen un efecto proporcional en los senti-mientos de la humanidad.

SECCIÓN SÉPTLMA

DE LAS CUALIDADES INlIIEDIATAMENTE AGRADABLESA NOSOTROS MISMOS

Quienquiera que haya pasado una velada con gente melan-cólica y seria, y haya observado cuán repentinamente se ani-mó la conversación y qué vivacidad se difundió en el semblan-te, el discurso y el comportamíento de cada uno, al llegar unamigo bullicioso y de buen humor, quienquiera que sea elque haya observado esto, admitirá fácilmente que la joviali-dad tiene gran mérito y concilia naturalmente la buena volun-tad de la humanidad. En verdad, ninguna cualidad se comu-nica más rápidamente en torno de sí porque ninguna tienemayor propensión a desplegarse en la conversación jovial ylas diversiones agradables. La llama se expande por todo elcírculo y hasta el más sombrío y malhumorado es con frecuen-cia alcanzado por ella. A pesar de qtteHoracio ha dicho quela melancolía odia a la alegría tengo algunadificultad en ad-mitirlo porque siempre he observado. que cuando el regocijoes decente y moderado la gente seria es la: que más gusta deél porque disipa la tristeza que generalmente los oprime, yles da un goce natural.A partir de esta influencia de la jovialidad, en lo que se

refiere al comunicarse y a atraer nuestra aprobación, pode-

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mos percibir que hay otro conjunto de cualidades mentalesque, .sin ninguna utilidad o tendencia a otro bien para la co-mU~ldad o para su poseedor, difunde satisfacción a los quelo tienen y procuran amistad y respeto. Su inmediata sen-sación es agradable a la persona que le posee. Los demás seponen del mismo humor y captan el sentimiento por conta-gIO o natural simpatía, y como no podemos evitar amar loque nos ag;ada, surge una benévola emoción hacia la personaqu~ comunica t~nta satisfacción. Su presencia constituye unanimado espect~culo, que difunde sobre nosotros un goce yuna complacencia mas serenos. Nuestra imaginación al en-

,trc¡.( en su~ sentimientos y disposición, es afectada de un modomucho mas a~r~dable q.ne si se nos presentara un tempera-mento melancohco,. abatido, sombrío e impaciente. De aquíe!, afecto. y aprobación que acompañan al primero y la aver-sion y disgusto con que consideramos al segundo l.

Pocos hombres han de envidiar el carácter de Cayo segúnCésar: '

He loues 110 play,As 1{¡0l/. do'st, AIII{¡oIlY: he hears 110music:Scldoni he sniilcs .. aur' ;m;!~s in sucli a sortAs if he mock'd himsel], ülftt scorned Iris sPir'itThat could be mou'd lo smlle al any thing 2.

1 No hay persona que, en particulares ocasiones, no sea afectada:¡por,to~.as las .pasiones desagradables; miedo, cólera, melancolía, pena,

",depr~slOn, ans.I;dad, .etc. Pero mientras éstas son naturales y univer-",sal.es p.() se duerenclan entre un hombre y otro y jamás pueden serobjeto de censura. Sólo cuando la disposición propende a alzuna deestas desagradab~es. pasiones ellas desfiguran el carácter y, al fastidiar,producen el sentimiento de desaprobación en el espectador.

No le gustan los espectáculoscomo a ti, Antonio; no escucha música'rara vez sonríe, y sonríe de un modo 'que parece burlarse de sí mismo y de su espírituporque alguna cosa lo puede mover a risa.

II6

y estos hombres, como César agrega, no sólo son general-mente peligrosos sino que, al tener poco goce íntimo, jamáspueden hacerse agradables a los demás o contribuir al entre-tenimiento público. En todas las naciones y edades cultas seconsidera que un cierto gusto por el placer, cuando va acom-pañado de moderación, de sobriedad y templanza tiene un mé-rito considerable, aún en los más grandes hombres y se haceaún más necesario en aquellos de inferior jerarquía y carác-ter. Un escritor francés da una agradable representación desu propio espíritu en este particular: "Amo la virtud, dice,sin austeridad; el placer, sin voluptuosidad, y la vida, sintemer su fin" 1.

¿ Quién no se estremece ante cualquier notable ejemplo degrandeza de espíritu o de dignidad de carácter, de elevadosentimiento o de desdén por las acciones serviles, y del nobleánimo y orgullo que surgen ele la virtud consciente? Lo subli-me, dice Longino, no es a menudo más que el e,co o la imagende la grandeza moral, y cuando esta cualidad aparece enalguien, aun cuando no se pronuncie una palabra, excita nues-tra .admiración y nuestro aplauso, CO¡PO puede [email protected] enel famoso silencio de Ajax en la Odisea, que expresa un des-dén más noble y una resignación más absoluta que la quecualquier lenguaje podría manifestar~.

"Si yo fuera Alejandro - decía I>,~JP1enio- aceptaría es-tos ofrecimientos que hace Dario", "1\~Tibiéh yo los aceptaría- replicó Alejandro -, si yo fuese iParmenio". Y, segúnLongino, este dicho es admirable por la 'hIJisnúi razón :1.

El mismo héroe de que acabamos de hablar gritó a sus sol-dados, cuando éstos se negaban a seguirlo a las Indias: "Id,

J'ainic la ucrtu, sans rudcssc ;J'ainic le plaisir, sans niolcssc ;I'aimc la de, el n'L'1I crains poillt la [in.

S!. Evremond.2 LO:-;GT~O, De subliniitat c, Cap, IX.

3 Idem,

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y decid a vuestros conciudadanos que dejasteis a Alejandroconcluyendo la conquista del mundo". Y el Príncipe de Con-dé, que siempre admiró este pasaje, decía: "Alejandro, aban-donado por sus soldados, entre los bárbaros no dominadostodavía por completo, sentía en sí mismo una dignidad yderecho de imperio que no podía creer que fuera posible quealguno se negara a obedecerlo. En Europa o en Asia, entrelos griegos o entre los persas, todo era para él indiferente; encualquier parte que encontrase hombres imaginaba que ha-bría de encontrar súbditos".

El confidente de Medea recomienda en la tragedia sumi-sión y cautela, y al enumerar todas las desgracias de la infor-tunada heroína le pregunta qué tiene para sostenerse frentea tantos y tan implacables enemigos. "Tengo a mí misma- responde - a mí misma, yeso basta". Boileau recomiendajustamente este pasaje como ejemplo de lo verdaderamentesublime l.

Cuando Foción el modesto, el gentil Foción, fué llevadopara ser ejecutado, se volvió hacia tino de su.s comp~ñerosde martirio que se estaba lamentando de su tnste destino, yle dijo: "¿ No es bastante gloria para ti morir con Foción ?r, 2

Considérese ahora el retrato de Vitelio que nos presentaTácito, cuando aquél había caído del imperio, prolongando suignominia debido a un despreciable amor a: la vida, entregadoal despiadado populacho, sacudido, abofeteado y apaleado;obligado a levantar la cabeza porque le ponían un puñal bajoel mentón y expuesto a toda clase de injurias. iQué abyectainfamia! j Qué humillación más baja! Y aún en este caso,dice el historiador, demostró síntomas de un espíritu no total-mente degenerado: a un tribuno que lo insultó le dijo: "To-da vía soy vuestro emperador" 3.

I Réflc.\·iOIl 10 sur LOlIgllill.:J PI.t:TARCO, Vita Foc.:: TAelTo, Hlst or, Lib. Il l, Comenzando esta narración, el autor

dice : Lanlata veste, [ocduni spectaculuni duccbatur, niultis increpen-

I.rO

En la sociedad y en la vida diaria jamás excusamos la ab-soluta falta de espíritu y de dignidad de carácter o de adecuadosentido de lo que se debe para consigo mismo. Este vicioes lo que propiamente llamamos bajezas cuando un hombrepuede llegar a lo más servil y despreciable para obtener losfines que se propone, halaga a quienes lo ultrajan y s: d:gra-da a sí mismo por intimidades y familiaridades con indignosinferiores. Es tan necesario un cierto grado de generoso or-cullo o de auto-estimación (self-~'allte), que su ausencia eno .el espíritu desagrada del 1111smomodo que la falta de unanariz, de un ojo o de cualquiera de las partes más esencialesde la cara o de un miembro del cuerpo 1.

La utilidad del coraje, tanto para el público como para lapersona que lo posee, es un claro fundamento de su mérito.Pero a cualquiera que considere debidamente el asunto leparecerá qne esta cualidad tiene un peculiar esplendor quesurge enteramente de sí mismo y de la noble elevación que lees inseparable. Su figura, presentada por pintores y poetas,mani fiesta en cada rasgo un carácter sublime y una atrevida, ...

tibus, 1111/10 inlacrinumtc : dcjorniltas exilllS miscricordiam obstulcrat,Para penetrarse profundamente en este método de pensar debemos reco-nocer la antigua máxima de que nadie debe prolongar su vida despuésque ha llegado a ser deshonrosa y que, como siempre se tiene derechode disponer de ella, se hace entonces un deber separarse de ella.1 La ausencia de virtud a menudo puede ser un vicio y muy grave,

como en el caso de la ingratitud así como en el de la bajeza. Si espe-ramos algo bello y nos vemos defraudados, esto nos produce una sensa-ción de molestia que da lugar a una fealdad real. Asimismo, desdeotro punto de vista, un carácter abyecto disgusta y es despreciable. Siuna persona no tiene el sentido del valor en sí mismo no es probableque 10 estimemos mucho. Y, si la misma persona, que se rebaja a sussuperiores, es insolente con los in feriores -como ocurre con frecuen-cia- esta contradicción .de comportamiento, en vez de corregir el vicioanterior lo agrava sobremanera pues le añade un vicio todavía másodioso. Véase la sección VIII.

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confianza que llama la atención, atrae' el afecto y difunde,por simpatía, un sentimiento similar entre los espectadores.

j Qué brillantes colores usa Demóstenes 1 para representara Filipo cuando el orador lo disculpa por su administracióny justifica el obstinado amor por la libertad que había ins-pirado a los atenienses! "Yo contemplé a Filipo - decía -aquél con quien tú disputabas, mientras resueltamente seexponía a toda clase de heridas, con sus ojos sangrando,su cuello torcido, su brazo y su muslo acribillados, dejandoa la fortuna cualquier parte del cuerpo que hubiese queridoprender ya que, con lo que quedase, podría vivir con honor ygloria. Y, será menester decir todavía que,' nacido en Pela,lugar hasta entonces vil e innoble, él estuviera inspirado poruna ambición y sed de fama tan altas, mientras vosotros,atenienses", ... (etc.). Estas alabanzas excitan una admira-ción de lo más vivaz, pero las consideraciones presentadas porel orador no nos llevan, como vemos, más allá del héroe mis-mo ni jamás tienen en cuenta las futuras consecuencias ven-tajosas de su valor.

El belicoso temperamento de .los romanos, inflamado por. continuas guerras, había elevado tanto su estima por el cora-je que en su idioma lo llamaban virtud, a modo de excelenciay de distinción de todas las otras cualidades morales. Lossuevos, en el decir de Tácito, arreglaban su cabello con unlaudable propósito: no para amar o para ser amados: sólose adornaban para aparecer más terribles a los ojos de susenemigos 2. Esta es una opinión del historiador que ha deparecer un poco fantástica en otros tiempos y países.

Los escitas, de acuerdo a Herodoto 3, después de escalpara sus enemigos, preparaban la piel como cuero y la usabancomo toalla, y aquel que poseía el mayor número de estas

1 De Corona,De niorilnis Gerniania.

J Lih. IV.

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"

toallas era el más estimado entre ellos. Hasta este punto labravura bélica ha destruido en esta nación, como en muchasotras, los sentimientos humanitarios, que constituyen una vir-tud mucho más útil y atractiva.

Se puede observar, en efecto, que el coraje es la excelenciapredominante en las naciones incultas que aún no han tenidouna experiencia completa .de las ventajas que acompañan a labeneficencia, a la justicia y a las virtudes sociales, y es muycelebrado por los poetas, recomendado por los padres e ins-tructores y admirado por el público en general. La ética deHomero es, en este particular, muy diferente de la de Ferie-Ión, su elegante imitador, y era la que convenía a una épocaen la cual un héroe, como hace notar Tucídides 1, podía pre-guntar a otro, sin que fuera una ofensa, si era o no un ladrón.Tal era hasta hace poco el sistema de ética que prevalecía enmuchas bárbaras regiones de Irlanda, si podemos dar créditoa Spencer en su sensata descripción de ese reino 2.

La imperturbada tranquilidad filosófica, superior al dolor,a la pena,a la ansiedad, que asalta a todos los de fortunaadversa, pertenece a la misma clase de virtudes que el coraje .Consciente de su propia virtud, dicen los filósofos, el sabiose eleva por encima de todo accidente de la vida y, segura-mente colocado en el templo de la sabiduría contempla a suspies los infelices mortales ocupados en la persecución dehonores, riquezas, reputación y toda clase de frívolos goces.Sin duda" cuandoestas pretensiones se mani fiestan en su má-

1 Lib. J.2 Es costumbre entre los hijos de sus caballeros - dice él - que tan

pronto como son capaces de usar sus armas, se unan a tres o cuatrovagabundos o soldados con los cuales andan perezosamente de aquí paraallá por el país, obteniendo el comer por única ocupación, hasta quese les ofrece alguna mala ocasión que los hace conocer y después de lacual son reputados como hombres de mérito que han demostrado suvalentía.

I2I

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xima fuerza son demasiado magnificas para la naturaleza hu-mana. Pero tienen, sin ~mbargo, una grandeza que sobrecogeal espectador y que despierta su admiración. Y mientras másn~s ~proxin.lemos en la práctica a esta sublime tranquilidade m~I~~rencIa -, que debemos distinguir de una estúpida in-sensibilidad-e- mas goce seguro obtendremos íntimamente ymayor grandeza de espíritu mostraremos al mundo. En ver-dad, la tranquilidad filosófica puede ser considerada comotan sólo una rama de la grandeza moral.

Todos admiI:amos a Sócrates, su perpetua serenidad y con':'tento, en mecho ele la mayor pobreza y disgustos familia-re~, su resuelto desprecio por las riquezas y su magnánimoCUIdado de cO~lservar ~u }ibertad mientras réhusaba toda ayu-da de sus atTIlgo.s y discípulos, y hasta eludía la dependenciade un favor. Epicteto no tenía ni siquiera puerta en su tugurio? ~abuco y, .por. tanto, pronto perdió su lámpara de hierro,umco moblaje digno ele ser robado. Pero como resolvió de-fraudar a los ladrones en el futuro, colocó una lámpara elebarro que poseyó tranquilamente en adelante..Entre los antiguos, los héroes de la filosofía, así C01110los'

ele la g~le:ra y el patriotismo, tienen una grandeza y fuerzade sentimiento que asombra nuestras estrechas almas y quehace que la rechace~l1os duramente como extravagante y so-bre:latural. Yo ;on~leso que ellos, por su parte, podrían habertenido una razon Igual para considerar como fantástico eincreíble el grado de clemencia, carácter humanitario orden .tranquilidad y de otras virtudes sociales que hemos 'looTad~en la administra.ción del.gobierno en la edad moderna, si "algu-no de. ~llos hubiera podido entonces hacerse una justa repre-sentac~on de ellas. Esta es la compensación que la naturalezao, mejor dicho, la educación, ha hecho en la distribución delas cxce!e~lcias y las virtudes en estas diferentes edades.

El lllerIt~) de la benevolencia, que surge de su utilidad y desu t~nclel1CIa a promover el bien de la humanidad, va ha sidoexplicado, y es sin duda la fuente de una parte c;nsiderable

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de la estimación que tan universalmente se le concede. Perotambién se admitirá que la delicadeza y sensibilidad mismasdel sentimiento, sus atrayentes afectos, sus cariñosas expre-siones, sus delicadas atenciones y todo lo que brota del res .peto y de la confianza mutuas, que forma parte de los cálidosvínculos de afecto del amor y la amistad, se admitirá, digo.que estos sentimientos, al ser deleitosos en sí mismos, se comu-nican necesariamente a los espectadores y disuelven a éstosen la misma delicadeza y cariño. Naturalmente se nos saltanlas lágrimas de los ojos al aprehender un cálido sentimientode esta naturaleza, nuestro pecho tiembla, nuestro corazónse agita y todo tierno principio humano de nuestra contextu-ra se conmueve y nos da el goce más puro y satisfactorio.

Cuando los poetas describen los Campos Elíseos en los cua-les los felices habitantes no necesitan la ayuda del prójimo,los representan, sin embargo, como manteniendo un trato deamor y de amistad, y sosiegan nuestra fantasía con las agra-dables imágenes ele estas suaves y delicadas pasiones. La ideaele una pací fica tranquilidad en una Arcadia pastoral esagradabl,e debido a los mismos principios, como ya hemoshecho notar l.

¿ Quién querría vivir en medio de continuos regaños y re-yertas y entre mutuos.reproches ? La rudeza y dureza de estasemociones !lOS perturban y desagradan, sufrimos por contagioy simpatía, y no podernos quedarnos como espectadores indi-ferentes aunque estemos seguros de que estas irritadas pa-siones no tendrán consecuencias perniciosas.

Una prueba segura de que el mérito de la benevolencia noderiva de su utilidad la podemos observar en el hecho de que,a modo de amable censura, decimos que una persona es dema-siado buena cuando hace más de lo que le corresponde en lasociedad o lleva su atención por los demás allende los lími-tes debidos. De igual modo, decimos que un hombre es

1 Sección V, parte segunda.

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demasiado alegre, demasiado intrépido, demasiado indiferen-te acerca de su fortuna, reproches que, en el fondo, implicanmayor estimación que muchos panegíricos. Como estamosacostumbrados a tasar el mérito y el demérito de los caracte-res principalmente por sus tendencias útiles o perniciosas, nopodemos dejar de aplicar el epíteto de censura cuando descu-brimos un sentimiento que se eleva a un grado dañino, peropuede ocurrir, al mismo tiempo, que su noble elevación o suatrayente ternura prenda de tal modo al corazón que más bienhaga aumentar nuestra amistad e interés por esa persona 1.

Las relaciones y amoríos de Enrique IV de Francia - du-rante la guerra civil de la liga - frecuentemente dañaron susintereses y su causa; pero todo el que sea joven, al menos,y amoroso, y que puede simpatizar con las pasiones delicadas,admitirá que esta misma debilidad - porque seguramente laI1amarán así - hace, principalmente, que el héroe sea queridoy los in terese en su fortuna.

La excesiva valentía y resoluta inflexibilidad de Carlos XIIarruinó a su propio país e infectó a todos sus vecinos, perotiene en su apariencia tal grandeza y esplendor que nos con-mueve de admiración y, en cierto grado, hasta podrían seraprobadas si a "veces no denunciaran síntomas demasiadoevi-dentes de locura y de desorden.

Los atenienses pretendían haber sido los primeros en prac-ticar la agricultura y la legislación, y siempre se estimaronsobremanera por el beneficio procurado de este modo a todala razón humana. También se jactaban, y con razón, de susbelicosas empresas, en particular de las enviadas contra lasinnumerables flotas y ejércitos de los persas que invadieronGrecia durante los reinados de Daría y de Jerjes. Pero aun-que no hubiese comparación en lo que se refiere a la utilidad

1 Diiicilmcntc admitiría censura el exceso de regocijo si 110 fueraque una alc¡.¡ría disoluta, sin una causa u objeto propios, es un síntomaseguro y caructer istico de la locura, y que por esta razón disgusta.

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entre estos honores de paz y de guerra, veni.os, t?~avía, quelos oradores que han escrito tan elaborados panegtricos sobre

famosa ciudad" han triunfado principalmente al mostraresa .. T ídid PI t' 1 'sus hazañas guerreras. En LISias, UC! les,. .a on e so~crates en todos ellos aparece la misma parcialidad que, SIbien ~~ndenada por la calma razón y reflexión, es tan naturalen el espíritu del hombre. ,

Se puede observar que el gran enca1~to de la ?oesla con-siste en las vivaces pinturas de las pasiones sublimes, de lagrandeza moral, del coraje, del desprecio por la. fortuna o po.raquellos delicados afectos del am?r y d~ l~ amistad que .entl-bian el corazón y di fúnden en el sentimientos y emoclO.l;essimilares. Y aunque se observa que toda clase de pasten,aún las más desagradables, como el enojo y el ~olor, ~roducensatisfacción cuando son excitadas por la poesia debido a unmecanismo de la naturaleza no fácil de explicar, aun así, lasafecciones más elevadas o delicadas tienen una influenciapeculiar y agradan debido a más. de una causa o principio. yesto sin decir que sólo ellas nos interesan en la fortuna de lapersona representada o que comunican alguna estimayafec-to por su carácter.

¿ Es posible dudar que este mismo talen.to de los. P?etas quemueve las pasiones, este patético y sublime sentimiento seaun considerable mérito, y que al ser realzado por su extremarareza pueda elevar, a, la persona que lo pose:, por encima ~etoda otra persona de su tiempo? La prudencia, destreza, Iir-meza y el benigno gobierno de Augusto, adornados por todoel esplendor de su noble cuna y corona im~er~a:, sólo lo hac,enun desigual competidor de la fama de Virgilío, el cual solopone en el otro platillo de la balanza las divinas bellezas desu genio poético. .

La misma delicadeza de estas bellezas, ° una delicadeza degusto, es en sí mismo una belleza en cualquier persona por-que proporcionan el goce más puro, inocente y durable detodos los goces.

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·' Estos son algunos ejemplos de las diversas especies de mé-lito que se valúan por el placer inmediato que comunican ala persona que los po.see. Ninguna intención de utilidado de futuras c.o,nsecltenclas benéficas entran en este sentimien-to c!e aprobaclón, pero es.. de esp~cie similar al que surge delas intenciones de una utilidad publica o privada L .. , . . a 111lsmasrmpatía social o con sentimiento de' la felicidad '.h o nuseriaum?nas, con~o poclemos notar, da origen a ambas. Y puede

considerarse Justamente que esta analogía que se encuentraen tocios los aspectos de esta teoría es una confirmación deella.

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SECCIóN OCTAVA

DE LAS CUALIDADES INMEDIATAMENTEAGRADABLES A LOS ,DEMAS 1

Así como en la sociedad (society) los mutuos choques yoposiciones de intereses y de amor a sí mismo han obligadoa la humanidad a establecer leyes de justicia a fin ele mante-ner las ventajas ele la protección y ayuda mutuas, de igualmodo, las eternas contrariedades del orgullo y la vanidad delos hombres en las relaciones sociales (company) han intro-ducido las reglas ele las buenas costumbres y de la buena edu-cación a fin de facilitar el trato de los espíritus y un cursoimperturbado de conversación. Entre la gente bien criadase finge una mutua deferencia, se disimula el desprecio porlos demás, se oculta la autoridad, se presta atención a cadauno a su vez, se mantiene fácilmente el curso de la conversa-ción, sin vehemencia, sin interrupción, sin ansia ele triunfoni aires de superioridad. Estas atenciones y consideraciones

1 La naturaleza y la definición de la virtud es, ciertamente, ésta:una cualidad del espíritu agradable a, o aprobada por, todos los quela consideran o la contemplan. Pero algunas cualidades producen placerporque son útiles a la sociedad o útiles o agradables a la personamisma; otras lo producen más inmediatamente, como ocurre en elcaso que consideramos aquí.

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son inmediatamente agradables a los demás, abstracción he-cha de toda consideración de utilidad o de tendencias benéfi-cas. Ellas concilian los afectos, promueven la estimación yrealzan sobremanera el mérito de la persona que regula sucomportamiento por ellas.

Muchas formas de educación son casuales y arbitrarias,pero la cosa que ellas expresan es siempre la misma. Losespañoles salen de su propia casa antes que su huésped, sig-nificando con esto que 10 dejan dueño de todo. En otrospaíses, el dueño ele casa es el último en salir, a modo de señalcomún de consideración y deferencia.

Pero, a fin de hacer a un hombre completamente sociable,debe tener tanto ingenio e inventiva como buenos modales.No es fácil definir qué es el ingenio, pero seguramente esfácil determinar que es una cualidad 'inmediatamente agra-dable a los demás pues comunica, desde el momento en queaparece, gozo vivaz y satisfacción a todos los que 10 compren-den. En verdad, se podría emplear la más profunda meta-física para explicar las diferentes especies de ingenio, y mu-chas clases de éste, que ahora son recibidas como único tes-timonio de gusto y sentimiento, podrían, quizá, ser reducidasa principios más generales. Pero es suficiente para nuestra

"tarea actual con que afecte el gusto y el sentimiento: al pro-'porcionar un goce inmediato es una fuente segura de apro-bación y afecto.

En los países en que los hombres pasan la mayor parte desu' tiempo conversando, haciendo visitas y concurriendo a

',' asambleas, estas cualidades sociables son de alta estimacióny constituyen la porción más importante del mérito personal.En los países en que los hombres llevan una vida más domés-tica y se ocupan de negocios o se divierten en un círculo derelaciones más estrecho, se consideran principalmente cuali-dades más sólidas. Así, he observado a menudo entre losfranceses que las primeras preguntas que hacen acerca de unextranjero son H¿ es bien educado? ¿ tiene ingenio?" En nues-

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-:-,' -. -

s siem re la de "compañero sen-tro país la mayor a~aban,~a e ood-n%tured, sensible fellow).sato y de buen caracter (p irit del diálogo es agra-. , el Vivaz esplfl uEn la conversaclOn, t' . de algún modo en, II desean par icrpardable aun a aque os que 1 rra largos cuentos o el que

. d ' que e que nael discurso; e aqui recibe aprobación. Pero la mayo-declama pomposamente no bi tomar parte en la conver-ría de los ~ombres desea :~~~o~e~joS esta locuacidad que lossaClOn y miran con muy 1 s

d h d 1 cual son tan ce oso .priva de un ere: od e. f . os mentirosos que frecuente-

Hay una especie e 1110 enslv. y ciue se ocupan de 10en las reumones

mente encontram~s ., 1 e- entrétener Y agradar,maravilloso. Su mtenclOn ~sIU~t ~ás ~on lo' que concibenpero como los hombres se e el afn de sobremanera los me-

d d sta gente con un . , Scomo ver a ero, e. universal reprobaclOn. edios de agra?ar e l11curren e~n~~~: o la fantasía, en los cuen-tolera algo, S111 embargo, la m t aso es realmente agradable

, ti porque en es e c .tos humor~s ICOS. 1 rdad aquí no tiene importancia.y entretemda Y pOIque a e d . . ÚP el buen sentido y el

La elocuenc~a, toda clase ~lege;l~, :lt~ grado y se usa ensano razonamle~to, cua~?o ida~ de fino 'discernimiento sonasuntos de consldera~le 19.n y a d bles v tienen und' ue arecen mmedmtamente agra a J

ones q P. T d d La rareza jcrualmente, quemérito distinto a .su dut; 1 a. debe agr~g:r un valor adi-tanto realza el precio e as cosas, , :tu humano.cional a estos nobles talentos de~ esplqi' . .,. sentidos aún

Se puede entender la mode:t¡a en (lv:er~~~nos tratado. Ahaciendo abstracción de la cdastl:daddqauedeYl":110nol~el temor de

. .f' '1 t nura Y e ica ezz ,veces slgm ica a el' .' , 1 daño aj eno y el1 . d por la intrusión o e e

la censura, e rrue o d"' de toda clase de virtudPudor que es el verdadero guar l~~ e • , Pero

, t 1 VICIOY la corrupClOn.v una segura defensa con ra e do se lo opone aJ • .' do rné 1 se encuentra cuansu slgmÍlca o mas usua . . na falta de con-

. denci 1 arrogancIa, y expresa u' .la irnpu encra y a a debida atención Y conslde-fia~~a en nlossotclreo¡Usa,~1is~~sl~S ~~~~1bres j'óvenes, principalmen-ración por o < •

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te .. e~t,a cualida~ es un signo seguro de buen sentido, y estambién el medio adecuado para aumentar ese don mante-niendo sus oídos abiertos a la instrucción y haciéndolos asílograr nuevos conocimientos. Pero, además, tiene otro en-canto al lisonjear la vanidad de todos los hombres y al mos-trar ~~ apariencia de un dócil alumno que recibe, con debidaatención y respeto, toda palabra que ellos pronuncian.

En general, los hombres tienen mayor tendencia a sobre-estimarse que a menospreciarse, pese a la opinión de Aris-tó~eles l. Esto nos hace más celosos por los excesos de lapnl11;ra parte y nos lleva a considerar con peculiar indul-genera toda tendencia hacia la modestia y a la falta de con-fianza, en ~~o mismo, estimando en menos el peligro de caeren, algun VICIOSOextremo de esta naturaleza, Es así que en lospaises en que los cuerpos de los hombres tienen tendencia aser demasiado gruesos, la belleza personal es colocada en ungrado ~1ucho mayor de delgadez que en los países en que éstees precisamente el defecto más común. Es que los hombres, alver frecu~ntel11:n.te casos de una clase de fealdad, creen que?un~a están s~flclentemente alejados de ella y desean siemprel~cllI1ar:e hacia el lado opuesto. De igual modo, si se admí-tiese ,a~lertamente la ~Iabanza de uno mismo y se observasela máxima de Montaígne, según la cual uno debería decir!ranc~r;;el1te: "tengo buen sentido, ciencia, coraje, belleza omgenlO - como a menudo pensamos - si estuviéramos eneste. caso, ?igo, .todos ?os daríam~s cuenta de que tal corrientede rmpertínencía harla a la SOCIedad completamente intole-rable. Por esta razón, la costumbre ha establecido comoregl.a en las sociedades comunes, que los hombres no han dededicarse a la propia alabanza ni aún a hablar mucho de símismos, y es sólo entre sus amigos Íntimos o entre personasde mucha franqueza que se tolera el hacerse justicia uno mis-mo. Nadie encuentra censurable que el marqués Mauricio,

1 E/hiea ad Nicornaclnnn.

13°

príncipe de Orange, cuando una persona le preguntó a quién~onsideraba primer general de su época, le contestó: "Al Mar-qués de Spinola lo considero como el segundo", si bien se ob-serva que la alabanza a sí mismo aquí implicada está máspatente que si se hubiese expresado directamente, sin velo nidisfraz alguno. .

Quien se imagina que todos los casos de mutua deferenciadeben ser tomados en serio y que un hombre sería más esti-mable por ser ignorante de sus propios méritos y prendas,debe ser, sin duda, un pensador muy superficial. Una débilinclinación aún en el sentimiento íntimo, es considerada favo-rablemente, sobre todo en la gente joven, y para el comporta-miento externo es necesario una fuerte inclinación, pero estono excluye un noble orgullo y espíritu (spl:rit) que puedemanifestarse abiertamente en toda su extensión cuando al-guien se encuentra bajo el peso de una calumnia o de unaopresión de cualquier clase. La generosa obstinación de Só-crates, como Cicerón la llama, ha sido muy celebrada en todoslos tiempos y cuando se la une a la acostumbrada modestia desu conducta constituye un brillante carácter. Ifícrates, elateniense, al ser acusado de traicionar los. intereses de su paíspreguntó a su acusador: "Creéis que en una ocasión similartú hubieras sido culpable de este delito?" "De ningún modo",replicó el otro. "¿Y puedes creer - dijo el héroe - que Ifí-crates sería culpable?" 1 En tina palabra, un espíritu (spirít )generoso !y)a estimación de sí mismo, cuando tienen razónde ser y están decorosamente disfrazados y se mantienen va-lientemente en el dolor y la calumnia, constituyen una granexcelencia y parece derivar su mérito de la noble elevaciónde su sentimiento o su inmediata agradabilidad a su posesor.En los caracteres ordinarios aprobamos la tendencia hacia lamodestia, que es una cualidad inmediatamente agradable alos demás, pero el vicioso exceso ele esta virtud, es decir, la

1 QUINTlLI.\NUS, Lib. V. Cap. 12.

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insolencia o la arrogancia, es inmediatamente desagradable alos demás, y el exceso de la primera, esto es, de la modestia,lo es a su posesor. Tales son los límites de estos deberes.

El deseo de fama, de reputación o la consideración paracon el prójimo, están 'tan lejos de ser censurables, que pare-cen inseparable de la virtud, el genio, el talento y una dispo-. sición noble o generosa. La sociedad también espera y soli-cita atención aún para los asuntos triviales, con el fin de agra-dar, y nadie se sorprende si en las reuniones se encuentranpersonas que observan mayor elegancia en el vestido y uncurso de conversación más agradable que cuando pasan eltiempo en su casa y con su. propia familia.

¿ En qué consiste, ..I~ues, la vanidad, que es tan justamenteconsiderada como una falta o imperfeccjón? Parece consistirprincipalmente en una exhibición tan desmedida de nuestrasventajas, honores y aptitudes, en un requerimiento de ala-banza y admiración tan abierto e inoportuno que es ofensivopara los demás y usurpa en demasía los derechos de S1t secre-ta vanidad y ambición. Es, además, un signo seguro de faltade dignidad y elevación de espíritu, el cual constituye unornamento tan grande en todo carácter.

¿ Por qué, entonces, el impaciente deseo de aplauso, comosi no tuviéramos méritos suficientes para ello y no pudiéra-mos razonablemente esperar que alguna vez lo habremos -deobtener? ¿ Por qué estamos tan ansiosos de contar que hemosestado en compañía de grandes personalidades y que hemossido objeto de distinciones, como si éstas no fueran cosascorrientes y que' todos podrían imaginar sin necesidad deque nosotros 10 dijésemos?

La decencia, o sea el respeto por la edad, el sexo, el carác-ter y la posición Cjue se ocupa en el mundo, puede ser agru-pada entre las cualidades que son inmediatamente agradablesa los demás y que, debido a esto, obtienen alabanza y apro-bación. La afeminada conducta de un hombre y los rudosmodales de una mujer son igualmente antipáticos porque son

) "

inadecuados a los respectivos caracteres y diferentes de lascualidades que esperamos encon~rar en cada un? ~e los sexos.Es como si una tragedia estuviese llena de comicas bellezaso si una comedia 10 estuviera de rasgos trágicos. Las despro-porciones hieren la vista y producen en los espectadores unsentimiento desagradable que es fuente de censura y desapro-bación. Esto es precisamente el indl!,coyum que Cicerón ex-plica tan extensamente en sus Oficios.

Entre las otras virtudes también debemos hacer un lugarpara la limpieza, puesto' que nos hace naturalmel:te agradablesa la vista de los demás y no' es fuente despreciable de amory de afecto. Nadie negará que la negligencia. es, ~n. este par-ticular, una falta, y como las faltas no son S1110 VICI.OS ~eno-res y esta falta no puede tener otro origen que la incómodasensación que excita en los demás, podemos, el~ este caso,aparentemente trivial, descubrir claramente el, ong~n de lasdistinciones morales en las cuales las personas instruidas (thelearned) se han envuelto en tales laberintos de perplejidady de error. .

Pero además de todas las cualidades agradables, el origende cuya belleza podemos en cierto modo explicar, q.ueda ~únalgo misterioso e inexplicable, que produce una inmediatasatisfacción al espectador, pero que éste no puede pretenderdeterminar cómo, por qué o en base a qué. Hay una conducta(manner), una gracia, una desenvoltura, una ge~tileza, iü~'.no se qué, que algunos hombres poseen, que es muy diferente dela belleza externa y el buen aspecto (comeliness) y el cual, sinembargo, prende nuestro afecto casi tan repentina y poderosa-mente. Y aunque se halle principalmente de esta conducta(nwnHer) en la pasión sexual, en la cual la magia oculta :eexplica fácilmente, mucha de ella prevalece seguramente, SI:1

embargo, en toda nuestra estimación por las personas y consti-tuye parte no despreciable de nuestro mérito personal. Estaclase de perfecciones, por tanto, deben ser confiadas a los cíe- .gos, pero seguros testimonios del gusto y del sentimiento, y

I33

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deben ser consideradas como una parte de la ética con la cualla naturaleza desconcierta todo el orgullo de la filosofía v lehace percibir sus estrechos límites y escasas conquistas. -

Aprohamos al prójimo por el ingenio, la buena educación,la modestia, la decencia o cualquier cualidad agradable quepose~, aunqu~ n~ sea conocido de nosotros ni nos haya pro-porcíonado nmgun placer mediante sus perfecciones. Laidea que nos formamos de su efecto sobre aquellos que loC?:lOcen tiene una agradable influencia en nuestra imagina-cion y nos da el sentimiento de aprobación. Este principioentra en todos los juicios que nos formamos acerca de lascostumbres (manners) y caracteres humanos.

134

SECCIóN NOVENA

CONCLUSIÓN

PRIMERA PARTE

Puede parecer sorprendente, con razón, que cualquiera queesté en una edad tan avanzada deba probar, mediante unelaborado razonamiento, que el mérito personal consiste porcompleto en la posesión de cualidades mentales útiles o agra-dables a la persona misma o a los demás. Se podría esperarque este principio se les hubiera ocurrido hasta a los primiti-vos, rudos e inexpertos investigadores acerca de la moral, yhubiera sido aceptado debido a su propia evidencia, sin nin-guna disputa o reserva. Todo 10 que de algún modo puedaser valioso, se clasifica tan naturalmente en la división de loútil y agradable - uille, dulce -, que no es fácil imaginar porqué habríamos de indagar más allá o considerar la cuestióncomo asunto de sutil examen' oInvestigación. Y como todolo útil o agradable debe poseer estas cualidades con respectoa la persona misma o a los demás, el dibujo o descripcióncompleta del mérito parece realizarse tan naturalmente comouna sombra debida al sol o a una imagen que se refleja enel agua. Si el terreno en que se proyecta la sombra no estároto o desparejo ni la superficie desde la cual se refleja laimagen no está alterada o confusa, se presenta inmediatamen-te una figura adecuada, sin ningún arti ficio o intención deobtenerla. Y parece una presunción razonable la de que los

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sistemas e hipótesis hayan pervertido nuestro entendimientonatural, cuando se ve que una teoría tan simple y patentepuede haber escapado por tanto tiempo a más prolijo examen.

Pero cualquiera sea el caso de la filosofía, en la vida diariaestos principios se mantienen siempre implícitamente, ya queno se recurre a otro argul11entode alabanza o censura cuandousamos algún panegírico o sátira, o cuando aplaudimos ocensuramos las acciones y el comportamiento humano. Siobservamos a los hombres, en todo discurso o conversación entoda diversión u ocupación, veremos que jamás dudan acercade esto, salvo los escolásticos. Nada más natural, por ejern- .plo, que el s.iglliente diálogo: "Tú eres muy feliz _ supon-gamos que dice una persona a otra -i- al dar a tu hija a Clean-tes COl~lO ~sposa. Él es un hombre de honor y de carácterhum~11Itano. Todos los que 10 tratan están seguros de sercOI~s~derados. con amabilidad y equidad" 1. "También yo tefelicito - dice otro - por las prol11isorias perspectivas de tu• ápida pel1et:ación y pr~coz conocimiento de los hombres y~Ie los negocios pronostican grandes honores y adelantos" 2.

Me sorprendes - replica un tercero .,-, cuando hablas deCleantes como hombre de negocios y de aplicación. Última-111:I~te10 ,he encontrado en U:1 círc~lo de la más alegre COI11-

panía, y el era el alma y la VIda nusrna de nuestra conversa-ción, por tanto ingenio unido a tan buenas costumbres tantagala~1tería sin afectación, tanto ingenioso conocimien~o tangentIlmente presentado, que no he observado en nadie ante-riormente" 3. "Más aún lo admiral:íais ~dice un cuarto _ si1,0 conocierais má? fami,liarmente. Itsas alegrías que notas enel I~Oes .Ull repentino relámpago que desaparece con el contactoSOCial,sino que continúa en todo el curso de su vida v mantie-ne perpetua serenidad en su semblante y tral1quilid~d en su

I Cualidadco útiles a los demás.2 Cualidades útiles a la persona misma.a Cualidades inmediatamente agradables a los demás.

alma. Se ha encontrado ante situaciones difíciles y ~~n tod~clase de peligros, pero debido a su grandeza de espmtn fuesiempre superior a todos ellos" 1. "Esta imagen, caballeros,- prorrumpí yo - que habéis dibujado de Cleantes, es pre-cisamente la de una virtud perfecta. Cada uno de vosotroshabéis dibujado un rasgo de su figura y, sin pel::arlo, habé~sexcedido todos los cuadros pintados por Gracián o Casti-glione. Un filósofo podría elegir este carácter como modelode virtud perfecta. .y así como en la vida diaria se admite que toda cualidad

útil ~ agradable a nosotros mismos o, a los de.más. es una par-te de mérito personal, no se aceptara entonces ninguna o.tra,si los hombres juzgan a las cosas con su razón natural, ltb:ede prejuicios, sin las engañosas apariencias de la sup~rstI-ción y de la falsa religión. El celibato, el a~uno, la p~l1Itel:-cia, la mortificación, la abnegación, la humildad, el silencioy toda la serie de virtudes monásticas, ¿ por qué razón sontodas ellas rechazadas por los hombres de buen sentido sinoporque no sirven para nada: ni, aumen~an la fo~·tuna. delhombre en el mundo ni hacen de el un miembro mas valiosode la sociedad ni 1; hacen capaz para el entretenimiento delas reuniones sociales, ni aumentan el poder del regocijo con-sigo mismo? Observamos, por el contrario, que imp~de;t to-cios estos defectos deseables fines, atontan el entendimiento,endurecen el corazón, oscurecen la fantasía y agrian el tem-peramento. Por tanto, podemos justamente pasarlos a la co-lumna opuesta y colocarlos en la lista de los vicios, ya queninguna superstición en el mundo tiene fuerza suficiente co-1110 para pervertir por completo estos sentimientos naturales.Un triste y atolondrado fanático puede ocupar una fecha delcalendario después ele su muerte, pero difícilmente será ad-mitido, en vida, en la sociedad y en amistades íl1til1l~s, salvopor aquellos que son tan delirantes y funestos como el.

1 Cualidades inmediatamente agradable, a la persona misma.

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f-

Parece -una ventaja de la teoría que presentamos el hechode que no .entra en la vulgar disputa acerca de los grados debenevolencia o de amor a sí mismo que prevalecen en la natu-raleza humana, disputa que probablemente no ha de tenerniI1~una solución, tanto porque los hombres que han tomadopartido no se convencen fácilmente y porque los fenómenos~u~ pueden producirse por ambas partes son tan dispersos,InCI.er~, y sujetos a tantas interpretaciones que _apenas esposl~le compararlos. con exactitud y sacar de ellos alguna de-t:rm~nada inferencia o conclusión. Para nuestra presentefinalidad basta admitir algo que seguramente no podrá sernegado sino a~surdamente; que en nuestro corazón hay algu-na ?enevolencla~ por muy pequeña que ~~a, que en nuestrae~tructura . conviven rasgos propios de la paloma junto aotros propios del lobo y de la serpiente. Por más débiles quesupongamos a estos sentimientos, aunque sean insuficientespara n:over siguiera una mano o un dedo de nuestro cuerpo,aun .asl deben dm~lr las. determinaciones de nuestro espírituy, SI ~odo lo demas es Igual, deben producir una fría pre-ferencia por lo q.u~ es útil y servicial a la humanidad frentea lo que es ~er?lc!?soy peligroso. Surge de inmediato, portanto, una dts.t-mClO1t moral, un sentimiento general de cen-sura o.aprobaclón, una tendencia, por más débil que sea, hacialos objetos de una, y una proporcionada aversión por los dela otra.. Estos razonadores que tan seriamente sostienen elpredOl~1I1ante egoísmo del espíritu humano, tampoco se es-~~ndahzan en .modo alguno al oír hablar de los débiles sentí-nnentos ~e vlr~ud arraigados en nuestra naturaleza. Porel conrrario, estan tan prontos a sostener esta doctrina como1:1. ~.tra ~ ,su espíritu de sátira-- porque parece tal, más que deCOI I upcron -:- da naturaln~ente origen a ambas opiniones queen verdad tienen entre SI una grande y casi indisolubleconexión.

La avaricia, la ambición, la vanidad y todas las pasiones

vulgar aunque impropiamente comprendidas bajo la denomi-nación de amor a sí mismo, están aquí excluí das de nuestrateoría acerca del origen de la moral, no porque sean demasia-do débiles sino porque no tienen un designio adecuado paraesa finalidad. La noción de la moral implica algún sentimien-to común a toda la humanidad, que recomienda el mismo ob-jeto a la aprobación general y hace que cada hombre o lamayoría de ellos estén de acuerdo en la misma opinión o deci-sión acerca de él. También implica algún sentimiento tanuniversal y comprensivo que se extienda a toda la humanidady haga que hasta las acciones y conducta de las personas másremotas sean objeto de aplauso o censura, según estén o noele acuerdo con la norma de conducta establecida. Estos dosrequisitos pertenecen tan sólo al sentimiento de humanidad(lw1IIGnity) sobre el cual insistimos aquí. Las otras pasionesproducen en todos los corazones muchos poderosos senti-mientos de deseo o aversión, de afecto o de odio, pero éstasno son sentidas tan en común ni spn tan comprehensivas co-mo para ser el fundamento de ningún sistema general y deuna teoría establecida de censura y aprobación.

Cuando un hombre dice que otro 'es su enemigo, su rival,su antagonista o su adversario, entendemos que habla en ellenguaje -del amor a sí mismo, .y que expresa sentimientos,peculiares a él mismo y que surge1,1 ele su particular circuns-tancia y situación. Pero cuando -concede --a un hombre cual-quiera los epítetos ele vicioso, odioso o depravado, habla en-tonces otro lenguaje y expresa sentimientos que - espera -han de' coincidir con los de su auditorio: Por tanto, él debeaquí alejarse de su privada y particular situación y debe ele-gir un punto de vista común a él y a los demás, debe conmo-ver algún principio de la textura humana y tocar alguna fibraen la cual toda la humanidad debe estar en acuerdo y simpa-tía. Si él quiere, por tanto, expresar que este hombre poseecualidades cuya tendencia es perniciosa a la humanidad, haelegido el punto de vista común y ha tocaelo el principio del

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carácter humanitario que en .los hombres, Mientras el corCle:to hgrado coincide en todoslos mismos elementos que h a

1zon u~lano se componga de

1 " oy o constItuyen J'a " ,cornp eto II1dlferente al bien úbr' mas sera porble frente a las ten den ' d PI ICO rn enteramente impasi-y eras e os caractere 1

aunque generalmente pued ti s y as costumbres,la humanidad no sea t f a, es lmarse que esta afección deción~ al ser común en toa~~s~~~t~ como la van~d~d y la ambi-servir de fundamento al' fmbres es la ,unIca que puedede censura o de alabanza a ~:o:a ~, ~,cua1quler otro sistemala misma que la amb¡ " 'd m rcion de un hombre no esbi icion e otro ya qu 1 'o Jeto no ha de satisf. ' e e rmsmo suceso u

t ' d ' acei a ambos pero el ' 1arro e un hombre es l ' ' . caracter 1umani-mismo objeto toca esta e ~~racter humanitário de todos, y el

Pero los sentimiento paslOn en todas las' criaturas humanasno son sólo los mismos sel;~e dsurfen d~l carácter humanitarí~ .ducen la misma aprob ' , o as as Criaturas humanas V pro-

aClOn o censura sil ' , .prenden a todas las criaturas hum ' 10 que tamblen corn-cuya conducta o caráct a~as, ya que no hay nadiesura de parte de todos e~ no ;ea objeto de aprobación o cen-nes llamadas cOI~únme' t 01' e ,contrario, aquellas otras pasio-ti , n e egOlstas produce difImlentos en cada indí 'el ' n ,1 erentes sen-también contemplan ~vll uo, segun su particular situación yla mayor frialdad e ' d,af mayor parte de la humanidad ~011

111 1 erencia M' id dgada por todos los que me tim I vani a se siente hala-y desagrada todo el que edsrman '1 respetan; me mortifica

, me esprecla pero e . ,es conOCIdo sólo a un _ ' , :omo 1111nombrea pequena parte de 1" ,

pocos que entran dentro de 1 f d a .1umamdad, haytal d bid a es era e esta pa '".,:',1, e I o a esto 111' f ' , ,e S10n O que exci-t' , I a ecto o nu disgu t P ,an e 1111 una conducta d 'r' s o, ero SI se pone

quier país o época " ~dsPOica, lI1solente o bárbara, en cual-iosa d , rapI amente percibo 1 ti'CIOsa e tal conducta' , a ene encia perni-

nancia d e y experImento el sentimiento d, y e desagrado hacia él E e repug-

caracter puede estar tan le' o's d' '11 este respecto, ninglll1fercnrs. Siempre debe pr f) , e serme completamente indi-

1e enrsc 10 que es benéfico para la so-

ciedad o para la persona misma, Y toda acción o cualidad decada, ser humano, debe, por esto, ser colocada en una claseo denominación que exprese la general censura o aplauso,

Por consiguiente ¿ qué más podemos pedir para distinguirlos sentimientos que dependen de la benevolencia de aquellosvinculados a alguna otra pasión, o para persuadirnos de quelos primeros, y no los segundos, constituyen el origen de lamoral? Cualquier conducta que.obtiene mi aprobación al to-car mi carácter humanitario, consigue también el aplauso dela humanidad al conmover también en ellos el mismo princi-pio; pero lo que sirve a mi avaricia o a mi ambición agradaa estas pasiones en mí solamente, y 110 conmueve a la avariciay la ambición en el resto de la humanidad, No hay ningúnaspecto en la conducta de un hombre - supuesto que tengatina tendencia benéfica - que no sea agradable a mi carácterhumanitario, por más lejos que esté la persona; pero todohombre que esté tan alejado como para no entorpecer nipromover mi avaricia y ambición es considerado como com-pletamente indiferente a estas pasiones, Por tanto, como ladistinción entre estas clases de sentimiento es tan grande yevidente, el lenguaje debe moldearse según ella y debe inven-tar un peculiar conjunto de términos 'con el fin de expresaresos universales sentimientos de censura o aprobación quesurgen del carácter humanitario o en vista de la utilidad ge-neral y de su contrario, La virtud y el vicio llegan entonces aser conocidos, se reconoce la moral, se forjan ciertas ideasgenerales acerca de la conducta y el comportamiento humanosy se espera que los hombres, en ciertas situaciones, se con-duzcan de cierta manera, Se determina que tal acción estáde acuerdo a nuestra regla abstracta y que tal otra es con-traria a ella, Y por tales principios universales los particula-res sentimientos del amor a sí mismo son frecuentementecontrolados y limitados'.

1 Parece cierto, tanto por la razón como por la experiencia, que unsalvaje rudo e ignorante regula principalmente su amor y su odio por

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Los tumultos populares, las sediciones, las facciones, lospánicos y todas las pasiones que se comparten con la multitudnos enseñan la influencia de la sociedad al excitar y apoyarcualquier emoción, y vemos que por esa razón surgen losdesórdenes más indomables cuando se presenta la ocasión másdébil y frívola. Solón no fué cruel, aunque quizá si fué uninjusto legislador que castigó a los neutrales en las guerrasciviles; y me parece que pocos incurrirían en tal pena si seaceptase que su afecto y discurso fueran suficientes para ab-solverlos. No hay egoísmo, y apenas una filosofía, que ten-gan fuerzas suficientes para sostener una total frialdad eindiferencia, y ha de ser algo más o algo menos que hombre,quien no se inflame en la llama común. No es de extrañar,pues, que los, sentimientos morales tengan semejante influen-cia en la vida aunque surjan de prin¿ipios que puedan

las ideas de utilidad y de daño privados, y que sólo tiene vagas con-cepciones de una regla general o sistema de comportamiento. Odiade corazón a quien tiene por delante en la batalla, no sólo duranteel momento presente, lo que es casi inevitable, sino para siempre, y sólose satis face por el más severo castigo o venganza. Pero nosotros,acostumbr~dos a la sociedad a reflexiones más amplías, consideramosque esa person,~ está sirviendo a su propio país y a su propia comu-nidad; que' 'cuhlquier persona, en la misma situación haría 10 mismo'que nosotros mismos, en circunstancias iguales, observamos una con-ducta igual; que, en general, la sociedad humana se sostiene mejorsobre esos principios y mediante estas suposiciones y consideracionescorregimos,en alguna medida, nuestras pasiones más rudas y estrechas.y aunque siempre gran parte de nuestra amistad esté regida por con-sideraciones privadas de daño o de provecho, en última instancia ren-dimos homenaje a las reglas generales que estamos acostumbradosa respetar, al 'imputarle malicia o injusticia, a fin de dar libre caucea las pasiones que surgen del amor a sí mismo y del interés personal.Cuando el corazón está lleno de ira no necesita pretextos de esta natu-raleza, aunque a veces tan frívolos como los que usa Horacio cuandoal ser casi aplastado 'por un árbol, pretende acusar de homicidio;quien lo plantó.

arecer, a primera vista, algo pt;qu~~os y delic~dos. Pe¡:oaebemos hacer notar que estos pnnclplOs. son SOCiales y ~11l-

versales y forman, en cierto modo, el partido dt; la hum~l11dadcontra el vicio o el desorden, que es su enemigo cornun. Yomo la benévola consideración se difunde, en mayor o menor

~rado, entre todos los hombres, y es la n;isl11a en todos ellos,se presenta muy frecuentemente en el discurso y la conv.e,r-sación, es apreciado por la sociedad, y la censura ~ aprobaciónson, con esto, sacadas del letargo en el cu~1 estan ,Probable-mente adormecidas por la soledad y la IgnorancIa.. Otraspasiones, aun quizá originalmente más poderosas, son ,sobre-pujadas por la fuerza de las primeras y, por ~er eg01sta~ yprivadas, entregan el dominio de ñuestro corazon a los prin-cipios sociales y públicos. ., _

Otra fuente de nuestra constitución natural, que anade granfuerza a los sentimientos morales, es el amor a la fama: ~uegobierna con incontrolada autoridad en todos. los espmtusgenerosos y que con frecuencia es :1 gran. objeto de, :o.dossus planes y empresas. Al perseguir continua y .~neq;lca-mente tina personalidad, un nombre, una reputación en elmundo, pasemos revista frecuentemente a nuestra conduct~ ycomportamiento, y consideramos cómo aparece~ ~nte los OJosde quienes nos rodean y nos obse~van. Este hab~to. co~stante.de inspeccionarnos a nosotros n;lsmos, por ~ec.lrlo. ~Sl, .me-diante la reflexión, mantiene VIVOS los sentl1l11en.t6~ de, lojusto y de lo injusto, y en las cria~uras nol;les da origen aunacierta reverencia por nosotros mismos aSI como ~or los de-más lo cual es el guardián más seguro de toda VIrtud. Lascon~eniencias y placeres animale~ pie.rden grad~almel1te suvalor mientras que toda belleza interior y .gracIa moral esasiduamente conquistada, y el espíritu logra to.das las p:rfec-ciones que pueden adornar o embellecer una criatura raClOl1~l.

He aquí la más perfecta moral que conocemos .Y ~ue exhi-be la fuerza de muchas simpatías. Nuestro sentimiento mo-ral es en sí mismo, principalmente, un sentimiento de esta

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ti:

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naturaleza y nuestro interés en ser considerados por los de-más parece que surge sólo del cuidado que ponemos paramantener la consideración ante nosotros mismos, y, con estefin, debemos apuntalar nuestro vacilante juicio con la corres-pondiente aprobación de la humanidad.

Pero, a fin de acomodar las cuestiones y alejar toda difi-cultad posible, concedamos que todos estos razonamientos sonfalsos. Concedamos que cuando reducimos el placer, quesurge en vista de la utilidad, a los sentimientos de humanidad(lw111anitj') y de simpatía, hemos abrazado una hipótesisequivocada. Confesemos que es necesario encontrar algunaotra explicación a ese aplauso que se concede a los objetos,sean inanimados, animados o racionales, si tienen una tenden-cia a promover el bienestar y el beneficio de la humanidad.Por más difícil que sea concebir que un objeto es aprobado enrazón de su tendencia hacia un cierto fin, cuando éste nos escompletamente indiferente, aceptemos sin embargo este ab-surdo y consideremos cuáles son sus vconsecuencias. N ues-tro bosquejo o definición del mérito personal debe m.antenertodavía su evidencia y autoridad: debe aceptarse que todacualidad del espíritu que sea útil o agradable a la personamisma o a los demás comunica placer al espectador, atrae su 'estimación y es recibida con el honroso nombre de mérito ovirtud. ¿No se estima la justicia, la fidelidad, el honor, laveracidad, la lealtad, y la castidad, tan sólo por su tendenciaa promover el bien de la sociedad? ¿Y esa tendencii"Wd é'Sinseparable de la benevolencia, del carácter hurnanitariojdé'la suavidad, generosidad, gratitud, moderación, delicadeza,amistad y todas las otras virtudes sociales? ¿Es posible dudarque la aplicación, la discreción, la frugalidad, la reserva, elorden, la perseverancia, la presciencia, el juicio y todo estegénero de virtudes y dones, cuya enumeración no cabría enmuchas páginas de un catálogo, es posible dudar, digo, quela tendencia de estas cualidades a promover el interés y lafelicidad de su poseedor sea el único fundamento de su rnéri-

.' un espíritu que mantiene unato? ¿ Quién ha de dIscutir q~te ble di<Ynidad Y ánimoconstante serenidad y alegna

1, una n~luntal para con todos

, id ti rno afecto y mena v .intrepl o, un le 1 goce íntimo constituye1 d n al tener mue 10 .los que o ro ea , " do y regocijante que SI

· , pectáculo mas a111ma .tamblen un es 1 li atormentado por la ansi e-· b tid por la me anco ia, 'estuviese a a I o 1 d' d en la bajeza y degene-dad, irritado por el furor o 11unu~ ~especta a las cualidadesración más abyecta? y en o lq d ás éstas hablan sufi-

di t agradables a os ern;in111e latamen e, e 'dad ha de ser infortu-, mismas )' en ve! " .' ,cientemente por SI '. ' mento o 'en su sttuacl0n

nado aquel que, en su proPl?b.tdem

f:;a encantos de un ingenio. d d nunca ha perci I o d 1y SOCle a , . f 1 '1' d 1 de una delica a 1110Ces-· ° de una efusiva a ani I ac,gracIOSO . d t de conducta.

tia o una decente gentIleza e gor e yde ser menos filosóficoMe doy cuenta de que na ~ .pue te en cualquier tema

f b oluta o dogmatlcamenque a irrnar a s d pudiera mantener un escep-y que, aún en el caso e que;;e , destructivo para toda. . . o éste no sena mas .ucismo excesiv . t Estoy convencIdo de que. . ti .ón y razonamlen o.Justa mves igacr "<Yuros y son arrogantes, escuando los hombre~ estan mas s~'" han dado rienda suelta acuando más se equivocan y delibe o ., y suspensión de jui-

• r • la adecuada e 1 eraclon ,la pastón. S111 e "d egurarlos contra los mas. 1 . únicas que pue en asClO que son a:., '. . bar o debo confesar que esta en u-grandes absurdos. y S111en

b1. g 1 1Z tan' vivaz que actual-

., 't' al asunto ajo una t:meracion S1ua , de ninzuna verdad que co-mente no puedo estar m~s seguro ent~ que el mérito per-nozca mediante razonamIento y argu~1 "t'l o azradable de

. t ente en el carácter u 1 bsonal consiste en eram 1 a que las posee o a

id d respecto a a personlas cuali a es con, '1 Pero cuando pienso11 ti nen alzún trato con e., ,

aque os que le b • b iada la figura y el tama-l id iedida y osquejs , eque, aunque ia SI o 11 h . 1 explicados los movimientosño de la tierra, aunque al1 SICo· . leyes el orden y la

e ha suj eto a sus propIasde las mareas, s 1 '111 el infinito ha sido· .' , d los cuerpos ce este s v aun ieidisposición e b '1 hombre aún disputanreducido al cálculo, y sin em argo os

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acerca del fundamento de sus deberes morales, cuando pien-S? esto, digo, vuelvo a caer en la desconfianza y en el escep-t~CJsmo, y sospecho que si una hipótesis tan patente hubierasido verdadera hace mucho tiempo que habría sido aceptadapor el voto y el consentimiento unánime de la humanidad.

SEGUNDA PARTE

,Y_a hemos e::,plicado la aprobación 1110ral que acompaña almento o a la virtud ; ahora no queda más que considerar bre-v.emente z:uestr~ interesado agradecimiento (obligation) ha-CIa e.lla e .1I~vestIga~ si. todo hombre que .se preocupa por su~ropla felicidad y bIenestar no obtendrá mayor beneficio prac-ticando todos los deberes morales. Si es posible determinarclaramente esto a partir de la teoría precedente tendremos lasatis!acciól1 ele pensar que hemos insinuado ¡;rincipios queno solo, esperamos, resistirán la prueba del razonamiento v lail~vestigación, sino que pueden contribuir a la reforma d~ laVIda. de los ~ombres y a su mejoramiento en la moralidad yla :'I~'~ud soc~al. , Y aunque la verdad filosófica de una pro-posl~lon de nmgun modo dependa de su tendencia a promoverlos lI1te~eses de la sociedad, sería sin embargo poco gratopar~ quien, al presentar una teoría tan cierta como se quiera,debiera con fesar que lleva a una práctica peligrosa y pernicio-sa. ¿ P~r qué escudriñar rincones de la naturaleza que sóloproporcIonan molestias? ¿ Por qué sacar la pestilencia de lafosa. en q~le c:stá ente:r~da (Si lo haces, ¿ la ingenuidad detus l.nvestlgaclOnes quiza sea admirada, pero se detestarántu: SIstemas, y la humanidad, si no puede refutarlos, se pon-drá de acuerdo para hundirlos en el silencio y en el olvidoeternos. Las verdades que SOI1 perniciosas a la sociedad sies ql1~ hay tales, cederán ante los errores saludables' yt'elltajosos.

Pero ¿ qué verdades filosóficas pueden ser más ventajosas

la sociedad que aquellas que presentamos aquí, las cualesa . ás atrepresentan a la virtud en todos sus genulll<?s y mas a rayel:-tes encantos y hacen que nos acerquemos a ellas ~on tranqui-lidad, familiaridad y afecto? Desaparece el vestido de. lutocon que muchos teólogos y algunos, filósofos la. ha~ cublert~,y no se ve más que gentileza, carácter humanitario, benefi-cencia y afabilidad. Y más aún: cuando es ade:u~d.o se ~)re-senta jocosa, alegre y contenta. No habla de l::utlles ngo-res y austeridades, de sufrimiento y de abne.gaclOn. Declaraque su única finalidad es hacer alegres y felices a todos susadeptos y a toda la humanidad durante todos los mon;ent?sde su existencia, si es posible; y 110 se desprende de nmgunplacer sino en la esperan:a de a~p~ias :o~pensaciones .e~lalgún otro período de su VIda. La uruca dlflc.ultad que eXlg,ees la del justo cálculo y una firme preferencia p~r una íeli-cidad mayor. Ysi se le acercan austeros preten(lten.te~, c:ne-migos del gozo y del placer: ella los rechaz:, como hipócritasy engañadores o, si los admite en su compallla, son colocadosentre sus menos favorecidos adeptos.

Y, en verdad, para desprendernos de toda expresión. meta-fórica, ¿ qué esperanza tenemos de atraer a la humanidad auna práctica que debemos confesar complet~mente auste~a yrigurosa? O ¿ qué teoría de moral puede servir pa~a una fina-lidad útil a menos que pueda mostrar, por medio de casosparticulares, que todos los deberes que. re:~l11ienda son tan:-bién los verdaderos intereses de cada individue? La ventajapeculiar del sistema precedente parece ser proporcional a losmedios adecuados para ese fin. .

Sería seguramente superfluo probar que las virtudes queson inmediatamente útiles o agradables a la persona que lasposee son deseable por razones de propio iÍlter~s. En verdad,los moralistas podrían ahorrarse todas las fatigas que se to-man en recomendar estos deberes. ¿ Con qué fin reúnen argu-mentos para hacer evidente que la ternperanza es convenientey los excesos del placer son dañinos cuando aparece que estos

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excesos son denominados tales sólo porque son dañinos yque, si el ilimitado uso de las bebidas alcohólicas noiperju-elicase la salud o las facultades del espíritu más de lo que lohace el uso del aire o del agua no sería un ápice más viciosoo censurable?

Parece igualmente superfluo probar que las virtudes socia-les de las buenas maneras y del ingenio, de la decencia y lagentileza SOI1 más deseables que las cualidades contrarias.La vanidad a solas, sin ninguna otra consideración, es un mo-tivo suficiente para hacemos desear la posesión de estas per-fecciones. Nadie jamás careció voluntariamente de esto.En este respecto, todas nuestras fallas provienen de la malaeducación, de la falta de capacidad, o de una disposición per-versa o indomable ¿ Quisiéramos que nuestra compañía fueracodiciada, admirada, seguida y no odiada, despreciada y elu-dida? Nadie, razonablemente ha de deliberar en este caso,porque así como ningún goce es sincero sin alguna referenciaa la compañía humana y a la sociedad, ninguna sociedad pue-de ser agradable, o siquiera tolerable, cuando un hombre sien-te que su presencia no es bienvenida y descubre a su alrededorsíntomas de disgusto y aversión.

Pero ¿ por qué en la gran sociedad o con federación de lahumanidad no ha de ocurrir 10 mismo que en los salones pri-vados y en las reuniones pequeñas? ¿ Por qué, el hecho deque grandes virtudes como el carácter humanitario, la gene-rosidad, la beneficencia sean deseables debido a la felicidady al interés personal, es más incierto que el que lo sean cuali-dades tan limitadas como el ingenio y la buena educación?¿ Tememos que estos afectos sociales se opongan a nuestrautilidad privada en grado mayor y más inmediato que cuales-quiera otras ocupaciones y no puedan ser obtenidos sino me-diante el importante sacrificio de honor y de ventajas? Sies así, ocurre tan sólo que ignoramos la naturaleza de laspasiones humanas y que estamos más influidos por las distin-ciones verbales que por las diferencias reales.

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Cualquier contradicción que vulgarmente pueda sup~ner-se entre los sentimientos o disposiciones e?oístas y soCt~!.es,

está realmente más opuesto que 10 egoísta y 10 ambicio-~~, lo egoísta y lo vengativo, lo egoísta y lo vano. Es nec~-sario que haya una propenslon n~tur.al de alguna cla:e, a _fl11cle que sea una base del amor a SI mismo, a~ dar algun ah a~-tivo a los objetos que persigue, y nada m~s ~dectlado .pUl aesto que la benevolencia y el carácter humanitario. L?s bienesde la fortuna se gastan de un moclo o ~e otl:o; el misero queacumula su renta anual y la presta a interésvIa ha gas~adoreaIi;iente en su avaricia. y sería difícil mostrar por que unh~mbre pierde más mediante una acción generos,a .que porcualquier otro medio de gasto, puesto que ~o maX1l11OC¡;lCpuede obtener mediante el más elaborado egoismo es la satis-facción de algún afecto.

Ahora bien, si la vida, exenta de pasiones, debe ser com-pletamente insípida y aburridora, supongamo.s ql~e t1l~ !~om-bre tiene todo el poder de modelar su propia disposición ,Ysupon,gamos que delibera acerca de qué apeti~o. o deseo l~a~I:I~de escoger como fundamento de goce y fehCl~la(l. Obsei \ aría entonces que todo afecto, cuando es sattsfccho. por.eléxito, da una satisfacción proporcional a su fuerza o VI?lc:1Cla,pero además ele esta vel.ltaja, comú.n a todos, el ~~ntll111ento')11Jjlleeliato de benevolencta y ele amistad, ~e amabilidad y de~ar5.cÚ:r 'humanitario es dulce, suave, delicado y agradable.iq4el)~;ldiente de toda fortuna y accidente. Adem~s e.stasvirtudes están acompañadas por una agradable concIencia. orecuerdo y nos mantienen en buen humor con n?sotros nus-mos y los demás mientras nos queda la agradable Idea (reflec-tion) de haber cumplido con nuestro papel, respecto de lahumanidad y de la sociedad. ::. aunque t~dos los homb~:e~ semuestren celosos de nuestros éxitos al satisfacer la avai reta yla ambición, estamos sin embargo casi seguros de su buen.avoluntad y buenos deseos, mientras per~evere\11os en los canu-nos de la virtud y nos apliquemos a ejecutar planes y tareas

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generosas. ¿ Qué otra pasión hay, en la cual hemos de encon-trar tantas ventajas unidas, un agradable sentimiento, una pla-centera conciencia y una buena reputación? Pero podemosobservar que los hombres de por sí están muy convencidos,de estas verdades y no faltan en sus deberes para con la socie-dad porque no desearían ser generosos, amistosos' y humani-tarios, sino porque no se sienten como tales.

Si tratamos al vicio con la máxima imparcialidad y hacemostodas las concesiones posibles, debemos reconocer que en nin-gún caso hay el menor pretexto para darle mayor preferenciaque a la virtud, cuando se tiene en vista el interés personal,salvo quizá en el caso de la justicia en que un hombre, contem-plando las cosas desde un cierto ángulo, a menudo puede pare-cer perjudicado en su integridad. Y aunque se admite queninguna sociedad podría existir sin el respeto de la propie-dad, un bribón de buen sentido, sin embargo, en particularescircunstancias y dado el modo imperfecto en que se realizanlos asuntos humanos, podría pensar que un acto de iniqui-dad o de infidelidad aumentará considerablemente su fortunasin perjudicar grandemente la unión y confederación social.Puede ser que "la honestidad es el mejor sistema" sea unabuena regla general, pero está expuesta a muchas excepcionesy quizá pueda pensarse que se conduce con la máxima sabi-duría aquel que observa la regla general y que saca partido detodas las excepciones.

Debo con Iesar que si alguien piensa que este .razonamientonecesita ser contestado, sería di fícil encontrar; 'alguna res-puesta que pudiera parecerle satisfactoria y convincente. Sisu corazón no se rebela contra tan perniciosos principios, sino siente repugnancia por pensamientos viles y vulgares, haperdido verdaderamente un considerable estímulo para servirtuoso y podemos esperar que su vida práctica estará deacuerdo con su manera de pensar. Pero en todas las natura-lezas sinceras la antipatía por la traición y la felonía es de-masiado poderosa para ser equilibrada por motivaciones debi-

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das a beneficios o ventajas pecuniarias. La íntima paz deespíritu, la conciencia de la integridad y un satisfactorio re-cuerdo de nuestra conducta son las circunstancias verdadera-mente necesarias para la felicidad que han de ser apreciadas ycultivadas por todo hombre honesto que sienta su importancia.

Una persona semejante tiene, además, la frecuente satisfac-ción de ver a los bribones - con todas sus pretendidas astu-cias y habilidades - traicionados por sus propios principios:mientras se proponen engañar con moderación y sigilo apareceuna ocasión tentadora y, como la naturaleza es débil, caen enla trampa de donde no pueden salir sin perder totalmente lareputación y toda futura confianza y fe de parte de la hu-manidad.

Pero por más reservados y afortunados que sean, el hombrehonesto, que tenga algo de filosofía, o aunque sea ele obser-vación y reflexión común, descubrirá que al final ellos sonlos más engañados y que han sacri ficado el inapreciable gocede una reputación, por lo menos para con ellos mismos, paraobtener bagatelas y fruslerías sin valor.¡ Cuán poco se nece-sita para colmar las necesidades de la naturaleza !¡ Y, en vistadel placer, qué comparación entre la gratuita satis facción dela conversación, de la sociedad, del estudio, y aun de la saludy de las bellezas comunes de la naturaleza, pero sobre todode la tranquila reflexión sobre la propia conducta, qué com-paración, digo, entre éstas y las afiebradas y vanas diversio-nes del lujo y el derroche! Los placeres naturales verdade-ramente 110 tienen precio, tanto porque están por debajo delo que cuesta obtenerlos cuanto porque están por encima detodo precio, debido al goce que proporcionan.

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J

l.......

PRIl\IER APÉNDICE

ACERCA DEL SENTIMIENTO MORAL

Si se acepta la hipótesis anterior, será ahora fácil resolverla cuestión que planteamos al principio 1, acerca de los prin-cipios generales de la moral, y aunque postergamos la reso-lución de la cuestión, a fin de que entonces no nos llevasea intrincadas especulaciones, inadecuadas en los discursossobre moral, actualmente podemos retomarla y examinar enqué medida la razón o el sentimiento entran en todas las deci-siones de censura o alabanza.

Como se supone que uno de los principales fundamentosde la alabanza moral consiste en la utilidad de toda cualidado acción, es evidente que la razón debe tomar parte conside-rable en todas las decisiones de esta clase, puesto que sóloesta cualidad puede indicarnos la tendencia de las cualidadesy las' acciones y señalar sus benéficas consecuencias para conla sociedad y su poseedor. En muchos casos esto es un asun-to que se presta a grandes disputas: pueden surgir dudas,pueden aparecer intereses opuestos, y debe darse preferenciaa una de las partes debido a muy sutiles argumentos y a unadébil preponderancia de utilidad. Esto se puede observar par-ticularmente con respecto a la justicia, como es natural supo-ner, debido a la especie de utilidad que acompaña a esta

1 Sección r.

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virtud \ Si todos los casos aislados de justicia, como los dela benevolencia, fueran útiles a la sociedad, el caso sería mássimple, y rara vez podría ser objeto de grandes controversias.Pero como los casos aislados de la justicia son con frecuenciaperniciosos en su tendencia primera e inmediata, y como laventaja para la sociedad sólo surge de la observación de laregla general y de la concurrencia y combinación de variaspersonas en la misma conducta imparcial, el caso se hace aquímás intrincado y enmarañado. Los diferentes aspectos de lasociedad, las diferentes consecuencias de cualquier prácticay los di ferentes intereses propuestos son, en muchas ocasio-nes, dudosos, y están sujetos a grandes investigaciones ydisputas. El objeto de las leyes municipales es fijar todaslas cuestiones con respecto a la justicia: los' debates de losabogados civiles, las reflexiones de los políticos, los prece-dentes de la historia y los documentos públicos, todos apun-tan al mismo fin. Y se necesita con frecuencia una rceán ojuicio muy precisos para tomar una resolución justa en mediode tan intrincadas dudas que surgen de utilidades oscuras uopuestas.

Pero aunque la razón, cuando es plenamente ayudada ymejorada, puede mostrarnos las tendencias perniciosas o úti-les de las medidas o acciones, no es su ficiente por sí solapara dar origen a alguna censura o aprobación moral. Lautilidad es sólo una tendencia hacia un cierto fin, y si elfin 110S fuera totalmente indiferente sentiríamos la mismaindiferencia por los medios. Es aqui necesario que se mani"-fieste un sentimiento (sentinient} a fin de dar preferencia 'illas tendencias útiles frente a las perniciosas. Este senti-miento {sentinicnt) no puede ser otro que una búsqueda de(a f{'(!lillg for) la felicidad de la humanidad y el repudio desu miseria, puesto que éstos son los di ferentes fines que lavirtud y el vicio tienden a promover. Por tanto, aquí la rasán

1 \. éase el Tercer Apéndice,

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nos enseña las di ferentes tendencias de las acciones y elcarácter hUlIza/litario hace una distinción en favor de aque-llos que son útiles y benéficos. , .

Esta división entre las facultades elel entend1l11lento y lasdel sentimiento, en todas las distinciones morales, p~receclara debido a las hipótesis precedentes. Pero supondre queesas hipótesis son falsas: será e~tonces !1ecesario buscar algt:~na otra teoría que pueda ser satlsfactona y me atrevo a decirque jamás se encontrará una semejante, en tanto supongamosque la razón es la única fuente de la m?ral. ~ara pr?ba.r estoconviene meditar sobre las cinco consIderaCIOnes siguieutes.

1. Es fácil que una hipótesis falsa conserve alguna ~pa-riencia de verdad mientras se mantenga en las generaltda-des use términos indefinidos y emplee comparaciones en vezde 'ejemplos. Esto se puede observar particularmente ~n. lafilosofía que atribuye el, tliscerni~1ient? de todas las. ~J¡st1l1-ciones morales a la razon tan solo, S1l1 la colaboración delsentimiento, Es imposible que, en cualquier caso particular,esta hipótesis pueda hacerse inteligible por más recomel1~ableque pueda aparecer en los discursos y e~ las declama:lOnessobre generalidades. Examinemos" por ejemplo, el delito elela ingratitud que ocurre toda vez que observamos, por un.aparte actos de buena voluntad, acompañados de buenos ofi-cios,'y el pago de mala voluntad o indif~rencia, con malosoficios y desdén, por la otra parte. Analicemos t?elas esta~circunstancias y examinemos, sólo mediante la razon, en queconsiste el dernéri to o censura. Nunca llegaremos a una con-clusión o resultado.

La razón juzga los hechos o las relaciones. Investi~uemos,pues, en primer término, dónde ~stá el hecl;o que aqui llan;a-mes delito; señalémoslo, determinemos el tiempo de su exis-tencia, describamos su esencia o naturaleza, expliquemos elsentido o facultad ante la cual se descubre. Reside en el espí-ritu ele la persona que es ingrata. Debe, por tanto, sentirl~'yser consciente de él. Pero aquí no hay nada, salvo la pasion

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de una mala voluntad o absoluta indiferencia. y no pode-mos decir que éstas, en sí mismas, son delitos siempre y entodas circunstancias. N o, sólo ocurren delitos cuando se diri-gen a personas que antes han mostrado y expresado buenavoluntad hacia nosotros. Consecuentemente, podemos inferirqt~e ~l .delito ~e la ingratitud no es ningún hecho particulare individual, SIllO que surge de una complicación de circuns-tancias, que al presentarse al espectador, excitan el senti-miento de censura debido a la particular estructura y texturade su espíritu.

Pero se dirá que esta representación es falsa. En verdadel delito 110 consiste en un hecho particular de cuya realidadnos asegure la razón, sino que consiste en ciertas relacionesmorales: descubi~rtas por la razón del mismo 'modo en quedescubnmos mediante la razón las verdades del álzebra y de1 'p' t>a geometna. ero, ¿ cuales son - pregunto _ las relacio-nes de que hablamos? En el caso recordado más arribaadvierto primeramente buena voluntad y buenos oficios enun pc:sona y mala voluntad y malos oficios en otra. Hayentre estas, pues, una relación de oposicián, Ahora bien . con-siste el dcli~o en esta relación?' Supongamos ahora qu~ unap:rsona tuviera mala voluntad hacia mí o me perjudicara rne-dlal~te ,malos oficios y que yo, en cambio, fuera indi ferentehacl~ ,el y. le pa~a~'~ c0ll: J~uenos oficios. He aquí la mismarelación de oposición y, S1l1 embargo, mi conducta es muylaudable. Por más que le demos vueltas al asunto nunca po-dremos hacer descansar la moralidad en una relación sinoque deberemos recurrir a las decisiones del sentimiento.. Cuando se. afirma que dos y tres es igual a la mitad de

diez, . yo entl~nd_o perfectamente esta relación de igualdad.Concl?o que SI (hez fuese dividido en dos partes, ele las cualesuna tiene tantas unidades como la otra, y que si cualquierade estas dos partes fuera comparada a dos más tres conten-drá tal;tas unidades como este número compuesto. ' Pero side aqu: se deducen comparaciones para las relaciones mora-

1..\..·1~j:,;\;

les he de reconocer que me encuentro completamente per-pl;jo para entenderlo. Una ac~ión moral, l:n delito com? laingratitud, es un objeto complicado. ¿ Consiste la' moralidaden una relación de sus partes entre sí? ¿ Cómo? ¿ De qué mane-ra? Habría que especificar la relación, ser más ?a~ti~ular yexplícito en las proposiciones. Entonces se notara fácilmentesu falsedad.

Se dice que no, que la moralidad consiste en la re.lación de lasacciones con las reglas de la justicia (rule of nght), y queson llamadas buenas o malas según estén o no de acuerdocon ellas. Luego ¿ qué es esta regla de justicia? ¿ En qué con-siste? ¿ Cómo se la determina? Se dirá que por la razón, queexamina las relaciones morales de las acciones. De suerteque las relaciones morales están determinadas por la compa-ración de una acción con una regla. Y esta regla es deter-minada considerando las relaciones morales de los objetos.j Lindo razonamiento es éste!

Se dirá que todo esto es metafísica, que es bastante y queno hace ya falta nada para dar una poderosa presunción defalsedad. En este caso he de replicar que sí, efectivamente,aquí hay meta física, pero del lado de quienes la denunciaban,los que sostienen abstrusas hipótesis c~ue ,nunca pued~n re-sultar inteligibles sin corresponder a nmgun caso o ejemploparticular. La hipótesis que hemos abrazado es c1ar~ ". Sos-tiene que la moralidad está cle~erminada por el sentIlTI1~nto.Define la virtud como cualquier tacción moral o cualidadque da al espectador el agradalJl~, .sentimieuto de aprobac.ión.y el vicio es lo contrario. Procedemos entonces a exarmnarun hecho simple, que es cuáles acciones tienen esta influencia.Consideramos todas las circunstancias en que estas accionesconcuerdan y de allí tratamos de extraer algunas observacio-nes zcnerales respecto a estos sentimientos. Si a esto se lollama metafísica v si encuentra aquí algo abstruso, sólo esmenester concluir' que no se tiene disposición adecuada paralas ciencias" morales.

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11. Cuando en cualquier momento una persona reflexionaacerca ele su propia conducta - por ejemplo, si en una emer-gencia particular sería mejor que ayudase a su hermano o aun benefactor - debe considerar estas relaciones separadas,junto con todas las circunstancias y situaciones de las per-sonas a fin de determinar el deber y obligación superior. Y,así, para determinar la proporción de las líneas en cualquiertriángulo es necesario examinar la naturaleza de esta figuray las relaciones que sus diferentes partes guardan entre sí.Pero a pesar de esta aparente similitud en ambos casos hay,en el fondo, una extrema diferencia entre ellos. Un razona-dor especulativo que se ocupa de los triángulos o de los cír-culos, considera las diferentes relaciones conocidas y dadasde las partes de estas figuras, y de aquí infiere alguna rela-cion desconocida, que depende de las primeras. Pero en lasreflexiones morales debemos conocer de antemano a todoslos objetos y a todas sus relaciones entre sí y, mediante unacomparación del conjunto, determinar nuestra elección oaprobación. N o hay ningún hecho nuevo que deba ser averi-guado, ninguna nueva relación que descubrir. Se supone quetodas las circunstancias del caso están ante nosotros antesde que podamos pronunciar una sentencia de censura o apro-bación. Si alguna circunstancia esencial fuese todavía igno-rada o dudosa, debemos emplear nuestras facultades intelec-t~lales o de investigación para asegurarnos de ellas, y por untiempo debemos suspender toda decisión o sentimiento moral.Mientras ignoremos si un hombre ha sido o no agresor ¿ cómopodremos determinar si la persona que lo mató es inocente ocriminal? Pero después que se han conocido todas las cir-cunstanc~as ~ relaciones, el entendimiento ya no tiene en quéope:~r 111 objeto alguno en el cual podría ocuparse. La apro-bación o censura que entonces sobreviene no puede ser obradel j~icio ~!no del corazón y no se trata de una proposicióno afirmación especulativa sino de un activo sentimiento(¡eeting 01' scntinient }. En las disposiciones del entendi-

miento inferimos algunas nuevas y desconocidas relacionesy circunstancias, a partir de las conocidas. En las decisionesmorales todas las circunstancias y decisiones deben serconocid;s previamente, y el esp~ritu, p.~r la contemplación ~elconjunto, siente alguna nueva llnpre~lOnde afecto .~ de dIS-gusto, de estimación o de desprecio, de aprobación o decensura.

De aquí la gran diferencia entre un error de hecho y otroele derecho, y de aquí la razón de por qué uno es generalmentecriminal y no el otro. Cuando Edipo mató a Layo, ignorabasu relación ele parentesco, y debido a las circunstancias_ inocente e involuntario, - se formó ideas erróneas acercade la acción que había cometido. Pero cuando Nerón matóa Agripina, conocía previamente todas las relaciones de pa-rentesco y todas las circunstancias de hecho y, sin embargo,en su salvaje corazón prevalecieron todos los motivos de ven-ganza, o miedo o interés sobre los sentimientos de deber yele carácter humanitario. Y cuando expresamos por él laexecración a la cual él mismo, en poco tiempo, se hizo com-pletamente insensible, no es que nosotros veamos algunasrelaciones que él ignorase, sino que, por la rectitud ele nuestradisposición, sentimos sentimientos contra los cuales fué il:-sensibilizado por la adulación y la constante perseveranciaen los más enormes delitos. Todas las determinaciones mo-rales consisten, pues, en estos sentimientos y no en un descu-brimiento ele relaciones ele ninguna clase. Antes de que po-damos pretender formarnos una decisión de esa especie, tododebe ser conocido y averiguado por parte del objeto o de laacción. Nada resta sino experimentar, por nuestra parte, unsentimiento de censura o de aprobación, de donde pronuncia-mos que la acción es delictuosa o virtuosa.

III. Esta doctrina se hará todavía más evidente si compa-ramos la belleza moral con la belleza natural, con la cualguarda un parecido muy grande, en muchos particulares. Todabelleza natural depende de la proporción, relación y posición

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d.~ las partes, pero de aquí sería absurdo inferir que la percep-cion ~e .la belleza: como la de las verdades de los problemasgeometncos, consiste totalmente en la percepción de relacio-ne.s y que se ha realizado enteramente mediante el entendi-miento o las facultades intelectuales. En todas las cienciasr:uestro espíritu ü;vestiga las relaciones desconocidas par-tiendo de las conocidas, Pero en todas las decisiones de gustoo de belleza externa todas las relaciones son de antemanopatentes a la vista, y de aquí llegamos a experimentar unselltIlTIlento. de complacencia o de disgusto, según la natura-leza de.l objeto y la disposición de nuestros órganos.. Euclides ha explicado plenamente todas las cualidades del

CIrculo, pero en nmguna proposición ha .dicho una palabraacerca d: su bellez~. La razón es evidente. La belleza no est~na cualidad del CIrculo. N o reside en ninguna parte de lalinea cuyas 'partes son equidistantes de un centro común. Setra~a. tan solo del efecto que la figura produce en nuestroespmtu, cuy~ peculiar textura o estructura lo hace suceptibled.e tales sentimientos. En vano habríamos de buscarla en elCIrculo ~ tratar de ;ncontrarla mediante los sentidos o elr?ZOnamlento matematico en todas las propiedades de esafigura.Escuchemos a Palladio y a Perrault mientras explican to-

clas !as partes y proporciones de una columna. Hablan de laconlI.sa, del friso, de la basa, del entablamento, elel fuste y elelarqmtra?e, y elan la descripción y posición de caela uno elee~t?s miembros. Pero si se les pidiera la descripción y posi-slcl_on de. su belleza replicarían rápidamente que la belleza noesta en mnguna de las partes o miembros de la columna sinoque resulta del co.nlunt?, c~ando esta complicada figura sepresenta .a un espintu inteligente susceptible de esas seusa-cienes mas :Ielicadas. M!entras no aparezca tal espectador noh?y nada m.as que una. figura de tales dimensiones y propor-ciones partIculares: solo de los sentimientos del espectadorsurge su belleza y elegancia. '

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Por otra parte, escuchemos a Cicerón mientras presentalos crímenes de un Verres o de un Catilina, Debemos reco-nocer que la vileza moral resulta, del mismo modo, de lacontemplación ele! conjunto, cuando es presentado a un serque tiene una estructura y formación particular semejante.El orador puede presentar el furor, la insolencia, la barba-ridad, por una parte; la mansedumbre, el sufrimiento, la penay la inocencia, por otra. Pero si no sentimos surgir indig-nación o compasión debido a esta complicación de circunstan-cias, en vano habríamos de preguntarle en qué consiste elcrimen o la vileza contra los cuales clama con tantavehe-rnencia. ¿ Cuándo y a propósito de qué comenzó a existir?¿Y qué ha llegado a ser de ella unos pocos meses después,cuando todas las disposiciones y pensamientos de todos losactores se ha alterado o ha desaparecido por completo?Estas preguntas no pueden ser contestadas satis factoriamentecon las abstractas hipótesis de la moral y debemos reconocer,finalmente, que el delito o la Inmoralidad no es un hecho par-ticular ni una- relación que pueda ser objeto del entendimien-to, sino que surge por entero del sentimiento de desaproba-ción que, por la estructura de la naturaleza humana, senti-mos ineludiblemente al aprehender la barbarie o la perfidia.

IV. Los objetos inanimados pueden tener entre sí todas.las relaciones que observamos en los seres morales, si bien losprimeros jamás pueden ser objeto de amor o de odio ni son,consecuentemente, susceptibles de méritos o de iniquidad. Unárbol joven que sobrepuja y destruye a su progenitor estáen las mismas relaciones de parentesco que Nerón cuando ma-tó a Agripina, y si la moralidad consistiese meramente enrelaciones, sin duda sería igualmente criminal.

V. Parece evidente que los fines últimos de las acciones.hurnanas en ningún caso, jamás, pueden ser explicados por.Ia razón, sino que se recomiendan a sí mismos enteramente a_los sentimientos y a los efectos de la humanidad sin ningunadependencia de las facultades intelectuales. Si preguntamos

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a un hombre por qué hace ejercicio, nos responderá que e~porque desea la salud. Si entonces le preguntamos por quedesea salud, nos responderá rápidamente que es po.rque. laen ferrnedad es dolorosa. Si llevamos nuestras averiguacro-nes más lejos y deseamos una razón de por qué o~ia ;1 .dolor,es imposible que pueda dárnosla. Este es un fin último yjamás se refiere a algún otro objeto.

Quizá pueda también contestar a nuestra segund~ pregl~ntade por qué desea salud, diciendo que ella es nec~san~ al e~er-cicio de su profesión. Y si preguntamos por que esta ansiosoacerca de ella 110S responderá que es porque desea obtenerdinero. Si preguntamos por qué, 110S dirá que es porquees el instrumento del placer. Y más allá de esto es absurdopedir-una razón. Es imposible que pueda haber un progresoin. infinit1l11L y que una cosa pueda ser siempre una r~zó? depor qué otra es deseada. Algo debe ser deseable por SI mismov debido a su inmediato acuerdo o conformidad con el sen-timiento y el afecto humano.

Ahora bien, como la virtud es un fin y es deseable por símisma sin retribución o recompensa, meramente por la inme-diata satisfacción que produce, es menester que haya algúnsentimiento [sentiment ) al cual toca, algún gusto o senti-miento (fceling) interno o lo que querramos llamarlo, el cualdistingue el bien y el mal moral y que abraza a -uno y re-chaza al otro.

Así, los distintos límites y oficios de la razón y del gust.oson fácilmente determinados. La primera lleva al conoci-miento de la verdad y de la falsedad, el último procura elsentimiento de belleza o de fealdad, de vicio o de virtud.Uno descubre a los objetos tal como ellos realmente están enla naturaleza, sin adición o disminución; el otro posee unafacultad productiva que, al dar brillo o al mancillar todoslos objetos naturales con los colores que toma de un senti-miento interno, hace surgir, en cierto modo, una nueva crea-ción. Como la razón es fría e indiferente, no es un motivo

I6:2

de la acción, y sólo dirige el impulso recibido del apetito o dela inclinación, mostrándonos los medios de lograr la felicidady de eludir la miseria. Y el gusto, al dar placer o dolor, yconstituir por este medio la felicidad o la miseria, llega a serun motivo para la acción y es el primer resorte o impulso parael deseo y la volición. A partir de circunstancias conocidaso supuestas, la primera nos conduce al descubrimiento de looculto y desconocido. El último, después que todas las cir-cunstancias y relaciones están ante nosotros, 1105 hace senti run nuevo sentimiento de censura o aprobación, que surge delconjunto. La norma de la primera, al fundarse en la natu-raleza de las cosas, es eterna e' inflexible, aún por la volun-tad del Ser Supremo. La norma del segundo al surgir detal eterna textura y constitución de los animales, deriva, enúltima instancia, de la Suprema Voluntad, que otorgó a cadaser su peculiar naturaleza y ordenó las diversas clases y órde-nes de seres existentes.

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SEGUNDO APÉNDICE

DEL AMOR A SI MISMO

Hay un principio, que se supone domina. entre muchos,que es completamente incompatible con toda virtud o senti-miento moral y que como no puede proceder de otra cosa quede la más depravada disposición, tiende siempre, a su vez, aestimular esta disposición más y más. El principio a que nosreferimos es el de que toda benevolencia es mera hipocresía;la amistad, un erigaño ; el patriotismo, una farsa; la fidelidad,una artimaña para procurarnos confianza y fe, y que mien-tras que todos nosotros, en el fondo, sólo perseguimos nuestrointerés privado, usamos estos bellos disfraces a fin de desar-mar a los demás y exponerlos más a nuestros fraudes y ma-quinaciones. Es fácil imaginar qué corazón deberá tenerquien posea esos principios y que no experimente ningún sen-timientointerno que desmienta una teoría tan perniciosa. Ytambién es fácil imaginar qué grado de afecto o benevolenciapuede sentir hacia tina especie a la cual presenta con tan odio-sos colores y supone tan poco susceptible de gratitud o deintercambio de afecto o, si no queremos atribuir totalmenteestos principios a un corazón corrompido, por lo menos de-bemos explicarlos atribuyéndolo a un examen precipitado ydescuidado. Es verdad que los razonadores superficiales, alobservar muchas falsas pretensiones en la humanidad, y ex-perimentando que en su propia disposición no hay frenos muypoderosos, podrían extraer una apresurada conclusión generaly decir que todo está igualmente como corrompido y que los

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hombres, diferentes a todos los otros animales y en verdad atodas las otras clases de seres existentes, no admiten gradosde bien o de mal, sino que son, en todos los casos, las mismascriaturas, bajo todos los disfraces y apariencias di ferentes.

Hay otro principio, algo parecido al anterior, sobre el cuallos filósofos han insistido mucho y que ha sido el fundamentode muchos sistemas, y es el de que cualquier afecto que poda-mos sentir o imaginar que sentimos por los demás, no puedeser desinteresado, como tampoco ninguna pasión puede serlo;que la amistad más generosa, por más sincera que sea, es unamodi ficación del amor a sí mismo y que, aun sin saberlo, sólobuscamos nuestra propia satisfacción mientras parecemos hon-damente comprometidos en planes por la ltbertad y la felici-dad de la humanidad. Por un giro de la imaginación, por unrefinamiento de la reflexión, por un entusiasmo de la pasión,parecemos tomar parte en los intereses de los demás y nos con-sideramos despojados de toda consideración egoísta. Pero,en el fondo, el patriota más generoso y el más mezquino mi-serable, el héroe más valiente y el cobarde más abyecto tienen,en toda acción, una igual consideración por su propia felicidady bienestar.

Quienquiera que, de la aparente tendencia de esta opinión,concluya que aquellos que la profesan no pueden de ningúnmodo sentir los verdaderos sentimientos de benevolencia o te-ner alguna consideración por la genuina virtud,se encontrará amenudo, en la práctica, muy equivocado. La probidad y elhonor no eran extraños a Epicuro y a su secta. Atice yHoracio parecen haber gozado de disposiciones - dadas porla naturaleza y mejoradas por la reflexión - de carácter tangeneroso y amistoso como los de los discípulos de escuelasmás austeras. Y entre los modernos, Hobbes y Locke, quesostenían un sistema de moral egoísta, vivieron vidas irre-prochables, aunque el primero no estaba bajo el freno deninguna religión que pudiera suplir los defectos de su fi-losofía.

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Un epicúreo o un hobbesiano concede fácilmente que existela amistad en el mundo, sin hipocresía ni disfraz, aunquequizá ha de intentar, mediante una química filosófica, resol-ver los elementos de esta pasión - si puedo hablar así - enJos de otra, y explicar que todo afecto es amor a sí mismo, re-torcido y moldeado por un particular giro de la imaginación,hasta convertirlo en una variedad de formas aparentes. Perocomo el mismo giro de imaginación no prevalece en todos loshombres ni da la misma dirección a la pasión originaria, aúnen el sistema egoísta, esto es suficiente para establecer lamáxima diferencia entre los caracteres humanos y denomi-nar a un hombre virtuoso y humanitario, y a otro vicioso yvilmente interesado. Yo estimo al hombre cuyo amor a símismo está guiado en modo tal - por cualquier medio quesea - que le hace interesarse por los demás y ser serviciala la sociedad, así como odio o desprecio a aquel que 110 seinteresa por nada que esté más allá de sus propios goces ysatisfacciones. En vano se podría sugerir que estos carac-teres, aunque aparentemente opuestos, en el fondo son losmismos y que tina muy insignificante tendencia del pensa-miento constituye toda la diferencia entre ellos. Cada carác-ter, a pesar de estas insignificantes diferencias, me parece, enla práctica, bastante constante e invariable. N o encuentro eneste asunto más que en ningún otro que los sentimientos natu-rales que surgen ele las apariencias generales de las cosas seanfácilmente construidos por sutiles reflexiones acerca elel mi-nucioso origen de estas apariencias. ¿ Acaso no me inspiracomplacencia y placer el color vivaz y alegre de un semblante,aunque sepa por la filosofía que todas las diferencias elel as-pecto del cutis surgen de las más diminutas diferencias deespesor de las más diminutas partes de la piel, mediante lascuales una superficie puede reflejar tino de los originales colo-res de la luz y absorber otros?

Pero aunque la cuestión acerca del parcial o universalegoísmo del hombre no sea tan esencial para la moralidad y

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la práctica C01110 generalmente se imagina, tiene, por cierto,importancia, dentro de la ciencia especulativa de la naturalezahumana y es un tema propio de curiosidad e investigación.Por tanto, no será inadecuado que en este lugar hagainosalgunas reflexiones sobre él l.

La objeción más patente que se puede hacer a la hipótesisegoísta es que, como es contraria al sentir común y a nuestrasnociones más libres de prejuicios, se necesita la más grandeexageración filosófica para establecer una paradoja tan extra-ordinaria. Al observador más descuidado le parece que exis-ten disposiciones tales como la benevolencia y la generosidady afectos como el amor, la amistad, la compasión y la gratitud.El lenguaje y la observación común han subrayado las causas,objetos y funcionamiento de estos sentimientos, y los han dis-tinguido claramente de las pasiones egoístas. Y como ésta esla patente apariencia de las cosas debe ser admitida, hasta quese descubra alguna nueva hipótesis que, al penetrar más pro-fundamente en la naturaleza humana, pueda probar que losafectos nombrados en primer término no son sino modifica-ciones de los últimos'. Hasta ahora, todos los es Iuerzos deesta clase han resultado infructuosos y parecen deberse. entera-mente a ese amor por la SCIICil/f?Z. que ha sido fuente de tantos

1 La benevolencia se divide naturalmente en dos clases: la generaly la particular. La primera ocurre cuando no tenemos amistad, relacióno estima con respecto a la persona, sino que sólo sentimos por ellauna simpatía generala compasión por sus dolores, y una congratulaciónpor sus placeres. La otra especie de benevolencia se funda en una esti-mación de la virtud, en los servicios que nos han sido prestados, o enalgunas particulares relaciones. Estos dos sentimientos deben ser tenidospor reales en la naturaleza humana, pero que ellos se reduzcan a algu-nas sutiles consideraciones de amor a sí mismo es 'cuestión de mayorcuriosidad que importancia. Tendremos frecuentes ocasiones de tratarel primer sentimiento, esto es, el de la benevolencia general o carácterluuuauirnrio () simpatía, en el curso de esta investigación, y de suponerque es real. debido a la experiencia general, sin ninguna otra prueba.

r68

'errores en la filosofía. No entraré aquí en más detalles sobreel tema presente. Muchos filósofos capaces han mostrado lainsuficiencia de estos sistemas. Y creo que podré dar porsupuesto que la menor reflexión lo hará evidente a todo inves-tigador imparcial.

Pero la naturaleza del tema permite la poderosa presunciónde que en el futuro jamás se inventará ningún sistema mejor,con el fin de explicar el origen de los afectos benévolos apartir ele los egoístas, y de reducir todas las variadas emocio-nes del espíritu a una perfecta sencillez. N o es lo mismo enesta clase de filosofía que en la física. En la naturaleza, anteun examen más preciso, se ha visto que muchas hipótesis sonsólidas y coherentes, contrariamente a las primeras aparien-cias. Son tan frecuentes los ejemplos de esta clase, que unjuicioso y agudo filósofo 1 ha llegado a afirmar que si hubieramás de una manera en la cual se puede producir un fenómeno,es lícito presumir, en general, que surge de causas que sonlas menos patentes y familiares. Pero en todas las investiga-ciones acerca del origen de nuestras pasiones y del funciona-miento interno del espíritu humano la presunción es completa-mente opuesta. La causa más simple y patente que puedaatribuirse a cualquier fenómeno es probablemente la únicaverdadera. Cuando un filósofo, al explicar su sistema, se veobligado a recurrir a reflexiones muy intrincadas y refinadasy a suponerlas esenciales par:a que se produzca alguna pasióno emoción, tenemos razónpara: estar en extremo precavidoscontra una hipótesis tan -falaz.: Los efectos no son suscepti-bIes de ninguna impresión que procede de las' sutilezas de larazón o de la imaginación y siempre se ve que, cuando estasúltimas facultades se ejercen ele un modo pronunciado, des-truyen toda actividad de las primeras, necesariamente y debidoa la escasa capacidad del espíritu humano. Nuestro motivo ointención predominante está, en verdad, frecuentemente oculto

1 },L FONTENELLE.

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para nosotros mismos cuando se mezcla y confunde con otrosprincipios que el espíritu, por vanidad o arrogancia desea

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~up~ner mas predominantes. Pero no hay un ejemplo de queJamas se haya producido una ocultación de esta naturalezadebido al abstruso e intrincado carácter del motivo. Una per-sona que ha perdido su amigo y protector puede lisonjearsede que toda su pena surge ele sentimientos generosos, sinmezcla de consideraciones mezquinas o interesadas. Pero enel ca~o ele una persona que llora a un amigo apreciado quenecesitara su ayuda y protección ¿ cómo podernos suponerque su apasionada ternura surge de algunas metafísicas consi-deraciones de interés personal que no tienen fundamento orealidad? Del mismo modo podemos imagilfa1'l10s diminutasmedas y resortes, semejantes a los de Un reloj, moviendo unacar~eta cargada, como explicación del origen de la pasión,debido a tan abstrusas reflexiones.

Vemos que los .animales son susceptibles de amabilidad, tantopara con su propia especie como para con la nuestra, y en esteca.so no hay la menor sospecha de dis fraz o de arti ficio. ¿ Ex-plIcaremos también todos sus sentimientos a partir de sutilesdeducciones de interés personal? y si admitimos una desinte-resada benevol;ncia en las especies inferiores ¿ mediante quéregla de analogía podemos rechazarla en las superiores?

El amO!: sexual da origen a una complacencia y buena volun-tad muy diferentes de la satisfacción de un apetito. La ternurapor la cría, en todos los seres sensibles, puede generalmentecompensar por sí sola los más fuertes motivos del amor a símismo y de ningún modo depende de ese afecto. ¿ Qué interéspue?e tener .eu vist~ una madre cariñosa que pierde su saluddebido al a~lduo ctlldado que presta a su hijo enfermo y quelueR,0 lan~tIIdece o muere de pena cuando, por la muerte deaquel, es librada de la esclavitud de esa asistencia?

¿ No es la gratitud un afecto del corazón humano, o es sóloun? pal~~ra sin significado ni realidad? ¿ No tenemos mássatlsfacClO11 en la compañia de ciertas personas que en la de

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o~ras y no deseamos e! bienestar de un .a~ig~, aunq~e ;a at~sen:era o la muerte nos pnven de toda participación en el. O ¿ quees lo que comúnmente nos hace participar en ello cuand? aúnestá vivo y presente, sino nuestro afecto y nuestra considera-ción por él? .

Éstos y mil otros ejemplos son señal~s de, una bencvolel1~Iageneral en la naturaleza humana, si un interés real no nos ligaal objeto. Y cómo un interés imaqinario, ~?nocido yconfesadocomo tal, puede ser el origen de alguna paslo~1 o em?ClOn, pa~'e:edi fícil de explicar. Todavía no se ha descubierto mnguna .h.lpo-tesis satisfactoria de esta clase y no hay la menor probabilidadde que la futura aplicación de los hombres haya de ser acom-pañada por el menor éxito.

Pero, además, si consideramos el asunto correctamente, en-contraremos que la hipótesis que reconoce una benevolenciadesinteresada, distinta al amor a sí mismo, tiene realmente mássencillez y está más de acuerdo con la analogía de la naturalezaque la que pretende reducir toda amistad y carácter humanita-rio a este último principio. Existen necesidades corporales oapetitos que todo el mundo reconoce y que necesariamente pre-ceden toclo goce sensual y nos llevan directamente a bus~ar laposesión clel objeto. De este moclo, el hambre y la sed tienenpor finalidad el comer y el beber, y de la satisfacción de e~tosapetitos primarios surge un placer que puede Ilegal' a s~r objetode otra especie de deseo o inclinación que es secundaria e mte-resada. De la misma manera, hay pasiones mentales por lascuales somos inmediatamente impelidos a buscar particularesobjetos, tales como la fama y el poder o la venganza: sin nin-euna consideración por el interés, y cuando estos objetos hanb •

sido obtenidos sobreviene un goce agradable, como consecuenciade 'nuestros afectos satisfechos. La naturaleza, en la texturav constitución interna del espíritu, debe dar una originariainclinación a la fama, antes de que podamos obtener algúnplacer debido a su adquisición o perseguirla por motivos de.amor a nosotros mismos y de deseos de felicidad. Si no se es

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'1,111'.

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vanidoso, no hay deleite en la alabanza. Si no se tiene ambi-ción, el poder no otorga goce. Si no se está enojado, el castigodel adversario es totalmente indi ferente. En todos estos casoshay una pasión que apunta inmediatamente al objeto y que '10. constituye en nuestro bien o felicidad, así como 'hay otraspasiones secundarias que luego surgen y 10 persiguen comoparte de nuestra felicidad, una vez que ha llegado a consti-tuirse en tal por nuestros originales afectos. Si no hubieraapetito de ninguna clase, antecedente del amor a sí mismo, esainclinación difícilmente podría ejercerse alguna vez, porque, eneste caso~lguna vez habríamos sentido pocos y débiles doloreso placeres y habríamos tenido poca miseria. o felicidad queevitar o perseguir.

Ahora bien, ¿qué dificultad hay en concebir que pueda ocu-rrir lo mismo en el caso de la benevolencia y de la amistad yque, debido a la textura original de nuestro temperamento,podamos sentir el deseo de la felicidad o el bien del prójimo,el cual por este afecto, llegase a ser nuestro propio bien yfuese luego perseguido por los motivos combinados de la bene-volencís y los goces personales? ¿ Quién no ve que la ven-ganza, sólo por la fuerza de la pasión, puede ser tan vehemente-mente perseguida que nos haga despreciar toda consideraciónele tranquilidad, interés o seguridad, y hasta, igual que algunosallill1ales vengativos, infundir nuestra propia alma en las heri-das que causamos a un enemigo? 1 Debe ser una filosofíaperversa la que no quiere reconocer a la amistad y al carácterhumanitario los mismos privilegios que son concedidos sindisputa a las pasiones más oscuras de la enemistad y el resen-timicnto. Semejante filosofía es más bien una sátira que unbosquejo de la naturaleza humana y puede constituir un buenfundamento para el ingenio paradójico y la mofa, pero es muymalo para cualquier argumento o razonamiento serio.

I AnilllasCjue in vulnere ponunt (Virgilio); Dum alteri Iloceat, suiIlcgligcns, dice Séneca de la ira (De ira. I. 1.).

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TERCER APÉNDICE

:\LGUNAS CONSIDERACIONES ULTERIORES ACERCADE LA JUSTICIA

t , d' dar algunas explicaciones. . , de este apen Ice es . . dLa intención . turaleza de la justicia y e' . I - del origen y na

mas particu al es . t e ella u otras virtudes.- lIs diferencias en r , Isena ar a guna . d I b olencia y el caracter turna-

Las virtudes socI.alels e.a den:nvlnediato por una tendencia. ., su inf uencta e I b imtano ejercen . . l te manti-ene en vista el o Jetodirecta o instinto que pnncipa ~lenb ar ningún plan o sistema. . d los afectos S1l1 a arc . . .simple, movien o. • !tan de la concordancia, la 1111lta-ni las cons~ct1enclas que rde"u, He aquí que un padre corre. , _-1 eJemplo de los emas. '., 1

ClOl1y e . . rtado por la natural simpatía que ?en socorro del hIJO, transpo flexionar sobre los senti-mueve, y que no le da t~I~PO far~~~ia h1.1manidad en circuns-mientos o la conducta e res o e osa recibe alegremente la. "1 Una persona gen r. .tancias SImi ares.. .' rque entonces se Sienteoportunidad de servir a unba~lf~o pov 110le importa si en el. d .. de afectos ene ICOS,J .

bajo el 011111110 '1 había sido impulsada. ona antes que e, euniverso alguna pc~s , luezo en alguna oportunidad, ex~e-por tales ,nobl~s 1110tl~OS~n t~d~s los casos; las pasiones SOCIa-rimentará su influencia, lb. t individual y persiguen lales tienen en cuel:t~ u~ s~l~ (~eJI: ~ersona amada o estimada.seguridad o la íelicida .s f y como el bien que resulta deI forma y satis ace. .Esto os con , . ", entero y completo, excitasu influencia benéfica es en SI l11b1110

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también el sentimiento moral de aprobación, sin ninO"una refle-xión sobre ulteriores consecuencias y sin mayores intencionesde concordancia o imitación con respecto a los otros miem-bros ~e la sociedad. Por el contrario, si el amigo generoso oel desinteresado patriota tuviese que quedar solo en la prácticade la beneficencia, esto más bien aumentaría su valor ante susojos y añadiría la alabanza de la rareza y la novedad a susotros méritos más celebrados. .

N o ?cu:re lo mismo con las virtudes sociales de la justiciay la fidelidad. Son altamente útiles o, en verdad, absoluta-mente: ~ecesarias para el bienestar de la humanidad, pero elbeneficio que resulta de ellas no es consecuencia de cada actoindividual y particular (every individual single act), sino quesurge de todo el plan (scheme) o sistema de la-sociedad al cualcolabo~a. toda o la mayor parte de la sociedad. El orden y latran.qtttlt~ad general acompañan a la justicia o a la completaabstinencia de la p:opiedad ajena, pero un particular respetopor el derecho particular de un ciudadano, tomado individual-mente y en sí mismo, puede tener, frecuentemente consecuen-cias perniciosas. Aquí, en muchos casos el resultado de losactos individuales es directamente opuesto al sistema total delas acciones, y el primero puede ser en extremo dañoso mien-tras el último es de gran provecho. Las riquezas heredadasde los padres, en manos de un mal hombre son instrumento demaldad. En algún caso el derecho de sucesión puede ser daño-so. Su beneficio sólo surge de la observación de la regla gene-ra~ y es st~ficiente si con esto se compensan todos los midese. mconvenrentes que fluyen de caracteres y situaciones par-ticulares,

. ~i~o, joven y sin experiencia, sólo consideraba los casosindividuales que tenía presentes y reflexionaba sobre una limi-tada adecuación y conve~iencia cuando asignaba el traje grandeal muchacho alto y el traje chico al niño más pequeño. Su edu- .c~dor le enseñó ~ejores procedimientos al señalarle perspec-trvas y consecuenCIas más amplias e hizo conocer a su discípulo

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~

I~ z: 1

reglas generales e inflexibles, necesarias para mantener la tran-quilidad y el orden de la sociedad. .

La felicidad y prosperidad de la humal1lda~, .q~le surge dela virtud social de la benevolencia y de sus subdivisiones, puedeser comparada a un muro construí do por muchas manos, queaún sigue elevándose por las piedras qu~ son amot:t?nad~ssobre él y que recibe un aumento proporcl~nal a l~ ~Iltgenctay cuidado de cada uno de los obreros. La misma felicidad, quesurge de la virtud social y de sus subdivisiones pue:de se~ c~n~-parada a una bóveda o edi ficio en la cual toela piedra .ll1dl.~I-dual, si no fuera sostenida por el mutuo apoyo y combinaciónde sus partes correspondientes, caería, de suyo, al suelo ".

Todas las leyes de la naturaleza que regulan, la prople:dad,así como todas las leyes civiles, son generales y solo se refierena algunas circunstancias esenciales del caso sin tomar en cuentalos caracteres, situaciones y relaciones ele la persona de que setrata, ni ningunas consecuencias particulares que ~uedan resul-tar de la determinación de estas leyes en cualquier caso par-ticular que se ofrezca. Sin ningún escrúpulo ~espojan .a. unhombre benéfico de sus riquezas, si éstas han sido adquiridaspor error y sin buenos títulos, a fin de dárselas a ·un miserableegoísta que ya ha acumulado inmensas cantidades de riqueza:superfluas. La utilidad pública requiere que la propiedad esteregulada por leyes generales inflexibles y aunque estas reglassean adoptadas de modo que sirvan lo mejor posible al mismofin de la utilidad pública, les es imposible evitar todas lasopresiones particulares o hacer que de todo caso individualresulten consecuencias benéficas. Es suficiente, si el plan com-pleto o designio es necesario para el sostenimiento de la socie-dad civil, y si el equilibrio del bien prepondera mucho, conesto en última instancia, sobre el mal. Aún las leyes generalesdel universo, planeadas con sabiduría infinita, no pueden ex-cluir todo el mal o inconveniencia en su particular funcio-namiento.

Algunos han asegurado que la justicia surge de las conven-

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cienes humanas y que' procede de, la voluntaria elección, con-sentimiento o combinación de la humanidad. Si por convenciónse entiende aquí una promesa - lo cual es el sentido más usualde la palabra - nada puede ser más absurdo que esta posición.El mantenimiento de las promesas es, en sí, una de las partesmás considerables de la justicia, y seguramente no estamoscomprometidos a mantener nuestra palabra porque hayamosdado nuestra palabra de mantenerla. Pero si por convenciónse entendiese un sentido de interés común, que todo hombresiente (feels) en su propio corazón, que nota en sus seme-jantes, y que lo lleva, junto con los demás, a un plan generalo sistema de acciones que tienden a la utilidad pública, debereconocerse que, en este sentido, la justicia surge de las con-venciones humanas. Porque, si se admite :_ lo que es evi-dente - que las particulares consecuencias de un particular ac-to de justicia pueden ser dañosas al público así como a los in-dividuos, se sigue que todo hombre, al admitir esta virtud, de-be tener en cuenta el plan total o sistema y debe esperar de sussemejantes "una conducta y comportamiento igual a los de él.Si todas sus miradas 110 fueran más allá de las consecuenciasde cada acto suyo propio, su benevolencia y carácter humani-tario, así como su amor a sí mismo, le prescribirían con Ire-cuencía normas de conducta muy diferentes: de las que sonagradables a las reglas estrictas del derecho y lajusticia.

Así, dos personas reman en un bote de acuerdo; por uninterés común, sin ninguna promesa o contrato; así el oro yla plata han sido constituí dos en patrones de cambio y el habla,las palabras y el lenguaje son fijados por convención y acuerdohumanos. Todo lo que sea ventajoso a dos o más personas, sitodos cumplen con su parte pero que pierde sus ventajas si locumple uno solo, no puede surgir de otro principio que de éste.De otro modo no habría motivo para que alguno de ellosactuase de acuerdo al plan de conducta 1.

I Esta teoría acerca del origen de la propiedad y, consecuenteinente,de la justicia, es, en la mayor parte, la misma aludida y adoptada por

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La palabra natural está tomada en tant.os sentidos y tien~un significado tan vago que parece vano dl,spu.tar acerca de SI

la justicia es natural o 110. Si el an~or a SI 1l1ISI::0 y la bene-volencia, si la razón y la presciencia s~n tamblen. nat:l:ales,entonces el mismo epíteto puede ser aplicado a la JUS~ICI~, elorden, la fidelidad, la propiedad y la sociedad. Las ~ncl1l1a-ciones y necesidades de los hombres los llevan a .1:eUl1lr~e, suentendimiento y experiencia les dicen que esta umon es lm~o-sible si' cada uno se gobie.rna sin regla. y n?, respeta las pr?ple-dades de los demás. Debido a la combinación de estas pasionesy reflexiones, tan pronto como ob:er_vamos sin.lila:e~ pasiones yreflexiones en los demás, el sentimiento de justicia, en todaslas edades, ha tenido lugar infalible y ciertamente en mayor omenor zrado en todo individuo de la especie humana. En unanimal ~an sagaz lo que surge necesariamente del ejer:icio desus facultades intelectuales puede ser justamente consideradocomo natural 1.

Grocio. "Hinc discirnus, quae fuerit causa, ob quarn a primaeva corn-munione rerum primó mobilium, deinde et immobilium discessum est :nimirum quod cum non contenti hornines vesci sponte natis, antra habi-tare, corpore autnudo ager~, aut corticibus arborum:ferarumve. pellibusvestito, vitae genus exquisitius delegissent, industria opus fuit, quarnsinguli rebus singuli adhibereut : Quo minus autem fructus in communeconferrentur primum obstitit locorum, in quae homines discesserunt,distantia deinde justitiae et arnoris defectus, per quem fiebat, ut necin labor; nec in consurntione fructuum, qua e debebat, aequalitas ser-varetur. 'Simul discimus, quomodo res in proprietatem iveriut : nonanimi actu solo, neque enim scire alii suum esse vellent, ut eo absti-nerent et idem velle plures poterant; sed pacto quodarn aut expresso,ut pe; divisionem, aut tacito, ut per occupationern". De jure belli elpacis, Lib. n. Cap. 2, § 2, arts. 4 y S.1 Lo natural puede oponerse a 10 que es insálito, a lo que es milagro-

so o a 10 que es artificial. En los dos primeros casos, la j u~ticia y la p.ro-piedad son, sin duda, naturales. Pero como suponen raZOI1, premedita-ción, plan y una unión social y una confederación de hombres, quizá

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En todas las naciones civilizadas ha existido el esfuerzoconstante de alejar todo lo arbitrario y parcial de las decisionesde la propiedad y fijar la sentencia de los jueces por conside-raciones y contemplaciones tan generales que sean iguales paratodo miembro de la sociedad. Porque, además de que nadapodría ser más peligroso que acostumbrar al tribunal, aún enel caso más pequeño, a tener en cuenta la amistad o la enemistadpersonales, es cierto que los hombres, cuando imaginan que nohabría otra razón del triunfo de su adversario sino el favorpersonal, tienden a adoptar la más mala voluntad contra losmagistrados y los jueces. Por tanto, cuando la razón naturalno señala ninguna regla establecida de utilidad pública por lacual puede resolverse una controversia de propiedad, se forjanleyes positivas para ocupar su lugar y dirigir los procedimien-tos de todas las cortes de justicia. En el caso que tambiénfalten éstas, como ocurre con frecuencia, se buscan los prece-dentes, y una decisión anterior, aunque haya sido tomada sinrazón suficiente, llega a ser ahora razón suficiente para unanueva decisión. Si las leyes directoras y los precedentes fal-taren, se recurre a los imperfectos e indirectos, y el caso serádiscutido y resuelto mediante razonamientos y comparacionesde analogía y similitudes y correspondencias que frecuente-mente son más imaginarias que reales. En general, se puedeafirmar con seguridad que la jurisprudencia es, en este res-pecto; di ferente a todas las demás ciencias, y que en muchasde sus cuestiones más sutiles no se puede decir que la verdado la falsedad estén ele un lacio o de otro. Si un abogado, me-

aquel epíteto no pueda aplicársele estrictamente en el último sentido.Si los hombres hubieran vivido sin sociedad, la propiedad jamás habríasido conocida y nunca habrían existido ni la justicia ni la injusticia.Pero entre los seres humanos la sociedad habría sido imposible sin larazón y la premeditación. Los animales inferiores que se unen, songuiados por el instinto, que hace las veces de la razón. Pero todasestas disputas son meramente verbales.

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diante una elaborada analogía o comparación coloca el ca~obajo cualquier precedente o ley anterior, al abogado contra:!o;1~le cuesta mucho encontrar una analogía o comparacionopuesta, y la preferencia dada por el juez se funda ,con, f.re-cuencia más en el gusto y la imaginación. que en algún sólidoargumento. La utilidad pública es el obJ~~ogene:'al de todaslas cortes de justicia, y esta utilidad también requiere una leyestable en todas las controversias, pero cuand~ .s,e presentanvarias reglas casi iguales e indiferentes, la, ~eC~SlO?e~, favorde una o de otra depende de una muy débil inclinación delpensamiento 1.

1 Los intereses de la sociedad y, de aquí, el origen de la justi.~ia yde la propiedad requieren absolutamente que haya una separacion odistinción de pr~piedades y que esta separación ~ea firme y c~nstante.Es, hablando en general, indiferente, qué propledad:s se asignen .aparticulares personas, y con frecuencia esto es determinado por consi-deraciones e .ideas muy frívolas. Mencionaremos algunos casosparticulares. . .. .

Si se formase una sociedad entre varios miembros mdependl,entes, laregla más patente en la cual podrían estar de acuerdo seria la dedeclarar propiedad las posesiones presentes ~. dar a ~ada derecho 10que actualmente posee. La relación de poscsion que .t;ene lugar. entrela persona y el objeto ocasiona naturalme~te la relac~?n de propiedad.

Por la misma razón, la ocupación o primera posesión llega a ser elfundamento de la propiedad. .

Si un hombre trabaja y se aplica laboriosan::nte a un obJ~to queanteriormente no pertenecía a nadie, como por ejemplo, ~ .tala.r arbolesy utilizar su madera, cultivar un campo, etc., las. modificaciones queintroduce producen una relación entre él y el objeto, lo. ;ual natura:men-te nos obliga a otorgárselo mediante la nueva relac~on de pr~pledad.Esta causa aquí se une a la utilidad pública que consiste en el Impulsodado al trabajo y la aplicación. .

Quizá también el carácter humanitario privado que se t~e~e con res-pecto al posesor, nos obliga a dejarle lo que ha adquirido p~r .sutrabajo y esfuerzo, y que siempre ha soñado poseer. Porque,. SI bienel carácter humanitario privado, de ningún modo puede ser origen de

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Podemos observar justamente, antes de concluir este asunto,que después de haber sido establecidas las leyes d~ justiciadebido a consideraciones de utilidad general, el daño, laopresión y el mal que recibe cualquier individuo, debido auna violación de ellas, son tenidos en cuenta y constituyenuna gran fuente de la censura universal que acompaña atodo mal o injusticia. Debido a las leyes de la sociedad,este traje y este caballo son míos y deben continuar perpe-tuamente en mi posesión: cuento con el goce seguro de ello;si se me priva de ellos, mis esperanzas son defraudadas, medesagrada doblemente y se ofende a todos los espectadoresdel hecho. Se trata de un mal (wrollg) público, en tantoson violadas las reglas de la equidad j es 'un mal (harm)privado, en tanto se daña a un individuo. Y, si bien no

la justicia, puesto que esta última virtud frecuentemente contradice laprimera, a pesar de esto, una vez que se ha formado la regla de laposesión constante y separada por las indispensables necesidades de lasociedad, el carácter humanitario privado y una aversión por el oprimiral prójimo, en casos particulares, pueden dar origen a una particularregla de propiedad. .

Me inclino a pensar que el derecho de sucesión Q de herencia dependemucho de aquellas conexiones de la imaginación y que la relación deparentesco con el propietario anterior que da origen a una relación conel objeto es la causa de por qué la propiedad, después de la muertede una persona, pasa a manos de sus deudos. Es verdad que la apli-cación es más estimulada por la transmisión de la' propiedad a loshijos o a los parientes cercanos, pero esto sólo tendrá lugar en unasociedad culta, mientras que el derecho de sucesiÓn es observado aúnen los pueblos más bárbaros.La adquisición de la propiedad mediante el acreccntamien!o natural

(acccssion) sólo puede ser explicada recurriendo a las relaciones yconexiones de la imaginación.

Según las leyes de la mayoría de las naciones y por la natural incli-nación de nuestros pensamientos, la propiedad de los ríos se atribuyea los propietarios de sus riberas, salvo ríos tan grandes como el Rhiny el Danubio que parecen demasiado vastos para servir de acrecenta-

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podría haber ocurrido el segundo caso si no se hubiera esta-blecido previamente el primero, pues de otro modo la socie-dad no conocería la distinción entre niio y tuyo, no haydudas, empero, que el respeto por el bien general está muyapoyado por el respeto que se guarda al bien particular.Generalmente no se tiene muy en cuenta lo que daña a lasociedad sin dañar a los individuos. Pero cuando el másgrande mal público va acompañado de un considerable malprivado, no es extraño que la más grande desaprobaciónacompañe al comportamiento inicuo.

miento natural a la propiedad de los campos vecinos. Y, sin embargo,estos ríos son considerados como propiedad de la nación a través decuyos dominios corren, ya que la idea de una nación es de un tamañoadecuado para corresponderles y tener con ellos tal relación en lafantasía.El acrecentamiento natural de las tierras que lindan con ríos, está

condicionado, dicen los abogados, por aquello que llamamos aluvi61t,esto es, insensible e imperceptiblemente, 10 cual constituye circunstan-cias que ayudan a la imaginación a formar tal ayuntación.

Si una porción considerable del terreno fuese separada de una riberay agregada a la otra, no llega a ser propiedad del terreno sobre elcual cae hasta que esté unida a él, y hasta que los árboles y las plantashayan extendido sus raíces en ambos. Antes de esto, el pensamientono las une suficientemente.

En una palabra, siempre debemos distinguir entre la necesidad deuna separación y constancia en las posesiones de los hombres, y lasreglas que asignan objetos particulares a particulares personas. Laprimera necesidad es patente, poderosa, invencible; la segunda puededepender de una utilidad pública más frívola y ligera; del sentimientode carácter humanitario privado y de la aversión a la opresión privada;de las leyes positivas, de precedentes, analogías y muy finas conexionesy disposiciones de la imaginación.

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CUARTO APÉNDICE

SOBRE ALGUNAS DISPUTAS VERBALES

Nada es más común a los filósofos, que usurpar los domi-nios de los gramáticos y meterse en disputas de palabras,mientras se imaginan que están tratando cuestiones de másprofundo interés e importancia. Fué con el fin de evitaraltercados - tan frívolos y sin finalidad -, que he tratadode establecer con la máxima cautela, el objeto de la presenteinvestigación. Me he propuesto, simplemente, recoger, poruna parte, la lista de las cualidades mentales que son objetode amor o de estima, y que forman parte del mérito perso-nal, y por otra parte, la lista de aquellas cualidades que sonobjeto de censura y de reproche y que quitan mérito alcarác-ter de la persona que los posee, y he agregado, además, algu-nas reflexiones acerca del origen de estos sentimientos dealabanza y de censura. En todas las ocasiones en que podríasurgir la menor vacilación, he evitado los términos de vir-tud y de vicio, porque algunas de estas cualidades, que yoclasifiqué entre los objetos de alabanza, reciben, en el idio-ma inglés, el nombre de talcnts 1 más bien que el de virtudes,así como algunas de las cualidades vituperables o censura-bles, son frecuentemente llamadas defectos, más bien quevicios. Se podría esperar, quizá, que antes de concluir estainvestigación 1110ral,separásemos exactamente la una de laotra, marcásemos los límites precisos de las virtudes y los

1 Esta voz inglesa equivale a talento, dotes, prendas.

L

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talentos, vicios y defectos, y explicásemos la razón y origende esta distinción. Pero con el fin de excusarme de estatarea que, en última instancia, sólo sería una investigacióngramatical, añadiré las cuatro reflexiones siguientes, quecontendrán todo lo que yo quiero decir sobre el presentetema. .

En primer lugar, no veo que en inglés ni en ninguna len-gua moderna estén fijados exactamente los límites entre lasvirtudes y los talentos, los vicios y los defectos, o que sepueda dar una definición precisa de uno distinguiéndolo delotro, mediante cualidades opuestas. Si decimos, por ejem-plo, que sólo las cualidades estimables que son voluntarias,tienen títulos suficientes para ser llamadas virtudes, prontorecordaríamos las cualidades de la valentía,' ecuanimidad, .paciencia, dominio de sí mismo y muchas otras, que casitodos los idiomas clasifican bajo esta denominación, aunquedependen poco o nada de nuestra elección. Si afirmásemosque sólo las cualidades que nos impulsan a desempeñar nues-tro papel en la sociedad, merecen esta honrosa denomina-ción, inmediatamente se nos presentará la idea de que éstasson realmente cualidades las más valiosas, las que general-mente llamamos virtudes sociales, pero que este mismo epí-teto supone que también hay virtudes de otra especie. Sitomáramos la distinción entre las dotes intelectuales y mora-les, y afirmásemos que sólo las últimas pueden ser virtudesgenuinas y reales, porque sólo ellas llevan a la acción, encon-traríamos que muchas de las cualidades, usualmente llama-das virtudes intelectuales, tales C01110 la prudencia, la pene-tración, el discernimiento y la discreción, tienen también con-siderable in fluencia sobre la conducta. También se puedeadoptar la distinción entre el corazón y la cabeza; las cua-lidades de la primera pueden ser definidas como aquellasen cuyo inmediato ejercicio van acompañadas del sentir unsentimiento (aro acconipanied toitti a leelillg 01 sentlmcnt ),y sólo éstas pueden ser llamadas virtudes genuinas; pero la

·.L

aplicación, la frugalidad, la templanza, la reserva, la perse-verancia y otras muchas fuerzas o hábitos laudables, gene-ralmente intitulados virtudes, se ejercen sin ningún senti-miento inmediato en la persona que 10 posee, y sólo le sonconocidos por sus efectos. Afortunadamente, entre tantaaparente perplejidad, como esta cuestión es meramente ver-bal, no es posible que tenga ninguna importancia. Un dis-curso moral y filosófico no tiene necesidad de penetrar entodos estos caprichos del lenguaje, que son tan variables enlos di ferentes dialectos y en las diferentes edades del mismodialecto. Pero, al fin de cuentas, me parece que aunquesiempre se reconoce que hay virtudes de muchas clases di fe-rentes, sin embargo, cuando un hombre es .llamado virtuosoo es denominado hombre de virtud, consideramos principal-mente sus cualidades sociales, que son, en verdad, las másvaliosas. Al mismo tiempo, es cierto que si a una personahonesta y de buen carácter, le faltase, en modo notable,valentía, templanza, economía, aplicación, entendimiento, dig-nidad de espíritu, aún a pesar de sus otras buenas cuali-dades, seria despojado de estas honrosas denominaciones.Nadie ha dicho, ni siquiera irónicamente, que una personatenía grandes vi rtudes y era un extraordinario mentecato.

Pero, en segundo lugar, no hay que extrañarse que losidiomas no sean muy precisos en marcar los límites entrelas virtudes y los talentos, los vicios y los defectos, puestoque hacemos poca distinción 'en nuestra íntima estimaciónde ellos. Parece, en verdad, cierto, que el sentimiento dedignidad (soorth) consciente, la satisfacción personal queprocede de la revisión de la propia conducta y carácter, pare-ce cierto, digo, que este sentimiento que, aunque es el máscomún de todos no tiene un nombre en nuestro idioma 1,

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1 Generalmente el término orgullo es tomado en mal sentido. Estesentimiento parece, empero, indiferente y puede ser bueno o malo, segúnesté bien o mal fundado, y según las circunstancias que lo acompañen.

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surge de las dotes de valentía, capacidad, aplicación e inge-nio, así como de otras excelencias mentales. Por' otra par-te, ¿ quién no está profundamente mortificado al refle-xionar en las propias tonterías y disipaciones y no siente unsecreto remordimiento o escrúpulo cada vez que su memoriapresenta algún suceso pasado, en el cual se condujo de unmodo estúpido o vil? No hay tiempo que pueda borrar lascrueles ideas de la propia conducta alocada de un hombre ode las afrentas que la cobardía o la impudencia le han cau-sado. Lo persiguen siempre en las horas de soledad, desani-man sus más ambiciosos pensamientos y lo muestran, auna él mismo, en los tonos más odiosos y despreciables que sepueda imaginar.

¿ Qué es lo que queremos ansiosamente ocultar a los otros,sino esos errores, flaquezas y bajezas, o que tanto tememossea desenmascarado por la sátira y la mofa? ¿ N o es nuestraciencia y nuestra valentía, nuestro' ingenio o educación, nues-tra elocuencia o destreza, nuestro gusto o nuestras habili-dades, lo que constituye el objeto principal de nuestra vani-dad? A estos últimos los exhibimos con cuidado, si no conostentación, y generalmente mostramos más ambición en so-bresalir en ellas que en las virtudes sociales mismas que,en realidad, son de excelencia muy superior. El buen carác-ter y la honestidad, especialmente esta última, son requisitostan indispensables que, aunque cualquier violación de estosdeberes esté acompañada por la mayor censura, ninguna emi-nente alabanza es concedida a quienes cumplen con ellos,porque parecen esenciales para el sostenimiento de la socie-dad humana. Y he aquí la razón. - a mi modo de ver - depor qué los hombres enaltecen con frecuencia tan libremente

Los franceses expresan este sentimiento mediante el término (l/llOllr

pro prc, pero como expresan el amor a sí mismo, así como la vanidad,mediante el mismo término, surge una gran confusión en Rochefoucaulty en muchos de los moralistas franceses.

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las cualidades de su corazón y, sin embargo, son reservadosen alabar los dones de su cabeza, y es porque c~mo. sesupone que estas virtudes son más raras "'! extraordmanas,constituyen también los objetos más habituales ele orgulloy arrogancia y provocan grandes sospechas de orgullo y arro-gancia en quien se jacta de ellas.. Es difícil decir si se hiere más el carácter de un hombreIlamandolo bribón o cobarde, y si un glotón bestia.l o unborracho no es tan odioso y despreciab.le como ~I~ nl1serabl~egoísta y avaro. Si se me diere a elegir, preferiría, para 1111

felicidad y goce propios, un corazón ~l~l11at:O en vez de todaslas otras virtudes de Demóstenes y Filipo Juntas. Pero fren-te al mundo quisiera pasar por una persona dotada ele grangenio e intrépido valor, y por tanto, .habría de esperar ~laplauso y la admiración general. La figura que un homl~1ehace en la vida, el recibimiento que encuentra en las reunto-nes sociales, la estimación que le otorgan quienes lo conocen,todas estas ventajas, en general, dependen tanto de su bl:ensentido y juicio como de cualquier otro ~spect? de ~u carac-ter. Aunque una persona tuviera las mejores ll1t~n~lOn~s.delmundo y estuviera infinitamente alejado de .l,a 1l1Justlcla. yde la violencia, jamás podría atraerse la aten:lO.n de la SOCIe-dad si no poseyese, cuando menos, entendimiento y dotespersonales. .' .

¿ Sobre qué hemos, pues, ele disputar aqui ? SI el b.uensentido y la valentía, la aplicación ~ la templanza, l~ sabidu-ría y el conocimiento son reconocidos como constituyentesimportantes del mérito pcrsonal;. si una ~erson~ que poseaestas cualidades está, al mismo tiempo, mas satisfecha con-sigo misma y mejor calificada para la buena voluntad, esti-mación y servicios de los demás, que una p.ersona qu: c.areceenteramente ele ellos. En una palabra, SI los sentiniientosson similares a los que surgen de estas dotes y virtudes socia-les, ¿ hay alguna razón para ser tan escrupuloso con unapalabra o ele disputar si aquellas cualidades merecen ser 11'1-

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madas virtudes P Se puede pretender, en verdad, que el sen-timiento de aprobación producido por esas prendas, ademásde ser inferior, sea algo diferente del que acompaña a lasvirtudes de la justicia y el carácter humanitario. Pero estono parece una razón suficiente para colocarlos por completobajo diferentes clases y denominaciones. El carácter deCésar y de Catón, tal como 10 presenta Salustio, es virtuoso,en el sentido más estricto y limitado de la palabra, pero loes de diferente manera en uno y en otro, ya que los senti-mientos que surgen de ellos 110 son enteramente iguales.Uno produce amor; el otro, estimación. Uno es amable;el otro, terrible. Desearíamos encontrar el carácter de unoen un -amigo, mientras quisiéramos el carácter del otro 'paranosotros mismos. De igual modo, la aprobaciórí que acom-paña a la templanza, a la aplicación o a la frugalidad, puedeser algo diferente de la que se concede a las virtudes socia-les, sin que esto las haga por completo de especie diferente.Y, en verdad, podemos observar que estas dotes, más quelas otras virtudes, no producen todas ellas la misma cIasede aprobación. El buen sentido y el genio originan la esti-

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macion y el respeto, mientras el humour 1 excita el amor yel afecto 2.

1 El hutnour inglés no es precisamente nuestro humor, ni nuestrobuen humor, sino más bien una fina aqudeza humorística. (NOTA DELTRA¡)UCTOR.)

~El am6Fy la estimación constituyen casi la misma pasión y surgende causas similares. Las cualidades que producen a ambos comunicanplacer. 'Pero e~'te placer es serio y severo y, ya sea su obj eto grandey haga grani1npresión, ya produzca cualquiera grado de humildad yde temeroso respeto, en todos los casos, la pasión que surge del placeres más propiamente llamada estimación que amor. La benevolenciaacompaiia a ambas, pero guarda más estrecha conexión con el amor.Parece haber mayor proporción de orgullo en el desprecio que de humil-dad en la estimación, y la razón de esto no ha de ser di fícil de darpara quien ha estudiado las pasiones con rigor. Todas estas variadas

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La mayoría de las personas han de asentir naturalmentey sin premeditación -yo creo- a la definición del elegantey juicioso poeta:

Virtuo (for mere qaod-naturc is a [ool)Is SCIISI! aná spritwitll humanit y 1.

¿ Cómo puede pretender nuestra generosa asistencia y bue-nos oficios, un hombre que haya disipado su fortuna en pró-digos gastos, en ociosas vanidades, en proyectos quiméricosy placeres disolutos o en juegos extravagantes s Estos vicios- pues no tenemos escrúpulos en llamarlos así - traen lamiseria despiadada y el desprecio a todos los que se aban-donan a ellos.

Aqueo, el sabio y prudente príncipe griego, cayó en unatrampa fatal, que le costó la corona y la vida, después dehaber tomado toda precaución razonable contra ella. Poresta razón, dice el historiador", es justamente objeto derespeto y compasión, mientras sus traidores sólo lo son deodio y de desprecio.

La precipitada fuga y la imprevista negligencia de Pornpe-

mezclas y composiciones y apariencias del sentimiento constituyen untema de especulación muy curioso, pero alejado 4~nuestro tema presen-te. A través de toda esta investigación consideramos siempre engeneral qué cualidades SOI1 tema de alabanza o de censura, sin entraren todas las pequeñas di ferencias del sentimiento que excitan. Es evi-dente que todo 10 que es despreciado es también mirado con aversión,lo mismo que lo que es odiado. Y aquí tratamos de tomar a los objetosde acuerdo a sus más simples aspectos y apariencias. Estas cienciastienen una inclinación muy marcada a parecer demasiado abstractasal lector vulgar, aun con todas las precauciones que podamos tomarpara despojarlas de especulaciones superfluas y ponerlas al alcancede todos. .

1 Tlic Arto] pl'l!sel'vill[J Health (Arte de mantener la Sclud), Libro 4.2 POl.InIO,Lib. lIT, Cap. 2.

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yo, al comienzo de las guerras civiles, parecieron a Cicerónerrores tan notorios, que casi desvanecen su amistad haciaaquel gran hombre. "Del mismo modo - dice - que la faltade limpieza, decencia o discreción en la amada hacen que sepierda nuestro afecto". Así se expresa cuando habla a suamigo Atico, no en carácter de filósofo, sino en el de políti-co y hombre de mundo 1.

Per? el mismo Cicerón, imitando a todos los antiguosmoralistas, cuando razona como filósofo, amplía mucho susideas acerca de la virtud y comprende a toda laudable cua-lidad o dote del espíritu bajo esta honrosa denominación.

Esto nos lleva a la tercera reflexión que nos' proponíamoshacer, esto es, que los antiguos moralistas, que son los mejo-res modelos, no hacían una distinción esencial entre las di fe-rentes especies' de dotes y defectos mentales, sino que lostrataban a todos bajo la denominación de virtudes y de 'Viciosy, sin discriminación, los hacían objeto de sus razonamien-t~s ~~10rales. La prude~¡cia, explicaba Cicerón en sus Ofi-CIOS -, es aquella sagacidad que conduce al descubrimientode la verdad y nos preserva del error y del equívoco. Lamagnanimidad, la templanza y la decencia, son también obje-to de extensa discusión. Y como este elocuente moralistaseguía la división comúnmente recibida de las cuatro virtu-des cardinales, nuestros deberes sociales sólo constituyen uncapítulo en la distribución general de su tema 3.

1 Lib. IX. Epist, 10.

Lib. I. Cap. 6.

:1 El siguiente pasaje de Cicerón merece ser citado porque expresanuestra intención con mayor claridad que cualquiera otra cosa quepueda imaginarse y. en una disputa que es puramente verbal debe traeruna autoridad de la cual ya no se pueda apelar, debido a su autor.

"Vir.tl1s autem, quae est per se ipsa laudabilis, et sine qua nihillaudari potest, tamen habet plures partes, quarurrí alía est alía adlaudationcrn aptior. Sunt enim aliae virtutes, quae videntur in moribus

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Sólo necesitamos leer los títulos ele los capítulos ele la Éti-ca de Aristóteles, para convencernos de que coloca a la valen-tia, a la templanza, a la magni ficencia, a la modestia, a laprudencia y a la sinceridad varonil entre las virtudes, asícomo a la justicia y a la amistad.

Para algunos de los antiguos, '1Ilantenerse y abstenerse,esto es, ser paciente y continente, parecía ser el resumen detoda la moral.

Epicteto apenas ha mencionado alguna vez el sentimientode compasión y el de carácter humanitario, sino para ponera sus discípulos en guardia contra ellos. La virtud de losestoicos parece consistir principalmente en un firme tempe-ramento y en un entendimiento profundo. Para ellos, lomismo que para Salomón y los moralistas orientales, locuray sabiduría son equivalentes a vicio y virtud.

"Los hombres te alabarán - dice David ' - cuando te ha-

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hominum, et quadarn comitate ac bcneficentia positae: aliae quae iningenii aliqua facultate, aut animi magnitudine ac robore. Narn ele-mentia, justitia, begnitas, fides, fortitude in periculis communibus,jacunda est auditu in laudationibus. Ornnes enirn hae virtutes non tamipsis, qui eas in se habent, qua m generi horninum fructuosae putantur.Sapientia et magnitudo anirni, qua omnes res hurnanae tenues et pronihilo putantur, est in cogitando vis quaedarn ingenii, et ipsa eloquentiaadmirationis .habet non rninus, jucunditatis minus. Ipsos enim rnagisvidentur, quos'laudamus, quarn illos, apud quos laudamus, ornare actueri: sed tamen in laudenda jungenda sunt etiam haec genera virtutum.Ferunt enim aures homiuum, cum illa quae [ucunda et grata, tum etiamilla, quae mirabilia sunt in virtute, laudari". De oral. Lib. Tl. Cap. 84.

Supongo que si Cicerón viviera actualmente sería dificil que enea-denasesus sentimientos morales mediante concepciones tan estrechas, opersuadirlo de que ninguna cualidad sería aceptada como virtud o reco-nocida como parte del mérito personal sino las que las fueran recomen-

dadas por el deber íntegro del hombre.1 Salmo 49.

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ces bien a ti miS?lO". "O~io .al sabio - dice el poeta griego 1

- que no es sabio para SI mismo".Plutarco no está niás sujeto por los sistemas en su Fi-

losofía que en su Historia.' Cuando compara los grandeshOI11?r.~s de Grecia con los de Roma, coloca en oportunaOp~slclOn todas ~us tachas y dotes de cualquier clase, y noomite nada considerable que pueda disminuir o exaltar suscaracteres. Sus discursos morales contienen la misma natu-ral y lib;e censura de los hombres y de las costumbres.

El. caracter de .Aníbal, tal COll;OLivio nos lo presenta 2, esconsiderado parcial, pero le atnbuye muchas virtudes emi-nentes. :'~unca hubo un genio - dice el historiador- adap-tado mas 19ualn;ente. ~ ~os oficios opuestos dél mandar y delobed~cer, y sena difícil, por tanto, determinar si es másquerido por el general o por el ejército. A nadie confiaríaAsdrúbal CO~lmayor gusto, que a Aníbal, la dirección de unaempresa peligrosa, y bajo ninguna otra persona mostrabanlos soldados más valel~tía y confianza. Tenía gran intrepi-d:.z e~l enfrentar el peligro y gran prudencia en medio de él.Nmgl!n trabajo podía fatigar su cuerpo o vencer su espíritu.El fno ":( el calor le eran indi ferentes ; buscaba la comiciay. la bebida como necesidades naturales y no como satisfac-cienes de sus voluptuosos apetitos. Acostumbraba a descan-sar o a estar despierto indistintamente de día o de noche. Ye~t~s grandes virtudes estaban equilibradas por sus zrandesVICIOS: crueldad inhumana, perfidia ultrapúnica, f~lta deverdad, el!: ::' de respeto por los juramentos ypromesas ypor la religión.~I ~a.r~ct.e~ de Alejandro Se~to, tal com? se encuentra en

GUICCtaldini ,es ,bastante parecido, pero mas justo, y es unaprueba de que aun los modernos, cuando hablan con natu-

1 l\f(o:; - ,,, '" E 'e" aO"t~':'1j'1 00'7l'; 0·....1. O:'J":'c;, arJ'P,);. UIHPIDES.Lih. XXI. Cap. 4. .

" Lih. I.

ralidad, tienen el mismo lenguaje que los antiguos. En estepapa - dice - había una singular capacidad de juicio, unaprudencia admirable, un maravilloso talento de persuación, yen todas las empresas de importancia, una diligencia y des-treza increíble. Pero estas virtudes estaban infinitamentesobrepasadas por los vicios: falta de fe y de religión, ava-ricia insaciable, ambición desorbitada y una crueldad más quebárbara. .

Polibio 1, al reprender a Tirneo por su parcialidad contraAgatocles, a quien él mismo considera como el más cruel eimpío de los tiranos, dice: Si se refugió en Siracusa, comoaquel historiador afirma, huyendo de la suciedad, del humoy de la fatiga de su anterior oficio de alfarero, y si, proce-diendo de comienzos tan medianos, llegó a ser dueño de Sici-lia en poco tiempo, puso en máximo peligro al estado car-taginés, y finalmente murió a una edad avanzada y en pose-sión de soberana dignidad, ¿ no debe ser reconocido comoalgo prodigioso y extraordinario, y haber poseído gran talen-to y capacidad para los negocios y la acción? Su historia-dor, por tanto, no debió haber relatado sólo lo que tendíaa ser su reproche e infamia, sino también 10 que podría redun-dar en su alabanza y honor.En general, podemos observar que la distinción de volun-

tario e involuntario era poco considerada por los antiguos ensus razonamientos morales, en los cuales trataban cuestionestan dudosas como si la virtud podía o no ser enseñada 2.

Justamente consideraban que la cobardía, la bajeza, la ligere-za, la ansiedad, la impaciencia, la locura y muchas otras cua-lidades del espíritu, podían aparecer ridículas y deformadas,odiosas y despreciables, aunque fueran independientes de la

1 Lib. XII.2 Véase el Mellón de PLATÓN, De Olio Sap, de SÉNECA Cap. 31. Tam-

bién HORAClO, Virtutem. doctrina pnrct, naturane donet ; Epist, Lib. 1.Ep, 18. iEschines Socraticus, Dial. I.

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voluritad.Ya que no se podía suponer, en todos los tiempos,que estuviera' en el poder del hombre el logro de toda clasede belleza mental más de lo que lo está la belleza exterior.

Y aquí llegamos a la cuarta reflexión que me propusehacer, al sugerir la razón de por qué los filósofos modernos,en sus investigaciones morales, han seguido con frecuenciaun camino tan diferente al de los antiguos. En épocas pos-'teriores, toda clase de filosofía, y especialmente la ética, hanestado más íntimamente unidas a la teología que lo que jamásse ha visto' entre los paganos, y como esta ciencia no puede'ponerse' de 'acuerdo con las demás, sino que pone a todaslas ramas del saber al servicio de sus fines - sin mucha con-sideración por los fenómenos de la naturaleza: o por los sen-timientos del espíritu libre de prejuicios -, de aquí que elrazonamiento, y aun el lenguaje, han sido torcidos de sucurso natural, y se han esforzado por establecer distincionesentre objetos cuya diferencia era, 'en cierto modo, impercep- ,.tible, Los filósofos, O mejor dicho, los teólogos bajo el dis-fraz de aquéllos, al tratar toda la moral a la misma alturaque las leyes civiles que están protegidas por las sancionesde castigo y recompensa, fueron lievados necesariamente ahacer de esta circunstancia, de lb voluntario y loinvolmita-rio, el fundamento de toda su teoría. Cada uno puede em-plear los términos en el sentido que más le guste, pero mien-tras tanto deberá reconocerse que los sentimientos decen-sura yde alabanza son experimentados a diario, y que tienenobjetos que 'están allende el dominio de la voluntad o de laelección, 'Y a los cuales nos toca dar alguna teoría o expli-cación satisfactoria, si no como moralistas, por lo menoscomo filósofos especulativos.

Defecto, falta, vicio, delito, todas estas expresiones pare-cen denotar di fe rentes gracias de censura y de desaproba-ción, que son, sin embargo, en el fondo, casi del mismo géne-ro o especie.' La explicación de una nos llevará fácilmentea la justa concepción de las otras, y es de mayor importancia

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atender a las cosas que a las denominaciones verbales. Elhecho de que tenemos un deber para con nosotros mismos,está confesado aún en el más vulgar sistema de moral, ydebe ser de importancia examinar ese deber, a fin de ver sitiene alguna afinidad con el que tenemos para con la socie-dad. Es probable que la aprobación que acompaña el cum-plimiento de ambos, es de naturaleza similar .Y s;:rge deprincipios similares, cualquiera sea la denominación quepodamos dar a cualquiera de estas excelencias.

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