HumoNegro - Nº 4 - Noviembre 2015

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Revisa el nuevo número de la revista HumoNegro. Edición digital gratuita. Nº 4. Noviembre 2015.

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10 AÑOS

VIERNES 13 DE NOVIEMBRETEATRO CARIOLA . SAN DIEGO #246

PRESENTAN

INVITA:VENTA DE ENTRADAS:

HumoNegro.com

PRODUCE:

HumoNegro

10 AÑOS

VIERNES 13 DE NOVIEMBRETEATRO CARIOLA . SAN DIEGO #246

PRESENTAN

INVITA:VENTA DE ENTRADAS:

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PRODUCE:

HumoNegroHumoNegro4 4

DIRECTOR GENERALGuillermo Ramírez

DIRECTOR EJECUTIVOFelipe Ramírez

EDITORClaudio Tapia

STAFF MÚSICAManuel Toledo-Campos

Hans OyarzúnSebastián ZumelzuGustavo Inzunza

Pablo Cañón

STAFF CINEPablo Moya

Gonzalo ValdiviaDaniela Pérez

Lucas RodríguezIgnacio Goldaracena

FOTOGRAFÍAPraxila LarenasLuis MarchantNicolás ArosJulio Ortúzar

COLABORADORESJaviera Quiroga

Evelyn MunzenmayerMatías Ponce

Manuel CabralesDavid Martínez

Manuel ValenzuelaDanny ArceJuan Pardo

Roberto GorenJavier Mardones

DISEÑOFernanda Berckhoff

[email protected]

N°4 / NOVIEMBRE 2015

ENTREVISTA FLETCHER DRAGGE de Pennywise

ESPECIAL MOVISTAR PRIMAVERA FAUNA: Morrisey, El mesías alternativo

ENTREVISTA KEVIN MARTIN de Candlebox

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EN VIVO: Muse, IntocablesDISCO: “Zipper Down” de Eagles of Death Metal

CINE: ”Pacto Criminal”

EXPLOSIONS IN THE SKYE: Mini sinfonías catárticas

EN VIVO: Sting Un viaje indeleble

CONTENIDOS DESTACADOS

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A siete años de su inolvidable debut en el Teatro Caupolicán, y a cuatro de su agridulce regreso como telon-

eros de U2 en el Estadio Nacional, Muse por fin retornó al país para realizar un concierto a solas que hiciera justicia a su nombre. “Por fin volvieron, manga de hueones”, versaba una de las tantas pancartas presentes entre el res-petable, dejando en claro que las expectativas para este show eran altas y que el público estaba esperando esta cita desde hace mucho tiempo, quizás para repetir la experiencia vivida en años anteriores, o para poder verlos por primera vez; no por nada en cancha se concentraba un gran contingente de adoles-centes, ansiosos de dejar todo en un conci-erto redondo y que bordeó la perfección.

Presentando “Drones” (2015), su séptimo disco de estudio, los dirigidos por Matthew Bellamy arribaron al recinto del Parque O’Higgins con una batería de éxitos, que dejó conforme a la gran mayoría de los faná-ticos, pero algo insatisfechos a los aficiona-dos más veteranos del grupo, quienes siguen viendo en el debut de 2008 la mejor presen-tación de la banda en Santiago hasta la fecha. Y puede que tengan razón, pero habiendo podido asistir el concierto que realizaron el año pasado en Lollapalooza Brasil, este re-

dactor tenía la seguridad de que lo que ve-ríamos no defraudaría a nadie. Y así sería.

La velada comenzó con una breve intro que dio pie a “Psycho”, sencillo de “Drones” que en vivo es la carta perfecta para abrir cualquier presentación, alentando a todo el mundo a saltar al mando de su pegajoso riff. Sonido impecable y un juego de luces e imágenes espectaculares conformaban una puesta en escena que era un show aparte, el complemento perfecto para un grupo que por años ha venido sosteniendo el galar-dón de “mejor banda en vivo”. “Reapers” y “Plug In Baby” –este último extraído de “Origin Of Simetry” (2001)- sacudían a todo el recinto, lugar donde reinó la euforia y la emoción de la muchedumbre.

“The Handler” seguía mostrando las mejo-res cartas de “Drones”, para pasar a uno de los momentos más cuestionados de la ve-lada, la dubstep “The 2nd Law: Unsustaina-ble”. Con un gran despliegue audiovisual, sonó potentísima e hizo estragos entre los fanáticos más jóvenes y entusiastas, quienes se dieron con todo al ritmo de la música. El Muse en su faceta más pop se dejó escuchar con el single “Dead Inside”. Christopher Wolstenholme le robaba algo de protago-

nismo a Bellamy, avanzando por la pasarela central mientras de fondo sonaba “Inter-lude”, avisando que “Hysteria” estaría por caer. La inconfundible línea de bajo puso a saltar a todo el mundo, además de darse el lujito de tocar algo de AC/DC y ejecutando el riff de “Vuilstamen”. Los clásicos seguían cayendo con la épica “Citizen Erased”, mar-cando uno de los puntos más altos –musi-calmente hablando- de la noche.

Con Bellamy instalado en su teclado, el re-cinto se tiñó de verde radioactivo para re-cibir “Apocalypse Please”, en uno de los momentos más espaciales de la jornada. Los ánimos se elevaron con “Munich Jam”, cor-te instrumental protagonizado por bajo y batería, en los únicos dos minutos en que la omnipotente figura de Bellamy abandona el escenario, regresando en gloria y majes-tad para interpretar “Madness” junto a un público completamente entregado. Con un guiño a “Voodo Child” de Jimi Hendrix, “Supermassive Black Hole” ponía baile y onda a la noche, como para ir rematando el show a punta de puros hits.

“Time Is Running Out” reactivó el karaoke colectivo junto a “Starlight”, esta última uno de los momentos más emotivos de la noche.

INTOCABLES

EN VIVO

Movistar Arena, 15 de octubre de 2015

Texto por Sebastián Zumelzu

Fotos por Luis Marchant

EN VIVO

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“Uprising” fue la locura máxima, cuan-do una lluvia de globos gigantes cayó so-bre los fanáticos, mientras el poderoso coro contagiaba a todo el Movistar Arena. Para el retorno del grupo al escenario, “Mercy” invitó a todo el mundo a jugar con las luces de sus celulares, en una postal impresionante que se coronó con una explosión de confeti desde el escenario que cubrió a toda la can-cha. Con los ánimos por las nubes, “Knights Of Cydonia” se encumbró como el clímax definitivo, con una ejecución perfecta, apo-yada por las voces de los miles de asistentes que lo dieron todo en un espectáculo que duró poco más de hora y media.

Tal vez la selección de canciones podría ha-ber estado mejor pensada, quizás orientada hacia los lugares más oscuros y complejos de su discografía, pero eso ya sería reclamar por reclamar. Lo de anoche fue impresionante y entregado en la medida justa, con una banda que se mostró afable con el público, aunque mayormente enfocada en entregar una per-formance perfecta, al punto de parecer fi-guras intocables, semidioses que hicieron de conceptos como la ciencia ficción y viajes siderales, himnos de masas, que hoy en día los tienen en el altar más alto del rock mun-dial. Para sacarse el sombrero: Muse se despa-chó uno de los recitales imperdibles de este 2015, y esperamos que pronto vuelvan por más, porque lo de anoche se merecía, por lo menos, una hora adicional de extensión.

INTOCABLES

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ENTREVISTAS

Entrevista a

de Adelaida

Jurel Sónico (Claudio Manríquez)

Aunque son una de las bandas nacionales con mayor proyec-ción en la actualidad, a Adelaida no se le suben los humos a la cabeza. Y eso que credenciales les sobran: teloneros del

show de Los Planetas el año pasado, invitados al festival SXSW en EEUU por dos años consecutivos (en 2014 declinaron por falta de recursos) y ganadores de dos ediciones del concurso Converse Rubber Tracks, que les permitió grabar tanto en Brooklyn como en Santiago con el reconocido músico y productor Jack Endino.

Conversamos con la voz y guitarra de la banda porteña, Jurel Só-nico, quien nos habló de su nuevo álbum, “Madre Culebra”, el proceso creativo tras este y la experiencia de grabar con el llamado “ingeniero del grunge”.

Por Manuel Valenzuela

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Hablemos del nuevo disco. ¿Cuándo fueron escritas las canciones de “Madre Culebra”? ¿Cómo es, a grandes rasgos, el proceso de composición en Adelaida?

Las canciones que componen el nuevo ál-bum fueron escritas desde 2014, apenas se integró Natalia (Díaz) al bajo. Por lo gene-ral hago maquetas y vamos trabajando sobre eso, aunque la mayoría del tiempo las cosas suceden en los ensayos; nos mostramos las ideas y pedazos de canciones que vamos ar-mando, las trabajamos, y finalmente el pro-ducto resulta una composición grupal.

Tanto en “Monolito” (2014) como en “Madre Culebra” las letras son intrincadas y muchas ve-ces acumulan imágenes más que hilar una na-rración. ¿Hay una influencia literaria en estas?

La verdad es que en un comienzo me fue muy difícil escribir en español, primero por la fonética y luego para que no sona-ra a poesía barata y convencional. Cuando compongo, por lo general hago “balbuceos liricos” y luego escribo las letras encajan-do frases y sentimientos que me evocan las melodías, o de lo que me gustaría expresar, pero que al final toman coherencia con el nombre de la canción.

Hay varias canciones cuyas letras parecen abs-tractas en principio, ¿Tienes siempre una idea clara antes de escribir o haces también letras al azar?

Por lo general tengo una idea en mente, pero luego se transforma en algo que me gusta más. Entre más rara quede y se aleje de lo que quería decir en un comienzo, mejor. Son muy personales e íntimas, pero pueden in-terpretarse como quieran, es la gracia. “Cable Umbilical”, por ejemplo, habla de cuando en una relación aparece una tercera persona; “O Sea No Mundial” es sobre la gente que saltó

desde La Piedra Feliz al mar en los acantilados de Valparaíso; “Alma En Pena” habla de los fantasmas que las personas dejan en tu vida y de las heridas abiertas, cosas que nunca dijiste y te dejan esa sensación amarga para siem-pre cuando las recuerdas. El último nombre se debe a que coincide con experiencias casi paranormales que experimenté en ese tiem-po, algo parecido a la parálisis del sueño.

¿Qué tal fue la experiencia de trabajar con Endino?

Jack Endino es un hombre muy sabio y hu-milde. Siempre me encantó el sonido que logró con las bandas de Sub-Pop en los 80, al igual que con The Ganjas en “Resistan-ce”. Cuando supe la noticia de que gra-baríamos con él, me puse muy contento e imaginé las canciones de Adelaida con un sonido pro, internacional, y así fue.

Un aspecto alabado del primer álbum fue lo espacioso de su sonido, ¿Te gusta más el so-nido “apretado”, compacto si se quiere, de “Madre Culebra”?

Me gusta el sonido espacioso y también el compacto, por así decirlo. Ambos discos fue-ron grabados en vivo, tocando todos jun-tos y luego grabando guitarras encima, y algunas voces para reforzar (overdubs). Creo que el sonido de una banda va cambiando mucho y esperamos que el próximo disco se diferencie de estos dos anteriores. Quién sabe, quizás el próximo álbum en 2016 sea de rock sinfónico o hardcore crust (risas).

Habiendo participado en dos ocasiones, ¿Qué opinas de la oportunidad que brinda Rubber Tracks a las bandas nacionales?

Es bacán que se la jueguen por la música emergente, porque muchas veces no hay re-

cursos para cubrir una producción de buena calidad, y tener buen material es muy im-portante para una banda que quiere pro-yectarse como Adelaida. Además, tú eres el dueño de la grabación y puedes hacer con ella lo que quieras.

¿Qué opinas de la escena local y las oportuni-dades para los músicos locales actualmente?

Creo que el panorama musical en Chile está mejor que nunca. En otros países están pendientes de lo que sucede acá en la es-cena indie, rock y en el pop. A pesar de que son estilos diferentes, vemos cómo se dan oportunidades de viajar y mostrar la música en otros lugares. También hay buenos pro-ductores que se la juegan por traer shows de grupos de afuera, con quienes se pue-de generar buena onda y volver a tocar en otra oportunidad, como lo fue con Ringo Deathstarr.

¿Piensan hacer una gira por Chile para presen-tar el disco?

Tocar es la parte que más nos gusta de sacar un nuevo disco, por eso haremos un lanza-miento por las ciudades que conocemos y donde tenemos contactos. Iremos al sur en noviembre: Concepción, Chillán, Los Ánge-les, Puerto Montt, Valdivia. También Santia-go y Valparaíso al final de esa gira, y espera-mos concretar un viaje al norte en el verano de 2016. Si alguien se anima a llevarnos a otro lugar, que no duden en contactarnos.

Por último, ¿a qué se debe tu seudónimo?

Viene de los tiempos de MSN, porque mi mail era donjurel. Me lo hice porque me gusta mucho el pan con jurel y mayo. Ton-teras juveniles (risas).

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ARTÍCULOS

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Buenos amigosPor Hans Oyarzún

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Convengamos en que es una misión complicada para cualquier banda mantener una formación estable du-

rante su carrera, porque es una situación en la que se cruzan diversas perspectivas y pos-turas respecto al arte –en este caso la músi-ca-, pero, por sobre todo, es una instancia en la que la personalidad de cada uno de los integrantes juega un papel fundamental a la hora de definir el desarrollo de un grupo. De por sí esto ya es difícil, sin embargo, lo es más aún si el estilo que se elige es el punk, por todo lo que aquel implica, incluso tomando matices épicos si pensamos que, además, todo transcurre en una época en que la industria musical afronta problemas serios que amenazan su continuidad, lo que deriva en que cada vez sea más complejo sobrevivir.

Es por cosas así que observar hoy a una ban-da como Pennywise, vigente y con ganas de seguir, es, a lo menos, inspirador. Es cierto que la oleada de agrupaciones a la que los originarios de California pertenecen ha sido motivo de debate y discusión, desde su irrupción misma a fines de los 80 y poste-

riormente durante la década de los 90, por ello es común ver detractores que se afe-rran a los orígenes del movimiento a través de una visión ortodoxa que apenas acepta el trabajo de compañeros generacionales como Bad Religion o NOFX, pero que crucifican a otros contemporáneos como The Offspring, Rancid o Green Day por su éxito comercial y la masividad que alcanza-ron sus propuestas. Los argumentos abundan a la hora de enjuiciar a esta nueva camada de conjuntos que se decidieron a tocar punk con un enfoque más melódico, no obstante, como en toda batalla, hay quienes les de-fienden y apoyan a brazo partido, lo que en su momento propició que gran parte de la juventud que no enganchó con la genera-ción del grunge o el metal –populares por esos días- sí lo hiciera con lo que propa-gaban las bandas antes mencionadas, desde la conciencia social y el activismo político, hasta la práctica del skateboarding u otros ejercicios callejeros.

Mirando la foto completa de este contexto, desde el ángulo que supone estar en el año 2015, podemos observar un clima que en

varios pasajes fue hostil, pero que ha sido sorteado por Pennywise a punta de trabajo y dedicación, comenzando por su estreno discográfico homónimo en 1991. Herede-ros del legado de Black Flag, Minor Threat o Ramones, tomaron ese ímpetu y se adueña-ron de la velocidad propia de esta corriente callejera para crear una amalgama que, de manera lenta pero segura, los ha posicionado como uno de los actos independientes de punk más exitosos de la historia.

El período cultural en que hicieron su aparición no exhibía grandes conflictos, o al menos eso parecía de acuerdo a lo que mostraban los medios de comunicación, por consiguiente, da la sensación de que se tra-taba de una época de transición entre un pa-sado convulsionado y un futuro igual o más oscuro, como el que vivimos hoy. En ese sentido, se entiende porqué los de Hermosa Beach hablan de una postura ante la vida más cercana a una “actitud mental positiva” (o PMA, como es conocida a nivel mundial, por su sigla en inglés), que al caos y la des-trucción de todo lo establecido difundido por otros contemporáneos o artistas más an-

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tiguos de la misma tendencia. Es posible in-ferir entonces, que este hecho permitió a la banda llegar a una mayor cantidad de perso-nas, debido a que su mensaje era más de in-tegración y de superación que separatista, el que incluía a aquellos que, si bien no sufrían las inclemencias de la pobreza o no eran de un sector de la sociedad vulnerable, sí esta-ban al tanto de las injusticias del sistema y de la vida moderna en un país como Estados Unidos, lleno de problemas enraizados en su afán imperialista, propio del capitalismo que tal Estado pregona.

Esta disposición hacia la música que esco-gieron y su consiguiente discurso, de algu-na forma es coherente con la relación que, como miembros, tienen entre sí. Ellos son amigos y, como tales, han tenido altos y ba-jos que, claro, en algún instante, al comienzo de su carrera y luego en el año 2009, desa-fiaron la subsistencia de Pennywise por la salida de uno de sus miembros fundadores, el vocalista Jim Lindberg (quien fue sustitui-do primeramente por Dave Quackenbush de The Vandals y luego, en 2010, por Zol-tán “Zoli” Téglás de Ignite). No obstante,

hubo un suceso en 1996 que les obligó a replantearse lo que en ese momento era una ascendente carrera: el suicidio de su bajista, Jason Thirsk, a raíz de un alcoholismo que, a pesar de los intentos, jamás superó. En su reemplazo llegó quien hasta hoy está a car-go de las cuatro cuerdas, Randy Bradbury, que también cumplió esa labor cuando el proyecto aún estaba en pañales, lo que de-muestra esa hermandad que los rodea, y que a su vez se tradujo en un homenaje póstumo a Thirsk que perdura hasta hoy, como lo es la re-grabación del tema “Bro Hymn”, de su primer álbum, para incluirlo no sólo en el exitoso “Full Circle” de 1997, sino también en las fibras más íntimas de la banda y de sus seguidores, quienes participan en el verda-dero ritual de sanación por la pérdida de un ser querido que significa la interpretación de esa canción en todos y cada uno de los conciertos que realizan.

Las ganas de expresar su pensamiento a tra-vés de la agilidad y energía del punk, man-tuvo a esta familia compuesta por los antes nombrados, más la potencia de Byron Mc-Mackin en batería y de Fletcher Dragge

en las seis cuerdas, editando discos ininte-rrumpidamente cada dos años desde su de-but homónimo lanzado a principios de los 90,  hasta “The Fuse”, publicado en 2005. Esta constancia responde a una necesidad de alma, a diferencia de lo que se ve en la ac-tualidad en la escena hardcore-punk mundial, donde, salvo los clásicos que aún persisten y los más nuevos que trabajan de manera seria, pareciera que lo que impera es una ambición desmedida por lograr reconocimiento a cos-ta de cualquier cosa que les permita alcan-zarlo, menos la música o las letras, abusando de un estereotipo que le hace un flaco favor a un movimiento que surgió como una co-rriente filosófica y no como una moda rela-tiva a una vestimenta o un comportamiento en particular. Lo de Pennywise es una bús-queda sin grandes pretensiones más que ser consecuentes con sus ideas y con su arte, sin prostituir sus convicciones y sin traicionar; algo así como un buen compañero, como un gran amigo.

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Lo primero que escuché fue un “Hola, ¿qué tal?” dos veces, y en una enton-ación que emulaba el acento chileno.

En la segunda oportunidad entendí lo que decía, así que me reí de buena gana. No es-peraba ese comienzo, pero una vez finalizada la entrevista, entendí que se debe al estado actual del grupo, de acuerdo a las palabras del mismo Fletcher Dragge. El regreso de un compañero, un hermano y cofundador como es Tim Lindberg, más los planes para el futuro cercano, tiene a los californianos en un gran momento. Experimentados en el circuito y cohesionados en lo grupal, Pen-nywise ocupa un lugar importante dentro de la generación a la que pertenecen y están decididos a mantenerlo.

Hoy existen muchos tipos de combinaciones en la música, específicamente en el rock, el punk y el metal; están todos esas bandas “al-go-core”, por lo que nos gustaría saber, ¿cuál es tu opinión acerca de la actual escena punk o hardcore punk de Los Angeles, del resto de Estados Unidos y en general?

Creo que es una muy buena escena. Vengo de la generación punk de los noventa, cuan-do era posible asistir a un concierto de Mi-nor Threat, Black Flag o de Dead Kennedys, entonces podría decir que casi presencié al punk rock en su forma más pura, cuando no era comercial, cuando no estaba la presencia de MTV ni la de los grandes sellos metién-dose con el género. No sé cómo plantear-lo, pero creo que era más “real” y con más significado. En la actualidad, me parece que el punk rock se volvió muy comercial; a las bandas sólo les interesa hacer mucho dinero y vender miles y miles de discos, por lo tan-to ves menos pasión. Varias veces observas que sólo se meten en el punk rock porque creen que es cool y porque así ellos también serán cool, así conseguirán mujeres por es-tar en una banda, además se harán tatuajes, entre otras cosas. Creo que no entienden la idea de lo que realmente es el punk rock, que es ser tú mismo, ser un individuo que sigue su corazón para conseguir sus sueños. Hoy muchos se suben al estilo para ser populares y nada más, a diferencia de lo que ocurría en

los años ochenta, cuando te metías en el gé-nero porque no querías ser popular, no que-rías hacer ni ser lo mismo que el resto; no querías ser un cordero o un robot. Tenías tus ideas y no entendías lo que hacía la mayoría de la personas, entonces llegabas al punk rock porque podías hacer lo que querías.

Ahora es distinto: aunque hay grandes ban-das de hardcore y punk que aún salen de Los Angeles, también nacen de Canadá, Brasil, Chile, Europa, Japón o China; de todo el mundo. Hay muchos jóvenes, no conozco todos sus nombres, pero los veo cuando abren un concierto, por ejemplo, o cuando aparece algún enlace en Facebook, o co-sas así, y me encuentro con material muy bueno, así que eso demuestra que el punk rock está vivo en el mundo a través de su verdadero espíritu, a pesar de aquellos que se metieron un rato, unos 3 o 4 años, para después moverse hacia el hip-hop, la músi-ca electrónica o cosas por el estilo. Esos no eran reales punk rockers; cuando eres uno de verdad, jamás renuncias a esta vida, la llevarás

Fletcher Dragge Entrevista a

de PennywisePor Hans Oyarzún

ENTREVISTAS

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por siempre, desde el día en que comenzaste a creer en el movimiento, hasta el día de tu muerte.

¿Cómo está la relación con Epitaph Records hoy?

Es muy diferente a como era hace 10 o 15 años. Ellos han cambiado bastante y ahora tienen a muchos grupos que no son punk rock. Aún creo que son un sello genial y uno de los más grandes sellos independientes del mundo, pero son un negocio y necesitan el dinero, así que comenzaron una búsqueda de diferentes agrupaciones, como Falling In Reverse o las de corte más emo. Sin embar-go, aún firman a bandas realmente buenas que lanzan material de calidad hecho por punk rockers reales.

Es claro que ya no es como en los años no-venta, cuando tenías a The Offspring, Penn-ywise, Rancid, NOFX o Bad Religion, que era con lo que te encontrabas cuando cono-cías al sello. Había todo un movimiento que ya no existe; muchas bandas se fueron y las de ahora andan por separado. Todo se diluyó. Hoy entramos al edificio y nadie sabe quié-nes somos, porque hay muchos empleados nuevos que no conocen lo que es Pennywise y nos resulta extraño, pero al mismo tiempo entendemos que ellos dirigen una compañía y que deben incluir esas bandas o quiebran. Igual sabemos que Fat Mike (NOFX, fun-dador de Fat Wreck Chords) sí lo logró y contrata solamente a bandas que le gusten, pero no es algo que siempre ocurra.

Han pasado 19 años desde la partida de Jason Thirsk. ¿Cómo se sienten hoy como banda al respecto, luego de todo este tiempo?

Es algo que aún nos duele mucho y aún hablamos de ello. “Yesterdays” (2014) está basado en la importancia de Jason para la banda y en lo que él le entregó a Pennywise en nuestros primeros discos. Cuando co-mienzas una banda y tienes algo de éxito, llegan los cumplidos, empiezas a girar por el mundo, a conocer gente nueva y ellos apre-cian tu arte, y se vuelve algo complicado de manejar: vienes de trabajar en la construc-ción o en un local de pizzas y pasas a hacer lo que quieres, lo que crees, lo que amas, y aparecen opiniones diciendo que haces un buen trabajo, y así. Jason fue parte de eso y su colaboración es tan importante, que sin él Pennywise no existiría hoy, así de sim-

ple. La partida de Jason fue muy dura, pero Randy (Bradbury), que es un buen amigo de nosotros y de Jason, es un gran bajista y compositor, que realmente cree en el espíri-tu de Pennywise y es respetado por nuestros seguidores, así que fue el mejor reempla-zo. Por eso decidimos volver a grabar “Bro Hymn” y dedicarla a Jason, cuyo espíritu aún vive entre nosotros. De hecho, todavía ensayamos en el que solía ser el garaje de su casa. Somos muy cercanos a su familia y a su hermano menor, Justin, baterista de 98 Mute; hablamos casi todos los días.

Respecto a la sala de ensayos de la que ha-blas, ¿es la misma que se ve en “Home Mo-vies” (1995)?

Así es, siempre hemos usado el mismo lu-gar. Es como un conteiner que colocamos en el estacionamiento de la casa de Jason. Es como nuestro pequeño hogar; apenas cabe un automóvil. Lo que hicimos fue cubrir el lugar completamente con alfombras y ¡a tocar! No somos como otras bandas, como Korn, por ejemplo, que ensayan en lugares costosos y pueden pagar estudios de 800 dó-lares por día. Nosotros ni siquiera pagamos arriendo por nuestra sala. Justin Thirsk vive en esa casa, que es, de hecho, donde murió Jason, así que todo está impregnado de él. No necesitamos limusinas para ir a nuestros conciertos, ni tampoco un lugar gigante para practicar: nos alcanza con nuestro pequeño, caluroso y sofocante espacio. Muchas veces

nos han preguntado cuándo nos cambiare-mos a un lugar más grande, o nos dicen que disponen de un local más espacioso para que practiquemos las canciones nuevas, pero no nos interesa, creo que nuestro lugar es par-te de la esencia de Pennywise: somos tipos normales, no somos estrellas de rock. Sólo tocamos nuestra música para los seguidores.

Es bueno saber que aún sigan tan conectados con el espíritu de Jason.

Creo que él aún es parte de nosotros. Com-puso muchas canciones y entregó una ener-gía muy positiva para el grupo, así que no dejaremos que eso muera: seguirá vivo a tra-vés de nuestra música.

Considerando que “Yesterdays” fue hecho de algunas canciones antiguas, ¿qué significan para ustedes esos temas? Quiero decir, ¿por qué re-grabarlas en vez de crear nuevas? ¿Se debe a que Jason escribió muchas de ellas?

Es una combinación. Jason escribió muchas de esas canciones de los demos y cantó en va-rias de ellas, las que al final nunca grabamos en serio. La única manera de oírlas era en conciertos o en un ensayo nuestro, así que muchos amigos asistían a los recitales y se sabían las letras porque las tenían en alguna cinta, por lo tanto, sabíamos el impacto que provocarían si las grabábamos apropiada-mente. Además, un poco antes volvió Jim, y eso es algo que hay que explicar un poco:

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siempre es difícil manejarse en una banda, pero en Pennywise tratamos de que esto sea una verdadera democracia, donde todos los votos cuenten, sin embargo, es difícil porque a veces crees que tienes una canción que cambiará al mundo, pero la muestras y a na-die le gusta. Es una batalla muy apasionada y eso hizo que Jim se fuera, algo así como “el precio de la pasión”. Cuando volvió fue como “oigan, hagamos algo en honor a Jason”, porque Jim no estuvo con nosotros duran-te unos tres años y eso nos hizo recordar y sentir muchas cosas del pasado. Siento que fue una buena manera de volver, y ahora ya estamos enfocados en sacar un gran nuevo disco de estudio, poniendo todos nuestros esfuerzos en eso. Ya estamos escribiendo canciones y trabajando, así que creemos que quedará potente. Esperamos lanzarlo el próximo año.

En general, ¿cómo ha sido la recepción de la crítica y de los seguidores con su último dis-co? ¿Cómo te sientes tú con el resultado de ese proceso?

Me encanta el álbum, de verdad que me gusta mucho. Cuando re-grabas canciones antiguas tal vez no se generarán expectativas muy altas como en un disco completamente nuevo, pero nos quedó muy bueno y no nos importó mucho la crítica que le hicieron, porque lo hicimos más que nada para no-sotros. Recuerdo que la última canción la escribió Jim justo después de la muerte de Jason y es uno de mis temas favoritos, pero no fue incluido en el disco de la época, “Full Circle” (1997). Otras como “Thanksgiving” o “Public Defender” también me encantan, así que todas juntas representan esa época en la que tocábamos con Jason en su patio, y eso es maravilloso. Nos devuelve al tiem-po más puro de la banda, de los primeros discos, cuando nada nos importaba e íba-mos a muchas fiestas en garajes: éramos una banda para divertirnos y entretenernos sin presiones. Después vino lo de vender dis-cos y obtener difusión en las radios, y apa-reció gente que quería que hiciéramos las cosas a su manera, así que les dijimos “váyan-se a la mierda”. No queríamos esa presión. Muchas de esas canciones fueron escritas mientras bebíamos cerveza con algunos amigos, un viernes por la noche, cuando no había presión y sólo nos divertíamos tocando. No era un negocio. Después nos comenzamos a preocupar de los precios del contingente, del bus, de los hoteles, de si nos

tocaban en las radios o no, de cuántos dis-cos debíamos vender, de si alcanzaría el pre-supuesto, de cumplir con el sello y mucho más. Entonces fue bueno volver de alguna manera a esa época en que nos subíamos a nuestros autos, llegábamos a las fiestas, be-bíamos cervezas, nos enchufábamos y tocá-bamos como locos hasta que llegara la poli-cía, y así hasta la siguiente fiesta. Por ello es que hoy es genial escuchar viejas canciones de esos días y que nuestros fans las aprecien.

¿Qué puedes contarnos de este “nuevo co-mienzo”, debido a la vuelta de Jim Lindberg a la banda después de algunos años, y cómo está él actualmente?

Él está bien, de hecho. Respecto a este “nuevo comienzo”, se sabe cómo funcionan las bandas y que esas cosas pasan: llegas a un punto donde hay divergencias y desacuer-dos, en especial en un conjunto como Pen-nywise, donde no hay un jefe, somos todos como jefes. Después de 20 años las cosas se pusieron más locas: yo quería girar más, Jim quería girar menos, no llegamos a consenso y él dijo “me voy”. Así que seguimos con lo nuestro y él con lo suyo, pero al final nos di-mos cuenta que Pennywise no puede existir sin Jim. Podemos ser una buena banda, lan-zar un disco decente y conseguir un voca-lista capaz, pero el tener otra vez a Jim en el escenario es como las cosas deben ser. Sé que muchas bandas hicieron cambios, digo, Black Flag tuvo cuatro cantantes y todos fueron buenos. No es un problema para mí cuando un grupo cambia al cantante. Igual, hay otros ejemplos, como Dead Kennedys: prefiero ver a Jello (Biafra) con The Guan-tanamo School Of Medicine que a los Dead Kennedys, porque él es una gran parte de ellos. Lo mismo pasa con Jim y nosotros: la primera vez que volvimos a ensayar juntos, todos empezamos a gritar y a reír, diciendo que eso era lo que necesitábamos. Zoly (Té-glás) hizo un gran trabajo, pero si te unes a Pennywise no puedes pretender cambiarlo, tienes que convertirte en una parte de Pen-nywise. Él entendió eso y dijo que, cuando llegó, intentó que las cosas fueran a su ma-nera, pero que no debió hacer eso. En fin, no es gran cosa, seguimos siendo amigos.

Al final del día, tener la alineación original es genial. Solucionamos las diferencias, hemos vuelto y ya tenemos que dar múltiples shows. Estamos un poco más viejos, pero más sabios. Hemos crecido un poco más y hemos mejo-

rado nuestras relaciones; ahora buscamos que todos nos divirtamos, y todo va bien. Perso-nalmente, creo que Jim ha dado los mejores conciertos de los últimos 15 años: realmente está pateando culos, está cantando increíble y siendo muy apasionado en la tarima. Creo que necesitábamos ese descanso.

¿Qué sabes de la escena punk o hardcore punk de Chile y de América del Sur en general?

No conozco mucho la verdad, me encan-taría conocer más. Lo que nos llega es lo que vemos de los actos soportes o cuando nos entregan sus discos. Sí sabemos que son muy apasionados, porque cuando vienes de otros lugares, como nosotros, notas que es muy diferente. La gente tiene mucha fuerza y es muy apasionada, creo que tiene que ver con el hecho de la represión que han sufrido por parte de varios gobiernos y con cómo son afectados por los errores del Estado. Hay mucha gente pobre, es una brecha muy grande, y hay abuso policial también, enton-ces todo eso crea una atmósfera para que crezcan los fans del hardcore punk. Mariah Carey no canta acerca de esas cosas, no canta que se vaya a la mierda la autoridad como sí lo hacemos nosotros, entonces, si eres un adolescente y no te gusta la manera en la que están las cosas en tu país, necesitas una vía de escape, y así llegas a  la música y a bandas como nosotros, a Bad Religion, NOFX o a Face To Face, por ejemplo. Es fácil relacio-narte con lo nuestro y luego volverte loco en los conciertos; estás enojado y necesitar sacar esa furia hacia el exterior, que es como lo que hacemos nosotros también: explotar en el escenario durante dos horas, perder el control, y luego volver a la normalidad y convivir con la sociedad otra vez. También es nuestra vía de escape. Por eso siempre es espectacular volver a Sudamérica, porque la gente es genial y muy enérgica. Además, por lo que veo, la escena está muy viva.

Te recomiendo que veas un pequeño docu-mental que está en YouTube, acerca de una banda peruana de los años sesenta que se llama Los Saicos. Tocaban algo relativamente cercano al punk rock en esos días.

¡De seguro lo buscaré! He visto cosas acerca de otras bandas que en aquellos tiempos ya hacían cosas así. Hace un tiempo conocí a unos afroamericanos que también tocaban algo así como punk en los setenta, pero no recuerdo su nombre...

ENTREVISTAS

HumoNegro

¿Te refieres a Death?

¡Sí, ellos! Son geniales. Después de oírlos y leer acerca de su historia, dije: ¿cómo no es-cuché de ellos antes?

¿Qué recuerdas de tu primera visita a Chile y cuáles son tus expectativas para este nuevo concierto?

Es una buena pregunta. Anhelamos ver a la gente volviéndose loca, con esos pits que son enormes. Recuerdo que la comida era grandiosa y recuerdo también a un amigo especial, el “Loco Carlos”. Él conducía la camioneta que nos transportó aquella vez, y cuando nos conocimos terminamos la fiesta como a las 8 de la mañana, y nuestro tour

manager nos llamó por teléfono a las 9 en punto, asustado porque íbamos a perder el vuelo, para decirme que el conductor de la camioneta no estaba con ellos, que se irían en el vuelo posterior. Así que traté de des-pertar al Loco Carlos, pero era imposible; lo golpeé y nada, hasta que le arrojé un vaso con agua en la cara y ahí recién reaccionó, así que le dije que se fuera rápido a dejarnos al aeropuerto para luego ir por los otros, y él recorrió la ciudad a toda velocidad (risas). Fue muy gracioso. Una gran visita.

Para terminar, nos gustaría que dieras un mensaje a nuestros lectores con motivo de nuestro décimo aniversario, debido a que el concierto de Pennywise es parte de aquellas celebraciones.

Diría que deben estar conscientes de que HumoNegro es una gran revista, porque están entrevistando a Pennywise y me ima-gino que le dan un espacio a otras bandas del género también. Creo que es muy im-portante para el periodismo hacer estas en-trevistas, porque la mayoría de los medios masivos no les interesa hablar de esto, o de política, o de la pobreza y la corrupción. Eso es lo que hace el punk rock: denuncia estas cosas del mundo y trata de cambiarlo de forma positiva. Así que le pido al público que siga leyendo la revista si quiere infor-mación y contenidos serios, verídicos y rea-les de gente como nosotros en Pennywise o de otras bandas, porque si HumoNegro lleva 10 años, es porque hacen las cosas bien. Así que sigan así con este gran trabajo.

HumoNegro

Muchas veces las expectativas le hacen mal a un show. Se espera tanto que, cuando llega, lo que se

recibe simplemente no es lo que se necesi-taba, aquello que la cabeza y el corazón construyó como un recuerdo esperanzado. Pero, en otros casos, es esa expectativa lo que hace que, si se alcanza o supera, la satisfac-ción sea aún mayor. Spoon no era una banda que supieras fuera a ser capaz de decepcion-arte, aunque siempre hay muchos factores que confluyen en un show en vivo, sea el público, el sonido, el ánimo con el que se le-vantaron los músicos, lo pertinente o imper-tinente que pudo haber sido un fan con el que se hayan encontrado, lo rica o fome de la comida que se sirvieron, un trago más, un trago menos. Sin embargo, lo que vimos la noche del martes 20 de octubre en el Cen-tro de Eventos Cerro Bellavista fue perfecto, pese a que quizás ninguno de los aspectos estaba al 100% de sus posibilidades. Como siempre, algo generó ese extra vital para la experiencia en vivo: el factor humano.

Una de las gracias de Spoon es que sus lí-neas instrumentales son muy sencillas, y la voz de Britt Daniel nunca busca el tono más afinado y más prístino. Lo que tenemos con los de Austin, Texas, es identidad, es brillo propio, desde adentro, además de lo que tie-nen en sus canciones. Las que eligieron para su debut en Chile fueron la mezcla perfecta

entre los mayores éxitos de la banda y rega-los que no tocan usualmente en sus shows. Mezcla que, además, se correspondió con buenas transiciones entre las canciones, en una maquinaria bien aceitada que no nece-sita repetir el mismo set de temas cada no-che para tener fluidez garantizada.

Todo partió casi a la hora, a las 22:06, ante un Cerro Bellavista colmado en un 80% aproxi-madamente, y tras una especie de acople no tan agudo, casi como un elemento noise que feliz hubiera estado junto a los amplificado-res de Sonic Youth. En medio de ese sonido, nos encontramos con el quinteto encabezado por el magnético Britt Daniel y los primeros compases de “Rainy Taxi”, parte de “They Want My Soul” (2014), el disco que servía de excusa para que los norteamericanos vinieran a Chile y que, por cierto, también ilustraba el extenso telón de fondo del escenario; claro que, en vez de ser una mano extendida soste-niendo una especie de energía visible, en este caso la mano se posaba por sobre el escenario, casi como si fuera el titiritero que controla los movimientos de la banda que, a su vez, dominaba el proscenio, a sabiendas de que ese pequeño lugar se llenaba de su presencia. Al final, ellos eran las energías indefinibles, esa alma que muchos quisieran tomar.

Spoon en vivo es una experiencia, una que se debe recibir con brazos abiertos, que en

el debut en Chile se gestó en medio de una luz muy tenue que prácticamente fue la re-gla, dejando al quinteto en penumbras, casi las mismas que se esconden en la dinámi-ca de canciones como “My Mathematical Mind” o la fantasmagórica (era que no) “The Ghost Of You Lingers”. Es que Spoon puede parecernos una banda que tiene un montón de energía y que transmite esas sensaciones, pero como dijimos en algún momento en un artículo, en medio de ese juego melódico y rítmico constante hay te-mores que afloran, actitudes que se ven tan potentes como vulnerables, y en medio de la incertidumbre y el pavor surgen halos de luz que hacen innecesario siquiera ver lo que tenemos al frente, porque lo que se escucha ya dibujó esas imágenes y entrega todo lo que necesitamos sentir y saber.

La música del actual quinteto es sinestésica a ratos, puesto que los sabores que la cruzan son muchos, las fotografías que hace tam-bién son abundantes, e incluso en el tacto existen manifestaciones de estas canciones. Spoon logra lo que pocos hacen: obligar a sentir la música con todos los sentidos, o al menos en cierta manera –sin necesidad de drogas complementarias- hace querer vivir sus composiciones de esa forma. En medio de la oscuridad –parecerá cliché-, Spoon hace ver destellos de luz muy clara sin la intención de enceguecer.

Centro de Eventos Cerro Bellavista, 20 de octubre de 2015

SPOONOír la luz Texto por Manuel Toledo-CamposFotos por Nicolás Aros

EN VIVO

HumoNegro

Hubo espacio para varias sorpresas dentro del setlist, que se extendió por veinte can-ciones, con dos bis, y casi una hora y media de show, con muy pocas pausas y con sin-ceras sonrisas de parte de Britt Daniel hacia el público, incluso despachando un “muchas gracias, Santiago” bastante bien pronunciado. Alguien que también se robó las miradas fue el guitarrista y multiinstrumentista Alex Fis-chel, quien se movía de forma eléctrica con particulares poses para tocar, siendo el que más interactuó con Britt Daniel. El miem-bro más “nuevo” de Spoon demuestra una actitud que se corresponde más con las nue-vas propuestas del conjunto.

Es muy interesante el balance de los instru-mentos en vivo, con un protagonismo gigan-te de los teclados, haciendo que las guitarras

aparezcan en momentos más determinados, dándole un sinfín de matices a los diferentes parajes recreados en el concierto. El r&b de “Inside Out” y las reminiscencias al clavi-cordio, mezclado con la fuerza post-punk de “Jonathon Fisk”, para luego pasar a los com-pases casi brit de “Don’t Make Me A Target”, conforman una montaña rusa en la que el conjunto nos mantiene todo el rato, y que hace que el show también se pase volando.

Sería casi un despropósito comentar can-ción a canción un show como este, porque implicaría disminuir las capacidades netas del conjunto, que van más allá de un hit o de una fotografía del momento. En medio incluso de lo imperfecto, la identidad de

Spoon quedó clara tras su esperadísimo de-but en Chile, y esperemos que, como dijo Britt, vuelvan “anualmente o, a lo más, cada dos años”. Pese a ciertos elementos –como lo dispar de las reacciones de la audiencia o ciertos desequilibrios en el sonido-, este fue uno de los shows del año en nuestro país. Lo de Spoon no es un color específico, sino que la mezcla de todos ellos. Lo que en el espectro cromático resulta en el tono blanco, en vivo genera, en medio de tantas sombras, una luz que ilumina los oídos y que genera el recuerdo de 87 minutos vividos a concho, con los cinco sentidos bien abiertos.

HumoNegro

DISCOS

Hace siete años que Eagles Of Death Metal no llegaba con una placa. En ese período, Josh Homme las

hizo todas: pasó del under al mainstream con Queens Of The Stone Age, se anotó un tra-bajó con un ex Led Zeppelin, e incluso, des-de las perillas en “Humbug” (2009), le cam-bió la cara al sonido de Arctic Monkeys. Sin embargo, después de tanto prodigio, parecía necesario dejar de ser el alumno aplicado del curso y encontrar un momento para di-vertirse, y si de esto se trata, qué mejor com-pañía que la de Jesse “The Devil” Hughes, todo un personaje de la escena –aparte de músico, Hughes es un ministro protestante, próximo a contraer el sagrado vínculo con una ex actriz del cine para adultos– para respirar otros aires y anotarse un nuevo capí-tulo con EODM.

Esta vez, sin embargo, y posiblemente debi-do a la alta exposición de Homme, la llegada de “Zipper Down” ha sido tremendamente anticipada, gozando de un nivel de atención que la banda nunca tuvo en el pasado. Y la verdad es que no es difícil confundirse con EODM creyendo que se trata del proyecto alternativo de Josh Homme, cuando, para ser justos, la realidad indica que se trata de la criatura de Hughes, tanto así, que de las diez “nuevas” canciones, “Complexity”, “I Love You All The Time” y “Oh Girl” son cortes reciclados del ignorado “Honkey Kong” (2011), trabajo solista de Jesse Hughes, edi-tado bajo el nombre de Boots Electric.

Para abrir los fuegos de “Zipper Down”, y casi como una declaración de principios, “Complexity”, corte de base rock glam baila-ble, marcado desde el inicio por una pesada línea de bajo, llama a la necesidad de man-tener las cosas simples: “No se necesita nada sofisticado / sólo el ABC”, apunta la canción. Luego, “Silverlake (K.S.O.F.M.)” mantiene el ánimo y aprovecha la oportunidad para reírse de la cultura hipster de Los Angeles, pero no es sino hasta la rock boogie “Got A Woman”, de letra estilo “shake your ass, babe”, que la personalidad del disco queda claramente definida; acá todos son invitados a la fiesta y podemos incluso imaginar a Ba-rry de la película “High Fidelity” (2000) co-rriendo a acompañar el tema con las palmas. Sin duda, un imperdible de esta entrega.

Casi hacia la mitad, el disco se da espacio para el romanticismo, primero con “I Love You All The Time”, tema rock de medio tiempo, del tipo balada romántica de des-encanto, y luego, en la misma línea, pero con un aire más sombrío, en “Oh Girl” en-contramos a un Jesse Hughes de sentida y bien lograda interpretación vocal. “Got The Power” vuelve a subir la energía, resucitan-do el sonido de la época “Peace, Love, Death Metal” (2004), poniendo en evidencia uno de los puntos de contraste con “Heart On” (2008), donde el sonido blues garage rock al-canzó un tono más pesado que hoy parece no encajar. “Skin-Tight Boogie”, por otro lado, funciona como testimonio fiel de las personalidades que definen la banda, mez-

clando de excelente manera sintetizadores y guitarras, e incluyendo en las voces a Tues-day Cross, la futura “señora Hughes”. Hacia la recta final, la versión de “Save A Prayer” se anota uno de los momentos inesperados del álbum, cambiando los sintetizadores del ori-ginal de Duran Duran por guitarras y bajo, para reflotar este clásico de los ochenta so-bre encuentros fortuitos de una noche. Por último, bajando la cortina, “The Reverend” vuelve sobre el sonido rock garage que el dúo entrega una y otra vez sin problemas.

Cuarta entrega de EODM, siete años de espera, Josh Homme con un largo peregri-nar fuera de los sonidos del original “Peace, Love, Death Metal” y un Jesse Hughes que encarna en sí mismo el estilo y las contradic-ciones del rockstar de la vieja escuela. Buena parte de lo que traen hoy ya venía editado por Hughes, sin embargo, es imposible no notar cómo la combinación Homme/Hug-hes es capaz de sumar claramente más que sus partes, dando origen a una propuesta musical de base rock tradicional que logra sonar natural, espontánea y capaz de mirar de frente (y reírse de ella incluso) a la vereda más seria y snob del mundillo rockero. Puede que no sepamos de ellos por un buen rato, pero, como demuestran hoy en perfectos 34 minutos, parecen estar siempre listos para llegar a ocupar su lugar, porque la fórmula no es compleja y sigue siempre bien calibra-da para hacernos pasar un buen rato.

Eagles Of Death Metal

Zipper Down34:16T-Boy Records / UMe

Por David Martínez

HumoNegroAUSPICIA: MEDIA PARTNERS: PRODUCE: COLABORA:

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Es difícil el tema de la nostalgia, porque predispone a la gente a mirar atrás y no fijarse en los obstáculos que hay

por delante. Es difícil el tema para las bandas que vuelven después de un receso. Es espe-cialmente complicado el escenario cuando tu reunión no se ha planteado desde un punto de vista creativo, sino que desde la restitución de una cofradía de amigos, tal como ha ocur-rido con los suecos The Cardigans.

La agrupación oriunda de Jönköping es par-te de las bandas del pop-rock alternativo más exitosas del último par de décadas, amparados en una capacidad de generar hits que trascen-dían los géneros y que traspasaban los gustos de generaciones determinadas. Para muchos representaba su adolescencia en un presente. Para otros, era esa adolescencia tal como la re-cordaban. En ambos casos, la banda conseguía mezclar esta sensación novel con la madurez que da el análisis posterior de los hechos.

La subestimación de la obra de Lars-Olof Johansson, Bengt Lagerberg, Nina Persson, Magnus Sveningsson y Peter Svensson es enorme, en especial porque se cree que hay ligereza en su pop, y que el único episodio de carácter más serio en su historia es el excelente “Gran Turismo”, de 1998. Claro, fue un disco con aspecto más maduro y con cierta épica, pero también indicar eso deja en descrédito a “Life” (1995) o “First Band On The Moon” (1996), materiales donde la banda ya ponía en crisis las estructuras su-perficiales del pop más episódico, para dejar en constancia que desde ese locus podían existir más historias, más narraciones y más posibilidades que simplemente un mundo feliz, en rosa y celeste.

“Gran Turismo” tenía la rudeza sofistica-da como espíritu fundacional y al misterio claustrofóbico como un invitado bastan-te particular, pero ya con su cover a “Iron Man”, original de “Black Sabbath”, apare-cido en “First Band On The Moon”, The

Cardigans dejaba en claro que no era nece-sario ponerle mayores grados de distorsión a la guitarra para sonar fuerte, porque así también se podía sonar claro como el agua.

Quizás es por ello que, pese a que muchos digan que con “My Favourite Game” o “Erase / Rewind” fue que se enamoraron de la banda, los singles más recordados son –y probablemente seguirán siendo- “Carnival” y “Lovefool”. Sin embargo, el camino futuro de la banda depararía un largo periodo sin sacar un nuevo disco. Claro, la idea de ex-perimentar tras llegar al peak de su historia era muy potente y muy necesaria, si es que no querían dar pasos atrás. Con ello llegó “Long Gone Before Daylight” (2003), un disco que no buscaba un pie forzado en la oscuridad, sino que una genuina sensación de desamparo y de belleza sin aspavientos. Nina se puso el pelo de color oscuro, y sa-lieron singles como “For What It’s Worth” y “Live And Learn”, que demostraron que la banda dejaba el camino del pop pretendido y se acercaba a la senda del pop convencido, porque podía contar historias que no tenían que ver con cuentos, sino que con realidades, o al menos con sensaciones muy verosímiles.

No es que “Life” no muestre la vida tal como es, pero es evidente que, para una agrupación con más de una década de rue-

do, sería un despropósito repetirse a sí mis-mos. Por ello es que la frase “I Need Some Fine Wine And You, You Need To Be Nicer” era algo demasiado directo e intrigante para los estándares de The Cardigans, pero así es como son las cosas, así es como es la vida: directa, con el efecto del shock como algo innegable en ocasiones. Y los suecos abra-zando un rock más “punk” para su historia también era algo posible, dado que, mal que mal, son buenos músicos y eso siempre en-trega la curiosidad necesaria para avanzar.

Aquella frase titulaba el single de “Super Extra Gravity” (2005), el último álbum que sacaría The Cardigans en su historia como banda, y con el que darían un tour que ter-minaría en 2006, año donde se anunciaba el hiato de la agrupación. Sólo una pausa, dirían muchos, encontrando razón en 2012, cuan-do las amistades y los amores se restituyeron en pos de tocar las canciones que armaron juntos. Así de simple y así de bello, en un intento de mantener un espíritu tan juvenil como adulto, el mismo que los traerá al pri-mer encuentro con el público chileno una tarde de noviembre, en medio de una madu-rez ya comprendida no como la derrota de las energías de antaño, sino que como una posibilidad de tener la perspectiva de valo-rar y recordar de la mejor manera esa belleza que, bien tomada, puede tener la nostalgia.

THECARDIGANSAdolescencia suspendida,

madurez comprendidaPor Manuel Toledo-Campos

HumoNegro especial Movistar Primavera Fauna

MACDEMARCO

La genialidad en el desastreMcBriare Samuel Lanyon, mejor

conocido como Mac DeMarco, es la prueba viviente de que se

puede llegar al éxito siendo un completo de-sastre. El canadiense, de 25 años, de aspecto desgarbado, siempre enfiestado y con la frase “I don´t give a fuck” como filosofía de vida, se lanzó hace siete años como músico solis-ta, moviéndose en la escena underground de Vancouver, de forma completamente inde-pendiente, cosechando sus primeros elogios gracias al EP “Heat Wave” (2009), estrenado bajo el nombre de Makeout Videotape. Años más tarde, y haciéndose llamar oficialmente Mac DeMarco, el norteamericano editó su primer trabajo “importante”, el EP “Rock And Roll Night Club” (2012), el que finan-ció prestando su cuerpo para experimentos médicos y como obrero en pavimentación de caminos. Llamando la atención de los sellos, el canadiense sentó las bases de una carrera aún joven, pero muy fructífera, que lo trae de vuelta al país luego de su debut el año 2014, esta vez como uno de los nombres más llamativos de la próxima versión del fes-tival Movistar Primavera Fauna.

Un inicio prometedor

De ahí en adelante todo ha sido buena mú-sica y mucha jarana. El hombre se ha man-tenido fiel a su estilo de vida, y se sabe que en su hogar –y home studio- sólo hay espacio

para él y sus instrumentos, además de mucho desorden. Cultivando un estilo relajado, al borde de lo playero, el músico ha sido capaz de congregar a los amantes de la sicodelia se-tentera y el rock alternativo, ofreciendo in-cluso discos completamente instrumentales y paquetes especiales para fanáticos, quienes se suscriben a una especie de boletín men-sual para recibir música exclusiva del artista. Enclaustrado en su departamento, DeMarco dio a luz a “2” (2012), larga duración que se inclinó hacia el rock más tradicional, man-teniendo siempre las buenas vibras y un so-nido un tanto añejo. Fue con esta placa que el canadiense logró hacerse un espacio en el mainstream, incluso cerrando tratos comer-ciales con empresas del retail, las que hicie-ron uso de su canción “Moving Like Mike” para musicalizar sus spots publicitarios.

No importa nada...

...Excepto la música, claro. Mac DeMarco es una especie de rockstar, pero sin el glamour y pomposidad de aquellas figuras ya extin-tas del plano musical. El tipo es conocido por vestirse como un verdadero vagabun-do, beber mucho y lanzar las bromas más ordinarias que uno se pudiera imaginar. Literalmente hace lo que quiere, y eso se puede percibir en cada una de las notas de sus canciones, y más aún en sus letras, todas con mensajes y discursos vagos, sin mayores

significados. Con su segundo disco, “Salad Days” (2014), el músico se propuso cambiar esto y dar una dirección concreta a su mú-sica y versos. La jugada le salió de maravilla, y “Salad Days” fue la catapulta a las grandes ligas para un hombre que recién había pasa-do la veintena y cuyo norte es la fiesta.

En vivo su espectáculo es frenético; a pesar que sus canciones son muy relajadas, De-Marco se las arregla para subirles el tempo y darles un toque mucho más rockero y sucio, invitando a todo el mundo a formar parte de una fiesta que en cualquier momento se puede ir de las manos, tal como ocurrió en su debut en marzo de 2014, en el Centro de Eventos Cerro Bellavista.

En la actualidad, “Another One” y “Some Other Ones”, ambos trabajos editados este año y grabados en tiempo record -el prime-ro tardó dos semanas y media en componer-se y grabarse-, son los álbumes que traen de vuelta al canadiense en un gran momento, al cual todavía le queda un largo trecho para alcanzar su apogeo. Esperando revivir la fies-ta que tuvimos hace poco más de un año y medio, recibiremos a este genio del desastre para desordenar la gran jornada del próximo sábado 14 de noviembre, en esta nueva edi-ción del Movistar Primavera Fauna.

HumoNegro

Por Sebastián Zumelzu

HumoNegro especial Movistar Primavera FaunaHumoNegro

Explosions in the SkyMini sinfonías catárticas

Para muchos de nosotros la vida es compli-cada, por eso buscamos bálsamos capaces de aliviar un poco la pesadumbre. Tal es el caso

de la música, que es un camino que se recorre con los sentimientos a flor de piel para que estos reaccionen de inmediato al estímulo preciso que significan las canciones, resultando un ejercicio sanador, como el que se produce al exponerse a Explosions In The Sky.

Por Hans Oyarzún

HumoNegro

Pareciera que la consigna es la catarsis y su discografía el detonante, porque cada disco que la banda ha lanzado hasta la fecha, des-de “How Strange, Innocence” del año 2000, hasta “Take Care, Take Care, Take Care” de 2011, son por sí solos una experiencia casi mística que requiere de ciertos elementos para que la obra sea asimilada, como dedi-carle un lapso de tiempo específico para es-cucharles sin interrupción alguna, casi como si se tratara de meditación. La intención de-trás de las composiciones de los estadouni-denses se aleja de una ambición desmedida en términos de instrumentalización y eje-cución, centrándose, básicamente, en la co-munión emocional entre artista y audiencia: para ellos lo que importa es el vínculo ín-timo con el público. Estas “mini-sinfonías-catárticas” (como ellos mismos alguna vez las definieron) se han posicionado en un lu-gar de privilegio en  el plano mundial, a lo largo de poco más de 15 años que llevan de carrera, donde han expandido el horizon-te a través de su inclusión en los soundtrack de varias películas y documentales, o en el uso de alguna de sus canciones en series de televisión, lo que deja en evidencia que, a pesar de practicar un estilo no tan masivo ni pretencioso, han llegado a oídos de gente muy diversa, pero sobre todo han cautivado corazones e intelectos.

El hecho de ser una banda instrumental res-ponde a una convicción casi política, que

rechaza la figura del líder en favor de un criterio en conjunto, aplicando para todos los aspectos del grupo, desde la composición hasta el manejo de sus intereses. Claro que en algún momento se plantearon la idea de incluir voces o un frontman, pero la moción no logró un consenso y fue desechada casi de inmediato, al igual que el eventual plan para designar a un cabecilla o una mente compositora principal. Acá el espíritu es una combinación de las inquietudes artísticas de estas cuatro almas, en desmedro de un resplandor individual. No hablamos de un estruendo aislado, sino de múltiples explo-siones en el cielo.

La anterior fue una decisión acertada, por-que sus creaciones tienen la cualidad de funcionar por sí mismas sin necesidad de un guía vocal, relegando ese rol al que se sumerje en su obra. Así, la experiencia con la banda es mucho más personal, por consi-guiente, varía de espectador en espectador, lo que amplía de manera significativa las opiniones respecto a la agrupación, trascen-diendo por sobre todo la relación con ella. Es muy difícil que, una vez se es expuesto a la propuesta de los estadounidenses, alguien siga su camino indiferente y no vuelva a es-cucharlos, por eso hablamos con propiedad de una relación.

Las oportunidades para disfrutar de discos como “Those Who Tell The Truth Shall Die,

Those Who Tell The Truth Shall Live Fore-ver” (2001) abundan y se extienden más allá de las típicas ocasiones en que escuchamos música, como el trayecto hacia algún lu-gar, por ejemplo, así que su presencia y su influencia en la vida de los amantes de la música resulta inconmensurable; los paisajes sonoros que han creado a lo largo de su dis-cografía se funden con la realidad y propi-cian la admiración de la naturaleza, también se unen y traducen estados de ánimo, e in-clusive facilitan la realización de tareas, pero lo cierto es que da la sensación que el alcan-ce de su trabajo va más allá de la melomanía.

La actualidad nos entrega la chance de ser testigos de todo lo expuesto aquí a través de su debut en nuestro país, en el marco del Movistar Primavera Fauna. Si el año pasado la presentación de sus contemporáneos Mo-gwai se alzó como uno de los puntos más altos del festival, esta versión 2015 cuenta con un acto de similares características, que genera las mismas o incluso mayores ex-pectativas, como lo es Explosions In The Sky, quienes llegan vigentes e influyentes para detonar toda la magia y la purga que un repertorio como el de ellos es capaz de generar.

HumoNegro especial Movistar Primavera Fauna

MORRISSEY

EL MESÍAS ALTERNATIVOPor Manuel Cabrales

Para muchos un divo, para otros un ídolo. Si hay algo que está más que claro con Morrissey, es que nadie queda indiferente frente a su actitud y forma de ver la vida. Siempre polémico, el ex vo-

calista de The Smiths da que hablar con cada palabra o acto, ganándose muchos detractores en el camino. Pese a ello, su legión de fanáticos no hace más que aumentar con el paso de los años, cimentando un legado que viene arrastrando desde la época junto a su antigua banda.

Quizás fue la fugaz carrera del cuarteto de Manchester lo que le otor-gó a Moz –como es llamado por sus fanáticos- ese estatus de deidad entre sus seguidores. Tal como ha afirmado el cantante en algunas en-trevistas, The Smiths está exento de toda crítica sólo por el hecho de no existir más, aludiendo a que todo lo muerto es sagrado. Así, Steven Patrick Morrissey se transformó en una leyenda viva. Precursores de

un estilo único, Moz, junto a Johnny Marr, Andy Rourke y Mike Joyce, sentaron las bases de lo que sería la mayor parte de la música al-ternativa de los años venideros, principalmente en su natal Inglaterra, donde su legado inspiró a un sinfín de conjuntos a continuar con un movimiento que no había alcanzado todo lo que podía dar.

La separación de la banda logró que Moz hiciera una exitosa carrera solista, la que terminó por establecer a su legión de fanáticos como un grupo absolutamente incondicional, que lo siguen y apoyan en cualquier decisión que tome, o cualquier declaración que haga. Sin cuestionarle nada, su palabra es ley, le guste o no a los demás. Es in-creíble presenciar la devoción existente en cualquier show en vivo de Morrissey, donde pareciera que artista y público son uno solo, puesto que el aura mesiánica que entrega el cantante es algo difí-

HumoNegro

cilmente comparable, y definitivamente una experiencia que, según muchos expertos, todo amante de la música en vivo debiera presenciar alguna vez en su vida.

Morrissey ha manifestado muchas veces su deseo de querer morir en el escenario, y eso es algo que sus fanáticos sienten, ya que la desgarradora pasión que entrega en su show genera una catarsis colectiva, como si de una misa se tratara, donde Moz es el pastor que ilumina y llena de vida a sus fieles seguidores. Por otra parte, su extrema postura como de-fensor de los animales le ha traído más de una polémica. Muchos recordarán sus exigencias respecto a este tema cuando se presentó en el Festival de Viña del Mar en 2012, hecho tan inesperado como el actuar del cantante, quien pidió que todo se cumpliera tal como requería, sin importarle si alguien tenía pro-blemas con aquello. Uno de los episodios más cuestionables para la opinión pública, fue la exigencia de que la animadora del certamen se quitara las plumas que llevaba en su vesti-do, algo que indignó a un público que no es-taba acostumbrado a tratar con alguien como Moz. Sus fans justificaron todo su accionar, alegando ignorancia y desconocimiento ha-cia el músico por parte de la organización, lo que no dejaba de ser cierto.

Durante este mes se materializará la quinta visita del cantante inglés, quien, gracias a la alta demanda de tickets para su concierto en solitario en el Movistar Arena, sumó una fecha más, como el principal headliner del festival Movistar Primavera Fauna, logrando algo que parecía imposible: que el evento sea completamente vegetariano, apegándose a las exigencias de Morrissey, quien se niega ro-tundamente a la venta de alimentos deriva-dos de los animales. Esto puede producir más de un dolor de cabeza para los productores, como sucedió este año en el Staples Center, de Los Angeles, EE.UU., donde a pesar de las exigencias del músico, el recinto se negó a quitar de su oferta gastronómica los produc-tos que contuvieran carne, provocando la ira de Moz, quien argumentó un incumplimien-to de acuerdo y contrato por parte de los ad-ministradores del lugar. Lejos de cuestionarlo, sus fanáticos vuelven a darle la razón.

Existen muchos elementos que hacen de Morrissey una figura de culto entre sus se-guidores; la profundidad de sus letras logra que gran parte de ellos encuentre refugio en su música, ya que en sus canciones se ha-

bla de temas cotidianos, permitiendo que el oyente pueda sentirse identificado o apoyado en el mensaje que el cantante entrega en sus discos. La literatura ha sido parte importante del trabajo de Moz, tanto en su carrera solis-ta como en The Smiths, donde se ha valido de variadas influencias literarias para escribir los versos que entrega desgarradoramente en el escenario. Uno de sus principales héroes de juventud, Oscar Wilde, se alza como la mayor influencia de Morrissey a la hora de escribir, siendo la literatura un interés que el cantante adoptó a muy temprana edad y que, hasta el día de hoy, se ve plasmado en sus le-tras. Ese carácter de compañía que juegan la literatura y la música, se transformó en la he-rramienta precisa de Moz para lograr esa co-nexión con su fanaticada, porque mezclando ambos artes entrega una experiencia con-junta, casi como estar leyendo y escuchando a la vez. Según concuerdan muchos fanáti-cos, es él quien los ampara y los saca de los problemas del día a día, transformándose en el ente salvador de esta juventud desanimada.

Se dice que cuando alguien se mantiene im-placable en su forma de pensar, acumula eso una enorme cantidad de enemigos, algo que claramente le ha pasado a Morrissey durante su vida, en vista de que sus declaraciones res-pecto a muchos temas, tanto políticos como sociales, nunca han sido las más amables. En muchas entrevistas el cantante ha manifesta-do sentirse molesto con la prensa, debido al historial de encontrones que ha tenido con ella, llegando incluso a culparla por la separa-ción de The Smiths, aduciendo a que fueron los medios británicos los principales encar-gados de agudizar y exponer públicamente la rivalidad entre Marr y Moz, que finalmente detonó la separación del cuarteto. Gracias a ese deterioro, todo el estatus legendario de la banda recayó en su persona, generando un buen punto de partida para su carrera solista, la que el cantante define como “un proceso natural”, declarando sentirse un solista inclu-so estando al frente de la banda. Para él nada ha cambiado, sigue entregando el mismo mensaje que hizo popular a la agrupación en el Manchester de los años 80.

De seguro siempre existirán las polémicas en torno a su figura, más ahora en plena gira para presentar “World Peace Is None Of Your Business” (2015), su último trabajo de estudio, que no ha estado exento de proble-mas, dejando al cantante sin sello discográfico después de su publicación y manteniéndolo

en la noticia semana a semana por motivos ajenos a la música. Debido a las constantes cancelaciones de shows y giras, Capitol Re-cords rompió el acuerdo discográfico que tenía con el artista, lo que generó muchos de los problemas que ha padecido este acciden-tado recorrido. En cuanto a su historial de cancelaciones, sus problemas de salud las han hecho muy frecuentes durante los últimos años. Es cosa de recordar las siete fechas can-celadas en nuestro país luego de los inconve-nientes de salud sufridos por Moz en Perú, lo que dejó a sus fans destrozados.

Amado u odiado, nadie queda indiferente ante Morrissey. Su figura parece no conocer parcialidades, sus fanáticos aceptan y apoyan absolutamente todo lo que hace, mientras que sus enemigos no hacen más que criti-carle, sin mirar ni analizar ninguna de sus palabras. Para él no existen términos medios, hace todo bien, o todo mal, según el punto de vista de quien dé su opinión. Pese a esto, estamos ad portas de la gran comunión que se generará en sus próximos shows en el país, donde los fieles miembros de su culto le rendirán honores en una catártica y sagrada ceremonia, sin criticarle ninguna acción, ni refutarle ninguna palabra, todos obedecerán los deseos y órdenes del mesías alternativo.

HumoNegro

UN VIAJE INDELEBLESTING

Movistar Arena, 29 de octubre de 2015

Corría octubre de 1980 y los icónicos The Police lanzaban el exitoso ál-bum “Zenyattà Mondatta”, su tercer

trabajo tras los también excelsos “Outlandos D’Amour” (1978) y “Reggatta De Blanc” (1979). Tan sólo un par de meses después de esta fecha, este redactor llegaría al mun-do, obviamente sin tener ningún grado de consciencia respecto a que en ese mismo contexto histórico estaba compartiendo es-cenario con una de las bandas de rock más influyentes de Reino Unido; mucho menos podría haber reconocido la importancia y trascendencia que tendrían Sting, Andy Summers y Stewart Copeland, las talentosas figuras tras este magistral proyecto. A me-dida que fui creciendo y, a pesar de la sor-presiva extinción de la agrupación en 1984, la música de The Police se convirtió en in-vitado frecuente en cada una de mis reun-iones familiares. Años después, la imagen de Sting se hacía cada vez más grande, no sólo por su invaluable legado junto a Summers y Copeland, sino también por su exitosa car-rera solista que parecía no conocer límites, exudando talento e inspiración en cada una de sus composiciones.

Han pasado casi cuatro décadas desde que Sting comenzara a forjar su estatus de leyenda a nivel mundial y, hoy, 29 de octubre de 2015, a escasos minutos del inicio de una nueva pre-sentación en nuestro territorio, el Movistar Arena está completamente saturado de miles de enfervorecidas almas. Una experiencia di-ferente a la vivida en 2007, cuando The Poli-ce se presentó en el Estadio Nacional: ahora el escenario es más íntimo, la conexión más inmediata, y la promesa de un show que va-ticina un repaso por sus grandes éxitos hacen

de este momento una postal singular, uno de esos recuerdos que permanecerán indelebles en nuestro subconsciente, incluso cuando la memoria comience a fallar a raíz de la edad. Las luces se apagan, el corazón acelera su rit-mo, los músculos se contraen y, en una suerte de surrealismo mágico, la carismática figura de Sting, acompañado por sus cuatro músicos y su bajo, hace su aparición en medio de una ensordecedora ovación.

Sin mediar introducción, llega el primer golpe sonoro de la mano de “If I Ever Lose My Faith In You”, en el que de inmediato queda en evidencia que la calidad vocal de Sting se mantiene intacta, no acusando el paso de sus 64 años. “Every Little Thing She Does Is Magic” es el primer tema de The Police que suena en la noche, y las miles de voces que acompañan la melodía son tes-timonio viviente de lo arraigada que están estas canciones en el inconsciente colectivo nacional. Uno a uno se van sucediendo los incombustibles éxitos del catálogo del sem-piterno músico. “Englishman In New York” y “So Lonely” penetran en los sentidos con la precisión de dagas perfectamente afiladas; una exquisita combinación de cadencias y texturas que resuenan en un volumen mo-derado, pero que se proyectan por todo el lugar a través de las voces de los fanáticos que desde el primer minuto conectaron con el británico, estableciendo una comunión casi instantánea, un lazo invisible.

El dinámico ritmo de “When The World Is Running Down, You Make The Best Of What’s Still Around”, sobresale por el deli-cado sonido del teclado de David Sancious. “Seven Days” y el clásico “Fields Of Gold” siguen manteniendo en alto la intensidad de la presentación, con los músicos funcionando en una sólida complicidad y un Sting que a

Texto por Gustavo InzunzaFotos por Luis Marchant

EN VIVO

STING

HumoNegro

ratos no teme ceder el protagonismo a la fina melodía que emana de la guitarra acústica de Dominic Miller, quien en “Driven To Tears” intercambia los sonidos más pausados por toda la potencia y distorsión de la guitarra eléctrica. El frontman interactúa con el públi-co para improvisar una suerte de colabora-ción en el coro de “Heavy Cloud No Rain”, que aporta un grado aún mayor de conexión y que configura uno de los momentos más participativos de una velada que hasta el mo-mento ha carecido de puntos bajos.

La mirada de Sting se pierde en el mar de admiradores que se rinden ante su majestuo-sidad, como si quisiera escarbar un poco más profundo en la multitud, desgarrando con sencilla precisión cada una de las fibras de los cuerpos para inyectar cada nota directa-mente en las entrañas. “Message In A Bottle” y “Shape Of My Heart” someten aún más a la bestia, reduciéndola a su más mínima expresión, mientras el músico se mantiene impávido, con la tranquilidad del apostador que sabe que tiene la mano ganadora, y que los dados están cargados a su favor desde que el juego comenzó. La sobriedad de Sting es el principal ejemplo de que no siempre es necesario valerse de una gran cantidad de elementos anexos y apoyos visuales para es-tructurar un show de calidad, muy por el contrario, la génesis de toda buena presen-tación radica en la calidad de los músicos que están sobre el escenario, y es justamente en este ítem que el inglés muestra todas sus credenciales, con una voz muy bien cuidada, un preciso manejo escénico, y una combina-ción de intérpretes de gran nivel.

Sting motiva al público para que alienten a Vinnie Colaiuta en la introducción de “The Hounds Of Winter”, en donde todos los aplausos se los lleva la potente voz de la corista Jo Lawry, sorprendiendo por su ex-quisito control, que le permite transitar en el filo de la cornisa de los gritos, en un ejer-cicio muy difícil de lograr, pero que en ella fluye de manera totalmente natural. Tal vez debido a la calidad de la presentación o a la mezcla de ansiedad y excitación acumulada por tanto tiempo, en un abrir y cerrar de ojos ya se había ido la primera hora de show, con una inmejorable selección de éxitos que sobresalen por su energía y calidad en su ejecución. La liturgia continúa con “Wrap-ped Around Your Finger” y “De Do Do Do, De Da Da Da”, que siguen consumiendo la energía del enfervorecido Movistar Are-

na, uno que no para de rendir pleitesía a la imponente figura de Sting.

El escenario es cubierto por un manto de lu-ces rojas, marcando así el ambiente perfecto para dar la bienvenida a una extensa interpre-tación del clásico “Roxanne”, el que es amal-gamado con una versión de “Ain’t No Sun-shine”, original del músico estadounidense Bill Withers, en una combinación que recibe la aprobación de todo el público. Los músi-cos abandonan el escenario y de inmediato un aluvión de silbidos y gritos comienzan a clamar por el regreso de sus ídolos, que rápi-damente satisfacen el requerimiento y retor-nan para seguir ofreciendo nuevas dosis del exquisito repertorio de Sting. Con “Desert Rose”, melodía con tintes árabes, el músico deleita a sus fanáticos con algunos pasos de baile que arrancan más de un grito apasio-nado y, sobre todo, varios suspiros ahogados. Qué desafío tan exigente tener que salir al escenario día tras día, a interpretar cancio-nes que has cantado miles de veces, tratando de sonar convincente y proyectar las mismas emociones y sensaciones de la primera vez. Es precisamente en este rubro donde Sting saca enorme ventaja sobre otros artistas: con una capacidad innata de impregnar de sen-timiento cada una de sus interpretaciones, “King Of Pain” y “Every Breath You Take” se transforman en la evidencia más empírica de este fenómeno, con melodías rebosantes de autenticidad y sensibilidad, estableciendo una suerte de trance entre el músico y su público.

El grupo vuelve a abandonar el escenario, pero de inmediato queda en evidencia que ninguna de las personas presentes está dis-puesta a moverse de sus asientos sin delei-tarse con un poco más de Sting y compañía. Al cabo de unos pocos segundos – donde

la ansiedad se extendió más de la cuenta- los músicos retornan para ofrecer las últi-mas dos canciones de la velada. Primero, la sólida “Next To You”, para posteriormente bajar el telón con una bella interpretación de “Fragile”, en donde Sting por primera vez se desprende de su desgastado bajo, para colgarse la guitarra acústica, en una de las imágenes más bellas de la jornada, poniendo el broche de oro a una presentación memo-rable de principio a fin, y en donde pudimos ver la figura de Sting en toda su magnitud.

Años de espera que se diluyen en menos de dos horas, tiempo insuficiente para ha-cer un recorrido más profundo a través del exquisito repertorio de Sting, pero que deja una selección de episodios memorables, una suerte de grietas sensoriales que permane-cerán grabadas a fuego en el subconscien-te de quienes esta noche se dieron cita en Movistar Arena. Qué lujo ser testigo de un show de esta envergadura, el que no sólo so-bresalió por el inherente carisma del músico inglés, sino también por su mágica capacidad de conjugar sensibles melodías con pasajes colmados de sentimiento y emoción, man-teniendo siempre un equilibrio sonoro ex-tendido en lo largo y ancho del recinto del Parque O’Higgins, sometiendo a un número de espectadores completamente conectados, los que en ningún momento opusieron re-sistencia y quienes, sin duda, a partir de este momento no perderán oportunidad para comentarles a sus amigos que fueron testi-gos de uno de los mejores conciertos que han pasado por nuestro territorio. Tal como era de esperarse, Sting no decepcionó, y nos llevó en un viaje a través de su trayectoria, desde sus primeros pasos junto a The Police, hasta su consagración como una de las figu-ras más respetables del universo del rock.

HumoNegro

DISCOS

Corrían los comienzos de la década pasada y el aggro metal (o nü-metal) quemaba sus últimos cartuchos. La

época en que MTV llevó a la cúspide a bandas de dudosa calidad como Limp Bi-zkit, Papa Roach o Crazy Town llegaba a su fin, en parte precipitado por jóvenes ávi-dos de recuperar en algo los riffs del thrash o incluso del metal más extremo de antaño, conjugándolos con producciones más lim-pias y métricas mayormente permeables al oído promedio. El metalcore nació y gozó de buena salud por muchos años, hasta que hoy, inexorablemente, vemos su natural ocaso, como todo lo masivo. Y quién iba a pen-sarlo: Trivium, banda considerada icónica del estilo por ser uno de sus principales ex-ponentes, con su reciente álbum, “Silence In The Snow”, parece ponerle la lápida, puesto que las últimas reminiscencias del estilo han quedado atrás.

Quizás sin saberlo, los dirigidos por Matt Heafy se han despachado el que es, sin duda alguna, el mejor álbum de su carrera y, por qué no decirlo, un serio contendor a lo me-jor de este año 2015. En tal sentido, “Silence In The Snow” es una demostración de ex-quisita técnica y calidad compositiva que, en términos comparativos con lo que existe en los tiempos actuales, es superlativa. Lo ante-rior aun cuando la producción no acompa-ña las intenciones de la banda.

No es un misterio para nadie que Heafy siempre ha deseado que Trivium sea con-siderado como un grupo de heavy metal, se-parado de las modas y etiquetas del metalcore. No obstante, hasta esta placa tal prejuicio es-taba presente. Incluso, en su álbum anterior, si bien es cierto que trataron de despercu-dirse de aquello, no lo lograron del todo, en parte confabulado por la plástica influencia de David Draiman en las perillas. Hoy, en cambio, con este disco han dado un movi-miento gigantesco para entrar al listado de baluartes modernos del metal. Esto no es un mero cumplido: “Silence In The Snow” po-see atributos y elementos que lo emparejan mucho más con artistas como Megadeth, Judas Priest o Dio que con Killswitch En-gage, Unearth o All That Remains. Temas como “Blind Leading The Blind” o “The Ghost That’s Haunting You”, poseen un ca-riz heavy que es correctamente actualizado a los clichés modernos que dicen relación con simplificar las estructuras de las com-posiciones.

El trabajo en guitarra de Heafy con Corey Beaulieu es remarcable, aun cuando aque-llo no representa una sorpresa pues, desde “Ascendancy” (2003) que la dupla ha de-mostrado un feeling en las seis cuerdas. En este álbum, quizás lo más destacable es que los solos están al servicio de la canción y no son únicamente una demostración de técnica emplazada luego del segundo coro. Así, se ha privilegiado el todo por sobre el virtuosismo; muestra de ello se puede ver en las composiciones de más grueso calibre, como “Breath In The Flames” o más noto-riamente en “The Thing That’s Killing Me”.

Otro elemento a considerar en este traba-jo es que existe una línea compositiva clara, una especie de guión al cual sus integrantes se ciñen estrictamente. El orden de los so-nidos y melodías en casi todas las canciones se estructura para que el clímax llegue en el coro, en donde Heafy intenta demostrar –a veces con éxito, en otras ayudado por el auto tune- que los tiempos del “screaming” han quedado atrás. “Silence In The Snow” (la canción), “Pull Me From The Void” y “Rise Above The Tides” son claros ejercicios que no se alejan del patrón que les sirvió de molde. De todas formas, cuando la banda intenta alejarse de aquel, tiene resultados in-teresantes: a modo de ejemplo, “Until The World Goes Cold” es una de las mejores creaciones del conjunto en todos sus años, en donde un desorden más “accesible” con-fabula de buena manera para otorgarle una caracterización única y reconocible. Empe-ro, “Beneath The Sun”, al comienzo suena similar (pero en un tiempo más lento) a “Cry Of Achilles” de Alter Bridge, una pe-queña mácula que no empaña el trabajo de la agrupación.

En definitiva, “Silence In The Snow” repre-senta lo mejor de Trivium en su carrera y un paso mayúsculo hacia su consagración. Este trabajo es un riesgo bien tomado, pero, por lo mismo, creará divisiones y deportaciones de sus fans más acostumbrados al estilo me-talcore. El álbum ciertamente no será para ellos, y efectivamente eso es correcto: el me-tal no puede ser limitado a una fórmula ya desgastada, y Trivium así lo aclaró con este disco de grandes magnitudes.

Trivium

Silence In The Snow49:27Roadrunner

Por Pablo Cañón

HumoNegro

que ha realizado la banda con este LP: sinte-tizadores y voz como principales conducto-res, guitarras eléctricas que intervienen como grandes murallas de apoyo y una batería que se la juega por destacar sobre los simples arre-glos. Todo se ha simplificado y ya ni siquiera hay espacio para un buen breakdown.

Mucho se ha criticado la “simplicidad” con la que ha trabajado el conjunto en este nue-vo disco; una “pobreza musical” donde prima el coro ganchero y lo demás es puro relle-no. Y puede que sea cierto, pero la fórmula funciona cuando se hace bien, y “Drown”, estrenada el año pasado, probablemente sea una de las mejores canciones que ha pari-do la banda. De una simpleza absoluta, que puede hasta resultar efectista, se queda en la memoria inmediatamente. La jugada les sale bien cuando están inspirados, sólo deben aprender a pulirla.

Para terminar llega “Blasphemy”, que podría ser confundida fácilmente con un tema de Imagine Dragons, y la más extraña de todas, “Oh No”, popera y bailable a más no poder, que trae incluso un saxofón tipo Kenny G, llevándolo todo al otro extremo. Comparar “Pray For Plagues”, corte que abre el álbum debut del grupo, “Count Your Blessings” (2006), con “Oh No”, es encontrarse con dos universos completamente distintos.

Lo más seguro es que muchos hayan aban-donado a la banda después de haber escu-chado “That’s The Spirit”, después de todo, el cambio fue drástico y se dio en tan sólo dos discos. Una cosa por otra, eso lo sabe Bring Me the Horizon que, con su quinta placa, ha dado el salto definitivo al rock de masas, ha-ciendo abandono casi total de sus raíces. Para este redactor, “Sempiternal” seguirá siendo la mejor muestra de equilibrio entre las dos caras del grupo; esperemos que en el futuro recuperen esa senda porque, a pesar de que “That’s The Spirit” tiene grandes aciertos y muchas de las canciones cumplen con su objetivo, la falta de agresividad se nota, y por muchos buenos coros que se puedan escri-bir, la chispa de antaño se echa de menos.

Hace poco más de diez años se formó en Sheffield, Inglaterra, Bring Me The Horizon, una banda de ado-

lescentes que se arrimaron al gran árbol del deathcore –estilo que por esa época vivía su mejor momento de la mano de gru-pos como Suicide Silence y All Shall Per-ish– para conquistar los oídos de hordas de adolescentes en todo el mundo y sacar ron-chas a los más puristas, quienes vieron en el quinteto el peor reflejo del género. Luego de años de gritos, breakdowns y fervor teen-ager, los ingleses dieron su primer salto a la “madurez” con “Sempiternal” (2013), un disco bastante redondo que puso fin a las críticas de los medios, pero que encendió las antorchas entre los fanáticos extremistas al encontrarse con una banda que dejó a un guitarrista de lado para incorporar a un hombre encargado de lanzar samples y se-cuencias de sintetizadores, en cortes donde el poder y urgencia de sus primeros regis-tros encontraba el equilibrio perfecto con el rock alternativo y sonidos más orientados al mainstream.

Habiéndose despachado uno de sus trabajos mejor logrados, a Bring Me The Horizon sólo le quedaba cruzar el portal para trans-formarse definitivamente en la nueva sen-sación mundial del metal británico, y con “That’s The Spirit” lo logran; aunque este larga duración no sea tan acabado como el anterior, la metamorfosis del grupo se ha completado: Bring Me The Horizon es algo

totalmente distinto a lo que era hace diez años y, al parecer, se quedará así.

La placa comienza con “Doomed”, un tema bastante parecido a “Can You Fell My Heart” de “Sempiternal”, con muchos sin-tetizadores y bases electrónicas, lo que hace sentido cuando la misma banda ha declara-do que este disco es una continuación di-recta de su predecesor, por lo que tenemos un inicio potente y que marca la pauta para lo que se viene. “Happy Song” cae con una atmósfera tipo Deftones, donde un coro po-deroso destaca la voz de Oliver Sykes, quien en estudio suena espectacular, abandonan-do los gritos y concentrándose en el canto limpio, pero que en vivo deja mucho que desear, recurriendo al playback o relegando parte de su trabajo a Jordan Fish, justificán-dose en sus problemas de garganta, produc-to de años de guturales desgarrados, lo que quita puntos a un poder que en estudio es avasallador y que en “Happy Song” se desata con todo en su explosivo clímax.

Dejando en claro el sendero por el cual está avanzando la banda, “Throne” comienza con un buen juego de sintetizadores que dan pie a las guitarras y los fraseos de Sykes, en un sencillo que lleva la estampa de Linkin Park en cada una de sus notas. En relación a esto, los norteamericanos han servido de gran inspiración para los ingleses en los últimos años, y su influencia queda plasmada en un corte directo y potente, que se instala como lo mejor del álbum. Por esos mismos luga-res se mueve “True Friends”, otra canción ideada para cantar en multitud, cerrando así el trepidante inicio de “That’s The Spirit”.

“Follow You” marca el primer quiebre del ál-bum: percusiones sintetizadas, pianos, guita-rras arpegiadas y emocionales, y un coro dig-no de Maroon 5, arremeten en una canción melosa a más no poder, pero que funciona perfectamente y da un aire renovado al quin-teto porque de aquí en adelante la banda se mete de lleno en el metal alternativo. “What You Need”, “Avalanche” y “Run” funcionan como el impecable reflejo de la búsqueda

Bring Me The Horizon

That’s the Spirit44:59Sony

Por Sebastián Zumelzu

HumoNegro

DISCOS

Es innegable que la carrera discográfica de Motörhead ha sido muy consist-ente. Cada dos o tres años se puede

esperar un nuevo álbum que, en el peor de los casos, cumple, pero que generalmente se mantiene con una tasa de calidad bastante equilibrada. Con “Bad Magic” se coronan 40 años del crudo, metálico e incendiario rock & roll insigne de la banda. Producido por Cameron Webb, y con la alineación más duradera que Motörhead ha visto, el resul-tado es tan predecible como apreciable: una carga de rock directo, frenético, bien articu-lado, simple y llanamente eficiente; una fór-mula que se sostiene tan bien en el tiempo, que nunca ha necesitado cambiar y que se sustenta por el carácter de la banda.

Esto se manifiesta en los primeros segundos con la rasposa voz de Lemmy dando entrada a un sólido riff, potenciado por un acelerado tempo y marcada línea de bajo en “Victory Or Die”, que seguida en el mismo camino por “Thunder & Lightning”, rememoran sus discos de antaño. “Fire Storm Hotel” trae una vibra distinta, más de fiesta, con guitarras gancheras y un sonido más ochen-tero. Junto a la penúltima, “When The Sky Comes Looking For You”, están más enfo-cadas a un tono blusero. Los años parecen no afectar la maestría de Mikkey Dee, destacan-do en cortes como “Shoot Out All Of Your Lights” y “Evil Eye”, que traen nuevamen-te los tempos acelerados con algunos mati-ces de punk. “Electricity” y “Tell Me Who

To Kill” incurren en el género de manera más profunda: canciones cortas con un so-nido pesado, que además dejan entrever que la condición física de Lemmy desequilibra la ejecución del trío (sino seria impecable), con una voz que suena ahogada. Aun así, su bajo sigue dando cuerpo a las composicio-nes, algo claro en “The Devil”, un punto alto de la placa, con un groove atrapante y un coro contundente; acá el solo de guitarra es ejecutado por el invitado, Brian May, des-prendiéndose de su sonido habitual y otor-gando una participación remarcable, dejan-do en claro su versatilidad en las seis cuerdas.

Con una alegoría de riffs precisos en “Teach Them How To Bleed”, Phil Cambell com-plementa una batería que lleva un ritmo como locomotora, en una progresión que desenlaza en un climático coro. La anterior, se enmarca en el sonido esencial de Motör-head junto a “Choking On Your Screams”, que con tres riffs bien articulados, comple-mentados por una ejecución explosiva de los tres músicos, arman un corte sólido, de lo más icónico de la placa, a pesar de que en este pasaje se siente la voz de Lemmy un poco más fatigada, algo que la producción no pudo esconder del todo.

“Till The End” cambia las revoluciones: como power ballad, trae un sonido sutilmen-te melancólico, algo que Motörhead logra capturar muy bien, pese a su insigne sonido agresivo. Interesante canción, quizás como no se escuchaba desde “God Was Never On Your Side” de “Kiss Of Death” (2006), con Lemmy dando un tono melódico notable y

una letra que trata en parte sobre la muerte. Se siente introspectiva, como una autobio-grafía. El cierre es lo más osado del álbum, porque hacer un cover de “Sympathy For The Devil” es todo un desafío –conside-rando lo emblemática que es las canción de The Rolling Stones-, pero Motörhead lo logra sin sonar a imitación, más bien con-siguiendo reinterpretar la esencia con el característico toque personal, donde cada integrante brilla en su ejecución, con una batería fuerte y marcada y dos precisos so-los de Phil Campbell. Sin embargo, se siente innecesaria y, si bien está perfectamente eje-cutada, no conjuga de buena manera con el resto del disco.

“Bad Magic” contribuye al legado de una banda que lleva 40 años sobre los escenarios. Motörhead no hace música para mantenerse relevante, simplemente entrega música mi-rando desde lo alto sobre su propia leyen-da, ya que Lemmy podrá no ser invencible, pero su herencia sí lo es. Si bien, en algunos pasajes del disco se nota la fatiga en su voz y tiene un sonido indefinido en la produc-ción, en general el álbum se siente imbuido con vitalidad. Considerando que Lemmy ha construido la identidad de su banda en base a una constante sónica que ha estado desde los primeros días, “Bad Magic” representa todo lo que Motörhead ha forjado, con un sonido atemporal, uno de rock & roll estan-darizado, plasmado en una extensa disco-grafía que, como ladrillos en un muro, han cimentado el patrimonio indestructible de una banda eterna que ha entregado su tra-bajo a varias generaciones.

Motörhead

Bad Magic42:57UDR

Por Roberto Goren

HumoNegro

Hoy en día, la reinvención pa-rece ser el lema en la música. Bandas que buscan diferen-

ciarse, otras que desean llegar al esta-tus de pioneros de un estilo que no acaban por comprender. ¿Qué valor tienen, entonces, aquellas que se han

mantenido consecuentes a un estilo, sin sonar repetitivas, que son fieles a una fórmula que, tal vez, no les ha de-jado los mismos réditos que a otras, pero que claramente les granjea la eti-queta de imprescindibles? En el thrash metal eso es Testament.

lejos de las luces, ya en la gloriaPor Pablo Cañón

ARTÍCULOS

HumoNegro

Con su primer disco, “The Legacy” (1987), dejaron en claro que venían de un contexto agresivo, forjado en la Bay Area de San Fran-cisco. Esto fue suficiente para los liderados por Eric Peterson y Chuck Billy: dejaron es-tablecidas las bases fundacionales, los pilares de un sonido que no siempre los ha reco-nocido como sus precursores. Quizás para algunos no lo son, pero todos tenemos claro que están dentro de los mejores exponen-tes del mismo, en términos absolutos. Para muchos –incluido quien escribe- Testament está al mismo nivel de Metallica o de Mega-deth. Claro, no venden lo mismo, no tienen el mismo impacto, pero aquello se explica por causas exógenas a lo que nos interesa acá, que es la calidad del metal que hacen.

Hablar de las cualidades de Testament es redundante. Todos las sabemos. Sería dar vueltas en círculos. Lo que presenta interés particular es por qué no son reconocidos al nivel de sus contemporáneos. En casos como Slayer se puede entender. La banda de Tom Araya se caracterizó por un men-saje mucho más extremo que la alejó (no tanto) de las luces aturdidoras e hipócritas del mainstream. Pero, ¿y Testament? ¿Por qué ellos no? Resulta curioso, pues en su pecu-lio artístico cuentan con temas que perfec-tamente encajaban dentro del círculo radial de aquellos años. La explicación puede ser lejana, puede ser confusa además, y por eso, nunca definitiva.

Sin embargo, ¿qué tanto nos importa eso? A quienes amamos el rock, ¿qué nos inte-resa un número de billboard más o uno me-nos? ¿Acaso es importante que “Into The Pit” no suene tanto en la radio de turno como “Enter Sandman”? Son pendejadas, minús-culas expresiones que a la hora de evaluar la importancia de las guitarras de Peterson y Skolnick quedan fuera de cualquier nivel de ponderación. Eximia música que escupe agresividad, pero además un mensaje claro de que acá se nació con el thrash y se morirá con él, o incluso más negro, más agresivo. Esto tiene mayor preponderancia que el re-conocimiento social. Su último disco, “Dark Roots Of Earth” (2012), perfectamente pudo haber albergado en su seno un tema tan clásico y machacante como “Electric Crown” y hubiese estado alejado del neón crepitante de las listas de más vendidos.

Lo de Testament es –siendo reduccionistas- un legado viviente del metal. Constancia

pura de lo ocurrido dentro de la cabeza y corazón de músicos que creen que el rock pesado es la única forma de vivir. Cómo no recordar cuando Chuck enfermó y las acciones de salvación para juntar fondos consistieron en tocatas a lo largo de Califor-nia, siendo un éxito total. Inclusive la her-mandad alcanzó para tanto, que Chuck fue en ayuda económica de otro Chuck: Schul-diner, el mayor genio que ha dado el metal los últimos 25 años. Al final, la muerte se llevaría al creador de Death, pero el hecho enalteció a Billy y sus pupilos, quienes rea-firmaron su propia leyenda paternal dentro de este estilo.

A estas alturas no hay mucho que se pueda escribir de Testament. En la era digital in-ternet está lleno de datos. Spotify tiene su discografía. La experiencia personal de es-cuchar a unos iconos del thrash forma parte de eso, de un ejercicio interno. Lo que siem-pre se debe tener en consideración es que ante Testament estamos hablando más que

de una banda. Es un manifiesto viviente de cómo tiene que ser el rock duro, aquel que deja huesos rotos.

“Over The Wall” y otros tantos clásicos pue-de que sean incluidos dentro de compilados del género. Ahí se pueden perder, pero lo que no debe olvidarse es que provienen de una agrupación que forjó lo que nos gusta ahora y que no fue ni será reconocida por ello en la media que se merece. Por tal ra-zón, es que tenemos el mandato de disfrutar temas como “Souls Of Black” lejos de las luces, para estar junto con Testament más cer-ca de la gloria. Porque aquello es imprescindible, justo y necesario.

HumoNegro

Partamos por el hecho de que, al hablar de Cannibal Corpse, nos referimos a la banda de metal extremo –específi-

camente de death metal– más exitosa de la historia; eso es algo que no está en discusión. En términos comerciales, ningún otro artista similar ha logrado emular sus números (ya llevan dos millones de copias vendidas de todo su catálogo), ni tampoco alguien los ha alcanzado en popularidad. Tales logros resultan obvios si miramos la historia de la agrupación y el compromiso con el trabajo que realizan, debido a que la dedicación es completa. Y, a pesar de que los tiempos junto a las tendencias imperantes han cambiado, su propuesta pornográfica y brutal continúa con la suma de adeptos y no defrauda a los que ya están cautivos, incluso desde “Vile” (1996), momento del  cambio del frontman Chris Barnes por George Fisher, asunto en esencia complicado para cualquier conjunto.

Es cierto que el devenir del género trajo consigo un nivel de proliferación de ban-das y subdivisiones gigantesco, ubicándo al death metal como uno de los más multitudi-narios e influyentes, propiciando cruzas que han revivido al metal, por lo tanto, la oferta y la competencia dentro de este mundo es ardua. Hay abundancia de propuestas don-de encima el virtuosismo juega un papel trascendental, elevando día a día la calidad y complejidad de las composiciones, sin embargo, a pesar de este perfeccionamiento, el sonido crudo proveniente de la “vieja es-cuela” que practica la banda, sigue dentro de la lista de los actos más cotizados para ver en directo. Además, desde los inicios cuentan con el apoyo incondicional del sello Metal Blade, con el que han editado 13 registros de estudio, construyendo una discografía en la que nunca han transcurrido más de tres años entre cada edición, hecho que explica

por qué en la actualidad gozan de una fama y prestigio que alcanzan a las generaciones más jóvenes, como si fuesen un conjunto que acaba de irrumpir en el panorama del metal. En otras palabras, son algo así como una de las puertas de entrada más utilizadas hacia el mundo de las tendencias extremas.

A diferencia de lo que ocurre con la músi-ca masiva, como el pop o corrientes simila-res, las tendencias extremas, y el trabajo de Cannibal Corpse en concreto, no cuentan con difusión en medios de comunicación de gran alcance; incluso es posible aseverar que sucede todo lo contrario: por si no se esta-ba al tanto, ellos han sido objeto de censura en países como Australia, Alemania y Rusia, donde se han prohibido desde el arte de al-gunas de las portadas de sus discos hasta la venta de los mismos, logrando la cancelación de parte de las giras agendadas por esas tie-

Dominio absoluto Por Hans Oyarzún

ARTÍCULOS

HumoNegro

rras en algún momento, a causa de protestas impulsadas por activistas ortodoxos, y tam-bién por la intervención de políticos obtusos incapaces de entender el carácter ficticio de las letras y la imaginería, como ocurrió en su suelo natal en 1995. Así, el camino a la con-solidación que ostentan hoy les ha puesto más de algún obstáculo, pero a la larga es un hecho que les regaló publicidad y propagó el nombre del grupo y su música con más fuerza aún, casi como si fueran una especie de mártir del metal extremo mundial.

Luego de un álbum un poco más experi-mental (dentro de los límites del death metal brutal que practican) como lo fuera “Ga-llery Of Suicide” de 1998, se decidieron por retomar la bestialidad de los primeros años y lanzaron el ambicioso “Bloodthirst” un año más tarde, siendo el primer paso hacia la evolución de un sonido gestado través de los siguientes lanzamientos: “Gore Obsessed” (2002) y “The Wretched Spawn” (2004). Es justo después de este período que la banda determina que es momento de trabajar con un nuevo productor, algo que ya habían he-cho antes cuando cambiaron a Scott Burns, quien participó desde el primer álbum hasta “Vile” (5 en total). De esta manera, contac-

tan a Erik Rutan, responsable de la creación de una de las bandas más brutales y aclama-das por su técnica: Hate Eternal.

La resolución fue muy acertada, trayendo consigo nuevos aires para Cannibal Corpse, que en ese instante llevaba más de 15 años de trabajo ininterrumpido, porque los discos que se lanzaron a partir de esa nueva alian-za –“Kill” (2006), “Evisceration Plague” (2009) y “Torture” (2012)- tienen un aura más moderna en cuanto al sonido mismo y las estructuras de las canciones, lo que re-frescó su propuesta salvaje dándole un nue-vo impulso, generando la venia de la crítica y, por supuesto, la de los seguidores, quienes a pesar de todo, nunca se han sentido de-fraudados por algún larga duración de los intérpretes del clásico “Hammer Smashed Face”, tema que además fue el elegido para su insólita participación en la cinta de 1994, “Ace Ventura”, protagonizada por Jim Ca-rrey, actor que a su vez es seguidor de la música extrema.

El año pasado vio la luz “A Skeletal Do-main”, su última creación a la fecha, sien-do un verdadero festín caníbal que masacra todo a su alrededor; una obra que cuenta

con todos los elementos necesarios para configurar un disco de absoluto death metal: rapidez, técnica, violencia, letras incisivas y filosas, capaces de aniquilar todo a su paso y dejar un río de sangre para que sus segui-dores se deleiten. Es muy probable que un pseudo-paladar más exigente indicara que es “más de lo mismo”, lo que sería un enun-ciado poco fundamentado, puesto que sí hay una evolución clara en favor de su carrera, porque, a diferencia de varios contemporá-neos que perdieron el enfoque, en Cannibal Corpse están más claros que nunca sobre cuáles son sus objetivos y cómo lograrlos.

Si aún a alguien le quedan dudas de la ca-lidad y trascendencia de la banda, esta es la ocasión para asistir a la jornada del 25 de noviembre en el Teatro Caupolicán, donde Cannibal Corpse estará junto a otra leyenda como Testament, acompañados de los nacio-nales Dorso, All Tomorrows y Cerberus, en el marco del festival Metal Attack, instancia precisa para que esos reparos y objeciones sucumban desmembrados ante la embestida carente de piedad de los asesinos en serie más buscados del mundo metal.

HumoNegro

Larga es la espera de los fanáticos chilenos por Editors, banda británica que para muchos fuera la extensión de Interpol en el Reino Unido, pero que poco tardaría en demostrar que tenía quilates propios, con un perfil un tanto menor en general

para su carrera, pero no por ello causando menos impacto. Tras un cambio de integrantes y la salida de su criticado álbum de 2013, “The Weight Of Your Love”, Editors se pone de nuevo en su propio nivel con “In Dream”, lanzado este año, y que, según el bajista y miembro fundador de la banda, Russell Leetch, es el paso que debían dar para afianzar esta nueva etapa de la agrupación. Aquí la conversación que sostuvo con revista Humonegro.

Primero debo preguntarte acerca del proceso de realización de “In Dream”, ¿Cómo fue? ¿Qué tipo de experiencia fue?

Lo cierto es que fue un álbum donde nos sentimos muy cómodos haciéndolo, porque nos encerramos a hacer todo en el mismo espacio y eso lo volvió algo muy interesante, realmente. Veníamos de hacer “The Weight Of Your Love”, que fue el primer disco con nuevos miembros, y ya en este álbum las co-sas fueron aún mejores.

En general ese disco, “The Weight Of Your Love”, no fue muy bien recibido, a diferencia de “In Dream”, que ha sido visto incluso como un “retorno a sus raíces”. ¿Les afecta en algo este tipo de percepciones?

No, porque de lo contrario no haríamos mucho. Nosotros estamos contentos con lo que hemos realizado, y los resultados nos dejan satisfechos. “The Weight...” es un dis-co que nos gustó mucho hacer y fue muy importante para la banda, entonces, esas crí-ticas tampoco son algo que nos parezca muy relevante.

Russell Leetch bajista de Editors:

Por Manuel Toledo-Campos

“En ‘In Dream’ hicimos lo que sentíamos y nadie

nos iba a decir lo contrario”

ENTREVISTAS

HumoNegro

¿Por qué dices que “The Weight Of Your Love” fue un disco importante para Editors?

Porque ese disco nos vio haciendo la tran-sición hacia ser un quinteto con la llegada de Justin (Lockey) y Elliot (Williams), ade-más de enfrentar la partida de Chris (Ur-banowicz), entonces fue un disco que nos costó hacer, pero que era necesario, y que nos afianzó como banda no sólo cuando lo grabamos, sino que también cuando nos fuimos de gira. Tras todo eso estábamos más preparados para hacer un nuevo registro.

Mientras “The Weight Of Your Love” fue pro-ducido por Flood, ustedes se encargaron de esas labores en “In Dream”. ¿Qué cosas cam-bian cuando tomaron esa decisión?

Queríamos hacer y decir lo que quisiéra-mos, sin la posibilidad de escudarnos o de interpretar a terceras personas, y eso nos hizo sentir una responsabilidad que se tra-dujo en la forma de trabajar y en la liber-tad con la que enfrentamos el proceso de composición. Hicimos lo que sentimos y nadie nos iba a decir lo contrario; nosotros no íbamos a ser la voz de otra persona y sus inquietudes. Queríamos que, lo que saliera en este disco, fuera lo que nosotros quere-mos decir.

En “In Dream” el tono es oscuro, pero al mis-mo tiempo muy coherente, y prueba de ello es que la primera y la última canción fueron los dos sencillos previos al lanzamiento. ¿Eso fue a propósito o fue una feliz coincidencia?

Creo que una mezcla de ambas. Necesitába-mos dejar en claro que el disco era una uni-dad y que las canciones eran buenas a lo lar-go del mismo. Claro, en un punto nos dimos cuenta de que mostramos el inicio y el final, y fue gracioso, pero esa feliz coincidencia nos hizo sentir aún más seguros del trabajo que habíamos hecho. Eso es grandioso.

A propósito del disco, ¿Cómo fue que llegaron a este concepto basado en los diferentes as-pectos de los sueños?

Fue algo muy natural, sin mucho pensa-miento al respecto. Cuando llegó el mo-mento de escribir las canciones, salió la idea a raíz de las atmósferas que dominaban las primeras melodías que hicimos para el ál-bum, y por eso es que empezamos a ver que ese era el concepto común, y nos gustó mu-

cho. Fue muy natural, muy simple, y al ver que nos salía tan sencillo fue que seguimos trabajando en eso. Como dices, el disco es muy cohesionado y muy compacto, y es por esa misma razón.

Nos fuimos a una casa en Escocia, a un estu-dio muy aislado. La idea era tener dos sema-nas sin distracción alguna, que el sitio más cercano quedara a 20 kilómetros, y así tener un enfoque completo en el disco. Lo me-jor fue que nevó todo el tiempo, entonces realmente quedarse en el estudio era la úni-ca opción y nos sirvió mucho para avanzar todo lo que necesitábamos avanzar. Real-mente fue muy divertido, y quizás por eso es que el disco suena como suena, porque en medio de la nieve y de ver a la misma gen-te todos los días, tratas de sacar tu lado más creativo para no volverte loco (risas).

Parte de esas grabaciones incluyó trabajar con Rachel Goswell de Slowdive, banda ícono del shoegaze, para tocar en tres canciones. ¿Cómo se gestó eso? ¿Cómo lo hicieron?

Rachel fue muy amable al aceptar nues-tra invitación. Lo habíamos pensado mu-cho, además sabíamos que a ella le gustaba nuestra banda, así que no veíamos pérdida en preguntarle. No sólo estaba feliz de ha-cerlo, sino que aguantó casi un día de viaje en medio de la nieve para llegar a grabar sus voces. En “The Law” hace un dueto con Tom, y en otras dos canciones tiene versos

y segundas voces, y realmente sentimos que eso no podría haber salido mejor. Además, no todos los días trabajas con esas bandas que son parte de lo que escuchaste en tu adolescencia, y Rachel fue tan sencilla y co-laboradora con nosotros, que nos sentimos muy afortunados.

Ustedes ya están girando para mostrar el dis-co. ¿Sabes de alguna chance para Sudamérica, Chile, o por lo menos qué intenciones tienen con nuestros territorios?

Ese es un tema que siempre nos persigue, porque hemos tocado en todos los conti-nentes excepto en Sudamérica, y por cierto que no hemos podido ir a Chile, ni a San-tiago. Lo tenemos muy presente porque nos encantaría poder decir que tocamos en todos los lugares, que pudimos mostrarle nuestro show a nuestros fans de todas partes,

así que ten por seguro que, al menos en la banda esa idea está, pero sabes bien que no sólo depende de nosotros, lamentablemen-te. Esperamos poder concretar algo pronto. Sería increíble visitar Sudamérica, Chile, Ar-gentina, Brasil, tantos países, e imagino que deben ser sitios muy lindos para recorrer.

Esperemos que sea así. Muchas gracias, Rus-sell.

Gracias a ti. Espero que si hacemos un show en Chile, estés ahí. Hasta pronto.

HumoNegro

Cuando pensamos en todos los excesos que conlleva alcanzar la fama tan ráp-idamente, y sobre todo si hablamos

de la escena rock de la primera mitad de los 90, que cobró la vida de otros grandes iconos como Kurt Cobain y Shannon Hoon, hace valorar aún más que existan bandas que so-brevivan hasta estos días, y no solamente eso: sino que sigan editando nuevo material y gi-rando con la misma vitalidad de hace más de dos décadas. Uno de los casos emblemáticos es Candlebox, banda nativa de Seattle, que se podría catalogar como uno de los pocos sobrevivientes del movimiento post-grunge, siendo el gran responsable de esta hazaña su líder y vocalista, Kevin Martin, quien, a más de 20 años de captar la atención de toda una generación de la mano de su brillante álbum homónimo, se rehúsa a colgar el micrófono; muy por el contrario, asegura que todavía le queda mucho combustible en el estanque.

Preparando lo que será la segunda visita de Candlebox a Chile, el próximo 4 de diciem-bre en el Teatro Cariola, conversamos en ex-clusiva con Kevin Martin, quien nos habló de los elementos que han servido de inspira-ción a lo largo de su carrera, de la actualidad de la banda y de su relación con nuestro país.

Has estado activo con la banda por más de dos décadas, ¿qué cosas te han inspirado a lo largo de estos años y particularmente en la actualidad?

La música me da la energía y, por supuesto, los fanáticos. Creo que lo que me inspiró a hacer esto simplemente fue crecer rodeado de mú-sicos en mi casa; mis padres lo son y la música era una costumbre en nuestro hogar. Lo que

me inspiró a estar en una banda fue mi primer concierto de Black Flag junto a Dead Ken-nedys, en San Antonio, Texas, cuando tenía 12 años; realmente cambió mi vida. Eso hizo que pensara en tocar música para la gente. Al principio era baterista, nunca pensé en ser el vocalista de una banda, como que fue una ca-sualidad, y lo seguí haciendo desde entonces. La inspiración ahora viene de lo que ocurre en Estados Unidos, hay muchas bandas bue-nas, hay mucha buena música, bandas como The War On Drugs o The National. Es muy interesante y emocionante lo que ocurre ahí, e inspira mi trabajo de hoy. Sin embargo, no me gusta mucho lo que ocurre con el rock comercial que hay hoy en Estados Unidos, creo que es muy suave y muy genérico. Pero en la escena independiente me encanta abso-lutamente el hecho de que empujen las cosas a otros límites, como los ejemplos que te aca-bo de dar. Eso es lo que me inspira hoy en día.

¿Y en el plano personal?

Mi familia. Mi hijo pequeño. Es lo más en-tretenido en mi vida, es la experiencia diaria que más disfruto. Lo adoro; es chistoso, ama la música, baila mucho y eso me hace feliz. Eso es lo que me inspira a hacer música, a hacer algo que a él le gustaría, algo que le atraiga. Espero que no sea músico porque es una carrera difícil,  pero sí que sepa disfrutar la vida tal como yo lo hago. Además, Can-dlebox tiene grandes seguidores que están con nosotros desde hace dos décadas, y que seguirán haciéndolo. Se puede decir que no sólo hago música para mí, sino que también para ellos, y espero que lo disfruten, que los haga felices como a mí.

¿Qué tan difícil ha sido volver al negocio, con-siderando la situación actual de la industria musical?

Bueno, girar es el único lugar donde haces dinero ahora, y eso requiere mucho más tra-bajo. Como banda estás constantemente le-jos, a diferencia de antes, cuando hacías un tour por 12 o 14 meses y luego regresabas a casa a esperar alrededor de un año para grabar un nuevo disco. Ahora uno tiene que estar todo ese año produciendo; no es como lo que sucede con Foo Fighters o Pearl Jam, por ejemplo, que tocan con estadios comple-tamente vendidos. Para bandas del calibre de Candlebox hay que estar presente en la esce-na, y también mantenernos frescos con mú-sica nueva. La radio acá está muriendo, por lo tanto, tienes que estar disponible para giras y eso puede ser muy agotador, pero a la vez es gratificante saber que aún hay gente que ama lo que uno hace, que cantan todos los temas; eso hace que todo valga la pena. Aho-ra la mayor parte son negocios, y antes para Candlebox era una expresión de arte que se mantenía con la venta de discos y con la di-fusión en las radios. En la actualidad debes trabajar más duro, aunque las redes sociales te ayudan a llegar más fácilmente a los seguido-res. Finalmente, ahora esto es un trabajo, y yo no he tenido un trabajo “normal” desde que tenía 17 años, así que al final del día esto es lo que me permite pagar la renta y las cuen-tas, además de hacer feliz a algunas personas. Creo que se convirtió en un mal necesario.

De acuerdo a lo que has visto hasta ahora, ¿cómo ha sido la respuesta de los medios y los seguidores hacia el último disco a la fecha, “Love Stories & Other Musings” (2012)?

Ha sido genial. Sorprendentemente, vendi-mos 30 o 35 mil copias sin apoyo de una

Entrevista a

de Candlebox: “Recibir dos invitaciones para tocar en Chile es un sueño hecho realidad”

ENTREVISTAS

Por Hans OyarzúnFoto por Troy Taylor

HumoNegro

disquera o difusión de radio. Además, nos fue bien con la crítica y no lo esperábamos tanto. La gente apreció la nueva dirección de la banda y estuvo abierta a nuestra ha-bilidad de escribir canciones que tal vez no esperaban de nosotros; cosas como “Turn Your Heart Around”, “Sweet Summertime” o “Baby Love Me”, entonces, creo que en la actualidad fue un álbum exitoso porque conseguimos la atención que necesitábamos para vender discos y volver a girar. Además, las canciones funcionaron muy bien en vivo, pero básicamente nunca sé qué ocurrirá cuando hago un álbum, así que lo que pasó me dejó gratamente sorprendido.

¿Qué recuerdas del proceso creativo de ese disco y cómo lo describirías?

Fue un álbum interesante, y sólo tuvimos 12 días para hacerlo. Estábamos en el ciclo entre giras e hicimos el disco con Ken Andrews, quien es el cantante de la banda Failure, un productor muy conocido y una persona muy creativa. Teníamos un tiempo limitado para trabajar y él nos ayudó a enfocarnos rápida-mente, lo que fue genial, llegando incluso a componer tres canciones en el estudio. Por su parte, la disquera con la que firmamos nos convenció de poner en ese disco las cancio-nes que regrabamos para un videojuego lla-mado “Rock Band”, y eso no era parte de nuestro plan. Así, nos encontramos con un disco que además tenía cinco nuevas ver-siones de nuestros grandes éxitos y eso fue algo que nos decepcionó un poco, porque nuestro deseo era hacer algo del estilo Van Halen en los años ochenta: nueve canciones con letras políticas y nada más, con eso era suficiente. Entonces, nuestro proceso creativo se influenció un poco por el hecho de que sabíamos que habría canciones “de relleno” en el disco. Nuestro consenso para trabajar con Ken fue hacer las mejores nueve cancio-nes posibles, a nuestra manera, y que se fuera a la mierda la compañía discográfica. Eso fue lo que hicimos: grabamos el álbum que te-níamos en mente. Nuestra idea era simple, así que fue difícil que se produjera el balance en-tre grabar las canciones que queríamos regis-trar –que lo hicimos- y además hacer lo que la disquera deseaba. Al final fue como “bueno, son ellos los que pagan el estudio”, pero en términos creativos fue un buen proceso, por-que nos concentramos mucho en terminarlo dentro de los 12 días y lo logramos, así que nos sorprendió el hecho de ser capaces de hacer eso. A cierta edad te vuelves más crítico

de la música que escribiste antes, así que ya sabemos de qué somos capaces. Es fácil entrar al estudio, sabemos identificar las partes que sirven; en cambio, en los años noventa, cuan-do éramos jóvenes, nos costaba más enfocar-nos y nos tomaba más tiempo. Ahora, 20 años después, no es así: conocemos nuestras habi-lidades y eso nos simplifica grabar un disco.

Tocaron en el festival Woodstock de 1994 y ahora estarán en la versión 2016 de Lollapa-looza Chile. ¿Qué significa para ustedes tocar en festivales tan masivos, en comparación a los conciertos más pequeños, como el que tendrán acá el 4 de diciembre en el Teatro Cariola? ¿Pre-fieren públicos más grandes o íntimos?

Es un honor ser invitado a Lollapalooza. Fui a los tres primeros de los años noventa en los EE.UU. y quedé abrumado por la magnitud, que era lo genial del festival. Woodstock ’94, en cambio, fue un festival muy pretencioso: tocabas frente a 300 mil personas y ni si-quiera podías ver el final de la audiencia, era gigantesco, un despropósito. Festivales así de grandes son como una “tierra fantástica” de cuento: no sabes qué esperar cuando llegas ahí, pero después ves a toda esa gente bai-lando y cantando tus canciones, y eso resulta un poco abrumador a veces; podría darte hasta un poco de “pánico escénico” enfren-tar a 50 mil personas, como lo que pasa en Chile. Es tan maravilloso como intimidante. En cambio, el show en el teatro que toca-mos en el año 2009 fue increíble, jamás lo olvidamos, incluso aún hablamos de eso, y por eso estamos tan emocionados de volver. Me gustan las presentaciones íntimas, como cuando tocas un set acústico para 200 o 300 personas, pero aun así no tengo una prefe-rencia al respecto. Lollapalooza sí es algo con lo que soñaba cuando inicié Candlebox, y ahora también sueño con estar en las versio-nes de Argentina, Brasil, o Europa. Entonces, recibir la invitación para tocar en solitario en Chile, más la presentación en Lollapaloo-za, es simplemente un sueño hecho realidad.

En su momento postergaron los planes de grabar un nuevo disco para estos días, porque habían terminado su vínculo con el antiguo sello. Sin embargo, luego firmaron un contra-to con Pavement Music. ¿Lanzarán finalmente ese nuevo álbum en el corto plazo?

Sí. De hecho, el nuevo disco será lanzado el 11 de marzo del próximo año  y esta-mos muy emocionados. Vuelvo al estudio la

próxima semana a terminar las voces de seis canciones y de ahí pasa todo a la mezcla. Respecto a la disquera, siempre será bueno alejarte de quien no le importas una mier-da. Era algo que teníamos que hacer. Era absolutamente necesario terminar esa rela-ción para encontrar una disquera que sí nos diera la posibilidad de hacer la música que queremos hacer. Así llegamos a Pavement, y ellos de inmediato nos facilitaron el estudio y comenzaron  con la promoción del disco. Es un trabajo de 12 canciones grabadas en cuatro días, más seis para las voces. Es muy emocionante. Además queremos hacer una gira mundial, así que todo bien.

¿Cómo está tu actual relación con Pavement Music?

Son geniales. Es un sello hecho por músicos, así que entienden lo que significa estar en una banda y cómo debe ser la relación entre artista y disquera. Ellos creen en nosotros y nos dan todo lo que necesitamos, jamás nos niegan algo, así que es perfecto.

¿Qué cosas recuerdas particularmente de tu primera visita a Chile el año 2009, y cuáles son tus expectativas para este nuevo show y para tu participación en Lollapalooza?

Recuerdo que los cánticos entre cancio-nes eran una locura. Por ejemplo: he estado en partidos de fútbol en Europa, en países como Italia, Francia o España, y he expe-rimentado esa sensación de quedar absorto frente a los cánticos de la audiencia; pero es algo que no nos imaginamos pudiera ocu-rrir en un concierto de nosotros. Sin embar-go, en Chile eso pasó y fue impresionante. No podíamos creer la cantidad de energía que nos entregó el público, fueron muy ge-nerosos. La audiencia norteamericana puede sentir envidia. Eso es lo que nos gusta de ir a lugares como América del Sur o Asia, que son nuestro principal objetivo ahora. Tam-bién me gusta la idea de llegar a nuevas per-sonas, que tal vez no nos conocen, a través de Lollapalooza, así que daremos lo mejor de nosotros en esa ocasión.

Bueno, Kevin, muchas gracias por tu tiempo.

Gracias a ustedes y nos vemos el 4 de di-ciembre junto a Temple Agents y Black Dog Prowl. ¡Eso va a estar genial!

HumoNegro

ARTÍCULOS

Musicalmente, la primera mitad de la dé-cada de los noventa se caracterizó por una selección de bandas que se aprovechó de la vorágine que produjo el impetuoso movi-miento grunge a fines de los ochenta, dirigi-do por sus más celebres exponentes: Sound-garden, Nirvana, Alice In Chains, Mother Love Bone y Pearl Jam, creando así el ren-table subgénero del post-grunge, que tuvo dentro de sus agrupaciones insignes a Can-dlebox, conjunto originario de Washington, que irrumpió en el mercado en 1993 de la mano de un exitoso álbum homónimo, en donde los sencillos “You” y “Far Behind” se convirtieron en verdaderos himnos para toda una generación, y pavimentaron un legado que se extiende hasta la actualidad.

Por lo mismo, a nadie debió extrañarle que en 2009, cuando los liderados por Kevin Martin hicieron su debut en nuestro terri-torio, convocaran a más de tres mil almas al Teatro Caupolicán, las que gozaron con un exquisito recorrido por lo más destacado de su discografía. La vida suele dar segundas oportunidades y, por esta razón, los que se perdieron esa legendaria presentación, o in-cluso los que anhelan repetir la experiencia, tendrán una nueva oportunidad de encon-trarse con Candlebox el próximo 4 de di-ciembre, cuando el grupo se presente sobre el escenario del Teatro Cariola.

Esta nueva visita de Candlebox a nuestro país genera una suerte de dicotomía de

emociones, ya que, por una parte, seremos testigos privilegiados de la celebración de las dos décadas de vida de “Lucy” (1995), segundo álbum de estudio de los nativos de Seattle que, en cierta forma, consolidó su presencia en la escena post-grunge. Por otra parte, cuesta trabajo abstraerse del hecho que de la alineación que dio vida a esta placa sólo permanezca su líder y vocalista, Kevin Martin. En esta nueva versión de la banda, la batería estará a cargo de Dave Krusen, el ex miembro de Pearl Jam que grabó el icóni-co disco “Ten” (1991), además de los guita-rristas Mike Leslie y Brian Quinn, junto al bajista Adam Kury. Independiente del ruido que pueda generar esta reestructuración, no

Por Gustavo Inzunza

Vestigios del post-grunge

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sería para nada sensato juzgar con anticipa-ción esta renovada formación; por el contra-rio, es mejor mantener las expectativas bajo control y esperar que estos cinco músicos nos demuestren que no necesariamente todo tiempo pasado fue mejor.

La calidad artística y musical de Candlebox está fuera de discusión. Con 25 sólidos años de trayectoria, y cinco discos bajo el brazo, han justificado que se tienen merecida su ubicación de privilegio dentro de los gran-des exponentes del rock de los 90, sin em-bargo, si existe algún punto que podamos criticarles, es su casi nula capacidad de rein-vención, con una discografía que a partir de “Lucy” (1995) no ha conocido de grandes aciertos, y cuyo último lanzamiento, “Love Stories & Other Musings” (2012), tuvo que echar mano a una reedición de sus grandes éxitos para hacerse más o menos atractivo,

donde su único sencillo, “Believe In It”, no logró revivir su época dorada cuando su nombre lideró por varias semanas los ran-kings de ventas. Pero no todo es negativo en el horizonte: contra los pronósticos más pesimistas, los oriundos de Seattle parecen estar viviendo un segundo aire, y parecen mantener intactas las energías y las ganas de seguir golpeando con ese característico se-llo sonoro, cuyos matices se desmarcan de su influencia más cargada al grunge, para ali-nearse con elementos cercanos al rock más puro.

No cabe duda que volver a encontrarse con los muchachos de Candlebox es más que un simple ejercicio de nostalgia; mejor se rela-ciona con traer a la actualidad un pedazo de la historia del rock de la primera mitad de los noventa, revivir episodios donde simples riffs marcaron la transición desde los sonidos

sucios de garaje hacia composiciones más comerciales y, sobre todo, menos desgarra-doras y viscerales, las que, eventualmente, desembocarían en el rock alternativo. No se debe pasar por alto la posibilidad de es-cuchar nuevamente en vivo a una de las bandas emblemáticas de este movimiento, que son de las pocas sobrevivientes de una época que marcó a toda una generación y cuyos vestigios sonoros permanecen intac-tos en el inconsciente colectivo. Es cierto que el show del próximo 4 de diciembre no tendrá la mística de una primera vez, ni la repercusión mediática de los grandes ídolos pop, pero bajo ninguna circunstancia pasará desapercibido, porque, dentro de todo, po-der decir que se estuvo en un concierto de Candlebox es una anécdota que no muchos pueden contar.

HumoNegro

DISCOS

Hay que ser sinceros: cuando se trata de bandas exitosas o trascendentes, los quiebres definitivos rara vez son

tales; a menos que se muera el motor musi-cal de la banda, o que haya una diferencia irreconciliable entre sus miembros o con la música misma, las ganas de volver a com-poner y girar (por la falta o no de dinero) terminan primando. No se sabe a ciencia cierta en cuál de los dos últimos casos cae The Libertines, uno de los fenómenos mu-sicales y mediáticos más grandes del garage rock revival de la primera década de este sig-lo.  El tándem creativo conformado por el extrovertido y errático Pete Doherty, junto al más recatado Carl Barât, manteniendo su relación tanto dentro como fuera del esce-nario, fue la sensación de la prensa inglesa y el mundo. Sus dos álbumes de estudio, asimismo, fueron ampliamente alabados por su frescura en el panorama independiente. Diez años después de su bullada disolución, los ingleses regresan al ruedo con “Anthems For Doomed Youth”.

Una receta que los fans realmente agrade-cerían para una banda que no ha editado una placa en el tiempo que le tomó a The Libertines, es que asuman algún riesgo, que sorprendan o que, en el último de los ca-sos, no sean un autoplagio de sí mismos, y lo cierto es que cumplen, pero a medias. No hay mayores sorpresas ni riesgos, pero “Anthems For Doomed Youth” tiene algo que se agradece: por fin hay una ecualiza-

ción decente, no es un caballo desbocado por las sendas del cuasi-punk crudo de “Up The Bracket” (2002), ni tampoco una batalla de egos arriba de los respectivos corceles de seis cuerdas de Barât y Doherty como su homónimo de 2004. Este nuevo disco es un batallón montado perfectamente coordina-do; acá cada instrumento toma su posición ideal y brilla cuando tiene que hacerlo. En ese sentido, “Barbarians” es una muy bue-na bienvenida en la que se aprecia la nueva construcción sonora, un ritmo tenso al que sobreviene la clásica figura surf del sonido The Libertines a lo “Can't Stand Me Now”. La misma división de patrones rítmicos se observa en “Gunga Din”, uno de los prime-ros adelantos mostrados de manera pública, con un ritmo de reggae que deriva en un empuje indie rock clásico.

Lo cierto es que la dupla Doherty- Barât se conoce bastante bien; lo abrasivo del prime-ro más la vocación melódica del segundo, hizo que juntos armaran himnos del rock independiente como “Don't Look Back Into The Sun” o “Time For Heroes”, aun-que el ansia de protagonismo entre ambos lamentablemente quedaba en evidencia en sus grabaciones. No sucede así en este ál-bum, y “Fame And Fortune” es un ejemplo de ello, arreglándoselas para ecualizar sus guitarras de tal modo que ambas hagan el trabajo que les corresponde sin perder peso ni importancia.

El track que lleva el nombre del disco es un inserto –a estas alturas, clásico en el re-

pertorio de la banda–, una semi-balada que desemboca en lo que ellos mejor saben ha-cer: melodías bonitas encapsuladas en gui-tarras crudas, mismo caso que “You're My Waterloo”, comenzando a aparecer aquí las falencias del registro. Quienes se hayan aventurado a esperar alguna sorpresa, pro-bablemente en este punto comiencen a de-sistir de la escucha; los que no, notarán que, a diferencia de su primer trabajo de estudio, que se alimentaba a sí mismo de la locura y el desenfreno, este es un álbum más reposa-do, que no combustiona espontáneamente como antaño. “Belly Of The Beast” promete al principio, pero termina desinflándose, y “Iceman”, por su parte, nace derechamente por el suelo. De todos modos, un grupo de cuarentones diezmados por los excesos del rock & roll merecen darse esos gustos.

“Heart Of The Matter”, “Glasgow Coma Scale Blues” y “Fury Of Chonburi” –esta última con la notablemente mejor cali-dad vocal de Barât- retoman el frenetismo, con el bajista John Hassall y el baterista Gary Powell volviendo a subirse al carro con construcciones definitivamente reco-nocibles del sonido Libertines, aunque “The Milkman's Horse” y, por sobre todo, “Dead For Love” vuelven a ponerle freno de mano al álbum justo al final, pese al afán recursivo y detallista de esta última, dejando una sen-sación agridulce porque sí, están de vuelta y es algo que los fans de la banda defini-tivamente agradecen, pero en diez años se esperaba que hubiesen mejorado algo más que el manejo de los egos musicales.

The Libertines

Anthems For Doomed Youth45:45Virgin EMI

Por Danny Arce

HumoNegro

hi-hat que se complementa con el teclado de Gilbert, haciendo de esta una de las mejores interpretaciones del matrimonio, quienes se entienden casi con un lenguaje propio den-tro de la banda.

El único punto oscuro dentro de todo el color encontrado en el álbum, es la canción “Stray Dog”, que cuenta con la colabora-ción de Iggy Pop, quien recita tétricamente sobre la base instrumental de este interludio, evidenciando un cambio desde este espacio en adelante en el disco. Lo anterior se refleja en “Academic”, track que profesa un sonido como New Order en sus mejores tiempos, con una melancólica interpretación, hacien-do de esta una canción hermosamente es-tructurada, y seguida por “Nothing But A Fool”, amparada en la misma línea sonora, con la guitarra siendo más participe, entre-gando un coro más pop-rock, y una interpre-tación sólida y llena de matices. Luego de aquellos momentos, la fiesta debe continuar, y eso la banda lo deja claro con la notable “Unlearn This Hatred”, donde se entrega una concisa mezcla entre lo antiguo y lo moderno, apoyada con el teclado, hilo con-ductor de la canción que se luce con una base rítmica hecha para la pista de baile. “The Game” desarrolla un sonido más indie, dando más protagonismo a las guitarras con solo incluido, y una esencia más dura que el resto de los tracks. Ya llegado el final, “Su-perheated” es la composición más moderna de todo el álbum, con una estructura que se camufla acorde a la época. Su coro le da la atmósfera precisa de cierre, casi como una despedida, con una pequeña colaboración de Brandon Flowers, vocalista de The Ki-llers, quien canta la parte final de la canción y nos deja claro que todo ha terminado.

En tiempos donde la mayoría de las ban-das veteranas no hace más que lanzar au-toplagio, o una versión “modificada” de lo mismo, New Order se luce entregando un álbum sin limitaciones, donde se nota que la agrupación quiso manifestar su energía compositiva, y que no necesitan recurrir a los descartes para lanzar un nuevo disco. La salida de Hook fue una prueba para el quin-teto, quienes no escatimaron en recursos so-noros para refrescar su característico sonido y entregar uno de los mejores trabajos de su discografía; un disco plagado de hits que quedarán marcados como imprescindibles en el catálogo de la banda.

New OrderMusic Complete

64:26Mute Records

En la actualidad, la crítica hacia las ban-das catalogadas como “viejas glorias” se hace notar constantemente. Los

argumentos son varios, desde la calidad de sus composiciones, hasta los continuos cam-bios de alineación. Si bien, New Order supo mantenerse alejado de esos estigmas, tarde o temprano serían mirados con la misma lupa, algo que le sucedió con “Lost Sirens” (2013), compilatorio hecho a partir de los descartes de “Waiting For The Sirens’ Call” (2005), su último real trabajo discográfico. Ya sin el ba-jista Peter Hook, miembro fundador tanto de New Order como Joy Division, todas las miradas estaban puestas en Bernard Sumner y compañía, ya que muchos querían saber cómo sonaría la banda sin las característi-cas líneas de bajo ejecutadas por “Hooky”.

Fue así como los oriundos de Manchester incorporaron en el estudio a Tom Chapman, encargado del bajo en vivo en los últimos años, además del regreso de Gillian Gilbert en teclados, quien, a pesar de estar girando con la agrupación, no grababa desde “Get Ready” (2001). Bajo este contexto, el vocal-ista Bernard Sumner y el baterista Stephen Morris, principales artífices de la banda, refrescaron su sonido para entregar “Music Complete”, un disco actualizado, moderno y, a la vez, clásico, manteniendo el sello so-noro que el conjunto cultivó en los años 80.

El teclado y los sintetizadores manifiestan su predominancia desde el principio con “Restless”, canción donde Sumner canta de manera muy calmada y dedicada, marcan-do un tibio inicio, donde la guitarra lleva la canción sigilosamente. Rescatando un sonido claramente renovado por la banda, el bajo de Chapman marca el comienzo de “Singularity”, canción llena de teclados y efectos sintetizados que la transforman en un hit instantáneo, tal como la tripleta que la sucede, apoyada por Elly Jackson, integran-te de La Roux. “Plastic” se impone con un prolongado ritmo de baile, con los coros de Jackson complementándose con la voz de Sumner, otorgando de muy buena mane-ra esos pasajes instrumentales que la banda acostumbra a integrar en sus canciones.

La fiesta llega con “Tutti Frutti”, cuyo rit-mo ochentero la convierte en un verdadero hit; muy bailable y con un pegajoso coro cantado a dueto por Jackson y Sumner. Phil Cunningham, quien apoya a Bernard como guitarrista, ejecuta ritmos funk en “People On The High Line”, con Morris marcan-do de una manera impecable el ritmo de la canción, dominado en gran parte por el

Por Manuel Cabrales

HumoNegro

Keith RichardsCrosseyed Heart

57:57Republic

El tiempo no ha sido un buen com-pañero para el ímpetu compositivo que alguna vez caracterizó a los Glim-

mer Twins. En el pasado, la dupla era capaz de despacharse sin problemas un álbum por año. No hay más que recordar la racha que va desde “Sticky Fingers” (1971) hasta “It’s Only Rock’N’Roll” (1974). Por supuesto, la época dorada de The Rolling Stones no necesariamente habla del flujo creativo real de la banda, sin embargo, aún en la década de los ochenta (que claramente no fue la

mejor de Jagger y sus muchachos) la banda visitó cinco veces los estudios de grabación. Hoy, por el contrario, para Richards ya pa-saban 23 años desde su última entrega solista y diez desde su último trabajo con el grupo. En este escenario, la llegada de “Crosseyed Heart” inevitablemente generaba muchas expectativas, no esencialmente relacionadas a lo que Richards puede entregar desde el ala compositiva, sino que más bien como testimonio del lugar donde nos encontra-mos hoy al chico problema de la que alguna vez fue “la banda más peligrosa del planeta”.

Para embarcarse en este nuevo capítulo, Ri-chards se acompaña nuevamente de The X-Pensives Winos como banda soporte, y de Steve Jordan como co-productor y co-autor de por lo menos la mitad del material ori-ginal. Al inicio, y fiel a una de sus frases que dice: “si no conoces el blues, no tiene ningún sen-tido tomar la guitarra y tocar rock, o cualquier otro tipo de música popular”, Richards decide abrir los fuegos con un saludo a toda la camada del delta del Mississippi con “Crosseyed Heart”, blues acústico que, en menos de dos minutos, nos recuerda donde están sus raíces. Sin em-bargo, el álbum está lejos de ser un ejercicio revisionista del blues de guitarra, por lo tan-to, una vez rendidos los honores a la escuela, “Keef” se lanza sobre lo que paulatinamente se construye como un cansino viaje por la que podría ser la banda de sonido de su libro “Life” (2010).

En el recorrido, uno de los primeros cortes que destaca es “Amnesia”, tema de base rock blues que, con frases del tipo “cómo me puedo arrepentir, cuando es tan fácil olvidar”, se mueve con ironía sobre el supuesto de un Richards con problemas de memoria. A continuación, la country “Robbed Blind” desarrolla una de las dos temáticas que llenan el disco: las trai-ciones, como en este caso, y los quiebres de pareja. “Trouble”, corte melódico elegido como single, se anota uno de los buenos momentos del disco, con el toque preciso de guitarra slide y un coro fácil de seguir. A continuación, llega la muy bien logra-da “Love Overdue”, uno de los dos temas que Richards versiona en el álbum. En esta oportunidad, el original de Gregory Isaacs mantiene su base reggae, sin embargo, sobre el órgano Hammond, agrega un excelen-te grupo de bronces (trombón, saxofón y trompetas) que cambian el ánimo de lo pre-sentado hasta acá.

En lo que sigue, el álbum mantiene la ecléc-tica base ya definida, destacando hacia la se-gunda mitad la trilogía que comienza con el garage blues “Blues In The Morning”, si-guiendo con “Something For Nothing”, corte rock pop de marcado estilo Stones, que incluye un acertadísimo acompañamiento vocal a cargo del coro Gospel de Harlem (una muy buena jugada) y termina con “Illusion”, balada de estilo soul compuesta junto a Norah Jones, quien en compañía de Richards intenta descifrar cómo resolver un difícil acertijo amoroso. Ya cerca del final, el guitarrista decide una vez más saludar a sus ídolos, con una versión folkie del clásico de Ledbetter/Lomax “Goodnight Irene”.

Luego de casi una hora, el mensaje es evi-dente: Keith no intenta volver sobre lo rea-lizado en sus entregas solistas de hace casi 20 años, ni tampoco pretende llenar el vacío dejado por los Stones; el chico problemáti-co de los setenta básicamente llega a decir presente, con un disco misceláneo que re-visa buena parte de los sonidos que lo han conquistado en el largo camino emprendido hace ya 71 años. “Crosseyed Heart” es un ál-bum reposado, de un tipo que no necesita llenarse de distorsiones o grandes solos para darle significado a cada una de las notas que entrega con su guitarra. Lo de hoy se trata de un Richards a gusto, sin ánimos de des-pedida, listo para llegar con un buen puñado de canciones para compartir con amigos. No hay prisas, es sólo rock & roll, pero nos gusta.

Por David Martínez

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CINE

Título original: Leviafan Director: Andrey ZvyagintsevDuración: 140 minutosAño: 2014Reparto: Vladimir Vdovichenkov, Elena Lyadova, Alek-sey Serebryakov, Anna Ukolova, Roman Madyanov, Les-ya Kudryashova

Cuando el hogar en que has pasado toda tu vida es escogido por las autoridades como el punto exacto para la construcción de una antena. El ofrecimiento por comprar el lugar no es más que una forma políticamente correcta de obligarte a ceder, ya que el plan se llevará a cabo con o sin tu beneplácito. Encima no tienes educación ni dinero ni contactos, y ahí te quedas, deambulando, observando de manos atadas el desmoronamiento de lo poco y nada que era tuyo. “Leviatán” es eso: el argumento más desalentador. Un camino de puras sombras, angustioso de principio a fin, imposible de provocar indiferencia.

En un pequeño pueblo pesquero de Rusia vive Kolya (Aleksei Se-rebryakov) junto a su esposa Lilya (Elena Lyadova) e hijo. Ya que el municipio pretende quitarle sus tierras para construir una antena de telecomunicaciones, el hombre recibe la ayuda de un abogado ami-go. El problema es que Kolya, aunque se enfrenta a un autoritario y ambicioso alcalde, no está dispuesto a aflojar.

La corrupción y el abuso de poder. El fastidio de la burocracia. La pequeñez de un don nadie frente al sistema. El aislamiento y la so-ledad. Relaciones interpersonales débiles que sólo necesitan de un leve empujón para fracturarse. De un montón de asuntos y más trata el film de Andrey Zvyagintsev, teniendo la enorme virtud de no transformarse en un torpe intento por albergar demasiadas temáti-cas sin llevar ninguna a puerto. Dueña de uno de los guiones más complejos que se han visto en los últimos años, la película se agarra del conflicto del terreno y lo usa como dispositivo para explorar tó-picos contingentes con notable naturalidad. Como quien toma una cámara y se inserta en el diario vivir de una familia; ocurren cosas diversas, pero el núcleo que los une impide que estas se desarraiguen de las otras.

De narraciones leales a estructuras convencionales tenemos bastantes y estamos habituados; que la presentación del obstáculo al minuto exacto, la acción y la progresión, la evasión de los tiempos muertos, la duda, el enfrentamiento, el clímax y anticlímax. Una duración pru-dente que permita completar el viaje y a la vez no arrastrarse hasta la somnolencia. Esta obra manda todo esto al tacho de la basura, desplegando un metraje obstinadamente pausado y monótono por casi dos horas y media, lo que en la teoría ya agota. Sin embargo, la puesta en escena está bien pensada, es coherente, las cosas avanzan a su propio ritmo y las interrelaciones mutan sin forzarse, desembo-cando en un producto orgánico que, disponiéndose a prestar aten-ción, logra involucrar, afectar, e indignar.

Desde la escena del hijo sentado frente al esqueleto de una ballena, hasta la grosera figura del alcalde, la presencia del Leviatán como metáfora está recalcada lo suficiente para no cavar en su búsqueda. La significancia política de aquel monstruo marino, esa que equivale al imbatible poder estatal ruso, aquí cobra vida contra Kolya y los suyos, sumiéndolos en una miseria tanto material como emocional de la que el espectador es triste testigo. “El Estado se hará cargo de tu hijo”, le dicen al protagonista con apatía, porque él nunca tuvo el control de su propia existencia en primer lugar. Se reconoce uno, también, tan disminuido como los personajes en la vida real; mien-tras la corrupción es la monumental ballena, nosotros somos los pes-cados que la esposa desmenuza en la línea de fábrica.

Por María José Álvarez

Leviatán

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Su relato tan aletargado como minucioso, con un protagonista atri-bulado en circunstancias duras, reflexionando sobre la angustia de la condición humana, recuerda a los mejores trabajos del cine ruso, ese que el cinéfilo piensa en letras mayúsculas, cual marca registrada. La mano de Tarkovsky se asoma de tanto en tanto, omnipresente, ofre-ciendo pinceladas en el peso de su atmósfera, en los vacíos donde no parece acontecer nada y en los planos extensos. Es una historia fría más allá de su fondo geográfico; relega instantes claves al fuera de campo y mantiene una distancia con sus personajes, simplemente dejándolos vivir sus penurias sin tentarse ante la empatía o la con-descendencia. Donde la víctima parece hundirse cada vez más en el hoyo ante estrategias sucias y el azar más amargo, su director se mantiene firme en su afán por evitar un discurso presuntuoso sobre la injusticia social.

Levantó polvo en Rusia, y debería hacerlo en todos lados. El horror de la inequidad y las manipulaciones de interés detrás de esta, son tópicos relevantes mucho más allá de aquellas fronteras eslavas que parecen tan lejanas. Realista para algunos e intolerablemente pesi-mista para otros, “Leviatán” es un film cuya crudeza temática y de punto de vista es balanceada por una delicada labor fotográfica que nos pinta el pueblo en cuestión como un rincón fantasma plagado de criaturas desalmadas. Hay que darse el trabajo de interesarse, por cierto, pues no cualquiera alcanza a llegar al último segundo con la lucidez del arranque, sin mencionar que acarrea el prejuicio del de-nominado “cine arte” que pocos soportan. Pero es verdad, también, que el que lo haga agradecerá el ejercicio, concluyendo cualquier cosa menos que perdió el tiempo.

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CINE

Título original: The WalkDirector: Robert ZemeckisDuración: 123 minutosAño: 2015Reparto: Joseph Gordon-Levitt, Ben Kingsley, Charlot-te Le Bon, James Badge Dale, Clement Sibony, Cesar Domboy, Benedict Samuel, Ben Schwartz

En La Cuerda Floja

“La vida debería vivirse al límite”, dice Philippe Petit sobre un pa-saje del excelente documental “Man On Wire” (2008), que habla de la enorme hazaña completada por el equilibrista francés cuando, en 1974, aquel caminara por una cuerda floja conectada entre las des-aparecidas Torres Gemelas del World Trade Center, separadas una de otra por más de 60 metros de distancia. En su intención, la sentida pieza audiovisual dirigida por James Marsh –ganadora del Oscar al mejor documental largo– no sólo da cuenta de lo espectacular que fue la actuación realizada por Petit, sino también profundiza respecto a la elaborada logística que el artista europeo tuvo que pensar para llevar a cabo su performance, considerando que esta debió preparar-se en la clandestinidad por tratarse de una intervención completa-mente ilegal.

Igual como hiciera “Man On Wire”, “En La Cuerda Floja” también toma el libro escrito por Petit en 2002, “To Reach The Clouds”, para adaptar los hechos a partir de la fiel perspectiva de su actor principal, que aquí está representado por el cada vez más solicitado Joseph Gordon-Levitt. Así, la película va planteando la mayor can-tidad de situaciones que el funámbulo francés debiera atravesar para concretar su “paseo” en las alturas de la ciudad neoyorquina, a exac-tos 417 metros desde el suelo. Motivaciones, frustraciones, sueños vívidos, humor, milimétricas observaciones y desacuerdos dentro del equipo de trabajo, van quedando registrados en la planificación de una aventura que culmina a las 7:15 AM del 07 de agosto de 1974, momento preciso en que Philippe Petit da el primer paso sobre una cuerda que fuera su único escenario por más de 45 minutos.

Superado el tabú que significó la destrucción de las Torres Gemelas para la ficción cinematográfica –recordada es la postergación sufrida por “Spider-Man” (2002), tras esta proyectar imágenes de los malo-grados rascacielos en sus tráileres y en el que sería su largometraje

final-, “En La Cuerda Floja”, una producción totalmente inviable hace una década, presenta a este binomio edificado sobre una escala protagónica que no busca llorar la suerte del mismo, sino más bien celebra la gesta de uno de los números artísticos más arriesgados de la historia con aquellos pilares como soportes fundamentales, casi nivelando su cuota de importancia con la figura del propio Phi-lippe Petit. Alguna sutil cortesía hacia el desenlace, confirma este primer acierto de Robert Zemeckis, un director que, además de firmar grandes títulos dentro de su filmografía, también explota una veta patriota en ellos, quedando la propia lectura muchas veces fuera de lugar.

Dicho esto, todo lo que sigue en la cinta es Philippe Petit, quien está modelado a través de un muy bien definido personaje facilita-do por el histrionismo que aporta Joseph Gordon-Levitt al papel. Siendo él justamente el narrador de la historia, la estructura de la película se va armando entre la conexión que Petit logra forjar con el público. Y es que el film no trata sólo de ubicar al protagonista mirando a la cámara exponiendo su versión de los hechos; lo que Zemeckis intenta hacer aquí, es entregar más y mayores dimensiones a un complejo personaje que vive entre lo sensible y lo obsesivo de su carácter, reflejando esta dicotomía sobre una serie de divertidas escenas que permiten distintos espacios de onirismo. Es por esto que, en la disposición de un producto como “En La Cuerda Floja”, el equilibrista no puede sino descifrarse mediante dos aristas funda-

Por Pablo Moya

HumoNegro

cionales y necesarias: la interpretación personal que tiene Petit sobre su entorno, junto a lo que el curso del relato va introduciendo como los sucesos lineales.

Los elementos descritos anteriormente se van cuadrando en una historia que es absolutamente miscelánea en su propuesta, porque el largometraje dispone con precisión la biografía del caso real para adoptar un ritmo que trajina uniforme sobre la comedia, la delicade-za y el drama más ligero, llegando finalmente a un clímax donde la tensión se desarrolla de forma perfecta. A este respecto, la utilización del 3D se encuentra plenamente justificada –como en mucho tiem-po no se veía para alguna película que hiciera uso de la técnica- en cuanto la propia se refina al máximo para provocar el vértigo por medio de su condición. No bien “En La Cuerda Floja” economiza en la acción, también trae a la primera persona hacia planos que resultan fundamentales para entender la dificultad y la magnitud del hito marcado por Philippe Petit. Es en lo último donde precisa-mente radica el valor del 3D en esta pasada, contribuyendo al título mucho más de lo que se podría apostar.

Quizás hay personajes que resultan demasiado blandos y que no tienen mayor repercusión sobre lo que se hila como argumento –los roles de Ben Kingsley o la bellísima Charlotte Le Bon podrían re-

sentirse en esa carencia-, sin embargo, el ítem se puede recibir como un punto menos efectivo y no como un problema determinante. De igual manera, existen ciertos lugares que parecen quedar desacopla-dos en relación a las escenas que los contienen, no obstante, todo esto va quedando olvidado en la medida que el relato va creciendo y el macro queda firmemente asentado.

Ha pasado mucho tiempo desde que Philippe Petit desafiara a las leyes de una ciudad completa para retar a las leyes gravitacionales mediante su famosa caminata. Tal vez, en el transcurso de los años, hubo gente que adelantara a su epopeya –sin ir más lejos, Nikolas Wallenda ostenta más de un par de increíbles récords mundiales por su trabajo en la cuerda floja-, no obstante, por todo el romanticismo surgido de su acto, por todo lo que socialmente despertó su inter-vención en Nueva York y por todo el impulso que el francés diera a la actividad artística del funambulismo, una fecha como la de agosto de 1974 requería almacenarse en otro documento aparte de “Man On Wire”. Poniéndose a la altura de las circunstancias, “En La Cuer-da Floja”, que lleva la misma calidad visual hacia su genial banda sonora, cumple con el objetivo y, de paso, queda confirmada como uno de los mejores estrenos de este 2015.

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CINE

Título original: Black MassDirector: Scott CooperDuración: 122 minutosAño: 2015Reparto: Johnny Depp, Dakota Johnson, Joel Edgerton, Juno Temple, Guy Pearce, Benedict Cumberbatch, Kevin Bacon, Jesse Plemons, Sienna Miller, Rory Cochrane

Hay cintas que obstinadamente quieren volverse icónicas. Como una porfía adolescente, cuidan una estética en particular e insisten en emplazar a su héroe –o villano- como una figura digna de pós-ter de cinéfilo. Ambiciones de esa calaña no tienen nada de malo, por supuesto, siempre y cuando el contenido justifique esa preten-sión. De lo contrario, queda como una maniobra que transparen-ta demasiado el afán de éxito de su realizador por encima de su inquietud artística. Con una temática de filmografía tan respetada como es la mafia, hay que tener especial cuidado.

Cuando en el sur de Boston reina el crimen organizado, el inescru-puloso agente del FBI, John Conolly (Joel Edgerton), le propone un trato secreto a James “Whitey” Bulger (Johnny Depp), líder de la mafia irlandesa. A cambio de que Whitey coopere con Conolly en su persecución de pandilleros italianos, el criminal recibirá pro-tección del agente.

Será seductor, pero no hay que dejarse engañar por el envoltorio. Tremenda producción, basada en un apasionante caso real, con fotografía de primera, acabada ambientación, un reparto de lujo y Johnny Depp a la cabeza. Lo que a “Pacto Criminal” le sobra en pompa, le falta con creces en sustancia. Es el error de producciones que se engolosinan con romperla en términos publicitarios hasta el punto de perder el norte, gastando energía en impactar mediática-mente y olvidando que para hacerlo hay que tener, en primer lugar, una buena película detrás de un buen afiche. ¿De qué sirve que la lasaña luzca deliciosa en el menú, si el restaurant la sirve fría?

Si no podemos tomar en serio ni al mismísimo protagonista de una

cinta de gánsteres, estamos en graves problemas. La caracterización física fallida –por no decir cercana a lo hilarante- de un personaje que en la realidad fue escalofriante, es sólo la punta de un témpa-no de hielo compuesto por una escritura superflua, que hace que el film parezca un juguete comparado con otros de su categoría. Nombres como Scorsese brotan a la memoria al instante, recordán-donos que no cualquiera se atreve con la temática en cuestión sin terminar como un bebé de pecho en el intento.

Agrupaciones con jerarquías complejas, juego de lealtades, sen-tido de la familia y diversas motivaciones personales, son asuntos que la obra incluye sin compromiso alguno, quedando como un trabajo que repasa los hechos de forma impersonal, cual reportaje reconstruyendo dramáticamente los eventos. Se extraña una psico-logía con capas, igual que una propuesta de ritmo que maneje la entrega de información que el espectador percibe, y una búsqueda cinematográfica que complemente el relato y le añada profundi-dad –ese tratamiento indolente de las buenas cintas de mafiosos, ese tono hermético que las rodea y el asomo del humor más negro-. Ilusamente, el director Scott Cooper pareciera pensar que el abuso de maldiciones y disparos bastan para que su trabajo convenza; un approach contraproducente, sino iluso, propio de novato.

La imponente figura de Whitey, que promete con robarse la pelí-cula, es una cortina de humo al no haber en sus espaldas nada de

Por María José Álvarez

Pacto Criminal

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pectativas respecto a su desempeño disminuyen con cada estreno, instigando un suspiro de resignación más largo cada vez.

Se podría decir que “Pacto Criminal” cumple, pero si se tiene po-cas expectativas y se está más bien aburrido sin panorama alguno. Si no es así, se le empieza a comparar con títulos como “The Depar-ted” (2006) y entonces sus debilidades se encienden cual pasto seco. Tal vez si sólo se le aprecia como documento informativo podría funcionar, claro que eso también implicaría pasar por alto la pau-pérrima caracterización estética de Whitey. Dinero mal invertido, básicamente. Como reza el dicho: mucho ruido y pocas nueces.

valor. Personaje vacío, de motivaciones vagas, contradicciones so-meras, y dualidades que jamás se ahondan. Se le atribuye el prota-gonismo por defecto, ya que su presencia no tiene mayor peso. A su alrededor, secundarios correctos y algunos ni eso, como es el caso de Dakota Johnson, que lucha por contener una sonrisa nerviosa en casi todas su escenas. En general, el casting está plagado de ape-llidos célebres que se pierden en roles insignificantes.

El eco de Depp ya suena como posible candidato al Oscar, y cómo no, si cumple con el fetiche número uno de la Academia: la trans-formación física. Aunque en estricto rigor, la mega estrella viene recurriendo al maquillaje y las prótesis hace años, dando la falsa impresión de versatilidad. Es verdad que aquí hace un empeño por converger la maldad en su mirada, mas se queda en eso y está lejos de ser suficiente, sobre todo considerando los ceros que se lleva al bolsillo por lo que debiese ser una performance exhaustiva. Lo cierto es que el actor está al debe hace tanto tiempo, que las ex-

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CINE

Título original: Bridge Of Spies Director: Steven SpielbergDuración: 135 minutosAño: 2015Reparto: Tom Hanks, Mark Rylance, Amy Ryan, Alan Alda, Scott Shepherd, Sebastian Koch, Billy Magnussen, Eve Hewson, Peter McRobbie, Austin Stowell

Desde Martin Scorsese y Robert De Niro/Leonardo DiCaprio, hasta Quentin Tarantino y Samuel L. Jackson/Uma Thurman, son muchas las duplas actor/director que han forjado sus colaboraciones sobre la gran calidad de las películas que llevan sus firmas relacio-nadas. Ejemplos sobresalientes de lo anterior pueden encontrarse en los equipos formados por Ingmar Bergman y Max Von Sydow, en la complicidad de los hermanos Coen con Frances McDormand y/o Steve Buscemi, o en el magnífico tándem compuesto por David Cronenberg y Viggo Mortensen. Para este ejercicio particular, que-dándose una lista inagotable de nombres afuera, sería un error pasar por alto a las figuras de Steven Spielberg y Tom Hanks, quienes, con “Puente De Espías”, completan su cuarto trabajo en común desde “Saving Private Ryan” (1998).

El actual largometraje de aquella alianza cinematográfica se basa en la historia real de James Donovan (Tom Hanks), un abogado nor-teamericano que se ve forzado a participar directamente en la pre-sión de la Guerra Fría. Donovan, después de tener que defender a un espía ruso capturado en suelos estadounidenses, se ganará el odio de prácticamente todo un país que lo cree traidor. Sin embargo, cuando un piloto de la misma nación sea arrestado en territorio ruso, todo dará un giro en 180 grados, pues, el abogado tendrá la oportunidad de mediar en un intercambio que involucra a las dos partes anteriores, más un tercero en discordia que asume la forma de un estudiante americano ubicado en el lugar, momento y hora equivocada sobre la construcción del Muro de Berlín. Una ecuación que asoma improbable, ubica a Donovan en el fuego cruzado de una de las negociaciones más difíciles del mayor conflicto político del mundo contemporáneo.

La sinopsis descrita pareciera contener en el propio título a dos o más argumentos diferentes, lo que no se aleja mucho de la realidad considerando que “Puente De Espías” es un solo producto extendi-do que posee la gran virtud de ir desarrollándose sobre varios flancos sin desentenderse jamás del macro de la historia. A este respecto, el film se muestra evolutivo en su estructura al ir cerrando distintos asuntos para ir abriendo otros en una línea similar, aportando di-versas perspectivas sobre todos los escenarios que deben tenerse en cuenta refiriendo al caso verdadero del que se sujeta. El resultado de aquel planteamiento se presenta de la mejor manera al público, que sin inconvenientes logra llegar al mismo compás que la cinta, sintiendo un avance permanente de la anterior no habiendo en ella mayores tiempos muertos que descuenten ritmo al relato.

En lo puramente testimonial, acaba siendo muy interesante ver cómo la película aborda la raíz del porqué se construye el Muro de Berlín –junto a todo lo que aquel simboliza para la Guerra Fría- sin llegar a hacer un análisis profundo o tedioso de la situación. Más bien, el último se dispone como un punto de desolación geográfi-ca y extrema suspicacia política entre los dos grandes bloques que tuvieron propiedad sobre la Alemania de la post guerra: el grupo capitalista liderado por Estados Unidos, y la facción socialista de la Unión Soviética. En ese sentido, “Puente De Espías” nos entrega una visión bastante refinada sobre cómo fuera el contexto en el que tuvo que desenvolverse James Donovan –un personaje escrito para Tom

Por Pablo Moya

Puente de Espías

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en cuestiones bélicas, sería difícil apostar por una producción que no se reste créditos por resentir a alguna de las partes implicadas: efectivamente, tras ver “Puente De Espías”, queda la sensación de que los malos términos con que se señala a la casi siniestra actividad de la Unión Soviética para la adaptación de esta historia privativa, fueron exagerados.

Obviando el punto anterior, “Puente De Espías” es una cinta que merece toda la atención que puedan concentrar los trabajos organi-zados por Tom Hanks junto a Steven Spielberg, más todavía cuando sabemos que el último es un tipo que, en materia de cine histórico contenido en enfrentamientos armados, siempre tiene algo bueno para decir.

Hanks, a quien en su solo semblante ya le sientan bien este tipo de papeles-, que se encuadra en los años más tensos del conflicto bila-teral, remontados al período 1957 – 1963.

Así, el relato se va partiendo en múltiples ocasiones que estable-cen su valor por separado: primeramente, es el guión (escrito en un porcentaje por los mencionados hermanos Coen) y la relación que va forjando Donovan con Rudolf Abel (el espía soviético), los que introducen con acierto una propuesta que participa activamente al espectador al estar aquella fundada sobre las bases de una retórica que, en los hechos y en los diálogos, resulta muy convincente. En segunda instancia, es el suspenso que va creciendo en la medida que el desenlace se aproxima el que logra sumar más atributos a lo pro-yectado. Claro, como se trata de una película biográfica enmarcada

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Arctic Monkeys @ Movistar Arena 11 de noviembre de 2014 Por Praxila Larenas

Deep Purple @ Espacio Broadway 23 de noviembre de 2014 Por Luis Marchant

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Interpol @ Teatro Caupolicán 8 de noviembre de 2011 Por Praxila Larenas

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Meshuggah @ Teatro Caupolican12 de Noviembre de 2013Por Julio Ortúzar

Metronomy @ Teatro Italia27 de noviembre de 2014Por Julio Ortúzar

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The Hives @ Movistar Arena 11 de noviembre de 2014 Por Praxila Larenas

OFF! @ La Batuta 14 de Noviembre de 2013 Por Julio Ortúzar

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