Huye Nathan Huye - Gilstrap John

download Huye Nathan Huye - Gilstrap John

of 99

Transcript of Huye Nathan Huye - Gilstrap John

HUYE, NATHAN, HUYE

JOHN GILSTRAPJohn Gilstrap concibi su novela Huye, Nathan, huye durante un viaje de negocios. "Conduca un automvil alquilado de Billings, Montana, a Bozeman. El radio no funcionaba, de modo que para entretenerme record una historia que haba escrito en la universidad. Cuando termin el viaje de siete horas, tena en la mente el esbozo completo de Huye, Nathan, huye." Para escribir la novela de hecho tard un poco ms de tiempo: cuatro meses en total. Si bien Huye, Nathan, huye es la primera novela que John Gilstrap publica, ha venido puliendo sus habilidades como escritor desde el bachillerato, como lo demuestra una breve coleccin de tres novelas inditas. Gilstrap vive en Virginia, en una poblacin muy semejante a Brookfield, con su esposa Joy y su hijo Chris, de nueve aos. "Tener un hijo me permiti comprender muchas facetas del carcter de Nathan Bailey", comenta el autor, quien tambin recurri a sus experiencias como "hermano mayor de jvenes desfavorecidos. Gilstrap, dueo de su propia firma de consultores en seguridad y asuntos ambientales, trabaja ya en una nueva novela. En su tiempo libre, es un vido lector. "Leo todo", dice riendo, "hasta las etiquetas en los tubos de pasta dental." Ahora, con la venta de Huye, Nathan, huye a ms de una docena de pases, sin duda los lectores de todo el mundo pronto lo leern a l.

Huye, Nathan, huye

1

Vea cmo Nathan escapa de un cruel encierro. Vea cmo un asesino perverso intenta atraparlo antes que los policas. Huye, Nathan, porque tu vida depende de ello.

Huye, Nathan, huye

2

1Miles de ojos siguieron el cohete que ascendi en espiral cientos de metros y desapareci en la noche antes de estallar en una lluvia refulgente, roja y dorada. Unos segundos despus se oyeron las detonaciones. Las personas sentadas en las primeras filas sintieron retumbar el ruido en el pecho y gritaron en seal de aprobacin. Warren Michaels sonri bajo el fulgurante resplandor de los fuegos de artificio. Aquel da se conmemoraba el trigsimo sptimo ao consecutivo en que haca lo mismo el cuatro de julio. Pensaba que las tradiciones eran importantes para poder cimentar una familia feliz. Tendido sobre el cap de su autopatrulla, con su esposa a un lado y sus hijas encaramadas sobre las luces del techo, se sinti genuinamente complacido por primera vez en mucho tiempo. -Y bien, seoritas, se han divertido hoy? -pregunt Warren. -S! -Por supuesto! Monique nicamente gru, lo que hizo rer a Warren. Su esposa detestaba el calor, los insectos y, sobre todo, los ruidos intensos. Que tolerara este ritual ao tras ao slo demostraba su gran amor por Warren. -Creo que Brian se habra divertido mucho hoy -declar Kathleen de manera inesperada. -Yo tambin lo creo, linda -Monique asinti, al tiempo que oprima la mano de Warren. Warren estrech a su esposa; sin decir palabra, ella le correspondi con una suave palmada en el muslo. La familia Michaels haba estado fuera de casa desde antes de las nueve de la maana, cuando se iniciaron los festejos con una representacin de la firma de la Declaracin de Independencia en el umbral del ayuntamiento, seguida por un gran desfile a las diez. El desfile, que dur tres horas y abarc casi cinco kilmetros, fue auspiciado por el pueblo natal de Warren, Brookfield, Virginia. Y haba crecido de modo impresionante con los aos, robndole espectadores a su contraparte de la vecina Washington, D.C. Al parecer, a la gente no le importaba sacrificar un poco del relumbrn a cambio de un patriotismo ms autntico. En el espectculo participaron los departamentos de bomberos de tres estados y no menos de ocho bandas de escuelas. Al final del desfile vena el carnaval, 'unto con la gran comida de todos los ciudadanos al aire libre. En el campo de bisbol se encendan cientos de asadores para carne, y familias, amigos y extraos se mezclaban en un patritico frenes culinario. En un instante determinado, los padres no tenan idea de dnde estaban sus hijos, pero eso no importaba; en Brookfield no ocurran cosas malas. Cuando apenas se haban disparado una docena de fuegos de artificio, el radiolocalizador de Warren vibr en el bolsillo de sus pantalones cortos. Molesto por la interrupcin, retir el brazo de los hombros de su esposa y se puso delante de los ojos el pequeo aparato de cinco centmetros de largo, que l llamaba su "tralla de perro". La luminosa pantalla verde mostraba el nmero telefnico de su oficina seguido por la clave que indicaba que era urgente. -Qu ocurre? -inquiri Monique.

EL TRONIDO ahogado de un mortero distante marc el inicio del festejo principal.

Huye, Nathan, huye

3

-No lo s todava. Debe de ser algo grave para que Jed intente localizarme durante los fuegos de artificio. Warren subi de prisa al asiento delantero del vehculo patrulla. Levant el telfono celular del cargador en la consola central del vehculo, lo abri y oprimi un botn especial de marcado. Una ronca voz femenina le contest al tercer timbrazo. -Polica del condado de Braddock. Tiene alguna urgencia? -Hola, Janice; habla Michaels. Qu sucede? -Oh!, teniente -jade la operadora-, gracias a Dios que llama. Hubo un asesinato en el Centro de Detencin Juvenil. El sargento Hackner pidi que fuera usted all de inmediato. -Lo siento, Janice; no estoy de turno. -El sargento Hackner fue muy especfico, seor. Quiere que usted vaya. -De acuerdo -Warren exhal un profundo suspiro-, pero alguien tendr que recogerme. Mi autopatrulla est totalmente bloqueado en el Parque Brookfield debido a los fuegos de artificio. -S, seor. Dnde quiere que lo recojan? Warren volvi a suspirar. -Bsquenme en la esquina de Braddock y Horner. Tardar unos minutos. Tendr que caminar entre la multitud para llegar. -Muy bien, seor. Les dir que lo esperen. Warren colg el telfono y baj del automvil para avisarle a su familia lo que acababa de or. HABAN PASADO AOS desde que Warren Michaels entr por ltima vez en el Centro de Detencin juvenil, conocido en el medio como "El Centro". Era un sitio deprimente. El Centro, al que Warren consideraba un reformatorio, tena por fuera los tonos color ladrillo que eran el sello arquitectnico distintivo de principios de los ochenta. rboles y flores adornaban los jardines, cuidados con gran esmero; no haba rejas ni alambre de pas. El sitio fcilmente podra confundirse con un edificio mdico o incluso con una pequea escuela. Lo ltimo que parecera era un depsito de chicos violentos. Sin embargo, el interior revelaba a gritos que se trataba de un reformatorio con paredes de bloques de hormign grises, que alguna vez haban sido blancas, percudidas por el humo de cigarrillo, el tiempo y el maltrato. Al entrar, Warren se colg la placa dorada en la cintura de los pantalones cortos. De no ser por su rango, se habra sentido incmodo en su atuendo informal: camiseta de algodn, pantalones cortos y tenis sin calcetines. Cruz la puerta de seguridad interior, escoltado por dos agentes uniformados, bajo los ojos vigilantes de una fotografa de Spencer Tracy en el papel del padre Flanagan. El pie de foto en el cartel rezaba: NO EXISTEN LOS NIOS MALOS. Despus de recorrer un corto pasillo y a mano derecha, Warren se top con un enjambre de hombres y mujeres uniformados que iban de un lado a otro muy agitados. El punto de atencin era una puerta pequea con el rtulo UNIDAD DE CRISIS. Warren no lograba ver el interior del cuarto, pero los disparos de flashes fotogrficos lo delataban como el escenario del crimen. A la vista del teniente, la muchedumbre se apart y Warren Michaels entr en el recinto. La escena era repugnante. Un varn blanco, de unos treinta aos y que portaba el uniforme de guardia del Centro de Detencin juvenil, yaca en el suelo de la diminuta habitacin, rodeado de un charco de sangre a medio coagular. En el rincn haba un catre tirado. Todas las superficies estaban cubiertas de sangre; haba gotas, manchas y salpicaduras hasta lo alto de las paredes. La

Huye, Nathan, huye

4

huella ensangrentada de un pie de nio apuntaba hacia la puerta. La mente de Warren recre el enfrentamiento que haba ocurrido ah. Mientras revisaba el lugar, una voz alegre y familiar retumb entre la batahola. -Bonito atuendo, teniente -salud Jed Hackner desde atrs, dando una palmada en el hombro a su jefe. Hackner y Michaels haban sido compaeros en la academia y antes, desde la secundaria. Cada uno consideraba al otro como su mejor amigo. -Gracias. Fui tan ingenuo que cre que slo porque era mi da libre no tendra que trabajar. -Un sitio del crimen bastante nauseabundo, eh? -seal el sargento Hackner. -Qu ocurri? Hackner sac sus notas del bolsillo interior de la chaqueta. -Segn lo que hemos averiguado hasta ahora, se trata de Richard W. Harris, de veintiocho aos. Haba trabajado durante los ltimos cuatro aos y medio como supervisor de menores. -Es lo mismo que guardia? -interrumpi Michaels. -S -admiti Jed sonriendo-, pero slo para los viejos sin tacto poltico -a sus treinta y siete aos, Michaels era ocho meses mayor que Jed Hackner-. Aproximadamente a las siete de la noche -prosigui Jed-, el seor Harris tuvo algn tipo de altercado con uno de los internos, un tal Nathan Bailey, y envi al chico a la unidad de crisis. -La unidad de crisis es algo as como una celda de castigo? -Muy parecido. A partir de ese punto slo tenemos conjeturas. Pero, en conclusin, creemos que Nathan Bailey mat a Ricky Harris y despus escap. Hasta el momento, Bailey sigue prfugo. -Alguna conjetura sobre el mvil? -Supongo que quera largarse de aqu -Hackner se encogi de hombros-. T no desearas lo mismo? -Creo que no matara por ello -Michaels frunci el entrecejo-. Tenemos el arma homicida? -Por supuesto. Est en el cuerpo. Buen ojo, teniente. El mango de madera de un cuchillo asomaba del pecho del occiso, justo abajo de su nombre bordado. Desde el sitio donde Warren vea el cadver, el arma quedaba oculta. -Perdn, amigo -mascull el teniente. -Revisaron la cinta? -Warren seal la cmara de circuito cerrado en el rincn superior izquierdo del recinto-. Tal vez tengamos una pelcula de todo esto. -Revisamos; sin embargo, no, no hay tal cinta. El sistema de vdeo est descompuesto. -Por supuesto. De dnde sali el cuchillo? -No tenemos idea. -Hace cunto muri? -No sabemos con exactitud. Yo dira que hace unas dos horas. -Dos horas! -los ojos de Warren Michaels parecieron taladrar a Hackner-. Cunto tiempo estuvieron contemplando el cadver antes de llamarnos?

Huye, Nathan, huye

5

-Al parecer llamaron enseguida. Segn entiendo, en el turno de la noche trabaja una sola persona. El relevo de Harris lo encontr cuando lleg, a las nueve. Son las nueve con cuarenta. Michaels movi la cabeza, incrdulo. -Entonces el nio nos lleva dos horas de ventaja, no es as? -En efecto -reconoci Hackner-. Pero ya pedimos al viejo Peters que traiga a sus perros, y estamos poniendo bloqueos en puntos estratgicos de los caminos. Conoces toda la rutina. -Bueno -Michaels suspir-, si no podemos encontrar a un nio, creo que tenemos problemas. Por cierto, qu edad tiene? NATHAN BAILEY, de doce aos, trat de hundir su delgada figura bajo la superficie del pajote hmedo que cubra la tierra y se apretuj ms contra la pared de ladrillo de la casa. Aunque lo intentara no poda desaparecer por completo. A pesar del bochornoso calor de la noche y la humedad asfixiante no dejaba de temblar. Sus esfuerzos por mezclarse con el entorno slo agudizaban su percepcin de cmo difera de l. Todos los del mundo exterior usaban pantalones cortos y camisetas en la noche veraniega, mientras que l nadaba dentro de un mono anaranjado demasiado grande, con las letras CDJ impresas en la espalda. Nathan no tena idea de dnde estaba. En cuanto sali del edificio del Centro de Detencin Juvenil, ech a correr tan rpido como se lo permitieron los pies descalzos. Al principio, las ramas y las piedras lo lastimaban al pisarlas, pero cuando empezaron los fuegos de artificio, con profusin de explosiones y luces de colores, Nathan no sinti ms que miedo. Sigui corriendo sin saber a dnde se diriga. Lo nico que saba con absoluta certeza era que no volvera a ese lugar. Oy el estrpito de unas explosiones a su derecha. Si oprima ms el lado izquierdo de la cara contra el pajote y cerraba el ojo derecho, Nathan poda ver por la parte inferior del boj que le serva de escudo contra el mundo. Un grupo de nios encendan petardos en la calle. La mente de Nathan evoc una escena en la que l y su padre hacan lo propio frente a su casa. Mil pensamientos e imgenes inundaron de pronto su mente. La vida no era nada justa. No era justo que su padre se hubiera ido al cielo y lo dejara en el infierno, solo con el to Mark; que la gente lo tratara a uno como basura cuando no haba un adulto cerca que lo ayudara; que todo lo que uno dijera fuera mentira slo porque era nio; que a veces uno tuviera que matar... Por primera vez fue consciente de la atrocidad que haba cometido. Estaran buscndolo. Deba alejarse, pero no tena a dnde ir. Empez a temblar otra vez. "Clmate", se orden a si mismo en silencio. "Tienes que calmarte." Saba que si se dejaba dominar por el pnico hara alguna estupidez, y que su nica posibilidad de sobrevivir dependa de que actuara con inteligencia. Necesitaba un plan. Ms que eso, tena que dormir. No recordaba haber estado tan cansado alguna vez. Tambin le haca falta cobijo, ropa adecuada y comida. Cada una de las casas a su alrededor poda ofrecerle exactamente lo que necesitaba, aunque le estaba vedado el acceso a todas ellas, con tanto rigor, como cualquier muestra de amabilidad y todo rastro de normalidad que alguna vez haba tenido la oportunidad de conocer. Un momento. Que las puertas y las ventanas tuvieran llave no significaba que no fuera posible entrar por ellas. Una idea empez a germinar en su mente.

Huye, Nathan, huye

6

Empapado de sudor y roco, Nathan apret la barriga contra el pajote y se arrastr sobre los codos por el angosto tnel entre el seto y el costado de la casa hasta lograr una mejor vista de la calle. Era un vecindario agradable, con bonitas casas, todas profusamente iluminadas, y jardines bien cuidados. Pero el vecindario bulla de gente. Y de autos. Cielos!, pasaban montones de autos por la calle. Nathan supuso que iran llenos de personas que volvan a casa despus de los fuegos de artificio. Sin embargo, una casa destacaba entre las otras: la que tena delante, en la otra acera, no se vea iluminada ni bien cuidada. El csped estaba crecido; slo haba una luz encendida en el porche; en la entrada para autos haba cerca de una docena de peridicos esparcidos, todos enrollados y sin leer. Nathan supuso que los ocupantes habran salido de vacaciones. Eso significaba que la casa se encontraba vaca y que l podra refugiarse ah a salvo, cuando menos esa noche. Pero deba cruzar la calle al descubierto; y, si lo intentaba en ese instante, sin duda lo descubriran. Deba tener paciencia. Volvi a acomodarse en su tnel para iniciar la espera, obligndose a pensar en cualquier cosa menos en dormir.

2

FALTABAN VEINTE minutos para las once, y los periodistas que se haban instaladofrente al Centro de Detencin Juvenil exigan informacin. Los enviados de las estaciones de televisin se mostraban particularmente agresivos y formulaban preguntas a gritos a cualquiera que portara uniforme. De todos los plazos de entrega periodsticos, ninguno es ms implacable que el de los noticiarios de las once de la noche. La inmediatez es la carta de triunfo de la televisin sobre sus competidores impresos, y los reporteros de aqulla son capaces de hacer cualquier cosa para incluir la historia ms relevante del da en sus noticiarios. Warren Michaels lo saba, y esperaba poder proporcionarles la informacin que necesitaban. La placa sobre el escritorio al que estaba sentado Warren deca: HAROLD P. JOHNSTONE, SUPERINTENDENTE. ste, carcelero a los ojos de Michaels, haba invitado a la polica a usar su oficina como centro de operaciones. Hackner estaba sentado al otro lado del escritorio e informaba a su jefe sobre los ltimos detalles. Las cosas todava eran muy vagas. Warren hoje las dos pginas de notas manuscritas. -As que el chico es un ladrn de autos, eh? -As es. -Tena familia Ricky Harris? -Warren volvi la pgina. -No en esta regin. Era de Missouri. -Ya veo. Qu hay de los perros? Cmo va ese asunto? Jed se aclar la garganta. -Hay un problema con los sabuesos, Warren. Peters tardar al menos un par de horas en llegar aqu con ellos. Al parecer, fue a Washington a festejar el Da de la Independencia. Le

Huye, Nathan, huye

7

habl a su telfono celular hace unos veinte minutos. embotellamiento.

Est atascado en medio de un

Warren se restreg los ojos con el dorso de las manos, dej escapar una risita amarga y neg con la cabeza. -Detesto hablar con los buitres de la prensa. Nos veremos como unos palurdos: "S, seor!" -fingi el acento de un montas-. "Tenemos el mejor equipo de perros de todo el estado. Sin embargo, ahora que los necesitamos, estn de vacaciones en la capital." El rastro del chiquillo se perder muy pronto, Jed -recuper su acento habitual, pero alz la voz-. Adems, pronostican lluvia para esta noche. Si llueve dara lo mismo que matramos a los perros; no servirn de nada. Cuando Warren termin su perorata, mir fijamente a Jed. -Qu quieres que yo haga, Warren? No son mis perros. Por aos hemos insistido en que la junta financie un equipo canino, pero no quieren. Esto es lo que ocurre por escatimar los centavos. Warren sonri, disipado su enojo. -Una maravillosa leccin de civismo, sargento Hackner. Puedo citarlo ante las cmaras? -Claro. Por qu no? -repuso Jed, devolviendo la sonrisa-. Al fin, slo est en juego mi carrera. Warren vio el reloj. Doce minutos para las once. A travs de las ventanas, la noche semejaba medioda debido a la luz de los reflectores de televisin. Michaels se puso de pie. -Vamos, Jed -invit-. Es hora de alimentar a las aves. A VEINTE KILMETROS de Brookfield, en el extremo suroeste del condado de Braddock, Mark Bailey estaba sentado con las piernas cruzadas sobre su viejo sof tapizado en imitacin cuero y beba lentamente los ltimos tragos de una botella de whisky. Deseaba que ese srdido asunto de Nathan terminara de una vez por todas para seguir adelante con el resto de su vida. Mark Bailey haba hecho algo terrible esa noche. A pesar de ello conserv el aplomo cuando el rostro de Harry Caruthers apareci en la televisin para dar los avances del noticiario. "Asesinato en el Centro de Detencin Juvenil de Brookfield. Todos los detalles a las once. Esas dos frases, pronunciadas en menos de diez segundos, le confirmaron a Mark que todo haba concluido, que haba vuelto a la vida, a pesar de su alma inmortal. Su primer brindis fue por su querido hermano difunto, Steve. El buen Steve. Don perfecto. El santurrn e inmaculado Steve. "Lamento que as tuviera que acabar, hermanito, pero no me dejaste opcin alguna." Para Mark Balley, la prioridad siempre haba sido sobrevivir. Ya desde nio, tanto los adultos como sus compaeros lo haban declarado astuto, apto para la calle. Eso significaba que era un superviviente. Se haba enfrentado a todas las adversidades que la vida le depar y sigui adelante, pasando por encima de ellas. Incluso, cuando el gobierno deposit al cachorro de Steve delante de su puerta, convirti ese hecho en una oportunidad. Era como transformar la pala en oro. Cuanto ms viva Mark, mayor era su habilidad para sortear las dificultades. Slo que el precio tambin era cada vez ms alto. Cuando aparecieron en la pantalla los primeros crditos del noticiario, Mark termin de beber. Si su clculo no fallaba, perdera el sentido en cuanto finalizara el reporte sobre el asunto de Nathan.

Huye, Nathan, huye

8

Como siempre, Harry Caruthers abri el programa con el reportaje principal. -Profunda conmocin caus entre la polica el brutal asesinato de uno de los miembros del personal del Centro de Detencin Juvenil de Brookfield. Richard W. Harris, de veintiocho aos de edad y supervisor de menores, quien fue hallado muerto alrededor de las nueve de la noche. El sospechoso del crimen es un nio de doce aos, que escap de la institucin y se encuentra prfugo. Aqu John Ogilsvy, en vivo desde Brookfield, nos tiene la informacin. Qu detalles puedes darnos, John? Lo primero que pas por la cabeza de Mark Bailey fue que el whisky le haba daado el cerebro. Lo que le pareci or era sencillamente inconcebible. Sacudi la cabeza para tratar de aclarar sus ideas, se desliz hasta el suelo y se acerc al televisor, obligndose a entender cada palabra. La imagen dio paso a la del joven John Ogilsvy, ataviado con una camisa impecable y corbata. La fachada iluminada del Centro de Detencin Juvenil serva como teln de fondo. -Buenas noches, Harry. Los detalles an son escuetos, pero a alguna hora entre las siete y las ocho treinta de esta noche, Ricky Harris, empleado del Centro, recibi varias pualadas mientras haca su ronda por las instalaciones. "El cuerpo del seor Richard W. Harris fue descubierto por otro miembro del personal en la celda de un ladrn de autos de doce aos de edad llamado Nathan Bailey, originario del condado de Braddock. Lo nico que se sabe es que Balley escap, aunque es de suponer que es el principal sospechoso. Se recomienda a todos los residentes de la zona que aseguren bien sus puertas esta noche... Aquello era increble. -Maldicin! -sise Mark entre los dientes apretados, al tiempo que arrojaba la botella vaca contra el cinescopio, lo que de inmediato hundi la sala en la oscuridad. Cmo pudo suceder? Era tan sencillo. Cmo pudo Ricky arruinarlo todo as? Mark intent ponerse de pie, pero cay de lado como un bisonte herido. Se qued tendido en la misma posicin, jadeante, mascullando maldiciones. Su ltimo pensamiento coherente antes de hundirse en el sopor del alcohol fue que el astuto Mark Balley quiz no sobreviviera a sta despus de todo. LOS FAROS DE UN AUTO baaron de luz el rostro de Nathan, que despert sobresaltado. Por un momento se sinti desorientado, sin comprender el porqu de la luz intensa, la humedad, el olor a tierra, la sensacin de miedo. Las luces del auto lo cegaron al acercarse, solamente para detenerse en la entrada a poca distancia de l. Se oy el ruido apagado de una puerta automtica de cochera que se abra, y luego los faros desaparecieron en su interior. Ms ruidos de movimiento. Son la puerta de un auto al abrirse y cerrarse. La puerta de la cochera se cerr con el mismo retumbo. Durante todo ese tiempo, Nathan se mantuvo petrificado, esperando que alguien lo arrancara de su escondite con un tirn del cuello de su mono. Cuando los segundos se convirtieron en minutos, se relaj. La calle se vea del todo distinta. Casi todas las casas estaban a oscuras. El vecindario dorma. Haba llegado su hora. Impulsndose con los codos, Nathan sali del boj hacia el csped. El espacio hasta las sombras que rodeaban la casa en la acera opuesta pareca ser igual al de la pista de cincuenta metros en la que corra en la escuela. Haba cubierto la distancia en siete segundos con ocho dcimas... el ms rpido de su clase.

Huye, Nathan, huye

9

Agazapado, dio la seal de salida para sus adentros: en sus marcas... listos... fuera! Recorri el jardn delantero en cinco zancadas, lleg a la calle en la sexta y se golpe con una piedra muy bien oculta en el octavo paso. La piedra lo hizo caer de bruces sobre el csped de la casa de enfrente. En ese instante surgi una explosin de luz en la casa que acababa de abandonar, cuando la puerta de la cochera volvi a subir con estrpito. Nathan pudo ver los pies, las piernas y, al cabo, todo el cuerpo del hombre que viva ah. El chico casi sucumbi al pnico. Estaba totalmente al descubierto. Sin ms opcin, permaneci en la misma postura, inmvil, Alguna vez su padre le haba dicho que, en ocasiones, el mejor sitio para ocultarse es el descampado. Nathan no le quit la vista de encima al hombre que sac un cubo de basura hasta la acera. Aqul en ningn momento alz la mirada hacia la casa de enfrente y no dio muestra de haber visto al nio. En cuanto el sujeto volvi a entrar y la puerta de la cochera se cerr, Nathan ech a correr haca las sombras de la casa que, como esperaba, sera su hogar por esa noche. Gracias a las lecciones de MacGyver, su hroe favorito de la televisin, Nathan tard unos diez segundos en abrirse paso al interior. Eligi como punto de entrada la puerta vidriera que haba en el nivel principal por la parte de atrs. Despus de romper con el codo un solo vidrio cerca de la cerradura, meti el brazo por el agujero e hizo girar tanto el cerrojo como la perilla. La puerta se abri de golpe y Nathan entr en un recibidor a oscuras, dominado por una chimenea de piedra a la derecha y por un enorme centro de diversin, con toda clase de aparatos electrnicos, a la izquierda. Nathan cerr con suavidad la puerta vidriera y volvi a correr el cerrojo. Aunque los ojos se adaptaron a la oscuridad, avanz con cuidado. "Esta casa es enorme", pens. La cocina, con un desayunador, se extenda a su izquierda, despus de la zona donde estaba el televisor y los aparatos de sonido. Ms all, fuera de la vista, haba una sala, un comedor principal y una biblioteca, todo en la planta baja. La primera escala de Nathan fue en el refrigerador. Se mora de hambre. Tuvo que tirar con fuerza para abrir la puerta. Cuando lo logr, se qued paralizado. Bajo la tenue luz del refrigerador, por primera vez, se vio las manos con claridad. Estaban sucias, cubiertas de lodo y costras de sangre... la sangre de Ricky. En ese instante se esfum el hambre y, en su lugar, surgi la necesidad urgente de encontrar un bao. Lo hall en el vestbulo principal, al otro lado de la escalera. Nathan cerr la puerta y oprimi el interruptor de la pared. Como el bao no tena ventanas, poda encender la luz sin peligro. La imagen del nio que apareci en el espejo lo asust: pareca tener sesenta aos. Los ojos estaban hundidos en sus rbitas, uno de ellos con una gran hinchazn. El cabello rubio estaba apelmazado y oscuro por la suciedad. Nathan se vea frgil dentro del uniforme de la prisin, tan grande para l que los hombros del mono le quedaban a medio brazo. Aparte la sangre. Estaba todo ensangrentado. Al moverse, pequeas hojuelas de sangre reseca se desprendan de la ropa como si fueran polvo y caan al suelo. Nathan tir de las solapas del mono y arranc el cierre de las costuras. Ms que nada en el mundo ansiaba quitarse esa ropa. Se mova con precipitacin y torpeza. Una vez libres los hombros, dej caer el cuello del mono al piso y, con ambos pies, se sacudi las perneras de los pantalones. Tambin se arranc los calzoncillos y los arroj encima del montn. Apart con una mano la cortina del bao mientras con la otra abra la llave. Entr en la ducha, cerr la cortina y permaneci inmvil bajo el chorro del agua. Encontr una pastilla de jabn y, con lentitud, empez a retirar de encima la pesadilla.

Huye, Nathan, huye

10

Mientras la suciedad corra por su cuerpo y formaba un remolino hacia el sumidero, Nathan trat de sonrer. Una sonrisa hace un poco ms feliz hasta al hombre ms triste, sola decir su padre. Pero, acaso su padre haba sentido alguna vez tanta tristeza? -Te extrao -dijo Nathan en voz alta, y susurr-. Pap, estoy metido en tantos los. Aydame. Tienes que hacerlo. Las emociones que tanto se haba esforzado por reprimir brotaron de pronto. Nathan rompi a llorar, primero en silencio; despus, cubrindose los ojos con las manos, prorrumpi en sollozos largos y lastimeros. Afuera, una torrencial lluvia veraniega golpeaba la tierra, llenando los arroyos hasta el borde y borrando para siempre el rastro de un asustado nio de doce aos.

3

DIME LO QUE sabemos -pidi Warren Michaels, retrepndose en el rechinante sillntapizado de vinilo de su escritorio. Era de da, la maana siguiente al cuatro de julio. Al hojear su libreta, Hackner ley los fracasos de las ltimas doce horas. -Las bsquedas y los bloqueos de caminos no dieron ningn resultado. La lluvia de anoche borr cualquier rastro que hubiramos podido seguir con los perros. El mdico forense, Cooper, est de vacaciones, de modo que se me inform esta maana que quiz no hagan la autopsia del cuerpo de Ricky Harris sino hasta maana por la tarde. Por cierto -prosigui-, nuestro muy estimado fiscal, el honorable J. Daniel Petrelli, consigui que esta maana se agotara el maquillaje en las tiendas, porque se hizo entrevistar en todos los programas de la televisin local. Michaels dio un bufido. -Y qu tiene que decirle el seor Hollywood a los residentes de nuestra apreciable comunidad? -Levantar cargos contra el chico Bailey como si fuera adulto y lo meter en la crcel por el resto de su vida. A instancias del reportero, Petrelli respondi que no descartara la pena de muerte. -S, claro. Encontrar a un juez que mande a un nio de doce aos a la silla elctrica -Michaels no ocultaba su desprecio por Petrelli, que durante los ltimos cinco aos haba dicho que deseaba ser el prximo senador por Virginia. Los nicos casos en que Daniel Petrelli actuaba personalmente como fiscal eran los que cumplan con el doble requisito de atraer la atencin y garantizar una victoria. Michaels imaginaba bien lo que Petrelli habra dicho esa maana. Un tema central en la retrica de su campaa era la prdida de moralidad entre los jvenes. A tan slo cuatro meses de las elecciones, Petrelli no podra haber deseado una mejor plataforma desde donde pontificar. -Supongo que, fiel a su estilo, dispuso todo para que los incompetentes polizontes seamos responsables si algo sale mal. Alguna otra cosa? -Nada bueno. Todos los autos patrulla buscan al chico. Ya contamos con una fotografa mejor para trabajar, tomada de su anuario de quinto ao -le entreg una copia a Michaels.

Huye, Nathan, huye

11

-No tiene cara de asesino -coment ste. El chiquillo de la fotografa tena una sonrisa afable, y la cmara haba captado bien los grandes ojos azules y los dientes muy blancos. Rubio y atltico, ese nio no pareca tener ninguna preocupacin en el mundo. Contrastaba terriblemente con la fotografa oficial en la cubierta de su expediente del Centro. Michaels dej escapar un suspiro. -Estn reunidos los hombres? -pregunt a Jed. -S, todos listos, esperando la arenga. Michaels y Hackner se pusieron de pie y cruzaron la habitacin hasta la pequea sala de conferencias, donde se haban reunido los jefes de otras tres divisiones. Michaels se encamin al frente de la sala y fue al grano. -Todos ustedes saben que anoche hubo un asesinato en el Centro de Detencin Juvenil, y que el sospechoso anda suelto en las calles. El asesino es un nio de doce aos -mientras Michaels hablaba, Hackner hizo circular copias de la fotografa del anuario-. La prensa est divirtindose con este asunto -prosigui Michaels- con la tpica historia estilo David y Goliat: un pequeo burla al cuerpo de polica. Creo que no necesito decirlo. Les recuerdo a todos y cada uno de ustedes que quiero este caso cerrado y a Nathan Bailey encarcelado hoy mismo. Hasta el momento, las bsquedas y los bloqueos de caminos no han dado resultado. El sargento Hackner conseguir que la polica del estado participe despus de nuestra reunin; sin embargo, yo en lo personal preferira que esto se resolviera mientras todava es un asunto de la polica local. Est claro? Todos asintieron alrededor de la mesa de juntas. -Correcto. Vayan a motivar a sus hombres para que detengan al chico de una vez por todas. Con esto termin la reunin. Mientras Michaels recorra los seis metros hasta la puerta, oy por casualidad que uno de los jefes comentaba: -Parece un chico simptico. Michaels se detuvo en seco y dio media vuelta para encarar al autor del comentario. -Te recuerdo, Bob, que ese chico simptico asesin a uno de nuestros colegas anoche. Si cumples con tu deber, no tendr la oportunidad de volver a hacerlo. NATHAN BAILEY DESPERT DESNUDO, pero cobijado por una manta aterciopelada, en el centro de una cama king-size. El Sol se filtraba entre las persianas abiertas en un ngulo en que le lastimaba los ojos, y lo despert. El reloj digital de la mesita de noche parpadeaba indicando las nueve con cuarenta y ocho. Nathan gru y ocult la cabeza entre dos almohadas. Momentos despus, el cuarto se llen con la voz de un locutor de radio que brot con estruendo del radio-reloj. Sigui una perorata, a la que Nathan intent no hacer caso en un esfuerzo por recuperar la paz del sueo. Fue intil; el chico rod sobre un costado y manote sobre el aparato de radio hasta que el ruido ces. Otra vez en calma y en la habitacin silenciosa, Nathan volvi a ocultar la cabeza entre las almohadas y esper a que volviera el sueo. Pero el hechizo se haba roto. Estaba despierto, y su mente empezaba a llenarse de planes para la escapatoria. El reloj indicaba las diez en punto. Tena que haber algn buen programa de dibujos animados en la televisin por cable. La noche cuando entr a oscuras en el dormitorio principal, lo primero fue el enorme televisor en el rincn, frente a una cama tambin gigantesca.

Huye, Nathan, huye

12

Nathan encontr el control remoto en la mesa de noche y oprimi el botn de encendido. La enorme pantalla salt a la vida y Nathan se encontr con una fotografa suya, del tamao de una mesa, que miraba con aire hosco desde el televisor. Era la foto que le haban tomado cuando lo arrestaron. Despus, la imagen dio paso a la grabacin de un hombre mayor vestido de traje, de pie frente al edificio del Centro de Detencin Juvenil. A Nathan no le gust el aire despiadado de esos ojos. Un letrero superpuesto a la imagen identificaba al hombre como J. Daniel Petrelli, fiscal de la regin norte de Virginia. -No podemos exagerar sobre la gravedad del crimen que estamos investigando -comentaba Petrelli-. Creemos que Nathan Bailey mat al seor Harris, lo perseguiremos y lo encontraremos; sostendremos los cargos en su contra, con todo el rigor que merecen los delitos de los que se le acusa. -Qu pasar si lo atrapan? -dijo una voz fuera de cmara. Petrelli siquiera se detuvo a meditar las opciones. -Cuando lo atrapemos, porque vamos a atraparlo, tengo intenciones de enjuiciar a este jovencito como si fuera mayor de edad. Si puede cometer un crimen de adultos, tambin puede pagar el mismo precio que pagara un adulto. -No est sugiriendo la pena de muerte, verdad? -pregunt la misma voz. Petrelli solt una risilla desenfadada. -No nos adelantemos a los hechos. Primero pongamos al jovencito tras las rejas. Ya nos preocuparemos de lo siguiente cuando preparemos el juicio. -La pena de muerte -jade Nathan en voz alta-. Eso significa la silla elctrica -se qued hipnotizado por lo que vea. La escena cambi, y apareci el conductor del noticiario sentado a un escritorio. -John Ogilsvy ha seguido la investigacin policaca desde sus inicios. John, est la polica a punto de atrapar a Nathan Bailey? -An no lo s, Peter -respondi Ogilsvy-. Durante toda la maana la polica del condado de Braddock ha sido muy explcita acerca de sus esfuerzos para localizar al chico, pero muy parca en cuanto a los resultados de tales esfuerzos. La imagen volvi a cambiar, esta vez para dar paso a un hombre de aspecto fatigado, con camiseta de algodn azul y roja, de pie frente a un enjambre de micrfonos. La leyenda electrnica lo identificaba como el teniente Warren Michaels, del Departamento de Polica del condado de Braddock. El nico sonido que acompaaba las imgenes segua siendo la voz de John Ogilsvy. -Segn el teniente Warren Michaels, detective del caso, pudo haber una demora de hasta dos horas para empezar la bsqueda del prfugo, y cuando al fin se inici, multitud de factores se conjuraron para entorpecer la operacin. Estos factores incluyeron desde embotellamientos de trnsito hasta el torrencial aguacero de anoche, situacin que obstaculiz el trabajo de los perros de caza que normalmente se emplean para perseguir a los fugitivos... Nathan oprimi el botn de SILENCIO del control remoto, lo que dej sin voz al reportero. Reconoci que las noticias deban de haberlo asustado y, sin embargo, se senta orgulloso. Haban pasado ms de doce horas, y nadie saba an dnde estaba l. Eso significaba que dispona de tiempo para pensar. Ver los dibujos animados perdi de pronto toda importancia. Nathan tena que conseguir ropa y comida e idear el modo de seguir esquivando a la polica. Por primera vez, empez a considerar que en verdad podra burlarlos. El problema de los adultos era que siempre pensaban

Huye, Nathan, huye

13

como tales. Le pareca gracioso. Los nios nunca haban sido adultos y, no obstante, saban exactamente lo que pensaban los mayores, mientras que stos haban sido nios durante aos y nunca lograban pensar como ellos. Nathan se pregunt si en esa casa vivira algn nio de su edad. Sali al pasillo de la planta alta, que formaba un amplio semicrculo que se abra a su izquierda. Hacia la derecha haba una escalera, dominada por una araa de luz de cuatro brazos. Las puertas de todas las habitaciones estaban cerradas. La primera a la izquierda del dormitorio principal daba al cuarto de una nia, con anaquel tras anaquel de muecas Barbie y sus accesorios. Nathan sigui adelante. Encontr lo que buscaba detrs de la tercera puerta. La decoracin de las paredes inclua varios carteles de Michael Jordan con el uniforme de los Toros de Chicago y dos versiones de las Tortugas Ninja: una en dibujos animados, otra con actores. Antes de vivir con el to Mark, Nathan tena el mismo cartel de los dibujos animados en la pared de su dormitorio. Al ver aquello, los recuerdos tristes intentaron colarse en su mente, pero l los rechaz. Aliviado porque el ocupante habitual de la habitacin sin duda era un nio ms o menos de su edad, Nathan revolvi los cajones de una imponente cmoda de pino, de donde sac ropa interior, calcetines, una camiseta de los Toros de Chicago y un par de pantalones vaqueros cortos. Todo era dos tallas ms grande que la suya, pero le quedaba mejor que el uniforme del Centro. Para conseguir zapatos, Nathan abri divisiones y entrepaos. Estaban llenos zapatos: los haba de todas clases y tallas. viejos tenis Reebok de su talla. La suela principal inters. el clset, que ocupaba una pared completa y tena de camisas, pantalones, suteres, ropa de cama... y Poco despus, Nathan haba echado mano a un par de estaba casi lisa, pero se vean cmodos, y se era su

Cuando estuvo totalmente vestido, Nathan regres al dormitorio principal y se atrevi a mirarse al espejo de cuerpo entero del bao. Un tanto flacucho y plido, quiz, pero haba retornado el nio al que reconoca como l mismo. Sin manchas de sangre. El cabello era rubio otra vez, con un aspecto revuelto y recin lavado que peda el auxilio de un peine. La hinchazn del ojo haba cedido considerablemente. En trminos generales, aprob lo que vea. Nathan sinti crecer su confianza, nacida de una renovada esperanza en s mismo y en su futuro que no haba sentido en casi un ao, desde que el to Mark lo envi a la crcel. Rayos, otra vez pensando en eso! Tena que controlarse. Los pensamientos sombros y los recuerdos tristes slo lo hacan sentirse asustado y confundido, un lujo que no poda darse. Cuando regres al dormitorio, caminaba con cierto bro. ste dur apenas lo suficiente para que reparara en que el radio-reloj haba vuelto a encenderse, esta vez con un programa de entrevistas. Nathan tard cinco segundos en darse cuenta de que la gente del radio hablaba de l. Enseguida oy lo que decan. DENISE CARPENTER, divorciada y madre de dos gemelas, haba sido "La perra" de Radiocharlas 990 durante casi cinco aos a causa de una transformacin tan accidental que, en cierto modo, el programa pareca predestinado al xito. Hasta octubre de haca cuatro aos y nueve meses, Denise haba sido reportera de trnsito, con treinta segundos al aire cada media hora. El conductor del programa matutino, el jefe Johnny, telefone una maana soleada desde la prisin de Washington, D.C., donde le haban ofrecido convertirlo en husped distinguido a consecuencia de siete rdenes de aprehensin pendientes, por delitos que iban desde no pagar la manutencin de un hijo hasta intento de

Huye, Nathan, huye

14

homicidio. Con apenas veinte minutos de anticipacin, Denise fue informada de que tendra su gran oportunidad en el radio. Denise era lo bastante lista para reconocer una oportunidad cuando se presentaba. En aquel entonces, sus hijas Laura y Erin tenan slo cinco aos, de modo que luego de pagar guardera y renta, apenas le quedaba suficiente dinero para comprar comida. Una trabajadora social, amiga suya, le haba dicho que cumpla los requisitos para solicitar cupones de alimentos, pero ella se rehus; no estaba dispuesta a darle a Bernie, su ex marido, el gusto de verla recibir limosna. Ella haba querido el divorcio y haba solicitado la custodia de sus hijas en exclusiva, por lo que permiti a Bernie escabullirse sin aportar la mnima pensin alimenticia, pese a las vehementes objeciones del juez. Las ltimas palabras que Bernie le dirigi al salir del tribunal fueron: "Sin m, te morirs de hambre." En los seis aos siguientes, lleg a pensar que esas palabras eran su amuleto de buena suerte. Sin previo aviso y ante una oportunidad de las que surgen una sola vez en la vida, Denise entr en la cabina a paso vivo y llena de confianza. Aos despus, el ingeniero de ese tiempo y su actual productor, Enrique Zamora, le confes que haba perdido veinte dlares aquel da al apostar que Denise saldra llorando antes de que concluyera el primer espacio comercial. Lejos de llorar, Denise salud animadamente cuando concluy el tema musical de introduccin. "No soy la voz que esperaban or esta maana" fueron sus primeras palabras como conductora de radio. "Esa voz ahora est a la sombra." Durante las siguientes cuatro horas, Denise critic con severidad la estructura social de Estados Unidos pisando, sin titubeos, terrenos que normalmente se consideraban prohibidos. Dej sentada su postura en favor del derecho de las mujeres para optar por el aborto si las circunstancias lo hacan necesario, pero sugiri acusar de asesinato a cualquiera que participara en un aborto, incluidos padres y mdicos, cuando el procedimiento se empleara tan slo como mtodo de control natal. Cuando alguien le pregunt cmo justificaba una postura tan contradictoria, respondi: "No tengo que justificar nada ante usted. Slo estoy diciendo lo que opino. Si le molesta, busque esa perilla que tiene su aparato de radio y hgala girar hasta que mi voz desaparezca." Durante su primer programa, las lneas telefnicas estuvieron saturadas por radioescuchas que intentaban atacar sus posturas. El momento definitorio para Denise lleg cuando una mujer llamada Brbara, de Arlington, Virginia, telefone para decirle: "Sin afn de ofender, Denise, suena usted como una perra en el radio." Denise respondi: "Caray, Brbara! Muchas gracias, porque tienes razn. Pero no soy slo una perra, soy La perra de Washington, D.C." En una industria en la que una identidad que venda lo es todo, Denise se haba anotado un triunfo. A menos de una semana despus de iniciada su nueva carrera, ya le haban quintuplicado el salario. Denise representaba todo lo que debe fracasar en el radio: una mujer negra que hablaba abiertamente y sin ambages sobre cualquier tema, desde el racismo hasta la crianza de los nios. En poltica era ms conservadora que liberal, pero no vacilaba en arremeter contra quien se pasara de la raya. Tres semanas despus de su primer programa, Radiocharlas 990 ya haba ganado seis puntos de audiencia en el reido horario matutino. Segn sus admiradores, Denise ofreca las opiniones de una persona autntica. Al decir lo que pensaba, sus palabras tenan el eco de verdad con el que su auditorio poda identificarse. Un mes despus de su primer aniversario como conductora de un programa radiofnico, ste ya se venda para transmisin simultnea en doce mercados. Cuando Nathan la oy por primera vez, en el dormitorio de una casa desconocida, Denise sala al aire en trescientas veintisiete estaciones en todo el pas y ganaba un sueldo millonario.

Huye, Nathan, huye

15

En su monlogo de esa maana Denise haba despotricado contra la decadente moralidad de los jvenes estadounidenses, al citar el caso ocurrido en Washington de un nio de doce aos que se haba fugado de la prisin despus de matar a un guardia. -El fiscal de este caso dice que enjuiciar al nio como adulto, y estoy de acuerdo con l. Cuntas veces omos historias de matanzas entre pandillas, asesinatos desde autos y muertes en asaltos slo para enterarnos de que los asesinos son monstruos que no llegan al metro y medio? Yo, en lo personal, estoy harta. Yo, en lo personal, estoy dispuesta a erguirme y decir: hombre o mujer, menor de edad o adulto, si le quitaste la vida intencionalmente a otro ser humano no te quiero como parte de mi sociedad. Te quiero en prisin por el resto de tu vida o hasta que tengas edad suficiente para que te aten en una de esas simpticas sillas elctricas que tienen empolvndose en todo el pas, de donde pueden mandarte directo al infierno para que te pases la eternidad pensando en lo divertido que es asesinar. Los telfonos se volvieron locos. Cuando Denise termin su perorata, todas las luces del conmutador parpadeaban con insistencia. Con la promesa de hablar con los radioescuchas que esperaban al telfono en cuanto reanudara el programa, hizo una pausa para anuncios comerciales. -La mitad de los que llaman quieren colgar al nio y, sin duda, la otra mitad quiere colgarte a ti -coment Enrique por los audfonos de Denise. Denise alz los ojos color de nix de sus notas para mirar a Enrique a travs del cristal. -Oye, Rick -pidi-, deshazte de los que quieren decirme que el nio es inocente, de acuerdo? Enrique asinti e hizo un ademn de triunfo con el pulgar hacia arriba. -Como t digas, Denise. NATHAN PERMANECI sentado en el borde de la amplia cama durante veinte minutos, escuchando a una larga serie de adultos que lo juzgaban. Cmo pueden decir esas cosas?", pensaba. Ellos no estuvieron ah. No oyeron las amenazas de Ricky Harris ni sintieron las manos de ste alrededor del cuello. Ellos no saban, y quiz ni siquiera les importaba, que si l no hubiera matado a Ricky, ste lo habra matado a l. Cuanto ms oa el chico, ms cuenta se daba de que la verdad se volva irrelevante. Nadie haba odo su versin de los hechos. Slo saban lo que la polica y los pelmazos del Centro decan sobre l. Y todo era mentira. Pero l poda cambiar la situacin. Slo tena que tomar el telfono y llamar a Denise. Simplemente poda levantar el auricular, contar su versin de lo ocurrido y aclarar las cosas. Una llamada telefnica no hara ningn dao, o s? Si algo sala mal, siempre podra colgar. El telfono era inalmbrico y estaba sobre la mesa de noche junto al aparato de radio. Nathan lo tom y marc el nmero de larga distancia sin costo de la estacin. De inmediato escuch la intermitente seal de ocupado. Volvi a marcar el nmero. Una vez ms. Y otra. Segua ocupado. Al noveno intento oy ruidos extraos por el auricular, y el telfono al otro extremo de la lnea empez a llamar. Despus de lo que pareci una eternidad, alguien contest. -Llama usted al nmero de La perra -dijo la voz-. De qu quiere hablar? -Quiero hablar del asunto de Nathan Bailey. -Eres un nio? Denise no habla con nios.

Huye, Nathan, huye

16

-Creo que s querr hablar conmigo. Yo soy Nathan Bailey. POR CUARENTA Y CINCO minutos Denise haba estado tratando el tema de Nathan Bailey cuando la voz excitada de Enrique irrumpi por sus audfonos. -Debes contestar la llamada de la lnea seis -le sugiri-. Se trata de un nio que dice ser Nathan Bailey. Creo que est diciendo la verdad. Denise perdi por completo el hilo de las ideas. Si era cierto, estaban a punto de anotarse un gran triunfo. Tras una pausa, recuper la compostura y cort la llamada del psiquiatra de Stockdale, Arizona, que tena en la lnea. -Parece que nos llama una celebridad. Nathan Bailey, me escuchas? -S, seora -repuso presurosa una voz tmida, pero firme, al otro lado de la lnea. La voz ronca del chiquillo rebosaba determinacin. Durante aos, Denise se haba ufanado de su capacidad para reconocer rasgos del carcter con slo or la voz de las personas. sta era la voz de un nio explorador, de un beisbolista de las Ligas Menores, la voz de alguien honrado. De inmediato empez a analizar sus conclusiones sobre Nathan desde otra perspectiva. WARREN MICHAELS resenta los efectos de la falta de sueo, y el caf que haba ingerido para compensarla haba formado en el estmago una capa de cido que podra corroer hasta el vidrio. Sin reparar conscientemente en que haba sonado, Warren descolg el telfono de su escritorio al primer timbrazo. -Habla el teniente Michaels. -Michaels, habla Petrelli -dijo la otra voz. "Lo que me haca falta", pens Warren, -Buenos das, J. Daniel. Te alistas temprano para aparecer ante las cmaras, eh? Presa de intensa agitacin, Petrelli pas por alto el sarcasmo. - Enciende el radio -buf-. Pon el programa de Radiocharlas novecientos noventa. El chico Bailey est hablando con Denise Carpenter en este preciso instante. Encindelo y escucha. Te llamar cuando terminen.

4

EL NERVIOSISMO de Nathan desapareci en cuanto comenz a hablar con Denise.Mientras charlaba por el telfono, paseaba de un lado a otro de la habitacin. -Ya no existe aquello de que alguien es inocente en tanto no se demuestre que es culpable? -Y acaso la vida humana ya no es sagrada? -pregunt Denise a su vez-. No te parece que matar es malo? -Claro que s. Pero es peor que te maten. T no sabes lo que sucedi ah dentro.

Huye, Nathan, huye

17

-T mataste al guardia? -S, pero... -el volumen de voz de Nathan subi debido a la frustracin. interrumpi. Denise lo

-No hay pero que valga, Nathan. Detnte. T mataste al guardia. Qu ms necesito saber? Te fugaste, chico. Eres un fugitivo, un peligro para nuestra sociedad. No te quiero en nuestras calles. Te quiero bajo control, tras las rejas. -En el Centro no hay rejas, slo puertas de seguridad. -No cambies el tema, Nathan -lo reprendi con severidad Denlse-. Por qu no cuelgas ahora mismo y llamas a la polica? Entrgate. Nathan volvi a sentarse en la cama. -No pienso regresar ah -afirm, tajante-. Si regreso volvern a lastimarme. O me matarn. Es lo que Ricky intentaba hacer. No puedo regresar! Se hizo un largo silencio. -Djame poner esto en claro -puntualiz al fin Denise-. Dices que el guardia estaba tratando de matarte? Que lo mataste en defensa propia? -S. Exactamente. Slo que no los llaman guardias. Los llaman supervisores. Si les dices "guardias" te metes en muchos los. -Lo ltimo que quisiera es tener los con los supervisores -a Denise le sorprendi or que el tono de su propia voz se volva ms clido. Ese nio tena algo que se granjeaba la simpata-. Cuntanos lo que en verdad pas anoche. Nathan se retrep con tres almohadas contra la cabecera de la gran cama y estir las piernas. -No s muy bien dnde empezar -titube-. Aprend del modo ms duro que nunca me llevara bien con los dems residentes. Para ellos, divertirse era golpearme y robarme mis cosas y... bueno, hacerme cosas muy malas. Trat de defenderme, pero slo me fue peor. -Por qu no se lo contaste a alguien? -S, claro -repuso Nathan, sarcstico-. Lo intent una vez, el primer da que estuve ah. Fue un gran error. En fin. Hay un rea en el Centro donde todos se renen para estudiar o jugar bsquetbol o para hablar o lo que sea. Yo estaba tratando de leer cuando Ricky se me acerc y me orden que fuera con l. Entend que me encontraba en problemas, pero no saba por qu... Durante los siguientes dieciocho minutos, Nathan refiri su versin de lo sucedido ante millones de radioescuchas de costa a costa. Hablaba con claridad y con el tipo de entusiasmo que slo un nio puede generar. Denise slo lo interrumpi tres veces para aclarar algn punto, pero por lo dems permaneci muda con la vista fija en su consola de control, reproduciendo en la mente los hechos que Nathan describa. Cuando l termin, el programa llevaba doce anuncios comerciales de retraso, pero los patrocinadores no se quejaran. Aquello era todo un acontecimiento en el radio. NATHAN EXPLIC que haca mucho haba ledo todos los libros de la biblioteca del Centro que vala la pena leer. Como aquel da era cuatro de julio, le haba parecido apropiado leer de nueva cuenta Maana de abril, la novela de Howard Fast sobre un nio a quien la Batalla de Lexington le cambia la vida. La sala de recreo era el ncleo de movimiento en el Centro de Detencin Juvenil. Serva para las actividades de las horas de vigilia. Un par de puertas reforzadas en un extremo y en otro llevaban a las oficinas administrativas y a la unidad de crisis.

Huye, Nathan, huye

18

Hacia las siete de aquella noche, Ricky Harris entr en la sala de recreo, fue directo hacia Nathan y lo levant de la silla con un brusco tirn de oreja. -Ven conmigo -orden con aliento alcohlico. Arrastr a Nathan por la sala hacia una de las puertas-. Quiz una noche en la unidad te ensear a no pintarrajear las paredes. Nathan se colg del antebrazo de Ricky con ambas manos y camin de puntillas para evitar que ste le arrancara la oreja. -Sultame, Ricky! -suplic-. Yo no hice nada. Te lo juro! Ricky no respondi; pero tir de la oreja con ms fuerza. Se detuvieron ante la puerta que llevaba a la unidad de crisis apenas lo suficiente para que Ricky desenganchara su llavero del cinturn. Cuando el cerrojo gir, el pnico empez a invadir a Nathan. La unidad de crisis era tan slo una celda individual, aislada de todas las dems como el sitio donde un residente en crisis poda recuperar la compostura. Pero en realidad era un lugar de castigo, en el que poda negarse la comida, la ropa o hasta la luz. Aunque rara vez se usaba, la unidad gozaba de cierta reputacin entre los residentes. Nathan estaba aterrorizado. El cerrojo gir y se abri la puerta. -Ricky, ests lastimndome! -grit Nathan. -Grita otra vez y averiguars lo que significa lastimar a alguien. En cuanto cruzaron la puerta, salieron a un pasillo angosto. Ricky solt la oreja de Nathan y lo atenaz por el brazo. A la vuelta de una esquina se encontraba la puerta marcada con las temibles palabras UNIDAD DE CRISIS. Nathan reanud el forcejeo, tratando de zafar el brazo de las garras de Ricky, pero slo consigui que ste lo tomara de los cabellos para arrojarlo al suelo. Ricky lo sigui hasta el piso y puso la boca junto a la oreja de Nathan. -Escchame -farfull, salpicando la mejilla de Nathan con gotas de saliva-. Vas a entrar en ese cuarto de un modo o de otro, aunque tenga que romperte los huesos. Entendiste? Nathan asinti, con la cara contra las baldosas del piso. Intent mirar a Ricky, pero las lgrimas le nublaron la vista. -Y deja de llorar. El hombre volvi a ponerse de pie, sujetando con fuerza a Nathan por los cabellos. Abri el cerrojo con una mano y arrastr al nio, entre tirones y empujones, al interior de la celda diminuta. La unidad de crisis era sorprendentemente parecida a la celda de Nathan, slo que era la mitad de sta. Haba un catre de metal con un colchn delgado a un lado y un retrete y un lavabo al otro. El piso era de hormign desnudo y estaba helado. -Qutate los zapatos y dmelos -orden Ricky-. Y tambin los calcetines. -Pero aqu hace fro. Ricky le dirigi una mirada furiosa y tendi la mano. Nathan se sent en el borde del catre y empez a llorar otra vez. Se odiaba a s mismo porque no lograba contener las lgrimas. Por ms que se esforzaba siempre terminaba llorando delante de aquellos tipos. Se quit el tenis y el calcetn de un pie, luego del otro, y se lo entreg a Ricky, que sali bruscamente y ech el cerrojo a la puerta. Nathan oy que se alejaba por el corredor. -Qu hice? -grit a todo pulmn; tanto, que los odos le zumbaron por el eco de su voz en las paredes de hormign.

Huye, Nathan, huye

19

Tiritando de fro, confuso y desdichado, Nathan encogi las piernas y apoy la frente sobre las rodillas, obligndose a recuperar la compostura. Slo diez meses ms. Slo diez meses y saldr de aqu. Ya pasaron ocho meses. En la mitad de ese tiempo cumplir un ao, y con la mitad de eso estar fuera. Puedo lograrlo. El truco, haba descubierto, era hacer que el tiempo pasara lo ms rpidamente posible, y ste nunca pasaba con ms velocidad que cuando uno dorma. Con las rodillas contra el pecho, Nathan se recost de lado y trat de ocultar los pies dentro del mono para calentarlos. EL SONIDO de una llave en la cerradura despert a Nathan con un sobresalto. Aunque la luz estaba encendida dentro de su celda, a travs de la mirilla de la puerta, de unos ocho por doce centmetros, pudo distinguir que el corredor afuera estaba oscuro. Durante largo rato, despus de que el cerrojo se corri, no pas nada. Nathan se incorpor y volvi a encoger las rodillas hacia el pecho. Se dijo que no tena por qu temer, pero el corazn le palpitaba como un tambor. Empez a respirar ruidosamente. Debera de levantarse e ir hacia la puerta? Acaso alguien vena entrando? Nathan dio un respingo cuando la puerta se entorn hacia el interior y dej ver a Ricky de pie en el umbral. Estaba ebrio; Nathan lo not en su mirada vaca. Era la misma mirada que preceda siempre las golpizas del to Mark. Ricky sostena un objeto en la mano derecha, oculta detrs de la espalda. Nathan intuy que algo iba a pasar. Sin pensarlo y sin cambiar su postura sobre el catre, apoy el peso en los talones. Supuso que habra una ria y, si bien no era un gran peleador, algo en el rostro de Ricky le indic que sta sera la pelea de su vida... y por su vida. Ricky entr en la habitacin despacio, con una sonrisa extraa. -Sabes que nunca perteneciste a este lugar -mascull, arrastrando las palabras-. Como sea, tarde o temprano los otros te habran matado. Tarde o temprano? El cerebro de Nathan pensaba a toda velocidad. Tarde o temprano? Eso significaba que... De una sola zancada, Ricky cubri la mitad de la distancia que los separaba. -Tratar de que no te duela mucho, nio -ofreci, y la grotesca sonrisa se hizo an ms amplia-. Alguna vez has limpiado un pescado? Nathan vio el cuchillo. Si Ricky hubiese actuado con rapidez, limitndose a asestar el golpe, todo habra terminado en ese momento. Pero prefiri el dramatismo a la eficacia y blandi el cuchillo frente a la cara de Nathan. -Qu crees que se sienta? Nathan no titube. Apoyando las espaldas contra la pared, lanz un puntapi y golpe con el taln en la ingle de Ricky. Este se tambale y cay de rodillas. Nathan trat de saltar por encima de los hombros encorvados del guardia pero, cuando se impuls, el catre se movi y el chico logr su objetivo a medias. Sus rodillas chocaron con la cabeza de Ricky, y ambos cayeron. Antes de que Nathan pudiera incorporarse, el cuchillo descendi con rapidez sobre l en un arco amplio. Con una mano logr desviar la trayectoria apenas lo suficiente para que el arma no lo alcanzara, y absorbi casi toda la energa del golpe en el codo. Cuando la mano que sostena el cuchillo retroceda para tomar impulso, Nathan se arrodill y se abalanz para morderla.

Huye, Nathan, huye

20

Clav los dientes con todas sus fuerzas en la mano de Ricky y sinti que la piel se abra. El sabor de la sangre le llen la boca, pero l no le hizo caso. Ricky aull como un perro al sentir el dolor. Sacudi el brazo con fuerza, en un intento por zafarse de Nathan, pero los dientes slo se clavaron ms hasta que al fin solt el cuchillo, que cay al suelo. Con un movimiento gil Ricky atrajo a Nathan hacia s y le asest un puetazo en el ojo derecho. El impacto del golpe arroj a Nathan contra el catre, que se volc de lado. Durante cinco segundos, Nathan y Ricky se miraron fijamente. Despus, al mismo tiempo, vieron el cuchillo en el piso y ambos se lanzaron por l. Nathan se lo haba dicho a s mismo un milln de veces: un nio sobrio siempre ser ms gil que un adulto ebrio, y el cuatro de julio no era la excepcin. Recogi el arma del piso y gir sobre sus talones, dando una cuchillada al aire con la que tena la intencin de obligar a Ricky a retroceder. Incapaz de reaccionar con suficiente rapidez para esquivarlo, el guardia mir obnubilado cmo el cuchillo se acercaba en un arco horizontal y se clavaba en el abdomen hasta la empuadura. Nathan se sinti tan sorprendido como pareca el propio Ricky cuando el cuchillo dio en el blanco. Ricky cay de espaldas sobre el piso de hormign. -Perdn! - balbuce Nathan, nervioso-. Santo cielo, Ricky! Perdname. Nathan no saba qu hacer, pero comprendi que, si no haca algo, Ricky morira. Tal vez deba ayudarlo y sacarle el cuchillo. Eso lo hara sentirse mejor. Nathan se acerc al arma, cerr los ojos y la retir de la herida. En cuanto la hoja sali del cuerpo, Nathan se dio cuenta de que haba cometido un error. De manera instintiva, puso las manos sobre la herida para tratar de detener la sangre que manaba sin cesar, pero fue intil. -Ricky, lo lamento -repiti Nathan una y otra vez. Sinti en el corazn la certeza de que lo haba matado. De pronto, Ricky atenaz a Nathan por el cuello con una mano y empez a estrangularlo. El chiquillo se aferr con ambas manos la mueca de Ricky para que lo soltara, pero estaba atrapado como un ratn en las garras de un guila. Los ojos de Ricky tenan un brillo asesino. Iba a morir y se llevara al nio consigo. El cuchillo! Todava estaba en el suelo! Nathan retir una mano de la mueca de Ricky y encontr la hoja junto a la rodilla. Ahora no sera accidental. Nathan reuni toda la fuerza que le quedaba para clavar el cuchillo en el pecho de Ricky. La mano de ste se afloj y cay al fin. Con un ltimo estertor, el hombre muri. El pnico invadi a Nathan. La unidad de crisis pareca una casa del terror. Un supervisor estaba muerto, y lo culparan a l. No haba pruebas para demostrar que Ricky lo haba atacado antes. Poda despedirse de su liberacin en diez meses. Ni pensarlo. Matar a un supervisor era uno de los peores crmenes posibles. Descart la idea de quedarse ah y enfrentar la situacin. Tena que escapar del Centro de Detencin Juvenil. Tena que correr rpido, irse lejos y de inmediato. Pero necesitaba llaves para salir. Quit el llavero del cinturn de Ricky y sali a toda prisa de la celda, cerrando la puerta tras de s. A partir de ese momento, lo dems fue sencillo. Todas las llaves que le hacan falta estaban en el llavero. La ltima puerta fue la ms fcil. Al principio slo la entreabri, rogando que no hubiera un polica o supervisor del otro lado. La suerte lo acompaaba. Sali a hurtadillas, cerr

Huye, Nathan, huye

21

la puerta por fuera y arroj las llaves a los arbustos. Frente a l se extendan quince metros de csped que llevaban a una colina y, ms all de sta, a la libertad. Recorri la distancia en un suspiro. Nathan se detuvo apenas un momento en la cima de la colina y mir atrs al Centro. Aparentaba ser un sitio acogedor, adornado con flores y arbustos. Pero, en su interior, el Centro de Detencin Juvenil era un jardn del odio. Nathan se jur que jams permitira que volvieran a encerrarlo entre aquellos muros. -AS QUE me ech a correr -concluy Nathan. Estaba acostado boca abajo, apoyado en los codos. -Y ests bien? -pregunt Denise con genuino inters. -Eso creo. Me duele el ojo y un odo, pero creo que estoy bien. -Tienes idea de por qu el supervisor quiso matarte? -por inverosmil que pareciera el relato de Nathan, Denise le crea. -S. Creo que estaba loco. Estaba borracho. As se portan los adultos cuando se emborrachan. -Los adultos como quin? -inquiri Denise, percibiendo un nuevo giro en aquella extraordinaria odisea-. Como tu pap? -No -la vehemente respuesta de Nathan la sorprendi-. Pap era un buen hombre. Nunca tomaba ni nada. Era fantstico. -Entonces, alguien ms te golpeaba? -No quiero hablar de eso -repuso cortante. -Por qu no? Tal vez servira que la gente entendiera un poco lo que has pasado. -Tonteras. La gente quiere creer que todo el mundo vive como esas familias perfectas de la televisin. Si les digo algo distinto, slo pensarn que estoy mintiendo. Pueden gritar a sus hijos, insultarlos y pegarles y est bien, mientras los nios no lo digan. Pero si el nio devuelve el golpe o trata de escapar, dicen que es incorregible y lo encierran en la crcel. -As fue como terminaste en la crcel, por devolver un golpe? Nathan pens en todas las peleas en casa del to Mark. Quiz deba de contrselo todo. Tal vez deba relatar cmo alguna vez llev una vida normal; cmo su pap lo haba criado en una casa agradable, en un vecindario agradable, los dos solos. Quiz deba de contar a todas esas personas que escuchaban en sus acogedoras casas, oficinas y autos que apenas tres das despus del funeral de pap, el to Mark lo encerr en el entresuelo de la sala slo por divertirse. Sin duda, al auditorio le encantara or que sus gritos de auxilio le ganaron la primera tunda con cinturn. Haba tantas cosas que contar, pero no lo hara. No haba nada que no hubiera contado delante de jueces, abogados y policas. Y vaya recompensa que se haba ganado con tales confidencias! -No -contest Nathan-. No devolv el golpe. Rob un auto. Denise se qued boquiabierta. -Tienes doce aos y robaste un auto? -De hecho, tena once cuando lo rob -su respuesta no ocultaba un dejo de orgullo. -Y por eso te enviaron al centro de detencin?

Huye, Nathan, huye

22

-S. Pero llmalo por su verdadero nombre... la crcel. Era posible que admirara a este chiquillo?, se pregunt Denise. A este asesino? Algo en la franqueza de sus respuestas la conmova. Era inteligente, sin duda. Y, al parecer, enfrentaba una situacin con muchas ms aristas de las que ella haba considerado. -Y... cmo termina la historia? -quiso saber Denise-. A dnde te escapaste? Dnde ests ahora? Nathan suspir. -No sera muy listo si te lo dijera -de pronto, jade cuando una idea aterradora surgi en su mente-. Oye, pueden rastrear esta llamada? -su voz dejaba traslucir pnico. -No, no -lo tranquiliz Denise-. sta es una estacin de radio. Mientras est vigente la Primera Enmienda constitucional, que protege la libre expresin, nadie puede rastrear llamadas. -Ests segura? -Por supuesto que s -aventur, encogindose de hombros-. Entonces, qu piensas hacer? No puedes seguir huyendo. -Por qu no? -Porque te atraparn. -Entonces, mi nica opcin es entregarme. Qu diferencia hay de eso a que me atrapen? -Nathan, temo que te lastimen. -S, yo tambin. Por eso seguir huyendo. El chico era muy listo. -Ests ponindome en ridculo, Nathan -lo reprendi Denise en tono afectuoso. -No, eso no es cierto -la consol l-. Pero ahora ves mi punto de vista, verdad? Mientras estuve en el Centro, hice todo lo que deba hacer, y me lastimaron. Puse la otra mejilla, como me deca pap, y me golpearon todava ms. Se lo dije al supervisor, y trat de matarme. Me defiendo, y la gente que oye tu programa me llama asesino y quiere enviarme a la silla elctrica. A nadie... -se le quebr la voz y guard silencio. -Le importa? -surgi Dense. Al principio, Nathan se haba sentido muy dueo de s, pero de pronto lo invadi una honda tristeza. -S -murmur. Denise sinti que los ojos se le llenaban de lgrimas. -Tienes miedo, verdad, cario? -Debo irme -repuso l, con voz ahogada, y colg. En el silencio que sigui, Denise se volvi hacia Enrique en busca de consejo, pero l se limit a mirarla. -Vaya! -dijo al cabo Dense-. Qu historia! Nathan, si todava nos escuchas, te deseamos toda la suerte del mundo, como sea que esto termine. Creo que te la mereces. Me parece que todos necesitamos un par de minutos para recuperar la compostura. Volveremos despus de estos mensajes.

Huye, Nathan, huye

23

5

PETRELLI ESTABA en la lnea cinco segundos despus de terminada la conversacinradiofnica. -El nio miente. Slo busca la compasin del pblico -sermone a Michaels-. Que lo hayan tratado bien o mal en el Centro no tiene relevancia para el caso. Lo que importa es que escap de un centro de detencin y que mat a un supervisor! Aquella rabieta, como tantas otras que haba descargado J. Daniel Petrelli contra Warren Michaels a lo largo de los aos, era pura hipocresa. Warren saba que a Petrelli en realidad le importaba un comino la muerte de cien supervisores. El verdadero problema era que Daniel Petrelli haba salido al aire con informacin incompleta y acusando a un menor de edad de un crimen acreedor de la pena capital incluso antes de que se reunieran las pruebas. En aquel trascendental ao de elecciones, el fiscal del condado tena ms posibilidades de aparecer como un sujeto que haba abusado de un menor que como un fiel guardin de la ley. Warren saba que aquellos exabruptos eran tan slo el primer acto de un drama de poses y manipulaciones. En cuanto a Nathan Bailey, Warren no saba qu creer. Si bien la historia de Nathan era inverosmil, la forma en que el chiquillo presentaba los hechos era demasiado detallada, demasiado coherente para descartarla como una total mentira. Aunque aceptara la afirmacin de Nathan de que haba matado a Ricky Harris en defensa propia, an quedaba el hecho de que haba violado la ley al escapar del Centro de Detencin Juvenil y segua prfugo. Como polica, la obligacin de Michaels de aprehender al fugitivo no haba cambiado. Seguira registrando la zona de arriba abajo hasta dar con Nathan. EN EL OTRO extremo de la lnea telefnica, J. Daniel Petrelli se haba edificado un mundo mucho ms complicado que aqul en el que viva Warren Michaels. Adems de los meros aspectos de culpabilidad o inocencia, Petrelli deba considerar cmo se reflejara cada proceso en la prensa, sopesando constantemente el eco poltico de cada victoria y cada derrota. Aquella maana, el caso Bailey haba parecido muy claro. La gente estaba harta de ser atemorizada por jvenes sin control, y el asesinato flagrante y premeditado de un agente de la correccional por un prisionero fugitivo era mucho ms de lo que el pblico poda tolerar. Petrelli rara vez haba tenido una oportunidad as para asumir un liderazgo decidido. A quin rayos se le hubiera ocurrido que el nio expondra su caso directamente frente a todo el mundo en un programa de radio de difusin nacional? En escasos veinte minutos, Nathan Bailey haba puesto a la polica y a los fiscales a la defensiva. Petrelli lo vea con claridad. El chico Bailey era un ladrn de autos, un prfugo del sistema penal y un asesino, y mereca que se le castigara con todo el rigor de la ley. Pero, en ese momento, lo nico que el pblico vea era a un nio pequeo e indefenso perseguido por una legin de policas adultos y perversos. El aspirante a senador enfrentaba una pesadilla en sus relaciones pblicas, y haca responsable a Michaels por ello. Si la polica no hubiera fallado as, el nio estara en prisin desde antes del amanecer. En cambio, llevaba quince horas prfugo y le haba infligido un dao incalculable a una naciente carrera poltica.

Huye, Nathan, huye

24

-YEME BIEN, teniente Michaels. Espero que hayas detenido a Nathan Bailey hoy por la tarde a lo sumo. Y no quiero excusas! -De acuerdo, J. Daniel, ya te o -repuso Warren en tono mesurado-. Ahora t vas a escuchar mi punto de vista. No pudiste esperar para abrir la bocota esta maana y hacer un montn de comentarios absolutamente injustificados delante de la prensa. Yo soy el polica, J. Daniel, y t eres el altavoz. Si nos hubieras dado tiempo para recabar pruebas antes de sentar tu caso ahora no te veras como un idiota. No sabes cunto lo lamento -Warren colg el auricular de golpe. -Te sientes mejor? La voz familiar lo sobresalt. Cuando Warren alz la vista, descubri la silueta de Jed Hackner en el umbral. ste sonri y se sent en una de las amplias sillas de respaldo alto frente al escritorio de Michaels, -Anmate, jefe. Hablabas con tu amigo Petrelli? -En efecto. El pnico lo invadi despus del debut radiofnico de Nathan Bailey. Supongo que no tendrs ninguna buena noticia para m -Warren cambi bruscamente de tema. -No s si es buena o mala, pero sin duda es interesante. En primer lugar, no hemos podido ponernos en contacto con el to y ex tutor del chico, Mark Bailey. Probamos por telfono e incluso envi una unidad a buscarlo. Si estaba en casa, no abri la puerta. -Crees que lo ayud a escapar? -No. En realidad no se quieren mucho. -Cuntame lo que sabes. Hackner sac su libreta del bolsillo y empez a leer. -Obtuve todo esto de los expedientes del Centro. Es una historia bastante triste. Durante sus primeros diez aos de vida, a Nathan Bailey lo cri su padre. Su madre muri cuando era slo un beb. El padre era un abogado con mucho dinero, pero poca previsin en cuestiones testamentarias. Hace dos aos, un tren arroll su auto y lo mat. Sin disposicin alguna sobre quin se hara cargo de Nathan, la custodia recay en el to Mark. Al parecer, ste supuso que el nio tendra un fideicomiso de manutencin; sin embargo, papito haba invertido ms de dos millones de dlares en su despacho de abogado, con todos sus bienes como garanta. Al terminar los trmites del legado, no qued nada. No hace falta decir que eso desagrad mucho al to Mark. No tena modo de pagar la manutencin del nio, as que no la pagaba. La gente de asistencia social estuvo en la casa una docena de veces durante el ao en que Nathan vivi ah, en respuesta sobre todo a quejas de los vecinos, pero nunca resolvi nada. Finalmente, hace como un ao, Nathan rob el auto del to, afirmando que era la nica forma de alejarse lo suficiente de l. Por supuesto, el to Mark levant una denuncia. Afirm delante del tribunal, y cito textual, que 'un rato en la crcel no le hace dao a nadie'." -Un tipo agradable -refunfu Warren. -No, no lo es -lo corrigi Jed con aire grave-. Mark Bailey hablaba por experiencia, ya que pas siete aos encerrado en Leavenworth por incendiar un club de la polica en Texas. En ocho aos de vivir en nuestra hermosa comunidad ha recibido tres infracciones por manejar en estado de ebriedad, dos por alterar el orden pblico y una por asalto y agresin. Tambin tiene en su haber como un milln de pleitos de cantina. Michaels no daba crdito. -Y los de asistencia social saban todo esto cuando le asignaron la custodia?

Huye, Nathan, huye

25

-Eso supongo -repuso Jed y se encogi de hombros-. A decir verdad, no haba opcin; era el to Mark o un hogar adoptivo. Michaels movi la cabeza de lado a lado, apartando de su mente por un instante su perspectiva cnica de polica y viendo las cosas con ojos de padre. -Muy duro para un pequeo. Alguna otra cosa que tenga relacin con el caso? -S -Jed hoje la libreta-. Resulta que, a fin de cuentas, s hay una grabacin en vdeo. -Cre que la cmara estaba descompuesta. -La de la unidad de crisis no serva; tampoco la del pasillo. Pero pudimos captar al joven Bailey cuando cruzaba por el rea de recepcin. Adems, se grab el momento en que sala por la puerta trasera. Tengo el vdeo preparado en la sala de conferencias. Ambos hombres se pusieron de pie, y Michaels sigui fuera de la oficina a Hackner. Entraron en la sala de conferencias frente a la oficina de Warren y cerraron la puerta. Al oprimir un botn, la pantalla del televisor parpade y bail mientras la cinta empezaba a correr en la videograbadora. En la borrosa imagen en blanco y negro, caracterstica de las cmaras de seguridad, Michaels observ una habitacin vaca que reconoci, de la noche anterior, como el rea de recepcin. En la esquina superior derecha de la pantalla apareci un nio, descalzo y vestido con un mono que le quedaba muy grande. Se vea asustado, con movimientos a un tiempo rpidos y titubeantes. Su ropa estaba manchada con algo que en la imagen sin color poda haber sido tinta, pero todos saban que era sangre de la vctima. -Detn la cinta -orden Michaels. Un instante despus, el nio de la pantalla se detuvo-. En el radio, Bailey dijo que el guardia... el supervisor le quit los zapatos. Por qu lo hizo? Es parte de la rutina? Hackner neg con la cabeza. -No lo creo. Quiz Harris slo quera molestar. Hoy por la tarde me reunir con el superintendente Johnstone, del Centro de Detencin Juvenil, para averiguar lo que pueda. Michaels hizo una sea con la cabeza. -Adelante. Corre la cinta otra vez. El nio de la pantalla se diriga en lnea recta a la cmara, mirando sobre un hombro y otro a cada paso. Se sobresalt visiblemente al descubrir la cmara. Dio media vuelta, al parecer para averiguar si alguien lo segua. Cuando Nathan se volvi otra vez hacia la cmara, el corazn de Michaels dio un vuelco. Alguna vez haba visto esa misma expresin de los ojos de Nathan. -Detn la cinta! La orden fue ms enrgica ahora. Otra vez, el nio del vdeo qued congelado. Los ojos reflejaban miedo e incertidumbre. Bajo la sangre y el temor estaba el rostro de un nio que peda auxilio. Michaels ya haba visto ese gesto muchas veces en el rostro de otro nio inseguro e introvertido de doce aos, que en el pasado dependi de l por completo, pero que en ese entonces guardaba silencio para siempre. Se sinti mareado de pronto y se dej caer pesadamente en una silla. Estaba plido como la cera. -Warren, te sientes bien? -No lo s, Jed -Warren no despegaba los ojos de la pantalla. Tena un nudo en la garganta-. Mira su cara, Jed. Mralo. Tiene los ojos de Brian.

Huye, Nathan, huye

26

Jed tambin lo not. -Lo lamento, Warren -musit-. Apagar el vdeo. -No, no lo hagas! -protest Michaels con energa-. No puedo seguir reaccionando as, Jed. Cre que lo haba superado. Estoy bien. Veamos el resto. Jed volvi a correr la cinta, mirando de reojo a su jefe. Se vea la salida desde afuera. En el fondo haba una puerta. sta se abri lentamente para dejar ver al hroe de aquel pequeo drama televisivo que sali a hurtadillas, ech el cerrojo y corri fuera del cuadro. Se oy un breve zumbido y la imagen desapareci. Hackner oprimi el interruptor y apag el televisor. -Y bien, jefe, qu piensas? -Quisiera no haberla visto -suspir Michaels-. Esa cinta har mi trabajo mucho ms difcil. Ya la tiene la prensa? -Bromeas? Los sabuesos de Petrelli revisaron la cinta mil veces. Tiene la pelcula de un asesino que chorrea sangre. Me atrevo a sugerir que la enviaron a los noticiarios incluso antes de que hiciramos las copias. -No s qu opines, Jed, pero lo que yo vi pareca ms un cachorro asustado que un asesino. Ponindose de pie a toda prisa, Michaels gui a su compaero de vuelta a su oficina y al asunto pendiente: atrapar al cachorrito apaleado que haca a Petrelli sudar la gota gorda. -Una de las cosas que quiero encargarte, Jed, es que revises los registros telefnicos de ese programa de radio. Cada llamada hecha a un nmero de larga distancia sin costo debe quedar almacenada en una computadora en algn lugar. Quiero que localices la computadora y averiges el nmero del que procedi la llamada. Lo rastrearemos para recuperar al chico. -Necesitaremos una orden judicial -advirti Jed-. No tenemos ninguna posibilidad ante una estacin de radio. -Haz que te den la informacin voluntariamente -sugiri. -Jams mordern el anzuelo, Warren. -Mira, Jed, no tenemos ninguna pista de dnde est el chiquillo, as que no me digas lo que no podemos hacer sin haberlo intentado siquiera, de acuerdo? Quiero a Nathan Bailey detenido hoy mismo. Entendiste? Jed dio meda vuelta y sali sin decir palabra. Cinco minutos ms tarde, Michaels tambin sali, despus de avisar a su secretaria que podan localizarlo en su telfono celular. EL PATRULLERO Harold Thompkins, del Departamento de Polica del condado de Braddock, estaba decidido a hacerse notar. Tras cinco aos de turnos variables, cruceros montonos y trabajo rutinario, estaba listo para jugar al detective y desempear una verdadera labor policaca. Lo que necesitaba era una oportunidad que le permitiera destacar. Necesitaba encontrar una prueba til o descubrir una pista importante para resolver algn caso trascendental. Cuando el sargento Hackner acudi a l aquella maana con el encargo de rastrear la ubicacin de Nathan Bailey mediante los registros telefnicos, Harry Thompkins comprendi que aqulla era la oportunidad que haba estado esperando. Empez su bsqueda por lo ms obvio: una llamada a la compaa telefnica. Despus de ser transferido de un burcrata a otro media docena de veces, al fin comunicaron a Harry con el

Huye, Nathan, huye

27

vicepresidente de servicios al consumidor, quien le hizo saber que, sin una orden judicial, no poda autorizar la divulgacin de registros telefnicos sin permiso del cliente. Harry saba que las rdenes judiciales tardaban una eternidad. Si la polica esperaba, corra el riesgo de perder a su prisionero. No, Harry decidi acudir a las fuentes. Dira lo que tuviera que decir a los propietarios de esos registros telefnicos, o sea, Denise Carpenter y su equipo, para que le proporcionaran la informacin. Slo haca falta ser persuasivo. Medit sobre un enfoque altruista y amable, pero lo desech por blandengue. En cambio, opt por una actitud de poder. Si presionaba lo suficiente a esa gente del radio y usaba el argumento de obstruccin de la justicia, cederan. Despus de todo, qu tenan que perder? Ayudar a resolver un caso de asesinato sera la clase de publicidad que les agradara. Harry Thompkins esperaba al telfono; lamentaba algunas de las cosas que le haba dicho a Enrique Zamora, el productor. En un arrebato, Harry le asegur a ste que estaba en inminente riesgo de crcel si no cooperaba. Harry no tena semejante poder, por supuesto, pero imagin que eso no importaba. Era sorprendente lo que el pblico estadounidense ignoraba sobre sus derechos. Mientras esperaba, oyendo un comercial anodino de autos, Harry decidi que si era cuestionado sobre su forma de presentar las cosas, le dira a quien fuera que el productor, sin duda, algo haba entendido mal. EN SU LADO de la cabina, Denise beba una coca de dieta y hablaba con Joanne, una neoyorquina, quien no crea que Nathan hubiera hecho algo malo. De pronto, distrajo a Denise la voz de Enrique por los audfonos, quien le indicaba que hiciera un corte comercial. Ella frunci el entrecejo y seal su reloj. Enrique pronunci algo ininteligible a travs del vidrio y levant el telfono. En cuanto empez el anuncio comercial, Denise le respondi al productor. -Qu te sucede? -protest-. Ya sabes que no recibo llamadas urgentes durante el programa. -Tmalo con calma -la reconvino Enrique-. Tengo en la lnea a un polizonte que quiere usar nuestros registros telefnicos para rastrear la llamada de Nathan. Denise ponder las opciones en un instante. Si se corra la voz de que la polica poda rastrear llamadas a travs de un programa de radio, de su programa de radio, se acabara la discusin abierta. Sin la controversia, Denise sera tan slo una comentarista ms del montn. -Dile que nuestros registros telefnicos estn fuera de su alcance -respondi-. En este lugar tomamos muy en serio la Primera Enmienda. -Ya se lo dije, pero amenaz con acusarnos de obstruccin de la justicia si no cooperamos. Denise se sobresalt al orlo. -Ah, s? Lo pondremos al aire cuando regresemos del corte comercial. Cmo se llama? -Es el agente Thompkins. El corte en cuestin termin quince segundos despus. A una seal de Enrique, Denise abri su micrfono. -Bienvenidos una vez ms, radioescuchas de todo el pas, a este sorprendente programa. El inters derivado de mi charla con Nathan Bailey crece. Tenemos en la lnea a un agente de la polica del condado de Braddock, quien amenaza con enviar a mi personal y a m a la crcel por esto. Seor Thompkins, est usted al aire.

Huye, Nathan, huye

28

Durante un largo momento no hubo ningn sonido al otro extremo de la lnea. Al fin, una voz titubeante dijo: -Hola? -Agente Thompkins? Entiendo que quiere usted mandarme a prisin. Qu ocurre? La voz del otro extremo tartamude en forma lamentable. A Denise le pareci divertido. -Estoy... estoy saliendo por el radio? -Llam usted a una estacin de radio, agente. Eso por lo general hace que uno salga en el radio. Y, dgame, por qu quiere ponerme a la sombra? -Lo siento, pero creo que debemos comentar esto en privado. De repente la voz de Denise haba perdido el tono festivo. -Segn me dice mi productor, usted quiere consultar los registros telefnicos de este programa para averiguar de dnde llam Nathan Bailey esta maana. Es cierto eso? -Bueno, eh creo que s -sonaba deliciosamente evasivo. -Interpretar eso como un s. Y ahora le dar una respuesta que no necesita interpretacin. Si yo le permitiera el acceso a nuestros registros, el efecto sera inhibir la libre expresin. Y nuestra Constitucin protege la libre expresin. Tambin le dijo usted a mi productor que, si no le permitamos husmear en nuestros registros, nos acusara de obstruccin de la justicia, no es as? -Quiz pude mencionar que... -Djeme poner esto en claro, agente Thompkins. Usted va a acusarme de un crimen por ejercer mis derechos constitucionales. O tal vez slo fanfarroneaba, usando tcticas de intimidacin para no tener que seguir los conductos que manda la ley. Cielos! Por algo la llamaban La perra. Sin haber pronunciado una sola oracin completa, Thompkins no slo se haba puesto en ridculo a s mismo sino a todo su departamento ante millones de personas. Haca un minuto pareca un buen plan. En ese instante poda ver toda su carrera pasar delante de s. Sin otra salida, colg de inmediato. Denise oy el clic y le sonri a Enrique con disimulo. -Colg -dijo al micrfono, riendo-. Colgar no es una verdadera respuesta, pero creo que nos deja un mensaje, no les parece?

6Con un metro setenta de estatura y setenta y siete kilos de peso, su aspecto no era intimidante en absoluto. No se pareca en nada al patn bestial que Hollywood presenta como el estereotipo del matn para los ajustes de cuentas. Apuesto, inteligente y dotado de un sentido del humor poco habitual entre los de su gremio, tena que ganarse a pulso el respeto que su trabajo mereca. Nadie era ms leal al seor Slater, nadie ms eficiente que l para cumplir sus rdenes; sin embargo, algunos suponan que, debido a su estatura y aspecto, podan mangonearlo. Pocos lo

LYLE POINTER se consideraba a s mismo un profesional.

Huye, Nathan, huye

29

pensaron ms de una vez. Arrojado, decidido y sin miedo, Pointer se haba ganado el respeto del seor Slater, la nica persona que importaba. Y lo haba logrado a base de brutalidad pura. Si bien el seor Slater reconoca un trabajo bien hecho, no toleraba los errores. Pointer a menudo oa a su jefe decir que todo hombre mereca una segunda oportunidad, pero que ninguno mereca una tercera. Aquel da, Lyle Pointer agradeca aquello de la segunda oportunidad, porque la necesitaba. Mientras viajaba a gran velocidad por una zona rural de Virginia camino de su reunin, Lyle Pointer apenas poda contener la rabia. Todo aquel asunto de Mark Bailey y su sobrino se haba salido tanto de control, que estaba listo para matar. Para empezar, jams debi prestar odos al plan de Bailey, mucho menos aceptarlo. Pero era tan simple! Todos los elementos estaban presentes: un trabajo discreto, un hombre fuerte, un nio, una habitacin pequea. Cmo pudieron echarlo a perder as? En unos quince minutos lo sabra. Segn indicaba el reloj del tablero, Bailey llevara casi media hora esperndolo. Era mucho ms fcil comunicarse con gente como Bailey despus de hacerla esperar un rato. TREINTA MINUTOS antes, Mark Bailey haba acomodado cuidadosamente su camioneta Bronco en un estacionamiento alejado en Hillbilly Tavern, un bar solitario a la orilla del camino. Era el nico automvil en todo el lugar, aunque haba tres motocicletas Harley Davidson destartaladas frente a la entrada. Poco despus del medioda, an tena una resaca tan terrible que no poda moverse y menos todava conducir. Puso la palanca de velocidades en punto muerto. Por un instante, pens en poner marcha atrs y salir de Virginia, o del pas, si era necesario. Pero descart esa posibilidad. Lyle Pointer no era la clase de hombre a quien se dice que no. En el fondo, Mark estaba consciente de que con toda seguridad no sobrevivira a aquel captulo de su vida, aunque se consolaba pensando que en cuanto se entregara el dinero y l hubiera cumplido con su parte del trato, Slater y sus matones haran que el final fuera rpido. Hillbilly Tavern era el tipo de lugar que slo poda existir en la zona rural de Virginia. Refugio de infinidad de secretos y planes incalificables, era un sitio donde una persona con el valor suficiente para entrar poda discutir cualquier cosa con quien quisiera, con la absoluta certeza de que nada de lo dicho sera repetido. Cuando se acercaba a la puerta principal de la taberna, Mark Bailey repar en la falta de ventanas. Los vanos estaban cubiertos con tablas, encima de las cuales haba un collage de anuncios de nen que seguan encendidos a plena luz del da. Se detuvo antes de entrar. Todava no era demasiado tarde para huir, se dijo, aunque en el preciso instante en que esas palabras se formaron en su cabeza supo que eran mentira. Haba sido demasiado tarde para l desde el momento en que recurri a Pointer en busca de ayuda. Mark respir hondo, hizo girar la perilla de la puerta y entr. La transicin de un Sol candente a la oscuridad casi total lo ceg durante un momento. Permaneci inmvil en el umbral, mientras los ojos se adaptaban. -Quin eres? -pregunt una voz spera entre las sombras. -Soy Mark Bailey. Vine a ver a un hombre apellidado Pointer. Han odo de l? -el silencio le indic que s. Mark cerr la puerta y camin pesadamente hasta una mesa en el rincn. Orden una cerveza, con la esperanza de que un poco ms de alcohol aliviara su resaca. Sentado con las espaldas contra la pared, Mark pase la vista por el lugar. Aparte de l y el cantinero haba otros tres individuos. Las conversaciones entre los hombres iban de quedo a

Huye, Nathan, huye

30

intenso, de triste a animado, pero siempre acentuadas por el modo de arrastrar las palabras, caracterstico de los montaeses. La misin de Mark consista tan slo en esperar. CIJANDO LYLE Pointer entr al fin en Hillbilly Tavern, los parroquianos habituales alzaron la vista apenas lo suficiente para volver a desviarla. Pointer se dirigi a la mesa de Mark y se sent junto a su anfitrin, no delante de l como Mark haba esperado. As se sentaban los novios, no dos hombres en una cita de negocios. Pointer mir largamente a Mark. Al cabo, sentenci: -Rompiste tu promesa -su voz tena un tono extrao, a la vez apacible y furioso. El efecto era aterrador-. Me prometiste que podras manejar este asunto, y lo arruinaste todo. La frente de Mark se perl de sudor. Haba llegado a