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SEPTIEMBRE 2014 Página | 1 ESPECIALIZACIÓN EN PROBLEMÁTICAS DE LAS CIENCIAS SOCIALES Y SU ENSEÑANZA LAS INDUSTRIAS CORPORALES: EL DOMINIO DE LA IMAGEN, CULTURA JUVENIL E INTERVENCIÓN TÉCNICA Unidad 01. Cuerpo y espacio social en la época moderna Clase 01 El cuerpo como objeto y sujeto de la política moderna Presentación Estimadas y estimados colegas: En esta clase trabajaremos algunos temas que afectan de modo muy concreto nuestra vida cotidiana. Son fenómenos vinculados a la irrupción de las nuevas tecnologías y sus efectos sobre los cuerpos. Nuestra reflexión busca abrir la mirada para comprender esta irrupción que causa a veces desconcierto y que suele provocar reacciones duales: o aceptamos sin demasiadas críticas que estos nuevos elementos tecnológicos están entre nosotros para “modernizarnos”, “actualizarnos” y “hacer más fácil nuestra vida”, o bien rechazamos su presencia porque los vemos como una “intrusión”, porque despiertan el temor de que afecten negativamente nuestros vínculos humanos. Entre otras razones, esto sucede porque nos sentimos interpelados desde el cuerpo: nos comunicamos mediante máquinas (cargamos cotidianamente nuestros teléfonos portátiles que son cada vez más una extensión de nuestro cuerpo y memoria), nos tratamos o nos curamos, si estamos enfermos, gracias a otras tantas máquinas, nos habituamos a que sean máquinas las que capturen nuestro entorno cotidiano, dejen registro de nuestro cuerpo y acciones a través de fotografías y filmaciones. Estos son sólo algunos ejemplos que nos permiten sospechar que estamos ante la producción de un nuevo tipo de cuerpo y de sensibilidad. Estas y otras inquietudes formarán parte del presente módulo en el que trabajaremos alrededor del concepto de industrias corporales, su relación con la intervención técnica, con el dominio de la imagen y su expresión en las culturas juveniles. Para abordar estas temáticas presentaremos bibliografía especializada y textos breves (literarios y ensayísticos) que resulten ilustrativos de algunos de los problemas mencionados. Realizaremos intercambios en los foros y abriremos el espacio para producciones individuales y colaborativas. En síntesis, esta propuesta será el punto de partida para un trabajo colectivo. Sin duda, quienes compartimos este espacio de formación tenemos procedencias y ámbitos de trabajo diversos. El objetivo es que esa riqueza de miradas se refracte en la diversidad de posiciones. Entre los temas que debatiremos seguramente habrá algunos más perceptibles para quienes viven en un pueblo grande o ciudad, habrá otros que afecten más a quienes trabajan con adolescentes, y habrá también otros que interpelen de modo distinto a quienes desarrollan la tarea docente en el espacio de las nuevas tecnologías. Les damos en conjunto la bienvenida y deseamos que este debate nos permita hacer mejor nuestra tarea cotidiana. Es un lugar común señalar que nuestra época da gran importancia a una cierta “cultura de la imagen”, y que este fenómeno va de la mano del hecho de habitar en una “sociedad tecnológica”. Sin embargo, estos lugares comunes que se expresan en discursos cotidianos (como, por ejemplo, el discurso de la prensa escrita, el discurso televisivo o, incluso, los discursos estatales que sostienen la necesidad de incorporar nuevas tecnologías) esconden una

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SEPTIEMBRE 2014

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ESPECIALIZACIÓN EN PROBLEMÁTICAS DE LAS CIENCIAS SOCIALES Y SU ENSEÑANZA

LAS INDUSTRIAS CORPORALES: EL DOMINIO DE LA IMAGEN, CULTURA JUVENIL E INTERVENCIÓN TÉCNICA

Unidad 01. Cuerpo y espacio social en la época moderna

Clase 01 El cuerpo como objeto y sujeto de la política moderna

Presentación

Estimadas y estimados colegas:

En esta clase trabajaremos algunos temas que afectan de modo muy concreto nuestra vida cotidiana. Son fenómenos vinculados a la irrupción de las nuevas tecnologías y sus efectos sobre los cuerpos. Nuestra reflexión busca abrir la mirada para comprender esta irrupción que causa a veces desconcierto y que suele provocar reacciones duales: o aceptamos sin demasiadas críticas que estos nuevos elementos tecnológicos están entre nosotros para “modernizarnos”, “actualizarnos” y “hacer más fácil nuestra vida”, o bien rechazamos su presencia porque los vemos como una “intrusión”, porque despiertan el temor de que afecten negativamente nuestros vínculos humanos. Entre otras razones, esto sucede porque nos sentimos interpelados desde el cuerpo: nos comunicamos mediante máquinas (cargamos cotidianamente nuestros teléfonos portátiles que son cada vez más una extensión de nuestro cuerpo y memoria), nos tratamos o nos curamos, si estamos enfermos, gracias a otras tantas máquinas, nos habituamos a que sean máquinas las que capturen nuestro entorno cotidiano, dejen registro de nuestro cuerpo y acciones a través de fotografías y filmaciones. Estos son sólo algunos ejemplos que nos permiten sospechar que estamos ante la producción de un nuevo tipo de cuerpo y de sensibilidad.

Estas y otras inquietudes formarán parte del presente módulo en el que trabajaremos alrededor del concepto de industrias corporales, su relación con la intervención técnica, con el dominio de la imagen y su expresión en las culturas juveniles. Para abordar estas temáticas presentaremos bibliografía especializada y textos breves (literarios y ensayísticos) que resulten ilustrativos de algunos de los problemas mencionados. Realizaremos intercambios en los foros y abriremos el espacio para producciones individuales y colaborativas. En síntesis, esta propuesta será el punto de partida para un trabajo colectivo.

Sin duda, quienes compartimos este espacio de formación tenemos procedencias y ámbitos de trabajo diversos. El objetivo es que esa riqueza de miradas se refracte en la diversidad de posiciones. Entre los temas que debatiremos seguramente habrá algunos más perceptibles para quienes viven en un pueblo grande o ciudad, habrá otros que afecten más a quienes trabajan con adolescentes, y habrá también otros que interpelen de modo distinto a quienes desarrollan la tarea docente en el espacio de las nuevas tecnologías. Les damos en conjunto la bienvenida y deseamos que este debate nos permita hacer mejor nuestra tarea cotidiana.

Es un lugar común señalar que nuestra época da gran importancia a una cierta “cultura de la imagen”, y que este fenómeno va de la mano del hecho de habitar en una “sociedad tecnológica”. Sin embargo, estos lugares comunes que se expresan en discursos cotidianos (como, por ejemplo, el discurso de la prensa escrita, el discurso televisivo o, incluso, los discursos estatales que sostienen la necesidad de incorporar nuevas tecnologías) esconden una

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gran cantidad de supuestos que vinculan imagen con tecnología, o tecnología con mejora de la calidad de vida. Existen sin embargo razones históricas y sociales para que esos discursos efectúen dichas asociaciones. Por eso, uno de los objetivos de este módulo será desentrañar el vínculo histórico entre la cultura de la imagen y las formas tecnológicas a partir de la presión que las nuevas formas de exhibición suponen sobre los cuerpos. Otro de los objetivos será debatir la asociación de estas industrias corporales con un supuesto ideal de felicidad y bienestar. Invitamos, de esta manera, a prestar atención a los discursos de época, aquellos que se reiteran como lugares comunes en múltiples soportes, sin un autor necesariamente explícito, y que suelen expresarse en publicidades, debates, noticias y otros formatos de acceso público.

Suele suceder que quienes viven en comunidades rurales o en espacios más aislados se sientan alejados de este tipo de experiencias. Su desconcierto suele ser mayor cuando observan que las y los jóvenes de esas comunidades comienzan a incorporar, gracias a la tecnología, nuevas modas o prácticas que involucran la imagen y el cuerpo y que parecerían asociadas sólo a los pueblos grandes o ciudades. Quizás debamos reformular nuestros modos de entender el espacio: la presencia de la tecnología nos invita a redefinir las ideas de cercanía y lejanía. Del mismo modo, el hecho de tener menores recursos tampoco impedirá que una práctica “costosa” pueda adaptarse a contextos muy diversos.

Por su interés y acercamiento a las nuevas tecnologías, la juventud, en tanto momento clave en la formación identitaria, está en el centro de estos procesos. Consideramos que uno de los espacios privilegiados de manifestación de esta presión de época son los cuerpos de las y los jóvenes. La escuela resulta a su vez el ámbito por excelencia para la aparición de las tecnologías de la imagen y la exhibición de las marcas sobre los cuerpos jóvenes. Las instituciones educativas, y la escuela en particular, lidian ahora con nuevos contextos que ponen en jaque antiguos sistemas de valores.

La escuela moderna nace con múltiples funciones, entre ellas la de modelar los cuerpos según un determinado ideal de corrección social. Esta función es una de las primeras que se pone en cuestión a partir de los nuevos valores organizados alrededor del cuerpo y la práctica ya extendida de producción de la propia imagen.

Nuestro módulo se organiza en tres grandes núcleos temáticos (Unidades I, II y III), cada uno de los cuales está compuesto de dos clases. Dentro de cada Unidad se enfatizarán los temas presentados en el título, aunque cada una de las clases que la compone abordará el problema reseñado desde ángulos distintos.

En esta primera unidad, Cuerpo y espacio social en la época moderna, buscamos contextualizar los procesos que llevan hoy en día a una intervención sobre el cuerpo y la vida y que tienen un efecto visible en la constitución de las subjetividades juveniles. En la primera clase se colocará el énfasis en cómo el cuerpo moderno comienza, en muchos casos, a ser sujeto y objeto de políticas de visibilidad estatales. En la segunda clase se hará foco en la constitución de una cultura de la imagen y en el nacimiento de las industrias corporales. En ambos casos veremos el rol que adquiere el cuerpo dentro del espacio social moderno. No se trata únicamente de un problema de imagen: desde mediados del siglo XX, el crecimiento de una industria de la belleza, la privatización de la salud, la medicalización de los individuos, la complejización de las máquinas y prótesis, el auge de las intervenciones médicas terapéuticas y estéticas, dan cuenta de nuevos modos de concebir el cuerpo y de orientar las prácticas que lo involucran, en función de deseos colectivos proyectados en la imagen.

Dentro de ese contexto, y como uno de los propósitos generales del módulo, nos proponemos analizar los modos en que la civilización de la comunicación y de la imagen presiona sobre los cuerpos. Este análisis permitirá considerar diversos tipos de existencias y experiencias corporales en el marco de una subjetividad juvenil o adulta permanentemente atravesada por múltiples dispositivos tecnológicos en todas las dimensiones de la vida social. Los contenidos del módulo brindarán elementos para construir este campo problemático desde diversas

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perspectivas, tematizando fundamentalmente la expresión de estos fenómenos en el espacio de la escuela.

Como hemos mencionado, en esta primera clase de la Unidad I presentaremos el cuerpo como sujeto y objeto de la política moderna. Trabajaremos desde el concepto de espacio público moderno, el cual no es sinónimo de ciudad moderna: la aparición de la prensa y los medios de comunicación, cada vez más inmediatos, rompen el aislamiento, y el espacio público muta simultáneamente en grandes ciudades y pequeños poblados, dando nuevas condiciones de visibilidad, sujeción y subjetivación. Nos referiremos entonces a la reconfiguración del espacio público y urbano en tanto circulación y exhibición de los cuerpos. Con esto dejaremos preparado el terreno para abordar, en la segunda clase de este módulo, el concepto de industrias corporales.

Introducción. La centralidad del cuerpo en la Modernidad

Para comenzar nuestro recorrido vamos a presentar al cuerpo tal como lo ha entendido la Modernidad. El advenimiento de la sociedad moderna implicó una serie de cambios cuyas consecuencias todavía nos atraviesan en nuestras prácticas más ínfimas y cotidianas. Entre esos cambios aparece, por primera vez en la historia de Occidente, la vida como una de las preocupaciones de los sistemas políticos. Nos referimos a Occidente porque América latina, luego de la conquista española, fue modelada en función de élites cuyo dominio buscaba implantar idearios europeos y occidentales, sojuzgando a los habitantes y estructuras políticas previas. Aquellos Estados-Nación emergentes, como señala Michel Foucault, toman la vida como valor y la convierten en el centro de políticas de Estado.

Tomar la vida como valor implica volver la atención hacia un cuerpo que en la premodernidad era considerado un destino. Sin capacidad de intervención ni regulación en las funciones corporales, considerado una suerte de lastre en el marco teológico medieval, el lugar del pecado y la caída, ese cuerpo estaba expuesto a la vida sin ningún tipo de mediación. Con poblaciones diezmadas por enfermedades incurables y con una altísima tasa de mortalidad infantil, el cuerpo no podía sino exhibir las marcas de una vida dura y breve. En este sentido, las modificaciones que supuso la Modernidad, en términos de duración y de calidad de la vida (concepto inexistente hasta la segunda mitad del siglo XX), tuvieron un impacto notable en las formas de organización social. Las familias comenzaron a regular la reproducción en función de las mayores tasas de supervivencia infantil. El ciudadano moderno comenzó a contar con un Estado para solventar y regular prácticas vinculadas con la salud. El antiguo hospital medieval, lugar que acogía principalmente a los moribundos, comienza a ser reemplazado por el hospital moderno, cuya función será curar y, más adelante, prevenir. Se pone en marcha un inmenso mecanismo biopolítico cuyo objetivo es la preservación y la extensión de la vida. Gran parte de este sistema cimentará su éxito en una exploración de los cuerpos y en la lectura de sus signos. Esto es lo que desarrollaremos a continuación.

El principio de visibilidad

El cuerpo entra en un juego de visibilidades cruzadas, y por eso nos referimos a la visibilidad como un principio explicativo de la nueva organización social. Se produce, por un lado, la visibilización interna del cuerpo como objeto de la ciencia, a través de la apertura del campo de la anatomía moderna, comenzada con las primeras disecciones a fines del Renacimiento. La apertura del cuerpo, en el acto de disección y la indagación de su interioridad, es clave en la evolución de un paralelo entre el cuerpo y la máquina, ahora visto como un conjunto de piezas

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en funcionamiento. Este primer tipo de visibilidad apunta a la revelación de un interior antes clausurado a la vista. Por otro lado, se observa el surgimiento de una visibilidad focalizada en el exterior, cuando, en el marco del crecimiento demográfico que acompaña la naciente industrialización, los pueblos y

ciudades aumentan su número de habitantes y se forjan nuevos espacios de sociabilidad estructurados alrededor de la asistencia a determinados lugares y de la presentación social afianzada en el sistema de la moda. Esto sucede tanto en Europa como en las colonias Americanas. De hecho, las galerías techadas e iluminadas en París del siglo XIX fueron inspiración para la aparición de numerosos pasajes en muchas ciudades latinoamericanas y

representaron un modelo de consumo, moda y sociabilidad por excelencia del que da testimonio Walter Benjamin en Iluminaciones II. París, capital del siglo XIX.

El cuerpo se ha convertido en objeto de una nueva mirada. El Estado implementa una serie de medidas para saber datos concretos de sus ciudadanos. Censos y estadísticas abren paso a campañas de salud destinadas a la población. Sucesivas evaluaciones someten al cuerpo a distintos controles, a fin de corroborar su inserción social del modo en que el Estado lo ha determinado. Así, ya en el siglo XIX, la vacunación que indica el Estado, y que se aplica en un centro de salud u hospital, será corroborada, certificado mediante, en otra institución estatal: la escuela.

Este juego de miradas cruzadas del Estado sobre el individuo, del que acabamos de dar un ejemplo, exhibe el seguimiento que el aparato político es capaz de hacer en un ciudadano. Todo el desempeño del cuerpo en el seno de las instituciones disciplinarias, al que Foucault denominó también “de secuestro” de los cuerpos, da prueba de un énfasis inédito en el seguimiento y corrección de los movimientos corporales. A ésto, Michel Foucault lo denominó anatomopolítica. La anatomopolítica se estructura en el control del gesto y la posición corporal en relación con la función que un cuerpo debe cumplir en determinado momento y lugar. Para cada institución, la Modernidad encontró una política de los gestos. En el ejército, será formar o tomar el arma de determinado modo, marchar con determinado paso, saludar al superior de determinada manera, cuadrarse de cierto modo al izar la bandera. En el hospital, será hablar en voz baja, no entrar a las habitaciones sin golpear, hacer movimientos amortiguados, no correr. En la escuela, se aprenderá a formar fila de tal o cual modo, tomando una cierta distancia en la fila, a sentarse erguido, a tomar la pluma de cierta manera, a levantar la mano para dirigirse al docente. En cada institución, los gestos serán distintos, pero para cada una de ellas habrá una política específica de domesticación de los cuerpos. A esto, Foucault lo

denominó docilización.

La lección de Anatomía, de Rembrandt, 1632

Pasaje parisino, foto s/datación

Árbol del barrio de Parque Chacabuco donde se aplicó en Argentina la primera vacuna contra la

viruela entre 1810 y 1830. Fotografía de la autora. Fragmento de Horacio González. Esquina de Puán y Baldomero Fernández

Moreno. (En la Biblioteca Nacional, sita por entonces en Moreno y Perú) “(…) se establecerá una nueva dirección. Se trata del filantrópico presbítero Saturnino Segurola, hombre de

beneficencias varias, director de la Casa Cuna y preocupado por cuestiones científicas, en especial, por la propagación de la vacuna

antivariólica, que él mismo aplicaba afanosamente al pie de un añoso árbol de las

afueras de la ciudad (se trata de un pacará que aún existe en el parque Chacabuco)” Horacio González, Historia de la Biblioteca Nacional.

Estado de una polémica (2010). Buenos Aires: Ediciones Biblioteca Nacional. P. 46.

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Las miradas examinadoras y correctoras, que sustentan el sistema disciplinario, no son las únicas que descubren el cuerpo como blanco. Existen además otras miradas como la que mencionamos, emergiendo en los distintos espacios públicos. Estas miradas sociales son posibles porque la misma circulación de mercancías y el aumento demográfico han llevado a la apertura de avenidas y bulevares, como los que diseñó el Barón Haussmann en París de la segunda mitad del siglo XIX y que serán modelo de muchas otras reformas urbanas, particularmente en América latina. Estas avenidas serán, metafóricamente, arterias, así como los parques serán los pulmones de los núcleos poblacionales. Toda la ciudad deviene en un enorme cuerpo cuya salud hay que preservar mediante cuidadosas medidas de higiene, circulación de los fluidos, limpieza y eliminación de los desechos. En esos espacios renovados, los cuerpos comienzan a circular de modos nunca antes vistos.

El cuerpo como superficie de inscripción de signos

La actividad laboral puede obligar a un individuo a trasladarse a kilómetros de su domicilio. La tarea profesional comienza a forjar el concepto del buen vestir ya no asociado necesariamente a la pertenencia a la nobleza o a la corte. Entre los usos populares, las prácticas medievales de llevar un traje o un color de vestimenta, en función del gremio o la profesión, cede paso a una vestimenta electiva. Colores descartados de la vestimenta cotidiana por su significado simbólico, como el negro o los grises asociados al luto, empiezan a ser una necesidad relacionada con las dificultades para lavar y recambiar las prendas que quedaban tiznadas por el hollín ambiente, producto de las fábricas modernas. Esto sucede en Europa a partir del siglo XVIII y en América latina en el siglo XIX, cuando se instalen cordones fabriles alrededor de las antiguas ciudades. Se trata del nacimiento del sistema de la moda y de la exhibición de la vestimenta como mercancía. La moda brilla en los negocios, las vidrieras o escaparates, muchos de ellos en los pasajes de los que hablaba Benjamin. Las distintas clases sociales comienzan a verse entre sí. Empieza a ser visible el brillo de la Modernidad pero también la miseria, como detectó el poeta moderno Charles Baudelaire (Francia, 1821-1867). Baudelaire fue uno de los primeros en percibir la doble faz de lo moderno: el ideal, el brillo, el ideario del progreso volcado a una cierta idea de civilización, y el lado oscuro de ese ideal, la miseria y la explotación que permitían sostener la vorágine de la vida moderna como carnaval de ilusiones.

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Los invitamos a leer:

Charles Baudelaire

El Spleen de París. XXVI. “Los ojos de los pobres”.

¡Ah!, querés saber por qué hoy te aborrezco. Más fácil te será comprenderlo, sin duda, que a mí explicártelo; porque sos, creo yo, el mejor ejemplo de impermeabilidad femenina que pueda encontrarse.

Juntos pasamos un largo día, que me pareció corto. Nos habíamos hecho la promesa de que todos los pensamientos serían comunes para ambos y que nuestras almas ya no serían en adelante más que una; ensueño que nada tiene de original, después de todo, a no ser que, soñándolo todos los hombres, nunca lo realizó ninguno.

Al anochecer, un poco fatigada, quisiste sentarte delante de un café nuevo que hacía esquina con un bulevar, nuevo, lleno todavía de cascotes y ostentando ya gloriosamente sus esplendores inacabados. El café fulguraba. El gas mismo desplegaba todo el ardor de un estreno, e iluminaba con todas sus fuerzas los muros cegadores de blancura, los lienzos deslumbrantes de los espejos, los oros de las medias cañas y de las cornisas, los pajes de mejillas infladas arrastrados por los perros sujetados por correas, las damas risueñas con el halcón posado en el puño, las ninfas y las diosas que llevaban sobre la cabeza frutas, pasteles y caza; las Hebes y las Ganimedes ofreciendo a brazo tendido el anforilla de jarabe o el obelisco bicolor de los helados con copete: la historia entera de la mitología puesta al servicio de la gula.

Enfrente mismo de nosotros, en la calzada, estaba plantado un pobre hombre de unos cuarenta años, de faz cansada y barba canosa; llevaba de la mano a un niño, y con el otro brazo sostenía a una criatura débil para andar todavía. Hacía de niñera, y sacaba a sus hijos a tomar el aire del anochecer. Todos harapientos. Las tres caras tenían extraordinaria seriedad, y los seis ojos contemplaban fijamente el café nuevo, con una misma admiración que los años matizaban de modo diverso.

Los ojos del padre decían: “¡Qué hermoso! ¡Qué hermoso! ¡Parece como si todo el oro del mísero mundo se hubiera colocado en esas paredes!”. Los ojos del niño: “¡Qué hermoso!, ¡qué hermoso!; ¡pero es una casa donde sólo puede entrar la gente que no es como nosotros!”. Los ojos del más chico estaban fascinados de sobra para expresar cosa distinta de un gozo estúpido y profundo.

Los cancioneros suelen decir que el placer vuelve el alma buena y ablanda los corazones. Por lo que a mí respecta, la canción tenía razón aquella tarde. No sólo me había enternecido aquella familia de ojos, sino que me avergonzaba un tanto de nuestros vasos y de nuestras botellas, mayores que nuestra sed. Volvía yo los ojos hacia los tuyos, querido amor mío, para leer en ellos mi pensamiento; me sumergía en tus ojos tan bellos y tan extrañamente dulces, en tus ojos verdes, habitados por el capricho e inspirados por la Luna, cuando me dijiste: “¡Esa gente me resulta insoportable con sus ojos tan abiertos como puertas cocheras! ¿Por qué no pedís al dueño del café que los saque de aquí?”.

¡Tan difícil es entenderse, ángel querido, y tan incomunicable el pensamiento, aun entre seres que se quieren!

Charles Baudelaire

El Spleen de París. XIX. “El juguete del pobre”

Quiero dar idea de una diversión inocente. ¡Hay tan pocos entretenimientos que no sean culpables!

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Si sale usted por la mañana con decidida intención de vagar por la carretera, llénese los bolsillos de esos menudos inventos de dos centavos, tales como el sencillo polichinela, movido sólo por un hilo; los herreros que martillan sobre el yunque; el jinete de un caballo que tiene un silbato por cola, y vaya regalándolos frente a las tabernas, al pie de los árboles, a los niños desconocidos y pobres que vaya encontrando. Verá cómo se les agrandan desmesuradamente los ojos. Al principio no se atreverán a tomarlos, dudosos de su suerte. Luego, sus manos agarrarán vivamente el regalo, y echarán a correr como los gatos que van a comerse lejos la tajada que acabamos de darles, porque han aprendido a desconfiar del hombre.

En una carretera, detrás de la verja de un vasto jardín, al extremo del cual aparecía la blancura de un lindo castillo alcanzado por el Sol, estaba de pie un niño hermoso y fresco, vestido con uno de esos trajes de campo tan llenos de coquetería.

El lujo, la despreocupación, el espectáculo habitual de la riqueza, hacen a estos niños tan hermosos que parecen hechos de otro material que los hijos de la mediocridad o de la pobreza.

A su lado, yacía en la hierba un juguete espléndido, tan nuevo como su amo, brillante, dorado, vestido con traje de púrpura y cubierto de penachos y cuentas de vidrio. Pero el niño no se ocupaba de su juguete predilecto, y esto era lo que miraba.

Al otro lado de la verja, en la carretera, entre cardos y ortigas, había otro chico, sucio, desmedrado, fuliginoso, uno de esos chiquillos parias cuya hermosura descubrirían ojos imparciales, si, como los ojos de un aficionado adivinan una pintura ideal bajo un barniz de coche, lo limpiaran de la repugnante pátina de la miseria.

A través de los barrotes simbólicos que separaban dos mundos, la carretera y el castillo, el niño pobre enseñaba al niño rico su propio juguete, y éste lo examinaba con avidez, como objeto raro y desconocido. Y aquel juguete que el desharrapado hostigaba, agitaba y sacudía en una jaula, ¡era una rata viva! Los padres, por economía, sin duda, habían sacado el juguete de la vida misma.

Y los dos niños se reían de uno a otro, fraternalmente, con dientes de igual blancura.

Para las nuevas políticas de Estado, ese individuo comienza a ser considerado un sujeto. Un sujeto “sujetado” a un sistema de derechos y obligaciones que son la contratara de la comunidad política. En los discursos de las ciencias humanas, de la política, lentamente será dejada atrás la palabra hombre para aludir, de modo cada vez más insistente, a la idea de “sujeto”, tensado en la red de la estructura social y estatal. El espacio público y el espacio privado se oponen, de ahí en más, como el espacio del deber, por un lado, y de la libertad por el otro. Es decir que en el espacio público, el individuo se siente sometido a la mirada de los demás y a la mirada del Estado, mientras que en el espacio privado, ese mismo individuo siente que se encuentra “en libertad”.

El cuerpo queda colocado en un lugar de bisagra: por un lado, debe cumplir con el deber que lo modela, lo educa, lo dociliza de determinada manera, debe cumplir con su carácter de mano de obra en un mercado cada vez más abierto y diversificado; pero por otro lado queda como terreno de la libertad, aquel lugar en donde el individuo ejercerá su libertad, expresará sus gustos, forjará su identidad. Ahí donde la comunidad forja sujetos, los individuos forjan subjetividades. La subjetividad es una paciente decantación de lo social en un tamiz formado por las elecciones particulares.

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Entonces, las tecnologías de la vigilancia y las nuevas prácticas de la visibilidad que surgen en la Modernidad convierten el cuerpo en superficie de inscripción de signos de modo voluntario. Podemos considerar que un cuerpo siempre expresa informaciones del orden de lo social y lo simbólico. El enorme giro que se produce en el siglo XIX es que parte de esa información inscripta en los cuerpos comienza a ser electiva, desde el momento en que se supone que ese cuerpo puede ser el lugar de expresión de una interioridad y el lugar de impresión de una identidad. Muchos factores colaboran a ello:

• La ampliación del mercado de trabajo, que obliga a definir y a definirse para encontrar una posición clara en el sistema laboral. En esto incide la formación educativa, en caso de poder acceder a ella: se “era” médico, jurista, etcétera. “Ser” una profesión significa haber respondido al llamado de una vocación de por vida. Pero “ser” esto o aquello supone insertarse en circuitos de sociabilidad, responder a criterios éticos y estéticos, frecuentar determinados espacios, compartir códigos de valores o gustos y tener cierta apariencia según los cánones modernos.

• El aumento demográfico en pueblos y ciudades, que permite encarnar de un modo inédito el concepto de anonimato. Cuando un individuo, a lo largo de la jornada, se cruce con cientos o miles de otros rostros y cuerpos a los que quizás nunca más vuelva a ver, no tendrá mucho tiempo para vincularse con ellos. Como señalaba Georg Simmel, la vida moderna produce un reordenamiento de las percepciones y una nueva jerarquía en los sentidos corporales. La vista y el oído, en el contexto urbano moderno, comienzan a ser más relevantes que el resto de los sentidos. En un ritmo de vida cada vez más tomado por la velocidad, la clasificación y jerarquización de las percepciones constituyen un ejercicio necesario e involuntario. Comienza a cobrar importancia la información que se transmite a través del cuerpo y que es legible con un golpe de vista. El ejemplo más claro es la condensación de significados en algunos atributos de la vestimenta, que provocan que, viéndome vestido de determinado modo, otro individuo pueda saber qué ideología manifiesto, qué música me gusta, cuáles son mis simpatías y mi estilo de vida.

La fiscalización de los gestos corporales

Todos estos procesos nos hablan de un cuerpo que se ha convertido en sujeto y objeto de la política moderna. La fiscalización de los cuerpos en el espacio público se dará, en primer lugar, a través de las instituciones. Todo individuo que pase por una institución disciplinaria (y las hay varias, como señalaba Foucault: la escuela, el hospital, el ejército, la fábrica, el hospital psiquiátrico, la prisión, etcétera) verá a su cuerpo “leído” en función de los criterios de normalidad que la propia época edifique. Toda sociedad, decía Foucault, se empeña en trazar esa delgada línea que separa lo normal de lo patológico, y lo hace a través de cierto tipo de discursos. Conocerlos, manejar esa gramática de valores es garantía de inclusión. En este sentido, la vigilancia del cuerpo no sólo es una vigilancia cuya finalidad sería observar si ese cuerpo ha transgredido la ley: esa vigilancia también se ocupa de mantener el cuerpo dentro de los parámetros deseables. Así, en el marco de las medidas anatomo y biopolíticas, las pautas de higiene fueron determinantes en un modo de consideración de los cuerpos. En la escuela, el guardapolvo limpio y planchado, así fuera con remiendos, el cabello bien peinado, los dientes limpios, las uñas cortas, fueron signo de entendimiento de los códigos de urbanidad que el siglo XIX iba edificando. La mirada del otro se va constituyendo como la censura más eficaz para marcar si se ha comprendido o no cuál es la situación de normalidad, “lo que se espera” en un determinado contexto. No es preciso que haya una ley al respecto: ningún código jurídico indica cómo debería vestirse un individuo para asistir a una entrevista laboral, o cuál es el concepto de dignidad en el vestir, y, sin embargo, códigos no escritos les han enseñado a los individuos en qué sentido deben ir sus elecciones para determinados eventos.

Del mismo modo en que en ese cuerpo ha de expresarse una formalidad, también puede expresarse la libertad. Baudelaire, de quien ya hablamos, se teñía los cabellos de verde para

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escandalizar a la burguesía de su tiempo. Los dandies del siglo XIX ya hacían un culto del corte de las prendas en la búsqueda de un “estilo” (en el vestir) que suponía la expresión de una aristocracia del espíritu. En el siglo XIX determinadas vestimentas señalaban a las personas “de mala vida”, pero también definían al artista, al burgués con pretensiones y a todas las figuras del abanico social. Hace más de doscientos años que nuestros cuerpos emiten mensajes voluntarios e involuntarios a nuestros pares, a nuestros sistemas políticos, a nuestros sistemas de control social.

Estos procesos han ido afianzando la centralidad de la imagen en la cultura contemporánea y son fundamentales para la emergencia, en el siglo XX, de las industrias corporales de las que nos ocuparemos en el próximo encuentro.

Para seguir pensando: ¿de qué modo se modela el cuerpo infantil en el espacio escolar?, ¿cómo se manifiesta la “enseñanza” respecto del cuidado del cuerpo?, ¿recurre a los mismos dispositivos que la “enseñanza” de contenidos?, ¿qué vemos los docentes en el estilo, modo de vestir, de nuestros alumnos?

A modo de cierre

El cuerpo, en la Modernidad, adquiere un protagonismo inédito respecto de los siglos precedentes. Por un lado, porque comienza a ser objeto de preocupación por parte de los Estados y sus políticas sociales. Como señalaba Michel Foucault, esta preocupación del Estado por la vida y los cuerpos se manifiesta en una doble vertiente: la anatomopolítica, que dociliza y fiscaliza al cuerpo en las instituciones de secuestro, y la biopolítica, que, en lugar de tomar como objeto al cuerpo individual, se preocupa por el cuerpo-especie, es decir, por el cuerpo de una población amplia y genérica. Además, la Modernidad trae consigo una demarcación distinta de los espacios públicos y privados; en los espacios públicos, el cuerpo deberá cumplir con determinados roles sociales que son los que le imprimen la función social, la función laboral, etcétera. Habrá, a nivel de los espacios, una nueva jerarquización, nuevos principios de visibilidad y nuevos espacios de sociabilidad. La vestimenta y el hecho de ver y ser visto, adquieren una importancia tal que en muy pocos años se desarrolla el sistema de la moda moderno, que supone, entre otros procesos, la rotación de las vestimentas no ya en función de su desgaste sino en función de su concordancia con los valores estéticos del momento. Lo que sucede en el nivel de las vestimentas comienza a extenderse al cuerpo, que intenta modelarse en función de esos mismos criterios estéticos de épocas. Cuerpos anónimos se empeñan en diferenciarse en el torbellino de la agitada vida moderna. El cuerpo comienza a ser claramente una superficie de inscripción de signos voluntaria en la búsqueda de una identidad que resulte legible visualmente. Estamos en los albores de una cultura de la imagen, concepto con el que comenzaremos nuestra próxima clase.

PARA SABER MÁS

Michel Foucault (Francia, 1926-1984)

Fue uno de los intelectuales más importantes de la filosofía y las ciencias sociales de la segunda mitad del siglo XX. Elaboró una teoría que relaciona las configuraciones de saber con los mecanismos de poder, para dar cuenta del modo en que se constituyen las subjetividades. Saber, poder y sujeto corresponden a tres búsquedas, llamadas por él, respectivamente, arqueología, genealogía y hermenéutica. Entre sus obras merecen destacarse Historia de la locura en la época clásica, Las palabras y las cosas, Vigilar y castigar, La voluntad de saber y El cuidado de sí.

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Biopolítica

Extraído de Edgardo Castro (2004), El vocabulario de Michel Foucault. Buenos Aires: Prometeo – Universidad Nacional de Quilmes. “Hay que entender por biopolítica la manera en que, a partir del siglo XVIII, se buscó racionalizar los problemas planteados a la práctica gubernamental por los fenómenos propios de un conjunto de vivientes en cuanto población: salud, higiene, natalidad, longevidad, raza” (45).

Anatomopolítica

Extraído de Edgardo Castro (2004), El vocabulario de Michel Foucault. Buenos Aires: Prometeo – Universidad Nacional de Quilmes. “A partir del siglo XVII, el poder se ha organizado en torno de la vida bajo dos formas principales, que no son antitéticas, sino que están atravesadas por un plexo de relaciones: por un lado las disciplinas (una anatomo-política del cuerpo humano), que tienen como objeto el cuerpo individual, considerado como una máquina; por otro lado, a partir de mediados del siglo XVIII, una biopolítica de la población” (43). El embellecimiento estratégico Así se denominó ya en el mismo siglo XIX a la renovación de París que llevó adelante el Barón Haussmann, prefecto de París bajo Napoleón III entre 1853 y 1870. La razón de dicha denominación es que, bajo un cierto cambio tendiente a la unificación estilística y al remozamiento de los espacios públicos, subyacía un objetivo político concreto: romper el antiguo trazado de calles medieval que permitía la formación de barricadas abriendo boulevares y vías de circulación rápida que, además de mercancías, permitieran el rápido paso de las tropas].

Georg Simmel (1858-1918)

Filósofo y sociólogo alemán cuya obra es una de las primeras en abordar las condiciones de vida en las ciudades modernas. Fue cofundador de la Sociedad Alemana de Sociología. Entre sus obras más relevantes se encuentran Problemas de la filosofía de la historia (1892), Filosofía del dinero (1900), Sociología (1908), y el texto El individuo y la libertad (1913), que constituye la base del largo ensayo del cual extraemos el texto incluido en la bibliografía.

BIBLIOGRAFÍA

• Ferrer, Christian (2012). “El sueño incesante”, en El entramado. El apuntalamiento técnico del mundo. Buenos Aires: Ediciones Godot.

• Simmel, Georg (1986). Las grandes urbes y la vida del espíritu, en El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura. Barcelona: Península (selección).

Otros textos citados en la clase:

• Baudelaire, Charles (1989). El Spleen de París. México: Fontamara. • Castro, Edgardo (2004). El vocabulario de Michel Foucault. Buenos Aires: Prometeo-

Universidad Nacional de Quilmes. • Vigarello, Georges (2004). Historia de la belleza. Buenos Aires: Nueva Visión. P. 182.

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ACTIVIDADES

Cuaderno de Bitácora

Al finalizar cada clase los invitamos a tomar nota de lo que fueron pensando mientras leían los materiales, a que registren sus apuntes personales sobre los textos. La idea es que consignen el propio proceso de aprendizaje. Por eso les sugerimos, en el apartado Cuaderno de Bitácora, algunas preguntas específicas por asignatura. De este modo, lo que fuimos desplegando desde el campo de las ciencias sociales, lo retomamos con la especificidad de las disciplinas. Creemos que este cambio de registro –del campo a las disciplinas– amplía la perspectiva de análisis de los temas propuestos en el módulo.

El diccionario de uso del español define el término bitácora como “Libro en que se apuntan las incidencias de la navegación. En efecto, el cuaderno de bitácora es una herramienta de navegación marítima utilizada desde hace siglos. La bitácora es una especie de armario, situado junto al timón o en el puente de mando de un barco, en el que se guardan la brújula y un cuaderno, el cuaderno de bitácora, en el que el capitán debe anotar diariamente la travesía realizada ese día y las incidencias ocurridas: el rumbo que se lleva, la velocidad de la marcha, el estado atmosférico, las maniobras y demás accidentes de la navegación. Además, por medio de este cuaderno, es posible controlar el recorrido, evaluar el derrotero y también, más tarde, reconstruir el viaje y sus vicisitudes. El cuaderno de bitácora oficia entonces como la memoria acumulada de las experiencias recibidas y producidas a lo largo del desarrollo de un trayecto, y recupera los aprendizajes para encarar mejores” travesías”.

El sentido de producir un Cuaderno de Bitácora es que cada uno/a de ustedes “vaya registrando los entretelones subjetivos y reflexivos, relatando momentos que devienen trascendentes en este proceso de lecturas, trayendo –o no- a colación modos de pensar, experiencias y posicionamientos de tradiciones pedagógicas o de compañeros de caminos; y hacerlo con cierta autonomía y sin quedar atrapado en la rutina de escribir lo dicho por otros”. Kevin Morawicki lo describe como “una especie de intertexto, que se enriquecerá con el entramado que cada uno vaya construyendo, con aportes hechos con libertad, con referencias al contexto e incluso a la vida de cada uno”.

Pensar este recorrido como un viaje, nos posibilita también armar una cartografía de la travesía. Suely Rolnik explica que “para los geógrafos, la cartografía, a diferencia del mapa, que es una representación de un todo estático, es un diseño que acompaña y se hace al mismo tiempo que los movimientos de transformación del paisaje. (...) Siendo tarea del cartógrafo dar voz a los afectos que piden pasajes, de él se espera básicamente que esté involucrado en las intensidades de su tiempo y que atento a los lenguajes que encuentra, devore aquellos elementos que le parezcan posibles para la composición de las cartografías que se hacen necesarias.”

Como marco de referencia tomaremos la Cartografía Social que “es un medio para ordenar el pensamiento y generar conocimiento colectivo. Ubica nuestro papel como sujetos transformadores, visibiliza lo micro, el mundo de las relaciones cotidianas en el territorio donde existimos y construimos. Es una herramienta que nos permite ganar conciencia sobre la realidad, los conflictos y las capacidades individuales y colectivas. Abre caminos desde la reflexión compartida para consolidar lecturas y visiones frente a un espacio y un tiempo específicos, para generar complicidades frente a los futuros posibles en donde cada uno tiene un papel por asumir. La Cartografía Social invita a la reflexión y la acción consciente para el beneficio común.

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Los invitamos a retomar los conceptos tratados en cada clase, pero desde la perspectiva de las asignaturas que enseñan en la escuela. Estas notas son personales y serán un insumo valioso para la elaboración del trabajo final del módulo.A su vez, estas notas personales pueden ser compartidas con los compañeros en los foros o a través del correo del campus.

Buen viaje!

Les proponemos la lectura de la bibliografía antes de iniciar la actividad en el Foro que damos a continuación.

1. Participar en el foro de presentación “El modelado del cuerpo en la escuela”.

Nos gustaría que cada uno de ustedes se presentara contándonos su nombre y su lugar de trabajo. También compartiendo alguna experiencia personal vinculada con la temática del módulo. Les proponemos entonces rememorar dos modos en que haya sentido, durante su formación escolar inicial, alguna presión de la escuela respecto del cuerpo. ¿Puede relatarla brevemente, ubicando contextual y espacialmente esta experiencia? ¿Tuvo consecuencias ulteriores en su pasaje por ésa u otras instituciones? Con la distancia que el tiempo supone, considere si esa misma experiencia podría tener lugar hoy.

2. Cuaderno de Bitácora. Actividades específicas por área.

Puede inspirarse en la lectura del texto de Christian Ferrer “El sueño incesante”.

Para los docentes del área de geografía

En el lugar donde habita, ¿observa en la matriz urbana de comienzos de siglo alguna reforma tendiente a la mayor apertura visual de los espacios? ¿Puede relacionarla, si la hubiera, con algún objetivo político además de estético?

Para los docentes del área de historia

¿Cuáles fueron los argumentos desde los cuales la llamada Generación del ’80 sostuvo el disciplinamiento de los cuerpos? ¿Son los jóvenes permeables a esos valores en la actualidad?

Para los docentes del área de sociología y ciencias políticas

¿Qué prácticas de control del tiempo y demarcación de los espacios destinan las actuales instituciones educativas al cuerpo de los estudiantes? ¿Observa alguna resistencia?

Para los docentes del área de economía

¿Estima que el disciplinamiento del cuerpo aumenta su valor en un mercado de trabajo?

Es importante no confundir “opinión” con “fundamentación”. La fundamentación supone el despliegue de argumentos forjados a partir de los núcleos de discusión propuestos y la bibliografía incluida en esta clase, o alguna otra bibliografía pertinente.

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Autora: Margarita Ana Cristina Martínez

Cómo citar este texto:

MARTÍNEZ, M. (2014). Clase 01: El cuerpo como objeto y sujeto de la política moderna. Las industrias corporales: el dominio de la imagen, cultura juvenil e intervención técnica. Especialización en Problemáticas de las Ciencias Sociales y su Enseñanza. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.

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