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S O M A í^eüisto T s o s ó fic a jSatyat násti páro dharmah- NO HAY RELIGIÓN MÁS ELEVADA QUE LA VERDAD LaSociedad Teosófica no es responsable de las opiniones emitidas enlos artículos de esta Revista, siéndolo de cada artículo el firmante, y de los no firmados la Dirección. IDEALES DE YIDA DE ORIENTE Y DE OCCIDENTE (CONTINUACIÓN) El punto de vista de un gobierno divino moldea la idea orien- tal de un gobierno humano; siempre se piensa que éste es tra- zado desde arriba y no desde abajo. La idea de que un rey gobierna por la voz del pueblo más bien que por autoridad di- vina, sólo hace camino en el pensamiento oriental entre las na- ciones influidas por el Occidente. El resultado de la concepción de que quien se sienta en el trono gobierna por nombramiento divino y no por sufragio humano, ha sido que á través de todo el pensamiento oriental, la responsabilidad del más alto por el bienestar de las masas ha quedado bien definida. Esto se ve á través de toda la literatura, aunque hoy haya desaparecido. Preguntado Confucio por un rey, por qué los ladrones eran tan abundantes é influyentes en su país, dijo: «Si vos, ¡oh, rey! vi- vierais honrada y justamente, no habría ladrones en vuestro rei- no.» Y á través de todas las viejas leyes de la India, se hace responsable á todo el que tiene la más pequeña parcela de poder, de la felicidad, salud y prosperidad del pueblo que go- bierna. De ahí la dificultad, muy frecuente en los antiguos tiempos, de encontrar gobernantes. Siendo éstos estrictamente responsables ante la jerarquía, que estaba sobre el mismo rey, de la felicidad de los gobernados, el puesto no era un lecho

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S O M Aí ^ e ü i s t o T s o s ó f i c a

j S a t y a t n á s t i p á r o d h a r m a h -

N O H A Y RELIGIÓN M Á S E L E V A D A Q U E LA V E R D A D

La Sociedad Teosófica no es responsable de las opiniones emitidas en los artículos de esta Revista, siéndolo de cada artículo el firmante, y de los no firmados la Dirección.

IDEALES DE YIDA DE ORIENTE Y DE OCCIDENTE

(CONTINUACIÓN)

El punto de v ista de un gobierno divino m oldea la idea orien­tal de un gobierno hum ano; siem pre se piensa que éste es tra­zado desde arrib a y no desde ab ajo . L a idea de que un rey gobiern a por la voz del pueblo m ás bien que por autoridad di­vina, sólo h ace cam ino en el pensam iento oriental entre las na­ciones influidas por el O ccidente. E l resultado de la concepción de que quien se sienta en el trono gobierna por nom bram iento divino y no por sufragio hum ano, ha sido que á través de todo el pensam iento oriental, la responsabilidad del m ás alto p o r el bienestar de las m asas ha quedado bien definida. Esto s e ve á través de toda la literatu ra , aun qu e hoy h aya desaparecido. P regu n tad o Confucio por un rey , por qué los ladrones eran tan abundantes é influyentes en su país, dijo: «Si vos, ¡oh, rey! vi­v iera is honrada y justam ente, no habría ladrones en vuestro rei­n o .» Y á tra vé s de todas las v iejas leyes de la India, se hace respon sable á todo el que tiene la m ás pequeña p arcela de poder, de la felicidad , salud y prosperidad del pueblo que g o ­bierna. D e ahí la dificultad, muy frecuente en los antiguos tiem pos, de encontrar gobernantes. Siendo éstos estrictam ente responsables ante la je ra rq u ía , q u e estab a sobre el m ism o re y , de la felicidad de lo s gob ern ad os, el puesto no era un lecho

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de rosas y llevaba en sí m enos satisfacciones al orgu llo que lo que dem andaba de tiem po y trabajo . A un que era grande el po­der del re y en los países O rientales, siem pre había una cosa que se elevaba ante su trono. E se a lgo es designado por la p a­lab ra D anda y traducido «castigo» p or M ax M üller en su tra ­ducción de las L e y e s de M anú. P ero yo creo que la verdad era traducción debiera ser la p alab ra «justicia» ó «ley». D anda se consideraba como un D eva que gob ern ab a á los reyes m ás severam ente que á los pueblos, y a llí donde el re y iba contra la ju stic ia , ésta se vo lvía contra él. P u ed e verse la am onesta­ción fam osa que dirigió un estadista indo á un jo ven m onarca: «La debilidad— dijo el m oribundo estadista— , es el peor enem i­go de los reyes. L a m aldición del débil, las lágrim as del débil destruyen el trono del opresor». E ste pensam iento corre á tra ­vés de las v iejas teorías de gobierno en Oriente; por eso aun hoy, si en la India h ay p laga, ham bre ó pestilencia, el gobierno es responsable á los ojos de la m asa del pueblo. L a antigua idea es que las d esgracias nacionales son debidas á faltas de los gobernantes que no han cum plido con su deber, y no im ­putables á los gobernados. T a l pensam iento es absolutam ente extraño á la m entalidad de un estadista occidental. S ería , sin em bargo, m uy conveniente p ara la segu rid ad m ism a del im pe­rio indostánico, p enetrar en el alm a del pueblo indo y contar con ese pensam iento difundido en grand es m asas de población, no instruida en los procedim ientos europeos, pero sí en sus propias tradiciones.

O cupém onos ah o ra de otro g ra n ideal que se encuentra en Oriente: la idea del D eber. L a palabra «deber» no tiene la fuerza de la voz sán scrita «dharma», que sign ifica m ucho m ás que eso. E lla expresa la ley de todo el pasado por la cual el hom bre se encarna en el lu g ar p ara el que su evolución le capacitó; la ley que colocándole allí le rodea de todos los necesarios debe­res, en descargo de los cuales ven d rá su próxim o grad o de evo­lución. Todo esto se halla contenido en la palabra inda «dhar­ma». A l venir al mundo con el pasado tras de nosotros, som os gu iad o s a l m edio que nos conviene. En los deberes im puestos á un hom bre por el m edio, está su m ejor sendero de evolución. Si lo sigu e, resulta un bien p ara el p rogreso de su a lm a; si los des­cuida, el progreso llega á h acérsele im posible. De aqu í que el ideal social y político de las naciones de O riente está basado en

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el D eber. El ideal europeo lo está desde luego en los «derechos». L a idea de que un hom bre nace con ciertos derechos hizo la revolución am ericana, lu ego la francesa y m ás tarde llegó á ser el pensam iento básico de los escritores, econom istas y polí­ticos de los prim eros tiem pos del siglo xix; esa idea de los dere­chos no existe en el Oriente. E lla tiene su lu g a r en la evolu ­ción, aunque es un ideal de com bate, de com petencia, absolu­tam ente necesario, con todos sus acom pañam ientos poco desea­bles, com o un escalón en el progreso de la hum anidad; pero es la antítesis verd ad era del ideal de O riente, que considera al hom bre rodeado de deberes y es prácticam ente ciego á sus de­rechos. N adie que s ig a ideales de O riente dice: «es mi derecho h acer esto así». D eber sí, deber hacia cuanto nos rodea, h acia los inferiores, igu a les y superiores, pero siem pre deber y nin­gún esfuerzo p ara rom per con el deber, aunque otro lo h aya hecho. De ahí se deriva una aptitud com pletam ente distinta h acia la vida; de ahí la com odidad de gob ern ar á los pueblos orientales. Y o no a rg u yo ahora en pro de uno ú otro ideal, sino que trato de h acer ve r palpablem ente la profunda diferencia entre am bas concepciones y el va lo r que representa p ara el m undo ese ideal del deber, que no puede desap arecer por com ­pleto del espíritu de lo s hom bres. L o que él puede h acer en­carnado en un pueblo, lo hem os visto en los triunfos del Japón.

O tro pensam iento oriental de que voy á ocuparm e aqu í es el carácter relativo de toda m oralidad. Un hom bre nacido en un cierto m edio, encuentra su propia m oralidad en el cum pli­miento de los deberes que le im pone el m edio que le rodea. De ahí que la m oralidad variará con su posición, con su estado evo ­lutivo. N ingún pensador ni sabio oriental sueña con dar un ideal com ún m oral para todos; esta es idea occidental, y no se com pagina m uy bien con la p ráctica de la vida. En O riente la casta g u e rre ra tiene su propia c lase de deberes y su m o rali­dad exclusiva; la casta de instructores tiene tam bién los su ­yos, m uy diferentes de los que form an la m oralidad del g u e rre ­ro; la casta com erciante tiene otros, y tanto el lab rad o r com o el artesano, tienen su propio código m oral y deberes. E l s irv ien ­te tiene su código especial, con pocos deberes que cum plir com ­parativam en te— obediencia, honradez y buen servicio — , pero éstos deben cum plirlos á la perfección. F u era de esto , lo que pudiera llam arse m alo no es m irado com o ta l p ara él. L a s

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otras partes de los códigos m orales encontrarán su cum pli­miento en vidas futuras. No h ay confusión ni atropello. N o po­dem os tratar de lo gra r la perfección universal en una sola vida, la m ás im posible de las im posibles tareas. S i nos pene­tram os de los deberes que pertenecen á nuestro grad o evoluti­vo y los cum plim os, nuestro p rogreso es seguro. E l código m oral va riará á cada escalón que ascendam os. T om aré un ejem plo com ún. Un hom bre que ha renunciado á todo, llega á ser lo que en O ccidente pudiera llam arse un m onje del m ás ex ­trem ado tipo de pobreza. N ada posee; ha dado su vida para el servicio del m undo, y A qu ellos que guían el m undo dirigirán su vida, de la que él no se cuida. Con esa m ira de absoluta re ­nuncia va tam bién el deber de ser com pletam ente inofensivo. N o puede tocar á una vid a que participa del m undo con él. No puede m atar á la serpiente venenosa ni h acer mal al tigre. No debe u sar de ningún poder de la vida circundante p ara defen­derse contra el a taqu e de cualquiera otra criatu ra; porque si la serpiente ó el tigre le atacan y le m atan, es que vienen com o m ensajeros del m undo oculto p ara decirle que su servicio en este cuerpo no es y a preciso. P ero la m ism a reg la no puede ap licarse al je fe de fam ilia, a l hom bre que tiene hijos que g u a rd a r, sirvientes que p ro teger, anim ales que son parte de su hacienda. Com o g u ard ián de seres m ás débiles, de vidas m ás desam paradas, necesita interponerse ante el peligro , y es tan de su deber m atar á la intrusa serpiente si los am enaza, com o es d eber del a sceta dejarla p asar sin h acerla daño.

E sto produce g ra n confusión en el esp íritu occidental, p or­que se tom a com o obligatorio p ara todos, ideales que en el O riente se relacionan con un cierto estado de evolución, d o c­trina que encuentra poca aceptación en E uropa. N atural es que se produzca esa confusión en los m odernos pueblos cris­tianos, porque el serm ón de la m ontaña se tom a com o p ara ser­v ir de ideal á todo el m undo. P ero ese ideal de no resisten cia, aplicado á los hom bres ordinarios del m undo, es im posible, y p o r consiguiente, ninguna cuen ta se tiene de él. C uando un hom bre -como Tolstoi lo gen eraliza y ap lica en todas las oca­siones, dicen q u e no está en su sano ju ic io . C iertam ente qué lo que propone es m u y poco razon able. N ingún E stado podría v iv ir sobre ta l b ase, falsa igualm ente p a ra el ciudadano honra­do com o p a ra el ladrón, verd ad era sólo p a ra el santo. El últim o

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arzobispo de P eterbo rou gh , decía que una nación b asad a en el serm ón de la m ontaña pronto caería hecha pedazos. ¿No es, pues, lastim oso que el serm ón de la m ontaña se m uestre com o una regla que h ay que segu ir, ante todos los hom bres cristia ­nos? P o rq u e el resultado es que, conociendo que es un im posi­ble p ara ellos, se les lleva á profesar u n a creencia conductora de la vida, sólo con los labios. L a concepción de lo re la tivo de toda m oralidad es otro de los valiosos ideales del O riente, que puede serv ir de algo en O ccidente.

E l últim o g ra n ideal de que he de tra tar aquí es el que aho­ra se llam a «de la vida sencilla». E s m enester que en cada na­ción h aya a lgo que caracterice la posición social. En la m ayor p arte de las naciones O ccidentales, procedentes de los tiem pos del feudo, la insignia de posición social era el nacim iento. En los últim os años ha adquirido im portancia la posición social que da el dinero, parcialm ente porque el opulento recibe con frecu encia títu los que colocan á su poseedor entre quienes los heredaron, y tam bién porque con el crecim iento actual del lujo la riq u eza ha pesado cad a vez m ás en la consideración de la c lase social. E l resultado de esto se v e por com pleto en la vu lgarización de la sociedad, en la pérdida de los m odales no­bles, dignificados. U n hom bre que h a hecho una gran fortuna, no tiene generalm ente tiem po, deseo ó gu sto p ara adq uirir la cu ltu ra de las m ás delicadas facu ltades m entales, y aqu ellas g ra c ia s que acom pañan á una refinada educación que se ha hecho tradicion al á través de centurias. G radu alm ente, en el m undo occidental, la opulencia se proclam a en contra del d ere­cho de nacim iento. L a sociedad se va adaptan do á Jas nuevas condiciones. N ingún futuro Tennyson escrib irá que ella tiene:

ese noble reposoque marca á la casta de Y ere de Y ere.

L o s m odales de la gran señora del pasado han d esap areci­do, y la voz fuerte, ru idosas carca jad as y gesto s fam iliares, han ocupado el puesto del tono tierno, la risa m usical y el cortés al p ar que m ajestuoso porte de los conductores de la sociedad, cuando una llave de oro no ab ría todas las puertas. E ste cam ­bio indica m ucho, p o rqu e......

los modales no son fútiles, sino el fruto de natura leal y noble espíritu.

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U na aristo cracia podía ser la custodia de los m odales ele­vados, dignificado porte, cultura artística, vida sencilla y es­pléndida, siem pre en arm onía con la ocasión y teniendo siem pre presente el «buen gusto». A h o ra la a lta sociedad está dem asia­do bien sim bolizada por el autom óvil corriendo im petuosam en­te de un m odo im prudente, sin cuidado de la vida, gritan d o de un modo discordante su derecho al cam ino libre, zum bando estrepitosam ente y soplando con furia, indiferente á todo bien­estar ap arte del suyo propio, esparciendo el polvo y mal olor tra s de él.

E n el O riente, la opulencia nunca ha sido m irada com o d is­tintivo de consideración social; por el contrario, la acum ulación de riqueza era lab or de la tercera casta, no de la segu n d a ni de la m ás elevada. E l guerrero y las castas instructoras no tenían el deber de acum ular y poseer riqu ezas. El gu errero debía ser generoso y espléndido. E ncontraréis aún en la India inm ensa ostentación de riq u eza en los actos oficiales; pero id á casa de los gob ern ad ores y príncipes fuera de la ocasión de gran cere­m onia, m ezclaos con ellos en su v id a dom éstica y encontraréis allí una vid a sencilla: esplendor para el ran go en la cerem o­nia, sencillez en el h ogar. Y cuando de la casta g u errera , con su esplendor público, pasam os á la c lase instructora, entonces la riqueza se señala com o una d esgracia , no com o razón de or­gullo . «La riq u eza de un instructor está en sus enseñanzas», es lo escrito , y la consideración social va al que in struye, no al m illonario, y p or eso el m illonario y el príncipe, juntam ente, se inclinan á los.p ies del hom bre instruido, aun qu e m edio d es­nudo. E so m arca una orientación com pletam ente distinta en la v id a social, aun aho ra, con todos los cam bios que ha sufrido la vida inda. L a ordinaria esfera de existencia, tan igu al en las diferentes clases, las m uestra bajo un aspecto que nunca se soñó en Occidente. L lam ad á un ven d ed o r en la India, por ejem plo. E n tra en una casa y se sienta en una alfom bra al lado de los dueños. Ju ega con los niños de la casa , h abla con todos com o un am igo, h asta que lleg a el coolie con los géneros para que escojáis. E se vendedor jam ás sueña con tom arse lo que aquí se llam a una libertad; tiene dem asiado finos m odales para eso. E l portarse com o lo ha hecho no es tom arse una libertad, sino el reconocim iento de una vida hum ana com ún, y ésta es la reg la de un extrem o al otro de la escala socia l, tanto m ás cuan-

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to que el alim ento y el vestido son casi igu ales en las diferen­tes clases, salvo donde la influencia occidental se ha difundido. A llí no h ay la m ism a am argu ra y envidias que se ven en el O ccidente, donde la vida del pobre es forzosam ente sencilla y la del rico lujosa y com plicada. A llí am bos u sarán un mism o tra je— más fino p ara unos que p ara otros— , pero todos de igu a l m odo hechos ó igualm ente sencillos; se sientan de igu al modo en sus com idas y la diferencia en los m anjares no es tan g ra n ­de com o podéis pensar. E sa s costum bres llevan consigo el re ­finam iento general del pueblo indo; un hom bre que es labrador- tiene m odales de caballero. U na fam ilia da u n a reunión en su casa y cualqu iera puede entrar y p articip ar en la diversión; parte del salón se reserva p ara los h uéspedes invitados; los no invitados perm anecen aparte, p erfectam ente bien educados, finos y contentos. Encontram os allí refinam iento, porque el ran ­go social de todos se ha de notar en aquellas cosas externas. V iv ir lujosam ente sign ifica v iv ir al m odo occidental, y entre la m asa de aquel pueblo hay m ás bien un reproche que una a la ­banza p or ello, aunque y a allí va creciendo el deseo de im itar, que conspira grandem ente p ara corrom per la v ie ja sencillez de la v id a inda.

E sa sencillez de v id a que basa la fuerza en el conocim iento, carácter y servicios, en vez de basarla en la riq u eza, ¡cuánto bien pudiera tra er á las naciones occidentales, caso de exten­derse a lgo entre ellas! L a espantosa com petencia, la m ultipli­cación de infinitos artícu los de lujo, el amontonamiento de tien­das con inútiles objetos de consum o y la acum ulación de esos objetos en aún m ás inútiles habitaciones— que m ás bien p a re ­cen b azares— , todas estas cosas que vem os en todas p artes y que no tienden á la belleza sino á la ostentación, significan la vu lgarización del total de los pueblos y su arrastre hacia un plano de v id a m ás bajo. S ignifican creciente com petencia, c re ­ciente lucha. S ignifican la m ayor pobreza del pobre, m ientras el rico ap arece com o m ás rico; porque el trabajo se d irige hacia vías inútiles, la m ultiplicación de n u evas necesidades y la cre a ­ción de nuevos objetos para satisfacerlas, hasta que toda la vida se vuelva com pleja, reca rg ad a y oprim ida. Y aunque no pido una sencillez com parable á la de la India, digo que sería un bien p ara In glaterra , y p ara todas las naciones de O ccidente, el que aquellos que pueden h acerlo — , los ricos y los que ocu-

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pan «(levados puertos, especialm ente estos ú ltim o s m ás que los ricos— , s igu iera n u n a noble, sencilla y d igna v id a , em bellecién­dola, lo que anim aría al verdad ero arte y descorazon aría al h olgazán vanidoso, sustituyendo la ostentación por la belleza y e l lujo indebido por la sencillez.

V e n g o ahora de nuevo á mi punto de partida. A qu ellos idea­les orientales estaban en p eligro de perecer. L a hum anidad no puede llegar á dejarlos m orir. L a en ergía occidental, la in icia­tiva occidental, la espontaneidad occidental para sop ortar re s­ponsabilidades, son todas cosas buenas p ara el Oriente; E u ro ­pa tiene m ucho que aprender y tam bién m ucho que enseñar, y el p eligro estaba en que su creciente poder hubiera hecho m o­rir aquellos grand es ideales que cam bian la actitud de los hom ­bres hacia el conjunto del m undo y de la vida. Y si la balanza se está equilibrando hoy, si en tierra y m ar u n a nación orien­tal vence á otra occidental, es porque E urop a sólo aprende á respetar cuando la fuerza arm ada puede m antener los dere­chos propios; y los ideales de O riente no tuvieron la fortuna de interesar y sólo a lcan zaron el desprecio y el desdén hasta que han sido exaltados y elevados por una m ano apta p ara em pu­ñar la esp ad a, m ostrándose tan fuertes en el cam po de batalla com o lo son en el reino del espíritu.

H n n le B H S B flT

(Traducción de J. Oarrido).

Lfl DESASTROSA CONDICIÓN SOCIAL

U OPOLEACIA FREHTE A ADIATE DE LA ffllSERlfl

C o ttfe p a n e ia la id a e l s á b a d o 2 2 d e ^Hayo ú l t i m o e n e l s a ló n d e S t . a s m e s , y p u b l ic a d a p op l a P e i/ ista d e lio n d P e s T h e C h r is t ia n C om m onw ealth

( L a R e p ú b lic a C r is t ia n a ) .

V oy á ocuparm e e sta noche de u n a cu estió n que ra ra ve z se ha tra tad o en las p u b licac io n es teosófioas. R e g la m u y e x ce lsa del teo so fista es la de in v e s t ig a r a c e rc a do los p rob lem as re la tiv o s á la s ca u sas, m ás b ien que aq u ello s otros que se refieren á los e fe cto s , y aun dentro d el e s tu d io de esto s m ism os, su a ctiv id a d

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LA DESASTROSA CONDICIÓN SOCIAL 4491909]se enfoca hacia la snpresión de las cansas de la m iseria huma­n a, más bien que á com batir sintom áticam ente y unas tras otras las form as diversas del proteo de aquella m iseria. Merced á ‘este sabio sistem a, suele considerársele vulgarm ente como poco práctico, con notoria ligereza ó abuso de palabras, y a q u e es harto m ás racional y expedito desarraigar de cuajo las hier­bas ponzoñosas que lim itarse á cortar sus ram as, dejando en el suelo las raíces para que retoñen en la prim avera siguiente. Ca­lificar, pues, de poco práctica sem ejante marcha, equivale á pre­tender que deben ser llevados los hombres de ciencia y los pe­dagogos á los campos de batalla, en lu ga r de dejarlos respetuo­sam ente que se consagren á la nobilísim a tarea de educar á los pueblos cam ino de nobles v ivires que eleven á las R azas y de ideales de paz que hagan cada vez más raros y d ifíciles los con­flictos bélicos entre los pueblos, som etiéndolos á los arbitrajes, m ucho más humanos y prácticos.

Mi tarea de hoy se orientará en el mismo sentido, y aunque vo y á hablaros de los tristísim os efectos de la m iseria, mi pro­pósito vuela harto más alto: al estudio de las causas de la m ise­ria misma y de las radicales reform as que es indispensable in­troducir para alzar los cim ientos de una más noble y más au­gusta civilización. L a prim era p arte del trabajo es, desde lue­go, el rem ovido de los obstáculos que se atraviesan á lo largo del camino hacia aquellos ideales, envolviendo á los desvalidos en el desolador am biente en que han yacido hasta aquí.

No os figuréis ni por un momento que con tales propósitos me aparto del pensam iento ni del ejem plo de aquella m ujer m a­ravillosa é incom prendida á quien debo cuanto pueda haber de mejor y más hermoso en mi vida, de aquella H. P . B la v a tsk y , tan extraordin aria, que en su C la v e d e l a T e o s o f ía , le íd a por to­dos los estudiantes, se ocupa en térm inos tan patéticos respecto del m isérrim o barrio E ast End, de Londres, y hace fervientes votos para que sem ejante estado de cosas llegu e pronto á des­aparecer. Y no se d iga tampoco que se lim itó á platónicas con­m iseraciones respecto del particu lar, que harto elocuentem ente hablan respecto de sus ideas sus propios hechos, algunos de los cuales me perm itiré hoy recordar.

Cierto día en que yo la había hablado respecto á los in fe li­ces ciegos que visitab a diariam ente como miembro de una E s­cuela-A silo de Londres, me encontré con un volan te lacónico

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suyo, en el que me decía: «Usted sabe demasiado bien cuán po­bre soy. L levad , sin em bargo, este pequeño recuerdo á las des­venturadas criaturas de que me babló ayer para que puedan com prar unos panecillos.» A l volante acom pañaban dos libras esterlinas.

L a vivísim a sim patía de H. P . B la v a ts k y hacia todos los su­frim ientos humanos se dem uestra elocuentem ente en un hecho suyo, que puede constituir un alto ejem plo para cualquiera. Cierta vez en que ella iba á em barcar para A m érica, contando con el dinero estrictam ente necesario p ara el pasaje, tropezó en el m uelle con una in fe liz m ujer, afligidísim a, abandonada de todos y rodeada de varios pequeñuelos. M ovida á conm iseración ante sus lágrim as, la preguntó por qué lloraba, á lo que la cui­tada respondió que había sido engañada por cierto fingido agen ­te, quien le había estafado vendiéndola falsos billetes de pasa­je , por lo que se veía im posib ilitada de em barcarse para A m é­rica á reunirse con su m arido. H. P . B la v a tsk y nada dijo; pero se fue inm ediatam ente al despacho de b illetes, donde pudo lo­g ra r se la cam biase su b illete de prim era clase por billetes de em igrantes para ella , para la m ujer y para los pequeñuelos, y hubo de realizar resign ada su viaje en la cám ara común de un trasatlán tico de lín ea, dejando proclam ada con su ejem plo no­bilísim o la fraternidad universal de todos los hombres que pro­clam ase en sus doctrinas.

D ejando esto á un lado, os diré tan sólo algo respecto al pa­voroso problem a de la m iseria, cuyos tristes casos pueden pre­sentarse por m illares clamando por el remedio para tantos y tantos dolores; pero demasiado se os alcanza que si cada pobre es socorrido una y otra vez, el problema es interm inable, y que h ay que ir directam ente más hacia él com batiendo las causas, que á rem ediar unos tras otros los efectos.

Tendam os una ojeada general en torno de esta grandiosa c i­vilización, y detengám onos á considerar lo que he llamado el desastroso estado social de nuestros días. Recordem os, ante todo, cuál fué el am biente sociológico en que se desenvolvieron las grandes civilizaciones del pasado y el que luego determ ina­ra su com pleta ruina por causa de ese enorm e, de ese cruel con­traste entre la opulencia y la m iseria, y a que todo cuanto haya podido acaecer en el pasado, a l repetirse las mismas causas oca­sionales, puede probablem ente tornar á suceder en nuestros días.

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I9°9J LA DESASTROSA CONDICIÓN SOCIAL 451No es más fuerte más sólida é inconm ovible en modo a lg u ­

no nuestra c ivilización actual, que lo fueron las colosales ci­vilizaciones de R om a, A siria ó E g ip to . E s m ás, en la propia ci­vilización egip cia se plantearon m ultitud de cuestiones que surgen hoy tam bién al cabo de los siglos, moviendo á dudar m uy seriam ente de si sobre tales particu lares hemos llegado á progresar en el verdadero sentido de la palabra.

E n m ultitud de inscripciones y esculturas sacadas á luz por los arqueólogos encontram os edictos relativos á los salarios del pueblo obrero. E n ellos se recom ienda con especial interés que se les halague, que no se les desagrade ni m altrate, y á éstos que no rehúsen el trabajar por descontentos que puedan estar con su retribución. E n otras inscripciones se consignan otras cosas más, por donde venim os en cuenta de la existen cia en el v iejo E g ip to de crisis y problem as que hoy calificaríam os de h u elga obrera. E n una palabra, las cuestiones de esta índole deben ser casi tan antiguas como el mundo, sin que los pueblos h ayan acertado á resolverlas todavía, razón por la cual llam o hoy la atención sobre ellas con la esperanza de que la naciente civilización pueda llegar á solucionarlas.

T riste espectáculo nos m uestran lo que hemos dado en lla ­mar clases desheredadas, y que son, entre nosotros, más de la undécima parte de la población, tanto por ciento harto terrib le si os paráis á considerarlo atentam ente. Cuando entre las filas de un ejército regu lar sobreviene una sublevación ó un m otín, suelen ser condenados sus prom ovedores, como es sabido, á la pena de ser diezm ados. En cada pelotón son num erados los sol­dados, y uno de cada diez es condenado á ser pasado por las ar­mas, m ientras que los demás quedan libres. T a l es el sím il de nuestra condición actual. De cada diez seres hum anos, uno está señalado por el triste destino de la raza y condenado por la fa ­talidad de nuestro actu al estado social á todas las horribles m i­serias de una vida de inopia cruelísim a. E n la India aún es m a­yor la proporción de seres desvalidos ó desheredados del D esti­no, por cuanto su núm ero alcanza á una buena sexta p arte de la población del país; mas en otro orden de consideraciones, su estado no es tan desolador como el de sus congéneres de acá, y debe su situación m oral relativam ente más tolerable á su con­vicción profunda, re la tiv a á un pasado de culpas propias que le han traído por ju sta retribución del Destino al desastroso es-

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tado en que hoy yace sum ergido, consideración que es, sin duda, un bálsam o de consuelo en medio de sus am arguras pre­sentes, pues le perm ite esperar m ejores días en lo futuro.

M erced á tan sabios principios, tradicionalm ente inculcados en su pensam iento, en lu g a r de sentirse empujados de un modo ciego hacia la desesperación y la sed de venganza contra los de­más, les hace lam entarse de sí mismos y resign arse con la es­peranza cierta de un nacim iento ulterior en condiciones más felices y menos desfavorables, cobrando, entre tanto, fuerzas internas para luchar con menos desventajas contra las duras condiciones actuales de su am biente sociológico. E s innegable, por tanto , que su pobreza no es tan horrible como la de nues­tros europeos.

Con frecuencia se lam entan en p atéticos tonos los resu lta­dos crueles de las ham bres que suelen arrebatar por m illares las vidas de los desheredados en la India; pero, bien considera­do, ¿no es, en realidad, más trem enda la continua condición de agónico abandono en la que yacen nuestros m iserables? Los registros ó estad ísticas generales del m ovim iento de nuestra población acostum bran á consignar en sus libros, al expresar la causa de no pocos óbitos de gen te desheredada, la consabida m uletilla de «muerto por inanición», que acaso resulte algo duro para la h ipócrita gazm oñería im perante, pero que es muy cierta si ahondáis en la in vestigación de las causas verdaderas de aquellas defunciones. L a triste y ham brienta costurera que acaba de m orir, y cuya m uerte es llevad a á las estadísticas como víctim a de pneum onía, bronquitis ó enfriam iento, no ha m uerto, no, de estas enferm edades com unes, meramente cir­cunstanciales é in tercurrentes, sino que su pérdida, á lo m ejor, se ha debido á verdadera «muerte por inanición» ó por ham bre, porque al regresar de su durísimo y largo trabajo, estenuada y enham brecida, no tuvo nada de extraño que su cuerpecillo, des­nutrido y mal encubierto por m iserable ab rigo , h aya sido sega­do en flor por el helado c ie rzo .... ¡Cuán enorme é ignoradam ortalidad no se determ ina por tales abandonos! Su número y sus circunstancias aterran , como brevem ente os voy á de­m ostrar.

P a ra esto no tengo que in ven tar nada ni esforzarm e dem a­siado. Me basta á mi intento el tom ar al azar algunos casos re­latados en los periódicos durante la ú ltim a sem ana. S i mi pro-

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LA DESASTROSA CONDICIÓN SOCIAL 453I909 |pía experiencia del pasado no me lo hubiese enseñado hace y a tiem po, harto me lo enseñarían ellos por sí mismos. T a l es el caso de cierta in feliz m ujer que, según leo, tra b a ja en el ribe­teado y ojalado de esas prendas de ropa interior que tan b aratí­simas adquirim os luego en los com ercios. Sem ejante cuitada venía á ribetear y coser, según la cuenta,

47.000 ojáles y botones por 1 chelín y 2 */, peniques ú),

ó sfea á tinos tres céntim os el ciento. Pasm a verdaderam ente el cómo sem ejante m ujer puede valerse para ello. Sin duda qúé precisará el ayudarse de sus niños; pero entonces, ¿qué tiem po han podido tener éstos para su aseo, su descanso y para ir á la escuela, dado el principio im perante de la instrucción ob ligato­ria? Y no contemos, como parece lógico, con esotro tiempo que ellos deberían haber consagrado á otros asuntos inevitables, ta ­les como salidas y vueltas del colegio, idas y vueltas para pro­veerse de labor en el establecim iento, sin contar con aquel otro tiem po necesario em plear en juegos y esparcim ientos que ro­bustezcan suS pequeños cuerpos y gastado hora tras hora en la labor de a g u ja por la cual ha de recib ir la m adre su m isérrim o salario.

Os es conocido tam bién aquel otro caso de otra m ujer que lle g a á confeccionar á chelín la docena de cam isas para caba­llero, y aunque tenem os m otivos más que suficientes para m a­ravillarn os de sem ejante b aratura, todavía h a y que añadir, por desgracia, que ex iste quien lle g a á confeccionar dichas cam isas á ocho peniques la docena (2), acosada por la m iseria.

Unos á otros se suceden á diario sem ejantes casos y tam a­ñas desventuras; pero me he lim itado por hoy á estos dos casos históricos, cu ya n oticia he recortado de la prensa para el actual trabajo en T h e G h r is t ia n C o m m o n w e a lth , y todavía he podido tro ­pezar con otro caso de la misma índole, á saber: el de otra cos­turera en ropa blanca que confeccionaba cuellos postizos para cam isas de caballero á razón de cinco peniques (8) la docena, y ¡aún ten ía obligación de poner de su cuenta todo el hilo emplea-

(1) Equivalentes próximamente á ana peseta j 50 céntimos en nuestra moneda.(2) Equivalentes & 80 céntimos de peseta.(3) O sean 50 céntimos de peseta.

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4 5 4 ¿ ¡ 0 4*1 A [ D ic ie m b r e

do! Dicho caso ha sido señalado como típico de todo un estado social por la Comisión R e g ia Inform adora. Hemos tenido oca­sión de leer el apuntam iento ó M em oria inform adora sobre ta ­les hechos; pero lo que no sé es hasta qué punto se ha procura­do poner algú n remedio á ta l estado de cosas que nos deshonra. Interrogada aquella desventurada por un miembro del P a rla ­mento acerca de cómo podían, m antenerse con sem ejantes ren­dim ientos ella y su fam ilia , hubo de contestar hum ildem ente: ¡por m ilagro no más, señor! Y así era la verdad, porque para lograr lo que obtenía la era preciso trab ajar con dem asiada fre­cuencia hasta veinte horas por día, desde las seis de la mañana hasta las dos de la m adrugada del día siguiente, si quería obte­ner lo m eram ente indispensable para su sustento y el de sus criatu ras.

P odría quizá em plear euatro horas presentándoos hechos tras hechos como éstos; pero me he contentado con los más t í ­picos para que podáis apreciar por vosotros mismos el contras­te horrible entre la condición en que tales seres agonizan, com­parada con lo confortable de nuestra vida y pasemos á abor­dar en térm inos generales un problem a tan v ita l y com plejo.

S n Q l t B B S A f iT(Traducción de M. Roso de Luna).

( C o n t in u a r á .)

El mito americano de QuetzaIcoatL(1)

P ocos estudios h ay m ás interesantes p a ra un teósofo que el de los m itos, pues perm ite la com probación de cóm o una m ism a verd ad ó un conjunto de verdad es p arciales revisten aspectos m ás ó m enos a legó rico s, segú n las com arcas y segú n las ra ­zas á que están destiñadas.

E ntre los m itos de los indígenas del N uevo Mundo es, sin duda, el m ás im portante el de Quetza.lcoa.tl, no sólo por ser com ún á los indígenas de M éjico, N u eva G ranada y hasta del P e rú , sino que tam bién p or la aso m b rosa relación que guarda

(1) Este artículo es el primero de una serie que se propone publicar su autor y que forma parte de una comunicación presentada por el mismo & la S o c ié té d e s

S c ie n c e s A n c ie n n e s , de París. — ( E l e d i t o r ) .

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EL MITO AMERICANO DE QUETZALCOATL 45519°9]con los m itos del O riente en general, y especialm ente con los de la India, de Judea y del E gip to , com o se v e rá en el curso de este estudio.

E ste gran mito am ericano, com o los m itos de C risna y del C risto, con los cuales tiene varios puntos im portantes de sem e­jan za, reviste tam bién , com o ellos, varios aspectos, notándose el cosm ogónico, el relig ioso-legendario y el h istórico, alrededor del cual se han agru p ad o los otros dos.

E l nom bre de Quetzalcoatl, «Serpiente pájaro» entre los m e­jica n o s, se identifica de la m anera m ás com pleta con los de Cuculkan entre los m ayas, de Cucumatz entre los quiches, Bo- chica en N u eva G ranada, Sumé en el B rasil y Viracocha en el P erú .

T o d o s ellos, en su aspecto cosm ogónico, son el Demiurgos; en su asp ecto religioso-legendario, u n dios descendido á la tie ­rra p ara enseñar la verdad y redim ir al género hum ano por el sacrificio, y en el aspecto h istórico, hom bres extraord in arios, c iv ilizad ores, inventores de las cien cias y de las artes, leg isla­dores, que con su s enseñanzas m oderan las costum bres bárb a­ra s y san guin arias de los pueblos que tenían la m isión de c iv i­lizar.

E stos personajes, venidos siem pre del O riente, eran de co ­lor b lanco, llevaban por lo general una la rg a barba y , una vez term inada su lab o r, desap arecían por el m ism o cam ino por don­de h ab ían venido.

S e g ú n la leyenda am erican a, Quetzalcoatl fue engendrado por el g ra n dios Tomnacatecutli, el señor del verano, el dios de las subsistencias, el sol, cuyo culto p arece haberse extendido de uno á otro extrem o de las dos A m éricas.

H abía sido engen d rad o sin contacto carn al, solam ente con su divino soplo, lo que había bastado p ara h acer m adre á la v irg en Chimalma ó Xochiquetzal (Quetzal florido) de la ciudad de T u la .

E ste acontecim iento fué el com ienzo de u n a ép oca que se llam ó «la edad de las cañas» (1).

O tros hacen n acer á Quetzaleoatl en Tlapallan (la tierra de los colores) el p araíso de los m ejicanos, situado en el lejano

(1) «Edad de las cañas». En la India el nacimiento de Crisna marca la * e d a d d e l

lo t u s » (también planta acuática).

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O riente, en las com arcas donde s e levanta el astro del día.Según la tradición, fué el enviado de su P ad re al mundo

para rescatar los pecados del gén ero hum ano. C on este objeto se había condenado él m ism o á un ayuno de cu aren ta días y á toda c lase de p rivacion es y m ortificaciones (i) , siendo por esto llam ado el Penitente.

P are ce que debió luchar toda su v id a contra Tezcatlipoca, es decir, el principio del m al, el d iablo. E sta lu ch a del bien contra el m al, del buen genio contra el genio del m al, se en­cuentra en el origen de todas las relig ion es de A m érica.

S egú n cierta leyenda, Tezcatlipoca tentó á Quetzalcoatl ó hizo u so de un sortilegio p ara lib rarse de su adversario . B ajo pretexto de darle el brebaje de la inm ortalidad, le hizo beber cierto licor m ágico, que hizo experim entar á Quetzalcoatl la nostalgia de su p aís. E sta escen a tiene g ra n sem ejanza con la de la tentación del prim er hom bre (2).

Quetzalcoatl resolvió p artir inm ediatam ente para su tierra natal. D estruyó sus p alacios de oro, de p lata y esm eraldas; transform ó los árboles cubiertos de flores y de fru tos en tro n ­cos secos, y ordenó á los p ájaro s can tores aban donar la región y segu irle á T lap allan , adonde h abía resuelto retirarse.

Abandonando el país de T u la se encam inó h acia el S u r, des­pués de haber perm anecido a lg ú n tiem po en el Anahuac. M ás tarde se d irig ió á C holula, donde lo s habitantes lo eligieron por rey.

A l fin de veinte años de perm anencia en esta región renovó sus p eregrin acion es y gan ó T lapallan , de donde m andó cuatro jóven es m isioneros á C holu la para com unicarles la buen a nue­v a y la prom esa de que un día vo lvería á go b ern arles de nuevo, reinando entonces con g lo ria y m ajestad . E sto sería p ara el año Ce-acatl.

En cuanto á su fin, los indígenas pretenden q u e desapareció en la dirección del E ste, llevado por una b a rca de serpientes entrelazadas, y que de esa m anera, so b re aqu el viviente es­quife, llegó á T lap allan , la tierra de los colores en el lejano Oriente.

P o co después de su p artid a, en el año Ce-tochtli (año del C o­

cí) (Mortificaciones.) Véase A n t i q u i t i e s o f M é x i c o , de lord Kingsborough, ■ tomo v, pig. 184.

(2) Véase Codex Telieriano Remensis, A r c h i v o s p a le o g r á fic o s , de Mr. Rosny.

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EL MITO AMERICANO DE QUETZALCOATL 4 5 7I 9 ° 9 ]

hejo), se levantó un Tiento terrible, que derribó los edificios, los árboles y hasta las rocas. Casi todos los hombres perecieron, y aquellos que escaparon de la Catástrofe fueron, según la le­yenda* convertidos en monos. Entonces tuvo lugar la destruc­ción del edifioio y de la torre de Cha tullan, que era, según dice el historiador mejicano Ix tlitxoch itl (1), como una Segunda torre de Babel.

E s á cau sa de la naturaleza de este cataclism o que Quetzal- coatí llegó á ser adorado en calidad de dios del aire* la serpien­te pájaro. T en ía la m isión, en el panteón m ejicano, de b arrer los cam inos delante de Tlaloc, el dios de la lluvia; esto era á cau sa de que en M éjico, antes de las g ran d es llu vias, soplan fuertes vientos.

E l m undo, según la cosm ogonía indígena, debía p erecer en un oataclism o u niversal por el fuego* pero que sería precedido p or la vu elta de Quetzalcoatl, el cual castig aría á los culpables* p redicaría u n a nueva form a de relig ión y uniría en sus m anos la autoridad de pontífice á la autoridad de m onarca.

S e ve h asta q u é pünto las creencias de los orientales, y en esp ecia l las de los cristianos* se aproxim an á las de los indíge­nas del N uevo Mundo.

C iertas profecías declaran que entonces los hom bres debe­rán m aldecir Sus v iejás divinidades; divinidades p ereced eras y h echas de arcilla , p ara adorar al verdad ero dios, el m onarca U niversal, cread o r de todo lo que existe.

O trá leyenda án u n cia la aparición de una señal llam ada HunafcKu (el santo único, el dios único); ésta será «un madero sagrado qüe descenderá del cielo, m ayor que todos los otros sign os y dél eual el m undo entero recib irá la luz». Entonces es cuando deben p erecer los cultos de Itzamná, de Itza y de Tan- tUn; todo el p a ís recib irá á «su Señor y su Herm ano», así eofho tam bién á «los huéspedes barbudos ven id os del Oriente» por el m ar.

L a creencia en la vu elta de Quetzalcoatl p arece h ab er sido gen eral en la N u eva E sp añ a y favoreció considerablem ente la conquista y el establecim iento de la dom inación española.

El emperador Moctezuma Creyó ver al dios y sus compañe-

(1) R e la c ió n d é l m e jic a n o I x t l i x o c h i t l , tomo i t de la colección de lord Kings- borongh.

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ros en C ortés y su s soldados; y tan convencidos estuvieron , al verlo s a p arecer, de la vu elta de Quetza.lcoa.tl, llam ado el dios blanco, que se ap resu raron á d e g o lla r un prisionero, cu ya san­g re arrojaron sobre el conquistador y sus acom pañantes, para asegu rarles con este sacrificio que los reconocían p or sus dioses (1).

T od o esto exp lica cóm o el em perador M octezum a pudo o r­den ar á los gran d es de su im perio el som eterse sin resisten cia, lo que produjo en gran p arte la caíd a del im perio azteca (2).

Quetzalcoatl tuvo diez y nueve com pañeros ó apósto les, que con él hacen veinte (3), núm ero que rep resen ta los d ías del mes en el calendario m ejicano. D e estos diez y nueve com pañeros doce perecieron y sólo volvió con siete á su residencia de T la- pallan.

L o representaban con tod as las aparien cias de un extran je­ro. S u rostro era redondo, perfectam ente blanco; sus cabellos son n egros, segú n L a s C asas (4), y rubios, según T orquem a- da (5). T en ía sobre la cab eza una especie de m itra coronada de plu m as verdes, provenientes del pájaro Q uetzal que le estaba consagrado. E sta m itra estaba m anchada com o la piel de los tig res; llevab a adem ás una tú n ica n egra , cu b ierta de cru ces rojas, y en la m ano una especie de báculo, p arecido á la insig­nia de los a u g u res de la antigua R om a, la que á veces es una serpiente m edio enroscad a.

A lg u n o s an tiguos escrito res españoles (Sah agú n y G arcía) tu vieron la peregrin a idea de identificar Quetzalcoatl con el apóstol Santo T om ás, enviado, segú n ellos, por la Providencia p ara evan gelizar las gentes del N uevo M undo, y no han dejado de atribu ir un origen cristiano á las leyendas y profecías ante­riorm ente citadas. L o s maderos descendidos, el m adero m iste­rio so de que h ablaban varias leyen d as, fué identificado con la san ta cru z, que, p or otra p arte, desem peña un papel m uy im ­portante entre los sím bolos del N u evo M undo, com o em blem a, bastante natu ralista , de la fecundidad.

(1) Esta práctica es un tá b o u que usan muchos indígenas de otros países.(2) Véase H is t o r ia de M é j ic o , por Tezozomoe y las obras de Solís.(3) Los veinte compañeros representan los signos cíclicos de los diferentes calen­

darios americanos. (Brasseur de Bonbonrg.)(4) Las Casas: H is t o r ia a p o lo g é t ic a .

(5) Torquemada: M o n a r q u ía i n d ia n a .

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E ntre las instituciones atribuidas á Quetza.lcoa.tl, y que so r­prendieron considerablem ente á los conquistadores, es preciso citar el bautism o, la confesión, d iversos géneros de penitencias y la v id a m onástica.

«Los antiguos m ejicanos bautizaban su s niños, y al a gu a de que se servían la llam aban a gu a de la regeneración» (1).

L a cerem onia del bautism o se ve representada en el Codex Troano por u na im agen cuyo sentido ha sido confirm ado por la interpretación de la nota que la acom paña, escrita en cara c­teres Katounicos.

E sta im agen nos m uestra cuatro m ujeres que están de­rram ando a g u a sobre un niño que tienen sentado á sus pies; el a g u a que cae p arece inu n­darlos com pletam ente.

L a s cuatro m ujeres pueden sign ificar los cuatro puntos cardinales; las cuatro partes del día; las cuatro edades del m undo, según la cosm ogonía am erican a, ó las cuatro se­ries de trece años que form an un ciclo en el calendario me­jican o .

S egú n el h istoriador espa­ñol D iego de L an d a (2), la form alidad del bautism o estaba reservad a á los sacerdotes, ve s­tidos de una túnica de plum as rojas y cubiertos de una m itra tam bién de plum as.

L a confesión estaba m uy en uso entre los m ejicanos; la p rac­ticaban, aunque no era obligatoria. L o s que pedían confesarse con un sacerdote eran , generalm ente, los viejos y los m oribun­dos; el sacerdote, antes de escucharles, les hacía , á m odo de juram ento, to car la tierra y besar el suelo. U na vez term inada la confesión de las faltas, les im ponía una penitencia y les daba la absolución, que tenía por objeto redim ir espiritualm ente los

(1) Lord Kingsborongh: A n t ig ü e d a d e s d e M é j ic o , volumen vi, p4g. 114.(2) Diego de Landa: R e la c ió n d e la s c o s a s d e l Y u c a tá n .

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pecados y los delitos civ iles que el penitente hubiere com etido. Si un sacerdote no podía venir á asistirle en su s ú ltim os m om en­tos, se con fesab a á sus parientes m ás próxim os.

Quetzalcoatl, com únm ente llam ado el Penitente, h abía in­troducido el uso de diversas penitencias ó m aceracion es, que tenían por objeto calm ar la ira del cielo por las faltas com e­tidas.

U na de estas m aceraciones, que consistía en sacarse san gre de las orejas con una espina, es el sujeto de u n a de las ilu stra­ciones del Codex Troano (1). S iem p re esta im agen representa

cuatro p erson ajes en el acto de cum plir e s t a dolorosa op era­ción. L a san gre co rre de la he­rid a y v a á caer en vasos co loca­dos al pie de los pacientes, sin duda p a ra o frecerla a l D ios co ­mo un sacrificio.

En el an iversario del n aci­m iento de Quetzalcoatl, el día V II del año de las cañas, se celeb ra­ban gran d es fiestas en Cholula. G ran núm ero de p eregrinos te­nían la costum bre de d irigirse allí ese día, llevando regalos p ara los sacerdotes llam ados Pabas. H acían lo m ism o en el aniversario d e la p artid a de Quetzalcoatl, que tu vo lu g a r el d ía 1.® del año de las cañas. En esta g ra n fiesta se le veneraba oom o la estrella de la mañana, Tl&vizcalpantecutli (el S eñ or de la m añana), que fixé la prim era lu z cread a antes del d ilu vio y anteriorm ente al sol. En estas

Fig, 2.*-oq<ies j>Hs4enai¡¡. fiestas se ofrecían sacrific io s y

se bailaba; uno d e estos bailes e ra ejecutado sobre zancos (2).

(1) Manuscrito Troano, edición de Brassenr de Boubourg.(2) Asi está representado en una figura del Codex Troano.

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C om o Quetzalcoatl v ino á reform ar las costum bres salvajes y g ro se ra s de los pueblos, se reem plazó en su culto el uso de sacrificios san grientos, que eran frecuentes entre los m ejica­nos, por ofrendas de flores y de frutos.

S u s tem plos estaban pintados de blanco; las túnicas de sus sacerdotes tam bién blancas, cubiertas de cruces rojas, y en la m itra q u e llevaban sobre la cabeza tenían una insignia con la figu ra de u n a serpiente, com o los sacerdotes del antiguo E gip to .

L a s fiestas de Quetzalcoatl eran precedidas de un ayuno de

cuaren ta días, en conm em oración del que él hizo antes de co ­m enzar su m isión divina; sus sacerdotes hacían votos de c a s­tidad, viv ían en com unidad com o los m onjes de otras re lig io ­nes y eran m uy respetad os por sus virtudes.

E l dios es representado generalm ente por la serpiente p á ja ­ro , es decir, una serpiente con el cuerpo de un pájaro , ó bien enroscada, en actitu d am en azadora, y cu yas escam as tenían la form a de p lu m as, sim bolizando el tiem po que p asa y vu ela sin cesar.

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En dos hojas del m anuscrito de D resde está representado por el árbol con la serpiente, ante el cual se h ace una ofrenda.

En el Codex Vaticanus han representado á Quetzalcoail con los b razos extendidos sobre una cru z, y en otros docum entos crucificado entre dos ladrones.

Com o puede verse en la figu ra del Codex Vaticanus está co­ronado de una diadem a real, lo rod ea la cañ a em blem ática, tiene á su s pies la copa de la tentación, á la cual tra ta de resistir el dios andrógino colocado sobre la c ru z del sacrific io , y el pez y el conejo salen de su cabeza sim bolizando la fecundidad intelec­tual, siéndolo de la m aterial los senos fem eninos que prenden de su pecho.

Term in aré este estudio reproduciendo las palab ras de lord K in sgbo ro u gh (1):

«La tentación de Quetzalcoatl; el ayuno de cuarenta días ordenado por el ritual m ejicano; la copa que le presentan para beber; el nom bre de «estrella de la m añana» q u e se le aplica; el tecpotl ó piedra que colocaban sobre su altar y que llam aban Teotecpotl ó piedra divina, y que era tam bién un objeto de ado­ración según las c ircu n stan cias q u e tienen relación con Quet­zalcoatl, son semejanzas muy curiosas,»

F * a o e is e o d e B . E C H E V E R R ÍA

C R R T R 5 D E “ E L I P 5 R 5 L E Ü I „

V I I I

VEEDAD JUSTICIA PAZ

n » xI n t e n t e u ste d fo rm a r de cad a le tra un co n ce p to a b so lu to y u n i­v e rs a l, g u ia d o so lam en te por e l n ú m ero que la le tra rep resen ta .

A sí verá en el aleph todo lo que es único, principiando á con­cebir de entre sus universalidades el esp íritu de D ios, el espíritu del hombre, el principio del pensam iento y el de las arm onías, etcétera, etc.

L as letras son jeroglíficos geom étricos. L as del alfabeto he-

(1) A n t ig ü e d a d e s d e M é j ic o , volumen vi, pAg. 100.

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190 9J CARTAS DE «ELIPHAS LEVI» 4 6 3

breo se derivan de un pentágram a llam ado «El plano del P a ­raíso Terrenal», el cual consiste en cuatro círculos inscriptos

concéntricam ente en otros tantos cuadrados, uno dentro de otro.

V e rá usted que el a le p h rep re­senta á la vez el diám etro y la c ir­cunferencia, y asim ism o la mo­ción circular en dos direcciones, ascendente y descendente, para dem ostrar la unidad del principio de m oción y de equilibrio.

¿No es la precisión de esta figu ­ra algo m aravilloso?

Sucesivam ente daré á usted to­das las otras de ig u a l m anera.

E n el a le p h encontram os nosotros esta figura: \ .P ero tam bién encontram os estas dos:Y asim ism o estas tres: X .Y , finalm ente, estas cuatro: $ »Consecutivam ente 10, ó sea todos los números.A hora bien: escrito el nombre de la le tra con la clave del ta -

r o t , es así: absY tiene usted á D ios: b#Y á la N atu raleza: aE l princip io, por 1.L a moción p erfecta, 12.L a vida com pleta, 17.E l b a te le u r ó el itavoüpyos (p a n o u r g o s ), el hom bre de conoci­

m iento universal.Con el p e n d u ó el sacrificio y la brillante estrella de la in te ­

lig en cia de la N atu raleza comprenderá usted el simbolism o de aquella cabeza con tres caras que se encuentra emtre las figuras del E n c h ir id io n , de León III , con su trip le leyenda:

F o r m a c i ó n .

o

*OO7 £

/

/A*

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464 X O d* 1 A [D ic ie m b r e

Ahora considere usted entre ios Salmos los alfabéticos. En? tro ellos hay cuatro en que debe fijar su atención, y meditar también sobre los cuatro versículos que principian con áleph.

Las tres letras madres y a sabe usted que son el áleph, el mem y el sehin, ó áleph, mem y tau. Pero el schin y el tau son dos letras análogas y opuestas que representan el sér y la vida, como veremos más adelante.

También la palabra amsth, colocada al principio de esta car­ta, se forma de este modo, y significa Paz, Justicia y Verdad.

IX

Voy á contestar á sus preguntas. El Espíritu divino que está en nosotros llega á formar parte de nosotros ó, más bien, nosotros formamos parte de El en el momento de nuestra completa jus­tificación. Se aleja de nosotros cuando cerramos los ojos de nuestro ser interno á la luz, y vuelve cuando los abrimos. He aquí la luz del alma. Decir que ella vuelve al cielo es hablar en sentido figurado; es lo mismo que si dijéramos que la luz vuelve al Sol.

La memoria no se pierde jamás durante la vida; al morir se evapora sobre el cadáver. Comprenda usted bien esto: Non mofi- tui laudábunt te domine ñeque omnes, qui descendunt ininfemum.

Del infierno se han dicho muchos absurdos; pero hay una de­finición de este estado ó condición que contiene má» horrores y terrores que todas las torturas soñadas por lo» monjas déla Edad Media. El infierno es el olvido de Dios.

Me pregunta usted si los lazos de esta vida persistirán en la otra. Esto es lo mismo que preguntar si de un traje viejo con­servaremos las costuras.

Ecce facta sunt omnia nova.

X

E xisten cuatro caminos para concebir la unidad:1. ° Como universal, produciendo y abarcando todos los nú­

meros, sin tener, por consiguiente, dualidad. Unidad sin núme­ro, inconcebible, infinita, universal, absolutamente necesaria y absolutamente incomprensible.

2 . ° Como relativa y manifestada, teniendo dualidad, princi-

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CARTAS DE «ELIPHAS LEVI» 4^5I909J

piando la serie de números, sumándolos y extendiéndolos cons­tantemente, por lo cual viene á ser progresivamente infinita.

3. ° Como viviendo y fecundando en sí misma la moción y la vida.

4. ° Como visible y revelada en forma universal.Estas cuatro concepciones de la Unidad están representadas

por el divino tetragrama, del cual la figura jeroglífica es la cruz.

AltiLong

;udo. tudo.

Sublimitas.

Profundum.

Note usted que esta figura es análoga á la de nuestra aleph: x.Pero en el aleph la altura no es perfecta, pues Dios, con el

fin de dar santidad á la letra, la formo de líneas curvas, como si viniera haoia nosotros. Este es el árbol del conocimiento euyos brazos descienden hacia lo» hombres, y alrededor de cuyo tronco se enrosca la serpiente de la vida.

Esta explicación de la figura del aleph tiene también el ob­jeto de indicar el movimiento circular de la cruz, que es la vida de los soles, y que forma el círculo por el perpetuo movimiento del cuadrado (verdaderamente la única cuadratura del círculo).

La unidad uuiversal es inconcebible. Esta Unidad es Dios.La unidad revelada y reveladora de los números es la pa­

labra.La unidad viviente qs el Espíritu divino.La unidad visible en la armonía universal, es la Providencia.La Unidad suprema tiene por jeroglífico la línea vertical, el

cetro, el a» de bastos del tarot | .La unidad relativa tiene por símbolo la línea horizontal y

la curva ~ k j , formando la copa O.La unidad viviente une las dos líneas, y forma la cruz + ó la

espada -J-.La cuarta unidad1 está representada por el círculo Q.

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466 2 0 < Í > I A [Diciembre

XI

E l signo de la unidad absoluta / , representando el número 1, es idéntico á la primera letra de los alfabetos de los idiomas rú­nico, *\; copto, [)J siriaco, j, y árabe, ) ) .

En hebreo, la unidad absoluta, tomada como síntesis de to­dos los números, se encuentra solamente en la forma del nú­mero 1 0 ; por ejemplo: el jod del cual nos viene la j , que es ab­solutamente igual que la primera letra de la escritura siriaca.

En la primera escritura estranghelo ó caldea, el áleph está representado por un segmento de círculo que parece caminar sobre dos áúgulos rectos y la jod está representada por algo análogo al lingam i— i hindú; pero con una gran prolongación en la unidad pasiva.

Vuelva usted á leer en el Sepher Jetzirah el pasaje relativo al primero y décimo sendero; medite sobre ellos ó intente com­prenderlos, y estudie también en el Génesis la obra del día pri­mero.

¿Tan grande estudio se necesita para conocer la primera le­tra? Pero uno debe decir como el Cristo de la leyenda: «Yo so­lamente podré decir que sé cuando haya comprendido perfecta­mente el áleph.»

¿Ha leído usted los Evangelios Apócrifos?(Se continuará.)

CARTA DE LA PRESIDENCIA

Á D . J O S É X I F R É .París, Oct.-29-909.

Mi querido colega: Me propongo mandar á usted una carta trimestral para publicarla en su revista oficial, con el objeto de estrechar más aún los lazos que nos unen.

Adjunta va la primera carta, con mis mejores deseos,jjnnie Tjesant.

Queridos amigos: C reo contribuir á estrech ar m ás aún los la ­zos que á todos nos unen dirigiendo cad a tres m eses una carta

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CARTA DE LA PRESIDENCIA 4671909]

á la s rev istas oficiales de nuestras Sociedades N acionales, c a r­ta deliberadam ente person al, que á la vez m encione todos los asuntos d ignos de interés ocurridos du ran te m is v iajes. L a se­p aración afecta á nuestros «yos» p erson ales, y éstos son los que hem os de u nir y arm onizar, porque siem pre som os uno en el E sp íritu , y en este reino no existe sep aración a lg u n a. B a s­tantes erro res se p ropalan precisam ente a cerca de las p erso­nalidades, y p or esto las personalidades ex agerad as son m ira­das con desconfianza. P ero la personalidad es tan sólo la ex­presión del esp íritu en los dos p lanos y m edio inferiores, que se individualiza á sí m ism o en su aspecto de egoísta , y constan­tem ente rep rod uce esa individualización en los planos m ás g ro ­seros de la m ateria. No es la fuerza de la personalidad la que hem os de con den ar, sino su falta de coordenación con la m ani­festación sup erior, su fa lta de obediencia á su Señor. Cuando aquélla está com pletam ente disciplinada y dom inada, y cuando obedece al freno, conviértese entonces en precioso instrum ento, tanto m ejor cuanto m ás v ig o ro sa sea. E l «yo» debe obedecer al «Yo», y entonces la fuerza del inferior se convierte en la se r­vid o ra del superior.

D esde A b ril últim o he via jad o por m uchos p aíses, y en to­dos ellos he observad o un hecho significativo: el cam bio de a c­titu d del público respecto á la T eo so fía y á la S o cied ad Teo- sófíca.

A n tes de la crisis que hem os sufrido duran te los tres años y m edio ú ltim os, contábam os con un público esp ecia l, nuestro, q u e continuam ente crecía en núm ero; pero el público en gene­ral, su m ayo ría , nos m iraba con indiferencia y frecuentem ente le servíam o s de diversión. Sem ejante actitu d h a cam biado, y la m ayoría del público considera ah o ra la T eo so fía con respeto y estudia sus doctrin as.

U n cam bio notable se o b serva en el hecho del núm ero cre ­ciente de hom bres jó v e n e s pertenecientes á las c lases edu cad as que asisten á n u estras reuniones é in gresan en la Sociedad.

O tro tam bién es el hecho de que m iem bros de las clases so­ciales su p eriores en los d iversos países y a no se m antienen a is­lados de este m ovim iento. L a Sociedad T eo só fica está ocupan­do la posición que le corresponde com o una fu erza v iva en el m undo relig ioso y filosófico, y prom ete desem peñar en ese m un­do un papel principal antes de que tra n scu rra m ucho tiem po.

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468 2 O d> 1A [ Diciembre

H e o b servad o q u e de las m uchas cuestiones de que trata­m os, la m ás popular de todas es la reencarnación. P arece interesar de m anera especial la m ente científica de O ccidente, p or o frecer una teoría racion al é intelig ib le de la inm ortalidad concordante con el orden d e la N aturaleza.

E l desarrollo de la conciencia se verifica á la p ar que la evo­lución de los cuerp os, y se im pone á los hom bres pensadores com o com plem ento n ecesario de la idea evolucionaría , y la fuerza y la dignidad del individuo, considerado com o concien­c ia continua, se está reconociendo de m odo m ás gen eral. C laro es que á m edida que v a y a aceptándose la reencarn ación com o un prin cip io , d ará lu g a r á u n a profunda y p oderosa reform a en los sistem as de educación, organ ización social y tratam iento de los crim inales en O ccidente. N o puede sem b rarse m ás rica se­m illa en el m undo occidental.

D espu és de la reencarn ación , la cuestión de la v id a d e u l­tratum b a es la que m ayo r interés ha despertado generalm ente.

E ste g ran interés popular h a cread o igualm ente la recientí- sim a enseñanza del nacim iento de la sexta su b -raza y la venida del B o d h isattva. R eco rd arán los estudiantes la c ita de H. P . B . re la tiva á una profecía tibetana segú n la cual la «Gran Joya de Sabiduría» habría de n acer en O ccidente, p ara d is ip a r sus erro res é ignorancia; y lo que dice H. P . B . a ce rca de la T ie rra S a g ra d a , en la q u e deberán esp era r los cristian o s la vu elta de su Cristo. ¡Cuán cierto es q u e en las profundas enseñ an zas de H . P . B . podem os h allar el germ en de tod as las id eas he­ch as a h o ra públicas! Mi ú ltim a visita á los E stad o s U n id os p ro­m ete gran d es é im portantes resu ltad o s, y la obra d el p ro p a­gan d ista en aqu ella cun a d e la se x ta R aza-R aíz ad q u irirá cad a v e z m ayor v igo r.

L a Sociedad T eo só fica se felicita de p oder con tar en aqu el país con un S ecretario g en eral com o M r. C. J inarájadása y otros, tan ap tos p ara inspirarla y g u iarla .

D espu és de h aber sufrido m ás que ningún otro país, Ingla­terra está llen a de v id a y en ergía. U na R am a en Irlanda, o tra en B é lg ica y siete en In g laterra se sep araron de n u estras filas; la R am a de Irlanda fué reem p lazad a por dos, la de B é lg ica ha ha vuelto á nosotros, habiendo m ás que du plicad o el núm ero de los m iem bros que se había llevado, y las siete R am as ingle­sas son reem p lazadas p o r nueve.

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1909] ORDEN DE SERVICIO DE LA SOCIEDAD TEOSÓFICA 4 6 9

E l dinero p ara la propagan da v a acudiendo, y los m iem bros m ás recien tes y jó ven es trab ajan con va lo r y energía. L a S ec­ción fom enta la c ircu lació n de nuestra litera tu ra bajo la hábil dirección de su S ecretario G eneral, que posee el don de saber d irig ir. E n F ran cia , desde donde escribo esta carta , u n a ola de vida se h ace sen tir y un nuevo entusiasm o anim a á los m iem ­bros. E n ta l núm ero han acudido á P a r ís desde p rovin cias, que fué necesario d isponer un local m uy vasto p ara las conferen­cias ded icad as exclusivam ente á los m iem bros, y una nueva señal del interés despertado en el público h a quedado dem os­trado con la publicación en prim era p ágina del im portante d ia ­rio Le Matin de una interview que tu vo conm igo uno de sus red acto res.

E n H olanda es siem pre fuerte el m ovim iento y m uy num e­rosos los m iem bros que concurren á las reuniones. U n m ag n í­fico meeting tu vo lu g a r en A m sterdam en la g ra n sa la de con­cierto s, lo cal en el q u e ja m á s se hubiese atrevido la S o cied ad á p ensar p ara dar sus conferen cias.

L a b reved ad de mi v is ita en B é lg ica sólo perm itió una r e ­unión de los m iem bros; pero ob servé m ucho entusiasm o, y se h ab la de la form ación de u n a Sección b elga .

A s í, por todas partes del cielo apunta la a u ro ra de un nuevo d ía , de un d ía du ran te el cu a l vo lverá el m undo los ojos h acia el P o rtad o r de L u z , h acia la Sociedad que le trae la S ab id u ría divina: la T eosofía.

V u e stra fiel servid o ra,Rftfiie fiHSAJSLT

Presidente de la Sociedad Teosóñca.

ORDEN DE SERVICIO DE LA SOCIEDAD TEOSÓFICA

Se ha constituido en Londres una Liga Internacional de Me­dicina para la abolición de la vivisección, vacunación é inocu­lación. Se admiten como miembros todos los médicos titulares, de cualquier nacionalidad, con tal que declaren que ellos son opuestos á estas prácticas y que no las emplean para el trata­miento y prevención de las enfermedades. La Liga se manten-

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47° 2 0 < Í > I A [ Diciembre

drá únicamente con los donativos voluntarios de los miembros y simpatizadores, con el objeto que la misma persigue.

Dirigirse al Dr. Louise Appel, Theosophical Society,, 106, New Bond Streel, London, W.

** *

El Secretario de la Liga de la Unidad, en París, hace cons­tar que esta Liga es internacional y que la obligación contraída por los miembros, de leer todos los días sus siete reglas, ha sido reducida á la lectura de las mismas sólo los domingos, sin que esto sea inconveniente para que las lean diariamente aquellos que lo prefieran.

Dirigirse á Mlle. A. Blech, 21, Avenue Montaigne, París.** *

En La Haya (Holanda) se ha formado una Liga para «La Educación Armónica». Su objeto consiste en realizar esto por medio de:

1. ° La propaganda de ideas teosóficas de la educación.2. ° El estudio de los problemas de la educación.3. ° Organizar clases y conferencias.4. ° Hacer circular folletos, etc.; y5. ° Por cualquier otro medio que pueda ser útil para aquel fin.El Secretario honorario de la Liga es Mr. C. Ramondt-

Hirschmann, 107, Jacob van der Taesstraat, La Haya.Helea bUB^B

Secretario honorario, T. S. Orden de Servicio.

R E C U E R D O S

CÓMO SE CITA LA SOCIEDAD TEOSÓF1CA EN UN SEMANABIO ESPAÑOLDEL A fÍ0 1884

Mucho antes de que la Sociedad Teosófica tuviera adeptos en España, en el año 1884, leí por vez primera el nombre de Theo- sophical Society, que luego me había de ser tan familiar. Lo en­contré en un artículo que publicó la Revista evangélica titulada E l Cristiano, Revista que yo leía por aquel entonces, cuando

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RECUERDOSI9°9] 471

estudiaba el protestantismo desde su secta más apartada: los anabaptistas. El artículo tenía un título sugestivo para mí. Mis noticias sobre el budhismo me pintaban esta religión como muy antigua y venerada, y al encontrar un escrito con el epígrafe de «El budhismo moderno» me incitó á leerlo precipitadamente, esperando encontrar en él algo nuevo que sumar á los datos que ya conocía. El subtítulo decía «Sumangala», término que me llenaba de confusiones y que aparecía ante mis ojos rodeado de algo misterioso. Leído el escrito satisfizo por completo mis de­seos, dejándome una impresión agradable de la dulzura, tole­rancia y caridad que constituyen el aroma del budhismo; pero de la Theogophical Society absolutamente nada saqué, salvo la impresión, que luego vi era un craso error, de creerla una So­ciedad creada con el único objeto de propagar el budhismo por Europa, error que he visto reflejado en otros muchos escritos y conversaciones de españoles que se tenían por muy bien ente­rados.

Como creo que este artículo, donde de una manera tan in­congruente y de pasada se cita la Sociedad Teosófica, es la refe­rencia más antigua que podemos encontrar en España y explica aquella confusión de las gentes en los primeros momentos su­poniéndonos budhistas, no me resisto al deseo de darlo á conocer á nuestros lectores. He aquí el artículo:

E L B U D H I S M O M O D E R N O

S U M A N G A L A (1)

Sumangala es el gran sacerdote de la Tripada, jefe principal de la Widyodaya-Parivona (2) ó inspirador de la Theosophical Society, que ha emprendido la atrevida pero no imposible tarea de convertir á Europa á sus doctrinas, y al fijarse en Europa no ha tomado como base las clases bajas, sino los espíritus ilustrados que, por la doble ac­ción de la ciencia contemporánea y del indiferentismo religioso, han venido á hacerse budhistas sin saberlo.

La Tripada es un templo construido en la cima del pico Adán, cuya negra punta se ve desde muy lejos de las playas de Ceilán, á cuya isla domina. En esa cumbre está marcada la impresión gigantesca de un

(1) Hi Sri. S'nmangala, Pradhana Nayak Maha Thero. (Miembro honorario de la Sociedad Real Asiática y Presidente de la Maha-Body Society).—(Notapor M. T.)

(2) El colegio Vidyodaya.— (M. T.)

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pie sobrehumano, que consideran los budhistas como la planta de Budha, los sivaítas como el pie de Siva, los cristianos y musulmanes de aquellas regiones como el pie de Adán, lo que hace del pico un lu­gar sagrado para todos los creyentes.

No hay religión en el mundo que cuente tan gran número de fieles como el budhísmo; verdad es qué ha necesitado respetar muchas su­persticiones locales y mezclarse con varias creencias antiguas pata retener bajo su influencia tantos millones de almas que la prófesán entre Nippón y Ceilán. Mas ahora aspira á presentarse á Europa, en*- toramente depurada de todas estas mezclas; y si, lo que no seria ex­traño, lograba haoer muchos prosélitos en esta parte del mundo, lle­garía á ser verdaderamente la religión universal*

Los principios fundamentales de esta religión son los siguientes:Como no hubo creación, no pudo haber creador; el mundo, hecho

de fuerza y materia, es eterno; no hay alma inmortal; los individuos son encarnaciones pasajeras de formas que perpetuamente se modi­fican. Obsérvese qüe estos fundamentos abrazan á la vez el materialis­mo de Büchner y la doctrina evolucionista de Darwifl, dé qué está impregnada toda la ciencia moderna, y que tales máximas están con­formes en Sus tendencias á este pesimismo tan admitido entré los gran­des pensadores europeos de nuestro siglo. [Bueno es advertir que Su- mangala está familiarizado con Comte, Büchner y Darwin, cuyas obras ha leído en los textos originales.

La Widyodaya Parivena es un edificio construido sobre arcos por un arquitecto europeo convertido al budhismo. Junto á ese edificio, pintado de rojo y blanco, hay varias casas, donde se alojan los pro­fesores y discípulos, diseminadas en un jardín en que la Naturaleza tropical se desarrolla maravillosamente. Jóvenes béfizos COfl traje ana­ranjado y de rostro más blanco que los demás indígenas, suelen pa­searse por ese jardín, siempre abierto á todos los pasajeros, como sím­bolo de las doctrinas que enseñan. Algunos de esos seminaristas viven tan enflaquecidos por el ayuno y las maceraciones, que sus piernas están reducidas al hueso y á la piel, de modo que sus anchos pies pa­recen enmangados en unos palos.

Habitan, además, en la Parivena enjambres de muchachos y mu­chachas, aquéllos casi completamente desnudos, éstas algo más vesti­das, con un gorro cónico de indiana de flores en la cabeza, y la nariz derecha con un agujero, donde llevan un grano de coral rojo, destina­do más tarde á ser reemplazado por un enorme aro de plata ó de oro.

Sumangala, con quien todos los príncipes del extremo Oriente sos­tienen activa correspondencia y cuyo nombre veneran tantos millones de hombres, es una especie de papa, que vive modestamente, con la sencillez de un filósofo, en una easita blanca con pilares de madera* Su cabello y su barba gris, muy recortados, dejan percibir la estrnc-

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RECUERDOS 4731909]

tura de una cabeza de busto antiguo, maciza y llena de voluntad. Yiste con un traje amarillo de bonzo, á modo de toga, de la que sale desnuda la espalda derecha.

Con facilidad concede audiencia Sumangala á los europeos que acu­den curiosos á visitarle, y cuando le dirigen alguna pregunta capciosa, antes de responder se aónríe cómo ún hóínbre acostumbrado á triunfar de todos los argumentos de escuela.

Insiste especialmente sobre la concordancia de sus doctrinas con las conclusiones de 1» ciencia europea, y, para sus definiciones, se com­place en buscar palabras y fórmulas de los sabios de por acá.

La moral budhista es una de las más bóllas que se han enseñado á los hombres: obediencia á los padres, amor á los hijos, desinterés con íoá amigos, indiligencia para los inferiores, benevolencia hacia los ani- nüa’lés, respetó á los brahtóas y gentes instruidas; eh tres palabras: to­lerancia, caridad, fraternidad.

Tales son los principales preceptos que se llegan á practicar por el aniquilamiento de las pasiones y de los deseos, considerados como cau­sa píimera de todos nuestros males.(Del géMtmatió evangélico M OHitiano, im presa en Madrid, núm . 698 de 29 Marzo 1684.)

A f e io c a r esítís réetrerdós y léer ese articu lo después dé vein- tióinco afioá, ¡(jué im presión inás d istin ta ha Causado en m i ín i- nSo! H óy1 c’ónofcco p e ífé e tá m e n te lá Sociedad Teosófiea y m e fié fafinHañza¡do¡ óóii el bticfíáamó lo bastante para poder feé fia za í lós érrorós Coñlteñidós «¡n eéd e'áerito.

C iertam en te, ¿la m o ía l Budhistá es una de la s m ás bellas que se fié éñséfiacfó á lós horáfires», pero ¡qué m al fierinánfá todo esto con las apreciaciones vertid as al exponer Ies p riñ eip ios fun ­dam entales de esta re lig ió n , presentándola como una escuela m ateria lista y m ezclar con ella los nom bres de Com te, B ücfiner y D arw in!

H e aq u í la clave: com plot de los Coulom b y los m isioneros, ISÍ84. H asta E sp a ñ a llegaro n , aunqtíé ap lacados un tan to , los re ­flejos de lás m aquinaciones tram adas en la India contra H . í \ B ., y gracias á e llas oím os fiablar en E spaña por prim era vez de la Sociedad Teosófica.

TftBVIpO V VUtLtR

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MOVIMIENTO TEOSOFICO

E i P r e s id e n t e en Nuestro Presidente Ánnie Besant desembar- i r ia n d a . có en Queenstown, procedente de New-York,

el sábado 9 del pasado Octubre, demasiado tarde para tomar el correo de la noche para Dublin. Fue recibida por el Secretario General, que la acompañó el domingo á la capital de Irlanda, adonde llegaron á las cinco y media de la tarde. Por la noche, una selecta reunión recibió á la Sra. Besant en los salones del Club Contemporáneo; varios amigos habían recorrido grandes distancias (desde dos hasta doscientas millas) para asistir. Nues­tro Presidente habló con gran elocuencia sobre «Teosofía, su significado y valor». Después del discurso conversó con varios miembros del Club y le hicieron tan inteligentes preguntas, que A. Besant rompió voluntariamente su costumbre de no ad­mitir preguntas al fin de sus lecturas públicas, y ofreció dedicar en la noche siguiente, á la respuesta de las cuestiones que se le presentasen, todo el tiempo disponible después de la conferen­cia. Con respecto á la disertación nada podemos hacer más que reimprimir el siguiente trozo, tomado del diario nacional irlan­dés Sinn Fein (Nosotros mismos):

«El conferenciante consideró á la raza Céltica como encar­inando el elemento emocional de la naturaleza humana, y á la »raza Teutónica como encarnando la mente científica, é hizo un «análisis de las características de cada una, con objeto de en­contrar la llave de la futura evolución de la humanidad. La »tendencia, dijo, del intelecto fue hacia el individualismo y »separacion, y la religión cristiana ha estimulado el individua­lismo al insistir en la salvación individual. En la Cristiandad »fué donde se desarrolló el altruismo en su mayor amplitud, y »la insistencia en hacer aceptar intelectualmente ciertas fórmu- »las dogmáticas fue reemplazada por una interpretación místi- »ca. Tal tendencia conducirá, en la nueva era abierta á la Reli- »gión, á una amplia tolerancia con respecto á la interpretación »de la verdad espiritual. En el reino de la ciencia, especialmen- »te en medicina, hay signos de la nueva era en el aumento de

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MOVIMIENTO TEOSÓFICO 475I9°9l

«adopción de los métodos naturales de curación, tales como sim- «ples dietas, hábitos moderados y el empleo de los poderes de «la imaginación. Como civilización avanzada, el sistema nervio- »so se sutiliza; y el aumento de las enfermedades nerviosas, que «procede de la defectuosa organización social, producirá en lo «futuro el ajustar las condiciones de vida sobre una base de «cooperación en lugar de competencia. Este cambio, sin em- «bargo, no será impuesto por la fuerza, sino que vendrá como «resultado del desarrollo en la humanidad de la naturaleza espi- »ritual. Los ejemplos del tipo que se producirá, no ya indivi- »dualmente, sino como raza, fueron: en Oriente Buddha, y en «Occidente Cristo, quienes dominaron imperios más extensos «que los de ningún monarca, por el poder de la sabiduría y el «amor. El conferenciante, que habló durante hora y cuarto sin «notas, fue escuchado con atención y frecuentemente aplaudi- »do, y al terminar dedicó más de media hora á la respuesta de «preguntas.»

Antes de retirarse de la plataforma, la Sra. Besant invitó á dar sus nombres á los que deseasen estudiar Teosofía y quisie­sen constituir alguna Logia. Los resultados han sido la forma­ción de dos Logias, una de las cuales intenta abrazar en sus operaciones á toda Irlanda, reuniendo á los estudiantes aisla­dos, y se propone alentar y recomendar la formación de Cen­tros locales y Logias.

J . f l . COTJSIJ4S

(Traducido de The Váhan, número de Noviembre).

E s t a n c ia d e m is a E l recibimiento dispensado á Miss Besant al llegar á París fue entusiasta, esperándola en

la estación del Norte muchos teosofistas. Un gran número de miembros de provincias y del extranjero, más de 400, habían ido á París para escuchar de la P. S. T. las hermosas é intere­santes conferencias que ya anunciamos en el número de Sophia correspondiente á Octubre último.

A la conferencia pública que tuvo lugar el 31 en el Salón de Agricultores de Francia, para oir hablar de «El fin de un ciclo y el advenimiento de una nueva era religiosa, científica y so­cial», concurrió tan numeroso público, que no pudo colocarse en el local, teniendo que quedar fuera unos 2 0 0 individuos.

Después de la conferencia fueron invitados todos los miem­bros S. T. á una recepción en casa del Secretario general de la Sección Francesa, Sr. Ch. Blech, donde muchos fueron presen­tados á Miss Besant,

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Durante su estancia en Paria, Miss Besant ha dispensado una cariñosa acogida al Sr. Xifré, con el qpe ha tratado de asuntos interesantes relacionados con el movimiento en España y la difusión de las enseñanzas teosóficas entre todos los pueblas que hablan el castellano.

El sábado 30 de Octubre comió Miss Besant en unión del se­ñor Xifré, el que esto suscribe y otras seis personas, distingui­dos teosoñstas, prodigándonos á todos su atención é ilustrándo­nos con su saber.

n. v a o jannnn

E s t a n c ia d e m í s s Con objeto de saludar á nuestro digno Presi- B e s a n t e n M a r* dente y asistir á las reuniones y conferencias

que se celebraron en Marsella los días 5 y 6 de Noviembre último, fue á dicha ciudad, en representación de la Rama de Barcelona y de la Rama «Arjuna», una Comisión com­puesta de nuestros queridos amigos D. Ramón Maynadé, don Joaquín Gradea y D. Luis Aguilera, á quienes dispensó la se­ñora Besapt un afectuoso recibimiento,

Sentimos no poder relatar con más datos el resultado de la estancia de la Sra. Besapt en Marsella, por no habernos podido suministrar amplias noticias los señores que componían la ci­tada comisión.

H . T .

B i s r . v a n M a r te Durante la estancia de Miss Besant, P. S. T.,a l .

g r u p o e s p a S o i en París, ha confirmado oficialmente la incer-s* '**• poración al Grupo Español de nuestro querido

hermano y particular amigo D. Raimundo van Marle, que lotenía solicitado del agente presidencial para España, Sr. D. JoséXifré.

El que un miembro de la S. T. que reside en una nación sea incorporado al grupo ó sección que radica en otra, es asun­to difícil y, hasta hoy, denegado por el Presidente. Por esto tiene una gran significación para nosotros la autorización con­cedida en este sentido á nuestro amigo, el Sr. van Marle, seña­ladísimo favor que le ha otorgado Miss Besant para que pueda cooperar á la obra que realizan los teosofistas en España, quie­nes tendrán en él un auxiliar valioso é inteligente que secun­dará sus relaciones con los teosofistas del extranjero. Felicite­mos al Sr. van Marle y nos felicitamos.

1*. t .

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lv^yJ NOTAS, RECORTES T NOTICIAS 4 7 7

b i b l i o t e c a p flb ii- El 13 de Noviembre se efectuó en la Biblia»«* t e o s é f io a e n teca Teosófica que la Rama cAriuna» tiene es- B a r c e lo n a . * 11tabíeeida en Barcelona la conferencia inaugu­

ral del presente curso. Estuvo á cargo del distinguido publi­cista y elocuente orador, miembro de la Sociedad Teosófica, don Federico Climent Terror, que con tanto éxito sostuvo el pasado curso de «Lectura comentada» de la obra Sabiduría Antigua.

La conferencia versó sobre el concepto general de la Teo­sofía. El conferenciante puso especial cuidado en advertir al auditorio que la Teosofía no era ni una nueva secta, ni una nue­va religión, ni una nueva filosofía, pues sus enseñanzas no cons­tituyen dogma cerrado ni sistema exclusivo, porque siendo expresión humana de la sabiduría divina, se relaciona con cuan­tas creencias y escuelas dividen las opiniones de los hombres.

También dijo que siendo la Teosofía expresión de la sabidu­ría divina, se remontaba á los orígenes del pensamiento hu­mano, aun cuando no siempre se hayan conocido sus enseñanzas oca el mismo nombre, pues consiste esencialmente en resumir y concretar los puntos ooincidentes de tedas las escuelas y se­parar les puntos divergentes para constituir con todas las ver­dades admitidas sin reparo en todas épocas y por todos los hom­bres un sistema armónico que sirva de núcleo á la fraternidad universal de las ideas como necesario antecedente de la univer­sal fraternidad de lea sentimientos.

Extendióse después en censideraciones sobre los puntos de contacto de la Teosofía con la Religión, la Ciencia y la Filoso­fía, insistiendo, por último, en sus relaciones prácticas con la vida social, presentándola como la verdadera clave de cuantos problemas políticos, económicos y religiosos agitan á las socie­dades modernas.

El público, que llenaba el local, salió muy complacido.c. JK. P .

Natas, Recortes y Noticias.

••son pisa aitra" A despeche de los inmensos progresos aeu- e«i« ciencia o«« malados en el pasado siglo, la fisiología cere- cla,‘ bral del entendimiento y de la voluntad con­

tinúan siendo #1 enigma de los enigmas. Por mucho que se

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descabra no se llegará á contemplar objetivamente el pensa­miento, ni se averiguará por qué un movimiento en lo objetivo resulta una percepción en lo subjetivo.

S . Y CHtUUt

««Pin» u ltra * * . Y, sin embargo, la ciencia no oficial explica la fisiología cerebral del entendimiento y de la voluntad, ha lle­gado á contemplar objetivamente el pensamiento y analiza por qué un movimiento en lo objetivo resulta una percepción en lo subjetivo. (Véase, entre otras obras, A. Besant y Leadbeater (0. W.), Formas de pensamiento.

extracto de -The Sumabio.—Notas del Cuartel General. En la0 5 «>ctobré)t,,,, sa'a ceiltral de Logia de Adyar, decorada y

adornada con estatuas y flores, se celebró el día l.° de Octubre el cumpleaños de nuestro Presidente A. Be­sant. Hicieron uso de la palabra, entre otros, Sir S. Subrah- manya Iyer, K. 0. I. E.; Mr. Medhurst, representante de Chi­na; Mr. Leadbeater y Miss Browning.—Se llama la atención sobre el nuevo libro de A. B. The Changing World y el folleto publicado en Adyar Religión and Music, de la misma.—Discurso de clausura del Presidente A. B. en el Congreso Internacional de Teosofía en Budapest. Da las gracias á la Sociedad húngara que, aunque joven, hadado muestras de madurez y habilidad y, sobre todo, de fraternidad. Dice que la labor teosófiea no ha de tener por límites los de la S. T., sino que ha de extenderse á todo y á todas partes, ha de penetrar la Filosofía, vivificar la Religión, abrir nuevos horizontes á la Ciencia, mostrar nuevos ideales al Arte. El ideal de Fraternidad se extiende—lo que pre­sagia la nueva er|,—, y proclama á los pueblos de Europa que el cumplimiento del Deber es algo más grande que la petición de Derechos. Si somos tolerantes—termina—, pacientes y trabaja­mos por la unidad, si vemos el bien y no el mal en todo, enton­ces la Sociedad Teosófiea triunfará en todas partes. Yo digo á cada uno: «Purifíoate, ennoblece tu carácter, vive como un teo- sofista y serás el canal por el cual el mundo recogerá el bien. Envolturas protectoras, por C. W. Leadbeater. Los estudiantes frecuentemente preguntan cuál es el método mejor para for­marse una envoltura que les proteja contra las malas influen­cias. Una autoridad en la materia ha dicho que lo mejor es no formarla, y si ya se ha construido, deshacerla inmediatamente. En la mayoría de los casos, sobre todo entre los principiantes, puede conseguirse más y con menos peligro por otros procedi­mientos que se dirán al fin de este artículo. Entra después el articulista á dividirlas en etéreas, astrales y mentales, y al ex­planar las primeras, continúa: «Las envolturas pueden ser loca­les, como cuando se quiere proteger la mano en los obligados

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NOTAS, RECORTES Y NOTICIAS 4 791909]

saludos, ó generales para aislarse de personas que nos puedan molestar eon sus vibraciones ó puedan robarnos nuestra energía y para evitar el contagio de enfermedades. Para todo esto, el único medio es la voluntad; pero hay que cuidar no nos ocurra lo que á un digno miembro de nuestra Sociedad, que en cierta ocasión, queriendo proteger su cuerpo mientras dormía, cons­truyó la envoltura con materia astral en lugar de hacerlo con materia etérica, y resultó que mientras su cuerpo quedaba in­defenso, su yo flotó toda la noche encerrado en triple armadura, incapaz de ayudar á nadie con sus vibraciones ni de recibir los cariñosos pensamientos de maestros y amigos.» (Se continua­rá.)—Crónicas de Adyar, por Kate Browning. (Es el Y estudio sobre la vida de Adyar.)— Percepciones de conocimiento, por Louise O. Appel. (Segundo y último artículo.) Se ocupa de la experiencia de Dr. Elisabeth Blackwell, que esta señora cita en su obra Pioneer WorTc in opening the Medical Profession to Women. La Sra. Blackwell había decidido estudiar Medicina, y para ello se vid precisada á separarse de su familia y aceptar, para arbitrarse recursos, una plaza de institutriz en una es­cuela. «Me había retirado—dice—á mi habitación, y por la ven- «tana contemplaba tristemente el obscuro contorno de las mon­tañas, visible á la luz de las estrellas y que parecía aislarme, «sin esperanza, de todo cuanto amaba. La duda y el temor de >lo que pudiera suceder me asaltaron mi mente. Súbitamente «sentí un gran terror por lo que había emprendido, y en una «desesperada agonía mental, grité: ¡Oh, Dios, ayúdame! ¡Jesús, «guíame, ilumíname! Puse todo mi ser en este grito de socorro. «Rápidamente llegó la contestación. Una presencia gloriosa «como luz brillante inundó mi alma. Nada era visible para el «sentido físico; era una influencia espiritual agradable y pode- «rosa que me rodeó y disipó completamente mi terror. Desapa- «recieron mis dudas sobre el futuro; todas las vacilaciones so- «bre la rectitud de mis propósitos me abandonaron para siem- «pre.»—Una Visión-, por H. Twelvetrees. Yió una espaciosa sala y personas alrededor, sentadas como en cónclave; eran repre­sentantes de las diferentes Iglesias cristianas, y su misión era formar un credo común y una común base para la fundación de una Iglesia Cristiana Unida. Todos hablan, no se entienden, los ánimos se exaltan. De repente en medio de la sala se dibuja una neblina; toma forma. Un gran silencio reina en la asamblea... ¡Era el Maestro!

Y habló lenta y dulcemente:

«¿De tal modo me habéis olvidado, que os encuentro dispu- «tando unos contra otros? ¿De qué se trata? ¿Os ocupáis de traer «mis corderos al redil, en enseñar al ignorante ó en dar de eo- «mer al hambriento?»

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48o &Q$IA [DicrtoffiR*

BSao ana pausa, y oonti-nuó en tona severd:íOs étoé'tfíWtfó’ disteüliMdé óírtré véééÉTicraí ftfsfltéé; éttáñiJó

ídebérld Seíí ¿oferto h¡¡ étriSfe dél Máéétróv Pbrisáis tíé'A'ótrtiií uási ¿Iglesia éóH formas y sí robo lo ir. ¿Oótoio Os h&béis así óqtritó'- *cádo? Sabed qtté tócfés los' goto me siguén stott igiraímente irtis «intistroé. El Espíritu Sbírit© Habita éti él' coráriód; hamaíró. ¿Allá doHde Sé reúnan1 don Ó tres* ett minóttíbfé, Allí tánifei'éAtoé- ¿toy Yo. ¡»01¿, servidoréS1sin. fef ‘V’tféisttóíí délos nó’ iñé £ráiéir áréfO Stoí désfiónor. €fe‘s«d étt fttéHWtkí disp titas. Id étfttfe iñi piréfefó, »éniéffiád al ignorante y al perverso' él amoí qftté les* tiene’ su Fá- ydré. Peto énseñéd por vuéSírá Vida, ño por vuestras prilábrtts. SltfdiOad! el caminé dél Reino dé los GSeiéSypéré VfajSíd áirÉés vétf- ¿OtréS por él. Así podrán Idé Koímbfés éoáééer y étítrar' éri Mí.»

Cesó de hafeíar y se desvaneció.:lia d a e l N irva n a ¿—P oesía de V io let JÍ. K ennedy.

jr. da i. •

Fortftedfetíóftdé IM tert¡ M téble1 É é#*á iltritratfey dééátMfcripfciééW- gím, hétAóá recibido Scoi de «ri altea (teétetteMi ppisMm/fsesétWs p r 'mtááfer» Má&&% dktrftrtfcflfo

D'ichá óbrita respira el más gafo espfritualiániO. Lá' & É M és el' ááM- mierito dominante', casi úruco, éá que están inspiradas todas sus páginas.

Nunca como en Ibs actuales tiempos de un positivismo tan exaltado son máá convenientes Kbros como éste.

Entre los mil que pudiéramos escoger,, nos complacemos en transcriba tms peasamiéntoe tomados alazar:

«¡Bienaventuradoálos qneno creen en Diosj- si ésfoé dstñ de cotaier ai httímbttemo, dé beber a# sediento, cabrén tA desnudo é ilnmiáan al que tíSt* i obfeéárim, pire* «fiítós stín léS údlCéá MlAflnariiááVfi1 Si dé dtoéá'éá' Biófe áí présente, yá creerán1 eti É l miañada.»

éEl qué sTrvé' á DioS y no á sb seidejárite,' rió sirte á éste di á A<g0 ̂pero éí qué sólo sirvé ál Séméjadte sirvé á éSfé f á Dióá.»

<#ára ¿dorar y sentir á Éiíós'jámásfderóPprécisós'Templos, Santos, Vír- génes ni intercesores, ya que con sólo poseer sanos eí pensamiento y la con­ciencia siempre estamos con Él.»

». é

A gaa GrAfiáW. 3. Í ^ Í A t e . Áretíai.Sft.

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SO PH IAR e v is t a T e o s ó f ic a

VH Redacción v Administración: «

Atocha, i 27 d.°, Madrid, EspaÑ>O r i e n t a l i s mo

Ocultismo

En el próximo número de esta Revista, correspondiente á Ener( de 1910, empezaremos la publicación de tres interesantísimas con ferencias que ha dado Mme. Annie Besant, en París, los días 28, 2 í y 31 de Octubre último, cuyos títulos son:

1 . a «El porvenir que nos aguarda: Importancia de la Sociedad Teosófica en el ciclo próximo.»

2 . a «El porvenir que nos aguarda: La vuelta del Cristo.»3. a «El fin de un ciclo y la llegada de una nueva Era religiosa

científica y social.»

E l te x to de e sta s c o n fe re n c ia s e s tá re d a c ta d o so b re n o tas este

n o g rá fic a s to m a d a s e x p re sa m e n te p a ra S o p h ia poT n u estro amíg<

D . R aim u n d o v a n M a rle .

Con dicho número repartiremos uno dé los mejores retratos d< v Mme. A. Besant, reproducido por la fototipia.

C on ob jeto de poder c u m p lir todos los ped idos q u e ten em o s he

ch os, ro g a m o s á n u estro s co rre s p o n sa le s nos a v is e n cu an to a n te s e

n ú m ero de su scrip c io n e s que n e c e s ita n p a r a 1910.

La Administración.