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FUNLAM 2013 Identidad amigoniana Nivel I Lectura actividad N° 1. FUNDAMENTOS DE LA IDENTIDAD AMIGONIANA

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FUNLAM 2013

Identidad amigoniana Nivel I

Lectura actividad N° 1.

FUNDAMENTOS DE LA IDENTIDAD AMIGONIANA

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PRESENTACIÓN

Consciente de la fuerza transformadora del cristianismo en sus relaciones con la realidad social y cultural, el pensamiento amigoniano contribuye con sus enseñanzas a la construcción de la comunidad de los hombres, haciendo posible el significado social del Evangelio. Siguiendo el recorrido del cristianismo, particularmente en relación con la Doctrina Social de la Iglesia, se quiere ofrecer una visión crítica e integral y una plena comprensión del hombre, en su dimensión personal y social. Desde sus comienzos, la acción amigoniana se inserta decididamente en el ministerio de la evangelización social, mediante la interacción pedagógica con grupos de descarriados y discriminados sociales, igualmente alimentada con la perspectiva de trascendencia. Se ha dicho, con acierto, que la Iglesia vive y obra en la historia, actuando en la sociedad y la cultura de cada tiempo, para cumplir su misión de comunicar a todos los hombres la novedad del anuncio evangélico, en la realidad concreta de sus dificultades, luchas y desafíos. La visión cristiana permite un discernimiento de los problemas sociales a través de la tutela del doble carácter temporal y trascendente de la persona humana, lo que implica adopción del principio fundamental de la centralidad del hombre. El compromiso evangelizador que integra la vida de los religiosos amigonianos está centrado en la misión de ser zagales del Buen Pastor, que van en pos de las ovejas descarriadas, hasta devolverlas al aprisco, mediante el influjo y transformación real de sus vidas.

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JUSTIFICACIÓN

El presente módulo es un espacio de formación y reflexión, que da cuenta del proceso histórico de un estilo de vida que ha asumido la Congregación de Religiosos Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores, convertido, desde su praxis, en un saber. Un saber de la vida cotidiana y del mundo simbólico y religioso que se ha proyectado desde siempre en la figura de Fray Luis Amigó y Ferrer, su fundador, saber que busca la instauración de una sociedad más justa, en la que el libre desarrollo de cada uno no se pueda dar sin el de todos, y donde el hombre puede encontrar verdadero sentido a su vida Por ello, el amigonianismo, como estilo de vida, se reconcilia con la dimensión temporal y existencial del ser humano; con sus valores e intereses personales, sociales, económicos, culturales y políticos. Se proyecta tanto en la dimensión espiritual del hombre como en su acción vital temporal. Busca recuperar el sentido de pertenencia a la comunidad humana y confiere sentido a la vida material del hombre. Trata de fusionar en un mismo proyecto lo material y lo espiritual, en una unidad integral. En su espíritu, el amigonianismo, deja de lado, por definición, cualquier intento de desconfianza ante cualquier promoción del ser humano, de su voluntad, su libertad, su deseo de realización personal y social. Porque se fundamenta en principios cristianos, filosóficos, éticos y políticos, que en su totalidad constituyen el instrumento para interpretar la problemática del hombre y su realidad, superar el deterioro social y HUMANIZAR la vida del individuo y la sociedad en general, a través de una praxis que compromete todas y cada una de las dimensiones del individuo y la sociedad en general. Lo anterior, ha permitido desarrollar un modelo educativo, reconocido desde sus inicios como “la pedagogía del amor”, la cual exige de reflexión profunda, reflexión que no puede comprenderse sin tener presente la fuente de su inspiración, la vida y obra de su fundador: Fray Luis Amigó y Ferrer. Dicho modelo recupera para sí, y en el contexto de la pedagogía reeducativa, al hombre como ser integral, irreducible, trascendente, que tiende a realizarse plenamente en relación con el seguimiento a Cristo, Buen Pastor, como modelo de hombre perfecto. Por estas razones, se justifica hacer un recorrido por la vida y obra de Fray Luis Amigó y Ferrer, desde una contextualización del momento histórico que le tocó vivir, del proceso de socialización desarrollado en su familia, que influyó en la creación de la dos Congregaciones religiosas y del modelo pedagógico regente. Desarrollar lo anterior, tanto como postura personal como postura académica, exige contextualizaciones permanentes. Es importante en la actualidad

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preguntarse cómo, por qué, para qué, cuándo, ofrecer elementos evangelizadores a poblaciones que están necesitadas de ellas, y que diariamente están influenciadas por propuestas materialistas, donde la imagen del hombre actual, está medida por las tenencias materiales y por salidas facilistas e inmediatistas a las problemáticas sociales y personales. OBJETIVO GENERAL

Desarrollar procesos de análisis, discusión y reflexión en torno a la identidad amigoniana, desde el acercamiento a la vida y obra de quien fuera su iniciador, Fray Luis Amigó y Ferrer, que posibiliten comprender la misión evangelizadora de los amigonianos (religiosos y laicos) comprometidos con los contextos sociales en los cuales se desenvuelven. OBJETIVOS ESPECÍFICOS

Fundamentar los conceptos de identidad en el contexto de los enfoques educativos contemporáneos, en relación con la filosofía que caracteriza los procesos de formación y desarrollo humano integral en la Fundación Universitaria Luis Amigó.

Relacionar la identidad amigoniana con la tradición del cristianismo y del catolicismo mediante la valoración de los modelos de vida de Jesucristo, San Francisco de Asís y Fray Luis Amigó y Ferrer.

Proyectar los principios de la Filosofía Amigoniana en la praxis educativa de los docentes “para la formación de profesionales con conciencia crítica, ética y social; con el fin de contribuir al desarrollo integral de la sociedad”.

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RUTA TEMÁTICA

Unidad 1: Fundamentos de la Filosofía Amigoniana

a. Identidad.

b. Identidad Amigoniana. Cristianismo. Catolicismo: (Jesucristo, San francisco de Asís y Fray Luis

Amigó)

c. Filosofía Amigoniana.

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CAPÍTULO I

IDENTIDAD

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Hacia un concepto de identidad En el documento “Identidades”, Victoria Camps, citando a Píndaro, expresa que el objetivo de la educación -la virtud- es llegar a ser lo que uno es, pero entendiendo por tal un ideal de humanidad accesible y al alcance de todos. Parece que no es posible llegar a ser uno mismo sin llegar a ser antes “alguien”. Tener una identidad significa diferenciarse de la vulgaridad indiferenciada. Tener, además de nombre propio, profesión y residencia -las señales de identidad mínimas, la prueba objetiva de la diferencia y la igualdad jurídicas-, el sentido de la obligación de que hay que ser mujer u hombre con cualidades. Tener una identidad es conferirle unidad a la propia vida, recoger el pasado, introyectar y vivir el presente, en el aquí y en ahora constante, y proyectarlo; fijar unos valores, marcar continuidades o transiciones, gozar de manera plena de los derechos fundamentales. En suma, generar de la propia existencia una narración con sentido. El problema de la identidad ha sido un problema filosófico paralelo al despertar de la conciencia individual, que ha producido una serie interminable de preguntas. ¿Quién estoy siendo yo?, ¿Hay un yo que persiste a través de los sucesivos estados o experiencias?, ¿hasta qué punto yo sigo siendo o dejo de ser yo a lo largo de la vida?, ¿somos lo que parecemos, puro fenómeno, o hay, además, un noúmeno?, ¿ser uno mismo es ser siempre el mismo?, ¿La identidad personal supone continuidad, coherencia, integridad, ser y vivir de una pieza, ser auténtico, no engañarse? Los filósofos han querido averiguar si existe algo que permita señalar objetivamente el principio y el fin de la existencia personal, si cabe creer en la permanencia e indestructibilidad de eso que intrínsecamente constituye el ser, más allá de las transformaciones físicas y psíquicas, más allá incluso de la muerte. Pues la ontología puede valer por sí misma, pero, además, de ella depende la respuesta a una serie de cuestiones prácticas. La firmeza o fragilidad de la identidad personal determinan cuestiones tan decisivas para la ética como el sentido de la responsabilidad o de la conducta racional. En efecto, uno es responsable sólo de las acciones que reconoce como propias, las acciones de las que se sabe autor o sujeto. La racionalidad, igualmente, siempre ha sido sinónima de coherencia e inteligibilidad. Ser racional es poder dar razones de los que uno es y hace: saber cuáles son los propios fines y adecuar a esos fines los medios justos. Todo lo cual supone algo así como un centro de la persona que irradie normas, intenciones, sentidos, sin por ello perder las riendas de toda la empresa. La pregunta por la racionalidad y la pregunta por la identidad se encuentran estrechamente vinculadas. Se sabe, por otra parte, que la identidad no se daría sin la diversidad y la diferencia. Puedo decir “yo” porque hay “otros” iguales a mí y, a la vez, distintos. Ser igual a uno mismo es distinguirse de los otros. Pero, por otra parte, son ellos, los otros, quienes confirman la identidad que creemos construir y tener. La

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conciencia de sí pasa por la mirada y la expresión del otro, puesto que no somos individuos solitarios, mi subjetividad no es sólo mía, sino el resultado de mis relaciones. Nada mío es sólo mío, ni puedo abdicar de mi contexto si quiero sentirme, conocerme sobrevivir. La construcción de la identidad personal, el proceso de “llegar a ser alguien” pasa, ineludiblemente, por dos momentos. El primero, es la integración en la realidad social presente; el segundo, la memoria del pasado. Es preciso pertenecer a una comunidad y aceptar el lenguaje, los símbolos, las instituciones, ideas y valores que ella reconoce. Es más, la identidad se va construyendo por la integración consecutiva en diversos grupos: la familia, la escuela, la Iglesia, la calle, las corporaciones profesionales, las asociaciones deportivas, benéficas, recreativas, culturales. La identidad la van otorgando las diversas corporaciones, a cuyas estrategias y exigencias hay que adaptarse para ser admitido en ellas y usar su nombre. La integración en el presente significa la posibilidad de ensanchar y alargar el nombre propio y escueto de cada uno con una serie de títulos que acabarán componiendo el curriculum biográfico. Pero no basta la integración presente en la realidad. En la mayoría de las existencias, y también de los proyectos colectivos, se producen cambios y “conversiones”, se ingresa en mundos nuevos o desconocidos y se sale o se abandonan situaciones habituales. La identidad, por tanto, es la capacidad de considerarse a uno mismo como objeto y en ese proceso ir construyendo una narrativa sobre sí mismo. Pero esta capacidad sólo se adquiere en un proceso de relaciones sociales mediadas por los símbolos. La identidad es un proyecto simbólico que el individuo va construyendo. Los materiales simbólicos con los cuales se construye ese proyecto son adquiridos en la interacción con otros. Se puede afirmar, entonces, que la identidad tiene que ver con nuestra historia de vida, que será influida por el concepto de mundo que cotidianamente manejamos y por el concepto de mundo que predomina en la época y lugar en que vivimos. Por tanto, hay en este concepto, un cruce individuo-grupo-sociedad, por un lado, y de la historia personal con la historia social, por otro.

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CAPÍTULO II

IDENTIDAD

AMIGONIANA

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IDENTIDAD AMIGONIANA

Las bases fundamentales de la doctrina amigoniana reposan en una estructura compleja de ideas: antropológicas, políticas, sociales, éticas, religiosas, entre otras; en el Evangelio y en determinados modelos históricos de vida y pensamiento de hombres y mujeres ejemplares. Luis Amigó adoptó una postura clara en torno a la concepción del hombre. Es la antropología que sigue de modo fundamental toda la cultura cristiana, que presenta siempre al hombre como un ser referencial y relacional que se realiza en la medida en que, superando la tendencia al autoencerramiento egoísta, como lo señala atinadamente el Padre Juan Antonio Vives, es capaz de abrirse a los demás. Como el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, es evidente que ha sido creado igualmente para amar y encontrar su felicidad y su verdad, en la medida en que aprende a amar. La verdad de la vida está en el amor, porque sólo en él encuentra pleno y gratificante sentido la vida humana. Para Cristo, la verdad consiste en encontrar el sentido gratificante y liberador de la propia identidad humana. De ahí que el Padre Vives comente: “La famosa frase: conoceréis la verdad y la verdad os hará libres, pudiera traducirse muy bien por conoceréis el amor, maduraréis en él y él os hará experimentar la libertad”. Quien no es capaz de dejarse atrapar por el amor, quien no es capaz de crecer “para los demás”, “hacia los demás” y “con los demás”; quien no es capaz de superar las resistencias del propio egoísmo, se queda enanizado en los estrechos y tristes horizontes de su “mismidad”. Sólo quien va creciendo en alteridad, quien madura en el amor, va iluminando su propia existencia con la luz de la felicidad. Luis Amigó considera la apertura a la trascendencia como una dimensión irrenunciable para una cabal educación integral en camino hacia el ideal del amor. Los modelos de la amigonianidad, representados por Cristo, especialmente a través de la parábola del Buen Pastor; San Francisco de Asís y Luis Amigó y Ferrer, determinan rasgos valiosos de la identidad y el carisma amigonianos. Cristo ha sido, desde los inicios del cristianismo, un modelo válido de humanidad y, en consecuencia, un referente cabal de lo que significa crecer humanamente por el amor y de acuerdo a unos valores que constituyen el verdadero amor. Cristo, patrimonio de la humanidad, aparece como referente cabal de identidad humana y, según las enseñanzas del Padre Fundador, del pensamiento pedagógico por él instituido. Los acentos particulares del carisma amigoniano, tal y como lo percibe el Padre Vives, se sitúan en el crecimiento unitario en amor. Amor que es, en la escala de valores propuesta por Cristo en las bienaventuranzas, el único valor que no puede ser relativizado y que, por el contrario, relativiza a todos los demás. Todos los demás valores cobran vida y colorido desde el amor y todos ellos son válidos y apreciados en la medida que reflejan y trasmiten el amor. El talante específico del ser y hacer amigoniano se fundamenta en el crecimiento de la persona por el amor. Un crecimiento en el que espiritualidad y humanidad se perciben y viven

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como perspectivas de una misma realidad vital. Este es un rasgo definitorio, el sello característico, de la identidad amigoniana. En efecto, la maduración amigoniana en el amor es el particular acento que ha puesto la tradición amigoniana en el desarrollo de la dimensión misericordiosa del amor, como lo puntualiza certeramente el Padre Vives: “El carisma, el talante amigoniano, se ha dicho ya, implica un integral crecimiento en el amor, profundizando y vivenciando de manera particular su dimensión misericordiosa” (Vives Aguilella, 2002, p. 114). Y esa actitud misericordiosa se refleja en el hacer amigoniano, traduciéndose en sensibilidad para convivir y para empatizar con la comunidad académica, en sensibilidad para atender a la individualidad, para querer a cada uno como es y querer más a quien más lo necesita, y en la sensibilidad necesaria para actuar con coherencia. La grandeza de servir es otra nota característica de la identidad amigoniana. Una de las raíces inspiraciones de la identidad amigoniana y de su actuación se encuentra en la corriente espiritual, humana y pedagógica iniciada con Francisco de Asís y continuada a través de la doctrina franciscana. La influencia franciscana, que ha conferido al talante amigoniano su característico matiz de servicialidad descomplicada, sencilla y alegre, se inició a través de la persona misma del Padre Luis Amigó. San Francisco funda la llamada minoridad, configurada por virtudes hermanadas, que le confiere al que la vive el tono de servidor. Minoridad es pobreza, obediencia, limpieza de corazón, mansedumbre, simplicidad y sencillez. Es también misericordia y alegría. Es ante todo, humildad. Hablar de minoridad es en definitiva hablar de teología de la humildad. Fray Luis Amigó descubrió que

(…) la felicidad de la persona está en el mundo del ser […] Y, a partir de ese descubrimiento, orientó toda su vida a ser cada día más profundamente humano, desapropiándose de todo aquello que pudiera dificultar su crecimiento como ser para los demás (Vives Aguilella, 2002, p. 33).

Esto, que lo hizo testigo creíble de humanidad, quiso transmitirlo a sus seguidores:

Manifieste confiadamente el uno al otro su necesidad -escribe a sus frailes- a fin de que él le encuentre y proporcione lo que necesita. Y cada uno ame y alimente a su hermano como una madre ama y alimenta a su hijo (Vives Aguilella, 2002: p. 33).

La identidad amigoniana también adquiere fuerza de la doctrina del humanismo cristiano, a partir del reconocimiento y respeto de la dignidad del ser humano, valor del que se desprenden otros de elevada alcurnia como los de igualdad, libertad y autonomía. El tema del hombre creado a imagen y semejanza de Dios cambia radicalmente las ideas tanto de la divinidad como de la humanidad en el pensamiento religioso renacentista. El hombre era no sólo el guardián de la creación original de Dios, sino que por medio de su ingenio e inventiva era el creador de la "segunda naturaleza", de la existencia civilizada.

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El humanismo cristiano consiste básicamente en la visión que del hombre tiene el cristianismo, añadiendo, además, que esa visión implica una alta valoración de lo humano, no una postura negativa, recelosa o de mera subordinación a la religión. El humanismo cristiano defiende una plena realización del hombre y de lo humano dentro de un marco de principios cristianos. Quienes estiman que la revelación cristiana tiene un énfasis humanista, destacan que el hombre fue hecho a imagen de Dios (imago Dei), que Jesucristo se hizo hombre en la encarnación, y que el valor del individuo es una constante en la enseñanza de Jesús. De hecho, cuando se le pidió una síntesis de la vida que complace a Dios, Cristo aconsejó a quienes le oían "amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente", y "amar al prójimo como a ti mismo".

Esbozo histórico del quehacer amigoniano:

Desde la respuesta sencilla a la pregunta de quién era Fray Luis Amigó, es necesario comprenderlo como un ciudadano español nacido en 1854, miembro de “una familia de clase media, de corte tradicional, patriarcal” (Vives, 2002, p.11) y regida por un fuerte catolicismo, donde compartió su vida en un ambiente cálido y positivo con el amor y la dedicación de sus padres1. Un hombre sencillo, de gran sensibilidad y compromiso con los marginados, los encarcelados y los menos favorecidos, a quienes dedica, su obra y la misión de las dos congregaciones religiosas que fundó. Una mirada concreta y corta de su vida la encontramos en el libro Identidad Amigoniana en Acción, escrito por el Padre Juan Antonio Vives Aguilella, Terciario Capuchino (2002, pp. 10-19). Para comprender aún más las vivencias, pensamientos y acciones de Fray Luis Amigó, es importante contextualizar los hechos más relevantes de la historia española, entre los años 1854-1934, año de nacimiento y muerte. Mantuvo

1 Fray Luis Amigó y Ferrer (1854-1934), nació en Masamagrell (Valencia-España). Sus padres

fueron Gaspar y Genoveva, su nombre de pila José María. Ingresó a la orden de Frailes Menores Capuchinos de Bayona (Francia), el 28 de abril de 1874; dos años después (1876), hizo su Primera Profesión Religiosa, cambiando su nombre de pila por el de Luis de Massamagrell. Ordenado sacerdote en 1878, a la edad de 25 años, y orienta su apostolado hacia tres campos de la pastoral: Las predicaciones populares, la atención a los encarcelados y la pastoral de la juventud. Fray Luis Amigó, escribe unas Constituciones, o normas de vida, para un grupo de jóvenes que querían ser dirigidas por él; después de ser aprobadas por las autoridades eclesiásticas, constituye oficialmente en Mayo de 1885 la Congregación de Religiosas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia. El 12 de abril de 1889, funda la Congregación de Religiosos Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores. El 12 de junio de 1907 es elegido obispo de la Diócesis de Solsona, y un año después de la de Segorbe (España), adoptando de nuevo el nombre de Luis Amigó y Ferrer. El Padre obispo y fundador, muere en Godella (Valencia) el 1 de octubre de 1934.

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siempre como propósito el aportar a las soluciones de las problemáticas para él más difíciles de la sociedad de su época, razones que lo llevan a ingresar a la vida religiosa (como opción de vida personal y social), y se proyecta a través de dos congregaciones religiosas. Para 1854, España viene desde casi dos siglos atrás desarrollando procesos de cambios políticos y económicos, mientras sus vecinos han consolidado en sus territorios la industrialización. Para esta época España apenas inicia ese proceso, lo cual trae consigo las confrontaciones políticas y militares propias de dichos cambios. Fray Luis Amigó nace, vive, y prácticamente muere, en una sociedad en guerra, lo que trae consigo inestabilidad política, económica y social, donde grandes masas de la población ven vulnerados sus derechos cotidianamente. Cuando Fray Luis contaba con trece años, España vive procesos de cambios: “tras la revolución de 1868 en España se proclama una monarquía constitucional. Hay una dificultad inherente al cambio de régimen y es encontrar un rey que acepte el cargo. Finalmente, el 16 de noviembre de 1870 con el apoyo del sector progresista de las Cortes y de los carlistas, Amadeo de Saboya es elegido Rey, como Amadeo I de España, sucediendo a Isabel II. Amadeo tuvo serias dificultades debido a la inestabilidad de los políticos españoles, las conspiraciones republicanas, los alzamientos carlistas, el separatismo de Cuba, las disputas entre sus propios aliados y algún que otro intento de asesinato. Abdicó por iniciativa propia el 11 de febrero de 1873. A su marcha se proclamó la Primera República Española, que duró once meses en los que se sucedieron cuatro presidentes. La debilidad con la que nació el régimen y que provocó la posterior restauración borbónica se debió a varios factores, entre los que destacan la falta de una base social suficiente, dado el descontento de los campesinos y trabajadores; la organizada oposición de manos de los conservadores o monárquicos, incluidos los levantamientos carlistas, y la carencia de una burguesía que sustentase el sistema” (Wikipedia.com). En este contexto Fray Luis Amigó se mueve como ciudadano y como religioso, se ve obligado a salir de su país (por la Ley de exclaustración y amortización) para poder vincularse a la vida religiosa, con ello encontramos vivencias personales de Fray Luis Amigó que no eran ajenas a los que vivían gran porcentaje de la población española de la época: pobreza, desprotección, desplazamiento, enfermedad, orfandad (en su caso, por la muerte prematura de sus padres) entre otros; regresa a su querida patria y se encuentra con todos aquellos desprotegidos. Estando ya en territorio español funda las dos congregaciones: Religiosas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia (1885) y los Religiosos Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores (1889) y con ellos, un carisma y una misión de carácter social, dando respuestas a las necesidades de poblaciones vulnerables como la niñez, la juventud, las mujeres y la familia. Carisma y misión que 119 años después siguen vigentes, pues su visión social fue tan amplia que

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posibilitó la contextualización permanente de ella, de acuerdo a la sociedad y al momento histórico en que se apliquen. Prácticamente hasta su muerte Fray Luis vivió en una España convulsionada social, política y económicamente: “El 13 de septiembre de 1923 el Capitán General de Cataluña, Miguel Primo de Rivera se subleva contra el Gobierno y da un golpe de Estado con el apoyo de la mayoría de las unidades militares. La reunión prevista de las Cortes Generales para fechas inmediatamente posteriores con el objetivo de analizar el problema de Marruecos y el papel del ejército en la contienda, fue el detonante último de la sublevación. A esta situación se une una grave crisis del sistema monárquico que no acaba de encajar en un siglo XX marcado por la revolución industrial acelerada, un papel no reconocido a la burguesía, tensiones nacionalistas y unos partidos políticos tradicionales incapaces de afrontar un régimen democrático pleno”. Pilares De La Amigonianidad

El Buen Pastor Más que una figura, en el legado de Fray Luis Amigó, encontramos un Buen Pastor vivo, como ejemplo, camino, orientador, cuidador, sanador, vigía. “Dar la vida por vosotros si fuese necesario” se convierte en una frase casi viviente en la práctica cotidiana de Fray Luis Amigó, por ello se retoma en este capítulo la referencia que del Buen Pastor plantea Juan Antonio Vives, en su libro Identidad Amigoniana en Acción (2002, pp. 141-149).

La Virgen de los Dolores Mucho se ha escrito ya sobre la devoción de Fray Luis Amigó a la Virgen de los Dolores, de la relación permanente que hacía de ella con su madre. De la admiración que le causaba la entereza y fortaleza para vivir como madre la existencia de su hijo amado y aceptado. Madre que vio igualmente reflejada en cada una de aquellas mujeres que detrás de cada muchacho “descarriado” encontraba en su camino. Para el desarrollo de esta temática es necesario retomar lo que el texto de Identidad Amigoniana en Acción (Vives, 2002, pp.151-163) presenta, para encontrar allí una fuente de reflexión sobre la figura que cotidianamente encontramos, ya sea como víctima o victimaria: las madres de los muchachos que habitan o han habitado en las instituciones dirigidas por la Congregación.

San Francisco de Asís Reconocido como el “Cristo de la Edad Media”, San Francisco de Asís materializa, en la vida práctica, la capacidad de servicio desarrollado desde siempre por Fray Luis Amigó.

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FUNLAM 2013

CAPÍTULO III

FILOSOFÍA

AMIGONIANA

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Para hablar de la Filosofía amigoniana es meritorio remontarse al pensamiento de aquellos que la han vivido y sentido, y la han postergado en el tiempo hasta nuestros días. Fray Marino Martínez Pérez, Terciario Capuchino, lega para el siglo XXI su pensamiento filosófico.

Los Principios Amigonianos en la Práctica Pedagógica

El cambio es una característica esencial de nuestros tiempos y, aunque los principios amigonianos se mantienen en cuanto a su esencia, su espíritu y su filosofía, es un hecho que la realización y concreción de dichos principios en la práctica debe estar en coherencia con el devenir histórico social. Podemos afirmar que se mantiene una fidelidad pero dinámica, contextual, creativa, innovadora, más no repetidora del pasado. Durante 118 años, los principios propuestos por Luis Amigó y por los primeros amigonianos se han venido adaptando, reflexionando, repensando y fortaleciendo a través de una manera de ser y de actuar denominada carisma, talante o identidad amigoniana. Notas características de la Pedagogía Amigoniana La pedagogía amigoniana está centrada en el amor y en el respeto a la persona humana que, como tal, es sujeto de limitaciones pero también de potencialidades, que se desenvuelve y se realiza en un contexto social, que ostenta como uno de sus más valiosos atributos el de la libertad, y que tiene como meta esencial ser feliz. En este contexto, el padre Juan Antonio Vives expresa que: “Quien no es capaz de dejarse atrapar por el amor, quien no es capaz de crecer para los demás, hacia los demás y con los demás; quien no es capaz de superar las resistencias del propio egoísmo se queda enanizado en los estrechos, tediosos y tristes horizontes de su mismidad. Sólo quien va creciendo en alteridad, sólo quien va madurando en el amor, quien por su misma naturaleza exige éxodo del propio yo y peregrinaje hacia los demás, va iluminando su propia existencia con la luz de la felicidad”. (Vives, Juan Antonio. Identidad Amigoniana en Acción, Pág. 22) La pedagogía amigoniana centra su acción en el ser humano cuya esencia es el amor y que vive un proceso de crecimiento y mejoramiento continuo y se realiza en relación con los demás. “La realización del ser humano, el compromiso que sabemos cumplir” eslogan de la FUNLAM, sintetiza este ideal. Pero no se trata de un ser humano cualquiera, un ser normal diríamos, sino el ser humano en dificultad, aquel que se encuentra fuera del camino de la verdad, que significa, tal como lo plantea el padre Vives en su obra ya citada,…”estar viviendo en carne propia el peor drama que puede padecer un ser humano; el drama de estar biológicamente vivo sin haber encontrado la alegría de vivir; el drama de andar muerto por la vida; el drama de vivir desengañado de la vida misma y de vagar por el mundo buscando, como un desesperado, la felicidad en falacias que, lejos de colmar las propias expectativas, abocan con vértigo creciente a quien las experimenta, a sentimientos de frustración y

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vacío que hacen recordar de forma espontánea los sentimientos de desnudez experimentados por la primera pareja humana” (ibídem pág. 48). Y agrega que: “En cómo superar ese drama; en cómo conseguir que esos niños y jóvenes, que han sufrido a veces verdaderos apaleamientos en su ser, que se han visto prostituidos en su psique y en su cuerpo, que se han sentido ninguneados, lleguen a creer en el amor, en su gratuidad y en su bondad, se encuentra el gran desafío que ha tenido planteado desde siempre la pedagogía amigoniana en su proyecto de recuperar a la persona desorientada a través de un crecimiento integral” (Vives, Ibídem pág. 49).

1. Los principios Amigonianos como Pilares Fundamentales Al hablar de los principios amigonianos en la práctica, debemos referirnos a los siguientes pilares fundamentales:

El amor como esencia y raíz de ese gran árbol que pretende lograr, como fruto ubérrimo, la educación del ser, del sentimiento, del corazón.

La felicidad como referente y especie de faro que guía la formación del ser. El humano, creado a imagen y semejanza de Dios es un ser para la felicidad, salvo que se desvíe del camino.

Respeto por el derecho a la libertad, a la autonomía, a la autodeterminación.

Responsabilidad del sujeto como actor principal de su formación y desarrollo integral

Acompañamiento adecuado, particularizado, “a la medida” y empático por parte del maestro hacia su discípulo.

Firme creencia en el ser humano

Apoyo necesario por parte de la familia

Proceso misericordioso: atender más al que más necesita. Vamos a analizar brevemente cada uno de estos pilares. 1.1 El amor como esencia

Tal como lo plantea el padre Vives, en su obra ya citada, la pedagogía amigoniana ha considerado siempre al hombre como un proyecto de amor, concebido en relación con el otro no como posesión material, sino como servicio y entrega espiritual. La pedagogía amigoniana centra su acción en la concepción cristiana del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, por tanto, ser espiritual y trascendente. Como Dios es amor, el hombre, hecho a su imagen y semejanza, fue creado para amar y encuentra su plena realización y trascendencia en el amor: así mismo, y a los demás en los cuales encuentra su plenitud.

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La dificultad está en entender qué es el amor para no desviarse del camino. El amor es exigente, comprende lo humano pero trasciende hacia lo espiritual, hacia el servicio desinteresado del otro en la búsqueda de la verdad, de la felicidad y no del placer sensual. Cuando no se entiende el verdadero sentido del amor, se cae en la mentira que desvía al ser humano del camino correcto y lo dirige por la vía del error y de la falsa felicidad. Por eso, fluctúa entre dos posibilidades: la de crecer en el amor y lograr la felicidad, o decrecer en la mentira, en el egoísmo, en la búsqueda del placer; abrir todas las posibilidades de crecimiento en el otro, o simplificarse y hundirse en su propio encierro. El yo y el tú tienen su síntesis esencial en el nosotros, la cual no se da sin el amor, ni tampoco sin la renuncia. La apertura y entrega a los demás da sentido a la existencia del ser humano y, por lo tanto, da sentido a la existencia y acción del pedagogo amigoniano cuya misión es evitar que sus discípulos se desvíen del camino de la verdad y del bien, de la desorientación ante la vida. Como lo afirma el Padre Vives, “ser verdad implica encontrar sentido significante a la propia existencia, es decir, saborear, disfrutar la vida” (ibídem pág., 48) El amigonianismo fundamenta sus acciones en la pedagogía del amor, pero tiene muy claras las exigencias que lleva implícitas ese amor, y que integra la dulzura en la exigencia, porque cada una de ellas, por separado, formaría un monstruo sensiblero o dictador. El problema es incluir, en el proceso de formación y aprendizaje, la dosis adecuada de dulzura y exigencia, sin violentar a la persona, reconociendo sus debilidades. 1.2 La felicidad como referente

Encontrar el camino de la verdad y del bien es encontrarle sentido a la vida y experimentar un sentimiento de felicidad, de reconocimiento y afianzamiento de la autoestima. La felicidad no es otra cosa que la misma realización del ser humano de manera integral. Está dentro del ser (se gesta –autogestión-), no afuera, pero esa realización se da a partir del otro. El problema de la sociedad actual es que cada quien quiere buscar la felicidad fuera de sí mismo y de manera egoísta. Buscar la felicidad afuera es querer vivir de sensaciones pasajeras que, cuando más, solo producen placer y, en el afán de incrementar cada vez más las sensaciones, solo se logra un mayor alejamiento del camino de la verdad, del verdadero sentido de la existencia. La verdadera felicidad es el tesoro escondido del que habla el evangelio y que se encuentra en el interior de cada sujeto. Educar para la felicidad es lograr el afianzamiento de la mismidad que solo se realiza en interacción con el otro y que tiene como resultado la armonía en el sentir, en el pensar, en el hacer y en el trascender. Es la vivencia de una agradable y profunda experiencia de serenidad y paz, aún en medio de los problemas y dificultades que trae el diario vivir.

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Se suele asociar la felicidad con el éxito, la clase social, la salud, la buena remuneración en el trabajo, la armonía en el hogar, el estatus ocupacional, las condiciones económicas y políticas, el nivel educativo; pero, todos estos son factores externos centrados en el tener, en el conocer, o en el hacer, pero no en el ser, en el goce y disfrute de la existencia al servicio de los demás. Algunos factores indicadores de felicidad, y en los cuales hay que formar al ser humano son: • Estar activo en lo que a uno le gusta o le interesa. La vida activa puede generar más felicidad que la pasiva porque el ser humano está hecho para el crecimiento, para la acción, para el movimiento, para el descubrimiento. • Interactuar con los demás. El ser humano es social por esencia y necesita estar en

permanente comunicación, léase comunión, con los demás, desde la familia hasta los círculos sociales y laborales, clubes, asociaciones, amistades.

• Ser productivo. Va de la mano con el primer factor. Los períodos improductivos

pueden generar tristeza, aburrición y hasta estados depresivos. Estar inactivo, no producir, son hechos que van asociados con la sensación de no encontrarle sentido a la vida.

• Tener objetivos. La gente feliz se propone metas para lograr a corto o largo plazo. Es

capaz de definir a dónde quiere llegar y hace todo lo posible por lograrlo. • Pensar positivamente y reducir al máximo las angustias o preocupaciones.

Preocuparse es ocuparse antes de, es pensar negativamente sobre lo que aún no ha ocurrido y que, en un altísimo porcentaje, no ocurrirá. Generalmente, las preocupaciones tienen que ver con factores externos. Por tratar de anticiparnos a lo que sucederá, no nos ocupamos de lo que realmente ocurre en nuestro alrededor. Es vivir aquel dicho que todos conocemos que por estar añorando la luz del día no disfrutamos de las estrellas. Es vivir entonces, a partir de las urgencias y no de las necesidades.

Muchas veces, lo que determina situaciones felices no es lo que se tiene sino la forma de mirar lo que se tiene, es la actitud positiva, de optimismo y disfrute de cada momento de la vida. En esto los psicólogos nos han aportado algunos principios como los siguientes: “uno actúa como piensa”, “lo que está en la mente también se da en la realidad”, “la persona termina por lograr lo que busca”. De ahí que quien busca cosas negativas seguramente las va a encontrar y viceversa. • Estar centrado en el presente, disfrutar al máximo las experiencias que ocurren en la

cotidianidad, sin estar comparándolas con el pasado que ya no existe, ni estar pensando solo en un futuro que no sabemos si llegará y en qué dirección. La felicidad se encuentra en el aquí y el ahora, no en el ayer ni en el después. Para ser feliz hay que disfrutar cada minuto como si fuera el último de la vida. Desde este lugar se entiende el lema de nuestras comunidades terapéuticas: “Hoy es el primer día del resto de nuestras vidas.”

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• Quererse a sí mismo. El ser humano está hecho para el amor y éste empieza por

amarse a sí mismo, reconociendo sus potencialidades y aceptando las limitaciones. Esto supone, a su vez, un profundo conocimiento de sí mismo para lograr el autocontrol, la autonomía y la autodeterminación.

• Tener identidad. Esto significa ser auténtico, no estar buscando aparentar lo que no

se es, o querer ser otro. En otras palabras, ser uno mismo y valorar lo que se es, porque una de las mayores riquezas del ser humano es ser sí mismo y diferente a cualquier otro. Para encontrar a alguien que pueda amarnos tal como somos, necesitamos presentarnos sin máscaras ni fingimientos. (Michael W. Fodyce, traducción de Juan José Noaín, en wwww.fun_humanismo_ciencia.es/felicidad/niña s/niños/3.htm).

En síntesis, educar para la felicidad es educar para el ser que, en palabras del Padre Vives, es educación del corazón para tomar conciencia de la propia identidad personal y asumir libremente el derecho a la libertad y a la autodeterminación y saborear, desde ahí, la vida. (Vives, ibídem pág. 56). Lo que en términos de la cultura occidental y de la civilización cristiana es educar para el amor. 1.3 Libertad y autonomía

El ser humano, contrario a los demás seres de la naturaleza que están sometidos a unas leyes determinadas e invariables, es un ser que se construye a sí mismo en un contexto de libertad y de autodeterminación. El ser humano vive eligiendo y en esa elección se construye a sí mismo como un ser consciente y libre. Por eso, podemos afirmar que su esencia es la libertad. Humanidad es esencialmente libertad. La educación tiene que respetarla pero, a la vez, dotar a la persona de todos los medios para ejercerla en un contexto de interacción social en la que la libertad se convierte en responsabilidad. Libertad significa autonomía, ser sin depender y sin apegos, sin abandono del camino de la verdad y del bien en el mejor sentido amigoniano y evangélico. Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres, les comunicó Jesús a sus discípulos, mensaje que según el padre Vives, “pudiera traducirse muy bien por conoceréis el amor, maduraréis en él y él os hará experimentar la libertad”. (Vives, ibídem) 1.4 Responsabilidad del sujeto como actor principal de su formación.

La libertad y la autonomía del sujeto están en directa concomitancia con la responsabilidad. Podemos decir que son las dos caras de una misma moneda. Ser libre es asumir el compromiso de respetar al otro y comprender que la consecuencia de sus acciones depende, en primera instancia, de sí mismo y no de factores externos. El precio que se paga por ser libre es asumir la responsabilidad por lo que se hace. En esa línea debe trabajar la educación para lograr personas autónomas. Para lograrlo, la tradición amigoniana ha hecho énfasis “…en la educación del corazón; en la educación de los sentimientos del alumno; en despertar o impulsar en

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él la capacidad de sentir y, desde ahí, la capacidad de abrirse con gozo a la vida” (Vives, ibídem pág. 55). El padre Valentín, citado por Vives, afirmaba que: “Es menester apelar constantemente a los sentimientos nobles y generosos del alumno… No se puede sustituir su conciencia personal por una conciencia puramente exterior”. La autonomía de la persona exige el compromiso de responsabilizarse de lo que hace. La conciencia y la responsabilidad forman un binomio inseparable. De ahí que el propósito esencial de cualquier acción educativa sea el de educar para ser, para tomar conciencia de su identidad personal y el compromiso que se genera en la relación con el otro, igualmente libre, autónomo, responsable, solidario y comprometido. Esta es la real educación en humanidad tan susceptible, infelizmente, de confundirse con alcahuetería y falsas concesiones. 1.5 Acompañamiento adecuado, a la medida.

El actor principal en el proceso de formación y educación es el sujeto. Él es el centro del universo pedagógico y quien realmente se educa y aprende. De ahí que el papel del docente debe ser el de acompañante para provocar en el estudiante el deseo de aprender y para crearle los espacios y ambientes de aprendizaje adecuados para el crecimiento continuo. El acompañamiento a la medida, con profundo respeto por la persona acompañada, ha sido una idea constante en el proceso pedagógico amigoniano, desde el momento de la acogida. Es un acompañamiento personalizado que va desarrollando en el educando el sentimiento de ser valorado y apreciado y que, paralelamente, permite mejorar la autoestima. Así lo plantea el padre Vives cuando afirma: “La empatía, esa capacidad de sintonizar con el otro asumiendo, con sacral respeto sus más íntimos sentimientos en el propio corazón, además de contribuir a la creación del típico clima familiar que ha reinado tradicionalmente en los grupos educativos amigonianos, se ha distinguido principalmente, en la misma escuela amigoniana, por una cercanía de vida y de corazón de los educadores hacia los alumnos, que ha matizado el mismo quehacer amigoniano de presencia constante, de convivencia, de sensibilidad y disponibilidad, de solicitud, de sencillez y de alegría” (Vives, pág. 91-92). El proceso de acogida genera un impacto positivo que le permite al estudiante encontrar un ambiente de afecto, comprensión y empatía. El padre Domingo de Alboraya, citado por Vives, afirmaba que: “Desde el momento que ingresa el alumno, debe ser objeto de cuantas atenciones necesite, sin escatimarle nunca el cariño” (Vives, pág. 92). Y el padre Valentín de Torrente, también citado por Vives, refiriéndose al momento de la llegada del alumno escribía que:”Es de suma importancia que encuentre entre nosotros esa acogida atenta, ese cariño que le hace abrir las puertas de su corazón… recíbase, pues, al alumno con muestras de gran simpatía por él. Ninguna de sus cosas ha de ser mirada con indiferencia por el educador, sino al contrario, muéstrese solícito y afanoso por servirle… muéstresele un verdadero amor por su reforma, por su bien”. (Vives, pág. 93). Mejor perfil de un acompañante no se puede encontrar.

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Que el acompañamiento debe ser personalizado, a la medida, según el modelo pedagógico amigoniano, no cabe duda cuando se analiza desde la parábola del Buen Pastor: este llama a las ovejas por su nombre y las conoce (Jn. 10,4-5). No hay nada más propio y personal que el nombre; es el referente de la identidad de cada ser. Por algo, quienes no responden a su identidad se cambian de nombre o acuden a un “alias” para camuflarse o esconderse. Llamar por el nombre es penetrar en la personalidad del sujeto, es llegar a lo más íntimo del ser, no del poseer o aparentar. Es, como afirma el padre Vives, “Un conocimiento que viene del corazón (Vives pág 94) y si viene del corazón es porque está impregnado de amor, de empatía, de comprensión. Esa compañía, vía corazón, ha caracterizado el quehacer del educador amigoniano y ha permitido crear un ambiente de cercanía y una convivencia afectuosa para el logro de los objetivos, en un ambiente de amor. El padre Luis Amigó así lo pregonaba:”Propio es del amor procurar identificarse en un todo con el amado, elevándole de su condición si es necesario, o descendiendo de la suya el amante para procurar una perfecta unión de entrambos” (Obras completas 343). Fieles a este mensaje del Fundador los amigonianos han ido construyendo desde su praxis una pedagogía del acompañamiento, de la presencia, del amor. 1.6 Creer en el ser humano

Podemos afirmar que las parábolas del Padre Misericordioso y de la oveja perdida, paradigmas insignes de los amigonianos, son una bella alegoría de la humanidad en la cual hay que creer y esperar respuestas. El Padre cree en su hijo pródigo, en su arrepentimiento, en su regreso y por eso festeja su llegada. El Buen Pastor va en busca de la oveja perdida porque tiene la certeza de regresarla al redil, porque sabe que su esfuerzo por recuperarla no va a ser en vano. La pedagogía amigoniana cree profundamente en la bondad natural del hombre y, aún en los casos más difíciles, espera contra toda esperanza. Toda persona, por el solo hecho de existir, es un sujeto con valores, y con limitaciones. Los valores son potencialidades que deben descubrirse para incentivarlos. Las limitaciones deben ser un reto para su corrección o mejoramiento. En el contexto cristiano, aunque el ser humano cayó por el pecado tiene todas las posibilidades de levantarse por el misterio de la redención. De ahí que para el pedagogo amigoniano no exista ningún caso perdido cuando se trata de la persona humana. El padre Vives, en su obra citada afirma que: “… en todo ser humano existe una capacidad innata de querer y de actuar el bien, por muy desfigurada que esta pueda encontrarse en determinadas personas y circunstancias” (Vives, pág. 70) y agrega que la bondad natural de todo hombre es un dogma irrenunciable para quien quiera ser profundamente humanista. El padre Domingo de Alboraya, citado por Vives, lo expresa bellamente cuando dice: “Los alumnos que ingresan en nuestros centros no son degenerados, ni siquiera perversos…, son jóvenes inexpertos, distraídos o desviados del cumplimiento del deber…quienes en la primavera de su vida, atraídos por el fulgor de los halagos, han

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revoloteado cual indiscretas mariposas por entre diversos peligros, llegando algunos al extremo de abatir las hermosos alas de sus nobles aspiraciones y caer revueltos en las turbulentas aguas de la disipación”. (Vives, pág.71) Una consecuencia directa e inmediata de lo anterior es que la pedagogía amigoniana centra todas sus acciones en la persona y no en sus actos. Importa la persona y sus posibilidades de formación y educación, mas no los hechos o faltas cometidas que solo quedan para la historia. Cuando el evangelio nos presenta la parábola del Padre Misericordioso y narra el regreso del hijo a casa, su padre lo acoge sin hacerle reproche alguno y sin someterlo a ningún tipo de juicio. Le importó la persona, no lo que había hecho su hijo. Como lo afirma el padre Vives: “ese relato, que más allá de toda significación religiosa contiene un verdadero y universal poema pedagógica, fue el que alimentó tradicionalmente el sentimiento educativo amigoniano confiriéndole precisamente ese matiz de saber trascender los hechos y centrar el corazón de la acción pedagógica en la persona” (pág. 72). Para creer en la persona, hay que centrar la importancia y la acción en el presente con miras al futuro, y no en el pasado. Así lo establece este bellísimo fragmento del padre Vicente Cabanes, citado por Vives (pág. 73): “No son las plantas ni las flores solo, ni son los cuadros ni los pájaros los que hacen acogedora una casa de familia… es el cariño, la alegría, los brazos abiertos de una madre que oculta las faltas del hijo, que olvida sus andanzas, aunque las recuerde en el santuario de su corazón para prevenirle y evitarle la recaída; que recoge las lágrimas de su hijo, fruto del dolor y del arrepentimiento, para juntarlas con las suyas propias que son de amor y de perdón; que cicatriza sus heridas con el bálsamo salido de sus labios…y este espíritu existe entre los educadores amigonianos y sus alumnos”. 1.7 Apoyo de la familia

La pedagogía amigoniana siempre ha reconocido que el ambiente familiar es el primero y más necesario para la educación, y cuando la familia natural o biológica no existe, o no colabora, ha hecho del trabajo entre los educandos y docentes un ambiente de familia, en el que la persona encuentra el afecto y el cariño que, quizás, había perdido o nunca había experimentado. Hoy se habla de las bondades que encierran el trabajo en equipo y el aprendizaje entre pares o aprendizaje colaborativo. Por la práctica, los amigonianos han comprobado, desde hace ya muchos años, cómo los alumnos asimilaban de manera más eficiente los aprendizajes realizados espontáneamente con sus compañeros que los efectuados a través de los dictados del educador. También, hoy en día, se reconoce el beneficio que tienen en los procesos de reeducación y resocialización, los trabajos y las terapias grupales, en comparación con las de tipo individual.

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1.8 Proceso misericordioso Ser misericordioso significa ofrecer más atención al que más necesita. Es la versión cristiana de las diferencias individuales pregonadas en la pedagogía actual. La parábola del Buen Pastor puede ser considerada como la síntesis de la acción misericordiosa y, a partir de ella, el padre Luis Amigó escribió su testamento espiritual: “Vosotros, zagales del Buen Pastor, sois los que habéis de ir en pos de la oveja descarriada hasta devolverla al aprisco del Buen Pastor. Y no temáis perecer en los despeñaderos y precipicios en que muchas veces os tendréis que poner para salvar la oveja perdida; ni os arredren los zarzales y emboscadas con que tratará de envolveros el enemigo, pues podéis estar seguros de que si lográis salvar un alma, con ello predestináis la vuestra” (Obras completas 1831) La búsqueda de la oveja descarriada es la manifestación del amor a la medida y de la cuidadosa atención al más necesitado. Es el llamado pedagógico a atender, prioritariamente, al estudiante que tiene mayores limitaciones o dificultades. Es el mandato de trabajar en el desarrollo de las potencialidades de los discípulos antes que seleccionar a los mejores para trabajar con ellos, descuidando a los más necesitados.

2. La práctica pedagógica amigoniana en la FUNLAM La creación y funcionamiento de la Fundación Universitaria Luis Amigó como institución de educación superior ha permitido reflexionar, desde la academia, la filosofía de los amigonianos y la experiencia por ellos recogida a través de sus prácticas durante más de cien años, acción que se ha dado en doble vía: por un lado, la FUNLAM ha bebido de la fuente unos principios y un quehacer ya centenario; a su vez, ella ha enriquecido y contextualizado una filosofía enmarcada en el humanismo cristiano, dando como resultado una forma de actuar diferente en el campo de la formación de profesionales. La síntesis de esas reflexiones aparece en numerosos escritos que van desde el reglamento estudiantil hasta las publicaciones de textos, pasando por el plan de desarrollo y el Proyecto Educativo Institucional. Vamos a exponer brevemente los puntos más esenciales. Tal como aparece en su Proyecto Educativo Institucional, PEI, la FUNLAM, concibe la educación como un proceso de formación integral para el ejercicio de la autonomía intelectual, la búsqueda de la verdad, la formulación de estrategias de autogestión y la conformación de una sociedad armónica. Para la FUNLAM, la educación es un proceso que permite el despliegue de las capacidades y potencialidades del ser humano para que se apropie de su propia formación y esté en capacidad de darle sentido y significado a su propio proyecto de vida, centrado en el amor por sí mismo, por el otro, por la naturaleza y por Dios. El PEI expresa: “la formación y el desarrollo humano integral se dirigen al ser humano como una totalidad. Comprenden la formación y el desarrollo de las distintas dimensiones del ser humano: corporal, cognitiva, comunicativa, ética, espiritual y

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política. La formación integral tiene en cuenta valores, actitudes, emociones, conocimientos, habilidades y destrezas. El desarrollo integral se refiere tanto a la singularidad como a la atención a necesidades, intereses y expectativas de los seres humanos en comunidad y en contextos socioculturales específicos”. Y agrega que: “formarse como profesional en la FUNLAM significa asumir: una actitud de vida basada en el humanismo cristiano; un desempeño profesional con calidad fundamentada en los conocimientos, metodologías, procedimientos y prácticas, validados socialmente; un saber disciplinar, científico o cultural, centrado en los desarrollos históricos, la investigación y las tendencias de su desarrollo contemporáneo; y un compromiso de servicio a la comunidad fundamentado en los principios constitucionales”. En la FUNLAM, por encima de todo avance científico, tecnológico y de todo conocimiento está, en primer lugar, el ser humano y su proyecto de vida. Un ser humano que debe formarse para aprender a desenvolverse en la incertidumbre tal como lo plantea Edgar Morin, y para servir a la comunidad en un contexto de solidaridad y participación. Desde ese lugar, la docencia en la FUNLAM, se concibe como un proceso intencionado, reflexivo, crítico de formación y desarrollo humano integral en un ambiente de interacción entre docentes y estudiantes. El docente se concibe como un maestro que acompaña al discípulo en su proceso de aprender y construye conocimiento en un ambiente de diálogo. Y el estudiante es el actor protagonista que gesta su aprendizaje y lo evalúa en un contexto de autogestión y autonomía. Es un sujeto que aprende a trabajar de manera tanto personal como en colaboración con sus pares. Los rasgos básicos del perfil del maestro de la FUNLAM se pueden sintetizar así: En lo personal, con actitud de búsqueda de la verdad; con profundo respeto y visión integral del ser humano; abierto al diálogo; dispuesto a aprender de su discípulo; creativo; solidario consigo mismo, con el otro y con el medio ambiente; con adecuado desarrollo de la autoestima; y con gran capacidad de observación. En lo pedagógico, programador de espacios y ambientes de aprendizaje; cree en su discípulo y le facilita la participación; estimula el aprendizaje y la autoevaluación; motiva y posibilita la investigación y el espíritu crítico y reflexivo; demuestra habilidades para el trabajo interdisciplinario y lo estimula en sus estudiantes; es un agente de cambio, hábil en el manejo de las interacciones comunicativas; acompañante del estudiante para identificar las fortalezas, limitaciones y oportunidades de aprendizaje y para orientar la toma de decisiones más adecuada; preocupado por expresar por escrito su pensamiento y sus reflexiones pedagógicas. En lo profesional y científico, es un trabajador de la cultura; conocedor de la disciplina relacionada con su profesión; con actitud investigativa y capacidad de modificar opiniones y conceptos ante nuevos saberes o descubrimientos; preocupado por estar al tanto de los avances en el campo de su profesión.

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Por otro lado, los rasgos fundamentales del perfil del estudiante de la FUNLAM se sintetizan en los siguientes aspectos: En cuanto al ser, asume la responsabilidad y el compromiso de su propia formación y proyecto de vida; demuestra ser ético y abierto al cambio; es solidario y maneja una actitud positiva frente a sí mismo, frente a la vida y en relación con los demás; respetuoso de los demás; se identifica con la cultura de su medio pero actúa crítica y comprensivamente en el contexto de la globalidad; se interesa por trabajar en equipo; demuestra amor por sí mismo, por el otro y por la naturaleza. En cuanto al ser profesional, se compromete con su aprendizaje y autoevaluación; se preocupa por la interdisciplinariedad del conocimiento; es un cuestionador de la realidad para buscar el mejoramiento continuo en lo personal y en lo comunitario; posee un pensamiento global a partir del conocimiento y análisis de su propia realidad; demuestra suficientes y claras competencias comunicativas; aprende a trabajar de manera personal y autónoma pero, a la vez, desarrolla competencias para el trabajo y el aprendizaje colaborativo; demuestra autonomía intelectual y actitud de permanente estudio y aprendizaje. Como servidor de la comunidad, se preocupa por proyectarse a la sociedad y, en ella, a los más necesitados; desarrolla competencias para intervenir, desde su disciplina, las problemáticas sociales que afectan la calidad de vida del ser humano. En cuanto al actuar pedagógico, la FUNLAM se ha propuesto pasar de un enfoque centrado en la enseñanza a un enfoque centrado en el aprendizaje, propósito que no ha sido fácil por la fuerza que tiene la costumbre y las dificultades que encierra el cambio. El enfoque centrado en la enseñanza ha hecho del docente y del programa el centro del universo pedagógico, en el que el estudiante debe memorizar los contenidos que el docente evalúa y califica para efectos de promoción. En él, subyace una concepción de minoría de edad mental del estudiante, por lo que debe depender del docente para el cual, la mediación fundamental para aprender es el discurso. Contrario a esto, el enfoque centrado en el aprendizaje, y hecho propósito permanente en la FUNLAM, reconoce que el centro del universo pedagógico es el estudiante como sujeto que aprende y construye su proyecto de vida. El docente es un mediador que provoca y acompaña el aprendizaje del estudiante, al cual se le reconocen potencialidades, mayoría de edad mental y capacidad de autonomía y responsabilidad. Los posibles errores cometidos son factores pedagógicos para realizar acciones de mejoramiento continuo. Y quien realmente sabe si aprende o no, y por qué, es el estudiante. De ahí que sea él quien deba desarrollar competencias para la autoevaluación de su proceso. En este orden de ideas cobra sentido el portafolio personal de desempeño como instrumento esencial de la evaluación.

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2.1 Proceso de Evaluación en la FUNLAM Vamos a profundizar un poco en el proceso de evaluación que se lleva en la FUNLAM, y que tiene su fundamento en lo que se ha esbozado en los párrafos anteriores. Tal como aparece en el reglamento estudiantil, capítulo XII, La Evaluación está concebida como: “un proceso crítico, intencionado y sistemático de recolección, análisis, comprensión e interpretación de información que permite a los actores educativos valorar el estado en que se encuentra la formación integral de los estudiantes”. En este concepto sobresalen varios elementos: • La evaluación es un proceso y no un producto o resultado final. Por lo tanto, es

permanente, es dinámica; su función es lograr el mejoramiento continuo en la formación y en el aprendizaje de la persona y no la de juzgar y calificar resultados. Por eso, durante el semestre no se manejan calificaciones ni porcentajes. La acción se centra en el seguimiento y el acompañamiento.

• Es un proceso crítico, es decir, que requiere reflexión y estudio cuidadoso de las

distintas situaciones y de los diferentes factores que inciden en el rendimiento y desempeño, y está asociado con el cambio.

• Es intencionado y sistemático, es decir, obedece a unas finalidades, a unos objetivos

y a un orden y metodología previamente establecida y planeada, no improvisada. • La evaluación requiere de información para poder valorar el proceso. En la FUNLAM

existen los exámenes con ese fin pero no con las categorías de parciales o finales. Son permanentes y se corrigen y se valoran pero no se califican. A través de ellos se realimenta el proceso para el mejoramiento continuo.

2.2 Características de la Evaluación en la FUNLAM: • Es pedagógica, acompaña la formación y el desarrollo integral del estudiante para la

construcción de su proyecto de vida y desempeño profesional y sociocultural. • Es integral, tiene en cuenta el ser humano como totalidad: Valores, actitudes,

emociones, conocimientos, habilidades y destrezas. • Es continua, se realiza permanentemente y no como actividad parcial o final. • Es cooperativa, participan en ella tanto los docentes como los estudiantes y,

fundamentalmente, estos últimos a través del portafolio personal de desempeño. • Con perspectiva científica, tiene en cuenta los procesos de construcción, recreación

y comunicación del conocimiento científico. • Es ética, reconoce las múltiples relaciones que se dan entre los actores educativos

en un contexto de respeto, autonomía, responsabilidad y equidad.

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2.3 Pretensión o alcances de la Evaluación en la FUNLAM: • Comprender y valorar integralmente la formación y el aprendizaje del estudiante,

analizar los logros como también las dificultades y aplicar los correctivos pertinentes.

• Orientar los intereses y capacidades de los estudiantes • Fomentar en el estudiante la responsabilidad, la autonomía y la capacidad de

autocrítica y autoevaluación • Favorecer los procesos de interacción y diálogo entre estudiantes y docentes, al

igual que resolver las dificultades que se presentan en el proceso de evaluación. Como la evaluación apunta a la valoración del estado en que se encuentra la formación integral del estudiante, comprende dos aspectos básicos: el desarrollo de la persona y la formación académica profesional. El primer aspecto, desarrollo de la persona, incluye elementos como la responsabilidad y el compromiso del estudiante, la creatividad e iniciativa, la autonomía y toma de decisiones, la interacción con el otro. El segundo aspecto, formación académica del profesional, tiene en cuenta la capacidad de análisis, comprensión o interpretación; el grado de asimilación, apropiación, aplicación y construcción de conocimientos; y el grado de reconocimiento de los conceptos, métodos, enfoques y procesos investigativos propios de su saber específico. Y para ser coherentes con la autonomía intelectual, la ética, la participación y la autogestión, principios expresados en la misión institucional, la FUNLAM ha adoptado el Portafolio Personal de Desempeño, como uno de los medios para la evaluación. Existe otro componente importante en el reglamento estudiantil y es el de la recuperación, entendida esta como el procedimiento que ofrece la Institución para que aquellos estudiantes que, al terminar el período académico, no hayan alcanzado un adecuado logro de los objetivos esenciales y/o complementarios del curso, puedan lograrlo a través de nuevas estrategias metodológicas en el período intersemestral durante un lapso de dos a cuatro semanas. La recuperación tiene una fundamentación netamente amigoniana por las siguientes razones: • El estudiante es un ser humano inacabado, en permanente crecimiento y desarrollo. • Un acompañamiento más personalizado permite conocer mejor al estudiante y que

éste se reconozca con sus potencialidades y debilidades. • En el proceso de formación lo que importa es la persona, no sus actos.

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• La FUNLAM no concibe que haya estudiantes imposibles o incapaces. Lo que necesitan es un acompañamiento a la medida, particularizado y esto va de la mano con el principio de la misericordia: dar más al que más necesita, ofrecer mayor atención donde hay más carencia o necesidad. El estudiante con más necesidades es el que tiene que tener mayor apoyo del docente.

2.4 Otros aspectos de raigambre amigoniana Fuera del modelo pedagógico y del proceso de evaluación, la FUNLAM tiene otra serie de políticas con honda raigambre amigoniana. Miremos algunas: Sistema de becas: La FUNLAM rompe con el concepto tradicional de asignación de becas por rendimiento académico y busca favorecer a los estudiantes de menores recursos que, por esta razón, pueden tener rendimiento más bajo, por lo menos así sucede en los países en vía de desarrollo. Otro aspecto es el de las monitorías, contempladas en el reglamento estudiantil. Su finalidad es ofrecer asistencia más individualizada y personalizada a los estudiantes, con fundamento en las bondades que tiene el aprendizaje entre pares. Pero, también están concebidas como un estímulo para quienes sobresalen en un saber o disciplina, y como oportunidad de crecimiento personal y de formación de futuros docentes de acuerdo con los principios institucionales, en especial el de la solidaridad. Hay que resaltar, también, el enfoque que se le ha querido dar a las prácticas que deben realizar los estudiantes de los últimos semestres. Están orientadas a la proyección social con el fin de intervenir, desde la academia y de manera interdisciplinaria, las “…Problemáticas que afectan la calidad de vida de la niñez y la juventud, la familia y la sociedad” (misión institucional). Se pretende que, a partir de la organización de equipos de trabajo con actores educativos de los diferentes programas académicos de la Institución, se dé respuesta a situaciones problemáticas de las comunidades más desposeídas. Se trata de involucrar al estudiante en la realidad de las comunidades más desprotegidas para que pueda explicarla, interpretarla y comprenderla y, a partir de ahí, elabore propuestas para transformarla. Con esto se completa la trilogía que ha querido establecer la FUNLAM como basamento esencial de la formación de sus profesionales: El ser humano, el ser profesional y el servidor de la comunidad. Y para concluir, digamos que, cuando el Padre Luis Amigó nos legó su misión de trabajar en beneficio de los que están apartados del camino de la verdad y del bien fue un visionario que señaló la ruta que habría de seguirse para hacer que el ser humano caído, encontrara quien lo acompañara para desplegar sus alas y volar a partir de la puesta en acción de las potencialidades adquiridas por la redención. La FUNLAM, desde la academia, ha venido enriqueciendo las propuestas de ese visionario en la mira de marcar diferencia y crear identidad en las personas que van a tener en sus manos el desarrollo del país como profesionales y, ante todo, como ciudadanos de bien, solidarios con la solución de los problemas de la sociedad actual.

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FUNLAM 2013

BIBLIOGRAFÍA

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BIBLIOGRAFIA

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