“IDENTIDAD Y VOCACIÓN DEL LAICO MARISTA EN AMÉRICA...
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UNIVERSIDAD RAFAEL LANDIVAR FACULTAD DE TEOLOGÍA
DEPARTAMENTO DE TEOLOGÍA
“IDENTIDAD Y VOCACIÓN DEL LAICO
MARISTA EN AMÉRICA CENTRAL” TESIS
CARLOS ALBERTO NAVAJAS BENDFELDT
Carné 4519892
Guatemala, febrero de 2012
Campus Central
[II]
UNIVERSIDAD RAFAEL LANDIVAR FACULTAD DE TEOLOGÍA
DEPARTAMENTO DE TEOLOGÍA
“IDENTIDAD Y VOCACIÓN DEL LAICO
MARISTA EN AMÉRICA CENTRAL” TESIS
Presentada ante el Consejo de la Facultad de Teología
Por:
CARLOS ALBERTO NAVAJAS BENDFELDT
Previo a optar el título de:
Teólogo
En el grado académico de:
Licenciado
Guatemala, febrero de 2012
Campus Central
[III]
AUTORIDADES UNIVERSIDAD RAFAEL LANDIVAR
P. Rolando Enrique Alvarado López, S. J. ............................................................................. Rector
Dra. Lucrecia Méndez de Penedo ...............................................................Vicerrectora Académica
P. Carlos Rafael Cabarrús Pellecer, S. J. ....................... Vicerrector de Investigación y Proyección
Lic. Ariel Rivera Irías ............................................................................ Vicerrector Administrativo
P. Eduardo Valdés Barría, S. J. ......................................... Vicerrector de Integración Universitaria
Licda. Fabiola De la Luz Padilla Beltranena ....................................................... Secretaria General
AUTORIDADES FACULTAD DE TEOLOGÍA
Lic. Rodolfo A. Marín A. MA. ............................................................................................. Decano
Lic. Guillermo Enrique Téllez Ibarra................................................................................ Secretario
Lic. Francisco Romero. ................................................................. Director Diplomado en Teología
Lic. Agustín Maté, MA. ....................................................................... Director P.E.M. en Filosofía
Licda. María de la luz Ortiz, MA. ............................................. Directora Licenciatura en Teología
Lic. Andy Roger Aguilar. .............................. Coordinador Pensamiento Ignaciano y Landivariano
Lic, Abdón Camacho, F. S. C. ........................................................................... Director del ICREE
ASESOR Y REVISOR
Lic. Santiago Otero, F.M.S. ................................................................................... Asesor de Tesis
Lic. Guillermo Enrique Téllez Ibarra...................................................................... Revisor de Tesis
[IV]
[V]
[VI]
AGRADECIMIENTO
Agradezco esta tesis a:
Dios, Padre amoroso que me acoge con mis límites y debilidades y que me muestra el camino
del amor y la misericordia.
Jesús de Nazaret, Dios y hombre, y ante todo laico que nos muestra el camino de la santidad que
no es otro que hacer la voluntad del Padre.
María, madre de Jesús y madre nuestra, compañera de camino y Recurso Ordinario para todos
los maristas, hermanos y laicos
A los hermanos Maristas por su testimonio de vida, por compartir con nosotros el carisma de
Marcelino Champagnat y por su amistad sincera y fraterna.
A Hno. Hipólito Pérez por su testimonio de humanidad y por su saber estar a mi lado,
especialmente en momentos difíciles.
A Hno. Luis Carlos Gutiérrez, por su amistad incondicional, por su exigencia y por su
testimonio de superación y profesionalismo.
A mi hermano, Rafael Francisco, por toda su ayuda, pero especialmente por su testimonio como
profesional y como persona.
[VII]
DEDICATORIA
A todos los laicos y laicas maristas que han sentido la llamada de Dios a vivir su vocación
cristiana desde el carisma de Marcelino Champagnat.
A los hermanos Maristas, con quienes he compartido una vida y un carisma, para que caminemos
juntos en esta aventura del Espíritu.
A Erika, mi esposa, porque en su vida he leído esta tesis antes de escribirla.
A mis hijos, María José y Carlos José, por su amor incondicional.
A mis padres por su amor, su apoyo y sobre todo porque celebran mis éxitos como propios
A Ana, Nohemí, Francisco, Víctor, Irene y todos aquellos laicos y amigos con quienes he
compartido el camino.
A Javier, Pau, José María, Anni y todos los miembros de la comisión de redacción del
documento “En torno a la Misma Mesa” por lo que me enseñaron y porque juntos construimos
familia marista.
A Sergio Schons porque ha vivido en carne propia las alegrías y las dificultades de ser laico
marista y se mantiene firme en sus opciones
[1]
ÍNDICE
RESUMEN 5
1. INTRODUCCIÓN 6
2. IDENTIDAD Y VOCACIÓN DEL LAICO 8
3. LLAMADAS A PARTIR DE LA IDENTIDAD LAICAL 12
3.1. Llamados a Crear un Cielo Nuevo y una Tierra Nueva 12
3.2. Llamados a Escuchar al Espíritu 13
3.3. Llamados a Revelar el Rostro de Dios 14
3.4. Llamados a Asumir la Mayoría de Edad 15
3.5. Llamados a Vivir Nuestra Identidad de Sacerdotes, Profetas y Reyes 16
3.5.1. Sacerdotes 17
3.5.2. Profetas 17
3.5.3. Reyes 18
3.6. Llamados a Ser Felices 18
3.7. Llamados a Heredar un Carisma 18
3.8. Llamados a Vivir con Otros Nuestra Fe 19
3.9. Llamada a la Santidad y Radicalidad 20
4. VOCACIÓN DEL LAICO MARISTA 21
4.1. Diferentes Formas en que los Laicos se Sitúan Frente al Carisma Marista 21
4.2. Los Laicos Maristas: Una Vocación Cristiana 21
4.3. La Vocación Marista Laical y la Vocación del Hermano 22
4.4. La Transmisión de un Don: El Carisma Marista. 23
4.5. San Marcelino Champagnat, Inspiración del Laico Marista para Seguir a Jesús. 23
5. TRES DIMENSIONES DE UNA SOLA VIDA: MISIÓN, VIDA COMPARTIDA,
ESPIRITUALIDAD 25
[2]
5.1. La misión 25
5.1.1. Cristo nos envía: la misión de los laicos 25
5.1.2. Con la pasión de Marcelino: la misión laical marista 25
5.1.3. Corresponsables en la misión común 27
5.2. La vida compartida 29
5.2.1. Dios es comunión en la diversidad 29
5.2.2. Una experiencia de comunión: el ‘espíritu de familia’ 29
5.2.3. La familia, signo de comunión 29
5.2.4. Generar comunión en toda la vida 30
5.2.5. Del compartir nace la comunidad y viceversa 30
5.2.6. El Movimiento Champagnat de la Familia Marista (MCHFM) 30
5.2.7. Comunidades de vida de laicos y hermanos 31
5.2.8. Nuevas estructuras de comunión 32
5.3. La Espiritualidad 33
5.3.1. Vivir en el Espíritu 33
5.3.2. Seguir a Jesús, el centro de la vida del laico marista 33
5.3.3. Como María 34
5.3.4. Un estilo de vida en el Espíritu 35
5.4. Circularidad entre Misión, Comunión y Espiritualidad 35
6. OTROS ASPECTOS QUE REQUIEREN MAYOR CLARIFICACIÓN 37
6.1. Relaciones laborales 37
6.2. Vida compartida 39
6.3. Laicos “descolgados” de este caminar 40
6.4. Reconocimiento de la vocación 41
6.5. Hacia un nuevo modelo marista en la iglesia. 42
[3]
6.6. La formación 44
7. ITINERARIOS FORMATIVOS 46
7.1. La Vocación, Camino de Fe 46
7.2. Momentos del Camino 46
7.2.1. Descubriendo la Llamada de Dios 46
7.2.2. Discernimos la Opción de Vida Marista 47
7.2.3. Y Vivimos Juntos en Constante Crecimiento 47
7.3. Se Hace Camino al Andar: Formación Permanente. 48
8. UNA PROPUESTA FORMATIVA PARA LA PROVINCIA DE AMÉRICA
CENTRAL 49
8.1. Etapa de Conocimiento: 49
8.1.1. Objetivos de la Etapa: 49
8.1.2. Destinatarios de la etapa: 49
8.1.3. Iniciativas y metodología de la etapa: 49
8.2. Etapa de Adhesión: 49
8.2.1. Objetivos de la Etapa: 49
8.2.2. Destinatarios: 50
8.2.3. Iniciativas y metodología de la Etapa: 50
8.2.4. Formación Básica y autoformación: 50
8.3. Etapa de Crecimiento: 52
8.3.1. Objetivos de la etapa: 52
8.3.2. Iniciativas de la etapa: 52
8.3.3. Formación 52
8.3.4. Acompañamiento: 53
8.3.5. Medios: 53
[4]
8.3.6. Artífices: 53
8.3.7. Duración: 53
9. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 54
[5]
IDENTIDAD Y VOCACIÓN DEL LAICO MARISTA EN AMÉRICA CENTRAL
RESUMEN
La presente tesis “IDENTIDAD Y VOCACIÓN DEL LAICO MARISTA EN AMÉRICA
CENTRAL” surge de considerar la problemática del laicado unido a la espiritualidad de los
Hermanos Maristas en la región de América Central y el caribe. Problemática que coincide con
la de muchos otros laicos que han ido descubriendo, a partir del Concilio Vaticano II, que los
carismas congregacionales son un don de dios a toda la Iglesia y que los laicos también se
pueden y deben de sentir herederos y partícipes de este carisma.
Por tal motivo los objetivos y alcances de este trabajo son: Presentar el camino realizado hasta el
momento por los laicos maristas en América Central, iluminar este camino desde los documentos
eclesiales y la reflexión de la teología y eclesiología actual y finalmente proponer un camino o
itinerario formativo adaptado a la realidad laical de nuestra provincia marista.
El proceso metodológico llevado a cabo en el trabajo es mostrar la reflexión teológica y eclesial,
presentar el camino de la congregación de los Hermanos Maristas en su apertura al mundo laical
a través de sus documentos oficiales, comparar esto con la realidad actual y hacer una propuesta
formativa.
La tesis central del trabajo radica en que la vivencia del carisma por parte de los laicos radica en
una triple dimensión formada por la misión, la vida compartida y la espiritualidad. La vivencia
de esta triple dimensión no sólo no empobrece la vivencia de la vida consagrada marista, sino
que la integra y la complementa.
[6]
IDENTIDAD Y VOCACIÓN DEL LAICO MARISTA EN AMÉRICA CENTRAL
1. INTRODUCCIÓN
¿Por qué plantear este tema en este momento de la historia?, ¿qué aporta de novedad?, ¿es qué la
realidad laical es una novedad en el mundo marista? Para poder responder adecuadamente estas
preguntas empezaremos viendo un poco nuestro pasado.
Los hermanos maristas llegan a América central en el año de 1923 y a partir de ahí se empieza
una fuerte presencia en el campo educativo, desde esta época hasta el Concilio Vaticano II la
dinámica de los colegios maristas fue muy similar: Colegios prácticamente llevados en su
totalidad por hermanos maristas, donde los profesores laicos eran los menos y sólo por
necesidades de tipo legal.
La proyección de los centros educativos era orientada prácticamente hacia los alumnos y sus
padres. La orientación era la formación de “buenos cristianos y virtuosos ciudadanos”. En este
modelo educativo y evangelizador, no se percibía necesidad de compartir el carisma, ésta
pertenecía a los hermanos. Los laicos son sujetos pasivos que van recibiendo su formación
humana y cristiana “casi” sin darse cuenta.
En esta época los laicos maristas eran los padres de familia más cercanos a la comunidad y los
exalumnos, estos, sí querían un compromiso dentro de la Iglesia debían de buscar espacio en sus
parroquias o hacer una opción por la vida sacerdotal o religiosa.
Los hermanos entendían que el compromiso de los laicos egresados de los colegios debía de
manifestarse sobro todo en la sociedad, los “grandes colegios” de la Provincia buscaban formar a
los futuros dirigentes de la sociedad, y de hecho en los últimos años hemos encontrado en altos
puestos públicos a muchos exalumnos maristas.
A partir del Concilio Vaticano II, los laicos han empezado a tomar conciencia de su propia
vocación y del compromiso que eso supone, así mismo han empezado a ver que los carismas
particulares dentro de la Iglesia no son exclusividad de las órdenes y congregaciones religiosas,
son un don de dios para la Iglesia y eso incluye a los laicos.
[7]
Al mismo tiempo que se empieza a dar este cambio de mentalidad en el mundo laical, las
congregaciones religiosas, en parte por la disminución de vocaciones, empiezan a abrir espacios
de trabajo a los laicos, esto genera una nueva forma de relación, ahora los laicos no son sólo los
destinatarios de la misión, son parte activa de la misma.
Concretamente en la Provincia Marista de América Central, este proceso coincide a finales de los
años 70 y principios de los 80 con un fuerte empuje de la pastoral juvenil con el Movimiento
Remar, el cual tiene un fuerte componente vocacional, en su sentido estricto, pero también en el
sentido más amplio. A mediados de los 80 y principios de los 90, muchos de esos muchachos y
muchachas que habían estado en los grupos juveniles empiezan a plantearse su vocación como
laicos adultos (surgen las hermanas maristas), nace el MChFM y en los centros educativos la
realidad es que la misión está fundamentalmente en manos de los laicos. Toda esta realidad lleva
a los hermanos a cuestionarse la necesidad de una misión compartida donde hermanos y laicos se
relacionen corresponsablemente en función de la misión marista.
Una cosa ha ido llevado a otra, de misión compartida, pasamos a compartir la espiritualidad, y
actualmente se habla de compartir vida, carisma y vocación. ¿Qué significa todo esto para los
laicos? ¿Y para los hermanos? A lo largo de este trabajo intento ir dando algunas pinceladas que
permitan caminar en la mejor comprensión del tema.
[8]
2. IDENTIDAD Y VOCACIÓN DEL LAICO
Hablar del laico marista presupone dos elementos, en primer lugar la existencia de una vocación
laical dentro de la Iglesia, vocación que debe de estar bien definida y clarificada su identidad. En
segundo lugar, la existencia de un carisma, igualmente reconocido por la Iglesia que responda al
concepto de marista. A partir de estos dos elementos puede surgir el tercero, que es el que
intentaré definir a lo largo de este trabajo
En este primer capítulo intentaré abordar el tema de la identidad y vocación del laico.
El Concilio Vaticano II, entiende por laicos a todos los fieles cristianos, excepto aquellos
miembros que han sido ordenados o que son religiosos. La Iglesia da un paso adelante en su
reflexión y se autodefine como pueblo de Dios, frente a una concepción anterior jerárquica, en la
cual los laicos ocupaban el último lugar dentro de la pirámide. Dentro de esta nueva concepción
de iglesia reconoce en todos sus miembros su participación de la triple función de Cristo, como
profetas, reyes y sacerdotes, así nos lo hace ver el concilio Vaticano II, en el número 31 de su
constitución Lumen Gentium:
“Por el nombre de laicos se entiende aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los
miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estado religioso reconocido por
la Iglesia, es decir, los fieles cristianos que, por estar incorporados a Cristo, mediante el
bautismo, constituidos en Pueblo de Dios y hechos partícipes a su manera de la función
sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen , en la parte que les toca, la misión de todo el
pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo”.
Se reconoce el llamado a la santidad de los laicos y junto al apóstol Pablo 1 nos recuerda que al
igual que el cuerpo siendo uno, tiene muchos miembros y cada uno tiene función distinta, todos
son un solo cuerpo, de igual manera todos somos uno en Cristo.
En su intento por definir la vocación laical, el Concilio aborda el tema de su apostolado y lo ve
ligado a la misión misma de la Iglesia y en su misión salvífica:
“El apostolado de los laicos es la participación en la misma misión salvífica de la Iglesia,
apostolado, al cual todos están llamados por el mismo Señor, en la razón del bautismo y de la
confirmación. Por los sacramentos, especialmente por la Sagrada Eucaristía, que se comunica y
se nutre aquel amor hacia Dios y hacia los hombres, que es el alma de todo apostolado. Los
1 Rom.12,4-5
[9]
laicos, sin embargo, están llamados, particularmente, a hacer presente y operante a la Iglesia en
los lugares y condiciones donde ella no puede ser sal de la tierra si no es a través de ellos. Así,
pues, todo laico, por los mismos dones que le han sido conferidos, se convierte en testigo y a la
vez en instrumento de la misma Iglesia en la medida del don de Cristo”.2.
Dentro de este apostolado de los laicos, el Concilio ve tres elementos o situaciones donde se
debe concretar esta acción apostólica: La consagración del mundo, el apostolado del testimonio y
sanear las estructuras que sean fuente de injusticia y pecado entre los hombres3.
Termina el capítulo cuatro de la constitución Lumen Gentium haciendo referencia al tipo de
relaciones que se deben de establecer entre los laicos y la jerarquía.
De este primer documento eclesial, válido para toda realidad eclesial, es importante sacar
algunas conclusiones:
El laico participa del a triple dimensión de Cristo, siendo sacerdote, profeta y rey para el
mundo.
Como hijo de Dios y miembro de su Iglesia está llamado a la santidad, la cual no admite
categorías, por lo tanto su dignidad es igual a la de los miembros de la jerarquía. No existen
cristianos de primera ni de segunda categoría, todos, miembros distintos, pero formando un
solo cuerpo.
El laico, participa en la misión salvífica de la Iglesia y está llamado a ser sal en aquellos
ámbitos donde la jerarquía de la Iglesia no puede llegar.
El apostolado de los laicos tiene tres elementos fundamentales: El testimonio de vida,
evangelizar los ambientes en los que se encuentra y el compromiso social para hacer
estructuras más justas y solidarias. Junto a estos elementos el laico puede y debe participar
en tareas de evangelización hacia dentro de la misma iglesia colaborando estrechamente con
la jerarquía.
El Concilio sigue sin definir la vocación laical de forma específica, lo hace por negación, al
indicar que laicos son todos aquellos miembros de la iglesia que no son ordenados ni
religiosos.
2 LG 33
3 LG 34,35 y 36
[10]
Aunque existe un esfuerzo por cambiar el concepto de Iglesia, hay elementos dentro del
mismo documento que reflejan aún una visión jerárquica de la Iglesia y la tendencia a
entender por Iglesia sólo a la jerarquía.
El mismo Concilio vuelve a tratar el tema de los laicos más adelante en uno de sus decretos el
Apostolicam Actuositatem, este decreto va a tratar el tema del apostolado seglar que ya se
presentaba de forma somera en la Constitución Lumen Gentium.
Amplia el concepto de apostolado y nos dice que “La Iglesia ha nacido con el fin de que, por la
propagación del Reino de Cristo en toda la tierra, para gloria de Dios Padre, todos los hombres
sean partícipes de la redención salvadora, y por su medio se ordene realmente todo el mundo
hacia Cristo. Toda la actividad del Cuerpo Místico, dirigida a este fin, se llama apostolado”4.
Este decreto agrega que la misión de la Iglesia es única y es ésta, lo que va a variar será la forma
de concretarla. En el caso específico de los laicos nos señala que su apostolado consiste en
trabajar para la evangelización y santificación de los hombres, y para desempeñar los negocios
temporales con espíritu evangélico de forma que su trabajo en este aspecto sea un claro
testimonio de Cristo y sirva para la salvación de los hombres. Pero siendo propio del estado de
los laicos el vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, ellos son llamados por Dios
para que, fervientes en el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de
fermento.
Como conclusión se puede decir que la iglesia define al laico por su bautismo y no le reconoce
en sí una vocación distinta a la de ser cristiano. Esto genera cierta confusión, ya que sí por el
bautismo todos somos laicos, no se puede hablar de una vocación específica como la del
religioso o la del sacerdote, así mismo, al reconocer que los otros estados dentro de la iglesia si
son objeto de una llamada particular se sigue haciendo una diferenciación de clases dentro de
esta Iglesia, Pueblo de Dios, al parecer unos son más pueblo que otros.
A pesar de este punto controversial, vamos a asumir a partir de aquí en adelante la existencia de
la vocación laical como tal, es decir, una vocación, es llamada de Dios y respuesta libre del
hombre. Esta realidad al no darse en todos los laicos (cómo sí se da, al menos teóricamente, en
los otros estados dentro de la iglesia) nos obliga a hacer una diferenciación entre los laicos.
Actualmente se habla de laicos vocacionados o laicos comprometidos.
4 AA 2
[11]
A partir de este momento al referirnos al tema de vocación laical me referiré a estos laicos que en
su proceso de crecimiento y formación personal van tomando conciencia de la llamada que han
recibido de Dios a ser cristianos y desean responder libre y conscientemente a ella.
[12]
3. LLAMADAS A PARTIR DE LA IDENTIDAD LAICAL5
3.1. Llamados a Crear un Cielo Nuevo y una Tierra Nueva
La identidad del laico es algo que está en los orígenes del cristianismo desde siempre y a
la vez está por venir, abriéndonos al futuro. Estamos en un nuevo tiempo para la Iglesia y
para el mundo y si de verdad queremos hablar de cómo hemos de vivir nuestra vocación
laical, debemos creer que lo que está sucediendo es gracia de Dios.
Si apostamos por una mirada de ternura y esperanza comprenderemos que desde las
distintas formas de vida cristiana, caminamos juntos y somos "Christifideles6", llamados
al seguimiento de Cristo y responsables de su Único Cuerpo. La memoria histórica debe
preservarnos de los errores del pasado, no podemos olvidar que los laicos hemos sufrido a
nivel eclesial un empobrecimiento de gran magnitud que sólo el tiempo y el compromiso
libre de prejuicios de toda la comunidad de creyentes logrará mitigar.
Es un hecho que la historia de luces y sombras, nos hace llegar más tarde7 a la viña del
Señor pero sabemos con certeza que aún queda día en la historia para trabajar por el
Reino.
Para llegar al centro del debate sobre la identidad laical es preciso mirar a Jesús, que fue
un laico en el eje de la historia que se desligó de los poderes religiosos de su época y
luchó por hacer presente la salvación del Padre. El Hijo, nos amó y nos imprimió su
"sello" que nos hace sacerdotes, profetas y reyes. Esta es la gran experiencia que todos
compartimos pero que hemos olvidado, preocupados de marcar diferencias.
El eco de la carta a los Gálatas podría ser un buen comienzo para esta reflexión:
5 Este capítulo está basado en el artículo de Marta López Alonzo “Identidad del laicado: Una faz del
rostro de Dios aún no desvelada”: Confer 41 (2002) 77-97
6 Cf. J. C. R. GARCÍA PAREDES. Teología de las formas de la vida cristiana II, Perspectiva Sistemático-
Teológica. Fundamentos e identidad, Publicaciones Claretianas, Madrid 1999, p. 278. 282.
7 Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica postsinodal "Christi fideles laici", 30 de diciembre de 1988, San Pablo, nº2.
[13]
"Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. En efecto, todos los
bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni
esclavo ni libre; ni hombre ni mujer; ya que todos vosotros sois uno en Cristo
Jesús”8.
A su luz descubrimos que es preciso bajar la guardia de las identidades y reconocer que lo
que nos une, Cristo, es mayor que lo que nos separa. Cuando nos sintamos
recíprocamente necesitados9 , no sólo en la misión sino en el ser podremos decir con
Zaqueo "Hoy ha llegado la salvación a esta casa"10
.
3.2. Llamados a Escuchar al Espíritu
Hasta hoy el pueblo de los bautizados, salvo colectivos determinados, no hemos tenido
conciencia de nuestra identidad y vocación cristiana, sus implicaciones y posibilidades.
Hoy, quienes seguimos a Jesús desde la pura y nítida hondura de la experiencia laical por
sendas aún poco exploradas pero sí intuidas, estamos en medio de la noche de la vida
buscando a tientas las formas que sin duda el Espíritu parece querer indicarnos.
Es preciso escuchar la voz del Espíritu Santo: " El viento sopla donde quiere, y oyes su
voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va"11
.
Vivir con coherencia y plenitud la vocación laical no es una experiencia de la
subjetividad sino una experiencia del Espíritu. A la luz del Espíritu, la Iglesia deberá
llegar a ser una comunidad estructurada desde la fe personalizada de todos sus miembros.
El Espíritu nos remite a nuestro ser humano concreto, viviendo en una sociedad y en una
historia determinada para allí asumir la tarea de desarrollar nuestra identidad cristiana.
Comparto la opinión de que no hay una espiritualidad de los laicos yuxtapuesta a otras
pero sí una manera específica12
de vivir la identidad cristiana como laicos.
8 Gal 3, 26.
9 LG 32
10 Lc. 19,9
11 Jn. 3,7-8
12 J.A ESTRADA. La espiritualidad de los laicos, San Pablo, Madrid, 1992, p. 41.
[14]
Los contenidos de la identidad laica, no difieren en nada de la cristiana. Un laico es un
consagrado por el bautismo y la confirmación, miembro de la comunidad eclesial, un
cristiano que decide seguir a Jesús de forma libre y consciente, identificarse y asumir su
camino como propio guiado por el Espíritu.
La laicidad nos hermana paradójicamente en el seno de la Iglesia: "La ontología del
ser cristiano es la laical, que es la raíz y matriz de las otras"13
. Las formas de vivir la
esencia será lo que nos diferencie pero nunca lo que nos separe. Es fundamental que los
laicos comencemos a ser considerados y definidos por lo que somos, no por lo que no
somos (no-sacerdotes, no-religiosos).
3.3. Llamados a Revelar el Rostro de Dios
Por duro que resulte decirlo, la mayor parte de los laicos no sentimos, que se nos necesite
de forma adulta, en el seno de nuestra Iglesia. No es lo mismo ser necesarios para
mantener los cultos en pie, y las actividades pastorales de todo tipo, que ser necesarios
porque en nuestra experiencia de fe tenemos algo que decir sobre el rostro de Dios.
Mientras se ponga en duda la radicalidad de nuestro seguimiento, por el hecho de ser
laicos, y se siga considerando necesario confirmar nuestras experiencias de fe, seguirá
desvelado de forma incompleta el rostro de Dios en la comunidad.
Es preciso hacer una conversión del corazón hacia algo que ha roto el seno de la Iglesia:
"hay vocaciones que son más y vocaciones que son menos". Es preciso purificar el
lenguaje como primer paso de esa conversión: hablar de seguimiento radical y de estado
de perfección como propio del sacerdocio y la vida religiosa delimita el seguimiento de
Cristo en categorías que nada tienen que ver con el evangelio. La radicalidad no la da una
forma concreta de vida sino la capacidad para ir a la raíz de la propia experiencia
cristiana y no quebrar la llama de amor de la que a la tarde seremos examinados14
.
13 Ibid., p. 45.
14 SAN JUAN DE LA CRUZ. Escritos breves, Dichos de luz y amor nº 59), en Obras Completas, Editorial de Espiritualidad, Madrid, 19935, p. 101.
[15]
3.4. Llamados a Asumir la Mayoría de Edad
Ha llegado el momento de apostar por un laicado adulto15
y eso requiere el compromiso
de toda la comunidad de creyentes. Es la hora de dejar de ser niños para asumir la adultez
en la fe16
.
Es la presencia del Espíritu la que genera la libertad 17
y la capacidad de discernir que
todos los laicos desde su conciencia de hijos en el Hijo poseen. Hoy, como fruto de una
larga historia, el laicado ve depositada su capacidad de discernir18
en los ministros. Así
una experiencia de libertad compartida y discernida se ha convertido en normativa
impuesta desde la autoridad eclesial. Es preciso y urgente que cada laico asuma el riesgo
de sus propias opciones y afronte su coherencia personal frente a la del evangelio.
Autonomía, palabra y capacidad reflexiva son tres de los elementos fundamentales para
que un laico se configure como adulto.
“Preguntarnos por la identidad laical reclama serias modificaciones eclesiales, que si no
estamos dispuestos a hacer desde el convencimiento, vano es todo este discurso. La
relación, mal entendida, de dependencia del laicado respecto al sacerdocio y de
inferioridad respecto a la vida religiosa poco tiene que ver con el sueño de Jesús. La
primera carta de Juan es polémica en este sentido al marcar la autonomía y la libertad
de la conciencia de los fieles: "no necesitáis que nadie os enseñe" (1Jn 2,27). Soy
consciente del peligro que pueden tener estas palabras pero en el contexto que nos
ocupa, el de adultos cristianos, me atrevo a decirlas porque profundamente dañino ha
sido el efecto de la posición contraria vivida hasta ahora en el "paternalismo
espiritual".19
15 J.A ESTRADA. La espiritualidad de los laicos, op.cit., p. 54. 16
Rm.14,1-3 1 Co. 14,20
17 2 Co. 3, 17
18 "No extingáis el Espíritu; no despreciéis las profecías; examinad todo y quedaos con lo bueno" (1Tes
19).
19 M. López A. Identidad del laicado, Confer 41 (2002) 77-97
[16]
No buscamos padres espirituales, buscamos compañeros de camino desde la igualdad que
propone el evangelio20
.
Lo novedoso del evangelio es que nadie puede elevarse como director o guía pues todos
los hombres tienen acceso directo21
a Dios Padre y a Jesús el Señor y maestro. El reto de
todo hombre es mostrar al mundo lo que del rostro de Dios en su historia concreta se le
ha manifestado y conformar el rostro de Dios que a tientas buscamos reconociendo que
aquí conocemos de modo imperfecto22
. Sin que los laicos realicen esta misión el rostro de
Dios en la Iglesia será incompleto.
El laico debe aportar a la Iglesia su experiencia de participación en los problemas,
desafíos y urgencias de su mundo secular. Es preciso dinamizar y poner en juego el gran
potencial del laicado, su experiencia de vida y de fe, su competencia profesional,
científica y laboral, su inteligencia cristiana23
. Nuestro lugar en el mundo nos hace
protagonistas de pleno derecho en la evangelización24
.
3.5. Llamados a Vivir Nuestra Identidad de Sacerdotes, Profetas y
Reyes
Tres señas de identidad se nos han dado en el Bautismo: todos participamos del triple
oficio -sacerdotal, profético y real- de Jesucristo: Somos sacerdotes, profetas y reyes
pero casi ningún cristiano de la calle sabe lo que es vivir esto con todas sus radicales
consecuencias. Ser sacerdotes, profetas y reyes nos habla de esencia) y la intensa
vivencia de estos elementos nos permiten hacer adulto el paso del bautismo.
20
Mt. 23,9
21 X. PIKAZA. Sistema, libertad, iglesia. Instituciones del Nuevo Testamento, Editorial Trota, Madrid ,2001, p. 150.
22 1 Cor. 13, 12
23 Cf. III CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO. Puebla, La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina, B.A.C, Madrid 1985, nº 795. 24 Cf. J.A. ESTRADA. La identidad de los laicos, op. cit., p. 159.
[17]
3.5.1. Sacerdotes
El sacerdocio cristiano laical es un sacerdocio existencial25
. La dimensión cultual
de la vida y la donación en la cotidianidad son en esencia la base del sacerdocio
de Cristo, vida ofrecida en culto al Padre y servicio a los enfermos, encadenados y
hombres de toda condición. Cada acción y oración, cada misión, la vida conyugal
y familiar, el mundo de relaciones, el trabajo y el descanso 26
llevados con
paciencia y pasión se convierten en alabanza y ofrenda.
Es un sacerdocio misional y evangelizador27
encaminado a hacer presente y
transparente al Dios de la vida. Es también un sacerdocio de intercesión, puente
entre Dios y el mundo. Mano tendida entre dos realidades que se buscan.
Frente a las espiritualidades desencarnadas, la espiritualización del hombre se
traduce en humanización. Aquí la espiritualidad laical encuentra su primera
fuente, humanizar la propia vida y las realidades cotidianas es el primer paso para
cristificar la existencia y transformar el mundo.
3.5.2. Profetas
El profeta, en el contexto cristiano, no es aquel que predice el futuro sino que
"ilumina las situaciones de crisis de la comunidad"28
. Aunque ciertamente resulte
incómodo, los profetas son los críticos, los interpelantes, los inconformistas,
hombres del Espíritu que se enfrentan al poder constituido.
El miedo y el respeto no pueden ahogar la denuncia profética de las estructuras de
pecado29
y dar así curso al reto de humanizar y cristianizar nuestras profesiones y
la sociedad. En muchos casos nos llevará a dar una dimensión política a la fe30
.
25 J.A. ESTRADA., La identidad de los laicos. Op. cit., p. 166- 179. 26
LG 34
27 J.A. ESTRADA. La identidad de los laico. Op. cit, p. 181.
28 Ibid., p. 33. 29 Cf. JUAN PABLO II. Sollicitudo rei socialis,16, 36, 37.
30 JUAN PABLO II. Exhortación Apostólica postsinodal "Christi fideles laici", nº 42.
[18]
Esta dimensión política implica no abdicar de la búsqueda del bien común y del
destino universal de los bienes.
3.5.3. Reyes
El oficio real tiene mucho que ver con el mandato entregado al hombre de
gobernar el mundo participando del poder de Dios como Señor, creador del
mundo y del hombre. Dios coloca al hombre frente a su responsabilidad,
encomendándole el cuidado del mundo y cuanto hay en él. Cristo, como rey y
Señor del Universo, es el modelo de gobierno desde el servicio ejercido con
realeza y soberanía. El grito de la degradación del planeta que el movimiento
ecologista nos lanza, del hambre de nuestros hermanos, es una muestra del fracaso
en el ejercicio de nuestro reinado en el mundo. Hemos pasado de la soberanía a la
tiranía, perdiendo con ello la visibilidad del "sello real" que el hombre lleva
grabado.
3.6. Llamados a Ser Felices
Considero que el laicado puede hoy aportar a la Iglesia naturalidad, desde el amor a la
vida y al mundo. Una mirada al Jesús histórico, amigo de sus amigos, sentado a la mesa
de todos, a quien acusaron de "comilón y borracho" podría devolvernos la frescura para
situarnos ante el mundo desde la coherencia evangélica y no desde el rechazo. Es preciso
saber encontrarnos con Dios desde lo humano. Las realidades humanas tienen un código
que debemos saber descifrar para encontrar la fuerza del Dios vivo latiendo en medio de
su creación.
Saborear la vida de Dios, implica vivir en paz con el mundo, dejarnos alcanzar por el
amor de Dios presente en todas las cosas creadas. Parte de la felicidad tiene su fuente en
el agradecimiento a lo que se reconoce como recibido. En definitiva, vivir feliz, es
saberse acompañado por la incondicionalidad de un Dios que nos abraza en todo lo dado.
3.7. Llamados a Heredar un Carisma
Hoy comenzamos a plantearnos el problema o el regalo de descubrir que los carismas de
la vida religiosa comienzan a florecer en los laicos. Con ello surge el interrogante: ¿Quién
[19]
posee el Espíritu, el carisma de una congregación?, pertenece a los religiosos y estos lo
comparten o es un don de Dios dado, vivido, descubierto y celebrado por todos los que
sienten afinidad por un carisma. Se trataría ahora de definir la identidad del laico
vinculado a una institución religiosa. Cada carisma es un modo de vivir el evangelio,
acentuando un aspecto, por tanto el carisma desarrolla en el marco de toda la experiencia
cristiana una serie de elementos, convirtiéndolos en fiel tarea. Si algunos laicos sentimos
que hemos heredado un carisma, estamos ante el gran reto de actualizarlo.
El documento Vita Consecrata, afirma cómo Dios ha querido "recrear" la vida
consagrada, renovarla y mostrarle horizontes de esperanza a través de la incorporación de
laicos31
. Intuyo que la experiencia de vivenciar un carisma, juntos religiosos y laicos,
podría ser un signo de los tiempos para la experiencia de ser y de misión laicos-religiosos.
El matiz que da el carisma a la común esencia cristiana, deberá ser releído y traducido en
cada forma de vida cristiana, actualizando y completando el rostro de Dios aquí y ahora.
Hay sin duda laicos que refieren una afinidad personal hacia determinados aspectos del
carisma, afinidad que impregna y conforma la vida pero que no necesariamente le lleva a
vivirlo como religioso. Hasta ahora los laicos vinculados a las congregaciones no
participan, sintiéndose miembros de confianza, en las decisiones propias de las
congregaciones y de sus obras. Desinterés, gratuidad y no superioridad deben ser las
claves para la relación entre religiosos y laicos32
.
En el siguiente capítulo voy a abordar el tema de los laicos maristas, es decir, aquellos
laicos llamados a heredar el carisma marista de Marcelino Champagnat.
3.8. Llamados a Vivir con Otros Nuestra Fe
Es la conciencia de no poder vivir la fe aisladamente, así como la fidelidad a la esencia
cristiana la que lleva a los creyentes a vivir su fe junto a otros compañeros de camino.
Esto nos abre a la cuestión pendiente de la vida comunitaria. Este término encierra muy
diversas formas y realmente la diversidad nos obliga a discernir. La familia es el primer
círculo donde el laicado se mueve, dirigiéndose hacia otras formas de comunidad en la
31
Cfr. VC 55 32 Cf. M. A. ASIAIN "Laicos y religiosos: luces y sombras de una relación de gracia", en Confer 38/151 (2000), p. 629-653.
[20]
medida que su lugar en el mundo se va definiendo. Así han aparecido formas de vida que
van desde, la comunidad como grupo de referencia delimitado en tiempos y lugares a,
grupos de laicos reunidos bajo el mismo techo, a experiencias en las que vida religiosa y
laicado han decidido vivir bajo el mismo techo, lo que ha traído esperanzas y tensiones.
Estar en el mundo y vivir en comunidad, es la forma de hacer manifiesta la dimensión
comunitaria de la fe y revivir el estilo de seguimiento en torno a Cristo pero el reto es
aprender a vivir la fe con otros, sea cual sea la manera que siempre es un medio.
3.9. Llamada a la Santidad y Radicalidad
Todas las formas de vida de la Iglesia tenemos en común la vocación a la santidad33
pero
hasta que no cambie el modelo universal de santidad marcado por la vida religiosa, los
laicos seguiremos sintiendo que la santidad es cosa de otros porque la forma de vivir que
hemos elegido no es digna de alcanzar lo divino.
Las dificultades propias de la época, la crisis de vocaciones religiosas, la falta de
responsabilidad en algunos sectores del mundo laico, nos obliga a hacer una limpieza de
la vid para dar más fruto34
. Convencidos que aunque muchas ramas caigan, el tronco,
nuestra esencia cristiana, sigue viva y cargada de savia porque permanecemos en Cristo
resucitado que es nuestra vida y él ha tirado el muro que nos separa y derruido toda
enemistad35
.
Tras siglos donde el clero ha poseído la palabra es preciso empezar a escuchar al laicado
y no acusarle de no saber lo que quiere porque nunca se le ha permitido expresarse.
Hasta hoy ha habido otro discurso y cuando otro habla o nos dice lo que somos, ni nos
molestamos en pensar. El laicado comienza a reelaborarse y no es fácil hacer que los
insignificantes tomen significancia.
33
LG 39 -42 34
Jn. 15, 2.4 35
Ef. 2, 16
[21]
4. VOCACIÓN DEL LAICO MARISTA
Hasta este momento he hablado de los laicos en general, los problemas para definir su identidad
a partir de las ambigüedades que aparecen en los documentos oficiales de la Iglesia, las distintas
llamadas que percibe el laico en estos inicios del siglo XXI ante las realidades eclesiales, sociales
y sobre todo evangélicas.
4.1. Diferentes Formas en que los Laicos se Sitúan Frente al Carisma
Marista
El mundo del laicado, en su relación con lo marista, es muy amplio. Muchas personas
entran en contacto, de diversas formas, con la vida y misión de los Hermanos Maristas.
Alumnos, educadores, catequistas, personal de administración y servicio, antiguos
alumnos, padres, amigos… conocen a los Hermanos y han oído hablar del carisma
marista.
De esta relación con los Hermanos, surgen diferentes actitudes: Algunos, apreciando a los
Hermanos, viven identidades diferentes a la marista: unos, porque han hecho opciones
vitales distintas a la cristiana; otros, porque ya han encontrado su propio lugar en la
Iglesia. Otros laicos, sí se han sentido tocados por el carisma de los Hermanos. Admiran
su vida y quieren vincularse de diversas formas, más o menos esporádicas, a su
espiritualidad o a su misión, sin que esto signifique la conciencia de una vocación
compartida. Entre estas personas, hay quienes no han reflexionado lo que significa para
ellos la vinculación que están viviendo. Existe un tercer grupo de personas que, después
de un camino personal de discernimiento, han decidido vivir su espiritualidad y misión
cristianas al estilo de María, como la intuyó Marcelino Champagnat. Estos son los que se
pueden considerar laicos maristas.
4.2. Los Laicos Maristas: Una Vocación Cristiana
Los laicos maristas son cristianos y cristianas, que han escuchado en su vida la llamada
de Dios a vivir el carisma que brota de la tradición del P. Marcelino Champagnat, y
responden a ella desde el estado de vida laical,
[22]
La iniciativa de esta vocación, como de todas, viene de Dios. Él nos ama y quiere
nuestra plenitud, por eso nos invita a cada uno de nosotros a recorrer un camino único.
Así, la vocación marista laical no nace como una estrategia en momentos de crisis
vocacional de los Hermanos, ni como una forma de expresar la amistad hacia ellos. Es
una llamada personal a una forma concreta de ser discípulos de Jesús, como María.
La vocación marista laical, como toda vocación, nace y se desarrolla leyendo la propia
vida a la luz del Espíritu. La vocación laical fructifica de formas diversas: para muchas
personas, en la vida matrimonial; para algunas, en otras formas de relación de pareja; para
otras, en una vida célibe. Estas distintas realidades trasparentan, en medio del mundo, el
amor de Dios, siempre fecundo.
Cristianos y cristianas, con historias y culturas muy diferentes, comparten la llamada a
vivir el carisma marista desde una vida laical.
4.3. La Vocación Marista Laical y la Vocación del Hermano
Hermanos y Laicos tienen mucho más en común que de específico: ambos comparten la
belleza y los límites de la condición humana en este momento histórico, viven una misma
vocación cristiana desde el bautismo, y han sentido la llamada de Dios al carisma marista.
Los Hermanos son personas que optan por un estado de vida reconocido en la Iglesia
como ‘vida religiosa’. Ellos nos aportan su testimonio del seguimiento de Jesús a través
de sus compromisos públicos. Su estado de vida es un signo profético especial frente al
mundo y a los demás cristianos, que recuerda la propia llamada a la radicalidad y pasión
por Cristo.
Su opción por el celibato, vivido en fraternidad y sin haberse escogido, expresa el amor
de Dios como comunidad de Hermanos abiertos a todos. La vida en pobreza, sin poseer
bienes materiales propios, manifiesta la libertad evangélica que supera el afán de
posesión y se abre al servicio de los demás. El compromiso de obediencia a Dios, a través
de la mediación de la comunidad, representada por los superiores, hace significativa una
especial disponibilidad por el Reino.
Los Laicos maristas son mucho más que colaboradores de los Hermanos. Les aportan su
forma específica de vivir el carisma marista.
[23]
El amor de pareja transparenta la fidelidad y pasión de Dios, y recuerda la pasión y
fecundidad que debe animar toda vocación cristiana36
. De igual manera, el amor de los
padres por sus hijos es imagen viva del amor incondicional que Dios nos tiene37
.
La profesión es la forma del laico de realización personal y de servicio al Reino, que
complementa la labor de los Hermanos. De la misma forma, la necesidad de buscar el
sustento diario, la inestabilidad inherente a la condición laical, les permite un contacto
más concreto con la realidad.
El carisma marista, vivido por las mujeres, es una invitación a todos a integrar elementos
marianos como la tenacidad, la resistencia, el cariño maternal, la ternura, la atención en
los detalles y la intuición en nuestra experiencia cotidiana. Hermanos y Laicos han de
profundizar las identidades específicas propias de cada uno y en la medida que se
encuentren unos con otros se abrirán nuevas perspectivas de futuro.
4.4. La Transmisión de un Don: El Carisma Marista.
La vocación religiosa de los Hermanos ha sido la fuente de la vocación laical. La
experiencia de su acogida, sencillez y presencia entre los jóvenes han fascinado a los
laicos y les anima a ser testigos hoy.
También el ejemplo de muchos laicos que han vivido y viven el carisma marista con
sencillez, ha permitido el despertar de nuevas vocaciones laicales.
La vitalidad de un carisma implica recibirlo, recrearlo a la luz de los signos de los
tiempos, y transmitirlo a otros.
4.5. San Marcelino Champagnat, Inspiración del Laico Marista para
Seguir a Jesús.
Marcelino Champagnat se convierte en inspiración, no sólo para los religiosos maristas,
también para los laicos maristas, para seguir a Jesús. Encontramos en él un modelo de
36
Os. 2,16-25 y todo el Cantar de los Cantares
37 Lc. 15,11-32
[24]
vida cristiana, que conmueve, seduce e impulsa cada día a superarnos en el seguimiento
del único Maestro.
La mesa de La Valla y la casa de L’Hermitage son símbolos que encarnan el don de Dios
que nos transmite Marcelino y siguen siendo para todos los maristas fuente de inspiración
para recrear el carisma en nuestros días. Compartiendo el pan y construyendo una casa,
Marcelino invita hoy, también a ser comunidad para la misión.
Este sacerdote con dificultades en los estudios, que vivió toda su vida en aldeas, que se
desgastó hasta la muerte para que los niños y jóvenes sintieran el amor de Dios, es hoy un
ejemplo que no sólo inspira a la familia marista. La Iglesia, al proclamarle ‘santo’, lo ha
declarado modelo para todos los cristianos.
La Iglesia reconoce que la intuición de San Marcelino sigue viva hoy en nosotros, que es
un regalo de Dios para el mundo y que la misión marista está llamada a multiplicarse
hasta que, en todas las diócesis del mundo, los niños y jóvenes sientan la ternura de Dios.
Los laicos maristas están llamados por Dios a prolongar esta intuición en la historia.
[25]
5. TRES DIMENSIONES DE UNA SOLA VIDA: MISIÓN, VIDA
COMPARTIDA, ESPIRITUALIDAD38
Ser seguidores de Cristo al estilo de Champagnat hoy, significa comprometerse con las tres
dimensiones fundamentales cristianas y maristas: la misión, la vida compartida y la
espiritualidad. Estas tres dimensiones se deben experimentar como una sola realidad inseparable:
la espiritualidad se vive en y para la misión; la misión genera y anima la vida compartida; la vida
compartida es, a la vez, fuente de espiritualidad y de misión.
Las tareas apostólicas pueden ser distintas en la misión; los acentos en la espiritualidad, variados;
la vida compartida traducirse en muchas formas… Misión, espiritualidad y comunión son tres
colores que forman un único rayo de luz: el carisma marista. Es normal que, en determinados
contextos y momentos, se incida en una u otra de las dimensiones, pero es imposible caminar en
una de ellas sin encontrarse con las otras dos.
5.1. La Misión
5.1.1. Cristo nos Envía: La Misión de los Laicos
Los laicos, desde el bautismo, son enviados por Cristo a la única misión de la
Iglesia: anunciar la Buena Noticia, ser sacramento y fermento del Reino de Dios
en la humanidad.
Los laicos maristas comparten la misma misión que todos los laicos, a cual ya
queda presentada en los primeros dos capítulos de este trabajo. Por lo tanto en este
capítulo intentaré abordar lo específico de la misión del laico marista, es decir,
como esa misión universal a la que estamos llamados todos los cristianos, se
concreta con expresiones particulares al ser iluminada desde el prisma marista.
5.1.2. Con la Pasión de Marcelino: La Misión Laical Marista
El corazón del laico marista se conecta con la pasión de Marcelino, que se expresa
hoy en las palabras del Hermano Seán Sammon dirigidas a los Hermanos: “Vivir
38
En este capítulo presento una síntesis adaptada de los capítulos 2, 3 y 4 del documento “En torno a la misma
mesa” sobra la identidad y vocación del laico marista” en cuyo proceso de creación tuve la oportunidad de participar
de 2006 al 2009.
[26]
y trabajar entre los jóvenes, evangelizar sobre todo por la educación, estando
abiertos a otros medios, y mostrar especial preocupación por los niños y jóvenes
pobres que viven excluidos de la sociedad”39
.
La misión del laico marista se puede describir de la siguiente manera: contribuir a
que las nuevas generaciones descubran el rostro de Dios y “tengan vida en
abundancia”40
Como Champagnat, debemos responder al grito de tantos
Montagne que todavía existen. No podemos ver un niño sin amarle y decirle
cuánto Dios le ama41
.
Consagrar el mundo ayudando a los jóvenes a descubrir el sentido de su existencia
y a que sean capaces de tomar la vida en sus manos, a la luz de la fe.
Ser profetas con los jóvenes anunciándoles que la vida en sí misma es
maravillosa, que merece la pena luchar por construir un mundo mejor. Animarles
a ser críticos con la sociedad que les rodea e invitarles a comprometerse en
transformar ese sueño en realidad.
La misión marista es única, en multitud de tareas: desde la profesión, la
dedicación voluntaria, la familia o la oración. La pluralidad laical hace que las
tareas y profesiones sean muy diferentes. En cualquier trabajo, vivido desde la fe,
podemos compartir la misión marista. Lo fundamental es vibrar con esa misión
única y permanecer unidos a ella con la fuerza de la oración. La misión no
depende de edades ni de condiciones físicas. Tomar parte en ella es un estado del
espíritu. Cada acción individual, comunitaria o institucional es un hilo de la gran
red de la misión marista.
39
H. Seán Sammon, circular XXXI, Hacer que Jesucristo sea conocido y amado, p. 72.
40 Jn. 10,10
41 Furet, J. B., Vida del Beato Marcelino Champagnat, ed. Luis Vives, 1955, p. 493.
[27]
5.1.3. Corresponsables en la Misión Común
a. Juntos en la Misión
Hermanos y Laicos han recibido el don del carisma de Marcelino. Por tanto,
son compañeros en la misión marista, y corresponsables ante Dios de llevarla a
cabo. La corresponsabilidad abarca todos los niveles, incluida la planificación,
la toma de decisiones y la evaluación.
En el Laico, las tareas que concretan la misión son más amplias que las obras
de los Hermanos. Algunos sienten que, en determinado momento de su vida,
deben dedicarse por completo al cuidado y educación de sus hijos. Otros viven
la misión trabajando en obras educativas que dependen del Estado o de otras
comunidades de la Iglesia. Y algunos comparten su vida y su tiempo en otros
trabajos.
b. La Relación Laboral
Muchos Laicos maristas viven una parte de la misión trabajando como
profesionales en obras del Instituto. Esta relación es fuente de fecundidad y, a
la vez, puede ser origen de tensiones.
Es fuente de fecundidad: Para la obra, porque, juntos, pueden profundizar en
su identidad marista y animar con más energía y creatividad su acción
evangelizadora. Para los Hermanos, que encuentran apoyo y enriquecen su
vocación y su tarea. Para los Laicos, que concretan la misión marista en un
ámbito propio y en relación con los hermanos. Para los niños y jóvenes, que
sienten la vitalidad de la presencia marista desde diversas vocaciones.
Puede ser fuente de tensiones: En una relación de patrono empleado el
trabajo cotidiano puede llevar a graves conflictos entre personas que
comparten un mismo carisma. Diferencias de criterio, una concepción
personalista de la gestión y la concentración de poder pueden generar
injusticias, profundas heridas e incluso la exclusión, sin motivo, de laicos de
gran valía, a veces muy identificados con el carisma.
[28]
c. La Relación de Voluntariado
Otros Laicos maristas participan en obras del Instituto como voluntarios, tanto
en obras sociales como pastorales. También esta relación puede ser fuente de
fecundidad. Su fecundidad es la misma que en la relación laboral, tanto para la
obra, como para los Hermanos o Laicos. La singularidad radica en la fuerza
del testimonio cristiano, que da gratis lo que se ha recibido gratis42
. La entrega
de tiempo y esfuerzo son una imagen privilegiada del amor de Dios.
La relación voluntaria también puede ser fuente de tensiones. A las ya citadas,
se pueden añadir otras: No es fácil equilibrar la entrega voluntaria del propio
tiempo y energía con las exigencias de la vida profesional o familiar. La
entrega voluntaria no puede ser usada para suplir el trabajo profesional cuando
éste se requiere. Puede existir la tentación de utilizar esta dedicación gratuita
en beneficio de intereses personales o familiares, de poder, prestigio, etc.
d. Gestión y Corresponsabilidad
Las formas concretas de gestión marista deben estar empapadas, del espíritu
de familia, este debe presidir todas las relaciones laborales y de voluntariado.
La misión compartida, hermanos y laicos exige: mejorar las estructuras de
gestión participativa, establecer con claridad las funciones de cada persona,
sea Hermano o laico, hacer evaluaciones sistemáticas desde criterios
transparentes, y garantizar procesos y políticas comunes, más allá de los
cambios en los equipos de animación y gobierno de las obras o de la
provincia.
Las relaciones entre contratados y voluntarios deben regirse por espíritu de
colaboración, siendo conscientes de las competencias de cada uno.
42
Mt. 10, 8
[29]
5.2. La Vida Compartida
5.2.1. Dios es Comunión en la Diversidad
En el capítulo anterior, hablaba de las llamadas que tienen los laicos, y una de esas
llamadas es la de compartir la fe con otros. Los laicos maristas expresan su
respuesta a esta llamada concretando de diversas formas un rasgo característico
del carisma marista: El espíritu de Familia.
5.2.2. Una Experiencia de Comunión: El ‘Espíritu de Familia’
Marcelino Champagnat transmitió a los primeros Hermanos una forma de relación
basada en el ejemplo de María. Vivían un ambiente familiar, de hogar, de
cercanía, que llevaban con ellos allá donde fueran y que formaba parte del estilo
educativo de sus escuelas. A esta forma de relación, llamamos ‘espíritu de
familia’ y es parte de la herencia carismática que los laicos maristas han heredado.
El ‘espíritu de familia’ es una forma de ser que nos sana y transforma las
relaciones entre las personas. Nos hace confiar en el otro, aceptar los propios
límites y sacar a la luz lo mejor que Dios nos ha dado. Cuando no hay nada que
aparentar, sólo queda disfrutar del encuentro con el otro. De este espíritu, nacen
los pequeños detalles y el cuidado de las ‘pequeñas virtudes’ 43
5.2.3. La Familia, Signo de Comunión
La familia es el primer lugar donde vivir la comunión. Es el fundamento desde
donde estamos llamados a crecer como personas y seguidores de Jesús. En la
familia se desarrolla: la comprensión en la pareja, la abnegación en el cuidado de
los hijos y de los mayores o enfermos, la acogida de las diferencias de cada uno,
la unión para que todos puedan vivir dignamente y cada uno encuentre su propio
lugar, el cultivo de la fidelidad, la seguridad de que te está esperando tu sitio en la
mesa, de que siempre se te echará de menos...
También los laicos célibes cuidan de sus propias familias con especial delicadeza.
Quieren ser fermento de unión entre los hermanos, fuente de comprensión y
43
Agua de la Roca 99
[30]
cuidado para los padres, y referencia amorosa para las nuevas generaciones de la
familia.
5.2.4. Generar Comunión en Toda la Vida
La fuerza del espíritu de familia constituye a los maristas, laicos y hermanos,
como una nueva familia de seguidores de Cristo al estilo de María. La mesa de La
Valla es un buen símbolo de esta relación.
En especial, la comunión entre Laicos y Hermanos complementa y enriquece las
vocaciones específicas y diferentes estados de vida. Así, en su mutuo cariño,
siendo uno y siendo diferentes, reflejan ante el mundo la dinámica misma de la
Iglesia Comunión.
Este compartir requiere tiempos en común. La mesa reúne a las personas para
hablar, para reír, para estar juntos. Es necesario buscar esos momentos y vivir
espacios de comunicación en profundidad, encuentros de calidad que unan en lo
esencial. Es necesario comprenderse, entendiendo las diferentes formas de pensar
y vivir, y aceptando los errores propios y ajenos en un clima de fraternidad.
5.2.5. Del Compartir Nace la Comunidad y Viceversa
La experiencia de familia heredada de Marcelino permite que hermanos y laicos
generen espacios y tiempos para compartir vida y fe. Ahora bien, estos espacios y
tiempos no tienen por qué tomar una única forma de expresión, al contrario,
permitiendo al Espíritu obrar con completa libertad, las experiencias comunitarias
entre laicos maristas van tomando diversos rostros: La comunidad que tiene todo
en común y vive bajo el mismo techo, es una posibilidad, pero no el único ideal
marista laical.
Hoy, en el mundo marista, ya existen diversas formas de expresión de esta vida en
común: El Movimiento Champagnat de la Familia Marista, Comunidades de vida
de Laicos y Hermanos, y otros grupos maristas.
5.2.6. El Movimiento Champagnat de la Familia Marista (MCHFM)
El MCHFM es una forma de organización reconocida por el Instituto para las
comunidades maristas laicales. Aprobado por el XVIII Capítulo General (1985) y
[31]
alentado por el H. Charles Howard, Superior General, como respuesta a lo que
veía como una auténtica ‘llamada del Espíritu”44
, cuenta hoy con miles de
miembros en todo el mundo y, en pocas décadas, ha creado una red de
fraternidades que se articulan a nivel regional y continental. En la Provincia
Marista de América Central se cuenta con 25 fraternidades distribuidas en
Guatemala, el Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Puerto Rico. Con más de 350
miembros.
Su ‘Proyecto de Vida’ es un camino fecundo para desarrollar la vida comunitaria
y sigue siendo hoy una fuente de inspiración para que el Movimiento pueda
afrontar los retos que los nuevos tiempos le presentan: crecer en la
responsabilidad de la propia vocación laical; conectarse con las nuevas
generaciones; transmitir la pasión por la vocación marista, tanto de Hermano
como de Laico; implicarse en nuevas formas de misión; y articularse más y mejor
con otras áreas maristas.
El MCHFM, como “prolongación del Instituto45
, ha dado muchos frutos en la
espiritualidad y la misión, ha multiplicado la vocación marista y es fuente de
esperanza para el futuro de nuestro carisma.
5.2.7. Comunidades de Vida de Laicos y Hermanos
Hoy existe un significativo número de comunidades maristas donde Hermanos y
Laicos comparten la vida en torno a una misión. Algunas han surgido para el
discernimiento vocacional; otras, para el trabajo de inserción social; otras
desarrollan proyectos desde la vida y la misión compartidas. Unas tienen carácter
temporal, otras son de mayor duración. Todas ellas son ejemplo de la riqueza
comunitaria generada por personas de distintos estados de vida.
En la provincia de América Central se tienen algunas comunidades de hermanos
diseñadas como comunidades de acogida para poder compartir la vida con laicos,
algunas en línea de misión, con voluntarios y otras en línea de discernimiento
44
Cf. H. Charles Howard: Circular ‘EL MCHFM: una gracia para todos nosotros’, Vol. XXIX, Roma,
1991, p. 358. 45
Constituciones de los Hermanos Maristas N°. 167, 4
[32]
vocacional con jóvenes universitarios. Aunque no hay experiencias actuales de
comunidades de vida donde compartan hermanos y laicos se espera que en el
futuro si se vayan dando estas experiencias.
5.2.8. Nuevas Estructuras de Comunión
Están surgiendo en muchas provincias nuevas estructuras que visibilizan la
comunión de Hermanos y Laicos. La misión es uno de los espacios donde con
más claridad se percibe esta novedad.
La corresponsabilidad en la misión ha hecho surgir asambleas y capítulos
provinciales con presencia de laicos, comisiones y equipos provinciales donde
laicos y religiosos trabajan codo a codo. Otras provincias han creado estructuras
en que se comparte la gestión y animación provincial. Los Laicos no sólo ejecutan
sino que participan en la planificación conjunta de la misión. Se han creado
consejos provinciales ampliados, en los que Hermanos y laicos trabajan juntos
para responder con creatividad a las necesidades actuales.
Las comunidades laicales maristas están generando, cada vez más, un nuevo mapa
marista, un espacio de referencia para el carisma, que puede dotar de nueva
energía a la misión y multiplicarla, aunque el número de Hermanos disminuya.
La comunión va más allá de la misión. Jesús llama a beber juntos del Agua Viva:
a orar juntos y a compartir la espiritualidad desde el corazón. Se necesita seguir
desarrollando estructuras que impulsen esta dimensión, como retiros de Hermanos
y Laicos, experiencias de formación conjunta y vitalidad carismática…
Lo fundamental ahora es seguir impulsando el encuentro tanto entre laicos, como
entre Hermanos y Laicos, para conocerse, quererse como son y vivir en la
comunión de Dios, que nos envía, hoy más que nunca, a hacer presente el carisma
de Marcelino en el mundo.
A medida que se va caminando juntos, surgirán nuevas formas de relación, cada
vez más profundas, que pedirán nuevas estructuras que acojan e impulsen la
vitalidad.
[33]
5.3. La Espiritualidad
5.3.1. Vivir en el Espíritu
Espiritualidad es vivir en y desde Dios. Los cristianos experimentan que la fuerza
del Espíritu da sentido a su existencia, alimenta sus convicciones e impulsa sus
acciones.
Marcelino y los primeros Hermanos vivieron en el Espíritu. La tradición marista
ha recogido sus experiencias y enseñanzas, su ‘herencia’46
, y la ha ido
transmitiendo, de generación en generación, siempre de forma fiel y renovada.
Hoy los Laicos maristas, enriquecen esta herencia aportando nuestra propia
experiencia de Dios.
La espiritualidad marista sintoniza muy bien con la vida laical. Es práctica,
empapa lo cotidiano. Su lugar está entre los niños, en el hogar, el trabajo… Las
personas y sus circunstancias son el ‘libro de Dios’ desde el que se aprende y se
enseña a leer. Es una espiritualidad contagiosa, fácil de dar y de recibir, y que
conecta con las esperanzas de los niños y jóvenes.
5.3.2. Seguir a Jesús, el Centro de la Vida del Laico Marista
La espiritualidad marista está centrada apasionadamente en Cristo. Al integrar las
distintas facetas de la realidad personal en Dios se crece en intimidad con Jesús.
De Marcelino, los maristas han aprendido a fundamentar su existencia en
Jesucristo haciéndole presente en tres momentos de su vida: el Pesebre, la Última
Cena y la Cruz.
La encarnación de Cristo en el símbolo del pesebre, nos enseña a compartir las
alegrías y sufrimientos de nuestra gente, en medio del mundo; a volver a lo
esencial, adoptando un estilo sencillo de vida; a admirarnos de los niños y a
descubrir, en su fragilidad, el rostro de Dios. Allí está Dios, en los niños y
46
Constituciones 49
[34]
jóvenes, especialmente en los que no tienen sitio en la posada47
. Allí queremos
contemplarle todos los días.
La Última Cena, el altar de la Eucaristía, nos enseña a vivir el sueño de Dios
para la humanidad, la mesa compartida de hijos e hijas en torno al Padre48
; a
celebrar la fiesta de la vida; a comprometernos en la lucha contra las fuerzas
históricas de la exclusión. Allí está Dios, reconciliando a todos y a todo, en el pan
y el vino de su vida entregada.
La Cruz, la entrega definitiva de Jesús, nos enseña la fidelidad al amor hasta la
muerte, porque “sólo el amor es digno de fe”49
; la entrega de cada día donde se
esconde la felicidad sin fin; el abrazo que acompaña el dolor del hermano. Allí
está Dios, invitándonos a esa fidelidad al amor y a creer en la victoria de la
Resurrección. Allí queremos adorarle, enjugando todas las lágrimas50
.
5.3.3. Como María
María es modelo, para el laico marista, de seguimiento de Jesús. Ella abre su vida
para que Dios la modele como arcilla: “Hágase en mí, según tu palabra”51
.
Primera discípula, “guardaba todas las cosas, meditándolas en su corazón”52
.
Escucha, acoge y da fruto. El laico marista hace presente a Jesús a través de los
rasgos de María.
María, mujer laica, es también modelo de vida sencilla y laboriosa. Junto a ella y
a José, Jesús aprende a relacionarse, a ver el mundo y a descubrir su vocación.
Como ella, los laicos evangelizan y educan con la presencia. En sus familias,
lugares de trabajo, con los amigos y vecinos, haciendo visible el rostro materno de
la Iglesia al estilo de María.
47
Lc. 2, 7
48 Lc. 15, 11-32
49 Urs von Balthasar, Sólo el amor es digno de fe, Salamanca, 1975 (Título de la obra).
50 Ap. 21, 4
51 Lc. 1, 38
52 Lc. 2, 19
[35]
Comprometidos en los procesos de liberación de los excluidos, proclaman el
Magníficat de María, sabiendo que Dios es el que impulsa y sostiene su trabajo
por un mundo en el que los “hambrientos son colmados de bienes”53
.
5.3.4. Un Estilo de Vida en el Espíritu
Entre los elementos de la espiritualidad marista los laicos hacen suyo el ejercicio
de la presencia de Dios, que acompaña y da sentido al quehacer cotidiano. Se
aprovechan distintos medios para crecer en esa presencia54
: poner la jornada en
manos de Dios y revisarla a la luz del evangelio, participar con la comunidad
cristiana en la Eucaristía semanal y otros sacramentos, meditar y orar la Palabra de
Dios, compartir la oración y tener tiempos de encuentro con María, como el
rosario u otras prácticas marianas.
De esta intimidad con Dios brota, como don y tarea, su forma de ser característica,
la sencillez55
. Sencillez que nace del sentirse amados profundamente por Dios, de
reconocer las propias debilidades y aceptarse con ellas, este modo de ser
impregnan las relaciones humanas que tienden a ser fraternas y acogedoras. Otra
expresión de esta sencillez es el sentido de humor.
También el amor al trabajo nace de la sencillez. Apasionado por el Reino, al
ejemplo de Marcelino, el laico marista está disponible para la misión, dentro de
sus capacidades y situaciones de la vida. La profesión no es sólo una forma de
sustento, sino que es, además, compromiso con el Reino, la forma de ser
corresponsables en la construcción de un mundo mejor.
5.4. Circularidad entre Misión, Comunión y Espiritualidad
La espiritualidad no separa de la realidad, sino que la taladra y permite experimentarla
desde la fuente: como Moisés en el desierto, hace brotar agua de la roca. Por ello, es
53
Lc. 1, 53
54 Cf. Agua de la Roca, cap. 2, ‘Caminamos en la fe’, pp.48-52
55 Cf. Agua de la Roca, 33 - 41
[36]
necesariamente una espiritualidad apostólica: en ella se descubre a Dios en el mundo y el
mundo les envía a Dios56
.
Su vida se unifica en torno a Cristo en las tres dimensiones del carisma: la espiritualidad
les envía a la misión y engendra comunión; la comunión les fortalece en la misión y
plenifica la espiritualidad; la misión les descubre nuevas facetas de la espiritualidad y les
hace vivir la fraternidad.
56
Cf. Agua de la Roca 4. 124
[37]
6. OTROS ASPECTOS QUE REQUIEREN MAYOR
CLARIFICACIÓN
Hasta este momento he presentado las dificultades que se presentan a la hora de querer definir la
identidad y vocación laical, capítulo uno, luego las llamadas que surgen para los laicos,
principalmente a partir de la toma de conciencia de la vocación cristiana, capítulo dos; luego he
intentado presentar lo particular de la vocación laical marista y la forma concreta de vivirse a
partir de tres elementos fundamentales del carisma, como lo son la misión, la espiritualidad y la
vida compartida, capítulos tres y cuatro.
A lo largo de esta presentación han ido surgiendo algunos temas y se han insinuado otros que en
la práctica pueden ser motivo de tensión en esta nuevo caminar de los laicos maristas. En este
capítulo quiero retomar algunos de estos temas y presentarlos de forma más detallada. Quiero
señalar que no pretendo dar respuestas concretas y terminadas, sencillamente, me parece
importante poner sobre la mesa cuestiones que pueden ser motivo de tensión, pero que es
necesario conocerlas y discutirlas para permitir que esta nueva expresión de la vida marista se
siga desarrollando, especialmente en la realidad centroamericana. También es bueno indicar que
aparecen sin ningún orden en particular.
6.1. Relaciones Laborales
En el apartado de misión del capítulo anterior señalaba algunas tensiones que se pueden
dar, y de hecho ya se están dando sobre todo en el ámbito de las obras educativas.
Tensiones que se producen al confundir los roles que se presentan y al no tener claras las
propuestas de gestión que se manejan. Es importante señalar que los errores se pueden
dar desde los hermanos y desde los laicos.
Estas tensiones surgen al encontrarnos en un momento de cambio en el modelo de
gestión de las obras, hasta hace muy poco, prácticamente todo el poder de decisión en las
obras estaba en manos del director de la obra y la relación con los laicos también
dependía en gran medida de la afinidad con el director, esto generaba que al haber cambio
de director también se diera un cierto movimiento entre los laicos afines a la obra. Por
otro lado, este mismo modelo, favorecía la familiaridad sobre la profesionalidad, es decir,
en el campo de contrataciones era más importante conocer a la persona que su formación
[38]
profesional para el puesto, lo que no quiere decir que se contratara sin importar la
formación y la preparación académica. En este modelo no se hablaba de laicos maristas,
en el mejor de los casos, se podía hablar de “personas afines” a la institución.
En estos momentos, se está trabajando sobre un modelo mucho más profesional en el
ámbito educativo y por procesos formativos de cara a los laicos, procesos, casi siempre, a
nivel provincial y no sólo local.
Dificultades que se están encontrando, por un lado, podemos percibir a colaboradores que
ven el tema de los laicos maristas como una oportunidad de asegurarse un puesto de
trabajo, pensando que el estar en una fraternidad, participar en determinados procesos
pastorales o darse a conocer en instancias nacionales o provinciales, es suficiente para
que se les considere de la casa y no se les evalúe su desempeño profesional.
Por otro lado, podemos encontrarnos a hermanos que ignoran o simplemente desconocen
los procesos personales que algunos laicos están realizando y se prescinde de ellos en el
ámbito laboral, sin tomar en cuenta sus necesidades económicas y responsabilidades
familiares, de esta manera cerrándoles las puertas a su desarrollo vocacional dentro del
ambiente marista.
Estas dos posturas, un tanto extremistas tienen muchos matices de grises y es difícil
manejarlos sin entrar en una casuística eterna. A nivel de los laicos, me parece importante
no perder de vista que, si bien es cierto, es en la misión donde se va desarrollando y se va
tomando plena conciencia de la propia vocación, ésta última debe de ser, de alguna
manera, independiente del lugar donde estamos laborando.
El pertenecer o no a una institución marista no debería de condicionar nuestra identidad
vocacional. De la misma manera, los hermanos deben de arriesgarse y confiar en los
laicos, seguros que en la mayoría de los casos la intención con que el laico se acerca al
carisma es buena, y las posibilidades de crecimiento y desarrollo de la vida marista vale
la pena el riesgo.
Otro elemento que interviene en este “coctel” es el hecho que la teoría y la reflexión casi
siempre va por delante que la práctica, así como la ya señalada dificultad para reconocer
la vocación laical marista.
[39]
6.2. Vida Compartida
En este nuevo caminar que iniciamos laicos y hermanos surgen inquietudes de hacer
experiencias de vida en común, se ha de fomentar este tipo de iniciativas con el afán de
compartir vida y de ir aprendiendo unos de otros. Sin embargo, probablemente el futuro
no tenga que ir por ahí. No debemos de pensar que los laicos deban de hacer el mismo
tipo de vida que los hermanos, ni que estos deban de cambiar la vida comunitaria por la
vida en familia, al menos no debería de ser el camino que todos deben de andar.
Tanto hermanos como laicos tenemos nuestra propia forma de vida, y negar cualquiera de
ellas a favor de la otra sería una alternativa reduccionista. Dejando este punto claro,
podemos pasar a presentar las formas de vida compartida entre hermanos y laicos:
Una primera posibilidad que surge son las comunidades mixtas, las cuales pueden tomar
varios rostros:
Hermanos y laicos viviendo bajo el mismo techo, compartiendo la misión y la vida de
familia. Puede inclinarse más al estilo de vida de los hermanos o de las familias.
Hermanos y laicos viviendo bajo el mismo techo, compartiendo la vida de familia pero
no la misión. Aquí el o los laicos pueden tener un trabajo que no necesariamente esté
ligado a las obras maristas.
Proyecto de vida en común, que no exija necesariamente compartir el mismo techo, pero
si con momentos en común, como algunas oraciones, las comidas, paseos, etc. En este
modelo sería conveniente compartir la misión, al menos algunos miembros de la
comunidad.
Estas experiencias de vida compartida son diferentes a las ya citadas experiencias de
comunidades de hermanos de acogida a los laicos, con énfasis en el voluntariado o en el
discernimiento vocacional.
Otras posibilidades de vida compartida, menos exigentes serían la experiencia de una
fraternidad o una comunidad remar, donde tanto el hermano como los laicos logran
ubicarse en la experiencia desde una perspectiva de iguales compartiendo y haciendo
[40]
comunidad, y no los hermanos viendo al grupo como un apostolado que hay que realizar
y los laicos viendo al hermano como alguien externo al grupo.
Creo que también, en este apartado habría que citar comunidades de hermanos abiertas a
los laicos, para que estos puedan participar en momentos de oración, reflexión y
celebración con laicos. Así mismo, familias de laicos que puedan acoger en su seno a
hermanos para compartir con ellos momentos importantes y del día a día.
Las posibilidades son muchas, lo importante es estar dispuesto a salir un poco de nosotros
mismos y abrirnos a la realidad del otro para lograr una vida en comunión.
Quisiera señalar que aunque en la Provincia de América Central no se han dado muchas
experiencias en este sentido, todas las experiencias aquí citadas ya han sido
experimentadas en otros ámbitos del Instituto.
Nos queda ser audaces y empezar a caminar…
6.3. Laicos “Descolgados” de este Caminar
En estos momentos podemos hablar de tres grupos de laicos que poco cuentan para los
procesos pastorales de nuestros centros maristas y que de alguna manera están en la gran
posibilidad de verse excluidos de este proceso integrador, grupos que hasta hace algún
tiempo eran muy tomados en cuenta por los procesos de acompañamiento de los
Hermanos, tal como séalo en el primer capítulo de este trabajo
Estos grupos son: las familias, salvo aquellas familias que se han integrado en
fraternidades o en otros procesos pastorales, las demás no se sienten tomadas en cuenta
por los procesos formativos, hay que señalar que en la mayor parte de los casos, son las
mismas familias las que no se quieren sentir involucradas y prefieren mantenerse al
margen de la experiencia marista, es suficiente que los hermanos y laicos a cargo de las
obras se encarguen de la educación o instrucción de los hijos y nada más.
También con el nuevo modelo de gestión se ha perdido cercanía de algunas familias para
con los hermanos, en la dinámica escolar ha perdido fuerza el trabajo con las directivas de
grado y las directivas de la asociación de padres. Hace algunos años eran estas, en
[41]
muchos casos, las familias más cercanas a los hermanos. Hoy en día al atender otros
grupos se ha descuidado este espacio con las familias.
Un segundo grupo de laicos que no se están atendiendo son los antiguos alumnos, hasta
hace algunos años los antiguos alumnos, a través de las asociaciones de exalumnos
(ademar) eran un grupo muy atendido y muy cercano a la comunidad educativa y a los
hermanos, especialmente en algunas de las obras de la provincia. Hoy en día pocas
asociaciones sobreviven y las que lo hacen se han convertido en asociaciones culturales,
las cuales cada vez menos necesitan y cuentan con los hermanos. No cabe duda que es un
reto que se presenta de cara al futuro, replantearnos cual debe de ser el papel que la
comunidad marista, hermanos y laicos, debe de jugar de cara a estas asociaciones de
antiguos alumnos.
El tercer grupo que corre el peligro de no ser tomado en cuenta son los alumnos recién
graduados, por un lado, es evidente que al terminar los procesos escolares de nuestros
centros los jóvenes egresados siguen siendo adolescentes y por lo tanto sujetos aún en
proceso formativo, y salvo aquellos que se han integrado a los procesos pastorales como
Remar, se enfrentan al mundo universitario y laboral sin el acompañamiento necesario;
son jóvenes que a nivel vocacional todavía no han madurado y no han descubierto el
camino que Dios les tiene preparado para sus vidas.
Si bien es cierto, que el tema de este trabajo no es el proceso de pastoral de nuestros
centros, no quería dejar de mencionarlo, ya que estos grupos son laicos vocacionados en
potencia y vale la pena empezar a plantearnos si debe de existir algún esfuerzo de
acompañamiento hacia ellos.
6.4. Reconocimiento de la Vocación
Toda vocación cristiana nace en y para la Iglesia, y está al servicio del mundo. Por eso,
nuestra vocación de Laicos maristas, como la de los laicos y laicas que se sienten atraídos
por otros carismas fundacionales, tiende a ser reconocida por la comunidad eclesial.57
57
“En torno a la misma mesa” n° 40
[42]
En estos momentos de la historia el carisma marista ha estado depositado en los
Hermanos Maristas, por eso es necesario que sean ellos quienes hagan el reconocimiento
oficial de esta vocación, y este reconocimiento de debe de dar a varios niveles: El
primero, a nivel institucional, que ya se está dando, con la elaboración del documento
“En torno a la misma mesa” sobre vocación e identidad del laico marista, el cual ha
servido de base para varios apartados de este trabajo, con otros documentos del Instituto
que hablan y reconocen esta vocación, así mismo la creación del Secretariado de Laicos a
nivel de Instituto.
A un nivel más local también es necesario este reconocimiento, y en la Provincia Marista
de América central se está dando, mediante la participación, por invitación, de laicos a las
tres últimas asambleas provinciales, la presencia de laicos en, prácticamente, todas las
comisiones provinciales y el impulso decidido con la creación de la Comisión Provincial
de Laicos.
Pero este reconocimiento también se necesita en los casos particulares, es decir, quien
decide si un laico es laico marista o no, en el presente trabajo he intentado definir en qué
consiste esta vocación, pero al igual que las otras vocaciones en la iglesia, ésta necesita
de mediadores que la “validen”. Por historia, los depositarios del carisma hasta el
momento son los hermanos y ellos son quienes deben de validar la vocación laical
marista, al menos en un primer momento, más adelante ya podrán los mismos laicos
validar la vocación de otros laicos.
Este tema se discutió mucho en el seno de la comisión de redacción del documento citado
anteriormente58
, y se vio que cada laico en su interior puede sentirse marista, pero esto no
puede ser del todo válido por la subjetividad que conlleva. Intentaré retomar este tema en
el siguiente capítulo al hablar de los itinerarios formativos.
6.5. Hacia un Nuevo Modelo Marista en la Iglesia.
Estamos dando a luz, impulsados por el Espíritu, un nuevo modelo eclesial, basado en la
igual dignidad de todas las vocaciones cristianas y en la imagen de la Iglesia como
58
“En torno a la misma mesa”
[43]
Pueblo de Dios en comunión. Este camino lo recorremos en compañía de otros carismas
fundacionales, que se sienten también impulsados a multiplicar su vitalidad.
La experiencia de compartir el carisma nos lleva a repensar el modelo institucional que
hasta ahora ha encarnado el carisma marista en la Iglesia. Parece que no sólo necesitamos
“ensanchar la tienda”59
, sino construir juntos ‘una tienda nueva’ donde todos, Hermanos y
Laicos, encontremos nuestro lugar60
.
Quiero citar aquí un texto del documento “Orientaciones del XX Capítulo General”,
elaborado por la comisión preparatoria a dicho capítulo y enviado a hermanos y laicos del
instituto con el objeto que se reflexionaran los temas de mayor interés de cara al Capítulo,
uno de estos temas es el de los laicos y aquí el texto muy esclarecedor de por donde
puede ir el futuro:
“Pero mientras no se expliciten fórmulas de relación hermanos-laicos maristas resulta
difícil clarificar la identidad, visualizar la pertenencia y articular su presencia en nuestras
estructuras. De la respuesta a este desafío depende el tipo de apoyo que debemos dar en
su formación, los ámbitos y naturaleza de la corresponsabilidad y la constitución-
configuración de comunidades de laicos maristas y de comunidades mixtas de hermanos
y laicos maristas. Hoy, pues, además de seguir profundizando en el conocimiento mutuo
y la formación conjunta, parece necesario abrir la reflexión sobre las formas de
asociación. En términos generales, la experiencia ya nos indica que hay diversidad de
modelos para ir avanzando:
- Compartir la misma casa y mesa: es decir, hermanos y laicos viviendo en comunidad,
respetando las diferencias, pero poniendo todo en común y con un proyecto de vida
comunitaria compartido.
- Establecer mesas distintas en una misma casa: es decir, hermanos y laicos viviendo en
comunión desde una misma espiritualidad y carisma y compartiendo una misma misión,
pero viviendo en formas de asociación específicas, aunque federadas de algún modo: los
59
XX Capítulo General “Optamos por la Vida” 26
60 Agua de la Roca 114
[44]
hermanos forman sus comunidades y los laicos forman sus fraternidades o, incluso, sus
comunidades.
- Construir casas distintas y en la calle, o sea –la misión–, se fija el lugar de encuentro: es
decir, hermanos y laicos compartiendo una misma misión, pero las formas de asociación
de los laicos son formalmente independientes entre sí y, también, del Instituto de los
hermanos.
Si queremos algo conjunto, evidentemente este camino debe ser recorrido por ambos de
forma armónica. No se trata de una decisión de los hermanos sin contar con los laicos
maristas, ni una decisión unilateral de los laicos maristas que los hermanos deban asumir.
A veces surgen dudas sobre quién debe tener la iniciativa y sobre la función del Instituto
en este proceso. Por el momento, el Instituto sigue siendo el vínculo histórico y espiritual
con el carisma de Champagnat y la expresión formal de su continuidad. La participación
del Instituto es necesaria para garantizar la autenticidad de otras formas de encarnación
de este mismo carisma, sin que por ello deba asumir una posición de gobierno en las
mismas. No obstante, también pueden aparecer nuevas expresiones inspiradas en la
tradición marista, pero totalmente independientes del Instituto. En este caso, el carisma de
Champagnat será un elemento más, entre otros, que participará en la configuración de un
nuevo carisma en la Iglesia. Es algo bien conocido en la historia de la espiritualidad y de
la vida religiosa.”61
Como se ve en el documento, no se plantea una alternativa definida, nos abre a un
abanico de posibilidades de cara al futuro y lo más importante es que reconoce que es un
camino que debemos andar juntos, hermanos y laicos.
6.6. La Formación
Tanto los documentos oficiales de la Iglesia sobre el laicado como la gran mayoría de
autores que he consultado para el presente trabajo le dan una gran importancia a la
formación de los laicos para que estos puedan alcanzar su “mayoría de edad” dentro de la
Iglesia y vivir de manera íntegra su vocación. También es importante señalar que aunque
sea una opinión generalizada, hay quienes discrepan y señalan que esta “necesidad” de
61
Orientaciones XX Capítulo General, 2009.
[45]
formación que se les atribuye a los laicos no es más que una forma de tenerlos en un
segundo plano y hacerles ver que no son aptos para la toma de decisiones dentro de la
Iglesia.
Personalmente, me inclino por la necesidad de invertir en la formación del laicado, si bien
es cierto que los laicos hemos alcanzado altos niveles de profesionalización de cara a
nuestra acción profesional e incluso de cara al apostolado, también es cierto que por el
motivo que sea, no hemos sabido formarnos adecuadamente en el área de espiritualidad lo
que nos ha mantenido con los ojos cerrados al tema del discernimiento vocacional.
Creo firmemente que la formación de los laicos ha de ir en esta dirección, por eso dedico
el siguiente capítulo a plantear itinerarios formativos para laicos y hermanos que asuman
y profundicen en la vocación marista como una sola, pero con distintas expresiones, la de
los religiosos y la de las laicas y los laicos.
[46]
7. ITINERARIOS FORMATIVOS
7.1. La Vocación, Camino de Fe
La vocación es la respuesta afirmativa a la llamada amorosa de Dios. No abarca sólo las
decisiones iniciales de un proyecto de vida cristiana, sino también la fidelidad renovada
al Señor en las circunstancias cambiantes de la vida.
Se necesitan procesos formativos que desarrollen tanto la vocación laical como la
vocación del hermano. Todos, hermanos y laicos deben de comprometerse en la difusión
y desarrollo de ambas expresiones del mismo carisma.
María es ejemplo en el camino de la vocación. Ella enseña a integrar la vida en torno a
Jesús, seguirle hasta al pie de la cruz62
y saborear la alegría de la resurrección63
.
7.2. Momentos del Camino
Dado que la pastoral vocacional de los hermanos, así como las etapas de su formación
inicial y permanente están claramente definidas, me voy a centrar en el itinerario
formativo de los laicos maristas, para lo cual propongo un itinerario dividido en tres
momentos o etapas:
7.2.1. Descubriendo la Llamada de Dios
Muchos laicos no son conscientes aún de su propia vocación cristiana. En nuestra
sociedad cristiana por tradición la mayor parte son sujetos pasivos en la Iglesia.
No se sienten llamados a una vocación, porque nadie les ha ayudado a
descubrirla.
Es necesario invitar a los laicos a iniciar un camino vocacional abierto a los
diferentes carismas de la Iglesia. Por ello, hay que crear espacios de
evangelización que ayuden a crecer en la relación personal con Dios. Esto implica
la puesta en marcha de un plan de formación básica humana, cristiana y marista,
para todos los laicos y laicas interesados.
62
Cfr. Jn. 19, 25-27 63
Cfr. Hech. 1, 14
[47]
En los espacios de evangelización se encontrarán con personas que muestran
interés por la vida marista en sus distintas formas. A éstos, se les invitará a iniciar
un proceso de discernimiento
Un lugar especialmente importante para la toma de conciencia vocacional son los
procesos de pastoral juvenil. Laicos y Hermanos deben hacerse presentes en ellos,
dando testimonio de la propia vocación cristiana y marista. Compartiendo sus
inquietudes y necesidades, animando a los jóvenes a encontrarse con Dios y a
responderle con generosidad.
7.2.2. Discernimos la Opción de Vida Marista
Como toda vocación, la vida marista nace de un proceso de descubrimiento: En
esta etapa se trata de descubrir si el laico es llamado por Dios a recorrer el
camino cristiano de Marcelino y de la comunidad de los que viven su carisma.
Para llegar a este punto, es necesario un discernimiento que supone tres
momentos: ser conscientes de la propia historia a la luz de Dios, separar lo
accesorio de lo esencial en la vida y optar con decisión.
En este proceso es necesario contrastar la vida con compañeros de camino. Por
ello, en este momento se hace imprescindible el acompañamiento personal.
7.2.3. Y Vivimos Juntos en Constante Crecimiento
Si los Hermanos y Laicos son responsables de la vitalidad del carisma, los
procesos de formación conjunta son imprescindibles. Es importante diseñar, llevar
a cabo y evaluar estos procesos que enriquecen ambas vocaciones.
La formación conjunta se complementa con una formación propia de cada
vocación específica. El crecimiento en la vocación laical conlleva profundizar
momentos vitales característicamente laicos, desde la perspectiva marista: el
noviazgo y el matrimonio, el cuidado de los hijos, los ancianos y enfermos de la
familia, el trabajo, las opciones y militancias políticas, las diferentes crisis de la
vida, la jubilación y la vejez.
[48]
En determinados momentos de la formación específica, el aporte del otro estado
de vida puede desvelar perspectivas a las que quizás no se es suficientemente
sensible.
7.3. Se Hace Camino al Andar: Formación Permanente.
La vida marista laical genera su propia sabiduría. Compartir la fe en comunidad y
reflexionar sobre ella, fortalece la vocación cristiana y marista. En este sentido, las
comunidades laicales deben llegar a ser comunidades formativas.
Esta formación permanente se complementa con planes formativos maristas a nivel
provincial e internacional, que permitan mirar más allá de nuestros grupos y descubrir
nuevos horizontes para nuestra fe. El Hno. Benito Arbués, antiguo superior general de los
hermanos Maristas cuenta una bella leyenda americana: Se trata de una tribu india
acampada desde tiempo inmemorial al pie de una gran montaña. Su jefe, gravemente
enfermo, llamando a sus tres hijos, les dice: “Subid a la montaña santa. Quien me traiga
el más bello regalo me sucederá como jefe”.
Uno de los hijos le trajo una rara y hermosa flor. El otro le entregó una hermosa piedra
multicolor. El tercero le dice al padre: ‘Yo no traigo nada. Desde la cumbre de la
montaña pude ver en su otra vertiente maravillosas praderas y un lago cristalino. Tan
impresionado quedé que no pude traer nada; pero vengo obsesionado por ese nuevo
emplazamiento para nuestra tribu’. Y el anciano jefe replicó: ‘Tú serás el jefe porque tú
me has traído como regalo la visión de un futuro mejor para nuestra tribu’.”64
.
La creación de redes de personas y comunidades laicales es fundamental para el
desarrollo de la vocación laical y para aprender de otras mentalidades y culturas.
Los Laicos maristas deben implicarse, junto a los Hermanos, en nuevas y audaces
iniciativas en la formación. Tienen ante sí el desafío de ayudar a nacer nueva vida
marista y fortalecer la que existe, haciéndola más creativa, fiel y dinámica. De su
respuesta depende el futuro.
64
Cf. H. Benito Arbués, SG, Circular ‘Caminar en paz pero de prisa’, Vol. XXX, Roma, 1997, p. 17.
[49]
8. UNA PROPUESTA FORMATIVA PARA LA PROVINCIA
DE AMÉRICA CENTRAL
Destinatarios: Laico Marista vocacionado
Perspectiva Temporal: Formación permanente, opción a renovarse temporalmente.
Tres etapas:
Conocimiento: “Descubriendo la llamada de Dios”
Adhesión: “Discernimos la opción de vida marista”
Crecimiento: “Y vivimos juntos en constante crecimiento”
8.1. Etapa de Conocimiento:
8.1.1. Objetivos de la Etapa:
a. Divulgar la vocación laical marista como una opción de vida cristiana
b. Despertar una inquietud vocacional por la vida marista laical
8.1.2. Destinatarios de la etapa:
a. Prevocacionados, laicos que sienten inquietud más o menos manifiesta por la
vida marista.
8.1.3. Iniciativas y metodología de la etapa:
a. Incluir regularmente la reflexión de los documentos “En torno a la misma
mesa” y “Agua de la Roca” en los procesos formativos de los distintos
segmentos de laicos de la provincia.
b. Divulgación de la vocación laical marista en las semanas vocacionales y entre
los grupos maristas
c. Realizar invitaciones personales para profundizar en una posible vocación
laical marista e iniciar la etapa de adhesión
d. Ofrecer experiencias de acercamiento a la vida marista: Voluntariado,
catequesis, fraternidades, misión, seguimiento personal,…
e. Retiro invitacional sobre la vocación laical marista
8.2. Etapa de Adhesión:
8.2.1. Objetivos de la Etapa:
a. Facilitar un proceso de discernimiento para la vida laical marista
[50]
b. Propiciar una decisión vocacional marista en aquellas personas que han vivido
esta etapa
8.2.2. Destinatarios:
a. Laicos con auténtico deseo de búsqueda vocacional, con tres años mínimo de
contacto con la vida marista
8.2.3. Iniciativas y metodología de la Etapa:
a. Brindar acompañamiento para el crecimiento espiritual y el
discernimiento vocacional
b. Fomentar un ritmo de Oración personal y comunitaria
c. Meditar la Palabra de Dios como encuentro con Jesús, que llama.
d. Participar frecuentemente en la Eucaristía y la reconciliación
e. Desarrollar la práctica de la Presencia de Dios
f. Utilizar la Revisión de la jornada como medio de crecimiento personal y
acercamiento a Dios
g. Desarrollar un plan personal de lecturas formativas (De acuerdo al plan de
formación de la etapa)
h. Participar en los procesos formativos propios de la Provincia
i. Desarrollar experiencias comunitarias de acuerdo a la realidad personal
(Fraternidades, grupos o comunidades cristianas, comunidades de hermanos,
etc.).
j. Propiciar experiencias de voluntariado
k. Preparar laicos y hermanos para desarrollar los procesos de acompañamiento.
8.2.4. Formación Básica y autoformación:
a. Tres núcleos:
Antropológico
Autoconocimiento
Sentido de la vida
Etapas vitales
Cristiano
Cristología
[51]
Eclesiología
Mariología
Doctrina social
Biblia
Marista
Vida de Champagnat
Fundamentos del carisma
b. Lecturas sugeridas:
Vida del Fundador
Agua de la Roca
En torno a la misma mesa
Misión Educativa Marista
Historia del Instituto y de la Provincia
Cartas de Marcelino
c. Acompañamiento:
En manos de un hermano o laico marista
Existencia de una comunidad de acogida
Acompañamiento personalizado
Discernimiento final de etapa según criterios personales
d. Medios:
Crecimiento espiritual
Los que se ofrecen en Agua de la Roca
La formación
Autoformación a través de lecturas
Procesos formativos propios de la Provincia
Cursos de formación que se ofrecen en la comunidad
Comunidad como medio de crecimiento
Experiencias de voluntariado
Acompañamiento
Como medio de crecimiento y discernimiento
e. Artífices:
Laico en discernimiento
Comunidad
Acompañante
Jesús (quien hace la llamada)
María y Marcelino (interlocutores)
[52]
f. Duración:
Indefinida, no tan corta que no permita un proceso, ni tan larga que se
pierda de vista el objetivo primordial. Dentro de un itinerario normal el
proceso debería durar alrededor de un año.
g. Conclusión de la Etapa:
Autoevaluación
Toma de decisión.
Compromiso personal: opción por lo marista como opción de vida.
h. Experiencias formativas puntuales:
Acompañamiento personal
Formar
Retiro marista (en cualquiera de sus modalidades)
8.3. Etapa de Crecimiento:
8.3.1. Objetivos de la etapa:
a. Desarrollar la ilusión y el compromiso de la vocación laical marista
b. Profundizar en las opciones de vida mediante un plan de formación continua
c. Afianzar el compromiso con la vida y la misión marista
d. Generar un testimonio vocacional que produzca vida en el entorno
8.3.2. Iniciativas de la etapa:
a. Acompañamiento
b. Experiencias comunitarias
c. Experiencias de voluntariado
d. Experiencias de vida compartida
e. Formación marista actualizada
f. Medios de crecimiento espiritual propios de la vida marista
g. Experiencias formativas de la provincia
h. Encuentros de formación compartida
8.3.3. Formación
a. Documentos maristas: circulares, …
b. Formación teológica y espiritualidad
c. Formación para la misión
[53]
8.3.4. Acompañamiento:
a. En manos de un hermano o laico marista
b. Existencia de una comunidad de acogida
c. Acompañamiento personalizado
8.3.5. Medios:
a. Crecimiento espiritual
Los que se ofrecen en Agua de la Roca
La formación
Autoformación a través de lecturas
Procesos formativos propios de la Provincia
Cursos de formación que se ofrecen en la comunidad
Comunidad como medio de crecimiento
Experiencias de voluntariado
Retiro anual
b. Acompañamiento
Como medio de crecimiento
8.3.6. Artífices:
c. Laico marista
d. Comunidad
e. Acompañante
f. Jesús (quien hace la llamada)
g. María y Marcelino (interlocutores)
8.3.7. Duración:
a. Indefinida, proceso permanente, cada año se renovará el compromiso personal
[54]
9. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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[55]
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enseñanza o Hermanitos de María”. Zaragoza: Edelvives
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