íDolos del calcolítico_del_suroeste

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Cultura material y cultura espiritual Además de la metalurgia, la población calcolítica continua con sus ajuares domésticos o utensilios de trabajo anteriores. El trabajo de sílex sigue teniendo una alta calidad, con cuchillos, hojas y puntas de flecha de diversa tipología con talla bifacial de retoque plano. A veces incluso en cristal de roca, como el maravilloso lote aparecido en el Dolmen de Matarrubilla (Valencina de la Concepción, Sevilla). Las hachas de piedra pulimentada van siendo sustituidas, dentro de lo posible, por las planas de cobre, cuyo filo era sin duda mucho más eficiente. No es extraño que sea uno de los primeros y más generalizados útiles metálicos, lo mismo que los punzones, que sustituyen a los de hueso con gran éxito. El pulimento de la piedra se aplica a nuevas necesidades, como la de los numerosos morteros de mármol o los ídoloscilindro en calcárea o mármol del Calcolítico portugués o de Huelva, Sevilla y Extremadura. Todas las técnicas de abrasión y pulimento se seguirán usando, a veces para objetos suntuarios (ídolos, esculturillas, adornos de piedra, hueso o concha), entre los que habría que destacar la aparición de nuevas materias primas como el marfil, lignito o ámbar, cuya procedencia exótica es buena muestra de la intensa actividad de intercambio. La cerámica es predominantemente lisa, con formas muy evolucionadas, de fuentes, platos, escudillas, que denotan nuevos hábitos alimentarios, bien sea en la forma de prepararlos como de consumirlos, de forma individual o en comunidad de un mismo plato. En Portugal, donde la cerámica del Neolítico final era lisa y de formas muy variadas (dólmenes alentejanos), en el Calcolítico inicia formas cilíndricas decoradas con acanaladuras, los llamados «copos», que suelen ir acompañados de tazas lisas carenadas. Más avanzada parece la cerámica con decoración de pequeñas incisiones o impresiones «en hoja de acacia» a la que acompañan los platos de borde almendrado, tan típicos del Calcolítico de Andalucía occidental. En el sureste en cambio, las cerámicas decoradas lo son con técnica incisa y motivos «simbólicos»: soliformes, estiliformes, oculados con tatuajes o no, serpentiformes, líneas onduladas o quebradas o temas naturalistas como ciervos o árboles (Fig. 14 bis). Aunque pueda haber una continuidad en el ritual funerario, bien sea de tipo colectivo en necrópolis o de tradición doméstica, hay evidentes cambios en el mundo simbólico, que seguramente estaría relacionado con una nueva mentalidad o religiosidad. Parece que la tradicional representación femenina interpretada, casi sin discusión, como la «diosa madre» de las culturas neolíticas del Próximo Oriente o de las zonas balcánicas y danubianas, va perdiendo fuerza. En las placas, generalmente de pizarra, con decoración incisa, propias del Neolítico occidental, particularmente el alentejano, en ocasiones se representan oculados, pocas veces el sexo (senos o puvis) y en general, temas geométricos más o menos abstractos que pueden indicar el vestido, adornos y tatuajes, incluso cuando se abordan detalles antropomorfos (cara con ojos y nariz e incluso brazos) no se representa el sexo (Fig. 15). En los «ídolos» oculados, pintados, incisos o pirograbados, sobre huesos largos o falanges, tipo Almizaraque o cueva de La Pastora, los ojos aparecen muy destacados y a veces, acompañados de adornos, vestidos o tatuajes parecidos a los de las citadas placas. Es muy raro que aparezca indicado el sexo, en algún caso el triángulo púbico. Lo mismo podríamos decir de los magníficos ídolos en mármol del calcolítico occidental (Fig. 16). En general todas estas representaciones parecen tener un carácter funerario, aunque en algún caso aparezcan en un poblado (Almizaraque) donde podían fabricarse o comercializarse. Tanto el soporte elegido, como la decoración de estas piezas, parece tener un claro sentido antropológico, que puede ser representar al individuo enterrado, a modo de estela o soporte de su espíritu. No sería por tanto un ídolo ni una representación de la divinidad, sino una expresión de la personalidad individual del difunto. Esto parece confirmarse con las figurillas masculinas o femeninas, de bulto redondo, esculpidas en hueso, mármol, caliza y hasta marfil, que cada vez se conoce en mayor número. A las más conocidas de la necrópolis de hipogeos de Marroquíes Altos, a la bellísima de marfil de Torre del Campo, masculina, con tatuajes faciales y larga melena ondulada que le cae por detrás, a la también masculina del poblado de Malagón, hay que añadir las del poblado de Valencina de la Concepción, de donde también procede una plaquita de pizarra grabada, de tipo alentejano, con la cara bien figurada por oculados soliformes, nariz y tatuajes, y el vestido figurado con triángulos hacia abajo. Pero volviendo a las figuritas dé hueso, son casi idénticas, aunque una sea masculina y la otra femenina. La masculina lleva el tatuaje facial, los brazos apoyados, juntos, por debajo del pecho, con clara actitud ritual, y el pelo, partido sobre la frente con raya central, cae

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Cultura material y cultura espiritualAdemás de la metalurgia, la población calcolítica continua con sus ajuares domésticos o utensilios de trabajo anteriores. El trabajo de sílex sigue teniendo una alta calidad, con cuchillos, hojas y puntas de flecha de diversa tipología con talla bifacial de retoque plano. A veces incluso en cristal de roca, como el maravilloso lote aparecido en el Dolmen de Matarrubilla (Valencina de la Concepción, Sevilla).

Las hachas de piedra pulimentada van siendo sustituidas, dentro de lo posible, por las planas de cobre, cuyo filo era sin duda mucho más eficiente. No es extraño que sea uno de los primeros y más generalizados útiles metálicos, lo mismo que los punzones, que sustituyen a los de hueso con gran éxito. El pulimento de la piedra se aplica a nuevas necesidades, como la de los numerosos morteros de mármol o los ídoloscilindro en calcárea o mármol del Calcolítico portugués o de Huelva, Sevilla y Extremadura. Todas las técnicas de abrasión y pulimento se seguirán usando, a veces para objetos suntuarios (ídolos, esculturillas, adornos de piedra, hueso o concha), entre los que habría que destacar la aparición de nuevas materias primas como el marfil, lignito o ámbar, cuya procedencia exótica es buena muestra de la intensa actividad de intercambio.

La cerámica es predominantemente lisa, con formas muy evolucionadas, de fuentes, platos, escudillas, que denotan nuevos hábitos alimentarios, bien sea en la forma de prepararlos como de consumirlos, de forma individual o en comunidad de un mismo plato. En Portugal, donde la cerámica del Neolítico final era lisa y de formas muy variadas (dólmenes alentejanos), en el Calcolítico inicia formas cilíndricas decoradas con acanaladuras, los llamados «copos», que suelen ir acompañados de tazas lisas carenadas. Más avanzada parece la cerámica con decoración de pequeñas incisiones o impresiones «en hoja de acacia» a la que acompañan los platos de borde almendrado, tan típicos del Calcolítico de Andalucía occidental. En el sureste en cambio, las cerámicas decoradas lo son con técnica incisa y motivos «simbólicos»: soliformes, estiliformes, oculados con tatuajes o no, serpentiformes, líneas onduladas o quebradas o temas naturalistas como ciervos o árboles (Fig. 14 bis).

Aunque pueda haber una continuidad en el ritual funerario, bien sea de tipo colectivo en necrópolis o de tradición doméstica, hay evidentes cambios en el mundo simbólico, que seguramente estaría relacionado con una nueva mentalidad o religiosidad. Parece que la tradicional representación femenina interpretada, casi sin discusión, como la «diosa madre» de las culturas neolíticas del Próximo Oriente o de las zonas balcánicas y danubianas, va perdiendo fuerza. En las placas, generalmente de pizarra, con decoración incisa, propias del Neolítico occidental, particularmente el alentejano, en ocasiones se representan oculados, pocas veces el sexo (senos o puvis) y en general, temas geométricos más o menos abstractos que pueden indicar el vestido, adornos y tatuajes, incluso cuando se abordan detalles antropomorfos (cara con ojos y nariz e incluso brazos) no se representa el sexo (Fig. 15).

En los «ídolos» oculados, pintados, incisos o pirograbados, sobre huesos largos o falanges, tipo Almizaraque o cueva de La Pastora, los ojos aparecen muy destacados y a veces, acompañados de adornos, vestidos o tatuajes parecidos a los de las citadas placas. Es muy raro que aparezca indicado el sexo, en algún caso el triángulo púbico. Lo mismo podríamos decir de los magníficos ídolos en mármol del calcolítico occidental (Fig. 16).

En general todas estas representaciones parecen tener un carácter funerario, aunque en algún caso aparezcan en un poblado (Almizaraque) donde podían fabricarse o comercializarse. Tanto el soporte elegido, como la decoración de estas piezas, parece tener un claro sentido antropológico, que puede ser representar al individuo enterrado, a modo de estela o soporte de su espíritu. No sería por tanto un ídolo ni una representación de la divinidad, sino una expresión de la personalidad individual del difunto. Esto parece confirmarse con las figurillas masculinas o femeninas, de bulto redondo, esculpidas en hueso, mármol, caliza y hasta marfil, que cada vez se conoce en mayor número. A las más conocidas de la necrópolis de hipogeos de Marroquíes Altos, a la bellísima de marfil de Torre del Campo, masculina, con tatuajes faciales y larga melena ondulada que le cae por detrás, a la también masculina del poblado de Malagón, hay que añadir las del poblado de Valencina de la Concepción, de donde también procede una plaquita de pizarra grabada, de tipo alentejano, con la cara bien figurada por oculados soliformes, nariz y tatuajes, y el vestido figurado con triángulos hacia abajo. Pero volviendo a las figuritas dé hueso, son casi idénticas, aunque una sea masculina y la otra femenina. La masculina lleva el tatuaje facial, los brazos apoyados, juntos, por debajo del pecho, con clara actitud ritual, y el pelo, partido sobre la frente con raya central, cae

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por detrás en forma de larga melena ondulada. La femenina tiene la misma actitud ritual, está algo más inclinada, lo que puede depender del soporte, parecidos tatuajes faciales y de la melena, aunque parece llevar una diadema sobre la frente (Fig. 17).

De otro estilo, aunque con idéntico tatuaje facial y melena ondulada cayendo por la espalda, son las figurillas encontradas en La Pijotilla. Podrían quizá representar a difuntos preparándose a cruzar la puerta hacia el más allá. Esperemos que se tenga la fortuna de encontrar alguna en el lugar preciso para el que fue creada, una sepultura si es lo que creemos (Fig. 18).

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