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MARIA BEATRICE LENZI Università di Siena Ilusión y desencanto en las crónicas de fin de siglo de Rubén Darío En las crónicas de fin de siglo de Rubén Darío x se percibe la palpitación de la vida moderna, lo que hace al vivir y sentir de la época, espejo del embate de la modernidad o rezumo de ella. Vemos también al cronista, que es, ade- más de escritor, un hombre que vive su tiempo; es testigo, partidario o acusa- dor, consciente siempre de que le ha tocado vivir un tiempo que ha de ser con- tado para memoria o advertencia de un mundo de cambia, que está cambian- do. La modernidad, ése es el punto. Y el lápiz responde. Darío se asoma a la crónica en momentos gloriosos del género, y le dedi- cará su talento de poeta, sobre todo, a partir de la experiencia argentina y de los grandes viajes de fin de siglo. Espíritu sensible, en el que todo hace mella, sus crónicas van a ser cuadros de gran plasticidad, grandes lienzos, de trazos críticos o pinceladas de fresco entusiasmo, que pueden transmutarse en acen- tos severos, duros; o instantáneas fugaces, precisas, de tono gentil, con su nota frivola, exquisita. En ellas se ven los movimientos y las transformaciones de la sociedad, de las mentalidades, del paisaje, la técnica y la ciencia, la economía y 1 Las ediciones de las obras completas de Rubén Darío manejadas para este artículo es- tán indicadas con las siguientes abreviaturas: a) ML: Obras completas, Madrid, Mundo Latino, 1917-21 (los primeros volúmenes es- tán ilustrados por Enrique Ochoa: 1. La Caravana pasa (1917; la. ed. 1902); 6. Los raros (1920; la. ed. 1896); 8. Letras (1918; la. ed. 1911); 10. Opiniones (1918; la. ed. 1906); 22. Cabezas: Pensadores y artistas, políticos (s.f.; la. ed. 1911); b) BRD: Obras completas ordenadas y prologadas por Alberto Ghiraldo [y Andrés González-Blanco], Madrid: Biblioteca Rubén Darío, 1923-27: 4. Páginas de arte (s.f.); 9. Cró- nica literaria (s.f.; la. ed. 1891); 11. Crónica política (1924); 12. Impresiones y sensaciones (1925); c) AA: Obras completas, Madrid, Afrodisio Aguado, 1950-55: I. Crítica y ensayo, 1950; II. Semblanzas, 1950; III. Viajes y crónicas, 1950; IV. Cuentos y novelas, 1955.

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MARIA BEATRICE LENZIUniversità di Siena

Ilusión y desencanto en las crónicas de fin de siglode Rubén Darío

En las crónicas de fin de siglo de Rubén Daríox se percibe la palpitaciónde la vida moderna, lo que hace al vivir y sentir de la época, espejo del embatede la modernidad o rezumo de ella. Vemos también al cronista, que es, ade-más de escritor, un hombre que vive su tiempo; es testigo, partidario o acusa-dor, consciente siempre de que le ha tocado vivir un tiempo que ha de ser con-tado para memoria o advertencia de un mundo de cambia, que está cambian-do. La modernidad, ése es el punto. Y el lápiz responde.

Darío se asoma a la crónica en momentos gloriosos del género, y le dedi-cará su talento de poeta, sobre todo, a partir de la experiencia argentina y delos grandes viajes de fin de siglo. Espíritu sensible, en el que todo hace mella,sus crónicas van a ser cuadros de gran plasticidad, grandes lienzos, de trazoscríticos o pinceladas de fresco entusiasmo, que pueden transmutarse en acen-tos severos, duros; o instantáneas fugaces, precisas, de tono gentil, con su notafrivola, exquisita. En ellas se ven los movimientos y las transformaciones de lasociedad, de las mentalidades, del paisaje, la técnica y la ciencia, la economía y

1 Las ediciones de las obras completas de Rubén Darío manejadas para este artículo es-tán indicadas con las siguientes abreviaturas:

a) ML: Obras completas, Madrid, Mundo Latino, 1917-21 (los primeros volúmenes es-tán ilustrados por Enrique Ochoa: 1. La Caravana pasa (1917; la. ed. 1902); 6. Los raros(1920; la. ed. 1896); 8. Letras (1918; la. ed. 1911); 10. Opiniones (1918; la. ed. 1906); 22.Cabezas: Pensadores y artistas, políticos (s.f.; la. ed. 1911);

b) BRD: Obras completas ordenadas y prologadas por Alberto Ghiraldo [y AndrésGonzález-Blanco], Madrid: Biblioteca Rubén Darío, 1923-27: 4. Páginas de arte (s.f.); 9. Cró-nica literaria (s.f.; la. ed. 1891); 11. Crónica política (1924); 12. Impresiones y sensaciones(1925);

c) AA: Obras completas, Madrid, Afrodisio Aguado, 1950-55: I. Crítica y ensayo, 1950;II. Semblanzas, 1950; III. Viajes y crónicas, 1950; IV. Cuentos y novelas, 1955.

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la política. Darío recurre a veces a la ironía o la cita divulgativa cuando la aspe-reza del tema le requiere juicios poco complacientes; y, cuando los aconteci-mientos le chocan o le indignan, sale la ráfaga tempestuosa. Su visión respon-de al pensamiento del siglo XIX, que siente la modernidad como capaz detodo, salvo de dar solidez y estabilidad; y Darío, como muchos pensadores dela época, lo expresa con sentimientos contradictorios de entusiasmo por lo queha de venir y, a la vez, de recelo ante lo que amenaza con destruirlo todo2. Eneste sentido, la crónica es, quizás, el sitio al que Darío otorga un valor cívico3.

Vientos contrarios se embaten en su sensibilidad, desplazando a veces eljuicio hacia direcciones encontradas. Hay en él, sin embargo, algunas contra-dicciones constantes, que surgen de su relación con la modernidad, con la queva a establecer un equilibrio delicado, y a la que reivindica, ya como privilegiode la humanidad, ya como condena. Signo fundamental de los tiempos mo-dernos, el progreso y sus resultados van a ser para Darío una de sus principalespreocupaciones.

Su conciencia histórica lo hace vivir con la constante precisación del hoy,del ayer y del mañana, pues ser «modernos», para quien lo vive, parece ser unaexperiencia única y totalizante. El momento es sentido como una cita con lahistoria. Es común encontrar en sus crónicas expresiones como «en nuestrosdías» 4, «nuestra época»5, «en este siglo»6, «al concluir el siglo XIX» 7, «en estefin de siglo»8, «en este tiempo finisecular»9, «en los comienzos del siglo XX»10,«a principios del entrante siglo» n , «nuestros nuevos tiempos» 12, «¿No esta-

2 Marshall Berman, L'esperienza della modernità, Bologna, II Mulino, 1985 [1982], pp.26-29.

3 El periodista y su mérito literario, en Impresiones y sensaciones (BRD 12), pp. 219-220.4 Dinamita, en Mensajes-. AA 4, pp. 643-654 (647).5 HenrideGroux, en Opiniones (ML 10), pp. 175-189 (178).6 La cuestión de la Revista. La Caricatura, en España Contemporánea [1901]: AA 3, p.

194-206 (195).7 La prensa y la libertad (1890), en Crónica literaria (BRD 9), pp. 205-211 (208).8 MaxNordau, en Los raros (ML 6), pp. 187-196 (194).9 Rachilde, en Los raros (ML 6), pp. 111-121 (111).10 Su majestad el rey don Alfonso XIII, en Cabezas: Pensadores y artistas, políticos (ML 22),

pp. 115-121(118).11 De Washington a Buenos Aires por tierra, en Crónica política (BRD 11), pp. 97-101

(101).12 José Enrique Rodó, en Cabezas: Pensadores y artistas, políticos (ML 22), pp. 9-14 (10).

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mos en el siglo XX?»13, «Para ser tan joven, no lo hace tan mal el sigloXX...»14.

Una nota de distinción que caracteriza el pensamiento de Darío, ya des-de su planteo inicial, es que sus juicios sobre la época van a pasar, en primerlugar, por un tamiz estético y lo bello adquiere siempre un valor ético. La bús-queda de la belleza es exigencia de los tiempos. En su primera juventud, estaexigencia puede armonizarse con el progreso de la vida moderna:

Existe en la nueva generación americana un inmenso deseo de progreso y unvivo entusiasmo, que constituye su potencialidad mayor, con lo cual poco apoco va triunfando de obstáculos tradicionales, murallas de indiferencia y océa-nos de mediocracia15.

El modernismo parece llevar el compás de los tiempos, en que bullen «laexpansión individual, la libertad, digámoslo con la palabra sagrada, el anar-quismo en el arte, base de lo que constituye la evolución moderna o modernis-ta» 16. Ante la belleza experimenta exaltación y se abre a la esperanza. En elconcepto mismo de arte, lo moderno tiene distintas valencias; si por un lado,es la tendencia a lo «nuevo», por otro, también es refugio que pone al reparode la novedad, como ya aparecía en Los raros, en los retratos de los grandes so-litarios que prescindían de su tiempo17. Entre el 99 y el 1900, el privilegio delo nuevo y el de «la amable regresión a lo pasado» coexisten. No obstante, re-sulta cada vez más evidente que, muy pronto, la fealdad, el ritmo vertiginoso,«las agitaciones de la vida turbulenta y aplastante», «el ruido de las industrias ylos tráficos modernos» 18, la moral utilitaria que conlleva la modernidad, van aser motivo de rechazo. En 1902, la decepción incumbe, «con dinero, todo sedora y se imita», «¡El alma fina del siglo de las frágiles y pomposas elegancias yde las gracias sutiles, del siglo de Florian y de Boucher, no pertenece, comootras tantas cosas, a los ricos de hoy! Es la herencia de los artistas, de los Verlai-

13 Ignacio Iglesias. El teatro catalán en París, en Todo al vuelo [1912]: AA 2, 811-81(817).

14 Cake walk. El baile de moda, en Páginas de arte (BRD 4), pp. 189-197 (197).15 El modernismo, en España contemporánea [1901]: AA 3, pp. 300-307 (304).16 El modernismo, en España contemporánea [1901]: AA 3, pp. 300-307 (300-301).17 El conde Matías Augusto de Villiers de L'Isle Adam, en Los raros (ML 6), pp. 57-68

(58); Leconte de Lisie, en Los raros (ML 6), pp. 31-46 (38).18 El viejo París, en Peregrinaciones [1901]: AA 3, pp. 394-399 (398-399).

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ne, los Samain». Los nuevos «portaliras» no tienen nada fuera de una «malsanacuriosidad», o de «superficial snobismo» 19. En 1906, habla de París como «ca-pital americanizada por la reclame y por el industrialismo de la publicidad» 20:

La época actual ha bastardeado las cosas del espíritu, del entendimiento y delcorazón... Las rimas en Francia están de baja. A pesar de Hugo divinizado, loslibros de versos no tienen salida en las librerías, ni los poetas nuevos logran rom-per el hielo general. No debe ser este signo de un progreso21.

Es esa misma exigencia estética la que lo descoloca en el mundo, y cuan-do, como cronista de su tiempo, tiene que enfrentarse con la actualidad, queno responde necesariamente a esa dimensión y a sus exigencias, cae en extremadesazón: «el progreso moderno es enemigo del ensueño y del misterio, encuanto a que se ha circunscrito a la idea de utilidad» 22.

Otro tamiz que filtra su visión del mundo es su propia experiencia juve-nil, imponiendo una visión auroral más bien generalizada: «la juventud mismaque tiende a todo lo nuevo»23; actitud que predomina en todo el descubri-miento metropolitano, que realiza en su incansable nomadismo. Una de laspalabras más recurrentes al referirse a su juventud o al sentimiento de su gene-ración es «entusiasmo» 24. Cuando, pasados los años, evoca las experiencias ju-veniles, tiende a la idealización y a la nostalgia:

Para mí, cuando llegué a París, el barrio latino no filé una desilusión. HabíaVerlaine, Moréas y toda la juventud vibrante que escribía en La Piume. Habíatambién en las reuniones literarias de entonces mucho cosmopolitismo [...] enaquel ambiente había algo que hoy es difícil de encontrar [...] el entusiasmo.Asimismo no había corrupción de costumbres, ni multiplicidad de asechanzas[...] Y he aquí cómo mis recuerdos de Bullier se resumen en saudades literarias, y

19 Libro segundo VI, en La Caravana pasa (ML 1), p. 136.20 Remy de Gourmont, en Opiniones (ML 10), pp. 167-174 (168).21 Libro Primero I, en La Caravana pasa (ML 1), pp. 10-11.22 El pueblo del polo, en Letras (ML 8), pp. 107-116 (107).23 El modernismo, en España contemporánea [1901]: AA 3, pp. 300-307 (301).24 «La virtud del deseo, o, mejor, del entusiasmo, una pasión en arte, y, sobre todo, el

don de la voluntad» (El modernismo, en España contemporánea [1901]: AA 3, pp. 300-307[301]).

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cómo las danzas alocadas y americanizadas de estos muchachos, que creen pro-longar una bohemia ya imposible, me producen una melancolía y un amor a lopasado25.

Nada vuelve a ser como ha sido antes. También ésta ha de ser, en el cursode su vida, una vara con la que han de medirse los cambios.

El momento adulto, íntegro, del cronista es el cambio de siglo. Lo confir-man tres libros: España contemporánea, Peregrinaciones y La caravana pasa, es-critos entre 1899 y 1902. Con las últimas luces del siglo, emprende el segundoviaje a Europa, a la España de la débàcle y a la Exposición de París de 1900,cargado de optimismo y, probablemente, de felicidad personal. Es atmósferade vísperas. El fin del siglo se le presenta como la condensación de expectati-vas, es espera en la realización de augurios, suma y balance. Surge, pues, lacomparación continua: a cada expectativa le sigue una evaluación, y el juiciobrota inmediato, exacto, a veces, apresurado o arbitrario, otras. La celebracióno la condena son las dos notas fundamentales que escanden el contenido desus páginas.

Tema entrañable es el del destino de España. En medio del dolor del de-sastre, Darío despliega toda su fe en el futuro, augurándole romper con el pa-sado aplastante, causa de su derrota. En un primer momento, el juicio, engran medida, negativo del siglo XIX, descrito, con la absolutez de los bríos ju-veniles de 1896, como «estos tiempos de egotismo y superhombríos y otrasnietzschedades»26, le hace proyectar un futuro necesariamente mejor. Pone asalvo, por supuesto, el pasado glorioso, tiempo que, por otra parte, va a sersiempre el predilecto en la historia de todos los pueblos.

Darío sigue atentamente el sentimiento general del país. No hay grandesnovedades en su valoración. En Madrid, «Hay en la atmósfera una exhalaciónde organismo descompuesto», «un estado de indigencia moral en el espíritupúblico». «El mal vino desde arriba»: «los estadistas de hoy, los directores de lavida del reino, pierden las conquistas pasadas, dejan arrebatarse los territorios[...] y los subditos por millones»; «La causa de tanta decadencia y de tanta rui-na estriba en el atraso general del pueblo español»27. Las dos leyendas, la «ne-

25 Bullier, en Impresiones y sensaciones ( B R D 12) , p p . 1 3 1 - 1 3 7 ( 1 3 2 - 1 3 5 ) .26 El arte en silencio, en Los raros ( M L 6 ) , p p . 9 - 1 4 (13) .27 Madrid, en España contemporánea [1901]: AA 3, pp. 40-52 (41-44).

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gra» 28, de «una España codiciosa, avara, inquisitorial» 29, y la «áurea», de hidal-gos, heroísmo y nobleza, tienen su parte de verdad y gran responsabilidad enla débàcle: de las hogueras inquisitoriales a los terribles episodios de Mont-juich, de las glorias pasadas a la vanidad estéril, a la «palabrería sonora» que en-cubre incapacidad e ignorancia. Recoge el grito del día de las nuevas genera-ciones (Maeztu, Ganivet, Unamuno, Rusiñol): para «regenerar» el país es ne-cesario «transfundir sangre nueva», «salir de la secular muralla»30, «romper conel formalismo tradicional en el cual ha arraigado el españolismo», dejar entrar«los soplos del cosmopolitismo»31.

Hay que quitar de sus hornacinas ciertos viejos ídolos perjudiciales, hay queabrir todas las ventanas para que los vientos del mundo barran polvos y telara-ñas y queden limpias las gloriosas armaduras [...] hay que ir por el trabajo y lainiciación en las artes y las empresas de la vida moderna32.

Cabe destacar que esta visión unívoca del progreso en clave cosmopolitasufrirá, en pocos años, una caída abrupta: ya en 1904, en Tierras solares, dirá,refiriéndose a Venecia, que el «peor vicio cosmopolita» es el del «dinero anglo-sajón y alemán que vulgariza los palacios y las costumbres, del turismo carnerilque invade con sus tropillas», «es el peor snobismo existente»33. Y en 1906,hablando de Asturias: «Esta quietud, esta pasividad, este tranquilo reposo en lanaturaleza ha de cambiar con las invasiones de la vida moderna [...] y ya habráaquí veraneantes que pasearán sus modas, y correrán por la playa otros auto-móviles que los cangrejos, y habrá casino con sus correspondientes petits-chevaux, y los que como yo buscan la actual paz y sosiego que dan estas cosasprimitivas se irán con la música y los sueños a otra parte. Aunque pronto nohabrá rincón del mundo en donde refugiarse»34.

28 La España negra, e n España contemporánea [ 1 9 0 1 ] : A A 3 , p p . 1 1 3 - 1 2 4 .29 La Pardo Bazdn, en París. Un artículo de Unamuno, en España contemporánea [ 1 9 0 1 ] :

AA 3, pp. 148-156(151).30 Madrid, en España contemporánea [1901]: AA 3, pp. 40-52 (44-47).31 El modernismo, en España contemporánea [1901]: AA 3, pp. 300-307.32 Carnaval, en España contemporánea [1901]: AA 3, pp. 84-91 (91).33 Venecia, en Tierras Solares [ 1904] : A A 3 , p p . 9 6 3 - 9 7 0 (964) . Véase t amb ién Málaga,

en Tierras Solares [1904] : A A 3 , p p . 8 5 9 - 8 9 1 (859) , d o n d e dice que : «avanza la universal civili-zación dest ructora de poesía y hacedora de negocios».

34 En Asturias II. A la orilla del mar, en Opiniones ( M L 10), p p . 2 2 0 - 2 2 6 (220) .

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Mientras tanto, en la temporada entre el 98 y el 99, todo progreso se pre-senta como positivo. Barcelona es la ciudad del progreso por excelencia y con-quista de tal manera la simpatía del poeta, que tendrá para con los movimien-tos obreros los sentimientos más nobles; movimientos que, en general, le plan-tearán graves conflictos. En España contemporánea, describe así a la gran ciu-dad:

He aquí que se transparenta el alma urbana [...] Allí, al pasar, notáis algo nuevo,extraño, que se impone. Es un fermento que se denuncia inmediato y dominan-te [...] triunfa un viento moderno que trae algo del porvenir; es la Social que es-tá en el ambiente; es la imposición del fenómeno futuro que se deja ver; es el se-creto a voces de la blusa y de la gorra, que todos saben [...] que el desnivel cau-sante de la sorda amenaza que hoy va por el corazón de la tierra formando el te-rremoto de mañana, haya aquí provocado, más que en parte alguna, la actitudde las clases laboriosas que comprenden la aproximación de un universal cam-bio, no es sino un hecho que se impone por su ley lógica [...] Entretanto, traba-jan. Ellos han erizado su tierra de chimeneas, han puesto por todas partes los co-razones de las fábricas35.

Estable permanece su estima por la capital catalana y todo lo que se refie-re a su vida social, cultural y política; lo confirman sus páginas de 1904, en lasque, en cambio, corrige, con sopesada reflexión, sus primeros juicios haciaaquella España del desastre:

Hoy, al pasar, mi impresión es otra. Desde hace algún tiempo se ha notado unestremecimiento de vida en la Península [...] una fragancia de juventud en florllega hasta nosotros. Voces individuales, pero poderosas y firmes, dicen palabrasde bien y verdad que el país comienza a escuchar. Hay un rumor. ¿Es una resu-rrección? No; es un despertamiento. Se vuelve a vivir en un deseo de acción, quedemuestra y anuncia una próxima era de victorias [...] Mas Barcelona me detie-ne, con su carácter tan propio y, sin embargo, desde antes tan unlversalizadamás que europeizada [...] El trabajador aquí se impone [...] y la blusa hace os-tentación de su presencia en todas partes. La cultura general es también mayor[...] El ambiente barcelonés es el de un pequeño París36.

La mirada positiva del progreso lo acompaña a la Exposición universal de

35 En Barcelona, en España contemporánea [ 1 9 0 1 ] : A A 3 , p p . 2 6 - 3 9 ( 2 7 - 3 4 ) .36 Barcelona, en Tierras Solares [1904]: AA 3, pp. 851-858 (852-855).

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París de 1900, año, por demás, simbólico, de evaluación, meta y proyección.La exposición se sitúa en el centro del entusiasmo y de la esperanza:

La obra está realizada, y París ve que es buena. Quedará, por la vida, en la me-moria de los innumerables visitantes que afluyen de todos los lugares del globo,este conjunto de cosas grandiosas y bellas en que cristaliza su potencia y su avan-ce la actual civilización humana [...] es la expresión por medio de fábricas que sehan alzado como por capricho para que desaparezcan en un instante de medioaño, de cuanto puede el hombre de hoy, por la fantasía, por la ciencia y por eltrabajo.

Una de las mayores virtudes de este certamen, fuera de la apoteosis de la laborformidable de cerebros y brazos, fuera de la cita fraterna de los pueblos todos,fuera de lo que dicen al pensamiento y al culto de lo bello y de lo útil, el arte y laindustria, es la exaltación del gozo humano, la glorificación de la alegría, en finde un siglo que ha traído consigo todas las tristezas, todas las desilusiones y des-esperanzas. Porque en esta fiesta el corazón de los pueblos se siente, en una pal-pitación de orgullo, y el pensador y el trabajador ven su obra, y el vidente adivi-na lo que está próximo, en días cuyos pasos se oyen, en que ha de haber en lassociedades una nueva luz y en las leyes un nuevo rumbo y en las almas la con-templación de una aurora presentida37.

Desoladora, descarnada, con la dureza de quien observa con escándalo ysentencia con fuego, es, en cambio, a sólo pocos meses de distancia la crónicadel año nuevo de 1901, en la que a la mesa se sienta también la Miseria, lapeor de todas, dice el maestro, porque «es cierta» y «dantesca en su realidad», yfrente a la cual, la riqueza y el placer son insolencias: «Esto no se acabará sinocon un enorme movimiento, con aquel movimiento que presentía Heine "an-te el cual la Revolución francesa será un dulce idilio", si mal no recuerdo» 38.

Darío modifica su juicio sobre el siglo XIX. Al trazar un paralelo entre lasfiguras políticas que inauguraron el siglo XIX y las que inician el siglo XX, seinclina el platillo: «¡no se ha adelantado maldita la cosa!», frente a ello, los ade-lantos técnicos del siglo:

Si en muchas cosas se ha adelantado, en muchas cosas el siglo XX puede salirvictorioso de la comparación. Pero en otras, ¡Dios santo! En los reinos del pen-

(495).

37 París, en Peregrinaciones [1901]: AA 3, pp. 379-393 (379-381).38 Reflexiones del año nuevo parisiense, en Peregrinaciones [1901]: AA 3, pp. 495-502

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samiento no estamos muy seguros del triunfo. El siglo pasado empezó bajo elsoplo de la Enciclopedia. El siglo pasado empezó con ideales, con miras, con de-cisiones; el siglo pasado comenzó con una fuerza de que se carece hoy: el entu-siasmo [..] Lo que en París se alza al comenzar el siglo XX es el aparato de la de-cadencia39.

La mujer es una «máquina de goces carnales», la familia se desmorona;los sentimientos sociales «se bastardean», «reina la pose y la farsa en todo», laenfermedad del dinero, la americanización, el patrioterismo, el nacionalismo,la injusticia y, lo peor, la indiferencia en el sentido moral del público. Da laimpresión «de una locura universal y colectiva»40. Y concluye lapidario:

Como hago muy poca vida social, tengo todavía el mal gusto de creer en Dios,un Dios que no está en San Sulpicio, ni en la Magdalena, y creo que ciertos su-cedidos [...] son vagas señas que hacen los guardatrenes invisibles a esta locomo-tora que va con una presión de todos los diablos a estrellarse en no sé qué pare-dón de la Historia y a caer en no sé qué abismo de la eternidad41.

Es la otra cara de la moneda. El desencanto, indiscutible, cae como un te-lón al comienzo del acto. Deslumbramiento y consternación. El progreso hue-ro, sin ideales ni principios, lanza a la humanidad a la deriva. En una visión deconjunto, puede decirse, en términos muy generales, que su posición ante es-tos «tiempos decadentes» se deslinda, fundamentalmente, entre el antes y eldespués. El progreso, en su misma naturaleza ambiguo, le plantea cuestiona-mientos y, muchas veces, le subleva el ánimo. Y si Barcelona, con su progreso,es digna de elogio, los Estados Unidos, con el suyo, son abrumadores. Ya, en1896, decía:

Manhattan, la isla de hierro; New-York, la sanguínea, la ciclópea, la monstruo-sa, la tormentosa, la irresistible capital del cheque [...] Se cree oír la voz de New-York, el eco de un vasto soliloquio de cifras [...] Sobre el suelo de Manhattanparece que va a verse surgir de pronto un colosal Tío Samuel, que llama a los

39 Reflexiones del año nuevo parisiense, en Peregrinaciones [1901] : AA 3 , p p . 495 -502(498-499) .

40 Reflexiones del año nuevo parisiense-, en Peregrinaciones [1901] : A A 3 , p p . 4 9 5 - 5 0 2(499-502).

41 Reflexiones del año nuevo parisiense, en Peregrinaciones [1901]: AA 3, pp. 495-502(502).

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pueblos todos a un inaudito remate, y que el martillo del rematador cae sobrecúpulas y techumbres produciendo un ensordecedor trueno metálico [...] En sufabulosa Babel, gritan, mugen, resuenan, braman, conmueven la Bolsa, la loco-motora, la fragua, el banco, la imprenta, el dock y la urna electoral [...] en suhervor continuo, llega a sentirse la angustia de ciertas pesadillas42.

En 1900, en la Exposición, al visitar el pabellón anglosajón, el estupor loatrapa, en coincidencia con su entusiasmo general. Parece «un ambiente de laQuinta Avenida», «oficinas por todas partes», «compatriotas de Edison quevan y vienen»:

Allí hay [...] telégrafos; más allá, un banco. -¿Quiere usted cambiar algunosgeenbacks o águilas americanas? — me pregunta mi yanqui —. Le contesto con mimodestia latina, que propiamente en ese instante no tengo tales intenciones... Yagrego: «¡Las águilas vuelan tan alto como las odas!...»43.

El progreso en todos los campos de la tecnología y la industria, no sólojustifica su altanería «Venimos con la completa satisfacción de nuestras victo-rias. Somos un gran pueblo y saludamos al mundo», sino que le reclaman alpoeta admiración:

Tienen «carácter», tienen el valor de su energía, y como todo lo basan en un ci-miento de oro, consiguen todo lo que desean. No son simpáticos como nación;sus enormes ciudades de cíclopes abruman, no es fácil amarles, pero es imposi-ble no admirarles. ¡Soberbios cultivadores de la fuerza! **.

Luego, desengañado ya, y en defensa de la soberanía de los pueblos ame-ricanos, su posición es neta: los llama «hombres de rapiña»:

No, no puedo, no quiero estar de parte de esos búfalos de dientes de plata. Sonenemigos míos, son los aborrecedores de la sangre latina, son los Bárbaros [...]El ideal de esos calibanes está circunscrito a la bolsa y a la fábrica. Comen, co-men, calculan, beben whisky y hacen millones. Cantan Home, stveet home!, y suhogar es una cuenta corriente45.

42 Edgar Alian Poe, en Los raros (ML 6), pp. 17-28 (18-19).43 Los anglosajones, en Peregrinaciones [ 1 9 0 1 ] : A A 3 , p p . 4 1 6 - 4 3 3 ( 4 2 4 - 4 2 5 ) .44 Los anglosajones, e n Peregrinaciones [ 1 9 0 1 ] : A A 3 , p p . 4 1 6 - 4 3 3 ( 4 2 7 ) .45 El triunfó de Calibán, en Mundo Adelante. AA 4, pp. 569-576 (569).

Ilusión y desencanto en las crónicas de fin de siglo de Rubén Darío 463

Es más, el mundo entero está siendo arrollado por el torbellino de la«americanización del planeta», «La invasión aparece incontenible» y «el Trusttiene carta de ciudadanía americana. Son los directores actuales de la Fuerzaen la Humanidad» 46.

Es notable la capacidad de Darío de elaborar un cuadro de conjunto en elque los progresos tecnológicos responden a leyes monetarias que rigen el equi-librio internacional y son dictadas por los nuevos dueños del poder:

Todo está perfectamente. El patrón necesita que su fabrica triunfe, que Molochcoma su tortilla, y para comer tortillas hay que romper los huevos. La lógica deese principio se aplica en asuntos mayores. Buena tortilla fue la que saboreóMoloch cuando la Gran Bretaña aplastó al pequeño Transvaal. Los negociosson los negocios, y los aplicadores de la ley zaratustresca se llaman Cecil Rhodes,se llaman Chamberlain47.

Más recurrente será la imagen de las sociedades modernas como deca-dentes, corruptas, emponzoñadas por el dinero, «Es mucho el contraste entrela maravillosa exposición de bienestar y de riqueza sobrante y desfiladora, y laenorme miseria que se agita, y el enorme aplastamiento del obrero por la masadel capital»48; el vicio y la pose se exhiben con descaro, hasta los niños vivenen un «mundo de opio y pesadilla» con sus juguetes vestidos con «insultantes[...] trajes "firmados", con joyas [...] con una sola de ellas comerían varios díasy tendrían con qué calentarse los ex trabajadores de la Exposición, que andanmatando gente, matando de frío y hambre, por la banlieue»49:

Época espantosa en verdad más que ninguna otra de la historia del hombre. El

46 «La americanización universal h a comenzado . Inglaterra está invadida. I r landa es más

americana que inglesa [...] Las Antillas están l lamadas a la anexión a los Estados U n i d o s [...]

Australia está influenciada por los principios de la república americana [...] El nuevo parla-

m e n t o n o t iene u n año , pero ya ha formulado u n a pet ición de grandes alcances para la adop -

ción de una doctr ina de M o n r o e para el Pacífico [...] El país ha sido u n "crisol de naciones". La

americanización de Europa va en u n a rápida progresión [...] E n Asia, los Estados Un idos , des-

pués de la guerra con España, han llegado a ser u n poder activo con la t o m a de las islas Filipi-

nas. El influjo del capital americano en China y en el Japón ha ido en aumento desde hace

tiempo» (Libro cuarto II, en La Caravana pasa (ML 1), pp. 216 y 222).47 Elhipogrífa, en Parisiana [1908]: AA4,pp. 1345-1351 (1348).48 Libro Primero VI, en La Caravana pasa (ML 1), p. 49.49 Noel Parisiense, en Peregrinaciones [1901]: AA 3, pp. 475-482 (478-479).

464 Maria Beatrice Lenzi

corazón del mundo está enfermo; la vida hace daño; la inquietud universal semanifiesta de mil maneras [...] Todo se reduce a la victoria del momento, por lafuerza, por la violencia, por la habilidad. La Gloria está amenazada de muerte,como el viejo Honor que agoniza, y el Pudor, y la Caridad. Los degenerados dearriba están en vísperas de ser suplantados por los energúmenos de abajo. Losreyes se van y los pueblos no saben adónde ir. Y el porvenir viene en automóvil,velozmente, desbocadamente, matando, estallando. La medianía socialista creever desde hace tiempo en el actual progreso, allá en el Oriente, una aurora. Y esun incendio, a menos que no sea una erupción, un Vesubio o un Montagne Pe-lee. Todo lo que en otro tiempo había sido aprovechado en ventaja de la frater-nidad soñada de las razas, en favor de los ideales cristianos, se aplica ahora a ladestrucción y a la guerra; la guerra, que soñaba Víctor Hugo, desaparecida enlos comienzos del siglo XX, adquiere mayores alcances, a pesar de las patrañasdiplomáticas, y de los idilios pacificadores de retrasados ideológicos. Desde elmomento en que el dinero suple hoy los antiguos ideales, la disputa de la tierray de la riqueza se hace más enconada, y el crack de la moral trae el más absolutodesastre. Jamás el ser humano ha sido menos ángel; jamás ha sido más bestia. Ycon automóviles, con telégrafos sin hilos, con cinematógrafos, con la omnipo-tencia de la máquina en la industria y del oro en todo. Todo eso es irracional[...] Es irracional que el hombre tenga órganos inútiles, y que el caballo tenga unvestigio del quinto dedo; es un gasto inútil de energía. Los gastos inútiles deenergía los autoriza el progreso [...] Hoy el heroísmo tiende a la especulaciónpor un lado y al anonadamiento por otro. Una raza de inquietos, de bovaristas,de neurasténicos, marcha hacia la confusión infinita [...] ¡Oh la delicia de la me-diocridad! ¡No poder pensar, aislarse en la inconsciencia!50.

Darío dedicará muchas páginas a la crítica de las costumbres. Hablará dela «democracia más despótica»51, refiriéndose a la diversión popular que sale ala calle en carnaval; de la imposición de las modas52; del efecto sensacionalistadel «diarismo» en desmedro del periodismo53; de los artefactos, como el auto-móvil, «demonio de caucho y hielo, fulminador de pavos, patos, gallinas y pe-rros, cuando no del desventurado peatón» que detesta por sucio y antiestético:

No puede haber comparación, sino para mengua de lo moderno, en el concepto

50 Elhipogrifó, en Parisiana [1908]: AA 4, pp. 1345-1351 (1348-50).51 Psicologías carnavalescas [1893], en Impresiones y sensaciones (BRD 12), pp. 9-18 (18).52 Cake walk. El baile de moda, en Páginas de arte (BRD 4), pp. 189-197.53 La prensa y la libertad [1890], en Crónica literaria (BRD 9), pp. 205-211.

Ilusión y desencanto en las crónicas de fin de siglo de Rubén Darío 465

de la hermosura, entre los juegos antiguos que celebraba Píndaro y los de ahora,que cantan el Auto-Vélo o el París Sport [...] No hay carreras de esas en que nohaya su muerto, o cuando menos su herido. Como los que tienen automóvil songente de fortuna, nobles o burgueses, sucede que los anarquistas tienen en lamáquina violenta una colaboradora de mas marca. Ya van varios millonariosmuertos por la velocidad... No niego que hay su belleza en el automóvil, y queuna vez puesto en la silla [...] no se acuerda uno más de los aplastados, desde elmomento en que es él el aplastador. La gloria de ir como en un vuelo fabuloso,dominando el espacio en un monstruo casi mitológico o bíblico [...] El placer fí-sico de la ligereza [...] son cosas innegables [...] Pero tal como se usa, es un pla-cer inestètico y sucio. Inestètico, porque jamás la mejor dion o mercedes, o des-champs, equivaldrá en gracia y elegancia a un soberbio carruaje [...] y porquepara hacer esas vertiginosas caminatas hay que vestirse con máscara, con inusita-dos balandranes o capas esquimalescas; y sucio, porque mientras no se rieguencon petróleo todos los caminos del mundo, el que se atreva a correr parejas conel huracán resultará lleno de polvo, negro de tierra, incómodo y feo. Y luego, esun sport para privilegiados. La máquina más barata cuesta cuatro mil, seis mil yocho mil francos... Y no todos somos el cha54.

Los avances de la ciencia, en especial, de la medicina, le suscitan sumo in-terés y respeto. Lo mismo, los adelantos tecnológicos, como el submarino o elglobo, que, en su desafío a las leyes naturales, se tornan inventos suicidas: «pa-ra alcanzar esas victorias, ¡cuántas víctimas, cuánta sangre, cuánta vida!». Secomprende el entusiasmo del inventor, pero, al mismo tiempo, lo llena de per-plejidades e incertidumbres:

Enorme es el martirologio de la ciencia, y su número acrecerá hasta lo infinito[...] Mas el esfuerzo humano va conquistando a cada paso el dominio del mun-do, en continua lucha con lo desconocido. Y dioses nuevos se descubren: el diosde la electricidad, el dios del vapor asientan más y más su potencia sobre la fazde la tierra [...] Ninguna conquista más atrayente, más grande, más trascenden-tal que la del espacio. La locomoción aérea dirigida y voluntaria, es el cambio dela existencia actual; el advenimiento de una nueva era, la revolución más decisi-va en el estado actual de las sociedades humanas. La guerra no desaparecerá deentre los hombres; pero sí mil leyes, convenciones y modos de ser. Hay en ellomucho en que soñar55.

54 Libro primero VII, en La Caravana pasa (ML 1), pp. 51-58 (52-57).55 Libro tercero V, en La Caravana pasa (ML 1), pp. 195-201 (198-200).

466 Maria Beatrice Lenzi

Temas recurrentes serán la industrialización del mundo y los movimien-tos obreros. La primera, con todas sus virtudes, se transforma en flagelo queacantea plagas sociales:

íEl tramp puede reunir en sí todo lo que hay de abominable, puede tener todaslas depravaciones y todos los vicios; pero es un hecho innegable que el trampobrero ha sido obligado a serlo a causa de los cambios industriales de este siglo[...] Es verdad que las máquinas contribuyen, al fin, a la distribución de la rique-za [...] que hacen bajar los precios de los productos y los ponen al alcance de to-das las bolsas; pero [...] tienden a privar a los obreros de su única fortuna: el tra-bajo [...] Por la sola razón de las máquinas, millares de obreros son despedidosde las fábricas [...] Los grandes capitalistas [...] pueden, a su gusto, echar al arro-yo miles de obreros con sólo alzar el precio de las materias primas deteniendo laproducción5S.

Los tramps son los perdedores en el engranaje de la «máquina social». Laperversidad del mecanismo, lo conmueve: en este caso, condena el progreso yredime a sus víctimas. Contrasta, en cambio, esta actitud con la desconcertan-te e implacable reacción, que le provoca una rebelión de obreros en su queridaValparaíso. Castigo divino reclama para los obreros chilenos:

ha brotado, allá en los de abajo, en medio de la inconsciente y ruda muchedum-bre, una onda de perversidad que ha impulsado al crimen y al pillaje [...] Elejemplo de las huelgas, que si tienen razón de ser en lugares donde el trabajadorse convierte en paria, son absurdas en países como Chile, donde, si es cierto quela división de clases sociales está bien señalada, el obrero y el trabajador gozan deventajas y de poderes [...] Al incendio, a la matanza o al saqueo; ¡muera la pro-piedad! [...] La muchedumbre va por la calle gritando, amenazante, beoda, bru-tal, feroz [...] de improviso, verse descender [...] a lo más profundo de la cloaca,la muchedumbre, huérfana, grande, fatal57.

Toda violencia es para Darío incomprensible, pero la que surge desdeabajo, la de los obreros - y como se verá luego, la de los negros - , le producegrima. Si, por un lado, el obrero, emblema del progreso, representa, como in-dividuo, al héroe moderno, triunfante:

56 Los miserables, en Crónicas: AA 4, pp. 1038-50 (1045-48).57 La obra del populacho, en Crónica política (BRD 11), pp. 205-211.

Ilusión y desencanto en las crónicas de fin de siglo de Rubén Darlo 467

su paso y su gesto implican una posesión inaudita del más estupendo de los or-gullos: el orgullo de una democracia llevada hasta el olvido de toda superiori-dad, a punto de que se diría que todos estos hombres de las fábricas tienen unacorona de conde en el cerebro [...] El obrero sabe leer, discute; habla de la R.S.,o sea, si gustáis, Revolución Social58.

Por otro, en cambio, la lucha concreta, los medios sociales, políticos, em-pleados para la realización de esos ideales no encuentran, sino raras veces,aprobación; ni siquiera los movimientos de acción de los obreros de su amadaBarcelona:

Tan solamente turban la paz activa de producir las agitaciones que de tanto entanto siguen manifestándose [...] Hay un huevo que empolla desde hace años larevolución latente, pero de ese huevo no saldrá, ni con mucho, la soñada gallinasorda de los socialistas [...] El obrero aquí no se deja embaucar y va viendo por sísolo. Los cabecillas pueden de un momento a otro perder su cabeza5Í>.

Tampoco reprueba, sino por la fealdad de sus formas, la represión de losmotines anarquistas y socialistas:

memorias sonoras y sangrientas hay de terribles atentados. Y eso que en la forta-leza de Montjuich parece que la inquisición renovó en los interrogatorios, nohace mucho tiempo, los procedimientos torquemadescos de los viejos procesosreligiosos60.

Entrando, quizás, de esta manera, en contradicción con sus simpatías ju-veniles y sus primeras amistades, amistades de toda la vida, que compartíanesas ideologías61. Los intelecturales, sin duda, son una cosa; otra es la claseobrera, el elemento popular. Si, por una parte está el abominio de la violencia,

58 En Barcelona, en España contemporánea [1901]: AA 3, pp. 26-39 (29 y 32).59 Barcelona, en Tierras Solares [1904]: AA 3, pp. 851-858 (854-855).60 En Barcelona, e n España contemporánea [ 1 9 0 1 ] : A A 3 , p p . 2 6 - 3 9 ( 3 2 - 3 3 ) .61 C o m o el p r i m e r L u g o n e s {Un poeta socialista: Leopoldo Lugones, en Juicios-. A A 4 , p p .

8 3 7 - 8 4 0 ; Leopoldo Lugones, en Cabezas: Pensadores y artistas, políticos [ M L 2 2 ] , p p . 5 3 - 5 8 ) ,G u i m e r á {Alrededores del teatro, en España Contemporánea [ 1 9 0 1 ] : A A 3 , p p . 2 0 7 - 2 2 0[214-215]), el leal Alberto Ghiraldo, o Vargas Vila {Semblanzas (1902): AA 2, pp. 891-895),Luis Bonafoux {Semblanzas (1902): AA 2, pp. 877-878; Letras [ML 8], pp. 27-32), entreotros, todos profundamente admirados por Darío.

468 Maria Beatrice Lenzi

por otro, aparece sin tapujos el desprecio hacia lo popular y el choque que leproduce la idea misma de los movimientos revolucionarios. Su valoración delprogreso, en este sentido, acentúa el declive. Ante las primeras insurreccionesrusas, hablará de «las demandas y protestas de un pueblo ya viciado en ideas deprogreso y de libertad por los directores espirituales como Gorki y demáscompañeros» 62; pero, le preocupa mucho más que:

Toda Europa está minada por las caries socialista. (!) El anarquismo asoma sufaz por todas partes [...] Esos filósofos de última hora, tras un hartazgo, de Dar-win, de Strauss, de Büchner, de Feuerbach, predican a las masas populares, ce-rradas e ignorantes la muerte de las creencias y de los ideales religiosos [...] ¡Diosme libre de que yo esté en contra del dolor, de que yo ataque o escarnezca a lamiseria! Tampoco he de ponerme del lado del rico avaro, que no paga el jornaljusto; de los que dejan morir de hambre a sus obreros [...] Mas he de estar siem-pre contra la avenida cenagosa, contra la oscura onda en que hierven todas lasespumas del populacho, contra el odio de abajo, contra la envidia de lo negro alo blanco, de lo turbio a lo brillante, de lo basto a lo fino, de la fealdad a la her-mosura, de la vulgaridad a la distinción 63.

La categoría estética, convertida en ideología, es como un golpe de gua-daña: «Más que la moral es la estética lo que me impulsa a combatir la rabiaanárquica. Socialistas, anarquistas, comunistas, todos son unos. El empleo demayor o menor cantidad de agua y jabón es lo único que los distingue». La«ley de la selección» natural no logra diezmar esa plaga. Tan lejos está de supensamiento la solidaridad que une a los militantes, a los que llama «come-ricos», que sienten como «en su propio pescuezo la soga que ahorca al anar-quista» de cualquier parte del mundo:

Son los cainitas [...] Parias furiosos se vengan de la suerte por la destrucción. Ennuestros días su patria es el mundo. Carlos Marx fundando la Internacional bo-rra las fronteras, y en dondequiera que mira, un burgués, un propietario, reco-noce un tirano que hay que combatir [...] Terribles zíngaros, que hablando lamisma jerga exaltada se comprenden en todos los lugares, ¡como que son cabe-zas de una misma hidra! [...] Envidiase al potentado sus palacios, su lujo, su me-sa, su mujer, y hasta su obesidad, y sus dispepsias. La moral no existe, las clases

62 París y elZan en Parisiana [1908]: AA 4, pp. 1331-1337 (1336-67).63 Dinamita, en Mensajes: AA 4, pp. 643-654 (644-650).

Ilusión y desencanto en las crónicas de fin de siglo de Rubén Darío 469

no existen, la propiedad no existe, la justicia no existe, Dios no existe. ¡Y si exis-te, dinamita con él!64.

Darío describe a los «compañeros», lombrosianamente, con rasgos zooló-gicos, bestiales. No comprende las simpatías de escritores y filósofos hacia esas«turbas de descamisados», hacia «la más injustificada de las causas»; se inclina,en cambio, hacia el pietismo, la beneficencia o el compromiso individual con«el pobre que sufre», el «minero enfermo y escaso»65.

Espinosa también es la modernidad política. La democracia va a suscitarjuicios muy variados y tornadizos. Es sinónimo elogioso de moderno cuandose refiere a las repúblicas hispanoamericanas. Pero, con creciente frecuencia,adquiere un valor peyorativo, como sinónimo de plebeyo, vulgar, antiestético;políticamente es un agravio para desacreditar a los movimientos populares so-cialistas o anarquistas. Cuando hay orden o decoro en las fiestas anarquistas, lasorpresa se vuelve ironía y llega la humorada:

Noté con cierta sorpresa que estas gentes de la anarquía francesa se habían pues-to camisa limpia - los que la tenían -; otros, con un pañuelo al cuello se arregla-ban. En tal ambiente, la democracia no «olía mal» [...] Se conversaba, y no congrandes gestos ni a grandes gritos. Todo el mundo tenía educación, tenía bue-nas maneras. Había jovencitos cuya politesse era notable. Se creería que en elmomento dado exclamarían con toda corrección: «¡Una bomba de dinamita,s.v.p.!»66.

Su observación del mundo lo lleva a darse cuenta de que, por un lado,«En todas partes, y por su culpa, la nobleza ha perdido terreno [...] La salva-ción, si viene, vendrá del pueblo guiado por su instinto propio» 67; por otro,contrariamente, no deja dudas de que la democracia se le representa comoigualadora, niveladora, como lo es el progreso. Es éste un juicio de doble filoque muestra a un Darío muy positivista y muy siglo XIX, que concibe, conevidente sectarismo, a la sociedad y a la naturaleza en función de sus jerar-quías:

64 Dinamita, en Mensajes: AA 4, pp. 643-654 (646-647).65 Dinamita, en Mensajes: AA 4, pp. 643-654(646-648).66 Mais quelqu'un troubla lape, en Peregrinaciones [1901]: AA 3, pp. 483-494 (484).67 La joven aristocracia, en España contemporánea [ 1 9 0 1 ] : A A 3 , p p . 3 3 2 - 3 4 2 ( 3 3 2 y

342).

470 Maria Beatrice Lenzi

Nada más impregnado del perfume de las mentiras que la canción de los meli-fluos profetas de la fraternidad, del desinterés, de la unión y de la igualdad; des-de luego, la igualdad sólo existe en la estagnación, en la inmovilidad, en lamuerte; toda vida es un combate, es una fuerza; el número es ya una jerar-quía68.

Y a la vez, en cambio, con una mirada que traspasa su tiempo, parece te-ner la intuición de las futuras sociedades de masa, de «la humanidad unifor-mada», donde «La unificación del planeta será absoluta» 69. Con notable clari-videncia abomina el «arrivismo», «la imposición de la chatura común» y «losinjustos triunfos de la mediocridad y por el inconcebible rebajamiento delgusto general de nuestra época», le hace abominar. Sin embargo, en lo inme-diato, la denuncia de «los predicadores de la igualdad» 70, revela un seguro yprofundo sentido reaccionario: la masa es fea, ignorante, indiferenciada.

La suya es una posición aristocrática. La monarquía, en contraposición ala democracia, responde a un concepto de belleza ideal, a la ostentación del or-namento y a una idea de orden y jerarquía. El boato de la corte es sobre todoespectáculo. Con actitud algo pueril, idealiza el mundo de las testas coronadas,a las que dedica innumerables artículos71. Le preocupa «la cuestión del con-flicto de las noblezas, la antigua y tradicional y la adquirida», en la que conflu-ye también una gran dosis de pasatismo:

Ahora, la nobleza del dinero, lo que hace resonar el globo con su metal despa-rramado, los principados del cheque, las baronías del casino, el armorial de hie-rro y caucho, los marquesados del jeckey, los cuarteles del yate eso es otracosa72.

Otro tema moderno, en campo político, es el de las expansiones colonia-les. Con respecto a Hispanoamérica, el avance expansionista del Norte esblanco de sus más feroces ataques; pero no pone totalmente en tela de juicio el

68 La locura de la guerra, en Crónica política (BRD 11), pp. 137-149 (139).69 En Asturias II. A la orilla delmar, en Opiniones (ML 10), pp. 220-226 (224-225).70 Henri de Groux, en Opiniones (ML 10), pp. 175-189 (177-178).71 Por ejemplo, Su majestad el rey Don Alfonso XIII, en Cabezas: Pensadores y artistas, po-

líticos (ML 22), pp. 115-122; París y el Zar, en Todo al vuelo [1912]: AA II, pp. 750-758; Elhijo del Re galantuomo y la ciudad galante, e n Impresiones y sensaciones ( B R D 12) , p p . 9 7 - 1 1 8 .

72 Libro Segundo V, en La Caravana pasa (ML 1), p. 139.

Ilusión y desencanto en las crónicas de fin de siglo de Rubén Darío 471

orden establecido por las potencias europeas, mantiene solamente algunas re-servas. Al hablar de la rivalidad colonialista entre ingleses y franceses, dice:

El english speaking world no ocupa en la Exposición un espacio relativo al áreaque cubre sobre la tierra. Sobre todo, en lo referente a las secciones coloniales,Argelia, por ejemplo, que apenas podría ser una provincia del Indostán, repre-senta tanto como el imperio de la India. La Exposición puede ser mirada, en unsentido, como un gigantesco anuncio del hecho [...] de que Francia es una de lasmás grandes potencias coloniales [...] Lo cierto es que se habla mucho de la cu-pidità y de la falta de humanidad de los matadores de boers; y este fin de siglo havisto el singular espectáculo de un Rudyard Kipling armando a las nueve musasy al Apolo inglés de fusiles de precisión con balas dum-dum73.

Sus críticas reiteradas, severas, responden a la violencia empleada: «El im-perialismo pide sangre y oro» 74. Enojoso le resulta constatar la barbarie, los es-tragos, los muertos inocentes; sólo entonces, cae sobre el Occidente la censuray el tizne de la ignominia: «Cuando la mueve su pasión, su interés o su conve-niencia, la civilización europea es más bárbara que los bárbaros»75. Así en loque concierne al lejano oriente76 que evoca con gran deferencia también porcuestiones estéticas, por su belleza y exotismo: «los celestes son un pueblo bár-baro e infeliz al cual hay que descuartizar en provecho de nuestro glorioso Oc-cidente [...] ¿no es más bien un lugar de paz y ensueño, esa China noble y poé-tica que se ha ido a despertar a cañonazos?» Aborrecible sería, sin duda, queimitaran a los europeos: «ya os imaginaréis qué pasaría con el inmenso pueblobien armado, jingoísta e imperialista, y con muchos Rud-Yard-Ki-Pling, can-tando la conquista y el exterminio de los bárbaros de Occidente». Y al referirsea la intervención francesa en Madagascar, que secuestró violentamente a la«reinita morena» Ranavado, se rebela, no sin un dejo, más bien declarado, depaternalismo:

Andrianamanitra mby an-trano, en correcto malgacho, quiere decir: «El buenDios está en la casa», lo cual se aplica, allá en Tananarive, cuando la luz del solinvade las habitaciones. Es una manera de expresarse poética, sencilla, religiosa,

73 París, en Peregrinaciones [1901]: AA 3, pp. 416-433 (419-422).74 Libro segundo I, en La Caravana pasa (ML 1), p. 88.75 Libro primero III, en La Caravana pasa (ML 1), p. 24.76 Libro segundo II, en La Caravana pasa (ML 1), pp. 93-98 (98, 95 y 92).

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corno conviene a gentes salvajes, negras, desprovistas de toda civilización [...]Prisionera, después de ser destronada de un modo completamente progresista,ha vivido en una villa que la sirve de jaula en Argel. [En] ese país [...] los habi-tantes [...] tienen más inocencia que virtud. Aman el amor, los niños, los cantosfelices, y sobre todo, la luz. Como veis son absolutamente bárbaros; y se ha pro-curado y se procura infundirles ideas nuevas e importarles diferentes artefactos,así como iniciarles en los refinados adelantos de nuestro ilustre Occidente [...] Ypara colmo de desventuras de la infeliz, cuando ha adoptado las modas europeas[...] se la recibe como a una macaca, se la llama negra y fea a cada paso, y pocofalta para que se la proponga una contrata en un circo, para bailar la bámbula allado de Chocolat77.

Esta censura no es un verdadero signo de equidad; encierra también, ape-na decirlo, un gran racismo, pues, si es el negro el que se rebela, no lo salva si-quiera el exotismo, gracias al cual, visto de lejos, se le torna poético, primitivo,atávico, como los negros que describe en Tánger 78, con sus trajes típicos, o losde las comparsas del carnaval de Buenos Aires de 189679, que, sin necesidadde disfrazarse, evocan el recuerdo un pasado en el que han sido «esclavos denuestros abuelos»; y dirá, a sabiendas, que «El romanticismo lo hermoseótodo, hasta los negros»80. El racismo declarado, imperdonable, tiene tambiénsu cara de urbanidad, cuando, por ejemplo, alaba en Colón, los retretes sepa-rados «Para señoras blancas y Para señoras negras. Detalle de higiene física ymoral que desde luego hay que aplaudir»81; llega también a juicios abyectoscuando «la negrada», que acarrea una «tara hereditaria», se rebela:

La macacada está furiosa [...] En el negro, danzante, tristón, jovial, pintoresco,carnavalesco, surge, con el fuego de la cólera y el movimiento de la revuelta, elantepasado antropopiteco, el caníbal de Africa, la fiera obscura de las selvas ca-lientes [...] tan buenos y humildes entre nosotros, constituyen aquí una familiade nueve millones de individuos perversos y despechados contra el blanco, queles ha tratado siempre con rigor y que por eso ha provocado en ellos un odioprofundo que se va sucediendo de generación en generación como legado here-ditario. El negro aquí [...] demuestra al blanco el más decidido desprecio [...] se

77 Libro primero III, en La Caravana pasa (ML 1), pp. 19-20 y 24.78 Tánger, en Tierras solares [1904]: AA3, pp. 946-962.79 Psicologías carnavalescas [ 1 8 9 3 ] , e n Impresiones y sensaciones ( B R D 12) , p p . 9 - 1 8 (16 ) .80 La raza de Cham, en Parisiana [1908]: AA 4, pp. 1387-1394 (1391).81 Viaje a Nicaragua [1909]: AA 1, p. 1021.

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ensaña con él cuando puede hacerlo víctima de alguna perversidad, y goza en-tonces con su desgracia. Sabe que sus derechos ante la ley son los mismo de laotra raza, y se afana a todo trance por poner esta igualdad de manifiesto [...] Fe-lizmente, el negro, en su especie, no tiene las condiciones de la raza amarilla, yno es fácil, al menos por ahora [...] la preponderancia de las razas de color [...]para ruina y mengua de la civilización occidental, es decir, blanca82.

La idea de progreso, avanzados los años, va a ir recomponiéndose en unconcepto muy personal y, en medio de este mar de contradicciones, insosteni-bles algunas, lacerantes otras, la humanidad se impone: «La mejor conquistadel hombre tiene que ser, Dios lo quiera, el hombre mismo»83. Y ha de sersiempre la juventud la depositaría de la esperanza. Para las juventudes hispa-noamericanas, Darío reserva un mensaje de fe en el progreso84, y, volviendo lavista, ve «La Francia de mañana, los hombres de lo porvenir»; hay, es cierto,una juventud «gárrula», «voluntariamente inútiles»; pero hay también, una ju-ventud «violenta de deseo, llena de ansias de futuro, dispuesta a la conquistade la felicidad humana»:

La juventud idealista francesa oye desde hace tiempo el anuncio de un alba nue-va, de una aurora de redención, y lo que ve surgir de cuando en cuando, en unanoche cada vez más oscura, son manifestaciones medioevales, apariciones de re-troceso, de odios sectarios, nacionalismo odioso, antisemitismo ferozmente ar-caico, el elogio de las matanzas de religión [...] poniendo en peligro la ciudad delibertad, de igualdad, de fraternidad que se va construyendo poco a poco85.

El límite de Darío queda en pie. A esta juventud, dispuesta a verter susangre para conquistar ese estado social, le deja como herencia el camino queél mismo ha seguido, con toda honradez y convicción. Un camino en pos de labelleza, que en su visión ética del mundo, se traduce en bondad:

El arte, la ciencia, la investigación del misterio humano, la liberación de todoslos espíritus por medio de la Verdad y de la Belleza, he ahí la verdadera salva-

82 La raza de Cham, en Parisiana [1908]: AA 4, pp. 1387-1394.83 Libro primero VI, en La Caravana pasa (ML 1), p. 49.84 Viaje a Nicaragua [1909]: AA 3, pp. 1026-27.85 Libro Segundo I, en La Caravana pasa (ML 1), pp. 206-208.

474 Maria Beatrice Lenzi

ción [...] Los grandes creadores de luz son los verdaderos bienhechores, son losúnicos que se opondrán al torrente de odios y de injusticias, de iniquidades. Heaquí la gran aristocracia de las ideas, la sola, la verdadera que desciende al pue-blo [...] y le enseña la bondad de la vida86.

A pesar de sus desalientos, permanece constante en toda su obra: la espe-ranza de un mundo mejor. En el elogio fúnebre que, en 1902, hace de ÉmileZola, la prosa está surcada por la idea de futuro, como una simiente que ha dedar frutos mañana. La procesión de obreros es como una hermosa tela épica.El cuadro entra en un plano ideal, animado de buenas intenciones y de propó-sitos hacia los cuales ha de tender la humanidad:

Se llevaba al camposanto de Montmartre al potente y bondadoso, al creador detanta obra robusta y fecunda, al poeta homérico de la sociedad futura, al servi-dor de la verdad, al profeta de los proletarios, al gran carácter de un tiempo sincaracteres [...] un visionario de la humanidad que viene, de la dicha de las nacio-nes futuras, de la dignificación de nuestra especie en la vía progresiva de su per-feccionamiento [...] Ante las pasiones rabiosas, ante los intereses del militaris-mo, esa bandera flameó por la razón, por el derecho, por la conciencia humana[...] Creía en la perfectibilidad de la máquina social. Iba hacia el oriente de susueño con la fe invencible en la Canaán venidera87.

También la descripción de la concurrencia obrera y las flores rojas quevan a cubrir la tumba del gran hombre adquieren la misma dignidad:

Un minero iba, pies desnudos entre gruesos zuecos, con su uniforme de trabajo.Un herrero, los brazos al aire, llevaba con dignidad su pesado martillo. Un culti-vador gigantesco hacía brillar al sol opaco, sobre un hombro, una hoz. ¡Esa es lagloria! [...] Iban obreros de blusa, y niños y niñas con sus padres [...] Los hom-bres que llevaban eglantinas rojas desfilaron. Las arrojaron sobre el gran compa-ñero muerto... Y parecía que había brotado de repente, «vivo como la sangre»,¡un plantío de amapolas!88.

La visión ordenada, desgajada de todo contexto concreto, le suscita unsentido de armonía. La caravana silenciosa y lejana, cada cual en su rol y en su

86 Libro Segundo I, en La Caravana pasa ( M L 1), p p . 2 1 2 .87 El ejemplo de Zola, en Opiniones ( M L 10), p p . 7 -21 (8-9 y 2 0 ) .88 El ejemplo de Zola, en Opiniones (ML 10), pp. 7-21 (7 y 21).

Ilusión y desencanto en las crónicas de fin de siglo de Rubén Darío 475

lugar en la escala social, ofrece al ojo que observa una imagen serena, tranquili-zadora. Pero el mundo mejor, al que aspiraba Darío, sin odios, sin injusticias,queda como una cuestión del porvenir.