Impresiones de viaje

5
Impresiones de viaje Primera jornada. El tren, el agua y la vida Borracha de colores de otoño, en el corazón de la Europa vieja, a solas conmigo misma, viajando, me reencuentro. Recorriendo el curso del Danubio, plomizo como el cielo, me uno a esta tierra. El paso de su historia, plagada de episodios oscuros y sombríos; junto a esplendorosos momentos; que marcaron el devenir de los siglos y el lento o rápido transcurso del tiempo. Europa, sus montañas viejas, los surcos en sus tierras gastadas por los frutos que ya dieron. Sus múltiples contrastes, los dilemas de sus pueblos. Europa, yo como tú ahora me siento. A medida que el tren va, viene o se aleja; aparecen en el horizonte, formando hileras coloridas, tapadas en parte por la niebla; pequeños edificios, que como un día nos contó el poeta, no llegarán a ser más que lo que son: viejos y pequeños. Aunque la humilde elegancia de lo cotidiano los embellezca. Mirando a través de sus ventanas, podemos sentir muy vivamente, el calor del fuego en el hogar encendido, el olor de especies y semillas, el sonido de los niños riendo. Y el agua sigue, sigue presente y sempiterna. A veces, se escapa, se esconde. Otras, como el rio, se retuerce y quiebra, formado islotes solitarios, que rojos y marrones, resisten el paso de las aguas pertinaces y lentas. El agua y la vida, el rio y el mar. Paralelismos y metáforas usados por poetas y cantores, que hoy más que nunca, a la vista del bello y melancólico paisaje resuenan y estremecen. Y yo, aquí y ahora, cada vez más pequeña. Perdida en la inmensidad de la magnífica naturaleza, con un frio que penetra, en mi cansado cuerpo y me hace acurrucarme en el abrigo, remeterme en el asiento. Buscando en el recuerdo la caricia de mi bebe pequeño, la de mi buena madre, la del padre que murió hace tiempo. El abrazo de hombre y la pasión primera que ya solo

Transcript of Impresiones de viaje

Page 1: Impresiones de viaje

Impresiones de viaje

Primera jornada. El tren, el agua y la vida

Borracha de colores de otoño, en el corazón de la Europa vieja, a solas conmigo misma, viajando, me reencuentro.

Recorriendo el curso del Danubio, plomizo como el cielo, me uno a esta tierra.

El paso de su historia, plagada de episodios oscuros y sombríos; junto a esplendorosos momentos; que marcaron el devenir de los siglos y el lento o rápido transcurso del tiempo.

Europa, sus montañas viejas, los surcos en sus tierras gastadas por los frutos que ya dieron. Sus múltiples contrastes, los dilemas de sus pueblos. Europa, yo como tú ahora me siento.

A medida que el tren va, viene o se aleja; aparecen en el horizonte, formando hileras coloridas, tapadas en parte por la niebla; pequeños edificios, que como un día nos contó el poeta, no llegarán a ser más que lo que son: viejos y pequeños. Aunque la humilde elegancia de lo cotidiano los embellezca. Mirando a través de sus ventanas, podemos sentir muy vivamente, el calor del fuego en el hogar encendido, el olor de especies y semillas, el sonido de los niños riendo.

Y el agua sigue, sigue presente y sempiterna.

A veces, se escapa, se esconde. Otras, como el rio, se retuerce y quiebra, formado islotes solitarios, que rojos y marrones, resisten el paso de las aguas pertinaces y lentas.

El agua y la vida, el rio y el mar. Paralelismos y metáforas usados por poetas y cantores, que hoy más que nunca, a la vista del bello y melancólico paisaje resuenan y estremecen.

Y yo, aquí y ahora, cada vez más pequeña. Perdida en la inmensidad de la magnífica naturaleza, con un frio que penetra, en mi cansado cuerpo y me hace acurrucarme en el abrigo, remeterme en el asiento. Buscando en el recuerdo la caricia de mi bebe pequeño, la de mi buena madre, la del padre que murió hace tiempo. El abrazo de hombre y la pasión primera que ya solo recuerdo; casi sin darnos cuenta se perdió entre las sábanas .algún día en invierno.

Y otra vez el agua y el tren. El tren y el agua, que al mismo lugar llevan. La vida mientras corre, parece que el mar aún está lejos.

De pronto, irrumpe entre mi ensueño, el sonido de esa lengua, cada vez más familiar y presente en mi vida, en estos momentos. Esa lengua que puede expresar, como ninguna, los más bellos cuentos de hadas y de brujas, de gnomos y princesas. Junto al dulce sonido, cuando el tren da una vuelta, a través de los árboles, vislumbro a lo lejos, el Danubio que aparece de nuevo. Entonces, me pregunto, cómo puedo expresar tanta belleza.

Ahora, pasando una frontera, parece que la tierra se repliega, formando valles con pequeñas veredas y bosques de coníferas mezclados con cálidos tonos de árboles con hojas viejas. Entre ellas, casitas puntiagudas y coloreadas se agrupan formando un círculo, una muralla; como si misteriosas guardaran un secreto. Mientras, en el centro, se vislumbran las verdosas y redondeadas torres de la iglesia del pueblo. Junto a ella, el cementerio. Haciendo, de esta

Page 2: Impresiones de viaje

forma, que la vida y la muerte se acompañen. Que vivos y muertos compartan, en la villa, la cotidianidad de la existencia; dejando así, a la muerte, el lugar que en la vida representa.

Y otra vez el agua. El agua y el Danubio. Oh Danubio, ahora un rayo de sol te atraviesa, y por un momento brillas azul y te engalanas para bailar el vals que representas.

Y ahí, en el fondo Viena. Voy a ver si alcanzo a verla.

Después la tierra se aplana, que le pasa a esta tierra es más pobre, más seca. Una nueva frontera, una nueva lengua. Desempolvo el inglés. Mañana una jornada nueva.

Segunda Jornada. El viaje, sensaciones, la ciudad.

Viajar es vivir. Se vive más y más intensamente cuando se viaja. Los sentidos se impregnan de colores, olores y sonidos. Entonces, uno se siente así mismo, se oye así mismo. Y yo soy más yo, perdida entre lo nuevo y diferente. No conoces a nadie, no vas con nadie, tu universo cotidiano se encuentra a miles de kilómetros. Somos dos, yo y el viaje, nos unimos y reconfortamos, juntos experimentamos.

Budapest, qué ciudad tan bonita, es tan magnífica la experiencia, que debo elaborarla para expresar lo que siento. Claro, cómo no, si tengo que empezar por algún sitio, es el Danubio el que cobra especial relevancia en el periplo.

El Danubio, que rasga sin piedad la villa en dos. Su inmensa presencia entre Buda y Pest, vuelve a esta ciudad divida imperfecta. Justamente ese estigma define y acrecienta su belleza.

Cruzar el rio desde el puente colgante, es la primera impresión de esta jornada. La brisa en la cara. Vencer mi sempiterno vértigo, vestigio de antiguas heridas infantiles, sin mano a que agarrarme. El puente, el vacio y el agua; todo ello se vislumbra a través de la calada baranda. A mitad del camino, en un recodo del puente, donde el muro se ensancha, para ofrecer refugio al caminante, me detengo, suspiro, cierro los ojos y me fundo en el vértigo. Lo siento, lo experimento. Ha merecido la pena vencerlo.

Al fondo el neogótico parlamento de Pest, delante el castillo de Buda. La empinada colina, rematada por las redondeadas formas barrocas del edificio que se ubica en su cima, denota el burgués esplendor decimonónico del Imperio Austro-Húngaro. Ni las distintas guerras mundiales ni los años de dominación soviética consiguieron del todo apagar.

Entonces recuerdo antiguas lecciones de los libros de historia, algo olvidados. Húngaros, origen magiar. 1914 muerte del Archiduque Francisco y su esposa, por un nacionalista bosnio. Declaración de guerra de Austria y Hungría. Pero todo está muy lejano, poco fresco.

Entonces pienso, en la necesidad de conocer el pasado de las gentes , para poder disfrutar enteramente de la belleza de sus calles, edificios o monumentos. Comprender el sentido de las ciudades, el sonido de las distintas lenguas y las formas de pensar de los habitantes de los pueblos. Pero, tengo suerte, enfrente de mi se encuentra el museo de historia, así que allí directamente entro.

Page 3: Impresiones de viaje

Terminada la visita, de nuevo el agua, parece que ya le echaba de menos. Me voy al Danubio, esta vez, en él de lleno me sumerjo y lo atravieso, de la mano de un barquito de low cost voy a hacer un pequeño crucero.

La experiencia me produce un cierto hormigueo en el vientre, puesto que las impresiones del paseo por el Danubio y las horas andando por la ciudad se unen al hueco que tengo en el estómago. Es el precio que hay que pagar por viajar con poco dinero. Tengo que elegir entre ir esta noche a un concierto de música de cámara en la Iglesia de San Esteban o cenar en un restaurante. Ni que decir tiene que elijo lo primero. Es decir que encuentro, un quiosco, en un mercadillo de Navidad, aquí están bastante adelantados con respecto a España y ceno de pie: una sopa de Gulasch, un vino especiado caliente y un bretzel (pan salado) con pipas de calabaza y una especie de strudel (enrollado) de ciruela. No está mal por menos de cinco euros.

Por fin, como broche final el concierto, el marco barroco de la iglesia, aunque yo no soy gran amante del barroco, es inigualable para escuchar a Bach, a Mozart y a unos cuantos compositores más.

La música, a pesar de estar muy cansada, consigue volver a despertar los sentidos. La suavidad de El Aire de Bach, deja paso al lamento triste del Adagio de Albinoni, que finalmente consigue encenderme la piel. Tras el Ave María de Schubert, que me deja ciertamente indiferente -me suena a boda, a novia de blanco a promesas arrancadas a golpe de confort y seguridad, a juramentos eternos sobre sentimientos humanos que no pueden serlo-.

Finaliza el concierto con el lamento de Dido y Eneas que consigue arrancar un par de lágrimas. Dido, representa para mí, la eterna dicotomía femenina. El carácter fuerte, indómito y resoluto, que sin embargo sucumbe estrepitosamente, ante el amado. Ante el que se somete y se vence hasta llegar a inmolarse.

El concierto pone un broche de oro a mi estancia, mañana vuelta a la realidad. Familia, trabajo, trabajo, familia y seguramente algunas cuantas preocupaciones más.

No obstante, me pregunto sería tan bonita la escapada si nadie te esperara a la vuelta. Si Joha no estuviera en casa para: mamá plánchame esto que me voy de fiesta, que hay de comer, dame dinero, llego tarde voy a un concierto. Si Belén no me llamara por teléfono y me dijera, págame la matricula del master, necesito un libro, quiero un billete de avión para no sé donde…..mamá, mamá, mamá.