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Vetera corpora morbo afflicta Actas del XI Congreso Nacional de Paleopatología Malgosa A, Isidro A, Ibáñez-Gimeno P, Prats-Muñoz G (eds.) (2013) ISBN: 978-84-940187-5-6. p 711-736 INDICADORES PALEOPATOLÓGICOS EN EL POBLADO MINERO DE PEÑALOSA Trancho GJ 1 , Robledo B 1 , Martínez-Ávila MS 1 , Alarcón E 2 , Contreras F 2 1 Departamento de Zoología y Antropología Física, Universidad Complutense, 28040 Madrid 2 Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad de Granada, 18071 Granada Correspondencia a: [email protected] RESUMEN. Los restos antropológicos analizados proceden del yacimiento de Peñalosa situado en las estribaciones de Sierra Morena, en el municipio de Baños de la Encina (Jaén). Originado en la Edad del Bronce (datación C 14 c. 3350 BP), presenta dos fases de construcción hasta completar las tres terrazas y la fortificación que lo conforman. Situado sobre un espolón de pizarra, presenta una matriz sedimentaria con elementos minerales de reducido tamaño que, en muchos casos, aparecen en el interior de los restos humanos alterados por procesos de humedad, erosión y aridez. Hasta la fecha, Peñalosa es el poblado más septentrional de la Cultura del Argar. La actividad económica que desarrollaron sus habitantes parece centrarse en la obtención y manufactura del cobre; de ahí que se le considere un modelo de poblado minero para dicha época. 711

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Vetera corpora morbo afflicta

Actas del XI Congreso Nacional de Paleopatología Malgosa A, Isidro A, Ibáñez-Gimeno P, Prats-Muñoz G (eds.) (2013)

ISBN: 978-84-940187-5-6. p 711-736

INDICADORES PALEOPATOLÓGICOS EN EL POBLADO MINERO DE PEÑALOSA

Trancho GJ1, Robledo B1, Martínez-Ávila MS1, Alarcón E2, Contreras F2

1 Departamento de Zoología y Antropología Física, Universidad

Complutense, 28040 Madrid

2 Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad de

Granada, 18071 Granada

Correspondencia a: [email protected]

RESUMEN. Los restos antropológicos analizados proceden del yacimiento de Peñalosa situado en las estribaciones de Sierra Morena, en el municipio de Baños de la Encina (Jaén). Originado en la Edad del Bronce (datación C14 c. 3350 BP), presenta dos fases de construcción hasta completar las tres terrazas y la fortificación que lo conforman. Situado sobre un espolón de pizarra, presenta una matriz sedimentaria con elementos minerales de reducido tamaño que, en muchos casos, aparecen en el interior de los restos humanos alterados por procesos de humedad, erosión y aridez. Hasta la fecha, Peñalosa es el poblado más septentrional de la Cultura del Argar. La actividad económica que desarrollaron sus habitantes parece centrarse en la obtención y manufactura del cobre; de ahí que se le considere un modelo de poblado minero para dicha época.

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La actividad arqueológica continúa en la actualidad, pero hasta el presente se han identificado un NMI de 37 personas, de las que el 32% son menores de doce años. Los huesos largos y piezas dentarias son las estructuras mejor preservadas. Su mal estado de preservación es consecuencia de efectos tafonómicos provocados por la composición química del suelo y, sobre todo, porque el yacimiento queda parcialmente cubierto por el agua del pantano del Río Rumblar, sometido así a fases humedad-sequía en función del nivel hídrico. En Peñalosa se han detectado indicadores patológicos asociados a enfermedades degenerativas articulares, metabólicas, traumáticas, orales y entesopáticas. El 57% de los individuos presenta algún tipo de lesión.

PALABRAS CLAVE: Edad del Bronce, paleopatología, Argar, artropatías, caries, traumatismos

ABSTRACT. The studied bone remains were discovered in Peñalosa, in Baños de la Encina, Jaén, at the feet of Sierra Morena Range. Peñalosa was originated in Bronze Age (c. 3350 BP), and presents two phases of construction to complete the three terraces and fortifications that comforms it. Located on a spur of slate, the deposits have a matrix with many small-sized fragments of this geological material that, in many cases, appear inside the human remains altered by moisturing, erosion and aridity processes. To date, Peñalosa is the northernmost town of Argar Culture. Since its main economic activity was focussed on the production and manufacture of copper, Peñalosa is considered a model of mining town for Bronze Age. A MNI of 37 people has been identified, 32% of which are under twelve. Long bones and teeth are the best preserved bone structures. Their bad preservation state result from taphonomic processes caused by the chemical composition of soil and from the dam waters covering partially the site, with alternating wet-dry phases depending on water level. Pathological indicators has been detected in Peñalosa bone remains, associated to degenerative joint, metabolic, traumatic, oral and enthesopathies diseases. 57% of individuals have some kind of damage.

KEYWORDS: Bronze Age, paleopathology, Argar, osteoarthritis, caries, traumatic diseases

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INTRODUCCIÓN

En Peñalosa se realizaron distintas campañas de excavación a lo largo de la última década del siglo XX y primera del XXI (Contreras et al., 1993, 1995, 2002), en las que tras una primera fase centrada en el análisis planimétrico y topográfico se abordó el estudio de la última fase de ocupación del poblado, desde el 1500 - 1300 a.C. hasta el abandono repentino del mismo. Las actuaciones han prestado especial atención a la recuperación de datos microespaciales de los elementos arqueológicos, excavando siempre conjuntos estructurales cerrados. La ladera septentrional del yacimiento, en la que se han centrado especialmente los trabajos de excavación, fue dividida en cuatro zonas en base a la existencia de diferentes terrazas naturales que correspondían también a la articulación de las terrazas artificiales (más numerosas) que constituían las viviendas argáricas. El poblado, caracterizado por sus pronunciadas pendientes, está rodeado por un valle cubierto parcialmente por las aguas del embalse del Rumblar. En la actualidad, Peñalosa es el poblado minero más septentrional de la Cultura del Argar.

El excelente estado de conservación del registro arqueológico permitió la documentación de la fase de abandono del poblado a nivel de estructuras, artefactos y ecofactos, proporcionando un panorama muy preciso de la cultura material utilizada y producida por sus habitantes. A nivel descriptivo se distinguió entre unidades estratigráficas construidas, estructuras, complejos estructurales y unidades de habitación. Las dos últimas pretenden aproximarse a la definición de habitaciones y viviendas (Contreras et al., 1995). Es en el interior de las viviendas donde se han recuperado los enterramientos sobre los que centramos nuestro análisis científico. A mediados de los años 90 realizamos un primer estudio antropológico sobre los veintitrés individuos recuperados en Peñalosa entre 1986 y 1993 (Robledo et al., 1994; Contreras et al., 1995; 2000). El material esquelético se encontraba en muy mal estado de conservación. En general, los huesos largos y las piezas dentarias eran las estructuras anatómicas mejor preservadas. Su pésimo estado era consecuencia, al menos en parte, del efecto tafonómico provocado por la composición química y la acidez del suelo. A ambos factores diagenéticos había que añadir que la superficie del yacimiento queda en parte cubierta por el agua del

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pantano construido durante el siglo pasado, con fases humedad-sequía que afectan en mayor o menor grado dependiendo del nivel hídrico anual disponible.

Desde entonces, la actividad arqueológica desarrollada en este siglo (Contreras et al., 2002; 2005) ha permitido documentar la presencia de nuevos enterramientos que son el motivo esencial del presente trabajo. El estudio del poblado de Peñalosa continúa siendo fructífero; en los últimos años se han realizado investigaciones específicas atendiendo a la asociación entre tecnología, tipología o funcionalidad de los elementos cerámicos y la metalurgia (Cortés, 2007), geología, clima y vegetación (Jaramillo, 2004), paleodieta (Trancho et al., 2009), origen de materias primas e isótopos de plomo (Arboledas et al., 2006), materiales de construcción (Rivera, 2007) o Arqueología de Género, actividad cotidiana y cuidados sociales (Alarcón, 2006, 2007) entre otras cuestiones. Afortunadamente, el interés de los historiadores por reconstruir la forma de vida de la población argárica de esta región y la recuperación de nuevos restos culturales, humanos y de fauna, permite plantear el análisis de aspectos biosociales, atendiendo a la capacidad de adaptación al entorno y evaluar, mediante procedimientos bioantropológicos y paleopatológicos, el patrón adaptativo de la población del Bronce que ocupó el yacimiento.

El presente estudio se centró en el análisis de las características antropológicas de los restos humanos exhumados durante las últimas campañas, especialmente la del 2005. La información biológica viene a complementar así a la obtenida previamente en los restos humanos recuperados durante las primeras intervenciones arqueológicas (Robledo et al., 1994; Contreras et al., 1995, 2000). El análisis comenzó con la identificación anatómica de cada fragmento óseo recuperado. Esta actividad permite determinar con exactitud el número mínimo de individuos (NMI) presentes en la muestra, con el fin de proceder a su determinación sexual, estimación de edad aparente de muerte y, en función de su estado de preservación, la obtención de variables continuas y discretas del esqueleto craneal y apendicular. De forma similar, deseábamos evaluar la existencia de indicadores de actividad física y/o la presencia de marcadores paleopatológicos que permitiesen estimar el grado de adaptación al medio.

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MATERIAL Y MÉTODOS

El material esquelético se encuentra en pésimo estado de conservación. La información morfológica fue registrada para cada una de las tumbas o unidades de enterramiento de forma individualizada atendiendo a la presencia de cada uno de los restos orgánicos recuperados, identificando las estructuras anatómicas o fragmentos de las mismas y en los casos que fue posible, determinando edad, sexo, patologías, caracteres cualitativos, dimorfismo, entesopatías, etc. Para ello se utilizaron las técnicas antropológicas habituales (Olivier, 1960; Bass, 1971; Ferembach et al., 1979; Lovejoy et al., 1985; Ortner et al., 1985; Suchey et al., 1988 y Ubelaker, 1989) (ver Robledo, 1998).

La información bioantropológica de los restos óseos analizados en el laboratorio de la UCM se informatizó anteponiendo el código BE (Baños de la Encina) al número de tumba. A la descripción anatómica se incorporaron imágenes fotográficas de las piezas osteológicas y dentarias que presentaban alteraciones con algún interés. Posteriormente se procedió a realizar su análisis mediante Photoshop CS5 y se almacenaron en la base de datos del Departamento de Zoología y Antropología Física.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

(a) Caracterización bioantropológica

Los restos humanos detectados en la intervención arqueológica del 2005 pertenecen a un número mínimo de catorce personas (Tabla 1) distribuidos en tan solo diez tumbas, ya que la tumba 20 contiene, exclusivamente, restos de fauna. Siete de los enterramientos son individuales, dos presentan restos de dos individuos y uno de ellos tiene tres esqueletos. Las tumbas dobles hacen referencia bien a enterramientos de individuos infantiles con un adulto (Tumba 21), bien de varón y mujer (Tumba 18). El depósito triple corresponde a dos varones adultos y un infantil menor de seis años (Tumba 25).

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La Tabla 1 expresa la distribución de la muestra por sexo y edad. El 50% de los individuos identificados son subadultos, de ellos el 43% menores de seis años. El resto se divide en dos grupos de edad, adultos (29%) y maduros (21%). El elevado número de muertes de infantiles confirma la apreciación expresada en el estudio realizado en 1994 (Robledo et al., 1994) sobre los restos esqueléticos recuperados hasta aquel momento: se evidencia una elevada mortalidad durante la infancia que puede reflejar las difíciles condiciones de vida en el poblado de Peñalosa.

La distribución sexual es 1:1 si bien debe indicarse que el 43% de la muestra analizada aparece clasificada como de sexo indeterminado dado que el grado de preservación es malo, la mayor parte de los esqueletos corresponde a infantiles I, menores de seis años, o siendo de adulto, tan sólo se identifica un segundo cuneiforme del pie izquierdo que no permite una asignación sexual segura.

(a.1) Indicadores de presión ambiental

Los prevalencia de los indicadores paleopatológicos analizados en este trabajo aparece en la Tabla 2. En este apartado se incluye una selección de imágenes fotográficas que ilustran aspectos específicos de la muestra de la población de Peñalosa. Los párrafos siguientes tan sólo pretenden resaltar aquellas lesiones que consideramos más relevantes por su frecuencia y/o severidad. En cualquier caso, es importante recordar que los análisis paleopatológicos reflejan siempre una subestima del número de lesiones, ya que la observación e identificación de huellas de enfermedad en el hueso está condicionada en parte por el estado de preservación del material esquelético.

Nueve de los catorce individuos identificados presentan algún tipo de lesión patológica, es decir, el 64.3% de la muestra sufre enfermedades que dejan huella en el esqueleto. La afección más frecuente corresponde a la enfermedad degenerativa articular (EDA), aquella que en la Tabla 2 aparece bajo el epígrafe de E. D. Articular (Fig. 1). El 43% de los individuos recuperados tiene este tipo de lesión. La región anatómica más afectada es la columna, ya que los seis individuos que presentan la enfermedad tienen comprometidas sus vértebras, en especial la región cervical y lumbar, lesiones que suelen desarrollarse a partir de la edad adulta como consecuencia de una sobrecarga funcional. La mitad de los

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afectados (3/6) también presentan alterada la articulación del hombro y la cadera. Con una frecuencia menor (2/6) la afección se localiza en la articulación temporomandibular (ATM), codo, muñeca, mano, pie y tobillo. La edad es un factor sistémico añadido incrementando la probabilidad de padecer algún tipo de enfermedad articular. Por tanto, es lógico que los individuos de edad más avanzada presenten mayor número de lesiones en distintas zonas anatómicas, por ejemplo, los dos individuos maduros de la tumba 18 tienen signos patológicos en seis zonas articulares, al igual que la mujer de la tumba 24.

Figura 1. Axis con signos de enfermedad degenerativa articular y osteoporosis. Individuo Masculino

18.1.

Destacaremos aquí la presencia de osteofitos marginales de grado Sager I y II en las vértebras lumbares de la mujer 18.0; Sager II en las tres últimas lumbares de la 24; Sager I en el varón 25.0 y Sager II-III en las cervicales del varón 27. La frecuencia y localización anatómica de estas lesiones induce a pensar en una fuerte actividad física y en el transporte habitual de objetos pesados sobre los hombros y, en algunos casos, probablemente apoyados sobre la cabeza.

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Se han observado cinco individuos con lesiones traumáticas, todas ellas consolidadas. La persona más afectada es la mujer 18.0, con aplastamiento secundario de varios cuerpos vertebrales debido a su osteoporosis, fractura cicatrizada en un fragmento de la parrilla costal y marcado engrosamiento en la epífisis proximal de una falange distal de mano, lesión compatible con una fractura en dicha zona articular. También aparece una fractura en el segundo metacarpiano del varón 18.1 y en la falange medial del pie izquierdo de la mujer 24; lesiones todas ellas que en ningún caso comprometieron la supervivencia de las personas.

Mayor importancia presentan los traumatismos craneales del varón adulto de la tumba 27 y de la joven, de menos de 18 años, depositada en la sepultura 28. El primero tuvo una lesión que afectó a la parte posterior del parietal derecho, muy cerca de la sutura lambdática (Fig. 2). Su contorno cicatrizado tiene forma parabólica, casi circular, con unas dimensiones de 20 x 23 x 1 mm de profundidad. El impacto produjo el hundimiento de la tabla externa, pero no existen evidencias de otros signos patológicos que hagan pensar en el desarrollo de graves complicaciones postraumáticas. El varón sobrevivió al impacto producido por un elemento contundente y tras su cicatrización, probablemente desplegó una actividad física normal.

Figura 2. Traumatismo craneal cicatrizado. Individuo

Masculino 27.

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La joven de la tumba 28 tuvo una fractura del peñasco del temporal (Fig. 3). Este tipo de lesiones aparece en pacientes con antecedentes de traumatismo craneoencefálico (TCE) de severidad variable, pero son especialmente comunes en los casos de gravedad moderada e intensa. El origen etiológico de la lesión en Peñalosa es desconocido, pero las causas más probables, dado su edad y sexo, es que se produjese como consecuencia de una caída, quizá por precipitación desde una cierta altura. También podría haberse generado mediante una agresión física que afectase a la región del temporal, junto al oído. Creemos más probable la primera hipótesis porque esta joven presenta también una subluxación de la cadera derecha, con aplastamiento de la cabeza femoral, lesión que modificó de forma importante su locomoción y que podría haberse generado al mismo tiempo que el trauma craneal. Estadísticas recientes (Ramírez et al., 2006) señalan que las fracturas longitudinales del peñasco son mucho más numerosas que las transversales; alcanzan una frecuencia del 70-90% del total y se producen cuando el impacto afecta a la escama del temporal. Las fracturas transversales representan sólo el 10-30% de los casos y se originan por impacto sobre el occipital. De aquí se deduce que probablemente el traumatismo debió afectar especialmente al lado derecho del cuerpo y la fractura del peñasco quizá se produjo por un impacto lateral sobre el temporal. Las secuelas tras la lesión son variables, en función de la severidad del traumatismo, pero generalmente suelen implicar la presencia de otorragia, acúfenos, hipoacusia, vértigo, neuralgia postraumática, disfunciones del oído interno (otalgia por afectación de la ATM), vómitos repetidos, alteraciones de la visión, e incluso parálisis facial.

Tres individuos, la mujer 18,0, el varón 18,1 y la mujer de la tumba 24, presentan periostitis tibial cicatrizada de naturaleza estriada (Tabla 2). Este tipo de lesiones se inicia como respuesta vascular inflamatoria del periostio ante contusiones traumáticas, enfermedades infecciosas, deficiencias nutricionales y trastornos hemodinámicos. La lesión evoluciona para finalmente generar la formación de nuevo tejido óseo e incrementar el espesor cortical de la zona dañada (Platzer, 1991). La tibia es uno de los huesos más afectados por periostitis debido a la escasa protección que ofrece el tejido muscular, especialmente en la cara interna, al estar más expuesta a traumas directos y localizarse en una zona anatómica en

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donde es más frecuente el éxtasis venoso (Trancho et al., 1995). En Peñalosa no puede confirmarse la etiología de las lesiones detectadas en los tres individuos mencionados, pero dado que no se manifiesta ninguna patología infecciosa local, ni generalizada, el diagnóstico más probable es que su origen sea simplemente traumático, pequeños golpes vinculados a la actividad cotidiana que seguramente no implicaron para el individuo ninguna limitación funcional relevante.

Figura 3. Fractura del peñasco del temporal derecho. Individuo

Femenino 28 (Escala 1 cm).

Más interesante es que la mujer 18,0 presente signos inequívocos de sufrir osteoporosis. La disminución de la altura de los cuerpos vertebrales, la presencia de vértebras en cuña (Fig. 4), la menor densidad del tejido óseo de la columna y la existencia de algunas fracturas leves son síntomas que inducen a pensar que sufría dicha osteopatía metabólica postmenopáusica. Los aplastamientos vertebrales son muy dolorosos y a esas edades suelen aparecer de forma brusca, motivados por pequeños traumatismos o ante la realización de esfuerzos físicos de distinta intensidad, agacharse y levantar algún objeto pesado, etc. El aplastamiento progresivo de la columna da lugar a una disminución de la estatura del paciente. Se calcula una pérdida aproximada de un centímetro por cada vértebra

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afectada. Se pueden llegar a perder de 10 a 15 centímetros con respecto a la altura inicial, cuando el individuo era un adulto joven. La pérdida de altura de la columna lumbar hace que las costillas se aproximen a la cintura pelviana, llegando ocasionalmente a contactar con ella, provocando molestias y/o dificultades respiratorias. Dado que el aplastamiento suele producirse en la parte anterior el cuerpo vertebral, la persona tiende a curvarse hacia adelante, apareciendo con frecuencia una joroba o cifosis, característica en muchas las personas de edad avanzada.

Figura 4. Aplastamiento del cuerpo vertebral. Vértebra en cuña. Individuo Femenino 18 (Escala 1 cm).

Esta mujer no era una anciana mayor de sesenta años, pero se trata de un individuo de edad madura que manifestaba algunos de los síntomas más graves de la enfermedad. La disminución de la densidad del tejido esquelético comienza a producirse a partir de los 40 años, perdiéndose anualmente un 0,5% de masa ósea. Esta cifra pasa a ser del 2 al 3% de déficit anual tras la menopausia (Lowenstam et al., 1989; Rizzoli, 2007). La presencia de tres vértebras torácicas afectadas, dos con aplastamiento de tipo medio y una muy severo, con aplastamiento en forma de cuña (Fig. 4), junto a tres vértebras lumbares, una de ellas también con aspecto

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de cuña, permite asegurar que con dicha edad su columna ya se curvaba parcialmente hacia adelante.

De igual forma, la debilidad trabecular de la columna facilitó la aparición de alteraciones como los nódulos de Schmörl, lesiones que reflejan la presencia de hernias discales que afectaron a la cara superior o inferior de algunos cuerpos vertebrales. Esta mujer tiene nódulos de grandes dimensiones en vértebras dorsales y lumbares, lo que implica que dichos segmentos de la columna se sometieron a una compresión intensa y gradual, que no lesionó las fibras periféricas del anillo fibroso, sino que provocó la fractura de los platillos, con la consiguiente hernia del núcleo pulposo del disco hacia el interior del cuerpo vertebral (Fig. 5).

Figura 5. Vértebra con presencia de osteofitos marginales, aplastamiento del cuerpo y nódulo de Schmörl. Individuo

Femenino 18 (Escala 1 cm).

La deducción lógica es que la mujer 18.0 sufría no sólo de una enfermedad degenerativa articular que le provocó la aparición de osteofitos en algunos puntos de su esqueleto axial, tenía un severo deterioro de la columna, especialmente a nivel de la zona torácica y

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lumbar, consecuencia de la marcada actividad física y la pérdida de masa ósea provocada por la osteoporosis. De manera similar, la columna de la mujer 24 también manifiesta aplastamiento en tres vértebras lumbares, pero no presenta nódulos de Schmörl en ninguna de ellas, ni en las cinco dorsales conservadas. La interpretación que consideramos más probable es que se trata de las primeras fases de la enfermedad y por esa razón los síntomas son más leves.

Se ha detectado cribra orbitalia en cuatro individuos (Tabla 2), se trata de tres mujeres (23, 24 y 28) y un varón (27) abarcando todos los intervalos de edad, desde Infantil I a Maduro. En todos los casos la manifestación es leve, de tipo porótico y cicatrizada en el momento del fallecimiento. Morfológicamente las lesiones son de tipo osteoporótico-hiperostósico ya que se caracterizan por la perforación de la tabla ósea cortical del techo de las órbitas con expansión del diploe (Stuart-Macadam, 1989) (Fig. 6). Tradicionalmente se ha considerado que la cribra es un buen indicador del estado de salud y malnutrición de poblaciones antiguas (Goodman et al., 1988) y que se encuentra relacionada, junto a la hiperostósis porótica craneal, con deficiencias férricas de origen genético o ambiental (Cybulski 1977; Walker et al., 1989). Otros autores consideran que la importancia de la dieta es reducida y dan mayor protagonismo al efecto de las enfermedades infectocontagiosas y parasitarias (Trancho et al., 1991; Stuart-Macadam, 1992). El análisis paleoquímico realizado en esta población parece apoyar dicha tesis, ya que, tres de los individuos que manifiestan la lesión orbitaria fueron analizados mediante elementos traza y aparentemente no presentan malnutrición alimenticia, sino que tienen ingestas significativas de proteínas animales y vegetales (Trancho et al., 2009). En Peñalosa, la etiología más probable sería la trasmisión de enfermedades infectocontagiosas responsables de la aparición de episodios de enterocolitis o parasitosis; especialmente durante la infancia, o al efectuarse el destete y disminuir la protección inmunitaria que aporta la leche materna, momento en el que comienza la incorporación de nuevos nutrientes que con frecuencia pueden estar contaminados por agentes patógenos.

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Figura 6. Cribra orbitalia de tipo porótico. Individuo Femenino 24.

Por último, hacer referencia a la presencia de indicadores paleopatológicos de salud oral (Trancho et al., 2002). El mal estado de preservación y el pequeño tamaño muestral ha limitado el análisis a la incidencia de caries, pérdidas antemortem, paradontolisis, sarro e hipoplasia del esmalte dental (Tabla 2).

La prevalencia de caries está relacionada con la edad ya que se trata de una enfermedad crónica y progresiva, que provoca la desmineralización de la corona dental, comenzando por el esmalte hasta alcanzar la cavidad pulpar tras atravesar la capa de dentina. Nueve de los catorce individuos identificados en Peñalosa (64.3%) conservan algún tipo de pieza dental, aunque la representatividad de la muestra está condicionada porque cinco de ellos son subadultos, tienen dentición decidual y no han completado la formación de los dientes definitivos. Además, tan sólo se han identificado las raíces de los individuos parcialmente cremados de la tumba 18, dos piezas dentales de la mujer 24, diecinueve del varón 27 y treinta y dos de la joven de la sepultura 28. En total, cincuenta y tres piezas dentales definitivas erupcionadas en las que se puede analizar la corona. La corta edad de los infantiles y el reducido número de los adultos, tan sólo permite afirmar que cuatro

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individuos (Tabla 2) tienen lesiones cariogénicas (18.1, 19, 27 y 28). De todos ellos el de mayor afectación es el infantil de la tumba 19 con lesiones de esmalte, dentina y pulpar que afectan de manera especial a los cuellos de varias piezas deciduales (Fig. 7).

Figura 7. Caries de cuello en molares deciduales. Individuo

Alofiso 19 (Escala 1 cm).

La presencia de caries de cuello sugiere una dieta rica en proteínas animales, hipótesis que pudo confirmarse químicamente a través del análisis de elementos traza efectuado en el análisis de paleodieta.

En Peñalosa las pérdidas antemortem están poco representadas, se detectan sólo en dos individuos de esta muestra; sin que pueda afirmarse con total seguridad la razón etiológica de las mismas. De los tres posibles agentes causales: caries, destrucción del soporte óseo por paradontolisis (piorrea) y traumatismos, consideramos más probable que en el caso del varón 18.1 la lesión esté relacionada con factores cariogénicos que alcanzaron la cavidad pulpar provocando la pérdida de las piezas dentales. La presencia de abscesos parcialmente remodelados en posiciones posteriores de la arcada de este individuo apoyan esta hipótesis puesto que los traumatismos afectan más a los dientes anteriores. Sin embargo, la mujer 24 probablemente sufría de paradontolisis ya que sus ausencias dentales son generalizadas.

La destrucción del soporte óseo por paradontolisis también aparece en los individuos de las tumbas 27 y 28, pero en este caso las piezas

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dentales aún se encuentran asociadas a los alveolos. En el vivo este término clínico se relaciona con la inflamación y sangrado de las encías, fase activa inicial de la enfermedad, que progresará, a lo largo de un período de tiempo más o menos prolongado, mediante la destrucción de los tejidos que dan soporte al diente hasta la pérdida del mismo. El factor causal de la enfermedad no se conoce con seguridad; puede tener una etiología de naturaleza bacteriana, química o mecánica. Sin embargo, la aparición de depósitos de sarro en las bolsas gingivales parece ser un factor coadyuvante en la manifestación, mantenimiento y progreso de los primeros síntomas de la enfermedad. En los restos esqueletizados la patología se suele identificar debido a la modificación morfológica del reborde alveolar, que en lugar de exhibir una superficie lisa y homogénea, muestra remodelación, porosidad y/o osteítis, acompañadas, en las fases más avanzadas, de una reducción de la altura alveolar, que cada vez permite distinguir más superficie de la raíz dental al alejarse de la línea amelocementaria (Fig. 8). Al tratarse de una enfermedad crónica, la pérdida paulatina del soporte óseo va aumentando, hasta que llega un momento en el que los ligamentos periodontales son incapaces de unir el alveolo con el cemento de la raíz y se produce la caída de la pieza dental. En Peñalosa la severidad de la lesión supera claramente los 3 mm de pérdida alveolar en ambos casos.

Figura 8. Pérdida de soporte óseo por paradontolisis. Individuo Femenino 28.

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Los dos individuos que tienen paradontolisis (27 y 28) también presentan sarro (tártaro o cálculo) dental. El sarro es una acumulación calcárea que se origina como consecuencia del depósito de sustancias minerales que contiene la comida, bebida, saliva, células y bacterias que colonizan la cavidad oral. Dada su composición posee una parte orgánica y otra inorgánica en la que predominan el calcio y fósforo. Por su disposición en el diente pueden distinguirse dos tipos: supragingival e infragingival, el primero tiene un color amarillento, mientras que el segundo suele tener un tono algo más oscuro, casi marrón. Su presencia en la corona permite analizar en ocasiones la tipología de los fitolitos, cristales de sílice formados por la célula vegetal, e identificar algunos taxones de plantas que entraron en contacto con la cavidad oral, ya fuese por razones alimenticias, terapéuticas o durante la fabricación de textiles y cestería.

La estimación semicuantitativa del sarro en el laboratorio es en todos los casos una subestima dado que suele desprenderse de la superficie del diente por razones tafonómicas. En Peñalosa aparece en un porcentaje de casos muy reducido ya que afecta tan sólo al 22% (2/9) de los individuos que conservan piezas dentarias. Sin embargo, esta tasa está condicionada por dos factores: la edad, la mitad de los restos pertenece a subadultos menores de seis años en los que sólo han erupcionado las piezas deciduales y el reducido número de dientes definitivos conservados, cincuenta y tres. La presencia de paradontolisis superior a 3 mm y la existencia de sarro podrían estar asociadas a pautas de conducta en las que impera una escasa higiene bucal.

Por último, la investigación paleoantropológica evaluó la prevalencia de hipoplasia del esmalte dental (HED). La lesión afecta a la corona del diente en el momento de su formación ya que se manifiesta como una reducción en el espesor del depósito de esmalte durante el proceso de amelogénesis (Fig. 9). Este marcador paleopatológico permite obtener información sobre el estado de salud a lo largo de la infancia, al menos durante las etapas de la vida en las que se forman las distintas coronas dentarias, es decir, desde antes del nacimiento hasta los dieciséis años aproximadamente.

Varias son las causas que parecen provocar las alteraciones del esmalte dental que conocemos como hipoplasia (Goodman et al.,

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1991); de todas ellas, deben destacarse tres, malformaciones hereditarias, traumas locales y períodos de estrés metabólico. Las anomalías hereditarias afectan por lo general a toda la superficie del diente y son muy severas; provocando la ausencia total del esmalte en gran parte de la corona. Los traumatismos locales, en ocasiones graves, suelen modificar la amelogénesis de la pieza implicada en el golpe, si bien, ocasionalmente, la alteración también puede extenderse a las piezas adyacentes. Los defectos producidos por estrés metabólico sistémico aparecen en dientes distintos y su localización refleja el momento en el que ocurrió la disrupción en la formación del esmalte.

Las dos primeras causas de hipoplasia son muy poco frecuentes en comparación con la prevalencia de la tercera. De ese modo, la HED se suele relacionar con períodos de alteración en el ritmo del crecimiento provocados por factores muy diversos, entre otros, deficiencias nutricionales tras el destete infantil (Corruccini et al., 1985), malnutriciones crónicas (Goodman et al., 1988), fiebres altas, etc. Esta es la razón por la que el análisis de la hipoplasia del esmalte es la elegida por numerosos autores como un potencial indicador de presión ambiental durante el desarrollo, ya que informaría sobre el momento concreto de la vida del individuo en el que se produce la disrupción (Sciulli 1992).

En 1984 Goodman y colaboradores fueron los primeros investigadores en relacionar la hipoplasia del esmalte dental con el momento del destete. Detectaron que existía una significativa correlación entre la edad de aparición de las lesiones y el momento del cambio de dieta alimenticia desde la leche materna a los productos sólidos. Hoy es fácil explicar que la HED no se origina exclusivamente por el destete, ya que de ser así, tan sólo se detectaría la presencia de un episodio a lo largo de la corona del diente, puesto que al individuo sólo se le desteta en una ocasión. Sin embargo, en todas las poblaciones son numerosos los casos en los que la misma pieza dental presenta dos o más líneas de hipoplasia (Fig. 9), lo que debe ser interpretado como exposiciones reiteradas a malas condiciones de vida durante la infancia.

Los resultados obtenidos en este estudio sugieren que la prevalencia de hipoplasia dental alcanzó valores elevados; seis de los nueve individuos (67%) que conservan piezas dentarias

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manifiestan la lesión. Dado el pequeño tamaño muestral analizado en este trabajo, puede afirmarse que los niveles obtenidos no difieren significativamente de la frecuencia detectada en el realizado sobre otra muestra de esta población a finales de los 90 (Robledo et al., 1994; Contreras et al., 1995) y que señalaban que el 56% de los individuos presentaba signos de HED. La elevada frecuencia observada (el 61% en el total de la población de Peñalosa) (11 casos con lesión de 18 individuos que conservan piezas dentarias) confirmaría que las condiciones de vida durante la infancia no fueron óptimas y podría explicar indirectamente la elevada frecuencia de muertes infantiles.

Figura 9. Presencia de varios episodios de hipoplasia del esmalte. Individuo Alofiso 21.

CONCLUSIONES

Nuestro estudio muestra que la población que habitó el poblado de Peñalosa no presentaba ninguna patología inesperada. Era previsible la existencia de hipoplasia dental y cribra orbitalia,

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conocidas ambas en otras series andaluzas de la Edad del Bronce, lo que indicaría que la población de Baños de la Encina estuvo sometida a duras situaciones de estrés durante la infancia. Muy común resultó ser la presencia de caries y parodontosis en individuos jóvenes o adultos, mientras que las alteraciones más graves del tejido óseo, en especial la enfermedad degenerativa articular (EDA) y la osteoporosis, afectaron a personas de edad más avanzada. Creemos que la EDA podría estar relacionada con fenómenos de actividad física prolongada en el tiempo y esta hipótesis, se basa en la edad madura de la mayoría de los individuos afectados y en la actividad minera que se desarrollaba en el poblado.

Agradecimientos

Este trabajo forma parte de un proyecto titulado Peñalosa: caracterización

bioantropológica, paleopatológica y paleonutricional de los habitantes de

un poblado minero de la Edad del Bronce en el Alto Guadalquivir financiado mediante el Art. 83 de la LOU (PR352/2008).

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