ÍndiceIntroducción...................................................................................................... 7

Primera parte: Libres.................................................................................... 11Capítulo 1: El camino hacia la libertad........................................................... 11

1. El conflicto entre fe y modernidad......................................................... 112. La libertad y la Iglesia............................................................................ 133. El desafío posmoderno............................................................................ 154. La fe como propuesta de libertad........................................................... 185. Libertad y vida religiosa......................................................................... 22

Capítulo 2: Recuperar la libertad: “atrévete a ser tú mismo”......................... 251. El miedo a la libertad.............................................................................. 252. Sólo el que se autoposee puede hacer la entrega de sí........................... 273. De “educar en libertad” a “educar la libertad”....................................... 31Cuestionario para la reflexión personal y comunitaria............................... 344. A la búsqueda de la libertad perdida....................................................... 345. Nuestra libertad está siempre condicionada........................................... 36

Capítulo 3: La libertad como autoposesión.................................................... 391. ¿Qué es la libertad?................................................................................. 392. Autoposeerse para realizarse................................................................... 413. Libertad y realización personal............................................................... 454. ¿Cómo se va transformando nuestra realidad personal?........................ 485. La vida es proyecto................................................................................. 526. El proyecto supone opciones en las que se compromete la vida............ 537. Algunas aplicaciones............................................................................... 54Cuestionario para la reflexión personal y comunitaria............................... 63

Segunda parte: Hacia la liberación............................................................ 65Capítulo 4: Sanar la libertad: la libertad psicológica...................................... 65

1. El autoconocimiento desde la estructura freudiana del yo..................... 66

Libertad, don y conquista:libres, liberados, liberadores - Juan Mari Mtz. de Ilarduia

2. Proceso de libertad del yo psicológico................................................... 693. El autoconocimiento a niveles psicológicos........................................... 734. Conocerse y trabajarse desde el eneagrama............................................ 775. La persona como realidad integrada....................................................... 80Cuestionario para la reflexión personal y comunitaria............................... 81

Capítulo 5: Comprometer la libertad: La libertad ética.................................. 831. Libertad ética y sentido........................................................................... 842. Experiencia ética y autotrascendencia.................................................... 853. La libertad como experiencia de incondicionalidad............................... 864. Importancia de este nivel........................................................................ 89Cuestionario para la reflexión personal y comunitaria............................... 91

Capítulo 6: Entregar la libertad: libertad de amor........................................... 931. El encuentro con el otro, destino de la libertad...................................... 932. El amor, acto supremo de libertad.................................................................. 953. De la libertad de autoposesión a la libertad de autodonación................ 954. Importancia de este nivel................................................................................. 98Cuestionario para la reflexión personal y comunitaria............................... 99

Capítulo 7: La libertad liberada por gracia: “libertad de los hijos de Dios”.. 1011. La libertad ante sus propios límites........................................................ 1022. La libertad sólo avanza y crece por autolimitación....................................... 1043. Qué elige la libertad cuando elige a Dios: la experiencia fundante....... 108Cuestionario para la reflexión personal y comunitaria............................... 114

Tercera parte: Liberadores................................................................................... 115Capítulo 8: Jesús el realizador de las promesas mesiánicas........................... 115

1. Jesús el hombre libre............................................................................... 1172. Jesús entregado al Padre y al reino........................................................ 1183. El reino es don y tarea............................................................................ 1214. La práctica liberadora de Jesús............................................................... 123

Conclusión......................................................................................................... 131

Bibliografía........................................................................................................ 133

RETIRO “Abrir los sentidos, según el Espíritu”- Marisol Soler, rscj... 135

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1. El miedo a la libertad

La libertad la experimentamos co-mo don y conquista. En cuanto don, esel misterioso regalo de la existenciamisma. En cuanto conquista, es la ar-dua tarea de cada día de tener que es-coger ser lo que uno quiera hacer de sí:de desplegar la libertad más allá de suspropios límites. No es, pues, la libertadun divertimento. Y no sólo por las ve-ces que nos toca plantar cara a todoaquel que pretenda someternos o utili-zarnos. Sino, sobre todo, porque la car-ga de responsabilidad que la libertadconlleva, produce vértigo: hacerse res-ponsable del propio destino, de lo quevaya a ser de mí.

Erich Fromm, en su obra El miedoa la libertad, nos recuerda lo arduo deesta vocación a ser libre, así como lapermanente tentación de huir de ella.

La libertad, por un lado, es la afir-mación del individuo en su ser único yen su autonomía para alcanzar su “li-bertad de ser”15. Según E. Fromm, laconciencia moderna de libertad em-

pezó con la libertad de, con la libera-ción de la “sumisión” a las institucio-nes que le cobijaban y que le daban se-guridad a cambio de doblegarse a ellas.Esta conquista de la libertad de, quepermite constituirse en individuo inde-pendiente, tiene un precio: tener quevivir en el desamparo, soportar la sole-dad, vivir a la intemperie de la duda yde la angustia que supone decidir poruno mismo su destino. Por eso es tanfácil volver a caer en nuevas formas desumisión y de dependencia.16 La per-sona liberada de los sistemas pro-tectores necesita desplegar su libertadpara, es decir, necesita ejercer positi-vamente la libertad para crecer en ella,si no quiere sucumbir a la tentación devolver a someterse al sistema paraencontrar su seguridad. Muchos prefie-ren asegurar la ración de ajos y cebo-llas que les garantiza la sumisión al sis-tema, antes que aventurarse en la trave-sía incierta de la libertad, camino de supropia realización. Hay personas a lasque “algún poder inconsciente de supsiquis las impulsa a sentirse inferio-res... a rehuir la autoafirmación, a nohacer lo que quisieran, y a someterse,

- Capítulo 2 -Recuperar la libertad: “atrévete a ser tú mismo”

15 M. LÉGAUT: Llegar a ser uno mismo, AIV. Valencia 1993, p. 144.16 Cf. E. FROMM: El miedo a la libertad, Paidos, Madrid 2000, p.113.

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en cambio, a las órdenes de esas fuer-zas exteriores, reales o imaginarias”.17

Las grandes instituciones, laicas o reli-giosas, la masa, el “botellón”, sonsiempre una tentación para estas perso-nas. Es el miedo a la libertad, a tomarla vida en las manos para hacerse res-ponsable de su propio destino. El mie-do a la libertad es el problema específi-co de la modernidad. Y encuentra mu-chos subterfugios para huir de ella.

Enfrentarse a la propia libertad esasumir la existencia como responsabi-lidad de tener que elegir por uno mis-mo. Como dice E. Fromm, una vez li-berados del sistema, “la soledad, elmiedo y el azoramiento quedan; la gen-te no puede seguir soportándolos. Nopuede sobrellevar la carga que le impo-ne la libertad de; debe tratar de rehuir-la si no logra progresar de la libertadnegativa a la positiva. Las principalesformas colectivas de evasión en nues-tra época están representadas por la su-misión a un líder, tal como ocurrió enlos países fascistas, y el conformismocompulsivo automático que prevaleceen nuestra democracia”.18

Las formas en que podemos dejar-nos asimilar por el sistema o por lamasa pueden ser muy sutiles. Solemosdar por hecho que la mayoría de no-

sotros somos individuos libres a la horade pensar, de sentir y de obrar. Peronuestras ideas, nuestros sentimientos ynuestras elecciones están mucho máscondicionados de lo que nos imagina-mos.

Dice E. Fromm: “La mayoría de lagente está convencida de que, mientrasno se la obligue a algo mediante lafuerza externa, sus decisiones le perte-necen, y que si alguien quiere algo, esél quien lo quiere. Pero se trata de unade las grandes ilusiones que tenemosacerca de nosotros. Gran número denuestras decisiones no son realmentenuestras, sino que nos han sido sugeri-das desde fuera; hemos logrado persua-dirnos a nosotros mismos de que ellasson obra nuestra, mientras que, en rea-lidad, nos hemos limitado a ajustarnosa la experiencia de los demás, impulsa-dos por el miedo al aislamiento y porlas amenazas más directas contra nues-tra vida, libertad y convivencia”.19

El proyecto de vida cristiana supo-ne un alto nivel de libertad. La fe supo-ne jugárselo todo a una carta en un actode confianza personal en Dios. Suponetomar distancias de todo otro sistema.Pablo advertía a los gálatas, tentadosde volver al sistema de seguridad de laantigua ley: “Para ser libres nos liberó

17 Ibid. p. 146.18 Ibid. p.140.19 Ibid. p.195.

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Cristo. Manteneos, pues, firmes y noos dejéis oprimir nuevamente bajo elyugo de la esclavitud. Soy yo, Pablo,quien os lo dice: Si os dejáis circunci-dar, Cristo no os aprovechará de nada”(Ga 5, 1-2). Como veremos, libertadsignifica elegir, optar, disponer de sípara decidir sobre el propio destino.

2. Sólo el que se autoposee puedehacer la entrega de sí

La vocación creyente en general, yla vida religiosa como forma particular,consisten en entregarse del todo a Diosen libertad liberada: “Tomad, Señor, yrecibid toda mi libertad...” (Ignacio deLoyola).

Ahora bien, una entrega de sí tanradical sólo la puede hacer el que esdueño de sí, el que ha asumido hacerseresponsable de la propia existencia.Nadie puede hacer la entrega de algoque no lo posee como propio: “Nadieme quita la vida. Yo la entrego libre-mente” (Jn 10,18).

La vocación cristiana es pertenen-cia a Dios. Es relación de alianza enmutua entrega de libertad: “Habitaréisla tierra (de libertad) que yo di a vues-tros padres. Vosotros seréis mi puebloy yo seré vuestro Dios” (Ez 36, 28;Jer 31,31). Cuando la entrega personales sustituida por códigos morales, la

religión se pervierte. Dios es sustituidopor la mediación. Pero religión es re-ligación personal y directa con Dios.Las mediaciones están para reforzar yencauzar esta relación, no para susti-tuirla.

A muchos de nosotros nos ha toca-do vivir la fe y la vida religiosa en elmarco del modelo de observancia, muymarcado por códigos morales reglados,configurando una relación con Dios enclave de cumplimiento o de incumpli-miento de la ley. Todo ello ha favoreci-do muy poco la educación de la liber-tad como entrega personal. Y ha limi-tado mucho nuestra creatividad quenace de la generosidad. Pero lo quefunda la fe no es ni la disciplina, ni lasobligaciones morales, ni los compro-misos éticos o sociales. Para eso nohace falta religión, basta la razón. Lodemuestra Kant. La fe, la religión, esesencialmente relación con el Tú deDios al que me vinculo en entrega con-fiada de obediencia de amor. Y eso sedecide en la libertad. El decálogo noaportaría nada nuevo si no fuera por laprimera afirmación: “Yo, Yahvéh, soytu Dios, que te he sacado del país deEgipto, de la casa de la servidumbre.No habrá para ti otros dioses delante demí” (Ex 20,2). Como dirá J. Garrido,“La vida cristiana no es ni oración niacción ni pasión, sino obediencia deamor”.20

20 JAVIER GARRIDO: Proceso humano y gracia de Dios, Sal Terrae, Santander 1996, p. 312.

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Érase una vez un granjero que, mientras caminaba por el bosque, en-contró un aguilucho malherido. Se lo llevó a su casa, lo curó y lo introdujoen su corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida que los pollosy a comportarse como ellos. Un día, un naturalista que pasaba por allí lepreguntó al granjero:

- ¿Por qué ese águila, el rey de todas las aves, permanece encerrado enel corral con los pollos?

El granjero contestó:- Me lo encontré malherido en el bosque, y como le he dado la misma

comida que a los pollos y le he enseñado a ser como un pollo, no ha apren-dido a volar. Se comporta como los pollos y, por tanto, ya no es un águila.

Ajustarse a sistemas objetivos deconducta o a ritos puede encerrar unatrampa mortal: pensar que con ello te-nemos derechos adquiridos sobre Dios.Y lo que es peor, no entregar la liber-tad, no decidir la pertenencia ni la con-sagración a Dios, sino marcarle distan-cias para defendernos de su amor. Es laperversión de la religión que Jesúsechó en cara a los maestros de la ley.Preferimos someternos al ídolo, aldios-amo que da órdenes, que arriesgarla liberad ante el Dios-amor. Pero la li-bertad, como veremos, nunca es sumi-sión sino entrega confiada.

Si no nos atrevemos a acoger y aponer en juego el don de la libertad queDios nos da, nunca podremos llegar aliberarnos de la servidumbre del temorpara pasar a “participar en la gloriosa li-bertad de los hijos de Dios” (Rm 8,21).

Los análisis de E. Fromm puedenser aplicados a la vida religiosa y, engeneral, a las formas de vida cristianaque hemos conocido. Nuestras institu-ciones pueden darnos mucha seguri-dad, pero pueden domesticarnos, apro-piándose de nuestra libertad. Sólo unaexistencia vivida al filo de una libertadpersonal que trasciende todo sistemade seguridad institucional o moral yque carga con la soledad de tener quedecidir por sí mismo, puede hacer laentrega de sí. Sólo el que asume sucondición de libre, el que tiene fe en símismo, puede arriesgar su propia vidaen búsqueda de su propio destino.

No me resisto a traer un cuento querefleja este drama de la libertad ame-drentada.

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El naturalista dijo:- Me parece un gesto muy hermoso por tu parte el haberlo recogido y cu-

rado. Además, le has dado la oportunidad de sobrevivir y le has proporciona-do la compañía y el calor de los pollos de su corral. Sin embargo, tiene cora-zón de águila, y con toda seguridad se le puede enseñar a volar. ¿Qué te pare-ce si le ponemos en situación de hacerlo?

- No entiendo lo que me dices. Si hubiera querido volar, lo habría hecho.Yo no se lo he impedido.

- Es verdad, tú no se lo has impedido; pero, como tú muy bien decías an-tes, como le enseñaste a comportarse como los pollos, por eso no vuela. ¿Ysi le enseñáramos a volar como las águilas?

- ¿Por qué insistes tanto? Mira, se comporta como los pollos, y ya no esun águila. ¡Qué le vamos a hacer...! Hay cosas que no se pueden cambiar.

- Es verdad que en estos últimos meses se está comportando como los po-llos. Pero tengo la impresión de que te fijas demasiado en sus dificultadespara volar. ¿Qué te parece si nos fijamos ahora en su corazón de águila y ensus posibilidades de volar?

- Tengo mis dudas, porque ¿qué es lo que cambia si, en lugar de pensaren las dificultades, pensamos en las posibilidades?

- Ésa me parece una buena pregunta. Si pensamos en las dificultades,es más probable que nos conformemos con su comportamiento actual.Pero ¿no crees que, si pensamos en sus posibilidades de volar, ello nosinvita a darle una oportunidad y a probar si esas posibilidades se hacenefectivas?

- Es posible.- ¿Qué te parece si probamos?- Probemos.

Animado, al día siguiente el naturalista sacó al aguilucho del corral, lotomó suavemente en sus brazos, lo llevó hasta una loma cercana y le dijo:

- Tu perteneces al cielo, no a la tierra. Abre tus alas y vuela. Puedes ha-cerlo.

Esas persuasivas palabras no convencieron al aguilucho. Estaba confu-so y, al ver desde la loma a los pollos comiendo, se fue dando saltos a reu-nirse con ellos. Creyó que había perdido la capacidad de volar y tuvomiedo.

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Sin desanimarse, al día siguiente el naturalista llevó al aguilucho al teja-do de la granja y le animó diciendo:

- Eres un águila. Abre tus alas y vuela. Puedes hacerlo.

El aguilucho tuvo miedo nuevamente de sí mismo y de todo cuanto lerodeaba. Nunca lo había contemplado desde aquella altura. Temblando,miró al naturalista y saltó una vez más hacia el corral.

Al día siguiente, muy temprano, el naturalista llevó al aguilucho una vezmás al tejado de la granja y le animó diciendo:

- Eres un águila, abre las alas y vuela.

El aguilucho miró fijamente a los ojos del naturalista. Éste, impresiona-do por aquella mirada, le dijo en voz baja y suavemente:

- No me sorprende que tengas miedo. Es normal que lo tengas. Pero yaverás que vale la pena intentarlo. Podrás recorrer distancias enormes, jugarcon el viento y conocer otros corazones de águila. Además, estos días pasa-dos, cuando saltabas, pudiste comprobar qué fuerza tienen tus alas.

El aguilucho miró alrededor, abajo hacia el corral, y arriba hacia elcielo. Entonces el naturalista lo levantó hacia el sol y lo acarició suave-mente. El aguilucho abrió lentamente las alas, y finalmente, con un gritotriunfante, voló alejándose hacia el cielo.

Había recuperado, por fin, sus posibilidades.

Para poder volar, hay que tener feen sí mismo, hay que ser dueño de sí.Sólo el que tiene fe en sí mismo, asu-miendo, al mismo tiempo, sus propiaslimitaciones, puede aventurarse ennuevos sueños de libertad. La fe supo-ne el riesgo de la entrega de sí. Perosólo el que se autoposee puede hacer laentrega de sí. Sólo quien tiene fe en símismo puede correr la aventura de lalibertad. Tener fe en sí mismo es mu-

cho más que tener una buena autoesti-ma: es fe existencial en su propio ser yen el ser en general. La verdadera liber-tad se nutre de la convicción no reflejade que la liberación es posible. Peropara ello, el punto de partida es la fe ensí mismo, en la valía de uno mismo:“La fe en sí mismo es la afirmación in-condicional, absolutamente incompa-rable a cualquier otra establecida por eladulto, acerca del valor originario de

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su propia realidad considerada en símisma, independientemente de la valo-ración del pasado y del porvenir”.21

Sin esta fe en sí mismo, los proce-sos ulteriores de libertad quedan blo-queados. La fe teologal, el fiarse deDios, se apoya en la fe antropológica:la fe en sí mismo. “La gracia supone lanaturaleza”.

3. De “educar en libertad” a“educar la libertad”

No es cuestión de “educar en liber-tad”, sino de “educar la libertad mis-ma”. Se trata de despertarla, de adies-trarla para que dé de sí, para que saquefuera (educere) todos sus insospecha-dos dinamismos de liberación de lospropios límites a partir de las posibili-dades que la vida y Dios le ofrecen. Lalibertad despierta con el deseo. Y el de-seo despierta cuando se experimenta aun mismo tiempo las propias limitacio-nes y la posibilidad de superarlas.

El objetivo de este cuaderno no esreclamar libertades, sino algo más radi-cal: despertar la libertad, desplegarla,reconocerla como el don en que laexistencia misma consiste. La libertades la llamada a ser uno mismo, a des-plegar la gracia de ser. La fe en símismo es comparable a lo que puedesuscitar la fe en Jesús: “Puesto en pie,

Jesús gritó: Quien tenga sed, que seacerque a mí; quien crea en mí, quebeba. Como dice la Escritura: de su en-traña manarán ríos de agua viva. Estolo decía refiriéndose al Espíritu queiban a recibir los que creyeran en él”(Jn 7, 37-38). La libertad es como laherida en la que se injertan todas lasposibilidades de la vida.

Esa misma es la dinámica de lalibertad en su camino de liberación: irsacando la personalidad que uno llevadentro para llegar a ser sí mismo. Laverdadera educación crece “de dentroafuera”, se adelanta a adivinar lo queuno lleva dentro y cree en sus posibili-dades. Y como el buen naturista le in-vita a volar y a tomar conciencia de suidentidad verdadera.

Hay una historia que refleja estaidea del buen educador que adivina ycree en las posibilidades que uno llevadentro y le ayuda a sacarlas fuera:

En una ocasión, un niño pasabadelante del taller de un escultor. El es-cultor recién había comenzando a ta-llar un gran bloque de mármol. El niñose quedó un rato pasmado, mirando yescuchando los golpes rítmicos demartillo y cincel del escultor. No llega-ba a comprender todo aquel esfuerzopor reducir a esquirlas aquel enormebloque de mármol.

21 M. LEGAUT: El hombre en busca de su humanidad, AIV, 1991, p. 29.

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Al cabo de un tiempo, volvió a pa-sar el niño por el mismo lugar. Y cuálfue su sorpresa al contemplar que deaquel bloque de mármol, estaba sur-giendo un hermoso león.

El niño, entre ingenuo y confiado,se acercó al escultor y le pregunto:¿Cómo sabía Ud. que dentro del blo-que estaba este león?

Hermosa descripción de un bueneducador.

Con el tiempo los modelos educati-vos se han ido haciendo más flexibles:los “gallineros” se han hecho más am-plios, con árboles y estanques en su in-terior, han mejorado los pastos... Inclu-so se dejan portillos abiertos para po-der asomarse al mundo. Pero el modeloeducativo sigue el mismo: internalizarvalores e ideales hasta que el sujeto losasimile y se identifique afectivamentecon ellos. Se sigue “educando en liber-tad”, pero no “la libertad”.

“Educar la libertad” significaríaponer el centro de atención en desple-gar la libertad misma, en provocarla avolar por sí misma, a ser ella misma, aenfrentarse con sus propios límites ytambién con sus posibilidades de auto-trascenderse. Como dice Legaut: “Lafe en sí mismo y la carencia de ser son,

a la vez, condición previa y anuncio desu ser”.22

No se trata en primer lugar de “asi-milar” valores, aunque la libertad ten-drá que enfrentarse con ellos, sino detransformar el centro personal, del quela libertad es su primer y más inmedia-to referente, en el que poder observarlos procesos de transformación real dela persona.

La libertad es, pues, un bien en símisma que, como semilla o como ta-lento confiado, está llamada a multipli-carse, a superarse a sí misma en un per-manente dinamismo de autotrascen-dencia.

La existencia, como veremos, con-siste en desplegar esta libertad, aunquesiempre en modo paradójico. Y la granparadoja radica en que su mayor bata-lla por la liberación la tiene que liberarconsigo misma. Para avanzar hacia lalibertad liberada, la libertad tendrá queautolimitarse a sí misma: para nacer alo nuevo hay que morir a lo viejo.

Educar la libertad supone hacer dela libertad misma la primera conquista.Sólo así podrá experimentar la necesi-dad de ser liberada y embarcarse en laaventura de “hacer de sí” lo que se hapropuesto llegar a ser.

22 Ibid. p. 33.

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No es que uno tiene que hacer cosasen libertad. Eso es obvio. La grandeza ya la vez la gravedad de la libertad es queuno tiene que optar por aquello que

quiere ser (opción fundamental) y paraempeñarse en ello el resto de su vida.

Bellamente lo expresa Carlos Sanz:

23 Angel Sanz: El alzar de las manos, P. Claretianas, p.16.

“El escultor contemplaba un tronco de madera noble que tenía delantey, entornando los ojos, descubrió en él, como al trasluz, una talla perfecta yluego otra y otra... en un desfile interminable. No eran seres imaginarios,no; eran reales: estaban allí dentro. Su oficio consistiría en rescatar a aque-llas criaturas liberándolas de su prisión de madera.

Pero al tomar la gubia se sintió totalmente paralizado. Desde el corazónde aquel tronco, millones de seres levantaban los brazos clamando por su li-beración: Salvar a uno era abandonar a muchos, pero no elegir era excluira todos. Y ¿cómo renunciar a salvar a aquella única criatura que le era posi-ble?

...Y sintió un estremecimiento, porque intuyó de pronto que el tronco erasu propia vida; las figuras ocultas, los mil posibles modos de vivirla, y queél mismo debía elegir un único destino y tallarlo con sus propias manos.”23

Liberar la libertad significa, antetodo, vivir dinámicas de transforma-ción personal que nos vayan haciendocada vez más libres. Sólo el que es li-bre puede ser liberador. Lo iremosviendo a lo largo del cuaderno. Cierta-mente la libertad que suscita el Espírituy que crea personas libres convierte aéstas en voces proféticas que, con hu-mildad pero con coraje, denuncian lasmiserias de dentro y de fuera y las es-tructuras de injusticia en el mundo. Es

el signo de identidad de todo verdade-ro profeta de ayer y de hoy. Una liber-tad que no es liberadora no es libertadevangélica. La carta de Pablo a los gá-latas, verdadero manifiesto de la liber-tad cristiana, es una muestra de losconflictos que él mismo tuvo que enca-rar en la Iglesia de su tiempo.

La Iglesia, consciente de que estosconflictos pertenecen a su condición derealidad mundana, no cesa de orar:

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“Que tu Iglesia, Señor, sea un recintode verdad y de amor, de libertad, dejusticia y de paz, para que todos en-

cuentren en ella un camino para seguiresperando”. (Plegaria eucarística V/b).

Cuestionario para la reflexión personal y comunitaria

Pastoral vocacional: ¿Hasta qué punto las instituciones religiosas no noshemos convertido en gallineros dedicados a recoger aguiluchos malhe-ridos para domesticarlos a vivir en docilidad dentro del corral?

Observancia: ¿Hasta qué punto me conformo con vivir una vida normal,“ordenada” sin arriesgar en desplegar mi libertad hacia vuelos de mayorpertenencia al Señor?

Sistemas de seguridad: ¿Hasta qué punto he hecho yo mismo de la vidareligiosa mi corral seguro para eludir los desafíos de una libertad comodon y conquista permanentes?

Miedo a la libertad: ¿Te da miedo plantearte la vida en clave de libertad?

Recuperar la libertad: ¿En qué necesitarías recuperar tu libertad?; ¿enrelación contigo mismo: tu imagen, tu historia, tu familia...?; ¿en tusrelaciones con tus hermanos/as de comunidad?; ¿en tus relacionessociales y con el mundo?; ¿en tus relaciones con Dios?

4. A la búsqueda de la libertadperdida

Los entrados ya en años tal vez sepregunten: ¿Y a estas alturas, qué pue-do hacer yo? Hemos sido educadosmás para ser disciplinados y sumisosque para ser arriesgados y de grandesvuelos. Después de tantos años devida en el “corral” ¿estaremos capaci-

tados para aprender a volar hacia lalibertad?

En realidad cada etapa de la vida esuna oportunidad para estrenar nueva li-bertad. Y tal vez ninguna como el final dela vida para comprobar que libertad es,en última instancia, entrega confiada: pa-sar de la libertad como autorrealización aconfiar la vida en las manos de Dios.

Las generaciones más jóvenes go-zaron de algo más de libertad. Peroquizá sin dejar de moverse dentro deun corral, aunque con espacios másamplios. Se consintió un mayor espa-cio de movimiento, pero no se provocóni se instigó a desplegar la libertad. Yes que, como ya dije, una cosa es “edu-car en libertad” y otra muy distinta“educar o adiestrar la libertad misma”.

Unos y otros, en un cierto momen-to nos dimos cuenta de que nuestraorientación vocacional había estadomuy condicionada por factores ambien-tales. Que nuestras decisiones vocacio-nales fueron inducidas, en buena parte,desde fuera: familias numerosas, padresmuy religiosos, limitaciones económi-cas, prestigio del status religioso, climasocial religioso, teologías negativas so-bre el mundo y el laicado, la vida reli-giosa como seguro de vida y de salva-ción... Y todo ello en un régimen edu-cativo casi de gueto que no sabía muybien qué hacer con la libertad. Puedeque en algún momento llegáramos apreguntarnos ¿hasta qué punto, la mía,fue una decisión consciente y libre?

El postconcilio de los 60, la demo-cracia de finales de los 70 y la culturadel bienestar dejaron al descubiertomuchas de nuestras inconsistenciasvocacionales. Todos nuestros viejosesquemas tuvieron que ser revisados yrecreados para poder sobrevivir en elnuevo contexto. Y en medio de toda

esa crisis se fue avivando la concienciade la libertad individual frente a los sis-temas disciplinarios de la tambaleanteobservancia y de su modelo de autori-dad. En medio de esa profunda crisis,muchos abandonaron la vida religiosa.Los que quedamos dentro abordamosla crisis como pudimos. Simplificandomucho, diríamos que esta crisis encon-tró tres tipos de salidas diferentes:

a) Los que quedaron marcados porel modelo de observancia hicieron dela fidelidad a la ley y a la norma su for-taleza frente a los nuevos aires de liber-tad. Relativizar la ley y las normas erademasiado arriesgado, suponía quedar-se sin referencias, y decidieron agarrar-se al criterio de autoridad y a los siste-mas objetivos de conducta como ga-rantía más segura. Cierto es que, porentonces, tampoco se veían otras alter-nativas. Los frecuentes abandonos, porotra parte, les reconfirmaban en suopción.

b) Otros quedaron fascinados por larecién estrenada libertad. Al haber des-cubierto la libertad tarde, los compro-misos anteriores quedaron como re-lativizados y entre paréntesis. Se dispa-ró el primado de la autorrealización.Con lo que algunos asumieron un esta-do de indeterminación permanente, undiletantismo con patente de corso paraprobarlo todo sin comprometerse connada. Se relativizó la ley, se afirmó elprimado de la libertad, pero no se en-

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contró el camino para reorientar la op-ción de vida, como “entrega de” la li-bertad. Todo acto de libertad es, al fi-nal, entrega. No habíamos sido adies-trados para hacer de la libertad el cami-no vocacional. Cautivados por una ideade libertad como posibilidad siempreabierta, se implantó un modus vivendien el que se procuraba mantener unequilibrio entre la fidelidad a las ocu-paciones y una vida “humana”. Una es-pecie de libertad soltera, no compro-metida con nada ni con nadie y celosade que nadie le recorte las alas. Fue untiempo en que faltaron maestros espiri-tuales capaces de acompañar procesospara reencontrarse con la libertad.

c) Una tercera respuesta fue la deaquellos que, tras un reencuentro conla libertad no vivida, descubrieron quela libertad necesita un centro y que, alfinal, es para entregarla. Descubrieroncon nuevo realismo que el que vivepara sí mismo se pierde (Mc 8, 35). Yasí, volvieron a tomar su vida en susmanos y, en plena edad adulta, redes-cubrieron que la libertad es vocaciónde entrega. Algunos, tal vez, tuvieronla suerte de toparse con algún maestroespiritual que les ayudó a resolver esteconflicto de su libertad.

Pienso que esta crisis no es aguapasada, sino que sigue todavía intri-gando y desconcertando a muchos reli-giosos y cristianos de a pie y que en-contrará su salida cuando la libertad

encuentre su centro desde donde poderdesplegarla. “Hermanos, habéis sidollamados a la libertad” (Gal 5,13).

5. Nuestra libertad está siemprecondicionada

Cada historia personal, cada voca-ción tiene sus propios condicionamien-tos. La libertad se da siempre dentro deciertos límites que nos vienen impues-tos. Ciertamente nuestro momento his-tórico ha supuesto un reconocimientode la libertad como no se había conoci-do nunca antes. Pero la libertad seguirásiendo siempre libertad limitada y con-dicionada. Eso hace que la libertad estésiempre resituándose y, por tanto,siempre en proceso de liberación.

Desde que nacemos traemos connosotros unas determinadas aptitudescorporales y espirituales como heren-cia. Todo ello constituye ese conjuntode recursos y de limitaciones objetivosque ponen fronteras a nuestra libertad yque la limitan. No hemos podido esco-ger ni la familia, ni el sexo, ni el país denacimiento, ni la época, ni el talento, niel color de los ojos, ni la estatura, ni elmodelo educativo... Con todo ello laexistencia de cada uno está configura-da desde dentro y desde fuera. Las mis-mas posibilidades de elegir y de des-plegarse vienen limitadas de antemano,quedando algunas excluidas como inal-canzables. Todos hemos hecho eleccio-nes inducidas por el ambiente, o por

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influencias emocionales de seres queri-dos, o respondiendo a expectativas deotros...

Reconocer todos estos condiciona-mientos no supone negar la libertad.Muy al contrario, la libertad, en la me-dida en que se va dando cuenta de suslimitaciones y condicionamientos, em-prende la marcha hacia la conquista denuevos espacios de libertad. Sólo seinicia el Éxodo hacia la libertad cuan-do se toma conciencia de las propiasesclavitudes. De esta forma, la libertadse nos muestra como algo dinámico,

como un proceso de liberación conti-nua para llegar a ser lo que uno quieraescoger ser, dentro de sus límites.

La revolución cultural en torno a lalibertad no radica tanto en que hoy dis-ponemos de un abanico mayor de posi-bilidades entre las que poder elegir, si-no en haber subrayado que la libertades el punto de partida de toda vocacióna la libertad. Hoy como ayer, nuestralibertad será siempre limitada y, poreso siempre será “libertad en trance deliberación”.