Inexistencia no está reconocida

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(c) Copyright 2013, vLex. Todos los Derechos Reservados. Copia exclusivamente para uso personal. Se prohibe su distribución o reproducción. Resolución nº 14721, de Corte de Apelaciones de Rancagua - Sala Segunda, 18 de Julio de 2008 Cortes de Apelación (Julio 2008) Id. vLex: VLEX-40872554 http://vlex.com/vid/40872554 Resumen COMPRAVENTA. NULIDAD. INEXISTENCIA. PRECIO. TIPOS. LESIÓN ENORME. La inexistencia no es una institución reconocida expresamente en nuestro derecho. Concurre cuando “falta al acto jurídico un requisito o elemento sin el cual es imposible concebirlo”. Desvinculada de la nulidad absoluta no genera ningún efecto práctico, pues con relación a los actos aparentes, no podrá desconocérseles sin resolución judicial, que sería el efecto propio y distintivo de la inexistencia, y en cambio siempre serán los Tribunales los que deberán pronunciarse, siendo al respecto la nulidad absoluta la sanción máxima que contempla nuestro Código, con la cual, entonces, en la práctica la inexistencia se confunde. Es requisito de la compraventa que exista un precio, que a su turno existirá sólo cuando sea real y serio. Este se opone tanto al ficticio como al irrisorio. En cuanto a su monto, cabe distinguir entre el precio justo, el precio injusto o vil pero real, y el irrisorio. Si el precio no es justo, pero es real, hay una desproporción que sin embargo no importa que sea imposible mirar como equivalente la cosa y lo pagado por ella. Se habrá vendido a precio Versión generada por el usuario [email protected] 05 de Abril de 2013

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Sentencia Chile

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Resolución nº 14721, de Corte de Apelaciones de Rancagua - Sala Segunda, 18 de Julio de 2008

Cortes de Apelación (Julio 2008)

Id. vLex: VLEX-40872554http://vlex.com/vid/40872554

Resumen

COMPRAVENTA. NULIDAD. INEXISTENCIA. PRECIO. TIPOS. LESIÓN ENORME. La inexistencia no es una institución reconocida expresamente en nuestro derecho. Concurre cuando “falta al acto jurídico un requisito o elemento sin el cual es imposible concebirlo”. Desvinculada de la nulidad absoluta no genera ningún efecto práctico, pues con relación a los actos aparentes, no podrá desconocérseles sin resolución judicial, que sería el efecto propio y distintivo de la inexistencia, y en cambio siempre serán los Tribunales los que deberán pronunciarse, siendo al respecto la nulidad absoluta la sanción máxima que contempla nuestro Código, con la cual, entonces, en la práctica la inexistencia se confunde. Es requisito de la compraventa que exista un precio, que a su turno existirá sólo cuando sea real y serio. Este se opone tanto al ficticio como al irrisorio. En cuanto a su monto, cabe distinguir entre el precio justo, el precio injusto o vil pero real, y el irrisorio. Si el precio no es justo, pero es real, hay una desproporción que sin embargo no importa que sea imposible mirar como equivalente la cosa y lo pagado por ella. Se habrá vendido a precio vil, pero se ha vendido; hay una cierta equivalencia, aunque sea remota. En tal caso podrá tener cabida la acción de lesión enorme, si se dan las condiciones legales. Pero en cambio, si el precio es irreal, por irrisorio, lo que hay es que el precio de manera alguna puede verse como equivalente, ni aún remotamente, con la cosa. Y entonces el primero simplemente falta, y ya no estamos en sede de lesión enorme. Resulta que si el contrato no tiene precio, no es compraventa. Es donación, y lo será aunque el donatario se tenga que hacer cargo de deudas tributarias del predio, pues suyo es el derecho de aceptar o no tal donación. La restitución material del predio, es una consecuencia inevitable de acogerse la reivindicación derivada de la nulidad. SENTENCIAS. IMPUGNACIÓN. VICIOS. La nulidad relativa es claramente una institución distinta de la inexistencia y de la nulidad absoluta. Si hay una demanda propiamente subsidiaria respecto de la primera, el fallo no podía, evidentemente, acoger ambas. Se aprecia así que se admitió la nulidad absoluta apoyándose en razonamientos contradictorios y, específicamente, sobre la base de uno que expresamente dice que la nulidad que existe es relativa. Por ende, se decidió sin consideraciones que sustenten lo resolutivo, lo que configura el vicio contemplado en el artículo 768 circunstancia 5ª, con relación al artículo 170 N° 4°, todo del Código de Procedimiento Civil.

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Texto

Rancagua, dieciocho de julio de dos mil ocho.

Vistos y considerando:

1.- Que todas las partes demandadas interponen recurso de casación en la forma en contra del fallo de primer grado. Si bien invierten el orden lógico al hacerlo, pues lo formulan en otrosí, tras una apelación contenida en lo principal, es evidente que no cabe sino hacerse cargo primero de este recurso formal, ya que es imposible analizar si un fallo ha de confirmarse o no, sin saber primero si es válido.

2.- Que ambos recursos, contenidos en el otrosí primero de los escritos de fs. 389 y 413 respectivamente, no hacen sino alegar que no se enunciaron las excepciones o defensas que cada demandado opuso, sin especificar en nada cuál sería la omisión concreta que se denuncia, y además y por sobre todo, añadiendo a continuación que la sentencia copió, en lo expositivo, los escritos de las partes. Es verdad que hacer tal cosa no es ni con mucho el ideal, pero el defecto es por exceso y no por omisión. Si los escritos se copiaron completos, se hizo harto más que enunciar las defensas y excepciones y entonces el vicio no existe. Parecen creer los demandados que esa enunciación debería hacerse específicamente en lo considerativo, pero con ello olvidan que la sentencia es una unidad y que en parte alguna se estipula por la ley que tal enunciación, efectuada en la parte expositiva, deba repetirse en los razonamientos.

3.- Que, adicionalmente, la parte de don Fernando Ortiz Roldán y de la Sociedad Agrícola y Ganadera Las Perdices Ltda., solicitó ante estrados la casación de oficio del fallo, por estimar que no contiene los debidos fundamentos, llegando a presentar considerandos contradictorios, lo que también destacó la defensa de don Fernando Ortiz Aceituno, aunque no solicitó la nulidad, mencionando que la sentenciadora incurrió en confusión de categorías jurídicas. La parte demandante, a su turno, se hizo cargo de aquella solicitud de casar de oficio el fallo, pidiendo su rechazo pues, aunque admite defectos formales, los circunscribe a cuestiones de detalle o referencia, sin influencia en lo dispositivo y, en todo caso, subsanables en la sede de apelación. Así pues, todas las partes fueron o 3.- Que, adicionalmente, la parte de don Fernando Ortiz Roldán y de la Sociedad Agrícola y Ganadera Las Perdices Ltda., solicitó ante estrados la casación de oficio del fallo, por estimar que no contiene los debidos fundamentos, llegando a presentar considerandos contradictorios, lo que también destacó la defensa de don Fernando Ortiz Aceituno, aunque no solicitó la nulidad, mencionando que la sentenciadora incurrió en confusión de categorías jurídicas. La parte demandante, a su turno, se hizo cargo de aquella solicitud de casar de oficio el fallo, pidiendo su rechazo pues, aunque admite defectos formales, los circunscribe a cuestiones de detalle o referencia, sin influencia en lo dispositivo y, en todo caso, subsanables en la sede de apelación. Así pues, todas las partes fueron oídas en estrados respecto de este posible vicio del que, por lo demás, la Corte tomó conocimiento precisamente en el curso de los alegatos y con mayor claridad y profundidad durante el estado de acuerdo, dado lo voluminoso del fallo.

4.- Que examinada la sentencia, se advierte que ella incurre en el defecto que denuncia la defensa de Ortiz Roldán y de la Sociedad Las Perdices, específicamente porque al confundir, en los razonamientos,

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instituciones jurídicas diversas, termina por no saberse si se acoge la acción de simulación y consecuentemente de nulidad absoluta, o la de nulidad relativa por falta de autorización de la mujer, ambas intentadas por la actora pero la segunda en subsidio de la primera. Esa confusión se advierte en los motivos cuadragésimo tercero y cuadragésimo cuarto, porque si bien en este último se dice que se admitirá la acción de nulidad relativa, se fundamenta esa conclusión en la inexistencia del mandato, lo que a su turno en el motivo previo era, en concepto de la juez, la prueba de la simulación.5.- Que como colofón, la parte resolutiva de la sentencia se limita a decir que se acoge ?en todas sus partes? la demanda.

6.- Que al respecto, el libelo presenta en lo principal dos peticiones aparentemente formuladas una en subsidio de la otra, aunque derivadas de la misma acción de simulación. En efecto; en primer término, a fs. 25, se solicita la declaración de inexistencia de un contrato y, en segundo, la declaración de nulidad absoluta del mismo. Esta última solicitud parecería dividirse también en dos argumentaciones o razones que se esgrimirían en subsidio una de otra (numerales 2 y 3 de fs. 25), pero todo ello es aparente, pues en el número 3 se dice que ese argumento se plantea ?Sin perjuicio de lo anterior, o en subsidio?. Es decir, si el Tribunal acoge la preten sión del numeral 2 puede agregar las razones del 3, y si no admite la primera, se le pide que examine de todos modos la última. Y en cuanto a los numerales 1 y 2 de la misma foja, la subsidiariedad tampoco existe, ya que la declaración de inexistencia se traduce, en nuestro derecho, en nulidad absoluta, según concuerda toda la jurisprudencia y la mayor parte de la doctrina. En suma, pues, en los números 1, 2 y 3 de lo principal, a fs. 25, se pide lo mismo, repitiéndose incluso los argumentos o causales de la nulidad, o bien agregándose unas causales a otras, constituidas por la simulación misma, la falta de consentimiento, la falta de causa y la falta de un requisito legal respecto de la donación. Es decir, resulta perfectamente lícito y no contradictorio, acoger la demanda de lo principal en todas sus partes.

7.- Que, sin embargo, en el primer otrosí del libelo se planteó subsidiariamente una demanda de nulidad relativa, por falta de autorización de la mujer para llevar a cabo la venta del inmueble. La nulidad relativa es claramente una institución distinta de la inexistencia y de la nulidad absoluta y por ende aquí sí que hay una demanda propiamente subsidiaria respecto de la primera, y entonces el fallo no podía, evidentemente, acoger ambas. Con todo, la expresión ?en todas sus partes? y la alusión a ?la demanda? sin especificar si se refiere a la de lo principal o a la del primer otrosí parece incluirlas a las dos. Una lectura razonable de lo resolutivo debería llevarnos a concluir que lo que se acogió fue la demanda principal, pero si lo decisorio nos dice eso, entonces afirma que admitió la petición de nulidad absoluta, en tanto que el motivo cuadragésimo tercero nos dice que no se acogerá la nulidad absoluta sino la rescisión, con lo cual desaparecen las razones que justifiquen lo decidido. Si quisiéramos entender, en cambio, que la falladora acogió todas las acciones, al decir que acepta la demanda ?en todas sus partes?, lo contradictorio es la decisión misma, pues ya se vio que las acciones de lo principal y del primer otrosí eran subsidiarias una de la otra y, por ende, incompatible una con la otra. Por fin, si en un extremo quisiéramos entender que la decisión admite la nulidad relativa, porque así lo anunció en forma expresa en el motivo c uadragésimo tercero, el fallo adolecería igualmente de un defecto, al no haber emitido pronunciamiento respecto de la acción principal. Y, todavía, si admitiéramos que al aceptarse la acción de nulidad relativa resultara la otra incompatible con ella, por lo que no era exigible un pronunciamiento expreso de rechazo, volveríamos al vicio de falta de consideraciones para ese rechazo tácito, ya que el motivo cuadragésimo tercero da por acreditados al menos dos vicios de nulidad absoluta, que son la falta de precio ?con lo que surgiría de inmediato la simulación respecto de la compraventa- y la falta de causa, declarando expresamente que hubo simulación, que fue precisamente el fundamento de la nulidad

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absoluta pedida en lo principal, por la demandante. Así pues, por un vicio o por otro, el fallo igualmente resulta pasible de casación de forma.

8.- Que esta Corte estima que lo ocurrido es que se admitió la nulidad absoluta apoyándose en razonamientos contradictorios y, específicamente, sobre la base de uno que expresamente dice que la nulidad que existe es relativa. Por ende, se decidió sin consideraciones que sustenten lo resolutivo, lo que configura el vicio contemplado en el artículo 768 circunstancia 5ª, con relación al artículo 170 N° 4°, todo del Código de Procedimiento Civil.

9.- Que contra lo que entiende el actor, estos defectos no pueden subsanarse en la sede de apelación, porque son de tal envergadura que importan construir el fallo nuevamente por completo o, al menos, en lo sustancial de lo considerativo y desde luego modificar la decisión, que ni siquiera es claro qué es lo que acoge, como ya se dijo, al punto de que si la actora entendió ?como esta Corte- que fue admitida la nulidad absoluta, y por ello no apeló, la demandada bien pudo entender que se acogió la nulidad relativa, y podría creer entonces que sólo esa institución estaría en la instancia de apelación. Así pues, lo que procede, es casar de oficio el fallo de primer grado y, dado el vicio de que se trata ?y también del que se trataría si la contradicción estuviera en la parte decisoria misma, según se analizó- habrá de dictarse luego la correspondiente sentencia de reemplazo, de única instancia por tanto, y en ella, con libertad, analizar y pronunciarse respecto de todas las alegaciones de las partes.

Y visto además lo dispuesto por los artículos 170, 768 N° 5, 775 y 786 del Código de Procedimiento Civil, se casa de oficio la sentencia de fecha tres de marzo del año en curso, corriente de fs. 340 a 385, la que en consecuencia es nula, reemplazándosela por la que a continuación pero separadamente se dicta.

A la apelación también interpuesta por todos los demandados, estése a lo resuelto.

Regístrese.

Redacción del Ministro Sr. Mera.

Rol N° 227-2008.

Rancagua, dieciocho de julio de dos mil ocho.

VISTOS:

A fojas 19 doña Olga Rosa Aceituno Aceituno, labores de casa, domiciliada en Avenida Centenario N° 90, comuna de Rancagua, interpone demanda ordinaria en contra de Fernando del Carmen Ortiz Aceituno, agricultor, en contra de don Fernando Alberto Ortiz Roldán, médico cirujano, y en contra de Agrícola y Ganadera Las Perdices Limitada, sociedad del giro de su denominación representada por doña Marcela Carolina Ortiz Roldán, estudiante de derecho, todos domiciliados en Gamero N° 0365, de Rancagua, solicitando en primer lugar que se declare inexistente o nulo de nulidad absoluta un contrato de compraventa celebrado el 17 de octubre de 2005, ante la notario Eugenia Gómez Hermosilla, suplente del titular Ernesto Montoya Peredo, contrato celebrado por escritura pública cuyo número de repertorio es el 5183-2005. Sostiene la actora que su marido, Alberto Ortiz Gajardo adquirió un predio rústico de

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18.687 hectáreas aproximadamente, con los deslindes que señala, mediante adjudicación en liquidación de comunidad según escritura pública de 22 de septiembre de 1994, adquiriendo de igual forma los respectivos derechos de aguas del predio. Agrega que el demandado Fernando Ortiz Aceituno, hijo de la demandante y de su marido, obtuvo de parte de éste mandato general de administración y venta del predio indicado, pero como no rindiera cuenta de su administración, ella le comunicó que revocaba los poderes y revocó en efecto, mediante escritura pública de 5 de agosto de 2005, la autorización que para la venta había concedido por escritura pública de 3 de enero de 2003. Esta revocación sólo se refirió al último mandato conferido puesto que existiendo otros anteriores, eran de idéntico tenor al último y por ende se entendían revocados al conferirse el postrero. En conocimiento de esta revocación, el demandado Ortiz Aceituno, en colusión con su hijo Fernando Ortiz Roldán, procedió a simular un contrato de compraventa mediante el cual el primero en aparente representación del dueño vendía al segundo el predio indicado por un precio irreal, además de irrisorio. Indica que para celebrar esta escritura, el demandado Ortiz Aceituno se valió de un mandato de fecha 8 de noviembre de 2000, que la demandante entiende tácitamente revocado. Según la actora la compraventa es absolutamente simulada, y no tiene más objeto que despojar al dueño, un anciano de 85 años de edad que padece demencia senil, despojo a cargo de su hijo y nieto, quienes nuca tuvieron la voluntad real de ejecutar este acto jurídico que en verdad carece de precio y de causa lícita.

Agrega la actora que aún si se estimare que el acto jurídico existió, la simulación estaría encubriendo una donación que no fue insinuada, lo que de todas maneras acarrea la nulidad absoluta del contrato. Tanto es así que el contrato es simulado, nos dice la demanda, que menos de un mes después de la primera escritura, Fernando Ortiz Roldán aporta el predio en dominio a la sociedad también demandada, formada sólo por éste y por su hermana Marcela Carolina Ortiz Roldán. Estos hechos, para la actora, configuran una simulación ilícita que perjudica al original propietario, generando un contrato de compraventa que carece de precio y causa, o en verdad una donación no insinuada, que en cualquier caso es nulo y que da derecho a ejercer la acción reivindicatoria. Así pues, pide que por estas razones se declare la inexistencia del contrato referido o su nulidad absoluta por carecer de consentimiento y por causa ilícita. Sin perjuicio de ello o en subsidio, se reclama también nulidad absoluta por simulación relativa, al haberse pactado donación bajo la apariencia de compraventa, sin insinuar dicha donación. Subsidiariamente, que esa donación se estime válida sólo hasta la suma de $20.000. Sea cual fuere la petición que de entre las anteriores se acoja, se pide que se retrotraigan las cosas al estado anterior a la fecha de la cuestionada escritura, debiendo restituirse el inmueble y sus derecho s de aguas, con todos sus enseres y frutos y asimismo cancelar las dos inscripciones de dominio posteriores, revalidando la inscripción que amparaba al marido de la actora, debiendo ser condenados todos los demandados solidariamente al pago de los frutos desde la fecha de la escritura que estima simulada y hasta la restitución, respondiendo además de los deterioros o pérdidas que ocurrieren, considerándolos poseedores de mala fe y reservándose para la ejecución la determinación del monto de esos frutos y responsabilidades. Finalmente, solicita se condene en costas a los demandados.

Subsidiariamente, en el primer otrosí del mismo escrito de demanda, la actora entabla acción de nulidad relativa del contrato de compraventa celebrado el 17 de octubre de 2005 ante la notario de Rancagua doña Eugenia Gómez Hermosilla, suplente del titular Ernesto Montoya Peredo, anotado en el repertorio bajo el número 5183-2005, contra los mismos demandados de lo principal, sosteniendo aquí que se ha enajenado el inmueble sin contar con la autorización de la mujer, puesto que ella la había revocado, lo que implica que el acto adolece de un vicio de nulidad relativa, siendo la revocación oponible a los terceros demandados puesto que estos obraron de mala fe o al menos no parece probable que ignoraran

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la revocación.

A fojas 73 Fernando Ortiz Aceituno evacua el traslado que le. ha sido conferido, pidiendo el total rechazo de las demandas principal y subsidiaria, con costas, sosteniendo que el inmueble conocido como predio Los Perales fue adquirido el 9 de Enero de 1986 por Fernando Ortiz Aceituno y su padre Alberto Ortiz Gajardo en remate fiscal realizado por la Tesorería General de la República, en la suma de $27.178.786. La comunidad formada entre ambos fue liquidada por escritura pública ante el notario Luis Gerardo Carvallo Salazar el 22 de septiembre de 1994, dando formación a los lotes 1 y 2. El lote N° 1 fue adjudicado a Alberto Ortiz Gajardo en la suma de $51.600.000. Añade que el citado inmueble adeudaba a la Tesorería por contribuciones impagas, a fines del año 2005, alrededor de $154.000.000, y a la ex Cora $300.000.000, por lo que se encontraba embargado por el Fisco de Chile y gravado con hipoteca a favor de la ex Cora. Don Alberto Ortiz, nos dice, jamás pudo pagar dichas deudas y enajenó todos los derechos de aprovechamie nto de aguas quedando la propiedad sin agua desde el año 1992. Agrega que desde el año 1993 el Fisco de Chile trató de rematar el inmueble de autos a fin de pagarse de las deudas, siendo decretado remate en diversos tribunales de Rancagua. Fernando Ortiz Aceituno opuso una tenaz oposición ante los tribunales para que no se rematara el inmueble, lo cual generó evidentemente un desgaste muy grande y a la par el agotamiento de las instancias de suspender nuevos remates. Después de más de 12 años, los señores Ortiz, ya no tenían motivos para solicitar nulidades procesales, con lo cual el destino del Lote N° 1 de la subdivisión de la Hacienda Los Perales, inscrito a nombre de don Alberto Ortiz consistía en perderse por remate de la Tesorería en juicio de cobro de obligaciones adeudadas al Fisco de Chile. Debido ello don Alberto Ortiz Gajardo otorgó un mandado especial a su hijo Fernando Ortiz Aceituno, para vender y enajenar el inmueble por el precio y en las condiciones que éste estimara conveniente, y en todos ellos compareció la demandante autorizando expresamente a su cónyuge.

Explica luego que con fecha 17 de octubre de 2005 don Fernando Ortiz, actuando en representación de don Alberto Ortiz vendió el Lote N° 1 de la Hacienda Los Perales a su hijo Fernando Alberto Ortiz Gajardo (debería decir Roldán) según consta en la escritura pública otorgada ante la Notario de Rancagua Eugenia Gómez Hermosilla, en la suma de $183.594.315, precio que las partes declararon pagado según consta en la cláusula tercera del contrato y, paralelamente, las partes otorgaron instrucciones notariales por medio de las cuales dejaron en poder del. notario un pagaré a plazo suscrito por el comprador a la orden del vendedor por $178.594.315, dejándose constancia del pago del saldo del precio en efectivo, para ser entregado una vez que fuera inscrita la propiedad en el Conservador de Bienes Raíces a nombre del comprador. El pagaré fue autorizado ante notario y pagado el correspondiente impuesto.

Expresa que el comprador don Fernando Ortiz Roldán pagó a la Tesorería, previa condonación parcial, las millonarias deudas que gravaban el inmueble. Asevera que la compraventa reúne los requisitos legales, como son el consentimiento, la cosa y el precio, y no existe simulación alguna. Según el artícu lo 1700 del Código Civil, para las partes y respecto de terceros, los instrumentos públicos tienen pleno valor probatorio y gozan de presunción legal sobre la verdad de sus declaraciones. Cita diversas jurisprudencias que avalan su afirmación anterior, negando toda simulación.

Con respecto a los poderes conferidos por la demandante y su cónyuge Fernando Ortiz Gajardo, afirma que el mandato otorgado por escritura pública el 8 de noviembre de 2000 ante el notario Renato Astrosa, al cual compareció la demandante autorizando la venta, debe considerarse vigente, pues no ha mediado

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revocación expresa ni tácita. En cuanto a la revocación de la autorización de la actora para vender, se refirió a la entregada en otro mandato y además no le fue notificada.

A fojas 84 contesta la demanda don Fernando Ortiz Roldán, por sí y como citado de evicción por la sociedad Agrícola y Ganadera Las Perdices Ltda., solicitando su total rechazó, con costas, aduciendo que compró a don Alberto Ortiz Gajardo, representado por Fernando Ortiz Aceituno, el Lote N° 1 de la subdivisión de la Hacienda Perales, en la suma de $183.594.315, precio que las partes declararon pagado, como consta de la cláusula tercera de la citada compraventa, dejando en poder del notario un pagaré a plazo suscrito por el comprador a la orden del vendedor, por $178.594.315, con instrucciones de ser entregado una vez inscrita la propiedad en el Conservador de Bienes Raíces de Rancagua, dejando constancia del pago del saldo de cinco millones en dinero. Como la propiedad adeudaba al Fisco obligaciones derivadas del no pago durante más de 10 años de las contribuciones de bienes raíces y de la deuda ex Cora que gravaba al predio y como se encontraba éste embargado por el Fisco en procesos judiciales de cobranza correspondiente, el comprador don Fernando Alberto Ortiz Roldán las pagó, previa condonación parcial

A su juicio, no se vislumbra ninguna clase de inexistencia ni vicio de invalidez por simulación u otros motivos que importen la nulidad absoluta de la compraventa, debiendo en definitiva rechazarse la demanda en su totalidad, ya que ha invertido una millonaria suma de dinero en virtud de una compraventa que involucra mas de $360.000.000. En cuanto a la acción de nulidad relativa, señala que el mandato con que se representó al vendedor es taba plenamente vigente, por no mediar revocación expresa ni tácita, y la revocación que la actora hizo, respecto de su autorización para enajenar, se refirió a una otorgada en mandato distinto al que, estando vigente, se utilizó, sin dar la actora tampoco conocimiento a su parte, que obró de buena fe.

En cuanto a la contestación de la demanda en contra de los derechos de la sociedad Agrícola y Ganadera Las Perdices Limitada, solicita el rechazo de la acción reivindicatoria deducida en su contra, con costas, por los mismos argumentos señalados precedentemente. Añade que la demandante no es dueña del cuerpo cierto que reivindica, requisito que es esencial y por definición necesario para la procedencia de dicha acción, según se desprende del artículo 889 del Código Civil; luego, no tiene legitimación activa para deducir dicha acción real ni reclamar las prestaciones mutuas.

A fojas 97 la parte demandante evacua el trámite de la replica, agregando una serie de antecedentes adicionales a los formulados en su demanda, referidas al monto de las deudas del inmueble por concepto de impuestos, al valor de la tasación del bien con relación al remate posible por esas deudas, y al precio. Se extiende también respecto a la forma de pago pactada en instrucciones dejadas al notario, respecto de la mayor parte del precio de la compraventa, y luego insiste en lo relativo a la revocación tanto del mandato para vender como de la autorización de la cónyuge.

A fojas 109, rola la duplica de Fernando Ortiz Roldán, afirmando que los argumentos de la réplica no agregan nada a la demanda y solo cabe reiterar lo expuesto en la contestación, solicitando su completo rechazo.

A fojas 116, rola la duplica de Fernando Ortiz Aceituno, que ratifica la contestación de la demanda en todas sus partes, en sus fundamentos de hecho y de derecho y peticiones concretas.

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A fojas 131 vuelta, se certifica que se llamó a las partes a la audiencia de conciliación, las que no comparecieron.

A fojas 134, se recibe la causa a prueba, modificándose la interlocutoria a fojas 164, rindiéndose la que consta en el proceso.

A fojas 339 se cita a las partes a oír sentencia.

CONSIDERANDO:

I.- En cuanto a las tachas de testigos

1.- Que la demandada a fs. 185 tacha al testigo Rodolfo Vidal, aduciendo que le afecta la causal de inhabilidad contemplada en el artículo 358 N° 4 del Código de Procedimiento Civil, lo que se desechará pues claramente no se trata de un trabajador dependiente de la parte que lo presenta, calidad que no se adquiere por prestar servicios ocasionales y por lo demás claramente del orden civil, como son los que relata el testigo, que admite haber confeccionado en alguna oportunidad muebles de casa para la actora, en su calidad de fabricante de tales bienes.

2.- Que a fs. 187 la demandada tacha al testigo Hugo Marcos Carmona, por tener íntima amistad con la parte que lo presenta, lo que se rechazará, pues aunque el deponente estima que su relación con la demandante puede calificarse de amistad, no le asigna ?ni de sus dichos se desprende- el calificativo de íntima, que es algo muy distinto a conocer algunas intimidades de la familia (no necesariamente de la actora, por lo demás), lo que puede saber cualquier conocido o aún cualquier dependiente doméstico o hasta vecino, sin que ello implique la existencia de una amistad estrecha. Por otro lado, el testigo afirma conocer de igual modo a toda la familia, y éste es un juicio entre la madre, el hijo y el nieto, de manera que las intimidades que conoce, en cuanto se refieren también a las de toda la familia, comprenden a todas las partes del juicio ?incluidos los socios de la socie 2.- Que a fs. 187 la demandada tacha al testigo Hugo Marcos Carmona, por tener íntima amistad con la parte que lo presenta, lo que se rechazará, pues aunque el deponente estima que su relación con la demandante puede calificarse de amistad, no le asigna ?ni de sus dichos se desprende- el calificativo de íntima, que es algo muy distinto a conocer algunas intimidades de la familia (no necesariamente de la actora, por lo demás), lo que puede saber cualquier conocido o aún cualquier dependiente doméstico o hasta vecino, sin que ello implique la existencia de una amistad estrecha. Por otro lado, el testigo afirma conocer de igual modo a toda la familia, y éste es un juicio entre la madre, el hijo y el nieto, de manera que las intimidades que conoce, en cuanto se refieren también a las de toda la familia, comprenden a todas las partes del juicio ?incluidos los socios de la sociedad también demandada- y parece contradictorio que sea íntimo amigo de todas ellas simultáneamente, dada la evidente distancia que entre ellas cabe presumir, dado lo que se alega en este juicio, en cuanto la madre acusa a su hijo y a su nieto de despojar a su marido y a ella de un bien por demás valioso, mediante un artilugio no sólo ilegal, sino inmoral, como lo reafirmó en estrados el apoderado de la actora.

3.- Que, por fin, la demandada a fs. 190 tacha a la testigo María Elisa Ortiz Aceituno, por tener la calidad de hija de la actora, inhabilidad que se aceptará, pues aunque es cierto que la declarante es también hermana de uno de los demandados y tía del otro, la ley no ha contemplado una salida para un caso como éste, de suerte que una inhabilidad no compensa a la otra y de todas maneras la testigo s igue

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siendo hija de quien la presenta, constituyéndose en inhábil, al tenor de lo dispuesto por el artículo 358 N° 1° del Código de Procedimiento Civil.

4.- Que a fs. 294 la demandante tacha al testigo Sebastián Santamaría en virtud de las causales señaladas en los números 6 y 7 del artículo 358 del Código de Procedimiento Civil, incidencia que se desechará, pues de las declaraciones del testigo no se advierte ni por asomo amistad íntima con la parte que lo presenta, ni tampoco interés de clase alguna en los resultados del juicio; mucho menos el interés pecuniario a que se refiere la inhabilidad alegada.

5.- Que asimismo la demandante tacha a la testigo Yasna Maldonado, a fs. 298, sobre la base de existir amistad íntima con la parte que la presenta, lo que sin embargo hace descansar en la sola circunstancia de haber sido compañera de universidad con una de las socias de la compañía Las Perdices, lo que desde luego no alcanza para configurar el grado de amistad que la norma requiere, de manera que la tacha será desechada.

6.- Que, por fin, la actora deduce tacha en contra de la testigo Carla Miranda Silva, por la misma causal y basada en los mismos hechos referidos en el motivo precedente, de suerte que la denegatoria de esa tacha se fundará en idéntico razonamiento.

II.- En cuanto al fondo.

7.- Que la parte de doña Olga Rosa Aceituno Aceituno deduce demanda ordinaria en contra de don Fernando del Carmen Ortiz Aceituno, don Fernando Alberto Ortiz Roldán y Agrícola y Comercial Las Perdices Limitada, sociedad esta última representada por doña Marcela Carolina Ortiz Roldán, todas personas individualizadas en lo expositivo, pidiendo en primer lugar que se declare inexistente o nulo de nulidad absoluta un contrato de compraventa celebrado el 17 de octubre de 2005, ante la notario Eugenia Gómez Hermosilla, suplente del titular Ernesto Montoya Peredo, cuyo número de repertorio es el 5183-2005. Sostiene la actora que su marido, Alberto Ortiz Gajardo, adquirió un predio rústico de 18.687 hectáreas aproximadamente, con los deslindes que señala, mediante adjudicación en liquidación de comunidad según escritura pública de 22 de septiembre de 1994, adquiriendo de igual forma los respectivos derechos de aguas del predio. Agrega que el demandado Fernando Ortiz Aceituno, hijo de la demandante y de su marido, obtuvo de parte de éste mandato general de administración y venta del predio indicado, pero como no rindiera cuenta de su administración, ella le comunicó que revocaba los poderes y revocó en efecto, mediante escritura pública de 5 de agosto de 2005, la autorización que para la venta había concedido por escritura pública de 3 de enero de 2003. Esta revocación sólo se refirió al último mandato conferido, puesto que existiendo otros anteriores, eran de idéntico tenor al último y por ende se entendían revocados al conferirse el postrero. En conocimiento de esta revocación, el demandado Ortiz Aceituno, en colusión con su hijo Fernando Ortiz Roldán, procedió a simular un contrato de compraventa mediante el cual el primero venía al segundo el predio indicado por un precio irreal, además de irrisorio, ya que alcanzó a $183.594.315 y que tampoco se recibió. Indica que para celebrar esta escritura el demandado Ortiz Aceituno se valió de un mandato de fecha 8 de noviembre de 2000, que la demandante entiende tácitamente revocado. Según la actora la compraventa es absolutamente simulada, y no tiene más objeto que despojar al dueño, un anciano de 85 años de edad que padece demencia senil, despojo a cargo de su hijo y nieto, quienes nuca tuvieron la voluntad real de ejecutar este acto jurídico que en verdad carece de precio y de causa lícita.

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8.- Que la demandante agrega que aún si se estimare que el acto jurídico existió, la simulación estaría encubriendo una donación que no fue insinuada, lo que de todas maneras acarrea la nulidad absoluta del contrato. Tanto es así que el contrato es simulado, nos dice la demanda, que menos de un mes después de la primera escritura Fernando Ortiz Roldán aporta el predio en dominio a la sociedad también demandada, formada sólo por éste y por su hermana Marcela Carolina Ortiz Roldán. Estos hechos, para la actora, configuran una simulación ilícita que perjudica al original propietario, generando un contrato de compraventa que carece de precio y causa, o en verdad una donación no insinuada, que en cualquier caso es nulo y que da derecho a ejercer la acción reivindicatoria. Así pues, pide que por estas razones se declare la inexistencia del contrato referido o su nulidad absoluta p or carecer de consentimiento y por causa ilícita. Sin perjuicio de ello o en subsidio, se reclama también nulidad absoluta por simulación relativa, al haberse pactado donación bajo la apariencia de compraventa, sin insinuar dicha donación. Subsidiariamente, que esa donación se estime válida sólo hasta la suma de $20.000. Sea cual fuere la petición que de entre las anteriores se acoja, se pide que se retrotraigan las cosas al estado anterior a la fecha de la cuestionada escritura, debiendo restituirse el inmueble y sus derechos de aguas, con todos sus enseres y frutos y asimismo cancelar las dos inscripciones de dominio posteriores, revalidando la inscripción que amparaba al marido de la actora, debiendo ser condenados todos los demandados solidariamente al pago de los frutos desde la fecha de la escritura que estima simulada y hasta la restitución, respondiendo además de los deterioros o pérdidas que ocurrieren, considerándolos poseedores de mala fe y reservándose para la ejecución la determinación del monto de esos frutos y responsabilidades. Finalmente, solicita se condene en costas a los demandados.

9.- Que, subsidiariamente, en el primer otrosí del mismo escrito de demanda, la actora entabla acción de nulidad relativa del contrato de compraventa celebrado el 17 de octubre de 2005 ante la notario de Rancagua doña Eugenia Gómez Hermosilla, suplente del titular Ernesto Montoya Peredo, anotado en el repertorio bajo el número 5183-2005, contra los mismos demandados de lo principal, sosteniendo aquí que se ha enajenado el inmueble sin contar con la autorización de la mujer, puesto que ella la había revocado, lo que implica que el acto adolece de un vicio de nulidad relativa, siendo la revocación oponible a los terceros demandados puesto que estos obraron de mala fe, o al menos no parece probable que ignoraran la revocación.

10.- Que en base a estas argumentaciones la demandante solicita, respecto de esta acción subsidiaria, exactamente las mismas declaraciones que reclamara en la conclusión de su demanda de lo principal del escrito de fs. 19.

11.- Que, contestando, a fs. 73, la parte del demandado Fernando Ortiz Aceituno niega, ante todo, los hechos expuestos en el libelo. Sostiene que el predio agrícola de que se trata fue adquirido por él y por su padre en comunidad en el año 1986, comunidad qu e se liquidó por escritura pública de 1994 formándose dos lotes numerados como 1 y 2, adjudicándose su padre Alberto Ortiz Gajardo el lote 1. Dicho inmueble adeudaba a Tesorería $154.000.000 por impuesto territorial y mantenía además una deuda ex Cora por $ 300.000.000. El Sr. Ortiz Gajardo no pudo pagar esas deudas y enajenó todos los derechos de agua del predio, debiendo sortearse numerosos intentos del Fisco de rematar el bien por las deudas de contribuciones, de todo lo cual se preocupó el demandado que contesta. Como ya no había modo de evitar la ejecución, el Sr. Ortiz Gajardo le confirió mandato a su hijo Fernando para que enajenara el predio en el precio y condiciones que estimara convenientes. En esa virtud el demandado Ortiz Aceituno vendió el inmueble a Fernando Ortiz Roldán en el año 2005 por un precio de $183.594.315, el que se dio por lagado, dejándose instrucciones al notario, con un pagaré a nombre del

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vendedor por la suma de $178.594.315. El comprador pagó a la Tesorería, previa condonación parcial, la suma adeudada por impuestos, específicamente, $78.228.972 y por deuda ex-Cora pagó la suma de $100.365.343. Así pues, el demandado insiste en que la compraventa no sólo existió sino que fue válida, respondiendo a una intención real, conteniendo un precio también verdadero, respondiendo a una causa lícita y sin que existiera simulación alguna, ni absoluta ni relativa.

12.- Que enseguida, el mismo demandado alega que celebró el contrato de buena fe y premunido de un mandato que se encontraba vigente, puesto que se celebraron sucesivos mandatos que el padre otorgó al hijo, pero sin que se cambiara la persona a quien se confería el encargo, por lo que no cabe la situación de autos en la revocación tácita, que regula el artículo 2164 del Código Civil. En cuanto a la revocación de la autorización conferida por la cónyuge, para enajenar, limitó tal revocación a la autorización conferida en el mandato de 3 de enero de 2003, dejando entonces vigente la que constaba de mandatos anteriores. Por fin, alega que la revocación tampoco le fue notificada. Por todo lo anterior pide el rechazo de la demanda, estimando que la compraventa impugnada es enteramente válida.

13.- Que a fs. 84 contestan la demanda las partes de don Fernando Ortiz Roldán y de la Sociedad Las Perdices actuando el primero como citado de evicción, con relación a la segunda. Ortiz Roldán niega los hechos del libelo y rechaza los vicios que se imputan al contrato, sosteniendo que compró a don Alberto Ortiz Gajardo representado por Fernando Ortiz Aceituno, el lote N° 1 del predio resultante de la división de la Hacienda Perales, por el mismo precio que indicara el primer demandado, el que dice haberse pagado en la misma forma relatada por el anterior demandado. Indica enseguida las mismas cantidades antes expuestas como pagos que debió efectuar por concepto de impuestos morosos, deudas que se arrastraban por más de diez años y que ocasionaron que el inmueble estuviera embargado por el Fisco en procesos de cobranza. Explica que en todos esos años no hubo interesados en la compra del inmueble. Agrega que el representante del vendedor actuó premunido de mandato y que su parte no tenía conocimiento de ninguna revocación del mismo. Alega que no ha habido simulación absoluta ni relativa, que la escritura pública tiene pleno valor probatorio y que contra terceros constituye una presunción de veracidad respecto de sus declaraciones. Desde luego entiende que el precio de la compraventa existió y que se haya dado por pagado en la escritura no impide que éste haya quedado documentado en un título ejecutivo, ni significa esto que pueda negarse el pago. Respecto de la nulidad relativa, se remite a los argumentos antes expresados y agrega que no obstante que la revocación de la autorización para enajenar, que esgrime la actora, tiene efecto sólo respecto de la contenida en el mandato a que su acto revocatorio alude, su parte de todas formas no había tenido conocimiento de esa revocación, de forma tal que habiendo actuado de buena fe, está amparado por el artículo 2173 del Código Civil.

14.- Que, ahora argumentando por la sociedad que lo citara de evicción, el mismo Ortiz Roldán reitera los argumentos anteriores y añade que en cuanto a la acción reivindicatoria, la demandante no es dueña del inmueble que reivindica, por lo que a ese respecto carece de legitimación activa, lo mismo que para reclamar las prestaciones mutuas. Por fin, conforme al artículo 1876 del Código Civil, señala que habiéndose declarado en la escritura que se pagó el precio, no se admitirá prueba en contrario sino la nulidad o falsificaci 3n de la escritura y sólo en virtud de esa prueba habrá acción contra terceros poseedores.

15.- Que así, lo primero que cabe dilucidar es si el contrato puede o no ser inexistente, como plantea, ante todo, el demandante. Sabido es que la inexistencia no es una institución reconocida expresamente en nuestro derecho, y que si para alguna doctrina ella concurre cuando ?falta al acto jurídico un requisito

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o elemento sin el cual es imposible concebirlo?. (Victorio Pescio V. Manual de Derecho Civil, Tomo II. Página 186. Editorial Jurídica de Chile, 1978), para la mayoría de los autores esa institución es extraña a nuestro derecho y desvinculada de la nulidad absoluta no genera ningún efecto práctico, pues con relación a los actos aparentes, no podrá 15.- Que así, lo primero que cabe dilucidar es si el contrato puede o no ser inexistente, como plantea, ante todo, el demandante. Sabido es que la inexistencia no es una institución reconocida expresamente en nuestro derecho, y que si para alguna doctrina ella concurre cuando ?falta al acto jurídico un requisito o elemento sin el cual es imposible concebirlo?. (Victorio Pescio V. Manual de Derecho Civil, Tomo II. Página 186. Editorial Jurídica de Chile, 1978), para la mayoría de los autores esa institución es extraña a nuestro derecho y desvinculada de la nulidad absoluta no genera ningún efecto práctico, pues con relación a los actos aparentes, no podrá desconocérseles sin resolución judicial, que sería el efecto propio y distintivo de la inexistencia, y en cambio siempre serán los Tribunales los que deberán pronunciarse, siendo al respecto la nulidad absoluta la sanción máxima que contempla nuestro Código, con la cual, entonces, en la práctica la inexistencia se confunde. Éste ha sido también el parecer de la jurisprudencia y desde luego es el de esta Corte.

16.- Que, enseguida, la demandante plantea una misma petición ?nulidad absoluta- en los números 2 y 3 de fs. 25, basada en argumentos diferentes, pero no necesariamente unos en subsidio de los otros, ya que al iniciar el numeral 3 dice ?Sin perjuicio de lo anterior, o en subsidio de ella?, dando, pues, al Tribunal la posibilidad de añadir los argumentos del numeral 3 a los esgrimidos en los números previos. Ahora bien, lo primero que se afirma es que falta el consentimiento y que la causa es ilícita, y lo segundo es que no se trata de una verdadera compraventa, sino de una donación que no cumple las exigencias legales. Como en verdad todos estos argumentos dependen unos de otros, cabe analizar los hechos que pueden sostener a todos ellos y luego resolver en el orden propuesto, cada uno.

17.- Que los demandados han controvertido, según expresan en sus contestaciones, todos y cada uno de los hechos sostenidos por la demanda. Sin embargo, a renglón seguido, todos aceptan que en el año 2005 don Fernando Ortiz Aceituno, actuando como mandatario de su padre y en representación de éste, vendi ó a su hijo Fernando Ortiz Roldán el lote 1 del predio subdivisión Hacienda Los Perales, por un precio indicado en la escritura de $ 183.594.315, que se dio por pagado en ella, dejándose instrucciones al notario para la entrega de un pagaré suscrito por el comprador, por la suma de $178.594.315, punto este último que la actora admite también, en la réplica, de suerte que todo ello constituye un hecho no controvertido, que es pertinente y sustancial para la resolución de la causa.

18.- Que entonces, y esto es crucial, para una tercero ajeno al contrato, como es la demandante, para quien las declaraciones de la escritura no son inamovibles sino que sólo generan una presunción de veracidad, los mismos demandados se encargan de reconocer que cerca del 97% del precio fue enterado mediante un pagaré que quedó en poder del notario y que de acuerdo al documento de fs. 212, adjuntado por el notario a su oficio de fs. 213 (todo lo cual configura documentos que forman plena prueba) el ministro de fe debía entregar al vendedor Sr. Ortiz Gajardo o a su apoderado Sr. Ortiz Aceituno, cuando se inscribiera la compraventa. La instrucción fue cumplida -esto es, el pagaré fue entregado por el notario- con fecha 27 de noviembre de 2005 y, según se lee en la copia autorizada que acompañó el escribano, quien lo retiró firmó como recibo. Pues bien, acompañado en copia ese pagaré a fs. 232, no fue objetado, y de él se desprende que fue tomado para pagarse el 30 de septiembre de 2015; esto es, diez años después de la fecha de suscripción de la escritura. Como añadido, se advierte que se pactó para pagarse a esa fecha el total, es decir, sin cuotas intermedias y, adicionalmente, sin reajustes ni intereses.

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19.- Que don Alberto Ortiz Gajardo el vendedor- nació el 10 de noviembre de 1920, como se acredita con el documento público agregado a fs. 218. Esto es, a la fecha de celebración de contrato impugnado contaba con ochenta y cuatro años, once meses y siete días. Es decir, le faltaba menos de un mes para cumplir 85 años de edad.

20.- Que más allá de que no consta que el pagaré lo retirara el vendedor y de que la actora diga que éste estaba aquejado de demencia senil, y aún más allá de la presunción que respecto de ese hecho produzca o no un testigo calificado, como es el médic o que lo atendió, y que todo ello tenga importancia al tenor del punto 3 de la interlocutoria de prueba de fs. 164, pues la recepción del pagaré es un acto o hecho que es parte del negocio que la demanda impugna como simulado, lo cierto es que lo que parece sin duda claro es que, en esta compraventa en que el abuelo de 85 años aparece vendiendo a su nieto mediante la actuación de su hijo como mandatario, el precio no existe en lo absoluto.

21.- Que, en efecto; como la demanda no es de rescisión por lesión enorme, nos dice un demandado que no podemos examinar la suficiencia del precio. Pero se confunde, porque es requisito de la compraventa que exista un precio, que a su turno existirá sólo cuando sea real y serio, como lo reconoce toda la doctrina y la jurisprudencia. Y el precio real y serio se opone tanto al ficticio como al irrisorio. El del caso de autos, lo veremos detalladamente, es tanto lo uno como lo otro. En cuanto a su monto, cabe distinguir entre el precio justo, el precio injusto o vil pero real, y el irrisorio. Si el precio no es justo, pero es real, hay una desproporción que sin embargo no importa que sea imposible mirar como equivalente la cosa y lo pagado por ella. Se habrá vendido a precio vil, pero se ha vendido; hay una cierta equivalencia, aunque sea remota. En tal caso podrá tener cabida la acción de lesión enorme, si se dan las condiciones legales. Pero en cambio, si el precio es irreal, por irrisorio, lo que hay es que el precio de manera alguna puede verse como equivalente, ni aún remotamente, con la cosa. Y entonces el primero simplemente falta, y ya no estamos en sede de lesión enorme. Así lo deja en claro Alessandri en su obra ?De la compraventa y de la promesa de venta? Tomo I Volumen I páginas 257 a 259, Editorial Jurídica de Chile, año 2003 y lo admite, por lo demás, en general, la doctrina y la jurisprudencia.

22.- Que en cuanto a por qué el precio aquí no existe, repárese en que las mismas demandadas han admitido que sólo cinco millones de pesos se pagaron de contado. Ni aún cabe preguntarse todavía si el vendedor recibió esos cinco millones de pesos, lo que veremos que no es posible dar por cierto sin más, sino primero advertir que esa suma equivale aproximadamente al tres por ciento del precio estipulado. Ahora bien, el noventa y siete por ciento restante se dice pagar mediante un pagaré que vence diez años después de la suscripción del contrato, sin intereses ni reajustes y sin desglosar la suma en cuotas, sino postergando el pago completo hasta el fin el término. Atiéndase, pues, a las presunciones que de estos hechos probados con los documentos ya aludidos surgen, que demuestran que en esa parte tan principal, el precio es ficticio.

23.- Que, en primer lugar, existe una presunción de falta de seriedad al respecto, pues es impensable que un anciano de 85 años de edad celebre un contrato de compraventa admitiendo que el noventa y siete por ciento del precio ?es decir, casi todo él- se le pague sólo al cumplirse un plazo de diez años. La sola ley de probabilidades hace altamente predecible que a esa fecha no estará vivo. Nadie vende bien alguno fijando un plazo para recibir el precio a una fecha en que puede tener casi certeza de que ya no vivirá. El precio es una contraprestación; esto es, un beneficio que se recibe a cambio de la cosa, y como tal beneficio lo que se quiere es recibirlo y usarlo. Para eso, huelga decirlo, hace falta estar vivo. No hay

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beneficios para los muertos ni pueden ellos ser sujetos de prestaciones, al menos en este mundo. No cabe replicar que existe una posibilidad de que el vendedor esté vivo para la fecha de vencimiento del pagaré. Existe, desde luego, pero lo que importa aquí es descubrir cuál fue la intención de los contratantes: si vender o donar; si pactar un precio o aparentar uno. La intención se revela por la bajísima probabilidad de que esa obligación llegue a poder exigirse por el dueño que aparece vendiendo. Lo mismo habría ocurrido si el precio se hubiera pactado para cuando el vendedor cumpliera cien o ciento diez años. Hay caso de tal sobrevida, pero nadie pacta recibir un precio a futuro para cuando alcance tan altas edades, pues lo más probable es suponer que no gozará de ese precio. Luego, lo que ocurre es que la extensión del plazo, unida a la avanzada edad del vendedor, demuestra que no se ha querido que el plazo llegue a hacerse exigible. Y mucho menos cuando el pagaré ya no está en poder del notario sino que fue retirado, y ni siquiera ha alegado el mandatario que lo haya entregado a su mandante, con lo cual resulta que todo es un simple artificio para ocultar que no hay precio alguno, pues además ni el vendedor, si sobrevive, ni a 'fan sus herederos, si no lo hace, contarán con título para cobrar esa deuda, revelándose así que lo que la escritura supone un precio real, aunque bajo, y además pagado- es una pura y simple ilusión. No hay ni precio ni pago. Hay, pues, simulación.

24.- Que esta primera presunción, como se dijo, surge de dos hechos: el uno es estar pactado ese pagaré para vencer completo, es decir pactado a un solo pago, a diez años plazo, y el otro es la circunstancia de contar el vendedor con 85 años de edad al tiempo de la suscripción del contrato por parte de su mandatario. Añadamos ahora la constancia documental del retiro de ese pagaré, según informa el notario.

25.- Que en segundo lugar, surge otra presunción de falta de seriedad del precio, pues es impensable, igualmente, que alguien pacte alguno a diez años plazo y renuncie expresamente no sólo a intereses, sino incluso a reajustes, pues ello supone admitir desde ya un precio mucho menor al pactado, porque la merma producida por la inflación reducirá necesariamente esa suma en un porcentaje importante. Esta presunción surge del hecho probado con el mismo documento, constitutivo de copia del pagaré, en que figura que no se generarán intereses ni reajustes.

26.- Que, en tercer lugar, es en sí indicativo de poca seriedad, aún más allá de la edad del vendedor, el que el precio se pacte a tal plazo sin establecer cuotas, pues nadie entrega un predio para que se le pague el precio diez años después.

27.- Que entonces, y sobre todo atendiendo a la primera presunción, resulta acreditado que el 97% del precio es ficticio. Es importante hacer presente que en sí misma aquella primera presunción es lo suficientemente grave y precisa como para formar convicción, al tenor de lo prescrito por el inciso final del artículo 426 del Código de Procedimiento Civil, pues realmente fijar para dentro de diez años el pago que debe recibir un anciano de ochenta y cinco es lo mismo que decir que no se le pagará, lo cual es de una evidencia tal que no hace falta más análisis. Por último, aún si cada una de las presunciones anotadas se estimara sólo como bases de alguna, esa resultante tendría en sí misma el peso de plena prueba, conforme al recién mencionado artículo del Estatuto Procesal C ivil. Las demandadas se escudan en la fuerza del documento público que da por pagado el precio, pero olvidan que la actora es una tercero respecto de ese acto y que ellos mismos destruyen la presunción de veracidad que exista con relación a ella, cuando admiten que la casi totalidad del supuesto precio se dijo entregar mediante el famoso pagaré, que además y por añadidura, parece retirado por el propio apoderado que así dijo vender. La parte demandada ha acompañado, a fs. 461, un certificado del Servicio de Impuestos Internos para

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demostrar que el 97% del predio son tierras de secano de última categoría. Eso significa que tales tierras probablemente valen poco, al menos para usos agrícolas, pero nadie podría pensar que no valgan absolutamente nada, y como ese porcentaje de 97% del terreno coincide con el 97% del precio que es claramente ficticio, tenemos que, si ajustamos ambos parámetros, la cantidad de nada menos que 18.021 hectáreas se ha dado de balde o gratuitamente, lo que termina de confirmar que este contrato no es una compraventa, porque carece de precio. 28.- Que si el 97% del precio es ficticio, como sin duda alguna lo es, restan cinco millones de pesos que se dijo en la escritura pagar de contado. Ahora bien, ante todo, no es asunto de decir sin más que la escritura produce prueba al respecto, porque de nuevo cabe recordar que la demandante es una tercero frente a ella y la presunción de veracidad, que en principio surgiría, quedó destruida cuando se determinó que no era veraz al suponer pagada la principalísima proporción de ese precio, que en verdad no existe, conforme a la prueba de presunciones recién analizada. Ocurre, pues, que lo que cabe concluir es que la escritura que tal falacia contiene ya no prueba nada, y entonces los demandados deberían haber acreditado que efectivamente se pagaron aquellos cinco millones restantes. Y deberían haberlo hecho al tenor de los puntos 2 y, sobre todo, 3 de la resolución de fs. 164. Al tenor del punto 2, porque todas las circunstancias relativas al precio dicen relación con la simulación que se alega, la que acreditada si ese precio no existe, debería desacreditarse por los demandados probando el pago. Al tenor del punto 3, porque el recibir efectivamente aquella suma importaría conocimiento, de parte del vendedor, de los términos del negocio. Desde luego, tal entrega n o se acreditó en los autos.

29.- Que aún si prescindimos de lo recién expuesto y atendemos a que esos cinco millones de pesos aparecen pagados de contado en la escritura y damos a ello pleno valor, la suma indicada, para un predio de 18.687 hectáreas, equivale a 268 pesos por hectárea. Esto ya no es injusto o vil, sino claramente irrisorio; es decir, irreal, pues nadie podría creer que haya alguna sombra de equivalencia entre lo que se dice comprar y lo que se dice pagar. Tres monedas por una hectárea no es un precio, es una broma. Esto es, resulta irrisorio.

30.- Que los demandados responden aludiendo a las deudas que debieron pagar respecto del inmueble. Al respecto lo que cabe decir es que la escritura ?que contra ellos sí que produce prueba completa que no pueden eludir- no menciona en parte alguna que el precio se complete o añada con los pagos de las deudas que por impuesto territorial o por cualquier otra causa graven al inmueble, ni tampoco indica esa escritura que se destine el precio al pago de tales deudas, lo que parecería curioso, si el 97% del mismo no se entregaría sino hasta dentro de diez años y el 3% restante se supone entregado al vendedor. Ningún derecho asiste a los demandados, ahora, a querer adicionar el precio pactado ?en verdad reemplazar el inexistente- con otra suma cualquiera, del monto que se quiera, que ellos mismos, redactores de la escritura, como que uno actuó en calidad de mandatario por el vendedor y el otro fue comprador, no indicaron en el contrato que tuviera o pudiera tener tal calidad. En cuanto a la sociedad también demandada, es obvio que tiene que atenerse al contrato cuya nulidad se pide, y no tiene tampoco motivo para pretender que el precio haya sido otro que el que en el propio instrumento se pactó. Lo que interesa, pues, es si esa cantidad ?y no otra- se pactó para constituir un precio real o para simular alguno. Y ya se ha visto que lo verdadero es lo segundo.

31.- Que así pues, resulta que si el contrato no tiene precio, no es compraventa. Es donación, y lo será aunque el donatario se tenga que hacer cargo de deudas tributarias del predio, pues suyo es el derecho de aceptar o no tal donación. Indudablemente que el admitirla y pagar en consecuencia lo adeudado, para inscribir a su nombre, no convierte a la donación en venta, ni puede convert irla porque sigue faltando el

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precio. Las demás consideraciones respecto a que los lotes 1 y 2 de la Hacienda tenían un solo rol tributario (hecho probado a fs. 306) y por ende que en todo caso el monto de la deuda por contribuciones era sólo la mitad del que los demandados pretenden ?el avalúo de ambos paños es casi idéntico- o que las deudas las había de servir, precisamente por la existencia de un sólo rol, el Banco que ejecutaba y subastaba el lote 2, de propiedad de Ortiz Aceituno, o que si el inmueble se remataba por la deuda de impuestos de todas suertes había de subastarse por una suma mayor a la que aparece como precio, dadas las exigencias de la ley pertinente respecto del mínimo para la subasta, de suerte que en parecer de la actora el pago de impuestos que efectuaron los demandados no tuvo más fin que inscribir a toda prisa a nombre del comprador para deshacerse luego del bien, o, por fin, que el propio Ortiz Aceituno, demandado en autos, estaba obligado por el mandato que aceptó y que invoca, a pagar las deudas de contribuciones y los demás impuestos con cargo a los arrendamientos que debía celebrar y administrar, conforme a las cláusulas segunda y tercera de los mandatos sucesivos que recibió, son argumentos que pueden darnos luz en cuanto a los aspectos éticos o morales que están en la base del problema, pero que quedan fuera del análisis de los jueces de derecho y reservados desde ya para planos superiores al terrenal, de manera que en verdad se trata de cuestiones que nada añaden al hecho puro y simple de que tales pagos no forman en lo más mínimo parte del precio y no pueden, por tanto, imputarse a él. Éste sigue siendo irrisorio y por lo mismo no serio, si es que no derechamente irreal. En ambos casos, inexistente en cuanto tal.

32.- Que establecido que el contrato no es compraventa, porque carece de un elemento esencial de ésta, como es el precio, tenemos que la simulación que se alega aparece probada.

33.- Que en efecto, para que la simulación exista se necesita que la voluntad declarada sea distinta a la real y que en ese disimulo hayan tenido parte los dos demandados que intervinieron en el acto. Nos dicen esos demandados que aquí ni se ha probado ni podía probarse ese acuerdo, porque ello no se incluyó en la interlocutoria de prueba. Evidentemente hay un error en la segunda parte de tal pretensión, porque al recibirse a prueba la causa se indicó como hecho la efectividad de que el contrato fuera simulado, lo que importa incluir allí todos los elementos de dicha simulación. En cuanto a la efectividad de haberse probado ese concierto, el mismo surge acreditado por presunciones, pues se ha probado por medio de un documento público, como ya se dijo, que el supuesto vendedor, don Alberto Ortiz Gajardo, ten 33.- Que en efecto, para que la simulación exista se necesita que la voluntad declarada sea distinta a la real y que en ese disimulo hayan tenido parte los dos demandados que intervinieron en el acto. Nos dicen esos demandados que aquí ni se ha probado ni podía probarse ese acuerdo, porque ello no se incluyó en la interlocutoria de prueba. Evidentemente hay un error en la segunda parte de tal pretensión, porque al recibirse a prueba la causa se indicó como hecho la efectividad de que el contrato fuera simulado, lo que importa incluir allí todos los elementos de dicha simulación. En cuanto a la efectividad de haberse probado ese concierto, el mismo surge acreditado por presunciones, pues se ha probado por medio de un documento público, como ya se dijo, que el supuesto vendedor, don Alberto Ortiz Gajardo, tenía, a la fecha de celebrarse el contrato, casi ochenta y cinco años de edad. O, si prefiere, ochenta y cuatro años y once meses. En también un hecho probado por medio de la copia no objetada del pagaré, que se dijo pagar el 97 % del precio de la supuesta compraventa con un pagaré a diez años, sin intereses ni reajustes y a un solo pago, a su vencimiento. Es claro, como ya se dijo, que de estos dos hechos surge que la fecha de exigibilidad del precio se fijó para una data en que el vendedor, con una muy alta probabilidad, no estará vivo. Falta, para acreditar el concierto respecto de estos hechos, el conocimiento que de los mismos tuvieran los dos contratantes (mandatario y comprador), pues es claro que ese conocimiento importa o equivale a la intención de simular, ya que implica conocer que el precio es irreal. En otros

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términos, probado el conocimiento, queda simultáneamente probada la intención de simular, que es inseparable de ese conocimiento. Pues bien; en cuanto a la edad del vendedor, el mandatario es su hijo y el comprador es su nieto. Esas relaciones de parentesco ni siquiera están debatidas y los demandados las aceptan expresamente. Así, Ortiz Roldán dice en su dúplica, a fs. 109 que compró a su abuelo Alberto Ortiz Gajardo, representado por su hijo Fernando Ortiz Aceituno. Ortiz Aceituno, a su turno, en su dúplica, a fs. 119 dice que vendió ?como mandatario de su padre?. Y en el punto 7 de la misma dúplica, a fs. 121, agrega que Fernando Ortiz Roldán ?pagó las deudas de su abuelo? refiriéndose a las que gravan el inmueble de que se trata. Por lo demás Ortiz Roldán deja en claro que conoce perfectamente el parentesco y las edades de sus parientes, en su escrito de excepciones dilatorias de fs. 40. Ortiz Aceituno, su turno, al contestar a fs. 73 ya admite claramente que los demandados son hijo y nieto respectivamente, de la actora y del vendedor, y otro tanto hace Ortiz Rold án cuando contesta a fs. 84. Entonces ninguno pudo ignorar la edad del vendedor, siquiera por aproximación. Luego, el ánimo de simular, el concierto para ello, queda inmediatamente probado, porque conociendo la edad del vendedor, difieren el pago de un precio, que en sí mismo es inferior en mucho al avalúo fiscal, para dentro de diez años. Esto es, en verdad no quieren fijar, pagar ni recibir, ningún precio. Desde luego, ni falta hace razonar sobre el conocimiento de ambos demandados respecto de la estipulación sobre el precio, las instrucciones al notario y las características del pagaré, pues estos fueron documentos que ellos personalmente suscribieron. Todas estas circunstancias no es que prueben, sino que configuran el concierto, porque las instrucciones al notario las dieron en conjunto, porque si uno suscribió el pagaré, el otro concordó en su contenido y porque en la escritura intervienen ambos. Así pues, la simulación es resultado de la voluntad conjunta del mandatario y del comprador. Ambos, en verdad, decían vender pero sabían que pactaban donación.

34.- Que si lo pactado es donación, ocurre que la demandante alega al respecto cuatro vicios, a saber: a) que se trata de una simulación ilícita, porque perjudica vendedor y a terceros, b) que no ha habido voluntad que valide el acto; c) que no ha mediado insinuación de la donación; y d) que no ha existido causa lícita. Cabe analizar una a una estas alegaciones.

35.- Que, en efecto, la donación importa un perjuicio para el que se dice vendedor, porque, contra la apariencia de la escritura, se ve privado del bien por un contrato a título gratuito que, por ende, ningún beneficio le reporta, y otro tanto cabe decir respecto de la actora, que es una tercero respecto del contrato, pero tiene interés legalmente protegido en el inmueble, en su calidad de socia de la sociedad conyugal propietaria. Así pues, se trata efectivamente de una simulación que oculta un despojo, al aparentar un título oneroso cuando en verdad lo que hay es uno gratuito, que el dueño no ha querido celebrar.

36.- Que en inmediata relación con lo recién expuesto, es cierto que no hay voluntad de parte del vendedor donante en realidad.- porque él ha conferido un mandato que si bien dice para vender y enajenar hace sinónimos esto s términos o refiere el segundo a la tradición misma, pero en ningún caso extiende su consentimiento a una enajenación gratuita, como queda de manifiesto de la cláusula quinta del mandato corriente de fs. 215 a 217 vta., en que se encarga al mandatario fijar el precio y condiciones de esa venta. Al decir y condiciones, no hace una disyuntiva, de manera que el precio no puede faltar. Y aquí falta. Luego, el propietario nunca consintió en donar.

37.- Que, por fin, es claro que si los demandados dijeron vender, no insinuaron, porque la compraventa no se insinúa. Luego, siendo en verdad donación, falta esa formalidad que la ley prevé como requisito de

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validez del contrato gratuito en referencia.

38.- Que, respecto de la causa, esta alegación se confunde con las anteriores. La simulación es ilícita, precisamente porque busca perjudicar al dueño y a la cónyuge de éste. Faltando el precio, no hay la causa propia de la compraventa, contrato que ya se dijo es simulado. Como causa de la donación quedaría entonces la pura liberalidad, pero ella no puede existir si no hay consentimiento para donar. La causa, pues, ha existido sólo para el mandatario y el adquirente pero no para el dueño. Y para aquellos ha consistido en defraudar a su padre y abuelo respectivamente. O, mejor aún, a sus padres y abuelos; esto es, a ambos socios de la sociedad conyugal propietaria. Luego, es verdad que para la donación falta la causa lícita.

39.- Que, por tanto, el contrato es absolutamente nulo. Lo es por tratarse de una simulación ilícita y, por lo mismo, carecer de causa lícita; lo es porque develado que consistió en donación, no hubo consentimiento del donante y lo es porque no medió la formalidad contemplada en la ley como requisito de validez de las donaciones.

40.- Que dentro de las peticiones de la acción principal está la de restituir el inmueble, tanto en cuanto a su posesión inscrita como a su posesión material, así como la de pagar frutos, lo que significa que aquí se ha ejercido, claramente, una acción reivindicatoria, conjuntamente con la de nulidad, que a su turno se deriva de la simulación alegada. La demandada, sin embargo, alega la falta de titularidad de la mujer para pedir reivindicación respecto de un bien que pertenece a l a sociedad conyugal.

41.- Que es menester atender a que la actora tiene perfecta legitimidad para reclamar la nulidad absoluta del contrato de que se trata, aún si no se le considera dueña del inmueble y a pesar de ser una tercero ajena al contrato, porque para reclamar la nulidad absoluta le basta con tener interés en ello, según reza el artículo 1683 del Código Civil, y tanto es el interés de la cónyuge respecto de un contrato que afecte el dominio de un inmueble social, que la ley exige que ella preste su consentimiento, para la validez del acto. Es decir, se trata de un interés reconocido legalmente en forma expresa. No hablamos aquí de la acción de nulidad relativa ?que indudablemente le pertenece- derivada de faltar su permiso, sino de la circunstancia de que esa exigencia legislativa de contar con su autorización, para que se pueda vender válidamente, revela que el derecho cautela un interés de la cónyuge, en cuanto partícipe de la sociedad conyugal, propietaria del inmueble que se quiera vender. Ese mismo interés, entonces, le basta para accionar de nulidad absoluta. Y le tiene que bastar, porque es evidente que aunque para terceros el inmueble sea o se mire como si fuera del marido, en verdad es social y la mujer es parte de la sociedad conyugal propietaria, de modo que sus intereses pecuniarios están claramente comprometidos como para reclamar la nulidad de un contrato que lo enajene.

42.- Que, entonces, aunque la acción reivindicatoria general se concede al dueño y admitiendo que en principio esa calidad a la mujer no le asiste, resulta que es efecto propio y central de la nulidad retrotraer las cosas al estado anterior a la celebración del contrato nulo, como en forma por demás clara estipula el artículo 1687 del Código Civil. Esto significa que deben desaparecer las inscripciones posesorias practicadas sobre la base de dicho contrato y revivir la inscripción de quien figuró como vendedor. Es decir, la posesión debe volver a poder del vendedor. Ahora bien; resulta que la restitución de la posesión es el objeto por excelencia de la acción reivindicatoria y en materia de inmuebles la posesión está constituida precisamente por la inscripción. Luego, para que tenga resultado la acción de nulidad, para que produzca el efecto central que cabe atribuirle y que la ley de hecho le atribuye, es mene ster que

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quien tenga interés en reclamarla pueda solicitar también la restitución de la posesión a su legítimo y anterior titular. De otro modo, ese interés sólo estará protegido en apariencia, porque si el tercero interesado, que obtiene la declaración de nulidad de la compraventa, carece del derecho a reclamar la restitución, entonces, pese al fallo, el contrato declarado nulo seguirá produciendo sus efectos. La ley no puede querer a la vez dos cosas contradictorias, como son proteger el interés legítimo y privar a ese interés del medio de hacer efectiva tal protección. Luego, la acción reivindicatoria en favor del dueño sociedad conyugal, en este caso- es una acción que, derivando de la de nulidad, pertenece a la mujer, siquiera porque le pertenece la acción de nulidad misma y aquella, además de derivar de ésta, la complementa necesariamente, como se advierte de la lectura de los artículos 1687 y 1689 del Código Civil.

43.- Que la restitución material del predio, que también se pide y que cabe declarar en favor del dueño, es una consecuencia inevitable de acogerse la reivindicación derivada de la nulidad, pues como lo ha fallado reiteradamente nuestra Corte Suprema, aunque la posesión de los inmuebles inscritos consiste en la inscripción misma, es preciso adicionarla con el corpus material, para que preste su completa utilidad. Por otro lado, esta materialidad de la posesión, agregada a la sola inscripción, la determina la propia ley como efecto de la acción reivindicatoria, y en lo que ahora nos ocupa, como efecto de la reivindicación propia de la nulidad. Así, el artículo 1687 inciso segundo, del Código Civil, regula las prestaciones mutuas respecto de frutos y mejoras. Ahora bien, los frutos se recogen en virtud de la posesión material y no simplemente en virtud de la inscripción conservatoria, de modo que es evidente que la restitución debe incluir, en el caso sublite, al predio en sí, puesto que la actora reclama la devolución de los frutos, a lo que habrá de darse lugar, siempre para el propietario, pero través de la demandante que es la interesada que ejerce legítimamente la acción, como ya vimos. De igual modo, la demanda pide se declare la responsabilidad de los demandados respecto de los deterioros de la cosa, reservando los montos de esas responsabilidades y de los frutos p ara la ejecución del fallo, todo considerando a los demandados como poseedores de mala fe, que lo son cada uno de ellos, desde luego, pues, como ya se dijo, los dos principales fraguaron el contrato simulado y la sociedad poseedora actual está formada por el propio Ortiz Roldán, cuya mala fe es indudable al tenor de lo razonado, y por su hermana, según consta de los certificados de fs. 197 y 198, que tampoco ha podido entonces ignorar ni la edad de su abuelo ni las circunstancias generales de esta simulación. Más allá de ello, no puede, en sí misma, sino estar afectada por esa mala fe una persona jurídica en que la mitad de sus integrantes la padece y en que la principalísima parte del patrimonio que se entera al formarse la compañía, está integrado por un bien habido por el que lo aporta con los dolosos defectos ya anotados. Los demandados nos dijeron en estrados que la mala de fe del supuesto comprador y de la sociedad no se incluyó como hecho a probar y, por ende, no podría darse por cierta, pero ocurre que dicha circunstancia está expresamente enunciada como hecho a probar en el numeral 4 de la interlocutoria de fs. 164, de suerte que a ese tenor se efectúan los análisis que por medio de las presunciones ya enunciadas (edad del supuesto vendedor, disposición de las instrucciones y del pagaré respecto del precio, parentesco de los dos primeros demandados con quien aparece como vendedor, conformación de la sociedad por parte de dos únicos socios, ambos hermanos entre sí y nietos de Alberto Ortiz y de la actora y, por fin, conformación del patrimonio social, según la escritura de fs. 8, cláusula sexta), todas precisas, directas y concordantes.

44.- Que el resto de la prueba rendida nada aporta ni en nada obsta a las conclusiones anotadas. En efecto, la testimonial de la actora apunta a demostrar que el demandado Aceituno obraba sin mandato para vender, lo que no puede ser exacto de acuerdo a lo que la propia parte actora argumenta, porque si el primer poder le fue revocado, como asegura, ello ocurrió tácitamente, porque se confirió uno idéntico,

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posterior. Luego, mandato necesariamente había, fuera uno u otro, pero ambos en iguales términos. En cuanto a la autorización de la mujer, para enajenar, ello dice relación con la demanda subsidiaria de nulidad relativa, sobre la que no cabe decir nada, puesto que se acogerá la p rincipal. La cuesti44.- Que el resto de la prueba rendida nada aporta ni en nada obsta a las conclusiones anotadas. En efecto, la testimonial de la actora apunta a demostrar que el demandado Aceituno obraba sin mandato para vender, lo que no puede ser exacto de acuerdo a lo que la propia parte actora argumenta, porque si el primer poder le fue revocado, como asegura, ello ocurrió tácitamente, porque se confirió uno idéntico, posterior. Luego, mandato necesariamente había, fuera uno u otro, pero ambos en iguales términos. En cuanto a la autorización de la mujer, para enajenar, ello dice relación con la demanda subsidiaria de nulidad relativa, sobre la que no cabe decir nada, puesto que se acogerá la p rincipal. La cuestión, pues, no es que no hubiera mandato para vender, sino que no lo había para donar, y el contrato celebrado sólo aparentemente fue compraventa, según ya se ha razonado largamente. Enseguida, los testigos se refieren a si el Sr. Ortiz Gajardo fue despojado de su predio, lo que quedó acreditado al probarse la simulación según el análisis relativo al precio, que no fue real ni serio, asunto probado mediante presunciones derivadas de documentos. Nada pueden añadir los testigos ?además de oídas- sobre el particular. Y en cuanto a la inhabilidad mental del anciano, sólo el dicho de un testigo, que es el médico que lo trató, puede formar una presunción, pero sin el rigor suficiente como para formar plena prueba, si no medió peritaje. La productividad del predio, que es otro punto sobre el que se interroga a los testigos, puede decir relación con los frutos, pero ello se reservó para determinarlo en etapa de ejecución. Los testigos de la demandada, por su parte, afirman que el contrato no fue simulado, pero ni uno sólo de ellos sabe nada respecto del precio, su estipulación, las instrucciones al notario, el pagaré, o si el dueño recibió siquiera algún dinero del que se dice pagado de contado, que en todo caso es un ínfimo 3% del total, como se ha visto. Luego, ninguno de estos testigos aporta o controvierte hechos respecto del punto central que determina la prueba de la simulación: la inexistencia de precio, elemento esencial de toda compraventa.

45.- Que así pues, y en resumen, se acogerá la acción de simulación intentada en lo principal de fs. 19, conforme a la parte petitoria del libelo, a fs. 25, y como consecuencia de ello se declarará la nulidad absoluta del contrato verdaderamente celebrado, conforme se pide en el número 2 de esa parte de la demanda, entendiéndose en todo caso que la inexistencia reclamada en el número 1 de esa parte del libelo es sinónimo de tal nulidad, por lo que a todo evento se admite la demanda de lo principal completa, por faltar el consentimiento para donar, de parte del propietario, por faltar causa lícita al contrato y además conforme a lo que ?Sin perjuicio de lo anterior? se reclama en el numeral 3 de fs. 25, por no haberse insinuado esa donación resultante. Conforme a todo lo dicho, se admitir45.- Que así pues, y en resumen, se acogerá la acción de simulación intentada en lo principal de fs. 19, conforme a la parte petitoria del libelo, a fs. 25, y como consecuencia de ello se declarará la nulidad absoluta del contrato verdaderamente celebrado, conforme se pide en el número 2 de esa parte de la demanda, entendiéndose en todo caso que la inexistencia reclamada en el número 1 de esa parte del libelo es sinónimo de tal nulidad, por lo que a todo evento se admite la demanda de lo principal completa, por faltar el consentimiento para donar, de parte del propietario, por faltar causa lícita al contrato y además conforme a lo que ?Sin perjuicio de lo anterior? se reclama en el numeral 3 de fs. 25, por no haberse insinuado esa donación resultante. Conforme a todo lo dicho, se admitirá además la solicitud de retrotraer las c osas al estado anterior a la celebración del contrato nulo, disponiéndose tanto la cancelación de las inscripciones derivadas de él y la revalidación de la inscripción primitiva, como la restitución material del predio, así como el pago de frutos y deterioros, reservándose para la ejecución la determinación de sus montos.

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Y visto además lo dispuesto por los artículos 1.401, 1.445, 1.467, 1.681, 1.682, 1.683, 1.687, 1.689, 1.712, 1.793, 1.808 y 1871 del Código Civil y artículos 170, 358 N° 1°, 426 y 786 del Código de Procedimiento Civil, se declara:

A.- Que se rechazan las tachas opuestas por la parte demandada en contra de los testigos Rodolfo Vidal y Hugo Carmona.

B.- Que se rechazan las tachas opuestas por la parte actora en contra de los testigos Sebastián Santamaría, Yasna Maldonado y Carla Miranda.

C.- Que se acoge la tacha presentada por la demandada en contra de la testigo María Elisa Ortiz Aceituno, la que por consiguiente se tiene como testigo inhábil, prescindiéndose de sus declaraciones.

D.- Que se acoge la demanda presentada en lo principal de fs. 19, en cuanto se declara nulo de nulidad absoluta el contrato denominado de compraventa suscrito de una parte por don Fernando Ortiz Aceituno, diciéndose apoderado de don Alberto Ortiz Gajardo, por quien señaló vender, y de otra por don Fernando Ortiz Roldán, respecto del inmueble denominado Lote Uno de la subdivisión de parte del predio denominado Hacienda Los Perales, ubicado en la comuna de Machalí, contrato cuyo texto aparece en copia de fs. 1 a 3, celebrado por escritura pública de 17 de octubre de 2005 ante la notario de Rancagua doña Eugenia Gómez Hermosilla, suplente del titular don Ernesto Montoya Peredo, número de repertorio 5183-2005.

E.- Que, como consecuencia, se acoge también la acción reivindicatoria deducida por la actora y se retrotrae la situación a su estado anterior a la celebración del contrato. Luego, se dejan sin efecto las inscripciones de fs. 8543 N° 7.308 del Registro de Propiedad del año 2005 y la de fs. 1.261 N° 1339 del Registro de Propiedad de 2006, ambas del Conservador de Bienes raE.- Que, como consecuencia, se acoge también la acción reivindicatoria deducida por la actora y se retrotrae la situación a su estado anterior a la celebración del contrato. Luego, se dejan sin efecto las inscripciones de fs. 8543 N° 7.308 del Registro de Propiedad del año 2005 y la de fs. 1.261 N° 1339 del Registro de Propiedad de 2006, ambas del Conservador de Bienes raíces de Rancagua, las que se cancelarán, y recobra en cambio su vigencia la inscripción a nombre de don Alberto Ortiz Gajardo, corriente a fs. 7.924 vta., N° 6.184 del Registro de Propiedad del año 1994, también del Conservador de Bienes Raíces de Rancagua.

F.- Que se condena a los demandados a la restitución material del inmueble y a responder de los deterioros o pérdidas que se produzcan respecto del mismo, así como a restituir los frutos, considerándoseles al efecto como poseedores de mala fe, reservándose para la ejecución la determinación del monto de las responsabilidades y frutos referidos.

G.- Que se condena en costas a todos los demandados.

No se emite pronunciamiento respecto de la demanda de nulidad relativa, contenida en el primer otrosí del escrito de fs. 19 a 30, por su carácter de subsidiaria, que la hace incompatible con la que se ha acogido.

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Regístrese y devuélvase.

Redacción del Ministro Sr. Mera.

Rol N° 227-2008.

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