Información sobre la historia de Noja

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HISTORIA DE NOJA La primera noticia que se tiene de esta villa data del año 927, cuando el Cartulario de Santa María de Puerto ( Santoña ) cita varias iglesias, monasterios o ermitas, como la de San Juan en Rís, en territorio de Noja. Y es que, como tantos otros pueblos de Cantabria, Noja comenzaría a levantarse en torno a un monasterio, citado en este mismo cartulario en el año 1084, llamado San Pedro de Nogga, que con el tiempo sería el único que consiguió crecer y convertirse en lo que hoy es la iglesia parroquial de esta hermosa villa. A rasgos generales, durante la Edad Media el territorio de Noja se articulaba en torno a las iglesias de San Pedro de Noja, la ermita de San Juan de Ris y el monasterio de San Lorenzo de Garvijos, situado a los pies de montes Mijedo. Numerosos documentos citan los diversos barrios que forman Noja, como son: Cabanzo, Fonegra, Ris y Trengandín. Desde 1085 la villa poseía un concejo o asamblea general ( una de las más antiguas de Cantabria ) formada por los cabeza de familia. Este concejo era el que detentaba el poder efectivo del lugar a través de los funcionarios elegidos por votación entre los habitantes. El máximo representante municipal era el procurador, pero no había alcalde, este cargo lo detentaba el llamado alcalde mayor de la Junta de Siete Villas, una de las cinco en que se dividía la Merindad de Trasmiera. Esta Junta estaba compuesta por Isla, Arnuero, Castillo, Ajo, Bareyo, Güemes, Meruelo, Soano y Noja. La vida de los repobladores de Noja, estaba basada en pequeñas comunidades de economía autosuficiente, viviendo de la pesca, la agricultura y la ganadería. Uno de los acontecimientos que caracteriza el final de la Edad Media en Noja está protagonizado por los linajes Castillo y Venero, que, procedentes de Arnuero, se establecieron junto a San Pedro y San Juan respectivamente. Las dos familias se enfrentaron en las llamadas luchas de banderías resultando vencedores los Castillo, de la banda de Negrete. Su torre ha sobrevivido en pie hasta la actualidad, mientras permanece arruinada la de los Venero, que combatieron junto al bando derrotado, el de los Giles. El 23 de Enero de 1644 el pueblo de Noja, solicitó al rey Felipe IV su separación de la Junta de Siete Villas, alegando servicios a la corona y pagando a la hacienda real 500 ducados y el 9 de Marzo, el rey concede la merced de la Vara de Alcalde Ordinario, adquiriendo automáticamente la categoría de Villa y rigiendo sus propios destinos de forma independiente.

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Historia de Noja

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HISTORIA DE NOJA

La primera noticia que se tiene de esta villa data del año 927, cuando el Cartulario de

Santa María de Puerto ( Santoña ) cita varias iglesias, monasterios o ermitas, como la de

San Juan en Rís, en territorio de Noja. Y es que, como tantos otros pueblos de Cantabria,

Noja comenzaría a levantarse en torno a un monasterio, citado en este mismo cartulario

en el año 1084, llamado San Pedro de Nogga, que con el tiempo sería el único que

consiguió crecer y convertirse en lo que hoy es la iglesia parroquial de esta hermosa villa.

A rasgos generales, durante la Edad Media el territorio de Noja se articulaba en torno a

las iglesias de San Pedro de Noja, la ermita de San Juan de Ris y el monasterio de San

Lorenzo de Garvijos, situado a los pies de montes Mijedo. Numerosos documentos citan

los diversos barrios que forman Noja, como son: Cabanzo, Fonegra, Ris y Trengandín.

Desde 1085 la villa poseía un concejo o asamblea general ( una de las más antiguas de

Cantabria ) formada por los cabeza de familia. Este concejo era el que detentaba el poder

efectivo del lugar a través de los funcionarios elegidos por votación entre los habitantes.

El máximo representante municipal era el procurador, pero no había alcalde, este cargo lo

detentaba el llamado alcalde mayor de la Junta de Siete Villas, una de las cinco en que se

dividía la Merindad de Trasmiera. Esta Junta estaba compuesta por Isla, Arnuero, Castillo,

Ajo, Bareyo, Güemes, Meruelo, Soano y Noja. La vida de los repobladores de Noja,

estaba basada en pequeñas comunidades de economía autosuficiente, viviendo de la

pesca, la agricultura y la ganadería.

Uno de los acontecimientos que caracteriza el final de la Edad Media en Noja está

protagonizado por los linajes Castillo y Venero, que, procedentes de Arnuero, se

establecieron junto a San Pedro y San Juan respectivamente. Las dos familias se

enfrentaron en las llamadas luchas de banderías resultando vencedores los Castillo, de la

banda de Negrete. Su torre ha sobrevivido en pie hasta la actualidad, mientras permanece

arruinada la de los Venero, que combatieron junto al bando derrotado, el de los Giles.

El 23 de Enero de 1644 el pueblo de Noja, solicitó al rey Felipe IV su separación de la

Junta de Siete Villas, alegando servicios a la corona y pagando a la hacienda real 500

ducados y el 9 de Marzo, el rey concede la merced de la Vara de Alcalde Ordinario,

adquiriendo automáticamente la categoría de Villa y rigiendo sus propios destinos de

forma independiente.

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Desde entonces Noja llevó una vida tranquila, consecuente con su carácter de pequeña

villa, sin embargo sus familias tradicionales, de las cuales queda constancia en las

diferentes casonas y palacios que aún quedan en pie, dieron muy ilustres figuras que

hicieron páginas de la historia en una proporción verdaderamente sorprendente.

También artesanos de la piedra, campaneros y ebanistas, han dejado su obra y llevado el

nombre de Noja hasta lugares tan grandiosos y universales como los Jerónimos de Lisboa

y las catedrales de Burgos y de Colonia.

Una buena manera de saber como era Noja a mediados del siglo XIX es a través del

Diccionario Estadístico de Pascual Madoz: "villa con ayuntamiento del partido judicial de

Entrambasaguas. Tiene 148 casas, escuela de primeras letras a la que asisten 40 niños

de ambos sexos, iglesia parroquial de San Pedro con cuatro curas para su servicio, dos

ermitas ( San Juan Bautista y San Sebastián ), dos capillas públicas con la advocación de

San José y Santa Bárbara y buenas aguas potables”. En el barrio de la Elguera distante

un cuarto de legua del resto de población había también dos ermitas dedicadas a Santa

Catalina y San Nicolás.

En la actualidad, Noja sigue conservando su carácter señorial que, unido a sus

estupendas playas, la convierten en un lugar perfecto para disfrutar de unas vacaciones.