Informe Daniel Galindo

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Lectura del testigo de Le viste la cara a Dios de Gabriela Cabezón Cámara.

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  • Universidad de Buenos Aires

    Facultad de filosofa y letras

    Letras

    Teora y anlisis literario II

    Doc. Adriana Imperatore

    Alumno: Daniel Galindo

    2015

  • I La aparicin del cuerpo y su soberana de mujer en mbitos definidos masculinos noha dejado de extraar las relaciones tradicionales de representacin (ms evidente en gneros como

    la pica greco-ltina, poesa buclica, Western, devocionarios, crnicas de conquista, relatos de

    viaje, banquetes), hasta devenir gneros emancipados o totalmente nuevos. Personajes como

    Camila, Dido, Juana de Arco, Lady Porcia, entre muchas otras no slo irrumpen en la guerra, el

    gobierno, el foro judicial, sino que ponen en crisis las representacin de las virtudes heroicas de los

    hombres. Charlize Theron, sosteniendo un hermoso rifle Winchester en 'C'era una volta il West en

    el 68`, fue comparada por la crtica con El hombre sin nombre de Per un pugno di dollari, haciendo

    flaquear la rudeza de Joe. En la misma lnea aparece la fra y calculadora mirada de Barbara

    Stanwyck seoreando a sus pistoleros como Jessica Drummond en Forty Guns (1958). Nadie

    olvidara la dureza de Joan Crawford o la determinacin Angie Dickinson. Sin embargo el

    herosmo es capaz de convivir con la necesidad de desposeer el cuerpo. La Candida Erndira cuelga

    las sabanas hmedas con sus brazos raquticos, Perla interpretada por Evangelina Sosa en La mujer

    del puerto (1991) baja la mirada ante los hombres que la toman de la mano, las Chicas de Doa

    Lupe en La ley de Herodes (1999) aun intentan huir tras haberla enterrado, Aspasia de Mileto

    amante de Periclites (en tanto mitografa de un personaje histrico) no es contemplada madre

    posible de un ciudadano por las leyes de Athenas y Bella parece volver a su eterno sepulcro tras

    cada final feliz. Luego, escasas y desmesuradas son todas y cada una de las representaciones

    vigentes que conviven cuando se trata de fijar la representacin de un personaje cuyo principio

    constructivo es la inminente presencia de su cuerpo de mujer.

    Le viste la cara a Dios se plantea en principio como una reversin de cuentos clsicos infantiles a

    pedido de Cristina Fllaras. Grabriela Cabezn Cmara reversiona La bella durmiente. Y, si bien se

    podran leer comparativamente, Le viste la cara a Dios deja ese amargo sabor de la primera vez en

    el puticlub de Lans donde conociste a Dios(Cmara, xxxx;7). All se sostiene una promesa:

    Ya habr una flor para vos, vas a ver que no te miento, pero adems de un alma vas a querer a un

    Dios, porque todo torturado quiere como San Juan ir con l, el amado, en un trance espiritual, que

    no hay cuerpo que pueda con la tortura constante (Cmara, xxxx; 7)

    El problema de las promesas es que muestran la fragilidad de las palabras frente a los infortunios, y

    de las palabras entre las palabras; y entre las palabras y los infortunios la promesa obliga, registra

    mi adopcin espiritual de una atadura espiritual(Austin, 1955; 8). La promesa tanto obliga, como

    genera la expectativa de intencin sincera, de la voluntad de quien la enuncia, y de sus condiciones

  • posibilidad, aunque nada de eso sea lingstico.

    Igual ya casi no sufrs: lo ves todo muy de arriba, ah est tu cama, ah tu cuerpo abajo de otro, ah

    tu garganta aullando, ah abajo y desde ah ms bien desde all arriba, lo nico que te une a vos es

    una lnea de plata, hecha de una lucesita dbil, algo as como un cordn umbilical evanescente que

    apenas brilla, una promesa, un puente, como aquello que, vos cres, puso Dios para tenga la

    certeza iluminada de que alguna vez sers nuevamente soberana de vos misma: voy a ser duea de

    mi, te promets, y le rezs a San Jorge(Cmara, xxxx; 16).

    No obstante es muy diferente una promesa que se te hace a vos, que a vos misma. La capacidad de

    prometer es diferente a la capacidad de prometerse a si misma, si lo que est en cuestin es la

    adopcin espiritual, la atadura espiritual. Las condiciones de enunciacin tambin son diferentes:

    prometerse a si mismo obliga al desdoblamiento, el desdoblamiento a sus condiciones de

    posibilidad; y stas devuelta a la enunciacin en condicin de motivo fantstico. El desdoblamiento

    coquetea con lo inverosmil hasta que sucede y sucede junto a todos los motivos fantsticos clsicos

    a la vez, no es un hecho aislado, padece la sistemtica planificacin de su aplicacin productiva, no

    reproductiva. Ese es otro mercado, otro negocio, otro modelo de explotacin de los cuerpos dciles.

    Sers Houdini o Kill Bill o si no no sers nada (Cmara, xxxx; 10)

    El mandato a diferencia de la promesa no permite el desdoblamiento, discrimina entidades segn

    los ordenes de su predicacin o de su existencia y la relacin consigo mismo o su diferencia. Sers,

    surge desde un profundo imperativo annimo como un enunciado gnmico. Luego, el mandato en

    tanto acto de habla supone la direccin de una autoridad legitima que obliga una respuesta, la

    inminente coaccin o una satisfaccin. Sers diferencia entidades, actos, efectos y potencias

    colocando en el centro al sujeto de la enunciacin: el torturado, Beya.

    II Quiero partir de pensar la vida a quien cualquiera puede dar muerte pero que es ala vez insacrificable(Agamben, 2006; 18) inscrita en el control disciplinario a travs de una serie

    de tecnologas adecuadas que han creado los cuerpos dciles que eran necesarios para Sabor un

    putero voceante, pensado como un campo de concentracin de hombres que gobiernan el

    espectculo de la puta, ejerciendo soberana sobre la vida biolgica de mujeres capturadas.

    Para pensar esa vida en Beya y sus compaeras echar mano de las directrices de investigacin que

    Michael Foucault establece para analizar los modos concretos en que el poder penetra en el cuerpo

    mismo de los sujetos y en sus formas de vida: tcnicas polticas y tecnologas del yo. Esto es

  • posible en tanto que el mundo referencial que se construye en Le viste la cara a Dios padece los

    mismos efectos de realidad que generan los sistemas de jerarquizacin de base capitalista del

    estado moderno. No slo son comparables tcnicas polticas como la divisin del trabajo,

    especializacin del saber, tecnocratizacin, funcionalizacin del espacio, vigilancia, intensificacin

    del rendimiento, multiplicacin de las capacidades, emplazamiento y particularizacin de los

    individuos, sino tambin tecnologas del yo simbolizadas en // mediante las que se sostiene el

    vinculo con la propia identidad, la conciencia y el poder exterior.

    Qu es lo que aparece cuando considerando la vida biolgica de Beya vemos que se tocan las

    tcnicas de individualizacin y los procedimientos totalizantes?

    Se puede decir, incluso, que la produccin de un cuerpo biopolitico es la aportacin original del

    poder soberano(Agamben, 2006; 16)

    Y as llegamos a un problema no menor si pensamos que Le viste la cara a Dios, luego de la cita de

    Jorge Semprum, inicia con el fin del torturador y el objetivo del torturado. La operacin que se pone

    en juego es la misma que Agamben seala para la constitucin de la vida poltica occidental: la

    exclusin de la vida a quien cualquiera puede dar muerte pero que es a la vez insacrificable, hecha

    objeto de gobierno, capturada en un putero de Lans.

    Si el fin del torturador es provocar la absoluta presencia del que tiene atado para sojuzgarlo entero

    con laceracin y dolor, el objetivo del torturado es tomarse el palo, irse de ah, partir del cuerpo que

    pierde (Cmara, xxxx; 6).

    La vida de Beya tiene el singular privilegio de ser aquello sobre cuya exclusin se funda la ciudad

    de hombres. Eso que interpela tan fuertemente al lector no slo es la confrontacin del vos, sino la

    amarga sensacin de complicidad con los hombres que vuelven del Sabor a la ciudad, conociendo la

    brecha entre la voz y el lenguaje que all ser gobierna. Luego es necesario preguntarse cul es la

    relacin de Beya con el logos?

    Sostengo que lo que aparece cuando se tocan las tcnicas de individuacin y los procedimientos

    totalizantes es la realificacin de los motivos fantsticos que transitan el problema de ser/existir en

    el lenguaje.

    Ya vas a ver puta tonta, ac dorms si yo digo(Cmara, xxxx; 9)

  • III No es posible imaginar que en la relacin de Beya y sus compaeras con elCuervoRata, la Burja y los rufianes haya una zona gris comparable a la relacin entre el verdugo y

    la victima en Auschwitz, donde, para Primo Levi, el oprimido se hace opresor y el verdugo

    aparece, a su vez, como victima (Agamben, 1999; 11).

    La lnea que hay entre actuar y hacerse parte es finita, ambigua, jodida y hacerse parte es lo mismo

    que estar muerta estando viva: mejor cultivas el odio cual orqudea delicada, le das la teta al bebe

    que inventaste a latigazos [...] La nica puerta es el odio y no tens otra lea para echarle a la fogata

    que los mismos latigazos que de desmayan a diario, pero segus, el odio te mantiene viva

    (Cmara, xxxx; 13).

    Esta zona gris pareciera ser el abismo ante la capacidad de construir mismidad. Estar muerta

    estando viva implica reconocer el poder soberano sea por cooperar con l, sea transformndose en

    zombi forzada por una interioridad aplastada. La promesa en tanto dispositivo de enunciacin

    permite el desdoblamiento hasta la bilocacin, la fuga de la mismidad; la transformacin, la

    transustanciacin y devenir vegetal, son a su vez formas de escape, de ser cualquier cosa menos

    vos. A su vez el mandato sostiene la presencia de soberanas entre el verdugo y la victima,

    hacindolos inconfundibles y sealando a su vez las posibilidades entre la excepcin y la norma.

    As como en Auswchwitz la norma era el musulman, en Sabor la norma es Beya: resistente, capaz

    de fingir y repetir.

    Ests vindole la cara Dios y cuando mirs para abajo el horror te deja fra, no sents nada y eso

    que ves ah abajo no puede ser cara de Dios [] porque no lo sabs hoy pero te vas a enterar de que

    lo que te est pasando es como una epifana y que cosas parecidas le pasan a mucha gente, los que

    pueden contar algn borde de la muerte que vieron y no cruzaron(Cmara, xxxx; 19).

    Luego el relato cambia, un paro cardiorespiratorio y la cara de Dios, no slo separa los ordenes

    jurdicos y ticos, morales y legales, distingue dos tipos de testimonio: uno antes de la muerte y otro

    despus de la muerte, un testinomio Houdini y un testimonio Kill Bill.

    Explicar la paradoja del testimonio mediante el deus ex machina del canto, equivale a estetizar tal

    testimonio(Agamben, 1999; 19)

    El testimonio Kill Bill entrega a una Beya en leather empuando una miniuzi al modo de Charlize

    Theron, huyendo en el portaequipaje de un auto con pasaporte a Madrid, estilo Mogolln.

  • Bibliografa

    --Foucault, Michel. Undecima leccin. Del poder de la soberana al poder sobre la vida y

    Resumen del curso. Defender la sociedad. En Genealoga del racismo, Montevideo, Editorial

    Altamira y Editorial Nordan-Comunidad, 1993.

    --Agamben, Giorgio. El musulman En Lo que queda de Auswitz. El archivo y el testigo. Homo

    Sacer III, Valencia, Pre-textos, 2000.

    --Agamben, Giorgio. Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, Valencia, Pre-Textos, 1998.

    --Cmara, Gabriela. Le viste la Cara a Dios, Sigamos leyendo, xxxx.