Informe Misionero Mundial 02/03/2013

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U n pinchazo agudo y repentino le atravesó la rodilla. Maxwell cayó inmediatamente al suelo retorciéndose de dolor. Sus compañeros del equipo de fútbol lo ayudaron a salir del terreno de juego y lo acompañaron a la enfermería del campus. Como el dolor persistió durante varios días, la enfermera le dijo que lo mejor era que lo viera un médico. Un diagnóstico sorprendente El doctor tenía el ceño fruncido cuando le mostró a Maxwell la radiografía que le había tomado de la rodilla. El dolor que sientes no proviene de la lesión le dijo con el rostro muy serio . Tienes un tumor en la rodilla, y puede que sea cáncer. Tenemos que extirpar ese tumor tan pronto como sea posible. Maxwell se sentó atónito, sin saber qué decir. ¿Tengo cáncer?, pensó. Necesitaba orar y decidir qué hacer. Y tenía que contárselo a sus padres. Alguien te ha echado una maldición le dijo su padre cuando hablaron por teléfono . Ven a casa, aquí podremos tratarte con los remedios tradiciona- les de la isla. Maxwell no creía en maldiciones o en la magia. A pesar de ello, se despidió de sus amigos del Co- VANUATU | 2 de Marzo Maxwell legio Superior Fulton, en Fiyi, y voló de regreso a su hogar insular en el Pacífico Sur. Mientras viajaba, se preguntaba si su padre tenía razón, si en realidad alguien le había echado una maldi-ción. Estaba claro que algunas personas estaban sumamente enojadas con él. Una vida nueva Maxwell había crecido en una pequeña isla de Va- nuatu. En esa isla, la gente adoraba las piedras y los árboles. Trataban de curar las heridas y las enfermeda- des con hierbas de la selva que rodeaban sus humildes casas de techos de paja. Hacía unos años que Maxwell y su hermano habían viajado a otra isla, para completar sus estudios de se- cundaria. Allí, Maxwell conoció a un grupo de jóvenes adventistas que organizaba un culto todos los sábados en el comedor estudiantil. Se sintió muy impresionado por la consagración que tenían esos jóvenes a Dios, y por el tiempo que dedicaban para estudiar la Biblia. Dejó, entonces, de trabajar en sábado y comenzó a unirse a ese grupo de adventistas en los cultos sabáticos. Tam- bién le habló a su hermano sobre los adventistas, y al poco tiempo ambos muchachos pidieron bautizarse en la Iglesia Adventista. Maxwell terminó la escuela secundaria y regresó a su hogar, en la isla, para enseñar en una escuela de primaria. El y su hermano eran los únicos adventistas de la isla. Cierto día, el pastor le pidió a Maxwell que se hiciera cargo de un proyecto de Misión Global que había comenzado otro pionero. Maxwell aceptó la pro- puesta y comenzó a estudiar con la gente y a organizar reuniones en la isla. Su hermano se le unió y, poco tiempo después, otras doce personas fueron bautizadas. 21 Firme por Cristo Firme por Cristo MISIÓN ADVENTISTA - DIVISIÓN DEL PACÍFICO SUR Material adaptado y facilitado por RECURSOS ESCUELA SABÁTICA © www.escuela-sabatica.com

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Page 1: Informe Misionero Mundial 02/03/2013

Un pinchazo agudo y repentino le atravesó la rodilla. Maxwell cayó inmediatamente al suelo

retorciéndose de dolor. Sus compañeros del equipo de fútbol lo ayudaron a salir del terreno de juego y lo acompañaron a la enfermería del campus. Como el dolor persistió durante varios días, la enfermera le dijo que lo mejor era que lo viera un médico.

Un diagnóstico sorprendenteEl doctor tenía el ceño fruncido cuando le mostró

a Maxwell la radiografía que le había tomado de la rodilla.

—El dolor que sientes no proviene de la lesión —le dijo con el rostro muy serio—.

Tienes un tumor en la rodilla, y puede que sea cáncer. Tenemos que extirpar ese tumor tan pronto como sea posible.

Maxwell se sentó atónito, sin saber qué decir. ¿Tengo cáncer?, pensó. Necesitaba orar y decidir qué hacer. Y tenía que contárselo a sus padres.

—Alguien te ha echado una maldición —le dijo su padre cuando hablaron por teléfono—. Ven a casa, aquí podremos tratarte con los remedios tradiciona-les de la isla.

Maxwell no creía en maldiciones o en la magia. A pesar de ello, se despidió de sus amigos del Co-

VANUATU | 2 de Marzo

Maxwel l

legio Superior Fulton, en Fiyi, y voló de regreso a su hogar insular en el Pacífico Sur. Mientras viajaba, se preguntaba si su padre tenía razón, si en realidad alguien le había echado una maldi-ción. Estaba claro que algunas personas estaban sumamente enojadas con él.

Una vida nuevaMaxwell había crecido en una pequeña isla de Va-

nuatu. En esa isla, la gente adoraba las piedras y los árboles. Trataban de curar las heridas y las enfermeda-des con hierbas de la selva que rodeaban sus humildes casas de techos de paja.

Hacía unos años que Maxwell y su hermano habían viajado a otra isla, para completar sus estudios de se-cundaria. Allí, Maxwell conoció a un grupo de jóvenes adventistas que organizaba un culto todos los sábados en el comedor estudiantil. Se sintió muy impresionado por la consagración que tenían esos jóvenes a Dios, y por el tiempo que dedicaban para estudiar la Biblia. Dejó, entonces, de trabajar en sábado y comenzó a unirse a ese grupo de adventistas en los cultos sabáticos. Tam-bién le habló a su hermano sobre los adventistas, y al poco tiempo ambos muchachos pidieron bautizarse en la Iglesia Adventista.

Maxwell terminó la escuela secundaria y regresó a su hogar, en la isla, para enseñar en una escuela de primaria. El y su hermano eran los únicos adventistas de la isla. Cierto día, el pastor le pidió a Maxwell que se hiciera cargo de un proyecto de Misión Global que había comenzado otro pionero. Maxwell aceptó la pro-puesta y comenzó a estudiar con la gente y a organizar reuniones en la isla. Su hermano se le unió y, poco tiempo después, otras doce personas fueron bautizadas.

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ConfrontacionesMaxwell y los nuevos creyentes reunieron ma-

teriales del lugar para construir una iglesia. Pero, algunos de los aldeanos no querían otra iglesia en la zona. Por ello, aprovecharon uno de los viajes de Maxwell para destruir la construcción.

Los miembros construyeron la iglesia otra vez, pero sus enemigos la volvieron a destruir. Final-mente, llevaron a Maxwell ante la corte de justi-cia, donde lo acusaron de construir la iglesia en un terreno que les pertenecía. Entonces, Maxwell probó que la tierra le pertenecía a él, y el juez ordenó a los aldeanos que no se entrometieran más con el nuevo templo.

El sábado siguiente, mientras los nuevos cre-yentes estaban reunidos en la iglesia, sus enemi-gos destruyeron sus huertas. Algunos querían pe-lea, pero Maxwell, su padre y el jefe de la aldea tranquilizaron a la gente.

—Dios me ha llamado para construir una igle -sia en esta aldea —dijo Maxwell—. Estoy seguro de que ninguno de ustedes quiere obstaculizar la obra de Dios.

Un sueño y una pérdidaMaxwell continuó sirviendo a Dios en su al-

dea durante 18 meses. Entonces, recibió una be-ca para estudiar Teología en el Colegio Superior Fulton, en Fiyi. Su familia no quería que se mar-chara, pero Maxwell estaba decidido a hacerlo. Su sueño era servir a Dios. Así que, dejó a los miembros de iglesia al cuidado de su hermano y salió rumbo a Fiyi.

Le fue muy bien en los estudios y disfrutó pa-sando sus momentos libres con estudiantes que provenían de diversos puntos del Pacífico Sur. Entonces se lesionó la rodilla jugando fútbol. Sus padres estaban convencidos de que sus enemigos le habían echado una maldición.

Maxwell llegó a su hogar sin poder caminar bien. Sus padres lo llevaron a un curandero tra-dicional, que lo trató con hojas curativas. Pero el dolor era cada vez más fuerte. El joven les rogó a sus padres que le permitieran ser operado, pero

ellos se negaron. Después de unos meses, ya no-podía caminar, y el dolor era tan intenso que le im-pedía comer y dormir.

Finalmente, sus padres lo enviaron junto con su hermano a la capital, donde los médicos lo exami-naron y le dijeron que el tumor se había extendido, por lo que tenían que amputarle la pierna. Maxwell aceptó lo que le decían los médicos, porque estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de detener el dolor.

Firme de parte de DiosMaxwell se preguntaba si Dios tendría un lugar

para un soldado de Cristo con tan solo una pierna. Pero el joven está aprendiendo que con Dios todo es posible. “Quiero recuperarme, para poder volver al colegio y seguir preparándome para servir a Dios -dice Maxwell-. Confío en el amor de Dios en este momento en el que me toca enfrentar dificultades. Quiero mantenerme firme de parte de Cristo, quien dio su vida por mí”.

Nuestras ofrendas misioneras están ayudando a formar nuevas congregaciones de creyentes en Va-nuatu y en todo el mundo. Gracias por contribuir con generosidad para que otros puedan escuchar la voz de Dios y tomar la decisión de seguirlo.

C á p s u l a i n f o r m a t i v a Vanuatu es una cadena de unas ochenta

pequeñas islas volcánicas ubicadas al no-reste de Australia. En las islas, hay varios volcanes en actividad; entre ellos, el Mon-te Yasur, de Tanna.

Es un archipiélago de islas tropicales con un clima húmedo. Sus hermosas playas y montañas volcánicas atraen a turistas de todo el mundo.

Los habitantes de Vanuatu, que son cono-cidos en el idioma local como los “ni-Va -nuatus”, son de origen melanesio.Los idiomas oficiales son el inglés, el francés y el bislama, una variedad de inglés pidgin.

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