Informe Misionero Mundial 09/03/2013

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L a enfermera Nancy se quedó parada delan- te de su pequeño hogar y miró con deteni- miento hacia el océano. Durante la mayor parte de su vida, había trabajado como enfermera e instruc- tora de enfermeras en esa pequeña isla del archi- piélago de Vanuatu. Ahora había llegado el momento de dar un pa- so hacia atrás y permitir que alguien más joven llevara la carga. Miró entonces hacia el cielo y elevó una ora- ción, diciendo: Padre, quiero seguir sirviéndote. Por favor, muéstrame dónde quieres que te sirva . ”Quiero servir” Unos días después, Nancy se enteró de que el viejo puesto de primeros auxilios de su aldea natal estaba siendo reconstruido y ampliado para con- vertirse en una clínica. Los ojos le brillaron de en- tusiasmo; ya sabía qué era lo que Dios quería para su vida. Muy animada, viajó hasta su aldea natal. –Van a –necesitar una enfermera –le dijo al pastor–. Quiero colaborar como voluntaria. El pastor no pudo menos que sonreír. Dios le había enviado a la persona más calificada de la isla para trabajar en la nueva clínica. El amor que sen- VANUATU | 9 de Marzo Enfermera Nancy tía Nancy por Dios la convertía en una excelente embajadora ante las personas que venían en busca de ayuda. Un agradecimiento especial Este trabajo es mi forma de agradecer a Dios y a mi iglesia por todo lo que han hecho por mí. Cuando mi padre no tenía dinero para pagarme los estudios, la misión me envió a una escuela se- cundaria adventista y más tarde a la escuela de en- fermería. Fue durante esa época que acepté a Jesús como mi Salvador. He trabajado como enfermera y he enseñado enfermería durante muchos años. Ahora quiero usar mis talentos para compartir mi fe con otras personas . Nancy vive a corta distancia de la clínica y pres- ta su ayuda siempre que alguien la necesita. Se encarga de limpiar y de vendar las heridas, de re- partir medicamentos y de atender a los enfermos. Si es necesario, refiere a los que necesitan mayor atención al único hospital de la isla, que se en- cuentra a más de dos horas de viaje en vehículo. Una mujer embarazada, llamada Marie, llegó a la clínica de la misión para que le realizaran una revisión prenatal ya programada. Si no hubiera una clínica allí, tendría que haber caminado du- rante varias horas bajo el sol ardiente hasta la clí- nica pública. Otra mujer llegó con una herida abierta por encima de un ojo. Nancy le habló con suavidad mientras le limpiaba y le cosía la herida, rogándo- le que regresara en dos días para revisarla y com- probar que la herida no se hubiera infectado. Sin 23 Lista para servir Lista para servir MISIÓN ADVENTISTA - DIVISIÓN DEL PACÍFICO SUR Material adaptado y facilitado por RECURSOS ESCUELA SABÁTICA © www.escuela-sabatica.com

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L a enfermera Nancy se quedó parada delan-te de su pequeño hogar y miró con deteni-

miento hacia el océano. Durante la mayor parte de su vida, había trabajado como enfermera e instruc-tora de enfermeras en esa pequeña isla del archi-piélago de Vanuatu.

Ahora había llegado el momento de dar un pa-so hacia atrás y permitir que alguien más joven llevara la carga.

Miró entonces hacia el cielo y elevó una ora-ción, diciendo: “Padre, quiero seguir sirviéndote. Por favor, muéstrame dónde quieres que te sirva”.

”Quiero servir”Unos días después, Nancy se enteró de que el

viejo puesto de primeros auxilios de su aldea natal estaba siendo reconstruido y ampliado para con-vertirse en una clínica. Los ojos le brillaron de en-tusiasmo; ya sabía qué era lo que Dios quería para su vida. Muy animada, viajó hasta su aldea natal.

–Van a –necesitar una enfermera –le dijo al pastor–. Quiero colaborar como voluntaria.

El pastor no pudo menos que sonreír. Dios le había enviado a la persona más calificada de la isla para trabajar en la nueva clínica. El amor que sen-

VANUATU | 9 de Marzo

Enfermera Nancy

tía Nancy por Dios la convertía en una excelente embajadora ante las personas que venían en busca de ayuda.

Un agradecimiento especial“Este trabajo es mi forma de agradecer a Dios y

a mi iglesia por todo lo que han hecho por mí. Cuando mi padre no tenía dinero para pagarme los estudios, la misión me envió a una escuela se-cundaria adventista y más tarde a la escuela de en-fermería. Fue durante esa época que acepté a Jesús como mi Salvador. He trabajado como enfermera y he enseñado enfermería durante muchos años. Ahora quiero usar mis talentos para compartir mi fe con otras personas”.

Nancy vive a corta distancia de la clínica y pres-ta su ayuda siempre que alguien la necesita. Se encarga de limpiar y de vendar las heridas, de re-partir medicamentos y de atender a los enfermos. Si es necesario, refiere a los que necesitan mayor atención al único hospital de la isla, que se en-cuentra a más de dos horas de viaje en vehículo.

Una mujer embarazada, llamada Marie, llegó a la clínica de la misión para que le realizaran una revisión prenatal ya programada. Si no hubiera una clínica allí, tendría que haber caminado du-rante varias horas bajo el sol ardiente hasta la clí-nica pública.

Otra mujer llegó con una herida abierta porencima de un ojo. Nancy le habló con suavidad mientras le limpiaba y le cosía la herida, rogándo-le que regresara en dos días para revisarla y com-probar que la herida no se hubiera infectado. Sin

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la atención que brinda la clínica, la herida de esta mujer podría haber terminado provocándole la muerte.

Un ministerio personalAdemás de todo lo que hace para compartir todo

lo que sabe de cuidados médicos, Nancy disfruta compartiendo el amor de Dios con las personas a las que ayuda. Mucha gente que vive en la zona no tiene fe en Dios. “Me siento muy feliz de devolverle a Dios y a la iglesia algo de lo que me dieron”, dice Nancy.

Los pacientes favoritos de Nancy son las madres y sus bebés. Ella pesa y mide a los pequeños, y se en-carga de ponerles las vacunas. Les explica a las ma-dres qué pueden hacer para que los bebés estén bien nutridos y sanos.

La enfermera Nancy sabe cuán importante es la clíni-ca adventista para los miles de personas que viven en las zonas rurales que la rodean. “He visto a pacientes que podrían haber fallecido si no hubieran recibido la atención médica apropiada. He visto a bebés que estaban desnutridos y que luchaban por vivir mien-tras sus madres estaban desesperadas por ayudarlos.

Gracias a una atención médica apropiada, muchos-podrán sanar y hacer grandes progresos, cuando antes quizá no hubieran sobrevivido. Es mi deseo que todos los habitantes de las islas del Pacífico Sur puedan tener una clínica como esta”, expresa.

Clínicas para el Pacífico SurHace varios años, la División del Pacífico Sur

inició un programa para renovar las viejas clínicas a lo largo y a lo ancho del territorio. Algunas clínicas no eran más que unas chozas de techos de paja con suministros limitados y un único empleado, que solo tenía una capacitación básica. Las igle-sias de todo el territorio comenzaron a “adoptar” una clínica, haciéndose cargo de los equipos mé-dicos y los materiales de construcción, y en oca-siones hasta enviaron a algunos de sus miembros para reconstruirla. Actualmente, se está llamando a enfermeras capacitadas para trabajar en las nue-vas clínicas, y el Gobierno ha prometido hacerse cargo de los medicamentos.

A pesar de ello, algunas zonas remotas del Pa-cífico Sur aún no cuentan con un fácil acceso a la atención médica. La construcción de clínicas en estas regiones aisladas es más costosa, porque los materiales tienen que ser enviados por transporte aéreo hasta el lugar. Pero, sin una clínica, la vida de miles de personas está en peligro. En muchas ocasiones, las personas tienen que caminar duran-te días para llegar hasta una clínica o un hospital donde puedan tratar sus enfermedades o curar sus heridas. Parte de la ofrenda de este decimotercer sábado será usada para construir al menos cuatro clínicas en las regiones más apartadas de Papúa Nueva Guinea o de otras naciones insulares del Pacífico Sur.

Cuando se establece una clínica en un lugar determinado, la gente comienza a entender que los adventistas se preocupan por ellos. Se vuelven más receptivos al mensaje del evangelio y están más dispuestos a buscar una vida mejor gracias a Cristo. La ofrenda del decimotercer sábado de es-te trimestre contribuirá a fortalecer la obra misio-nera en estos lugares tan alejados.

C á p s u l a i n f o r m a t i v a Aunque casi todos los niños asisten a la

escuela primaria, la mayoría de ellos no continúa estudiando después de los prime-ros años, lo que hace que Vanuatu sea uno de los países con menor nivel educativo en el Pacífico Sur.

La mayoría de los habitantes de Vanuatu son agricultores de subsistencia, dado que cultivan solo el alimento suficiente para dar de comer a sus familias.

El cristianismo es la religión más común de Vanuatu. A pesar de ello, hay algunas sectas, como el culto a John Frum, que centra su adoración en la creencia de que un día su fundador (se cree, por lo general, que fue un estadounidense) llegará a la isla cargado de regalos extraordinarios para los que permanecen fieles.