Informe Textos Críticos Del Renacimiento General II

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1 Francisca Salazar Poblete El Renacimiento Johann Huizinga define al Renacimiento como un problema debido a que no existe una definición de su concepto con respecto a sus límites temporales, su amplitud, su contenido, su significado, ni menos sobre su naturaleza y la esencia de los fenómenos que lo constituyen: la única imagen que se puede tener del Renacimiento es la de la “transformación y vacilación, de transición y de combinación de elementos culturales”, por lo que no se puede encontrar una descripción del hombre renacentista que abarque toda su complejidad, heterogeneidad y contradicciones. Al reconocer esta dificultad el historiador se niega a encontrarle una definición, y a esclarecer sus límites con la cultura medieval y la moderna, limitándose a exponer el estado actual del problema del Renacimiento. Para esto organiza un breve esbozo del desarrollo de cómo ha sido definido el Renacimiento partiendo desde con contemporáneos a aquel período: El pensamiento de los que vivieron en la primera mitad del siglo XVI se caracterizaba por un sentimiento de renacer en términos de volver a las “fuentes puras del conocimiento y de la belleza, y que había tomado posesión de las inmutables normas de la sabiduría y del arte” en relación con la literatura y las artes visuales. El concepto de Renacimiento adquiere su pleno significado luego de varios siglos, Burckhardt con su libro La cultura del Renacimiento en Italia intenta reconocer a este movimiento como un ideal cultural sui generis, con lo que vino a romper con la simplificadora y corriente idea anterior de que el Renacimiento tenía como único centro la imitación de la antigüedad y el ideal iluminista y progresista, que responde a la sumisión frente al feudalismo y al escolasticismo. El suizo explora el desarrollo de

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1Francisca Salazar Poblete

El Renacimiento

Johann Huizinga define al Renacimiento como un problema debido a que no existe una

definición de su concepto con respecto a sus límites temporales, su amplitud, su contenido, su

significado, ni menos sobre su naturaleza y la esencia de los fenómenos que lo constituyen: la única

imagen que se puede tener del Renacimiento es la de la “transformación y vacilación, de transición y de

combinación de elementos culturales”, por lo que no se puede encontrar una descripción del hombre

renacentista que abarque toda su complejidad, heterogeneidad y contradicciones. Al reconocer esta

dificultad el historiador se niega a encontrarle una definición, y a esclarecer sus límites con la cultura

medieval y la moderna, limitándose a exponer el estado actual del problema del Renacimiento. Para

esto organiza un breve esbozo del desarrollo de cómo ha sido definido el Renacimiento partiendo desde

con contemporáneos a aquel período:

El pensamiento de los que vivieron en la primera mitad del siglo XVI se caracterizaba por un

sentimiento de renacer en términos de volver a las “fuentes puras del conocimiento y de la belleza, y

que había tomado posesión de las inmutables normas de la sabiduría y del arte” en relación con la

literatura y las artes visuales. El concepto de Renacimiento adquiere su pleno significado luego de

varios siglos, Burckhardt con su libro La cultura del Renacimiento en Italia intenta reconocer a este

movimiento como un ideal cultural sui generis, con lo que vino a romper con la simplificadora y

corriente idea anterior de que el Renacimiento tenía como único centro la imitación de la antigüedad y

el ideal iluminista y progresista, que responde a la sumisión frente al feudalismo y al escolasticismo. El

suizo explora el desarrollo de una conciencia de personalidad, del individuo, irreprimible, el de un

deleite pagano del mundo, indiferente y con un desdén frente a la religión.

El individualismo como rasgo distintivo del Renacimiento llevó a considerar renacentista a

cualquier personalidad sobresaliente, lo que hacía que los comienzos del movimiento se trasladaran

cada vez más en el pasado. Así se lleva al extremo la tesis de Burckhardt sobre el individualismo: lo

central sería una sensibilidad individual, la aceptación del mundo y sentimiento de la belleza, y una

actitud personal hacia la doctrina y la autoridad. Con todo esto pasa a segundo plano la recuperación

de la cultura clásica, hasta llegar incluso al completo rechazo de esta idea, creyendo que era un factor

que frenaba el proceso renacentista en un aspecto normativo y coercitivo.

Pero durante todo este desarrollo no se ha llegado a ninguna definición clara del concepto de

Renacimiento, y solo ha servido para vislumbrar que no existe una delimitación precisa entre

Renacimiento y Edad Media, tampoco una definición apropiada para la cultura medieval, ni siquiera

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para el contraste entre Renacimiento y Reforma. Algunos se preocuparon de esto último y llegaron a la

conclusión de que el contenido y propósito eran paralelos en estos dos movimientos, al menos durante

un corto tiempo, pero, es necesario negar el carácter pagano del Renacimiento, los humanistas no

fueron los que exclusivamente tuvieron una actitud altiva, satírica y superior con respecto a la Iglesia y

a los eclesiásticos. Cabe notar que algunos humanistas como Petrarca, y figuras posteriores, intentaron

“poner la antigüedad al servicio de la fe cristiana”. Renacimiento y Reforma de hecho tenían

considerables puntos en común: la idea de restauración, renacimiento o renovación, ya sea espiritual

y/o intelectual, la búsqueda de una “antigua pureza”.

Por otro lado, al intentar determinar el lugar en el que está ubicado el Renacimiento entre la

cultura medieval y moderna es necesario definir antagónicamente a una Edad Media normativa, con

“autoridades obligatorias y normas autoritarias” que restringen el aspecto intelectual; y, en un lado

opuesto, a una modernidad defensora de la libre elección de creencias, gustos y modos de vida. Entre

ambas está el Renacimiento, y es mucho menos moderno de lo que solemos creer orientados por la

imagen de Burckhardt, su espíritu es “extremadamente normativo, ansioso de criterios eternamente

válidos de belleza, de gobierno, de verdad o virtud”, y, cabe destacar, tiene sobre sí el peso de la

tradición acumulada, que no es totalmente rupturista con la Edad Media pues ya existía una visión

optimista y estética del mundo, e incluso hubo continuidad en el arte. En consecuencia, determinar su

posición entre los dos periodos trae problemáticas difíciles de definir y resolver: no es contrario a la

cultura medieval, ni tampoco es la frontera con los tiempos medievales y modernos.

Peter Burke entiende al Renacimiento como un movimiento cultural de carácter dialéctico que

temporalmente, “simplificado de una forma muy tosca”, nace con Petrarca y muere con Descartes, y

que, espacialmente. no se limita al territorio Italiano, sino a toda Europa, pues existe una circulación

cultural que llega incluso a la periferia del continente. Este movimiento tiene como principal

característica “un entusiasmo por la Antigüedad así como la recuperación, la recepción y la

transformación de la tradición clásica”. Con respecto a esto, Burke se desvía de la tradición que ha

escrito con respecto al tema antes que él (sobre todo Burckhardt) en dos aspectos: separa el

Renacimiento de la modernidad: no es el origen de lo moderno, ni menos el comienzo triunfalista de la

civilización occidental; y, por otro lado, estudia el movimiento en toda Europa: la difusión del estilo

clásico y clasicista fuera de Italia, relevante proyecto colectivo de intercambio cultural. Esto nos trae

eventualmente a los conceptos de recepción, entendido como “proceso activo de asimilación y

transformación”, y de contextos, grupos, redes y espacios en los que se reciben las nuevas ideas en la

periferia de Europa se debaten y adaptan, hasta formar parte de la vida cotidiana de una minoría

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europea en el “Renacimiento Tardío”. Es precisamente en cada contexto local de Europa donde la

recepción se desarrolla de diferente manera a la Antigüedad y a la influencia de la cultura italiana en

expansión.

El comienzo del Renacimiento se caracteriza por el redescubrimiento de la cultura de los

antiguos romanos y, más reducidamente, la de los griegos, y por tener un carácter de “reforma” que

intenta obedecer a estos paradigmas anteriores. Aunque no se tenga tan presente, este periodo (1300-

1490) enmarca una cultura europea básicamente medieval, pues sus personajes que son catalogados de

Renacentistas fueron en gran parte medievales. Ya existía una unificación de la cultura europea antes

del Renacimiento, por lo que rasgos distintivos de la Edad Media como el estilo gótico, la filosofía

escolástica y la caballería se apreciaban por toda Europa, compitiendo y coexistiendo con estilos y

valores nuevo que procedían del mundo que se estaba recuperando. Burke expone que siempre existen

argumentos que permiten retroceder aún más en el tiempo con respecto a la fecha que se defina como

inicio de este periodo, por lo que prefiere definir como precursor a Petrarca: fue el primer “humanista”

(término que se refiere a los intereses y realizaciones en las artes humanistas (ética, poesía, historia,

retórica y gramática) asociadas principalmente con el lenguaje), se desarrolló como poeta, erudito y

filósofo, se interesó en la cultura romana, y tuvo enormes influencias en las generaciones posteriores en

Italia y en gran parte de Europa. Él y su círculo pertenecían a un movimiento con una recurrente

sensación de cambio y renovación secular que se puede identificar en sus escritos, ya sea en el mundo

literario o político, y que se definía en función de la oposición con el periodo medieval, considerándolo

como un periodo oscuro.

La generación que deriva de la anterior desde joven se familiarizó con Petrarca y establece una

continuidad con sus ideas. Los humanistas florentinos son el grupo más representativo, donde

personajes como Bruni, Salutati y Poggio se interesan por los textos clásicos para seguir su ejemplo, y

al mismo tiempo traducirlos, comprenderlos y criticarlos. Luego estas innovaciones fueron difundidas

por otras ciudades italianas, convirtiéndose algunas en importantes centros humanistas.

Aún más allá llegó la cultura italiana “renacentista”, ya que se propagó por el resto de Europa.

También se habla de un segundo Renacimiento que también tendría un interés por la cultura clásica sin

realizar una ruptura tan radical con el periodo anterior: la corte de Borgoña, otro modelo cultural para

Europa en el siglo XV, pero que no tiene una gran independencia mutua con Italia.

La difusión e intercambio cultural entre humanistas italianos y europeos se extendió durante los

años siguientes, incluso a la periferia. Un hito relevante fue el invento de la imprenta, que contribuyó a

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la difusión del humanismo por el interés de algunos en imprimir sobre el humanismo, y a la

“descontextualización”: el receptor puede permanecer más distante y crítico ante una idea que si la

oyera de otro.

La recepción cultural no fue siempre aceptada de la forma más expedita, sino que en lugares

como Florencia y Mascovia existieron ciertos niveles de rechazo a las nuevas ideas que se estaban

tomando el panorama renacentista, principalmente en el ámbito religioso, apegándose a estilos más

tradicionales en Rusia, y estableciendo una cierta incompatibilidad en Florencia.

Profesora : Brenda López

Ayudante : Loreto Casanueva

Estudiante : Francisca Salazar

Asignatura : Literatura General II: Medieval y Renacimiento