Iniciación a la Biblia

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1 INTRODUCCIÓN A LA LECTURA DE LA BIBLIA “La fe cristiana no es una ‘religión del Libro’: el cristianismo es la religión de la Palabra de Dios, no de una palabra escrita y muda, sino del Verbo encarnado y vivo”´(VD,7).

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INTRODUCCIÓN A LA LECTURA DE LA BIBLIA

“La fe cristiana no es una ‘religión del Libro’: el cristianismo es la religión de la Palabra de Dios, no de una palabra escrita y muda,

sino del Verbo encarnado y vivo”´(VD,7).

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Centro Arquidiocesano de pastoral Núcleo de formación y misión Arquidiócesis de Santiago de Guatemala

Guatemala de la Asunción 2019

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Iglesia en salida arquidiocesis de Guatemala

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PROYECTO ARQUIDIOCESANO DE FORMACIÓN

La Biblia, eje transversal

1. Nueva apologética

Presentación

APOLOGÉTICA: “Apo-logía” significa defensa o alabanza. Con el signifi-cado de “defensa” deriva en la palabra “apologéti-ca” que, desde la antigüe-dad de la Iglesia, significó “defensa de la fe” (ver 1Pe 4,15). Hoy más que en de-fenderla, se insiste en ha-cerla creíble: que la gente se sienta traída.

Todo el Proyecto Formativo Arquidiocesano incluye como eje trasversal la familiaridad con la Sagrada Escritu-ra. Nos hacemos así eco de las insistencias de Aparecida y del Papa Francisco en este sentido. La Sagrada Escritura, en efecto, es la “fuente de la sabiduría”, que es el objetivo de toda formación integral, como la entiende nuestro Proyecto Arquidiocesano. Es preciso ser “sabios” no sólo para cono-cer, sino para “gustar internamente” las verdades de nuestra fe, para vivirlas y dar testimonio de su valía también a nivel humano. Se trata de la “sabiduría” como manera concreta de ubicarnos personal y socialmente en la vida desde Dios, convertida así en la mayor “credibilidad” del mensaje que anunciamos.

En nuestro contexto guatemalteco, se puede percibir en la generalidad de los católi-cos una especie de complejo de inferioridad frente a la “aparente” erudición y “sabidu-ría”, sobre todo bíblica, de la cantidad de predicadores y propagandistas que aparecen aquí y allá, en muchos casos casi “por generación espontánea”. No es infrecuente que muchos católicos se dejen “seducir” por una lectura literalista y fundamentalista de la Biblia, que no conduce en absoluto a su verdadero sentido, sino que es aprovecha-da como “recetario religioso-terapéutico” en manos de muchos “curanderos” que más parecen “magos” que auténticos transmisores de la Palabra. Y no nos referimos sólo a lo que puede acontecer en otras confesiones religiosas; pensemos también en algunas tendencias fundamentalistas dentro de la propia Iglesia católica.

LECTURA LITERALIS-TA/ FUNDAMENTA-LISTA: Se llama así la lectura de la Biblia que, interpretando mal su inspiración divina, pien-sa que cada palabra y detalle fue directamente inspirado por Dios y, por lo tanto, no deja lugar a ningún tipo de interpre-tación de los textos.

Mirando el fenómeno con objetividad, se puede per-cibir que tal lectura y estudio bíblicos están dando lugar a una “nueva religión” que, basada en la letra de la Biblia, curiosamente no es una “religión bíblica”. Los textos bíbli-cos son, en efecto, sagrados, pero no mágicos. Son como la puerta que, como transmisión escrita de la revelación, nos introduce en la historia de la salvación, en el histórico y pro-gresivo “estar de Dios con los hombres” que culminó en la Palabra encarnada, en Jesús de Nazaret. La Biblia no es el punto de llegada; es un instrumento vivo y privilegiado (por su “inspiración divina”) para hacernos de alguna manera contemporáneos con los acontecimientos salvadores que nos transmite y creadores de una historia nueva desde “la delicia de la Sabiduría de estar entre los hijos de los hom-bres” (Pro. 8,31). Así, forjada nuestra espiritualidad con el es-

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tilo de un Dios “apasionado por caminar junto al hombre, en su historia concreta, para salvarlo”, la Biblia puede hacer de nosotros hombres y mujeres capaces de hacer visible esa pasión salvadora en las cambiantes circunstancias de nuestro pueblo, de nuestra historia y de nuestro mundo.

2. En el principio fue la palabra… Palabra y comunidad

EL TEXTO NO ES LA REALIDAD, NOS RE-MITE A ELLA: Como en todo lenguaje, también en el lenguaje bíblico, la pala-bra escrita (Escritura) no es la realidad; es el instru-mento para llegar a ella.

Uno de los principales problemas que se debaten, en efecto, en toda lectura fundamentalista de la Biblia es la re-lación de la Sagrada Escritura con la comunidad. Alguien ha dicho con acierto: “en el principio no fue la Biblia”, sino que “en el principio fue la Palabra”. El Pueblo de Israel no nace como consecuencia de leer la Biblia (Antiguo Testa-mento); ni nace la Iglesia como resultado de la lectura de la Biblia (Nuevo Testamento). Es justamente al revés: ambos Testamentos nacen en el suelo nutricio de las comunidades del Antiguo y del Nuevo Testamento. La vida del Pueblo de Dios, convocado por la Palabra de Dios, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, y conducido y animado en su acogi-da de Dios, en la celebración y en su expansión misionera, es anterior a la composición de los libros sagrados.

Los libros sagrados acontecen en el ámbito de la “transmisión” de todo aquello que constituyó la experiencia religiosa, inducida por Dios, en la historia de salvación de ambos Testamentos. Una experiencia que siguió desarrollándose en toda su riqueza, incluso cuando ya habían sido puestos por escrito los libros de ambos Testamentos. Es-tos, de una manera privilegiada, por ser libros divinamente inspirados, se incorporaron a la “gran marea” de la trasmisión. Por eso, en la Iglesia de todos los tiempos, tenemos en ellos un punto privilegiado de acercamiento a la mayor maravilla que nos ha aconte-cido: el meterse Dios en la historia de los hombres hasta hacerse uno de nosotros en el Verbo encarnado: Jesús de Nazaret.

3. Dios se revela en nuestra historia y luego… se pone por escritoSomos testigos de la sorpresa de mucha gente ante un

hecho evidente: ni Abrahán ni Moisés ni David ni los profe-tas… pudieron leer la Biblia (Antiguo Testamento) que noso-tros leemos hoy. Simplemente, porque aún no estaba escrita, y, si algo había ya escrito, no estaba organizado en la manera en que nosotros, hoy, lo tenemos. Y, referente al Nuevo Testa-mento, tal como hoy lo leemos, tampoco pudo ser leído por los mismísimos apóstoles. Israel vivió su experiencia de Dios, la celebró y se comprometió durante siglos sin tener Biblia. Y la Iglesia, durante más de 150 años, vivió la experiencia de Jesús, la celebró, la testimonió y la transmitió… sin tener el Nuevo Testamento escrito tal como hoy lo tenemos. Es bueno que recordemos esto, porque hay mucha gente que piensa que el pueblo de Dios del Antiguo Testamento nació, porque leyeron la Biblia, se convencieron y así se “congregaron”; o que la Igle-sia nació, porque leyeron el Nuevo Testamento y les convenció y se apuntaron. Así no fueron las cosas.

REVELACIÓN Y BI-BLIA: Revelación es la manifestación de Dios a los hombres. La Biblia es trans-misión escrita de esa revelación de Dios, pero no todo lo que Dios reveló quedó transmitido por escri-to. Revelación es un concepto más amplio que Biblia.

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Tomarse la Biblia al pie de la letra, como un libro “mágico” que nos produce no veneración sino miedo, lleva simplemente a “aprender” una historia pasada en sus detalles y concreciones (¡cuanto más “maravillosas” más nos gustan!) y a intentar repro-ducirla tal cual en las circunstancias actuales de nuestro tiem-po hasta el punto de “reproducir”, en algunos casos, la cultura rural del tiempo bíblico, para que “la biblia pueda tener razón, hoy”, relegando así la historia bíblica a “historia superpuesta” a la que vivimos hoy. Sin embargo, no existen dos historias “su-perpuestas” – una profana y otra “sagrada” - sino una historia: la que vivimos, hoy, en nuestro país, en nuestra sociedad, en nues-tro nivel personal, en la aventura personal de ser hombres y mu-jeres de hoy. Y para esa única historia, la Biblia no es una “pieza de museo”. Es una fuerza de iluminación y transformación para el tiempo presente. Para hacer de nuestro tiempo también un tiempo de salvación. Adentrarnos en la experiencia de Dios, transmitida por la Biblia, es compartir y actualizar esa misma experiencia para nuestro momento presente.

HISTORIA SAGRA-DA: así se llamó con frecuencia la historia bíblica. Con el tiempo se vio que esta desig-nación podría equivo-carnos, haciéndonos pensar que hay una “historia profana” (la historia humana) y una “historia sagrada” (la historia de Dios). Y no hay sino una histo-ria que, desde la pre-sencia de Dios en ella, está llamada a ser “his-toria de la salvación”.

Sería un hermoso resultado que este acercamiento que ahora comenzamos nos lle-vara por esos caminos y nos hiciera, de veras, “hombres y mujeres bíblicos” (“testigos” de la acción de Dios en la historia), no simplemente hombres y mujeres que saben cosas acerca de la Biblia o que hasta se saben la Biblia de memoria (“eruditos bíblicos”): “El Espíritu es el que da vida; la carne no aprovecha para nada; las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida” (Jn 6,63).

4. “Fijos los ojos en Jesús que inicia y completa nuestra fe” (Hb 12, 2)

LECTURA CRISTIANA DEL ANTI-GUO TESTAMENTO: la dinámica de la historia de la salvación hace de ella una realidad “progresiva”. Cuando algo “en progreso” llega a su plenitud, ésta se convierte en la clave para repensar todo el camino recorrido. Así sucede con Cris-to y el Nuevo Testamento: son la clave necesaria para una verdadera compren-sión del Antiguo.

El culmen y la plenitud de toda la revelación de Dios es Jesucristo, el Señor. Recordando la afirmación de la Carta a los Hebreos: “en distin-tas ocasiones y de diversas maneras Dios habló antiguamente a nuestros padres por medio de los profetas; en esta etapa final, nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien nombró heredero de todo y por quien creó el universo”, caemos en la cuenta de que se puede y se debe hacer una lectura cristiana del Antiguo Testamento.

Dándonos a conocer lo invisible de Dios (“lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han palpado nuestras manos, es lo que les anunciamos: la palabra de vida” -1Jn 1,1- “quien me ha visto a mí, ha visto al Padre” -Jn 14,9), Jesucristo ha llevado a plenitud, de forma sorprendente y gratuita, todas las etapas de la historia de la salvación y toda la revela-ción de Dios en cada una de ellas: “nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre” (Jn 1,18). Llegada la plenitud con Cristo Jesús, todo el Antiguo Testamento se hace “promesa”, porque Cristo es la “realización” definitiva de la entrega que Dios hace de sí mismo al hombre a lo largo de toda la his-toria de la salvación. Jesús es el SÍ definitivo de Dios a todas las promesas del Antiguo

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Testamento: “en efecto, en Él todas las promesas de Dios cumplieron el ‘sí’, y así noso-tros por él respondemos amén, a gloria de Dios” (2Cor 1,20).

5. Unidad de los dos testamentos… una sola historia de salvación

Querer leer la Biblia como si los dos Testamentos fueran realidades separadas; más aún, dando más importancia al Antiguo Testamento que al Nuevo; o, simplemente no leyendo el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo, es traicionar la progresiva continui-dad hacia la plenitud que caracteriza toda la historia de la salvación y, por tanto, su transmisión escrita (la Biblia). Sencillamente es quedarse a mitad de camino. Lo mismo que la Resurrección de Jesús y Pentecostés fueron para los apóstoles el “ahora me ex-plico” con el que repasaron toda su vida, releyéndola desde una luz y una experiencia nuevas, así la totalidad del misterio de Jesús es el “ahora me explico” con el que tenemos que leer la “historia del ‘estar Dios con los hombres’” ya desde la misma creación.

Se trata de asumir el Antiguo Testamento como las “raíces de Jesús”. No sólo en el sentido de que Jesús es un judío enraizado genealógicamente en la historia del pueblo de Israel, sino también en el sentido de que en los “hechos y las palabras” del Antiguo Testamento aparecen “en germen” las grandes intuiciones (a veces como metas sola-mente añoradas: (“¡ojalá rasgases los cielos y bajases!” – Is 63,19-; otras, como profecías: - “brotará un renuevo del tronco de Jesé” – Is 11,1) que se harán realidad en la historia de Jesús. Y la más grande de esas intuiciones es que Dios “tiene sus delicias en habitar entre los hijos de los hombres” (Pro 8, 21). El acompañamiento que hace Dios a su pueblo en toda la historia de la salvación (ya en el Antiguo Testamento) es testimonio de cercanía y de ese “estar con nosotros” que toma nombre propio en el Enmanu (entre nosotros)-El (Dios), en Jesús de Nazaret, donde Dios mismo se hace “uno de los nuestros”.

HISTORIA DE SAL-VACIÓN: hay una sola “historia de salvación” y es el mismo Dios el que la “jala” (el Dios del An-tiguo y del Nuevo Testa-mento es el mismo). El “acontecimiento-Jesús” y el Nuevo Testamento no quitan de la escena el Antiguo, pero sí son la clave para comprender bien su sentido.

No podríamos entender del todo a Jesús ni su Evangelio, si no logramos introducirnos en esa corriente de cercanía divina que recorre toda la entraña de las Escrituras. Es el re-corrido desde el que Pablo presenta a Cristo como el “nuevo Adán” y a nosotros como “creación nueva” en Cristo Jesús. Y así, los temas del pecado, de la liberación, del Éxodo, de la posesión de la tierra, del tiempo de la monarquía, del tiem-po de la profecía y de la sabiduría, de la oración de los sal-mos con toda su riqueza… nos harán entender mejor “al que quita el pecado del mundo”, al nuevo Moisés con la nueva Ley (las bienaventuranzas), al Hijo de David, a la Sabidu-ría que procede del Padre… Los músicos entenderán bien la comparación: Jesús no cambia de lugar “las notas” – he-chos y enseñanzas – del Antiguo Testamento; las cambia de “clave”. Dicho con las propias palabras de Jesús: “no viene a abolir la ley y los profetas, sino a darles plenitud” (Mt 5,17).

6. Peregrinos por el camino de la esperanza

Una plenitud que es aún esperanza: “ya somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando aparezca, seremos semejantes a él y lo veremos como él es” (1Jn 3,2). Sabiendo muy bien lo que se decía, el P. Luis Alonso Schökel, tituló su hermosa traducción española de la Biblia como “La Biblia del Pere-

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grino”. Jesús resucitado es realidad entre nosotros y en nosotros, pero es todavía Meta. Somos peregrinos hacia esa Meta (con ma-yúscula). San Pablo lo expresa con brevedad y contundencia: “ya estamos salvados, pero sólo en esperanza” (Rom 8,14). La Biblia es todavía un “libro abierto” que no tendrá su final hasta que “todas las cosas sean recapituladas en Cristo” (Ef 1,10). A nosotros, como responsables del momento de la historia que vivimos, nos toca hacer también de ella “historia de salvación”. No somos simples repetidores de la historia de salvación culminada en Cristo, somos co-creadores (con el Espíritu de Jesús) de una real peregrinación hacia “los cielos nuevos y la tierra nueva” (Is 65,17) que esperamos como gracia, pero que recibimos como tarea. La vivencia bíblica no significa hacernos “laudatores temporis acti” (“alabadores del tiempo pasado”), sino promotores de “una esperanza que no de-frauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5,5). Y tarea del Espíritu es “llevarnos hasta la verdad plena” (Jn 16,13). La Biblia no es el final del camino, es la “guía del peregrino”.

“YA” ESTAMOS SALVADOS, PERO “TODAVÍA NO” LO ESTAMOS EN PLENITUD: Jesús es la “plenitud” de la salvación, pero nosotros no llegare-mos a esa plenitud hasta que todas las cosas sean recapi-tuladas en Cristo (Ef 1,9), “hasta que Dios sea todo en to-dos” (1Cor 15,28).

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notas

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Tema 1LA BIBLIA EN EL GRAN CONTEXTO DE LA

PALABRA DE DIOS

I “LA SINFONÍA DE LA PALABRA (Tomado de Verbum Domini, 6-19)

“Se ha hablado justamente de una sinfonía de la Palabra, de una única Palabra que se expresa de diversos modos: «un canto a varias voces»”.

Verbum Domini 7

“En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”. Jn 1,1

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A. Situar la Biblia en el más amplio contexto de “Palabra de Dios”. Nuestra condición de “oyentes” y “acogedores” de la Palabra de Dios de manera pri-vilegiada en la Biblia (como debe ser), nos hace caer a veces en un “biblicismo” doctrinario y fundamen-talista, porque no miramos más allá de la letra ni situamos la Biblia en el más amplio contexto de la Palabra de Dios.

B. Salir al paso de algunas “deformaciones” que giran alrededor de una manera de acer-carnos a la Biblia, considerándola como “des-conectada” del resto de lugares donde Dios también se manifiesta y nos habla.

enlace

En síntesis

objetivos

LA “SINFONÍA” de la palabra de Dios

En el seno de la Trinidad: “La PALABRA era Dios” (Jn 1,1)

PALABRA de Dios en la CREACIÓN

En la historia: con “obras y palaras

Dios se nos comu-nica

REVELACIÓN

PALABRA de Dios en la HISTORIA DE SALVA-

CIÓN

PALABRA de Dios en la PREDICACIÓN de los

Apóstoles

PALABRA de Dios en la TRASMISIÓN VIVA de

la Iglesia

CULMEN Y PLENITUD DE LA REVELACIÓN: PALABRA de Dios EN-CARNADA: CRISTO

En el conjunto de la “Sinfo-nía” de la PALABRA, Cristo

hace el Solo

CONSECUENCIA: El cris-tianismo es la “religión de la PALABRA DE DIOS”, no es la religión del libro.

PALABRA de Dios en la Sagrada Escritura divina-

mente inspirada

En la introducción hemos aclarado que nuestro Proyecto de formación, tiene como eje transversal la Sagrada Escritura. Con la introducción pretendemos superar el bibli-cismo que afecta a nuestras comunidades, para esto haremos énfasis en algunos pun-tos fundamentales

1. La palabra de Dios es Jesucristo, Él es la palabra definitiva del Padre

2. Primero, la comunidad vive la experiencia de Dios (Pueblo de Israel e Iglesia), y lue-go se pone por escrito.

3. Los dos testamentos son una sola historia de Salvación.

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Enseñanza:

Hay que destacar ahora lo que los Padres si-nodales han afirmado sobre las distintas ma-neras en que se usa la expresión «Palabra de Dios». Se ha hablado justamente de una sinfo-nía de la Palabra, de una única Palabra que se expresa de diversos modos: «un canto a varias voces».

Verbum Domini 7

Otros textos: CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA DEI VERBUM SOBRE LA DIVINA REVELACIÓN - Vaticano II - Caer en la cuenta del significado de su estructura: 1) La revelación en sí miama; 2) La transmission de la revelación (en este momento entra la Biblia)

Desarrollo del tema

El Papa Benedicto sugie-re esta comparación: “así como el Verbo de Dios se hizo carne en el seno de la Virgen María, así también la sagrada Escritura nace del seno de la Iglesia por obra del Espíritu” (VD, 19). La biblia nace en la Iglesia y no la Iglesia nace de la biblia.

1. La situación:Muchos de nuestros creyentes piensan que lo primero fue la Biblia, como “el libro” que Dios envió para salvar-nos. Y que, desde ahí, leyéndola, meditándola e inter-pretandola, se formó el “pueblo de Dios” (en el Antiguo Testamento, Israel; en el Nuevo Testamento, la Iglesia). Y fue justamente al revés: primero fue el pueblo de Dios y después, en él y desde él, fue la Biblia. El Papa Bene-dicto sugiere esta comparación: “así como el Verbo de Dios se hizo carne en el seno de la Virgen María, así también la sagrada Escritura nace del seno de la Iglesia por obra del Espíritu” (VD, 19).

Es muy poco frecuente que nuestra gente se pregunte y sepa cómo, cuándo, dónde y por qué nació la Biblia. La idea muy generalizada es que la Biblia no tiene un cómo, un cuándo, un dónde ni un por qué, ya que es tan eterna como Dios – ¿no es verdad que así pensamos muchas veces? - . Como si Dios en persona nos hubiera entregado la Biblia, diciéndonos: “este es ‘mi’ libro: léanlo y ahí me cuentan qué les parece”.

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Cuando se habla de “Palabra de Dios”, muchos pensamos que nos estamos refiriendo sólo a la Biblia, desde una convicción que se nos mete, incluso por el ambiente religioso que respiramos: “en la vida de cada creyente y en la vida de la Iglesia, no hay más ‘pala-bra de Dios’ que la Biblia”.

Dei Verbum, la Constitución del Va-ticano II “sobre la revelación divina”, lo describe así: “Dios invisible, movi-do por el amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos para in-vitarlos y recibirlos en su compañía” (n. 2).

2. Una necesidad: Situar la biblia en el más amplio contexto de “LA PALABRA DE DIOS”. Vamos justamente a descubrir ese conjunto de expresiones de la Palabra de Dios de tal modo entretejidas que el Papa Benedicto XVI ha podido hablar de “la sinfonía de la Palabra de Dios”.

3. El “contexto ampliado” de la Palabra de Dios” (la “sinfonía” de la Palabra).Alguien ha dicho gráficamente, para que podamos “orientarnos”: en el prólogo de su Evangelio, san Juan no dice: “en el principio ya existía la Biblia”, sino “en el principio ya existía la Palabra”.

Es una sabia indicación. Y, porque esto es así, Benedicto XVI, bajo el título: “el Dios que habla”, comienza haciendo una hermosa descripción de Dios: “Dios en diálogo”. Ya en el misterio mismo de su ser trinitario, “la Palabra era Dios”. “Dios no ha existido nunca sin la Palabra”. Nuestro Dios es un Dios cuya identidad es la “comunicación” (se dice en teología trinitaria que las “personas divinas” se constituyen por “las relaciones” -entre Padre, Hijo y Espíritu Santo -). Desde este ser comunicación, Dios “habla”, Dios “nos habla”, se comunica con nosotros: a ese “hablar” de Dios, a ese inicio de su diálogo, le llamamos revelación (revelarse es decirse; manifestarse, abrirse, “hablar” para iniciar y provocar una respuesta y entablar así el diálogo salvador- ver: Verbum Domini, 6 -).

Dei Verbum, la Constitución del Vaticano II “sobre la revelación divina”, lo describe así: “Dios invisible, movido por el amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía” (n. 2). Esto es lo primero: el “des-velarse” de Dios para “darse a conocer” y crear con el hombre y la mujer una relación de amistad, abriendo un verdadero diálogo entre amigos.

Y, ¿de cuántas maneras habla Dios? ¿De cuántas cosas podemos decir que son “Palabra de Dios”? Responde el mismo Benedicto XVI, hablando de una “sinfonía de la Palabra”: una única Palabra – afirma - se expresa de diversos modos. La Palabra de Dios es “un canto a varias voces”. Vemos esa realidad sinfónica:

La más excelente Palabra de Dios es el Logos (El Verbo de Dios) trinitario que se hace hombre en Jesús de Nazaret, que, como Verbo encarnado es también Palabra de Dios: “la Palabra se hizo carne”. Llevamos ya dos “voces” de esta sinfonía de la Palabra: La Palabra de Dios (El Verbo trinitario); y la Palabra de Dios que se hace hombre en Jesús de Nazaret. Ya nos vamos aclarando en eso de “la sinfonía de la Palabra”.

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Pero, hay más: también Dios se revela (se dice-se expresa-se comunica-) en su propia Creación: el “libro de la naturaleza” (las cosas creadas) es otra “voz” de esta sinfonía de la Palabra de Dios. La Creación es también Palabra de Dios.

La historia de la salvación (la que comienza con el llamado de Abrahán y culmina en Cristo Jesús) antes de ser puesta por escrito, es también Palabra de Dios (no olvidemos que Dios se manifiesta en hechos – la historia - y palabras).

Palabra de Dios es también la palabra de los profetas, aun antes de que esa Palabra fue-ra escrita por el mismo profeta o por sus discípulos.

La palabra predicada por los apóstoles, obedeciendo al mandato de Jesús: “vayan y pre-diquen” es también Palabra de Dios, aun antes de que esa transmisión fuera puesta por escrito.

La transmisión (tradición apostólica) continuada en la vida de la Iglesia es también Pa-labra de Dios. Nadie intentó poner por escrito absolutamente todo el “caudal” de la transmisión oral.

la Sagrada Escritura (el Antiguo y el Nuevo Testamento) es Palabra de Dios, atestiguada e inspirada por el Espíritu Santo, lo que le da un relieve especial. Esta es la Biblia .

4. El cristianismo no es una “la religión del libro”

El cristianismo no es la “religión del libro”, sino “la reli-gión de la Palabra de Dios encarnada: del Cristo vivo”.

Esta “sinfonía de la Palabra”, tiene una evidente consecuen-cia: El cristianismo no es la “religión del libro”, sino “la reli-gión de la Palabra de Dios encarnada: del Cristo vivo”.

Insiste el Papa en que se eduque a los fieles en este sentido “análogo” (diversificado e interconectado) de lo que entende-mos por “Palabra de Dios”, para que se comprenda mejor por todos “la unidad del plan divino y el puesto central que ocupa en él la persona de Cristo”.Aparece claro que esta “amplitud” del plan divino de salvación (esta “sinfonía de la Pa-labra”) no se puede conciliar con el principio de “solamente la Escritura” de las Iglesias protestantes.

La Palabra de Dios encarnada (Jesús) precede y excede a la Sagrada Escritura. Y esa Palabra de Dios encarnada no nos llega sólo a través de la Sagrada Escritura, aunque en la Sagrada Escritura nos llega de un modo privilegiado.

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• Lee el Evangelio de Juan 1, 1-18 y re-flexiona sobre lo que has aprendido y lo que te dice la Escritura.

• Escribe en tus notas qué significa “sinfonía de la Palabra de Dios” y contesta: antes de que existiera la bi-blia, ¿existía la Palabra de Dios?

• Comenta el texto del Evangelio de Juan 1, 1-18.

• Identifica en grupo la diferencia entre Palabra de Dios y las Sagra-das Escrituras, comenta con tu gru-po.

• ¿Cómo hacemos para transmitir estos conocimientos adquiridos?

ActividAdes individuAles ActividAdes GrupAles

evaluación

• ¿A qué se refiere la afirmación: el cristianismo no es la religión del libro? Res-ponde en tu cuaderno de notas.

• Dialogar con algunos compañeros sobre el más amplio contexto de la palabra de Dios. ¿Solo la Biblia es palabra de Dios? ¿Ya existía la Palabra antes de la Creación?

Verbum Domini 5-7

Dei Verbum 2-6

Para seguir descubriendo

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Tema 2LA BIBLIA EN EL GRAN CONTEXTO DE LA

PALABRA DE DIOS

II. LOS GRANDES ECOS DE LA PALABRA DE DIOS (Cinco dimensiones de la Palabra)

“Como afirmaron los Padres sinodales, debemos ser conscientes de que nos encontra-mos realmente ante un uso analógico de la expresión «Palabra de Dios». Es necesario, por tanto, educar a los fieles para que capten mejor sus diversos significados y com-prendan su sentido unitario. Es preciso también que, desde el punto de vista teológico, se profundice en la articulación de los diferentes significados de esta expresión, para que resplandezca mejor la unidad del plan divino y el puesto central que ocupa en él la persona de Cristo”.

Verbum Domini 7

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objetivos enlace

• En el tema anterior descubrimos el significado de la imagen: “la sinfo-nia de la Palabra de Dios”.

• Que todas las expresiones de la Pala-bra de Dios proceden de la voluntad de comunicación con nosotros por parte de Dios (revelación).

• Ayudarnos a retener las dimensiones de la Palabra de Dios que de esa “son-fonía” se derivan.

• Reconocer que “el solo” de la sinfonia “a muchas voces” es LA PALABRA ENCARNADA Jesucristo.

En síntesis

PALABRA

Dimensión COSMICA

La creación es la revelación natural

de Dios

Las criaturas están dentro del plan de Dios. Nacen

de la Palabra (Sab 13,1)

El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios

es capaz de conocer a Dios desde la natura-leza, (Sab 13,1)

Dimensión CRISTOLOGICA

La Palabra eterna entra en la historia: el “Verbo abreviado”

“A Dios nadie lo ha visto jamás” (Jn 1,18)

“Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”(Jn 14,9)

Doble movimiento: Dios se humaniza, para que el hombre pueda divinizarse

En la sinfonía de la Palabra, Jesús es “el solo”, el centro del plan de Dios, culmen y plenitud de toda la revelación

Dimensión ESCATOLOGICA

Jesúses la Palabra

DEFINITIVA.

Como Palabra definitiva, la revelación “pública” exige nuestra

fe.

Las revelaciones privadas pueden ser una ayuda, pero no exigen nuestra fe.

Dimensión PNEUMATOLÓGICA

Relación en la intimidad del

misterio trinitario: el Hijo y el

Espíritu :”las dos manos del Padre”

El Espíritu en la historia de la

Salvación

El Espíritu en la vida de

Jesús

El Espíritu en la Vida de la

IglesiaEl Espíritu en la

INSPIRACIÓN de la Sgda. Escritura.

El Espíritu en la predicación de los

apóstolesCon relación a la Palabra,

la acción del Espíritu no se agota en la “inspiración”

de la Escritura

Dimensión APOSTOLICA Y

ECLESIAL

Esta Palabra “pluridimensional”

es entregada a la Iglesia para su

transmisión

En el caudal de esa transmisión nace la Escritura como

transmisión escrita

La transmisión escrita (Biblia) no agota el caudal de

la revelación Tradición=transmisión

apostólica

La Biblia- “semilla” está plantada en la Tradición

viva de la Iglesia

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Desarrollo del tema

Enseñanza: Siguiendo la narración de los Evangelios, ve-mos cómo la misma humanidad de Jesús se manifiesta con toda su singularidad precisa-mente en relación con la Palabra de Dios. Él, en efecto, en su perfecta humanidad, realiza la voluntad del Padre en cada momento; Jesús escucha su voz y la obedece con todo su ser; él conoce al Padre y cumple su palabra (cf. Jn 8,55); nos cuenta las cosas del Padre (cf. Jn 12,50); «les he comunicado las palabras que tú me diste» (Jn17,8). Por tanto, Jesús se manifies-

ta como el Logos divino que se da a nosotros, pero también como el nuevo Adán, el hombre verdadero, que cumple en cada momento no su propia voluntad sino la del Padre. Él «iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres» (Lc 2,52). De modo perfecto escucha, cumple en sí mismo y nos comunica la Palabra divina (cf. Lc 5,1).

Verbum Domini 12

Cinco grandes dimensiones de la Palabra:

1. Dimensión “cósmica” de la Palabra o revelación natural de Dios:

La manifestación que Dios hace de sí mismo a través de sus criaturas. “Por la fe sabemos que la Palabra de Dios configuró el universo” (Hb 11,3).

Consecuencias:

+ desde la creación en general:

La revelación bíblica nos lleva a reconocer que en la Palabra de Dios hecha carne está el fundamento de toda la realidad, de toda la creación. La creación es “criatura de la Palabra” y está llamada a servir a la Palabra.

Siendo así las cosas, sentimos hondamente un efecto liberador: las criaturas no son fruto del azar irracional, sino que entran dentro del plan de Dios, centrado en Cristo

La Creación nace de la Palabra, por lo que lleva dentro de ella la “razón creadora que ordena y guía”. Toda realidad expresa el misterio de Dios.

Al haber una manifestación (revelación) natural de Dios es posible también el co-

Otros textos: Juan 1, 3; Salmo 8

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nocimiento natural de Dios, que es el que se realiza a través de la contemplación de las criaturas. La creación es para todos los hombres un testimonio perenne del mismo Dios.

Ley Natural: Verbum Domini 9. La creación es el lugar en el que se desarrolla la historia de amor entre Dios y su criatura; por tanto, la salvación del hombre es el motivo de todo. La con-templación del cosmos desde la perspectiva de la historia de la salvación nos lleva a descubrir la posición única y singular que ocupa el hombre en la creación: «Y creó Dios al hombre a su ima-gen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó» (Gn 1,27). Esto nos permite reconocer plenamente los dones preciosos recibidos del Creador: el valor del propio cuerpo, el don de la razón, la libertad y la conciencia. En todo esto encontramos tam-bién lo que la tradición filosófi-ca llama «ley natural». En efecto, «todo ser humano que llega al uso de razón y a la responsabi-lidad experimenta una llamada interior a hacer el bien» y, por tanto, a evitar el mal.

“Lo invisible de Dios, su poder eterno y su di-vinidad, se hacen reconocibles a la razón, desde la creación del mundo por medio de sus obras” (Rm 1,19-20). Pablo se hace eco de la enseñanza del Libro de la Sabiduría: “eran naturalmente faltos de inteligencia todos los hombres que ig-noraban a Dios, y fueron incapaces de conocer al que es partiendo de las cosas buenas que es-tán a la vista, y no reconocieron al artífice, fiján-dose en sus obras” (Sab 13, 1).

+ Desde la creación del hombre y la mujer, en par-ticular:

Siempre en el nivel de la creación (de la revela-ción natural), irrumpiendo ahora en la creación del hombre y la mujer: el hombre y su salvación son la razón de ser de las cosas creadas. El ser humano ocupa una posición única y singular en la creación: “creados a imagen y semejanza de Dios”.

Consecuencias:

En el nivel natural, el hombre ha recibido ya do-nes preciosos: la razón, la libertad, la conciencia, que configuran lo que se llama la ley natural: por su propia naturaleza el hombre sabe distinguir entre el bien y el mal.

Percibe la exigencia de vivir según esa ley natu-ral.

Esa ley natural es “elevada” (esta “elevación” la hace “sobre-natural”) por la Ley del Evangelio: éste asume la ley natural y la eleva de modo insospechado. Pero “la gra-cia (sobrenatural) lleva a plenitud la naturaleza, no la destruye”.

2. Dimensión cristológica de la Palabra:

De Palabra “infinita” a Palabra “chiquita”: de Palabra eterna de Dios a Palabra en-carnada, hecha hombre, pequeño como nosotros. Eso quiere decir la hermosa ima-gen del “Verbo abreviado”. (utilizada por algunos santos Padres para hablar de la encarnación). La Palabra eterna se hace un niño. La Palabra de Dios no sólo la po-demos oír; la podemos ver, porque tiene un rostro: Jesús de Nazaret:

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Importancia de esta permanente referencia a la humanidad de Jesús, a su historia concreta, como el camino cristiano para saber quién es, cómo es, dónde está Dios y cómo se nos abre el camino hacia Él. La respuesta es siempre: en Jesús de Nazaret.

La Palabra se hace carne: Ver-bum Domini 11

Esta condescendencia de Dios se cumple de manera insuperable con la encarnación del Verbo. La Pa-labra eterna, que se expresa en la creación y se comunica en la histo-ria de la salvación, en Cristo se ha convertido en un hombre «nacido de una mujer» (Ga 4,4). La Palabra aquí no se expresa principalmen-te mediante un discurso, con con-ceptos o normas. Aquí nos encon-tramos ante la persona misma de Jesús. Su historia única y singular es la palabra definitiva que Dios dice a la humanidad. Así se entien-de por qué «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el en-cuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». La renova-ción de este encuentro y de su com-prensión produce en el corazón de los creyentes una reacción de asombro ante una iniciativa divina que el hombre, con su propia ca-pacidad racional y su imaginación, nunca habría podido inventar.

A Jesús lo podemos mirar de arriba abajo o de abajo hacia arriba. ¿Cómo así? De arri-ba abajo, es la Palabra de Dios que se hace hombre; de abajo hacia arriba, es el hom-bre, nuevo Adán que se abre completamen-te a su Padre, Dios. Hace la voluntad del Pa-dre, está mirando “hacia arriba”.

Una “palabra en silencio”: en su fidelidad a la voluntad del Padre (en su abrirse de aba-jo hacia arriba), Jesús pasa por la muerte de cruz. Y en la cruz, “el Verbo enmudece, se hace silencio mortal, porque se ha dicho hasta quedar sin palabras”. Primera parte del misterio pascual: la muerte de Jesús.

La segunda cara del misterio pascual: la re-surrección. Pero, la resurrección de Jesús no es algo que le afecte solamente a Él. En la resurrección, Jesús se hace luz. La Palabra se hace luz. En Él, nosotros podemos vivir en la luz. La resurrección nos hace a Jesús vivo y presente realmente entre nosotros.

Volviendo a la “sinfonía”: “Jesús es ‘el solo’ en esa sinfonía”, el que da sentido a toda la obra “sinfónica”: Jesucristo es el centro de todo el plan de Dios y es el cumplimiento y la plenitud de la toda la revelación de Dios, comenzando ya por la revelación “natural” en la creación y siguiendo por todo el Anti-guo Testamento.

Es muy importante tener en cuenta esta dimensión “cristocéntrica” de toda la re-velación (Cristo en el centro): desde ella miramos la creación y miramos toda la historia de la salvación. La miramos y la reconocemos.

3. Dimensión escatológica/definitiva de la Palabra de Dios:

Quiere decir que Jesús, como centro de toda la revelación, es “la Palabra definitiva de Dios”. Dios nos lo ha dicho todo en Cristo. La creación y la historia tendían hacia él y él ya vino. Por eso Cristo es “palabra definitiva” de Dios y no podemos ni debemos esperar otra palabra. (Pero recordando siempre que Jesús ya vino, pero que vendrá

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de nuevo al final de los tiemos…; que estamos así siempre en el YA, pero en un to-davía NO).

Desde ese carácter definitivo de la Palabra de Dios, acontecida en Cristo, hay que juzgar acerca de las “revelaciones privadas”. Se llaman “privadas”, porque la revela-ción “pública” es únicamente la Palabra de Dios (las “privadas” son revelaciones a un santo, a una santa, a unos niños –como en Fátima-; a una jovencita –como en Lourdes- , a una religiosa…).

La revelación pública exige nuestra fe; las revelaciones privadas no la exigen. La revelaciones privadas no pueden pretender “completar” la revelación definitiva en Cristo. “Son una ayuda que se ofrece, pero que no es obligatorio usarla”.

4. Dimensión pneumatológica (la acción del Espíritu Santo):

La misión del Espíritu Santo en relación a la Palabra de Dios la vemos desde estos niveles:

Desde el misterio mismo de la Trinidad: “la comunicación que Dios hace de sí mis-mo implica siempre la relación entre el Hijo y el Espíritu Santo” (el Hijo y el Espíri-tu son “las dos manos” del Padre -San Ireneo-).

Desde la presencia del Espíritu Santo en la historia de la salvación.

Desde la presencia del Espíritu Santo en la vida de Jesús

Desde la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia, al sostenerla en la tarea de anun-ciar la Palabra de Dios y en la predicación de los Apóstoles

Desde la inspiración de los autores de la Sagrada Escritura

Es importante notar el proceso de la presencia del Espíritu Santo. En un sentido “temporal”, “la inspiración” de los autores de la Sagrada Escritura ocupa el último lugar. Lo que no quie-re decir que no sea un lugar privilegiado. Solamente notar que el Espíritu Santo, en relación con la Palabra, no agota su actividad en la inspiración de los autores sagrados.

5. Dimensión apostólica y eclesial de la Escritura.

Parte el Papa del vínculo profundo entre Espíritu Santo y Palabra de Dios. Y en ese vínculo ve las bases para “comprender el sentido y el valor decisivo de la Tradición viva y de las Sagradas Escrituras en la Iglesia”.

El argumento procede así: Dios entregó su Hijo al mundo; la Palabra – en su sen-tido más amplio - fue dada y “entregada” a la Iglesia de modo definitivo, para que el anuncio de salvación “fuera transmitido”: los apóstoles iniciaron esa fiel trans-misión oralmente – mediante la predicación - … y ellos mismos o algunos de su generación la pusieron por escrito, inspirados por el Espíritu Santo. Es importante notar: la Sagrada Escritura “nace” como una dimensión de la transmisión de la re-velación. Ella es la “transmisión escrita” de la Palabra de Dios.

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Sagrada Escritura-Tradición

De aquí se deduce la impor-tancia de educar y formar con claridad al Pueblo de Dios, para acercarse a las Sagradas Escrituras en relación con la Tradición viva de la Iglesia, reconociendo en ellas la mis-ma Palabra de Dios. Es muy importante, desde el punto de vista de la vida espiritual, desa-rrollar esta actitud en los fieles. En este sentido, puede ser útil recordar la analogía desarro-llada por los Padres de la Igle-sia entre el Verbo de Dios que se hace «carne» y la Palabra que se hace «libro».

Recordar que, cuando los apóstoles o algunos de su grupo comenzaron a poner por escrito la revelación, su pretensión no fue la de transcri-bir absolutamente todo lo que se estaba trans-mitiendo oralmente ni la de recoger sistemáti-camente todos los hechos y enseñanzas. El paso al escrito desde la transmisión oral tuvo mucho de funcional: se escribió “en función de” de-terminados problemas, de la imposibilidad de una presencia física en las comunidades (caso de San Pablo), de las circunstancias de las co-munidades, de las necesidades que se tenían de textos escritos para el culto, para la catequesis y para el anuncio… Así fue cómo fue surgiendo la transmisión escrita, que terminaría siendo la “Sagrada Escritura”. En este sentido es impor-tante leer el inicio del Evangelio de Lucas: “Ya que muchos emprendieron la tarea de relatar los su-cesos que nos han acontecido, tal como nos lo trans-mitieron los primeros testigos presenciales y servi-dores de la palabra, también yo he pensado, ilustre Teófilo, escribirte todo por orden y exactamente, co-menzando desde el principio; así comprenderás con certeza las enseñanzas que has recibido” (1,1ss.)

Todo ese “contexto” (la Tradición/transmisión Apostólica) en el que surgió el “tex-to”, es, además, un contexto que siempre acompañó, acompaña y acompañará a la Palabra escrita. Conocemos ese contexto como la “Tradición apostólica”: no se comenzó a predicar a Jesús, a celebrarlo, a alabarlo y a recordarlo cuando ya hubo Nuevo Testamento escrito. Más bien el Nuevo Testamento recoge aspectos (no to-dos) de la predicación, celebración y recuerdo apostólicos que ya se venían reali-zando desde el acontecimiento de Pentecostés.

De esa Tradición/Transmisión de origen apostólico se afirma:

Que es una realidad viva y dinámica.

Que va creciendo en la Iglesia con la ayuda del Espíritu Santo, en el sentido de que crece la comprensión de las palabras apostólicas y de las instituciones transmitidas por los apóstoles.

Que crece con la contemplación, el estudio y con la experiencia espiritual

Que crece “con la predicación de quienes, con la sucesión episcopal, recibieron el carisma seguro de la verdad”.

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Que ese crecimiento es esencial para que la Iglesia vaya progresando con el tiempo en la comprensión de la verdad revelada, según la promesa del IV Evangelio: “El Espíritu los llevará al conocimiento pleno de la verdad” (Jn 16, 13).

La Iglesia, en efecto, determinó los libros normativos (canónicos) de la Sagrada Es-critura, despues de discernir su inspiración (lo veremos en el tema 9).

Comprendiendo más y mejor los libros sagrados, los mantiene siempre activos y vivos.

Hace comprender de modo adecuado la Escritura como Palabra de Dios. La Sa-grada Escritura no es un libro “errático” (suelto, sin conexiones, sin contexto, sin “hogar”): La Iglesia es “la casa de la Palabra” (Benedicto XVI).

Es muy importante que este punto quede muy claro. En la relación entre Biblia e Iglesia tenemos uno de los puntos fundamentales del acercamiento católico a las Sagradas Escrituras.

Este proceso que lleva hasta la composición de la Sagrada Escritura y que acompa-ña la profundización en la misma y su carácter activo y dinámico en el correr de los tiempos… no es admitido por otras confesiones cristianas, que se aferran a la “sola Escritura”, como si la Biblia hubiera caído escrita del cielo; o que caminara por ahí “suelta” para ser enganchada por el primero que pase.

Un ejemplo: como toda realidad viva, la vocación de la Palabra es crecer. Crecer desde la fidelidad, pero crecer. Si yo tengo una semilla y, como es muy hermosa me dedico toda mi vida a contemplarla, admirarla y estudiarla, la semilla queda infecunda – Esa semilla sería la Biblia sin plantar en la tierra de la Tradición Apos-tólica - . Si la planto, desarrolla en el tiempo todo lo que ya lleva en su interior. La fidelidad es que una semilla de mangos dé miles de mangos. Para eso es semilla. La infidelidad sería que diera peras en lugar de mangos. ¿Ha crecido la comprensión de la Palabra contenida en la Sagrada Escritura? Evidentemente que sí. Para asegu-rar la fidelidad de esa permanente comprensión existe otro carisma en la Iglesia: la especial asistencia del Espíritu Santo al Magisterio en su progresiva comprensión e interpretación de la Biblia. A esa progresiva comprensión e interpretación de la Biblia ayudan también los “signos de los tiempos”, que no son revelación, pero sí “aliciente” para el desarrollo de la comprensión de la revelación.

Este desarrollo es el que posibilita que la Palabra pueda ser “viva, eficaz y actual”, desde un presupuesto de interpretación: en la Biblia no se puede buscar una res-puesta directa a cuestiones que no estuvieran planteadas directamente en el tiempo de su composición… Para no dejar muda la Palabra de Dios, su comprensión tiene que crecer, desarrollando toda su potencialidad, con el estímulo de los signos de los tiempos, que cambian.

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ActividAdes individuAles ActividAdes GrupAles

evaluación

• Después de leer el tema detenida-mente, escribe en tu cuaderno de notas lo que no has comprendido, tus dudas y qué cosas han quedado claras.

• Lee detenidamente Jn 1,1-18 e inten-ta explicar por qué la Iglesia afirma que Jesús es la Palabra eterna y defi-nitiva de Dios.

• Ver si has aprendido a distinguir bien entre revelación y transmisión de la revelación.

• Comenta brevemente (en unos 5 minu-tos) cada una de las dimensiones de la palabra y, con tu equipo, procura hacer un resumen de cada una de ellas.

• En grupo, dialogar sobre transmision “oral” y transmisión “escrita”. Y donde encaja ahí la Sagrada “Escritura”.

• En la creación ¿podemos también descubrir a Dios? Escribe y razona tu respues-ta.

• De las dimensiones de la Palabra de Dios, ¿cuál es la central y por qué? Escribe tu respuesta.

Verbum Domini 8-16

Para seguir descubriendo

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notas

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Tema 3LA RESPUESTA DEL HOMBRE AL DIOS QUE

HABLA Y QUE ESCUCHA

“Qué importante es descubrir en la actualidad que sólo Dios responde a la sed que hay en el corazón de todo ser humano. En nuestra época se ha difundido lamentablemente, sobre todo en Occidente, la idea de que Dios es extraño a la vida y a los problemas del hombre y, más aún, de que su presencia puede ser incluso una amenaza para su au-tonomía. En realidad, toda la economía de la salvación nos muestra que Dios habla e interviene en la historia en favor del hombre y de su salvación integral”.

Verbum Domini 23

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objetivos enlace

En síntesis

• En el tema anterior aprendimos las cinco dimensiones de la Pala-bra, el protagonismo del Espíri-tu Santo en la transmisión de la revelación (oral y escrita), y que Cristo es el centro de la revela-ción.

• Descubrir que, en esa revelación, Dios nos habla como a amigos, abriendo un diálogo con nosotros. Con su Pa-labra, él toma la iniciativa y nosotros estamos llamados a responderle para que se complete el diálogo.

• Identificar que nosotros mismos po-demos interrumpir nuestra comuni-cación con Dios, cuando rompemos nuestra comunión con El.

Dios no es extraño al hombre

Dios no es amenaza para nuestra autonomía

La Palabra que se entraña en la

vida

Dio

s hab

la y

esc

ucha SU PALABRA que

fecunda; horizonte que se amplía petición que es escuchada

Dios responde a la sed de cada corazón humano

Lenguaje: el amor

RESPUESTA A LA PALABRA Dios y el hombre en diálogo

Escucha como en-cuentro personal y eclesial con Cristo

Escucha como apertura de mente y corazón a la verdad que es Cristo

La fe confiada como respuesta

El h

ombr

e es

cuch

a y

habl

a

La no escucha engendra pecado

Raíz del pecado la no escucha Desobediencia

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Desarrollo del tema

Enseñanza:

La Palabra divina nos introduce a cada uno en el coloquio con el Señor: el Dios que ha-bla nos enseña cómo podemos hablar con Él. Pensamos espontáneamente en el Libro de los Salmos, donde se nos ofrecen las palabras con que podemos dirigirnos a él, presentarle nues-tra vida en coloquio ante él y transformar así la vida misma en un movimiento hacia él. En los Salmos, en efecto, encontramos toda la ar-ticulada gama de sentimientos que el hombre experimenta en su propia existencia y que son presentados con sabiduría ante Dios; aquí se

encuentran expresiones de gozo y dolor, angustia y esperanza, temor y ansiedad. Además de los Salmos, hay también muchos otros textos de la Sagrada Escritura que hablan del hombre que se dirige a Dios mediante la oración de intercesión (cf. Ex 33,12-16), del canto de júbilo por la victoria (cf. Ex 15), o de lamento en el cumplimiento de la propia misión (cf. Jr 20,7-18). Así, la palabra que el hombre dirige a Dios se hace también Palabra de Dios, confirmando el carácter dialogal de toda la revelación cristiana, y toda la existencia del hombre se convierte en un diálogo con Dios que habla y escucha, que llama y mueve nuestra vida. La Palabra de Dios revela aquí que toda la existencia del hombre está bajo la llamada divina.

Verbum Domini 24

1. Dios no habla por hablar, habla para dialogar:

Su Palabra no es un “monólogo” (como si fuera un actor que recita para deleitar a los oyentes o un predicador que quiere convencer o entretener a la audiencia); su Palabra espera respuesta, para entablar un DIÁLOGO (una mutua relación “a través de la palabra” – que eso significa “diálogo” -). Nos lo recordó el Concilio (Dei Verbum, 1): “Dios habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación con Él y recibirlos en su com-pañía”. Benedicto XVI afirma: “por su amor, nos ha hecho sus “compañeros” -, de modo que somos destinatarios de la Palabra, interpelados y llamados a entrar en este diálogo de amor, mediante una respuesta libre” (VD, 22). Y hace un apunte de antropología creyente: “el hombre ha sido creado en la Palabra y vive en ella; no se entiende a sí mismo, si no se abre a este diálogo” (VD, 22; Cf. Jn 1,3). “Nosotros no buscamos a tientas ni necesitamos esperar que Dios nos dirija algún día la palabra, porque realmente «Dios ha hablado, ya no es el gran desconocido, sino que se ha mostrado ». Acojamos el sublime tesoro de la Palabra revelada” (EG 174-175)

Otros textos: Dei Verbum 2, Hebreos 1, 1-2

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2. Aprender a escuchar a Dios: ¡Qué facilidad para “gritar” la Palabra de Dios, a veces hasta con teatralidad, pero

¡qué dificultad para “escucharla” antes de gritarla! “Por eso, la Iglesia tiene que ser hoy maestra de escucha y repetir con fe: “habla, Señor que tu Iglesia te escucha” (VD, 51). Porque “la Iglesia no vive para ella misma, sino para el Evangelio y, en el Evangelio, vuelve siempre a encontrar orientación para su camino” (VD, 51). Esta-mos en la línea del “recomenzar desde Cristo” que nos pidió Aparecida y que el Papa Francisco nos repite por activa y pasiva. Si tanta y tan “gritona” Palabra no nos lleva por el camino del encuentro con Jesús y su Evangelio, ¡malo, malo, malo! Dice el papa Francisco: “Toda la evangelización está fundada sobre la Palabra escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada. Las Sagradas Escrituras son fuente de la evangelización. Por lo tanto, hace falta formarse continuamente en la escucha de la Palabra”. (EG 174-175)

Tienen oídos pero no escuchan: Verbum Domini 26

La Palabra de Dios revela también inevitablemente la posibilidad dra-mática por parte de la libertad del hombre de sustraerse a este diálo-go de alianza con Dios, para el que hemos sido creados. La Palabra divina, en efecto, desvela también el pecado que habita en el corazón del hombre. Con mucha frecuen-cia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontramos la descripción del pecado como un no prestar oído a la Palabra, como ruptura de la Alianza y, por tanto, como la cerrazón frente a Dios que llama a la comunión con él.

3. Dios no sólo habla, Él también ESCUCHA: “La Palabra de Dios no se contrapone al hombre, no acalla sus auténticos deseos… Dios responde a la sed que hay en cada cora-zón humano” (VD, 23). “Dios no es extraño al hombre ni su presencia es una amenaza para nuestra autonomía. La intervención de Dios en la historia es a favor del hombre y de su salvación integral” (VD, 23). Y de ahí una ne-cesidad: que “se entable un diálogo entre la Palabra y los problemas de nuestra vida coti-diana” (VD, 23). La Palabra de Dios no “sobre-vuela” sobre lo que somos y lo que sentimos, como si fuera una Palabra válida para niveles más allá de nuestros problemas y de nuestros anhelos de cada día y de los problemas y an-helos de la gente que nos rodea, de nuestra sociedad y de nuestro mundo.

Tres consecuencias:

a) la Palabra de Dios no es lluvia que cae sobre el concreto para lustrarlo, es lluvia que cae y empapa la tierra para fecundarla (ver Is 55,10ss). Por eso, “la pastoral de la Iglesia debe saber mostrar que Dios escucha la necesidad del hombre y su clamor” (VD, 23). Insiste el Papa Francisco: “perdemos el entusiasmo por la misión, al olvi-dar que el Evangelio ‘responde a las necesidades más profundas’ de las personas (…) Cuando se logra expresar adecuadamente y con belleza el contenido esencial del Evangelio, seguramente, ese mensaje hablará a las búsquedas más hondas de los corazones (EG, 265)

b) La Palabra de Dios nos “ensancha la olla”: si “a la medida de la olla es el caldo”, la Palabra de Dios no se limita a llenar nuestra “ollita”…, “amplía la olla”, llevándonos

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hasta la experiencia que San Agustín expresa tan bellamente: “nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en ti”. La Palabra de Dios “ensancha el deseo” y no nos deja ser “felices por reducción” – “Te doy gracias, Se-ñor, porque en el aprieto me diste anchuras” – Sal 4,2 - (ver VD, 23). La Palabra no sólo responde, ensancha la pregunta.

c) Estas reflexiones incluyen la oración de petición, pero van mucho más allá: el pro-pio ser humano es en sí mismo “una petición”. Su situación le hace ser, como hom-bre, una permanente pregunta. Cuando Dios no es percibido como “quien respon-de”, las respuestas se buscan en otras direcciones. Es muy importante transmitir al “Dios que escucha”. Y ahondar en la pastoral de la pregunta, no nos vaya a pasar lo que al “mono aburrido” en cuyo afiche aparecía esta leyenda: “ahora que me sé la respuesta, se me olvidó la pregunta”.

4. La respuesta de la fe: En el diálogo “Dios/hombre”, nuestra respuesta tampoco se queda en palabras. Si

Dios nos habla con “hechos y palabras”, nosotros le respondemos lo mismo: con “una fe que se realiza en la caridad” (Gal 5,6). “La respuesta del hombre al Dios que habla es la fe”. Lo que significa: + Abrir la mente y el corazón a la acción del Espíritu Santo + Abrazar la verdad y entregarse completamente a Cristo + Tender hacia Cris-to: el vínculo entre Palabra de Dios y fe llega a su cumplimiento en Cristo, ya que desde él la fe adquiere la forma de encuentro con una persona a la que se le confía la propia vida + Estando ahora Cristo presente en la historia en su cuerpo que es la Iglesia, nuestro acto de fe es personal y eclesial. + “la vida cristiana se caracteriza esencialmente por el encuentro con Jesucristo que nos llama a seguirlo…” y pide “un itinerario personal y comunitario con respecto a la Palabra de Dios, de modo que ésta sea realmente el fundamento de la vida espiritual… sabiendo que el fin úl-timo de la lectura, de la familiaridad y del amor a la Palabra es que “se profundice la relación con la persona misma de Jesucristo” (VD, 72). “Se comienza a ser cristiano por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo hori-zonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (DCE, 1).

5. Cuando el pecado interrumpe la escucha:

Cuando no respondemos a Dios es debido al pecado que habita en nosotros:

a) El pecado lo describe la Biblia como “no prestar oído a la Palabra de Dios”, como “romper su Alianza: cerrazón frente a Dios que llama a la comunión con él”.

El pecado es des-obediencia; al ser la obediencia (en su sentido etimológico “ob-audire” – de donde viene “obediencia” - ) la actitud interior de “escucha”, el “no escuchar”, que es la desobediencia, se convierte en la entraña de todo pecado. La raíz del pecado es, por tanto, la negativa a escuchar

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ActividAdes individuAles ActividAdes GrupAles

evaluación

• En qué momentos he querido úni-camente ser yo quien hable a Jesús (pidiéndole cosas) y he olvidado que Él también me quiere hablar en su Palabra.

• Reflexiona sobre la importancia de estar en comunión con Dios para poder compartir su Palabra, de ma-nera libre y coherente.

• ¿Qué ejercicios de escucha de la Pala-bra podemos hacer como comunidad?

• ¿Qué deberíamos hacer para que el diálogo con Dios - su Palabra y nues-tras palabras – abarcara los proble-mas cotidianos de nuestro entorno?

• Dei Verbum afirma que Dios quiere dialogar con nosotros como amigo. ¿Qué significa? ¿Cómo dialoga? Un diálogo implica respuesta ¿Cómo respondemos?

• ¿Cuál es uno de los más frecuentes pecados que comete el hombre respecto a la Palabra?

• Dios no solo habla, también escucha, ¿qué consecuencias tiene esta afirmación? Escribe tus respuestas en tu cuaderno de notas.

Verbum Domini 6

Leer Dei Verbum 2

Para seguir descubriendo

notas

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Tema 4LA BIBLIA, UNA OBRA DIVINO-HUMANA

1. LA INSPIRACIÓN DE LA SAGRADA ESCRITURA

“Pues, como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras que nuestra salvación”.

Dei Verbum 11 2 Tm 3, 16 – 17

Page 34: Iniciación a la Biblia

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objetivos enlace

En síntesis

• Resumimos el proceso que nos ha llevado hasta la Biblia y que continúa hasta la segunda venida del Señor:

• REVELACIÓN - progresiva (Dios se comunica con “hechos y palabras” progresivamente)

• TRANSMISIÓN de la Revelación: comienza por transmisión ORAL. A la transmisión oral progresivamente se añade la transmisión ESCRITA in-spirada (va naciendo progresivamente la Biblia, sin que termine transmisión oral)

• SAGRADA ESCRITURA Y TRADI-CIÓN EN LA VIDA DE LA IGLESIA (crece progresivamente la compren-sión de la Sagrada Escritura por la ac-ción del Espíritu que lleva a su Iglesia al “conocimiento pleno de la verdad” -Jn 16,13 – hasta que el Señor vuelva y lo contemplemos cara a cara).

• Facilitar un acercamiento cristiana-mente maduro a la Sagrada Escritura, para dejarnos alcanzar por la Palabra viva de Dios que se encarna en palabras humanas para que así lo podamos en-tender (a este querer Dios “humanar” su Palabra, para que la podamos entender se le llama la “condescendencia divina”)

LA INSPIRACIÓN DE LA SAGRADA

ESCTIRURA

LA ESCRITURA ES DIVINO-HUMANA

DIVINA

PALABRA DE DIOS por ser inspirada por Dios

Obra del Espíritu Santo

Los hombres inspirados por Dios

La Biblia, por tanto, obra de Dios, que es su AUTOR

HUMANA

Los hagiógrafos escriben como VERDADEROS AUTORES

A través de hombres que utili-zan sus facultades y talentos

Enraizados en la época y cultura de su tiempo

Pero es, a un tiempo, obra de los hombres, que escriben como VERDADEROS AUTORES

De manera parecida a la Encarnación

No hay Biblia sin Dios

No hay Biblia sin hombres

Jesús

Dios Hombre

Biblia

Palabra de Dios Palabra de hombre

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1. Decimos que la Biblia es “divina”, porque ha sido “inspirada” por Dios. Así lo cree-mos con la fe de la Iglesia. La Biblia es “obra” de Dios. Pero, esto no quiere decir: +que la Biblia cayera escrita del cielo; + que la escribiera Dios directamente, utili-zando su divina pluma y tintero; + que la “dictara” él o un ángel.

2. Dei Verbum (Vaticano II) expresa la relación de la Biblia con Dios de esta manera: a) afirma el hecho: “las verdades reveladas por Dios que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo…”. b) describe el modo: “Dios eligió a hombres, que utilizó usando ellos de sus propias fa-cultades y talentos, de forma que obrando Él en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que Él quería” (n. 11).

3. Benedicto XVI en Verbum Domini: “el tema de la inspiración es decisivo para una adecuada aproximación a las Escrituras y para su correcta interpretación… Cuando se debilita nuestra atención a la inspiración, se corre el riesgo de leer la Escritura más como objeto de curiosidad histórica que como obra del Espíritu Santo” (n. 19).

Desarrollo del tema

Enseñanza:

Sin la acción del Espíritu Santo que conocemos como “inspira-ción divina de los libros sagra-dos”, la Biblia no pasaría de ser un venerable y antiguo escrito religioso (Verbum Domini 19).

Sin la acción del Espíritu Santo que conoce-mos como “inspiración divina de los libros sagrados”, la Biblia no pasaría de ser un vene-rable y antiguo escrito religioso.

“Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sa-grada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. la san-ta Madre Iglesia, según la fe apostó-lica, tiene por santos y canónicos los libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, por-que, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales se le han entrega-do a la misma Iglesia”.

Dei Verbum 11

Otros textos: 2 Tim 3, 16-17, Verbum Domini 19

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4. Pero, de cómo entendamos la inspiración depende que comprendamos bien lo que Dios nos dice en la Sagrada Escritura. Para que esa comprensión sea correcta, siem-pre tienen que quedar a salvo los dos elementos presentes en la Escritura: el divino y el humano. Cuando falta el elemento divino caemos en una lectura “plana” de la Bi-blia, como si fuera un libro religioso cualquiera; cuando falta el elemento humano caemos en el fundamentalismo: tomarnos la Biblia al pie de la letra, palabra por palabra.

5. Los santos Padres utilizaron con frecuencia la imagen del “instrumento” para ex-plicar esta co-operación de Dios y el hombre en la producción del texto sagrado: “la lira” – instrumento -, en manos del músico – autor - hace de la pieza interpre-tada una obra conjunta; la pluma – instrumento - en manos del escritor – autor -, hace del libro escrito una obra “en colaboración”. Pero, ya en el año 1943, en “Divino Afflante Spiritu”, Pío XII advirtió que esta sencilla concepción de “instrumento” no era del todo aplicable a la co-operación de Dios y el hombre en la composición de la Sagrada Escritura. Le faltaba algo importante: en manos de Dios, el hombre (autor

“Así como el Verbo de Dios se hizo carne por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María, así también la Sagrada Escritura nace del seno de la Iglesia por obra del Espíritu Santo”. (Verbum Do-mini 19).

sagrado) no es un instrumento inerte, sin vida (como la lira o la pluma en manos del músico o del escritor), sino “un instrumento vivo”, que no pierde sus facultades y ta-lentos a la hora de escribir y que, por tanto, escribe como “verdadero autor”.

6. Otra imagen que también se utilizó en la explicación católica de la inspiración, fue la del “dictado (no es raro, en la iconografía, ver la paloma del Espíritu con su pico dentro del oído del evangelista o del profeta, como di-ciéndole letra por letra lo que tenía que escribir). Pero, se fue percibiendo que no era adecuada: de ahí que, en la actual aproximación católica a la Sagrada Escritura, a los

autores humanos no se les llame “secretarios” (que copian al dictado), sino “verda-deros autores”. Como “verdadera” es la humanidad de Jesús, y no sólo aparente, así también lo es la escritura y el modo de escribir de los autores sagrados: es escritura humana, no sólo escritura con apariencia humana.

7. Nos detenemos en lo de “verdaderos autores”. Dice el Concilio: “Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano”. Muy necesario tenerlo en cuenta. Es una verdad importantísima que nunca debemos olvidar: que la Biblia es obra totalmente de Dios y totalmente del hombre. Por ser obra de Dios, nos trans-mite las verdades que Dios quiso manifestamos para nuestra salvación. Por ser obra del hombre, nos transmite esas verdades con los mil modos de expresión humana con que hablaban los hombres del antiguo Oriente en donde se escribió la Biblia y desde sus pautas culturales, que son, en ocasiones, muy diferentes a las nuestras.

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8. Entonces, ¿la Biblia tiene dos autores?: - sí, pero no en el mismo nivel: Dios es el autor de la Biblia, pero no lo es de la misma forma en que lo es el autor humano; por eso, el término “autor”, referido a Dios, hay que tomarlo en un sentido análogo (“sí, pero no”: es autor, pero no es autor como un autor humano cualquiera). Según nuestros diccionarios, “autor” es igual a “causa de alguna cosa”. Dios es causa de los libros sagrados, no porque él los haya escrito materialmente, sino porque él ha sido causa de que el escritor sagrado los escribiese. Él ha promovido, ha asistido, ha inspirado a los autores humanos.

ActividAdes individuAles ActividAdes GrupAles

evaluación

• Lee el numeral 19 de Verbum Domi-ni

• Anota tres posibles ejemplos de la la doble autoría en la biblia, ej. El arquitecto que planifica y construye un edificio, sin quizá colocar ni una sola piedra (la dimensión divina) y los albañiles que ponen cada una de las piezas para llevar a cabo lo pla-nificado (la dimensión humana).

• Entre seis del grupo se reparten (uno por persona) los seis capítulos de Dei Verbum del Vaticano II. Se fijan un tiempo prudencial para esta lectura y luego comparten, en forma de re-sumen, para atesorar ideas claras so- bre la Revelación de Dios y sobre su Transmisión.

• Comparte los ejemplos que tú has pensado acerca de Dios-autor y los hombres-verdaderos autores.

• ¿Qué es la “inspiración divina” de la Biblia?

• ¿Cuántos autores tiene la biblia? ¿Cuál es la función de cada uno?

• ¿Cómo responde el hombre a la revelación de Dios?

Verbum Domini No. 23 – 24

Pontificia Comisión Bíblica- La inspiración y la verdad de la Sagrada Escritura - No. 51 – 52

Para seguir descubriendo

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notas

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Tema 5LA BIBLIA, UNA OBRA DIVINO-HUMANA.

II. LA VERDAD DE LA SAGRADA ESCRITURA

«Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíri-tu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra. Por tanto, “toda la Escritura, inspirada por Dios, es útil para enseñar, reprender, corregir, instruir en la justicia; para que el hombre de Dios esté en forma, equipado para toda obra bue-na” (2 Tm 3,16-17)».

Verbum Domini 19

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objetivos enlace

Por ser la Biblia Palabra de Dios, nues-tra fe confiesa que la Biblia nos dice siempre la verdad. Por eso, al tema de la “inspiración” (la Sagrada Escritura fue inspirada por Dios), “Dei Verbum” pega el tema de la verdad de la Biblia, como consecuencia primera de la inspiración.

Descubrir qué tipo de verdad es la que la Escritura nos transmite y que nosotros acogemos por la fe.

En síntesis

LA VERDAD DE LA SAGRADA ESCRITURA

Consecuencia primera de la inspiración: los libros de la Escritura enseñan firmemente con fidelidad y sin error LA VERDAD que Dios qui-so consignar en ellos para nuestra SALVACIÓN

La verdad de una afirmación es el resultado de lo que se dice y del

punto de vista desde el que se dice

El punto de vista de todas las afirmacio-nes bíblicas es la “salvación”. La verdad que, para nuestra salvación, Dios quiso

consignar en los libros de la Biblia

Dos aplicaciones concretas

BIBLIA Y CIENCIAS

La Biblia no es un libro de ciencias. Su punto de vista no es científico, sino salvífico

Nos transmite “qué es” (qué sen-tido tiene) el mundo, el hombre, la historia… y no el “cómo” funcionan (ése es el campo de las ciencias)

Ciencia y Biblia son como nuestros “dos ojos” para mirar la realidad.

BIBLIA E HISTORIA

La historia no es solo lugar “donde” acontece la revela-ción de verdades

La historia, ella misma es también transmisora de verdades: Dios se revela no sólo con las palabras. Lo hace tam-bién con los HECHOS

Los hechos confirman la Palabra

La Palabra ilumina los hechos

“Explicandolos” teológicamente

“Narrandolos” teológicamente

En la narrativa teológica, Dios entra en la historia

como si fuera un actor hu-mano (antropomorfismos)

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Desarrollo del tema

La Palabra:

“La Palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza; instrúyanse y amo-néstense con toda sabiduría, cantando a Dios, de corazón y agradecidos, salmos, himnos y canticos inspirados”.

Colosences 3,16

Otros textos: Is 55,11; 2 Tim 3, 16-17; Gal 1, 7-8

PUNTO DE PARTIDA: Toda realidad (el mundo, el ser humano, el trabajo…) puede ser abordada desde diferentes “puntos de vista” o “ángulos de visión”, sobre la misma rea-lidad se pueden afirmar verdades que, apareciendo distintas son, sin embargo, comple-mentarias. Partimos, por tanto, del hecho de que la realidad puede ser abordada desde “diferentes puntos de vista”. Hay que tenerlo en cuenta para hablar correctamente de “la verdad en la Biblia”.

1. La verdad derivada de la inspiración:

Dei Verbum liga el tema de la “verdad de la sagrada Escritura” con el de la inspiración, y afirma: “como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que, para nuestra salvación, Dios quiso consignar en dichos libros” (n. 11). Inspirada por Dios, la Biblia nos dice la verdad. ¡Evidente! Pero, ¿de qué verdad se trata?: Responde el texto conciliar: la verdad que, para nuestra salvación, Dios quiso consignar en dichos libros”. Dos afirmaciones fundamentales: a) Por su inspiración, la Biblia nos transmite fielmente y sin error la verdad.

b) pero, se trata de la verdad de las cosas que nos transmite en cuanto relacionada con nuestra salvación.

1.1. El vidrio con que la Biblia mira a la realidad es “nues-tra salvación” y, desde ese “ángulo de visión”, podemos y debemos hablar de su verdad. Un sencillo ejemplo: el papá de un seminarista en la Universidad de Comillas va a

Hagiógrafo: Auto de cualquiera de los li-bros de la Sagrada Es-critura. Neologismo que proviene del grie-go y que se compone de las voces: hagios = santo; grafos = escritor.

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visitarlo. El papá era carpintero. Su hijo le enseña toda la universidad. Al abrirle la puer-ta de la Biblioteca, célebre no sólo por sus libros, sino por su estructura, el papá exclama: “Dios mío, ¡qué obra de carpintería!” (la había mirado desde su punto de vista). Del mismo modo, teniendo en cuenta el punto de vista, comentaba San Agustín “en la Biblia, Dios no nos enseña cómo van los cielos (eso lo enseña la astrología), sino cómo se va al cielo (eso sí que lo enseña la Biblia).

La Biblia no es un libro de ciencias, sino que es un libro de fe. Nos transmite el sentido de las cosas, pero no nos dice cómo funcionan las cosas.

2. Dos campos de especial aplicación de esta verdad:

2.1 Biblia y ciencias:

Hay que tenerlo claro: la Biblia no es un libro de ciencias, sino que es un libro de fe. Nos transmite el sentido de las cosas, pero no nos dice cómo funcio-

nan las cosas. Esto hay que tenerlo muy claro para saber cuál es la verdad que bus-camos en la Biblia. Por poner un ejemplo: no podemos dar a nuestros hijos la Biblia para que estudien en ella las ciencias naturales; sí se la tenemos que dar para que descubran el sentido religioso que tiene la naturaleza. Y el “qué es”, qué sentido tiene la naturaleza, es tan importante como el “cómo funciona” la naturaleza. Tan importante que, sin una de estas dos dimensiones, nuestro acercamiento a la natu-raleza quedaría incompleto. El “cómo” (el funcionamiento) me lo da la ciencia; la Biblia me ofrece el “qué” (el sentido). Importante este horizonte en un tiempo que culturalmente tiende a preguntarse solo por el “cómo funcionan las cosas” (cuestio-nes científicas y tecnolóligas y no cuenstiones de sentido).

2.2 Biblia e historia:

a) Y, ¿qué pasa con la verdad histórica? Si la historia se entiende como una sucesión exacta de hechos, que hay que datar en los ámbitos del tiempo (cronología) y del espacio (geografía) con precisión matemática, sin dejar ningún espacio a la inter-pretación humana de los hechos, la Biblia no tendría ningún libro “rigurosamen-te” histórico. Si esta fue una manera de concebir la historia en el pasado reciente, afortunadamente, ni siquiera la historia profana se concibe, hoy así. Los hechos históricos están llenos de significados y el buen historiador tiene que empeñarse en descubrirlos. Por otra parte, una buena historiografía da razón al refrán de que “la historia es la maestra de la vida”.

Dei Verbum nos dice de qué manera nos habla Dios (cómo se realiza la revelación): “con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctri-na y las palabras, por su parte, proclaman los hechos y esclarecen el misterio con-tenido en ellos” (n. 2). Esta importantísima afirmación hace de la historia no sólo “lugar donde” acontece una revelación puramente doctrinal, sino que ella misma es “contenido” de revelación: Dios habla con la historia y con la palabra. Y ahí, palabra e historia se relacionan mutuamente: la historia confirma; la palabra esclarece. Este

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esclarecimiento y profundización en los hechos se nos trasmite en la Biblia de dos maneras: explicando teoló-gicamente los hechos (hecho + explicación) o (lo que es más frecuente) narrando teológicamente el hecho; lo que significa poner la teología no como explicación aña-dida al hecho, sino como parte integrante del mismo.

b) Narrativamente, esto lleva consigo poner la real inter-vención de Dios en la historia en el mismo nivel de la in-tervención humana, recurriendo a los conocidos “antro-pomorfismos1” que son formas de hablar de Dios como si fuera un hombre. Narrada la intervención de Dios así, nos llevaría a pensar que se trata de la intervención de alguien que se mueve en la historia en el mismo nivel en que nos movemos nosotros, sólo que con todo el poder en sus manos. Los clá-sicos dirían que esta manera de pensar suprime las “causas segundas” (las “causas segundas” – en este tipo de explicación clásica-, somos nosotros mismos y nuestras acciones; Dios permanece siempre como “la causa primera”). La narrativa religiosa tiende justamente a suprimir las causas segundas, poniendo a Dios como actor “di-recto” de los acontecimientos. Un sencillo ejemplo: pregúntenle a un sacerdote por qué se hizo sacerdote. Muy atinadamente les dirá: “porque Dios me llamó” - ustedes entienden muy bien lo que les quiere decir: está haciendo una narración teológica de su his-toria personal con la que no les intenta transmitir que un día se encontró con Dios físicamente (hay encuentros que son reales y decisivos, pero que son descifrables sólo en sus consecuencias: en este caso, en el seguimiento-).

c) Por esto, el “género histórico” en la Biblia no da lugar a una “historia sagrada” pa-ralela y distinta de la “historia profana”, como si hubiera dos historias. Historia hay solamente una. Lo que la Biblia nos hace descubrir es que esa única historia, desde la ladera de Dios, se vivió y se vive como “historia de salvación”, siempre que, por la fe, lo descubramos como “el Dios con nosotros” (el Enmanu-el) no sólo dando órdenes desde el cielo, sino compartiendo con nosotros esta nuestra contradictoria historia, ya desde el principio de la historia de salvación (la creación) que culmina con el “meterse” Él mismo en nuestra historia como Verbo de Dios encarnado, con el nombre de Jesús de Nazareth, que tendrá su consumación final en “los cielos nuevos y la tierra nueva en la que habite la justicia” (2Pe 3,13). El día de la “nueva” creación: “He aquí que hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5).

1 Según la RAE: Conjunto de creencias o de doctrinas que atribuyen a la divinidad la figura o las cualidades del ser humano.

La historia no es sólo “lugar donde” acontece la revelación puramen-te doctrinal, sino que ella misma es “aconte-cimiento” de revelación: Dios nos habla con la historia y con la palabra (leer Dei Verbum 2)

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ActividAdes individuAles ActividAdes GrupAles

- Leer Dei Verbum 2 y 11

- En tu cuaderno de notas escribe qué significa verdad científica, qué signi-fica verdad de fe y cuál es la diferen-cia entre ambas.

- ¿Cómo le explicarías a un niño el relato de la creación, teniendo en cuenta que nos transmite una ver-dad de fe?

Socializar en grupo si se ha com-prendido que la Biblia no es un libro de ciencias - ¿se podría utilizar en la clase de Física y Química como libro de texto?

- Cada grupo se subdivide en dos, un grupo hace el “informe policial” de un accidente mortal de tránsito y otro grupo la narración que del mis-mo hace la mamá ilesa del piloto que falleció, que era su hijo. Dialogar juntos: Es el mismo hecho: qué hay en el informe policial que no hay en el de mamá; qué hay en el de la mamá que no hay en el policial…

- El ejemplo, ¿qué nos dice sobre ma-neras de narrar historia?

• ¿Qué tipo de verdad nos trasmite la biblia? Explica y comenta.

• La Biblia ¿trasmite verdades científicas? ¿Es un libro de ciencias? El nivel cien-tífico del tiempo bíblico es el que conoce el autor, ¿es el mismo que el nivel científico de hoy?

• ¿Hay dos historias: una sagrada – en la que interviene directamente Dios - y otra profana – en la que no interviene de ninguna manera?

Verbum Domini 19

Dei Verbum 11-12

evaluación

Para seguir descubriendo

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Tema 6INTERPRETACIÓN DE LA SAGRADA ESCRITURA

I. CRITERIOS LITERARIOS DE INTERPRETACIÓN

“Ya que «la Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue es-crita», es necesario que los exegetas, teólogos y todo el Pueblo de Dios se acerquen a ella según lo que ella realmente es, Palabra de Dios que se nos comunica a través de palabras humanas (cf. 1 Ts 2,13)”.

Verbum Domini 29

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objetivos enlace

En síntesis

Nos ha quedado claro que la Biblia es “divina” por la inspiración y “humana” por su composición literaria. Que es, por tanto, una realidad “divino-huma-na”. Lo “humano” de la Biblia es ser una obra literaria. Esa obra literaria es “la carne” que asume la Palabra de Dios. Podemos hablar de una verdadera en-carnación: no tenemos otro camino de llegar a la Palabra de Dios que la pala-bra humana (oral o escrita) en la que la Palabra de Dios se “en-carna”.

Sacar las consecuencias que esta “en-carnación” de la Palabra de Dios en la palabra humana tiene para la correcta in-terpretación de la Biblia. Pensaremos de la interpretación de la Biblia según la idea que tengamos de inspiración.

INPREPRETACIÓN de la Sagrada Escritura

(hermenéutica) bíblica)

Criterios LITERARIOS

Saber lo que los autores sagrados querían decir

Criterios literarios: Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en

lenguaje humano

Géneros literarios

Histórico

Legislativo

Profético

Lírico - poético

Sapiencial

Epistolar

Apocalíptico

Para conocer lo que Dios quería comunicarnos con las palabras de ellos

Maneras literarias diferentes para expresar lo que queremos

Historias populares, sagas, narra-ciones y hazañas

Normas o costumbres que regían al pueblo

Mensajero que habla en nombre de Dios

Expresan sentimientos, vivencias internas, pasión y amor

Narraciones y sentencias de expe-riencias de vida

Cartas enviadas a personas o comunidades

Relato de revelaciones obtenidas median-te visiones y sueños, expresados de forma misteriosa y simbólica

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Desarrollo del tema

La Palabra:

“Pero, ante todo, tengan presente que ninguna profecía de la Escritura pue-de interpretarse por cuenta propia; porque nunca profecía alguna ha ve-nido por voluntad humana, sino que hombres, movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios”.

2 Pedro 1,20-21

Otros textos: Is 30,8; Lc 1,1-4; 2 Tim 3,16

ENSEÑANZA DE PARTIDA: Dei Verbum, 12: “Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano; por lo tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían de-cir y Dios quería dar a conocer con dichas palabras” (DV 12). Importante que notemos: lo que Dios quería decir coincide con lo que querían decir los autores humanos. La palabra de los autores humanos, en la Biblia, no es pura apariencia; es palabra humana cabal.

1. Estudiar con atención lo que los autores querían decir: ¿qué es eso de “lo que los autores querían decir”? Los autores ¿no dicen aquello que dicen o escriben… y ¡basta!? Pensemos un poco en nuestras maneras de comunicarnos. Valgan estas expresiones: “te quemaron el rancho”; “estoy clavado”; “no ha dado señales de vida”; “tiró la casa por la ventana”; “estoy muerto”… Si no distinguimos entre lo que literalmente decimos y lo que queremos decir con estas frases, ¿qué habría que entender? Con esas frases decimos una verdad (que a uno lo traicionaron, que el otro tiene mucho trabajo o problemas, que el que tenía que venir no apareció, que la otra hizo una gran fiesta para sus quince años y que aquel otro estaba muy cansa-do– eso está claro y quien nos escucha nos entiende -), pero decimos una verdad de una manera que no es verdad… (imagínense si esas expresiones nos las tomáramos al pie de la letra… ¡qué disparates!).

2. Para interpretar correctamente la Escritura, Dei Verbum propone criterios en dos grandes ámbitos: Criterios literarios y criterios teológicos. En esta Unidad nos quedamos en los criterios literarios de interpretación: (es necesario aplicarlos a la Biblia como se aplican a cualquier otra obra literaria, sobre todo de la antigüedad y de otra cultura):

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a) Un previo: “Dios habló en la Sagrada Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano;

b) Una consecuencia: “el intérprete de la Sagrada Es-critura - y todo lector es o debe ser un intérprete o tiene que conocer cómo se interpretan determinados textos - , para comprender lo que Dios quiso comunicarnos (dimensión divina), debe investigar con atención aquello que los autores inspirados realmente pre-tendieron expresar (dimensión humana) y Dios quiso manifestar (dimensión divina) con las pala-bras de ellos (dimensión humana) = lo que comu-nica Dios es lo que el autor inspirado intentó decir con aquello que dijo.

2.1 Primer nivel de interpretación, histórico-literario: + Un necesario camino (I): los géneros literarios: “para descubrir esta intención de los autores inspi-rados, entre otras cosas, hay que tener también en cuenta los géneros literarios”.

Dei Verbum reconoce la existencia de los géneros lite-rarios en la Biblia: “la verdad se propone y se expresa de manera diversa en textos históricos de diversa índo-le histórica, o proféticos, o poéticos o en otros géneros literarios”. Y lo aplica a la Biblia: pide en primer lugar + tener en cuenta “las condiciones concretas del tiem-po y de la cultura en las que escribe un autor inspira-do”. + Y la “conveniencia” (necesidad) de que “el intér-prete investigue el sentido que el autor sagrado intentó expresar, y lo expresó, en las condiciones concretas de su tiempo y de su cultura, con los géneros literarios usados en su época”.

¿Qué es un género literario?

Es la manera literaria concreta que damos a la expresión de la verdad que queremos comuni-car. Conocemos muchos: poesía, noticieros, editoriales de un pe-riódico, historia, sabiduría popu-lar…La expresión de “género” la empleamos mucho, por ejemplo, en el tipo de películas que vemos o aconsejamos. Solemos pregun-tar: “¿de qué género es?” ¿Policía-ca, romance, intriga…? Y según el género que sea, ya sabemos con qué nos vamos a encontrar. Pues, cuando se habla de géne-ro literario se trata de lo mismo, sólo que en literatura. Y cuan-do uno escribe tiene que partir del género literario que quiere y tiene que emplear. Un ejemplo: Necesito materiales para la casa que estoy construyendo y escribo a la Empresa de materiales de construcción. Tengo que utili-zar un género literario concreto. No podría decirle: “Muy ama-do, querido y apreciado Señor Gerente: el corazón me late al dirigirme a usted para entablar este diálogo de amor en el que mi necesidad se va a encontrar con la grandeza de su corazón…. ¡no! Ese no es el género literario de una “carta comercial”, cuyas leyes yo, peticionario, tengo que respetar).

¿Con qué géneros literarios mayores nos encontramos en la Biblia? Géneros literarios menores o subgéneros hay una infinidad. Ya decía Pío XII en una encíclica bíblica (“Di-vino afflante Spiritu”) de 1943: “Ninguna de aquellas maneras de hablar de que, entre los orientales, solía servirse el lenguaje humano para expresar sus ideas, es ajena a los libros sagrados” (n. 24).

Géneros literarios en la Biblia:

En la Biblia hay muchos Géneros Literarios, o sea, maneras especiales de decir las cosas y de narrar los acontecimientos. Y es muy importante conocer en qué género literario está escrito un pasaje de la Biblia, para entender qué es lo que allí el autor quiere decir,

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porque eso es lo que nos quiere Dios comunicar. Se pueden clasificar de diversas ma-neras, tales como:

Histórico: - Los libros históricos tienen su clásico lenguaje narrativo: conciso, lineal, con largas digresiones y, a veces, reducido a listas de nombres. Tiene forma de relato, real o imaginario. - Incluye narraciones populares, leyendas, sagas, cuentos… Relatos y crónicas de hechos ocurridos y acontecimientos cotidianos registrados por escrito, anales, crónicas, discursos… Se trata de narraciones aleccionadoras y programáticas que muestran lo que hay que hacer en cada momento. - Los historiadores bíblicos, se-gún los criterios de sus tiempos, procuraron transmitirnos más que una detallada na-rración de los hechos históricos, las enseñanzas provenientes de los mismos. - Tiene un fin religioso, destaca la presencia de Dios en la historia. - Libros de la biblia que se pueden considerar en su conjunto como históricos: Génesis, Éxodo, Crónicas, Esdras, Nehemías, 1 y 2 Reyes…

Legislativo: - Textos que recogen normas o costumbres por las que se regía el pueblo. El decálogo y el código de la Alianza son representativos de géneros legislativos. - La LEY es una exigencia de la Alianza con Dios - Son libros legislativos: Éxodo, Deuteronomio, Levítico…

Profético: - Revela la existencia de un “mensajero” que habla a los hombres en nombre de Dios. - El profeta se vale de la acción simbólica, de la denuncia, anuncio, aviso, ame-naza, visiones, oráculos, confesiones… - Los libros proféticos tienen su peculiar lengua-je simbólico: elocuente, patético, recio, visionario. Los profetas, muchos de ellos, hasta con sus vidas son acciones proféticas.

Lírico-poético: - Expresa sentimientos, vivencias internas, pasión, amor… - Su lengua-je tiende al simbolismo, que expresa mejor las vivencias íntimas del acontecimiento poético y religioso. Encontramos piezas verdaderamente clásicas como salmos, himnos, súplicas, acciones de gracias,… Libros bíblicos: Salmos, Cantar de los Cantares, Lamen-taciones…

Sapiencial: - Se suele referir a las narraciones y sentencias de experiencias de vida. Sabios y pensadores reflexionan sobre diversas realidades de la vida y sobre los grandes interrogantes del hombre. - Son los libros didácticos que tienen un lenguaje doctrinal: sentencioso, claro, directo, popular y con frecuencia poético. Nos transmiten también muchos dichos populares recogidos de la tradición, adivinanzas, enigmas, refranes, proverbios, poemas. Son libros sapienciales: Proverbios, Job, Eclesiastés, Sabiduría.

Epistolar: - Escritos enviados por un remitente a un destinatario. - Contenido variado: Jeremías (cartas proféticas), 1 Reyes (cartas reales), Hebreos (cartas temáticas), Filipen-ses (cartas de acción apostólica)…

Apocalíptico: - Relato de revelaciones obtenidas mediante visiones y sueños, expresa-dos de forma enigmática y simbólica. Descubre lo que va a suceder, con simbología e imágenes sorprendentes, abundan las visiones simbólicas, las alegorías enigmáticas y las especulaciones numéricas. Al final, el bien triunfará sobre el mal. - Género literario usado tanto en el AT como en el NT. - El Apocalipsis de Juan fue escrito en respuesta a

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una situación muy especial que vivía la comunidad cristiana. - No tiene un mensaje de predicción del fin del mundo ni nada por el estilo, sino que quiere ser un mensaje de esperanza para una comunidad cristiana que estaba viviendo la persecución, donde el peligro más grande era que ante esta situación tan desesperante abandonaran la fe. - Libros especialmente apocalípticos: Daniel, Zacarías, Apocalipsis…

2.2 Un necesario camino (II): atención a las realidades socio-culturales y a sus pro-pios géneros literarios: “para entender correctamente lo que el autor sagrado qui-so afirmar en sus escritos (la intención o el sentido pretendido por el autor, al que se llama técnicamente “sentido LITERAL” – mucha atención a no confundirlo con LITERALISTA- que es todo lo contrario: tomarse la Biblia al pie de la letra) , hay que atender cuidado-samente tanto a las maneras propias de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos del autor sagrado, como a las que en aquella época solían usarse en la comunicación corriente entre la gente.

Atención a “las maneras propias de la comunicación corriente entre la gente”. Ejem-plo: aún hoy que, por la ciencia, sabemos que no es el sol el que gira alrededor de la tierra, sino justo al revés: la tierra alrededor del sol, nadie se escandaliza de que yo pregunte: - “¿a qué hora salió el sol esta mañana?” (Es la “comunicación corriente entre la gente”)… Entonces, ¿por qué tanto lío con que “Josué detuvo en su carrera el sol?” (ver Josué 10,12-13).

- Leer y reflexionar la Constitución Dogmática Dei Verbum, numerales 11 al 13.

- En su cuaderno de notas, describa qué géneros literarios son más usa-dos en nuestro tiempo y cuáles son sus características.

ActividAdes individuAles ActividAdes GrupAles

evaluación

- Busquen el contexto cultural que se refleja en el libro de Job (se pueden ayudar de la introducción que sus biblias ponen delante del libro).

- 3 libros o pasajes por cada género literario apuntado.

- Identifiquen al menos cinco géne-ros literarios en el evangelio de san Lucas.

• ¿Qué es un Género literario? Escribe algún ejemplo de género literario actual y luego dos ejemplos de la Biblia.

• Ojea el libro de Proverbios y compáralo con un género literario de nuestro tiempo.

• Escribe y comenta: ¿cómo nos ayuda el conocimiento de los géneros literarios en la interpretación de la Biblia?

Tirso Cepedal, Curso de Biblia, pag. 53-64 (se encuentra online pdf ) Para seguir descubriendo

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Tema 7INTERPRETACIÓN DE LA SAGRADA ESCRITURA.

II. CRITERIOS TEOLÓGICOS DE INTERPRETACIÓN

“Y como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuanta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe”.

Dei Verbum 12

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objetivos enlace

En síntesis

Hemos visto el primer nivel de in-terpretación bíblica: tener en cuenta las variadas formas de escribir de los autores bíblicos (los hagiógrafos), así como los modos, las formas de expre-sión que se utilizaban en su tiempo y su contexto socio-cultural. Ahora nos detendremos en el segundo nivel de interpretación, que son los criterios teológicos.

Presentar los criterios de interpretación que se derivan para la Biblia no sólo de ser una obra literaria, (temas anterior), sino también “inspirada” por Dios y, por tanto, con un hilo conductor que engarza la totalidad de sus libros como expresión escrita de la historia de la salvación.

INTERPRETACIÓN de la Sagrada Escritura

(hermenéutica)Criterios TEOLÓGICOS

1. Leer la Biblia con el mismo Espíritu con que fue escrita

2. Atender a la unidad de toda la Biblia que se deriva de ser Jesús culmen y plenitud de la revelación

3. La lectura de la Biblia dentro de la Tradición “viva” de la Iglesia

4. Analogía de la fe: al ser la Biblia una uni-dad teológica, unas verdades se explican por otras y ninguna sin referencia a Cris-to.

Un creyente no puede quedarse en una lectura simplemente literaria

La necesaria “lectura cristiana” del Antiguo

Testamento

Cuidado al peligro de caer en la “libre interpretación”

Tener en cuenta el carácter progresivo

de la revelación.

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Criterios teológicos de interpretación:

Junto a los anteriores criterios literarios (que emplearíamos con cualquier obra literaria, sobre todo, si es antigua y procedente de otra cultura), hay que tener en cuenta cuatro criterios teológicos (estos criterios son específicos para la Biblia, porque responden a su dimensión divina – inspiración - ). Son éstos:

1. “La Sagrada Escritura debe ser también leída e interpretada con el mismo Espíritu con que fue escrita”(DV, 12).

Desarrollo del tema

Enseñanza:

“Y como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Es-píritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos diligente-mente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuanta la Tradición viva de toda la Iglesia y la

analogía de la fe. Es deber de los exegetas trabajar según estas reglas para entender y exponer totalmente el sentido de la Sagrada Escritura”

Dei Verbum 12

Otros textos: Ponficia comición Biblica. La interpretación de la Biblia en la Iglesia, introducción; Verbum Domini 44

El Espíritu que inspiró la totalidad de la Escritura (Antiguo y Nuevo Tes-tamento) aparece como un “hilo conductor” que estamos llamados a des-cubrir en una lectura creyente de la Biblia, que no puede quedarse en los aspectos puramente literarios.

El primer criterio teológico deriva de la naturaleza divino-humana de la Escritura. Quedarse solamen-te con los criterios literarios significaría no tener en cuenta la otra dimensión de una realidad (la Escritu-ra) para cuya comprensión, la mejor comparación es la de la Palabra encarnada (Jesús, totalmente hombre y totalmente Dios). Un acercamiento a la Escritura que ignorara la real apertura al misterio de la inserción de Dios en la historia del hombre, significaría privar a la historia de la salvación y a su trasmisión oral y escrita el componente fundamental que la distingue de cualquier otro libro, aunque sea un libro religioso.

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El Espíritu que inspiró la totalidad de la Escritura (Antiguo y Nuevo Testamento) aparece como un “hilo conductor” que estamos llamados a descubrir en una lectura creyente de la Biblia, que no puede quedarse en los aspectos puramente literarios.

2. La unidad de toda la Escritura: una historia de salvación.

Sabemos que “biblia” en castellano es una palabra singular femenina =la biblia; pero que en griego es un plural neutro = los libros). La composición de la Biblia (Antiguo y Nuevo Testamento) tal como hoy la tenemos duró alrededor de 12 siglos. Hay que quitarse de la cabeza la idea de que la Biblia “se escribió de una sentada”. Hay muchos libros, muy diferentes y de diversas épocas (criterio literario que hay que utilizar para la correcta interpretación). Pero, siendo Jesucristo el culmen y la plenitud de la revelación, da a toda la Sagrada Escritura una unidad, en la que el Antiguo Testamento aparece como “promesa” y el Nuevo, como realización de un único plan salvador de Dios.

Pero, siendo Jesucristo el culmen y la plenitud de la revelación da a toda la Sagrada Escri-tura una unidad, en la que el Antiguo Testa-mento aparece como “promesa” y el Nuevo, como realización del único plan salvador de Dios.

Esto tiene una enorme importancia para la interpretación de la Sagrada Escritura: no podemos interpretar los textos fuera de esta unidad: han quedado todos engarzados en un mismo hilo conductor. Fuera de ese hilo conductor, cada pieza por su cuenta perdería su sentido unitario. De ahí la lectura cristiana del Antiguo Testamento que estamos lla-mados a hacer. Es decir, una lectura que tiene en Cristo “el hilo conductor” de toda la Sagrada Escritura. No podemos leer textos bíblicos aislados sin referencia al conjunto. De hecho, hay que plantearse la lectura “cristiana” (desde Cris-to) del Antiguo Testamento. Es decir, leer todo el Antiguo Testamento desde el lente de Cristo, sus criterios, valores y prioridades. 3. La Tradición viva de toda la Iglesia.

Ya ha quedado bien claro que los libros del Antiguo Testamento nacen en el seno del Pueblo de Israel y los del Nuevo Testamento en el seno de la Iglesia. Y que la Iglesia Apostólica asume el Antiguo Testamento, refiriéndolo a Cristo. Esa Tradi-ción de la Iglesia es viva, lo que significa que es “actualizadora” del mensaje peren-ne que recibe en las Escrituras. Entrar en este “dinamismo de interpretación” es condición indispensable para hacer de la Biblia una lectura viva y eficaz en nuestro camino hacia la verdad plena.

4. La analogía1 de la fe.

¿Qué significa esto? Que, precisamente por ser la Biblia teológicamente una uni-dad, unas verdades se explican por las otras. Si se consideran aisladas, pueden ser verdades incompletas, o todavía no suficientemente maduradas, porque la revela-ción de Dios fue progresiva. De ahí la importancia de leer el Antiguo Testamen-

1 Según la RAE: f. Relación de semejanza entre cosas distintas.

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¿Qué significa Analo-gía de la fe? Que, pre-cisamente por ser la Biblia teológicamen-te una unidad, unas verdades se explican por las otras. De ahí la importancia de leer el Antiguo Tes-tamento a la luz del Nuevo.

to a la luz del Nuevo. Si el Antiguo Testamento dice: “el hombre perece como los animales” nos está transmitien-do una percepción de la verdad del ser hombre que pro-gresivamente fue aclarándose hasta llegar al “ser resuci-tados con Cristo” del Nuevo Testamento. Por eso, no se vale tratar la Biblia como una colección de frases sueltas, fuera de contexto y al margen de la unidad final en la que quedaron definitivamente incluidas. De esa unidad reciben su sentido. Fuera de esa unidad nos equivocan y nos confunden. A este tipo de lectura se le llama lectura “canónica”, por tener en cuenta el conjunto de los libros canónicos-normativos (esperar al tema 9)…

ActividAdes individuAles ActividAdes GrupAles

evaluación

- En tu cuaderno de notas resume los cuatro criterios teológicos de inter-pretación de la Biblia.

- Explica qué comprendes por Tradi-ción viva de la Iglesia.

- Buscar el contexto de las siguientes citas: Mt 15,26; Mc 10,23; Lc 12, 5.

- Buscar algunos ejemplos de “analo-gía de la fe”, es decir, alguna verdad expresada en el Antiguo Testamen-to, que el Nuevo Testamento expli-que, complete o corrija.

- Dialogar en grupo sobre los cuatro criterios teológicos de interpreta-ción, plantear dudas e intentar resol-verlas en el grupo, de no ser posible, plantearlas a los facilitadores.

• Intenta explicar en tu cuaderno de notas, en qué sentido los dos Testamentos son una sola historia de la salvación.

• Busca un texto del Antiguo Testamento que sea expliado, completado o corrido por otro texto del Nuevo Testamento y aplica a los dos textos (Antiguo y Nuevo testamento) los criterios de interpretación.

Tirso Cepedal, Curso de Biblia, Pág. 65-72. (Se encuentra Online pdf ).

Para seguir descubriendo

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notas

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Tema 8PARA NO PERDERSE EN EL MANEJO

DE LA BIBLIA

“Así pues, corra y sea glorificada la palabra de Dios (2 Tes 3, 1) por la lectura y estudio de los sagrados libros, y el tesoro de la revelación, confiado a la Iglesia, llene más y más los corazones de los hombres”.

Dei Verbum 26

Page 58: Iniciación a la Biblia

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objetivos enlace

En síntesis

• En el tema anterior estudiamos los criterios teológicos de interpreta-ción. 1. La Sagrada Escritura debe ser también leída e interpretada con el mismo Espíritu con que fue escrita. 2. La unidad de toda la Es-critura: una historia de salvación. 3. La Tradición viva de toda la Iglesia. 4. La analogía1 de la fe.

• Estos criterios nos ayudan a inter-pretar la Biblia en un sentido más pleno y eclesial.

• Ahora aprenderemos algo sobre el manejo adecuado de la Biblia.

- Conocer la composición y división de la Biblia

- Identificar la organización de los li-bros que la integran y las maneras de citar los textos bíblicos.

Biblia

Del griego Biblíon, que significa “libro”. Plural: biblía (“libros”). Sin el acento en la “í” y haciéndo-lo singular se convierta en nuestra BIBLIA

Antigua Alianza: Re-lación Dios-hombre

hasta la venida de Jesús

Antiguo Testamento

Una GRAN división: Dos Alianzas, dos Testamentos

Nueva Alianza: Relación Dios-hombre, desde la en-carnación hasta la parusía

NUEVO TESTAMENTO 27 Libros

Lenguas en que fue escrita

• Hebreo• Griego• Arameo

ManejoANTIGUO TESTAMENTO 46 Libros

Formas de ubicar un texto

Nombre del libro# de capítulo# de versículo

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Desarrollo del tema

La Palabra: “El Espíritu dijo a Felipe:- Acércate y ponte junto a esa carroza. Felipe fue corriendo y, al oír que (el

etíope) leía al profeta Isaías, le dijo:- ¿Entiendes lo que estás leyendo? Él respondió:- ¿Cómo lo voy a entender, si nadie

me lo explica? Y rogó a Felipe que subiera y se sen-

tara con él”. Hechos de los Apóstoles 8, 29

El nombre:

“Las Sagradas Escrituras” – en plural - , “La Sagrada Escritura” – singular - “El libro sagrado”, “Las Sagradas Letras”, “La Sagrada Biblia”, “La Biblia”, “El Texto sagra-do”…: Son distintos nombres para una misma realidad: 73 libros que componen el conjunto de los libros sagrados de la Iglesia Católica, de los que 46 corresponden al Antiguo Testamento y 27 al Nuevo Testamento.

1. Biblía

Así, con tilde en la “i” - es el plural del griego biblíon, que significa “libro”. Por tanto, biblía significa LIBROS (en plural). El latín adoptó la palabra griega tal cual, solo que haciéndola singular. Y así biblía – neutro griego plural: “los” libros -, se convirtió en biblia – latino singular: “el” libro– y de ahí el nombre pasó a nuestras lenguas. Recordar, sin embargo, que se trata siempre del conjunto de libros que tienen un hilo conductor que los aúna: ser el testimonio escrito de la acción salvadora de Dios que, iniciada en la creación, tiene su culmen y plenitud en Cristo y en su obra salvadora.

2. Una primera división:

La primera gran división de este conjunto de libros es la del Antiguo Testamento en 46 libros y el Nuevo Testamento en 27 libros.

a) La designación está basada en la progresiva revelación de Dios y de su proyecto de salvación que hace referencia a “la Nueva Alianza” (el nuevo pacto), del que el mismo Jesús dice: “después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: “esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes” (Mc 14,24). Al llegar, pues, “lo nuevo”, lo anterior queda como “lo antiguo”. No des-aparece, pero cambia de registro.

Otros textos: Rom 10, 14; Lc 1, 1-4

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Antigua y Nueva Alianza son, en primer lugar, dos períodos de tiempo en la histo-ria de la salvación: el tiempo “anterior” a Cristo y el tiempo “nuevo” que inaugura Cristo y que va madurando hasta su segunda venida. El “yo seré el Dios de ustedes y ustedes serán mi pueblo” (Ex 6,7), que era la fórmula de la Alianza o pacto de Dios con los suyos, ahonda de tal manera la calidad de la relación Dios-hombre desde Cristo, que no hay mejor manera de expresarlo que hablar de una relación nueva: una alianza nueva.

b) En hebreo, “alianza” se dice berit. La versión griega de la biblia tradujo berit por diatheké que significa pacto, pero también significa “disposición o testamento”. La traducción latina tomó del griego diatheké el segundo significado y así tradujo diatheké por Testamentum. Esa es la razón por la que hablamos de Antiguo y de Nue-vo Testamento. Lo importante es saber que antes que significar los dos conjuntos de libros que componen la Biblia, el término “Testamento” se refiere a los dos grandes períodos de la historia de la salvación: a la antigua Alianza (antiguo Testamento) y a la nueva Alianza (nuevo Testamento).

3. Cómo manejar la Biblia:

Actividad individual: vaya al inicio de su Biblia para ver las abreviaturas de los libros. Notará que, aunque general-mente coinciden en todas las biblias, no hay una norma fija universal de abreviatu-ras. Este ejercicio le servirá para familiarizarse con di-chas abreviaturas.

Tengo delante una Biblia. ¿Por dónde empiezo? ¿Qué y cómo hago? Voy a una reunión: ¿cómo bus-co la cita de un texto?... Vamos por partes:

A. Cada uno de los 73 libros de la Biblia tiene un nombre, por ejemplo: Génesis, Deuteronomio, Jeremías, Isaías, Sabiduría, Evangelio según San Mateo, Carta a los Romanos… Y cada uno de ellos tiene una manera “abreviada” para ser reconocido (normalmente sólo 2 letras – mayúscula la prime-ra y minúscula la segunda). Si puede haber alguna confusión, se añade una tercera letra minúscula.

La abreviatura no lleva punto. Por ejemplo: se escribe Gn y no Gn. A veces, una abreviatura lleva delante un número, por ejemplo: 2Re 4,6… ¿Qué es ese primer número?: simplemente que de los Reyes hay dos libros: el primero y el segundo. Lo mismo que hay 3 cartas de Juan y nos referimos a ellas como 1Jn, 2Jn, 3Jn…

B. Los escritores bíblicos no pusieron capítulos ni versículos (el número del capítulo es de más tamaño que el del versículo…). Escribieron todo de seguido. Ni tampoco pusieron títulos ni subtítulos. Todas estas son ayudas que se fueron añadiendo mu-cho más tarde para facilitar la lectura y, sobre todo, para poder encontrar fácilmente textos concretos que nos interesan personalmente o en grupo.

Después de la abreviatura del libro, se pone el número del capítulo. Por ejemplo Gn 2,4 (quiere decir: Génesis, capítulo 2, versículo 4). Normalmente las Biblias orientan qué capí-tulo o capítulos hay en la página por donde usted la abre en la parte superior, esto es para facilitar la búsqueda de textos.

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C. Pero, yo no quiero citar solo el versículo 4, quiero citar también el 5, el 6, el 7 y el 8:

Pues muy sencillo: después del 4 pongo un guion; y después del guion pongo el 8. Así: 2,4-8 (así digo que se lean los versículos del 4 al 8).

D. Pero quiero que después del 8 se lea también el 12… ¿tengo que repetir todo?

¡NO! Si quiere que se lea también el 12, después del 8, pone un punto (.) y después del punto pone el 12. Con lo que quiere decir que lean los versículos del 4 al 8 y el 12, así Ex 2,4-8.12

E. Quiero que después del 8 se lea no solamente el 12, sino también el 13, el 14 y el 15… ¿cómo lo hago?

Repite lo que ha hecho con del 4 al 8, y pone: Gn 2, 4-8.12-15. A quien lo vea, le está usted diciendo: lea del capítulo 2 del Génesis, los versículos del 4 al 8 y del 12 al 15.

F. Pero es que además quiero que seguido se lea un texto que ya no es del capítulo 2, sino el versículo 3 del capítulo 6… ¿cómo lo hago?

Muy sencillo: después de 12-15, pone usted un punto y coma (;) y, a continuación: 6,3: Gn, 4-8.12-15; 6,3. Lo mismo hace si, después del punto y coma (;) quiere citar otro libro que ya no es el Génesis, por ejemplo: Gn, 4-8.12-15; Ex 3,10.

G. A veces, después del número del versículo se encuentra una letra minúscula (lo más frecuente es que no pase de a,b,c)…¿qué significa?

Significa que el versículo, en su brevedad, trata de dos temas o tres temas distintos. Por ejemplo 1Co 12,31 (el versículo tiene dos partes: 31a cierra el “tratado sobre los carismas” y 31b abre el himno a la caridad. Según la parte que quiera utilizar pongo 1Cor 12,31a o 1Cor 12,31b.

H. Y si quiero que se lean más versículos, pero no quiero especificar cuántos, ¿cómo lo hago?

Si es sólo un versículo más, se pone después del versículo que se cita una “s” (que significa “siguiente”); y si son algunos más, se pone “ss” que significa “siguientes”. Por ejemplo Jn 1,14s o Jn 1,14ss (en el primer caso sería el versículo 14 y el 15 (pero sería mejor poner 14-15); en el segundo, sería 14 y algunos más, sin especificar cuántos (por eso es mejor especificar, por ejemplo: 1,14-18

I. A veces, resulta raro que antes de una referencia bíblica están las siglas “cfr.” o “cf.”… ¿qué significa eso?

Cuando se cita el sentido de un texto bíblico, pero no se cita literalmente, tal cual, sino su sentido, se pone entre paréntesis la abreviatura de la palabra latina “confer” (forma impera-tiva del verbo “conferre” que significa “comparar” o “consultar”) y se utiliza abreviado: “cfr.” o “cf.” Para facilitar más la comprensión, hoy se utiliza también “ver”. Por ejemplo: Yo puedo estar hablando del himno de la caridad de 1Cor 13…y puedo decir: El himno de la caridad de San Pablo comienza con una tajante afirmación en la que el apóstol defiende la primacía del amor como el camino mejor (cf. 1Cor 12, 31b) o (cfr. 1Cor 12,31b) o (ver 1Cor 12,31b). Si yo cito literalmente el versículo, lo pongo entre comillas “”) y lo trascribo, por ejemplo, yo digo:

Page 62: Iniciación a la Biblia

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ActividAdes individuAles ActividAdes GrupAles

evaluación

- Ve a el índice de una biblia y revisa los libros y sus abreviaturas.

- Practica sobre cómo citar y apunta todas tus dudas, para consultar con un facilitador.

- Leer la introducción a la Biblia que tengas.

- Identificar la separación entre el An-tiguo y Nuevo Testamento.

- Practicar la búsqueda de las siguien-tes citas:

2 Tim 3,16; Is 40,8; Éx 20,1-17; Dt 32, 46-47; Sof 2,3; 3,12; Tes 3,1-2

- Ejercitar entre compañeros la bús-queda de citas bíblicas.

• Explica en tu cuaderno de notas de dónde proviene el nombre Biblia y que sig-nifica

• Practica con alguien del grupo cómo citar textos bíblicos

Tirso Cepedal, Curso de Biblia, Pág. 9-16. (Se encuentra Online pdf ).

Para seguir descubriendo

Page 63: Iniciación a la Biblia

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Tema 9EL CANON DE LA SAGRADA ESCRITURA

“Las enseñanzas de los Santos Padres dan testimonio de la presencia viva de esta Tradi-ción (apostólica), cuyos tesoros se transmiten a la práctica y a la vida de la Iglesia creyen-te y orante. Por esta Tradición conoce la Iglesia el Canon íntegro de los libros sagrados”.

Dei Verbum 8

Page 64: Iniciación a la Biblia

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objetivos enlace

En síntesis

• En el tema anterior aprendimos el manejo adecuado de la Biblia. Empezamos por el significado de la palabra Biblia (en plural: libros). Estudiamos también el trasfondo de la palabra “testamento” (en hebreo berit que significa Alianza) y que se refiere tanto a los dos grandes perio-dos de la historia de salvación, como a los dos conjuntos de libros. Y por último vimos la forma de citar los libros.

• Ahora estudiaremos el Canon, es decir la lista de libros y cómo se lle-gó a esta lista que hoy compone la Biblia

1. Aprender qué entendemos por “ca-nonicidad” y a distinguirla de la “inspiración”.

2. Caer en la cuenta de la importancia que para establecer el canon tiene la relación entre Biblia e Iglesia.

3. Hacernos conscientes de que tanto el Pueblo de Dios del AT como la Iglesia vivieron un tiempo (largo en el AT) más corto en la Iglesia (pero importante) sin tener el Antiguo Testamento ni el Nuevo tal como no-sotros lo tenemos ahora.

El Canon de la Sagrada Escritura

Canon: medida, regla, norma

La iglesia determina como “ca-nónicos” los libros que reconoce

como inspirados

Acto eclesial de suma importancia: el discernimiento de la inspiración de

los libros sagrados

JesucristoCentro del Antiguo y

Nuevo Testamento

Para este discernimiento se sirve de diferentes criterios, sobresaliendo el criterio de

“recepción” de los libros en las comunidades

Canon del Antiguo Testamento

Dos canones en el pueblo Judío

a. Palestinense (39 libros)• Ley• Los profetas• Los escritos

Canon del Nuevo Testamento

Criterios para el discernimiento de los libros canónicos del Nuevo Testa-mento:•Inspirados•Aceptados por la Iglesia en el uso litúrgico a.Evangelios sinópticos y Hechosb.Escritos de Juanc.Escritos Paulinosd.Cartas católicas

Canon que la Reforma acepta

Versión usada por los apóstoles y es-

critores apostólicos

b. Versión griega (46 libros)• Judíos de la diáspora• Versión de los LXX

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UN MOMENTO IMPORTANTE DE LA RELACIÓN IGLESIA-BIBLIA

Un momento destacado de la relación Biblia e Iglesia es la determinación del “canon” de la Sagrada Escritura.

¿Qué significa “canon”?

Es una palabra griega que significa “medida”, “regla” o “norma”. Aplicada a la Sa-grada Escritura, significa el conjunto de los libros “nor-mativos” por ser libros ins-pirados: la Iglesia determina que un libro es “canónico”, porque lo considera inspi-rado. No vale, sin embargo, decir que un libro es ins-pirado, porque la Iglesia lo considera como canónico. La canonicidad supone la inspi-ración, la realiza.

Desarrollo del tema

Enseñanza:

Otros textos: Dei Verbum 17; 2 Tim 3, 16

¿Qué significa “canon”? Es una palabra griega que sig-nifica “medida”, “regla” o “norma”. Aplicada a la Sa-grada Escritura, significa el conjunto de libros que son “normativos” (canónicos) por ser inspirados: la Iglesia establece que un libro es “canónico” (normativo), por-que ese libro es inspirado. No vale la contraria: un li-bro no es inspirado porque la Iglesia lo considere como canónico. La canonicidad supone la inspiración, no la realiza .

La determinación del “canon de la Sagrada Escritura” por parte de la Iglesia es un buen ejemplo de la rela-ción de la Biblia y la Iglesia. La Biblia no nace separada de la Iglesia, sino que nace en su seno. La Iglesia “no inspira” al autor sagrado (lo inspira el Espíritu Santo), pero la Iglesia “sí discierne” qué libros son inspirados y cuáles no lo son. Y a los que discierne como inspirados, los declara como normativos (canónicos).

La Tradición apostólica hizo discer-nir a la Iglesia qué escritos constituyen la lista de los Libros Santos (cf. DV 8,3). Esta lista integral es llamada «canon» de las Escrituras. Comprende para el Anti-guo Testamento 46 escritos (45 si se cuen-tan Jr y Lm como uno solo), y 27 para el Nuevo (cf. Decretum Damasi: DS 179; Con-cilio de Florencia, año 1442: ibíd.,1334-1336; Concilio de Trento: ibíd., 1501-1504):

Catecismo de la Iglesia Católica 120

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Este proceso duró su tiempo. Y tiene una importancia eclesiológica muy importante. Ante todo, porque fue la Iglesia la que hizo el discernimiento sobre la inspiración de los libros (después veremos con qué criterios). Además, porque lo hizo no sólo sobre los libros del Nuevo Testamento, sino también sobre los del Antiguo, de modo que, poniendo a Cristo como centro de toda la revelación, lo estableció como clave nueva de lectura de todo el Antiguo Testamento. Desde el canon del conjunto de los dos Tes-tamentos, podemos y debemos hablar de una lectura “cristiana” del Antiguo: todo él queda enmarcado en la categoría de promesa, de profecía o de “figura”. Es evidente que los cristianos leemos el mismo Antiguo Testamento que los judíos, pero no lo leemos en la misma clave. Empezando porque un judío (si es que designara como Testamento al conjunto de los libros inspirados), nunca lo llamaría “antiguo”.

Pero existen dos “cánones” ju-díos…

¿Cómo así?: el primer canon que se determinó, y que se llama “pa-lestinense” – por Palestina-, y al que se le llama también “canon breve”, se hizo sólo con los li-bros del AT escritos en hebreo: un total de 39 libros y se dividen en tres partes: “ La Ley”, “Los Profetas” y “Los Escritos”.

1. El canon del Antiguo Testamento:

El pueblo judío tenía hecho “su canon” (determi-nó cuáles eran los libros normativos que podían leerse en la sinagoga).

Pero existen dos “cánones” judíos… ¿Cómo así?: el primer canon que se determinó, y que se llama “palestinense” – por Palestina-, y al que se le llama también “canon breve”, se hizo sólo con los libros del AT escritos en hebreo: un total de 39 libros, que se dividen en tres grandes partes: “La Ley”, “Los Profetas” y “Los Escritos”.

Pero judíos no eran sólo los que habitaban en Palestina. La gran dispersión del pueblo judío por el mundo griego, que comenzó ya en el destierro (s.VI a C) y continuó a la vuelta de la cautividad, especialmente en el período de dominación griega, hizo que ya muchos judíos hablaran el griego y no el hebreo. Esta fue la razón por la que, a finales del s. III a C, se inició una versión al griego de la Biblia hebrea. Esta versión se conoce con diferentes nombres: Biblia de los Setenta (LXX), Alejandrina (por Alejandría, don-de se hizo la mayor parte del trabajo de traducción), Septuaginta (que, en latín, significa “setenta”) o Canon Griego… Su conclusión real no terminó hasta el año 30 a C, con la incorporación del libro de la Sabiduría (cronológicamente, el último libro del AT). Al-gunos libros, como el de la Sabiduría y II Macabeos, se escribieron ya directamente en griego.

Pues bien, la Biblia judía griega, además del libro de la Sabiduría, incorporó en su canon otros seis libros más: Tobías, Judit, Eclesiástico (o Sirácida, Sirácides), Baruc – incluida la carta de Jeremías-, y I y II Macabeos. Además, los añadidos griegos al Libro de Ester y al Libro de Daniel. Total 7 libros, lo que hace que, de 39 del canon hebreo palestinense, se pasara a 46 del Canon griego.

+ A estos 7 libros se les llama “deuterocanónicos” (“deutero” en griego significa “segun-do”), refiriéndose a que fueron incorporados al canon del Antiguo Testamento, crono-lógicamente, en un segundo momento.

Page 67: Iniciación a la Biblia

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+ Su determinación como canónicos resulta de su consideración como libros “inspira-dos”

+ La Iglesia apostólica y primitiva, que utilizó de preferencia el texto griego del Antiguo Testamento, aceptó como canónicos los 46 de la Traducción de los LXX.

+ Los protestantes, desde la Reforma (s.XV), optaron por el canon hebreo, por lo que el Antiguo Testamento de las Biblias protestantes, tiene sólo 39 libros. Y a los 7 “deutero-canónicos” no los llaman así, sino que los llaman “apócrifos”.

+ En la Iglesia católica, sin embargo, se conocen como “apócrifos” libros antiguos en los que la misma Iglesia, al no reconocer en ellos la fe apostólica, no reconoció su inspira-ción; por lo que no pasaron a formar parte del canon. “Apócrifo” significa “escondido u oculto”. Y fue San Jerónimo, en el s. IV, quien les dio este nombre. El criterio de an-tigüedad no es, por tanto, el único para establecer la canonicidad de un escrito como reconocimiento de su inspiración.

2. El canon de Nuevo Testamento:

CRITERIOS para la canonicidad:

¿De qué criterios se sirvió la Iglesia para calificar a un libro de “canónico” (normativo, obligatorio)?

a). Criterios externos:

La apostolicidad, o procedencia de un apóstol; la antigüedad del escrito; concordancia con el criterio de la verdad o “doctrina tradicional”; contenido edificante o espiritual; “catolicidad” o destino universal del escrito; decisiones eclesiales sobre el escrito; lectu-ra pública en la liturgia.

b). Criterio Interno:

Lo que la misma biblia dice sobre la inspiración, “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia” (2Tim 3,16).

c). Criterio de los criterios: “Recepción” o aceptación por la Iglesia:

Cuando se comienza a cerrar el canon, el criterio decisivo es la “Regla de fe…” es decir, la conformidad o no con la fe apostólica, mantenida en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo y expresada con frecuencia en el uso litúrgico de los textos.

3. Historia del canon del Nuevo Testamento:

a). En los dos primeros siglos, la “Sagrada Escritura” para los cristianos fue exclusiva-mente el AT. Pero pronto comenzó a gozar de gran autoridad la memoria del Señor, sus palabras y hechos, transmitidos por los apóstoles (Es lo que Justino llama, en el año 150, “Memorias de los apóstoles”, y que son los tres evangelios sinópticos). Esta memoria, conservada oralmente, pasa a ser escrita en muchos y variados textos, todos al servicio

Page 68: Iniciación a la Biblia

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de la fe cristiana, al servicio de las comunidades o para rechazar abiertamente algunas corrientes de pensamiento que se querían abrir paso dentro de la Iglesia, como por ejemplo, el pensamiento gnóstico . Esta fue la situación todavía difusa en el siglo II.

b). Llegó un momento en que se decide equiparar al Antiguo Testamento algunos de esos textos de “memorias del Señor” (primeros evangelios) más las cartas apostólicas, cartas paulinas, y Apocalipsis. Ese momento atrevido fue decisivo. Hizo nacer el Nuevo Testamento escrito, primero como “conciencia de autoridad” de que una serie de escri-tos garantizaban la memoria oral del Señor. A partir del siglo III es aceptada paulatina-mente como “Escritura”, como autoridad canónica.

c). El comienzo del Canon (primeras listas) en la Iglesia de Roma. El “canon de Mura-tori” (año 190-200). Es el documento occidental más antiguo con una lista canónica y contiene: Evangelios, Hechos, las 13 cartas de Pablo, 1 y 2 Jn, Judas, y los Apocalipsis de Juan y Apocalipsis de Pedro; este último no entrará definitivamente en el Canon, y pa-sará a la lista de los apócrifos. No incluye, por tanto: Hebreos, 1 y 2 Pe, 3 Jn ni Santiago).

d). Los críticos señalan que, en la formación del Canon, aparte de la necesidad interna de la propia Iglesia por establecer la autoridad sagrada de unos textos fundamentales y “fundacionales” (con categoría apostólica), pesó mucho la actividad de las primeras herejías. No cuajaron los intentos de Taciano (“Diatéssaron”: hacer un solo texto evan-gélico con los cuatro canónicos), ni de Marción (quedarse con uno sólo de los cuatro: eligió Lucas). Taciano (Siria 120-180) es el primero que cita expresamente el evangelio de Juan. Este evangelio juega un papel importante para ir cerrando el canon, porque se busca una cristología que unifique: esa será la teología de Juan.

e). Los tres criterios decisivos para el cierre del canon son: 1. Conformidad con la “Regla de fe” (canon de fe): congruencia con lo que la tradición de las comunidades cristianas consideraba como normativo de la fe. 2. “Apostolicidad” del texto (directa o indirec-tamente). 3. “Recepción” por las iglesias: un cierto consenso en el uso continuo de la mayoría de las iglesias, sobre todo en la liturgia.

DECISIONES DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA:

Anteriores al Concilio de Trento:

Las primeras decisiones eclesiales pro-ceden de tres concilios africanos: el de Hipona (año 393), Concilio III (a 397) y IV de Cartago (a 419). En ellos tomó par-te san Agustín. En ellos está el elenco de todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento. El IV concilio de Cartago expone el motivo: porque así lo hemos recibido de los santos Padres.

El Concilio de Trento:

El 8 de abril de 1546, el Concilio defi-nió canon de los libros sagrados. Pone la lista y termina: “si alguno no recibiera como sagrados y canónicos estos libros íntegros...sea anatema”. Proclama que todos los libros poseen igual autoridad normativa. Y determina que la canoni-cidad alcanza los “libros íntegros con todas sus partes” El criterio es: la Tradi-ción viva de la Iglesia, oral y escrita

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ActividAdes individuAles ActividAdes GrupAles

evaluación

1. Identificar los libros que componen el Antiguo Testamento y los libros llamados Deuterocanónicos.

2. Identificar los libros que componen el Nuevo Testamento.

3. Escribe en tu cuaderno de notas qué es canon y cómo lo determinó la Iglesia. Escribe tus dudas.

1. Dialogar en grupo sobre los criterios que usó la iglesia para la determina-ción del Canon.

2. Dialogar si queda claro que la Iglesia establece que un libro es “canónico” (normativo), porque es inspirado.

3. Especificar qué libros son deuteroca-nónicos y por qué son llamados así.

4. Plantear en grupo nuestras dudas sobre el Canon, de manera especial sobre los criterios que se usaron.

¿Cómo se enlazan el Antiguo y el Nuevo Testamento en la historia de la salvación?

Escribe en tu cuaderno de notas los criterios de canonicidad y si estos quedaron claros

Tirso Cepedal, Curso de Biblia, Pág. 37-44. (Se encuentra online pdf ).

Para seguir descubriendo

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notas

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Tema 10LA IGLESIA CASA DE LA PALABRA

LA PALABRA DE DIOS: TRANSMISIÓN VIVA Y DINÁMICA

“En definitiva, mediante la obra del Espíritu Santo y bajo la guía del Magisterio, la Igle-sia transmite a todas las generaciones cuanto ha sido revelado en Cristo. La Iglesia vive con la certeza de que su Señor, que habló en el pasado, no cesa de comunicar hoy su Palabra en la Tradición viva de la Iglesia y en la Sagrada Escritura. En efecto, la Palabra de Dios se nos da en la Sagrada Escritura como testimonio inspirado de la revelación que, junto con la Tradición viva de la Iglesia, es la regla suprema de la fe”.

Verbum Domini 18

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objetivos enlace

En síntesis

En el tema anterior aprendimos que un momento destacado de la relación Biblia e Iglesia es la determinación del “canon” de la Sagrada Escritura.

Aprendimos también a distinguir entre inspiración y cononicidad. Se hizo una síntesis sobre los dos cánones del An-tiguo Testamento y sobre los criterios que la Iglesia usó para aceptar como canónicos los 46 libros de la traducción griega de los LXX.

También se enumeraron los criterios que la Iglesia utilizó para calificar los 27 libros del Nuevo Testamento, como canónicos, es decir, normativos y obli-gatorios.

Prevenir la caída en un “biblicismo” que de tal menera “encadena” la Palabra de Dios a la Biblia, que hace de ella no “una parte” del itinerario revelado al creyen-te, sino un “aparte” que saca la Biblia y a quien la maneja de la densidad y comple-jidad de la vida, metiéndolos en un pasa-do estático y cuasi-mágico que se “super-pone” a la vida que realmente se vive. Con una mala CONSECUENCIA: Palabra de Dios y densidad y complejidad de la his-toria no se encuentran. Quedan como dos ámbitos separados.

Transmisión viva y dinámicaDe la Palabra de Dios

Para la salvación de todas las generaciones

Oral:Apóstoles y discípulos

Escrita por algunos apóstoles y varones apostólicos, discípulos

de los apóstoles

Con la asistencia del Espíritu Santo la transmisión continúa de manera viva y

dinámica

Percepción íntima por medio de una mejor comprensión, contemplación y estudio

Por el anuncio de los sucesores de los apóstoles: Obispos y colaboradores.

La historia de la salvación continúa y nosotros somos protagonistasTentaciones

Arqueologismo bíblico, uso de los

libros como algo del pasado, piezas de

museoEscapismo místicoRápido recurso a la

trascendencia

Sana interpreta-ción para la salva-

ción de todos

Vivencia bíblica

Somos protagonistas de la continuación de la historia de la salvación como profetas, misione-ros y constructores del Reino

Huida de la historia, sin compromiso con

el mundo

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1. La Palabra de Dios es para todos

Dios no habló sólo para los primeros desti-natarios de su Palabra, ella es para todos. Dei Verbum afirma “dispuso Dios que todo lo que había revelado para la salvación de los hom-bres, permaneciera íntegro para siempre y fue-ra transmitido a todas generaciones” (n.7). De todo lo que ha revelado, de todo lo que nos ha dicho Dios, Cristo es el culmen y la plenitud (en Él, Dios nos lo ha dicho todo y se nos ha dicho del todo). Tres textos de Juan: “Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, Dios, que es-taba al lado del Padre, Él nos lo dio a conocer” (Jn 1,18). Y lo repite: “A Dios nadie lo ha visto jamás” (1Jn 4,12). Y a Felipe que le dice: “mués-tranos al Padre y nos basta”, le responde: “¿tan-to tiempo con ustedes y no me conoces? Quién me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14,9). Y el mismo Jesús “mandó a los Apóstoles que pre-dicaran a todos los hombres el Evangelio” (DV, 7).

Desarrollo del tema

La Palabra:

La constitución Dei Verbum es uno de los 16 documentos y una de las dos constituciones dog-máticas resultantes del Con-cilio Vaticano II (la otra es Lu-men gentium) donde, según el mismo documento, se expo-ne “la doctrina genuina sobre la divina revelación y sobre su transmisión para que todo el mundo, oyendo, crea el anuncio de la salvación; creyendo, espe-re, y esperando, ame”. Por ser “Constitución” Dei Verbum tiene el mayor rango normativo en la Iglesia católica. Dei Verbum sig-nifica Palabra de Dios.

Otros textos: Dei Verbum 9; Verbum Domini 17 y 18

“Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su glo-ria, gloria que recibe del Padre como Hijo úni-co, lleno de gracia y de verdad”.

Juan 1, 14

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2. Transmisión oral - la transmisión escrita- Transmisión oral/escrita

Dei Verbum aplica a los Apóstoles, ante todo, la transmisión “oral” y, a algunos de ellos y – sobre todo - a los varones apostólicos (discípulos de los apóstoles – se les llama a todos ellos la generación “sub-apostólica” = la que sigue inmediatamente a los apósto-les)…, a ellos les encomendó la escritura del mensaje de salvación, bajo la inspiración del Espíritu Santo. Pero la transmisión no termina ahí, porque ahí no termina la historia ni terminan las generaciones (ahí termina la puesta por escrito de la revelación - la Es-critura -, pero no se detiene la transmisión de la Palabra de Dios): “los Apóstoles dejaron como sucesores suyos a los Obispos, “entregándoles su propio cargo de magisterio” (DV, 7). Por eso, “esta sagrada Tradición/transmisión (transmisión y tradición significan lo mismo) y la Sagrada Escritura de ambos Testamentos son como un espejo en que la Iglesia, peregrina en la tierra, contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea concedido el verlo cara a cara, tal como es (cf. 1 Jn., 3,2) (DV, 7).

3. Una transmisión que no deje de “moverse”

Y la transmisión “continúa moviéndose”, de lo contrario no sería transmisión. A ese moverse se le llama “progreso”. Por eso, continúa diciendo Dei Verbum: “esta Tradición apostólica (tanto oral como escrita), progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo” (n.8). Y, ¿cómo se realiza ese progreso, ese ir creciendo? Crece/progresa:

+ por la mayor “comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas”,

+ “por la contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazón”,

+ “por la percepción íntima que experimentan de las cosas espirituales”,

+” por el anuncio de aquellos que, con la sucesión del episcopado, recibieron el carisma cierto de la verdad”. (Y sigue una anotación de pura dinámica):

+ la Iglesia, en el transcurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios (ver DV, 8). Hay que tomar conciencia de esto: estamos en un YA que, al mismo tiempo, es un TODAVÍA NO. Dos textos bíblicos:

Hacemos esta reflexión desde un criterio de inter-pretación que es evidente, pero que tantas veces no se tiene en cuenta: “La Biblia no da una respuesta direc-ta a ningún problema que no estuviera directamente planteado en el tiempo en que se escribe”

+ “Ya estamos salvados, pero lo estamos en esperanza” (Rom 8,24).

+ “Queridos, ya somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos” (1Jn 3,2).

4. Transmisión de la revelación y SIGNOS DE LOS TIEMPOS

Siguiendo la enseñanza del Vaticano II, entendemos por “signos de los tiempos” los acontecimientos históricos o realidades en los que resplandecen el Espíritu de Dios y sus obras, y que es preciso saber interpretar. El Concilio exhor-

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tó a los cristianos a tomar en serio esos signos y a reconocer en ellos la presencia y llamado de Dios.

Los “signos de los tiempos” no son revelación, pero no puede haber transmisión de la revelación que no parta de ellos, volviendo así a unir lo que nunca se debió separar: “re-velación e historia” (Dios se reveló mediante “hechos y palabras”). Se trata de descubrir la relación entre nuestra historia y el Espíritu de Cristo, de modo que los nuevos inte-rrogantes de nuestro tiempo permitan comprender de nuevo el Evangelio en el tiempo presente…

4.1 No simples repetidores, sino actores de “historia de salvación”

No somos simples repetidores de una “historia de salvación” ya pasada; somos “acto-res”, llamados a hacer también “historia de salvación” de la única historia que vivimos codo a codo con los hombres y mujeres de nuestro tiempo. No hubo una “historia sa-grada” que ya se terminó y que a nosotros sólo nos tocaría sino añorarla con nostalgia (“¡¡¡aquellos tiempos en los que Dios decía directamente todo lo que hacer y cómo había que hacerlo…!!!” – así nos imaginamos a Dios en medio de su pueblo - ¡y así no aconte-ció nunca!)…, o intentar “reproducirla”, haciendo de la Biblia – como los musulmanes hacen con el Corán – la regla civil para la organización de nuestra sociedad. Eso que se llama una “teocracia” – gobierno directo de Dios - ¡Ni añorar ni reproducir una “his-toria sagrada”…! Con la fuerza del mismo Espíritu que hizo salvación de una historia, a veces de pecado y de muerte, ser también nosotros instrumentos en sus manos para estar siempre trabajando la historia, desde nuestro sabio refrán: “a Dios rogando y con el mazo dando”.

4.2 Tres tentaciones: escapismo místico/ huida de la historia/sobrenaturalismo

La atención a los “signos de los tiempos”, para leerlos desde la Palabra, es, por tanto, una exigencia de la “historia de salvación” (de la que nosotros no somos meros espec-tadores), y de la dimensión “profética” de la Iglesia que le impide “ausentarse” de la historia, “enjaulando” así la Palabra y enjaulándose ella misma con la Palabra, como si la historia de nuestro mundo no tuviera que ver ni con la Palabra ni con la Iglesia. Es imprescindible mantener la densidad histórica de los “signos de los tiempos”: ni “esca-pismo místico” (fácil y rápido recurso a la trascendencia: - “las cosas de Dios son así y no vale que nadie las interfiera”); ni “huida del tiempo”; ni exagerado “sobrenaturalismo”, como si el cristianismo fuera un rotundo “no” a las posibilidades del ser humano.

4.3 No hacer “arquelogismo bíblico”, sino llegar a la “vivencia bíblica”

Cuando la Biblia se lee sin esta atención creyente a los “signos de los tiempos”, que hacen ahondar en la profundidad de los hechos que nos transmite, y en el sentido más pleno de las verdades que nos comunica, nos arriesgamos a hacer “arqueología bíblica” más que a tener “vivencia bíblica”; caemos en un tipo de transmisión “mecánica”, es-casamente “fecunda”; nos quedamos con “la letra no aprovecha para nada” y dejamos “el Espíritu que da vida” (cf. Jn 6, 63); hacemos de la Biblia una pieza de museo lejos de la dinámica de la Palabra que, cuando cae en tierra buena, da hasta el ciento por uno.

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ActividAdes individuAles ActividAdes GrupAles

evaluación

• Leer el Capítulo segundo del CEC1, artículo 3: La Sagrada Escritura

• Escribe en tu cuaderno de notas, qué entiendes ahora por las pa-labras trasmisión y signos de los tiempos.

• Platicar en grupos, en qué consis-te la relación de la Palabra de Dios con la historia y la vida y qué sig-nifica estar atentos a los signos de los tiempos.

• Evaluar cómo las tres tentaciones afectan a nuestras comunidades y a nuestras parroquias.

• ¿Cómo nos volvemos actores de la historia de la salvación y no sim-ples evocadores de una historia de salvación pasada?

Reflexionar cómo la vivencia diaria de la Palabra reaviva mi encuentro con Cristo y me hace vivir desde dentro la historia que comparto con la gente.

• Meditar en comunidad el contenido de la Constitución Dei Verbum capítulo II.

1 Catecismo de la Iglesia Católica

Para seguir descubriendo

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CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICAPRIMERA PARTE

LA PROFESIÓN DE LA FE

PRIMERA SECCIÓN «CREO»-«CREEMOS»

CAPÍTULO SEGUNDO DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE

ARTÍCULO 3 LA SAGRADA ESCRITURA

I. Cristo, palabra única de la Sagrada Escritura

101 En la condescendencia de su bondad, Dios, para revelarse a los hombres, les ha-bla en palabras humanas: «La palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres» (DV 13).

102 A través de todas las palabras de la sagrada Escritura, Dios dice sólo una pala-bra, su Verbo único, en quien él se da a conocer en plenitud (cf. Hb 1,1-3):

«Recordad que es una misma Palabra de Dios la que se extiende en todas las escri-turas, que es un mismo Verbo que resuena en la boca de todos los escritores sagrados, el que, siendo al comienzo Dios junto a Dios, no necesita sílabas porque no está sometido al tiempo (San Agustín, Enarratio in Psalmum, 103,4,1).

103 Por esta razón, la Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras como vene-ra también el Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el Pan de vida que se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (cf. DV 21).

104 En la sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza (cf. DV24), porque, en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios (cf. 1 Ts 2,13). «En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos» (DV 21).

Apéndice 1

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II. Inspiración y verdad de la Sagrada Escritura

105 Dios es el autor de la Sagrada Escritura. «Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo».

«La santa madre Iglesia, según la fe de los Apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia« (DV 11).

106 Dios ha inspirado a los autores humanos de los libros sagrados. «En la composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus fa-cultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería» (DV 11).

107 Los libros inspirados enseñan la verdad. «Como todo lo que afirman los hagiógra-fos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra» (DV 11).

108 Sin embargo, la fe cristiana no es una «religión del Libro». El cristianismo es la religión de la «Palabra» de Dios, «no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo en-carnado y vivo» (San Bernardo de Claraval, Homilia super missus est, 4,11: PL 183, 86B). Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo, Palabra eterna del Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de las mismas (cf. Lc 24, 45).

III. El Espíritu Santo, intérprete de la Escritura

109 En la sagrada Escritura, Dios habla al hombre a la manera de los hombres. Por tanto, para interpretar bien la Escritura, es preciso estar atento a lo que los autores humanos quisieron verdaderamente afirmar y a lo que Dios quiso manifestarnos me-diante sus palabras (cf. DV 12,1).

110 Para descubrir la intención de los autores sagrados es preciso tener en cuenta las condiciones de su tiempo y de su cultura, los «géneros literarios» usados en aquella época, las maneras de sentir, de hablar y de narrar en aquel tiempo. «Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios» (DV 12,2).

111 Pero, dado que la sagrada Escritura es inspirada, hay otro principio de la recta interpretación , no menos importante que el precedente, y sin el cual la Escritura sería letra muerta: «La Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita» (DV 12,3).

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El Concilio Vaticano II señala tres criterios para una interpretación de la Escritura conforme al Espíritu que la inspiró (cf. DV 12,3):

112 1. Prestar una gran atención «al contenido y a la unidad de toda la Escritura». En efec-to, por muy diferentes que sean los libros que la componen, la Escritura es una en razón de la unidad del designio de Dios , del que Cristo Jesús es el centro y el corazón, abierto desde su Pascua (cf. Lc 24,25-27. 44-46).

«Por el corazón (cf. Sal 22,15) de Cristo se comprende la sagrada Escritura, la cual hace conocer el corazón de Cristo. Este corazón estaba cerrado antes de la Pasión por-que la Escritura era oscura. Pero la Escritura fue abierta después de la Pasión, porque los que en adelante tienen inteligencia de ella consideran y disciernen de qué manera de-ben ser interpretadas las profecías» (Santo Tomás de Aquino, Expositio in Psalmos, 21,11).

113 2. Leer la Escritura en «la Tradición viva de toda la Iglesia». Según un adagio de los Padres, Sacra Scriptura pincipalius est in corde Ecclesiae quam in materialibus instrumentis scripta («La sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad de los libros escritos»). En efecto, la Iglesia encierra en su Tradición la memoria viva de la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo le da la interpretación espiritual de la Escritura (...secundum spiritualem sensum quem Spiritus donat Ecclesiae [Orígenes, Homiliae in Levi-ticum, 5,5]).

114 3. Estar atento «a la analogía de la fe» (cf. Rm 12, 6). Por «analogía de la fe» entende-mos la cohesión de las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación.

El sentido de la Escritura

115 Según una antigua tradición, se pueden distinguir dos sentidos de la Escritura: el sentido literal y el sentido espiritual; este último se subdivide en sentido alegórico, moral y anagógico. La concordancia profunda de los cuatro sentidos asegura toda su riqueza a la lectura viva de la Escritura en la Iglesia.

116 El sentido literal. Es el sentido significado por las palabras de la Escritura y des-cubierto por la exégesis que sigue las reglas de la justa interpretación. Omnes sensus (sc. sacrae Scripturae) fundentur super unum litteralem sensum (Santo Tomás de Aquino., S.Th., 1, q.1, a. 10, ad 1). Todos los sentidos de la Sagrada Escritura se fundan sobre el sen-tido literal.

117 El sentido espiritual. Gracias a la unidad del designio de Dios, no solamente el texto de la Escritura, sino también las realidades y los acontecimientos de que habla pueden ser signos.

1. El sentido alegórico. Podemos adquirir una comprensión más profunda de los acontecimientos reconociendo su significación en Cristo; así, el paso del mar Rojo es un signo de la victoria de Cristo y por ello del Bautismo (cf. 1 Cor 10, 2).

2. El sentido moral. Los acontecimientos narrados en la Escritura pueden con-ducirnos a un obrar justo. Fueron escritos «para nuestra instrucción» (1 Cor 10, 11; cf. Hb 3-4,11).

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3. El sentido anagógico. Podemos ver realidades y acontecimientos en su significa-ción eterna, que nos conduce (en griego: «anagoge») hacia nuestra Patria. Así, la Iglesia en la tierra es signo de la Jerusalén celeste (cf. Ap 21,1- 22,5).

118 Un dístico medieval resume la significación de los cuatro sentidos:

«Littera gesta docet, quid credas allegoria, Moralis quid agas, quo tendas anagogia» (La letra enseña los hechos, la alegoría lo que has de creer, el sentido moral lo que has de hacer, y la anagogía a dónde has de tender).

(Agustín de Dacia, Rotulus pugillaris, I: ed. A. Walz: Angelicum 6 (1929), 256)

119 «A los exegetas toca aplicar estas normas en su trabajo para ir penetrando y exponiendo el sentido de la sagrada Escritura, de modo que mediante un cuidadoso estudio pueda madurar el juicio de la Iglesia. Todo lo dicho sobre la interpretación de la Escritura queda sometido al juicio definitivo de la Iglesia, que recibió de Dios el en-cargo y el oficio de conservar e interpretar la palabra de Dios» (DV 12,3):

Ego vero Evangelio non crederem, nisi me catholicae Ecclesiae commoveret auc-toritas (No creería en el Evangelio, si no me moviera a ello la autoridad de la Iglesia católica)

(San Agustín, Contra epistulam Manichaei quam vocant fundamenti, 5,6).

IV. El canon de las Escrituras

120 La Tradición apostólica hizo discernir a la Iglesia qué escritos constituyen la lis-ta de los Libros Santos (cf. DV 8,3). Esta lista integral es llamada «canon» de las Escritu-ras. Comprende para el Antiguo Testamento 46 escritos (45 si se cuentan Jr y Lm como uno solo), y 27 para el Nuevo (cf. Decretum Damasi: DS 179; Concilio de Florencia, año 1442: ibíd.,1334-1336; Concilio de Trento: ibíd., 1501-1504):

Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, los dos libros de Samuel, los dos libros de los Reyes, los dos libros de las Crónicas, Esdras y Nehe-mías, Tobías, Judit, Ester, los dos libros de los Macabeos, Job, los Salmos, los Proverbios, el Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, la Sabiduría, el Eclesiástico, Isaías, Jeremías, las Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás Miqueas, Nahúm , Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías para el Antiguo Testamento;

los Evangelios de Mateo, de Marcos, de Lucas y de Juan, los Hechos de los Após-toles, las cartas de Pablo a los Romanos, la primera y segunda a los Corintios, a los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, la primera y la segunda a los Tesalonicenses, la primera y la segunda a Timoteo, a Tito, a Filemón, la carta a los He-breos, la carta de Santiago, la primera y la segunda de Pedro, las tres cartas de Juan, la

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carta de Judas y el Apocalipsis para el Nuevo Testamento.

El Antiguo Testamento

121 El Antiguo Testamento es una parte de la sagrada Escritura de la que no se pue-de prescindir. Sus libros son divinamente inspirados y conservan un valor permanente (cf. DV14), porque la Antigua Alianza no ha sido revocada.

122 En efecto, «el fin principal de la economía del Antiguo Testamento era preparar la venida de Cristo, redentor universal». «Aunque contienen elementos imperfectos y pasajeros», los libros del Antiguo Testamento dan testimonio de toda la divina pedago-gía del amor salvífico de Dios: «Contienen enseñanzas sublimes sobre Dios y una sabi-duría salvadora acerca de la vida del hombre, encierran admirables tesoros de oración, y en ellos se esconden el misterio de nuestra salvación» (DV 15).

123 Los cristianos veneran el Antiguo Testamento como verdadera Palabra de Dios. La Iglesia ha rechazado siempre vigorosamente la idea de prescindir del Antiguo Testa-mento so pretexto de que el Nuevo lo habría hecho caduco (marcionismo).

El Nuevo Testamento

124 «La palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la salvación del que cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento» (DV 17). Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su objeto cen-tral es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus enseñanzas, su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo (cf. DV 20).

125 Los Evangelios son el corazón de todas las Escrituras «por ser el testimonio prin-cipal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro Salvador» (DV 18).

126 En la formación de los evangelios se pueden distinguir tres etapas:

1. La vida y la enseñanza de Jesús. La Iglesia mantiene firmemente que los cuatro evangelios, «cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús, Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día en que fue levantado al cielo».

2. La tradición oral. «Los apóstoles ciertamente después de la ascensión del Señor predicaron a sus oyentes lo que Él había dicho y obrado, con aquella crecida inteli-gencia de que ellos gozaban, instruidos y guiados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz del Espíritu de verdad».

3. Los evangelios escritos. «Los autores sagrados escribieron los cuatro evangelios es-cogiendo algunas cosas de las muchas que ya se transmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas atendiendo a la situación de las Iglesias, conservan-do por fin la forma de proclamación, de manera que siempre nos comunicaban la ver-dad sincera acerca de Jesús» (DV19).

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127 El Evangelio cuadriforme ocupa en la Iglesia un lugar único; de ello dan tes-timonio la veneración de que lo rodea la liturgia y el atractivo incomparable que ha ejercido en todo tiempo sobre los santos:

«No hay ninguna doctrina que sea mejor, más preciosa y más espléndida que el texto del Evangelio. Ved y retened lo que nuestro Señor y Maestro, Cristo, ha enseñado mediante sus palabras y realizado mediante sus obras» (Santa Cesárea Joven, Epistula ad Richildam et Radegundem: SC 345, 480).

«Es sobre todo el Evangelio lo que me ocupa durante mis oraciones; en él encuentro todo lo que es necesario a mi pobre alma. En él descubro siempre nuevas luces, sentidos escondidos y misteriosos (Santa Teresa del Niño Jesús, Manuscritos autobiográficos, París 1922, p. 268).

La unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento

128 La Iglesia, ya en los tiempos apostólicos (cf. 1 Cor 10,6.11; Hb 10,1; 1 Pe 3,21), y des-pués constantemente en su tradición, esclareció la unidad del plan divino en los dos Testamentos gracias a la tipología. Esta reconoce, en las obras de Dios en la Antigua Alianza, prefiguraciones de lo que Dios realizó en la plenitud de los tiempos en la per-sona de su Hijo encarnado.

129 Los cristianos, por tanto, leen el Antiguo Testamento a la luz de Cristo muerto y resucitado. Esta lectura tipológica manifiesta el contenido inagotable del Antiguo Tes-tamento. Ella no debe hacer olvidar que el Antiguo Testamento conserva su valor pro-pio de revelación que nuestro Señor mismo reafirmó (cf. Mc 12,29-31). Por otra parte, el Nuevo Testamento exige ser leído también a la luz del Antiguo. La catequesis cristiana primitiva recurrirá constantemente a él (cf. 1 Co 5,6-8; 10,1-11). Según un viejo adagio, el Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo, mientras que el Antiguo se hace ma-nifiesto en el Nuevo: Novum in Vetere latet et in Novo Vetus patet (San Agustín, Quaestiones in Heptateuchum 2,73; cf. DV 16).

130 La tipología significa un dinamismo que se orienta al cumplimiento del plan divino cuando «Dios sea todo en todo» (1 Co 15, 28). Así la vocación de los patriarcas y el éxodo de Egipto, por ejemplo, no pierden su valor propio en el plan de Dios por el hecho de que son al mismo tiempo etapas intermedias.

V. La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia

131 «Es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento y vigor para la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual» (DV 21). «Los fieles han de tener fácil acceso a la Sagrada Escritura» (DV22).

132 «La sagrada Escritura debe ser como el alma de la sagrada teología. El ministerio de la palabra, que incluye la predicación pastoral, la catequesis, toda la instrucción cris-

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tiana y, en puesto privilegiado, la homilía, recibe de la palabra de la Escritura alimento saludable y por ella da frutos de santidad» (DV 24).

133 La Iglesia «recomienda de modo especial e insistentemente a todos los fieles [...] la lectura asidua de las divinas Escrituras para que adquieran “la ciencia suprema de Jesucristo» (Flp 3,8), «pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo» (DV 25; cf. San Jerónimo, Commentarii in Isaiam, Prólogo: CCL 73, 1 [PL 24, 17]).

Resumen

134 «Toda la Escritura divina es un libro y este libro es Cristo, porque toda la Escritura di-vina habla de Cristo, y toda la Escritura divina se cumple en Cristo» (Hugo de San Víctor, De arca Noe 2,8: PL 176, 642C; cf. Ibíd., 2,9: PL 176, 642-643).

135 «Las sagradas Escritura contienen la Palabra de Dios y, porque están inspiradas, son realmente Palabra de Dios» (DV 24).

136 Dios es el autor de la sagrada Escritura porque inspira a sus autores humanos: actúa en ellos y por ellos. Da así la seguridad de que sus escritos enseñan sin error la verdad salvífica (cf. DV 11).

137 La interpretación de las Escrituras inspiradas debe estar sobre todo atenta a lo que Dios quiere revelar por medio de los autores sagrados para nuestra salvación. «Lo que viene del Espíritu sólo es plenamente percibido por la acción del Espíritu» (Cf Orígenes, Homiliae in Exodum, 4,5).

138 La Iglesia recibe y venera como inspirados los cuarenta y seis libros del Antiguo Testa-mento y los veintisiete del Nuevo.

139 Los cuatro Evangelios ocupan un lugar central, pues su centro es Cristo Jesús.

140 La unidad de los dos Testamentos se deriva de la unidad del plan de Dios y de su Reve-lación. El Antiguo Testamento prepara el Nuevo mientras que éste da cumplimiento al Antiguo; los dos se esclarecen mutuamente; los dos son verdadera Palabra de Dios.

141 «La Iglesia siempre ha venerado la sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo» (DV 21): aquélla y éste alimentan y rigen toda la vida cristiana. «Para mis pies antorcha es tu palabra, luz para mi sendero» (Sal 119,105; cf. Is 50,4).

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notas

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Apéndice 2PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA

EL PUEBLO JUDÍO Y SUS ESCRITURAS SAGRADAS

EN LA BIBLIA CRISTIANADel 2001

2. Escritura y Tradición en el cristianismo primitivo

10. La Tradición engendra la Escritura. En el cristianismo primitivo se puede observar una evolución parecida a la del judaísmo, pero con una diferencia inicial: los primeros cristianos tuvieron Escrituras desde el principio, pues, como judíos, reconocían como Escrituras la Biblia de Israel. Eran incluso las únicas Escrituras que reconocían. A ellas se añadió para ellos una tradición oral, “la enseñanza de los Apóstoles” (Hch 2,42), que transmitía las palabras de Jesús y el relato de acontecimientos en torno a él. La cateque-sis evangélica fue tomando forma muy lentamente. Para asegurar mejor su transmisión fiel, se pusieron por escrito las palabras de Jesús, así como otros textos narrativos. Con ello se fue preparando la redacción de los Evangelios, que no se completó más que al-gunas decenas de años después de la muerte y la resurrección de Jesús. Por otro lado, se iban componiendo fórmulas de profesión de fe así como himnos litúrgicos, que se han incorporado en las Cartas del Nuevo Testamento. Las mismas Cartas de Pablo y de otros apóstoles o dirigentes fueron leídas en primer lugar en la Iglesia destinataria (cf. 1 Tes 5,27), luego fueron transmitidas a otras Iglesias (cf. Col 4,16) y conservadas para ser releídas en otras ocasiones. Más tarde, fueron consideradas como Escritura (cf. 2 Pe 3,15-16) y unidas a los Evangelios. Así el canon del Nuevo Testamento se fue constituyendo progresivamente en el seno de la Tradición apostólica.

La Tradición completa la Escritura. El cristianismo comparte con el judaísmo la con-vicción de que la revelación de Dios no puede ser enteramente expresada en textos escritos. Esta convicción se manifiesta al final del Cuarto Evangelio, donde se dice que el mundo entero no podría contener los libros que habría que escribir para contar todo lo que hizo Jesús (Jn 21,25). Por otra parte, la tradición viva es indispensable para vivir la Escritura y actualizarla.

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Podemos recordar aquí la enseñanza del Discurso de después de la Cena sobre el papel del “Espíritu de la verdad” después de la marcha de Jesús. El Espíritu recordará a los discípulos todo lo que Jesús dijo (Jn 14,26), dará testimonio de él (15,26), guiará a los discípulos “a toda la verdad” (16,13), dándoles una comprensión más profunda de la per-sona de Cristo, de su mensaje y de su obra. Gracias a la acción del Espíritu, la tradición sigue siendo viva y dinámica.

Después de haber declarado que la predicación apostólica se encuentra “expresa-da de modo especial” (“speciali modo exprimitur”) en los Libros inspirados, el Concilio Vaticano II observa que la Tradición es la «que hace comprender más profundamente en la Iglesia la Sagrada Escritura y la vuelve continuamente operante (Dei Verbum 8). La Escritura es definida como “Palabra de Dios puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu divino”; pero la Tradición es la que “transmite a los sucesores de los após-toles la Palabra de Dios confiada a ellos por Cristo Señor y por el Espíritu Santo, a fin de que, iluminados por el Espíritu de la verdad, la guarden fielmente, la expongan y la propaguen en su predicación” (DV 9). El Concilio concluye: “así pues la Iglesia no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas”. Y añade: “Por eso se han de recibir y venerar ambas con un mismo espíritu de piedad” (DV 9).

Límites de la aportación propia de la Tradición. ¿En qué medida puede haber en la Igle-sia cristiana una tradición que añada materialmente algo a la palabra de la Escritura? Esta cuestión ha sido ampliamente debatida en la historia de la teología. El Concilio Va-ticano II parece haberla dejado abierta, pero por lo menos se ha negado a hablar de “dos fuentes de la revelación”, que serían la Escritura y la Tradición; al contrario, ha afirma-do que “la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagra-do de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia” (Dei Verbum 10). Con ello ha rechazado la idea de una tradición completamente independiente de la Escritura. Por lo menos en un punto, el Concilio menciona una aportación propia de la Tradición, pero es un punto de máxima importancia: la Tradición “da a conocer a la Iglesia el Canon íntegro de los libros sagrados” (DV 8). Hasta tal punto Escritura y Tradición son inseparables.

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PONTIFICIA COMISION BIBLICALa interpretación de la Biblia en la Iglesia

(1993)

19 F. Lectura fundamentalista:

La lectura fundamentalista parte del principio de que, siendo la Biblia Palabra de Dios inspirada y exenta de error, debe ser leída e interpretada literalmente en todos sus detalles. Por “interpretación literal” entiende una interpretación primaria, literalista, es decir, que excluye todo esfuerzo de comprensión de la Biblia que tenga en cuen-ta su crecimiento histórico y de su desarrollo. Se opone, pues, al empleo del método histórico-crítico, así como de todo otro método científico para la interpretación de la Escritura. La lectura fundamentalista tuvo su origen en la época de la Reforma, en una preocupación de fidelidad al sentido literal de la Escritura. Después del Siglo de las Luces, se presentaba, en el protestantismo, como una protección contra la exégesis li-beral. El término “fundamentalista” se relaciona directamente con el Congreso Bíblico Americano tenido en Niágara, en el estado de New York, en 1895. Los exégetas protes-tantes conservadores definieron allí “cinco puntos de fundamentalismo”: la inerrancia verbal de la Escritura, la divinidad de Cristo, su nacimiento virginal, la doctrina de la expiación vicaria, y la resurrección corporal en la segunda venida de Cristo. Cuando la lectura fundamentalista de la Biblia se propagó en otras partes del mundo, dio origen a otros tipos de lecturas, igualmente “literales”, en Europa, Asia, África, y América del Sur. Este género de lectura encuentra cada vez más adherentes, a finales del siglo XX, en grupos religiosos y sectas, pero también entre los católicos. Aunque el fundamenta-lismo tenga razón de insistir sobre la inspiración divina de la Biblia, la inerrancia de la Palabra de Dios, y las otras verdades bíblicas incluidas en los cinco puntos fundamenta-les, su modo de presentar estas verdades se enraíza en una ideología que no es bíblica, a pesar de cuanto digan sus representantes. Ella exige una adhesión incondicionada a actitudes doctrinarias rígidas e impone, como fuente única de enseñanza sobre la vida cristiana y la salvación, una lectura de la Biblia que rehusa todo cuestionamiento y toda investigación crítica. El problema de base de esta lectura fundamentalista es que, rechazando tener en cuenta el carácter histórico de la revelación bíblica, se vuelve

Apéndice 3

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incapaz de aceptar plenamente la verdad de la Encarnación misma. El fundamentalis-mo rehuye la relación estrecha de lo divino y de lo humano en las relaciones con Dios. Rechaza admitir que la Palabra de Dios inspirada se ha expresado en lenguaje humano y que ha sido escrita, bajo la inspiración divina, por autores humanos cuyas capaci-dades y posibilidades eran limitadas. Por esto, tiende a tratar el texto bíblico como si hubiera sido dictado palabra por palabra por el Espíritu, y no llega a reconocer que la Palabra de Dios ha sido formulada en un lenguaje y en una fraseología condicionadas por tal o cual época. No concede ninguna atención a las formas literarias, y a los modos humanos de pensar presentes en los textos bíblicos, muchos de los cuales son el fruto de una elaboración que se ha extendido por largos períodos de tiempo, y lleva la marca de situaciones históricas bastante diversas. El fundamentalismo insiste también, de un modo indebido, sobre la inerrancia de los detalles en los textos bíblicos, especialmente en materia de hechos históricos, o de pretendidas verdades científicas. Frecuentemente considera como histórico lo que no tenía pretensión de historicidad, porque incluye en tal categoría cuanto es referido o narrado con verbos en pretérito, sin la atención necesaria a la posibilidad de un sentido simbólico o figurativo. El fundamentalismo tiene frecuentemente la tendencia a ignorar o negar los problemas que el texto bíblico presenta en la formulación hebrea, aramea o griega. Está frecuentemente ligado a una traducción determinada, antigua o moderna. Omite igualmente considerar las “relec-turas” de ciertos pasajes en el interior mismo de la Biblia. En lo que concierne a los evangelios, el fundamentalismo no tiene en cuenta el crecimiento de la tradición evan-gélica, sino que confunde ingenuamente el estadio final de esta tradición (lo que los evangelistas han escrito) con el estadio inicial (las acciones y las palabras del Jesús de la historia). Descuida por eso mismo un dato importante: el modo como las primeras comunidades cristianas han comprendido el impacto producido por Jesús de Nazareth y su mensaje. Ahora bien, éste es un testimonio del origen apostólico de la fe cristiana y su expresión directa. El fundamentalismo desnaturaliza así la llamada lanzada por el evangelio mismo. El fundamentalismo tiene tendencia también a una gran estrechez de puntos de vista, porque considera conforme a la realidad una cosmología antigua superada, solamente porque se encuentra expresada en la Biblia. Esto impide el diálo-go con una concepción más amplia de las relaciones entre la cultura y la fe. Se apoya sobre una lectura no crítica de algunos textos de la Biblia para confirmar ideas políticas y actitudes sociales marcadas por prejuicios, racistas, por ejemplo, y completamente contrarias al evangelio cristiano. Finalmente, en su fijación sobre el principio de “sola Scriptura”, el fundamentalismo separa la interpretación de la Biblia de la Tradición guiada por el Espíritu, que se desarrolla auténticamente en conexión con la Escritura en el seno de la comunidad de fe. Le falta reconocer que el Nuevo Testamento ha toma-do forma en el interior de la Iglesia cristiana, y que es Sagrada Escritura de esta Iglesia, cuya existencia ha precedido la composición de sus textos. El fundamentalismo, por ello, es frecuentemente anti-eclesial: desprecia los credos, los dogmas y las prácticas litúrgicas que se han vuelto parte de la tradición eclesiástica, así como la función de enseñanza de la misma Iglesia. Se presenta como una forma de interpretación priva-da, que no reconoce que la Iglesia ha sido fundada sobre la Biblia, y nutre su vida y su inspiración en las Escrituras. El acercamiento fundamentalista es peligroso, porque

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seduce a las personas que buscan respuestas bíblicas a sus problemas vitales. Puede engañarlas, ofreciéndoles interpretaciones piadosas pero ilusorias, en lugar de decirles que la Biblia no contiene necesariamente una respuesta inmediata a cada uno de sus problemas. El fundamentalismo invita, tácitamente, a una forma de suicidio del pensa-miento. Ofrece una certeza falsa, porque confunde inconscientemente las limitaciones humanas del mensaje bíblico con su substancia divina.

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1. Benedicto XVI, Exhortación Apostólica postsinodal “Verbum Domini”, Roma 2010.

2. Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática “Dei Verbum”, sobre la divina revel-ación, Roma 1965.

3. Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática “Lumen Gentium, sobre la Iglesia, Roma 1964.

4. Pontificia comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, Roma 1993.

5. Pontificia comisión Bíblica, El pueblo Judío y sus Sagradas Escrituras en la Biblia cristiana, Roma 2001.

6. Padres Sinodales, Mensaje al pueblo de Dios de la XII asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos, (después del Sínodo de la Biblia), Roma 2008.

7. Congregación de la doctrina de la fe, Catecismo de la Iglesia Católica, Roma 1992.

8. Granados, C. – Sanchez Navarro, L., Enquiridium Biblico, documentos de la Iglesia sobre la Sagrada Escritura, edición española Madrid 2010.

9. Cepedal, T., Curso de Biblia, claves para leer el Libro Sagrado, Madrid 2006.

10. Salas, A., La Biblia hoy, Madrid 1992.

Bibliografía

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Presentación ..........................................................................................................................................5

Tema 1. La Biblia en el gran contexto de la palabra de Dios I “La sinfonía de la Palabra” ........................................................................................ 11

Tema 2. La Biblia en el gran contexto de la palabra de Dios II Los grandes ecos de la Palabra de Dios ............................................................... 17

Tema 3. La respuesta del hombre al Dios que habla y que escucha ..............................27

Tema 4. La Biblia, una obra Divina-Humana Divina por la inspiración: Inspiración de la Sagrada Escritura ........................33

Tema 5. La Biblia, una obra Divina-Humana La verdad de la Sagrada Escritura............................................................................ 39

Tema 6. Interpretación de la Sagrada Escritura I. Criterios literarios de interpretación ................................................................... 45

Tema 7. Interpretación de la Sagrada Escritura II Criterios Teológicos de interpretación ............................................................... 51

Tema 8. Para no perderse en el manejo de la Biblia ............................................................57

Tema 9. El Canon de la Sagrada Escritura ............................................................................ 63

Tema 10. La iglesia casa de la Palabra ........................................................................................ 71

Apéndice 1Catecismo de la Iglesia Católica ....................................................................................................77

Apéndice 2Pontificia comisión bíblica ............................................................................................................. 85

Apéndice 3Pontificia comisión bíblica ............................................................................................................. 87

Índice

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