Instrucciones Para Gobernar a Los Insensatos

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Introducción La sociedad debe proteger de forma manifiesta y con las mayores atenciones a los seres más débiles e infelices. Tanto los niños como los insensatos siempre han sido objeto de compasión pública: los primeros, por el interés natural que se les prodiga y por la ilusión que nos inspiran, provocan un cariño tierno y al mismo tiempo activo, que sólo necesita ilustración para animar efi- cazmente esta fecunda fuente de la prospe- ridad de un Estado. Si todavía no hemos conseguido conocer ni practicar todos los medios que puedan preservar el mayor número de niños y lograr que sean sanos y robustos, al menos siempre tendremos la seguridad de encontrar entre los hombres una gran disposición para acoger y emplear todo lo que se le presente a fin de culminar su educación física. Lo que sentimos por los insensatos es algo diferente. Pues, aunque provoquen una conmiseración profunda por la imagen de espantosa miseria en la que están sumer- gidos y por la suerte que les ha sido depa- rada, tendemos, por así decirlo, a huir de ellos a fin de evitar el desgarrador espectá- culo de las huellas desagradables que la pérdida de su razón deja en su rostro y en su cuerpo. Por lo demás, el temor a sus vio- lencias aleja de ellos a quienes no tienen obligación de domeñarlos. Así, estos desventurados, aunque sean dignos de compasión, y a pesar de que exis- ta un deseo vivo de tenderles una mano, se ven atendidos con mucho menos celo que el resto de los infelices, y por esta razón éstos exigen especialmente la atención y la vigilancia del gobierno. Parece que los antiguos legisladores re- conocieron ya esta necesidad al establecer una especie de culto religioso en favor de los insensatos. Los pueblos sentían un gran respeto hacia ellos y les dispensaban toda clase de atenciones; bien por compasión, bien por superstición se les consideraba se- res protegidos por el cielo, por lo que se apresuraban en darles cobijo y tratarlos bien. Esta costumbre tan humanitaria impe- ra todavía en Oriente. Los suizos del Valais, les tratan con la mayor distinción y los con- sideran, por así decirlo, santos inocentes, seres desgraciados tanto física como moral- mente; pero, sobre todo, lo que más debe impresionarnos es que hemos vuelto a en- contrar ese trato en los pueblos sin civilizar de América. Si esta consideración, casi im- pensable, teniendo en cuenta que la mayo- ría de los insensatos tiene un carácter muy violento, hubiese tenido por objeto dismi- nuir la cantidad de éstos o mitigar la violen- cia de su mal, esos pueblos habrían aprecia- do mucho mejor que los modernos, al agru- par y mezclar todo tipo de locos en un mismo sitio, parecen más bien desentender- se y protegerse de ellos que intentar aliviar- los y curarlos. Dura verdad pero inevitable en un momento en el que se realizan gran- des esfuerzos para cumplir los proyectos de beneficencia animados por el príncipe que afortunadamente tenemos como soberano. Jean Colombier y François Doublet Instrucciones para gobernar a los insensatos y para trabajar en su curación en los asilos que les son destinados Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 2000, vol. XX, n.º 73, pp. 71-88.

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Primer protocolo psiquiátrico de la historia médica, realizado en el siglo XIX en Francia. Su valor es comparative, a la vez que permite tener una vision de ´cuáles principios motivaron la aparición de la psiquiatría, y la superación de éstos.

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Introducción

La sociedad debe proteger de formamanifiesta y con las mayores atenciones alos seres más débiles e infelices. Tanto losniños como los insensatos siempre han sidoobjeto de compasión pública: los primeros,por el interés natural que se les prodiga ypor la ilusión que nos inspiran, provocan uncariño tierno y al mismo tiempo activo, quesólo necesita ilustración para animar efi-cazmente esta fecunda fuente de la prospe-ridad de un Estado. Si todavía no hemosconseguido conocer ni practicar todos losmedios que puedan preservar el mayornúmero de niños y lograr que sean sanos yrobustos, al menos siempre tendremos laseguridad de encontrar entre los hombresuna gran disposición para acoger y empleartodo lo que se le presente a fin de culminarsu educación física.

Lo que sentimos por los insensatos esalgo diferente. Pues, aunque provoquenuna conmiseración profunda por la imagende espantosa miseria en la que están sumer-gidos y por la suerte que les ha sido depa-rada, tendemos, por así decirlo, a huir deellos a fin de evitar el desgarrador espectá-culo de las huellas desagradables que lapérdida de su razón deja en su rostro y ensu cuerpo. Por lo demás, el temor a sus vio-lencias aleja de ellos a quienes no tienenobligación de domeñarlos.

Así, estos desventurados, aunque seandignos de compasión, y a pesar de que exis-ta un deseo vivo de tenderles una mano, se

ven atendidos con mucho menos celo queel resto de los infelices, y por esta razónéstos exigen especialmente la atención y lavigilancia del gobierno.

Parece que los antiguos legisladores re-conocieron ya esta necesidad al estableceruna especie de culto religioso en favor delos insensatos. Los pueblos sentían un granrespeto hacia ellos y les dispensaban todaclase de atenciones; bien por compasión,bien por superstición se les consideraba se-res protegidos por el cielo, por lo que seapresuraban en darles cobijo y tratarlosbien. Esta costumbre tan humanitaria impe-ra todavía en Oriente. Los suizos del Valais,les tratan con la mayor distinción y los con-sideran, por así decirlo, santos inocentes,seres desgraciados tanto física como moral-mente; pero, sobre todo, lo que más debeimpresionarnos es que hemos vuelto a en-contrar ese trato en los pueblos sin civilizarde América. Si esta consideración, casi im-pensable, teniendo en cuenta que la mayo-ría de los insensatos tiene un carácter muyviolento, hubiese tenido por objeto dismi-nuir la cantidad de éstos o mitigar la violen-cia de su mal, esos pueblos habrían aprecia-do mucho mejor que los modernos, al agru-par y mezclar todo tipo de locos en unmismo sitio, parecen más bien desentender-se y protegerse de ellos que intentar aliviar-los y curarlos. Dura verdad pero inevitableen un momento en el que se realizan gran-des esfuerzos para cumplir los proyectos debeneficencia animados por el príncipe queafortunadamente tenemos como soberano.

Jean Colombier y François Doublet

Instrucciones para gobernar a los insensatosy para trabajar en su curación en los asilos

que les son destinados

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 2000, vol. XX, n.º 73, pp. 71-88.

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Las leyes romanas aseguraron la subsis-tencia y la protección de los insensatos sinperder de vista los remedios para impedirque éstos perturbasen el orden social. Así seha practicado después en los países civiliza-dos de Europa, y sobre todo en Francia,donde se han multiplicado los asilos para es-tos desgraciados, gracias a fundaciones par-ticulares y a la financiación gubernamental.

Pero, a pesar de las ventajas de dichosestablecimientos, éstos sólo aplacan eltemor público y no pueden satisfacer lacompasión de quienes reclaman no sola-mente una garantía sino además ciertasayudas y tratamientos que, generalmente,se han descuidado, y que debido a suausencia la demencia de unos es perpetuacuando podría curarse y la de otros se acre-cienta cuando cabría disminuirla.

Para estimar juiciosamente este proble-ma bastará examinar dichos asilos, bienpara el tratamiento de los insensatos o bienpara su encierro.

Disponemos en el reino únicamente decuatro o cinco lugares preparados para tra-tar a los insensatos; y si prestamos atencióna éstos, observaremos que tales estableci-mientos, a excepción de uno, carecen de loselementos necesarios para tratarlos o estánmuy mal ubicados para que sean eficaces.Advertiremos que siguen un método rutina-rio y casi único, cuyo éxito a menudo es nu-lo teniendo en cuenta la variedad de géne-ros y especies de locura; finalmente, sólohay uno en el que, a pesar de importantescarencias, se han mantenido los tratamien-tos; entonces, ¿qué tipo de locos se tratanen estas casas? No son muchos, y en la ma-yoría se inicia la enfermedad; con respectoa los demás, no se ofrece ningún tipo deayuda. Miles de insensatos se ven encerra-dos en casas de reclusión, sin que nadie seocupe de administrarles el menor remedio:

el que está medio loco se ve confundidocon el que lo está completamente y el furi-bundo con el loco tranquilo; unos están en-cadenados, otros se encuentran libres en sucelda y en definitiva, a menos que la natura-leza acuda en su ayuda para curarlos, el finde sus males significa el fin de sus días y,desgraciadamente hasta este momento laenfermedad se agrava en lugar de atenuarse.

Esta es la verdadera situación de losremedios empleados contra el fastidiosoestado de los pobres insensatos. La protes-ta de la humanidad clama a su favor y ya ungran número de establecimientos se prepa-ra para aliviarlos con la creación de undepartamento exclusivo para ellos en cadaasilo de mendigos donde se proponen tratarindistintamente todos los tipos de locura.

Para obtener los éxitos que se persiguenno solamente han de aprovecharse los co-nocimientos adquiridos sino también inmu-nizarse contra los abusos y los prejuiciosactuales, disponer los nuevos lugares enconsonancia con este proyecto y, sobre to-do, ofrecer a los antiguos establecimientosun ejemplo del que puedan sacar provechoy ciertas aclaraciones para corregirse y per-feccionarse.

Con esta intención, el gobierno ha orde-nado la publicación de esta instrucción queestá dividida en dos partes: una tiene porobjeto la necesidad de seguir, con respectoa los cuidados y a la ubicación de los insen-satos, un plan diferente del que está en mar-cha; y la otra encauza la regulación generaldel tratamiento que debe administrarse enlas diferentes clases de locura.

I. Disposición, cuidado y organizaciónde los insensatos

Las gentes ricas y acomodadas tienen el

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principio de tratar con cuidado y en su pro-pio domicilio a sus parientes atacados porla locura, antes de tomar la decisión deencerrarlos. Esta conducta nos recuerda loque los pobres exigen de la compasiónpública; es necesario de antemano que unpobre insensato sea instalado en un lugardonde se vea sometido a un tratamiento ysólo cuando éste haya resultado infructuo-so es cuando el enfermo será enviado a unacasa de reclusión.

Después de un tratamiento inútil, una fa-milia desahogada, bien cuidando al desa-fortunado en el seno del hogar, bien en-viándolo a un lugar seguro, ofrece toda suayuda para que el infeliz goce del bienestarnecesario, ya sea en cuanto al régimen ali-menticio ya en lo relativo a la ropa o al alo-jamiento. Aquélla no soporta que sea mal-tratado, ni intencionadamente ni de ningu-na otra manera; la familia confía en lafidelidad, en la inteligencia y en la probi-dad de aquellos en quienes puede apoyarse.Y aunque el lugar donde su familia lo insta-la está protegido contra los posibles inten-tos de fuga, por lo menos es salubre y noinspira miedo.

Para evitar que la locura aumente y sehaga incurable, esta norma es la única quese puede mantener en favor de esos pobresinsensatos, y la humanidad ni siquiera per-mite que se les derive a casas de reclusión.

Cuando la demencia sólo es intermiten-te o cuando es leve, esa familia no abando-na al enfermo; se preocupa por buscar nue-vos remedios para su tratamiento, en unapalabra, reiteran tales auxilios, y con esaperseverancia obtiene en ocasiones unacuración perfecta o al menos una disminu-ción de sus achaques. Si ese enfermo sufreaccesos crueles y violentos, intenta mode-rarlos, procurándole las ayudas convenien-tes por parte de la gente de nuestro arte;

pero al mismo tiempo tiene mucho cuidadode que no sea alojado junto a otro insensa-to, sobre todo si es peligroso, y procurahacerle olvidar su desgracia, si por casuali-dad recupera un ápice de su razón.

Así es como el rico puede curar, o almenos llevar una vida menos miserable,cuando tiene la desgracia de ser atacadopor la locura. Al menos, no existe el temorde que ésta pueda agravarse por el modo decontrolarlos o por un funesto trato. Y losdeberes de la naturaleza y de la sociedad secumplen igualmente poniendo en prácticatodos los medios que pueden destruir y dis-minuir la enfermedad o convirtiendo eldestino del insensato en menos deplorablede lo que es.

Entonces, ¿por qué no se actúa igual-mente con los pobres? ¿Será por qué nohay posibilidad de éxito o por los enormesgastos que exige? Fácilmente se comproba-rá que estos obstáculos no existen realmen-te y bastará leer lo que sigue a continuaciónpara convencerse de esta verdad.

Las leyes que ordenan preservarse de uninsensato perturbador de la sociedad poseenesa doble ventaja: que éstas previenen el cri-men de una mano inocente y que deben pro-curar al mismo tiempo el remedio para so-correr a un desafortunado cuyo estado pue-de variar enviándolo a un lugar convenientey administrándole los auxilios necesarios.

Sobre todo son los pobres quienesrequieren el cumplimiento de estas leyes,porque el pueblo no tiene ni los recursosnecesarios para encerrar a sus insensatos nila facultad para cuidar y tratar a estosenfermos; debemos añadir incluso quesería mucho más peligroso dejarles en susmanos. Miles de ejemplos nos lo demues-tran, y los documentos públicos incluso lohan probado hace poco tiempo, contándo-nos la historia de un maníaco que, después

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de haber estrangulado a su mujer y a sushijos, se durmió tranquilamente sobre lassangrantes víctimas de su frenesí.

No podemos disimular que en estemomento se descuida esta precaución y quelos insensatos vagabundos ni siquiera sonapresados porque faltan lugares para rete-nerlos o porque las comunidades encarga-das de pagar los gastos de su captura y losde la pensión del loco no se apresuran acomunicarlo al Ministerio público o inclu-so eluden hacerlo.

Podríamos evitar estos dos inconvenien-tes destinando los asilos y algunos hospita-les de cada distrito a recibir a los insensa-tos, y tomando las medidas necesarias paraque los municipios u otras personas encar-gadas de declarar la existencia de un insen-sato lo denuncien siempre.

Respecto a la manera de protegernos delos insensatos, parece exigible una atenciónparticular; pues las emociones fuertes y laintimidación son nocivas y agravan demanera particular su estado, sobre todo,cuando son detenidos en momentos de luci-dez. Si en ocasiones es necesario atarlos, almenos debería reducirse al mínimo esacrueldad y esa degradación; pero los malostratos y principalmente los golpes debenser considerados como atentados dignos deun castigo ejemplar.

Indudablemente es muy difícil evitartodos estos abusos, pero al menos la mayo-ría de ellos está regulada por medio deórdenes y mediante la vigilancia de los ofi-ciales que controlan a los encargados dedetener a los insensatos.

Conviene disponer de forma adecuadalos lugares destinados para recibir a estosinfelices. Estos lugares son de dos clases:unos están para seguir un tratamiento y losotros, para recluir a quienes todavía noestán tratados.

En cuanto a los primeros, no podemospermitirnos que existan las mismas salaspara los diversos tipos de locos; esto es, losfuribundos, los insensatos tranquilos y losque se hallan convalecientes.

Dichas salas deben estar bien ventiladasy alejadas del calor; con habitaciones indi-viduales y con un espacio para el baño.

Se elegirán cuidadosamente a las perso-nas que cuidan a los enfermos, pues susfunciones exigen al mismo tiempo una granfuerza corporal y humana, que estén dota-das de espíritu y habilidad; cualidades difí-ciles de conjugar y mucho más difíciles demantener aún en un empleo tan peculiar.

Para cuidarlos y vigilarlos, resultaríamuy ventajosa la disposición de camasmecánicas para sujetar a los enfermos sinmolestarlos, en una o varias posiciones,impidiéndoles a la vez realizar movimien-tos violentos; pero este recurso, aunqueposible, no es el primero que se practicaprecisamente cuando se intenta rectificar suorganización en los puntos más relevantes.

En la segunda parte de esta instrucciónveremos todo lo que se puede añadir a lasprecauciones aquí detalladas acerca de loslugares de tratamiento. Lo que vamos aexponer ahora se refiere a dónde hay queacomodar a los insensatos de cualquierclase que están agrupados en las casas dereclusión.

Ya hemos señalado que sólo separandode la sociedad a los infelices cuya mente seencuentra alienada no se logran los objeti-vos propuestos; y se ha demostrado entodos los casos que es primordial atenderprimeramente a los enfermos, sobre todocuando la locura ya se ha desarrollado.Pero cuando se han empleado inútilmentetodos los recursos necesarios para su cura-ción o cuando la demencia ya es invetera-da, nunca debemos pensar que los enfer-

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mos jamás se curarán. La experiencia con-firma que se producen cambios en estosindividuos, y que recuperan totalmente larazón en los momentos más inesperados.

Según esta apreciación, juzguemos cuánimportante resulta no interponer obstáculoalguno a estas curaciones naturales y cuánreprochables son todas esas maniobras que,en lugar de tender a ese fin, no hacen sinohundir durante más tiempo a estos infelicesen una alienación mental más considerableque la que manifiestan en las casas dereclusión.

Por lo tanto, es necesario que los lugaresdonde sean situados y los cuidados que seles prodiguen a los enfermos concurranconjuntamente en favor de su alivio, de sucuración y de la mejoría de su estado.

1.º Es esencial que se respire en estoslugares un aire puro y que el agua sea salu-bre; estas precauciones son tan importantescomo el que la mayoría de los insensatostomen pocos alimentos sólidos y sólo senutran, por así decirlo, de aire y de agua.

2.º Los paseos les proporcionarán lasatisfacción y la libertad de respirar airelibre; pues algunos, por muy insensatos quesean, se dan cuenta de su cautividad y sien-ten el cariño que se les prodiga. Pasearánpor la sombra para evitar su exposición alsol, pues, la insolación suele causar vérti-gos y ha provocado en más de una ocasiónla locura, tal y como les ocurrió a los habi-tantes de Abdera, después de haber asistidoa la representación de la Andrómeda deEurípides cuando el sol más calentaba. Esefue, según algunos historiadores, el origende la enfermedad de Carlos VI, rey deFrancia.

3.º El departamento estará dividido envarias secciones y cada una dispondrá deun patio. Cada sección formará un cuadra-do en cuyo centro estará el patio y los cua-

tro laterales conformarán los edificios alza-dos en una sola planta. Se verá coronadopor una galería cubierta a lo largo de loscuatro frentes del edificio interior y estagalería, así como las habitaciones estarán aras de suelo pero elevadas tres pies porencima del patio. En los cuatro ángulos delcuadrado se situarán las habitaciones o dor-mitorios para agrupar a los insensatosdurante el día; y el resto de los edificios sedividirán en habitaciones de ocho pies cua-drados, estando alumbradas por una lámpa-ra protegida y situada en la bóveda. Cadahabitación tendrá una cama compuesta poruna litera sólida fijada en la pared, con unjergón relleno de paja de avena y un cabe-zal de la misma calidad, además de unamanta; se colocarán en la cama algunasanillas de hierro, en caso de necesidad.Cerca de la puerta se adosará un banco depiedra y otro más pequeño se ubicará den-tro del propio cuarto.

En el centro del patio habrá un pabellónen el que estarán colocadas varias bañerasde piedra donde el agua llegue fría y calien-te, por medio de bombas que la extraeránde los depósitos vecinos. Habrá letrinas encada celda, también en medio de cada fren-te del cuadrado y estarán dispuestas paraque los insensatos no puedan ni arrojarse aellas ni hacerse daño. Una bomba servirápara lavarlos tantas veces como sea necesa-rio; y se colocará en todas las habitacioneso celdas un conducto para que, mediante elagua que caiga, se lleve siempre las inmun-dicias. Este tipo de construcción, tan salu-bre como pueda desearse, aísla a cadainsensato y procura al mismo tiempo podermantener la mayor pulcritud y bañar aaquellos en los que este tipo de remediohaya sido prescrito. Existirá un primerdepartamento o una sección para los imbé-ciles, un segundo para los locos violentos,

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un tercero para los locos tranquilos y uncuarto para aquellos que mantengan inter-valos lúcidos de cierta duración con posibi-lidad de curación.

Por medio de estas distintas divisionesse agrupará a los insensatos cuya afecciónsea análoga, y se separará a aquellos cuyaslesiones sean opuestas; al mismo tiempoalejaremos a unos de otros, también a aque-llos que puedan volver a gozar de la socie-dad; evitando de esta manera los funestosresultados de ese contagio nervioso que sepropaga por imitación.

Esta última precaución es imprescindi-ble para evitar que algunas mentes medioturbadas y algunos convalecientes dudosossean susceptibles de sufrir impresiones ma-níacas, tal como ocurre habitualmente. Ycuando se considere que este contagio afec-ta incluso a las mentes más sanas, cuandoveamos que la mayoría de las personas quecuidan a estos locos tienen, al cabo de cier-to tiempo, la fisonomía muy desordenada,y que algunos se vuelven imbéciles y otrosincluso maníacos, como puede verificarseen Bicêtre y en la Salpêtrière, se juzgarácuán importante resulta realizar esta sepa-ración.

Finalmente, cuando el poder de la imita-ción en este tipo de enfermos no sea ni tanprofundo ni tan sólido como acaba de ex-ponerse, la necesidad de organizar y sepa-rar a las diferentes clases de locura no serámenos argumentable a los ojos de la huma-nidad, ya que esta separación evitaría almenos a quienes conservan intervalos delucidez la visión desesperada de su propiamiseria.

4.º El régimen de los insensatos ha sidohasta el momento totalmente descuidado,aunque se conoce desde tiempo atrás cómola alimentación influye sobre lo moral; elbrahmán, que únicamente subsiste con le-

che y vegetales, tiene miedo a la sangre, ysus costumbres son muy indolentes; alcazador salvaje y al antropófago les encan-ta el canibalismo, y todas sus acciones sonbárbaras. Ciertas plantas provocan frenesí,otras hunden en la imbecilidad. Los orien-tales, con el opio y otras drogas de las quehabla Kempfer se provocan voluntariamen-te delirios furiosos o éxtasis maravillosos;finalmente, los borrachos y los crápulas amenudo sucumben en manías epilépticas.¿Por qué no decir que un régimen pococoncentrado, moderado y razonable, produ-cirá un efecto contrario al de las sustanciasacres, estimulantes, vigorosas y virulentas,y que por tanto hay que prohibírselas a losinsensatos?

Así pues, debe regularse su régimensiguiendo estas consideraciones: la bebidahabitual será una decocción de cebadaedulcorada con regaliz y acidulada con cré-mor tártaro1. Se les permitirá beber vinosólo de manera excepcional; pero el aguar-diente, siendo tan pernicioso, nunca seadmitirá en ninguna sección.

Sólo comerán carne dos veces por sema-na; el resto de los días la alimentación esta-rá compuesta por verduras cocidas conagua y mantequilla, como zanahorias, pepi-nos, acederas, escarolas, habas y lentejas,teniendo cuidado de no darles más de dosveces al día legumbres con mucha fécula.

La cantidad de pan será de una libra ymedia por día, y a los que rechacen los ali-mentos sólidos se les pondrá una pinta2 deleche. Además, cada insensato seguirá el ré-gimen que mejor le convenga, el médico o el

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1 Nombre comercial del tartrato ácido de potasio,que se encuentra en la uva y otros frutos y se empleacomo purgante, en tintorería, etc.

2 Antigua medida de capacidad para líquidos: enParís corresponde a 0,93 l (y sólo 0,56 en Gran Bre-taña).

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cirujano fijarán cada día, las dosis y las cua-lidades de los alimentos arriba señalados.

La vestimenta de los insensatos es, sinduda, más difícil de controlar que su ali-mentación, porque estos desgraciados ladestrozan y, la mayoría, no quiere ponérse-la; probablemente por esta razón se ha des-cuidado esta parte tan importante del régi-men en las casas de reclusión, donde seobserva que unos están casi desnudos yotros cubiertos solamente con harapos.

No obstante, parece que, para mantenerla salud e incluso para restablecerla, con-viene que estos desgraciados estén muypulcramente vestidos.

Se les entregará una camisa blanca cadaocho días; los hombres y las mujeres ten-drán una camisola larga, cerrada en la partede abajo; unos y otros llevarán un camisónanudado por detrás con cintas de hilo, unpantalón ancho, como los de los marineros,y un gorro.

Estas prendas, realizadas con arpillera,estarán forradas en invierno y sin forrar enverano; sus calcetines serán de hilo de esto-pa, y calzarán sandalias.

Los insensatos retenidos en sus celdas,llevarán, en lugar de un pantalón, un man-dil de loneta, como la de los cerveceros ylos panaderos.

Este tipo de ropa, que no se la puedenquitar tan fácilmente, es la más apropiadapara todos los insensatos, y con una vigilan-cia suficiente no existirá el temor de que sela quiten a propósito ni de que la destrocen.

La cabeza de los insensatos debe estarrapada, ya que sin esta precaución los pará-sitos les arrasan; además, las lociones en lacabeza, tan necesarias en la mayoría de lasdemencias, son mucho más eficaces cuan-do no tienen ni un solo pelo.

6.º Los auxilios administrados a los lo-cos que no siguen expresamente un trata-

miento, deben no obstante tomarse encuenta, pues algunos pueden curarse con eltiempo mediante cierto régimen, mientrasque otros exigen cuidados particulares rela-tivos a su situación presente, y finalmentelos hay que deben someterse de nuevo altratamiento, y que se curan al segundo o altercer intento.

No basta, pues, con tratar de manerageneralizada a todos los insensatos encerra-dos en las casas de reclusión, también esnecesario que estén clasificados dependien-do de su estado de salud, y según las consi-deraciones sobre su tratamiento presente,próximo o futuro. Inicialmente, los imbéci-les, sin esperanza de curación, se ven rele-gados a una sección especial, admitiendoúnicamente cuidados generales prescritospor la humanidad y de los que ya hemoshablado más arriba. Al resto se les preparapara el tratamiento por diversos medios,pero principalmente con baños de formamás o menos repetida, los cuales son pres-critos por el médico o por el cirujano, asícomo con algunos remedios que a menudoconducen a su curación, sin tener en cuen-ta otros medios heroicos, como se verá enla segunda parte. Los médicos realizaránuna visita diaria para prescribir a cada unolo que le conviene en cuanto al régimen y alos medicamentos, y para seleccionar aaquellos que puedan pasar al gran trata-miento. Es preciso que los guardias y lossirvientes destinados en las salas de enfer-mos en tratamiento sean vigilantes, sabios,dulces y firmes; y estas cualidades nodeben descuidarse en aquellos que vigilany cuidan a los insensatos en las casas dereclusión. Atarlos exige tanta destrezacomo prudencia. Los golpes deben estarproscritos y castigados severamente. Estosvigilantes deben rendir cuentas a los médi-cos de los progresos hacia el bien o el mal

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que observen en los insensatos; deben man-tener la mayor limpieza en los dormitorios,en los patios, en los edificios, en las letrinasy en las ropas. Debe existir una regla quefije las horas para el baño, para la distribu-ción de los alimentos y de los medicamen-tos, para la apertura y el cierre de las habi-taciones, para los cambios de ropa y desábanas. En invierno, los dormitorios de losinsensatos se calentarán mientras éstos per-manezcan en ellos, y en todo momento seles vigilará suficientemente.

Este es el plan que hay que seguir pararestablecer la razón de un gran número deinsensatos y para cumplir al mismo tiempolos objetivos de la humanidad hacia estosdesventurados. Ahora nos ocuparemos deltratamiento particular de tales enfermos, de-tallando todo lo que tiene relaciones esen-ciales con lo que exigen habitualmente és-tos de los que hemos hablado hasta ahora.

II. Tratamiento

Las enfermedades que pueden atacar lasfacultades intelectuales del hombre sonmúltiples: unas pervierten la sensibilidad,otras trastornan la imaginación o mancillanla memoria; finalmente, las más frecuentesy las más peligrosas son las que destruyenel juicio.

No es el momento de describir aquítodos esos tipos de enfermedades pero pre-sentaremos el esquema de los síntomas ydel tratamiento de aquellas que llaman másla atención, bien porque el resto pueden serparecidas, bien porque son las únicas a lasque el gobierno ofrece ayudas.

Todos los diferentes grados de aliena-ción mental pueden atribuirse a cuatro tiposde enfermedad: el frenesí, la manía, lamelancolía y la imbecilidad.

El frenesí es un delirio furioso y conti-nuo acompañado de fiebre: unas veces setrata de un síntoma alarmante que se desa-rrolla en las enfermedades agudas, otrasveces se produce por una antigua afecciónen el cerebro, y forma por sí misma unaenfermedad idiopática. Pero sea de la claseque sea, a menudo es la fuente de dondebrota el resto de las enfermedades que afec-tan a la cabeza, tales como la manía y laimbecilidad, que son las secuelas más fre-cuentes.

El frenesí que depende de otra enferme-dad se denomina sintomático; tiene lugaren las fiebres malignas, cuando se produceun transporte de materia morbífica al cere-bro; se declara en las pleuresías donde eldiafragma se ha visto afectado, como lohan probado varios célebres observadores,entre ellos, Boerhaave y el Sr. Boucher. Escomún en la fiebre miliar y en la viruela;fuertes dolores como los de oído, suscitanel frenesí, como así lo hizo observarHipócrates. Finalmente Sydenham estudiócómo causas opuestas podían producir elmismo efecto, demostrando que la debili-dad provoca en ocasiones alienacionesmentales, acompañadas de furor; pero laobservación de este célebre autor tiene másrelación con la manía que con el frenesícomo veremos luego.

Podemos concluir el estudio del frenesíanotando tres cosas: la primera, que se lareconoce con signos de otra enfermedad, yen la que no se desarrolla desde el princi-pio; la segunda, que su tratamiento consis-te en conocer perfectamente las enfermeda-des de las que es el resultado; la tercera,que el falso frenesí que no está bien tratadoo que tiene un final negativo conduce a losmismos efectos que el verdadero frenesí.

Éste se reconoce por los siguientes sig-nos: es súbito y violento; tiene un dolor de

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cabeza considerable e inflamatorio, su acti-tud corporal es frecuentemente pletórica;los ojos y el rostro enrojecen; existen sue-ños espantosos o insomnio y la demenciaes muy sensible desde los primerosmomentos. Los jóvenes, fundamentalmen-te los que poseen un temperamento bilioso-sanguíneo o los que están entregados a lasbebidas espirituosas, son propensos a ello;es frecuente en los países calurosos, dondese la conoce por el nombre de calentura:enseguida el pulso se hace más fuerte ymás frecuente, los pensamientos repentina-mente se tornan depravados, los deseos ylas acciones del enfermo carecen de finrazonable alguno, su voz cambia, sus pala-bras se hacen bruscas y temerarias, su mira-da es atroz; en ocasiones sangra por lanariz. Cuando no puede detenerse la enfer-medad surge un vómito escalofriante y losojos llegan a secarse; los enfermos escupenfrecuentemente y con indecencia; final-mente, no evacúan, caen en un adormeci-miento o en convulsiones que acaban consu vida del cuarto al séptimo día. En ladisección del cadáver se encuentran lasmeninges inflamadas, abscesos gangreno-sos en el cerebro o un humor icoroso queha podrido su sustancia.

Esta terrible enfermedad es la menosdifícil de curar de todas las afecciones cere-brales; pero es necesario encontrar unremedio con la mayor celeridad posible; yaque la sede del mal, encontrándose en unavíscera tan delicada y tan importante comoes el cerebro, posee una única vía para sucuración: tener resolución.

Para alcanzar el éxito hay que empezarcon abundantes sangrías, y comenzar por elpie, repitiéndose dos o tres veces; a conti-nuación se pasará a la arteria temporal y ala de la yugular, realizando siempre esasoperaciones de manera cuantiosa y copio-

sa. La naturaleza ha demostrado la necesi-dad de innumerables sangrías para curar enocasiones a los frenéticos con hemorragiasconsiderables.

Si el enfermo es proclive a las hemorroi-des, la sangría se hará aplicando sanguijue-las en el ano; siendo necesario en todos loscasos prestar mucha atención a esta parte,pues las hemorroides son a veces decisivasen esta enfermedad, y esta crisis necesitaverse favorecida.

Las bebidas habrán de ser abundantes,frías, diluidas y antiflogísticas. En el inter-valo de cada sangría se les realizará, si esposible, dos lavativas, una purgante y otraemoliente.

Cuando la enfermedad se haya extendi-do se les rapará la cabeza o se les cortará elpelo; a continuación se les aplicará unavenda, llamada bonete de Hipócrates, man-teniéndola siempre mojada, humedecién-dola con esponjas empapadas en una mez-cla de agua y vinagre frío. Se ha reconoci-do la importancia de relajar el estómago; afalta de una diarrea natural, tan saludableen ocasiones, se le procurará una artificial,por medio de purgantes que serán suminis-trados tras la relajación producida por lassangrías. Este purgante resulta un pocodrástico, pero se corregirá su efecto consemilla de anís o con otro aromático, y conun calmante administrado el mismo día. Aldía siguiente de haber administrado dichopurgante, se sumergirá al enfermo en unbaño tibio, y se le dará una ducha fría, máso menos duradera, dependiendo de la fuer-za del enfermo y del grado de su mal.Finalmente se le aplicarán muy prontoextensos vejigatorios en las piernas; puesestá demostrado que los dolores de piernasfavorecen esta enfermedad.

Con este método o con remedios seme-jantes ciertos hospitales han conseguido su

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gran reputación en el tratamiento de loslocos; el del Hôtel-Dieu de París es el demás mérito, pero todavía carece de los ele-mentos esenciales: un emplazamiento másamplio para separar a los enfermos (pues laconfusión impide a menudo su seguimien-to); un local más aireado, tan necesariopara esos infelices cuya cabeza está siem-pre sofocada; un mayor número de bañerasy situadas en lugares que no estén tan cercade los enfermos y donde el aire no esté niestancado ni cargado.

Al cabo de siete u ocho días de frenesíverdadero, y muchos más días de frenesífalso, la fiebre desaparece; y si el programano ha surtido efecto o si no ha sido comple-to, el delirio furioso persiste siempre conmayor o menor energía. Alguna vez se man-tiene una hinchazón considerable pero quela naturaleza se basta para curarla, igual-mente vemos cómo se disipa gradualmentela imbecilidad producida tras las fiebresmalignas localizadas. Lo más frecuente esque, cuando el programa no se ha realizadode manera conveniente, prevalece una ma-nía más o menos salvaje o bien una imbeci-lidad. Van Swieten lo ha comprobado, nosolamente después del frenesí verdadero si-no aún tras los falsos. Entre éstos, uno delos más comunes, siguiendo a este excelen-te observador, es el que se produce por lasupresión de los loquios en las parturientas.

La manía es un delirio constante que noprovoca fiebre; pues si les sobreviene la fie-bre a los maníacos, ésta no depende de laafección cerebral sino de cualquier otra cir-cunstancia que surja al azar. Los maníacosdesarrollan una fuerza sorprendente; sopor-tan el hambre, el sueño y el frío durante mu-cho más tiempo que el resto de los hombressanos o enfermos; su mirada es amenazado-ra, su rostro sombrío, está deshidratado yfamélico: habitualmente tiene úlceras en las

piernas, sus excreciones se suprimen muy amenudo; tienen extraños sueños pero muyprofundos; su vigilia es agitada y turbulen-ta, está llena de visiones y de acciones de-sordenadas, y a menudo muy peligrosas pa-ra los que les rodean. Algunos gozan de in-tervalos bastante tranquilos; otros sufrenarrebatos continuos y repetidos.

El cerebro de los maníacos está seco,endurecido y fragmentado; algunas vecesla parte cortical está amarilla; otras vecesse observan abscesos; finalmente, los vasossanguíneos se hinchan de sangre negra,varicosa, que aparece adherida en ciertoslugares y disuelta en otros.

Estos desórdenes en los órganos delcerebro se producen por varias causas: unasveces se trata de un nudo inflamatorio queno ha podido analizarse, como cuando lamanía sucede al frenesí verdadero; otrasveces es la metástasis de un humor morbí-fico cualquiera, como en el falso frenesí. Elcalor, la inanición, los venenos, las pasio-nes, los golpes, provocan directamente lamanía; y con tales causas no debe extrañar-nos que esta clase de locura sea tan común.

La manía que sucede al frenesí es la queestá producida por una metástasis sanguí-nea, o incluso por una metástasis humoralen gente robusta; la que está causada por elcalor o la que tiene su origen en una pasiónviolenta o en una recaída en principiodeben ser tratadas como el frenesí verdade-ro: repetidas sangrías, purgantes, bañostibios, duchas frías, cauterios, sedales3 oúlceras artificiales, este es el procedimien-to general; pero, sin embargo, existe unagran diferencia en cómo aplicar estos dis-tintos remedios ante el frenesí o la manía.

(80) 80 J. Colombier, F. Doublet

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3 Hilo o cordón que se pasa por la piel en un abs-ceso, ampolla... para provocar o facilitar la evacuacióndel pus u otra secreción.

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1.º Aunque las sangrías se realizarán conaudacia en caso de manía, el frenesí siem-pre requiere limitaciones, pues se trata deuna enfermedad más aguda y más explora-da; tal restricción será mucho más necesa-ria cuanto más inveterada sea la enferme-dad. Cuando en la manía se sangra desme-suradamente, se observa que el furor sedisipa, pero esta disminución aparente esun alivio traicionero: esa mejoría sólo sedebe a la debilidad del sujeto, cayendo amenudo en una imbecilidad incurable: noobstante, la sangría ha de considerarse co-mo excelente remedio en la manía cuandono extenúa al enfermo y cuando se extrae lasangre de los lugares más convenientes.

Como más bien se trata de purgar elcerebro que de disminuir la masa de los lí-quidos, es preferible sacar sangre de la ca-beza, bien abriendo la temporal o la yugu-lar, bien aplicando sanguijuelas o ventosas.

Hildan añade varios casos de curacionesrepentinas con la apertura de la arteria tem-poral o con la aplicación de sanguijuelas enla misma parte; pero la sangría parecetriunfar más veces en quienes su manía sedebe a la supresión de flujo sanguíneo.

2.º Los purgantes son tan fundamentalescomo las sangrías; pues existen manías quepueden curarse sin extraer sangre, mientrasque es poco probable que no necesiten eluso de purgantes incluso de manera repeti-da para liquidar el enrarecimiento de lasangre, atenuar y expulsar los humorespegajosos y espesos. Pero, para que lospurgantes provoquen el efecto esperado,deben ser precedidos de bebidas ligeras ylicuadas, con un régimen húmedo y bañostibios que forman parte de estas indicacio-nes: los purgantes se administrarán deforma gradual, comenzando por los mássuaves, que son los catárticos; luego losmás fuertes, aumentando la dosis para lle-

gar hasta los drásticos; se harán observa-ciones de vez en cuando para poder corre-gir la sacudida provocada por estos reme-dios activos y administrándoles ese mismodía incluso uno o dos gramos de opio.

Los médicos de todas las épocas coinci-den en aplaudir esta conducta. Los másantiguos comenzaron prescribiendo la epí-tema4, el agárico5 y algunos otros remediosparecidos, pero estos purgantes siendo sóloson, por así decirlo, preparatorios, éstosbasaban el punto esencial de su tratamientoen el uso del eléboro, al igual que todo elmundo. Preparaban en Antycira, isla delarchipiélago, eléboro blanco y negro, paracorregir su cualidad excesivamente cáusti-ca. Ciertamente, hay que decir que curabanmuchos más maníacos que nosotros, y pro-bablemente fuese gracias a este elemento,dijo Lorry, por el que no estaban obligadosa encerrar a esos desafortunados como no-sotros lo hacemos. Algunos ejemplos satis-factorios de la aplicación de este remedioen casos desesperados observados por estesabio médico, algunos otros intentos igual-mente favorables de la mano de charlatanescon ese mismo medicamento son hechosauténticos y poderosos, que deben incitar-nos para recurrir a las preparaciones de elé-boro cuando los enfermos estén predis-puestos para ello, y cuando los primerospurgantes hayan fracasado.

Sydenham obtuvo grandes logros en eltratamiento de estos enfermos, utilizandofrecuentemente raíz de nueza6, cuyas pro-piedades son semejantes a las del eléboro.Este célebre médico introducía un buen

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4 Medicamento tópico aplicado en forma de cata-plasma o fomento.

5 Algunos hongos venenosos que se usan en medi-cina.

6 Bryonia Dioica. Planta cucurbitácea que dacomo fruto unas bayas encarnadas.

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trozo de raíz de nueza en leche, o mediaonza disuelta en vino. Un cirujano de París,que se presentó hace algunos años paracurar a los locos, trató en Bicêtre a variosmaníacos que recibieron un alivio muynotable, aunque poco duradero; el remedioadministrado era un fuerte purgante, yhubiese tenido más éxito si hubiese perse-verado en dicha administración.

Los límites de esta instrucción no permi-ten exponer los remedios sobre los quepodríamos apoyarnos para demostrar lanecesidad de volver a utilizar el eléboro;nos lo aconsejan varios autores, entre ellos,lo vemos comentado en el sabio tratado deLorry, De Melancholia, donde demuestraque la manía a menudo tiene su sede en elestómago y en la cabeza.

Baste decir que el eléboro negro puedeser administrado de varias maneras: enprincipio se puede emplear el extracto deRudius del Codex de París, donde se hablade una dosis de treinta y seis granos o dosescrúpulos7, en una solución de maná8; acontinuación se les podrá prescribir la infu-sión de una onza de eléboro negro en unvaso de vino, tomándolo en dos veces; po-ción que se limita a media dosis si el efectofuese considerable; finalmente, la mejormanera de administrar el eléboro es tomardieciocho granos o un escrúpulo, triturarloscon un poco de azúcar y con la yema de unhuevo, y verterlo sobre cinco onzas de aguahirviendo y una onza de aceite de anís. Só-lo se aconseja el eléboro blanco para losenfermos insensibles o poco motivados porel eléboro negro, dándoles doce granos.

3.º Los baños y las duchas se aplicaráncontinuamente y durante mucho tiempo pa-ra los maníacos, y serán más eficaces si sealternan con purgantes, es decir, habrá quepurgar un día y bañarlos al día siguiente.

Leemos en las Memorias de la Acade-mia Real de las Ciencias, ejemplos sor-prendentes sobre el efecto de las aplicacio-nes frías sobre la cabeza. Un autor ingléscuenta que un maníaco fue curado con laaplicación de un gorro repleto de nieve.Con todos los casos que hemos podido reu-nir, podemos concluir diciendo que elmejor método es el de sumergir al enfermoen un baño moderadamente caliente, conhielo o nieve sobre la cabeza, y mantenerloasí durante dos horas, al cabo de las cualesse le descubrirá la cabeza para darle unaducha de agua fría.

4.º Los cauterios, los sedales y las úlce-ras artificiales serán eficaces en cualquiercaso, ocupando el lugar de las evacuacio-nes que tanto les cuesta realizar, pero seránmuy recomendables, sobre todo, cuando lamanía haya sido provocada por la metásta-sis de un humor virulento. Se ha intentadoen estos casos inocularles sarna, y estaopción no debe descuidarse.

Cuando los diferentes tipos de maníacosaquí descritos se hayan sometido al trata-miento que acabamos de detallar, se obser-vará el efecto que este tratamiento habráproducido en ellos, y según el efecto deltratamiento podrán ser divididos en tresclases: aquellos que ya no sufren ningúnachaque, los que sólo han experimentadoun pequeño alivio y finalmente quienes nohan sentido mejoría alguna con el trata-miento.

Los enfermos de la primera clase o losconvalecientes, serán de inmediato separa-dos de los insensatos: se les concederá unaespecie de libertad, se les darán baños fríos;

(82) 82 J. Colombier, F. Doublet

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7 Se trata de una medida de cantidad utilizada enfarmacia y que equivalía a 24 granos.

8 Utilizado como purgante, se trata de un líquidoazucarado que fluye de algunos vegetales como elfresno y el eucalipto, y que se solidifica enseguida encontacto con el aire.

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se les duchará de vez en cuando, y se lesalejará cada vez más de aquellos. Se lesaplicarán polvos antiescorbúticos pararefrescar su cuerpo cansado y reseco; se lesirán prescribiendo menos purgantes y ter-minaremos por acostumbrarlos a la leche.

A los de la segunda clase o a los alivia-dos, se les prepararán caldos o estimulantesdel apetito, aderezados con sal neutra,como la de Glauber, o bien se les prescribi-rá agua mineral que cumpla las mismasindicaciones: continuando con baños tibiosfrecuentes, utilizando electuarios9 para pro-curar la fluidez de los humores. Al cabo decierto tiempo, si la estación es favorable serepetirá el primer tratamiento; entonces silos síntomas de plétora y de sequedad per-sisten, insistiremos con las sangrías; si lamelancolía o la bilis corrupta parecendominar y si el sujeto no es muy vigoroso,apenas se le practicarán sangrías.

Se incluirá en la tercera clase a los queya hayan sido sometidos alguna vez a estetratamiento activo sin éxito y que no pue-dan sentirlo sin riesgo. La medicina tienepocos recursos para estos enfermos: se hapresumido mucho de algunos medicamen-tos como muy poderosos en este tipo decasos tales como el cinabrio10, la pamplinade agua11, la agrimonia12, la melisa, el cora-zoncillo13. El anacardo14, sobre todo, se harecomendado por estar dotado de unas pro-piedades maravillosas pero con pocas cua-lidades activas, y la experiencia además no

se ha decidido en su favor y antaño se lellamaba antídoto de sabios; Hoffmann loha llamado antídoto de locos.

La experiencia ha sido más decisiva conalgunos otros remedios como el almizcle,el alcanfor y los narcóticos. El almizcle su-ministrado en fuertes dosis, es decir, hastaun escrúpulo y el alcanfor administradocon dosis elevadas durante el día han sidoempleados eficazmente por los médicos in-gleses y alemanes, y la eficiencia de estosremedios, en el resto de enfermedades ner-viosas, justifica aún más la confianza queinspiran tales experiencias. Sydenham ala-baba los calmantes unidos a los cardíacos,pero solamente para ser prescritos tras lospurgantes tan fuertes que aconsejaba. Wep-fer confió mucho en los calmantes, ya quesuministraba opio todos los días a sus ma-níacos y, habiendo comenzado con una do-sis de dos gramos, terminó por administrarquince gramos. Este excelente estudiosoasegura haber curado a varios maníacos si-guiendo este método, sin necesidad de san-grías.

Finalmente la casualidad ha servido paradar a conocer los eficaces efectos de losnarcóticos prescritos en grandes dosis. Lee-mos en las Actas de los eruditos de Leipzigel siguiente caso: a una joven maníaca se lehabía recetado una onza de ungüento queincluía un escrúpulo de opio para que sefrotase las sienes. La insensata, en cuantose tragó este brebaje, se curó repentina-mente.

Los baños de mar se han defendido confrecuencia tanto en la manía como en lahidrofobia: sin embargo, únicamente pro-vocan un pavor más perjudicial que eficaz.Se podrían recomendar los baños fríos enotros casos, pues producirían una fiebreartificial tal como se aconseja en los bañosde tierra en la tisis. Esta sugerencia debería

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9 Remedios farmacéuticos preparados con opio.10 Sulfuro de mercurio.11 Planta primulácea, cuyo cocimiento se ha

empleado como aperitivo.12 Planta rosácea de la cual se emplean las hojas en

medicina como astringente y las flores como curtiente.13 Planta gutífera medicinal. 14 Producto tóxico, cáustico y vesicante empleado

en medicina extraído de un árbol tropical.

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llevarse a cabo más a menudo viendo quela manía se cura gracias a la fiebre o a otraenfermedad y que, cuando los maníacos seven atacados por la enfermedad de la quedeben morir, su razón vuelve al momento,mientras en el resto de los hombres la pier-den en tal circunstancia.

La electricidad ha facilitado algunasmodificaciones en los maníacos, pero no sepueden citar todavía curaciones llevadas acabo por este medio.

Si el tratamiento que acabamos de expo-ner conviene a la mayoría de los maníacos,con las excepciones que hemos añadido,existen algunas clases de esta enfermedadpara las que éste sería muy perjudicial.

Estos tipos de manía, que exigen todavíavariaciones más específicas para su trata-miento, pueden corresponderse con tres es-tados: el que ha sido provocado por inani-ción, el que se produce por las pasiones delalma y el que ha sido causado por los vene-nos.

Sydenham fue el primero que consideróla manía producida por inanición: tienelugar tras una fiebre cuartana o una fiebreintermitente otoñal o después de cualquierotra enfermedad para cuyo tratamiento seabusaron de sangrías y evacuaciones. Losenfermos manifiestan en su rostro todos lossíntomas del agotamiento: pero principal-mente se reconoce esta manía en que lasmás leves evacuaciones la aumentan y larenuevan. Una lavativa de leche, a juicio deSydenham, puede curar este tipo de manía,relajando el vientre. Por lo tanto, es evi-dente que deberán buscarse remedios con-venientes para esta clase de manía en ana-lépticos como el arroz, el pan candeal y loshuevos frescos; los estimulantes como elvino y el aguardiente; los tónicos como laquina; los energéticos junto a los calmantescomo la teriaca. Sauvages cuenta que un

importante anatomista de Montpellier, desesenta años, cayó en esta especie de maníay sólo se curó gracias al diascordio15 y a laesencia de beleño16.

Todas las pasiones activas y prolongadaspueden provocar la manía; pero particular-mente las hay que poseen ese desgraciadopoder. El estudio sin reposo conduce aléxtasis; y del éxtasis a la manía sólo hay unpaso.

Van Swieten observó que la cólera y lamelancolía eran frecuentemente causa de lamanía que nace en las mujeres que acabande dar a luz. Los hospitales están plagadosde infortunadas a quienes la ambición o lasideas místicas les han hecho perder la cabe-za. La mayoría de esas manías son tristes ysombrías; otras sin embargo son alegres. Lamanía que origina el amor manifiesta todotipo de caracteres: lo mismo es radiante yalegre como sombría y melancólica, y al-gunas veces incluso furiosa. En cada una deestas clases de manía hay que aplicar reglasprescritas para su tratamiento con las si-guientes modificaciones para cada una deellas.

En las mujeres atacadas por la manía du-rante el parto, cuando la enfermedad no esinveterada, y cuando éstas gozan de unacierta fuerza, la sangría es necesaria e in-cluso debe repetirse varias veces si se hansuprimido los loquios; la violencia de sumal exige entonces prestar más atención alefecto que a la causa. En aquellas donde laenfermedad es más antigua o en las que sonmenos pletóricas los purgantes serán máseficaces; y al cabo de cierto tiempo, si nohan sido sanadas, unas y otras formarán

(84) 84 J. Colombier, F. Doublet

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15 Medicamento astringente compuesto principal-mente de escordio.

16 Planta con propiedades narcóticas y tóxicas,utilizado en medicina como calmante.

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parte de los maníacos de los que hemos ha-blado anteriormente.

La erotomanía alcanza casi siempre a laspersonas jóvenes y su activa progresión lesresulta necesaria; pero conviene más multi-plicar las duchas que realizar sangrías fre-cuentemente y de manera abundante. Toda-vía hay que añadir una precaución muy im-portante, y es la de vigilar atentamente aestos enfermos. El engaño, síntoma comúnen todos los maníacos, es llevado al extre-mo en éstos, y si se les abandona en él, caenen una debilidad que les vuelve incurables.Los remedios que combaten la efervescen-cia de la sangre y la fogosidad de la imagi-nación, las sangrías, los baños, las duchas,las aspersiones frías serán los primeros re-medios; a continuación, se recurrirá a lasdiluyentes, a los disolventes y a los purgan-tes que dan fluidez a los humores. A menu-do, dice Lorry, la sarna, las descamacioneso cualquier otra enfermedad eruptiva hancurado esta manía. Esta observación secapta fácilmente en las mujeres afectadasde furor uterino; ya que en la mayoría deestas infortunadas el mal ha comenzado porla acumulación de una materia acre e irri-tante en sus partes sexuales.

Particularmente, es necesario aislar ydistraer tanto como sea posible a los manía-cos que han perdido la razón a causa de laspasiones; pues han estado más expuestosque el resto al contagio por imitación. VanHelmont dice haber conocido a variosmaníacos intermitentes cuyo arrebatoempezaba por la contemplación de una ideafija que les seguía por doquier y que veíanconstantemente, y a su pesar, como si sereflejase siempre en un espejo; es muylógico creer que esta imagen única y ame-nazadora es más poderosa todavía en quie-nes su manía procede de una fuente moral.

Lo que las pasiones hacen germinar en

nuestras venas, pueden producirlo repenti-namente las plantas venenosas y el resto delos venenos; el jugo de estramonio17 y debeleño, las bayas de Solanum, la piel deculebra, provocan realmente un deliriopasajero en las personas más robustas y unafuerte manía en las personas delicadas.Aquellas que han tomado una fuerte dosisestán en principio extraviadas y maníacas ycaen enseguida en un estupor o en convul-siones mortales; cuando se han tomado unadosis media, la manía es pasajera, sobretodo si se le pone remedio rápidamente.Los síntomas de esta manía son a vecesespantosos y grotescos, los enfermos exci-tados por una extravagante imaginacióncorren tras seres quiméricos: en ocasionesbailan, cantan y se disfrazan ridículamente;otras veces se enfurecen, se hieren mortal-mente y destrozan todo lo que encuentranen su camino. La embriaguez en nuestropaís indica perfectamente el primer gradode la manía, mientras que el último gradosólo se conoce en Oriente, donde losmusulmanes fanáticos se emborrachan deopio, hasta el punto de convertirse en furio-sos, para degollar a todo el que encuentrana su paso. El tratamiento de esta suerte demanía en los primeros instantes consiste enla administración de vomitivos y a conti-nuación en la ingestión abundante de bebi-das de ácidos vegetales. Si la enfermedadha llegado a un estado muy grave, deberíatratarse como la apoplejía: sangrar una odos veces, insistir con las lavativas purgan-tes, ofrecer una decocción de sen comobebida y aplicar varios vejigatorios.

No se comenta nada acerca de la maníaprovocada por un defecto orgánico ni sobrela que ha sido causada por lombrices en el

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17 Hierba solanácea de hojas anchas usada comonarcótico.

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cerebro, porque el diagnóstico es muycomplicado y porque su curación es casiimposible. La manía hereditaria es de estamisma clase, a no ser que sea producto dela debilidad, lo que la haría formar parte delos casos de manía de debilidad deSydenham. Sin embargo, se podría añadir aesta hipótesis la utilización de aguas terma-les sulfurosas tanto interna como externa-mente.

La manía que es consecuencia de ungolpe o de un susto debe ser tratada deantemano por el método general; y si sevislumbrase algún signo de caries ósea oalguna sospecha de absceso, se podría usarel trépano18.

La melancolía es un delirio constanteque difiere de la manía en dos aspectos; elprimero, que el delirio melancólico estálimitado a un único objeto que llamamospunto melancólico; el segundo, que el deli-rio, aunque sea alegre o furioso, siempre espacífico. Así, la melancolía no se diferenciamucho de la manía, y esto es tan cierto quealgunos melancólicos se vuelven maníacos,y algunos maníacos medio curados o en elintervalo de su arrebato se convierten enmelancólicos.

El origen de la melancolía proviene deuna intensa sensibilidad moral que provocaun aferramiento a un objeto cualquiera a unprecio demasiado elevado o con una aten-ción excesivamente prolongada; lo queprovoca que ya no se vea a éste como unobjeto en su verdadero contexto. Un carác-ter frágil, los nervios, la holgazanería, unavida muelle, las meditaciones metafísicas,las penas profundas devoradas silenciosa-mente, estas son las causas de esta primeraimpresión mental que es la fuente de la

melancolía. Posiblemente se le ha denomi-nado falsamente melancolía nerviosa, perobien sea considerada como el origen de unaprimera enfermedad o bien solamente comoel concurso de causas que predisponen parala melancolía, ello es indiferente ya que lamelancolía nerviosa provoca siempre enlos humores una depravación humoral queinfluye particularmente en la bilis y quesiempre se ha llamado melancolía. Consis-te ésta en el espesamiento de la sangreimpregnada de un extraño humor enmohe-cido y pegajoso. El efecto de tal humorheterogéneo es el endurecimiento del vien-tre, retardando las excreciones y destrozan-do el cerebro, bien enviándole vapores,bien privándole de su parte más fluida.

Los síntomas de la melancolía son lapalidez, un rostro apagado, verduzco o plo-mizo, manchas oscuras, y en ocasionesexcrecencias adiposas que se vuelven ama-rillentas; el aumento de los hipocondrios,de gases, de la flatulencia, de la ansiedad,el estreñimiento o las defecaciones pegajo-sas, el orín amarillo verdoso, las palpitacio-nes, un resfriado crónico, la tristeza, la iras-cibilidad, las incongruencias y en últimotérmino, la preocupación continua por unobjeto, ya sea religioso, moral, de salud,físico, y las ideas más falsas y más ridícu-las sobre dicho objeto.

La sociedad debe aliviar las causasmorales que predisponen a esta triste enfer-medad y es ella quien debe arrancar estosdesagradables hierbajos cuando todavíaestán tiernos; pero no podemos considerarque sea enfermedad sino cuando ésta recla-me el auxilio de la medicina, es decir, cuan-do sea absoluta.

Cuando los arrebatos son violentos ycuando el sujeto está pletórico o en una cir-cunstancia que hacer temer un reflujo san-guíneo (como sucede en la edad crítica de

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18 Instrumento utilizado para trepanar (horadar elhueso del cráneo para realizar la trepanación).

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las mujeres, en la supresión de sus reglas,en los loquios, o en cualquier caso similar),hay que sangrar con audacia. Lorry nisiquiera exceptúa a las personas que pade-cen muchos nervios y son muy delicadas.Sydenham decía que sangraba abundante-mente y con éxito a las personas afectadaspor la histeria y la hipocondría. Podemosañadir incluso que la debilidad no debeconfundirnos; aunque estén débiles, estosenfermos son muy sanguíneos, su pulso esresistente y fuerte, y sin una o dos sangríaslos remedios a emplear serán a menudoinfructuosos.

Pero tras la sangría, hay que abstenerse,en esta enfermedad, de pasar rápidamente alos purgantes, cualesquiera que éstos sean.La causa material de la enfermedad, contrala que todos los esfuerzos deben dirigirsees un humor tenaz, pegajoso, que estrangu-la las vísceras y tapona el conducto intesti-nal; pero al mismo tiempo sus fibras sonirritables, el tejido nervioso es muy cam-biante. Con semejante disposición, ¿quépodrán hacer los purgantes? Pues, eviden-temente, aumentar el mal: las partes máslíquidas serán expulsadas, el nudo será másduro y la tensión espasmódica más fuerte.Así, antes de purgar, hay que diluir, desleíry comenzar a fundir este humor viscosoque origina la enfermedad. A partir de esemomento ya conocemos el proceso: tisanasligeras, suero, crémor tártaro, baños tibios,régimen con muchos líquidos. Después secontinuará con fundentes más activos,como jugos herbáceos, bolos jabonosos,píldoras hechas con goma amoniacal, cré-mor tártaro y mercurio dulce. Finalmente,cuando el humor haya cambiado, de lo cualnos daremos enseguida cuenta (bien por lapropia naturaleza y por la abundancia desecreciones, bien por la disminución de lossíntomas), se podrá purgar y procurar que

los purgantes se sucedan. El agua mineral,ligera y ferruginosa es muy recomendableen la convalecencia de esta enfermedad. Sila mejoría no es muy sensible o si no semantiene se provocará un acceso paraempezar de nuevo el tratamiento antiflogís-tico, se continuará con los diluyentes, lospurgantes más fuertes de los que se iránaumentando las dosis, llegando hasta el usodel eléboro como en la manía. La ducha, elsedal y el resto de medios anteriormentecitados en el artículo precedente se proba-rán como último recurso.

La imbecilidad, que es el grado menosespantoso y el menos peligroso de la locu-ra en apariencia es, sin embargo, a juzgarrazonablemente, el más fastidioso estadomental, pues es el más difícil de curar. Losimbéciles no están ni agitados ni furiosos;raramente los vemos sombríos, muestranun rostro estúpidamente alegre, están casisiempre inmutables, se mantienen igualtanto si gozan como si sufren. La imbecili-dad es el resultado del frenesí, de la maníay de una melancolía muy prolongada. Lasequedad del cerebro va produciéndose enlos ancianos; la insulsez o la adiposidad deesta víscera nace ya en los niños; los gol-pes, las caídas, el abuso de licores espiri-tuosos, la masturbación o un virus reinci-dente son las causas habituales de aquélla,y es una secuela bastante común de la apo-plejía.

Cuando este estado es el desenlace o elúltimo período de otra enfermedad ofrecepocas esperanzas. La fibra pierde su textu-ra, los nervios carecen de energía, la sangreestá medio descompuesta y las fuerzas hanquedado ya agotadas por los remedios uti-lizados para los enfermos. La humanidadexige sin embargo que no se abandonetodavía a esos infelices, y esa atención estanto más necesaria por cuanto se observan

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lentas curaciones por las propias fuerzas dela naturaleza. Lo primero que hay quehacer es reconstituirlos con buenas comi-das. A continuación tomarán aguas terma-les, se les purgará con la raíz de nueza y lajalapa impregnada en aguardiente, lo quellamamos aguardiente alemán, y veremoslo que pueden conseguir los baños fríos ylas duchas. Cuando los enfermos hayanrechazado las anteriores ayudas, o si suconstitución es demasiado débil, se les tra-tará como a los maníacos por inanición, yse les darán por añadidura descargas eléc-tricas, cuya eficacia se ha comprobado enlos casos de debilidad y apatía sin que exis-ta peligro alguno.

La imbecilidad provocada por la mastur-bación sólo podrá ser combatida medianteanalépticos, tónicos, aguas termales, fric-ciones secas; y no hay inconveniente algu-no en probar con la electricidad.

Los golpes y las caídas sólo provocan laimbecilidad si hay abscesos, caries y derra-mes serosos. Si no se intenta la trepana-ción, al menos se podrán aplicar cauteriosdetrás de las orejas. Algunos autores inclu-so han propuesto la aplicación de moxa19

sobre la cabeza. Los antiguos aplicaronfuego en toda la espina dorsal, con tal atre-vimiento que sólo el pensarlo nos haceestremecer, pero también lograban más éxi-tos que nosotros en las enfermedades queacabamos de designar como incurables. Silos sujetos son robustos, los purgantes no

están contraindicados en absoluto, y se ele-girán, dentro de los drásticos, los más fuer-tes.

Si se sospecha que un virus reincidentees la causa de la imbecilidad, no hay nadamejor que inocular la sarna. Este mismoremedio podría emplearse en todos losimbéciles cuando no se pueda sacar prove-cho alguno del que creíamos, en principio,más eficaz. No sólo existen motivos paraconjeturar que varios de estos males se handesarrollado con el trastorno producido porla nueva enfermedad sino que se podríaesperar que los purgantes empleados paracurar la sarna, fueran eficaces para un buennúmero de ellos. Si el virus reincidentefuese el de una úlcera, se emplearían losremedios apropiados para renovarlos.

La embriaguez y los venenos provocanuna imbecilidad pasajera que se tratarácomo en la manía; y si perseverase serequerirían purgantes y reconstituyentes.

Finalmente, la imbecilidad que es conse-cuencia de la apoplejía será atajada concauterios, aguas termales y purgantes drás-ticos. La descarga eléctrica será todavíamás recomendable en aquellos casos dondealgunos miembros están habitualmente pa-ralizados. Algunas modernas observacionesprueban que la tintura de las cantáridas20 tu-vo una gran eficacia en parecidas circuns-tancias; pero se trata de un remedio delica-do que sólo puede administrarse bajo elcontrol de un médico sabio e instruido.

(88) 88 J. Colombier, F. Doublet

HISTORIA DE LA PSIQUIATRÍA

19 Mecha de algodón o estopa, quemada sobre lapiel con fines terapéuticos.

20 La cantárida (o lytta vesicatoria) es un tipo deescarabajo (kántharos) que se emplea como vejigato-rio.