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    movimiento de masas capaz de lograr la islamizacin forzosa de las socieda-des y los regmenes polticos de estos pases. Aunque nuestras percepciones

    sobre este grupo estn principalmente condicionadas por su capacidad paraperpetrar espectaculares y cruentos atentados indiscriminados, lo cierto esque en su produccin doctrinal e ideolgica encontramos numerosas mues-tras de cmo sus lderes conciben la violencia terrorista como requisito im-prescindible para lograr que su accin comunicativa resulte efectiva. En estesentido, las acciones terroristas emprendidas por Al Qaeda permiten lograrla atencin mundial sobre el discurso yihadista, dotan a su mensaje de unaaureola de prestigio y autoridad y, en ltima instancia, transmiten confianzaa los musulmanes sobre sus propias capacidades y la debilidad del enemigo1.

    As, por ejemplo, el portavoz oficioso de Al Qaeda, Sulaiman Abu Ghait,describa as la misin de los miembros de este grupo: son la vanguardiaque se ha comprometido a encender la chispa de la confrontacin entrenuestros enemigos y nosotros []; estn trabajando como activadores2. Undestacado idelogo de este movimiento llegara a afirmar que Al Qaeda noes una organizacin, no es un grupo, ni queremos que lo sea, es un llama-miento, un referente, una metodologa3.

    Desde sus inicios, esta organizacin ha estado profundamente concien-ciada sobre el papel determinante que la comunicacin debe desempear enel logro de sus objetivos. En una carta dirigida al lder espiritual de los tali-banes en Afganistn, el Mul Omar, Bin Laden reconoca que: es obvio queen este siglo la guerra meditica es uno de los mtodos ms poderosos; dehecho, su aportacin puede suponer el 90% del total de la preparacin de

    1 Yihad es una palabra rabe que significa literalmente esfuerzo, y en el contexto del Corn:esfuerzo en beneficio de la religin. Si bien la yihad es un concepto compartido por todos los cre-yentes musulmanes, entenderemos por yihadismo aquella lectura que enfatiza la yihad armada, y

    por tanto violenta, como uno de los pilares fundamentales de esta religin y el principal criterio a tra-vs del cual un musulmn debe juzgar su fe.2 Grabacin en audio del miembro de Al Qaeda Sulaiman Abu Ghait titulado: Comunicado

    con motivo del sagrado Eid al-Fitr, difundido a travs de la webJehad Onlineel 7 de diciembre de2002. Url: http://www.jihadunspun.com/BinLadensNetwork/statements/agok.html. [Consultado:04/05/2009.]

    3 stas eran algunas de sus declaraciones en el marco de unas clases a futuros terroristas que elsirio Mustafa Setmarian (Abu Musab Al Suri) imparti en Kabul en el ao 2000, las cuales fuerongrabadas en vdeo y difundidas en crculos yihadistas. Vase: Brynjar Lya (2007). Architect of GlobalJihad. The Life of Al-Qaida Strategist Abu Musab al-Suri. London: Hurst.

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    las batallas (Corman & Schiefelbein, 2006: 3). No obstante, la organiza-cin del saud necesitar varios aos hasta alcanzar unas destrezas comuni-

    cativas acordes a la importancia que Al Qaeda atribua a este cometido.El mensaje yihadista apunta de manera prioritaria hacia la poblacin mu-sulmana que vive en los pases donde esta religin es mayoritaria. Este dis-curso pretende que sus fieles asuman que estn siendo vctimas de una nuevacruzada liderada por los Estados Unidos, y cuyo principal objeto es erradi-car el islam, ocupar sus tierras y someter a sus gentes. El yihadismo pretendeprovocar una revolucin islmica asentando en las conciencias de los mu-sulmanes la idea de que se hallan envueltos en una guerra de agresin, lo queles lleva a exigir una reaccin defensiva, revestida de la legitimidad religiosa

    que otorga el concepto islmico de la yihad. Durante estos ltimos aos,tanto Al Qaeda como otras organizaciones terroristas vinculadas operacionalo ideolgicamente a este grupo, han incrementando la sofisticacin y el al-cance de sus aparatos propagandsticos buscando insistentemente incre-mentar sus niveles de apoyo social. Una realidad que nos lleva a plantearnosla siguiente pregunta: Est siendo eficaz la accin propagandstica de AlQaeda? A pesar de ser una de las principales cuestiones de nuestros das, si-gue siendo un interrogante que an no ha sido resuelto de manera convin-cente. Como expondremos a continuacin, existen numerosas dificultadespara conocer de manera fidedigna la realidad de la opinin pblica en lospases de mayora musulmana. De hecho, existe slo un pequeo nmero deestudios que, a pesar de sus limitaciones, pueden ser utilizados para articularuna posible respuesta.

    Los idelogos de Al Qaeda no han dudado en afirmar que la principalcausa del distanciamiento de la sociedad musulmana hacia el mensaje yiha-dista es su ocultacin y manipulacin interesada por parte de los medios decomunicacin hostiles al islam. Segn esto, existe una relacin directa en-

    tre el grado de difusin sin interferencias de su mensaje, y el nivel de res-paldo popular que recibe el movimiento yihadista. En este artculo, tratare-mos de demostrar lo errneo de esta presuncin terrorista. En los aostranscurridos desde los atentados de 2001, y a pesar del incremento de lacapacidad y alcance de la capacidad comunicativa de la organizacin terro-rista Al Qaeda, este grupo no slo no ha conseguido incrementar sus nivelesde apoyo social, sino que est experimentando un progresivo descenso en susniveles de respaldo dentro de los pases de mayora musulmana.

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    2. ORIGEN Y DESARROLLO DE LAS CAPACIDADES PROPAGANDSTICAS DEALQAEDA

    Las capacidades comunicativas de la organizacin terrorista Al Qaeda, al igualque las del resto de redes y grupos que orbitan a su alrededor, han experi-mentado un continuo crecimiento tanto en trminos cuantitativos como cua-litativos (Rogan, 2007; International Crisis Group, 2008; Kimmage, 2008).Sus miembros estn convencidos de la capacidad innata de su mensaje paraobrar un cambio en la mentalidad y en las actitudes de sus destinatarios. Se-gn esto, la principal razn que explica que an no se haya producido laconversin masiva de la poblacin musulmana hacia los planteamientos del

    grupo se halla en una accin deliberada de los grandes medios de comunica-cin, los cuales se encuentran en manos de los enemigos del islam, y portanto tienen un claro inters en presentar una imagen distorsionada y perjudi-cial de los muyahidn (guerreros islmicos) y sus objetivos (Torres, 2008). Ajuicio del nmero dos de Al Qaeda, Ayman Al Zawahiri, sta es la causa queexplica por qu las masas no se identifican de manera unnime con los yiha-distas: Si aadimos el bloqueo meditico impuesto al mensaje del movi-miento yihadista, al igual que la campaa de engao montada por los mediosgubernamentales, entenderemos el aumento de la brecha abierta entre el mo-vimiento yihadista y la gente comn4. Sin embargo, los terroristas no soninmunes al enorme poder de los medios de comunicacin, lo que les lleva amantener una contradictoria dependencia hacia los mismos. De hecho, losyihadistas son plenamente conscientes de que se hallan librando una batallacuyo escenario principal son los propios medios de comunicacin5.

    4 Libro de Ayman Al Zawahiri titulado: Guerreros bajo el estandarte del Profeta, publicado por ca-ptulos por el peridico londinense en rabe Al-Sharq al-Awsa, desde el 12 de diciembre de 2001.

    Traduccin al ingls disponible en: http://tawhed.110mb.com/books/Knights_Under_the_Prophet_Banner_english.pdf. [Consultado: 04/05/2009.]5 Como reconoce el propio Ayman Al Zawahiri en una carta privada: Estamos en una batalla, y

    ms de la mitad de esta batalla est teniendo lugar en escenario de los medios. De ah que estemos enuna batalla meditica compitiendo por los corazones y las mentes de nuestra umma. Sin embargo, apesar de lo lejos que puedan llegar nuestras capacidades, ellas nunca sern [iguales] a las capacida-des del reino de Satn que est luchando contra nosotros. Carta de Ayman Al Zawahiri a AbuMusab Al Zarqawi, difundida por el ejrcito americano en octubre de 2005. Disponible en:http://www.weeklystandard.com/Content/Public/Articles/000/000/006/203gpuul.asp. [Consultado:04/05/2009.]

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    Buena parte de la actitud de Al Qaeda hacia los medios viene explicadapor algunas de las experiencias de la organizacin durante la segunda mitad

    de la dcada de los noventa, como, por ejemplo, el escaso impacto que causla Declaracin de guerra contra Estados Unidos difundida por Osama BinLaden en 1996 (Bergen, 2001). Con dicho comunicado, el lder terroristaconfiaba erigirse en el abanderado de la lucha islmica contra cruzados yjudos; sin embargo, dicho texto slo caus algn revuelo en los ambientesradicales, y pas prcticamente inadvertido en el pas al cual se declaraba laguerra. Dispuesto a no cometer el mismo error, Bin Laden acometi durantedos aos una campaa de publicidad en los medios de comunicacin, con-cedi varias entrevistas a periodistas rabes y occidentales, antes de reiterar

    sus amenazas contra Occidente en 1998, esta vez bajo el paraguas del lla-mado Frente Islmico Mundial para la Yihad contra Cruzados y Judos.Esta apertura informativa origin un reforzamiento de dicha estrategia de-bido a sus beneficiosos efectos: aumento de las donaciones, nuevos reclutas,prestigio creciente, un mayor impacto psiclogo de sus acciones, etc.(Wright, 2006).

    En este sentido podemos trazar varias fases para describir la evolucin delas acciones propagandsticas de Al Qaeda: en una primera fase, desde suaparicin a finales de los ochenta en Afganistn, hasta finales de los noventa,la actividad propagandstica sigue los patrones comunes a otras organizacio-nes terroristas. Se elaboran documentos escritos y audiovisuales donde se re-piten las demandas del grupo, vdeos que recogen las actividades de entre-namiento, demostraciones de sus arsenales, imgenes de alguna accinarmada, grabaciones de discursos de los lderes de la organizacin, etc. Lamayor parte de esos materiales tenan como finalidad el consumo interno,incluyendo a las personas que integraban las redes de apoyo a la yihad, yaquellas otras que se movan dentro de los crculos de simpatizantes y poten-

    ciales reclutas. Los modestos canales de difusin con que contaban estosgrupos, y la escasa atencin que reciban sus comunicados por parte de losmedios de comunicacin, no permitan llegar ms all de los anillos msinmediatos. La percepcin yihadista sobre su estrategia meditica estabacondicionada por la hegemona de los medios de comunicacin occidentales(y particularmente norteamericanos) en el panorama meditico mundial.

    Una segunda fase se correspondera con la aparicin de la cadena de tele-visin rabeAl Jazeeraen 1996, y el protagonismo que empiezan a adquirir

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    los medios de comunicacin regidos por musulmanes. Al Qaeda detecta unnuevo entorno, caracterizado por una mayor repercusin de su mensaje y

    por la existencia de determinados canales dispuestos a interpretar la realidaddesde una perspectiva mucho ms cercana a la ideologa yihadista. El grupoterrorista manifiesta una clara preferencia por la cadena qatar debido a suenorme influencia en el mundo musulmn, objetivo principal de la estrate-gia de comunicacin de Al Qaeda.

    Despus de los atentados del 11-S, Osama Bin Laden y Al Qaeda se con-virtieron en objeto de inters mundial. Cualquier declaracin de sus lderestena asegurado un destacado lugar en la portada de los principales peridi-cos y los noticiarios de mayor audiencia (Norris; Montague & Just, 2003).

    El inters meditico de Al Qaeda permiti que cualquier individuo que pro-clamase actuar en nombre del grupo terrorista recibiese su correspondiesecuota de atencin. El grupo de Bin Laden procur rentabilizar esta situacinde privilegio informativo, puesto que cada mensaje le garantizaba una co-bertura meditica similar a la de un atentado. Al mismo tiempo procur do-sificar sus mensajes con el fin de no saturar a los medios, ni a las audiencias;pero con la suficiente presencia como para dejar claro que la organizacinpermaneca intacta a pesar de los golpes que Estados Unidos proclamabahaber infligido a su principal enemigo. La repentina notoriedad de Al Qae-da, permiti a la organizacin terrorista dirigirse de manera efectiva a millo-nes de musulmanes. Hasta ese momento, el movimiento yihadista vea li-mitados sus canales de distribucin a unas redes semiclandestinas, que desdeel 11-S se encontraron con crecientes dificultades para mantener su visibili-dad entre las comunidades islmicas asentadas en Occidente y buena partedel mundo musulmn. La principal va utilizada para comunicarse congrandes audiencias consisti en el envo de material propagandstico a im-portantes cadenas de comunicacin.

    Una ltima etapa se corresponde con la invasin norteamericana de Iraken 2003, momento que coincide tambin con la eclosin de Internet comoinstrumento predilecto de los yihadistas para llevar a cabo su accin persua-siva. Para Al Qaeda, Internet no es slo un instrumento para acceder a losmedios de manera ms segura e inmediata, sino que supone un nuevo puntode inflexin en su estrategia de comunicacin, ya que la red devala la im-portancia de los medios de comunicacin tradicionales. El ciberespaciopermite por primera vez en la historia establecer una comunicacin directa y

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    sin intermediarios entre el terrorista y su pblico. Los terroristas controlansu mensaje, dicen en todo momento aquello que quieren decir y cuando

    quieren decirlo.En esta ltima fase, el protagonismo operativo ha ido desplazndose ha-cia otros grupos del llamado Movimiento Yihadista Global6, en especial enel marco del conflicto de Irak, lo cual ha descentralizado an ms la produc-cin de la propaganda. Los productos elaborados por Al Qaeda organiza-cin se han convertido en una nfima parte del conjunto de textos, vdeos ygrabaciones sonoras difundidas durante este periodo (vase figura 1). As,por ejemplo, de los 2.450 comunicados propagandsticos que el Movi-miento Yihadista difundi en 2005 (Torres; Jordn, Horsburgh, 2006:

    404), slo diecinueve haban sido elaborados directamente por la organiza-cin de Bin Laden (vase figura 2). Sin embargo, esto no ha supuesto sumarginacin dentro de este conglomerado terrorista, sino que ha continuadogozando de altsimas dosis de autoridad y prestigio, ejerciendo de hecho unaclara labor de liderazgo ideolgico y estratgico entre el resto de redes terro-ristas de naturaleza yihadista. De ese modo, la contribucin del resto degrupos del Movimiento Yihadista Global se ha convertido en un multiplica-dor del alcance de la propaganda alqaediana. Muchos de esos contenidosse dedican a replicar, desarrollar y alabar las directrices provenientes del gru-po de Bin Laden, a lo que se suma una continua reinterpretacin de la reali-dad a la luz de los principios yihadistas. As, por ejemplo, slo en el mes demarzo de 2007, el nmero de comunicados difundidos nicamente por losonce principales grupos yihadistas iraques ascenda a la apabullante cifra de966 mensajes (Kimmage & Kathleen, 2007: 8), lo que dota al mensaje de AlQaeda de una potencialidad que va ms all de las capacidades propagands-ticas de la organizacin matriz.

    6Denominacin utilizada por el Departamento de Estado norteamericano para aludir a aquellosgrupos, redes e individuos que cumplen este triple criterio: a) Justifican su lucha armada en clave is-

    lmica apelando a la tradicin musulmana de la yihad armada. b) Su grupo de referencia es la comu-nidad global de creyentes (umma). El adversario es tanto el enemigo de lejos (Estados Unidos, susaliados y otros gobiernos no islmicos, como por ejemplo Rusia) como el enemigo de cerca (los go-biernos de pases de mayora musulmana que no comparten la ideologa de los yihadistas o que coope-ran con Occidente). c) Estos grupos deben manifestar una vinculacin explcita o implcita con losprincipios ideolgicos y la estrategia general de la organizacin terrorista Al Qaeda. Vase: U. S. StateDepartment, Counterterrorism Office. Country Reports on Terrorism: 2004. Disponible enhttp://www.state.gov/s/ct/rls/c14818.htm. [Consultado: 12/2006.]

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    Fig. 1: Fuente: Torres, 2007: 229.

    Obviando el parntesis de debilidad estructural que sufri Al Qaeda co-mo consecuencia de la persecucin desencadenada tras el 11-S, la cual tam-bin origin un descenso de su actividad comunicativa, el hecho es que elgrupo de Bin Laden ha incrementado y mejorado continuamente esta ver-tiente de su accin terrorista. De hecho, no ha dudado en rentabilizar laspotencialidades de la sociedad de la informacin, plasmando en su accincomunicativa todas aquellas herramientas tecnolgicas que permiten incre-mentar la frecuencia con la que el grupo puede dirigirse a su pblico, me-jorar la edicin, apariencia grfica y sonora y, en definitiva, la puesta en es-cena, de sus producciones audiovisuales y escritas (Kohlmann, 2006). Unrecurso que permite al grupo llegar incluso a aquellas masas de la poblacinque se encuentran ms alejadas de este nuevo entorno tecnolgico, ya que la

    red permite descargar con rapidez, seguridad y anonimato una serie de ma-teriales que pueden ser duplicados indefinidamente y, por tanto, distribui-dos manualmente entre aquellos musulmanes sin capacidad para acceder a lared de redes. En este sentido, Internet se ha convertido en un fiel aliado dela estrategia comunicativa de Al Qaeda (Weimann, 2006), librando a la or-ganizacin de su dependencia con respecto a los medios de comunicacintradicionales. El mensaje alqaediano puede llegar a sus destinatarios en elmomento deseado por sus autores y, lo que es ms importante, en toda su

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    integridad, desapareciendo de ese modo la necesaria intermediacin de losmedios de masas.

    Fig. 2: Fuentes: Torres, 2007; Intelcenter, 2008, 20097.

    Si tomamos como cierta la premisa yihadista acerca de que el principalmotivo de distanciamiento de la sociedad musulmana con respecto a los mu-yahidnes la accin distorsionadora de los medios de comunicacin, debe-ramos encontrar unos mayores niveles de apoyo social al terrorismo yiha-dista entre la opinin pblica musulmana, al menos desde 2004, fecha en laque el grupo tiene una capacidad efectiva de contactar con su pblico desti-natario al volcar en Internet casi la totalidad de su accin propagandstica.

    3. LOS PROBLEMAS DE SONDEAR LA CALLE RABE

    Los atentados de Washington y Nueva York desencadenaron una autnticaansiedad en Occidente por conocer hasta qu punto las acciones criminales

    7 Intelcenter. Al-Qaeda Timeline v7.1. Tempest Publishing, 24 February 2009. Disponible en:http://www.intelcenter.com/qaeda-timeline-v7-1.pdf. [Consultado: 05/05/2009.]

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    de Al Qaeda eran fruto de un pequeo grupo de fanticos o, por el contra-rio, eran slo la punta de lanza de un amplio movimiento social de rencor y

    hostilidad en el seno de las sociedades musulmanas. Debido a que hasta elmomento, tanto en Europa como en Estados Unidos, el trmino Al Qaedaslo era conocido por un puado de especialistas y miembros de las agenciasde seguridad e inteligencia, no exista hasta el momento ningn tipo de es-tudio demoscpico que tuviese como objeto averiguar el grado de adhesinde los musulmanes hacia el ideario de Osama Bin Laden. Sin embargo,plantear dicha cuestin antes del 11 de septiembre de 2001 tampoco hubie-se tenido mayor sentido. Tanto las siglas Al Qaeda, como las actividades desu lder, eran unas completas desconocidas para la gran mayora de los mu-

    sulmanes, hasta que la magnitud de los atentados contra Estados Unidosorigin que la atencin mundial se volcase hacia el grupo terrorista y sumensaje. Hasta ese momento, y a pesar de sus grandilocuentes (y por otraparte desapercibidos) llamamientos a la yihad contra cruzados y judos,Bin Laden se haba visto obligado por sus anfitriones afganos, los talibanes, amantener un perfil bajo, y en numerosas ocasiones haba tenido que negarexplcitamente su implicacin en varios atentados terroristas de la dcada delos noventa (Bergen, 2006). En este sentido, cualquier sondeo previo al 11-Shubiese arrojado unos porcentajes masivos de desconocimiento hacia AlQaeda y sus objetivos. Sin embargo, tal y como reconoci el propio OsamaBin Laden, los atentados de Washington y Nueva York haban transmitidoun mensaje que fue comprendido por rabes y no rabes, incluso por loschinos8.

    Tras los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentgono se sucedie-ron diferentes iniciativas para conocer el estado de la calle rabe. Buenaparte de ellas procedieron de varios de medios de comunicacin estadouni-denses, los cuales encargaron un pequeo nmero de estudios de opinin,

    escasamente tiles por su premura y dudoso planteamiento metodolgico.Por otro lado, los diferentes sondeos no se han llevado a cabo de manerasistemtica en el tiempo, ni se han planteado las mismas cuestiones, de mo-do que no resulta posible su aprovechamiento para trazar una evolucin

    8Trascripcin de un vdeo privado de Osama Bin Laden hallado en Afganistn el 13 de di-ciembre de 2001 por las tropas americanas. En esta cinta, el lder terrorista charla animadamente so-bre los recientes atentados en Estados Unidos con un pequeo grupo de huspedes. Disponible enwww.defenselink.mil/news/Dec2001/d20011213ubl.pdf. [Consultado: 02/2008.]

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    temporal. De hecho, sondear con fiabilidad el mundo musulmn ha sido unautntico reto investigador. Resulta obvio que cualquier estudio de opinin

    que aspire a tener algn tipo de validez requiere de unas mnimas dosis delibertad personal entre los encuestados, al igual que de una clara ausencia decoacciones por parte de los posibles interesados, especialmente cuando algu-nas de las cuestiones que se plantean son especialmente sensibles, un re-quisito difcilmente alcanzable en el conjunto de los pases de mayora mu-sulmana, un mbito poblacional que arroja uno de los peores balancesinternacionales para la libertad individual9.

    El conjunto de presiones que pueden desvirtuar los resultados de estas in-vestigaciones son mltiples, complejas y muy difciles de sistematizar. Por

    un lado, hallamos las tradicionales interferencias por parte del poder polti-co. Los encuestados deben expresarse frente a la siempre amenazante sombrade unos autoritarismos polticos, dispuestos a interferir en las respuestas desu poblacin, con objeto de presentar al mundo una determinada represen-tacin de su realidad social. Sin embargo, la direccin de dichas injerenciasno siempre resulta fcil de identificar. El 11-S supuso el inicio de una re-configuracin de las alianzas internacionales. Ante la magnitud del ataquesufrido, el Gobierno estadounidense estableci una lnea divisoria entre losque se sumaban sin condiciones a la nueva Guerra contra el Terror, oaquellos que seran considerados cmplices de los terroristas. Segn esto, eslgico pensar que aquellos regmenes polticos del mundo arbigo-musulmn que pasaron a convertirse en aliados preferentes de esta coalicin,como Pakistn, Jordania, Marruecos, etc., podran estar interesados en pre-sentar al mundo una representacin idlica de sus respectivas sociedades,relativizando la importancia del sector ms radicalizado de su poblacin. Deese modo lograran asentar la imagen de un socio leal y eficaz en la persecu-cin del fanatismo terrorista.

    Sin embargo, la conducta de este conjunto de actores internacionales esmucho ms compleja. Slo la conmocin y la alarma generada por el 11-S

    9 As, por ejemplo, segn el informe de 2008 de la ONG Freedom Housesobre libertad enel mundo, el 61% de los pases de Oriente Medio podan catalogarse como no libres, y el33% como parcialmente libres. La excepcin que escapa a estas categoras era Israel, el nicopas de mayora no musulmana. Vase: Arch Puddington (2008). Freedom in retreat: is thetide turning? Findings of Freedom in the World 2008. Disponible en:http://www.freedomhouse.org/uploads/fiw08launch/FIW08Overview.pdf. [Consultado: 15/02/2008.]

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    pueden explicar cmo los que con anterioridad a esta fecha eran contempla-dos como un conjunto de corruptos acusados de despotismo poltico, pasa-

    ron a convertirse en socios estratgicos en la lucha contra el terrorismo glo-bal. El Gobierno estadounidense ha tenido que apuntalar estas relaciones deinters con una cuantiosa transferencia de recursos econmicos y militares,que justifiquen la arriesgada apuesta que han hecho sus gobernantes a favorde un pas no islmico, que poco tiempo antes haba sido abiertamente acu-sado desde el poder de ser el origen de buena parte de los males que sufrensus respectivas naciones. Esto ha originado una tremenda paradoja. Por unlado, algunos de estos gobiernos son tremendamente dbiles y difcilmentecapaces de actuar abiertamente contra movimientos sociales que (como los

    islamistas ms radicales) gozan de una amplia implantacin popular (By-man, 2005). En este sentido, estos dirigentes pueden tratar de compensar suarriesgada apuesta tolerando, e incluso propiciando desde el poder, el isla-mismo ms radical, para de esa forma no poner en riesgo la supervivencia desus respectivos regmenes. Sin embargo, existe tambin un incentivo paraofrecer al mundo una imagen ms alarmante que la propia realidad. Amedida que Estados Unidos perciba que una determinada lite poltica es lanica opcin disponible dentro de un ocano de radicalismo, y que su cadasupondr una prdida irreversible dentro de esta alianza de pases musulma-nes contra el terror (como ha sucedido con Pervez Musharraf en Pakistn),es ms probable que el Gobierno de Washington aumente la cuanta de sunivel de apoyo, para compensar el inquietante aislamiento social de ungobernante aliado (Friedman, 2004).

    Pero no slo existe el riesgo de que los aliados estn inflando o trivia-lizando el nivel de radicalismo de sus sociedades. Si nos centramos en los re-gmenes islmicos que se declaran abiertamente hostiles, o con sentimientosambivalentes hacia los Estados Unidos y sus aliados occidentales, existe otro

    conjunto de motivaciones para que todos estos gobiernos traten de conta-minar los resultados de cualquier estudio de opinin que se realice en su te-rritorio. En este sentido, regmenes como el iran han prohibido directa-mente la realizacin de este tipo de estudios, buscando as que larepresentacin que de su realidad social llega al resto del mundo sea aquellaque la propia lite gobernante ha orquestado segn su inters circunstancial.En otros pases, a pesar de la agresiva retrica oficial de sus gobiernos, puedeexistir la tentacin de rebajar el nivel de apoyo social al terrorismo yiha-

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    dista, para de ese modo evitar significarse excesivamente contra los EstadosUnidos, lo que terminara reforzando la postura de aquellos grupos polticos

    y sociales que dentro de Amrica fomentan una respuesta militar contra es-tos pases musulmanes.Por otro lado, la sinceridad de las respuestas de los musulmanes no slo

    est condicionada por el clsico recelo a que las encuestas telefnicas estnsiendo monitorizadas por el poder o que, tras un annimo encuestador quegolpea la puerta del domicilio, se encuentre un agente de polica que puedeutilizar una respuesta de adhesin al proyecto de Al Qaeda como una pruebairrefutable de connivencias con grupos terroristas. El distorsionador msimportante de la sinceridad en la respuesta es la presin ejercida por las pro-

    pias redes islamistas ubicadas en estas sociedades. Una amplia presencia delas mismas en determinados ncleos de poblacin, en ocasiones, se traduceen una violenta coaccin hacia el resto de habitantes, hasta conseguir launiformidad de las conductas y las opiniones hacia el islamismo ms radical(Rabasa, 2004). Se trata de barrios, poblados y aldeas sometidos a unas tre-mendas tasas de desempleo, con una continua y omnipresente interaccinentre una poblacin que dedica gran parte de su tiempo a deambular porcalles, mezquitas y lugares pblicos, escenarios donde tiene lugar gran partede la propia existencia. En definitiva, un entorno poco proclive al anoni-mato, donde la presencia del encuestador se convierte en todo un aconte-cimiento social, y donde la posibilidad de responder confidencialmente aun cuestionario se reduce a su mnimo comn denominador. De ese modo,la presencia de estas redes sociales puede terminar originando, en algunaszonas sometidas a estudio, una aparente homogeneidad de pareceres quetermine contaminando definitivamente cualquier elemento de la muestraque caiga bajo sus dominios.

    No obstante, existen una serie de sondeos de opinin (cuyos resultados

    expondremos a continuacin) que, a pesar de estar sometidos a estas mismaslimitaciones estructurales, poseen la virtud de aportar un conocimientoaproximativo a una realidad cuyo conocimiento resulta crucial. El diseo dedichas investigaciones y su realizacin ha seguido un planteamiento meto-dolgico ortodoxo; por tanto, sus resultados tienen utilidad y un considera-ble grado de validez a la hora de conocer el posicionamiento de las socieda-des musulmanas.

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    4. PUNTO DE PARTIDA Y EVOLUCIN DEL APOYO SOCIALAL TERRORISMO YIHADISTA

    Posiblemente, el verdadero punto de partida para conocer con cierta fia-bilidad cul es el sentir de la opinin pblica musulmana sobre el grupoterrorista Al Qaeda es la serie de sondeos de opinin realizados por elcentro de estudios sociolgicos Pew Research Center. Dicha institucin lle-v a cabo con posterioridad a los atentados del 11-S una serie de investi-gaciones monogrficas sobre el mundo musulmn dentro de su proyectoPew Global Attitudes Project,cuyo objeto es poseer una perspectiva globalsobre cul es la opinin de los diferentes pases del mundo acerca de una

    misma serie de cuestiones sobre poltica, sociedad y economa. El primerode estos informes10, basndose en trabajo de campo realizado durante losltimos meses de 2002, mostr resultados verdaderamente alarmantes,existiendo pases musulmanes donde el grado de confianza hacia el te-rrorista Osama Bin Laden superaba ms de la mitad de la poblacin (vasefigura 3). De hecho, sta era una de sus preguntas ms significativas: quconfianza tena el encuestado acerca de que el lder de Al Qaeda hagalo correcto en la conduccin de los asuntos mundiales. El estudio mos-traba cmo en la Autoridad Nacional Palestina el porcentaje de poblacinque manifestaba tener mucha a alguna confianza en el lder de AlQaeda era de un 71%; en Indonesia, de un 58%; en Jordania, de un 55%;en Marruecos, de un 49%; incluso en pases supuestamente pro-occidentales, como Turqua, llegaba hasta un ms que considerable 15%.Esa misma cuestin era formulada utilizando el nombre de algunos lderesmundiales, como por ejemplo el presidente estadounidense George W.Bush, cuyo nivel de confianza contrastaba fuertemente con respecto a lacosechada por el lder terrorista en esos mismos pases, hasta el punto de

    llegar al ridculo extremo de un 1% confianza en la aliada Jordania.

    10Pew Global Attitudes Project (2003, marzo, 6). Views of a Changing World 2003. War WithIraq Further Divides Global Publics. Disponible en: http://pewglobal.org/reports/pdf/185topline.pdf.[Consultado: 02/2008.]

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    Fig. 3: Fuente: Pew, 2003.

    A raz del conocimiento de este informe, la prensa no dud en sentenciarque los Estados Unidos estaban perdiendo frente a Bin Laden la guerra porel corazn y la mente de millones de musulmanes (Dobbs, 2003). Por otrolado, basndose en esta primera radiografa sobre el sentir de la calle rabe,el antiguo coordinador antiterrorista de la Casa Blanca, Richard Clarke, en-

    cabez un estudio (Clarke, 2004: 33) que fijaba el volumen de los diferentesanillos poblacionales que rodeaban a los terroristas yihadistas. Segn estetrabajo, el crculo interior estara compuesto por entre cuatrocientos y dosmil integrantes de la organizacin terrorista Al Qaeda. El segundo crculoconcntrico estara formado por otros grupos terroristas que integran el lla-mado Movimiento Yihadista Global, cuyo volumen oscilara entre las cin-cuenta y doscientas mil personas. El tercer anillo estara formado por lossimpatizantes del yihadismo, aquellos que, sin participar activamente,apoyan y comparten los objetivos de estos grupos, y que estara compuesto

    por la descomunal cantidad de entre doscientos y quinientos millones depersonas. El ltimo anillo sera el de toda la poblacin islmica, con un vo-lumen de mil quinientos millones de musulmanes.

    Un anlisis ms detallado de este estudio permita comprobar cmo exis-tan diferencias muy notables en funcin del pas analizado, y cmo aludir ala expresin la calle rabe posea un escaso valor analtico, debido a lasenormes disparidades de opinin en funcin del pas musulmn analizado.Por otro lado, un anlisis del perfil individual de los encuestados que expre-

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    saban abiertamente su apoyo al lder terrorista nos permita obtener una se-rie de interesantes conclusiones (Fair & Shepherd, 2006):

    Los musulmanes de ms edad eran menos proclives a apoyar el terro-rismo que los ms jvenes.

    Aquellas personas que pensaban que las autoridades religiosas debandesempear un mayor papel en los asuntos polticos eran ms procli-ves a apoyar el terrorismo.

    Aquellos individuos que posean tecnologas como el telfono o unordenador mostraban una mayor predisposicin a apoyar el terroris-mo.

    Estas caractersticas arrojaran un perfil medio del simpatizante del terro-rismo muy semejante al perfil que se repite una y otra vez dentro de los nue-vos militantes de las organizaciones yihadistas: joven y con acceso a las nue-vas tecnologas de la informacin11. Significa eso que la propagandaterrorista estaba cumpliendo su objetivo? Difcilmente se puede responder aesta pregunta atenindonos nicamente a este sondeo de opinin. A pesar deque el estudio de 2003 del Pew Research Centerera, y hasta la fecha es, el quemayor nmero de pases musulmanes ha sondeado, y a pesar de que lasmuestras elegidas son estadsticamente significativas, lo cierto es que adolecede una serie de defectos que hacen necesario tomar con cierta reserva susdatos.

    En primer lugar, esta institucin norteamericana encarg a empresas lo-cales la aplicacin del cuestionario, una prctica habitual cuando se pretendellevar a cabo investigaciones sociales de mbito internacional, pero que en elcaso especfico del objeto de este estudio resulta enormemente problemtico

    11

    Aunque es necesario aclarar que no existe un perfil socio-biogrfico nico del terrorista yiha-dista, ya que se trata de un grupo humano tremendamente heterogneo y en ocasiones contradictorio,si es cierto que se pueden extraer una serie de caractersticas que se repiten con numerosa frecuencia,tal y como indic el psiclogo norteamericano Marc Sageman a travs de un extenso estudio que ana-lizaba los perfiles biogrficos de los yihadistas detenidos en los ltimos aos. Vase Marc Sageman(2004). Understanding Terror Networks. Philadelphia: University of Pennsylvania Press. Un anlisis deeste perfil en el mbito espaol puede encontrarse en: Javier Jordn, Fernando M. Maas y HumbertoTrujillo (2006). Perfil sociocomportamental y estructura organizativa de la militancia yihadista enEspaa. Anlisis de las redes de Abu Dahdah y del 11-M, Inteligencia y seguridad: Revista de anlisis yprospectiva, 1, pp. 79-112.

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    debido a varios motivos. Por un lado, exige la previa existencia en estos pa-ses de empresas demoscpicas independientes y con una mnima solvencia y

    profesionalidad que avale su actuacin. Esto es algo realmente problemticoen algunas sociedades musulmanas con un escaso mercado que haga viableeste tipo de compaas, o all donde la injerencia gubernamental entorpecela actuacin de un tipo de organizaciones cuya existencia en ocasiones con-tradice los propios principios y las prcticas en las cuales se basan algunos deestos regmenes polticos. Por otro lado, si bien el carcter autctono de losencuestadores puede facilitar la comunicacin y el establecimiento de lazosde confianza con el encuestado, no es menos cierto que les resta indepen-dencia en la realizacin de su trabajo, puesto que les convierte en especial-

    mente vulnerables a todo el conjunto de amenazas, coacciones e interferen-cias de los ms variados orgenes. Igualmente, este estudio especfico adolecede un considerable error en su diseo, algo que fue subsanado en edicionesposteriores. Nos referimos a la utilizacin, junto a las encuestas cara a caraen la mayora de los pases estudiados, de entrevistas telefnicas (como en elcaso de Kuwait), una accin que sesga la muestra hacia aquel sector minori-tario y ciertamente privilegiado de una sociedad musulmana que tiene unaconexin de telefona fija. Una circunstancia que no slo deja fuera del m-bito de estudio a una mayora social, sino que dificulta an ms la posibili-dad de una respuesta sincera, teniendo en cuenta el omnipresente controlpoltico de las comunicaciones.

    Sin embargo, existe otra circunstancia aadida en el diseo de la investi-gacin que nos debe mover hacia la cautela a la hora de interpretar los datos:la seleccin de la muestra nicamente en entornos urbanos. Una accin quevuelve a dejar en la oscuridad a un importantsimo sector de la poblacin delos pases estudiados, algo especialmente grave teniendo en cuenta la enormebrecha socioeconmica y cultural existente en estas sociedades entre entor-

    nos rurales y urbanos. Si bien resulta una osada tratar de predecir en qusentido ha afectado esa ausencia a los resultados del estudio, no resulta tandescabellado pensar que los resultados de las ciudades difcilmente se puedenextrapolar sin ms al resto de la compleja y diversa geografa humana de es-tos pases. Esta circunstancia ha estado presente en el resto de estudios quese han realizado con posterioridad, y slo ha sido corregida parcialmente enalgunos de los pases estudiados, donde la muestra ha experimentado algntipo de reparto entre poblacin segn su origen rural o urbano.

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    Este primer estudio de 2003 constituye un imperfecto, aunque cierta-mente revelador, punto de partida para entender el grado de apoyo al terro-

    rismo yihadista en el mundo musulmn. Sin embargo, por s mismo resultainsuficiente si lo que queremos es comprender los efectos reales de la accinpersuasiva de Al Qaeda. Para poder alcanzar una conclusin al respecto, esnecesario llevar a cabo un anlisis de la evolucin temporal del apoyo sociala Al Qaeda. Afortunadamente, este centro repiti esta misma experiencia alo largo de dos nuevos estudios en los aos 2004 y 200512. Sin embargo, lacomparacin entre estos tres trabajos no es una actividad exenta de dificul-tades, ya que los dos ltimos estudios presentan una serie de modificacionescon respecto a sus predecesores. As, por ejemplo, si en el sondeo de opinin

    de alcance global de 2003 se incluan nueve pases de mayora musulmana,en los estudios posteriores slo se analizaron cuatro y seis pases, respectiva-mente. Por otro lado, los pases elegidos no siempre fueron los mismos, loque imposibilita observar la serie temporal completa en todos ellos, existien-do algunas de estas sociedades donde slo se conoce el nivel de apoyo sociala Al Qaeda en un nico ao, de ah que no resulte posible conocer si dichorespaldo ha aumento, disminuido o ha permanecido esttico con el paso deltiempo.

    Otra dificultad aadida proviene del hecho de que los responsables deestas encuestas modificaron en cada una de ellas el enunciado a travs delcual se pretenda conocer el grado de respaldo social al terrorismo de AlQaeda. As, por ejemplo, si en 2003 se preguntaba sobre la confianza quedespertaba en el encuestado el que Osama Bin Laden haga lo correcto enlos asuntos mundiales, en 2004 se pregunt directamente si la opinin delencuestado sobre Bin Laden era favorable o desfavorable y en qu grado.Mientras que, en 2005, la pregunta era si el lder de Al Qaeda despertaba enel encuestado mucha, alguna, no demasiada o ninguna confianza. Esto hace

    que, en sentido estricto, no pueda compararse la evolucin que experimen-tan las respuestas ante preguntas distintas. Sin embargo, debido a que todas

    12 The Pew Research Center for the People and the Press (2004, marzo, 16). A Year After IraqWar Mistrust of America in Europe Ever Higher, Muslim Anger Persists. Disponible en:http://people press.org/reports/display.php3?ReportID=206; y Pew Research Center (2005, julio,14). Islamic Extremism: Common Concern for Muslim and Western Publics. 17-Nation Pew Glo-bal Attitudes Survey. Disponible en: http://pewglobal.org/reports/pdf/248.pdf. [Consultado:02/2008.]

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    estas preguntas tenan como objetivo indagar sobre el grado de apoyo socialhacia el terrorismo yihadista, a efectos analticos hemos considerado viable

    compararlas. De hecho, con objeto de poder analizar una serie temporal loms amplia posible, hemos incluido en nuestro anlisis dos estudios muysimilares difundidos por el Programa de Actitudes Polticas Internacionales(PIPA) de la Universidad de Mariland en 2007 y 200913. Dicho estudio in-clua igualmente una pregunta relevante para nuestra investigacin, ya queinterrogaba a la opinin pblica de cuatro pases musulmanes acerca de sussentimientos hacia Bin Laden, ofertando la posibilidad de resumirlos en lasopciones: muy positivos, algo positivos, mezclados, algo negativos y muynegativos.

    Fig. 4: Fuente:Pew Research Center, 2003, 2004, 2005& World Public Opinion.org, 2007, 2009

    El resultado de agrupar las respuestas que manifestaban algn tipo deacuerdo o simpata hacia Bin Laden (mucha o alguna confianza, una opi-

    13 World Public Opinion (2007, abril, 24). Muslim Public Opinion on US Policy, Attacks on

    Civilians and al Qaeda. Disponible en: www.worldpublicopinion.org/pipa/pdf/apr07/START_Apr07_rpt.pdf. [Consultado: 02/2008.] World Public Opinion (2009, febrero, 25).Public Opinion in the Islamic World on Terrorism, al Qaeda, and US Policies. Disponible en:http://www.worldpublicopinion.org/pipa/pdf/feb09/STARTII_Feb09_rpt.pdf. [Consultado:04/2009]

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    nin muy o algo favorable, etc.) en aquellos pases que son sondeados en almenos un par de ocasiones se muestra en la figura 4.

    Se trata de una seleccin, que representa de manera bastante satisfactoriala distribucin geogrfica del islam en el mundo, recogiendo una muestra delas sociedades musulmanas del Magreb, Asia y Oriente Medio.

    Estos mismos datos pueden ser complementados con el resultado de otraserie de estudios de opinin, encargados por la fundacin norteamericanaTerror Free for Tomorrow. El primerodeellos14permite sumar otro destaca-do pas islmico a esta muestra: Arabia Saud. Aunque al tratarse de un ni-co sondeo de opinin no es posible analizar la evolucin temporal del res-paldo popular hacia el terrorismo yihadista, s que nos permite conocer si el

    predicamento de Bin Laden y su grupo es similar al que se produce en otrospases islmicos en el mismo periodo. En este sentido, la encuesta encargadapor este centro en diciembre de 2007 arroja el sorprendente resultado deque slo el 15% de los encuestados posean una visin favorable de Bin La-den, un porcentaje que se vea incluso reducido al 10% si se solicitaba laopinin sobre la propia Al Qaeda. Esto resultaba especialmente significativoen un pas que no slo era el lugar de adopcin de Bin Laden, sino que his-tricamente tambin ha sido el origen de buena parte de los cuadros y mili-tantes de esta organizacin terrorista (Felter & Fishman, 2007). No obstan-te, dicha encuesta haba sido realizada exclusivamente por telfono, algoespecialmente distorsionador en uno de los pases que arroja uno de los peo-res balances de respeto a las libertades individuales de toda la regin.

    Esta misma organizacin ha realizado, igualmente, cuatro investigacionesmonogrficas sobre Pakistn. En su desarrollo utilizaron deliberadamente elmismo diseo muestral y la misma metodologa empleada en los estudiosprevios de Pew. Sin embargo, sus conclusiones aportan evidencias mixtas(vase figura 5) sobre el nivel de apoyo social hacia Al Qaeda. As, por ejem-

    plo, en el primer estudio15

    , basado en un trabajo de campo realizado en no-

    14 Terror Free for tomorrow (2007). Saudi Arabians Overwhelmingly Reject Bin Laden, Al Qaeda,Saudi Fighters in Iraq, and Terrorism; Also among most pro-American in Muslim world. Disponible en:http://www.terrorfreetomorrow.org/upimagestft/TFT%20Saudi%20Arabia%20Survey.pdf. [Consultado:02/2008.]

    15 Terror free for tomorrow (2005, noviembre). A Dramatic Change of Public Opinion in theMuslim World. Results from a New Poll in Pakistan. Disponible en: http://www.terror-freetomorrow.org/upimagestft/Pakistan%20Poll%20Report--updated.pdf. [Consultado: 02/2008.]

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    viembre de 2005, se detecta un espectacular descenso del apoyo expreso aBin Laden, el cual baja del 51% (segn datos de Pew en mayo de ese ao)

    hasta un 33% a finales del periodo. Segn los responsables de este estudio, larazn se encuentra en la rpida y generosa respuesta de Estados Unidos a lahora de socorrer a las vctimas del terremoto que asol el pas un mes antesde que se realizase la encuesta. Eso explica (a juicio de los autores de esteinforme) que los pakistanes que manifiestan expresamente una opinindesfavorable del lder terrorista aumentasen del 23% al 41% en tan slosiete meses. Los resultados de este primer estudio entraran en concordanciacon los datos arrojados por los estudios de Pewque mostraban cmo el apo-yo a Al Qaeda experimenta una cierta tendencia a la baja. Sin embargo, el

    segundo estudio patrocinado por esta institucin distorsionaba esta conclu-sin. De hecho, en agosto de 2007 Terror Free for Tomorrow difundi unnuevo monogrfico16 sobre Pakistn, donde el apoyo a Bin Laden volva aalcanzar la cifra del 46% de la poblacin, un dato que entrara en aparentecontradiccin con el que World Public Opinion.org(vase figura 5) daba pa-ra abril de ese mismo ao: tan slo un 24,5% de opiniones favorables haciala figura de Bin Laden. Estos informes se repitieron en enero y junio de200817, con resultados diversos: a inicio de ao los pakistanes que mostra-ban una visin favorable de Bin Laden descendan espectacularmente hastael 24%, y a mediados de ao volvan a ascender hasta el 34%.

    Estos mismos datos entraran tambin en aparente contradiccin con losproporcionados por The International Republican Institute (IRI), otra insti-tucin tambin interesada en la evolucin poltica de Pakistn. A travs deun nuevo estudio realizado en junio de 200818, con una muestra que tripli-caba en nmero de encuestados a la empleada por Terror Free for Tomorrow

    16 Terror Free for tomorrow (2007, agosto). Pakistanis Reject US Military Action against Al

    Qaeda; More Support bin Laden than President Musharraf: Results of a New Nationwide PublicOpinion Survey of Pakistan. Disponible en: http://www.terrorfreetomorrow.org/upimagestft/Pakistan%20Poll%20Report.pdf. [Consultado; 02/2008.]

    17 Terror Free for tomorrow (2008, junio). Pakistanis Strongly Back Negotiations with AlQaeda and Taliban over Military Action; Public Support for Al Qaeda Gaining Ground. Results of aNew Nationwide Public Opinion Survey of Pakistan before the June 2008 Pakistani By-Elections.Disponible en: http://www.terrorfreetomorrow.org/upimagestft/PakistanPollReportJune08.pdf.

    18 The International Republican Institute (2008, junio, 1-15). IRI Index. Pakistan PublicOpinion Survey. Disponible en: http://www.iri.org/mena/pakistan/pdfs/2008%20July%2017%20Survey%20of%20Pakistan%20Public%20Opinion,%20June%201-15,%202008.pdf.

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    en el mismo periodo, los resultados diferan considerablemente. De hecho,los pakistanes que mostraban simpata por Bin Laden alcanzaban el 24%

    (10 puntos menos), y por Al Qaeda, un 18% (14 puntos menos). No obs-tante, la principal distorsin proviene de la cifra de encuestados que declara-ban no saber, o se niegan a contestar, una cantidad que en el caso de la en-cuesta del IRI alcanza la ms que considerable cifra de un 51%, es decir, 25puntos ms que en la encuesta encargada por Terror Free for Tomorrow.

    Fig. 5: Fuente: Terror Free for Tomorrow, 2005, 2007, 2008

    Ante esta desconcertante evolucin cabe plantearse dos posibles posturasanalticas: la primera es considerar que el apoyo al terrorismo en general, y aBin Laden y su grupo en particular, es una postura cuya lgica bebe direc-

    tamente de una serie de componentes afectivos, religiosos y perceptivos quegozan de gran solidez y, por tanto, es difcil que experimenten movimientosbruscos y oscilantes. Es decir, contemplar con aceptacin la violencia terro-rista es una actitud generalmente estable que los individuos abandonan oaceptan lentamente, pero que no se toma o deja con la misma despreocu-pacin y naturalidad con la que manifestamos simpata o aversin por unamarca comercial o un lder poltico (De la Corte, 2006). La consecuencia se-ra, por tanto, una cierta reserva a la hora de aceptar la validez de las investi-

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    gaciones que tienen por objeto Pakistn (y posiblemente el resto de pasesmusulmanes), ya que la continua y brusca fluctuacin del apoyo al terroris-

    mo yihadista slo puede ser producto de un error de investigacin, o de laausencia de las condiciones mnimas para que la metodologa de sondeos deopinin pueda resultar til y sus resultados fiables.

    La otra postura es considerar que el apoyo o no hacia Bin Laden y todolo que l simboliza es una postura sometida a la misma volatilidad que cual-quier otra cuestin opinable. Esto implica superar nuestra propia califica-cin moral previa hacia este grupo terrorista y sus acciones. La completadeslegitimacin y repulsa tica con la cual se contempla desde Occidente (ybuena parte del resto del mundo) al responsable del cruel asesinato de miles

    de inocentes da como resultado que consideremos el posicionamiento haciaBin Laden y el terrorismo yihadista como una cuestin anclada directamentecon el esquema moral del individuo que formula su opinin hacia l, y quepor tanto sea una opinin con la cual una persona psicolgicamente equili-brada debe ser coherente el resto de su vida. Sin embargo, en el mundo mu-sulmn la percepcin popular sobre el terrorista saud y su influjo sobreotros grupos y redes es ms compleja, ambigua, y est sometida a un amplionmero de variables intervinientes, que hacen muy difcil una respuesta ma-niquea. Por un lado, la imagen popular de Bin Laden est definida en tr-minos negativos (Scheuer, 2003). El lder terrorista es la representacin deuna oposicin encarnizada hacia Estados Unidos, sus aliados y la mayora delos regmenes polticos del mundo musulmn. Se trata de un verdadero ico-no antisistema islmico, en una representacin del desencanto militantecontra la represin poltica, la pobreza y la corrupcin imperante en elmundo musulmn. Pero, por otro lado, su discurso est construido en clavereligiosa, y toda su accin intenta transmitir la idea del cumplimiento es-tricto de los mandatos de Dios hacia sus fieles, un planteamiento especial-

    mente afn a un entorno donde cultural y histricamente la religin ha de-sempeado un papel central en la existencia de todo individuo. Endefinitiva, el posicionamiento hacia Bin Laden en el mundo musulmnpuede ser entendido como el resultado de la interaccin de una gran multi-plicidad de variables, que dan como resultado un continuo reajuste de lasimpata hacia el lder terrorista. sta es la tesis mantenida, por ejemplo, porlos autores del estudio del Free Terror Tomorrow, los cuales detectan una cla-ra correlacin entre la percepcin sobre Estados Unidos y la simpata hacia

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    Bin Laden. De ese modo, si Estados Unidos haba conseguido mejorar suimagen tras su rpida operacin humanitaria en Pakistn, era lgico que el

    grado de simpata hacia el icono militante del antiamericanismo descendiesede manera paralela. Por la misma razn, si el nivel de rechazo popular haciael rgimen poltico del general Musharraf (enemigo conjurado del lder deAl Qaeda) haba aumentado como consecuencia de varios episodios con-cretos (como la cruenta toma por parte del ejrcito pakistan de la pro-yihadista Mezquita Roja en julio de 2007), es lgico que la popularidad deBin Laden aumentase de manera proporcional.

    sta es una conclusin respaldada por las evidencias que se pueden obte-ner a travs de algunas otras cuestiones que incorpora el estudio publicado

    por esta fundacin norteamericana en junio de 2008. Cuando se pregunta alos pakistanes si votaran por Osama Bin Laden si este pudiese presentarse aunas elecciones en su pas, slo el 14% lo hara, porcentaje que disminuye al7% si es la organizacin Al Qaeda la que concurre como partido poltico.Un hecho que demuestra que la simpata hacia Osama Bin Laden no se tra-duce en una aceptacin ntegra de su programa poltico, ni en su aceptacincomo gobernante encargado de gestionar los asuntos que afectan el da a dadel encuestado. De hecho, cuando se pregunta a los encuestados que tienenuna visin favorable de Bin Laden y Al Qaeda por los motivos de esta opi-nin, la mayora (43,5%) lo hace porque ste ha desafiado y se ha mante-nido firme frente a los Estados Unidos, mientras que slo el 20,9% lo hacepor el argumento religioso de que ste haya declarado una yihad defensivacontra este pas no musulmn. En esta misma lnea, dos tercios de todos losencuestados se muestran dispuestos a modificar la generalizada visin nega-tiva que existe sobre los Estados Unidos, si este pas se mostrase dispuesto amodificar sus polticas, invirtiendo en el pas, prestando ayuda mdica yhumanitaria ante las catstrofes, o incluso ampliando el nmero de visados

    concedidos a los ciudadanos pakistanes. De hecho, ms de dos tercios de losque poseen una visin favorable hacia Al Qaeda manifiestan, segn este es-tudio, que modificaran sus percepciones sobre Amrica si esta nacin mo-dificase sus polticas.

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    5. CONCLUSIONES

    Un anlisis conjunto de toda esta informacin nos muestra con cierta clari-dad cmo en los cinco aos analizados se ha producido un generalizado des-censo del porcentaje de poblacin que apoyaba o manifestaba algn tipo desimpata hacia Bin Laden y su organizacin. Si bien un ao despus delprimer estudio, y tras la especialmente impopular invasin norteamericanade Irak, era posible encontrar algunos pases donde este respaldo se haba in-crementado considerablemente (como el caso de Pakistn), otros pases co-mo Turqua y Marruecos haban iniciado en esas mismas fechas un acusadoproceso inverso. En aos posteriores todos inician o refuerzan sus procesos

    de descenso del nivel de apoyo social, con la excepcin de Jordania, dondese incrementa, para posteriormente decaer de manera espectacular.

    El anlisis de esta evolucin da pie a varias lecturas. Por un lado, la pocautilidad analtica del concepto de opinin pblica musulmana. Las consi-derables diferencias que existen en el punto de partida del respaldo social aBin Laden en los diferentes pases musulmanes analizados y la dispar evolu-cin de esa variable dependiendo del pas al que hagamos referencia nos de-muestra cmo los musulmanes se hallan poderosamente condicionados ensus opiniones por factores domsticos de carcter poltico y social. Tratar desumar en un mismo conjunto a todos los musulmanes, independientementede su ubicacin y contexto, supone distorsionar las especificidades y caracte-rsticas propias de cada una de las opiniones pblicas nacionales del mundoislmico. Por otro lado, a pesar del escaso nmero de pases incluidos en esteestudio, se aprecia cmo las opiniones pblicas ms partidarias de lo quesimboliza Osama Bin Laden, son aquellas cuyos Gobiernos se han alineadode manera ms explcita en la Guerra contra el Terrorismo liderada por losEstados Unidos, como es el caso de Pakistn, Jordania e incluso Marruecos,

    lo que nos puede llevar a pensar que el respaldo al yihadismo en estos pasespuede tener un cierto componente de contestacin poltica hacia sus respec-tivas clases gobernantes.

    Con respecto al objeto de nuestra investigacin, estos datos demostrarancmo los idelogos yihadistas se equivocan al establecer que un incrementode la cantidad y accesibilidad de sus mensajes propagandsticos lograra unaumento del respaldo social entre las sociedades musulmanas. De hecho, laacumulacin durante cinco aos de numerosos impactos persuasivos, lejos

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    de conseguir unos mayores niveles de apoyo popular al yihadismo, ni siquie-ra ha servido para mantener el grado de simpata que recibi Osama Bin La-

    den y su grupo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.En conclusin, si partimos de que los resultados de los diferentes sondeosde opinin utilizados, a pesar de sus numerosas limitaciones y la dificultaddel contexto de aplicacin, son vlidos, y nos atenemos nicamente a la in-terpretacin ms evidente de sus datos, podemos afirmar que la accin pro-pagandstica de Al Qaeda durante los ltimos siete aos ha resultado cierta-mente ineficaz. Aunque el terrorismo es un asunto de pequeos nmeros,y una reducida eficacia persuasiva de este mensaje es ms que suficiente paraalimentar con nuevos reclutas y mantener vivas las redes yihadistas que ope-

    ran a lo largo y ancho del mundo (Jordn & Torres, 2006), la propagandaalqaediana ha sido incapaz de contribuir al objetivo de una insurgencia is-lmica global que transformase el panorama poltico y social del mundo mu-sulmn. Se trata de una realidad especialmente paradjica si tenemos encuenta el incremento de la frecuencia comunicativa de este grupo, sus me-dios de difusin y la calidad de sus producciones audiovisuales. Sin embar-go, entender la lgica subyacente de todo proceso de comunicacin polticaimplica ir ms all de la literalidad del mensaje, de su frecuencia y de cul hasido el canal utilizado. De hecho, toda accin persuasiva pretende recompo-ner el contexto a partir del cual el destinatario interpreta y asimila los conte-nidos que recibe (Mucchielli, 2002), de modo que el resultado de ese ajustesea beneficioso para los propsitos del propagandista. Sin embargo, a pesarde que el mensaje alqaediano incorpora argumentos y recursos retricosque pretenden que todo musulmn interprete la realidad que le rodea comouna situacin de agresin contra el islam, el resultado final de este procesode comunicacin est determinado por la propia experiencia vital del sujeto,y la recepcin simultnea de una pluralidad de mensajes que, en su conteni-

    do o en las conclusiones que origina en su receptor, pueden entrar en claradisonancia con el discurso de Al Qaeda. Por lo tanto, el grado de aceptacindel relato de Al Qaeda no es slo el resultado de cmo el grupo terrorista hasido capaz de construir su discurso y difundirlo de manera eficaz, sino queen buena medida es fruto de cmo ste es interpretado a la luz de otra mul-tiplicidad de informaciones, y de la propia experiencia vital de cada indivi-duo. En este sentido, desde que Bin Laden y sus asociados se convirtieron enestrellas mediticas con posterioridad a septiembre de 2001, se han produ-

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    cido toda una serie de circunstancias que han erosionado la efectividad de sumensaje en el mundo musulmn. stas son algunas de las ms destacadas:

    a) La mutacin de Al Qaeda desde una organizacin terrorista en el sen-tido ms convencional hasta convertirse en el carismtico ncleo de undifuso movimiento ideolgico sin jerarquas claras (Reinares & Elorza,2004) dificult enormemente la coherencia del mensaje terrorista. Si por unlado, tras el 11-S, Al Qaeda haba cosechado un enorme xito operativo ha-ciendo que numerosos grupos, redes e individuos particulares sumasen susfuerzas al proyecto de Al Qaeda y que interpretasen sus acciones violentascomo una contribucin a la yihad global que el grupo propugnaba, desde elpunto de vista comunicativo la organizacin de Bin Laden perdi buena

    parte de su control sobre el mensaje que llegaba a la opinin pblica inter-nacional. En ese sentido, las sociedades musulmanas extendieron la etiquetade procedente de Al Qaeda no slo a los mensajes creados por el ncleocentral del grupo, sino tambin a la enorme variedad de actos comunicativosprocedentes de otros grupos e individuos con una serie de agendas particula-res. De hecho, un buen nmero de ellos no dud en emplear en sus deno-minaciones y organizaciones la marca Al Qaeda (Katz & Deven, 2007), apesar de no haberse integrado formalmente en esta organizacin, y no seguirningn tipo de obediencia o directriz. La pluralidad y diversidad de centrosde produccin del mensaje yihadista, su irregular calidad y, en ocasiones,contradictorio contenido han terminado restando eficacia al mensaje de AlQaeda. Una realidad especialmente presente cuando incluso las acciones delas filiales oficiales del grupo han perjudicado la imagen y la estrategia dela organizacin matriz. Esto es, por ejemplo, lo que sucedi cuando el grupoubicado en Irak Al Qaeda en la Tierra de los Dos Ros adopt como unade sus principales acciones propagandsticas la grabacin y difusin de ma-cabros vdeos donde los terroristas degollaban delante de las cmaras a in-

    defensos rehenes. La repugnancia que este tipo de vdeos despert entre laopinin pblica mundial llev al nmero dos de Al Qaeda, Ayman Al Za-wahiri, a enviar una carta personal al lder del grupo terrorista iraqu AbuMusab Al Zarqawi solicitando que abandonase un tipo de prcticas queestaban provocando el alejamiento creciente entre los musulmanes y losyihadistas: Entre las cosas que nunca agradarn a los sentimientos del pue-blo musulmn que te ama y te apoya se encuentran las escenas de degolla-miento de rehenes. No debes ser engaado por las alabanzas de algunos en-

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    tusiastas jvenes y su descripcin de ti como el jeque de los carniceros19.Esta carta, interceptada y difundida por el ejrcito norteamericano, es una

    de tantas muestras de cmo el prestigio del grupo y, por tanto, su capaci-dad de influencia se han visto enormemente mediatizados por las accionesemprendidas por los crculos concntricos que rodean a la organizacin deBin Laden. Una distincin que resulta en la mayor parte de los casos inapre-ciable para el musulmn medio, el cual atribuye la totalidad de esas accionesa un nico ente llamado Al Qaeda.

    b) El momento de mayor popularidad y respaldo hacia Al Qaeda es posi-blemente en las semanas posteriores a los atentados en Washington y NuevaYork. Los ataques protagonizados por Al Qaeda fueron capaces de rentabili-

    zar una amplia corriente de antiamericanismo (y por extensin, antisemitis-mo) existente en el mundo musulmn. La organizacin de Bin Laden dis-frut del apoyo de un notable sector de la poblacin musulmana quecontempl con cierta simpata la humillacin de la potencia hegemnica, lacual haba sido objeto durante dcadas de las iras de predicadores, lderespolticos y creadores de opinin que situaron en la accin exterior y el in-flujo cultural de los Estados Unidos el origen del retraso y la miseria queasola al conjunto de pases de mayora musulmana. La analoga entre un pe-queo, aunque moral y culturalmente superior, David islmico que conse-gua vencer al Goliat opulento e hipertecnificado resultaba especialmentegrata para combatir la frustracin de millones de musulmanes. Sin embargo,las acciones antioccidentales de Al Qaeda son slo una parte de una estrate-gia de enfrentamiento que incluye como objetivos a los musulmanes que ca-lifica de apstatas y que, por tanto, sita a un nivel de culpabilidad anmayor. Tan pronto como Al Qaeda, y especialmente sus grupos asociados,empezaron a atacar a otros musulmanes, se inici un proceso de continuodeterioro del apoyo popular. El terrorismo yihadista, al igual que haba su-

    cedido antes de 2001, continu matando musulmanes, en muchas ocasionesde manera totalmente indiscriminada y en lugares tan diversos como Ma-rruecos, Argelia, Jordania, Indonesia, Turqua o Arabia Saud. Una accindifcilmente entendible para el resto de musulmanes, a pesar de que esas

    19 Carta de Ayman Al Zawahiri a Abu Musab Al Zarqawi, difundida por el ejrcito americano enoctubre de 2005. Disponible en: http://www.weeklystandard.com/Content/Public/Articles/000/000/006/203gpuul.asp. [Consultado: 02/2008.]

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    muertes se intentasen justificar como el justo castigo a aquellos que segn elgrupo haban renegado de su fe, o como meros daos colaterales de una

    guerra donde el enemigo se escuda tras la poblacin islmica.Sin embargo, el acto que ha acrecentado la brecha entre la opinin pbli-ca musulmana y el grupo terrorista ha sido el enraizado odio contra loschitas, una confesin musulmana minoritaria catalogada abiertamente porel grupo como hereje, y por tanto merecedora del mximo castigo. Si bieneste planteamiento forma parte del esquema ideolgico del grupo, sus ldereshan recomendado desde una perspectiva estratgica dejar a un lado esteasunto hasta que haya sido derrotado el enemigo principal: Occidente y susaliados polticos en el mundo musulmn. Sin embargo, al igual que ha suce-

    dido en el campo de la comunicacin, en el terreno de la seleccin de objeti-vos a batir, Al Qaeda ha vuelto a perder el control, y se ha multiplicado elnmero de redes yihadistas que han perseguido la erradicacin material delos chitas como su principal objetivo. De hecho, la faccin iraqu del grupovuelve a ser el mximo exponente del odio desmedido hacia el sector mayo-ritario de la poblacin iraqu, hacia el cual ha dirigido una inagotable canti-dad de salvajes y crueles ataques cuyo nico objetivo era activar el odio-interreligioso y caminar hacia la erradicacin material de los apstatas(Scheuer, 2005). En definitiva, una agenda difcilmente entendible por otrosmusulmanes y que nuevamente ha tenido repercusin sobre los niveles deapoyo a Al Qaeda.

    c) La animadversin de Al Qaeda hacia la mayor parte de los regmenesgobernantes en el mundo musulmn le permiti granjearse la simpata denumerosos musulmanes hastiados de la opresin y ausencia de progresomaterial en sus respectivos pases. En ese sentido, el componente contestata-rio del grupo terrorista encaja bien con el planteamiento de muchos musul-manes que desean una alternativa revolucionaria frente a dcadas de inefica-

    cia y corrupcin poltica. Sin embargo, desde un primer momento el grupoha dejado claras sus convicciones antidemocrticas y antiliberales, prescin-diendo as del apoyo de un buen nmero de potenciales simpatizantes. Dehecho, el centro de gravedad de su alternativa para estos pases es el islambajo el modelo de una nica unidad poltica y religiosa en forma de Califato,sin llegar a mayores niveles de concrecin. Un proyecto poltico que difcil-mente puede despertar simpatas entre aquellos musulmanes que no consi-deren que la nica finalidad del poder poltico es implementar e imponer los

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    preceptos del Corn. Sin embargo, lo que ha provocado un progresivo ale-jamiento con respecto a su base de apoyo social entre el islamismo no es la

    vaguedad de su planteamiento poltico-religioso, sino cul ha sido la heren-cia de los muyahidn en aquellas zonas y territorios donde han ejercido algntipo de control. De esa forma, la presencia de Al Qaeda en Afganistn noslo provoc la invasin que puso fin al nico rgimen legtimo ante los ojosde muchos islamistas, sino que la gestin directa de los muyahidnen otrosescenarios ha sido catastrfica. As, por ejemplo, en el Irak posterior a Sa-ddam, muchas de las zonas liberadas por las yihadistas se han convertidoen autnticos pozos de miseria, violencia contra la propia poblacin y prc-ticas dudosamente islmicas. Un legado que ha llegado a la paradjica situa-

    cin de que algunos de los grupos islamistas que combaten la presencianorteamericana hayan denunciado pblicamente a los miembros de Al Qae-da en Irak como criminales y ladrones (Hafez, 2007).

    En conclusin, el deterioro progresivo del respaldo de las sociedades mu-sulmanas al terrorismo yihadista es una realidad. Sin embargo, sus causas noslo deben atribuirse a la inefectividad de la estrategia propagandstica de AlQaeda, sino tambin a un cmulo de factores, entre los que se encuentranlos propios errores de la organizacin, lo que termina neutralizando y dete-riorando la capacidad persuasiva de este mensaje.

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