«Intermezzo». En torno a una nueva traducción de Gracián o ... · ses : ya era hora pues, y...

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Varia INTERMEZZO. EN TORNO A UNA NUEVA TRADUCCIÓN DE GRACIÁN O : EXTREMISMO CONTRA MEDIOCRIDAD * por Pierre E. CÓRDOBA (Universidad de Toulouse-Le Mirail) Benito Pelegrín publicó hace ya más de dos años una traduc- ción al francés del UA.ac.ulo lAanuaZ que ( ¿paradójicamente ?) supo captar la benevolente atención de los modernos medios de comunicación, desde la televisión canadiense hasta el madrileño Po-¿6, y quedó prác- ticamente ignorado por el selecto público de los hispanistas france- ses : ya era hora pues, y fortuna con seso, que el por su nombre pre- destinado QAÍtÁ.cán acogiese la primer reseña universitaria de su me- ritorio trabajo (1). Meritorio trabajo de mero traductor : que la mera traducción es arte, teoría hecha práctica, invención y respeto, "literatura y literalidad". Meritorio trabajo de ¿ntÓApAZte., en su doble, ambiguo, sen- tido : el que está "entre", mediador o puente entre un escritor y un público separados por una incompatibilidad lingüistica; y, por otra parte, en acepción ya comprobada en la voz latina, peculiar observa- dor de un mundo de signos, organizador de su coherencia, responsable de su lectura y poeta de su nueva significación. En cada Nîmes del mundo hay un Pierre Ménard autor de un QuÁjote. distinto, improbable producto de sus callados esfuerzos, clandestino fruto de su maravi- llosa y mínima fruición de lector. Cada lectura es ya interpretación, traducción del original al propio idioma, y cada traducción es origi- nal lectura, interpretación del texto en otAO idioma, como cuando se "interpreta" a la guitarra una partitura de piano o como se puede "interpretar" de forma siempre distinta y eternamente nueva el mismo madrigal. Tercer y último sentido de la palabra "interpretación", que reúne los dos primeros pero se refiere, esta vez, al mundo musical. * Benito Pelegrín, RaZtctAaA GiacÁÁn : Uamizí dx. pochz d'h-LzA powi hom- mz-i poli.tA.qu.zt> d'aujouAd'hu¿ <Lt qu.zi.qu.ZA autKZA, Paris, Editions Li- bres Hallier, 1978, 220 p. (1) Parece ser que tanto las editoriales como los universitarios fran- ceses vuelven a descubrir la obra de Gracián. Jamás traducida hasta ahora, la Agudeza va a ser objeto de dos ediciones francesas, una que prepara el mismo Pelegrín para las P.U.F. y otra a cargo de Michèle Gendreau y de un latinista, el profesor Laurens. Ambas ediciones anota- das y precedidas de un ensayo están anunciadas para 1981.

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Varia

INTERMEZZO. EN TORNO A UNA NUEVA TRADUCCIÓN DE GRACIÁN O :

EXTREMISMO CONTRA MEDIOCRIDAD *

por Pierre E. CÓRDOBA(Universidad de Toulouse-Le Mirail)

Benito Pelegrín publicó hace ya más de dos años una traduc-ción al francés del UA.ac.ulo lAanuaZ que ( ¿paradójicamente ?) supocaptar la benevolente atención de los modernos medios de comunicación,desde la televisión canadiense hasta el madrileño Po-¿6, y quedó prác-ticamente ignorado por el selecto público de los hispanistas france-ses : ya era hora pues, y fortuna con seso, que el por su nombre pre-destinado QAÍtÁ.cán acogiese la primer reseña universitaria de su me-ritorio trabajo (1).

Meritorio trabajo de mero traductor : que la mera traducciónes arte, teoría hecha práctica, invención y respeto, "literatura yliteralidad".

Meritorio trabajo de ¿ntÓApAZte., en su doble, ambiguo, sen-tido : el que está "entre", mediador o puente entre un escritor y unpúblico separados por una incompatibilidad lingüistica; y, por otraparte, en acepción ya comprobada en la voz latina, peculiar observa-dor de un mundo de signos, organizador de su coherencia, responsablede su lectura y poeta de su nueva significación. En cada Nîmes delmundo hay un Pierre Ménard autor de un QuÁjote. distinto, improbableproducto de sus callados esfuerzos, clandestino fruto de su maravi-llosa y mínima fruición de lector. Cada lectura es ya interpretación,traducción del original al propio idioma, y cada traducción es origi-nal lectura, interpretación del texto en otAO idioma, como cuando se"interpreta" a la guitarra una partitura de piano o como se puede"interpretar" de forma siempre distinta y eternamente nueva el mismomadrigal. Tercer y último sentido de la palabra "interpretación", quereúne los dos primeros pero se refiere, esta vez, al mundo musical.

* Benito Pelegrín, RaZtctAaA GiacÁÁn : Uamizí dx. pochz d'h-LzA powi hom-mz-i poli.tA.qu.zt> d'aujouAd'hu¿ <Lt qu.zi.qu.ZA autKZA, Paris, Editions Li-bres Hallier, 1978, 220 p.

(1) Parece ser que tanto las editoriales como los universitarios fran-ceses vuelven a descubrir la obra de Gracián. Jamás traducida hastaahora, la Agudeza va a ser objeto de dos ediciones francesas, una queprepara el mismo Pelegrín para las P.U.F. y otra a cargo de MichèleGendreau y de un latinista, el profesor Laurens. Ambas ediciones anota-das y precedidas de un ensayo están anunciadas para 1981.

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Benito Pelegrín traduce "musicalmente" el OAacuío porquelo interpreta, y lo interpreta al traducir : se trata de una solay misma actividad. Por eso nos propone una versión estimulante ynueva, muy diferente de la primera, valiosa, pero ya anticuada tra-ducción de Hamelot de la Houssaye, preso de los angostos valores delclasicismo francés. Tenemos aquí una versión abiertamente barroca,atenta a respetar el espíritu y la letra de Gracián, sus retruécanosy rimas, sus metricismos, conceptos y agudezas. B. Pelegrín exponebrevemente en su lntA.odu.cci.ovi los principios teóricos que han guiadosu labor de traducción y no podemos menos que declararnos totalmenteconforme con ellos (2). Por definición el traductor es mediador, pe-ro esta mediación puede tener, y aquí interviene el arte, dos tonali-dades muy distintas. Es mediación mtdiocAZ si se limita a volver in-telegible un texto escrito en un idioma extranjero, a ponerlo al al-cance de nuevos lectores, sin mayor ambición literaria o formal : enese sentido, que llamamos "mediocre", el traductor será muy prontosustituido por las computadoras y demás maravillas de nuestra sociedadtecnológica avanzada. La traducción es, por el contrario, mediaciónzxtsiema si aspira a poner de relieve las aristas del pensamiento yde la expresión, si es más atenta a subrayar diferencias que a allanardificultades, si prefiere insistir en la distancia del texto y en sucarácter exótico en vez de tranquilizar al lector ofreciéndole un pro-ducto de consumo in-mediato y fácil de digerir. Mediocridad y extre-mismo son las dos fuerzas divergentes que habitan el interior mismodel concepto de mediación, que crean líneas de tirantez o tensión (queDeleuze llamaría "de huida") en una teoría general de los medios y fi-nes : esto, como lo comprabaremos más adelante, se puede llevar a con-secuencias de insospechado alcance. De momento nos bastará decir quela mediación de Pelegrín es extrema, o extremista, porque llega hastael £-oru.-te de tolerancia gramatical y costumbres mentales (un idiomatiene costumbres mentales) del francés para restituirnos, después deun buen lavado con "jabón de idioma", un nuevo OKÍginaJi de Gracián.No es una traducción "académica", claro está, pero ¿quién habla (oescribe) el francés de la Academia ? Empeñarse en traducir a Gracián,como tantas veces se ha hecho, en un supuesto francés "clásico" esauto-condenarse a no entenderlo jamás.

La mera lectura, decíamos al principio, incluso en el propio

(2) Cf_. también B. Pelegrín, Sur la traduction musicale, en Cahiersd'Etudes Romanes (Aix-en-Provence), 1, 1974, pp. 17-41.

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idioma, es ya traducción, interpretación que modifica el original.Pero,¿ y si, más profundamente, ni siquiera existieran dichos origi-nales ?; ¿y si lo que llamamos "original" fuera ya traducción (o ,tradición), casual eslabón en intrincada y terca tradición de tra-̂ducciones ? i.

Se supone por comodidad (o sea, por pereza mental) que só-lo puede uno leer lo que otro ha previamente escrito. Esta idea siem-pre me pareció, por obvia, sospechosa. Cabría preguntarse si no seríamejor invertir los términos de la cuestión y proponer como hipótesis(tal vez aventurada) que la escritura presupone la lectura, que laescritura no es más que un momento, por supuesto particular, privile-giado y único, pero al fin y al cabo momento, en una infinita seriede lecturas y traducciones. Para que no se nos acuse de "consenso",en el cultivo de la paradoja, con tan objetivamente reaccionario"cuentista"como el argentino Borges, el cual dio forma narrativa adicha hipótesis en su ya mentado ViQJiTZ Uínard, dejaremos aquí la pa-labra al poeta mejicano y hombre (como el que firma)de izquierdas,Octavio Paz :

Cada tzxto <u> único y, ¿imultÁnzamzntz, e¿ laixadu.cc.ion de otro texto. Ningún texto z¿ zntzramzn-t<¿ oi-tginaZ porquz zl Iznguagz miMno, zn ¿u z-iznci¿a,ZA ya una traducción : primzro dzl mundo no vzrbaly, dz¿puz¿, porquz cada iigno y cada (j-ta-óe z¿> latraducción de otro -iigno y de otra (¡ra¿z. Pero zí>tzrazonamiznto puzdz -Lnvzttùuz ¿in pzrdzr validzz :tódoi lo* tzxto¿ ¿on originale* poiquz cada traduc-ción QJ, distinta,. Cada traducción zt>, ha&ta civitopunto, una invznción y a&í conAtituyz un tzxto úni-co. (3)

Este reversible razonamiento podría aplicarse no sólo a la traducciónde B. Pelegrín sino también al propio original de Gracián. Bien sa-bido es de cuantos han estudiado la obra del jesuita que, hasta lamagistral edición crítica de Romera-Navarro (1954), se han venido le-vantando dudas acerca de la verdadera paternidad del Oráculo que mu-chos atribuían al gran amigo y mecenas del escritor, el caballero Vi-cencio de Lastanosa. Este último habría escogido, clasificado y dadosu forma definitiva a "aforismos que se discurren en la obra de Lo-renzo Gracián" como reza el título de la zditio princzpi (Huesca, 1647).

(3) Octavio Paz, Literatura y Literalidad, Barcelona, Tusquets Editor,1971 (Cuadernos Marginales, 18).

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Los argumentos de Romera-Navarro, resumidos por el padre MiguelBatllori en su edición de la S.A.E. (1969), son convincentes. Sinmás. Y es que en realidad no importa. Sobre los 300 aforismos queconstituyen el texto del OiícuJLo, 72, es decir casi la cuarta par-te, provienen sin lugar a dudas de otros libros impresos de Graciány pudieron ser colectados por Lastanosa. En cuanto a los demás, pue-den fácilmente hallarse paralelos y parecidos con otros textos deljesuita, anteriores o posteriores a la publicación del UM.ac.uZo, loque el propio padre Batllori reconoce implícitamente en sus notas yreferencias al pie de página . En resumen, nos parece lícito decir queel original del O-tácwto no es más que.una traducción bajo forma apre-tada, lacónica, OLÍ0A*At¿ca, de otros escritos de Gracián : o, dichode otra manera, hay una evidente LntVitSXtiUxJLi.da.d del OA.ácuí.0, queimpone, para su comprensión más elemental, la lectura de la obra com-pleta del jesuita aragonés.

Pero no puede darse aquí por concluido el tema de la tra-ducción de (o en) la obra de Gracián. Y es que los demás "originales"también son, si se mira bien, traducciones. Impregnado de culturaclásica, Baltasar Gracián "traduce" para sus contemporáneos (e inter-preta, o deforma, por supuesto, en esta traducción) a Platón y Aris-tóteles, a Cicerón y Horacio, a Marcial, Ovidio, Plinio, Plutarco,Quintiliano, Salustio, Séneca, Tácito, etc., etc. Pero.también a losPadres de la Iglesia y —¿cómo no ?— al fundador de su Orden, SanIgnacio de Loyola, sin contar a sus amigos en el erudito círculo deLastanosa o en el seno de la Compañía de Jesús. Traduce por fin ensu propio particular idioma a un incontable número de autores españo-les o extranjeros, importantísimos o secundarios, aún famosos o hacesiglos sepultados en el olvido, salvo para una ínfima (y no por lotanto automáticamente selecta) minoría de eruditos. El modesto autorde esta humilde reseña concibió un día el imprudente proyecto de es-tudiar los textos políticos de Gracián. Su trabajo iba avanzando nor-malmente cuando tuvo la grata (y pronto insoportable) sorpresa deabrir el minucioso y delirante estudio de Ángel Eerrari sobre El Po-lítico don FeAnando. Descubrió insospechadas perspectivas, aumentaronapocalípticamente sus fichas bibliográficas, y empezó a leer :

- a tratadistas de la razón de Estado, "ateístas" y "cris-tianos", a Maquiavelo y Bodino claro está, que ya conocía desde añosatrás, pero también a Alvia de Castro, Barbosa Homem, Blázquez Mayo-raigo, Giovanni Botero, Juan de Santa María, Ginés Sepúlveda, Diegode Simancas, Fadrique Furió Ceriol, etc., etc.;

- a innumerables autores de "espejos de príncipes" : M. deCarvalho, Sebastián Fox Morcillo, Juan Antonio de Tapia y Robles, R.Juan de Torres, Sebastián de Ucedo, Diego de Urrea, Pedro Martínezde Herrera, Fray Francisco Ortiz Lucio, etc., etc.;

- a representantes de la literatura emblemática y aforísti-ca : Baltasar Alamos de Barrientos, Juan de Horozco y Covarrubias, So-

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lórzano y Pereira, Diego Saavedra Fajardo, Juan de Cokier, DiegoFelipe de Albornoz, etc., etc.;

- a trujumanes del biografismo político : J. P. MártirRizo, Cristóbal Ferreira Sampayo, Juan de Pineda, Sebastián de Mesa,Pérez Navarrete, González Dávila, Castillo Solórzano, Francisco deQuevedo, Virgilio Malvezzi, F. de Biedma, Luis de Mur, etc., etc.

El ya mentado modesto autor de esta humilde reseña llegóa la imprevista y terrible conclusión de que Gracián no había dichonada. Nada nuevo por lo menos, nada que no hubiera sido dicho, re-dicho y requetedicho anterior o posteriormente mil veces. El textode Gracián pasaba a ser agobiante palimpsesto, superposición de ci-tas de citas, sedimentación de traducción de traducciones, poso ypozo de lecturas, repercutido abismo de ecos, recuerdos y anticipa-ciones. Porque poco importa la cronología, poco importa el hecho desaber si tal o tal libro figura o no en el catálogo de la bibliote-ca de Lastanosa, si Gracián pudo o no haberlo leído durante su estan-cia en Valencia o entre un cañonazo y un sermón en el sitio de Léri-da. Lo único importante es que tanto Gracián como los diferentes au-tores arriba mencionados comparten unos planteamientos comunes y,salvando diferencias individuales de poca monta, puede ser ubicadosen un contexto ideológico homogéneo definido por la obra inauguralde Maquiavelo. Tomarán posiciones en pro o en contra del florentino,pero todos se definirán con arreglo a una supuesta separación entreel campo de lo político y el campo de lo moral, entre la subordina-ción de los medios al fin o del fin a los medios. El mismo Quevedolo dejara plasmado en lacónica sentencia : "la hipocresía exterior,siendo pecado en lo moral, es grande virtud política". Pero la ver-dadera importancia de Maquiavelo no reside , en contra de lo queviene repitiéndose con terquedad de papagayo, en la separación de losdominios respectivos de la política y de la moral. El aspecto autén-ticamente novador de sus escritos ha de ser apreciado situándolosen su época : consiste, como lo haría Descartes en lo que a metafí-sica se refiere, en liberar la reflexión político-moral de los pre-supuestos tomistas. Si no se tiene esto último bien claro en mente,nunca se comprenderá del todo la insulsa polémica que despertó suobra. No se trata aquí de negar el papel liberador, y hasta revolucio-nario, de Maquiavelo o Descartes. Pero el gran filósofo es Spinoza yno Descartes. Y el gran teórico de la política es el joven Etienne dela Boétie en su extraordinario T-ta-éíé. dt la. AQAvitude. volontaire, y noel Maquiavelo de El ?A.incípz o de los Vi¿,Q.UA¿>0¿>. Quede aquí la afir-mación, y la demostración para otro lugar.

Tantísima confusión en épocas de la Contrarreforma provienede esta sencilla razón : filósofos y tratadistas pueden pensar unapolítica inmoral pero son totalmente incapaces de imaginar una moralatea. Con lo cual la obra de Maquiavelo pasaba a ser víctima de lasmás aberrantes deformaciones. En ese clima funesto para cualquier tipo

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de reflexión auténtica, probablemente responsable de la gran mise-ria de la filosofía española hasta la fecha, Gracián no podía decirnada original. Como no dicen nada original, por más vueltas que seles dé, Quevedo o Furió Ceriol. Se puede, claro está, estudiar y ana-lizar el pensamiento político del Siglo de Oro, delimitando influ-encias y valorando matices : un José Antonio Maravall o un Jean Vi-lar lo han hecho de forma admirable. Pero tal ponderación ha de lle-varse a cabo con un en&oque de conjunto. Querer destacar, insistien-do sobre su originalidad, a un Baltasar Gracián entre cien Sebas-tianes de Ucedo, como lo hace Pelegrín, me parece arriesgada aventu-r a ^ Qué diferencia hay entre esa valoración de las superficies yde las apariencias, esos juegos de luz y sombra, de tretas y contra-tretas, esas batallas de "linces de discurso" y "jibias de interiori-dad" que tan sutilmente analiza Pelegrín en su Introducción (pp. 28-43) y esta frase de Quevedo :

Quien no disimula, no adquiere impekio ; quienno ¿abe d-UimuloA lo que ¿-¿¿simula, no puede conien-vaAlo. La disimulación en loi, principe* e¿ traiciónhonesta, confia loi d

. Lo único que hace Gracián es cx.te.ndeA a la moral lo que Quevedo reser-va a la política : una teoría de la disimulación — y del disimulo deesta disimulación, o sea hipocresía al cuadrado, cifra de cifra (4).De igual manera — y aquí también discrepo un poco de Pelegrín— lafamosa y discutida casuística no es más que extensión a la esfera delo religioso de un maquiavelismo mal asumido y peor entendido. Por-que eso es la casuística :"maquiavelismo" moral con teológico dis-fraz. Si bien Pelegrín nos propone pues a un nuevo Gracián, muchísi-mo más original e interesante que el de Romera-Navarro o Correa Cal-derón, es porque lo lee y lo interpreta a la luz de los escritosde Nietzsche. Es du derecho más inalienable. Pero Nietzsche es unfilósofo ateo, probablemente uno de los más coherentes y atrevidospensadores del ateísmo. Y el ateísmo es algo impensable en el Siglode Oro. El Gracián hoy legible, aún actual — y así dice el título dePelegrín : lAanuzl de. poche d'hier pouA homme* politique* d'aujour-d'hui...— no es, de ninguna forma, el Gracián de 1647.

Ahora bien ¿por qué disfrutó y sigue disfrutando la obra

(4) Estas frases son del Marco Bruto. Bien es sabido que en Políticade Dios el enfoque es distinto : "Preciábase Pilato de grande político:afectaba la disimulación y la incredulidad, que son los dos ojos delateísmo".

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de Gracián de una fama que jamás consiguieron otros escritores delmismo género ? La respuesta, creo yo, es fácil : por su estilo.Cualquier idea, dicho o ejemplo que tome Gracián de sus lecturaseruditas o,incluso, de la tradición popular (5) lo t/uxdact a unidioma inconfundible entre mil-. Por eso, como decíamos antes, loprincipal en una traducción de Gracián es restituir su estilo.Apretado y escueto, implacable y flexible, milagro de la escrituraque por primera vez resucita en francés la versión de Pelegrín.Milagro pues, pero no adventicio : el estilo de Gracián se basa enuna t&OKÍa. doJt QJbtÁJLo — y aquí vuelvo a estar de acuerdo con Pele-grín, quien ve en la Agudeza la clave imprescindible, y aún mal va-lorada por los estudiosos, para un comprensión cabal de su obra(Introducción, pp. 49-53). La moral de Gracián no es original, massí lo es la {¡Olma en que la presenta. Y por forma no sólo hemos deentender los aciertos expresivos sino, más profundamente, el mododi exposición. Banal si se refiere a su contexto histórico, en unatrayectoria que va de Castiglione a Vauvenargues (para tomar nom-bres arbitrarios), la doctrina de Gracián vuelve a ser sumamenteoriginal si se valora con arreglo a sus propios postulados : unateoría del estilo en que, como dice Pelegrín, vida de estilo y es-tilo de vida son equivalentes : "maximes morales et préceptes sty-listiques sont, dans la plupart des cas, réversibles". Gracián in-venta una axiomática en que las reglas de vida se do.duce.n de lasreglas retóricas y viceversa (6). Lo que, hasta cierto punto, desa-parece en esa reversibilidad es, aunque Gracián no fuera conscientede ello, la referencia a la religión : la moral no depende ya delos preceptos cristianos sino que se descubre, se invinta., en uninédito vaivén entre retórica y política. Moral inasible, fluctuanteentre dos extremos como entre espejos paralelos, moral que no sedeja subsumir bajo ningún principio unificante o totalizador. Li-nearidad contra filiación, horizontalidad contra verticalidad,intZAmZzzo contra trascendencia. Y en <U>Q- sentido, la referencia aMaquiavelo (y a Nietzsche) sí que vuelve a ser totalmente legítima.

Es apoyándose sobre esa interdependencia de la teoría delestilo y de la doctrina de vida como Pelegrín escribe las páginasque personalmente más me han interesado en su ensayo : propone enefecto una visión de conjunto de la obra del Jesuita o, mejor dicho,

(5) CE. Maxime Chevalier, Gracián y la tradición oral, en HispanicReview, 44, 1976, pp. 333-356.

(6) Cf. también Klaus Heger, Baltasar Gracián : estilo lingüísticoy doctrina de valores, Zaragoza, Institución "Fernando el Católico",T96O, 230 p.

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una di-visión en el conjunto de esta obra que, tal vez por ser tanabrupta que pasa a discutible, me parece sugestiva y nueva : enuna primera etapa a la cual corresponde el uso del estilo lacónico,Gracián construye una figura ejemplar, el Héroe, que luego pasa adestruir metódicamente, y en estilo aiiÁt-Lco, en El CA.-itA.con. Di-ré muy sinceramente que los argumentos de Pelegrín (pp. 28-54 de sulibro) no acaban de convencerme. Mas se trata aquí de una brevepresentación para un publico francés no erudito; esperemos pues aque se defienda y edite la tesis doctoral de nuestro colega en lacual aportará seguramente nuevos elementos para demostrar una ideaque de momento me seduce : y baste con la seducción.

Por mi parte, esa inflexión que apunta Pelegrín, no la veode forma diacrónica (entre el OAaculo y El CAA.tA.con) sino sincróni-ca, entre una ideología explícita y una filosofía implícita. 0, di-cho de otra forma, pienso que hay en la obra de Gracián una líneade AuptuAa continuada que sólo una lectura de tipo particular permi-te descubrir : una "lectura" (y por las comillas entiendo lectura-interpretación, lectura-traducción) que anteponga las diminutas frac-turas de un texto a su aparente homogeneidad, que perciba .la inter-ferencia de varios modelos en un mismo continuwm textual, una lectu-ra que se atreva pues a jugar a Gracián contra Gracián. Para seguirmachacando las mismas palabras : la doctrina moral de Gracián noes original, lo es su estilo, lo es su forma de deducción (la moralcomo "intermezzo" entre retórica y política) y lo es, sumamente, sutzxto. Un texto en el que se verifica el viejo y siempre renovadocombate del idealismo contra el materialismo. Materialismo dominadopor supuesto, implícito, subterráneo, inconsciente, mas materialis-mo que tAabaja el texto (materialismo = filosofía del trabajo, delos trabajadores), que lo vuelve inasimilable por la ideología domi-nante (no entiendo por ello la ideología particular de una clase,aristocrática o burguesa, sino la ideología en general : sólo laideología domina). Y claro está : es porque el texto de Gracián seha mostrado rebelde a cualquier tipo de asimilación por lo que si-gue vigente hoy día.

Pasemos pues a un breve análisis textual del UAáculo centran-do, por falta de espacio, nuestro enfoque sobre el único problema(pero ineludible en una teoría de la moral) de las relaciones entremedios y fines.

Existen cuatro sentidos principales de la palabra "medio" :geométricos (dos), ecológico e instrumental.- En cada uno de ellos severifica esa lucha de la que hablábamos entre idealismo y materialis-mo o, como apuntábamos más arriba, entre rntáiooiidad y ZKtAemiAmo.

1 ) Puede ser el mzdio sinónimo de equidistancia entre dos

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extremos. En su sentido mediocre, esta concepción del medio como"término medio" es, etimológicamente, (Aivial. Su mejor ilustraciónse halla en El CAiticón (I, V). En su entrada al mundo, antes dellegar a la "gran Babilonia de España" (7), Andrenio y Critilo hande elegir entre tne* vía* y aconseja Critilo : "Echemos nosotrospor el más seguro, aunque no tan plausible, que es el de los extre-mos, por contenerse siempre en un buen medio". Mas¿ por qué, al ci-tar esta frase, opone Pelegrín a la supuesta moral heroica del OAa-culo una nueva moral de la mediocridad ("II n'est plus question dese lancer dans les héroïques entreprises, l'homme n'est plus undemi-dieu sur les chemins aristocratiques de la gloire", p. 45) ?La misma idea se halla repetida varias veces en el Oráculo :

- Todo lo demasiado i¿> vicioso (O.M. 33);

- Hay mucho* que andan de un extnemo al otAo, yello* rio* pAudente*J ¿impie *i e*tán en elmedio de *u coAduAo. (O.M. 47);

-... lo* necio* extremo* (O.M. 65);

-... la. naAanja que mucho *e e*tAuja llega a daAen lo amango; aun en la {¡tuición nunca *z ha dellegan, a lo* extnemo* (O.M. 82);

- El único nemedio de todo lo extremado e* guandanun medio en el lucimiento (O.M. 85).

Paremos aquí el desfile de citas, esperando que sean suficientes paramostrar que no todo es heroísmo en el "primer" Gracián, ni mediocri-dad en el "segundo". Lo que pasa es que, a lo longo de *u obAa, eseelogio de la "mediocridad de oro" va unido, y contrapuesto, a unaglorificación de la "eminencia" y de la "perfección" :

- Mo pue.de haben hvioo. que no tenga algún extnemo*ublime : la* medianía* no *on a*unto del aplau-*o (O.M. 61):

- este aplauso que busca en sus empresas el Héroe essinónimo de extAemo po*itivo de la fama : "&ue y e*hen.ma.na de gigante* la lama; anda *iempne pon zxtne-mo* -. o mon*tnuo* o pAodigio* : de abominación, deaplomo (O.M. 10);

(7) Para la identificación de este lugar, vid. B. Pelegrín "Babilo-nia de confusiones", en Hommage à A. Joucla-Ruau, Aix-en-Provence,1974, pp. 146-190. ~ — . —

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- Manca peAmitiA a midió hacex las COMA, gócenseen su peA&ecciÓn (Ü.M. 231);

- Siempie ha de. quedaA supQAiok y siempre maesüio(O.M. 212).

Frente a la teoría mediocre, o trivial, del término medio se cons-truye pues en el texto de Gracián una teoría que llamaremos "extrema"en la cual la posición mediana sera precisamente la más eminente yperfecta, fuente de gloria para el Héroe y centro de esa "razón deEstado de sí mismo" que propone Gracián. Estar siempre en medio, seanlas que sean las circunstancias, ése sera el verdadero heroísmo.Contra la mediocridad de los extremos, el extremismo del medio. Teo-ría aparentemente paradójica y bastante difícil de entender de mo-mento pero que tal vez aclaren los siguientes apartados.

2) En su segundo sentido geométrico, muy próximo al primero,el medio no es ya punto o término medio entre dos extremos sino mediaparte, mitad de un todo. Aquí la concepción de Gracián es decidida-mente extrema. Gusta de un proverbio griego que recoge Hesíodo y queél atribuye a Pitaco, "cruda paradoja" que cita varias veces (Hétoe I,OlícuZo 170) : "Más es la mitad que el todo". Está claro que vuelvea repetirse, bajo otra forma, la sorprendente idea anterior : se de-_cia del medio que era superior a los extremos, ahora se afirma que lamitad vale más que el todo.

3) Medio es también, en el sentido que llamamos ecológico,sinónimo de "medio ambiente", del ámbito en que se desenvuelve lavida humana. Pelegrín analiza muy bien en sus primeras páginas unasfrases de El Cn.-LtA.con (I, IV) en las que Gracián adopta también unaposición extrema. Dejando a un lado,como mediocre, la cuestión (quetantas vanas polémicas ha despertado) de la prevalencia del mediosobre el hombre o del hombre sobre el medio, Gracián parte de un pos-tulado : el hombre y el medio no son distintos, no hay entre ellosdiferencia de naturaleza, están hechos de la m-L&ma mateAia. El hom-bre es "él y su circunstancia" pero hay que añadir a la frase delpoeta que la circunstancia no es distinta del yo. Y comenta Pelegrín :

VOUA, lui, tóate stAatégie humaine, vie pouAia doncs'inscAifie que dans ce contexte d'an milieu essen-tiellement a.gAessi&, physique ou social, et l'hommeest déjà petfii de la même matizAe, adapté à son mi-lieu. Tout va se joazA dans un écaKt de densitéenùie les deux soutes de. boue : celle du milieu,quitente d'englueA, d'absoiben., celle de l'homme quitâche de gliAAeA, d'échappe*, à la. viscosité maligno,de la matiètn ambiante. (P. 11).

4) Es la vida del hombre esa imposible lucha contra el me-

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dio del cual está hecho, contre ese medio que e-5 él. Vemos apareceraquí la noción de estrategia y el último sentido de la palabra "me-dio" : instrumento que se dispone con otros para la obtención deun fin. Aunque no sea original ya que es cita de San Ignacio y pro-bablemente, a través de él venga de Erasmo (8), la frase de Graciánvuelve a ser extrema y con muchísima razón encabeza el texto del

en la versión de Pelegrín :

de pAocuAaA los mídio-i humano* como *ino hubiz*i divino*, y loi, divino* como ¿,i no ha-bi humano-i. (O.M. 251)

Una vez más, Gracián se sitúa en un "entredós", entre los extremosdel ateísmo por una parte, y del misticismo por otra. Mas no se tra-ta, aquí tampoco, de hacer una mediocre "media" entre los dos sino— y ahí reside el verdadero heroísmo, el verdadero extremismo delmedio— de vivir a la vez como un ateo y como un místico. Totalmenteateo y totalmente místico en vez de mitad y mitad. Pero un ateísmoy un misticismo fingidos o simulados, en cualquier caso ficticios :"como si".

Lo único real es pues el medio, intwmtzzo efectivo entredos extremos ficticios. Tal vez ahora se entienda mejor : es porquelos extremos no existen, porque son ficciones idealistas, que elmedio puede ser más extremo que los mismos extremos. El extremismodel medio es real, el de los extremos ficticio. Nada menos radicalpues que el pensamiento de Gracián, nada más ajeno a su filosofíaque la idea de tomar las cosas a su raíz. En vez de empezar por elprincipio, Gracián empieza por la mitad : in mzdiaA A.z¿. Mas al re-chazar la idea de principio radical, Gracián rechaza también la detotalización unificadora : así se puede interpretar la forma aforís-tica, es decir fragmentada, del OKÓ.CÍXZ.0; fragmentos que nunca forma-rán un todo, que ni siquiera presentan un orden visible para quecada cual empiece por donde le plazca y termine cuando quiera. Loque rechaza Gracián es pues la idea de Todo : ma* vate. la mitad qu.ííl todo.

Es el radicalismo idealismo del principio, y el finalismoidealismo del fin. Juntos radicalismo y finalismo conforman un to-talitaAÁMno. Por el contrario, el materialismo es una filosofía sinprincipios ni fines, piensa que hay que tomar las cosas por el mtdioy que sólo por el medio avanzan. Filosofía de la libertad y de la in-

(8) Pedro Sainz Rodríguez, Espiritualidad española, Madrid, Rialp,1961, pp. 119-142.

E. CORVOBA CKlticèn, 12, 1980

vención : sobre la marcha. Éste es el materialismo clandestino,dominado y oculto que se puede descubrir en el texto de Gracián :un pensamiento extremista del medio, que rechaza los mediocres ex-tremos del radicalismo y del finalismo.

No podemos aquí, sin rebasar exageradamente los límitesde una simple reseña, analizar el concepto, fundamental, de ¿nte.n~¿ion (9). Hemos de dejarlo para otro lugar : pero, queremos apun-tar su importancia para una justa valoración del "anti-totalitaris-mo" de Gracián. También nos quedarían por examinar varios aspectosdel estudio de Pelegrín que han quedado algo sacrificados en estapresentación. Preferimos remitir el lector al texto mismo : ahí lohallará todo en su centro, ¿ntQA-eJ>a*vte. : bien dicho y peregrino.

(9) Intensión asi con s, que no es invento mío; no se trata tampocode la vulgar intención de la casuística. Gracián utiliza esta pala-bra repetidas veces (véanse por ejemplo O.M. 27, O.M. 38, O.M. 90)y los críticos no le han prestado, a mi modo de ver, la debida aten-ción. Aparece en el libro de Pelegrín (p. 51), pero con artilugiotipográfico Un / tensión), lo cual no permite saber si se trata deun juego de palabras o de una referencia al texto de Gracián. Decualquier forma, no hay ningún análisis de lo que, para mí, es con-cepto-clave del sistema filosófico de Gracián. Sintiendo no poderampliar aquí estas consideraciones, me limitaré a dar la definicióndel Diccionario de Autoridades : "intensión : aumento de la calidad,o por grados u de otro modo, que discurren y disputan los Philósophos"