Introduccion Capítulo II
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7/17/2019 Introduccion Capítulo II
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Capítulo II
Es claro que cualquier exploración conceptual en la obra de Hegel, requiere de una
comprensión del proceso dialéctico que articula todos los supuestos de su obra. Este es,
entonces, el contexto que determina la posibilidad de rastrear y proponer una teoría de la
representación desde un horizonte hegeliano y, dada la característica de condición lógica
del pensamiento con que Hegel sostiene el desarrollo dialéctico, dicha teoría habría de
poseer un carácter ontológico.
Si bien la modernidad estrictamente cartesiana abre la brecha entre un mundo
ilusorio y uno racional erdadero !el yo pienso", caracterizado este #ltimo por operaciones
puras o innatas de la razón correspondientes a las nociones algebraicas y geométricas, lo
que se inaugura al mismo tiempo es una cierta noción de representación. El $mundoerdadero% no es aquel que resulta de la experiencia puramente sensorial, sino de la
traducción de esa primaria experiencia con&orme las nociones innatas de la razón' en otras
palabras, de la representación de aquel mundo sensorial con&orme las operaciones propias
de la razón que son el correlato de la primera erdad absolutamente indudable (yo soy algo
que piensa). Sin embargo, no existe en el mismo *escartes un &ondo teórico que disponga
el estatuto ontológico de esa realidad que está allí dispuesta para los sentidos +. al dilema,
posterior a los desarrollos meta&ísicos -antianos en relación con las posibilidades límites de
las &acultades de conocimiento humano, es centrado por Hegel en la dialéctica de la doble
operación de la conciencia como modo lógico de constitución de la realidad. Se trata, para
Hegel, de di&erenciar entre una primera relación de la conciencia con el mundo, la
percepción sensible y una segunda relación, esta ez de la conciencia consigo misma, en
que podemos notar cuales son las operaciones que nuestra conciencia pone sobre la
experiencia sensible que tenemos del mundo. Esto supone, entonces, que nuestra primera
experiencia del mundo es una experiencia de lo no/erdadero en términos estrictos, pero
que es necesaria para poder dar con el real estatuto de la conciencia y del mundo en tanto
constitución ontológica de la realidad. En otras palabras, existe una primera representación
del mundo, inacabada, irresoluta, que es condición de posibilidad de una representación de
+ Excepto, claro, la reconciliación entre la racionalidad autónoma del su0eto y la preeminencia de la existenciade *ios !1editación 23 en adelante" 4uestión que Hegel connota como la corrección del pensamiento sobre sí mismo. 4&r. Fenomenología del
Espíritu, 5ondo de 4ultura Económica, 1éxico +667, capítulo primero.
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la conciencia como aquella que instituye la erdad de sí misma y del mundo a la ez. 8ues
claro, la experiencia sensible nos arro0a sobre datos en los cuales no comparece sentido
alguno, solo en la experiencia de la conciencia como operación posterior, tales datos se
uelen conceptos, cuestión que nos permite, entonces, olcar el mundo sobre la dimensión
del lengua0e.
Sin duda, el tratamiento más claro sobre este aspecto, lo desarrolla Hegel en su
Fenomenología del Espíritu al exponer la caracterización acerca del &enómeno del
extrañamiento. 9o obstante, el decurso, en ese mismo texto, del proceso de autoconciencia,
que inolucra la relación entre el $espíritu sub0etio% y el $espíritu absoluto%, tiende a un
proceso de reconciliación en la es&era del reconocimiento /de uno en el otro/ que hace
posible el surgimiento del orbe de la eticidad . Esto es lo que el propio Hegel entiende por
comunidad . Si esto es así, entonces cabe problematizar el posible cierre del sistemadialéctico que, en términos lógicos, inolucraría o bien el desmoronamiento de todo el
presupuesto ontológico que signi&ica la operación de negatividad como e0e central y
articulador de la dialéctica hegeliana, o la teologización de&initia del sistema. :hora bien,
de no comparecer esta reconciliación de lo sub0etio con lo absoluto, el sistema hegeliano
mostraría su propia imposibilidad de realización, con lo cual hace caer el supuesto principal
de concreción del espíritu en la Historia.
;4ómo sostener, entonces, una teoría de la representación pese a este con&lictio
momento de clausura o imposibilidad del sistema<
8roponemos, aquí, una línea analítica a partir de la cual sobrepasar este punto. Si el
sistema hegeliano exige un momento de clausura en orden a establecer el mundo de la
eticidad como procedimiento de concreción del espíritu en la Historia, en términos de
reconocimiento del $espíritu sub0etio% con el $espíritu absoluto%, la operación negatriz que
articula la dialéctica en tanto deenir ha de quedar desplegándose en la es&era de la relación
del indiiduo respecto del todo que con&igura la época de la comunidad . En otras palabras,
puesto que la estructura del reconocimiento en el momento #ltimo de la fenomenología
signi&ica la identi&icación del yo del indiiduo con el todo de la comunidad, ha de constituir
/al mismo tiempo/ cierta uniersalización del indiiduo' dicho moimiento de
uniersalización, que re&iere una uniersalización de la conciencia indiidual, solo se había
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presentado !siguiendo la propia Filosofía de la Historia de Hegel" en el arte clásico como
presentación del todo de la cultura.
=a relación del indiiduo con el arte es un problema tematizado en las Lecciones de
Estética, obra en la cual el propio Hegel expone el socaamiento de las posibilidades de
presentar el todo de una cultura, a partir de la aparición del romanticismo> éste, inolucra
para el autor alemán, la $uniersalización de la sub0etiidad indiidual%, es decir, el
momento en que el lugar del universal es ocupado por la subjetividad . al $apropiación% del
universal constituye, entonces, la ironía epocal del arte' el arte post romántico expresa la
representación /siempre imposible de conciliar/ del indiiduo con su época o, dicho en
otros términos, la concreción de la comunidad real sobre la base de la realización del
espíritu absoluto, trae consigo la imposibilidad de su presentación como acontecimiento,
de0ando lugar solo a una operación de representación como ironía de sí misma.Emplazamos aquí la idea de que este #ltimo recurso de la sub0etiidad, el gesto
irónico, encierra una noción, &unción y relación del concepto de deseo con la dimensión del
$sí mismo% del su0eto, abiertamente distinta a la interpretación que de ello ha realizado
=acan y, por ende, también e0e problemático con los supuestos exigidos por la propuesta de
?i@e- en el despliegue de sus a&irmaciones &undamentales sobre las asociaciones entre
dialéctica y psicoanálisis, a partir de las cuales el autor esloeno sostiene la noción de
ideología.