Introduccion Capítulo II

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Capítulo II Es claro que cualquier exploración conceptual en la obra de Hegel, requiere de una comprensión del proceso dialéctico que articula todos los supuestos de su obra. Este es, entonces, el contexto que determina la posibilidad de rastrear y proponer una teoría de la representación desde un horizonte hegeliano y, dada la característica de condición lógica del pensamiento con que Hegel sostiene el desarrollo dialéctico, dicha teoría habría de  poseer un carácter ontológico. Si bien la modernidad estrictamente cartesiana abre la brecha entre un mundo ilusorio y uno racional erdadero !el yo pienso", caracterizado este #ltimo por operaciones  puras o innatas de la razón correspondientes a las nociones algebraicas y geométricas, lo que se inaugura al mi smo ti empo es una ci er ta noción de representación. El $mundo erdadero% no es aquel que resulta de la experiencia puramente sensorial, sino de la traducción de esa primaria experiencia con&orme las nociones innatas de la razón' en otras  palabras, de la representación de aquel mundo sensorial con&orme las operaciones propias de la razón que son el correlato de la primera erdad absolutamente indudable (yo soy algo que piensa). Sin embargo, no existe en el mismo *escartes un &ondo teórico que disponga el estatuto ontológico de esa realidad que está allí dispuesta para los sentidos + . al dilema,  posterior a los desarrollos meta&ísicos -antianos en relación con las posibilidades límites de las &acultades de conoci mient o humano, es centr ado por Hegel en la dialé ctica de la doble operación de la conciencia como modo lógico de constitución de la realidad. Se trata, para Hegel, de di&erenciar entre una primera relación de la conciencia con el mundo, la  percepción sensible y una segunda relación, esta ez de la conciencia consigo misma, en que podemos notar cuales son las operaciones que nuestra conciencia pone sobre la experiencia sensible que tenemos del mundo . Esto supone, entonces, que nuest ra primera experiencia del mundo es una experiencia de lo no/erdadero en términos estrictos, pero que es necesaria para poder dar con el real estatuto de la conciencia y del mundo en tanto constitución ontológica de la realidad. En otras palabras, existe una primera representación del mundo, inacabada, irresoluta, que es condición de posibilidad de una representación de +  Excepto, claro, la reconciliación entre la racionalidad autónoma del su0eto y la preeminencia de la existencia de *ios !1editación 23 en adelante"  4uestión que Hegel connota como la corrección del pensamiento sobre sí mismo. 4&r.  Fenomenología del  Espíritu, 5ondo de 4ultura Económica, 1éxico +667, capítulo primero.

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Comienzo general y propósitos del capítulo II

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Capítulo II

Es claro que cualquier exploración conceptual en la obra de Hegel, requiere de una

comprensión del proceso dialéctico que articula todos los supuestos de su obra. Este es,

entonces, el contexto que determina la posibilidad de rastrear y proponer una teoría de la

representación desde un horizonte hegeliano y, dada la característica de condición lógica

del pensamiento con que Hegel sostiene el desarrollo dialéctico, dicha teoría habría de

 poseer un carácter ontológico.

Si bien la modernidad estrictamente cartesiana abre la brecha entre un mundo

ilusorio y uno racional erdadero !el yo pienso", caracterizado este #ltimo por operaciones

 puras o innatas de la razón correspondientes a las nociones algebraicas y geométricas, lo

que se inaugura al mismo tiempo es una cierta noción de representación. El $mundoerdadero% no es aquel que resulta de la experiencia puramente sensorial, sino de la

traducción de esa primaria experiencia con&orme las nociones innatas de la razón' en otras

 palabras, de la representación de aquel mundo sensorial con&orme las operaciones propias

de la razón que son el correlato de la primera erdad absolutamente indudable (yo soy algo

que piensa). Sin embargo, no existe en el mismo *escartes un &ondo teórico que disponga

el estatuto ontológico de esa realidad que está allí dispuesta para los sentidos +. al dilema,

 posterior a los desarrollos meta&ísicos -antianos en relación con las posibilidades límites de

las &acultades de conocimiento humano, es centrado por Hegel en la dialéctica de la doble

operación de la conciencia como modo lógico de constitución de la realidad. Se trata, para

Hegel, de di&erenciar entre una primera relación de la conciencia con el mundo, la

 percepción sensible y una segunda relación, esta ez de la conciencia consigo misma, en

que podemos notar cuales son las operaciones que nuestra conciencia pone sobre la

experiencia sensible que tenemos del mundo. Esto supone, entonces, que nuestra primera

experiencia del mundo es una experiencia de lo no/erdadero en términos estrictos, pero

que es necesaria para poder dar con el real estatuto de la conciencia y del mundo en tanto

constitución ontológica de la realidad. En otras palabras, existe una primera representación

del mundo, inacabada, irresoluta, que es condición de posibilidad de una representación de

+ Excepto, claro, la reconciliación entre la racionalidad autónoma del su0eto y la preeminencia de la existenciade *ios !1editación 23 en adelante" 4uestión que Hegel connota como la corrección del pensamiento sobre sí mismo. 4&r.  Fenomenología del 

 Espíritu, 5ondo de 4ultura Económica, 1éxico +667, capítulo primero.

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la conciencia como aquella que instituye la erdad de sí misma y del mundo a la ez. 8ues

claro, la experiencia sensible nos arro0a sobre datos en los cuales no comparece sentido

alguno, solo en la experiencia de la conciencia como operación posterior, tales datos se

uelen conceptos, cuestión que nos permite, entonces, olcar el mundo sobre la dimensión

del lengua0e.

Sin duda, el tratamiento más claro sobre este aspecto, lo desarrolla Hegel en su

 Fenomenología del Espíritu  al exponer la caracterización acerca del &enómeno del

extrañamiento. 9o obstante, el decurso, en ese mismo texto, del proceso de autoconciencia,

que inolucra la relación entre el $espíritu sub0etio% y el $espíritu absoluto%, tiende a un

 proceso de reconciliación en la es&era del reconocimiento  /de uno en el otro/ que hace

 posible el surgimiento del orbe de la eticidad . Esto es lo que el propio Hegel entiende por 

comunidad .  Si esto es así, entonces cabe problematizar el posible cierre del sistemadialéctico que, en términos lógicos, inolucraría o bien el desmoronamiento de todo el

 presupuesto ontológico que signi&ica la operación de negatividad   como e0e central y

articulador de la dialéctica hegeliana, o la teologización de&initia del sistema. :hora bien,

de no comparecer esta reconciliación de lo sub0etio con lo absoluto, el sistema hegeliano

mostraría su propia imposibilidad de realización, con lo cual hace caer el supuesto principal

de concreción del espíritu en la Historia.

;4ómo sostener, entonces, una teoría de la representación pese a este con&lictio

momento de clausura o imposibilidad del sistema<

8roponemos, aquí, una línea analítica a partir de la cual sobrepasar este punto. Si el

sistema hegeliano exige un momento de clausura en orden a establecer el mundo de la

eticidad  como procedimiento de concreción del espíritu en la Historia, en términos de

reconocimiento del $espíritu sub0etio% con el $espíritu absoluto%, la operación negatriz que

articula la dialéctica en tanto deenir ha de quedar desplegándose en la es&era de la relación

del indiiduo respecto del todo que con&igura la época de la comunidad . En otras palabras,

 puesto que la estructura del reconocimiento  en el momento #ltimo de la fenomenología

signi&ica la identi&icación del yo del indiiduo con el todo de la comunidad, ha de constituir 

/al mismo tiempo/ cierta uniersalización del indiiduo' dicho moimiento de

uniersalización, que re&iere una uniersalización de la conciencia indiidual, solo se había

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 presentado !siguiendo la propia Filosofía de la Historia de Hegel" en el arte clásico como

 presentación del todo de la cultura.

=a relación del indiiduo con el arte es un problema tematizado en las  Lecciones de

 Estética, obra en la cual el propio Hegel expone el socaamiento de las posibilidades de

 presentar el todo de una cultura, a partir de la aparición del romanticismo> éste, inolucra

 para el autor alemán, la $uniersalización de la sub0etiidad indiidual%, es decir, el

momento en que el lugar del universal  es ocupado por la subjetividad . al $apropiación% del

universal  constituye, entonces, la ironía epocal del arte' el arte post romántico expresa la

representación  /siempre imposible de conciliar/ del indiiduo con su época o, dicho en

otros términos, la concreción de la comunidad real   sobre la base de la realización del

espíritu absoluto, trae consigo la imposibilidad de su presentación como acontecimiento,

de0ando lugar solo a una operación de representación como ironía de sí misma.Emplazamos aquí la idea de que este #ltimo recurso de la sub0etiidad, el gesto

irónico, encierra una noción, &unción y relación del concepto de deseo con la dimensión del

$sí mismo% del su0eto, abiertamente distinta a la interpretación que de ello ha realizado

=acan y, por ende, también e0e problemático con los supuestos exigidos por la propuesta de

?i@e- en el despliegue de sus a&irmaciones &undamentales sobre las asociaciones entre

dialéctica y psicoanálisis, a partir de las cuales el autor esloeno sostiene la noción de

ideología.