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La Intuición como instrumento de sanación

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La Intuicióncomo instrumento de sanación

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Título original: INTUITIVE WELLNESS: USING YOUR BODY’S INNER WISDOM TO HEALTraducido del inglés por Miguel PortilloDiseño de portada: Editorial Sirio, S.A.

© de la edición original2006, Laura Kamm

© de la presente ediciónEDITORIAL SIRIO, S.A. EDITORIAL SIRIO ED. SIRIO ARGENTINAC/ Panaderos, 14 Nirvana Libros S.A. de C.V. C/ Paracas 59 29005-Málaga 3ª Cerrada de Minas, 501 1275- Capital FederalEspaña Bodega nº 8 , Col. Arvide Buenos Aires

Del.: Alvaro Obregón (Argentina)México D.F., 01280

www.editorialsirio.comE-Mail: [email protected]

I.S.B.N.: 978-84-7808-569-9Depósito Legal: B-5.742-2008

Impreso en los talleres gráficos de Romanya/VallsVerdaguer 1, 08786-Capellades (Barcelona)

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editorial irio, s.a.

La Intuicióncomo instrumento de sanación

LAURA ALDEN KAMM

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Éste es el símbolo budista tibetano que representa om, el so-nido universal armónico de Dios. Fíjate en que justo bajo el círcu-lo hay dos líneas que se asemejan a las alas de un pájaro. Estesímbolo, con la sugerencia de las alas, expresa mi intención coneste libro. Los ingenieros aeronáuticos conocen la teoríaaeronáutica y pueden lograr que una persona comprenda cómose llega a volar, aunque este conocimiento radicará únicamenteen la esfera teórica. Pero si realmente quieres aprender a volar,preferirás que te enseñe un piloto, porque sabes que tu mejorprofesor será quien conozca tanto la teoría como su aplicaciónpráctica. Al igual que otras grandes filosofías, el budismoenseña que para que una persona alcance la iluminación, o laconciencia divina, deberá aplicar tanto su sabiduría innatacomo lo que ha aprendido de la vida y de sus maestros. Estaobra quiere ofrecerte ideas y principios, así como también unaaplicación práctica, para que por ti mismo aprendas a volar.

En mi caso, primero fue la experiencia corporal y después,a fin de consolidar o validar mi experiencia, la teoría. Tal vez asíes el camino de una persona empática. Para aprender algo, pri-mero debemos «vivirlo» en el cuerpo. Esta manera de experi-mentar la vida proporciona una gran profundidad de entendi-miento. Por fortuna, todos tenemos algún grado de empatía, y

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por lo tanto este método lo aplicamos todos. A fin de poderaprender algo, aprenderlo realmente y hacerlo nuestro, debe-mos llevarlo al cuerpo.

Ya de niña supe que todos los caminos conducen a la mis-ma puerta, y que simplemente hay diferentes maneras de lla-mar a ella. Mis experiencias espirituales durante la infancia melo demostraron con gran claridad. Al crecer y hacerme adulta,una enfermedad mortal provocó que me tuviera que enfrentara muchos desafíos y experiencias de carácter físico, mental yespiritual. Después de eso, las escrituras de las antiguas reli-giones y filosofías me ayudaron a estar en paz con esas expe-riencias y encuentros.

Vuelve a mirar las alas del símbolo del om. Al igual que unpájaro o una mariposa necesita dos alas para volar hacia su des-tino, también tú las precisas para volar a través de tu vida haciala iluminación. Un ala, la izquierda, es tu sabiduría innata, y laque obtienes a partir del conocimiento y la comprensión delmundo interior y del que te rodea, así como de la forma en quelo experimentas. Ésa es tu naturaleza femenina, la madre divi-na que encarna la conciencia de la intuición. Tu intuición y suposterior desarrollo te aportarán un mayor conocimiento delser y unos niveles de comprensión más profundos, a partir delos cuales, tu sabiduría se desarrollará y crecerá.

La otra ala, la derecha, es la masculina, el padre divino, laconciencia a través de la cual se aplica la acción. Es el ala delmétodo.

Rezo para que este libro te proporcione una muestra de loqué es tanto la sabiduría como el método, los cuales, dicho seade paso, simplemente necesitan ser despertados y reconocidos,pues ya anidan en tu interior. Si el contenido de este libro resue-na en tu interior, confío en que tus propias alas de sabiduría ymétodo empezarán a manifestarse ayudándote a volar hacia tucasa, hacia tu origen con armonía y paz.

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El cuerpo nunca miente. Siempre conoce la verdad de cual-quier situación, porque el alma nos habla a través de él. El cuer-po es el templo del alma.

Mi iniciación en esta profunda comprensión y mi conver-sión en sanadora y médica intuitiva –alguien con la capacidadde identificar perturbaciones y enfermedades a través de laintuición y la «observación» de la energía– llegó precedida deun inmenso dolor mental y una enfermedad mortal. En mediode esa ordalía, una débil y olvidada voz reveló una sabiduríaoculta en lo más profundo de mí, que me guió hacia una recu-peración milagrosa. Mi alma lloraba desde el corazón de mitemplo hecho añicos.

En 1982, a los veintiséis años de edad, padecí una doloro-sa y desconcertante enfermedad. Siete meses antes le habíapedido a mi médico que me examinase un quiste en la nuca,

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algo que había estado ahí desde mi nacimiento. Me aseguróque podría extirparlo con facilidad en su consulta, y así lo hizo.Pero lo que no sabía es que se trataba de un tipo de quiste muyextraño. Mucho más tarde, después de que se iniciase la enfer-medad, nos enteramos de que se había formado mientras yoestaba en el vientre de mi madre y que de hecho era el inicio deotro cuerpo, el de mi hermano gemelo. Por desgracia, mi geme-lo no llegó a desarrollar más que unas pocas células. Perodichas células se alojaron en mi cabeza mientras yo me desa-rrollaba, dando lugar al quiste.

Cuando empezó mi enfermedad, me desperté con uninmenso dolor de cabeza y vómitos. Mi médico no lo relacionócon el quiste extirpado, y en lugar de ello, me diagnosticó gri-pe y sinusitis. Me envió de vuelta a casa con una medicación ylas instrucciones habituales de beber mucho líquido y descan-sar. Pero los síntomas empeoraban con el paso de los días. Perdícasi ocho kilos en cinco días a causa de mis náuseas implaca-bles. Una voz en el interior de mi cabeza me advertía que no setrataba de una gripe y que era algo terrible.

Poco a poco, con el paso de los días y el agravamiento dela enfermedad, comprendí la sabiduría de esa voz interior. Erauna fuente de fortaleza que me había guiado cuando era muyjoven, y que después se había ido retirando de mi conciencia.Durante años había estado demasiado ocupada y preocupadacon la vida –desempeñando mi papel de madre, esposa y estu-diante universitaria– para poder escucharla. Esas demandas mehabían separado de mi ser interior, de mi ser fundamental, demi núcleo espiritual, hasta tal punto que incluso había olvida-do su importancia y ya no mantenía relación alguna con mipropia verdad y sabiduría interior. El resultado fue que losaspectos más profundos y verdaderos de mí ser permanecie-ron dormidos durante años. Ahora mi alma desenterraba misabiduría, largamente olvidada, que gritaba a través de mi en-fermedad.

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Como perdí tanto líquido a causa de los continuos vómi-tos, ingresé en el hospital al cabo de aproximadamente unasemana del inicio de la enfermedad. Resultaba obvio que habíacruzado un umbral. Me hicieron análisis para identificar la cau-sa de mi misteriosa enfermedad. El dolor de cabeza se hizoinsoportable, y mis ojos empezaron a proyectarse hacia fuera.Mis frustrados médicos no hacían más que programar un aná-lisis tras otro.

Mientras yacía en la cama del hospital intentaba escucharatentamente mi voz interior. Aunque ahora sé que su presenciatenía una importancia vital en relación con mi enfermedad, mesentía frustrada porque, aunque murmuraba algún tipo deseñal interna de peligro, no ofrecía ninguna información preci-sa acerca de lo que realmente ocurría. Con la esperanza de sin-tonizar con mayor precisión el mensaje de mi voz interior, meretorcía en la cama y movía las piernas arriba y abajo. Intentéincluso balancear una de ellas por encima de la barandilla, perome encontraba demasiado débil para realizar semejante movi-miento. A veces la dejaba caer fuera de la cama hasta que veníala enfermera y la colocaba de nuevo dentro. A continuación, laenfermera amontonaba almohadones alrededor de mí, pero nohabía manera de que mi dolorido cuerpo pudiera hallar ciertodescanso. Mis intentos de moverme resultaron inútiles, y segúniba aumentando mi dolor de cabeza, hasta llegar a hacermeperder el control, me iba sintiendo peor.

Sentía que se agotaba la energía vital que había llenado ysostenido mi cuerpo. Supe que me enfrentaba a la muerte.Mientras me aferraba a la vida, mi corazón buscó ayuda en mimarido, en mis padres, en mi hermano y hermanas, en mis ami-gos y en mis hijos pequeños, Alicia y Christopher. Quería poderver crecer a mis hijos. Quería que recordasen a su madre ycuánto los había querido. Quería compartir con ellos todas lascosas que me habían enseñado de pequeña y que tanto signifi-caban para mí. Temía que sólo me recordasen a través de unas

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fotos gastadas, apenas capaces de expresar mi rostro, mis accio-nes y el amor que sentía por ellos. El pánico inundaba mi cuer-po mientras permanecía sola e impotente.

Cada vez que me miraba en el espejo del cuarto de bañome sentía invadida por oleadas de terror. ¿A quién pertenecíaese rostro? La piel había adquirido un color y una texturaextraños, gris verdoso, y mis ojos continuaban saliéndose desus órbitas, como si fuesen los de un espíritu. El yo que habíaconocido iba desapareciendo, y era sustituido por alguienhorrible y enfermizo. ¿Hacia dónde me dirigía, y porqué meestaba yendo?

La mañana del undécimo día de mi enfermedad, me halla-ba tendida en la cama rodeada de mi amorosa familia y los pre-ocupados médicos. Todos ellos sentían la inminencia de mimuerte. Mientras observaba aquellos rostros desconcertadosque se hallaban a mi alrededor, sentí que algo cambiaba dentrode mí. Mi voz interior me señalaba una dirección con claridad,sentí que mi conocimiento interno se desarrollaba a través deuna conciencia fresca y renovada, y comprendí que ante mí seabría un nuevo camino. Para mi sorpresa, dejé de compartir lapreocupación de quienes me rodeaban.

Mi conciencia de la realidad física, construida en base alos superficiales límites de mis cinco sentidos, empezaba a des-vanecerse. Mi espíritu iniciaba los preparativos para su tras-cendencia. Enmudecidas impresiones de paz serpentearon micuerpo, y supe que esas sensaciones de tranquilidad eran indi-cios de lo que estaba por venir. Empecé a comprender que todolo que sucedía estaba imbuido de un propósito sublime orques-tado por alguna fuerza universal.

Más adelante, esa misma tarde, cuando mi familia se fuepara dejarme descansar, me hallé finalmente a solas con esanueva percepción. Desaparecieron las sensaciones crónicas demalos presagios, y el dolor, que se había convertido en parte demí, se había transmutado dulcemente. Mi mente y las sensaciones

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físicas pasaban a través de un pórtico y se encaminaban haciauna dimensión distinta, hacia un nuevo nivel de conciencia.

Sin intención por mi parte, ni previo aviso, empecé a pre-senciar con los ojos físicos lo que sólo podría describir como mialma elevándose y alejarse flotando. Al observar atentamente,vi y sentí el vigor de mi alma que se aligeraba mientras se ele-vaba, dando paso a una hermosa neblina, pálida y albicelesteque se mantenía por encima –a unos quince centímetros– de miestómago y bajo vientre. De repente, esa parte del cuerpo, de laque había salido mi energía o alma, cambió de color, adoptan-do una pesada y saturada tonalidad gris. Continué contem-plando la repetición del mismo proceso en diferentes partes demis piernas y brazos. Finalmente pasó al tronco, envolviéndo-me en una sensación espesa y pesada.

Me hice consciente de un sistema integrado por las distin-tas capas multidimensionales de mi ser, y me sorprendí inten-tando identificar las particularidades de cada capa. Pero apenasresultaban perceptibles. Interpretarlas era difícil, ya que carecíade todo marco de referencia para llevar a cabo ese análisis. Noobstante, me empujó la curiosidad, y continué observando ysintiendo lo que parecían ser cuatro o cinco estratos mágicos.

Era como si alguien proyectase una película en el interiorde mi cabeza. El ojo de la mente, o visión interna, se volvióextraordinariamente lúcido, y veía de una manera extraña yaparentemente mágica. Podía percibir los espacios entre lasparedes de mi cuerpo físico. Abriese o cerrase los ojos, eracapaz de ver los huesos, los músculos y la sangre. Mientrasobservaba mi alma que se apartaba de mi cuerpo físico como sise tratase de melaza, mi nueva visión interior me condujo adiferentes niveles de conciencia. A veces sentía como si tuviesecierto control sobre el proceso. Al mirar fuera de mi cuerpo veíala energía moviéndose alrededor de él y hacia el interior. Alvolver a dirigir la atención al interior de mi organismo, podía

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ver los huesos y los tejidos, así como estudiar la miríada decoloridas energías que danzaban por todas partes.

Pude visionar los espacios vacíos y observar con muchísi-ma claridad lo que daba la impresión de ser las moléculas y losátomos que constituían mi cuerpo. Mediante algún tipo defuerza misteriosa fui capaz de mirar en el interior de las partí-culas más infinitesimales de mi cuerpo, y observar la milagro-sa separación de espíritu y materia.

Aunque no llegaba a comprender por completo lo que mesucedía, sí que entendí varias cosas. Instintivamente supe quemi papel era el de ser una observadora, tenía que dejar que lascosas sucediesen y poner mi atención: no iba a tener muchocontrol sobre lo que estaba presenciando. No obstante, no teníani idea acerca del origen de esa manera de ver, semejante a unproyector. Todo sucedía con increíble rapidez.

Parecía como si mi energía corporal estuviese entrelazán-dose con algo distante e inidentificable. La luz de mi alma tam-bién cambiaba y pude sentir la desaparición de su energía efer-vescente. Irónicamente, con la disipación de esa esencia burbu-jeante, mi corazón se fue sintiendo cada vez más ligero. Yo mesentía más fuerte, o tal vez era mi conciencia la que se sentía así,ya que la sensación que tenía de mi propio cuerpo era la de unlugar separado y espeso de «inexistencia».

Antes de esta enfermedad no era consciente del río deenergía que fluía en mi interior. Ahora era consciente de queesa fuerza vital iniciaba, sin obstáculos, su viaje de regreso a suverdadero hogar. Una sabiduría antigua e innata fluía poco apoco a través de mi conciencia. Sentí que me invadía una sen-sación de libertad y serenidad repentinas, y supe quién era, dedónde venía y cuál era el propósito de mi vida. Y lo que todavíaera más importante, ya no tenía miedo. Esta percepción llegóacompañada de paz.

Me envolvió una sensación de alivio, como si una riada to-rrencial hubiera desbordado unas compuertas antaño restrictivas.

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Me sentí empapada de serenidad; nada terrenal importaba. Elperegrinaje de mi alma se trasladaba simplemente a otradimensión. No tardaría en volver a convertirme en un ser deenergía, más consciente y divino. Regresaba al lugar dondeDios y yo éramos uno.

Este estado borró por completo todas las preocupacionesanteriores relativas a mi existencia terrenal. Ahora sabía quesiempre estaría conectada a mi familia y amigos. Gracias anuestro vínculo espiritual nunca me olvidarían. Pensamientos,sentimientos y recuerdos nos mantendrían siempre en contac-to. Volveríamos a encontrarnos. Muy a menudo consideramosel nacimiento como la creación y la muerte como el final. Peroen la gloriosa paz que experimentaba desde el interior de todoslos niveles multisensoriales de mi ser, no existía final alguno,¡sino pura creación! Una sensación de ligereza y de intercone-xión con todas las almas me llenó por completo. Me moría y almismo tiempo me liberaba.

Un sonido bullicioso se iba abriendo paso lentamente através de mis oídos y mi cabeza, aumentando y disminuyendomelodiosamente de intensidad. Esas tonalidades me envolvie-ron en una familiaridad peculiar que me resultó reconfortante.Por mi mente discurrían, de manera continua, pensamientosque me aseguraban que ya no era necesario sufrir.

Esa tarde mi alma no abandonó totalmente el cuerpo. Enlugar de ello, caí en un profundo sueño.

Llegó la noche, junto con las visitas. Mientras hablabansentados en el borde mi cama, sus palabras pasaban como porencima de mí. Estaba despierta, pero mi mente investigaba enlas profundidades, intentando recordar todo lo que había expe-rimentado esa tarde. ¿Lo había soñado? Mi mente lógica yracional intentó descartar lo sucedido, pero la sabiduría de micorazón proclamó la verdad: se trataba de un rito iniciáticosagrado. El éxodo de mi alma había comenzado ciertamente esatarde.

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