Ipomoea Batatas Para Boniatillo

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IPOMOEA BATATAS PARA BONIATILLO. El boniato o aje 1 , o sea, esa raíz tuberosa de una herbácea trepadora con flor de campana lila, que se cultiva hace 8000 años en lo que hoy se conoce como América del Sur y que por propagación de poblaciones ha sido tan abundante en toda la cuenca Caribe, se hierve hasta quedar muy blando. Antes se ha cortado en cubitos de una pulgada que se cocinan tapados a fuego alto con una pizca de sal y un corte de cáscara de limón. Se aplasta con el mínimo de agua lo más caliente que se pueda, se bate pasándolo por una tamiz y haciéndolo una compota al agregarle poco a poco un octavo de litro de leche de coco y un huevo crudo batido, manteniendo, al batir y al dosificar, una consistencia cremosa. La compota se sigue batiendo progresivamente con la misma cantidad de azúcar prieta 2 y una cucharada de mantequilla. Mientras más se bata mejor y es imprescindible hacerlo en un recipiente cerámico. El boniatillo es muy aromatizado, está lleno de olores dulces: el olor sensual de la miel de caña, el olor del coco que es un olor soleado, el olor de la canela que sigue siendo exótico, el del anís estrellado que es blando, el olor adormecido del clavo y de la sutil nuez moscada. Hay que batir hasta integrar bien la mezcla. Batir oxigena haciendo más ligera la materia y mejorando la futura sensación de disolución y evaporación rápida de los azúcares en el paladar. 1 Así se le nombra en las Crónicas de Indias. 2 Prieta por su color, la misma tonalidad de la piel de la mulata cubana y del mulato. Aquellos negros Mandingas, Yolofes y Fulaces; Gangaes, Longobáes, Maní, Quisí, Minas, Lucumíes, Carabalíes, Suamos, Bibí, Brícamos, Congos, Motembos, Musundis, Mombasas, Sacuaes que capturaron y vendieron los portugueses e ingleses de los siglos del XVI al XIX, fueron comprados por los españoles radicados en los ingenios o fábricas de azúcar de la isla. En Cuba abundaban los Mandinga, los Congos y los Carabalíes y la llamada cultura Yoruba. Los hacendados españoles solían cubrir a las esclavas más hermosas con alevosía e impunidad y soliviantar su fuego en el maternal orificio teniendo hijos con ellas. Estos hijos fueron los prietos y las prietas. Bellas mujeres y bellos hombres.

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IPOMOEA BATATAS PARA BONIATILLO.

El boniato o aje1, o sea, esa raíz tuberosa de una herbácea trepadora con flor de campana lila, que se cultiva hace 8000 años en lo que hoy se conoce como América del Sur y que por propagación de poblaciones ha sido tan abundante en toda la cuenca Caribe, se hierve hasta quedar muy blando. Antes se ha cortado en cubitos de una pulgada que se cocinan tapados a fuego alto con una pizca de sal y un corte de cáscara de limón. Se aplasta con el mínimo de agua lo más caliente que se pueda, se bate pasándolo por una tamiz y haciéndolo una compota al agregarle poco a poco un octavo de litro de leche de coco y un huevo crudo batido, manteniendo, al batir y al dosificar, una consistencia cremosa. La compota se sigue batiendo progresivamente con la misma cantidad de azúcar prieta2 y una cucharada de mantequilla. Mientras más se bata mejor y es imprescindible hacerlo en un recipiente cerámico.

El boniatillo es muy aromatizado, está lleno de olores dulces: el olor sensual de la miel de caña, el olor del coco que es un olor soleado, el olor de la canela que sigue siendo exótico, el del anís estrellado que es blando, el olor adormecido del clavo y de la sutil nuez moscada. Hay que batir hasta integrar bien la mezcla. Batir oxigena haciendo más ligera la materia y mejorando la futura sensación de disolución y evaporación rápida de los azúcares en el paladar.

La crema de boniato se pone a fuego lento y se continúa batiendo, cuando la consistencia se empiece a endurecer y se vea el fondo de la cazuela, se retira del fuego. Esto se sabe cuando la mezcla se sostiene abundante en la cuchara. Ya. Se presenta en capachillos de papel, sacándole los clavos y el anís estrellado, y se polvorea con azúcar impalpable, canela y ralladuras de limón fresco.

También se puede comer entre dos galletas saladas.

Según Nitza Villapol3 el boniatillo era parte del repertorio de los dulceros, que con su gran paño blanco vendían estos pequeños bocados dulces en las tardes. Los vendían frescos por las calles de las ciudades, haciendo el pregón para los niños que eran sus fieles clientes.

1 Así se le nombra en las Crónicas de Indias.2 Prieta por su color, la misma tonalidad de la piel de la mulata cubana y del mulato. Aquellos negros Mandingas, Yolofes y Fulaces; Gangaes, Longobáes, Maní, Quisí, Minas, Lucumíes, Carabalíes, Suamos, Bibí, Brícamos, Congos, Motembos, Musundis, Mombasas, Sacuaes que capturaron y vendieron los portugueses e ingleses de los siglos del XVI al XIX, fueron comprados por los españoles radicados en los ingenios o fábricas de azúcar de la isla. En Cuba abundaban los Mandinga, los Congos y los Carabalíes y la llamada cultura Yoruba. Los hacendados españoles solían cubrir a las esclavas más hermosas con alevosía e impunidad y soliviantar su fuego en el maternal orificio teniendo hijos con ellas. Estos hijos fueron los prietos y las prietas. Bellas mujeres y bellos hombres.3 Conducía como cocinera el único programa culinario de la televisión cubana. Fue la única referencia gastronómica mediatizada de tres generaciones de cubanos. Tenía como horario el domingo por la mañana, justo antes de la tan esperada tanda infantil. En los momentos de mayor escasez ella seguía cocinando con ingredientes improbables para la adquisición de la inmensa mayoría de los cubanos.