Isabel San Sebastián afirma que “hay que escuchar más que nunca a las víctimas”

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Podemos tienta a gran parte de la izquierda con una

asignatura pendiente desde la Transición: la de la ruptura

LO ha dicho alto y claro. En la euforia de su proclamación como indiscutible ma-cho alfa de la nueva izquierda colectivis-ta –curioso: el asambleísmo ácrata del

post-15M ha destilado en una organización de po-der fuerte y liderazgo afilado–, Pablo Iglesias ha manifestado una contundente declaración de in-tenciones: Podemos viene para acabar con el «ré-gimen» de la Transición. Es decir, para liquidar 35 años de democracia consensual que ha enve-jecido mal pero ha proporcionado al país un mo-delo pragmático de estabilidad política. Convie-ne anotar esta proclama para cuando la perspec-tiva electoral les obligue a limar aristas y a presentar un programa de ambigüedades trans-versales. Quieren darle finiquito al sistema cons-titucional. Una idea que sin duda gustará a mu-chos españoles hastiados de corrupción y abo-targamiento, pero sobre la que deben reflexionar quienes sientan dudas ante la tentación del ada-nismo populista. Se trata de destruir este régi-men para levantar el suyo propio.

A priori será difícil que incluso en la hipótesis de una gran cosecha de votos logren reunir una mayoría social suficiente. Pueden contar con lo que quede de IU y con los movimientos radicales autonómicos. Incluso con los nacionalismos bur-gueses si atisban la posibilidad de modificar a su favor los equilibrios territoriales. Pero por más que retroceda el actual bipartidismo seguirá pe-sando en las próximas Cortes con una potente masa crítica. De tal modo que para volcar la rela-ción de fuerzas en un proceso constituyente de corte drástico, republicanista, se necesitaría un cambio de eje. Y eso solo puede suceder con un realineamiento de la socialdemocracia.

Esta va a ser la cuestión crucial de la siguiente legislatura. Podemos tienta a gran parte de la iz-quierda sociológica con aprobar una vieja asigna-tura pendiente desde la Transición, la de la ruptu-ra. Su estrategia es la de construir un bloque de arrastre que aproveche la dispersa inercia ideoló-gica del zapaterismo, cuyo código rupturista ha asumido en una síntesis extrema. En la mejor pers-pectiva de recuperación del actual desplome, el centro derecha y los pequeños partidos modera-dos se situarían en torno al 35 por ciento, lo justo para gobernar en precario o formar una minoría-dique de bloqueo. La «gran coalición», el sueño de los poderes del Ibex, está descartada incluso como eventualidad remota en el debate interno socia-lista. La clave estará pues en la lectura que el PSOE haga de sus resultados en relación con los de Po-demos, para asentarse en su institucionalismo re-formista o para bascular saltando al vacío hacia la aventura de una refundación radical.

El nuevo tercer jugador ha puesto sin ambages sus cartas sobre la mesa. El primero hace tiempo que las tiene a la vista. Todo parece indicar que el segundo espera que le repartan otra mano a ver si le entra un comodín que le aclare la jugada.

IGNACIO CAMACHO

LA RUPTURA PENDIENTE

JM NIETO Fe de ratas

Ahora que triunfa también en Cataluña el proyecto de ruptura

de ETA, hay que escuchar más que nunca a las víctimas

LA Asociación de Víctimas del Terrorismo, esa AVT que este diario contribuyó a sostener con una cuestación en la que sus lectores dieron una lección de dignidad al Ministerio de Asun-

tos Sociales de la época, celebró la semana pasada en Madrid unas jornadas dedicadas a trazar «el relato del terrorismo en España». Unas jornadas indispen-sables en esta España ingrata y voluntariamente am-nésica, que aspira a pasar esta página siniestra de nuestra historia reciente de la manera más rápida posible, sin hacer la lectura correspondiente ni apren-der por tanto nada de ella. Unas jornadas que acogió la Universidad Francisco de Vitoria, cuyo compromi-so con la memoria y la necesidad de trasladar el le-gado de lo sufrido a los más jóvenes resulta tan raro como encomiable en este océano de mezquindad.

Ahora que resuenan con fuerza en todas las tele-visiones las proclamas de esos apóstoles de la «de-mocracia real» que jamás movieron un dedo ni se arriesgaron a nada por defender la democracia, sin apellidos, bajo cuyo paraguas viven y medran. Aho-ra que en el País Vasco, y no solo allí, cobra una fuer-za creciente la versión falsaria, equidistante y per-versa de un «conflicto político» entre iguales, en el que ambas partes cometieron similares excesos. Aho-ra que la serpiente ha cambiado la pistola y la goma dos por la vara de alcalde o el escaño y vive confor-tablemente instalada en las instituciones. Ahora que triunfa también en Cataluña, bajo el eufemísmo de «derecho a decidir», el proyecto de ruptura por el cual

ETA asesinó a sangre fría a más de ochocientas per-sonas inocentes, trescientas de las cuales todavía es-tán esperando a que el Estado al que sirvieron se tome la molestia de hacerles justicia. Ahora, más que nunca, es preciso escuchar el relato de lo sucedido en las voces de quienes lo escribieron con su sangre.

Las víctimas del terrorismo fueron nuestros hé-roes y heroínas en el breve espacio de tiempo du-rante el cual España mantuvo la determinación de plantar cara al terror hasta lograr una derrota in-condicional de la banda asesina. A lo largo de las dos décadas precedentes habían sido pruebas de cargo del fracaso de los sucesivos gobiernos (UCD, PSOE) en su intento de integrar al separatismo vas-co armado en el juego democrático. Testigos incó-modos que era preferible ocultar. Vino luego un bre-ve paréntesis de reconocimiento y respaldo; una sucesión de homenajes públicos y manifestaciones masivas, bajo el lema «no estáis solos», en los que políticos y periodistas se daban bofetadas por sa-lir en la foto junto a los mismos símbolos de resis-tencia que ahora, merced a un cambalache mal lla-mado «proceso de paz», se han tornado trastos vie-jos arrumbados en un sótano a fin de que no agiten nuestras conciencias con sus miradas interrogan-tes. España ya no necesita héroes ni heroinas. No los quiere. La heroicidad es una actitud inútil y has-ta ofensiva en una sociedad que, en aras de la tran-quilidad, rinde homenaje a la cobardía y convive con la humillación de contemplar a Bolinaga pa-searse por las calles como adalid de la impunidad.

Cuando en 2003 publiqué «Los Años de Plomo (memoria en carne viva de las víctimas)», se lo dedi-qué a «los olvidados», a tantos caídos anónimos cu-yas familias habían padecido, tras el desgarro, la tor-tura añadida del silencio y la vergüenza. Decía yo en el prólogo de ese libro de entrevistas: «Fueron para esas personas tiempos de soledad e injusticia en los que los depredadores etarras ocuparon los desvelos de los responables políticos y los escaparates mediá-ticos, mientras sus presas eran relegadas a los des-vanes más inhóspitos de una sociedad que prefería volver la vista hacia otro lado.» Nunca pensé que en 2014 tendrían plena vigencia esas palabras, escritas desde la tristeza aunque con esperanza. ¿Cómo sos-pechar entonces que apenas una década después co-meteríamos la vileza de volverlas a olvidar?

ISABEL SAN SEBASTIÁN

LOS OLVIDADOS

EL CONTRAPUNTO UNA RAYA EN EL AGUA

OPINIÓN 13ABC LUNES, 17 DE NOVIEMBRE DE 2014abc.es/opinion SECCIÓN:

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17 Noviembre, 2014