16Mayo 2012ISKALTIPS

Ayer, eran novios; hoy, son esposos.

Ayer dormían solos, hoy tienen que compartir su cama.

Ayer vivían con el punto de vista de su sexo, hoy tienen que vivir con el de ambos.

Ayer eras responsable de ti, hoy es un “nosotros”.

Ayer veían sus mejores caras, el mejor atuendo, el mejor..., hoy ven a su pareja como es.

Ayer podían ocultar sus malos hábitos, hoy les será más difícil.

Ayer vivían en sueños, hoy empiezan a vivir en la realidad.

Ayer eran solteros, hoy, ¡están casados!

Número 62

PAPÁ, MAMÁ:JUNTOS O SEPARADOS

PUEDEN HACER EQUIPO!POR: MANUEL HERNÁNDEZ

Alguna vez leí un ensayo con frases muy semejantes a las escritas al inicio del presente artículo, y me pareció que una manera de introducir el tema del matrimonio encajaba perfecto con ellas puesto que ¡así es como empieza todo!, es decir, del ¿Te gustaría ser mi novia? al “Hasta que la muerte los separe”, frase a la cual le daría un pequeño giro porque probablemente debería ser “Hasta que la muerte del AMOR nos separe”. Veamos por qué…

Cuando la flecha de Cupido nos atrapa, creemos que la persona de la que nos enamoramos es perfecta y que sólo ella y nadie más podrá hacernos sentir tan bien puesto que nadie nos arrebata suspiros como esa persona; nadie nos hace sentir tan nerviosos cuando la vemos; nadie nos hace sentirnos tan completos, tan felices como la persona amada. A este estado lo conocemos como enamoramiento, el cual es un estado muy gratificante del que no quisiéramos salir, sin embargo, rebasado un punto, no es tan sano como aparenta porque es como estar fuera de la realidad, ya que la persona hace cosas que normalmente no haría y fácilmente se puede confundir.

Desde mi punto de vista y el de muchos especialistas, la elección de pareja se hace más desde una parte inconsciente que a nivel consciente como muchos piensan. En una pareja se busca a alguien que sea afín a nosotros como una forma de reafirmarnos y también encontrar una parte de nosotros mismos, de ahí que el modo en que nos relacionamos sentimentalmente dependa de aspectos inconscientes principalmente.

Y así es como llegamos al matrimonio, con un equipaje en el que tenemos dos polaridades, una con expectativas “conscientes” de lo que esperamos de esa persona, de lo que queremos en la relación y otra con expectativas “inconscientes” de las cuales sólo podemos llegar a tener conocimiento en un proceso analítico, pero que a mi parecer son las que determinan en gran medida el trasfondo de los conflictos que se llegan a dar en una relación.Hoy en día el número de divorcios ha aumentado significativamente y esto obedece a que muchos piensan (sin darse cuenta) que el estado de enamoramiento va a ser permanente, confundiendo este sentimiento con el amor, y ponen este elemento como base de la relación. Empero con el paso del tiempo y la rutina, esta emoción va desapareciendo dando cabida a una que requiere de mucha madurez: el amor.

De ahí que el creer que el amor se mantendrá para siempre (como nos hacen creer en los cuentos de hadas) como el primer día sin necesidad de realizar ningún esfuerzo o sacrificio, creer que la pareja será capaz de anticipar deseos y necesidades sin necesidad de expresarlas o que siempre va a buscar hacerme sentir igual de pleno como al inicio y que los gustos, pasatiempos, aficiones, opiniones y valores siempre serán los mismos, es por sí mismo el primer tropiezo que puede existir en una relación, porque desde ya se están generando expectativas falsas de la vida en pareja. Por ello, en varias ocasiones he mencionado que cuando uno se enamora lo ideal es dejarse llevar por la ilusión siempre y cuando ésta vaya acompañada por la razón.

No podemos tener control absoluto de las expectativas inconscientes que tenemos de nuestra pareja, pero si podemos trabajar en un mejor vínculo con la realidad y desde ahí aterrizar nuestras expectativas conscientes, las cuales facilitarían el camino para entender que como pareja no siempre estarán de acuerdo en todo y que no están fusionados al otro, son dos personas independientes que por convicción deciden compartir sus vidas.

Tener claridad en que cada uno es responsable de sí mismo y que no se unieron para señalarse sus errores o sus defectos, se unieron para hacer equipo y conforme surjan diferencias cada uno buscará la manera de cambiar o mejorar en aquellas áreas que a su pareja no le agradan.

Lo precedente es un pilar para que con la llegada de los hijos se pueda hacer una subdivisión en la relación de pareja, es decir, la “pareja amorosa” Vs. la “pareja parental”; la primera puede fracasar y se vale decir: “¡no funcionamos como pareja, lo mejor es separarnos!”, pero no podemos dejar que el ego, el orgullo, el enojo y otras emociones tóxicas como el resentimiento impacten de manera directa en la segunda, ya que ahí la meta es otra.

Educar, formar, guiar y encauzar a nuestros hijos para formar futuros adultos sanos emocionalmente e independientes requiere de un trabajo conjunto entre mamá y papá, requiere tener muy claros los principios, los valores que se quieren inculcar y no permitir que las diferencias influyan o determinen el éxito de la tarea.

Es verdad que una ruptura o el derrumbamiento de un proyecto de vida es muy doloroso, sin embargo, el poder separar y comprender que los hijos no tienen la culpa de dicho tropiezo es algo que no podemos perder de vista.Finalmente el hecho de estar juntos, no los salva de perderse en cuanto a la meta, ya que también ahí hay que trabajar para no incurrir en descalificar o devaluar la autoridad del otro como figura parental al momento de los permisos, la puesta de límites y otros aspectos que se ponen en juego.

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