Itinerarios de Lima- Hector Velarde

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Héctor Velarde ITINERARIOS i ' I Guía de Monumentos y Lugares Históricos

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Héctor Velarde

ITINERARIOS i ' I

Guía de Monumentos y Lugares Históricos

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editorial universitaria s.a. litografía offset/Industria del libro general mendiburu 639 / s. cruz / miraflores / tel 40-10-20

Héctor Velarde

ITINERARIOS DE LIMA

ASOCIACION ARTISTICA Y CULTURAL "JUEVES"

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La Asociación Artística y Cultural JUEVES tiene especial satisfacción en presentar la edi­ción de una auténtica y valiosa guía de nuestra ciudad, obra del arquitecto Héctor Velarde, a cu­yos conocidos méritos para realizar este empe­ño, se une la generosidad del gesto caballeroso de donar sus derechos de autor.

Hace justicia Héctor Velarde a la Ciudad de los Reyes, importante desde su fundación como Capital del Virreinato, con esta Guía. Sus estilo claro y ameno y su profunda versación profesio­nal, han sido acompañados en esta edición, que él mismo ha dirigido, por un valioso acopio que ha hecho de excelentes fotografías y cuidadosos planos orientadores de los itinerarios de la tres veces coronada villa.

Expresamos aquí nuestra gratitud a las Em­presas Eléctricas Asociadas que han financiado íntegramente la edición, aportando además una valiosa donación para restablecer el ornato y la belleza de uno de los principales monumentos históricos de Lima, el Convento de San Francisco El Grande.

ASOCIACION ARTISTICA Y CULTURAL "JUEVES"

Jorge Alvarez Calderón Sehr PRESIDENTE

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Rendir homenaje al pasado de los pueblos, haciendo llegar a conocimiento de propios y ex­traños sus obras de auténtico valor, es tarea que tiende a la afirmación de la nacionalidad y por ello al engrandecimiento de la Patria.

Él libro "ITINERARIOS DE LIMA" de Héctor Velarde —cuyos relevantes méritos como arqui­tecto y escritor son del consenso general dentro y fuera del País— se orienta precisamente a la consecución de ese objetivo, pues constituye una guía práctica y clara, no solamente para los tu­ristas que visitan nuestra ciudad, sino también para cuantos se interesan en conocer sus monu­mentos arquitectónicos, históricos y artísticos del siglo XVI al siglo XIX inclusive.

Empresas Eléctricas Asociadas que, en su carácter de concesionaria del servicio público de electricidad de Lima Metropolitana, está ínti­mamente ligada a todo lo que tienda a incremen­tar el prestigio de la Capital, poniendo de relieve las auténticas expresiones de su acervo cultu­ral, ha auspiciado la publicación de la obra —a iniciativa de la Asociación "Jueves"— en la cer­teza de que procediendo así, cumpie con un de ber en pro de la comunidad a cuyo servicio está dedicada.

EMPRESAS ELECTRICAS ASOCIADAS

L I M A

(1535 - 1900)

Lima, las tres veces coronada villa, la que fue centro del Virreinato del Perú, conserva aún, intensamente, todo el interés y el encanto de las ciudades nutridas de historia y pobladas de mo­numentos artísticos.

Cuando Lima fue fundada por Francisco Pi­zarra en 1535 no existía en su lugar sino una hu­milde aldea indígena. Sin embargo, las ruinas arcillosas de sus huacas y la vecindad del gran santuario de Pachacamac, indican que la zona debió tener una gran importancia en época pre­colombina.

La proximidad del mar, por donde llegaban los galeones de España, frente a la Isla de San Lorenzo, su situación central en el litoral del territorio conquistado, el valle fértil que la rodea, su clima suave y el Rímac, el pequeño río torren­toso que la atraviesa, fueron los factores que tu­vo en cuenta Pizarro para hacer de Lima la capi­tal peruana.

Lima fue trazada como todas las ciudades españolas; manzanas en damero y una plaza cen­tral cuadrada, cerrada: la Plaza de Armas. Allí se levantó el Palacio del Virrey, la Catedral, el

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Palacio Arzobispal y el Cabildo. De estos edifi­cios sólo se conservan hoy sus solares primiti­vos. La Catedral es la única que aún guarda su composición y fachada colonial.

Por su clima templado, sin cambios bruscos ni lluvias, por su paisaje arcilloso, desértico, y sus primeros habitantes compuestos en su ma­yoría de andaluces, Lima tomó desde un princi­pio la fisonomía de una ciudad musulmana. La construcción de grandes paredes de adobe, lisas y coloridas, tuvo tres lujos exteriores: las am­plias portadas señoriales, la ventana de hermo­sas rejas y los balcones de madera tallada como galerías salientes y suspendidas. Balcones de modalidad única en América y que tienen por mo­delo los mucharabíes del Cairo, de Damasco o de Alepo. Estos balcones, aislados o en largas hileras, son una de las características más pin­torescas de las viejas calles de lima. Pero la ri­queza arquitectónica de la ciudad no consistió, precisamente, en la casona solariega de amplios paredones, sino en sus innumerables templos y conventos.

Entre los siglos XVII y XVIII Lima llegó a su apogeo, los edificios religiosos se multiplicaron y adquirieron su máxima categoría, la población de !q ciudad se calculaba en unas cuarenta mil almas y cerca de seis mi! lujosas calesas cruza­ban sus calles. Flores y láminas de plata cubrían el trayecto por donde pasaban las procesiones. Las iglesias, monasterios y viejas casonas refle­jan hoy, a pesar de los numerosos terremotos y restauraciones que han sufrido, todo el carácter de su pasadas épocas. Los modelos renacentis­tas del siglo XVI y principios del siglo XVII no son muy numerosos, sin embargo están intactas algunas bellas portadas como la de la Catedral, el imafronte de San Francisco, la portada de la Casa de Pilatos, etc. La arquitectura barroca del

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siglo XVII y principios del siglo XVIII fue la ar­quitectura limeña por excelencia; las modalida­des del barroquismo andaluz y del churrigueres­co se mezclan, con medida y gracia, a los carac­teres locales de la raza indígena, a las formas de los materiales arcillosos de construcción, a la placidez y holgura del medio y al clima que per­mite la exposición a la intemperie de una arqui­tectura de volúmenes blandos y de fina carpinte­ría.

La intervención en Lima de la arquitectura afrancesada del siglo XVIII, a través de España, dio a las casas e iglesias un mayor encanto por la ingenuidad y frescura con que era interpretada no solamente por alarifes mestizos sino creada en materiales fáciles, plásticos, como la arcilla y el yeso que se amolda fácilmente a cualquier capricho.

Al hablar anteriormente de los templos, és­tos no pueden considerarse 3in los conventos en que la magnitud de los patios y riqueza decora­tiva causa la más grande admiración. Soberbios azulejos del siglo XVII cubren los altos zócalos de los claustros y arquerías mudejares desarro­llando su elegante ritmo en esos espacios abier­tos, quietos y floridos que evocan poderosamen­te los siglos pasados.

Las iglesias menores tienen una forma, una silueta grácil, delicada y a la vez maciza y pas­tosa, que le dan un sello inconfundiblemente l i­meño.

Como el cielo de Lima es plomizo durante gran parte del año se buscó la luminosidad en el color de las fachadas y aún quedan muestras de cálidos tonos como el ocre, el añil y el "rosa de Lima" que hacían sonreir la ciudad bajo el gris de sus nubes.

Fuera de las residencias señoriales, cuya lis­ta podría ser muy extensa, tiene mucho interés

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la casa corriente de la colonia, de un solo piso, que forma calles típicas de paredones llanos, de portadas sencillas y de ventanas de barrotes sa­lientes y forjados. Sobre esas casas, surgiendo de las azoteas, es visible un tipo de ventana tan antiguo como la fundación de Lima, especie de claraboya llamada "teatina".

Si a esta fisonomía y sabor artístico de con­ventos, templos y casas, se agregan obras de otro orden pero del mismo carácter como el Pa­seo de Aguas, el Puente de Piedra, de estructu­ra romana, la Plaza de Toros, cuyo redondel es uno de los más antiguos del mundo, la Alameda de los Descalzos, la Sala del Tribunal de la In­quisición, con las viguerías más ricamente talla­das de la colonia, se comprenderá la atracción que tiene la ciudad de Lima por su honda y son­riente personalidad.

La exaltación libertadora con su rechazo por el dominio español, rechazaba también la arqui­tectura colonial que le recordaba a España, sin pensar que esa arquitectura era ya peruana. Así, no deseándose utilizar las formas tradicionales, se hicieron las primeras construcciones. El es­tilo se prolongó hasta la segunda mitad del siglo XIX. Las técnicas criollas del adobe y de la quin­cha dieron cuerpo a pulcras y elegantes fachadas. Los interiores se aclararon y la simetría impera­ba en un esbelto clasicismo, pero, en el fondo, la casa guardaba su distribución colonial.

Desde 1870, aproximadamente, fue la influen­cia académica y ecléctica la que imprimió su se­llo en la edificación. Luego vino una paralización en materia de obras hasta fines del siglo XIX en que se produce una época de resurgimiento, el "petit hotel" se pone de moda, se hacen ave­nidas como La Colmena, imitando bulevares de París, con sus tejados y buhardillas falsas, se

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traza el Paseo Colón y aparece una gran diversi­dad de estilos.

Hoy, altos edificios funcionales, flamantes, se levantan cada día más numerosos, dándole a Lima —desgraciadamente sin mayor armonía— un aspecto de progreso y de crecimiento en me­dio de su atmósfera central de ciudad histórica.

Héctor Velarde

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ITINERARIO N° 1 ZONA A

SAN FRANCISCO - CASA DE PILATOS - CASA DE LAS TRECE MONEDAS - HOSPICIO RUIZ DAVILA - CASA DE

EJERCICIOS DE LA TERCERA ORDEN FRANCISCANA

SAN FRANCISCO

De la Plaza de Armas se toma el Jirón Junín y, volteando a la izquierda por el jirón Lampa, se llega a la Plazuela de San Francisco.

Aquí se presenta el conjunto arquitectónico más importante y hermoso de la ciudad, se trata de la Plazuela. Convento e Iglesia de San Fran cisco. Es una magnífica unidad de volúmenes y colorido limeño. La amplia fachada del Conven­to, con la pequeña iglesia de la Soledad, al ex­tremo de la Plazuela, y la fachada del templo constituyen un ángulo monumental

La construcción del convento principió en 1542, a raíz del asesinato de Pizarro, pero la fa­chada de la portería es ya del siglo XVII y de un sobrio barroquismo.

Principiamos por la Iglesia de la Soledad; és­ta presenta una portada que fue alterada en la época neo-clásica, pero que queda involucrada armoniosamente en la unidad de todo el conjun­to; el interior, de una sola nave, cubierta con

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bóveda de cañón y que remata en un corto cru­cero con cúpula, Interesa por su elegancia y proporción y por el orden rítmico de sus ele­mentos.

En el ingreso al Convento impresiona la her­mosa y amplía composición barroco-mgdéjar de la portada con sus arcos trebolados de ingreso. Entrando a la Portería son de notarse los mag­níficos azulejos de 1643 así como los artesona-dos del techo.

Antes de ingresar al Claustro Mayor, se ob­serva, a un lado, la gran escalera de dos cuer­pos que da acceso a la planta alta de este Claus­tro. Esta escalera monumental estuvo cubierta por una maravillosa cúpula mudejar de madera, hasta el terremoto de mayo de 1940.

Igualmente se encuentra ahi una sala de ex­posición con hermosos cuadros atribuidos a Zur-barán. Dos de esas pintura son, seguramente, de mano del maestre.

El Claustro Mayor impresiona por su ampli­tud y la elegancia rítmica de las galerías de la planta baja, ritmo que encuentra un movido con­trapunto de la planta alta por la alternancia de pe­queños arcos y de alargados ojos de buey.

En la planta baja del Claustro debe observar­se la riqueza de los azulejos que cubren las pi­lastras de los arcos y los zócalos de los corredo­res. Estos azulejos fueron obsequiados en 1620 por Catalina Huanca, acaudalada india descen­diente de los incas. Igualmente es de notarse el artesonado mudejar del techo donde todavía quedan restos del azul y del rojo con que esta­ban pintados y de las aplicaciones de oro; la riqueza del Claustro se completa por el friso de grandes lienzos que cubre completamente la parte alta de los muros y donde se figuran pa­sajes de la vida de San Francisco.

A la izquierda del Claustro se encuentra la

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Sala Capitular en forma de amplio espacio rec­tangular rodeado en tres lados por una bella si­llería churrigueresca. Esta sala, que originalmen­te era abovedada, fue terminada en la segunda mitad del siglo XVII.

Una suntuosa exposición de arte religioso barroco, donde se muestran objetos, pinturas, tallas policromadas y preciosas casullas, enri­quece aún más el magnífico ambiente.

Subiendo a la parte alta del Claustro, la caja de la escalera que lleva al Coro de la Iglesia presenta una verdadera sinfonía de arcos, cúpu­la, pechinas y artesonados; es uno de los lugares más hermosos del Convento.

Sobre el corredor derecho de esta planta se ubica la Biblioteca del Convento, que en el si­glo XVIII llegó a tener 7,000 volúmenes, algunos de valor incalculable.

Siguiendo por el lado izquierdo del Claustro se entra a un pequeño patio; el Claustro de la Enfermería. Ahí se encuentra una capilla con un magnífico altar churrigueresco encubierto con pan de oro. A un extremo de ese patio está la capilla de San Francisco Solano; de retablos de estilo rococó y que guarda, en una urna, la ca­lavera del Santo. En un pequeño recinto, jun­to a la Capilla, se puede ver otra reliquia: la cruz de madera y vidrio que veneraba dicho Santo.

Al fondo del Claustro Mayor, al lado derecho, se abre un pequeño patio que da acceso a la Sa­cristía del Templo. Se ingresa por una antesala de gran valor plástico en que se impone la por­tada que da a la Sacristía, obra de Lucas Mén­dez; ésta es una magnífica pieza barroca en uni­dad perfecta con la cúpula y linterna que coro­na esa sugestiva y rica antesala.

Una inscripción indica que la actual Sacris­tía fue terminada el año de 1709.

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La Sacristía es uno de los recintos más inte­resantes de este amplio conjunto; sus bóvedas decoradas con arabescos, sus gruesos frontones barrocos, la talla de ia mueblería y las grandes telas que cubren las paredes, algunas atribuidas al Españoleto, constituyen uno de los lugares más memorables del conjunto.

Entrando a la Iglesia se admira el mismo vi­gor de plasticidad barroco-mudéjar en las lace­rías de muros, pilastras y bóvedas.

Este aspecto se hace notable bajo el Coro, que descansando sobre tres arcos elípticos, da a la entrada de la Iglesia una gran profundidad. El Coro, al cual debe ingresarse por la parte alta del patio principal del Convento, tiene una pri­morosa sillería tallada hacia 1674. Este recin­to, que domina desde lo altó las tres naves de la iglesia, forma por sí solo una magnífica unidad de arquitectura baja y potente.

Saliendo del templo a la Plazuela puede con­templarse su hermosa fachada, cuyo ¡mafronte es obra de Constantino Vasconcelos en 1664. Constituye una composición de intenso movi­miento de líneas entre las dos sólidas torres al­mohadilladas hasta sus cornisamentos superio­res. El imafronte es notable con sus tres cuer­pos superpuestos y seguidos en impulsos de admirable unidad. En el cuerpo inferior de la por­tada se admira un delicado trabajo en que el la­brado de la piedra recuerda la talla de un mue­ble de madera y en el que se encuentran motivos de influencia oriental como linternas y cabezas aladas. La proporción espigada del conjunto, en­tre las torres próximas y macizas, le da al tem­plo una expresión original, algo más andina que limeña. Verticalidad que hace recordar a la Com­pañía del Cuzco.

Siguiendo por el atrio lateral del templo, se

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puede admirar la monumental portada del Per­dón, obra de Manuel Escobar en 1674; acceso la­teral de la Iglesia. Esta portada es uno de los más bellos ejemplos barrocos de la segunda mi­tad del siglo XVII. A la derecha sobre el mismo atrio, se remata el gran conjunto arquitectónico con la pequeña Iglesia del Milagro. Su fachada neo-clásica y su interior, de un admirable juego rítmico entre su arquitectura y sus retablos, re­cuerda a la Iglesia de la Soledad como si ambas fueran los extremos que cerrasen, en una misma época posterior, la unidad original del inmenso conjunto del Convento y del Templo.

Como curiosidad se quede visitar las gale­rías subterráneas bajo la Iglesia; verdaderas ca­tacumbas que sirvieron de cementerio y donde se exhibe el impresionante espectáculo de cente­nares de calaveras.

Frente al costado de la Iglesia del Milagro, formando esquina con la calle Aldabas, jirón Azóngaro, se encuentra la Casa de Pilatos, hoy, Casa de la Cultura del Perú.

CASA DE PILATOS

Esta casa es considerada como una de las mansiones solariegas más antiguas de Lima; se sabe que fue construida en 1590 por el jesuíta Luis Portillo, considerado como un discípulo de Juan de Herrera. Los terremotos de 1647 y 1746 alteraron su unidad primera, pero la casa siem­pre conserva un carácter de arquitectura ex­cepcional en Lima. Se notará que el clasicis­mo renacentista de la planta baja, sobre todo en el hermoso patio de columnas monolíticas, ar­moniza admirablemente con el neo-clasicismo de la planta alta, reconstruida a mediados del siglo XíX. indicando, a pesar de las distancias de

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época, un mismo espíritu de ritmo y plasticidad limeña.

Lo que se podría ubicar durante los primeros años del 1600 es la magnífica portada de piedra labrada de un barroco todavía muy renacentista por su relativa sencillez y sobriedad. Sus mag­níficos escudos laterales, de recuerdo plateres­co, son los del marquesado del Valle Umbroso y de Esquivel y Jaraba.

La disposición corresponde a una distribu­ción francamente institucional, pues tanto los patios como los salones que se ubican alrede­dor de ellos se encuentran al medio de una mo­numental escalera de honor que se bifurca en dos grandes tramos simétricos y que es excep­cional en las casas coloniales de habitación.

Se creía que la casa fue punto de reunión do judíos portugueses que flagelaban, en ceremo­nias secretas, una estatua de Cristo ante la in­diferencia de su propietario. De allí vino el nombre de Casa de Pilatos que Ricardo Palma hace conocer en una de sus Tradiciones.

Por otro lado, la Casa, habiendo tenido po­siblemente en su origen arquerías en fachada y habiendo sido su patio principal con arquerías superiores iguales a las de la planta baja, de­be haber hecho recordar a la Casa de Pilatos en Sevilla; esto podría explicarnos en forma menos novelesca su sugestivo nombre.

En el patio principal puede verse una vieja columna de madera que está expuesta como una pieza de museo. Se trata de uno de los soportes más antiguos de la construcción, posiblemente perteneciente a las arquerías originales de la planta alta.

Ultimamente la Casa fue consolidada y res­petuosamente restaurada.

Siguiendo por la calle del Milagro, jirón An-cash y atravesando la Av. Abancay, se encuen-

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tra, prácticamente en la esquina opuesta, la Ca­sa de las Trece Monedas.

CASA DE LAS TRECE MONEDAS

Se trata de un hermoso ejemplo de estilo rococó limeño de mediados del siglo XVIII. Las pequeñas y preciosas ventanas con sus paneles curvos tienen una escala más íntima que es pro­pia del estilo. La elegancia y la esbeltez de la portada, la delicadeza de sus cornisas con moti­vos de flores, así como las pequeñas consolas laterales del dintel de madera ejemplifican la gra­cia un poco ingenua del rococó limeño. La fa­chada es típicamente limeña por su composición. Exhibe una extraordinaria animación gracias a los elementos derivados del Luis XV que le dan un especial encanto.

En el interior, tanto el precioso patio como la distribución y proporción de las salas poseen una escala menor y más íntima debido a la in­fluencia del estilo que los diferencia, justamen­te, de los espacios mucho más severos, algo fríos, de procedencia española.

La Casa, en su origen, perteneció a la fami­lia López-Flores, Condes de Puente Pelayo, que entroncaron posteriormente con los Marqueses de Casa Doria-

Hoy día esa preciosa mansión es uno de los restaurantes más atrayentes de Lima por su am­biente elegante y característico.

Frente a la Casa de las Trece Monedas, cami­nando unos pasos hacia la derecha, se abre la ancha puerta del Hospicio Ruiz Dávila.

HOSPICIO RUIZ DAVILA

Aquí el visitante se siente poderosamente atraído por una sucesión de claustros en profun-

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didad y arquerías que se quiebran y unen a di­ferentes distancias hasta llevarlo al fondo del recinto, donde se abre un extenso patio como un remanso de paz. Los claustros forman ar­querías de medio punto que, por sus gruesas proporciones, parecen no soportar los arcos su­periores de madera, que dan una impresión de arquitectura aérea. Las habitaciones bajo los claustros, con sus pequeñas puertas y ventanas, tienen una expresión de sencillez franciscana que da al ambiente una atmósfera de quietud y poesía.

El Hospicio Ruiz Dávila fue fundado por la donación de quien lleva su nombre como digno refugio para señoras ancianas. Desde su fun­dación a mediados del siglo XIX el local continúa prestando su función humanitaria y puede ver­se allí un aspecto intacto de la vida apacible de la Lima de antaño.

Dejando el Hospicio Ruiz Dávila y regresan­do por la misma calle, hasta la esquina de la Av. Abancay, se tuerce a la derecha y se reco­rre unas dos cuadras hasta llegar a la Casa de Ejercicios de la Tercera Orden Franciscana.

CASA DE EJERCICIOS DE LA TERCERA ORDEN FRANCISCANA

En 1738 principió a construirse este conjun­to arquitectónico, pero debido a los derrumbes causados por el terremoto de 1746 al continuar­se su construcción adquirió el aspecto de la ar­quitectura neo-clásica del siglo XVIII que domi­na actualmente.

La fachada sobria y simétrica del edificio lu­ce al fondo de un amplio atrio su noble arquitec­tura neo-clásica en que la portada central y las puertas laterales expresan, exterior mente, las naves interiores del magnífico vestíbulo. Este

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vestíbulo sirve de ingreso principal a la capilla. El vestíbulo es notable, pues se compone de altas arquerías de medio punto que reposan sobre pi­lares cuadrados dándole al conjunto una unidad robusta y dinámica que hace recordar la arqui­tectura románica. Las naves laterales son de un solo piso y de igual altura y, en lo alto de los muros laterales, corren estrechas galerías de madera, largos balcones que, por su escala, aumentan aún más la impresión de solidez y monumentalidad del lugar. Bajo las galerías del lado izquierdo se abren hermosas puertas que dan a típicos salones con bellos artesonados. Los muros de este recinto están cubiertos por una se­rie de valiosos cuadros de la escuela de Rubens.

La capilla, siguiendo el eje del vestíbulo, es de mucho interés por la profundidad de su nave que abre sobre el altar mayor una luminosa pers­pectiva hacia un notable "transparente" de sabor popular.

La nave derecha del vestíbulo lleva al pe­queño patio del noviciado de inolvidable encanto franciscano.

Continuando por la nave izquierda del ves­tíbulo se tiene acceso a un bellísimo y delicado claustro de un piso. Este pequeño claustro, de mediados del siglo XVIII, está formado por una fina arquería de arcos elípticos sobre columnas de madera tras de las cuales se destacan las paredes del fondo donde lucen los más bellos azulejos que se conocen de esa época. Estos azulejos, de color blanco-nacarado, representan la vida de San Francisco con todo el repertorio decorativo de lacerías, conchas, ángeles, etc. del estilo. En las figuraciones pueden obser­varse indias adornadas como las de "Las Indias Galantes" de Rameau.

Saliendo del Claustro principal, por el calle­jón que lleva a la espalda de ese conjunto se en-

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cuentra, a la derecha, un amplio y hermoso sa­lón que fue refectorio de la Orden.

Todo este conjunto arquitectónico hacía par­te del Convento de San Francisco que fue sec­cionado para abrir la Av. Abancay. Esto se ad vierte por los restos del claustro de San Bue­naventura cuyas arquerías fragmentadas se pue­den observar frente a la Casa de Ejercicios. Es interesante anotar que esa zona constituía, en los primeros tiempos de la Colonia, la Huerta de Pizarra, y que ésta fue sorpresivamente in­corporada al Convento por los Padres que ce­rraron y construyeron sus tapiales según cuen­ta la tradición, en una sola noche.

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ITINERARIO N? 2 "RIMAC" ZONA B

PLAZA DE ACHO - PASEO DE AGUAS - ALAMEDA DE LOS DESCALZOS - CONVENTO E IGLESIA DE LOS DES­CALZOS - QUINTA DE PRESA - IGLESITA DE LA VIRGEN

DEL ROSARIO - PUENTE DE PIEDRA

A raíz de la fundación de Lima, el "Rímac", o lo que hoy se llama Abajo el Puente, fue una humilde agrupación de caseríos. En 1562 se construyó la Iglesia y el Hospital de San Lázaro; se llamó así el hospital que era para leprosos y el lugar se denominó desde entonces barrio de San Lázaro. Poco a poco la población fue aumen­tando, el lazareto se retiró fuera de Lima y la zo­na principió a urbanizarse con huertas y jardines, quedando el humilde núcleo popular en el barrio de Malambo.

En el siglo XVII, la población se define, se construyen varias iglesias, el Puente de Piedra y se abren alamedas. Durante el siglo XVIII, el "Rí­mac", constituido por sus paseos, plaza de toros y quintas campestres es el lugar típico limeño de expansión y recreo.

En el siglo XIX esa parte de la capital bajó de categoría y en general adquirió las caracte­rísticas que tiene más o menos actualmente. Sin embargo, de los antiguos barrios, es uno de los que más ha conservado el sabor de la vieja Lima.

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PLAZA DE ACHO

De la Avenida Abancay, atravesando el Puen­te Riúardo Palma, se llega a la Plaza de Acho, la Plaza de Toros de Lima.

Este es un hermoso e histórico monumento estrenado en 1768 en tiempos del Virrey Amat. Era considerado entonces como la mayor plaza de toros del mundo. Se sabe, en todo caso, que es la segunda plaza en antigüedad que queda construida fuera de las arenas romanas que sir­ven para la fiesta brava.

Lo más notable y original es su construcción a base de gruesos contrafuertes de adobe que sostienen las graderías y que forman las gale­rías bajas de entrada por medio de un anillo de arcos peraltados de índole mudejar y que dan una bellísima impresión plástica. A la entrada del coso, a la mano izquierda, se encuentran el Me­són y el Museo Taurino. El Mesón es un típico y amplio restaurant, de donde se puede contem­plar la monumentalidad del tambor de la plaza con sus fuertes machones verticales coronados por las barandillas de las galerías altas- También desde este lugar se puede observar los toros de lidia en sus corrales de exhibición y apreciar el paisaje del cerro San Cristóbal con sus peque­ñas casas coloridas y escalonadas. El Museo es uno de los más importantes que se conocen de su clase, con trofeos, trajes y documentos del mayor interés.

PASEO DE AGUAS

Saliendo de la Plaza de Toros, y dirigiéndose por el jirón Hualgayoc, surge la ampulosa y ele­gante arquería del Paseo de Aguas. Este monu­mento hacía parte de todo un conjunto de recreo que el Virrey Amat mandó construir al pie mis-

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mo de la casa de su amante, la célebre Perricho-II, casa que hoy, ¡oh tiempos modernos!, es la esquina de una fábrica de cerveza. El Paseo ro­deaba un gran espejo de agua frente al muro de la arquería que debió ser un acueducto para que las aguas del Rímac cayeran en cascada desde su elevado arco central. La obra quedó inconclu­sa en 1776. El monumento quiso imitar un anti­guo juego de aguas que existían en la ciudad francesa de Narbona y por esta razón se llamó Paseo de la Narbona antes de llamarse Paseo de Aguas. Su estilo afrancesado de mediados del siglo XVIII hace de ese acueducto un motivo ar­quitectónico de fondo elegante y lujoso.

Del ambiente que bordeaba el Paseo —que era de rigor hacerlo en calesas y a pie, después de las corridas de toros— no quedan sino muy es­casos testimonios; uno de ellos es un pequeño y precioso balcón corrido que aún puede verse suspendido en la fachada de una casa tras' la gran arquería.

ALAMEDA DE LOS DESCALZOS '

Al extremo de lo que era el Paseo de Aguas se abre la Alameda de los Descalzos, lugar aún muy característico de la vieja Lima. Tiene, como perspectiva, el Convento y la Iglesia de los Des­calzos al pie del cerro de San Cristóbal y, a sus costados, las iglesias de El Patrocinio y Santa Li­berata. Esta ancha alameda, de unas cuatro cua­dras de largo fue ejecutada en 1611 y constaba de tres calles, dos laterales para calezas y una central para peatones. Tres fuentes y ocho hile­ras de árboles la adornaban y le daban frescor y sombra. En 1770 el Virrey Amat le hizo algunas mejoras y en época del Mariscal Ramón Castilla, 1856, se remodeló completamente, adquiriendo el

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aspecto que tiene hoy día. De su sabor colonial, dieciochesco y rural pasó a ser un paseo románti­co del siglo XIX, con sus rejas laterales, bancas, estatuas y jarrones ornamentales. Es uno de los espacios urbanos más típicos y. amplios de la Lima de antaño.

CONVENTO E IGLESIA DE LOS DESCALZOS

Caminando hacia los Descalzos, se encuen­tra la Iglesia de El Patrocinio, pequeño templo del Beaterío del mismo nombre y que se inau­guró en 1688. Se asegura que en ese lugar el Beato Fray Masías pasteaba cerdos y tuvo algu­nas revelaciones. La Iglesia es muy armoniosa, siendo un ejemplo de calidad del modelado y ar­cilloso barroco del siglo XVII.

Al llegar frente a la iglesia de Los Descalzos se tiene una impresión de pulcra humildad; su fachada, a todo lo ancho de la Alameda, es baja, pueblerina, ondulante y de modestia francisca­na. El interés artístico del Convento reside, jus­tamente, en su carácter, en lo sencillo y suges­tivo de sus patios y recintos conventuales, sin contar con algunos antiguos cuadros e imágenes de valor. La iglesia y el convento son de princi­pios del siglo XVII. Detrás de ese conjunto, ais­lada, se alza la Casa de Ejercicios, de ejecución mucho más reciente: 1744. Es de muy bella ar­quitectura, del mejor estilo neo-clásico de la se­gunda mitad del siglo XVIII. Acusa una serie de similitudes con la Casa de Ejercicios de la Or­den Terciaria Franciscana. Los jardines que la rodean y el camino ascendente de la escalinata que llega al atrio del edificio parecen transpor­tar al visitante a una mansión abadial de esa época.

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IGLESIA DE SANTA LIBERATA, COPACABANA, SAN LAZARO

Y SAN FRANCISCO DE PAULA

Estas iglesias pueden ser contempladas y vi­sitadas en el trayecto que se haga de La Alame­da de Los Descalzos a la Quinta Presa; trayecto que atraviesa viejas calles, llenas de carácter ur­bano y con típicas casas limeñas. Santa Libera­ta, en la Alameda, frente al Patrocinio, es un tem­plo del siglo XVIII de carácter pueblerino e inte-sante por el movimiento de sus volúmenes e in­genuos motivos ornamentales.

La iglesia de Copacabana, en el jirón del mis­mo nombre, antes de llegar al jirón Piura, impre­siona gratamente como iglesia menor de correcta arquitectura barroca.

Siguiendo por el jirón Piura se ingresa a la Plaza de San Lázaro, donde aparece el templo; su fachada reconstruida y restaurada a principios de este siglo no tiene marcado interés fuera del va­lor ambiental urbano.

Tomando por la avenida Francisco Pizarro, a unas cuatro cuadras de San Lázaro, se pasa frente a San Francisco de Paula Nueva. Esta Iglesia del siglo XVIII, inconclusa en sus torres, llama la atención por su lujo de fuertes almohadillados y sus proporciones monumentales. La fachada acu­sa cierta semejanza con la fachada de la Iglesia de San Agustín en el centro de Lima.

QUINTA DE PRESA

Continuando por la avenida Francisco Pizarro a unos pocos metros de San Francisco de Paula Nueva, se abre a la derecha la callecita Presa; al fondo puede contemplarse la Quinta de Presa.

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Se trata del modelo más elocuente en su gé­nero de una villa de campo de mediados del si­glo XVIII.

No fue nunca la Casa de la Perricholi como se dice, sino la de un Coronel del Ejército Real; don Pedro Carrillo de Albornoz. Es la interpreta­ción criolla de un pequeño "chateau".

Los balcones son como ampulosas cómodas suspendidas y las jambas y frontones de las mamparas parecen imitar enormes marcos de espejos o miniaturas gigantes. La puerta de en­trada pequeñita, es una obra de arte, de gracia y de acentuación de ese fenómeno ilusorio de grandiosidad que se expresa en proporciones tan reducidas. Los tejados son notables, buhardas, cresterías y todo lo que caracteriza los tejados franceses cubiertos con pizarra y metal, está allí imitado con planchas de madera colocadas ver-ticalmente y cuyos recortes parecen inspirarse directamente en la silueta de los lucernarios co­mo el del Palacio abadial de Remiremont. En el interior, las características arquitectónicas son iguales, los salones tienen un encanto extraordi­nario, en ellos vemos medallones, espejos y cor­nisas que desean evocar los palacios Luis XV en Francia, pero íucidos a la limeña. La arquería o "loggia" que da al jardín interior, produce la mis­ma ilusión mágica que el resto del conjunto; de ser mucho más vasta de lo que es en realidad. En el parque se encuentra un teatro al aire libre y hasta glorietas galantes de los jardines de Ver-salles.

Se trata de un ejemplo único de arquitectura rococó criolla.

El Museo Virreinal que ahí se ha instalado, es como puede observarse, muy modesto y se piensa rehacerlo, así como se proyecta retirar el cuartel que existe hoy día, demoliendo sus loca-

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les para dejar aislado en toda su unidad y pure­za este precioso ejemplo de arquitectura limeña del siglo XVIII.

IGLESITA DE SAN JOSE DEL PUENTE

Al regresar por la avenida Pizarro y entrar al jirón Trujillo para tomar por el Puente de Piedra, cerca de la entrada del Puente, a la derecha, se halla la iglesia de San José del Puente. Se trata, según la creencia popular, de la iglesia más chi­ca del mundo. Fundada en época de la conquis­ta, posiblemente como capilla del puente primi­tivo, este templo en miniatura, que no llega a te ner 8 metros de ancho y 12 de profundidad, tie­ne, sin embargo, dos torres en la fachada y en su interior un presbiterio. Fue reconstruida a f i ­nes del siglo XVIII, según el gusto neo-clásico de la época.

PUENTE DE PIEDRA

El jirón Trujillo, llamado así porque fue el ca­mino por donde entró Francisco Pizarro a Lima, viniendo de Trujillo, lleva al Puente de Piedra; hermosa obra construida en 1610 por el Virrey Juan Mendoza y Luna, Márquez de Motesclaros, en el lugar donde había un puente de ladrillo y madera destruido por las aguas del Rímac.

Esta construcción, digna de las mejores tra­diciones de los puentes romanos, fue ejecutada por un mestizo: Fray Jerónimo de Villegas. Sus cuatro arcos de medio punto y sus fuertes y sa­lientes espolones contra el ímpetu torrencial del río en determinadas épocas del año parece que fueron aparejados con piedras en que la argama-za de cal contenía el aglutinante de miles de cla­ras de huevo. Desgraciadamente esta nobilísima estructura de utilidad y belleza ha sido desfigu-

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rada mediante el ensanche de la calzada para permitir el tránsito motorizado. Hoy hay el pro­pósito de restaurarlo convenientemente en su forma primera.

Al cruzar el puente, se ingresa a la calle Pa­lacio, y de allí, a la Plaza de Armas de Lima.

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PASEO DE AGUAS. ARQUERIA.

QUINTA DE PRESA.

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ITINERARIO N° 3 ZONA C

CASA DE ALIAGA - CONVENTO E IGLESIA DE SANTO DOMINGO - CASA DE OOUENDO (EMPRESA NACIONAL DE TURISMO) - MUSEO DE ARTE TAURINO - CASA DE BARBIERI - IGLESIA Y SANTUARIO DE SANTA ROSA -SAN SEBASTIAN - CASA DE LA RIVA - CASA DE LA ASO­CIACION DE ARTISTAS AFICIONADOS - IGLESIA DE LAS

NAZARENAS

CASA DE ALIAGA

Frente al costado del Palacio de Gobierno, en el N° 224 del jirón de La Unión (Calle Pala­cio), se abre el portón señorial de la Casa de Aliaga.

Se trata de una casa de particular valor ar­quitectónico por la belleza de su espacio interior, de lo poético y evocador de sus ambientes, y por lo original de su distribución, cuya irregularidad ha sido motivada por estar construida sobre un antiguo adoratorio indígena. Esta distribución formando varios niveles, es absolutamente ex­cepcional en la arquitectura colonial de Lima.

La Casa sigue la evolución de la arquitectu­ra residencial limeña con sus ambientes y de­coraciones que datan de distintas épocas y que se superponen y se mezclan. Es el único solar limeño cuya historia ha estado ininterrumpida­mente ligada hasta hoy a una sola familia: los descendientes de uno de los conquistadores y compañeros de Pizarro; don Jerónimo de Aliaga.

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CONVENTO E IGLESIA DE SANTO DOMINGO

Dirigiéndose de La Casa de Aliaga a la Plaza de Armas, hasta el espacio de esquina donde se yergue la estatua ecuestre de Francrisco Piza­rro, se puede apreciar, hacia la derecha, la Pla­zuela de Santo Domingo.

Situándose en esa Plazuela, cruce de los jiro­nes Camaná y Lima, se puede contemplar uno de los rincones más armoniosos de la antigua ciu­dad y uno de los mejor consevados. Presenta un ambiente en ángulo cerrado, bajo, unificado por balcones corridos, uniformes y que se continúan en el jirón Lima. Este jirón es, quien sabe, el me­nos desfigurado por construcciones posteriores, que existe en la ciudad.

De la Plazuela de Santo Domingo, puede con­templarse en su totalidad el conjunto de la Igle­sia.

El Convento, es el más antiguo de Lima, funda­do el mismo día en que se fundó la Ciudad de los Reyes. La Portería ostenta un precioso techo mudejar del siglo XVI, obra de Fray Salvador de Rivera. El claustro principal es muy hermoso, con sus grandes corredores y formados por so­brios arcos de medio punto sobre pilares cua­drados y forrados con bellísimos azulejos (1586 — 1604). Sobre esos azulejos, formando un an­cho friso hasta alcanzar los finos tallados del te­cho, se desarrolla una serie de óleos que ilus­tran la vida de Santo Domingo, delineados por el pintor Francisco Pacheco Sevillano en 1630. Los pisos de ladrillo rojo y los retablos barrocos fla­mencos colocados en 1615, a los extremos de esos corredores, completan la perspectiva lujosa de los claustros. La Sala Capitular, o General del Convento, conserva intactas sus decoraciones del apogeo barroco de principios del siglo XVIII. La Sala fue durante 18 años local de la Universi-

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dad de Estudios Generales desde 1551. Ahí se ad­mira la tribuna del Virrey para escuchar la cere­monia de graduados, la preciosa y churrigueresca tribuna del graduado, la silla del refutador y her­mosos cuadros de 1600. Entre lo más notable que puede aún observarse en el Convento está el artesonado mudejar de la Biblioteca y la ar­quería trebolada del segundo piso.

La Iglesia fue comenzada pocos años después del Convento. Desde 1680 sólo conserva lo maci­zo de su estructura original. Tiene la planta ca­racterística de tres naves con profundas capillas laterales y es cubierta por bóvedas de nervatu-ras góticas. Las pilastras, columnas jónicas y el estilo ornamental de los paños de muro acusan la influencia del neo-clasicismo. La torre es una obra de arte de gran originalidad. Se cree que fue diseñada por el Virrey Amat hacia 1764; es una superposición circular y rítmica de órdenes admirablemente combinadas. Hay algo en esa torre del rococó austríaco y algo de oriental que hace recordar a una talla de madera o marfil a gran escala.

Un simple pórtico neoclásico ocupa el lugar de la entrada principal de la Iglesia que se comu­nica con el Convento. A la derecha del Altar Ma­yor, al pie del retablo lateral, reposan los restos de Santa Rosa de Lima, de San Martín de Porras y del Beato Juan Masías. Ahí puede apreciarse una preciosa estatua yacente de la Santa, cince­lada por Melchor Cafa (1661), discípulo de Ber-nini.

Haciendo esquina con el jirón Lima, sobre el atrio lateral del templo, se levanta, cerrando el ángulo del conjunto, la pequeña Iglesia de La Veracruz, armoniosa y simple, de una sola nave y con una elegante portada neo-clásica. En La Ve­racruz, como el nombre lo indica, se venera una astilla del madero del Gólgota.

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Frente a los sobrios y lisos muros laterales de la pequeña Iglesia, siguiendo por el mismo jirón, está el solar de la Casa de Nicolás de Rive­ra El Viejo, primer Alcalde de Lima, hoy local de las Empresas Eléctricas Asociadas. De la casa sólo se conserva, en la fachada, la portada au­téntica y los balcones reconstruidos. Estos fue­ron preciosos ejemplos de carpintería limeña del período rococó.

La portada de piedra, típicamente limeña, es amplía, nítida, y está decorada con un vigoro­so almohadillo. La cornisa de remate descansa, como es usual en Lima, sobre esbeltos pilarcillos laterales suspendidos.

CASA DE OOUENDO

Desde la Casa de Nicolás de Rivera El Viejo se puede observar, al frente, hacia la izquierda, el desarrollo de una de las fachadas de mayor pres­tancia en la Lima de fines del Virreinato: la de la Casa de Oquendo.

Se trata de un excelente ejemplo de arqui­tectura limeña, no precisamente por su pureza de estilo, sino por la superposición y fusión en una sola unidad característica de las diferentes etapas artísticas que se sucedieron a fines del siglo XVIII y principios del XIX. Aunque la casa fue terminada entre 1803 y 1805, su estilo es die­ciochesco y luce mucho de las galas de la arqui­tectura Luis XVI; pilastras neo-clásicas, capiteles jónicos con guirnaldas, arcos rebajados en seg­mento de círculo, copas con flores. Lá decora-ración, como la francesa, es fina y tiene poco re­lieve. En la portada ésta decoración crea una continuidad plástica vertical que unifica los tra­mos de los tres pisos.

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Es notable esta verticalidad continua de la composición que el mirador octogonal remata y exalta, y que contrasta en forma tan elocuente con la amplia horizontalidad de la fachada. Los balcones, que no son del frecuente tipo corrido y calado, forman pequeñas unidades rítmicas que unifican la fachada de un extremo al otro y tie­nen la apariencia de armarios de lunas expuestos a la calle.

Uno de los aspectos más interesantes de esa casa es la caja de la escalera principal. La escalera está techada con dos pequeñas y altas farolas de madera, por las que se filtra una luz de diafanidad extraordinaria. Desde el patio,, ob­servando el mirador, se tiene un hermoso as­pecto de sucesión de barandales en cascada que acusan los pisos superpuestos.

MUSEO DE ARTE TAURINO

Continuando por el jirón Lima, en la calle Matavilela, llama (a atención por su belleza de proporciones y pureza de carácter, una peque­ña casa colonial pintada de ocre rojizo con un balcón verde que corre sobre todo el largo de su fachada.

Se trata de una casa de dos pisos que pre­senta características estilísticas del siglo XVII en forma excepcionalmente unitaria, tanto en la fachada, zaguán y patio. Si bien las ventanas han sido reconstruidas en el siglo XIX el conjun­to constituye uno de los ejemplos más encanta­dores do casa colonial modesta, sin mayores os­tentaciones, pero cuya fachada es muy notable por la simetría absoluta de la composición y fina-belleza de sus proporciones. El balcón, típico de fines del siglo XVII, corre de extremo a extremo sobre la pastosa portada central. La verticalidad

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de esta y de las espigadas ventanas de reja que la flanquean acentúan por contraste la horizon­talidad categórica del balcón.

El patio presenta un corredor cubierto al sa­lir del zaguán frente al "principal", así como una graciosa escalera lateral a los altos, todo con precisa y reducida medida. La casa consti­tuye un precioso y acogedor ejemplo de casa l i ­meña modesta y pequeña.

La casa se ha habilitado para contener una colección de grabados artísticos con temas tau­rinos, la más variada y valiosa del mundo. El Museo, de una calidad excepcional, es propie­dad particular del señor Fernando Berckemeyer Pazos y está abierta al público previo aviso.

CASA DEL CONDE DE VILLA Y DE FUENTE (CASA DE BARBIERI)

Doblando por el Jirón Arica y formando es­quina con el Jirón Callao, impresiona el volumen y prestancia de una mansión solariega de fines del siglo XVIII y que fue propiedad del Conde Del Villar y de Fuente, Alcalde de Lima y Gober­nador de la Ciudad en 1824. Hoy es propiedad del Sr. Fernando Barbieri quien, con su propio esfuerzo, pudo salvarla de la ruina consolidán­dola en gran parte y restaurando sus elementos esenciales.

La casa, que debió ostentar gran lujo inte­rior, se impone exteriormente por un amplio rit­mo de balcones aislados, sobrios y elegantes, característicos de la época y que cierra con uni­dad arquitectónica y urbana esa hermosa esqui­na limeña. Algunos salones conservan aun la ri­queza de sus techos de viguerías finamente ta­lladas y se abren en generosas perspectivas ha­cia patios y ambientes sugestivos.

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Saiiendo a la Av. Tacna se puede observar, a la derecha, el conjunto de la iglesia y Santua­rio de Santa Rosa.

IGLESIA Y SANTUARIO DE SANTA ROSA

Surgen, en la esquina de esa Avenida y el Jirón Lima, los muros de lo que resta de la Iglesia de Santa Rosa con su pequeño atrio la­teral.

La Iglesia fue construida en 1728, un siglo después de la muerte de la Santa, junto a lo que fue el jardín y la casa donde naciera.

La fachada fue amputada al abrirse la ave­nida Tacna. Esa fachada, a pesar de las restau­raciones de que fue objeto conservaba las ele­gantes y sencillas proporciones características de las fachadas limeñas del siglo XVIII. Feliz­mente queda la parte posterior del templo en cuyo interior se conserva el altar del Sagrado Corazón, donde está la imagen del Niño Jesús, antaño llamado "El Doctorcito", que curaba a los enfermos cuando Santa Rosa lo suplicaba. Igual­mente se encuentra allí un estuche de plata con preciosas reliquias. El jardín, pequeña huerta de­trás de la casa, cuya puerta de calle da al jirón Lima, es lo más poético y evocador del Santua­rio. En su humildad está toda la gracia. Ahí se encuentra la "ermita", minúsculo recinto de ado­be hecho por la propia santa para aislarse en sus oraciones y donde se observan las huellas de sus manos en el barro endurecido. También puede verse el pozo donde arrojó la llave de uno de sus cilicios y que, desde entonces, se le con­sidera milagroso. En él, arrojan "cartas" a la Santa pidiendo su divina intervención.

La casa, si bien ha sufrido muchas recons­trucciones, presenta aún su distribución origi-

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nal. Entrando, a la mano derecha, queda la "en­fermería" donde Santa Rosa atendía a los enfer­mos y, a la izquierda, se encuentra el lugar donde nació y luego su celda, hoy sitio de veneración en que se conservan sus libros, cilicios, muebles y un retrato, el único verdadero, hecho instantes después de morir.

La unidad mística y de absoluta sencillez de ese florido Santuario de Lima y de América, ha­ce recordar por su atmósfera de frescura y po­breza, a los de San Francisco de Asís, hermano espiritual de la Santa limeña.

IGLESIA DE SAN SEBASTIAN

Saliendo de la Casa de Santa Rosa y vol­teando por el jirón Chancay se llega, después de recorrer dos cuadras, a la Plazuela e Iglesia de San Sebastián. Es un típico rincón limeño con grandes y frondosos árboles que forma es­quina con el jirón lea y donde se ha restaurado parcialmente la iglesia después del terremoto en 1940. En ese templo, uno de los más antiguos de Lima, fundado en el siglo XVI, fueron bauti­zados Santa Rosa de Lima y San Martín de Pe­rras. Aún queda la pila bautismal de mármol. Igualmente queda uno de los altares más ricos y hermosos de Lima de exuberante estilo roco­có granadino.

CASA DE LA RIVA

Tomando nuevamente la Av. Tacna y subien­do por el Jirón lea se ubica a mitad de la prime­ra cuadra, la Casa de la Riva.

Se trata de una de las casas de más pres­tancia de la ciudad. La fachada llama la aten­ción por su severidad y por sus grandes pro-

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porciones. La misma está conformada por un vas­to paramento cuya monumentalidad está acen­tuada por la pequenez de los vanos y su consi­derable espaciamiento. Por su gran tamaño y extrema sobriedad, la portada constituye un acento digno de esta bella fachada. Los balco­nes de celosías, pequeños y colocados sobre el entrepiso y, por lo tanto, a gran altura, acusan la influencia del rococó y son pulcros y elegantes.

El patio es también uno de los más vastos que se conserva. Contrasta con esa amplitud la pequenez y el carácter íntimo de los vanos que se abren en los paños laterales. Esbeltas galerías de madera de tipo andaluz rodean el patio en sus cuatro lados. Las puertas, ventanas y rejas son la mayoría del siglo XVIII, entre ellas des­tacan las dos grandes y elaboradas rejas a cada lado de la entrada al principal.

Siguiendo el pasadizo de la izquierda se llega a un pequeño patio interior de singular encan­to con galerías de gráciles arcos rebajados en dos de sus lados. El ambiente sorprende por su singular frescura y su delicada poesía.

En el interior se han construido algunas de­pendencias nuevas que armonizan agradable­mente con la parte antigua que ha sido atinada­mente restaurada, conservándose intacta toda la parte frontal de la casa y su ala izquierda inte­rior.

La antigua mansión de los marqueses de la Riva es hoy la sociedad cultural "Entre Nous".

CASA DE LA ASOCIACION DE ARTISTAS AFICIONADOS

Siguiendo por el mismo jirón, a poca distan­cia del Teatro Municipal, llama la atención una casa de bajos de bella portada y ventanas de re-

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Ja; se trata del local de la Asociación de Artis­tas Aficionados. .

Es el clásico tipo de casa colonial de un so­lo piso de fines del siglo XVIII, que ostenta aún casi íntegra su zona frontal, constituida por la fa­chada, zaguán y el patio. Las restauraciones que se han efectuado en la casa han sido llevadas a cabo con cuidado y respeto por lo auténtico.

La portada es de una hermosa y amplia plas­ticidad y las características mensulillas a cada lado del ancho dintel son de un diseño gracioso, completo y típicamente limeño. El zaguán, los ambientes de las ventanas de reja y el patio, pre­sentan un conjunto amplio y armonioso, particu­larmente expresivo de los valores de la tradi­cional arquitectura costeña, que es tan fresca, espaciosa y luminosa.

IGLESIA DE LAS NAZARENAS

Siguiendo por el Jirón Chancay hasta el Ji­rón Huancavelica, percibimos a la izquierda, las torres y la fachada de la iglesia de las Nazare­nas.

Es el modelo más fino y unitario que tene­mos de arquitectura religiosa de mediados del siglo XVIII. La portada con su delicado arco elíp­tico y las sinuosoides que lo prolongan lateralmen­te coronando hornasinas y ventanas expresan un medido rococó así como el tratamiento de los órdenes arquitectónicos.

El equilibrio y medida del conjunto, que es de una gran armonía, trasluce el neo-clasicismo a pesar de las bases redondeadas y convexas de las torrecillas venidas directamente del barroco austríaco.

La planta de la iglesia determina un espacio extraordinariamente unitario, en que el amplio

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IGLESIA DI LAS NAZARENAS.

crucero octogonal se fusiona con la corta nave y el presbiterio en una composición que se expande y contrae en una dinámica fluidez de proporcio­nes. La decoración está concebida en términos tanto del rococó como del neoclasicismo.

De la Iglesia de Las Nazarenas sale el 18 de Octubre de cada año la Procesión más importan­te y característica de la Lima colonial; la proce­sión del Señor de los Milagros, patrono de la ciu­dad de Lima.

Tanto el Monasterio como la Iglesia fueron construidos para venerar la imagen milagrosa del Crucificado, pintada sobre un muro por un ne­gro esclavo a mediados del siglo XVI. El paño del muro que puede contemplarse y donde esa imagen ya era objeto de gran devoción, ha que­dado intacto a través de los terribles terremotos de 1655, 1687 y 1746 y, desde entonces, una répli­ca de esa pintura es llevada en imponente proce­sión por los fieles, que se visten de color morado como se vestían los negros congoleses fundadores de la antigua Cofradía del Culto.

El propio Virrey Amat parece haber interve­nido en la arquitectura del templo.

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ITINERARIO N" 4 ZONA D

IGLESIA Y CONVENTO DE SAN AGUSTIN - CASA DEL INSTITUTO RIVA AGÜERO - CONVENTO E IGLESIA DE LA MERCED - PLAZUELA Y TEATRO SEGURA - PLAZUELA E IGLESIA DE SAN MARCELO - IGLESIA DE JESUS MARIA -

CENTRO SOCIAL CERRO DE PASCO CORPORATION

IGLESIA Y CONVENTO DE SAN AGUSTIN

En la esquina de los jirones lea y Camaná se encuentra la Plazuela de San Agustín. Esta Pla­zuela es dominada por la magnífica portada chu­rrigueresca del templo a pesar de los modernos y altos edificios que la rodean. La oposición en­tre la limpia y discreta arquitectura moderna de los edificios y la fachada barroca hace resaltar aún más la complejidad y riqueza de esta mag­nífica obra de principios del siglo XVIII.

Sus cuerpos superpuestos de columnas sa­lomónicas y pilastras superiores forman un ad­mirable y monumental conjunto, vibrante y total­mente tallado. Desgraciadamente terromotos y sobre todo restauraciones, han alterado y modi­ficado las líneas originales del templo. La torre de esquina — l a única— fué derribada por haber sido dañada en la revolución de Piérola de 1895; la gran rosa de índole gótica que ahora se abre en la parte superior de la portada reemplazó un auténtico vano ovalado más estrecho y que por su sentido vertical, le daba mayor esbeltez al con-

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junto. En lo interior lo plástico y suntuoso del templo barroco fue transformado por los años 1900 en una pesada y fría expresión neo-romá­nica.

San Agustín fue uno de los conventos más lujosos y ricos de Lima y no deja aún de demos­trarlo. La primera piedra de su construcción fue puesta por el Arzobispo Loayza en 1592. Ahí es­tá, entre otros ejemplos, la sillería del coro de la Iglesia, primorosamente tallada, con sus co lumnillas clásicas, su famosa ante-sacristía, úni­ca en Lima por el magnífico techo mudejar de tres planos que la cubre, con todas las galas sun­tuosas y decorativas de la tradición árabe, y la mueblería de esa sacristía, del más crispado y f i ­no barroco del siglo XVIII. Entre la sacristía y el preparatorio es de notar el lavatorio; composi-ción notable con ángeles y conchas de alabastro a manera de fuentes, ejecutado en 1693.

El claustro del Convento lo forman esbeltas arquerías de dos pisos en que las pilastras pre­sentan en sus esquinas una menuda serie de re­saltes que corren dando vuelta por los arcos, creando un delicado efecto de suavidad y elegan­cia. En la planta baja, sobre la parte alta de los corredores, se desarrolla un friso de óleos sobre la vida de San Agustín, pintados por el notable maestro cuzqueño Basilio Pacheco 1644-1646-

Tanto la Sala Capitular como el Refectorio presentan particular interés por sus bellos cua­dros, dominando en el comedor del Convento, una Purísima Concepción de 1618, atribuida al gran pintor Mateo Medoro.

Es en San Agustín donde se puede admirar la -escultura de "La muerte", de Baltazar Gavilán, el más conocido de nuestros maestros esculto­res mestizos del siglo XVIII. La escultura repre­senta un impresionante esqueleto lanzando una

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de sus flechas fatales. Se dice que una noche el escultor entró distraído a su taller y se asustó tanto con su propia obra que cayó muerto de la impresión.

CASA DEL INSTITUTO RIVA-AGUERO

Atravesando el jirón Camaná y siguiendo a la derecha frente al costado de San Agustín, lla­ma la atención una casona colonial de sobria y alta portada pintada de blanco, ventana de reja de forjados barrotes y apoyos de piedra color ro­sado, bajo grandes y vidriados balcones republi­canos. Fue la Casa de los Marqueses de Aulestia. Hoy es el Instituto Riva Agüero, local de estudios humanísticos legado por Don José de la Riva Agüero y Osma, último Marqués de Aulestia, a la Universidad Católica.

La prestancia del patio, la amplitud de los sa­lones, algunos artesonados, y magníficas venta­nas teatinas conservan el sello de autenticidad de esa mansión señorial a pesar de las recons­trucciones que sufriera el siglo pasado y a raíz del terremoto de 1940.

IGLESIA Y CONVENTO DE LA MERCED

Continuando hasta el jirón Huancavelica se voltea a la izquierda, hacia el jirón de la Unión, donde aparece, sobria y perfilada, la torre de es­quina de la Iglesia de la Merced. El campanario poligonal, con sus arquerías y gruesas consolas barrocas, sostiene el cupulín esférico que lo re­mata con elegante línternilla.

El ímafronte de la Iglesia, posiblemente de la 1ra. mitad del siglo XVIII, fue revestido con una decoración neo-clásica en 1908, retirada luego cuando se restauró después de 1940. Un jue-

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go de barandales de madera, tan característi­co en la arquitectura limeña, rodea sus cornisas y continúa recorriendo la silueta del templo. La portada, magnífico ejemplo de barroco mestizo, de piedras de coloraciones diferentes, tiene un encanto exótico y una elegante monumentalidad. La riqueza decorativa se acentúa por la sencillez de los muros laterales con sus pequeñas ornasi-nas a la manera mudejar. Una bella y lujosa por­tada lateral, en su clásico barroquismo, anima la sobriedad de los amplios volúmenes sobre el jirón Miró Quesada.

El primer templo fue construido de madera a raíz de la fundación de Lima, luego, en los últi mos años de 1500 y primeros de 1600 se levan­taron los actuales muros de ladrillo y se cubrie­ron sus tres naves con bóvedas de crucería. La torre iniciada en 1599 fue rebajada a raíz del te­rremoto de 1687.

El amplio interior, con sus gruesos pilares y arcos tratados con grandes y lisos recuadros y lacerías, retiene en su espacio una impresión de lujo acentuado por el colorido de los muros y el juego de barandas, bóvedas y retablos donde la luz y los dorados se funden con suntuosidad.

El retablo más bello de la Iglesia es el dedi­cado actualmente a la Virgen de Lourdes, de un exaltado y fino barroco de mediados del siglo XVIII. El retablo del altar mayor poseía esa mis­ma riqueza de forma, pero fue reemplazado a fi­nes de ese siglo —como casi todos los altares mayores de Lima— por lo que entonces se creía más digno y bello, o sea por el retablo de estilo neo-clásico que existe ahora. Es además digno de notarse el coro alto de la iglesia, profundo y sos­tenido por una hermosísima bóveda de sección rebajada. Encima del coro se yergue una amplia

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IGLESIA DE JESUS MARIA

cúpula elíptica, cuya linterna ilumina suavemente esta parte de la Iglesia.

El Camarín de la Virgen es una pequeña obra de arte de arquitectura interior de mediados del siglo XVIII; rotonda octogonal rodeada de delica­das columnillas y cubierta por una frágil cúpula de aspecto aéreo. Es de admirar igualmente la esplendidez de la Sacristía reciamente aboveda­da y con magníficos roperos tallados en 1776, re­presentativos del rococó limeño y decorados con pinturas sobre vidrios al estilo rococó veneciano.

El Claustro principal del Convento, iniciado en 1546 y reedificado en \, posee una arque­ría inferior de arcos de medio punto y una gale­ría alta de arcos mudejares trebolados, que re­posan sobre finas columnillas de madera, y que parecen precursores de los de Torre Tagle. La impresión es de una gran liviandad. Entre este patio y un segundo, el de los Doctores, de sobrie­dad clásica, está la escalera principal del Con­vento, que no tiene rival en cuanto a amplitud, plasticidad y categoría arquitectónica. El espacio está cubierto con una bóveda suspendida por pe­chinas y los muros abiertos de la caja están for­mados por arquerías, balcones y nichos interiores del más vigoroso y movido barroco. Las pinturas del claustro se atribuyen a Julián Jayo y Bermejo.

PLAZUELA Y TEATRO SEGURA

Volviendo por el jirón Huancavelica y atrave­sando el jirón Camaná se abre el espacio de la Plazuela del Teatro Segura. Este ensanche urba­no en el corazón de la vieja Lima es de interés histórico, pues fue la primera obra de expansión urbanística que se hizo después de la Colonia en el centro de la capital por los años de 1840. Sirvió no solamente como expansión frontal del

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• antiguo Teatro Principal sino como lugar de con­centración de tropas revolucionarias y de mani­festaciones políticas.

El Teatro Segura, que está ahora en el lugar de la vieja sala donde se desarrolló la historia de los espectáculos de comedia y ópera de la ciudad desde la colonia, es un pequeño y hermo­so teatro de herradura que data de 1910. La ca­lidad arquitectónica y evocativa de su sala es extraordinaria. Junto al Teatro Segura, se encuen­tra la Sala Alzedo; destinada únicamente para au­diciones de música de cámara.

PLAZUELA E IGLESIA DE SAN MARCELO

Siguiendo unos pasos por el jirón Huancave-lica se llega al jirón Arica, y volteando la cuadra, a la izquierda se llega a una placita acogedora, sombreada por árboles y rodeada por típicos ali­neamientos urbanos; es la Plazuela de San Mar­celo. Lo más notable de ese pequeño espacio tradicional es el balcón de esquina frente al cos­tado de la iglesia Este balcón, uno de los mejo­res ejemplares de mediados del siglo XIX, corre como una larga galería vidriada a ambos lados de la ancha casa, cubriendo prácticamente un cuarto de la cuadra sobre el jirón Arequipa.

La reciente reconstrucción en cemento de la fachada de San Marcelo deja del exterior el re­cuerdo de su riqueza plástica. Es en el interior donde puede apreciarse aún la calidad de ambien­te y proporciones de este pequeño templo barro­co de fines de 1600 e iniciado desde el siglo XVI.

Sus profundas capillas laterales, a un solo lado de la única nave, han sido reformadas comu­nicándolas por arcos y transformándolas en una nave lateral lo que desvirtúa el aislamiento e in­dividualidad de cada uno de estos oratorios.

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Ouedan magníficos altares barrocos, siendo el altar mayor de admirar por la profusión de finas y entreveradas talladuras churriguerescas. Ahí la buena factura escultórica de los santos, los ampulosos ornamentos de base, las volutas, conchas, cariátides y planos bordados de nutrida y mestiza delicadeza, conforman uno de los mejo­res ejemplos de retablos virreinales de princi­pios del siglo XVIII.

IGLESIA DE JESUS MARIA

Del Jirón Arica, a una cuadra de San Marce­lo, se toma a la izquierda el jirón Moquegua y se llega, a poca distancia, a la Iglesia de Jesús María. Está situada en la esquina de ese jirón y el jirón Camaná.

Se trata, quien sabe, del más puro y simple modelo de iglesita limeña monacal de la época colonial, a pesar de las reconstrucciones efec­tuadas a raíz de los terremotos de 1687 y 1746. Podría tomarse como el tipo característico de esa sencilla modalidad arquitectónica; son pequeños templos, a veces capillas, algo pueblerinos, de perfecta unidad de forma y llenos de una delica­da gracia. Sus plantas son de una sola nave. La fachada expresa admirablemente el plano inte­rior. El muro frontal sigue con exactitud la línea circular y superior de la bóveda entre dos anchos paños laterales y lisos que la retienen. La porta­da barroca resalta al centro y, sobre los paños laterales, se espigan las torrecillas de los cam­panarios. La portada y las torrecillas son como los vértices luminosos de un triángulo equilátero inalterable. Las barandas de madera contornan la silueta y hacen de cada campanario un verdadero balcón. En Jesús María la fórmula arquitectónica limeña no puede ser más precisa.

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En el interior la unidad es también perfecta y el contraste entre la humildad de la nave y la riqueza extraordinaria de los altares llama pode­rosamente la atención. Es un verdadero contra­punto de valores contrarios y fundidos en un solo espíritu. Todos los altares, como el pulpito, tie­nen un mismo y perfecto estilo de exuberancia y riqueza donde un barroquismo fulgurante de pan de oro hace pensar en formas y lujos que vinie­ron de Oriente. Junto a esa preciosa capilla se cobija un sencillo monasterio de madres enclaus­tradas.

CENTRO SOCIAL CERRO DE PASCO CORPORATION

Tomando el jirón Puno, a la derecha, y bajan­do por el jirón de la Unión, se atravieza la Plaza San Martín y, a pocos metros, se ubica una her­mosa mansión con el N ? 1039, hoy Centro Social Cerro de Pasco Corporation. De mediados del siglo XVIII como estructura original y principios del XIX en su aspecto actual, de un solo piso, la casa presenta en su fachada almohadillada un claro y espaciado ritmo de vanos comerciales donde, seguramente, hubo hermosas ventanas enrejadas. La portada es imponente por su pres­tancia y de gran unidad con el paramento de fa­chada. Pasando por un elegante zaguán, que aún conserva su carácter dieciochesco se llega a un magnífico patio que ha sido restaurado con el mayor gusto y prudencia. Patio excepcional en Lima que, como un espacioso atrio, conduce a un ancho peristilo de fondo; pórtico del "principal". La reposada y severa columnata dórica romana que ostenta ese pórtico indica la influencia neo­clásica republicana del siglo pasado. En lo inte­rior, detalles de techos tallados y sucesión de

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espaciosos salones, dan la otentosa escala de ese ejemplo de dos épocas en una sola unidad ar­quitectónica.

La casa fue durante muchos años sede de la sociedad cultural femenina "Entre Nous".

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J J U N I N

J MIROQUESADA

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I T I N E R A R I O 5

Z O N A e

- CATEDRAL- PLAZA DE ARMAS TORRE TAGLE ANTIGUA CASA DE RADA IG DE SAN PEDRO IG SANTA ROSA DE L A S MONJAS CASA COLONIAL (CALLE NEGREIROS 5 3 2 )

ITINERARIO N? 5 ZONA E

PLAZA DE ARMAS - CATEDRAL - PALACIO DE TORRE TA­GLE - CASA DE RADA - IGLESIA Y CONVENTO DE SAN PEDRO - SANTA ROSA DE LAS MONJAS - CASA NE­

GREIROS N 9 532

PLAZA DE ARMAS

La visión de la Plaza de Armas desde el Pa­saje Olaya comprende sus aspectos mas nota­bles: la forma cuadrada —originalmente más ce­rrada como en las plazas castellanas— teniendo como fondo el Cerro San Cristóbal, al frente el Palacio de Gobierno, a la izquierda formando án­gulo con el Palacio, la Municipalidad, y, a la de­recha, el Palacio Arzobispal y la Catedral.

La Plaza fue completamente reformada hacia 1940-45 y dos de sus frentes reconstruidos en estilo neo-colonial retrocediéndose la arquería de sus portales al mismo alineamiento de las calles de ingreso-

Lo único que queda como lugares y monu­mentos auténticos de época colonial son los so­lares del Palacio de Gobierno, de la Municipali­dad y del arzobispado, el edificio de la Catedral, la fuente de bronce y el balcón de esquina que asoma en el ángulo entre el Palacio de Gobierno y el Palacio Arzobispal.

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Del Palacio de Gobierno sólo permanece una higuera que fue plantada por Francisco Piza-rro y que aún reverdece. Desde el balcón de es­quina citado, de principios del siglo XVIII, se di­ce que las cortesanas de Lima, tras de sus celo­sías, presenciaban discretamente las corridas de toros que tenía lugar en esa plaza antes de que se construyese el coso de Acho. Ese típico con­junto ha sido restaurado bajo el nombre de "La Posada del Oidor".

LA CATEDRAL

La Catedral de Lima, a pesar de las múlti­ples transformaciones que ha sufrido, conserva su monumentalidad primitiva. El mismo día 18 de enero de 1535 de la fundación de Lima, Francisco Pizarro puso la primera piedra y cargó en sus hombros el primer leño para la construcción del templo. Años después, en 1551 se le dio mayores proporciones. En 1564 el Arzobispo Jerónimo de Loayza y su alarife Alonso Beltrán, destruyeron lo hecho de adobe y emprendieron un templo aun más espacioso de ladrillo. Luego, en 1572, se le quiso hacer íntegramente en piedra con un'diseño mucho más amplio, pero el costo re­sultó tan excesivo que tuvieron que derrumbar lo fabricado y rehacerlo nuevamente en ladrillo. Por fin, hacia 1598 el arquitecto trujillano Fran­cisco Becerra, cuyas obras en Puebla, Quito y Cuzco le dieron mucho renombre, fue llamado para trazar definitivamente la planta del templo. Tiene los mismos alineamientos de la Catedral del Cuzco, planta-salón de tres anchas naves, capillas laterales, torres separadas, fuera del eje de las naves extremas, y bóvedas de crucería. La planta está inspirada en los últimos ejemplos platerescos y primeros clásicos de las catedra-

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les de Jaén y Granada. El terremoto de 1609 cau­só grandes daños en las bóvedes que luego se reconstruyeron rebajando la altura prudentemente y transformándose los arcos dobleros de medio punto en arcos rebajados; los empujes de las bó­vedas se nutrieron con una serie de nervaduras góticas.

El imafronte que se conoce hoy fue el origi­nal y levantado por los alarifes Martínez de Aro-na y Pedro Noguera, siguiéndose la influencia plateresca en su ordenación clásica. Aquí, como en el Cuzco, se observa el espíritu del armador de retablos de madera en esa elegante y monu­mental composición construida en su totalidad y mayor perfección con piedra traída expresa­mente de Panamá. Noguera también es autor del diseño de la pila de la Plaza y de la soberbia si­llería del coro en el mismo espíritu del arte de Berruguete. El templo es profundo y vasto, sus torres inconclusas entonces, fueron levantadas por Matías Maestro a fines del siglo XVIII, neo­clásicas, esbeltas y muy separadas, parecen abarcar todo el ancho de la Plaza Mayor.

El terremoto de 1746 derrumbó gran parte del templo, lo que trajo consigo una nueva y última reconstrucción, reemplazándose sus bóvedas y arcos de ladrillo por las actuales de madera pin­tada. Se implantó la "quincha" como material asísmico por el alarife Criollo Santiago Rosales y el jesuíta austríaco Juan Rher, de ilustre fama en la arquitectura limeña de mediados del siglo XVIII. El imafronte fue entonces desmontado y reconstruido, piedra por piedra en su forma ori­ginal. Hermosos lienzos de escuela italiana del siglo XVII adornan los muros de sus naves latera­les entre lujosas y cerradas capillas.

En la primera capilla lateral, entrando a la derecha, reposa en una urna de vidrio el cuerpo

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embalsamado de Francisco Pizarro, fundador de Lima. Al lado, recientemente, ha sido restaurado un gran retablo con magníficos relieves del Mon­tañés.

PALACIO DE TORRE TAGLE

Tomando el jirón Carabaya y volteando por el jirón Ucayali, a cuadra y media, se impone por su riqueza el Palacio de Torre Tagle.

El Palacio de Torre Tagle es la más completa y bella mansión de Lima de principios del siglo XVIII. En los azulejos de la planta alta se indica el año 1735. Fuera de su lujo es una obra de arte de arquitectura limeña por su absoluta originali dad. Los aportes andaluces, moros, criollos y aun asiáticos, se armonizan con incomparable encan­to. Si bien la construcción fue hecha por Don José Bernardo de Tagle y Bracho, primer mar­qués de Torre Tagle, a principios del siglo XVIII, su arquitectura conserva las tradiciones del siglo XVII. La fachada, estilo de balcones y nítido ba­rroco andaluz de la portada no anuncian la in-flluencia francesa que entonces se iniciaba. En la portada se aprecian los más francos contrastes de delicadeza y ampulosos volúmenes provenien­tes de diversas tendencias y diferentes materia­les. El fino barroco de columnillas delgadas y de ornamentación leve se encuentra de golpe, tanto en el primer piso como en el segundo, con grue­sos cornisamentos de movimientos curvos y que­brados que, en su violencia, parecen levantar los extremos de las coronaciones con marcada acen­tuación asiática.

Esto se observa igualmente en los balcones; son hermosísimos tipos de balcones mudejares del siglo XVII con todas sus galas y característi­cas. En las magníficas ménsulas que los sostie-

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PALACIO DE TORRE TAGLE.

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nen se observa la influencia oriental por la técni­ca del tallado y por los temas ornamentales en que figuran caras humanas, volutas y lacerías de carácter asiático.

La armonía entre la arquitectura exterior e interior es completa. El zaguán es un lujoso am­biente de transición y reposo bajo sus arcos re­bajados. Estos arcos tienen una ornamentación nutrida y plana de lacerías mudejares y presen­tan los más sugestivos efectos de perspectiva frente al espacio abierto del patio. Los zócalos de azulejos, el techo tallado con el mismo estilo de los arcos y las ménsulas de piedra que lo sos­tienen y que son como nudos fulgurantes de es­cultura, dan a ese primer ambiente una impresión de ensueño que es la atmósfera de toda la casa.

El patío tiene algo de ilusorio. Parece de mayor amplitud de la que tiene debido a que los corredores de la planta superior no están sopor­tados por columnas sino por una serie de ménsu­las voladas que aumentan el espacio libre de los bajos y sostienen como en el aire la arquería de los altos. Las bellísimas y tupidas rejas de ba­laustres torneadas y las puertas de pequeños y hundidos tableros imprimen la nota íntima de am­biente residencial que se encuentra, no sólo en el patio, sino en el amplio interior del palacio.

Entrando al patio, a la derecha, se anuncia la escalera con una preciosa portada; un arco tre-bolado con las mismas características arquitec­tónicas que se han observado en la fachada. Arri­ba, sobre los corredores volados, se desarrolla la arquería del patio. Los arcos, de yeso blanco, de fuertes relieves, quebrados en graciosas cur­vas mudejares, están como suspendidos sobre los barandales. En la comisa de coronación, a plomo de las columnillas de la arquería, hay re­saltes y ricas yeserías que acentúan su maravi-

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lioso ritmo. Un típico remate de balaustres tor­neados como crestería final abre y limita a la vez el cielo luminoso de este patio único.

En el interior la disposición es también no­table. El palacio luce galerías y salones de gran calidad de materiales, magníficos azulejos, puer­tas, rejas y techos de finas maderas primorosa­mente talladas, muros cubiertos de sedas y bro­cados y pisos de anchas tablas de roble.

Es evidente que el primer marqués tuvo muy buen gusto y que el arquitecto del palacio, cuyo nombre se desconoce, fue genial.

Hoy día el Palacio de Torre Tagle es sede del Ministerio de Relaciones Exteriores.

CASA DE RADA

Frente al Palacio de Torre Tagle está la Casa llamada de Rada; antigua mansión de los Goyene-che. Es de una feliz y excepcional ubicación que se presta para comparar épocas y ambos estilos.

Esta casa tiene un interés particular por ser una de las primeras en que la influencia francesa, de mediados del siglo XVIII, ha dado una expre­sión genuinamente limeña. En ella no se ha alte­rado sustancialmente la composición tradicional del siglo anterior en cuanto a su escala y distri­bución, pero es elocuente el cambio de estilo en la fachada en lo que se refiere a la ornamenta­ción y el detalle. Los paneles curvos Luis XV de los balcones, puertas de entrada y hasta en la contextura misma de la sillería de la portada, están indicando su época y procedencia.

Igualmente las vidrieras formando pequeñas galerías abiertas en los balcones, y los perfiles clásicos de las cornisas afirman las influencias borbónicas.

El que la fachada de la Casa de Rada se haya conservado intacta frente al Palacio de Torre Ta-

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gle, abriendo la perspectiva al templo de San Pe­dro, le da a ese limitado espacio una acentuada categoría de autenticidad limeña por su ritmo v escala urbana.

IGLESIA Y CONVENTO DE SAN PEDRO

Siguiendo por el jirón Ucayali hasta la esqui­na del jirón Azángaro, se levanta, imponente, la Iglesia de San Pedro.

Es uno de los mayores templos de Lima y de los más sólidamente construidos. Presenta un aspecto de clásica y sobria monumentalidad que la distingue de los demás templos barrocos- La razón de esta excepción es muy sencilla. Se tra­ta del templo de los jesuítas, cuyo proyecto fue trazado inspirándose en los planos de la Iglesia del Jesús de Roma; el célebre "Gesú" de Vignola y de Della Porta. De 1625 a 1638, siendo el prin­cipal alarife Nicolás Duran Mastrilli, se llevó a cabo la construcción de la Iglesia. Del "Gesú" se tomó la dignidad, el equilibrio, el ritmo de ese estilo austero, más que la exactitud de sus formas y elementos. La planta, con sus profun­das capillas laterales abovedadas con casquetes esféricos, se transformó en una planta de tres naves a la manera de las plantas españolas de esa época. Un implacable orden dórico divide los tramos de la arquería de la nave central y un lujo fulgurante de retablos calados, de oro y de cuadros al óleo cubre íntegramente los muros de las capillas.

Entre los magníficos azulejos y retablos chu­rriguerescos de mediados de 1600 se destacan las preciosas tribunas doradas a cada lado del Altar Mayor para los prelados y para que el Vi­rrey asistiera a la misa tras las celosías. El Al­tar Mayor es obra neo-clásica de Matías Maestro

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de fines del siglo XVIII. Es de notarse la monu-mentalidad del Altar de San Ignacio imitando al de Roma, pero íntegramente tallado en caoba al natural y de una riquísima factura.

Igualmente es de llamar la atención el Altar de las Reliquias de finísimo barroco borrominez-co, el de la Purísima y el de San Francisco Javier con una talla de Montañés.

La fachada no tiene de auténtica sino el cuer­po inferior con sus tres portadas: la central y las dos laterales a plomo de las torres. En ese cuerpo de fachada se puede observar la nobleza y rigor de su arquitectura; pilastras dóricas ad­mirablemente dispuestas para animar con majes­tad y armonía el gran paño vertical del muro de fondo. Las torres fueron reconstruidas en 1896 y luego, a raíz del terremoto de 1940, en el mismo estilo clásico y purista del cuerpo inferior.

La Sacristía, terminada después de 1654, va­le sobre todo por la mueblería tallada y dorada que, con sus fuertes relieves barrocos parecen pequeños y preciosos retablos que cubren casi todas las paredes del recinto. El techo plano, de madera, imita un artesonado, en cuyos campos se han pintado cuadros con figuraciones de la vida de San Ignacio. Un lienzo de "La Coronación" de Bernardo Bitti acrecienta aún más el interés del lugar.

La Iglesia se inauguró en 1638 con el nombre de San Pablo hasta la expulsión de los jesuítas. Poco después, en 1770, tomó el nombre actual de San Pedro. En ese templo se pronunció, por primera vez en el mundo, en 1655, el Sermón de Tres Horas.

Las campanas de San Pedro entre las que se cuenta "La Abuelita", son las más sonoras, venerables y antiguas de la ciudad y, entre las reliquias que guardan las naves del templo se

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cuenta un fragmento de la cruz, una espina de la corona de Jesús y cuerpos de numerosos mar tires.

Al lado derecho del templo, a un nivel más bajo, se puede visitar la Penitenciaría o Capilla del Convento, entonces, para estudiantes, merca­deres, artesanos, etc., verdadera joya arquitectó­nica de plano basilical, iluminada por pequeñas linternas en las cúpulas que la cubren a la ma­nera bizantina y adornada con hermosos lienzos al óleo. Obra del italiano Jerónimo Pallas en 1659. Un hermoso óleo de escuela veneciana flamenca llama la atención sobre el altar mayor. Igualmen­te es de mencionarse la pequeña Capilla de la O, de una menuda e íntima arquitectura, prácti­camente reconstruida después del terremoto de 1746 con pequeñas naves laterales y techo plano. Esta era lugar de actos culturales.

SANTA ROSA DE LAS MONJAS

Al terminar la cuadra del jirón Azángaro, que comprende el Convento de San Pedro, se ca­mina hacia la izquierda por el jirón Antonio Miró Quesada hasta llegar, atravesando la Av. Aban-cay, al Convento e Iglesia de Santa Rosa de las Monjas.

En ese sencillo Monasterio de clausura, la Santa vivió los últimos cinco años de su vida y murió el 24 de agosto de 1617, dejando preciosas reliquias entre las que se destacan cartas, escri­tos, cilicios y objetos. El claustro actual, con sus simples arquerías sobre columnillas de madera, fue inaugurado en 1704. Se conserva la Capilla del Santuario con su espigada y neo-clásica por­tada entre largas torrecillas en punta. Un óleo que representa la verdadera imagen de la Santa se muestra en ese apacible y místico recinto.

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I

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En cuanto a la Iglesia, ésta es de una muy elegante línea dieciochesca, en que las torres se espigan sobre estrechas pilastras y dejan en su centro una preciosa portada en que espacia­das columnas suspenden sobre el arco de entra­da el abanico de una concha que se abre para sostener la graciosa y amplia curva de corona­ción.

La iglesia es de una sola nave con capillas laterales y cúpulas en el crucero. Presenta una proporción ancha y baja, pero que la llena de in­timidad y recogimiento.

CASAS EN LA CALLE NEGREIROS

Regresando por el mismo jirón Antonio Miró Ouesada, hasta el jirón Azángaro, y siguiendo por el mismo hasta el jirón Cuzco, se encuentran al­gunas casas típicas limeñas del mayor interés y que aún imprimen a esa cuadra (Calle Negrei-ros) carácter colonial con sus balcones y anchas portadas.

Entre esas casas se destaca la del N 9 532. Esta, en su aspecto actual, es de principios del siglo XIX pero sus muros son anteriores. Tiene una hermosa y simétrica fachada con relación a su alta portada, compuesta por un arco rebaja­do y un pequeño balcón abierto con barandal de platinas de hierro entrecruzadas, típico de la épo­ca de transición entre la arquitectura virreinal y republicana. De cada lado sobresalen cerrados balcones con frisos ovalados y centrales. Bajo esos balcones se espigan grandes ventanas de reja con salientes y peraltadas coronaciones a la manera de las "coronelas" trujillanas. En las paredes del zaguán quedan pinturas, paneles que imitan tapicerías, y sobre las ventanas del "prin­cipal" en el patio, se repiten esas pinturas con conchas y lacerías como los medallones que se

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' 'ES IA DE SAu fEDRO. TORRE DESDE EL JIRON UCAYALI.

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empleaban frecuentemente en Francia y en Italia sobre vanos de fines del siglo XVIII.

La proporción cerrada del ambiente, las rejas de esas ventanas, hechas de bronce y de peque­ños rectángulos alternados, y el delicado juego de barandales de hierro de los corredores supe­riores, le imprimen al patio un especial encanto.

En esa misma cuadra, N ? 496, se puede con­templar una pequeña casa de bajos, sin ningún adorno en la fachada y con un pequeño y delica­do patio lleno de fineza. Es un modesto ejemplo de pulcritud y gracia y una auténtica expresión de la tradición arquitectónica limeña doméstica.

Esas visiones tan sugestivas se encuentran aún en muchas casas y patios interiores.

Volteando por el jirón Cuzco, a una cuadra de la Avenida Abancay se ubica la mansión seño­rial de la familia Prado que, si bien ha sufrido restauraciones y modificaciones, presenta ele­mentos de arquitectura colonial, ambientes y ob­jeto del mayor valor.

Volviendo por ese mismo jirón y atravesando el jirón Azángaro aparece, discretamente, una pequeña iglesia barroca con sus torrecillas ciegas y que es digna de visitarse: La Iglesia de la Tri­nidad.

IGLESIA DE LA TRINIDAD

La fundación del Monasterio de las Monjas Trinitarias es una de las más antiguas de Lima, pero sólo en el siglo XVIII se construyeron los claros y espaciosos claustros en el lugar que ocu­pan hoy día. La Iglesia es posterior al terremoto de 1746 y, a pesar de recientes restauraciones, conserva el sello de sencillez y espiritualidad de sus proporciones originales.

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ITINERARIO N9 6 ZONA F

IGLESIA DE LA CONCEPCION - ANTIGUO LOCAL DE LA INQUISICION - ANTIGUO COLEGIO DE TEOLOGIA - IGLE­SIA DE SANTA ANA - IGLESIA DE LAS DESCALZAS -IGLESIA DE SANTA CLARA - IGLESIA DE LA BUENA MUERTE - IGLESIA DE LAS TRINITARIAS - CASA CANE-

VARO - ESCUELA DE BELLAS ARTES

IGLESIA DE LA CONCEPCION

Formando esquina con la Avenida Abancay y el jirón Huallaga se encuentra la Iglesia de la Concepción. Como puede observarse, ésta fue seccionada por el trazo de la avenida, conserván­dose, felizmente, parte de su sólida nave de fines del siglo XVI, cubierta con bóveda de cañón, y el costado del templo con su hermosa portada lateral y única torre. Es muy valioso ejemplo de arquitectura colonial costeña.

La torre es una de las más típicas de Lima del siglo XVIII y la portada, construida en 1699, presenta una ampulosidad barroca que la hace notable por su riqueza plástica y dinámica. La Iglesia desde su fundación ha sufrido varias res­tauraciones y reconstrucciones.

La composición del conjunto en ángulo, con la posición oblicua de la torre, es un caso excep­cional en la arquitectura colonial peruana.

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ANTIGUO LOCAL DE LA INQUISICION

Tomando la cuadra de la Avenida Abancay y que conduce a la Plaza Bolívar, a pocos pasos sobre el jirón Junín, llama la atención un edificio con la forma de un pequeño templo dórico-roma­no. Se trata del antiguo Senado de la República, construido en 1896, como un símbolo de libera­ción de la colonia y afirmación republicana, sobre los restos de los locales que cobijaron el Santo Oficio o Tribunal de la Santa Inquisición. La cons­trucción del antiguo Senado fue financiada y vi­gilada personalmente por Nicolás de Piérola.

El Palacio de la Inquisición fue levantado por Cédula Real de Felipe II en 1569 hasta que lo destruyó el pueblo en 1821 a raíz de la Inde­pendencia.

Frente a la antigua, alejada y pequeña Plaza de la Inquisición, que tenía forma triangular y un ambiente típico y recatado, los locales del Palacio presentaban un amplio y complejo con­junto de cámaras, pasillos y prisiones. Sólo que­da la Cámara del Secreto con su bello techo mu­dejar, la Puerta del Secreto, primorosamente ta­llada con una abertura por donde deponían los testigos sin ser vistos, algunos paños de muro de los calabozos con sugestivas inscripciones de penados y la Sala de Audiencia.

Esta Sala, espaciosa y fría, de muros muy anchos, con largas y altas ventanas y su hermo­sísimo techo, infunde temor y recogimiento. El techo de viguería tallada, con sus fondos honda­mente labrados y lujosísimas ménsulas, es una de las obras de carpintería barroca mudejar más famosa de América. La construcción de esa mag­nífica obra de arte es de principios del siglo XVIII.

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f

30 IGLESIA DE LA CONCEPCION. PORTADA.

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Son de notarse, por su autenticidad y signifi­cado, la hermosa mesa del Tribunal, la severa cruz que se coloca sobre ella, el imDonente si­llón del Presidente del Tribunal y la tupida reja de los calabozos. Un interesante museo enrique­ce el sugestivo local.

ANTIGUO COLEGIO DE TEOLOGIA

Siguiendo por el jirón Junín, en la esquina del jirón Pasco se alza la pequeña y grácil iglesia de Santo Tomás, capilla del antiguo Colegio de Teología. Sus salas, claustros y celdas, sirvieron hasta hace pocos años como cárcel de mujeres. Hoy funciona allí la Gran Unidad Escolar "Mer­cedes Cabello de Carbonera".

El Colegio fue fundado por los Dominicos a mediados del siglo XVII. Su claustro tiene enor­me interés ya que es uno de los pocos de forma circular que existe en el mundo. El ritmo de sus arquerías y la elegancia de sus proporciones le dan a ese patio una calidad arquitectónica de pri­mer orden. El locutorio de forma elíptica y trata­do con decoraciones churriguerescas forma uno de los ambientes más interesantes de Lima. En el interior, la iglesia y los espacios circulares que la comunican con el claustro, poseen tam­bién especial encanto por la calidad y dinamismo de su diseño.

La fachada de la Iglesia, de fines del siglo XVIII, con su pequeño atrio cerrado y de esquina, no deja de tener valor arqutectónico a pesar de haber sido restauradas.

IGLESIA DE SANTA ANA

Bajando por el jirón Pasco se dobla a la iz­quierda por el jirón Huallaga, hasta llegar a la Plazuela de Santa Ana, allí, como resguardada

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en una esquina, se alza la iglesia con su pequeño portón y torres de estilo neo-clásico.

El templo pertenecía al antiguo hospital de Santa Ana. La ubicación de flanco de la Iglesia en un ángulo abierto de la Plaza le da al conjunto un gran interés urbanístico. La iglesia fue re­construida después de un incendio en 1790. En su origen, de fines del siglo XVI, era parroquia de indios por haber sido el hospital de Santa Ana dedicado a la curación de los aborígenes.

En ella se venera un altar que se salvó del incendio de 1790. Bajo las naves de la iglesia reposan los restos del Arzobispo Loayza y, en sus archivos se encuentran las partidas de bau­tismo del poeta Arnaldo Marques y de Bernardo Alcedo, creador de la música del Himno Nacional.

La fachada, por haber sido objeto de defi­cientes restauraciones, ha perdido prácticamente su aspecto arquitectónico original.

IGLESIA Y MONASTERIO DE LAS DESCALZAS

Al lado opuesto de la Plaza Santa Ana y co­mo cerrando dicha plaza, impresiona el volumen macizo de los muros de la Iglesia y Monasterio de las Descalzas. Sus espaciadas y chatas pi­lastras, a manera de contrafuertes, y la amplia cúpula tangente al ángulo formado por la esquina de los jirones Junín y Huanta, es de notable va­lor plástico. En el interior sus altares neo-clási­cos, color caoba oscuro con oro, dan una impre­sión de elegancia y lujo. Sobre el jirón Junín la pequeña portada lateral de mediados del siglo XVIII constituye un precioso ejemplo de arqui­tectura mestiza y florida.

A pocos pasos de esa portada, sobre la mis­ma cuadra, está la Casa de la Moneda. Fue fun­dada en 1565, destruida por el terremoto de 1746 y reconstruida a mediados del siglo XIX.

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M M M U I 33 ANTIGUO COLEGIO DE TEO­

LOGIA. CLAUSTRO CIRCULAR

34 CALLE DEL PEJERREY Y TO­

RRES DE SANTA CLARA.

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IGLESIA DE TRINITARIAS.

Su extensa fachada de dos pisos, con ven­tanas que forman un ritmo parejo y sobria porta­da central, es de notarse por su calidad arquitec­tónica y pureza de estilo. En esa casa se han acuñado los diferentes tipos de monedas desde principios de la colonia hasta hoy.

PLAZUELA DE SANTA CLARA

Regresando hacia la Plaza de Santa Ana y subiendo el jirón Huanta, hacia el jirón Jauja, se llega por éste y por sus estrehas callejuelas — e s notable sobre todo la del Pejerrey— al gran conjunto de la Iglesia y Convento de Santa Clara.

La fachada de la Iglesia, pobremente recons­truida, se muestra como aislada y extraña frente a la plaza de su nombre. La unidad urbana de la plaza y su carácter limeño han sido prácticamente anulados por las construcciones heterogéneas que la rodean. Lo más notable del conjunto son los altos y lisos muros laterales del Convento y la visión de la alta nave de la iglesia que se alza mostrando las abultadas penetraciones de luz en su bóveda de cañón.

Junto a la Iglesia y frente a la plaza, en el jirón Ancash, se observa una vieja casona de ca­tegoría arquitectónica: el Molino de Santa Clara. Es única en su estilo de corte siciliano del siglo XIX. Hasta hace poco estaba ornamentada con magníficas estatuas de mármol que hoy día se encuentran en la Biblioteca Nacional. En 1879 las aguas del Río Huatica accionaban todavía las ruedas del molino. Durante la Guerra del Pací­fico muchos limeños se cobijaron en sus bóvedas bajo la protección de la bandera italiana. Des­pués el inmueble sirvió de escenario de los tea­tros Cervantes, Nueva York y Recreo Ayacuchano.

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IGLESIA DE LA BUENA MUERTE E IGLESIA DE LAS TRINITARIAS

Bajando dos cuadras por el jirón Ancash sorprende uno de los rincones más típicos de Li­ma: La Placita de la Buena Muerte. Esta parece unir en una sola unidad urbana los atrios de las Iglesias de la Buena Muerte y de las Trinitarias.

El ambiente tradicional está intacto y es de un gran encanto.

La Iglesia de la Buena Muerte hace parte del Convento fundado a principios del siglo XVIII y cuya sala capitular es muy hermosa. Su fachada, pulcra y humilde, se integra y juega con la nítida y proporcionada volumetría del tem­plo.

La Iglesia de las Trinitarias es un precioso ejemplo monástico limeño del siglo XVIII. Sus dinámicas líneas barrocas, tanto en el imafronte como en la portada lateral, así como las espiga­das torres, con sus cúpulas bulbosas a la ma­nera del rococó austríaco, poseen el mayor in­terés.

Su planta de nave corta, ancho crucero y cúpula, centraliza el espacio interior en su solo ambiente unitario y armonioso.

Mirando desde el jirón Ancash las tres igle­sias, las Trinitarias, la Buena Muerte y Santa Clara, se tiene una auténtica visión de la Lima colonial, donde se decía que en cada esquina había una iglesia.

En el jirón Ancash, aún de calles tan típicas por sus templos y viejas casonas, no deben de­jarse de observar tres de ellas: los inmuebles Nos. 935, 860 y 755.

El No. 935, de mediados del siglo XVIII, es de una gran pureza arquitectónica, conserva en sus pequeños balcones la elegancia y finura del

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estilo de esa época, pero por lo demás está en lamentable estado ruinoso. El No. 860 ha debido sufrir muchas alteraciones. En todo caso su mu­ro de fachada se eleva como dosel Luis XV, y la portada monumental ostenta bellas ménsulas barrocas suavemente modeladas en yeso, grue­sas y pastosas.

El No. 755 es digno de restaurarse.

CASA CANEVARO

Recientemente restaurada, con el mejor res­peto y gusto, se puede admirar en el jirón An­cash No. 769, una hermosa mansión llamada Ca­sa Canevaro por haber pertenecido a fines del siglo XIX, al General del mismo nombre.

Se trata de un típico exponente lujoso y elegante, de casa limeña de los años 1850 sobre bases más antiguas-

Fue propiedad en 1752 del Capitán Villegas, Gobernador del Callao, y era de una sola planta con caballerizas que daban a la calle San Idel-fonso. En 1818 pasó a ser mansión de la familia Lobatón Laos. Fue a mediados del siglo XIX, en épocas de Castilla y de gran bonanza para el Perú, que adquirió su aspecto actual de dos pi­sos con el neo-clasicismo de la época expresado con la mayor pureza y refinamiento. Sus baleo nes, rejas, lujo de materiales, ambientes sun­tuosos y bellas proporciones, merecen detenerse ante ese ejemplo característico y elocuente de arquitectura republicana. Los motivos Imperio son dignos de observarse en la digna simetría del conjunto y en la prestancia napoleónica de los balcones. Sede entonces de la Legación de Inglaterra y luego de la de Chile hasta la Guerra del Pacífico, es hoy Instituto de Investigaciones Artísticas de la Escuela Nacional de Bellas Artes.

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ESCUELA NACIONAL DE BELLAS ARTES

En la esquina del jirón Ancash y Pasco lla­ma la atención por su carácter monumental y su decoración inspirada en motivos pre-colombi-nos y coloniales una fachada contemporánea de ladrillo, obra del escultor español Manuel Pique­ras Cotolí. Se trata de la Escuela Nacional de Bellas Artes. El primer patio, de dos plantas y, a la entrada de la Escuela, el aula magna, los locales de la Dirección, el segundo patio de un solo piso y el jardín interior, cautivan al instante por la belleza de sus proporciones, contrastes de ambientes, rincones íntimos y buen gusto de su arreglo. Se trata de una de las más felices supervivencias limeñas de un viejo monumento colonial. La construcción fue desde 1603 Casa de Estudios de la Orden de San Agustín; Cole­gio de San Idelfonso.

Este enorme conjunto, tres veces mayor del que conocemos hoy, llegaba hasta el borde del Rímac y fue famoso por la prestancia y lujo de sus locales.

El célebre colegio agustino, que fue eleva­do a Universidad Pontificia en 1611, derruido por el terremoto de 1687 se mantuvo luego como con­vento de monjas hasta fines del siglo XVII. El Colegio sólo contaba con 28 religiosos entre los restos de sus patios y muros. Luego fue abando­nado en los primeros años de la Independencia hasta que en 1918 lo reclamó el Estado para de­dicarlo a Escuela Nacional de Bellas Artes. Hoy los antiguos claustros lucen de nuevo su belleza y los altos muros de la iglesia son los muros del Aula Magna.

ESCUELA DE BELLAS ARTES. PATIO INTERIOR.

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ITINERARIO N° 7 ZONA G

IGLESIA DE LOS HUERFANOS - PANTEON DE LOS PROCE­RES - UNIVERSIDAD DE SAN MARCOS - FUERTE DE SANTA CATALINA - IGLESIA DE SANTA CATALINA - JARDIN BO­TANICO - IGLESIA DE COCHARCAS - HOSPITAL DOS DE

MAYO

IGLESIA DE LOS HUERFANOS

En el jirón Azángaro, formando esquina con el jirón Apurímac, está la Iglesia de Los Huér­fanos.

Esta Iglesia fue reconstruida dos veces, la primera cuando estaba prácticamente lista, a raíz del terremoto de 1678 y luego, veinte años después del terremoto de 1746. Se trata, como tantas obras limeñas del siglo XVIII, de un ejem­plo de la influencia rococó que nos vino de Aus­tria por España. El arquitecto jesuíta Juan Rher, nacido en Praga, ejerció considerable in­fluencia en este período de la arquitectura lime­ña y, muy posiblemente, en Los Huérfanos. Esto puede comprobarse no solamente en lo refina­damente dieciochesco del cuerpo superior de la portada sino también en el hecho de que la planta de la iglesia es ovalada a la manera de algunos ejemplos barrocos austríacos. El precioso coro alto sobre la entrada podría servir de tribuna a un salón vienes para conciertos de Mozart.

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El templo fue consagrado al Corazón de Je­sús pero es conocido por la iglesia de Los Huér­fanos por haber estado al lado de la Antigua Casa de los Niños Huérfanos de Lima.

El bapisterio es notable por su original for­ma y cúpula elíptica, donde cariátides bicéfalas de carácter indígena sirven de soportes.

IGLESIA DE SAN CARLOS (Panteón de los Proceres)

Sobre el mismo jirón Azángaro y formando esquina con el Parque Universitario se ubica la Iglesia de San Carlos.

Esta iglesia constituye uno de los ejemplos más armoniosos y finos de arquitectura religiosa colonial limeña del siglo XVIII. Perteneció origi­nalmente al noviciado jesuíta de San Antonio Abad en 1606.

A raíz de la expulsión de los jesuítas, en 1767, se tornó en la iglesia del Real Colegio de San Carlos. El terremoto de 1746 motivó una ree­dificación completa. En 1876 se convierte en la Capilla de la Universidad de San Marcos.

Su compacta volumetría exterior y su espa­cio interior son muy logrados así como su por­tada, donde, como en Los Huérfanos, se super­ponen dos cuerpos de etapas diferentes: el infe­rior de sobriedad clásica y el superior de una movida rocalla de conchas, consolas, perillones inflados y marcos ondulados. La puerta lateral es un precioso modelo de barroco clasicista.

Las menudas torres ciegas, como grandes perillas, afirman la composición triangular equilá­tera con la portada, tan característica en las pe­queñas iglesias limeñas.

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ex

UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

Junto a la Iglesia de San Carlos se desarrolla, frente al Parque Universitario, la extensa fachada de la Universidad Mayor de San Marcos.

Originalmente fue sede del Noviciado Jesuí­ta de San Antonio de Abad y luego del Real Co­legio de San Carlos de Lima. Primeros años del siglo XVII. Este conjunto es de mucho interés por la sucesión de sus espaciosos claustros y por la antigua Capilla del Colegio, Nuestra Seño­ra de Loreto, techada con una vistosa bóveda de madera y tratada con decoraciones de pane­les dorados y pintados; obra del siglo XVIII.

Después de la expulsión de los jesuítas, por el año 1770, el local quedó como Convictorio de la Compañía de Jesús. La Universidad de San Marcos funcionaba en la Plaza de la Inquisición (edificio ya demolido) hasta que, a raíz de la In­dependencia, 1821, pasó a los claustros del anti­guo Colegio de San Carlos. La Capilla de Nues­tra Señora de Loreto se transformó entonces en Aula Magna de la Universidad.

Con el terremoto de 1746 el Colegio de San Carlos sufrió grandes estragos. La Capilla guar­dó su forma original pero tanto los claustros co­mo la fachada, después de varias refacciones, to­maron el aspecto actual que data de mediados de la segunda mitad del siglo XI.'. La amplitud de esos claustros ha adquirido el espíritu del neo­clasicismo y la fachada tiene por su uniforn dad y ritmo un marcado valor urbanístico como ele­mento de cierre del Parque Universitario.

Un museo de arte peruano de mucho irterés puede ser visitado en ese local (Solicitar pros­pecto respectivo).

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CUARTEL DE SANTA CATALINA

Siguiendo por la avenida Nicolás de Piérola y tomando el jirón Inambari, se recorren los muros del Cuartel de Santa Catalina, hasta lle­gar a la Plazuela del mismo nombre.

El cuartel es un interesante ejemplo de edi­ficación castrense de los últimos años de la co­lonia, caracterizado por sus anchos muros en ta­lud. Estos son de adobe con torreones en las esquinas y, sobre su portada neo-clásica, se alza una torre cuadrada. Aparte del interés histórico que posee y del valor histórico-artístico que le es propio por ser uno de los pocos ejemplos li­meños que existen de arquitectura militar colo­nial, tiene una gran importancia urbanística como elemento que conforma el espacio de la Plazue­la de Santa Catalina.

IGLESIA DE SANTA CATALINA

En Santa Catalina lo que más interesa es la amplia extensión de sus muros, que forman el fondo mismo de la plazuela. Allí juegan diversos elementos entre auténticos y recientemente res­taurados, como los gruesos contrafuertes, la an­cha cúpula del crucero, la portada lateral de la Iglesia y una espadaña a manera de campanario. Estos elementos imprimen al conjunto un acen­tuado valor plástico y urbanístico.

JARDIN BOTANICO

Continuando por el jirón Puno se abre el gran espacio del Jardín Botánico. El jardín comprende más de cuatro manzanas y su frente principal da sobre la Avenida Grau.

Posee una notable variedad de plantas y de árboles y es de mucha importancia urbanística

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por constituir una área verde aprovechable para la colectividad que habita esa zona de Lima.

Su fundación es de fines del siglo XVIII y su actual estado data de 1876.

IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE COCHARCAS

Al terminar el jirón Puno, haciendo esquina frente a la Plaza Carrión, se encuentra el peque­ño atrio de Nuestra Señora de Cocharcas.

El templo lo edificó en 1684 el alarife indio Sebastián Alonso y sirvió de capilla hasta prin­cipios de 1700 a un pequeño convento para edu­car a las hijas inválidas e indigentes de los ca­ciques.

Su valor arquitectónico reside sobre todo en su fachada del siglo XVIII, cuyos campanarios acusan semejanza con los de la Iglesia de la Con­cepción. Su imafronte, de firme plasticidad ba­rroca, tiene un ritmo ascendente que le imprime unidad y elegancia.

Formando esquina con la Plaza Carrión y la Av. Grau se ubica el Hospital "2 de Mayo".

HOSPITAL DOS DE MAYO

Este Hospital, construido entre los años 1868 y 1875, tiene una composición radial de acuerdo con las tendencias más avanzadas de la época. Esa disposición crea un amplio y disciplinado juego de hermosos ambientes determinados por el atrio de entrada, prolongada galería de acceso y espacioso patio octogonal que, como corazón del hospital, concentra e irradia toda su circula­ción interior. Frente a la galería, al fondo del octógono, se levanta la capilla como un pequeño monumento clásico. Su arquitectura es de la me­jor tradición académica y evoca la dignidad clási-

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ca donde los órdenes y los motivos son tratados con gran justeza y sobriedad.

La bella galería está formada por hileras de columnas de orden dórico y cubierta por una leve juego de bóveda de arista. Esta cobertura llama la atención por su liviandad, que recuerda las actuales bóvedas cascara de cemento armado. Las columnas, de 6 mts- de altura, son de una sola pieza de roble y soportan un entablamento de la misma madera de correctísimo corte clá­sico.

La Capilla surge al fondo del octógono inte­rior como un arco de triunfo; su frente está cons­tituido por un arco central y arcos más bajos la­terales divididos por columnas adosadas. Los ca­piteles jónicos, con guirnaldas colgantes entre las volutas, y la fineza de la ornamentación da a esa capilla una nota cálida en el conjunto dis­ciplinado y severo.

El hospital es uno de los pocos y más im­portantes edificios republicanos que existen en la ciudad, influenciado por la arquitectura neoclási­ca inglesa de fines del siglo XIX.

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ITINERARIO N* 8 ZONA H

PLAZA E IGLESIA DEL CERCADO - MURALLAS DE LIMA -MONASTERIO E IGLESIA DEL PRADO - OUINTA HEEREN

IGLESIA DEL CARMEN

La zona de este itinerario, que se denomina "Barrios Altos" por estar más elevada con rela­ción al resto de la ciudad, es además llamada así para diferenciarla de las otras zonas de Lima por su viejo y humilde carácter urbano que ha podido conservarse en su sencillez tradicional gracias a su ubicación algo alejada del centro de la Capital.

PLAZA E IGLESIA DEL CERCADO

De la Avenida Grau se toma por la Avenida de los Incas, hasta la esquina de la antigua Es­cuela de Policía y, doblando a la derecha por el jirón Desaguadero, se llega a la Plaza e Iglesia del Cercado.

El conjunto tiene un particular encanto por su aislamiento, ubicación en diagonal y regulari­dad urbana. El ambiente, aún auténtico, de lugar cerrado, colorido y humilde, con su iglesia res­taurada, es uno de los rincones más sugestivos de la Lima colonial. El Barrio del Cercado tiene

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su origen en 1573 "cuando se dispuso que los indios que vivían en la ciudad y alrededores fue­sen reducidos en un pueblo en que pudiesen vi­vir mejor que en las diseminadas rancherías. Así estarían más a cubierto de las extorsiones de que eran víctimas y donde podrían ser mejor en­señados y doctrinados. El Cercado se llamó el Barrio de Santiago por haber sido inaugurado el día del Apóstol como un lugar grato y fértil para su habitantes". Estaba rodeado por muros con sus puertas formando una verdadera cíuda-dela donde se construyeron calles, plaza, cabildo, hospital, cárcel y la iglesia indicada.

La iglesia, que domina la Plaza en uno de sus ángulos, es un modelo típico de los templos limeños de fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII donde la portada barroca reina bajo el arco de la bóveda y entre las dos torrecillas con sus barandales de madera que se alzan con elegante ritmo hasta sus empinadas linternas.

Es interesante señalar que la agrupación ur­bana del cercado podría ser considerada, en su pequeña escala, como precursora de las agrupa­ciones satélites modernas.

MURALLAS DE LIMA

Atravesando diagonalmente la Plaza del Cer­cado hasta el jirón Comandante Espinar, se pue­den observar los restos bastante ruinosos de tres bastiones de las Murallas de Lima. Un tramo es visible en la esquina de ese jirón y el Pasaje República. Los otros, mejor conservados, se en­cuentran dentro de las propiedades Nos. 491-435 del citado Jirón.

Las murallas, terminadas en 1678. fueron mandadas construir por el Virrey Melchor Nova-

so

rra y Rocaful, Duque de la Palata, para defender la ciudad de los piratas holandeses e ingleses que atacaban entonces nuestras costas. Eran mo­les imponentes de adobe que rodeaban toda la ciudad como un ancho cinturón cerrado con sus puertas, parapetos y caminos de ronda. Esa obra gigantesca se hizo apresuradamente y nunca fue utilizada. Hasta 1840 las murallas estaban aún intactas. Hasta hoy han quedado en algunos lu­gares de Lima, como referencias urbanas, los nombres de las puertas de esas murallas como las portadas de: Callao, Monserrate, Camal, Guía Juan Simón, Guadalupe, Santa Catalina, Cuchar­eas, Borbones y Maravillas.

MONASTERIO E IGLESIA DEL PRADO

Regresando por la Av. de los Incas hasta el Jirón Junín y bajando por éste hasta el Jirón Ma­nuel Pardo se encuentra el Monasterio y la Igle­sia del Prado.

El templo es arquitectónicamente valioso so­bre todo por sus muros lisos y compactos, de­biéndose notar lo inusitado del volumen de su cúpula al costado de la portada principal.

En el Monasterio existe un claustro de un solo piso, de simples y delicadas arquerías, que atrae por el encanto de su sencillez y por la Ca­pilla de los Dolores, que llama la atención por su gran calidad artística.

Caminando una cuadra por el jirón Manuel Pardo se observa, a la derecha, restos ruinosos de una construcción. Se trata de la Quinta del Rincón del Prado, en cuyo interior quedan ele­mentos arquitectónicos y motivos decorativos del siglo XVIII. Estos son del mayor interés por estar vinculados a la historia galante de la Pe-rricholi y del Virrey Amat; era este lugar de re-

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creo para ellos. En él quedan pinturas, murales y algunos fragmentos del pequeño teatro al aire libre donde la célebre comediante actuaba para los íntimos del Virrey. Hay el propósito de re­parar su lamentable estado de abandono.

QUINTA HEEREN

Regresando por el Jirón Junín se abre, a poca distancia, la espaciosa reja de la Quinta Heeren en el No. 1201.

Parece no haber en América del Sur un pe­queño conjunto urbano de mayor pureza y evoca­ción poética que éste de fines del siglo XIX. Su excepcional aislamiento en un sombreado reman­so de la vieja Lima lo ha conservado intacto co­mo un pequeño barrio de los tiempos Victorianos. La Quinta, sin contingencia alguna con el progre­so actual, está constituida por una pequeña plaza con sus calles y grupos de casas de íntima y reducida escala entre frondosos árboles. En lo silencioso del ambiente se tiene la impresión de que allí se ha detenido el tiempo. La arquitectu­ra es de un neo-clasicismo muy fino con paños lisos y claros.

En el interior de las casas impera ese mis­mo espíritu, lo que hace que el conjunto de esa Quinta tenga una unidad arquitectónica del mayor valor plástico urbano y evocativo.

IGLESIA DEL CARMEN

Siguiendo por el jirón Junín aparece la pe­queña plaza formada por los jirones Huánuco y Lucanas donde se encuentra la Iglesia del Car­men. Su ubicación en esquina y el espacio abier­to de la plaza encierra un ambiente urbano muy movido. El interés del templo reside ante todo

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en el juego volumétrico de su fachada lateral y en el diseño de la portada que acusa influencias de la arquitectura rococó en su segundo cuerpo. Sus torres espigadas se terminan por cúpulas de silueta oriental sobre alargados campanarios ci­lindricos. Todo el conjunto tiene marcado carác­ter arquitectónico mestizo y popular.

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ITINERARIO N° 9 MAGDALENA VIEJA (PUEBLO LIBRE)

PLAZA - MUSEO DE LA REPUBLICA - MUSEO DE ANTRO­POLOGIA Y ARQUEOLOGIA - IGLESIA DE SANTA MARIA MAGDALENA - CASA HACIENDO ORBEA - MUSEO LARCO

HERRERA - IGLESIA DE MARANGA

PLAZA

El ingreso se hace generalmente por la Ave­nida General Vivanco; arteria principal que cruza la Av. Brasil. Desde la entrada a Magdalena Vie­ja se nota una diferencia de espíritu urbano y de escala arquitectónica en esa pequeña y anti­gua ciudad de abolengo. Sus angostas y apaci­bles calles con casas pulcras, bajas y de corre­dores abiertos, indican un lugar de retiro y repo­so y así fue esa población cuyo clima es exce­lente; una villa de paz alejada de la metrópoli donde virreyes y libertadores venían a pasar tem­porada de salud y descanso.

Magdalena Vieja y Surco eran entonces los lugares preferidos de recreo.

La Plaza de Magdalena Vieja expresa aún su carácter tradicional, con su perímetro cerrado y con sus casas generalmente de un piso, algunas de las cuales quedan todavía como fueron en sus épocas coloniales. Dentro de los límites de la zona monumental se indica en el plano la posición de las casas más típicas, ejemplos de ranchos

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costeños, como la casa de la familia Gamarra Hernández, en Vivanco 992, y otras en las calles Julio C. Tello, La Mar y Junín. En la casa de la Familia Gamarra Hernández se encuentra uno de los "nacimientos" más antiguos y originales de arte popular serrano.

Magdalena Vieja fue centro de una vasta zo­na arqueológica que comprendía los grupos de huacas de Mateo Salado y de Maranga. Luego en el siglo XVI se le conocía como Doctrina de Santa María Magdalena. En el siglo XVIII hubo cinco cofradías en el pueblo y su jurisdicción par­tía de los extramuros de Lima por el lado de Juan Simón y llegaban hasta el mar. La Doctrina comprendía grandes fundos como Maranga, con su preciosa capilla y Orbea, con su hermosísima Casa Hacienda.

En ese mismo siglo se funda Magdalena Nueva y de allí viene el nombre de Magdalena Vieja para designar a la antigua población.

En 1881, cuando la ocupación chilena, resi­dió ahí, con extraterritorialidad, el Gobierno de Dn. Francisco García Calderón.

Magdalena Vieja fue llamada Pueblo Libre desde los tiempos emancipadores de Torre Tagle.

MUSEO DE LA REPUBLICA

En un ángulo de la Plaza, formando esquina con las calles Junín y Julio C. Tello, se alza so­bre un zócalo alto una Casa-Quinta, antigua re­sidencia de los Virreyes Pezuela y La Serna y de los Libertadores San Martín y Bolívar; hoy Museo de la República.

En lo interior se conserva su auténtica dis­tribución: techos, muros y rejas coloniales, así como la terraza que da al jardín interior, todo lo cual le imprime a la casa un sello inconfundi-

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ble de arquitectura residencial suburbana del si glo XVIII.

La sucesión de espacios interiores, la escala reducida de los vanos y lo sencillo de su acabado acentúa su especial encanto.

Tanto la arquería vidriada que rodea el jar­dín interior como el arreglo de motivos colonia­les de la fachada son de factura reciente.

El Museo es de gran interés por el número y calidad de objetos y documentos que contiene, relacionados con los personajes y hechos de la Independencia. Entre ellos se pueden admirar algunos cuadros de valor artístico así como mue­bles y armas. (Ver prospecto en el Museo).

MUSEO ANTROPOLOGICO Y ARQUEOLOGICO

Junto al Museo de la República está el Mu­seo Antropológico y Arqueológico.

Si bien el local, adaptación de un amplio pa­tio central y arquerías construidas hace pocos años, no tiene valor histórico artístico su conte­nido es verdaderamente extraordinario; en él se encuentran abundantes, raras y hermosísimas muestras de cerámica, telas y piezas líticas de to­das las culturas precolombinas del Perú.

Se trata de un verdadero tesoro americano de cultura prehistórica y de arte. Sólo la exhibi­ción de telas y mantos de Paracas es digna de la mayor admiración por sus coloridos, dibujos y fineza de tejidos. (Ver prospectos en el Mu­seo) .

IGLESIA DE SANTA MARIA MAGDALENA

A pocos pasos de la Plaza, sobre la calle San Martín, se abre un grato y reducido espacio urbano dominado por la Iglesia de Santa María Magdalena.

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Es una de las iglesias rurales más bellas de Lima y uno de los ejemplos más típicos de arqui­tectura religiosa en su pequeña y grácil escala. El solar en que está construida fue donado en 1557 por el cacique Gonzalo a la Orden de los Franciscanos, pero el templo es de fábrica pos­terior, luciendo la llana y fina plasticidad de me­diados del siglo XVIII en lo unido y equilibrado de su composición barroca. Es el modelo carac­terístico de iglesia limeña, como Jesús María, en que la portada y las torrecillas, colocadas como balcones sobre los muros laterales y a cada lado del arranque de la bóveda, forma una sencilla y luminosa triangulación de motivos. En el inte­rior, compuesto de una sola y esbelta nave, sor­prende la extraordinaria riqueza arquitectónica de sus altares y pulpitos de mediados del siglo XVII- Estos son de lujoso estilo churrigueresco, preciosamente tallados en cedro y dorados con pan de oro. La suntuosidad de los retablos se hace elocuente y nítida por lo simple del trata­miento de los muros de la nave y por el ritmo espaciado de los tramos que los separa.

CASA HACIENDA ORBEA

Como fondo de la Calle San Martín está una hermosa portada dieciochesca flanqueada por an­chos y pastosos muros de cerco; es la entrada de la Casa Hacienda Orbea. Seguramente se tra­ta del ejemplo más bello de casa campestre del siglo XVIII. Su juego de volúmenes cúbicos, co­lor ocre-rosa, con la doble escalera de tramos amplios y tendidos que da a una delicada galería superior de madera, el macizo y ondulado muro que acompaña la pendiente del primer tramo de esa escalera, las ventanas abarrotadas, de dife­rentes tamaños y ubicaciones en los muros lisos,

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y la barroca y graciosa capillita de la Hacienda que se ubica al frente entre árboles y jardines, crean un conjunto de inolvidable sugerencia de época y de calidad estética.

Un pequeño patio interior formado por una galería vidriada, en esquina con la fachada a ma­nera de balcón limeño sobre columnas de madera y ménsulas talladas, y luego otro patio más ínti­mo, son ambientes del más puro y típico estilo del siglo XVIII por su plasticidad y encanto.

En la capilla se conserva intacta la mesa del altar revestida de bellos azulejos. Asimismo se guarda aún el molino de aceite con sus tinajas de cal y ladrillo y las de barro cocido para el cuidado de las aceitunas de los amplios olivares que tenía la Hacienda. En lo interior se puede admirar el ancho entablado de roble y la vigueiía de los techos primitivos. Acertadas restauracio­nes conservan todo su ambiente auténtico y en él se contemplan objetos, muebles y cuadros de va­lor histórico-artístico.

El nombre de Orbea viene de sus propieta­rios del siglo XVIII. En 1774 el dominio pasa a ser de la familia que hasta hoy la ocupa y con­serva con el mayor esmero y respeto por su original autenticidad; la del Sr. Dr. José Agustín de la Puente y Candamo.

MUSEO LARCO HERRERA

Volviendo por la avenida San Martín hasta la avenida Bolívar N91515, o bien dirigiéndose di­rectamente por ella desde la avenida Brasil, se encuentra el magnífico Museo Arqueológico Lar-co Herrera.

La exhibición está expuesta con técnica y gusto y se conoce sobre todo por la extraordi­naria calidad de sus piezas y en particular de

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objetos de oro pre-colombino. (Ver prospecto en el Museo).

IGLESIA DE MARANGA

Al hablar de Magdalena Vieja hemos men­cionado las zonas arqueológicas comprendidas en su antigua jurisdicción de Mateo Salado y de Maranga. ,

A la de Mateo Salado puede llegarse si­guiendo la Av. San Martín, y a la de Maranga si­guiendo la Av. Bolívar.

En la zona de Maranga, con frente hacía la Av. de la Marina se ubica la Hacienda del mis­mo nombre y en ella puede admirarse su iglesia cuidadosamente conservada.

Lo que más llama la atención de esta iglesia es la absoluta unidad estilística que existe entre todos sus motivos y elementos. Es un ejemplo muy fino y simple de nuestra arquitectura de mediados del siglo XVIII donde la gracia de las proporciones se funde con el naturalismo de su plástica arcillosa y colorida.

El retablo mayor es uno de los ejemplos más notables de integración entre el elemento arquitectónico con el muro de fondo, entre la pintura de ese fondo y la escultura de mueble­ría del retablo de líneas rococó. El retablo apa­rece como un motivo central y en relieve de toda la composición. La pintura en tela figura la con­tinuación del retablo con sus moldurajes y ele­mentos hasta el límite superior de la bóveda donde, entre cortinajes, está la imagen del Na­zareno.

Bellos azulejos cubren el piso del presbite­rio y, sobre la entrada de la iglesia se levanta un gracioso coro iluminado por una pequeña ven­tana central que, desde lo alto, deja filtrar la

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luz de ámbar a través de la piedra de Huamanga que lo cierra.

La fachada tiene un encanto particular no solamente por su valor estético y armonía sino también por la originalidad de sus elementos y motivos entre los cuales está la portada de dos cuerpos que se eleva sobre la entrada en arco trebolado y la especial forma de las torres ciegas y compactas con sus cupulines.

Estas se reducen a perillones exagonales cuyas caras, en diagonal con relación al plano de la fachada, crean un movimiento de facetas que alivia las masas y hace más agudo su juego con el conjunto. La disposición de las torres es, quien sabe, una de las más originales de nuestra arquitectura religiosa. Todas estas característi­cas y tantos otros detalles hacen de la iglesita de Maranga una verdadera joya en su género.

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ITINERARIO N ? 10 PUERTO DEL CALLAO

IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN - CENTRO URBANO TRADICIONAL - FORTALEZA DEL REAL FELIPE

Saliendo de Lima al Callao conviene tomar la Av. Venezuela, no sólo por lo grato del tra­yecto bajo la sombra de sus copiosos árboles, sino porque bordea monumentos de interés his­térico-artísticos y arqueológicos. Se pasa cerca de dos casa-haciendas coloniales de valor arqui­tectónico por sus típicas características rurales de amplias construcciones cuadradas, en alto y rodeadas por anchas galerías de madera soste­nidas por delgadas columnas; la casa-hacienda de Chacra Colorada, a la izquierda, al empalmar con la Av. Arica, y la de Chacra Ríos, a la dere­cha, a unas 18 cuadras de la Av. Alfonso Ugarte.

La de Chacra Ríos tiene un mayor interés por estar bien conservada en su autenticidad y por­que un cuerpo central se alza como un tercer piso coronado por un mirador octogonal termina­do en punta y formando una muy hermosa e im­ponente unidad plástica de volúmenes escalo­nados.

Aproximándose al cruce de la Av. Elmer Fau-cett la carretera penetra en la zona de Maranga

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donde se puede contemplar la magnitud de esa zona por el número de huacas que, como peque­ñas colinas artificiales, accidentan lo llano del valle.

Desviándose hacia la derecha por la Av. Elmer Faucett hasta llegar a la Av. Oscar R. Be-navides, la antigua carretera del Callao, se en­cuentra la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen de La Legua.

IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN DE LA LEGUA

Esta Iglesia construida a fines del siglo XVIII no sólo fue en su origen un hito de referencia en la distancia sino pausa espiritual y de reposo en el pequeño pueblo de su nombre. La Iglesia ha sido restaurada en épocas sucesivas; la últi­ma restauración fue la de su actual fachada. En lo interior sólo es de notarse el altar mayor de mediados del siglo XIX; se trata de una hermosa y amplia composición en que sus elegantes y dorados capiteles de esquina y su coronación forman un conjunto de mucha dignidad arquitec­tónica.

CENTRO URBANO TRADICIONAL

De La Legua, bajando por la Av. Oscar R. Benavides, se ingresa al Callao.

El Callao fue antigua población de pescado­res indígenas que estaban concentrados en la zona llamada Pitipíti (hoy Chucuito) y en las cer­canías de Bocanegra y Maranga. Según los cro­nistas, el pueblo del Callao influyó notoriamente en la fundación de Lima por su cercanía al her­moso valle del Rímac.

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El primitivo núcleo de pescadores indígenas de Pitipiti pereció en su totalidad arrasado por el mar durante el cataclismo de 1746.

El Pitipiti nuevo surgió a partir del siglo XVIII constituyendo la población de Chucuito.

Hacia el siglo XVI, cuando los conquistado­res se afincaron en el Valle del Rímac, el cro­nista Felipe Huamán Poma de Ayala llamaba al Callao "Ciudad ésta de la dicha Villa de Callao y Puerto de la dicha ciudad de los Reyes de Lima fue fundada primero que la dicha ciudad".

Parece que no hubo la tal fundación españo la. Por documentos de la época se desprende que la fundación del Callao fue de origen indí­gena y que a partir del siglo XVI se establece un núcleo de población española a la que el Cabildo de Lima otorgó solares. El cronista Bernabé Co­bo decía que: "Hasta ahora no se ha hecho fun­dación de este lugar".

En 1535, año de la fundación de Lima, el ayuntamiento da las primeras autorizaciones pa­ra traer mercaderías e, inmediatamente, se cons­truyó un tambo o aduana para el control de las importaciones desde la metrópoli.

En 1537 se inicia el reparto de solares para la población española.

En 1539 Francisco Pizarro solicita licencia al Ayuntamiento para pescar en la laguna forma­da en la desembocadura del río; lugar donde es­taba establecida una población indígena dedica­da a la pesca para su venta en el Callao y Lima.

Hacia el año 1551 las Ordenanzas Reales, firmadas por Carlos V regularizan las transaccio­nes comerciales propias del Puerto.

En 1555 el Canónigo Dn. Agustín Arias eleva una solicitud al Ayuntamiento de Lima para que se le concediera un solar para levantar la Iglesia del puerto.

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Antes, en 1553, el movimiento comercial y desarrollo de la pesca para proveer a la capital motivó que se construyera la primera Compañía Pesquera del Callao- Fueron don Rui González Beltrán y Dn. Juan Camacho los promotores de esa empresa.

Después del terremoto de 1746 se remodeló el puerto y ciudad del Callao. Se construyó la fortaleza del Real Felipe y los fuertes comple­mentarios para las defensas de ataques por mar. El movimiento comercial incrementó la pobla­ción. Se construyeron varaderos y nuevos edi­ficios de aduana.

Al comenzar la guerra con Chile, en 1879, una compañía francesa daba término a las obras de la dársena y puerto del Callao. Estos traba­jos quedaron interrumpidos.

Hasta principios de este siglo el Callao te­nía el aspecto peculiar de los puertos america­nos; calles estrechas y torcidas, balcones y mi­radores, abundancia de pulperías y callejas ado­quinadas y hoy, al entrar al viejo centro del Callao, que tiene como núcleo principal las pla­zas Matriz y Gálvez y los pasajes Independencia, Gálvez y Miller, y esas callejuelas estrechas donde sólo se puede transitar a pie, el visitante se siente atraído por el embrujo de la evocación de tiempos románticos donde el puerto tenía su corazón vivo y aventurero en su juego de espa­cios abiertos y cerrados, de claros y sombras, que aún se alternan bajo profundos portales de arquerías y en rincones de esquinas que se jun­tan y se bifurcan en direcciones quebradas. Todo tiene una escala, un ritmo, una volumetría, que indica el común denominador inconfundible de otros viejos puertos que se han unido por los mismos trajines del mar, y es, en el fondo, el mar lo que expresa esa parte tradicional del

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Callao con sus casas en que corbetas, berganti­nes y primeros barcos a vapor parece que le hu­bieran dado sus proporciones a las ventanas, la medida de sus puentes a los balcones, lo abierto de sus ambientes, cubiertas de dos pisos, y el colorido de la pintura que empleaban en sus cas­cos y mástiles.

Entre las casas más características, no sola­mente por su valor evocativo sino por la impor­tancia urbanística que tienen, pueden tomarse como ejemplo las siguientes: Jirón Bolivia Nos. 461 y 471; Jirón Constitución Nos. 310, 344 y 354; esquina de los Jirones Castilla y Plaza Matriz; Jirón Daniel Nieto No. 151; Jirón Gál­vez 202 y 240; Esq. Pachitea y Plaza Gálvez; Plaza Gálvez Nos. 246 y 272; pasaje Gálvez 363; Pasaje Independencia Nos. 397 y 338, y otras que se indican en el plano como de interés general.

En el Museo Naval del Callao, situado en Jorge Chávez 127, pueden admirarse algunos grabados y objetos de valor histórico-artístico,

FORTALEZA DEL REAL FELIPE

Los primeros datos acerca del Real Felipe se remontan a la época del Virrey Conde de Supe-runda, pero se debe especialmente al Virrey Ma­nuel de Amat la construcción de la Fortaleza. Fue inaugurado el Castillo en Enero de 1747. El nombre que lleva lo debe al de entonces Rey de España; Felipe V había muerto antes de la inauguración del Castillo y no se supo hasta mu­cho después. .

El Castillo fue construido como unidad prin­cipal en un conjunto defensivo de fortalezas con­tra los corsarios que amenazaban nuestras cos­tas. A fines del siglo XVIII y principios del XIX alianzas y guerras de los países europeos hicie-

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ron que ese peligro desapareciera. El Castillo se convirtió, sobre todo, en escenario dramático durante los primeros años de nuestra indepen­dencia y último baluarte de la dominación espa­ñola; el motín del Sargento Moyano en febrero de 1824 que liberó al General español José de Sa-sariego que estaba preso en el Castillo entregán­dose a él con toda la guarnición. El Presidente Torre Tagle hizo esfuerzos para recuperar la for­taleza pero días después el General Juan Anto­nio Monet y el Brigadier José Ramón Rodil toma­ron la fortaleza y quedó en manos de los realis­tas esa formidable defensa. Luego de la Capitu­lación de Ayacucho, el Real Felipe al mando de Rodil, fue sitiado con todos sus prisioneros; el asedio se hizo por mar y por tierra; familias en­teras perecieron entre las murallas del Fuerte; Rodil echó fuera a los prisioneros para mantener­se más tiempo con los alimentos existentes pero el hambre y el escorbuto fomentó tales tu­multos que Rodil tuvo que capitular después de dos años de resistencia. Así cayó el último sím­bolo del gobierno de la corona española en Amé­rica.

Otros episodios históricos se han desarro­llado en el Real Felipe en los primeros años de la República, como la sublevación del General Salaverry En todo caso, a la Fortaleza, se le pue­de considerar como una Bastilla peruana donde fueron encarcelados y victimados muchos patrio­tas que lucharon por nuestra independencia.

Su valor histórico-artístico, base de este iti­nerario, es notabilísimo. Pocas obras en Améri­ca tienen la calidad arquitectónica y de época que luce la Fortaleza. Construida bajo las nor­mas de la autoridad máxima en ingeniería mili­tar de fines del siglo XVII y principios del XVIII, del Mariscal Francés Sebastián de Preste, señor

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De Vauban, proyectada y dirigida por otro eminen­te francés, el matemático y cosmógrafo Louis Go-dín, en tiempos de Manso de Velasco, continua­da y completada en el apogeo del arte rococó por el Virrey Amat, como ya se ha dicho, la For­taleza adquiere una pureza de estilo dieciochesco y unidad admirable de racionalismo y elegancia, dignidad y nobleza.

El secreto de esa belleza arquitectónica pa­rece estar en su íntima y profunda escala huma­na. El sello de esa escala, expresión de la épo­ca, es lo que más deleita en su acabada arqui­tectura. El espacio de todo el vasto y complejo organismo de guerra lo dictaban las posibilida­des de alcance, distancias de tiros de cañones y culebrinas, rapidez de movilidad, resistencia a la carga, intensidad de voz, límite de vista, ca­pacidad ofensiva, duración de s i t ios. . . Todos esos factores coordinados entre ellos con sabia exactitud redundan en la forma pentagonal de la Fortaleza con sus murallas, torreones y "cor­tinas", baluartes, caminos de ronda, atalayas, baterías, casamatas y pabellones. Arquitectura, que, por su espíritu y cuerpo, elementos y mo­tivos, modelaba lo marcial, el coraje, la caballe­rosidad, el deber y el honor. Los volúmenes, sólidos y bajos, son al mismo tiempo elegantes y dignos, acompasados y heráldicos, con perfiles y molduración impecables. La piedra y el ladrillo desnudos, bellos en su estructura, hacen aún más elocuente la verdad de esa arquitectura y época.

La perfección de ejecución es notable. Las partes de alta jerarquía de la fortaleza son de piedra labrada: la entrada de honor, las puertas de los Torreones del Rey y de la Reina y el Cas-tHio del Gobernador. Ahí la piedra traída de la Isla de San Lorenzo está tratada con la mayor pe­ricia; esa piedra luce en su sabia desnudez las

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formas y los elementos arquitectónicos que cons­tituyen el admirable aparejo de los bloques-

Si bien el trabajo de piedra es acabado, la albañilería de ladrillo es extraordinaria. No se trata solamente de una albañilería cuidada sino de una verdadera estereotomía de ladrillo en que cada unidad está prolijamente labrada como una pequeña piedra de talla colocada con un mínimo de mortero para que las piezas vayan apoyándose unas sobre otras en soluciones continuas y for­mando superficies curvas, tersas y armoniosas. Las juntas son encintadas, marcando todo el me­nudo y maravilloso aparejo. ¡Lástima que parte de esa albañilería esté cubierta por un enlucido de cemento!

Así, torreones, baluartes y casamatas se han estructurado con corredores anulares, helicoida­les, y en rampa, superficies alabiadas, cónicas y cilindricas, bóvedas de todo tipo, escaleras de caracol y formas que se penetran y se siguen unas a otras en suaves y sugestivos contornos. Esto es debido al complejo desarrollo de los am­bientes internos en que toda la movilidad de la defensa o ataque necesitaba circular como por entre una tubería alambicada. El Real Felipe, se­guramente, es un monumento único en toda Amé­rica. (Ver publicaciones y prospectos referentes a la fortaleza en el Museo Militar que se encuen­tra en dicho lugar).

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ITINERARIO N' 11 PUEBLOS DEL SUR

MUSEO DE ARTE - SAN ISIDRO - MIRAFLORES - BARRAN­CO - CHORRILLOS

MUSEO DE ARTE

Saliendo del centro de Lima por la Avenida Wilson y llegando frente a la esquina del Paseo Colón, se impone, a la izquierda, un amplio y her­moso edificio aislado y rodeado de jardines. Es el Museo de Arte, antiguo Palacio de la Exposi­ción.

Es uno de los exponentes más interesantes y de indudable belleza de la arquitectura civil de la segunda mitad del siglo XIX. Se trata, posi­blemente, de uno de los pocos ejemplos en Amé­rica del Sur de aplicación, entonces tan audaz y novedosa, de elementos de construcción metá­lica en la estructura de un edificio. Esos elemen­tos los constituyen los soportes de la construc­ción de las salas que, por ser tan delgadas, altas (7 metros) y espaciadas columnas de hierro fun­dido con capiteles formados por salientes mén­sulas para acortar las luces de las vigas, permi ten la creación de amplísimos espacios interio­res de un ritmo de apoyos desconocido hasta la

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Page 73: Itinerarios de Lima- Hector Velarde

aparición de ese sistema. El edificio, un cuadra­do de dos pisos y de ochenta metros de lado, con un hermoso patio central, presenta sus ga­lerías interiores, de cerca de veinte metros de ancho, como espacios continuos entre las tres naves de sus finos soportes. El palacio fue cons­truido para la Exposición Internacional de Lima en 1869. Los planos, venidos de Italia, estable cían, gracias a los soportes metálicos, esas gran­des galerías funcionales para las exhibiciones de voluminosas maquinarías e intensa circulación.

En cuanto a su aspecto exterior, éste acom­paña, con sus elegantes arcos de medio punto, el ritmo de la estructura interna por medio de una arquitectura donde el estilo renacimiento veneciano es elocuente al hacer recordar elemen­tos y motivos característicos del Palacio Vendrá-min de fines del siglo XV.

El edificio es magnífico local para el museo que presenta colecciones valiosas y muy signifi­cativas de las épocas culturales del Perú: pre-co-lombina, colonial, republicana y contemporánea. El conjunto ordenado de cerámica, textiles, pin­tura, escultura, muebles y objetos da una visión global al visitante de nuestras diferentes realiza­ciones artísticas e históricas. (Ver prospecto en el museo).

Continuando hacia el Sur por la Av. Arequi­pa se encuentran las poblaciones dé San Isidro, Miraflores, Barranco y Chorrillos, hoy pequeñas ciudades fundamentalmente residenciales y ya prácticamente integradas unas en otras como la más importante expansión de la Gran Lima. Cada una de ellas es un distrito y cada una conserva características propias y un particular espíritu.

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SAN ISIDRO

San Isidro es la más reciente, florida y lu­josa de esas poblaciones. Fue lugar de santua­rios pre-colombinos que preparaban ya esta tie­rra para ofrecerla al labrador místico. Entre la huaca Huallamarca y la virreinal casa-hacienda de los condes de San Isidro, con su hermoso bosque de olivos, se creó el moderno barrio de San Isidro y sus urbanizaciones posteriores. Fue la apertura de la Av. Arequipa en 1921, entonces Av. Leguía, que, en pocos años, convirtió el nú­cleo rústico en una magnífica zona urbana.

Los monumentos arqueológicos e histórico-artísticos que en ella podemos admirar son pocos pero elocuentes; tenemos la casa hacienda de los condes de San Isidro, el bosque de olivos, o el Olivar de San Isidro, la huaca Huallamarca, llamada Pan de Azúcar, y la casa hacienda de Limatambo en la reciente Urbanización Jardín.

CASA HACIENDA DE LOS CONDES DE SAN ISIDRO

Esta espaciosa y señorial mansión de .cam­po está situada en la Av. Paz Soldán No. 920 y construida sobre una pequeña colina, lo que le da prestancia y dominio sobre las edificaciones vecinas. Su arquitectura de mediados del siglo XVIII, con detalles de algunos elementos posterio­res al terremoto de 1746 conserva, sin embargo, una amplitud de proporciones y escala de los apo­sentos del siglo XVII.

Una ancha galería de esbeltos arcos entre dos cuerpos poligonales extremos, constituye la fachada principal y superior de la casa. Uno de esos cuerpos, el de la esquina con la Av. Paz Soldán, se eleva para formar un mirador de 3

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pisos. La escalera central de entrada que se bi­furca en 2 tramos tiene un movido juego de nive­les y está acentuada arquitectónicamente por una saliente de la arquería a manera de balde-quín.

Al fondo del atrio de entrada, en un plano más bajo y en ángulo con esa fachada interior, aparece la pequeña capilla. Precioso ejemplo de oratorio colonial donde la gracia del barroco se concentra en reducidas proporciones.

En la parte posterior de la casa se abre otra galería sobre un patio interior con un movimien to de planos del más bello efecto.

La casa ha sido restaurada en diferentes épo­cas con bastante acierto.

OLIVAR DE SAN ISIDRO

El bosque de olivos fue el corazón mismo de la urbanización; es de fines de la colonia y su belleza y ubicación determinó su atractivo principal. A su alrededor y en algunos de sus su­gestivos rincones y pasajes se construyeron las primeras residencias.

LA HUACA HUALLAMARCA

De esta huaca, situada sobre la Av. del Ro­sario, descrita como monumento arqueológico del mayor interés, podemos decir, con relación a su aspecto artístico, que se trata de la huaca mejor presentada en la zona de la Gran Lima, gracias a su sabia y cuidadosa restauración que hace lucir toda su noble monumentalidad. En ella puede admirarse su magnífico volumen de troncos piramidales superpuestos y su perfecta técnica constructiva de pequeños adobes. Un museo de sitio construido y tenido con el mejor

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gusto exhibe las finas piezas de cerámica y tex­tiles encontrados en ese santuario.

CASA HACIENDA LIMATAMBO

La casa hacienda Limatambo está situada en la Prolongación de la Av- Javier Prado No. 770, y fue construida sobre una baja colina de forma alargada. Su elevado frente lo forma una galería y barandal de madera que corre a todo lo largo de la fachada.

Un mirador poligonal al centro espiga la si­lueta del bello conjunto y una capillíta a nivel inferior, de líneas muy simples y situada a la iz­quierda de la fachada, completa el pintoresco y delicado juego de volúmenes.

El valor arquitectónico de la casa se debe sobre todo a su exterior, pues posee una especial calidad histórico-artística como ejemplo típico da edificación rural de fines de la Colonia. Ha sido restaurada posteriormente con elementos neoclá­sicos y es hoy propiedad de la familia de C. Ma­rio Brescia.

MIRAFLORES

A mediados del siglo XVI existieron en Mira-flores naturales conocidos como Comunidad In­dígena de Miraflores; seguramente descendien­tes de los antiguos yungas que han dejado ves­tigios de su cultura en sus famosas huacas y necrópolis, siendo notables las ruinas de la Huaca Juliana.

Por el antiguo camino, hoy trazo directo de la Av. Arequipa, se entraba a Miraflores, lugar tranquilo de jardines y grandes huertas. Al ingre­sar se veían ranchos típicos de mediados del si­glo XIX como el del Gran Mariscal Mariano de

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Necochea y el de la Condesa de Fuentes Rosa­les, ya desaparecidos.

Hacia el año 1850 Miraflores comienza a ser una hermosa Villa donde se levantaron numero­sas residencias. Se urbanizó el centro del bal­neario, sobre todo en la parte del ingreso o sea donde termina la Av. Arequipa. Miraflores tenía 3 grandes calles en las que se destacaba la Ala­meda con bellos jardines y enormes ficus.

En 1873 se refaccionó la antigua iglesia. En 1881 Miraflores fue casi destruida en la guerra con Chile.

La Playa de Miraflores estaba unida a la ciu­dad por la pintoresca bajada de Balta y para lle­gar a Barranco había una gran alameda de ficus.

Como monumento histórico-artístico Miraflo­res no presenta sino algunas residencias de su época romántica, características por las finezas de sus líneas y su espíritu campestre; pórticos centrales y esbeltas columnillas de madera con cuerpos laterales simétricos, cerrados y de lige­ras proporciones. Podemos admirar algunos po­cos ranchos que aún quedan: Alameda Ricardo Palma, Calle Sa Martín, etc.

Recuerdos de la guerra, como el Parque del Reducto y un importante y bien tenido Museo Ar­queológico el del Sr. Amano, situado en la Calle Retiro No. 160, completan el interés histórico-artístico de esa población que es hoy día una importante y floreciente ciudad.

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BARRANCO

Ingresando desde Miraflores a Barranco por una de las avenidas principales, como la Av. Bo-lognesi o la Av. Grau, se penetra en una peque­ña ciudad construida por espacioá urbanos que conservan su original escala íntima de carácter cerrado. El ambiente acogedor del conjunto le confiere un singular valor urbanístico. Este an­tiguo balneario de Lima, nació a fines del siglo XVIII, fundado por vecinos de la villa de Surco donde estaba establecida una población española vinculada a las ricas haciendas de los alrede­dores.

Primitivamente fue un caserío de indígenas pescadores. Barranco tomó importancia durante la República al convertirse en centro de"veraneo de notables familias limeñas que construyeron hermosas residencias. Contribuyeron al progreso y embellecimiento de Barranco familias inglesas y alemanas que levantaron hermosos ranchos ro­deados de jardines.

Las tranquilas calles de Barranco estaban bordeadas por grandes árboles. En 1870 se cons­truyó una bajada a los baños. Esta bajada estaba construida por una serie de rampas que llegaban hasta el mar. En 1821 se construyó el Malecón de los Ingleses, centro de reunión y paseos, ro­deado de elegantes ranchos.

A Barranco se le llamó la "Ciudad de los Molinos", por los molinos de aire que tenían las casas para abastecerlas de agua, y que le daban un grato y pintoresco aspecto.

Es de notarse que su ambiente florido de es­pacios claros y al mismo tiempo íntimos hizo decir a uno de nuestros grandes poetas, Abra-ham Valdelomar. "Vengo a Barranco a lavar mí espíritu en la diafanidad del cielo y a perfumar-

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Page 77: Itinerarios de Lima- Hector Velarde

lo". Vivieron en Barranco grandes figuras de la poesía peruana como José María Eguren y Mar­tín Adán.

Bajada de los Baños

Los monumentos histórico-artísticos que po­see Barranco son de fines del siglo XIX, siendo el más bello y sugestivo por su evocación ro­mántica y autenticidad de época la Bajada de los Baños, donde los antiguos ranchos se escalonan entre las sombras de los árboles siguiendo el sendero que va descendiendo y dando una im presión de encanto y misterio.

Casas notables

Las residencias barranquinas más importan tes de fines del siglo XIX y principios del actual tienen un carácter de elegante corrección neo­clásica en forma de U con rejas centrales, ele­mentos de madera y arquitectura académica o bien de una lujosa fantasía, llegando algunos de ellos a notables y curiosas expresiones arquitec­tónicas. Entre esas construcciones se podrían citar,-las que marca el plano como interesantes: Av. Ayacucho 272, Av. Bolognesi 221 y 752, Av. Pedro de Osma 110 y Avenida San Martín 130.

Colección Particular Pedro de Osma

En la hermosa y sombreada Av. Pedro de Osma que lleva a Chorrillos, se encuentra en el No. 421 la residencia del que fue Sr. Dn. Pedro de Osma, bella casa barranquina, que contiene la más importante y valiosa colección particular de objetos de arte, muebles y cuadros de los si­glos de la Colonia en el Perú. Allí pueden admi­rarse ejemplares de gran riqueza y originalidad. La colección puede ser visitada previa solicitud al propietario.

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Casa Hacienda e Iglesia de Santiago de Surco

A muy pocos minutos de Barranco; y por ca­rretera directa, se llega a la antigua y apacible población de Santiago de Surco. Hemos dicho que Barranco fue fundado por los vecinos de esta próxima población. Es pues procedente que in­cluyamos en el itinerario que nos ocupa la Iglesia de Surco; uno de los monumentos histórico-artís­ticos más bellos de esa región.

Igualmente la Casa-hacienda e. Iglesia de San Juan se encuentran en la tradicional jurisdicción de Surco y es continuando su vieja carretera ha­cia el Este, y a una distancia de pocos kilómetros, que puede contemplarse aún ese hermoso, típico y completo conjunto de arquitectura rural cos­teña.

La fachada de la Iglesia de Surco es uno de los ejemplos más hermosos de nuestra arquitec­tura limeña rural de mediados del siglo XVIII. Fuertes pilastras corintias y nutridas cornisas de remate a la manera del barroco austríaco apa­recen en contraste con el más delicado trata­miento decorativo. La cornisa curva de corona­ción de la portada es de una gran finura y ele­gancia. Los pequeños ojos de buey y el trébol del frontón, los motivos típicos de canastillos, angelitos y guirnaldas de flores, así como las conchas de las ornasinas, nos muestran una be­lla composición de las más características de esa época adaptada a nuestra plástica local. Las to­rres recientes, y discretamente restauradas, com­pletan la armonía de esta fachada.

En lo interior, la Iglesia es de una sola nave, muy típica, como modelo repetido de la época, pero de proporciones anchas y con un elegante y elevado coro.

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Page 79: Itinerarios de Lima- Hector Velarde

Lo más notable de ese interior lo constitu­yen 3 altares por su carácter macizo, gruesos motivos torneados, colorido y exotismo. Su com­posición hace recordar a pesadas arquitecturas eslavas de índole oriental. En el altar, que se encuentra al lado derecho de la nave, se muestra un cristo crucificado, y las columnas y las corni­sas de cada lado de los brazos de la cruz se quiebran violentamente hacia fuera como empu­jados y rotos por la irresistible fuerza espiritual de esos brazos.

Casa Hacienda e Iglesia de San Juan

La Iglesia de San Juan debe considerarse como haciendo parte del conjunto formado por la Casa-Hacienda que hace ángulo con ella y el claustro interior que la liga con dicha casa. Son tres elementos de mucho interés en que la ex­presión de su arquitectura de 1752 sólo se hace pura y elocuente en la Iglesia.

La fachada, de carácter más limeño-hispano que mestizo, presenta una portada de columnas superpuestas y de entablamentos partidos que juegan armoniosamente con sus torrecillas ba­rrocas.

En lo interior una nave de cañón aparece am­plia y elegantemente rimada por los tramos de los muros laterales con altas ventanas. El deta­lle más saltante, y desgraciadamente en ruinas, es la pequeña cúpula que, a manera de linterna, se abre sobre el presbiterio iluminando el reta­blo principal. Este conserva en alguna de sus partes su original policromía. Los bellos y churri­guerescos retablos originales esconden viejas capas bajo una burda pintura.

La casa-hacienda conserva posiblemente su disposición primitiva quedando como el elemen-

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IGLESIA DE SANTIAGO DE SUBCO. RETABLO DEL CRUCIFICADO.

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to arquitectónico más sugestivo la galería supe­rior de su fachada abierta sobre el campo. Esta, con sus columnas cuadradas de madera y sus arcos rebajados y quebrados, retiene todo el espí­ritu romántico que aún se reflejaba a mediados del siglo XIX.

El claustro, aún completo en sus partes prin­cipales, es de la misma época de la Iglesia y for­ma un espacioso patio de arquerías de medio punto cuya molduración de alchivoltas y pilastras tiene un refinado valor plástico.

En el patio existe un alto y hermoso pino que tiene valor histórico porque estuvo vinculado a la batalla de San Juan.

San Juan fue originalmente una fundación je­suíta.

CHORRILLOS

Al llegar a Chorrillos de Barranco, por la Av. Pedro de Osma, de preferencia, por expresar to­davía bajo la sombra de sus viejos árboles el espíritu de antaño de esas poblaciones, se tiene una impresión de vacío y silencio en sus calles como consecuencia del terremoto de 1940

El pueblo de Chorrillos comenzó a poblarse el año 1678 con la donación de tierras que hizo el Alférez Dn. Francisco Carranza a indígenas pescadores que vinieron desde Huacho y la veci­na Villa de Surco. Estas donaciones de tierra se siguieron ampliando. Fue precisamente uno de esos humildes indios chorrillanos, José Olaya Ba landra, quien por no delatar a los patriotas cuya correspondencia solía llevar a nado hasta el Ca­llao, se convirtiera en mártir de la Indepen­dencia.

Desde hace siglos los pobladores del anti­guo Chorrillos atribuían virtudes curativas a las aguas que caían desde los cerros que dan al mar

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Page 81: Itinerarios de Lima- Hector Velarde

y el origen de su nombre proviene de esas cho­rreras o chorrillos de agua, que bajan del preci­picio hacia la estrecha playa.

Ya en 1679, antes de que se construyera la población de pescadores atraídos desde Huacho y Surco, el Virrey Conde de Lemos visitó Cho­rrillos en busca de baños y de mejor clima

Chorrillos durante la República se convirtió en un elegante balneario. Su población aumentó notablemente. El establecimiento de la Escuela Militar le dio mucha importancia al balneario

Fue el Presidente Ramón Castilla quien, qui­zá, se preocupó más de su desarrollo y mejora, tal fue el trazado de dos artísticas glorietas y numerosas bancas y macetones ornamentales además de su unión con Lima mediante el ferro­carril construido en 1858, el segundo que tuvo el Perú.

Chorrillos en 1879 tenía una población de más de 4,000 habitantes que aumentaba notable­mente durante los meses de verano. Era notable su bajada a los baños de la que queda una buena parte. Después de la guerra con Chile, Chorri­llos no se recuperó del todo. Por último el terre­moto de 1940 hizo grandes estragos viniéndose a tierra muchos de los antiguos ranchos y otros fueron demolidos por inseguros o por nuevos as­pectos urbanísticos.

Calle Enrique Palacios

Son muy escasos los monumentos históri-co-artísticos que quedan, y que consistían en ran­chos del siglo XIX sumamente característicos por su disposición de corredores centrales com­pletamente enrejados hasta su parte superior en­tre delgados cuerpos laterales y cuya forma se cree era una continuación de las primitivas casas de los pescadores indígenas. De esos ranchos

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se conservan muy pocos, pero, milagrosamente queda una de las calles más típicas de Chorri­llos con sus antiguas casas intactas; la Calle Enrique Palacios. Ahí puede apreciarse la unifor­midad urbana que existía, la intimidad de la es­cala y la originalidad de su simple arquitectura.

Iglesia de Villa

En el mismo distrito de Chorrillos saliendo por la carretera Panamericana Sur y a pocos kiló­metros de distancia se encuentra la Hacienda de Villa con una preciosa Iglesia y las ruinas de un acueducto colonial. La Iglesia de Villa es nota­ble bajo muchos aspectos.

Su fachada luce una portada de dos cuerpos con ornamentaciones sueltas y floridas que hace recordar a las portadas de Arequipa o Puno: ca­so excepcional de la zona de Lima. Entre esos motivos aparecen frutas, flores selváticas y pa­vos reales de lejanos orígenes bizantinos.

La arquitectura interior se presenta sorpresi­va y única en este género de iglesias. Se trata de la composición en detalle y en escala muy reducida de un gran templo barroco de corrección clásica, con nave central basilical, naves latera­les cubiertas con bóvedas de arista, crucero con cúpula y pechinas en que figuran los evangelis­tas, y, finalmente, el altar mayor con presbiterio que se abre hacia los costados de la nave. El conjunto da una ilusión doblemente ilusoria, pri­mero por la reducción de la escala, y luego, por la fineza de los elementos y molduras, que son íntegramente de madera.

Los arcos de acceso del presbiterio a las na­ves laterales y la manera de cubrir esos espacios es uno de los aspectos más interesantes y origi­nales de la iglesia.

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Page 82: Itinerarios de Lima- Hector Velarde

La iglesia luce tres bellos altares churrigue­rescos. El coro con sus remates laterales cur­vos y un balconcillo central que sobresale como una pequeña tribuna completa el encanto interior de esa iglesia de mediados del siglo XVIII.

Tanto el nuevo piso de ladrillo como la pin­tura y respeto que se nota en la conservación de esa Iglesia son dignos del mayor elogio.

I N D I C E

Presentación de la Asociación Artística y Cultural

Jueves 5

Nota de Empresas Eléctricas Asociadas 6

LIMA (1535-1900) 7

Itinerario No. 1 Zona A 13

San Francisco, 13. Casa de Pilatos, 17. Casa de las

Trece Monedas. 19. Hospicio Ruiz Dávila. 19. Ca­

sa de Ejercicios de la Tercera Orden Francisca­

na, 20.

Itinerario No. 2 "Rímac" Zona B 23

Plaza de Acho, 24. Paseo de Aguas. 24. Alameda de

los Descalzos, 25. Convento e Iglesia de los

Descalzos, 26. Iglesia de Santa Liberata, Copaca-

bana, San Lázaro y San Francisco de Paula, 27.

Ouinta de Presa. 27. Iglesia de San José del

Puente. 29. Puente de Piedra, 29.

Page 83: Itinerarios de Lima- Hector Velarde

Itinerario No. 3 Zona C

Casa de Aliaga, 31. Convento e Iglesia de Santo Do­

mingo, 32. Casa de Oquendo. 34. Museo de Ar­

te Taurino, 35. Casa del Conde de Villa y de

Fuente (Casa de Barbieri). 36. Iglesia y San­

tuario de Santa Rosa, 37. Iglesia de San Sebas­

tián, 38. Casa de la Riva, 38. Casa de la Asocia­

ción de Artistas Aficionados. 39. Iglesia de

las Nazarenas. 40.

Itinerario No. 4 Zona D

Iglesia y Convento de San Agustín, 43. Casa del Ins­

tituto Riva-Agüero, 45. Iglesia y Convento de La

Merced, 45. Plazuela y Teatro Segura, 47. Pla­

zuela e Iglesia de San Marcelo, 48. Iglesia de

Jesús María, 49. Centro Social Cerro de Pasco

Corporation, 50.

Itinerario No. 5 Zona E

Plaza de Armas, 53. La Catedral. 54. Palacio de To­

rre Tagle, 56. Casa de Rada, 58. Iglesia y Con­

vento de San Pedro, 59. Santa Rosa de las Mon­

jas, 61. Casas en la calle Negreiros, 62. Iglesia

de la Trinidad, 63.

Itinerario No. 6 Zona F

Iglesia de la Concepción, 65. Antiguo local de la In­

quisición, 66. Antiguo Colegio de Teología, 67.

Iglesia de Santa Ana. 67. Iglesia y Monasterio

de las Descalzas. 68. Plazuela de Santa Clara,

69. Iglesia de la Buena Muerte e Iglesia de las

Trinitarias, 70. Casa Canevaro, 71. Escuela Na­

cional de Bellas Artes, 72.

Itinerario No. 7 Zona G 73

Iglesia de los Huérfanos. 73. Iglesia de San Carlos

(Panteón de los Proceres). 74. Universidad Na­

cional Mayor de San Marcos, 75. Cuartel de San­

ta Catalina, 76. Iglesia de Santa Catalina, 76.

Jardín Botánico, 76. Iglesia de Nuestra Señora

de Cocharcas, 77. Hospital Dos de Mayo. 77.

Itinerario No. 8 Zona H 79

Plaza e Iglesia del Cercado, 79. Murallas de Lima.

80. Monasterio e Iglesia del Prado, 81. Quinta

Heeren, 82. Iglesia del Carmen, 82.

DISTRITOS

Itinerario No. 9 Magdalena Vieja (Pueblo Libre) 85

Plaza. 85. Museo de la República. 86. Museo Antro­

pológico y Arqueológico. 87. Iglesia de Santa

María Magdalena, 87. Casa Hacienda Orbea, 88.

Museo Larco Herrera, 89. Iglesia de Maranga. 90.

Itinerario No. 10 Puerto del Callao 93

Iglesia de Nuestra Señora del Carmen de La Legua.

9. Centro Urbano Tradicional. 94. Fortaleza del

Real Felipe, 97.

Page 84: Itinerarios de Lima- Hector Velarde

Itinerario No. 11 Pueblos del Sur

Museo de Arte. 101. San Isidro. 103. Casa Hacienda

de los Condes de San Isidro, 103. Olivar de San

Isidro. 104. La Huaca Huallamarca, 104. Casa

Hacienda Limatambo, 105. Miraflores. 105. Ba­

rranco, 106. Bajada de los Baños, 108. Casas

Notables. 108. Colección Particular Pedro de

Osma, 108. Casa Hacienda e Iglesia de Santiago

de Surco, 109. Casa Hacienda e Iglesia de San

Juan, 110. Chorrillos, 111. Calle Enrique Pala­

cios. 112. Iglesia de Villa. 113.

Page 85: Itinerarios de Lima- Hector Velarde

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