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El concepto de bohemia artística se forja a mediados del siglo XIX, entre el Romanticismo y el movimiento realista. A partir de esos momentos, se empieza a valorar por encima de todo la libertad creativa del artista, aunque -o incluso porque- ésta conlleve su marginación frente a la sociedad o su fracaso ante el público. La pintura, la literatura, la prensa, la canción, la ópera y el cine contarán las historias de jóve- nes talentos condenados a vivir en la miseria para defender su arte. Historias que se nutrirán del imaginario colectivo sobre los gitanos y vagabundos, quienes compartirán con los artis- tas su necesidad de vivir de forma más libre y auténtica. La vida bohemia se convierte, así, en uno de los grandes mitos de la modernidad. Este mito se inscribe dentro de la historia, rica y compleja, de los bohemios -de las etnias gitanas errantes-, cuyo nomadismo ha venido siendo tipificado por la historia del arte y la lite- ratura como símbolo de una vida sin normas ni ataduras, libre de las convenciones burguesas. De esta forma, cuando a mediados del siglo XIX muchos jóvenes artistas rechazan las reglas y son rechazados por el sistema académico, se refugian en las buhardillas y en las tabernas de París. Convencidos de su talento e incompren- didos por la crítica, compartirán con los gitanos una marginalidad y una miseria que será, poco a poco, mitificada como premisa de libertad artística y espiritual. La bohemia gitana y la bohemia artística se convierten desde el siglo XIX en modelos privi- legiados para los propios creadores bohemios, que buscaban representar y representarse en esa alteridad. Esta exposición pretende indagar sobre esa historia común, incidiendo en los encuentros y las disparidades entre dichas «bohemias" y su papel determinante en el naci- miento del mundo moderno. U"TlDEL ITUDS T6Plcas, LEIUIA Desde su llegada a Europa hacia 1420, los gita- nos ejercieron una enorme fascinación entre pintores y escritores. Numerosos mitos y leyen- das popularizaron tópicos en torno a los gitanos y, hasta la Ilustración, fueron a menudo retra- tados prediciendo el futuro o ligados al mundo de la danza, el teatro y el baile. A partir del siglo XVIII, el tema de «la buenaventura" cobró un nuevo auge de la mano de pintores galantes que, como Boucher o Watteau, trataron la figura de la gitana como personaje pintoresco que anunciaba el cortejo amoroso.

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Page 1: ITUDS T6Plcas, · en la gran vida vagabunda e independiente del gitano», escribía Courbet en 1853; mientras, Bau delaire se proponía, en Mi cO'r'azón al desnudo (1859-1863), «glorificar

El concepto de bohemia artística se forja a mediados del siglo XIX, entre el Romanticismo y el movimiento realista. A partir de esos momentos, se empieza a valorar por encima de todo la libertad creativa del artista, aunque -o incluso porque- ésta conlleve su marginación frente a la sociedad o su fracaso ante el público. La pintura, la literatura, la prensa, la canción, la ópera y el cine contarán las historias de jóve­nes talentos condenados a vivir en la miseria para defender su arte. Historias que se nutrirán del imaginario colectivo sobre los gitanos y vagabundos, quienes compartirán con los artis­tas su necesidad de vivir de forma más libre y auténtica. La vida bohemia se convierte, así, en uno de los grandes mitos de la modernidad.

Este mito se inscribe dentro de la historia, rica y compleja, de los bohemios -de las etnias gitanas errantes-, cuyo nomadismo ha venido siendo tipificado por la historia del arte y la lite­ratura como símbolo de una vida sin normas ni ataduras, libre de las convenciones burguesas. De esta forma, cuando a mediados del siglo XIX

muchos jóvenes artistas rechazan las reglas y son rechazados por el sistema académico, se refugian en las buhardillas y en las tabernas de París. Convencidos de su talento e incompren­didos por la crítica, compartirán con los gitanos una marginalidad y una miseria que será, poco

a poco, mitificada como premisa de libertad artística y espiritual.

La bohemia gitana y la bohemia artística se convierten desde el siglo XIX en modelos privi­legiados para los propios creadores bohemios, que buscaban representar y representarse en esa alteridad. Esta exposición pretende indagar sobre esa historia común, incidiendo en los encuentros y las disparidades entre dichas «bohemias" y su papel determinante en el naci­miento del mundo moderno.

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Desde su llegada a Europa hacia 1420, los gita­nos ejercieron una enorme fascinación entre pintores y escritores. Numerosos mitos y leyen­das popularizaron tópicos en torno a los gitanos y, hasta la Ilustración, fueron a menudo retra­tados prediciendo el futuro o ligados al mundo de la danza, el teatro y el baile. A partir del siglo XVIII, el tema de «la buenaventura" cobró un nuevo auge de la mano de pintores galantes que, como Boucher o Watteau, trataron la figura de la gitana como personaje pintoresco que anunciaba el cortejo amoroso.

Page 2: ITUDS T6Plcas, · en la gran vida vagabunda e independiente del gitano», escribía Courbet en 1853; mientras, Bau delaire se proponía, en Mi cO'r'azón al desnudo (1859-1863), «glorificar

De forma paralela, la naturaleza se eSUclbleció como escenario precWecto para la representación de los gitanos, debido a la asociación que tópica­mente se hacía entre esta etnia y la vida errante, tan opuesta a la sedentaria vida en la ciudad. Los campamentos bohemios en el paisaje serán enton­ces uno de los asuntos más representados, tal como muestran las obras que aquí se exponen de Teniers, Morland o Gainsborough. En estos paisajes, los gita­nos ayudaban a poner la nota pintoresca pero, ade­más, encarnaban una nueva armonía entre el hom­bre y la naturaleza, para la que era necesaria una vida desligada de las fuertes estructuras burguesas.

Con la llegada del realismo, el prestigio de la comunidad errante aumenta: «acabo de iniciarme en la gran vida vagabunda e independiente del gitano», escribía Courbet en 1853; mientras, Bau­delaire se proponía, en Mi cO'r'azón al desnudo (1859-1863), «glorificar el vagabundeo y lo que se podría llamar el Bohémianisme [gitanismo]».

A partir de Courbet y Manet, la presencia de las clases marginadas en el arte resulta cada vez más frecuente. Este asunto permitía a los realistas escapar de la estrecha jerarquía de los géneros académicos, para buscar un arte más sincero, que mostrara la verdadera realidad de la vida moderna. La gitana y .sus h~jos, de Courbet, o El bebedor de agua, de Manet, representan esta aspi­ración de acercamiento a lo real y de alejamiento

de los estereotipos románticos sobre los gitanos. Por su parte, Vincent van Gogh resume de forma magistral en Las caravanas estos conceptos.

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Los temas españoles gozaron, durante el Romanticismo, de un enorme prestigio entre los artistas instalados en París. En los gitanos espa­ñoles encontraron la posibilidad de retratar una realidad tan cercana como diferente, a través de principios estilísticos heredados de la tradición de Velázquez y Gaya. Buena muestra de esta tendencia son las dos obras de Sargent aquí pre­sentadas, Campamento gitano y El baile español, que reflejan la fascinación por nuestro país.

En este contexto, la gitana ocupó un lugar fundamental: el mito tradicional encarnado por La gitanilla de Cervantes, y renovado por la Esmeralda de Victor Rugo y por la Carmen de Mérimée (y más tarde, por la versión operística de Bizet), se impone durante el siglo XIX como símbolo de la provocación, la libertad, la sexuali­dad y la alteridad de la gitana española. Figura capaz de albergar significados muy diferentes, su presencia se hace más fuerte conforme avanza

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el siglo XIX, hasta el punto de que ningún artista parece capaz de escapar a su embrujo.

Esta sección cuenta con obras míticas en las que la imagen de la gitana adquiere diversos mati­ces: bien se alejan de los estereotipos, como en el caso de Nonell o Sorolla, bien inciden en el deco­rativismo sensual de la gitana, como en el caso de Van Dongen, Manguin o Anglada-Camarasa.

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El movimiento romántico afianza profl.mdamente esa misma libertad para el arte. Su oposición a las convenciones bm'guesas rompe el pacto entre la sociedad y el artista, y permite que éste se apropie de aquellos rasgos tradicionalmente asociados a las comunidades errantes. Dentro de los «cenáculos», la autoafirmación de la libertad y la individualidad del artista pasa a ser el rasgo más sobresaliente.

Gaya aparece como el primer gran artista moderno, que autoafirma su genio creador. Su Autorretrato ante el caballete preside esta sección, junto con el Autorretrato atribuido a Delacroix o el Retrato de Charles Baudelaire de Émile Deroy.

La popularización de la bohemia viene de la mano de Henry Murger y sus Escenas de la vida

bohemia -publicadas en fascículos en Le Cor­saire-Satan entre 1845 y 1849-, obra que, junto a su posterior puesta en escena en 1896, en la famosa ópera de Puccini La Bohéme, consagran de manera definitiva el pequeño mundo de los cafés, de los aspirantes a pintor y de los poetas debutantes. Los jóvenes artistas adoptan entonces los códigos de esta vida -penurias económicas, hambre, aislamiento social- como un pasaporte necesario hacia la gloria futura. Daumier ironiza en sus litografías sobre las aventuras de los artis­tas bohemios, contribuyendo a configurar los tópicos que perduran hasta la actualidad.

Conforme avanza el siglo XIX, el artista pro­gresa en esa identificación con el caminante vaga­bundo que marca la senda que ha de conducir a un arte nuevo y a una vida, aunque más dura, más verdadera. MaBohéme, de Rimbaud muestra la vida errante como el camino de la creación. Un par de botas, de Van Gogh, se consagra al res­pecto como el testimonio plástico más evidente,

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A finales del siglo XIX, la bohemia se identifica con Montmartre. La butte se convierte en el cen­

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tro de la vida artística nocturna en torno a los cabarés Le Chat Noir, Au Lapin Agile y el Mou­lin de la Galette. Desde Van Gogh a Toulouse­Lautrec, desde Rimbaud a Satie, todos sienten su influjo. Un ambiente que queda magistralmente representado en esta muestra con la obra de Sig­nac El Moulin de la Galeíte o con el Rincón de Montmartre de Vincent van Gogh.

Los artistas espafioles se sentirán profunda­mente atraídos por este mundo creativo sublime y melancólico: Santiago Rusiñol y Ramón Casas lo viven en primera persona, y tratan de emu­larlo en Barcelona, en el ambiente de Els Quatre Gats, a la vez que relatan y pintan su aventura bohemia en torno al Moulin de la Galette.

En Barcelona, Picasso leerá las primeras revistas de vanguardia, y se encenderá su deseo de viajar a París, donde vivirá una bohemia intensa y trágica, protagonizada por el suicidio de su amigo Casagemas. Azoteas de Barcelona muestra una melancólica visión azul de los teja­dos de la ciudad, en un momento en el que Picasso hacía entrar a la pintura en un mundo moderno, completamente nuevo.

PABLO JIMÉNEZ BURTLLO

DIRECTOR GENERAL DEL INSTITUTO

DE CULTURA DE l'UNlJACIÓN MAPFRE

COMISARIO DE LA EXPOS1ClÓN'

1. David Teniers n, Paisaje con cueva y un gmpo de gitanos, principios de la década de 1640 The State I-Ierm llage MuseulIl, San Pe\ersburgo '. I V (a·_~ ;iTheStllteHcrm.i11lgcMuscumjVladilniI·

Terebenín, Leonard Khoirel.., YlI1'í Molodkovets

2. Édouard Manet, El bebedor de agua, c. 1862-1872 The Al'l Institute ofChica¡<o. Legado de Katharjne Dexter McCormick / N: INV. H"I8.:J(l31t', The Art Institute ofChic1lj{O

3. John Singer Sargent, Campamento gitano, 1912-1913 AddisoIl GaUcry of American Art, Philips Academy, Andover, tvlass('Ichusetts. clonaci6n anónimEl, I N. lNV m:n n © Addison r;"llcry 01' American Arl

4. Kees van Dongen, Gitana, 1911 Centre Pompidou, Musee N,üionaJ d'Art Moderne / Centre de Creation Industr-ielle, Paris. Legado por George" GrallU110Ilt.. 1959· Le.o;ado al Estado francés para ser depositado eIl el r:Annoncíade, Mu.ee de Sair L-Tropez, 1959 / No" IN /. AM 3811 P © Henri Manguin, VEGAP, iYhldrid. ~013 / © Collerf.ion Musee de l~oon"iade, Saim-TmpBz I Photo PS AZem¡l

5. Francisco de Goya, Autorr'etr'ato ante el caballete, 1790-1795 Museo de la Real Academia de Bellas Artes de S¡Ul 1"ernUJ1do, Madrid I N."INV, 1ló6© Museo de la Real Academia de Bellas Artes ele San Fernando, Madrid

6. Atribuido a Eugéne Delacroix, Autorretmto, c. 1816-1818 Musée des Beaux-Arts, Ruan I N. INV.180:UQ) Musees de la Ville de Rouen. Photogl'i,phie C. Lancien, C. Loisel

7. Vincent van Gogh, Un par de botas, 1886 Van Gogh Museum (Víncent van Gogh Foundation), Ámsterd,un N. INV , ;¿.>.:.{Q Van Gogh Museun1 (Vincent van Gogh FOLlndation), Ámsterdam

8. Pablo Picasso, Azoteas de Bm'celona, 1902 Museu Picasso, Barcelona/ N "INV. MPB 110.020 © Sucesión Pablo Picasso, VEGIIP, Madrid, 2013 / © MuseLl Picasso, Barcelona. Go.sull Fotogmfia