IV >5 HEDICIEMBRE DE 1895 N? 96

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A ño IV >5 HE DICIEMBRE DE 1895 N? 96 PRECIO SuSCRJCIÓN MENSUAL. . . . B. 4 EDITORES PROPIETARIOS Y DIRECTORES J. M. HERRERA IRIGOYEN & CA. EDICION QUINCENAL D irección : EMPRESA EL COJO U n NUMERO SUELTO.. . . . B. 2 E mpresa E l Cojo — C aracas — V enezuela C aracas — V enezuela Gabriel K. Mufioz A. Pérez Mujica Francisco de P. Magdaleno Emilio J. Maury Isaliel P. de Maury Dolores Muñoz Tebar de Stolk Pedro Mí Morantes Manuel F. Osío J. M. Núñez Ponte Miguel Eduardo Pardo Margarita A. de Pimentel H. Pifiango l.ara Gonzalo Picón Febres Francisco de Sales Pérez General Jacinto R. Pachano Miguel Picher Doctor José Manuel de los Ríos Domingo Santos Ramos C. Rivt-ro Sanavria Pedro José Rojas Doctor Ildefonso Riera Aguinagalde Doctor Teófilo Rodríguez Doctor Francisco de Paula Reyes Marco Antonio Saluzzo Doctor Rafael Senas Doctor Rafael F. Seijas Félix Soublette Doctor Alberto Smith R M. Saumell J. M. Su.'irez Felipe Tejera Martín Tovar y Tovar li. Tavera Acosta Amenodoro Urdaneta Doctor Alejandro Urbaneja Doctor Luis Ugueto Carlos A. Villanueva Antonio Valero l.ara Andrés j. Vigas Felipe Valderrama; literatos y escritores unos, cultiva- dores de las 'x'llas artes otras ve- nezolanos todos, excepto los doctores Ernst y Día/, Guerra, pero qne para el caso, y por sus relaciones en el país, debemos considerarlos como compat riotas. En cuanto á los extranjeros, son conocidos por los lectores del país. Abundan en la larga lista de pro- ducciones los trabajos serios y cien- tíficas, como las de lectura amena; pues hemos considerado que la na- turaleza de este periódico se aviene tanto á lsi ciencia como al esparci- miento del hogar en la intimidad de las familias, y A las disertaciones de los doctas sobre materias científicas. Hubimos menester de serios esfuer- zos para llegar hasta aquí, y creemos haber triunfado. Deseando conservar la unidad de acción, como palanca de éxito y des- pertar el estímulo de los pueblos, pusimos especial interés en rememo- rar los hombres notables, civiles, mi- litares y escritores, así como tam- bién los monumentos de las poblacio- nes que debemos á la civilización iniciada por los conquistadores y continua- da por la Nación en la vida independiente. Retratos «le los hombres y vistas de los pueblos ó de sus monumentos naturales y artísticos corren con profusión en las pági- nas de E t Cojo I lustrado . Poetas y lite- ratos, vivos ó muertos, fueron transportados en efigie con su historia ri este atrio d éla futura gloria. Albergue tuvo la juventud y voz de aliento, pedestal y respetos la ancia- nidad, veneración el sacerdocio, resplandor Salvador N. l.lamozas Arturo Michelena Doctor Cristóbal I.. Mendoza Eugenio Méndez y Mendoza José María Manrique Adina Manrique Fernando Morales Marcano Andrés A. Mata Eleuterio Morales, hijo José María Martel Doctor Francisco Manrique Doctor Juan de Dios Méndez, hijo José E. Machado Domingo Garbín Manuel Guadalajara Eloy G. González Juan Vicente González Antonio Herrera Toro P. Fortoul Hurtado Arturo N. Ibarra Diego Jugo Ramírez Jabino [Miguel Mármol] Santos Jurado Doctor Ricardo O. I.imardo León Lameda María M. de l.etts FLO R D E P A 8 0 U A 0 0 J 0 ILÍISTO D U *- Cuatro aflos hace que emprendimos la pu- blicación de esta Revista ilustrada, no sin comprender la gravedad de la taren y la du- reza de los tiempos. Xo ofrecía el horizonte luces claras, ni daban de sí los espíritus aquellos efluvios de entusiasmo qne determi- nan oportunidad propicia y lijan cíni- ca para este género de empresas. Antes bien, motivos «le zozobra nos arredraban, y más que el temor de pérdidas materiales, nos sobrecogía la duda de si sería posible la real i /.ación de nuestros propósitos. Habíamos llegado á una etapa di la carrera literaria en que los con- ductores del rico tesoro acumulado, recostados en stis laureles descansa- ban; y corría tras ellos á incorpo- rarse nueva falange de jóvenes ardo- rosos, bien nutridos de hermosas jten- samientos y fecundo estro. Era pre- ciso mirar ¡í la gloria adquirida y abrir los brazos ¡í la venidera. A r- dua empresa para quien anta el deco- ro patrio y aspira á representarlo bien. Felizmente hemos llegado al tér- mino del cuarto afio de esta Revista. Junto con el presente número cir- cula el índice correspondiente al to- mo cuarto. Figuran en él produccio- nes de los sefiores: Pedro Arismendi Brito Francisco de Paula Alamo j. M. Alamo Doctor Domingo Alas Doctor Cecilio Acosta Doctor Lisandro Alvarado M. E. Aybar V. Arráiz Lara. Ramón Alfonzo Blanco C. Alvarez G. Nicanor Bolet Peraza J. J. Breca |. D. Beauperthuy Rafael Bolívar Rufino Blanco Fombona Doctor Eduardo Calca fio Í osé Antonio Calcaño )octor Juan B. Calcafio y Panm Doctor R. Cabrera Malo Pedro Emilio Coll Doctor Aníbal Domínici Doctor Santos A. Domínici Doctor Pedro César Domínici Doctor M. Díaz Rodríguez Doctor Manuel Dagnino Doctor G. Delgado Palacios Eduardo Díaz Lecuna Andrés Delgado Pardo Polita De Lima Doctor Manuel Antonio Diez Doctor Alirio Díaz Guerra A. Domínguez Doctor A. Ernst José Antonio Espinosa Iguaria P. de Fombona Manuel Fombona Palacio Doctor José Gil Fortoul Í ácimo Gutiérrez-Coll teraclio M. de la Guardia

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A ño IV >5 HE DICIEMBRE DE 1895 N? 96

P R E C IO

SuSCRJCIÓN MENSUAL. . . . B. 4

EDITORES PROPIETARIOS Y DIRECTORES

J . M . H E R R E R A I R I G O Y E N & C A .

EDICION QUINCENAL

D ir ec c ió n : EM PR ESA E L COJOU n NUMERO SUELTO.. . . . B. 2 E m presa E l C o jo — C aracas — V enezuela C araca s — V e n e z u e l a

Gabriel K. Mufioz A. Pérez Mujica Francisco de P. Magdaleno Emilio J. Maury Isaliel P. de Maury Dolores Muñoz Tebar de Stolk Pedro Mí Morantes Manuel F. Osío J. M. Núñez Ponte Miguel Eduardo Pardo Margarita A. de Pimentel H. Pifiango l.ara Gonzalo Picón Febres

Francisco de Sales Pérez General Jacinto R. Pachano Miguel PicherDoctor José Manuel de los Ríos Domingo Santos Ramos C. Rivt-ro Sanavria Pedro José RojasDoctor Ildefonso Riera Aguinagalde Doctor Teófilo Rodríguez Doctor Francisco de Paula Reyes Marco Antonio Saluzzo Doctor Rafael Senas Doctor Rafael F. Seijas Félix Soublette Doctor Alberto Smith R M. Saumell J. M. Su.'irez Felipe Tejera Martín Tovar y Tovar li. Tavera Acosta Amenodoro Urdaneta Doctor Alejandro Urbaneja Doctor Luis Ugueto Carlos A. Villanueva Antonio Valero l.ara Andrés j. Vigas Felipe Valderrama;

literatos y escritores unos, cu ltiva­dores de las 'x 'llas artes otras ve­nezolanos todos, excepto los doctores Ernst y Día/, Guerra, pero qne para el caso, y por sus relaciones en el país, debemos considerarlos como compat riotas.

En cuanto á los extranjeros, son conocidos por los lectores del país.

Abundan en la larga lista de pro­ducciones los trabajos serios y cien­tíficas, como las de lectura amena; pues hemos considerado que la na­turaleza de este periódico se aviene tanto á lsi ciencia como al esparci­miento del hogar en la intimidad de las familias, y A las disertaciones de los doctas sobre materias científicas.

Hubimos menester de serios esfuer­zos para llegar hasta aquí, y creemos haber triunfado.

Deseando conservar la unidad de acción, como palanca de éxito y des­pertar el estímulo de los pueblos, pusimos especial interés en rememo­rar los hombres notables, civiles, m i­litares y escritores, así como tam­bién los monumentos de las poblacio­nes que debemos á la civilización

iniciada por los conquistadores y continua­da por la Nación en la vida independiente. Retratos «le los hombres y vistas de los pueblos ó de sus monumentos naturales y artísticos corren con profusión en las pági­nas de E t Cojo I lu stra d o . Poetas y lite­ratos, vivos ó muertos, fueron transportados en efigie con su historia ri este atrio d é la futura gloria. Albergue tuvo la juventud y voz de aliento, pedestal y respetos la ancia­nidad, veneración el sacerdocio, resplandor

Salvador N. l.lamozasArturo MichelenaDoctor Cristóbal I.. MendozaEugenio Méndez y MendozaJosé María ManriqueAdina ManriqueFernando Morales MarcanoAndrés A. MataEleuterio Morales, hijoJosé María MartelDoctor Francisco ManriqueDoctor Juan de Dios Méndez, hijoJosé E. Machado

Domingo Garbín Manuel Guadalajara Eloy G. González Juan Vicente González Antonio Herrera Toro P. Fortoul Hurtado Arturo N. Ibarra Diego Jugo Ramírez Jabino [Miguel Mármol] Santos Jurado Doctor Ricardo O. I.imardo León Lameda María M. de l.etts

F L O R D E P A 8 0 U A

0 0 J 0 I L Í I S T O D U * -

Cuatro aflos hace que emprendimos la pu­blicación de esta Revista ilustrada, no sin comprender la gravedad de la taren y la du­reza de los tiempos.

X o ofrecía el horizonte luces claras, ni daban de sí los espíritus aquellos efluvios de entusiasmo qne determi­nan oportunidad propicia y lijan cíni­ca para este género de empresas.Antes bien, motivos «le zozobra nos arredraban, y más que el temor de pérdidas materiales, nos sobrecogía la duda de si sería posible la real i /.ación de nuestros propósitos.

Habíamos llegado á una etapa di la carrera literaria en que los con­ductores del rico tesoro acumulado, recostados en stis laureles descansa­ban; y corría tras ellos á incorpo­rarse nueva falange de jóvenes ardo­rosos, bien nutridos de hermosas jten- samientos y fecundo estro. Era pre­ciso m irar ¡í la gloria adquirida y ab rir los brazos ¡í la venidera. A r ­dua empresa para quien anta el deco­ro patrio y aspira á representarlo bien.

Felizmente hemos llegado al tér­mino del cuarto afio de esta Revista.

Ju n to con el presente número c ir­cula el índice correspondiente al to­mo cuarto. Figuran en él produccio­nes de los sefiores:

Pedro Arismendi Brito Francisco de Paula Alamo j. M. Alamo Doctor Domingo Alas Doctor Cecilio Acosta Doctor Lisandro Alvarado M. E. Aybar V. Arráiz Lara.Ramón Alfonzo Blanco C. Alvarez G.Nicanor Bolet Peraza J. J. Breca |. D. Beauperthuy Rafael Bolívar Rufino Blanco Fombona Doctor Eduardo Calca fio

Íosé Antonio Calcaño )octor Juan B. Calcafio y Panm

Doctor R. Cabrera Malo Pedro Emilio Coll Doctor Aníbal Domínici Doctor Santos A. Domínici Doctor Pedro César Domínici Doctor M. Díaz Rodríguez Doctor Manuel Dagnino Doctor G. Delgado Palacios Eduardo Díaz Lecuna Andrés Delgado Pardo Polita De Lima Doctor Manuel Antonio Diez Doctor Alirio Díaz Guerra A. Domínguez Doctor A. Ernst José Antonio Espinosa Iguaria P. de Fombona Manuel Fombona Palacio Doctor José Gil Fortoul

Íácimo Gutiérrez-Coll teraclio M. de la Guardia

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788 EL COJO ILUSTRADO

los héroes, consideraciones la autoridad y am or todos aquellos ideales que han cons­tituido la civilización de los pueblos al tra­vés de los siglos.

Quiere decir que hamos propendido al bien y rendido culto al mérito.

Empero si nos hemos permitido recordar nuestros esfuerzos en este día, justo es que recordemos también cuánto debemos al pú­blico lector. A plausos mil han llovido so­bre E l. Co jo I l u s t r a d o . L a prensa venezo­lana y la extranjera, el voto de los cu ltiva­dores de las letras, privada y públicamente expresado, las felicitaciones sociales de d a­mas y caballeros, de los artistas pictóricos, arquitectónicos y músicos, de la sociedad toda que sombrea el genio ó alcanza sus lu­ces, hemos recibido gratas demostraciones de satisfacción. Tenemos, pues, la recompensa qne 110 muere ni se gasta: la aprobación pú­blica; y E l. Co jo I l u s t r a d o guardará en áureo cofre las joyas de la gratitud y no será disipada ni nna sola.

Del éxito de esta Revista se deduce una consecuencia consoladora, y es que Venezue­la progresa en las ciencias y en las artes, que á sn vivificante calor hierven los espí­ritus y que la juventud, ufana de su he­rencia, rivaliza en estímulo y talento con sus contemporáneos.

Bien que las disidencias políticas pertur­ban los ánimos, y que las viejas pasiones soplan las cenizas del rencor, en busca de nna chispa, la juventud vive despreocupada en la alteza de su pensamiento como v iv i­ría la salamandra en el fuego. Y es la ver­dad, comprobada por la historia, que las virtudes cívicas reviven á la sombra de la literatura.

L a fe que nos anima nace de estas creencias. Nuestra empresa 110 es una simple tarea in­dustrial: es una misión. V ivirá en los tiem ­pos lo que vive la idea, y así continuará en alianza íntima con el pensamiento é in­tereses civilizadores de la sociedad.

Damas las gracias al público en general, á la prensa del país, á los escritores y artis- tistas que con su talento han contribuido al esplendor de esta Revista.

En el número próximo de 1" de enero, quin­to de nuestra edad periodística, renovaremos estas consideraciones.

H IST O R IA D E U N A FLO R

Entre verdes heléchos de la orilla De ligero y tranquilo manantial.Entre flexibles juncos y carrizos Ostentaba una flor su majestad.

Era ella así.... campánula altaneraCon el tinte del mar, del cielo azul El beso de las auras desdeñabaY el amoroso beso de la luz.

Cayó la lluvia en tempestuosa tardeY el torrente creció devastador:Los cedros de la orilla vacilaron,La campánula..... y todo sucumbió.

Medita, pues, Humanidad soberbia...La historia de esa flor es ejemplar:Abate Dios á la altanera frente,Así como á la flor del manantial.

A. DOMINGUEZ.Trujillo.

EL DR. JUAN VICENTE GONZÁLEZ DELGADO

Hermosa juventud, dulce trato, natural modestia distinguieron al Dr. Ju an Vicente González Delgado eu los primeros afios de su carrera como estudiante y como hombre. Catedráticos y condiscípulos le amaban. Para con aquellos, era hijo respetuoso, para con estos, hermano. Amábanle necesariamente, y así como disponía de todos los corazones en clases y claustros, así le sonreían los afectos eu las calles y en el seno de las familias. Llegó paro él la edad viril, recibió el grado de Doctor en medicina y se trasladó á Harinas donde ejerció por algún tiempo su profesión. Aquellos pueblos le amaron también ¿ cómo nó! Eran días de fe, y guardaban las pe­dios tanta savia de amor cuanta era precisa para ahogar las brutales pasioncillas y ren­dir tributo al mérito. ¡Qué alegría, qué sa­tisfacción para Harinas premiar las virtudes de González Delgado con su espontáneo voto para ocupar una curnl en el Senado de la República! Tal nombramiento no podía menos de refrendar sus títulos al antiguo afecto de los caraqueñas, y así fue recibido con alborozo por sus amigos y relacionados.

En el Senado comienza la carrera pública de este notable ciudadano. Su conducta á la vez circunspecta é independiente, suave y firme, llamó la atención del Congreso, del pueblo y del Gobierno; de tal modo que al terminar su período como Senador fue ele­gido por el mismo Congreso para miembro del Consejo de Estado, puésto excelso que no se concedía sino á los hombres probados en el crisol de la prudencia y del desin­terés.

Después de un largo interregno que con­sagró á su profesión, fue de nuevo llamado á la escena pública y surgió en el Gobierno como Ministro de lo Interior. Reunido el Congreso le nombró Designado á la Presi­dencia de la República y con este título la ejerció con espíritu democrático y singular pulcritud.

Lanzado el país en el abismo de la gue­rra, se ausentó con su fam ilia de la patriaV vivió en Puerto Rico largos afios, mere­ciendo las consideraciones del Gobierno co­lonial y las simpatías del pueblo.

No hace mucho que regresó á Venezuela, y aquí yace en modesto hogar, sin más r i­quezas que la corona de siem previvas tejida para su frente por la mano del recuerdo popular.

González Delgado trabajó siempre por la paz, por la armonía, por el ensanche de las libertades ciudadanas y por la instrucción

pública. Creía que la violencia es pernicio sa, auuque se ejerza eu favor de la ju sti­cia, y así su acción en los negocios públi­cos fue siempre moderada y conciliadora. La misión de estos hombres es naturalm en­te benéfica. Llegan, miran, y á sus primeros actos el fuego de las pasiones tiende á e x ­tinguirse. Son como el rocío de la mañana que revive las plantas y las pone á cubier­to de los ardores del sol.

Mas no se crea que por eso deponen sus convicciones; antes bien, si la temeridad se muestra reliacia á la persuación, se elevan á la altura de su delier y se imponen por la justicia, dejando bien puesta la acción 1110- ralizadora de la autoridad.

A este tipo de hombres públicos pertene­ce el Dr. González Delgado. No explotan las pasiones, no tocan al Erario, vienen á la escena llamados y se retiran tales como en­traron, ilesos de conciencia, punís las manos, tranquilo el corazón.

Desciende de una antigua familia rica y patriota. Su abuelo materno Don Ju an V i­cente Delgado, republicano entusiasta, fue fusilado por los españoles en el Castillo del Colorado de L a Guaira, y sus antecesores y pacientes más inmediatos, distinguiéronse en distintas carreras por sus personales méritos.

Quizá sea este el prim er homenaje de la historia que recibe el eminente ciudadano á qne nos referimos. Tan callada así vive siem ­pre la m odestia; pero al fin llega el día de las reparaciones, y E l Co jo I l u s t r a d o se goza en ofrecerlas á la conciencia pública pol­la intermisión de nuestra humilde pluma. A sí entreabrimos las puertas de la historia y d a­mos ejemplo de justicia.

Conserve el Cielo los días del Dr. Gonzá­lez Delgado, y mire el pueblo en su perso nalidad un dechado de virtudes cívicas d ig ­nas de imitación.

LEÓN l a m e d a .

*****Se encuentran en las planicies

hondas y azules del mar. dos olas que bien diversos caminos proseguirán : confunden su blanca espuma, ,confunden su murmurar, y unidas estrechamente una tras de la otra va.La brisa sopla, la brisa sopla pérfida y fugaz, y al separarlas coloca entre ambas i la inmensidad . . . !

Así en la vida á ocasiones suele el destino fatal unir dos trémulas manos, dos voluntades ligar, hacer de dos almas una, de dos cuitas un afán, de dos tiernos corazones un corazón nada más; para que luégo al impulso de negra fatalidad, todo se quebrante y todo ruede deshecho al azar . . .

rearo josfe DE CARDENAS.

DOMINGO SANTOS RAMOS

Dichoso aquel que pasa por el mundo Sin bajar á los déspotas la frente,Y alzando culto á la virtud ferviente Salva del vicio el lodazal inmundo.

El que desdeña audaz á los reptiles ue asquerosos se arrastran por el suelo, con aliento de águila, su vuelo

Alza sobre los torpes y los viles.¿ En medio de esta turba degradada

Qué le importa en la vida que sucumba ?Si resurge su fama de la tumba A ser del porvenir con gloria honrada.

Poeta! á quien el cielo generoso Dotó de tan perínclitas preseas ¡ Ni de los buenos olvidado seas Ni turben los protervos tu reposo!

d o m i n g o GARBAN.

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EL COJO ILUSTRADO 789

L os P e r f u m e s . — Cuadro de A . Lynch

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790 EL COJO ILUSTRADO

C H A N Z A S Y V E R D A D E S

T R A G O A T R A G O

C U E N T O

Era don Remigio persona principal, pa­tín* de numerosa y muy respetable fami­lia, como se dice en las necrologías; y había llegado el buen señor á los cincuenta aflos sin <|iie el diablo hubiese tenido pretexLcj ostensible para inscribirlo en la lista de candidatos para tostones, en la que con re­gocijo vive el rey de los inflemos poniendo y borrando nombres y más nombres, según adquieren los mortales méritos para la c a n l didatura ó pasan definitivamente á la irre-* mediable condición de chicharrones.

E ra la sobriedad tina de las cosas que más abonaban al estinmble dou Remigio, á mayor abundamiento no siendo ella es- crapulosamente observada ^«trtytena parte de los habitantes de su pueblo; y ¡í en­caminar á estos en la observancia de re­gular al par que higiénica conducta, tendían siempre las palabras del correcto caballero, quien jam ás dejó pasar en blanco la oca­sión de abogar por la necesaria morigera­ción de las costumbres.

No había festejo á que no asistiese don Remigio y en que, excitado á tomar la pa­labra, dejase de pintar con vivísim os colo­res la serie de males que acarrea il los pueblos el uso siquiera de alcohólicas be­bidas, puerta esta que él veía siempre abierta para que por ella libremente pe­netrasen al seno de la sociedad todos, abso­lutamente todos los excesos. “ A la edad que tengo” (era su indefectible conclusión) “ aún 110 sé qué sabor tienen esos aleo- “ hólicos compuestos (pie física, moral, se- “ gura y gradualmente operan el completo “ aniquilamiento de los pueblos.”

En macho estimaba la colaboración de Don Remigio el virtuoso Sefior Cura, á quien por extremo preocupaba el incremento que entre sus feligreses adquiría el consumo de aquello que él llamaba “ producto de los alambiques del infierno” ; y no había plá­tica dominical que 110 concluyese con alu­siones é indirectas, por vía de amonestacio­nes á los más calificados devotos del dios R ico, entre los que á diario se alistaban muchos de quienes jam ás se hubiera espe­rado la claudicación pecaminosa. Con razón temía el alarmado Seflor Cura ver llegar un día en que sólo el incorruptible don Remigio permaneciese incontaminado de aque­lla ascosa y pertinaz lepra del alma.

Largas consultas se efectuaron entre el párroco y su amigo, conducentes al estudio del medio pronto y etica/, de destruir el monstruo odioso por cuyas fauces iba de­sapareciendo “ física, moral, segura y gra­dualm ente” el cuerpo socia l; y quedó al cabo convenido que ejercería don Remigio toda la influencia de que disfrutaba entre las autoridades del lugar, para obtener de éstas la prohibición terminante y absoluta

de que “ el producto de los alambiques del infierno” se expendiese en otra parte que 110 fuese la farmacia, y previa presentación del récipe del médico.

Consecuencia de los esfuerzos tle don R e­migio fue la coronación dt* éstos por la medida salvadora que, dictada por la au­toridad, se puso en práctica desde luégo con suma complacencia para el !>oticario, tínico dispensador, desde entonces, de los apetecidos dones tlel dios hijo tle Jú p iter y Seiuele ; y consecuencia de la medida fue la repentina y alarmante insalubridad de la población, cosa que puso en aprietos y ca­rreras al hasta entonces poco ocupado mé­dico del pueblo. Propagóse á manera de epidemia cierta enfermedad cuyo síntoma principal era insoportable desazón en el es­tómago, la cual sólo se calmaba con fuertes tlosis de la medicina cuyo monopolio había puesto la autoridad en manos tlel farm a­céutico y á instancias tle don Remigio.

No habia para el médico momento tle re­poso: era crecidísimo el número tle los ata­cados por la epidem ia; y era lo más sin ­gu lar del caso tpie los enfermos ni se cura­ban ni se morían. Kl mal sólo tenía en ellos cortas treguas de alivio, gracias á la medicina de cuyo expendio era exclusivo encargado el boticario.

Esta observación y la que, sorprendido "de su singular penetración hizo después de a lgu tys tlías el Doctor, de qne por rara coi 11- e e l mal no atacaba sino á los que antes se curaban en salud con la misma medicina, hizo que en el instante tlel des­cubrimiento, al brotar la chispa luminosa tle los tasfóricas celdas tlel cerebro tlel ga­leno, éste, que precipitadamente atravesaba una calle, se quedase parado en medio del arroyo, con la ' vista fija en el suelo y la punta tlel dedo índice metida en todo el centro de la boca.

Eu extática actitud hallóle en aquel pun­to minutos después el sefior Cura que apu­rado le buscaba, y quien, para hacerle volver en sí; tuvo que sacudirle fuertemen te por un brazo, diciéndole al mismo tiem­po:—Venga usted, doctor, que don Remigio ha caído con el mal.

— Impasible!— ¡Cómo! i Se niega usted á curarle f—Nó, no es eso: es que creo imposible

el caso.—Si acabo de verlo. Está desesperado;

venga usted.Partió el médico acampanado del sefior

Cura, á quien ya empezaba ;l preocupar la mucha distracción tle aquel, que no cesó de hablar entre dientes hasta que estuvo al latió de don Remigio. Estaba este realmen­te enfermo, y de ello se convenció el Doc­tor; pero el mal de don Remigio 110 era el mismo que reinaba en la ciudad, sino con­secuencia de 1111 resfriado; y fuera porque lo mucho que el galeno había recetado en aquellos tlías el « producto tle los alambiques tlel infierno,# hiciese que al fiu maquinal­mente lo aplicase, fuera porque juzgase nece­sario administrarlo á don Remigio, ello es que un cuarto de hora después la consabi­da medicina visitaba por primera vez el gaznate del sobrio don Rem' jo que que­brantó inocentemente el juramento de no pro­bar gota de alcohol en los días tle sn vida.

Es tle creerse que ó sentó tan bién el remedio al enfermo, que este le cobró afición, ó el mal de don Remigio se transformó en el reinante. E l hecho fue que, pasados unos días, nadie podía convencer al buen sefior de que ya no le era menester el uso tlel medicamento, cuyas v ir ­tudes curativas 110 cesaba aquel tle ponderar. De estas ponderaciones pasó á declarar que, enfermo ó sano, 110 dejaría, así le partiesen por la mitad, de tomar diariamente la do­sis necesaria al mantenimiento del vigor que á su sér comunicaba la m aravillosa panacea. Item más, añadió á esto la confesión de sn

error al condenar el uso de lo que el sefior Cura llamaba exageradamente «producto de los alambiques tlel infierno,» y rectificó sus apreciaciones anteriores asentando que 110 era el uso, sino el abuso de los compuestos alcohólicos lo que « física, moral, segura y gradualmente operaba el completo aniquila­miento de los pueblos.»

Corría el tiempo y gozaba dou Remigio de tan buena salud que á ojos vistas engor­daba, tornándose, de flaco que era, en obeso, y bañando sus abultadas mejillas pronuncia­da tinta tle carmín, debido todo á la v ir ­tud de aquel e lix ir que ya 110 lim itaba sus buenos efectos á la parte física de don R e­migio, sitio que también influía de tal mo­do en la moral, que era manifiesto el b u lli­cioso buen humor de qne gozaba á toda hora el respetable caballero, quien, dicho sea tle paso, con creciente ardor condena­ba el abuso que «física, moral, segura y gradualmente operaba» lo que ya sabemos.

Se ignora qué influencias obraron en el ánimo tle las autoridades para que estas revocasen la medida que había estancado en manos tlel boticario los productos alcohóli­cos; com o se ignora también cual de los cuotidianas alimentos tle don Remigio em ­pezó á dañarle hasta el extremo tle que, acaso acometido de un vértigo, cayese una noche en medio tlel arroyo, siendo necesario llevarle en brazos á su casa.

Repitióse el accidente cou alarm ante fre­cuencia; y el señor fu ra , el médico y la familia del enfermo creyeron llegado el caso de someter al enfermo á un tratamiento que tenían como de buen éxito seguro. Se obrarla sobre su sistema nervioso por medio tle brusca sacudida moral, y se tomaron sigilosamente todas las providencias requeridas.

Hizo el médico venir de un pueblo ve­cino, á cierto perillán, conocido suyo, que poseía la rara habilidad de fingir á la per­fección completo estado de embriaguez; ins­truyóle de lo que debía hacer, y suminis­tróle al efecto muy buenas vestidos, lujosa cadena de reloj, ricos anillos y alfiler de pe­chera. Y sucedió que una noche en que, por excepción, estaba don Remigio en per­fecto estado y de tertulia en la sala con su familia, el médico y el Cura, se oyeron eu la puerta gritos y lamentos, seguidos tle la caída de uu cuerpo.

Corrieron todos á averiguar lo que ocu­rría, y hallaron, con grandísim a sorpresa, tendido en el suelo 1111 caballero, á quien fue preciso llevar eii peso al interior tle la casa para ver de qué auxilios necesitaba; y, ya en la luz, exam inada la persona, se vió que era esta un individuo cuyos vestidos y ricas prendas denunciaban á un hombre de posición, el cual, en lamentable y ver­gonzoso estado de embriaguez, dejaba esca­par por la boca cuanto tenía el estómago, poniendo de perlas las magníficas prendas del vestido.

—¡ Dios grande !—dijo el médico— Vean ustedes ese caballero. Si supieran ustedes quién e s : Don Zacarías, el vecino más rico del pueblo de II*** . Era 1111 respetabilí­simo sujeto, y digo era por que ahora no es sino una criatura despreciable, abyecta, que avergüenza á su fam ilia y que va d i­rectamente y sin remedio á la miseria y á la muerte.

Todos oyeron asombrados las palabras tlel Doctor, todos prorrumpieron en exclam a­ciones reprobatorias del degradante vicio, menos don Remigio que 110 despegó los la ­bios hasta tpie, interrogado por el Cura, contestó:

—Si, hombre, todo eso es verdad; pero, (saben ustedes quién está gozando en este instante T Ese, ese don Zacarías.

A l estado que lleva á un hombre este vicio m aldecido!

EUGENIO MÉNDEZ MENDOZA.

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EL COJO ILUSTRADO 791

C o s t u m b r e s p o p u l a r e s . — F ie s t a d e N a v id a d e n M a r l a r a . — ( Fotografía de Schael)

U N A N O V E L A C R IS T IA N A

“ LES MORTICOUM,” POR LBÓN OAÜDET I CHABPENTIER)

He hablado últimamente de nna docena de novelas; permítaseme qne hable de una sola. R i una novela que vale por doce, porque es muy larga ¡ casi tanto oomo los manuales periódicos de Z o la ! Pero, además, es muy hermosa, escrita cou esmero, compuesta con ingenio y sencillez, v iva, poética, y profun­damente animada por el espirita- cristiano.

Hasta el génerc de esa novela me gusta. E s un género antiguo; 6, si se quiere, nuevo. Porque tengo el convencimiento de que nues­tra humanidad es harto vieja y está de so­bra fatigada para inventar ninguna cosa verdaderamente nueva; y la única salvación de los escritores, como de todos los artistas, se hallará en lo sucesivo en la imitación de los géneros, de los estilos, de las maneras de antaño. “ A mi edad no se lee, sino que se relee,” decía Royer-Collard á A lfredo de V igny. Decididamente, esa edad ha venido para la humanidad. Y a no queremos nada nuevo, aun cuando todavía lo hubiese en el mundo, donde por fortuna y a no queda nada.

Antes de formarse un género nuevo, se ne­cesitan numerosos aflos para repararlo y nu­merosos esfuerzos para constituirlo. Nada hay que ex ija mayor paciencia, vagar, mo­destia y buen deseo : excelentes cosas de otros tiempos que se fueron, reemplazadas hoy por la premura, la agitación, la admiración pro­p ia y el menosprecio de los demás. El gus­to por la novedad se ha ido al mismo tiempo.

Por un momento lo ha reemplazado la rebusca de la originalidad á toda costa. Cada cual se las ha ingeniado para distin­

guirse del vecino, eligiendo el método más sencillo para lograrlo con certeza, que con­siste en hacer lo diametralmente contrario. Así hemos tenido versos muy largos después de versos muy cortos, pinturas monócromas después de pinturas polícromas cual mo­saicos, prosas llenas de imágenes y prosas sin una metáfora, músicas sin ritmo y otras que sólo eran ritmos sin música.

El método era sencillo, pero no podía de­ja r de gastarse m ny pronto. Y , en efecto, parece ser que se ha dado al traste con la escentricidad. H asta nuestros más inteli­gentes artistas hanse resignado con resolu­ción al único método posible ya : renuncian­do á inventar formas nuevas, han vuelto á la imitación de los modelos antiguos. A su vex, han seguido el ejemplo de nuestros mueblistas, á quienes hace mucho tiempo que no se les da ua ardite de inventar uuevos estilos sino que Copian con fidelidad los estilos de los siglos pasados. He visto en las Exposiciones de Bellas A rtes de eéte aflo una multitud de pintores de otro tiempo, desde I r a Angélioo hasta Corot y Ricard. G ritábase ‘ '¡Im itación!” ; pero el aflo próximo y a se habrán sentado las costuras y todo el mundo quedará-contento, los pintores porque sabráu por fin cómo deben pintar, y el pú­blico porque al cabo volverán á presentarle obras bien pintadas. Me afirman que igual acontece con la música, y que no sólo Ricardo Wagner, sino hasta Haydn y Mozart sirven hoy de modelos á los compositores jóvenes. También conozco jóvenes poetas que, hartos de ir en busca de novedades, sin topar con ellas, atiénense para lo sucesivo á escribir buenos versos imitados de Ronsard. La edad de la imitación ha comenzado para la lite­ratura y para todas las artes, lo cual no

puede menos de agradarme infinito. ¡V ale tan poco la originalidad exterior, si con la perfección y la belleza se compara! ¡H ay tan­tos géneros antiguos que aún sirven, cómo­dos, seguros y con tamafla injusticia aban­donados!

*TT * *Uno de esos géneros antiguos ha elegido

León Daudet, uno de los más encantadores y olvidados: el viaje satírico. Voltaire y Sw ift lo preferían á los dem ás-para la pin­tura de los vicios de su tiempo, y , en ver­dad, no veo ningún otro preferible á él: Da á la sátira un molde adecuado, autoriza una mezcla constante de observación y de fanta­sía, y permite aislar el asunto que se trata, poniéndolo como blanco del ju icio del lector. He vuelto á leer esta maflaua las Viajen de Gulliver, libro admirable y tipo perfecto de lo que hubiera debido ser la novela realista. ¡Cuánto más reales ngs hubieran parecido las aventuras de los Rougon-Macquart, si Zola las hubiese transportado á Brodbignag ó en­ere los Huyhnyis!

Sin duda, también el sefior Daudet habrá releído ese libro inmortal, antea de escribir sus Mortlnolas. L a isla de lo» Mortícolas, adonde nos conduce, pertenece en todo caso al mismo archipiélago que las de L ilipu t y de Laputa. Es uu país de cuentos de hadas para los niflos revoltosos; na picaro país donde todos los poderes están en manos de los médicos; donde no habitan sino médicos y-enferm os; donde el arte, la religión y la bojidad están reemplados- por la ciencia. Pero á poca atención con que se mire, es al mismo tiempo e' París actual. Porque, también en París, la ciencia está en vías- de *eemplazar á todo, y los médicos en camino de acapa­rarlo todo. Y si la población de las grandes

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792 EL COJO ILUSTRADO

capitales 110 se divide por completo en mé­dicos y enfermos, el hecho es que cl número de unos y otros crece de año en año en pro­porciones aterradoras.

Imaginóme que las costumbres de los mé­dicos de París, salvo acaso un poquillo de exageración, no deben diferenciarse de las qne Daudet atribuye A los médicos de sus Hortícolas. Muchos de ellos son honrados y buenos, como Cluirmide y Dabaisse, (pie campean en la novela con sus nobles y conmovedoras figuras. Otros han reconocido la vaciedad de la pretendida ciencia que les enseñaron, y por lo menos se resignan á no abusar de ella. Pero también muchos están locos de orgullo, de ambición ó de codicia. También los hay locos por la ciencia: estos son los más peligrosos y ií los cuales urgía más hacernos aborrecer. E s de verlos, en el libro de Daudet, sacrificando la salud y la vida de sus clientes en aras de su manía de experiencias, en aras de su imperturbable fe en sabe Dios qué fórmulas é hipótesis nacidas ayer y seguras de morir mañana. Todos los días inventan algiín remedio nuevo, que ¡í la postre no cura ¡í nadie; y todos Jos días in­ventan alguna nueva enfermedad, cuyo ger­men diríase que en seguida se difunde con su nombre.

Y , a pesar de sus remedios y de sus en­fermedades, los médicos estila en camino de llegar á ser dueños del mundo. Va se vacila en hablar mal de e llo s : bien pronto será menester tanto valor par» eso, como se ne­cesitaba en Yenecia para murmurar de los miembros del Consejo de los Diez. ; Xo tem ­blaron ustedes como yo, días atrás, al leer en los periódicos la historia de aquel teme­rario alumno interno, que, para restablecer la salud de un enfermo, se atrevió á resis­tirse á uno cualquiera de los principios de la cirugía, y reemplazar el empleo de no sé qué cuchillo por el empleo decididamen­te anticientífico de una simple cataplasm a' La audacia del infeliz fue escarnecida y cas­tigada en el acto. ¡ Figúrense ustedes una cataplasma en París, en 1895, nada menos !

Ijos médicos son ya dueños del mundo. Deciden á su antojo la suerte de los crim i­nales ; y cada vez está más sujeta á su ca­pricho la suerte de los inocentes. Y admiro tanto más el valor de León Daudet, cuanto que, después de haberlos observado largo tiempo y concienzudamente, no teme pre­sentárnoslos tal como los ha visto. E11 su libro se encuentran todas las especies del médico de hoy, desde el héroe hasta el ban­dido. Hállanse en él también hasta espe­cies que, sin duda, uo sospechaban los lec­tores : el ovariotomista, que ahorra á bus mujeres las molestias de la maternidad ; el dieotomiMu, que reparte el dinero sonsacado á sus clientes con los médicos que se los recomiendan.

De 1111 extremo á otro del libro hay una multitud de figuras que se agitan y viven, con extrema variedad de actitudes y carac­teres. León Daudet, en su anterior novela El ostro negro, había mostrado preciosas cua­lidades de invención y de estilo ; pero aún era 1111 libro más bien extraño, con sobra de acciones diversas y de teorías. Lo» Hortíco­las no son más que un hermoso lib ro ; quizá parezca demasiado largo para el gusto del día, (pie quiere páginas pequeñas sobre asun­tos pequeños y con ideas pequeñas. Está com­puesto con uu plan de una sencillez ente­ramente clásica, con el mismo plan que (tu­llí ver y todos esos magníficos libros antiguos cuya continuación es. Más arriba he men­cionado los retratos del médico Charmide y del cirujano Dabaisse: hay allí una trein­tena de retratos que valen tanto como es­tos dos, dibujados con una precisión y una seguridad notables. Sé que su mérito co­rresponde en parte al género, porque es fá­cil poner de relieve personajes aislados de lo que los rodea y cuyos rasgos se abultan

con libertad. Pero también era preciso ob­servar esos rasgos, comprenderlos, conser­varles sus verdaderas proporciones. Y luégo, además de los retratos, Daudet nos presenta toda clase de espectáculos trágicos ó bur­lescos, empleando un arte ingeniosísimo, muy variado, y enteramente personal. Describe en particular algunas escenas de muerte, la de un interno muerto por el crup, la de un mísero niño atormentado en un hospital, escenas de una emoción sencilla y honda que, aún más que á Swift, me han hecho recor­dar á Dickens.

Pero, pláceme sobre todo ese libro por la idea moral (pie lo anima, una de esas ideas rancias que hoy nos parecen nuevas ; ¡ tánto prurito ha habido de hacérnoslas ol­vidar ! Daudet la emprende, no con los mé­dicos y la medicina, sino contra esa manía científica que tle cien años á esta parte ha invadido el mundo, y que, eu último té r­mino, 110 lia dado de sí más que la duda, la inquietud, el sufrimiento y el hastío. D á­seme acusado de ver en todo, en derredor mío, la influencia del conde Tolstoi. Pero,110 he leído novela tan abiertamente tolsto- yana como esos Hortícola» de Daudet. A la medicina y á los médicos se les trata allí exactamente desde el mismo punto de vista que en La Nonata á Kreutzcr. En todas las páginas de su libro y en cada uno de los episodios, el señor Daudet siempre nos hace ver, como antes de él lo hizo el maes­tro ruso, los funestos efectos de una sedi­cente ciencia que no es más que ignorancia, y que aparta á los hombres de sus antiguos manantiales de reposo y consuelo, sin ha­llarse en cl menor estado de suministrarles otros nuevos. A sí, nos ha dado un hermo­so libro, 1111 libro verdaderamente cristiano ; y deben agradecérselo todos los (pie, á la ignorancia agitada y peligrosa de hoy, pre­fieren una ignorancia más tranquila, más dulce, atemperada por la fe y por la bondad.

TEOD O RO D E WYSEWA.

C R O N I C A S r . I G T C R A S

R E U N IO N E S D E C O N F IA N Z A

—Hoy es el santo de Conchita, y desea­mos que usted vaya por allá esta noche “ á pasar un rato.” Será una cosa de confianza.

Tal la sencilla fórmula de la invitación con (pie me obsequió mi buena am iga misia Robustiana el último ocho*de diciembre, día de la Concepción.

A mí, en tratándose de jolgorios, no hay más que indicarme el punto y la h o ra ; y contar conmigo.

Con lo cual dicho se está que no me h i­ce esperar en la morada de mi respetable amiga, convertida aquella noche (la mora­da) en rrndez-vous de lo más granado de la parroquia: una docena de niñas no mal pa­recidas, entre las cuales había interpoladas algunas feas á carta cabal; y otra docena de jovencitos que no tenían por donde ser dese­chadas.

Conocedor del formulario que rige en esta clase de fiestas, lo primero que h it* fue so­licitar á la señorita cuyo onomá tico se ce­lebraba, para presentarle mis felicitaciones, preguntarle por las “ cuelgas,” y tomar á empeño que me las enseñara, todo con la sana intención de halagar su vanidad de “ ama del santo.”

Correspondió ella á mi excitación condu­ciéndome á la pieza inmediata, donde había una cama colmada de ofrendas.

A llí el pañuelito primorosamente bordado; el jabón de E . C o ud rav; a llí la socorrida botella de “ A gu a Colonia,” con la tapa pendiente de nna cintica roja. Y el frasco de “ aceitillo” ; y la polvera de fementido cristo/; y los “ cortes” de “ satiné,” cuyos caprichosos dobleces denunciaban la cola­

boración de algún artista dependiente de tienda.

A cada objeto (pie se me mostraba dedica­ba yo una exclamación de asombro; ¡A h !.. ..¡O h!....... ¡Qué bonito! y hasta 1111 modestopar de medias qne figuraba entre los aga­sajos me arrancó este vocablo expresivo: ¡Caramba!

Terminado aquel acto, cuya importancia á nadie se escapará, me dirigí disim ulada­mente al comedor, con el propósito de ha­cer inventario de ciertos artículos de prim e­ra necesidad, el cual inventario me dio el resultado siguiente: un jarrón de “ bull” ; dos, bandejas de samhcichs; una idein de “ polvorosas,” y una sopera amplísima, aun­que de humilde apariencia, que 110 podía menos de contener dulce de confección ca­sera.

Nada más.Kl personal del servicio permanecía sen­

tado, y mano sobre mano, con una tranqui­lidad desconsoladora.

llíum ! dije para mí. A esta gente 110 le queda ya nada por hacer. Me parece que tengo visto todo lo que vamos á consumir.

Hecha esta triste reflexión, disponíame á regresar á la sala, cuando la dueña del san­to se acercó á mí, y tomándome del brazo, con encantador desenfado, me dijo, muy en reserva:

—Se va á representar una charada.—1 A já f— L a charada es “ Respetuosa.’ ’— Muy bonita; m uy........— Y yo quiero (pie usted haga de res.......— ¡Y ó!—Sí, hombre; eso es muy fácil. Usted no

hace más qne bramar das ó tres veces, yya se comprende.......

— Pero, señorita; yo nunca he.......— Nada, nada, hay (pie ser complaciente.— Por D ios; yo le ju ro á usted que.......— No admito excusa.— En fin....... si usted se empeña.—Sí, s í; ya fueron á buscar el guaral.—j Kl guaral f—S í; para enlazarlo............—¡A m í! exclam é horrorizado. ,Y ya iba á contestar quién sabe que atro­

cidad cuando reflexioné: “ Si es ella la q u e ha de ponerme el lazo, y conducirme en mi calidad de res, menos mal, porque es bas­tante hermosa, y al fin y al cabo, con esta clase de mujeres siempre está uno enla­zado.”

—Señorita, la dije. Por supuesto que es con usted que voy á representar.

— No; con mi tía Ursula, que es muy es­piritual. Usted no tiene idea de lo graciosa que............

No acabó la frase, porque la tía espiri­tual se plantó en medio de los dos con tres metros de guaral en la mano, y en actitud de echar un lazo corredizo al cuello de este humilde servidor de ustedes.

Mi primer impulso fue estrellar á la tía contra la pared; pero una voz misteriosa me gritó; ¿Bárbaro! jq n é vas á hacer t

Y se salió con las suyas la graciosa se­ñora.

Me echó el lazo, y comenzó á tirar de mí hacia la sala. A l llegar al centro de ésta, y lanzar yo los tres berridos estipula­dos, desluciéronse en aplausos los de aden­tro, y desgañifóse la barra gritand o: ¡B ien! Muy bien! Qué gracioso!

Y o sudaba á mares; silbábanme los oídos; no veía.

¡Prim era parte! exclamó la directora de la charada.

De un salto me coloqué en un rincón de la silla, diciendo para mí: “ ¡D ios mío; je s posib lel....... ¡una persona que se a fe ita !..,...

Y me faltaba la más negra.Terminada la representación, y despachu­

rrada la charada por una señorita de inge-

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EL COJO ILUSTRADO 793

ESTACION INGLESA

AMACURO — EDIFICIO DEL DESPACHO DE LA COMISARIA GENERAL

ESTACION VENEZOLANA — GRUPO DE INDIOS Y HABITANTES DEL CUYÜNÍ

AMACURO. — EMBARCACIONES DEL SERVICIO OFICIAL AMACURO — PUENTE Y MUELLE

ESTACION VENEZOLANA DEL CUYUHt — CUARTEL Y OUARNICION

V I S T A S D E Q U A Y A N A

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794 EL COJO ILUSTRADO

uio, vieron mis ojos espumados á la tía es­piritual que se dirigía á mí, trayendo en la mano un plato de dulce, que reconocí al punto: ¡era “ cabello de ángel!!” Horror!

—A usted primero, porque lo merece, me dijo la portadora. T¿vicse este dulcito.

— ¡A y , seflora! A mí el “ cabello de ángel” me mata.

—No, hombre ; pruébelo. Está muy bueno.— Y a lo supongo seflora; pero............—Déjese de dengues. *Ante aquella conminación no había salida.Además, yo m recia aquello, como muy

bien había dicho la seflora, por mi colabo­ración en la charada.

Tomé pues el plato de dulce en la sinies­tra mano y me dispuse á orillarlo, con mu­cha reserva.

Inútil precaución. A l suspender la cucha­rilla se vino todo el contenido del plato, que era algo así como cabuya en almíbar.

Imposible ! dije para mí, depositando el obsequio en una mesa próxima á mi asiento.

¡A bailar! á bailar! dijo la tía funesta, abriendo el piano, y tomando posesión del taburete.

¡D ios nos asista! exclamé. De esta señora no se puede esperar nada bueno.

En efecto; se descolgó con una polka del tiempo de “ la cosiata," y fue polka, y pol­ka. por espacio de dos horas, al cabo de las cuales, me eliminé, renegando de las tías espirituales, y de las charadas, y di’ las pol­kas. y del cabello de ángel.

J AIHNO.

MIGUEL ANGEL

m xiio lae lia­ra la villa in­telectual y cs-

.i de Euro­- ’ 'pa el siglo XVI:

época de ver­dadera palinge­nesia para las

ciencias y las arles, que resucitaron de sus cenizas, corno el fé­nix de la fábula, am­paradas y favoreci­das |ior soberanos tan espléndidos como el

g rem io Pon! ¡(ice León X y el caba­lleroso Francisco 1.

El magnifico León, de la histórica familia de los Médicis, fue el Mecenas de los grandes ingenios de su tiempo. El restableció y adelantó la Uni­versidad de Roma; fundó la biblioteca Laurentina ; estimuló con honrosas distinciones el ejercicio de las arles liberales, y por su civilizadora solicitud, mereció con más títulos que Augusto y Carlos V el haber dado nombre á su siglo.

Y qué siglo! Allí Arioslo, el poeta filósofo, que canta las proezas de los campeones, juntando con arle inimitable lo festivo á lo serio, lo donairoso á lo trágico: Accolli, el primer jurisconsulto de su época, versadísimo lingüista y escritor de alia talla : Alamanni que mereció el dictado de Virgilio crin- liana: Maquiavelo, cuya grandeza como escritor no se puede contestar, cualquiera (pie sea el con­cepto que de su moralidad se lenga: Sadolet po­ligloto y filósofo : Rabel, el ma entro perfeet o, lla­mado el Homero de la pintura, que latí bien sa­bia hermanar en la composición el vigor y la gra­cia: Bramante, el eximio arquitecto del Vaticano: Leonardo Vinci, pintor, poeta, escritor, geóme­tra, mecánico y músico: el sabio Tarlaglia, de emi­nente virtud, que aplicándose á la geometría y la mecánica, resucitó en Europa estas ciencias úti­les, por tanto tiempo descuidadas, dándoles nue­vo brillo: el célebre impresor Aldo Manucio, que sacó del | h>Ivo , en que yacían olvidados, tesoros de salier; y entre lodos estos y otros ingenios fe­cundos, cuyo número no cabe en un ligero esbozo, ved cómo descuella la gallarda figura de Miguel \ngel.

Vástago de lina antigua familia, nació Miguel An­gel el año de 1474 en el castillo Capresc (Tosca- na), y anunció desde niño las alias dotes que le distinguieron. Fue discípulo de Dominico y David Gliirlandajo, los artistas más célebres de entonces, á quienes dejó al cumplir los quince afios, supe­rándolos ya. Lorenzo el Magnífico le tuvo algún tiempo alojado en su palacio tratándole como hijo. La muerte le arrebató pronto este protector, pe­ro ya su reputación estaba establecida.

Sintiéndose cansado el Biamanlc por el trabajo y por los aflos, y no ( leyéndose ya capaz para rematar la grandiosa obra que habla iniciado, su­plicó á Julio II que llamase á Miguel Angel; y apenas hubo aquel apreciado el relevante mérito del joven artista, le encargó la erección de un soberbio mausoleo, que él destinaba paia sepul­cro suyo.

Al mismo tiempo, Miguel Angel, sobresaliente en la pintura mural, exornaba con cuadros in- iiio itales, la capilla Sixtina. Pero lo que hizo so- bu manera gloriosa la reputación de Buonarrodi en toda la Italia fue una estatua de bronce que el Papa se hizo erigir en Bolonia su ciudad na­tal. Cuéntase que habiéndole preguntado el es­cultor si debía poner en sus manos el libro de les Evangelios, que por lo regular figura en lus imágenes de los Pontífices y grandes Doctores de la Iglesia: Nó, contestó el impetuoso Julio; «lo que me conviene es una espada; el libro m ella­ría parecer estudiante.'

Fue obedecido: pero la estatua en que rpiiso patentizar su bclieo.a Índole no decoró |mr mu­cho tiempo la plaza pública de Bolonia ; pues habiéndose alinderado los franceses de esta ciu­dad. alguno* dias antes de la batalla de Ravcna. el pueblo, que se había alzado contra el Papa, arrastró la imagen de éste por la» '.liles, haciendo pe­dazos la obra maestra de Miguel Angel.

F,m|wro. el altivo escultor y el impaciente l’on- titile no |Hidiúii vivir en paz: Miguel Angel uo era ca|iaz de tolerar qoe se le urgiese continua­mente por el término de sus IraUijos, motejándo­sele de perezoso. Estando un ilia en el andamio dedicado con ardor á la pintora de los cielos de la capilla Sixtina, en que se ocupaba ahincadamente hacía veinte meses, el Papa, quejándose con acri­monia de que la obra lio estuviese aún conclui­da, le preguntó iui|iei ¡lisamente cuando 1c darla fin. «Cuando se pueda,» icspondió de mal ta­lante el pintor. « Dcliería hacerte precipitar dtl andamio ahora misino,» gritóle airado el Papa. Imagínese la indignación del artista, que era también de índole irascible, al oir esta amena­za ; pero como se habla obligado á puntualizar la ornamentación de la capilla, devoró en silencio su enojo, y prosiguió el trabajo,con tanta actividad, que pudo entregarlo hecho al cabo de poco tiem­po; y sin esperar la debida retribución de sus afanes, salió como fugitivo, de Roma y fue á asi­larse en Florencia, á donde le dirigió el Papa instantes súplicas para que volviese allá. Ne­góse con obstinación, pero habiendo Julio conmi­nado á los Florentinos con la guerra, allanóse al fin Buonarroti, y fue á concluir el comenzado mau­soleo y á suceder al Bramante, quien antes de morir le habla rogado, que no dejase incúmple­las las suntuosas galerías del Vaticano, á las que él no había podido dar la última mano.

Lis guerras y desastres que perturbaron la Italia, durante el Pontificado de Julio, no le dejaron espacio para realizar los grandes proyectos que habla conccbido en su noble afán de embellecer á Roma ; y León X en quien la afición á las artes era como instinto nativo, continuó a n fervor los grandes trabajos iniciados por su predecesor. No contento con haber acabado las bellas construc­ciones del Vaticano, concibió la idea de erigir una soberbia basílica, que bajo la advocación de San Pedro, descollase pm sobre todas las maravi­llas arquitectónicas de la antigüedad, y su edifica­ción la confió á Miguel Angel. Y para que el artífice pudiesesin impedimento encumbrar el vue­lo de sil pótenle genio, León, á quien nada pa­recía demasiado magnifico para el grandioso edifi­cio en que vinculaba ¿I su mayor gloria, le hizo proveer de preciosos mármoles y fragmentos de obras antiguas. Los más célebres artistas de Ita­lia fueron convidados á Roma por la munificen­cia del Papa, para que contribuyesen ¡i decorar

aquella admirable construcción con todos los cau­dales del ingenio v del arle.

Pero si la confianza del Pontífice exaltaba á Miguel Angel poi encima de todos los artistas de su tiempo, no le ponía al abrigo de los en­vidiosos, que arrastrándose hasta la cumbre del genio, como el reptil basta el nido del águila, pretendían morder el talón del Maestro. Cada vez que éste presentaba alguna nueva obra, de­clan sus enemigos que era muy inferior á cual­quiera de las estatuas mutiladas que se hablan encontrado en los escombros de la antigua Ro­ma ; y Buonarrotti, ya cansado de tantas mezquin­dades. se propuso confundir á sus detractores, va­liéndose de un ardid, muy sencillo por cierto.

Y fue el caso, que habiendo concluido una ad­mirable estatua del amor dormido, le quebró un brazo y lo guardó en su taller, enterrándola lué- go en un punto en que se iban á hacer exca­vaciones. Poco tiempo después se descubrió la estatua ennegrecida por la humedad de la tierra, y se anunció el hallazgo de una maravilla sepul­tada en aquel lugar hacía siglos. Pasmados de admiración los émulos de Miguel Angel al con­templar la obra, proclaman que jamás el escul­tor Florentino crearía un portento como aquel en que á primera vista se patentizaba lo inimitable del arte antiguo. Aquí los esperaba Buonarrotti, quien les dijo con marcado desdén : « Esa estatua, cuyo mérito tanto exageráis es la última de mis obras, que yo mismo sepulté; y para que á nadie quepa la menor duda de ello, hé aquí uno de sus brazos que he quebrado para confundir vuestra malignidad. Aquí lo tenéis ; probad á ver si se adapta bien al cuerpo.»

Corrillos quedaron naturalmente los detractores del grande artista, y no se atrevieron ya á seguir afec­tando los desdenes con que disfrazaban su envi­dia. Pero ésta no guardó su aguijón, ni dejó de perseguirle eon injuriosas calumnias. Cuando ex­puso su admirable cuadro de Crirto expirando en la Criu, propalaron sordamente que el artista para lancharse mejor de la terrible imagen que debía figurar, había tenido la ciueldad de pedir al Papa un criminal ya condenado á muerte haciendo ex­pirar á éste en el terrible suplicio de la cruci­fixión. Tan atroz calumnia traspasó de dolor el corazón de Miguel Angel, cuyo generoso espíritu era incapaz de concebir una acción semejante; pero los que le vieron Illanco de los alevosos tiros de la envidia, admiraron aún más su prodi­gioso geoio y su incontrastable perseverancia.

Entre sus esculturas se admiraba en Mantua el Cupido dormido; en Roma el Baco, que Rafael creyó digno por su extremada perfección de Fidias y Prax¡teles, y el grupo de Xu-Mra Seilora de la I'iriiad. Aún trabajaba en la grandiosa cúpula de .San Pedro, cuando murió en 1563.

Lo que caracteriza las obras de Miguel Angel según el juicio de entendidos críticos es la auste­ridad y la nobleza.

CRISTOBAL L. MENDOZA.

El pobre ciego

P O R P. O ó M E Z C A N D E L A

3 J 5 am tu kn él había á h ) gima vez. Si en

sido feliz al- entonees, liara -

► paso, pobre, miserable y des­preciado, tendía su mano iles-

I carnada al transeúnte y lloraba ,su despreciable pequenez, allá (en las últimas celdillas del ce- i reblo aún vibraba el recuerdo ’ de sus pasadas dichas, que co­

mo por milagro, quizás para I atormentarle más. habíase esca­pado á todas Iils perturbaciones

£> que el hambre y la desgracia habían realizado en aquella calió za, antes ra­zonadora y despejada, ahora desmemoriada y confundida.

El había sido rico y alegre; había amado y perdonado. La riqueza agotóse en nego­cios y vicios, la juventud cedió su puesto á achaques prematuros, al amor siguió la in d i­ferencia, á ésta el odio.

L a única mujer de quien se enamoró,

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L a p r im e r a k*t r e l l a . — Cuadro de Lecomtc-Du-Nouy

aquella niña que pudo pasar por hija suya, por quien vio perdida sn fortuna al lanzarse á negocios arriesgados que la ambición de ella le ofrecía, la mujer por quien hizo lo­curas. i l la que salvó de la miseria del alma, cien veces más terrible que la del cuerpo, le había olvidado para siempre. A la historia de aquellos amores, di as felices y tranquilos, seguía luego una historia de desengaños y tristezas. t a enfermedad que pone en peli­gro la vida y la bancarrota que acaba con una fortuna. Luego lágrimas, muchas lágri­mas; después la afección á la vista: por úl­timo la ceguera.

Cuando aquel hombre salió del hospital repitiendo entre sí la frase “ dado de alta” qne allá en la sala escuchó, pronunciada con el mismo tono im perativo con que se hubiciu podido pronunciar el “ levántate y anda,” le pareció al ciego sarcasmo terrible «le la suerte que le insultaba, al verle impotente para luchar con ella.

Bien empleado le estaba. Aquellos ojos con los que vio á la mu jer causa de su ruina; aquel «lón m aravilloso de observar el color y la forma, facultad que tantas veces hubiera dado por una sonrisa, seguro de que el cam ­bio no se realizaba; aquellas retinas que en tantas ocasiones se clavaron en ella, piado­sas cuando las animaba el amor, airadas al cruzar por sus cristales el relámpago «le los celos, ya no volverían á ver más. Inmó­viles las pupilas, perdiéndose allá en las obs­curidades de aquellos dos hnecow como los de una calavera, ya no se moverían á la luz, é impasibles á todo, ni aun tendrían «‘1 con­suelo de ver las lágrim as que «le ellas mismas brotaran.

¡ De qué le serv irla al ciego el cerebro sino para hacerle más cruel el suplicio? j De <|Ué el pensamiento, si los nervios, más pre­ciados cuanto más perdidos, eran cables inú­tiles porque va no pasaría nunca por ellos la corriente vivificadora de la vida?

Kl pobre anduvo como loco vagando por los pueblos cercanos «le la cort«* muchos días.I al vez se burlaron de su desgracia, o acaso

insultaron su impotencia. A l fin volvió á Ma­

drid, pensando, sin «Inda, que los amigos á quienes dio dinero é hizo favores no se acor­darían y a de él ni para insultarle.

A sí fue como el mendigo instalóse en la calle de Atocha tendiendo su mano al tran­seúnte.

Para los que no le conocían, el pobre ciego v iv ía ajeno por completo al mundo exterior: pero 110 era así, el mendigo no era tan in ­diferente como parecía.

Con esa percepción intuitiva de los que no ven, adivinaba lo «pie no veía, y de sus labios secos, pálidos y descarnados brotaban en m ur­mullos inexplicables maldiciones y rczfts.

Los negocios debían andar muy malos por­tille las limosnas no daban para v iv ir ; el po­bre hizo economías, y en vez de dormir en la posada de la carretera de Kxtremadura, pasó al raso las noches, y en lugar de comer la bazofia de la tasca, recurrió á los men­drugos y á las sobras que le dieron en a l­gunas casas.

Ni él mismo hubiera podido explicar cómo lograba resistir tales pruebas, ni cómo el estómago de sibarita había degenerado en zurrón «le pobre; pero en el ciego parecía muerta la sensibilidad, y el instinto de con­servación, egoísta, torpe y grosero, se sobre­ponía á todas las cosas, ahogaba todos los melindres y el mendigo luchaba por su vida lo mismo que si su existencia fuera una ca­nonjía.

Kmpcoraron los negocios, bajó la colecta y el pobre trasladóse de la esquina de la calle de Atocha á la puerta de la iglesia de Monserrat.

A llí cambió algo su suerte y llegó á tener sus iKirroqiiiiiiw», entre todos ellos distinguía perfectamente, por el olor á almizcle <|ue llevaba, á una mujer que con la misma p a­labra siempre, con un eterno monosílabo, un “ Tome” conciso y seco, depositaba uua mo­neda en aquella mano del mendigo huesosa y sucia. ,

Todas las mañanas, la hermosa feligresa, porque debía de ser muy hermosa, llegaba á la entrada de la iglesia, el mendigo la co­nocía eu el rozar de la seda «le la laida en

los dos escalones de la puerta, sentíala acer­carse por el menudito repiqueteo de sus za- patitos en el enlosado del piso y la sentía avanzar hasta él con el “ Tome” en las la­bios, que antojábasele al pobre como un beso. Jam ás la oyó más palabra que esa, y el men­digo hubiera dado cuanto hubiera tenido, si algo poseyese, por ver la cara á aquella mujer, pero los «>jos permanecían fijos sin ver nada.

Un día el pobre notó la falta de su pro­tectora, y el mendigo, sin echar de menos la moneda, se entristeció. Como aquel día hu­bo varios, el pobre llegó casi á olvidarla, pensando tranquilamente “ puede «pie esté enferma ó que haya muerto.”

I ’ na noche, el pobre, recostado en la pa­red de la calle de Atocha, pedía en vano una limosna ¡í los pocos transeúntes «pie por la calle pasaban. Era ya muy tarde, y si no hubiera sido porque el pobre aguardaba el regreso á sus domicilios de algunos jugado­res de la inmediata casa de juego, que so­lían darle alguna limosna cuantío ganaban, ya -se habría retirado al quicio tle una puerta. Kl reloj del hospital tlio las doce; la pareja de seguridad que rítmicamente paseaba por delante tlel pobre calló sus pisadas, silbó el viento y una llu via mentida azotó la rugosa cara del mendigo.

Iba á marcharse cuando sintió pasos. Eran un hombre y una mujer; ésta reía y aquél hablaba. A quella risa heló de espanto al mendigo, y como si algo grave le ocurriera, un temblor nervioso le hizo retirar la mano que iba á tenderles y sus ojos impasibles rodeáronse de 1111 círculo de sangre.

Escuchó atentamente. > Sería el chasquido de un beso lo que oyó ó el chocar tlel aire en las paredes !

— Nos han visto, decía una voz de hombre al pasar por delante del mendigo.

La mujer respondió muy bajo:— No; es mi ciego.El mendicante comprendió al momento toda

su m iseria : aquella mujer qne se alejaba, la que le socorría á la puerta tle Monse

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796 EL COJO ILUSTRADO

rrat, era ella, la misma que le había hecho desgraciado para siempre.

A l siguiente día todos los periódicos de la corte publicaban á modo de circular, entre otros núcenos, el siguiente:

' ‘Anoche falleció repentinamente en la ca­sa de kícorro del distrito del Hospital, adou- de fue conducido por una pareja de seguri­dad, un pobre mendigo cuyo cadáver 110 pudo ser identificado.

“ E l juez de guardia ordenó la traslación del cadáver al depósito judicial.

“ Créese que el infeliz murió de inanición.”La noticia no era exacta en su última

parte.E l mendigo murió de ira poique no pudo

arrojar al rostro de una mujer las monedas que de ella había recibido como limosna.

Esta fue una verdad que ni la autopsia misma piulo poner en claro.

CO LERA MORBO

A una dama de antaño que tiene más corche que tamaño

No son poco divertidos Señorita sus enojos.Usted me tuerce los ojos porque los tiene torcidos.

Si usted lograra tener ojos de mujer bonita, dudo mucho, señorita, que los quisiera torcer.

Porque esa mirada leal de las pupilas hermosas aunque diga muchas cosas nunca se dirige mal.

Pero dígame por qué me mira usted enojada, si yo no la he hecho nada ni me meto con usté.

Al principio yo creí por pura galantería, que usted, por desgracia mía, estaba loca por m í;

pues hasta llegué á observar, que usted, sola y sin testigos, me acechaba en los postigos . para mirarme pasar.

Mas hoy que usted se ha propuesto, asestarme unos ojazos

3ue parecen dos balazos isparados por mampuesto,me ocurre esta reflexión:

dama que está tan airada, debe de estar despechada ó tiene mala intención.

O si es que usted por desgracia quiere expiarme á cada paso, le notifico que el caso no me hace pizca de gracia.

Tal intento es ilegal.¿ He reparado yo nunca si su figura esta trunca 6 se viste usted muy mal ?

¿ Si es usted mal encarada; si usted va ó si usted viene, ó si su cuerpo no tiene carne para una empanada ?

Yo soy tan buen enemigo, que aunque me acose el deseo, las cosas malas que veo, si las veo no las digo,

Hágame pues la merced de no inspeccionarme más.Sea cual yo que jamás la he inspeccionado á usted.

b d c a r d o DIAZ LECUNA.

D E L C IELO A ESPA Ñ A

IO U K N T O I

( POR NILO MARÍA FABRA )

I

Dios, Nuestro Señor, daba un dia audiencia á los santos que iban á interceder por sus de­votos, por los pueblos que patrocinaban y por todos los pecadores. La Santísima Virgen, sen­tada al lado de su querido Hijo, recomenda­ba los múltiples memoriales de los visitantes, á los cuales acogía el Ser Supremo con la bon­dad del que es fuente tic todas las miseri­cordias. Fueron entrando en el salón del tro­no del Altísimo santos y más santos, hasta que le tocó el turno á Santiago el Mayor.

—¡Hola, Jaime!—le dijo cl Todopoderoso: —¿qué te trac por aquí! ¡Cosas de España, tal vez! ¿Qué pasa por aquella tierra? ¿ E s ­tán en paz tus clientes?

— Bien salic vuestra Divina Majestad,—con­testó cl Apóstol, haciendo tan profunda reve­rencia que cl sombrero lleno de conchas y re­liquias que tenía en la mano barrió el suelo, —que aquello anda nialillo, y que, si Dios no pone remedio, yo no sé lo (¡ue va á ser de España, de los españoles y de sus descendien­tes, que se han establecido en cl Nuevo Mun­do, á todos los cuales protejo y amparo en sus cuitas; porque, eso sí, ni unos ni otros nos han perdido la afición, y si no, aquí está la excelsa Madre de Vuestra Divina Ma­jestad, patrona de las Españas y de las In­dias, que 110 me dejará decir una cosa por otra.

—Cierto es,—dijo Nuestra Señora,—que en pocas partes del mundo se me venera tanto como en las tierras de que habla Santiago, y, á decir verdad, yo quisiera hacer hasta los imposibles á favor de aquellos para mí muy amados hijos.

—¡Vamos, di lo que solicitas, D ieg o s-ex­clamó el Eterno dando uní cariñosa palmada en la mejilla del santo;—basta que mi aman­tisima Madre sea intercesora, para que yo te conceda cuanto desees, con tal que no me pidas gollerías.

—Señor, contestó el Apóstol algo perplejo, — yo no sé cómo decírselo á Vuestra Divina Majestad . . . El caso es que . . . Ello es. . . Vaya, que no me atrevo.

— ¡Animo! ¡Habla!—Como á Vuestra Divina Majestad no se

le oculta nada, bien sabe lo que yo quiero para los españoles.

Sonrióse el Todopoderoso, pues El ya sa­bía de antaño lo que pensaba Santiago, por­que, ya se ve, ¿qué se le ha de ocultar á quien no ignora cuanto pasó, pasa y pasará ?; y poniendo ambas manos sobre .a esclavina del bienaventurado, le contestó:

— En verdad te digo, querido Jacobo, quelo que pretendes es harto difícil; pero, en fin, exprésalo en breves palabras.

—Pues bien, Señor, lo que yo quiero para los españoles es lo que se llama sentido co­mún . . .

—¡Sentido común!—replicó el Omnipotente: — ¡sentido común! Pues ¿ no sabes tú que lo que los hombres denominan así, es el menos común de los sentidos ?

—Vuestra Divina Majestad me entiende, y no digo más. *

—¡H ijo mío!—dijo con voz suplicante la Rei­

na de los Angeles;— vuelve tus ojos misericor­diosos hacia aquel pueblo desdichado, y con­cédele lo que más le convenga.

—¡Bueno!—contestó Nuestro Señor;—voy á hacer por España lo que no he hecho por na­die, aunque me cueste privarme por algunos días de la compañía de 1111 hijo predilecto co­mo éste! Vuelve á la Península, Santiago, con amplios poderes míos. Te doy facultades para hacer milagros, sin que puedas, empero, mo­ver y forzar la voluntad de los hombres, por­que ya sabes que quiero que sea libre su al­bedrío. Te doy el dón de hecerte invisible y de tomar la forma que quisieres. Vé allí y haz de nuevo gala de tus dotes oratorias, á ver si tu elocuencia, que hizo cristianos á los españoles, más ó menos pecadores, que sobre esto hay mucho que hablar, consigue ahora darles el mejor discernimiento en las cosas te­rrenales.

Dio el Apóstol gracias á Dios Nuestro Señor y á su Santísima Madre, y fuése en derechura al vestíbulo del Cielo donde pidió á San Pe­dro, con grande admiración de éste, que le franquease la salida.

— ¡Qué es esto, colega!— exclamó el portero mayor del Paraíso.

—Que me voy otra vez á predicar.— Mira, aquí entre apóstoles sea dicho, vas

á que te crucifiquen como hacen aquellos bár­baros con todos los que les dicen verdades.

— Estos tiempos no son los nuestros. P e­rico, gracias á nosotros, que civilizamos al mundo. Verdad es que por allí hay quien no se acuerda de esto, y nos pone como chupa de dómine; pero á lo menos ya 110 le desue­llan á uno vivo sino de boquilla.

— Ciertamente esto se ha ganado, pero ha sido á costa de las tiras de piel verdadera que hemos dejado por allá; y si no, dígalo nuestro compañero Bartolomé; pero, ¿qué di­go piel?: carne y huesos, que todavía me ¡ta- rece que me duelen las palmas de las manos de aquellos clavos con que me crucificaron, cabeza abajo; y todo ¿por qué?: porque sa­caba del error á los hombres. ¡S i serán es­túpidos!

—Tienes razón, mala cosa son los hom­bres; pero algo hay que hacer por ellos. Allá, me vuelvo. ¡Abre, Perico, la puerta, y hasta luégo!

—¿ Pero vas á pie ?—¡Hombre, sí! ¡Buena idea! Tomaré la jaca.

¡Cómo estará de brava á puro holgar! Ya se ve, como ahora no necesitan de 111Í los españo­les para regir sus ejércitos, teniendo tantos generales . . .

— Por brava que esté, ¿ qué te importa, si no hay mejor jinete que tú en cielo y tie­rra, si eres el Santo caballero por excelen­cia ?

—Claro está; ¡como que soy el patrón de los españoles! . . . pero abre mientras voy por la jaca.

Soltó San Pedro las cadenas de oro del puente levadizo de la celeste mansión, el cual vínose abajo con grande estrépito, y al breve espacio cruzó por él Santiago, caballero en su blanco corcel, echando no diablos, porque en el Paraíso 110 los hay, sino rayos y true­nos que estremecieron el aire, azotaron* el fir­mamento y retumbaron por el espacio infi­nito.

II

No sé el tiempo que empleó el Apóstol des­de la Gloria á la Península, porque ignoro la distancia que separa á los españoles de la bienaventuranza, aunque entiendo que debe ser poca, pues aquella misma tarde apareció San­tiago en mitad de un camino real de Es­paña.

El cual debía de atravesar la Mancha, por­que ni un solo átbol se descubría en medio de la soledad de una vastísima llanura, que más semejaba mar desecado que otra cosa alguna.

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EL COJO ILUSTRADO 797

— ¡Q ué gu :U s (Mas!— exclarrala el Santo para su esclavina.— ¡ K?tíín dejadas de la mano de Dios! ¿Q ué n al les han l'C(ho los árbo­les? ¡No parece sino que, hartos de destruir­se unos á otros, han declarado cruda guerra á la naturaleza!

Y pensando tn efto, iV a camino adelante al paso de su caballo, cuando de pronto vio venir hacia él á dos hembres cubiertos con amplios sombreros, c o ro los del Padre Eter­no, muy ceñidas las vestiduras con unas co­rreas sobre el pecho, las manos dentro de fun­das blancas, y llevando cada uno al hombro gruesos bastones rematados en punta de hie­rro, que el Santo creyó bordones de peregri­no de nueva usanza.

— ¡Vaya, serán colegas míos, -dijo para si, — que irán de reñ iría á algún santuario! Ya tengo compañía.

Los cuales supuestos peregrinos íbanse acer­cando fijos los ojos en el jinete, y apiñas lle­garon junto á él, diéronle la voz de alto.

Detuvo el Apóstol las riendas A su caballo, y preguntó A la pareja qué quería.

— La cédula d^Tecindad,—dijo uno,— ¡La cédula! '¿Qué es eso?— Por lo visto, es usted nuevo aquí . . .

— Sí, señor, soy forastero.— Pues bien, aquí nadie viaja sin ese docu­

mento.— No le tengo.— Entonces dese usted preso.— De modo que en España ¿ se necesita pa­

tente de hombre de bien para andar suelto ?— Y para todo.— En este caso no habrá malhechor que ca­

rezca de semejante requisito.

— En efecto, sefior peregrino, todavía no hemos topado con ningún criminal que no es­té provisto por lo menos de una cédula.

— ¿ Para qué sirve, pues ?— Yo le diré á usted; es un recurso de la Ha­

cienda como otro cualquiera.— ¡Ah, ya! Es un tributo sobre la libertad

personal.— Sea lo que fuere, nuestra obligación es de­

tener á los indocumentados.— Pero, hombre de Dios, si yo soy un ca­

minante pacífico y nunca he hecho nial al pró­jimo.

— No lo dudamos, mas tenemos que cumplir con la consigna. Quien manda, manda. Tenga usted, pues, la bondad de venirse con noso­tros.

— i ’or lo menos,—dijo el Santo para su sayal, —aquí se prende con cortesía.

Y como era muy celoso de la disciplina mi­litar, aunque patrón de España, añadió, di­rigiéndose á la pareja, acortando razones:

— Vamos á donde ustedes q u i e r a n .— Al pueblo que deja usted á retaguardia.— ¡Andando!Y así diciendo volvió grupas, y seguido de

los guardias civiles, que tales eran los apre- hensores, encaminóse á un lugar que allí cerca estaba y en el cual no había parado mien­tes.

A tiempo que anochecía entraron los tres en el pueblo, donde reinaba el mayor soriego A pesar de ser víspera de elecciones munici­pales. El alcalde, que iba de zeca cn meca muñendo á los electores á casa hita, en la calle y en la taberna, y 110 podía, por lo tanto, perder el titnipo en bagatelas, en cuanto vió á los recién IU gados, y sin preguntar á los guardias por qué traían á aquel hombre, di­jo con voz de autoridad:

— ¡A la cárcel con él y el cal alio á mi cua­dra!

— Y dicho y hecho, y lié aquí cómo la pri­mera noche de su vuelta á España, Santiago se la pasó enterita en la cárcel.

III

Aquel siervo de Dios, en lugar de hacer mi­lagros y de salirse del inmundo aposento don­de encerrado estaba, porque con decir que era cárcel de pueblo, y (le pueblo de la Man­cha, está dicho todo, púsose á rezar y á rezar hasta que le sorprendió la vaga claridad del alba entrando por una rendija ó gatera, que en esto 110 estoy muy seguro, pero sí de que no tenía más ventilación el calabozo.

En esto oyóse ruido de llaves en la premio­sa cerradura; rechinaron los goznes, y abrién­dose pausadamente la puerta, apareció bajo el dintel la majestuosa figura del alguacil, barbero, sangrador y peatón en una pieza.

— ¡Sal!—dijo con ademán imperativo y voz bronca, porque acababa de matar el gusanillo: v luégo añadió que le siguiese.

Hízolo así Santiago, y subiendo una estre­cha escalera, fue introducido en el salón del concejo, que iba á servir además de colegio electoral, á juzgar por una grande urna que puesta sobre la mesa estaba. Una silla, tres bancos y el retrato del Rey, pegado con obleas 6 pan mascado en la pared, completaban el ajuar de aquel augusto recinto, ai cual pres­taba mayor solemnidad en aquel momento la presencia del Alcalde, muellemente sentado en la silla, extendidas las piernas, sueltos los bra­zos, caída la cabeza, terciado el calafiés y chupando un cigarrillo mugriento, apagado y casi deshecho.

— ¡Hola, perillán!— exclamóla autoridad po­pular A guisa de saludo.—¿ Quién te manda ir de romería á caballot ¿Dónde lo has robado, cuatrero?

— Yo soy un hombre de bien. El caballo es mío,—contestó el Santo.

— ¿A mí con esas! Ea, á ver la cédula.— No la tengo.— ¿ De dónde eres ?

— Nací en Bethsaida.— ¡Saida! Alguacil, ¿dónde está este pue­

blo?—•Lo que es en la mancha 110 está,—con­

testó el interpelado, que, como cartero, tenia sus ínfulas de perito geógrafo.— Este nombre me huele así á cosa de Africa.

— ¡Africa, eh! ¡Bueno! ¿Tu nombre, pe­regrino !

—Santiago.—¿Apellido paterno y materno?— Mi padre se llamaba Zebedeo y mi madre

Salomé,—dijo el Apóstol que 110 sabía decir una cosa por otra.

— Bien, pues decreto al canto: Habiendo sido preso por indocumentado Santiago Ze­bedeo y Salomé, de profesión romero, con un caballo que no debe ser suyo, ordeno y mando: primero, que el caballo quede en mi cuadra á las resultas; y segundo, que el susodicho Santiago sea conducido por trán­sitos de justicia á disposición del señor G o­bernador civil de la provincia de Santander.

— ¡De Santander!— exclamó el alguacil;— pues si Santander está al Norte, y el Africa, de donde parece este bu^n' hombre, cae ha­cia el Mediodía.

— Precisamente,—contestó el presidente de la corporación municipal dando un puñetazo en la mesa;— precisamente por eso. Así se tra­ta á los vagos. O soy ó no soy alcalde . . . ¡No faltaba más! Llévate A ese hombre y en­trégalo á la pareja.

Salieron ambos, y ya cn la calle, el algua­cil hablando muy quedito al oído del Santo, le dijo:

— Mira, nación (en aquel pueblo designan con esta palabra á los extranjeros), todo se puede arreglar con una friolera. Con que me des para echar unas copas . . . En fin, hay que untar el carro . . . Ya sabes aquel re­frán: "P o r bueno ó por malo, el escribano de tu mano."

— Sí. y también conozco aquel otro que dice: “ Ni hagas cohecho ni pierdas derecho.”

— Pues con tu pan te lo comas,— replicó el agente de la autoridad dando un empellón al Santo y encerrándole en la cárcel.— Aquí te estarás hasta que pase la pareja.

IV

Entonces el siervo de Dios creyó llegado el momento de hacer un milagro, pues le apre­taba el deseo de dar comienzo á su terrenal apostolado y devolver bien por mal al lugar á que le trajeron, no sus pecados, como de­cirse suele, pues, siendo santo ¿qué pecados ha.bía de tener ? sino los altos é inescrutables designios de la Providencia; y así, por un sim­ple acto de su voluntad tornóse de pronto invisible, y saliendo del calabozo por el resqui­cio de la puerta, se fue á la calle, recorrió el pueblo, y penetrando en todas partes sin ser de nadie visto ni oído, escudriñó á su sa­bor cuanto allí pasaba.

Hacíase cruces A cada paso al descubrir las miserias humanas; pero lo que mayormente llamó su atención fue el aflictivo y ruinoso estado de la Hacienda municipal, bajo el po­der de aquel cacique de campanario, que as­piraba á la reelección del cargo concejil. ¡Qué de cabildeos, qué de amaños, que de prome­sas, A costa, por supuesto, de los bienes co­munes, para conjurar las ruines rivalidades de unos cuantos electores, en medio de la estúpi­da indiferencia de los demás!

Tocaron en esto á misa, y por ser domin­go, los lugareños juntáronse en la plaza de la iglesia, esperando la última campanada, co­mo si quisieran tasar el tiempo destinado A las cosas santas, nada piadosa costumbre, que disgustó al Apóstol que en volandas había acu­dido al templo A oír los divinos oficios.

Apenas terminados éstos, los hombres vol vieron en tropel á la plaza, mientras las mu­jeres salían poco A poco de la casa del Se-

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708 EL COJO ILUSTRADO

ñor con la mantilla muy ceñida, los ojos ba­jos y el rosario en la mano.

Quedóse Santiago algún tiempo en la igle­sia, rezando muchos Padre-nuestros á sus pre­dilectos compañeros de Gloria, y al retirarse, en el acto de abrir la cancela, le asaltó una idea que llevó en seguida íi efecto, y fue na­da menos que tomar la misma figura del bo­ticario del pueblo, ausente á la sazón, con una semejanza tal, que era el más perfecto tra­sunto que imaginarse puede; y. de esta suer­te se presentó en la plaza.

Todos los que se hallaban allí cayeron en el engaño, y fueron á él y le saludaron con mucha cortesía y afectado cariño, porque el farmacéutico, aunque tenía fama de socarrón, entrometido y mordaz, era, si 110 bien quisto, considerado con el respeto que se merece una mala lengua.

Como en semejantes casos suele acontecer, comenzóse á hablar de la salud y del tiempo, de lo cual tomaron pie los labradores, que lo eran casi todos, para echar su cuarto í¡ es­padas sobre la cosecha, siempre mala, si no detestable, en boca de campesinos.

— ¡D e esto tenéis la culpa vosotros!—excla­mó Santiago.

— ¿ Nosotros ?—Sí, vosotros.— ¿ Por quE?— preguntó uno.— Vamos «4 ver, ¿ qué es lo que hace buenas

las cosechas después del trabajo del hom­bre?

—¡Tom a!—contestó otro á quien llamaban por apodo el tío Solón ó Salomón,—la buena tierra y el agua.

— Siendo asi. ¿ por qué os empeñáis en ha­cer mala la tierra y en alejar de ella la hume­dad ?

— ¡Nosotros!—exclamaron todos con irónica sonrisa, mirándose unos á otros, como quien dice: este hombre no está en su juicio.

— ¡Sí, vosotros, con la insensata guerra que hacéis al arbolado! Fomentadlo, y la tierra se­rá cada vez mejor, y la lluvia visitará con más frecuencia los campos, derramando sobre ellos sus inapreciables dones.

— ¡Ah, señor farmacéutico!— exclamó el tío Solón— ¡qué engañado está usted! Esto lo re­zan los libros, pero nosotros entendemos más de labranza que esos señoritos de las ciu­dades que inventan estas cosas, y que no son más que unos saca-dineros. ¡Arboles, eh!

— ¿ Qué mal os han hecho ?— .Mire usted; cuando yo era mozo,—replicó

el tio Solón,—había en el prado de propios hasta seis docenas de pinos: ¿ y sabe usted pa­ra qué servían? Para que los muchachos se comiesen los piñones. Semejante escándalo lla­

mó la atención del concejo, que se reu­nió para tratar sobre la materia. Opinaban unos que debía nom­brarse un guarda y otros que era mejor cortar los árboles, y después de maduro examen, por mayo­ría de votos se de­cidió lo último, y así se dio fin al escán­dalo.

No quiso Santiago refutar tales razones, que 110 eran para con­testadas, y encarán­dose con otro Licur­go del lugar que aten­tamente escuchaba sin decir esta boca es irtla, le preguntó :

—¿ Y usted tam­bién cree inútil el ar­bolado ?

— ¡ Qué inútil, — contestó el segundo sabio, — perjudicial,

y perjudicial de todo punto ! Y si no, va­mos á ve r : ¿quién se come el grano an­tes de la cosecha ? Algunos pájaros, como los gorriones, ¿ no es verdad ? ¿ Quién atrae á los gorriones? El arbolado, ¿no es cierto? Lué­go destruyendo á éste contribuimos á extin­guir aquella plaga.

— ¡Bien dicho!—exclamaron todos dando ca­lurosas muestras de asentimiento, creyendo confundido al supuesto boticario.

El cual, después de breve pausa, replicó:— Pues yo os pregunto: ¿qué plaga es ma­

yor, la de los insectos ó la de los pájaros?—¡Tom a!—contestó otro labriego,—la délos

insectos, porque siendo innumerables y peque­ñísimos, 110 basta la mano del hombre para aniquilarlos.

— Entonces,—dijo el Santo,— si 110 os bas táis para combatir á estos casi invisibles ene­migos, justo sería que res|>etase¡s y aun dié- rais recompensa á vuestros mejores auxiliares, y si no; decidme: por cada grano de trigo que os quita un gorrión, ¿ de cuántos millares de in­sectos no habrá limpiado vuestros campos ?

Esperaba cl Apóstol que este sencillo razo­namiento abriría los ojos de aquellos labrado­res; pero lejos de ser así, ninguno-dio mues­tras de dejarse convencer ni aun por el mismo Dios que bajase en persona, y como Santiago se sabía muy bien de memoria aquel refrán de que no hay peor sordo que el que no quiere oir, dio el pleito por perdido; mas quiso pro­bar si sacaba mejor fruto hablándoles de la cosa pública, y encaminando la plática en este sen­tido, les espetó una de verdades que había que oirle. Qué de cosas salieron de aquellos santos labios, como de quien sabía los más recónditos secretos <le todo e! lugar!

— ¡Muy bien!—exclamó un mozalbete que había estudiado en Madrid hasta dos años en la Escuela de Veterinaria, siendo suspenso en el segundo;— ¡muy bien, señer farmacéutico! Me place ver á usted entrar por tan buen cami­no y salir de la actitud de expectante bene­volencia para con el Ayuntamiento, en que hasta ahora se había colocado. Cuente usted con­migo, con mi apoyo incondicional, á fin de co­ronar el edificio de la regeneración de nues­tra querida patria, digna de mejor suerte y de los más altos destinos. Unámonos todos en apretado haz para sacudir el yugo de la opre­sión y de la tiranía; proclamemos con entusias­mo nuestro ideal político . . .

— Pero, ¡hombre de Dios!—exclamó inte­rrumpiéndole Santiago.— ¿ Qué tienen que ver tus ideales políticos con la 'policía urbana, la hacienda municipal y los chanchullos de los fielatos ?

Y hablándole aparte añadió:— Calla, si no quieres que cuente tus tra­

pisondas de la época en que eras secretario del anterior alcalde, por cuya candidatura tra­bajas ahora.

Corrióse el mozo, y hecho una grana, es­currió el bulto, dirigiéndose á la Casa de la Villa, donde en aquel momento se constituia solemnemente la mesa electoral.

Entretanto, el Apóstol no cesaba de exhor­tar á aquellos rústicos, que embebidos y sus­pensos le escuchaban, á que cumpliesen since­ra y honradamente sus deberes de buenos ciu­dadanos; y cuando creía haberles icrsuadido de todo punto, el tío Solón le interrumpió diciendo:

— Yo no quito ni pongo rey.— Ni mi padre ni mi abuelo,—añadió uno,

—dijeron jamás su voto, y yo no hago usos nuevos.

— ¡A l concejo, ni verlo!—exclamó otro.— ¡Allá ellos!—dijo un cuarto.— Mire usted, señor boticario,— prosiguió el

tío Solón,—quien sirve al común, sirve á nin­gún. Así, no se canse usted, que ni queremos votar ni ser votados.

— ¿Para qué?—repuso un quinto;—¿para que nos roan los zancajos y no hagamos nada de provecho ? Y si no, pon lo tuyo en con­

cejo, y unos dirán que es blanco y otros que es negro.

Y todos por este estilo fueron contestando á Santiago, el cual, sin querer oir más ra­zones, se marchó del lugar.

Uno de los del corro, empero, tuvo un arranque de valor cívico, y exclamó:

— ¡Pues yo voto! ¡A lgo hay que hacer por el pueblo!

Y dirigiéndose al colegio electoral, se votó á sí mismo.

Y

La nueva de la actitud tomada por el supues­to farmacéutico, y digo actitud, porque em­pleó esta palabra el veterinario en embrión, cayó como una l>omba en medio del campo alcal- desco, que había sentado sus reales en el salón consistorial y ya se regodeaba con la confian­za de una victoria decisiva, á pesar de que el bando contrario, de que era firme apoyo y activo paladín el mozalbete de la plaza, ha­bía conseguido intervenir la mesa electoral, circunstancia que 110 permitía al presidente de ella trasegar el censo completo á las listas de votantes, como en otras no menos glorio­sas batallas por él libradas.

Mas como el común peligro fue siempre me­dianero de unión y de concordia entre los desavenidos, apenas se supo por boca del ex­secretario que en aquellos momentos históri­cos se estaba formando el partido de los inde­pendientes, que con tal nombre bautizaron en el aeto á los del corro de la plaza, el Alcal­de, que no se dignaba inclinar su erguida y majestuosa frente, ni aun en señal de salu­do, ante sus- concejiles adversarios, dando rien­da suelta al noble y generoso impijlso de su pecho, propuso á la mesa la formacián de una candidatura de transacción y de conciliación, en la cual estuviesen representadas las dos colectividades que, ya á regaña dientes, ya á palo limpio, se disputaban el gobierno y el pue­blo.

Ardua era de suyo la empresa, porque de los siete concejales que debían elegirse para la renovación del Ayuntamiento, 110 ofrecía el alcalde más que tres puéstos á los adversarias. Porfiaban éstos que querían cinco, y en este, regateo les sorprendió el elector independiente de que he hablado.

A su presencia turbóse el Alcalde, y viendo en su imaginación llover electores sobre el co­legio seguidos del notario para que diese tes­timonio del escrutinio, por si 110 se jugaba lim­pio, cedió en el acto á las exigencias del contrario bando y se prestó á todo: que de le­ves causas proceden muchas veces las graves resoluciones y los sucesos trascendentales.

Concilladas las opuestas parcialidades y con­venida la fórmula, seis hombres de corazón luciéronse fuertes en la estrecha escalera que daba acceso al colegio electoral, resuelto á de-

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EL COJO ILUSTRADO 799

fender aquel sa­grado recinto de los ojos profanos, indiscretos 6 cu­riosos que pre­tendiesen turbar la majestad del escrutinio; arre­llanóse el Alcal­de en la silla pre­sidencial, repar­tió cigarrillos á las interventores, y dando un |>alo íí la mesa con el bastón de auto­ridad, exclamó :

— | Que ven­gan electores!

Entretanto los secretarios pro­cedían ¡1 la re­dacción del acta, en la cual apa­recían como vo­tantes cu an to s electores arroja­ba el censo, in­

cluso los difuntos; que aquella gente no re­paraba en cosas de poca monta cuando tenía las manos en la masa.

VI

Cantaba el gallo de San Pedro, claro indicio de que rayaba el dia, cuando Santiago, pues­to sobre su caballo blanco, que había recu­perado sin ser de nadie visto, llegó al glacis del Alcázar celeste, defendido por una legión de ángeles que revoloteaban de aquí para allí gritando: ¡centinela alerta! y el lejano eco repetía: ¡centinela alerta!

—¿Quién vive?—gritó una voz, en cuanto el Apóstol se acercó al puente levadizo.

— El Paraíso,— contestó aquél.— t Qué gente ?—Santiago el Mayor.— ¡A lto! ¡Cabo de guardia!Y salió la ronda menor compuesta del

cabo y de dos números, que eran gen­tiles mancebos resplandecientes de hermosura con unas alas muy anchas y extendidas, vesti­dos de blanco y finísimo ropaje, y blandiendo en la diestra sendas espadas que, á pesar de la tenue claridad del naciente día, brillaban como inextinguibles centellas.

El cabo pidió el santo, seña y contraseña, y rindiólas el recién llegado, diciendo: "Sanio Espíritu, Espacio Eterno."

Previas estas formalidades que prescribe la celestial ordenanza, se fue el cabo á prevenir al oficial de guardia, y éste á San Pedro, que á fuer de madrugador, merced á su gallo, en la muralla del venturoso Alcázar se estaba solazando.

Acudió solícito el príncipe de los Apósto­les á abrir á su compañero, y exclamó.

—¿ Ya de vuelta querido Santiago ?— Aquí me tienes, Perico,—centestó éste,

apeándose del caballo y estrechando entre sus brazos al portero mayor de la Gloria.

—Vamos, cuenta; ¿cómo te ha ido por allá?— Llegué, y me prendieron.—¿ Y tú qué hiciste ?— Salirme de la cárcel por milagro. En E s­

paña se suele salir así de semejante sitio.—¿ Y después ?—Traté de inculcar las nociones más rudi­

mentarias de agricultura á gentes que no viven más que de ella.

—¿ Y se convencieron ?— Se encogieron de hombros.— ¿ Y te volviste ?—No. Tropecé con un rebaño conducido por

lobos y quise persuadir á las ovejas de que eligiesen otros pastores.

— ¿ Y bien ?— Nada, que prefirieron seguir siendo co­

midas.

- Y a salles que nunca he tenido fe en el sen ¡lo práctico de tus clientes: |

que llegase hasta tal punto latido práctici tus clientes: pero jamás creí

insensatez hu­mana.

— Más que insensatez descubrí en el fondo <lc todo grande apatía intelectual. Gentes son las que encontré, que por ahorrarse el trabajo de pensir, dieran de buen grado al maestro de escuela que tenían, y au:i todas las univer­sidades de añadidura.

—Conozco el género. Son los hombres más difíciles de convertir: los holgazanes contu­maces del entendimiento.

LA C IE N C IA A N T E E L IN FIN ITO

Kl 27 de abril de 1SX2. M. Pasteur ocupaba en la Academia francesa el sillón de Uttré.

Había sido recibido por Renán.La prensa de París publica últimamente, con

motivo de la muerte del ilustre bacteriólogo, los fragmentos que siguen, tomados de su discurso:

La fe de M. Littré eu el positivismo le v i­no <le las dificultades que encontraba en las grandes cuestiones metafísicas. La negación como la duda le atormentaban. Le libró de una y otra Augusto Coiute, eon un dogma­tismo que suprim ía toda metafísica.

En presencia de tal doctrina, M. Littré se decía:— No tienes por qué preocuparte del origen ni del fin de las cosas; ni de Dios, ni del alma, ni de la teología, ni de la me­tafísica; sigue tu inclinación de investigador “ sereno ó inquieto;” huye de lo absoluto; no creas sino en lo relativo.— ¡Qué tranquili­dad para aquel cerebro ardiente, ansioso de recorrer todo el campo de la sabiduría!

Se ha creído erradamente en esa tranqui­lidad, y juzgando por falsas apariencias, se ha pretendido hacer de M. Littré un ateo consumado y sereno. Sin embargo, las creen­cias religiosas de los demás no leerán indi­ferentes. "M e doy perfecta cuenta, decía, de los sufrimientos y dificultades de la vida humana, al querer quitar á quienes las ten­gan las convicciones que los sostienen en sus días de prueba.” No niega la existen­cia de Dios, como no niega la inmortalidad del alm a; de ellas separa « príorí hasta el pensamiento, porque proclama la imposibi­lidad de demostrar científicamente su exis­tencia.

En cuanto á mí, que juzgo que las pala­bras progreso é invención son sinónimas, me pregunto en nombre de qué descubrimiento nuevo, filosófico ó científico, pueden arran­carse del alma humana tan altas preocupa­ciones. Me parece que ellas tienen algo de la esencia eterna, porque el misterio que envuelve al universo, del que son una ema­nación, es también eterno en su naturaleza.

Cuéntase que el ilustre físico inglés Fara- day, en las lecciones que daba en el Insti­tuto Keal de Londres, no pronunciaba jam ás el nombre de Dios, aunque era profunda­mente religioso. Un día, por excepción, se le escapó aquel nombre é inmediatamente se manifestó en los concurrentes un movi­miento de simpática aprobación. “ Acabo de sorprenderos, nombrando aquí á D io s; nun­ca lo había hecho, porque aquí, en las lec­ciones, soy un representante de la ciencia experimental. Pero la noción y el respeto de Dios han llegado á mi espíritu, produ­ciéndome tal satisfacción como la que senti­ría al llegar al conocimiento de verdades físicas.”

I>a ciencia experimental es esencialmente positivista, en el sentido de <jue, en sus concepciones, no hace intervenir la consi­deración de la esencia de las cosas, ui el origen del mundo y sus destinos. No tiene necesidad de ello. Sabe que nada puede obtener de las especulaciones metafí­sicas. Sin embargo, no se priva de la hipó­tesis. Nadie, al contrario, hace tanto uso de ella eotno el experimentador; pero sólo á título de guía y como Incitativo en las investigaciones, á reservas de un severo con- t raí teso. Desdeña y rechaza sus ideas precon­cebidas, desde que la experimentación de­muestra que 110 corresponden á realidades objetivas.

M. Littré y Augusto Comte creían é hi­cieron creer á los espíritus superficiales que su sistema se basaba en los mismos princi­pias que el método científico de que fueron genuinos fundadores Arqttíuiedes, Cali leo, Pascal, Newton, Lavoisier. De ahí viene la ilusión de los espíritus, favorecida y garan­tizada por el saber y la buena fe de M. Littré.

A cuántos errores puede conducir esa pre­tendida identidad de ambos métodos!

Arago dijo de Comte: “ No tiene creden­ciales matemáticas, grandes ni pequeñas.’ ’ " E s verdad, contestó Littré, M. Comte no ha hecho descubrimientos geométricos, pero los lia hecho sociológicos.” A h ! lié aquí un ejemplo de descubrimiento sociológico! El 10 de noviembre de 1850, M. L ittré es­cribió en Kl Nacional un artículo titulado: l'az occidental, encaminado á probar (pie la sociología era una ciencia. “ Hay dos ma­neras, decía, de probar la verdad de una doctrina: por la imitación directa, el trabajo, el estudio, ó por previsiones que persuadan á todos los espíritus: saberes prever.”

Aconteció que, como gozáramos en 1850 de los beneficios de la paz desde 1815, M. Littré declaró: “ Y a hoy en día la sociología prevé la paz para todo el tiempo que falta hasta llegar al porvenir de nuestra transición, al cabo de la cual una confederación re­publicana habrá unido al Occidente y pues­to fin á todos los conflictos arm ados...” Pron­to se desengañó. Cuando en 1878 reimprimió aquel artículo de 1850, le puso algunas no­tas en las que, con su habitual sinceridad, lamentaba su cándida confianza de otros días. “ Esas desdichadas páginas, decía, me hacen daño; quisiera poder borrarlas. Están en perpetua contradicción con los sucesos (pie las han seguido... Apenas dije en medio de un entusiasmo pueril, que no habría en Europa más desastres militares y que serían reempla­zados por discusiones políticas, cuando ¡fe presentaron: el desastre m ilitar de Kusía en Crimen, el de Austria en Italia, oí ro.de A u s­tria en Alemania, el de Francia eu Sedán y

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800 EL COJO ILUSTRADO

EL FIO E sc a la n te . — ( Loa Ande* )

en Metz y últimamente el de Turquía en los B al le anee.”

La obra que Littré publicó en 1879 bajo este titulo CoütervaciÓH, ¡{evolución y Positivis­mo, está llena de errores que le hizo cometer la doctrina positivista, en política y en so­ciología. jP o r qué sorprenderse de e llo ! La p olítieaV la sociología son ciencias en que las pruebas no pueden producirse sino dificulto­samente. .

Son machos las factores que concurren á la solución de los problemas que agitan. A llí en donde intervienen las pasiones humanas, es inmenso el campo de lo imprevisto.

El positivismo no peca solamente por un error de método. En la trama, aparente­mente ajustada, desús propios razonamientos, se revela una gran laguna, y no me explico cómo se haya escapado esto á la sagacidad de M. Littré.

R e p e t id a s veces define así el positivismo, considerado bajo su aspecto práctico: “ Llamo positivismo todo lo que en la sociedad.se hace para organizaría según la concepción positiva, es decir, científica del mundo.”

Acepto tal definición, siempre que de ella se baga una aplicación rigurosa; pero la gran­de y visible laguna del sistema consiste en que /n la concepción positiva del mundo no se tiene en cuéntala más importaute de las no­ciones positivas: la del infinito.

Más allá de esa bóveda estrellada, jq u é h a y ! Nuevos cielos estrellados. Sea! ¿ Y más a llá ! E l espíritu humano, empujado por una fuerza invencible, no dejará jam ás de pre­guntarse: Qué hay más a l lá ! Como el punto eu que se detiene no es sino de una magnitud finita y solamente mayor que la que le pre­cede, aperné comienza á considerarla, cuando vuelve la implacable pregunta y siempre sin que pueda satisfacerse la curiosidad. De nada sirve contestar:— Mas allá hay espacios, tiem­pos, magnitudes siu lím ites.—Nadie compren­de esas palabras. E l que proclama la ex is­tencia del infinito, acumula eu esa afirmación más sobrenatural del que hay en los milagros de todas las religiones; pues la noción del in­finito tiene el doble carácter de imponerse y de- ser incomprensible. Cuando tal noción se apodera del espíritu no queda otro recurso sino el de prosternarse ante ella. En este mo­mento de punzantes angustias hay que pedir misericordia á la razón misma ; todos los re­

sortes de la vida intelectual amenazan sol­tarse; estamos en peligro de caer en la locura sublime .de Pascal. Tal noción positiva y primordial, la desatiende gratuitamente el positivismo, así como todas sus consecuencias eu la vida de las sociedades.

Veo por todas partes la inevitable expre­sión de la idea del infinito. Por ella lo sobre natural repasa en el fondo de todos los cora­zones. La idea de Dios es una forma de la idea del infinito. En tanto que él pese sobre la inteligencia humana, se levantarán templos á su culto, llámese el Dios Bralim a, A llah , Jeh ová ó Jesús. Y sobre las losas de esos tem­plos veréis á los hombres arrodillados, abis­mados ante el pensamiento de lo infinito. La metafísica 110 hace sino traducir esa noción. L a concepción del ideal, i 110 es la facultad, reflejo del infinito, que en presencia de la be­lleza visible lias lleva á concebir una belleza superior! La ciencia y la pasión de compren­der, j son otra cosa sino el efecto d éla ansiedad de saber que pone en nuestro espíritu el mis­terio del Universo t i E11 dónde están las verdaderas fuentes de la dignidad humana, de la libertad y de la democracia moderna, s i­no en la noción del infinito, ante el cual to­dos los hombres son iguales!

“ Es necesario un lazo espiritual á la huma­nidad, ha dicho M. Littré, sin el cual 110 habría en la sociedad sino familias aisladas, hordas y no verdadera sociedad.' ’ Ese lazo espiritual que él coloca en una religión inferior á la huma­nidad, 110 podría estar bino en la noción su­perior del infinito, porque debe estar asocia­do al misterio del mundo. L a religión de la humanidad es una de esas ideas de engafiosa y y superficial evidencia, qne hizo lecir á un psicólogo de espíritu eminente: “ Sos pecho hace tiempo que es un necio quien no tiene sino ideas precisas. Las nociones más precisas que divisa la inte­ligencia, están en la penumbra del fon­do de la escena y es en redor de esas ideas confusas donde giran las ideas claras para extenderse, desarrollarse y elevarse. Si se nos quitase de delante esa escena, las ciencias exactas perde­rían su grandeza, tomada de sus rela­ciones secretas con otras verdades infi­nitas que sospechamos.”

Los griegos comprendieron el miste­rioso poder de ese interior de las cosas.

Ellos nos legaron una de las más hermosas palabras de la lengua:—la palabra entusias­mo— en Titeos—un dios interior.

La magnitud de las acciones humanas se mide por la inspiración que las produce. Feliz quien lleve en sí un dios, un ideal de la belle­za y le rinde obediencia: ideal del arte, ideal de la ciencia, ideal de la patria, ideal de las virtudes del Evangelio! Hé ahí ías fuentes v i ­vas de los pensamientos profundos y de las magnas acciones. Todas se iluminan con res plandoresdel infinito.

M. L ittré tenía su dios interior. E l ideal, que llenaba su alma era la pasión por el tra­bajo y el amor á la humanidad.

A menudo me ha acontecido representárme­lo seutado cerca de su mujer, como eu uu cuadro de los primeros tiempos del C ristia­nismo; él, viendo á la tierra, lleno de com­pasión por los que sufren; ella, ferviente católica, los ojos levantados hacia el cielo; él, inspirado por todas las virtudes terrestres; ella, por todas las grandezas divinas; reu­niendo ambos en un mismo fervor como en uu mismo pecho, las dos santidades que forman la auréola del Hombre-Dios, la que procede de la devoción á todo lo que es humano, y la que emana del ardiente amor de lo d ivino;— ella, una santa en la acepción canónica; él, un santo lego.

Esta última palabra 110 me pertenece: la he tomado de labios de todos los que la conocen.

LUIS PASTEUR.

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EL COJO ILUSTRADO 801

M USEO D E L LO U V R E

LAB 8ALAS FRANCESAS

L Renacimiento, después de pasear triunfante por to­da Italia, llegó á Francia, y enseñó á admirar el idea­lismo del credo místico, la persis­tencia de la ima­gen pagana, los ensueños de las antiguas tradicio­nes, que formaron almas nuevas en los artistas, y que construyeron los

santuarios de la civilización moderna. Dos corrientes, -la profana y la sagrada, engran­decieron el arte, y crearon á Leonardo de Vinci, R a­fael, Correggio, M ig u e l Angel, Andrea del Sarto y Ticiano ; herederos del genio griego, dominadores heroicos de la pintura, que han hecho estremecer la poesía ante el fulgor es­plendoroso de sus pince­les.

Puede decirse que el pe­destal del Renacimiento lo formó Giotto, y que la obra más grande de Cinia- bue, mucho más que sus vírgenes bizantinas de au­reolas de oro es haber ad­vertido que bajo el modes­to traje de un pastor, bajo la humilde vestidura de un guardador de ovejas, se ocultaba un genio. Des­pués de Giotto, siguió el período más brillante de la historia del arte; llega­ron los dioses del siglo de oro, el arte transformado y grandioso se esparció por el mundo; y hubo luz.

V en e c ia , Florencia, y Roma conservaron el ce­tro, y desde aquella épo­ca, no se conoce un solo pintor que al recoger los colores en su pa­leta no piense en Italia, y que al buscar el dibujo, el colorido 6 la expresión, no re­cuerde á los maestros de las escuelas romana, florentina, veneciana, bolonesa y lombarda. Plegaria espontánea que nace de la concepción de un ideal tres veces más sagrado que el temor y la duda.

A medida que nos acostumbramos á visitar museos, á ver cuadros, y á estudiar escuelas, vamos penetrando en un medio ambiente que se apodera de nosotros, que absorbe toda nues­tra atención, y cuyas impresiones quedan gra­badas en el espíritu. Sentimos que cada día amamos más el arte, porque más lo com­prendemos, porque vamos poseyendo todos sus secretos, gozando en todos sus detalles, experimentando algo como una unión íntima, que nos ata á la vida sugestiva de aquellos luchadores melancólicos, locos adorables que han llegado á vencer la suerte. Llegamos á los museos, y dejamos de ser los iniciados; al contemplar las telas, nos parece que los pintores son nuestros amigos, que hemos vi­vido en sus épocas, y que nos conocen. Con qué alegría llegamos á intimar con ellos, y qué inmenso placer experimentamos al obser­var cuadros que no habíamos visto, y al adi­vinar por el color, por la acti'ud, por la ma­nera de hacernos sentir, el artista que lo ha creado. Nos hacemos, sin querer, partidarios

de esta ó aquella escuela y no podemos tolerar al visitante que se atreva á murmurar algún reproche de alguno de nuestros preferidos.

Se necesitarla escribir un libro con el úni­co objeto de enumerar y explicar las obras de los pintores franceses que figuran en el Museo del Louvre, pues ellos solos ocupan más de doce salas, que contienen numerosos cuadros de autores en su mayor parte des­conocidos para nosotros; advirtiendo, que allí no existen sino los pintores más distinguidos, que desde 1.500 hasta mediados de este siglo han figurado en el arte francés; y que no nos vamos á encontrar allí con las bellísimas crea­ciones de Bouguereau, ni con las exquisitas miniaturas de Meissonier, ó las figuras flacu- chas llenas de tristeza de Puvis de Chavannes, ó las obras no menos célebres de Detaille, Bonnat, Jean Paul Laurens, Benjamín Cons- tant, y tantos otros. Estos pintores moder­nos hacen ante-sala en el escogido Museo del Luxemburgo antes de entrar á los aris­tocráticos salones del Louvre.

Para llegar al templo de la Belleza, des­pués de haber besado los labios de la Gloria, se exige al genio que lleve sobre su nombre, como timbre de nobleza, una flor de lis, que va á abrirle las puertas del santuario y á ini­ciarlo en sus misterios: la muerte. Para obte­ner la apoteosis hay que dejar de ser hom­bre, y convertirse en ideal; después que llega la muerte, la cabeza del genio se rodea de fulgores y se hace luminosa; después de la Noche, llega la Aurora y sale el Sol.

En la misma época en que Espafia, Ho­landa y Flandes contestaban el grito artístico dado por Italia, presentando como hijos de sus climas á Ribera, Velázquez, Murillo, Rem- brandt, Rubens y Van Dick; Francia respon­día también con sus grandes pintores, hijos ilustres de los antiguos galos; de los cuales comenzamos á hablar.

Juan Cousin es poco conocido, pues la ma­yor parte de sus cuadros han desaparecido, sin sospecharse adonde han ido á parar las obras maestras del autor del Juicio Final. Este es el único cuadro que tiene el museo, y se distingue por una vigorosa concepción, una interesante variedad en los movimientos y en las posiciones, en los grupos, y en las combi­naciones, que nos hace comprender la gran imaginación y el pleno conocimiento que del

arte poseía el pintor. Francisco Clouet tam­poco ha conservado sus cuadros, y sólo he­mos encontrado allí algunos retratos, de alto mérito en los minuciosos detalles de los trajes, joyas y pedrerías.

En cambio, el ingenio fecundo de Nicolás Poussin brilla por todas las salas, en más de treinta cuadros; unos vagos, ideales; otros severos y crueles; pero en ellos se observa que el pintor piensa, y que cuando juega con las expresiones de sus imágenes, el pintor tam­bién siente. San Francisco Javier reviviendo á una joven: una niña está casi muerta sobre su cama; el santo, de pie, en éxtasis, los ojos vueltos al cielo, y las manos en actitud su­plicante, espera el milagro; por el otro lado un sacerdote, de rodillas, reza; alrededor de la cama un grupo de mujeres, entre asombradas y temerosas, aguardan ‘ el final; entre ellas se distingue á la madre, que está sobre la hija moribunda, llena de fe, de amor y de dolor; encima se abre el cielo y aparece Dios, rodea­do de ángeles. El conjunto es hermosísimo,

el colorido de la obra deja envuelta la escena en cierta tristeza expresiva.

Eco y Narciso: Narciso, hijo de la ninfa Lyriope y del rio Cefiso, habja sido destinado á morir muy jo­ven, y de-una muerte bien original. Eco, á quien Juno habla condenado á repetir las últimas silabas de todo lo que oyera, se había ena­morado de la belleza del joven, que no la amaba. Las compañeras de Eco, rogaron al Amor que cas­tigase semejante indiferen­cia; y un día, habiendo llegado Narciso fatigado de la caza, se acercó á una fuente, y vio su propia imagen reflejada sobre el agua cristalina ; enamora­do de esa imagen, y no pudiendo encontrarla en ningún sitio, murió aban­donado por su propio sér. Se asegura que desde en­tonces, Eco vive retirada en los valles profundos y en las grutas solitarias. En ese bellísimo pasaje de la Fábula está inspirado el cuadro, que representa á

Narciso, muerto de amor, á orillas de la fuente ; á Eco, en el fondo, recostada de un árbol, con la mirada extraviada; y al Amor, el chiquillo egoísta y vengativo, que sostiene una antor­cha entre ^us manos.

Primavera, Eslío, Otoño, Invierno, son cua­tro cuadros notables de Poussin, en los que es­tán simbolizados cuatro pasajes de la Biblia. E l Juicio de Salomón, Eliezer y Rebeca, sus cuadros sobre Moisés, Pastores de Arcadia, y otros más, completan la colección de este in­signe artista, honra de Francia.

Otro gran pintor de esa época fue Le Sueur, gloria de la escuela francesa; su colección so­bre la Vida de San fí i uno, que la componen unos diez y ocho cuadros, es admirable, y nos enseña á conocer el alma tierna del des­graciado artista, que, ahogado en las luchas del mundo, terminó sus días en un Convento. De esta galería, la tela más notable es la muerte del santo, por los cambios de luz, el aspecto tétrico de los frailes, y la calma fu­neraria que rodea la estancia. Le Sueur era ur. asceta, en sus obras se revela la marcada tendencia al claustro, á la piedad solitaria, á la unción monástica; aún en sus alegorías so­bre el Amor observamos sus sollozos de es­céptico.

Claudio de Lorena, cuya fama de paisajista Jia volado hasta los rincones más ocultos don­de respire el arte, tuvo un rival muy pode-

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802 EL COJO ILUSTRADO

roso en José Vernet, padre de Carlos Ver- net, y abuelo de Horacio, todos tres pinto­res; que se dedicó casi un siglo después al mismo género. Pero en los cuadros de Ver­net no son únicamente notables, sus Claros de Luna , sus marinas inimitables, sus cielos silen­ciosos á la hora del ángelus, y suaves, em­pañados de neblina á la salida de la aurora, sus crepúsculos de oro y zafiro, sus arrebo­les, que parecen sonrisas de una diosa ocul­ta tras el divino azul; sus misterios en los colores, y en los delicados tonos con que mar­ca en el cielo las distintas horas de sus cua­dros; las ondas glaucas de sus mares, verdes, azules, llenas de nostalgia. Todo eso es bellí­simo, y basta para asegurar el nombre del ar­tista; pero mucho más admirable todavía son los detalles con que adorna sus cuadros: el barco que se acerca á la playa, los marine­ros que trepan por los mástiles á arreglarlas velas, las familias de los pescadores, que con la alegría de la llegada, abandonan sus casas y corren á la arena, á acariciarlos, á ayudar­los á recoger la pesca; el bebé, que sobre los brazos de la mamá dice adiós con un pañue­lo, sobre una peña, aJ barco que se aleja, ca­dencioso, entre las olas. Y toda esa vida, y esa alegría, y esa tristeza, están marcadas en miniaturas pequeñísimas; que asombra el pen­sar cómo puede un pincel dar vida y movi­miento á aquellas diminutas figuras, que casi no se ven, y que sin embargo sienten, y vi­ven, y trabajan. José Vernet es uno de los paisajistas notables del mundo entero, tan gran­de, ó más grande que Claudio de Lorena; y la galería que no poseyese una de sus mari­nas, quedaría incompleta.

La Virgen.del racimo, de Mignard, es una concepción muy original, por la manera de pre­sentar á María y á Jesús. La Virgen, bella y tierna, está sentada; en sus piernas tiene al Niño, que se oculta, con la más cándida pi­cardía, tras el velo que cubre la cabeza de la Madre. La Virgen tiene en una mano un racimo de uvas que Jesús trata de coger. T o­do esto con la malicia más casta que puede imaginarse. Al lado de este cuadro está otro que merece mencionarse, ya que de origina­lidad hablamos; E l sueno del niño Jesús, de Le- brun: representa la Santa Familia, el niño duerme, todos lo contemplan con el deseo de no perder ni uno de sus movimientos; San Juan Bautista, un chiquitín graciosísimo, em­pinado, curiosea también al niño; la Virgen, con una expresión inexplicable de amorosa re­prensión, le recomienda, con un dedo en la boca, el silencio. Estando ya tan gastados es­tos temas, no puede pasarse delante de una de estas telas, sin detenerse á admirar la crea­ción caprichosa de los artistas. En esa misma sala están los enormes cuadros de Lebrun, que representan batallas sangrientas, como Ar- bela, el Paso del Gránico, Alejandro y Po- rus.

Las telas de Boucher recuerdan á las de Mu- rillo, en el colorido y en la manera de pin­tar los ángeles. Sus escenas de pastores, á ori­llas del arroyo, bajo los árboles; las zagalas, con sus caras frescas, olorosas á aire de cam­po, vestidas de señoras; y toda la libertad pas­toril, se ve en los idilios campestres de Bou­cher. Y en sus cuadros ideales, el artista juega con la imaginación, y nos da las rarezas de su ingenio. E l Fin: ángeles, palomas, flores, y azul, en el espacio; encima, dos niños Cu­pidos, traviesos é insensibles, sostienen una paleta, en cuyo centro está clavado un cora­zón; la paleta está rodeada de coronas y guir­naldas, y abajo, otros Amores preparan fle­chas que lanzan al blanco, en el que ya han dado algunas. El cuadro está envuelto en un retozo mitológico de niños con alas, entre flo­res, palomas y azul, que destronan el corazón de una Psíquis desconocida.

En Diana a i el baño, conocemos á Bucher ba­jo otro aspecto: la casta diosa, hermana de Apo­lo, se prepara á entrar en las aguas platea­das de un lago: una de las ninfas de su cor­

tejo, de aquellas sesenta vírgenes inviolables que formaron las Oceánidas, acaba de despo­jarla; y ella muestra sus divinas formas, con la coquetería de una diosa preferida, hija de Júpiter. En uno de los ángulos hay algunas flechas y un carcaj, que recuerdan á la ven­gativa cazadora reina de los bosques, á quien los griegos llegaron á inmolar víctimas huma­nas, temerosos de sus resentimientos. En el otro ángulo beben agua sus perros; y en el fondo hay árboles que forman un espeso fo­llaje, que oculta los misterios de la intocada belleza de la diosa. Si Endimión la hubiese contemplado en ese instante, habría aban­donado la gruta del monte Latmos, en donde soñaba con Selene, para encontrar á la deseada hija de Latona en su forma más seductora.

La Magdalena, de Vattier: vestida con un peinador blanco, pensativa, con la cabeza apo­yada en una mano, y una biblia abierta sobre las piernas, está la arrepentida de Magdala; su meditación es celestial, pero su cuerpo es voluptuoso, y atrae humanamente; será tal vez la mística que canta plegarias á orillas de una fuente, en la montaña; pero las formas de su cueqio no pueden olvidar las atracciones del pecado, y seducen, porque al través de su car­ne, delicadamente pintada, se adivina el mar­tirio en que vive la belleza tle la mujer que solicita la salvación de su espíritu.

Al lado de ese cuadro, está uno, también muy sugestivo, de Le Kebre, E l amor desar­mado por Venus: Venus, la mujer, no la ideal, la humana, fuerte y voluptuosa, está sentada y tiene entre sus piernas al Amor; con una calma irritante, lucha con él por desarmarle; ya ha logrado quitarle el arco, y trata de arran­carle la flecha, que el Amor defiende. En su carita angustiosa deja adivinar el triunfo de su enemiga, pero, forcejea; la Venus, sonreída y burlona, lo sujeta cada vez con más fuerza, pa­ra obligarlo á ceder. En esta vez es seguro. Venus vencerá, y, con su garganta de mujer, se reirá del audaz, y lo dominará á pesar de su astucia: pero la diosa no debe dormir tran­quila, aquel diablillo es indomable, huirá á buscar amparo entre sus compañeros, y ven­gará con creces el ultraje.

Aunque en el Museo del Louvre, no puede seguirse un orden cronológico en los pinto­res y en las escuelas, hemos tratado, —cuando no nos hemos visto obligados por la semtjan- za de los cuadros, ó de los asuntos que han estudiado artistas de unat misma índole, en distintas épocas—de traer á los pintores bajo cierta ley de años; escogiendo, antes de en­trar á la escuela moderna, los pintores que, á nuestro juicio, han ejercido mayor influen­cia sobre el arte francés: desde Juan Cousin, que vivió en pleno Renacimiento, hasta algu­nos, que como Greuze, de quien vamos á hablar, han besado, ya muy viejos, los albores del siglo X IX .

Sin embargo, algunos muy notables se han quedado rezagados, como Van Loo, célebre colorista, precursor de Boucher y contempo­ráneo de Watteau. Fontenay, esmeradísimo para hacer lucir ramilletes de flores, que como la pálida y aristocrática anémona, ó el luju­rioso alelí, se ha robado de los jardines civi­lizados de París. Chardin, que ha ido á las huertas del mediodía, á los puertos de mar, y á los frondosos bosques, buscando frutas, pe­ces y liebres, para los cultos salones del Lou­vre; y que ha vivido en las cocinas solicitando utensilios y legumbres, para mostrárselos, por fuerza, á los nobles remilgados, que desdeñan llegar hasta los últimos cuartos de sus palacios. Vouet, Jouvenet, Rigaud, La Hyre, Bourdon, Subleyras, y tantos otros, que con sus nombres han creado la corona gloriosa, que hoy ciñe á su frente la altanera F'rancia.

PEDRO CÉSAR DOMINICI.

E L CANTO D EL CISNE

—¿ No conocéis mi nombre ?Soy el poeta griego

3ue con el alma henchida e misterioso fuego,

engalanó su frente con el laurel divino y ante el altar de Cipiis cantó el amor y el vino . . .

Yo soy Anaereonte el vate de las dulces canciones voluptuosas . . .¡Con mirto ornad mi plectro!¡ Ceñid mi sien de rosas!

Yo canto cuando suave riente primavera, otorga ricos dones al monte y la pradera y de la noche, Febo, el negro tul desgarra y zumban las abejas y canta la cigarra . . .

Yo soy Anaereonte el vate de las dulces canciones voluptuosas . . .¡Con mirto ornad mi plectro!¡Ceñid mi sien de rosas!

Cuando el Amor me clava sus dardos punzadores, arráncole á mi citara una canción de amores y con sus blandos ecos, dulces cual miel hiblea, arrullo á las palomas de Venus Citerea . . .

Yo soy Anaereonte, el vate de las dulces canciones voluptuosas . . .¡ Con mirto ornad mi plectro!¡ Ceñid mi sien de rosas! •

Ni de la trompa épica ni del clarín guerrero,

ue el entusiasmo exaltan el héroe altivo y fiero,

anhelo yo la gloría que al viejo Homero inspira que sólo amores canlan las cuerdas de mi lira . . .

Yo soy Anaereonte, el vate de las dulces canciones voluptuosas . . .¡Con mirto ornad mi plectro!¡ Ceñid mi sien de rosas!

¿ Qué á mi de la fortuna las locas veleidades, ni del dolor austero las sordas tempestades, si para ahogar las iras de mi cruel destino tengo las rubias ondas del espumante vino ? . . .

Yo soy Anaereonte, el vate de las dulces canciones voluptuosas . . .¡Con mirto ornad mi plectro! ¡Ceñid mi sien de rosas!

¿ Qué á mí la excelsa gloría ciega ambición del hombre, si en alas de la fama vuela doquier mi nombre; si de la Historia el fallo puedo esperar tranquilo! . . .¡Oh Parcas! De mi vida podéis cortar el hilo!

Yo soy Anaereonte, el vate de las dulces canciones voluptuosas . . .¡Con mirto ornad mi plectro!¡ Ceñid mi sien de rosas!

GABRIEL E. MUÑOZ.

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EL COJO ILUSTRADO 803

P A G I N A S CORTASP « ‘ IIM¡IIIIÍ«‘ l l t o S ( l l“ o t o ñ o

d ia h io d k u n a a b u e l a

(l*MK (ll'HTAVO HHD/.I

a s abuelas no se improvisan. Es• Decenario, para poder llevar las

hombreras, que la mujer haya envejecido bajo las banderas de la fam ilia ; que haya tenido una madre, un marido, h i jo s q u e todos los sentimientos de la v i­da se hayan sucedido en sn or­den lógico y sano.

La ternura de una anciana no es nn sentimiento nu evo : es 1111 conjunto, una harmonía, en la que vuelve á encontrarse

el eco de todas las emociones que han lle­nado su vida.

Las últimas horas resumen la existencia «ntera. La vida, al aproximarse á su fin, uo se disipa poco á poco como un hori­zonte al que vela el crepúsculo. Aparece, al contrario, en su conjunto, se despoja de sus nieblas y sorprende por su claridad. No es posible escapar de este inventario final : es preciso contar la fortuna, contemplar la co­secha y juzgarse ante Dios.

i E s exacta la ficción que nos representa la mitad de la carrera humana como el vértice de uua p irám idef Desde alli se des­ciende con vertiginosa rapidez. Abajo está la lucha desesperante: el hombre fatigado suite la colina V abarca los valles con una m irada postrera.

A yer, mi hijo mayor, mi Hoberto vino á ve rm e : estábamos so los; se sentó cerca do mi butaca, en 1111 pequeño taburete : me era fácil tomar su cabeza entre mis manos, cnum otras veces: me guardé bien de hacerlo. M ientras m ayor es el carino, dclie ser más d iscreto : es tan fácil ser importuno arro­jándose de continuo al cuello de los demás ! Las abuelas, cuando acarician á sus hijos, no deben dar más de lo que se les exige: pues cuando comienzan á encanecer los ca­bellos d«. esos hijos, ya no se les puede m i­m ar como á niufiecos: es preciso aguardar á que os inviten á caricias, á que se esté solos y eon laB puertas cerradas, á que un recuer­do del pasado los conmueva. ¡ Cuán raras son esas efnsionés en (pie ambos olvidan su edad, en que el coronel, con sus cicatrices, su apostura y sus espuelas, se entrega enbrazos de su antigua nodriza!....... Pero ¡silo vieran su regimiento y su mujer!

A llí estaba, pues, mi hijo, conversando alegremente de mil cosas; pero en el modo como me veía comprendí que me encontra­ba muy cambiada desde su última visita. En efecto, •yo había adelgazado mucho. El sospechaba que pronto sería necesario sepa­rarnos y , sin duda, se acusaba de pensar en ello por prim era vez. Sí, se reprochaba á sí mismo aquel bravo y honrado corazón! Co­mo si todo eso 110 fuera n atu ra l; como si los jóvenes que llegan tuviesen tiempo y vagar para pensar en los ancianos que se van ! Cuando de todos los puntos del horizonte el porvenir os llam a y os sonríe, je s posible abstraerse y salir de sí mismo f No se pue­de estar á la vez en invierno y en verano ; representar un papel y juzgar la obra. To­dos los ardores de la vida ocupan el co­razón y el espíritu. Toda la tripulación ma­niobra: es que sopla viento fuerte, que el buque marcha velero y que puede sorpren­derlo la tormenta. ¡E s acaso egoísta la tri­pulación cuando no piensa sino en el rumbo y marcha de su (tuque t i No somos demasia­do parciales, nosotros los ancianos, cuando pretendemos que los jóvenes vayan á nuestro paso y no vean sino con nuestros ojost

^ o pensaba en todo eso. pero uo me aire- vía á decírselo, temiendo conociese (pie lo estaba adivinando.

Hubo un momento en que sus labios tu vieron un movimiento casi imperceptible, no sé qué dejo (pie Ule recordó la expresión de su fisonomía cuando era nifio \ se disirus taba.

.Me fije cn sus ojos: los tenía húmedos.....Me puse á av ivar la chimenea y permaneci­mos silenciosos, en tanto que nuestros pe­chos se expandían.

De repente, se levantó, extendió hacia mí sus robustos brazos, y comenzó á llorar.

— Malhecha, decía en medio d esú s sollo­zos. mi víejecíta querida!

¡lla c ia como treinta afios que no pronun­ciaba esa palabra!

j Es posible que él haya dado jam ás un abrazo tan tierno como aquel f E11 cuanto á mí, 110 he conocido dicha semejante á la ¡pie ex]>ei'imenté en aquel momento. Sólo una cosa me afligía: que las lágrim as de mi hijo querido fuesen la causa de mi última alegría.

Pero se secaron pronto aquellas lágrim as carífiosas. Tu pesar no será sino una nube que pasa, mi amor. E l cielo ha querido que la muerte de una madre 110 sea una deses­peranza irremediable, á fin de que la ternu­ra maternal, y aún su recuerdo, quedase como bálsamo sin hiel, que calma, consuela y fortifica.

Tú volverás á mí, tú revivirás tu ju ven ­tud, precisamente en la hora en que tus h i­jos se alejen de tí. Kl pasado es como esos ecos que no se oyen sino á distancia, de los que es preciso alejarse para percibirlos c la ­ramente.

A medida (pie se avanza en la vida, la marcha se hace más prudente ; se ve dónde va á colocarse el pie y se observan en la senda las huellas de los (pie nos han pre­cedido.

Se vuelve á ser hijo al acabar de ser pa­dre. El amor paterno evoca tan bien el re­cuerdo de la ternura filial, que en ciertos momentos parece confundirse con ellá: así se enlazan los eslabones de la vida.

Las amarguras que ocasionamos á los otros son paladas de tierra sepulcral que nos arro­jam os anticip:ulamente. Si nuestra vida ha sido nn fardo para otro, nuestra muerte será

nn aliv io : lié ahí lo cierto. Pero también los lieneficios que hemos hecho á nuestros hijos y á nuestros amigos, el cariño que les hayamos probado, nos harán v iv ir cn su re­cuerdo.

No se olvida por completo á los que se lia amado: se les vuelve á ver en las horas de dolor y de sufrimiento y en su corazón hay refugio como lo hubo antes en sus brazos.

Kl recuerdo de una buena vida, aún cuan­do se vaya á abandonar el mundo, propor­ciona un dulce contento y si á él se mezcla por un instante el pesar, es para fijar más aquel recuerdo.

A (pié desesperar t No es la muerte lo cruel: es el temor que se le tiene.

La muerte siempre viene á su tiem po; termina una vida que 110 puede durar más; desata lazos que se están rompiendo por sí; adormece suavemente á los que ha arrullado una vejez tranquila.

En ello 110 hay injusticia, ni violencia, ni error: es la ley de Dios la que nos trae al mundo y élla la que nos retira. Todos han sufrido esa ley universal y cuando se piensa en ello, el más cruel de los castigos sería quedar exento de su acción.

i Puede 11110 quejarse, por otra parte, cuan­do á su lado están los hijos para cerrarle los ojos y languidece la vida como un árbol viejo, á la sombra querida de sus propios retofios ?

Es preciso convencerse de que la vida no es una propiedad de que podemos usar arb i­trariamente; que es sólo 1111 patrimonio que hemos heredado y que es necesario legar.

A veres parece que los últimos alientos (pie se nos escapan van á animar á un nue­vo sér. ¡Cuántas ocasiones, teniendo en mis rodillas alguno de los netezuelos, lie pensado así! Y me he d ich o :

Cede tu puésto, anciana, á esa criatura. Las fuerzas que te abandonan pasan á ella;debes morir, para que v iv a ....... Cede tupuésto, anciana.

M aravilla que la Providencia haya dis­puesto las cosas para la ejecución suave y fácil de sus decretos y que tal idea que veinte afios antes nos hubiera atormentado, pierda poco á poco su amargura y á la hora preci­sa venga á ser un consuelo.

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804 EL COJO ILUSTRADO

Una solterona

( P O R P. L A M A R C H E R I E )

Esta mañana la solterona salió sola de la casa, de aquella casa feliz que tanto la fas­tidiaba en ciertos días! Sí, se fastidiaba en medio de esos goces que se ensanchan y m ul­tiplican en uno de los momentos prodigiosos en que se entreabren las flores adorables de la vida de una familia.

Se la rodeaba, no obstante, de ternuras; se la acariciaba; se la reñía afectuosamente. Desde el amanecer hasta la noche no se oía llamar sillo ;í Louison; los niños querían es­tar siempre cou ella; los mayores la desea liuti cumulo Ifíibíu algo que leer; eni lu com­pañera obligada en todo paseo; el verano ú l­timo. los enamorados la llevaban consigo; nunca era importuna; todo se podía decir delante de ella. Sn padre había sido por Imito tiempo y tan üelmente amigo tlt-l abuelo, que para ella no había secretos: se Ja consideraba como de Ja familia. *

Pero la pobre mujer se sentía, sin embargo, tan aislada, tan sola!

Tenía pesadillas dolorosas en las que ge veía sola eu medio de una plaza inmen­sa, de noche; hacía horribles esfuerzos por persuadirse de que era un suefio. Se veía allí, auouadada, pequeña, muy pequeña, perdida, y con esa sensibilidad que no se tiene sino eu el sueño, se sentía envejecer rápidamente, encogerse,arrugarse, contraerse; y esto pasaba aceleradamente, como una hoja seca qne se tuesta sobre una placa a r­diente; y la plaza giraba sin cesar, inmensa, |H-rpetua, vertiginosa; se extendía gradual­mente, hasta perderse en el horizonte. Y de pronto, la pobre mujer sentía que sus huesos se desmoronaban en 1111 polvo seco, que se iba amontonando en el centro de la extensarotonda....... Era uua tortura dolorosa que ladespertaba.

Esa pesadilla tomaba otras formas: á me­nudo, en sueños, veía á todas las personas conocidas suyas enlazadas formando cadenas. E lla formaba parte de una pequeña, con su padre y la imagen m archita de su madre.

El lazo de esas cadenas no era visible para ojos humanos, pero ella lo percibía sin ad­mirarse de semejante facultad.

Kn seguidas se acordaba de que ella estaba sola en el mundo, que su padre había muer­to, que el recuerdo mismo de su madre se extinguía en el pasado, y la cadena se rompía

Eu torno suyo, las restantes se alargaban, se mezclaban, se cruzaban, la asfixiaban!

E11 la mañana, á la hora del almuerzo, cuando una sonrisa pasaba por los rostros, repitiéndose, eco de los ojos, desde los más pequeños hasta los más grandes, le parecía ver otra vez el lazo de su sueño, uniéndo­los á todos en redor de la mesa.

H uía entonces y se iba al jardín , á ocul­tar sn tristeza. Se alejaba de las ventanas abiertas de donde salían gritos y risas alegres

y caminaba por entre las plantas del par­que, vacilante é inquieta. Ix> era necesario pasar delante del empurrado adonde iban por la tarde los desglosados. Cuando lo hacia abría bruscamente la sombrilla y se ocultaba con clin el rostro; [ m t o ceía con los ojón a r­

dientes de la imaginación, veía las dos silue­tas juntas. sem i-veladas por el crepúsculo, en la actitud de la tarde anterior y oía la voz fres­ca que se adelantaba á su pregunta:

— Di á ahuelita, Louison, que no hay tanto frío. .

Y se repetían los tiernos cuchicheos cuando ella se alejaba é iban muriendo á su espalda con dulce languidez.

Se alejaba rápidamente, buscando paz. Bajo

1111 árbol veíadisem inadosá su sombra tallne- los de yerbas, pedacitos de mimbres, testigos y pretextos de distración durante algún d iá­logo.......... Y á su pesar, pensaba en todoslos goces que nunca conocería, en la em ­briaguez de preparar los trajes para un suefio que vive en nosotros, un sueño que se “ siente” v iv ir y que en efecto es un sueflo, porque no hay imagen real que lo precise.

Y como para coronar sus reflexiones, en el punto de cruce de dos avenidas, encontró en desorden los muebles de jardín , restos de la tertulia de un mediodía. Juegos arrojados aquí y allá, huellas menudas de nifios: guijarros cuidadosamente alineados, montoncillos de castañas de Indias, figuras formadas con are­na; colillas de cigarros, taburetes colocados en hilera—esquema infantil de un ferroca­rril—restos de 1 Miniados, pedacitos de lana; las sillas estaban aún agrupadas en redor del mirador de la abuela, semejando polluelos en torno de su madre.

La solterona 110 sabía adónde huir! Acabó por perderse en un rincón lejano del jard ín , adonde nadie iba; allí, nada le recordaría más el goce múltiple, la vida infinita, m isterio­samente infinita, cuya sola idea le producía vértigos. Pero todo conspiraba contra ella en esa mañana: desde allí le pareció que el ja rd ín tenía una gracia candorosa de nifio, bajo el balanceo protector de los grandes árboles: las begonias y las florecidas parecían vestidas de azul de colegialas; la yedra, est? p illud o travieso, trepaba á capricho; I ils rosas de Bengala reían con frescas carcajadas de chicas alocadas; las trepadoras subían á los árboles añosos que extendían sus ramas como brazos protectores é indulgentes de abuelo en torno de su prole.

La solterona vio también, en la austeridad de los cedros y las pinos, la redondez elegante de las cucúrbitas, la alegría alborotosa de las capuchinas rojas; y á lo largo de los perales agotados, la simple sonrisa de las campánulas. La pobre mujer rabiaba. Se levantó una vnel- ta de su falda sin color y enganchando en sus dedos nudosos todo lo que encontraba A su alcance, alzándose para lle g a rá las ramas

más altas, estirando su cuerpo anguloso, arran­có las lianas colgantes.

Cuando hubo cortado, arreglado, saciado su cólera de celos, corrió hacia la casa y arrojó el bouquet en las rodillas de la abuela.

—Siem pre buena y previsiva para todos, mi buena Louison! Toma, coloca tus hermo­sas flores en ese vaso, ahí delante de mí.

Y , disimuladamente, la solterona olvidó ponerles agua.

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EL COJO ILUSTRADO 805

El C entenario de F elip e II

POB E. OÓMEZ DE BAQUEBO

En la interesante revista que publican los padres Agustinos, bajo el titulo de la gran obra del santo obispo de Hipona, L a ciudad de Dios, se ha publicado una nota de la Redac­ción pidiendo que se celebre, como correspon­de á la memoria de tan gran personaje, el próximo Centenario de Felipe II, que falleció en El Escorial el 13 de septiembre de 1598.

Como no siempre están presentes en la me­moria estas fechas de sucesos lejanos, no estaba enterado de la relativa pro­ximidad del Centenario ni sabía tam­poco hasta que lo leí en la revista agustiniana, que varias publicaciones hubiesen hablado ya del asunto, cada cual según su criterio— dice aquélla,— revelando así que no hay unanimidad en la manera de apreciar la conmemo­ración del Rey Prudente.

No es raro que haya diversas opi­niones sobre este Centenario, pues pocas figuras de la Historia han sido tan maltratadas y tan injustamente como el hijo de Carlos V. Pero es lástima que cuando las nueva^ inves­tigaciones históricas más serias é im­parciales, han ¡do disipando las nubes que amontonó el odio y condensaron las pasiones políticas y religiosas en torno á la figura de Felipe II, falte en España la dosis, no grande, de patriotismo y de sentido histórico que se necesita para hacer justicia al gran Monarca español y verle tal como fue y no tal como le retrató la le­yenda forjada por sus enemigos.

No ven los franceses en Luis X IV al Monarca de las dragonadas, sino al que les dio la supremacía militar y política en Europa; no miran los ingleses en su Reina Isabel á la ven­gativa rival de María Estuardo, ni á la Reina galante, ni á la mujer es­clava, hasta en sus años de vejez, de vanidades femeniles; ven á la Sobe­rana que restableció el valor de la moneda, que fomentó la riqueza, que colaboró en la obra de la restauración del poderío británico. Aunque fuera cierto el lado tenebroso del carácter de Felipe II (y más no siéndolo), al cabo de tres siglos, deberíamos noso­tros ver en él al Monarca que consu­mó la gran aspiración de los Reyes Católicos, uniendo todas las Coronas de la Península; al Rey que eleva al más alto grado de influencia que al­canzó en Europa la Monarquía es­pañola; al gobernante que mereció, por sus aciertos, el dictado de pru­dente.

Hay indudablemente un terreno neutral, en que todos los españoles pueden y deben honrar la memoria de aquel Monarca. Para la in­mensa mayoría es, además de todo esto, el campeón de la unidad católica, frente al pro­testantismo; pero aun los que, por sus creen­cias, no vean en esto un título de gloria, tienen que reconocer, si imparcialmente dis­curren, que, al tomar aquel papel, tanto re­presentaba Felipe II la voluntad nacional, como seguía sus propios sentimientos.

Casi todos los cargos que contra Felipe II se han dirigido se reducen al de la intolerancia religiosa. Pero, ¿quién no era intolerante en­tonces? ¿Fue tolerante Enrique V III? ¿Lo fue Isabel de Inglaterra? ¿Lo eran los príncipes luteranos de Alemania? Es ley natural de todo partido religioso tender á la intolerancia cuan­do se encuentra en posesión de la fuerza para defender lo que estima verdad absoluta y sal­vadora. Tolerantes no eran entonces, ni han sido por lo común, más que los débiles, á reserva de arrojar la tolerancia cuando se vie­

ron potentes. Aun hoy, á pesar de la suavidad de las costumbres modernas, subsiste en todas partes la intolerancia, siquiera tome formas mucho menos duras y feroces que las antiguas. En aquella época la Reforma habla puesto en conmoción á Europa, preparábase la guerra de los treinta años, apercibíanse á la lucha ortodoxos y herejes, y no hubo Estado cató­lico ó protestante en que no hubiera persegui­dores y perseguidos.

Con ser el campeón de la Iglesia, no fue nunca Felipe II instrumento de una política teocrática. La suya fue siempre política pro-

TEMPLO DE TURMEBO

fundamente española, independientemente mo­nárquica. Luchó con el Papa como Príncipe temporal, cual su padre había luchado, defen­diendo los derechos de España en Italia; man­tuvo las prerrogativas del Poder civil, influyó en Trento más que ningún otro Soberano ca­tólico.

Igualmente infundado es el cargo de despo­tismo. Cuando la separación de Portugal en el reinado de su nieto, atribuíase á la blan­dura de Felipe II, que de¡6 allí con privile­gios y dominio casi soberanos á la casa de Braganza, aquel acontecimiento ó por lo me­nos su realización inmediata. Enemigo de re­soluciones extremas, habituado á meditar mu­cho antes de decidir en cualquier negocio, sólo apelaba al rigor, en último término, mante­niéndole entonces con toda la energía precisa. Calderón no tuvo que forzar la fantasía para poner en su reinado la acción de E l alcalde de Zalamea, en que se ve por igual la inde­pendencia del pueblo y la justicia del Soberano.

Muy español, como todos ó casi todos los

Reyes de su dinastía, Felipe II reflejaba per­fectamente el alma española de entonces, con su robusta fe religiosa, su inagotable reserva de energías, que á tan magnas empresas daba abasto, su constancia en la adversidad y su fir­meza en todos los empeños nacionales. Hasta el carácter grave y severo del Monarca, era el carácter proverbial de Castilla.

No fue Felipe II como su padre, un Mo­narca guerrero á la manera de los Reyes de la Edad Media, que- combatían al frente de sus ejércitos. Mas ya entonces, y en tan gran Monarquía, eran más necesarios en el Sobe­

rano Tos talentos de gobernante que las dotes de general ó de soldado. Ejemplos como el de Francisco I en Pavía ó el de Carlos V en Imspruck, muestran cuán peligrosa podía ser la dirección ó la asistencia de los Re­yes en los lances de guerra.

Con todo, no será popular proba­blemente el Centenario de Felipe IL La mayoría de los españoles no le conoce por otros textos que por las disparatadas novelas que le pintaron con los rasgos más odiosos que pudo atribuirle la parcialidad de los his­toriadores extranjeros.

Quizá la obra más útil del próxi­mo Centenario, si llega á celebrarse, sería la difusión de un resumen his­tórico imparcial, que presentara al constructor de El Escorial tal co­mo la verdadera historia nos le mues­tra.

Recuerdo» de la ju ventud

( POB HEXRY C HARRIA O T )

er c a del hogar en donde chisporroteaban gruesos le­ños, los dos viejos, Perlin- cato y Cadichona su mujer, conversaban en voz baja del

pasado, evocaban los recuerdos de su juventud, desaparecida á lo lejos del camino recorrido, ya confusa co­mo un ensueño.

“ . . . Hace tiempo, mucho tiem­po, decía Perlincato. Las viñas daban entonces tres veces y más de lo que dan ahora. El país era rico y se vivía feliz ; las cosechas eran más abundantes y había menos orgullo, menos envidia, acaso menos fatuidad. No se sabía leer, pero se sabía con­tar, que es todo lo que necesita un aldeano para salir con felicidad en su negocio.

Entonces no se iba á Burdeos sino en tiempo de feria, y para econo­mizar el precio de la diligencia se iba á pie, por el gran camino blan­

queado por el polvo. La ciudad, con sus placeres, era para " lo s señores” ; no se les disputaba ese derecho, porque se sabía que la ciudad era pérfida . . . Hoy, desdichados! nuestros muchachos van á ella como en casa de una querida; saben que es mala y sin em­bargo la aman. En ella derrochan locamente el dinero y la salud . . . E l mal progresa, más y más; atrae al pobre mundo como la miel á las moscas, lo aprisiona en sus redes, estrechándolas á medida que avanzan los si­glos . . . Dios nos libre de ver los campos, á su vez, entregados á la infamia, á la ver­güenza, al crimen y á la rebelión, como lo están ya las ciudades! . . . ”

El viejo, al hablar así, pensaba en su An­tonio, quien, rtbelde á sus consejos y re­belde al terruño, conspiraba allá, muy lejos, en París, contra los que poseen y quizá con­tra Ips que trabajan; en su hijo, que procla­maba la distribución de los bienes y pasaba el tiempo en la taberna; y, sombrío, reflexi­vo, olvidaba la historia empezada . . . A l fin,

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806 EL COJO ILUSTRADO

alejaba de la memoria á aquel hijo, aquel hol­gazán que lo deshonraba, á quien estaba re­suelto A desconocer, A quien no quería ver más; y, lentamente, con una voz trémula y emocionada, en tanto que sus ojillos vivaces y maliciosos de viejo aldeano se fijaban en el rostro demacrado y rugoso de su mujer, que lo escuchaba en silencio, continuó:

— “ Sí, eran tiempos de contento y de bie­nestar cuando yo te conoci, mi buena Cadi- chona. Ambos estábamos robustos, llenos de fuerza, de vigor y de vida, como la natura­leza en primavera, cuando comienzan á en­treabrirse las rosas . . . Ve, ya no queda sino la tierra que resista; nosotros pasamos, como las plantas y los días, hermosos y potentes en la aurora, tristes y endebles en la tarde. Sólo el recuerdo de los momentos felices nos ata á la vida y nos hace quererla, nos consue­la en nuestras fatigas y angustias, atenúa la amargura de sentirnos marchar sin remedio hacia lo desconocido, hacia el no sér, sin sa­ber lo que será de nuestro bien tan doloro­samente adquirido.

Es por eso que te hablo de la juventud, de los dieciochc afios, de la ausencia de cui­dados . , .

Una tarde de vendimia,— te acuerdas?—en casa de Monsieur de Mentet, nuestro hidalgo y buen señor, cuando Ibamos juntos, á la calda de la tarde y ya concluida la tarea de ese día, á colocar nuestros bayots en la gran tina de donde se exhalaba, espirituoso y vivi­ficante, el olor de la uva fermentada, yo te hice confidencias, declaraciones. El amor se apoderó de mi ser y de mi voluntad y me dio valor para hablarte con franqueza . . . Tu eras bella, lozana como una flor y rosada co­mo la aurora: bien merecías que uno se aven­turara, con tal de obtener tu amor . . . Un beso expresó mejor mi deseo . . . Tu lo com­prendiste sin duda, perdonándome y dándome- esperanzas . . . Pronto estuve seguro . . . luégo, completamente dichoso . . . Dime, Ca- dichona, te acuerdas?”

La vieja, conmovida en lo más profundo de su sér por aquella invocación á ios días de entusiasmo y de placer, zarandeó su bata para buscar la tabaquera y habiéndola encontrado, tomó lentamente un polvo y volviéndose ha­cia el marido que, taciturno y con los ojos lánguidos, daba vueltas al mango del mo­rrillo:

— “ Qué si me acuerdo! contestó. Esas-co­sas no se olvidan. Los años pueden pasar, huir á todo vuelo, la muerte misma puede lle­gar. Siempre me acordaré . . . Pero, dime, al menos, ¿tú siempre permaneciste fiel?”

El viejo se sonrió con disimulo, como si hubiera cometido alguna infidelidad:

— “ Siempre? . . . siempre? . . . No, hija. Un hombre, . . . tu comprendes.”

La vieja reprimió una amenaza, un gesto de furor, luégo, dulcificándose, como para sa­ber más:

— “ Tu me has engañado con la Maugis, verdad ?

— En fin, ya que lo sabes . . . A nuestra edad, para qué negarlo ? . . .

— Oh! la zorrastrona! gruñó Cadichona.— Y qué? ¿Y o te abandoné por eso, acaso?

Mi corazón siempre te perteneció, te lo juro.Y tú, qué sé yo si me habrás traicionado tam­bién, si habrás “ faltado . . . ” Yo veía an­tes á Tartillot rondando mucho el cercado, hacia el esmino de Callens, y de seguro que no era para ver cómo iban las vifias . . .

— Y a ves?, con Tartillot nó, solamente con Caquiet, balbució Cadichona, toda trémula, ro­ja de cólera.

— “ Tu me has traicionado, miserable?,” rugió Perlincato crispando las descarnadas ma­nos, indignado, fuera de sí, furibundo á su vez. “ Éra un ardid, vieja imbécil: yo dije Tartillot al azar, pero efectivamente me refería á CaquietJ”

— Bien, qué me importa? qué te importa á tí también? . . . Estamos en paz!

— Oh! me vengaré, gritó el viejo, más y más encolerizado.

— Qué vas á hacer, infeliz? Ambos somos viejos, sin fuerzas y casi sin vida . . . A qué mortificarnos ahora que nada podemos hacer ? Si pudiéramos remediar lo ya hecho . . . Quedémonos tranquilos, sigamos como siem­pre unidos, ya que pronto moriremos . . . Vamos!

— Ah! no sé qué hacer, murmuró Perlinca­to . . . |>ero, bien considerado, tienes razón: ya eso está hecho : además, no tendría valor para tomar un hacha y henderte, á ti, á quien lie querido más que á la vida y á la tierra. . . Si, sí, todo ha concluido. Déjame ahora tran­quilo. No me hables del pasado, de la juven­tud. Nunca debimos haber hablado de ella! . .

En la gran chimenea en qua se secaban lar­gos collares de setas, los lefios estaban casi extintos y 110 proyectaban sino un fulgor va­cilante, indeciso, más y más débil. Pensativos ambos, no se cuidaban tle avivarlos; permane­cieron largo rato cabizbajos frente á los tizones moribundos, sin pronunciar una sílaba, y, como cuando eran jóvenes y se suscitaba entre ellos alguna querella infantil, ambos pasaron toda la velada de hocico puesto.

Paisajes m itigadlos

UNA TEM PESTA D

( POR HERVÍ: D ü HECtJCETI

¡A bochornoso tle di­ciembre t r o p i c a l . Densas nuiles color ile plomo envuelven <il ciólo cu el que ¡i intervalos se obser­va el disco rojizo .leí sol. E11 la en­senada, tumbos tam­bién plomizas que ruedan ]tesada, pe­rezosamente, con re- (lejas metálicos, y revientan en 1111 ball! prolongado sobre los guijarros tle. la playa.

El calor húmedo abate las personas y las cosas. A veces algún nubarrón muy

cargado se desparrama y cae en gruesa* gotas tle agua tibia. Todo es gris !

A algunos cables de distancia aparece D/.aoudzi, hundida en sus palmares; las hojas tle los cocoteros y los bananos, encorvadas, inmóviles, parecen tajadas en pizarra: á lo largo de sus nervaduras resuma la savia des­bordante y resbala el agua del cielo que las abate. Sobre los techos casi podridos de las chozas pajizas crece una vegetación sombría. Es 1111a escena del mundo primitivo.

La tempestad se acerca. El ventarrón pasa al ras tle las olas sin levantarlas, estira las jarcias, rogé, resopla, silba, hace doblegar las mástiles sin vela; la llu via se precipita en mantos compactos y oblicuos y estalla el true­no! El rayo de los trópicos! El es, al trueno de la Europa, como el catión á la carraca. Un desgarramiento monstruoso con un resplandor que ciega,— luego el horrible estrépito se e x ­tiende, retumba, rueda, se choca, se repercute en rebotes indefinidos, cuyo eco no se ha e x ­tinguido aún cuando vuelve á empezar la ba­tahola terrifleante que continúa por horas enteras.

Después, la nube se .desgarra, huye en g i­

rones á los cuatro puntis del horizonte, y aparece el sol, radiante, lavado, que viene á humedecer las puntas de sus lanzas tle oro fundido en aquella orgia de las aguas.

Se regresa á la piragua, al mar, ahora azul; se atraca á la orilla próxim a, y del suelo, que suda una vegetación efervescente en la que el pie se hunde, brota jugo pestilente y m al­sano.

Paisajes m algachos

I.A CUAN c a s c a d a d f . l a d e t s i i i o k a

(POK HERVÉ DU HECQUET)

t. enorme lienzo tle agua se precipita de una altura tle cua­renta metros á lo menas. Desciende con fragor de tem ­pestad y sus ondas espumosas se desa­rrollan en lentas on­dulaciones, como un gran velo tle muse­lina que se desen­volviese; la resisten­cia tlel aire suaviza su c a lila ; semejan flotar, más bien que caer. Los rayos so­lares arrojan sobre ¿lia una llu via tle ■•hispas brillantes é irisan la bruma l i ­gera que se despren­

de y tpie sube tlel abismo. Por los flancos del escarpado descienden arabescos; penden girándulas tle lianas cubiertas de flores ro­jas, blancas y azules.

Guirnaldas de clemátides y pasionarias de flores estrelladas, trasparentes como hechas de cera rosada, trepan tle rama en rama, v is ­tiendo de alegres colores los añosos árboles inclinados sobre el abismo ó asidos á sus flan­cos por sus enormes raíces; orquídeas de flores que semejan avecillas, helechos sueltos como encajes, se suspenden á los troncos rugosos de los tatamakas, los ébanos, los tambanikos, ocultándose al abrigo tle sus follajes; las sa l­vias tapizan el asiento de las rocas, oprim ién­dose á la orilla del torrente: sus hojas acora­zonadas se agitan en perpetuo movimiento, como si quisiesen sacudir bus gotillas perladas con que el salto las salpica.

Por encima, hacia atrás, se d ivisa el dosel sombrío de la selva, á través de un arco iris permanente que corona la cresta de la catara­ta, como para complementar la apariencia de sobrenatural qne tiene la grandeza del es­pectáculo.

N A R R A C I O N E S I N F A N T I L E S

(POR R. DE MESA 7 DELA PEÑA)

K l. C O R N E T A » K O l t l t i . \K H

EN BI. CÜARTEL Sentado en un rincón del sombrío patio del cuartel,

el educando de cornete Periquillo Jiménez, hacíase las siguientes reflexiones, mientras sus ojos se fijaban en un trozo de cielo azul que, á manera de tupido velo, parecía flotar sobre el edificio, y sus manos oprimían la bayoneta que momentos antes le entregara un cabo para que la limpiara cuidadosamente.

—Claro estA! Mi madre no quería que sentara plaza, porque como la pobrecilla va siendo vieja y yo ganaba cuatro reales en el taller aserrando madera, recogiendo virutas y ......aguantando diariamente un par de punta­piés del maestro, la abuela hallábase muy bien en tal estado....'.....

Yo la entregaba todos los sábados seis pesetas, medevolvía una y un par de besos en los carrillos, y ......| Avivir!

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EL COJO ILUSTRADO 807

En medio de nuestra pobreza éramos felices; pero I a y ! yo tenía unos deseos de ser útil á mi Patria, de defender la bandera española, de empuñar un fusily de ponerme este pantalón encarnado, que...... Laverdad es, que al acordarme de mi madre, los ojos se me llenan de agua y la pena me ahoga; pero cuando me acuerdo del fusil que me entregarán, quizás muy pronto, la alegría me hace dar cada salto y el gozocada carcajadt, que todos dicen que estoy loco......j qué inocentes!H Cuando mi madre me dejó anteayer en el cuartel, se fué llorando, y yo... es natu­ral, lloré también un poquiti- 11o, poco, muy poco, porque me daba vergüenza hacer pu­cheros delante del capitán y del sargento que me filió:¿quién no llora al separarse de su madre? ¿Pero quién no salta de oontento al ver cl brillo de las bayonetas, al escuchar los redobles del tam­bor, las voces de mando y el sonido de las cornetas ?Todas estas cosas ahuyenta­ron de mis ojos las lágrimas y me sonreí.

—¿Te quedas contento con nosotros ? — me preguntó el sargento riéndose, y yo le con­testé:

—Toma! Más que en mi casa!

Me dijo el veterano que era un mozalbete de corazón, y yo me puse más hueco que cuando el maestro me decía que habla aserrado sin tor­cerme una tabla de obra fina.¡ Caracoles! ¿ Cuándo seré cor­neta? ¡Corneta de órdenest A esto es á lo que yo aspiro llegar pronto, para ir en la guerra al lado del caballo del jefe y distinguirme en la ba­talla ..........................................

......Tocan? ¡Ah! sí, retre­ta. Ea... arriba, Perico, no sea que te arresten. Aquí hay que andar muy derecho para no tropezar..... Ya habrá lle­gado mi madre del río.........¡ pobrecilla vieja! de seguro que todas la noches llora al acordarse de mí... La tiraréun beso. . ahí va...... ¡ Benditaseas!......... ¡Cristo! ¡pues noestoy llorando !......¡Vaya uncobarde!..... Corazón, ¡ firme!Eso e s ; ahora; ¡ de frente!¡media vuelta á la derecha!¡ M ar......... !..............................

EN CAMPAÑA

El regimiento avanza por la carretera formado marcial­mente en columna de mar­cha.

El coronel, al frente de la fuerza, sostiene los impulsos briosos de su caballo, que de vez en cuando se encabrita y relincha impaciente, cual si anunciara algún peligro.

Al lado del caballo del co­ronel camina con el fusil echado á la espalda, el cor­neta de órdenes, un mucha- chuelo en cuya brillante mi­rada y marcial apostura se revela al incomparable soldado español, siempre enér­gico ante el peligro y fuerte ante la fatiga.

El animoso muchacho es Periquillo Jiménez, aquel patriota infantil que con lágrimas en los ojos abandonó á su madre para defender la libertad con las armas en la mano.

El chiquillo ha conseguido al fin y al cabosu ideal: es corneta de órdenes, y va á batirse contra los ene­migos de la libertad. 8e acerca el momento de la lu­cha ; el regimiento avanza sobre tres ó cuatro parti­das carlistas que se han reunido con objeto de recha­zar el ataque de las tropas liberales.

Aquella es la primera vez que Periquillo asiste á una acción.

Como el chicuelo era aficionado á loe monólogos, escuchemos las reflexiones qua á sí mismo va hacién­dose en voz baja, mientras trasquilo y satisfecho, sigue

al caballo de su valeroso coronel.

—t Demonio y ......qué gusto! Dentro de un cuarto dehora lo más tarde nos encontraremos con los carlistas y comenzará la gresca porque mi coronel no es de los que acostumbran á dar la espalda aun cuando sepa que se nos viene encima todo el ejército de Don Car­los, ni mi regimiento tampoco.........

Como se acerca el momento siento que me palpitael corazón, pero no porque tenga temor alguno, no......es porque deseo ver una batalla, porque quiero ver

triunfar á las tropas liberales, oir los vivas á la Reina mezclados con las descargas y sobre todo con los to­ques de mi corneta, que será la que trasmita las órde­nes en los momentos de la pelea.

Cuando mi coronel me diga: muchacho ¡paso de ata­que! y avancemos sobre los facciosos á la bayoneta,voy á bailar de gusto-..... de....... gusto si no me alcanzaun balazo que me haga bailar de dolor.....

Si me viera mi pobre madre avanzar sobre el Enemi­go al lado de mi coronel, se moría del susto, y al mis­mo tiempo se entusiasmaba....... Cuando termine laacción la escribiré contándoselo todo. Madre, el regi­miento hizo esto ; madre, el Coronel dijo lo otro y el capitán lo de más allá - la diré—los carlistas tuvieron tantas bajas (dobles de laa que hayan sido) nosotros (aquí la cuarta parte de las que verdaderamente nos hayan hecho......)

Y al final de la carta pondré: Recibe un abrazo del corneta, mándame otro con el pensamiento y grita siempre conmigo ¡vivan los liberales! madre mía!

Aquí llegaba Periquillo ds su monólogo, cuando sonó una descarga cerrada y tres ó cuatro soldados cayeron en tierra gravemente heridos.

—Alto!—gritó el coronel con sequedad.Las alturas del camino por el cual avanzaban las

tropas liberales hallábanse ocupadas por cientos de carlistas que hacían fiiego sin cesar sobre aquellas.

Se generalizó el tiroteo.Periquillo pegado comple­

tamente á los cuartos trase­ros del caballo del coronel, trasmitía las órdenes de éste ai regimiento, enagenado de gozo y de vez en cuando dis­paraba su fusil sobre los car­listas.

¡Cómo le brillaban los ojos á Periquillo en aquel ins­tante!

Viendo el coronel que el enemigo era superior en nú­mero y que valiéndose de es­ta circunstancia pretendía avanzar para envolver al re­gimiento, observando esto el Jefe, se volvió á Periquillo que en aquel instante encar fionaba á un faccioso, y le dijo con esa energía viril que la desesperación presta en mo­mentos determinados.

— Muchacho, ¡ paso de ata­que ! { A la bayoneta!.........|Toca firme!

El corneta no se hizo re­petir la orden ; llevóse la cor­neta á los labios, sopló con todas sus fuerzas y el regi­miento cargó rabiosamente contra los enemigos de la li­bertad, que parapetados en sus trincheras recibieron á aque­llos héroes con descargas ce­rradas que se sucedían sin in­terrupción......

Periquillo seguía tocando sin que por esto dejara ds avanzar sobre los facciosos. Estos sorprendidos por aquel arranque impensado, retroce dieron, y poco á poco faé- ronse replegando para esqui­var la lucha cuerpo á cuerpo.

De improviso cesaron los toques de corneta, pero líos reemplazó la voz enérgica del coronel.

—¡AdelaBte!...... (Adelan­te ! dijo, y el regimiento con­tinuó avanzando, mientras los carlistas completamente des­hechos se perdían en la espe­sura del bosque.

Mi coronel: el corneta de órdenes ha recibido un balazo en el pecho, que le ha pro­ducido una herida de bastan­te oonsideración.

—Que lo trasladen inme­diatamente al hospital de sangre, y lo traten oon el mismo cuidado qne si hiera el general en jefe: jes un bravo chico!

EN EL HOSPITAL —Periquillo, me han dicho

que tu herida ha comenzado á cicatrizarse, y que muy en breve podrás abandonar el lecho.

—Sí, mi coronel, estoy mucho mejor; sin embargo, tengo un sentimiento.

—¿Cuál, muchacho?. —El de comprender que mi curación completa va para largo, y por consiguiente el no poder acompañarle á usted á campafia. j Si viera usted el gusw qne me daba observar cómo retrocedían los carlistas!

El coronel se sonrió.—Cuando te den de alta—dejó­se te concederán dos meses de licencia para que los pases al lado de tu madre.

—I No los admito, mi coronel!—Cómo?—No los admito porque aunque adoro á mi madre

con toda mi alma, creo que por encima de todas las

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•803 EL <*)JO ILUSTRADO

pasiones está mi deber de soldado, el ampr entusias­ta por la bandera quejaré.

El coronel Inclinóse sobre Periquillo y le estrechó contra su robusto pecho cubierto ae condecoraciones. ' —i Eres un bravo muchacho! dijo con vos trémula.

Y el veterano, para que el corneta no viera las lAgri­mas que asomaban & sus ojos, se alejó del lecho mur­murando:’ —A ser posible me hubiese arrancado los galones de coronel, y los hubiera puesto en la guerrera de ese nifio el cual están digno como yo de ostentarlos 1......

C A R T A S Y M O N O S

Querida Pilar: Este nervioso secretario mió que no da paz á la imaginación, y que, por otra paite, es una especie de capitán Araña de la literatura, porque se queda en tierra de­jándole la responsabilidad' de la obra á los de­más, háse empeñado—como diría uno de nues­tros estirados estilitas(l)—en meterme de hoz y coz en el periodismo retozón, dándome de compañero de fatigas al alegre Ramón Cilla.

Y lo que dirán los maliciosos de Caracas: — Esta mujer por lo visto anda en malos pasos. ¡Pues no está metida ahora en líos literarios con un dibujante guasón y con un secretario que es una mala cabeza!

A lo que contestarán ellos de fijo presu­miendo de filósofos:

— Habladurías, Matilde! Voces que hacen correr cuatro literatos 1 ‘sonoro»” que destrozan con la lengua á todo el mbndo creyendo que denigrando de sus compañeros atenúan sus de­fectos. Continúe usted ayudándose oon el di­bujo, es decir, con el mono; él mono es una defensa: un aditamento gloríese de la literatura y no está llamado á desapartar, como la poe­sía (1) aunque lo digan esos cuatro escritoresdescabellados, fraseólogos....... y “ ateneístas”de Caracas.

Y como si los oyera hija mía; me han con­vencido los argumentos de mis dos colabora­dores. Ayer noche, sin ir más lejos, empecé á vencer mis escrúpulos; me puse los mejores trapitos y me ful al Teatro Real, á la inau­guración de la temporada, á observar por mis propios ojos lo que tantas veces me dijeron'; que el Real se prestaba á las más profundas observaciones del .cronista— y no á las más me­nudas instigaciones, como escribió no ha mucho uno de nuestros críticos indocumentados que confunde la instigación con la observación.

* **

El regio coliseo es un gran sitio para estudiar el mundo madrileño: alli están todas sus pom­

pas realzadas por el esplendor de los títulos; todas sus mendicidades ocultas por la pedrería y todas sus virtudes juntamente con todos sus vicios.

En las butacas reina la más encantadora anar­quía que puedas tu imaginar, porque el toca­do de la señora elegante se mezcla con el frac del cuelli-erguido caballero, y no sería extraño confundir el escote pompeyano de alguna da­ma desenfadada con la camisa “ desbordante” de cualquier señorito que vista rigurosamente por el último figurín.

Pero así como en las butacas hay mezcla de indumentaria, en los palcos hay pureza de toi­lettes; y hay líneas de aquellas donde no se ven más que monos con cerquillos de brillantes, encajes vaporosos, pendientes regios, brazos redondos y gargantas blancas y desnudas, como si con estas argucias de “ perpetua novedad” se pudiera cazar á los rehacios; ó se quisiera humillar la belleza de la vecina. Porque tú como mujer al fin sabes .que en estas grandes concurrencias donde existen tantos gustos y criterios diversos, la vanidad anda siempre albo­rotada, y por ende, el cuchicheo, la murmu­ración y la crítica vienen á ser algo asi como el verdadero regocijo de Ias-oanversaciones y ln base 'indispensable de la alegría.

Yo también, haciendo honor á mi sexo, he murmurado algunas veces y dejaría de ser mu­jer si le diese paz á la lengua, que es el ór gano más suelto que tenemos ¿ verdad ?

Pero volvamos al Real y echemos una ojeada al paraíso, á ese originalísimo Paraíso, famoso en toda Europa por sus exigencias y sus in­transigencias con los más célebres cantantes. En ese paraíso—único en su género— se refu­gian juntamente con los filarmónicos de con­ciencia........empedernida,, las familias modestasque no tienen cien pesetas para un palco, las discípulas del Conservatorio que se CQjjsideran ' 1 autoridades musicales,' ’ cuando no pasan de ser grillos, los estudiantes revoltosos, las modis­tillas alegres, los artistas sin contrata y todas las demás personas que no cuentan sino con escaso sueldo para darse hartazgos de ópera dos ó tres veces por semana. No obstante la baratura en el Paraíso hay categorías: delan­teras, primeras, segundas filas y otros sitios de preferencia que, en ciertos y determinados de­buts cuestan un ojo de la cara y parte del otro.

Y como en tales alturas hay lugar para todo el mundo, los enamorados también ocupan el suyo y no es cosa del otro jueves oir allí un suspirante dúo de amor que parte los cora­zones....... y los asientos, mientras en el esce­nario cantan otro la tiple y el tenor.

Son escenas deliciosas éstas donde el amante boqui-abierto le jura á su adorada su pasión;

ella flo escucha ruborizada; la mama se duerme ó « r ia c e la dormida, y el público se divierte coi» '1as funciones que le ofrecen los de arriba y ids de abajo.

***Pululan por los mundos dorados del Real,

como creo que te he dichp anteriormente, unos tales aristócratas prodigiosos, que viven como de milagro, pues no tienen, según la gráfica expresión, ni en qué caerse muertos. Sinembar­go, ellos se visten con lujo despampanante, comen con lo más empingorotado de la nobleza, entran í todos los palcos, amenizan con sus chistes las conversaciones de las damas, se sien­tan en las primeras filas de butacas, y conocen al dedillo la vida de ta haute gome, 6 como si dijéramos, de la erbne. Ellos saben quien tiene casi empeñado el coche en que pasea y quien vive de los productos de semejantes negocios, codeándose luégo con su víctima en los gran­des saraos. Nada se les escapa, nada resiste á su despiadada penetración.

Por eso cuando miran descaradamente con sus binóculos á los palcos se hablan al oído con misteriosa sonrisa: Aquella del aderezomagnífico es Fulana, la Fulana;....... la de laherencia “ sombría;” y la de más allá es la viuda de un general que no murió de herida de bala en los campos de batalla; cada una “ guarda” su historia más ó menos novelezca, ó más ó menos dolorosa, pero no tan bien guardada que se oculte á las terribles inves­tigaciones de aquellos señoritos de mónocle, con bigotes retorcidos á tenacillas, con cuellos descomunales que parecen velas de buques; chalecos abiertos hasta el fajín y corbatas que resultan servilletas de mesa.

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EL COJO ILUSTRADO 809

Otro tipo que está pidiendo á gritos la crítica amable para regocijo de lectores es el “ clásico” reventador, el de los pitos, el de las broncas, el que silva á la Patti y á Massini cuando se ¡es va una nota; pero el reventador, por ser un tipo especial, digno de estudio lo reservo para m i próxima carta....... Digo, si los “ ate­neístas” no arman allá un belén pidiendo que desaparezca la inocente forma epistolar, con monigotes, de la literatura moderna.

MIGUEL EDUARDO PARDO.

Madrid: octubre de 1895.

SECCIO N R E C R E A T IV A .

M O V I M I E N T O ( l i : \ T I F K O

A n t r o 1 1 0 1 1 1 f u

L O » U L T IM O S C A L O R E S Y EL C O M E T A

Algunos periódicos europeos lanzaron la idea de qoe pudiera existir alguna conexión entre el calor excep­cional de septiembre y la aparición del cometa de Faye. Interpelado acerca de esto M. Flammarión, ha dado estas explicaciones:

41 Sin duda, la llegada de un cometa que encontrase á la tierra en su camino, ejercería una influencia fu­nesta en el estado de nuestra atmósfera, determinaría un calor y una sequía desastrosos, haría irrespirable el aire por la mezcla de gases deletéreos y prepararía un triste porvenir A la humanidad. A Dios gracias, no estamos en ese caso y nada debemos temer de parte de estos cometas.

41 El que hay actualmente es el de Faye, descubier­to en 1843 y cuya revolución es de siete años y medio. Es invisible A simple vista; está muy distante de la tierra, A la que no encontrarA nunca. Tiene, ademAs, una m¿sa absolutamente insignificante para los des­tinos de nuestro planeta.

“ Hay otro, además de aquel: el descubierto el 20 de agosto último por Swift, en los Estados Unidos. Es tan débil, tan insignificante como el primero.

“ No puede atribuirse, pues, á influencia cometa­ria el calor de septiembre, es un mes excepcional en los anales meteorológicos de la Francia. Las observa­ciones que se hagan deben dirigirse al estudio de las depresiones atmosféricas ocurridas en el Atlántico, entre la» Estados Unidos y Europa y que llegan aquí del Sudoeste. Allí está el nudo gordiano de la cues­tión.

“ El excepcional mes de septiembre,—concluye el popular astrónomo,—nos dará un vino excelente, pe­ro en cantidad muy reducida. Serán rayos de sol en botella los que beberemos: así haremos astronomía práctica.”

(ieolAgía

S U R T I D O R E S

Se ha observado que los surtidores arrojan peces vivos, moluscos, crustáceos, etc., y se trata de inda­gar la procedencia de esos acuátiles. En el lago su­perior del Bosque, en París, se encontró hace algu­nos años un crustáceo de una especie desconocida en la región del Sena: aquel lago está alimentado por el pozo artesiano de Passy; se concluyó entonces acep­tando que aquel animal había salido del suelo. En Argelia, en la región del Oued Rlr, los pozos arrojan cangrejos, peces, animales similares á los de la costa. Si esos peces vienen en efecto del interior de la tie­rra, ¿como han llegado allí? M. Jus lo explica di­ciendo que hay ríos subterráneos que desaguan en el curso de los surtidores y que están en comunicación con las aguas superiores; así, cree que haya una co­rriente del Zab al Oued-Rir y que arrastra sus pe­ces á la vena líquida del pozo artesiano hecho en aquella región, desde luégo que todos los animales arrojados por aquel pozo son de la especie de los que existen en el bajo Sahara.

No participa del todo de esa opinión M. Rolland, quien ha explorado aquellos lugares, estudiando pro­fundamente el asunto. Observa el explorador que los peces aparecen en aquellos pozos cercanos á los be- hour y los chrta, depósitos subterráneos, verdaderos lagos intraterrestres, muy comunes en el Africa me­dia, en la región arenosa. Esos lagos filtran hacia la vena del pozo y como en ellos pueden vivir y repro­

ducirse batracios, sanguijuelas, reptiles y moluscos, sería aceptable que aquellos obedecieran á la corrien­te de las filtraciones y fueran lanzados por la presión del pozo á la superficie de la tierra.

T e c n o lo g ía

EL ALUMINIO Y LA PIEDRA LITOORÁPICA

Se anuncia la sustitución del aluminio á la piedra litográfica; créese que las hojas de aluminio serán excelentes subjetivos para los trabajos de impresión más delicados y artísticos, en negro ó en color. Las ventajas de estas hojas serían su poco peso y su eco­nomía : mientras una lámina de aquel metal, de0.95X1 m. 25 pesa 1.500 gramos, una piedra de las mismas dimensiones pesa por lo menos 200 kilogramos. El aluminio laminado se vende en hojas de á 10 francos, mientras que uní piedra importa 500 francos. Ade­más, la introducción de tales hojas permitirá la im­presión en cilindro, más rápida que la que se hace en las prensas actualmente usadas.

E le c t r i c id a d

ANTOELOCTROCUCION DE UNA RATA

Ha ocurrido un accidente singular en una oficina de alumbrado eléctrico de Baltimore. Inesperadamen­te se apagaron todos los focos de un barrio; en la oficina se incendiaron todos los hilos de comunicación y el cuadro distribuidor fue hecho pedazos. En va­no se indagó la causa del accidente: se llamó un pe­rito que registró cuidadosamente toda la canalización sin observar en ella ningún desarreglo. Al fin, notó entre dos conductores una enorme rata, completa­mente carbonizada: era la causa del accidente. Sin duda fue A pasar por entre los conductores y la in­terposición de su cuerpo estableció un pequeño cir­cuito, recibiendo toda la descarga. Esta se propagó de trecho en trecho, A lo largo de los puntos de unión de los hilos, destruyendo las sustancias aisladoras y quemando las ensambladuras.

K l f f l r o - f i s io lo g ía

L A S R A Y A a —T O R P E D O 8

Un sabio francés, M. d’ Arsonval, acaba de poner á la ciencia en camino de examinar el papel que hace la electricidad en el organismo humano. Se sabe la acción que ejerce sobre los músculos una corriente eléctrica, contrayéndoles de tal manera que, si aumen­ta la intensidad de aquella, llega un momento en que es imposible sustraerse A voluntad de su acción. Se sabe también que mediante descargas eléctricas es como se libran las rayas torpedos de los ataques de sus enemigos y que se valen de esas descargas para matar los peces pequeños que les sirven de alimento. Ahora ¿cuál es la intensidad de esas descargas?—Es­te estudio lo emprendió una vez M. Coste, profesor en el Colegio de Francia, instalando un laboratorio en Concarneau; M. Marey continuó aquellos experi­mentos; pero últimamente M. d ’ Arsonval ha llegado á determinar que operando en rayas de 25 á 35 cen­tímetros de diámetro, la duración media de una des­carga oscila entre un décimo y un décimo y i de se­gundo y que corresponde á la de una pila poderosa, pues que la fuerza electro-motriz varía entre 8 y 17 volts y la intensidad de la corriente entre 1 y 7 am- péres.

Con estos datos, M. d ’ Arsonval ha procedido. Ha tomado una lamparita incandescente que consume 4 volts y un ampére; la ha unido por los reóforos al órgano eléctrico del animal y ha logrado encenderla pinchando el borde de las aletas. Si se pincha fuer­te, el animal aumenta la descarga y la lámpara se in­cendia. El experimentador ha puesto tres lámparas en tensión, iluminándolas al blanco.

El órgano eléctrico de la raya se agota rápidamen­te: después de 4 ó 5 descargas, las lámparas arden con un brillo decreciente; pero diez minutos después puede continuarse el experimento.

El órgano eléctrico es doble; si se utiliza uno sólo, el otro conserva toda su intensidad. Colocando sobre el que funciona un estetóscopo, se oye un sonido bajo, correspondiente á cien vibraciones por segundo. El aparato registrador da curvas que demuestran que las vibraciones no son continuas, sino que se suceden con un centésiino de segundo de intervalo: la intensi­dad llega á su mixímum después de la tercera des­carga; de allí baja hasta cero. La forma de la curva es absolutamente semejante á la que traza la cons- tracción muscular.

Tales experimentos ponen en camino, como lo de­cimos al principio, de descubrir y medir la energía que determina los movimientos muscular***

U eo g ra fla

LAS EXPEDICIONES POLARES TERRESTRES

En este año han salido de Europa tres expediciones para el polo ártico. Han sido preparadas y dirigidas por tres viajeros; un noruego, un americano y un inglés: el doctor Nansen, el lugarteniente Peary y M. Jackson.

E l C o jo I l u s t r a d o ha dado cuenta, en esta mis­ma sección, en números anteriores, de las noticias últimamente recibidas acerca del doctor NanBen. Loe telegramas relativos á los otros dos exploradores no dicen nada respecto al éxito de las excursiones, pero dan detalles del punto avanzado á que se encuentran aquellas.

El lugarteniente Peary lleva consigo-á otro ameri­cano, M. Lee, algunos esquimales y 49 perros de tiro y de provisión. Se ha visto en la necesidad de matar casi todos éstos, por la carencia de víveres; el 25 de junio pasado llegó A Bowden Lodge, en donde lo aguardaba su buque, el Kite; para esa fecha apenas existía un perro de todos loe que había llevado.

M. Jackson, al contrario, ha desembarcado con una provisión de víveres suficiente para cuatro años; su expedición marítima la ha dirigido el almirante Mark- ham, uno de los mAs eminentes exploradores polares. M. Jackson ha ido estableciendo depósitos y facto­rías por su trAnsito y es A esta hora el mAs avanza­do de los exploradores, pues que se encuentra A 10° del polo. Su buque, el Windward, es el que ha traído A Inglaterra las últimas relaciones del viaje.

B l a n c o e l é c t r i c o

Cerca de Gratz, en Austria, se ha ensayado útima- mente un blanco eléctrico que ofrece la ventaja de hacer innecesaria la presencia de un hombre para in­dicar los disparoe. En efecto, por distante que esté el blanco, al ser tocado por el proyectil da una señal que es inmediatamente registrada por el indicador colo­cado al extremo del stand.

Se ha continuado empleando el nuevo blanco y según la Zfitechr\fí fú r Elektrotechnik los resultados han sido muy satisfactorios.

E l t a b a c o e n M a d a g a s r a r

El tabaco crece en Madagascar en gran cantidad y en estado silvestre. Los hovas, como los europeos, fabri­can cigarros de un aroma delicado, que venden A cinco bolívares el millar. El malgacho fuma poco; en cam­bio, masca una especie de polvo de tabaco, mezclado con la ceniza de una planta del país. Este polvo lo en­cierran en tubillos de bambú, hAbilmente trabajados. La dosis la colocan entre las encías y el labio inferior. Desde la reina hasta el último vasallo, todo el mundo se entrega A tan original ejercicio.

L on j u e g o * o l í m p i c o *

Se ha publicado en Atenas el programa oficial de los juegos olímpicos, que se celebrarAn en la primavera próxima, del 5 al 15 de abril.

Casi todos los sports que actualmente se practican se representarAn en Atenas:—I Los sports atléticos, que reunirAn tres de los ejercicios del antiguo pentatlo olímpico: carrera A pie, salto, lanzamiento del peso ó disco.—II La gimnAstica.—III La esgrima y la lu­cha.—IV El tiro.—V Los sports náuticos : yachting, remo, natación.—VI El velocipedismo.—VII Los jue­gos atléticos: lawntennis, cricket, football. E ntrelas pruebas de carreras á pie merece mencionarse en es­pecial la llamada de Maratón. Se efectuará en el mismo sitio de 42 kilómetros que recorrió el legendario soldado de Maratón para llevar á Atenas la nueva de la victoria de Milcíades. El premio es una copa ofrecida por M. Michel Bréal, miembro del instituto de Fran­cia. Los ejercicios ecuestres, equitación, juego de polo, no figuran en el programa, así como tampoco el boxeo.

Los concursos atléticos y gimnásticos se verificarán en el circo panatenaico, reconstruido por la munificen­cia de un ciudadano heleno, Georges Avérof. Los juegos náuticos tendrán lugar en la hahía de Palero; la esgri­ma, en el palacio del Zappeion (palacio de la Indus- tra de Atenas i; para los ciclistas se prepara una pista de acuerdo con las últimas experiencias.

Los espectadores no tendrán de qué quejarse: el solo nombre del secretario general del comité de organiza­ción responde del éxito. M. Phllemon, antiguo alcalde de Atenas, es conocido de sus conciudadanos por su inteligencia, su actividad y su entusiasmo. El príncipe heredero ha tomado en persona la presidencia del co­mité ; sus hermanos dirigen loe trabajos de varias co­misiones; el pueblo mismo contribuye diligentemente á la suscripción nacional.

Se espera que esta primera realización de las fiestas olímpicas será digna de la Orecia y de su historia clásica.

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810 EL COJ<) ILUSTRADO

UN ARTISTA EN NOCHE BE LUNAliiMli‘iiin<‘iitoM «le n iú * ic a «Ir Iom

< l i i I I OM

Los chinos se apropian el descubrimiento <!«• la música, y lo atribuyen al emperador Fou si í2851 A. de J. C.' Es |K)co probable que haya sido uno solo el inventor de la música: ha sido sin duda el resul­tado de la observación y la imitación de la natura­leza por el hombre.

Los invasores de la China tuvieron que llevar con­sigo elementos de música que mezclaron con los de la raza autóctona. Fue en el año 2097 A. de J. C. i cuando los principios de la música llegaron A fijarse. Las notas tuvieron nombres, una de ellas se tomó como base. Ja música, desde entonces, considerada como la eseen- cia de la armonfa existente entre la tierra, el cielo y el hombre, ha llegado A ser un auxiliar de todo buen gobierno.

Los emperadores la cultivan y el gran 8oun 22T>T> A. de J. C.1 compuso el famoso himno Ta Shao, cuya poderosa belleza impresionó en tal manera A Con- fucio, que 1600 afios mrts tarde el filósofo no le en­contró durante tres meses sabor A la comida. Tod«w los filósofos lamentan que ya no queden vestigios de aqueja música. En efecto, los instrumentos y docu­mentos fueron destruidos 24A-A. de J. C. i por orden de 8eu houante: sólo algunos fragmentos se salvaron y fueron descubierto* muchos afios mAs tarde. A pesar de los esfuerzos hechos por las dinastías que se suce­dieron para restituir A la música su antiguo lustre, ha quedado singularmente desentonada é insuave A nuestro oído. Los Chino* nos deleitan y nos conside­ran inferiores A ellos porque no sabemos gozar de las delicias de su música.

Los principios fundamentales de la música china, consisten en una serie de doce instrumentos, /m, for­mados de tubos de bambú ó de jadt i piedra del Ama­zonas) del mismo calibre, pero de distinto largo. Su invento se pierde en la oscuridad de los ticm|>o* y ofrece algo de fabuloso. Muy numerosas teorías han sido emitidas sobre esta materia. !«a mAs verosímil es la siguiente: los Chinos buscan las analogías y concordancias que pueden existir entre las cosas «le la naturaleza. Entre el ciclo y la tierra hay, scirún ellos, perfecta armonía. Conforme A esto, 3 es el em­blema del cielo; 2 el de la tierra, y así dos sonidos que estén entre sí, como 3 es A 2, estarAn cn armonía. El primer tii tenía nueve pulgad-is «le largo. El se­gundo, los dos tercios, y daba la «|iiiuta. El tercero habría debido tener los dt>s tercios del segundo; j»ero el sonido habría resultatlo demasiado alto con relación al sonido fundamental: habría sido la (juiuta del segundo. En lugar de los dos tercios «le la longi­tud del segundo tubo se le dio cuatro «plintos como dimensión; de suerte que tenía la octava en grado inferior. Los otrtw tubos fueron tallados conforme al mismo principio: dos tercios y cuatro quintos del anterior. El sonido emitido por el primer /»« • houng fue la tónica de una escala de doce semi-tonos: algo de idéntico A nuestra escala cromAtica, pero no medida. Al principio Ion lii no daban sino cinco notas, produ­cidas por los cinco primeros tubos. 1300 aAoa A. de J. C. fueron agrega«los dos setni tonos. La escala en tonces vino A ser heptatónica, con cinco tonos y dos semi tonos. Pero el primer senii tono estaba entre la cuarta y la quinta nota, mientras que, entre nosotros, se encuentra, ya entre la segunda y la tercera ó entre la tercera y la cuarta, según que el tono sea mayor ó menor. Los dos semi tonos fueron supri­midos. La música china se escribe de arriba hacia absjo; de derecha A izquierda, con los caracteres de la escritura.

A veces algunos signos especiales situados A la dere­cha, indican la altura de la nota. Sin embargo, rara vez puede conocerse el tono A primera vista. Es nece­sario tocar la pieza para conocer el valor que «leba darse A las notas. Algunos signos arbitrarios indican A veces la calidad de la nota, la medida y las pausas. En la música religiosa, una nota situada en alto y A la derecha, indica el lii en que se debe ejecutar la pieza. Un signo mAs grueso que los otros quiere decir “ apo­yatura.” Un espacio entre dos notas equivale A una pausa. Unos puntos situados A la derec .i de la nota, pueden indicar el valor de ella. Las pausas se marcan también: N 6 X.

La música china no pasa de catorce sonidos, cifra que basta para halagar el oído délos celestes. Se com­pone generalmente de cuatro tiemp«)s; y el cuarto se indica por O situado A la derecha de la nota, aunque no siempre. Cuando el tono, la medida y el valor de la nota no estAn mencionados, y la ejecución queda A cargo de la fantasía del artista, puede no corresponder con la idea del compositor.

No hay tono mayor ni tono menor, sino una mezcla de los dos.

No conocen los sostenidos y bemoles. La materia de los instrumentos de música se divide en doce catego­rías: piedra, metal, seda (cuerdas), bambú, piel, cala­baza y tierra.

Kn ch iim iin id é n t ic a * r e s i i 11 a «I un «I i l'f r e h I e n

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EL COJO ILUSTRADO 811

IJI» erta< l «le la |»r«‘ii*a

Trabajada durante siglos por la acción de los pode­res monárquicos, aleccionada en sus aspiraciones, se ha hecho formidable en la libertad y en el orden la prensa europea. Preside 6 determina la desaparición de sistemas y organizaciones inconvenientes y ya es perfectamente lo que la alegoría representa: reyes, potentados, dignidades irreflexivas conservan conve­niente distancia del guardián hercúleo, alerta sobre el campo.

Kl p r im o g é n i to «l«‘ \n |» o lo 6 iiAcaba de morir en Arezzo < Italia i un anciano de edad

de 86 afios, que se decía el veidadero rey de Roma, el legítimo hijo de Napoleón y de la emperatriz María Luisa.

Tenía con su pretendido padre una notable semejan­za, sobre todo cuando se afeitaba el bigote; llevaba en la frente una cicatriz, debida á la presión del fór­ceps. Sus tarjetas de visita decían: “ Xapoleone, re di Roma aacr{flcato. ”

Explicaba su historia diciendo que su madre quiKo ponerlo á salvo de los peligros que corría como hijo de Napoleón; que lo había ocultado y sustituido por el niño que año6 después murió en Austria; que le ha­bía confiado su educación á un monje de nombre Ca- pelli y que éste le había revelado su origen.

A causa de las continuas desgracias que abatieron á su padre después de Waterloo, se había hecho cocine­ro, profesión de que vivió siempre, conduciéndose de modo tan distinguido en modales y en el conocimien­to del arte, que su patrón le dejó al morir una peque­ña pensión vitalicia.

F a l l a p o r re c o r re r , 'A menudo es la estadística una ciencia amena. Hé

aquí un informe presentado al último Congreso Geo­gráfico de Londres por M. Logan Tobley y en el que figuran, en kilómetros, las regiones del mundo que no han sido todavía exploradas por completo:

Africa........................ 10.500.000 lcil. cuadrados.Regiones antArticas.. 8.000.000 “ “

Id. árticas....... 5.000.000 “ “Australia.................. 3.620.000 “ “América del Norte... 2.410.000 “ 11

Id. del Sur...... 800.000 “ “Islas diversas.......... 800.000 “ “A sia......... ................ 400.000 “ “

Es extraño qae la América del Norte haya sido me­nos recorrida que la del Sur: acaso ello dependa de la gran cantidad de territorios que hay cerca del polo boreal.

I’a r a e l m e n tíHasta ahora se creía que el bambú sólo era utili-

zable en la construcción de muebles y bastones; pero re­sulta últimamente que puede ser un artículo de menú. Un médico francés que lo cultiva en el departamento de Maine-et-Loire, ha hecho cocer los retoños más tiernos: los ha aderezado á la salsa blanca como espá­rragos y les ha encontrado un sabor análogo al de las coles de Bruselas, pero más fino; tienen, además, la ventaja de ser sanos, fácilmente digeribles y eco­nómicos. Los chinos y los japoneses hacen un gran consumo de estos vegetales en sus mesas; pero esta noticia ha bastado para que la prensa de París vea la nueva hortaliza con ciertas reservas, á causa de que se sabe que son muy afectos los buenos hijos de Con­tacto á perrillos fritos en aceite y sanguijuelas en sal­sa de tomates, aunque no garantiza la exactitud de tales novedades culinarias un excelente hijo del Celeste Imperio que desde hace varios lustros es celoso y fiel

em pleado de E l Cojo.

A lo q u e c o m i n e e e l a m o rJames Calkirs hijo de un colono rico de

los alrededores de Brooksville (Kentucke), debía casarse con la señorita Maria Calder, hija de un colono vecino.

En cuanto James tenía un momento des­ocupado, montaba á caballo y como enamo­rado bien entendido iba á hacerle la corte á la prometida.

Un día, James llega casa de Calder á ha­cer su visita acostumbrada; ata su caballo á la empalizada, y se dirige á la casa, con la sonrisa en los labios, pues acababa de ver á la niña esperándolo en el corredor. De súbito, un enorme bul dog sale de su nicho, y se arroja en dirección de James, lanzando furiosos ladridos. Nuestro caba­llero, todo desconcertado por este ataque repentino, sin saber qué hacer, se precipita sobre un manzano, lo agarra con los bra­zos, y con una agilidad sorprente, se sube al árbol y se encarama sobre una rama.

Ya era tiempo, pues el bul dog estaba al pie del manzano, mostrando sus aguzados colmillos y de­seoso de encajarlos en las pantorrillas de James.

La situación era tan cómica que María no pudo con­tener la risa. El pobre James, que no las tenía to­das consigo, se creyó ofendido, y gritó á la novia en tono de enojo que hiciera entrar el perro á la casa; pero esta se reía de tal modo que le era imposible ar­ticular una palabra. James estaba furioso, y después de estar libre del peligro por haberse retirado el bul­dog bajó del árbol y volvió á su casa sin decir adiós. Esa misma tarde la niña envió una carta al novio ex­cusándose y haciéndole comprender que no había to­mado parte en el asunto. Pero James no quiso abrir la carta, y dijo al portador que él veía claro y que expresamente habrían lan/.ado sobre él al perro. Y aca­ba de intentar un pleito contra la novia, reclamándole í 2.500 por daños y perjuicios.

L a | » l n n l a «le l a r i * a

Existe en Arabia ; y este nombre proviene de los raros efectos que á cuantas personas las comen pro­ducen sus semillas. Su tamaño es moderado, sus fio- res de un amarillo vivo, y sus semillas parecidas á porotos negros, que crecen de dos ó tres en vainas blancas aterciopeladas. Las árabes secan estas semi­llas para reducirlas á polvo fino, l ’na pequeña dosis de este polvo produce iguales efectos que las inhala­ciones d t gas hilarante. A las personas más tranqui­las y serias les hace bailar, gritar y reírse con la agita­ción bulliciosa de uu loco, y correr de un lado á otro haciendo piruetas ridiculas. Estos fenómenos duran como uua hora, y cuando llega el período de exte­nuación, la persona se duerme profundamente, para despertar algún tiempo después, sin conservar el más ligero recuerdo de sus locuras.

\ o m l » r c * l a r g o *

A menudo llama la atención la longitud de algunas palabras alemanas. El flamenco, en su calidad de len­gua germánica, no le cede en nada á los idiomas del mismo origen. Hé aquí el nombre de una calle de Bruselas:Ongeschuperdezilvercokkemootje straat, lo que en caste­llano quiere decir:

Calle de la pequeña nuez de piala no desmenuzada.

M a t r i m o n i o A t o r i o t r a n c e

Podría creerse que la costumbre de publicar reclamos matrimoniales es nueva. El Intermédiare publica, sin embargo, el siguiente curioso anuncio que apareció en la Feuille d'avis, de Francfort, el 8 de julio de 1738:

“ Una joven honrada, bien formada y muy bonita, con el objeto de obtener una herencia que legalmente le corresponde en este país, solicita un abogado soltero que se comprometa á ganarle el pleito, ofreciéndole en cambio que será su mujer, amable y fiel.”

El periódico hace otras citas más modernas. Un diario de la Polonia rusa contenía el aviso que sigue:

“ Soy una obrera honrada y laboriosa. Trabajo en una fábrica. Mi padre posee 60 puercos que valen 30 rublos cada uno... Deseo casarme.”

Pero la palma la lleva una hoja americana, que pu­blica un reclamo en estos términos:

“ Una joven de 20 años, ni grande ni pequeña, ni fea ni bonita, desea establecerse. Su padre no puede constituirle una do te; en consecuencia, se rifa en500.000 francos; la acción premiada puede disponer de ella, el poseedor es libre de tomarla en matrimonio ó dejarla á su albedrío; en este último caso, tiene dere­cho á la mitad de la suma.”

La m u jer id e a lUna revista americana acaba de comenzar la publica­

ción de una serie de artículos sobre la mujer ideal de diversos países. M. Qrant Alien ñie encargado de har cer el retrató de la mujer inglesa.

Hay tres clases, dijo, la mujer del jornalero, la de la clase media y la aristócrata. La primera tiene grandes virtudes, pero el trabajo no le deja tiempo para idear lizar su alma: es una bestia de carga fatigada; la segunda es superior “ pues toca piano; ” en cuanto á la aristócrata inglesa, no tiene los sentimientos ideales: no podría, pues, haber una aristócrata inglesa ideal. El señor Karl Blind describe la alemana ideal, hon­rada madre de familia, que trata de educar á sus hijos lo mejor posible, manifestándole, al mismo tiempo, grandes muestras de afecto á su marido. En fln, el señor Royesen habla de la mujer scandinava ideal: cita como ejemplo á una joven noruega que recorría de noche las calles de Nueva York, en compañía de un jovenzuelo, con el objeto de “ estudiar la vida noc­turna ” en la gran ciudad. El señor Royesen condena severamente esta conducta y la trata como hombre de preocupacianes antediluvianas y de principios enmohe­cidos. El sefior Royesen ignora si esta joven repre­senta bien el tipo de la scandinava ideal, pero declara que el número de las que ofrecen semejante conducta aumenta de una manera alarm ante: resulta, pues, de este informe, que en todas partes es muy raro la mujer verdaderamente ideal.

I 'a |> a a j e i l r e e l f t f aEl pasatiempo favorito del actual Pontíflce es el

juego de ajedrez, en el que parece muy entendido. Un sacerdote romano, el P. Giula, es el adversario ha­bitual de Su Santidad. Cuando el Cardenal Pecci su­bió al trono pontificio, el P. Giula se encontraba en Florencia; fue llamado á Roma por el nuevo Papa y alojado en uno de los departamentos del palacio Vati­cano. El P. Giula es un consumado ajedrecista, pero tiene siempre un humor terrible: continuamente está colérico. En tales casos, el Papa suspende la partida y le endereza al prelado un responso encaminado á ensalzar el desprendimiento, la mansedumbre cristiana y el dominio sobre sí mismo.

M acaron! fa ls if ic a d o *Eu la Italia Meridional se falsican los artículos de

consumo cou tanto furor como en cualquiera otro país de Europa. A decir de la Pall Malí Gazette, la po­licía napolitana hizo una pesquiza en varias fábricas de maearoni y descubrió que á la pasta de estos se mezclaba una gran cantidad de huesos pulverizados. Interrogados los fabricantes acerca de la procedencia de los huesos, contestaron serenamente:

—“ Toma! huesos de cementerio, huesos de nuestros abuelos!” La población no ha participado de semejan­te serenidad y los impávidos industriales han estado á punto de sucumbir.

Oi‘igiiiali<la<l«‘M «leí g e n ioEl Journal d ’higiéne publica una curiosa enumera­

ción de los peregrinos procedimientos empleados por autores ilustres para avivar su ingenio.—Así, Montaig­ne, para meditar con entera libertad, abandonaba á escape su residencia é iba á encerrarse en una torre antigua.—Rousseau se contentaba con meter la cabeza en heno.—Buffon se sentaba al escritorio en traje de etiqueta, con mangas de encaje y la espada al lado.— Menos cuidadoso de la toilette, Milton, que era ade­más muy pobre, componía sus versos rebozado en una manta vieja y echada atrás la cabeza.—Schiller no podía componer sino teniendo los pies metidos en hielo.—Chateaubriand, cuando dictaba un artículo á su secretario, se paseaba descalzo por el enlozado frío de su cuarto.—Bentham no podía escribir sino sentado sobre pedacitos de papel.—Cooper, para inspirarse, se llenaba la boca de pastillas.—Byron tenía necesidad de oler hongos y se llenaba los bolsillos con éstos.—Bal- zac, aun en pleno día, escribía á la luz de dos velas.— Flaubert no escribía una palabra sin haber fumado antes una pipa infernal.—En fln, cierto compositor italiano no tenía inspiración sino cuando se le subían á los hombros sus dos gatos favoritos.

Ha rrtmet ro o r ig in a lEs creencia muy generalizada que una rana colocada

en una vasija que contenga una escala, sube ó baja según sean los cambios de temperatura. M. von Len- denfeld, profesor en la Universidad de Cernowitz ( Bu- kowina), ha querido someter tal creencia á una severa crítica científica. Ha hecho con tal propósito, experi­mentos en diez ranas, colocándolas en una gran caja vidriada en la que introdujo una escala de diez tra­mos numerados. De este modo ha podido obtener datos medios que proveen curvas análogas á las tra­zadas por un barómetro ordinario. El resultado ha sido mediocremente satisfactorio: á veces concuerdan las curvas, otras veces no. En resumen, las ranas son absolutamente ignorantes en asuntos meteorológicos

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812 EL COJO ILUSTRADO

El p o r v e n ir d e Ion cocIh n

Según la estadística parisiense, existen en la capi­tal francesa 1.456 ómnibus, 14.267 coches de plaza y13.000 coches particulares; además 16.000 vehículos para el trasporte de mercancías; un total de 44.000. A esta cifra hay que añadir, como medios de traspor­te, los botes que circulan por el Bena y el ferrocarril de circunvalación, sin contar las bicicletas. Día ven­drá, sin duda, en que éstas le hagan una estrecha competencia á las otras máquinas de locomoción. Ya en algunas ciudades de los Estados Unidos, como en Denver, hay 10.000 bicicletas para una población de110.000 habitantes. Según cálculos, ocasionan á los tranvías una pérdida diaria de 5.000 bolívares, más de millón y medio por afio.

¿ t ln l ln i lm i ib r iA ln A m ér ica ?Todavía se discute á qué pueblo debe corresponder

el honor del descubrimiento de América. Un periódi­co de las islas del Archipiélago, el Aegeon, citado por la Revue Bleut reivindica para la Grecia el mérito de haber inspirado á Cristóbal Colón. Refiere que éste, en 1470, conoció en Chío á un marino griego, el ca­pitán Andrea, quien le reveló la existencia de un continente trasatlántico, le dio datos verbales y aún le regaló un mapa de las tierras del nuevo mundo. Agrega el periódico que tres marinos ciotas acompa­ñaron al genovés. Pero, por desgracia, los mismos descubridores, á su regreso á Europa, ni sospechaban la novedad de su descubrimiento.

El debate, por consiguiente, continúa abiorto.

La experiencia, en la política y en la guerra como en el amor, es una cosa que cuesta muy caro y no sirve para nada.

Jules Claretie.

Todas las religiones son hermanas, pero hermanas enemiga».

f í .—M. Valtour.

La exaltación del sentimiento militar es la forma mAs popular del culto que profesamos á la patria.

Julen Delafosse.

Hay estados como hombres, á los cualcs, después que han muerto, se les encuentra mil razones para que así haya sucedido y que ni siquiera se sospechaban en vida.

C¡. Boissier.

La verdadera felicidad se me aparece bajo la forma del sabio que consagra sus vigilias á penetrar los se­cretas de la naturaleza y descubrir verdades nuevas.

J. H. Dumas.

La experiencia de las revoluciones nos disgusta de todo, habituándonos á todo. 4

A. de Tocqueville.

El sabio no trata de vengarse de sus enemigos: deja ese cuidado á la vida.

Paul Courty.

Un poco de filosofía aleja de las armas; pero mucha acerca.

;4r/. Roe.

Nada de lo que se relacione con el progreso humano puede ser indiferente.

Berthelot.

La buena ó mala reputación de un reformador viene menos de sus doctrinas que de las que le atribuyen personas que no han leído nada de él.

O.—M. Valtour.

No juzguéis á ningún hombre por sus libros.Coleridge.

Se ha visto niños que pasaban por prodigios de ingenio llegar á ser prodigios de tontería.

Afine, de Stael.•

El magisterio es una vocación: se nace institutor.G .-M . Valtour.

•Se inm ola uno con tan ta m ayor satisfacción cuanto

mayores Bon los esfuerzos de los amigos por salvarnos.bise Boehm.

El patriotismo no consiste solamente en esas virtu­des brillantes qne se ostentan en el ardor de las con­tiendas homicidas. El patriotismo es cuestión de per­severancia ; se guarda de arrebatos facticios, de apre­ciaciones imprudentes, de resoluciones irreflexivas: es sosegado, sereno, razonable, á la vez enérgico y cir­cunspecto.

Poincaré.

S o l u c i ó n d e l p r o b l e m a p u b l i c a d o e n e l n ú m e r o a n l e r i o r

Blancos Negrosla Arfil á F 5 la Arfll toma Arfll2u Reina á F 7 -f 2.¡ Arfll á E 6 3ii Reina á O 6 3 1 Peón á C 54a Reina á G 2 mate

Su autor nos observa que se le deslizó un error en é l : falta un peón negro en la casilla F 6.

(La solución del penúltimo problema fue enviada por el sefior Luis René Borges.)

M IS C E L A N E A

K » t a d Í N l i c a d e l t a b a c oEl consumo anual del tabaco ss, por cabeza, según

una estadística reciente, de :100 gramos en Finlandia,‘200 “ “ Rumania,540 “ “ España,660 “ “ Inglaterra.

En Servia, Francia, Rusia, Noruega, Alemania y Austria sube de 600 gramos á 1 kilogramo, progre­sivamente <942 gramos para la Francia).

En Bélgica.............................. 2 kg. 500,“ Holanda............................ 2. 600,“ Estados Unidos y Suiza.... 2. 700.

La producción, cn millones de kilogramos, es la siguiente:

200-250................................. Estados Unidos180—190 .............................. Indias inglesas70- 71................................. Austria Hungría49— 50 ................................ Indias neerlandesas45— 50 .............................. Rusia42- 43................................. Alemania

S o b r e c n l l l i r a d e c é r c a l e *

En una conferencia celebrada en Lieja con motivo de un concurso agrícola. M. Damonseaux, profesor en el Instituto agronómico «Je (¡cmbloux, demostró que en los Estados Unidos el cultivo de cereales iba en decadencia creciente á causa del rápido agotamiento del suelo. I,os productos se debilitan y llegan á la media de SO kilogramos de trigo por hectárea. El bajo precio y l»»s condiciones del crédito actual, uni­das A lo subido del valor de la obra de mano, pre­sentan una perspectiva poco brillante al agricultor americano.

Está probado, al contrario, |>or el BulUtin de la So- citU de* agricultcurs de France, que en este país el rendimiento por hectárea aumenta gradualmente: pa­ra este año será, según cálculos del ministerio de agri­cultura, para toda la Franela, de 17 hect. 20; cifra superior á la de los años anteriores y que pruébalosVrog resos realizados por los agricultores franceses,

ienen, además las ventajas del empleo juicioso del abono, de las semillas escogidas y de los instrumen­tos perfeccionados.

I . a e x p o s i c i ó n d e I1HIO

Los principales establecimientos de crédito de París se han puesto de acuerdo para constituir el capital de garantía de la Exposición universal de 1900, emi­tiendo bonos análogos á los de 1889.

El capital de garantía será de 60 millones (se cal­culan en cien millones los gastos), formados por3.250.000 bonos de 20 francos. Cada suscritor recibirá el reembolso íntegro de su entrega en una remesa de veinte tickets de entrada.

Estos bonos participarán, además, de 29 sorteos que alcanzarán á 6 millones de premio, habiendo 5 pre­mios de 500.000 francos y 24 de 100.000: tendrán efec­to de 1896 á 1900, es decir, antes de la Exposición.

Los bonos darán derecho, además, á una reducción de precio en los caminos de hierro franceses y arge­linos, en lascompafiías de navegación y en los esta­blecimientos teatrales de la Exposición.

T e r a p l u l i c a

EXTRACCION DE MUELAS SIN DOLOR

¿Nos habrá proporcionado una efímera alegría M. Juste Championniere? El jura que nó, en tanto que M. Magitot cree lo contrario. Siempre Hipócrates y Galeno!

Trátase de un nuevo anestésico, superior á la cocaí­na v que ha sido descubierto por M. André. farma­céutico interno de M. Championniére. Habiéndose quemado aquél en un trabajo de laboratorio, le ocu­rrió aplicarse pomada de guayacol: el efecto analgé­sico fue tan marcado, que M. André pensó oue una inyección subcutánea produciría una insensibilidad tan completa como si se recurriese á la cocaína.

Las primeras aplicaciones se hicieron en cirujía den­tal, por M. Marión. El resultado ha sido muy satis­factorio, así como en la ablación de lobanillos del cuero cabelludo; diez minutos después de la inyección, la analgesia es completa, sin que haya que temerse los accidentes que ocasiona la cocaína. M. Bazy ha probado ya que se puede aplicar el aceite de guaya­

col á las personas que padecen de afecciones cardia­cas. sin que en ello haya peligro alguno, desde que pudo practicar con él la gastrotomía.

Tales son las razones en pro del nuevo anestésico;Rero, en contra, M. Magitot hace sus reservas v se

inda en que la sensibilidad de la mucosa de la noca es sumamente variable.

La experiencia se encargará de probar quién tenga razón.

Henri de Parville.

l i a r e / a d e Ion A rb o le» e n K s p a ñ aLa carencia casi absoluta de árboles en las llanuras

sin fln de la Mancha, sita en la jurisdicción de Casti­lla la Nueva, entre Madrid y Toledo, así como por lo general en el territorio de Espafia ha sido obser­vada por cuantos han recorrido el trayecto de Ma­drid á Andalucía y viajado en diversas direcciones por la Península. Se recorren leguas enteras sin en­contrar un árbol, y sólo al rededor de algunas aldeas se ven egidos con alguna que otra vegetación.

Parece que esta antipatía de los cultivadores por los árboles proviene de la idea, muy esparcida entre ellos, de que las ramas servirían de albergue á mu­chos pájaros, que devorarían parte de las cosechas; y desde luégo en España son considerados los gorriones como perjudiciales, y en tal concepto muy persegui­dos ; al contrario de las golondrinas que por todas partes se desean y respetan como mensajeros de feli­cidad. De esta ausencia de árboles resulta necesaria­mente una gran escacez de leña y carbón. Esta ca­restía y otras razones aerícolas despertaron, hace como 100 años, la atención del Gobierno, y bajo el reinado del Rey Carlos III, una Ordenanza del Con­sejo de Castilla, sancionada por leyes penales, man­daba á cada habitante de los campos sembrar por lo menos 5 árboles. Pero la creencia de que los árboles atraen las aves destructoras de los granos, prevaleció; se sembraba poco v m al; lo que sobrevivía era cor­tado por los transeúntes, y la desnudez actual de las llanuras demuestra la poca observancia en que se tu* vo la Real Ordenanza.

Si como se cree hoy, las aves en lugar de ser per­judiciales á la Agricultura, le prestan más servicios, li­brándola de insectos destructores; cuán deplorable resulta, que haya bastado un prejuicio para despojar, durante siglos, á vastas extensiones de territorio, de árboles, de sombras, y por consiguiente de parte con­siderable de la humedad, elemento Un necesario á la germinación y feracidad de los enmpos.

4 |u in iic a

MKDIO DE VERIFICAR LA PUREZA DE LOS AIX'OHOLEtf

Las bebidas alcohólicas que se expenden encierran, como se sabe, diversos sustancias toxicas y sobre todo alcoholes llamados superiores, que ejercen una acción nociva en el organismo. El solo análisis químico no puede revelar la calidad de un alcohol. Por ello, el doctor CoitVer propone un medio que está al alcance de todos y que no exige análisis.

Se coloca en un platillo una cantidad 20 gramos) del alcohol que se quiera examinar, se enciende y se observan los fenómenos que se presenten durante la combustión.

El alcohol rectificado puro, el alcohol etílico tipo, arde con una llama azul pálido uniforme, sin humo, con un olor suave y sin dejar ningún residuo. AI contrario, los malos alcoholes, «os éteres, las sustin-, eias oleosas mezclados, arden con uno llama amarilla. Además todas las escencias, ácidos grasos, alcoholes de grano, de remolacha ó de patotas despiden humo y dejan un de pósito negro en la dirección de la llama. El olor es también característico. -Desde el momen­to, pués, dice el doctor Coiffler. que el alcohol exa­minado ofrezca la llama amarilla, humo, olor acre, puede asegurarse que está adulterado.»

Temo, sin embargo, que siempre veamos llama ama­rilla. desde luégo que en el comercio no se encuentra alcohol puro. Los fenómenos acusarán la existencia de materias tóxicas pero nada indicarán con respectoá su cantidad y proporción......... y habrá que recurrir-se al análisis químico.

No importa. Deseo ardientemente que el procedi­miento demuestre á las claras el peligro de las bebi­das alcohólicas y nos libre de un azote peor que la peste v a) que, si no se le pone remedio, conducirá infaliblemente al fln del mundo.

Henri de Parville.

I.a* m o n ta d a *Las montañas más elevadas disminuyen sensible­

mente de altura. Durante mucho tiempo se indagó la causa de este fenómeno, observado repetidas ve­ces en los Pirineos y en los Alpes. Hoy, gracias á ob­servaciones científicas, se conoce la clave del misterio: los hundimientos que se producen en la cima.

El 25 de septiembre último, un miembro de la socie­dad astronómica pudo observar el hecho en el Ober- land bernés. Aouei día, hacia las 5 de la tarde, las poblaciones de Mlirren, Stechelberg v otras localidar des del valle de Canterbrünnen, en Suiza, fueron sor­prendidas por un fuerte crujido, que se creyó fuese de algún temblor.

Poco á poco, una nube de polvo de una intensidad tal que interceptaba la luz del sol sucedió al ruido. Era ocasionado por un formidable desprendimiento de rocas sobre las vertientes del Schwaz -Moench, contra­fuerte de la Jungfrau. Una masa espantosa de mo­les y piedras de todas dimensiones se había despren­dido de la cima, saltando de falda en falda nosta caer á cien metros cerca de la aldehuela de la Matte.

Aquella masa arrastró á su paso una selva de abe­tos; los árboles precipitados al fondo del valle forman actualmente un inextricable laberinto de ramas y tron­cos rotos ó enredados entre las piedras.

Según el observador, son de temer análogos hundi­mientos en breves días; opina que la Jungfrau ¿»stá seriamente amenazada y aún llamada á desaparecer, como ha acontecido con otros picos antes muy nom­brados.

Ch. Mantillón.

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EI, COJO ILUSTRADO 813

S U E L T O S E D I T O R I A L E S

S e ñ o r d o c t o r O le g a r io J . M e iie se s .Otra muerte dolorosa tienen que lamentar hoy la sociedad y la patria: la del señor doctor don O l e ­g a r io J . M e n e s e s . De los primeros ingenieros de la República, por su cátedra desfiló una le­gión de discípulos, que al respeto y la gratitud que en vida guardaron al sabio y severo maes­tro, unen hoy un recuerdo cariñoso á su me­moria. Benefactor constante de todos los que sufrieron dolorosos embates, siempre se le vio colaborando decididamente en todas las obras filantrópicas que ha organizado la sociedad en auxilio de los desvalidos: el Asilo de los huér­fanos como el délos elefanciacos, tuvieron en él asiduo protector. Ciudadano laborioso y hon­rado, fue su conducta ajustada «1 los dictados de una conciencia recta y serena, á la norma de las leyes y á los deberes que le impuso su condición de hombre público y social. En pocos como en él fijó la adversidad su saña inclemente, sin que lograra turbar aquel ánimo invencible por el propio ni por el ajeno sufrimiento. Fue orgullo para la familia, sostén de los infortunados, cum­plido en sociedad, digno para la patria v honra para el profesorado. Sus deudos lloran la desa­parición de M en e s e s . Nosotros tomamos parte en ese dolor.

(/ l ie n to s i lu s t ru d o s . Llamamos aten­ción de nuestros lectores acerca de la serie de cuentos ¡lustrados que empezamos á publicar hoy y de que es autor el brillante literato señor don Nilo María Fabra.

A lejandro Dum as, hijo.—El 30 delmes último, en prensa ya el presente número, trasmitió el cable la nueva de la muerte de Du­mas, hijo.

Prohíbe el novelista y dramaturgo honores ofi­ciales y discursos en sus funerales, cláusula testamentaria acorde con el carácter tradicional de la familia Dumas, por la rama paterna, des­de el famoso general á quien Bonaparte califi­cara el Horacio Coeles del Tirol.

Dumas hijo muere á 'los setenta y un años de edad ; reconocido por su padre á los dos pri­meros lustros, ingresó en el Colegio de M. Hé* non y allí se reveló abiertamente la condición intelectual del heredero del gran novelista y admirable escritor. Teniendo por ejemplos los incidentes y las aventuras de su progenitor, en­contróse á los veinte años deudor de 50.000 francos: esto determinó su carrera literaria. En la necesidad de saldar aquellas deudas, escribió algunos folletos dramáticos y de poesía, que no le dieron el resultado apetecido; fué á España y Africa en compañía de Dumas padre y á su re­greso decidió de su porvenir y su reputación la novela Aventuras de cuatro mujeres y un loro. Notó, sinembargo, la crítica en aquel libro la pasmosa inventiva del padre y hubo el hijo de dar nuevo rumbo á su ingenio, llevado por el indo­mable orgullo de su raza. La dama de las ca­

melias, llevada á la escena, le consagró para siempre grande é ilustre en el estrado literario y artístico de 1.» Francia y del mundo.

Extensa sería la relación siquiera de las obras de aquel ingenio fecundo: literato, periodista, novelador, dramaturgo, poeta, miembro de la Academia Francesa por muerte de Lebrun, com­pañero de los más distinguidos escritores que hicieron grande y perdurable la gloria de su patria, amigo de Alfonso Karr, de (iirardiny de Sue en los ruidosos procesos intelectuales de la última mitad del siglo, eminente entre las eminencias de la Francia, muere cuando el mundo ha sancionado la grandeza de su fama, dejando ya libre de zozobras al pueblo que su heroico abuelo defendió en días memorables y que su padre ilustró en la prensa, en el libro y en la escena.

( io n z n lo P i r ó n l 'V b r c s , Kl último co rreo de la quincena anterior nos ha traído dos obras literarias de este joven escritor: una novela, Y a es h o r a ! que hemos empezado á leer y una colección tle sus nuevas poesías, Claveles encarnados y amarillos, amitos libros editados en Curasao.

Damos las gracias al ¡oven escritor por el obsequio de estos libros.

N U E S T R O S ( ¡ R A M A D O S

«le ( .un ,) 11 nal*ii respeta lile amigo nuestro nos ha remitido las

fotografías de donde copiamos las vistas de Ctuayanu para este número. Sobre el Amacuro está construido el edificio del despacho dr la Comisaría general ve­nezolana : á su vista acompañan las del miente y muelle de la estación, así como las de embarcado- nes ribereñas que hacen el servicio oficial. Otro gra­bado representa <*1 cuartel y soldados de la guarni­ción que tiene allí establecida el gobierno de Venezuela; un grupo de habitantes c indígenas pobladores de la región del Cuyunf y el edificio de la estación inglesa.

l ,o « e m i t i r o sLynch tituló el suyo Los perfumen y en aquella

avenida del verjel quiso concentrar cuanto tiene de riente y consolador el afán de la vida: la blanca soñadora sal»e el camino de los templos de su tier­na fe; sa)>e que también en aquellas alegres corolas hay susurros de esperanzas y viene A pedir A Céfiro sus secretos, en sonrosada mañana de primavera: es un cuadro de ensueños, en el que revolotean amores y quimeras A la luz de los primen* celajes.

Cuánto tarda! piensa la enamorada de Saintin y ya eu s u postro BWfaUMÓHeO van dibujándose las in­quietudes de su espíritu: imposiciones del deber so­cial que no puede confundir en sí el pecho de la am ada! El baile, los amigos, acaso otra cita en la que por un momento posa el vuelo el geniecillo ca­prichoso, para torturar dos almas..... Cuánto sueñotriste y desesperante en wjuel minuto de impaciencia!

Fausto Zonaro concibió una leyenda de los dulces tiempos de la (¿recia floral, que ha pasado A los días pascuales: A la hora que recuerda el adveni­miento del Salvador, nada tan sencillo y puro como esa conmemoración oue sale de un pecho de virgen, entre anchas hojas ae cueurbitAceas, llevando apre­tado al seno el fruto tradicional, el “ cabello de Angel ” providente de los modestos festines de Navidad.

Otro cuadro copiado de las escenas de estos día* é inspirado en la epopeya cristiana es el de Leeomte Du-Nouy: agrupados sobre la azotea, A los fulgores de la noche serena, aguardan los cándidos aldeanos la aparición de la primera estrella precursora de nuevos días: también la aguardaban con fervor ine­fable los sencillos moradores beethlemitas, cuando apareció para señalar al Oriente la senda que lle­vaba A la cuna de la Redención.

El cuadro Instinto maternal es la expresión inevi­table de la poderosa Naturaleza; la madre del por­venir, la providencia solícita de la niñez, se esboza en esa pequeñuela que acaricia y duerme sus mu­ñecas, con igual ternura A la que puso su propia madre arrullando al niño que descansa en la cuna.

I t r l r n l oAl señor don León Lameda hemos encargado los

apuntes biográficos que acompañan, el retrato del señor doctor J u a n V i c e n t e G o n z á l e z D e l g a d o , ex-Presidente de la República, magistrado íntegro, circunspecto y correctísimo, y modelo de ciudadano.

H a r n e a i l ioPlana abierta A las brisas del lago es la plaza Bo­

lívar de la capital zuliana: plantas de los trópicos, la flora potente del mediodía ostenta en ella su lujo de colores, en competencia con el alarde de bullicio enardecedor, con los ofuscantes resplandores de la ensenada que sirve de puerto apacible A la señora de Occidente, adonde van A morir, extenuados en la brega, los oleajes fragorosos que hincha la Barra.

T u r m e r oEn el número anterior reprodujimos una vista de

la alameda de esta antigua capital de cantón, edifi­cada A las faldas de la serranía costanera y hablamos de la caprichosa arquitectura de su templo, cuya fotografía copiamos hoy.

<01 1 m o t i v o «Ir p a s c u a sAbundan en estos días, en nuestro pueblo, las es­

cenas que reproducimos en la» vistas de un canto de aguinaldos en una casa campestre y una fiesta de Navidad en Mariara. Son días de recuerdos para el hogar, de alearías que pocas veces vuelven con la franca expasion que tuvieron en la infancia; horas en que solo la memoria se ocupa de episodios tier­nos y se oye ya muy lejos la música doliente de las mañanas de festivales religiosos y apenas se ven bo­rrosas las huellas dt; nuestros pasos de antaño, ca­mino del jolgorio Inocente.

l , o s A m l e sDesde la serranía de Mérida se desprende, buscan­

do la hoya del lago de Maracaibo, el río Escalante, recorriendo un trayecto de 22S kilómetros, atrave­sando villas y plantaciones de cacao y caña de azúcar, basta su desembocadura en laa mtigenaa nteridio- nales del Layo. La vista que damos es de un pai­saje do este río.

VI l i s i e n

Engalana esta sección un paso-doble, “ Pichincha,” cuyo autor es el sefior Pedro José Rojas.

Publicamos A continuación la carta que con fecha de Enero 23 de 1S1M, nos dirige el reputado Doctor Don A. Osorio, de Rubio, Venezuela.Señaren Scott y Boume.

La Emulsión que ustedes preparan como producto de laboratorio es excelente; la mezcla de los ñipo fósil tos con el aceito de bacalao es íntima y permanente, sin que el tiempo logre siquiera producir sedimento alguno. Respecto de su valor terapéutico, es innecesario hacer recomendaciones, ya que son tan conocidas como im­portantes las aplicaciones médicas de los agentes tera­péuticos que componen dicha “ Emulsión de Scott.” Asociadas estas sustancias tienen mayor interés toda­vía, pues que son numerosos los casos en que está indi­cado el uso simuItAneo de los hipofosfltos v el aceite de hígado de bacalao. Someramente les dire que modi­fica la Tisis ventajosamente, cura la Escrófula sobre todo en sus primeros períodos y triunfa casi siempre del Raquitismo. En gnu-ral coimVne *n todos !<»•> casos de debilitamiento orgánico ó decadencia de ftierzas, ya por defectuosa constitución ó por causa de enferme­dades.

Autorizándoles para hacer de este informe el uso que les convenga, me suscribo

Atto. 8 8 .,D o c t o r A. O s o r io N.

UNA PRUEBA.—Cuando se ha visto una sola vez, la acción benéfica de la Créme Simón

contra el Ardor del Sol, las Rogeces y las Picaduras tle Mosquitos, se comprende que no haya Cold-Cream más bueno para la Toilette Diaria de la cara y de las manos.— Los Polvos tle arroz y el Jabón Simón completan estos felices efectos y dan al Rostro, Blancura y Afelpado maravillosos.

Evítense las falsificaciones, exigiéndose la firma : J. SIMON, 13 rué Grande Bateliére parís.

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C A N T O D E B O D A SPOR

E N R I Q U E C R E V I L L E

VERSIÓN CASTELLANAD .

P E D R O S A. N O H E Z - M A R I KT DOCTOR KN FILOSOFIA V LBTHA»

Sonó la puerta y Tom se precipitó ladrando. Al­bina levantó los ojos ; no podía ser Juana porque apenas acababan de dar las cuatro. Al sentir pasosde hombre sobre la arena, tuvo miedo....... ¿si seríaArmor? No lardó en ver con asombro á Lorenzo, que venia guiado por el perro.

— ¡ Usled!—exclamó levantándose sorprendida.Su labor había caldo al suelo y el joven la recogió

antes de responder.— Yo mismo—contestó por fin ;—¿cómo está us­

ted, seflora ?Había traído una silla, Albina volvió á sentarse y

ambos se miraron.— Veo con profunda satisfacción que se encuentia

usted buena, á juzgar por el tinle sonrosado de sus mejillas.

Ella sonrió ligeiamente.—¿De dónde cae usted, del cielo ?—le dijo.—No, del Havre— respondió sonriendo á su vez.

He estado estudiando ciertos procedimientos fabriles é industriales en una gran fábrica, con los cuales hay medios de hacer una buena fortuna con poco capital. Esta maflana, viendo el tiempo tan hermoso, me

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814 EL COJO ILUSTRADO- .....11- - — - T- -7 .7. '

propuse pasar el día á mi gusto, y he venido....... áver si Desroches habia llegado ya.

—Todavía no— repuso Albina.-*-¿ Ha estado usted en su casa ?

— De alli vengo, donde he encontrado á Magda­lena muy ocupada en enseflar á dos mujeres del país el modo de limpiar con greda los cristales. Después he venido á ver á usted.

—¿ Se quedará usled á comer con nosotros ?—Si hace usted el favor de ofrecerme hospi­

talidad.......Maflana temprano á las seis me vuelvo ála fábrica, donde pienso pasar gran parte del verano.

—¿Tiene usted habitación?—No, Desroches me ha dicho que me acueste en

su casa cuando quiera; no faltará algún sofá.—Se le preparará á usted cama—dijo Albina.En aquel momento se presentó Juana que venia

del Colegio, y al reconocer al jovén fué á darle un beso.

—Vele á decir á Coco que prepare una cama para el seflor Pontet, cn casa de Desroches— dijo Albina.

Juana respondió con un signo de cabeza, dejó el cartapacio, y echó á correr seguida de Tom.

—Por lo visto se encuentra usted bien aquí—dijo Lorenzo.

— ¡ Oh, s i !De repente, acordándose que se hallaba sola con

el hombre que la amaba, se ruborizó ; el joven tuvo una vaga intención de lo que ella sentía, y también se puso colorado.

—Vive usted en familia con estas dos señoritas... eso la producirá ciertas molestias.

—¡ No por cierto— replicó vivamente Albina;— son ambas prudentísimas.

Reinaba un profundo silencio en el jardín y en sus alrededores.

Lorenzo se abandodó á la deliciosa embriaguez que le ofrecía aquel reposo y la presencia de la mu­jer que amaba. ¡ Son tan raras en la vida estas ho­ras, que no se debe rehusar su encanto á los desgra­ciados !

Albina pensaba vagamente en mil lejanas cosas que flotaban en tomo suyo como los insectos de aquella tarde serena y tranquila: recuerdos de la juventud, de la infancia, el color de un vestido que tuvo, un jardín que vio un día al pasar por un ca­mino, esmaltado de bellísimas flores cuyo aroma parecía perseguirla por todas partes.

Miró á la tapia del chalet, tapizada de embalsa-madoras madreselvas....... ; Cuán lejos estaba aqueljardín! y, sin embargo, hubiera podido designar el sitio de cada flor....... Sentía sus miembros como en­torpecidos por el sueflo....... hizo un moviente cual siquisiera librarse de aquella dulce modorra y conti­nuó cosiendo.

—¿ Y Desroches, está bien ?—preguntó.Lorenzo se estremeció como el que despierta so­

bresaltado.— Muy bien; es decir, al menos lo estaba cuando

me separé de él.Volvieron á quedarse en silencio; pero Albina co­

sía de prisa y el ruido seco de la aguja en la tela rompía el misterio de aquella entrevista al aire libre bajo un espléndido cielo azul.

Se oyó un ruido de voces á lo largo del jardín ; eran Juana y Magdalena que venían.

— Ya está todo hecho—dijo la ñifla.—Tiene usted una herniosa cama en la habitación verde, caballero, Coco misma la ha arreglado ayudada por mí. ¡Ver­dad que las asistentas tenían las manos muy sucias I

Todos se echaron á reir; Magdalena se habla ru­borizado.

—Gracias, señoritas—dijo con gravedad Pontet.—Y además, maflana por la maflana á las cinco,

le despe liarán á usted y le liarán café; cuando se haya usted marchado, Coco irá á recoger la llave y á ver si todo está bien ordenado; ¿no es verdad, Coco?

—Voy á ver qué nos tienen preparado para la comida—dijo la joven evadiéndose.

Desapareció por la esquina de la casa escoltada por Juana y Tom.

— ¡Qué excelente muchaca es Magdalena!—dijo Albina sonriendo.

—¿ La quiere á usted mucho, eh ?—preguntó Lo­renzo con interés.

—¡ Ah, ya lo creo, y yo á ella!—No he conocido señorita más excelente. Cuando vine aquí no tenl? gusto para nada, además estaba algo mala.......

-La mirada del joven llena de lástima se fijó en

Albina; Desroches le habla contado todo, y desde entonces la amaba más.

—Ella ha tomado la dirección de la casa—conti­nuó Albina—y nunca ha habido en mi casa tanto orden ni tanta economía. Cuida á Juana como una madre cariñosa, y, en medio de tantas ocupaciones, todavía encuentra tiempo para bañar á Tom.

— Me alegro—dijo Lorenzo— que le sea útil.......¡ Los hombres no sirven para nada !

Este pensamiento, profundamente filosófico, hizo reir á ambos, después de lo cual se pusieron á con­versar sobre cosas de París. A eso de las seis Albina subió á su habitación, dejando á Pontet en libertad de dar un paseo antes de comer/

Lorenzo se fué hasta la capilla que corona el pro­montorio, y una vez allí, sentóse sobre la olorosa hierba para gustar á sus anchas del hermoso pano­rama que ante sus ojos se extendía. Pero su espíritu, arrullado por el movimiento de lasólas, abandonó el mnndo exterior para reconcentrar su pensamiento en lo que acababa de dejar.

¿Por qué había venido? Después de seis semanas de ausencia no habla podido estar más tiempo sin ver á Albina, ¡ hé aquí la verdad! Profundizando bien la cuestión, pudo apercibirse de que aceptó ir al Havre para estar más cerca del Etretat.

Ni tuvo la paciencia de aguardar, como otros años, á que llegada la estación oportuna, Desroches le invi­tase á pasar en su compañia las vacaciones; sino que salió de París al mismo tiempoqueella.no teniendo ya razón de ser su permanencia en la capital.

Notó que su amistad habla hecho extraños pro­gresos á partir de aquel momento. ¿ Reconocía esto por causa él verla más alejada de su marido ? ¿ Qué era, pues, esta amistad ? Un engaño, una mentira, un hábil subterfugio, por medio del cual habla disfrazado ante todos y ante si mismo también......¿qué?........

En su conciencia de hombre honrado, se operó un gran movimiento que le trastornó por completo.

El velo que durante tanto tiempo tuvo voluntaria­mente ante sus ojos se rasgó, y pudo ver con tanta claridad como bajo sus pies veía el mar, su amor por Albina, antiguo, iuerte y apasionado, mirándole con suplicantes ojos en demanda de perdón.

—i Ah !—exclamó con indecible expresión de amargura—¡ es preciso no volver á verla!

Apoyó su cabeza entre las manos y comenzó á exa­minar los sentimientos de su alma; ¿era verdadera­mente culpable? ¿ Era un crimen amar sin (pie ella lo supiese á una mujer que en realidad á nadie per­tenecía? ¿A quién causaba daño, sino á sí mismo? Amaba su mal; ¿ pero era en realidad un mal ? Du­rante algunos años, este amor le habia sostenido yennoblecido.......Recordaba mil circunstanciasen quela pregunta: “ ¿ Qué pensaría la esposa de Armor?” le habla inclinado hacia la resolución más generosay más heroica....... ¿Debía arrancar de su vida todoesto ? ¿ Qué le quedarla entonces ?

Sonó la hora en el reloj d(¡ la ciudad; Lorenzo volvió lentamente hacia el chalet; todo le parecía haber cambiado. El val. poco ha tan alegre, tan lleno de luz, antojábasele triste y sombrío. Al llegar á la puerta hizo un movimiento como para librarse de su fastidio; sobre todo, no debía dejar traslucir nada á la mujer de Armor, ante la cual se presentó con un aspecto tranquilo, ya que no alegre.

La mesa estaba preparada en un lindo comedor, cuyas ventanas daban ai castillo de Etretat; su sin­gular construcción mostrábase á los rayos del sol po­niente, con su vestidura de hiedra, presentando un aspecto regocijador. Juana, abriendo sus grandes ojos, lo admiraba con cierto respeto ; á cada bocado diri­gía una mirada hacia la ventana. El blanco mantel y la reluciente vajilla prestaban al interior del cuaito cierta alegría, completada por dos jarrones con flores silvestres, colocados sobre un artístico ¿parador de roble.

Lo más lindo que habia en el comedor eran las tres figuras femeninas: Juana, con su fisonomía ori­ginal é inteligente, vestida de rosa pálido ; Magdalena, embellecida de pronto por no se sabe qué encanto misterioso,con un traje negro salpicado de blancas flo- recillas: y Albina, envuelta en su sencillo traje color lila, que daba á su tez una frescura encantadora. Formaban un grupo delicicso para la vista, y sus semblantes, animados por la gracia y la bondad, re­gocijaban el corazón.

Lorenzo no pudo guardar la severa inflexibilidad de sus pensamientos á presencia de aquel encanto femenino ; henchíase poco á poco su corazón en me­dio de las carcajadas, de las bromas inofensivas y de

la exquisita dulzura de aquella original reunión, en que tres mujeres, completamente extrañas las unas á las otras, presentaban la imagen más perfecta de la familia. Él también era un extraño, acogido como hermano....... ¡ Qué buena era Albina !

La comida terminó en medio de una atmósfera de paz y de alegría que hicieron reposar el espíritu de Lorenzo, abatido con los sentimientos que habla ex­perimentado en el muelle; Magdalena, sobre todo, estaba extraordinaria : un inagotable manantial de ideas y de palabras brotaba de ella á la menor cosa, descubriéndose en el fondo de su conversación cierta ternura que le daban un encanto imprevisto.

Juana la miraba extasiada, olvidándose de con­templar su adorado castillo. De repente exclamó;

—¿Pero qué tienes hoy, Coco? ¡Nunca te he visto asi!

Magdalena se puso encendida como la grana y bajó los ojos. Albina habia reprimido un espontáneo mo­vimiento de reproche hacia Juana, consternada por el resultado de su observación ; Lorenzo, después de haber vuelto rápidamente la cabeza para mirar á Magdalena, viéndola confusa, puso su mirada en la ventana... ¡ Es tan cómodo tener á mano una venta­na para disimular un movimiento embarazoso!

—Coco—comenzó Juana con tono lastimero........— ; No la des más ese ridículo nombre!— dijo Al­

bina impacientada;—¡ya no es tan ñifla ¡llámala Magdalena.

La joven dirigió á su amiga una mirada de agra­decimiento, mientras Juana se preguntaba interior­mente cuál seria el motivo de cambio tan brusco. Terminada la comida se levantaron para ir al jardín, más delicioso todavía á esas horas.

Languidecía la conversación, interrumpida por frecuentes silencios. Juana, fatigada, se habla sentado en un taburete, reclinando la cabeza sobre las ro­dillas de Albina; Magdalena daba órdenes en el in­terior de la casa, viniendo de cuando en cuando á sentarse junto á sus amigas para marcharse muy luégo, como si se hubiera olvidado de alguna cosa.

Las sombras de la noche descendían poco á poco, invadiendo primero las grandes masas de árboles ó de tierra, y después las praderas; sólo las calles es­taban alumbradas ; el sereno cielo adquiría un color verdoso hacia el extremo del mar, y las estrellas des­pedían misteriosos fulgores; reinaba gran calma, no interrumpida por el menor soplo de viento.

—Tengo que marcharme— había dicho dos veces Lorenzo, sin decidirse á elio.

Dieron las ánimas, y el sereno eco se esparció por el valle, pasando sobre las colinas para ir á lo lejos á turbar el silencio de las llanuras. Cuando el aire, agitados por los sonidos, se -hubo calmado como la supeilicie de un lago inquieto un instante, Magdalena apareció junto á Lorenzo, casi invisible en la creciente oscuridad, á no ser por los puntos blancos de su vestido.

—Ven á acostarte, Juana—le dijo. La ñifla se le­vantó, apartando de sus ojos los cabellos que la calan en desorden; besó á Albina y presentó la frente al joven.

— Buenas noches— dijo Magdalena dando un paso para marcharse.

—¿ No vas á volver?—preguntó Albina.—No....... tengo que hacer muchas cosas toda­

vía....... Buenas noches, caballero.— Buenas noches, señorita.Las siluetas de las dos desaparecieron entre las

tinieblas.— Me voy—dijo Lorenzo por tercera vez. Para pro­

nunciar estas palabras tuvo necesidad de hacer un esfuerzo supremo.

—¿Y a?—dijo Albina sin moverse. Aún no es tarde.—Ella pensaba en este momento que aquel jo­ven la amaba y que hacia mucho tiempo que en su vida monótona no habia tenido un día tan brillante,tan delicioso como aquel.......Sin causar daflo alguno,¿ no podía detenerle un poco, instarle á que volviese, infundirle ánimo ?....... ¡ Por tan poca cosa!.........Ade­más, Desroches le habla dicho que no tendría nadaque temer....... y puesto que Lorenzo la amaba, seconsideraba dichosa con el menor acto de benevo­lencia.......¿Tenia esto algo de malo} No, cierta­mente.

—Tengo que marcharme....... Maflana salgo muytemprano.......Sin embargo, permanecía en pie de­lante de ella, que no decía nada, deteniéndole, por el hecho mismo de permanecer inmóvil, con una co­quetería casi involuntaria; Lorenzo sintió un gran calor en su pecho cual si un fuego latente durante

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EL COJO ILUSTRADO 815

mucho tiempo, acabase de estallar con violencia.—Le acompañaré á usted hasta la verja—dijo Al­

bina y cuando usted haya salido, la cenaré.Ambos descendieron por el estrecho sendero donde

sus vestidos se rozaban; los árboles parecían com­pletamente negras bajo el cielo todavía claro, y la hierba despedía agradabilísimo aroma. 1.a voz de Lo­renzo dejóse sentir dulce y tierna.

—F.ste dia lia sido delicioso—dijo;— uno de losmejores de mi vida....... Se lo debo á usted.........Seencuentra usted aquí sola....... ¿No hay nada en quepueda servirla ?

— —Jij ° Albina moviendo la cabeza.Quisiera poder ser útil á usted... No permane­

cer completamente extraño, ya que es usted tan bon­dadosa para conmigo.

— No me es usted extraño—dijo lentamente la joven ;—W e mucho tiempo que su amistad se agita en torno mío, siéndome muy grata.

—Gracias—dijo muy liajo lorenzo. Habían lle­gado i la verja. Albina halló dificultad en abrir la puerta, por lo cual hizolo Lorenzo.

—i Volverá usted pronto?—dijo Albina.—¡ Cuando usted quiera!—respondió el joven muy

conmovido.—Entonces cuando usted quieta—repitió Albina

sonriendo.—Buenas noches.—Buenas noches.La verja se cerró produciendo un crujido seco:

Lorenzo hubiera permanecido alli mirando á Albina retirarse, pero como ella no se movía de aquel sitio, emprendió su camino volviendo á cada instante la cabeza hasta que al cabo de un momento percibió el vestido claro de su adorada que subía hacia el chalet.

—; Dios mío, cuánto la amo!—dijo deteniéndose, poique el violento latido de su corazón le ahogaba.— ¡ Es tan buena....... tan afectuosa!........

El horror de esta pasión |«u una mujer casada, intentó abrirse pasó en medio de la ini|ieliiosidad de sus sentimientos : pero lo rechazó diciendo:

—Mas tarde, más tarde pensaré, sufriré y lu­charé..........\hora no puedo....... la adoro.

t na vez llegado á casa de 1V>um Im■>. rnlró. m- celidió un bujía y subió la escalera que conocía |vil- mo á palmo. La puerta de su cuarto estaba abierta, y por ella salía un delicioso anima que le agradó tanto más. cuanto era para él una sorpresa : al dejar la bujía sobre la cómoda, vio una inasiniliea rusa > •>- locada en un vaso de agua.

Ln libro nuevo se hallaba cerca sosteniendo en ci­ma nn precioso cuchillo |iant corlar |ia|K'l: sobre el tocador había preciosas toallas I muladas. las mejores de la ropa blanca de Desroches, v una pastilla de futisimo ¡aitón, sin estrenar, deiuostruba uua solicitud á la cual no estaba acostumbrado.

— Magdalena es la que lo ha arreglado todo ; qué gentil es ! ......y estaba linda esta la ule.

—Su intimidad con Desroches habíale proporcio­nado siempre ocasión de tratar muy de cerca a la ¡oven, por quien sentía verdadero carino, sin darle importancia alguna. Pronto comprendió que la es­posa de Armor debía haberse ocupado mucho de Magdalena, pues en ocasiones ambas tenían los mis­mos gestos é idénticas inflexiones de voz, como per­sonas que se aman y que viven estrechamente uni­das. El lindo cuadro de los tres rostros reunidos se reprodujo en su pensamiento.

—Nadie comprenderá jamás el bien que esta mu­jer derrama á manos llenas—se dijo.

Vuelto á su única preocupación, trató de dirigirserebroches, demostrándose' su propia inmoralidad.....¡Trabajo perdido ! su fantasía se negó absolutamente á representarle otra cosa que no fuera la imagen de la mujer querida, bajando por el sendero junto á él, más bien adivinada que vista entre las sombras bajo los corpulentos árboles. Durmióse al calió mecido blandamente |Kir un suefio indeciso, en que flotaban rizadas olas azules que semejaban caprichosamente la figura de Albina.

XXIXAl entrar en el chalet, la esposa de Armor no se

había detenido á largas reflexiones; cierta pereza in­telectual le impedía profundizar sus impresiones; pasó un agradable día; sabía que no seria el último y no ¡lia más allá. Del mismo modo que Lorenzo había dese­chado toda preocupación enemiga, ella dejaba para mejor ocasión el examen de los por qués. La lám- |iara ardía en su habitación del piso primero, al que profesaba gran carillo por haberle habitado en com­pañía de su Juanito; al franquear el umbral fue al­canzada por Magdalena.

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Page 30: IV >5 HEDICIEMBRE DE 1895 N? 96

816 EL COJO ILUSTRADO

— ¿ No te has acostado ?— dijo Albina distraída­mente.

—No, estaba esperando á usted por si tenía que disponer algo para maflana.

— No creo.......Ambas estaban muy cerca de la lámpara ; Albina

levantó los ojos hacia el rostro de su joven amiga y una ¡dea singular surgió en su mente á la vista de aquel rostro transfigurado de pronto.

—¿ Te has divertido mucho hoy con las dos mu­jeres en casa de tu tío ?

Magdalena se sonrojó y sus ojos revelaron una tí­mida alegría.

—Ocurrió un incidente muy gracioso—contestó;— cuando más engolfada estaba en mis faenas, man­chada de yeso por todas partes, pues lo tenía hasta en los cabellos y en los ojos, llegó el señor Pontet sin que nadie le oyese. Las mujeres se asustaron tanto, que bien creí iban á dar la voz de “ ¡Ladrones!" Entonces nos reímos mucho.

Albina la miraba con atención, mientras todo un mundo de ideas confusas giraba en su cerebro.

—¿ Pusiste todo lo necesario al arreglar su habi­tación ?

—¡ Oh! Si....... con Juana........ Espero que no faltenada.

Magdalena permaneció con los ojos bajos, dibu­jándose en sus mejillas una rosada auréola y en su boca una sonrisa que iba y venia como el rayo del sol á través de las hojas de una sombría alameda.

—Dime, Magdalena, ¿quieres mucho á Lorenzo Pontet ?

—¡ Oh ! sí.Este grito ahogado se escapó de los labios entrea­

biertos, y Magdalena rodeó con sus brazos el cuello de Albina, ocultando su rostro en el seno de ésta, mientras lanzaba un profundo suspiro.

—¡ Hija mía!—dijo la joven muy conmovida, abrazándola estrechamente.

Una duda formidable surgió de repente entre ambas.

—¿ Y él ?—afladió con severa entonación.—¿ El ? ¡ Ah! creo que no se cuida para nada de

mi....... ¡Soy tan fea!......... ¡ En el fondo, por másque se haga, seré siempre Coco !

En sus anegados ojos, en sus labios suplicantes, había una indecible bondad, una tristeza resignada que inspiraba ternura.

— ¡ Hija m ía!—repitió Albina—¡ pobre Coco !.....¡ Pero yo te quiero precisamente porque eres Coco, y si te conocieran como yo !.......

Dirigió una mirada por toda la habitación ; hacía algunos aflos que la cuna de Juan había desapare­cido, pero para ella Juan estaba siempre allí.

—Tienes ese nombre porque te lo puso Juan ; por lo demás eres linda, Magdalena.

—¿Y o?—exclamó con incredulidad.— Mírate. •El espejo reflejó sus dos imágenes tan desemejan­

tes : la una rubia y blanca ; la otra morena y amari­llenta.

—¡Y a ves que eres linda! ¡No seas vanidosa, Coco, porque 110 te querré!

Ambas reían con una risa próxima al llanto, y Albina enjugó los ojos de su amiga.

— Vete á la cama y no suenes con nada. Las se­ñoritas bien educadas nunca se forjan ilusiones.— La despidió con un beso, y después de cerrar la puerta se volvió al balcón. La noche estaba sombría y calurosa; ligeras nubes, semejantes á trozos de tul negro, ocultaban de cuando en cuando el resplandor de las estrellas; las madreselvas y las rosas, perfu­maban el ambiente con su delicado aroma. Albina recordó como Félix había saltado un día por aquel balcón, y todas las debilidades, todas las contempla­ciones de las últimas horas se desvanecieron ante la realidad de la existencia del marido.

—¡ Que oficio tan feo he desempeñado hoy!— pensó;—trataré de ver mañana más claro.

Al día siguiente por la mañana, Albina vio con toda claridad; su alma, enemiga por naturaleza de los subterfugios, le había indicado la solución de la dificultad: escribió á Desroches interesándole para que no retrasase su llegada, y, ocho días des­pués, su antiguo amigo se presentó en el chalet.

— Espero— le dijo—que devolverá usted á Mag­dalena, pues declaro que me es imposible vivir más tiempo sin ella.

—Sin embargo, cuando se case, tendrá usted que acostumbrarse á vivir sin ella—replicó Albina.

—¡Casarse Coco! En fin ¿por qué no ? Eso me

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Page 31: IV >5 HEDICIEMBRE DE 1895 N? 96

EL COJO ILUSTRADO 817

parece chocante á primera vista, pero verdadeva-m«nte no hay razón..... ¡Qué! ¿tiene usted algúnpartido para ella ?

—Tal vez ; ya nos ocuparemos de eso más tarde.—i Misteriosa IDaba vueltas alrededor de ella como si tuviera

que comunicarle algún secreto ; luégo, de repente le dijo:

— ¿ Ha tenido usted noticias de Félix ?— No..... ¿ Por qué?— Por saberlo. Podía haber escrito á usted aun­

que sólo fuese por galantería.— ¿ Por qué ha de ser galante?—preguntó Al­

bina.—Cuando no hay nada que decirse es prefe­rible el silencio.

Desroches, que continuaba inquieto como aco­sado por alguna idea, se decidió por fin á hablar.

— Perdone usted una pregunta menos indiscreta de lo que parece. ¿ Tiene usted contrato matrimo­nial ?

— ; Sin duda !—¿Conoce usted las cláusulas?—Separación de bienes. ¿ No sabe usted que

dejo á Félix la cuota necesaria para completar la mitad de nuestra renta total con lo qne él posee?

Habla usted como un notario, y obra usted como una mujer de talento, lo que es usled. ¡ Vamos, tanto mejor!

—¿ Por qué ?— Porque sin la renta que usled le da, Félix.......

En una palabra, se ha comido cuanto tenia.— ¡A h !—exclamó Albina algo sorprendida.......

—Antes no era malgastador.— ¿ Cree usted eso ? ¿ Acaso un marido como el

de usted cuenta á su mujer en qué gasta el dinero ? Era económico para su casa, tal vez avaro. |iero lo hacia por tener más dinero en el bolsillo. Además... En lin, ya habrá tiempo de verlo.

—¡ Estimarla más oír hablar claro, Desroches!—Tiene usted razón. Y bien, esté usted dispuesta

á recibir uno de estos dias alguna linda sorpresa. Su fortuna de usted está á salvo: si, ahora lo recuerdo. ¡ Bien sabían los padres de usted dónde les apretaba el zapato!

—¿ Cree usted que ha contraído deudas ?—dijo Albina—sin alterarse.

—¿ Qué si lo creo ? ¡ S I ! tengo razones para creerlo......... en lin, vivir para ver...........¿ Ha vuelto poraquí mi amigo Pontet ?

En los labios de Desroches vagaba una ligera son­risa: creía firmemente en la virtud de Albina; pero acaso hubiera querido turbar algo aquella hermosa serenidad que guardaba tan poca relación con lo que vela en otras partes.

— Ha venido y debe volver—respondió con gra­vedad Albina—¿su posición es bastante buena, según creo?

—No es mala ; gana cuando menos siete ú ocho mil francos, y como le salga bien el negocio que trae entre manos, será rico. ¿ Le gustan á usted las per­sonas ricas?

—Tienen cosas muy buenas—replicó ella riendo. Cuando escriba usted á su amigo Pontet, dígale que venga. Es demasiado raro.

—; Está bien!— respondió Desroches retorciéndose el bigote.

XXXAlgunas dias más larde, Lorenzo vino á ver á su

amigo: desde su última visita á Etretat había re­flexionado mucho, luchado no poco y sufrido regu­larmente, Su sufrimiento era menos agudo que si hubiese tenido otra educación y olio carácter. Este estoico estalla endurecido á la desgracia, y como nunca había esperado cosa alguna, nada tenia que sentir. Lo que más le alligia era reconocer su propia debilidad, bulliéndose dejado vencer por una pasión

culpable en el más amplio sentido de la palabra ; guardábase rencor á sf propio, por no haber sido bas­tante fuerte y listo para haber comprendido lo que experimentaba, cuando aún podía combatirlo. Albina continuó siendo para él lo que siempre habla sido : el sér encantador y puro, la mujer por excelencia.

Se presentó ante ella con tranquilidad: su se­creto sólo le pertenecía á él, según creía; nunca se habla descubierto, y por consiguiente, no tenía mo­tivo para enrojecer en su presencia. Además, hada dos días que se encontraba otro hombre. Albina le recibió con la misma calma aparente, aunque su espíritu estaba en realidad turbado, pues el sólo pen­samiento de que habia deseado un instante conser­varle junto á si, le inspiraba ahora al hallarse frente á él un pudor singular, del que sin embargo, Lo­renzo no pudo apercibirse.

( Continuará)

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Page 32: IV >5 HEDICIEMBRE DE 1895 N? 96

818 EL COJO ILUSTRADO

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Page 33: IV >5 HEDICIEMBRE DE 1895 N? 96

KL COJO ILUSTRADO 819

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P I C H I N C H A(PASO DOBLE )

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Page 34: IV >5 HEDICIEMBRE DE 1895 N? 96

820 EL COJO ILUSTRADO

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Page 35: IV >5 HEDICIEMBRE DE 1895 N? 96

Indice del Tomo IV de EL COJO ILUSTRADO.-Año 1895 821

T E X T O

pAg.

A r is m e n d i H e lio . P e d r ol a INn-siu lírica en Venezuela......... 23

t lm i i o . 1 ' r n n r l i i r o d e 1».Seflor Francisco Davegno................... 34Doctores A. I’. Mom, y Oulll irmo Del­

icado Palacio*.................................... 131Conoderon la metalurgia los indíge­

na* de VaoMMU?.......................... 326La Colonia Tovar.................................. asi

A ln in n , J . 11.Un buen trago................ ...................... 40

% lu». D o m in g oHimno íl Hucre..............:....................... H3

In m lR . D r. O r i l l osobre el protecdonlamoy el librecam ­

bio..........................— ....................... 810A m a n , l e n a

En el campo de Marte....................... 4mA d m n . J u l l e t t e

Comerciantes de Sandias........... _ ...... 408A h n m d » . P r . L l s a n d r o

Kl Hombre primitivo por Lucrecio... 517 A y b a r . M. E.

Del a lg lo . ........ ...................................... 440A r r a la L a r n . V.

Ahlamos: Kl Juego................................. 476A u H o l. l i r o r g r *

Kl flltlmo fauno y la flauta de Pan. .. 516 H re c a . J . J .

Para un Album...................................... 23l a Mujer ..................... ..............„......... 327Ua aponedlo.............................................. 4asEstoy en mi casa.......................... ......„ 40AKl Sombrero........................................... mo

H u s t l l lo s . E d u a r d oIm Piel de la Justicia (autógrafo)...... ao

K o le l P e r* » * , K l r a n o rl a Mujer Veneiolana en la Apoteosis

de Huero....... ..................................... 36(.acrimonia.............................................. 106P rim avera.......... _............................. . 390HMoría de un guante........... .............. 400Loe Bailo» de Macuto.......................... 514Pablo y Virginia................ .................. * 731

B e a u p e r th u .v . J . D.('usa histórica............................... .. ...... 70

B o l ív a r , R a f a e lla* tarjetas ....................................... 264

d e B o v e l , M a r t e A n n ePreciosas ridiculas..................... . 406

B y r n e , B.A*5 re a ........................................................ 460l a Gloria......... ......... .............................. «25l a lu*..—.......................... —.................... 716

B la n c o F o m b o n a . K u f ln oKn el polo................................................ 589M edkveval............................................ 652Personal....... .................................. «...__ 736

B la n e o . K a m ó n A lfo n a oAl Mariscal Francisco Solano LApa*. 754

C a b r e r a H a lo . B.Flor de Bohemia................... - .............. 12Don Franciaco de 8. Pírea, y su recep­

ción en la Academia....... ................ 162HedendOn................................... ........... 786

C a lc a A o y P a n la aDe l a "K dm engarda"......................... 119

€ r o p o T o r a l . B e m lg loHucre............... ......................................... 135

4 'a le a A o . (E d u a rd oJesús ........................ ............................... 1*7S a tanA s......................... ......................... 230

" C a r r a a r o , Maimón'*Una b le rra .......... ........ .......................... 061

C h a v e a , A n g e l P .Hrtaa. Franciaca y Simona Chambera

Vivero............................................... 200t ' l i a r i i a u t , H e n r y

Recuerdos de la Juventud................... 8064 'a lr a A o . J im / A n to n io

Qué me Importa?................................ 222Daniel........................................................ MO«iota de roclo........................................... 656

C la r ínKl ntlmero uno...................................... 358

C a r o , N . A.Un a u tó g ra fo ....................................... 387

C a a e , J u le aPuc*........................._ ............................. 407

« o l í . P e d r o E m il ioPedro César Domlnici.......................... 573

C o q u e l ln , C a d e t. l a triateza de los cómicos........ ............ 702

f a l t a R e v l l l e , L a l»l a ejecución de la ley.......................... 721

4 l a u d e l . P a u lKl cocotero «u Csllán ................... 729

L a D i r e c c ió n :Instituto Pasteur .................................. I 49Dr. Ricardo Ovidio Limardo.............. IKl nuevo aflo.......................................... 4Antonio lUiblnstein............................. 14

pAo.

Suelto* eáUorktíet,........................................1642 77 113 121 141 149 176 180

Por decoro de la Prensa... ................... 84Sr. Rafiiel Acevedo...................... ........ ISOSr. Mariano Vrrableta.......................... 134Revista de carnaval........ ...................... 149Joafl Ignacio l>u||do Procer de la Inde­

pendencia ......................................... 158••Kl Tiempo” .......................................... 159Sr. Manuel Antonio Matos................... 219Oral. José <>regirlo Monadas................ 250Simón Planas .......................... . ......... 250Kzequlel Zamora.................................... 283Centenario de Monaicus....................... 305Kl Dr. Juan JoM* Mendoza.... .............. 316Dr. Rafael Cabrera Malo............ .................... .......................... 323Oral. Matías Salazar ........................ 354Andrés A. Mata.................................... 354Jlian Santos ijirmzAhal...................... 360Jockey Club........... ................................ 371Manuel A ni? caro................................ 388Correos de Venezuela........................... 423Frnnk Vlncent....................................... 442l arlos Z ap p ........................... ................ 458Dr. Carlos F. Oiiaautl.......................... 462Vlncent Kcnnett Rarrington ............. 463Kl primer libro de literatura, deudas A 510Poesía* de Ahraham I/Vpez lYnha W4Oral. Antonio Valero.. ................... smOral. Josrf5 lan ren d o Silva................... 570Jesfls M. Monsflteríoa VelAsqnex .. 572Dr. Hilario Nadal........ *....................... rv44Sofía de Peecbio............. ...................... w.sCelebración del 28 de Octubre......... 700Oabriel K. Muflo* ............. 715

Kdltorial .............................................. 787D la a R o d r ig u e s . M.

Al rededor de NApoles . 512Bocetos iniHilAchia fetiqulsnm 653

D ía s L e e n n a . M o .Contrastes l a Veje*. 544FU Cojo llurtrado................. ........... . M0Contrastes-La belleza........................... 621l a s luconformes..................................... 65515n e! Album de la Srta. M. I*......... 725COlera morbo................... ................ . 796

D a4p i ln o . D r . M a n u e lDr. Franciaco Ochoa................. ............ 610

H e lg a d o . J u l i o E .Lux et tim bra........................................ 7ÍC

D e I . l a a . P o l l l aFantasía................................................... 75Al Divino JeaOs...................................... 271la s hebillas de mi tta .......................... 551Lo Imprevisto........................................ . 738

H a n d e l . A lfo n sol a Knvldla............................................. 367Dos tres cuervos... ........... ..................... . (¡66

H a n d e t . I<eónImAgenes prolongadas.......................... 367

D o m ln ic i . A n íb a ll a conjuradón de Bruto...................... inoKlCid..................................~ ....... . 286, 284

D lea . D r. M a n u e l A n to n ioBeneficios de ls dvlllxación y del Pro­

greso......................- .......................... 200Tema de tertulia.................................... 2?wPenas........................................................ 424Recuerdos de ls edad florida............. 762

D e lg a d o P a la c io s . D r. t i .Fl cultivo de la |mpa........ .................. 294

D o m ln ic i . D r . P e d r o C é a a rl*aalonea.................................................. 462Francia-Kl Museo del Louvre SalOn

Can*................................................... 576Kl Jardín del Luxemhurgo......... ........ 685"Lea Tenallles” ........ ............................... 758Museo del Louvre................................. 801

D lv e ra o aIxm matrimonios del Joven Ouy, por X. 4Caracas..................................................... 38la a Kstrella* errantes, por X............ 41l a Codnera y la Sonámbula................ 49l a Serrana de Anco.............................. 77l a Batalla de Ayanicho....................... 82l a Mujer de Jacobo............................. 106Kl ID»roe cuen to -.................................. 16»Kl Rencate del flanto Sepulcro........... 189l a eterna desposada, por X .............. 224l a Ingratitud, fllhula ablslnla............ 364Shakespeare Juzgado por Paul Ver-

la ln e ............................................... .. 589Byron pintado por «f mismo.............. 667

D la a d e E a c o v a r , V a rc lu oTrinitarias......................... ...................... 652

D o m la g u e t . A.Hiatoria de una flor............................. 788

D ro a . U n a la v oRecuerdos Los niflo*- ......................... 443Diario de una abuela. ...................... 803

D la a P é re a . IVIcolAaEl Siglo XX........................................... 475

p Xo .

D in a 4 J u e r r a . D r. A l l r loResígnate.... ............................................. 498Dr. Manuel M* Ponte......................... 571Knviuís Ntsiyorlcliuis..........................572 619

D o m ln ic i . D r. M anloa A.Pasteur..................................................... 735

D um A a p a d r e , A.MI primer desafio.......... .................. 7R3

E r n a l . A.l a Flora de los m ares.................17 33 75Kl papiro de Kgipto en loa Jardines

de Carneas............................ ............ 501l > p in o i a . J o s é A n to n io

De la misma eufermedad-dlpoNcaaeroaj 330Caracas I ........... ........................................ 463

K c h e g a r a y , J o s éRecuentos. ............................................. 515

551 624 666 701 728 769■ 'a b r a , S illo H a r í a

Del Cielo á Kspafla............................. 796F o l le t ín

Canto de B<slas por Enrique Orenvllle 51 88 122 151 183 214 242 275 308 340 380 417 452 527

563 601 637 672 744 780 813F o m b o n a . I g n a c l a P . d e

AhnegadOu ............ ............................... 69F o m b o n a P a l a c i o . M a n u e l

Vivida y mago ............................ . 460Hannlbal ante portas.................. .. ...... 496

F o r to u l t H u r l a d o . P .A O rilo..................................................... 761

« l l l -F o r lo u lCartas 6 I*ascual I I .................. .. ......... 6Movimiento Norial Venezuela-......... 14

^ !<os Delitos |mi|||Icom en la Historia deVelM’Xiiela I I ................................... 164

Cartas A Pascual. I I I ........................... 764U a rb A n , D o m in g o

Noche tropical........................................ 21Al Avila......... ......................................... 140Kl Santo Sepulcro........... ...................... 200Contrastes.................................... .. ........ 495l a limosna.............................................. 495Al Divino Bedentor............................. 511Domingo Santos Bamoa.. ................ 7*8

4 Ju tlé rre s -4 o l í . J a c i n t oAl Nuevo Aflo. ...................................... 38A la memoria del Doctor Modesto

l ’rbaneja ........................................ 39Kl Trlunft» «leí Tawo......... ................. 264I<ey de Amor ................................. 544(P é n d u la s .............................................. 570Destino del |sM*ta..................... - ........ «86Domingo Santos Ramos. ................ 714

ClonaA lea. K loy 44.Kn el Centenario ............. ...................... 83Kl isoh'o A Miranda y Curabobo......... ISODr. Llsaiulro Al varado........... - ......... 160Veiieauda inteUsiual........................... 168Primeras flores.... .............................. 362De uua mujer................... .................... 445Sulddlo de ulflus...M............................... 546Kl indlvkluallsmo y la anarquía en

literatura.................................. 695 728 751U u e l l y M e rc a d e r . J .

Carta al Dr. R Vlllavlcencio............ 83l a Primavera de la libertad........... . 388Kspafla MlncelAnea literaria, científica

y artística.......................................... . 498535 574 616 645 682 715 777

t i o n a á l e i . J u a n V ic e n te(TraducdOn) la a cosas de Iabieno...... 137

V u e r r e r o , T e o d o r oFantaseo.................................................. 715

CialofVe, J u l i o N.Caracas........... ................................. ....... 226

d é m e * d e R a q u e r o , E.Kl movimiento literario en Kspafla,

aegfln la Seflora P*rdo BazAn......... 325la a polémicas literarias....................... 407l a decadencia Intelectual de fines de

nuestro alglo..................................... 806El Centenario de Felipe I I ................ 806

t i u a r d l a . I t e r a d l o M. d e laJuan Santos Iam uA hal....................... 360A José Martí........................................... 362

t i ó n e i 4 'a r r l l l o . E n r iq u eW Bey A la moda................................. 719

t io n c o u r t , E d m u n d o d eComida del b o a ....... ............................ 366

O r l lo , A n to n ioLuces y Som bras............. .................. 761

t iA n ie i C a n d e la . P .El pobre ciego........................................ 794

l l e r b e r t . 4 i)u lI le rn ioLa Navidad del artista........................ 24

H e r r e r a T o r o , A.Con qu6 me quedo?................... .......... 110

I f l ln a e llu , E m lleEl Padre................................................... 367En el museo de Mete.......................... 731

p Ao .

H e r e d la . Ico l A*Clínica mental........................ ............ 528

l lu y a m a n a , J . K .El arenque.............................................. 771

l l e n é d n H e c q u e t ,(‘alsajes malgachos................................ 806

■ la u s c r . F e r n a n dEl CVtnucOn del poeta Cuento-........... 541

H e r e d la , J o s é M a r í a d e .................... «94J u r a d o . M antos

Un experimento...................................... 87J u g o R a m í r e a, D ie g o

A Sucre, (soneto;............................ ....... iosA Itlvaa ” .................................... 106HomeiuOe patriótico......... ................... 272Fj i el Album de la seflora Eloíaa de

Silva Gandolphl............................... 895J a b i n o

Ixis Compromisos.................. ... ............ issI/os Velorios.................. .......................... 458la a Ayudaa ....................................... 515CrOnlcaa ligeras................ ....... ............ 485

561 593 623 661 691 736 754 792 J a m e s . F r a n e la

Recuerdo................................................. 475LeA n X I I I

l a Muerte................................................ 81E c é n L a m e d a

Dr. Lino J. Revenga.................. . . . . 196SlmOn Houblette ..................... ............ 229Oeneral Jonf M* Rubín..................... 3WDr. Wenceslao l ’rrutia........ ................ 423Dr. Bafkel F. Heljas.... ....... ............... 425I<rdo. Frandaro ('obos Fuertes....... 45aF^llx Houblette. ........... ............ ....... 4«iJ. M. NAflea Ponte.............................. 493Domingo OarbAn...... . ..__ ................ 403Jomé I»reto .Vrismendi.................. ...... 493Emilio J. Maurl.................................... 498Andrés Avellno Pinto.......................... 534Juan Vicente UonxAles.......................... 607Dr. Ludo Siso----------------------- ------ 644Miguel H errera......i..... ........................ 677Pbro. Dr. Antonio Luis Mendoza . . 714Oeneral Ezequlel M. Bruzual............ 752Mateo Vallenllla.................................... 753Juan V. OonzAlez Delgado.............. 788

L im a r d o . D r . R i c a r d o O v id ioEl Dr. Manuel CArdenaa...................... 222Lexlologfa, esperar, aspirar.... ........... 322I^xlcologfa, alusión, aludir................ 357lexicología. Implicar, Involucrar..... 404lexlologfa, discernir, debatirse......... 444lexlologfa, evasión, disputarte . ...... 469I.exlologfa comparada; constatar, ata­

car.......................................... . ....... 502LiO A n, J . F .

El paraguas......... ................................ 323L e b r ó n . M ig u e l

¡Credo!........ .. ................ .......................... 470L a m b e r . J u l l e t t e

Vestidos de bronce...... ......................... 367Parts estival.......... ....... .. ...................... 70*

L e d r a l n , E.Al rededor del premio.................... 446

L a f lt t te . P a d ll a Política.............................................. 475

Libertad de envenamiento..............518Los 'Chinos..................... ........................ 627F:i capital y el trabajo........ * ............. 702

L e c o m te , t ie o r g e aAcuarelas de Inglaterra................. 553 626Oxíbrd................- ............. ...................... 703

L ó p e a P e n h a . A b r a b a nTu Ideal......................................... ......... 559

L a v i d a p r d e t l c a ...... ......................... 477 521L a v i d a r u r a l . ....................................... 520L ó p e a , J o a é R .

En Ooney-Ialand........... ........................ 633El Parque Central.................. ............. 766

L e m a ! t r e , J u l e a ...................................... 702M o ra le s M a r r a n o , F e r n a n d o

A una estrella....................................... 5l a Crua........... ........ ... ............................. 208llorado* y Curados................... ............ 254A una nube......................... ................... 353A la roaa.............................................. 468A la mariposa......................................... 541A la paraulata....................................... 588Rigor de la suerte................................. 612El humo.................. ................... ............ 728

M o ra le s h , E l e n te r lo (A GuUOn)Pe e fe .... .. ............................................... 1SApariencias........... ....... .......................... 180Tienen raaOn........................................... 209Piado........................................................ 446

M e n é n d e i y P e l a y o , M.A una pálida................ ........................ 135

M e n d o sa . D r . C r i s tó b a l L .El trabajo................................................. 296El Agorero de Carpí........ .................. 370La Alquimia y la Aatrología............ 402

Page 36: IV >5 HEDICIEMBRE DE 1895 N? 96

822 Indice del Tomo IV de EL OOJO ILUSTRADO.—Año 1895

PÁ G .

Kl Juicio de Dios......................................43»El Zorro de Plessls-les--toun.................. 4731a Torre dej Hambre..............................543M agnanimidad.........••............................ ....585Oscar de Alva leyenda-..................... ....73»Miguel Angel........................................ ....7U4

n é n d r i y N r n i lo u i , K u g e n loActualidades.................. ......................... .... 22

47-148 181-210El Cojo Ilustrado.................................. .... «7

Ia muerte del mils digno General deColombia............................ .................. 112

Centenario de Sucre............................. ....117Exposición de pinturas........................ ....119Don Frandaoo de soles P í'rer.......... ....158Necrologías.................................................. 183Dr. Teodardo GonxAlex........... .. ..............198I r pojr lana ............................................ ....275Los Matrimonios................................... ....338El profesor A domicilio...................... ....377El tendero Caraqueño............................. 418Parece broma........................................ .... 468I jii altibajos.................. .........................KJ viento.... ............................................ ....540El qu<* dirán................................................582la s nubes............................. .................. ....821El punto............................ ..................... 657Por un error de caja.................. ........ ....<W7Divina comedla.................................... ....735Trago á trago......................... ................... 790

H l a r e l a a e a .......~ ................. ...................... ....20»234 288 *02 333 374-411 ♦49479 « 2 556 597 634

669 706 742-775 *12n s r r h f r l f . 1*. 1.a

Una solterona................. ..........................804n s n r l . J o * é M a rfa

Meteorología...............................................241Volcanes............................................ 483 556

M a n r iq u e . J o a é M a r íaLa Mujer................................ ....... .............291

M a rm le r . X a v ie rPíos lo quiso d ien to -........... ... ................585stora la ambiciosa................................ ....592

'd o r a n t e * . P e d r o d a r l aLos Recuerdos.... .....................................297

M a la . A n d re a A.MArmol rodlo ................................... .......355

M a n r iq u e . I r a s e l a r o 'F'.xpoaMón regional de El Zulla............607

M e n d é* , ( a t o l l eEl ala de un Angel.................................516El cirio en el Paraíso. ...................... ... 626I a figuranta cuento ............. ........... ........667

M é n d ea h i jo . D r . J u a n «le D io*Tom A* L ander.... ........................... ...... ....532

^ l a n p a w a n t . G a y d eMinué.................. ~ .................................. ....554

M a c h a d o . J o * é K.La venganza del diablo.......~ ......... .......392l a Muerte de Pompeyo.... - ..... ........ ... 660El Hedor del Mundo.............................. 737

M ó n te le ! . «1».Una m ala acción.......................................593

M uflo* . G a b r ie l F..

El Juglar.................. ..................... ......... ..652El canto del cisne...............................802

M a u e la l r . « a n a l leKl paisajista Interior...................... .........626La Isla de las muflecas.............. ..........771

M a r lh o ld . J a le * d el a estatua .........................».................... ...627

M e*a y d e l a P e l la , K . d el a C'nii de un Angel.... ........... ........... 722l a primera puntada............................. ...768El cometa de orden............................. ..806

p í o .

M o ra , t ía * tó nl a casita alegre..................................... 731

N d A e i d e A re e , t í .(Autógrafo).................. ..............««........ 29Kn la primera hoja de un álbum...... 10»Eva........................................................... 899

S ie rv o , A m a d oRitmos.................. ................................... 540

X d 6 e i P o n te , J . 91.El Pbro. Dr. NlcolAs E. Navarro.... 809

O e h o a . R a fa e lPrim avera............................. ........... ..... # 472

O e h o a . A n a « ta » lo d eA Silvia................................................... 714

O r tlx . J . M am itelOjeada retrospectiva............................. 725

O l lv le r . P a u lKn el Oriente.................. .. .................... 732

P a r d o . M ig u e l K d u a r d oCbAcharas (Ilustrado)............................ h(‘arta al Director.................................... 29Un dram a socialista............................. 108Como se diviertan (Ilustrado)............ IOOPili* Faure........... ................................. I4HI nwtanlanca* (Ilustrado) I..„ ............... I63

" I I ...................................... 20I" V ........................................ 300" V II..................................... *29

Primaveras de fagan......... ................ 330Instan»Aneas IX .................................. 3fi7l a Racha de festejo*.......................... 401InstantAnea» X I ............................. . 405I/w Mendigo* de Madrid................... 441Racha de exposiciones.... ....... ............ 472Chismes.........................______ ____ 806Para viajes----------------------------------- 588Prólogo sin pretensiones..... - .... ......... 620l*1lar rt M a tild e --------------------------- 650Veraneando»......... — — « . 659Cartas.................................. ...................*92 738

Kl olor de Malicia................................. 767Cartas y Monos.................................. . 80*

P lm i-n le l . M a r g a r i t a A. d eJuguete cómico______ ______ ___73

P l f l a n g o l . a r a . I I .Kl Ideal______________ - _____ —__ 160Las Memoria» de llered la .-........ 366 210Americanismo.................................. . .... C32

P ic ó n F e h re» . t ío n a a loKl ca» _______________ ___________ 179

A una granada..................... ..... . 179Ausencia-------------------------------------- 179

A Mucre----------------------- —— — 179¿Salve, Regina'.----------------- ----------- 17»Kl mejor oartlgn............. .................... 6S7

P í r e a , F r a n c i s c o d e Male*Loe Retratos._____________________ 196

El Robo__________________________233El Buhonero............ ............—.....— ..._ 400Scmhlanxa* de mi tiempo Hipólito 534

P a e h a n o . J a c i n t o R .\H*cum»................. .. ................ ~ ........ sao

P a l m a . R ic a r d ola s (fevetanaa..... .......... — — ---------- 364

Brazo de plata..................................474lüm doa Sehastlanea.... ................... ..... 554

P i r e s t ía ld ó a , B.Vino----------1_____________ _______ 446

P i e d r a . F r a n r l» e o M.Uu consejo.--------- -------- ——________ 307

P a r d o R a í a n . E m i l iay tatas............................ ...... ........... ........ 514

P l m r n t e l , M a r g a r i t a d e (Msrgot)Pe Argelia 6 Parta............................... 582

P f e h e r , M ig u e lReatrix Olderighi................. ............. 648

P o u v I l i o n , K m lleRuidos de río......................................... 658

p Ao .

P a s t e u rl a ciencia ante el Inrinito................. 799

R ío s , D r . J o s * M a n u e l d e lo aDon Guillermo Espino......................... IDiscurso A nombre del Colegio de Mé­

dicos ................................................... 72Dr. Alejandro Próspero Reverend.... 808Pasteur................................................ . 856

R e in a , M a n u e l (poeta andaluz iByrón en la bacanal.......................«... 7

R i ta * P r a d e , F . (Colombiano)Tarden de Octubre..............;................. 40

R a m o * . D o m in g o M anto*La despojada de mi amigo................ 40Muerte de Sucre.................................... 75

R i e r a A g u ln a g a ld e . I ld e f o n s oRasgos descriptivos de la Gran Basí­

lica del Escorial............................. 428R o a n y . J . I I .

El diario de los Ooncourt....... ........... 517Prejuicio................................................... 61»Acuarela de Inglaterra........................ 62HUn rasgo de la Influida de Marat... 658

R o d r ig u e s . D r. T c d f lloEl Dr. Jerónimo E. Blanco.............. 458

R ey e* . D r . P r a n e l* e o d e P .Instrucción Pflbllca: sus grandes se r

vldorea............ ............. ..................... 5*1Manuel Guadal ajara.............................. 540Agustín Aveledo............... ................ . 608Alberto Z. Lutowsky....... .................... 679Egl lo Montesinos................................. 679

R e n a r d . J u le *l a halsn ................................................. 554l a aguja................................................. 7*1

R o u * * a d o . H a r ó n .Daniel..................... ................................. 650

H c.v M rtm lm oPalabras que preceden 6 una novela

Inédita por J. J . Breca........ . 698R o d . R d.

Kl miedo .1 loa microbios................... 723M aluaao . M a re o -A n to n io

Melodías hebraicas........ ....................... 9 34Ahora y siempre.............................. I22Kl IJherlador y la Guerra A Muerte.... 196 Francisco A randa y Ponte (estudio

literario!........................................... 250A Roma (antes de la guerra social) 282A una adftlter*.................................. .. *90Kl Plebiscito y la libertad................. 4MTriste fWtlim...._........ ... ....................... 599

M ecclón R e c r e a l l i a ............. II42 M 114 142 17» 202 2*9 265 *01 *11 *73 4 » 447 -477 518 55» 494

6U8 <368 701 740 772-809M m llh . A lb e r to

Clendia amena.............. ....................... . 2046 120 144 182-211 211 272-307 339

*78 415 4W 561 635M e l j a a . R a f a e l P .

l*ón lam eda......................................... 45M elja*. D r. R a fe e !

Kl Dr. Alejo Fortique...... .......... ^....947-392M ellen . 9 > a n e la e o

Kl Tiesto de llores......... ...................... 751MeheflTer, R o b e r t

l a casa abandonada.......... ........... ......M o u b le lle , F é l ix

A Cuba......... ....................M A n ch ei P é re a . A.

¿Cómo acabó aquello*....MlaOV, H a r o n e a d e

l a flor en el ojal...... .................... . 025M aree y , F r a n c l* q u e

Mlnón -Mluette y Piramo................. . 666Grandesa y decadencia de Mlnon-MI-

i,n.- m

PÍO.

T e je r a , F e lip e •Pargo, liljo de Dralvel.............. 30Ayacucho (soneto)................................ 7*l a Guerra A Muerte............................. 169Juxta Cruoem.......................................... 192Hebdomadaria.................................... 220Nocturno Indiano.................................... 643

T o la to y , L e ó nIvAn el looo.......................................... 1*3Los tres ladrones............... . 553

T a v e r a -A c ó * la . B in é .Crep Asenlo........ ........................................ 254

T la ao t, F.rnealEl Museo Dante en Florencia.......... 478

T u rg u e n e fT . I t AuEl mendigo............................................ 445

Ultima entrevista.................................. 702T I» !»a r s . M le h e l

l a comida de duelo (lluatrado)......... 5M0Duelo eterno " .......... ahAtaque nocturno " 615Palmas Académicas ’* ......... 657Todas bachilleras " ......... 671EJecudón capital " ..... . 7*2Loa ftineralea de la risa....................... 770Refbrmaa adm inistrativas........... ....... 771

I r d a n e la , A m e n o d o roEl Monte S a c ro . . ......................... . as

A Dioa.............................................. isoW oa....... .................................................. 189Humildad Divina..................... 189El (M illo de San Angelo................. 224Manta María ln Ara Coell............... . 262l a F* Católica............ ....................... .. a*3En la tumba del General Joaé Tadeo

Monagaa......................... ....... 297Fócala Santa........................... . 33oMuseo Grevln......................... -ir—.......... *71Museo Klrchar.............................. .. 425A león X m ---------------- --------------- 482Sal lila de París para Ixxirdes............ 610

l ’ r b a n e ja . D r. A le ja n d r oEi Dr. Nlcomedes Zuloaga................. 197

U r r e e b a , F e d e r le oTraqueotom fa........................ .. 221

Vffw elo , L u laFtatudlo analítico aobre el teorema de

la conservación de las Areas...... 481Y l l l a a u e t a . I a r io * A .

('uadru*de I*arfa El Aíro de triunfade la Kstrelia.............. .................... 434

V e l l a ) , « h a r t e *Día de veraiKX...^..............516

Hojas inuertaa ....................................... 729V a le r o L a r a . A n to n io

Don Antonio Zarasqueta.................... 546V a lle i* ? . R a d o t

Primera Inoculadón del virus rAblco 728 V a r g a * V l l a . J . M.

En el Album de i*ultta De Urna.... 552 T a e q a e r le , A a g a a to

Historia de una p d a ............................ 700V ig a * . A n d ré s J .

León Lameda............................. ... 71*T a l d e r r a m a , F e lip e

Slc Semper.. ....... ........................... 765W y a e w a . T é o d o r d e

Amable manera de morir......... . 70*Una novela cristiana........................... 791

*Primer Cbncurao para el Internado y

extemado de los Hospitales delDistrito Federal................ .548

Z o r r i l l a . Jo a éGranada, Libro noveno, 2a parte ..M *61

E o laLluvia de coronas............................ . 825

Page 37: IV >5 HEDICIEMBRE DE 1895 N? 96

Indice del Tomo IV de EL OOJO ILUSTRADO—Año 1895...------------ - - - . .... ......... ... ---- . - ............... - - ........ / _

823

G R A B A D O S

F¿0.

A ulA »r«r< » n o l a b l r tCarta de Sucre........................................ MFirmas de próceras................................. 80< 'arta de Bolívar á la edad de 16 afioa 338Autógrafo de Zorrilla.......................... MIAutógrafo de Caro, M. A................... 387

Id. del Rey Fem ando V I...... «11Id. de Antonio Portler-1789.. 665Id. de 1‘aftteur 1802 .............. 733

i a l í n t a a oLa Iglesia....... ......................................... 624

A l l a n t a r í a d e O r l tu r oVista general....................... ................. 726

B a i r r l a o a (Venezuela)Ruinas de la Cana Fuerte.................. 9Calle Bolívar......... ................. ............... 12Iglesia de la plaza Boyacá................ 37Urna cineraria de Han Celestino...... 44Ferrocarril de (luanta Ertadón de

Barcelona............... .......................... 281Banda Marcial del Halado Bermúdez 319

H a r«| u l t í m e l oOran Parada-con motivo del Cente­

nario de Monagas..-.......... .. 323Colegio Municipal de nlflaa................ 761

( '■ a d ro a , n l a d l o a , d ib u jo s . e le .l a tienta de la Vendimia........... . 7Kn la augusta prese n d s del precep­

tor—por E. NIooL................. ........ 37Capltuladón de Cánteme en Ayacu­

cho -por Tovar y T o v ar............... 72Oalatea -por Domlnlchlno.................. I 99Loa avaros- por Matsyn............. . 138JesúaenlaC ruz por Arturo Mlchelens 161 l a guerra A m uerte cuadro de Ville­

gas Brieha. 171Pasión de Jesús... .......................... 1*7 á 192Jesús y ls viuda de Nuím—|X r Lula

Feldmsnn ............ ............................ IMLaa han tan M njerv* Junto al •«‘pulcro de

Jesucristo—cuadro de Bouguereau 194Loa Querubines—de Rafael............... 195El Teatro de loa Polichinelas—cuadro

de Eugenio Binas ................. . 223Estudio de C. lUvero 8..................... 2 »La Torre de Babel por Ou «lavo Dorí 2B3 Regreso de la cara - por Gustavo

Hchn'Nlter .......................................Vuelvan c a n pur Arturo Miclielena 317 La muerde «le Han J«»sé por Ploverinl 324Cleopatra-^le Guido Renl........ ..............320Nina m endiga-por R. Perrault .......... 380Palquls y el A m or- por Bouguereau 880

Ls vacuna del crup por And ré Rmulllet SAIAve M aris por O. Dubrufe.............. ...362Rtells Matutina por E Hsln............ ...XVLos doa gallos-por Depart Ponssn 359El sueflo de Colón............................... ...M9íntim os Imitantes de Colón — por

Wappera .„.......................................... 966Visión de Han Antonio de Padua—por

Puecb.. ................................................. 369F1 Buhonero- -por Arturo Mlchelens 387 Uns boda en tiempo del Directorio—

por Klemmerer.................................. 391Lss mu asa Inspiradoras, aclaman al

Genio mensajero de la lux............... 400La hora de m am ar en la Maternidad

—por Due*... ........................................402Btella Maris- por Mme. Demont-Breton 402El preferido dibujo de Emilio J.M surl 423 Jesús en cssa de Hlmón cuadro de

Rubena....... ..... ......................................423Sueflo-por Emmanuel Benner ...... .....433Oabets -por Arturo Mlchelens......... ....439El m artirio de Han Andrés-~por Ribera 466Oeres y las hijas de Celeos—por Hlrach 471Dísa felices-por E Trlant....................493Sacando pareja- por J . D. Lubln..........509El OrAculo cuadro de Patteln ......... ....539La Tosca—cuadro de H aghorg ........ ....MILeodón de plano cuadro de Emilio

J . M aurl.................................. .............569Un taller de plntoraa en Florencia. . 688 Prudencia. Justicia. Fortaleza y Tam-

p lsnzs................................................ ....M6La Harsbanda <*uadro de Roybet...... ....606Llegada de un barco pescador cuadro

de F. H. Rlchardson.................611Psaaje de ls Isls " Freneuae " cuadro

de Bouchor........... ................................613La loes -cuadro de Jiménez Aramia 632Don Quijote —cuadro de Barran...... ....647Ls tardo en el bosque -fcuadro de

Allongé.... ....................... ..... ............ ....661"P aro pinto "-es tu d io de A. Pérez

M'vJIca.......... .........................................667Traslación del ossrio de Fregaste 1

por Halnt Auge.....................................663

rAa.

Estudios de Andida I’ére* Mujlca. 688 y 738La visita al enfermo............................ 693Una i vocación—por J. W onna........ 6»7A ubéplne-por Kldway Knlght......... 713La ofrenda- por M. Coppens............ 721En el ta lle r-p o r Karl Karger......... 723El Minué—por Laporte Blalray......... 725

La Humanidad consolada—por C. J.Desvergnes........................................ 751

David pastor—por Oardner................. 755A la orilla del pozo.............................. 757Por una nimiedad—por E Peerdt.. 763Heparadón- por Thoren...................... 772Hlmpllddad.......................... ................... 773Flor de pascua .............................. . 787Loa Perflimes—por Lynch.................. 789La Primera Estrella.............................. 795Instinto m aternal............... .. ............... 801Cuanto tarda............ .............................. 807

C a r a e a aA vista de prtjnro................................. .... 2»

Fiesta del Centenario de Hucre pri­m er arco......... ................................. Ul

Arondetriunfo en IsP lsza del Panteón 112El esmpo de dem ostración .............. USCuartel Han ('arlos............................... 165

Sastrería del aeflor C. Hlret ( PlazaBolívar ).................. . . ....................... 231

BÍO A nauco .................. . . .................... 393Lsvsnderas en el Rfo Anauco . 394 y 395Vistas Interiores del Colegio AlemAn 404A orillas del Oualre............................. 464En laa Palomeras................................. <64Caflo Amarillo........................................ 497Muevo puente sobre el Gualre......... 653En el Lazareto........................................ 699P3 cerro de Cachimbo......................... 760Catástrofe de Ls*> OradIIlss............... 769El pozo de El Loro. ........................... 776Uuito de aguinaldo...................... 803

C 'a r d p a a oPuente que une A ls dudsd con el

P uerto .....- ....................~.....:.......— 35C o ro

Cspllla de Man CVmente..................... « aTestro Armonía .................................. 661Puente sobre el rfo............................... 6«2l a A inmola Fslcón ...................... . 681Iglesia Hsn F nuidscoy antlinio (bu-

vento ................................................ . 68*l a Iglesia matriz y la de Han Gabriel 722Paisaje cercs del rfo El Buco......... 727El dique de Cuujurao.......................... 724

C 'd f i i l sT ea tro ........ ....................................... .... 41IMsza y iwrque H antander............... 168A venida si Norte d e is pinza Hsntender 169Qululs T eresa ................................... . 327Aduana............ ....................... 293Mercado en construcción..................... 293Exterior de ln esudón del ferroesrril 474Hospital y Capilla del Carmen......... 528

C u m a n « r o aCass histórica (de Hucre)................. 70

C l s d s d B o l ív a rVista tomada de la parte alta de la

población........................................... 166El Cerro del Zamuro........... .............. 232Alameda Talsvera y Ls Laguna.... 263Vista del Orinoco.................................. 321Jefetura Civil y Cárcel pública. ....... 326Palacio de Ooblemo............................. 349Edlfldo de la extinguida fábrica de

d inam ita............................................ 396Caney psra Almacén de la Aduana 579 680Calle MlaoelAnea..................................... 680Vistas de la hadenda Mundo Nuevo 691 -492Vapor nsdonal "BoyacA"................ 700

C a r le u a oCallejón de la H adenda........ .. .......... 226A orillas de la Quebrada................... 226

C s r a r h fPuente Libertad.................................... 260Vista de Carache....... ........................... 397Calle de la Iglesia de San Juan ...... 398

C a r e r aPlaza Bolívar é Iglesia....................... 262Colegio federal " l a Esperanza"...... 318Plaza Bolfvar con monumento al

General Torres................................. 363Calle Han Ju an ......................- ............. 363Vista del puente.................................... 363Vista del rfo Morera......- .................... 364Calle Torres............................................ 864Calle Bolfvar desde el Templo......... 864

C o lo n ia T o v a rVistas......................................................... 631

P í o .

F e r r o c a r r i l d e E«a C e ib a A H a b a n ad e .'M endosa El Zulla................ 686 537

f l a a y a a aVistas tomadas en el Cuyuni............. 732Vistas varias........................................... 793

C im b a d o s d iv e r s o sOfrenda de la Seflora Vivero de Gon­

zAlez A Hucre en su ('entenado...... 106Ofrendas de Colombia - presentadas

por el aeflor J. B. Pérez y Hoto 106Algunas corona* ofrendadas A Hucre... 107

Id Id Id en el I’anteón 110Id Id Id A Hucre......... 146

“ Venta de carne" en Guayas......... 178Nsufraglo del " E lb s " ........ ............ . 174Modas..................... -.............. ...... .......... 176Pérdlds del vspor "A m erique"...... 178Buscando ls som bra........ ................... 226Perros de cacería— ............. ........... 225la s primeras estampillas de correo

en Venezuela.... ............. ................ 224Ls bouchée de pain.............................. 234El duógrefb.......... ............ ................. .. 235Guerrills venezolana ........................... 257Campo de papos, cultivado en la

OranJs Modelo venezolana, porH. Porras E .................................... 294

Guerrilla española en peniecudón delos Insurrectos de Cubs................ 296

Id de Insurrectos ............................. 296Embsroo de tropss espsflolsa, con

destino A Cuba................................ 299Jockey Club de caracas ............. ... 371Palmas de M nriara............................. 399Carreras de caballo........... _ ..... ........... 437Los nlflns................................................. 443La Kluinasla m ilita r............................ 450Mina de diamante en al Brasil......... 461Una molendera........... ... ............... . 465El Canal de Kiel--- ---------------------- 480M I» H elyett---------------------- ---------- 482Caracas Cricket Club......... ................ 601Grupo de |«tpln>...............—............... 501Sport popular................. ....................... 504Coqusterís.................... ................ ......... 506Juego de Cricket.................. ...... ......... 611"Caracas Base Ball Club” ................ 613CWupo de kl......................................... 613

Id Id........................................... 621Kl asesino de los hcmutnoM Itodriguez 557Caricatura de Juan Vicente González 628 La Eternidad anunciando al siglo

X IX su próxlpio fln.................... 665Caza del tigre eu la In d ia ............... 669Grupo de Indios de la Goagira......... 716

C ira a F e r r o c a r r i l d e V e n e z u e laEstación de Antfmano........................ 390

Id en Han Joaquín.............. . 432Id M unuay................................. 499Id de Valencia.................... ...... 645Id (an teas................... ................ 614

El Cable- Kilómetro 65....................... 615Estación de los O usyos...................... 681Estsclón La Vlctoris................... ...... 759

U n a y a sPaisaje I eu el rfo Tuy....................... 162

Id II Id ....................... 163Caas de José I. Polanco................... 472

I lu s t r a c io n e s d l v e r a a s tA "Chácharaa" de M. Eduardo Pardo

- por Pona........................................ 8Procesión en el Japón......... .............. 18

Minerva del New York Herald 19Actualidades-dibujos de Romeu...... 22i Cómo ae divierten ?—dibujos de Pona 109á Instantáneas de M. Edo. Pardo II 201Lanchas desmontables................ ......... 203Obrero y Presidente (F aure)............. 208Proyectos de Exposidón de 1900 en

Parta.................. ................................ 204Los mlcrocéfkloa.................................... 206Tranvfaa eléctricos.................. .. ......... 206Duelo trágico............................... .......... 209Arqueología Colombiana........ ............ 236Cepillo para hielo................................. 236Una mujer hermosa según loa poetas 240El crucero “ Reina R egente".......... 209La aombromanla................................... 27uVistas de Tokio..................................... 270á Instantáneas de M. Edo. Pardo V 300Osamenta encontrada en P arla ........ 804á Instantáneas de Pardo V II........ .. 328á Prim avera de fligaa de Pardo...... 831Servido de cirugía- Hoapttal Varga* 834

M o n u m e n to s , e s ta lu a a , b a jo s r e ­l ie v e s , e te .

Bajo relieve—por Teñeran1................ .......4Estatua de Bolívar para Maracaibo

por Anderllno.................................. ........6

rio.

Proyecto de estatua a Sucre............ .... 79El trono de N. S. de Chlqulnqulrá -

Maracaibo........ ................................. mEl Calvario-por Crolay...................... 192P le tá—Grupo en mármol, de Juan

Dupré........................................... .. 198Náufragos-escultura de R. Stlgell... 265Fuente en la Piara de Abril Ca rucas 291Monumento á Piar-H an Félix......... 868Por la Patria -de Crolay.................... 872L atona-por F. Caro........ ................... 581Guillermo Tell.................. ..................... 630El arco de ls Federación..— ............ <M3Monumento erigido á ls mem orisde

Heres—Ciudad Bolívar________ 682A repita de mantees -por 1 tafee 1 Atché 696

N d s l e a

La N sutllus-por Kafitel Gascón...... 29"C ole tte"—vslse por Carlos Molé.... 53Ls Danza de los Duendes- por Isabel

P. de Manri................... .... ........... 91In p rontos-por Marta M. de LetU. . 93 Rondel ds l’Adleu- por Adlna Man­

rique............................ l ........— ...... 96Lillta -por Dolores Mufloz Tébar da

Htolck................... ................... .......... 97Brisas del L ago-por Arturo N. I barra 126 Violetas- m sxurks por Andrés Del­

icado Pardo................... ..........,......... 147Recuerdos triste« vslse por A. G. M. 211Ls T ogs-po r R. M. Hsumell........... *13Aflos Felices—vslse por Arturo Delfín

Frandcri ......................... .. 246Despenas Portefls - valse por Fran­

cisco de P. Msgdsleno.... .. ...... ... 280 *U bertsd— vslse por Enrique Vidal... 281 Folie Ivresae valse por Henri Ko-

w alsk y ................... ............. ............. 312Myosotls—valse por Isabel P. de Maurl 3 a Llorar y reír—vslse por Angel Delfín

F ran d eri.............. ............. — ------- 346Letanías a l Sagrado Corazón de Jesús

—por Isabel P. de Maurl---- ----- 383Margaritas—valse por Marta M. de

Letta........ .. .............................. ......... 8MAires nadonaius.......................... 419 468 638Adelfks—por Francisco de P. Magda

leño..................................................... 4WYo no te olvidaré--por M.GusdslnJara 563Nocturno Indiano por J. M. Huáres.. ¿43 Hu recuerdo—vslse por 8. N. Llsniuzss 712 Oh cazador !— m Osles de Msgdsleno,

poesís de P. Fortoul Hurtado...... 749Extasis de am o r- por Msnuel F. Oslo. 786 Recuerdos de Valencia -por Arturo

N. Ibarra........................................... 788“ PlchIndis "*-<Paso doble) por Pe­

dro José Rojss................... ............. 819

M a r a e a lb o

Plszs Sucre............ ............................. 269 719Palado Leglalatlvo............................... 286Edlfldo de la M nnidpalldad......... . 320Exposidón regional del Zulla............. 508El rio Chama......................................... 643El vspor “ Los Andes" descargando

café en el muelle........................... 874Pozo artesisno en Maracaibo............ 675El Ferrocarril del Zulla Inundado

por el Chama........... - ....... ............ 577Tarabita sobre el rio Chama.............. 578UnahadendadecsflsA orillsadelZuIIs 653Vlata al extremo del muelle viejo...... 667l a Iglesia Matriz..................... .......... 686Edlfldo y maquinaria de la luz eléc­

trica........ ........................... ................ 689Plano de Id Id Id ................ 690Calle del Obispo la z o ....................... 767El rfo Escalante.................................... 801Kl Puerto........... ...................................... 804Plazs Bolívar............ ............................. 806

M é r ld al a Laguna del Diablo........................ 766

M a r t in i c aJard ín Botánico- füente en él-............- 287

Id Id cascnds...................... 289Halnt Plérre....... .................................... 469

M a ri a r aCaaa de la H adenda Tovar............. 438Fiesta de Navidad.............................. 791

M a iq u e t íaFuente de la plaza............... ................ 821

N u e v a Y o r kPuente rústico en el 1 “arque Cfcutral 478El LafO............................................... 766

O r n m p oCampamento de cazadores................. 687Grupo de Id ................ 687

Page 38: IV >5 HEDICIEMBRE DE 1895 N? 96

824 Indice del Tomo IV de EL OOJO ILUSTRADO.-Año 1896

T i O. r i o .

Cana del seflor Tlburdo RodriguenE spada........ ...................................... 587

P la n o » y n a p a »

Croquis de Ayacucho........- ......... 71Mnpa de Venezuela 160Plano de La Guaira en 1806 227Plano de la ciudad de Caracas----- 238" EU Dorado " en el Cuyuní-Guayana 273Plano de Valencia................................. 279Rada de Puerto Cabello en 1806 811Mapa de una sección de Guayana... 413

P u e r t o C a b e llo

La Gruta de N. 8. de Lourdea......... 186Nacimiento de Jesds. . .... 186Parte oriental de la ciudad 427Vista de loe manglares........... .......... .....428

Id de la Alameda..............................429Parte oriental del m u elle ...... 429Koii Esteban-casa del Sr. Julio Htürup 431Tenería eléctrica.. 717Nueva cantera de mUrmoles de Ga-

flango................................................. ....720Cuadros vivo*................................... 778

P u e r t o la t 'r a i (Coata occidental)Vlatas de la I

Q n fb o r

Calle Bolívar. ..La cdba..............

403

18139

Grupo de Ion Individuos de nf.mero de la Academia Venezolana corre*- poodíente de la Real EspaAolade la Lengua................ ... ...........

Doctor Ricardo Ovidio Llmardo. ....Guillermo Empino........»...................... ~Manuel Reina (poeta andaluz).........Antonio Rublnstdn...............................Grupo de sefloritaa de Sanare . .. .. ..Ferdlnand de Lesseps............ .............Grupo de Profesores jr alumno» de

la Universidad de Valencia......Franciaco Davegno........ . .. ............. .....Antonio Joaé de Sucre . ...................BolívarMirandaSucrePáezM o nagas, José Tadeo y José GregorioRibasSantanderBermfldeaAnsodtegulUrdaneta >Arismendi HoraMari fioSoublette O’Leary Silva Montilla CarrefloBriceflo Méndez Gómez Cedeflo Conde Clemente 1 m ango Hanz

Mendoza Zea Roaclo Pefialver Vanes Tovar UrbaneJa l»cfla Revenga Vargas N arvarteSeflora Margarita A. de Plmentel... 87

“ Ignacla P. de Fombona....... 88Sefiorita Luisa Querem el................. 89

“ Pollta De Lima.... ................Seflora Isabel P. de Mauri...................

“ Dolnrrs MufloxTéhar de Stolk“ María M. de Lctta.......

Sefiorita Adlna Manrique........... .......Seflora M" Teresa Villalobos de Rojas 64 Ia Repflbllca del Ecuador cn el ('en-

tenario de Sucre- ( gni|st dt* susrepresentantes)................................ BU

S ucre ......................................................... 80Behanzín y su familia «(Rey del Itabo*

mey).................. _ ........ .................... 101

Bollvla en el Centenario de Sucre -(■us representante* )....................... 103

Seflora Josefk Viven» de González(ecuatoriana)............... ... ............... 105

J. González Llana................... ... ......... 10HKl capitán DreyAia............................. 114Félix Paure........... ..... ....... ................ . . 12»ltafael Acevedo.............................. ....... 130Joaé M. Irigoyen y seflora................ 131Doctor Antonio P. Mora................... 132Doctor Guillermo Delgado Palacio*. 132Mariano Urrahieta................... ............. 134Julio Maasenet .................................... 142Lu* Individuo* de nflmcro de la Aca­

demia de la H istoria......... 158General Jo**’ Ignacio Pulido, I*rócer

de la Independencia........u » . » . 156Francisco do Male* IVre*. ............. 157Doctor IJsaudro Alvo rudo...... .......... 100Lo*MlembnM del Gabinete de Frau­

d a ..................................... ................ 177Kl Conde de la Vlflaxa ................... 178Doctor Lino J . Revenga......... KMDoctor Nicomeden Znlnaga ............. 197Doctor Teodardo OonzAlcz ............. 197HeAorita* Chamberí Vivero............... 200Grupo del nuevo Ministerio ........ 219Seflor Manuel Antonio Mato*........... 219Federico ürreche.................................. 221Doctor Manuel Cárdenas............... .. 222Simón Soublette.................................... 229General José Gregorio Monaga*........ 249Slmftn 'Planas......................................... 250Francisco Anuida y P onte ............... 281Wnrth . 368General Kzequlel

89

«t tjh. b“ i/?64 \ g i f -

General Martínez Campos José Marti Antonio Maceo General José Lucbambre Gonzalo de Quesuda Juan üualherto Gómez General Julio Sanguily Enrique Collazo Máximo Gómez Guillermo MoncudaDoctor Juan José Mendoza..Doctor R Cabrera Malo.......General Jadn to l a r a ...........Doctor Alelo Fortique............General Matías Salazar.....Andrés A. Muta._________ _

Con moti­vo de la In­surrección cubana . 298 299

346847864388

Gmpo de Oficíale* del Etruadrón deh Osan**_______ _____ __ _______

Id de alumno* de la Escuela Normal M. A. Can», Presidente de ColombiaOeueml ltafael Roye*.....— .General Juan M. Maten*...................General Jo*é María Rubín.................Do«'tor WeiMi-slao U rnilla.................Doctor Rafkel F. Hetyaa......................Fmnk Vlmvnt.......................................Jos»' Maríu de Heredla.......................Doctor Antonio Jn*é de Sucre.........Leda Francisco Cobo* Fuertes.........(arlos Zapp......................................... .Dodor Jerónimo E. Illanco..............Félix S'iublette.......................................Doctor Cario* F. Grisanti...................Vlmvilt Kennett Rarrington..............J. M. Nrtflez INmiIu...............................domingo Garháii............................Doctor Jim’ l<on-lo Arismendi...........Emilio J. Mauri.....................................Prudencia Orifell............. ...................María Teresa Garría.............................Alumno* premiado* por buena con-

d ia ia eu lo* Colegioadc C aracas1896Doctor llamón Isidro M ontea...........Tomás laiH ler......................................Amina Avellno Pinto......... .Oeueml Hipólito Aciwta......... ..Manuel GuadaiaJam...... ........ . ..........Jo*é Igmick* Cárdenas primer interno

del IIiMpItal Varga* IM ..............Carliw Manuel Velázqucx-primer ex­

terno del Hiwpital Vargas ls*6..... Alumno* premiado* por laiena con­

ducta en Colegio* de ( 'anima.. 556 Ww Gruí** «le mjciiwdel “Canicas Cricket

............ .................. .......General Kloy Alian» y sus Ministro*.. Gruí** del Jurado (tara el primer

cuucumo del Internado y exter­nado de los Hospitales civiles delDistrito Federal......... .....................

Grupo de Interno» y de extenioa....O ropo de aspirantea.............................General Antonio Valen*......................General Ju*6 Laurencio S ilva ...........Ductor Manuel María Ponte..............Jesfls Marta Monasterio* Velázque*. Pudro César Dum lnld .........................

3703K7

389124•m442447m456458459 «il462463

531532533534 540

835848

>rj550551:m570871572m

Doctor Agustín Aveledo...................... ....808Juan Vicente González....................... ....607Doctor Alfredo Próspero Reverend.. 008Pro. Doctor Nicolás E. Navarro...... ... <109Doctor Francisco Ochoa..................... ... 610Doctoi Hilarión Nadal........................ ... 644Doctor Lucio Siso................................. ... 644Seflora Sofía de Pecchio..................... ....645Grupo del primer certamen del Círculo

de la Juventud Católica.............. ....MUPasteur.................... .................................... 666Miguel H erre ra ..................................... ....678Alberto Z. Lutowsky................................«7*Egldlo Montesino*................................. ... 679León lam ed a ............... :.............................713Pro. Doctor Antonio IaiIs M endoza... 714Gabriel E. Mufioz...».................................718Manuel E. BrtlaUaL.................................752Mateo Vallenllla.................................... ....758J . Chamherlaln..................................— 779Marqués de Sallabury.......................... ... 779Dr. Juan Vicente González Delgado. 788

K fo 4 'li icoIngenio San Joeé..... .......................... 466 467

Man I. A z a r oEl puente ....................... - ...................... 470

Man C a rio *

(Usa donde murió el General Zamora 547Id donde velaron al Oeneral Zamora M7 Id donde Aje sepultado el General

Zam ora........................ ........ .......... 647Vista general....................................... . 617Iglesia y torre de San Juan ............. 61 9Ruinas de la rana “ Blanquera ”....... 664

»U T A c h i r a

Recta del A?m«carril de Encontrado*A l a F r ía ....... ................................. i r

Ferrocarril....... .................... . 188

T r i n i d a dRuinas del Oltimo Incendia.....

T l n a q u l l l ocasa Municipal...............................Plaxa de Tlnaqulllo.......................

T in a c o ( Cqjedea)Templo parroquial........................

T u r m e r oAlameda

228#

771806

V a l e n c i a

Puente M orilla...................................... 167Grupo de cazadores............................... 440

Id Id en la hacienda Maruria 503Hacienda M aruria -o fldnaa ............... 508Calle de Q unoruoa.............................. 506

Y a r l t a f u a

Vistas de la hacienda "La Esperanza" 663-664

f