Ivar el Rey Vikingo

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IVAR EL REY VIKINGO

LOS GUARDIANES DE PIEDRA 4

JESS DHARMA

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Derechos de autor © 2020 Jess Dharma

Todos los derechos reservados

Los personajes y eventos que se presentan en este libro son ficticios. Cualquier similitud con personas reales, vivas o muertas, es unacoincidencia y no algo intencionado por parte del autor.

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida ni almacenada en un sistema de recuperación, ni transmitida de cualquier forma opor cualquier medio, electrónico, o de fotocopia, grabación o de cualquier otro modo, sin el permiso expreso del editor.

ISBN 9798649285063

Diseño de la portada de: Rachel RPCorrección: Kaera Nox

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Esta novela la quiero dedicar a todos los lectores que seguis fielmente la saga de los guardianes de piedra, sinvosotros no sería posible. Mil gracias siempre, un abrazo muy grande.

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Contenido

Página del títuloDerechos de autorDedicatoriaIntroducciónPrólogoCapítulo 1Capítulo 2Capítulo 3Capítulo 4Capítulo 5Capítulo 6Capítulo 7Capítulo 8Capítulo 9Capítulo 10Capítulo 11Capítulo 12Capítulo 13Capítulo 14Capítulo 15Capítulo 16Capítulo 17Capítulo 18Capítulo 19EpílogoAGRADECIMIENTOSOBRAS DE LA AUTORAAcerca del autorLibros en esta serie

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Introducción

La leyenda dice que todo comenzó hace mucho, mucho tiempo, casi diría en tiempos remotos.Hades y Laya, aunque habían nacido como dioses, crecían como cualquiera de nuestros hijos:estudiaban, jugaban, hacían travesuras y se divertían mucho juntos. A Laya le gustaba imaginar quesus muñecas eran humanas y que ella era la diosa a la que veneraban; en cambio a Hades, comobuen chico que era, le gustaba pensar que cuando creciera le sería otorgado el poder para ser eldios de la guerra.

—¡Cuando sea el dios de la guerra dirigiré a todos tus humanos y tú serás mi reina! —dijo él,sacando su pequeño pecho para parecer mayor delante de su amiga.

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—¡De eso nada! Los humanos no lucharán cuando yo sea su diosa, y por supuesto que no mecasaré contigo, no me pienso casar —contestó ella riendo.

Los años pasaron y llegó el día en que les otorgarían sus poderes. Para uno de ellos los planesno saldrían como llevaba toda la vida esperando. A Laya le fue otorgado el título de diosa de loshumanos, suyo sería el deber de protegerlos. Ella había sido preparada para ocupar esa posicióndesde que tenía uso de razón. Ahora era el turno de su amigo. Hades, ansioso, recibió la malanoticia de que sería el nuevo dios del inframundo, dedicado a sepultar en el infierno las almashumanas más despiadadas y crueles que hayan existido.

—¡No! ¡Tiene que ser un error, yo no puedo ser exiliado en el purgatorio! —Su cabeza noparaba de pensar, todo lo que llevaba planeando durante años, gobernar la humanidad con Laya asu lado… Él la amaba, en su edad adulta no se lo había dicho, pero ella seguro que lo sabía, ¿ono?

—¡Cómo osas desafiarme! —gritó Zeus y retumbó cada pilar del Olimpo.

Sabía que se tenía que calmar, si no callaba sus pensamientos el dios podría descargar sobre éltoda su furia atronadora.

—No, mi señor, disculpad. Haré como gustes. Si me disculpáis. —Con una reverenciaabandonó la sala de actos y dejó a los demás celebrando su dichoso día.

Laya en cuanto pudo se escapó y acudió a sus aposentos, sabía que su amigo necesitaba unhombro donde desahogarse. Ambos sabían que ese día llegaría, siempre había sido una personaávida de poder, aunque en los últimos años había empeorado. Se había vuelto más violento frenteal resto de los dioses y puede ser que eso fuese lo que había hecho cambiar de opinión al rey detodos ellos.

—¿Puedo pasar? —preguntó Laya, tocando con los nudillos la puerta de cristal opaco.

—Siempre, ya lo sabes. —Estaba recogiendo sus cosas, no levantó la vista para mirarla, lo queindicaba que la situación estaba peor de lo que pensaba.

—Lo siento, Hades, sé lo importante que es esto para ti. —Acarició su fuerte brazo.

Daría cualquier cosa por poder absorber parte de ese dolor que sabía que sentía.

—No te preocupes, tú dirigirás a los vivos y yo a los muertos. —Soltó una carcajada, no legustaba que ella se preocupara. Ella siempre sería su talón de Aquiles—. Espero que te guste elcalor, porque según tengo entendido allí es sofocante. ¿Cuánto tardarás en estar lista? —Pasó unminuto, luego otro, y al no tener respuesta, levantó la mirada hacía ella—. ¿Qué te ocurre?

—Yo… Yo no voy a ir, Hades. Eres mi amigo y te quiero, pero no quiero pasar la eternidadentre las paredes del infierno. —Se echó a llorar porque sabía que le estaba partiendo el corazón.

—Pero ¿y lo de siempre juntos? Yo te amo, Laya, ¿cómo puedes abandonarme? —La cogiófuertemente por ambos brazos y la zarandeó—. ¡Contesta!

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—¡Porque yo no te amo! —mintió.

En ese momento, Hades quedó petrificado, parecía tocado por el beso de Medusa; la miró conodio y segundos después desapareció del Olimpo.

Un Hades despechado por el deshonor recibido por parte del rey de los dioses ymenospreciado por la mujer amada, ideó un plan de venganza. ¿De qué manera se puede hacer másdaño a un dios? Con sus queridos humanos. Fue seleccionando a los más crueles asesinos entrelos hombres y pactó con ellos: «En el momento de tu muerte, si te consagras a mí, te devolveré lavida; es más, serás inmortal. A cambio tendrás que estar a mis órdenes y matar sin misericordia»,les ofreció. Todos los asesinos estaban satisfechos de morir, ninguno quería esperar a que lamuerte llegara a buscarlos. Ellos mismos se despojaban de su vida mortal, de esa manera estabana su servicio y podían dar rienda suelta a sus atroces mentes. Les había bendecido con variasvirtudes para estar fuertes y no morir; se alimentaban de los sentimientos de los seres mortales ytenían poderes sobrenaturales, fuerza y velocidad, además de belleza.

Cuando Laya se enteró de lo que estaba ocurriendo le pidió consejo al rey de los dioses. Zeusno sabía cómo detener algo así, le superaba. «Hija, yo no puedo intervenir, ahora los dos soisdioses. Pero deberías defender a tus hijos, los humanos, ellos te rezan cada noche y piden tuprotección». Y así hizo ella. Creó un ejército de gárgolas, esos maravillosos y fuertes seresmitológicos, para poder combatir a los raptores, los asesinos de Hades.

Laya y Hades fueron convocados por Zeus. Aparecieron delante del dios en el salón del trono,en el Olimpo. Se miraron el uno al otro con cierto desprecio.

—Ahora mismo me da igual vuestra rivalidad. Estáis aquí porque los dos sois dioses y habéisdecidido crear una guerra en La Tierra, donde viven mis amados humanos. Aunque soy el rey detodos vosotros, hay cosas en las que no puedo intervenir. Los dos sois conocedores de ello, de noser así, hoy no estaríamos aquí. Lo que sí puedo y voy a hacer es poner una serie de reglas; quemás os vale que cumpláis porque no tengo ni tiempo ni paciencia para más tonterías. ¿He sidosuficientemente claro? —Ambos asintieron—. Primera regla y la más importante; los humanos, aparte de los que Hades convierta o si se enteraran por accidente, no sabrán de la existencia deambos ejércitos, no tienen la culpa de tener a dos dioses caprichosos jugando con ellos. Segunda,cada uno de vuestros ejércitos tendrá una debilidad, para hacer el asunto más justo.

—Padre…

—No me interrumpas. —Sonó un trueno fuera. Laya cerró la boca al instante—. Tú, Hades, quetanto buscaste dañarme a través de los humanos y que tanto te gusta la guerra, limitaré tu radio deacción al manto nocturno. Si tus raptores ven la luz del sol morirán y su alma negra no podrávolver a ser resucitada. —Hades hizo ademán de pronunciar palabra, pero el dios levantó unaceja, y automáticamente se le quitaron las ganas de hablar—. Laya, puesto que mentiste a Hadessobre que no lo amabas y lo abandonaste dañándole sobremanera… Te impongo la siguientedebilidad para los tuyos y por consiguiente para ti. Si la gárgola no encuentra el amor verdaderocuando cumpla los trescientos años o este no es correspondido mediante el ritual de la diosaAfrodita, se convertirán en piedra, pero no morirán, vivirán y sufrirán por toda la eternidad.

Hades odiaba más que nunca a Laya por lo que había descubierto ese día y ella sufría por ello.

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La guerra había comenzado y como dice el refrán: «En el amor y en la guerra, todo vale».

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Prólogo

Paseaba de un lado a otro por la sala principal del trono. Andaba rápido, pero sus pisadas eranligeras como el toque de una pluma sobre el hielo que tenía debajo, con cada movimiento emitíaun sonido. Se fracturaba en miles de microcristales apenas perceptibles para el ojo humano. Nopodía saber si era de día o de noche realmente, porque en aquel lugar siempre estaba oscuro. Lamuerte era así, sombría.

Miró las antorchas de fuego azul que colgaban en las paredes, otorgaban algo de luminosidadsin derretir el hielo de aquel infierno. Cuando estás muerto ya no necesitas respirar, pero es una

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costumbre que nunca quiso perder. Con cada espiración el vaho rodeaba su cuerpo. Nunca pensóterminar en el infierno, y llevaba ya doce siglos allí. En el Helheim[1], el infierno nórdico. Dondevan a parar los fallecidos que no mueren en la batalla o con su arma en la mano. Estos últimos sonllevados por las valkirias[2] al Valhalla[3] donde compartirán mesa con los demás héroes ybrindarán con Odín,[4] esperando que llegué el día del Ragnarök[5].

Pudo elegir vivir una larga vida, o quizás morir en la batalla y de esa forma haber brindadoeternamente junto a Odín en el Valhalla, sin embargo, no era lo que deseaba; lo que realmenteansiaba era la venganza. Por eso en vez de esperar una gloriosa muerte, se quitó la vida a modo desacrificio para hacer un trato con Hela[6], la diosa de la muerte. Durante doce siglos viviría en elinframundo con ella. Con su magia mandaría esbirros a La Tierra para llenar las arcas de Hela dealmas inocentes. Terminado su encierro, la diosa de los muertos le devolvería su cuerpo y con élviajaría a la tierra de los vivos. Momento en el que se vengaría del hombre por el cual sufriótraición. Ivar, ahora más conocido como Ivar el Rey Vikingo. Cuando terminara con él, ni sunombre recordarían.

Tenía que reconocer que había desobedecido a Hela en más de una ocasión, seguir las normasnunca había sido su punto fuerte. Le prohibió expresamente acercarse a él hasta que cumpliera elplazo pactado y ella le devolviera la vida, pero la espera se hacía demasiado larga en un lugarcomo aquel.

Al principio, el miedo que sentía hacia la diosa era fuerte y respetó sus deseos, pero luego laimpaciencia y el ansia de venganza ganaron la batalla. Cuando todo empezó solo se permitióvigilarlo desde la distancia, siguiendo sus pasos, estudiando sus puntos débiles, era muyimportante conocer bien al enemigo cuando se quería librar una guerra, y realmente su propósitoera que sufriera hasta límites insospechados. Esperó que se enamorara, que entregara su corazón,dañarlo por ahí, pero nunca lo hizo; hubiera sido una gran satisfacción, sin embargo, al menos porahora no podía usar eso en su contra.

Cuando se cansó de solo observar, pensó en jugar un poco. Si algo había aprendido en todosaquellos años, era que Ivar tenía un corazón blando en cuanto a los humanos. Decidió mandar asus demonios a Nueva Orleans. Les ordenó matar a inocentes de una manera cruel, quería quesufrieran y que les robaran la vida hasta que quedaran como una cáscara vacía.

Ivar, al principio, pensó que era a causa de los raptores, los esbirros de Hades, el dios delinframundo griego. Por lo que tuvo que ir un paso más allá y secuestró a su querido hermanopequeño, Erik, que se había convertido en todo un hombre. Lo recordaba de niño cuando jugabanjuntos… Siempre le tuvo mucho cariño, pero de eso ya hacía demasiado tiempo, y las personascambiaban. No quiso matarlo, al menos todavía, pero sí que le hiciera llegar un mensaje. Prontose verían, muy pronto.

Hela había descubierto lo que estaba haciendo y recibió su castigo por ello; tuvo que dejar dematar inocentes en Nueva Orleans. Pero eso ya no importaba, en unos pocos días sería libre parair a por Ivar, y le haría sufrir cada segundo de la vida que le quedase. Y ni los dioses griegos, nilos nórdicos le podrían ayudar.

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Capítulo 1

Ivar se dirigía al centro de la ciudad, donde había quedado con Lion, su compañero de patrullaaquella noche. Vivían juntos, pero su amigo no había dormido en casa, seguramente enredado entrelas piernas de una mujer, o en las de varias. Conociéndolo no le extrañaría.

Conducía su Audi Spyder negro, podría decirse que era una de las cosas que más le gustaba dela época moderna: los coches rápidos. No era alguien ostentoso, pero no le importaba gastarse unacantidad indecente de dinero, en esos aparatos que no necesitaban caballos para llevarlo. Lavelocidad le hacía olvidar por un rato todos sus problemas, las cargas que lo torturaban día ynoche. El no poder morir de un accidente de coche también era sin duda un aliciente, aunque esono fuese del todo cierto. Ivar sabía que si, por desgracia, se golpeaba y su cabeza era amputada

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moriría, algo difícil, pero no imposible. Sin embargo, ya llevaba viviendo doce siglos y a veces lavida se le antojaba demasiado larga.

Aun teniendo a su hermano y al ejército que le seguía como una auténtica familia, a veces estabacansado de continuar en aquel mundo que cambiaba a pasos agigantados.

Se pasó una mano por la cabeza para tocar su cabello, algo que normalmente lo tranquilizaba.Pero entonces fue consciente de que su larga melena había desaparecido hacía dos días por unaestúpida apuesta con su hermano pequeño.

Quién le mandaría a él meterse en esos berenjenales. El asesino que había estado asediandoNueva Orleans en los últimos meses, llevaba un par de semanas tranquilo, cuando Erik, suhermano pequeño le propuso un reto. Él y el resto de hombres estaban cansados de los turnosdobles que Ivar les había impuesto. Aunque lo entendían y sabían que eso eran gajes de su trabajo,estaban exhaustos; tanto física como mentalmente.

Erik estaba convencido de que el asesino tenía que haber abandonado la ciudad, no conocía elmotivo, pero creía eso firmemente. Lo normal desde que apareció era encontrar un cadáver casi adiario, en cambio ahora llevaban semanas sin que apareciera ninguno. Lion, su mejor amigo,encima le apoyaba. Por lo que al final le propusieron que si se cumplía el mes sin crímenesbajarían el ritmo de los turnos, y además se cortaría su largo pelo. Los dos coincidieron en queIvar necesitaba un cambio de look, llevar una melena tan larga ya no estaba de moda.

Él estaba tan seguro de que eso no iba a ocurrir, de que el asesino no se detendría, que aceptóciegamente la apuesta de esos dos. ¿Cómo se iba a alejar ese criminal cuando se molestó ensecuestrar a sus hombres para mandarle un mensaje a él directamente? ¿Es que habían perdido lacabeza?

En su mente tenía grabada cada una de las palabras que le recitó su hermano cuando lo encontródrogado y maltrecho en ese almacén a las afueras de Texas.

«Ivar, has perseguido a la asesina equivocada, te he esperado durante mucho tiempo, prontoobtendré mi venganza».

Se lo repetía noche y día como una letanía, pensando quién podría querer vengarse de él. No esque durante doce siglos no se hubiera ganado enemigos, pero, a decir verdad, no recordaba anadie especialmente; y menos que pudiera vivir tanto para conseguir vengarse.

Hacía dos días se cumplió el plazo, perdió la apuesta y los hombres volvieron a hacer turnossimples, lo que les permitía librar y descansar y les puso muy contentos. Mientras, Ivar tambiéntuvo que cumplir su parte del trato. Se miró en el espejo retrovisor para ver el resultado deaquella estúpida decisión.

No era presumido, eso se lo dejaba a su amigo Lion, pero extrañaba su pelo como algo que lehabía acompañado durante toda su vida. Eso y su hermano pequeño eran lo único que conservabade su vida como mortal. Ahora solo le quedaba Erik.

Sacudió la cabeza para alejar todos aquellos melancólicos pensamientos y se centró en lo que

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le esperaba aquella noche. Desaceleró, ya llegaba a la ciudad y allí no podía conducir a lavelocidad que a él le gustaba. Sin embargo, no estaría muy bien visto que atropellara a uno de loshumanos que juró proteger cuando Laya lo convirtió en gárgola.

Estaba cerca del centro, donde habían quedado, metería el coche en un parking y de ahí irían apatrullar. El sol no hacía mucho que se había ocultado, la hora para que los raptores abandonaransus madrigueras en busca de emociones que drenar. Los tenía muy abandonados con eso deperseguir a un nuevo asesino que estaba matando a los humanos de su ciudad.

Metió el coche en el garaje y se dirigió al café Du Monde, donde sabía que estaría su amigoLion. Se lo encontró tomando una gran taza de café humeante y con una sonrisa de oreja a oreja.Definitivamente había estado con una mujer.

—¿Has tenido buen día? Se te ve espléndido —se burló Ivar.

Se sentó junto a su amigo a la vez que hizo un gesto a la camarera para que le sirviera lo mismoque a Lion.

El moreno le dedicó una de sus mejores sonrisas antes de contestar.

—Ni te lo imaginas, deberías probar de vez en cuando. No serías célibe cuando eras vikingo,¿no? Eso no le pegaba a tus antepasados.

Ivar hizo una mueca. Su amigo era un capullo, aun así, lo quería.

—Claro que no lo era, lo que pasa es que a mí no me vale cualquiera. Eso que hacéis mihermano y tú de que ninguna mujer es fea «ahí abajo» es de muy mal gusto.

—Es que ninguna mujer es fea, vikingo, deberían hacerle un altar a cada una de ellas; perocomo no es así, yo me encargo de venerar sus cuerpos como uno. Nos dan la vida, no se merecenmenos.

Ivar estaba de acuerdo en que las mujeres eran el regalo más maravilloso del universo, era algoque mamó desde que nació. Para el pueblo nórdico la mujer era una figura muy importante, perono por eso veía necesario tirarse a toda la que se cruzara en su camino.

La camarera le entregó su café, Ivar le sonrió en agradecimiento. Bebió dejando que esemaravilloso manjar negro y fuerte calentara su garganta, mientras Lion parloteaba sobre algo a loque no prestaba atención. Seguramente se estaría metiendo con él.

—Sabes que si fuera una mujer me sentiría mal por la manera que tienes de ignorarme cuando teestoy hablando.

—A veces dudo que no seas una de ellas con esas pestañas tan largas. Te pones rímel, ¿verdad?Admítelo. —A él también le gustaba meterse con su amigo.

Lion, que esperaba alguna pulla, sonrió a la vez que aleteaba exageradamente las pestañas. Ivarno había mentido. Su amigo poseía unos grandes ojos negros, rodeados de largas pestañas del

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mismo color. No sabría decir si las mujeres lo envidiaban o lo deseaban más por aquello. Aunquetambién era la diana de todas sus bromas.

Esperaba el contrataque, pero lejos de enfadarse ensanchó la sonrisa enseñando su blanca yperfecta dentadura.

—Ya te gustaría tener estas pestañas, amigo, te ayudarían a ligar un poco ahora que Erik te hacortado tu bien más preciado. ¿Qué harás sin tu preciosa melena? ¡Oh, Ivar Rey de los Vikingos!—Se burló mientras intentaba despeinar el corto cabello que ahora lucía su jefe.

—No te voy a enseñar donde tengo mi bien más preciado. —Se pasó la mano por el pelo comoun acto reflejo.

—Volverá a crecer; solo es pelo, hermano —le animó Lion adivinando los pensamientos de suamigo.

—Lo sé, no es lo material en sí, es su significado. Mi hermano y mi pelo eran lo único queconservaba de mi vida anterior, de mi vida como mortal.

Lion le echó una mirada cargada de comprensión antes de proseguir.

—Creo que te olvidas de tus tierras. Aunque nunca hables de ello, Erik me contó que lascompraste, allí donde vivió tu poblado, e hiciste edificar una casa que has ido restaurando durantetodo este tiempo. También me contó que antes de convertirte en gárgola ibas a ser el Jarl[7] de todoaquello.

Él nunca hablaba de eso, ni siquiera con su hermano que era tan dueño de todo ese terreno comoél. Simplemente no lo quería, ni el paso de los siglos menguaba el dolor que sentía al recordar.Solo las mantuvo con la esperanza de que si Erik decidía formar una familia todo aquello seríasuyo, él como hermano mayor se lo cedería.

Nunca volvería allí, era una promesa que se hizo el mismo día que se convirtió en gárgola.

—¿Me ignoras deliberadamente para molestarme? —gruñó Lion con una mueca.

—Nada de eso, solo que es hora de trabajar.

—Algún día tendrás que hablar de todo lo que te guardas. No sacarlo es como un cáncer que tecarcome por dentro. —Ivar hizo una mueca mientras sacaba un billete de veinte y se lo dejó a lacamarera.

—Te prometo que si algún día me apetece hablar de algo serás el primero en saberlo —contestó para dar por zanjada la conversación.

Lion se encogió de hombros a sabiendas de que no iba a sacar nada más de su jefe hasta que élfuera el que decidiera abrirse. Lo siguió fuera del café y se pusieron en marcha. Caminarondurante horas, su condición de gárgolas hacía más fácil esa labor y no se cansaban como si fueranhumanos. No fue hasta bien entrada la noche que encontraron algo de diversión.

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La marcha los llevó a una de las partes más desoladas de la ciudad, donde solo se encontrabannaves industriales abandonadas, y los jóvenes aprovechaban para hacer alguna Rave[8].

Hasta que no estuvieron cerca no escucharon la música que salía del interior del lugar, pero síse veía a la legua los coches aparcados por todos los sitios. Incluso en algunos de ellos habíajóvenes montándoselo puestos de alcohol y de alguna que otra sustancia ilegal.

A ellos les daba igual siempre y cuando ninguno estuviera en peligro; pasaban a su ladointentando mirar lo menos posible lo que allí sucedía. La noche era fría y el vaho salía de susbocas con cada respiración. Ivar se subió el cuello de su abrigo de cachemir negro pararefugiarse; que fueran inmortales no significaba que no sufrieran las inclemencias del tiempo.

Lion iba delante de él con las manos en los bolsillos, pero a Ivar no le engañaba, sabía queestaba en alerta constantemente. Llegaron a la nave donde el ruido de la música era ensordecedor.Se miraron antes de empezar a rodear el edificio, dentro era improbable que ocurriera nada de loque ellos se debieran ocupar. Los raptores sabían que no debían exponerse a los ojos humanos,aunque no siempre eran de los que cumplían las reglas.

Cuando giraron la esquina que daba justo a la parte posterior escucharon unas voces. Ivar sedetuvo un momento para oír con más atención si todo estaba en orden. Al principio no parecía másque una conversación entre colegas, pero pronto se dieron cuenta de que algo no andaba bien.

—Aran, ¿no te encanta cuándo los estúpidos humanos no saben lo que les espera y entonces sedan cuenta y se lo hacen encima? —Se oyó una voz jactándose.

Ivar no necesitó nada más, era posible que no fueran raptores, pero alguien necesitaba ayuda.La única diferencia radicaría en si mataría o no al agresor después de terminar con él.

Lion lo miró y sonrió ante la anticipación de lo que estaba por llegar. Se adentró en el sitio dedónde venían las voces y su amigo le siguió de cerca. No había mucha luz, tan solo una farola erala encargada de alumbrar toda la escena que se desarrollaba ante sus ojos.

Frente a ellos estaban dos chicos humanos y una chica, calculaba que no debían de tener más deveinte, o veintiún años. Uno de los jóvenes se había orinado encima, la chica parecía estar enshock y el otro no se encontraba en mejor estado. Lo entendía, estaban rodeados de seis hombresbastantes corpulentos. Desde esa distancia no distinguía las facciones de todos. Pero sí de un parde ellos. Comprobó que tenían los ojos violáceos, suficiente para él. «¡Qué la fiesta comience!»,pensó Ivar.

—¡Vaya, vaya! Por más que saco la basura de mi ciudad, siempre sigue viniendo más. Lion, ¿lamierda se reproduce por esporas o algo? —preguntó Ivar en tono de burla mientras salía de laoscuridad.

Los raptores dieron un respingo ante la voz grave de la gárgola; no había uno de su especie enaquella ciudad que no le reconociera, aun así, seguían saliendo a desafiarlo. No los podía culpar,estaba en su naturaleza, eran devueltos a la vida para eso.

—¡El Rey Vikingo nos premia con su presencia! ¡Qué honor, su majestad! —se burló uno de

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ellos haciendo una reverencia. Ivar reconoció que era el mismo al que oyó hablar antes. Estaríaencantado de arrancarle esas cuerdas vocales que poseía para que no hablara nunca más.

—¡Vosotros! —Los humanos le miraron asustados—. Id adentro y no salgáis hasta queamanezca y, por favor, que sea la última vez que salís con unos desconocidos a la parte trasera deun garito en mitad de la nada.

Los jóvenes lo miraron bastante asustados, Ivar no quería que le tuvieran miedo, pero sí que nocometieran esa misma tontería otra vez. Miró a los raptores, ellos le devolvieron la mirada. Loshumanos no sabían qué hacer, el miedo los tenía inmovilizados.

—Por favor, Lion, haz tu magia.

Lion, divertido, asintió y comenzó a hablar de una manera profunda. Su voz, o más bien supoder, se metía dentro de tu piel, de tu mente y te quitaba la voluntad.

—Ahora iréis dentro, estáis a salvo. Pasadlo bien, disfrutad, pero haced caso a mi amigo y nocometáis esta estupidez de nuevo. —Como un bálsamo, la voz de Lion entró en la mente de loschicos y los relajó, se notó en sus rasgos. Uno a uno, fueron abandonando el lugar, como si nadamalo hubiera ocurrido allí esa noche.

—¡Vais a morir por esto! ¡Eran nuestra cena! —gritó con rabia uno de los raptores que llevabael pelo morado, a juego con los ojos.

—Lo único que vas a cenar hoy van a ser tus dientes cuando te los haga tragar —contestó Lionsin perder la sonrisa.

Los raptores se fueron colocando en forma de arco hasta adoptar una postura de ataque, el odioque sentían por las gárgolas era palpable en el ambiente. El cabecilla, siempre había uno en todaslas bandas de raptores, se colocó en medio de ellos.

—¿Qué ha pasado, Vikingo? Se oyen rumores de que han estado matando a muchos humanos entu ciudad y no has sido capaz de detener al culpable —le provocó, a sabiendas de que esoenfadaría mucho al líder de las gárgolas.

Ivar por un momento tuvo que apretar la mandíbula para refrenar el impulso de ir y quitarle laestúpida sonrisa a ese desgraciado a golpes, pero automáticamente reaccionó, no le iba a dar elgusto a ese mierda de verlo enfadado. Prefirió, en contestación, empezar a desabotonar su abrigopara no perderlo en la lucha que se avecinaba; le tenía mucho cariño. Lion lo imitó despojándosede la chaqueta negra de su traje, siempre iba muy bien vestido.

—Lo atraparé, tú por eso no sufras. Mejor que te preocupes por el hecho de que, esta noche,tengo pensado mandar al infierno a unos cuantos raptores.

En cuanto terminó la frase ya había sacado la larga espada que escondía bajo su abrigo metidaen una funda, en la parte de la espalda. Era el único lugar donde podía pasar desapercibida unarma de ese tamaño. La policía no vería con muy buenos ojos a un hombre de dos metros andandocon una espada por las calles de la ciudad.

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Sus oponentes eran igual de rápidos y antes de que llegara hasta ellos ya habían sacado susgarras entre alaridos de dolor; su creador era cruel hasta para eso. Con un grácil movimiento, alzóla espada directa a la cabeza de uno de ellos, cuando este levantó las garras y, gracias a ellas,detuvo la trayectoria de la espada. Por poco, necesitó las dos manos para detener la acometida.

Los raptores eran sucios en sus ataques, así que otro fue corriendo por detrás de Ivar mientrasestaba lidiando con el líder de esos desgraciados. Giró sobre sí mismo y, con la hoja de suespada, cortó el abdomen del raptor del cabello morado, el cual no se lo esperaba, ya que pensóque el vikingo estaba totalmente distraído. Sin embargo, el poder de Ivar radicaba en lasupervelocidad, por lo que un segundo era más que suficiente para que su oponente estuvieraperdido.

Uno herido.

Buscó a su amigo con la mirada y lo vio entretenido con tres de ellos. Tenía que reconocer queera un gran guerrero, su arma favorita eran unas espadas cortas como las que usaban losgladiadores, las gladius.

Ivar buscó por todos los sitios al que faltaba, pero no lo encontró, seguro que había huido.Cobarde. Pero no le extrañó, en casi todas las peleas con los raptores, siempre había un desertor.

Volvió a ocuparse del líder, que se levantaba del suelo después de que lo hubiera lanzado allíde una patada. Aunque Ivar era rápido, en esa ocasión no tuvo tiempo de repeler el ataque que lelanzó su enemigo, la garra impactó de lleno en su muslo. Aquellas cuchillas eran desgarradoras, sellevaron por delante el pantalón, la piel y parte de la carne.

Ivar gruñó, la herida le escocía horrores y empezaba a palpitar mientras sangraba de formadesmesurada. Normalmente le gustaba entretenerse en una batalla, era como el buen sexo, pero esavez tendría que actuar rápido si no quería desangrarse en ese puto descampado.

—Vaya, si el rey también sangra. Estoy deseando que te ahogues en un charco de tu propiasangre —se burló con cara de sádico el raptor que le había acuchillado.

—Tú no vas a tener la suerte de verlo, vas a morir en tres segundos. —El desconcierto sereflejó en su rostro, no entendía por qué decía eso. No le dio tiempo a ver venir lo que la gárgolatenía preparado para él.

Ivar giró tan rápido con su velocidad, que era difícil seguirle aun siendo un ser sobrenatural.Alzó la espada para dar el golpe de gracia, el giro le permitió coger impulso mientras dejó caer lahoja directa al cuello del raptor y lo cercenó por completo. No pudo evitar sonreír ante los ojosde asombro de su víctima antes de perder la cabeza. Literalmente.

Buscó a su amigo, este había terminado con dos de ellos, pero otro de los raptores consiguióengancharse a su cuello e intentaba morderlo, siempre hacían lo mismo. El veneno de raptor noera mortal para una gárgola, pero sí muy nocivo ya que los inmovilizaba durante horas. Resultado:el raptor podía torturar y matar a su presa totalmente indefensa. Lo peor de todo era que, aunqueestuvieran sin poder moverse, sí que notaban todo lo que les hicieran.

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Ivar apretó los dientes para obviar el dolor que sentía antes de ir a ayudar a su amigo. En tansolo unos segundos se posicionó junto al raptor, lo sujetó por la parte de atrás de la camisetanaranja que llevaba y tiró de ella con fuerza para arrancarlo de su sujeción. Sin embargo, aunquela prenda se desprendió del cuerpo, él estaba muy bien sujeto a su presa.

—Amigo, te ha salido un quiste —comentó Ivar al ver a Lion, que empezaba a ponerse rojo.

—Deja de joderme con tus bromas que no es el momento. ¡Ayúdame! —gruñó Lion entreresuellos.

Ivar fue a sacar uno de sus cuchillos para meterlo entre la cabeza de Lion y su atacante y de esamanera cortarle el cuello, ya que con su espada era inviable. Cuando su amigo, viendo que se leacababa el tiempo, hizo lo único que se le ocurrió con tan poco oxígeno; se tiró hacia atrás contodas sus fuerzas, en un intento de aplastar al raptor y que este lo soltara.

El raptor impactó con fuerza sobre el suelo por lo que quedó algo aturdido. Lion consiguió loesperado, que aflojara su agarre, aunque no le llegó a soltar. Ivar aprovechó ese momento dedebilidad del enemigo y le dio la mano a su compañero para que se pudiera levantar.

En cuanto Lion estuvo liberado del agarre del raptor se restregó el cuello, dolorido por lapresión y con algunos cortes por las cuchillas del asesino. Pero, en cuanto vio que el aturdimientoempezaba a desaparecer y que se podía levantar en cualquier momento, se tiró sobre él y empezóa golpearlo con los puños en el rostro, de una forma furiosa; estaba descontrolado. Le estabadejando la cara como un mapa. Ivar lo entendía, él sentía exactamente lo mismo por aquellosseres.

Estaría encantado de dejarlo hasta que saliera el sol si fuera necesario para que le diera losuyo, pero la pérdida de sangre lo estaba debilitando mucho, el suelo daba buena cuenta de ello.Se quitó la camiseta blanca y se la anudó fuertemente por encima de la herida para intentar detenerla hemorragia.

—Lion, sabes que no me gusta ser aguafiestas, pero tengo algún problemilla médico.

El aludido, al oír aquellas palabras, paró la paliza para mirarlo, entonces pareció salir de laespecie de trance que lo tenía embriagado. Ivar reconocía que Lion era uno de sus mejoresguerreros, pero también que tenía algo jodidamente oscuro en su interior; una cosa que luegoconseguía llevar perfectamente oculta tras su rostro y sonrisa perfecta, pero que él sabía queestaba ahí de todas formas.

—Lo siento, nos vamos enseguida. —Al menos tenía que admitir que siempre era sincero, paralo bueno y lo malo.

Lion sujetó con ambas manos la cabeza del despojo que tenía debajo de él y, con la fuerzasobrehumana que le caracterizaba, terminó de arrancarla ya que andaba bastante suelta por losgolpes. Algo le decía a Ivar que ese raptor hacía rato que había dejado de respirar.

—A veces eres un poco sádico. Lo sabes, ¿verdad? —le preguntó Ivar sonriendo.

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—Tío, me ha jodido un traje de tres mil dólares, creo que le he hecho bastante poco encomparación.

El jefe negó con la cabeza, divertido.

—Te he dicho mil veces que no te pongas ropa tan cara para trabajar.

Lion comprobó que los cuerpos de los raptores se estuvieran disolviendo antes de marcharse,no sería bueno dejar pruebas para los policías humanos. Entonces escuchó las palabras de su jefey lo miró levantando una ceja.

—Jefe, hay que ir bien vestido cuando piensas que puedes morir. Imagina que este desgraciado—Señaló el suelo donde estaba el raptor— me hubiera matado, no querría que me encontraranvestido con «cualquier cosa».

Ivar lo observó fijamente, no sabía si ese «cualquier cosa» se referiría a la ropa que él usaba.Le gustaba vestir bien, pero se negaba a llevar trajes de miles de dólares a la batalla.

—Anda, vamos a casa, necesito que Adam me cosa. —Cambió de tema cojeando hasta suamigo.

Lion recogió sus abrigos y sujetó a Ivar. Tenían un paseo aún hasta donde estaba el cocheaparcado.

—Voy a llevar tu coche, por fin va a saber lo que es ser conducido por un hombre de verdad —se burló Lion.

—Grrr —fue lo único que contestó Ivar. Su amigo no sabía si por el dolor o porque se estabaacordando de todos sus antepasados.

No tardaron mucho en llegar a casa, aunque estaba a las afueras de la ciudad. Lion era unamante de los coches y de la velocidad. También era un gran conductor por mucho que a Ivar lecostara reconocerlo, un coche era algo muy personal, como prestar a la mujer, cosas que no sedebían hacer. Pero que en esa ocasión no le quedó más remedio.

En aquel momento su pierna, aunque había dejado de sangrar, le dolía de una formainsoportable; como si miles de cuchillos se hundieran en su abierta piel, y, por si fuera poco,ardía. Como si las garras de los raptores fueran uñas de gato que provocaran esa quemazón. Lionse había pasado el camino dándole conversación para que no pensara en la herida y, aunque aveces era como un grano en el culo, sobre todo cuando se juntaba con su hermano pequeño, teníaque reconocer que su método de distracción funcionaba.

Cojeando y apoyando la mayoría de su peso sobre su amigo entró en la casa. Lion le llevó y leayudó a recostarse en el sofá de cuero negro antes de ir a buscar a Adam, el médico del grupo,para que lo cosiera.

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—¿Quieres algo? —preguntó antes de irse.

—Alcohol, mucho alcohol.

—No deberías beber, es posible que Adam te quiera poner algo de anestesia para darte lospuntos. —La respuesta de Ivar no se hizo esperar y le enseñó el dedo corazón.

—¿Eres mi madre? Ahora que lo dices tienes un aire, aunque ni ella tenía las pestañas tanlargas.

—¡Que te jodan! —Se acercó al mueble bar, y sin importar qué botella fuera, cogió una y se laentregó a Ivar—. Que sepas que cuando estás dolorido eres peor que una niña, insoportable.

Con esas palabras abandonó el salón antes de escuchar alguna barbaridad más. Ivar sabía quetenía razón y que se había comportado como un capullo, pero le dolía mucho y solo quería beber yolvidarse durante unos segundos de ello; con un poco de suerte quedarse inconsciente hasta el díasiguiente.

Adam no tardó en bajar con cara de sueño y su maletín, solo llevaba un pantalón corto. Abriómucho los ojos cuando vio el estado de la pierna de Ivar.

—Vaya destrozo te han hecho.

Ivar puso los ojos en blanco mientras pegaba otro trago a la botella con contenido de colorámbar. El médico, con gran destreza, cortó la pernera del pantalón dejando al descubierto el daño.En primer lugar, echó un líquido antiséptico en la herida abierta para eliminar toda la sangre, verla gravedad de la misma y, de paso, desinfectar. El afectado esperaba que el dolor llegara, pero laverdad fue que solo sintió alivio, al menos momentáneo, del ardor.

Adam, muy serio, miró atentamente pensando en el trabajo que tenía por delante. Los de suespecie cicatrizaban más rápido que los humanos, pero necesitaban cuidados médicos igualmente.

—Tengo que darte bastantes puntos. Mañana estarás prácticamente como nuevo, pero ahoranecesito ponerte anestesia y si bebes no te hará efecto —le comentó de una manera muyprofesional, como solo un médico sabía hacer.

Ivar pegó otro trago a la botella, el calor del alcohol al menos le estaba calentando por dentro.

—Cose así, da igual.

—Pero…

—En serio. Me duele tanto, Adam, que un poco más me da igual. Solo quiero seguir bebiendo.

El médico lo entendió, así que asintió antes de ponerse a su labor.

Los primeros puntos fueron los peores, cuando sintió la aguja enterrarse en su carne. Despuésde unos cuantos, y con ayuda de la botella, pareció que lo llevaba mejor. Cuando terminó le pidióque le acercara otra botella antes de irse a dormir. Adam, que no estaba dispuesto a discutir con el

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jefe, se la dio y tras recibir las gracias por hacer su trabajo se marchó.

Ivar pensó en Erik, sabía que esa noche iba a tener compañía femenina, pero era extraño que nohubiera bajado a verlo después de haber escuchado el jaleo. Quizás estaban en mitad del polvo,pero se le hacía raro que no estuviera allí con él.

Así que decidió mandarle un mensaje, solo por si acaso. Seguro que la chica entendería que laabandonara diez minutos para ver a su hermano malherido. Y si no lo entendía bien podía irse atomar por el culo.

Ivar: Erik, guárdate la polla en los pantalones y baja a beber un trago con tu hermano. Unraptor casi me deja cojo, no veas cómo sangraba, he pensado que me iba a tener que comprarlos zapatos de uno en uno a partir de esta noche.

Se rio solo de la broma esperando a que su hermano contestara o bajara armando jaleo por laescalera. Así era Erik, la alegría de todos ellos. Esperó unos minutos, pero no obtuvo respuesta.Es posible que estuviera al lío, pero ya le parecía curioso. Escribió a Lion, sus habitacionesestaban pegadas, así que nadie mejor que él le podía decir si estaba en pleno apogeo.

Ivar: Lion, ¿escuchas si mi hermano anda liado? Le he escrito, pero no dice nada. Me pareceraro que no haya bajado.

Su amigo no tardó en contestar.

Lion: ¿Ahora ya vuelves a estar amable? ¡Que te den!

Ivar: Venga, tío, estaba muy jodido con el dolor, lo siento. Reconozco que soy un capullo.

Lion: Sin duda, lo eres.

Ivar: Ahora, por favor, ¿puedes decirme si mi hermano está bien, o me harás subir mediocojeando a verlo?

Se hizo de rogar, tardaba en contestar. Ivar se incorporó en el sofá ya dispuesto a subir. Eso sí,en cuanto comprobara que su hermano se encontraba bien mataría a Lion con sus propias manos.

Lion: Voy, espera, estaba en el baño.

Ivar puso los ojos en blanco. Cuántas horas al día pasaba ese hombre en el baño. ¡Por losdioses!

Ivar: Deja de tocarte por favor, creo que te voy a llevar a una clínica o algo. «Salidosanónimos», la voy a buscar.

Pero su amigo no contestó, Ivar oyó como alguien bajaba las escaleras corriendo. Era Lion, consolo su pantalón de pijama de seda, y estaba pálido como un muerto. Tomó aire cuando llegó a sulado.

—Ivar, Erik no está.

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—¿Cómo que no está? Habrá salido con alguna chica.

—No, no lo entiendes. Se lo han llevado, te han dejado un mensaje en la habitación.

«¡No por favor, otra vez no!», rogó en silencio Ivar antes de incorporarse todo lo rápido quepudo, para subir a ver el mensaje que le había dejado esa vez el asesino.

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Capítulo 2

Ivar subió las escaleras, eran dos pisos los que le separaban de la habitación de su hermano, yel dolor le estaba matando. Si no hubiera sido un completo gilipollas y hecho caso a sus amigos,no habría bebido, Adam le hubiera puesto una anestesia y ahora podría estar ya en la habitaciónviendo qué demonios ocurría.

Sin embargo, no era el momento de ponerse a pensar en eso, tenía que averiguar dónde estabasu hermano pequeño y, más aún, cómo era posible que alguien se lo hubiera llevado de su propiacasa, con todos sus hombres allí. Era algo totalmente imposible e ilógico. Tenían su residenciafortificada como si fuera un puto banco, o mejor, como un edificio del gobierno. ¿Quién seríacapaz de saltarse todas esas medidas de seguridad sin llamar la atención? O, peor aún, ¿cómo se

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pudieron llevar a un guerrero de metro noventa, que seguro que luchó con todas sus fuerzas, sinque los demás escucharan nada?

Llegó a la puerta maldiciendo por lo bajo, mientras Lion se fue a buscar al resto de hombres;que no tardaron en acudir ante los gritos de su jefe y lo alarmado que andaba su amigo.

La luz estaba ya encendida, se apoyó en el marco de la puerta y examinó todo. Buscaba pruebasde la pelea que se tuvo que desarrollar allí antes de que se lo llevaran, pero nada parecía fuera delugar. Erik era muy ordenado, algo que tenían en común los dos hermanos. Cojeando se acercó a lacama, buscaba algo, lo que fuera, cualquier cosa que le diera una pista sobre lo que habíaocurrido. Entonces lo vio, el mensaje del que hablaba Lion.

En el suelo, a los pies de la cama de Erik habían hecho un círculo de runas nórdicas, eran tresdistintas que se repetían. Dentro del dibujo había dos palabras escritas en sal, el apellido de Ivar,Haraldsson, y Samsø[9], la región donde nacieron. Dos nombres que dejó de usar el día queabandonó su mortalidad convirtiéndose en gárgola.

Se tuvo que sentar en la cama, notó como el sudor empezaba a perlar su espalda y el mareo seapoderaba de él. «Es imposible, nadie sobrevivió a ese día», se repetía Ivar para él mismo.

—Ivar, ¿qué ocurre? ¿Qué significa ese mensaje? —preguntó Adam, que se arrodilló a su lado.

El aludido levantó los ojos, aunque no conseguía centrar la vista en él. Si todo le habíaparecido raro, ahora creía que debía de estar soñando o delirando por la fiebre de la heridainfectada.

Lion, viendo el estado en el que se encontraba su amigo, intentó centrarse y buscar solucioneshasta que se encontrara mejor.

—A ver, no se ha podido marchar sin más. ¿No habéis oído nada? —Fue recorriendo con lamirada uno a uno a todos los hombres que estaban tan asombrados como ellos mismos.

—No, Lion, ¿no crees qué si hubiéramos oído algo, lo habríamos impedido? —contestó Torky.

Lion recapacitó sobre las palabras del joven.

—Tienes razón, disculpa. Solo estoy nervioso.

—No me extraña. No es posible que alguien entre aquí, con la fortificación que tenemos, y selleve a uno de nuestros hermanos de su propia cama sin que ninguno lo escuchemos —observóAdam, dando paseos nerviosos por la habitación.

Ivar levantó la cabeza y los miró a todos como si fuera la primera vez que los veía en lahabitación.

—Laya —dijo y se puso de pie como pudo.

—¿Laya? —preguntó Lion sin entender qué quería decir su amigo.

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—Sí, está claro que esto es algo que tiene que ver con la magia, mira.

Y con eso, empujó la cama de su hermano hacia un lado con gran esfuerzo, para mostrar al restolo que había visto cuando estuvo sentado mirando el suelo, perdido en sus pensamientos.

En el suelo, pintado en rojo, habían dibujado un círculo con símbolos que ninguno había vistoantes. Pero si de algo estaban seguros era de que Ivar tenía razón, eso era magia. Explicaríamuchas cosas.

—¿Eso es sangre? —Es lo único que consiguió preguntar Lion, que estaba tan sorprendidocomo los demás y eso que pocas cosas conseguían dejarlo en ese estado.

Ivar se pasó la mano por la cara, intentando conservar el hilo de cordura que le quedabadespués del día que llevaba; pero era su amigo, todos eran su familia y los quería, se recordó.

—Creo que sí, no obstante, si quieres probar... —Le hizo un gesto de invitación a lo que Lioncontestó con cara de asco.

—Tienes razón, tenemos que llamar a Laya, de magia no tenemos ninguno ni idea. ¿Tú no sabesqué puede ser? Las runas son nórdicas.

—Debería, mi pueblo era muy creyente; yo lo fui. Desde que nacimos adoramos a los dioses ycrecimos entre ritos y sacrificios. Era lo normal entre los vikingos, pero cuando ocurrió… —Guardó silencio por un momento—. Cuando mi hermano y yo pedimos venganza ninguno denuestros dioses acudió en nuestra ayuda. La única que vino fue Laya, una diosa griega, por lo quedesde ese día di de lado a todo lo que tuviera que ver con nuestra religión o dioses. Después dedoce siglos he olvidado casi todo.

Todos lo miraban con comprensión, de una manera u otra cada uno de ellos había perdido, amano de los raptores u otros seres, a las personas amadas. Entendían que fuera reservado con supasado.

—Laya se merece un altar —dijo Lion totalmente convencido de sus palabras.

—Así es. Ahora vamos a llamarla, espero que nos pueda ayudar.

Normalmente las invocaciones intentaban hacerlas con algo más de cortesía y ceremonia, perono era el momento, esperaban que la diosa entendiera la urgencia de su llamada. Trasconcentrarse, Ivar invocó la presencia de Laya, pidiendo por favor su visita y misericordia conpremura.

Ella, como siempre, no los decepcionó, un halo de luz naranja anunció su llegada. Aunque lahabían visto demasiadas veces durante sus vidas, nunca dejaba de asombrarles su belleza etérea.

—Hola, hijos míos. —Les dedicó su mejor sonrisa, ella era así—. ¿Qué ocurre? He notadopreocupación en vuestra llamada.

—Laya, disculpa que te llamemos así, pero es muy urgente. Mi hermano ha desaparecido —se

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disculpó Ivar agachando la cabeza a modo de respeto.

—¿Cómo? ¿Qué ha ocurrido? —preguntó ella, preocupada, acercándose al vikingo y posandosu blanca mano en el brazo de él.

—No lo sabemos, alguien entró y se lo ha llevado. Nadie escuchó nada, tampoco hay signos delucha —explicó Ivar—. Pero sí me han dejado un mensaje y creemos que han usado magia. Poreso te necesitamos, no sabemos qué hacer. Mira.

Se hizo a un lado para que la pelirroja pudiera observar con sus propios ojos de lo que leestaban hablando.

Primero se detuvo a observar las runas y los nombres que se encontraban dentro de ellas.Levantó los ojos para buscar los de Ivar y le echó una mirada llena de un significado que soloellos dos conocían. Algo que dejó descolocados a los demás. Seguidamente fue a ver el círculomágico, ella hizo lo que no había hecho ninguno de los hombretones que estaban allí reunidos. Seagachó con su túnica blanca inmaculada sobre él y tomó con los dedos un poco del material con elque estaba dibujado. Palpó entre los dedos su textura, después se lo llevó a la nariz paraconfirmar sus sospechas. Negó con la cabeza, la tristeza se instaló en su rostro de muñeca antes delevantarse y mirar a los hombres, concretamente a Ivar.

—Tienes razón, es magia. Es nórdica, no soy una experta, pero sí te puedo decir que tuhermano, al encontrarse dentro, ha estado totalmente inmovilizado; de ahí que no encontraraissignos de lucha y que nadie escuchara nada. Digamos que sirve para anular la voluntad de laspersonas —relató con pesar e hizo aparecer un pañuelo de la nada para limpiar su mano.

—¡Mierda! —contestó Ivar. Enseguida se dio cuenta de lo que había hecho delante de la diosa—. Lo siento, Laya, estoy muy nervioso.

—No te preocupes, hijo mío. —Él agradecía que le tratara como uno más de sus descendientes,aunque no hubiera nacido gárgola, sino que ella lo hubiese convertido muchos siglos atrás.

—¿Y lo otro? —quiso saber Lion.

Laya miró a Ivar, parecía que para pedirle permiso. Él, resignado, le hizo un asentimiento decabeza para que compartiera lo que sabía con ellos, no era el momento de tener secretos si queríarecuperar a su hermano.

—Las runas no sé lo que significan, eso ya tendría que ser alguien especializado en el tema.Pero lo que han escrito dentro, son el apellido y lugar de nacimiento de Ivar y Erik. No séexactamente por qué le han dejado ese mensaje, pero algo me dice que quieren que vuelva a casa.

—Nunca nos dijiste que te llamabas Haraldsson, ¿por qué? —preguntó Adam, sorprendido deque su jefe no les hubiera contado nada.

—Porque ese hombre murió el mismo día que mi mortalidad, Adam, junto con mi padre, el queme dio ese apellido. Aquello destrozó mi alma. Cuando me convertí en gárgola mi parte humanadesapareció y solo quise olvidar todo aquello, aunque nunca he podido.

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—Lo entendemos, pero somos una familia, tú sabes todo lo que nos sucede a nosotros —lereprochó el joven.

—Lo sé, y lo siento. No es un tema de confianza, te lo juro, solo quería olvidar. Pero no hablaren voz alta de algo, no significa que vaya a desaparecer.

Adam asintió, aunque se le veía algo dolido por lo que acababa de descubrir.

—Bueno, centrémonos en lo importante. ¿Cómo recuperamos a Erik? —cortó Lion, no eramomento para querellas tontas.

—Creo que lo principal es encontrar a alguien que entienda, sobre todo, el tema mitológico ymágico de tu pueblo, Ivar. Y, aunque no te guste, vas a tener que volver a casa. —Ivar abrió mucholos ojos ante lo que le planteó la diosa.

—No, pero no puede ser. Tú eres una diosa, podrás ir y decirme dónde está Erik. Entoncesnosotros iremos a buscarlo y asunto solucionado.

Ivar sabía que se estaba extralimitando, pero lo que le decía sobre volver a casa no podía serposible. Además, tenía que ayudarles, era la madre de todos ellos. Eso incluía a Erik.

Laya lo observó con la tristeza con la que solo una madre te puede mirar cuando tiene que negaralgo importante a un hijo.

—Ivar, no puedo interferir en esto. —El vikingo no daba crédito a lo que estaba oyendo—. Séque no lo entiendes, pero los dioses tenemos reglas. Cada panteón tiene totalmente prohibidoinmiscuirse en los asuntos de otro. El día que pediste ayuda a tus dioses y no fueron, yo no podíaquedarme con los brazos cruzados y acudí a tu llamada. Por lo que hice, Odín y Zeus discutieron,mi padre me castigó severamente por aquello.

La cara de Ivar fue cambiando por momentos hasta adquirir un color ceniciento, ella nunca ledijo nada de lo sucedido. No sabía que ayudarlos a él y a su hermano hubiese tenidoconsecuencias. No lo veía justo, ya que ni Odín, ni ninguno de los dioses nórdicos hizo nada porellos cuando él suplicó justicia. En aquel momento se sentía como una mierda por haberla tratadode aquella manera.

—Lo siento, Laya, no lo sabía. De haberlo sabido nunca habría aceptado, tú no te lo mereces.

—No te preocupes, Ivar, lo que te ocurrió no fue algo justo. Lo volvería a hacer mil veces, ytodas ellas recibiría el castigo gustosa si con eso os ayudara de nuevo. Pero tienes que entenderque ahora no puedo intervenir, al menos no directamente.

Ivar la miró extrañado, no sabía a qué se refería, pero por nada del mundo dejaría que volvieraa tener un problema por él o por Erik.

—No, Laya, no permitiré que seas castigada de nuevo por querer ayudarnos.

—Esta vez lo haré de una manera diferente, descuida. Esto que no salga de aquí, pero Thor[10],

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que digamos que es el ojo derecho de su padre, ha montado más de una en La Tierra con misamados humanos; yo lo he encubierto para que no tuviera problemas con su progenitor, así que medebe una. No podré interceder directamente, pero llegado el momento, quizás pueda conseguirinformación. Al menos eso espero.

Esas palabras dieron esperanza a Ivar. No confiaba en los dioses nórdicos, bueno, realmente enningún dios salvo en Laya, a la que consideraba su madre en cierta forma. No se sentía tan soloante lo que tenían por delante.

—Gracias, Laya, nos pondremos ahora mismo a ello. No hay tiempo que perder.

—En cuanto sepáis algo avisadme. Estaré pendiente por si escucho algo entre el resto dedioses, aunque son demasiado altivos para preocuparse de este tipo de cosas. —Puso los ojos enblanco y los chicos no pudieron evitar reír ante ese comportamiento tan humano de la diosa.

—Así lo haremos, Laya. Gracias una vez más. Por todo —agradeció Ivar.

E igual que llegó desapareció, dedicándoles una de sus mejores sonrisas que transmitía una pazque se metía dentro de ellos para calmarlos, algo muy necesario en aquel momento.

—Adam, haz fotos a todo; los demás vamos al salón, necesitamos trazar un plan para recuperara Erik —ordenó Ivar a sus hombres, que ya parecían despejados del todo.

—Hermano, sé que estás preocupado, todos lo estamos, pero deberías descansar. La herida noha tenido tiempo de cicatrizar, y maltrecho no vas a ser de gran ayuda para buscar a Erik.

Lion retuvo a Ivar cuando el resto de hombres bajaban en dirección al salón, su rostro reflejabala preocupación que sentía en aquel momento. El pequeño Erik era muy importante para todosellos.

—Lo sé, Lion. Dentro de unas horas estaré mejor, pero ahora necesitamos pensar en qué hacer.Dentro de poco amanecerá y nos tendremos que poner en marcha. Te necesito en esto. ¿Puedocontar contigo? —le preguntó Ivar. Sabía la respuesta, pero necesitaba confirmar que no obligabaa nadie a meterse en una misión suicida de la que posiblemente no regresaran.

—Siempre, Ivar. Erik es como mi hermano pequeño también, mataría y moriría por él y por ti.Vamos a acabar con ese asesino de una vez por todas, te lo juro. —Sus ojos confirmaron lapromesa que le hizo con palabras.

Ivar lo abrazó antes de bajar cojeando para encontrarse con el resto de hombres en el salón. Erahora casi de tomar café, pero en vez de eso habían sacado vasos y una botella de whisky, era loque les pedía el cuerpo en ese momento. Tomaron asiento en los amplios sillones que tenían paracuando se reunían en esa habitación, y apuraron sus copas antes de comenzar a hablar.

—Bien, según nos ha dicho Laya, tienes que volver a tu casa; seguramente quien ha secuestradoa Erik lo ha llevado allí. Debe ser alguien que te conoce de tu vida como mortal, Ivar —planteóLion.

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—Eso es imposible, no solo porque los raptores arrasaron el poblado aquel día. Es que, aunquehubiera sobrevivido alguien, ¿cómo podría haber perdurado durante doce siglos? —Negó con lacabeza incapaz de creerlo.

—Entonces, ¿qué más podría ser? —interrogó Lion mientras servía de nuevo los vasos.

—No lo sé. Si lo supiera no estaríamos aquí sentados. Lo más probable es que sea algúnenemigo que haya hecho por el camino, quizás un brujo. Habrá hecho averiguaciones sobre mipasado y me querrá llevar allí para alejarme de la seguridad que nuestra casa me proporciona. —Se encogió de hombros, la impotencia de no saber qué hacer le estaba carcomiendo por dentro.

Lion intentaba tener la mente fría por los dos, quería a Erik como si fuera su propio hermano,pero tenía que admitir que no era lo mismo que podía sentir Ivar, por eso él tenía que pensar enalgo y rápido. El tiempo era crucial en situaciones como aquella.

—Tú y yo saldremos de viaje para buscar a tu hermano, pero necesitamos a alguien queentienda de todo el tema de mitología nórdica; ya que tú parece que no recuerdas mucho de lascreencias de tu pueblo.

Ivar hizo una mueca ante esas palabras. Sabía que Lion no lo decía con mala intención, todostenían los nervios a flor de piel con el tema.

—¿Alguna idea? ¿Quién puede estar familiarizado con todo eso? ¿Algún brujo o chamán? No séquién puede seguir utilizando tradiciones tan antiguas —preguntó Ivar, devanándose los sesos sinobtener respuesta. El cansancio y el dolor nunca eran grandes aliados para ese tipo de situaciones.

Todos estaban pensando, alguno incluso miraba el móvil buscando información. Lion fue elprimero en encontrar algo.

—Si queremos a alguien que realmente sepa todo sobre los dioses y ritos nórdicos tiene que serun estudioso del tema. He encontrado que aquí, en la universidad, hay una profesora que imparteclases sobre cultura y mitología de tu pueblo. Se llama Daniela Max. Hablan muy bien de ella enlas redes, sobre su conocimiento del pueblo nórdico, sus ritos y dioses. Creo que es la idónea,Ivar.

Meditó unos segundos sus palabras, realmente parecía la persona acertada para ayudarlos,aunque involucrar a un humano en algo tan peligroso como a lo que se tendrían que enfrentar no legustaba en absoluto.

Pero ¿qué opciones tenían? Realmente necesitaban a aquella mujer. La compensaría, le pagaríapor su ayuda.

—Ramón, irás a verla. Dile que tenemos un trabajo para ella. Tendrá que viajar algunos días aDinamarca con todos los gastos pagados, su misión será descifrar datos sobre ritos y mitología deesa cultura. Se le pagará el triple de lo que cobre ahora mismo como profesora en la universidad.

—¿Y si se niega? —preguntó Ramón, preocupado porque recayera en él esa responsabilidad.

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—Intenta convencerla, es importante. Iría yo mismo, pero si no accede por lo que sea, Lion y yotendremos que utilizar otras maneras para persuadirla, mejor que no sepa quiénes somos hastaentonces.

Ramón asintió, aunque sentía un gran pesar por la parte que le tocaba. Mientras, Lion miraba asu amigo preguntándose si había perdido algún tipo de tornillo por el camino. ¿A qué «otrasmaneras para persuadir» se refería? Él era el primero que quería rescatar a Erik, pero no porencima de cualquier cosa.

—Deberíamos prepararlo todo para salir. Lion, avisa a Jack para que tenga el avión listo paraesta noche. El resto os quedaréis aquí vigilando, os iremos informando. Ramón, en cuanto hablescon la profesora házmelo saber por favor.

—Sí, jefe.

El día pasó volando mientras preparaban todo lo que necesitaban para el viaje; ropa nollevaban mucha, pero sí armas. No saber a qué se enfrentarían era algo que los ponía nerviosos aambos.

Ivar fue al cuarto de Erik a esperar las noticias de Ramón. Ya era tarde. Llevaba todo el díafuera, esperaba que la respuesta de aquella mujer fuera positiva, por el bien de todos. La pierna yale dolía mucho menos. Paseó por la habitación mirando las pertenencias de su hermano, leencantaba coleccionar pelotas de beisbol, casi todas las tenía firmadas por sus jugadoresfavoritos. Gastaba cantidades indecentes de dinero en ellas, pero eso no era un problema paraellos y realmente se ganaba cada céntimo, trabajaba muy duro.

Siguió caminando hasta que encontró algo que llamó su interés, una foto de ellos dos, pero nouna de las recientes, no, se la sacaron cuando se inventaron las fotografías. Para ellos fue algoimpactante ver su reflejo atrapado en aquella hoja, y él la había guardado hasta ese día. ¡Cómo loquería! ¡Por los dioses que no le ocurriese nada! Sentía como una presión le oprimía el pecho. Noera de los que se quedaban de brazos cruzados, la espera lo mataba, y en aquel momento no podíahacer nada más.

Había avisado al servicio doméstico que tenía en Dinamarca de que iban a ir, estaban muysorprendidos, nunca lo habían visto en persona y llevaban cuidando la casa por generaciones. Laversión para ellos era que las tierras las iban heredando de padres a hijos, si se enteraran de queél y su hermano eran los dueños desde hacía tantos siglos huirían sin retorno. Una vez que llegaranles daría vacaciones, ya que no quería a más mortales en peligro hasta que todo eso acabara.Cuando volvieran a casa ellos podrían seguir con sus quehaceres.

El teléfono vibró en el bolsillo de su pantalón, miró la pantalla para ver de quién se trataba.Ramón.

—Hola, Ramón, ¿cómo fue?

—No ha ido bien, jefe, la doctora digamos que es bastante prepotente.

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—¿Entonces?

Ivar se estaba enfadando mucho, apretaba el móvil tanto que pensó que lo rompería antes determinar la conversación.

—Llevo todo el día persiguiéndola entre clases, le he ofrecido mucho dinero, muchísimo, perosu contestación es que no existe dinero para pagar su tiempo.

Se oyó gruñir a Ivar a través de la línea.

—Cómo vi que el dinero no le importaba, intenté explicarle que era un problema de vida omuerte.

—¿Y?

—Se rio en mi cara, me contestó que ese no era su problema. Sé que está mal pegar a una mujer,pero te prometo que lo he pensado muy seriamente. Nunca he conocido a nadie tan insoportable ypagada de sí misma. La típica que, si te viera morirte de sed en medio del desierto, ni te escupiría.

Ivar dio un puñetazo contra la pared azul de su hermano. Resultado: la atravesó.

—¡Mierda!

—Jefe, ¿estás bien?

—Sí. Necesito un favor más, Ramón, entérate de cuándo sale de trabajar, qué ruta coge, todo loque puedas sobre ella.

—Ya hice eso, encontré a otra profesora muy amable. Aquí la deben odiar todos, así que fui lobastante simpático con ella y terminó hablando como si fuera su mayor confidente. Estuvodiciendo que Daniela se queda todos los días en su despacho para que el rector de la universidadle dé un ascenso, incluso insinuó que se lo pasa por la piedra.

—Perfecto. Buen trabajo, Ramón. Solo mándame la ubicación exacta de su despacho.

—Ahora te la mando, jefe. ¿Qué vas a hacer?

—Me la voy a llevar. Y que se olvide de la amabilidad, nadie se ríe de las desgracias de mifamilia.

—Me encantaría ver su cara.

—Te mandaré una foto, prometido. Gracias, hermano.

—A ti. Si no te veo antes de que os marchéis, volved y traed a Erik sano y salvo.

—Te lo prometo.

Colgó, no sabía si esa promesa se la hacía más a él mismo o a Ramón.

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Tenía que buscar a Lion, si la mitóloga no quería ir por las buenas iría por las malas. No tendríaninguna piedad, como ella no la había tenido con el tema de su hermano. Iba a saber lo que eraintentar joder a Ivar, el Rey Vikingo.

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Capítulo 3

Samay era nocturna, siempre lo había sido. De pequeña, cuando sus padres se acostaban, ella sequedaba leyendo debajo de la sábana con una linterna hasta que el sueño la vencía a altas horas dela madrugada. Cosa por la que se llevó más de una reprimenda de su madre. Cuando fue creciendoel hábito no cambió. Era una buena estudiante, pero sus padres tuvieron que buscar un instituto queimpartiera clases por las tardes, y lo mismo le pasó cuando empezó la universidad. Tenía un futuromuy prometedor, quería ser profesora de mitología nórdica, algo que la apasionaba. Pero nosiempre los sueños se pueden cumplir. En su tercer año conoció a Anthony que, aparte de robarleel corazón, la dejó embarazada y cuando se enteró se marchó sin mirar atrás. Ella lo pasó muymal, estuvo mucho tiempo planteándose si seguir adelante con el embarazo o no, pero al finalcogió al toro por los cuernos y echó para adelante.

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Con aquella decisión tuvo que replantearse sus prioridades, algo que cambió la vida de Samayde forma radical. Sus padres al principio no estaban muy felices con la noticia, pero lo aceptaron;prometieron que ayudarían a su hija y a su futuro nieto en todo lo que pudieran. Dejó las clases,eso casi fue lo que más le costó, pero era por una buena causa.

En pocos meses la pequeña Delia llegó a la familia, y en ese momento Samay supo que era lomejor que había hecho en su vida. Pasó unos meses cuidando de la recién nacida, tenía algunosahorros ya que mientras estudiaba trabajaba de camarera para ayudar a sus padres, a los que nuncales había sobrado el dinero. Ellos la ayudaban con la niña, se les caía la baba con su nietecita,pero en cuanto la pudo dejar en la guardería lo hizo. La recogía cuando salía, pasaba la tarde consu hija y al acostarla se iba a trabajar. Su madre, que siempre había sido limpiadora, le consiguióun puesto en el turno de noche en la Universidad de Nueva Orleans. No era el trabajo que siemprehabía soñado que haría, pero le permitía dormir por la mañana y pasar la tarde con su pequeña.

Aparte siempre prefirió ese turno, cuando todo el mundo se marchaba podía ponerse susauriculares y limpiar sin que nadie la molestara. Hasta que descubrió el despacho de la profesoraDaniela Max, esa mujer tenía el puesto que ella siempre quiso. Así que, cuando la docente semarchaba a casa, siempre bastante tarde, aprovechaba para leer los muchos libros que tenía sobremitología nórdica. En cuanto terminaba todo lo que tenía que hacer por la universidad, que erabastante poco ya que había compañeras limpiando durante todo el día, se quitaba el uniforme,cogía alguna de las nuevas adquisiciones de la profesora y se metía de lleno en el mundo mágicode los vikingos. Era como un regalo después de todo a lo que había renunciado, pero no locambiaría por nada del mundo.

Ese día iba escuchando Imagine Dragons a todo volumen en sus cascos, por lo que no oyó a laprofesora cuando salió de golpe de su despacho mientras Samay estaba fregando. Daniela resbalóy terminó de culo en el suelo con su traje, que debía valer lo que ella ganaba en un añoseguramente.

Cuando vio la escena se arrancó los cascos y corrió directa a recoger a la mujer rubia que yacíaen el suelo medio despatarrada.

—Señorita Max, ¿está usted bien? —preguntó Samay preocupada mientras se agachaba arecogerla.

—¡Tú, chacha estúpida! ¿No ves que me he podido matar? —gritó la rubia, roja de la ira, a lavez que pegaba un manotazo a Samay en las manos.

La joven se quedó petrificada por el comportamiento de la profesora. Sí que era verdad que notenía muy buena fama entre sus compañeras y que siempre que ella le daba las buenas noches nocontestaba, pero a Samay le costaba desconfiar de las personas, y más de una a la que le gustara laenseñanza. ¿Cómo puedes pasarte horas y horas con alumnos, enseñándoles, cuando no tienes niuna pizca de educación? En aquel momento lo único que le apetecía era restregarle el mocho porla cara pintarrajeada que llevaba, ya que era de esas cincuentonas que se pensaban que teníanveinte.

—Pienso quejarme de ti al rector, te van a despedir por incompetente, que no vales ni parafregar un maldito suelo. Inútil. —Siguió soltando lindezas por su boca mientras se ponía de pie,

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intentado no caerse de esos tacones de quince centímetros.

—Yo hago mi trabajo perfectamente, no tengo la culpa de que usted sea torpe, quizás sea laedad. Y puede que sí, que yo no tenga una carrera universitaria, pero sin duda tengo algo que ustednunca tendrá, y que se llama educación —le contestó Samay.

Total, la iban a despedir sin motivo, pues que lo hicieran con razón. Estaba cansada de que lagente te mirara por encima del hombro porque te dedicaras a limpiar. Lo había visto con su madredurante toda su vida.

Además, en ese instante, la cara de estúpida que se le había quedado a la profesora valía cadamaldito dólar del finiquito que le iban a dar.

—Tienes suerte de que ahora me tenga que ir a un evento, pero mañana ni se te ocurra volverporque no tendrás trabajo —la amenazó la rubia mientras se marchaba con todo el culo mojado.

Samay le dio una patada al cubo de la fregona en cuanto se marchó la zorrasca esa. Se habíaquedado sin trabajo, y lo necesitaba, por su hija y por sus padres. Ellos la ayudaban en muchascosas, pero ella ya tenía veintiséis años y una hija de cinco a la que mantener.

Bueno, sus padres se habían ido con Delia a la casa de su tía a pasar el mes de agosto, por loque tenía un mes para encontrar un nuevo empleo.

Se acabó el trabajo, era hora de ir a cambiarse y después al despacho de la profesora a leer elúltimo ejemplar que había adquirido sobre mitología; lo vio cuando entró un rato antes a limpiarel polvo. Y así se pasaría hasta que terminara su jornada laboral, quizás la última en aquel centro.

Pasó por el vestuario, se enfundó unos vaqueros y una camiseta de manga corta, ya que en plenoagosto hacía un calor sofocante, sus sandalias con un poco de tacón, que la hacían más alta de loque era, cogió su bolso y se marchó al despacho de la arpía.

Todo estaba muy tranquilo por allí, por la noche era la única limpiadora; no hacía falta más yaque solo era para repasar lo que limpiaba el servicio de día y dejar todo listo para la mañanasiguiente. También estaba el chico de seguridad, Arnold, con el que se llevaba muy bien.Trabajaba en el turno de noche para pagarse la carrera, le recordaba mucho a ella. Era el únicoque conocía su pequeño secreto, que después de terminar de limpiar se quedaba leyendo hasta quellegaba su hora de salir, y no le importaba; igual que a ella tampoco, el hecho de que fuera avisitarlo una joven con la que había empezado a salir. Formaban un buen equipo.

Menos mal que Samay nunca fue una chica asustadiza, ya que encontrarte en un sitio tan grandey vacío para algunas personas sería impensable. Solían emparanoiarse, escuchaban ruidospensando que era algo malo, cuando ella sabía que normalmente eran sonidos del propio edificio.

En ese momento le pareció escuchar uno de esos chirridos, cualquier otra persona sentiríamiedo e iría a comprobar de qué se trataba, ella sabía que era algo totalmente normal. Así quesiguió su camino hacia el despacho de la profesora.

Cuando llegó, entró y encendió la luz, buscó en la mesa el libro que había visto antes, lo cogió

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entre sus manos y lo acarició; le encantaba sentir su tacto entre los dedos. El siguiente paso fueolerlo, mucha gente no apreciaba el olor que tenían, ella sin duda lo hacía.

Normalmente se sentaría en el escritorio y estaría atenta durante toda la noche por si alguienentraba, para aparentar que estaba recogiendo algo; esa noche le daba igual. Al día siguienteestaría en la calle, por lo que pensaba disfrutar al máximo de su última lectura. Los libros quecoleccionaba la profesora eran volúmenes realmente caros que ella no podía permitirse si queríaalimentar a su hija, por eso le gustaba tantísimo aquel trabajo. Lo iba a echar tanto de menos…

Así que, con bastante pesar, se fue directa al sofá de cuero negro de dos plazas y se acomodó enél. Disfrutó del tacto y de la comodidad del mismo, era más confortable que su cama, y no pudoevitar sentir una punzada de celos hacia aquella odiosa mujer. No lo iba a pensar más, no era justoque ella tuviera todo lo que Samay siempre había soñado siendo una persona horrible, pero lavida no era justa. Sin embargo, ella tenía a Delia, algo que Daniela nunca podría tener, ni en susmejores sueños.

Se metió de lleno en el libro, aunque había leído miles de historias sobre mitología, cultura,sociedad y costumbres nórdicas, nunca se cansaba de adentrarse de nuevo en otra aventura. Enestá ocasión la narración hablaba de Hela, la diosa de la muerte, que era la encargada delinframundo de una de las clases de muertos, de los que no iban al Valhalla en la mitología nórdica.

Tan concentrada se hallaba que no escuchó cuando la puerta del despacho se abrió. De hecho,no se dio cuenta de nada hasta que fue demasiado tarde.

Samay vio dos sombras delante de ella y levantó la mirada lentamente para comprobar que susojos, cansados por la lectura, no le estuvieran gastando una mala pasada. En cuanto vio de qué setrataba, hubiera preferido que fuera así.

Enfrente de ella tenía a dos hombres altísimos, seguramente median dos metros, uno llevabatraje y tenía los ojos más bonitos que había visto nunca, el otro era simplemente impresionantetodo él. Llevaba un vaquero y una camisa, tenía los ojos negros y las facciones marcadas. Parecíaun guerrero como aquellos sobre los que leía en esos libros que tanto le gustaban, no había unaparte de su cuerpo donde no se marcara músculo debajo de su ropa. Sabía que sus pensamientosno eran los correctos, ya que los dos tenían cara de pocos amigos y la miraban con un desprecioirracional, a pesar de que no los había visto nunca antes.

Quizás querían robar, aunque en la universidad no había nada de valor, al menos que ellasupiera. Esperaba que fuera esa opción y no que fueran unos locos que le quisieran hacer algo aella. Se acordó de su hija y entonces sintió miedo de verdad, solo pensar en no volver a verla lecongeló la sangre.

—Vaya, no parece tan valiente ahora. ¿No crees, Lion? —dijo el hombre que parecía unvikingo.

—No, ahora más bien parece un corderito perdido de su rebaño —se jactó el otro.

Samay buscó su voz dentro de ella, sabía que tenía que contestar, estaban insinuando que laconocían, pero no los había visto antes. Se acordaría, sin duda.

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—Disculpen, creo que hay un malentendido, no los conozco de nada. No sé si quieren robar,pero aquí no hay nada de valor, y yo sin duda no tengo nada que les pueda servir.

Los dos hombres se miraron y sonrieron ante las palabras de Samay, quizás eran unos locos quese habían escapado de algún centro psiquiátrico cercano, era posible. Ella nunca veía lostelediarios, ya le parecía bastante duro el día a día sin todas aquellas malas noticias. Pero, si eranunos pirados, lo mejor sería seguirles la corriente e intentar escapar. Seguramente Arnold estabacon su amiga y no se enteró de que habían entrado, o peor aún, lo hizo y estaba muerto.

—Cómo se hace la loca ahora. Claro que tienes algo que nos puede servir —la acusó el hombredel traje.

Mierda, entonces la querían violar.

—De verdad que no sé en qué les podría ayudar. Si quieren tomar asiento, lo podríamos hablartranquilamente.

Samay no tuvo mucho tiempo para pensar, así que hizo lo primero que se le pasó por la cabeza;les tiró el libro que tenía en sus manos, se puso de pie sobre el sofá y saltó por encima delrespaldo camino de la puerta. Eso les había distraído por unos pocos segundos, solo rezaba porque fueran los suficientes para poder escapar y pedir auxilio.

Llegó a la puerta, giró el picaporte y consiguió abrir cuando una mano enorme golpeó la hoja demadera haciendo que esta se cerrara con un portazo que la hizo saltar del susto. ¿Cómo podíahaber llegado tan rápido hasta ella? Un segundo antes estaba más lejos del sofá, aparte de que ellibro tenía que haberlo detenido; pero ahí estaba, a su lado, y no tenía ni la respiración alterada.

Abrió los ojos como platos esperando lo que vendría después, seguramente ese era el momentoen el que la violaban y la mataban. Pero no, no se iría sin luchar. Miró a los ojos al vikingo, comoella ya lo había apodado en su mente. La miraba con mucho odio, no sabía por qué y le daba igual.Cogió todo el valor que poseía y, con todas sus fuerzas, le dio una patada en sus pelotas que lehizo doblarse. Cuando estaba en esa posición lo empujó hacia atrás para que cayera, y entoncesaprovechó ese momento para abrir y salir corriendo.

No llegó muy lejos antes de que el otro hombre la cogiera por detrás, la sujetase con fuerza delos hombros y la inmovilizara.

—Eres toda una guerrera, una pena que luego seas tan mala persona. De no ser así te pediríahasta una cita —le susurró al oído.

—No saldría contigo ni aunque fueras el último tío del mundo, pestañas postizas. —Si iba amorir lo haría sin morderse la lengua.

—Te ha calado, hermano —dijo el vikingo, que salía cojeando levemente por el golpe recibido.

El que la retenía le hizo un gesto a su amigo con el dedo corazón.

—Ahora vas a dormir —pronunció en su oído el hombre que la tenía sujeta en un fuerte agarre.

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Su voz había cambiado, era como más grave, más profunda. Estaba loco si pensaba que ella leiba a hacer caso.

—¿Por qué no te duermes tú y así yo me puedo ir? ¡Locos, que sois unos locos los dos! —gritóSamay desesperada.

—No lo entiendo. No funciona, Ivar —dijo confundido el tipo del traje.

—No es posible, nunca he visto que fallara tu don —contestó el tal Ivar igualmente extrañado.

—¿Veis?, estáis como una chota. ¿De verdad os ha funcionado alguna vez que le digáis aalguien que se duerma y lo haga? Quizás en ese mundo en el que veis unicornios cuando os danpastillitas en el psiquiátrico, pero en la vida real no, amigos.

—¿Nos está llamando locos? —preguntó el vikingo.

—Sí, no hace falta que habléis como si no estuviera aquí.

—¿Qué hacemos, jefe?

—A la vieja usanza, me niego a escuchar su voz de pito todo el camino —contestó el vikingotocándose las sienes como si le estuviera dando dolor de cabeza.

—¿Qué camino? Y ¿quién tiene voz de pito? —Forcejeó una vez más para intentar liberarse deese agarre de hierro.

—Tú. A mí siempre me gustaron calladitas —respondió el hombre, antes de acercarse a ellacon algo en la mano que sacó del bolsillo trasero de su pantalón.

Vio que era una jeringuilla, la iban a drogar o a matar. Intentó resistirse, pero ellos eran dos ymucho más grandes que ella. Se la clavaron en el cuello y no tardó en sentir como el sueño lainvadía. La habían drogado, no vería nunca más a su pequeña, esos locos la iban a matar.

En menos de una hora ya estaban montados en el jet privado, con la profesora atada en uno delos asientos cerca de ellos, para tenerla vigilada en todo momento.

Ivar no podía separar los ojos de la mujer, cuando Ramón le contó lo que había hecho no se laimaginó así en ningún momento. Pensó en una mujer más estirada, la típica profesora trajeada ycon gafas. Pero aquella chica era joven y muy hermosa; aunque la odiara por no querer ayudarlo,tenía que reconocerlo.

Se fijó en su largo pelo castaño, cuando la encontraron llevaba una coleta, pero con el forcejeose soltó y ahora reposaba sobre sus hombros. Sus ojos eran una mezcla de marrón verdoso, perolo que más le llamó la atención fue el fuego que encontró en ellos. Se defendió con uñas y dientes,otra cosa que desde luego no esperaba. Les lanzó un libro de tapa dura, casi más gordo que sucabeza. Le habían atacado con muchas cosas a lo largo de su vida, pero nunca con algo así. Le

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dejó tan sorprendido que no lo esquivó y le dio de lleno en toda la nariz, por lo que tardó mástiempo en salir a perseguirla. Pero es que luego se superó cuando le dio una patada en las pelotas,los trató de locos y los desafió. Total, que lo descolocó enormemente. Y por si fuera poco todoaquello, el poder de Lion no funcionó con ella; quizás tenía algún tipo de trastorno mental, a saber;no era para nada normal aquella chica. Lo averiguaría, pero primero tenían que encontrar a suhermano, esa era su máxima prioridad en aquel momento, aunque algo le decía que aquella mujerno se lo iba a poner nada fácil.

Llevaban más sedante preparado por si despertaba, el viaje era largo y preferían que fueradormida durante todo el camino. No porque creyera realmente que tuviera voz de pito, peronecesitaba pensar y con ella parloteando como un loro todo el rato no se podía concentrar. Miró asu amigo que estaba observando a la chica igual de fascinado que lo hacía él.

—¿Qué piensas? —preguntó Ivar.

—En todo lo ocurrido desde que la vimos, para ser humana es valiente. Si no fuera tan arpíahasta sentiría admiración por cómo se ha defendido.

—Sí, la verdad es que es toda una guerrera.

—En efecto, amigo, te pateó las pelotas, literalmente —se burló Lion.

—Me pilló desprevenido, no volverá a ocurrir —protestó Ivar queriendo creer que no levolvería a coger con la guardia baja, no se esperaba que aquella joven tuviera tanto fuego.

—Otra cosa, que conste que sé que la teníamos que secuestrar, la vida de Erik es lo primero.Pero ¿crees realmente qué va a estar colaborativa? Si antes no quería, después de haberlasecuestrado no imagino ni un solo motivo por el cual quiera ayudarnos.

Lo que decía Lion tenía todo el sentido del mundo, pero conseguiría que aquella mujer leayudara aunque fuera lo último que hiciera; estaban totalmente en sus manos. Ya la compensaríaneconómicamente, eso no era un problema. Cuando le explicaran con detenimiento lo que ocurríaseguramente recapacitara y entrase en razón. Y si no, haría lo que fuera necesario.

—Lo hará. Lo volveremos a intentar por las buenas, si no, la amenazaremos con que nuncavolverá a su casa, ni a ver a sus seres queridos; los humanos son blandos en lo que a eso se refiere—decretó Ivar y Lion puso los ojos en blanco.

—Estoy deseando ver cómo se lo explicas.

—Recuerda que soy vikingo, Lion, nosotros nunca nos rendimos —dijo con una sonrisa lobuna.

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Capítulo 4

El viaje duró casi diecisiete horas, la invitada en alguna ocasión parecía recuperar laconsciencia por lo que les tocó repetir la dosis del anestésico para volver a dormirla. Adam leshabía dicho la cantidad que debían usar según el peso de la mujer, menos mal que contaban con él,porque utilizar ese tipo de sustancias sin saber cómo administrarlas puede mandar a la persona alotro barrio. Así que fue durmiendo como un bebé todo el camino. Se preocuparon de ponerlesuero para que no se deshidratara, ya que eran muchas horas y si le ocurría algo no les serviríapara nada.

Jack anunció por megafonía que estaban cerca, Lion iba dormido por lo que Ivar podía pensarsin sus constantes interrupciones. La noticia de estar acercándose a casa solo acrecentó sus

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nervios. Doce siglos hacía que no pisaba aquellas tierras, donde había nacido, donde murió comomortal, pero sobre todo donde perdió a toda la gente que amaba. Y sin poder evitarlo losdemonios del pasado volvieron a su memoria.

«Todos estaban reunidos aquella noche en la Skali[11] junto al fuego, celebrando el JólBlót[12], una fiesta importante para ellos. Recibirían el año nuevo. Su padre siempre había sidoun Jarl honorable, al que todos amaban y respetaban por igual. Él deseaba hacerlo lo mejorposible el día que tomara el relevo. Un buen líder era un hombre al que los demás seguíanporque lo respetaban y admiraban, no porque le tuvieran miedo. Ivar quería convertirse en esetipo de hombre.

Estaban bebiendo cerveza especiada en sus cuernos y comiendo carne asada cerca del granfuego. Reían y hacían bromas, otros contaban historias sobre sus viajes y saqueos. Éldisfrutaba jugando con sus sobrinos pequeños antes de que su hermana los acostara. La nocheiba pasando y el ambiente se empezaba a caldear, estaba besando a Brenda, su futura mujer,cuando le confesó que le iba a dar un heredero. En ese momento Ivar se sintió inmortal, teníatodo lo que alguna vez pudo desear en la vida, la mejor familia y amigos, una mujer a la queamaba y ahora tendría un heredero. No podía esperar a compartirlo con todos, pero primerodeseaba amar a su mujer como solo una diosa se merecía.

Empezó a besar sus labios de forma feroz, de la manera en que solo un hombre que ama deverdad puede hacer. Sus manos recorrían las curvas de Brenda por encima de su vestido delana, adoraba cada milímetro de su piel nívea. Ella reía ante las atenciones que le prestabaIvar, mientras clavaba las uñas en su espalda para sujetarse ya que le temblaban las piernas.El vestido se abría por la parte delantera, por lo que expuso sus generosos pechos paradevorarlos sin indulgencia, mientras con una mano subió su falda para sentir esos pliegues quele volvían loco, rosas y húmedos, esperando recibirlo. No se hizo esperar y se desató supantalón de cuero para poder entrar en su mujer mientras la sujetaba en sus brazos sobre lapared de barro de la vivienda. En el salón se oían risas de las parejas que compartíanmomentos como el que ellos estaban manteniendo. Se introdujo dentro de ella que lo recibióencantada y con un gemido al sentirlo tan dentro de su interior. Él entraba y salía con fuertesembestidas mientras su mujer le ayudaba moviendo las caderas, enredaba las manos en sulargo cabello moreno, que en ese momento se mezclaba con el rubio casi blanco de ella. Eranuno.

Los ojos de Brenda, tan azules como el cielo, estaban húmedos por el deseo, sabía que estabacerca del clímax, él también lo estaba; con un último envite se derramó en su interior con ungrito gutural y ella lo acompañó con gemidos enloquecidos. Nada podía hacerle más feliz enaquel momento, nada. Hasta que unos gritos, muy diferentes a los que estaba oyendo hastahacía un segundo, se sucedieron. Giró la cabeza para encontrase con una imagen que loparalizó en el sitio.

La sala se había llenado de hombres extranjeros. No conocía a ninguno, iban armados yatacaban a su gente. Pero sin duda, lo que le llamó la atención fue que cada uno de aquellosindividuos poseía unos ojos violáceos, un color que nunca antes había visto, cosa que leimpactó.

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Estaban atacando a su pueblo, algunos con armas, otros con unas garras como cuchillos quesalían de sus propias manos. ¿De qué tipo de magia se trataba todo aquello? ¿Cómo era esoposible?, ¿serían los mensajeros de Odín que venían a castigar a su gente por algún motivo?Dejó a Brenda en el suelo y se fue a buscar su espada, después de decirle que se escondiera enla habitación principal. Ella obedeció en el momento en que él se lo ordenó.

Ivar buscaba su arma, que había dejado tranquilamente un rato antes cerca del estrado de supadre, al pensar que no pasaría nada malo aquella noche. Sus vecinos y amigos iban cayendoinertes al suelo, esos seres, o demonios, estaban como drenando su vida, no parecían morir porlas heridas infligidas en ellos, sus cuerpos parecían cáscaras vacías sobre el suelo. Por finencontró su espada y se puso a luchar con algunos de aquellos demonios, pero eran fuertes ymuy rápidos, no podrían detenerlos sin la ayuda de los dioses. Entonces invocó a Odín, a Thor,a Balder y a todas las deidades que en ese momento conseguía recordar, sin embargo, nadieacudió en su ayuda.

Uno de aquellos seres clavó las garras en su estómago, Ivar cayó doblado sobre sí mismopensando que era su fin, y no se equivocaba, el monstruo empezó a robarle lo que sentía; sumiedo, su rabia, su dolor, todo lo que tenía dentro. Notaba cómo la vida se escapa de su cuerpocomo si fuera una segunda piel que te arrancaban. Lo vio todo negro antes de cerrar los ojos.

Murió con la espada en la mano, por lo que esperaba ver a una valkiria que bajara arecogerlo para llevarlo al Valhalla; donde se sentaría junto a Odín a brindar hasta que llegarael Ragnarök. Pensaba exigirle un par de explicaciones por no haber acudido en su ayudacuando se lo pidió. Sin embargo, no vino ninguna guerrera hermosa a buscarlo, solamente lerodeaba oscuridad y el silencio más absoluto. Lo más extraño de todo era que sentía dolor, porlo que pensó que quizás no estaba muerto. El demonio tal vez no lo remató.

Intentó abrir los ojos, que le pesaban como si tuviera dos anclas colgando de ellos, pero nolo consiguió. Volvió a intentarlo, esa vez con más éxito, aunque tenía la vista nublada. Despuésde unos pocos minutos consiguió enfocar, y en ese momento quiso haber muerto. La imagen quehabía a su alrededor era desoladora, todos estaban muertos, el silencio era debido a que nadiehabía conseguido huir de aquellos seres.

Como pudo se incorporó, el dolor en su estómago era atronador, se sujetó con una manopara no desangrarse, y como fue capaz, avanzó a lo largo del salón. Vio a sus padresdescompuestos, tan solo parecían unas hojas marchitas, apretó los dientes para no gritar de larabia, no sabía si aún alguno de esos espectros estaba en las inmediaciones y podría volver.Cuando halló a su hermana y sobrinos no pudo evitarlo, y devolvió hasta que le salió bilisjunto a sus pequeños e inocentes cuerpos, ahora eran solo unas cáscaras vacías.

Aquello era insoportable, no podía más. El dolor físico nada tenía que ver con lo que sentíadentro de su pecho, y en su alma. Pero no podía rendirse, tenía que ver si alguien habíasobrevivido, su hermano pequeño, quizás su mujer. Le pidió que se escondiera, por favor queestuviese viva. No tenía mucha esperanza, pero si no pensaba que alguien había sobrevivido élmismo se cortaría el cuello, aunque eso significara no entrar en el Valhalla. Fue a lahabitación principal a buscar a su amada.

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Lo que encontró fue demasiado, no le habían robado la vida como al resto, pero sí que lahabían violado, tenía todos los muslos ensangrentados. Su mujer, su hijo… el dolor erainsoportable. La violaron hasta la muerte, y él mientras estaba inconsciente; merecía morir. Enel suelo había una daga, la misma que Ivar le regaló a su mujer, la había traído de una de susincursiones, llevaba piedras preciosas en la empuñadura. Se había defendido, se sintióorgulloso de ella. No era una escudera, pero intentó luchar por salvarse y por el pequeño nonato. Se vengaría, se juró, y después la acompañaría a la muerte por toda la eternidad. Sindarse cuenta de ello soltó el grito más desgarrador que nunca nadie había escuchado, con ladesesperación de alguien que lo ha perdido todo.

—¿Ivar? —Oyó un grito que lo llamaba.

Alguien había sobrevivido, lo tenía que encontrar. Era su hermano, o al menos eso creía, soloesperaba que no fuera una alucinación, deseaba que Erik estuviera vivo.

Como pudo fue a buscar aquella voz.

—Erik, ¿eres tú? —lo llamó.

—Sí, Ivar, no me puedo mover, ayúdame.

Siguió la voz hasta la parte donde hacían la comida, se había caído sobre él un tablón de losque sujetaban el techo de la vivienda, posiblemente por eso lo dieron por muerto.

—Por Odín, hermano, menos mal que estás vivo —dijo Ivar al verlo.

—Ivar, luché, te lo juro, pero esto me cayó encima y debí perder el conocimiento. ¿Dóndeestán todos? —Le costaba hablar por el peso del tablón sobre su pecho.

—Todos muertos, Erik —confesó con gran pesar, mientras se reclinaba sobre él para intentarmover lo que tenía atrapado a su hermano.

—¿Padre y madre?

—Muertos —contestó secamente.

Intentó mover el tablón, pesaba mucho, pero sacaría de ahí a su hermano aunque le llevarahoras hacerlo. Cada vez que hacía un esfuerzo la herida del estómago le pegaba un latigazo ymaldecía.

—¿Deliah y los pequeños? —preguntó Erik con el dolor impreso en su mirada, su hermana ysus sobrinos eran muy importantes para ellos.

—Todos han muerto, Erik, lo siento. Pero nos vengaremos, te lo juro.

—Es inútil, no me vas a poder sacar, Ivar, voy a morir aquí debajo. Prométeme que vengarása nuestra gente, a nuestra familia.

—Te prometo que te voy a sacar de ahí para que los venguemos juntos.

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Intentó una vez más liberar a su hermano sin éxito, entonces no pudo contener la rabia más yse puso a gritar y a maldecir a los dioses por haberlos abandonado. A ellos que siempre hacíanlos rituales y sacrificios para mantenerlos contentos, ahora que los necesitaban, los dejabanabandonados a su suerte. Cuando pensó que perdería la voz de tanto chillar, una luzanaranjada bañó toda la estancia, y a los pocos segundos, entre aquella neblina, apareció lamujer más bella que hubiera visto nunca, parecía un ángel. Casi dudó que al final no le hubieraescuchado Odín y hubiera mandado a una de sus valkirias a por ellos. Pero definitivamenteaquella mujer no era nórdica, llevaba una túnica de color blanco.

Con la voz ronca por los gritos le habló, temeroso de perturbar la paz que en su rostrohabitaba.

—¿Quién eres?

Ella miró a su alrededor toda la muerte y destrucción acaecida allí esa noche, el dolor semarcó en cada uno de los músculos de su rostro etéreo.

—¡Por los dioses! Siento tanto lo que os ha ocurrido. —Ivar sabía que aquellas palabraseran totalmente sinceras, lo notaba.

—¿Puedes ayudarnos? ¿Eres una diosa? —Ella lo miró y había duda en su rostro.

—Soy Laya, soy la diosa griega de los humanos, yo vivo para protegeros. Lo que os haocurrido aquí está noche es un ataque de unos demonios venidos del mismísimo infierno, losraptores. Se alimentan de las emociones humanas hasta que dejan así a sus víctimas —relatóseñalando uno de los cuerpos.

Una diosa griega había acudido a su llamada cuando los suyos propios ni se habíaninmutado ante su sufrimiento, los maldijo una y otra vez.

—No debería, pero os puedo ofrecer algo, puedo convertiros en seres inmortales. Mitadhombre, mitad gárgola. Tendréis poderes y fuerza sobrehumana. Vuestro trabajo, si aceptáis,será proteger a los humanos de seres como los que han matado a vuestra familia esta noche —les ofreció la diosa.

Ivar miró a su hermano ya que él ya tenía clara su respuesta, le daría su alma hasta almismísimo Loki con tal de vengar a su gente. Erik lo miró, se le veía muy débil, pero aun asíasintió decidido.

—¿Podremos vengarnos? —Era la única pregunta que Ivar tenía al respecto de aquel tratoque le cambiaría para toda la eternidad.

—Cada día de tu inmortal vida —contestó la diosa.

Y así, ese día, Ivar y su hermano pequeño, Erik, pasaron por la transformación a gárgola.Dolió de una manera que el vikingo pensó inimaginable, pero tal y como ella les prometió luegose vengaron. No tardaron en encontrar a los que hicieron aquello a su gente y terminaron consus vidas, de forma lenta y muy dolorosa».

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Ese día se marcharon de casa y no volvieron nunca más. No hasta ahora.

El piloto avisó de que ya llegaban, y eso trajo a Ivar de vuelta al presente. Intentaba siempremantener el pasado en un cajón de su memoria bien cerrado con llave, pero todo lo que habíasucedido en las últimas horas lo había liberado sin poder hacer nada por remediarlo.

Jack aterrizó en el pequeño aeropuerto privado que él mismo mandó construir en su propiedad.Sus tierras abarcaban muchos kilómetros por lo que se lo podía permitir y, aunque se prometiónunca volver, le gustaba ser previsor para ese tipo de cosas.

Lion cargó con el equipaje mientras él llevaba en brazos a la mujer. Aunque no sentía ningunaestima por ella por haberse negado a ayudar a su familia, sobre todo usando unas formas tanrastreras, no pudo negarse a sí mismo que le gustaba sentirla de aquella manera. Encajaba a laperfección entre sus brazos, su cabeza apoyada en su pecho, el suave aliento reposando sobre sucuello. Olía a lavanda, ese aroma le recordaba a cuando era pequeño y jugaba con sus hermanosen la pradera, su hermana Deliah siempre se empeñaba en regalarles flores de lavanda. Ellosprotestaban porque un hombre no llevaba flores, pero él siempre las guardó como un gran tesoro.Cómo la echaba de menos.

Miró el rostro de la profesora mientras caminaba; estaba relajada, como si realmente durmieraplácidamente y no la hubieran drogado para llevarla a la fuerza a otro país. Poseía unos labiosrosados y llenos, con una textura aterciopelada, que pedían a gritos ser besados; un montón depestañas adornaban sus bonitos ojos, fue lo primero que le llamó la atención de ella.

—Tal y como la miras, cualquiera diría que te gusta, hermano —lo alertó Lion sacándolo de suhechizo.

—Solo observo al enemigo, siempre hay que disponer de todos los datos —se excusó él sinmucho éxito.

Llegaron a la casa, una gran mansión de piedra de dos plantas y tejado negro. Ivar la contempló,y tenía que reconocer que en persona era aún más impresionante que por fotos o sobre plano.Todos los trabajos los había autorizado a distancia, así que nunca había comprobado realmente elresultado. Toda la propiedad estaba rodeada del verde que caracterizaba esa zona.

Lion abrió la puerta principal con la llave que le entregó Ivar en el avión. La casa por dentroera aún más impresionante de lo que había resultado por fuera.

—Vamos a acomodar a la chica y luego daremos una vuelta, tenemos que asegurarnos de que nohay ningún enemigo en los alrededores —decretó Ivar, viendo que su amigo estaba tanimpresionado como él.

El servicio no estaba, Ivar les había dado vacaciones pagadas a todos. No quería que hubieraningún civil cerca, no sabían a lo que se enfrentaban y no se arriesgaría a perder inocentes por elcamino.

Subieron la escalera de madera oscura hasta la segunda planta. Las paredes por dentro tambiéneran de piedra, pero no hacía frío, él se encargó de que toda la casa tuviera climatización para que

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el hogar siempre mantuviera una temperatura óptima; pero le gustaba el aspecto rústico que ledaba la piedra, tenía un toque antiguo.

Los techos eran altos y tenían vigas de madera, los suelos fueron elegidos del mismo material.Todo muy elegante, escogido con mucho gusto. Ivar le indicó que cogerían tres habitacionescorrelativas, dejando la de en medio para su invitada, así podrían estar pendientes de ella en todomomento.

Primero fueron a la de ella, no tenía muchos muebles aparte de una cama con dosel —habíaelegido esa especialmente para poder atarla hasta que entrara en razón para ayudarlos—, unasmesillas de noche y un tocador a juego con el armario de madera, todo ello en color lavanda.Cuando diseñó la habitación pensaba en su hermana, en que si viviera le gustaría, así que esperóque a su invitada obligada le gustara.

La depositó sobre la cama con sumo cuidado, la ataron a los cuatro postes de maderafirmemente pero sin que se pudiera dañar, a menos que tirara intentando soltarse; no obstante, esoya era algo que tendría que valorar ella.

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Capítulo 5

Samay estaba profundamente dormida, no recordaba haber dormido tanto desde… por lo menosantes de ser madre. En ese momento se le activó una parte dentro de ella que siempre estabaalerta, cada ruido podía ser síntoma de que a su pequeña le pasaba algo, posiblemente cada mujernacía con eso dentro, y cuando daban a luz ese mecanismo se activaba y nunca más se apagaba.Aunque ya estaba en esa fase del sueño, justo antes de despertar, donde darías cualquier cosa porno ser ya consciente de los estímulos externos y quedarte un rato más profundamente dormida.

Había sufrido unos sueños muy vívidos ese día. Primero, estaba en su trabajo como cualquierotro día, cuando tuvo la mala suerte de que la profesora Max tropezara con el cubo de la fregona,la trató como un despojo para luego insinuar que la iba a echar a la calle. Menos mal que solo

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había sido eso, un sueño, ella necesitaba ese trabajo por su hija. Pero no fue lo peor de suspesadillas. Después de aquel acontecimiento Samay se dirigió al despacho de «doña palo metidopor el culo» para leer un libro y calmar los nervios. Era un ejemplar nuevecito, de los que a ellale gustaban. Tenía que tener cuidado para dejarlo como estaba y que la otra no se diera cuenta delo que había hecho.

Estaba tan a gusto que por ella se habría quedado así el resto del sueño, pero claro, todo lobonito se tiene que terminar siempre. Irrumpieron en su momento feliz dos hombres, grandes comoarmarios y guapos como el pecado. Ya podría haber sido un sueño calentorro, pero no, tenía queconvertirse en una pesadilla. Mil cosas se le pasaron por la cabeza, en un principio pensó queeran ladrones, pero no tenía mucha lógica, en una universidad no había nada de valor, al menos enla que ella trabajaba. Luego se le pasó por la cabeza que podían ser unos perturbados que sehubieran escapado de un centro psiquiátrico, cosa que se acentuó aún más cuando ellos lehablaron como si la conocieran.

A veces los sueños eran tan reales que sentías el miedo recorriendo todo tu ser, y eso fue lo quesintió Samay. La bilis subía por su garganta pensando en qué le harían aquellos tipos con cara deasesinos a sueldo. Solo tenía una cosa en la cabeza: escapar. Así que, sin pensarlo dos veces, lestiró lo único que tenía a mano y corrió, pero el tipo que a ella le parecía un vikingo la detuvoantes de poder abandonar el despacho. Se negaba a morir, o a saber qué era lo que le queríanhacer, y menos siendo su propio sueño, por lo que pateó las pelotas de aquel tipo y corrió contodas sus ganas. Pero no llegó muy lejos antes de que la alcanzaran y le pincharan algo en elcuello, al poco todo se volvió negro.

Menos mal que después de eso, el sueño había terminado. Si se pudiera morir de un infarto enla fase Rem seguro que había estado a punto.

Intentó abrir los ojos sin mucho éxito, los sentía pesados, la cabeza le martilleaba como si sehubiera tomado varios gin-tonic; cosa de la que se reiría si no le doliera tanto, ya que ni seacordaba de lo que era salir ni siquiera a tomar una cerveza. Su vida social era más bien nula.Pero si lo pensaba bien tampoco recordaba haberse ido a su casa cuando terminó su jornadalaboral. Entonces Samay tuvo un mal presentimiento. Se forzó a abrir los ojos, la luz que había selos hizo cerrar de golpe; junto con la sensación de un pinchazo en la sien, que la hubiera hechodoblarse de no haber estado ya acostada. Aunque le pareció ver algo que no estaba bien. Solohabían sido unos segundos, pero no reconocía aquella habitación.

Se fue a colocar la mano en forma de visera, pero no podía por más que tiraba de ella. Así que,como pudo, abrió de nuevo los ojos, despacio, y tal como pensó no estaba en su dormitorio. Algoandaba realmente mal, su corazón empezó a martillear de forma acelerada y sentía escalofríos. Nosolo no estaba en casa, estaba atada de manos y pies. La cabeza empezó a darle vueltas casiliteralmente. «¿Dónde demonios se encontraba? ¿Y si todo lo que creyó haber soñado había sidoreal?», pensó exasperada.

Samay sentía que iba a darle un ataque de ansiedad si no se tranquilizaba, necesitaba pensar conclaridad; así que se obligó a respirar varias veces para intentar calmarse, al menos para nohiperventilar.

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Observó todo con detalle, la habitación era amplia, estaba decorada pensando en una mujer ycon mucho gusto, eso lo tenía que admitir. Había grandes ventanales que llegaban casi al techo. Sila habían secuestrado, evidentemente era eso lo que parecía, ¿por qué no habían dejado a nadievigilándola? «¿Porque estás totalmente atada y, por tu dolor de cabeza, hasta hace un momentodrogada también?», le dijo una vocecilla en su interior. Lo mejor era no alargar más la agonía,debía enfrentarse a su problema.

—¿Hola? —llamó para ver si alguien la escuchaba.

Insistió unas cuantas veces más, elevando el tono de voz, sin mucho más éxito que la primera;por lo que decidió probar otra cosa, algo que no le gustaba demasiado: se puso a gritar.

—¡Quiere venir alguien de una vez! ¿A parte de secuestrar gente estáis un poco sordos? —Lepareció oír un ruido y se quedó quieta para escuchar mejor.

Era la puerta de alguna habitación contigua, si no se equivocaba venía de la izquierda. Despuésse oyeron pasos y por fin alguien entró. Era el tipo que, en lo que ella pensó que era un sueño, lerecordaba a un vikingo. Pero nada de sueño, ese hombre era muy real. Y aunque le daba miedo lasituación en la que se encontraba, sería una autentica hipócrita si no reconociera que estabatremendamente bueno.

Él la observaba desde el quicio de la puerta esperando algo, así que Samay volvió a gritar aver si espabilaba.

——¡Tú! Me habéis drogado. ¿Dónde demonios estoy? ¿Me habéis violado? ¿Queréis misórganos? —empezó a preguntarle de carrerilla.

Él levantó una ceja y la miró de arriba abajo de forma desaprobatoria antes de contestar.

—Hola, si te tranquilizas te lo explicaré todo, pero no me gusta hablar con locas desquiciadas—contestó mientras se acercaba para sentarse en la cama.

A Samay lo que menos le gustaba en el mundo era perder los nervios, pero entre su precariasituación y que ese hombre tenía una especie de chulería que le hacía hervir la sangre, no pudoevitar seguir comportándose de la misma manera o peor.

—¿Yo loca desquiciada? —volvió a gritar—. Te recuerdo que os metisteis en mi trabajo, meclavasteis una jeringuilla en el cuello y ahora estoy atada en una cama. ¿Cómo estarías tú?

—Touché, tienes razón, pero de verdad que odio los gritos —dijo él tan tranquilo y eso a ellaparecía que la enervaba aún más de lo que estaba.

Se quedó callada durante unos segundos, recapacitando. Si tuviera un cuchillo a manoposiblemente el pecho de aquel hombre sería en ese momento un colador, pero necesitabarespuestas, y las necesitaba cuanto antes. El vikingo la miraba esperando a ver qué decidía.

—Vale. ¿Ves?, ya está, ya no grito. Ahora, por favor, ¿me puedes contestar a las preguntas quete he hecho? Si su majestad es tan amable… —soltó con retintín y haciendo un esfuerzo

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sobrehumano por modular su tono de voz.

Él de alguna forma parecía divertido por la situación, Samay no le veía ni pizca de gracia alasunto. Si consiguiera soltar tan solo una pierna le dejaría la cabeza giratoria.

—Gracias. Evidentemente, te hemos drogado ya que no querías venir por las buenas, ensegundo lugar, estamos en Samsø, no te hemos violado, nunca haríamos nada de eso. Y referente atus órganos, de alguna manera sí, necesitamos tu cerebro.

La chica abrió muchísimo los ojos, en cada respuesta un poco más.

—¿Perdona?

—Me refiero a tus ideas, tus conocimientos, no al cerebro en sí. No somos muertos vivientes ninada por el estilo.

Ella pareció aliviada. Qué graciosa, si supiera lo que eran posiblemente saldría huyendodespavorida. Si pudiera, claro.

—Otra cosa, ¿has dicho Samsø? —dijo recuperando de nuevo su asombro.

—Así es.

—¿Samsø, Dinamarca? —preguntó. Samay clavaba las uñas cortas en las suaves sábanas de sucama, intentando no cagarse en todos los antepasados de aquel hombre que le hablaba de unaforma tan tranquila.

—Me alegra comprobar que las drogas no han estropeado tu cerebro.

Samay pestañeó varias veces, no daba crédito a lo que el moreno le decía, era imposible lo queestaba escuchando.

—Entonces, me estás diciendo que me habéis arrastrado a siete mil kilómetros de mi casa, paraque te dé mis ideas y conocimientos. Mira, no me jodas, ¿de qué manicomio os habéis escapado túy el pestañitas? ¡Suéltame ahora mismo o pienso denunciaros a la policía!

—Profesora Max, ya en serio, estoy cansado de esto, no se imagina lo que está en juego. Hansecuestrado a mi hermano pequeño, la única familia que me queda, y necesito a alguien experto ensu campo para que me ayude a encontrarlo, es cuestión de vida o muerte. De otra manera nuncahabría secuestrado a una mujer, y menos a una como usted.

Ella escuchó atentamente cada palabra de lo que le estaba diciendo ese tipo. Entendía que sihabían secuestrado a alguien que él amaba hiciera cualquier cosa para recuperarlo; hasta ahíestaba totalmente de acuerdo, hasta pasaría por alto el hecho del secuestro. Pero ese hombre y suamigo habían cometido un grave error, pensaban que ella era la profesora Max, y en cuanto leexplicara todo lo ocurrido podría volver a su casa. Suspiró aliviada, pensó que era algo másgrave. Sería una buena anécdota para contar a sus nietos algún día.

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—Menos mal que todo ha sido un malentendido. ¿Tu nombre es? —preguntó ella mucho mástranquila, parecía que se había quitado diez kilos de golpe.

—Ivar. —Levantó una ceja, esa mujer le resultaba muy extraña en todos los aspectos.

—Encantada, Ivar, yo me llamo Samay Clark, no soy la profesora Max. Trabajo comolimpiadora en la universidad donde me secuestrasteis. Siento no poder ayudaros. Ahora, si medesatas y me devuelves a mi casa, no os denunciaré y todos contentos.

Ivar la miró, era buena, muy buena. Por un momento casi se tragó su historia, definitivamente loque le contó Ramón se quedó corto, era mala, muy mala. Le había abierto su corazón, contándolesu preocupación por Erik, y aun así era capaz de mentirle en su cara; además de exigirle un billetede vuelta, seguro que lo quería en primera clase y todo. Pues sería por las buenas o por las malas,ella vería qué prefería.

—Además de estirada; prepotente y mentirosa, lo tiene todo profesora. Toda una joyita.

—Te estoy diciendo la verdad, hombre de las cavernas. ¿Dónde está mi bolso? Te enseñaré micarnet de conducir. —Samay había intentado ser amable, pero ese tipo era un auténtico capullo, lafaltaba al respeto constantemente.

—¿Qué bolso? No había ningún bolso, deje de mentir ya. —El hombre se estaba cabreando, sele notaba en su tono de voz.

—¡Uff! —Ella estaba perdiendo ya la paciencia—. Te repito que me llamo Samay Clark, soylimpiadora en la universidad donde me encontrasteis.

—Claro, y estabas en el despacho desempolvando los libros —se burló él.

—No. ¡Dios mío, eres insoportable! Me gusta lo que imparte la profesora Max, yo estudiaba lomismo antes de… antes. Por eso cuando termino de trabajar me meto en su despacho y leo todoslos libros que puedo. Cuando llegasteis es lo que estaba haciendo. ¿O es que tienes memoria depez y no te acuerdas?

—Tengo una memoria envidiable te lo aseguro, pero también tengo un olfato especial para losmentirosos, y tú estás mintiendo.

Samay gritó de nuevo, frustrada. Hablar con ese hombre le resultaba más imposible que con lamesilla de noche que tenía justo a su lado. Si tuviera una mano libre le golpearía hasta que laescuchara. ¿Por qué se negaba a entender que ella no mentía? Por favor, ¿cómo podía ni siquieracompararla con la bruja de Max? No se parecían en nada; ni en edad, ni en que la otra llevabasiempre un palo metido por el culo, aparte de ser la responsable de dejarla sin empleo. Pero comono entraba en razón le daba igual lo que le dijera, como si le insinuaba que era un unicornio quebailaba ballet.

—Eres imposible, no quiero hablar contigo. Llama al pestañitas.

Ivar la miró levantando una ceja, esa mujer sí que era insoportable, encima tenía el descaro de

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llamárselo a él. Muy bien pues que lidiara Lion con ella, él no estaba de humor para esastonterías.

—¡Lion! —gritó Ivar—. Ven.

—¿Qué quieres? —Se escuchó desde la habitación de al lado.

—La mujer esta, que aparte de ser una arpía de las buenas es una mentirosa, cree que contigo lotendrá más fácil.

Samay resopló ante el comentario de ese hombre al que estaba empezando a coger muchoasquito.

Ivar la miró una vez más antes de salir con paso firme y enfadado de la habitación en el mismomomento en que llegaba Lion, duchado y trajeado como siempre.

—Te dejo con la profesora. Que no te engañe, es muy buena impostora —gruñó Ivar.

Samay estaba tan enfadada que sería capaz de echar fuego por la boca. Su situación en aquelinstante era surrealista, en un momento estaba en el trabajo, tropezó con la estúpida de laprofesora Max y un segundo después estaba de patitas en la calle. Se puso a leer en su despacho yentraron dos armarios empotrados que la drogaron para después llevarla hasta Dinamarca. Sehabía despertado en una cama desconocida, en la casa de esos dos, o a saber dónde. El queparecía un vikingo pensaba que era la profesora Max y quería su ayuda. Si él decía la verdad, y noestaba cien por cien segura de que fuera sincero, la necesitaba para algo relacionado con suhermano. Seguro que le habían pedido ayuda, pero como esa mujer era una déspota los habríarechazado. Samay intentó explicarle que había sido un error y que ella no era la mujer que creíanhaber secuestrado, pero ese hombre era tan prepotente que no la escuchaba.

Ella no había mentido, pero no había manera de que la creyeran. Es más, la habían drogado,secuestrado y llevado a otro país, al menos se merecía el beneficio de la duda; pero no, el hombreque parecía un vikingo en moreno se negaba a escucharla. Intentaría hacer entrar en razón a suamigo y si no, tendría que pensar en otra cosa. No obstante, tenía que llamar a su hija, asegurarsede que estaba bien. Normalmente la echaba de menos siempre que se separaba de ella, pero ahora,al verse en peligro, era una necesidad apremiante.

El otro secuestrador entró en la habitación con un porte impecable, aun en su lamentablesituación tenía que reconocer que los dos estaban para mojar pan, seguramente se debía a que suvida sexual era menor que la de un muñeco de Playmobil. Entre que trabajaba de noche y que teníauna pequeña de cinco años, no le quedaba mucho tiempo para socializar, y mucho menos paraechar un polvo.

El hombre se acercó hasta ella con una sonrisa impecable en los labios, lo que hizo que Samaytragara saliva. Con el otro le parecía más fácil ya que le tenía manía desde el momento en el quele había visto por primera vez, ahí ya comenzó a tratarla fatal, pero con este era otra cosa. Teníaque utilizar sus armas de mujer, se le veía un conquistador nato. Ella no se acordaba ni de cómo seligaba, pero algo se le ocurriría, no pensaba que su repertorio de mujer fatal le diera para que laliberaran, pero esperaba que al menos fuera suficiente para que le dejaran hacer una llamada. Sí,

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eso estaría bien.

—Hola, menos mal que tú pareces mucho más amable que tu amigo —dijo Samay sonriendocomo una tonta y pestañeando exageradamente.

—¿Se te ha metido algo en el ojo? —preguntó él divertido.

«¡Mierda!». Sí que tenía oxidadas sus artes.

—No, no, para nada. Creo que eres un hombre razonable y podremos llegar a algún tipo deacuerdo, con tu amigo no se puede hablar —planteó Samay.

Era tontería intentar alargar más esa tortura, estaba dolorida por todas partes, necesitaba ir albaño urgentemente o se orinaría encima y además estaba famélica; no recordaba la última vez quecomió, pero lo primordial era que quería hablar con su hija. Así que, si esos dos tarados laquerían llamar Daniela, por ella bien, como si la querían llamar Rogelia. Les seguiría la corrientehasta que viera como poder escapar y volver a su casa.

—¿Qué tipo de trato? —preguntó él mientras acariciaba la mejilla de Samay.

Ella se puso tensa de forma automática, al final su truco se había dado la vuelta. Era muyvaliente sí, pero a la vez muy tímida, y eso la ponía nerviosa.

—Yo… —le costaba hablar con coherencia—. Yo os ayudaré, pero me tenéis que desatar ydejarme hacer una llamada. Una todos los días.

Lion abrió muchos los ojos, desde luego no esperaba esa petición.

—¿Una llamada solo? No nos vas a pedir… No sé, ¿dinero por ejemplo?

Samay se quedó pensativa durante un momento, el dinero le vendría de maravilla ahora quehabía perdido su empleo, si es que esos dos lo tenían. Aunque por el lujo de la habitación y laropa que llevaban ella pensaría que sí, nunca se sabía. «Quizás solo son dos tarados», se recordóa sí misma.

—Primero vamos a ver qué necesitáis y luego veremos qué hacemos, ¿vale? Necesito llamarpor teléfono, usar el lavabo y comer algo. Tengo tanta hambre que me comería un caballo.

Lion soltó una carcajada ante la sinceridad de la chica, le gustaba su forma de ser. Pensó que suestancia iba a ser de lo más entretenida, sobre todo porque volvía loco a Ivar, nunca lo había vistode aquella manera.

—¿A quién quieres llamar? No me puedo arriesgar a que llames a la policía.

Ella puso los ojos en blanco. Encima paranoicos, lo que le faltaba.

—No es de tu incumbencia, pero te diré que puedes quedarte a mi lado mientras llamo, sabesque con los móviles se escucha todo. No voy a llamar a la policía, no soy tan estúpida. Soloespero que no seáis dos psicópatas.

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—¿Por qué no accediste a ayudarnos cuando te lo pidió nuestro hombre? Con el dinero que tevamos a pagar serías rica.

Samay pensó su respuesta durante un instante. Estaba agotada de discutir con aquellos doshombres, así que les seguiría el juego. Cuanto antes acabaran, antes volvería a su vida. Y siencima le iban a pagar pues mejor, le vendría bien hasta que encontrara un nuevo trabajo.

—Porque a veces soy un poco insoportable, pero cuando me conoces llego a ser encantadora.

Lion levantó una ceja no muy convencido con su respuesta.

—Bueno, ahora hagamos un trato —propuso Samay—. Os ayudaré, pero me dejaréis hacer millamada diaria, y cuando todo termine me devolveréis a mi casa, sana y salva.

—Trato hecho —contestó Lion, complacido de que por fin la profesora accediera a ayudarlos,aunque había algo que no le cuadraba.

—¿En qué orden quieres tus peticiones?

—Pues estaría bien que me desataras en primer lugar, luego baño, llamada y comer. Despuésnos pondremos a ver cómo os puedo ayudar.

—A sus órdenes. —Samay no pudo evitar sonreír cuando él bromeó.

Con una gran destreza la liberó de sus ataduras y pudo entrar en el cuarto de baño del quedisponía la habitación. En el aseo había una puerta que seguro comunicaba con otra habitación.Miró por la ventana con la esperanza de ver dónde se encontraba, la idea de escapar por ahoratenía que dejarla aparcada, no tenía su bolso, su documentación, ni dinero para volver a casa.Pensó que podría ir a la policía, pero entonces se asomó al cristal para comprobar que estaba enmitad de una gran vegetación, no se veían casas, ni edificios cerca. Tendría que enterarse bien dedónde estaba para ver qué posibilidades tenía.

Se miró en el espejo una vez que alivió su vejiga, sus pintas eran horribles. El pelo estabarevuelto de haber estado dormida todo el camino. Ella apenas se pintaba, pero le gustaba echarsemáscara de pestañas, que se había emborronado en sus ojos y parecía un mapache. Vamos, que nitodas las armas de mujer del mundo hubieran funcionado con esa cara.

Se aseó como pudo y salió para encontrar al pestañitas esperándola, parecía complacido porhaber conseguido llegar a un acuerdo con ella.

—¿Todo bien? Tienes mejor aspecto —señaló él.

—Sí, nada como ir al servicio después de casi 24 horas drogada —contestó sarcásticamentepero él se rio, parecía que le gustaba su forma de ser. A ella le daba igual, mientras le dejara suteléfono.

Lion pareció leerle la mente porque le ofreció su móvil de última generación. Samay parapoder comprarse un teléfono de esos tendría que dejar de comer varios meses.

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—Nada de trucos, intentemos que el trato funcione.

Y, aunque sus palabras fueron amables, había una advertencia en su tono de voz. Samay solopudo asentir. Marcó el número de su madre que se sabía de memoria. Esperaba que, aunque fueraun número desconocido, ella lo cogiera. Mientras sonaba se sentó en la cama junto al hombretrajeado. Había una diferencia horaria de siete horas, rezó por pillar a su madre. Total, la iba aescuchar de todas maneras.

—¿Diga? —preguntó una voz cantarina al otro lado de la línea.

—Hola, mamá, soy yo.

—Hija, ¿estás bien? ¿Y esté número?

—Sí, todo bien, es que perdí el teléfono y he sacado esta nueva línea. ¿Qué tal vosotros yDelia?

—Bien, cariño, encantada con los abuelos y la tía. Pero te echa de menos, ya lo sabes. Siempreme pregunta por ti.

A Samay se le hizo un nudo en la garganta, ella también la echaba mucho de menos, y más ahoraque no sabía dónde se había metido, ni si la volvería a ver.

—Y yo a ella, mamá, ya lo sabes. ¿Me la pasas? Tengo que ir a hacer unos recados, no puedohablar mucho hoy.

—Claro, hija. ¿Estás bien? Te noto cansada.

—Sí, todo bien. He dormido mal, solo eso.

—Te quiero, hija.

—Y yo a ti, mamá.

Samay escuchó como su madre llamaba a Delia, la pequeña gritó de emoción cuando supo quesu mamá estaba al teléfono.

—¡Mami, Mami! —gritó ilusionada Delia.

Ella vio como Lion se alejaba un poco de ella para darle intimidad, le hizo un gesto con lacabeza de agradecimiento.

—Hola, amor, ¿qué tal está mi princesa?

—Bien, hoy hemos ido a ver caballitos con los abuelos. ¿Tú has visto uno?

—Claro que sí, cuando era pequeña los abuelos también me llevaban a verlos. Si quieres un díairemos a montar en uno pequeño, en un pony, ¿quieres?

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—Oh, sí, mami, yo quiero montar en un pony.

Samay aún no sabía qué había hecho tan bien en la vida para tener una niña tan buena ycariñosa. Oyó como Lion tosía para indicarle que tenía que darse prisa.

—Cariño, mamá tiene que salir a hacer cosas. Prometo que mañana te volveré a llamar y mecontarás todo lo que has hecho, ¿vale?

—Vale, mami. Te quiero hasta las estrellas y el infinito.

—Y yo más a ti, tesoro.

Colgó y tuvo que secarse las lágrimas silenciosas que había derramado durante la breveconversación con la pequeña. Nunca había sido creyente, pero en ese momento pidió que, siexistían fuerzas más poderosas allí arriba, la ayudaran a salir viva de esa para estar de nuevo consu pequeña.

—¿Todo bien? —preguntó Lion con un semblante preocupado.

—Sí, todo bien —mintió ella.

—Vamos a prepararte algo de comer y mientras te pongo al día de todo.

—Sí, vamos.

Siguió al hombre trajeado, le gustara o no, a partir de ese momento sería Daniela Max, ayudaríaen lo que pudiera, le pagarían y, si todo salía bien, volvería a su casa con su familia.

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Capítulo 6

Ivar estaba preocupado a la vez que fascinado por aquella mujer, no había cruzado con ella másque unas solas palabras, pero por un momento llegó a creer que realmente no era la odiosaprofesora Max. No obstante, luego recapacitó y se dio cuenta de que durante su larga vida habíaconocido todo tipo de personas, por desgracia muchas eran mala gente. Y esa mujer era una deellas. De las que harían cualquier cosa si con ello salían airosas. Cuando se vio acorralada pidiótratar con Lion, solo esperaba que su amigo tuviera mano izquierda y no se dejara embaucar.

Había salido a pasear por sus tierras, el aire frío le ayudaba a pensar con claridad, no podíasacarse a su hermano de la cabeza. Cómo le gustaría ver todo aquello. Esperaba que loencontraran pronto y poder llevarlo a casa. Notó que sus miembros empezaban a entumecerse

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debido a la baja temperatura. Antes de salir había encendido la chimenea; aunque la casa disponíade calefacción, le gustaba ver la leña arder y el olor que esta producía.

Entró y colgó su abrigo en la entrada cuando escuchó voces que provenían de la cocina, yalguna que otra risa. ¿Cómo era eso posible? Eran las voces de Lion y de aquella horrible mujer.

Se acercó despacio, quería escuchar de qué hablaban esos dos antes de que se dieran cuenta desu presencia. Ver si esa pequeña arpía había ablandado a su amigo.

—Entonces, a ver si me he enterado bien, que no sé si ando algo noqueada aún por las drogas.¿Tú y el que está todo el día con cara de estreñido sois agentes del departamento de actividadesespeciales de Nueva Orleans? —preguntó la profesora, en su voz detectaba una mezcla entresorpresa y desconfianza.

—Así es —contestó su amigo y parecía divertido con la charla, algo que molestó enormementea Ivar, aunque no entendía muy bien el motivo.

—Recuerdo el tema de los asesinatos, lo vi en las noticias. La verdad es que daba miedo salirpor la ciudad con un criminal así suelto —dijo más para sí misma que para su interlocutor—.Entonces lo estabais persiguiendo, las muertes cesaron de repente y pensasteis que todo habíaterminado. Hasta que el tipo se metió en vuestra casa y se llevó al hermano de tu amigo. —No erauna pregunta, estaba repasando los hechos que Lion le había expuesto.

—Sí, veo que sabes escuchar. Punto para ti, profesora. —Aunque Ivar desde donde estaba nopodía verla, escuchó como chasqueaba la lengua.

—Si vamos a trabajar juntos prefiero que me llames Samy, es mi mote.

—¿Qué tiene que ver el nombre de Daniela con Samy? —preguntó Lion divertido.

—Pues ni idea, pero me lo pusieron mis padres y me gusta más. Si no te importa, claro, así yointentaré no llamarte pestañitas. ¿Trato? —Lion soltó una gran carcajada ante el mote que la chicale había puesto.

—Trato —aceptó intentando parar de reír.

—Sigamos. Me has dicho que el secuestrador-barra-asesino dejó una serie de símbolosmágicos nórdicos, de ahí que queráis mi ayuda. Pero hay algo que no me cuadra. Que conste queme siento muy halagada de que pensarais en mí… Bueno no, estoy mintiendo, ahora estaría en micasa a siete mil kilómetros tan a gusto. Pero si sois policías y no de cualquier departamento, sinode uno especial, digamos como la élite… ¿No tenéis especialistas en estas cosas para que osayuden?

Ivar, que escuchaba con atención la conversación, entendía que Lion le contara esa historia a lahumana; de haberle dicho lo que eran realmente, la mujer posiblemente se volvería loca eintentaría huir. No era la primera vez que tenían que utilizar la coartada de los agentes delante delos mortales. Pero lo que su amigo no había tenido en cuenta era la inteligencia de aquella mujer.Esperaría a ver cómo reaccionaba él, si no intervendría.

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—Tenemos especialistas en muchas cosas, los mejores en sus campos; pero como bien sabes,Samy, la mitología y cultura nórdica no es un área muy explotada, además no hay nadie mejor quetú en el tema. Creemos que el asesino es algún tipo de fanático de esta cultura, y que solo alguienespecializado puede ayudarnos a detenerlo. Además, esto tiene que quedar entre nosotros.

—¿El qué? —preguntó ella curiosa.

Ivar sabía que estaba tocando las teclas correctas, halagando su gran conocimiento en la materiay que nadie más que ella podría ayudarlos a resolver un caso así. Además, las personas como laprofesora Max tenían un ego tan grande que ese tipo de palabras eran mejores que darle un millónde dólares.

—Cuando se llevó al hermano de Ivar el caso se convirtió en algo personal y nuestros jefes nosapartaron de la investigación. Por lo que digamos que estamos aquí de una manera extraoficial. Sise enteraran perderíamos nuestros puestos. Pero entiéndenos, si se llevaran a alguien a quienquieres con toda tu alma, a tu sangre, tu única familia, ¿tú qué harías?

Ivar pensó en cuánto quería a su amigo, le tenía que poner un altar por aquello, le habíaenternecido hasta a él. Se quedó paralizado, casi ni respiraba esperando la respuesta de aquellamujer, quería saber si en el fondo tenía una parte humana o era tan déspota como pensaba.

La profesora se quedó callada unos segundos, él se moría por ver su cara, a veces el lenguajecorporal era más importante que las palabras, pero se tendría que conformar con eso.

—Cualquier cosa. Y cuando digo eso te aseguro que un secuestro y desobedecer a mis jefessería lo más light que haría —fue su contestación. Y en su voz se escuchó una determinación que aIvar le hizo por un momento ver una parte casi humana de ella.

—Entonces espero que entiendas por qué, cuando nuestro hombre fue a pedirte ayuda a cambiode una cantidad indecente de dinero, explicándote nuestra desesperación y tú rehusaste, pues noslo tomáramos un poco mal. A ver, que yo entiendo que no todo el mundo puede dejarlo todo e irsetan lejos por unos desconocidos, pero entiende tú a Ivar, está desesperado por su hermano, y yotambién, son como mi familia.

—Lo entiendo perfectamente y lo siento, a veces soy un poco insufrible. Pero prometo ayudarosen todo lo que esté a mi alcance, te lo juro. Y entiendo lo de tu amigo, en su lugar yo estaría hechaun basilisco.

Ivar creyó necesario entrar ya, parecía que aquella mujer había entrado en razón y deberíanhacer una tregua por el bien de Erik, al menos hasta que todo aquello terminara y volvieran a casa.

Entró en la cocina fingiendo que no sabía nada de lo que había escuchado. Se encontró que losdos estaban sentados en la isla comiendo unos sándwiches de varios pisos. Sintió una punzada decelos por no formar parte de aquello que estaban compartiendo, aunque realmente era una tontería,pero no podía evitar sentirse así. Quizás estaba más sensible que de costumbre con lo de suhermano.

—Hola —saludó sin saber muy bien qué decir, cosa rara en él.

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Los dos levantaron la cabeza y lo miraron. Lion le guiñó un ojo como indicando que lo teníatodo controlado, y ella lo escudriñó con la mirada, como si fuera la primera vez que lo viera. Lepuso algo nervioso, así que fue el primero en desviar la vista.

—Veo que te han liberado, ¿eso es que estás más colaborativa o que has engañado con algunatreta a mi amigo? —Ivar sabía que había metido la mata en cuanto esas palabras abandonaron suboca.

¿De verdad había soltado eso? La mujer por fin decidía ayudar, sin amenazas ni coacciones, yaun así él era tan capullo de tratarla de ese modo. No podía evitarlo, desde que Ramón le contócómo rechazó su oferta le cogió manía y, aunque intentaba ser distinto, no podía.

La miró y vio que tenía un gesto de enfado en su rostro, además de un cuchillo cerca. Lacuestión era si lo usaría para abrirlo en dos.

—Voy a pasar por alto lo que has dicho porque no puedo ni llegar a imaginar por lo que estáspasando. Pero que conste que no voy a aguantar tus subidas de testosterona, os voy a ayudarporque quiero hacerlo. Que, aunque me tengáis aquí secuestrada, si no quisiera no colaboraría.¿Te ha quedado claro?

Ivar solo asintió, no podía evitar sentirse atraído por el fuego que destilaba aquella mujer. Eracomo una guerrera de su pueblo. Por un momento se la imaginó desnuda sobre aquella mesa con élentre sus piernas, mientras le arañaba con las uñas en su culo para que se clavara más dentro deella. El hombre sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos de su cabeza. Lo que le faltaba;empezar a pensar con la entrepierna en un momento como aquel. Pero bueno, que no le cayera bienno significaba que no le pudiera atraer sexualmente, al fin y al cabo, no eran cosas incompatibles.

—Bueno, me dijiste que tenías unas fotos que querías que viera.

—Sí, son de lo que nos encontramos en la habitación de Erik; no tocamos nada y lofotografiamos para que pudieras verlo y darnos tu opinión —le contó Lion.

—A ver —pidió Samay a la vez que apartaba el plato vacío para poder ver el móvil que lemostraba.

Ivar se acercó y se puso detrás de ella, casi podía sentir el calor que desprendía su cuerpo, y suolor, el que se metía por sus fosas nasales.

Ella pasó las fotos de una a otra volviendo atrás.

—¿Cómo sabíais que todo esto era magia nórdica? —preguntó la profesora mirando por encimade su hombro hacia Ivar.

Él no contestó, no sabía qué contarle al respecto sin desvelar demasiado sobre su vida.

—Ivar y Erik son vikingos —dijo Lion y ella abrió los ojos como platos—. Me refiero a queson descendientes de vikingos, de ahí sus nombres. Por lo que algo de conocimiento tienen alrespecto, por eso poseen esta casa, es heredada. Ha ido pasando de pariente en pariente hasta

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llegar a ellos durante doce siglos.

—Vaya, eso es una maravilla —contestó ella con tanta ilusión en el rostro como un niño conzapatos nuevos—. Tiene que ser estupendo descender directamente de los vikingos. ¿No te haceilusión?

Ivar se encogió de hombros, si ella supiera… que él era uno de ellos. Que había hechoincursiones y saqueos junto al resto de miembros de su pueblo. Quizás se lo debería decir, a ver sile hacía tanta ilusión o le daba un jamacuco y se caía muerta allí mismo. «¡Compórtate, es la quete va a ayudar a encontrar a tu hermano!», le regañó su voz interior.

—Sí, realmente es algo grandioso. —Ella asintió sonriendo totalmente convencida—. ¿Qué nospuedes decir al respecto?

—Bueno, necesitaré libros de estudio para contrastar algunos datos y daros la informaciónexacta.

—Tienes una biblioteca entera con todos los tomos mejor documentados sobre el tema a tudisposición. Pero primero dinos qué opinas como experta, luego te dejaremos que te acomodespara investigar lo que necesites.

Ella sonrió, parecía que le había tocado la lotería, cosa que a Ivar le agradó. Era contagiosa lafelicidad de aquella mujer.

—Vale, os cuento lo que veo. Las runas son tres. La primera es Ehwaz, Eh o Eoh; tiene unsignificado según salga para arriba o invertida. En este caso está para abajo. Tenéis que saber quelos significados varían mucho de unos libros a otros, ojalá nos llegaran los conocimientosdirectamente de alguien que hubiera vivido allí, pero nos tenemos que fiar de lo que nos cuentanlos descubrimientos arqueológicos. —Ivar miraba a aquella mujer que parecía nerviosa.

—Puedes decírnoslo, no te preocupes, danos la interpretación que tú creas correcta y ya está.—Intentó ser amable y ella asintió.

—La runa Ehwaz invertida suele significar que los planes se alteran o se retrasan, que debemostener paciencia. Esta runa se asocia al caballo y, al igual que a ese animal, al vigor, la fuerza y larapidez. Pero en este caso te piden que tengas paciencia, no es tiempo de actuar, tienes queesperar el momento propicio.

—Pues estamos para esperar —dijo Lion ante la interpretación de la profesora.

—Cállate, Lion —contestó Ivar molesto con su amigo. Las runas eran algo muy importante en sucultura, que hubieran dejado eso allí era un mensaje para él sin duda—. Siga por favor.

—Si vamos a trabajar juntos preferiría que me tutearas; y a poder ser, como le he dicho a tuamigo, prefiero que me llames Samy, que es un apodo, antes que profesora, por favor.

Ivar pensó en la petición que le estaba haciendo, realmente no sabía si quería traspasar esalínea de formalismo con ella. Esa mujer le atraía y no debería, pero tenía razón, ella estaba

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poniendo de su parte para ayudarle, era lo mínimo que podría hacer.

—Lo haré. Ahora, si podemos continuar, por favor. —Ella asintió complacida.

—La segunda runa se llama Laguz, de nuevo sale invertida, la verdad es que no es la tirada máspropicia de runas que he visto en mi vida —observó ella a lo que Ivar se encogió de hombros—.Sin enrollarme más, te advierte que debes buscar ayuda, a la vez que te previene de que tengascuidado. Colocada de esta manera es una advertencia para salvarte.

—Bueno, al menos hemos hecho eso sin saber lo que decía la runa —bromeó Lion que no lopodía evitar; era superior a él.

Ella le devolvió divertida la sonrisa, a Ivar no le gustaba la complicidad que se gastaban esosdos.

—Bueno, y la tercera es la runa en blanco o de Odín. Su descripción literal digamos que es:Todo lo que comienza tiene un fin y todo lo que termina tiene un inicio. Esta runa te enseña aaceptar aquello que en la vida es inevitable. Lo bueno es que no tiene posición invertida, lo maloes que representa de alguna manera al karma, todo vuelve hasta que haces las cosas de formacorrecta. No sé si todo esto que os he dicho tiene algún significado para vosotros. Bueno, para ti,Ivar, ya que entiendo que si te lo dejaron al llevarse a tu hermano era un mensaje expresamentepara ti.

—Realmente no me desvela quién es, pero sí que me va dejando pistas porque quiere que sepaque me conoce, quiere jugar conmigo. Si ves las fotos, dejó el nombre de este sitio, y nadie, soloLion y otra persona saben que yo pertenezco a este lugar. Es como si yo le hubiera hecho algo tangrave que quisiera jugar conmigo antes de matarme.

Samay se quedó unos minutos mirando al vikingo, pensativa.

—¿Y si no quiere matarte?

—¿Cómo? —preguntó Ivar sin entender muy bien lo que quería decir.

—Me refiero a que, si quisiera matarte, lo habría hecho. A ver, no me entiendas mal, sé queeres un hombre muy grandote y eso, pero mira, se metió en tu casa y se llevó a tu hermano. Segúnme ha contado Lion, tu hogar estaba lleno de hombres igual de enormes que vosotros y nadie seenteró. Así que si te quisiera ver muerto yo creo que lo estarías.

Ivar pensó en ello por un momento. La verdad era que aquella joven tenía razón en lo que decía,era posible que quisiera verlo sufrir. Y qué mejor manera que primero atacando a los humanos queél había prometido proteger y luego llevándose a su hermano. Aunque pensaba que el fin sería elmismo. Su muerte.

—Puede que tengas razón, pero está claro que algo quiere, al menos tenerme donde estoy ahora.Y el círculo ¿qué me puedes decir sobre él?

—Sobre esto sí que tendré que investigar más, es más complejo. Te puedo decir que hay

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símbolos que se relacionan con Hela, la diosa de la muerte y el inframundo. Quien quiera que estéhaciendo esto debe ser un fanático, es una deidad muy poderosa. Según las leyendas era temidapor los otros dioses, por eso la tenían recluida allí abajo, pero siempre tenía demonios y esbirrosdispuestos a hacer el mal por ella. Si me dais unas horas podré contaros más sobre qué significa.

—Claro. Lion, ¿le puedes enseñar dónde está la biblioteca y darle todo lo que necesite?

—Eso está hecho. Señorita, ¿me acompaña?

Samay sonrió a Lion antes de seguirlo. Ivar quería que fuera a él al que sonriera de esa manera,aunque fuera una mujer a la que detestaba. Lo mismo se estaba volviendo bipolar o algo por elestilo, no le extrañaría con todo lo que estaba viviendo los últimos meses. Pero no podía evitarlo,era superior que él.

—Sam —la llamó y ella se giró.

—Gracias por lo que estás haciendo, es muy importante para mí.

—De nada. Aparte de poder ayudar a salvar a tu hermano, para mí esto es la segunda cosa quemás amo en el mundo, te aseguro que me habéis hecho un gran regalo. —Le guiñó un ojo antes demarcharse por la puerta.

Se quedó pensando qué sería lo primero que ella más amaba en el mundo. ¿Sería un novio, unamante? La sola idea de que fuera eso le enfadaba, aunque no tenía derecho ninguno.

Se quedó sentado en la cocina esperando a que volviera su amigo para hablar con él. Cuando sumóvil vibró en su pantalón, lo sacó y era un mensaje desde un número desconocido, lo abrió y viouna foto que le heló la sangre.

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Capítulo 7

Ivar notó como una gota de sudor frío resbalaba por su espalda, en la fotografía poco iluminadase veía a su hermano atado a una silla, parecía inconsciente y estaba brutalmente golpeado.Apretaba tanto la mano que pensó que rompería el móvil de un momento a otro. Daría cualquiercosa por cambiarse por él, no le importaría recibir cualquier castigo en su lugar; después de todolo que le fue arrebatado no quería perder nada más. A la imagen la acompañaba un texto:

«¿Cómo te sientes volviendo a casa? Espero que bien. Me alegra saber que has venido bienacompañado, te hará falta. Aunque te prometo algo, cuando llegue el momento de volver avernos, ni tus amigos, ni los dioses podrán salvarte».

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Ivar se levantó de la silla y de la impotencia pegó una patada a una de las banquetas altas demadera, que golpeó contra la pared y se rompió. Le mataba que jugaran con él de aquella forma,por más que intentaba recordar de quién se trataba no lo conseguía. Estaba claro que era alguienque lo conocía de su vida mortal, pero todos murieron aquella fatídica noche, era algo imposible.

Lion no tardó en llegar con el estruendo que había formado Ivar.

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó mirando la banqueta destrozada.

Él no contestó, solo le entregó el teléfono para evitar hacer lo mismo con el aparato. No queríaquedarse sin móvil. Lion observó el contenido del mensaje y apretó la mandíbula con rabiapalpable, pero lejos de comportarse como su amigo, con una calma pasmosa, remarcó el númeroque aparecía. Apagado. No le extrañaba, no creía que el hombre al que perseguían fuera tonto.Sacó su propio teléfono y marcó.

—Ramón, necesito un favor.

—Claro, Lion, dime.

—Te voy a mandar un número y necesito que me lo rastrees. Deja todo lo que estés haciendo,dale máxima prioridad, nos han mandado una foto de Erik. Algo me dice que no vamos a sacarnada, pero hay que intentarlo.

—Mándamelo y me pongo a ello.

—Gracias, hermano.

—¿Estáis bien?

Lion miró a Ivar antes de contestar.

—Bueno, todo lo bien que se puede estar en esta situación.

—¿Y la profesora?, ¿está dando muchos problemas?

—Menos de los que pensaba, luego es menos arpía de lo que aparenta en un principio.

—Vaya, eso sí que no me lo esperaba, conmigo fue una auténtica zorra.

Lion no pudo evitar reírse ante el comentario de Ramón, si la profesora lo oyera le quemaría enla hoguera.

—No descarto que luego nos acuchille durmiendo, pero por ahora se comporta.

—Bueno, suerte con eso. Mándame el teléfono que me pongo manos a la obra.

—Gracias.

Con eso colgaron mientras Ivar daba vueltas por la estancia, escuchando la conversación de sus

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amigos.

—¿Una copa? —preguntó Lion.

—Por favor, vamos al salón que está encendido el fuego.

Se dirigieron hacia allí, donde Ivar tenía dispuesto un gran bar con su barra. Se acomodó en unsillón de cuero junto a la chimenea observando el fuego, mientras Lion cogía una botella y dosvasos, se acercó y le acompañó en el sofá justo enfrente. Sirvió un buen lingotazo para ambos y selo ofreció.

—¿Qué piensas? —preguntó Lion algo taciturno.

—Intento recordar mi vida como mortal, quién podría odiarme tanto como para que hayaesperado doce siglos para vengarse. Estoy seguro de que nadie sobrevivió la noche que Erik y yonos convertimos, pero todo lo que dice, me hace dudar.

—Es mucho tiempo para odiar, pero te sorprenderías. La gente piensa que el sentimiento másfuerte es el amor, pero yo pondría la mano en el fuego por el odio y la sed de venganza.

—Tienes razón, me preocupa no tener ninguna pista, ningún hilo de donde tirar. Es como sijugara con nosotros. No sé por dónde empezar a buscar y has visto cómo está Erik. Aunqueseamos fuertes, ¿cuánto tiempo más podrá resistir?

—¿Crees que tus dioses estarían dispuestos a colaborar? —preguntó Lion.

Ivar soltó una carcajada, pero no había ni una pizca de humor en ella, más bien era de amargura.

—Esos ya no son mis dioses, me dejé la garganta suplicando porque nos ayudaran cuando losraptores masacraron a mi pueblo, y la única que acudió en mi ayuda fue una diosa griega a la quele tendría que traer sin cuidado un hombre que adoraba a los dioses nórdicos, que les hacíasacrificios de sangre.

—Quizás Laya pueda hablar con alguno de ellos. No perdemos nada. La profesora ha dicho queel asesino usa símbolos de la diosa de los muertos. Quizás puedan darnos alguna pista.

—Es posible.

—No te gusta, ¿verdad? —dijo Lion que miraba fijamente a su amigo mientras este observabael crepitar del fuego.

—¿Quién?

—Daniela, no te hagas el loco. —El vikingo contestó con una mueca.

—No es ella en particular. No me gusta la gente como ella, que se creen más que nadie, quepiensan que no deben ayudar a los demás porque con ellos están perdiendo su valiosísimo tiempo.Ya no te digo por caridad, Ramón le ofreció muchísimo dinero por su trabajo, aunque yo ante unasituación así iría sin preguntar ni los detalles. —El desagrado era palpable en su voz.

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—Sé lo que le dijo a Ramón, pero no sé, a mí me ha parecido distinta. Cuando hoy le expliquélo que te pasaba accedió enseguida a ayudarnos, solo me puso una condición.

—¿Cuál? ¿El doble de dinero? —preguntó con desprecio.

—No, poder hacer una llamada al día.

Ivar dejó de mirar el fuego para concentrarse en su amigo, que había conseguido atraer toda suatención.

—¿Una llamada?

—Sí, al principio pensé que sería algún tipo de truco para llamar a la policía, o vete tú a saber,nunca se sabe con este tipo de gente. Pero bueno, no podía negarme si con eso nos iba a ayudar.Así que le presté mi teléfono para llamar, eso sí, me quedé cerca por si hacía algo raro poderquitárselo de forma inmediata.

Ivar abrió mucho los ojos.

—¿Y bien?

—Y bien, ¿qué?

Se pasó la mano por la cara, a veces la paciencia se le acababa con su amigo, estaba seguro deque lo hacía para molestarlo.

—¿A quién llamo?

—Por lo que escuché era su madre, y luego habló con una niña, no sé si sería su hija, o algunasobrina. Pero desde luego parecía otra mujer totalmente distinta a la arpía que nos imaginamos.

El vikingo no daba crédito, si su amigo le hubiera dicho que había llamado al más allá parahablar con Elvis sería más creíble que lo que acababa de escuchar. No le pegaba nada, tratándosede una mujer de esas que llevan todo el día un palo metido por el culo. Cuando tuviera tiempoinvestigaría más sobre ello. ¿No había aceptado una cifra millonaria por ayudarlos, pero si unallamada? Algún truco escondía.

—Por otro lado, no me negarás que es preciosa y tiene un temperamento encantador.

Otra vez tuvo que mirar a Lion, porque era la segunda vez que lo descolocaba en los últimoscinco minutos. Aunque esa mujer no le gustaba para nada, y quería que todo aquello se acabarapara alejarse cuanto antes de ella, no podía negar que le atraía; y que su amigo opinara eso deSamy le cabreaba. Tanto que tuvo que apretar los dientes y pensar dos veces antes de soltar algopor la boca que sabía que lamentaría.

—Del montón, ni me he fijado. ¿Qué, la vas a convertir en tu nueva conquista? —Casi seatraganta diciendo esas palabras.

—Puede que lo haga, ya que a ti no te interesa —contestó con sonrisa lobuna.

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Samay estaba en un sueño hecho realidad, esa biblioteca era como la casa de sus padres degrande, las paredes de toda la estancia estaban llenas de libros, desde el suelo hasta el techo, queera de los altos. Para llegar a las estanterías superiores tenías que subir por una gran escalera, quetenía ruedas para poder llevarla por todo el cuarto. Tardaría toda una vida en leer todos esosejemplares, pero si fuera a morir, sería feliz de hacerlo en un lugar así.

Tenía que documentarse y pensó que le llevaría una eternidad, pero la persona que adquirió loslibros, aparte de tener un gusto exquisito, también los catalogó de una manera maravillosa.

Así que cogió algunos tomos sobre la diosa Hela, sobre todo los de magia y sacrificios, y sesentó en el gran escritorio para investigar. En uno de los cajones encontró cuadernos y bolígrafos,perfecto, tenía todo lo necesario para hacer el trabajo.

Mientras trabajaba no pudo evitar pensar que, aunque la habían despedido y luego secuestrado,la oportunidad que tenía al haber viajado a un sitio como aquel y poder trabajar en un proyecto deese tipo era un sueño hecho realidad. Así era ella, siempre buscaba la parte positiva de todas lassituaciones. En su momento perdió la oportunidad de dedicarse a aquello que amaba, pero allíestaba, aunque fuera por una equivocación, en vez de la profesora estirada. Y daba gracias porello. El único inconveniente era que aquellos hombres pensaban que era otra persona, bastantedesagradable, por cierto, y que no les caía bien; pero estaba segura de que cuando la conocieranmás, se llevarían de maravilla. Por lo menos con el pestañitas, el vikingo era harina de otrocostal, aunque nunca se sabía, torres más grandes habían caído.

No pudo evitar sonreír ante aquella situación. Cuando terminara lo que estaba haciendo legustaría darse una ducha, aunque tenía que confesar que, sentada en esa biblioteca con lachimenea, casi le daban ganas de quedarse allí a vivir.

Seguía tomando notas cuando encontró el ritual del círculo que había visto en las fotos. Era unSeidr[13], un hechizo practicado normalmente por las völvas[14] o los seiðmaðr[15], que se utilizabaen la antigüedad para pedir fuerza a la diosa Hela; con él se mantenía a la persona dentro delcírculo totalmente inmovilizada y muda. Una manera maestra, sin duda, de llevarse a alguien sinque nadie se enterase.

Samay estaba impresionada, el hallazgo de que, después de tantos siglos, alguien utilizara estetipo de magia era algo impresionante. Tenía que ser una persona especializada en el tema paraconocer todo lo necesario para realizarlo, ya que había reproducido perfectamente el ritual talcual lo describía el libro. Pero lo que más le preocupaba era que un tipo que utilizaba aquello eraun demente, un fanático, que pensaba que hacer rituales a los dioses iba a ayudarlo de algunamanera. Aunque la mayoría de los asesinos en serie eran psicópatas, tenía su lógica.

Ella no era creyente de ninguna religión. Amaba todo lo que tuviera que ver con la cultura y lamitología, sobre todo con la nórdica, pero nunca creyó en nada religioso. Y eso que sus padres loeran, además de los de ir todos los domingos a misa. A ella le encantaría creer en algo, dejarsellevar por la magia, sobre todo por una como aquella con tantos dioses y leyendas; pero la lógicase presentaba aplastante cuando intentaba imaginar algo de todo aquello como real. Hasta su hija

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era más creyente que ella.

Tomó nota de todo para explicárselo a los chicos y se dirigió, prácticamente dando saltitos, ensu busca. Solo esperaba no perderse en aquella casa tan inmensa. Siguió el camino recorridoanteriormente con el pestañitas, llegó a la cocina, pero no los encontró allí. Se quedó parada unmomento escuchando si había algún ruido para ubicarlos, cuando oyó las voces de los hombres yse encaminó hacia allí.

Le parecía que estaban hablando de ella cuando se acercó.

—Por otro lado, no me negarás que es preciosa, y tiene un temperamento encantador. —Esa erala voz del pestañitas, la reconocería en cualquier sitio, era penetrante pero tenía un toque dulce.

—Del montón, ni me he fijado. ¿Qué, la vas a convertir en tu nueva conquista?

¿Perdona? Vale que no era una diosa de la belleza, pero ¿del montón? ¿Qué demonios se habíacreído él? ¿Un adonis de la belleza?

No sabía por qué, pero a Samay las palabras de aquel vikingo de las cavernas le habían sentadocomo un balde de agua fría. No es que él le gustara, pero le molestaba que la considerara «delmontón». Pues que le fueran dando. Era insoportable, cuanto menos hablara con él mejor. Solo ledaban ganas de arrancarle los ojos. Aquel tipo sacaba lo peor de ella, que era una personatotalmente pacífica. Como no resolvieran pronto lo de su hermano, al final veía que se comprabapor Amazon un arma o algo. Seguro que vendían, ellos tenían de todo.

—Puede que lo haga, ya que a ti no te interesa —contestó Lion.

Tomó aire un par de veces antes de adentrarse en la habitación con su mejor sonrisa, no le iba adar el gusto de estar enfadada. No hay mejor desprecio que no hacer aprecio, y más cuando ellavenía tan contenta por lo que había descubierto. No iba a dejar que nadie le chafara su momento.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó Samay dedicándole a Lion una de sus mejores sonrisas.

—Hola, Samy, hablábamos de las cosas bonitas y de que hay que valorarlas y tratarlas como semerecen. —Ante ese comentario ella vio que Ivar ponía los ojos en blanco antes de mirar denuevo hacia la chimenea—. ¿Tú qué opinas?

Ella, que sabía que Lion intentaba molestar a su amigo, se apuntó. Nada como molestar a eseinsoportable.

—Creo que tienes toda la razón, si yo tuviera a alguien hermoso, como por ejemplo tú, locuidaría sin descanso. —Aleteó las pestañas demasiado, pero esa vez, o lo hizo mejor o eltrajeado le siguió el rollo, porque no le preguntó si se le había metido algo en el ojo.

Estaba tan concentrada en Lion que no se dio cuenta de que Ivar los miraba, pero le parecióescuchar un gruñido, que parecía provenir más de un animal que de un ser humano. Eso la hizoenmudecer, y creyó que era el momento adecuado para dejar de jugar y centrarse en lo que queríacontarles.

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—Perdonad la intromisión, es que he encontrado algo que creo que os puede interesar. —En esemomento sí que le prestó atención el vikingo.

—Siéntate por favor —le pidió Lion haciéndole un hueco en su sillón, que era de dos plazas.

Ivar los observaba levantando una ceja, como un depredador que vigila cada uno de losmovimientos de su presa. Hasta entonces no había descubierto esa faceta suya, pero tenía quereconocer que le ponía la piel de gallina su comportamiento.

Dejó el cuaderno y el libro que traía consigo encima de la mesa que tenían entre ellos para quepudieran verlo según les explicaba.

—Mirad, este círculo es idéntico al que encontrasteis en el cuarto de tu hermano, es un hechizoantiguo, quizás demasiado para ser usado en esta época. En la antigüedad era realizado por lasbrujas o brujos nórdicos.

—Por las völvas y los seiðmaðr —interrumpió Ivar pensativo.

—Eso es, veo que tienes conocimientos al respecto aparte de una perfecta entonación delnórdico antiguo —contestó Samay bastante impresionada.

—Sí, alguna cosa sin importancia. Ya sabes, cosas que pasan de generación en generación paraque no se pierdan —se excusó él.

—Entiendo. Bueno, lo que os venía a contar es que el embrujo consiste en dejar a la personadentro de él inmóvil y muda, para poder llevársela sin resistencia. Y está relacionado con la diosade los muertos como deduje. Vamos, magia negra.

—Claro, por eso los demás no escucharon nada cuando se llevaron a Erik. El conjuro lo anulópara que no pudiera defenderse ni pedir ayuda, de otra manera el asesino no habría salido convida de aquella casa —afirmó Lion, emocionado por saber que sus hermanos no habían fallado.

—A ver un momento, chicos, estamos hablando de una magia ancestral. No creo que funcionaraen su momento por gente que realmente se dedicaba a ello a diario, imaginad por una persona denuestra época. Es imposible, nos enfrentamos solamente a un fanático que adora a los diosesantiguos y recrea hechizos que se habrá descargado de alguna página de internet. Solamente eso.

Los tres guardaron silencio, Samay sabía que había algo que no le estaban contando, ya que losdos se observaban y aquella mirada estaba cargada de significado, uno que no compartían conella.

—¿No crees en nada? —preguntó Ivar.

—No, solo en el conocimiento, en lo que puedo ver y tocar —contestó ella.

—Entonces ¿puedes explicarme como se llevan a un hombre de metro noventa, y casi cien kilosde puro músculo, de una casa llena de hombres del mismo porte sin que nadie se dé cuenta? —interrogó Ivar de una forma bastante condescendiente.

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Samay se quedó unos segundos pensando. Vale, la verdad era que parecía algo difícil, pero noimposible.

—Pues no lo sé, pero hay mil formas posibles antes de que una persona esté utilizando magia dehace siglos. Le habrán drogado, golpeado en la cabeza y dejado inconsciente, se lo llevaron entremuchos… ¿Ves? Hay muchas maneras de hacerlo.

Ivar negaba con la cabeza y Lion desviaba la suya para no mirarla a los ojos, tenían de nuevoesa expresión de «sabemos algo que tú no», y eso la empezaba a cabrear bastante.

—¿No podías buscar alguien especialista pero que fuera creyente, Lion? —preguntó Ivar de unaforma bastante despectiva.

—¡Perdona! ¿Qué demonios tendrá que ver la fe con el conocimiento? Yo puedo ayudaros aencontrar a tu hermano sin creer en dioses, magia, el cielo o el infierno —estaba gritando y sehabía puesto de pie, con los brazos en jarra, para suplir que ellos casi la sacaban dos cuerpos deancho.

—No hagas caso a mi amigo, a veces es un capullo —se disculpó Lion mirando de formasevera a Ivar.

—No te disculpes, es la verdad. Necesitamos a alguien que crea y sabes por qué, no nosenfrentamos a cualquier cosa.

—Entonces por qué no me explicáis el motivo, lo mismo así me hago creyente de golpe —contestó Samay de una forma sarcástica.

—Porque no creo que una mujer como tú lo entendiera —respondió el vikingo mordazmente.

—¡Ah! —gritó Samay a la vez que se doblaba por la mitad hacia delante.

Un dolor le atravesó la espalda, como un cuchillo que le hubiera hecho mil cortes a la vez.Cayó de rodillas sobre la alfombra y tuvo que contenerse con todas sus fuerzas para no derramarlágrimas por el dolor que estaba sintiendo en la parte baja, a la altura de los riñones. Intentó echarla mano hacia atrás para tocarse, pero le dolía tanto que no podía y volvía a caer sobre sus manos.

—¡Sam! —gritó Ivar asustado—. ¿Qué te pasa? —preguntó tirándose junto a ella seguido deLion.

—La espalda —consiguió pronunciar como pudo, a través del dolor que le estaba ya nublandola vista.

—Voy a mirar, intentaré no hacerte daño, ¿vale? —Su tono de voz era tan suave, tan amable,que Samay no pudo hacer otra cosa que aceptar.

Ivar cogió una de sus manos y ella la apretó con fuerza mientras el dolor cortante seguía.Empezaba a ver borroso, no sabía cuánto tiempo podría aguantar despierta sintiendo aquello.Notaba que su camiseta se empezaba a empapar y a pegarse a su piel, y algo le decía que aquello

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no era sudor, era su sangre.

—Tranquila, pequeña, estoy contigo —le susurró Ivar a su lado mientras levantaba despacio lacamiseta de Samay.

El dolor entonces menguó, ya no parecía que la cortaran, solo sentía la herida abierta, laquemazón y el palpitar de la herida.

—¡Por los dioses! —dijo preocupado al ver aquello el vikingo.

—¿Qué ocurre por favor? —quiso saber Samay.

—No sé si después de esto te harás creyente, Samy —contestó Lion.

No aguantó más, todo le dio vueltas otra vez antes de terminar cayendo del todo. Antes dequedar inconsciente notó unas manos debajo de ella para que no se golpeara contra la alfombra.

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Capítulo 8

Cuando Ivar vio que la profesora perdía el conocimiento no lo dudó, se puso delante paracogerla en brazos y amortiguar de esa forma la caída.

En un principio, cuando ella empezó a gritar, él y su amigo no sabían qué le ocurría y semiraron extrañados. Por un momento, y le avergonzaba reconocerlo, él mismo pensó que inclusoera algún tipo de numerito que estaba montando para llamar la atención. Solo fue durante unsegundo, porque después comprendió que esos alaridos de dolor no podían ser fingidos.

Ivar y Lion no tardaron en acercarse a ver qué era lo que le estaba ocurriendo y dedujeron quetenía que ser la espalda por la manera en que se doblaba; pero nada lo había preparado para lo

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que encontró cuando levantó su camiseta, que se estaba empapando en sangre frente a sus ojos.

Como si estuvieran cortándola con unos cuchillos invisibles estaban escribiendo en su piel elnombre de Brenda, y él estaba seguro de que eso no era una casualidad. Era otro recordatorio deque la persona que tenía a su hermano le conocía, y le decía que podía llegar hasta él sinnecesidad de estar en la misma habitación. Era más poderoso de lo que había pensado.

Como había empezado paró, una vez que el nombre estuvo concluido los cortes pararon, aunquela herida tenía una pinta horrible. Ahora entendía los gritos, le tenía que haber dolido horrores.

Con sumo cuidado la cogió entre sus brazos, se sentía responsable de lo sucedido y queríacurarla. Puso especial cuidado de no tocar la zona afectada para no causarle más dolor, aunqueestaba inconsciente no sabía en qué momento podría despertar.

Cuando decidió que tenían que pedir ayuda a alguien externo, nunca pensó en la posibilidad deponerlo en peligro. Laya, Lion, o cualquiera de sus hombres no corrían peligro, o al menos no unotan grande como un ser humano. Su trabajo era proteger a los mortales y ahora había expuesto auna inocente a ser el blanco fácil de aquel asesino. Con todo lo de Erik ni siquiera había caído enello. Tenía que protegerla, y daría su vida para hacerlo. Ella había renunciado a ayudarlos y aunasí la habían secuestrado, ahora su vida estaba en riesgo, y el único responsable era él.

Salió en dirección a su propio dormitorio, en el baño tenía un botiquín. Desinfectaría la heriday la taparía. Aunque nada borraría aquel nombre de su espalda, sería un recordatorio para toda lavida.

—Puedo curarla yo si quieres —se ofreció Lion que le seguía muy de cerca.

—Lo haré yo —contestó Ivar con los dientes apretados.

—Sé que ella no te gusta, ni siquiera te cae bien. ¿Ahora por qué te haces el preocupado? —dijo su amigo.

Ivar se paró en seco para enfrentar a su amigo, le miró de una manera bastante brusca antes decontestar.

—Da igual si me gusta o si me cae bien, Lion, está mujer está aquí por mí, y lo que le ha pasadoes por mi culpa. Así que es mi responsabilidad, me guste o no. —Siguió andando para dar porzanjado el asunto.

Lo que no le iba a confesar a su amigo es que quería cuidarla él, que la sola idea de pensar enque Lion pusiera sus manos sobre ella revolvía su estómago. Era algo totalmente incomprensible,lo sabía, pero quería ser él quien le preparara algo de comer, o con el que hiciera bromas, el quele robara una sonrisa o quien provocara que aleteara sus largas pestañas. Gruñó para intentaralejar todos esos pensamientos que parecían más de otra persona que suyos y le ponían de muymal humor.

—Ivar, no es tu culpa. Los dos estamos metidos en esto. Ambos decidimos secuestrar a estamujer para que nos ayudara. Así que los dos somos responsables. —A Ivar se le olvidaba que

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Lion no era de los que dejaban las charlas a medias.

—Tú no lo entiendes —contestó de forma cortante.

—Pues explícamelo para que lo entienda, porque en esto tenemos que estar juntos te guste o no.Somos como hermanos y la familia se ayuda, pero si no me cuentas qué pasa no podré ayudarte.

En eso tenía razón, siempre la llevaba, pero le costaba tanto abrirse a los demás que casi ledolía.

Llegó a su habitación, colocó a la mujer boca abajo sobre la cama con delicadeza, y fue a por elbotiquín mientras su amigo le miraba interrogante. Con unas tijeras cortó la camiseta y empezó alimpiar la herida con mucho cuidado de no dañarla más, pensando en cómo explicarle a su amigotodo lo que circulaba por su mente como un torbellino.

—Ella es humana, Lion, no pensábamos en eso cuando la trajimos. Nosotros protegemos a losmortales, no los ponemos en peligro. Sabíamos que este asesino era muy peligroso, quizás no tantocomo para poder dañarnos desde la distancia, pero hemos sido muy imprudentes al traerla. Si algole pasara, yo…

Su amigo le miraba con comprensión en los ojos, algo le decía que sentía exactamente lomismo, pero nunca lo reconocería. Él siempre era el positivo de los dos.

—No le pasará nada, vamos a hacer nuestro trabajo. Y no hay nadie mejor que nosotros en ello—aseguró Lion mirándola con ternura, mientras Ivar retiraba los últimos rastros de sangre. Ahorael nombre de su amada se leía con toda claridad.

—¿Cómo la vamos a proteger de algo invisible, Lion? Ni tus poderes ni los míos van a servirpara eso. Hoy ha sido esto, pero si hubiera decidido partirle el cuello como una nuez tampocohubiéramos podido hacer nada. —La ansiedad en su voz era palpable.

—Algo se podrá hacer, hablaremos con Laya, seguro que puede protegerla de alguna manera,ella no va a dejar desvalido a uno de sus humanos. Todo va a salir bien, te lo prometo.

Ivar miró a su amigo y le habría gustado creer en esa promesa más que nada en el mundo, peroen aquel momento lo veía todo tan negro...

—¿Quién es? —preguntó Lion mirando la herida—. Está claro que el mensaje es para ti, nopara mí.

Ivar se pasó una mano por la cara antes de ponerse a tapar la herida con cuidado de no tocarninguna parte afectada, intentando relajarse lo suficiente para contárselo.

—Brenda era mi mujer, Lion. Llevaba a mi hijo en su vientre el día que los raptores mataron ami pueblo, yo lo presencié todo. Y parece que quieren recordarme que el pasado no está muerto.

—Lo siento mucho, hermano. —Lion le puso una mano en el hombro—. Deberíamos hablar conLaya y contarle lo que sabemos, a ver qué opina ella.

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—Sí, pero no aquí. Creo que bastante va a tener con asimilar lo que le ha pasado en la espalda,como para ver a una diosa materializarse en sus narices si se despierta. Hace un rato no eracreyente y parece que ahora no le va a quedar más remedio.

—Bueno, si queremos que nos ayude es mejor que crea en algo, aunque le ocultemos nuestraverdadera naturaleza. Voy al salón a intentar hablar con Laya, deberías quedarte con ella por sidespierta.

Ivar miró cómo dormía la chica, estaba preciosa mientras respiraba acompasadamente como sinada hubiera pasado. En ese momento lo único que le apetecía era tumbarse junto a ella yabrazarla, asegurarse con su cuerpo de que nada ni nadie la iba a dañar, pero tenía que serrealista, no podía. Viéndola así dormida, casi se le olvidaba quién era y por qué sentía tantoresentimiento hacia ella. Ojalá fuera otra persona y se hubieran conocido en circunstanciasdiferentes.

—No, hermano, tengo que ser yo el que hable con ella. Quédate y cuídala. —Parecía que lodecía con pena y en los labios de Lion asomó una sonrisa pícara—. Cuando despierte querrámuchas explicaciones, mejor que seas tú el que se las dé, a mí me vuelve loco.

—Ya, ya, loco.

—¡Que te den! —contestó Ivar ya camino de la puerta, no quería mirar otra vez a la profesora,si no, no sería capaz de irse de su lado.

Por las paredes de todo el Helheim se oían unas risas triunfales, el hielo siempre había sido unbuen conductor para los sonidos.

Miraba en la fuente el resultado de sus actos. Era una especie de pila bautismal de piedra negray hielo donde la diosa Hela podía controlar todo lo que ocurría en el mundo de los vivos. Bastabacon pensar dónde querías mirar. Llevarse al hermano de Ivar sin duda había sido algo grandiosopara su plan, pero cuando decidieron acudir a aquella mujer para que les ayudara a descubrirquién estaba tras todo aquello había sido insuperable.

En un principio solo pensó en llevarse la vida de Erik para ver sufrir al vikingo y luegollevarse su alma también, pero ahora había tenido una nueva gran idea.

Samay Clark era muy parecida a la mujer que en su día le robó el corazón a Ivar, fuerte,decidida, cariñosa e inteligente, entre otras muchas cosas. Y aunque él en aquellos momentosintentaba negar que le atraía, lo hacía. Por eso decidió avivar un poco el fuego. Si Ivar se dabacuenta de que la humana corría un grave peligro, uno del que ni él ni su amigo podían protegerla,eso tocaría esa parte que pensaba muerta: su corazón. El toque de gracia había sido grabar elnombre de su amada muerta en la espalda de esa mortal. No había podido parar de reír durantetodo el rato que la había oído gritar como un gorrino en el matadero.

Oh, sí, todo marchaba mejor de lo que esperaba. Aún quedaban varias sorpresas escondidasantes de cobrarse su venganza, pero iba a disfrutar cada momento de ello. Para eso había esperado

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doce siglos y pagaría un alto precio, pero lo haría con gusto.

Ivar acudió al salón perdido en sus pensamientos y en más de una ocasión estuvo a punto devolver por donde había ido para estar junto a la profesora, quería verla despertar, comprobar queestaba bien. No entendía cómo, pero aquella mujer se le había metido en la cabeza y no laconseguía sacar. Quizás era otro conjuro de aquel brujo. Se lo preguntaría también a Laya, seguroque ella podría decirle si se encontraba bajo un encantamiento.

Llegó al salón y se puso junto al fuego, más para calentar su alma que su cuerpo.

—Laya, por favor, te necesito —invocó a la diosa, esperaba que no estuviera ocupada ypudiera acudir en su ayuda.

Esperó pacientemente mirando las llamas hacer su magia, hasta que la luz que anunciaba lallegada de su madre le sacó de sus pensamientos.

—Hola, hijo mío —le saludó mientras se acercaba y lo envolvía en su abrazo.

Él no se lo esperaba, no era muy de ese tipo de gestos de cariño, ni siquiera con su hermano,pero viniendo de la madre de todos ellos lo recibió gustoso.

—Hola, madre. Siento importunarte, pero ha ocurrido algo.

—Nunca me importunáis, estaba rezando por tu hermano, ¿ha ocurrido algo? ¿Tienes algunanoticia nueva?

—Siéntate por favor, es largo de contar.

Ivar le relató a Laya todo lo ocurrido desde que se vieron en su casa la noche que desaparecióErik. Ella escuchó atentamente, sin interrumpirlo en ningún momento, hasta que él dio porconcluida la explicación.

—¡Qué extraño todo, Ivar! Desde luego nos enfrentamos a alguien con mucho poder si es capazde hacer todo este tipo de cosas. Si de alguna manera le está ayudando la diosa de los muertosescandinava estamos metidos en un lío.

—Lo sé. —Solo acertó a decir Ivar.

—Ivar, ¿en tu poblado había un hechicero o hechicera? Sé que no es el nombre que usabais paraellos.

—Sí, teníamos un seiðmaðr, y él tenía una hija que heredó sus poderes. Pero él murió junto atodos los demás aquella noche, y a ella su padre la mandó a otro poblado a servir al Jarl cuandoéramos muy jóvenes.

—Entonces no se me ocurre quién puede estar haciendo esto, pero lo averiguaremos. Hablaré

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con Thor[i], yo no puedo intervenir, pero seguro que él puede enterarse de algo y quizás nos ayude.

—Gracias de verdad, Laya. Por todo.

—No tienes que darlas, bastante me duele no poder hacer más porque no puedo meterme en lospanteones de otros dioses. —Cogió su mano para darle ánimos.

—Necesito pedirte otro favor, siento abusar de tu amabilidad —dijo Ivar con la cabeza baja,algo avergonzado.

—Claro, lo que necesites, no tengas temor a pedirme lo que sea.

—Tú eres una diosa, posees muchos poderes y eres capaz de detectar cosas. —Sin quererestaba dando demasiados rodeos para llegar al asunto que le preocupaba.

—Así es, ¿qué necesitas saber?

Él se miró los zapatos intentando sacar la valentía para decirle aquello, un hombre que habíaluchado en innumerables guerras y que robó la vida de miles de enemigos, ahora parecía un niñotímido y asustado. Era bochornoso.

—¿Sabes si estoy bajo algún hechizo? —soltó de golpe, como si las palabras quemaran.

La diosa lo miró algo intrigada por lo que acababa de preguntarle.

—¿A qué tipo de hechizo te refieres?

—Yo, bueno…

—Ivar, puedes contarme cualquier cosa. Eres mi hijo, yo nunca te juzgaré.

—Es por la mujer que hemos secuestrado, la profesora. —Laya levantó una ceja divertidatemiéndose por donde andaban los tiros—. Aunque la aborrezco por negarse a ayudarme aencontrar a mi hermano, y me saca de quicio hasta límites insospechados, no puedo evitar que otraparte de mí esté interesada en ella.

—Entiendo —contestó ella, pero Ivar la interrumpió.

—No, no lo entiendes, Laya, con todos mis respetos. Intento que no se me note, pero una partede mí quiere protegerla y se siente celosa si Lion le hace más caso del debido. Cuando he visto loque han hecho en su espalda he deseado sentir yo ese dolor multiplicado por mil antes de que ellasufriera un solo segundo más. —Ahora que había empezado no podía parar—. Pero tiene que serun encantamiento. Primero porque como te digo la detesto como persona, y segundo porque yo notengo corazón para sentir esas cosas, lo perdí el mismo día que murió la mujer que poseía elnombre que ahora Daniela lleva grabado en su espalda.

Ella se quedó en silencio escuchando las palabras de un hombre desconsolado, perdido, quesufría reviviendo cosas que hacía siglos que no sentía. Sabía que no le gustaban mucho los

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abrazos, pero pensó que era lo mejor que podía hacer en aquel momento, así que se acercó hastaél y lo tomó entre sus amorosos brazos.

—Sé que es duro volver a sentir, muchas veces preferimos vivir en nuestro propio dolor parano volver a padecer la pérdida, o que nos partan de nuevo el corazón, hijo mío. Te aseguro que teentiendo más de lo que me gustaría, pero tengo que decirte que no estás bajo ningún hechizo, loque sientes es real. Quizás no lo planeabas, no es la mujer que habrías deseado para que pasara,pero el corazón no entiende de razones. En tu mano está escucharlo y seguir tu instinto. Pocasveces durante nuestras largas vidas tenemos una segunda oportunidad de amar, piensa si quieres ono aprovecharla. Todo tiene sus riesgos claro, pero qué es mejor ¿haber amado y perdido a jamáshaberlo hecho?

—¿Es tuya la frase? —es lo único que consiguió preguntar.

—No, es de Alfred Tennyson, pero expresa exactamente lo que te quiero decir. Así que piensaen ello, hijo mío. En cuanto hable con Thor y os pueda dar algo de información volveré. Mientrastanto tened mucho cuidado, por favor.

—Lo tendremos.

Ella rompió el abrazo antes de desaparecer, y dejó a Ivar perdido en todo lo que le había dicho.En la lucha interna que tenía. Por una parte, deseaba hacerle caso y abrir su corazón, pero encuanto pensaba en que era ella, todo se volvía del revés. Aunque ahora tenían problemas muchomás importantes que un tema de amoríos. Quizás ni siquiera sobrevivieran a aquello. Cuandoestuvieran todos a salvo ya pensaría qué hacer con su corazón.

En ese momento llegó Lion al salón con preocupación en el rostro, recorrió la estanciabuscando a la diosa antes de hablar.

—La chica está empezando a despertar, e imagino que tendrá muchas preguntas referentes a loque le ha ocurrido.

Ivar asintió con la cabeza, a ver cómo le explicaban ahora a una mujer que no creía en nada loocurrido. Sin embargo, en la espalda tenía una prueba irrefutable de que algo paranormal estabaocurriendo allí, esperaba que eso ya le diera algo de credibilidad.

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Capítulo 9

Samay abrió los ojos y comprobó que no estaba en la misma habitación dónde despertó aqueldía. Pensó que quizás se desmayó y todo había sido un mal sueño, pero un dolor palpitante en labaja espalda le decía que se olvidara de eso. Se incorporó un poco sobre las almohadas paraevitar que la zona rozara de lleno con el colchón, cosa que la alivió.

Estaba sola en aquel dormitorio, que dedujo sería de uno de sus dos captores ya que ladecoración era más bien masculina, algo en su intuición le decía que seguramente del vikingo.Olía a él, tenía un aroma que le atraía, como a naturaleza, como a madera si tuviera que ser másexacta.

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Recordó los últimos momentos en que estuvo despierta, el dolor que sintió fue horrible, perotenía grabada la cara de preocupación de aquellos hombres, y para qué engañarse, sobre todo lade Ivar. Se lanzó en picado a por ella cuando la vio flaquear, y aunque eso no hizo que el dolorfuera menos intenso sí que alivió algo su carga. Era un capullo y ella lo sabía, pero no podíaevitar que sus hormonas despertaran por él. Era tonta, porque Lion era mil veces más simpático yla trataba mucho mejor, pero una no mandaba en por quién se revoluciona hormonalmente.

«¿Será posible detestar a alguien y que te ponga a cien al mismo tiempo?», se preguntó a símisma y no era de las preguntas que necesitaran respuesta. La mujer lujuriosa que todas llevamosdentro gritaba como una loca que sí. Sería como confundir el tocino con la velocidad, pues lomismo.

Todas las mujeres, al menos la mayoría que en algún momento de su vida han leído una novelaromántica en la que el protagonista es un fornido vikingo, han soñado que le pegaban un buenrepaso, o unos cuantos. Pues ahora que tenía a uno en persona, al menos un descendiente directode ellos que, además, compartía sus rasgos, cómo evitar pensarlo. Aunque le tuviera que poneruna mordaza en la boca para que no estropeara el momento, no podía dejar de pensar encabalgarlo como una valkiria.

Con la tontería de perderse en aquellos pensamientos comenzó a notar que estaba con unoscalores que se moría, y no a causa de que le hubiera subido la fiebre precisamente. Según sentía laespalda le habían curado la zona afectada.

Se debía a otro tipo de calor, se maldijo mil veces porque esos dos tipos no hubieran traído subolso. Ahí siempre llevaba su succionador de clítoris, el mejor amigo de una mujer soltera, madrey trabajadora, que no tenía tiempo para citas y que necesitaba llegar a un orgasmo antes de quellegaran esos dos y la encontraran más salida que una mona de feria. ¿Le dejarían comprar uno porinternet? Podría decirles que necesitaba comprar cosas de chicas, total, no era mentira del todo,era algo que necesitaba una chica. En ese momento además con urgencia.

Sin poder aguantar más donde le había llevado su mente y sintiéndose juguetona, bajó la manopor debajo del edredón y la introdujo en su ropa interior. Lo que se temía, estaba empapada.Necesitaba un desahogo antes de que Ivar y Lion volvieran, no quería que la encontraran así, semoriría de vergüenza.

Así que empezó a acariciar su botón del placer con dos dedos, primero de una manera suave,sin apretar demasiado; eso no le gustaba. Cuando en el pasado había estado con algún hombre y leapretaba el clítoris, le hacían pensar que estaban jugando al «rasca y gana»; perdía todo elencanto. Intentaba ser silenciosa, se mordía el labio inferior, pero no podía evitar que se leescapara un pequeño gemidito cuando tocaba aquel botón que conocía demasiado bien.

Estaba a mil, un poco más y llegaría a la cumbre, volvería a pensar con claridad. Aceleró elritmo de su roce y estaba que no aguantaba más, notaba como los espasmos casi llegaban.Entonces escuchó una tos que provenía de la puerta de la habitación y se quedó quietaautomáticamente. Pensó que hasta su corazón se había parado, y si no lo había hecho deseaba queasí fuera. «No, por favor. No puede ser, no me pueden haber visto», se repetía mentalmente.

—¿Estás bien? —preguntó Lion divertido—. Te veo algo roja, lo mismo es que te ha subido la

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fiebre.

«Será cabrón», pensó Samay muerta de vergüenza. El sexo era algo natural, pero que te pillasendándote placer dos hombres prácticamente desconocidos resultaba bastante bochornoso.

—Sí —solo consiguió decir eso.

Pensaba en cómo sacar la mano de aquel lugar con un poco de dignidad, aparte se dio cuenta dealgo en lo que no había pensado antes por el cortocircuito que tenía en la cabeza. El olor. Lahabitación olía a sexo, a excitación, eso no lo iba a poder negar, ni aunque lo jurara sobre unaBiblia.

«¡Por favor, tierra trágame y escúpeme lejos de aquí!», suplicó mentalmente. Pero nada de esoocurrió, ahí seguían los dos hombres como pasmarotes. Samay levantó la mirada con toda ladignidad que consiguió reunir para enfrentarlos. No estaba haciendo nada que ellos no hicieranmás a menudo que ella seguramente.

—Lion, déjanos solos —dijo Ivar y parecía más una orden que una petición.

—Pero, jefe —protestó él antes de que el vikingo le echara una mirada que no dejaba lugar adiscusión.

Lion hizo un asentimiento en muestra de respeto antes de abandonar el cuarto. Samay mirabafijamente a Ivar, él hacía exactamente lo mismo, en sus ojos parecía que había algo animal.Hambre. Pero en vez de asustarla, la excitó aún más de lo que estaba.

Él se aproximó a la cama con paso lento, el mismo que usaría un animal que va de caza.

—He venido a hablar contigo, pero eso será después de que arreglemos un asunto. —Su voz eragrave, peligrosa.

Eso sí que hizo que Samay se estremeciera sobre sí misma.

—¿Qué asunto? —preguntó casi en un hilo de voz.

Él no respondió, llegó hasta ella y sin previo aviso se agachó tomando su boca con fiereza. Alprincipio se quedó algo en shock, pero no tardó en reaccionar. En un día normal, posiblemente, suparte racional le daría un tirón de orejas, en aquel momento le decía que le metiera la lengua hastael fondo.

Ivar saboreó los labios gruesos de ella hasta que decidió introducir la lengua dentro de su boca,Samay lo recibió gustosa, ansiosa. Enredó las manos en su cabello, para profundizar aún más elbeso y, sin acordarse de su dolor de espalda, se arqueó hacia él.

Hacía ya rato que estaba cachonda, eso solo la estaba llevando al infierno sin retorno. Esehombre besaba como el demonio y si le pidiera que se arrastrara por lava ardiendo sin duda loharía. Solo había tocado su boca y la tenía sin cordura ninguna.

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Ivar abandonó sus labios, la cogió por las caderas y tiró de ella hasta dejarla tumbadacompletamente sobre el colchón, ella gimió con anticipación. Quería sentirlo dentro, quería que laposeyera sobre esa cama y lo más importante: lo quería ya.

Él, sin ninguna delicadeza y de un solo tirón, le arrancó las bragas. Dolió, pero fue unamilésima de segundo, además fue acompañado de una ráfaga de placer cuando rozó su vagina.

Samay esperaba con los ojos vidriosos por el deseo que él se bajara los pantalones y seensartara en ella, pero en cambio la descolocó totalmente. Puso una mano en cada uno de susmuslos, los abrió y hundió la boca entre sus pliegues.

—¡Dios bendito! —gritó ella.

—Pensé que no eras creyente —se burló él.

Ella lo ignoró, no podía pensar con claridad. Aquel hombre del cual ahora solo veía sucoronilla la estaba volviendo loca. Primero saboreó todo su sexo de arriba abajo con su lengua,luego ascendió hasta su clítoris para degustarlo poco a poco, como un manjar; mientras Samayclavaba sus uñas en las sábanas y, aunque intentaba no hacer ruido, no podía evitar gemir entre susdientes apretados.

Ivar bajó hasta su hendidura y metió la lengua como si de su miembro se tratara, y ella se dijoque, si tuviera un hombre así en su vida, tiraría a la basura su succionador. Estaba a punto deestallar, no podía tener pensamientos racionales. Entonces él volvió a ascender hasta el montículode su placer e introdujo primero un dedo, después otro y empezó a masajear esa zona rugosa quehizo que ella gritara como una auténtica demente, mientras espasmos recorrían todo su cuerpo,desde la punta de sus pies a su cabeza. Nunca, en toda su vida, había sentido nada parecido. Perono contento con eso no se detuvo. Samay pensó que le iba a dar algo, estaba muy sensible ahíabajo, pero Ivar siguió lamiendo despacito, hasta que ella notó que sería posible llegar de nuevoal clímax.

No podía creerlo, no le había pasado en la vida, ella no era multiorgásmica, nunca lo habíasido. O eso pensaba hasta que había conocido a ese vikingo por el cual vendería su alma sinpensarlo dos veces para tenerlo siempre en su cama. El segundo orgasmo, aún más potente que elprimero, no se hizo esperar y esta vez cayó laxa sobre el colchón.

Quería hacerle disfrutar, que él llegara también, solo necesitaba un momento para recuperar elaliento y el control sobre sus músculos muertos.

Sin embargo, escuchó con los ojos cerrados como se levantaba e iba al cuarto de baño, el grifose abrió y no tardó en volver junto a ella. Y lo que hizo la dejó totalmente descolocada. En esemomento si la pincharan no sangraría. Había traído una toalla mojada en agua caliente y lalimpiaba cuidadosamente sus pliegues. Después de aquello la arropó.

Se sentó de nuevo junto a ella en la cama y la miró serio.

—Bueno, espero que ahora que ya te has desfogado te puedas centrar en lo que es realmenteimportante.

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Samay no daba crédito a lo que le acababa de decir aquel subnormal después del momento queacababan de compartir.

—¿Cómo te atreves? Yo no te he pedido nada —gritó ella malhumorada.

—No hacía falta, cuando he llegado estabas caliente como una antorcha. No habrías pensadocon claridad. En este equipo necesito gente que esté concentrada al cien por cien.

—Serás cabrón.

Samay estaba tan enfadada que no tenía ganas de hablar. Si tuviera los medios necesarios se iríaa su casa en ese mismo momento o, en su defecto, si tuviera un hacha le haría carne picada.

—¿Estás ya lo suficientemente lúcida para poder hablar? —preguntó él socarrón.

Ella no contestó, se limitó a mirarlo con todo el odio que sentía en aquel momento.

—Bien, hablaré yo, tú escucha. Sé que no eres creyente, pero vas a tener que empezar a hacerlopara poder ser útil en este asunto, profesora. Lo que te ha ocurrido esta noche es un tema demagia. —Ella abrió los ojos como platos—. Bien, lo tendrás que ver por ti misma entonces.

Ivar se levantó y sin decir una palabra se dirigió al cuarto de baño, no tardó mucho en volver asalir con un espejo portátil. Se acercó hasta ella y la miró como esperando algo.

—Venga —la apremió.

—¿Venga, qué? —preguntó ella pensando que había perdido un tornillo o dos.

—Qué te des la vuelta para que veas lo que te han hecho.

Ella, con cara de estar usando mucha paciencia, se giró en la cama hasta quedar de lado y élpuso el espejo de tal manera que, al girar la cabeza, Samay pudiera ver lo que tenía en la espalda;levantó su camiseta y después destapó la herida. Ella de mala manera miró para ver qué era lo quequería que observara.

Al principio le costó distinguir las letras, pero enfocó más la vista hasta que consiguió leer enla herida el nombre de Brenda. «¿Pero qué demonios era eso?».

—¿Quién es Brenda? Y ¿cómo ha podido suceder eso? —Por fin dejaba su enfado a un lado yempezaba a pensar con claridad. Lo que decía Ivar era cierto, lo que le había pasado horas antesera algo que escapaba totalmente a su comprensión y que no podía explicar con aquello en lo quesiempre había creído.

—Lo primero que necesito es que tengas la mente abierta ante lo que te voy a contar, ¿lo harás?—preguntó Ivar dejando el espejo en la mesilla y sentándose de nuevo sobre el colchón.

—¿Tengo otra alternativa? —preguntó Samay de forma burlona, como si en algún momento ellahubiera podido decidir algo de la situación en la que estaba.

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—No, la verdad es que no.

«Al menos es sincero, un capullo, pero sincero al fin y al cabo», pensó Samay.

—Adelante, soy toda oídos —lo animó y cruzó los brazos por debajo del pecho.

—Brenda era mi mujer, murió brutalmente asesinada, todo lo que está ocurriendo con lapersona que estamos persiguiendo apunta a que tiene que ver con mi pasado. —Ella palideció conla confesión del vikingo—. Sé que debe ser difícil creer en algo en lo que no lo has hecho en todala vida, yo también tuve que hacerlo a marchas forzadas. Lo que te quiero decir, y no me andarépor las ramas, es que la magia existe, los dioses existen, y lo sobrenatural también.

Samay tenía la boca tan abierta que podría parecer perfectamente un dibujo animado, pero,aunque su parte racional quería gritarle a ese hombre que se equivocaba y que podían hacerperfectamente una paradita en un psiquiátrico; donde le darían pastillitas de colores para verunicornios y pasearía por bonitos jardines, no podía. Porque ella había sentido en sus propiascarnes que eso era cierto, literalmente. Al menos lo de la magia.

—Te creo —afirmó todo lo segura que pudo.

—Lo que estamos buscando no es solo a un fanático que cree en la magia y en los antiguosdioses nórdicos. Usó la magia el día que se llevó a mi hermano y esta noche de nuevo. Es muypoderoso, ya que puede hacernos daño sin ni siquiera estar cerca. Así que he pedido ayuda.

—¿A quién?

Ivar dudaba si contarle que Laya era una diosa y, por ahora, pensó que sería mejor omitir esaparte. Si al final fuera necesario le revelaría toda la verdad, pero para qué contar más de lonecesario; no sabía lo que una mujer como aquella podría hacer después con toda aquellainformación.

—Una amiga de la familia, digamos que ella tiene buenos contactos. Necesitamos másinformación, el asesino puede llegar a nosotros y no podemos enfrentarnos a algo que no vemos.

—Quizás si utiliza magia deberíamos buscar a alguien que también la sepa usar y nos ayude ahacer algún tipo de hechizo de protección, al menos hasta que podamos detenerlo. —Ivar estabasorprendido, estaba encajando muy bien todo aquello. Esa mujer al final siempre le sorprendía.

—Intentaré que mi amiga encuentre a alguien, no puede ser cualquier mago, necesitamos unoque tenga tanto poder como él, y algo me dice que eso hoy en día es difícil de encontrar. Ahoraduerme, ha sido un día intenso, debes estar agotada.

—Sí, me iré a mi dormitorio —contestó Samay a la vez que se destapaba para levantarse.

—Quédate aquí, no creo que esta noche vuelva a atacar, pero no puedo estar seguro del todo.Yo haré guardia.

Samay no daba crédito, a veces era insoportable, otras hacía cosas como esas y ella se quedaba

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totalmente noqueada.

—Tú también necesitas dormir —replicó ella.

—Estoy bien, soy más fuerte de lo que crees. —Le sonrió y esa vez parecía una auténticasonrisa.

Sin saber por qué se sonrojó, y eso que lo que había pasado hacía un rato entre ellos la deberíaavergonzar más que esa sonrisa. Así que sonrió y se acomodó en la cama para dormir, la verdadera que estaba cansada.

Ivar se levantó de la cama y se sentó en un sillón que estaba junto a ella, le esperaba una nochemuy larga de vigilancia. Solo esperaba que Laya volviera pronto con buenas noticias.

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Capítulo 10

Palacio de Bilskirnir, en Asgard[16]

Laya esperaba nerviosa en un salón que estaba totalmente fabricado de cristal, las paredes, elsuelo, el techo… Dichos vidrios iban cambiando de colores. Hasta para una diosa como ella eraalgo impresionante. Las vistas a través de ellos mostraban las nubes, la plenitud del reino deAsgard, donde los ríos fluían para arriba en vez de al contrario. La vegetación mutaba de colorsegún el estado de ánimo del rey de todos ellos. Ese día tenía un tono violeta, ojalá que esosignificara que estaba de buen humor, así su hijo Thor también lo estaría, o al menos eso esperaba.

Paseó por el salón admirando las bellas pinturas de los distintos dioses en gloriosas batallas,

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aunque cuando ellos bajaban a luchar junto a los humanos lo hacían adoptando otra forma paracamuflarse entre ellos. Aun así, eran bellísimas. Y eso que ella vivía en el Olimpo, pero Asgardtenía algo especial que le gustaba.

Intentó distraerse con todas las maravillas que la rodeaban, pero la verdad era que la demora laestaba impacientando. Ella nunca haría esperar a una visita, pero estaba claro que no todos losdioses eran iguales, y menos alguien como Thor, un dios tan venerado, que al final se le subiómucho a la cabeza.

Él vería, ella era tranquila, pero como tardara mucho más lo mismo sin querer dejaba lashuellas de sus manos por todos los cristales de aquella sala. Aunque, pensándolo bien, seguro queél no los limpiaría. Suspiró frustrada y se retiró un mechón de pelo pelirrojo de su rostro, cuandoescuchó el ruido de un trueno detrás de ella. Ahí estaba. Anda que hacía una entrada normal, hastapara eso tenía que ser pomposo.

La miró de arriba abajo, una inspección en toda regla, sintió como si el peplo que llevaba sehubiera vuelto transparente y no la cubriera más que el aire.

—Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? Me habían dicho que tenía visita, pero no me dijeron loagradable que era a la vista —dijo zalamero, mientras se acercaba a su lado y cogía su mano paradepositar un beso en ella.

Tenía que reconocer que Thor era impresionante, al menos físicamente, muy alto y musculoso,con unos grandes ojos azules penetrantes y un rostro simplemente perfecto. Pero su personalidadera algo que realmente le disgustaba sobremanera. Además, estaba insinuando que no la conocía,cuando le había sacado de más de un apuro en La Tierra cada vez que liaba fiestas con loshumanos que se le iban de las manos. Se podría decir que le iba mucho el cachondeo, así que másde una vez le había salvado el culo; y ahora hacía como si nada.

—Thor, soy Laya, nos conocemos, nos hemos visto muchas veces.

—Laya, ¿no? Espero que no te suene mal, pero conozco muchas mujeres bonitas —contestó élencogiéndose de hombros.

Laya puso los ojos en blanco antes de contestar, normalmente era conocida por su granpaciencia, pero por todos los dioses que él estaba dejándola bajo mínimos.

—Creo que no me has entendido, soy Laya, la diosa griega de los humanos. En La Tierra te hesacado de más de un apuro cuando tus fiestecitas se han ido de madre —le increpó cruzándose debrazos y en el tono más serio que consiguió poner.

Él la imitó y la miró una vez más de arriba abajo, cosa que ya la empezaba a cabrear.

—Ah, ahora que lo dices sí, ya te recuerdo. Discúlpame, es que cuando nos hemos encontradoiba bastante perjudicado, ya sabes. —Y le hizo el gesto de beber demasiado con la mano.

Laya se pasó la suya por la cara con desesperación.

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—No te preocupes, el caso es que he venido hasta aquí porque necesito tu ayuda.

—Ven, siéntate por favor —la invitó a acomodarse en unos sillones de la estancia.

«Por fin algo de educación por parte de este hombre», pensó Laya. Se sentó y cruzó las piernasponiendo las manos sobre ellas. Él tomó asiento antes de contestar.

—Dime en qué te puede ayudar tu humilde servidor. —Era tan zalamero, que Laya tuvo quehacer acopio de todas sus fuerzas para no tener una arcada.

—Verás, algunos de mis hijos están en problemas y…

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —la interrumpió antes de que pudiera explicarse. Layaempezaba a estar bastante cansada de lo maleducado que era.

—Si me dejaras terminar una frase entera quizás avanzáramos antes de que pase un díacompleto, ¿no crees? —Él puso la mejor sonrisa falsa que pudo y ella continuó—: Son doshermanos, uno de ellos ha sido secuestrado por alguien que adora a Hela. Si fuera un simpleadmirador no le daría importancia, pero usa magia y, a decir verdad, es muy poderoso. Por lo quenecesito ayuda ya que no puedo interferir con dioses de otros panteones, ya lo sabes.

—De acuerdo, y ahora te pregunto de nuevo: ¿qué tengo yo que ver en todo esto? —preguntócon total indiferencia—. No te ofendas, Laila, pero ¿qué tienen que ver tus gárgolas conmigo? Esoes cosa tuya, bastante tengo yo con mis quehaceres para preocuparme de los tuyos.

Laya no daba crédito a lo que le estaba diciendo el prepotente ese que tenía delante, así que nolo pudo evitar y se puso a gritar. Le daba igual que le oyera el mismísimo Odín, mejor, que seenterara de todas las cosas que hacía su ojito derecho y ella se había molestado en encubrir.

—Mira, prepotente de las narices, te he salvado el culo muchísimas veces en La Tierra cadavez que te da por bajarte a hacer fiestecitas con los humanos ya que eres un bala perdida. ¡No sécómo tu padre puede estar tan ciego contigo! Así que, lo mínimo que espero por tu parte, es unpoco de cooperación, ya no te digo agradecimiento, pero por lo menos que colabores. Y me llamoLaya, no Laila, cabeza hueca; que mucho físico, pero tienes la azotea llena de serrín.

El dios estaba perplejo mientras ella sentía que le ardía la cara como nunca antes en la vida,bueno, quizás cuando discutía con Hades, pero debía estar más o menos a la altura.

Aunque debió ponerse más roja aún cuando detrás de ella escuchó una risa masculina bastantefuerte, lo que solo podía significar que alguien de Asgard la había escuchado, y si se estabariendo, seguramente no era personal del servicio. En ese momento le gustaría que el suelo deaquel palacio se abriera y la lanzara a cualquier otro sitio, hasta el inframundo le parecía un buenlugar.

Temía darse la vuelta, pero por el tono rojo ira que estaba adquiriendo el rostro de Thor, pensóque lo mejor sería comprobar quién era el dueño de aquella risa. Con toda la entereza que pudo segiró y se quedó petrificada.

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Delante de ella estaba el hombre más tremendamente atractivo que hubiera visto en su vidainmortal.

Tenía el pelo largo y recogido de forma informal, era rubio, pero de un tono más oscuro queThor, tenía una perilla del mismo color adornando su perfecto y masculino rostro. Los ojos erande un bonito tono caramelo, de esos que te derretían con solo una mirada. Y el cuerpo que seescondía bajo ese pantalón de cuero y la camiseta blanca prometía estar igualmente biencincelado. Laya podía entrever que tenía algún tatuaje, aparte de músculos mirara donde mirara.Pero realmente lo que la dejaba sin aliento era la sonrisa traviesa que estaba poniendo en esemomento. No sabía quién era, lo único de lo que estaba convencida era de que, si no tenía ya unclub de fans, se lo iba a montar y ella sería la primera en apuntarse.

—Señorita, disculpe la interrupción, pero no he podido evitar escuchar la manera en la que hadescrito a mi hermano. He oído muchas cosas sobre él, pero ninguna ha sido tan acertada como lasuya —se disculpó el hombre acercándose hasta donde estaba Laya.

Ella intentaba buscar las palabras para contestar, pero su cerebro no colaboraba mucho, sabíaque tenía que hacer algo, parecía una jovencita con las hormonas revolucionadas. Cierto que asíera, aunque no lo de joven, pero llevaba tanto sin estar con un hombre que pensaba que se lepodría haber regenerado el himen perfectamente.

Como pudo se levantó, para no caer y parecer más ridícula de lo que se sentía, y se dirigió aldios que decía ser el hermano de Thor.

—Tiene que disculparme, he perdido los papeles. Es que realmente necesito ayuda y suhermano no se siente muy colaborador —se disculpó ella.

Él volvió a sonreír.

—Por favor tutéame, soy Balder[17], y no tienes por qué disculparte. Mi hermano es un egoístapor naturaleza, nunca te ayudará si no saca nada a cambio en su propio beneficio.

—¿Os importaría no hablar de mí como si no estuviera? Es bastante humillante —protestó eldios del trueno.

Laya consiguió apartar la vista de los ojos de Balder para dirigirse al hermano.

—Lo siento, Thor, pero de verdad que es una cuestión de vida o muerte. ¿Me ayudarás?

El aludido se quedó pensativo, seguramente no quería aceptar, pero se sentía presionado ahoraque su hermano había intervenido. Laya odiaba tener que mendigar ayuda, pero no había nada queno hiciera por salvar a sus hijos.

—Yo te ayudaré —le ofreció Balder.

—¿Tú? ¡Pero si ni siquiera sabes quién soy o qué necesito! —exclamó Laya asombrada.

—¿Acaso importa? Eres una persona que necesita ayuda, y si está en mi mano te ayudaré.

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En ese momento la mujer dentro de Laya quería bailar la danza de la felicidad, tuvo quecontenerse para no lanzarse a sus brazos, agradecida.

—Pues que os vaya bien a los dos, yo tengo cosas más importantes que hacer que preocuparmepor unas gárgolas —se despidió Thor saliendo de la sala a grandes zancadas de muy mal humor.

—No le hagas ni caso, está con resaca. Ven, acompáñame a mi casa y así por el camino mecuentas qué es lo que te ocurre.

Laya lo miró fijamente con ganas de decirle que le seguiría al fin del mundo, pero no quería quepensara que era una tarada, así que asintió.

Y tal y como él le pidió, por el camino hasta el palacio donde vivía le fue contando todo suproblema.

Balder prestó especial atención a las palabras de aquella joven y hermosa diosa, no soloporque se sintiera con la imperiosa necesidad de ayudarla después del deplorable comportamientode su hermano, sino porque desde el momento en que posó los ojos sobre ella le habíasobrecogido su belleza. Era un dios y había visto durante su larga vida hermosas mujeres, pero sinconocer la razón aquella pelirroja lo había tocado muy dentro.

Cuando llegaron a su casa se aseguró de que ella tuviera todo lo necesario para estar cómodaantes de bajar a hablar con Hela al inframundo, hacía mucho que no la veía, pero si estaba detrásde todo lo que le ocurría a Laya, él lo descubriría.

Con su poder se teletransportó al Helheim, si no dispusiera de ese don tendría que haberrecorrido el Helway, el camino que llegaba hasta allí y que tardaba en recorrerse nueve días ynueve noches. Pero no disponía de tiempo para aquello, aunque no sabía cómo se tomaría Helaque llegara sin avisar.

El infierno de su gente era gélido, al contrario que la mayoría de los que existían en el resto delos panteones. Aunque era una divinidad, sintió como el frío se le metía dentro, calándole hastalos huesos.

Caminó por la entrada rocosa, todo allí era azul a causa del hielo, y con una oscuridadenvolvente. El suelo crujía bajo el paso de sus botas, seguramente la diosa de la muerte ya habíaadvertido su presencia.

A su alrededor, el sonido del aire era ensordecedor, pero no solo se oía eso, el viento llevabael grito de los condenados a estar allí por toda la eternidad entre sufrimientos inimaginables.

Esperaba no tardar mucho en localizarla, seguramente estaba en el salón del trono oimpartiendo su castigo a alguno de los pobres condenados que habían acabado en aquel sitio. Enlas paredes de hielo siluetas sin forma del todo definida le pedían ayuda, tuvo que apretar lospuños a sus costados para intentar ignorar aquellas suplicas. Él nunca podría llevar a cabo untrabajo como aquel, tener un corazón tan frío como para ver almas atormentadas suplicando

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clemencia y quedarse de brazos cruzados, o incluso infligirles dolor. Él no era así, pero si algoestaba claro era que a cada uno de los dioses se les encargaba la misión que mejor se les iba adar, y sin duda esa era lo ideal para Hela.

Siguió avanzando hasta las grandes puertas que separaban todo aquel dolor del salón del trono,se acercó dispuesto a abrirlas e importunar a la diosa si era necesario, pero para su sorpresa laspuertas se abrieron antes de siquiera llegar hasta ellas. Ya sabía él que ella se había percatado desu llegada.

Él salón era igual de gélido que el resto del infierno, notaba como el vello rubio de su cuerpose ponía de punta, no entendía como ella aguantaba esas temperaturas.

Avanzó para encontrarla sentada en el trono, uno hecho de hielo que, con semejante temperatura,era imposible que se derritiera. Aunque ya la había visto en muchas ocasiones no por ello leimpactaba menos cada vez que la tenía delante.

La diosa era alta, alrededor un metro setenta y cinco, y una de las mujeres más hermosas que élhabía contemplado nunca. Su cuerpo tenía las curvas perfectas que harían a un hombre condenarseal infierno con tal de pecar con ella, eso si no tenías en cuenta que tenía la mitad del cuerpo de uncadáver. Sí, nunca supo si era un castigo o parte de su naturaleza, pero lo que tenía de hermosa porun lado lo poseía de horrible en su parte muerta. Su cabellera, negra y sedosa, era jirones concalvas. La piel impoluta como la de un bebé, en su opuesto estaba putrefacta y llena de llagas, suojo verde esmeralda una cuenca vacía, su carnoso labio un trozo de carne colgando, sus dientesperfectos y blancos estaban mellados y de un color amarillo verdoso. Sus brazos, sus generosospechos, y el resto de su tremendo cuerpo era carne en un estado avanzado de descomposición. Si atoda esa horrenda visión le sumabas el olor a podrido, era casi insoportable.

Nunca nadie la invitaba a los eventos donde el resto de dioses eran bienvenidos, los demás latemían, la aborrecían o simplemente les asqueaba. A Balder realmente lo que le producía eralástima, recluida en ese infierno de hielo por toda la eternidad, sin posibilidad de vivir,enamorarse o disfrutar de los distintos placeres como hacían el resto de deidades.

—Hola, Hela, disculpa que venga sin avisar —le saludó Balder dedicándole su mejor sonrisa.

Ella parecía algo desconcertada por su actitud, seguramente porque las pocas veces que élhabía visto a la diosa lidiar con otro semejante la habían tratado con desprecio, como si ella fuerainferior a ellos, cuando en realidad era una de las más poderosas. Al fin y al cabo, era la diosa dela muerte.

Ella, desconfiada, le dedicó una mueca, o al menos eso parecía con la mitad de esa sonrisaputrefacta.

—Balder, ¿a qué debo el honor de que uno de los hijos de Odín visite mi humilde morada? —contestó, y en su voz se notaba el tremendo desprecio que sentía hacía el dios de dioses.

Él entendía su sufrimiento y era por eso por lo que no tendría en cuenta ninguna de las ofensasque ella le dirigiera, a no ser que se enterara de que estaba participando en el daño a Laya y sushijos.

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—Necesito hablar contigo.

Más que una petición era una exigencia y la diosa de la muerte lo sabía, así que asintió y con unchasquido de sus dedos hizo que apareciera un sillón frente a ella. Era de cuero y Balderagradeció en silencio que no fuera de hielo como el suyo, ya que sentía el frío clavándose en supiel como pequeñas agujas. Con un gesto de la cabeza le agradeció el detalle.

—¡Hidromiel! —gritó Hela.

—No te molestes, Hela.

—No es molestia, además no quiero que te mueras aquí de frío, ya me odia bastante tu padre sinnecesidad de ninguna tragedia.

Balder guardó silencio, sabía que sus palabras, aunque amargas, eran ciertas, y le avergonzabaen cierto modo que su padre pudiera odiar a aquella mujer sin razón. Al menos él no conocíaningún motivo para que le tuviera tal aversión.

Un cadáver, al cual le faltaban trozos de carne y piel miraras donde miraras, entró en el salónarrastrando uno de los pies. Portaba una bandeja con una jarra, que supuso sería la bebida que ellahabía pedido, y dos copas. El olor del sirviente era aún peor que el de su dueña, en la que almenos su parte hermosa olía a rosas y camuflaba algo la fetidez. Este apestaba a muerte.

Antes de que le sirviera el cadáver se levantó de su asiento, sirvió las dos copas dándole lasgracias al muerto y le acercó una a la diosa. No quería que un trozo de carne en descomposicióncayera por error en el recipiente del que luego tendría que beber. Solo de pensarlo se le revolvíael estómago.

Ella le agradeció el gesto y una vez que volvió a su sitio, bebió y casi apuró el hidromiel[18] loque calentó algo su cuerpo y entrañas. Decidió plantear el asunto que le había llevado hasta allíabajo sin más dilación.

—Hela, no me andaré con rodeos, sé que eres una mujer muy ocupada, pero sobre todo que note gustan los juegos. La diosa Laya, del panteón griego, está en serios problemas, alguien estáatacando a sus hijos, las gárgolas. —Ella lo observaba sin tan siquiera pestañear, no demostrabaninguna emoción, por lo que él no pudo sacar ninguna información de su lenguaje corporal.

—¿Y? —preguntó ella esperando que continuara.

—La persona que los está atacando utiliza tu magia. Necesito saber si eres conocedora de esto,y de ser así, que me expliques por qué y por supuesto que pares de inmediato. No podemosmeternos con otros panteones y comenzar una posible guerra. —No creía a Laya capaz decomenzar una guerra, pero no estaba de más guardarse ese as bajo la manga.

Esta vez ella sí que sonrió, algo que era bastante macabro de contemplar.

—¿Y has pensado que yo tengo algo que ver? Me halaga que pienses que mi maldad llega tanlejos, pero la verdad es que no conozco a Laya, y sus gárgolas me dan bastante igual. —Cruzó las

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manos sobre su vientre pacientemente—. Mucha gente usa mi magia, Balder, aunque con el pasode los siglos los humanos han ido dejando de creer en los dioses, y sé que eso os molesta, hayalgo en lo que nunca podrán dejar de creer, y eso es la muerte, por lo que siguen venerándome.Los humanos tienen miedo a morir y a lo que les espera en el más allá, así que alguno de misadeptos seguramente esté detrás de todo esto.

Él la observo buscando alguna duda en su rostro, en sus gestos, pero no encontró nada. Quizásdecía la verdad, al menos lo que le contaba era totalmente razonable. La gente cada día era menoscreyente, ya casi nadie rezaba a los antiguos dioses, pero la muerte siempre estaría presente en suspensamientos.

—Sin embargo, no te preocupes, si me entero de algo te avisaré —le informó ella.

—¿Harás eso por mí? —preguntó él extrañado.

—Sí, lo haré. Siempre has sido amable conmigo, y creo que eres el único dios que conozco queno me mira con asco y aversión. Es lo mínimo que puedo hacer para agradecértelo.

—Hela, quiero que sepas que siento el trato que te han dado siempre. No creo que te lomerezcas, nadie lo debería sufrir. Ninguno elegimos el aspecto que poseemos ni los dones que nosserán asignados.

En los ojos de la diosa parecía que había algo distinto, quizás emoción por las palabras deaquel hombre de buen corazón, sin embargo, no duró mucho, rápidamente se esforzó pordisimularlo.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —Se levantó y se acercó hacia Balder para mirarlodirectamente a los ojos.

Mientras ella lo hacía él solo podía pensar en que estaba seguro de que, cuando ella intentabaese tipo de acercamiento con los demás dioses, estos se apartarían por la visión que ofrecía, o porel olor que desprendía; pero él conseguía ver más allá de todo lo físico, rozaba el alma de losdemás seres y sabía que en la de aquella mujer solo existía sufrimiento.

Por lo que sonrió hacia ella cuando llegó a su lado.

—Por supuesto, es lo mínimo que puedo hacer cuando has decidido ayudarme con esto —respondió y era totalmente sincero.

—¿Por qué te involucras con los dioses griegos? Entendería que lo hicieras por alguno de losnuestros, yo en cambio no movería un solo dedo por ninguno de ellos, ni aunque se estuvieranmuriendo, pero ¿los griegos? No lo entiendo.

—En principio no me gusta mezclarme en este tipo de cosas, pero he visto a mi hermano Thordespreciando a esa mujer, a pesar de que ella le ha ayudado en muchas ocasiones cuando él formaproblemas en La Tierra con los humanos, y no me ha parecido justo. Aparte, parecía desconsoladay muy preocupada, para ella las gárgolas son como si fueran sus hijos realmente. No me he podidomantener al margen. ¿Me entiendes?

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Ella se quedó unos segundos pensativa mientras miraba los ojos color caramelo de Balder, tanhermosos que hasta una valkiria se podría perder en ellos.

—Lo entiendo, como he dicho, eres un buen hombre. No lo comparto, pero lo respeto. Yo noayudaría ni a uno de los nuestros, pero eso es porque mi alma está tan podrida como la mitad demi cuerpo, la misma que repugna a esos a los que debería ayudar.

—Tengo que irme, Hela, pero antes quiero que sepas que todos somos hermosos. El cuerpo soloes la cáscara, un envoltorio de lo que realmente somos, y tu alma no está podrida, tu alma es tanhermosa como tú lo eres. No dejes que nadie te haga creer nunca lo contrario. Eres una mujerfuerte, poderosa, no te dejes carcomer por la furia y el odio. —Una vez dicho eso se levantó ydepositó un beso en la mejilla podrida de la diosa. No era un decir, Balder realmente creía cadauna de las palabras que había pronunciado.

Ella se acarició la zona donde él la había besado antes de despedirse.

—Gracias, Balder.

—A ti por recibirme.

Y con esas palabras desapareció del inframundo nórdico. La diosa se quedó nublada por suspropios pensamientos, y preguntándose si realmente habría esperanza para ella.

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Capítulo 11

Se teletransportó de nuevo al salón de su casa en Asgard, su pequeña invitada no se dio cuentade su llegada, estaba distraída mirando por los grandes ventanales que ofrecían una perfectavisión de todo su mundo.

Un calor muy agradable recorrió cada parte de su anatomía por tenerla allí, en su casa. Siemprehabía deseado tener a alguien que le esperara en su hogar cuando llegara de ocuparse de susquehaceres, pero nunca había encontrado a ninguna mujer que le tocara el corazón. Sin embargo,aquella pequeña diosa pelirroja tenía algo especial que le removía cosas muy dentro de él. Lehubiera gustado llevar otro tipo de noticias para poder pasar más tiempo con ella, pero, por otraparte, era bueno que la diosa de la muerte no estuviera por medio en ese asunto, estarían en serios

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problemas si así fuera, ya que su poder era ilimitado.

Se acercó despacio, no quería asustarla ni tampoco molestarla, desde que la había conocidounas horas atrás era la primera vez que la veía tan relajada.

—Es precioso, ¿verdad? —susurró junto al oído de Laya.

La idea era no importunarla, pero ella pegó un bote en cuanto escuchó la voz de Balder, todo elvello de su cuerpo se erizó con tan solo esas palabras.

—Lo siento, no quería asustarte, te vi aquí tan tranquila que me he querido acercar sinmolestarte —se disculpó él.

—No te preocupes, estoy bien. No te oí llegar, cuando me meto en mis pensamientos parece quepierdo el sentido del oído. Bueno, realmente todos los sentidos, para qué te voy a mentir. —Susmejillas se tornaron casi tan rojas como su cabello.

Balder no pudo evitar sonreír ante una vista tan hermosa, no recordaba la última vez que vio auna mujer sonrojarse.

—¿Ha habido suerte? —preguntó ella. Y ahí estaba de nuevo esa preocupación que hacía que lesalieran unas pequeñas arrugas justo encima de la nariz.

—Bueno, la diosa Hela no tiene nada que ver. —Eso pareció acrecentar la preocupación deLaya—. No me entiendas mal, eso es bueno, si ella fuera directamente responsable estaríamos enserios problemas.

—En eso tienes razón. ¿Entonces?

—Me ha dicho que es posible que el que está detrás de todo esto sea alguno de sus adeptos. Lamuerte hoy en día sigue teniendo muchos seguidores, incluso más que en la antigüedad. En elpasado la gente temía a la muerte, ahora hay mucho loco que está deseando alcanzar el más allá.Según me ha dicho puede estar utilizando su magia.

Ella asintió convencida, era totalmente razonable lo que le estaba comentando.

—¿Y qué podemos hacer? Bueno me refiero a nosotros, tú ya has hecho demasiado.

—Te voy a ayudar, Laya, no os voy a dejar ahora. Tus hijos hacen un gran trabajo protegiendo alos humanos, y no permitiré que les pase nada. Lo primero será encontrar una völva, lo quevosotros conocéis como una bruja, que sea muy poderosa; lo tiene que ser para poder proteger atus chicos mientras averiguamos quién está detrás de todo esto.

—¿Y dónde encontraremos una? Hace mucho que no se usa la magia antigua —preguntó Layapreocupada.

—No te preocupes, conozco a una, ella nos ayudará a encontrar al culpable. Tendrás quemandar a uno de tus hombres a buscarla, le tiene que dar esto. —Se quitó un colgante con un

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símbolo nórdico—. Ella sabrá que es mío y os ayudará. Ahora te haré un mapa, la völva vive enmitad de las montañas. Iría yo mismo, pero, aunque Hela ha parecido muy sincera, también sé quees conocida por su gran repertorio de mentiras. Debo vigilarla de cerca.

—¿No te fías de ella? —preguntó Laya agarrándose las manos nerviosas.

—¿Te fías de la muerte? ¿Del dios de tu inframundo? —En ese momento le vino a Laya laimagen de Hades, su maldad, y que era capaz de cualquier cosa con tal de hacer daño.

—No, para nada.

—Pues yo tampoco. Pero no te preocupes, mientras alguno de ellos va a buscar a la bruja paraque nos ayude, echaré un conjuro de protección sobre la casa donde se encuentran. Mientras nosalgan estarán a salvo.

—Gracias, de verdad, no sabes la impotencia que me da el no poder proteger a mis propioshijos. Daría mi vida por ellos.

—Lo sé, siento que yo haría lo mismo por ti. —Balder no había planeado esas palabras, perosalieron de una manera natural por sus labios.

Ella sonrío tímidamente y pareció que le habían gustado.

—Venga, tenemos que prepararlo todo para ponernos en marcha cuanto antes.

Samay se despertó en el momento en que el sol empezó a acariciar su rostro, le daba muchapereza abrir los ojos cuando estaba tan a gusto. Hacía mucho que no dormía tan bien, de unamanera relajada. Además, había soñado con ese vikingo testarudo que la había hecho suya con laboca.

Solo con pensar en ello notaba como se humedecía, le gustaría poder volver a dormir y seguirsoñando con eso el resto del día en vez de tener que enfrentarse a él y su carácter insufrible.

¿Cómo era posible que una persona la hiciera tocar el cielo con los dedos y a los dos segundos,con tan solo unas palabras, hacerla caer de bruces? Así era él. Realmente no debería estarpensando en todo eso, sino en arreglar todo ese embrollo y así poder volver junto su pequeña, sufamilia, lo que más amaba en el mundo.

Abrió los ojos despacio, con reticencia, el gran hombre seguía sentado en el mismo sillón en elque lo vio por última vez la noche anterior, pero se había quedado dormido. Lo sabía por laprofunda respiración que tenía en ese momento. Su pecho subía y bajaba de forma acompasada, yestaba tan hermoso de aquella manera, tan tranquilo, sin fruncir el ceño como lo solía hacer lamayoría del día, que tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para no levantarse y acariciar esamandíbula fuerte, su pecho tan bien contorneado. Y atrapar con su boca esos labios tan carnosos.

Se pasó las manos por la cara, frustrada, deseando que todos esos pensamientos

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contraproducentes se esfumaran con ese gesto. No ganaba nada con ello más que otro calentón.Era una mujer adulta con necesidades, pero también sabía que ese hombre era peligroso y no leconvenía, ni aunque solo fuera para algo meramente sexual.

«Tienes que hacer el trabajo para el que te han traído y marcharte con tu hija», se regañómentalmente.

—Eres tan irritante que discutes hasta contigo misma, ¿no te preocupa?

«No puede ser que estuviera hablando en alto. ¿O sí? Por favor que me trague la tierra», pensóSamay, antes de abrir un poco los dedos que cubrían su cara para ver al hombre que la mirabaceñudo desde el sillón.

Ya estaba ahí de nuevo su carácter infernal.

Sentía vergüenza, pero no iba a dejar que ese gañán tuviera la última palabra, eso nunca.

—Prefiero discutir contigo, pero estabas dormido. Pensé que si te despertaba posiblementeserías todavía más insoportable de lo que eres normalmente, y me lo pensé dos veces —contestóella mientras se incorporaba en la cama para atravesarlo con su mirada.

Ivar la observaba con el ceño más fruncido, si es que eso era posible. Luego, estalló encarcajadas mientras Samay lo miraba pensando si había perdido del todo la chaveta.

«Definitivamente es bipolar o algo peor», se dijo a sí misma.

—Oye, ¿tú no tomarás medicación para algo, no? —preguntó tocándose la cabeza.

Entonces Ivar se rio de lo que ella estaba insinuando y sin pensar muy bien lo que iba a hacer acontinuación se tiro a por ella en la cama. Haciendo que Samay empezara a dar grititos.

—¡No me mates, no me mates! —suplicó, con los ojos como platos, al verse atrapada debajodel hombre enorme que se había sentado a horcajadas sobre ella.

—Me lo tendré que pensar, como hoy no me he tomado la medicación, para ya sabes… micabeza. —Ella puso los ojos en blanco y en ese momento él no se pudo resistir.

Empezó a hacerle cosquillas por todas las partes en las que intuyó que ella podía tenerlas, y queresultaron ser casi todas; era muy sensible. No sabía ni por qué lo había hecho, simplemente, enese momento dejó de pensar y actuó como le pedía el corazón.

Samay tenía tantas cosquillas que las lágrimas corrían libremente por sus mejillas de la risa quele causaban, mientras su cuerpo se retorcía bajo el mastodonte que estaba encima de ella haciendoimposible su escapatoria. Debía pensar en algo para huir de él y rápido, pero sus neuronas estabanconcentradas en intentar no hacerse pis encima a causa de los nervios.

—¡Vale, me rindo! Lo siento, solo eres un poco insufrible —dijo con un resuello.

Ivar se detuvo un momento a mirarla sorprendido, esa mujer era malísima para disculparse, aun

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así, no pudo evitar sonreír ante el carácter raro que poesía.

Samay aprovechó la bajada de guardia del vikingo e intentó empujarlo por los hombros, con lamala suerte de que se le resbaló una mano y fue directa a parar a la nariz, dónde impactó con todala palma.

Él automáticamente se llevó las suyas a la zona golpeada esperando ver sangre, por como ledolía el golpe recibido. Samay se quedó en ese momento totalmente quieta, sintiéndose fatal por loque había hecho. Solo quería empujarle, estaban jugando, pero entre los nervios y su mala suertele había terminado haciendo daño.

—¡Madre mía! ¿Estás bien? Lo siento muchísimo, no era mi intención, solo te quería empujar unpoco —se disculpó nerviosa.

Alzó las manos para intentar apartar las del hombre y ver si le había roto algo. Por el dolor quesentía ella en la mano pensó que podía haber sido así. Sin embargo, no le dio tiempo, Ivar la mirócon fiereza antes de sujetarle ambas por encima de la cabeza.

Cruzaron miradas con una intensidad abrasadora, su agarre no le hacía daño, pero sí eraposesivo, animal, y antes de poder ni tan siquiera pestañear él se lanzó directo a devorar suslabios, Samay también salió a su encuentro.

Cuando los labios de ambos se fundieron en un beso apasionado una descarga de calor lesrecorrió, como si lo que estuvieran haciendo llevara predestinado durante siglos, como si fuera locorrecto.

Los dos luchaban por poseer la lengua del otro, como si la necesidad fuera más de lo quepudieran soportar. La ropa parecía quemar sus pieles, por la cabeza de ambos circulaba la idea dearrancársela al otro, pero el miedo también pululaba por si iban demasiado rápido o eranrechazados por su compañero de cama. Sin embargo, por muchas dudas que existieran, tambiénuna atracción como nunca habían sentido antes les arrastraba a seguir, como si fueran el aire quenecesitaran para respirar.

Las manos de Samay recorrían salvajemente la espalda de Ivar, mientras él se apoderó de sussenos. Los gemidos de placer se escapaban entre las dos bocas apretadas.

Tan concentrados estaban en devorarse el uno al otro que no escucharon la puerta deldormitorio cuando se abrió de golpe.

—Ivar, mira quién ha venido a vernos —gritó Lion entrando precedido por Laya, hasta quevieron la escena y los dos se quedaron quietos como estatuas.

Samay, al escuchar la voz del pestañitas, se paró en seco; Ivar tardó un poco más en dejar suempeño por comérsela, pero también lo hizo de mala gana.

—¡Vaya, vaya, si al final todo el odio que sentís se ha convertido en pasión! —apuntó Liondivertido.

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Samay, avergonzada, empujó al peso muerto que tenía encima que, al no esperarse que hicieraeso, se cayó de la cama.

—No, nosotros estábamos comprobando mi herida. —Intentó excusarse ella sin mucho éxito, yaque tenía los labios rojos e hinchados, lo mismo que el vikingo que la miraba de forma asesinamientras se levantaba.

—Ya y yo soy rubio platino —se burló Lion, por lo que recibió una mueca de su amigo.

—Hola, Laya, disculpa el recibimiento, nuestra invitada es bastante maleducada. —Y ahíestaba de nuevo el carácter de mierda de aquel hombre bipolar.

Cuando miró a la chica de soslayo, esta le regalo un gesto con el dedo corazón para que supieraexactamente lo que pensaba de él.

—Eres toda una guerrera, seguro que eres descendiente de alguna valkiria —halagó Laya a lajoven.

—Gracias, eso es todo un elogio. Pero más bien es que estos dos son como dos neandertales ymi salud mental ha empeorado mucho desde que estoy con ellos —explicó la joven tocándose lacabeza.

La diosa se rio a gusto mientras Lion abría los ojos espantado y el vikingo se pasaba la manopor la cara con desesperación.

—Laya, por favor, disculpa a nuestra invitada y sus modales chabacanos. —En ese momento elfuego en los ojos de Samay refulgía de tal manera que podría quemar a Ivar sin tocarlo.

—No te preocupes, Ivar, creo que es una mujer encantadora. —Él hizo una mueca de desagradomientras Samy sonrió de una manera triunfal.

—Por favor, dime, ¿has sabido algo de mi hermano o de cómo poder encontrarlo? —rogó Ivar,impaciente por centrarse en lo realmente importante y poder sacar de su mente por un rato aaquella mujer que lo volvía loco. Literalmente.

—Sí y no. Es mejor que nos sentemos, es complicado.

Él estuvo a punto de decirle que no tenía tiempo de eso, pero se refrenó, últimamente estabasacando lo peor de su carácter a causa de los nervios y aquella diosa solo estaba intentandoayudarle, no se merecía un mal trato.

—Vamos al salón si os parece —ofreció.

—Claro, vamos —contestó la diosa encaminándose ya hacia allí.

Samay se levantó para seguirlos y saber qué información traía esa mujer tan hermosa y quevestía tan raro. Llevaba un peplo blanco impoluto, como los que se debieron usar en laantigüedad, pero entonces, el vikingo se giró para enfrentarla y la miró con una ceja levantada.

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—Daniela, tú quédate aquí, en cuanto hable con Laya te contaremos lo que ocurre.

—De eso nada, si queréis que os ayude tengo que tener toda la información.

Ivar sabía que ella tenía razón, pero, aunque le había dicho que debía mantener una menteabierta, no creía que estuviera de repente preparada para oír que Laya era una diosa y que veníade hablar con Thor, el dios del trueno nórdico. Mejor que asimilara las cosas poco a poco.

—Por favor id para el salón, en seguida os sigo —pidió a Laya y Lion, que pusieron unasonrisita mientras la profesora le esperaba con cara de pocos amigos y los brazos en jarras.

—¿Por qué no dejas de tratarme como a una apestada? —preguntó ella muy malhumorada.

—No te estoy tratando así, Daniela. Es simple, tienes que tomarte esto como un trabajo; y comoque yo soy tu jefe, si te digo que no puedes estar presente y que luego yo te comunicaré lo que seanecesario tú lo acatarás. Que nos hayamos besado no significa que olvides tu lugar en ningúnmomento.

Las palabras de aquel hombre la dieron exactamente donde más le dolía. Desde que habíatenido a su pequeña y tuvo que optar por cambiar de vida y de trabajo, mucha gente la había hechosentir inferior, y en ese momento se sentía por debajo de una cucaracha. Si pudiera irse a casa enese mismo momento lo haría, pero sabía que no era posible, así que hizo lo único que podía, irse asu habitación lo más rápido posible antes de ponerse a llorar delante de ese gilipollas que no semerecía ni una sola de sus lágrimas.

Sin ni tan siquiera contestarle pasó por su lado como una exhalación golpeando su cuerpoaposta; él intentó coger su brazo para detenerla, pero fue más rápida y lo esquivó. El portazoresonó en sus oídos por varios segundos.

Era consciente de que se había portado como un auténtico cabrón, pero una parte de él queríaprotegerla a toda costa, y sabía que no estaba preparada para recibir toda la información. Luegohablaría con ella sin falta, sin embargo, ahora le esperaba Laya, y necesitaba conocer las noticiasque les traía sobre su hermano.

Con mucha preocupación se fue directo a reunirse con los demás.

Una vez que todos estuvieron acomodados la diosa les relató lo acontecido en su viaje aAsgard, el desplante de Thor y la amabilidad de Balder. Omitió lo que este último habíadespertado en ella, eso no era necesario para lo que les ocupaba en aquel momento.

—Así que, en teoría, ¿no podemos hacer nada más que sentarnos a esperar? —preguntó Ivarpreocupado y malhumorado.

—Sí, Ivar. Confío en ese dios, sé que nos va a ayudar, va a proteger la casa para que no os pasenada mientras viene la völva y nos ayuda a encontrar a Erik. Si Balder descubre algo antes nos lohará saber.

—Yo iré a buscar a la bruja —se ofreció Lion—. Está claro que al que quiere es a Ivar, así que

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lo mejor es que tú y la profesora os quedéis aquí, a ella ya la ha atacado. Mientras no salgáis de lacasa estaréis seguros.

—No, Lion, no puedo permitirlo, no expondré a nadie más a morir. Me quiere a mí y por esotengo que ir yo, para manteneros seguros a ti y a ella —protestó Ivar.

—Ivar, creo que Lion tiene razón. El que está detrás de todo esto te quiere a ti, lo más seguro esque vaya él. Le llevaría yo para que fuera de inmediato, pero Balder me ha advertido que si labruja detecta a algún dios cerca no nos ayudará, tiene mucho rencor guardado hacia los de miclase. No me ha querido dar detalles, pero lo entiendo. Por lo visto con el único que tiene algo detrato es con él. Tendrás que enseñarle su colgante para que nos ayude.

—Gracias por todo, Laya, no sé qué habríamos hecho sin ti —admitió Ivar más calmado.

—De nada, hijo mío, espero que encontremos pronto una solución. Ahora voy a hablar con Lionpara informarle de cómo puede localizar a la völva, y luego me marcharé. Creo que tú deberíassubir a hablar con la muchacha, está bastante triste y dolida —le comentó ella con cierto tonoacusatorio, como haría una madre que sabe que uno de sus polluelos no se ha comportado del todobien.

—Laya, yo… no quería hacerle daño —se intentó excusar.

La diosa se acercó hasta él y posó un dedo en sus labios.

—Lo sé, la verdad es que a veces el amor nos lleva a hacer tonterías muy grandes, pero intentatratarla mejor. Las mujeres somos fuertes, aguantamos muchas cosas, pero también tenemos unlímite; cuando nos cansamos y lo sobrepasamos, casi nunca hay vuelta atrás.

Ivar se quedó pensando en las palabras de la diosa, ¿lo diría por experiencia propia? Unmomento, ¿había dicho amor? Él no estaba enamorado de la profesora chiflada. Iba a corregirla,pero la diosa ya se marchaba en dirección a Lion, y prefirió no llevarle la contraria; total, él sabíaque no era cierto.

A ver, era una mujer guapa y tenía una fortaleza increíble, eso tenía que admitirlo. Bueno,también que todo su cuerpo ardía por poseerla cada vez que estaba cerca de ella, pero se acababaahí; de eso al amor había un gran trecho, que desde luego él no iba a cruzar.

Y aunque alguna vez quisiera volver a amar, que lo dudaba, no podría. Su corazón murió docesiglos atrás, junto a su mujer, su bebé no nato y su mortalidad, de eso nunca se podría recuperar.

Con ese triste y doloroso pensamiento subió a cumplir su penitencia por haberse comportadocomo un capullo, estaba dispuesto a aguantar gritos y todo tipo de improperios, se lo merecía.

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Capítulo 12

Samay hizo algo que prometió hacía mucho tiempo no volver a hacer nunca, llorar por un tío.Estaba claro que no era cualquier hombre. De ser así le habría mandado donde amargan lospepinos y ya estaría a otra cosa, pero con él, eso no le funcionaba.

No era solo que fuera su tipo —¡por Dios!, ese hombre era el tipo de cualquiera—, era que ellasiempre había amado a los vikingos, su cultura, sus costumbres, su mitología. Y, parecía haberllegado un momento en su vida, en el que las nornas[19] del destino habían querido ponerle en sucamino a un descendiente de ese pueblo que tanto quería. Lástima que hubiese resultado ser unhombre insoportable, insensible, gañán, gruñón; que exhalaba sexo por cada poro de su piel, quetenía un abdomen donde su madre podría amasar pan, que poseía unos ojos oscuros donde una se

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podría perder mientras se hundía en su interior durante horas. «¡Mierda! Ni aun odiándoloconseguía quitarse esos pensamientos irracionales de la cabeza.

Sacaba lo peor de ella, pero también tenía que admitir que nadie en su vida le había atraído así.Vamos, ni de lejos. Cuando estaba cerca de él su cerebro era como si se licuara y dejara de pensarde forma racional. La trataba como el culo y ahí estaba ella, babeando por él como unaquinceañera.

Si hasta le había dicho que existía el mundo paranormal y ella no había huido aún a buscar aalguien para que lo encerrara en un manicomio y tirara la llave al mar.

Todo eso ya le hacía pensar que a lo mejor era a ella a la que no le funcionaba algo bien en sucerebro. Necesitaba hablar con su hija, Delia siempre hacía que tuviera los pies en la tierra,sacaba lo mejor de su interior. Sí, definitivamente eso era lo que necesitaba. Cuando viera algarrulo hormonalmente atrayente le exigiría que le dejara hacer una videollamada para ver a suniña, la echaba mucho de menos.

Si no fuera porque en ese preciso instante estaba sin empleo y necesitaba el dinero, lesprendería fuego a esos dos y huiría. No, era mentira, ella sería incapaz de hacer eso, pero estabafuriosa.

Alguien golpeó suavemente la puerta, le dieron ganas de gritar que fuera quien fuera se podíamarchar directo al infierno, pero quería hablar con su hija, y para hacerlo necesitaba que algunode sus dos captores la ayudara en eso. Así que, sin muchas ganas, contestó a la llamada.

—¡Adelante! —gritó de mala manera.

Solo esperaba que no fuera la mujer de antes, le había parecido una persona muy amable yentrañable, de esas que sin conocerla siquiera te dan ganas de achucharla.

La puerta se abrió y no, no era la mujer adorable, era su peor pesadilla cuando estaba despierta,Ivar.

—¿Puedo pasar? —preguntó él precavido.

—Es tu casa, si me preguntas te diré que por mí te puedes ir al infierno, pero solo con billete deida.

Samay estaba sentada en su cama, tenía los ojos rojos, síntoma de que había estado llorando;eso hizo que Ivar se sintiera como un perro rastrero, pero se repetía una y otra vez mentalmenteque estaba haciendo lo que creía mejor para ella.

—Tenemos que hablar. Sé que estás enfadada, pero ahora mismo tenemos problemas másgraves que tus pataletas de mujer rechazada.

Samay lo miró sorprendida. Pero ¿cómo se atrevía a tratarla así? Se sentía rabiosa, enfurecida,pero sobre todo tonta, porque, aunque fueran ya adultos y pudieran compartir sexo sincompromiso, ella pensaba que él podía sentir algo por ella por cómo la miraba, por cómo la

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trataba en ocasiones. Pero solo era un mierda que pensaba en él mismo. Sin pensarlo dos vecesagarró lo primero que tenía a mano, la lámpara de la mesilla, y se la lanzó con todas sus fuerzas

Ivar tuvo que usar su supervelocidad para esquivar el objeto arrojadizo. En un simple pestañeode Samay, él estaba junto a ella en la cama para evitar que le lanzara nada más.

—Para, Daniela, te comportas como una cría y no es el momento de juegos —la regañó Ivarmientras sujetó ambas manos de la chica, que lo abrasaba con su mirada.

—¡Vete a la mierda! Quiero volver a mi casa —gritó antes de empezar a llorar por la rabia,mientras forcejeaba por soltar sus manos del agarre de hierro de aquel hombre—. Me da igual tudinero, no te mereces que te ayude.

Ivar la sujetaba mientras Samay gritaba y lloraba, quería abrazarla y consolarla, nunca habíapodido ver a una mujer llorar, era superior a él. Se merecía cada una de las palabras que ella lehabía dicho, pero la sola idea de que se marchara hacía que su corazón se comprimiera.

Entonces pensó en lo único que haría que dejara de luchar y de llorar, para ser sincero consigomismo, lo único que él deseaba con cada fibra de su cuerpo. Sin soltar sus pequeñas manos selanzó directo a por sus labios. En ningún momento esperó que se lo pusiera fácil, pero tampocoque reaccionara mordiéndole con todas sus fuerzas.

Aquella, en apariencia, frágil mujer tenía más carácter que una guerrera de las de su época. Seapartó y se chupó automáticamente el labio herido que tenía un sabor metálico; le había hechosangre.

La miró sorprendido, quería estar enfadado, pero no podía, recibiría gustoso su castigo. Soltósus manos y espero su siguiente golpe, que se desahogara era lo mejor para ambos. Lo preferíaantes que verla llorar.

Samay lo miraba con los ojos muy abiertos, al menos lo que le permitía su estado después dehaber llorado tanto. Se sentía culpable por lo que acababa de hacer, pero se había dejado llevarpor la ira. Vio la sangre brotar de su labio, sintió como Ivar soltó su agarré y pensó en qué hacer.Sin embargo, decidió que en ocasiones era mejor no pensar y actuar.

Se acercó rápidamente a él antes de cambiar de opinión, Ivar no se movió ni un milímetro,parecía que le daba igual si le quería atizar. Pasó las manos por su nuca y se acercó a sus labios.Intentó ser delicada, pero la pasión y el deseo que despertaba en ella ese hombre ganaron labatalla.

Pensó que a lo mejor la rechazaría, sin embargo, la recibió de buena gana y la acostó en lacama, para ponerse encima de ella y besarla con una pasión abrasadora.

Samay sentía la dureza de aquel hombre apretando contra su cuerpo. Le odiaba y deseaba conmucha intensidad, no sabría cuál de las dos ganaría en una balanza. Llegó a la conclusión de quelo mejor era no pensar y dejarse llevar por el momento.

Las lenguas de ambos se encontraron mientras Ivar recorría el cuerpo de ella por encima de la

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ropa, tan intensamente como si quisiera aprenderse de memoria cada centímetro de su anatomía.

Samay pasó las manos por el pelo corto del vikingo y descendió por su espalda perfectamentemoldeada y dura. «Por favor ¿qué no tiene duro este hombre?», se preguntó mentalmente.

Tiró de su camiseta con ansia para poder acceder a su piel, lo necesitaba. Él, de un solo tirón,se la sacó y ella comprobó como su piel ardía bajo su tacto. Era simplemente perfecto. Deseabarecorrer cada milímetro de su cuerpo con la lengua.

Ivar la imitó y tiró de su camiseta para poder tener acceso a esos pequeños pechos que lehabían llamado desde que la vio. Deseaba acariciarlos, devorarlos. Los tenía erguidos, aúndebajo del sujetador de encaje morado. Pensó que se volvería loco con solo esa visión, que losdioses le ayudaran cuando la hiciera suya, porque era exactamente lo que iba a hacer. Se habíaprometido no tocarla, no de esa manera, pero a quién quería engañar, el instinto animal quedespertaba esa mujer en él era más fuerte que su voluntad.

Pensó que realmente en los doce siglos que había vivido nunca había sentido una atracciónigual, ni siquiera con su mujer. Que los dioses le perdonaran, pero así era.

Acarició sus pechos por encima, creía que lo mejor era ir despacio por ella, no quería quepensara que tan solo era un cabrón que buscaba echarle un polvo, él no era así. Y, aunque sintierarencor por cómo había tratado el tema de su hermano, no se podía hacer más el loco con el tema;esa mujer le gustaba, más de lo que admitiría en voz alta.

Hundió su boca entre sus senos mientras buscaba el enganche del sujetador. Aunque habíaestado con incontables mujeres, se sentía nervioso y le costó desabrocharlo. Si añadía a eso laexcitación que sentía, parecía un quinceañero que se derramaría sobre sus pantalones tan solo conseguir acariciando ese cuerpo cincelado para el pecado.

Samay le ayudó con el enganche y luego se deshizo del sujetador, estaba deseando que aqueldios vikingo le hiciera todo lo que quisiera, en aquel momento iría por él al mismísimo infierno sise lo pidiera. Cada parte de su cuerpo que tocaba parecía que se convertía en llamas bajo esetoque.

Ivar miró extasiado aquellos pequeños pechos que se levantan insolentes hacia él, rogando serlamidos y succionados hasta que su dueña pidiera clemencia. Así que se introdujo uno de ellosentre los labios y ella dejó escapar un gemido.

—¡Oh, Dios mío! —susurró Samay sin pensar que lo decía en alto.

Ivar sonrió sobre su pezón, pero prefirió no decir nada, no quería estropear el momento.Empezó a trazar círculos con su lengua sobre aquella piel que se ponía rugosa con su contacto. Elpezón se hinchó pidiendo más, y su dueña acarició su cabeza para indicarle que no parara.

Así que siguió lamiendo y succionando aquel regalo de los dioses, mientras con la mano bajópor su abdomen lentamente, hasta llegar a esa parte que se moría por hacer suya.

Cuando Samay notó que tocaba su pubis por encima de la ropa, se arqueó lo que pudo para que

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él supiera que lo deseaba por encima de todo en aquel momento. Él no tardó en meter la mano pordentro del pantalón del pijama y su ropa interior hasta encontrar un clítoris empapado y muy duroque pedía clemencia.

Ivar quería complacerla, hacer que gritara su nombre mientras se hundía en ella hasta el fondodurante todo el día. Empezó a acariciar su botón del placer, primero muy despacio, para que seacostumbrara a su toque, lo que robó varios gemidos de la mujer bajo él, que iban a volverloliteralmente loco.

Sin pensar mucho en ello, dejó un momento su pezón para incorporarse y quitarle ese malditopantalón que no le dejaba disfrutar de ella plenamente. Samay hizo ruiditos de desaprobación, defrustración por dejar de sentirlo de aquella manera, eso a Ivar le hizo sonreír.

La miró a la cara mientras le quitaba los pantalones y pensó en lo bonita que estaba con el pelorevuelto, las mejillas sonrosadas y los ojos acuosos por el deseo. Y no pudo evitar imaginarla conotro hombre. Cosa que le hizo rabiar.

No quería que nadie que no fuera él la tocara, nunca. No sabía de dónde nacía ese pensamiento,pero así era. «Solo suya».

Ella aprovechó ese momento para desabrochar los pantalones de él. Le gustaban mucho losjuegos preliminares, pero si no tenía pronto a ese hombre en su interior iba a sufrir unacombustión espontánea a causa de la excitación que sentía.

Cuando lo tuvo delante de ella, totalmente desnudo, enmudeció. Era un vikingo, un guerrero, lomás hermoso que hubieran contemplado alguna vez sus ojos. Tenía cicatrices en algunas partes desu cuerpo, pero eso no lo hacía menos apetecible, al contrario, solo pensaba en recorrer cada unade ellas con la lengua.

Sin embargo, eso sería después, ahora necesitaba sentirlo dentro de ella, llenándola con todo suesplendor que, a decir verdad, era enorme.

—Ivar, quiero, no, mejor dicho, necesito sentirte dentro —confesó ella con rubor en susmejillas y apremio en su mirada.

Él no esperó nada más, era justo lo que quería también.

—Yo también lo deseo.

Quería darle orgasmos, entretenerse más en su cuerpo, pero eso sería después. Sacó unpreservativo de su cartera, nunca iba sin ellos, la seguridad lo primero. Y, aunque él no podíacoger una enfermedad humana, desde que se fabricaba ese invento de látex siempre lo habíausado.

En un visto y no visto tenía su miembro protegido y en la entrada de Samay, que se retorcíadebajo de él como un gatito buscando su contacto. No se hizo esperar, porque necesitaba a esamujer como el aire que llenaba sus pulmones.

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Y con toda la humedad de ella se introdujo en su interior. Tuvo que detenerse porque al sentirlade aquella manera casi se corrió. Aunque ella no le dio mucho margen y empezó a moverse debajode él, con gemidos brotando de su boca que le volvían loco.

Se acercó a sus labios mientras entraba y salía despacio de su interior, sintiendo como toda ellale envolvía, colmándole de placer en cada embestida.

—¡Por los dioses, Daniela, qué estrecha eres! —gruñó él, loco por el placer.

Samay ignoró que la llamara por el nombre de otra, a decir verdad, el de una mujerdespreciable. Ahora solo le importaba sentirlo, la estaba llevando al éxtasis con cada envite quesentía en su interior.

—Y eso que he sido madre y dicen que eso se hace grande. Pero creo que aquí todo el mérito estuyo, que eres enorme ahí abajo —contestó ella entre gemidos.

«¿Madre?», se preguntó Ivar. Luego pensaría en ello, ahora solo le importaba darle el máximoplacer posible.

Notó que estaba cerca, las contracciones de su vagina alrededor de su miembro eran cada vezmás seguidas, sus ojos brillaban como nunca antes. Así que aceleró el ritmo para que ambosculminaran, ella se unió en esa carrera trepidante por dar placer al otro.

Y ambos gimieron cuando el orgasmo llegó como un tsunami arrasando con todo a su paso. Ellasollozó, él se unió a ella, el suyo era más un grito de guerra, que la volvió loca entre los coletazosdel clímax que recorría cada parte de su anatomía.

Ivar salió con reticencia de su interior para posarse a su lado, no quería aplastarla con su peso.La besó tiernamente mientras acariciaba su piel brillante por el sudor.

Y entonces, Samay lo miró, convencida de que detrás de todo ese carácter que la enseñaba lamayor parte del tiempo, había un hombre increíble que deseaba ser amado y amar. Le dedicó unade sus mejores sonrisas, eso calentó el corazón de Ivar, no la había visto sonreír así desde que lallevaron por la fuerza allí.

Entonces pensó que tal vez no fuera tan mala como quería aparentar, quitando el carácter deloca que tenía a veces. La abrazó y la atrajo hacía su pecho para sentirla más cerca. Estabadespertando en él cosas que pensaba muertas hacía siglos.

Su tranquilidad no duró mucho más, por un rato había conseguido apartar de su mente todos losmalos pensamientos, se sentía en paz, pero un golpe en la puerta lo devolvió de nuevo a larealidad. A lo jodidos que estaban en aquel momento.

—¿Qué? —gruñó sin ganas de levantarse de la cama y apartarse de aquella mujer.

—Ivar, soy Lion, siento molestar, pero voy a partir —contestó su amigo, que se notaba que notenía la guasa que le caracterizaba.

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Ivar se sentía mal, su amigo iba a comenzar un viaje arriesgando su vida para salvar la de suhermano, mientras él estaba retozando en una cama. Depositó un beso en la frente de aquella mujerantes de levantarse a una gran velocidad y ponerse el pantalón para ir a la puerta.

Tuvo que controlar su poder para no ir tan rápido y que la mujer se asustara. Antes de abrir segiró para verla.

—¡Tápate! —era una orden.

A la cual Samay obedeció, pero no demasiado contenta de que nadie le dijera lo que tenía quehacer.

Abrió la puerta y se encontró a su amigo, que le dedicó una sonrisa que no le llegó a los ojos.

—Bueno, ya está todo listo. Laya me ha confirmado que su amigo ha puesto el conjuro deprotección, así que no salgáis de casa. Volveré lo antes posible, el sitio no está muy lejos, pero síperdido entre las montañas, por lo que espero no demorarme más de lo necesario.

—Gracias, hermano. Me jode mucho tener que ponerte en peligro, todo es por mi culpa.Debería ser yo el que saliera en su búsqueda —dijo bastante enfadado por la situación.

—No digas tonterías, Erik y tú sois mi familia. Solo te quiere a ti, así que estaré bien, ya loverás. Además, te dejo en buenas manos. —Le guiñó un ojo, y ahí estaba su amigo pícaro—.Cuídala bien, algo me dice que es una gran mujer.

—Lo haré —le prometió y ambos se abrazaron antes de que Lion marchara.

Lo observó partir por el pasillo y miró al cielo, rogando a los dioses que lo protegieran, aunqueestaba seguro de que no le escucharían, nunca lo habían hecho.

Volvió a la cama, le debía a Daniela una disculpa por su comportamiento y le tenía que contarlo que les había dicho Laya, aunque por ahora intentaría obviar comentarle nada de los dioses, porel bien de su salud mental. No podía pedir a una persona que no era creyente que olvidara todassus razones para no serlo en un día.

Se acercó a la cama y vio que se había quedado dormida, normal, había sido un día lleno dedemasiadas emociones. La observó y estaba preciosa de aquella manera, le gustaría poder detenerel tiempo y verla así, despreocupada y feliz, con aquella sonrisa que poseía, aunque estuvieraprofundamente dormida.

Con mucho cuidado se quitó el pantalón y se acostó junto a ella, la abrazó para sentir su calor.Y su último pensamiento fue que era la primera mujer con la que dormía en doce siglos.

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Capítulo 13

Helheim

«¡Por fin!», se dijo cuando vio que el Rey Vikingo y su humana habían fornicado comoanimales; todo estaba marchando según sus planes, incluso mejor. Pensó que tendría que influir ensu atracción, pero no estaba siendo necesario. Aunque nunca venía mal algo de ayuda extra.

Solo le quedaban dos días de encierro y al fin sería libre, se cobraría su venganza y volvería alinfierno junto a Ivar, lo condenaría a toda una eternidad de sufrimiento.

Sabía que si quería que afloraran más sentimientos hacia la humana la tenía que poner en

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peligro. Cuando grabó el nombre de la mujer muerta de Ivar en su espalda, él se descompuso alverla sufrir. Así que ella era la clave de todo.

Se puso a recitar los cánticos de un hechizo para hacer que la humana sufriera, lo suficientecomo para que él se diera cuenta de que estaba enamorado de ella, pero sin matarla, aún no, esoera algo que haría personalmente para robarle todo lo que le importaba.

Cuando terminó esperó a que la magia actuara, normalmente tardaba un par de minutos al ser atanta distancia. Sin embargo, los minutos pasaron y en la alcoba de aquella mujer no ocurrió nada.Tendría que haberse despertado gritando por la enfermedad que le había lanzado, los doloresserían inaguantables, algo muy duro para un ser tan débil como un mortal.

Miró y miró, pero nada ocurría. Entonces lo sintió, había un escudo que hacía que sus poderesse pudrieran mucho antes de tocar la casa donde se encontraba aquel hombre.

—¡No! —gritó y la furia hizo que temblaran las paredes del infierno helado—. Alguien conmucho poder les está ayudando. Ha protegido la casa contra mi hechicería.

La locura tomó el control y empezó a utilizar su magia para destrozar todo lo que encontraba asu paso, formando un gran estrépito que hacía eco por todo el Helheim.

Sus gritos casi amortiguaban los golpes, la rabia bullía de su cuerpo como rayos muypeligrosos.

Cuando la puerta se abrió de golpe. La diosa de la muerte miraba en su dirección y no estabanada contenta. Algo que hizo que se estremeciera, porque el refrán de si las miradas mataran secreó por ella. Sus miradas te dejaban seco, literalmente.

En aquel momento bajó la cabeza en un gesto de sumisión para intentar paliar la ira de Hela.

—Te prohibí hacer nada mientras estuvieras bajo mi manto de protección —habló bajo, pero suvoz era gélida, capaz de hacer que un corazón se congelara dentro del pecho.

—Yo no he hecho nada —mintió. Segundo error.

—La diosa de las gárgolas está hablando con los dioses y Balder ha venido a verme, afirma quehas estado utilizando mi magia, así que no me mientas o me comeré tu corazón muerto para cenar.—Daba más miedo la serenidad que estaba utilizando que si estuviera gritando por todo elinfierno. Incluso las almas parecían gemir más bajito debido al estado de humor de su carcelera,por miedo.

Se estremeció de pies a cabeza, sabía que con un solo movimiento de su mano podría reducir aalguien a cenizas, y eso siendo compasiva; había cosas mucho peores en aquel lugar, cosas que teharían desear vender tu alma a cualquier diablo de otro panteón.

—Lo siento, sabes que es así, soy transparente para ti, pero no puedo más con el ansia devenganza que me carcome por dentro. Déjame cumplir mi venganza, te he servido bien durantedoce siglos, y tal y como te prometí, lo haré por toda la eternidad.

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—No te voy a castigar porque, como tú bien has dicho, me has servido bien y lo seguiráshaciendo en cuanto hayas llevado a cabo tu venganza, sin embargo, quedan dos días para eso. Tecomportarás hasta entonces, o te juro que tu estancia aquí el resto de la eternidad será tu peortormento.

Esa amenaza le hizo tragar saliva, sabía que no bromeaba, inclinó la cabeza para que supieraque solo le profesaba respeto y lealtad.

—Así lo haré, mi reina, solo deseo cumplir tus deseos. Espero no haberte metido en unproblema con los dioses, no me lo podría perdonar —mintió, pero esa vez la diosa no fueconsciente de ello, eran muchos siglos de práctica.

—Si hubiera sido otro el que me visitara seguramente sí, pero Balder siempre ha sido diferentea los desgraciados dioses nórdicos —contestó pensativa, con la mente en otra parte y el rostroiluminado.

—¡Tú lo amas! —afirmó, con lo que había visto no le cabía ninguna duda. Ella nunca tenía unapalabra amable sobre los dioses de su pueblo.

La diosa ante esas palabras se sonrojó, al menos la parte de su piel que no estaba podrida, en laque se notaba más ya que su tez era más blanca que la nieve que solía adornar los campos deDinamarca en invierno. Desvió la mirada antes de contestar, sabía que la había pillado y tambiénlo que diría a continuación.

—Yo no creo en el amor, ya lo sabes, es un sentimiento estúpido que se han inventado parapoder fornicar unos con otros, en vez de admitir que es lo que realmente quieren—. Sin embargo,en su voz algo le decía que mentía, ese dios le gustaba, tenía que tenerlo en cuenta por si algunavez necesitaba usarlo en su contra.

Era muy difícil derrotar a un dios, pero no imposible.

—Lo entiendo perfectamente, mi diosa —contestó y Hela se dio por satisfecha.

—Ahora tengo que ir a torturar unas cuantas almas, pero recuerda, no vuelvas a usar mi magiahasta que seas libre o te las verás conmigo. —Y con esa amenaza el hielo bajo sus pies se agrietó.

«Pronto, muy pronto me vengaré», se dijo y empezó a reír tanto que retumbaba por todas lasparedes de hielo.

Ivar fue el primero en despertar a la mañana siguiente, cuando el sol ya estaba alto en el cielohe inundaba el dormitorio de Daniela. La noche anterior debieron haber cerrado las persianas,pero estaba en una nube y no pensó en ello.

Se sentía descansado y lleno de vitalidad aquella mañana, como si hubiera descansado mejorque en muchos años. Realmente no recordaba la última vez que había dormido tan a gusto yprofundamente.

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Sintió el cuerpo cálido de la mujer que dormía a su lado desnuda y su anatomía reaccionó alinstante; no porque se acabara de despertar, nunca había compartido eso de la famosa tienda decampaña con el género masculino. En cambio, el simple contacto de la piel de Samay le hacíareaccionar como un volcán.

No se movió, casi ni respiraba para no despertarla. Quería observarla así, tranquila, serena,como si nada en el mundo le preocupara en aquel momento. Era simplemente preciosa. Quizáspara otros no fuera una gran belleza, pero para él, era la más hermosa que hubiera visto nunca.

Cuando perdió a su mujer tanto tiempo atrás pensó que nunca volvería a amar a nadie, peroestaba claro que en el corazón al final no mandaba uno. Si tan solo ella no fuera quien era, leentregaría su alma y su corazón para siempre.

Reconocía que desde que llegó a su casa no se había negado a ayudarlos en ningún momento, nomostró ese carácter altivo y despectivo del que Ramón le había hablado, tan solo era a veces unpoco insoportable. Sin embargo, se tenía que reconocer a sí mismo que esa era una de las cosas deella que le encantaban, que fuera una guerrera, que le discutiera y se le enfrentara sin temor.

Normalmente, las mujeres, aunque en ese siglo eran independientes, o eran bastante sumisasporque querían conseguir algo, ya fuera su cuerpo, su dinero, o ambos, o directamente le temían.No las cuestionaba, en verdad, los miembros del ejército de las gárgolas eran eso, guerreros, ycomo tal la mayoría tenía cara de asesino a sueldo.

En cambio, aquella pequeña mujer que protegía ahora entre sus brazos no lo temía, ni tampocose pensaba si desafiarlo, lo hacía como si de un igual se tratara. La noche anterior, cuando la viosonreír, una sonrisa de verdad, casi se le paró el corazón.

Así que no podía negar los sentimientos que tenía hacia ella, pero sí que cuando regresaran a suvida normal, si los dioses estaban de su parte y recuperaban a Erik, ella volvería a ser una mujerodiosa, y él no quería gente así en su vida. Por lo que lo mejor era poner distancia en ese instante,antes de que se le fracturara el corazón de nuevo, un corazón que pensó que estaba muerto y nuncasanaría.

—Hola, vikingo —habló ella con una voz melosa, medio adormilada aún.

La observó y le dolió el pecho por tener que volver a apartarla de él, cuando lo único que leapetecía era abrazarla y hacerla suya por toda la eternidad.

—Hola —contestó secamente y se levantó de la cama en busca de su ropa, mostrando unasvistas impresionantes de su culo a Samay.

—¿Qué te pasa? ¿Dónde vas corriendo? —preguntó ella, preocupada al ver ese cambio deactitud en él. Cuando abrió los ojos lo había descubierto mirándola, y casi parecía haber cariño ensu mirada.

—Tenemos trabajo que hacer, Lion ha partido a buscar a una völva que nos ayude con esto. Estáarriesgando su vida por nosotros dos, así que no creo que sea el momento de quedarse en la camaholgazaneando; tenemos que trabajar y seguir buscando información por si podemos ayudar.

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Sus duras palabras y el tono frío que Ivar usó con ella la hicieron bajar de la montaña rusadonde se subió la noche anterior para caer en picado desde varios metros directa a estamparse enel suelo y sin paracaídas. Hasta sintió náuseas, pero decidió poner su mejor cara de póker, eranadultos, habían compartido sexo, muy buen sexo, por cierto, y nada más. Aunque ella ya se hubieraestado montando fantasías en su cabeza sobre amor y sentimientos.

—Tienes razón. Déjame que me dé una ducha rápida y me reúno contigo abajo para empezar atrabajar —le pidió dedicándole una tímida sonrisa que realmente no sentía.

Aunque sabía que solo era sexo, no pudo evitar tener ganas de llorar. Eso le pasaba por tonta,por pensar que había algo más entre ellos.

—Claro, voy a preparar mientras café y te espero en la biblioteca —contestó taciturno, e hizoacopio de todas sus fuerzas para no ir y abrazarla cuando la vio tan desolada por sucomportamiento.

Se odió a si mismo mil veces mientras abandonaba la habitación y bajaba a preparar café,necesitaba hacer algo que le mantuviera ocupado.

Cuando Samay vio que la puerta se cerraba, se levantó de la cama haciendo uso de todas susfuerzas y sintiendo que, aunque se había negado a sí misma que aquel vikingo le gustaba, se habíamentido. Y había sido una mentira de las gordas.

Se metió en la ducha e intentó que el agua caliente arrastrara con ella todos los pensamientosequivocados que tuvo desde la noche anterior, o quizás desde antes. Recordaba perfectamentecómo la había besado, acariciado; como, cuando esos dos grandes ojos negros la miraban, parecíahaber ternura en ellos.

Sentirlo dentro de ella había sido más que un simple polvo, fue como si hubieran sido duranteun rato uno solo. Luego despertó algo descolocada durante la noche, pero al comprobar que estabarodeándola entre sus fuertes brazos, se volvió a dormir, feliz, pasando así la mejor noche querecordaba. Nunca fue así ni siquiera con el padre de su hija, del que pensó que era el amor de suvida.

Sin embargo, ahora tenía que ser realista, intentar ayudarlo en todo lo que estuviera en su manopara salvar a su hermano, y así poder volver junto a su pequeña; que al final era lo mejor que teníaen esta vida.

Se duchó mientras las lágrimas abandonaban calientes sus ojos.

Una vez que Samay estuvo vestida se dirigió a la biblioteca, donde sabía que la esperaba aquelhombre que hacía que su corazón latiera desbocado.

El olor a café inundaba la sala y le dio un soplo de fuerza para aguantar el día que tenía pordelante. Cuando entró, Ivar se quedó observándola, no sabría decir qué había tras esa mirada, yaque hizo todo lo posible por disimular rápidamente.

—Toma asiento, por favor —dijo señalando un sofá—, te contaré la reunión de ayer con nuestra

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amiga y cuáles serán los siguientes pasos.

Samay obedeció sentándose donde le había indicado y cogió la taza de humeante café, le hizoun gesto de cabeza en señal de agradecimiento antes de pegar un buen trago. Estaba bastantecaliente, pero la ayudó a alejar un poco el frío que sentía por dentro.

Él se acomodó en un sillón diferente, muy cerca del de Samay, e intentó mirarla lo menosposible mientras le relataba lo acontecido en la reunión con Laya. Obvió el hecho de que ella yBalder eran dioses, pero sí hizo hincapié en la necesidad de encontrar a una de las antiguas brujasque aún practicaba la magia de su pueblo, y en que el hechizo de protección, que ahora recaíasobre la casa, los mantendría a salvo mientras no salieran.

Ella para no ser creyente, al menos hasta el día anterior, parecía que se lo estaba tomando todobastante bien. Eso o estaba entrando en estado de shock, cosa que tampoco le extrañaría mucho aIvar, dada la situación. No quería ni pensar qué ocurriría si se enterara de todo lo demás.

—Entonces, a ver si lo he entendido bien. Se supone que el asesino que ha estado desolandoNueva Orleans y que además ha secuestrado a tu hermano, es también un brujo muy poderoso queusa los hechizos o conjuros de la diosa de la muerte nórdica —recapituló Samay.

—Sintetizado sí, así es.

—A ver, entiéndeme, estoy deseosa de creer, porque entonces significaría que muchas de lascosas que he estudiado durante años son ciertas, quizás no los dioses, pero sí la magia y temas porel estilo. Sin embargo, me cuesta, ya que no he creído durante toda mi vida.

—Lo sé, por eso te pedí que tuvieras la mente abierta. Sé que no me conoces, que la mayoríadel tiempo ni siquiera te caigo bien, pero necesito que confíes en mí; hay más cosas que existen delas que piensas.

Ivar sabía que lo que le pedía era un salto de fe, ya que no se había comportado con ella comodebería, pero era primordial para que aquello funcionara.

—Confió en ti, Ivar, y, aunque sé que hay cosas que me ocultas, digamos que soy como undetector de mentiras andante, lo haré, sé que algún día me lo contarás —se sinceró Samay concierta tristeza en el rostro.

Ivar se preguntó si ella sabría sobre los sentimientos que poseía hacia ella, y que intentabadisimular a toda costa, o si tan solo se refería al secreto de lo paranormal que le ocultaba. Nopodía preguntarle sin delatarse a sí mismo. Así que retiró su mirada de aquellos ojos que lovolvían loco y solo le hacían pensar en levantarse y besarla hasta que todo aquello hubieraterminado.

—¿Nos ponemos a trabajar? —preguntó Samay sabiendo que no sacaría nada más de él, almenos no ese día.

—Por favor.

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Capítulo 14

Se pasaron el día rebuscando entre antiguos libros sin mucho éxito. Sí que había informaciónsobre la diosa Hela y sobre la magia que usaban sus acólitos. Según leían, era muy poderosa, perosolo podían utilizarla personas con ese don, es decir, brujos y hechiceras de ese pueblo. Por loque no podían hacer nada hasta que Lion trajera a la mujer; en caso de que ella quisiera ir, quetampoco las tenían todas consigo al respecto.

La desesperación era palpable en el rostro de ambos, que solo habían parado para ir al servicioy preparar unos sándwiches que comieron mientras seguían buscando.

Estaban cansados y los ojos les dolían, casi no habían cruzado palabra aparte de temas

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relacionados con lo que iban hallando.

—Lo siento, Ivar, sé que esto es muy importante para ti y, aunque no lo creas, yo también quierosalvar a tu hermano.

Él levantó la cabeza del libro que llevaba un rato mirando, pero con el pensamiento perdido enotro lado, concretamente en recuerdos de cuando él y Erik eran pequeños, y la miró. Sabía que erasincera, estaba triste y taciturna, por más que quería odiarla por la mujer que sabía que era, no loconseguía.

—No te preocupes, estás haciendo todo lo que está en tu mano para ayudarme y eso, te aseguro,que ya es más que suficiente para mí y para mi hermano —confesó honestamente.

—Pero tú pensaste que yo sería la clave para encontrarlo y realmente no he servido para nada.Bueno, solo para darte disgustos.

La tristeza era palpable en ella, Ivar casi la prefería enfadada, ya que verla así solo hacía quetuviera ganas de consolarla.

—Sí que has hecho, descifraste la magia usada para llevarse a mi hermano y las runas. Eso nosdio las pistas necesarias para poder continuar, sin ti no lo podríamos haber hecho. Gracias, deverdad. Te pagaré por tu trabajo y por todos los inconvenientes que puedas tener al volver a tucasa.

Samay sabía que cuando volviera a casa se arrepentiría de las palabras que iba a pronunciar,pero no se sentía capaz de actuar de otra manera.

—Ivar, no quiero que me pagues, te lo digo de verdad. Quiero encontrar a tu hermano y ayudartea cazar a ese asesino porque me caes bien. —Omitió mencionar todos los sentimientos que habíadespertado en ella—. Porque lo mereces.

Ivar se sintió como una mierda, con aquellas palabras ella lo había desarmado del todo. Él noparaba de juzgarla en su mente como una mala persona, y ahí estaba ella, rechazando el pago yofreciéndole su ayuda de corazón, aunque la habían drogado y sacado del país a la fuerza. Ledolía tanto el pecho que era insoportable. No sabía cómo reaccionar.

Samay, viendo que el hombre no hablaba, decidió continuar:

—Solo quiero pedirte una cosa, que espero que no sea mucho para ti.

«Ahí está. Ya me parecía raro que no me pidiera nada a cambio de su ayuda, tratándose de unamujer como ella», pensó Ivar.

—¿El qué? —preguntó con tono gélido.

Samay se sintió algo incómoda con su cambio de humor, debería estar acostumbrada, perosiempre la pillaba por sorpresa.

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—Con Lion llegué al acuerdo de poder hacer una llamada al día, le dije que era muy importantepara mí, más incluso que el dinero. Bueno, mi petición va un poco más allá, quiero hacer unavideollamada —le explicó rápidamente con miedo a una negativa.

—No —contestó él—. Podrías intentar pedir ayuda por gestos.

Aunque realmente lo que le molestaba era que pudiera querer llamar a un novio, un amante, o acualquier hombre que tuviera en su vida. Solo de pensarlo el monstruo dentro de él amenazaba consalir.

Samay no daba crédito a lo que le decía el hombre de las cavernas. Había renunciado a todo eldinero que le habían prometido —que era muchísimo, tanto que se olvidaría de trabajar en muchotiempo— para ayudarlo, y tan solo le pedía una videollamada con su pequeña, que era lo que másnecesitaba en el mundo, y se lo negaba. Pensó en saltar como una hiena, pero empezaba a conocera ese hombre y sabía que por ahí no llegaría a ningún sitio.

—Podrás estar conmigo durante la llamada en todo momento, y te juro que no haré nada raro.

Se quedó pensando unos segundos en su propuesta y le pareció una buena idea. Si era un tipo alque llamaba, que estaba seguro de que sí, él le dejaría bien claro que ella era suya, y que nadietocaba lo que era de su propiedad.

—De acuerdo, pero estaré contigo en la videollamada.

La sonrisa de Samay iluminó toda la estancia y él no pudo evitar volver a sentirse bien, comoaquella mañana antes de que ella despertara. Por esa sonrisa sería capaz de vender su alma almismísimo diablo.

Ivar le dijo que llamarían después de la cena, la profesora estaba de tan buen humor que senegaba a estropearlo todo tan pronto. Quería disfrutar un rato de que estuviera contenta.

Preparó algo de pasta y abrió un buen vino, mientras Samay le miraba sin dejar de sonreír. Sehabía ofrecido varias veces a ayudarle, pero él quería cocinar para ella.

La verdad fue que no hablaron mucho, pero no era para nada un silencio incómodo. Después detodo lo que había pasado entre ellos desde que se conocían, era el momento en el que el ambienteestaba menos tenso. Bueno, ese y la noche anterior cuando estuvo en el interior de esa mujer desonrisa perfecta que le hacía perder la razón.

Ella tomaba vino en sorbos pequeños, como si intentara que no se acabara pronto. Sus mejillasestaban sonrojadas, él desconocía si era por la vid o por las miradas que le echaba, pero le dabaigual, estaba totalmente adorable y podría tirarse horas observándola, no se cansaría.

Cuando ya estaba casi lista la cena, vio que ella miraba constantemente el reloj de su muñeca yle molestó aquel gesto, era como si tuviera prisa por terminar esa velada tan magnífica queestaban compartiendo, quizás para ella no significaba lo mismo que para él. Sí, seguramente era

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eso.

—¿Tienes prisa? —preguntó en tono áspero, el que solía utilizar casi siempre con ella, y con elque parecía que ya se estaba familiarizando porque no le miró mal.

—No, para nada, es solo que me preocupa llamar muy tarde.

Él puso un mal gesto ante ese comentario, ¿a quién no podía llamar más tarde?

—Bien, entonces llamaremos ahora, no vaya a ser que tu novio se tenga que ir a dormir comolos ancianos.

Samay lo miró sorprendida por lo que le acababa de decir. En principio no sabía si se lo estabadiciendo en broma o en serio, por eso lo observó como si hubiera perdido la cabeza. Pero sepercató del cambio de humor que había tenido, y entonces lo supo, ese hombre, que aparentabaque ella solo era un polvo más en su lista de conquistas, estaba celoso.

Aunque estuviera mal, esa revelación la hizo sentirse bien, quería que aquel hombre tuvierasentimientos por ella, aunque fueran celos; y que significaría que por poco que fuera, algo leimportaba.

Decidió picarlo un poco más.

—Tienes razón, digamos que se tiene que acostar temprano porque luego madruga mucho. Ydebe estar preocupadísimo por mí, no sabe nada desde ayer, y le llamo todos los días.

Vio como cada palabra que salía por su boca cambiaba el tono de la piel del rostro de Ivar,ahora parecía más del color de la remolacha.

De mala gana y apretando los dientes, Ivar se acercó hasta ella con su teléfono móvil. Podríaser que aquella mujer tuviera novio, pero ahora era suya, y eso era exactamente lo que le iba aenseñar a ese tipo en cuanto ella lo llamara.

Le tendió el teléfono y se pegó a su espalda. Ahora que estaba sentada en la banqueta alta de lacocina, en la isleta, la tenía a la altura adecuada, al acercarse tanto podía enseñarle lo duro que leponía con solo su cercanía.

Samay intentó obviar que tenía el miembro de Ivar apretando su baja espalda, le nublaba lamente. Si no fuera porque echaba muchísimo de menos a su pequeña, se daría la vuelta ycabalgaría a aquel hombre sobre la mesa de la cocina.

Con los dedos algo torpes marcó el teléfono de su madre rezando porque no hubiera acostado asu hija aún. No sabía muy bien cómo le iba a explicar la presencia de un tipo de dos metros a suespalda con cara de matón, pero bueno, algo se le ocurriría; cosa que sería mucho más fácil si éldespegara de su cuerpo cierta parte de su anatomía.

El teléfono sonó varias veces antes de que su madre contestara, y Samay temió que no locogiera. Quería hacer esa llamada para verlas y que supieran que estaba bien, sentirlas un poco

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más cerca. Pero la verdad era que su madre se llevaba fatal con todas las tecnologías modernas.

Cuando ya estaba perdiendo la esperanza su madre descolgó, se la oía hablar, pero veía de todomenos su cara.

—Mamá. —Ni caso—. Mamá, tienes que ponértelo enfrente de la cara, que es unavideollamada.

—¡Ay, Samay! Espera, hija, que ya sabes que odio los móviles.

En pocos segundos su madre ya estaba en la pantalla y tenía las mejillas sonrojadas, síntoma deque su pequeña seguía dando guerra por la casa, tenía demasiada energía.

—Hija, qué alegría verte, la pequeña lleva todo el día preguntando por ti. —Samay sentía quelos ojos se le humedecían, pero no quería llorar y preocupar a su madre.

—Yo también me alegro un montón, mamá, os echaba de menos y tenía ganas de veros. —Lededicó a su madre una sonrisa radiante.

—Un momento, ¿y ese hombre tan hermoso que tienes detrás? ¿Por fin te has echado novio?Menos mal, hija, ya me tenías preocupada, con lo joven y guapa que eres y sin novio.

Samay no sabía dónde meterse en aquel momento, cuando pensó en la videollamada y le dijo aIvar que podía mirar, no se le ocurrió en ningún momento las consecuencias que eso acarrearía.

Ivar estaba petrificado detrás de la joven que sostenía su teléfono móvil, no había llamado aningún novio, la que estaba ahora mismo al otro lado de la línea era su madre. Y lo peor de todoes que la llamaba Samay, el mismo nombre que ella juró y perjuró que era el suyo cuando lasecuestraron y ninguno la quiso creer.

Se había pasado varios días tratándola como a un despojo humano, cuando no era la mujer quepensaba, y lo peor es que ella se lo intentó decir varias veces. No la creyó cegado por su odiohacía la profesora. ¡Qué los dioses le perdonaran! ¿Qué había hecho?

Se merecía una disculpa, o toda una vida de rogarle que le perdonara por ser el hombre másimbécil sobre la faz de la tierra. Mientras tanto, su pequeña Samay, intentaba sin mucho éxitoexplicarle a su madre quién era él, pero entre que su progenitora no paraba de preguntar loca decontenta, y que a ella no le salía la voz, decidió que tenía que intervenir antes de que le diera algo.

—Hija, de verdad, leí una vez en una revista que cuando una mujer lleva mucho tiempo sinmantener relaciones el himen se reconstruye, ¿no querrás que te pase eso verdad? Aunque si yocon tu padre no he dejado de hacerlo, tú con semejante mozo debes estar todo el día. —La madrehabía cogido carrerilla mientras Samay se tapaba la cara avergonzada.

—¡Mamá! Por favor —le rogó muerta de vergüenza por lo que podría pensar Ivar, pero esteparecía muy divertido con la situación.

—Hola, señora, me llamo Ivar, y sí, soy el novio de su hija. Quería haberla conocido en

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persona, pero he tenido que venir a Dinamarca por unos temas de trabajo y no he podido evitartraerme a Samay. No puedo estar alejado de ella. En cuanto volvamos a Nueva Orleans megustaría mucho invitarlos a usted y a su marido a cenar.

Samay estaba ojiplática, sin palabras la había dejado. Pero tenía que recordar matar a Ivar encuanto colgara el teléfono, por darle esperanzas a su madre, que seguro que en cuanto sedespidieran empezaría a preparar el ajuar.

—Ivar, qué contenta estoy, qué hombre más guapo y educado ha encontrado mi pequeña. Con lomal que la ha tratado la vida, siempre le dije que algo bueno le tenía que llegar. Y aquí estás tú. —Tenía los ojos soñadores y acuosos por la felicidad—. Un momento, si estás en Dinamarca, ¿quéha pasado con el trabajo?

Ahora su voz estaba totalmente cargada de preocupación, y a eso tampoco sabía cómo contestarSamay.

—Verá, hemos pensado que ahora que no le va a hacer falta el dinero, siga estudiando lo que legusta, mitología y cultura nórdica, para luego poder dedicarse a ello. Es una mujer inteligente eindependiente, estoy seguro de que eso les complacerá.

Samay estaba a punto de llorar, aquel hombre estaba hablando de una vida que sería la soñadapara ella, pero donde nada era verdad. Sin embargo, por un rato se pudo sentir dichosa, yagradecida por el cable que le estaba echando.

—Qué considerado por tu parte, Ivar, cómo me alegro de que te haya encontrado. Hija, no osentretengo más que os va a subir la factura del teléfono, que ahora estamos lejos.

—No, mamá, me gustaría hablar con la pequeña, ¿está despierta?

—Claro. Espera, verás que se vuelve loca.

Su madre volvió a dejar la pantalla en negro mientras buscaba a su hija por la casa.

—Gracias, te pagaré la llamada te lo juro.

Ivar abrazó su cintura, aquella pequeña mujer era maravillosa. Quería hablar con la pequeña,seguramente fuera su hermana, así que se quedó con ella por si necesitaba que le echara una mano.

Se oyeron chillidos de júbilo al otro lado de la línea, e Ivar pensó que su hermana debía sermuy pequeña.

Antes de aparecer nadie en la pantalla escuchó algo que le dejo petrificado. «Delia, es mamá,corre».

¿Había dicho mamá? ¿Samay era madre, tenía una niña y se llamaba Delia, como su hermana?En aquel instante, el mundo parecía girar como un tiovivo a su alrededor.

En la pantalla apareció una niña pequeña, era una copia de Samay en mini. Y cuando la mujer

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que la tenía entre los brazos la vio, su cara se iluminó tanto que podría haber alumbrado todaDinamarca.

—¡Mami! —gritó la niña como una loca al ver el rostro de Samay.

—Mi niña, ¿cómo estás? ¿Lo estás pasando bien con los abuelos y los tíos?

—Sí, mami, pero te echo mucho de menos. ¿Cuándo vas a venir a verme? —preguntó la niña sindejar de sonreír.

—Muy pronto, mi vida. Sabes que te quiero más que a nada en el mundo, ¿verdad? —Ivar notóque la voz de Samay se rompía por estar lejos de su hija. Y él era el motivo de aquellaseparación, se sentía de lo más rastrero.

—Sí, mami, y yo a ti, hasta las estrellas y el infinito.

—Y yo a ti, corazón, incluso más. —Se rascó los ojos disimuladamente seguramente paraguardarse las lágrimas.

—Mami, ¿y ese señor quién es? —preguntó curiosa la pequeña.

—Pues es, es…

Viendo que no sabía qué decir, Ivar decidió tirarse a la piscina.

—Soy el novio de mamá. ¿Sabes que tu madre me habla día y noche de ti? De lo buena niña queeres y de las ganas que tiene de verte para darte muchos besos y abrazos.

Eso pareció que agradó a la pequeña, por lo que Samay le cogió la mano a Ivar y se la apretópara darle las gracias.

—¡Mami tiene novio! ¡Mami tiene novio! —canturreó la pequeña y los dos se echaron a reír,era imposible resistirse, era encantadora.

—¿Te gusta la idea? —le preguntó Ivar, esperando que así fuera. No sabía por qué, pero eraimportante para él que la pequeña lo aceptara.

—¿Vas a ser mi papá? Yo no tengo, ¿sabes?

Esas palabras terminaron de derretir a Ivar, cuántas disculpas le debía a aquella mujer tanimpresionante que se sentaba frente a él y a esa niña preciosa que había traído al mundo.

—Bueno, quizás algún día; si tú quieres —contestó él.

Samay sabía que tenía que parar aquello, le estaba dando ilusiones a su madre y a su hija. Sabíaque no tenía mala intención, solo pretendía ayudarla, pero no quería que les rompiera luego elcorazón. Ella podría soportar cualquier cosa por la gente que amaba, pero no podía permitir que aellas les hiciera daño. De ninguna manera.

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—Cariño, es hora de acostarte.

—Pero no tengo sueño —replicó la pequeña, aunque con poca fuerza, sabía que no podía ganaraquella batalla.

—Lo sé, pero tienes que hacerlo, seguro que el abuelo te lee un cuento. Mañana si puedo tevolveré a llamar.

—Vale, mami. —Sonrió ante la idea de ver a su madre al día siguiente.

—Te quiero, mi amor, que sueñes cosas bonitas.

—Y tú, mami. Dile a tu novio que te lea un cuento para que puedas dormir.

Las ocurrencias de su pequeña con tan solo cinco años la hicieron reír, y escuchó que a Ivartambién le hacía gracia. Le tiró un beso y colgó, no sabía si tenía fuerzas para enfrentarse a aquelhombre que la abrazaba de la cintura y al cual ahora mismo necesitaba agarrarse como si fuera subote salvavidas.

—Samay, tenemos que hablar. —Él la giró sobre la silla para poder mirarla a la cara.

Los ojos de ella habían empezado a derramar las lágrimas que había contenido durante toda laconversación y se maldijo por ello; para ser una persona que no lloraba nunca, en los últimos díasno paraba de hacerlo. Pero lo peor era que se mostraba débil delante de él, y no quería eso.

Ivar secó sus mejillas con los dedos antes de hablar.

—Sé que estás dolida, me dijiste la verdad desde el primer momento y no te escuché. He sidoun auténtico imbécil, te he tratado mal pensando que eras otra persona, una que se negó a ayudar ami hermano cuando le explicamos la gravedad del asunto, que nos despreció, por lo que yo mesentí herido y desolado.

»Sé que no es excusa, no la tengo, y entendería perfectamente que no me perdonaras, pero sientocosas por ti, he intentado negármelo pensando que eras Daniela, la profesora. Por un lado, estabaesa parte que se vuelve loca contigo, y por otro la que no podía aceptar a una persona que le dabaigual si mi hermano moría o no. ¿Me entiendes?

Samay lo miraba sorprendida por todas las palabras que le estaba diciendo, le estabamostrando una parte de él que nunca antes le había enseñado, una parte humilde, que sentía ypadecía como ella, que se arrepentía y, lo mejor de todo, que sentía algo por ella.

—Lo entiendo, la verdad es que no me molestaba tanto la idea de que no me creyeras, como elhecho de que me trataras peor que a la basura. ¿Sabes? Yo antes, cuando era más joven, teníamuchos sueños y esperanzas, quería ser exactamente lo que es la doctora Max, pero me enamoré, oal menos eso pensé yo en ese momento; era joven e ilusa.

»Me acosté con el hombre que pensé que me quería tanto como yo a él y me quedé en estado. Ledi muchas vueltas a qué hacer con mi vida, sabía que esa decisión lo cambiaría todo. Si lo tenía

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tendría que olvidarme del gran futuro que quería para mí, pero si no lo hacía perdería una parte demi humanidad.

»Cuando se lo conté al padre intentando encontrar consuelo y apoyo en esos momentos tanoscuros, él desapareció, el mismo que me dijo tantas veces que me quería. Eso me destrozó, perotambién me hizo más fuerte, decidí tener a mi bebé y renuncié a todo lo demás. Mi familia nuncatuvo grandes ingresos, por lo que dejé las clases y en cuanto pude, mi madre me buscó un empleolimpiando la universidad.

»Con ese trabajo podía pasar la tarde con mi pequeña cuando salía de la guardería, y trabajabade noche. —Él la miraba con tristeza—. No es tan malo. Por las noches, cuando terminaba dehacer todo el trabajo, me metía en el despacho de la bruja de la profesora y aprovechaba para leertodo lo que encontraba sobre la cultura y mitología de tus antepasados. De ahí que me encontraraisesa noche allí, leyendo.

—Así que encima te despedirán porque te hemos secuestrado, ¿no?

Ella le sonrió algo decaída.

—No, tranquilo, de eso ya se ocupó la profesora ese mismo día. Salió del despacho, con susaltos tacones y un palo metido por el culo, sin reparar en que el suelo estaba mojado y resbaló.Me trató como una mierda y luego dijo que se aseguraría de que al día siguiente me despidieran.Por eso cuando Lion me ofreció el dinero pensé que dentro de lo malo, y ya que no me podía ir aningún lado, al menos tendría un colchón para mantener a Delia hasta que encontrara un nuevoempleo.

—Eres una gran mujer, Samay, una luchadora. Y yo un capullo absoluto. Sé que no merezco tuperdón, pero me gustaría intentar compensarte el mal trago que te he hecho pasar por el resto denuestras vidas.

Samay tragó saliva, era lo más bonito que le habían dicho nunca, y su corazón se puso a latirdesbocado por aquello. Por mucho que se lo hubiera intentado negar a sí misma sentía algo muyfuerte por aquel hombre de las cavernas.

—¿Por qué no empiezas por llevarme a la cama y demostrármelo esta noche? Quién sabe simañana viviremos. —Esas palabras tocaron muy dentro a Ivar, sobre todo porque eran totalmenteciertas.

La cogió entre sus brazos, olvidándose de la cena y del vino; solo le importaba ella y amarlacomo si no existiera nada más en el mundo. Y así era para él en ese momento.

—Samay, te juro que te protegeré con mi vida, volverás sana y salva con tu familia, de dondenunca te tuve que haber sacado. Aunque, siendo egoísta, mi corazón estaba muerto y petrificadoantes de conocerte.

Subió las escaleras de dos en dos, Samay reía entre sus brazos. Era como un niño que estuvieraansioso por abrir su regalo favorito, y qué demonios, ella se sentía exactamente igual que él.

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Al llegar a la puerta del dormitorio la sujetó con una sola mano para abrir y entrar como unhuracán en su cuarto, que olía a él, y eso ya hizo estremecer a Samay.

La besó antes de llegar a la cama, tenía tal necesidad y urgencia por hacerla suya, que pensóque nunca sería posible saciarse de aquella mujer.

Su lengua era sedosa y tenía sabor a melocotón, jugó con ella y mordisqueó su labio inferior,que era algo más carnoso que el de arriba. La posó sobre la gran cama donde su cabello oscuroquedó esparcido por ella, y la observó; podría pasarse horas mirándola de aquella manera.

—¿Vas a mirarme toda la noche? ¿O mejor vienes y nos divertimos? —ronroneó ella moviendosu cuerpo sobre sus sábanas de seda negra.

Él sonrió pícaramente y se acercó a ella, pero no se subió a la cama, lo que hizo fue desnudarla,quería verla en todo su esplendor. Por cada prenda de la que la despojaba le regalaba una caricia,rápida, pero que la hacía estremecerse bajo su toque.

Una vez que la tuvo desnuda frente a él, se relamió los labios a sabiendas de que pensabadegustar cada parte de ese exquisito cuerpo creado para pecar, mejor dicho, para que él pecara.

Con una rapidez vertiginosa se despojó de su ropa para que Samay pudiera sentir como cadacentímetro de su piel ardía por ella, la necesidad que tenía.

Subió a la cama como un depredador, ella se sonrojó y soltó una risita traviesa al verle así. Laverdad era que el Ivar juguetón la volvía loca.

El hombre le acarició primero las piernas, la piel de ella se erizó ante el contacto y laanticipación por lo que llegaría más tarde, sin embargo, lo que ocurrió después no se lo esperaba.

Ivar empezó a pasar la lengua por los pies de aquella mujer tan apetecible. Cuando dijo que ibaa saborearla entera, quería decir entera. Y cuando ella lo miró con sorpresa en sus ojos, le regalóuna sonrisa lobuna.

Deslizó la lengua por el hueso del tobillo, con lo que se estremeció, nunca nadie le habíadedicado el mínimo interés a sus pies, y tenía que reconocer que era una zona muy erógena. Nosupo hasta qué punto, hasta que se introdujo uno de sus dedos en la boca y lo lamió y mordisqueócomo si fuera lo más delicioso.

Samay soltó un gemido que hizo que el miembro de Ivar empujara contra el colchón, buscandoesa parte de ella donde encajaba tan bien. «De eso nada, esperarás», pensó Ivar.

Cuando consideró que ya había adorado suficientemente los pies, al menos por el momento,siguió lamiendo las pantorrillas hasta detenerse en la parte interior de las rodillas, lugar quemordisqueó haciendo gritar a su compañera de cama. Siguió por el interior de los muslos, lostenía suaves y níveos, deliciosos como toda ella.

Antes de llegar a su flor, ya notó la humedad que desprendía. Su mente se nublaba por laexcitación de solo pensar en degustar en plenitud esos pliegues sonrosados, húmedos, preparados

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para él.

Lo primero que hizo al llegar hasta su objetivo, fue inhalar ese olor que despedía Samay, aexcitación, dulce, adictivo. A un lugar donde moriría feliz, donde se dormiría y despertaría cadadía para darle placer. Eso debería ser el cielo del que tanto hablaban los cristianos.

Repasó con su lengua aquella carne tan dulce y esponjosa y saboreó su excitación. En esemomento, Samay gemía desesperada por que la hiciera suya, pero aún no.

Atrapó su clítoris con los labios, estaba duro e hinchado, delicioso. Empezó a trazar círculoscon su lengua, mientras introdujo un dedo dentro de ella que lo acogió apretándose sobre él parano dejarle escapar.

Siguió castigando su botón del placer, suave pero incesantemente, mientras ella ya no luchabapor esconder sus jadeos, cosa que lo volvía totalmente loco. Cuando notaba que estaba cerca delorgasmo, tiraba de él suavemente con los labios y paraba, lo que la estaba desquiciando, perotambién la llevaba al límite de su excitación.

—Si vuelves a parar, te mato —le amenazó ella con los ojos brillantes por el deseo.

—Tus deseos son órdenes para mí.

La complacería a sabiendas de que, durante aquella noche, y el resto de noches que ella se lopermitiera, iba a devorarla de la misma manera. Aumentó el ritmo de su lengua, mientras los dosdedos que había colado ahora en su interior, salían y entraban de forma desbocada.

Ella, que acariciaba la cabeza de él, sujetó su cabello para anclarlo en esa posición. Lonecesitaba, nunca había sentido nada parecido, ni había vivido el sexo de una manera tan abierta ysatisfactoria.

Estaba cerca, notó como su abdomen se tensaba, al igual que los dedos de sus pies, le faltaba larespiración a causa de los gemidos. Cuando pensó que ya no podría más, el placer se desató en suinterior como un volcán en erupción, llenándola entera de espasmos.

—¡Ivar! —gritó ella, y eso le hinchó el pecho de orgullo por ver a su mujer satisfecha.

No tardó en abrir los ojos cerrados, y vio en ellos que había más deseo. Por los dioses, cómo legustaba aquella mujer.

Samay se incorporó antes de que él supiera cómo reaccionar y, posicionando sus pequeñasmanos sobre el gran pecho de él, lo empujó sobre la cama.

Quería devolverle todo el placer que le daba y se prometió que así lo haría. Pero en esemomento, su parte animal, la que toda mujer lleva dentro, le pedía tenerlo en su interior. Sinpensarlo dos veces, cogió su miembro erecto y, colocándose a horcajadas sobre él, lo introdujo ensu interior.

Era grande, mucho, pero se amoldaba poco a poco a su estrechez con tal de tenerlo de aquella

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manera. Ivar emitió un gruñido animal, y ella se sintió poderosa en esa posición.

Empezó a mover sus caderas adelante y atrás, comenzando despacio, aquella fricción la volvíaloca. Solo quería echar la cabeza hacia atrás y gemir mientras lo cabalgaba de forma desbocada,sin embargo, ver la cara de excitación, de necesidad, que poseía él en ese momento, no se lopodía perder.

—¿Te gusta? —le preguntó ella entre jadeos y con una sonrisa pícara.

—Me estás volviendo loco, creo que podría morir así y sería feliz —contestó él con una vozmucho más grave de lo habitual.

Ella aceleró el ritmo sobre su amante, quería llevarle literalmente a la locura, como él lo hizotan solo un rato antes. Ivar puso las manos en las caderas de Samay, para ayudarla con el ritmodesbocado que ya de por sí llevaba ella. No aguantaría mucho, aquella mujer le llevaba al límitede sus fuerzas sin ni tan siquiera proponérselo.

Estaban a punto los dos, pronto gritarían por el orgasmo más intenso que nunca ninguno de elloshubiera sentido, pero Samay quiso que fuera algo especial, así que, sin dejar de mover suscaderas, se posó sobre el pecho de Ivar, para besarlo en esas sacudidas finales.

Él, complacido, le devolvió el beso como si fuera el último que compartirían en aquella vida, yambos explotaron entre gritos de placer.

Ivar no sabía qué había hecho bien en su larga vida para merecer una mujer como aquella, peroaun así dio gracias a todos los dioses, de todos los panteones, por ello.

Samay se tumbó sobre Ivar, ambos cuerpos estaban sudorosos por el amor expresado con lapiel, no obstante, solo querían sentirse el uno al otro. Siguieron abrazados hasta que ambos sequedaron dormidos, felices por haberse encontrado.

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Capítulo 15

Samay despertó porque sentía frío en el cuerpo, se habían quedado dormidos destapados y,aunque en esa casa estaba siempre puesta la calefacción para que el ambiente fuera lo másagradable posible, el sudor en sus cuerpos se había quedado frío.

Miró al hombre que la rodeaba con aquellos fuertes brazos que tanto le gustaban, depositó unbeso en su mejilla, y los tapó a ambos para seguir durmiendo, llena de felicidad.

Cerró los ojos, no tardó en volver a quedarse dormida, cuando escuchó una voz que enprincipio pensó que era parte de un sueño, no podía ser de ninguna otra manera. Ya que lo a quienescuchaba era a su hija pequeña.

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Intentó ignorar ese lamento, sabía que solo era parte de su imaginación, pero la voz nodesaparecía. Entonces abrió los ojos como si de esa forma pudiera escuchar mejor, y esperóatenta.

—¡Mami! ¿Estás ahí? Me han cogido, mami, tienes que ayudarme. —La voz de su pequeñasonaba lejos, pero de algo estaba segura, era ella.

No sabía cómo era posible que su hija, que estaba a muchísimos kilómetros en ese momento,estuviera allí, pero Ivar le dijo que tuviera la mente abierta, y ella misma había padecido en suspropias carnes la magia del asesino al que estaban persiguiendo.

—Mami, por favor, tengo miedo —lloriqueaba Delia.

No lo pensó más y se levantó de la cama sin hacer ruido. Solo echaría un ojo, primero seaseguraría de que lo que estaba escuchando era real antes de despertar a Ivar, que dormíaprofundamente. No quería que pensara que estaba loca si al final todo resultaba ser que creía oírla voz de su hija debido a lo que la extrañaba.

Solo encontró las braguitas y se puso la camiseta de Ivar que le quedaba casi como un vestido,pero no quería perder el tiempo ahora en ponerse a buscar su ropa.

Salió de la habitación e intentó agudizar el oído para ver de dónde provenía la voz.

—Mami, ¿vas a venir? Me da miedo que vuelva a por mí.

Definitivamente la voz venía de la planta inferior, bajó los escalones con cuidado, todas lasluces estaban apagadas y temía caerse rodando y partirse el cuello.

Cuando por fin estuvo abajo deambuló por las distintas estancias intentando escuchar a Delia.Si era un sueño, era de lo más realista. Sentía con mucha claridad el frío bajo sus pies, pero noera la primera vez que tenía sueños muy auténticos.

Cuando llegó a la biblioteca empezó a pensar que realmente todo estaba siendo producto de sumente, que le estaba jugando una mala pasada por el ansia de ver a su hija.

Pero entonces la escuchó más cerca y con más claridad que ninguna de las veces anteriores.

—Mami, estoy aquí. Por favor, tengo mucho miedo. —La súplica provenía de la ventana, estabasegura.

Fue corriendo hacia ella y se asomó. Aunque la noche era muy oscura debido a una lunamenguante, y a que se había levantado mucha niebla en las últimas horas, la vio. Estaba fuera, depie sobre la hierba, tenía su muñeca favorita entre los brazos y la cogía fuerte, como siempre quetenía miedo, ya que pensaba que de alguna manera la podía proteger.

—¡Dios mío! —exclamó Samay—. Mamá ya va, cariño, no te muevas de ahí.

No lo pensó dos veces y corrió hacia la puerta de entrada, la encontró cerrada, lo normal, pero

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vio que Ivar había dejado las llaves sobre una mesa cercana del recibidor. Abrió lo más rápidoque sus manos temblorosas le permitieron.

Su niña, su pequeña, estaba sola en la oscuridad, no podía ni imaginar qué magia era capaz deaquello, pero sí que haría cualquier cosa para protegerla. Daría su vida si fuera necesario.

Salió de la casa, el frío y la humedad de la niebla se clavaron en ella como agujas, pero le dabaigual. La adrenalina la hizo seguir corriendo por la hierba mojada, sin casi luz para ver dóndepisaba.

—Hija, ya voy, mamá casi está. —El sufrimiento porque su pequeña, de tan solo cinco años,estuviera sola o, peor aún, con el asesino que atemorizó a Nueva Orleans durante mucho tiempo,le daba hasta náuseas con solo pensarlo.

Por fin llegó para girar la esquina de la casa, y ahí estaba su pequeña, con su pijama deunicornios y los pies descalzos. Temblaba a causa del frío o del miedo, quizás de ambos. Y corrióhasta ella para abrazarla.

Cuando llegó hasta su hija se arrodilló a su lado para cogerla en sus brazos y meterla en lacasa, pero entonces la pequeña hizo una mueca siniestra con la boca y sus ojos se tornaron rojos.

Ivar estaba teniendo pesadillas aquella noche, se sentía intranquilo en su sueño, en él veía aSamay en peligro, y pedía ayuda, su ayuda.

De golpe se despertó con el corazón atenazado de que le pudiera suceder algo, aunque fuera unsueño dolía más que una espada en el corazón. Y entonces lo sintió, ella ya no estaba entre susbrazos.

Buscó con la mirada por toda la habitación, preocupado, se levantó de un salto de la cama y sepuso un pantalón de deporte que cogió de la mesilla. Agudizó todos sus sentidos sobrenaturalesintentando saber dónde se encontraba su mujer.

Entonces la oyó.

—¡Dios mío! Mamá ya va, cariño, no te muevas de ahí.

No sabía a quién creía que veía, pero si de algo estaba seguro era de que no se trataba de suhija. Con su supervelocidad bajó y fue en dirección a la biblioteca que era desde donde habíaprovenido su voz, pero ella ya no estaba allí.

Por las ventanas que rodeaban toda la estancia vio como ya había abandonado la casa para ir abuscar a lo que ella pensaba que era su hija, pero que él se jugaba el cuello a que no lo era.

Volvió a correr como una exhalación fuera de la casa, fue rápido, pero no lo suficiente. Cuandollegó a la parte de atrás, donde se encontraba Samay, esta se había arrodillado junto a un ser quetenía la forma de su hija, pero que no lo era, su sonrisa se volvió sádica y sus ojos rojos.

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—¡Samay, apártate, es un demonio! —gritó a la vez que salía corriendo hacía ella.

El demonio se empezó a transformar en un ser repulsivo, con el cuerpo lleno de deformidades,una piel negra como la noche, garras afiladas y unos ojos que eran como dos pozos de sangre. Eratan grande que le sacaba dos cabezas a Ivar, y despedía un nauseabundo olor a putrefacción.

Intentó apartar a Samay, pero la tenía fuertemente cogida por el cuello y le daba miedo que conun leve movimiento le cortara la yugular con una de sus garras.

—Lo siento, Ivar, no debería haber salido, pero era ella, parecía ella. Y pensé que, si habíasido capaz de llevarse a tu hermano con magia, quizás también a mi pequeña —se disculpó ellacon una mirada suplicante.

—Tú no tienes la culpa, los demonios son así, engañan. Querían sacarte de casa porque allíestábamos seguros, y han usado a lo que sabían que no te podrías negar. —La miró con ternura.

No quería que viera el miedo que sentía en aquel momento por perderla. No llevaba su arma,por lo que se tendría que transformar si quería tener alguna oportunidad de poder salvarla. Solorogaba porque ella no huyera aterrorizada después de verlo en su forma de gárgola.

—¡Suéltala! —gritó al demonio, que se relamía viendo a la pequeña humana a la que queríarobarle el alma antes de alimentarse de su carne.

—Tendrás que venir tú a quitármela, de lo contrario sabes que no pararé hasta que haya roídosus huesos y me lleve su alma conmigo.

Ella abrió mucho los ojos al escuchar a aquel ser, intentó forcejear y pegarle con todas susfuerzas, pero era como un bloque de cemento, inamovible.

—Samay, por favor confía en mí —le suplicó él.

—Siempre —contestó ella, pero se notaba que le empezaba a faltar el aire por el agarre.

Entonces lo hizo, dejó fluir a la bestia que vivía dentro de él y estaba luchando por salir adefender a su mujer.

Su cuerpo empezó a cambiar, a hacerse más grande y fuerte de lo que ya era. La piel setransformaba en piedra, dos enormes alas como las de un ángel brotaron de su espalda, tangrandes que llegaban hasta casi el suelo.

Todo él era una gárgola inmensa de roca, con colmillos y orejas puntiagudas, sedienta desangre, ansiosa por obtener venganza.

Los agujeros de su gran nariz resonaron cuando sopló en dirección al demonio, y un gruñidogutural surgió de su garganta.

—Suelta a mi mujer y quizás me piense si matarte rápido. —Su voz era más gruesa, como coneco.

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Samay había dejado de luchar contra el agarre del demonio, estaba tan sorprendida por lo queacaba de presenciar, que tenía miedo de pestañear por si acaso desaparecía. Delante de ella seerguía una gárgola, y no tenía palabras para describir lo maravillosa que era, pero lo mejor detodo es que era solo suya. Bueno, si sobrevivían a ese demonio.

—¿La quieres? Pues tendrás que matarme —respondió el demonio desafiante.

Ivar no se hizo de rogar y agitó sus inmensas alas para volar rápidamente junto a él. Eran tangrandes y fuertes que levantó una gran cantidad de aire.

Él demonio se preparó para recibirlo, tiró a la mujer detrás de él y sacó los negros dientespuntiagudos de su maloliente boca.

Ivar sabía que era importante en una lucha ser el que daba el primer golpe, por lo que dejó lalucha de miradas y se lanzó como un rayo con el puño alzado sobre el demonio apestoso.

El fétido lo vio venir, sin embargo, no tuvo tiempo para reaccionar y esquivar el golpe. Ivarclavó su puño en la mandíbula del demonio y lo lanzó varios metros por los aires, con la caída sellevó hierba y tierra con su espalda. Le dolió, pero ellos se alimentaban del dolor, por lo que selevantó decidido a buscar más. Mataría a esa gárgola, aunque eso fuera contra las órdenes que lehabían dado.

Corrió en dirección al guardián de piedra, y se agachó justo antes de impactar contra él paraderribarlo. Lo consiguió, aunque su adversario era más fuerte que él.

Una vez en el suelo empezó a darle puñetazos y zarpazos intentando rebanarle el cuello, cosabastante difícil, ya que la piel que poseía tenía la dureza de la piedra.

Ivar recibió los golpes con entereza, pero sobre todo intentaba que no le cortara la cabeza, cosaque le despojaría de su vida inmortal.

Samay miraba, sin saber qué hacer, la lucha encarnizada que se llevaba a cabo delante de ella.No sabía si intervenir sería peor que mantenerse al margen, ellos eran dos seres sobrenaturales,ella una simple mortal.

Sin embargo, ver como ese demonio intentaba matar al hombre que le estaba robando elcorazón fue más fuerte que el miedo. No pensó en su hija, tampoco en sí misma, solo en salvar aIvar de ese monstruo del infierno.

Con un grito de guerra, que sería la envidia de cualquier escudera vikinga, se lanzó sobre laespalda de aquel ser tan asqueroso. Aferró fuertemente los brazos en torno a su cuello, paraintentar robarle el aire, si es que respiraba, y que de esa forma Ivar se lo pudiera quitar deencima.

El monstruo se retorció bajo el agarre de la mortal, no estaba preparado para eso y le pilló porsorpresa. Momento en el que Ivar, emocionado por la valentía de su mujer, pero a la vez muyasustado por lo que le pasara, aprovechó para clavar sus colmillos en su negro cuello con cuidadode no dañar los brazos de Samay, que continuaba sujetándolo.

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Cuando tiró del trozo con todas sus fuerzas, arrancó la carne y un líquido oscuro que simulaba asu sangre fue liberado a borbotones tiñéndolos a todos de negro.

Samay estaba asqueada porque esa sustancia que la estaba bañando olía igual o peor que sudueño, pero aguantó estoicamente en su agarre, mientras notaba que el demonio bajo ella poco apoco dejaba de luchar.

—Suéltalo, pequeña, ya no nos hará daño —le explicó Ivar.

A Samay le costó un poco obedecer, le daba miedo que de alguna manera él no estuvieramuriendo y les dañara de nuevo. Pero los ojos negros de la gárgola le dieron la seguridad que lefaltaba, debajo de toda esa piedra, estaba aquel hombre que tenía tan dentro del corazón.

Una vez que Ivar vio que Samay estaba a salvo, empujó al demonio sin vida para quitárselo deencima. Solo quería coger a su mujer en brazos y meterse en la casa, si habían mandado a uno,podía haber más cerca y, aunque era más fuerte que ellos, no creía que pudiera vencer a varios ala vez, menos aún, temiendo que cualquiera pudiera acabar con la vida de la mujer que amaba.

Antes de levantarse ahí estaba ella para tenderle la mano y ayudarle. Él la besó, intentando norozarla con sus colmillos, y dio las gracias a los dioses por hacer que estuviera aún ahí; otramujer posiblemente hubiera huido en cuanto descubriera lo que era. Pero ella no, era especial entodos los sentidos.

—Vamos, pequeña —dijo Ivar tomándola entre sus grandes brazos, y, aunque eran de piedra, sumujer no sintió frío. Es más, se acurrucó entre ellos.

Iba a emprender el vuelo cuando escuchó algo que provenía del demonio. Hablaba, y aunqueusaba su voz, Ivar supo que no era él, su cuerpo tembló sin poder evitarlo.

—Ivar, ¡oh, Rey Vikingo!, has conseguido vencer a uno de mis demonios, pero en breve nosvamos a ver y te voy a quitar todo lo que quieres en el mundo. De eso puedes estar seguro.Sufrirás por toda la eternidad. —Una risa gutural salió de sus labios muertos, antes de enmudecerpara siempre.

Ivar sabía que esa amenaza no era en vano, cogió a su mujer y voló a gran velocidad dentro dela casa; mientras ella no saliera, estaría bien.

Él no paró hasta estar dentro y, aunque sabía que en la casa no corrían peligro al estarprotegidos por el hechizo, no quería correr ningún riesgo. Así que cerró la puerta a cal y canto,antes de enfrentarse a su mujer a la que había posado a tan solo unos pasos.

Samay le miraba con admiración en los ojos y lo que creyó que podía ser amor. No lo entendía,en ese momento él era una bestia. Cualquiera en su sano juicio huiría de allí, pero ella no; eramaravillosa.

—Eres impresionante, Ivar. ¿Por qué no me lo contaste? —le preguntó ella, que no estabaenfadada, más bien sentía curiosidad.

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—¿No estás asustada? —preguntó él divertido, mientras sentía como se empezaba a relajar y sucuerpo comenzaba a transformarse de nuevo.

—No, para nada, eres algo hermoso y letal. ¿Puedes hacerlo cuando quieras? —Lo mirabaasombrada mientras recuperaba su cuerpo de hombre cubierto de ese líquido negro.

—Vamos a la ducha y te contaré todo, ahora sí que vas a tener que tener una mente abierta.

—Después de hoy, no podré volver a cerrarla.

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Capítulo 16

El baño de Ivar era enorme, tenía un gran plato de ducha y luego una bañera de hidromasaje. Lepidió a Samay que pasaran bajo el chorro de agua para quitarse ese líquido viscoso y mal olientemientras se llenaba la bañera. A los dos les vendría bien relajarse en agua caliente.

La enjabonó de una manera tan tierna como cuando ella lo hacía con su hija, y eso solo hizo quesintiera más amor por él. Podía ser letal como un asesino, pero con ella era tan tierno y cariñoso,que hacía que se derritiera.

En ese momento no había nada sexual es sus actos, solo amor, compresión y complicidad. Laanimó a meterse en la bañera mientras él traía una botella de vino y dos copas, una buena dosis de

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alcohol no les iba a venir nada mal. Tenía mucho que contarle, y esperaba que estuviera preparadapara todo ello.

Una vez acomodados dentro de la amplía bañera, con él sentado detrás de ella, mientras leacariciaba los brazos a Samay le empezó a relatar la historia de su raza:

—Según lo que se cuenta, Zeus entregó los dones a sus hijos, el resto de dioses. Mientras aLaya le tocó el de proteger a los humanos, Hades fue enviado al inframundo; cosa que ledesagradó mucho, ya que él pensaba ser el dios de la guerra y vivir junto a su amada Laya.

»Dolido y roto por tener que afrontar su destino, le pidió a la Laya que lo acompañara a losinfiernos, donde construirían una vida juntos. Pero ella rehusó, alegando que no le quería, aunquemuchos dudaban de que eso fuera cierto. Así que el dios, despechado, resucitó a los más cruelesasesinos y los convirtió en raptores, seres capaces de alimentarse de las emociones hasta dejartesin vida. Ellos le juraron lealtad y le prometieron infinidad de almas para sus arcas.

»Cuando Laya descubrió que sus amados humanos estaban en peligro, creó a una nueva raza, lasgárgolas. Seres casi inmortales, mitad hombres, mitad bestias; grandes guerreros que protegerían alos humanos hasta el fin de los días, luchando contra su gran enemigo, los raptores.

»Y de esa forma empezó una guerra entre dioses, lo que llevó al rey de todos ellos a intervenir.Zeus convocó a sus dos hijos al Olimpo donde, enfurecido por lo que habían hecho en La Tierra yal no poder intervenir directamente por su libre albedrio, les impuso un castigo a ambos. Losraptores de Hades no podrían salir fuera del manto nocturno, si veían la luz del sol morirían deforma fulminante y sus almas no podrían volver a ser reencarnadas. Para Laya, por haber mentidoa Hades sobre su amor por él, sus hijos correrían una suerte parecida. Si las gárgolas noencontraban el amor cuando cumplieran trescientos años, o este no era correspondido mediante elritual de la diosa Afrodita, se convertirían en piedra por toda la eternidad; pero no morirían,serían testigos de todo lo que ocurriera a su alrededor y sufrirían por todo lo que no podríanvolver a tener.

—Entonces, ¿cuántos años tienes? —preguntó asombrada por todo lo que le había relatado.

Ivar soltó una carcajada, con todo lo que le había contado y tenía curiosidad por saber qué edadtenía. Realmente era una mujer impresionante.

—Yo no nací gárgola, Samay, nací humano, por eso no me afecta la maldición. Fui un vikingo ycasi tengo doce siglos.

Samay se giró asombrada y complacida, algo en su interior siempre le dijo que ese hombre eraun vikingo. Estaba enamorada de un auténtico guerrero vikingo, que además se convertía engárgola. Si eso se lo hubieran dicho tan solo unos días antes, habría pedido voluntariamente que laencerraran en un psiquiátrico.

—¿Y cómo es posible entonces que seas una gárgola? Si ni siquiera eres de esa religión.

—Te lo contaré todo, no seas impaciente.

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Mientras Ivar le relataba lo ocurrido en su vida mortal y cómo llegó a convertirse en gárgola,tuvieron que llenar varias veces la bañera de agua caliente ya que se enfriaba. Ella no pudo evitarderramar lágrimas por lo que le ocurrió a él y a su gente, y odió a los dioses nórdicos por no ir ensu ayuda cuando tanto los necesitó.

Ahora sabía por qué su hermano era tan importante, era lo único que le quedaba en el mundo, yle ayudaría a encontrarlo costara lo que costara.

—No llores, preciosa —le pidió Ivar, secando las lágrimas silenciosas que rodaban por susmejillas.

—Es que lo siento tanto, Ivar, no es justo lo que os sucedió, y tampoco que aquellos dioses alos cuales rezabais y ofrecíais sacrificios no acudieran a socorreros. Más ahora que sé queexisten.

—Lo sé, pero son así. Con el tiempo aprendí que todos los dioses, o casi todos, porque Laya esúnica, solo miran por su propio interés; los humanos al final somos un medio para sus juegos ydiversiones. Da igual los sacrificios que les ofrezcas, o las veces que les reces; a la hora de laverdad, estás solo.

—¡Los odio! —gritó ella, a ver si con un poco de suerte la oían.

—Calla, son muy capaces de castigarte, aunque luego no muevan un dedo por ayudarte cuandolos necesitas.

—Siento lo de tu mujer, y lo de tu pequeño —le dijo de corazón y él la apretó entre sus brazospara que supiera lo que agradecía aquello.

Cuando perdió a Brenda pensó que nunca volvería a sentir amor por una mujer, pero lo quedespertaba Samay en él era mucho más fuerte de lo que nunca había podido imaginar.

—¿Crees que alguien de tu pasado es el responsable de todo esto? Es lo que tendría mássentido. Explicaría que supiera tu nombre, de dónde eres, el nombre de tu difunta mujer… —expresó Samay pensativa.

—Lo pensé, pero aquel día murió todo mi pueblo menos mi hermano y yo. No sé quién estádetrás de todo esto, pero lo averiguaremos, y pagará por todo lo que ha hecho. Luego volveremosa casa, e iremos a que me conozcan tus padres y tu hija. ¿Crees que les gustaré? —Ivar parecíapreocupado por lo último, y eso la hizo sonreír.

—No creo que les gustes. —Él se puso serio de repente—. Les vas a encantar. Delia es muycariñosa, pero la verdad es que cuando no le gusta alguien es muy reservada. Y ya has vistocontigo. Casi te hace firmar un papel de paternidad —bromeó ella.

Él la observó pensativo durante unos segundos antes de volver a hablar.

—Me encantaría ser su padre, ¿sabes? Siempre quise serlo, pero me quitaron la oportunidad.Nunca pensé que volvería a amar a nadie, pero Delia es parte de ti, y la voy a querer como si

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fuera mía.

Samay empezó a llorar por la emoción, muchos hombres habían huido de su vida pensando queella buscaba un padre para su pequeña, nada más lejos de la realidad, ya que ella siempre habíahecho el papel de padre y madre sin necesitar a ningún hombre. Y ahí estaba su vikingo, su hombrede piedra, ofreciéndose a quererlas y a cuidarlas sin pedir nada a cambio.

Se dio la vuelta entre sus brazos y empezó a besarlo, quería demostrarle lo que sentía por él sinpalabras.

Lion condujo hasta donde le fue posible antes de tener que abandonar la seguridad que leproporcionaba la carretera para adentrarse en el bosque. En esa parte del mundo hacía un frío demil demonios. Él estaba acostumbrado al clima cálido de Nueva Orleans, aunque no se iba aquejar, había pasado por situaciones mucho peores, no era momento para ponerse exquisito.

Dejó en casa sus caros trajes ya que en ese viaje de poco le iban a servir, y le cogió prestado asu amigo unos vaqueros, un jersey gordo y un abrigo para resistir esas bajas temperaturas.

Anduvo durante horas entre maleza, tierra pedregosa y barrizales. Miraba constantemente elmapa para no perderse, menos mal que siempre había tenido un excepcional sentido de laorientación.

En cuanto atravesara la montaña que tenía delante, encontraría la casa de la bruja, que esperabano pusiera oposición ninguna a ir con él; de lo contrario se enfadaría mucho por el viajecito queestaba pasando.

Lo único bueno que sacaba de todo aquello era que los animales peligrosos que se encontrabapor el camino, se alejaban de él de forma automática. Estaba en su instinto saber que era undepredador más peligroso que ellos.

Después de unas horas más subiendo la montaña, y soltando todas las maldiciones que se lepasaban por la mente, que fueron muchas, por fin llegó a donde se suponía que debería estar lacasa de la hechicera. Al menos eso era lo que indicaba el mapa que llevaba.

Pero, o estaba muy bien escondida, o un rayo la había fulminado, porque no la veía por ningúnlado. Y allí arriba estaba todo despejado, no había árboles o cuevas donde esconderse.

Pensó en llamar a Laya, pero algo le dijo que era mejor no hacerlo. Si la bruja estuvieraescondida o bajo algún hechizo de ocultamiento, y viera que venía un dios, seguro que no semostraría nunca.

Quería gritar unas cuantas cosas a la bruja por tenerle esperando cuando el frío le calaba hastalos huesos. Pero no quería provocar a una hechicera que probablemente podría convertir sumiembro en una lagartija de juguete, por lo que intentó usar sus encantos que de tantos problemasle habían sacado a lo largo de los años.

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—Venerable völva, no es para nada mi intención importunarla, pero vengo buscando su ayuda ysu gran poder. He recorrido un largo camino para encontrarla, si fuera tan amable de bendecirmecon su presencia. —Intentó sonar lo más humilde que podía, ya que por desgracia nunca habíasido su rasgo más característico.

Esperó que aquella mujer se apiadara de su causa, aunque no las tenía todas con él; ya en laantigüedad pidió socorro a la magia y esta le dio la espalda.

Observó todo a su alrededor, no veía ningún cambio, pero sí que notaba algo distinto en laatmósfera, se sentía más densa, espesa, como si le oprimiera.

Cuando ya pensaba que se tendría que dar por vencido y volver a casa con las manos vacías,cosa que le partía el alma, porque les quedaban pocas opciones y el tiempo se les acababa parapoder salvar a Erik, sintió una caricia en su espalda.

Ese simple toque hizo que se le erizara toda la piel de su contorneado cuerpo. Rápidamentemiró para ver a la dueña de aquella mano, pero esta había decidido mantenerse invisible.

Estaba bastante desconcertado, cuando escuchó una risa en el viento, era alegre y suave. Girósobre sí mismo buscando a su portadora.

—Por favor, muéstrate —pidió.

Algo en la voz de Lion pareció hacer efecto en la actitud de la bruja que se mostró delante de ély lo dejó sin palabras.

Frente a Lion, apareció una mujer joven, no debía tener más de veintipocos años. Su piel eranívea y tenía los cabellos tan rubios que parecían casi de plata. Sus ojos grandes y azules lemiraban con curiosidad.

Lion estaba sin palabras, aquella mujer nórdica era preciosa, y estaba totalmente desnuda frentea él. Lo único que tapaba su cuerpo era un poco de vello, casi inexistente, sobre su monte deVenus.

—Hola, forastero, ¿qué necesitas de mí? —Su voz era cantarina e hizo que Lion se pusiera másduro de lo que ya estaba.

—Yo… bueno… —Parecía que volvía a tener quince años, y de eso hacía ya muchos siglos—.Necesitamos tu ayuda. Nos han dicho que tú nos podrías ayudar.

Ella lo miró con la ceja levantada, meditando cuáles serían sus siguientes palabras.

—¿Quién te manda? ¿El mismo que te convirtió en lo que eres? —Las palabras salieron de susfinos labios con desprecio.

—¿Sabes lo que soy? —preguntó Lion sin dar crédito.

—Puedes engañar a todos tus amigos, pero no a mí, yo lo sé todo.

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—Si lo sabes todo, deberías saber quién me ha enviado, ¿no? —contestó él, esta vez en tono deburla.

A la völva no le gustó su osadía y chascó sus dedos, momento en el cual un dolor horribletraspasó cada fibra del cuerpo de Lion postrándolo de rodillas frente a ella. Momento en el que lesonrió.

—Hay cosas que no puedo saber, pero me las dirás tú si quieres que te ayude. O, mejor dicho,si quieres irte con todas las partes de tu bello cuerpo —le advirtió ella. Su voz podía ser muydulce, pero, sin embargo, su dueña era letal.

Lion, con los dientes apretados por el dolor que padecía, solo pudo asentir con la cabeza.Hacía mucho tiempo que no se sentía tan expuesto e indefenso. Sí, realmente aquella bruja era laque los podría salvar.

Ella sonrió y lo liberó de su calvario, en ese momento él cayó hacia delante y tuvo que ponerlas manos para no irse de boca.

—Fue Balder, él me dio esto —le explicó con la voz entrecortada mientras se sacaba elcolgante para mostrárselo—. Dijo que tú nos podrías ayudar, y ahora que he sido testigo de tupoder, estoy seguro de que eres la única que puede hacerlo.

Las palabras de Lion eran totalmente sinceras, no estaba siendo para nada zalamero. Si teníanalguna posibilidad, sería gracias a aquella mujer.

—Bien, Balder es el único dios al que tolero. Sin embargo, tengo un precio, ¿lo pagarás? —preguntó ella poniéndose en cuclillas a su lado.

Aunque le diera vergüenza reconocerlo, tenía miedo de lo que le pudiera pedir, pero la verdadera que daría cualquier cosa por salvar a sus amigos, que eran más que eso; eran su familia.

—Sí, lo pagaré —aceptó.

—¿Sin saber qué es lo que te voy a pedir? —preguntó incrédula.

—Sí, haré cualquier cosa para que salves a mis amigos.

Ella parecía sorprendida por aquel hombre, no es que solo le atrajera la belleza que poseía; sutemeridad, su fuerza y determinación sin duda eran dignas de un rey, y ella admiraba eso.

—Bien, vamos dentro. Primero me contarás todo, luego me darás placer; ese será tu precio apagar.

Lion pensaba que no había oído bien. Lo que tendría que hacer… ¿era complacer sexualmente auna mujer nórdica por la cual se la había puesto dura desde antes tan siquiera de verla? Puespagaría ese precio encantado todos los días de su eterna vida si fuera necesario. Aunque, para sersinceros, él no era hombre de una sola mujer y no le gustaría ver a aquella en concreto celosa oenfadada. Seguro que el infierno a su lado parecía Disney.

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—Lo estoy deseando —contestó levantándose del suelo, aún algo resentido por el dolorsufrido.

Ella sonrió y, con un simple gesto de su bello rostro, frente a ellos apareció una pequeña perobonita casa, que seguramente estaba oculta por la magia. Lion, sin mirar atrás, acompañó a lamujer.

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Capítulo 17

Ivar y Samay por una parte se sentían en una nube por las cosas que estaban sintiendo los dos,pero, por otra, sus sentimientos se veían ensombrecidos ante el conocimiento de que algo horribleestaba por venir.

La visita del demonio y todo lo acontecido los días anteriores solo era un mal augurio de lo quesería inevitable.

Con mucho pesar se levantaron de la cama, cogieron una taza de café y se dirigieron al salónpara poder llamar a Laya, tenían que informarle de la visita del demonio. Algo les decía quepoder controlar a demonios, en concreto a uno tan poderoso como para poder adoptar la forma de

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un ser querido, era algo que no podría hacer un simple hechicero. Seguramente la diosa de lamuerte estaba detrás de todo eso. Ivar sabía que los dioses eran grandes mentirosos, no se fiaba deninguno.

Samay se sentó en el sofá, Ivar depositó un beso suave en sus labios antes de situarse en elmedio del salón para hacer la llamada.

—Laya, por favor, te necesitamos. —Normalmente, la invocación a un dios requería másceremonia, pero seguro que ella entendía la situación, siempre lo hacía, era una madre buena ycomprensiva.

La diosa no se hizo esperar mucho, Ivar no sabía qué haría en el Olimpo, pero realmente lotenía que dejar a medias cada vez que uno de sus hijos la llamaba, cosa que seguro irritaba muchoal resto de dioses. «¡Qué se jodan!», pensó contento.

El cansancio y la preocupación estaba presente en el rostro de su madre, Ivar se acercó hastaella y le hizo un gesto con la cabeza para mostrar su respeto. Samay, sin saber cómo comportarsecon una deidad, y a la vez llena de dicha por ser partícipe de algo así, se quedó muy quieta. Comosi al no moverse, evitara que aquello terminara.

—Laya, gracias por acudir tan pronto.

—Hijo, siempre que me necesites, ya lo sabes. —Cogió su mano para demostrar su afecto ysonrió a la mujer que estaba sentada tan quieta en el sillón.

—Te hemos llamado porque anoche apareció un demonio, pero no uno cualquiera. El que nosvisitó podía adquirir la forma de quien quisiera, en este caso utilizó la de la hija de Samay. Eratan real que la convenció para salir de la casa, de esa forma abandonó la protección puesta porBalder sobre el hogar para atacarla.

La diosa, pensativa, fue al sofá y se sentó junto a Samay.

—Esto es algo grave, un brujo normal no suele tener poder para convocar a demonios de eserango. Por ejemplo, en nuestro panteón tendría que ser Hades, o alguien al cual él le hubieraotorgado su poder para hacerlo, así que estamos en más problemas de los que pensábamos.

—Diosa, disculpe mi atrevimiento —habló Samay, con toda la educación que reunió—. Esomismo pensamos. Si Ivar no hubiera salido para ayudarme, el demonio me habría matado.

—Llámame, Laya, por favor. —Le dedicó aquella sonrisa que tranquilizaba el alma antes decontinuar—: Creo que más que matarte te habría secuestrado. Mi intuición me dice que lo quequiere el enemigo de mi hijo, es reunir todo lo que pueda para dañarlo. Y definitivamente ahoraque él te ama, eres una pieza clave.

—No, no, él no me ama. —Se sonrojó Samay.

—¿Eso crees? —preguntó la diosa divertida, aun con el problema que tenían encima—. Bien,todo a su tiempo.

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Ivar miraba a cualquier sitio sin saber muy bien qué hacer, sabía que poseía sentimientos haciaaquella mujer. ¿Pero amar? Era algo demasiado grande, ¿o no?

—¿Qué podemos hacer? ¿Puedes investigar sobre el demonio? —suplicó Ivar.

—Tengo que hablar con Balder, sé que Hela tiene algo que ver por mucho que ella le asegureque no. Mientras tanto, por favor, no salgáis de la casa, aquí estáis seguros. Ivar, ¿me puedes traerun vaso de agua? Estoy sedienta.

—Claro, Laya.

En el momento en que la diosa vio como el vikingo abandonaba la habitación se giró haciaSamay y agarró sus manos con angustia.

—Samay, por favor escúchame, no tenemos mucho tiempo antes de que vuelva. Hoy llevo todoel día con un muy mal presentimiento, sé que algo horrible va a ocurrir. Tienes que proteger a mihijo. —Samay ampliaba mucho los ojos ante lo que le pedía aquella gran diosa—. Eres una mujerfuerte y sé que le quieres, aunque te lo niegues, pero eso no importa ahora. Cuando llegue elmomento tendrás que luchar por él, y hacerlo como una autentica valkiria.

—No sé si seré tan fuerte —se lamentó Samay, si fallaba en algo tan importante nunca se loperdonaría.

—Eres más fuerte que eso, confía en mí. Mis pálpitos nunca fallan. Intentaré volver pronto,pero si ocurre algo antes, lucha, mi niña, como una escudera vikinga. Ellas no temían a la muerte,por eso eran tan grandes; el honor de toda una vida de blandir una espada era terminar en elValhalla brindando con los dioses. ¿Lo recordarás?

—Lo haré. —Y entonces Samay lo supo, era posible que no viera salir otra mañana el sol, perosi ese era su destino, que así fuera.

Nunca había sido religiosa, así que podía encomendarse perfectamente a los dioses nórdicos, ysi moría en la batalla, esa misma noche brindaría con Odín hasta el día del Ragnarök.

Ivar volvió al salón, pero la diosa no estaba por ningún sitio.

—¿Y Laya?

—Ha tenido que marcharse rápidamente, me ha dicho que volverá lo antes posible.

—¿Estás bien? Tienes mala cara —preguntó Ivar, preocupado.

—Sí, claro. Solo preocupada por todo esto.

Y mintió, mintió a aquel hombre que había vuelto a hacer latir su corazón. No podía decirle queella también tenía un presentimiento. Sabía que esa noche moriría.

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Lion había pasado horas explicando a Torvi, que así se llamaba la völva, todo lo acaecidodesde que comenzaron los asesinatos en su ciudad. Intentó centrarse lo máximo posible en lo querelataba, pero tenerla desnuda sentada frente a él, no ayudaba demasiado a su cerebro. El cualsolo le mandaba imágenes de que estaría mejor hundiéndose dentro de ella.

Así que terminó de contarle todo, al menos hasta que se marchó de la vivienda para encontrarla,no sin tener que dar muchos mensajes a su miembro de que se estuviera quieto.

La mujer no le interrumpió ni una sola vez, solo le miraba atentamente, absorbiendo cada una desus palabras.

—Os ayudaré. Cuando pagues el precio, claro. Pero no te voy a mentir, Lion, no creo queganemos. Luchar con la diosa de la muerte solo puede tener un final. ¿Lo entiendes? —preguntóella, como si no temiera a la muerte más que a levantarse cada mañana.

—¿Cómo sabes que es la diosa de la muerte? Balder dijo que no había sido ella. —Él sí queestaba preocupado.

—Aparte de mi poder, tengo muchos años y conocimiento. Las Völvas o los Seidr, utilizamos lamagia de los dioses que veneramos. Yo, por ejemplo, uso la de Freya[20], ella me da su magia y sufuerza, de ahí mi gran poder.

»Si la persona que os ha atacado solo usara la magia en su nombre, es decir, que la diosa Helano se la otorgara, no podría haber llevado a cabo ningún conjuro tan poderoso como los que os hahecho. Así que va a ser una batalla dura. Rezaré a Freya para que nos ayude en esta guerra, peroes posible que esta noche todos viajemos hacia el Helheim.

Las noticias de Torvi no eran para nada alentadoras, tenía que volver cuanto antes a casa paraprepararse, quedaba poco tiempo para la noche y su amigo le necesitaba. Ella pareció leer sumente.

—Llegaremos a tiempo, tienes mi palabra, tengo el poder de transportarnos allí tan pronto comome hayas complacido.

Le asustaba la idea de que ella pudiera leer su mente, pero, aunque la deseaba, le parecía elmomento menos propicio para ponerse a follar. Sin embargo, la necesitaban, y haría todo lonecesario por su ayuda.

Se levantó con paso decidido y anduvo hasta ella, la cogió en brazos y atrapó susaterciopelados labios con su boca.

Era lo más dulce que había probado en su vida, su cuerpo no tardó en responder, la arrastróentre sus fuertes brazos al lecho. Estaba deseoso de saber si el resto de su lechoso cuerpo eraigual de dulce.

Laya se teletransportó directamente a la casa de Balder, en el Asgard. Esperaba no

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importunarlo, era muy atrevido por su parte, pero es que lo que le había dicho a Samay, eraverdad; esa noche pasaría algo muy malo, lo sentía en los huesos.

Todo seguía tan bonito como lo recordaba de la última visita. Sin embargo, reparó en algo en loque no había pensado antes, ¿y si él tenía una mujer, una familia? Seguramente no se tomarían muybien su intromisión. En ese momento se maldijo por haber ido de aquella manera y, cuando estabaa punto de marcharse, la voz profunda del dios le hizo dar un saltito.

—Hola, Laya, ¿te vas sin saludarme? —Se empezó a reír cuando vio que ella daba un respingo.

—Yo… Vaya, discúlpame. Es que he venido sin avisar, debería haberte convocado —hablabarápido, de una forma nerviosa, y se le trababa hasta la lengua.

—No hace falta que me convoques, puedes venir siempre que quieras sin avisar.

—Ya, pero pensé que, lo mismo, a tu mujer o a tu familia no les parecía bien que me presentarade esta manera tan poco cortés. —Estaba roja como un tomate.

Balder esa vez rio con ganas. Realmente esa mujer era la más increíble que había conocido entoda la eternidad. Le daban ganas de acercarse y besar sus labios, primero con ternura y luego conpasión.

—¿Te estás riendo de mí? —En ese momento el rojo parecía más de ira que de vergüenza, lemiraba desafiante con los brazos en jarra sobre sus caderas.

—No, discúlpame, solo me río de mí mismo y de mis pensamientos; parezco un adolescentecuando te veo. —Le dedicó una sonrisa esplendida.

—Ah, vale —fue lo único que consiguió decir.

—Puedes venir siempre que quieras, no tengo mujer, ni familia. Por ahora. —Ese «por ahora»estaba lleno de promesas que hicieron que miles de mariposas revolotearan por el estómago deLaya.

—Gracias. Discúlpame de nuevo por venir así, pero necesitaba verte.

Él borró su sonrisa y le hizo un gesto para que le acompañara a uno de los sofás de su salón decristal, pidiéndole que le explicara todo lo acontecido.

—Cuéntame, por favor.

—Verás, anoche apareció un demonio, no uno cualquiera, un cambiaformas. Era tan poderoso,que hizo creer a la muchacha de Ivar que era su pequeña hija, para arrastrarla fuera de la casa y deesa manera atraparla. Menos mal que él salió y consiguieron acabar con su atacante. Pero hemospensado que casi nadie tiene el poder de invocar a un demonio así, Balder. En el panteón griego,solo Hades lo puede hacer, o bien, alguien a quien él mismo le haya cedido su poder —le relatópreocupada.

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Él tomó sus pequeñas manos entre las suyas.

—He estado vigilando a Hela, al menos todo lo que he podido desde la distancia, y no hasalido nadie del infierno, pero tienes razón, esto tiene que ser obra suya —se lamentó, sentía queestaba fallando a aquella mujer.

Ella pareció intuir lo que pensaba y apretó sus manos.

—No es tu culpa, esto es algo que escapa al poder de todos nosotros. No sé cómo lo estáhaciendo, pero algo me dice que sí es ella. Y no es lo peor. Tengo un mal presentimiento, Balder,sé que esta noche algo horrible va a suceder, no sé si voy a ser capaz de proteger a mis hijos, noante algo así.

Él la abrazó, no quería verla triste, deseaba hacer cualquier cosa que borrara la preocupaciónde su bello rostro, y lo haría.

—No estás sola, yo te voy a ayudar. Salvaremos a tus hijos, te lo prometo. Voy a ir a por Hela;aunque es poderosa, teme a mi padre, y eso que no ha sido aún testigo de mi ira. Vigila a tus hijos,en cuanto termine en el infierno, os buscaré.

Ella también lo abrazó, intentó absorber aquella seguridad que él le brindaba, quería creer quetenían aunque fuera una oportunidad, si no pensaba eso, no conseguiría seguir luchando.

Con toda la pena de su corazón se levantó para marcharse, pero entonces, Balder la sujetó porel brazo.

—Laya, me preguntaba si cuando todo esto termine te gustaría tener una cita conmigo.

A ella se le iluminaron los ojos, nunca le habían pedido una cita; con Hades siempre estuvieronjuntos sin ese tipo de cosas. Así que le hizo mucha ilusión.

—Me encantaría, ¿podremos ir al cine? Me encanta ese invento de los humanos.

—Haremos todo lo que quieras. —Besó su mano y ella sonrió nerviosa antes de desaparecer ensu luz naranja.

Helheim al anochecer

Y por fin llegó el momento de su libertad, el momento de cumplir su venganza. El poder quehabía acumulado durante sus doce siglos de cautiverio y que aquella noche podría usar, no eracomparable ni al de los míseros dioses.

Ni la mismísima Hela, la diosa de los muertos, podría detener lo que sucedería una vez que laluna estuviera en el cielo como una profecía.

Desplegaría todo su odio por La Tierra hasta que Ivar suplicara que lo matara. Luego, locastigaría por toda la eternidad.

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Hablando de la reina de Roma…

—¡Has ido demasiado lejos! —gritó Hela, hecha una furia.

—Disculpa, pero tengo prisa —contestó despectivamente.

—Muchas veces me he tenido que hacer la loca cuando mandabas a mis esbirros a matar en tunombre, poniéndome en peligro. A pesar de que tenías terminantemente prohibido vengarte endoce siglos me has desobedecido, pero lo que ayer hiciste… mandar a uno de mis demonios demás alto rango, exponiéndome a mí, eso sí que no va a quedar sin castigo —amenazó rabiosa ladiosa. Realmente todo el infierno se resquebrajaba ante sus gritos.

—¿Y qué vas hacer? —En su voz no existía ni un ápice de miedo.

—Detenerte. Tú has roto tu parte del trato, yo romperé la mía. Ya nunca podrás salir de aquí —contestó triunfante.

La respuesta a eso fue una carcajada que hizo eco por todas las paredes de hielo.

—No tienes poder sobre mí. —Y con esa frase, levantó una mano de la cual salió tal poder queimpulsó a la diosa con tanta fuera que se golpeó y quedó lacia en el suelo.

Salió aún con más ganas de guerra de su confinamiento.

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Capítulo 18

Samay ahora estaba acostada, había intentado aguantar despierta todo lo posible, pero entre lopoco que había podido dormir la noche anterior; y que después de que hicieran una videollamadacon su pequeña se pasó mucho rato llorando, por si no la volvía a ver nunca, estaba agotada.

Ivar la miraba, estaba embelesado con su belleza, y deseaba que ese encuentro no acabaranunca; que, por un momento, todo aquel mal que los acechaba terminara para siempre, que, poruna vez en siglos, se le permitiera ser feliz de nuevo.

Decidió que le prepararía algo para cenar, así mantendría la cabeza ocupada y cuandodespertara podrían comer algo.

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Bajó a la cocina, miró dentro de la nevera perfectamente aprovisionada, y decidió preparar unabuena ensalada y unos chuletones a la brasa. Les vendrían bien las proteínas.

Intentaba no pensar en el mal presentimiento que le acompañaba aquel día desde que se levantó,era casi asfixiante.

Empezó con la ensalada, ya que los filetes se tenían que hacer en el momento para que no sequedaran fríos. Despertaría a Samay y le serviría una copa de vino para que fuera abriendo boca.Mientras estaba limpiando las verduras le pareció escuchar algo.

Fue como un grito. Corrió escaleras arriba, cuchillo en mano, por si Samay le necesitaba, peroseguía durmiendo sin nada que la perturbara. ¿Entonces qué había sido?

Volvió a bajar y se dirigió de nuevo a la cocina. Quizás los nervios y el cansancio le estabanjugando una mala pasada. Sí, seguramente era eso.

Siguió con su labor, cuando de nuevo escuchó el grito de una mujer, sin embargo, está vez sonómás nítido, y aquella voz gritaba su nombre. Lo peor de todo, era que le resultaba tremendamentefamiliar, y eso lo asustó.

Recorrió las ventanas de la planta baja, era posible que otro demonio estuviera intentandoengañarlo, aunque dudaba que fuera aquello. El asesino que lo acechaba no era precisamenteestúpido, sabía que no caería de nuevo en la misma trampa.

Por fin encontró a la dueña de la voz, y su moral cayó en picado.

Enfrente de la puerta de entrada estaba su hermana, la misma que vio morir doce siglos atrás.

La miró atentamente, paralizado por el miedo al contemplar algo así. Intentó buscar similitudescon el demonio al que mataron la noche anterior, pero había algo que fallaba. Según le relatóSamay y lo que pudo ver él con sus propios ojos, el ser que adoptó la forma de Delia, la hija de sumujer, estaba en perfectas condiciones. Pero Deliah, su hermana, al menos la que tenía delante enaquel momento, se veía claramente que estaba muerta.

No como un cadáver de doce siglos, eso no, pero sí se veía su cuerpo en estado dedescomposición. Le faltaban trozos de carne, su ropa estaba raída por muchos sitios, y mechonesde lo que había sido su bella cabellera negra estaban despegados de su cuero cabelludo.

Daba más la impresión de ser un muerto viviente que un demonio. Pero ¿por qué vendría suhermana después de tanto tiempo? No tenía ningún sentido.

—Ivar, hermano. ¿Por qué me dejaste morir? ¿Y a tus sobrinos? —preguntó Deliah, y su voz erallorosa.

De detrás de su hermana aparecieron dos niños pequeños, sus sobrinos, en igual de malascondiciones, y su corazón, que latía de nuevo desde hacía muy poco, se volvió a romper en milpedazos.

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—Tío, ¿ya no nos quieres? —preguntó el más pequeño.

—Llevamos muchos años sin verte, nos dejaste solos —le recriminó el mayor.

En ese momento pensó que posiblemente aquello era una trampa, pero cabía la posibilidad deque no lo fuera. Y si era así, necesitaba hablar con ellos; abrazarlos y explicarles que cambiaríasu vida por las suyas sin dudarlo, que no pudo hacer nada por evitar aquel destino tan horrible queaconteció ese fatídico día.

No lo pensó más, porque sabía que en caso de hacerlo no saldría.

Abrió la puerta de golpe y corrió hacia su hermana y sobrinos. Se arrodilló frente a ellos y losabrazó. Reposó la cabeza en el vientre de su hermana. Los pequeños le rodeaban con susdiminutos bracitos, mientras su hermana le acariciaba la cabeza, en un gesto tranquilizador.

El olor que desprendía sus cuerpos era bastante pestilente, pero nada le importaba. Pensó quenunca más los volvería a ver, y aquellos segundos o minutos, lo que durara ese instante que lehabía regalado la vida, los iba a disfrutar fuera como fuese.

—Lo siento tanto, os juro que hice todo lo posible, habría dado mi vida porque vosotroshubierais vivido. Perdonadme por favor —suplicó Ivar, que lloraba desconsolado; las lágrimasmojaban a los pequeños.

Su hermana besó con sus putrefactos labios la coronilla de Ivar, antes de susurrar a su oído.

—Ivar, sé que no tuviste la culpa. Nos ha obligado, nos ha atormentado en el infierno durantedoce siglos. Ya está llegando, cuando lo haga, nos alzaremos contra ti, no quiero, pero no lo podréevitar. Lo siento, hermano. Te queremos.

Ivar se sentía desubicado por sus palabras, sabía que le estaba advirtiendo aun sabiendo de lareprimenda que recibiría por tratar de ayudarle. Aunque, pensándolo bien, ¿qué no les habríahecho ya durante doce siglos?

—Te queremos, tío.

—Sí, tío, mucho. ¡Corre!

—Sí, hermano, corre por favor. ¡Oh, no, ya es tarde!

—Os quiero a todos —lloró Ivar antes de separarse de ellos.

Cuando lo hizo vio como sus rostros se convertían en muecas siniestras y sus ojos se tornabanrojos.

Sin embargo, no era lo más terrorífico que le quedaba por ver aquella noche.

El suelo se empezó a abrir, y de él surgían cuerpos, pero no cuerpos al azar, era la gente de supueblo, su gente. Muertos vivientes que resurgían de la tierra, y algo le decía que venían allevarse su alma.

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Intentó correr para ocultarse en la seguridad del hogar, pero encontrarse a su madre justo en laentrada lo dejó paralizado.

—Hijo, ¿dónde vas? ¿Acaso no quieres estar con tu familia? —le reprochó ella.

Eso le distrajo, tanto como para que llegara otro hombre, uno de sus mejores amigos, por detrásy lo golpeara por la espalda, cayó al suelo de rodillas.

Quería luchar, pero estaban saliendo tantos muertos de sus tumbas, de la tierra, que no seríacapaz de enfrentarse a ello él solo. Tenía que aceptar su destino, y si debía morir, qué mejor que amanos de su familia.

—¡Ivar! —gritó Samay, al tiempo que salía por la puerta de la casa.

«¡No, por los dioses!», pensó. Él podía morir, pero no permitiría que ella lo hiciera, la queríademasiado, y ella debía cuidar a su hija. Con un grito de guerra se levantó a la vez que seconvertía en gárgola.

Empezó a correr hacía su mujer, pero los muertos se le tiraban encima, tenían demasiada fuerzapara ser solo cuerpos llenos de gusanos, seguramente a causa de la magia.

Golpeaba fuerte, rompía cuellos, aunque los que caían no tardaban en volver a levantarse, cosaque no le llegaba a sorprender, al fin y al cabo, ya estaban muertos. En cambio, lo que sí le llenóde sorpresa fue ver a Samay. Había cogido una espada que era como las que usaban las escuderasde su tiempo, afilada pero liviana para su perfecto uso, que tenía en la biblioteca de adorno, yestaba luchando como desconocía que sabía hacer.

Estaba tan orgulloso de ella que se quedó embobado, así que no vio el golpe que lo derribó.

Su padre estaba encima de él portando su hacha, con la que había luchado en muchas guerras ysaqueado en muchísimas misiones, la misma que iba a terminar con su primogénito. Aun con supiel de piedra, iba a perecer, lo sabía.

Pero en ese momento una luz blanca inundó todo el campo a su alrededor, una mujer, unaauténtica vikinga, y su amigo Lion aparecieron dentro de aquella luminosidad.

Ella iba vestida de blanco, con su rostro pintado del mismo color y manchado de sangre dealgún sacrificio reciente a los dioses, para que les ayudaran en la lucha que tendrían que enfrentaresa noche.

Lion corrió a su lado y con su gladio cercenó de un solo golpe la cabeza de su padre. En algúnotro momento quizás le habría dolido, pero ese no era ya su progenitor, ya no quedaba nada vivodentro de aquellos seres.

La völva realizaba sus rituales, derribando a varios muertos, mientras Lion, Ivar y Samayhacían lo mismo con sus armas. Pero era una batalla perdida, cuantos más mataban, más resurgían.Era lo que tenía enfrentarse a la diosa de la muerte.

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—¡Lion, tienes que transformarte! Quizás muramos de todas formas, pero lo necesitamos —gritó Ivar.

Lion lo miró con pesar.

—¡No puede hacerlo! Ivar, parece mentira que siendo tu mejor amigo aún no sepas su secreto—le explicó Torvi.

—¿Qué secreto? —replicó Ivar.

—¿Y ahora qué más da? Si sobrevivimos te lo contará, ahora vamos a preocuparnos de que nonos pateen el culo, chicos —los azuzó Samay.

—Por cierto, Lion, te presentó a Samay, siempre nos dijo la verdad. —Lion no daba crédito ySamay le dedicó una mueca.

Siguieron luchando, pero estaban totalmente en desventaja, la cosa pintaba realmente mal.

—Torvi, ¿no puedes hacer algo? Pide ayuda a Freya —le suplicó Lion.

—Te aseguro que lo hago, pero es muy poderoso el que está haciendo esto. Espera, déjameprobar algo.

La völva comenzó un cántico, los muertos vivientes intentaron atacarla, pero un escudo de luzblanca la rodeaba, protegiéndola.

—Voy a desenmascarar al culpable de todo esto, preparaos para atacar. Vencerlo es la únicaposibilidad que tenemos. Que los dioses nos ayuden.

Los tres se miraron rogando a los dioses por sobrevivir a aquello.

Balder llegó al infierno obviando cualquier formalidad, se acabaron los buenos modales. Élhabía sido siempre compasivo y amable con aquella diosa; eso se acabó. Pocos eran los que lehabían visto realmente enfadado, ninguno había sobrevivido para contarlo.

Entró pisando fuerte en la habitación del trono, pero portaba tanta rabia que no sentía ni el fríoque inundaba aquel lugar. Estaba seguro de que hasta podría derretir el hielo.

—¡Hela! —gritó—. ¡Muéstrate!

No obtuvo respuesta ninguna, cosa que le enfadó aún más. Empezó a lanzar rayos sobre el hielode las paredes, hasta que reparó en algo.

Había un bulto negro en la pared más lejana, estaba recogido en la sombra por lo que tuvo queacercarse para ver qué era. Cuando llegó, vio que se trataba de la diosa. Fue directo a tocar sucuello para ver si tenía pulso, era débil pero sí, estaba viva. La recogió entre sus brazos paraintentar despertarla.

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—Hela, Hela, despierta. —Le dio suavemente en las mejillas intentando despertarla.

Tardó un poco en reaccionar, pero al final volvió en sí. Estaba débil, Balder estabapreocupado.

—Bal... Balder —dijo ella con voz suave.

—Hela, ¿estás bien? ¿Qué ha ocurrido? Y no te atrevas a mentirme, sé que estás detrás de todolo que está ocurriendo.

—Te lo contaré todo, te lo prometo, pero ahora debemos ir a detener lo que va a ocurrir. Si nolo hacemos, es posible que sea el fin del mundo tal y como lo conocemos.

Balder vio que lloraba desconsoladamente, nunca la había visto así, si le hubieran preguntadohacía tan solo unas horas habría jurado que era incapaz de hacerlo.

—Hela, si me engañas o juegas conmigo, te juro que caerá sobre ti toda mi ira, y ni Odín tepodrá ayudar.

Algo en la voz de Balder hizo que la poderosa diosa de los muertos temblara entre sus brazos.

La völva estaba haciendo un gran esfuerzo en aquel ritual, se reflejaba en que su escudo estabadisminuyendo en luminosidad, y en el sudor que perlaba su frente. No sabían si lo lograría,parecía tan frágil, aunque Lion había sido testigo de su fuerza y era para temerla.

Tras unos momentos en los que todos pensaron que no aguantarían más, frente a ellos una nubenegra apareció; con las palabras de Torvi, se fue disolviendo para mostrar al responsable de todossus problemas. Cuando lo consiguió cayó exhausta en el suelo, o eso quiso pensar Lion, porque laidea de que hubiera muerto por ayudarlos le parecía insoportable. Aunque, siendo realistas,cuando acabara todo aquello posiblemente todos la acompañarían al más allá.

Ivar aún no veía con claridad, debido al manto de oscuridad que era propio de aquella nochecasi sin luna, pero le pareció distinguir a una mujer.

Se acercó a ella, al principio derribando muertos a su paso, pero luego su enemiga hizo un gestocon una mano y los cadáveres se apartaban para dejarle llegar. Una gran hoguera se encendió degolpe detrás de esa mujer, dejando más claras sus facciones.

Se detuvo para estudiarla. Era hermosa, su piel poseía un color más oscuro, era mulata, poseíaun bello pelo de color negro y muy rizado, pero sin llegar a ser afro. Sus ojos color chocolateestaban adornados con largas pestañas, seguro que en otra época habrían sido muy hermosos, peroahora, llenos de odio como estaban, no dejaban entrever ni un ápice de belleza.

Le miraba con rabia, y una mueca en su aterciopelado rostro.

—¡Por fin, Ivar! No imaginas lo que he esperado este momento. —Le hablaba como si

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dispusieran de todo el tiempo del mundo, pero sabía que no era así.

La miraba, y por más que intentaba recordar a aquella mujer no lo conseguía. ¿Quién era? ¿Porqué una desconocida le tendría tanto odio?

Pareció que le leía la mente.

—¿De verdad? Ni siquiera te acuerdas. Me rompes el corazón. —Se tocó el voluptuoso pechocompungida—. No, es mentira, eso lo hiciste hace mucho tiempo, más de doce siglos, la verdad.

—No sé quién eres, pero seas quien seas, lo podemos arreglar. Deja a mis amigos y a mihermano en libertad y cuéntame cuales han sido mis pecados; yo pagaré por ellos sin oponerninguna resistencia, te doy mi palabra.

—¡No, Ivar! —gritó Samay. La mujer levantó el rostro y sonrió maléficamente antes de lanzarlapor los aires con un solo movimiento de su mano.

El vikingo intentó ir a ayudarla, pero sus pies estaban paralizados en el suelo. Con angustia enel rostro buscó a Lion. Su fiel amigo ya corría hacia ella para socorrerla, pero los muertos lesrodeaban, aquello no pintaba bien.

—Intentaré refrescarte la memoria, vikingo. Me llamo Tyra, una hija bastarda repudiada por mipadre, por lo que no puedo darte un apellido. Cuando era tan solo una niña fui vendida comoesclava a tu casa, donde os serviría todo el tiempo que durara mi miserable vida. Pensé que nosería muy larga, ya de niña conocía la crueldad de la gente, los niños del pueblo me trataban peorque a las heces de los caballos, por ser esclava y por ser mestiza. Yo no era como vosotros, notenía la piel clara o los ojos azules como debe poseer un vikingo, aunque mi padre lo fuera.

»Pero entonces tú volviste de viaje con tu padre e hiciste que los demás me respetaran. Desdeese día, no hacía más que rezar a los dioses por ti y por tu amable familia. Siempre me tratabaisbien y me dabais cobijo y comida. Incluso tú y tus hermanos jugabais conmigo.

»Los años pasaron y nos hicimos inseparables, el tiempo que te quedaba después de trabajar opracticar en la lucha me lo dedicabas a mí.

—Tyra —susurró él con el corazón roto por la pena.

—No me interrumpas —le advirtió ella.

Él bajó la cabeza para mostrarle respeto a aquella mujer a la que no veía desde que era unajoven adolescente, y que había sido alguien muy importante para él.

—Un día me confesaste tu amor por mí —continuó— y yo pensé que el corazón se me saldríadel pecho, puesto que yo te amaba desde que mi mente me permitía recordar. Te lo confesé ysellamos ese pacto de amor verdadero con nuestros cuerpos. Nos seguimos viendo, prometiste queme librarías de mi servidumbre y me tomarías como esposa. Yo no podía desear nada más en lavida, ser tu compañera, tu amante, tu esposa, la madre que te diera muchos hijos.

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Mientras le decía todo eso, se notaba que el dolor pesaba aún más que la rabia que tenía.

—Sin embargo, las cosas buenas no duran para siempre. Al menos no para la gente como yo.Tu madre llegó un día a buscarme a la habitación de los thralls[21] y me dijo que nunca alguiencomo yo se casaría con su primogénito, el que ocuparía el puesto de Jarl cuando su padre muriera.Que era una ilusa, y que ya estaban acordando tu matrimonio con Brenda.

—Pero no puede ser. Cuando me dijeron que habías muerto Brenda aún no había llegado alpoblado. —Ivar estaba totalmente confuso por la situación.

—¿Muerto? ¿Me estás diciendo que te dijeron que había muerto? No mientas.

—Tienes por aquí a mis padres, puedes preguntarles tú misma.

—Lo haré, sin duda. Pues tu amada madre me dijo que estabas deseando casarte con aquellazorra tan hermosa. Y me mandaron a otro poblado esa misma noche, uno muy lejos de allí. UnSeidr buscaba una aprendiz que aún fuera joven para pasarle toda la sabiduría.

»Tu madre dijo que de aquella manera me daría un futuro mejor que el de quedarme y ver cómote ibas con otra mujer y me daba cuenta de que nunca me habías amado. Esa noche se me rompióel corazón, y todas las veces que después el hechicero me violó como pago por sus maravillososconocimientos.

—¡Por los dioses, Tyra! Yo… Lo siento, de haberlo sabido nunca lo habría permitido. Tienesque creerme. —Ivar estaba totalmente destrozado. Sí que había amado a esa mujer con todo sucorazón.

—¡Cállate! Todos aquellos agravios me hicieron más fuerte, la magia parecía que fluía en mícomo algo natural. Era poderosa, muy poderosa. Así que cuando no necesité más a aquelmalnacido violador lo maté. Con la magia podía observar tu vida, tal y como me dijo tu madreestabas con Brenda, eras muy feliz, y esperabas un vástago.

»Entonces lo supe, te quitaría todo lo que amabas, y pagaría cualquier precio que se me pidierapor ello. Me encomendé a la más poderosas de las diosas, la muerte. Ella prometió acabar contodos si yo me sacrificaba en su nombre, viviría en el purgatorio durante doce siglos, usando mipoder para llenar sus arcas de almas. Mientras tú vivías todo aquel tiempo solo.

»Lo iba a disfrutar tanto, sentirías el corazón destrozado como yo lo sentí, la soledad y el dolorde cuando te quitan lo único que te importa en el mundo. Pasado ese plazo, Hela me daría micuerpo humano para poder volver aquí a vengarme, quitándote de nuevo lo que más amas, a tuhermano y a la humana, con un poder que he ido cosechando durante doce siglos. Y ¿sabes qué,Ivar? Nadie puede pararme.

Ivar no daba crédito, aun con todo lo que le había quitado Tyra, sentía muchísimo dolor por loque había pasado, su madre le dijo que ella había muerto en un accidente con el ganado. Él lloró,lo hizo públicamente y no le avergonzó, ya que la amaba más que a su propia vida. Pero nada fuereal. Nada. Ella le quitó todo lo que amaba y, aunque sabía que estaba mal, entendía el porqué. Élera lo único que ella tenía, y le hicieron creer que no la amaba.

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—Tyra, te juro que nada de lo que te dijeron es cierto. Lloré tu muerte, estuve mucho tiemponegándome a comer, a vivir, por tu pérdida. Sé que ahora de nada sirve, hasta entiendo lo quehiciste, me robaste todo lo que amaba, pero ahora puede ser distinto. Me iré contigo al infierno,podemos estar juntos por toda la eternidad, nadie nos volverá a separar.

Ella pareció dudar, Ivar sabía que dentro de todo aquel odio seguía habiendo amor.

—Por favor, libera a mi hermano y a mis amigos y vámonos. No perdamos más el tiempo. —Alzó la mano para que ella la pudiera coger.

Ella elevó la suya para tomar la de Ivar, aunque se lo quisiera negar, seguía amándolo como elprimer día.

Entonces, un relámpago de luz naranja iluminó la oscura noche, y de aquel foco empezaron asalir hombres esbozando gritos de guerra.

Ivar miró en esa dirección, era Laya, había traído a los refuerzos. Akiles, Marius, Axel, Silas,Corman, Apolo, Scailar, todos armados y dispuestos a dar la vida por ellos, empezaron adecapitar a muertos a su paso.

—Hermano, ¡ya estamos aquí! —gritó Akiles.

—¿No pensabas invitarnos a la fiesta? —bromeó Axel.

—A ti no, eres muy feo —le picó Marius.

Esos eran sus hermanos, su familia.

Estaban matando al enemigo, cuando un grito a su espalda se escuchó por encima de todo lodemás.

—¡Me has vuelto a engañar! Que así sea, todos morirán, incluida tu diosa.

La tierra se empezó a resquebrajar, cuerpos, muchísimos muertos se levantaban. Estos ya noeran conocidos, aquella mujer estaba trayendo todo su arsenal de los infiernos. No aguantaríanmucho.

Sus amigos cambiaron a gárgolas, Axel en pantera alada, Marius en centauro, Akiles en Fénix,Scailar en Naga, Silas y Corman en dragón y escorpión. Comenzó la carnicería.

Ivar fue a luchar junto a su gente, si debía morir, lo haría en combate, junto a su familia.

Mientras Laya y Apolo, dos grandes dioses del Olimpo se fueron directos a por la völvacausante de todo aquello. Debían parar toda aquella masacre.

Ella los esperaba sonriendo. Ambos se concentraron en unir sus poderes, los de Laya, naranjas,los de Apolo, azules, se unieron al salir de sus manos, el rayo era descomunal y fue con unavelocidad atronadora a por su víctima, pero justo antes del impacto encontró un escudotransparente que la protegía. Rebotó y fue directo hacia ellos, y aunque Apolo empujó a Laya para

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que este no le diera, los alcanzó, pero no del todo. Quedaron inmóviles sobre el suelo.

Por más que amputaban cabezas, nuevos cuerpos se erguían, esto iba a ser realmente imposible.Ivar luchaba, mientras intentaba proteger a su mujer, que no se quedaba atrás; espalda con espalda,peleaban por salvar la vida del otro. Él no dejaría que nada le pasara, falló a Tyra, falló a Brenda,esta vez no lo haría.

—¿Es tu mujer? —le preguntó Scailar, entre estoque y estoque.

—Si ella me acepta, esa es la idea —contestó Ivar, intentando que no la mataran.

—Me gusta, es una guerrera —admitió la Naga, sonriendo y enseñando sus colmillos. Aun así,a Samay le pareció uno de los seres más hermosos que podían existir.

—Gracias, pero la verdad es que solo soy una lectora compulsiva. —Su comentario hizo reír atodos los que estaban alrededor, cosa que venía bien en aquellos momentos tan duros.

—Ivar, si sobrevivimos, que aún no lo tengo muy claro, ¿querréis venir al bautizo de lospequeños? —dijo la pantera negra.

—¿Ha hablado? —preguntó Samay, con la boca abierta.

—Sí, él…

Pero no le dio tiempo a terminar la frase, Tyra apareció junto a Samay y, con una velocidadsobrehumana, la agarró por el cuello. Justo antes de desaparecer le dejó algo claro:

—Estás condenado a que tu historia se repita. —Y sin más las dos se esfumaron sin dejarrastro.

—¡Samay, Tyra! —gritó como un loco, recorriendo la extensión de campo, esquivandoenemigos, buscándolas.

Sus palabras solo podían significar que acabaría con ella, igual que puso fin a la vida deBrenda.

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Capítulo 19

En ese momento apareció Balder con Hela en sus brazos, se sentía aún muy débil por el ataquerecibido. No sabía cómo había conseguido tanta fuerza. Seguramente era una drenadora, y durantedoce siglos le había robado un poco de poder, día a día, disimulándolo.

Los dos recién llegados miraron con espanto la batalla que se estaba librando allí. Ivar corrióhacia ellos con la desesperación marcada en el rostro.

—¡Tú! Tú eres la responsable de todo esto —le gritó cuando vio a la diosa de la muerte.

El vikingo sabía que no era el momento, pero necesitaba gritar a alguien, y nadie más allí se lo

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merecía.

—Lo sé, Ivar, pero lo voy a solucionar, te lo juro.

—Ayudaste a Tyra a quitarme lo que más quería en la vida, y ahora se ha llevado a mi mujerpara volver a hacerlo, así que más te vale que lo hagas —la amenazó y Balder no intervino,comprendía su dolor.

—¿Dónde está Laya, no ha venido? —preguntó preocupado el dios.

—Sí, la verdad es que estaba por aquí ayudándonos a luchar. La última vez que la vi, iba conApolo a por Tyra, pero luego ya nos rodearon los muertos y no los he visto.

—Hela, ¿puedes quedarte sola mientras la busco?

—Sí, no te preocupes, voy a mandar a los muertos de vuelta.

Cuando el dios se fue a buscar a Laya, Hela cayó de rodillas, sin embargo, Ivar no sentía ni unapizca de lástima. La diosa cerró los ojos y empezó a recitar algo en su lengua antigua, una que enla actualidad ya estaba prácticamente muerta. Una luz negra salía de su cuerpo, estaba débil, se laveía, le estaba costando, pero aun así siguió desplegando su magia.

Cuando su poder negro tocaba a un muerto este caía desplomado e inerte sobre el suelo, actoseguido era engullido dentro de la tierra removida, que se cerraba como si nada hubiera pasado.

Un trabajo duro, había muchos.

Balder gritó el nombre de Laya, si algo le había sucedido por haber tardado tanto, no se loperdonaría. Lucharía con los dioses griegos para traerla de vuelta, todo lo que fuera necesario,aquella a la que le entregaría su corazón sin pestañear no perecería esa noche.

Le pareció oír un gemido, era ella, lo sabía, la olía. Corrió hasta donde estaba y la vio hecha unovillo en el suelo, dolorida y herida, pero, al fin y al cabo, viva, era lo único que importaba.

Llegó hasta ella y lo primero que hizo fue acunarla entre sus brazos y besar su frente.

—¿Estás bien? Pensé que te había perdido y ya me iba a dirigir al Olimpo a reclamar tu alma.—Ella le dedicó una bonita sonrisa, aunque muy apagada debido al dolor.

—Sí, no te preocupes, en un rato estaré restablecida. Mira a Apolo, por favor. Sigueinconsciente.

—¿Es tu hombre? —preguntó celoso.

—¿En serio? Nos estamos enfrentando a casi un apocalipsis y te pones celoso. —Estalló encarcajadas, no pudo evitarlo.

—Perdón, soy un imbécil. —Rápidamente palpó el cuello del otro dios para comprobar quetenía pulso.

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—Está bien, solo ha recibido un buen golpe —la tranquilizó él.

—Es el hombre de Scailar —le dijo ella.

—¿Scailar?

—Sí, una de mis hijas, la Naga. —Señaló a los guerreros, en concreto a la única mujer quehabía.

—Balder, tienes que llevarme a buscar a Samay, yo no puedo llegar solo y Hela estádestruyendo a los muertos. —Era Ivar, que estaba detrás de ellos. Estaba tan nervioso que nipreguntó por el estado de Laya ni Apolo, pero ella lo entendía.

—¿Estarás bien? —preguntó el dios.

—Sí, ve por favor. Esa mujer es capaz de cualquier cosa.

Balder la dejó con suavidad en el suelo y depositó un suave beso en su frente. Pensaba volver ydarle muchos más.

—Balder —le llamó Laya, cuando ya estaba a punto de irse con Ivar—. Por favor, no la dejesganar. Ivar no puede perder nada más —le suplicó.

—Te lo juro.

Con esas tres palabras desaparecieron.

No tardaron ni un segundo en bajar a las profundidades del Helheim, la piel se les puso degallina según tocaron el hielo del suelo.

Ivar sabía que moriría allí abajo, lugar donde pasaría la eternidad; solo le quedaba laincertidumbre de si sería capaz de liberar a Erik y Samay.

Balder dudaba si su poder sería suficiente para vencer a aquella mujer. Aunque era el hijo deldios de dioses, y quizás por eso tuvieran una oportunidad.

Con sus preocupaciones se adentraron en la sala del trono, donde Tyra los esperaba sentadatranquilamente con una túnica negra; el escote le llegaba al ombligo y dejaba entrever susgenerosos pechos.

No titubearon y siguieron andando, con una seguridad que ninguno de los dos sentía.

—Así que te has traído contigo al hijo más bello de Odín —le reprochó ella.

—No me has dejado opción, sabes que yo solo no puedo venir aquí.

—Podrías haberte suicidado, habrías llegado directo a mis brazos. —Sonrió ella.

—¿Y quitarte el placer de despojarme de mi vida? No quería fallarte, esta vez no.

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—Así me gusta, Ivar. Verás, haremos lo siguiente. Debido a que he hablado con tu madre muertay me ha confirmado tu historia, y por el gran amor que nos profesamos en otra vida, no os mataré atodos como tenía pensado.

—Gracias, Tyra, de verdad —contestó Ivar de corazón.

—Si me entregas a mí tu alma, te dejaré que salves a uno de los dos. —Señaló el hielo de lapared y este clareó hasta dejar ver dos cuerpos suspendidos en él. Su hermano pequeño y Samay.

Notó que la rabia lo inundaba, él no podía elegir entre ellos dos. Amaba a su hermano, ya habíafallado a su hermana y la había dejado morir junto a sus sobrinos, pero Samay era joven, tenía unavida por delante y una hija a la que cuidar. Que los dioses le ayudaran.

—Tyra, no puedes hacer eso —le dijo Balder.

—Claro que puedo hacerlo, si Ivar me ofrece su alma voluntariamente, tú no podrás hacer nadapara impedírmelo.

—No lo hagas, Ivar, si lo haces no podré salvarte —le suplicó el dios.

—Tyra, por favor, libera a los dos. No solo te daré lo que me pides, sino que tendremos lo queun día nos fue robado; nos amaremos, pero no una vida mortal, nuestro amor será inmortal.

Parecía que las palabras de Ivar, derretían un poco el frío corazón de la völva.

—Ivar, no —le advirtió el dios.

Tenía que hacer algo, si no conseguía que ella confiara en él, nunca conseguiría su propósito.

—¡Cállate, dios! ¿Dónde estabais el día que arrasaron a mi pueblo? Ese mismo que se deshacíaen rezos y sacrificios por vosotros.

—No es tan sencillo como piensas. —Balder intentó mitigar la rabia que sentía el vikingo.

—¿Ah, no? ¿Entonces por qué una diosa griega fue la que respondió a mis ruegos? —lereprochó con toda la rabia que sentía en su corazón.

—Ivar, ese día, mi hermano Thor montó una de sus fiestas en La Tierra, se le fue tanto de lasmanos que varios humanos murieron. Mi padre y yo bajamos a intentar arreglar todo lo ocurrido.Por eso cuando nos llamaste no estuvimos para ti, y créeme cuando te juro, que tanto yo comoOdín lo sentimos, nunca abandonamos a nuestros hijos.

En ese momento un gran peso que había llevado el vikingo en su corazón por siglos se liberó,pensó que sus dioses le abandonaron, pero no fue así. Sin embargo, no era el momento de mostrarsus sentimientos.

—Me da igual, quiero quedarme con Tyra, siempre que para ella nuestro amor signifique algo ylibere a los dos —replicó esperando que el dios captara su plan.

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—Bien, lo haré, tu hermano se irá primero. Pero a esta mujer, le dirás lo que no le dijiste aBrenda, quiero que le cuentes a quién amas realmente.

La crueldad de esa bruja rozaba la locura ya. Sabía que iba a hacer daño a Samay, pero si coneso vivía, lo haría, y sin piedad.

—Claro, mi amor, que se entere todo el mundo de a quién pertenece mi corazón, a quién hapertenecido siempre.

En ese momento, Tyra chasqueó los dedos y Samay ya no estaba metida en el hielo; apareciópostrada frente a Ivar, temblando por el frío de su cautiverio.

Ella lo miraba con una súplica, debían salir de allí.

—Samay, ahora te vas a ir, pero antes quiero decirte que me quedaré aquí con Tyra por propiavoluntad. Es donde debo estar, siempre la amé, nunca nos debieron separar; ahora por finpodremos vivir la vida que nos fue arrebatada. —Intentó sonar lo más frío que podía.

—Eso no es verdad y lo sabes, me amas, como yo te amo a ti. Juntos la venceremos, y si tengoque morir por ti lo haré, ¿me entiendes? —Se lo estaba poniendo muy difícil y Tyra se estabaimpacientando.

—No, no lo hago. Pensé que era amor, pero ahora que estoy con ella, sé que no hay nadacomparado a lo que despierta en mi corazón cuando estoy a su lado. Ahora vete con Balder, noquiero verte más.

Samay derramaba lágrimas porque sabía que se estaba condenando a una eternidad en elinfierno para salvarla. Pero tenía un plan.

—Balder, vámonos, solo es otro cabrón. Total, uno más en mi vida, qué más me da.

Esas palabras golpearon a Ivar muy dentro, pero sabía que era lo mejor.

Desaparecieron y Tyra se lanzó a los brazos del vikingo a besarlo, sus besos ya no lo llenabancomo hacía siglos, y era porque ahora su corazón pertenecía a otra.

Una vez de nuevo en la explanada frente a la casa, todos se reunían preocupados por cómoacabaría todo. Laya y Apolo ya estaban de pie, pero malheridos. La diosa Hela estaba igual demaltrecha, y los demás habían vuelto a su forma humana, por lo que estaban desnudos.

Se juntaron a ellos y les contaron lo ocurrido, las caras de todos eran un poema de lapreocupación que sentían.

—¿Y el hermano de Ivar? —preguntó Balder.

—Aquí no ha venido —contestó Lion preocupado y lleno de heridas.

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—El hermano de Ivar murió el mismo día que llegó al infierno —se pronunció Hela.

—¿Cómo? —preguntó Samay confundida.

—Él la estuvo provocando, y como habéis visto no está muy bien de la cabeza, terminó porperder los nervios y lo mató. Pero ha conservado el cuerpo para hacerle creer a Ivar que lo tenía,por si la historia con la humana no funcionaba.

—¿Conmigo te refieres?

—Sí, ella lo tenía todo hilado, que te conociera, que se enamorara de ti, por eso te grabó elnombre de su mujer muerta. Así te arrancaría la vida y le haría sufrir. Sin embargo, descubrir queél no fue el que la traicionó, le ha hecho pensar que puede vivir su «comieron perdices» con él. Esuna ilusa.

—Dios mío —dijo Samay—. Laya, tenemos que hablar, tengo un plan.

—Hija, puedes contarlo aquí, todos mis hijos son de confianza.

—No lo dudo, pero de ella no me fío, seguro que en la escala de maldad se salió del molde —dijo señalando a Hela, sin miedo a las represalias que pudiera tomar la diosa, que parecíabastante arrepentida.

Se apartó con la diosa y le contó lo que pensaba hacer, ella abrió los ojos de formadesorbitada.

—¿Estás segura?

—Lo estoy, de verdad.

—Lo amas, ¿verdad? —preguntó la diosa.

—Más que a mi vida.

—Entonces lo haremos. Que sepas que, aunque no seas uno de mis hijos, estoy orgullosa de ticomo si lo fueras. —La abrazó antes de ir y hablar un momento con Balder.

El dios negó varias veces con la cabeza hasta que al final sucumbió a los ruegos de Laya.

Laya se dirigió a Apolo y a Hela.

—Vamos, guapita, a tu casa, tenemos trabajo que hacer. —Era raro que ella hablara así, peroestaba muy cansada y cabreada por lo que le había hecho a sus hijos.

—Nosotros también queremos ir —protestó Scailar, que desde que se había convertido en unomás de los soldados del ejército de las gárgolas, no se perdía una batalla.

—No podéis, no sé siquiera si los tres dioses juntos podremos detenerla. No pienso perder aninguno de mis hijos esta noche. Entrad en la casa, poneos ropa, y rezad a los dioses porque

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volvamos.

Sin más palabras se agarraron a los brazos de Hela y desaparecieron.

Samay se acercó a Balder.

—¿Vamos?

—¿Y vosotros dónde vais? —preguntó Lion preocupado.

—No os lo puedo contar, no sé si esa bruja nos oirá, no me puedo arriesgar. Deseadme suerte.Pero Lion, si no vuelvo, en el móvil de Ivar, que está en la habitación, está el número de mimadre, ella cuida a mi hija; dile que las quiero, y por favor no dejes que nunca les falte de nada —dijo con los ojos llenos de lágrimas.

—Te lo juro por mi vida —contestó él.

Balder y Samay desaparecieron.

Al ser Hela la que los teletransportó al infierno, aparecieron directamente donde se encontrabaTyra.

Ivar estaba arrodillado frente a ella, portaba en su mano derecha un cuchillo ceremonial que seusaba en los sacrificios a los dioses.

Menos mal que habían llegado a tiempo.

—¡Otra vez! Pensé que había terminado con vosotros. Ya me resultáis un tanto pesados.

—No seas irreverente, eres lo que eres ahora, gracias a mí —gritó enfurecida la diosa muerte.

—Y te lo agradezco, sin duda. Ahora, si os estáis quietecitos, terminaremos en un momento.Ivar, procede o nuestro trato se romperá.

—¡Ivar, no! —gritó Laya.

Quería decirle que ella ya había roto el trato, su hermano estaba muerto. Pero era incapaz demoverse, ni su boca tampoco reaccionaba, miró a sus dos acompañantes que estaban igual. Solopodían mover los ojos.

Ivar asintió con la cabeza antes de continuar.

—Tyra, yo te entrego mi alma por toda la eternidad. —Y con esas palabras se clavó el puñal enel corazón con toda su fuerza sobrehumana, para que la muerte fuera más rápida y no le dieratiempo a pensar en ello.

El cuerpo cayó laxo sobre el frío suelo, y de él salió el alma del vikingo para unirse triste a su

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dueña. Momento en el cual ella rompió a reír y liberó a sus presos, ya nada podían hacer, Ivar erasuyo para siempre y nadie lo podía impedir.

Apolo y Hela no sabían muy bien qué hacer, pero Laya reaccionó enseguida y pensó en lo que lehabía dicho Samay.

—Siento que no has pensado en algo Tyra.

—Ah, ¿sí? ¿En qué, diosa de los humanos? —dijo con desprecio.

—No puedes poseer un alma que no es tuya. El día que Ivar me pidió ayuda, se convirtió engriego, por lo que su alma y la de su hermano, al cual mataste el día que lo secuestraste, mepertenecen a mí, no a ti.

Ivar abrió los ojos mientras su rostro, descompuesto por la noticia, se tornaba en ira hacia lamujer que tenía al lado.

Tyra pareció sorprendida, pero apenas unos segundos.

—Tienes razón, al menos en la parte que corresponde a Erik, pero a Ivar le he hecho acoger anuestros dioses antes de que llegarais. No soy estúpida, diosa, nadie me arrebatará a mi hombre,¡nadie! —gritó y su cara era la de una autentica psicópata.

Laya se quedó desolada, no sabía qué más hacer, pero llegaron los refuerzos.

—Sí, alguien sí te lo puede quitar.

Una gran luz blanca invadió todo el salón del trono y empezó a descender un gran corcel blancoen el que montaba Samay; solo que ahora era distinta, iba vestida con una armadura de oro, y supiel brillaba, como si fuera una…

—Samay —fue lo único que pudo pronunciar Ivar.

—Ivar ha aceptado a los dioses nórdicos y, como buen vikingo, ha muerto con un arma en lamano, por lo que será recompensado por sus años de servicios y guerras luchadas. Irá al Valhalla,y yo lo llevaré. Esta noche brindará con Odín.

—Pero ¿cómo? —preguntó Tyra.

—He ido a ver a Odín y le he dicho que acogía a sus dioses, que sabía que podía servir a susfilas de valkirias, y le he recordado que una vez ya falló a Ivar y a su pueblo, por lo que aquíestoy.

—No puede ser, no me lo quitarás —gritó como una loca.

—Oh, sí que lo haré, cariño. Y tengo una sorpresita más. Odín se ha tomado esto como algopersonal, así que quiere decirte un par de cositas.

En ese momento apareció de la luz el dios de un solo ojo, el padre de todos los dioses

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nórdicos, y bastante enfadado.

—Has herido a mis hijos, has puesto en peligro mi amistad con otro panteón, y has levantado alos muertos que descansaban en paz. La muerte no es un sitio para ti, así que tu castigo serádesaparecer del universo —decretó y ella tembló.

—No, por favor, he sufrido sin igual.

Él no respondió a su suplica, con un golpe de su bastón se desintegró.

—Tú, Hela, has sido participe de todo esto y arrasaste un poblado entero. No tienes ningúnperdón, como no veo que tengas ninguna parte buena, te pudrirás entera, y nunca podrás abandonarel infierno.

—Padre, por favor, ella ha sufrido mucho siempre a causa del resto de dioses, sé que no hahecho lo correcto, pero no la castigues de esa manera, le harán el resto de la eternidadinsoportable. —Balder apareció para defender a la diosa, a la que, aunque sabía que había errado,no podía evitar intentar proteger.

—No, Balder, sé que lo merezco, nunca fui buena. Pero os diré algo, a ti, Laya, por encima detodo, quiero que sepáis que ese poblado fue arrasado por raptores. Tyra habló con Hades, seofreció encantado a ayudarla sin darle nada a cambio, tan solo con dañarte. Solo te lo digo porqueconmigo os habéis portado bien.

Fue lo último que dijo mientras su cuerpo, al menos la parte hermosa, se descomponía como elresto. A Laya no le extrañaba nada de lo que le acaba de contar, Hades era como un herpes quesiempre volvía para atormentarla.

—Hijos míos —dijo Odín a Samay y a Ivar—, tenemos que irnos, la cena nos espera.

—Padre, por favor, no les hagas esto. Devuélvelos a la vida.

—Hijo, lo que me estás pidiendo…

—Lo sé, papá, sé que va contra las normas, pero no es justo, todo esto ha sido por nuestraculpa. No debería haber muerto ninguno de ellos, él se ha sacrificado por ella, porque la ama, yella ha muerto para unirse a tu ejército de valkirias para poder salvar el alma de él de unaeternidad de sufrimiento. Sé que a Erik no puedes, hace ya muchos días, pero… por favor. Sabesque nunca te pido nada.

Odín pensó en las palabras de su hijo. Balder siempre había sido el más sabio de todos susdescendientes, sin duda. Además, tenía razón, si no hubiera estado arreglando las mierdas quehacía su primogénito, nada de eso habría sucedido.

—De acuerdo, pero con una condición. Samay, Ivar es una gárgola, por lo que viviráeternamente. Si te devuelvo la vida, a cambio serás una de mis valkirias, tendrás que traerme lasalmas de los guerreros y luego podrás volver junto a tu familia, de esa forma vivirás con életernamente.

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—¿Será la oferta extensible a mi hija? —preguntó ante la idea atroz de sobrevivir a su pequeña.Amaba a Ivar, pero perder un hijo no pensaba que lo pudiera soportar.

—Bien, cuando ella sea mayor, le ofreceré el mismo trato que a ti.

Samay, sin pensarlo dos veces, saltó del caballo y se lanzó a los brazos del dios. El cual seempezó a reír ante la muestra de cariño tan humana, casi podía entender por qué a Thor le gustabapasar tanto tiempo en La Tierra.

—Tengo que irme, pero antes… —Sopló sobre los dos amantes y estos volvieron a la vida.

Los dos corrieron a abrazarse como si fuera más necesario que respirar.

—¿Has ido a hablar con Odín y has entregado tu vida para salvarme? —preguntó Ivar, aúnincapaz de creer que alguien fuera capaz de hacer algo tan increíble.

—Haría cualquier cosa por ti. Además, tú has sido el primero en no dar solo tu vida, sino enofrecerte a pasar toda la eternidad sufriendo en el infierno, creo que eso supera lo mío.

—Te amo, Samay, nunca he amado así a nadie.

—Yo también te amo, no podría vivir sin ti.

Se besaron apasionadamente hasta que escucharon unas toses a sus espaldas y todoscomenzaron a reír.

—¿Y si volvemos a tu casa antes de que os lo montéis sobre el hielo? Que luego se os quedaráel culo helado —se burló Apolo.

—Sí, vámonos. ¿Te llevo guapo? —preguntó Samay a la vez que saltaba sobre su monturacelestial.

—Claro que sí, mi valkiria.

Todos se fueron marchando menos Balder, que se quedó el último.

—Volveré para visitarte, te lo prometo —le dijo a Hela antes de depositar un beso en suputrefacto rostro.

Ella asintió mientras lágrimas rodaban por su rostro.

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Epílogo

Atenas, tres meses después

Ivar, Lion, Samay y Delia bajaron del jet privado que los dejó en el helipuerto de la casa deAkiles y el resto de la familia.

Muchos estaban allí congregados para recibirlos, tal y como les habían prometido aquellafatídica noche meses atrás, venían al bautizo de los pequeños.

—Lion, aún tenemos una conversación pendiente —dijo Ivar en tono bajo. Estaba serio pero noenfadado, le debía la vida a todos los allí presentes.

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—Conversación que habríamos tenido si no te hubieras pasado en la habitación con tu mujer lamayor parte de estos meses —le reprochó riendo su amigo.

Delia, que era una niña muy despierta para los cinco años que tenía, soltó una risita imitando aLion. Quería mucho al novio de su mamá, pero lo que sentía por su nuevo tío, era total adoración.

—Tito, ¿me llevas a caballito? —le pidió Delia, poniendo ojos de gatito con botas.

Lion se derretía con la niña, le recordaba a la hija que nunca tendría, y no podía negarle nada.

—Delia, no molestes al tío Lion —la reprendió su madre.

—Ella no me molesta, podías decirle lo mismo a tu hombre, él sí que me molestaconstantemente —bromeó. A lo que Ivar contestó dándole un puñetazo en su estómago.

Delia reía y daba grititos, le encantaba ver las peleas en broma que se traían esos dos entremanos.

Lion se acercó a la pequeña y, de un rápido movimiento, la levantó por lo alto haciendo quegritara de puro placer y se la colocó sobre los hombros. Con ella le daba igual que se leestropearan los trajes de miles de dólares.

Samay miraba feliz a su nueva familia, nunca habría podido pedir más a la vida. Todo lo quedeseaba lo tenía al alcance de la mano.

Sus anfitriones se acercaron a ellos. Akiles fue el primero en hablar.

—Hola, hermano —le saludó dándole un abrazo acompañado de las correspondientes palmadasen la espalda—. Muchas gracias por venir.

—No nos perderíamos el bautizo de nuestros sobrinos por nada del mundo, ¿verdad, Samay?

—Totalmente cierto —contestó, contenta de volver a ver a los que también consideraba partede su familia.

Abrazó a Akiles también.

—¿Cómo estás, Samay? ¿No te has cansado ya del vikingo? —preguntó divertido.

—Bueno, casi, casi.

Todos rieron mientras se iban abrazado unos a otros, el lazo familiar entre ellos se habíafortalecido durante las luchas. No importaba que no compartieran la sangre, al final la lealtad eralo que creaba el vínculo de la familia.

—¿Y esta princesa tan bonita quién es? No te estará molestando el feo de Lion, ¿no? —bromeóMarius levantando su ceja pelirroja.

—Me llamo Delia, y no es feo. Mi tito Lion es el más guapo del mundo.

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Todos volvieron a reír a mandíbula batiente.

—Es mi hija —contestó Samay, entre sonrisas a su pequeña.

—Nuestra hija —la corrigió Ivar.

—Sí, definitivamente has sacado la belleza de tu madre —soltó Axel.

—Anda, vamos dentro antes de que deje sin guerreros tu ejército, Akiles —bromeó Ivar, entono amenazador.

—Por cierto, Ivar, ¿habrás matado a tu peluquero, no? Te han quitado tu melena, ahora no tecasamos ni pagando —bromeó Marius, con todo el problema que vivieron aquella noche, a nadiese le ocurrió mencionarlo.

Por un momento le entristeció recordar que fue Erik quien le cortó su melena, pero entoncesrecordó que la propia Samay le elevó al Valhalla y ahora estaba junto a Odín brindando, y sonrío.

El aludido, lejos de ofenderse, le dio un suave puñetazo en las costillas.

—Ya os gustaría que con un simple corte de pelo perdiera mi belleza, así no tendríais miedo deque os quitara a vuestras mujeres. —Marius quiso fingir enfado, pero su sonrisa lo delató.

—Nuestras mujeres no te tocarían ni con un palo —replicó Marius—. Bueno, la mía ya sabesque sí, pero para metértelo por tu bonito culo.

Todos rompieron a reír ante aquello, recordando tiempos pasados en los que Ivar y Amandafueron enemigos. En aquel momento ella habría hecho exactamente lo que acababa de decirMarius, sin tener ni un solo remordimiento.

—Por cierto, ¿dónde está la pequeña fierecilla? Pensé que vendría a recibirme por todo lo quevivimos juntos —fingió decepción.

—La verás pronto, impaciente, ahora habla tanto que desearás no haber querido verla nunca —bromeó el pelirrojo posando la mano en la espalda de Ivar.

Ya estaban casi en la puerta de entrada lateral a la casa, la que daba justo a los jardines de laparte trasera de la mansión.

—Vamos, las chicas están impacientes por veros, y Sárilan se muere porque conozcáis a lospequeños —les contó Akiles para intentar que no se pararan más a charlar. Los conocía bien atodos, y si se ponían a hablar eran como marujas, nunca entrarían, por lo que las mujeres luego lesecharían una buena bronca.

Ivar asintió, estaba deseando verlas, y a los niños. En ese momento sonó un grito de guerra quelos pilló a todos desprevenidos, no sabían exactamente de dónde provenía. No tardaron encomprobar que algo caía sobre ellos desde la ventana del primer piso. El instinto les gritaba quese cubrieran, por lo que la mayoría se puso en posición de defensa, con las manos por delante de

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la cabeza para cubrirse.

El objeto no identificado aterrizó justo en el medio del grupo, los cinco guerreros adoptaronuna posición de ataque de forma automática. Era algo que llevaban impreso en su sangre. Solopodían pensar que era improbable que un enemigo entrara en su casa, ese sitio estaba fortificadohasta los cimientos y con lo último en tecnología de seguridad, pero de peores cosas habían sidotestigos.

Cuando el objeto impactó en el suelo, todos los guerreros concentraron los ojos ahí paraencontrase una coronilla coronada de rizos rubios, la cual se elevó lentamente hasta mostrar unagran sonrisa.

—¡Sorpresa! —gritó Amanda entusiasmada.

Todos soltaron el aire que habían contenido pensando que eran atacados, y sonrieron a lapequeña mujer que de poco les provocó un ataque cardiaco. Todos menos Marius que, si denormal su tono de piel no es que fuera muy moreno, ahora estaba más pálido que de costumbre.

—¡A-man-da! —la llamó Marius, intentando controlar las ganas de gritar que tenía en esemomento. Su mujer lo mataría de un disgusto, seguro que su pelo rojo como la sangre ya empezabaa encanecer.

—¿Qué? —preguntó intentando parecer inocente, pero se le daba fatal y una sonrisa de pillinase le escapó de entre los labios.

—¡Estás embarazada de cuatro meses! ¡Por el amor de los dioses! No puedes saltar de unaventana como si nada, es peligroso para ti y para nuestro bebé.

Amanda le escuchó fingiendo paciencia antes de girar los ojos y ponerlos en blanco. Luego sevolvió hacia los invitados. En el fondo sabía que su marido tenía razón, ella era la primera que noquería que le pasara nada a su hijo, pero no podía pasarse todo un embarazo metida entre cuatroparedes, iba contra su naturaleza salvaje. Ella era un espíritu libre, así que prefería hacer lo que leapeteciera en cada momento y luego recibir gustosa unos azotes de su marido.

—Ivar, tienes que venir más a vernos. Te he echado de menos —dijo la raptora antes de tirarsea su cuello para abrazarlo.

Samay sonrió encantada, Ivar ya la había puesto al día de todo lo ocurrido con ella, y le parecíaadorable.

Todos pensaban, «quién los ha visto, y quién los ve», hacía tan solo unos meses eran enemigosmortales. Sin embargo, Amanda sabía que, si no hubiera sido por el vikingo y sus hombres, todoshabrían muerto la noche en que Xidel los atacó.

—Pequeña, veo que no has cambiado nada. Sigues siendo toda una guerrera. Te prometo quevendré más a veros. Además, espero que cuando nazca vuestro bebé vengáis y traigáis a lafierecilla, que estoy seguro de que va a ser igual que su madre —prometió Ivar abrazando aAmanda—. Mira, estas son mi mujer, Samay, y mi hija, Delia.

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Amanda salió del abrazo protector de Ivar y rodeó a Samay, la contemplaba como quien mide asu enemigo. Una vez que la examinó a gusto se puso frente a ella.

—Hola, Samay, me gustas —dijo antes de abrazarla—, pero si haces daño a mi amigo, mecomeré tu corazón. —Se alejó de ella y le enseñó los colmillos de raptora.

—¡Amanda! —le gritó su marido.

—No te preocupes, Marius, la entiendo. Ella quiere a Ivar, yo también, y acabaría concualquiera que quisiera dañarlo. Creo que seremos grandes amigas. —Amanda volvió a ensancharla sonrisa, síntoma de que realmente aquella mujer le gustaba.

—Anda, entremos, Scailar y Sárilan deben estar preguntándose si nos hemos fugado. —Abrió lapuerta Axel y los invitó a entrar.

—Sí, vamos, que tengo muchas ganas de conocer a vuestros bebés —contestó Ivar antes deentrar.

Todos los presentes se miraron de una manera significativa que no pasó desapercibida por Ivary Lion. En aquellos ojos se encontraba la preocupación, y algún secreto que ocultaban.

—¿Ha ocurrido algo con los pequeños? —tuvo que preguntar Ivar, ante aquellas caras.

—Entrad, es mejor que lo veáis por vosotros mismos —pidió Akiles.

Ivar y Lion se miraron antes de asentir a los demás y entraron en la vivienda. El vikingo cogió asu mujer de la mano, se sentía mejor si la llevaba de aquella manera.

Mantener aquella casa limpia debía ser todo un logro, los mármoles estaban impolutos, no sololos suelos y las paredes, también las columnas que se cernían hasta los inmensos techos de lavivienda.

Pasaron por un largo pasillo donde el arte griego era el predominante, todo escogido con muchoestilo y gusto.

La conversación era banal, de cosas sin importancia, la verdad era que se notaba que en ellosse había instalado la preocupación por lo que pudiera haber ocurrido a los niños de la pareja.

Llegaron al salón, una estancia lo bastante grande para poder albergar a todo un campo defútbol americano. Ivar entendía que era necesario poseer una gran vivienda cuando tus hombresvivían contigo. La verdad era que las gárgolas que pertenecían a los ejércitos no tenían obligaciónde vivir en las casas comunes, podían tener la suya propia. No obstante, la mayoría preferíaconvivir con los demás, formaban una especie de familia con sus hermanos de armas. Pero sinduda ese salón era una pasada.

Ivar empezó a pensar que había perdido la cabeza seriamente, cuando de detrás del sofásalieron dos niños de cabellos rizados, color azabache, y mejillas sonrojadas.

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Miraba a los pequeños corretear dando grititos de alegría por todo el salón. Parecían sin dudalos hijos de Axel y Sárilan, el cabello era de su madre, y esos ojos gris plata eran sin duda de él.Aunque era algo totalmente imposible ya que esos niños aparentaban, si su instinto no le fallaba,entre tres y cuatro años.

Miro a sus anfitriones y todos estaban embobados sonriendo, mirando a los niños que aún no sehabían percatado de su llegada. Al menos no enseguida. Cuando la pequeña paró a coger airereparó en ellos y se le iluminó la cara.

—¡Papi! —Corrió alzando los pequeños bracitos hacia Axel.

—¡Papi! —La imitó su gemelo en cuanto la oyó y también se fue directo a por su padre.

Cuando llegaron hasta él, Axel cogió a sus dos retoños, a cada pequeño con uno de sus brazos ylos levantó mientras se los comía a besos.

—¿Cómo están mis pequeños guerreros? No dejáis a mamá y a los tíos que paren, ¿eh?

Los pequeños solo reían ante las cosquillas que les hacia su padre. El resto se acercó a saludara los recién llegados.

—Mirad, Mandy, Mario, estos son vuestros tíos de Nueva Orleans, Ivar y Lion, la tía Samay yesta es vuestra prima Delia.

—Mami, no me dijiste que habría niños de mi edad. ¡Qué bien! Tendré primitos para jugar.

Samay no pudo contestar a su hija, se encontraba en ese momento como si fuera de piedra.

Los pequeños sonrieron y tiraron los bracitos para que sus nuevos tíos los cogieran. Nopudieron resistirse y los tomaron en sus brazos mientras miraban atónitos a sus padres. AunqueIvar tenía que reconocer que eran la cosa más bonita que había visto, aparte de su nueva hija, yeso que él en doce siglos no había sido muy niñero.

—Luego os contamos, se enteran de todo —les dijo Sárilan.

Ivar contestó con un asentimiento de cabeza, tendrían que hablar muy largo y tendido, estabatotalmente impresionado por lo que estaba presenciando.

—¡Qué guapos habéis salido! Se nota que habéis sacado solo la belleza de vuestra madre —seburló y Axel hizo una mueca a lo que todos se rieron.

—Tito Iva —dijo la pequeña Mandy mientras pasaba la pequeña manita por su cara.

Ivar sintió que se le encogía el corazón con aquel gesto, con aquella pequeña entre sus brazos.Un montón de siglos atrás, tantos que parecía que había sido en otra vida, él había adorado a losniños de su pueblo, a sus sobrinos; su sueño era un día tener una casa llena con sus propios hijos.Ahora tenía a Delia, y Samay y él querían ampliar la familia.

Sin embargo, tenía que reconocer que aquellos dos pequeños le habían tocado el corazón.

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—¿Tenéis hambre? —preguntó Scailar.

—Muchísima —contestó de forma inmediata Samay, quien no paraba de hacerle cosquillas aMario.

Ivar miró a Lion que jugaba con Delia también para que no sintiera celos, al fin y al cabo, erauna niña. Pensó en que no sabía si Lion tuvo hijos alguna vez, por lo que estaba comprobando losniños se le daban realmente bien. Pero si de algo estaba seguro era de que le encanta comer y lasmujeres. Disfrutaba de las dos cosas de forma desmesurada. Todos lo hacían en su casa, teníanmucho desgaste físico en los entrenamientos y en las luchas, pero lo de Lion era impresionante,como si alguna vez hubiera pasado hambre.

—Venga, pequeños, a lavaros las manos con papá que vamos a cenar —pidió la madre de losniños y los dos, lejos de protestar, fueron contentos a obedecer.

En cuanto estuvieron libres Scailar y Sárilan aprovecharon el momento para saludar a losrecién llegados.

—Me alegra muchísimo que hayáis venido, después de la cena acostaré a los pequeños y os locontaremos todo —les explicó Sárilan antes de dar un abrazo a Ivar, notó en sus bonitos ojos quela preocupación por sus pequeños era más grande de lo que podía ocultar—. Samay, encantada deconocerte, todos me han hablado muchísimo de ti. —Y la abrazó también—. Cómo me alegra quete unas a nuestra familia. Nos hacen falta mujeres, demasiada testosterona. Tú ya me entiendes.

Todas las mujeres de la sala rieron mientras los hombres ponían mala cara.

—Venid, os enseñaré vuestras habitaciones, os querréis poner cómodos para cenar —se ofrecióScailar—. Los demás a poner la mesa.

—¿Antes de ser una Naga era tan mandona? No lo recuerdo —se cachondeó Marius.

Scailar le echó una mirada asesina antes de acompañar a los invitados a sus habitaciones adejar las cosas.

—Da gracias de que no me convierta ahora mismo y patee tu culo, no quiero dejar a mi futurosobrino sin padre.

—Me encantan las mujeres de esta familia, tienen carácter —elogió Lion.

—Pues te regalamos a alguna, llévate a la que quieras —bromeó Apolo, que llegaba en esemomento, a lo que Scailar le contestó con una descarga eléctrica.

Después de acomodarse, todos disfrutaron de una cena despreocupada, como si no tuvieran ungran problema. Rieron, recordaron anécdotas del pasado, y bromearon con los niños. Los que notardaron en empezar a bostezar, incluida Delia.

Scailar, Amanda y Apolo se ofrecieron a acostarlos para que ellos pudieran hablar de losproblemas. Samay pensó que Delia no querría a no ser que fuera ella, Ivar, o Lion, pero se

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encontraba como en casa, había aceptado a su nueva familia como ella misma. Cómo la quería.

Una vez que estuvo todo despejado fueron al despacho de reuniones, donde se sirvieron unacopa; estaban seguros de que muchos la necesitarían para templar los nervios.

Todos acomodados en los sillones esperaban saber qué era lo que ocurría, bueno, al menos losrecién llegados. Sárilan fue la que se mantuvo en pie, eso sí, junto a su marido, como si de aquellamanera absorbiera la fuerza que le hacía falta.

—La verdad es que no sé ni cómo comenzar —admitió nerviosa.

—¿Qué edad tienen tus hijos? —preguntó Lion, para intentar ayudar.

—La real son cinco meses. Su cuerpo y mente tienen cinco años.

Se oyó un jadeó de la boca de Samay.

—Lo sé, es difícil de creer. No sé si te lo contó Ivar, imagino que sí, pero mis hijos fueronmaldecidos por una bruja antes de nacer. Matamos a su amante y ella nos castigó de esa manera.

Samay asintió para que ella continuara.

—La verdad es que no sabíamos cómo repercutiría eso en nuestros hijos, cuando nacierontenían una mano negra cada uno en su espalda, a la altura del corazón. Consultamos a brujos, quenos dijeron que la única que puede romper la maldición es la propia bruja, o en su defecto sumuerte, sin embargo, no la localizamos, es como si la tierra se la hubiera tragado.

»Crecían a diario, al principio no lo queríamos creer, pero cuando cumplieron el primer mes,no nos podíamos mentir más. Consultamos a los mejores médicos que posee nuestra raza y nosdijeron que no es algo natural y no se puede hacer nada. Cada mes que pasa, ellos cumplen un año.No sabemos si en pocos años, nuestros pequeños perecerán de viejos, y de esa manera la brujanos castigará, o si nos espera algo aún peor.

No podía continuar, no paraba de llorar desconsolada por la impotencia de no poder ayudar asus hijos. Axel se levantó y la abrazó.

El resto se unió a la reunión, y al ver a la pareja de aquella forma, supieron que ya habían dadola noticia.

—Pero algo se podrá hacer. Hablaré con Odín, seguro que nos ayuda. Es un dios honorable —dijo Samay, como nueva valquiria del dios pensó que podría ayudar.

—Ya hemos hablado con todos los dioses. Mi padre es Zeus y no nos puede ayudar. Y teaseguro que él me quiere compensar por todos los años que me dejó solo —explicó Apolo contristeza.

Samay se sentía tan desconsolada como el resto, tenía que pensar en algo que pudieran hacer.Esas personas habían superado guerras, habían derrotado a dioses, a la muerte y no se rendirían

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ante aquello.

Todos estaban perdidos en sus pensamientos y penas cuando un gran estruendo sonó en el salón.Sin pensarlo, salieron corriendo hacia allí.

Cuando llegaron un humo negro bailaba sobre el techo de la estancia, era demasiado alto paraalcanzarlo. En ese momento apareció Irina, la bruja, con sus ojos blancos, ciegos, pero queparecían verlo todo.

Los gruñidos de rabia sonaron por toda la estancia, Scailar empezó a soltar rayos junto aApolo, Axel se estaba transformando para volar hasta ella, pero tenía un escudo protector.

—¡Estúpidos! Aún no habéis entendido que no podéis dañarme. —Las carcajadas de la brujaciega sonaban a través de todas las paredes—. Las vidas de vuestros hijos son mías, incluso la dela tuya, valkiria. Bienvenida a la familia —se burló.

—¡No! —Samay se transformó en valkiria para ir a por ella, la rabia inundó todo su ser cuandovio como amenaza a su hija.

—Mi mal llenará sus corazones, entonces vendrá la gran guerra, donde todos moriréis,incluidos los humanos. Yo dominaré el mundo con vuestros hijos a mi lado. ¡Que así sea! —entonó en un cántico.

Como había llegado se marchó, con su profecía del fin del mundo tal y como lo conocían, segúnla cual todos morirían y solo los que ella dejara sobrevivir serían sus esclavos por toda laeternidad.

Ivar salió corriendo escaleras arriba a buscar a Delia, Samay lo seguía de cerca, aún vestidacon su armadura de oro. Cuando entró en la habitación donde dormían los tres niñostranquilamente, como si nada malo hubiera sucedido, se arrodillo junto a su cama y la volteó concuidado de no despertarla.

Levantó su camiseta y ahí estaba la mano negra de Irina, justo encima del pequeño corazón deDelia.

El grito de Ivar rasgó la noche.Fin

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Recuerda, si te ha gustado la historia déjame tu reseña. Da igual que sea en Amazon,goodreads, o en mis redes sociales, me haces un gran favor.

Mil gracias por leerme.

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AGRADECIMIENTOS

Quiero dar las gracias a mucha gente, espero no olvidar a nadie.A Rachel RP y Laura Duque, no solo por ser mis ceros también mis amigas y aguantar todas mislocuras, con vosotras mi mundo es mucho mejor.A Laura Ortiz por ser una gran apasionada de la historia y ayudarme en este y otros proyectos,eres un solete y me encanta comentar contigo las locuras de los protagonistas.A María Rivera, esa lectora que se ha convertido en amiga, por escucharme y por compartir esapasión que tienes a la hora de hablar de los libros. Me hace vivir mis propias historias de unamanera diferente que me encanta.A Kaera Nox por su gran trabajo como correctora, que sé que no te lo pongo fácil, mil vecesgracias.A las compañeras del grupo de escritoras por ser como sois y escuchar siempre aunque sea misdesbarios o bromas me encanta, Bárbara Padrón, Maria Ferrer, Rosa (Susurro de media noche),Toñi Rincón, Arwen Mclane, Tania lighling tucker, Luisa Jimenez, Noni, Sabina, Carmen RB, JessGr, Jane Mcakena, Jossy, etc.A mi marido, novio, amigo, amante, todo él Nano, por estar siempre a mi lado, Te quiero.A mi familia, a la que siempre valoro pero con esta epidemia he extrañado muchisimo, nosabemos el valor que tiene un abrazo hasta que no podemos darlo.Y por último pero no menos importante, a todos los lectores que me seguís, que me escribís paracontarme que os gusta alguna de mis novelas, o incluso para decir que no os ha gustado, milgracias esto es posible gracias a vosotros.A todos vosotros gracias y os quiero.

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OBRAS DE LA AUTORA

EL GUARDIÁN DE PIEDRA

Sárilan y Amanda son dos hermanas madrileñas que deciden pasar sus vacaciones conociendola hermosa Atenas. Lo que nunca imaginaron es que se encontrarían en medio de una lucha épicadonde tendrán que sobrevivir y combatir por no perder su corazón.

Axel, es un guerrero de la hermandad de las gárgolas. Cuando cree que su corazón se haconvertido en piedra por toda la eternidad, conocerá a una pequeña humana que pondrá su mundodel revés. Tendrá que luchar contra sus sentimientos encontrados y peor aún, tiene que mantenerlacon vida frente a los raptores que se han empeñado en acabar con ella.

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¿Aún no conoces el nuevo fenómeno sobrenatural que está llegando a todos los rincones delmundo? No se trata de hombres lobo, ni vampiros, ni si quiera de ángeles o fantasmas… Las gárgolas viven entre nosotros, pasando desapercibidas con un único objetivo… salvar a laraza humana de los crueles asesinos que Hades está liberando del infierno. Los raptores se llamany son seres que se alimentan de las emociones humanas hasta la muerte de la persona. No trates de saber más, sé que la curiosidad te está matando, pero si ellos te capturan y no tienesuna gárgola cerca te mataran sin piedad. Así que ¡corre! Mientras tengas tiempo, no mires atrás. Para mí ya no hay tiempo, me encuentro inmersa en esta guerra entre inmortales de la que nopuedo, ni quiero salir.

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EL GUARDIÁN DE LA MUERTE

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Él, ya no era un guerrero de la hermandad, había perdido su honor, pagaría por ello cada día desu miserable vida. Ahora cazaba y mataba a los raptores solo, viajaba allí donde oía que existíanproblemas, y eso haría hasta que los dioses decidieran quitarle esa vida que él no quería vivir.Esos eran los pensamientos de Marius camino de Nueva Orleans, ese era su nuevo destino. Unaserie de asesinatos estaban asustando a la población, hablaban sobre ello en todos los noticiarios.Decían que se trataba de un asesino en serie y pensaban que usaba algún tipo de magia vudú yaque los cuerpos estaban secos, parecía que les habían robado el alma... Pero él sabía que setrataba de raptores. Se hizo una promesa, los mataría o moriría en el intento; de las dos formas secumpliría su deseo.¿Aún no conoces el nuevo fenómeno sobrenatural que está llegando a todos los rincones delmundo? No se trata de hombres lobo, ni vampiros, ni si quiera de ángeles o fantasmas… Las gárgolas viven entre nosotros, pasando desapercibidas con un único objetivo… salvar a la

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raza humana de los crueles asesinos que Hades está liberando del infierno. Los raptores se llamany son seres que se alimentan de las emociones humanas hasta la muerte de la persona. No trates de saber más, sé que la curiosidad te está matando, pero si ellos te capturan y no tienesuna gárgola cerca te mataran sin piedad. Así que ¡corre! Mientras tengas tiempo, no mires atrás. Para mí ya no hay tiempo, me encuentro inmersa en esta guerra entre inmortales de la que nopuedo, ni quiero salir.

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NAGA LA GÁRGOLA GUARDIANA

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La diosa Artemisa es secuestrada por el Minotauro de sus aposentos en la isla de Delos. Su tíaLaya desconsolada manda a sus mejores guerreros del ejército de las gárgolas a buscarla a Creta yde paso matar al que ha osado a hacerlo, pero misteriosamente ellos también desaparecen sindejar huella. Apolo y Scailar se embarcan en un viaje lleno de peligros por la Grecia antigua para recuperar asus hermanos, enfrentándose a monstruos mitológicos y peligros inimaginables. Pero si hay algopeor que todo eso es que ellos dos se llevan a matar, él es un mujeriego y un prepotente decuidado, y ella ha sido criada para no dejarse intimidar, aunque la atracción entre ellos es igual omayor al odio que sienten. Embárcate con ellos en ese viaje mágico lleno de aventuras en un mundo mitológico.¿Aún no conoces el nuevo fenómeno sobrenatural que está llegando a todos los rincones delmundo? No se trata de hombres lobo, ni vampiros, ni si quiera de ángeles o fantasmas…

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Las gárgolas viven entre nosotros, pasando desapercibidas con un único objetivo… salvar a laraza humana de los crueles asesinos que Hades está liberando del infierno. Los raptores se llamany son seres que se alimentan de las emociones humanas hasta la muerte de la persona. No trates de saber más, sé que la curiosidad te está matando, pero si ellos te capturan y no tienesuna gárgola cerca te mataran sin piedad. Así que ¡corre! Mientras tengas tiempo, no mires atrás. Para mí ya no hay tiempo, me encuentro inmersa en esta guerra entre inmortales de la que nopuedo, ni quiero salir.

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KRELL: SERES DEL SUBMUNDO I

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En un mundo lleno de sobrenaturales ávidos de poder, alguien tiene que pararles los pies. LosAniquiladores serán los encargados de hacer cumplir las leyes y proteger a la humanidad. Ellosfueron los elegidos ya que no están ansiosos por dominar al mundo, pero sobre todo porque son sualimento. No, no toman su sangre, se nutren del placer sexual de su amante, sin ellos no podríansubsistir. Nueva Orleans en la actualidad. Krell, es un aniquilador, junto a sus hombres seencargan de mantener el orden y la seguridad de la ciudad. Todo funciona bien entre las diferentesrazas, hasta que empiezan a cometerse en su ciudad una serie de asesinatos con claros indiciossobrenaturales. Zoé, es una pequeña humana con mucho carácter, que sin quererlo se verá envueltaen toda esta lucha entre seres del submundo. Complicándole mucho las cosas a Krell. Sí elAniquilador te lo pide ¿lo alimentaras?

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UN SUEÑO, UN RODAJE, TÚ Y YO

Asia es una escritora novel que ve como su sueño se hace realidad cuando una productoradecide llevar su novela a Hollywood. Ella tendrá que ir como asesora para que la película sea lomás fiel posible al libro. Con lo que no contaba es con tener que lidiar con Noah. Un chicotremendamente sexy, que es diez años más joven que ella y además es el protagonista de lapelícula. Asia intenta no sentirse atraída por él ya que es todo lo que no quiere en un hombre, másjoven, un mujeriego, chulo, posesivo, pero sobre todo porque sabe que le romperá el corazón. ¿Conseguirá resistirse a él o el guion de su historia ya está escrito?

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RECUERDA… EL MAL NUNCA TE OLVIDA

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Alisa es Criminóloga en la unidad de análisis de conducta en el FBI de Chicago, una de lasmejores en su campo. Siendo tan solo una niña encontró el cadáver de su madre lleno de cortes ycon su mantita de bebé entre las manos, pero los agentes que llevaron el caso concluyeron quehabía sido un suicidio. Pero ella sabía que no había sido así, aquella noche sintió que no estabansolas en casa; algo peligroso las acechaba desde la oscuridad. Se prometió así misma queatraparía al asesino, aunque nadie la creyera.

En la actualidad, la policía de Nueva Orleans, necesita a los mejores criminólogos para poderresolver un caso donde un asesino en serie está aterrorizando a la población. Alisa y sucompañero Rick van sin dudarlo, pero allí no solo se enfrentará a un asesino. Nuestra protagonistatendrá que luchar contra los demonios de su pasado, y con algo mucho más oscuro, a lo que nuncanadie se debería tener que enfrentar.

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DEDÍCAME UN ÚLTIMO BAILE

Eli nació y creció preparándose para ocupar de mayor el puesto que le correspondía en unafamilia tan importante como la suya. Sin embargo, un hecho dramático le hizo cambiar su vidadrásticamente, lo que antes estaba de más ahora está de menos. El dinero y las cosas materialesdejaron de llenarla, por lo que salió a las calles a buscar su lugar en el mundo. Ahí encontró sufamilia, un lugar donde encajar y en el cual sentirse libre. Aprendió el Street Dance, y lo utilizójunto a su nueva familia para luchar contra la opresión social.

Sus padres no contentos con ello, y bajo amenaza de encarcelar al hombre que ama, James, la

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mandan a un centro para chicos descarriados donde encauzar su vida de nuevo. Ella acepta asabiendas de que en unos meses cumplirá los veintiuno y será libre para siempre. Aunque, nocontaba con conocer a Enzo.

Enzo es profesor de baile en Residencia Alana Harrison. Allí imparte clases a lo que másdetesta en el mundo, la gente con dinero, personas como aquellas arruinaron su vida y la de sumadre. Hasta que un día llega Eli, una chica a la que odiar por lo que tiene, pero que lo atrae porlo que es. No ha conocido a nadie como ella.

¿Conseguirán entender que lo que tienes no define lo que eres?

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SNOW WHITE

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¿Te acuerdas de los cuentos de princesas que leías de pequeña? Pues si esos te gustaban este noes tu libro.

Mi nombre es Blancanieves, una pequeña broma de mis padres narcotraficantes, aunqueprefiero White. Soy la hija del presidente de The King's MC y a mi padre le llaman The King, loque a mí me convierte en la Princess de la banda. Mi progenitor me ha entrenado para ser letaldesde pequeña y así estar preparada para ocupar su lugar cuando él no esté.

Pero un día aparece con una bruja vestida de leopardo que pretende usurpar el lugar de mimadre muerta, poner la vida de mi padre patas arriba y, de paso, la mía. Algo que me jode demuchas maneras diferentes.

Tendré que huir de casa y pedir ayuda a otra banda, los Seven Dwarfs. Donde no solo

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encontraré ayuda y asilo, sino también un presidente que hace que tiemble mi corona.

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ALICE Y EL CONEJO BLANCO

Me llamo Alice y soy la princesa de mi imperio de narcotráfico.

Mis cosas favoritas en el mundo son mis cuchillos y las setas alucinógenas. Las malas lenguasdirán que cuando las consumo alucino porque veo al Conejo Blanco.

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Pero lo que nadie sabe es que ese es el apodo de mi padrastro, del que hui a los 16. De esohace ya diez años y me ha encontrado. Tiene una obsesión enfermiza conmigo. ¿Podré escaparviva del Conejo Blanco, el mayor narcotraficante y asesino de todo Pircasen?

Lo intento, aunque pierda la poca cordura que me queda. Aunque puede que sea lo último quehaga.

En esta locura de viaje me acompañan dos hombres: Marcus, mi guardaespaldas, un hombrefrío como el acero pero que podría cualquier cosa por protegerme y Tímido, un hombre de dospor dos que se sonroja cada vez que me insinúo. Los dos me atraen de una manera irracional, sitienen que elegir a uno no sabría con lo que pueda quedarme.

Aunque, ¿quién dijo qué en temas del corazón se tiene que elegir?

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[1]Helheim es conocido como el reino de la muerte y se encuentra en la parte más profunda, oscura y lúgubre de Niflheim, uno

de los nueve mundos del Yggdrasil, en la mitología nórdica. Está gobernado por Hela, diosa de la muerte, e hija de Loki, su entrada escustodiada por un perro conocido como Garm.

[2] Las valquirias o valkirias (del nórdico antiguo: valkyrja, «selectoras de caídos en el combate») son dísir, entidades femeninasmenores que servían a Odín bajo el mando de Freyja, en la mitología nórdica. Su propósito era elegir a los más heroicos de aquelloscaídos en batalla y llevarlos al Valhalla donde se convertían en einherjer.

[3] En la mitología nórdica, Valhalla (del nórdico antiguo Valhöll, «salón de los caídos») es un enorme y majestuoso salón ubicadoen la ciudad de Asgard gobernada por Odín. La mitad de los muertos en combate son elegidos por Odín y viajan al Valhalla guiadospor las valquirias, mientras que la otra mitad van al Fólkvangr de la diosa Freyja.

[4] Odín (nórdico antiguo Óðinn), también llamado Wotan o Woden, es considerado el dios principal de la mitología nórdica, asícomo de algunas religiones etenas.

[5]En la mitología nórdica, Ragnarök (en español, destino de los dioses) es la batalla del fin del mundo. Esta batalla seráemprendida entre los dioses, los Æsir, liderados por Odín y los gigantes de fuego liderados por Surt, a los cuales también se les unenlos jotun liderados por Loki.

[6]Hela la diosa de la muerte o Hel era la encargada en el inframundo de uno de los tipos de muertos en la mitología nórdica. Hijadel dios Loki y de la gigante hechicera proveniente del Jötunheim, Angrboda, Hela reina sobre el Helheim, donde vive bajo una de lasraíces de Yggdrasil.

[7] Jarl (pl. Jarlar) es, en las lenguas nórdicas, el equivalente al título de conde o de duque.[8] Rave: fiestas clandestinas que surgen como respuesta a la restricción de horarios para espectáculos nocturnos.[9] Samsø es una isla danesa del mar del Norte. Localizada en la bahía de Kattegat, a 15 km de la península de Jutlandia. Samsø

pertenece a la comuna de Samsø, siendo parte del distrito de Aarhus.[10] Thor (del nórdico antiguo Þórr, pronunciado /θɔr/) es el dios del trueno y de la fuerza en la mitología nórdica y germánica. Su

papel es complejo ya que tenía influencia en áreas muy diferentes, tales como el clima, las cosechas, la protección, la consagración,la justicia, las lidias, los viajes y las batallas.

[11] Skali: literalmente «casa larga», edificio principal de los asentamientos vikingos en los que vivía el líder del clan con susesposas, hijos y otros familiares. Estaban hechas de madera con el techo con forma de quilla de barco invertida. En los lugares dondeno abundaba la madera (Groenlandia, Islandia) se construirán con piedra y turba.

[12] Jól Blót: fiesta de inicio del año que se celebraba en el solsticio de invierno.

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[13] Seidr (nórdico antiguo: seiðr): un término para un tipo de hechizos o brujerías que fue practicado por los nórdicos paganos.

[14] Völva: era una sacerdotisa, profetisa y mujer sabia en la mitología escandinava, cuya actividad abunda en la mitología nórdicay la literatura medieval escandinava.

[15] Seiðmaðr: hechicero, practicantes masculinos (seiðmaðr (sjåmadhr). Literalmente: «hombre que ve».[16] Asgard es uno de los 9 reinos que fueron creados por los dioses.[17] Balder (en nórdico antiguo: Baldr), en el ámbito de la mitología nórdica y germana, es el dios de la paz, la luz y el perdón, y el

segundo hijo de Odín.[18] El Hidromiel es la primera bebida alcohólica que fue consumida por el hombre en sus orígenes, y se considera precursora de

la cerveza y el vino. En la antigüedad fue altamente consumida y tuvo una gran difusión entre diferentes pueblos y culturas.[19]Las Nornas habitan debajo de las raíces del Yggdrasil (el árbol de la vida), en donde se dedican a regarlo con las aguas y la

arcilla del pozo del Urd, además tejen los tapices del destino.[20] Freya: la diosa de la fertilidad, el amor y el sexo[21] Thralls: esclavos que tenían los vikingos.

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Acerca del autorJESS DHARMA

Mi nombre es Jéssica, aunque escribo con el nombre de Jess Dharma. Nací en 1981 y soy deMadrid. Me encanta leer, sobre todo romántica, thriller o terror. También las series o películas deterror, el punto de cruz y el sol me da mucha alegría. Empecé escribiendo en el 2007, aunque ya lo había hecho de pequeña. Publiqué por primera vezen el año 2014 con una editorial con la que tuve muy mala suerte. Posteriormente con otra que nome fue mejor. Así que en ese momento me prometí que autopublicaria a no ser que me saliera unaoportunidad con una editorial de las grandes. A día de hoy tengo publicadas, además de esta sagade romántica paranormal, libros de erótica, new adult y también un thriller policíaco con clicediciones de Planeta. Adoro escribir, el día que no lo hago siento que me falta algo. Me gusta cambiar mi registro a la hora de escribir, así que no descarto ningún género. Mispróximos proyectos son romántica contemporánea, juvenil, thriller psicológico, románticaparanormal y erótica. Por ahora creo que os he contado muchas cositas. Si quieres saber cualquier cosa escríbeme poraquí o en mis redes sociales.

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¡¡¡Muchos besitos!!! Jess.Puedes seguirme en: http://www.jessdharmaescritora.es Facebook: Jess Dharma escritora Instagram: Jess Dharma

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Libros en esta serieLOS GUARDIANES DE PIEDRA

¿Aún no conoces el nuevo fenómeno sobrenatural que está llegando a todos los rincones delmundo? No se trata de hombres lobo, ni vampiros, ni si quiera de ángeles o fantasmas… Las gárgolas viven entre nosotros, pasando desapercibidas con un único objetivo… salvar a laraza humana de los crueles asesinos que Hades está liberando del infierno. Los raptores se llamany son seres que se alimentan de las emociones humanas hasta la muerte de la persona. No trates de saber más, sé que la curiosidad te está matando, pero si ellos te capturan y no tienesuna gárgola cerca te mataran sin piedad. Así que ¡corre! Mientras tengas tiempo, no mires atrás. Para mí ya no hay tiempo, me encuentro inmersa en esta guerra entre inmortales de la que nopuedo, ni quiero salir.

EL GUARDIÁN DE PIEDRA Sárilan y Amanda son dos hermanas madrileñas que deciden pasar sus vacaciones conociendo lahermosa Atenas. Lo que nunca imaginaron es que se encontrarían en medio de una lucha épicadonde tendrán que sobrevivir y combatir por no perder su corazón.

Axel, es un guerrero de la hermandad de las gárgolas. Cuando cree que su corazón se haconvertido en piedra por toda la eternidad, conocerá a una pequeña humana que pondrá su mundodel revés. Tendrá que luchar contra sus sentimientos encontrados y peor aún, tiene que mantenerlacon vida frente a los raptores que se han empeñado en acabar con ella.

EL GUARDIÁN DE LA MUERTE Él, ya no era un guerrero de la hermandad, había perdido su honor, pagaría por ello cada día de sumiserable vida. Ahora cazaba y mataba a los raptores solo, viajaba allí donde oía que existíanproblemas, y eso haría hasta que los dioses decidieran quitarle esa vida que él no quería vivir.Esos eran los pensamientos de Marius camino de Nueva Orleans, ese era su nuevo destino. Unaserie de asesinatos estaban asustando a la población, hablaban sobre ello en todos los noticiarios.Decían que se trataba de un asesino en serie y pensaban que usaba algún tipo de magia vudú yaque los cuerpos estaban secos, parecía que les habían robado el alma... Pero él sabía que setrataba de raptores. Se hizo una promesa, los mataría o moriría en el intento; de las dos formas secumpliría su deseo.

NAGA LA GÁRGOLA GUARDIANA La diosa Artemisa es secuestrada por el Minotauro de sus aposentos en la isla de Delos. Su tíaLaya desconsolada manda a sus mejores guerreros del ejército de las gárgolas a buscarla a Creta yde paso matar al que ha osado a hacerlo, pero misteriosamente ellos también desaparecen sindejar huella.

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Apolo y Scailar se embarcan en un viaje lleno de peligros por la Grecia antigua para recuperar asus hermanos, enfrentándose a monstruos mitológicos y peligros inimaginables. Pero si hay algopeor que todo eso es que ellos dos se llevan a matar, él es un mujeriego y un prepotente decuidado, y ella ha sido criada para no dejarse intimidar, aunque la atracción entre ellos es igual omayor al odio que sienten.