IX certamen de relato corto 2011

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Publicación anual con los ganadores del certamen de relato corto organizado por la concejalía de juventud del Ayuntamiento de las Rozas

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MEJOR RELATO

Autor: Borja Gómez Hidalgo

Obra: Obituario

MEJOR RELATO DE AUTOR LOCAL

Autor: Giovanni Caramuto Martins

Obra: Memorias

PREMIO ROZASJOVEN

Autor: Pedro Curiel Tormol

Obra: Tres Palabras

MEJOR RELATO DE AUTOR DE 14 A 16 AÑOS

Autor: Ana Hernández Carvajal

Obra: Savia herida

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Autor: Borja Gómez HidalgoObra: Obituario

“Ya me decía mi madre de pequeño que no hablara con desconocidos” pensóEnrique, con media sonrisa irónica, mientras preparaba el pequeño ritual que realizabasiempre antes de ponerse a escribir. Como tantas otras veces, se sirvió un whisky conhielo, vació el cenicero, colocó un folio en su anacrónica máquina de escribir y se en-cendió un cigarro mientras miraba absorto y vacío el insultante color blanco del papel.“¿Y qué coño cuento yo de este?”.

Tecleó sin mucha convicción: «El admirado por todos doctor Andrés Esquinas, elpasado miércoles 15 de abril abandonó este mund… » dejó de teclear, lo leyó un ins-tante y arrancó sin ganas el folio. Probó tres veces más emborronando con clichés ne-crológicos tres hojas más, se encendió otro cigarro y se abandonó al humo y al pensa-miento. “cuánta razón llevaba mi madre... si no hubiese dicho en el periódico que habíahablado con él un par de veces... y ahora, por haber compartido con él un par de no-ches de barra de bar y blasfemias de borracho contra el mundo y la humanidad teníaque escribir ese absurdo obituario”.

Media cajetilla y ninguna frase decente después, decidió personarse en la casa deldifunto buscando algo de inspiración “¿Cómo es posible que siguiese viviendo con sumadre?”.

Enrique volvió más desanimado y bloqueado que antes. Lo único que había sacadode su visita era un diario que resultó no tener otra cosa que entramadas ecuaciones ynotas de sus proyectos científicos. Si no hubiese existido no hubiese cambiado nada, notenía amigos, ni relaciones más allá de las familiares, si lo pensaba fríamente, él era lomás parecido a un amigo que habría tenido nunca.

Pensó por un momento hacer una nota conservadora y burocrática contando suséxitos científicos, que buscaría en la Wikipedia, y la profunda deuda que había contraí-do el futuro de la Física con él. Sin embargo resonaron en su cabeza las palabras deleditor jefe “un obituario a la altura de las circunstancias... blablablá... con profundosentido humano... blablablá... conmovedor relato de un genio incomprendido y másparloteo al uso...”, “encima no lo va a leer más que su madre...” pensó.

Adivinando la larga noche que tenía por delante, decidió poner a freír unas salchichasy cogió con desgana el diario del solitario difunto y empezó a pasar páginas y páginasbuscando algo que entendiese. No había una sola aclaración, era todo una ininteligiblesucesión de fórmulas y fórmulas que no parecían tener ninguna relación con el mundoreal. Tras doscientas páginas de las cuales cien eran una sola y larguísima ecuación, por

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fin, encontró algo en castellano. Era una presuntuosa presentación de todo lo an-terior que no escatimaba en “la descomunal importancia de estas fórmulas para la ciencia,y la vida humana...” la genialidad del descubrimiento radica en...” “convirtiéndose en elhito más importante de la humanidad desde el descubrimiento del fuego...” y así unastres páginas hasta que por fin aclaraba algo de aquella supuesta genialidad:

“(...) hemos aislado y cuantificado una a una la totalidad de variables y constantesfísicas y psíquicas existentes en el universo para lograr, mediante la fórmula de Esquinas(ver anexo 2), cuando exista una tecnología lo suficientemente potente como parapoder aplicarla, anticipar el futuro utilizando los datos de un solo instante (…) desdeese momento, el futuro deja de ser algo extraño o imprevisible para el ser humano ypodremos conocer el fin del universo si es que este acontece y desde luego, el final dela raza humana (…) este genial descubrimiento, desgraciadamente, no tendrá utilidadpráctica en la variación del futuro, puesto que este ya está “escrito” y seguiremos su-friendo la ignorancia humana en todas sus formas, guerras, asesinatos, delincuencia,religiones... sin poder evitarlo pues como he podido comprobar (como explicare másadelante) el futuro no cambia porque lo conozcamos, sino que el hecho de que lo co-nozcamos y todas las acciones que se deriven de este conocimiento, están inmersas enla compleja serie de causalidad que determina y ha determinado cada momento presen-te, pasado y futuro (…) la demostración de la invariabilidad del futuro que prometíveinte páginas atrás (página 326 parágrafo 6.2) no puede realizarse de un modo mate-mático con la tecnología hoy existente, sin embargo la he comprobado si bien de unmodo involuntario y científicamente ortodoxo, pero cuya eficacia es incuestionable. Latecnología actual es demasiado simple para la complejidad matemática necesaria perono así el cerebro humano funcionando a todo su potencial, es decir, durante el sueño.Mi consciencia ha estado día y noche tan ensimismada en la elaboración de la fórmulade Esquinas que mi subconsciente la ha debido de asimilar en las largas vigilias de tra-bajo, y cuando, por fin terminada, me he permitido el deseado descanso, mi cerebro alcompleto se ha propuesto llevarla a la práctica y he soñado noche tras noche con loque sucedería en el futuro. Los primeros días, hasta que la poderosa maquinaria queconstituye mi cerebro se adaptase a la aparentemente inabarcable fórmula, solo eracapaz de anticipar unos pocos minutos del día siguiente o de un par de días despuéscomo muchísimo, eso sí, sin equivocarse nunca. Pero en menos de un mes, era capaz deanticipar durante el sueño meses y meses de mi vida y, la noche antes de escribir esto,he logrado vivir, durante una sola noche de sueño lo poco que queda de mi vida e in-cluso ver los sucesos que acontecerán algunos años después de que esta termine. (Al fi-nalizar esta presentación, mostraré una prueba irrefutable no solo de la exactitud de lafórmula, sino de que nada de lo que aquí expongo (desde la invariabilidad del futuro,hasta mis reales vivencias oníricas) son fruto de la locura (…)”.

Enrique, incapaz de creer hasta dónde habían llegado los delirios del doctor en física,pasó impaciente todas las páginas que le quedaban antes de llegar al final, y empezó a leerla supuesta prueba que debía sentenciar entre genio o loco. En la última página en lugarde encontrar una fórmula matemática repleta de matrices o una densa explicación físicasobre el futuro, solo encontró un par de frases en forma de agradecimiento. Sin perdertiempo, lo leyó, miró atemorizado a la cocina y se quedó pálido de sorpresa y miedo:

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Obituario Borja Gómez Hidalgo

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“Mis agradecimientos al periodista Enrique Pérez para quien ya es demasiado tardepara apagar el gas y que pronto se encontrará conmigo, por convertirse sin saberlo, enla prueba empírica de la veracidad y exactitud de todo lo dicho aquí, no te preocupes,los libros de historia tendrán un hueco reservado para ti.

Fdo: Dr. Andrés Esquinas.

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Obituario Borja Gómez Hidalgo

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¿Desde cuándo empezó a ser imprescindible el uso de la tecnología en nuestra vidacotidiana? Hoy en día, la gente nace sin saber que, en algún momento del pasado, lagente se las arreglaba sin ordenadores, teléfonos móviles o pantallitas táctiles. Sí, nosha ayudado a avanzar... pero en el caso que nos ocupa ahora, no sabíamos que nos esta-ba convirtiendo en simples títeres.

La tarde del 15 de diciembre de 1996 fue un gran momento para Micael Gorgais. Sepasó toda la mañana poniendo a punto su trabajo, un proyecto en el que llevaba traba-jando durante unos 7 años. Tenía previsto ponerlo en marcha por quinta vez. Los otrosintentos habían sido un completo desastre, y en su cabeza llevaba la marca del segundointento. En el lado izquierdo de su cráneo, en una zona con la forma de una interroga-ción, no le volvió a crecer el pelo, lo que le proporcionó el sobrenombre de Enigma,como el malo de Batman. Desde entonces los intentos se fueron distanciando en eltiempo, y Micael se volvía cada vez más precavido.

No tenía ni idea de cuánto iba a ocupar el archivo, pero se había gastado casi la mitad de su sueldo de ingeniero informático en unos cuantos cientos de CD, DVD ydiscos duros. Tenía los conectores a punto, el algoritmo solo estaba esperando queMicael pulsara la tecla ENTER. Tomó un sorbo de café, para darse cuenta de que sehabía quedado frío. Llevaba horas ultimado los detalles y no recordaba cuándo habíapreparado el café. Pensó de nuevo en su habitual despiste. Es posible que su frágil me-moria fuera el detonante de todo el proyecto que tenía en sus manos. Decidido, cogiólos cables y se sentó en su sillón favorito. Se conectó los cables en la parte derecha de lacabeza, donde le colgaban otros cables que le llegaban hasta la mismísima materia gris.La operación tuvo sus riesgos, pero por lo menos así no tenía que abrirse la cabeza encada prueba. Obviamente no lo había hecho él solo, un cirujano amigo suyo le habíaayudado y de paso le había proporcionado el material médico. Se tomó un tiempo paratranquilizarse, respirando hondo. Se quitó las gafas y las dejó en la mesita que había allado, y pulsó ENTER.

Cerró los ojos.

No supo decir cuánto tiempo había pasado, podrían haber sido horas o segundos,pero escuchó un sonido que le avisaba de que había funcionado. La pantalla decía:«¿Desea guardar el archivo? Tamaño aproximado: indeterminado (Mayor de 1GB)».Comenzó a reírse de forma descontrolada. El ordenador que usaba no tenía suficientecapacidad como para medir la cantidad de datos, pero eso daba lo mismo. Sus recuerdospodían ser guardados en formato digital, y esa pantalla era la prueba.

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Autor: Giovanni Caramuto MartinsObra: Memorias

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Los años siguientes fueron un torbellino para Micael. Se convirtió en una fiebre.Para el año 2000, la gente más adinerada ya almacenaba sus memorias en sus discos du-ros personales, que solían guardar en cámaras acorazadas de sus bancos. A medida quelos discos duros y dispositivos de almacenamiento se fueron abaratando, los serviciosde la empresa de Micael, Memories in Your Pocket S.A., fueron siendo accesibles paratodo el mundo. Su cara adornaba las revistas más prestigiosas, con los titulares más in-geniosos, aunque a Micael a menudo le parecían un poco estúpidos. Había alcanzado lafama mundial, y se convirtió en la persona más rica del mundo y de la historia de lahumanidad.

Sería bonito terminar aquí el relato, pero las cosas se complicaron. No todo fue un camino de rosas. Los problemas con las memorias personales R-400 en 2002 le acarrea-ron demandas millonarias. La gente guardó sus recuerdos en ellas y muchas de ellas fa-llaron de manera estrepitosa, de forma que algunos recuerdos se corrompían. Como elsistema también funcionaba a la inversa, es decir, los recuerdos podían volver a intro-ducirse en la mente cuando se quisiera, los recuerdos corruptos invadían las neuronas ymucha gente sufría espasmos y en algún caso, la muerte.

También estaban aquellos que vendían recuerdos falsos o recuerdos asociados condrogas de diseño, o piratas informáticos que modificaban los recuerdos bajo demanda.Esto era algo realmente problemático. Los crímenes habían disminuido porque, una vezinsertados los microchips de memoria en el propio cerebro, nadie escapaba a tener susrecuerdos almacenados. Así que, si atracabas un banco, o matabas a alguien, el juiciosería increíblemente corto. Simplemente, el juez comprobaba el recuerdo, ya fuera envídeo o en audio (también había problemas con los delincuentes ciegos), y declarabanal acusado culpable o inocente. Bien, los servicios de los piratas eran, precisamente,modificar o incluso eliminar los recuerdos de los delitos. Lo cual les convertía a ellosen delincuentes también.

Todos estos problemas se resolvieron, irónicamente, el 15 de diciembre de 2020.Micael trataba de hacer cuadrar las cuentas. La nueva actualización de la memoria RX-70000 era bastante problemática y solo él tenía la capacidad de resolverlo. Había teni-do la cautela de no revelar todo el código del programa conversor de los datos, con locual no tuvo nunca competidores. Sin embargo, la dichosa actualización le estaba dandoun dolor de cabeza terrible. Se quitó las gafas y las dejó en la mesa de su despacho. Enese momento entró su hija, Tara.

—Hola pequeña —Dijo su padre. Tara ya no era pequeña, pero a sus ojos seguíasiendo una niña. Tenía 13 años y era muy inteligente. En vez de muñecas, sus estante-rías estaban llenas de libros—. ¿Qué haces levantada? Es tardísimo.

—No podía dormir —Tara se acercó a su padre y lo abrazó. Miró de reojo lo queestaba haciendo con el ordenador—. ¿Todavía trabajando?

—Sí, Tara. Esto es urgente.

Memorias Giovanni Caramuto Martins

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—¿Me quieres?

La pregunta le cogió por sorpresa.

—Por supuesto que te quiero, cariño. ¿Qué pasa?

—¿Cuánto me quieres?

—¡Muchísimo! —Contestó haciéndole cosquillas.

—¡Jajaaa! —Rió ella—. En serio papá. ¿Cómo sabes que me quieres?

Otra pregunta por sorpresa.

—Pues... simplemente, lo sé.

—Yo también te quiero...Tengo que decirte algo, papá. He estado investigando unpoquito sobre tu trabajo. No quiero que te enfades, pero creo que todo esto de losrecuerdos almacenados... es una mierda.

—Siempre me ha gustado que seas tan sincera. ¿Por qué piensas eso?

—Por muchas cosas. Sé que ciertos recuerdos son fácilmente reproducibles en for-mato electrónico, como los vídeos... las imágenes, sus colores, el volumen de la voz deuna persona... son cosas que se pueden medir. Cosas que quedan registradas en nuestramente. Y en las memorias que tú has creado.

—Eso es. Es algo difícil de comprender, pero tú eres muy lista, pequeña.

—Pero hay cosas que no se pueden medir —Tara estaba muy seria—. Sabes a lo queme refiero, ¿verdad?

Micael estaba confuso. Su hija le estaba hablando como nunca antes le había hablado,como si fuera una persona adulta. A veces lo hacía, sí, pero esta vez era muy diferente.Estaba preocupado.

—¿Qué sucede?

—He visto el código fuente. Las cosas como la belleza, el miedo, el amor... Lo estásmidiendo en una escala del 0 al 10. Tiene decimales, pero es solo del 0 al 10. Esto eramuy extraño. No sabía de qué diablos le estaba hablando su hija.

—Escucha papá. Sé que no te va gustar lo que te voy a decir. Soy un recuerdo falsoque has creado para acabar con tu propio imperio. Puede que parezca demasiado cruel,pero es la verdad. Hace unos meses tuviste una visión clara de lo que iba a suceder. Conel tiempo, la gente terminará deshumanizada por completo, todo gracias a tus inventos.

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Giovanni Caramuto MartinsMemorias

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Como no te viste capaz de destruir el código fuente, me creaste a mí, un recuerdo falso.Todos los recuerdos que tienes de mí, mi nacimiento, la primera vez que monté en bi-cicleta... es todo falso. Lo has creado tú.

Micael estaba blanco.

—¿Por qué diablos iba a hacer una cosa así? —Había algo de cierto en todo eso,las cosas no estaban del todo bien, todo por su culpa—. ¿Por qué iba a hacer algo tancruel? ¡¿A mí mismo?!

—Estabas convencido de que, con un golpe tan brutal, no dudarías en bajar a lasoficinas centrales del sótano de este edificio y pulsar el botón. Ya sabes qué botón. Todoeso era información clasificada. No podía saberlo, salvo que estuviera diciendo la verdad.

—¿Y por qué puedo tocarte, escucharte y verte? Eso no son recuerdos.

—Cierto, pero ¿dónde está la línea que separa el presente del pasado? ¿Qué diferen-cia hay entre lo que estás viendo y el recuerdo de lo que viste hace un microsegundo?Tus memorias artificiales han llegado demasiado lejos, tanto que pueden modificar loque nosotros llamamos “presente”. Todo lo que estás viendo, oyendo y tocando estásiendo modificado a velocidades que no comprendes.

Tenía razón. Maldita sea, tenía razón. ¿Qué podía hacer? ¿Echar todo por la borda?Su imperio se iría a la mierda al pulsar ese botón. ¿Acaso la vida que tenía ahora mere-cía la pena? Por lo que le estaba diciendo su hija, todo podía ser mentira. Hasta elpropio botón.

—Esto no es por tu bien —Dijo su hija, como leyéndole la mente—. Es por el biende la humanidad.

Al cabo de unos minutos, estaban en el sótano del edificio. Allí el vigilante lessaludó.

—Hola, Señor Gorgais. ¿Qué tal, pequeña?

—Hola Al. Déjanos pasar, quiero enseñarle esto a mi hija.

—A la orden, Señor.

Entraron en la cámara acorazada, donde había un superordenador en el centro de lasala. Un monitor mostraba lo que estaba pasando en sus entrañas.

—Te he pillado, Tara. Ese guardia te ha saludado. Eres real.

—Recuerda, papá. El presente es un pasado muy, muy reciente. Todo lo que hasvisto ha sido tu programa Tara-01. Una virguería digna de un hacker.

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Giovanni Caramuto MartinsMemorias

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—No te lo voy a discutir —Dijo suspirando. Se acercó al ordenador, y tecleó uncomando. Solo debía pulsar ENTER. Quiso hacerlo, pero se derrumbó. Estaba de rodillasfrente a su hija, llorando—. ¡No puedo! Joder, esto es demasiado... te quiero mucho,hija... yo...

—Lo sé, papá. Simplemente, lo sé.

Pulsó ENTER.

Cerró los ojos.

Las luces se apagaron, y todas las memorias del mundo dejaron de funcionar almismo tiempo.

Micael seguía de rodillas, llorando, tratando de no olvidar a su hija pequeña. Perono podía. No podía... ¿Por qué no podía? Si la memoria artificial ya no funcionaba, nodebería poder recordar su cara, o su voz... Levantó la vista. Allí seguía ella.

—Has hecho lo correcto, papá.

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Es curioso como una sola frase es capaz de cambiar el rumbo de una vida. Una frasepara nada compleja, con tres únicas palabras. Una frase que bien podría haber salido delos labios de un niño pequeño, de los de un joven, un adulto o un anciano. Cierto esque tiene un efecto, cuanto menos descorazonador, dependiendo de la persona quepronuncie esas letras entrelazadas. Las reacciones ante una frase del tipo de la que ha-blamos, en boca de la persona adecuada, podrían ser de lo más variopintas: temor,celos, ira, esperanza y curiosamente su antónima, la desesperanza. Pero la frase de laque hablamos produjo en aquel insignificante individuo, cuya vida era tan corriente yabsurda como la de cualquier otro ser humano, un sentimiento, una reacción, un vérti-go… al que jamás en la vida se había enfrentado con tanta claridad: angustia.

Se paró el tiempo, se le encogió el corazón, alguien ató sus entrañas con una fuer-za sansónica, sus piernas temblaron como pilares que se abandonan a la rabia de un te-rremoto, sus manos quisieron apretar el aire pero desaparecieron sus tendones. Y susojos… sus ojos reflejaron un temor que únicamente la muerte puede provocar.

Qué poder el de las palabras! Un poder tan grande, tan potente y enérgico que nodebería usarse sin control. Un poder que la mayoría de los hombres posee y utiliza per-manentemente sin apenas pensar en las repercusiones que puede conllevar. ¿Quién fueel loco que dotó al humano de semejante imperio? ¿Quién fue el que desligó sus labiosy le permitió unir sonidos para que tuvieran significado? Mucho debía de amar a loshombres para convertirlos en dueños y señores de un reino tan complicado, enrevesa-do, cambiante y tantas veces ininteligible. ¡Qué ingenuo fue al confiarles semejantedon!

Un sabio, un conocedor del poder sin duda alguna, exclamó una vez: no hables silo que tienes que decir no es más bonito que el silencio. Pero, a pesar de eso, sonpocos los que usan el lenguaje con metódica sinfonía. Son pocos los que prefieren ca-llar y no romper la paz de una quietud tan necesaria. Pocos son los que gobiernan lostérminos, vocablos, dicciones y expresiones de tal modo que esperan al momento exac-to para quebrar el ya olvidado sosiego.

Si las palabras tuviesen olor, el mundo sería una amalgama de pestilencias y hedoresque sólo las señoras cincuentonas con grandes collares de perlas, cuyos ácidos y pene-trantes perfumes inundan los ascensores, serían capaces de repeler.

Si tuviesen color estaríamos continuamente lavando nuestras vestimentas de ungris negruzco. Manchados con petróleo nos creeríamos en posesión de un tesoro que no sabe-mos administrar.

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Autor: Pedro Curiel TormolObra: Tres palabras

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Si hubo un tiempo en el que las palabras eran cultivadas y cuidadas por las cariñosasmanos de un experto, de un gran rey en definitiva, en jardines de enormes dimensiones,debió de ocurrir un trágico accidente. Quizás alguien declaró la guerra a tan exquisitomonarca, y los campos en los que crecían verbos, sustantivos, adjetivos, adverbios, con-junciones, preposiciones y demás frutos lingüísticos, fueron quemados bajo el abrasadorfuego del analfabetismo funcional.

Aun así existen todavía rebeldes. Luchadores que infatigablemente pelean por recons-truir aquel imperio de olores a especias y de colores que no se mezclan. Revolucionariosque aprenden clandestinamente las artes del cultivo por el puro placer de saborear sus fru-tos.

Aquellas tres palabras, incitadas sin duda por la historia pasada de los dos amantes,inundaron de desaliento el corazón del hombre cuya vida dejó de pertenecerle, paraconvertirse en esclavo de los brillantes ojos castaños que tan intensamente le contem-plaban.

—Llámame en abril —sentenció ella.

Abril, mes de lluvias. Lluvias como las que, durante meses, habían brotado deaquellos mismos ojos. Abril, tan lejano en el tiempo como la certera muerte, tan dis-tante en el espacio como la luna. Pero, ¿qué significaban el tiempo y el espacio parados personas que se creían destinadas a estar juntas? Voló su imaginación hasta el infi-nito, cruzó mares y océanos en busca de un sentimiento que, sin vuelta atrás, se insta-laría en sus entrañas durante meses de interminable espera. Y lo encontró.

Angustia.

¿Sería capaz? Ni una carta, ni una señal, ni una llamada, ni un mensaje. Esas eran lasinfranqueables condiciones. Aquel amor de noviembre, aquella pasión de otoño, aque-lla ternura de caricias, aquellos besos bajo el sauce de primavera… en definitiva, aqueltodo, pendía del más fino y delicado hilo que sus manos hubiesen sostenido.

Aquel monarca del pasado, dueño de todos los vocablos existentes y que por existirquedasen, si tuviese además el poder de manejar el tiempo, recibiría en auxilio al hom-bre cuya angustia cortaba su respiración. Arrodillado a sus pies le pediría, le rogaría, ¡lesuplicaría! que su voz quedara sin eco, que arrancara de sus labios todas las palabras, si acambio ordenaba al tiempo retroceder sobre sus pasos, de vuelta al día en que la vida deaquellos dos corazones se separaron por primera vez. Y una vez allí, sentados en el bancode madera junto al río Manzanares, le diría sin dudar que lo bueno superaba con creceslo malo, que lucharía por ella, que compensaba quererla.

Pero ese poder no existía.

No sólo el tiempo no retrocedió, sino que imparable, ordenó a las agujas del relojmoverse indefinidamente. Pasaron las horas, los días, las semanas y los meses, y el

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Tres palabras Pedro Curiel Tormol

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hombre cometió un nuevo y nefasto error. Confundió en marzo una amistad con amor,y aquel abril ansiado terminó por desvanecerse como la vela que consume toda sumecha.

Siguió avanzando el tiempo, y descubrió que los ojos de marzo no brillaban con lamisma intensidad con la que lo hicieron los que en su memoria vagaban, tampoco flu-yeron las palabras con la misma elocuencia y placer, y las noches nunca alcanzaron lapasión que antaño tuvieron. Los recuerdos se convirtieron en el peor enemigo del hom-bre y la comparación en su modo de vida.

Desapareció en mayo aquella amistad disfrazada de amor y pensó arrepentido en eseabril que nunca vio llegar, que no quiso esperar, que no supo amar. Se alejó del mundo,juró no volver a enamorarse, escapó de casa y huyó al más recóndito templo de oraciónal que sus pies le llevaron.

Y el tiempo no se detuvo. Pero, ¿a quién le importaban ya las horas?

Diez años pasaron, innumerables meses sin nombre que tachó del calendario. Y undía de abril, con la llegada del atardecer, cuando el sol se despedía del mundo y éste saludaba a la luna; cuando el cielo se vestía de tonos naranjas y rosas; cuando los gira-soles agachaban tristes la cabeza; la alargada sombra de una mujer ascendía por las escaleras del antiguo monasterio.

Retumbaron sus pasos por las paredes de piedra, cabalgaron sus ecos por los fríospasillos del templo y entraron en la habitación del hombre que huyó de la vida. Llegarona sus oídos las notas de una música que ya conocía y corrió hacia ella.

Y allí la vio.

—Hoy es abril —sentenció ella.

Es curioso como una sola frase es capaz de cambiar el rumbo de una vida. Una frasepara nada compleja, con tres únicas palabras. Una frase que bien podría haber salido delos labios de un niño pequeño, de los de un joven, un adulto o un anciano, pero queen aquella ocasión salieron de la mujer que amaba.

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Tres palabras Pedro Curiel Tormol

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A pesar de ser una bruja, Savia Herida no vivía en un aquelarre, ni prisionera en uncastillo, y mucho menos en una choza oculta del resto de habitantes del lugar.

Savia Herida tenía una casita de madera en medio de una explanada de trigo. Escierto que no estaba demasiado cerca del pueblo, pero sí bien expuesta a la vista, ycualquier persona que caminara por esos parajes acababa confundiendo la pequeña ca-baña con el entorno.

Era una bruja anciana, con la vista nublada y el rostro surcado de arrugas por eltiempo. Sus pestañas, blancas, finas y quebradizas, recordaban a las espinas de un pesca-do, y los ojos que se escondían tras ellas, a dos perlas azules. Sus párpados eran como elenvoltorio de una ostra. Por lo demás, el resto de su cara era como el de cualquier otraseñora de la tercera edad.

Vestía siempre con numerosos chales raídos que la hacían parecer una cebolla decolores, y sus únicos zapatos consistían en dos chinelas marrones y polvorientas que le quedaban pequeñas. Savia Herida no solía salir de casa, y menos para comprar ropa quele resultaba innecesaria. Tampoco iba a la peluquería, y recogía la larguísima cascadaplateada que era su cabello en un moño sujeto con dos pinzas similares a arañas.

No obstante, y a pesar de su extraña apariencia, Savia Herida no era una bruja mala.Nunca lo había sido, pero en tiempos pasados se había visto obligada a pelear contraotras criaturas mágicas, y tantas magulladuras y cicatrices le habían dejado, que habíaacabado optando por cambiarse el nombre. Siempre tomaba savia porque, según ella,sanaba las heridas internas (no se sabe si esto es cierto, pero si lo dice una persona quetiene poderes mágicos, es bastante probable que tenga algo de verdad); y además, habíaañadido al nombre “herida”, porque una forma de nombrarte tiene que definir cómoeres, y al fin y al cabo, tenía el cuerpo lleno de ellas.

Pero, a pesar de haber pasado años y años estudiando brujería, haber aprendido amezclar pociones, haber realizado sortilegios complicadísimos y haber logrado contro-lar prácticamente todos los elementos de la naturaleza, Savia Herida no había podidoevitar envejecer; y, al igual que les sucede a todas las personas de esa edad, presentíaque su hora estaba cerca. De hecho, lo sabía con total seguridad: iba a morir aquelmismo día.

Aunque no le importaba mucho.

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Autor: Ana Hernández CarvajalObra: Savia herida

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Sin embargo, todavía le quedaba una cosa por hacer antes de morirse. Algo quetodas las brujas debían asegurarse de dejar tras ellas antes de finalizar su vida terrenal:un rastro de su magia.

Había muchos modos de cumplir esa tarea, y tras mucho pensarlo, Savia Heridahabía tomado la decisión de cedérselo a un ser vivo. Concretamente, a un humano.

A diferencia de lo que hubieran hecho sus compañeras brujas, ella no había inverti-do semanas, meses y años en buscar por todos los rincones del planeta hasta dar con lapersona adecuada. Ni siquiera se lo había planteado. Pertenecía a la clase de personasque creían en el azar. Concretamente, en el azar provocado.

Cerró los ojos para concentrarse. Y chasqueó los dedos.

Afuera, la brisa primaveral hacía oscilar con lentitud los tallos de las espigas dora-das que componían el campo de trigo.

De pronto, alguien llamó a la puerta. Savia Herida sonrió.

—Está abierto —dijo en voz alta.

Escuchó un chirrido, el sonido de unas pisadas contra la alfombra del recibidor, y acontinuación, un adolescente entró en la estancia.

—Hola, buenas tardes… —saludó el recién llegado, mirando con timidez a la an-ciana—Verá, hoy había quedado con mis amigos y cuando nos despedimos pensé envolver a casa andando en vez de en tren, pero me he perdido, y encima tengo el móvildescargado… Me preguntaba si usted me dejaría hacer una llamada a mi casa con su te-léfono… Si no llamo pronto a mis padres, se preocuparán. Llevan todo el día sin tenernoticias mías.

—Por supuesto —aceptó la mujer. Giró la cabeza hacia una mesita en la que repo-saba un anticuado teléfono negro, de esos que en vez de teclado tienen una rueda paramarcar los números, y lo señaló con el dedo—. Ahí lo tienes.

—Muchas gracias —respondió el chico, sinceramente agradecido.

Se dirigió hacia la mesita, y mientras descolgaba el auricular y hacía girar la ruedalentamente, Savia Herida se le quedó mirando pensativa.

Era alto, pero aun así no debía de tener más de catorce años, tal vez quince. Llevabael pelo rubio untado con gomina y echado a un lado, una camisa de manga larga, unosvaqueros bastante desgastados y unas zapatillas que parecían quedarle grandes. Un mu-chacho normal y corriente.

—Sí, mamá… No te preocupes… Una señora me ha dejado llamar desde su casa…

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Savia herida Ana Hernández Carvajal

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Claro que sí… Adiós.

Colgó el teléfono y luego se giró para mirar a Savia Herida.

—Le estoy muy agradecido por haberme dejado telefonear a mi casa, señora.

—No es nada —respondió la anciana con una sonrisa. Luego, se inclinó hacia unlado del sofá para visualizar algo que había detrás de él—. ¿Podrías darme esa taza quetienes detrás, por favor?

El chico así lo hizo, y la bruja se llevó el recipiente a los labios y dio un largo sors-bo. Cuando dejó la taza semivacía sobre uno de los brazos del sofá donde estaba senta-da, el muchacho pudo ver que contenía un líquido espeso y ligeramente amarillento.Savia Herida se dio cuenta.

—Es savia. ¿Quieres un poco? Tiene muchas propiedades medicinales —le ofreció laanciana.

—Yo creía que eso era la salvia —repuso el otro sorprendido.

—Sí, bueno, también… Pero no es tan eficaz —respondió Savia Herida sonriendode nuevo. Desde luego, su joven invitado no tenía un pelo de tonto—. Ten, pruebala.

El chico cogió la taza. Se la llevó a los labios. Y bebió

La bruja contuvo el aliento.

El muchacho apuró todo el contenido del recipiente de un trago y a continuaciónsoltó un sonoro eructo. Miró a la anciana con cara de arrepentimiento.

—¡¡L-lo siento mucho!!

Savia Herida soltó una sonora carcajada.

—No pasa nada, no pasa nada… Eres muy gracioso. ¿Cómo te llamas?

—Pablo —respondió Pablo.

—Un nombre precioso… Escucha, Pablo, me gustaría acompañarte hasta tu casa,pero yo ya soy muy vieja y mi casa queda muy lejos del pueblo… Por eso, te daré unmapa para que esta vez no te pierdas.

—¡Muchísimas gracias, señora! —agradeció el chico.

Miró a través de la ventana. Parecía que faltaba poco para empezar a oscurecer.

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Savia Herida alargó la mano hacia la estantería que estaba al lado de ella, abrió unode sus cajones, extrajo un papel con muchos dobleces de él y se lo tendió al chico.

—Aquí tienes. Te aconsejo que te vayas ya, pronto se hará de noche.

—Gracias otra vez, señora… Me ha hecho un gran favor, de verdad. No sé cómoagradecérselo…

La bruja estuvo tentada de responder: “Aprovechando bien el don que te he dado”,pero se contuvo en el último momento.

Pablo giró el pomo de la puerta, que se abrió con un chirrido, y luego se giró denuevo para mirar a la anciana.

—Adiós… Espero que nos volvamos a ver.

—Lo mismo digo —respondió Savia Herida, sonriendo amablemente, a pesar de quesabía que eso nunca llegaría a ocurrir.

Pablo salió de la pequeña cabaña y echó a andar por la explanada de trigo.

La brisa que anunciaba la proximidad de la noche mecía las espigas, como si estu-vieran bailando al ritmo de una canción de cuna. El sol poniente las hacía brillar, arran-cándoles reflejos cobrizos. Quedaba muy bonito.

Entonces se le ocurrió levantar la cabeza para mirar al cielo, y el espectáculo le dejósin respiración.

El firmamento se había vuelto de un azul indescriptible, y en su centro había unagran nube rosa, que lo iba cruzando lentamente. Era precioso.

De pronto, una idea se abrió paso en la mente de Pablo, e inundó los pulmones, elcuerpo y el alma.

Quería hacer belleza. Crearla, plasmarla, inmortalizarla. Llenar su vida de cosasbellas.

A partir de ese día, ese deseo fue su objetivo.

Su propósito nació unas pocas horas antes de que Savia Herida muriera. La ancianase acomodó en el sofá, suspiró cansada por el peso de los años y cerró los ojos.

El resto de brujas de la zona se percataron enseguida de que su amiga había aban-donado su vida terrenal, y a la mañana siguiente acudieron a su casa para recoger sucuerpo.

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Les llamó la atención la expresión que decoraba su rostro cetrino: denotaba unacalma y una satisfacción asombrosas. La sonrisa que decoraba su boca era dulce y rela-jante, fruto de la felicidad del trabajo bien hecho.

Nadie volvió jamás a habitar la cabaña donde había vivido Savia Herida.

Todavía sigue en medio de aquella explanada de trigo, y la gente que pasa por ahísigue confundiéndola con el resto del entorno.

Muy pocas personas tienen la capacidad para darse cuenta de la atmósfera mágicaque la recubre. Entre ellas está Pablo. Pero nunca ha llegado a recordar el sitio dondese encontraba la casita de madera. Sigue siendo muy despistado.

A pesar de todo, sí recuerda con claridad que allí fue donde empezó su inspiraciónpara ser pintor. Y lo recuerda como un sitio mágico.

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