Janin Beatriz Intervenciones Psicoanalista Ninos

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49 Cuadernos de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente, 2012;53,49-56 © Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del niño y del adolescente. ISSN: 1575-5967 LAS INTERVENCIONES DEL PSICOANALISTA EN PSICOANÁLISIS CON NIÑOS* PSYCHOANALYSTS’ INTERVENTIONS IN CHILD PSYCHOANALYSIS Beatriz Janin** (VWH WUDEDMR KD VLGR SXEOLFDGR HQ XQD YHUVLyQ DQWHULRU HQ &XHVWLRQHV GH ,QIDQFLD 1 +D VLGR PRGL¿FDGR \ FRUUHJLGR SDUD HVWD SXEOLFDFLyQ ** Psicóloga Psicoanalista, Directora de las Carreras de Especialización de Psicoanálisis con Niños y con Adolescentes de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (en convenio con la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires), Directora de la revista “Cuestiones de Infancia” y Profesora de posgrado en diferentes universidades. Dirección: Avda. Córdoba, 3431, 10º A (1188) Argentina Tlf. 4963-4729. E-mail: [email protected] RESUMEN A lo largo de este artículo se desarrollan las diferen- tes modalidades de intervención del psicoanalista en el trabajo con niños partiendo de la premisa de que se op- era sobre un sujeto en estructuración. Se describen los diferentes lenguajes que los niños emplean y se expo- nen tanto las diversas formas que toma la consulta como los modos del trabajo psicoanalítico con los niños y sus padres. Se hace una distinción entre interpretaciones e intervenciones estructurantes. ABSTRACT The different manners of intervention which the psychoanalist may use when working with children are discussed throughout this paper, under the prem- ise that we are dealing with a subjet in the process of structuration. The different languages children use are described as well as the different complaints the parents make when seeking professional advice and the ways in which psychoanalytical work with children and their parents can take place. A line is drawn between interpre- tations and structuring interventions. RESUMÉ Au long de cet article on développe les différentes mo- dalités d’intervention du psychanaliyste dans le travail avec des enfants, en partant de la prémisse que l’on opère sur un sujet en structuration. On décrit les différents lan- gages qu’emploient les enfants, et l’on expose les formes diverses que prend la consultation, ainsi que les modes du travail psychanalytique avec les enfants et leurs par- ents. Une distinction est faite entre interprétations et in- terventions structurantes. El psicoanálisis de niños nos convoca a repensar la teoría psicoanalítica en su complejidad. Nuevos interro- gantes, nuevos desafíos, nos convocan cotidianamente. Lugar de controversias, de discusiones apasionadas, de puesta a prueba de todo el andamiaje teórico, podemos decir que el psicoanálisis con niños es un espacio privile- giado para la investigación. A la vez, los problemas que viene suscitando son muchos y arduos. Uno de ellos es el de las intervencio- nes del analista, que tienen que ver con la cura y con las metas clínicas. &RQVLGHUR TXH OD HVSHFL¿FLGDG GHO SVLFRDQiOLVLV FRQ QL- ños reside en dos factores : 1) la inclusión de los padres en el análisis del niño, lo que plantea la cuestión de las intervenciones con ellos y 2) el que las intervenciones con el niño pueden ser estructurantes, o, mejor dicho, pu-

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Janin Beatriz. Las intervenciones en la clínica con niños.

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    Cuadernos de Psiquiatra y Psicoterapia del Nio y del Adolescente, 2012;53,49-56 Sociedad Espaola de Psiquiatra y Psicoterapia del nio y del adolescente. ISSN: 1575-5967

    LAS INTERVENCIONES DEL PSICOANALISTA EN PSICOANLISIS CON NIOS*

    PSYCHOANALYSTS INTERVENTIONS IN CHILD PSYCHOANALYSIS

    Beatriz Janin**

    (VWHWUDEDMRKDVLGRSXEOLFDGRHQXQDYHUVLyQDQWHULRUHQ&XHVWLRQHVGH,QIDQFLD1+DVLGRPRGLFDGR\FRUUHJLGRSDUDHVWDSXEOLFDFLyQ

    ** Psicloga Psicoanalista, Directora de las Carreras de Especializacin de Psicoanlisis con Nios y con Adolescentes de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (en convenio con la Asociacin de Psiclogos de Buenos Aires), Directora de la revista Cuestiones de Infancia y Profesora de posgrado en diferentes universidades. Direccin: Avda. Crdoba, 3431, 10 A (1188) Argentina Tlf. 4963-4729. E-mail: [email protected]

    RESUMENA lo largo de este artculo se desarrollan las diferen-

    tes modalidades de intervencin del psicoanalista en el trabajo con nios partiendo de la premisa de que se op-era sobre un sujeto en estructuracin. Se describen los diferentes lenguajes que los nios emplean y se expo-nen tanto las diversas formas que toma la consulta como los modos del trabajo psicoanaltico con los nios y sus padres. Se hace una distincin entre interpretaciones e intervenciones estructurantes.

    ABSTRACT The different manners of intervention which the

    psychoanalist may use when working with children are discussed throughout this paper, under the prem-ise that we are dealing with a subjet in the process of structuration. The different languages children use are described as well as the different complaints the parents make when seeking professional advice and the ways in which psychoanalytical work with children and their parents can take place. A line is drawn between interpre-tations and structuring interventions.

    RESUM Au long de cet article on dveloppe les diffrentes mo-

    dalits dintervention du psychanaliyste dans le travail avec des enfants, en partant de la prmisse que lon opre sur un sujet en structuration. On dcrit les diffrents lan-gages quemploient les enfants, et lon expose les formes diverses que prend la consultation, ainsi que les modes du travail psychanalytique avec les enfants et leurs par-ents. Une distinction est faite entre interprtations et in-terventions structurantes.

    El psicoanlisis de nios nos convoca a repensar la teora psicoanaltica en su complejidad. Nuevos interro-gantes, nuevos desafos, nos convocan cotidianamente.

    Lugar de controversias, de discusiones apasionadas, de puesta a prueba de todo el andamiaje terico, podemos decir que el psicoanlisis con nios es un espacio privile-giado para la investigacin.

    A la vez, los problemas que viene suscitando son muchos y arduos. Uno de ellos es el de las intervencio-nes del analista, que tienen que ver con la cura y con las metas clnicas.

    &RQVLGHURTXHODHVSHFLFLGDGGHOSVLFRDQiOLVLVFRQQL-os reside en dos factores : 1) la inclusin de los padres en el anlisis del nio, lo que plantea la cuestin de las intervenciones con ellos y 2) el que las intervenciones con el nio pueden ser estructurantes, o, mejor dicho, pu-

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    Las intervenciones del psicoanalista en psicoanlisis con nios

    eden motorizar la estructuracin, ser disparadoras de una transformacin estructurante.(VQHFHVDULRWRPDUHQFXHQWDODGLYHUVLGDGGHFRQLF-

    tivas que se pueden presentar, los diferentes funciona-mientos psquicos, el predominio pulsional, las defensas, el tipo de pensamiento, para pensar las intervenciones sin caer en recetas que no dicen nada.

    La herramienta principal que utilizamos es nuestro pro-pio psiquismo, y esto implica que la formacin terica es fundamental, que sin teora no podemos trabajar, pero que la teora debe haber sido digerida, haber pasado por uno mismo.

    7LHQH GLFXOWDGHV HQ OD HVFXHOD /ORUD SRU FX-alquier cosa..., Se hace ps ..., Quizs yo tenga la culpa ..., Sali al padre ..., Qu le pasa ?..., Por qu esto a m? ..., Qu debemos hacer? ...

    Y el consultorio se puebla de quejas, de pedidos, de re-proches. Va apareciendo desordenadamente una historia y apenas si podemos vislumbrar de quin nos hablan, un alguien que, a veces, ni tiene claramente un nombre (se llama... pero le decimos... y tambin ...), ni una fecha de nacimiento (fue el ocho, no, el dieciocho, pero de otro mes).

    Angustias, sensaciones de desesperanza (ya probamos todos los mtodos, desde castigarlo a mimarlo, y no hay resultados), temores, exigencias, inundan el consultorio. Como psicoanalistas, estamos convocados desde la prim-era llamada a escuchar un pedido. A quin llaman, qu HVSHUDQ"2GLRVDPRUHVWUDLFLRQHVVHSUHVHQWLFDQ

    -Decle que saliste con ese tipo. -Y cuando dijiste que estabas trabajando y te fuiste con otra?. -Pero eso qu importa, si vinimos a hablar de Juan, no de nosotros? El problema es que l no atiende en la escuela. -l no le presta atencin al nio y la madre de l ni lo mira.. -Vos WDPSRFRHVWiVQXQFDHQFDVD\WXVSDGUHVSUHHUHQDORVhijos de tu hermana..

    Y me veo zambullida en un vrtigo de acusaciones, preguntas, hiptesis, peleas pasadas y presentes.

    Mltiples historias.... de ellos, del nio, de las genera-ciones precedentes...

    Y uno puede intentar forzar un orden. Pedir datos, re-sponder preguntas y tranquilizarlos y tranquilizarse con un este nio est enfermo, necesita tratamiento, tantas dosis de sesiones, un cambio de colegio, que no se le d de comer en la boca o que se lo saque de la habitacin de los padres.

    Pero es claro que la teora psicoanaltica nos ensea RWUDVFRVDV3RUHMHPSORTXHQRHVXQDPRGLFDFLyQFRQ-ductual impuesta por otro la que puede generar cambios en la estructura psquica. Que no ser a partir de una in-dicacin o de un consejo que alguien pueda hacer consci-ente sus deseos, que la sexualidad insiste en la bsqueda del placer y que no hay sentido comn ni recomendacin capaz de eliminarla.

    Y es que tambin aqu se trata de la sexualidad, de los deseos, de las prohibiciones. Lo que insiste en el juego de repeticiones es lo que vamos descifrando en el nio y en sus padres.

    Pero adems, quin detenta el saber sobre lo que se debe hacer con un nio? Quin puede ubicarse como juez de amores y odios? Quin podra ensear cmo ser madre o padre?.

    Intentar fundamentar lo que pienso que es operar psi-coanalticamente con aquellos que consultan por un nio, y con el nio mismo, entendiendo que el anlisis no es una empresa moralizante, ni un desempeo autoritario SDUD VDWLVIDFHU GHPDQGDV PDQLHVWDV /D SURSXHVWD HVoperar teniendo en cuenta la complejidad psquica, tanto en nios como en adultos.

    Ubicarse como psicoanalista con los padres implica es-cuchar todo su discurso sin establecer privilegios a priori, intentar el rastreo en su historia infantil, dirigirse a ellos, no para dar informacin acerca de lo que supuestamente le ocurre a un tercero, sino remitindolos a sus propias vivencias, sentimientos e ideas.

    As, aparece una queja: N. est insoportable, y podemos preguntarnos: Para quin?, qu es lo que le resulta insoportable al que habla?, qu experiencias pu-ede relatar?, cmo se fue construyendo en su historia el ser insoportable?

    Y no hay clichs posibles. Cada caso nos sorprende por la manera particular en que se entraman deseos, fantasas, normas e ideales y el modo en que esto a su vez se ex-presa en un trastorno o un sntoma.

    Al recobrar la infancia, las viejas y eternas pasiones, todo aquello que un nio reactualiza en un adulto va sien-do traducido a palabras y reconocido como propio.

    Slo la sobreinvestidura de las representaciones que GHWHUPLQDQ OD FRQGXFWDPDQLHVWD GH ORV SDGUHV SRGUiabrir, a travs de la reorganizacin del campo representa-cional, posibilidades creativas en la relacin con el hijo.

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    Beatriz Janin

    El dejar abiertas preguntas e inquietudes posibilitar XQ FDPLQR UHH[LYR TXH XQD UiSLGD UHVSXHVWD LQHYLWD-blemente sustentada en la ideologa de una determinada cultura, obturara.

    Consultar por un hijo implica generalmente una herida narcisista. Herida que genera dolor. Aquel en que se de-positaron los sueos, en el que se centraron las expec-WDWLYDV WLHQHGLFXOWDGHV"\ DGHPiVHOORV ORVSDGUHVQRVRQVXFLHQWHVSDUDUHVROYHUVXVSUREOHPDV"8QVLQ-fn de ilusiones se derrumban. Ilusin del hijo perfecto, producto de padres ideales. Ilusin de que el modelo de QLxRVHSHUVRQLTXH\TXHFROPH\FDOPHWRGDDQJXVWLDY, a veces, la angustia es insoportable. Se niegan a tener entrevistas, no quieren hablar...

    Tambin estn aquellos padres que tienden a sostener la desmentida. En lugar del dolor aparece entonces la QHJDFLyQGHWRGDGLFXOWDG9HQLPRVSRUTXHQRVPDQ-dan, dirn. En casa est todo bien, es perfecto. Pero la maestra dice que tiene que tratarse. Son otros adultos los que han dictaminado en estos casos que el nio tiene problemas y que requiere ayuda. Y la aceptacin de este dictamen se torna insoportable.'HVGH ORVSDGUHVTXHDUPDQHVXQVROSHURVXIUH

    hasta aquellos que insisten: es insoportable, es terrible, no hay nada que haga bien, todas las gamas y posibili-dades se despliegan en la consulta.

    A lo largo de las primeras entrevistas, la historia de cada uno de los padres y su historia como pareja se pre-VHQWLFDQHQHO UHODWRTXHKDFHQGH ODVGLFXOWDGHVGHOnio.

    Si pensamos estas entrevistas como anamnesis, lugar para recabar datos, o situacin en que se establece una alianza, estaremos operando con una teora de la his-toria como acumulativa, con una idea de la constitucin psquica que nos lleva a buscar hechos traumticos. Estaremos suponiendo que hay un registro objetivo de sucesos y por consiguiente, que los padres funcionan a pura conciencia.

    Pero si pensamos que la historia es una construccin retrospectiva de los acontecimientos pasados ; que el psiquismo se va estructurando signado por vivencias que dejan huellas que se enlazan y reorganizan , que hay otros que erotizan, dan una imagen de s, son modelos de LGHQWLFDFLyQHLPSRQHQQRUPDVHLGHDOHVTXHFXDQGRmadre y padre hablan, Ello, Yo y Supery estn en juego ; que aqullos que preguntan, piden, se quejan, estn a su vez marcados en una cadena de repeticiones, tendre-

    mos que pensar que los padres tambin son consultantes y tendremos que escucharlos psicoanalticamente.

    Fantasas, deseos (inconscientes y preconscientes), te-PRUHVLGHQWLFDFLRQHV\UHSHWLFLRQHVYDQGHVSOHJiQGRVHen tanto son escuchados como consultantes. La remis-in a esa historia, la descripcin de situaciones concretas vividas con el nio y la verbalizacin de fantasas (en especial acerca de lo que es para ellos ser madre o padre), produce transformaciones en el modo en que el nio es LQYHVWLGRHLGHQWLFDGRSRUORVRWURV

    En el pedido de que un nio sea curado est general-mente implcito un modelo adaptativo que se intenta im-SRQHU6yORSRGUHPRVHVFXFKDU\VHxDODUODVLGHQWLFD-ciones que estn operando, ya que aceptar el pedido nos colocara en una posicin imposible. Quisiera recordar lo dicho por Freud, en relacin al anlisis de adultos: Sin duda, el mdico analista es capaz de mucho, pero no pu-ede determinar con exactitud lo que ha de conseguir. El introduce un proceso, a saber, la resolucin de las repre-siones existentes; puede supervisarlo, promoverlo, quita-rle obstculos del camino, y tambin por cierto viciarlo en buena medida. Pero, en lneas generales, ese proceso, una vez iniciado, sigue su propio camino y no admite que se le prescriban ni su direccin ni la secuencia de los puntos que acometer. (Freud, 1913, pg 132).

    Las transformaciones, entonces, supondrn poner en movimiento un proceso que reestructure lo coagulado, pero no podremos poner objetivos marcados por la cultura. En todo caso, nuestra meta ser la liberacin de potencialidades creativas en el nio y en los padres.

    Si lo que hacemos es desandar caminos para ir haci-endo conscientes los deseos, prohibiciones e ideales, hemos renunciado entonces a ese lugar de padres om-nipotentes, jueces o magos que conocen el misterio del nio perfecto.

    El lugar dado al analista del nio por parte de los pa-dres posibilita pensar el lugar que se le ha otorgado al nio y el espacio psquico que l ocupa.

    Hay veces que lo que predomina en ellos es la desmen-tida de la diferencia, de la existencia singular de ese nio, en tanto prdida del nio maravilloso que nunca fue.

    Una cuestin que me interesara remarcar es que a lo largo de estos aos, me he encontrado muchas veces con un estilo de padres que parecan inabordables, cuya pre-sentacin era : yo ya s que estoy mal, pero no quiero meterme en eso. O : Yo ya hice varios intentos de te-

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    Las intervenciones del psicoanalista en psicoanlisis con nios

    rapia, pero ninguno result. Con lo que me encontr, en estos casos, fue, invariablemente, con un nene o una nena desesperados, que suponan que nadie los escuchara, que se los juzgara y que reclamaban desde un cuerpo de adul-to un espacio psquico, un lugar en el mundo de un otro.

    Mujeres y hombres que se derrumban al primer embate

    y a los que el analista del hijo puede brindarles un es-pacio de contencin que les posibilite reconocerse como padres, con sus dudas y contradicciones.

    Hay padres que no pueden hacerse cargo de la materni-dad o la paternidad si un otro no los habilita a ello. O que suponen que cualquier acercamiento es un acercamiento incestuoso.

    La asuncin de la maternidad y de la paternidad no son IiFLOHV(VVLHPSUHXQOXJDUFRQLFWLYRHQHOTXHVHMXH-JDQGHVHRVFRQWUDGLFWRULRVYLHMDVLGHQWLFDFLRQHVDQWLJ-uos modelos.

    *UHHQHQ'H/RFXUDV3ULYDGDVDUPDUHULpQGRVHDla clnica psicoanaltica con pacientes que presentan esta-dos fronterizos, :Lo que se demanda del analista es algo ms que sus capacidades afectivas y su empata ; es, de hecho, su funcionamiento mental, porque las formacio-nes de sentido han sido puestas fuera de circuito en el paciente. (Green, 1990, pg 59). Esto se debe tener en cuenta en el trabajo con los padres porque, ms all del diagnstico, es muy frecuente que las transferencias que se ponen en juego sean masivas y confusas.

    Que los padres incidan en el nio y que las vivencias ocupen un lugar fundamental, no implica pensar que es lo externo lo que determina el funcionamiento psquico. En principio, es un interno-externo indiferenciado, pero en el que no podemos eludir el poder creativo de la psiquis.

    Cuando trabajamos con los padres, hablamos funda-mentalmente de ellos y las referencias que hacemos al KLMRVRQHQIXQFLyQGHFRQLFWRVGHHOORVTXHVHHQWUDPDQcon los del nio.

    Y cuando trabajamos con el nio tendremos en cuenta qu es lo que hace el nio con su percepcin de la reali-dad psquica materno-paterna y con los juicios derivados de ella.

    Qu escucha l de los padres, cmo los ve?. Qu es lo que l hace con esa realidad?.

    Muchas veces el nio desestima o desmiente algo de lo

    percibido o pensado y eso retorna de diferentes modos.Resumiendo, a travs del tratamiento de los padres se

    SRVLELOLWDQFLHUWRV FDPLQRVGHVSUHQGLPLHQWRGHMDFLR-nes pulsionales, apertura del narcisismo (en tanto se mod-LTXHODHVWUXFWXUDQDUFLVLVWDGHORVSDGUHVLQKLELFLyQGHla repeticin compulsiva (en tanto aquellos puedan ligar, UHVLJQLFDQGRHODFFLRQDUGHOKLMRHQWUHRWURVVLQSRGHUprever los avatares posteriores.

    Con los nios, operamos sobre los tiempos mismos de la constitucin psquica. Es diferente pensar la estructura como dada a pensar que el nio nace en una estructura, que el lenguaje lo antecede, pero que l mismo se va a ir constituyendo en una historia y que el lenguaje opera como reorganizante a posteriori, fundando el preconci-ente.

    6L FRPR DQDOLVWDV GHEHPRVPDQWHQHU OD DWHQFLyQR-tante, con los nios, con quienes esto se hace bastante difcil, podemos hablar, como haca Rodrigu, de una disponibilidad a jugar. O, mejor an, de una disponibi-lidad a registrar las propias pasiones, afectos, recuerdos, de mirar y escuchar sin quedar atrapados en el pedido de los padres ni en objetivos pedaggicos. Y as podremos organizar el material de acuerdo a la secuencia, a las re-iteraciones y a la historia. Qu se repite, cundo inter-rumpe el juego ese nio, cmo se ha armado esa historia?

    Armar una trama es diferente a develar una historia. Armar una trama implica, muchas veces, develar muchas historias para poder construir una diferente.

    Ser el disparador de un armado: de la represin pri-maria y de la diferenciacin intersistmica, del registro y la expresin de afectos, de la ligazn como freno a la pura descarga pulsional, estableciendo redes de pensamiento, GHODSXHVWDHQMXHJRGHOWURVSDUDHOH[FHVRSXOVLRQDO(de s mismo y de los otros) es una meta diferente a: que donde era Ello advenga el Yo.

    Funcin estructurante del analista, que implica ligar (a travs de la contencin, de los imperativos categricos, del funcionamiento en espejo, del poner en palabras, etc.) aquello que ha dejado huellas que incitan a la repeticin del movimiento desinscriptor.

    En el Hombre de los Lobos, Freud dice: En la psi-cologa del adulto hemos logrado separar con xito los procesos anmicos en conscientes e inconscientes y de-scribir ambos con palabras claras. En el nio, esa dife-

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    Beatriz Janin

    renciacin nos deja casi por completo en la estacada. A menudo uno se encuentra perplejo para sealar lo que debiera designarse como consciente o como inconsci-ente. Procesos que han pasado a ser los dominantes, y que de acuerdo con su posterior comportamiento tienen que ser equiparados a los concientes, nunca lo han sido en el nio. Es fcil comprender la razn: lo conciente no ha adquirido todava en el nio todos sus caracteres, an se encuentra en proceso de desarrollo y no posee la ca-pacidad de trasponerse en representaciones lingsticas. (Freud, 1918, pg 95, 96)

    Descifrar palabras, acciones, juegos, dibujos, pero tambin silencios y gestos supone conocer la estructura psquica que determina esa produccin y que, como vi-mos antes, seguramente excede al nio mismo. Tambin aqu operamos con representaciones, pero stas tienen caractersticas diferentes a las del adulto, por ejemplo, por el predominio de los componentes visuales y cin-ticos.

    El frente a frente, casi un cuerpo a cuerpo, plantea cuestiones a ser pensadas. Gestos, pequeos movimien-tos, estados de nimo, se exponen frente a la mirada del nio que es mirado. 'HVHRV GHIHQVDV LGHQWLFDFLRQHV SXHGHQ H[SUHVDUVH

    de diferentes modos.

    (QUHODFLyQDODSDODEUDHVQHFHVDULRUHH[LRQDUVREUHlos diferentes lenguajes en los que est inmerso un nio (el lenguaje familiar, ntimo, que puede ser ms o menos diferente al social, al de la cultura). El nio retrabaja el lenguaje de la cultura ms el de la familia a partir de su propia erogeneidad y de sus defensas, realizando transac-ciones, lo que se debe tener en cuenta para la interpre-tacin y para el valor que se le otorga a las palabras. El nio se puede apropiar del lenguaje, hacerlo suyo desde sus propios deseos, o no.

    Y est el juego... Pero hay nios que no juegan, ni dibujan, ni hablan. Es como encontrar algo de la insisten-cia de la muerte all donde uno esperara encontrar slo vida. Pero esto mismo lleva a una fuerte tentacin de irse. Si l no se conecta, si l no establece ningn vnculo, el analista piensa en otra cosa, mira para otro lado, deja pasar el tiempo. Este es el mayor riesgo que se plantea con este tipo de pacientes. Por esto mismo, para estar, hay que proponrselo, intentar sostener el vnculo desde uno, acercarse... es un trabajo de despertar a un otro

    que permanece en una especie de estado de somnolencia. A la vez, ese sacudir a un nio para que despierte, nos enfrenta con una suerte de actitud violatoria, intrusiva, y nos hace asomar a un abismo. Y digo abismo porque cuando logramos despertarlo, no aparecen los cuentos de hadas ni las historias heroicas sino que lo que estos ni-os nos muestran son fragmentos detrs de las murallas. Atravesamos la barrera (que no es represin sino ms bien un movimiento de rechazo de todo lo que no pueda ser englobado en el s mismo precariamente armado) y nos encontramos con islas representacionales. Y a la vez, debemos tener en cuenta que un despertar brusco puede ser desorganizante. El despertar al otro es aqu una inter-vencin estructurante en tanto tome en cuenta los tiem-pos y los ritmos del nio.

    Tambin estn los nios que permanecen en medio de una constelacin sensorial, magma indiferenciado que los deja confundidos con el medio. Parecen navegar entre sensaciones confusas. Se conectan pero sin poder diferenciar ni diferenciarse. All el analista deber ir es-tableciendo diferencias y sostenindolas. Es comn que estos nios muestren una sonrisa vaca o se mimeticen con el analista. A veces, acercarse de un modo conectado y marcar diferencias comienza con un trabajo de ritmos (chicos que hacen sonidos y que slo responden cuando se les repite el sonido que fueron haciendo). Tiempo de construccin autoertica, de armado de placeres...

    Muy distinto a los nios en los que predomina la des-mentida, con los que tendremos que ver qu es lo intoler-able y cmo retorna lo desmentido. Son los nios en los que una intervencin de contenidos sin haber trabajado previamente la desmentida, desencadena un ataque de odio.

    O aquellos otros que tienden a hacer activo lo vivido pasivamente y a hacerle sufrir al analista sus propios ava-tares. En estos casos, es fundamental jugar la situacin para posicionarse en el lugar que ocupa el nio, y desde all intervenir nombrando los afectos que el propio nio no puede decir, para, en un segundo momento, salirse del juego e interpretar la incidencia de esa situacin en el nio mismo.

    Las intervenciones del analista con el nio podrn abarcar un amplio repertorio de intervenciones no-ver-bales: acciones, operaciones ldicas (participacin en el juego e interpretacin a travs del mismo), apelando al dibujo o al modelado, as como intervenciones verbales

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    Las intervenciones del psicoanalista en psicoanlisis con nios

    (sealamientos, verbalizaciones, interpretaciones y con-strucciones), teniendo en cuenta el tono de voz, la modu-lacin, etc.

    Desde ir cambiando de a poco un juego repetitivo, seguir un ritmo y armar un dilogo con sonidos, nombrar afectos, nombrar partes del cuerpo, delimitar espacios, diferenciar el cuerpo propio del cuerpo del nio, posi-bilitar el despliegue ldico, hasta instaurar imperativos categricos,... todas estas son intervenciones posibles.

    En relacin a la interpretacin, es interesante la posicin que toma Bion: hacer el vaco en nosotros y asumir una funcin continente de transformacin interna de lo que el otro le aporta al analista. Es decir, tomar en cuenta las sensaciones, sentimientos y asociaciones del analista. (Bion, 1991)

    Siguiendo esta lnea, Andr Missenard e Ivonne Gutir-rez, hablan de trabajar/elaborar lo que el paciente nos da para vivir, sufrir, experimentar; y esta elaboracin no necesariamente tiene que ser objeto de interpretacin, al menos durante un tiempo. (Missenard y otros, 1991, pg 101)

    Se puede pensar en intervenciones como las interpreta-ciones y en intervenciones estructurantes. Estas ltimas tienen que ver con posibilitar un armado, son intervencio-nes que tienden a generar una posibilidad, abrir un espa-cio. El psicoanalista opera de catalizador.

    7XVWLQ KDEOD GH HPSDWtD FRQ VXV DLFFLRQHV KDFHUcontacto), y subraya la importancia del tono de voz, la UPH]D ODV LQWHUYHQFLRQHV DFWLYDV GLUHFWLYDV 7XVWLQ1989, 1992)

    Retomando, hablamos hasta ahora de varios tipos de intervenciones. En primer lugar, estn las intervenciones verbales, que tienen mucha importancia con estos paci-entes en tanto sean coherentes con los gestos, actitudes y acciones.

    En segundo lugar, la contencin, el sostn que plantea Winnicott, que implica posibilitarle al otro un despliegue pulsional sin desorganizarse. El analista debe funcionar como aquel que pueda recibir y devolver en forma modi-FDGDHOHVWDOOLGRGHORWURDOPRGRGHODIXQFLyQDOIDGHBion). (Winnicott, 1992)

    En tercer lugar, y ligado a esto, la ligazn con los afec-tos: el nombrar los afectos, el devolverle una imagen de s

    que lo conecte con lo que le pasa, es fundamental con es-tos nios, implica ubicarlos como seres vivos, que sienten y ayudarlos a conectarse con esos afectos; presupone pas-DUGHODIHFWRDOVHQWLPLHQWRDWUDYpVGHODLGHQWLFDFLyQ

    En cuarto lugar, el armado de una trama que permitir luego la construccin de una historia. Una trama que funcione como un sostn interno que permita no slo la diferenciacin intersistmica sino una base para poder enfrentar los avatares de la vida.

    Las marcas que deja en el psiquismo tanto la sexualidad como el rechazo maternos, sern religadas, reorganiza-das, entrarn en nuevas conexiones, o pasarn a formar por vez primera una trama a partir del decurso del anli-sis. Y es que slo se pueden encontrar las vas de ligazn de lo traumtico a partir de las posibilidades ligadoras que da un semejante privilegiado, alguien que pueda ir otorgando un otro sentido, que pueda ir poniendo esla-bones mediatizadores (ternura, palabras, etc.) al devenir mortfero. Es necesario el encuentro con otro que pueda sumergirse en los abismos de las pasiones, del dolor, de las angustias, para que la elaboracin tenga lugar.

    Palabra, juego, dibujo,... sern modos diferentes de ar-ticular, de dejar traslucir, aquello que insiste... desde la marca, como insistencia pulsional? o desde el agujero, un vaco que reclama ser zurcido?. A partir de las seales sensoriales se ir tejiendo una trama, ligando lo que nun-ca tuvo palabras.

    Armado de una trama, de una red representacional que opere como sostn, como garanta frente a la irrupcin pulsional, frente a la insistencia de lo no-representado... VHUiHOQGHODQiOLVLVRWDQVyORVXFRPLHQ]R")LQGHXQanlisis... posibilidad de otro... Un recorrido estructurante posibilita un espacio en el que hacer consciente lo in-consciente tendr lugar.

    En quinto lugar (y no es un orden jerrquico), podemos hablar de construcciones.

    Muchas veces, es desde el trabajo psicoanaltico con los padres que esto se va posibilitando, en tanto se develan historias que, en su silencio, obturan conexiones en el nio mismo.

    Construccin de la historia que permite ubicar al pequeo paciente en un antes y un despus, diferenciar un pasado y un futuro. Armado de un mito que sostenga y d cuenta de los avatares posteriores.

    Con diferentes intervenciones, a lo que tenderemos es a que se pase del devenir expulsor al entramado de Eros,

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    Cuadernos de Psiquiatra y Psicoterapia del Nio y del Adolescente, 2012;53,49-56 Sociedad Espaola de Psiquiatra y Psicoterapia del nio y del adolescente. ISSN: 1575-5967

    Beatriz Janin

    del cortocicuito ciego, la tendencia al cero, a la mayor complejizacin posible.

    A este tipo de intervenciones, yo las llamo intervencio-QHVHVWUXFWXUDQWHV$VtFXDOLFDUODH[FLWDFLyQQRPEUDUafectos, ser disparador del armado fantasmtico, son tar-eas del analista que trabaja en momentos privilegiados de la estructuracin. Es en este sentido que podemos decir que operamos sobre lo constitucional, sobre lo que ser prehistoria.

    6LPEROL]DUWUDGXFLUUHVLJQLFDUDEULUQXHYRVUHFRUUL-dos en una complejizacin creciente, conectar, arborizar, es tarea de Eros.

    Lo fundamental es no silenciar al nio ni silenciarse uno mismo. Si el nio es aplacado, no podr ser y si el analista no puede pensar (si funciona con censura pre-via) no analizar.

    Interpretaciones, construcciones, sealamientos... Pal-abras, gestos, movimientos del analista irn produciendo GHVMDFLRQHVGHVLGHQWLFDFLRQHVSRVLELOLWDQGRHOHQWUD-mado de redes, mediatizaciones, la instauracin del prin-cipio de placer, la ligazn de lo traumtico. Tanto a travs del trabajo con los padres, o con uno de ellos, como con el nio de lo que se trata es de ir deconstruyendo-construy-endo, modos de funcionamiento en los que predomina el sufrimiento por otros ms creativos y placenteros.

    Un psicoanalista de nios debe escuchar, mirar, jugar, hacer...y posibilitarle al nio un espacio verbal, ldico y JUiFR$VtUHDOL]DUDTXHOODVDFFLRQHVTXHHVSHMHQRFRQ-tengan el accionar del nio, poner en palabras lo que se hace, meterse en el juego y representar papeles, inves-tigar y preguntar acerca de un dibujo, pidiendo asocia-ciones, son slo algunas de las intervenciones posibles.

    Una palabra, un gesto, una accin del analista, pueden tener un efecto privilegiado operando como disparadores, articuladores, como apertura a lo innombrable, posibili-tando el armado de una historia. Quizs una de las cues-tiones fundamentales es esa: no se trata muchas veces de develar una historia (aunque puede tratarse de ello) sino de posibilitar que se arme una, que se despliegue una trama, un sostn interno que permita la constitucin de las instancias como diferenciadas.

    Bion dice que el analista debe ser capaz de construir una historia, pero no slo eso: debe construir un idioma que l pueda hablar y el paciente entender. (Bion, 1991, pg 31)

    Entonces, si la cura presupone el hacerse cargo de las propias pasiones, en los nios tambin implicar la con-

    stitucin de un espacio en el que la pasin pueda advenir, pueda tener lugar como propia, que no queden exclusi-vamente inundados por pasiones ajenas que desatan en ellos sensaciones incontrolables.

    Que pueda ubicarse como sujeto, que soporte embates al narcisismo, que pueda apelar a diferentes modalidades defensivas segn las circunstancias y, fundamentalmente, que la compulsin a la repeticin ceda dejando lugar a la creacin.

    Es nuestra tarea hacer consciente lo inconsciente (un preconsciente que puede ser cintico o visual), pero tam-bin, en muchos casos, posibilitar la estructuracin del pensamiento secundario, la diferenciacin yo-otro, la relibidinizacin de la imagen corporal o la construccin de la misma, la narcisizacin y/o la consolidacin de la represin primaria.

    Diferentes tipos de representaciones inconscientes y de ligazn entre ellas, diferentes tipos de representaciones SUHFRQVFLHQWHV QRV H[LJHQ DQDU QXHVWURV LQVWUXPHQWRVSDUDLQWHUYHQLUSURGXFLHQGRPRGLFDFLRQHV

    Entonces, curar no es hacer que el otro responda al modelo propio, tampoco al de los padres, ni al de los PDHVWURV QL LPSOLFD REWXUDU R WDSDU FRQLFWRV 3RU HOcontrario, implica que cada uno arme su propio cami-no. Y esto no implica un invento novedoso sino el desar-rollo de las mximas posibilidades traductoras, ligadoras, mediatizadoras, para la asuncin de sus propias determi-naciones.

    Por consiguiente curar, a veces, ser construir, estruc-turar, instaurar diferencias, transformar en recuerdo, li-gar lo innombrable (aquello que, como marca dolorosa, retorna sin traduccin).

    Esto implicar tomar caminos imprevistos, que pongan en movimiento un proceso que reestructure lo coagulado.

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