Jardines de aclimatación para plantas

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30 CIENCIAS 68 OCTUBRE DICIEMBRE 2002 Jardines de aclimatación en la La ambiciosa tarea de recolección e inventariado florístico, llevada a cabo en América y Filipinas, y su explotación intelectual y política en Europa, requería una estructura cien- tífico-administrativa peninsular, que la favoreciese y potenciase. Diversas institucio- nes españolas se vieron involucradas en la aventura ultramarina, pero de todas ellas sólo una, el Real Jardín Botánico madrileño, podía aspirar a desempeñar un papel he- gemónico en el desarrollo del proyecto. La política botánica colonial se manifestó en múltiples facetas: por una parte se crea- ron jardines y cátedras de botánica como resultado permanente de algunas expedicio- nes; ahí se impartió docencia científica con la doble intención de introducir las ciencias positivas en los terrenos coloniales y de inducir un proceso de renovación en la admi- nistración sanitaria, similar al producido en España con la creación del Jardín madri- leño. Al mismo tiempo las expediciones y la red de corresponsales continuaron con la catalogación de la flora ultramarina, con la finalidad de incrementar los conocimientos naturales, investigar la existencia de nuevos fármacos y descubrir vegetales suscepti- bles de ser utilizados en la industria o agricultura europea. Todo este esfuerzo nacional debía de ser rentabilizado mediante el establecimiento de relaciones estables y ventajosas con los países de la Europa circundante, principal- mente Italia, Francia e Inglaterra, a través de una red de corresponsalías personales e institucionales que exigían un gran esfuerzo personal, científico y diplomático. El Jardín Botánico madrileño cobró una importancia inusitada, pues si en su acti- vidad peninsular se manifestaba como aliado incondicional, y como instrumento y jus- tificación de la política centralizadora Borbónica con respecto a la sanidad, era también el rector de un proyecto colonial que podía modificar sustancialmente la visión impe- rial, establecer unas relaciones económicas mutuamente beneficiosas, impulsar en ul- tramar un modelo más moderno y menos corrupto en la administración sanitaria, y reforzar la política internacional española, al ser España protagonista de una actua- ción típica del Siglo de las Luces, atrayente e intercambiable con algunas de las inicia- tivas de los demás imperios europeos, mientras alimentaba la ilusión de poder intro- ducir cambios importantes en las relaciones económicas internas e internacionales. Desde esta perspectiva no sorprende la ayuda logística prestada a este magno pro- yecto por la Marina y el cuerpo diplomático, ni el auxilio científico recibido del Real Gabinete de Historia Natural y de la Botica Real, de la tutela administrativa de la Se- cretaría de Estado y del Ministerio de Indias, ni la alianza con el Protomedicato; pero no debe olvidarse que el Real Jardín Botánico madrileño estaba constituido por tres

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Estudio sobre la aclimatación de plantas en España

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Jardines de acl imatación en la

La ambiciosa tarea de recolección e inventariado florístico, llevada a cabo en América yFilipinas, y su explotación intelectual y política en Europa, requería una estructura cien-tífico-administrativa peninsular, que la favoreciese y potenciase. Diversas institucio-nes españolas se vieron involucradas en la aventura ultramarina, pero de todas ellassólo una, el Real Jardín Botánico madrileño, podía aspirar a desempeñar un papel he-gemónico en el desarrollo del proyecto.

La política botánica colonial se manifestó en múltiples facetas: por una parte se crea-ron jardines y cátedras de botánica como resultado permanente de algunas expedicio-nes; ahí se impartió docencia científica con la doble intención de introducir las cienciaspositivas en los terrenos coloniales y de inducir un proceso de renovación en la admi-nistración sanitaria, similar al producido en España con la creación del Jardín madri-leño. Al mismo tiempo las expediciones y la red de corresponsales continuaron con lacatalogación de la flora ultramarina, con la finalidad de incrementar los conocimientosnaturales, investigar la existencia de nuevos fármacos y descubrir vegetales suscepti-bles de ser utilizados en la industria o agricultura europea.

Todo este esfuerzo nacional debía de ser rentabilizado mediante el establecimientode relaciones estables y ventajosas con los países de la Europa circundante, principal-mente Italia, Francia e Inglaterra, a través de una red de corresponsalías personales einstitucionales que exigían un gran esfuerzo personal, científico y diplomático.

El Jardín Botánico madrileño cobró una importancia inusitada, pues si en su acti-vidad peninsular se manifestaba como aliado incondicional, y como instrumento y jus-tificación de la política centralizadora Borbónica con respecto a la sanidad, era tambiénel rector de un proyecto colonial que podía modificar sustancialmente la visión impe-rial, establecer unas relaciones económicas mutuamente beneficiosas, impulsar en ul-tramar un modelo más moderno y menos corrupto en la administración sanitaria, yreforzar la política internacional española, al ser España protagonista de una actua-ción típica del Siglo de las Luces, atrayente e intercambiable con algunas de las inicia-tivas de los demás imperios europeos, mientras alimentaba la ilusión de poder intro-ducir cambios importantes en las relaciones económicas internas e internacionales.

Desde esta perspectiva no sorprende la ayuda logística prestada a este magno pro-yecto por la Marina y el cuerpo diplomático, ni el auxilio científico recibido del RealGabinete de Historia Natural y de la Botica Real, de la tutela administrativa de la Se-cretaría de Estado y del Ministerio de Indias, ni la alianza con el Protomedicato; perono debe olvidarse que el Real Jardín Botánico madrileño estaba constituido por tres

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España de la

Ilustración

personas —un intendente y dos catedráticos— conlo cual, pese a todo el apoyo, se planteaba una au-téntica tarea de gigantes. Por otra parte la peculiaridiosincrasia del primer catedrático, Casimiro Gó-mez Ortega, le llevó a desligar las tareas rectorasde las expediciones de sus funciones reglamenta-rias dentro del Jardín, con lo cual consiguió incluir

en ellas la dirección de las corresponsalías, tantoamericanas como europeas. Gómez Ortega perso-nalizó una gestión que en su planteamiento y de-sarrollo era de Estado sin poseer una posición ins-titucional ni científica lo suficientemente sólidacomo para protagonizar el despotismo ilustrado dela Corona. A esta circunstancia hemos de añadir

FRANCISCO JAVIER PUERTO SARMIENTO

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Y en tercer lugar, eran imprescindibles espacios en loscuales fuera factible la connaturalización de plantas coninterés agrícola, comercial o terapéutico y en donde seviera si una vez habituada a nuestro suelo seguían consus virtudes originales, por tanto, había que erigir jardi-nes de aclimatación e investigación; y por último, los es-pañoles no se podían presentar ante el mundo como losrectores de una operación botánica, cuando su descono-cimiento de la flora autóctona era casi total.

En la polémica entre Quer y Linneo, Casimiro GómezOrtega se había manifestado de acuerdo con el sueco, y va-rios botánicos contemporáneos suyos compartían su apre-cio por la Flora Española, publicada en Madrid en 1762,por lo que se hacía imperioso estudiar la flora local.

Si la aventura americana y europea presenta magni-tudes ciclópeas, la nueva perspectiva peninsular la tornaabsolutamente inhumana, ya que la botánica ilustradaespañola pretendía llegar de la nada al infinito.

La estrategia de la improvisación es disculpable cuan-do se desconoce en todo o en parte el tema abordado, loes menos al diseñarse sobre cuestiones que teóricamen-te debían dominarse; sin embargo, la planificación de losjardines docentes, de recepción y aclimatación de plantas,de connaturalización e investigación, y la red de correspon-sales establecida para conocer la flora española obedeció

la singular improvisación del proyecto, en el cual se mez-clan estímulos europeos, coloniales, metropolitanos, cien-tíficos, económicos y políticos, que no obedecen a unaplanificación sosegada realizada en diversas fases, sinoque las ideas, los acontecimientos y las iniciativas van su-perponiéndose en una amalgama en la que sólo el tiem-po y la reflexión han podido poner orden.

Sin embargo, la falta de planificación minuciosa en lapolítica botánica ilustrada no ofusca la mente de algunosde sus protagonistas que se dan cuenta de la necesidad dereforzar la investigación científica española, pero sí ex-plica la ausencia de una teoría rectora en sus aplicacio-nes prácticas. A los botánicos se les habían atribuido de-masiadas funciones, por lo cual era necesario crear unared de instituciones y corresponsalías peninsulares quecimentasen su tarea ultramarina y europea.

En primer lugar, el papel de renovador de la adminis-tración y de la docencia sanitaria, principalmente farma-céutica, no podía efectuarse sólo desde Madrid: era preci-so crear jardines y cátedras de enseñanza. En segunda, depoco servirían las instituciones para la recolección y trans-porte de plantas vivas si una vez llegadas a la costa no serecogían en centros donde se revitalizasen, para luegoser conducidas hasta el interior de la península, por loque se necesitaban jardines de recepción y aclimatación.

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pal centro de recepción de las semillas y plantas ameri-canas. Cuando los envíos consistían en semillas o “es-queletos” —plantas secas de herbario— el único proble-ma era agilizar la correspondencia, a fin de que fueranrecibidos cuanto antes en la Corte, si se trataba de plan-tas vivas el tema era diferente. Gómez Ortega se habíaencargado de redactar los manuales necesarios para arran-car las plantas, embalarlas y transportarlas a grandes ypequeñas distancias; los capitanes de los buques dispo-nían, en muchos casos, de instrucciones resumidas, y loscirujanos navales habían recibido formación botánica,sin embargo, las navegaciones eran lentas y costosas yen algunas ocasiones escaseaba el agua, con lo cual lasplantas llegaban a la península muertas o en condicio-nes lamentables. Por tanto, era preciso establecer un lu-gar a cargo de personas instruidas en la botánica en elcual las plantas, antes de proseguir el viaje, se fortalecie-ran, revivieran y comenzaran a aclimatarse a un suelo ya una meteorología diferentes.

Los catedráticos de Botánica del Colegio de Cirugía deCádiz, cuya misión era exclusivamente docente para conlos cirujanos de la Armada, también fueron nombrados co-rresponsales: en 1785 Domingo Castillejo y en 1790 JoséSánchez, a quien se le encomendó el reconocimiento deun terreno para “vivero”, quizá a raíz del informe enviado

a los mismos impulsos de tanteo, casualidad, “amiguis-mo”, interés político o voluntarismo, aunque también diointeresantes resultados.

La idea de las corresponsalías, amparadas o no en jar-dines botánicos, pudo ser inspirada muy bien por ejem-plos europeos, principalmente el de Linneo, aunque nose encuentra ni en los libros ni en los documentos un es-quema apriorístico sobre el cual montar una estrategiaoperacional eficaz. Casimiro Gómez Ortega, en su Ins-

trucción..., publicada en Madrid en 1779, hace alguna re-ferencia a la utilidad de los jardines botánicos, pero enningún caso puede tomarse como germen de organiza-ción teórica. Él señala que no debería carecer de ellos“ninguna Universidad, ni pueblo principal de España” ymás adelante manifiesta que un jardín botánico es “elcentro de la correspondencia de su clase, de los experi-mentos útiles en punto de botánica y agricultura, y de lapropagación de plantas dignas de multiplicarse”.

Así, a partir de 1783, fecha de aprobación del regla-mento del Real Jardín Botánico de Madrid, se nombran lascorresponsalías, atendiendo al conocimiento personal pre-vio o tras obtener información sobre personas supuesta-mente versadas. Éstas recayeron fundamentalmente enboticarios, médicos, cirujanos y religiosos, y a finales de si-glo, dadas las prerrogativas sociales y profesionales anejas,fueron muy codiciadas —en su otorgamiento llegaron a in-tervenir incluso personas de la familia real. El intendentey los catedráticos eran responsables de los nombramien-tos, pero nunca supieron con exactitud cuántos y cuáleseran. Además, aunque Antonio Palan, el segundo catedrá-tico, era el encargado de la correspondencia nacional y,por tanto, del contacto de los corresponsales españoles, losauténticamente importantes, desde un punto de vista ins-titucional o logístico, siguieron controlados por Gómez Or-tega. Poco tiempo después las corresponsalías excedíancon mucho a las treinta reglamentarias y a finales del siglosu eficacia se muestra si no dudosa, sí muy desigual.

Al tiempo van surgiendo jardines de aclimatación deplantas, docentes, o con fines terapéuticos, religiosos, civi-les y militares, sus responsables eran nombrados general-mente corresponsales y sus actividades trataban de coor-dinarse, y en ocasiones hegemonizarse, desde Madrid.

Cádiz, sitio de recepción

Pese a las medidas liberalizadoras del comercio con In-dias, Cádiz sigue siendo a lo largo del siglo XVIII el princi-

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creo hay ninguno y el de Sevilla es muy corto y escaso”;incluso pensó en impartir docencia para servir de ayudaa los estudiantes de medicina y farmacia que habían desalir a examinarse sin haber hecho prácticas de botánica.

Sin embargo, todas sus ilusiones y proyectos murieroncon Gálvez; Porlier, su sustituto, no tenía ningún interéspersonal en el tema y los catedráticos del Real Jardín Botá-nico de Madrid habían dirigido sus experiencias a otras lo-calidades. En 1787 Palacios escribe a Palau para que no leenvíe más semillas y despide al botánico, su fugaz inten-to se había consumido con muy pocos resultados.

Granada

En 1790, Francisco Aguilera Narváez, capellán del Regi-miento de Caballería del la Costa granadina, antiguo emi-grante en Campeche (Nueva España), propone a Porlierla creación de un jardín botánico de aclimatación y re-cepción de plantas en la costa granadina para aprovecharsu feracidad, suavidad climática y analogía con algunoslugares mesoamericanos. Su informe interesa sobre todoa la agricultura, por las agudísimas observaciones refe-rentes a los métodos de cultivo españoles y americanos,menciona también los productos ya aclimatados y propo-ne los que se pueden introducir junto a ellos, basándoseen que los hacendados indianos los hacen crecer juntos.Así, si en Málaga se cultiva la batata, es previsible quepueda introducirse la jalapa, yuca y cazabe. Si en la ha-cienda malagueña del marqués de Sonora, junto a los ce-dros de América, crece la malagueta, chirimoyos, zapoti-llos y plátanos, podrán también introducirse la palma decoco, la zarzaparrilla y el carambuco; también en las plan-taciones granadinas de caña de azúcar puede sembrarse

ese mismo año a Porlier por Casimiro Gómez Ortega, Hi-pólito Ruiz, José Pavón y Francisco Cerdá, en el cual se re-comendaba “establecer un amplio vivero en el Puerto deSanta María”, dado que la mayoría de las plantas ultrama-rinas venían por Cádiz, “desde donde se remitan conve-nientemente los pies duplicados, y demás que vayan du-plicando al resto de España, y con preferencia a su tiempoa Valencia, Málaga, Madrid, Aranjuez e Islas Canarias”.

En este informe se proponía establecer firmementeel jardín gaditano de recepción, donde se aclimataran ymultiplicaran las plantas y se trataba de dar satisfacciónal ministro, sugiriendo el reparto posterior entre dos jar-dines controlados por Ortega (Madrid y Valencia), dos porPorlier (Aranjuez y Orotava) y uno por el Ejército (Mála-ga). A pesar a la imperiosa necesidad del mismo, a sufuncionamiento improvisado a lo largo de los años y albuen soporte que podía proporcionar el Colegio de Ciru-gía y los corresponsales, el jardín no se construyó hastael siglo siguiente.

Córdoba

La iniciativa para instalar un jardín en donde aclimatar lasplantas llegadas de Indias en la ciudad y la serranía cor-dobesa corre a cargo de Andrés Palacios. Este personaje,amigo de Floridablanca y encargado de la Renta de Correosde Córdoba, carecía absolutamente de cualquier tipo deformación botánica. Su deseo lo encauzó por la vía delministro de Indias, Gálvez, en 1783 y duró hasta la muertedel mismo en 1787. Gómez Ortega cumplió las órdenesque se le dieron pero nunca prestó el mínimo apoyo per-sonal a esta iniciativa, ni siquiera nombró corresponsal aPalacios, quien tampoco en su ciudad encontró demasia-da ayuda. Incluso el corregidor de Córdoba planteó pro-blemas y reticencias en cuya resolución hubo de interve-nir el cabildo municipal.

La idea consistía en recibir semillas o plantas america-nas desde Madrid, sembrarlas en almácigos en un huer-to próximo a su casa y luego llevarlas a la ribera del río oa la sierra para continuar su proceso de aclimatación.

En 1785 recibió ciento cinco semillas que habían llega-do duplicadas desde Lima, las plantó y tuvo éxito, concre-tamente la caña-fístula y la Mimosa de Linneo, entre otras.Animado por su éxito contrató a un botánico, pensó en laposibilidad de establecer un parque de aclimatación zoo-lógica, partiendo de las vicuñas, y en aumentar su jar-dín, “pues en todos estos pueblos de Andalucía Alta, no

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alternativamente el índigo, ya que “en América, cuandoel cosechero de azúcar no le tiene cuenta este fruto, procu-ra sustituir en lugar de la caña el añil”, e incluso proponeintroducir la cochinilla para aprovechar su principio tin-tóreo. El capellán pertenecía a la Sociedad de Amigos delPaís de Vélez y su propuesta puede incluirse entre lasnumerosas polémicas sobre agricultura, centralizadas enlas Sociedades de Amigos del País andaluzas y principal-mente granadinas.

Málaga

El primitivo Jardín de aclimatación de Málaga está rela-cionado con el Ejército y más concretamente con el abas-tecimiento de medicamentos a los presidios menoresafricanos. Hasta 1784 el presbítero malagueño Antonio Me-dina actuaba como asentista en el aprovisionamiento defármacos a los hospitales penitenciarios. En ese año, porintercesión del Sumiller de Corps, Duque de Losada, laReal Hacienda se hace cargo de la tarea; en un primer mo-mento desde la Botica Real madrileña y después a travésde un boticario malaciano.

Vistas las dificultades lógicas inherentes al envío demedicamentos y plantas desde Madrid, el 12 de mayode 1784 se redactan unos estatutos conforme a los cualeshabían de establecerse boticarios militares en Melilla, Alhu-cemas y Peñón; todos debían poseer un jardín botánico yel de Melilla también un laboratorio químico, este últi-mo estaba obligado a proveerse de herbolarios próximosa la costa y a abastecer a su vez a los otros dos. Como úni-co proveedor se nombra provisionalmente a Pedro PérezRosales, boticario establecido en Málaga, visitador gene-ral de aquellas boticas, revisor de los géneros entrantesen puerto y sujeto de confianza de la Real Botica, aunquetuvo posteriormente alguna disputa con el boticario ma-yor por cuestiones salariales.

El Real Jardín Botánico de Madrid había nombradocorresponsal, en 1783, a José García Sevilla, boticario deVélez Málaga, pero ante la coyuntura de encontrarse conun farmacéutico relacionado con alguna institución ami-ga, supuestamente instruido y poseedor de un huerto, sele nombró también correspondiente en 1784. La primerarelación con Palau se llevó a cabo al contestar negativa-mente a su pregunta sobre si se cultivaba el jengibre enMálaga; después, acaso para convencerlo de lo bueno queera el terreno para aclimatar plantas americanas, le indi-có que se había plantado una estaca de cedros sin raíces

que empezaba a brotar; Palau dio por falsas sus noticias,a consecuencia de lo cual recibió un certificado del escri-bano Juan Rodríguez en el que intervenían como testigossu mancebo mayor, Francisco de León y el segundo, Jo-seph Quirós, que atestiguaban la veracidad del experi-mento; también le indicó que habían visto la vara floridalos boticarios militares Vicente Zenitagoya, Agustín Ye-pes y Martín Martínez Serrano a su paso por Málaga, ca-mino a sus destinos en los presidios menores. A partirde este episodio los recelos mutuos fueron grandes; deallí se recibieron batata y cedro, plátanos canarios, unherbario seco de plantas malagueñas y diversas semillasde aquella provincia; al parecer los envíos no fueron gra-tuitos, pues al menos en una ocasión se le pagó. En su co-rrespondencia nos encontramos con nuevas referenciasa la posesión malagueña del ministro de Indias, rica en flo-ra exótica, de la que Ortega y Palau piden con insistenciala malagueta y cedros, reiteradamente negados por losdomésticos de Gálvez.

Puzol

Francisco Fabián, arzobispo de Valencia, creó en 1776 unjardín de aclimatación en la huerta de la casa-palacio, se-de arzobispal, situada en Puzol, al que dotó de catorcemil pesos. Este jardín alcanzó pronto bastante fama ygracias al testimonio de Francisco Tabares de Ulloa y aldel propio jardinero del arzobispo sabemos que existíauna vía atípica de recolección de plantas por medio delas conexiones internas de los religiosos. Hay constancia

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no, cuyo cultivo había sido imposible en Europa pero quefloreció en el jardín del arzobispo. Su interés por el temaqueda reflejado en varias cartas de 1785. Por una sin fe-char, enviada desde Puzol por el jardinero Manuel Peris,sabemos que “desde que recibieron once gramos de arrozde China se han sembrado para recoger simiente y desen-gañar a los obstinados labradores del reino [...] Se hasembrado por separado el de China y Puerto Rico. Losprimeros años se vio que producía bien aunque no ren-día tanto como el de agua continua, daba lo bastante parasacar los trabajos, y lograba conservar las moreras para elbeneficio de la seda que no se logra en el de agua conti-nua . En vista de esto pidieron semilla muchos arrocerosy se les dio a condición de que no lo hicieran en agua con-tinua. No hicieron caso y sacaron más provecho que delarroz del Reino. Al año siguiente las espigas aumentarontanto como se puede conseguir a riegos”. De este arroz seabastecieron en Extremadura, Murcia y Aragón, aunquelos resultados eran desconocidos para el jardinero.

documental de que Francisco de Fabián y Fuero introdu-jo en España en 1778 el cacahuate junto con otras plan-tas americanas y de que el obispo de Puebla efectuabaalgunos envíos directamente a Puzol. Fabián y Fuero ha-bía estado durante algún tiempo en la Nueva España, endonde sus ayudantes conocieron a Alzate, de cuyas cua-lidades informaron a Gómez Ortega y cuyo sucesor man-tuvo una corresponsalía botánica destinada a satisfacerel capricho valenciano del arzobispo.

Gómez Ortega trabajó con este jardín desde fechasmuy cercanas a la de su fundación. Por su Instrucción...

sabemos de la existencia en Valencia del huerto de otroreligioso, el arcediano Pedro Joseph Mayoral, en el cualse habían adaptado las chirimoyas. Sin embargo, anteel problema de la insalubridad y el coste del cultivo delarroz valenciano, tema sobre el cual se muestra sensibili-zado Gómez Ortega con mucha anterioridad a Cavanilles,el catedrático recurre al jardín de Puzol; solicita de la RealSociedad londinense semillas de un arroz chino de seca-

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ARTICULO SEGUNDO.

DESCRIPCION DE LOS CAXONES EN QUE PUEDEN

VENlR RESGUARDADOS A EUROPA LOS ARBOLES Y

PLANTAS DELICADAS DE LOS PAlSES MAS REMOTOS

Y ARDIENTES, LAS QUALES PERECERIAN EN EL

TRANSPORTE, DEXANDOLAS SIEMPRE EXPUESTAS

AL AYRE LIBRE DURANTE LA NAVEGACION.

1 Con motivo de haberse publicado en estosúltimos años por la Compañía Inglesa de Co-mercio de las Indias Occidentales un decentepremio á favor del primero que traiga á Europaalgunos árboles vivos del Mangostán y de la Ri-ma, que llevan el primero el fruto mas delicio-so, y el segundo el mas util, é importante á lasubsistencia entre quantos se conocen, se hadiscurrido el modo de construir caxones pro-porcionados á la conduccion y transporte deaquellas dos plantas que no toleran los gradosdel frio, que comunmente se experimenta enEuropa, los quales pueden servir generalmentepara todas las que son originarias de los climasmas cálidos.

2 El primer caxon, que con el expresado motivose construyó, y cuya utilidad tiene ya acredita-da la experiencia, es de la misma hechura de unpequeño armario, ó sea mas largo que ancho, yalgo mas alto que largo. Está armado de unos

alambres de hierro por todos sus costados, co-mo tambien por arriba, es saber donde cae la ta-pa: tiene sus postigos de corredera para subirlosy baxarlos perpendicularmente segun convenga,con el fin de resguardar las plantas de las inju-rias del ambiente. Dicha caxa deberá tener asi-mismo encima una portezuela del grueso de unapulgada, la qual sirve de tapa, y se abre y cierrasegun convenga, levantándola, ó dexándola caer,y se halla asegurada por ambos costados princi-pales con sus hembrillas y aldabas. Los postigosdelanteros se han de poder subir y baxar para lafacilidad de regar las plantas. Las ventanas dela parte posterior en lugar de rejas tendrán vi-drios, mediante los quales recibirán las plantaslos rayos del sol, y estarán al mismo tiempo res-guardadas del frio, cuidando de cerrar los demaspostigos. Tendrá cada caxa en los costados mas an-gostos dos asas de cuerda á ocho pulgadas delsuelo para facilitar su transporte á bordo. Siem-pre que haga frio, ó mal temporal, se cerrarántodos los postigos y portezuelas, dexando sola-mente abiertos hácia el sol los de la parte poste-rior con sus vidrieras puestas.

3 Ademas de este caxon publicó Juan Ellis en suDisertacion sobre el Mangostán, y árbol del Pan,ó Rima la construccion de otros dos caxonesdestinados á conducir sembrados, ó plantadosaquellos dos inapreciables vegetables. Y comoigualmente pueden emplearse en el transporte

y adquisicion de otras muchas plantas útiles dela América meridional, de las islas de la mar delSur, de Filipinas, y de las Indias Orientales, seha tenido por conveniente copiar aquí la des-cripcion de ambos caxones.

4 N.I. Esta caxa se destina para sembrar en ellalas semillas de las plantas, que no se puedentransportar de otra manera de las Indias Orien-tales y Occidentales, y particularmente para lasplantas del Mangostán, y del árbol llamado delPan. Se diferencia solamente de la otra en tenerpor detras una portezuela de madera, que seabre dexándola caer hácia abaxo, como tambienlas del frente, y costados de la caxa, para quedespues de sembradas las semillas, puedan re-cibir el agua de las lluvias y rocios.

5 Es necesario que ántes de embarcar las plan-tas sembradas en la caxa hayan brotado y creci-do fuera de tierra hasta unas seis pulgadas

6 N.II. La parte delantera de la caxa debe ser in-clinada, y cubierta de dos rejillas de alambre,las que estarán resguardadas en el mal tiempopor dos portezuelas con bisagras, aseguradasarriba por medio de sus aldabillas. En la partesuperior de cada costado hay una ventanillaquadrada, que se cierra con su portezuela; yquando los postigos del frente están cerrados,se pueden abrir una, ó muchas ventanillas late-

I N S T R U C C I Ó N P A R A T R A N S P O R TA R P L A N TA S V I VA S

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Las preferencias del primer catedrático por el jardínvalenciano no son causadas por las circunstancias políti-cas o por alguna influencia, sino que se deben a su extre-ma feracidad, a la buena tierra y al magnífico clima. Pe-ris en una carta del 14 de mayo de 1785 indica cómo,durante la última y reciente conflagración, los inglesesinterceptaron un envío del obispo de Puebla a Puzol, pe-ro al notar que contenía semillas de plantas medicinaleslo devolvieron, alegando “que no hacían la guerra a lasciencias”. Desde Holanda lo enviaron a Málaga y desdeallí a Valencia; en el tránsito transcurrieron dos años, pe-se a lo cual nacieron todos los vegetales sembrados, indu-ciéndole a creer que allí se podían aclimatar todas las plan-tas americanas.

Al arroz de China le siguió una primera remesa de se-millas de Perú en 1783, otra compuesta de cuarenta yocho simientes en 1784, una nueva de 1785, dos en 1786,cuatro de 1787, una de ellas procedentes de Puerto Ricoy dos de semillas mexicanas en 1788.

De Valencia a Madrid se enviaron en 1784 huesos deaguacate, cacahuate mexicano, castañas de San Ignacio,valencianas y chirimoyas; semillas de algodón, un trigón,similar a la denominada calabaza batata, dos arbolitos deaguacate, un malloc, pepitas de chirimoya y una papayaen 1785; un nuevo árbol de papaya, más semillas de agua-cates, chirimoyas y frutos de malloc en los años sucesivos.

Entre las plantas aclimatadas en Valencia quedan testi-monios escritos del arroz chino y puertorriqueño, ruibar-bo, drago, pimienta de Tabasco, café, higuera de malabaro malloc, aguacates, papayas, cedros del Líbano, chiri-moyas, algodón y muchas otras plantas peruanas, puer-torriqueñas y mexicanas.

Orotava

En 1788, cuando el jardín valenciano del arzobispo esta-ba en todo su esplendor, repleto de plantas peruanas, puer-torriqueñas y con las procedentes de México en su pri-

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rales para facilitar la evaporacion de las exhala-ciones de las plantas.

7 Por la parte posterior de la caxa hay una tabla,ó puerta con bisagras, que coge todo el largo de lacaxa, y se abre tendiéndola en el suelo. La tapallana, ú horizontal de esta caxa tiene ocho pulga-das de ancho, y está promediada en dos partes se-

gun su longitud. La posterior del ancho de quatropulgadas se dobla por medio de sus goznes á finde dexar un espacio suficiente para poder, quandola portezuela está caída, acercarse á las plantascon mas facilidad; y quando las portezuelas estáncerradas, se aseguran con sus aldabillas. Dentrode la caxa se ponen unas tablillas atravesadas,que la dividan perpendicularmente, ó sea de arri-ba abaxo: de manera, que la tierra, ó tiestos, enque se hallan sembradas las semillas, no se caigacon el balance del navio. Estas divisiones de ta-blas profundizarán solamente de tres á quatropulgadas dentro de la tierra. Si no hubiese á ma-no tiestos, suplirán por ellos unos caxoncitos demadera quadrados, sin tapa, ó sea abiertos porarriba, y con unos agujeros en el fondo. Á fin depreservar las plantas de la espuma de la mar, esnecesario clavar un lienzo encerado ú embreadoen la orilla de la tapa superior de dicho caxon, detales dimensiones, que le cubra enteramentequando sea menester. Siempre que se dexe caer,ó quite de encima, conviene quede asegurado ála caxa, ó caxon por la parte inferior, ó costados,con unas sortijas, á fin de que el ayre no le agite.El suelo del caxon debe descansar sobre unosatravesaños de dos pulgadas y media de grueso,para evitar que se eche á perder quando se bal-déan, ó lavan las cubiertas del navio.

8 En ambos caxones ha de haber sus vidrierasmas adentro de las rejillas de alambre, para pre-

servar las plantas quando se transita por paisesfrios, pues por no haber tomado esta precaucionhan perecido muchas de ellas, segun queda insi-nuado, en el Canal de la Mancha.

9 Se harán tambien unos agujeros en el suelo decada caxon, y se pondrán en ellos unos taponesde corcho, si se advirtiere que la tierra se enxu-ga demasiado.

10 Para mayor claridad se ha añadido la láminade los diseños de ambos caxones, la qual estátan exâcta y puntual, que no necesita de expli-cacion; y mediante su mera inspeccion, podráconstruirlos qualquier Carpintero habil.

11 En el fondo de ambos caxones se echarán co-mo unas quatro pulgadas de hojas podridas, ó demadera medio podrida, que se comprimirá, yencima de esta capa de hojas, se pondrán ochopulgadas de buena tierra negruzca, que partici-pe algo de arena; pero se cuidará de no apretar-la para que quede bien suelta.

12 Sobre la superficie de dicha tierra se pondráMusgo, Moho, ó Mojo, si se pudiese hallar á ma-no, y en su defecto la yerba llamada en AméricaBarba Española, ó unas hojas medio podridas, ópasadas, á fin de impedir la demasiada evapora-cion de la humedad.

C A S I M I R O G Ó M E Z O R T E G A

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La urgencia con que el ministro de Indias reclamó lasplantas a Pedro Gutiérrez y su destinatario final, PabloBoutelou en Aranjuez, vuelven a sugerirnos problemasde entendimiento entre el ministro de Indias y el RealJardín Botánico madrileño.

Las dificultades internas fueron aumentando con losaños; Alonso Nava no consiguió que le mandaran un apren-diz de jardinería de Madrid o Aranjuez; con su propioerario hubo de afrontar las obras de finalización del Jardíny contratar a un jardinero elegido entre los practicantesde los jardines reales ingleses. A partir de 1797 se interesópor su proyecto Godoy, sin embargo, continuó sin reci-bir semillas peninsulares; por lo cual se inclinó por corres-ponsalías francesas e inglesas y diseñó las plantacionescon ayuda de algunos científicos franceses, entre ellos Au-gusto Broussonet.

A finales del siglo, el Jardín que podía haber sido lajoya de la estrategia española referente a la aclimataciónde plantas ultramarinas, se nos presenta como una insti-tución casi extranjera, con un plan de trabajo francés, unjardinero inglés y con más relaciones con esos países eu-ropeos que con Cádiz.

Indudablemente la distancia hubo de influir en estecosmopolitismo del Jardín canario, pero las tensiones po-líticas en torno al control de la botánica española fuerondecisivas en su distanciamiento del panorama español.

Cartagena

Era el cartagenero un Jardín creado con la triple finalidadde impartir docencia botánica, contribuir a la connatura-lización de las plantas ultramarinas y colaborar en la in-vestigación de sus aplicaciones farmacológicas y en el co-nocimiento de la flora regional. Presentaba un marcadocarácter militar en sus esquemas organizativos, deriva-do de su dependencia funcional de la Armada. El minis-tro de Marina, Antonio Valdés, se encargó personalmen-te de las primeras iniciativas, administrativas y técnicas,para la erección de la institución botánica, pero a partirde 1787 delegó en Gregorio Bacas, a quien designó catedrá-tico del centro, cuya labor planificadora fue visada, pordecisión real, por Casimiro Gómez Ortega.

En el aspecto científico, el Jardín se configuraba co-mo un nuevo centro de aclimatación, según recalca laReal Cédula que puso en vigor el reglamento: “Conside-rando mi real ánimo las ventajas que deben resultar alEstado, al bien de mis vasallos, y al crédito nacional en

mera floración, el gobierno dicta una Real Orden el 17 deagosto. En ella plasma su decisión de construir un Jardínpara cultivar las semillas de América y Asia; establece suemplazamiento en la isla de Tenerife y otorga la respon-sabilidad administrativa a un desconocedor de la botáni-ca: Don Alonso de Nava Grimón y Benitez, VI marquésde Villanueva del Prado y sobrino del ministro de IndiasAntonio Porlier.

La apertura de este nuevo centro tiene al menos unadoble lectura: por una parte, se completa, en un climaafricano, el círculo de jardines dedicado a la aclimataciónde plantas americanas establecidos en Andalucía, Murciay Valencia; por otra se percibe una clara tensión entre elprimer catedrático y el ministro de las Indias a partir dela muerte de Gálvez. La primacía en el control de la Bo-tánica mantenida hasta 1787 por el Jardín Botánico ma-drileño y Casimiro Gómez Ortega, pasa a ser disputadadesde esa fecha por el ministro de Indias y el Jardín deAranjuez.

Podría aducirse una apetencia estatal por establecerun centro dependiente de la administración central, pe-ro a pesar de la dotación inicial a cargo de la Corona, sudesarrollo posterior, caracterizado por la falta de apoyoinstitucional y del encargo de su supervisión a un particu-lar, falto de conocimientos botánicos, pone en entredichoesta hipótesis.

Después de algunas probaturas iniciales, el Jardín seestableció en la Orotava y su superintendente recibió au-torización para solicitar semillas a los puertos de Asia,África y América.

En 1792 ofreció sus primeros frutos mediante el en-vío de diversas plantas canarias al Jardín de Aranjuez,pero tras un penoso viaje marítimo sólo se recuperaronalgunas, gracias a los celosos cuidados de los correspon-sales botánicos gaditanos.

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el estudio de las Ciencias Naturales de multiplicar en elReino los útiles establecimientos de jardines botánicos, es-pecialmente en las ciudades de las provincias meridiona-les de la península, que por la fertilidad de su suelo, por labenignidad de su temperamento, y por su inmediación alos puertos del mar, ofrecen la proporción de podersecriar en ellas con facilidad el crecido número y variedadde vegetales que se encuentran esparcidos, no sólo portoda España, sino también por mis vastos dominios deIndias, donde actualmente se están haciendo de mi or-den y a mis expensas diversas expediciones botánicas”.

Curiosamente, a pesar de las intenciones reales, difi-cultades presupuestarias privaron de invernaderos a estejardín. La connaturalización de plantas implicaba una la-bor investigadora —a cargo del catedrático, sus alumnosy corresponsales— de sus aplicaciones terapéuticas yagrícolas. Este último aspecto, tan querido a la Ilustraciónespañola, fue puesto de manifiesto en el frontis compues-to por Bacas en 1787; en él se leía: “Carlos III, padre de laPatria, estimuló con la fundación del jardín —dispuestoya para la enseñanza de la agricultura— a los botánicos ycartageneros, al cultivo de la profesión comercial, con elejemplo de los antepasados antiguos cartagineses; a losmédicos y cirujanos de la Marina Real, para el estudio delas plantas.”

Las citadas no fueron únicamente declaraciones deintenciones, sino que se plasmaron reglamentariamenteentre las obligaciones de la institución. El jardín debía

preocuparse por la connaturalización de plantas ultrama-rinas, por la posible adopción de cultivos útiles a nuestrosuelo y por el empleo farmacológico de drogas exóticas;también había de efectuar una “flora cartaginense”, pa-ra lo cual los profesores estaban obligados a herborizaranualmente la región murciana. La faceta investigadoraencontró amplio eco en la “Oración inaugural” leída porBacas al comienzo de la docencia, y fue desarrollada me-diante el nombramiento de correspondientes: que con-sistía en doce personas instaladas en la región murcianacon la finalidad de aportar materiales florísticos autócto-nos y otros tantos médicos y cirujanos de la Armada en-cargados del cuidado de las plantas transportadas en losnavíos y de la recolección de flores y drogas exóticas. Aunos y a otros se les otorgaba idéntica consideración so-cio-profesional que a los correspondientes del Jardín ma-drileño: eran considerados botánicos y disponían de lasmismas prerrogativas y privilegios.

A estas ocupaciones de investigación científica se uníala faceta docente, que obligaba a asistir a las clases no sóloa los mancebos de cirugía, farmacia y a los estudiantes demedicina, tanto militares como civiles, sino incluso a losprofesionales fuera cual fuera su condición y conocimien-tos. Fue la extraordinaria ambición de los botánicos la queprecipitó la caída de su poderío en el ámbito docente, mer-ced a la queja interpuesta por médicos y cirujanos, recogi-da favorablemente por el Consejo de Castilla en 1792 ysaldada con la vuelta de la docencia botánica al ámbito far-

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La utopía de Saracha

La imposibilidad de afrontar la multiplicidad de tareasencomendadas al Real Jardín Botánico madrileño quedó enevidencia con el tiempo, incluso las referentes al estudiode la flora española, basándose exclusivamente en la la-bor de individuos aislados, pensándose en articular una se-rie de instituciones botánicas dependientes y subsidiariasde la de Madrid. La idea nunca se explicitó con tanta cla-ridad desde los estamentos dominantes madrileños, acasoporque el poder oficial no era detentado por el primercatedrático, sino por el intendente del Jardín y no se que-rían establecer relaciones de derecho, sino de hecho, másfácilmente controlables por Gómez Ortega.

Asimismo, durante este periodo, entre 1772 y 1800, hayun divorcio formal entre botánica y agricultura. Los bo-tánicos se ocupan de problemas teóricos relacionadoscon la sistemática, inventariado, conservación de plan-tas secas, transporte de plantas vivas y utilización de laflora en medicina, agricultura o economía; se ocupan tam-

macéutico y la pérdida de poder dirigente en el aspectoinstitucional y docente a partir de 1800.

Desde el punto de vista material el Jardín tuvo unbuen desarrollo, pues, aunque hubo de superar dificulta-des presupuestarias y de falta de agua, su dependenciaorgánica del Estado y las magníficas relaciones con elprimer catedrático madrileño lo salvaguardaron de lasintrigas procedentes de la Corte. Su dotación inicial deplantas se efectuó a costa de los jardines de Madrid yAranjuez, en clara manifestación de la identidad de in-tenciones entre el Real Jardín Botánico de Madrid y elMinisterio de Indias; su carácter de centro privilegiadopara el crecimiento de las plantas americanas y asiáticasno se puso nunca en entredicho. Gracias al Catálogo de

las plantas existentes en el Real Jardín Botánico del Departa-

mento de Cartagena situado en el Barrio de la Concepción,

de 1797, sabemos que en ese año disponía de setecientascincuenta y nueve plantas, algunas americanas, varias pro-pias de jardinería y otras con interés agrícola, terapéuti-co o comercial.

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bién de temas de agricultura teórica, pero las discusionesprácticas y la docencia dejan que recaiga sobre las Socie-dades Económicas de Amigos del País. Parece como si sequisieran establecer dos niveles: uno teórico y especula-tivo del que se hicieron cargo los botánicos y sus institu-ciones y otro, más pragmático e inmediato, encomendadoa las Sociedades de Amigos del País. Aunque esta afirma-ción posee sus excepciones (Zaragoza), no la tiene el ex-quisito cuidado de los rectores botánicos madrileños porno mezclarse en polémicas agrarias concretas.

En esta situación el único proyecto de carácter gene-ral que conocemos se debe a un ilustre benedictino, elpadre Isidoro Saracha, director del huerto botánico-tera-péutico y de la botica de la Abadía de santo Domingo deSilos, corresponsal botánico de Ortega y Cavanilles, cuyavalía fue reconocida en letra impresa por ambos. En unacarta a Antonio Palau del 30 de enero de 1784 le proponeel establecimiento de “jardincitos” o depósitos provincia-les desde donde pudieran enviarse remesas al de Madridque sirvieran de centros locales para el conocimiento desus respectivas floras. Para determinar los puntos idó-neos en los cuales implantarlos, a pesar de que sugierediversos monasterios conocidos por él, propone el man-tenimiento a cargo del Real Jardín Botánico de Madridde dos “colectores inteligentes en la materia Herbaria”,

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Gómez Ortega, Casimiro. 1779. Instrucción so-bre el modo más seguro y económico de transportarplantas vivas por mar y tierra a los países más dis-tantes. Ilustrada con láminas. Añadese el método dedesecar las plantas para formar herbarios. Dispues-ta de orden del Rey… Madrid.

Puerto Sarmiento, F. J. 1992. Ciencia de Cámara.Casimiro Gómez Ortega (1741-1818) el científicocortesano. CSIC-Madrid, 369 p.

Puerto Sarmiento, F. J. y González Bueno, A.1995. Política científica y expediciones botánicasen el programa colonial español ilustrado. En: A. La-fuente, A. Elena y L. Ortega (eds.): Mundialización dela ciencia y la cultura nacional, Madrid, p. 331-339.IMÁGENES

P. 31: Autor desconocido, plano del Real Sotillo, delos jardines de Aranjuez, 1758. P. 32: Deselieux re-gando una mata de café, grabado, ca. 1700. P. 33:

Joseph Jocquín, grabado que precede a los Iconesdel Selectarum Stirpium Americanarum, ca. 1763. P.34: Cajones para el transporte de plantas, incluidoen las Instrucciones de Casimiro Gómez Ortega, Ma-drid, 1779. P. 35: Jardinero cargando un naranjo, gra-bado, Biblioteca Nacional de París. P.37: CasimiroGómez Ortega, fragmento de Instrucción sobre elmodo más seguro y económico de transportar plan-tas vivas, Madrid, 1779. P. 38: Plantas de canela,Histoire Générale des Drogues, París, 1753. Pp. 39y 40: Láminas de L´Electricité des Végétaux, AbatBertholon, Lyon, 1785.

Francisco Javier Puerto Sarmiento

Departamento de Historia de la Farmacia Facultad de Farmacia. Universidad Complutense de Madrid.

que habrían de herborizar todas las regiones del Reino;para lo cual sugiere el método utilizado para la conser-vación de las plantas, itinerarios, notas geográficas, botá-nicas, de aplicación agrícola, médica o industrial, e in-cluso las diversas tareas a efectuar según los meses y elsalario a recibir. Sobre esta información inicial podríandeterminarse cuáles habían de ser las zonas en las quese establecieran jardines provinciales y, una vez instala-dos, podría abordarse el estudio sistemático de la floraespañola. Del plan de Saracha se deduce el absoluto desco-nocimiento florístico de partida que imposibilitaba, inclu-so, el diseño de una estrategia coherente, dada la peren-toriedad de un esfuerzo meramente inventariador. Larespuesta de Palau, eco de la resolución tomada en Jun-ta, nos hace ver la urgencia de la institución central porobtener resultados rápidos, aun poniendo en peligro lasolidez de los mismos. El plan Saracha era racional, efi-caz pero lento: primero debía inventariarse la flora espa-ñola; determinar las zonas más ricas en cantidad y cali-dad florística, implantar en ellas instituciones ligadas alJardín madrileño e iniciar un estudio sistemático y pro-fundo de la flora nacional: para lo cual se necesitaba tiem-po, que parecía faltarle al Real Jardín Botánico de Ma-drid, involucrado en una aventura internacional por laque le urgían resultados rápidos.