javier moro

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El sari rojo. Cuando la vida es el precio del poder Les voy a hablar de un libro que en cierta medida, para los que hayan leído Pasión India, es y no es una continuación. Es una continuación histórica. Pasión India acaba en la independencia de la India en 1947; es la crónica de los últimos años del imperio británico a través de los ojos de una española que lo vivió en primera fila. Yo quería continuar el escribir sobre la India. Ya he escrito cuatro libros; uno de ellos sobre la India de los pobres, que presente aquí con Dominique Lapierre hace unos años -Era medianoche en Bhopal-; otro que era el libro Pasión India sobre el final del Imperio, el nacimiento de un nuevo país; y me interesaba contar la India de 1947 hasta nuestros días; y con esto doy por cerrado, digamos, un ciclo de interés propio y particular sobre este país, que conocí por primera vez a los 14 años. Yo creo que todavía no me he repuesto del schock que supuso aquella primera visita; un país con tanta gente que dormía en la calle; un país con elefantes en las aceras, con osos amaestrados, con encantadores de serpientes en todas las esquinas -porque estoy hablando de la India de 1967-68-, y me fascinó tanto y me turbó y me 1

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El sari rojo. Cuando la vida es el precio del poder

Les voy a hablar de un libro que en cierta medida, para los que hayan leído Pasión India, es y no es una continuación. Es una continuación histórica. Pasión India acaba en la independencia de la India en 1947; es la crónica de los últimos años del imperio británico a través de los ojos de una española que lo vivió en primera fila. Yo quería continuar el escribir sobre la India. Ya he escrito cuatro libros; uno de ellos sobre la India de los pobres, que presente aquí con Dominique Lapierre hace unos años -Era medianoche en Bhopal-; otro que era el libro Pasión India sobre el final del Imperio, el nacimiento de un nuevo país; y me interesaba contar la India de 1947 hasta nuestros días; y con esto doy por cerrado, digamos, un ciclo de interés propio y particular sobre este país, que conocí por primera vez a los 14 años.

Yo creo que todavía no me he repuesto del schock que supuso aquella primera visita; un país con tanta gente que dormía en la calle; un país con elefantes en las aceras, con osos amaestrados, con encantadores de serpientes en todas las esquinas -porque estoy hablando de la India de 1967-68-, y me fascinó tanto y me turbó y me perturbó tanto, que luego, cuando fui adulto, quise volver; y ya a partir de ahí me enganché; y mi interés fue creciendo; y ya con los años, pues, vas haciendo amigos, vas conociendo gente, vas conociendo los resortes de esa sociedad, vas a empezando a entender las claves para entender ese mundo tan complicado que es la India. Y poco a poco, pues, se convirtió en mi patria literaria y, bueno, no creo que lo siga siendo siempre, pero es una fuente inagotable de inspiración la India. En este caso, encontré otro personaje que me fascinó desde el principio, para contar esta India moderna, esta India que va desde 47 hasta nuestros días; y este personaje es Sonia Gandhi. Todo el que ha estado en la India y el que ha

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viajado a menudo a la India, se ha topado tarde o temprano con la figura de los Gandhi. Esa familia omnipresente en el país que lleva gobernando, el segundo país más poblado del mundo desde la independencia; tarde o temprano, y yo por circunstancias también personales y particulares -porque mi tío, cuando iba a la India siempre iba a visitar a Indira Gandhi, que era muy francófila y le encantaba hablar francés- y yo siempre de pequeño oía hablar de los Gandhi, de la familia Gandhi. Dominique tenía un problema para liberar una ambulancia que estaba en la aduana y que no le dejan salir, pues llamaba a Rasyid Gandhi, cuando él era primer ministro, y conseguía más o menos arreglar el tema.

Y yo estaba en la India cuando mataron a Rasyid Gandhi en un atentado terrorista. Y me dio, claro, mucha pena. Mucha pena porque Indira había muerto hacía poco. Vamos, Sanjay también había muerto en accidente de aviación. Una serie de desgracias. Un poco como los Kennedy. Son unas familias que llevan esa especie de marca, como golpeadas por la desgracia. Tienen algo en común todas estas familias dinásticas, hablemos también de los Bhutto, que eran amigos de los Gandhi. Los Bhutto también golpeados por la desgracia, quizá porque la proximidad al poder tiene algo de abrasador; acaba el poder por quebrarte como persona, o por hacerte vivir un peligro que puede acabar por destrozarte completamente.

Sonia Gandhi para mí tenía una ventaja añadida; es que era una italiana, es decir, era una mujer occidental que se casó con el hijo de Indira Gandhi, con Rayid Gandhi. Entonces me permitía contar todos estos años de la India desde el punto de vista nuestro, desde el punto de vista occidental y eso es muy importante, porque nos permite entender mucho mejor el país y el mundo en que se desenvuelve, en este caso, esta familia. Porque no es nada fácil entender la alta política india: ¡menudo

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follón de país!. Lo que he intentado hacer, entonces, en El sari rojo, es tejer, valga la comparación, un sari con tres hi

El hilo primero es la historia de esta mujer europea, que se casa por amor y se va a vivir a la India y contrariamente al personaje de mi anterior libro -Anita Delgado, la princesa de Kapurtala, que después de pasar 25 años en la India cuando volvió a Europa volvió como española-, esta mujer, Sonia Gandhi, después de estar treinta y pico años en la India se ha hecho una mujer india, se ha metarfoseado en una mujer de allí, realmente, aunque no pierde por eso sus raíces italianas. Eso era ya una diferencia muy notable y muy interesante de investigar: cómo es posible que alguien cambie tanto y adopte esa cultura, esa historia de amor entre el país y ella; cómo se produjo, cómo se fue desarrollando, cómo se hizo, hasta dónde la llevó, y claro, cuando fui descubriendo a dónde la había llevado es cuando ya mi interés por la historia creció a un más. Esta mujer Sonia Gandhi se casa en 1968 enamoradísima de su marido Rayiv Gandhi. Se han conocido en la universidad de Cambridge, en 1965. Ella sólo tenía una idea en vida, hacerse azafata de Alitalia. Pero para hacerse azafata de Alitalia necesitaba aprender inglés y, entonces, los padres le mandan a un colegio de idiomas en Cambridge.

Allí conoció a un chico indio muy simpático, muy afable, que también por primera vez en su vida disfrutaba del placer de vivir de manera anónima; se llama Rayid Gancho, pero cuando la gente le pregunta si tenía parentesco con Gandhi, el decía “no, no tiene nada que ver; mi apellido es pura casualidad”, lo que es verdad, pero se abstenía de decir que él era el nieto de Nehru. Nehru, primer ministro de la India independiente, padre fundador de la India independiente; y no lo decía. Siempre Rasyid ha sido muy modesto, muy afable, muy técnico, nada orientado hacia la política. Siempre ha huido de esa vida, de esa vida donde el

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había crecido. Sonia dijo al principio, “nuestras familias no podían ser más diferentes”. Él se había criado entre oropeles, en el palacio de su abuelo, en Delhi y hacía los deberes al volver del colegio en una mesa, en un salón, y en el salón de al lado a lo mejor estaba su madre departiendo con Miterrand o con Jackie Kennedy, que venían a visitarles. Ese tipo de ambiente es el que había vivido Rasyid Gandhi, y él para su vida lo único que quería era hacerse piloto de aviación, porque era su gran pasión casarse y tener la vida más normalita que uno pueda tener. En el fondo aspiraba a ser de la clase media y lo que encontró en Sonia fue una mujer que también le gustaba eso; el anonimato y el comfort de la clase media era lo que en el fondo a los dos les unió y que los dos deseaban ardientemente.

Y ella era hija de un pastor de vacas de un pueblecito en los montes prealpes del Veneto en Italia. La biografía oficial suya en la India dice que era hija de un empresario turinés, pero eso suena a gran burgués turinés, y es verdad que el padre luego acabó prosperando y montando una pequeña empresa de construcción en un pueblo que se llama Orbassano, a las fueras de Turín, pero eran los más pobres de la rama de los Maino o la familia Maino de origen alemán instalada en este poblado. Y la casa donde ella nació es una casa de pastor, auténtica casa de pastor, la última de la calle, con una vista impresionante al valle. Ella nació un 9 de diciembre de 1946, es decir, en plena postguerra; y en plena postguerra Italia era un país pobre, muy pobre. Una pobreza como la que nosotros conocimos aquí en aquellos años, no muy distinta de eso. Pero eso a ella la marcó; los diez primeros años de su vida vivió en aquel pueblecito perdido en la montaña y el padre para salir un poco de las estrecheces tan grandes con las que vivía se hizo albañil. Iba a Suecia a trabajar un par de meses, volvía con dinero y luego se volvia a marchar a Suiza hasta que, cuando Sonia tenía 10 años, decidió emigrar a Orbassano, en la periferia de Turín, el polo

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industrial que crecía al calor de la FIAT; y allí se convirtió -era un hombre muy trabajador- en un pequeño y próspero empresario y hacía casas. Empezó haciendo reformas, y luego, chalets, casas y, por fin, el sueño de su vida era hacerse una propia casa con tres pisos, que luego pensaba distribuir a cada una de sus hijas. Le falló el plan al pobre señor Stefano Maino porque una de sus hijas llegó de Cambridge diciendo que estaba enamoradísima de un indio y al pobre señor Maino casi se le cae el alma al suelo en ese momento y le da un patatús. “¿Cómo que te has enamorado de un indio? Pero, bueno, un indio era lo peor que le podían decir a este hombre porque era como un terrone. Terrone es como llaman en Italia despectivamente a los emigrantes del Sur, a los sicilianos y los calabreses que van a buscar trabajo al norte; este era como un terrone, pero con el agravante de que ni siquiera era católico. Entonces era cruz y raya, no le hicieron ni caso. “Esta niña se ha vuelto medio loca. Esto te pasa por mandarla a estudiar al extranjero”. Como ella insistía tanto le dijo “yo no te permito ni que vayas a la India ni a conocerle hasta que no tengas la mayoría de edad. Olvídate de esta historia; y ella esperó; y 15 días después de cumplir la mayoría de edad se compró un billete a Nueva Delhi y se fue a Nueva Delhi y nunca más volvió”.

El padre no fue a la boda, la madre sí vino, y la madre se la encontró, la madre la vio vestida de rojo, con un sari rojo, con las manos llenas de henna, y casi le da algo. “Menos mal que tu padre no te ha visto así, porque se hubiera llevado el disgusto de su vida y, bueno, cuando ella se va al aeropuerto a despedir a su madre después de la boda, allí es cuando se da cuenta de verdad del paso que ha dado, porque ya no hay retorno y se ha ido a la India y la India de 1968 no era la de hoy en día. Había un solo hotel, más o menos aceptable; no se podía comprar queso, por ejemplo, ni aceite; faltaban bienes de consumo normal; pero ella, por fin, había conseguido lo que más anhelaba que era

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casarse con su novio Rajiv. El día de la boda Indira, su suegra, le viene con un paquete envuelto en celofán y le dice “Sonia, me gustaría que hoy llevases este sari; es el sari que yo llevé el día de mi boda”. Y le entrega un sari rojo -el rojo es el color de las novias en la India, como aquí es el blanco-; entonces Indira le contó la historia. Cuando Indira le anunció a su padre Nehru que iba a casarse con un tal Firoz Gandhi, que no tenía nada que ver con el Mahatma Gandhi, le dijo “bueno, el único regalo que te puede hacer desde la cárcel -porque estaba encarcelado en una de las numerosas estancias que pasó en la cárcel- el único regalo que te puedo hacer desde la cárcel es hilarte un sari para tu boda”. Hilar se había convertido en un símbolo de resistencia a la colonización inglesa. El Mahatma Gandhi había convertido la rueca en el símbolo de autarquía; la rueca e hilar en rueca se había convertido en una manera de decir “nosotros podemos fabricar nuestros tejidos sin necesidad de que los ingleses nos obliguen a comprar sus propias telas”, y la rueca hoy en día en un símbolo que está en la bandera nacional india.

Entonces, Nehru le hiló aquel sari, que llevó Indira el día de su boda y que luego llevó Sonia el día de su boda, sin imaginar por un momento que al hacerlo entraba a formar parte ella también de la historia de la India moderna y veinte y pico años más tarde, su hija Priyanka. La hija de Sonia también llevó ese sari. Entonces, ese sari rojo, es el símbolo de esta familia dinástica que lleva en el poder tantísimos años. Pro para entender el personaje de Sonia Gandhi, yo no he querido hacer una biografía; lo que me interesaba hacer era la historia de la saga familiar y, al mismo tiempo, como decía al principio, del país, a través de sus ojos. Pero para entender a ella había que remontase a su familia política, a Nehru, al patriarca de los Nehru, que se llama Motilal Nehru. Era una personaje fabuloso, era un abogado cultísimo, brillante; de los pocos indios que era recibido a pie de igualdad por los altos funcionarios del imperio

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británico. Decían que era tan rico, decía la leyenda que mandaba la ropa a la tintorería a Londres y se había construido un palacete maravilloso en la ciudad de Allahabad y en ese palecete nació el Pandit Nehru y, luego, nació allí Indira.

Y Motilal Nehru estaba loco por su hijo, porque había perdido cuatro hijos anteriores, de niños y el que le quedó, el que sobrevivió, el que luego se dio a conocer como Nehru, aparte de todo era un niño muy brillante, con un gran valor académico. Motilal Nehru lo que hizo fue mandarlo a estudiar a Inglaterra cuando cumplió los 13 años. Con todo el dolor de su corazón, escribió una carta desgarradora diciendo “lo que más siento en este mundo es desprenderme de ti, pero lo hago porque quiero hacer de ti el mejor hombre posible”. Y lo consiguió. Porque la verdad es que podía no haberlo hecho. Tenía tantísimo dinero Motilal Nehru que podía haberle puesto un negocio a su hijo y haberse olvidado del problema y su hijo no hubiera tenido ningún problema para sobrevivir, pero realmente lo mandó a Oxford, y años después volvió Nehru con un expediente académico brillantísimo. En efecto, era un hombre hecho para estudiar y había terminado dos carreras con un éxito muy admirable.

Y ahí volvió y empezó a trabajar en el despacho de abogados de su padre. Pero un día conoce a otro abogado y este otro abogado acaba de llegar de Sudáfrica, lleva unas gafas metálicas, así redondas, y, lo más curioso de todo, va vestido como un indio pobre, va vestido con una especie de túnica y unos pantalones de algodón, el dothi, y camina como un ave zancuda, con unas especie de bastón -¡qué tipo tan raro!- y se hacen amigos. ¿Por qué? Porque los dos comparten el mismo sueño; los dos quieren hacer de la India un país independiente, y la visión que no tiene Nehru se la va a dar Gandhi. Gandhi le manda a ver el campo, a conocer a los pobres de la India, lo manda literalmente, y lo lleva; se va con él y “mira, así viven” y

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es ahí, en esos años, cuando Nehru se da cuenta de la amplitud del problema de la miseria en la India, de la pobreza; esa masa enorme que dice de pobres de la India, sufriendo desde hace siglos y siglos servidumbre, ataduras, explotación; esa es la masa de la cual hay que liberar ahora del yugo de los ingleses. Y empieza la lucha por la independencia, pero la llegada de Gandhi a la familia Nehru les trastoca a todos; transforma al viejo Motilal Nehru, que pasa de vestir trajes de franela a vestir como Gandhi, también un dothi y pantalones; y toda la casa se transforma y se convierte en el cuartel general de la lucha por la independencia; y es el lugar donde se funda un día un partido que va a aglutinar esa lucha, que se llama el Partido del Congreso, que hoy en día es la organización política democrática más grande del mundo.

Y ahí es donde empieza la lucha. Luego Nehru acabará siendo el primer ministro de la India independiente y un día llamará a su hija Indira para que venga a ayudarle, a hacer de primera dama, cuando el pierda su mujer. Indira va ahí a vivir con los niños que son Rajiv y Sanjay y viven ahí la infancia, mientras que Nehru es primer ministro. Y pasa una cosa muy curiosa en esta familia que, luego, se va a repetir con Sonia cuando existe una costumbre en la India de todos los gobernantes una costumbre heredera de los mongoles de hacer un un darshan por la mañana. El darshan es cuando el gobernante recibe una delegación del pueblo, pero del pueblo llano; cualquiera es aceptado, ya sean campesinos, maestros de escuela, doctores; cualquiera puede venir a tener un contacto con ese gobernante. Y todas las mañanas Nehru, a las ocho de la mañana, tenía su darshan con el pueblo. Cuando muere Nehru, ¿qué pasa?, que los pobres que tenían la costumbre de ir a verle a su casa, no van a casa del primer ministro que sucede a Nehru; esos pobres se presentan en casa de Indira.

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Entonces Indira, cuando muere Nehru, sólo tiene una idea en la cabeza: ser secretaria, encontrar un trabajo de secretaria e irse a vivir a Londres. Ella no quiere el poder, ni siquiera lo ha pensado, y Nehru se hubiera opuesto si lo hubiera pensado, y de lo que se da cuenta Indira es que ella ha heredado el carisma de su padre y algo más que el carisma de su padre; ella ha heredado el poder de su padre, porque esos pobres la reclaman. Cuando sale a la calle, se encuentra que está seguida por gente, cuando se presenta en un acto del partido, la aclaman a ella, y la gente ningunea a los políticos oficiales. Entonces, el partido se da inmediatamente cuenta de que necesita la hija de Nehru y, entonces, ya el poder va a por ella, la necesita, la quiere, la va a, de alguna manera captar, y así empieza la carrera política de Indira Gandhi.

Años más tarde, un poco de lo mismo va a suceder con Sonia Gandhi. El peso del apellido es muy grande; uno no se llama Gandhi impunemente en la India, y es curioso, porque en las dinastías modernas ya sea con los Gandhi en la India, o con los Kennedy en Estados Unidos, es también lo mismo. La dinastía no es una palabra adecuada en el sentido en que es una dinastía, la dinastía servían para mantener el control social; pero hoy en día, las dinastías, el puesto se lo tienen que ganar. Si John Fitzgerald Kennedy no hubiera sido presidente de los Estados Unidos; si no hubiera ganado las elecciones Indiria Gandhi no hubiera sido Presidenta de la India durante 18 años.

Y a Sonia le pasó lo mismo; no hubiera llegado a donde ha llegado, de no haber arrasado en las elecciones. Su caso es especialmente interesante y atractivo porque es extranjera. Imagínense ustedes que en España gana las elecciones una mujer, pero encima India o nacida en la India, sería impensable que pudiera asumir el puesto de primer ministro porque la Constitución no lo contempla, pero en la India, sí, y de ahí el

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escándalo cuando ella ganó. Pero, en fin, para haceros la historia corta sólo diré que otro de los personajes, el personaje casi principal aparte de Sonia de El sari rojo es Indira Gandhi. Indira es un personaje que es materia misma de literatura porque es tan contradictoria, tan fenomenal. De niña, una niña acomplejada, una niña tuberculosa, que vivió una infancia en soledad, porque los padres estaban constantemente en la cárcel. Ella pasó muchos años muy sola y le confiaba a Mahatma Gandhi sus angustias de chiquilla. Tuvo una infancia horrorosa y lo que le salvó a Indiara Gahndi fue la aparición de los antibióticos. Con su madre no llegaron a tiempo, pero con Indira, sí. E Indira, de repente, cuando se ve proyectada en la vida política, cambia; se convierte en una estadista formidable; llegó a ser considerada en Estados Unidos la mujer más admirada del mundo. Y consigue ganar la guerra de Bangladesh.

Todo eso está contado en el libro con gran detenimiento, pero es realmente un prodigio de inteligencia lo que consigue hacer esta mujer, a quien Nixon trataba de “vieja zorra”; la odiaba porque era representante de un país socialista, no alineado, y no conseguía que ella se hiciese del campo de los de Estados Unidos. Entonces, era una mujer capaz de hacer un discurso delante de un millón de personas y nada más terminar el discurso llamar a casa para ver si el niño se había terminado el plato de macarrones. Tenía esa capacidad de ocuparse de las cosas enormes y de las cosas pequeñas con la misma intensidad. Era capaz de anunciar al país entero en el Parlamento la victoria contra Pakistán, de volver a casa de sentarse con su secretaria Usha. “A ver, Usha, las cosas importantes”, ... “El día 9 es el cumpleaños de Sonia”... “dame una lista de regalos que le puedan gustar”... “el día 25 es Navidad, ¿dónde cenamos? ... un menú, ... vamos a ver qué menú hacemos”... Estaba en todo

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Sonia e Indira desarrollan una relación de afecto muy grande. Sonia es la hija que no ha tenido y le gusta esta mujer porque no es ambiciosa, porque es llana, es directa, es franca, es ama de casa. Al principio Sonia intenta integrarse en esa familia y, claro, le cuesta, porque no le gusta el picante de las comidas, no le gusta llevar el sari porque le da la impresión de que se va a caer de golpe y se va a quedar desnuda delante todo el mundo; no le gusta el calorazo, que es tremendo antes de los monzones. Pero, bueno, vive, de todas maneras, como una privilegiada, en el sentido de que está viviendo en la primera familia de la India, y bueno, pues aporta su grano de arena como puede. Una de las maneras es que sabe muy bien cocinar. Ha aprendido a cocinar gracias a su madre, y entonces, introduce la cocina italiana en la casa y les encanta a todos, claro. Entonces van las bromas de que ella italianiza a la familia en lugar de que ellos la están indianizando a ella. Pero es una familia felizmente muy cosmopolita, donde entran todas estas bromas y todos estos juegos, eso sí, siempre de puertas a dentro, porque como lo sepa la oposición se monta enseguida el escándalo. Poco a poco Sonia se convierte en la ayudante de Indira. Es ella quien la elige los saris cuando tiene que ir de viaje; Indiri se la lleva muchas veces de viaje, y confía mucho en esta mujer y llega a decir que cuando sale de viaje está muy tranquila, porque mientras que Sonia está en casa, sabe que no va a ver ningún problema.

Y, bueno, Sonia vive dentro de esta familia de la manera más independiente posible. Su marido es piloto de aviación y viven 16 años se puede decir de gran felicidad. Ella se ocupa de sus niños, se ocupa de que la casa vaya bien; de vez en cuando llama a Indira diciendo “oye que viene Miterrand y 30 franceses a cenar; a ver si puedes organizar algo” y, bueno, de repente, tiene que..., porque era todo como muy improvisado siempre y parecería chapucero hoy en día. Pero, bueno, era así como se

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vivía en casa de Indira Gandhi en aquel entonces, y, claro, el pacto que hace con Rajiv es que nunca te metes en política, nunca te meterás en política, y Rajiv tampoco se quiere meter en política. Pero, claro, la política invade, se mete por debajo de la puerta. Cuando ella quiere dar a luz, se quiere ir a Italia a dar a luz, no quiere a dar a luz sola en un país como la India, pero no puede, porque, claro, Indira dice “si te vas, qué va a decir la prensa, qué va a decir la oposición; porque estamos aquí en un país que es una gran democracia también, donde hay prensa libre y prensa que se mueve; qué van a decir si te vas, que aquí no hay sanidad, que aquí no hay un médico capaz de dar a luz a la nuera de Indira Gandhi”. Ella se tiene que quedar y la política, poco a poco, va haciéndose pervasiva y lo que es increíible es que una mujer fuerte, como Indira Gandhi, que tiene un talón de Aquiles enorme que es su otro hijo Sanjay. Y Sanjay es lo contrario del marido de Sonia, Sanjay la manipula, Sanjay es ambicioso, Sanjay quiere acumular poder, tiene prisa por cambiar la India, tiene prisa porque la India se haga un país moderno y, poco a poco, va realmente arrastrando a su madre primero y, realmente, a toda la familia hacia el abismo.

No os voy a contar aquí toda el libro, pero toda esa parte es la historia de una familia, que puede ser como la suya o como la nuestra. Todas las familias se parecen, en todas las familias hay cuñadas que se miran con recelo, hay suegros que no les gusta mucho el yerno y viceversa. Hay todo esto, sólo que en la familia de los Gandhi todo esto ocurría a la luz pública, pero había algo fascinante en el caso de los Gandhi, es que de lo que hablaban en la mesa a veces eran temas que involucraban la suerte de millones de personas, es que de repente como me contaba la secretaria de Indira, estaban desayunando a lo mejor Sonia, Indira y Rajiv, e Indira preocupadísima porque las lluvias monzónicas se habían retrasado una semana; y sabían por el departamento de estadísticas que si las lluvias monzónicas se

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retrasaban más de un mes eso equivalía a más de un millón de muertes en los campos; y cuando tienes esas decisiones, esos problemas en la mesa, ya te cambia el chip, como se dice.

Y se trata de gente normal, como ustedes y como yo, pero enfrentados a problemas de dificilísima solución y, poco a poco, Sonia se va dando cuenta de que donde está viviendo esto no es un país normal, no es un país como Italia, con todas sus diferencias, o como España, que estamos aquí siempre protestando porque este país es ingobernable “porque, mira, las comunidad autónomas...”, pero aquí, más o menos, todos somos blancos y todos somos más o menos católicos. Pero imagínense lo que es la India, 1.200 millones de personas, más de 500 dialectos, 17 idiomas oficiales, veneran a 330 millones de divinidades, no sé cuantas religiones hay ya, es que ya es incontable; un indio del Cachimira no se parece a un indio del Sur, no tienen el mismo color de piel, no comen lo mismo, no visten igual, no veneran los mismos dioses, no hablan por supuesto el mismo idioma; es una especie de olla a presión donde bullen las aspiraciones de una sexta parte de la humanidad. Y esto es lo que Indira Gandhi tenía en sus espaldas y, claro, Sonia veía todo esto desde lejos. ¿Quién hubiera podido pensar entonces que todo este peso acabaría recayendo en los hombros de esta italiana? Ese era el misterio que encerraba para mí esta historia. Porque, como dijo ya no sé qué gran escritor, toda la novela encierra en su interior un misterio, y el misterio para mí era este, cómo era posible que Sonia Gandhi, que toda su vida ha odiado la política, que ha intentado por todos los medios que su marido no entrase en política, que ha intentado disuadir a sus hijos de que entren en política, un día se lanza al ruedo y, ella misma, se lanza en política, y no sólo eso, sino que acaba arrasando en unas elecciones con el retruécano de la historia de que ella es italiana y acaba así convirtiéndose en la mujer más poderosa de la India y según una revista una de

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las tres mujeres más influyentes del mundo. No me digan que no extraordinario.

Claro, yo, cuando me enteré de todo esto y cuando fui empezando a investigar y descubrí lo que había representado, digamos, ese camino de Sonia Gandhi, esa evolución de esta mujer, claro para mí era fascinante. Cómo es posible, dónde están las claves de esta transformación. Cómo es posible que una mujer tan apolítica, tan tímida, que nunca quiso dar una entrevista -nunca dio una entrevista, claro, por supuesto, a mí tampoco-, acabase donde ha acabado. Claro, el problema era cómo conseguir entender la evolución del personaje principal, porque al entenderlo se podía entender también la evolución de la India de los últimos años, y es verdad, ambas historias están entretejidas y forman ese tejido, el sari rojo, valga la comparación.

Yo tuve una dificultad enorme al principio de hacer este libro, porque, claro, yo fui a intentar a hablar con ella, ingenuo de mi; allí no me hacía caso nadie porque ella no quiere que se escriba sobre ella; ella está en una posición ahora muy, muy delicada; ella por el simple hecho de ser italiana, y por el simple hecho de ser la mujer con más poder en un país de 1.200 millones de personas, que se dice pronto, tiene muchísimos enemigos. Y, luego, tiene una historia trágica; han matado a Mahatma Gandhi, ¿quién fue? Un fundamentalista hindú. Mataron a Rajiv Gandhi ¿quién fue? Los terroristas tamiles, mataron a Indira Gandhi, que murió en sus brazos. La mataron fundamentalistas sijs. ¿En cuantas listas de terroristas locos estará Sonia Gandhi que representa a esta familia? Claro, lo sabe ella, lo sabe el gobierno, y su equipo de seguridad está compuesto de 300 personas, que tiene una logista muy complicada cada vez que ella hace un movimiento. Ella vive así, completamente encerrada en una especie de torre de marfil, sin ninguna libertad,

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trabajando para la “causa” digamos, de su familia, desde por la mañana hasta por la noche, pero no participando en absoluto en lo que es la farándula de Nueva Delhi. Es lo admirable de esta persona, que ha cambiado mucho en el sentido en que se ha hecho india, pero en otro sentido no ha cambiado nada, sigue siendo aquella montañesa hija de familia pobre, con unos principios, en este caso religiosos muy, muy fuertemente implantados. Y no se olvida nunca de quien ha sido, y no se olvida de la pobreza que conoció de niña. Ella es la que en los últimos cuatro años ha luchado hasta con su propio gabinete, con el ministro de finanzas, para que se pongan en práctica los programas de ayuda a los pobres, que ella misma prometió durante la campaña electoral. Ella no es una persona que va a a prometer algo y luego no cumplirlo, cueste lo que cueste. Ella ha demostrado ser de una pieza, una mujer ante todo íntegra, todo esto yo lo he ido descubriendo al hilo de la investigación, porque al principio yo no tenía una idea muy predeterminada de ella. Yo pensaba lo que pensaba la prensa, “¡pobre chica, se casó, qué drama, qué horror!”

Ahí está, bueno, pero no, no; es mucho más que eso Sonia Gandhi, y al entenderla lo que ha salido a la luz es una política ejemplar. Yo no conozco muchos políticos que hayan abandonado el poder después de haber arrasado en las elecciones como hizo ella. Lo que pasa es que en su caso se le volvió un poco en contra, porque al abandonar el poder y al designar un primer ministro, se hizo todavía más poderosa, como una reina en la sombra. Ella reina realmente en la India. El primer ministro Manmohan Singh es quien gobierna, pero no se hace nada importante en ese país enorme sin que ella lo sepa y es admirable, esta chica, esta azafata -de Alitalia quería ser-, que ha visto todos sus sueños truncados, es una historia con ingredientes de tragedia griega, que tiene ingredientes mismos del más puro drama; ingredientes profundamente literarios,

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porque son personajes que no han podido elegir su destino. El destino les ha elegido a ellos.

Hay una foto en que se ve Benazir Bhutto y Rajiv. Eran muy amigos, claro, son dos familias paralelas, y la muerte de Benazir Bhutto es muy paralela a la muerte que tuvo Rajiv. Ambos habían perdido el poder y ambos intentaban recuperarlo, ambos estaban enfrentados al conflicto de, o hacer caso a sus guardas de seguridad y abrazar, ir a restregarse con el pueblo, que es como se ganan las elecciones, o hacer caso y alejarse del pueblo. Y los dos no hicieron demasiado caso a sus guardas de seguridad y prefirieron no hacerse llevar por lo que ellos sentían que era ese abrazo, ese dar manos, ese hacerse al pueblo, y eso lo pagaron caro los dos; lo pagaron con sus propia vida. Paralelismos muy, muy curiosos. Y esto la gente dice, bueno, que es una novela. Bueno, yo matizaría; esto es lo que se llama una novela de no ficción, como lo dicen en Estados Unidos, no ficción dramatizada. Esto es toda una historia verídica, y aquí no hay personajes inventadas, no hay situaciones inventadas, porque bastantes es esta familia como para, encima, tener que inventar algo. Es que ya es más increíble que cualquier ficción todo lo que les ha pasado, pero para explicar el tipo de libro que es, yo les pongo un ejemplo. Yo entrevisté a un altísimo miembro del gobierno que había sido testigo de una escena privada entre Sonia Gandhi y su marido.

Esto ocurrió en el hospital, cuando los médicos estaban remendando el cadáver de Indira Gandhi. Indira, como dije antes, había muerto en brazos de Sonia. Sonia estaba sola; de repente llega Rajiv, que venia de viaje y se abraza a él, y él le dice “todo el país me pide que asume el cargo de Primer Ministro antes de que caiga la noche”, el poder no soporta el vacío. En aquel entonces no se sabía si había sido un atentado puntual o si era parte de un golpe de estado. Y, entonces, Rajiv le dice a

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ella que le van a nombrar primer ministro y ella le recuerda que ese no era el pacto que habían tenido cuando se casaron, que él no entraría en política y si lo hacían nunca lo haría aceptando un puesto en el gobierno; y, bueno, le saca todos los argumentos que puede. Y en un momento dado ella se enfada y le dice, pues me divorcio, me llevo a los niños a Italia y aquí se acaba de todo. Y él sigue insistiendo; le dice “pero es que no puedo hacer otra cosa aunque yo quisiera”; y ella le dice “pero te mataran, Rajiv, si aceptas; no aceptes, no hagas caso a estos tiburones que están utilizando el nombre de la familia desde hace tantos años para su propio provecho político personal; no lo hagas porque te mataran”; y el contesta “lo sé, sé que me matarán, pero no puedo no hacerlo, el país entero me lo está pidiendo y en ese momento entra un edecán y le dice “Rajiv Gandhi, la toma de posesión está fijada para las seis de la tarde, tenemos que salir ya”; y se va con él. Y Sonia se queda allí, porque ella sabe ya, que la felicidad personal que ha vivido se acaba, que todo ese mundo se acaba.

Y, bueno, esta escena me la cuenta este hombre que fue uno de los testigos de la escena y, claro, yo ¿qué hago? Yo la reconstruyo. Yo sabía cómo estaba vestida ella, sabía como estaba vestido él, sabía más o menos el humor en el que se encontraba, conozco el hospital porque fui a visitarlo para poder describirlo, pero, luego, lo que hago es que pongo frases en su boca. Yo no sé si las frases que pongo son exactamente igual que las que si dejaron en ese momento, pero, desde luego, lo que sí sé es que de eso hablaron, porque tengo la documentación que me lo avala. En este sentido es una novela porque me tengo que inventar ese diálogo, pero siempre basado en una documentación que tanto me costo conseguir.

Porque, ahora, para terminar, lo peor en este libro ha sido intentar conseguir esa documentación e intentar luchar contra

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Sonia y su fortaleza para conseguir todo el material. Y yo quería el retrato humano, yo quería el detalle, yo quería lo pequeño, yo quería no lo histórico, porque eso se encuentra, yo quería el drama humano. Y me acuerdo que su hija que conocí, no me devolvió una llamada, la madre por supuesto ni caso y, luego, por fin, conseguí dar con un amigo de la familia que era primo de los Nehru y ya pensé que me iba a dar una entrevista, que iba a hablar conmigo y me dijo yo no te voy a contar nada de Sonia y, claro, ni yo ni ninguno de sus amigos, nadie se quiere poner a mal con la mujer más poderosa del país, lo cual se entiende. Pero “¿qué gana ella con que tú escribas un libro sobre Sonia Gandhi?” y yo le dije ingenuamente, “pues, no sé, que se le conozca, notoriedad fuera, en el extranjero, porque se conoce poco qué ha hecho, quién es...” Yo le daría el control, pues le dejaría ver si le gusta si no le gusta. Mejor que lo haga yo que conozco la India que lo haga otro. Yo no sabía qué decirle, pero, en el fondo, él me cortó la hierba bajo los pies. “Pero es que tú parece que te olvidas de una cosa; es que ella está allí no porque lo ha buscado, sino a pesar de ella; entonces, no tiene ningún interés en que se hable de ella y que se da a conocer su vida; además, por su posición tan, tan delicada, en la cúspide del país, tiene muchos enemigos y no quieren que recuerden sus raíces cristianas, quiénes fueron las monjas que le educaron y todo eso; entonces, mejor que no lo hagas”.

Claro, yo entendí por qué no existía ningún libro sobre ella por qué ningún periodista o escritor italiano ha hecho el trabajo que yo he hecho; porque es que se te quitan las ganas, o te las quitan, o te las intentan quitar. Pero, ya me había pasado lo mismo con Pasión India. Los maharajás tampoco me habían ayudado nada en encontrar documentación sobre Anita Delgado que, finalmente, encontré en la British Library de Londres. Yo conozco la India y sé que es un gran país democrático, que al final todo el mundo acaba por hablar, que hay que tener un poco

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de paciencia, y tenacidad. Entonces, me instalé, alquilé un piso en Nueva Delhi, me instalé allí, y, al principio, fue horroroso porque pasaban los días enteros esperando que llamase alguien por teléfono, yo intentaba buscar la fisura, intenta buscar esa persona que empezaría hablar y a indicarme otros que hablarían para poder tirar del ovillo y tener ese material para reconstruir esa historia.

Ese fue mi encuentro con Sonia Gandhi. Le dije que traduciría el libro y se lo mandaría. El libro acaba de salir aquí hace 10 días; yo espero que en el futuro cuando esté traducido lo lea y le guste. Desde luego, ella sale bien parada, pero no sale bien parada por amistad personal, porque no la hay, ni por nada que ella haya hecho para salir bien parada; sale bien parada porque yo creo que se lo merece, después de haber estudiado su trayectoria, entendido el sentido de su sacrificio y entendido a lo que ha llegado y, sobre todo, lo que ha hecho por la India, por una sexta parte de la humanidad, que ha sido parar la deriva nacionalista y fundamentalista religiosa que estaba llevando al país hacia el abismo y restituir los valores de la familia, que son los valores de Nehru; que básicamente son, estado de derecho, todos iguales ante la ley, no vale refugiarse detrás de tu etnia o detrás de tu religión, para hacer lo que te salga en gana; y laicismo, aconfesionalidad; aquí todas las religiones son iguales porque el partido opositor tiraba de la manta para su lado cuestionando estos valores, que eran los valores de la independencia y queriendo hacer de la India un país espejo de Pakistán; “si Pakistán es una nación islámica, nosotros, en la India tenemos que hacer una nación hindú, donde las demás religiones estén supeditadas a la religión mayoritaria”. Entre estas dos tendencias, la tendencia que en los 90 ganaba peso era esta última, y era Sonia y su incursión en política lo que consiguió darle la vuelta a la tortilla. Y eso es importantísimo. El calibre y la dimensión de lo que hizo, todavía, claro, la historia

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estaba por escribirse. Pues por eso me enamoré de este tema, porque es lo que cuento en El sari rojo, todo lo que ha supuesto el trayecto absolutamente admirable, dramático y terrible de esta mujer, esto es El sari rojo

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