Jecucristo y las mujeres. Wanda...

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TRABAJO FINAL DE CRISTOLOGÍA: JESUCRISTO Y LAS MUJERES.- NOMBRE Y APELLIDOS DEL ESTUDIANTE: Wanda Bender Morales.- I.- INTRODUCCION.- En este trabajo nos proponemos analizar, en forma detallada, cuál fue la situación de las mujeres en la época de Jesús, y cuál ha sido la posición de Aquél frente a ellas.- En primer lugar, consideraremos, siguiendo a diferentes autores, cuál era la situación de la mujer en la época histórica de Jesús.- En segundo lugar, lo ejemplificaremos tomando en consideración distintos tipos de mujeres que nos son presentadas en los Evangelios.- Por último, haremos hincapié en María, Madre de Jesús y Madre y modelo nuestra.-. Y a lo largo de todo este ensayo, iremos viendo siempre la misma posición de Jesús, liberadora e igualitaria respecto al hombre, frente a todas esas mujeres.- Organizaremos el trabajo en ocho capítulos, divididos en distintos capitulillos, para acercarnos lo más posible al tema en cuestión, correspondiendo, el primero de esos capítulos, a la Introducción, y el último a la Conclusión.- Finalmente, nos basaremos en una bibliografía referida a este mismo tema, que indicaremos al final.- Deseo agregar que, la razón por la que decidí elegir este tema, fue la de que, en mi trabajo como abogada y como mediadora, me ha tocado, a menudo, defender a mujeres en situación de inferioridad respecto a sus maridos.- II- LA SITUACIÓN DE LA MUJER EN ÉPOCAS DE JESÚS.- Según CARLOS MESTERS, Jesús convivió, la mayor parte de su tiempo, con todos los que no tenían lugar en el sistema social existente en su época: los pobres, los hambrientos, los publicanos, las prostitutas, los leprosos, los enfermos, las mujeres, los niños, los samaritanos, los ciegos, los rengos, los poseídos, la adúltera, las ancianas, las viudas, los extranjeros, los mendigos, los pescadores, los guerrilleros zelotes.- Vale decir que la opción de Jesús es muy clara y no es posible ser amigo suyo y continuar apoyando al sistema, como lo entendieron Nicodemo, José de Arimatea y Zaqueo.- En el mismo sentido, JOSE IGNACIO Y MARIA LOPEZ VIGIL expresan que la situación de la mujer, en Israel, era de exclusión de la vida pública, en cuanto a participación, decisión y responsabilidades. También era un lugar de segundo orden el que ocupaba en la casa. Su formación se limitaba a los oficios domésticos, como coser, hilar y cocinar, y generalmente no se les enseñaba a leer. La mujer trabajaba junto al hombre en el campo, pero frente al marido, al padre o al hermano, ella venía a ser como una sirvienta.. Afirma un historiador judío contemporáneo de Jesús, que “La mujer es, en todos los aspectos, de menor valor que el hombre”.- Este machismo de la sociedad israelita se debía a que se pensaba que la mujer era débil y peligrosa, y por eso debía de estar al margen de la vida pública, donde podía suscitar tentaciones o el hombre podía abusar de ella. Así era que se estableció una radical desigualdad entre hombres y mujeres. Pero Jesús, con sus actitudes ante las mujeres, rompió con estas ideas y esta falsa moralidad, llegando a aceptar mujeres entre

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TRABAJO FINAL DE CRISTOLOGÍA: JESUCRISTO Y LAS MUJERES.- NOMBRE Y APELLIDOS DEL ESTUDIANTE: Wanda Bender Morales.-

I.- INTRODUCCION.-

En este trabajo nos proponemos analizar, en forma detallada, cuál fue la situación de las mujeres en la época de Jesús, y cuál ha sido la posición de Aquél frente a ellas.- En primer lugar, consideraremos, siguiendo a diferentes autores, cuál era la situación de la mujer en la época histórica de Jesús.- En segundo lugar, lo ejemplificaremos tomando en consideración distintos tipos de mujeres que nos son presentadas en los Evangelios.- Por último, haremos hincapié en María, Madre de Jesús y Madre y modelo nuestra.-. Y a lo largo de todo este ensayo, iremos viendo siempre la misma posición de Jesús, liberadora e igualitaria respecto al hombre, frente a todas esas mujeres.-

Organizaremos el trabajo en ocho capítulos, divididos en distintos capitulillos, para acercarnos lo más posible al tema en cuestión, correspondiendo, el primero de esos capítulos, a la Introducción, y el último a la Conclusión.-

Finalmente, nos basaremos en una bibliografía referida a este mismo tema, que indicaremos al final.- Deseo agregar que, la razón por la que decidí elegir este tema, fue la de que, en mi trabajo como abogada y como mediadora, me ha tocado, a menudo, defender a mujeres en situación de inferioridad respecto a sus maridos.- II- LA SITUACIÓN DE LA MUJER EN ÉPOCAS DE JESÚS.-

Según CARLOS MESTERS, Jesús convivió, la mayor parte de su tiempo, con todos los que no tenían lugar en el sistema social existente en su época: los pobres, los hambrientos, los publicanos, las prostitutas, los leprosos, los enfermos, las mujeres, los niños, los samaritanos, los ciegos, los rengos, los poseídos, la adúltera, las ancianas, las viudas, los extranjeros, los mendigos, los pescadores, los guerrilleros zelotes.- Vale decir que la opción de Jesús es muy clara y no es posible ser amigo suyo y continuar apoyando al sistema, como lo entendieron Nicodemo, José de Arimatea y Zaqueo.- En el mismo sentido, JOSE IGNACIO Y MARIA LOPEZ VIGIL expresan que la situación de la mujer, en Israel, era de exclusión de la vida pública, en cuanto a participación, decisión y responsabilidades. También era un lugar de segundo orden el que ocupaba en la casa. Su formación se limitaba a los oficios domésticos, como coser, hilar y cocinar, y generalmente no se les enseñaba a leer. La mujer trabajaba junto al hombre en el campo, pero frente al marido, al padre o al hermano, ella venía a ser como una sirvienta.. Afirma un historiador judío contemporáneo de Jesús, que “La mujer es, en todos los aspectos, de menor valor que el hombre”.- Este machismo de la sociedad israelita se debía a que se pensaba que la mujer era débil y peligrosa, y por eso debía de estar al margen de la vida pública, donde podía suscitar tentaciones o el hombre podía abusar de ella. Así era que se estableció una radical desigualdad entre hombres y mujeres. Pero Jesús, con sus actitudes ante las mujeres, rompió con estas ideas y esta falsa moralidad, llegando a aceptar mujeres entre

sus seguidores, ya que El creía que la mujer no es débil y que el hombre puede tener pleno dominio sobre sus instintos sexuales. Este dominio nacía de una nueva escala de valores. Sostenía Jesús que hombres y mujeres eran hermanos porque eran iguales ante Dios, y que el Reino de la justicia podía apasionar a ambos por igual, y así, transformar sus vidas.- En tal sentido, continúan diciendo los autores, “en ninguna esfera de la vida social de su tiempo Jesús se mostró tan llamativamente revolucionario” como en esta. Y al tratar así a las mujeres, Jesús las elevó de rango y las puso en un pie de igualdad con el hombre.- O sea que, si observamos las leyes y costumbres israelitas con respecto a la mujer, podemos afirmar que ellas eran marcadamente machistas. En tal sentido, las niñas, hasta los doce años, estaban bajo el poder del padre. A partir de esa edad ya se podían casar, y era el padre quien determinaba, la mayoría de las veces, con quién debía hacerlo. Por tanto el matrimonio era el traspaso del poder del padre sobre ella, al esposo. Así, la mujer casada tenía derecho a ser sostenida por el marido, pero los derechos del esposo eran muy superiores a los de ella: la mujer estaba obligada a las labores domésticas y a obedecer al esposo, con una obediencia que se entendía como deber religioso. En tanto que el marido tenía dos derechos frente a ella: el de tener tantas amantes como quisiera, si podía mantenerlas, y el derecho al divorcio (“repudio”), que dependía exclusivamente de su voluntad, y que podía hacerse por una causa nimia.- En otros planos, también las mujeres eran discriminadas, ya que no podían ser testigos en los tribunales, ni podían hablar en la Sinagoga como los hombres, y en el Templo debían colocarse en un lugar aparte, sólo para ellas.- En conclusión, según los autores que examinamos, cuando se dice que Jesús es signo de contradicción, debemos tomar esto muy en serio, ya que por haber pertenecido al mundo de los pobres, y hacer de éstos los destinatarios del mensaje de amor de Dios, hicieron de él una piedra de escándalo y lo llevaron a la muerte de cruz.- De acuerdo a lo que expresa FRANCE QUÉRÉ, una comparación entre los sexos no sería ventajosa para el sexo fuerte. Ya veremos que, por medio de las mujeres, Jesús refuerza su crítica del mundo fariseo, doblemente masculino, por el sexo y por su poder. La mujer judía no aparece como una facción, ni se la ve nunca conspirar. Por el contrario, ella está sola, salvo el triste cortejo que sigue a Jesús en la ladera del Gólgota, dando prueba de su impotencia. Así, las mujeres se presentan ante Jesús una a una, incomprendidas y vulnerables. Su fe las saca del grupo y las hace erguirse por encima de su entorno, exponiéndolas a la persecución, destino de todos los profetas. No se ve en el Evangelio su pecado y su debilidad, que se quería demostrar como causa de su exclusión. Las mujeres, aún las más degradadas, se presentan ante Jesús con pensamientos superiores y con una libertad que sorprende a Cristo, quien les concede el perdón o la curación, aunque siempre admirándolas antes, a causa de su inteligencia inmediata, de su adoración vehemente o de su mirada penetrante sobre su verdad mesiánica. Jesús las conoce bien y por tanto las quiere.-

Cristo corta en seco con el mito de Eva introduciendo el pecado en el mundo, y presenta una criatura llena de celo y honestidad, y no pasiva, blanda ni relegada a servir, de manera oscura, sino que se la ve desempeñando papeles importantes, tomando iniciativas, no esperando que Jesús la llame, sino colaborando con la revelación, de la que es agente esencial, aunque no todas lo son al mismo nivel ni con la misma eficacia.-

Y Jesús se pone, espontáneamente, del lado de las mujeres, para socorrerlas, dado que su aislamiento, su humildad y la rapidez de su adhesión las distinguen de la casta de los fariseos, y defenderlas es, a la vez, atacar al adversario.-

En conclusión: el tema evangélico de la mujer abre el proceso al sexo fuerte, del que salen las resistencias contra el proyecto mesiánico.-

III.- LA MUJER, INSTRUMENTO DE LA POLÉMICA.-

Siempre siguiendo a la autora, en este capítulo vamos a reunir los relatos de la mujer adúltera, de la mujer encorvada y de la viuda de Naín.-

3.1.- LA MUJER ADÚLTERA (Jn 8, 1-11).- JUAN nos relata que Jesús está, de madrugada, en el Templo de Jerusalén, sentado, enseñando a todos, tal como lo hacían los rabinos.-

Los escribas y fariseos se le acercan, llevando consigo a una mujer que ha sido sorprendida en flagrante adulterio, y la colocan en el medio, interrumpiendo el éxito de Jesús con la muchedumbre, dado que los exasperaba dicho éxito en su propio terreno.-

Ellos le dicen, para tener de qué acusarlo, lo que la mujer ha hecho, citando el Deuteronomio (17,5) que establecía la condena de la lapidación para ella. Este castigo era ya arcaico en tiempos de Jesús, y había caído en desuso, siendo sustituído por el de la estrangulación, aunque frecuentemente se perdonaba la vida a los acusados.-

Entonces le preguntan: “Tú, ¿qué dices?”. Ellos pensaban que Jesús iba a sacrificar la ley, no a la mujer, y con esta infracción podrían acusarlo y lapidarlo.-

Jesús de inclinó y se puso a escribir, con el dedo en el suelo. El Evangelio no dice lo que Jesús escribe, pero ello no importa, ya que el sentido de lo que escribe está en el mismo hecho de escribir. Jesús se calla y es evidente que va a salir perdiendo. La escena dura lo suficiente como para que los fariseos le urjan, con aires de triunfo. Entonces, Jesús se incorpora y les dice:”Quien de vosotros esté sin pecado, que tire la primera piedra”, y de nuevo se inclina y sigue escribiendo en el suelo.-

Jesús sorprende a todos, ya que ha lanzado una orden de ejecución, como un rabino fanático, y ha citado las palabras de la ley antigua de un modo aún más inexorable que los propios fariseos, dado que el Deuteronomio ordenaba que los primeros testigos comenzaran la lapidación, y luego el pueblo los seguiría. Aquí, Jesús insinúa que la mujer no es tan depravada, ni los fariseos tan justos como se cree, idea esta muy de Jesús, quien un día declaró a otro fariseo, que lo había invitado a comer, que no llegaba a la altura de la prostituta que había entrado en su casa.. Sin embargo, no se nombra para nada al amante de esta mujer, que por estar casada, debía compartir su condena (Deuteronomio 22,22).-

Después de la sentencia de Jesús, el grupo, hasta ese momento compacto, se va disgregando. Y dice el evangelista que ellos se van, “uno a uno, empezando por los más ancianos”. Los ancianos salen primero, porque han tenido más tiempo para pecar; o porque la humillación de su derrota les resulta más insoportable que a los jóvenes, dado que la mujer, silenciosa, se ha convertido en testigo y juez, y que su maniobra ha quedado al descubierto. Pero Jesús, que se pone de nuevo a escribir, suaviza la vergüenza de su dispersión.-

Sin embargo, quizás lo que les hace dispersarse, es lo de que “tire la primera piedra”. Jesús pronunció su frase, muy seguro de que ellos no iban a lapidar a la mujer, ya que se expondrían a la pena de muerte, pues los judíos no tenían derecho de ejecutar a los condenados, sino que debían entregarlos a las autoridades romanas, tal como luego lo hicieron con Jesús. Y ante el desafío de Jesús, de pasar a las obras, convirtiéndose en ejecutores del artículo de la ley que invocan, se sorprenden, ya que ellos saben que hacer eso sería ilegal, y son escrupulosos cumplidores de la ley. Por otra parte, su intención había sido la de confundir a su adversario, Jesús, y no la de castigar el pecado

de la mujer. Los fariseos están atrapados en su propia trampa: no pueden rechazar la costumbre arcaica, ya que estaban reclamándola; ni pueden ponerla en práctica, porque les horroriza. Y así, el único camino que tienen es irse, en silencio, llevando sobre sí el cartel de pecadores. Los comentaristas, después, pondrán en la cuenta de sus pecados lo que debe atribuirse a su legalismo y a su fidelidad a la justicia.-

Los fariseos se retiran, y su partida absuelve a la mujer. Jesús los ha obligado a perdonarla, a ellos, que afirmaban que nadie tenía el poder de perdonar los pecados.-

Es por eso que Jesús pregunta a la mujer:”¿Nadie te ha condenado?”. Y ella, que sigue allí, aún con temor de que Jesús, que no tiene pecado, ejecute la sentencia que ha pronunciado contra ella, le responde:”Nadie, Señor”. Entonces Jesús le dice, suavemente:”Tampoco yo te condeno. Vete, y no peques más”.-

Así la despide, libre de falta y castigo, sin pronunciar la palabra perdón; pero la gracia de Jesús y tal vez los propósitos de esta mujer, borren su pasado.-

3.2.- LA MUJER ENCORVADA (Lc 13, 10-17).- LUCAS nos cuenta que, estando Jesús, en sábado, enseñando en una Sinagoga, se presentó allí una mujer que desde hacía dieciocho años no podía enderezarse. Tal como la mujer adúltera, ella no pide nada a Jesús, quizás resignada con su enfermedad. Sin embargo, Jesús, al verla, interrumpe su discurso, la llama y le dice:”Mujer, quedas libre de tu enfermedad”, y al imponerle las manos, ella se enderezó, dando gracias a Dios.-

El gesto de Cristo ha puesto en práctica su enseñanza, dado que hacer un servicio al prójimo y adorar a Dios van en la misma dirección.-

Entonces el jefe de la Sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente: “Hay seis días en que se debe trabajar: venid esos días a curaros y no en sábado”. Según QUÉRÉ, el jefe de la Sinagoga reacciona como “un empleado al que vienen a molestar pasada la hora del cierre”. Así, se cuida de no corregir a Jesús, único responsable del incidente, ni se mete con la mujer, aunque, injustamente, su reprimenda se dirige a la muchedumbre, que no pedía nada ni recibió nada..El jefe de la Sinagoga admite que Jesús haga curaciones, pero debe hacerlas a su tiempo; finge creer que es la muchedumbre la que ha provocado la intervención de Jesús, dado que así el milagro pierde su aspecto polémico. Para el jefe de la Sinagoga la curación es un trabajo, entrando de lleno en una reglamentación de tipo religioso que no puede ser infringida.-

Sin embargo Jesús le replica: “¡Hipócritas! ¿No suelta cualquiera de vosotros el buey o el asno del pesebre para llevarlo a beber? Pues a esta hija de Abrahán, que Satanás ha tenido atada diez y ocho años ¿no había que soltarle las ataduras en sábado?”.Jesús, que dijo “El sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado”, emplea otro método, reprochando a sus adversarios, no sus excesos en materia de Ley, sino su falta de observancia de ella, ya que ellos mismos se saltan las reglas del sábado a favor de sus bueyes o asnos, pareciéndoles natural, en ese día, evitar toda crueldad con los animales, porque no quieren pérdidas en su ganado. Y así Jesús prueba que ellos infringen la ley mucho más que El al curar a un ser humano, y no a uno cualquiera, sino a una “hija de Abrahán”, que pertenece al pueblo elegido, que ha recibido la Ley, y por muy encorvada que esté, se encuentra muy por encima de los animales. Aquella expresión simbólica les recuerda la dignidad humana y el derecho. Y aunque en otras disputas sobre el sábado Jesús ha recordado las transgresiones de los patriarcas, esta vez se contenta con sugerir el carácter trágico del sufrimiento, cuya duración, de dieciocho años, y su instigador, Satanás, justifican la urgencia de su intervención. El rito implica una disciplina, que no debe ahogar el espíritu del rito que mantiene la solidaridad y la compasión entre los hombres, a ejercitarse tanto en el trabajo como en día sábado.-

De este modo, Jesús ha dicho que ellos no cumplen la Ley, dejando de lado sus prescripciones más urgentes, concernientes a la necesaria ayuda a los hermanos, pero

efectuando transgresiones mucho menos legítimas, al hacer pesar todo su rigor sobre otras personas; y traicionando el espíritu de la Ley, no respetando ni siquiera su letra.-

Así, a pesar de que el jefe de la Sinagoga había intentado disimular la subversión para que en la memoria de la muchedumbre sólo quedara una acción pía, Jesús hizo brillar la verdad, y todo el mundo sabe a qué atenerse.- Y la Sinagoga queda dividida en dos grupos, el de los vencidos, reducidos al silencio, siendo que para un rabino nada es más humillante que no saber qué decir; y la muchedumbre, victoriosa, que se pone del lado de Jesús y expresa su alegría ruidosamente, dado que se ha curado a una enferma y se ha dado una lección pública a la casta sacerdotal.-

3.3.- LA VIUDA DE NAÍN.- (Lc.7, 11-17).- LUCAS relata que Jesús se dirige a una ciudad llamada Naín, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Y cuando se acercaban a la puerta de la ciudad, sacaban a un muerto, hijo único de una viuda, que era acompañada por un grupo considerable de vecinos. Al verla Jesús, sintió compasión y le dijo: “No llores”, y acercándose, tocó el féretro, y los portadores se detuvieron. Y dijo:”Muchacho, contigo hablo, levántate”. Y el muerto se levantó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.- Al decir de QUERÉ, “este episodio es pura caridad”, dado que no hay ni Sinagogas, ni fariseos, ni polémicas, sino un abismo de sufrimiento, ya que es un sufrimiento terrible el de esta mujer: judía y mujer, su destino era la familia, y esa familia ha desaparecido, ya que han muerto su esposo y su único hijo.- Ante este sufrimiento Jesús se conmueve hasta las entrañas, y avanza, mostrando los primeros rasgos de su poder, ya que lo acompaña una numerosa multitud. Y se encuentra con otra multitud, más numerosa, que acompaña al féretro. Las dos no tienen nada en común: la de Jesús simboliza la Buena Nueva; y la otra, niega la esperanza, dado que es el cortejo de un duelo.- Jesús se encuentra con el cortejo en el momento en que sale de la ciudad hacia el cementerio, ubicado a cincuenta estadios; “el muchacho acaba de efectuar el paso simbólico de la puerta que lo retira del mundo vivo de los intercambios y el movimiento. Y entra en la árida geografía de la muerte”, expresa QUÉRÉ.- En la multitud, Jesús sólo ve a la madre, imagen de la soledad, y se compadece, y su palabra es breve:”No llores”. Para la señal que El iba a realizar, necesita la fe, y la exige con esta breve orden: Mientras que Jesús sigue avanzando, la muchedumbre que caminaba hacia la tumba se detiene. Y cuando se ponen de nuevo en movimiento, lo harán para realizar los gestos de la vida, ya que el muerto se incorporó y comenzó a hablar; y ellos irán a propagar la buena noticia. La parada de los portadores es el comienzo del cambio, ya que ellos se pararon porque creyeron. Y entonces, “Jesús se lo entregó a su madre”. Y esa mujer, de nuevo es madre: con el hijo se le devuelve “la paz, el porvenir, el amor, la relación, la dignidad del ser, su permanencia y el sentido de la vida. La madre resucita junto a su hijo”.- De este modo, hemos visto en este capítulo tres figuras de mujer, símbolos de la desesperación humana: la primera, es rechazada por la ley de los hombres; la segunda, por la enfermedad; y la tercera, por la pérdida del marido y del hijo. Ellas no actúan por propia iniciativa, sino que son presentadas en su terrible y angustiosa soledad, su triple destino de condena, enfermedad y muerte, provocando así la misericordia de Jesús.-

IV.- LA MUJER Y LA FIDELIDAD.- Las demás mujeres que veremos dan un testimonio activo de Jesús. Y las que encontramos en esta categoría expresan su fe por medio de un servicio, que llevan a cabo, frecuentemente por gratitud, luego de una curación.-

Este es el caso de las que lo acompañan, aunque probablemente sientan un gran afecto por Él, dado que su entrega es total, y lo han dejado todo por seguirle. Se las ve solícitas, sin segundas intenciones, como muchos otros que seguían a Jesús. Sus actos expresan una actitud más religiosa, ya que ellas están imitando a Jesús, quien se ofreció como servidor, y servirle a El, es servir. Estas seguidoras dan un testimonio muy respetuoso de las tradiciones, y con su bondad, su amabilidad y sus bienes le proporcionan lo necesario para su existencia. Y es gracias a ellas que “el Hijo del Hombre no tiene por qué envidiar a los pájaros ni a los zorros y puede encontrar hospedaje y alimento” (Lc 9,58).-

Se dan con todo su ser y todo cuanto poseen, pero en los Evangelios no se les da el título de discípulas y es imposible identificarlas con el grupo de los Doce, que cumplen otra función.-

En efecto, sus características evitan cualquier confusión: no han recibido la orden de misión, se han presentado en señal de agradecimiento y no han sido llamadas individualmente por Jesús. Nunca le piden explicaciones sobre sus parábolas, quizás porque las comprenden enseguida, y permanecen siempre ausentes de las discusiones doctrinales y de las confidencias de Jesús.-

LUCAS las llama por su nombre:”María Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, mayordomo de Herodes, Susana y otras muchas que le servían con sus bienes” (Lc 8,3).-

También hace lo mismo MARCOS: “María Magdalena, María, madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con El a Jerusalén” (Mc 15,40).-

MATEO hace lo propio, diciendo que “Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos del Zebedeo”.(Mt 27,55-56).-

4.1.- MARTA Y MARIA (Lc 10, 38-42).- Nos cuenta LUCAS que, yendo de camino, Jesús entró en una aldea. Y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, María, la que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en múltiples quehaceres. Entonces Marta, acercándose, dijo:”Señor ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile que me ayude”.-

Marta se activa febrilmente para servir a su huésped; y reprende a María y también a Jesús. Ella no ha comprendido que su huésped es el Mesías, y no cualquiera, y lo está metiendo, a la fuerza, en una disputa de familia, cuando con acritud, llama la atención sobre su persona, dando a entender a su visitante que la está obligando a trabajar mucho. Pero su principal error es que, a través del servicio, se está portando como quien manda, y tanto a Jesús como a María les está diciendo lo que hay que hacer.

Y Jesús le responde:”Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada”. Marta festeja al Jesús carnal, al velar por su sustento, pero su persona es importante, en la medida en que comunica la Palabra de Dios. Quien sirve a Jesús, sirve, ante todo su Palabra, y no a su cuerpo físico. Y María, al abandonar el servicio, ha comprendido cual era la parte necesaria, “la parte buena”, como lo hace notar Jesús.-

En la medida en que no reconoció la naturaleza de Jesús, Marta se ha equivocado, dispensando cuidados superfluos a su huésped. Y estupefacta puede apreciar la distancia que se ha establecido entre María, discípula, y ella, sirvienta..-

SAN AGUSTÍN expresa esa diferencia entre ellas diciendo que Marta es una figura de posesión, mientras que María lo es de esperanza.-

4.2.- LAS MUJERES EN LA PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS.- MATEO nos dice que estaban allí muchas mujeres que habían acompañado y servido a Jesús desde Galilea, como María Magdalena, María, madre de Santiago y José y la madre de los Zebedeos. Y llegó entonces, al atardecer, un hombre rico, José de Arimatea, a reclamar el cuerpo de Jesús a Pilato, quien ordenó que se lo entregaran. Y José lo tomó, lo envolvió en una sábana de lino limpia, y lo depositó en un sepulcro nuevo excavado en la roca; después hizo rodar una gran piedra a la entrada, y se marchó. Allí estaban, sentadas, frente al sepulcro, María Magdalena y la otra María (Mt 27,55-61).-

A este relato agrega MARCOS que, como ya anochecía, y era el día de preparación, víspera del sábado, José de Arimatea, consejero respetado que esperaba el reinado de Dios, tuvo la osadía de presentarse ante Pilato, a pedirle el cuerpo de Jesús; y que, cuando lo depositó en el sepulcro, María Magdalena y María, madre de José, observaban donde lo colocaba (Mc 15,40-47).-

LUCAS relata que, cuando conducían a Jesús con la cruz, lo seguía una gran multitud. (Lc 23, 26-31).- Y que después de la crucifixión y muerte de Jesús “sus conocidos se mantenían a distancia, y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea lo observaban todo” (Lc 23, 49).- Asimismo, que después del entierro “las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás para observar el sepulcro y cómo habían colocado el cadáver” y que “se volvieron, prepararon aromas y unguentos, y el sábado guardaron el descanso de precepto” (Lc 23,55-56).-

Vemos que la presencia de las mujeres se hace visible y continua, aunque en una forma patética e impotente deben acompañarlo a distancia: Así, los más cercanos a Jesús no se le acercan, sino que lo miran desde la distancia; y al tumulto de la ciudad pecadora, de las “hijas de Jerusalén” que lo siguen de cerca, y a las que Jesús se dirige con imprecaciones que las asocian al desastre de la ciudad, a ese tumulto se opone la inmóvil consternación de amigos y mujeres, que miran, en silencio, y desde lejos, “sentadas”, expresando así su trágica impotencia.-

Sin embargo, se aprecia su continua vigilancia, observando dónde y cómo lo colocan en el sepulcro.-

Al decir de QUÉRÉ, se adivina que estos testigos ya han entrado en la aventura de la resurrección, que necesita una muerte real, unos ritos de despedida y esa disciplina fúnebre que, poniendo un orden en el sufrimiento, contribuye a atenuarlo.-

El sábado obliga a las amigas de Jesús a permanecer en sus domicilios, porque su muerte es como la de un hombre cualquiera, y no ha alterado las costumbres; salvo que, como un último desafío, Cristo ha escogido este día para resucitar.-.

4.3.- LAS MUJERES EN LA RESURRECCIÓN DE JESÚS.- Veremos su resurrección en los cuatro Evangelios.-

MATEO relata que, pasado el sábado, al despuntar el alba del primer día de la semana, fueron María Magdalena con la otra María a examinar el sepulcro. Y sobrevino un fuerte temblor, pues un ángel del Señor, bajando del cielo, llegó e hizo rodar la piedra y se sentó encima. Su aspecto era como de relámpago y su vestido blanco como la nieve. Los de la guardia se echaron a temblar de miedo y quedaron como muertos. Y el ángel dijo a las mujeres:”Vosotras no temáis. Sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado como había dicho. Acercaos a ver el lugar donde yacía. Después id corriendo a anunciar a los discípulos que ha resucitado y que irá por delante

a Galilea y que allí le veréis. Ellas se alejaron aprisa del sepulcro, llenas de miedo y gozo, y corrieron a darles la noticia a los discípulos. Jesús les salió al encuentro y les dijo:”Salve”. Ellas se acercaron, se abrazaron a sus pies y se postraron ante El. Y Jesús les dijo: “No temáis; id a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea, donde me verán” (Mt 28, 1-10).-

MARCOS agrega al relato de MATEO que el primer día de la semana, por la mañana, resucitó Jesús y se apareció a María Magdalena, quien fue a contárselo a los discípulos, que estaban llorando y haciendo duelo. Pero ellos, al oír que estaba vivo y se le había aparecido, no le creyeron. (Mc 16, 1-11).-

LUCAS relata que las mujeres, María Magdalena, Juana y María de Santiago, fueron al sepulcro llevando los perfumes preparados, encontrando corrida la piedra. Y que entraron, pero no vieron el cadáver. Desconcertadas, se les aparecieron dos personajes, con vestidos refulgentes, y les dijeron: “¿Por qué buscáis al vivo entre los muertos? No está aquí, ha resucitado. Recordad lo que os dijo en Galilea, de que este Hombre tiene que ser entregado a los pecadores y será crucificado; y al tercer día resucitará. Ellas recordaron sus palabras y se lo contaron a los once. Pero ellos, tomando el relato por un delirio, no les creyeron. (Lc 24, 1-11).-

En estos relatos de la resurrección de Jesús, las dos Marías vuelven al amanecer del primer día de la semana. Mientras que para MATEO es una simple visita, MARCOS y LUCAS las presentan con una ofrenda aromática, con el objetivo de cumplir un servicio ritual; así siguen siendo fieles servidoras de su amigo muerto.-

En el Evangelio de MATEO el ángel del Señor se presenta según el mejor estilo de las teofanías bíblicas; y su discurso es tan luminoso como su vestido: las ayuda a no temer; les dice que si creyeron en el discurso de Jesús, deben creer en su resurrección, que cumple esas palabras; las manda verificar la seriedad de sus afirmaciones; y las envía en misión, cerca de los discípulos. Gracias a ese discurso es que las mujeres salen, a toda prisa, “llenas de miedo y gozo” a anunciar lo que habían visto.-

En el Evangelio de MARCOS, Salomé se agrega a las dos Marías. Pero las mujeres están preocupadas por quién les va a mover la piedra, o sea que van sin ninguna esperanza. Sin embargo, al llegar, la piedra ya está retirada. Al entrar ven a un joven sentado, con un hábito blanco, y eso las espanta. Y su discurso, aunque parecido al de MATEO, dado que sólo presenta hechos, no hace referencia a la promesa de Jesús, que hubiera hecho verosímiles las palabras del ángel. Luego de mostrarles el lugar vacío donde habían colocado a Jesús, las envía en misión frente a los discípulos, en particular a Pedro, los que se convertirían así en testigos más autorizados de la resurrección, que las mujeres. Pero como las palabras de las mujeres reflejan la brusquedad del discurso del ángel, los discípulos no les creen ni una palabra. Por eso que el Evangelio de MARCOS termina en un clima de angustia.-

En tanto que el Evangelio de LUCAS, si bien nombra a tres mujeres, las dos Marías y Juana, expresa que otras las acompañan, y llegan temprano con los perfumes. Y cuando ven la piedra corrida, les parece una ventaja, y entran, y ante el sepulcro vacío empiezan sus perplejidades; no se imaginan, como las otras, que se trate de una resurrección, a pesar de los dos ángeles con sus vestidos resplandecientes; y, comenzando a temblar, no los miran, aunque siguen buscando a Jesús en el suelo, lo que los ángeles les reprochan delicadamente, ya que lo hacen por no buscarlo en el lugar indicado. Y LUCAS, más que los otros dos evangelistas, acentúa el anuncio hecho por Jesús en Galilea, y reproduce sus palabras; y así fue que ellas recordaron, y entonces comienzan a creer, dado que su memoria confirma las palabras que habían oído antes de boca del mismo Jesús. Y es así que, sin necesidad de la menor directiva por parte de los ángeles, ellas corren a anunciar la buena nueva a los Once.-

Por otra parte, en el Evangelio de JUAN (Jn 20, 1-18) se ponen de manifiesto varias peculiaridades. Expresa que, el primer día de la semana, muy temprano, todavía a oscuras, va María Magdalena al sepulcro, y al observar la piedra retirada, corre adonde se encontraban Simón Pedro y Juan y les dice:”Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Ante esto, los dos discípulos salieron corriendo, en dirección al sepulcro; y aunque Juan llegó primero, y vio los lienzos en el suelo, no entró. Pero cuando llegó Pedro, sí entró, y observando las sábanas en el suelo y el sudario enrollado en otra parte, creyó en la resurrección, así como lo hizo Juan. Entonces ambos volvieron a casa.-

A su vez, María Magdalena estaba frente al sepulcro, llorando; pero cuando miró, vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y el otro a los pies de donde habían colocado a Jesús. Y ellos le dicen: “Mujer, ¿por qué lloras?”. María responde: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Y dando media vuelta ve a Jesús, pero no lo reconoce. Jesús le dice entonces:”Mujer ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?”. Y ella, creyendo que era el jardinero, le responde:”Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a recogerlo” .Jesús, entonces, la llama: “!María!”. Ella le responde:”!Rabbuni!” (Maestro). Entonces Jesús le dice: “Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios”. Así, llega María Magdalena y dice a los discípulos:”He visto al Señor, y me ha dicho esto” .- Pedro y Juan han creído en la resurrección, sin ayuda del ángel; con sólo ver los lienzos sobre el suelo y el sudario enrollado en un rincón, alejaron la hipótesis del secuestro y con esos indicios pudieron comprender las Escrituras, cuyas profecías aclaraban el enigma del sepulcro vacío.- Frente a ellos, ¡que apocada parece María Magdalena!, a quien las sombras de la hora, su dolor, la piedra retirada, el cuerpo que falta, la soledad del huerto, habían aumentado su desamparo. Por lo cual, corre a refugiarse junto a Pedro y Juan. Pero luego, al reconocer a Jesús, que la llama por su nombre, se tira a sus pies, y Jesús le dice:”!Suéltame!”. Ella le toca porque cree en El; como hace un instante: ella quería llevarse su cuerpo, ahora que lo tiene, se aferra al que tanto había buscado. Y lo que sigue diciéndole Jesús es:”...que todavía no he subido al Padre”. Según JUAN, al resucitar, Jesús no ha terminado aún su proceso ascendente, que implica una entrada solemne en la plenitud divina. Por lo que el abrazo de María Magdalena estaría contrariando el gran movimiento que el Señor estaba siguiendo. Jesús, que sólo había resucitado, o sea que recién había comenzado su proceso de glorificación, le señala así a María que el sueño infinito de Dios sólo había empezado; y desde entonces, la hace participar de su glorificación. La enseña a creer, no con sus sentidos, sino “en espíritu y en verdad”. Y es así es que, según QUÉRÉ, la misma María que no creyera en cuatro ocasiones, al no intuir la resurrección, ante el sepulcro vacío, al no reconocer a Jesús en el hortelano, ni en Jesús a Cristo, ni en la resurrección su glorificación, esta misma María es escogida para llevar la noticia de la glorificación de Jesús a los discípulos. Y les anuncia que, el hombre, Jesús, que había sido enterrado, ahora subía al Padre; esta vez sí, ya había comprendido.- Pero ¿cómo se explica que sean las mujeres las primeras en recibir el anuncio de la resurrección?. QUÉRÉ afirma que se necesitaban personas pusilánimes, sensibles, como las mujeres, que no alcanzaran a ver del todo bien, ni con los ojos ni con la mente. Presentar a los varones sollozando y temblando frente al sepulcro, habría sido impropio. También hacía falta unas personas que aceptaran enseguida el testimonio, y las mujeres, cuya sumisión era conocida, y que temblaban a la vista del acontecimiento, cuando se trató de informar, sin alterar nada de lo visto y oído, van corriendo. Y nadie sospechó

que ellas pudieran alterar nada del mensaje, dado que ellas amaron a Jesús y lo siguieron a la cruz, cuando todos lo habían abandonado.- Frente a sus dichos, los discípulos les creen o no. Así, los discípulos de Emaús, que al aparecérseles Jesús tampoco lo reconocen, aunque luego dicen, al reconocerlo en la fracción del pan, que cuando lo escuchaban por el camino, les ardía el corazón, expresan al compañero de camino –Jesús- que unas mujeres los habían confundido cuando anunciaron que Jesús había resucitado. Así, ellos tampoco les creyeron.- Sin embargo los cuatro evangelistas observan que las mujeres no pregonaron la noticia en cualquier sitio, evitando hacerlo en las muchedumbres, inconstantes y proclives al delirio. Ellos entendieron que el acontecimiento debía ser comunicado por testigos seguros, como las mujeres, fieles acompañantes, por discípulos escogidos y confirmados; y luego por obispos y predicadores ordenados, todos ellos personas de fe y dignos de confianza. La palabra continuada es esencial, ya que es la sustancia misma de la verdad. Es por eso que Jesús rechaza el contacto físico de María, ya que su mensaje es más importante que su abrazo. Y de este modo es que las mujeres están situadas en el punto de contacto, tan delicado, entre los ojos y la palabra. Si bien sus sentidos las informan, también las asustan, las turban y las entristecen. Pero cuando se integran a la cadena de la palabra y relatan las verdades dichas por el ángel o por Jesús, cambian de naturaleza y se convierten en eslabones de la verdad.-

V.- LA MUJER Y LA FE PERSONAL.- En esta categoría colocaremos a mujeres tan diferentes como la hemorroísa, la

mujer cananea y la mujer pecadora. Y lo que nos permite colocarlas juntas son varios puntos de coincidencia entre ellas.-

En primer lugar, no conocían a Jesús personalmente, sino sólo por lo que la gente les había contado; una vez realizado el milagro, no quedan prendadas de Él ni piensan en entregarse a su servicio, y desaparecerán de la vida de Jesús; son unas desconocidas, y nunca se las llama por su nombre; vienen a Jesús a causa de un problema personal, y obsesionadas por sus males, no se elevan hasta la visión de una salvación universal: sólo desean ser curadas.-

Sin embargo, a Jesús su actitud le causa admiración, y las despide con la misma fórmula: “Vete en paz, tu fe te ha salvado”, con lo que las está haciendo entrar en una misma comunidad espiritual. Así, si Jesús ha visto en ellas una fe tan positiva como para ser el motor de la curación, es porque ha reconocido en ellas un modelo de fe. De este modo, con su obstinación, de una manera que arrancará la admiración de Jesús, ellas están forzando el milagro que terminará con sus males.-

5.1.- LA HEMORROISA.- Su historia se encuentra en los tres evangelios sinópticos con variaciones tan claras que nos llevan a estudiarla en forma separada en MATEO, por una parte, y en MARCOS y LUCAS, por la otra.-

5.1.1.-( Mt 9, 18-22).- MATEO relata que se acercó a Jesús un funcionario, se postró a sus pies y le dijo: “Mi hija acaba de morir. Pero ven, pon la mano sobre ella, y recobrará la vida”. Entonces Jesús se levantó del lugar donde estaba enseñando, y lo siguió, con sus discípulos.-

En ese momento, una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, ya que se dijo que, con sólo tocar su manto, se iba a curar.-

Pero Jesús se volvió, y al verla, le dijo: “!Animo, hija!, tu fe te ha curado”. Y en ese momento, ella quedó curada.-

Este texto es muy conciso; el judío MATEO opone dos figuras antitéticas: el jefe de la Sinagoga y la enferma. Todo indica que la mujer ha de fracasar en su intento de ser curada, dado que acude a Jesús en un día en el que El ha tenido mucha actividad, ya discutiendo con los fariseos, y luego con los discípulos de Juan. Y es en ese momento en el que un funcionario –el jefe de la Sinagoga- lo requiere frente a su hija muerta, y Jesús se levanta y le sigue, junto con sus discípulos. La hemorroísa aparece por detrás, sin hacerse ver, en silencio. Debe de haber pensado que quién era ella frente al jefe de la Sinagoga, personaje prestigioso, hombre, con una desgracia atroz, que en forma pública demanda un milagro. Mientras que ella es mujer, impura, según la Ley, debido a su enfermedad, una paria, sin familia ni amigos; es por eso que se le acerca en silencio, por detrás, dada su impureza, ya que si Jesús la tocaba El también se convertiría en un impuro. Sin embargo su fe no se detiene, y encuentra, con astucia, la solución de tocar la orla del manto de Jesús, pensando que, al hacerlo, quedaría curada sin que lo supiera ni el mismo Jesús. Su gesto es prudente y su delicadeza evita contaminar a Jesús. La fe de esta mujer es tan grande que cree que El la curará, sin ni siquiera darse cuenta.-

Pero Jesús la siente, se da vuelta y le dice:”!Animo!”, para calmar su inquietud tras su tímida audacia. Es más llamativo que la llame “hija”; es esta la única vez en que utiliza ese título; y ello es más insólito si pensamos que, dada la naturaleza y duración de su enfermedad, ella debía tener la misma edad de Jesús. Sin embargo, al llamarla así, El la está elevando, de su condición de desamparo a la altura del desamparo del mismo jefe religioso; y su curación, secreta, tiene el mismo valor que el milagro público de la resurrección que va a hacer, enseguida, a la hija muerta. Así, al decir Jesús “Tu fe te ha curado” , ella comprende que su esperanza, guardada para sí, y su ingenuidad, al tocar la orla del manto de Jesús, eran, realmente signos de fe. Y es por eso que ella es escuchada antes que el jefe religioso.-

5.1.2.- (Mc 5, 21-34).- El relato de MARCOS, así como el de LUCAS, es mucho más explícito. Cuenta que Jesús atravesó en barca a la otra orilla, y se reunió a su alrededor una gran multitud. Llegó entonces Jairo, el jefe de la Sinagoga, y al verlo se echó a sus pies, suplicándole insistentemente: “Mi hijita está en las últimas. Ven y pone las manos sobre ella para que se cure y conserve la vida”. Y Jesús se fue con él, siguiéndolo una gran multitud, que lo estrujaba Había una mujer que llevaba doce años padeciendo de hemorragias; había sufrido mucho a manos de médicos y se había gastado una fortuna, sin mejorar, y aún empeorando. Oyó hablar de Jesús, y, mezclándose con la multitud, le tocó el manto, pues pensaba que, sólo con tocar su manto, se curaría. Y al instante sintió en su cuerpo que estaba curada.-

Jesús, consciente de que una fuerza había salido de El, se volvió y preguntó. “¿Quién me ha tocado el manto?” Los discípulos le dijeron: “Ves que la gente te está apretujando ¿y preguntas quién te ha tocado?”. Pero El miraba en torno para descubrir quién lo había hecho. Entonces la mujer, asustada y temblando, porque sabía lo que había pasado, se postró ante El y le confesó toda la verdad. Y Él le dijo: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y sigue sana de tu dolencia”.-

5.1.3.- (Lc 8, 40-48).- LUCAS, por su parte, nos cuenta que la gente recibió a Jesús, cuando se le acercó un hombre, Jairo, jefe de la Sinagoga, y cayendo a sus pies le rogaba que entrase en su casa, pues su hija única, de doce años, se estaba muriendo. Mientras caminaba, la gente lo apretujaba. Entonces una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años, y que había gastado toda su fortuna en médicos, sin que ninguno la curase, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, cortándosele al punto la hemorragia. Jesús preguntó “¿Quién me ha tocado?”. Y como todos lo negaban, Pedro le dijo: “Maestro, la multitud te cerca y te estruja”. Pero Jesús replicó: “Alguien me ha tocado, pues yo he sentido una fuerza salir de mí”. Al verse descubierta, la mujer se

acercó temblando, se postró ante El , y explicó, delante de todos, por qué lo había tocado y cómo se había curado. Y de inmediato, Jesús le dijo”Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz”.-

En ambos evangelistas el ambiente se hace más sofocante para Jesús, dado los apretujones de la gente que lo rodeaba. LUCAS agrega, por una parte, que se trata de la única hija de Jairo, la que se estaba muriendo. Por otra parte, la hemorroísa está desamparada, es considerada impura, por la enfermedad que padece; y aunque ya ha intentado todo con los médicos, y perdido toda su fortuna, intenta, como su última esperanza, lograr la curación a través de Jesús. Y la logra de inmediato, al tocar la orla de su manto, sin que Jesús la haya controlado. Entonces El siente que una fuerza ha salido de sí, y ante ese menoscabo es que comienza a buscar el autor de lo que le pasó. Ante la respuesta de los discípulos, sigue buscando. Y así la mujer, asustada y temblorosa, se postra ante El, y lo explica todo, temiendo quizás que el poder que la ha curado tenga la capacidad de descubrirla, causando el resentimiento de Jesús o de la muchedumbre. Sin embargo, la respuesta de Jesús transforma sus faltas, y cura, no sólo el mal, sino que le perdona el delito que ella creía haber cometido.-

En conclusión: hay una gran diferencia entre los apretujones de la multitud, que sólo buscan asistir a un milagro espectacular de Jesús, y el ligero roce de la mujer, que, en silencio, es pura invocación. Así, para Jesús, esta mujer es el resultado de una alianza entre la miseria y el fervor. Y por eso es emblema de la fe.- 5.2.- LA MUJER CANANEA.- Examinaremos su caso en dos evangelistas: MATEO y MARCOS.-

5.2.1.- (Mt 15, 21-28).- MATEO nos relata que Jesús se marchó a la región de Tiro y Sidón, cuando una mujer cananea, de la zona, salió gritando: “!Ten compasión de mí, Señor, hijo de David! Mi hija es maltratada por un demonio” El no respondió una palabra. Los discípulos se acercaron, suplicándole:”Despídela, que viene gritando detrás de nosotros”. El contestó:”!He sido enviado solamente a las ovejas descarriadas de la casa de Israel!”. Pero ella se acercó y se postró ante El diciendo:”Señor, ayúdame”. El respondió:”No está bien quitar el pan a los hijos para echárselo a los perros”. Ella replicó:”Es verdad, Señor; pero también los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus dueños”. Entonces Jesús le contestó:”Mujer, que fe tan grande tienes. Que se cumplan tus deseos”. Y la hija quedó curada en aquel momento.-

5.2.2.- (Mc 7, 24-30).- MARCOS nos cuenta que Jesús se dirigió al territorio de Tiro, y entró en una casa tratando de pasar desapercibido, pero no logró ocultarse.- Entonces una mujer, que tenía a su hija poseída por un espíritu inmundo, se enteró de su llegada, acudió y se postró a sus pies. La mujer era pagana, natural de la Fenicia siria. Le pedía que expulsase de su hija al demonio. El le respondió: “Deja que se sacien primero los hijos. No está bien quitar el pan a los hijos para echárselo a los perros”. Ella replicó:”Señor, también los perros, debajo de la mesa, comen de las migas de los niños”. Y El le dijo:”Por eso que has dicho, ve, que el demonio ha salido de tu hija”. Ella se volvió a casa y encontró a la hija tendida en la cama; el demonio había salido.-

La cananea grita, con gritos guturales, como ladridos. Esto no es extraño, ya que los judíos llamaban “perros” a los cananeos. E implora: “!Ten compasión de mí, Señor!”. Sin duda, se trata de una mujer muy mal educada, capaz de armar todo un alboroto. Pero ese desgarro materno y la compasión que solicita, y hasta el hecho de renegar de sus dioses, lo que se manifiesta en su saludo tan del estilo judío:”Señor, hijo de David”, son todos signos de su fe poderosa. Sin embargo, Jesús, que se ha hecho hombre, aún en el asumir los prejuicios de su país contra los cananeos, no le contesta., en una actitud muy dura. Pero sus discípulos le ruegan que la atienda, no por compasión sino por irritación contra ella, que los persigue con sus gritos, en forma obstinada.

Entonces Jesús responde, pero lo que hace es justificarse frente a los discípulos, dado que su misión se limita a su propia patria, y como un hijo obediente al Padre cumple con su tarea, y ni siquiera la compasión puede hacerle cambiar de actitud. Pero la mujer se postró a sus pies, en una actitud de adoración, de tal modo que, la seguridad de la fe pagana de esa mujer ya está preparando la ampliación de la misión a otras tierras. Sin embargo, ante la insensibilidad de Jesús, ya no reclama compasión, sino que pide:”!Señor, ayúdame!”. Ella reclama menos, pero conserva su esperanza, que ha crecido. Entonces Jesús, sin ceder, le da razones de su negativa cuando le dice:”No está bien quitar el pan a los hijos (de Israel) para dárselo a los perros (de Canaán)”.. Jesús habla sin contemplaciones, duramente: el judío es un hombre, mientras que el cananeo pertenece al mundo de la animalidad, al mundo de “los perros”, que son sólo animales frívolos que sólo sirven para jugar con los niños. Aquí, el desprecio de Jesús se acentúa, en vez de atemperarse. Cualquiera otra persona que no fuera esta mujer ya se habría marchado, pero ella se empeña en su fe, admirable. Ella había creído en la compasión de Jesús, y descubre a un sectario impasible. Pero como tras ese hombre intransigente descubre al hijo de Dios, más allá del judío exasperado, resiste a su decepción. En otras palabras, dice QUÉRÉ, “En Jesús, a pesar de Jesús, contempla a Cristo”. Entonces la cananea no contradice a Jesús, sino que prolonga su razonamiento, y lo afina. Le dice:”Sí, Señor”; y continúa diciendo que “los perros” no toman el pan de los niños, sino que comen las migas, que caen solas. Sin embargo, la mujer ha cambiado la palabra: los niños, que juegan con los perros, son sus dueños, y se encuentran bajo su protección; y su humanidad protege su animalidad; y así surge la obligación de asistencia de los dueños frente a sus animales. Y la que gritaba fuerte, por tercera vez ha rebajado sus pretensiones, y ahora sólo reclama que Jesús deje caer ínfimas partículas de su gracia. Y ante esta actitud de la mujer, Jesús contesta, con asombro y emoción:”Mujer ¡qué fe tan grande tienes!!Que se cumplan tus deseos!”.-

Esta es la primera vez en la que Jesús hace lo contrario de lo que había anunciado, y se inclina ante esta voluntad femenina, anulando su primer rechazo, y cambiando el proyecto de Dios. La espontaneidad de Jesús se manifiesta libremente, prosigue QUÉRÉ, haciendo añicos el eje rígido de su misión, a la que esta mujer le revela, quizás, su anchura original. Así, el Cristo que aquí se revela, es tan sensible y entrañable como duro había parecido al principio.- MARCOS, por su parte, suaviza las expresiones de Jesús, quien invoca unas razones más moderadas: su misión debe respetar ciertas precedencias. MARCOS insiste, más que MATEO, en la discreción de los perros: comen poco y permanecen, olvidados, bajo la mesa. La mujer ha dado a las palabras nacionalistas de Jesús un alcance más universal: las migas caen en la boca de los perros, tan rápidamente como el pan que llevan a la boca “los niños”. Jesús, en MARCOS, tiene menos prejuicios que en MATEO. Y no muestra estupor ante la respuesta de la mujer, sino que queda prendado por ella. Mientras que en MATEO, bajo el enviado aparecía el hombre, en MARCOS perdura la divinidad; y el evangelista nos confirma la realidad del milagro al llevarnos a la casa de la mujer, donde la niña duerme tranquilamente,- 5.3.- LA MUJER PECADORA.- (Lc, 7, 36-50).- LUCAS nos cuenta que un fariseo invitó a comer a Jesús, y que El entró en su casa y se recostó a la mesa. En ese momento una mujer, pecadora pública, enterada de que Jesús estaba allí, acudió llevando un perfume de mirra, se colocó a sus pies, y llorando le bañaba los pies con sus lágrimas y los secaba con sus cabellos, y luego le besaba los pies y se los ungía con la mirra. Al ver eso, el fariseo dueño de la casa pensó: “Si éste fuera profeta sabría quién y qué clase de mujer lo está tocando”.-

Entonces Jesús tomó la palabra y le dijo:”Simón, tengo algo que decirte”. Contestó Simón:”Dilo, Maestro”. Y Jesús le dijo:”Un acreedor tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta: Como no le podían pagar, les perdonó a los dos la deuda. ¿Quién de los dos le tendrá más afecto?”. Simón contestó:”Supongo que aquel a quien le perdonó más”. Replicó Jesús:”Has juzgado correctamente”. Y volviéndose a la mujer, dijo a Simón:”¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa no me diste agua para lavarme los pies, pero ella los ha bañado con sus lágrimas y los ha secado con su cabello. Tú no me diste un beso, pero ella no ha cesado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con perfume, pero ella me ha ungido los pies con mirra. Por eso te digo que se le han perdonado muchos pecados, ya que siente tanto afecto; que al que se le perdona poco, poco afecto siente”. Y a ella le dijo:”Se te perdonan tus pecados. Tu fe te ha salvado. Vete en paz”. Los invitados se decían: ”¿Quién es éste que hasta perdona pecados?”.- Al decir de QUÉRÉ, este episodio forma parte del grupo de relatos de unción que traen los cuatro evangelistas. Pero la versión de LUCAS combina cuatro elementos: A) La polémica sobre la ley y la gracia, entre el fariseo y Jesús. La mujer pecadora es el pretexto para el debate, en tanto ella permanece silenciosa. B) La fidelidad en el servicio, dado que la mujer reemplaza al fariseo, que no cumple con sus obligaciones, y ella cumple los ritos de la hospitalidad. C) La oración de la fe. Esta mujer, como la hemorroísa y la cananea, llega en estado de súplica. Jesús la escucha con el milagro del perdón y la despide igual que a las otras dos. D) La pecadora anuncia las grandes confesiones de las unciones de Betania. Su gesto anuncia la pasión y constituye una adoración.- Nos preguntamos quién es el fariseo que invita a Jesús y porqué lo hace. La entrada de la mujer interrumpe la escena. Pero el fariseo que la observa, seguramente molesto, la deja hacer, dado que ella no le interesa. Quien le interesa es Jesús , y lo observa con el deseo de sorprenderlo en un error; la prostituta le proporciona una ocasión. Pero Jesús adivina los pensamientos del fariseo. Y al final todos se preguntan, ante sus gestos y dichos, quién es El, que perdona los pecados.- Examinemos a la mujer: ella se presenta con todos los signos del desamparo, y acude, patética, pero confiada en la misericordia de Jesús. Y se queda a los pies del Señor, seguramente considerándose indigna de ungirle la cabeza con el perfume.- Pero ¿el perdón es causa o efecto del amor?. Los que sostienen que LUCAS es el evangelista de la misericordia, afirman que la mujer indigna se arrepiente y obtiene la gracia del Señor. Y es por eso que Jesús le dice a la mujer:”Se te perdonan tus pecados”, ya que no se lo hubiera dicho si el perdón hubiera sido previo a los gestos de amor de la mujer. Y al compararse los personajes del fariseo y la mujer pecadora, sale ganando esta última, ya que el fariseo representa la pequeñez y el aislamiento, mientras que la mujer representa el alma reconciliada del mundo y la fe en un Dios de amor. Por eso es que, a la postre, las prostitutas entrarán delante de los fariseos en el Reino de Dios.-

5.4.- LA MADRE DE LOS HIJOS DEL ZEBEDEO. (Mt 20, 20-23). En este caso, cuando se presentan la madre de los Zebedeos, Santiago y Juan, junto con ellos, y se postra ante Jesús para hacerle una petición, referida a que sus hijos puedan sentarse, cuando El reine, uno a su derecha y otro a su izquierda, Jesús la rechaza, ya que lo que le pide la madre no le toca a El concederlo, dado que esas posiciones serán para los que su Padre las tiene destinadas.- En conclusión: tenemos a las tres primeras mujeres que son escuchadas en su petición, basada en su fe personal, intensa y audaz. Y frente a ellas, tenemos a esta última mujer, cuya demanda no es atendida por Jesús, dado que su caso es ajeno a los ejemplos de fe personal de las tres primeras.-

VI.- LA MUJER Y LA FE QUE CONFIESA.- Este grupo de mujeres reverencian en Jesús al Hijo de Dios y acuden a El sin tener nada que pedirle. De este modo, la fe se convierte en pura gracia, dado que ellas se dirigen al Maestro aceptándolo como Mesías; y es así que se convierten en figuras de la Iglesia, que ya se encuentra en torno a ellas.-

6.1.- LAS UNCIONES DE BETANIA.- Suceden durante el período en el que está comenzando la Pasión del Señor, ya que nada detendrá a quienes están decididos a matarlo. Sin embargo, entre la persecución de los enemigos y el abandono de los amigos, este testimonio femenino arroja una luz constante.- Examinaremos este punto en los Evangelios de MATEO, MARCOS y JUAN.-

6.1.1.- (Mt 26, 6-13).- MATEO nos relata que, estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, se le acercó una mujer con un frasco de alabastro con un perfume de mirra carísimo, y se lo derramó en la cabeza. Los discípulos se quejaron: “ ¿A qué viene ese derroche? Se podía haber vendido bien caro para dar el producto a los pobres”.- Entonces Jesús les advierte:”¿Por qué molestáis a esa mujer? Ha hecho una obra buena conmigo. A los pobres los tenéis siempre cerca, a mí no siempre me tenéis. Al derramar el perfume sobre mi cuerpo, estaba preparando mi sepultura. Os aseguro que en cualquier parte del mundo donde se proclame la buena noticia, se mencionará lo que ha hecho ella”.-

6.1.2.- (Mc 14,3-9).- MARCOS nos relata el mismo episodio, con pequeñas variaciones: que el perfume era de nardo puro, muy costoso; que quebrando el frasco, se lo derramó en la cabeza a Jesús; que algunos comentaban, indignados, que el perfume se podía haber vendido en trescientos denarios, para dárselos a los pobres; y que reprendían a la mujer. Ante ello, Jesús contesta lo mismo que está en el primer Evangelio, y agrega que ella “Ha hecho lo que podía. Se ha adelantado a ungir mi cuerpo para la sepultura”. Y el episodio termina de la misma manera que el anterior.-

Los comentaristas que ensalzan tan generosamente a las mujeres de la resurrección, que muestran unas mujeres temblorosas, obedientes, efectuando unos ritos y transmitiendo un mensaje, se olvidan de hacer el elogio de estos gestos de unción de estas mujeres de Betania, gestos proféticos, muy por encima de las inteligencias corrientes. Es así que los discípulos las censuran, sin comprenderlas, estando a mucha distancia de la fe que ellas tienen, y que sólo son escuchadas por Dios, a quien son las únicas en escuchar.- Sin embargo, hay autores que afirman que esa unción fue efectuada sin ninguna lucidez. Pero el mismo Jesús, que lee hasta los más íntimos pensamientos, desmiente esta posición, al declarar, con fuerza, lo contrario de lo que se pretende hacerle decir, ya que, según El, esta mujer está actuando con pleno conocimiento. En este caso, la mujer está derramando el perfume sobre la cabeza de Jesús, no sobre los pies, como la mujer pecadora; y está efectuando así la unción sacerdotal y consagrando a Jesús rey de Israel y profeta. En cambio los discípulos no están reconociendo a Jesús como Mesías, al rechazar el gesto de la mujer, y forman una especie de conjura en su contra; y por eso la reprenden, no animándose a reprender a Jesús. Sin embargo, éste no rechaza a la mujer y comparte la responsabilidad de ese gasto que contraría sus propios consejos respecto a la ayuda a los pobres. Esta mujer, al igual que la viuda que echó en el canasto del Templo todo cuanto tenía para vivir, ha hecho una ofrenda desmesurada, que revela una caridad diferente a la de los discípulos, quienes han pensado que su Maestro no se merecía el gasto, y han olvidado de que El va a morir, cosa que Jesús les recuerda. ahora. La mujer, por su parte, ha discernido bien, y ha elegido al más pobre para hacer

su ofrenda, a aquel que contiene y reúne a todos los pobres, los que, en último término, se van a beneficiar con esa ofrenda. Y esta mujer, como dice Jesús, profetiza su muerte y resurrección, y es la primera, entre las mujeres, que se ocupa de su sepultura, al derramar su perfume; lo que no podrán hacer las mujeres de la resurrección, ya que el cuerpo de Jesús había desaparecido cuando ellas fueron al sepulcro con sus perfumes.- Es así que Jesús elogia el gesto de la mujer, y la pone como modelo, de los discípulos y de las generaciones futuras, porque su testimonio, casi sacramental, se incorpora al anuncio de la Buena Noticia. Y su convicción, solitaria e incomprendida, mantiene la Pasión en su registro de realización, no de ruina definitiva.-

6.1.3.-( Jn 12,1-8).- JUAN, por su parte, nos relata que, seis días antes de Pascua, Jesús fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien El había resucitado, y le ofrecieron un banquete. Marta servía, y Lázaro era uno de los comensales. Entonces, María tomó una libra de perfume de nardo puro, muy costoso, y ungió con él los pies de Jesús, secándoselos con sus cabellos, y la casa se llenó con el olor del perfume.-

Judas, uno de los discípulos, que lo iba a entregar, dijo:”¿Por qué no han vendido ese perfume en trescientos denarios para repartirlos a los pobres?”. JUAN agrega que lo decía, no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón, y como llevaba la bolsa, sustraía de lo que allí echaban. Y Jesús contestó: “Déjala que lo guarde para el día de mi sepultura. A los pobres los tenéis siempre entre vosotros, a mí no me tenéis”.-

Vemos que JUAN presenta a María como una profetisa de mucha mayor importancia que la desconocida que aparece en los otros tres evangelistas. JUAN incluye una versión más elevada: la de la glorificación. María proclama su realidad última, transformando radicalmente el orden aparente de una casa en ambiente festivo. Jesús es, en su casa, el huésped de Lázaro, a quien El ha resucitado. Probablemente esa comida celebra su vuelta con los suyos. Marta, su hermana, está ocupada en su servicio, colaborando, con su alegría y vitalidad, con el ambiente festivo de la casa. Entonces entran en escena otros dos personajes: Judas y María, a quienes conocemos bien: uno, porque es el traidor; la otra, porque forma parte del entorno de Jesús. Ambos representan la incredulidad y la fe. Con su aparición, ese orden armonioso de la fiesta con la que Marta y Lázaro conmemoraban el mismo acontecimiento, queda roto; y tenemos a la mujer que glorifica y al varón que traiciona, la luz y las sombras, en uno de sus últimos combates. Así, María, con su gesto, está añadiendo a la celebración una dimensión trascendente, universal y profética, afirma QUÉRÉ, y del regocijo banal nos hace pasar al plano de la contemplación, elevando a Jesús, con su unción real, por encima del grupo de asistentes a la fiesta. Ella derrama el perfume sobre los pies de Jesús, como la pecadora, no sobre su cabeza; pero ello se debe, no a un sentimiento de indignidad personal, sino a que, para ella, la personalidad mesiánica del Señor ya era inalcanzable para el contacto humano. Fue el mismo gesto que tuvieron las mujeres de la resurrección al echarse a los pies de Jesús. Entonces María seca los pies de Jesús con sus cabellos, realzando aún más su ofrenda a Jesús, cuyos pies son demasiado preciosos para ese perfume, ya de por sí, precioso. Los discípulos, por su parte, están de acuerdo con el gesto de María, que ha convertido la alegría de ese día en una espléndida profesión de fe, al expandirse el olor del perfume por toda la casa. Y las protestas de Judas quedan en solitario, y lo identifican como el traidor. El crimen de Judas ya ha empezado: ataca a María, no a Marta, porque Marta festeja a Lázaro y María celebra a Jesús. Sin embargo Judas, muy a su pesar, será mañana un agente de Jesús, como lo es hoy María, ya que procurar la muerte de Jesús como traidor o como embalsamadora, es colaborar en el propio desarrollo de su proceso de glorificación. Y así, mientras que

Judas se pierde, María ha divisado la muerte, la resurrección y la gloria de Dios, y es portadora, de esta manera, de toda la teología de Juan.-

6.2.- LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO.- (Jn 11, 1-44). Hasta aquí, unas mujeres celebraban al Hijo de Dios con unas acciones cuyo exacto significado sólo Jesús había captado. Ahora vamos a examinar dos confesiones de fe, que se preparan.- El evangelista JUAN nos relata que había un enfermo, llamado Lázaro, en Betania, la aldea de María y su hermana Marta. María era la que luego ungiera a Jesús con mirra y le enjugara los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro estaba enfermo, y las hermanas le enviaron un recado a Jesús: “Señor, tu amigo está enfermo”. Al oírlo, Jesús comentó: “Esta enfermedad no ha de acabar en muerte; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Jesús era amigo de Lázaro y de sus dos hermanas. Cuando El oyó que estaba enfermo, prolongó su estancia dos días más en el lugar. Entonces dijo a sus discípulos: “Vamos a volver a Judea”. Le dicen los discípulos: “Rabí, hace poco los judíos intentaban apedrearte, ¿y quieres volver allá?”. Jesús les contestó: “¿No tiene el día doce horas? Quien camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; quien camina de noche tropieza, porque no tiene luz” Y agregó: “Nuestro amigo Lázaro está dormido; voy a despertarlo”. Le contestaron sus discípulos:”Señor, si está dormido, se curará”. Jesús se refería a su muerte, mientras que ellos se referían al sueño. Entonces Jesús les dijo abiertamente: “Lázaro ha muerto. Y por vosotros me alegro de no estar allí, para que creáis. Vayamos a verlo”. Tomás dijo:”Vamos también nosotros a morir con El”. Cuando llegó Jesús, se encontró que llevaba cuatro días en el sepulcro. Betania queda cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María para darles el pésame. Cuando Marta oyó que Jesús llegaba, salió a su encuentro, mientras María quedaba en casa. Marta dijo a Jesús:”Si hubieras estado aquí, Señor, no habría muerto. Pero sé que lo que pidas, Dios te lo concede”. Jesús le dice:”Tu hermano resucitará”. Le dice Marta:”Sé que resucitará en la resurrección del último día”. Le contestó Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, no morirá para siempre. ¿Lo crees?”; le contestó Marta: “Sí, Señor, yo creo que tu eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo”. Dicho esto, se fue, y llamó en privado a su hermana María y le dijo:” El Maestro está aquí y te llama”. Al oírlo, ella se levantó a toda prisa y fue hacia El. Jesús no había llegado aún a la aldea, sino que estaba en el mismo lugar en que lo encontrara Marta. Los judíos que estaban con ella en la casa consolándola, al ver que María se levantaba a toda prisa y salía, fueron detrás de ella, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando María llegó donde estaba Jesús, cayó a sus pies y le dijo:”Si hubieras estado aquí, Señor, no habría muerto mi hermano”. Al ver Jesús a María llorando y a los judíos que la acompañaban también llorando, se estremeció por dentro y dijo muy agitado:”¿Dónde lo habéis puesto?”. Le dicen: “Señor, ven a ver”. Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:”!Cómo lo quería!”. Pero algunos decían:”El que abrió los ojos al ciego ¿no pudo impedir que éste muriera?”. Jesús, estremeciéndose de nuevo, se dirigió al sepulcro. Era una cueva con una piedra adelante. Jesús dice:”Retirad la piedra”. Le dice Marta:”Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días”. Le contesta Jesús: “¿No te dije que, si crees, verás la gloria de Dios?”. Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre, te doy gracias por haberme escuchado. Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por éstos que me rodean, para que crean que tú me has enviado”. Dicho esto, gritó con fuerte voz: “!Lázaro, sal fuera!”. Y salió el muerto atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: “Desatadlo y dejadle andar”.- Lázaro, el amigo de Jesús, ha muerto, y Jesús lo resucita, y lo hace poco antes de su propia Pasión y muerte. Jesús no ha impedido la muerte de su amigo, y en cierto

sentido, es El mismo quien la ha provocado, ya que era necesario que su amigo muriera para que se revelara la filiación divina de Jesús. Hay simbolismo en esta actuación de Jesús: los tres días que ha necesitado para llegar, la presencia de las mujeres, la piedra que se retira, marcan el parecido con lo que va a sucederle a Jesús. Pero también hay diferencias: cuando Jesús resucita, lo hace por sí mismo y resuenan los anuncios que sirven de fundamento a la comunidad de fe.- Y aparecen las dos hermanas: María, que se encuentra en la vertiente de la muerte, y se ocupará de la sepultura de Jesús; Marta, que es expresión de vida, y en Betania es la que luego organizará la fiesta; y quizás por esa ocupación suya no logra entrever las realidades que su hermana percibió a través del festejo. Sin embargo Marta, en este episodio, se revela contra el duelo y supera a María en esperanza y audacia profética. Pero el papel de María sólo se identifica con el de su hermana cuando el evangelista escribe “las dos hermanas”. Ellas se han puesto de acuerdo para llamar a Jesús para salvar al moribundo, y le envían un mensaje: “Tu amigo está enfermo”. Aunque todo está obligando a Jesús a dirigirse rápidamente a Betania, a socorrer a su amigo, dada la amistad que le une a esta familia –María le ofrecerá el servicio de la unción y Marta lo ha servido, y aún le servirá más, y Lázaro es su amigo- Jesús retrasa tres días su viaje, sin dar ninguna explicación; habla misteriosamente con sus discípulos y deja planear la confusión sobre el sueño profundo de Lázaro. Así, cuando llega a Betania, su amigo ya está muerto desde hace cuatro días, marcándose así lo irreparable de esta muerte, dado que se creía entonces que el alma de los difuntos erraba alrededor del cuerpo hasta el cuarto día, cuando desparecía realmente. Marta, entonces, cuando se entera de la llegada de Jesús, al salir de su casa e ir a su encuentro, dejando a los judíos que se han molestado por ella, rompe con las reglas de la hospitalidad y con el rito fúnebre. Pero, a pesar del retraso de Jesús y de la muerte de su hermano, corre al encuentro del Señor; el anuncio de su cercanía actúa sobre ella como una resurrección: Marta tiene el don de la anticipación, como María, pero no respecto a las mismas realidades. Ante la ida de su hermana, María se quedará en la casa, hasta que le ordenen ir a encontrarse con Jesús. Así se crea una distancia entre la prontitud de la que sale y el cansancio de la que se queda.- Y Marta, al encontrarse con Jesús, le dice:”Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”, lo que era una velada queja por el retraso del Señor; ya no dice “tu amigo”. Sin embargo Marta tiene la delicadeza de no preguntarle la causa de su retraso, aunque piensa que El es el responsable. Y prosigue:”Pero sé que lo que pidas, Dios te lo concede”. Entonces Jesús le responde: “Tu hermano resucitará”. Y Marta le dice:”Sé que resucitará en la resurrección del último día”; su convicción es segura, y nace de una recta tradición judía. Jesús, que ha comprendido la reacción de Marta, le dice:”Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque muera, vivirá; y quien vive y cree en mí, no morirá para siempre”. Y pregunta:”¿Lo crees?” , exigiendo a Marta que eleve su fe a un nivel superior, pasando de la doctrina a la convicción radical del creyente. Jesús necesita de la colaboración y de la fe de Marta para efectuar el milagro más espectacular de su vida. Y responde Marta: “Si, Señor. Yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que había de venir al mundo”. El juego de los pronombres “yo” y “tú” muestra el alcance profundamente personal de este encuentro; y Marta pronuncia una confesión trinitaria de la fe, identificando en Jesús la elección, la filiación y la encarnación, al darle un triple título. El diálogo se detiene aquí, dado que Marta ya lo ha dicho todo. Así, ha llegado el momento en el que la conversación se eleva del tono de la confidencia al de la predicación al pueblo. Y Marta se va, y llama en privado a su hermana María. Esta es su hermana, pero además, es el pueblo, con el que se funde y que viene detrás de ella, pensando que ella se dirige a la tumba. Así María será el instrumento de la

conversión del pueblo, en tanto que Marta se presenta como una figura solitaria. Marta le dice a María: “El Maestro está aquí, y te llama”. La incredulidad de María lleva a Marta a utilizar un subterfugio: Jesús no ha ordenado nada, pero sabe que sólo la llamada personal del Señor puede sacar a María de su casa. Ella se levanta rápidamente y va al encuentro de Jesús, quien ha permanecido en el mismo lugar en el que lo encontrara Marta. La siguen los judíos que estaban en su casa, acompañándola. Y la escena se repite: María pronuncia las mismas palabras de Marta, pero en un tono desesperado; sus palabras son de desánimo; no le pide nada al Señor, ni intenta averiguar la razón de su llamado; sólo piensa en su hermano, y todos sollozan. Entonces Jesús, turbado, se estremece interiormente, y pregunta dónde lo han puesto. Y los judíos responden: “Señor, ven a ver”. Jesús se echa a llorar, y los judíos piensan que lo hace por la misma razón que ellos, ya que no saben que El ha dejado voluntariamente que se produzca su muerte; ni saben que quizás Jesús llora por su propia muerte, tan próxima, y tan relacionada con la de Lázaro. Pero el pueblo no se ha convertido, y María es el alma no convertida de ese pueblo. Y aunque repite las mismas palabras de su hermana, no dice lo mismo, ya que las palabras de Marta llevaban el soplo de la esperanza, y las de María son de desolación. ¿Cómo puede entonces Jesús realizar el milagro, ante tanta falta de fe?. Entonces Jesús se dirige al sepulcro, y ordena retirar la piedra. Pero Marta afirma:”Señor, ya hiede, porque lleva cuatro días”. Marta es la dueña de casa diligente a quien repugna el desorden. Con esas palabras quiere mantener a Jesús puro de la mancha de la muerte, fuente de toda impureza; y esta reacción suya puede interpretarse como un signo más de su adoración. Jesús le responde: “¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?”. La fe estimulaba a Marta, quien había sido capaz, ese día, de acoger y proclamar a Jesús como nadie. Afirma QUÉRÉ que la fe, en un esfuerzo por superarse a si misma, debe de enseñarnos a pasar por encima de nuestros fracasos. En boca de Jesús, no es un reproche cuando le dice:”No crees suficientemente”; es una invitación a que la fe llegue hasta donde la inteligencia no es capaz de llegar.-

6.3.- LA SAMARITANA. ( Jn 4, 1-41).- Esta mujer presenta un carácter único en el Evangelio: comienza desde cero y llega hasta la plenitud de la fe. Aparece por casualidad, indiferente a ese hombre sentado junto al pozo, y del que nunca ha oído hablar; su vida privada es un enredo formidable, lo que no augura nada bueno para la vida del espíritu; y pertenece a un pueblo de creencias heterodoxas, enemigo de los judíos. Sin embargo, en seguida veremos que esta mujer adquiere, de inmediato, un valor emblemático.- Según QUÉRÉ, esta figura responde a la esperanza del cristiano, debido al claroscuro del alma que busca sinuosamente a su Dios, entre la duda y el impulso.- Tendremos en cuenta dos componentes que se dan en este relato: el primero es el carácter irreverente de esta mujer, que hace depender sus respuestas de su tono desenfadado, con el revanchismo samaritano; el segundo, ella es un testigo inflamado y asombrado, que desde el primer momento dobla su rodilla ante la gracia.- JUAN nos relata que, cuando Jesús supo que los fariseos se habían enterado de que El ganaba más discípulos, y que bautizaba más que Juan el Bautista, decidió abandonar Judea y dirigirse a Galilea, atravesando Samaría. Así fue que llegó a una aldea llamada Sicar, donde se encontraba el pozo de Jacob. Era mediodía, y Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo, mientras sus discípulos iban a la aldea a comprar comida. En ese momento llegó una mujer a sacar agua, y Jesús le dijo: “Dame de beber”. Y la samaritana le responde: “Tú, que eres judío, ¿cómo pides de beber a una mujer samaritana?”. Jesús le contestó: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a El, y te daría agua viva”. La mujer le dice:”Señor, no tienes cubo y el pozo es profundo, ¿de dónde sacas agua viva?.¿no serás tú mayor

que nuestro padre Jacob, que nos legó el pozo, de donde bebían él, sus hijos y sus rebaños?”

Jesús le contestó:” El que bebe de esta agua, vuelve a tener sed; quien beba del agua que yo daré no tendrá sed jamás, pues el agua que le daré se convertirá dentro de él en manantial que brota dando vida eterna”. La mujer le dice:”Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed y no tenga que venir acá a sacar agua”. Jesús le dice:”Anda, llama a tu marido y vuelve acá”. La mujer le contesta: “No tengo marido”. Jesús le dice: “Tienes razón al decir que no tienes marido; pues has tenido cinco, y el de ahora tampoco es tu marido”. Ella le dice:”Señor, veo que eres profeta. Nuestros padres daban culto en este monte; y vosotros decís que es en Jerusalén donde hay que dar culto”. Jesús le responde: “Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén se dará culto al Padre. Vosotros dais culto a lo que desconocéis, nosotros damos culto a lo que conocemos; pues la salvación procede de los judíos. Pero llega la hora, ya ha llegado, en que los que dan culto auténtico darán culto al Padre en espíritu y en verdad. Tal es el culto que busca el Padre. Dios es espíritu y los que le dan culto lo han de hacer en espíritu y en verdad”. La mujer le dice: “Sé que vendrá el Mesías. Cuando él venga, nos lo explicará todo”. Jesús le dice: “Soy yo, el que habla contigo”.- En ese momento llegaron los discípulos y se maravillaron de verlo hablar con una mujer. Ella dejó el cántaro, se fue a la aldea y dijo a los vecinos: “Venid a ver a un hombre que me ha contado lo que yo he hecho ¿será el Mesías?”. Entonces ellos salieron de la aldea y acudieron a El.- Mientras tanto los discípulos le rogaban:”Rabí, come”. El les dijo:”Yo tengo un sustento que vosotros no conocéis”. Los discípulos comentaban: “¿Le habrá traído alguien de comer?” Jesús les dice: “Mi sustento es cumplir la voluntad del que me envió y dar remate a su obra. ¿No decís vosotros que faltan cuatro meses para la siega?. Pues yo os digo: levantad la vista y observad los campos clareando ya para la cosecha. El segador ya está recibiendo su jornal y cosechando fruto para la vida eterna; así lo celebran sembrador y segador. De ese modo se cumple el refrán: uno siembra y otro siega. Yo os he enviado a cosechar donde no os habéis fatigado. Otros se fatigaron y vosotros habéis entrado a aprovecharos de sus fatigas.”- En aquella aldea, muchos creyeron en Él por lo que les había contado la mujer. Los samaritanos acudieron a Él y le rogaban que se quedara con ellos. Se quedó allí dos días y muchos más creyeron por las palabras de Él. Y le decían a la mujer:”Ya no creemos por lo que nos has contado, pues nosotros mismos hemos escuchado y sabemos que éste es realmente el salvador del mundo”.- Jesús se detiene junto al pozo de Sicar. Pero en esa árida llanura de rocas y zarzas, perdura el recuerdo de personajes ilustres, como Jacob. Y Jesús le pide de beber a una mujer samaritana que llega a buscar agua. Este pedido nunca es rechazado. Pero la mujer se permite discutir la simplicidad de la demanda de Jesús: “Tú, que eres judío, ¿cómo pides de beber a una mujer samaritana?”. Al decir de QUÉRÉ, , una lectura mística diría: No conozco a este individuo, aunque su actitud es muy singular y humana, ya que no piensa que va a quedar impuro con mi contacto. ¿Quién es para hablarme así?. Y de este modo comienzan la provocación y la iniciación, aunque ella no sabe casi nada de Él y le trata sin especiales miramientos. Por juego o por fervor, la Samaritana presenta una objeción a la manera de los fariseos. Su pregunta equivale a decir a Jesús: ¿Quién eres tú?. Y Jesús le responde:”Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a Él, y te daría agua viva”.- Quizás Jesús contesta a la mujer con una ironía, que le hace bajar los humos.- Y el juego continúa. No se le ha escapado la inconsecuencia de Jesús. Piensa: ¿Quiere de beber? ¡Que apague su sed él mismo, ya que se las da de distribuir agua

viva! En esta materia, ella le va a dar una lección, ya que sabe muy bien lo que es el agua, y viene a buscarla todos los días. Sabe que el pozo es profundo, y que los brazos del forastero no son muy largos. Y continúa preguntando: “¿De dónde sacas agua viva?”. Ella recuerda la leyenda de que Moisés y Jacob hacían brotar del pozo el agua. Y prosigue: “¿No serás tú mayor que nuestro padre Jacob?”. El posesivo “nuestro” indica que tienen antepasados comunes, y que Jesús no es de mejor cuna que ella.- Ella piensa que la situación es cómica, dado que el hombre sediento, cansado y solo, bajo el sol de mediodía, ¡ofrece agua en el momento en que la pide!. Piensa que Jacob fue listo al hacer el pozo que sirve a todo el pueblo desde hace generaciones; y le recuerda a los hijos del patriarca, signo de bendición, y a sus animales, signo de riqueza. ¿El forastero se atreve a compararse con ese antepasado tan afortunado y previsor?.- Sin embargo, la Samaritana ya se ha inclinado ante este hombre que habla con tanta sencillez, y los signos de su falta de riqueza los interpreta como signos de gloria.- Al parecer, su pueblo espera como Mesías a un rey temible. Pero ella, en este hombre sin recursos, que depende de su buena voluntad, ha reconocido la divina debilidad del servidor sufriente de Isaías. Y por eso es que en adelante le da el título de “Señor”.- Y Jesús responde al desafío burlón de aquella mujer. ¿Jacob más poderoso que Él?. Es verdad que aquél previó una explotación duradera en el tiempo; pero el agua viva que da Jesús es eterna, y dispensa de la repetición de los mismos actos, ya que con una vez, basta.- Jesús ahora la cree capaz de comprender el lenguaje elevado de la teología, que opone el agua material al agua espiritual.- Entonces ella dice:”Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed y no tenga que venir acá a sacar agua”. La versión mística de esta pregunta es que la Samaritana sintoniza con Jesús en la profunda comprensión de su persona; y se aleja del pozo, viendo por encima de las leyendas: ella se ha convertido, por fin, en una persona que implora. Y le suplica; ha reconocido, por fin, a quién le está hablando; finalmente ella es la que Jesús quería que fuera. Jesús no podía saciar su sed con el agua del cubo, pero sí con la sed de la mujer. Ella ha cambiado su corazón y El la despide con la fórmula habitual;”Vete...”. Pero como El sabe que su confesión no lo ha dicho todo, y que ella sufre, le dice:”Anda, llama a tu marido y ven acá”. La llama de nuevo a causa del drama de ella; y también a causa de la colectividad, dado que ella va ya por el sexto marido.- Sin embargo, a pesar de la despedida, la mujer no se va, y vuelve a conversar... Y responde:”No tengo marido”. Descubrimos aquí la confesión de un sufrimiento prolongado; ella se está definiendo por lo que le falta; y está sola. Entonces Jesús le responde:”Tienes razón al decir que no tienes marido, pues has tenido cinco, y el de ahora tampoco es el tuyo. En eso has dicho verdad”.- Entonces la mujer lo llama “profeta”. Piensa que ha llegado el momento de presentarle el problema que sigue latente entre sus dos naciones. Y le dice: “Nuestros padres daban culto en este monte; vosotros, en cambio, decís que es en Jerusalén donde hay que dar culto”. Así vemos, en ella, una enorme sed espiritual. Espera que este hombre, cuyo inmenso valor presiente, pueda resolver el conflicto de opiniones que lleva a una situación absurda entre sus dos naciones. Ella ya no se interesa por el pozo, ni por el agua tan difícil de subir, ni por Jacob. Jesús sentía que ella era capaz de elevarse de este modo; y le dijo:”Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén se dará culto al Padre”. Frente al largo discurso de Jesús, la mujer responde:”Sé que vendrá el Mesías . Cuando él venga, nos lo explicará todo”. Ella ha llamado a Jesús “judío”, luego “Señor”, después “profeta”, y ahora resuena la palabra exacta:”Mesías”. Quizás esté preguntando a Jesús si es él. Entonces Jesús le responde:”Soy yo, el que habla contigo”. Y el tono suena solemne, pero cercano a la

que muy pronto lo había reconocido. Ahora la conversación debe cesar, ya que un alma sola no basta, sino que se requiere una celebración colectiva. De una manera parecida, Marta llamó a María, y con ella al pueblo judío.- La vuelta de los discípulos interrumpe la conversación. Ellos se extrañan de las libertades que se toma Jesús hablando con una mujer; y samaritana, pero no alcanzan a imaginar el contenido de la conversación., ya que ellos serían incapaces de alcanzar a Jesús y a la Samaritana en esta cima teológica. Y comienzan a refunfuñar aunque sospechan que puede haber algo más que lo que han visto.- La mujer se ha ido, dejando allí su cántaro, lo cual es un detalle importante que indica que ya no le interesa más el agua material; ella se va, como las mensajeras de la resurrección, a anunciar la noticia a la aldea. Sin embargo no les cuenta la revelación que había recibido, ya que ha sido iniciada a la verdad suprema de Cristo. Les anuncia la increíble capacidad de adivinación que tiene el forastero, y les dice: “Me ha contado lo que yo he hecho”. Su papel consiste en convocarlos, no en convertirlos. Y la certeza es expresada bajo la forma atenuada de una vacilación: “¿Si será el Mesías?”. Pero una mujer de mala vida no puede ser el instrumento de la conversión del pueblo. Y ellos le dicen:”Ya no creemos por lo que nos has contado, pues nosotros mismos hemos escuchado y sabemos que éste es realmente el salvador del mundo”.- Jesús, tal vez, había reservado a la Samaritana un lugar entre los sembradores; ella había traído la noticia y había sufrido. Y los habitantes acudían, como mies dorada. Y concluye QUÉRÉ diciendo que la mujer, ya en la sombra, quizás aplaudía a su fe, porque finalmente, eran Iglesia..- VII.- MARÍA: LA MUJER POR EXCELENCIA.- Finalmente entramos en el último capítulo del contenido central de este trabajo, dedicado a María, madre de Jesús y madre nuestra. Nos guiaremos por varios autores de la revista “Misión”, No 78.- Según DOLORES ALEIXANDRE, y estamos completamente de acuerdo con ella, “nos hemos empeñado en exaltarla con grandes títulos con mayúscula, tan desmemoriados, en cambio, para recordarla en sus minúsculas: vecina de un pueblo de fama dudosa (Jn 1,46), sierva del Señor y sirvienta de su prima embarazada (Lc 1,39), humillada por las sospechas sobre el origen de su maternidad (Mt 1,19), desconcertada por la conducta y las respuestas inesperadas de Jesús (Lc 2,50), despojada de todo privilegio de posesión sobre él (Lc 8,21), vencida junto a su hijo, fracasado y ajusticiado fuera de la ciudad (Jn 19,25). Y sin embargo, son precisamente esas minúsculas las que la convirtieron en Madre de Cristo y Madre de la Iglesia. Es sobre el polvo de esas minúsculas sobre el que sopló el aliento de Dios; es con ese barro con el que sus manos modelaron la arcilla más bella; es la arcilla de aquella vida tan dócil, tan en la sombra, la que el Padre transfiguró para que le guardase su mejor tesoro”.- Por su parte, ANDRÉS ASSANDRI S.J., nos dice que, para hablar de la madre de Jesús, debemos tener presente dos aspectos: 1º) Jesús depende de su madre, ya que “ella es la rama del árbol de la humanidad que florece a Jesús”. Y su “sí” señala el comienzo de la nueva creación. Continúa diciendo: “Esta dependencia no se limita al orden biológico, sino a un orden más profundo y existencial; porque María no sólo es madre que da el ser y forma como hombre a su Hijo, sino que lo acompaña en su misterio desde su profundidad interior. La dependencia de Jesús de su madre se puede reflejar en el color de los ojos, en la forma de sonreír, en las preferencias, en tantos paralelos físicos o sicológicos que siempre religan al hijo con su madre; pero entre Jesús y María hay otra relación en el orden de la gracia, en la profundidad del ser”.-

2º) Y este mimetismo más hondo nos conduce al segundo aspecto, el de que María depende de Jesús.: “Si María introduce en la historia a Jesús, es éste quien introduce a María en la “nueva creación”, en el Reino de Dios. Ella es el primer fruto de la Pascua de Jesús, no en un sentido temporal, sino primordial. Esta dependencia mariana de Jesús se revela en el mimetismo profundo compartido de actitudes radicales, definitorias del corazón”. Y es este aspecto el que nos interesa, ante la presentación que Jesús hace de sí mismo y la invitación que nos hace de seguirlo: Ante esta invitación, siempre queda la posibilidad de retraernos, porque Jesús es Dios y en él parece fácil de cumplir su exigencia radical. Pero María no es Dios, sino que es una mujer sencilla de un pueblo humilde y pobre. Así, si objetamos, ante la exigencia de Jesús, nuestra naturaleza humana tan limitada y tan débil, ella, su Madre, con todas sus condicionantes culturales de pequeños horizontes de pobreza material y de medios humanos, se nos presenta como modelo de conducta cristiana y de fidelidad a las exigencias de su Hijo.- De María podemos decir que es la primera cristiana. “Jesús se nos ha mostrado como el Hijo fiel, dependiendo en todo de su Padre y viviendo esa religación como eje de su vida; se nos ha presentado como el “hombre entregado” a sus hermanos los hombres; y se nos ha presentado con una libertad soberana para vivir plenamente la dimensión filial y fraternal” . Y son estas características centrales de Jesús las que también, como en un espejo, definen a María: 1º) la fidelidad: “Cuando nos preguntamos por el secreto de Jesús nos encontramos con su amor y dependencia total del Padre que se hace palpable en la obediencia y la oración. Esta misma es la actitud fundamental que vertebra la vida de María. El lema de su vida lo expresó con aquellas palabras: “Aquí está la esclava del Señor; que se cumpla en mí su palabra” (Lc 1,38)”.- Y “la voluntad de Dios se le manifestó a María en las formas menos previsibles y con exigencias que desconcertarían a cualquiera”. Para comprender esto, debemos tratar de ponernos en su lugar: así vemos que Ella tuvo que vivir su vida día a día, sin saber el mañana, sin conocer los planes de Dios. Por ello, la vivió de sorpresa en sorpresa, repitiendo todo el tiempo: “hágase en mí tu voluntad”.- Así, para comprender lo que significó en la vida de María su fidelidad, recorreremos los acontecimientos que recuerdan los evangelios: A) “la realidad extraña de ser madre-virgen, guardando un secreto sobre esta realidad que la hacía vivir una situación trágica en su amor a José (Mt 1, 18-25); B) el nacimiento de su Hijo en la soledad y el desamparo de una cueva. Tras un viaje inoportuno llegan a Belén, pero “no había lugar para ellos”. (Lc 2, 1-7); C) la muerte de los hijos de sus parientes y amigos y la angustia que supone saber que el rey, con todo su poder, busca eliminar a su Hijo. (Mt 2, 16-18 y 20); D) el destierro a Egipto, lugar con inolvidables connotaciones para un israelita (Mt 2, 13-15); E) ser madre y educar a un hijo al que en el fondo no puede comprender. Si toda madre sufre los silencios de sus hijos, aquí no se trata sólo de silencios sino de palabras cuyo sentido no alcanza a entrever. (Lc 2, 41-52); F) la pasión y la muerte de Jesús. No se trata de uno de sus hijos, sino del único; no muere de enfermedad, sino en la plenitud de su juventud; no muere por justa sentencia, sino que se da cita en su condenación toda la inhumanidad de la historia.”. Por lo que podemos decir que “no sólo de palabras sino de hecho vivió el “hágase tu voluntad... yo soy la esclava del Señor”.- 2º) Otra de las características de María es el anonadamiento. Del mismo modo que la fidelidad de Jesús al Padre se muestra porque se entrega a sí mismo, la vida de María fue una interrumpida oblación de sí misma. Y de este modo “María se entrega a Dios como una tela en blanco ante el pintor para que haga su obra. Esto no es fácil, porque ya tenía sus formas, sus trazos provenientes de su herencia, de su cultura, de su carácter, de su historia personal. Pero estas formas no serán impedimento para la obra

de Dios: que su palabra se cumpla totalmente en Ella. No ofrece ninguna resistencia, aunque esto supone anonadarse a sí misma. Es la esclava del Señor; Ella no es dueña de sí. Su proyecto sobre sí es el proyecto del Señor, aunque esto conlleve espadas que le atraviesen el corazón”, como le anunciara Simeón.- 3º) Y la tercera característica de María es su maternidad: “Jesús experimentó a María como Madre no sólo en su ser, sino también en su misión. Si Jesús como niño, como joven y como adulto vivió la maternidad de María, también la experimentó en su “hora”. La “hora de Jesús”, de la que tanto habla el evangelio de S. Juan, es la hora de su glorificación: el paso de su muerte-resurrección. María está presente en su hora, ya cuando abre el misterio de esa hora, aún no llegada, en las Bodas de Caná, por pedido de su Madre (Jn 2), ya cuando la vive presente con todo su dramatismo en la Cruz Jn 19,25). María vive intensamente el misterio de Jesús compartiéndolo desde dentro; por ello se mantiene de pie junto a la Cruz, sin desmayos. Allí se manifiesta, por medio de las palabras y encargo de Jesús su maternidad universal: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26). Y esa maternidad universal de María se hace gráfica en Pentecostés: el Espíritu Santo que la cubrió con su sombra y su poder en Nazareth para que engendrara el Cuerpo de Jesús, también la cubre con fuerza el día que nace la Iglesia, la prolongación en la historia del Cuerpo de Jesús. Por ello, Ella es la Madre de la Iglesia, del Cristo total. En otras palabras, su maternidad es la forma específica de su entrega a los demás.” Y así podemos decir que “Jesús el Hijo del Padre; Jesús el hombre entregado; Jesús el hombre libre encuentra en su Madre la copia fiel, la admirable sintonía”.- Y es por ello que al preguntarnos por Jesús y su significado en nuestras vidas, no podemos olvidarnos de su Madre, la que más estuvo y está actualmente al lado de Jesús, la que más compartió sus sentimientos y su vida, la que mejor le siguió y en quien más plenamente se realizó el fruto de la nueva creación.- Y concluye el P. ASSANDRI: “María vive al igual que Jesús, resucitada y asunta en la gloria. Y precisamente por esto, en forma misteriosa, pero real, vive dentro de la humanidad. Después de Jesús nadie está tan unida a los hombres como María, Madre universal. Su sí a la propuesta divina de hacerse carne en Ella, la ligó a toda la historia. Ella fue quien dio la respuesta de todos los hombres al Plan de Dios. La carne de Dios por la cual El se hace nuestro hermano, es carne recibida de María, una rama que depende y forma parte de todo el árbol de la humanidad. Como acompañó a Jesús camino del Calvario, lo acompaña ahora en su trayectoria, a través de los siglos, hasta su vuelta gloriosa. Acompañados por tan dulce Madre cobramos fuerzas para cargar la cruz nuestra de cada día y seguir a Jesús”.- Finalmente, seguiremos a CARLOS G. VALLÉS S.J., que resalta otra característica de María, al ocuparse, desde su misma pobreza y humildad, de los más pobres de su tiempo: “La alegría de María no es egoísta. Se alegra, sí, de las grandes cosas que ha hecho en ella el poder de Dios, pero es porque ve en ellas el signo y la promesa de las cosas aún mayores que Dios ha hecho y hará por su pueblo “de generación en generación”, y eso especialmente a favor de los humildes y los oprimidos.” Todo su Magnificat -el canto a Dios que elevó al visitar a su prima Isabel, cuando se puso a su servicio en las montañas de Judea, estando ambas embarazadas- se centra en el contraste entre los ricos y poderosos, por un lado, y los humildes y hambrientos, por otro. “Y aquí también vemos la esencia del evangelio prefigurada y proclamada ya de antemano en el cántico de María”.- LUCAS es, entre los cuatro evangelistas, el que más destaca la presencia en el ministerio de Jesús de los oprimidos; y no hay más que ver la importancia que da en su narración a mujeres, viudas, pecadores y pobres que en la sociedad de entonces se consideraban marginados. Así, LUCAS recalca y pone en escena “el tema de la

inversión”, es decir, la caída de los poderosos y la exaltación de los humildes, como nota característica del establecimiento del Reino de Dios entre los hombres. Leemos, en su evangelio, la parábola del rico necio que planeaba construir mayores graneros para sus cosechas, y a quien “aquella misma noche le reclaman el alma” (Lc 12, 16-21); y la parábola de los invitados al banquete, en el que los primeros ceden el puesto a los últimos, ya que “todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado” (Lc 14, 7-11); y la parábola del rico ostentoso y el pobre Lázaro, que también acaba con la inversión de los papeles: “Murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán; murió también el rico y fue sepultado. Estando en el infierno entre tormentos levantó los ojos y vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno” (Lc 16, 19-31); y es esta misma inversión la que coloca LUCAS en su versión característica del sermón del monte, donde, a las cuatro bienaventuranzas de Mateo, agrega cuatro maldiciones, resaltando así el contraste entre los oprimidos que triunfan y los poderosos que se hunden (Lc 6, 20-26).- Y concluye VALLÉS: “Tras esos textos característicos del evangelio de Lucas, el Magnificat de María cobra aún mayor importancia, ya que allí se anuncia, se introduce, se declara esta inversión central del mensaje evangélico, con lo cual María es la primera en proclamar anticipadamente, en profecía y proyección, la doctrina que Jesús establecerá y elaborará a lo largo de todo su ministerio. El Magnificat de María es digno pórtico del evangelio de Jesús: “Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes: A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada” (Lc 1, 52-53).- VIII- CONCLUSIÓN.- . Como hemos podido observar, a lo largo de nuestro trabajo nos hemos abocado al tratamiento del tema de la situación histórica de las mujeres en épocas de Jesús, como integrantes del grupo de los excluidos del sistema.-

Asimismo, estudiamos la posición del propio Jesús frente a ellas, respetuosa y liberadora.. Y para ello, hemos examinado a distintos tipos de mujeres que nos son presentadas en el Evangelio.-

Por último, nos hemos referido a María, como “la Mujer” por excelencia, Madre de Jesús y nuestra, así como el modelo que debemos imitar para seguir mejor a su Hijo.-

En resumen, creemos que los propósitos que hemos planteado en la Introducción, han sido comprobados y fundamentados a lo largo de todo nuestro trabajo, recurriendo a distintos autores que se refieren al tema elegido.- BIBLIOGRAFÍA.- 1.- CARLOS MESTERS. “Un proyecto de Dios. La práctica liberadora de Jesús”. Colección CEPAG No 5. Ediciones y Arte. Asunción. Paraguay. 1995.- 2.- JOSE IGNACIO Y MARÍA LÓPEZ VIGIL. “Un tal Jesús”. Loguez Ediciones. Salamanca. España. 1982.- 3.- FRANCE QUÉRÉ. “Las mujeres del Evangelio”. Ediciones Mensajero. Bilbao. España. 1997.- 4.- DOLORES ALEIXANDRE. Revista Misión No 78. Revista de la Compañía de Jesús. Montevideo. Uruguay. 1997.- 5.- ANDRÉS ASSANDRI S. J. Revista Misión No 78. Revista de la Compañía de Jesús. Montevideo. Uruguay.1997.- 6.- CARLOS G. VALLÉS S. J. Revista Misión No 78. Montevideo. Uruguay. 1997.-

ANEXO.- Según se nos indicara en la “Guía para el trabajo final”, voy a intentar describir lo que me ocurrió en todo este primer año del MAGIS III, respecto a la articulación en mi vida de las cuatro dimensiones propuestas por el programa: intelectual, comunitaria, apostólica y espiritual.- 1.- DIMENSIÓN INTELECTUAL.- Al respecto debo decir que me he sentido mucho más motivada, desde el punto de vista intelectual, con los conocimientos que, sobre la figura de Cristo, he podido adquirir a lo largo de este primer año del curso, tanto por lo efectuado aquí en Montevideo, y por todo lo leído bajo la dirección de nuestro tutor, como por lo aprendido en el Curso intensivo, realizado en Asunción el año pasado.- Así, he podido adquirir conocimientos de los que carecía, y ahondar en otros que sí tenía, que me han llevado a conocer mucho más profundamente a Jesús, Hijo de Dios.- Y en lo relativo al tema elegido para este trabajo final, tema al que me he dedicado mucho en mi profesión y que me es muy entrañable, su estudio profundo me ha conducido a clarificar mis ideas a ese respecto.- 2.- DIMENSION COMUNITARIA.- En lo relativo a lo comunitario, en nuestra propia comunidad de CVX, formada por personas con diferentes historias, situaciones de vida y diferente formación, he tratado de aportar algunas de las vivencias que he tenido y los conocimientos que he ido adquiriendo en el curso del MAGIS III..- Y lo mismo me ha pasado en los otros grupos que integro: de Catequesis, para la enseñanza a los niños, de Pastoral de la Salud, dedicado al trabajo con enfermos y ancianos, y el grupo del CAIF, para la formación de los niños de barrios marginados, y de sus familias.- 3.- DIMENSIÓN APOSTÓLICA.- A este respecto, el MAGIS me ha ayudado mucho, dado que me ha motivado más en la misión a la que me siento llamada. Así, el profundizar en el conocimiento de Jesús, de su persona y de su vida y muerte, en este Curso de Cristología, me han hecho ver que, al Dios-Amor que es Jesús, que me ha dado todo gratis, he de darle también yo, en forma gratuita y con total disponibilidad, toda mi persona, para transmitir su palabra y la Buena Noticia de su Reino.- 4.- DIMENSIÓN ESPIRITUAL.- En lo relativo a esta dimensión, pienso que el MAGIS me está proporcionando tal riqueza espiritual, que debo agradecer siempre a Dios por poderlo hacer. Así, el haber dedicado parte de mi tiempo a las lecturas propuestas, en forma reflexiva, durante todo este año, me ha ayudado en mi crecimiento espiritual, de fe y personal, dado que me he podido ver a mí misma como lo que soy, con mis aciertos, mis errores y mis dudas, así como descubrir lo que Dios me está pidiendo como misión de vida. Y no es poca cosa poder aprender a ver los caminos de Dios.- Y termino orando, con San Ignacio: “.............