Jengibre & Caramelo - Paola Klug · 2015. 11. 17. · Caramelo Por: Paola Klug . ... repletas de...
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Jengibre & Caramelo
Por: Paola Klug
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Introducción
El Valle de Aradia se había cubierto de
nieve; las últimas cosechas ya se habían
levantado y ahora solo restaba esperar la
llegada de la primavera, sin embargo en
aquella época del año todos en el Valle
esperaban la fiesta de Júl. Una antigua y
mágica celebración invernal.
Mientras los habitantes del Valle se
preparaban para la fiesta, fueron atacados
repentinamente por seres cuya existencia
desconocían, la batalla mágica que se libró
para conservar la paz y tranquilidad en
Aradia fue peleada por Jengibre y
Caramelo, dos brujas que con todo su
poder, ingenio y un hechizo jamás usado
en las batallas trataron de revertir el ataque
lanzado por Saúco –la más poderosa bruja
de las montañas-
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En los techos de cada casa en el Valle de
Aradia se acumulaba la nieve, los enormes
robles estaban pintados de blanco y la
plaza mágica llena de escarcha; de cada
portal colgaban racimos de muérdagos
adornados con listones rojos y en cada
puerta se había clavado la rueda del año
decorada con hojas, pétalos y cristales de
hielo encantados que marcaban el final del
ciclo.
La fiesta de Júl estaba por empezar y
todos en el Valle de Aradia se preparaban
para la última y más importante fiesta del
año.
Para Jengibre era la época con más
trabajo, ella era la encargada de contener
la vida y magia de todos los habitantes de
Aradia y colocarlas dentro de los
muñecos que creaba. Cada que un ser
nuevo nacía, los padres debían llevarlo
con Jengibre; ella tomaría una gota de
sangre, un cabello y la primera sonrisa del
bebé para crear su muñeco, la mitad de
su alma; misma que siempre sería
resguardada por Jengibre en el Santuario
de las Animas. Un jardín secreto que
estaba en el interior de su posada.
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Cuando alguien de Aradia moría, Jengibre
era quién debía soplar dentro del muñeco
cual si fuese una vela y asegurarse de
que el alma que habitaba en su interior se
uniera a su otra mitad antes de tomar un
lugar en el mundo humano.
Todos en Aradia tenían una
responsabilidad que cumplir, aunque sin
duda alguna el trabajo que Jengibre
realizaba era uno de los más importantes
en la región; ella lo había aprendido de su
padre, un gran hechicero fundador de la
Academia de teatro mágico que llevaba
sus obras y canciones hasta los más
recónditos lugares de mil tierras
sembrando miles de sonrisas a su paso.
Jengibre era una bruja joven, tenía tan
solo 359 años –en tiempo humano- sus
cabellos eran ondulados y oscuros; en su
rostro habían docenas de lunares que
dibujaban la constelación de Hydra en su
piel y sus ojos parecían dos lunas
repletas de luz.
De su madre había aprendido el arte del
bordado mágico así que cuando el
consejo de brujas tuvo que
decidir cuál sería la labor
que Jengibre desempeñaría
en Aradia en base a sus
capacidades y marca de
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nacimiento (un lunar en forma de
mariposa en la espalda) todas ellas
coincidieron en que Jengibre sería la
bruja encargada de contener la vida y la
muerte de todos los moradores de aquél
mágico valle.
El primer muñeco que Jengibre hizo fue el
de su sobrino, formó con sus propias
manos la arcilla tomada del pozo blanco,
colocó en su interior una gota de sangre,
uno de sus cabellos y la última de sus
sonrisas. Horneó la figurilla durante horas
y cuando estuvo lista, Jengibre pintó
delicadamente sus cejas espesas, delineó
su nariz y también sus labios; después
bordó a mano sus ropas. La capa de
terciopelo negro con la que recorrería los
mundos y el símbolo de su casa en la
espalda.
Una vez concluido, Jengibre fue hasta su
padre y se lo mostró. Él la bendijo,
¡estaba tan orgulloso de su pequeña
bruja! Él murió aquella misma noche pero
antes se despidió de ella y le pidió no
entregarse a la tristeza, se volverían a ver
en el mundo humano y después en
cualquiera de los otros mundos. Jengibre
asintió y le dio el último beso a su padre;
cerró los ojos mientras Jengibre soplaba
la vela en el interior del muñeco-alma de
-
su padre. Una vez que los dos torrentes
de energía se unieron en el viento, el
espíritu de su papá alcanzó el portal
dirigiéndose hacia la tierra humana.
Jengibre tomó cuidadosamente el
muñeco de su sobrino y lo llevó hasta el
Santuario de las Animas; un hermoso y
brillante lugar que había construido para
guardar todos sus muñecos y conjuros.
Al pasar el tiempo, Jengibre hizo docenas
y docenas de muñecos y muñecas; vio a
muchas almas llegar y también marcharse
y aunque podría pensarse que su labor
era rutinaria en verdad cada creación era
una aventura pero ninguna podría
compararse a lo que sucedió en aquél frío
invierno:
Muy lejos del Valle de Aradia se
encontraban las montañas mágicas de
Tule; eran tan grandes y frondosas que
era casi imposible recorrerlas. Entre las
cuevas y barrancas de las montañas
vivían algunos seres
mágicos tan poderosos
como los del Valle; entre
ellos se encontraba
Saúco, una de las brujas
más poderosas de Tule.
De ellos nada se sabía en
el Valle, eran reinos mágicos separados
-
que rara vez llegaban a encontrarse sin
embargo un extraño vínculo los unió:
Saúco era hermana mágica de Jengibre,
habían nacido a la misma hora en la
misma tarde lluviosa; ambas llevaban la
misma marca de nacimiento también.
Sus poderes eran idénticos y físicamente
se parecían mucho aunque Saúco tenía
mucho pesar en su corazón mientras que
Jengibre estaba repleta de alegría.
Saúco siempre creyó que Jengibre le
había quitado su lugar en Aradia a pesar
de que nunca había formado parte del
Valle así que solo esperaba el momento
indicado para tomar lo que ella
consideraba suyo y ese momento sería
en el inicio de la fiesta de Júl; mientras
todos en el Valle se preparaban para
celebrar ella atacaría.
Todos los habitantes del Valle de Aradia
iban de un lado a otro para ocuparse de
los últimos preparativos de la fiesta; los
magos de las runas cargaban en sus
espaldas los últimos leños que prenderían
las fogatas, las hierberas llevaban entre
sus cestos el laurel y la artemisa, los elfos
y duendes por igual habían depositado ya
sobre las mesas los últimos frutos de la
última cosecha; una vez que la luna llena
se coronara en el cielo, el consejo de
-
Brujas del Valle daría inicio a la fiesta de
Júl.
Jengibre estaba ocupada en su casa
alistando el par de muñecos-almas que
llegarían aquella noche según lo previsto
por Oráculo, el hechicero más anciano y
sabio del Valle. Un par de puntos más
sobre el bordado y estarían listos para
recibir la mitad del alma de los nuevos
bebés, Jengibre estaba ocupada eligiendo
el tono de los hilos para terminar cuando
escuchó un extraño ruido saliendo desde
su ático.
Colocó los muñecos sobre la mesa con
sumo cuidado, puso las agujas dentro del
almohadón y caminó hasta las escaleras
llevando consigo una lámpara de aceite
para alumbrar su camino. Escondida
entre el ático estaba la puerta que
conducía al Santuario de las animas; justo
entre el baúl de cedro blanco y el espanta
espíritus de ámbar.
Jengibre subió las escaleras hasta llegar
a la puerta, estando allí aquél extraño
ruido se desvaneció y la casa volvió a
quedar en silencio. Afuera, en la plaza ya
se escuchaban los cantos y la música; la
fiesta de Júl estaba a punto de iniciar y
Jengibre estaba atrasada; sin embargo su
intuición de bruja la hizo quedarse un
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poco más, sentía algo extraño dentro de
su casa.
Con mucha precaución giró el picaporte
de la puerta hasta que se abrió; metió la
mano izquierda junto a la lámpara de
aceite y alumbró la habitación, a primera
vista todo parecía estar en su sitio pero
Jengibre notó algo fuera de lugar en el
piso… una rama de ciprés quemada
estaba tirada al centro de la alfombra.
Jengibre caminó hacia ella solo para
descubrir unas pisadas
hechas con lodo y hierba, el
tipo de hierba que se
encuentra solo en las
montañas mágicas de Tule.
Antes de poder reaccionar, Jengibre fue
atada por las raíces del ciprés que salían
fuertes y veloces de la rama de ciprés a
sus pies. La bruja cayó sobre la alfombra
y fue allí, justo en ese momento que
entendió lo que estaba pasando. El Valle
de Aradia estaba bajo ataque por la gente
de las montañas y ella había sido la
primera captura.
Sus manos, pies y labios estaban
inmóviles debido al hechizo del ciprés, sin
embargo era capaz de ver y no falto más
que levantar sus ojos para encontrarse
por primera vez con Saúco. Al verla, algo
-
en su interior sacudió a las dos; un
vínculo dormido se despertó en un
instante; Jengibre fue capaz de mirar
hacia atrás, justo en el nacimiento de
ambas. Fue testigo de la misma marca en
su espalda y de su enorme poder,
también pudo sentir el frío y la soledad
que se apoderaron del corazón de Saúco
durante todos aquellos años en los que
estuvo aislada en la profundidad de las
montañas. Una lágrima de tristeza brotó
de los ojos de luna de Jengibre, pero no
era por miedo ni por impotencia sino
porque pudo sentir en su propio pecho el
dolor con el que Saúco había vivido cada
día de su vida.
La bruja de la montaña se sintió
vulnerable, era la primera vez que alguien
osaba ver dentro de su corazón. Mientras
se veía reflejada en los ojos llorosos de
Jengibre volvió a revivir su infancia, el frío
de la cueva adonde vivía sola, la soledad
de las noches mirando hacia el valle de
Aradia y anhelando el calor de un hogar y
una familia.
La nevada que comenzaba a caer fuera
del ático la regresó a su lugar, ella había
ganado, ahora el Valle de Aradia y el
poder de Jengibre sería suyo.
-
-Soy Saúco, la legítima dueña del
Santuario de las ánimas y de todo lo que
tú has tenido y usado desde que nacimos.
En la fiesta de Júl se celebra el final de un
ciclo, se da vuelta a la rueda para
comenzar de nuevo pero ahora el inicio lo
daremos nosotros. Los olvidados y
perdidos de la oscuridad refugiados en las
montañas de Tule. Tu tiempo ha
terminado Jengibre, el tuyo y el de los
demás habitantes del Valle de Aradia,
ahora este lugar nos pertenece- sentenció
Saúco sacudiéndose los recuerdos tristes
de encima.
Se acercó a la ventana para mirar los
copos de nieve gruesos y pesados caer
sobre la plaza.
Afuera- al igual que en el ático- los seres
de las montañas habían comenzado el
ataque coordinado a los habitantes de
Aradia. La luna llena en lo alto del cielo
era la señal y uno a uno los seres de Tule
fueron saliendo de su escondite. Primero
las hadas blancas, los trolls y las arpías,
después los magos de la niebla
y los espíritus del río.
Todo estaba saliendo de
acuerdo al plan de Saúco, esta
era la primera vez en que el
Valle era atacado, nadie sabía
-
qué hacer y el caos fue aprovechado por
los extranjeros; los que ofrecieron
resistencia fueron vencidos y los que
entendieron que poco podían hacer
huyeron hacia el bosque helado en los
linderos del Valle.
Las hadas blancas prendieron con su
aliente de fuego las hogueras, las arpías
llevaron atrapados entre sus garras a los
prisioneros arrojándolos con violencia
sobre el puente de madera que cruzaba el
río del viento, en donde los trolls los
ataban con las raíces encantadas del
ciprés. Los magos de la niebla hicieron
bajar la bruma para impedir que los que
escaparon al bosque fueran capaces de
regresar y vagaran por los gélidos
caminos lo más lejos del Valle.
Los habitantes de Aradia lloraban en el
interior de sus prisiones, aquella fiesta
dorada llena de luz y calor se había
convertido en una pesadilla blanca y fría,
pero nadie sufría tanto sus ataduras como
Jengibre; en poco tiempo los bebés de los
que había hablado Oráculo llegarían al
Valle y no encontrarían sus muñecos-
almas listos para recibirlos así que sus
espíritus vagarían entre los bosques y las
montañas y estarían forzados a vivir por
la eternidad sin la otra mitad de su ser.
-
Mientras pensaba en esto, Jengibre se
dio cuenta de algo que había pasado por
alto. ¡Saúco era como esos bebés! Nunca
había tenido su muñeca-alma, por eso
siempre se había sentido sola e
incompleta y estaba segura que con todos
los seres de las Montañas de Tule
sucedía exactamente lo mismo. Ellos
jamás habían conocido el equilibrio pues
se les había negado desde su nacimiento,
ahora que conocía la verdad tenía que
encontrar una forma de escapar y
ayudarles, solo así podría parar esta
locura.
Jengibre no podría escapar de las raíces
sola y era evidente que Saúco no la
dejaría ir, si ella estaba en el Valle era
para poder crear los muñecos-almas para
su gente. Lo que Saúco no sabía es que
sería incapaz de hacerlo, no por falta de
poder sino por la ausencia de la mitad de
su corazón…
Mientras Saúco daba vueltas en el interior
del ático tratando de encontrar la forma
de entrar al Santuario de las ánimas,
Jengibre tuvo una idea. En el Valle de
Aradia solo había una bruja capaz de
endulzar el corazón de las personas – o
medio corazón en este caso- y era
Caramelo.
-
Caramelo llevaba su rostro moreno
siempre cubierto por una máscara de
calavera de azúcar. Tenía dos largas y
oscuras trenzas de las que colgaban
listones de muchos colores y sus vestidos
eran largos y vibrantes. Caramelo era
capaz de transmitir amor hasta en los
corazones más duros, solo bastaba verla
a los ojos sin la máscara puesta para que
el pecho de las personas se inundara de
sentimientos cálidos u oler el perfume de
sus flores para impregnarse del amor más
grande.
Su casa estaba ubicada muy cerca de las
catacumbas, así que con un poco de
suerte los cómplices de Saúco aun no la
habían atrapado. Caramelo era la única
oportunidad que tendría Jengibre de
ayudar a Saúco, sus amigos y a todos en
Aradia.
Jengibre solo tendría una oportunidad
para comunicarse con ella, esperó a que
Saúco saliera del ático para atender las
quejas de un par de arpías para hacerlo.
Cerró sus ojos y trajo a su mente el poder
de su padre, de su madre y hermanas;
recordó la fuerza de la magia de su árbol
familiar hasta que la sintió recorrer su
cuerpo; la resistencia de su linaje fluyó
por sus brazos y sus piernas y fue capaz
-
de romper las ramas que la ataban con
fuerza. Corrió rápidamente hacia la
entrada del Santuario de ánimas y lo
cerró con un conjuro de protección, sin
importar lo que sucediera los habitantes
de Aradia y la mitad de sus almas
estarían a salvo siempre y cuando ella
estuviera adentro y Saúco afuera.
Jengibre caminó entre los arcos y
estantes del Santuario; entre las velas de
estrellas y flor hasta encontrar a la
muñeca-alma de Caramelo; tomó entre
sus manos la muñeca y le susurró al oído:
-Bruja Caramelo, necesitamos de tu
ayuda. Si estás en libertad dile a tu alma
que parpadeé.
Jengibre puso a la muñeca-alma de
Caramelo frente a su rostro.
No puedo describir el alivio que sintió
cuando la muñeca parpadeó…
-Necesitas cautela bruja de dulce, lanzaré
pronto una tormenta y en ella debes
depositar los pétalos de tu flor mágica
para llenar de afecto el medio corazón de
quienes nos han atacado esta noche. Una
vez que hayan caído bajo tu hechizo
debes escabullirte hasta mi hogar; a un
lado de la azalea y el enebro encontrarás
-
una puerta escondida en la piedra; en ella
entrarás y deberás caminar por un oscuro
pasillo. Al final hallarás una fuente y en la
fuente una concha marina; deberás
tomarla entre tus manos y ponerla sobre
tu pecho, al hacerlo se abrirá una
compuerta que te llevará exactamente al
baúl del ático, justo donde la bruja de las
Montañas está. Con ella deberás hacer lo
mismo Caramelo, necesitas endulzar su
medio corazón para salvar el Valle de
Aradia.
La muñeca-alma de Caramelo volvió a
parpadear.
Ahora solo era cuestión de esperar…
Afuera del Santuario, Saúco usaba todo
su poder tratando de abrir la puerta y
romper el hechizo que Jengibre había
creado. ¡No podía creer tan grave
descuido! Si no era capaz de crear la
mitad del corazón de sus aliados, su plan
fracasaría y nunca podrían ser una
familia.
Del otro lado de la puerta Jengibre invocó
de nuevo todo su poder para crear la más
fuerte tormenta de nieve que azotó jamás
el Valle, Caramelo aprovechó la
oportunidad, salió de entre el mausoleo
en donde se refugiaba y dejó flotar entre
-
el viento y la escarcha los pétalos
de sus flores mágicas; en un
instante aquella fragancia dulce y
cálida recorrió todo el Valle
llenando los pulmones de las
arpías, trolls, hechiceros y hadas de Tule
que no podían hacer más que abrazarse
unos a otros y dedicarse las más lindas
palabras ante la confusión y ternura de
sus prisioneros.
Sin dudar un solo minuto, Caramelo corrió
hacia la casa de Jengibre; su vestido
morado se cubría de escarcha de la
misma forma que sus trenzas negras.
Llegó al árbol de enebro y buscó entre las
ramas secas de la azalea hasta toparse
con la puerta de piedra; caminó entre el
pasillo oscuro alejando las telarañas de
su rostro con sus manos frías y corrió una
vez que pudo ver la fuente al final. Tomó
la concha marina y la colocó en su pecho,
una vez que la concha recibió su calor
una pequeña compuerta se abrió
rechinando en la parte trasera de la
fuente. Caramelo entró y subió por unas
escaleras de madera hasta llegar al doble
fondo del baúl, con el más enorme
cuidado abrió lentamente la tapa para
intentar acomodarse entre la caja sin
embargo Saúco escuchó y temiendo lo
-
peor corrió hacia el baúl con su varita
mágica entre las manos lista para atacar.
Caramelo intuyó lo que
sucedería así que tuvo
que idear rápidamente
un plan; se quitó su
máscara y cubrió su
rostro con las flores mágicas; así de una o
de otra forma Saúco sería vulnerable al
amor de su hechizo y el plan que Jengibre
tenía para ella podría realizarse.La bruja
de las montañas abrió el baúl y dirigió su
varita hacia el cuerpo de Caramelo;
Saúco arrancó las flores de un solo tajo,
aunque el perfume de los pétalos la hizo
estornudar. Fue allí cuando se encontró
con el rostro de Caramelo, quién aún
tenía los ojos cerrados.
-¿Quién eres tú? Le preguntó
amenazante mientras sentía un extraño
calor inundando su pecho.
Caramelo abrió sus ojos solo hasta que
Saúco se acercó lo suficiente.
Cuando la bruja de Tule se vio reflejada
en la mirada ámbar de Caramelo
experimentó un mareo que la hizo
desvanecerse en la alfombra; todo el
odio, tristeza y soledad que había sentido
desde que nació habían desaparecido por
-
completo, ahora solo tenía ganas de
revolcarse en el piso riendo hasta que le
doliera la panza.
¡Era tan desesperante la felicidad!
Aunque era cálida como la luz de un
atardecer de otoño, tan refrescante como
el agua de la cascada…
Caramelo salió del
baúl y le gritó varias
veces a Jengibre ya
que la puerta
secreta al Santuario
de las Ánimas
seguía oculta. Cuando Jengibre la
escuchó, rompió el hechizo protector,
salió del Santuario y corrió hasta donde
Caramelo y Saúco se encontraban.
A la primera le agradeció su ayuda con un
abrazo aunque aún tendrían que hacer
mucho más.
-Necesitamos sujetarla con las raíces del
ciprés mientras liberas a los otros.
Cuando hayas rescatado a nuestra gente
deberás pedirles que te ayuden a sujetar
a los amigos de Saúco con las raíces
también, una vez que estén bien sujetos
pídele a Mandy – la bruja de las hierbas-
el brebaje para dormir y dénselo a todos
los seres de Tule; después tráeme un
-
poco para dárselo a Saúco. Mientras
todos duermen, nosotros trabajaremos.
Caramelo asintió y no fue hasta dejar a
Saúco completamente amarrada –y
sonriente- que corrió hasta el puente del
río del viento a liberar a los demás.
Mientras Caramelo salía, Jengibre paraba
la tormenta que había creado; una vez
que esta amainó tomó los muñecos-almas
de los bebés que estaban a punto de
llegar al Valle y los terminó en calma
sentada sobre su mecedora.
Cuando Caramelo regresó,
tanto Oráculo como Mandy la
acompañaban. Fue esta
última la que le suministró a
Saúco la bebida que la haría
dormir durante horas, el
tiempo necesario para que
Jengibre solucionara lo que
debía arreglarse.
Aquella noche, a mitad de la reiniciada
fiesta de Júl nacieron un pequeño y una
pequeña, ambos hijos de Dendera –la
bruja del río-
Jengibre tomó a los dos pequeños y les
arrancó un cabello, tomó un alfiler y les
pinchó un dedo, los hizo reír y guardó sus
risas. Colocó sus cabellos, su sangre y
-
sonrisas dentro de sus muñecos-almas y
encendió la vela en su interior, ahora
Sistro y Menath podían encontrar el
equilibrio.
Durante el transcurso de la madrugada
Jengibre trabajó horas y horas; de vez en
cuando Oráculo, Mandy o Caramelo
entraban de vuelta a su casa llevándole
pastelillos, galletas y leche azucarada
para que se alimentara. Jengibre no paró
de modelar, hornear, zurcir y pintar hasta
el amanecer.
Justo cuando el sol del nuevo ciclo salía
en el horizonte terminó su trabajo. Sobre
su mesa estaban los muñecos-almas de
todos los habitantes de las montañas de
Tule que durante la noche habían atacado
el Valle de Aradia.
Ya era tarde para arrancarles la primera
sonrisa de nacimiento, pero la primera
risa al amanecer serviría. Uno a uno fue
llevándolos al ático para dotarlos con la
mitad de sus almas, los despertaba con el
toque de su mano mientras Caramelo los
hechizaba con su mirada; cuando la risa
salía quedaba al resguardo de su
muñeco-alma.
Cuando llegó el turno a Saúco puso
mucha resistencia, sus manos y piernas
-
estaban lastimadas a causa de los
bruscos movimientos que daba al tratar
de escapar de las raíces del ciprés.
-¡No quiero sonreír!- gritaba desesperada
-Lo que no quieres es volver a ser feliz-
respondió Jengibre con calma
-¿Para qué me das algo que después me
quitarán?
-Porque de sentir se trata la vida- le dijo
Caramelo.
Elegirás que sentir cuando tú lo desees,
no hay bien ni mal bruja de la Montaña,
solo hay decisiones. Tú no elegiste sentir
odio, envidia, soledad ni dolor… es solo
que no conocías más opciones. Una vez
que encuentres el equilibrio en tu corazón
serás capaz de decidir por ti misma.
-Todos llevamos dentro la luz y la
oscuridad; somos nosotros quienes
decidimos cuál de los dos caminos tomar
en determinados momentos- dijo Jengibre
Solo te daremos el poder de elegir. Y si
decides que después de esto aún quieres
tomar mi lugar en el Valle de Aradia
entonces te lo daré. Yo misma te
enseñaré qué debes hacer y cuando
-
estés lista para ocupar mi sitio entonces
me marcharé.
Saúco la miró confundida, jamás espero
que Jengibre dijera esas palabras. Quizá
eso fue la que la hizo aceptar o tal vez fue
que en su interior sabía que aquella
calidez que había sentido la noche
anterior era el recuerdo más lindo que
tenía en su vida; lo cierto es que dejó de
poner resistencia y se volvió a mirar entre
los ojos de Caramelo.
Cuando su primera risa brotó, Jengibre la
atrapó metiéndola de inmediato a su
muñeca-alma.
Caramelo rompió las raíces de ciprés que
la apretaban mientras ella se levantaba.
Lo que Saúco sintió en ese momento fue
el segundo recuerdo más bello que tuvo.
-El dolor, el enojo y la tristeza regresarán
cuando tú lo desees, pero también
puedes sentir amor, cariño y alegría.
Ahora eres tú la dueña de tus propias
emociones.
Saúco sonrió y abrazó a Jengibre y a
Caramelo dando inicio a una gran amistad
que duraría una verdadera eternidad.
-
Todos los seres que descendieron de las
Montañas de Tule aquella noche de Júl
fueron recibidos como nuevos habitantes
en el Valle de Aradia.
A las hadas blancas se les encomendó el
cuidado del fuego fatuo entre los linderos
del bosque. Las arpías encontraron hogar
con las gárgolas en la cumbre de Ank
como vigías del Valle de Aradia; los trolls
se unieron a los gnomos leñadores
encargándose de proporcionar leña
suficiente para las chimeneas, hornos y
calderos mágicos de todos los habitantes.
Los magos de la niebla se fueron a vivir
con Achen –el brujo de las runas- quienes
descubrieron que tenían un parentesco
con la familia blanca del pequeño
hechicero.
Saúco por su parte aprendió de Jengibre
todo lo relacionado con la creación de
muñecos-almas. Nunca intentó quitarle su
poder ni tampoco su trabajo, de hecho
comenzaron a compartirlo ya que resultó
ser una excelente aprendiz.
-
Lo único que seguía haciéndola enfurecer
era pincharse los dedos mientras zurcía
las ropas de los bebés por venir, fuera de
eso les puedo decir que Saúco sigue
siendo una bruja muy feliz hasta el día de
hoy gracias a Jengibre y a Caramelo.
FIN
-
AVISO El cuento “Caramelo & Jengibre” y sus
ilustraciones son obras inéditas y
originales de Paola Klug.
“Caramelo & Jengibre” puede ser
impreso, narrado y distribuido siempre y
cuando NO SE LUCRE CON ÉL.
Este es un esfuerzo por crear nueva
literatura y diseño infantil que mantengan
vigente la imaginación y la magia de
nuestros niños y niñas.