Jesús Sacerdote Eterno...Sumo Sacerdote. Para sintetizar lo que el Padre Eugenio dice con respecto...

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Jesús Sacerdote Eterno La Espiritualidad Sacerdotal de la Fraternidad Sacerdotal a la luz de la carta a los Hebreos. Por: Pbro. Elkin Darío López Giraldo, Cfs. El Sacerdote en la plenitud de los tiempos “Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos; el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, con una superioridad sobre los ángeles tanto mayor cuanto más les supera en el nombre que ha heredado”. (Hb 1, 1-4) Lo primero que quiero resaltar a partir de este texto con el que se introduce la homilía a los Hebreos, es que aún hoy Dios nos sigue hablando,

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Jesús Sacerdote Eterno

La Espiritualidad Sacerdotal de la Fraternidad Sacerdotal a la luz de la

carta a los Hebreos.

Por: Pbro. Elkin Darío López Giraldo, Cfs.

El Sacerdote en la plenitud de los tiempos

“Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros

Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado

por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también

hizo los mundos; el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su

sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar

a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en

las alturas, con una superioridad sobre los ángeles tanto mayor cuanto más

les supera en el nombre que ha heredado”. (Hb 1, 1-4)

Lo primero que quiero resaltar a partir de este texto con el que se

introduce la homilía a los Hebreos, es que aún hoy Dios nos sigue hablando,

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que si en el pasado hablo a nuestros Padres por medio de los profetas, hoy

sigue hablando a través de los que, por la unción especial del sacerdocio

ministerial, son constituidos hombres de la Palabra. En los últimos días el

sigue hablando a través del Sacerdote. Nuestra espiritualidad nos lleva a ver

en el Sacerdote al mismo Jesús, todos nuestros actos y nuestro servicio a los

sacerdotes no tienen sino la finalidad de “honrar y glorificar a Jesús en los

Sacerdotes”1. Ahora bien, es en el Sacerdote donde descubrimos que Dios

sigue hablando en nuestros días, es en la persona del Sacerdote donde

descubrimos el rostro humano de la revelación plena; es posible afirmar que

en la plenitud de los tiempos Dios se hizo hombre, Dios se hizo Sacerdote.

Esta plenitud de la Revelación de la que nos habla la carta a los Hebreos, y

que más adelante desarrolla con toda profundidad desde el aspecto Sacerdotal

de Jesús, muy bien la comprendió el fundador al expresar que “que Jesús ha

sido consagrado Sacerdote al encarnarse; que su Sacerdocio y su Encarnación

son una sola y misma cosa”2.

El autor de la epístola a los Hebreos desde el principio nos inserta de

modo admirable en la comprensión del carácter sacerdotal de Jesús, aunque

sólo hasta el capítulo dos va a utilizar el término Sacerdote, sin embargo, el

carácter marcadamente Sacerdotal de este texto nos brinda la posibilidad de

hacer esta interpretación desde su introducción, pues, refiriéndose a Jesús,

desde éste momento menciona características especiales de su Sacerdocio.

Basta destacar ahora, que el autor al expresar que Jesús siendo resplandor de

su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra

1 Constituciones CFS Cap. 2, N° 1 2 D.E. Cap. VI, Del culto rendido a Jesús Sacerdote en la Fraternidad Sacerdotal.

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poderosa, después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a

la diestra de la Majestad en las alturas (Hb 1, 3). La purificación de la que

habla introduce desde ya el carácter sacrificial y expiatorio de la misión de

Cristo, que entendido desde la espiritualidad del Fundador, constituye el

elemento característico y principal de Jesús. Dice el Padre Eugenio que “él es

Sacerdote eterno, santificado en el seno del Padre, y cuya vida en este mundo

no es más que el ejercicio de su divino sacerdocio. Todas sus acciones, todas

sus palabras, todas sus enseñanzas hacen parte de ella. Siempre y en todas

partes Él actúa como Sacerdote.3”

De este modo podemos comprender a partir de los escritos del fundador lo

que el autor de la exhortación a los Hebreos nos expresa en su introducción,

Dios sigue hablando a través de su hijo Jesucristo, sigue revelándose a los

hombres para salvarlos y purificarlos de sus pecados y lo hace a través de los

que el Hijo quiso que participasen de modo especialísimo de su misión

Sacerdotal. Jesús sigue vivo entre nosotros gracias al Sacerdote, la plenitud de

la Revelación se hace actual gracias a Cristo cabeza de la Iglesia que continúa

ofreciéndose por la salvación del género humano en las manos consagradas de

los Ministros de la Iglesia. El sigue siendo el Sacerdote eterno en los

Sacerdotes a quienes nosotros, como miembros de la Fraternidad Sacerdotal,

estamos llamados a amar y servir.

Características del Sacerdote

3 PRÉVOST, Eugenio, Jesús enseñado por el mismo, 4° parte, introducción cap. XI

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Tratemos ahora de comprender a partir de algunas expresiones de los

Hebreos algunas características del Sacerdote, y para ello es importante

comprender que todo lo que se diga del Sacerdocio instituido se hace en

relación con el Sacerdocio de Jesús. Son muchos los aspectos que se pueden

tratar sobre el sacerdocio a partir de este texto y de los escritos del fundador,

pero solo haré énfasis en algunos que revisten un mayor grado de importancia,

o que por lo menos, ayudan a profundizar desde una dimensión espiritual y

teológica la grandeza del Sacerdote de hoy como presencia viva y actuante del

Sumo y Eterno Sacerdote.

Mediador entre Dios y los hombres

“Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está

puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer

dones y sacrificios por los pecados” (Hb 5,1)

Este aspecto más que una característica, constituye sin duda alguna el

meollo del asunto. Es la definición más acertada de lo que es un Sacerdote en

todo el sentido de la palabra y de la dimensión sacrificial que implica su

existencia misma. Podemos definir el Sacerdote desde su origen histórico

como una persona dedicada y consagrada a celebrar y ofrecer sacrificios. Es el

mediador entre lo divino y lo humano. Son los mismos hombres los que desde

antiguo, para entrar en relación con el trascendente, han elegido a algunos

hombres para que sirvan de intermediarios entre el pueblo y la divinidad. El

texto expresa muy claramente que está puesto a favor de los hombres en lo

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que se refiere a Dios, y lo que compete a Dios es todo aquello que el mismo

hombre quiere ofrecer: ya sea en acción de gracias o como petición.

En efecto, la finalidad o misión del Sacerdote es ofrecer y ofrecerse, es

poner a los hombres en relación con Dios y administrar las gracias que la

bondad de Dios regala a sus hijos. El Fundador dice que así como todo

Sacerdote está establecido, según a Escritura, a favor de la humanidad;

igualmente Jesús es el Sacerdote salvador del género humano. Esta mediación

que el Padre Eugenio entiende desde una doble finalidad: Él viene a dar a Dios

a los hombres y los hombres a Dios; la podemos comprender más

específicamente desde la misión de un religioso Sacerdote de la Fraternidad

Sacerdotal, puesto que está constituido a favor de los Sacerdotes que le son

dados para consagrarse por ellos. Bastaría aquí mencionar lo que nos dicen

nuestras constituciones en el capítulo sobre la reparación sacerdotal: “Que

nuestros religiosos lleven ante el Señor, junto con el peso de sus propios

pecados, el de las faltas y debilidades del Sacerdocio; y que se ofrezcan como

víctimas al Señor por la salvación de los Sacerdotes”4.

El fundador dice que Jesús da a Dios a los hombres de tres maneras: por la

palabra, por el don de la gracia y por el amor. Ante todo, el Sacerdote es

consagrado para predicar la Palabra que él ha recibido del Padre y de la cual

está llamado a vivir. Es el hombre de la palabra; es el encargado de dar a

conocer el misterio de Dios por la palabra vivida y predicada.

4 Constituciones CFS Cap. 30, N° 245

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El Sacerdote, es también, el dispensador de las gracias que Dios da a los

hombres. La mayor gracia es la salvación, la redención dada por Jesús

Sacerdote a todos los hombres, es el regalo más precioso que el Buen Dios da

a los hombres, la gracia obtenida por Jesucristo restablece la humanidad en la

amistad con Dios. Nuestra justificación es obra de la gracia. Dios Padre en

Jesucristo nos salva definitivamente, los regala el don de la gracia una vez y

para siempre, así lo expresa la carta a los Hebreos: “De ahí que pueda

también salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está

siempre vivo para interceder en su favor” (Hb 7, 25.) Jesús sigue llevando a

cabo su obra en cada Eucaristía, en cada sacerdote que en un confesionario es

garante de redención y nos devuelve la amistad con Dios. De este modo

comprendemos que al rendir todos los honores al Sacerdote, lo estamos

haciendo al mismo Jesús que se entrega y se ofrece junto con ellos.

Regala a Dios por el don del amor. Él mismo expresa que el amor debe

llevar a dar la vida, y es justamente lo que realizó desde siempre. No solo da

su vida en la cruz, sino que a lo largo de su vida entregó todo de él. No

obstante, es desde esa misión sacerdotal como lleva a la total eficacia el amor

de Dios por los hombres. El no solo ofrece una víctima expiatoria, sino que él

mismo es la Víctima, lleva al extremo su amor en la cruz “y esto lo realizó de

una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo” (Hb 7, 27b) Su ofrenda logra

que sea fiador de una mejor Alianza (Hb 7, 22). Es el amor el que ha inspirado

una Obra como la nuestra, pues bien, “el amor no se manifiesta sino por el

don. Dios ha amado, de tal manera al mundo que le ha dado su Hijo único;

Jesús ha amado a los suyos hasta el fin, y, después de haber vertido toda su

sangre, Él se ha hecho Eucaristía. El sacrificio es, pues, una ley y una

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necesidad de amor.”5 El amor sin sacrificio no es amor. El sacerdote que ama

está dispuesto a dar a Dios por el amor, pero un amor crucificado junto al

Sumo Sacerdote.

Para sintetizar lo que el Padre Eugenio dice con respecto a esta mediación

de Jesús Sacerdote que da a Dios al hombre, y que no he separado del

Sacerdocio ministerial del que participan muchos hombres, quiero citar lo que

nos dice el Fundador al respecto: “No es, pues, al hombre al que hay que ver

en el Sacerdote, sino al ministro del Altísimo, al portavoz de la verdad eterna,

al heraldo del amor divino; al Salvador, oficialmente encargado de la

salvación y de la santificación de las almas”6.

“…ya que está siempre vivo para interceder en su favor. Así es el Sumo

Sacerdote que nos convenía: santo, inocente, incontaminado, apartado de

los pecadores, encumbrado por encima de los cielos, que no tiene necesidad

de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados propios como

aquellos Sumos Sacerdotes, luego por los del pueblo: y esto lo realizó de una

vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo”. (Hb 7, 25b-27)

Desde la Espiritualidad del Padre Eugenio Prévost veíamos que la

mediación prefecta de Cristo tiene una doble finalidad: dar a Dios a los

Hombres y los hombres a Dios; pues bien, ahora, vamos a mirar el segunda

aspecto de esta mediación, que lo podemos entender como el ascender de los

hombres y sus actos hacia Dios a través de su Hijo Jesucristo. Nos dice el

5 D.E. Cap. XXIV, Del espíritu de víctima. 6 D.E. Cap. LVI, Del respeto y la veneración por el Sacerdote en Betania.

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autor de los Hebreos que él está siempre vivo para interceder a favor de los

hombres. Esta mediación tiene un movimiento descendente, del que ya

hablamos, pero también un movimiento ascendente: Jesús Sacerdote se ofrece

al Padre como víctima de suave aroma agradable al Padre y junto con su

ofrenda presenta la humanidad entera. Es bueno preguntarse si fue Jesús

acogido como representante de la humanidad y, también, si nuestras obras

pueden ser agradables a Dios Padre. Nos dice el P. Prévost que intermediario

entre Dios y los hombres, el Padre no ve la humanidad sino en su Hijo

Sacerdote y los hombres no se presentan a Dios sino revestidos del Sacerdocio

de Jesús que el Padre les dio como Sacerdote7. Ahora bien, la ofrenda de Jesús

perfecciona de modo admirable la nuestra porque él es santo, inocente,

incontaminado, apartado de los pecadores, encumbrado por encima de los

cielos, Jesús regala su vida entera a Dios y de éste modo da a los hombres. Si

tomamos la expresión de Jesús en San Juan: “Y por ellos me santifico a mí

mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad” (Jn 17, 19)

entendemos con más claridad este dar hombres a Dios. Jesús se consagra

sacerdote para Dios y lo hace para que los que el Padre le ha dado también

sean separados para él. Quedaría así expresado el sentido ascendente de la

mediación del Sacerdote. Se ofrece a sí mismo para consagrar los hombres en

la verdad y darlos a Dios.

Los religiosos de la Fraternidad, como todos los cristianos, estamos

llamados a ofrecer nuestras vidas junto con Jesús. Debemos colocar todos

nuestros actos en el altar de la Eucaristía donde el Sumo Sacerdote sigue

7 (Jesús mejor conocido y más amado en su Sacerdocio, Tomo 4°, P 52) Citado por:

CHRÉTIEN, Marielle, Espiritualidad del Padre Eugenio Prévost, Congregación de las

Oblatas de Betania, Quebec 1995, P 62

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ofreciéndose en cada misa que preside el Sacerdote al que estamos llamados a

santificar, primero con nuestra oración, y después con nuestro servicio.

Nuestras constituciones nos invitan a ello constantemente, el Fundador insiste

en que “los religiosos, en su adoración eucarística diaria, en nombre de la

Iglesia, se ofrecen humildemente a Dios por los Sacerdotes. Ante el Santísimo

Sacramento, prolongación de la Misa, se unen a Jesús Sacerdote que allí

perpetúa el Sacrificio supremo del Calvario, e intercede sin cesar por todos los

hombres, en particular por los Sacerdotes”8. Es necesario que cada uno de los

religiosos, no solo comprendamos la misión de Jesús Sacerdote al dar hombres

a Dios, sino que también le ayudemos con nuestra oración en esta labor. Nos

ofrecemos nosotros mismos y les ofrecemos a los Sacerdotes por quienes

oramos.

La humanidad y divinidad del Sacerdote

“…y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por

estar también él envuelto en flaqueza”. (Hb 5, 2)

La humanidad del Sacerdote se expresa en toda su persona, si bien es

cierto, como decía el Santo cura de Ars, que los sacerdotes poseen un poder

que ni los mismos Ángeles tienen puesto que hacen que un trozo de pan se

convierta en el cuerpo y la sangre de Cristo, también salta a la vista su

fragilidad, su condición de seres comunes y corrientes igual que el resto de los

mortales. Lo que movió al Padre Prévost a emprender un Obra por la

salvación de los Sacerdotes, fue precisamente el descubrir las múltiples

8 Constituciones CFS Cap. 3, N° 12

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carencias afectivas, desordenes morales, estados lamentables de pobreza y

miseria, y muchas otras realidades humanas a las que se ven constantemente

expuestos los Presbíteros.

Ante todo el Sacerdocio está ligado al sacrificio. Se define el Sacerdote

desde su origen histórico y teológico, como una persona dedicada y

consagrada a celebrar y ofrecer sacrificios. Es el mediador entre lo divino y lo

humano como lo veíamos en el apartado anterior. Dice el texto que su ofrenda

es por los pecados, pues de este modo se entiende su misión reparadora y

redentora, que entendida desde Cristo, lleva a los hombres al encuentro con

Dios. Se pone de relieve en el texto de la carta a los Hebreos, que por cierto es

emblemático en la definición de Sacerdote, el hecho de que el Sacerdote es un

hombre tomado de entre los hombres, es decir, es una persona común y

corriente que a la que Dios mismo escoge y separa para servir de mediador y

es claro que se trata de un hombre sometido por completo a la fragilidad

humana, puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por

estar también él envuelto en flaqueza. Esta flaqueza, a la que se ven envueltos

todos los presbíteros, ha motivado la iniciación de la Obra de la Fraternidad y

su permanencia a lo largo del tiempo.

Las Constituciones de la Fraternidad Sacerdotal nos invitan a salir siempre

alegres y ardientes al encuentro de todas las necesidades del Clero, no

teniendo en el corazón más que una ambición, la de desgastarse y sacrificarse

por el alivio, santificación y salvación de los Sacerdotes de Jesús y para esto,

además de las obras espirituales, el Instituto cumple este hermoso y honorable

ministerio fundando casas para los Sacerdotes en dificultad, a fin de ayudarles

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y salvarles; para los Sacerdotes enfermos o lisiados, a fin de cuidarles; para los

Sacerdotes ancianos o retirados, a fin de hacerles posible un retiro digno cerca

del Santísimo Sacramento; para los Sacerdotes cansados, a fin de que puedan

encontrar allí descanso; para los Sacerdotes en viaje por los grandes centros, a

fin de evitarles las inconveniencias y peligros de los hoteles y ofrecerles la

ayuda espiritual que necesitan. También ayudamos a dignificar la condición

del Sacerdote a través de los retiros privados facilitados a los Sacerdotes en

sus casas, la predicación de retiros sacerdotales y de retiros en los seminarios,

la confesión y dirección espiritual, las asociaciones de oración y otras, las

obras de estudio y ayuda temporal, las publicaciones eucarísticas y

sacerdotales, y en general todo género de apostolado idóneo para preservar,

santificar, socorrer al Sacerdote y para ayudarle en su ministerio9.

Basta que entendamos que los curas son seres humanos tentados y

sometidos a duras pruebas que amenazan con desviarlos del camino a la

santidad, al que son de manera especial llamados por Dios en virtud de su gran

ministerio. Sin embargo, debemos tener presente como no lo insiste el

fundador, que a pesar de sus miserias, y tal vez justamente por eso, hay que

ver a Jesús en el Sacerdote. No importa hasta qué punto la fragilidad de éstos

hombres de Dios llegue a desviarlos de su misión, nuestra labor ha de ser un

servicio desinteresado y humilde en la entrega absoluta por su santificación y

salvación. Es bueno recordar que “el amor del Sacerdote va, al igual, con el

amor de Jesús. Es porque se ama a Jesús que se ama al Sacerdote de quien es

el ministro y representante”10. “Nuestros religiosos tendrán un religioso

9 Cf. Constituciones CFS Cap. 4, N° 19-20 10 D.E. Cap. XI El celo y la consagración abnegada por el Sacerdote en la Fraternidad

Sacerdotal.

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respeto por el Sacerdote, quienquiera que él sea. Aun cuando su conducta

pueda ser reprensible, ellos cerrarán los ojos sobre sus miserias y defectos

para ver solamente en él su eminente dignidad, el Sacerdocio mismo de Jesús

del cual lleva el carácter indeleble”11. Vemos al Sacerdote como un hombre en

su naturaleza humana y no le juzgamos por sus actos ni nos escandalizamos

por la gravedad de éstos en algunos casos, pero sobre, todo hay que ver en él

lo que tiene de Divino gracias a que ha sido consagrado por Jesús para ejercer

el sacerdocio de Jesús.

Nuestra primera misión es la de orar por la santificación de los Sacerdotes,

es por ello que un religioso de la Fraternidad Sacerdotal ha de llenarse del

espíritu y del amor de Jesús, antes de tratar de comunicarlos a los otros, en

especial a los Sacerdotes. A fin de alimentarse mejor de esta vida de amor, de

oración e inmolación, que debe ser la base de su perfección, el fraterno,

durante el día y por turno, estará en adoración ante el Santísimo Sacramento

expuesto para interceder al Sumo Sacerdote a favor de los Sacerdotes12.

“Nadie puede atribuirse a sí mismo ese honor, sino ha sido llamado por

Dios” (Hb 5,4)

La divinidad del Sacerdote se muestra desde el momento en que ha sido

llamado, pues el llamado que Dios hace al Sacerdote no es cualquier llamado,

nos es un acontecimiento casual ni pasajero, sino que ha sido pensado por

Dios desde la eternidad. “Antes de que existiéramos, desde lo hondo de su

11 Constituciones CFS Cap. 6, N° 31 12 Cf. Constituciones CFS Cap. 3, N° 10-11

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eternidad, Jesús piensa en nosotros y nos llama” (Cf. Jn 1, 48) Así como

decíamos que es un hombre en todo el sentido de la palabra, situación que

también es constatable desde su dimensión antropológica por la dignidad y

grandeza que toda persona, por el hecho de existir, posee; también es lícito

decir que por vocación participa de modo más pleno de la divinidad de Cristo

Sacerdote. La vocación que ha recibido, entendida desde una dimensión

religiosa y en consonancia con la Espiritualidad de la Congregación de la

Fraternidad Sacerdotal, le concede un alto grado de dignidad, ya que además

de ser el administrador de los dones y gracias de Dios, es el garante de la

permanencia de Jesús Sacerdote entre nosotros.

Es Jesús mismo el que llama, el que escoge a unos cuantos de entre

muchos para dignificar su humanidad con el precioso don del Sacerdocio. No

obstante, la gran tarea del Sacerdote es actuar de acuerdo a su identidad de

Presbítero sin dejar de ser hombre y ser hombre sin dejar de ser Sacerdote. El

Sacerdocio es la vocación más perfecta a la que un hombre es llamado, está

anclada en la tierra pero con los ojos en el cielo, busca saciar no solo la

felicidad propia, sino ante todo la de la humanidad sedienta de Dios. El

Sacerdote, como decía el santo cura de Ars, es aquel que “se arrodilla

consciente de ser nada y se levanta siendo Sacerdote para siempre”.

Dice el Padre Eugenio Prévost que es evidente que el Sacerdocio no puede

ser considerado como una cosa ordinaria, común, fortuita. No es el resultante

de circunstancias diversas, el efecto de situaciones particulares. Si fuese de

este modo, sería algo facultativo y trivial que cada uno podría aceptar o

rechazar a su antojo. Por el contrario, es un llamado pensado de manera

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inteligente, prudente, realizado con miras a un fin determinado, y en armonía

con el papel que el Sacerdote ha de representar. La vocación sacerdotal no

depende ni de la voluntad humana, ni de la intensidad de los deseos, y mucho

menos del capricho o de la imaginación. La base de tan sublime vocación

viene de lo alto, el Sacerdocio es algo puramente sobrenatural, que depende

únicamente de la voluntad divina y que Dios comunica a las almas según su

sabiduría y su libre voluntad13. Es evidente que Ya no hablamos aquí del

sacerdocio Levita o Aarónico, sino del misterio magnifico del Sacerdote

cristiano que es escogido de entre los hombres para el servicio de los hombres,

de aquél que es llamado, escogido; del que es un privilegiado de Dios. “Nadie

puede atribuirse a sí mismo ese honor, sino ha sido llamado por Dios” (Hb

5,4) es más, nos dice también el texto que “tampoco Cristo se atribuyó el

honor de ser sumo Sacerdote, sino que lo recibió de quien le dijo: Hijo mío

eres tú, yo te he engendrado hoy” (Hb 5,5). También el fundador nos va a

expresar la sublimidad de ésta vocación, pues de las muchas fuentes al

respecto, en el Directorio Espiritual dice en las primeras líneas al referirse a

la vocación de los religiosos de la Fraternidad, y porque no decirlo a los

Sacerdotes de nuestra Comunidad Dice el Padre Eugenio que “el religioso de

la Fraternidad Sacerdotal ha sido escogido por Jesús para un fin elevadísimo y

característico. Es Jesús mismo que le ha escogido y le ha confiado la misión

más sublime que haya sobre la tierra”14.

Podríamos concluir este apartado diciendo junto con el Padre Eugenio que

“la vocación sacerdotal, divina en su origen, lo es de igual modo en cuanto a

13 Cf. PRÉVOST, Eugenio, La vocación sacerdotal, Editorial del Buen Pastor, Paris

1925, 17-19 14 D. E. Cap. I, El fin del religioso de la Fraternidad Sacerdotal

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su fin, puesto que no se es sacerdote para las cosas terrenales, sino

únicamente para las cosas de Dios. El sacerdote existe para ser mediador entre

Dios y los hombres. Su oficio es totalmente divino”15

Sacerdote para la eternidad

“Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, a

semejanza de Melquisedec… se convirtió en causa de salvación eterna para

todos los que le obedecen.” (Hb 5, 6. 9)

También el sermón a los Hebreos, citando el Salmo 110, define cuál es el

tipo de sacerdocio que corresponde a Cristo glorificado, un género distinto; no

ya “según el orden de Aarón”, sino “a la manera de Melquisedec”. Este

sacerdocio no está determinado por una genealogía terrena, sino por la

filiación divina. Su institución pone en evidencia la imperfección del

sacerdocio israelita, basado en una consagración ritual externa, incapaz de

hacer perfecto a quien la reciba ; por el contrario, Cristo realmente ha sido

“hecho perfecto para siempre” (Heb 7,28) por su sacrificio. Es evidente, para

el autor, que con Jesús se llega a la plenitud del Sacerdocio, que él es el único

Sacerdote y, aunque explícitamente los evangelistas no se refieran a Cristo

como Sacerdote, sus acciones, y sobre todo las palabras que el mismo

pronuncia en el discurso de la última cena, constituyen una prueba para

afirmar que Jesús es el Sacerdote Eterno. Él no solo actualiza el sacerdocio

antiguo, sino que lo perfecciona y sobrepasa. El mismo consagra y se

consagra, es víctima y altar, no impone las manos para pasar los pecados a una

15 Cf. PRÉVOST, Eugenio, La vocación sacerdotal, P. 21

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víctima como Aarón (Lev 16, 20-22), sino que él mismo carga con los

pecados de todos los hombres (Mt 8,17).

Desde nuestra espiritualidad estamos llamados a profundizar y reflexionar

constantemente en este magno misterio. Así lo hizo el fundador, pues siempre

fue un gran admirador del Sacerdocio de Jesús, se puede decir que él pasó

gran parte de su vida meditando y escribiendo sobre el sacerdocio,

descubriendo y profundizando los misterios de Jesucristo como Sacerdote. Su

libro favorito fue el evangelio y la carta a los Hebreos. Toda la Escritura, pero

de manera preeminente estos textos constituyen la base fundamental de su

espiritualidad; de ahí, que se apoya en ellos con mucha frecuencia para dar a

conocer la misión sacerdotal de Jesús. Es claro el pronunciamiento del Padre

Prévost al colocar toda la misión de Jesús dentro de su dimensión sacerdotal.

Escribe en uno de sus textos: “¡Jesús Sacerdote y víctima es toda la

Encarnación y la Redención, es toda la Eucaristía, es toda la eternidad!”16

También solía decir, que “por todas partes por donde Jesús pase, en todas las

obras que él cumpla, en cada instante de su existencia terrestre, él sea ante

todo la gloria y el Sacerdote de su Padre” 17

La perenne acción de Jesús sacerdote sigue haciéndose actual gracias a la

Eucaristía y al Sacerdote que la confecciona. En cada altar donde se ofrece el

santo Sacrificio de la misa, se renueva constantemente el sacrificio redentor de

Jesús Sacerdote. Él sigue ofreciéndose como víctima expiatoria al Padre por

16 PRÉVOST, Eugenio, Jesús enseñado por el mismo, 4° parte, introducción cap. XI 17 (Jesús mejor conocido y más amado en su Sacerdocio, Tomo 4°, P 52) Citado por:

CHRÉTIEN, Marielle, Espiritualidad del Padre Eugenio Prévost, Congregación de las

Oblatas de Betania, Quebec 1995 P 43.

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todos nosotros, no obstante hay que hacer una aclaración, el sacrificio de

Cristo no se repite sino que se renueva. Además, aquellos sacerdotes fueron

muchos, porque la muerte les impedía perdurar. Dice la carta a los Hebreos:

“Pero éste posee un sacerdocio perpetuo porque permanece para siempre…

no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados

propios como aquellos Sumos Sacerdotes, luego por los del pueblo: y esto lo

realizó de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo”. (Hb 7, 24. 27).

Al respecto, también encontramos en los escritos del fundador elementos que

nos ayudan a entente esta realidad mística que lo envuelve todo y lo penetra

todo, llevándonos a descubrir la necesidad de la presencia eterna del sumo

Sacerdote en la vida de la Iglesia a través de estos dos sacramentos, aunque

no sea posible explicarla. Miremos lo que nos dice el Fundador.

“En oposición al Sacrificio del Calvario que no podía

hacerse sino una sola vez, el Sacrificio ofrecido en la Cena

estaba destinado para renovarse en todos los puntos del universo

y hasta el fin de los tiempos. (…) Su designio formal (el de Jesús)

siendo el de perpetuar ese mismo sacrificio por el ministerio de

sus Sacerdotes, tenía que ser ofrecido necesariamente después de

su estado glorioso que debía suceder a su estado mortal”18.

“Una vez derramada, la sangre del Salvador no puede

derramarse más. Su inmolación sangrienta no será jamás

revivida, pero el mismo y único sacrificio será ofrecido de una

18 (Jesús mejor conocido y más amado en su Sacerdocio, Tomo 5°, P 76) Citado por:

CHRÉTIEN, Marielle, P 109.

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manera mística (sacramental) en todos los altares del universo.

Los Sacerdotes de Jesús tendrán el poder (…) de ofrecer al

Señor la Víctima que borra los pecados del mundo”19

Cristo es sacerdote eterno; gracias a él estamos en comunión con

Dios. El autor de los Hebreos en vez de aplicar sin más ni más al

misterio de Cristo el concepto antiguo de sacerdocio, ha profundizado

en su sentido hasta conseguir renovarlo radicalmente. De un culto

forzosamente externo e ineficaz se ha pasado a un ofrecimiento

personal perfecto. De aquí se deriva una nueva perspectiva para el culto

cristiano, que tiene que asumir toda la realidad de la existencia y

transformarla, gracias a la unión con el sacrificio de Cristo, en una

ofrenda de obediencia filial a Dios y de entrega fraternal a los hombres,

una ofrenda que se realizó una vez y para siempre, pero que se renueva

en cada misa que celebramos.

Conclusión

“Jesucristo (sacerdote) es el mismo ayer, hoy y siempre” (Hb

13,8)

Esta declaración expresa muy bien cuál es la posición

extraordinaria del hombre Jesús, del Jesús Sacerdote al que hace

constantemente alusión la carta a los Hebreos y el fundador del

19 (Jesús mejor conocido y más amado en su Sacerdocio, Tomo 3°, P 345) Citado por:

CHRÉTIEN, Marielle, P 110.

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Congregación de la Fraternidad Sacerdotal. Jesús, reconocido en la fe y

proclamado públicamente como Cristo, también es el Sacerdote de

todos los tiempos. Él está sólidamente situado dentro de la historia

humana y constituye el punto clave y crucial entre el "antes" y el

"después de Cristo". Ahora bien, es justamente su misión sacerdotal la

que hace que no sólo se entrecruce con la historia humana, sino que la

impregna por completo. Con Cristo, el Sacerdocio va más allá de su

pasado histórico, pues se actualiza en el presente y alcanza el límite

futuro extremo.

Es evidente, que para una espiritualidad como la de la Fraternidad

sacerdotal se hace cada vez más necesario seguir profundizando en el

misterio atemporal de Jesús Sacerdote. Digo atemporal no porque esté

fuera del tiempo, sino porque su tiempo es eterno, por tanto, se hace

imposible abarcarlo en conceptos de tiempo como los nuestros, aunque

tengamos que hacer el esfuerzo por entenderlo desde allí. Así, Jesús es

el Sacerdote Eterno que da a Dios lo que el pecado le quitó: los

hombres. Es el Sumo Sacerdote que reconcilia de una vez y para

siempre al hombre con Dios gracias a su Sacrificio en la cruz. Es

Sacerdote desde siempre y por siempre, su encarnación, vida, pasión,

muerte y glorificación, así como todo lo que encierran estos misterios,

hacen parte de su acción sacerdotal; de ahí, que sea posible afirmar que

Él es Sumo y Eterno Sacerdote ayer, hoy y siempre en la Eucaristía y

en los Sacerdotes.