JESUCRISTO -...

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1 JESUCRISTO 1. Jesucristo es el único Camino. Nadie puede ir al Padre sino por Él (Jn 14, 6), ya que no se nos ha dado otro nombre bajo el cielo por el que podamos salvarnos (Hech 4, 12). Jesucristo restableció el plan divino de nuestra salvación, destruido por el pecado de Adán. El amor de Dios hacia nosotros se manifestó enviando al mundo a su Hijo unigénito para que nosotros vivamos por Él (Jn 4, 9). En adelante, Cristo será el único Camino para ir al Padre: nadie viene al Padre sino por mí (Jn 14, 6). Sin Él no podemos nada (Jn 15, 5). Toda la preocupación del cristiano ha de consistir en vivir la vida de Cristo, en incorporarse a Él. Porque Él es la vid y nosotros los sarmientos; y la vida del sarmiento depende de la unión con la vid, que le envía la savia vivificante. Separado de ella, se seca y es arrojado al fuego (cfr. Jn 15, 16). Sólo por Él, con Él y en Él podremos alcanzar la meta y el ideal querido por Dios (cfr. Ef 1, 56). La Iglesia nos lo recuerda todos los días en uno de los momentos del Santo Sacrificio del altar: «Por Él, y con Él, y en Él, a Ti Dios Padre Omnipotente en unidad del Espíritu Santo todo honor y toda gloria...». Únicamente a través de Cristo, su Hijo muy amado, acepta el Padre nuestro amor y nuestro homenaje. 2. Cristo no solamente es el Camino: es también la Verdad. La verdad absoluta y total. Sabiduría increada, comunicada a su Humanidad santísima, y a través de ella a nosotros. La vida cristiana se reduce a ser por gracia lo que Jesús es por naturaleza: hijo de Dios. Esta ha de ser la preocupación fundamental del cristiano: contemplar a Jesús y asimilar la actitud de hijo delante de Su Padre celestial, que es también nuestro Padre. Nos lo ha dicho el mismo Cristo: Subo a mi Padre y a «vuestro Padre», a mi Dios y a «vuestro Dios» (Jn 20, 17). Dice Santo Tomás que el motivo principal de la encarnación del Verbo fue la redención del género humano (cfr. Suma Teológica, 3, q. 1, a. 3). Pero aparte de esta finalidad fundamental, la encarnación tuvo también otras finalidades altísimas, entre las que, sin duda ninguna, figura la de darnos en Cristo un Modelo perfecto de todas las virtudes. Y esto no sin un designio especial de la divina Providencia. 3. Cristo es nuestro Camino y nuestra Verdad; pero además es nuestra Vida. De tres maneras principales puede decirse que Cristo es nuestra Vida: en cuanto que nos mereció la gracia, vida sobrenatural del alma; en cuanto que esa vida brota de Él; y en cuanto que nos la comunica a nosotros. El mérito de Cristo con relación a nosotros está íntimamente ligado con su sacrificio redentor.

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JESUCRISTO

1. Jesucristo es el único Camino. Nadie puede ir al Padre sino por Él (Jn 14, 6), ya que no se nos

ha dado otro nombre bajo el cielo por el que podamos salvarnos (Hech 4, 12).

Jesucristo restableció el plan divino de nuestra salvación, destruido por el pecado de Adán. El

amor de Dios hacia nosotros se manifestó enviando al mundo a su Hijo unigénito para que

nosotros vivamos por Él (Jn 4, 9). En adelante, Cristo será el único Camino para ir al Padre: nadie

viene al Padre sino por mí (Jn 14, 6).

Sin Él no podemos nada (Jn 15, 5). Toda la preocupación del cristiano ha de consistir en vivir la

vida de Cristo, en incorporarse a Él. Porque Él es la vid y nosotros los sarmientos; y la vida del

sarmiento depende de la unión con la vid, que le envía la savia vivificante. Separado de ella, se

seca y es arrojado al fuego (cfr. Jn 15, 16).

Sólo por Él, con Él y en Él podremos alcanzar la meta y el ideal querido por Dios (cfr. Ef 1, 56).

La Iglesia nos lo recuerda todos los días en uno de los momentos del Santo Sacrificio del altar:

«Por Él, y con Él, y en Él, a Ti Dios Padre Omnipotente en unidad del Espíritu Santo todo honor

y toda gloria...». Únicamente a través de Cristo, su Hijo muy amado, acepta el Padre nuestro

amor y nuestro homenaje.

2. Cristo no solamente es el Camino: es también la Verdad. La verdad absoluta y total. Sabiduría

increada, comunicada a su Humanidad santísima, y a través de ella a nosotros.

La vida cristiana se reduce a ser por gracia lo que Jesús es por naturaleza: hijo de Dios. Esta ha

de ser la preocupación fundamental del cristiano: contemplar a Jesús y asimilar la actitud de

hijo delante de Su Padre celestial, que es también nuestro Padre. Nos lo ha dicho el mismo

Cristo: Subo a mi Padre y a «vuestro Padre», a mi Dios y a «vuestro Dios» (Jn 20, 17).

Dice Santo Tomás que el motivo principal de la encarnación del Verbo fue la redención del

género humano (cfr. Suma Teológica, 3, q. 1, a. 3). Pero aparte de esta finalidad fundamental,

la encarnación tuvo también otras finalidades altísimas, entre las que, sin duda ninguna, figura

la de darnos en Cristo un Modelo perfecto de todas las virtudes. Y esto no sin un designio

especial de la divina Providencia.

3. Cristo es nuestro Camino y nuestra Verdad; pero además es nuestra Vida.

De tres maneras principales puede decirse que Cristo es nuestra Vida: en cuanto que nos

mereció la gracia, vida sobrenatural del alma; en cuanto que esa vida brota de Él; y en cuanto

que nos la comunica a nosotros.

El mérito de Cristo con relación a nosotros está íntimamente ligado con su sacrificio redentor.

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Todas las gracias sobrenaturales que recibió el hombre después del pecado de Adán hasta la

venida de Cristo al mundo se le concedieron únicamente en atención a Él. Y todas las que

recibirá la humanidad hasta la consumación de los siglos brotan del Corazón de Cristo como de

su única fuente y manantial. Toda la gracia que poseemos, la de toda la humanidad caída y

reparada, es gracia de Dios a través de Cristo.

Esa gracia de Cristo se nos comunica a nosotros de muchas maneras; pero el manantial de

donde brota es absolutamente único: el mismo Cristo, su Humanidad santísima unida

personalmente al Verbo.

Jesús es fuente de vida. Su santa humanidad es el instrumento unido a su divinidad que da la

vida sobrenatural. Más aún: esa misma humanidad unida al Verbo puede ser también, si quiere,

fuente de vida corporal. Nos dice el Evangelio que de Él salía una virtud que sanaba a todos

(cfr. Lc 6, 1719). El leproso, el ciego de nacimiento, el paralítico, el sordomudo y, sobre todo, la

hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naín y su amigo Lázaro podrían hablarnos con elocuencia de

Cristo como fuente de salud y de vida corporal.

Para comunicarnos la vida natural, Dios ha querido utilizar instrumentalmente a nuestros

padres carnales. Para comunicarnos su misma vida divina ha utilizado la Humanidad santísima

de Cristo: Cristo es nuestra vida. Ha sido constituido, por su Eterno Padre, Cabeza, Pontífice

supremo, Mediador universal, Fuente y dispensador de toda gracia.

4. Cristo nos llama a seguirle. Es nuestro Maestro, que nos enseña con su palabra y ejemplo.

Vive en nosotros y nos da luz y fuerza. Es nuestro mejor Amigo, que camina con nosotros a

través de todas las oscuridades de nuestra vida. Él dice: Quien me sigue no anda en tinieblas,

sino que tendrá la luz de la vida (Jn 8, 12).

Si seguimos a Cristo, nos preocupamos ante todo por la gloria de Dios, por nuestra eterna

salvación y por la de nuestros semejantes. Él nos dice: Buscad primero el reino de Dios y su

justicia; todo lo demás se os dará por añadidura (Mt 6, 33).

Si seguimos a Cristo, debemos pertenecerle por completo. Nadie puede servir a dos señores

(Mt 6, 24). Por esto debemos guardar sus mandamientos y esforzarnos en evitar todo pecado,

por pequeño que sea.

No podemos seguir a Cristo si no estamos dispuestos al sacrificio. Nos dice: Él que no lleva la

cruz y no me sigue, no puede ser mi discípulo (Lc 14, 27). Pero si le seguimos en su camino de

la cruz, nos promete: Al que venciere le haré sentarse conmigo en mi trono (Apoc 3, 21).

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CITAS DE LA SAGRADA ESCRITURA

1. Nombres

Cordero de Dios: Jn 1, 29-36.

Alfa y Omega: Apoc 1, 8.

Nuestro abogado: 1 Jn 2, 1.

El que ha sido, el que es y el que será: Apoc 1, 8.

Cristo Señor: Lc 2, 11.

Emmanuel: Mt 1, 23.

Hijo de Dios: Lc 1, 35.

Hijo del Altísimo: Lc 1, 32.

Hijo de David: Lc 1, 32.

Hijo del hombre: Jn 1, 51.

Jesucristo: Mt 16, 20; Rom 1, 3.

El Justo: 1 Jn 2, 1.

La Luz: Jn 1, 8.

El único Maestro: Mt 23, 8.

Mesías: Jn 1, 41.

Nuestro Señor: Rom 1, 3.

Buen Pastor: Jn 10, 14.

Padre de familia: Lc 13, 25.

Maestro: Jn 20, 16.

Resurrección y Vida: Jn 11, 25.

Rey: Jn 18, 37; Mt 2, 2.

Cabeza del cuerpo de la Iglesia: Col 1, 18.

Salvador del mundo: Jn 4, 42.

Señor de la gloria: 1 Cor 2, 8.

Sacerdote Eterno: Heb 5, 6.

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Sumo Sacerdote: Heb 3, 1.

Cordero Inmaculado: 1 Pdr 1.

Cordero Inmolado: Apoc 5, 6.

Autor de la vida y de la salud: Heb 2, 10.

Consolación de Israel: Lc 2, 25.

Hijo de Dios vivo: Mt 16, 16; Jn 11, 27.

Hijo Unigénito del Padre: Jn 1, 14.

Gloria de Israel: Lc 2, 32.

Imagen de Dios: 2 Cor 4. 4: Col 1,15.

Luz del mundo: Jn 8, 12.

Mediador: Tim 2, 9.

Pan de Dios, Pan de vida: Jn 6, 33-35.

Piedra angular: Mt 21, 42.

Camino, Verdad y Vida: Jn 14, 6.

2. Vida de unión con Dios Padre.

Jesús tiene la vida unida al Padre, por quien vive: Jn 6, 58; Jn 5, 26-27.

Está en el Padre y el Padre en Él; por eso, quien le ve a Él, ve también al Padre: Jn 14, 9-10, 20.

Hace siempre lo que es deseo del Padre: Jn 14, 31.

Juzga según oye al Padre, por eso su juicio es justo, porque no busca hacer su voluntad sino la

del que le envió: Jn 5, 30.

Está siempre con el Padre y hace siempre lo que agrada al Padre: Jn 8, 29.

3. Vida de oración

Se retiraba de madrugada a un lugar solitario para orar: Mc 1, 35.

En la soledad hacía sus oraciones: Lc 5, 16; 9, 18; 11, 1; Mt 26, 36; 14, 23.

Ora antes de elegir a los Apóstoles: Lc 6, 12.

Elevaba sus afectos a Dios, en todos sus actos más importantes:

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-- al resucitar a Lázaro: Jn 11, 41, 42.

-- en la multiplicación de los panes: Jn 6, 11; Mt 14, 19.

-- al instituir la Eucaristía: Mc 14, 23; Lc 22, 19.

Ora con perseverancia durante la agonía en el huerto: Lc 22, 40-45

4. Sentimientos interiores de Jesús

Se anonadó tomando forma de a siervo: Flp 2, 7.

No vino a ser servido, sino a servir y dar su vida por nuestra redención: Mt 20, 28.

Es modelo de mansedumbre y humildad: Mt 11, 29.

Se compadecía de las muchedumbres, viéndolas como ovejas sin pastor: Mt 9, 36; 14,16; 15,

32.

Se compadece de los enfermos: Mc 1, 41.

De la viuda de Naím: Lc 7, 13.

Al ver la tristeza de las hermanas de Lázaro: Jn 11, 35-36.

Se compadece de la adúltera: Jn 8, 11.

De la caída de Pedro: Lc 22, 61.

Del buen ladrón: Lc 23, 43.

Del mismo Judas, llamándole amigo: Mt 26, 49-50.

Pedía perdón por los que le crucificaban: Lc 23, 34.

Nos ama como le ama a Él el Padre, y nos pide correspondencia: Jn 1 5, 9.

Nos amó hasta el extremo: Jn 13, 1.

Hasta darnos la mayor prueba, dando su vida por nosotros: Jn 15, 13.

Quiere que nos amemos mutuamente como Él nos ha amado: Jn 13, 34.

Llama amigos a sus discípulos, como prueba de amor: Jn 15, 15.

5. Relaciones de Jesús

a) Con los pobres

Nuestro Señor, modelo de pobreza: 2 Cor 8, 9.

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La Santísima Virgen reclina al Niño Jesús en un pesebre: Lc 2, 7.

Huida de la Sagrada Familia a Egipto, y su estancia allí en medio de privaciones y pobreza: Mt

2, 14-22.

Pobreza de los Apóstoles: 1 Cor 4, 11-13; 9, 12-13; 2 Cor 11, 27.

Nuestro Señor y sus Apóstoles padecen hambre: Mt 12, 1; 21, 19.

No tenían dinero para pagar los impuestos: Mt 17, 23-26.

Bienaventurados los pobres: Mt 5, 3; Sant 2, 3.

Nuestro Señor se gloria de evangelizar a los pobres: Mt 11, 5; Lc 4, 1-8.

Nuestro Señor no quiere la inquietud por el día de mañana: Mt 6, 25-34.

b) Con los ricos

José Nicodemo se entrevista con Jesús: Jn 3, 1-29.

Nicodemo y José de Arimatea se declaran discípulos de Jesús y ungen su Cuerpo: Mt 27, 57-60.

Los Magos adoran a Jesús: Mt 2, 1-2.

Fe y humildad del Centurión: Mt 8, 5-13; 7, 1-10.

Lázaro, Marta y María, amigos de Jesús: Jn 11, 11-44.

Jesús quiere hospedarse en casa de Zaqueo: Lc 19, 1-10.

Jesús arroja del Templo por dos veces a los mercaderes que intentaban enriquecerse: Jn 11,

14-17; Mt 11, 11.

El rico de la parábola se condenó por haber empleado mal sus bienes: Lc 16, 19-31.

El primer anatema de Jesús fue contra los malos ricos: Lc 6, 24-25; Sant 5, 17.

c) Con los afligidos y enfermos

Jesús llora sobre Jerusalén: Lc 19, 41.

Se compadece de las almas que yacen como ovejas sin pastor: Mt 10, 36-38.

Se compadece de Marta y María, y resucita a Lázaro: Jn 11, 20-37.

Se compadece de Jairo, cuya hija acaba de morir: Mt 9, 18-26; Mc 5, 22-43; Lc 8, 41-46.

Se compadece de la viuda de Naím, a quien dijo: «No llores más»: Lc 7, 11-17.

Se olvida de sí mismo, y dice a unas piadosas mujeres: «No lloréis por Mí»: Lc 23, 28.

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Lleno de compasión, dice a los afligidos: Venid a Mí todos los que andáis agobiados con trabajos

y cargas, que yo os aliviaré. Mt 11, 28.

¡Bienaventurados los que lloran! Mt 5, 5.

Salía de Él una virtud que curaba a cuantos se le acercaban. Lc 6, 19.

La virtud del Señor se manifestaba curando a los enfermos: Lc 5, 1.

En Cafarnaún imponía sobre ellos las manos y los curaba: Mt 8, 16; Mc 1, 32-34; Lc 4, 40-41.

Antes de multiplicar los panes y los peces curó a todos los que le presentaron: Mt 15, 30; Jn 6,

2.

En la primera Pascua que estuvo en Jerusalén creyeron en Él a causa de las curaciones que

hacia: Jn 11, 23.

El domingo de ramos, en el atrio del Templo, curó también a cojos y ciegos: Mt. 21, 14

d) Con los pecadores

Ha venido para salvar las ovejas perdidas de la casa de Israel: Mt 15, 24.

No ha venido por los justos, sino por los pecadores: Mt 9, 13; Mc 11, 17; Lc 5, 32.

Hay más alegría en el cielo por la conversión de un solo pecador que por la perseverancia de

noventa y nueve "justos": Lc 15, 7.

Parábolas de Nuestro Señor sobre el perdón de los pecadores: la oveja perdida: Mt 18, 12-14;

Lc 15, 3-7; la dracma perdida, Lc 15, 8-10; el hijo pródigo, Lc 15, 11-31.

Otorga muchas veces su perdón

-- a la Samaritana, Jn 4, 7-29.

-- al paralítico de Cafarnaún

-- al publicano Mateo Mc 11, 14-27 Lc 5, 27-32.

-- a María Magdalena: Lc 7, 37-50.

-- a la mujer adúltera: Jn 8,3-11

-- a Zaqueo: Lc 19, 1-10

-- a Pedro cuando le negó: Lc 22,61

-- a sus verdugos: Lc 23, 34.

-- al buen ladrón Lc 23,42-43

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6. Promesas

A los pobres: Mt 5, 30; Lc 6, 20.

A los mansos: Mt 5, 4.

A los que lloran: Mt 5, 5; Lc 6, 21.

A los que tienen hambre y sed justicia: Mt 5, 6.

A los hambrientos: Lc 6, 21.

A los misericordiosos: Mt 5, 7.

A los limpios de corazón: Mt 5, 8.

A los pacíficos: Mt 5, 9.

A los que sufren persecuciones por la justicia: Mt 5, 10.

A los que sufren persecuciones por su amor: Mt 5, 11; Lc 6, 22-23.

A los gentiles: Mt 8, 11.

Los gentiles oirán la voz del Buen Pastor: Jn 10, 16.

Jesús envía sus Apóstoles en busca de las ovejas perdidas: Mt 10, 6.

El mismo quiere poner sobre sus hombros la oveja perdida: Lc 15, 4-6.

8. Jesucristo, Rey

No temas, María [...], sábete que has de concebir en tu seno y parirás un Hijo, a quien pondrás

por nombre Jesús [...], al cual el Señor Dios dará el trono de su padre David y reinará en la casa

de Jacob eternamente y su reino no tendrá fin. Lc 1, 31-33.

Replicóle Pilato: ¿Con que tú eres Rey? Respondió Jesús: Así es como tú dices: yo soy Rey. Jn

28, 37; Lc 23, 3.

Yo os preparo el reino como mi Padre me lo preparó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa

en mi reino. Lc 22, 29-30.

9. Principales parábolas

Parábola de la casa bien o mal fundada: Mt 7, 24-27; Lc 6, 47-49.

Del sembrador: Mt 13, 1-23; Mc 4, 1-20; Lc 8, 4-15.

De la buena semilla y de la cizaña: Mt 13, 24-30.

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Del grano de mostaza: Mt 13, 31-32; Mc 4, 30-32; Lc 13, 18-19.

De la levadura: Mt 13, 33; Lc 13, 20-21.

Del padre de familia: Mt 13, 51-52.

Acerca de lo que mancha o no mancha: Mt 15, 10-20.

Del tesoro oculto: Mt 13, 44.

De la perla preciosa: Mt 13, 45-46.

De la red: Mt 13, 47-50.

De los obreros llamados a trabajar en la viña del Padre: Mt 20, 1-16.

Del padre de familia que debe velar: Mt 24, 42-44; Mc 13, 33-35; Lc 12, 35-38.

Del servidor fiel y prudente, y del servidor malo: Mt 24, 43-51; Mc 13, 33-37; Lc 12, 39-40.

De la lámpara: Lc 8, 16-18; Mt 4, 21-22.

De la medida: Mc 4, 24-25.

Del grano de trigo que crece sólo: Mt 4, 26-29.

De los niños caprichosos: Mt 11, 16-19; Lc 7, 31-35.

Del buen samaritano: Lc 10, 30-37.

Del intendente: Lc 12, 41-48; Mt 24, 45-51.

Del siervo despiadado: Mt 18, 23-35.

Del huésped nocturno: Lc 11, 5-8.

Del rico insensato: Lc 12, 16-20.

De la higuera estéril: Lc 13, 6-9.

De los invitados al banquete: 14, 16-24.

De la oveja perdida: Lc 15, 3-7.

De la dracma perdida: Lc 15, 8-10.

Del hijo pródigo: Lc 15, 11-32.

Del mayordomo infiel: Lc 16, 1-13.

De Ios jornaleros enviados a la viña: Mt 20, 1-16.

Del mal rico y del pobre Lázaro: Lc 16, 19-31.

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Del juez inicuo y la viuda: Lc 18, 18.

Del fariseo y el publicano: Lc 18, 9-15.

De las diez minas: Lc 19, 11-27; Mt 25, 14-30.

De los hijos enviados a la viña: Mt 21, 28-32.

De los viñadores homicidas: Mt 21, 33-46; Mc 12, 1-9; Lc 20, 9-17.

De las bodas reales: Mt 22, 1-14; repetición de la parábola de los convidados al festín: Lc 14,

16-24.

De las diez vírgenes: Mt 25, 1-13.

De los talentos: Mt 25, 14-30; repetición de la parábola de las minas: Lc 19, 11-27.

Del Buen Pastor: Jn 10, 1-11

Nuestro Señor debió de exponer otras muchas parábolas (Mt 13, 34; Mc 4, 33-34), que no han

sido conservadas.

10. Milagros

(Ver MILAGROS).

SELECCIÓN DE TEXTOS

Verdadero Dios y verdadero hombre

3084 No es diverso de quien lo engendra, y tiene igual poder que Él. No se confunde con el

Padre ni forma con Él un ser compuesto. Y porque es distinto del Padre en la generación, es

también hermano tuyo éste que rige con su cetro al Universo y señorea con igual autoridad al

Cielo, a la tierra y a los mares (SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, 3, 2).

3085 ¿Qué felicidad más segura que la nuestra, siendo así que quien ora con nosotros es el que

da lo que pide? Porque Cristo es hombre y Dios; como hombre, pide, como Dios otorga (SAN

AGUSTIN, Sermón 217).

3086 El mismo Dios verdadero es también hombre verdadero, y en Él, con toda verdad, se unen

la pequeñez del hombre y la grandeza de Dios.

[...] Cada una de las dos naturalezas realiza sus actos propios en comunión con la otra [...]. la

misma y única persona, no nos cansaremos de repetirlo, es verdaderamente Hijo de Dios y

verdaderamente Hijo del hombre (SAN LEÓN MAGNO, Carta 28, 3-4).

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3087 Cada vez que los actores imitan la conducta de otros, aunque reproduzcan a la perfección

su modo de actuar y de comportarse, ellos no son los personajes representados. En realidad,

sirviéndome de términos profanos, cuando un actor hace el papel de un sacerdote o de un rey,

él no es ni sacerdote ni rey; terminada la representación teatral, cesa de existir también el

personaje representado. Lejos de nosotros este impío e ignominioso insulto hacia Cristo [...].

La fe católica, en cambio, afirma que el Verbo de Dios se hizo hombre hasta el punto de asumir

todo lo que pertenece a nuestra naturaleza, y no por vía de ficción o de apariencia, sino de una

manera real y sustancial. Los actos humanos que llevaba a cabo eran actos suyos propios, y no

imitación de actos de otro; su actuar era expresión de su ser. Como cuando nosotros hablamos,

conocemos, vivimos, existimos, no imitamos a los hombres, sino que somos realmente tales

(SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 14).

3088 La fe católica enseña y exige que debemos reconocer en nuestro Salvador dos

naturalezas: aunque cada una conserva sus propiedades, están unidas ambas en una tan

perfecta unidad que nosotros, desde el momento en que el Verbo se hizo carne en el seno de

la bienaventurada Virgen por amor al género humano, no podemos pensar en la divinidad sin

lo que es hombre, ni tampoco en el hombre sin lo que es Dios (SAN LEON MAGNO, Sermón 52).

3089 En la persona de Cristo hay una doble naturaleza: es Hijo de Dios e Hijo del hombre, pero

un solo Señor. Porque si ha asumido la condición de siervo ha sido movido por su misericordia

y de ningún modo forzado por la ley de la necesidad. Por virtud de su poder se ha hecho

paciente, se ha hecho mortal y, para destruir el poder que detentaba el pecado y la muerte, la

naturaleza humana, con su debilidad, se abrazó al sufrimiento sin que la naturaleza divina, con

su fuerza, perdiese nada de su gloria (SAN LEÓN MAGNO Sermón 45 sobre la Cuaresma).

3090 Estaba sobre la Naturaleza. Tenía poder sobre ella. Esto es lo que hacía a los hombres

maravillarse. Marineros experimentados pueden hacer uso de los vientos y de las olas para

llegar a tierra. Más aún, incluso en medio de una tormenta saben cómo aprovecharse de ella,

conocen lo que tienen que hacer, y están a la observación para sacar provecho de todo lo que

ocurre. Pero Nuestro Señor no condescendió a hacer esto. No les instruyó de cómo manejar las

velas, ni de cómo gobernar la embarcación, sino que se dirigió directamente a los vientos y a

las olas y los paró obligándoles a hacer lo que era contra su naturaleza (CARD. J. H. NEWMAN

Sermón en el Dom. IV después de Epifanía; Cat. S. Chaud 1848).

3091 Dios no ha comenzado nunca a ser Cuerpo, ni el cuerpo cesará en ningún momento de

ser tal. El ejemplo de la naturaleza humana puede darnos alguna luz al respecto. Cada hombre

está compuesto de alma y cuerpo, y así será siempre, y nunca sucederá que el cuerpo se cambie

en alma o el alma en cuerpo. Puesto que cada hombre vivirá para siempre en lo sucesivo, en

cada uno permanecerá necesariamente siempre la diferencia en las dos sustancias. Así también

en Cristo, la propiedad característica de cada sustancia persistirá por toda la eternidad,

quedando siempre a salvo la unidad de persona (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 13).

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3092 Aunque hizo suya nuestra misma debilidad, no por esto se hizo participe de nuestros

pecados. Tomó la condición de esclavo, pero libre de la malicia del pecado, ennobleciendo

nuestra humanidad sin mermar su divinidad, porque aquel anonadamiento suyo [...] fue una

dignación de su misericordia, no una falta de poder. Por tanto, el mismo que, permaneciendo

en su condición divina, hizo al hombre, es el mismo que se hace él mismo hombre, tomando la

condición de esclavo (SAN LEÓN MAGNO Carta 28, 3-4).

3093 Hombre verdadero, Dios verdadero; Dios y hombre: Cristo total. Esta es la fe católica [...];

quien ambos términos confiesa, es católico. Este tiene una patria y un camino [...]. Él es la patria

a donde vamos, Él es el camino por donde vamos. Vayamos por Él a Él y no nos extraviemos

(SAN AGUSTIN, Sermón 93).

3094 [...] en cuanto Dios, estar sentado a la derecha del Padre significa ser de la misma

categoría que Este; en cuanto hombre, quiere decir tener la absoluta preeminencia (SANTO

TOMÁS, Sobre el Credo, 6, 1. c., p. 80).

3095 Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha. No se da la preferencia porque se sienta

a la derecha, ni sufre menoscabo porque se le manda; no hay grado de dignidad donde está la

plenitud de la divinidad (SAN AMBROSIO, en Catena Aurea vol. VI, p. 389).

3096 Llama a este libro el libro de la generación, porque toda la economía de la gracia y la raíz

de todos los bienes está en que Dios se ha hecho hombre; una vez verificado esto, lo demás se

sigue como una consecuencia lógica (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 2).

3097 La Iglesia adora una sola divinidad en la plenitud de la Trinidad, y la igualdad de la Trinidad

en una única y misma majestad; profesa un solo Cristo Jesús, no dos; el cual es igualmente Dios

y hombre. Cree que en Él hay una sola persona, pero dos sustancias; dos sustancias, pero una

sola persona (SAN VICENTE DE LERINS. Conmonitorio, n. 13).

3098 Aunque nació de virgen en el tiempo y como hombre según la carne, es, sin embargo,

eterna su generación, porque lo engendró el Padre antes de que las cosas fueran hechas; y así,

habiendo recibido de su madre la vida corporal, en la cual depende de ella, permanece no

obstante unido al Padre por la virtud divina (SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, 3, 2).

3099 Todos los errores de los herejes acerca de Cristo se pueden reducir a tres clases: los

concernientes a su divinidad, a su humanidad, o a ambas a la vez (SAN AGUSTIN, Sobre las

herejías, 8).

3100 El Creador del tiempo nació en el tiempo, y Aquel por quien fueron hechas todas las cosas

empezó a contarse entre las creaturas (SAN LEÓN MAGNO, Carta 31, 2-3).

3101 Dirás: ¿Cómo ha venido la luz a todos por medio de uno solo? ¿De que manera está la

divinidad en la carne? Como el fuego en el hierro: no desplazándose sino comunicándose. En

efecto, el fuego no se lanza hacia el hierro, sino que, permaneciendo en su lugar, le comunica

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su propia fuerza Con lo cual él no ha quedado disminuido en nada sino que llena enteramente

al hierro al que se comunica. De la misma manera, Dios, el Verbo, que puso su morada entre

nosotros (Jn 1, 14), no salió fuera de sí mismo; el Verbo que se hizo carne no quedó sometido

al cambio; el cielo no se vio privado de aquel que lo contenía y la tierra recibió en su propio

seno al que está en los cielos (SAN BASILIO, Hom. para el Nacimiento de Cristo, 2, 6).

3102 El que es Dios verdadero nace como hombre verdadero sin que falte nada a la integridad

de su naturaleza humana conservando la totalidad de la esencia que le es propia y asumiendo

la totalidad de nuestra esencia humana Y al decir nuestra esencia humana, nos referimos a la

que fue plasmada en nosotros por el Creador, y que él asume para restaurarla (SAN LEÓN

MAGNO, Carta 28, 3-4).

Redentor del mundo y de cada hombre. (Ver REDENCIÓN, numerales 4556-4566.)

En Cristo lo encontramos todo. En Él tenemos todos los ideales3103 El Redentor del hombre,

Jesucristo, es el centro del cosmos y de la historia (JUAN PABLO II, Enc. Redemptor hominis, 1).

3104 El que halla a Jesús, halla un tesoro bueno, y de verdad bueno sobre todo bien. Y el que

pierde a Jesús pierde muy mucho y más que todo el mundo. Paupérrimo el que vive sin Jesús y

riquísimo el que está con Jesús (Imitación de Cristo, II, 8, 2).

3105 El tesoro. Imaginad el gozo inmenso del afortunado que lo encuentra. Se terminaron las

estrecheces, las angustias. Vende todo lo que posee y compra aquel campo. Todo su corazón

lote allí: donde esconde su riqueza (cfr. Mt 6, 21). Nuestro tesoro es Cristo; no nos debe

importar echar por la borda todo lo que sea estorbo, para poder seguirle (J. ESCRIVÁ DE

BALAGUER, Amigos de Dios, 254).

3106 Tu corazón, Jesús, es el rico tesoro, la piedra preciosa que hemos descubierto en tu cuerpo

herido, como en campo cavado (SAN BUENAVENTURA, Vitis Mystica, 3, 3).

3107 (El nombre de Jesús es) «refugio de los penitentes, bandera de los que combaten,

medicina de los que desfallecen, consuelo de los que sufren, honor de los creyentes, esplendor

de los evangelizadores, mérito de los que trabajan, ayuda de los inconstantes, aliento de los

que meditan, satisfacción de los que oran, deleite de los contemplativos, gloria de los que

triunfan». Es la explicación que da fray Bernardino a los doce rayos áureos que en las tablillas

circundan el «trigramma» IHS (SAN BERNARDINO», Sermón 49, sobre el glorioso nombre de

Jesucristo).

3108 Por Él anhela quien repite sus palabras y las medita en su interior. Hablemos siempre de

Él. Si hablamos de sabiduría, Él es la Sabiduría; si de virtud, Él es la Virtud, si de justicia, Él es la

Justicia; si de paz, Él es la Paz; si de la verdad, de la vida, de la redención, Él es todo esto (SAN

AMBROSIO Coment. sobre el Salmo 36).

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3109 Escucha quién es el que le pide de beber. Jesús le respondió: Si conocieses el don de Dios

y quién es el que te dice: «Dame de beber», seguro que se la pedirías tú a Él, y el te daría agua

viva. Pide de beber y promete una bebida. Se presenta como quien está necesitado, y tiene en

abundancia para saciar a los demás (SAN AGUSTIN, Trat. Evang. S. Juan 15, 10-12).

3110 Considera lo más hermoso y grande de la tierra..., lo que place al entendimiento y las

otras potencias..., y lo que es recreo de la carne y de los sentidos... Y el mundo, y los otros

mundos, que brillan en la noche: el Universo entero.-Y eso, junto con todas las locuras del

corazón satisfechas..., nada vale, es nada y menos que nada, al lado de ¡este Dios mío! -¡tuyo!-

-, tesoro infinito margarita preciosísima, humillado, hecho esclavo, anonadado con forma de

siervo en el portal donde quiso nacer en el taller de José, en la Pasión y en la muerte

ignominiosa... y en la locura de Amor de la Sagrada Eucaristía (J ESCRIVÁ DE BALAGUER,

Camino, n. 432).

3111 Si tú buscas descanso y ganancia en los hombres, muchas veces sentirás daño. Mas si en

todo buscas a Jesús, muy de verdad hallarás a Jesús. Y si te buscas a ti mismo, también te

hallarás; mas será para tu mal. Por cierto, más se daña el hombre a sí mismo que todo el mundo

y todos sus enemigos le pueden dañar (Imitación de Cristo, II, 7, 4).

3112 ¡Ah!, si amáis tanto una gota de agua, ¿qué será la misma fuente? (SAN AGUSTIN, Sermón

253, sobre el «alleluia»).

3113 Todo lo tenemos en Cristo; todo es Cristo para nosotros. Si quieres curar tus heridas, Él

es médico. Si estás ardiendo de fiebre, Él es manantial. Si estás oprimido por la iniquidad, Él es

justicia. Si tienes necesidad de ayuda, Él es fuerza. Si temes la muerte, Él es vida. Si deseas el

cielo, Él es el camino. Si refugio de las tinieblas, Él es luz. Si buscas manjar, Él es alimento (SAN

AMBROSIO, Sobre la virginidad,

3114 Y antes que los astros, inmortal e inmenso, Cristo brilla mas que el sol sobre todos los

seres. Por ello, para nosotros que creemos en Él, se instaura un día de luz largo eterno, que no

se acaba: la Pascua maravillosa, prodigio de la virtud divina y obra del poder divino, fiesta

verdadera y memorial eterno, impasibilidad que dimana de la Pasión e inmortalidad que fluye

de la muerte. Vida que nace de la tumba y curación que brota de la llaga, resurrección que se

origina de la caída y ascensión que surge del descenso (SAN HIPÓLITO, Hom. de Pascua).

3115 Este árbol es para mí una planta de salvación eterna; de él me alimento, de él me sacio.

Por sus raíces me enraízo y por sus ramas me extiendo, su rocío me regocija y su espíritu como

viento delicioso me fertiliza. A su sombra he alzado mi tienda, y huyendo de los grandes calores

allí encuentro un abrigo lleno de rocío.

Sus hojas son mi follaje, sus frutos mis perfectas delicias, y yo gozo libremente sus frutos, que

me estaban reservados desde el principio. Él es en el hambre mi alimento, en la sed mi fuente,

y mi vestido es la desnudez, porque sus hojas son espíritu de vida: lejos de mi desde ahora las

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hojas de la higuera. Cuando temo a Dios, él es mi protección; y cuando vacilo, mi apoyo; cuando

combato, mi premio; y cuando triunfo, mi trofeo. Es para mí el sendero estrecho y el sendero

angosto (SAN HIPÓLITO, Hom. de Pascua).

3116 Donde no está Jesús, se encuentran pleitos y guerras; pero donde está presente, allí todo

es serenidad y paz (ORIGENES en Catena Aurea, vol. III, p. 360).

Camino, Verdad y Vida

3117 Si buscas por dónde ir, sigue a Cristo, porque es el camino [...]. Y es mejor caer en el

camino que correr fuera de él. Porque quien cae en el camino, por poco que avance, algo se

acerca al término; quien en cambio anda fuera de él, cuanto más corra más se aleja del término

(SANTO TOMÁS, Coment. Evang. S. Juan, 14).

3118 Dos son las cosas que el hombre principalmente desea: en primer lugar el conocimiento

de la verdad, que le es propio, y en segundo lugar, la continuación de su ser, que es común en

todas las cosas. Ahora bien, Cristo es el camino para llegar al conocimiento de la verdad, ya que

él mismo es la Verdad [...]. Y es el camino para llegar a la vida, al mismo tiempo que él mismo

es la vida (SANTO TOMAS, Coment. Evang. S. Juan, 14).

3119 Cristo mismo es el camino, y por eso dice: Yo soy el camino. Cosa que es fácil de entender,

pues por él tenemos acceso al Padre. Pero como este camino no se halla distante del término,

sino unido a él, añade: la verdad y la vida, con lo que es al mismo tiempo el camino y su término.

El camino por su humanidad, el término por su divinidad. Y por eso dice como hombre: Yo soy

el camino; y añade como Dios: la verdad y la vida. Expresiones con las que se designa

convenientemente el término de este camino (SANTO TOMAS, Coment. Evang. S. Juan, 14).

3120 Fuera de Él no hallarás la vida verdadera, ya que Él es la única fuente de vida verdadera;

fuera de Él no hallarás sino muerte y destrucción. Él ha de ser el único principio de toda tu

actividad y de todas tus energías; debes vivir de Él y por Él, para que en sí se cumplan aquellas

palabras: Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí. Que si vivimos, vivimos

para el Señor; y si morimos, para el Señor morimos (SAN JUAN EUDES Trat. sobre el Corazón

de Jesús, 1, 5).

3121 Fíjate que el Señor dice en primer lugar: Yo soy el camino Antes de decirte a dónde, te

indica por dónde: Yo soy -dice-el camino. ¿El camino hacia dónde? La verdad y la vida. Primero

dice por dónde has de ir, luego a dónde has de ir. Yo soy el camino, yo soy la verdad, yo soy la

vida. Permaneciendo junto al Padre, es verdad y vida; haciéndose hombre, se hizo camino (SAN

AGUSTIN, Trat. Evang. S. Juan, 34, 8-9).

3122 Únete a Cristo, si quieres vivir seguro; es imposible que te desvíes, porque Él es el camino.

Por esto, los que a Él se unen no van descaminados, sino que van por el camino recto. Tampoco

pueden verse engañados, ya que Él es la Verdad y enseña la verdad completa, pues dice: Yo

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para esto nací, y para esto vine al mundo: para declarar, como testigo, en favor de la verdad.

Tampoco pueden verse decepcionados, ya que él es la Vida y dador de vida, tal como dice: Yo

he venido para que tengan vida, y que la tengan en abundancia (SANTO TOMÁS, Coment.

Evang. S. Juan, 14).

3123 Cristo se ha hecho para nosotros camino, y ¿podremos así perder la esperanza de llegar?

Este camino no puede tener fin, no se puede cortar, no lo pueden corroer la lluvia ni los diluvios,

ni puede ser asaltado por los ladrones. Camina seguro en Cristo, camina; no tropieces, no

caigas, no mires atrás, no te detengas en el camino, no te apartes de él. Con tal que cuides esto,

habrás llegado (SAN AGUSTIN, Sermón 170, 11).

3124 Fijaos que en la conclusión de las oraciones decimos: «Por nuestro Señor Jesucristo, tu

Hijo»; en cambio, nunca decimos: «Por el Espíritu Santo». Esta

práctica universal de la iglesia tiene su explicación en aquel misterio, según el cual, el mediador

entre Dios y los hombres es Cristo Jesús (SAN FULGENCIO DE RUSPE, Carta 14, 36-37).

3125 No bastó a Dios indicarnos el camino por medio de su Hijo, quiso que él mismo fuera el

camino, para que, bajo su dirección, tú caminaras por él (SAN AGUSTIN, Coment. sobre el Salmo

109).

3126 Jamás daremos gracias suficientemente por este don, en virtud del cual Cristo se ha

convertido en «nuestro compañero de camino», ha hecho con nosotros su camino, como nos

recuerda el Evangelio [...]. En medio de las sombras que a voces parecen condensarse sobre la

humanidad, sobre la convivencia social, sobre la civilización misma del hombre, también

nosotros pedimos, impelidos por el impulso del Espíritu: Quédate con nosotros, Señor, porque

atardece (Lc 24, 29). Sólo Cristo es nuestra salvación, nuestra paz, nuestra alegría (JUAN PABLO

II, Regina Coeli, 3-5-1981).

3127 Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo

encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre

también él, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos, que me

llamaba y me decía: Yo soy el camino, la verdad y la vida (SAN AGUSTIN, Confesiones, 7, 10-

18).

Es la luz del mundo

3128 Si el poder de los apóstoles era tan grande, comprendemos por qué Zaqueo, al oír que

pasaba el Señor Jesús, subió a un árbol, ya que era pequeño de estatura. Vio a Cristo y encontró

la luz, lo vio y él, que antes se apoderaba de lo ajeno, empezó a dar lo que era suyo (SAN

AMBROSIO, Coment. al Salmo 43).

3129 Cristo es la luz eterna de las almas, ya que para esto lo envió el Padre al mundo, para que,

iluminados por su rostro, podamos esperar las cosas eternas y celestiales, nosotros que antes

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nos hallábamos impedidos por la oscuridad de este mundo (SAN AMBROSIO Coment. al Salmo

43).

3130 Quédate con nosotros, porque nos rodean en el alma las tinieblas y sólo Tú eres luz, sólo

Tú puedes calmar esta ansia que nos consume. Porque entre las cosas hermosas, honestas, no

ignoramos cuál es la primera: poseer siempre a Dios (SAN GREGORIO NACIANCENO, Epístola

212).

3131 El Señor dice: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que

tendrá la luz de la vida. Esta breve sentencia contiene un mandato y una promesa. Cumplamos,

pues, lo que nos manda, y así tendremos derecho a esperar lo que nos promete (SAN AGUSTIN,

Trat. Evang. S. Juan, 34).

3132 Jesucristo sale al encuentro del hombre de toda época, también de nuestra época, con

las mismas palabras: Conoceréis la verdad y la verdad os librará (Jn 8, 32) (JUAN PABLO II, Enc.

Redemptor hominis, 12).

3133 Él salió del seno de la Virgen como el sol naciente, para iluminar con su luz todo el orbe

de la tierra (SAN AMBROSIO, Coment. al Salmo 18).

Sin Él nada podemos. Con Él desaparecen todos los obstáculos

3134 Él no necesitó de nosotros para salvarnos, nosotros sin Él nada podemos hacer; Él a

nosotros, sus sarmientos, se nos dio como vid, nosotros, separados de Él, no podemos tener

vida (SAN AGUSTIN, Trat. Evang. S. Juan, 84).

3135 Él es el Señor de la naturaleza y puede todo cuanto quiere puesto que hace y dispone

todas las cosas gobernando las riendas de la vida y de la muerte (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en

Catena Aurea, vol. V, p. 50).

3136 Cuando Jesús está presente todo es bueno, no hay cosa difícil; mas cuando está ausente

todo es duro. Cuando Jesús no habla de dentro, muy vil es la consolación; más si Jesús habla

una sola palabra, gran consolación se siente (Imitación de Cristo, II, 8, 1).

3137 Él se anticipó a sanarnos, y continuará interviniendo después para que alcancemos

nuestro desarrollo; se adelantó para llamarnos, y nos seguirá hasta que logremos la gloria;

previno las cosas para que vivamos piadosamente, porque sin Él nada podemos (SAN AGUSTIN,

Sobre la naturaleza y la gracia, 30, 35).

3138 Y como les había hecho encargos de gran importancia, queriendo animarlos les dice: Y

mirad que yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación de los siglos (Mt 28, 28).

Como diciendo: no digáis que es difícil cumplir lo que se os manda, porque estoy con vosotros,

que todo lo hago fácil. Y no dijo que estaría solo con ellos, sino con todos los que creyeron

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después de ellos [...], ya que los Apóstoles no iban a vivir hasta el final de los tiempos (SAN

JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 91).

3139 Habiéndose separado Jesús un poco de sus discípulos no pudieron velar siquiera una hora

en su ausencia; por cuya razón debemos rogar que no se separe de nosotros el Salvador, ni aun

por poco tiempo (ORIGENES, Trat. sobre el Evang. S. Mateo, 33).

Jesucristo es hoy el mismo que ayer. «No es una figura que pasó»

3140 Jesús es el camino. Él ha dejado sobre este mundo las huellas limpias de sus pasos, señales

indelebles que ni el desgaste de los años ni la perfidia del enemigo han logrado borrar. Iesus

Christus herí, et hodie; ipse et in saecula (Hebr 13, 8). ¡Cuánto me gusta recordarlo! : Jesucristo,

el mismo que fue ayer para los Apóstoles y las gentes que le buscaban, vive hoy para nosotros,

y vivirá por los siglos. Somos los hombres los que a veces no alcanzamos a descubrir su rostro,

perennemente actual, porque miramos con ojos cansados o turbios (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER,

Amigos de Dios, 127).

3141 Jesucristo es el mismo hoy que ayer, y para siempre; es decir, que se trata de un misterio

siempre nuevo, que ninguna comprensión humana puede hacer que envejezca (SAN MÁXIMO,

Centuria 1).

3142 Cristo vive, también como hombre, con aquel mismo cuerpo que asumió en la

Encarnación, que resucitó después de la Cruz y subsiste glorificado en la Persona del Verbo

juntamente con su alma humana. Cristo, Dios y Hombre verdadero, vive y reina y es el Señor

del mundo. Sólo por El se mantiene en vida todo lo que vive (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo

que pasa, 180).

Es el Buen Pastor, que cuida de cada uno de los suyos

3143 ¡Jerusalén, Jerusalén...! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos...! Esta doble exclamación

es propia del que se compadece, y del que ama mucho (SAN JUAN CRISÓSTOMO Hom. sobre S.

Mateo, 75).

3144 Todos los buenos pastores son, en realidad, como miembros del único pastor, y forman

una sola cosa con Él. Cuando ellos apacientan es Cristo quien apacienta (SAN AGUSTIN, Sermón

46, sobre los pastores).

3145 De nadie puede decirse que sea puerta; esta cualidad Cristo se la reservó para sí; el oficio,

en cambio, de pastor lo dio también a otros y quiso que lo tuvieran sus miembros; por ello,

Pedro fue Pastor y pastores fueron también los otros apóstoles, y son pastores todos los

buenos obispos. Os daré-dice la Escritura-pastores conforme a mi corazón. Pero aunque los

prelados de la Iglesia, que también son hijos, sean todos llamados pastores, sin embargo el

Señor dice eh singular: Yo soy el buen pastor; con ello quiere estimularlos a la caridad,

insinuándoles que nadie puede ser buen pastor si no llega a ser una sola cosa con

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Cristo por la caridad y se convierte en miembro del verdadero pastor (SANTO TOMÁS, Coment.

Evang. S. Juan 10, 3).

3146 Cristo es, en efecto, quien apacienta su rebaño; él es el único pastor que lo apacienta en

medio de los demás buenos pastores, que lo hacen por delegación suya (SAN AGUSTIN, Sermón

47, sobre las ovejas).

3147 Cuando encuentra la oveja que se había apartado de las otras cien, errante por los montes

y colinas, la devuelve al redil, no a golpes y con amenazas ni agotándola de fatiga, sino que,

lleno de compasión, la carga sobre sus hombros y la vuelve al grupo de las demás. Por esto

también clamaba: Venid a mi todos los que andáis rendidos y agobiados, que yo os daré

descanso (SAN MÁXIMO, Carta 11).

«Pasó haciendo el bien»

3148 Y en esto (en la maldición de la higuera) encontramos una prueba de la bondad de

Jesucristo; porque cuando quiso mostrar la salvación, ejerció su poderío sobre los cuerpos de

los hombres [...]; pero ahora que va a declarar la manera como tratará a los contumaces, lo da

a conocer a través de la maldición de un árbol. Por esto sigue: nunca jamás nazca fruto de ti

(SAN HILARIO, en Catena Aurea, vol. III, p. 23).

3149 No vino a la higuera (cfr. Mt 21, 18-22) porque tuviera hambre, sino por sus discípulos;

porque en todas partes hacía el bien y en ninguna mortificaba a nadie; y conviniendo dar a

conocer su poder de castigar, no quiso, sin embargo, demostrarlo en los hombres, sino en la

higuera (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 68).

3150 Muchas veces he ido a buscar la definición, la biografía de Jesús en la Escritura. La

encontré leyendo que, con dos palabras, la hace el Espíritu Santo: Pertransiit benefaciendo (Act

10, 38). Todos los días de Jesucristo en la tierra, desde su nacimiento hasta su muerte, fueron

así: pertransiit benefaciendo, los llenó haciendo el bien. Y en otro lugar recoge la Escritura:

bene omnia fecit (Mc 7, 37): todo lo acabó bien, terminó todas las cosas bien, no hizo más que

el bien (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 16).

3151 La llegada del Salvador es el alejamiento de todo temor (SAN GREGORIO DE NISA, Hom.

para el día del Nacimiento del Señor).

3152 Se hizo hombre por los hombres, y se manifestó a ellos lleno de humildad y

mansedumbre; no quiso castigar a los pecadores, sino atraerlos hacia sí; quiso primeramente

corregir con mansedumbre, para tener en el día del juicio a quién salvar (SAN GREGORIO

MAGNO, Hom. 30 sobre los Evang.).

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Es Médico, y cura todas nuestras enfermedades

3153 Eliseo, observando lo que dice la Ley, no salió y tocó a Naamán, sino que lo envió al Jordán

para que allí se lavase. El Señor demuestra aquí (en la curación del leproso) que no obra como

siervo, sino que, como Dios, toca y cura: la mano no se vuelve inmunda por haber tocado la

lepra, sino que, por el contrario, el cuerpo del leproso se vuelve limpio al simple contacto de

una mano santa. El Señor no había venido solamente a curar los cuerpos, sino también a guiar

las almas por el camino de la verdadera sabiduría (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S.

Mateo, 26).

3154 Se curarán todas tus enfermedades. «Pero es que son muchas», dirás. Más poderoso es

el Médico. Para el Médico omnipotente no hay enfermedad insanable; tú déjate sólo curar,

ponte en sus manos (SAN AGUSTIN, Coment. al Salmo 102).

3155 «Abrid de par en par vuestras puertas a Cristo». ¿Que teméis? Tened confianza en Él.

Arriesgaos a seguirlo. Eso exige evidentemente que salgáis de vosotros mismos, de vuestros

razonamientos, de vuestra «prudencia», de vuestra indiferencia, de vuestra suficiencia, de

costumbres no cristianas que habéis quizá adquirido. Sí; esto pide renuncias, una conversión,

que primeramente debéis atreveros a desear, pedirla en la oración y comenzar a practicar.

Dejad que Cristo sea para vosotros el camino, la verdad y la vida. Dejad que sea vuestra

salvación y vuestra felicidad. Dejad que ocupe toda vuestra vida para alcanzar con Él todas sus

dimensiones, para que todas vuestras relaciones, actividades, sentimientos, pensamientos

sean integrados en Él o, por decirlo así, sean «cristificados». Yo os deseo que con Cristo

reconozcáis a Dios como el principio y fin de vuestra existencia (JUAN PABLO II, En Montmartre

1 -6- 1 980).

3156 Ninguna otra causa impulsó más a Cristo a venir al mundo que salvar a los pecadores. Si

se suprimen las enfermedades y las heridas, la medicina no tiene razón de ser. Si, pues, un gran

médico bajó del cielo, es porque había un gran enfermo que curar, todo el mundo (SAN

AGUSTIN Sermón 175).

3157 ¡Ay de mí, Señor! ¡Ten misericordia de mí! [...]. Yo no te oculto mis llagas. Tú eres médico,

y yo estoy enfermo; tú eres misericordioso, y yo soy miserable (SAN AGUSTIN, Confesiones,

10).

3158 En verdad que no todos ven, ni todos andan bien; sólo los que entienden que de nadie

sino de Cristo necesitan para curarse, y se acercan al Verbo de Dios, sanan (ORIGENES, en

Catena Aurea, vol. III, pp. 18-19).

3159 Porque así como aplicamos calor o frío al enfermo según la orden del médico, para

curarle, buscando la salud en diversas medicinas, sin apartarnos un punto de su mandato, antes

obedeciéndole ciegamente, como quien espera de sus manos la vida, así hemos de entender

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de nuestro médico, que es Cristo, que lo que Él manda es vida, y en desobedecerlo está nuestra

mayor enfermedad (SAN AMBROSIO, Sobre las vírgenes, 3, 24).

Busca a todos y espera con paciencia que volvamos

3160 (Jesucristo) tiene sed de nuestra sed (SAN GREGORIO MAGNO, Sobre el Bautismo, 40, 27).

3161 Al ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: Porque si conocieras tú... Todo esto hizo una vez

cuando anunció que la ciudad había de ser destruida. Esto mismo hace continuamente nuestro

Redentor por sus elegidos, cuando ve que algunos de ellos se pasan de la vida honesta a las

costumbres reprobables (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 39 sobre los Evang.).

3162 Volvimos la espalda ante el rostro de Aquel cuyas palabras despreciamos, cuyos preceptos

conculcamos; pero aun estando a nuestra espalda nos vuelve a llamar Él, que se ve despreciado

y clama por medio de sus preceptos y nos espera con paciencia (SAN GREGORIO MAGNO, Hom.

34 sobre los Evang.).

3163 Y para que en el mismo nacimiento de Cristo se hallase figurado esto (la universalidad),

se dio a conocer a todas las condiciones de hombres; pues, como dice S. Agustín en su sermón

de Epifanía: «los pastores eran israelitas; los magos, gentiles. Aquellos eran cercanos, éstos

vinieron de lejos. Unos y otros acuden como a la piedra angular» (Sermón 202). Hubo también

entre ellos otra diversidad: que los Magos eran sabios y poderosos, los pastores sencillos y de

humilde condición. También se manifestó a los justos, como eran Simeón y Ana, y a los gentiles,

como los Magos. Se manifestó también a los varones y a las mujeres -a Ana-para indicar por

aquí que ninguna condición quedaba excluida de la salud de Cristo (SANTO TOMÁS, Suma

Teológica, 3, q. 36, a. 3).

3164 Ahora, cuando baja del monte, le siguen muchas turbas que no habían podido subir al

monte, porque aquellos a quienes oprime el peso de la culpa no pueden subir al conocimiento

de la sublimidad de los misterios. Bajando el Señor, esto es, inclinándose hacia la enfermedad

e impotencia de los demás y compadeciéndose de su imperfección o enfermedad, le siguieron

numerosas turbas: unos atraídos por el amor, la mayor parte por la doctrina, y algunos porque

los curaba y se cuidaba de ellos (ORIGENES, en Catena Aurea, vol. I, pp. 463-464).

Nunca abandona

3165 Si destierras de ti a Jesús y lo pierdes, ¿a dónde irás?, ¿a quién buscarás por amigo? Sin

amigo no puedes vivir mucho; y si no fuere Jesús tu especialísimo amigo, estarás muy triste y

desconsolado (Imitación de Cristo, 11, 8, 3).

3166 Podemos decir que el Señor viaja con aquellos que viven dentro de la fe [...], y estará con

nosotros (en este mundo) hasta que saliendo de nuestros cuerpos nos reunamos con Él en el

cielo (ORIGENES, Trat. sobre S. Mateo, 33).

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3167 Con tan buen amigo presente-nuestro Señor Jesucristo-, con tan buen capitán, que se

puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir. Él ayuda y da esfuerzo, nunca falta, es

amigo verdadero (SANTA TERESA, Vida, 22, 6-7).

3168 Bajó del cielo para estar cerca de los atribulados, para estar con nosotros en la tribulación

(SAN BERNARDO, Sermón 17).

Es Maestro, y nos enseña el camino del cielo

3169 Pues juntaos junto a este buen Maestro y muy determinadas a aprender lo que os enseña,

que Su Majestad hará que no dejéis de salir buenas discípulas ni os dejará si no le dejáis (SANTA

TERESA, Camino de perfección, 26, 9).

3170 El madero en que están fijos los miembros del hombre que muere, es también la cátedra

del maestro que enseña (SAN AGUSTIN, Trat. Evang. S. Juan, 119, 2).

3171 Es Maestro de una ciencia que sólo Él posee: la del amor sin límites a Dios y, en Dios, a

todos los hombres. En la escuela de Cristo se aprende que nuestra existencia no nos pertenece

[...]. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 93).

Su carga no es pesada

3172 Cualquier otra carga te oprime y abruma, mas la carga de Cristo te alivia del peso.

Cualquier otra carga tiene peso, pero la de Cristo tiene alas. Si a un pájaro le quitas las alas,

parece que le alivias del peso; pero cuanto más le quites este peso, tanto más le atas a la tierra.

Ves en el suelo al que quisiste aliviar de un peso; restitúyele el peso de sus alas y verás cómo

vuela (SAN AGUSTIN, Sermón 126).

3173 Venid, no para rendir cuentas, sino para ser librados de vuestros pecados; venid [...]. No

temáis al oír hablar de yugo, porque es suave; no temáis si hablo de carga, porque es ligera

(SAN JUAN CRISOSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 37, 2).

Humildad de Jesús. (Ver HUMILDAD, numerales 2907-2921.)

«Buscar a Cristo, encontrarle, tratarle, amarle»

3174 Un auténtico cristiano no puede oír el nombre de Cristo sin emoción (CARD NEWMAN,

Sermón del Dom. II de Cuaresma: mundo y pecado).

3175 En este esfuerzo por identificarse con Cristo, he distinguido como cuatro escalones:

buscarle, encontrarle, tratarle amarle. Quizá comprendéis que estáis como en la primera etapa.

Buscadlo con hambre, buscadlo en vosotros mismos con todas vuestras fuerzas. Si obráis con

este empeño me atrevo a garantizar que ya lo habéis encontrado, y que habéis comenzado a

tratarlo y a amarlo, y a tener vuestra conversación en los cielos (cfr. Phil 3, 20) (J. ESCRIVÁ DE

BALAGUER, Amigos de Dios, 300).

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3176 ¿Qué otra cosa podía deciros mejor que ésta? ¡Aprended a conocer a Cristo y dejaos

conocer por Él! Él conoce a cada uno de vosotros de modo especial. No es conocimiento que

suscite oposición y rebelión, una ciencia ante la cual sea necesario huir para salvaguardar el

propio misterio interior. No es una ciencia compuesta de hipótesis, que reduce al hombre a las

dimensiones socioculturales. La suya es una ciencia llena de sencilla verdad sobre el hombre y,

sobre todo, llena de amor. Someteos a esta ciencia, sencilla y llena de amor, del Buen Pastor.

Estad seguros de que Él conoce a cada uno de vosotros más que cuanto cada uno de vosotros

se conoce a sí mismo (JUAN PABLO II, Hom. Cracovia 8-6-1979).

3177 Mirad que no está aguardando otra cosa [...] sino que lo miremos; como le quisiérades le

hallaréis. Tiene en tanto que le volvamos a mirar, que no quedará por diligencia suya (SANTA

TERESA, Camino de perfección, 26, 3).

3178 Temer es propio del que no quiere ir a Cristo. No querer ir a Cristo es propio de quien no

cree que con Cristo va a empezar a reinar (SAN CIPRIANO, Sobre la mortalidad, 2).

3179 Así la gloria del Salvador aparece todavía más admirable cuando, después de haber

privado a los hombres de una presencia sensible que les inspiraba un respeto tan profundo, la

fe pierde sus dudas, la esperanza sus timideces, la caridad sus tibiezas Es, sin duda, la fuerza de

las almas grandes y el efecto de la luz quien ilumina a las almas de los fieles, para creer sin

dudar lo que escapa a los sentidos y para elevar todos los deseos de sus corazones hacia un

lugar que la mirada no puede alcanzar (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 72, sobre la Ascensión del

Señor).

3180 Penetremos en el corazón humilde de Jesús. La puerta es el costado abierto por la lanza.

Aquí está escondido el tesoro inefable y deseable de la caridad; aquí se encuentra la devoción

se obtiene la gracia del arrepentimiento, se aprende la mansedumbre y la paciencia en las

adversidades, la compasión con los afligidos; y, sobre todo, aquí se halla un corazón contrito y

humillado (SAN BUENAVENTURA, Vitis mystica, 24, 3).

3181 El Padre y yo vendremos a fijar en él nuestra morada. Que cuando venga encuentre, pues,

tu puerta abierta. Ábrele tu alma para que pueda contemplar en ella riquezas de rectitud,

tesoros de paz, suavidad de gracia [...]. Si cierras la puerta de tu alma, dejas afuera a Cristo.

Aunque tiene poder para entrar, no quiere sin embargo ser inoportuno, no quiere obligar a la

fuerza (SAN AMBROSIO, Coment. al Salmo 18).

3182 Aunque nos separemos ahora unos de otros, procuremos no separarnos de Él (SAN

AGUSTIN, Trat. sobre Evang. S. Juan, 35).

3183 Muestra una rama verde a una oveja y verás cómo atraes a la oveja; enséñale nueces a

un niño y verás cómo lo atraes también y viene corriendo hacia el lugar a donde es atraído; es

atraído por el amor, es atraído sin que se violente su cuerpo, es atraído por aquello que desea.

Si, pues, estos objetos, que no son más que deleites y aficiones terrenas, atraen, por su simple

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contemplación, a los que tales cosas aman, porque es cierto que «cada cual va en pos de su

apetito», ¿no va a atraernos Cristo revelado por el Padre? ¿Qué otra cosa desea nuestra alma

con más vehemencia que la verdad? ¿De qué otra cosa el hombre está más hambriento? (SAN

AGUSTIN, Trat. Evang. S. Juan, 26).

3184 [...] no nos debemos mirar tanto a nosotros mismos cuanto a Dios, y en Él debemos

encontrar ese «suplemento» de energía que nos falta. ¿Acaso no es ésta la invitación que

hemos escuchado de labios de Cristo: Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, que

yo os aliviaré (Mt 11, 28)? Es Él la luz capaz de iluminar las tinieblas en que se debate nuestra

inteligencia limitada; Él es la fuerza que puede dar vigor a nuestras flacas voluntades; Él es el

calor capaz de derretir el hielo de nuestros egoísmos y devolver el ardor a nuestros corazones

cansados (JUAN PABLO II, Hom. 21-1-1980).

3185 ¿Qué es lo que nos ha prometido? Seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual

es. La lengua ha expresado lo que ha podido; lo restante ha de ser meditado en el corazón. En

comparación de aquel que es, ¿qué puede decir el mismo Juan? ¿Y qué podremos decir

nosotros, que tan lejos estamos de igualar sus méritos?

Volvamos, pues, a aquella unión de Cristo, a aquella unión que nos enseña desde dentro lo que

nosotros no podemos expresar, y, ya que por ahora nos es imposible la visión, sea nuestra tarea

el deseo (SAN AGUSTIN, Trat. sobre la 1ª carta de S. Juan, 4).

3186 Barred la mala levadura, vieja y agriada, y transformaos en la levadura nueva que es

Jesucristo. Que Él sea la sal que os guarde a todos de la corrupción, pues por vuestro olor se os

juzgará (SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA, Epist. a los Magnesios).

3187 Si el alma llegara a levantar los ojos hasta su cabeza, que es Cristo [...], seria realmente

feliz por la penetración de su visión, al poner sus ojos donde el mal no puede oscurecerlos (SAN

GREGORIO DE NISA, Homilía 5).

3188 Tocó delicadamente el ruedo del manto, se acercó con fe, creyó y supo que había sido

sanada... Así nosotros, si queremos ser salvados, toquemos con fe el vestido de Cristo (SAN

AMBROSIO, Trat. sobre el Evang. de S. Lucas 6, 56).

Conocer bien su vida a través del Santo Evangelio

3189 El cielo y la tierra, por su naturaleza de cosas creadas, no son necesariamente inmutables,

de manera que pueden no existir; sin embargo las palabras de Cristo, que tienen origen en la

eternidad, poseen tal fuerza y poder que permanecen para siempre (SAN HILARIO, Coment.

sobre San Mateo, 26).

3190 No basta con tener una idea general del espíritu de Jesús, sino que hay que aprender de

Él detalles y actitudes Y, sobre todo, hay que contemplar su paso por la tierra, sus huellas, para

sacar de ahí fuerza, luz, serenidad, paz. Cuando se ama a una persona se desean saber hasta

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los más mínimos detalles de su existencia, de su carácter, para así identificarse con ella Por eso

hemos de meditar la historia de Cristo, desde su nacimiento en un pesebre, hasta su muerte y

su resurrección [...]. Porque hace falta que la conozcamos bien (la vida de Jesús), que la

tengamos toda entera en la cabeza y en el corazón, de modo que, en cualquier momento, sin

necesidad de ningún libro, cerrando los ojos, podamos contemplarla como en una película; de

forma que, en las diversas situaciones de nuestra conducta, acudan a la memoria las palabras

y los hechos del Señor (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 107).

3191 Acaece que muchos, aunque a menudo oigan el Evangelio, gustan poco de él, porque no

tienen el espíritu de Cristo. El que quiera, pues, experimentar todo el sabor de las palabras de

Cristo, conviene que procure conformar con él toda su vida (Imitación de Cristo, I, 1, 2).

3192 Desconocer la Escritura es desconocer a Cristo (SAN JERONIMO, Coment. sobre Isaías).

La Humanidad Santísima de Cristo, camino hacia el Padre

3193 Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes

mercedes, quiere que sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majestad

se deleita (SANTA TERESA, Vida, 22)

3194 Ir por medio del Verbo hecho carne al Verbo que era en principio con Dios (SAN AGUSTIN,

Trat. Evang. S. Juan, 13, 14).

3195 Este, pues, es buen tiempo para que nos enseñe nuestro Maestro, para que le oigamos y

besemos los pies porque nos quiso enseñar, y le supliquéis no se vaya de con nosotros.

Si esto habéis de pedir mirando a una imagen de Cristo bobería me parece dejar la misma

persona por mirar el dibujo. ¿No lo seria si tuviéramos un retrato de una persona que

quisiésemos mucho y la misma persona nos viniese a ver, dejar de hablar con ella y tener toda

la conversación con el retrato? ¿Sabéis para cuándo es bueno y caso en que yo me deleito

mucho? : para cuando está ausente la misma persona y quiere darnos a entender que lo está

con muchas sequedades, es gran regalo ver una imagen de quien con tanta razón amamos. A

cada parte que volviésemos los ojos la querría ver (SANTA TERESA, Camino de perfección, 34,

10-11).

3196 Al admirar y al amar de veras la Humanidad Santísima de Jesús, descubriremos una a una

sus Llagas. Y en esos tiempos de purgación pasiva, penosos, fuertes, de lágrimas dulces y

amargas que procuramos esconder, necesitaremos meternos dentro de cada una de aquellas

Santísimas Heridas: para purificarnos, para gozarnos con esa Sangre redentora, para

fortalecernos (ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 302).

3197 De tal manera tomó el Hijo de Dios al hombre pasible, que la divinidad permaneció

impasible: padeció el Hijo de Dios (no de una manera supuesta, sino real) todo aquello que

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atestigua la Sagrada Escritura, según aquello en lo que podía padecer, a saber, en cuanto a la

naturaleza que tomó (SAN JERONIMO. en Catena Aurea, vol. III, p. 306).

3198 Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no la dejaban descansar las ruines

costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que

habían traído allí a guardar, que se habla buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era

de Cristo muy llagado, y tan devota que, mirándole, toda me turbó de verle tal, porque

representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había

agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe Él con

grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no

ofenderle (SANTA TERESA, Vida, 9, 1).

3199 Nos narran los Evangelios que Jesús no tenía dónde reclinar su cabeza, pero nos cuentan

también que tenia amigos queridos y de confianza, deseosos de acogerlo en su casa. Y nos

hablan de su compasión por los enfermos, de su dolor por los que ignoran y yerran, de su

enfado ante la hipocresía. Jesús llora por la muerte de Lázaro, se airó con los mercaderes que

profanan el templo, deja que se enternezca su corazón ante el dolor de la viuda de Naim.

Cada uno de esos gestos humanos es gesto de Dios. En Cristo habita toda la plenitud de la

divinidad corporalmente (Col 2, 9). Cristo es Dios hecho hombre, hombre perfecto, hombre

entero. Y, en lo humano, nos da a conocer la divinidad (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que

pasa, 108-109).

3200 Al llorar al amigo (Lázaro), manifestó la comunidad de naturaleza con nosotros; y al propio

tiempo nos libró de caer en el exceso por una u otra parte, no permitiendo que nos afligiésemos

demasiado ante las adversidades, ni que tampoco fuésemos completamente insensibles ante

la desgracia (SAN BASILIO, Hom. sobre la alegría).

Jesucristo es el modelo

3201 Seguir a Cristo: éste es el secreto. Acompañarle tan de cerca, que vivamos con Él, como

aquellos primeros doce; tan de cerca, que con Él nos identifiquemos. No tardaremos en afirmar,

cuando no hayamos puesto obstáculos a la gracia, que nos hemos revestido de Nuestro Señor

Jesucristo (cfr. Rom 13, 14). Se refleja el Señor en nuestra conducta, como en un espejo. Si el

espejo es como debe ser, recogerá el semblante amabilísimo de nuestro Salvador sin

desfigurarlo, sin caricaturas: y los demás tendrán la posibilidad de admirarlo, de seguirlo (J.

ESCRIVÁ DE BALAGUER Amigos de Dios, 299).

3202 Fue considerado Él mismo como carpintero, y fabricó obras de este oficio (yugos y arados)

mientras estaba entre los hombres, enseñando por ellas los símbolos de la justicia y lo que es

una vida de trabajo (JUSTINO Diálogo con Trifón, 88, 8).

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3203 No puede vivir con Cristo el que prefiere imitar a Judas y no a Cristo (SAN CIPRIANO, Trat.

sobre la oración).

3204 Por mucho que te humilles, jamás podrás llegar tan bajo como llegó tu Señor (SAN JUAN

CRISÓSTOMO, Hom. sobre 5. Mateo, 65).

3205 Supongamos a un arquitecto que deseara construir en el espacio la bóveda de un ábside.

Debe trazar toda la circunferencia partiendo de un punto clave: el centro. Guiándose por esta

norma infalible, ha de calcular luego la exacta redondez y el diseño de la estructura.

Quien intentara llevar a feliz termino la obra haciendo caso omiso de este punto céntrico, por

más que presuma de su destreza y de su ingenio es imposible que pueda obtener una forma

regular y sin defecto [...]. Para ello necesita referirse constantemente al modelo, que le

permitirá conocer la exactitud de las medidas. Con esta luz le será fácil entonces determinar

con precisión el contorno interior y exterior de la obra. Así es como un solo punto se convierte

en la clave fundamental de una construcción imponente (CASIANO, Colaciones, 24).

3206 Cristo se sometió a la circuncisión en el tiempo en que estaba vigente y así su obra se nos

ofrece como ejemplo que imitar, para que observemos las cosas que en nuestro tiempo están

preceptuadas (SANTO TOMÁS, Suma Teológica 3, q. 37, a. 1).

3207 Cristo, a quien el universo está sujeto, estaba sujeto a los suyos (SAN AGUSTIN, Sermón

51).

El reino de Cristo

3208 Verdad y justicia; paz y gozo en el Espíritu Santo. Eso es el reino de Cristo: la acción divina

que salva a los hombres y que culminará cuando la historia acabe, y el Señor, que se sienta en

lo más alto del paraíso, venga a juzgar definitivamente a los hombres (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER,

Es Cristo que pasa, 180).

3209 El Señor viene con fortaleza y en su mano tiene el reino, la potestad y el imperio (SAN

JERÓNIMO, Coment. Evang. S. Mateo, 3, 19).

3210 (Venga a nosotros tu reino). Puede suceder también que el mismo Cristo sea el reino de

Dios que todos los días deseamos que venga, y cuyo advenimiento mueve nuestro deseo,

apenas el pensamiento nos lo representa (SAN CIPRIANO, en Catena Aurea, vol. I, p. 358).

3211 ¿Qué es el advenimiento de Cristo? La liberación de la esclavitud, el principio de la

libertad, el honor de la adopción filial, la fuente de la remisión de los pecados y la vida

verdaderamente inmortal para todos (SAN HIPÓLITO, Hom. de Pascua).

3212 Cristo no era Rey de Israel para imponer tributos, ni para tener ejércitos armados y

guerrear visiblemente contra sus enemigos; era Rey de Israel para gobernar las almas, para dar

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consejos de vida eterna, para conducir al reino de los cielos a quienes estaban llenos de fe, de

esperanza y de amor (SAN AGUSTIN, Trat. Evang. de San Juan, 51, 4).

3213 Posee Cristo la soberanía sobre todas las criaturas, no arrancada por fuerza ni quitada por

nadie, sino en virtud de su misma esencia y naturaleza (SAN CIRILO DE ALEJANDRIA, Coment.

sobre San Lucas, 10).

Santa María, Madre de Dios. (Ver VIRGEN SANTISIMA, numerales 5408-5419.)

3214 El único nacimiento digno de Dios era el procedente de la Virgen; asimismo, la dignidad

de la Virgen demandaba que quien naciera de ella no fuere otro que el mismo Dios. Por esto el

Hacedor del hombre, al hacerse hombre, naciendo de la raza humana, tuvo que elegir, mejor

dicho, que formar para sí, entre todas, una madre tal cual él sabia que había de serle

conveniente y agradable (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 2).

3215 [...] Al modo como usamos comúnmente la expresión: madre de un sacerdote o madre

de un obispo, no porque estas mujeres hayan engendrado a un presbítero o a un obispo, sino

porque han puesto en el mundo hombres que después se han hecho sacerdotes u obispos. No

en este sentido, repito, María Santísima es Madre de Dios, sino, como se ha dicho antes, porque

en su sagrado seno se realizó el misterio sacrosanto por el cual, en razón de una particular y

única unidad de persona, el Verbo es carne en la carne, y el hombre es Dios en Dios (SAN

VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 15).