Jesus y la Mujer Samaritana

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Agua que destruye Prejuicios Fuente: del mapa: http://www.fmboschetto.it/images/galleria_Bibbia.htm (en línea) Jesús y la Mujer Samaritana ( Jn 4, 1- 45) Ensayo. Miguel Angel Soliz Kuncar, Agosto 2015

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Un breve análisis del texto del encuentro de Jesús con la Mujer Samaritana, mostrando a un Jesús capaz de romper cualquier prejuicio de su contexto

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Jesús y la Mujer Samaritana ( Jn 4, 1- 45)Ensayo. Miguel Angel Soliz Kuncar, Agosto 2015

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Agua que destruye PrejuiciosMiguel Angel Soliz Kuncar

El relato del encuentro de Jesús con la Samaritana sin nombre es sin duda un relato de profunda riqueza. Es un relato que cuestiona al lector desde lo más íntimo del ser. Y es que el relato plantea fuertes cuestionamientos al orden estructurado del entorno de Jesús. El encuentro de Jesús y la Samaraitana muestran la inherente capacidad de Jesús de irrumpir en lo social, lo cultural y lo religioso de su ambiente; tranformándolo siempre en algo nuevo.

El relato se encuentra en el evangelio de Juan; para un mayor entendi-miento del mismo se hace necesario entender cómo escribe el autor de dicho evangelio. El evangelio según San Juan es uno muy distinto de los otros tres —comúnmente llamados “Sinópticos” justamente por sus notorias similitu-des— a Juan le gusta introducir variaciones sobre los relatos conocidos, “Juan introduce variantes y enfoques distintos.” (Ramos; punto 1.) y omite muchos otros temas, agregando otros totalmente nuevos (Ídem; punto 2). A diferen-cia de los otros evangelios, Juan no parece remitirse específicamente a Judíos o Griegos, mostrando costumbres y enfoques culturales ligados a ambos; por un lado fiestas en el Templo, por otro el enfoque teológico-filósofico confron-tado a un logos (Ídem). Baste decir que “su intención primera es la enseñan-za, no la narración.” (Ídem; punto 5); Ramos insiste en que los discursos de Jesús son más bien discursos sobre Jesús; y que las personas como Nicodemo o la mujer samaritana son escritos específicamente “imprecisos” para lograr cierta universalidad; ni Nicodemo ni la Samaritana es sólo una persona es-pecífica en el mundo de Juan, es una idea. Por esto, Juan es llamado el “Libro de los Signos” (Ídem, punto 6), pues en su riqueza teológica cada elemento es signo de algo más; los textos mencionados nunca son casuales, siempre en-cierran una verdad sobre Jesús a ser enseñada. Es importante tomar en cuen-ta todo esto al intentar comprender el relato del encuentro con la Samaritana.

El texto transcurre en la región de Sícar, “allí donde se encuentra el pozo de Jacob” (Jn 4,5). El lugar no es cualquiera. Samaria se encontraba entre Judea y Galilea (ver el mapa de la portada), razón por la cuál Jesús tuvo que

pasar por ahí. Sin embargo, la cultura Samaritana tampoco era cualquiera. El mismo texto hace un énfasis en como los judíos no tratan con los samarita-nos (Jn 4, 9) y esto no era simplemente por ser diferentes culturalmente, sino por viejas rencillas políticas: “En el año 926 antes de Cristo, las tribus del nor-te se rebelaron contra el Rey Roboam, hijo de Salomón.” (Quemada, 2008), esta rebelión y sus posteriores resultados generaron que los samaritanos in-cluso tuvieran creencias religiosas propias, tomando a Moisés como único profeta y celebrando en lugares distintos su fe —no en Jerusalén (Ídem). El lugar además está alejado de la costa, por lo que los pozos son de vital impor-tancia (ver mapa). Es un lugar extraño para que el evangelio de Juan busque mostrar una enseñanza.

Pasemos al texto como tal; el primer contraste de Jesús es con la estruc-tura geopolítica de su entorno. Jesús se encontraba enseñando en Judea (a un fariseo, Nicodemo, ni más ni menos) cuando se enteró de que noticias falsas sobre Él se estaban expandiendo, decían que “Jesús bautizaba atraía más discípulos que Juan”. A partir de esto es que Jesús decide volver a Galilea, pasando por Samaria. Sólo en el inicio, se muestra la confrontación de Jesús con el lugar principal de culto, Jeusalén (en Judea); Jesús debe retirarse de ahí para que su mensaje no sea manipulado. El mensaje de Jesús no es sólo para los fariseos de Judea, debe llegar más allá; debe irse incluso del lugar central para los judíos para llevarse a cabo; eso es una revolución en sí misma.

Jesús llega al medio día, está cansado de tanto caminar, y entonces llega la samaritana a sacar agua; un Jesús humano encontrándose con la misma necesidad que la humanidad, la sed en el camino. Jesús y la samaritana com-parten una necesidad humana, ambos tienen sed. Y si bien comparten la misma necesidad, al estar cerca de un pozo era el lugar predilecto para saciar la necesidad sin pasar por muchos problemas. Jesús, sin embargo, decide ha-cer algo más; decide que la necesidad era incluso mayor, e irrumpe: “Dame de beber” (Jn 1, 7)

Con una frase, Jesús irrumpe contra todas las normas culturales de su época. Con sólo una frase Jesús muestra lo libre que es como ser humano. Jesús descubre en la samaritana su humanidad; tiene sed como Él. No le im-porta que sea una samaritana, no le importa que los judíos usualmente pasen de largo. La escena pudo quedarse allí; pero el evangelista de Juan nos mues-

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tra que a Jesús le gusta irrumpir en la realidad, muy a su estilo. Jesús toma la iniciativa de romper los esquemas de prejuicios culturales; el Reinado de Dios requiere esa iniciativa.

Con esa frase, Jesús también irrumpe contra los esquemas sociales de su entorno. Jesús se dirige a una mujer, desconocida, como si nada importara. El mismo evangelio posteriormente muestra lo extraña que es esta situación, “En aquel momento llegaron los discípulos y se admiraron al verlo hablar con una mujer” (Jn 4, 27). No menciona el hecho de que se sorprendieron de que hablara con una samaritana; más sorprendente aún es que hable con una mujer sin previo aviso. El evangelio además muestra a un Jesús diferente a sus discípulos; y la diferencia radica en ello: Jesús ve al ser humano por encima de cualquier categoría sociocultural; ve a una persona con sed igual que Él; no le importa que sea mujer, y menos que sea samaritana.

Al irrumpir, Jesús genera un conflicto a la mujer samaritana. Ella misma se sorprende: “¿Cómo tú que eres judío me pides de beber a mí que soy una mujer samaritana?” (Jn 4, 9). Es al conflictuar a la persona cuando Jesús se muestra plenamente. Jesús debió irrumpir en los esquemas mentales de la mujer samaritana, y esto le genera una situación nueva y conflictiva. Jesús no ayuda, cambia el tema (o tal vez, revela la verdadera necesidad por encima de la sed), proponiendo: “Si supieras quién te pide de beber, tú misma le pedirías agua viva y Él te la daría” (Jn 4, 10). El conflicto se hace mayor, cuando Jesús se empieza a revelar, poco a poco, a la mujer samaritana; la mujer samaritana considera que tal vez se hace la burla: “¿Dónde vas a conseguir esa agua viva? Nuestro antepasado Jacob nos dio este pozo, del cual bebió él, sus hijos y sus animales; ¿eres acaso más grande que Él?” (Jn 4, 11-12). La mujer, después del conflicto, se interesa por esto tan extraño.

Jesús transforma la necesidad humana en un encuentro profundo; este encuentro no irrumpe sólo en la sociedad y sus creencias; irrumpe en lo más íntimo de la persona. Jesús hace una alusión al esposo de la mujer samarita-na; y esta le responde que no tiene. Jesús entonces se adentra totalmente en el ser de la mujer samaritana, en su historia: “Bien dices que no tienes marido, pues has tenido cinco maridos y el que tienes ahora no es tu marido” (Jn 4, 17). La irrupción de Jesús en la sociedad, no solo pone en conflicto a la mujer samaritana sino que al hacerlo se adentra en ella misma, en todo su ser, su historia, sus verdades, sus penas, sus derrotas.Y es ahí donde Jesús comienza a actuar, es ahí donde empieza a brotar su “Agua de Vida Eterna”.

Cuando Jesús se adentró en su vida y su historia es cuando la mujer sama-ritana reconoce que Jesús es algo nuevo; y como tal, cuestiona sus más firmes creencias respecto a su mundo y al mundo de “los otros”; “¿no dicen que en Jerusalén es el lugar en que se debe adorar a Dios?” (Jn 4, 20). Y la respuesta de Jesús es aquello que rompe con todos los esquemas mentales. “Llega la hora en que ustedes adorarán al Padre, pero ya no será ‘en este cerro’ o ‘en Jerusalén’ (...) llega la hora, y ya estamos en ella, en que los verdaderos adora-dores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn 4, 21- 23). A Dios no le importa estas diferencias religiosas, culturales, sociales; adorarlo en espíritu y en verdad no depende de las limitaciones socioculturales.

Y, después de destruir y reconstruir todos los esquemas mentales, Jesús se revela. Jesús, en ese momento, da su agua, el Agua de Vida Eterna. La mujer corre y deja su cántaro; en verdad, ya no tiene sed; en verdad “bebió del agua de la cual no le dará sed jamás”. La mujer samaritana redescubre su mundo, y corre al pueblo, a su contexto, para que todos vivan esta transformación. Y es que los samaritanos no eran sólo un pueblo enemigo, estaban tan (o más) listos para transformar su mundo (Jesús luego insistirá en la comparación “Levanten la vista y mirén los campos: ya están amarillentos para la siega” (Jn 4, 35). La cosecha es clara; “muchos samaritanos creyeron” (Jn, 4, 39) e incluso lo creían ya por su propia experiencia (Jn 4, 42).

En esta experiencia transformadora, se transforma incluso el mundo pro-pio de Jesús. Al volver a Galilea, se encuentran con una Galilea más abierta a su mensaje, “lo recibieron muy bien al llegar” (Jn 4, 45). Jesús irrumpe en Jerusalén, en Samaria y en Galilea. En todos transforma su mundo.

Así, el Agua Viva que da Jesús es una agua que destruye todo prejuicio. El relato nos invita a destrozar las estructuras socioculturales y religiosas que impiden que “el segador pueda cosechar”. Nos invita a descubrir en lo esen-cial que todos somos seres humanos, con las mismas necesidades; pero ade-más que todos juntos tenemos la necesidad de un agua que nos deje sin sed; el agua de la transformación social, para dejar de vivir en el desierto de los prejuicios. Y el relato además muestra a un Jesús que personalmente irrumpe en toda la sociedad para transformarlo todo; que su irrupción llega incluso a lo más profundo de nuestro ser; y que esto es lo que transforma la sociedad. Jesús rompe nuestras fronteras, para dejar de limitar la acción de Dios basa-dos en nuestros propios conflictos sociales, culturales, religiosos, de género; Jesús es un Jesús sin límites, con un manantial de Agua Viva sin límites.

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Referencias (en línea) Galería Bíblica de la radio FM Boschetto, encontrada en:http://www.fmboschetto.it/

(en línea) El Evangelio de Juan. Felipe F. Ramos, 1995, entcontrado en:http://www.mercaba.org/DJN/J/juan_evangelio_de.htm

(en línea) El pozo de Sícar: Los Samaritanos. Santiago Quemada, 2009, en-contrado en:http://unsacerdoteentierrasanta.blogspot.com/2009/03/el-pozo-de-sicar-los-samaritanos.html