Job

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La historia, la historia de las religiones, la antropología y la experiencia misma nos dice hoy que el sufrimiento es parte esencial de lo humano. Ningún hombre está exento de ello. Todos pasamos por la misma experiencia. Con acontecimientos y circunstancias diferentes. A muchos la misma biología hace que se encuentren con él por medio de una enfermedad. Para algunos el sufrimiento viene por una obra loable, otros porque les marcaron sus vidas con experiencias dramáticas, etc. Algunos aprenden de ella. Otros por no asumirlo y crecer padecen un sufrimiento absurdo. Para muchos el sufrimiento se convierte en lo más personalizador porque ha hecho que se encuentren con lo más profundamente humano. Es una experiencia que no necesitamos describir. La vida se encarga de que todos sepamos lo que es sufrir. Nos referimos a la experiencia del sufrimiento en su calidad de experiencia englobante que afecta al hombre entero más allá de las distinciones entre sufrimiento corporal y espiritual, físico y moral. Nos referimos sobre todo a la experiencia del sufrimiento cuando adquiere esos grados de intensidad que nublan nuestra visión de la vida, ponen en cuestión nuestra existencia, oscurecen el horizonte por el que discurre y socavan la confianza fundamental en la realidad, indispensable para orientarse con sentido en ella 1 . El sufrimiento oculta la presencia de Dios, con frecuencia, de manera superficial, la experiencia seudoreligiosa en que basa permite una notable purificación de la imagen de Dios y en este sentido dispone al hombre para su experiencia auténtica 2 . Es lo que sucede con nuestro autor sagrado que hemos escogido. Es la exigencia de amor que se lleva dentro, la que otorga valor añadido de sufrimiento a una situación en la que experimenta la imposibilidad de que ese amor sea efectivo. Confiar contra toda esperanza no explica el sufrimiento, ni siquiera consuela de él en el sentido de eliminarlo. Pero sí lo inscribe es un horizonte de sentido que le quita su poder disolvente y destructor y le convierte en testigo y 1 VELASCO, J, M. La experiencia de Cristiana de Dios. 3ª Ed. Trotta, Madrid, 1997, p. 170. 2 VELASCO, J, M. Op., cit., p. 172.

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La historia, la historia de las religiones, la antropología y la experiencia misma nos dice hoy que el sufrimiento es parte esencial de lo humano. Ningún hombre está exento de ello. Todos pasamos por la misma experiencia. Con acontecimientos y circunstancias diferentes. A muchos la misma biología hace que se encuentren con él por medio de una enfermedad. Para algunos el sufrimiento viene por una obra loable, otros porque les marcaron sus vidas con experiencias dramáticas, etc. Algunos aprenden de ella. Otros por no asumirlo y crecer padecen un sufrimiento absurdo. Para muchos el sufrimiento se convierte en lo más personalizador porque ha hecho que se encuentren con lo más profundamente humano.

Es una experiencia que no necesitamos describir. La vida se encarga de que todos sepamos lo que es sufrir. Nos referimos a la experiencia del sufrimiento en su calidad de experiencia englobante que afecta al hombre entero más allá de las distinciones entre sufrimiento corporal y espiritual, físico y moral. Nos referimos sobre todo a la experiencia del sufrimiento cuando adquiere esos grados de intensidad que nublan nuestra visión de la vida, ponen en cuestión nuestra existencia, oscurecen el horizonte por el que discurre y socavan la confianza fundamental en la realidad, indispensable para orientarse con sentido en ella1.

El sufrimiento oculta la presencia de Dios, con frecuencia, de manera superficial, la experiencia seudoreligiosa en que basa permite una notable purificación de la imagen de Dios y en este sentido dispone al hombre para su experiencia auténtica2. Es lo que sucede con nuestro autor sagrado que hemos escogido.

Es la exigencia de amor que se lleva dentro, la que otorga valor añadido de sufrimiento a una situación en la que experimenta la imposibilidad de que ese amor sea efectivo. Confiar contra toda esperanza no explica el sufrimiento, ni siquiera consuela de él en el sentido de eliminarlo. Pero sí lo inscribe es un horizonte de sentido que le quita su poder disolvente y destructor y le convierte en testigo y mensajero de una presencia tan imposible de captar como necesaria para vivir3. Dios desde un inicio ha apostado por Job, le ha dicho al Satán que lo le toque su vida. Ha permitido que el Satán lo hiciera, con la confianza de que Job no renegaría de él, puesto confía en Job y en su vida de fe.

JOB, la búsqueda de la credibilidad de Dios y su encuentro, desde el sufrimiento4.

El relato de Job se centra en diferentes aspectos de la interpretación humana del mundo y del modo en que la gente se entiende a sí misma y mutuamente. En el comienzo del mismo libro de Job se establece una conexión entre la actitud de Job y su prosperidad y entre la conducta humana y el éxito en la vida. De este modo se activa una estructura concreta de causalidad y dentro de este contexto se considera que la prosperidad es efecto de una actitud religiosa.

Satán quiere hacer ver si Job teme a Dios de manera desinteresada. Después de la primera desgracia “a pesar de todo, Job no pecó ni imputó nada indigno contra Dios” (1, 22)5. Job simplemente acepta los acontecimientos sin quejarse y persevera en su fe en Dios. Job es nuevamente infligido ahora en su propia carne, su mujer le incita a que

1 VELASCO, J, M. La experiencia de Cristiana de Dios. 3ª Ed. Trotta, Madrid, 1997, p. 170.2 VELASCO, J, M. Op., cit., p. 172.3 VELASCO, J, M. Op., cit., p. 1724 He tomado como base los artículos de la revista Concilium. Lo que tomo de otra fuente lo cito, con su respectiva bibliografía. Nº 307. El Dios de Job. Verbo divino, Navarra, 2004.

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reniegue de Dios y “a pesar de todo, Job no pecó con sus labios” (2, 10). Job es un hombre maduro y objetivo, ha sabido superar su egoísmo y su individualismo “si recibimos lo bueno de Dios también lo malo”. Job no peca contra Dios, pero como la lamentación interna ha aumentado, explota más bien negando su propia existencia, pues no comprende, porque lo que le pasa no tiene causa, no hay razón alguna para el sufrimiento. Job seguía pensando en un Dios enmarcado dentro de las coordenadas de una doctrina.

Job no desea seguir existiendo en un mundo lleno de aleatoriedad. Una relación con Dios basada en el puro azar se opone a todas las convenciones que él conoce y según la cuales ha vivido. Quedan eliminados los cimientos del sentido mismo de la vida, puesto que la lógica de la causalidad deja de tener asidero.

Job está sufriendo y sus amigos6 vienen a consolarlo, a estar con él. Ellos piensan y cabría suponer razonablemente que el principal tema sería el sufrimiento; pero si leemos el libro detenidamente nos damos cuenta que no es así, sino la credibilidad de Dios7. Job y sus amigos discuten la implicación de Dios en el sufrimiento, cuando Dios entra en la discusión, reacciona sobre todo contra lo que le han dicho y se ha dicho sobre él. El camino de Job es distinto del de sus interlocutores. Su punto de partida es una relación íntimamente personal con Dios, en la que ha vivido siempre, pero que ahora se le desmorona.

Si Job ha dicho en 2, 10 que de Dios hay que recibir lo bueno y lo malo, tiene clara conciencia de la implicación de él en su sufrimiento: “Tengo clavadas las flechas del Shaddai” (6, 4). Pero sigue pensando, como sus amigos, que es un castigo divino. El sufrimiento de Job es existencial y profundo, piensa al llegar la noche porque “se le hace larga” y “compartirá mi cama mi llanto” (7, 13). No soporta una existencia así: “antes la muerte que mis dolores” (7, 15). “Job se identifica existencialmente con esa queja universal de la humanidad, porque en ella ve la expresión más acabada de su propio dolor”8.

Se entreve que es la relación íntima con Dios, que Job no puede ni quiere abandonar, lo que hace que su aflicción resulte aún más dolorosa. No sólo sufre debido a Dios, sino que también sufre de Dios: cree que se ha convertido en enemigo de Dios9 “el furor de Dios me ataca y me desgarra, rechina los dientes contra mí y me clava sus ojos hostiles (16, 9.12-17). Job experimenta la realidad de Dos de un modo radicalmente nuevo. La experiencia de Job es la vivencia de algo insospechado y terrorífico.

5 La actitud intelectual de escandalizarse ante el enigma, que estaba a un paso de la auténtica rebelión contra Dios, era considerada por los sabios como un apasionamiento. Los maestros veían en eso –igual que en el caso de la prosperidad de los impíos- una postura falsa y reprobable. El propio Job tuvo que oir ese reproche: Porque el despecho mata al insensato y la pasión da muerte al imprudente (5, 2). VON RAD, G. Sabiduría en Israel. Proverbios, Job, Eclesiastés, Eclsiástico, Sabiduría. Cristiandad, Madrid, p. 266.6 Todo lo que los tres amigos de Job se mueven es una línea teológica prácticamente uniforme: Nadie está sin pecado ni absolutamente limpio ante Dios… Y Dios castiga al pecador. Acepta el castigo de Dios y encontrarás la salvación; pero si te rebelas, chocarás contra Dios y serás destrozado. VON RAD, G. Op., cit., p. 266, 268.7 VON RAD, G. Op., cit., p. 279.8 VON RAD, G. Op., cit., p. 2729 Concilium, p. 530.

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Pero por hostil que Dios se presente sigue siendo fiel y desea que su relación con él sea restablecida, por ello para Job lo que está en juego es la credibilidad de Dios como interlocutor y como parte dentro de una relación10. Este deseo de Job encuentra su expresión más clara en su repetida y franca resolución de hablar con Dios: “por eso no detendré mi lengua, hablaré llevado por la angustia, me quejaré repleto de amargura” (7, 11).

En la segunda contestación Job considera la idea de pleitear con Dios como algo imposible: “Si quiere entablar pleito con él, no le rebatiría ni una vez entre mil” (9, 3) y si lo hiciera no escucharía realmente sus palabras. Pese a sus dudas continúa suplicando una confrontación con Dios porque esa es la única manera de restablecer la relación con Dios. Sigue insistiendo en hablar con Dios de manera directa y sin intermediarios: “pero yo quiero hablar con Shaddai, deseo encararme con Dios” (13, 3).

Realmente Job lo que quiere es expresarle a Dios lo que siente, lo esperará y si se diera se daría por salvado (13, 15-16). Efectivamente Job insiste en entablar una conversación con Dios, ésta se demuestra auténtica cuando presenta una demanda contra Dios (13, 18). El pleito es la forma de dialogar con Dios y esta forma de litigar es preformativa, es ya un hecho. Job quiere que Dios mismo le diga las cosas (13, 23-27)

Después de que Job ha solicitado formalmente la conversación con Dios, dentro del contexto de pleito, sólo le cabe esperar que Dios entre en dicha conversación, cosa que sucederá transcurridos 25 caps. Durante este silencio Job sigue insistiendo en hablar con Dios (23, 3-6; 31, 15). “Job tiene su conciencia tranquila con respecto a Dios y no cesa de proclamar su absoluta inocencia”11 (9, 21; 27, 2.4-6; 23, 10-12). Por eso se atreve a querer pleitear con Dios hasta el final que es cuando le sale al encuentro.

Dios aparece y entra en la discusión. El deseo de Job se ha colmado. Los impresionantes discursos de Dios, sirven para intimidar al litigante, lograrán que Job reconozca la grandeza divina y reconozca su limitada humanidad: “Hablé una vez, no responderé. Dos veces y no hablaré más” (40, 5). A pesar que Dios responde “no alude en ningún momento a la triste situación de Job”12, no escucha de los labios de Dios una declaración de su inocencia13.

El poder de intimidación de Dios no es sólo evidente en la naturaleza o la sociedad, también es algo que Job ha experimentado personalmente. Job aquí reconoce que Dios es autónomo, tiene que dejarlo libre, porque “es capaz de cualquier proyecto” (42, 2b); desborda cualquier concreción que hallamos hecho de él, puesto que “todo lo puede” (42, 2a), pero a su manera, no a la manera de los sabios o de Job.

Para Dios el hombre “vela su designio con razones carentes de sentido” (42, 3), ya que Job le reclama como si lo conociera y lo dominara. Job cae en la cuenta que se ha metido insensata e impertinenmente en las decisiones divinas14. Job a pesar de todo no tiene problemas en admitir que él carece de la capacidad cognitiva para rastrear las misteriosas leyes de la naturaleza. El problema es que Dios ha acosado y maltratado arbitrariamente a un ser humano inocente; si Dios posee la una sabiduría superior al 10 Concilium, p. 531.11 VON RAD, G. Op., cit., p. 269.12 COMENTARIO BÍBLICO INTERNACIONAL. Verbo Divino, Navarra, 2000, p. 706.13 VON RAD, G. Op., cit., p. 282.14 VON RAD, G. Op., cit., p. 283.

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fundamento del universo, debería entender el camino de los seres humanos y actuar con al sabiduría correspondiente.

Job termina reconociendo que nada más había escuchado hablar de Dios, lo que le habían contado y le habían enseñado, sabía de Dios lo que sabían los sabios: “sólo de oídas de conocía” (42, 5a). Ahora Job conoce a Dios porque lo ha visto, no porque lo hayan visto sus ojos, sino porque ha percibido la presencia, le ha experimentado de una manera tan honda y cabal que le permite afirmar que Dios estaba allí. Job comprende con el discurso de Dios que su propio destino está bien seguro, precisamente en el misterio de ese Dios15. Si Dios cuida del cosmos, cómo va a cuidar de Job, por ello queda tranquilo aunque dios no haga mención de su situación.

CONCLUSIÓN.

Lo verdaderamente nuevo en Job es que vinculaba a Dios con el sufrimiento humano haciéndolo descender hasta las profundidades más dramáticas de la existencia. El Dios de Job es un Dios personal, que incide con toda su potencia en el sufrimiento humano.

Con Job no sólo nos hemos dado cuenta que el sufrimiento es un posible lugar para el encuentro con Dios, ni que la experiencia del dolor es un componente de toda vida espiritual, sino que purifica radicalmente la experiencia y la imagen de Dios, sitúa el encuentro con Dios en su verdadero lugar: la fe oscura y la esperanza que superan las tentaciones de fabricarse un Dios según la propia imagen.

En las profundidades más oscuras de la experiencia de su propio dolor se plantea una y otra vez la pregunta más desgarradoramente radical ¿Está Dios de mi favor? El encuentro con Dios en el abismo más profundo de su sufrimiento era para Job la seguridad más firme de su existencia y a la que se mantendrá aferrado con verdadera pasión hasta el final del libro.

En la experiencia penetrante y dramática que honda y profundamente vive y padece Job descubre a un Dios al cual puede reclamarle y pleitear; un Dios que sale al encuentro y dialoga con el interlocutor que se le abre. La nueva relación con Dios, no es un trato uniforme de la norma en el que el hombre es pecador, Dios justo y el hombre está sometido a él, sino que es una relación de reciprocidad, Dios responde así no dé soluciones claras ni inmediatas.

El dolor se torna así sacramento de salvación en la medida en que preserve el silencio y la ausencia de Dios indispensable para que el Dios de la salvación no sea un Dios a la medida de nuestros deseos16.

15 VON RAD, G. Op., cit., p. 285.16 VELASCO, J, M. Op., cit., p. 173.