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Jo r g e A l e m á n

P a r a u n a iz q u ie r d a LACANIANA...

I n t e r v e n c i o n e s

y TEXTOS

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Buenos Aires, 2009

© GRAMA ediciones, 2009.Fondo de la Legua 2467, Edif. 3, Dto. 40 (1640) M artínez, Pda. de Buenos Aires.Tel.: 4743-8766 • grama@ gramaediciones.com.ar http: / / www.gram aediciones.com .ar

© Jorge Alem án

Alem án, JorgePara una izquierda lacaniana.... - la ed. la reimp - Buenos

Aires : Grama Ediciones, 2010.112 p . ; 21x14 cm.

ISBN 978-987-1199-97-6

1. Psicoanálisis. I. Título CDD 150.195

D iseño de tapa: Kilnk I Diseño y Web w w w .kilak.com

H echo el d ep ó sito que dete rm in a la ley 11.723 Q u ed a p ro h ib id a la rep roducción total o parcial de este libro p o r m ed ios gráficos, fotostáticos, electrónico o cualqu ier o tro sin p erm iso del editor.

I m p r e s o e n A r g e n t i n a

D is t r ib u y e e n E s p a ñ a :C a n o a E d i t o r i a l •T elé fon o / fax: 934 242 391 canoaeditorial@ yahoo.es D i s t r i b u y e e n B r a s i l :L iv r o M e r c a d o A g e n c ia L t d a . • Belo H orizonte - M G Tel/Fax: (31) 3223 6444 Ido de Janeiro - RJ Tel/Fax: (21) 2547 3600 com ercial@ livrom ercado.com .br

Indice

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Presen tació n ...................................................................... «... 7Alejandra Glaze

Una izquierda lacaniana..................................................... 9

Derivas sobre la inserción-desinserción........................ 29

La metamorfosis de la ciencia en técnica:el discurso cap ita lista ......................................................... 47

El legado de F reu d ............................................................... 57

Lógica lacaniana:un caso de la escritura psicoanalítica.............................. 65

Tesis sobre la institución:la confusión sobre el cero ................................................... 81

D e b a t e E r n e s t o L a c t .a u / J o r g e A l e m á n

¿Por qué los significantes vacíos son im portantespara la política?.................................................................... 89

Presentación

En primera persona, así definiría a este libro, y así com ienza. Un recorrido sobre las reflexiones en torno a psicoanálisis y política que Jorge A lem án nunca abandona.

Es así que térm inos que siem pre escucham os, sin u n contexto definido, son aqu í clarificados en el marco de una posición ética respecto al psicoanálisis, y lo que con el concepto de izquierda lacaniana in ten ta transm itir. Dos térm inos que parecen no confluir, la izquierda y la orientación lacaniana, hacen que este no sea un libro sobre psicoanálisis, ni un libro sobre política, sino sobre po lí­tica del psicoanálisis, sobre la d im ensión política y ética que el d is­curso del psicoanálisis (en este caso, de orientación lacaniana) tiene en la época que nos toca vivir, donde conceptos com o neoli- beralism o, dom inación, hegem onía, capitalism o, izquierda, ideo ­logía, utopía, acontecim iento, contingencia, técnica, m ercancía y revolución, son revisitados para clarificar y orien tar lo que el p si­coanálisis puede decir y el lugar que debería ocupar en esa praxis; pero adem ás, lo que la política aporta al psicoanálisis.

Prim era pregun ta que debe contestar: ¿qué es ser de izquierda? En las páginas de este libro se encontrará una respuesta, respuesta que lejos de ser cerrada y acabada, y que daría u n ser al sujeto de izquierda, lo ubica en relación a algo ineludible que tiene que ver con la propia constitución subjetiva, donde se evidencia el agujero ontológico que se reabsorbe en la realidad- En la m ism a línea, la relación entre fantasm a c ideología nos advierte sobre lo que este ú ltim o térm ino implica com o conform ación de la realidad del suje­to, donde -paradó jicam en te- adquiere el valor de un desconoci­m iento absoluto, u n ordenam iento del sujeto en función de los sig­nificantes am o (Ideales) y los objetos de la pu lsión que ha debido rechazar. Lacan, en "Reseñas de enseñanza", lo dice del siguiente m odo: "Al u tilitarista habría que señalarle únicam ente que el h o m ­bre, si es que le im porta aún esa m arioneta, solo encuentra placer en sus ficciones. [...] Pues la ficción parece aclararse debido a que toda filosofía enunciada de hecho sea ubicable como ideología, es decir, correlativa a un privilegio social". Sin em bargo, en mi op i­

nión, la h ipótesis m ás fuerte a seguir a lo largo de estos artículos en relación a lo que J. A lem án define como izquierda, es lo que enuncia del siguiente m odo, y que requiere su dem ostración: " ...tan to la invención freudiana como el desarrollo de la enseñan­za de Lacan, se constituyen de entrada, com o una lectura sintho- mática de la izquierda", que se puede seguir en otros artículos, com o en "El legado de Freud", donde com ienza p lan teando que fue Lacan quien dem ostró que Freud - a partir de 1920-, logró "hacer coincidir la invención psicoanalítica con u n pensam iento político nuevo".

Pero hay algo m ás: lejos de la pretendida y mal en tend ida abs­tinencia del psicoanalista, ubica con claridad el lugar que depara el psicoanálisis a aquel que se orienta por su ética, como una res­puesta frente al m alestar incurable que anuncia el fin de la utopía. Es un libro que va en la m ism a dirección que El porvenir del incons­ciente, pero que esla vez, se encuentra orientado por lo que J. A lem án señala com o una enseñanza de Ernesto Laclau: la diferen­cia en tre lo político y la política, entre lo que surge del encuentro traum ático con lalengua, y aquel ám bito institucional que se debe hacer cargo del im pacto; y es justam ente allí donde nos da la p ri­m era definición operativa de "izquierda lacaniana": "Ese evento real, com o el hecho 'político ' sobre el que un 'sab er hacer con' la 'política ' puede dirim irse, resolverse de un m odo distinto com o lo hace la actitud conservadora y defensiva que prom ueve el m iedo por aquello 'desconocido ' que puede llegar con el acontecim ien­to", y donde la industria del m iedo y la seguridad hacen su parti­da. Pero adem ás agrega que es poner nuevam ente en juego el valor de la decisión, "cuando se toma desde un fondo indecidible y sin garantías", no am parada en el cam po del cálculo utilitario, y que va en contra del cinism o del "todo sem blante".

Para term inar, los invito a leer lo que J. A lem án tiene que decir en este breve pero consistente libro, que se resum iría en la siguien­te frase: "La vida solo es soportable si se inventa una nueva rela­ción con el superyó", si entendem os siguiendo a Freud, que "el superyó es una pulsión disfrazada de Ley que im pide concebir la utopía de una sociedad por fin acorde con el interés general de los ciudadanos". Se tra ta en definitiva de una operativ idad del psico­análisis, basada en una política y una ética a contrapelo de los d is­cursos de la época.

Alejandra Cdaze

. Una izquierda lacaniana...*

Armando Bauleo, en su memoria.

"Esto no ha im pedido que haya psicoanalistas com unistas, pero lo que ellos imaginaron, o bien que el com unism o cura­ría las neurosis a través de la liberación sexual que implicaba, idea desm entida por los hechos, o bien que eran com patibles con la existencia de una sociedad civil, experiencia que no ha podido realizarse. ¿1 lay que decir por lo tanto que el liberalis­mo es la condición política para el psicoanálisis?".

Entrevista a Jacques-Alain M iller, por Jean Fierre Clero y Linda Lotte, 2003

"Una vez que la indecibilidad ha alcanzado el fundam en­to mismo, una vez que la organización de un cierto cam po está gobernada por una decisión hegem ónica, hegemónica porque no se halla objetivamente determinada, porque eran posibles diferentes decisiones, el ámbito de la filosofía llega a su fin y comienza el ámbito de la política".

Ernesto Laclau, Emancipación y diferencia, 1996

En primera persona...

Por el carácter ex trem adam ente conjetural de la nota aq u í p ro ­puesta, po r su clara dim ensión especulativa, se im pone una ex p o ­sición en prim era persona. El carácter provisional de esta nota queda paten te en la propia expresión "izquierda lacaniana", expresión que, ev identem ente, reúne térm inos que no han su rg i­do en principio para estar juntos y que po r tanto abren siem pre una cuestión sobre la legitim idad de su vinculación. Salvando las distancias, como cuando en E uropa decim os "izquierda peronis-

E1 querido e inolvidable N icolás Casullo, m e invitó en su día a partici­par en un núm ero de Confines, sobre el "estado de las izquierdas". A llí surgió una breve nota sobre una izquierda lacaniana. La m isma ad q u i­rió un desarrollo más extenso cuando tuve la oportunidad de leerla en las Jornadas de trabajo organizadas por el profesor Ernesto Laclau sobre "Psicoanálisis, Retórica, Política" en Buenos Aires, en m ayo de 2009. El texto aquí presentado es una tercera versión más desarrollada.

ta" y do inm ediato se m ultip lican las suspicacias sobre el carácter fun d ad o de la expresión. La nota -ap ro x im ació n - aqu í p resen ta­da, in ten tará entonces darle a lguna verosim ilitud a su título.

Más aún, para su b ray ar claram ente la tensión im plícita en la expresión "izquierda lacaniana", recordem os que a lo largo de la enseñanza de Lacan, es frecuente encontrar un tra tam iento o bien irónico o bien ex trem adam ente crítico, de d istin tas form ulaciones referidas a la izquierda clásica, evoquem os algunas: "la revolu­ción com o retorno al m ism o lugar", "la p ro testa como u n llam ado a un am o todavía m ás feroz", "la crítica de la Familia, la Patria y la P rop iedad", que finalm ente desem bocan en un reforzam iento de dichas instituciones, o la paradójica e inquietan te afirm ación lacaniana que afirm a que "el sujeto es siem pre feliz". Es evidente que n inguna de estas form ulaciones son auspiciosas con respecto a las posib ilidades de una transform ación histórica cuyo horizon­te sea trazado por la izquierda. A su vez, el hecho de presen tar al colectivo social y tam bién al sujeto, como constitu idos a partir de una fractura incurable y sin solución, descartan en Lacan toda posib ilidad de reconciliación de la sociedad con ella m ism a. Sin em bargo, tam bién hay que ad m itir que este tra tam iento de lo colectivo p erm ite p ensar en una lógica d istin ta a lo sugerido por Freud en su "psicología de las m asas" y sus derivas totalitarias, p ues la sociedad nunca puede conquistar una iden tidad que la clausure en una to talidad plena. Para Lacan, insisto en ello, esa sociedad p lena, tal com o esperaban las u top ías em ancipatorias, esa sociedad reconciliada consigo, sin an tagonism o y sin el "em brollo" de la política, es im posible. Por lo m ism o, esta ausen­cia de p len itud lograda para el colectivo social no es u n déficit, es lo que perm ite pensar en una transform ación im previsible, siem ­pre pendien te . Por o tra parte, la decisión de m ostrar a la realidad com o una construcción precaria desde el p u n to de vista sim bóli­co, siem pre a la defensiva con respecto al evento real que pueda perforarla, da lugar al hecho de que el sujeto m an tenga con ese real una relación de sed im entación y de inercia, donde al m enos a priori, nunca se puede an tic ipar transform ación alguna, y m enos p ensar la vinculación que dicha transform ación pueda tener con lo "político" en su sen tido em ancipatorio . A unque con la expre­sión "izqu ierda lacaniana" in ten tam os concebir a ese evento real, com o el hecho "político" sobre el que un "saber hacer con" la "política" p u ed e d irim irse, resolverse de un m odo d istin to a como lo hace la actitud conservadora y defensiva que p rom ueve el

m iedo por aquello "desconocido" que puede llegar con el aconte­cim iento. Esto exige tam bién separar, en la m ed ida de lo posible, al psicoanálisis del "liberalism o lúcido" que se concibe a sí m ism o com o el único rem edio infalible para la am enaza totalitaria. Este liberalism o, tiene especiales d ificultades para asum ir que ciertas form as de explotación y de desigualdad social, tam bién constitu ­yen una corrosión de la experiencia dem ocrática en la sociedad civil. Especialm ente cuando estas corporaciones se hacen cargo, en la lógica cultural del capitalism o tardío, de los d istin tos in te r­cam bios sim bólicos que definen a una sociedad c incluyendo en esto po r supuesto a la política. Basta com o ejem plo lo que la industria del m iedo y la seguridad le han logrado im poner al lla­m ado Estado de Bienestar. Pero todas estas razones, bien conoci­das en la enseñanza de Lacan, h an forjado incluso entre los pro ­p ios lacanianos una suerte de conservadurism o laico, que razona siem pre sobre "lo peligroso" que es in troducir g randes decisiones en la vida del sujeto o en sus configuraciones sociales. Se pod ría incluso establecer una declinación m ás am plia, la que va del con­servadurism o que sabe m antener el statu quo adm itiendo que "todo es sem blante" y que por tan to ya no "cree" en n inguna causa, hasta la suficiencia im postada, donde una vez realizada la apuesta y v iendo luego sus consecuencias, se efectúa una lectura retroactiva do n d e se revela cóm o las cosas "llevaban a lo peor". N o discuto aqu í el carácter fecundo que a veces in troducen las lec­tu ras aprés-coup, pero en este caso la expresión "izquierda lacania­na", es entre o tras cosas un m odo de volver a poner en cuestión el valor de la decisión, cuando se tom a desde u n fondo indecidib le y sin garantías. Esto tam bién im plica indagar qué es una decisión en política, especialm ente cuando esta no rem ite al cam po del cál­culo utilitario de los sem blantes, o d icho de otra m anera, cuando se trata de una decisión que no está de en trada p rom ovida y am p arad a p o r el d iscurso del amo.

Desde esta perspectiva, tal vez sea de interés, para concebir esa eventual izquierda, considerar las observaciones de Lacan sobre el "alm a bella" y su com plicidad con el orden que denuncia, y la "ley del corazón" y su ejercicio in fatuado, el ejercicio del rebelde que quiere hacer valer en su acción solo una im agen de sí. Tal vez, la izquierda lacaniana, desde su causa perd ida pero efectiva, solo p u ed a encontrar su figura conveniente en la del "guerrero aplica­do", aplicado no solo po r hacer lo que tiene que hacer, sino p o r­que no necesita prev iam ente recurrir al seguro de las garantías.

Por ú ltim o, en m uchos casos-es fácil encontrar en este conserva­d u rism o laico su deriva cínica.

Por esta pend ien te se vuelve cuasi m isteriosa, la expresión "izqu ierda lacaniana", si no fuera porque es la enseñanza de Lacan la que tam bién indica que la resolución del deseo, en p a rti­cu lar cuando se separa de su inercia fantasm ática, im plica siem ­pre, com o he afirm ado antes, una apuesta sin garantías, u n acto sin O tro, en el que m e sien to involucrado cuando hablo de "izqu ierda lacaniana".

A su vez, m ientras el térm ino izquierda rem ite inevitablem en­te a u n a tradición crítica, en cam bio el psicoanálisis de orientación lacaniana opera en su práctica a través de una m odalidad de "desocultam iento" diferente del procedim iento crítico. Dicho de otro m odo, el juego m utuo en tre inconsciente e interpretación, en cualqu iera de sus m odalidades, no debe confundirse con el p ro ­cedim iento objetivante de la crítica. N o existe un exterior a priori desde do n d e criticar al inconsciente. Por tan to "izquierda lacania­na" es adm itir que en este caso la palabra izquierda no se inscribe de inm ediato en el ám bito tradicional de la crítica de la ideología o de la dom inación.

Critica de la ideología

A quí debem os tener en cuenta que luego de la brecha "ontoló- gica" entre real y realidad constru ida m inuciosam ente en la ense­ñanza de Lacan y o rganizada lógicam ente a través de distintas estructuras teóricas, la cuestión de la Ideología ya no se puede con­cebir bajo la óptica de una relación ilusoria o de falsa conciencia con respecto a la realidad. La fractura, la "dislocación" entre real y realidad, hacen que la ideología y la realidad sean lo mismo, un principio de desconocim iento, vía represión prim aria o forclusión de lo que es lo real. Esta es u n a prim era observación; otra m ás p re ­cisa exige establecer una diferencia entre lo que Lacan ha definido com o "fantasm a", esa construcción sim bólica-im aginaria que sitúa al sujeto con respecto a lo real y la ideología. En cualquier caso, la fórm ula m arxista, que quiere ver al "proletariado" "libre de ideo­logía", en condiciones tales com o para poder leer e in terpretar la estructura en la que está involucrado com o vendedor de la fuerza de trabajo en form a de una m ercancía más, revela que para Marx, el p roletariado no es m eram ente la clase trabajadora, es una cons­

trucción que hay que producir teóricam ente, u n m om ento de "Pase", tal .como se efectúa en la cura analítica, donde el sujeto atraviesa su fantasm a. Evidentem ente se trata de una "idea reg u ­ladora" a través de la cual M arx indaga la "hipótesis com unista" que im plica la desconexión de la m áquina capitalista y que está m uy lejos de concebir a los "trabajadores" de un m odo esencialis- ta, com o aquella clase que ya por sir posición "objetiva" en la estructura social está destinada necesariam ente a la revolución. Una lectura lacaniana de M arx desestabiliza esta secuencia, y m uestra que no hay n inguna clase de antem ano p redestinada a desconectar el capitalism o, ni que la m ism a posea una iden tid ad esencial y a priori que no exija una construcción específica.

A unque tam bién debo adm itir que las operaciones lacanianas van generando a través de su ejercicio u n nuevo tipo de proble- m atización de la realidad, que puede tener eventualm ente un desenlace crítico, si aceptam os com o hem os dicho antes que ya no en tendem os po r crítica la objetivación de la cosa analizada. En este aspecto, la fórm ula "izquierda lacaniana" no continúa la tra ­dición m oderna que desde A dorno hasta H aberm as intentó incor­po rar el d iscurso freudiano al aparato crítico del m arxism o.

Ontológico-Preontológico

La expresión "izquierda lacaniana" im plica una reform ulación crítica de lo que en filosofía se ha dado en llam ar O ntología. ¿Q ué es una ontología en la tradición filosófica? Com o es ya sabido, se trata de p resen tar en una teoría el m odo en que la realidad se con ­figura, aquello que la fundam enta y sostiene, el sentido que em ana de este fundam ento y el sujeto que es capaz de ser el soporte de dichas operaciones. La ontología no es una "especiali­dad" sobre tal o cual región de lo ente, ni posibilita expertos en esto o aquello, su vocación es siem pre radical; m ostrar el m odo de ser de lo ente m ás allá de sus áreas o especialidades. A su vez, el m odo en que Lacan establece para el inconsciente su carácter pre- ontológico nos parece que p u ed e ser en tend ido del siguiente modo: preontológico, no como lo que aún no reúne las condicio­nes para una ontología, sino com o aquello que in ten ta m ostrar qué es la realidad sin buscar u n fundam ento últim o de la m ism a. Preontológico significa en Lacan, que si b ien pueden encontrarse en su enseñanza algunas "fundam entaciones contingentes", com o

diría Judith Butler, las m ism as no pu ed en ser p resen tadas como una to talidad que p u ed a ser sa tu rada conceptualm ente. C uando Lacan escribe el n u d o RSI, es cierto que se trata de constru ir un d iscurso sobre la realidad, incluso llega a hablar de "filosofía p ri­m era", pero si bien se trata de un proyecto de "ontología", es siem pre u n a ontología agujereada, fallida, establecida contingen­tem ente con respecto a u n real im posible de capturar. Es una pre- ontología radical de lo "U no en ru p tu ra" o del "F undam ento en falta", com o diría m i am igo Eugenio Trías, que si b ien se ocupa de m ostrar y escribir el m odo en que la realidad se instituye, la m ism a está a travesada po r fracturas y vacíos irreductibles que im piden, o m ás b ien im posibilitan, un núcleo últim o de sentido o fundam ento .

El esta tu to ético del inconsciente, m encionado jun to al carácter p reontológico del m ism o en el Seminario 11 de Jacques Lacan, esta­blece esta indicación: el psicoanálisis no es u n asunto de "ex p e r­tos" en el psiqu ism o o de especialistas en la salud m ental. El p si­coanálisis es una experiencia que indaga la decisión ética cuando se nos ofrece sin fundam en to últim o y sin dem ostración "científi­co técnica", y d o n d e se trata de aceptar la condición contingente e incurable que la lengua le im pone a la "exsistencia" parlante, sexuada y m ortal, tres nom bres que rem iten a d istin tas m odalida­des de lo im posible. En cierta form a el carácter preontológico del discurso lacaniano, podría ser en tend ido com o una respuesta a lo que sucede con la ontología después de Ileidegger. El psicoanáli­sis no ingresa ni a la lógica de los expertos ni a la nostalgia del fundam en to ontológico, pero sin em bargo su esfuerzo perm anen­te, su índole ética, es que, a pesar de su incisiva "desfundam enta- ción", sin em bargo, el d iscurso analítico no es un "relativism o". C om o lo he d icho antes, es u n a experiencia que in tenta transfor m ar en "causa" al fu n d am en to ausente. A partir de H eidegger, es Lacan quien establece las condiciones m ás aprop iadas para carac­terizar el m alestar de la civilización en la época de la Técnica y las condiciones que se requieren p ara concebir "otro inicio". Es ese "otro inicio" al que veo involucrado en lo que aquí designo como un a izquierda lacaniana, siem pre y cuando se considere a ese "O tro inicio" com o u n salto en abism o, que desborda a la línea del progreso.

Si bien son m uchos los pensadores contem poráneos que ponen su acento en el carácter antiesencialista y an tifundam enta- lista de la realidad, com o p o r ejem plo aquellos que al m odo de

Foucault, D crrida o Rorty reconocen el carácter d iscursivo de la realidad, Jo p ropio de lo real lacaniano es que es u n real que d is­loca la realidad y que aparece en la m ism a bajo la form a de tra u ­ma, angustia, pesadilla, encuentro contingente con la lengua y acontecim iento "político". Estas irrupciones de lo real no p u ed en ser nunca reabsorbidas po r n inguna construcción discursiva. Pero tal vez sea necesario aclarar que ncPse trata de p lan tear u n real im posible por un lado y por o tro lado la construcción con tingen­te. M ás bien, lo que se in tenta a p artir de Lacan es pensar cóm o la contingencia discursiva es una suspensión transitoria dé la im po­sibilidad. Lo real no es una m era exterioridad, puede aparecer contingentem ente, o en otros térm inos, necesariam ente aparecerá su contingencia. Por ello, la "izquierda lacaniana", tal vez deba tom ar distancia de los "enam orados" del "acontecim iento", .que p resen tan al m ism o com o un hecho puro, com o u n corte absoluto en la situación y que no se contam ina con las representaciones sim bólicas o im aginarias. Por el contrario, es el carácter real del acontecim iento político el que nos debe o rien tar en su cualidad singular y fuera del sen tido del saber, para luego in ten tar lograr aquella construcción política que p u ed a acogerlo. A sí en tiendo , p o r otra parte , lo que Laclau llam a la "construcción de una lógica hegem ónica". Pero tal vez esto exija o tras precisiones que p o d ría ­m os enum erar del siguiente m odo: lo político y la política son diferentes, esta diferencia ha sido tem atizada po r una gran trad i­ción que la antecede y la acom paña actualm ente, hasta encon trar u n privilegio especial en los pensadores posm arxistas de in sp ira ­ción lacanoheideggeriana. En esos casos, la diferencia político- política alcanza el rango de la llam ada "diferencia ontológica" en H eidegger o la "diferencia absoluta" en Lacan.

En el caso que aq u í p lanteo como izquierda lacaniana, lo po lí­tico no será u n m ero acontecim iento vacío. En la perspectiva laca­niana, creo que m ás b ien se p u ed e a rgum en tar que lo político surge como resu ltado del encuentro contingente con la lengua, en especial cuando ese encuentro no afecta solo a uno sino que pone en m archa o m ás bien constituye a un colectivo contingente. Por lo tanto lo político en esta orientación, aparecerá siem pre im preg­nado de angustia, traum a, lo siniestro, lo u ltra claro, la irrupción de la voz o la m irada, la certidum bre an ticipada del acto, etc. Incluso aún siendo u n a experiencia del colectivo, por ser d istin to de la m asa y su tram a identificatoria, incluye u n m om ento consti­tutivo y decisivo de soledad. En cualquier caso, se debe d istingu ir

a las d istin tas m odalidades de lo político cuando las m ism as sus­p en d en transito riam ente a lo im posible y le hacen dar cartas de nuevo a la lengua.

Por lo m ism o no es un acontecim iento vacío, el vacío irreduci­ble no está en el acontecim iento sino más bien en el hiato que siem ­pre existe en tre el acontecim iento político y la estructura política.

La política, po r el contrario , está del lado de los ideales, de los sem blantes, en definitiva, del d iscurso del amo.

"Izquierda lacaniana" im plica no solo separar a estas dos d im ensiones que hacen a una diferencia insuperable, sino cons­tru ir a partir de ellas una respuesta al m alestar.

La hegem onía en el sen tido de Gram sci, Laclau, consiste, según esta perspectiva que propongo, en la articulación lógica que debe hacer la política sobre lo político, do n d e se deben siem ­pre tener en cuenta las estructu ras ideológico-fantasm áticas que tra tan de su tu ra r la diferencia.

Ser de izquierda

¿Qué significa ser de izquierda en el siglo xxi? Q ué valor tiene la expresión y qué tipo de com prom iso designa cuando el relato histórico que d io lugar a la m ism a se ha desvanecido tanto en su praxis teórico-política así com o en su eficacia simbólica, para o tor­gar un p rincip io de legibilidad sobre lo que es la realidad. Sin em bargo, creo que se p u ed e en tender por izquierda la posición que asum e com o p u n to de partida los p un tos que a continuación iré desarro llando , a la vez que in ten taré determ inar en qué puede consistir lo que llam o u n a izquierda lacaniana.

Capitalismo y corte

N inguna rea lidad p o r consistente y hegem ónica que se p re­sente, com o p o r ejem plo es el capitalism o actual, debe ser consi­d e rad a com o definitiva. Es cierto que, actualm ente, para no con­siderar defin itivo al capitalism o, es necesario hacer un gran estuerzo, ahora que, en su am algam a con la Técnica, ha logrado p o n er a todo el "ser de lo ente" a disposición para em plazarlo com o m ercancía. Siendo ésta precisam ente la g ran epifanía de M arx, donde su p o an tic ipar el lím ite de la econom ía y la política,

al descubrir en las leyes de acum ulación la capitalización de la p lusvalía. ,

En este sentido, el m undo de la Técnica, al m enos tendencial- m ente, constituye una destrucción del inconsciente, del incons­ciente en su d im ensión de lectura. Dicho en otros térm inos, el em plazam iento de la Técnica es una vo lun tad que p ro m u ev e la desconexión total entre el "sín thom a^ y el inconsciente. A dife­rencia de la experiencia analítica que se desarrolla como un viaje p o r el inconsciente hasta cap tar la condición irreductible y con tin ­gente del "sín thom a", la Técnica pone en acto el intento d e su disección, o dicho de otra form a, en este caso el inconsciente es un m ero cifram iento de la p lusvalía del goce.

Pero a su vez, po r inconcebible que sea postu lar el corte o la ru p tu ra en el "rizom a" capitalista, p o r indeterm inada que sea la expresión "lucha anticapitalista", p u es es difícil establecer con respecto a la m ism a cuál es su verdadero lugar, p o r irrepresenta- ble en sum a que sea su salida histórica y aunque una y o tra vez incluso se p u ed a establecer entre el capitalism o y la existencia hum ana una relación "ontológica", ser de izquierda im plica insis­tir en el carácter contingente de la realidad histórica del cap ita lis­mo. Pero diferenciem os los térm inos em pleados en el argum ento , p ara así poder cap tar su alcance. N o se p u ed e hab lar de "lucha anticapitalista" porque el discurso capitalista que p lan tea Lacan (como un quin to d iscurso conjetural), no ofrece un p un to desde d o n d e se p u ed a localizar el sitio do n d e efectuar el corte. El d is­curso capitalista le confiere a la realidad una conexión de lugares cap tu rados en u n m ovim iento circular con respecto al cual una lucha directa es un absurdo lógico, un absurdo com o luchar con­tra la Técnica o el rizom a.

A su vez, la salida histórica es irrepresentable, porque tal vez convenga dejar p o r ahora vacío el lugar que surgiría m ás allá o d esp u és del capitalism o. C ualquier definición reinscribiría a ese lugar en un sen tido ya consum ado históricam ente. N o hay una sem ántica "anticapitalista", hay siem pre una tensión hacia un significante "nuevo" y aún por descifrar. Por últim o, cuando deci­m os que se p u ed e establecer entre capitalism o y la existencia h u m an a una relación cuasi-ontológica, no querem os con ello darle argum entos a la vieja estrategia neoliberal que "natu ra liza" el capitalism o com o un orden eterno y necesario. En todo caso extrem am os deliberadam ente el argum ento para darle una m ayor g ravedad a la cuestión, en especial a esa hom ología fo rm ulada

p o r Lacan, con reservas, pero*al fin form ulada, entre la plusvalía y el p lu s de gozar. En esta hom ología, el p lus de gozar es el exce­den te de goce que retorna a la zona erógena y que se escapa al in tercam bio sim bólico. Ese p lu s de gozar, a diferencia de lo que M arx pensó con respecto a la plusvalía, no puede ser cancelado h istóricam ente po rque es un resu ltado de la captura del ser vivo por Mengua.

l’o r o tro lado, no hay u n a historia de la h u m an id ad que nece­sariam ente fuera a desem bocar en el capitalism o. En este aspecto, en tendem os p o r capitalism o algo diferente a una evolución p ro ­gresiva de los "m odos de producción", m ás bien se trata de una serie de b ifurcaciones h istóricas contingentes que h an en trelazado de m odo inestable a la Técnica, la M ercancía, el Saber, en aquello que denom inam os el relato m oderno. A su vez, el relato m oderno es u n a categoría narrativa, m ás que u n orden histórico perfecta­m ente delim itado . A hora bien, como es ya sabido, es prop io de cierta tendencia historicista transform ar a un acontecim iento, po r el solo hecho de hab er sido "posible", en "necesario". Esta ten ­dencia la reconocem os cuando frente al hecho acontecido se expli­can los an teceden tes que inevitablem ente conducían al mismo. Sin em bargo el p u n to de vista lacaniano a considerar aqu í es siem pre d iluc idar en la m odalización posible-necesario el encubri­m iento del p a r "im posible-contingente". Son precisam ente las in terrupciones contingentes de lo im posible, las que le dan fuerza al hecho histórico que deviene acontecim iento. Este par im posi­ble-contingente es lo que en Lacan tom a relevancia "preontológi- ca". N o se trata de en ten d er lo contingente com o aquello que es de "otra m anera", sino com o el elem ento óntico que agujerea, d es­fundam enta , el apara to ontológico de la realidad.

La dominación

De cualqu ier m odo, aún cuando la salida del capitalism o o pasaje a o tra rea lidad haya quedado diferida, aún cuando ese tránsito nunca esté g aran tizado y pueda no cum plirse, aun cuan­do esa o tra realidad d istin ta a la del capitalism o ya no pueda ser nom brada com o socialism o, en cualquier caso, ser de izquierda es no d a r p o r e terno el princip io de dom inación capitalista. Este princip io de dom inación, desde una perspectiva lacaniana, es p r i­m ero de orden político, au n q u e en el caso del capitalism o es ev i­

dente que la econom ía juega u n papel determ inante . Pero no ya com o “determ inación en últim a instancia", fórm ula aú n tribu taria del fundam ento últim o, en ese caso la in fraestructura económ ica. H ay que tener en cuenta que tam bién el m ercado está a travesado po r la fractura entre lo real y la realidad, y en tanto que tal p u e d e dislocarse, de allí que ahora se vuelva m ás pregnante que nunca el "qué quiere el m ercado de nosotroá*'.

También es necesario destacar que la dom inación com o tal no pertenece exclusivam ente a la época del capitalism o. H ay d o m i­nación porque el sujeto en su prop ia constitución, de u n m odo estructural o cuasi-ontológico, no p u ed e darse a sí m ism o su p ro ­pia representación. La barrera sim bólica que lo constituye, lo separa de la pulsión, pero a la vez establece una donación de u n plus de satisfacción pulsional que se asocia a una serie de “m an ­datos", “dichos oraculares y prim eros", “im perativos", que sin representar al sujeto exhaustivam ente, determ inan su lugar.

La ideología, de otro modo

La subversión de dichos “significantes am os" nunca se realiza en una tom a de conciencia o en una destrucción crítica de los m is­mos. Este es precisam ente el problem a de la ideología en lo que podríam os llam ar su fijeza fantasm ática. Tal como lo hem os afir­m ado anteriorm ente, la ideología no es una ilusión o una falsa conciencia, es una articulación entre los significantes am os que surgen fuera de sentido, como designadores del encuentro, con lo real, y los objetos a que el p ropio sujeto p ierde en el acceso a lo simbólico. Lo que Jacques-Alain M iller ha aislado en la en señ an ­za de Lacan como “aquello que hace insignia" para el sujeto. U na am algam a entre el significante am o y el p lus de gozar que p ro d u ­ce el taponam iento contingente de la división constitu tiva del sujeto. Esta insignia podría constitu ir la m atriz lógica desde d onde pensar de o tra m anera a la ideología. D esde este ángulo , la ideología sería la aproxim ación tendencial en cada uno del signi­ficante am o que ordena la realidad para el sujeto y los objetos que ha necesitado “rechazar de lo sim bólico", para darse su p rop ia consistencia. Dicho de un m odo m ás breve, la ideología es una articulación entre m andatos o icieales por el lado del significante am o y rechazos o “im putaciones al O tro" del lado de los objetos de la pulsión. Y esta es, la m ezcla de serv idum bre y satisfacción

sád ica q u e to d a ideo log ía , en el lím ite, p o n e en juego. A greguem os, para finalizar este prim er ap u n te sobre ideología, que la voz y la m irada ocupan, po r estar fuera de la castración sim bólica, u n lugar p riv ileg iado en la fijación del sujeto a su rea­lidad fantasm ática.

El otro sujeto nuevo

A ctualm ente, se percibe con claridad que tro solo el totalitaris­m o ha in ten tado p ro d u c ir un sujeto nuevo, sino que tam bién el llam ado "neoliberalism o" es el in tento de constru ir sobre la an i­quilación del sujeto m oderno (el crítico, el freudiano y el m arxis- ta) un ind iv id u o au tis ta y consum idor indiferente a la d im ensión constitu tivam ente política de la existencia, un ind iv iduo referido solo al goce au tista del objeto técnico que se realiza com o m er­cancía subjetiva en la cu ltu ra de m asas. N o obstante no se trata de criticar o rechazar a este ind iv iduo en cuestión, ni de despreciar su m asiv idad m ediática d esd e una nostalgia seudo aristocrática; m ás bien, al m odo freudiano, se trata de hacer com parecer la sentencia que podernos fo rm ular así: "A llí donde el ind iv iduo neoliberal del goce au tista es, el sujeto excéntrico del inconsciente debe adven ir". El ind iv id u o neoliberal es el p u n to de partida para p en ­sar cuál es la práctica operativa que se corresponde con su tiem ­po. Si decim os p u n to de partida , es porque el ind iv idualism o libe­ral, por consistente q u e aparezca en su autism o consum idor, no p u ed e c lausurarse sobre sí m ism o. El tiem po de su existencia esta­blece las condiciones p ara que ese ind iv iduo pueda ser desestabi­lizado en sus p rop ios fundam entos, y allí, en esos resquicios y p u n to s de fuga, es d o n d e la práctica política que incluya al psico­análisis debe intervenir. En este punto , se trata de tensar al lím ite la relación histórica en tre la vocación política de izquierda y el psi­coanálisis, desde el único hecho histórico que le p u ed e otorgar fuerza a la in terpelación; tanto la invención freudiana com o el desarro llo de Ja enseñanza de Lacan, se constituyen de entrada, com o una lectura sin thom ática de la izquierda, una lectura de sus textos, prácticas y aspiraciones.

La diferencia absoluta...*

A su vez, ser de izquierda es pensar que la explotación de la fuerza de trabajo y la ausencia de justicia no solo sigue siendo un insu lto de prim er orden hacia la p ropia construcción de la subje­tiv idad, sino que la brecha ontológica en la que el sujeto se cons­tituye, la d iv isión incurable que m arca a 'su existencia con una sin­gu laridad irreductible, solo puede ser cap tada en su "diferencia absoluta", po r fuera y m ás allá de las jerarquías y divisiones ins­tau radas po r el poder del m ercado. Por ello, el im pensable fin del capitalism o, si tuviera lugar, sería paradójicam ente el com ienzo del viaje, el inicio de la afirm ación tragicóm ica de la existencia, el " tú eres eso" de un sujeto por fin cuestionado, sin las coartadas burguesas que desde hace tiem po lo llevan inexorablem ente 3 estar disponible para todo.

El duelo 1/ la izquierda marxista

La izquierda m arxista puede elaborar su final en el único ám bito en el que ese final puede ad q u irir un valor d istin to al de cierre o cancelación, u n final que no es tiem po cum plido sino opo rtun idad eventual para otro com ienzo. Ese ám bito tal vez p u ed a ser el pensam iento de Jaiques Lacan, única teoría m ateria­lista sobre el m alestar de la civilización p ropio del siglo xxi. El hecho de que Lacan p lan teara la elaboración de su discurso com o una "praxis sobre lo real-im posible", sobre un real al que no p u ed e acceder el d iscurso pero que a la vez es a través del d iscu r­so (com prendiendo en esto la escritura) que se puede acceder, esta cuestión prim ordial de lo real es lo que d istingue su intento teóri­co de la herm enéutica, de la deconstrucción y de las "otras éticas". C onsidero que Lacan constituye el único intento serio de p o n er a p rueba hasta dónde lo sim bólico puede y no puede transfo rm ar a través de una praxis lo real. Solo adm itiendo cuáles son las con­diciones de constitución del sujeto, y cóm o experim enta el lím ite de sus transform aciones, es que podem os ap ren d er sobre las con­diciones soportables o no de una m utación subjetiva, una m u ta ­ción subjetiva que 110 sea m ero estupo r o perp lejidad y que p u ed a ser transm itida en su condición de experiencia. Dicho de otra m anera, lo sim bólico es la condición de posibilidad e im posibili­dad al m ism o tiem po para transform ar lo real. Por ello, tal vez no

haya otro d iscurso com o el lacaniano para reconocer con la m ayor honestidad lo que enseña una praxis en su im potencia po r m odi­ficar lo real. Y po r esto m ism o, el pensam iento de Lacan puede ser la o p o rtu n id ad para ilum inar con un cierto coraje intelectual lo que aún perm anece im pensado en el final: la derro ta a escala m undial, a p a rtir de los setenta, del proyecto revolucionario de izquierdas. D errota que, el saber posm oderno, escam oteó para el pensam iento . En este aspecto, Lacan desde el com ienzo ha p rep a ­rado a través de lecturas y puntuaciones diversas, las condiciones p ara que el pensam ien to m arxista pueda elaborar su p ropio final, en el único lugar donde la elaboración es posible, en el trabajo de duelo que se hace fuera del hogar, del hogar filosófico.

Lacan com enzó "deshegelian izando" el m aterialism o de Marx, p lan teando u n hiato irreductib le entre la verdad y el saber. Pero este h iato constitu irá la ocasión de un hom enaje definitivo a Marx; para Lacan el inven to r del síntom a como verdad im previsible e incalculable que no p u ed e ser dom esticada po r el ejercicio de un saber, es M arx y no Freud. D esde esta prim era perspectiva gene­ral se p uede encon trar en Lacan, a partir de 1938, un desm ontaje m eticuloso de todos los m otivos m arxistas: el análisis de la m er­cancía incorporando la tem ática del goce pulsional, las d istin tas objeciones a la teleología histórica y a la m etafísica de su sujeto, la presentación de una tem poralidad problem atizada con las d istin ­tas m odalidades del re to rno y liberada de todo fantasm a utópico. D onde tam poco se trata de "progresism o", po rque la tem porali­dad del sujeto que surge com o resu ltado de la brecha ontológica no es rectilínea, es un "fu tu ro anterior" que reúne de un m odo abso lu tam ente específico los éxtasis tem porales del pasado, p re­sente y futuro, en una doble conjetura: lo que "habré sido" para "lo que estoy llegando a ser". Y no se trata de u topía, po rque tal com o ya he insistido, u top ía siem pre im plica la reconciliación final de la sociedad consigo m ism a. Por últim o, la izquierda laca­niana debe su bvertir la sem ántica de la revolución. Una izquierda lacaniana es siem pre una reescritura de un legado y una herencia, un descifram iento que establezca y pruebe suerte con un nuevo tipo de alianza con la pu lsión de m uerte inscrita en el m odo en que la civilización acontece en el país.

Final marxista: izquierda lacaniana

Esas m arcas de la elaboración lacaniana del final m arxista las podem os reconocer en las d istin tas operaciones que, de d iferentes m odos y en d iversas secuencias, se realizan en el llam ado p en sa ­m iento "posm arxista contem poráneo". Evoquem os al m enos las cuestiones que aq u í consideram os m ás determ inantes.

1) Com o ya hem os afirm ado anteriorm ente, una de las p rim e­ras posiciones de Lacan es no adm itir el telas h istórico del m ate­rialism o m arxista, ni los m ovim ientos dialécticos del en sí-para sí, pero sí dar todo su valor de verdad a la p lusvalía estableciendo una compleja hom ología con lo designado po r Lacan como p lu s de gozar. H om ología que perm itirá establecer que el verdadero secreto del capitalism o reside en una econom ía política del goce. La operación fantasm ática a través de la cual el sujeto conquista su realidad y su consistencia tom a su p u n to de partida en ese p lu s de gozar que funciona incluso en condiciones de m iseria extrem a. De lo que se despoja a las m u ltitudes es de los recursos sim bóli­cos que perm itan establecer e inventar en cada uno el recorrido sim bólico propicio para el circuito pu lsional del p lus de gozar. La m iseria es en este sentido, el estar a solas con el goce de la pu lsión de m uerte en el eclipse absoluto de lo simbólico. O mejor dicho, estar a solas con las "insignias" que congelan al sujeto en u n a ideología del goce. La no "satisfacción de las necesidades m a te ­riales" no solo no apaga el circuito pu lsional sino que lo acentúa de m odo m ortífero. En este aspecto el capitalism o, al igual que la pulsión, es un m ovim iento circular que se au topropu lsa a lrededor de u n vacío que lo obliga siem pre a recom enzar, sin que n in g u n a satisfacción lo colm e de un m odo definitivo. A unque siem pre rea ­lice u n p lus de goce parcial y excedente a toda u tilidad . Para u n a izquierda lacaniana, pensar las consecuencias de esa "parte m a l­dita" en los procesos de subjetivación es una exigencia política de nuevo cuño. Por ello, si es cierto que actualm ente el poder ha devenido biopolítico, tom ando para sí com o asun to esencial la "v ida" biológica, en una perspectiva lacaniana agregaríam os que tra tándose de la vida de los cuerpos parlantes, sexuados y m o rta ­les, es la vida del p lus de gozar. El cuerpo del parlante no es o tra cosa que la sede del plus del goce. Series televisivas de m édicos, forenses, operaciones televisadas, p rogram as de salud, en todos los casos se in tenta capturar, en la época en que la ciencia quiere borrar la frontera entre el ser parlan te y el anim al, el p lus de gozar

que anim a a la biología del cuerpo. ¿Podrá la Técnica volver el p lus de goce u n a u n id ad discernible, cuantificable, localizable? N o es una paradoja m enor cjue el goce pulsional sea la única "au tonom ía" (no conciente ni reflexiva) que le queda a la existen­cia parlan te frente a la exigencia técnica de que el m u n d o deven ­ga im agen.

II) Para Lacan lo real no es la "realidad construida sim bólica­m ente". M ás bien lo real es lo que im pide otorgarle a la realidad una estructura universal que pueda totalizarse reflexivam ente y concebirse a sí m ism a a través de un cierre categorial. C ualquier construcción discursiva, po r Universal que se presente en sus pre­tensiones formales, siem pre estará lo suficientem ente "agujereada" para que lo real irrum pa como un exceso traum ático, una pesadilla que retorna, una angustia sin sentido, una presencia invasora que pone en juego al universo simbólico en sus am arras hasta el punto de su zozobra, así como tam bién abre la posibilidad de su renova­ción radical a través de la invención de una escritura. A estas m oda­lidades de irrupción de lo real en la realidad, le hem os agregado en lo que venim os proponiendo, "lo político", reform ulando la dife­rencia que Laclau establece entre lo político y la política.

Insistiendo una vez m ás en este punto , definiré a lo político com o lo que su rge del encuentro traum ático con Mengua, y a la política, en cam bio, com o aquel ám bito institucional que se debe hacer cargo del im pacto. Si el hecho real político irrum pe con su fuerza sin sen tido en el escenario de la política, la política solo sabrá acoger este evento político en un "saber hacer con", si d is­pone de unas escritu ras que se hayan engendrado com o el relato de una transform ación y no com o un ejercicio de "cu ltura oficial". Pero estas escritu ras ya no pueden asp irar a un relato unificado o coherente com o lo p re tenden las "narrativas fundacionales". "Izqu ierda lacan iana" im plica en este caso, tam bién, que el relato no pueda ser m ás que inconcluso, inacabado, hecho de en trada p ara su ram ificación.

A partir de este m odo de concebir lo real, lo U niversal debe ser reform ulado. N o se trata para Lacan de p o stu la r un real inal­canzable y p o r tan to establecer que los discursos son todos equ i­valentes en su relativism o, tal com o señalam os que ocurre en las d istin tas varian tes construccionistas o p ragm atistas. Por el con­trario, es necesario asum ir que el lenguaje siem pre "para todea" y va hacia lo U niversal. A su vez este Universal rad icalm ente des­com pletado y tachado -p u e s lo real im pide la equivalencia Uno-

Todo -, debe ser m anten ido com o exigencia lógica frente al re la ti­vism o m ulticultural de las iden tidades. D esde la perspectiva de lo real, el U niversal debe siem pre p resen tarse en situación, m o stran ­do el tiem po y lugar histórico que lo sostiene y am para. ¿N ecesita la izquierda de este sem blante de universalidad , aún donde tenga que asum ir proyectos políticos en teram ente ligados a la h isto ria de su nación? Sí, en la m edida en que Tina experiencia con lo real nunca puede reducirse exclusivam ente a una idiosincrasia o una tradición. Experiencia con lo real im plica transm isión de lo im p o ­sible que estuvo en juego y del intento po r franquear el impasse. Por ello, así com o a una obra de arte siem pre se la concibe com o potencialm ente al alcance de todos, la experiencia política debe asp irar a ese rango universal de transm isión, de transm isión hacia un "todos" a la vez im posible. M ás allá del respeto que exista por el legado histórico y por la herencia política que en cada caso nos concierne, es necesario siem pre sostener un "suplem ento" d e un i­versalidad que im pida una iden tidad cerrada sobre nosotros, una operación de escritura que vuelva im posible la apropiación d e lo natal bajo cualquiera de las u top ías fantasm áticas de reconcilia­ción. En este caso, ser de izquierda es que la vo lun tad política, la invención política cifrada en esa vo luntad , solo es posible cu an d o se adm ite que no hay un iversal que apague la contingencia d e lo real. Solo surgirá en las fallas de lo un iversal una nueva sub jetiv i­dad política si esta no está de antem ano secuestrada por una id e n ­tidad reconocida y ya sabida. Lo que advenga en este país o en cualquier otro, adviene para nosotros en el O tro universal, en la tensión que en toda experiencia histórica auténtica se g uarda con lo incom unicable, pero es esa tensión la que no p u ed e ser rech a­zada. De hecho, lo que ha provocado esta nota que aquí p resen to no es solo, com o se puede suponer, la velada significación que aún tiene la presencia del pensam iento lacaniano, sino lo que u n célebre posm arxista m e dijo en cierta ocasión, en voz baja, al m odo de u n chiste cóm plice, casi por descuido, m ientras en tráb a ­mos a una sala repleta y ansiosa p o r escucharlo: "Lacan, Perón, un solo co razón ..." . Esta nota, p robablem ente sea una suerte de hom enaje a la resonancia enigm ática de ese chiste en mi m em oria.

III) N o obstante, los pensadores que implícita o explícitam ente elaboran el final m arxista a partir de Lacan; pensadores de la ver­dad, del acontecimiento, del estado de excepción, la contingencia, la justicia, la parte excluida que hace la vez del Universal, etc. tie­nen en general (hay una excepción) un gusto especial por oponer la

política de la Representación (léase de Estado) a sus propias teorías. Para estos autores solo hay política cuando no hay representación, pues la política "solo debe autorizarse de sí m ism a". Tal vez la supuesta fortaleza institucional europea y su U niversidad hagan posible que la m ayoría de estos pensadores posm arxistas de im pronta lacaniana reserven la energía política para un tiem po por venir del que no se d ispone representación alguna. Existe en ellos tal enam oram iento del acontecim iento como un elem ento absoluto, d isruptivo , que em erge en la situación como una ru p tu ra que solo debe ser tratada axiom áticam ente, que de un m odo u otro term ina rechazando la construcción política. LTna incongruencia semejante a concebir el psicoanálisis sin los avatares de la transferencia, ideal ejem plar del sueño filosófico. U n m odo típico de ese rechazo es considerar a toda construcción política o hegemónica, como equi­valentes, negándole cualquier cualidad em ancipatoria a las izquier­das que hayan accedido al gobierno. Desde la vertiente axiomática o perform ativa de estos pensadores, el espacio de la izquierda socialdem ócrata es exactam ente el m ism o que el de la derecha con­servadora, y todo su entusiasm o está en aquello que aún no tiene forma. En este sentido, el prestigio epistem ológico del corte y la rup tu ra tal vez aún esté m uy presente en sus respectivas conside­raciones. Es cierto que vivim os en la consum ación técnica de la metafísica, y esta se presenta con la m ism a fuerza organizadora tanto para la izquierda de tradición socialdem ócrata como para la derecha conservadora. En este p un to los pensadores posm arxistas tienen m uchas indicaciones ontológicas que efectuar, especialm en­te si aú n se quiere construir u n a teoría m aterialista de la praxis que no excluya al sujeto. Pero se equivocan en su desprecio por la cons­trucción política. En Latinoam érica por ejemplo, una transform a­ción parcial aunque no sea corte o rup tu ra desde la perspectiva de la Totalidad, es a veces la desviación contingente que nos devuelve al cam ino de la política, en tendiendo por política la sim ultánea experiencia de la posibilidad e im posibilidad de la em ancipación. A quí debem os rem itirnos irrem ediablem ente a la lectura que Ernesto Laclau lleva a cabo con respecto al objeto a lacaniano, cuando lo caracteriza como una "parcialidad" que no pertenece a totalidad alguna, y de este m odo encontram os en 1 aclau una reva­loración de lo parcial, que ya no se entiende, ni como m ero gra- dualism o, ni como dim isión frente a la totalidad, m ás bien com o testim onio logrado del carácter inaccesible de la Cosa. A su vez, este es u n ejemplo de "deshegelización" lacaniana del marxismo.

Izquierda-Nudo

En nuestro caso, si hubiera algo así com o una izquierda laca­niana, se tra taría de una escritura del nud o borrom eo propuesto p o r Lacan, ese que reúne tres elem entos de tal m odo que si se qu ita uno se separan los tres a la vez. Para el caso se trataría de un n u d o entre el Estado -obv iam en te en los'casos en que la izqu ier­da p u d o acceder a él-, los m ovim ientos sociales y la construcción política. Es precisam ente necesario un n u d o porque los tres e le­m entos citados en la reunión aún perm anecen sin resolución h is­tórica. Solo en el n u d o y en la m u tua reciprocidad del a n u d a ­m iento (que no es lo m ism o que síntesis o unificación) se recrearán los tres ám bitos alrededor de u n vacío irreductible. Pero estos tres ám bitos tienden a d ispersarse inevitablem ente si n o - existe un cuarto nudo sup lem entario que al m odo de una escritu ­ra m antenga a los tres en su anudam ien to borrom eo. En este caso sería una escritura de izquierda que asum a en su ám bito de in d a­gación alguno de tos siguientes puntos:

a) La división inaugural del sujeto, su carácter incurable y las posibilidades em ergentes que lo incurable ofrece com o apertu ra , una apertu ra hacia lo colectivo pensado de m odo sinthom ático.

b) El antagonism o lógico y constitu tivo de toda sociedad: hay sujeto porque hay prim ero fractura, hay sociedad porque prim ero hay de m odo instituyente una brecha, un antagonism o entre ella y su prop ia acción institucional.

c) La intervención de la m irada y la voz, que por estar afuera de la castración y ser prev ios a la constitución de la m ism a, fu n ­cionan com o objetos fantasm áticos que congelan y petrifican al sujeto en una inercia que se articula en su prop ia ideología; tan to en sus obediencias re tardadas com o en sus serv idum bres v o lu n ­tarias.

Com o se puede apreciar, este cuarto nudo , esta elaboración de una escritura nueva de la praxis, im plica adm itir una serie de tem áticas cjue hasta ahora han sido consideradas irrelevantes o de segundo orden para la izquierda. Sin em bargo, considerándolas, tal vez la izquierda p u ed a abrirse, com o he dicho anteriorm ente, a una tem poralidad distin ta a la del progreso, a saber, la del fu tu ­ro anterior: "Lo que habré sido para lo que estoy llegando a

J o r g e A l e m á n

La doble tradición..

N o se p u ed e om itir en una aproxim ación a la izquierda laca­niana el problem a de la doble tradición que la determ ina y la ase­dia. Si he em pezado este texto en prim era persona es para d a r un m ayor énfasis a esta cuestión, Entre la tradición europea y la lati­noam ericana existe u n hiato, u n espacio que no se recubre y es inconm ensurable. La tradición europea está m arcada por la Schoa y el derrum be de la U nión Soviética en su dim isión estalinista, y no ha conocido d irectam ente las consecuencias de un genocidio d o n d e haya estado invo lucrado Estados U nidos, tal como fue evi­den te en el caso de algunos países de Latinoam érica. A la vez, en Europa se buscó de d istin tos m odos la rearticulación de un d is­curso socialdem ócrata que de alguna m anera se hiciera cargo de las d istin tas encrucijadas que su rgen a p artir de la Segunda G uerra M undial. Especialm ente lo que será el desafío m ayor de la izqu ierda europea; no volver a derivar en una experiencia totali­taria.

D esde otra pendiente, en cam bio la izquierda latinoam ericana ha conocido las políticas del Im perio en su versión m ás cruel y po r d istin tos m otivos históricos y m ás allá de las críticas e impas­ses, nunca deseará hom ologar a C uba con el derrum be estalinista. A la vez, in ten tará articu lar su d iscurso en el horizonte de los m ovim ientos "nacionales y popu lares", p u n to cié partida incierto e inestable pero inevitable, tan to po r lo que im pone en la asu n ­ción-invención del legado histórico, así com o tam bién po r la exi­gencia siem pre presente de in ten ta r atravesar el fantasm a "etno- céntrico" que im pregna el im aginario de la izquierda europea.

Ojalá el am able lector, si ha llegado hasta aquí, p u ed a decidir de qué form a esta doble tradición que custodia para sí una tensión irreductible, pueda acoger la pun tuación provisional pero decidi­da de una izquierda lacaniana...

Bibliografía

A l e m á n , Jorge: Lacan en la razón posmoderna, M iguel Góm ez ediciones, Málaga, 2000.— , Notas antifilosóficas, Grama ediciones, Bs. As., 2004.— , El porvenir del inconsciente: filosofía, política, época de psicoanálisis, Grama ediciones, Bs. As., 2006.

Derivas sobre la inserción-desinserción*

En p rim er lugar, qu iero ag radecer la invitación, y al e scu ch a r las pa lab ras de M ónica U nterberger veo que lo que ha p lan tea ­do tiene toda una lógica a la que tal vez habría que plegarse, situarse en su in terio r y resp o n d er desde allí. Pero com o no la conozco en todos sus m atices, prefiero entonces, si u stedes m e perm iten , la deriva, u n a deriva que tam bién está provocada p o r a lgunas cosas que m e han com en tado M ercedes de Francisco y C arm en C uñat.

Para com enzar esta deriva, les qu iero leer algo del año 2000, nueve años atrás, una en trev ista p u b licada en Notas antifilosófi­cas1, d o n d e se p reg u n tan lo siguiente: "¿C óm o piensa que d e b e ­ría s ituarse el psicoanálisis frente a las o fertas m asivas de tra ta ­m ientos? ¿D ebe cam uflarse de p sico te rap ia para , u n a vez cap tado el paciente, trabajar p u erta s ad en tro con los p rinc ip ios del psicoanálisis, tal com o pensó Lacan que debía hacerse?".

Toda la en trev ista d iscurre sobre el p rob lem a del psicoanáli­sis aplicado, pero esto es n u ev e años atrás, que según se m ire p u ed e considerarse poco tiem po o una e tern idad .

H e aq u í mi respuesta: "En las ofertas m asivas de tra tam ien ­to, al m odo de la au to ay u d a o de las políticas de los laboratorios,0 de las psico terap ias-m ercancías, no creo que haya m ucho que hacer, pero sí en el psicoanálisis aplicado, d o n d e cualesqu iera que sean las condiciones institucionales (hospitales, centros de

* Intervención de Jorge A lem án en el Espacio hacia PIPOL 4, Sede de Madrid de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP), el jueves 12 de febrero de 2009.1 A le m á n , Jorge: Notas antifilosóficas, Grama ediciones, lis. As., 2004.

salud , trabajado res sociales, etc.), la inspiración psicoanalítica p u ed e s iem pre co laborar con hacer su rg ir la d ig n id ad de la exis­tencia. C u a lq u ie r ám bito de operaciones en este aspecto es posi­ble, siem pre y cuando , y a su vez y a la par, se m an tenga el p ro ­pósito rad ical de la Escuela de psicoanálisis: d iscu tir u n a y o tra vez qué es u n psicoanalista , vo lver a p rob lem atizar el fin de su experiencia, d iscu tir p e rm an en tem en te su definición com o an a­lista.

Si el p rag m atism o social se desv incula de la política de la Escuela, en tonces sí que se p e rd e rá la apuesta . N unca se existe solo por ad ap ta rse al m u n d o que viene; m ás bien el fu turo , com o en la ética a la que usted hizo alusión, d ep en d erá de la causa que hem os sosten ido siem pre".

La en trev ista concluye con: "¿N o cree usted que el psicoaná­lisis escapará a los cam bios estruc tu ra les que estam os v iv iendo a nivel social?".

Mi respuesta: "F inalm en te es así: u n d iscurso es m ás verd a­dero cu an d o sus riesgos lo acechan con m ás in ten sid ad en sus posib ilidades de h ib ridación , d e d im isión o de destrucción de su esencia. F.1 p sicoanálisis no sería nad a sin esta posib ilidad , a cada paso , de ex trav ia rse y de arru inarse , o de salir victorioso".

Evoco esto p o rq u e com o realm ente no estoy m uy esclarecido sobre el tem a, qué m ejor que vo lver sobre m is p rop ios pasos, a este texto del año 2000, cu an d o el siglo com enzaba, d o n d e esta­ban estas re sp u estas q u e parecen de sen tido com ún, que son las que se p u d ie ro n decir en ese m om ento , pero que po d ría ahora rubricar de u n m o d o general.

Sin em bargo resu lta que hay u n debate, que com o dije antes, no conozco en toda su extensión , pero si h u b iera que situarlo , parece que tom a una especial relevancia lo siguiente: ¿cóm o hace el psicoanálisis p ara ex istir en este m u ndo , en el m alestar p rop io y co n tem p o rán eo a este m undo , sin convertirse en una experiencia ex tra-territo ria l, es decir, sin q u ed a r ap a rtad o del m u n d o y partic ipar, p o r ejem plo, de los fam osos lugares-A lfa, esos lugares d o n d e en las instituciones se form aliza la respuesta de los pacien tes que concu rren a ellas, o los CPCT, o las d istin tas instancias públicas; es decir, ese sería el ejem plo de no-ex trate­rrito ria lidad p ro p io del psicoanálisis aplicado.

Pero, a su vez, a esta cuestión de inm ed ia to le sucede otra, a saber: si b ien el psicoanálisis no es ex traterrito ria l, no debe q u e ­d arse fuera del m u n d o , a la vez debe conservar sus p rop ias fina­

lidades en relación al d iscurso analítico y sus exigencias éticas, y a lo que es .todo el tiem po m otivo d e exam en, que es el d eseo del analista .

Esa es una tensión que se p u ed e n o m b ra r y declinar d e d is­tin tos m odos; el p rop io Lacan sostuvo que no quería u n psicoa­nálisis ex traterrito ria l, y a la vez que la Escuela era una “base de operaciones" en el m alestar en la cu ltu ra . Son térm inos que u s te ­des p u ed en cap tar com o antinóm icos: po r u n lado, no es ex tra ­territorial, pero p o r o tro lado, una base de operaciones im plica de a lg ú n m odo una cierta d istancia con respecto a otro tip o de instituciones que, en cam bio, form an p a rte del m alestar en la cu ltu ra , o que incluso fom entan ese m alestar.

Así, se ve perfectam ente algo q u e concierne a la ex istencia m ism a del psicoanálisis en este siglo: p o r u n lado, si se q u ed a fuera de los desafíos institucionales de las políticas públicas y de las llam adas d em an d as sociales que p o r princip io , no tiene que satisfacer, p u e d e caer, vam os a decir, en una situación de ex tra ­territo ria lidad .

Inserción y desinserción del psicoanálisis misino

A la vez, si se entrega a la satisfacción de estos ejercicios sociales y qu iere aseg u rar su lugar en el m undo , pero p ie rd e su tensión con la cuestión de la Escuela y el deseo del analista, final­m ente la conqu ista de su lugar en el m u n d o es, a la vez, su fra­caso; éste parece ser al m enos uno de los aspectos claves del debate que siem pre se renueva e insiste de d istin to s m odos a tra ­vés de las épocas po r lo cual, no es u n debate solo sobre cóm o tra ta r a la desinserción en los pacientes, sino que es u n d eba te que rem ite a la p ro p ia inserción o desinserción del psicoanálisis m ism o. O sea, no se tra ta so lam ente de ver qué se hace con los “in sertados o d esin sertados", sino que esto in terroga al p ro p io psicoanálisis con referencia a su p ro p ia inserción o desinserción.

Y aq u í em piezan las derivas. ¿C uándo fue que estas p re g u n ­tas se h icieron m ás acuciantes que nunca? ¿C uándo em pezam os a ver que, de a lguna m anera, estaba com prom etida la ex istencia m ism a del psicoanálisis? ¿C uándo em pezó a aparecer en el h o ri­zon te que, tal vez, la práctica analítica, com o m uchas o tras p rác ­ticas históricas, po d ía tener su fin itud? ¿C uándo em pezam os a ver, con m ucha m ás fuerza, que la práctica del psicoanálisis no

era una práctica necesaria en-este m undo , que era m ás b ien una p ráctica contingente? ¿C uándo se volvió pa ten te que, a d iferen ­cia de o tras pro fesiones liberales -q u e tienen asegu rado su ser en el m u n d o a través de d is tin tas operaciones con trac tuales-, el p s i­coanálisis, en cam bio, p rec isam en te po rque está h ab itad o po r esta tensión que an tes describ íam os, no lo tiene?

Esto em pezó a h acerse m ás p a ten te cuando se percib ió con m ay o r c laridad una m u tac ió n que se había p ro d u cid o d u ran te la m o d ern id ad , y de la que en m i caso traté de d a r cuenta a través de u n m on tó n de textos y de trabajos, y que fue descrip ta en el ám bito de las ciencias sociales de d istin tas m aneras.

Para au m en ta r el alcance de m i deriva, evoquem os estas des­cripciones: d esd e los soció logos que em pezaron a h ab lar de la "sociedad líqu ida", in sp irad o s en la fam osa frase de M arx del Manifiesto, cu an d o afirm ó que " to d o lo sólido se iba a d esv an e­cer en el aire", y que p o r lo tan to los vínculos sociales, la religión, las tradiciones, la re lación con el lugar, iban a desvanecerse "en las aguas h e lad as -d ic e M arx en El Manifiesto— del cálculo egoísta".

H ay toda u n a trad ic ió n en las ciencias sociales que es trib u ­taria de esta fó rm ula de M arx d o n d e el p arad ig m a sólido ya no so sostiene m ás, y en tram o s en tonces en un tiem po de vo latili­zación, fluidificación, licuefacción de todo lo que p u ed e ser el O tro sim bólico.

Estas descripciones, seg ú n los gustos y sensib ilidades de las ciencias sociales, tienen d is tin to s nom bres y tra tam ien tos posi­bles: la sociedad del riesgo, la corrosión del carácter, el declive del p ro g ram a in stituc ional -e s to está m uy teo rizado en Francia p o r los soció logos-, el hecho de que todas las instituciones h is­tóricas, ay u n tam ien tos, un iv ers id ad es, iglesias, etc., pe rd ie ro n su "au ra" y h an q u ed ad o confiscadas o secuestradas en la lógica del m ercado, en d o n d e la ind istinc ión urbanística en tre u n ay u n ­tam iento , una escuela o u n superm ercado p u ed e d a r cuenta de esto.

De este m odo, to d a la em blem ática de la ley que aco m p añ a­ba a las instituciones h istó ricas se va desvaneciendo en el p a isa ­je u rb an o p o r este declive del p ro g ram a institucional. A dem ás, a todos los pen sad o res d e lo social no les ha pasad o desaperc ib ido q ue junto con el declive del p rog ram a institucional hay u n a declinación de las a u to rid ad es o m ás b ien del llam ado "p rin c i­p io de au to rid ad " .

El discurso capitalista rechaza la castración

C orrosión del carácter, declive del p ro g ram a institucional, sociedad líquida, sociedad de riesgo: desde d istin to s lugares se señala que la m o d ern id ad no es el lu g a r fácil de una U n iver­salidad conqu istada p a ra siem pre, o del p rogreso teleológico hacia una superación , sino que en el m ism o p ro g ram a m o d ern o existe algo trágico, una ru p tu ra , algo que siem pre p u ed e hacer su rg ir todas las instancias de la escisión. E videntem ente, esto in au g u ró d iversos p rob lem as p ara el psicoanálisis, m e p e rm ito " s itu a r u n o de ellos com o m ero ejem plo: resu lta que todos los conceptos, perspectivas, construcciones en la enseñanza de Lacan que hab laban de un fin del análisis d o n d e hab ía una d e s ­identificación del sujeto, d o n d e había u n a travesam ien to del fan ­tasm a, don d e hab ía u n encuen tro en tre la d iv isión del su jeto con su "ser de goce" en el "objeto a", p robab lem en te tuv ie ran com o condición u n O tro sim bólico determ inado , el O tro de las o p e ra ­ciones de alienación y separación que no deben confund irse tan ráp id o con inserción y desinserción, p o rq u e encon tram os ah í u n p u n to que habría que d iscu tir con cierta atención. Pero lo que se fue perc ib iendo es que el psicoanálisis, en estas p ro p u estas de acceder al p rop io ser del desecho, a la p rop ia desidentificación, a ese recorrido p o r el cual la g ram ática del fan tasm a era p o r fin dev e lad a en su condición pulsional, exigían u n O tro con cierta estab ilidad , u n O tro del N om bre del Padre, u n O tro con cierto d ispositivo , si u sted es m e p erm iten la expresión, de "p u n to s de cap itón".

Estas propuestas, que le daban su especificidad a la operación analítica, y que hacían del discurso analítico el reverso del d iscu r­so del am o, se volvieron problem áticas desde el m ism o m om ento en que ese O tro estaba cuestionado en su prop ia raíz, pues, el "ser de objeto" ya lo estaba provocando la p rop ia civilización en sus m odos de producción de lo "ente" com o m ercancía.

Por ello, no es de ahora que el p rop io Lacan en la "P ro p o si­ción del pase" afirm a que la civilización tiende hacia la acu m u ­lación de desechos. Y no es de hoy que el p ro p io Lacan sostu v o que el p u n to de fuga de las sociedades m o d ern as es el cam po de concentración, y no es de hoy que hay u n a an ticipación de Lacan a todos estos sociólogos que hablan de la "corrosión del carác­ter", "la sociedad líqu ida", "el declive del p ro g ram a in stituc io ­nal", que es el célebre d iscurso capitalista del que tan to nos

hem os o cu p ad o y que ah o ra no sé si vale la pen a com entar, pero en donde, si al m enos rep a ram o s (tiene m uchas in terp retaciones y lectu ras ese q u in to d iscu rso sin reverso) en qué lugar Lacan s itú a al su jeto -re c u e rd e n u sted es que es u n m ovim ien to circu­lar que, rechaza la castrac ión y que no tiene corte alguno . H ay dos lecturas inm edia tas: una , que entonces la alienación y la separación están se riam en te ob jetadas en el d iscurso capitalista, p o rq u e efectivam ente el su jeto ya no está bajo las condiciones lógicas de la secuencia sign ifican te Sj -* S2, y dos, que ese suje­to p u e d e ser en ten d id o o bien com o "el sujeto consum idor neo­liberal", que tiene todo el tiem po u n acceso al goce fuera de la castración, o b ien com o u n "desecho", com o u n sujeto acéfalo q ue no tiene ya n in g ú n tipo de identificación sim bólica, que no está articu lado a n in g ú n significante am o, y que no tiene, en todo caso, o tra ocasión p a ra conjugar su p rop ia id en tidad que su p ro p io ser de goce. Son, com o u stedes pu ed en apreciar, en p r in ­cipio, dos sujetos ab so lu tam en te diferentes en cuanto a su lugar en el O tro social, au n q u e incluso se p u ed an establecer en tre am bos una relación de fron tera y contam inación.

La miseria: estar a solar con la pulsión de muerte

P or ejem plo, h ab lan d o con m uchos trabajadores sociales de los fenóm enos de las "v illas m iseria" en A rgentina, nos in stru ían sobre cóm o los sujetos no se articu lan p o r la v ía del significante, no hay construcciones id en tita ria s que resp o n d an a las lógicas sim bólicas, y cada vez m ás hay sujetos coord inados a sus m odos de goce, en la m iseria, p o rq u e la m iseria no es com o pensaba iMarx la "no-satisfacción de las necesidades m ateria les", no es solo, sino, tal com o p ro p o n g o en mi texto sobre la izquierda laca­n iana, es e s ta r a solas con la pu lsión de m uerte en el declive de toda la e s tru c tu ra sim bólica. Esa es la v e rd ad era m iseria, es decir, "el crack", "el paco", las d iversas drogas; do n d e los luga­res d e m iseria son lugares de altísim a condensación de goce.

Este es, efectivam ente, u n g ran tem a para d iscu tir con los teó­ricos de las ciencias sociales, p a ra d iscu tirlo con h u m ild ad , y lle­g ar a saber en tonces h a s ta d ó n d e el psicoanálisis p u ed e fecun­d a r u n a p rax is social.

Entonces, efectivam ente , todos sabem os que las Escuelas se a n u d a n en su " in tensión y ex tensión", y p o r lo tan to to d as las

categorías p ro p ias del d iscurso analítico se v ieron afectadas, vam os a decir, po r esta m utación que se d io en el in terior d e la m o d ern id ad y que, a mi juicio, el té rm ino "p o sm o d ern id ad " veló d u ran te m ucho tiem po po rque fue u n térm ino vago, am b i­guo, que no p erm itió ver ciertos p rob lem as estructu ra les d e la p rop ia m o d ern id ad . Por ello pub liq u é u n texto, Jacan en el deba­te posmoderno, d o n d e in ten té a travesar á los íilósofos m o d ern o s con el filo lacaniano.

Pero no voy a en tra r en todo eso po rque nos llevaría a o tro sem inario . Lo que sí qu iero decir es que el p rop io psicoanálisis * en su especificidad com o fin de análisis, se tuvo que in terrogar sobre su p rop ia finalidad , pues tal vez se estaban p ro d u c ien d o transform aciones en el p rop io cam po en d o n d e el su jeto alcanza su p ro p ia constitución, en el cam po del O tro, hasta tal p u n to q u e se llegó a fo rm ular d u ran te m ucho tiem po una tesis que es la de "el O tro que no existe" (M iller-Laurent). "El O tro que no existe" es la versión lacaniana de la m utación m o d ern a a la que an tes a lud íam os, y d icha versión se sim plificaría del s igu ien te m odo: estuv im os en la época do n d e cada u n o a tiende solo a su m o d o de goce, y no d u d o del valor descrip tivo de esta cuestión, p e ro p o r m uchos m otivos m e resu lta insuficiente.

En esta pend ien te , tam bién se llegó a fo rm u lar u n tem a c lín i­co in teresante, a saber: lo que es m ás p rop io p ara p ensar en la lógica cultural del cap italism o tardío, en relación a la cura an a lí­tica, es el "saber hacer ah í con el s ín tom a" m ás que la teoría del a travesam ien to del fantasm a. Es u n debate que creo que tal vez haya que retom ar.

La civilización siempre renueva su odio hacia el psicoanálisis

Pero en cualqu ier caso sí creo que estam os en un tiem po d o n d e al psicoanálisis la época se le v ino encim a. P or o tra parte, la época da la sensación que se le ha v en ido encim a a todo el m undo . N o obstan te el psicoanálisis q u ed ó in terpelado , com o hacía m ucho tiem po que no lo estaba, p o r su p ro p ia condición de posib ilidad . Y esta in terpelación es lógicam ente distin ta, al asedio d e los p oderes públicos y su no rm ativ ism o deliran te . U na es la in terpelación que siem pre enriquece al psicoanálisis, p u e s el psicoanálisis no p u e d e v iv ir sin ella, o tra es el od io que la civi­lización siem pre renueva hacia el p ro g ram a del psicoanálisis.

Si d u ran te u n p e río d o p'arecía ser que las condiciones de posib ilidad eran siem pre ev identes, y es d o n d e parece que este d eb a te tiene su v e rd ad ero in terés, si d u ran te u n perío d o se pen só que los p ro b lem as q u e tenía la p rop ia práctica analítica d ev en ían de m an era in m an en te de la p rop ia práctica - léa se las resistencias del analizan te , léase que el analizan te no p u ed e lle­v ar h asta las ú ltim as consecuencias su a travesam ien to del fan­tasm a, léase que el an a lizan te tiene tales condiciones de goce que no p e rm iten ir d em asiad o lejos en su elaboración de saber inconscien te-; b ueno , no, el psicoanálisis no estaba solo ased ia ­do espectra lm en te , com o d iría D errida, p o r su p rop ia práctica, sino que descubrió que tam bién , com o toda práctica, exige con­diciones de posib ilidad , y que esas condiciones p u ed en ser favo­rab les a una p ráctica o al revés, ir en una dirección en do n d e esa prác tica tenga q u e estar cada vez m ás revisada, p rob lem atizada, in d ag ad a , y creo que es lo que está pasando .

Todos somos candidatos a la desinsección

C reo que a p a rtir de que se percibió que en el O tro de la m o d ern id ad aparecía, vam os a decir, para decirlo rápido, toda esta inestab ilidad , el psicoanálisis ha q u ed ad o bajo una fuerte in terrogación sobre sus p ro p ias condiciones de existencia. Sin em bargo, insisto tam bién, en que esa in terpelación le da al psico­análisis su fuerza com o experiencia incom parable. H abíam os d icho antes que el p rop io Lacan -e n referencia al discurso cap ita­lista com o una acum ulación de desechos-, lo había fo rm ulado en filigrana, entrelineas, de d istin tas m aneras. A sí que ahora e sta ­m os entonces con el tem a de la inserción, de qué es lo que se hace con todas las perso n as que cada vez tienen m ás "p recariedad sim bólica", que es una expresión que solo vale descrip tivam ente y que se usa coloquialm ente, cuando se vuelve cada vez m ás u rg en te ver qué decisión se tom a con el hecho de que todos som os en po tencia cand ida tos a la desinserción, todos som os can­d id a to s a la "p recariedad sim bólica", y qué hace el psicoanálisis con eso, de tal m anera que, p o r un lado, no q uede afuera de este problem a, pero a la vez no q u ed e afuera del psicoanálisis m ism o.

Esto es, p o r o tro lado, lo ap asionan te del psicoanálisis a lo que resp o n d o en la en trev ista : el psicoanálisis no sería a tractivo si no estuv iera siem pre a p u n to de extraviarse, de arru inarse , de

fracasar, cié h ib ridarse , de no resp o n d er a lo que debe resp o n d er desde su p rop ia ética.

Por su p u esto que no creo que estos p rob lem as se p resen ten exclusivam ente cu an d o el psicoanálisis está en las instituciones, ya que estos prob lem as están en la p ro p ia práctica analítica. C reo que el d iscurso del am o no se p resen ta solo cuando se p iden subvenciones, o cu an d o se tratán de hacer una política pública, el d iscurso del am o tam bién está invo lucrado en el co ra­zón m ism o de la p rop ia práctica analítica.

La ideología: el fantasm a fuera de la experiencia analítica

En relación a esto hay otro g ran tem a, que siem pre m e ha apasionado , que es el de la ideología, que excede el p roblem a del fan tasm a en este caso, y que es un tem a que, com o qu ed ó en el d esván d e los recuerdos por su trad ición m arxista, no ha sido lo sufic ien tem ente pensado ; por ejem plo, el hecho de que un su je­to p u ed a hacer una experiencia analítica, ob tener de la m ism a las transform aciones que se esperan , y sin em bargo el d isp o siti­vo de su ideología m an tenerse intacto. M ás que ver a la ideo lo ­gía com o un cap ítu lo m ás en la p roblem ática del fantasm a, ten iendo en cuenta la perspectiva que p resen ta Lacan en su s observaciones sobre la voz y la m irada, m as b ien en tiendo que la ideología sería el m o d o en que el fan tasm a juega su p a rtid a fuera de la experiencia analítica, com o cierre del inconsciente desde su interior, o com o fan tasm a sin construcción posible. Tal vez no sea este un prob lem a estric tam ente analítico, pero sí u n índice del m odo en que Lacan ofrece nuevas h erram ien tas p a ra o tro m odo de p ensar el hecho social. Por ello, sigu iendo m i p ro ­pio cam ino, considero que "la voz y la m irad a" juegan, p rec isa­m ente p o r ser "objetos a" fuera de la lógica de la castración, u n papel clave en la construcción ideológica de cada sujeto, es decir, es lo que le da a la ideología su fijeza y su perm anencia inerte.

Esto es sim plem ente una disgresión p a ra decir que no creo que estos prob lem as estén solo situ ad o s en u n a oposición b ina­ria: púb lico-privado , com o si p u d ie ra pe rd e r su esencia com o psicoanalista cu an d o va a lo púb lico y la m an ten d ría en la con­sulta; me parece que sería u n a sim plificación extrem a; el p ro b le ­ma está en los dos lugares, p o rq u e tam bién en las p rop ias con ­su ltas el psicoanálisis s iem pre estuvo bajo la sospecha, por p a rte

de las ciencias sociales y de o tras prácticas, de ser una técnica de adap tac ión .

El p rop io Lacan con stru y ó su enseñanza tra tan d o de decons- tru ir todo lo que en la h isto ria del psicoanálisis, desde la ego psy- chology hasta el "an a freu d ism o " y el "k lein ism o", se había v u e l­to u n a técnica d e adap tac ión .

La adap tac ión corno problem a de la práctica analítica no nece­sitó que aparecieran ni los CPCT ni las políticas públicas. En el corazón m ism o del psicoanálisis está el problem a de si éste no será finalm ente una estrategia de adaptación sutil al discurso del am o, sospecha que adem ás la izquierda p o r su confusión prelaca- niana, m an tuvo siem pre con respecto a la práctica psicoanalítica.

E ntonces en esta deriva, u n e lem ento que parece que sería in teresan te evocar frente a u stedes es el sigu ien te (com o dije antes, p resen to d istin to s escenarios y desp u és vem os el sen tido que tiene que yo p resen te esto p a ra ir p rep a ran d o mi cu lm ina­ción): hay un filósofo ita liano que ha p ro d u c id o u n g ran a trac ti­vo en tre los in telectuales, y q u e m uchos de u sted es conocen, que es G iorgio A gam ben.

Es difícil e n te n d e r qué q u ie re decir, pero si u n o es laca ni ano no va a re troceder p o rq u e encuen tre a un filósofo esquivo o am biguo . Es difícil saber, p o rq u e gusta de hacer m uchos recu r­sos a la etim ología, po rq u e tiene a veces u n afán genealogista, es decir, la idea d e que a través de la etim ología u n o p uede leer las estructu ras, que es u n a cosa que les gusta a los filósofos y que en cam bio a los p sicoanalistas no nos dice m ucho. Tal vez este sea u n cap ítu lo de las relaciones d iversas en tre la neurosis obsesiva y la filosofía con tem poránea.

Pero hay unas tesis de Agam ben, que sabem os que en su día leyó a L acan -p o r ejemplo en Estancias todavía lo citaba, aunque después lo dejó de citar—, que tienen una resonancia particular con Lacan y que parece que deberían ser tom adas en cuenta en un debate sobre inserción v des-inserción, porque son unas tesis muy extremas; habría incluso que preguntarse por qué tuvieron tanto éxito.

Agamben: una vida desnuda de toda determinación

La tesis de A gam ben es que en las sociedades m odernas, lo p rop io y específico de las m ism as, el v erd ad ero parad ig m a p ara pensarlas, ya no son las c iudades, com o ocurrió en m uchos pen-

sadores anteriores, s ino el cam po de concentración, que lo p ro ­pio de la m o d ern id ad es este carácter trágico, que lo m o d ern o se tiene que p ensar a p a rtir del cam po de concentración. Es b a s ta n ­te extrem a la posición. M ás que en el O tro de "las Luces", A gam ben sitúa toda su indagación, en lo que Lacan den o m in a la"oscura au to rid ad del O tro". Lo que caracteriza al p o d e r Soberano en la m o d ern id ad es la capacidad de decid ir sobre el excluido, que A gam ben llam a la "n u d a v ida", y que todos los traducto res se han p u esto de acuerdo en fo rm ularlo así; la "n u d a vida", en griego zoé, que a diferencia de la v ida a rticu lada ál d is ­curso, que es el bios, es v ida d esn u d a de toda determ inación .

A quí es difícil en ten d er a A gam ben, pero harem os un e sfu e r­zo de posible transm isión . A gam ben dice que, a d iferencia de lo que creía H obbes, d o n d e el estado de n a tu ra leza era ab an d o n a-, do, "d o n d e el hom bre es el lobo del hom bre" q u ed a atrás, p a ra llegar así a una relación contractual d o n d e todos dep o n en su s instin tos destructivos hacia los dem ás p ara ingresar al pacto sim bólico contractual. A gam ben sostiene que no hay tal n a tu ra ­leza contractual del soberano, po rque lo que d istingue al sobe­rano m oderno es la capacidad de m atar al excluido sin que eso sea u n hom icidio, y sin que eso sea tam poco sacrificable.

"La v ida n u d a" es esa v ida que se p u e d e m atar sin que pase nada, y sin que sea sacrificio, po rque si es sacrificio todavía hay Otro, todavía le estam os tribu tando ; si hay sacrificio todav ía se lo estam os ofreciendo a a lgún Otro. Si hay hom icidio todav ía e s ta ­m os bajo el d iscurso jurídico, es decir, estam os todavía bajo las leyes de la ciudad. El soberano no se constituye ahí. El soberano necesita, dice A gam ben, de un espacio de indistinción en d o n d e no se sepa m uy bien si realm ente se está vivo o m uerto , si u n o está en la n u d a vida o en su exterior; en definitiva, lugares d o n d e no se p u e d a d e te rm in ar si uno está en el in terio r o en el exterior. En cualquier m om ento uno cae de un lado, en donde el soberano p u ed e decid ir hacer lo que quiera, y adem ás, no recibir p o r ello n in g ú n castigo po rque hace lo que quiere sin sancionarlo sim bó­licam ente, lo cual no quiere decir que exista ahora u n soberano que se dedica a m atar gente p o r la calle. Se la m ata, la gente se m uere, pero lo in teresante de A gam ben es que no lo ve com o una anom ia ni com o una anom alía de lo social, sino com o el rasgo constitu tivo del p o d er soberano, a saber; el estado de decepción

Q ue existan excluidos, que van desde "el m u su lm án del cam po de concentración" al del estado com atoso don d e su cuer-

po h a q u ed ad o red u c id o a la n u d a vida, y sin em bargo se m an ­tiene su nom bre prop io , h asta el extranjero exiliado que va de ae ropuerto en ae ro p u erto m ien tras no encuen tra jam ás el lugar de inscripción sim bólica, en fin, hay u n m ontón de ejem plos de lo que él llam a el homo sacer, la mida vida, que -e s ta es la o rig ina­lidad de A gam ben— le es consustancial al am o m oderno. N o es u n e lem ento que sucede a p esa r del amo: el am o no sería el am o sin esta exclusión radical que hace a la v ida m atable, sin que sea hom icid io ni sacrificio. Es decir, que se p u ed a m atar sin que esto com porte nada. Para darle m ás calor a esta cuestión, recuerdo aho ra lo que en su d ía W alter Benjam ín llam ó "la violencia pu ra , revolucionaria, de redención", d o n d e tam bién se abría u n a consi­deración en un sen tido inverso pero sim étrico: m atar sin que haya crim en en nom bre de la justicia revolucionaria, siem pre d is­tinta al D erecho institu ido . Pero vo lv iendo a nuestro tem a, el que está en la n u d a v ida no p u e d e ignorar, com o dice A gam ben, al ban d o soberano. El está en el exterior absoluto, supónganse que es u n homeless, está en el ab an d o n o total, vive en la calle, no tiene n in g ú n tipo de atención, está en el desam paro , pero sin em bargo el b an d o soberano lo p u ed e ten er en cuenta en cualquier m om en­to, en u n m odo equivalen te , a cu an d o Lacan sitúa a la m irada del O tro com o algo fren te a lo cual siem pre estam os disponibles.

Desinserción: anudamiento entre ley y estado de excepción

El está fuera, p e ro a la vez está dentro , com o en los textos de Kafka, es u n an u d am ien to en tre la ley y el estado de excepción. Porque lo que va a venir a decir A gam ben aq u í es que el estado de excepción -e l cam po de concen tración es u n ejem plo de esta ­do de excepción— se ha v u e lto la "n o rm a" de la v ida con tem ­poránea. Jal vez valga la p en a recordar que se dice la n o rm a y no la Ley. C om o u s ted es ven, A gam ben es m uy extrem o, pero él p iensa que, tendencia lm en te, la biopolítica de la que hablaba Eoucault encu en tra en esto su v e rd ad e ra razón de ser, el hecho de que el soberano necesite cada vez m ás de la n u d a v ida para , precisam ente, constitu irse com o b an d o soberano.

Es decir, el soberano actual no necesita los contratos, necesita el estado de excepción: necesita lugares d o n d e no se sepa b ien si un o está ad en tro o afuera , si está p reso o libre, que u n o no sepa b ien qué lecho sim bólico lo pro tege.

D onde está ve rd ad eram en te su p o d er es en el hecho de que haya cada vez m ás personas que no sep an a qué atenerse, ni sepan d ó n d e están; esto vuelve al p o d er actual Unheimliche.

Entonces es u n escenario, filosófico esta vez, que sería in te re ­san te tenerlo en cuenta en este tem a de la inserción y la des- inserción. Trato aqu í de transfo rm ar u n escenario filosófico en u n signo del m alestar de la cu ltu ra p rop io de esta época, tal vez este sea u n m odo de ejercer la “antifilosofía".

Años 70: los desinsertados eran "figuras del oprimido"

¿Q ué es lo que, a m i juicio, se le po d ría objetar a A gam ben? Pero haciendo esta objeción a A gam ben (y con esto term ino) q u i­siera tam bién in troduc ir un debate respecto al psicoanálisis, y p a ra esto tengo que rem itirm e a u n a h isto ria personal del com ienzo de mi form ación, ya m u y lejos en el tiem po, en los años '70. U n debate respecto a la h istoria del psicoanálisis. En los años '70 -c reo que aq u í hay algunos que v an a recordar esto— , an tes de que fuera d erro tad a a escala m u n d ia l la izqu ierda, se h izo m uy fuerte la idea de que los enferm os m entales, los locos, los psicóticos, los desinsertados, los excluidos, eran "figuras del o p rim ido". Tal vez esto hoy en d ía suene m u y ex traño a ustedes, p ero qu iero m ostrar que esta sencilla caracterización in troduce u n cam bio de perspectiva que, para mí, está ausen te en el d eb a ­te de la inserción y desinserción y en todo lo que se dice ac tua l­m ente sobre este debate.

¿Q ué es lo que señalaba este peq u eñ o detalle? El p rob lem a q ue ten íam os en aquel en tonces era que, realm ente, el sujeto h is ­tórico que, objetivam ente, po r su posición en el apara to p ro d u c ­tivo, estaba destin ad o al proyecto de la revolución, era la clase obrera, que p o r su lu g a r objetivo en el ap a ra to p ro d u c tiv o y p o r su relación con la explotación de la tuerza de trabajo, estaba d es­tinada , con el trabajo político co rrespond ien te de las v an g u a r­dias, al p royecto revolucionario .

Entonces los locos, las pu tas, los desinsertados, el lumpen, ¿qué se hacía con ellos? Entonces apareció la lectura de E ranz Fanón, que tam bién p a ra u stedes p u ed e ser m uy extraño, pero que lo pro logaba Jean-Paul Sartre, y que explicaba, p rec isam en­te, que se p o d ían establecer, com o d iría aho ra Laclan, cadenas de equivalencias con todas estas figuras de la opresión.

De esa m anera , fue g an an d o terreno en el cam po de la sa lud m ental de aquella época la idea de que la práctica de la sa lud m ental e ra u n a prác tica política, de tal m anera que hub iera sido m otivo d e risa p ara tod o el m u n d o h ab lar de p recariedad s im ­bólica, p o rq u e es com o si se h u b ie ra dicho: p recariedad sim bóli­ca, ¿de qu ién? ¿De la bu rg u esía , de los que tienen cuentas en el banco? ¿Fracaso escolar de quién?

P rim ero se h u b ie ra p reg u n tad o : de quién, d ó n d e y cóm o, porque, efectivam ente , com o se aceptaba que hab ía un an tag o ­nism o constitu tivo de la sociedad -y creo que esto no choca con la idea de Lacan—, es decir, la d iv isión del sujeto es una div isión inheren te tam bién a la e s tru c tu ra colectiva, com o se pensaba que hab ía u n an tagon ism o, la p reca ried ad sim bólica, el fracaso esco­lar, la des-inserción, todos estos térm inos exigían p reg u n tarse en qué lu g ar de la e s tru c tu ra p ro d u c tiv a estaban estos sujetos p a ra que se p u d iese llegar a la o rien tación político-clínica pertinen te .

O bv iam en te se consideraba que no era lo m ism o la p recarie­d ad sim bólica ten iendo 10 m illones de eu ros en el banco que la cuestión de ser, p o r ejem plo, ad em ás de psicótico, un pobre y sin trabajo, y a la vez sin n in g ú n tipo de contención social, com o se decía en aquel tiem po.

C’on esto qu iero señalar que, au n q u e había u n a lectura d em a­siado "m etafísica del an tagon ism o" -p o rq u e el an tagon ism o ráp id am en te se n o m b rab a y se daba p o r hecho, y, gracias a Lacan h em os en ten d id o que el an tagon ism o no p u ed e ser n o m ­brado tan ráp id am en te , y que adem ás no se p resen ta de u n a m an era positiva , ya dada , m ás bien hay una dislocación real -e l té rm ino es de L aclau-, im posib le de su tu rar, a lrededor de la cual, ev en tu a lm en te el an tagon ism o p u ed e constru irse, siem pre y cu an d o el m ism o se elabore políticam ente. Lo cierto es que al estar p resen te en esa época la idea de antagonism o, tom aba m ucha fuerza la idea de g rupo , es decir, el psicótico, el lum pen, el desin sertado , el que no encon traba n in g ú n lugar, el que esta ­ba tod o el tiem po rea lizando acting-out, el que se q uedaba a cada ra to sin trabajo, el que se q u ería su ic idar po rque no había ob te ­n id o los m ism os logros que los de su generación, etc., encon tra ­ba o se in ten tab a que encuen tre , en el g rupo , la suplencia, p re ­cisam ente, de esa desinserción.

Pero ese g ru p o - p o r eso P ichón Riviére fue tan fuerte en ese m om ento , m e refiero al caso argen tino— tenía siem pre algo que iba m ás allá de lo psicopato lógico , tenía u n a tarea que se llam a­

ba así "el esquem a com unicacional referencia! opera tivo"; tenía u n a vocación, operativa, es decir, se tra taba de situ ar a los sujetos en g ru p o porque, en definitiva, se tra taba d e volverlos a in tro ­duc ir en el único d iscurso que p u e d e volver a articu lar a u n su je­to al lazo social cu an d o ha p e rd id o todo, que es la política; p o r su p u esto no se tra taba de la política que ahora se nos p resen ta com o cálculo u tilitario de los sem blanteé, se tra taba de la po líti­ca com o invención de un "saber hacer ahí" con el m alestar, pero d o m in ad a finalm ente, y este fue su im passe p o r las lógicas iden- tificatorias. La política era el único d iscurso que tenía u n sujeto p a ra p o d e r volverse a inscribir en el O tro, cu an d o se hab ía d e s­tru id o todo, cuando in te rp re tab a a la vez que esa destrucción le afectaba a él de una m an era en d o n d e él pod ía , sin fo rzar d e m a ­siado las cosas, hacer equivalencia con o tras destrucciones sem e­jantes que se daban en el orden social.

Entonces la política era la posib ilidad sim bólica que tenían los sujetos de re-articularse en u n discurso, y sobre todo po rque esta política tenía una función m uy in teresante, que si era po r su acción que estaba fuera de la ley, fuera de la ciudad, estaba fuera de la ley de ellos, los enem igos. Se tra taba d e tener o tra ley p o r­que al estar todo in sp irado en el an tagonism o, com o decía W alter Benjamín, adem ás de las leyes del E stado y de la sociedad, esta ­ban lógicam ente las leyes de la revolución. Se in ten taba en aquel entonces lograr que el estar fuera del circuito de los apara tos id e ­ológicos del E stado y de la B urguesía no desem bocasen necesa­riam ente en ser un pobre diablo desin sertado que ya no tiene nada, aún quedaba reconocer su lugar en la e struc tu ra p a ra u n nuevo p u n to de partida , y esa av en tu ra era la política.

E videntem ente, todo esto llevó a u n g ran im passe: el m ás im p o rtan te fue que la pasión p o r la política p rodu jo u n a ind ife­rencia sobre la clínica, y se po litizó todo tan to que ya nad ie sabía v erd ad eram en te cuál era la diferencia en tre un neuró tico y u n psicótico.

Se descu idó tan to la clínica que toda la causalidad com pro ­m etida en la em ergencia de la psicosis se te rm inó p o r descono­cer, po rq u e solo llegaban siem pre los ecos sociales del p roblem a, y la sim plificación sobre el sujeto, aquella reducción a su id en ti­ficación política, term inó d e riv an d o en la p eo r sim plificación de la política

En Italia F ranco Bassaglia, y aq u í en E spaña Tosquelles, y el p ro p io D eleuze con su Anti-Edipo, v iendo las v irtu d es revolucio­

n arias del esqu izoanálisis, fueron a lcanzados p o r esta onda.E v iden tem ente , es u n a o nda , que d esd e la perspectiva h istó ­

rica actual, nos p erm ite hacer u n exam en, tan to del im passe de la política p o r desconocer al sujeto, com o tam bién un im passe de la clínica p o r tam bién desconocer al sujeto. Es decir, los dos d is ­cursos q u ed aro n en tra m p a d o s en su represión de lo que era real­m en te el sujeto del inconsciente: la política forzaba las iden tifi­caciones, po rq u e no hab ía po lítica sin identificaciones, y a la vez la clínica era cada vez m ás desconocida po rque había que enca­jar com o fuera a la figura del psicótico en la figura del excluido de lo social, del o p rim id o p o r la sociedad, el loco que descono­cía su p ro p io po tencial revolucionario , com o decía incluso el m ism o D eleuze del esquizofrénico .

E fectivam ente, no se p u e d e desconocer lo que estoy a d m i­tien d o de inm ediato : el im passe. Pero sin em bargo, rescataría el e lem ento del an tagon ism o, es decir, aquello que falta en el d is ­curso de A gam ben y en o tros d iscursos contem poráneos.

A gam ben ve u n soberano que tiene cada vez m ás la ten d en ­cia de realizarse com o soberano g enerando excluidos: zom bies, v am p iro s en el m u n d o , lo que ustedes qu ieran , la "n u d a v ida", algo que no p o d em o s d is tin g u ir en tre el anim al y el hum ano , pero no existe en su d iscu rso n in g u n a ap ertu ra hacia lo que po d ría ser u n a confrontación política, de carácter an tagónico y con posib ilid ad es de transform ación .

Q ue el an tag o n ism o ya no se p u ed a no m b rar "burguesía" , o "clase obrera", bien, pero aq u í no hay u n a sociedad d o n d e todos tienen los m ism os intereses, y todos padecen de la m ism a m an e­ra los efectos del m ercado o las consecuencias del llam ado "es ta ­do de excepción". Esta m ism a cuestión se p uede rem itir al d eb a ­te sobre inserción y desinserción . Rescato de aquella época del g ru p o y de la po litización de la práctica de la sa lud m ental el e le­m ento que p erm itía a rticu la r sim bólicam ente a los sujetos a un d iscu rso político in sp irad o en el hecho de que había algo consti­tu tivo en todo lazo social que era el an tagonism o.

El psicoanálisis: un síntoma de la izquierda

Creo (¡lie si u n o qu ita el an tagon ism o su función, fracaso escolar, p reca ried ad sim bólica, desinsertados, ¿qué se va a hacer con ellos? ¿Y p ara qu ién , y en dónde? ¿Q ué otra cosa que co la­

b o ra r p ara que la cosa m arche? E n tiendo q u e esto no es solo un prob lem a de los psicoanalistas, y que tam poco hay del lado de la política eu ropea actual n in g ú n proyecto de transfo rm ación que asu m a el an tagon ism o com o tra tam ien to del m alestar.

Por lo tanto , tengo que volver a la vieja tesis de que el p sico ­análisis fue m uy fecundo en la m ed id a en que fue "u n sín tom a de la izqu ierda", encarnaba aquello que' en la izqu ierda no se pod ía m etabolizar políticam ente. Claro, cu an d o no hay m ás izqu ierda, el psicoanálisis m ism o en tra en sus rum iaciones pequeño-burguesas, com o p o r e jem plo h ab la r de p recariedad sim bólica, sin analizar au n q u e sea un in stan te de qué p recarie­d ad hablam os. No d igo que no se su icide u n señor m illonario , se están su ic idando m uchos ahora.

N o d igo que el su jeto rechazado que tiene una g ran fo rtuna no se pegue un tiro p o r un delirio m elancólico de ru ina, no se tra ta de desm en tir la clínica psicoanalítica en sus precep tos esenciales. Pero convengam os que si uno ve el ejército de fraca­sados escolares, los desin sertad o s de las escuelas secundarias, los psicóticos cronificados, vuelve a consta tar lo m ism o y m ás aún que en los años '70, que es u n m ism o sector social el que en general nu tre todo, con alguna excepción.

Por lo tanto, creo que todo este debate, si se sustrae de u n a caracterización sería de cuál es el O tro social en el que estam os insertos, me parece que vuelve a u n im passe ah o ra del o tro lado.

En realidad, lo que sería ve rd ad eram en te u n desafío es p e n ­sar lo com ún fuera del cam po identificatorio . Lo que v e rd ad e ra ­m ente in trodujo Lacan com o prob lem a político, a mi juicio, es h asta d ó n d e p u ed e p en sarse lo com ún sin m a ta r lo singular, o d icho de o tro m odo, u n an u d am ien to en tre lo com ún y lo s in g u ­lar en su m u tu a correspondencia.

Este sería ve rd ad eram en te el p roblem a, y hay a lgunas p eque­ñas señales, po rque com o lo señalé en mi texto sobre la izq u ier­da lacaniana, hay un cierto duelo m arx ista que se está haciendo d en tro de la enseñanza de Lacan y al que creo que hay que a ten ­der, en los pensadores postm arx istas que tom an a Lacan com o lu g ar de elaboración del duelo, y que m e parece que p u ed en tener en su horizon te este problem a: lo com ún y lo singular.

Bueno, m uchas gracias por escuchar estas derivas tan im p ro ­visadas.

T r a n s c r ip c ió n : D ia n a L e r n e r

La metamorfosis de la ciencia en técnica: el discurso capitalista

I

El m odo en que la crisis "sistém ica" del cap ita lism o se d e s ­pliega sobre el m u n d o m u estra con c laridad la ausencia de un lím ite, u n lím ite que haga barrera a la deriva financiera incon­tro lada. N ada funciona com o p u n to de am arre; las naciones y sus ag rupam ien tos, las instituciones m undia les, las m ed id as económ icas que p re ten d en p a lia r la em ergencia, de inm edia to se reabsorben y se d ilu y en en los m ovim ien tos del mercado. N o a p a ­rece el lu g a r desde d o n d e p o d ría o p erar lo que Lacan denom ina el N om bre del P ad re y su efecto logrado: el p u n to de capitón. La hem orrag ia no se detiene, el efecto de au to rid ad sim bólica que debe acom pañar a la decisión to m ad a se d estituye con facilidad y el "sem blante" del P adre que garantice, al m enos coyun tu ra l- m ente, u n a su tu ra en la hem o rrag ia no term ina de em erger.

En sum a, la au to rid ad sim bólica, su cred ib ilidad y la posible lectura retroactiva de lo sucedido , no en cu en tran el tiem po ni el lugar para ejercerse de m odo eficaz. ¿Se llam a a esto "crisis del capitalism o"? Por el contrario , n u estra afirm ación es otra, es el p rop io capitalism o el que es capaz de p o n er en crisis a todas las estruc tu ras que hasta ahora venían sim u lan d o su regulación.

II

En el llam ado discurso capitalista, Lacan m edita sobre u n d is­positivo do n d e el su jeto se h a convertido en un en te que no d ep en d e de nada, solo está allí p a ra que se conecten los lugares

y, p recisam ente, al ser el capitalism o la m áqu ina que conecta to d o s los lugares, el corte es im posible. I ’or ello, las au to rid ad es sim bólicas, instancias que exigen tan to el lugar vacío com o el sign ifican te am o que articu la ese vacío a d is tin tas represen tacio ­nes, se licúan en el circuito de m ovim ien to p erm anen te y circu­lar. La esencia del discurso capitalista es el rechazo de la m o d a li­d ad "im posib le" p ro p ia de la castración. Ln este aspecto, au n q u e hab lem os de crisis sistém ica del capitalism o, debem os hacer una sa lv ed ad im p o rtan te al respecto, el discurso capitalista carece de crisis p o rq u e no tiene reverso y su m ovim ien to (al igual que la p u lsión ) no conoce las estaciones. Por ello, la crisis es la de aq u e ­llos o rgan ism os e instituc iones que ad m in is tran al capitalism o, al no saber qué hacer con el excedente que siem pre sobrevive d es tru y en d o al ap a ra to p roductivo y se expande com o u n exce­so ingobernable .

III

El sujeto del discurso capitalista realiza todo el tiem po su propia vo lun tad de satisfacción, en un circuito, que como hem os dicho, no está "cortado" por n inguna im posibilidad, pues su propósito es que todo lo que "es" en el m undo se presente como mercancía.

Desde esta perspectiva, que indudablem ente no es la única, el dis­curso capitalista no es una experiencia hum ana, la experiencia hum a­na brota siem pre de un fondo de imposibilidad, su condición prim e­ra es la falla, el límite, la castración. En el discurso capitalista, como en su día en los totalitarism os modernos, se encuentra en una forma implícita el proyecto de producir un sujeto nuevo, sin legado histó­rico ni herencia simbólica. Este "sujeto capitalista" tributario de nada que no sea colaborar con la voluntad acéfala que realiza, se caracte­riza entonces por no tener en cuenta consecuencia alguna. A utopropulsándose desde sí, de un m odo inm anente y conectado, en principio se presenta sin que se pueda pensar su exterior. ¿Es esto un régim en inhum ano, un discurso inhum ano? Sí, si consideram os que lo hum ano es siem pre hijo enfermo e incurable de la falla, de la castración, de lo imposible. No, si se considera que la historia de lo hum ano-occidental y su mundialización, ha sido producir un más allá de su límite, un goce mortífero que excediera a la propia consti­tución simbólica, aún estando involucrado en la misma.

I V

El discurso capita lista es el d ispositivo pertinen te para consi­d e ra r la econom ía de goce p ro p ia de la técnica. Pero p ara cap ta r el alcance de la hom ologación en tre técnica y discurso capita lista , es necesario en p rim er lu g ar estab lecer la diferencia en tre el sen ­tido m oderno de la ciencia y lo que aqu í llam am os técnica.

V

En uno de sus g ran d es sem inarios, en "¿Q ué significa p e n ­sar?" (Wns heibt denken? , 19 5 1 ) E leidegger presen ta el s igu ien te axiom a: "La ciencia no p iensa". Este axiom a no habla ya d e la ciencia m o d ern a fu n d ad a en D escartes y C aldeo, au n q u e esa sea su génesis, m ás bien describe u n a m etam orfosis radical, algo que desde el in terio r de la ciencia m oderna rebasa y cancela su lím ite. Es lo que p erm itiría a firm ar que ya no hay m ás ciencia en el sen tido m oderno , o que la m ism a, de u n m odo tendencial, es len tam ente transfo rm ada en su "espectro técnico".

V I

C on la m ism a o rien tac ió n q u e H e id eg g er capta el m o m en to h istó rico de la ciencia m o d e rn a m o s tran d o en el m ism o, el s u r ­g im ien to del n ih ilism o, la época q u e vue lve tod o in te rcam b ia ­ble, equ ivalen te , evaluab le , calculable, Lacan en sus m ed itac io ­nes da un p aso m ás. Al e s tu d ia r el m o d o en que la ciencia es u n a "ideo log ía de la su p res ió n del su jeto", se abre a d is tin ta s co nsideraciones epocales sobre los efectos directos, p ro p io s de la hom ogeneización llev ad a a cabo p o r el d iscu rso de la c ien ­cia. A saber: el au m en to del od io racista, que s iem pre co n sid e ­ra al O tro o b ien com o u n goce su b d esa rro llad o o b ien com o p o rta d o r de u n exceso de goce m aligno . P or esta razón , Lacan cap ta en el cam po d e concen tración el p u n to de fuga de las soc iedades co n tem p o rán eas. M ien tras h u b o un tiem p o en la en señ an za de Lacan, d o n d e la ciencia era sem ejan te al d iscu rso h istérico , p o r su capac idad p a ra p ro d u c ir saber con la v e rd a d o cu lta para el sujeto, tiem p o d e sp u é s L acan anticipa, reco n o ­c iendo los "n u ev o s im passes crecien tes de la civ ilización", u n a

n u ev a to rs ió n de la ciencia d o n d e el sab er se a n u d a en la p u l­sión de m uerte .

V il

Del ax iom a "La ciencia no p iensa", H eidegger, au n q u e no lo h ag a exp resam en te así ni esta sea su term inología, deriva estos tres teorem as:

1. La ciencia m o d ern a se fu n d a en la esencia de la técnica.

2. Pero la esencia de la técnica no es algo técnico.

3. La esencia de la técnica no es una hechura m eram ente hum ana , com o si p u d ie ra dom inarse con una m era su p e ­rio ridad y soberan ía h u m an a , acom pañada de la deb ida d isposición m oral.

Estos tres teorem as d an cuenta del viraje de la ciencia a la téc­nica. El cam po científico, en su estruc tu ra epistem ológica, en las construcciones pe rtin en tes de su objeto, debe p resen ta r u n lím i­te re la tivo al saber q u e se p ro p o n e elaborar. C ada ciencia es u n "saber de" esto o aquello . Es prec isam ente en relación a este lím ite que el psicoanálisis p u e d e constitu ir su cam po teórico y clínico. El psicoanálisis no es u n a ciencia, no p o r un déficit ep is­tem ológico, sino p o rq u e se o cupa de una "m ateria" (d istin ta de la n a tu ra leza y de la su p erestru c tu ra ) que se e struc tu ra con la lengua y d a lu g ar al su jeto del inconsciente. El sujeto del incons­ciente es u n "lím ite in te rno" d e la ciencia, se sostiene en u n e sp a ­cio "éx tim o" (exterior e ín tim o) en relación a la ciencia, de tal m anera que el sujeto es necesariam ente rechazado p ara que fu n ­c ionen ad ecu ad am en te las estra teg ias objetivantes de la ciencia. La ciencia m o d ern a existe, m ien tras el su jeto del lapsus, del sueñ o o del fan tasm a, se m an tenga en "exclusión in te rn a al d is ­curso científico".

V1U

La técnica po r el con trario no tiene sujeto. N o hay, en el sen ­tido de I leidegger, técnica de tal o cual cosa. La técnica no se rep a rte en u n iv e rs id ad es, ni en cam pos de saber, ni construye

objetos ni p u ed e ser ev a lu ad a “técn icam ente". Por el contrario , se tra ta de un ám b ito de ap rop iac ión de los "saberes de", una ap rop iac ión al servicio de una v o lun tad , que com o afirm a H eidegger, no p u e d e d om inarse ni con una m era "su p erio rid ad y soberan ía h u m an a" ni con n in g u n a en tid ad m oral. A la técni­ca ni siqu iera la lim ita la g u erra y su devastación.

f>

I X

La técnica es un ám bito de ap rop iación que u n a vez que cap­tu ra a los saberes de la ciencia m oderna , los in teg ra en u n n u ev o proyecto que se caracteriza por ser capaz de reun ir en u n m ism o haz al sujeto cartesiano con la voluntad de poder n ie tzscheana rea­lizando u n a am algam a sin precedentes: una v o lu n tad acéfala y sin lím ite.

X

La técnica es la in troducción de lo " ilim itado". M ientras la ciencia tenía com o lím ite aquello que necesitaba excluir para lograr su prop ia constitución com o ám bito , la técnica ni incluye ni excluye, ni se refiere a lím ite a lguno . In troduciendo lo "ilim i­tado" en la escena del m u n d o , el m u n d o se vuelve el lugar d o n d e los saberes y prácticas se conv ierten en cam pos de m anio­bra de la técnica.

X I

Se ha p roduc ido tal am algam a en tre el sujeto del cogito y la v o lu n ta d de p o d e r q u e esta ya n o p u e d e ser reg u lad a . H eidegger em plea la p a lab ra a lem ana Ge-Steil traducib le com o "estruc tu ra de em plazam ien to", al ser el d ispositivo que preci­sam ente em plaza a todo "lo que es" a que se d isponga, o que esté en vías de volverse d isponib le, com o im agen de lo ilim ita­do. Tal com o lo señala I le idegger en el 38, ya no hay im agen del m u n d o porque es el m u n d o el que ha d ev en id o im agen.

J o r g e A l e m á n

XII

Si se ingresa en u n a época d o n d e lo ilim itado m o d u la la era de la civ ilización , ¿en q u é secuencia h istó rica tuv o lu g ar esta m etam o rfo sis de la ciencia? ¿C uál fue el p rim e r signo d o n d e la técnica ir ru m p e en el paisaje h istó rico de la ciencia m oderna? La técnica no se refiere, com o ya hem os dicho, a la m era p ro ­ducción o rep ro d u cc ió n de objetos o in stru m en to s, es u n a "on to log ía del ser" en la época de su o lv id o consum ado , "el o lv ido del o lv id o " , o si se q u ie re el o lv ido com o forclusión en su sen tid o lacan iano . Esta provocación d ir ig id a al se r d e lo en te p a ra que en treg u e h a s ta lo m ás ín tim o y nuclear de la p ro p ia v ida h u m a n a tu v o su p r im e ra em ergencia m o d e rn a en la Shoah. O tal com o lo d ice H eidegger, s ien d o él m ism o partíc i­pe de la in fam ia , "la fabricación de cadáveres" . La fabricación d e cadáveres, en su p lan ificac ión burocrá tica y serial, es la o p e­ración a trav és de la cual la v o lu n tad ilim itad a hace su ing re­so en el m u n d o . La exp resió n "so lución final" no exp resa u n lím ite, p o r el co n tra rio hace referencia al acto que p o r su carác­te r ilim itad o no p u e d e p a rtic ip a r de la h is to ria . Por lo m ism o es único, p o rq u e se p u e d e rep e tir en cu a lq u ie r instan te . N o se sabe aú n si la h u m a n id a d p u e d e reponerse de sem ejan te ing re­so de lo ilim itado . En cu a lq u ie r caso, es necesario seña la r que la "so lución final" n o se ejerce en función de la g u erra , pues la m ism a d esb o rd a la d im en sió n u tilita ria d e la lógica m ilitar. N o se hace p a ra g an a r g u e rra a lguna , por el contrario , se hace la g u e rra com o p re tex to en función del " triu n fo de la v o lu n tad " , en su req u e rim ien to técnico.

XIII

M ientras la ciencia padece el re torno de lo rep rim ido en sus m om en tos de dislocación, ru p tu ra s epistem ológicas, em ergen ­cias de n u ev as invenciones, n u evos p a rad ig m as incom prend i- dos, etc., la técnica solo p ro m u ev e el re to rno de lo forclu ido en lo real. En la técnica no se tra ta del "o lv ido del ser" y su s d ife­rentes re to rnos, ya que al constitu ir la m ism a u n "o lv ido del o lv ido", funciona en u n a lógica d istin ta de la represión. Por esta m ism a razón , el d iscu rso cap ita lista en su hom ología estructu ra l

con la técnica, realiza u n circuito que al d e s tru ir la "d e te rm in a ­ción de la v erd ad " elim ina la d istancia en tre el sujeto, la v e rd ad , el saber y la producción , in au g u ran d o una m etam orfosis en red de carácter rizom ático, que im pide y obstacu liza la estab ilidad y reconocim iento de las categorías m odernas.

;S

xiv

La técnica no es un hecho histórico o una secuencia qué v e n - ' d ría a continuación de la ciencia, al m odo de u n a consum ación m acabra de la m ism a. Es un em puje, un Drang que im pu lsa a la ciencia hacia el d ispositivo del d iscu rso capitalista de m odo ten- dencial. Y a la vez, recíprocam ente, es la m anera en que el cap i­tal se apropia p a ra su p rop io fin del espacio -v e rd a d , sujeto, p ro ­ducción, sab e r- d e stru y en d o su lím ite. N o hubo prim ero ciencia segu ida después cronológicam ente p o r la técnica. En la ciencia m o d ern a ha estado desde su p rop ia constitución la invocación técnica. De esta situación p u ed e su rg ir u n a hipótesis: tal vez el desp liegue bélico industria l a lcanzado a través de la ciencia m o d ern a fue el que p rep aró las condiciones p a ra que la "v o z y la m irada", objetos p e rd id o s de m odo inicial, se in co rp o raran al artilug io científico para p re p a ra r su m etam orfosis técnica.

X K

La alianza en tre neurociencias, cognitivism o e industrias far­macológicas, constituyen p a rte de la nueva "logística" del em p la ­zam iento técnico. Gracias a sus construcciones metafísicas, so p o r­tadas en las técnicas de im aginería inform ática, el ser del en te es provocado para que se represente com o un ente, u n ente que explique a través del funcionam iento cerebral los im perativos m orales, la ética o su ausencia, el amor, las intenciones im plícitas, los actos inconfesables, e incluso aquello que el Derecho no p u e d e localizar en la declaración del acusado. Es lo que el neurobiólogo C hangeux denom ina una "fisiología del sentido", u n proyecto de sum erg ir y subsum ir todas las determ inaciones de la subjetiv idad en las operaciones epigenéticas del cerebro.

Esta alianza estratégica esencial al proyecto técnico y su po líti­ca, d o n d e lo "no descubierto aun" siem pre está po r llegar en el

fu turo ilim itado, establece que al ser lo determ ina o bien la n a tu ­raleza (cerebro - genes) o bien la superestructura (m odos, hábitos, m arcas, nuevas conductas sociales, estilos de vida, etc.). Esas determ inaciones exigen siem pre una un idad en tre el cerebro y el en torno garan tizadas, según los casos, o bien por la "epigénesis" o bien p o r la "p lastic idad neuroñal". De lo que se trata en esta logística es de b o rra r la " infraestructura", "el m ás peligroso de los bienes", la lengua, eso que hace de cada uno un enferm o singular do n d e se cruzan el sexo, la m uerte y la palabra en una escritura cuya superficie de inscripción es el inconsciente y no el cerebro.

X V I

La experiencia m ortal, sexuada y parlan te se vuelve en la civilización técnica u n sen tim ien to en gran m ed id a d e te rm in ad o por el odio, com o hem os d icho anteriorm ente, o d io al goce sub- desarro llado del O tro, od io al p ropio m odo de g o zar en silencio. A esto m ism o nos referim os cuando en la época d e la civilización técnica hab lam os de la "p o b reza de la experiencia".

X V I I

La fuerza m ateria l de la técnica se hace sen tir en todo su alcance en la m ito log ía científica actual y su cam po de m an io ­bras: m áq u in as m ilitares in tro d u c id as en el cerebro, fárm acos que d es tru y en la cap ac id ad in telectual del enem igo, in te rroga to ­rios a de ten id o s con un escáner que p u ed e m o stra r la "v e rd ad objetiva" o la "in tención im plícita no dicha", p ró tesis cerebrales que tran sfo rm arán al so ld ad o en cyborg, in terfaz en tre cerebro y m áqu ina , conexión de to d o s los cerebros a u n sistem a central y corporativo , cerebros e stro p ead o s por el estrés, el pánico , la dep resió n o la h ip e rm o tilid ad , cerebros a trap ad o s en una red en la que ya no p u e d e n esta r a la a ltu ra d e sus funciones, etc. Estas son las d is tin tas p resen tac iones de la logística con tem poránea.

A sí las cosas, tan to la técnica com o el d iscurso capitalista , se p resen tan com o un Saber absoluto , com o un fin de la h isto ria consum ado. C om o si el carácter inevitablem ente con tingen te del cap italism o en su rea lidad histórica hubiese p o d id o ser n a tu ra li­zado y "esencia lizado" de tal m odo que ya no fuese posib le con­cebir su exterior.

xvm

¿A través de qué significante nuevo se puede a p u n ta r a u n Real im posible de d o m in ar e in tegrar p o r la técnica capitalista? ¿En qué espacio inéd ito ese significante p ro p u esto p o r el p sico ­análisis p u ed e volverse un acontecim iento político? ¿De qué m odo el psicoanálisis p u ed e m o stra r que, en los d iversos im p as­ses del siglo xx con respecto a la salida del capitalism o, aún p e r­siste un saber en reserva y a descifrar?

Bibliografía

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G óm ez, M adrid, 1989.

El legado de Freud

Un Freud legado por Lacan

G racias a Jacques Lacan el legado freud iano es siem pre actual. Fue Lacan el que su p o cap tar que Freud, a p a rtir de 1920, había logrado hacer coincidir la invención psicoanalítica con u n pensam ien to político nuevo . El d ic tam en freudiano: gobernar, educar, psicoanalizar, son tareas im posibles, y fue considerado por Lacan en su verd ad ero alcance; la m o d a lid ad lógica de la im posib ilidad necesitaría su tiem po h istórico p ara p o r fin m an i­festarse en toda su m agn itud . El siglo xxi en este aspecto se p re ­para p a ra d ar d iferen tes razones al d ic tam en freudiano . La fo r­m ulación política de Freud que a travesó com o u n rayo al escenario m oderno la po d em o s fo rm ular del sigu ien te m odo: la Ley no es aquello que p re ten d e ser, la instancia del superyó , el im pera tivo categórico, el h ered ero del com plejo de Edipo, sea cual sea la nobleza sim bólica con la que se presente, m an tiene una relación estru c tu ra l con la pu lsión d e m uerte . A p artir de allí, la oposición en tre u n p o d e r opresor y una "ex p resiv idad" que qu iere liberarse del p o d e r para conqu istar su libertad, o en otra varian te , la idea de que un p o d er despótico y ex traño im p i­de la expresión de una p u ls ió n in trínsecam ente creativa y libre, queda defin itivam ente deconstru ida . Este conocido desm ante la- m iento de Jos ideales m odernos que in ten tab an o p o n er la Ley a la p u ls ió n deja lu g ar al cam po de la "am bivalencia"; la am biva­lencia es la m áq u in a teórica que m uestra la secreta com plicidad entre los térm inos que se p re ten d en oponer. De ese m odo, la am bivalencia p u e d e colonizar todos los ám bitos de la experien­cia h um ana; p u ed en caer los opresores p e ro nunca la opresión,

la em ancipación p u e d e ser la vía para in stau ra r u n am o m ás feroz, el am or p u ed e esconder una hostilidad hom icida, la h o s ti­lidad u n a firm e se rv id u m b re am orosa hacia aquello que se od ia y tam bién el p rop io psicoanalista ser sin saberlo el po rtav o z de la n eu rosis obsesiva que q u iere in te rp re ta r lo im posible. La am algam a de Ley y pu lsión , y la am bivalencia resu ltan te , expo­ne a la m ism a práctica del psicoanálisis a que se tam balee la coherencia teórica d e su d iscurso . Fue prec isam ente el coraje in au g u ra l de F reud en "M ás allá del p rinc ip io del p lacer" lo que testim onia de ello.

H undim iento de la ficción simbólica moderna

F.sta captación de la Ley en su raíz pu lsional, antic ipa en Freud el v e rd ad ero sen tido que tiene lo que ac tualm ente los sociólogos llam an "F1 declive del p rog ram a institucional". El relato que se nos p resen ta p a ra describ ir este declive es el sigu ien te: existió en la M o d ern id ad un p rog ram a institucional o cu p ad o d e tra ta r y ed u car a los otros, a través de escuelas, h o s­pitales, iglesias, cen tros de form ación, etc. Este p rog ram a tenía com o m isión fun d am en ta l tran sm itir a cada uno los valores u n i­versales q u e g a ran tiza ran la socialización y subjetivación de los seres parlan tes. D esde hace tre in ta años el p rog ram a institucio­nal en tra en una im p losión acelerada, y el carácter su p u es ta ­m ente h om ogéneo q u e sosten ía con su racionalidad al p ro g ra ­ma, se deshace, se fragm enta, en tra en procesos de h ibridación, d o n d e p ie rd en su a u ra las au to rid ad es sim bólicas: enferm os, m édicos, a lum nos, p rofesores en tran en h ib ridación con corpo­raciones p riv ad as q u e ad q u ie ren una coloración sádica tanto vic- tim ista com o v ictim aría. Pero sería un e rro r ver en esta efectiva destituc ión de las au to rid ad es sim bólicas un deb ilitam iento del superyó . El h u n d im ien to de la ficción sim bólica m oderna que sostenía la o rien tación del ap a ra to institucional ha trabajado m ás b ien a favor del em puje superyoico. Si el superyó , com o afirm a Freud en "El yo y el ello" es el m o n u m en to que conm e­m ora nuestra p rim era d eb ilidad y dependencia , la a rqu itec tón i­ca del p ro g ram a institucional, los edificios que en la c iudad se ad o rn an con la "esté tica" de la Ley, ya llevaban en su p rop io o rn am en to la huella del exceso superyoico . Esos san tuario s de la Ley albergaban en tre su s p a red es una burocracia caprichosa y, a

veces, d ispara tada . La llam ada declinación del Padre, d o n d e p odríam os inclu ir el declive del p ro g ram a institucional, es abso ­lu tam ente com patib le con la vocación gozan te del superyó . Es lo que explica que todas esas instituciones que aho ra parecen p e r­d e r su leg itim idad , sin em bargo h an au m en tad o considerab le­m ente su poder. Pero las causas no han sido so lam ente la p o st­m o d ern id ad ni el cap ita lism o global; en la m an zan a m oderna de la institución hab itaba el gusano del superyó , que aho ra sí, irru m p e en este tiem po histórico con toda su tuerza parasitaria . P or ello pod ríam o s decir que el p ro g ram a institucional encarna en la c iudad aquello p resen te en la estruc tu ra del inconsciente y que provoca en Freud esta versión política del hom bre com ún, versión que p u e d e valer com o una descripción tam bién de las instituciones: el hom bre com ún es siem pre m ás m oral e inm oral de lo que él m ism o cree, s iem pre hab la po r encim a de sus p o si­bilidades, y es h ipócrita d e m odo estructu ra l frente a las ex igen­cias de la civilización. De este m odo, la v erd ad era fuerza con­servadora, lo que im p ide la transform ación radical, leí que en su m a sostiene la hegem onía cultural del cap ita lism o tardío , no está solo en los apara to s ideológicos, ni en las técnicas d isc ip li­narias, ni en la ex tensión sin lím ites de las redes de las m ercan­cías. Todo esto c iertam ente cum ple su función, pero sería in su fi­ciente, si no se en ten d iera gracias a Freud, que u n a civilización siem pre se sostiene de u n m odo esencial en la p rop ia co n stitu ­ción tu rb u len ta de u n sujeto.

La irreductibilidad del nial

En el hecho de que la Ley encuen tra su raíz en la pu lsión , es d o n d e aparece el verd ad ero enem igo de una política radical, es en "P egan a un n iño" d o n d e se p o d rá encon tra r la clave p o r la cual ciertas civilizaciones h an sobrev iv ido a p esa r de la hostili­dad de las g ran d es m asas que la sostenían . La explotación encuen tra su m ejor aliado en el m asoqu ism o m oral, esta es la anticipación freudiana, y p o r esto, el m ism o obstácu lo p resen te en transfo rm ar una civilización es el que tam bién se nos p resen ­ta en la cura. En esto el su jeto freud iano es lo m ism o que la civi­lización, la oscura satisfacción del superyó , el castigo p o r la d eu d a y la culpa, la irreductib ilidad del mal, constituyen la in e r­cia que en una m ism a topología reúnen al sujeto con la c iudad .

El psicoanálisis anuncia el fin de la utopia

En la an tic ipación de Freud, el superyó es u n a p u lsión d is­frazada de Ley que im p id e concebir la u top ía de una sociedad po r fin acorde con el in terés general de los c iudadanos. Ni siqu ie ra el consenso dem ocrático logrará n eu tra liza r la repeti­ción sin sen tid o de u n goce inútil. Las ago tado ras transacciones y negociaciones con la Ley, los esfuerzos políticos e intelectuales se reabsorben cada vez m ás en la infelicidad de su am bivalencia, m ien tras la Ley se recrea con los esfuerzos del p rop io sujeto. Al final del cam ino, el in te lectual es u n infeliz, que ha trabajado p a ra una Ley feliz, cruel y vengativa incluso con él m ism o. C om o esas c ria tu ras borg ianas, sean apócrifas o verdaderas , d e sd e John W ilkins a P ierre M enard , desde R aim on Llul a Funes, que u n a vez que han q u erid o p o r su vocación, llevar hasta las ú ltim as consecuencias el p royecto de la Razón, ven de p ron to su rg ir en la p ro p ia in tim id ad del concepto algo que realiza u n estrago , que se sale de quicio, u n a locura p ro d u c id a por el p ro ­pio funcionam ien to lógico, d o n d e las arm onías y sim etrías de las clasificaciones se d islocan y d ev o ran a su au to r o le revelan su carácter irriso rio y m ortal. Por esta pend ien te , es com prensib le que la burguesía , para in ten ta r liberarse del estrago del superyó , se h ay a p ro p u esto d u ran te u n tiem po al m enos conectar la acu­m ulación de p lusva lía con el d isfru te del arte com o un fin "en sí m ism o", de tal form a que se hiciera pa ten te el carácter sublim a- to rio de esa satisfacción. De hecho, au n q u e la m o d ern id ad ya esté m o d u lad a p o r la condición posm oderna , m uchas de las con­trad icciones q u e ac tualm en te insisten no son o tra cosa que el re su ltad o de las tensiones lógicas en tre las exigencias hom oge- neizan tes del cap ita l y las trad iciones jerárquicas burguesas.

Precariedad y contingencia histórica de la Ley

D icho todo esto, una vez m ás se p o d ría afirm ar que la an tic i­pación freud iana es pesim ista , ta rde o tem p ran o cualqu iera sea el tiem po h istó rico de u n a civilización, la Ley m ostrará su tosco despo tism o, el que im pone exigencias que su p eran la capacidad de obedecer. Pero hay que su b ray ar que en el legado político de F reud , en esa am bivalencia con la Ley, no hay solo pesim ism o. Al fin y al cabo, si la Ley fuera trascenden te y desin teresada

com o p re tende ser, si su arm am en to institucional constituyera ile verdad u n a ,au to rid ad g en u in a y legítim a, en tonces sí, ya no habría m ás política cjue la que se hace a través de la negociación y transacción con la Ley, y esa política, com o lo llegó en su d ía a afirm ar Lacan, p u ed e siem pre cu lm inar en la policía. Si hay u n a o p o rtu n id ad política, p rec isam ente tiene su p u n to d e partid a en que Freud al m ostrar el reverso obsceno d e la Ley le arrebata su trascendencia y leg itim idad , p a ra en cam bio m ostrar su p reca­riedad y contingencia histórica. Si en el logocentrism o de la Ley se esconde el p lus de goce de la pulsión, se p resen tan en tonces los resquicios, las fisuras, las condiciones de la ap e rtu ra a la invención política. U na vez m ás lo que le o torga al P oder su p e r­m anencia es lo que constituye la posib ilidad de su derogación. Por ello Freud, que nunca nom bró cuál sería la civilización m ás p ertin en te p ara el ser parlan te , sí en cam bio p u d o sostener q u e si la m ism a se soporta exclusivam ente en la satisfacción de u n a m inoría, y no le ofrece a las m ayorías con qué recursos en fren ta r las exigencias de la pu lsión , esa civilización se vuelve insosten i­ble. C om o lo afirm a en "El po rv en ir de u n a ilusión", "u n a civili­zación así ni tiene ni m erece la expectativa de u n a existencia d u rad e ra" . Es v erdad que F reud siem pre señaló el carácter fan- tasm ático de cualqu ier u top ía to talizante, sin em bargo, pensaba que una civilización no siem pre m erecía ser sosten ida a cual­qu ier precio. A esta posición el p rop io Lacan le rinde su ho m e­naje cuando afirm a en "La dirección de la cura...": ¿qu ién ha p ro ­testado com o ese hom bre de gab inete con tra el acaparam ien to del goce p o r aquellos que acum ulan sobre los hom bros de los dem ás las cargas de la necesidad?

Nuevas identidades construidas según los modos de gozar

Este es u n p rincip io de explo tación esclarecido p o r el psicoa­nálisis, tan im portan te com o la m oderna extracción de plusvalía . De lo que se despoja a las m u ltitu d es es de la posib ilidad de hacer la experiencia inconsciente del vacío de la C osa, que el superyó colm a con su c ircu laridad pulsional. Las n u ev as iden ti­d ad es constru idas aho ra según los m odos de gozar, d a n ejem plo sobre esta cuestión. P or o tra parte , las apelaciones de los filóso­fos contem poráneos a la estética de la existencia, a los relatos iró­nicos de u n o m ism o, las llam adas a darnos nuestra p rop ia id en ­

tidad en u n uso de los placeres, son aún p refreud ianas; las m is­m as siguen confinadas, a veces de un m o d o m ás sutil que otro, en la oposición P oder-E xpresión que an tes m encionam os y que, com o señalam os, F reud había desm ontado .

La vida solo es soportable si se inventa una nueva relación con el superyó

En uno de los e stud ios sobre "El yo y el ello", Freud establece la diferencia entre la m elancolía y la obsesión a la luz de la exi­gencia superyoica. M ientras en la obsesión el yo está m uy próxi­m o a las fijaciones pu lsionales que am enazan con contam inarlo, en la m elancolía en cam bio el yo ha sido ganado defin itivam ente por la lib ido y se ha vuelto ind igno de vivir. De este m odo Freud hace ingresar a la v ida com o una categoría política que la M odern idad nunca su p o discernir. La vida solo es soportable si se inventa una relación nueva con el superyó, si logram os transfor­m ar la lógica am orosa que sostiene al superyó, al pasar po r la g ra ­m ática pu lsional del inconsciente. En definitiva si en cada uno se inventa u n a Ley que desm onte el artilugio del superyó. "H om bre con días d e fiesta y lu to propios", afirm aba Nietzsche, y la obra de Freud es una respuesta. El psicoanálisis en su experiencia es el custodio de este en igm a político. ¿Es posible o no transform ar la relación con la Ley a favor de una causa d istin ta al m andato superyoico? ¿Es el No-Todo p rop io de la lógica fem enina una res­puesta al carácter m ortificante de la Ley? La invocación tan p e r­m anente en la filosofía contem poránea a u n Dios que por fin qu ie­re am igos y no siervos, u n D ios hospitalario que no busque culpables, un O tro que siem pre reserve un lugar para lo singular, ¿no es la form a teórica que esconde una dem an d a ingenua dirig i­da al sup ery ó para que afloje su tenaza? Dioses que no desean encon trarnos culpables, textos indecidibles y abiertos a las lectu­ras infinitas, "cu idados de sí" sabios que adm in istran el gobierno de uno m ism o, apertu ras al O tro, construcciones de iden tidades desprov istas de coerción, relatos irónicos, acontecim ientos que se librarían de la repetición. Todos estos filosofemas, m uestran que la filosofía con tem poránea es un m ensaje destinado al superyó y el siglo xx, lo sepa o no, es u n a indagación sobre la subjetiv idad m asoquista y sus coartadas espirituales.

El siglo xx i parece preferir que haya psicoanálisis y 110 psicoanalistas

Pío aquí, p resen tad o en su carácter m ás extrem o, el legado de F reud . M ientras, la cu ltu ra del siglo xxi parece preferir que hay a psicoanálisis y no psicoanalistas, d icho de o tro m odo, que F reud sea un texto m ás de la in d u stria cu ltu ra l m ien tras se investiga el so po rte neuronal de la ética y de todos los im pulsos h u m an o s, investigación científica q u e in ten ta en vano postergar al su p e r­yó, b o rran d o la fron tera en tre el anim al y el ser parlan te . ¿A lguien pod rá im aginar qué nuevos im pera tivos se p rep aran si esa frontera es defin itivam en te b o rrad a? Estos itinerarios a c tu a ­les tal vez exp liquen por q u é Jacques Lacan, en el m om ento m ás cu lm inan te de su reconocim iento com o p en sad o r con tem porá­neo, p ronosticaba un p o rv en ir incierto para el psicoanálisis; él sabía que transfo rm ar a F reud en u n a causa d iferente a lo p ro ­d u c id o por la lógica del m alestar en la civilización, era d isp o n er de u n a apuesta m ayor que no es fácil asegu rar que los p ro p io s psicoanalistas d ispo n g an de recursos para sostenerla.

El en igm a político de la Ley, an tic ipado p o r Freud y que los psicoanalistas aún custo d ian gracias a Lacan, ¿ tendrá a rm as suficientes frente a la arrogancia com pulsiva del Poder?

Lógica lacaniana: un caso de la escritura psicoanalítica*

Introducción

Es u n hecho ad m itid o que lo que caracteriza a la ciencia, e n sen tido m oderno , es la p resencia en sus construcciones teóricas de una escritu ra hecha de núm eros, letras y grafos que cum plen con la función ontológica de dete rm in ar lo real, o rg an izad o en función del cálculo, e laborar su estru c tu ra inteligible y, p o r fin, g a ran tiza r una transm isión del saber libre de im purezas y d e fo r­m aciones del sen tido . En sum a, la ciencia m oderna alberga el p ropósito de constru ir u n a escritu ra que se libere d e fin itivam en­te de los efectos retóricos de la palabra. N os proponem os, e n cam bio, m o stra r que el psicoanálisis, si b ien ha logrado conqu is­tar u n tipo especial de escritura, en a lgunos aspectos sem ejante a la escritu ra científica, ella m antiene con lo real u n as relaciones paradójicas y de u n a com plejidad original, que la d iferencian del proyecto científico.

De en trad a observarem os a lg u n as de su s condiciones fu n d a ­m entales. Si b ien el psicoanálisis de orientación lacan iana no es m atem atizab le en el sen tido d e la ciencia, sin em bargo la fre­cuente utilización de escrituras, que Lacan denom ina m aternas, la elaboración incluso de u n álgebra y u n a lógica y la apelación a d iversas escritu ras topológicas, p o d rían llevar a p en sa r que sería posib le ob tener a lgunas form alizacion.es parciales en lo que constituye su cam po.

Por el contrario , m ás que tra ta rse del d iscurso analítico com o un saber no del tod o m atem atizab le, querem os su b ray ar espe­

* Este texto se redactó conjuntamente con Sergio Larriera (1986)

cialm ente que es el m ism o m aterna, com o caso p a rticu la r d e la escritu ra psicoanalítica, el q u e no es del todo, si se nos p erm ite la expresión, "fo rm al" . Es en el núcleo m ism o del m aterna d o n d e se d estru y e la po sib ilid ad de u n a operación form al u n lversa li­zante. Se presen ta , así, un caso ejem plar de escritu ra, que si b ien se ofrece a la tran sm isió n d e insp iración m atem ática, sin em b ar­go no p u e d e d esen ten d erse de ese carácter fundam en ta l que, u tilizan d o una expresión lacaniana, d enom inarem os "no todo". De este m odo resu lta que el saber psicoanalítico, m ás que cons­titu ir u n saber que no se p u e d e form alizar del todo , ha hecho su rg ir u n a escritu ra que está constru ida de tal m o d o que, en cada u n o de sus térm inos, siem pre se sustrae a tod o proyecto to talizante. Por lo tanto , la escritu ra psicoanalítica m antiene un paren tesco con la e scritu ra científica; su s m aternas pasan de u n a lengua a otra sin deform ación . Pero, ah o n d an d o en su construc­ción peculiar, la vem os afectada por una serie de condiciones que le o to rgan su especific idad , separándo la de lo que sería cu a l­qu ier co m p o rtam ien to parad igm ático en las escritu ras científi­cas. El m aterna analítico , que p u e d e p asa r de u n a lengua a o tra es, sin em bargo, in sep arab le de los dichos a los que convoca; m aterna y d ichos se copertenecen im p id iendo to d a estratifica­ción de la teoría, h as ta el p u n to de an u la r la diferencia en tre la teoría y la práctica.

Se p o d ría argum en tar, entonces, que estam os ad m itien d o de en trad a una falencia de la escritu ra psicoanalítica, u n carácter deficitario que la to rn a ría inoperan te . Por el contrario , nuestro propósito es m o stra r que no solo no se tra ta de n in g ú n déficit, sino que, gracias a la invención de esa escritu ra, se p u ed en ap re ­ciar las v e rd ad e ras cond ic iones que lo real le im pone a la verdad que se construye con lo sim bólico. Estas condiciones son tres, y d e te rm in an tan to la em ergencia com o el carácter específico de la escritu ra psicoanalítica:

- N o hay m eta lenguaje.- N o hay u n iversa l que no tenga com o lím ite a u n a excep­

ción que lo niega.

- N o hay relación sexual.Estas tres condiciones constituyen la causa y a la vez la com ­

posib ilidad del m aterna lacaniano, p rop io de la incom ple tud y la inconsistencia de los p o s tu lad o s psicoanalíticos.

La escritu ra a lcanza en Jacques Lacan u n a com plejidad acor­

de con su esfuerzo de decir psicoanalíticam ente el psicoanálisis. Su escritu ra, lp que Lacan ha d en o m in ad o mathemas, su rge allí d o n d e el m edio-decir d e la v erdad tropieza con la im posib ilidad de lo real. Es im posible, psiconalíticam ente hab lando , que la v e r­d ad se com plem ente con lo real, que v erdad y real constituyan u n a to ta lidad . Por el contrario , la verdad , que solo p u e d e dec ir­se a m edias, tiene com o lím ite el goce, síéndo el goce lo real en psicoanálisis.

C onsideram os que p resen ta r m uy suscin tam ente a lg u n as cuestiones de esta escritu ra resulta pertinen te . P uede ser m ás ilu stra tivo m ostra r cuáles son las consecuencias del d escu b ri­m ien to freud iano sobre la p rop ia escritu ra del psicoanálisis, que fo rm ular la que po d ría llegar a ser u n a teoría psicoanalítica de la escritu ra.

Para ello hem os escogido dos o tres pág in as de un escrito de L acan1 que nos parece parad igm ático . Allí analiza u n ejercicio g ram atical y lógico m ed ian te el cual arriba a la dem ostración de que no hay m etalenguaje. La o rig inalidad d e este texto no es tri­ba prec isam ente en tal dem ostración . R ecordar las críticas d e K oyré a la teoría de los tipos de B ertrand Russell, o la refu tación del m etalenguaje que h a n hecho H eidegger en filosofía y G arcía C alvo en gram ática. P ara n inguno de estos au to res hay m etalen- guaje. Lo im portan te d en tro del cam po del psicoanálisis son las consecuencias que se d eriv an del m odo en que Lacan lo d em u es­tra. En efecto, de ello ex trae consecuencias lógicas que p o d rían fo rm ularse en los sigu ien tes térm inos: "N o hay un iversa l que no tenga com o lím ite a u n a existencia que lo niega". Esto, en la lógi­ca que el psicoanálisis denom ina "d e la sexuación", confronta a la p a rte hom bre y a la p a rte m ujer con un hecho incon troverti­ble: "N o hay relación sexual".

Estas tres negaciones, la del m etalenguaje, la del un iversa l y la d e la relación sexual, son tres hechos de escritu ra co n su stan ­ciales del psicoanálisis. En este artícu lo nos lim itarem os a p re­sen ta r el desarro llo que Lacan efectúa en el texto citado, y su relación con la escritu ra del psicoanálisis, así com o sus conse­cuencias para la escritu ra en general.

1 L'Etonniit. liste es un término acuñado por Lacan que posee tres signifi­caciones: el atolondrado, el atolondradito, el atolondradicho, las vueltas dichas, que en francés son homofónicas: l'etourdi, l'etourdit, les tours dits, respectivamente (Escansión, N'1 1, Paidós, Bs. As., 1984).

N o hay metalenguaje

La p resen tac ión del p rob lem a Lacan la realiza escrib iendo do s frases. La p rim era d e ellas es un enunc iado que cum ple la función de objeto de u n a seg u n d a frase. El trabajo de la segunda frase sobre la p rim era sería u n a operación m etalingüística, a los fines de d a r cuen ta de ella.

Primera frase:

Q ue se d iga q u ed a o lv idadoTras lo q u e se dice en lo que se oye.

Segunda frase:

Tiem po 1 Este en u n c iad o que parece de aserción por p ro d u c irse en una form a universal,

T iem po 2 es de hecho m odal, existencial corno tal: el sub ju n tiv o con que se m odu la su sujeto lo tes­tim onia.

In m ed ia tam en te de p re sen tad as las dos frases, Lacan define cuál es el objetivo. D ice que se tra ta rá de dem ostrar, analizando la relación de significación que h ay en tre am bas frases, cuál es el sen tid o que to m an con el d iscu rso analítico. Veamos que Lacan establece u n a tajan te d iferenciación entre significado y sentido.

¿Qué relaciones de significación se establecen entre estas dos frases? Al to m ar a la frase 1 com o objeto, la frase 2 trata de for­m alizarla lógicam ente. N otam os que la frase 2 asegura que la frase 1 es u n enunciado solo en apariencia asertivo, por p ro d u c ir­se en una form a universal. Pero p a ra ser efectivam ente asertivo, este enunciado debiera h ab er establecido: "En todos los casos... el decir queda o lv id ad o ..." . F,1 "que se diga" está referido al hecho de que haya decir. Y la p a rte final de la frase: "Lo que se dice en lo que se oye", constituye el dicho. El dicho es aquello que se dice en lo que se oye, pero tras el dicho q u ed a el decir, el olvido de que hay decir. P ara darle al enunciado el carácter asertivo (que la segunda frase le niega) tendría que haber sido; "En todos los

casos, el decir q ueda o lv idado tras el dicho". Por eso l acan dice que p o r el hecho de producirse en una form a universal, el e n u n ­ciado "parece de aserción". Pero en realidad, tal com o la frase 2 asegura en su segundo tiem po, es m odal existencial, pues está m o d u lad a en subjuntivo. El subjuntivo, el "que se diga", es en ese enunciado un real de la gram ática. El subjuntivo es u n problem a a la hora de form alizar u n enunciado, uft real que se resiste a las lógicas proposicionales. Por eso el enunciado en cuestión resulta ser, m ás allá de la apariencia, m odal existencial. H ay que form ali­zarlo bajo otra lógica, una lógica m odal que sí p u ed e dar cüenta del subjuntivo, pero a costa de perder la verdad. Pues la lógica m odal existencial no se dirim e, como la lógica proposicional, en térm inos de verdadero o falso, o en térm inos de enunciado bien form ado o mal form ado, com o la lógica de enunciados. Al ser . polivalente (universal, existente y vacío), la lógica m odal q u ed a excluida del p lano tético, de los valores veritativos.

En síntesis, la segunda frase, al a firm ar que la frase 1 es m odal existencial, lo que está haciendo es negarle la verdad. Es el precio de pasar, en una form alizaeión, de una lógica bivalen te a una p o li­valente. A cotem os que así queda in troducido lo que los lógicos denom inan "el problem a ontológico", algo extralógico. Al m enos así ha sido para el lógico positivista, cuyo proyecto consistió en separar de m anera radical lógica y ontología. A unque, al respec­to, A lfredo D eaño ha sostenido que n inguna lógica, ni siquiera la asertiva o categorial, escapa al problem a de la ontología, al cual arrastra h istóricam ente2. El cuantificador existencial propio del "existe" se opone a lo "categórico" de la lógica proposicional. A este problem a ontológico apun ta Lacan al afirm ar en la seg u n d a frase que la prim era es m odal existencial. M ostrarem os m ás a d e ­lante cóm o Lacan juega con la posib ilidad de transform ar las p ro ­posiciones categóricas en proposiciones existenciales, a p ropósito de lo que él denom inó "fórm ulas cuánticas de la sexuación". En este p u lso con la lógica, Lacan pone a la gram ática como m id ien ­do fuerzas y debilidades de las lógicas que de ella se derivan, p o r ­que la gram ática tiene como obstáculo a la lengua; la gram ática no elude, com o las lógicas, ese im posible, esc real que es la lengua. De allí el problem a del subjuntivo, en el cual se m odula el sujeto de la p rim era frase: "que se d iga".

2 D eaño, Alfredo: 1 as concepciones de la lógica, Taurus, M adrid, 1980.

í lasta aquí, las operaciones descriptas, m ediante las cuales la segunda frase lia llegado a establecer que la prim era es existencial, constituyen u n trabajo m etalingüístico. La segunda frase dice lo que es la p rim era, Pero a continuación Lacan sostiene que esto es solo apariencia, pues la primera frase, que pareciera ser el objeto de la segunda, hacen en realidad que a esta segunda la alcancen los efectos de la enunciación. "Q ue se diga q u ed a o lvidado", se olvida que para que la seg u n d a frase (asertiva en sí m ism a, pues dice lo que es la p rim era) sea verdadera , hay que decirla. No hay metalenguaje, por­que, por formal y abstracto que sea, sin embargo es necesario que haya decir, que esa formulación se diga. Tras las form ulaciones m etalin- güísticas de la seg u n d a frase ha quedado olv idado que a esas for­m ulaciones hay que decirlas.

"P ues insisto en ello u n a vez m ás, no hay metalenguaje tal que a lguna de las lógicas, p o r a rm arse de la proposición, lo p u ed au sar de báculo f ], y si a lg u ien cree p o d er encontrarlo en mireferencia al d iscurso , lo refu to , po rque la frase que parece ah í ser el objeto de la seg u n d a , no po r ello se aplica m enos sign ifi­cativam ente a ésta.

"P ues esta seg u n d a , que se la d iga q u e d a o lv id ad o tras lo que se dice. Y ello, de m odo tan to m ás im presionan te com o que es asertiva, sin rem isión , hasta el p u n to de ser tautológica en las p ru eb as que ofrece -a l d en u n c ia r en la p rim era su sem blante, p ostu la su p ro p io decir com o inexistente, ya que al cuestionar a ésta com o d icho d e v erd ad , a la existencia hace responder de su decir, y no p o rq u e hag a ex istir este decir, ya que solo lo den o m i­na, sino p o rq u e le niega la v e rd a d - sin decir".

Al d en o m in ar a la frase 1 com o m odal existencial, la frase 2 le n iega la verdad , p o stu la q u e la frase 1 no es un dicho de ver­dad. ¿Q ué resp o n d e en tonces p o r el decir de la frase 1, ya que no es u n d ich o de v e rd ad ? La existencia. Pxiste un decir, hay decir. Hso quiere decir que la frase 1 cuando la frase 2 la hace existir. Pues "la enunciación de la frase 1 es m om ento de existencia, que s ituada d esd e el d iscu rso ex-siste a la v erd ad ".

Todo el p rob lem a está en el pasaje del "d icho de verdad" (lógica p roposic ional) a la "existecia del decir" (lógica m odal). La oposición verdad-existencia surge como irrebasable: no puedo asegurar verdades de un caso de existencia. Lo esencial a re tener aq u í es que la frase 2 hace ex istir a la frase 1 al negarle la verdad . La conse­cuencia de esto es que la frase 2, que es asertiva, y por lo tanto verda­dera, al atribuir existencia al decir de la frase 7, está a la vez postulan-

do su propio decir (el de la frase 2) como inexistente, puesto que todo el movimiento consiste en oponer verdad y existencia.

No hay universal que no tenga como límite a una existencia que lo niega

¡s

Del razonam ien to anterior, m erced al cual Lacan ha m o stra ­do que no hay m etalenguaje, se deriva una consecuencia especí­ficam ente lacaniana. Dice Lacan a continución del p árrafo citado an terio rm ente: "Si se ex tiende este proceso, nace la fórm ula, m ía, de que 110 hay universal que no tenga que contenerse con una existencia que lo niega. Así, el estereo tipo de que todo hom bre es m ortal no se enuncia d esd e n in g u n a parte. La lógica que le pone ^ fecha no es sino la de u n a filosofía que sim ula esa nu la ub icu i­dad (nullibiquité), ese hacer de coartada p ara lo que deno m in o d iscurso del am o".

Si la lógica simula un enunciar desde ninguna parte, es a los fines de ocultar algo. Se pone así al servicio de ocultar que un enunciado hay que enunciarlo. La lógica del enunciado sirve de coartada al discurso del amo, sustrayendo el hecho de que hay enunciación. El enunciado aparece como producido sin ningún tipo de enunciación que lo afecte.El "que se d iga" q u ed a o lvidado. Tal o lv ido es el rechazo del sujeto, es la pretensión de un discurso sin sujeto.

"N o hay pues, un iversa l que no se reduzca a lo posible", sigue Lacan. En este p u n to la coincidencia con j. L. Borges es notable. En el poem a Alguien (una existencia, acotem os) expresa en los prim eros versos:

"U n hom bre trabajado p o r el tiem po, u n hom bre que ni s iqu iera espera la m uerte (las p ru eb as de la m u erte son estad ísticas y nadie hay que no corra el a lbu r de ser el p rim er in m o rta l) ..." .3

"P or m ás que se la postu le un iversal, la m u erte nunca deja de ser m ás que posible", sostiene Lacan.

3 Borgks, Jorge Luis: Obras Completas, Emecé, Bs. As., 1987.

H em os visto que el en u n c iad o (frase 1) se ha resistido a los in ten tos de estratificación. Pues a todo lo que liem os dicho hay q u e ag regar lo que L acan considera la refutación de los in ten tos transfo rm acionales. Sostiene al respecto que el "en lo que se oye" de la frase 1 em p a lm a asim ism o con la existencia destaca­da p o r la frase 2, al a firm ar ésta que la frase 1 es existencial, y tam bién con el "lo que se dice", que la m ism a frase 1 denuncia com o cu b rien d o ese resto del "q u ed a o lv idado tra s ..." .

P or todo esto, resu lta im posib le estratificar el enunc iado de la frase 1. U nas p a rte s del en u n c iad o im plican a otras, las borran , vuelven sobre ellas. En este m o d o de p resen tarse el enunciado , resu lta im posib le que fructifique el in tento de reducirlo a d is tin ­tos niveles d e transform ación . H em os d icho que el sub juntivo constitu ía u n real de la g ram ática, algo irreductib le, algo del o rd en de lo im posible. La g ram ática se ocupa de estu d ia r y cla­sificar las m o d a lid ad es del sub juntivo , pero el in ten to de llevar el sub jun tivo a una form ulación en térm inos de lógica p roposi­cional fracasa. N o se presta , com o el indicativo , a tal tipo de escritu ra . Ya h em os com en tado cóm o de tal impasse su rgen las lógicas m odales. Pero p o d ría objetarse que el m encionado fraca­so al confron tarse con lo real de la lengua no se debería a o tra cosa que a u n a m ala estratificaciém de los niveles del enunciado . U na insuficiencia in stru m en ta l que conduciría a una in adecuada estratificación de los n iveles de análisis. En este sentido , po d ría sostenerse q u e toda a m b ig ü ed ad o m alen tend ido en la lengua q u ed a ría resuelto m ed ian te las transfo rm aciones que p erm iti­rían hallar la e s tru c tu ra p ro funda . Así, todo tipo de enunciado p o d ría analizarse transfo rm acionalm ente , elim inando cualqu ier tipo de m alen tend ido .

A los ejem plos q u e Lacan p ro p o n e es im posib le aplicarles las reg las de transfo rm ación . Todo enunciado, en tanto dicho, implica necesariamente que se lo diga, que haya enunciación. Es lo que se olvi­da, que la utilización de la lengua común para la comunicación de cual­quier formalización implica un pasaje del lenguaje al discurso. C u an d o el lenguaje form al pasa a ser com unicado, ingresa al d is­curso . Y los efectos de la lengua com ún exceden lo p rev isto po r las lógicas p roposic ionales y m odales, lo cap tad o por las g ram á­ticas, lo ca lcu lado po r las lingüísticas, al d iferenciar el su jeto del en u n ciad o y el su jeto de la enunciación.

En relación a esta ú ltim a cuestión, aclarem os que Lacan cu an ­d o po stu la el o lv ido del "que se d iga", no está ape lando a la dife-

ren d a lingüística en tre am bos sujetos: el del en u n ciad o y el d e la enunciación. El* sujeto que se revela en la experiencia analítica es una respuesta de lo real; p o r lo tanto no p u ed e ser nom brado , no hay nom bre para el ser del sujeto. Si aparece bajo u n sign ifican­te que lo representa, desaparece bajo el o tro significante que aú n no ha venido al d iscurso . Es una represen tación en tre sign ifican­tes y no una represen tación en tre sujetos. Esta d iv isión del su je­to del psicoanálisis p roduce un resto, q u e es el objeto. A lrededor del objeto gira el deseo.

Lo dicho siem pre es p o stu lad o com o verdad . Pero para décir la v e rd ad siem pre faltan palabras. H ay allí un im posib le al cual Lacan le atribuye una función esencial: es ju stam en te po r ese im posib le que la v erd ad sostiene lo real. Ese real es el lím ite de la verdad . H em os insistido en que los dichos, en tan to en u n c ia ­dos verdaderos, d eben pasar al decir, a consecuencia de lo cual quedaba establecida la tajante d iv isión en tre la v e rd ad del d icho y la cuestión de la existencia, en tan to el decir ex -s is te al dicho. De d o n d e se sigue que el decir p o r ex -s is tir a la verdad , no es de la d im ensión de la m ism a. Al afirm ar esto, Lacan realiza u n juego de palabras: "...le diré ne s'y couple que d ’y ex-sister, sois de n'etre pus de la ditmension de In verité"4. De allí que, m ás allá de las significaciones que resu ltan de la aplicación recíproca de la p r i­m era y segunda frase que hem os ven ido considerando , Lacan ap u n te al sostener: " ...n a d a esconde tan to com o lo que revela, que la verdad , alhueia=Verborgenheit", en una d eclarada coici- dencia con H e id e g g e r’. En esos térm inos se resuelve la o p o si­ción p lan tead a p o r Lacan en tre la significación y el sentido. El sen tido es este lím ite, esta d im ensión de ocultam ien to irrebasa- ble sosten ido com o im posib ilidad por el desocu ltam ien to de los d ichos de verdad (los m edid iodichos). Si la significación es de dit-mension (d im ensión) de la verdad , el sen tido ex -siste a la s ig ­nificación.

4 Aquí Lacan juega con la homofonía de dimensión / dit-mension, palabra esta última que reúne el dicho con la mansión, de donde la dimensión propia del hablante debe entenderse como morada del dicho: el hablan­te mora en el dicho.

5 Esta fórmula paradojal la hemos analizado en Lacan: Heidegger. Un decir menos tonto, Ediciones C.T.P., Madrid, 1990.

No hay relación sexual

La práctica del psicoanálisis ha p u esto en evidencia una rela­ción del sujeto con el falo, que se establece independientemente de la diferencia anatómica de los sexos. A ntes de en tra r de lleno en los m aternas lacan ianos que escriben esta cuestión, será necesario u n p eq u eñ o excursus pa ra sin te tizar lo que el psicoanálisis en tien d e po r falo y cuáles son los alcances de la castración. Pues el falo n o se co n fu n d e con el ó rgano del m acho que le apo rta su im agen. El falo, p o r lo tanto , no es el pene, sino el significante del deseo. La noción del deseo se recorta sobre el fondo de la d em an d a de am or, d iferenciándose am bas a su vez de la sa tis­facción d e las necesidades.

El su rg im ien to del falo com o significante del deseo se p ro d u ­ce tem p ran am en te en la obra d e Lacan, o rg an izando los p rim e­ros años del re to rno a Freud p o r él p ropuesto . Pero es en to rno a 1972, fecha del escrito que constituye la perm an en te referencia d e este trabajo, cu an d o la escritu ra cu lm ina en las "fórm ulas cuánticas d e la sexuación" que ponen en relación la p a rte m acho y la pa rte hem bra del ser hab lan te , es decir, los m odos de s itu a r­se, en tan to hab lan te , en relación al falo, dán d o se u n a iden tid ad sexual. C on sid eram o s que estas fórm ulas son ejem plares de lo q ue h em os asev erad o en la in troducción respecto del m aterna com o no-todo .

N ecesidad , d em a n d a y deseo deben ser pensados en la re la­ción p rim ord ia l que se establece con el O tro, que aparece inves­tido del p o d e r de satisfacer las necesidades o de p riv a r de sa tis­facción. El apetito de satisfacción de las necesidades q ueda así a rticu lad o n ecesariam en te bajo la form a de u n a d em an d a d irig i­d a al O tro . Pero la d em an d a está referida a otra cosa que a las satisfacciones de necesidades que reclam a. Es d em an d a de p re ­sencia (o de ausencia). Es, en síntesis, dem an d a de am or. A nida la p a rticu la rid ad de tod o lo concedido a u n supuesto sujeto de la n ecesidad , p a ra tran sfo rm ar esos dones concedidos en p ru eb a de am or. P or eso las satisfacciones de la necesidad que fueren ob ten idas, y en tan lo no es de eso de lo q u e se trata, se reducen a func ionar ap la s tan d o la d em an d a de am or. O sea, que en el am or, m ás que conceder dones que satisfagan necesidades, el O tro p o n e en juego "el don de lo que no tiene". Vemos que la d em an d a , p o r ser d em an d a de amor, no está condicionada po r la p a rticu la rid ad de los objetos que vendrían a satisfacer la nece­

sidad . La d em an d a es incond icionada. Pero esas p a rticu la rid a ­des, abolidas por la dem an d a de am or, reaparecen m ás allá de ella. H ay un m ás allá de la d em an d a que es el deseo. El deseo, abso lu tam ente condicionado , su stitu y e a lo incond ic ionado de la dem anda. Lacan expresa esto en térm inos de u n a diferencia: la que resu lta de sustraerle a la d em an d a de am or el ap e tito de satisfacción; esa d iferencia es el d eseo ''

"D e allí que el sujeto y el O tro, p a ra cada u n o de los p a rtic i­pan tes en el acto sexual, no p u ed an bastarse p o r ser sujetos d e la necesidad ni objetos del am or, sino q u e deben o cu p ar el lu g a r de causa del deseo". Ahí, en el campo del deseo, en la hiancia que insta­la el surgimiento del sujeto en el signifícate, en esa hendija entre nece­sidad y demanda, hay un significante privilegiado: el falo.

¿Por qué h ab la r de falo y no de pene? P orque no se tra ta de u n a form a, u n a im agen o u n a fantasía sino de un significante: el significante del deseo. Lacan destaca que los g riegos no lo rep re ­sen taban com o un órgano, sino com o una insignia. Por eso, en las v icisitudes de la castración, el falo q ueda m arcado. En esa relación del deseo con la m arca, la castración se im ag inariza com o am enaza sobre el ó rgano en el varón y com o nostalg ia del órgano en la mujer. Si el deseo de la m adre es el falo, el n iño quiere ser el falo, constituyendo esto la falta-en-ser. Por tra ta rse del falo, n in g ú n ó rgano que el n iño tenga p u e d e satisfacer esa dem an d a que el O tro le hace, y que es la p ru eb a de que el O tro desea; de allí que lo decisivo no es que el sujeto tenga o no tenga un órgano: lo decisivo es que la m adre no tiene falo.

La falta-en tener (am enaza sobre el ó rgano y nostalg ia del órgano) condena al sujeto a un parecer el falo, p ro teg ien d o el órgano de la am enaza o en m ascaran d o la p rivación del ó rgano .

Bajo el acápite de ser o tener el falo, Lacan p o n e a la función <I>a . H em os llegado, finalm ente, a in tro d u c ir este m aterna del falo, p u d ien d o ahora d irig irnos hacia las fó rm ulas cuánticas. Señalem os de paso que, com o hab íam os an tic ipado , solo p u d i­m os in troducir este m aterna fx tras u n a can tidad de d ichos, corroborando así que el m aterna en psicoanálisis es un po lo de d ichos que no se sostienen sin decir. Esta función fx sup le a la relación sexual. A dicha función los hab lan tes le responden p o r su m o d o de hacer argum en to , es decir, p o r el m o d o en que cada ser hab lan te es a rg u m en to de esa función.

La función <b.v está ind icando que hay goce sexual, lo cual qu iere decir que se tra ta d e gozar de un cuerpo. G ozar de u n

cu erp o es apre tarlo , abrazarlo , despedazarlo . Ahí, la función <I»x, rem itien d o a ese goce sexual, establece la relación en tre dicho goce y el significante. La escritu ra ‘Ex está d en o tan d o lo que es el significante: u n a x p a ra am bos sexos. Pero se po d ría p re g u n ­ta r sobre el p o r que de esta insistencia del psicoanálisis en ese hecho, que no hay relación, por qué no podríam os, d ad o que en la lengua d isp o n em o s d e los té rm inos hombre y mujer, escribir lóg icam ente "x R y", asig n an d o la letra x al hom bre y la letra y a la m ujer, tal cual se hace en genética según el tipo crom osóm ico. P ero p ara el psicoanálisis, no es así. Escribir en esos térm inos es, d e sd e el psicoanálisis, u n error. N o hay escritu ra posible, den tro de la lógica psicoanalítica, aun cu an d o p u e d a ser considerada u n a lógica inconsisten te de la relación sexual. N o hay inscrip ­ción inconscien te del significante hom bre ni del significante m ujer. Por lo cual no es posible escrib ir lógicam ente una relación en tre am bos.

Esto Lacan lo ha escrito de la sigu ien te m anera: 3 f.(x.y), lo cual se lee: no existe función tal que en tre x e y constituya una relación. P o rq u e no tenemos significante hombre y significante mujer, sino que solo tenemos un significante: el falo, Función del falo, enton­ces, que articula castración y diferencia anatómica de los sexos, conec­tando con el goce sexual y con el deseo. El hacer las veces d e a rg u ­m en to de esta función com o p a rte fem enina y parte m asculina p a ra cada ser p a rlan te es su posib ilidad de sexuación, de qué m o d o se v an a inscrib ir en el d iscurso com o hom bres o m ujeres, d á n d o se u n a id en tid ad sexual m ed ian te el estab lecim ien to de esta relación con el falo.

Esta es la v e rd ad p ro p ia del d iscurso analítico: todo aquello qu e en tre h o m b res y m ujeres se conoce com o relación sexual, cae bajo la función fálica. A hora bien, la función fálica <I>x no se ins­tala bajo la fo rm a de u n a u n iv e rsa lid ad que coloque a todos los seres h ab lan tes bajo la le y del falo, sino que, en tan to función, se insta la m erced a una existencia que la niega.

Lacan u tiliza los cuan to res de la lógica (V y 3), y así com o escribe la función ‘Ex y su negación ‘Ex, tam bién escribe el " to d o " y el "existe" negados: (Vy 3 ). C om o resu ltado de la p re ­sen tación de la función y su negación, así com o los dos cuanto- res y sus respectivas negaciones, obtiene, p ara la x del su jeto que hace a rg u m en to de la función, cuatro fó rm ulas en las cuales d icha x se especifica. Así, 3x, existe un x, y Vx, p a ra todo x. La x es a q u í la variab le , a saber, lo que da lugar al a rgum ento , q u e ­

d an d o dicha variab le to ta lm en te especificada p o r la form a c u á ­d ru p le bajo la cual está p lan tead a la relación del a rgum en to a la función.

Todo lo tocante al com plejo de E dipo se resum e en esta ló g i­ca, po r la cual una existencia que n iegue la función fálica es n ece­saria p a ra que sea posible establecer d icha función. En un p u n to del discurso , una existencia tacha de falsa a la función fúlica, y así la hace posible.

Esto se escribe m edian te la correlación lógica de dos fórm ulas. La prim era, V.r . Tur quiere decir que para todo x se cum ple Tur. En el discurso analítico, esto dice que “tod o sujeto, en cuanto tal, ya que es eso lo que está en juego en este discurso, se inscribe en la función fálica para obviar la ausencia de relación sexual".

La segunda, 3x . Tur, indica que se da excepcional m ente el caso en que existe u n a x para el cual la función Tur, no se cum ple.

Esta u ltim a fó rm ula p o stu la la existencia de u n sujeto a p a r ­tir de u n decir que no a la función p reposicional Tur. A sí, al to d o s de 1 un iversal aristotélica, Lacan lo m odifica con el cuan to r V (para todo). Pero a este "p a ra todo" lo fu n d a en una excepción que se escribe n eg an d o la función, y q u e se m uestra abso lu ta ­m ente d iferente de lo que p ara A ristó teles es la particular. E sto im plica u n a p ro fu n d a a lteración en el p u n to de p a rtid a de escri­tu ra ile las fórm ulas cuánticas de la sexuación, respecto del o rden p ro p u esto po r la escritu ra m edieval del cu ad rad o lógico aristotélico. Esta ú ltim a coloca en el p u n to inicial a la un iversa l afirm ativa, allí d o n d e Lacan escribe la excepción fundante .

U niversalA firm ativa

Del lado de las m ujeres, el m odo de acep tar la castración, es decir, el m odo de sum isión a la ley del falo, no es postu lan d o la u n iversa lidad de la ley. C om o las m ujeres no constituyen u n a clase, no se puede escrib ir en psicoanálisis "LA" m ujer, p u esto que LA m ujer no existe. P or ello, solo se p u ed e escribir tachando el LA. Se constituye el uno de la escritu ra (yA ) p a r ­tiendo de la inexistencia. Se p u e d e com parar este p roced im ien to con la lógica de Frege, quien, al asignar al concepto no idén tico a sí m ism o el núm ero cero, p u esto que d icho concepto no sub- sum e n in g ú n objeto, posib ilita que en u n próx im o p aso al p lan -

A 3x . Tur i

tea r el concepto de n ú m ero cero, p u e d a asignarle el nú m ero uno (1), p u esto que, ahora sí, el concepto sub su m e a un objeto: el n ú m ero cero (0). De allí q u e Lacan hable de este uno com o "uno de la inexistencia".

Y esa es la m an era que tienen las m ujeres de colocarse bajo la ley del talo, m ed ian te este u n o d e la inexistencia in troducido com o negación de la existencia: $x . fx, no existe uno que diga no a la ley del falo. D oble negación: del a rgum en to y la función.

P ero en u n a m ujer no todo cae bajo la ley fúlica. Algo en ella, m ás allá del falo, se m u estra com o un goce O tro que no se p u ed e decir. Esto se escribe m ed ian te la negación del cuan to r ":

V.y . <I>.v

En este caso, es el goce O tro el que tiene p o r lím ite a la fun ­ción fúlica. Es u n goce m ás allá del falo, pero en relación a él. V.y . fb.Y , la m ujer es no-toda, es^LÁ m ujer. Las m ujeres lo son una p o r una, no hay " todas las m ujeres". S iem pre hay en ellas lo que goza m ás allá del falo.

Vemos, en consecuencia, que el Uno to ta lizado r del V.y . <1».y está, en verdad , fu n d ad o en u n a excepción que lo niega en cu an ­to a función (3.y . <I>.y), y está negado en tan to U no del o tro lado de la fórm ula, el lado derecho , que corresponde a la p a rte h em ­bra.

El U no to talizador, el U no de EL hom bre, se revela a la luz del p sicoanálisis n eg ad o cada vez p o r una m ujer y, para colm o, la función fúlica solo se establece por un m ito, p o r una existencia que la niega. Esta existencia mítica es la del P ad re gozador de tod as las m ujeres, un P ad re que escapa a la ley del falo-castra­ción. En síntesis, para Lacan, una figura payasesca, no p o r la o m nipo tencia de gozar de todas, sino po r la e s tu p id ez de su p o ­ner q u e hay a "todas" .

D ispuestas en el cuad ro lacaniano, las cuatro fórm ulas se d is­trib u y en dos a la izqu ierda, lado m acho, y dos a la derecha, lado hem bra:

3 \ . d*.Y 3.\ . <J>Y

V.r <T>.y V . y . <I'.Y

Sobre esta m atriz se d an las identificaciones sexuales, in d e ­p end ien tem en te d e los sexos anatóm icos de los sujetos. P ero nosotros in te rru m p irem o s aquí, pues ya h em os llegado a d o n d e queríam os: a m ostrar el m aterna com o u n caso de escritu ra psi- coanalítica en que la im posib ilidad esencial excava al m ism o m aterna. En las fórm ulas cuánticas de la sexuación se juegan ciertas operaciones lógicas, de tal m o d o 'q u e se fragm enta, se rom pe, la idea de U no.

Un m aterna es lo que p rop iam en te y solo se enseña: no se enseña m ás que el Uno. C ada discurso, en ú ltim a instancia, transm ite su Uno.

D esde el m om ento en que el d iscurso analítico abordó estas cuestiones, "postu ló que la condición de lo escrito se susten ta con un d iscurso", y en ese d iscurso (analítico) se d em u estra q u e jam ás p o d rá escribirse la relación sexual, en tanto " . . .u n v e rd a ­dero escrito es lo que del lenguaje se condiciona m ed ian te u n d iscurso". La letra es efecto de discurso.

L levadas las cosas hasta este pun to , se com prenderá que, una vez que se acepta el "Q ue se d ig a queda o lv id ad o ..." , el psicoa­nálisis p u e d a llegar a afirm ar que las escritu ras en general no son m ás q u e el efecto de una imposibilidad: escribir la relación sexual.

Tesis sobre la institución: la confusión sobre el cero

"Hay aquí un capitulo que desginaré com o la confusión sobre el cero".

Jacques Latan "Proposición del 9 de octubre de 1967"

In ten tarem os a con tinuación constru ir una p regun ta que u n a vez m ás está d irig ida al texto de la "P roposición del 9 de octubre de 1967...". En este caso se trata de in d ag ar que "teoría de la in s­titución" encontram os, al m enos en ciernes, en el desarro llo de la "Proposición...". A efectos de log rar co nstru ir de u n m odo m ín im o la "teoría de la institución", subyacente a la "P ro p o ­sición...", nos verem os abocados a deslizam o s p o r los d istin to s enunciados de la m ism a, reiterarlos aquí, y de tenernos en un o especialm ente, que tan to p o r su estilo im pactan te com o p o r su po tencia argum ental, m erecerá u n a atención especial en nuestro desarro llo . Es ya sabido que uno de los aspectos fundam en ta les de la "Proposición..." h a sido d esen trañ a r la función del sujeto su p u es to saber en la transferencia, p resen ta r a esta función en la form a de un algoritm o y a su vez d iluc idar el carácter de "agal- m a" p rop io del analista en la dirección de la cura. Lina vez reali­zad o s estos pasos, la "P roposición..." se vuelca sobre u n p u n to que considera decisivo en cuanto a lo que debe ser una Escuela de psicoanálisis y la "fo rm a" que la m ism a debe asum ir. En p a la ­b ras del p rop io Lacan: "En esta elección, el lu g a r del no saber es cen tral". N os reservarem os una cierta perp le jidad con respecto a este enunciado lacaniano; la Escuela, térm ino clásico que desig ­na el lugar d o n d e se p ro d u ce y acum ula, se archiva y se tran s­

* Este texto ha sido publicado previam ente en los Cuadernos Andaluces de Psicoanálisis, en 1986.

1 L a c a n , }.: "Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoana­lista en la Escuela", en: Momentos cruciales de la experiencia analítica, Manantial, Bs. As., 1991.

m ite el saber, en cam bio, en el caso del psicoanálisis debe asig ­narle u n lu g ar cen tral al "no saber". Al i i lo de la sorpresa que el texto nos ofrece, inev itab lem en te su rge la p regunta: ¿cuál es el rasgo o cu a lid ad q u e p u e d a atribu irse a este "no saber"? ¿O se tra ta acaso de una p u ra n eg a tiv idad , inabarcable, e inaprchensi- ble p ara tod o discurso? Si así fuera, ¿cóm o es que propone u n a Escuela en d o n d e "el lu g ar del no saber es central"? D eclinar las d is tin tas consecuencias de esta p regun ta , es lo que la "P roposi­ción..." realiza a p a rtir de aquí. Los cam inos que ella surca, cons­tituyen u n h ito h istó rico no solo para el psicoanálisis sino ta m ­bién p ara el p en sam ien to con tem poráneo . R ecordem os tan solo lo que la "P roposición ..." incluye com o reflexión sobre la ciencia en el reo rd en am ien to de la v id a m oderna. Por nuestra parte, nos lim itarem os a seg u ir un o de los cam inos p ro p u esto s que perm i­tan o rien ta rnos en esta cuestión que a tañ e a la "teoría de la in s­titución" que se ded u ce de la "P roposición...".

Sobre el carácter del "no saber" en cuestión, Lacan responde: "El no saber no es de m odestia , lo cual todav ía im plica situarse en relación a sí, es p ro p iam en te la p roducción en reserva de la estru c tu ra del vínico saber o p o rtu n o ".

La respuesta d e Lacan p erm ite inferir que no se tra ta de u n "no saber" que p u d iese ser considerado com o un déficit aún p o r colmar, o b ien com o exp líc itam ente se indica, no es u n a declara­ción de m odestia que siem pre p uede a lbergar una coartada nar- cisista. El "no saber" no su rge p o r una relación a sí m ism o que fuese posib le argum entar, sino que le pertenece a la e struc tu ra de u n m o d o esencial, hasta el p u n to de constru ir la posib ilidad del "ún ico saber o p o rtu n o ". D icho de o tro m odo, el "no saber" no solo no debe ser co n sid erad o com o u n a n ega tiv idad inapre- hensib le, sino p o r el con tra rio corno la "p roducc ión en reserva", con todo el m atiz de ac tiv idad , de p uesta en acto, que podam os asignarle a esos térm inos.

A la luz de estos com entarios, podríam os situarnos, por ahora, en la siguiente perspectiva: considerar cóm o se instituye una Escuela implica asignarle un lugar central al "no saber", lugar que ya está de term inado en el seno de la m ism a experiencia analítica, como el que propicia la "producción en reserva de la estructura del único saber oportuno". Dicho de otro m odo, de acuerdo al lugar que se le asigna al no saber en la experiencia del psicoanálisis es como la Escuela se erige en institución. La Escuela es conform e al "no saber" de la experiencia solo si le vuelve a adjudicar a ese "no

saber" un lugar central. Entre la "Escuela" y el no saber de la expe­riencia, hay una "copertenencia" que hace posible la producción del único saber oportuno. Sería éste uno de los m odos de im plica­ción entre el análisis en intensión y en extensión.

A p a rtir de este recorrido nos encon tram os en la "P ro p o ­sición..." con el enunciado fu n d am en ta l al que an tes a lud íam os. M ás allá de su carácter un tan to provocador, es en su en u n c ia ­ción, d o n d e nos parece que se encu en tra bajo su form a m ínim a la posible "teoría de la institución".

"Para referirnos a lo real de la experiencia supuestam en te revelable en la función de las sociedades, encontrem os ab í la form a de en tender por qué razón, seres que se d istinguen po r la n u lid ad del pensam iento , reconocida por todos y adm itida com o de hecho en las conversaciones corrientes (esto es lo im portante), son fácilm ente puestos en el g rupo en posición represen tativa".

"1 lay aq u í un cap ítu lo que designaré com o la confusión sobre el cero. El vacío no es equivalen te a la nada. El p u n to de referencia en la m ed ida no es el e lem ento neu tro de la operación lógica. La n u lid ad de la incom petencia no es lo no m arcado po r la diferencia significante".

H em os p resen tado la cita de u n m odo exhaustivo p o rq u e en la m ism a vam os a situar los d istin tos in terrogan tes que a p u n ta n a constru ir esta "teoría m ín im a de la institución".

En principio, ah í d o n d e dice: "P ara referirnos a lo real de la experiencia", debem os u n a vez m ás en ten d er "el lugar central del no saber", p u es en este caso am bos enunciados rem iten a una m ism a im posib ilidad lógica. N o obstan te , en la cita observam os el p rim er atisbo o, si se quiere, la p rim era h ipó tesis en lo que res­pecta a una "teoría de la institución". Ese "real de la experien ­cia", ese " lu g ar central del no saber", se transform a, por u n a serie de "prestid ig itaciones" (térm ino que u tiliza el texto m ás adelan te) en un sitio en el que se reú n en aquellos que se caracte­rizan po r la "n u lid ad del p ensam ien to". Del lugar "central del no saber" a su terg iversación en "n ad a de saber", rasgo p resen ­te en aquellos que ocupan una posición represen tativa, be aqu í el aspecto que I.,acan som ete a consideración. Las sociedades analíticas responden a ese "real de la experiencia", inscrib iendo en p u estos represen ta tivos a personas que se caracterizan p o r la n u lid ad del pensam ien to reconocido por todos. En otros té rm i­nos, la n u lidad en cuestión no aparece com o a trib u to de tal o cual ind iv iduo , sino que parece ser algo que su rge en el d esp lie ­

gue de la sociedad m ism a com o hecho consustancial, com o res­puesta al lugar "cen tral del no saber". U na vez m ás d irig irem os una p reg u n ta p e rtin en te a tod as estas aseveraciones: ¿por qué ese lu g ar del no saber, ese "real de la experiencia", es tra tado de este m o d o en las sociedades? La respuesta de Lacan organiza la con tinuación del argum en to : "H ay aqu í u n cap ítu lo que desig ­naré com o la confusión sobre el cero".

Con fines d idácticos p resen ta ré el s igu ien te esquem a:

CERO

Vacío N ada

E lem ento n eu tro de la P un to de referenciao perac ión lógica en la m ed ida

N o m arcado p o r la N u lid ad de lad iferencia significante incom petencia

C on el vector que escrib im os bajo el esquem a deseam os in d i­car la d irección y el m odo en que esta confusión sobre el cero se realiza. Se p ro d u ce u n a tendencia , en toda institución, a confun­d ir el vacío con la n ad a , el e lem ento neu tro de la operación lógi­ca con el p u n to de referencia en la m ed ida y lo no m arcado po r la d iferencia sign ifican te con la n u lid ad de la incom petencia. La in stituc ión se n u tre y p lasm a esta confusión con el cero. La con­fusión se p ro d u ce a n u la n d o u n a diferencia que reiteram os, con tiñes explicativos, del sigu ien te m odo.

A lgo que es el "vacío", su consistencia lógica, la delim itación topológica de su b o rd e y las consecuencias de su escritu ra , se lo con funde con la n ad a , té rm ino que en este caso p re ten d e referir­se de una m anera u n tan to vaga a lo indeterm inado .

A lo que es "e lem en to n eu tro de la operación lógica", es decir el cero en tan to con jun to vacío (del que Frege dem o stró su papel fu n d am en ta l en la génesis de los núm eros naturales, ab riendo adem ás u n a serie de p rob lem as con respecto a la diferencia en tre cosa, objeto y concepto; a su vez, Jacques-A lain M iller hizo eq u i­

valer el cero com o conjunto vacío a la variab le sujeto en su re la­ción lógica con la cadena significante), se lo con funde con el cero com o m ero elem ento de m ed ida euantificable. Por ejem plo: el cero que ind ica la ausencia de o tros valores num éricos.

A lo que constituye lo "no m arcado por la diferencia sign ifi­cante", es decir el vacío del objeto causa del deseo -a l que p o r o tro lado le es ind ispensab le situarse entre las m arcas del s ig n i­fican te - se lo confunde, y esto es aqu í el corolario de la con fu ­sión, con la n u lid ad y la incom petencia.

A p o y ándonos en la lógica que el esquem a sugiere po d ría fh o s continuar: u n a cosa es el "no saber" y o tra la n ad a de saber; u n a cosa es el silencio, que d e u n m odo estruc tu ra l pertenece al decir, y o tra es callar po rque no se tiene nada que decir; una cosa es el "no saber" com o fun d am en to de u n a "teología negativa" -c o m o ese pu n to "num inoso" del que hab la R. O tto y del cual no se p u ed e p red icar ab so lu tam en te n ad a ya que solo cabe hacer con él la experiencia de un objeto in n o m b rab le - y otra es hacer del "n o saber" la posib ilidad de p ro d u c ir "la es tru c tu ra del ún ico saber op o rtu n o ".

Una vez así descrita la m anera en que esta confusión sobre el cero parece configurar el p rob lem a crucial del ad v en im ien to de u n a institución, nos es necesario vo lver a la "Proposición..." a efectos de in d ag ar qué p ro p u esta su rge de la m ism a sobre ese ho rizon te peculiar que la caracteriza com o la "confusión sobre el n ú m ero cero". A continuación leem os en Lacan:

"D esignar la fo rm a del cero es esencial, que (tal es la m ira de nuestro ocho interior), colocada en el centro de nuestro saber, sea rebelde a que lo su stituya las falsas a p a ­riencias de una prestid ig itac ión aq u í m uy singu larm en te favorecida. Porque justam ente , p u esto que todo un saber excluido p o r la ciencia, no p u ed e sino ser m an ten id o a d istancia del psicoanálisis".

R efiriéndonos a la ú ltim a parte de esta cita, es necesario afir­m ar que, efectivam ente, si bien el psicoanálisis se ocupa de aquello que la ciencia excluye, el sujeto de la ciencia, p o r o tro lado es cierto que el psicoanálisis, tan to po r su relación con la v erd ad , el saber y en defin itiva su ética, no form a parte del con­jun to de los saberes que la ciencia excluye. El psicoanálisis n o es u n a ciencia, pero de n in g ú n m odo esto im plica que form e serie

con todos aquellos saberes y prácticas que no form an parte de la m ism a.

Con respecto a los otros enunciados d e la cita, nos in teresa aho ra recoger aquel en d o n d e Lacan vuelve a hacer referencia al cero: "D esignar la form a del cero es esencial -q u e tal es la m ira del ocho in te rio r-" . El único m o d o de d is ip a r la confusión sobre el cero es en p rin c ip io designarle su form a correspond ien te . El ocho in terio r d esigna el m odo en que la institución debe o to r­garle al "n o saber" u n lu g ar central. Si hay en la p ro p ia in stitu ­ción algo que hace favorab le q u e a través de prestid ig itaciones, el lugar del vacío sea u n lugar q u e se colm a po r las d is tin tas o p e­raciones m en cio n ad as en el esquem a, es p o r ello que Lacan, ap rem ia a la Escuela, en tan to institución del psicoanálisis, a que se conciba com o u n ocho interior.

Precisam ente d esd e el p u n to de vista descrip tivo podríam os decir que es un cero sobre el que se ha realizado u n a torsión, transfo rm ándo lo en ocho. A la vez, por au topenetración, se obtie­ne así la escritu ra topológica del ocho interior que Lacan presentó en su enseñanza para de te rm inar el m odo en que la repetición sig­nificante circunscribe el vacío del deseo (Seminario 11).

L levando a un extrem o la cuestión, d iríam os que al concebir a la institución com o u n ocho interior, único m odo de preservar el "vacío" d e sus posibles confusiones, sería ésta entonces una insti­tución que paradójicam ente incluiría en u n "lugar central" de la m ism a, u n a destitución. En otros térm inos, la institución no esta­rá to talm ente regu lada po r la función del sujeto supuesto saber sino que deberá p resen ta r en su centro, un vacío, un lugar de "no saber" que, com o hem os visto, concierne a lo real de la experien­cia analítica. Teniendo en cuenta hasta aq u í los aspectos de la "P roposición ..." an terio rm ente señalados, la p regun ta que ilustra el recorrido aqu í realizado la podríam os form ular del siguiente m odo: ¿cóm o se concibe una institución que resuelva esta ten­dencia a la confusión con el cero, propia de toda sociedad?

A gregam os a esta cuestión algunos p rob lem as que de form a trad icional describen las d is tin tas encrucijadas institucionales. El m ás p ró x im o a n u es tro desarro llo sería el siguiente. M ientras el acto de in stitu ir en g en d ra en su instauración un vacío, es p ro ­pio de la h isto ria q u e va aconteciendo en la m archa de la insti­tución que ese vacío sea in te rp re tad o de tal m anera que d ev en ­ga la nada , la m ed ida , la n u lid ad . De esto se desp rende , lo que con frecuencia se observa en d istin to s escenarios institucionales,

que aquellos que in icialm ente aparecieron v inculados al acto d e instituir, los que con tribuyeron a la inscripción del nuevo lugar, se re tiran o eligen retirarse a m ed ida que la institución se va co n ­so lidando: se p u e d e adem ás reconocer el patitos co rrespond ien te a estos m ovim ientos. Suele ser un cortejo de invocaciones que, a veces, no tienen nad a que env id iarle a la p ro testa rom ántica, o bien es la nostalg ia de u n "p asad o au tén tico", o el anhelo d e u n a esperanza no realizada o la su p u esta determ inación de a lcan zar un fu tu ro po r fin vindicativo. Sin em bargo, tam bién hay q u e hacer constar que las m ism as p ro testas se d eg rad an hasta con ­vertirse en una coartada m oral. Es fácil al respecto reconocer el repetido ejem plo de una rebeldía an tiinstituc ional que, bajo el a rgum en to de que "to d a instituc ión es una traición a la causa", p rim ero confunde la relación con la causa con su in fatuación narcisista y luego, com o consecuencia, esa rebeldía no tiene m ejor refugio que el ind iv id u a lism o profesional y liberal que, desde hace un siglo, el cap ita lism o p ro testan te p rep aró con su s argum entos.

¿Por qué los significantes vacíos son importantes para la política?*

D ebateErnesto Laclan y Jorge A lem án

E R N E S T O L A C L A U

I ,o que voy a p resen ta r hoy es el a rgum en to central acerca de los significantes vacíos que se encu en tra en m i ensayo "¿Por que los significantes vacíos son im p o rtan tes para la política?", que está inc lu ido en el libro que se llam a Emancipación y diferencia en español y Emancipations en el o rig inal inglés.

Al m ism o tiem po, voy a tra ta r de decir algo acerca d e la form a en que la d im ensión retórica se p resen ta com o e s tru c tu ­ran te de la objetiv idad, s igu iendo algunos de los a rgum en tos que he d esarro llado con m i colega Joan Copjec en el p ro g ram a que tenem os en Buffalo, que es sobre retórica, psicoanálisis y política.

C om encem os entonces p lan tean d o la cuestión de los signifi­cantes vacíos. ¿Q ué sería u n significante vacío en el sen tido m ás

* A partir de una sugerencia de Diana Chorne y por iniciativa del Directorio de la EOL, Jorge Alemán aceptó compartir con Ernesto Laclau esta noche de trabajo en la Escuela. La mesa redonda estuvo coordinada por Marita Salgado y se desarrolló en el marco de la Biblioteca de la EOL y del Departamento de Psicoanálisis y Filosofía del CICBA.Ernesto Laclau es autor, entre otros libros, de Deconstrucción y pragmatismo, junto a Derrida y Rorty (Paidós); Emancipación y diferencia (Ariel); Contingencia, hegemonía, universalidad. Diálogos contemporáneos en la izquierda, junto a Judith Butler v Slavoj Zizek (Fondo de Cultura Económica, 2003); Misticismo, retórica y política (Fondo de Cultura Económica, 2002); Política e ideología en la teoría marxista: capitalismo, fascismo..., junto a Chantal Mouffe (Madrid: Siglo XXI, 1986); Hegemonía y estrategia socialista: hacia una radicali- zación de la democracia (Madrid: Siglo XXI, 1987).Jorge Alemán agradece a Ernesto Laclau su autorización para publicar este debate.

literal del térm ino? Sería u n significante al cual no le co rrespon ­dería n in g ú n significado. Pero un significante sin relación con el proceso de significación, no pertenecería en abso lu to al o rden significante, sería s im p lem en te u n a secuencia de sonidos.

De m o d o que si tenem os algo que p odem os llam ar u n sign i­ficante vacío, deberem os d escu b rir otra cosa: de qué m odo d e n ­tro del proceso m ism o de la significación, un vacío -q u e es inhe­ren te al acto sign ifican te m ism o -, p u ed e llegar a ser positivo. Y en ese sentido , el sign ifican te vacío es el significante de la vacui­dad , no es un significante que carezca de relación con el proceso de significación.

¿Cóm o p lan tear la em ergencia posib le de u n significante vacío?

En p rim er lugar p e rm ítan m e recordarles a lgunas afirm acio­nes m uy elem enta les que todos ustedes conocen d e la teoría sau ssu rian a del lenguaje, según la cual el lenguaje es un sistem a de diferencias. Es decir, que en el lenguaje no hay térm inos posi­tivos sino solo d iferencias. Para en ten d er lo que significa el té r­m ino padre yo necesito en ten d e r lo que significa el térm ino madre, hijo, etc. Y com o todos los térm inos del lenguaje se re la­cionan d iferencialm en te unos con los otros, la to ta lidad del len­guaje está in v o lu c rad a en cada acto singu lar de significación.

Esto nos crea u n p rim er p rob lem a teórico, ya que si la s ign i­ficación va a tener lu g a r a p a rtir de esta d istinción diferencial, la to ta lidad del m u n d o sign ifican te tendría que ser una to ta lidad cerrada. De lo contrario , lo que ocurriría es que la significación se esparciría en una p lu ra lid a d d e direcciones y, siendo el len­guaje esencialm ente d iferencial, n in g ú n acto significante sería posible en lo utilitario .

A hora b ien , si noso tros vam os a defin ir el conjunto del u n i­verso significante com o u n a cierta to ta lidad , com o u n a cierta u n iv e rsa lid ad — y aq u í com ienzo u tilizando u n térm ino que va a ser recu rren te en n u es tra d iscusión—, si esta to ta lidad va a ser u n a to ta lid ad au tosufic ien te d efin id a en to rno a sí m ism a, en ese caso lo que tengo que hacer es defin ir los lím ites de esta to tali­d a d significante.

H egel decía -y no h ay m otivo para estar en desacuerdo con él en este p u n to - que la ún ica form a de defin ir los lím ites de algo es ver lo que está m ás allá de esos lím ites. Si yo no v iera lo que está m ás allá de un lím ite, no p o d ría ver tam poco el límite.

Pero esto in m ed ia tam en te p lan tea el sigu ien te problem a: que

si lo que está m ás allá de los lím ites es una diferencia más, y lo que estam os tra tan d o de defin ir es el sistem a de la to ta lidad de las diferencias, esa diferencia m ás ten d ría que ser in terna y no ex terna respecto al sistem a.

O sea, que la cuestión de lo in terno y lo ex terno con respecto al p roceso de la significación nos p resen ta un prob lem a que a p a ­ren tem ente no tiene solución. Lo que ten d ríam o s sería un siste­m a de diferencias, que se definen u n as respecto a las cifras, enm arcadas p o r u n lím ite. Pero tam bién tiene que existir algo ex terno al límite.

¿C óm o so lucionar este prob lem a de que lo ex terno al lím ite no sea u n a diferencia m ás?

La única solución posib le es si esto pertenece, p o r su n a tu ra ­leza, a u n a exclusión; es decir, que este e lem ento m ás, que está m ás allá de este lím ite, no sea otra d iferencia sino aquello que niega a todo el sistem a de diferencias.

Líe u tilizado en un ensayo un ejem plo de Saint-Just, el revolucionario jacobino de la Revolución Francesa, donde él decía:“La d ign idad de la república es solam ente la destrucción de aquello que se opone a ella. Sin destrucción del complot aristocrá­tico de este m om ento de la exclusión rad i­cal, nosotros no tendríam os n inguna u n i­dad del cam po republicano".

A paren tem ente , con esto hem os so lu ­c ionado nuestra dificultad: si bien sobre la base de una exclu­sión, la ob je tiv idad es posible com o sistem a diferencial.

Pero esto nos p lan tea u n prob lem a que todav ía es m ás difícil que el anterior, que es el siguiente. R especto al e lem ento exclui­do, los e lem entos que pertenecen al cam po positivo de lo d ife­rencial son equivalen tes u n o s respecto a los otros en lo que res­pecta a su relación con el que existe en u n m om en to exterior.

A hora bien, u n a relación de equivalencia es exactam ente lo que subv ierte u n a relación diferencial; o sea, que cada iden tidad aparece aqu í constitu ida sobre la base de dos tipos de relaciones que son incom patib les en tre sí, sin p o d e r resolverse esta incom ­p atib ilidad en n in g ú n sistem a lógico coherente.

N os encon tram os en tonces con un objeto que es a la vez im posible y necesario. Es im posib le p o r el hecho de que las re la­ciones de equivalencia y diferencia no se p u ed en en g arzar las

Respecto al elemento excluido, los elementos

que pertenecen al campo p o s i t ivo de lo

diferencial son equivalentes unos

respecto a los o tros en lo que respecta a su

relación con el que existe en un momento

exterior.

u n as a las o tras en u n a e s tru c tu ra lógica coherente. Es necesario p o rque sin este ú ltim o objeto to ta lizan te no habría u n a relación de significación, la significación sería im posible.

¿Tenem os a lgunos objetos en la historia del pensam ien to que son a la vez im posib les y necesarios?

Sí, los tenem os; p o r ejem plo, en el caso del noúmeno kan tiano , que es u n objeto que se m u estra a través de la im posib ilidad de su rep resen tación adecuada.

Lo tenem os tam bién en el objeto petit a de Lacan. Es decir, un objeto que to taliza el con jun to de las significaciones sobre la base de no p o d e r reducirse a n in g u n a p articu la rid ad significativa d en tro del sistem a. Es decir, q u e por u n lado lo real es aquello que im p ide u n a coherencia ú ltim a del sistem a sim bólico y, po r o tro lado, lo real es sin em bargo aquello que totaliza a lo sim bó­lico com o tal.

Una vez estab lec ido esto, el problem a que se nos p lan tea es: ¿cóm o p en sa r esta relación a la vez im posible y necesaria?

Si el objeto es necesario , va a tener que tener a lgún tipo deacceso al cam po de la significación. Si el

Este tino de relación , . , . , . ,, , , objeto, sin em bareo , es im posible, esa-p o r la cual la ’ ° rpart icu lar idad asume rep resen tación va a tener que ser nece- una función universal de san a m e n te una represen tación distor- representación- es sionada.exactamente lo que yo U stedes son psicoanalistas y todol lam o la relación esto su p o n g o que les resulta bastan tehegemónica. H ay fam ilia r en u n lenguaje ligeram en tehegemonía siempre que diferente.se da esia negociación A hora bien, ¿cuáles son los m edios-en última instancia cJe represen tación con los que contam osim po s ib le - entie lo d en tro del sistem a? M e refiero no solo aparticu lar y lo universal. , ,.r , , ,* J las diferencias particu lares que actúanden tro del m ism o. La rep resen tación de este m om ento to ta lizan ­te solo es posib le si u n cierto objeto, si u n a cierta p a rticu la ridad , asum e la rep resen tación de u n a to ta lidad que es com pletam ente inconm ensu rab le respecto a sí m ism a.

Este tipo de relación - p o r la cual la particu la rid ad asum e una función un iversa l de rep re sen tac ió n - es exactam ente lo que yo llam o la relación hegem ónica. I Iay hegem onía siem pre que se da esta negociación -e n ú ltim a instancia im p o sib le - en tre lo p a rti­cu lar y lo universal.

Para d arles un e jem plo concreto, en el caso de "S o lidaridad"

en Polonia, las d em an d as de los obreros de G dan sk eran al p r in ­cipio d em an d as p articu lares de un g ru p o de personas en una cierta localidad. Pero al darse esas d em an d as d en tro de un clim a general rep resivo -e n el que todas las o tras d em an d as eran n e g a ­d a s - esas d em an d as particu lares asum ieron u n a rep resen tación sim bólica de carácter m ás general. Y en eso es en lo que consiste exactam ente el proceso hegem ónico.

En otro o rden de cosas ustedes p u ed en p en sa r el valor en econom ía, que no se p u ed e rep re sen ta r de m odo d irecto . Entonces, ¿cóm o se p u ed e rep resen ta r el valor? Solam ente si u n a m ercadería d e te rm in ad a - s in a b an d o n a r su p a r tic u la r id a d - asum e la represen tación del valor en general. El oro rep resen ta ju stam en te este o tro tipo de función.

Para darles o tro ejem plo concreto, que hem os u tilizado en Hegemonía y estrategia socialista, to m aré algo de Rosa d e Luxem burgo. Ella describe la s ituación del zarism o en Rusia: u n rég im en altam ente opresivo separado por una fron tera fu n d a­m ental del resto de la sociedad. En esta situación, en una cierta localidad un g ru p o de trabajadores em pieza u n a huelga po r el alza de salarios. A hí u stedes tienen u n a reiv indicación p rim era, pero esa reiv ind icación p rim era aparece d iv id id a desde el com ienzo, po rque po r un lado es una reiv ind icación de carácter pa rticu la r y, po r o tro lado, com o tiene lu g ar en el contexto a lta ­m ente represivo del zarism o, aparece vista com o un ataque general al sistem a. Entonces en otra localidad, eso da lugar a que, p o r ejem plo, los estu d ian tes em piecen una serie de m an i­festaciones contra la d iscip lina en los estab lecim ien tos ed u ca ti­vos. De nuevo, esta d em an d a aparece d iv id ida . Las dos p rim e­ras d em an d as desde el p u n to de vista de su p articu la rid ad son com pletam ente d iferentes, pero desde el p u n to de vista de su oposición al sistem a, pasan a ser equivalen tes. Y después, en u n a tercera localidad su rge o tra d em anda, p o r ejem plo, la de po líti­cos liberales que inician u n a cam paña de barricadas po r la liber­tad de la prensa. Así, ustedes ven que esta cadena de equ ivalen­cias com ienza a expandirse .

A hora bien, en cierto m om ento es necesario unificar, rep re­sen tar este m om en to de la cadena de equ ivalencias com o to ta li­dad.

¿C uáles son los m edios de represen tación? Son estas d em an ­das parciales. Entonces, u n a cierta d em an d a asum e esa función hegem ónica de carácter m ás general.

Y usted es ven p o rq u é e l's ig n ifican te vacío tiene necesaria­m ente que surg ir: p o rq u e cu an to m ás expansiva sea la cadena de equivalencias, tan to m ás la función sim bólica de la dem an d a o ri­g inaria va a rep resen ta r u n a to ta lid ad que la supera en todos los niveles, y tan to m ás d ifu sa va a ser la relación con su particu la ­ridad orig inaria.

Si ustedes co m p aran este m odelo con el que hem os p lan tea ­d o antes en térm inos m ás abstractos, verán que es exactam ente el m ism o. Es decir, tienen aq u í la frontera del m om ento de exclu­sión, tienen la d iv isión de tod as las dem an d as concretas en rela­ciones de eq u ivalencia y d iferenciales, y tienen la relación hege- m ónica con la cual u n a d em a n d a asum e la represen tación de esa to talidad .

Esto tiene u n a serie d e im plicaciones que son im portan tes a n ivel ontológico. Si este m odelo es acep tado -e l m odelo d iscu r­s iv o - no sim p lem en te com o u n m odelo lingüístico, sino com o u n m odelo que p resid e la articu lación de las relaciones sociales com o tales (com o tiene q u e ser considerado), en ese caso ustedes ven que to d a significación un ificada y d irecta es sim plem ente im posible.

Todo tipo de id e n tid a d se construye en esta relación inestable en tre equ ivalencia y d iferencia, lo que significa que el m odelo fu n d am en ta l d e e stru c tu rac ió n d e lo social es un m odelo de carácter retórico. P o rque lo que significa la retórica es precisa­m ente que no hay una significación literal, sino que hay u n des­p lazam ien to de la cadena significante por la cual u n térm ino asu m e la rep resen tación d e algo q u e constan tem ente lo excede.

A quí hay varias categorías q u e son im portan tes desde el p u n to de v ista del análisis político, pero tam bién del análisis filosófico.

En p rim er lugar, to d a relación retórica es finalm ente una rela­ción catacrética. Una catacresis es u n tipo de figura respecto de la cual no existe un té rm in o literal de designación; po r ejem plo, si yo hablo del "bostezo de la m on taña", eso no es u n a catacre­sis, es una m etáfora , p o rq u e en lu g ar de eso p u ed o decir caver­na. Pero si yo d igo "las alas de u n edificio", allí el térm ino alas es figural, p o rq u e el edificio no tiene alas -o b v iam en te - , pero por o tro lado no existe u n té rm ino literal que lo reem place.

Lo que esto significa es que la catacresis - y éste es u n o de los p u n to s fundam enta les que hem os tratado de desarro llar en varios trabajos de análisis re tó ricos- no es una figura particu lar del len­

guaje, sino que es una d im ensión de lo figura! en general. C om o lo figural es constitutivo del lenguaje, y como el lenguaje es cons­titu tivo de lo social, lo catacrético define la dim ensión ontológica fundam ental a través de lo cual la significación se estructura.

En térm inos que son m ás fam iliares p ara ustedes, sería el tip o de relación en tre lo real y lo sim bólico que nunca consigue reso l­verse en u n dom in io final de lo sim bólico sobre lo real. Lo real va a estar s iem pre p roduciendo este efecto necesario de rees­tructuración .

Para term inar -y a m odo de te legram a p o rq u e no hay tiem po p ara explicarlo de una m anera m ás a p ro p ia d a - m e voy a referir a u n a serie de efectos que m e parecen de una im portancia capital, y ciertam ente lo son p a ra el análisis político y para el a n á ­lisis filosófico tam bién.

En p rim er lugar, si noso tros tenem os u n a un iversa lid ad que solo se construye a través de la operación de una particu la ­ridad , en tre el o rd en de la conceptualiza- ción y el o rden de la nom inación, va a haber siem pre un equilib rio m ás o m enos inestable.

En ciertas d iscusiones que han ten ido su influencia en la teoría lacaniana -co m o la teoría del proceso de nom inación de Saúl K rip k e - u stedes encuen tran exactam ente el desarro llo de esta in tuición.

A princip ios de siglo, B ertrand Russell sostenía que los n o m ­bres se referían a la realidad a través de u n a serie de rasgos d es­crip tivos -concep tuales, p o r co n sig u ien te - que un objeto p re ­sentaba, y entonces el objeto era absorb ido po r el concepto.

Lo que K ripke com ienza a m ostrar - y lo que la escuela anti- descrip tiv ista ha m o s tra d o - es que los nom bres nunca se refie­ren a lo real a través de una m ediación de tipo conceptual. Y creo que en toda la significación del psicoanálisis, en cierta m edida, está inclu ida esta intuición.

En segundo lugar, diré algo respecto d e las varias figuras del lenguaje. Para em pezar, están las relaciones m etafóricas y las relaciones m etoním icas. C reo que éste es u n p u n to en el cual la d iscusión en la teoría lacaniana es u n tan to estéril. N o porque nada de lo que haya dicho Lacan acerca de esto deba ser puesto

Y ustedes ven porqué el significante vacío tiene

necesariamente que surgir: porque cuanto más expansiva sea la

cadena de equi va leticias, tan tu

más la función simbólica de la

demanda originaria va a representar una

to ta l id a d que la supera en todos los

niveles...

en cuestión, sino sim p lem en te porque m e parece que entre la m etáfora y la m eton im ia no hay el tipo de relación de oposición q u e cierta teoría psicoanalítica ha p re tend ido afirmar. Lo que hay es un pasaje, casi insensible, de lo m etoním ico a lo m etafórico.

Les doy u n ejem plo político m u y sim ple. S upongam os que en u n a cierta localidad hay v iolencia racista y la única fuerza que p u ed e oponerse a la v io lencia racista son los sindicatos. La fun­ción norm al de u n sind ica to no es luchar contra el racism o, sino d e fen d er el nivel d e v id a de los obreros, pero po r el hecho de q u e es la ún ica fuerza localizada allí, ellos tom an esta tarea en su s m anos.

Entonces, ésta es u n a relación del tipo claram ente m eton ím i­co, po rque la relación n o es de analogía sino que es de con tigü i­d ad . Pero si pasa u n cierto tiem po y la gente em pieza a v iv ir^ , . com o norm al que los sindicatos se opongan alPero en términos . , , .. , ‘racism o, la relación pasa a ser de carácter ana- ae entender com o , , . . . . , ,logico. Entonces lo que era al com ienzo una se estructuran las . . , ,m eton im ia se transfo rm a en una m etáfora. operaciones „. , . . , . . . ,Finalm ente, tam bién esta la relación sinec- hegeinontcas, es tas . . , , ,, . dotica; es decir, que la parte represen ta al

dos dimensiones , , . . , •1 , , 1 ,. ... , todo , algo que es inheren te a la función hege-

- s lenificante vacio . . . 1y \ m om ea m ism a.

y significante es un ejem plo u n tan to sim plificadof l n t í i í i t p f t P í i P i i

p o rq u e he su p u esto que esta relación de fron-í1 U C i i i i

tera no es a lte rad a en n in g ú n m om ento . Sit erencta as esta relación de frontera es a lterada, obvia

analíticamente. , , , . , - ,m en te cadenas d e equivalencia de tipo d is tin ­

to van a consegu ir ser constitu idas. Entonces lo que vam os a ten e r ya no son sign ifican tes vacíos sino significantes flotantes.

Creo que en la p rác tica los significantes vacíos y los signifi­can tes flo tantes coinciden, p o rq u e no hay nunca u n a situación en que una fron tera sea to ta lm en te estable, com o si so lam ente tuv ié ram os sign ifican tes vacíos. Y nunca hay una situación en la cual no hay n in g u n a fron tera , com o si os significantes fueran significantes flo tantes, en el sen tido absoluto del térm ino.

Pero en té rm inos de e n te n d e r cóm o se e stru c tu ran las o p e ra ­ciones hegem ónicas, es tas dos d im ensiones -s ign ifican te vacío y sign ifican te f lo ta n te - tienen que ser d iferenciadas analítica­m ente.

A dem ás h ay o tro e lem ento que, p o r ejem plo, para el análisis psicoanalítico de lo real, m e parece abso lu tam ente central. Es el

hecho de que yo he sup u esto aqu í que todas las d em an d as an ti­sistem a se p u ed en in teg rar a esta cadena de equivalencias.

Pero la simplificación que este argum ento im plica está dad a por el hecho de que este m om ento de p articu laridad de la relación de equivalencia, aunque es debilitada p o r esta m ism a relación, no desaparece totalm ente. V en m uchos casos, el particularism o resi dual de estas dem andas constituye un elem ento que bloquea la expansión de la cadena de equivalencias. Es lo que se puede ver, po r ejem plo, en casos de fin del siglo xix, en los Estados U nidos, d onde se da el m ovim iento popu lista contra el sistem a b ip artid is­ta, contra los bancos, contra el sistem a ferroviario, etc. Allí su rgen las dem andas de los farmers negros y las dem andas de los farmers blancos, que son prácticam ente indiferenciables unas de otras, pero los farmers blancos nunca van a aceptar form ar parte de u n m ovim iento unificado con los farmers negros.

O sea, que el particu larism o de ciertas situaciones a veces constituye un elem ento de u n a hete ro g en e id ad rad ical que no p u ed e insertarse den tro del sistem a.

Por ejem plo, cuando H egel hablaba de “pueb lo sin h isto ria", a lo que se estaba refiriendo era a algo que estaba excluido de todo contexto de h istoric idad . Y cu an d o el m arx ism o hab laba del lumpen p ro le tariado decía algo de carácter fu n d am en ta lm en ­te sim ilar. C uando Franz Fanón, po r el contrario , dice que el lum ­pen p ro le ta riado - p o r su p rop ia ex te rio ridad respecto al s is tem a- es lo ún ico que p u ed e ponerlo en cuestión, a lo que se está refi­riendo no es sim plem ente a una expansión de esta cadena d e equivalencias, sino a una transform ación de todos los e lem entos y los da to s del sistem a político.

Esta cuestión de la heterogeneidad social m e parece que es fundam ental.

Por ejem plo, la dialéctica hegeliana fue u n a dialéctica en la cual la relación de exclusión era al m ism o tiem po u n a relación inclusiva, po rque yo solo defin ía mi id en tid ad sobre la base de excluir algo distinto. Entonces el m om ento de exclusión era tam ­bién u n m om ento inclusivo.

En este otro tipo de he te rogene idad social m ás radical tene­m os u n a exclusión que no es inclusiva, y ah í yo creo que tene­m os elem entos que p u ed en concep tualizarsq en térm inos de lo real, que es m ucho m ás difícil de ser d o m in ad o p o r una m atriz sim bólica determ inada.

M uchas gracias.

J O R G E A L E M Á N

D ado que ev id en tem en te es un honor com partir esta m esa con Ernesto Laclau - y su p resencia p robab lem ente tenga una s ign ificac ión h is tó rica p a ra la Escuela de la O rien tac ió n L acaniana y tam bién p a ra el D epartam en to de Psicoanálisis y Filosofía del CICBA -, m ás que p resen ta r la in tervención que tenía p rep arad a , voy a tra ta r de im prov isar a lgunas cuestiones que han su rg id o m ien tras escuchaba su desarrollo .

P or su p u esto , estas cuestiones las quiero m atizar -a p ro v e ­c h an d o que estoy en B uenos A ires y que está E rnesto aquí, que tam bién usted es están a q u í- con a lgunas im presiones m ás p e r­sonales.

C om o hace dos d ías q u e estoy en Buenos Aires, no tuve la o p o rtu n id ad de to m ar contacto con la obra de Laclau, pero un am igo m e acercó su ú ltim o libro, que tiene aho ra una g ran reso­

nancia en la ciudad: Contingencia, hegemo- hntonces, en prim er universalidad. Diálogos contemporáneoslugar, creo que serta , . . ,d ; en la izquierda,una pregunta 1 ,interesante para los Entonces, en p rim er lugar, creo quepropios ps ico an a lis ta s se " ';' lm a p reg u n ta in teresan te p a ra losde orientación p ro p io s p sico an a lis ta s de o rien tac ió nlacaniana reflexionar lacan iana reflexionar acerca de p o r quéacerca de por que uno u n o de los destinos posib les de Lacande ¡os destinos p arece ser p recisam ente la renovación delposib les de la c a n pen sam ien to de la izqu ierda , sobre todoparece ser ten ien d o en cuenta que la procedenciaprecisamente la m ism a de Lacan no era exactam ente esa.tettovación del La o tra cuestión que sería in teresan tepensam iento de la , ., .. 1 1 1 .. . . . , , tam b ién m a tiza r es el hecho de queizquierda, sobre todo . . 1teniendo en cuenta m iran d o este libro no h ay n inguna huellaque la procedencia bibliográfica d e au to res Inspano-parlan-

m ism a de t acan no tes; es decir, después d e m uchos años deera exactamente esa. transm isión de la enseñanza de Lacan en

n u es tra lengua, una lengua que tuvo, com o se sabe, u n a h o sp ita lid ad priv ileg iada con dicha en señ an ­za, sin em bargo, el rég im en de circulación del saber un iversa l no parece acoger a los au to res h ispano-parlan tes, ya que un o p u e d e p resenciar en este libro un debate m uy apasionan te y m uy in te­resan te en tre Ju d ith Butler, Z izek y Laclau, y ver cóm o el m ism o se ago ta en las referencias m ayorm en te en inglés y en francés. Esto, para los q u e estam os p reocupados po r las políticas de la

recepción, es algo a m editar; es decir, hay que p en sa r si final­m ente el lacanism o h ispan o -p arlan te es algo m ás que un d a to antropológico o si se trata de u n a inconsistencia epistém ica en la prop ia producción de los lacanianos h isp an o -p arlan tes (¿pero desde qué tribunal un iversal se p o d ría decid ir y a rg u m en ta r sobre d icha inconsistencia?), o si algo de lo concebido en nuestra lengua es rechazado por el lugar desde d o h d e se enuncia.

A su vez, es n u estra obligación - d a d o que aho ra parece q u e Lacan tom a este lu g ar tan relevante d en tro del cam po de la filo­sofía po lítica-, insistir en la significación política que puede lle­gar a tener la desaparic ión de la especificidad del psicoanálisis y de sus escuelas en el ho rizon te h istórico actual.

M e refiero a algo que los psicoanalistas conocen m uy bien: al p rogresivo condicionam iento de la p ráctica psicoanalítica p o r d istin tas corporaciones profesionales, estatales, etc. Eso no es u n m ero asu n to profesional, eso debería fo rm ar parte de los d iá lo ­gos con tem poráneos de la izquierda. El hecho de q u e el psicoa­nálisis en sus postu laciones iniciales e inaugura les de Freud y Lacan está cada vez m ás ased iado , debería p o d er ser traducido , tam bién, en su d im ensión política.

Luego de estas im presiones personales, paso a com partir con u stedes -d a d a la g ran o p o rtu n id ad que la exposición de Ernesto o frece- a lgunas p regun tas.

C om o decía antes, yo creo que es h istórica su presencia p o r­que considero que él ha p u esto de m anifiesto algo que es preci­sam en te u n in te ré s específico en el D ep a rtam en to de Psicoanálisis y Filosofía: el hecho de que el psicoanálisis no es so lam ente una región m ás del saber con tem poráneo , sino una transform ación de todas las relaciones ontológicas con la objeti­v idad y, si bien es verdad que el psicoanálisis no está solo allí en esa tarea, es un in ten to nuevo de p en sa r el p rob lem a de la repre­sentación, el sujeto y lo social.

Los p roblem as q u e a m í m e su rgen son probab lem ente p ro ­b lem as de captación, ya que la lógica argum en ta l de Laclau es m uy rigurosa, pero es a su vez m uy problem ática. P odría em p e­zar del sigu ien te m odo.

El ha m ostrado m u y bien cóm o el terreno de lo político está constitu ido por la relación hegem ónica. Esta relación hegem óni- ca -co m o hem os p o d id o segu ir perfec tam ente en el desarrollo que él ha estab lec id o - es una negociación en tre dos inconm en­surables. La hegem onía se establece con respecto a u n objeto que

es a su vez necesario e im posible. Se llam a relación hegem ónica al m odo en que una p a rticu la rid ad asum e, de u n m odo fallido, no p leno, la represen tación de u n universal y el p roced im ien to a través del cual se establece esta relación hegem ónica es aquello que E rnesto ha llam ado el significante vacío. Es decir, ya se ha explicado cóm o p o r u n lado es necesario cerrar la to ta lidad del sistem a, pero com o el sistem a no p u ed e en g en d ra r desde sí m ism o d icho cierre, el e lem ento que c lausu ra esa to ta lidad no p u ed e pertenecer al sistem a, tiene que ser rad icalm ente hetero ­géneo al m ism o.

C reo q u e es u n a brillan te im plan tac ión de la teoría del inconsciente lacaniano en el cam po de la filosofía política; es decir, hasta aqu í p o d ríam o s in ic iar un p ro g ram a de trabajo en tre lo que Lacan ha co n sid erad o el d iscurso del am o y la definición de lo político que h a expuesto Ernesto.

En ese p ro g ram a d e trabajo habría que ev itar la costum bre (en o tros casos legítim a) de q u e re r p ro teger filológicam ente el texto orig inal lacaniano; se tra ta , m ás bien, de v islum brar todas las operaciones que p o d rían establecerse entre, po r ejem plo, el significante del O tro tachado en Lacan, el significante vacío de Laclau, el significante flotante d e Levi-Strauss, la lógica m odal lacaniana, en especial, la referida a la excepción y el todo. En cua lqu ier caso, evoquem os aquí, que no es difícil acep tar para los lacanianos, que lo que vuelve legible a un o rden sim bólico incom pleto e inconsisten te es siem pre un significante am o.

Pero en fin, lo cierto es que la hegem onía que vend ría a d eco n stru ir la relación en tre lo particu la r y lo universal, la re la­ción hegem ónica que le haría obstácu lo a toda objetivación p lena de lo social, la hegem onía que a la vez socavaría tod o tipo de id en tid ad p lena, está co n stitu ida en esta relación en tre una cade­na de equivalencias y, a la vez, u n a cadena de diferencias, en una negociación frágil y p recaria en tre las m ism as.

E v identem ente, traba jando este im posible surge el p rim er — digám oslo así— "aire de fam ilia" que tenem os con la teoría de Laclau, a qu ien p o d ríam o s hacerle decir ju n to a Lacan que, si la relación sexual es im posible, tam bién la sociedad com o tal es im posible, en la m ed id a en que es una frágil e inestable negocia­ción en tre este m om en to en d o n d e un significante heterogéneo se tiene que hacer cargo de la to ta lidad del sistem a cerrándolo , pero a la vez no pertenec iendo al sistem a.

Si no h u b ie ra esta operación de hegem onía, todos los laca-

rúanos que están aqu í presen tes saben que se p roduciría ese efec­to de deriva de la significación p ro p io de la psicosis o, incluso, no p o d ríam o s explicar nunca por qué la lengua se transform a. Se p rod u ciría u n a to ta lidad cerrada en sí m ism a, autosuficiente, que no daría posib ilidad a n ingún tipo de proceso político, a n in ­g ú n tipo de transform ación política. H asta aq u í se p u e d e ver, entonces, cóm o política e inconsciente ¿e copertenecen, se sos­tienen m utuam ente .

A hora bien, esta es u n a p rim era p regunta .Al pasar, E rnesto dice que p robab lem ente hay - lo com parto

con é l- u n p rim er an teceden te en la trad ic ión m oderna de lo real lacaniano.

Juve la o p o rtu n id ad hace ya un tiem po, en Barcelona, de tra ­bajar jun to con Jacques-A lain Mi 11er, en un sem inario sobre Kant, la relación entre la cosa en s í kan tiana y lo real lacaniano. Es v e rd ad que el p rim er d a to m oderno que tenem os de esta o p e ra ­ción - e n d o n d e un elem ento su stra íd o del sistem a es la co n d i­ción de posib ilidad del s is tem a- está en el p rop io Kant. Allí, la cosa en s íe s el elem ento de sustracción, el vacío que vuelve p o si­ble a las operaciones del en tend im ien to . Sin em bargo -é s ta es otra vía de trab a jo - hay m uchas cuestiones ab iertas en la en se ­ñanza de Lacan que tra tan de d econstru ir esa vinculación en tre la cosa en s í y lo real lacaniano. El p u n to de vista de Lacan no es solo m ostrar cóm o un vacío ex terior e irreductib le condiciona el edificio sim bólico, sino tam bién cóm o d icho vacío es co lonizado por el cuerpo que goza. En este pun to , en la lógica lacaniana no son lo m ism o las operaciones p rop ias del significante -m e tá fo ra , m etonim ia, etc.-, que las pu lsac iones tem porales prop ias del goce y la pulsión.

Señalo esto po rque esta superposic ión o b ten ida en la hege­m onía, en el significante vacío, en tre la particu la rid ad y lo que hace el sem blante del un iversal, p o d em o s explicarla den tro de las relaciones aporéticas de la cadena significante. O tra cosa es in tro d u c ir en el m ism o nivel -co m o una operación p ertenecien ­te al m ism o p ro ced im ien to - lo real com o aquello que se resiste a la sim bolización. Las parado jas del significante, aunque co n d i­cionadas por lo real im posible, no se confunden con él

Yo vería m ás b ien lo real del lado de lo que Laclau llam a el an tagon ism o y, especialm ente -n o sé si lo he en ten d id o b ie n - una especie de d a to p rim ario del an tagonism o, que es lo que él llam a la dislocación.

Me refiero especialm en te a cu an d o enum era las condiciones p ro p ias de la d islocación y hab la de la facticidad, en d o n d e tal vez encon trem os u n a co incidencia en tre Lacan y D errida. U stedes reco rdarán el Lacan del año '46, el del debate con U enry Ey, cuando explica q u e efectivam ente el hecho de que u n sujeto esté d e te rm in ad o es tru c tu ra lm en te por aquello que lo an tecede, jam ás borra el m o m en to de su decisión.

Estar d e te rm in ad o estru c tu ra lm en te po r algo que lo antecede sim bólicam ente, en abso lu to im plica que exista u n a especie de sobredeterm inación al estilo althusseriano , en d o n d e el sujeto estaría ago tad o ex h au stiv am en te por las determ inaciones.

En efecto, hay u n a decisión insondable que n in g u n a estruc­tu ra p u ed e elim inar. De este m odo , la e s tru c tu ra juega siem pre con el e lem ento de la dislocación, y por ello la estruc tu ra se m a n ­tiene abierta, com o algo indecidible, que el sujeto afron tará en su decisión. Es decir, el su jeto es a lcanzado p o r una decisión que, p o r supuesto , no p o d em o s co n fu n d ir nunca con u n acto delibe­ra tivo de la v o lu n tad de u n sujeto que se au toposiciona, sum a los da tos y elige que es lo que m ás le conviene. Es u n a decisión que lo cap tu ra y lo constituye.

Todo el tiem po hay en Ernesto una relación de bisagra entre D errida y Lacan. Si u n o quisiera leer m aliciosam ente a D errida, a través de Laclau, tal vez se pod ría encon trar lo que los lacanianos creem os que D errida le debe a Lacan. Por ejem plo, este sería un punto : cuando E rnesto define al sujeto com o la d istancia que h ab ría en tre lo indecid ib le y el m om ento de la decisión. La defi­nición resulta de un sincretism o in dudab le en tre Lacan y D errida.

Pero a los fines de lo que estoy a rgum en tando , mi p reg u n ta ap u n ta a lo siguiente: yo creo que ese m om en to de dislocación e fectivam ente tiene q u e ver con lo real; en cam bio, p ara m í -a l m enos tal com o se p u e d e estab lecer en este juego de la en señ an ­za de Lacan que ha p ro p u es to L ac lau - el m om ento de su tu ra de la dislocación que es la hegem onía, la cuestión de la hegem onía com o su tu ra , com o nom inación , com o p u n to de anclaje incluso de la dislocación, pertenecería a la lógica del significante.

Esto es relevante, ya que es en esle p u n to d o n d e probab le­m ente haya que consignar las an tinom ias y tensiones en tre el psicoanálisis y la política, y en especial, las llam adas políticas de em ancipación .

D esde el p u n to de v ista del desarro llo que ha hecho Ernesto, la vacu idad del sign ifican te en trega a la cadena de equivalencias

a todos los m ovim ien tos tropológlcos: p o r ejem plo, lo que E rnesto ha descrip to com o catacresis. Es decir, d ad o que hay este vacío irreductib le -q u e p o r o tro lado es el que garan tiza la to ta ­lid a d - todas las cadenas se m ueven tropológlcam ente. Se p u e d e d iscu tir cóm o esos m ovim ientos tropológlcos son m etafóricos, m etoním icos y las d is tin tas p regnancias de tod as estas operacio ­nes, pero no es lo que aqu í m ás nos im pó lta .

Si se in troduce lo real, no se p o d ría decir que el espacio de lo político es el espacio de la retórica, p o rq u e lo real im pregnaría de tal m odo los m ovim ien tos tropológlcos que entonces los m ism os no podrían ser reduc idos a la m eras operaciones del sig ­nificante, sino que, por ejem plo, se debería tener en cuenta a la com pulsión a la rep e ­tición, ya v incu lada a la pu lsión de m u e r­te, a las form aciones de goce p rop ias del sín tom a, a las prácticas de las que el p ro ­pio E rnesto hab la y que, incluso, s iem pre subyacen a la constitución del sujeto. Estas en abso lu to m ostrarían ese m ovim ien to en d o n d e lo particu la r p u ed e asum ir - a tra ­vés de la operación de u n significante v ac ío - la cadena de equivalencias del un iversal. Son los casos d o n d e lo real del goce altera los juegos del significante.

P or el contrario , estas form aciones de goce serían an tin ó m i­cas a lo que podem os llam ar lo político, en un sen tido em anci- patorio , po rque m o stra rían m ás bien la p resencia em pecinada de d e te rm in ad o tipo de inercia -inercia de goce- en donde q u e d a ­ría d em o strad o que efectivam ente lo real no es m eram ente la cosa en s í exterior, sino u n a d im ensión que pen e tra todo el e sp a ­cio tropológico, q u e lo afecta rad icalm ente y que lo lleva a cues­tiones que hacen que para noso tros - lo s p sico an a lis ta s- no sea lo m ism o el inconsciente, que la operación que p re ten d e hacer algo con él: o sea, el psicoanálisis.

El inconsciente es esta estruc tu ra d o n d e efectivam ente tam ­bién hay una deconstrucción de lo p a rticu la r y lo universal. Pero hay que ver qué se hace con el inconsciente, cóm o se opera con el inconsciente y ah í es necesario tener en cuenta el acto del a n a ­lista, el deseo del analista y cóm o p rob lem atizar esto a su vez: en especial, el m odo en que lo real m ism o partic ipa de las o p e ra ­ciones de la constitución del sujeto.

E star determinado estructuralmente p o r algo que lo antecede

simbólicamente, en absolu to implica que exista una especie de

sobrede terminación al es t i lo althusseriano,

en donde el sujeto estaría ago tado

exliaustivamente p o r las determinaciones.

Esta os la cuestión con la que term ino, para darles la palabra a ustedes. E viden tem ente , todo lo que es apasionan te en la teo­ría de Laclan es que se tra ta de u n proyecto de izquierda. Si bien él ha d econstru ido las teorías -v a m o s a d e c ir- m etafísicas de la em ancipación , si bien él ha tra ta d o de d istanciarse y separarse críticam ente de las teo rías am p arad as en las contradicciones y en las oposiciones dialécticas, no se tra ta de ab an d o n ar el proyecto de la em ancipación. Q ue la em ancipación no sea p lena, que la em ancipación abso lu ta sea u n im posible, que la em ancipación no p u ed a jam ás b o rra r este m om en to inconm ensurab le en tre la cadena diferencial y la cadena d e equivalencias, no qu iere decir q u e no se ap u este po r una cierta em ancipación.

Si no en tien d o m al, en el caso de Ernesto, esta apuesta im pli­caría que la tarea de la izq u ie rd a fuese la de tra tar de generar cada vez m ás cadenas de equivalencias, la de tra ta r que los p a r­ticu larism os p u d ie ran hacer de sem blantes, de figuras de esta u n iv ersa lid ad . La izq u ierd a im pediría , o in ten taría im pedir, que el particu larism o solo se q u ed a ra en eso, en u n a p u ra m ostración de un goce id iosincrátieo.

Si esto fuera así, efec tivam ente la tarea política de la izqu ier­da sería tod o el tiem po em p u ja r hacia esa un iversa lidad , sab ien­do que a la vez, la u n iv e rsa lid ad es, como tal, u n objeto necesa­rio e im posible. A su vez, la tarea de la izqu ierda sería tra ta r de m o stra r todo el tiem po lo inconm ensurab le de estos dos cam pos de lo diferencial y de la equivalencia.

Entonces, ¿cóm o o rien ta r lo q u e es p rop iam en te constitu tivo de lo político - lo h eg em ó n ico - hacia lo em ancipatorio? Lo hege- m ónico describe m u y b ien - a través de esta lógica que Ernesto ha d esa rro lla d o - el fu n c ionam ien to de lo político. A hora bien, ¿por qué lo político va hacia lo em ancipato rio ten iendo en cuen­ta que no es un ir teleológico, ten iendo en cuenta que no hay n ad a que asegu re o garan tice el p aso de lo hegem ónico -s iem p re con tingen te pero in ev itab le - a la em ancipación, de cuyo aconte­cim iento no estam os d e en trad a in form ados.

Es decir, lo interesante aqu í es que se ha deconstruido la teleo­logía de la em ancipación, pero que, no obstante, no se la abandona.

Entonces, p o r qué lo hegem ón ico va hacia lo em ancipatorio es u n a cuestión que h ab ría que resolver. ¿Se resuelve esta cues­tión po r el hecho de q u e todo p articu la rism o que es capaz de a su m ir la u n iv e rsa lid ad en la cadena de equivalencias ya sería potencial m ente e m a n a pa torio?

Este es un p u n to que ev iden tem en te no tengo claro. N o lo tengo claro si especialm ente se tiene en cuenta, com o dije antes, la p resencia de lo real y sus form aciones de goce en las cadenas tropológlcas.

Sé que a E rnesto -p o r lo que p u e d o v is lu m b rar de sus tex to s- no parece haberle in teresado la tesis d e Lacan sobre el d iscurso capitalista.

La recuerdo brevem ente. Es una conjetura, no es solo lo que Lacan dice que rige lo social.

Lacan nunca se retiró de su teoría de los cuatro d iscursos, pero sí pensó que, correla tivam ente a la p rop ia existencia del d iscurso del am o -q u e es la existencia del inconsciente, análoga a la defin ida p o r el p rop io Laclau en estas operaciones en tre el significante vacío y las cadenas de eq u iv a len c ias - habría o tro tipo de d iscurso que se caracteriza p recisam ente p o r an u la r esta negociación inconm ensurab le entre la d iferencia y la equ iv a len ­cia, o al m enos postergarla .

El d iscurso cap ita lista se caracteriza por ser u n a aprop iac ión p articu la r del goce, que socava lo un iversa l au n q u e se sostenga com o globalización. Por eso m e p e rm ití en su m om ento co m p a­rar este d iscurso capitalista con lo que H eidegger llam a "la téc­nica"; es decir, u n a vo lun tad que solo se qu iere a sí m ism a y a su realización, que no p u ed e ya ser regu lada po r n ad a ni por n ad ie y que no encuen tra n in g ú n tipo de expresión com unitaria ni política. En el d iscurso capitalista, lo com ún no p u e d e con el cir­cuito de goce, en ten d ien d o aq u í lo com ún com o lo equ ivalen te a lo im posib le de la relación sexual, im posible que el d iscurso cap ita lista rechaza.

Es v e rd ad que este d iscurso cap italista se nos p resen ta de u n a m anera tan com pleja que concebir su salida se vuelve ab so lu ta ­m ente problem ático , al m enos si uno no quiere delirar. Pero ev i­den tem ente , tiene que dejarse consignado que to d as las a lte rna­tivas de izqu ierda que se p resen tan , se realizan en la m ayoría de los casos sobre el trasfondo, sobre el v io len to silencio, de que no se p u e d e p ro p o n er u n a a lternativa al capitalism o. De esta form a, parece com o si se hubiera n a tu ra lizad o su existencia.

La práctica política, a la que Laclau rem ite, es la que asp ira a tra ta r d e establecer una barrera con respecto a los efectos p e rn i­ciosos d e la globalización, tra ta r de re in troduc ir la política en el cam po de su desaparición p rom ovida p o r el estado neoliberal y tra tar de constru ir nuevas relaciones hegem ónieas. N o es poco.

A hora bien, p ara que esto sea posible hay que ser optim istas: el op tim ism o de la v o lu n tad y el pesim ism o de la razón. H ay que tener el o p tim ism o de im ag inar que el cap ita lism o sigue perm itien d o este juego en tre las relaciones de diferencia y las relaciones de equ ivalencia. Es legítim o y sano para hacer po líti­ca, pero efectivam ente - p o r ejem plo para qu ienes viv im os en lo q ue se llam a la U nión E u ro p ea -, es m uy difícil hoy en d ía m os­tra r operaciones d onde , a través de estos procedim ientos, se p u e d a percibir cóm o esas d em an d as particu lares accederían a su cadena de equ ivalencia u n iv ersa l desencadenando , entonces, un po tencial em ancipatorio .

P ersonalm ente , hace añ o s que no veo nada que haga signo de un potencial em an cip a to rio en lo que se llam a la realidad po líti­ca europea. Q u ed a p o r v e r si las d em an d as particu lares son algo m ás que asociaciones d e v íctim as, tam bién q u ed a p o r ver el alcance del m ov im ien to an tig lobalización y po r ú ltim o verificar si la inm igración, los ex iliados y refug iados p u ed en d ar cu rso a un n u ev o tipo de su b je tiv idad política.

A hora bien, p o r o tro lado , m e parece que hay algo que sería m u y in teresan te p a ra que los psicoanalistas ap ren d an de la teo­ría de Laclan, sobre todo p a ra que com iencen a en ten d er d esde c u án d o el psicoanálisis - n o m e refiero tal vez a la c iudad de B uenos A ires- dejó de ser hegem ónico.

Bueno, aq u í es d o n d e finalizo p o r ahora.

E R N E S T O L A C L A U

M uchísim as gracias, Jorge, po r tu m uy in teresan te in te rv en ­ción. Q uisiera referirm e a a lgunos aspectos de lo que has p la n ­teado.

En p rim er lugar, con un p u n to que p lan teaste al com ienzo estoy com pletam en te de acuerdo contigo: la significación del psicoanálisis no es la de ser u n a teoría regional. Es decir, el p si­coanálisis tiene u n a d im en sió n ontológica que sim plem ente m odifica toda n u estra confección de la objetividad.

R ecuerdo que A lth u sser solía decir que toda ontología se fu n d a siem pre en una cierta exploración que tiene lugar al p r in ­cipio en un área lim itada, p e ro que luego la rebasa en teram ente. D ecía que d e trás de la filosofía p la tón ica está la m atem ática g rie ­ga, d e trás del rac ionalism o del siglo xvir está la física de G alileo,

d etrás de Kant esta N ew ton. Y bueno, noso tros estam os v iv ien ­do en el siglo s igu ien te al de Freud y estam os recién p en san d o filosóficam ente cuáles son tod as las significaciones ontológicas del descubrim ien to freudiano. Es decir, que la relación en tre objetos que son concebibles a p a rtir de la revolución psicoanalí- lica tiene u n a d im ensión filosófica abso lu tam en te fundam en ta l.

Respecto a la cuestión de aquello que 'está fuera o dentro del esquem a, ah í es donde habría que explorar m ás dos dim ensiones.

En p rim er lugar, está la cuestión de q u e algo tiene que esta r fuera del sistem a com o condición de que haya sistem a en sí m ism o. Lo he tra tad o de describ ir con u n m odelo lingüístico, pero se p u e d e p lan tea r de o tras m aneras tam bién.

R ecuerdo el fam oso artícu lo de Paul de M an sobre la serie num érica de Pascal, do n d e afirm a que la única form a de e s ta ­blecer la hom ología en tre el m ovim iento , el tiem po y el núm ero , es buscar cierto tipo de u n id ad es que tuv ie ran estas tres d im en ­siones, p o r ejem plo en el caso del tiem po es el instante, en el caso del n ú m ero es el cero.

Todos conocen el trabajo de Jacques-A lain M iller sobre lasu tu ra , en el cual utiliza las categorías de . . . . . .° ...el psicoanális isrrege , tim en tam bién a com ienzo de siglo

, 1 . , . . . , . tiene unavolvio al m ism o descubrim ien to de Pascal: es dimensiónnecesario algo fuera de la serie num érica para , , . .

. ° r ontolomea queque haya una sen e num érica. .1 J , s im plem ente

B ertrand Kussell sostenía que no p u ed e .... , ,1 r modifica todaconstru irse una serie num érica com o u n a serie . ,

, nuestra confecciónlógica a m enos que u n o com ience por el cero y , ,° 1 r J de la objet iv idad .no por el uno. Pero com enzar con el cero y nocon el u n o es d ar u n nom bre a aquello que es innom brab le y, de alguna m anera, este d a r un nom bre a lo innom brab le es exacta­m ente lo que nos lleva al p u n to que estaba tra tan d o de p ro fu n ­d izar con u n m odelo lingüístico.

¿Por qué traigo esto a colación? P orque m e parece que en tre el m om en to de dislocación y an tagon ism o y el m om ento de hegem onía, hay u n cierto tipo de relación m ás ín tim a que la que Jorge ha p lan teado .

Es decir, yo he tra tad o de m o stra r en mi trabajo que el an tag ­onism o no p u ed e reducirse a u n a relación dialéctica, que la relación dialéctica es una relación conceptual, una relación en tre objetos com o tales, m ien tras que la relación an tagón ica es una relación en la que se m uestran los lím ites de toda objetiv idad.

A hora b ien , una vez que se h an p lan teado los lím ites de toda objetiv idad , u n o está exactam ente enfren tado con lo que en la teoría lacan iana sería lo real: aquello que resiste a la sim ­bolización. D iría p rec isam en te que po rque hay u n real que resiste a la sim bolización, el m ovim ien to de la sim bolización no tiene un índice in terno. Entonces, es ah í donde veo que la d im ensión d e la hegem onía y la d im ensión del an tagon ism o y de lo real tienen que ser p lan tead o s conjuntam ente.

A lo m ejor tú no estás m uy de acuerdo con eso ...Es una cuestión d e m atices p robab lem ente, pero m e parece

q u e lo que he tra tad o de hacer en mi trabajo es de m ostrar la relación in terna en tre estos dos m om entos.

Por ejem plo, ese es uno de los pun to s en el que tenem os un cierto d esacu erd o con Zlavoj Z izek. Al com ienzo, él aceptó en te ram en te mi análisis del an tagon ism o com o lím ite de la obje­tiv idad , cu an d o publicó en L'Ane -e l periód ico lacaniano en P a r ís - una reseña del libro n u estro en la cual él aceptaba en te ra ­m en te este tipo de argum en tos. D espués se ha m ovido hacia una posición en la cual tra ta de rescatar esa d im ensión de lo real m ás d en tro de u n a lógica e stric tam en te dialéctica. C laro que es una lógica d ialéctica que está m uy m atizad a en su caso, pero para mí lleva a una crisis, a u n com prom iso inestable, entre el hegelian­ism o y el lacanism o, y que yo no creo que se resuelva de una m anera en te ram en te satisfactoria.

Estoy com p le tam en te de acu e rd o con Jorge en lo que él ha d icho acerca de la cuestión de la decisión en el m om ento de la sobredeterm i nación, no ten iendo el carácter que tenía en la teo ría a lthusseriana . Precisam ente, lo que hem os trabajado m ás recien tem ente con u n g ru p o de gente, ha sido el m om ento de la decisión, q u e hem os tra tad o de ligar a la noción lacaniana del acto, y este m om en to de la decisión es abso lu tam ente inasim il­able a cualqu ier d e te rm inac ión objetiva de carácter a priori.

R especto a lo real y a la p u ls ió n de m uerte, en n in g ú n m om en to he tra tad o d e p lan tea r que la m ovilidad en térm inos d e una cadena sign ifican te excluya esa d im ensión. C reo que la pu ls ió n de m u erte da a través de su operación, pon ien d o lím ites, u n a serie de tensiones en la m ism a cadena de significantes. N o m e parece que h aya que en ten d e r la cadena significante com o un sim ple m ovim ien to de lenguaje lib rado a su p ro p ia fuerza. Si el inconsciente m ism o está e s tru c tu rad o com o un lenguaje, la d im ensión del lenguaje incluye todas estas d im ensiones. De

m odo que tend ríam os que exp lo rar m ás la to ta lidad del a rg u ­m ento , pero no veo que haya m uchos p u n to s de d esacuerdo allí.

Lo que qu iero decir, finalm ente, es que no creo que to d a ten ­dencia, que to d a lógica hegem ónica, p ro d u zca u n a lógica em an- cipatoria. F.se es ju stam en te el tipo de teleología que h e tra tad o siem pre de com batir.

H ay d em an d as sociales que p u ed en ser a rticu ladas d e for­m as to talm ente d istin tas; po r ejem plo, tod o el d iscurso en Estados U nidos a fin del siglo xix al que m e referí an tes -e l del ho m b re peq u eñ o frente a la g ran r iq u e z a - fue u n d iscu rso cié izqu ierda. Es decir, no p lasm ó g ran d es organizaciones de m asa en esa época, o las p lasm ó, pero no tuv ieron finalm ente éxito. Sin em bargo, fue u n a serie cié tem as que p en e tra ro n todo lo que se llam a el d iscurso de la Progressive age y desp u és fueron decisivas en la constitución del Nezv deai. Estas d em an d as fueron hegem o- n izad as po r d iscursos de izquierda, pero desp u és de los años 4(1 y 50 se dio el proceso inverso, p u es estas m ism as d em an d as de carácter dem ocrático em pezaron a ser d o m in ad as po r u n d is­curso de derecha, po r el d iscurso de la moral majority.

Es decir, que el juego hegem ónico -u n a vez que está p lan tea ­d o - significa que hay constitu tivam en te algo indefin ib le y que no hay n ad a que asegure a priori que va a haber una articu lación de tipo em ancipatorio .

El d iscurso em ancipato rio p lan tea o tro problem a.N o creo que el d iscurso em ancipatorio tenga que ser conce­

b id o com o un d iscurso sep arad o del poder. C reo incluso q u e la m ás dem ocrática de las sociedades es la constitución de un n u ev o poder, no es la elim inación radical del poder.

En ese sen tido , no p u ed e haber una teleología de la em anci­pación que vaya a g obernar el conjunto de las acciones sociales. Lo que se va a d a r son form aciones de equilib rios hegem ónicos q ue constan tem ente p u e d e n m overse en una u o tra direccicm.

El desarro llo del d iscurso nazi al final de la república de VVeimar se jugó en m ovilizar una serie de d em an d as d em o crá ti­cas de las m asas que fueron articu ladas al d iscu rso que in icial­m en te no tenía nad a de an ticap ita lista y fue un d iscurso a u to ri­tario.

O sea, yo p ienso que u n proyecto em ancipato rio tiene que defin irse com o proyecto hegem ónico, pero no p ienso que toda hegem onía necesariam ente conduzca en una dirección em an ci­pa Liria.

J O R G E A L E M Á N

Estoy de acuerdo en que en abso lu to se p u ed e d esp ren d er de la lógica hegem ónica que has p resen tad o que la hegem onía con­du zca necesariam ente a lo em ancipatorio ; he insistido que ese an u d am ien to en tre hegem on ía y em ancipación estaba disuelto . Pero la p reg u n ta que yo in ten té hacer tue: ¿en qué condiciones esta lógica hegem ónica logra finalm ente encontrarse con una v o lun tad política que la incluya en un proyecto em ancipatorio? Esa v o lu n tad ¿es el re su ltad o de la em ergencia de la decisión en el ho rizon te d e lo indecidib le? ¿C óm o obtiene entonces su ori­entación!’ P reg u n to esto ten ien d o en cuenta que efectivam ente es u n proyecto de p o d e r y que no es en absoluto la otra em anci­pación m etafísica que ya h a q u e d a d o deconstru ída.

Es decir, m e in teresa a p u n ta r lo siguiente: ese m om ento de la decisión, lo decid ib le, ¿cóm o q u ed a orien tado políticam ente en el caso de que efectivam ente la lógica hegem ónica se encuentre con una v o lu n tad de em ancipación? ¿Cuál es el actor o los actores que realizan esa articu lación p ara que lo que es lo hegem ónico p u e d a efec tivam ente orientarse? Esta p reg u n ta adqu iere u n realce especial cu an d o sabem os que actualm ente todas las teo rías em ancipato rias se encuen tran , d espués del p ro ­le tariado de M arx, con la d ificu ltad de defin ir a las subjetiv i­d ad es políticas que in te rv en d rían en el acto em ancipatorio .

C om o no se tra ta de u n m ero decisionism o, si estam os en ese nivel donde efectivam ente -aco rd am o s en e s to - lo indecid ib le es inelim inable d e toda decisión, q u e d a entonces a su vez la o ri­entación étic a d e esta decisión.

En efecto, es abso lu tam en te cierto lo que has d icho antes: n in g u n a cuestión hegem ónica -a l no ser una te leo log ía- lleva necesariam ente al p royecto de em ancipación. Pero en el caso de que fuera así, ¿con qué actores es o rien tada la hegem onía hacia el proyecto de em ancipación?

E R N E S T O L A C L A U

H ay dos aspectos aquí.En p rim er lugar, yo no creo que haya u n agente único de la

em ancipación . En el socialism o clásico, que es una teoría acerca de una v o lu n tad colectiva abso lu tam en te hom ogénea, esa vol­u n ta d colectiva era la clase obrera com o agente de u n a em anci­pación universal. Esa idea de un agente que ontológica y ep iste­m ológicam ente priv ileg iaba el acto em ancipatorio se fu n d ab a en

liria teoría sociológica m uy precisa que era la sim plificación de la e s tru c tu ra social bajo el capitalism o.

El m arx ism o pensaba que bajo el cap ita lism o se iban a d iso l­ver las clases m ed ias y el cam pesinado y que, p o r consiguiente, el acto final de la historia iba a ser u n a confron tación en tre un p ro le ta riado hom ogéneo y la burguesía.

A hora bien, esa teoría de la em ancipación que supone u n agente p riv ileg iado de la m ism a se em pieza a ro m p er de m uchas m aneras.

En p rim er lugar, se em pieza a ver la teoría lenin ista de la a lianza de clases, que ya era una teoría m ás com pleja acerca de vo lu n tad es en que d istin tos actores sociales ten ían que confluir. La teoría del desarro llo desigual com binado de los años 30, tal com o la form ula Trotsky, p resupone que no hay u n agente em an- cipatorio único ligado a u n a clase social específica. Y finalm ente G ram sci saca las consecuencias de ese proceso cuando p iensa que los actores em ancipato rios no son ya las clases sociales en el sen tido clásico, sino que son los que él llam a vo lun tad es colecti­vas; esas v o lu n tad es colectivas se dan a través de la ag lu tinación de u n a serie de reinvidicaciones, equivalen tes a lo que hem os llam ado cadenas de equivalencias, articu laciones de equ iv a len ­cias y diferencias; y es así cóm o un cierto acto em ancipato rio p u ed e llegar a ser constitu ido.

El o tro problem a, que creo que Jorge tam bién p lan tea, es cóm o decid ir acerca de cuáles son los objetivos em ancipatorios.

De nuevo allí yo no creo que lia va u n a decisión apriorística y universal, p o rq u e estoy m uy en contra de teorías éticas com o las teorías haberm asianas que p resu p o n en que hay una cierta racionalidad ú ltim a de los procesos histciricos.

Lo que pasa es que v iv im os en sociedades en las cuales ya tenem os ciertas convicciones y cuando esas convicciones chocan con ciertos procesos que las ponen en cuestión, en tonces hay una transform ación de los objetivos políticos.

Pero aparte de este proceso -q u e R ichard R orty llam aría u n proceso conversacional de construcción de vo lun tad es colecti­v a s - no hay construcción de agente social em ancipatorio , ni de n in g ú n otro tipo. C laro que pod ríam os d iscu tir cóm o se consti­tuyen vo lu n tad es colectivas de carácter em ancipato rio en la A rgen tina o en o tros lugares, pero yo no creo que se p u ed a hacer una teoría general del acto em ancipatorio m ás allá del análisis de las co y u n tu ras concretas.

A ném ico de ta fundación Descartes gld fl^ iflítfeflfe , tmversadón con Eugenio Trías gfpftet//smo* con Slav*í Zizek (Círculo de Bellas z&MlentB (Grama ediciones, Argentina); Notas Argentina); Derivas del discueso capitalista (Miguel '(mofla (Ed. Franco Angelí. Milano); L'inconsáo e la %&títíriegmirfrd> CT AÍ, MWaoo); No saber (Activo

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