Jorge Luis Arcos, El Légamo Reminiscente de María Zambrano. Catálogo

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Mara Zambrano

El lgamo reminiscente de Mara Zambrano

Jorge Luis Arcos

Qu nos trajo Mara Zambrano? Su camino recibido? S, su camino, su senda rfico pitagrica, como ella deca. Recibido porque fue inevitable, porque no fue una senda buscada, pues si nada se busca, la ofrenda ser imprevisible, ilimitada, escribi en Claros del bosque. Aunque s anhelada. Mara nos trajo, pues, el otro camino, el que ella transit con su propia vida. Toda su vida fue un lento e inexorable despertar desde un alba desconocida. Recibida la gracia, ella tuvo que alzar su gravedad hacia confines indecibles. Despertar, volver a nacer hacia esa otra lucidez, con el incipit vita nova dantesco como vivencia de una profeca carnal. Se abandon a su anhelo profundo, a la profeca de sus entraas, y se convirti en peregrina, sibila, misionera de una utopa perdida. Porque ella fue, tambin, la Espaa peregrina, esa que, desde las catacumbas, desde los profundos, desde los nferos, desde sus nsulas extraas o nsulas de resurreccin, que no en otra cosa transfigur a su exilio americano, y especialmente a Cuba, pudo ver, sentir como nsula mas que pennsula ibrica. Catacumba para preservar un tesoro, desde donde emprender un nuevo nacimiento. Haba que rescatar tanta vida sumergida. Pero haba que ascender con ella, como en un parto doloroso. Desde un lgamo. Un lgamo reminiscente. El lgamo de una nueva conciencia para toda la humanidad.Una lectura cronolgica de la obra de Mara Zambrano nos ofrece el testimonio de una lenta transfiguracin. De Ortega y Gasset a Louis Massignon. Pero, sobre todo, hacia s misma, en s misma. Pero ese ensimismarse de Mara fue para abrirse desde sus entraas a todo el universo. Como alude en la cita de Empdocles que precede a su texto La metfora del corazn: Dividiendo bien el Logos distribuyndolo bien- por tus entraas. De la soberbia de la razn hacia la razn participante, amorosa. Porque anhel una razn no enemistada con la vida: un saber de reconciliacin. Haba que rescatar siguiendo una senda que le abri Ortega- las apariencias, las formas sumergidas de la vida. Por eso descendi a un lgamo sagrado, confundido, unitivo, el lgamo de los dioses y represe en que, en La Cuba secreta (1948), dej escrito que los dioses son las poticas esencias fijadas en imgenes, revelaciones directas de la fysis, instantneas del paraso y tambin del infierno-, antes de tratar de ascender con ellos hacia la radix porta del Dios nico. Pero para ello tuvo que re-crear toda la filosofa: hacerla nacer de nuevo dentro de s. Eso es lo que testimonia con El hombre y lo divino. Un libro que es, a la vez, un umbral y una despedida. Despedida de la condenacin platnica de la poesa, del desdn por las apariencias, de la soberbia de una razn confinada entonces en una soledad estril, impelida hacia una imagen idoltrica, como es la imagen de Narciso, ensimismado en su propia imagen. No, haba que beber esa imagen como lo hacen las bestias que abrevan en el ro, en las aguas que tiemblan, no para abstraerse de la multiplicidad de la vida sino para confundirse con ella. La piedad por las apariencias es un descendimiento amoroso, participante, donde se compromete todo el ser desde la raz. De la imagen de Narciso hacia la imagen de las entraas de San Juan de la Cruz: Oh cristalina fuente / si en esos tus semblantes plateados / formases de repente / los ojos deseados / que tengo en mis extraas dibujados!. Y umbral porque es el borde desde donde se aventura hacia su propio camino recibido. Hacia Claros del bosque, De la aurora, Los bienaventuradosPero regresemos a sus catacumbas, que es sobre lo que podemos dar un mejor testimonio. Lleg ella a Cuba en 1939 con la profunda conciencia del fracaso, ya no slo de la utopa de la Repblica sino de la utopa de la Razn occidental, que encarnaba la Europa del Holocausto. Los dos libros que publica entonces, en 1939, Filosofa y poesa y Pensamiento y poesa en la vida espaola, son el testimonio de su desvo creador de su maestro, Ortega y Gasset, su senda rfico pitagrica. Como lo es asimismo Hacia un saber sobre el alma. Pero qu encuentra en Cuba entonces? Nada menos que su secreto, su Cuba secreta, su patria prenatal. Recupera, dice, sus sentidos de nia. Recupera a Andaluca y a su padre muerto vestido de alpaca. Confunde el mar Caribe con el Mediterrneo. Siente en ambos la misma luz. Est, pues, en el lgamo, donde todas las formas comparecen, lo mismo que encontr Jos Lezama Lima, su gran alma afn, en el tokonoma, en el pabelln del vaco. Pero lo decisivo de este encuentro, que ella dice sin principio ni fin, aludiendo a su encuentro con Lezama, es que lo es con un nacimiento. Ella es la testigo participante de un verdadero principio: Orgenes. No poda haber un nombre ms imantador. Y es que el grupo Orgenes dot a la poesa cubana de una nueva materialidad. Ellos, los poetas de Orgenes, tambin se sentan como desterrados de la historia, marginales y clandestinos en su propio pas. Por eso intentaron asumir la historia como profeca, la encarnacin futura de la poesa en la historia, como ya haba sido en los orgenes. Ellos encarnaron una suerte de viaje reminiscente, en un tiempo otro, donde el pasado y el futuro se confunden. Dice Fina: La poesa para m, la viviente y la escrita, eran una sola, estaba all donde se reunan los tres tiempos de la presencia, la nostalgia y el deseo, sobrepasndolos, encendiendo no s qu sed. Y Cintio: Memoria, detencin y deseo, esas tres instancias del tiempo de la reminiscencia, forman una sola unidad en la palabra potica, silencio que devora el estruendo subjetivo y organiza en meloda la mudez nocturna y estelar de la escritura. Catlicos en su mayora, como Mara, pero herederos de una suerte de catolicidad ecumnica, forjada con la sangre en unas catacumbas a la vez antiguas y presentes, ellos rescataban un cristianismo abierto, participante, amoroso, donde la fysis, la materia recobraba todo su esplendor inaugural. Claro que no todo era testimonio de alabanza o plenitud. Y quizs valga la pena citar aqu un pasaje de un ensayo de Louis Massignon, el ltimo maestro de Mara, como ella reconoci, y con el cual ella hizo preceder la primera edicin de Filosofa y poesa, que leyeron entonces Lezama, Cintio y Fina, y que incorporaron, sealadamente Lezama, a su cosmovisin potica:

Un telogo musulmn, Hallach, pasaba un da con sus discpulos por una de las calles de Bagdad cuando le sorprendi el sonido de una flauta exquisita. Qu es eso?, le pregunt uno de sus discpulos y l responde: Es la voz de Satn que llora sobre el mundo / Satn llora sobre el mundo porque quiere hacerlo sobrevivir a la destruccin; llora por las cosas que pasan; quiere reanimarlas, mientras caen y solo Dios permanece. Satn ha sido condenado a enamorarse de las cosas que pasan y por eso llora. Hay mejor descripcin del dilema de un poeta que esta? As, ellos tambin, como Mara, tenan que descender, rficamente, hacia los nferos de la conciencia, antes de ascender de nuevo hacia la luz. Pero hacia la luz se asciende con todo el ser, con todo lo sumergido, rescatando de este modo una nueva materialidad. Por eso las imgenes de Lezama catlico rfico, le llam Mara-, de Cintio Vitier, de Eliseo Diego, de Gastn Baquero, de Fina Garca Marruz, son imgenes reales, materiales, sustantivas. Imgenes encarnadas. Verbo que se hace carne. Transfiguracin, que no simple metamorfosis. La dialctica de la gravedad y la gracia, a la manera de Simone Weil, se cumpli en la poesa origenista como en Claros del bosque, de Mara. Un solo viaje, al cabo. Una va o solucin unitivas, como quera Lezama. Porque a la postre el viaje hacia las entraas y el viaje hacia las estrellas es el nico y el mismo camino.Ya Mara ha ofrecido ese testimonio. Y no slo en La Cuba secreta (1948) sino en innumerables testimonios posteriores, tal en su correspondencia con Lezama y con Cintio y Fina como en varios textos que escribi luego de la muerte del autor de Paradiso. As, por ejemplo, en carta fechada en 1979, le escribe a Cintio: S, es cierto, que Mnemosyne, Madre divina de las Musas presidi todo aquel perodo nuestro y usted lo comprendi as. Madre de la esperanza en m, sin duda, y en todos. Madre del temor del temblor, gloso- de la ciencia, del amor y de la Santa esperanza () Y as lo que yo les daba era lo que en m arda, la llamita de la resurreccin ya, que no hubiera ardido en m con tanta inocencia si ustedes no la hubiesen abrigado, abrigando la ma por abrigarla ya en el fondo de su ser individual y de su historia o modo de vivirla, la historia prometida, la nica cierta, la nica que pudo arrancarnos del paraso preparado ya para ello () La presencia, asistencia constante de Cintio y Fina era para m garanta y gozo, memoria de esperanza, Logos spermatikos. No era la nica, claro, pero s la ms bella () Para m, en m aquel tiempo es campo de resurreccin.

Memoria del futuro, pues, o profeca o esperanza del pasado: tiempo reminiscente. Lgamo, como reservorio de formas (futuras o pasadas). En esta imagen del lgamo, que proviene a su vez de un texto de Claros del bosque, La medusa, he encontrado una de las imgenes ms certeras de los orgenes creadores para Mara Zambrano. Dice: La promesa de esta extraa criatura anunciaba quizs otro reino en el que algo haba de subsistir del mar, o quizs no, si se entiende que el mar sea el abismo donde la vida guarda grmenes, esbozos, esquemas de criaturas inditas todava, y donde se alojan al par, aquellas de imposible nacimiento al menos en este orden del tiempo. Seres o proposiciones de seres necesitados de un orden inimaginable que les aguarda. Luego compara la medusa con nuestro cerebro y dice que es la visin del origen remoto de la sede del sentir y del pensamiento, o bien de un designio que se ha quedado detenido, de un sistema nervioso y cerebro, albergue de otro modo de pensamiento Y ms adelante sentencia: Figuras de sueo, antes de concluir -donde veo yo la imagen cosmovisiva hacia donde se aventuraba el movimiento de su ltima sabidura- que en los escasos claros de la historia, el pensar filosfico y el potico han credo que tenan que aventurarse a dar forma determinacin- a lo que se agita en lo indeterminado; volver la mirada hacia el albor del pensar griego, al apeiron, lo indeterminado de donde la justicia del ser destaca todas las cosas que son, que son por ahora, se entiende. En este ejemplo, como en otros muchos posibles, sorprendo el sentido ltimo de su razn potica o saber de reconciliacin, el movimiento de su piedad, su vocacin de rescate o salvacin de una materialidad desconocida. Porque puede parecer un lugar comn afirmar que lo que uni a los poetas de Orgenes y a la autora de Delirio y destino fue la esperanza de acceder a un pensamiento potico. Y as fue en lo ms visible pero tambin en lo ms profundo que es siempre lo ms real por desconocido e invisible-, quiero decir, que la nocin misma de pensamiento potico debe ampliarse hasta comprometer todo el sentido de la vida, del cosmos mismo, hacia una resurreccin desconocida. No por gusto Cintio afirmaba que Claros del bosque es el texto espiritual ms profundo y lleno de gracia que se ha escrito en espaol desde los tiempos de San Juan de la Cruz. En ese libro nico desenvuelve Mara Zambrano como un lenguaje protoplasmtico. Y una percepcin como anterior o posterior al conocimiento limitadamente racional. Es la expresin, en acto, de otra lucidez, otra sabidura. Siempre en un borde, un confn. Su extraeza es su naturalidad o viceversa. De ese mismo linaje son Paradiso y Dador, de Jos Lezama Lima. En una carta, con motivo de la muerte de Araceli, hermana de Mara, Lezama le dice: Pero Ud. es de las personas que saben con gran precisin que nacemos antes de nacer y morimos antes de morir. Y Mara, en un ensayo publicado en La Habana en 1942, San Juan de la Cruz, haba expresado esa suerte de otra sabidura o sabidura del lgamo reminiscente: Parece que slo la muerte sera el trmino de esta salida; pero no es as. Aunque parezca imposible, existe un medio entre la vida y la muerte. San Juan nos muestra que se puede haber dejado de vivir sin haber cado en la muerte; que hay un reino ms all de esa vida inmediata, otro reino en este mundo en que se gusta la realidad ms recndita de las cosas. No ha sido un abandono de la realidad, sino un internarse en ella, un adentrarse en ella, entremos ms adentro en la espesura. Por eso no es la nada, el vaco lo que aguarda el alma a su salida; ni la muerte, sino la poesa en donde se encuentran en entera presencia todas las cosas.La poesa donde se encuentran en entera presencia todas las cosas. Lgamo de donde viene todo, hacia donde todo va. El lgamo es lo prenatal? El reino informe de la medusa? Ese estado previo al nacimiento que evoca Mara en La Cuba secreta y en Delirio y destino? Recordemos un fragmento de La Cuba secreta:

Mas, anterior al nacimiento ha de haber un estado de puro olvido, de puro estar yacente sin imgenes; escueta realidad carnal con una ley ya formada; ley que llamara de las resistencias y apetencias ltimas. Desnudo palpitar en la oscuridad; la memoria ancestral no ha surgido todava, pues es la vida quien la va despertando; puro sueo del ser a solas con su cifra. Y si la patria del nacimiento nos trae el destino, la ley inmutable de la vida personal, que ha de apurarse sin descanso todo lo que es norma, vigencia, historia-, la patria pre-natal es la poesa viviente, el fundamento potico de la vida, el secreto de nuestro ser terrenal.Esa era la fe origenista y la fe de Mara Zambrano, y lo que vislumbr Mara en su Cuba secreta, en Orgenes, en su catacumba creadora, en su nsula extraa, para ella campo de resurreccin. Por eso en la ltima carta que escribiera a Cintio y Fina, fechada en 1990, les dice: Ahora que estoy tan cerca como entonces del pensar y del sentir de San Juan de la Cruz, os siento a vosotros si cabe ms cercanos.La correspondencia cruzada entre Mara y Cintio y Fina, como entre ella y Lezama, demuestra, entre otras muchas cosas, la importancia vital de la cultura. En efecto, ella encontr en Cuba su patria pre-natal, pero ello sucedi tal vez porque tambin encontr en esa isla un grupo de almas afines, varadas, como ella, ante un destino histrico indescifrable. La voz que escuchaban Cintio y Fina en el Lyceum femenino, en la Universidad de La Habana, era la voz de la Espaa del fracaso de la Repblica, acaso la mejor Espaa, la que tuvo que preservar su irrenunciable esperanza en el destierro, que Mara convirti en Cuba en unas catacumbas creadoras, como le confes a Virgilio Piera en una carta fechada el 5 de noviembre de 1941. Ante el deseo de Virgilio de viajar a la Argentina para buscar un mundo cultural ms ancho, Mara le dice: Le veo un poco dolido de su Amrica () Yo he preferido estas islitas sin embargo o tal vez por eso mismo, pues el mejor europeo de hoy, es decir la mejor vocacin europea, creo que es la de las catacumbas; y es desde luego la que yo tengo. Idea que desarrolla en un texto inolvidable publicado en La Habana, Las catacumbas. Las relaciones y actividades de Mara en Cuba durante aproximadamente trece aos (1939-1953) fueron variadas y muy intensas. Adems de su relacin con el grupo Orgenes, especialmente con sus poetas (Jos Lezama Lima, Cintio Vitier, Eliseo Diego, Gastn Baquero, Virgilio Piera, Fina Garca Marruz, Octavio Smith, Angel Gaztelu), que reviva en cierta forma su relacin juvenil con los poetas de la llamada generacin del 27, como ella narra en Delirio y destino, en Cuba encontr una relacin entraable, en primer lugar, con Gustavo Pittaluga, el otro exiliado espaol, pero tambin con otro espaol, el msico genial de Orgenes, Julin Orbn, o con Agustn Pi, parte silenciosa del mismo grupo y tan buen lector de su maestro Ortega y Gasset. Con ellos sola reunirse para conversar, escuchar msica, en fin, para compartir la vida. No se puede dejar de mencionar otros nombres: a Jos Rodrguez Feo, junto a Lezama, co-director de la revista Orgenes, o Mariano Brull, el exquisito poeta puro, o Lydia Cabrera, Jorge Maach, el propio padre de Cintio: Medardo Vitier, o Vicentina Antua, Camila Henrquez Urea, la misteriosa Mara Fernndez, el tambin exiliado Manuel Altolaguirre y muchos ms, en fin, lo mejor de la cultura cubana de entonces. Pero no hay dudas de que donde su pensamiento tuvo una recepcin ms profunda fue entre los origenistas, al punto de formar parte esencial de aquel grupo. Creo que su especial relacin con Lezama, la que conserv durante toda su vida, se cuenta entre las ms esenciales y peculiares de la cultura iberoamericana. Una lectura de su correspondencia cruzada, como luego la que sostuvo con su viuda, Mara Luisa Bautista, as como de los numerosos textos que escribi sobre el autor de Paradiso, dan fe de esa singularidad. Algo similar ocurri con Cintio y Fina, como se podr vislumbrar a travs de las cartas y de los otros textos que aqu se compilan. En realidad, el presente libro es un complemento esencial de aquel otro que recoge la correspondencia entre Mara y Lezama, que tambin la Editorial Pre-Textos ha tenido la sabidura de publicar, gracias al riguroso y amoroso trabajo de edicin de Javier Fornieles Ten, y ambos establecen una feliz continuidad con La Cuba secreta y otros ensayos, de Mara Zambrano.Ya Cintio, en su primer libro de ensayos, Experiencia de la poesa (1944), se nutre del pensamiento de Mara. Como all reconoce, en el captulo Sustancia espaola de la poesa, dice: La Sra. Mara Zambrano, en quien halla madura fruicin y fruto casi todo lo que en agraz llevo apuntado.. Era, en ltima instancia, una manera semejante de percibir la realidad, desde el conocimiento potico, como una va para penetrar en lo desconocido pero sin renunciar a lo conocido. Quiero decir, una va unitiva de lo inmanente con lo trascendente, de las apariencias con las esencias, de la imagen con los conceptos, de la Vida con la Razn, de lo visible con lo invisible o, como dira Lezama, de lo telrico con lo estelar. Como una suerte de encarnacin del verbo en la carne. O transfiguracin simblica de la realidad por -y en- la Poesa. Y esta como mediadora, como testimonio proftico de la resurreccin. Si Mara afirmaba que Poesa es sentir las cosas en status nacens, y Lezama nos entregaba su confianza de que El poeta es el testigo nico que se conoce- del acto inocente de nacer, o le opona a la frase de Heiddeguer -el hombre como un ser para la muerte- su descomunal esperanza en que el hombre es un ser para la resurreccin, Vitier, como en su poema Palabras de Nicodemo, nos comunica su fe en un nuevo nacimiento: El me dijo que era preciso / renacer. Toda la obra de Cintio y Fina est traspasada por una mirada que quiere apresar algo as como el alba de la realidad, que no por gusto titul Fina su ensayo: Mara Zambrano entre el alba y la aurora. Ese momento prstino, primigenio, en que la realidad parece entregrsenos como en estado virginal, incluso el estado previo al nacimiento, esa condicin de vspera como nombr Cintio a toda la primera etapa de su poesa-, como si la realidad siempre estuviera traspasada por una imantacin proftica, por un anhelo futuro, que es en lo que consiste sustancialmente lo que Cintio ha nombrado tambin desde el ttulo de un poemario- como la extraeza de estar, y Fina ha asediado en su poesa como ese instante en que las cosas, sin dejar de ser ellas mismas, parecen como desgarrarse hacia una dimensin otra, ms real mientras ms desconocida. Y Lezama haba sentenciado que quera crear la tradicin por futuridad, aludiendo a la tradicin americana, la de la impulsin alegre hacia lo desconocido, de donde deriva su fe en la encarnacin futura de la poesa en la historia. Fe, incluso, como San Pablo, en lo imposible. Como desenvuelve tambin Cintio en su libro La luz del imposible. Dice all: Lo ms extrao es la incontrovertible solidez material de las cosas o La vida es siempre, a cada instante, una resurreccin. La resurreccin es la experiencia elemental y continua, por eso mismo invisible. Sin embargo, a pesar de las abrumadoras afinidades que pueden encontrarse entre Lezama y Cintio y el pensamiento de Mara, creo que es en Fina donde esa afinidad se expresa con mayor nitidez. Es que toda la poesa de Fina es un testimonio de piedad, de misericordia por las apariencias, a lo que le ha llamado el servicio misterioso. Ya Mara haba aludido, en Pensamiento y poesa en la vida espaola, a todo lo que en el cristianismo es vida, caridad, misericordia, encarnacin, como tambin desarrolla, en relacin con la historia y la poesa otro tpico esencial entre Mara y Orgenes-, en un ensayo escrito en Cuba, Para una historia de la piedad, luego integrado a su libro El hombre y lo divino. Fina parte, por ejemplo, de la conviccin, en Hablar de la poesa, de que: El realismo verdadero debiera abarcar el sueo y el no-sueo, lo que tiene un fin y lo que no tiene ninguno, el cacharro domstico y la Va Lctea. Ningn otro realismo que el de la misericordia. Acaso por ello Mara singulariza la poesa de Fina dentro del grupo Orgenes y expresa en La Cuba secreta: Es en Cintio Vitier, Eliseo Diego, Octavio Smith y Fina Garca Marruz donde de modo en cada uno diferente, vemos a la poesa cumplir una funcin que diramos de salvar el alma. No parece ninguno de ellos detenerse en la poesa como en su modo de ser, quiere decir, que siendo poetas, no parecen decididos o detenidos en serlo. Y en Fina Garca Marruz, yo dira que por aadidura. Ella es quien testimonia de modo ms ntidez esta actitud, no frente a la poesa, sino frente a la vida. Y como todo lo que se obtiene por aadidura, puede en un instante cesar o desplegarse en una verdadera grandeza sin mcula. An el hacer ms inocente que es la poesa (El poeta es el ser ms inocente, dice Holderlin) lleva consigo una inevitable mcula, un cierto pecado. Fina Garca Marruz, recogida, envuelta en su propia alma, realiza esa hazaa que es escribir sin romper el silencio, la quietud profunda del ser.Quiero escribir con el silencio vivo, dice Fina en Visitaciones (1970). Pero reparemos, por ejemplo, en un soneto de Fina que ley Mara en Las miradas perdidas (1951):Ama la superficie casta y tristeS el que eres.

PndaroAma la superficie casta y triste.

Lo profundo es lo que se manifiesta.

La playa lila, el traje aquel, la fiesta

pobre y dichosa de lo que ahora existe.

S el que eres, que es ser el que t eras,

al ayer, no al maana, el tiempo insiste,

s sabiendo que cuando nada seas

de ti se ha de quedar lo que quisiste.

No mira Dios al que t sabes que eres

-la luz es ilusin, tambin locura-

sino la imagen tuya que prefieres,

que lo que amas torna valedera,

y puesto que es as, slo procura

que tu mscara sea verdadera.

Y as como he intentado comprender ese sentir y pensar originario de Mara Zambrano con la imagen de un lgamo reminiscente, Fina le confiesa a su hijo en otro poema: Nos reuniremos en la esmeralda Y en otro poema a otro hijo suyo pregunta, desgarradoramente -en donde creo ver una semejanza con ese lgamo reminiscente aventurado en este prlogo_: Creces, / te alejas, dnde, dnde quedas? / No te guarda la muerte ni la vida. / Y adnde iras t, nio de oro, / en dnde te quedaste sonriendo, / en dnde sin tu madre que te busca, / en qu olvidado y fiero paraso?. A diferencia de Lezama, que centra su confluencia con Mara en un pensamiento que parte de la capacidad creadora de la imago, o Cintio, que espera todo conocimiento de la razn potica, y que intent, con su libro Potica, desarrollar una interpretacin otra de la poesa: la poesa como un lenguaje directo, carnal, como un testimonio de Vida, como un misterio, un desconocido, un imposible sustantivos y reales, por donde trata de ir ms all de la tradicin platnica y aristotlica -en un libro tan importante como El arco y la lira, de Octavio Paz-, Fina ofrece en acto esa posibilidad, como tambin lo hace Mara en Claros del bosque. A ambas las une una misma fe en el misterio de la encarnacin. Un como estilo y conocimiento de participacin. Esa suerte de catolicidad, ya aludida, que trata de salvar, de rescatar las apariencias, la vida sumergida para Mara. De ah que ambas compartan la fe en la piedad del descendimiento. Y preconicen y desenvuelvan un conocimiento de salvacin. Una sabidura unitiva, amorosa, omnicomprensiva. Una sabidura de las entraas, como muestra Mara en La metfora del corazn, e incluso en el orfismo de Las catacumbas, donde expresa: Y una catacumba bien puede ser el propio, inajenable corazn.Claro que Fina tuvo otras fuentes, entre ellas una muy poderosa: Jos Mart. Pero es muy significativo que Mara conozca a Mart a travs de Cintio y Fina, cuando a raz de la conmemoracin del centenario del nacimiento martiano, ellos le regalan el Diario de Cabo haitiano a Dos Ros, sobre el que escribe Mara un texto esencial: Mart, camino de su muerte, el cual publica en Cuba en 1953. Sin embargo, en un ensayo clave de Fina, Jos Mart, publicado en la revista Lyceum, creemos ver tambin mucho del espritu que Mara trajo a Cuba, porque, a travs de ella, los poetas de Orgenes recibieron tambin una tradicin viva, acaso esa que Cintio nombr como el eticismo hispnico eterno en la ltima leccin de Lo cubano en la poesa. Y no por gusto, en ese mismo texto, al citar extensamente La Cuba secreta-para Cintio: la nica mirada filosfica sobre el secreto de la isla-, pregunta: No coincide la intuicin de esta espaola espiritual con la esencia de prenatalidad y ocultamiento que hay en el destino de la isla?"

Slo quiero indicar que los origenistas y Mara tenan tambin otra concurrencia importante, y era una forma semejante de asumir la tradicin hispana, por no decir la cultura toda, desde una suerte de catolicidad ecumnica, un eclecticismo creador, incorporativo. Y acaso no haya, entre muchos ejemplos posibles, una fuente comn ms esencial que San Juan de la Cruz.Ante la imposibilidad de poder agotar aqu el vasto mundo de relaciones y significados de la fecunda irradiacin en Cuba y, en especial en Cintio y Fina, de Mara Zambrano, baste este testimonio de Jos Lezama Lima, en carta fechada el 31 de diciembre de 1975, apenas unos meses antes de su muerte. Dice Lezama recordando los aos de Orgenes:

Desde aquellos aos est en estrecha relacin con la vida de nosotros; eran aos de secreta meditacin y desenvuelta expresin. La veamos con la frecuencia necesaria y nos daba la compaa que necesitbamos. Eramos tres o cuatro personas que nos acompabamos y nos disimulbamos la desesperacin. Porque, sin duda, donde usted hizo ms labor secreta e inteligente fue entre nosotros. De ah empezamos ya a verla con sus ojos azules, que nos daban la impresin de algo un tanto sobrenatural que se haca cotidiano. Yo recuerdo aquellos aos como los mejores de mi vida. Y usted estaba y penetraba en la Cuba secreta, que existir mientras vivamos y luego reaparecer en formas impalpables tal vez, pero duras y resistentes como la arena mojada.

Mara Zambrano, el sentido de su obra y de su vida, ha sido para m uno de los misterios y estmulos creadores ms profundos. Mi poesa ha encontrado alimento indecible en su palabra, en esa palabra perdida por ella invocada tambin a la vera de San Juan de la Cruz. Y sobre todo, tengo que confesar, he encontrado una singular esperanza en este juicio que verti el escptico Cioran sobre su contacto con Mara: deseara uno consultarla al llegar a la encrucijada de una vida, en el umbral de una conversacin, de una ruptura, de una traicin, en la hora de las confidencias ltimas, grvidas y comprometedoras, para que ella nos revele y nos explique a nosotros mismos, para que nos reconcilie tanto con nuestras impurezas como con nuestras indecisiones y nuestros estupores.

La Habana, 20 de enero, 2004Jorge Luis Arcos (La Habana, 1956) Ha publicado los libros de ensayos: En torno a la obra potica de Fina Garca Marruz (La Habana, 1990), La solucin unitiva. Sobre el pensamiento potico de Jos Lezama Lima (La Habana, 1990), Jos Lezama Lima a travs de Paradiso (La Habana, 1992), Orgenes. La pobreza irradiante (La Habana, 1994) y La palabra perdida. Ensayos sobre poesa y pensamiento potico (La Habana, 2004), as como los poemarios: Conversacin con un rostro nevado (La Habana, 1993), De los nferos (La Habana, 1999 y Caracas, 2000), La avidez del halcn (Cdiz, 2002 y La Habana, 2004) y Del animal desconocido (Dominicana, 2002). Ha compilado, entre otros, los libros: La Cuba secreta y otros ensayos (Madrid, 1996), de Mara Zambrano, y Las palabras son islas. Panorama de la poesa cubana del siglo XX (La Habana, 1999). Una parte considerable de lo que en este texto se expone tiene su origen en varios textos anteriores. En primer lugar, en Mara Zambrano y la Cuba secreta, de J. L. A., introduccin a La Cuba secreta y otros ensayos, de Mara Zambrano (Madrid, Ediciones Endimin, edicin e introduccin de Jorge Luis Arcos, 1996); en Mara Zambrano y la isla como utopa, en La palabra perdida. Ensayos sobre poesa y pensamiento potico, de J. L. A. (La Habana, Ediciones Unin, 2004), y en Las catacumbas creadoras, ensayo entregado por J. L. A. a la Fundacin Carolina, Santander, para su publicacin en el ao del Centenario de Mara Zambrano. Una parte de este prlogo aparecer en el Catlogo, de Mara Zambrano, que tambin se prepara para conmemorar su centenario.

Mara Zambrano. De la aurora. Madrid, Turner, 1986.

Mara Zambrano. Isla de Puerto Rico (Nostalgia y esperanza de un mundo mejor). La Habana, Imprenta La Vernica, 1940, p.13.

Mara Zambrano. La metfora del corazn. Orgenes. La Habana, 1941, y en su La Cuba secreta y otros ensayos. Ed. Cit.

Mara Zambrano. De la aurora. Ed. Cit.

Mara Zambrano. La Cuba secreta. Orgenes. La Habana, a.V (20): 3-9, 1948, y en su La Cuba secreta y otros ensayos. Ed. Cit.

Mara Zambrano. Breve testimonio de un encuentro inacabable. En: Jos Lezama Lima. Paradiso. Edicin crtica. Madrid, Coleccin Archivos, 1988.

Fina Garca Marruz. Hablar de la poesa. En su: Antologa potica (Seleccin y prlogo de Jorge Luis Arcos). Mxico, Fondo de Cultura Cubana, 2002, p. 312.

Cintio Vitier. Potica. En su: Obras. 1. Potica. La Habana, Letras Cubanas, 1997, p. 91.

Louis Massignon: Los mtodos de Realizacin Artstica en el Islam. En: Revista de Occidente, 1934. Aparece slo en la primera edicin de Filosofa y poesa, de Mara Zambrano (Mxico, La Casa de Espaa en Mxico, F. C. E., 1939).

Mara Zambrano. San Juan de la Cruz. La Vernica. La Habana, a. I (6): 184-195, noviembre, 1942, y en su La Cuba secreta y otros ensayos. Ed. Cit.

Mara Zambrano. La Cuba secreta y otros ensayos. Ed. Cit., p. 259.

Mara Zambrano. Las catacumbas. Revista de La Habana. La Habana, t. I (1942-1943), a. I (6): 527-530, febrero, 1943.

Cintio Vitier. Experiencia de la poesa. En su: Obras. 1. Potica. La Habana, Ed. Letras Cubanas, 1997.

Cintio Vitier. Palabras de Nicodemo. En su: Antologa potica (Seleccin y prlogo de Enrique Sanz). Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2002, p.224.

Cintio Vitier. La luz del imposible. En su: Obras. 1. Potica. Ed. Cit., p. 183-125.

Cintio Citier. Raz diaria. En su: Obras. 1. Potica. Ed. Cit., p. 171 y 169.

Fina Garca Marruz. Hablar de la poesa. En su: Antologa potica (Seleccin y prlogo de Jorge Luis Arcos). Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2002, p. 313.

Mara Zambrano. Pensamiento y poesa en la vida espaola. Mxico, FCE, La Casa de Espaa en Mxico, 1939, p. 21.

Mara Zambrano. Para una historia de la piedad. Lyceum. La Habana, 5 (17): 6-13, febrero, 1949.

Fina Garca Marruz. Hablar de la poesa. En su: Antologa potica (Seleccin y prlogo de Jorge Luis Arcos). Ed. Cit., p. 314.

Fina Garca Marruz. Quiero escribir con el silencio vivo. En su: Antologa potica. Ed. Cit., p. 147.

Fina Garca Marruz. Ama la superficie casta y triste. En su: Antologa potica. Ed. Cit., p. 20.

Fina Garca Marruz. Nos reuniremos en la esmeralda. En su: Antologa potica. Ed. Cit., p. 134.

Fina Garca Marruz. Tus pequeas pisadas en la arena. En su: Antologa potica. Ed. Cit., p. 120.

Cintio Vitier. Potica. En su: Obras. 1. Potica. Ed. Cit., p. 61-121. Escribe aqu Cintio: Comprender, en suma, que la poesa no es figura, sino sustancia; no es ilusin, sino realidad; no es lenguaje indirecto, sino directo; no es eludir, sino afirmar; no es amaneramiento, sino conocimiento; y que, en fin, no consiste en estilizar o sustituir la realidad mediante operaciones tales como desplazar los atributos de unas a otras apariencias, atribuir a las cosas cualidades irreales, superponer los tiempos y los espacios, etc., sino en penetrar esa realidad nica, sin dualismo posible, mediantew un acto develador y creador tambin nico. Acto por el cual siempre vislumbramos el ms que hay en las cosas y en nosotros, el exceso gracioso y tremendo, la desconocida sobreabundancia que nos sustenta, p. 102.

Mara Zambrano. La metfora del corazn (fragmento). Orgenes. La Habana, a. I (3): 3-10, 1944.

Mara Zambrano. Las catacumbas. En: Ob. Cit.

Mara Zambrano. Mart, camino de su muerte. Bohemia. La Habana, a.45 (5): 45, 83, febrero, 1953.

Fina Garca Marruz. Jos Mart. En su: Ensayos. La Habana, ed. Letras Cubanas, 2003, p. 11.

Cintio Vitier. Obras. 2. Lo cubano en la poesa. La Habana, Ed. Letras Cubanas, 1998.

Cintio Vitier. Obras. 2. Lo cubano en la poesa. Ed. Cit., p. 403.

Cintio Vitier. Obras. 2. Lo cubano en la poesa. Ed. Cit., p. 404.

Consltese, aparte del ensayo de Mara sobre San Juan, ya citado, las concurrencias que, a propsito de San Juan, se encuentran entre Lezama, Fina y Mara, desarrolladas en parte en mi ensayo Mara Zambrano y la Cuba secreta (En: Mara Zambrano. La Cuba secreta y otros ensayos. Ed. Cit.)

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