Jose Carlos Mariategui Tomo 15

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    JOS CARLOS MARITEGUI

    Cartasde

    Italia

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    BIBLIOTECA AMAUTALIMA-PER

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    LA ENTENTE Y LOS SOVIETS*

    La poltica de la Entente respecto de los Soviets ha cambiado de fisonoma.Hasta hace mes y medio la voz de Clemenceau ululaba como un clarn, en lacmara francesa, contra la impber repblica sovietista. Anunciaba que

    ninguna inteligencia, ningn pacto, ninguna transaccin, moral ni fsica, eraposible con ella. Y expresaba su fe en que la cruzada anti-bolchevique,comandada por Polonia -duea de todas las complacencias del viejo tigre-acabara por barrer de Rusia el maximalismo. Pero desde la fecha en queClemenceau hablaba de tal guisa a esta fecha, en que el problema ruso estsobre el tapete de la Conferencia de Londres, los acontecimientos han variadomucho el punto de vista de la Entente y, por ende, el de Francia.

    Clemenceau mismo, en la conferencia de Pars del mes pasado, -la ltima en

    que represent a Francia-, hubo de contribuir con su voto al acuerdo,propuesto por Lloyd George, de entrar en relaciones comerciales con lascooperativas rusas. El texto de ese acuerdo contiene, es cierto, la declaracinde que l no significa ningn cambio en la lnea de conducta de los aliadosacerca de los Soviets. Pero esta declaracin resulta virtualmente contradichapor los compromisos derivados del acuerdo. Resulta contradicha por elacuerdo en s. Como la prensa lo ha hecho notar, las cooperativas rusasdependen totalmente de los Soviets. Los Soviets reglamentarn y regirn susoperaciones con los aliados. La Entente tratar as con los Soviets a travs delas cooperativas.

    --------------* Fechado en Roma, 12 de febrero de 1920; publicado en El Tiempo, Lima, 9de julio de 1920.

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    Algunos diarios de Inglaterra y Francia, por esto, han denunciado el acuerdocomo el disfraz de un acercamiento al bolchevismo ruso y han sostenido quesera preferible de una vez, sin eufemismos y sin ambages, su reconocimientofranco y explcito.

    Posteriormente al acuerdo se ha visto, en efecto, que el reconocimiento est

    en camino. Su incubacin comenzar muy pronto al calor de las relacionescomerciales. No es sino una cuestin de plazo y de formalidades ms oformalidades menos.

    Varios y complejos son los factores de esta mudanza. No es fcil definirlosexacta, ordenada y jurdicamente, en un momento en que no se cuenta an contodos los elementos de juicio. Se puede, sin embargo, sealar a grandes rasgoslos principales.

    Un factor, es sin duda alguna, el factor interno. En Inglaterra, Italia y Francia,las clases trabajadoras han demandado la paz con los Soviets. Los gobiernosno han podido conservar una poltica adversa al sentimiento popular. Y enItalia e Inglaterra la presin de los trabajadores ha sido particularmentevigorosa por la fuerza parlamentaria de que disponen.

    En Italia, los socialistas no han conseguido que la Cmara invitase al gobiernoa reconocer los Soviets; pero s han conseguido que le recomendase el patro-cinio del reconocimiento en el seno de la Entente. Entre los socialistas y lamayora de la Cmara no ha habido, pues, sino una divergencia adjetiva de

    criterio. La mayora no ha opinado contrariamente al reconocimiento de losSoviets. Ha credo que Italia no poda proceder independientemente a estereconocimiento y que deba, por tanto, procurar su aceptacin previa por lasdems potencias aliadas.

    En Inglaterra, adems del partido Laborista, se ha manifestado partidario de lapaz con los bolcheviques, el partido liberal fiel a Mr. Asquith.

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    El antiguo Premier ha censurado la poltica britnica de agresin a los Sovietsy ha agregado recientemente que deba obligarse a los Estados blticos afirmar la paz con ellos conforme al ejemplo de Estonia. Toda la opinininglesa opuesta al gobierno de Lloyd George se ha pronunciado, por consi-guiente, contra la intervencin en la poltica domstica de Rusia.

    Otro factor ha sido el factor militar. Mientras se ha operado el proceso internoantedicho, los bolcheviques han ganado sucesivas y contundentes victorias.Unos tras otros se han desbandado los ejrcitos armados, provisionados ysocorridos por la Entente para combatir al ejrcito rojo. Denikini, Kolchak,Judenitch, han fracasado en su empresa. Probablemente, en parte, porqueninguno de los tres ha personificado una ideologa noble ni ha enarbolado unabandera prestigiosa. Los tres no han servido a la Entente ms que de grava-men y desembolso.

    Vencedor de sus enemigos, el ejrcito rojo ha sido mirado como una amenaza.Y no slo como una amenaza para los intereses europeos del Oriente, dondela propaganda bolchevique trabaja por socavar la posicin de Inglaterra. Nohan faltado quienes lo han mirado como una amenaza para el Occidente. Seha temido por la suerte de Polonia, de los Estados blticos. Se ha vislumbradouna probable hegemona rusa en el vasto sector eslavo. Se ha pensado que laRusia de Trotzky y Lenin era una resurreccin de Francia napolenica.

    El tercer factor ha sido el factor econmico. Europa quiere independizarse enlo posible de Norte Amrica. Vuelve los ojos a Rusia, su antiguo granero.

    Rusia ha menester de las manufacturas de Europa Occidental. Europa Occi-dental ha menester de las materias primas, de los cereales, de la lea de Rusia.El bloqueo de los bolcheviques cuesta mucho a la Entente, es una prolonga-cin de la guerra con la consiguiente carga para el presupuesto y gravitacinsobre el "cambio". Mantenerlo es para los aliados pri-

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    varse por s mismos de su fuente natural de abastecimiento.

    En la Conferencia de Londres, que se efectuar esta semana, los tres premiersestudiarn el problema ruso. Las orientaciones que salgan de ella sern, se-guramente, favorables al mayor acercamiento de la distancia diplomtica quesepara del gobierno bolchevique a los gobiernos occidentales. Las declara-

    ciones ms cercanas del premier ingls y del premier italiano permitencalcularlo.

    Mr. Lloyd George acaba de afirmar en la Cmara de los Comunes que Europano puede reconstituirse sin los recursos que le ofrece Rusia y de que no esposible triunfar del blochevismo por las armas. Suponiendo que todos losestados limtrofes de Rusia estuviesen dispuestos a atacar a los bolcheviques,quin pagara el equipamiento de los ejrcitos y el sostenimiento de lacampaa?, ha preguntado Lloyd George. Ni Francia, ni Estados Unidos, ni

    Inglaterra quieren hacerlo. Hay, pues, que hacer la paz con los bolcheviques:"pero -ha agregado-, la experiencia, y la observacin deben constatar primeroque los bolcheviques han renunciado a sus mtodos brbaros y que sugobierno se ha convertido al principio de la civilizacin". "Nosotros, adems,podemos volver a Rusia al buen sentido por medio del comercio. La Europa,en fin, necesita aquello que Rusia est en condiciones de darle. Antes de laguerra, Rusia suministraba al mundo la cuarta parte del trigo que en el mundose importaba, las cuatro quintas partes de su lino, la tercera parte de sumanteca. Ella provea al extranjero de ms de cinco millones de toneladas degranos, Hoy en Francia, en Inglaterra, en Italia, el precio de la vida aumenta,

    la Europa del Centro sufre hambre, en tanto que los almacenes rusos rebosande granos". Y Lloyd George ha negado la perspectiva de un peligro militarruso. A su juicio, el ejrcito rojo puede vencer a ejrcitos mal organizados ymal armados; pero no podra

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    vencer a un ejrcito occidental. Los rusos carecen de artillera pesada,aeroplanos, tanques y otros elementos, y no pueden fabricarlos. El milagronapolenico es, por esta razn, materialmente imposible.

    Nitti ha expuesto su pensamiento sobre el problema ruso, hace cinco das, enla cmara, italiana. Ha dicho que no se hace ilusiones sobre la produccin y

    las reservas alimenticias de Rusia; pero sin embargo propende con buenavoluntad a la reanudacin de las relaciones. Est convencido de que "elcontacto de la civilizacin occidental obligar al gobierno bolchevique aejercitar sobre s mismo una accin moderadora".

    Millerand no ha sido tan preciso como Lloyd George y Nitti en sus declara-ciones. En su respuesta a las interpelaciones del diputado socialista Cachin habordeado el problema, comentando ms bien sus aspectos adjetivos que su

    aspecto fundamental. Probablemente su situacin parlamentaria de herederosolitario y mancomunado de Clemenceau no le ha consentido coincidir con laopinin de los otros "premiers".

    Las declaraciones de Lloyd George y Nitti, son, evidentemente, los proleg-menos del reconocimiento de los Soviets. Las relaciones comerciales son elprimer paso a ese reconocimiento. Tras del establecimiento de las relacioneshay, aparte del doble inters econmico, un doble inters poltico. LloydGeorge piensa que se debe usar nuevas armas contra el bolchevismo. Que elcomercio puede minarlo mejor que la guerra. Los bolcheviques por su parte,

    desean aprovechar de sus granos, de sus maderas y de su lino para conseguirla tregua necesaria a la consolidacin de su rgimen poltico y social en Rusia.Le Temps, de Pars, asevera que los bolcheviques tratan de seducir a laburguesa inglesa con las perspectivas comerciales. Juzga las cooperativascomo un "camouflage" maximalista. Los bolcheviques segn Le Tempscubren sus Soviets rojos con el manto de las cooperativas.

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    Actualmente se efectan de uno y de otro lado los aprestos para la iniciacindel intercambio. Una comisin interaliada va a trasladarse a Rusia a negociarcon las cooperativas. Mientras tanto se alistarn todos los elementos mate-riales precisos para los transportes. Y no slo Europa Occidental se prepara acomerciar con la Repblica de los Soviets, tambin se prepara EstadosUnidos. En los centros manufactureros yanquis domina la opinin de que se

    debe actuar en relacin con las cooperativas bolcheviques.

    Los bolcheviques, a su turno, han empezado a transformar al ejrcito rojo enejrcito de trabajo. Militarizan as el trabajo y mantienen militarizados a lostrabajadores. Aguardan firmar la paz con Colonia y los Estados blticos paraterminar esta metamorfosis del ejrcito de guerra en ejrcito de paz.

    La tendencia diplomtica de los Soviets, por una razn aparentementeparadojal, es a la coordinacin de sus intereses actuales con los intereses de

    Inglaterra. Piensan los bolcheviques que Inglaterra representa la crema de lasociedad capitalista. Sienten que la poltica inglesa est dictada por consi-deraciones de poltica mundial, por las altas conveniencias de la sociedadcapitalista en su conjunto. Y que es, pues, con Inglaterra con quien debennegociar y pactar de potencia a potencia. Confiado en su fuerza, el bol-chevismo ruso no se asustar de estrechar la enguantada y fina mano deInglaterra. Confiado en su inteligencia, el capitalismo britnico tampoco seasustar de estrechar la mano proletaria y spera de Rusia. La paz entreInglaterra y Rusia no ser la paz entre dos naciones. No ser la paz entre dosimperialismos. No ser una paz local. Ser la paz entre el estado mayor del

    capitalismo y el estado mayor de la revolucin social. Una paz, que en elfondo no ser, naturalmente, sino un armisticio.

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    LOS CULPABLES DE LA GUERRA*

    Vamos a asistir muy pronto al proceso judicial ms grande y sonoro de lahistoria del mundo. El proceso de los culpables de la guerra. Alemania mismaser el juez. Deban serlo las potencias aliadas. Pero no parece posible. Ale-

    mania se halla incapacitada para cumplir la clusula del Tratado de Versaillesque la obliga a entregar a los acusados. No hay en Alemania un funcionario,un militar o un gendarme que quiera servir de ejecutor de esta clusula. Laaprehensin y la entrega de los acusados son materialmente impracticables.Frente a este hecho, la Entente ha tenido que transigir. Se ha avenido con queAlemania juzgue a los culpables, sin renunciar al derecho que le acuerda elTratado, en el caso de que Alemania no acredite plenamente la lealtad de suintencin de esclarecer responsabilidades y punir a los delincuentes.

    La justicia alemana est, pues, sometida a prueba. Los aliados acusan ante ellaa ochocientos noventa ciudadanos alemanes, muchos de ellos ilustres, entrelos cuales figuran el ex-Komprinz, el prncipe Reupprecht, de Baviera,Hindenburg, Ludendorf, Von Tirpitz, Von Cluck, Von Mackensen. Losresponsables son de cinco clases: 1 responsables de la poltica del gobiernogeneradora de la guerra; 2 responsables de la ejecucin de medidas militares;3 responsables de la ejecucin de medidas sin carcter militar; 4 respon-sables de atrocidades con los prisioneros; y 5 responsables de los crmenesde la campaa submarina.

    --------------* Fechado en Roma, 17 de febrero de 1920; publicado en El Tiempo, Lima,14 de julio de 1920.

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    Alemania no ha credo digno consignar a los acusados en manos de susvencedores. Los socialistas germanos, colocndose fuera de esta creencia, hansostenido que esa consignacin sera un acto de valor moral, probatorio deque la Alemania de hoy no es solidaria con la Alemania de ayer. Pero hanclamado en el desierto. Alemania no ha escuchado ms voz que la de sucorazn.

    Evidentemente, muy doloroso y muy amargo habra sido para Alemaniaobedecer la estipulacin del Tratado de Versailles. Cualesquiera que sean suspecados, los hombres a quienes deba entregar son los hombres que hanpeleado por ella, son los generales de su ejrcito, son los personajes de suhistoria contempornea. Pero, sin embargo, habra sido tal vez mejor para ellaque fuesen tribunales extranjeros y no sus propios tribunales quienes los

    juzguen.

    El proceso judicial alemn ser vlido si los aliados lo aprueban. Ser vlido,por ende, si conduce al castigo de los culpables. Mas si no conduce a estecastigo, las potencias aliadas lo desaprobarn, lo declararn nulo y demanda-rn nuevamente la aplicacin integral del Tratado. Por consiguiente, nada sehabr avanzado en la solucin del enredado problema.

    Alemania se encuentra coercitivamente empujada a la severidad. Los juecesalemanes que van a decidir si, dentro de la actual Organizacin del mundo,cabe la punicin legal de los responsables de una guerra y sus desmanes, nopueden decidirlo negativamente si desean que su fallo sea acatado.

    Los aliados no pueden contentarse con penas morales. Ciertamente, las penasmorales son las mayores para la jerarqua a que pertenecen acusados comoGuillermo de Hohenzollern, como Bettmana Holweg, como Hindenburg. Ungobernante, un estadista, un general no pueden sufrir pena ms acerba que elostracismo, que la derrota, que el fracaso. Pero estas penas son,

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    ciertamente, tambin, susceptibles de amnista y de olvido. Y aqu reside,precisamente, la preocupacin de la Entente. La Entente teme, con funda-mento, que los hombres de la Alemania imperialista vuelvan a ser dueos delos destinos de su pueblo.

    El problema que deben resolver los jueces de Leipzig est planteado en estos

    trminos. Unnimemente se reconoce que, dentro de un punto de vista es-trictamente moral, los autores de una guerra deben ser castigados. Pero, acontinuacin de este punto de partida comn, la opinin mundial se divide endos bandos. Conforme a uno, la sancin de los delincuentes de la guerramxima es una base indispensable de la futura organizacin jurdica de lahumanidad. Conforme al otro, existen, efectivamente, un derecho de gentes yun derecho internacional violados por los alemanes; pero no existen an

    jueces competentes para juzgar estas violaciones que no se han cometido porprimera vez en el mundo. Para castigar al individuo que mata o que roba, hay

    una sociedad de individuos con tribunales y cdigos penales pre-establecidos.Para castigar a los individuos que llevan a una nacin a la matanza y allatrocinio no hay una sociedad de pueblos pre-estableda ni hay tribunales nicdigos penales anlogos. Adems, no estn en causa tan slo los autores decrmenes vulgares: fusilamientos, saqueos, extorsiones contra las poblacionesciviles. Estn en causa, asimismo, los gestores de la poltica que antecedi a laguerra. Y la punicin legal de stos sera totalmente lgica dentro de unasociedad de pueblos que tuviera proscrita la guerra; pero no dentro de unasociedad de pueblos que deja a cada uno de sus miembros el derecho aconservar su aptitud blica que es, en buena cuenta, el derecho a la guerra.

    Para los aliados, el juzgamiento de los alemanes delincuentes por la Corte deLeipzig es conveniente por altas razones polticas. En primer lugar, los exo-nera de humillar a Alemania,

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    imponindole la obediencia a una clusula dura del tratado de paz cuyaejecucin aumentara en ella los grmenes de un revanchismo apasionado yromntico. En segundo lugar, los libra de convertir en hroes y mrtires, antelos ojos de los alemanes, a sus principales acusados. Su sentencia por untribunal aliado despertara en favor de los estadistas y generales de guerra -que actualmente son mirados, en su mayor parte, con indiferencia si no con

    rencor-, una reaccin sentimental del pueblo alemn. Una sentencia de laCorte de Leipzig producira efectos diametralmente opuestos. Eliminara todopeligro de que los Hindenburg o los Baviera resulten ms tarde los empresa-rios de una resurreccin imperialista.

    El gobierno francs, con todo, no ha sido partidario de la transaccin, a pesardel carcter condicional de sta. Han sido los gobiernos britnico e italianoquienes la han patrocinado. Y, en la imposibilidad de atraerlos a su tesis,Millerand ha tenido que adherirse a la de Lloyd George y Nitti.

    El caso del ex-Kaiser no est, como se sabe, confundido con los dems casosde responsabilidad. La Entente lo considera y lo trata por cuerda separada. Noes con Alemania sino con Holanda con quien lo discute. Esto, naturalmente,hace ms complicada la gestin respectiva. La Entente no puede usar conHolanda un tono exigente porque Holanda no tiene, como Alemania, ningntratado ni ningn compromiso que respetar.

    Con muy buenas maneras y muy sagaces palabras, Holanda se niega rotun-damente a conceder la extradicin del prfugo acogido a su hospitalidad. La

    Entente acaba de insistir en su peticin, recordando a Holanda los altos intere-ses de la tranquilidad europea que reclaman el aislamiento del ex-Kaiser,sobre cuya conducta, como gobernante de Alemania y causante de la guerra,Holanda calla su opinin.

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    Se aguarda que este segundo requerimiento tenga mejor suerte que el primero.Entre otras cosas, porque en l la Entente se muestra inclinada a una solucinconciliadora del problema. Los aliados comprenden que Holanda no consen-tir la extradicin del ex-Kaiser. Se contentaran, por esto, con que Holanda lointernase en una de sus colonias. La internacin sera suficiente para ellos.Porque no los mueve, respecto del ex-Kaiser, un implacable propsito de

    castigo sino una previsin cauta del peligro de que Guillermo conspire porenseorearse otra vez en Alemania. Peligro que, por ahora, no es muy serio,pero que maana, -cuando alrededor del hoy solitario castellano comiencen areunirse los descontentos de la Repblica de Ebert-, puede serlo en demasa.

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    LAS FUERZAS SOCIALISTAS ITALIANAS*

    En esta hora en que tanto se habla de la importancia de las fuerzas socialistasitalianas y de su influencia en la poltica interna y externa de Italia, es opor-tuno informar, global y sumariamente, al pblico peruano sobre la historia, la

    organizacin y las orientaciones de esas fuerzas socialistas.

    El Partido Socialista Oficial representa, como es sabido, la gran masa delsocialismo italiano. La otra agrupacin socialista, llamada la Unin SocialistaItaliana, es una agrupacin secundaria. Sus fundadores han sido socialistasreformistas que, por razn de su criterio colaboracionista, no han podidopermanecer en el Socialismo oficial. Y tanto durante la guerra como despusde ella la Unin Socialista Italiana se ha diferenciado del Partido Socialistaoficial en su posicin en el socialismo internacional. As, durante la guerra, la

    Unin Socialista Italiana fue favorable a la intervencin. Algunos de sushombres principales, como Lenidas Bissolati e Ivanoe Bonomi, participaronen el gobierno. Despus de la guerra, la Unin Socialista Italiana mantuvo suadhesin a la Segunda Internacional, en tanto que el Partido Socialista oficialse afiliaba a la internacional de Mosc. ltimamente, sin embargo, la UninSocialista no ha podido sustraerse a los efectos del fenmeno de polarizacinque se presenta en todos los campos polticos europeos. Y, gradualmente, havuelto a orientarse hacia la extrema izquierda. Lo que ha motivado que seaparten de ella los socialistas autnomos de la cmara, a excepcin de ArturoLabriola y algn otro. Dichos socialistas autnomos han colaborado y

    --------------* Fechado en Roma, abril de 1920; publicado en El Tiempo, Lima, 28 de

    julio de 1920.

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    colaboran con el gobierno de Nitti contra los acuerdos de la Unin Socialista.El socialismo autnomo resulta, pues, dividido en una forma que refleja tpi-camente el carcter de la polarizacin. A un lado se han puesto los diputados,o sea los elementos profesionalmente polticos de la agrupacin. Al otro lado,la organizacin obrera, o sea los elementos de clase.

    Es, por consiguiente, el Partido Socialista oficial el que debe ser tomado encuenta como expresin del socialismo italiano. Es el partido que ha ganadociento cincuenta y seis diputaciones en las ltimas elecciones generales. Y elque, por ende, pesa decisivamente en la poltica italiana.

    El partido "popular" tiene puntos de contacto con el socialismo en el terrenode las realizaciones polticas. Pertenece al matiz socialista cristiano. Hanacido recientemente agitando la bandera de audaces reformas econmicas ysociales. Pero no puede ser considerado efectivamente como una fuerza

    socialista. Ms que por su mentalidad espiritualista adversa a la mentalidadmaterialista del marxismo, por la autoridad que ejerce sobre su direccin elVaticano. Adems, el Partido Socialista extrema sus ataques contra estaagrupacin ms que con ninguna otra. Por ser la nica que le disputa elascendiente sobre las clases trabajadoras. Por ser la que opone, sobre todo enel campo, los sindicatos blancos a los sindicatos rojos.

    A propsito. Es necesario puntualizar que el progreso del Partido Socialista, laautoridad que ha adquirido, se deben al respaldo de las organizaciones obre-ras. Los socialistas italianos han cuidado siempre de estar prximos al prole-

    tariado. Mientras otros partidos socialista de Europa han vivido alejados yotras veces divorciados de los sindicatos obreros, el Partido Socialista Italianoha hecho de estos sindicatos su base y su asiento. La Confederacin Generaldel Trabajo es el rgano econmico de las clases

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    trabajadoras; el Partido Socialista es un rgano poltico.

    La existencia del partido data del ao 1890; en ese ao fue fundado con elnombre de Partido de los Trabajadores Italianos. Dos aos ms tarde seefectu en Gnova su primer congreso. En el Congreso de Gnova adopt elnombre de Partido Socialista de los Trabajadores Italianos junto con el

    programa que ha conservado intacto hasta el Congreso de Bolonia, celebradoen octubre del ao ltimo, bajo la influencia ideolgica de la revolucin rusa.En el mismo congreso de Gnova los discpulos de Bakunine, que hastaentonces haban contribuido a su organizacin, se apartaron del partido, pordiscrepar de su programa marxista, y tornaron a constituir autnomos gruposlibertarios.

    A partir del Congreso de Gnova comenz el partido a desarrollarse rpida-mente. Muchos intelectuales se adhirieron a l entusiastamente. Entre ellos,

    Enrique Ferri, diputado radical y orador renombrado, que ocup en seguidaposicin eminente en el socialismo italiano. El gobierno persigui la pro-paganda socialista tanto o ms que otros gobiernos de Europa. El tercercongreso, que debi reunirse en Imola en 1895, fue prohibido. Tuvo querealizarse secretamente en Parma. En l se adopt, finalmente, el nombre dePartido Socialista Italiano.

    En 1896, en el congreso de Florencia, resolvi el partido la fundacin delAvanti que apareci en el mes de diciembre del mismo ao y que hasta hoy essu rgano oficial. Dueo de un diario y de representacin parlamentaria, el

    partido continu creciendo y vigorizndose.

    Durante los aos siguientes se manifestaron en su seno las mismas diferenciasde criterios que en las dems agrupaciones socialistas europeas. Unos elemen-tos preconizaban la actuacin preferencial del programa mnimo. Otros preco-nizaban la fidelidad absoluta a un programa nico, el programa mximo. Losmatices en que

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    se divida el partido eran cuatro. Uno reformista, representado por Turati; otrointegralista, representado por Morgari; otro revolucionario, representado porFerri; y otro sindicalista, representado por Labriola y Enrique Leone, escritorsindicalista universalmente conocido.

    En el Congreso de 1908, efectuado asimismo en Florencia, prevaleci tam-

    bin la corriente reformista. Los sindicalistas se separaron en esa ocasin delpartido, siempre con Labriola y Leone a la cabeza. En el congreso de Milnde 1910, los reformistas se impusieron otra vez. Pero la tendencia revolucio-naria haba adquirido mucho cuerpo. Y en el congreso posterior, reunido enModena, volvieron a manifestarse cuatro corrientes y ninguna de ellas logrpredominar. En 1912, en el congreso de Regio Emilia, el partido se mostrfrancamente anticolaboracionista. Cuatro diputados fueron expulsados de suseno: Bissolati, Bonomi y Cabrini, culpables de haber visitado al rey despusdel atentado del 4 de mayo; y Podrecca, culpable de haber apoyado la expe-

    dicin del Trpoli. A rengln seguido de su expulsin, estos cuatro diputadosfundaron el "partido socialista autnomo".

    Cuando estall la guerra, el partido acababa de obtener grandes xitos.Cincuenta socialistas haban entrado a la cmara. Las secciones del partidohaban llegado a 1800. Y en las elecciones municipales, las listas socialistashaban ganado en cuatrocientas comunas, las de Miln y Bolonia, entre ellas.En medio de estos xitos la guerra ocasion la escisin. Varios socialistas sepronunciaron a favor de la intervencin italiana. Mussolini, director delAvanti, renunci su cargo y fund Il Giornale del Popolo, diario interven-

    cionista. En la directiva del partido prevaleci la opinin neutralista a'utran-ce. Producida la intervencin, el partido fij as su actitud: no se adhera a laguerra; pero tampoco la saboteaba. (Los derivados de la palabra sabotaje noson muy espaoles que, digamos; pero

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    acabarn por parecer tales. El lxico nos familiarizar con ellos).

    Ms tarde, fraccin del Partido inici una propaganda pacifista. La revolucinrusa dio en esta propaganda muchos estmulos. Y el gobierno, como esnotorio, la reprimi duramente. Constantino Lazzari, miembro de la directiva,Nicols Bombassi, uno de los lderes de hoy, y Serrati, director del Avanti

    fueron condenados a prisin por derrotismo.

    Despus del armisticio, el progreso del Partido Socialista, turbado por lasdivergencias suscitadas por la guerra, recuper su intensidad. La corrientemaximalista se extendi, simultneamente, en sus filas. Reunida en marzo delao pasado, la directiva acord romper con el Bureau Internacional, acusadode haber traicionado la causa proletaria, y adherirse a la Tercera Internacional,o sea la fundada en Mosc a la sombra de la bandera bolchevique. Dentro deeste ambiente se prepar el congreso de Bolonia del mes de octubre, realizado

    en vsperas de las elecciones en que el Partido deba triunfar tan ruidosa einesperadamente.

    En el congreso de Bolonia hubo tres tendencias. Una maximalista absten-cionista, encabezada por Bordiga, contraria a la participacin del Partido enlas elecciones. La segunda maximalista eleccionista, encabezada por Serrati.Y la tercera, evolucionista, encabezada por Treves y Turati.

    Fue la segunda tendencia la que venci. En virtud de una orden del da deSerrati, el partido declar su adhesin a la Internacional de Mosc y, en

    consideracin al programa de Gnova superado por los acontecimientos y porlas condiciones internacionales creadas por la guerra, introdujo en l variasreformas. Conforme a estas reformas, el partido concepta que los Instru-mentos de dominacin del estado burgus no pueden en ninguna formatransformarse en rganos de liberacin del proletariado. Que a

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    ellos deben ser opuestos nuevos rganos proletarios -consejos de obreros, decampesinos, etc.-, que, funcionando por ahora bajo la dominacin burguesacomo instrumentos de lucha, sern maana los rganos de transformacinsocial y econmica del orden de cosas comunista. Que el rgimen transitoriode la dictadura del proletariado debe marcar el paso del poder de la burguesaa los trabajadores. Y que mediante este rgimen el perodo histrico de

    transformacin social podr ser abreviado.

    La mocin que reform as el programa de Gnova fue aprobada por 48,411votos, contra 14,880, alcanzados por la mocin centrista de Lazzari a la cualse adhirieron Treves y Turati, y contra 3,417, alcanzados por la mocincomunista que pretenda la conversin del partido en partido comunista.

    Las direcciones sancionadas por el congreso de Bolonia han sido ratificadaspor el Consejo Nacional del Partido que acaba de reunirse en Miln; pero han

    sido interpretadas con moderacin y sagacidad. En obedecimiento al progra-ma de Gnova, se ha resuelto proceder a la constitucin de soviets, destinadosa servir al mismo tiempo como elementos de lucha y de preparacin delproletariado para el ejercicio del poder; pero esos soviets sern limitados a lasgrandes ciudades, a los grandes ncleos de trabajadores.

    El grupo parlamentario socialista acta compacto y disciplinado. Pero, seadvierte en l, ms definida an que en Bolonia, las tres tendencias delCongreso. La tendencia acaudillada por Turati y Treves -que son dosconspicuas figuras intelectuales del partido- ha sido llamada, repentinamente,

    tendencia colaboracionista. Mas, en verdad, el colaboracionismo no es tancolaboracionismo. Turati y Treves no desean que el partido vaya al gobiernobajo la monarqua. Saben que un gabinete socialista no constara con laaprobacin de las masas y que estas, sin darle su apoyo, le exigirn "la luna enel pozo" como dice Turati Ellos no

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    son, por consiguiente, colaboracionistas. Pero disienten del criterio dominanteen el partido acerca del rol del grupo parlamentario. Piensan que el grupoparlamentario socialista debe arrancar al rgimen actual todas las reformasposibles. No convienen con la mayora maximalista en que el rol de lossocialistas en el parlamento debe ser un rol negativo y no un rol positivo.

    En el fondo, los trminos de la discrepancia son los siguientes: una parte delPartido Socialista no cree en la posibilidad de la revolucin inmediata. Msan. No cree en la capacidad actual del proletariado para asumir el poder. Y

    juzga que hay que ocuparse de crearle esta capacidad. Y que hay que utilizarla fuerza parlamentaria del socialismo. Los ciento cincuenta y seis votossocialistas pueden servir para muchas reformas urgentes. Para todas aquellasreformas a las cuales no negaran su voto otros grupos de la izquierda parla-mentaria. En tanto, otra parte del Partido Socialista, la parte extremista, creeen la posibilidad de la revolucin. Juzga necesario que la accin del Partido se

    reduzca a organizarla, a precipitarla. Estima que el Partido debe reservar sulabor constructiva para cuando el poder est ntegramente en manos delproletariado. Que no proceder as es retardar la revolucin y colaborar con laburguesa.

    Una y otra fraccin son consecuentes con su respectiva apreciacin delmomento histrico. La diferencia de esta apreciacin es lo que las separa. Eslgico que quienes consideran que es el momento de la revolucin, se opon-gan a que el socialismo se ocupe de otra cosa que de acelerarla. Y es lgicoque quienes consideran lo contrario quieran que el socialismo se cruce, ne-

    gativamente, de brazos, ante los problemas presentes, que no afectan a unaclase sino a todas y, principalmente, a las clases trabajadoras.

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    LA ENTENTE Y ALEMANIA*

    Durante la guerra se crea que su expiacin correspondera slo a los venci-dos. Los vencedores endosaran a los vencidos su parte de expiacin, su partede expiacin material por lo menos. Los vencidos pagaran indemnizacionesreparadoras. Y no podran evitarlo porque estaran a merced de los vencedo-

    res. Estos podran aplastarlos a su antojo.

    En esos das feroces habran parecido insensatas las previsiones de quienhubiera anunciado que, vencedora finalmente, no podra la Entente aniquilar aAlemania, castigarla duramente por sus crmenes. Ms insensatas an habranparecido, por supuesto, las previsiones de quien hubiera augurado que laEntente, en resguardo de sus propios intereses, acabara por colaborar a larestauracin de Alemania. Dentro de esa atmsfera saturada de gasesasfixiantes, y de sus rencores ms asfixiantes todava, no era posible una

    valorizacin fra y cerebral de lo por venir.Hoy, en cambio, a pesar de que se respira an un aire inficionado por laguerra, todos admiten que la reconstitucin de Alemania es indispensable a lareconstitucin de los aliados. Admiten, tambin, algo ms. Que la prosperidadeconmica de Alemania es indispensable a la (pros)peridad econmica de losaliados.

    Francia, el pueblo a quien cuesta ms la guerra, el pueblo que ms ha sopor-tado su peso y que es, por consiguiente, el que menos pronto puede sentirse

    benvolo y transigente con el resurgimiento de Alemania, Francia mismaconviene ya en que Alemania debe ser puesta en condiciones de restablecerse.Naturalmente,

    --------------* Fechado en Roma, abril de 1920; publicado en El Tiempo, Lima, 30 deagosto de 1920.

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    Francia quiere que se le garantice formalmente que este restablecimiento noser para ella una amenaza. Pero no se opone a que se permita a Alemaniaalcanzarlo. Le Temps, uno de los diarios parisienses de mentalidad msnacionalista, se declara favorable a que se proporcione a Alemania los mediosde convalecer.

    Y la actitud de la Entente no puede ser otra. El problema, concisamenteplanteado, es el siguiente: Para que Alemania pague su indemnizacin esmenester que reconstruya su industria y su comercio. Y para que reconstruyasu industria y su comercio es menester que los aliados le ayuden a proveersede materias primas y a exportar sus productos. Adems, la indemnizacindebe ser tal que no aflija mucho sus espaldas, que no grave demasiado sobresu porvenir. Que Alemania vea relativamente prxima y fcil la liquidacinde su deuda. No se trata nicamente de que Alemania pueda pagar la indem-nizacin. Se trata de crearle los estmulos ms eficaces para que trabaje y para

    que la pague. Es decir, se trata de darle la seguridad de que su trabajo, almismo tiempo que para satisfacer sus compromisos, le servir para restaurarsu grandeza, para readquirir su posicin en Europa.

    Porque, de otra manera, Alemania concluira por encontrar excesiva e inso-portable la carga del tratado de paz. Y la posibilidad de que Alemania caigaen el desorden, en el ocio, en el embrutecimiento, asusta a los aliados tal vezms que a los propios alemanes. La razn es clara. Si Alemania no se resta-bleciese, si no indemnizase a sus vencedores, quin pagara los gastos de laguerra? Tendran que pagarlos los pueblos que han vencido, el pueblo francs,

    el pueblo britnico, el pueblo italiano, el pueblo belga. Y bien. Sera difcilque estos pueblos que han dado ya su sangre y su dinero se resignasen a darms dinero. Lo fcil sera que se aduease de ella un descontento mayor queel que ya los posee y que su descontento los llevase a la revolucin social.Una perspectiva terrible,

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    como se ve, para los gobiernos aliados y para los intereses que representan.Una perspectiva que inquieta, sobre todo, al gobierno ingls que es el quemejor aprecia las conveniencias de la sociedad capitalista.

    Los aliados ceden, pues, en este punto a las demandas de Alemania. Recono-cen la necesidad de que Alemania se reconstruya prontamente. Pero no ceden

    en un segundo punto al parecer independiente, pero en realidad ntimamentevinculado al primero. El desarme alemn que Alemania quiere restringir: yque los aliados quieren que se conforme al Tratado de Versailles. Francia,principalmente, no acepta que Alemania conserve una fuerte organizacinmilitar. Su instinto vigilante le hace ver ah un peligro. Aparte de que Francia,como sus aliados, desea el desarme de Alemania para reducir su ejrcito yaliviar su presupuesto.

    Este es el conflicto actual. Francia y sus aliados exigen que Alemania licencie

    la mayor parte de su ejrcito. Y Alemania, mejor dicho el gobierno alemn,responde que no puede hacerlo. Y justifica muy sencillamente esta resistencia.Si se debilita el ejrcito no podr resistir a los ataques del bolchevismo inter-no. El partido comunista se enseorear de Alemania con dos resultados.Primero, que Alemania no pagar un cntimo a los aliados. Y segundo, que elbolchevismo invadir tambin a stos. La verdadera fisonoma de la situacineuropea aparece ntimamente en este conflicto.

    Alemania no puede volver a ser una potencia econmica si no se deja que seasiempre una potencia militar. El rgimen capitalista no puede poner en

    movimiento la maquinaria de su industria sin el respaldo de un gran ejrcito.nicamente el rgimen capitalista puede asegurar a los aliados el cumpli-miento de las clusulas econmicas del tratado de paz. Pero todo capitalismoes imperialista. Y si se consiente que resurja el capitalismo alemn, se con-siente que resurja el imperialismo alemn a rengln segui-

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    do. Y que fructifique, por ende, el germen de otra guerra.

    Ante tan complicado problema los gobiernos de la Entente se manifiestanindecisos sin concierto. Al gobierno francs lo arredra la posibilidad de unrenacimiento de la Alemania militarista. Y lo arredra fundadamente. SeraFrancia la primera en sufrir la embestida de esta Alemania. Al gobierno ingls

    le preocupa, ms que nada, la defensa del actual orden social y econmico,cuya ms conspicua sede no es en balde Inglaterra. Y esta preocupacin quelo har pactar, de un lado, con la repblica de los soviets, podra hacerlopactar de otro lado, con el antiguo imperio de los Guillermos.

    Un acuerdo absoluto y perfecto es, evidentemente, casi imposible. Pero unacuerdo cualquiera no puede tardar mucho. Estn de por medio, para losgobiernos aliados, fundamentales intereses de clase. Lloyd George cree que lasola forma de combatir la difusin del comunismo es mejorar las condiciones

    de vida del proletariado. El proletariado sufre vivamente las consecuencias dela guerra. Urge adormecer su dolor con un soplo de bienestar. Para conseguireste bienestar es necesario que Europa recobre su antiguo equilibrio econ-mico. Que Alemania venda muchas manufacturas. Y que Rusia provea alcontinente del trigo, del petrleo y del azcar de que ahora la proveen, a altosprecios, los pases de Amrica.

    Un acuerdo entre la Entente y Alemania ser, desde estos puntos de vista, unacuerdo de las clases dirigentes de Europa, inspirado ms que en sentimientosparticulares de nacin en sentimientos de clase. Por estas y otras razones se

    piensa actualmente que la guerra no ha sido revolucionaria, como siempre seha dicho, sino, por el contrario, reaccionaria. Totalmente reaccionaria. Y estetema reclama un artculo aparte.

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    EL PARTIDO POPULAR ITALIANO*

    Tiene un rol decisivo en la poltica italiana el Partido Popular que para unosrepresenta el sentimiento socialista-cristiano y para otros representa simple-mente el sentimiento catlico. El Partido Popular es el ms joven de los

    partidos italianos. Su fundacin no data sino del ao ltimo. Y es, sin embar-go, el ms vigoroso e influyente despus del Partido Socialista. Sus ciento unvotos siguen a los ciento cincuenta y seis votos socialistas en la composicinde la cmara de diputados.

    Los elementos catlicos intervenan desde haca mucho tiempo en la polticade Italia; pero no bajo el nombre de elementos catlicos. Se les vea gene-ralmente al lado de los liberales moderados, neutralizando el anti-clericalismode los extremistas y evitando un predominio agresivo de la masonera. En los

    ltimos tiempos su ascendiente creci mucho. Pero su situacin como partidoautnomo y como partido de franca etiqueta catlica no comenz sino con laconstitucin del Partido Popular.

    El Partido Popular es obra de un cura: Don Sturzo. (En Italia se dice "Don" alos curas). Don Sturzo no es slo un coordinador de elementos catlicos. Esmucho ms. Es el constructor del Partido Popular desde sus cimientos. Lafundacin del Partido Popular ha sido preparado por l poco a poco. Y ha sidopreparada con tal acierto que se puede decir que a l, esencialmente a l, debeel Partido Popular su posicin y su autoridad actuales. Antes de dirigirse a la

    burguesa catlica, Don Sturzo se dirigi al pueblo. Pas largos aos organi-zando sindica-

    --------------* Fechado en Roma, 28 de marzo de 1920; publicado en El Tiempo, Lima, 15de setiembre de 1920.

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    tos y federaciones de obreros catlicos sobre la base de un programa socia-lista-cristiano. Y slo cuando dispuso de una slida masa popular, creyoportuno proceder a la constitucin del partido catlico. Y no quiso denomi-narlo partido catlico sino Partido Popular, partido del pueblo.

    Es Don Sturzo un admirable tipo de organizador inteligente y moderno. Des-

    pus de haber sido creador, contina siendo todo para el Partido Popular: ellder, el apstol, el caudillo. No ha aceptado entrar a la Cmara. Pero desde supuesto de Secretario Poltico dirige la marcha de la agrupacin en sus meno-res detalles. Es original la figura de este curita menudo, nervioso, activo ymeridional, tan prctico e idealista, tan flexible y firme al mismo tiempo. Setrata, segn parece, de un hombre de extraordinaria facultad de captacin y deuna facultad de adaptacin ms extraordinaria todava.

    Naturalmente nadie discute que en todo instante ha trabajado de acuerdo con

    el Vaticano. Pero tampoco discute nadie que su obra ha sido, en todo instantetambin, muy personal en la forma, en las modalidades, en los medios. Lameta ha sido sealada tal vez por el Vaticano el camino ha sido sealadosiempre por Don Sturzo.

    Un partido catlico de espritu netamente burgus, de programa sustancial-mente conservador, habra fracasado sin remedio. Y habra fracasado, sobretodo, si, rgidamente catlico en su accin, se hubiera declarado paladn de lasreivindicaciones vaticanas. Ha mostrado un sentido profundamente oportu-nista y se ha situado dentro de la realidad y dentro de la poca. Y por el

    programa del Partido Popular ninguna anacrnica aspiracin confesional, deotro lado ha inscrito en l una serie de aspiraciones econmicas, congruentecon las orientaciones e intereses del proletariado y particularmente delproletariado de los campos. Don Sturzo ha percibido con igual claridad larealidad poltica de Italia y la realidad social del mundo.

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    Es verdad que en cuanto a la primera realidad, el criterio de la Santa Sede,antes cerrado e intransigente en demasa, se ha modificado mucho. La ltimaencclica del Papa, que, poniendo fin a una de las tradicionales formas deprotesta de la Santa Sede, autoriza la visita oficial al Vaticano de los prncipesy presidentes de los estados catlicos, representa el sntoma de una evolucin.En esta encclica, como en las anteriores, la Santa Sede ha hablado de su

    "situacin anormal" y an ha aadido su confianza de que sea prontamente"regularizada". Pero ni las palabras ni la entonacin han sido las mismas deotra encclica de hace algunos aos en que se mencionaba as al rey: "Aquelque detenta... ". La prensa romana ha hecho mucho hincapi a este respecto.

    Pero si es verdad que en la actitud del Vaticano frente al Quirinal se ha ope-rado una evolucin, es verdad tambin que sta verdad no ha llegado ni puedellegar al punto de significar una renuncia de las pretensiones del Pontificado,y en verdad consideran que su deber de tales es exhibirse estrictamente fieles

    al Papa y hacer del restablecimiento de su poder temporal la finalidad sustan-tiva y manifiesta de su accin poltica. Don Sturzo ha tenido, pues, que conci-liar con esta situacin la necesidad de dar al Partido Popular una orientacinafirmativa y colaboracionista y no una orientacin negativa y abstencionista.

    El partido catlico, desde el punto de vista religioso, sustenta el siguienteprograma mnimo: La poltica del gobierno no debe ser confesional y mas-nica. Debe permitirse, sin tardanza, la libertad de enseanza.

    nicamente a cambio de la aceptacin de este programa mnimo, puede

    obligarse el Partido Popular a apoyar el gobierno. La libertad de enseanzaquiere decir, naturalmente, la autorizacin de la enseanza religiosa. Creen loscatlicos que es en la escuela donde hay que librar la batalla definitiva. Y quees en la escue-

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    la donde hay que intentar la conquista poltica de Italia.

    Las facciones monarquistas convienen plenamente con las populares respectoa la neutralidad religiosa del estado, pero no convienen respecto a la libertadde la enseanza. No es admisible, a su juicio, que los populares traten dearrancar una claudicacin al liberalismo, prevalidos de su transitoria posicin

    de rbitros del parlamento. Su deber es ayudar a los partidos constitucionalesa sacar a Italia de sus dificultades presentes y a salir victoriosos de los ataquessocialistas. Los populares estn delante de este dilema: o colaboran con losliberales o colaboran con los socialistas. Lo primero representa la salvacindel Estado actual; lo segundo, su fracaso y la institucin del estado socialista.

    Pero los populares, sin embargo, mantienen su programa mnimo. No seconforman con eso, mientras de un lado, no se ha inscrito en el programa delgobierno las reformas econmicas y sociales destinadas, segn su opinin, a

    conservarles la adhesin de su proselitismo popular. Reclaman tambin lainclusin de la reforma de la enseanza. Exigen finalmente que la neutralidadreligiosa del liberalismo entrae su neutralidad ante varias iniciativassocialistas, la del divorcio por ejemplo.

    Las facciones extremistas del liberalismo rechazan de plano esta limitacin desu libertad. Ms an. En lo que concierne a la enseanza estn resueltos adejar solos a los catlicos y a unir sus votos a los votos socialistas. Los socia-listas, como los liberales, son adversos a la enseanza religiosa. Patrocinan laenseanza laica de inspiracin absolutamente cientfica. Adems, los socia-

    listas, por razn de estrategia poltica, tienen inters especial en procurar labatalla parlamentaria sobre la enseanza y el divorcio para determinar unacrisis en las relaciones de los partidos del gobierno con sus eventuales aliadoslos populares.

    La solidaridad del partido catlico con los

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    otros partidos constitucionales se halla, pues, constante y seriamente amena-zada. Sin embargo, esa solidaridad es indispensable para la subsistencia de ungabinete. Sin los votos catlicos, la suerte de un gabinete cualquiera quedaraa merced de los votos socialistas. Y como los socialistas no atenan su anti-colaboracionismo, no habra forma de constituir un gabinete estable. Italia nopodra ser gobernada.

    He aqu por qu el Partido Popular tiene hoy un rol decisivo en la poltica deItalia. Un rol que es decisivo, al mismo tiempo, para el propio Partido Popu-lar. Porque, como ya hemos visto, el Partido Popular extrae sus fuerzas delproletariado. De aquella parte del proletariado atrada por la bandera delsocialismo-cristiano. Y bien. Si el Partido Popular no consigue que el gobier-no desenvuelva una poltica acorde con sus principios programticos, si por elcontrario, se solidariza con una poltica de represin, perder la confianza desus masas proletarias. Los socialistas no desperdician, por esto, la ocasin de

    colocar a los populares entre los intereses de la burguesa y los intereses delproletariado para empujarles a un renuncio. Saben perfectamente cul sera elefecto de dos o tres renuncios en la muchedumbre electora.

    Don Sturzo ha logrado formar un partido de aristcratas, burgueses, curas yobreros, reunidos por el lazo de un espiritualismo cristiano enfrentando almaterialismo maximalista. Un partido que, conforme a una frase de ClaudioTreves, el ilustre diputado socialista, puede ser comparado a un rbol cuyacopa es la aristocracia y cuyas races se alimentan del humus proletario. Estepartido vivir, luego, mientras el humus proletario no le falta; si no se

    marchitar y se secar.

    Y en estos tiempos de lucha de clases, nada ms difcil de conservar man-comunados y solidarios a los catlicos de arriba con los catlicos de abajo.Aunque est de por medio un Sturzo, eclctico, sagaz y persuasivo.

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    LA SOCIEDAD DE LAS NACIONES*

    La Liga de las Naciones acaba de dirigir su primera palabra al mundo desde lacima ilustre del Capitolio. Su consejo supremo ha celebrado dos solemnessesiones pblicas en el Palacio de Campidoglio. Y, por supuesto, los presti-gios del Campidoglio histrico, del Campidoglio inmortal, han inspirado

    copiosa y variadamente tanto la retrica de los delegados como la retrica dela prensa. El Campidoglio no ha sido slo un plinto, una tribuna y un alberguedigno de la Liga sino tambin una base de todas las metforas de los discursosy de las crnicas del acontecimiento. Sin el Campidoglio se habra vistoapurado el numen de oradores y cronistas.

    Esta reunin ha sido, sin duda alguna, un sntoma de vida. Un sntoma de vidarecibido con alegra por todos los pueblos de buena voluntad que anhelan yesperan que la Liga eche races. Pero, por desgracia, un sntoma de vida apa-

    rente noms.La realidad es que la Liga de las Naciones, la Liga de las Naciones delTratado de Versailles, la Liga de las Naciones actual, est moribunda. Nobasta que su consejo supremo se rena en el Capitolio, no que sus treinta ysiete adherentes sean convocados a una prxima asamblea para probar susalud. Basta, en cambio, para probar su crisis una sola nota negativa de lareunin: la ausencia de los Estados Unidos. Que es, de consuno, la ausenciade Wilson.

    Ser sta la nota ms impresionante, probablemente, para el pblico de lospases que, como el nuestro, asisten interesados a los episo-

    --------------* Fechado en Roma, 25 de mayo de 1920; publicado en El Tiempo, Lima. 17de octubre de 1920.

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    dios de la vida de la Liga. Nadie puede pensar en esos pases que sin Wilson,sin el hombre que la concibi, que la propuso y que la convirti en el objetode la guerra, sea posible constituir seriamente la sociedad de las Naciones. Enninguno de los hombres que hoy representa a la Liga se encuentra el fervor, elentusiasmo y la pasin que se encontraban en cada palabra y en cada gesto deWilson. Y esto no es, nicamente, porque ninguno de ellos tiene la estatura

    mental de Wilson. Es, ms bien, porque todos ellos son asaz inteligentes paraadvertir que el proyecto de la Liga de las Naciones no es realizable. Y losactos que en su nombre se efectan no son sino ceremonias, convencionalesceremonias.

    Pero no es la actitud de los Estados Unidos el fracaso de la Liga de las Nacio-nes. Se tratara, si as fuera, de una crisis susceptible de remedio. Cabra laesperanza de que las elecciones polticas de los Estados Unidos se pronuncia-ran, prximamente, en un sentido favorable al programa wilsoniano y de que,

    por consiguiente, los Estados Unidos acabasen por aportar a la Liga su fuertey vital concurso.

    Al convencimiento de este fracaso nos conduce la contemplacin de loshechos ms graves y ms profundos. De hechos, que, sobre todo, no sonmodificables. Procurar resumirlos brevemente.

    Tenemos, en primer lugar, las modalidades del funcionamiento del ConsejoSupremo de los aliados. Este Consejo Supremo, este "consejo de los tres",resuelve sin preocuparse de la Liga los problemas que interesan a Europa. Al

    lado de este Consejo, el Consejo de la Liga no desempea sino un rol buro-crtico figurativo. La Entente toma las decisiones fuera de la Liga y, -no espreciso agregarlo-, fuera de su programa. A la Liga no le acuerda otro derechoque el muy modesto y accesorio de conocer y sancionar esas decisiones. Y, enalgunos casos, de colaborar a su aplicacin. Y tal procedimiento de la Entente,ms que una de las causas para que la Liga

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    no se formalice, es la demostracin de que la Liga no existe y de que no puedeexistir. La Entente no cree en la Liga y se conduce de acuerdo con su con-viccin.

    Por qu los gobiernos de la Entente no creen en la Liga? Es que no quierensu existencia? Sera exagerado, y ms an, sera falso responder afirmativa-

    mente a esta segunda pregunta. Los gobiernos de la Entente quieren la exis-tencia de la Liga de las Naciones; pero la quieren condicionalmente. Laquieren inofensiva e importante respecto de sus intereses. Y, en esta forma, laexistencia de la Liga sera cmoda para las grandes potencias, pero mala parael resto de la humanidad.

    Tenemos, en segundo lugar el sentimiento del proletariado de las grandespotencias. Si la actitud de estas potencias acerca de la Liga es tibia y platnicaadhesin, la actitud del proletariado es de desdeosa indiferencia cuando no

    de resuelta hostilidad. El proletariado socialista lucha por una "internacional"de clase, por una internacional netamente proletaria. Llmese segunda otercera internacional, llmese de Ginebra o de Mosc, la internacional obreraes fundamentalmente una sola; en la Liga de las Naciones, el proletariadosocialista no ve ms que una asociacin esencialmente burguesa, incapaz deevitar las guerras e incapaz de establecer la justicia en las relaciones interna-cionales de los pueblos. Y si no la combate es porque no lo cree necesario. Esporque est persuadido de que la Liga sucumbir sin que sea menester com-batirla.

    La Liga no cuenta, pues, ni con las clases burguesas ni con las clases traba-jadoras de las potencias aliadas. No es ni un ideal de los pueblos ni un ideal delos gobiernos. No apasiona a nadie ni favorable ni adversamente. Ningn inte-rs slido lo respalda ni lo apoya. Carece de ambiente. Est en el vaco.Podra decirse que perece por falta de aire y calor.

    Dentro de estas condiciones no es posible

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    absolutamente aguardar que la Liga fructifique. Puede dar nuevos sntomas devida, pero no sern menos aparentes que el que motiva el presente comenta-rio.

    Y an en el caso de que, por un milagro, concluyese la Liga por ser unaasociacin de todos los pases del mundo, no seran mucho mayores sus

    probabilidades de vida eficaz y duradera. Se reproduciran dentro de ella elequilibrio europeo y el equilibrio mundial a cuya reconstitucin nos aproxi-mamos poco a poco. Unas naciones tomaran el partido de la "entente" actual,que es ya una "entente" sin "entente", y cuyo estado de crisis intermitente nose prev todava cmo se resolver. Otras naciones tomaran el partido delbloque que se opondr a esta "entente" y que establecer as un nuevo equi-librio europeo. Nuevo equilibrio, dicho sea de paso, no menos peligroso queel anterior. La Liga de las Naciones sera el escenario de una lucha de inte-reses que ahogara toda tendencia pura y elevadamente ideolgica.

    Por otra parte, una nacin, la Rusia -una nacin de ciento veinte millones dehabitantes- quedara siempre fuera de la Liga. Esa nacin hablara en nombredel proletariado socialista del mundo. En nombre, en una palabra, de la inter-nacional obrera que no estara personificada, como antes, por el "bureau" deBruselas o de Ginebra, sino por un estado vasto y poderoso, constituidoconforme a su pauta doctrinaria.

    Cuando se tiene delante de los ojos hechos tan ntidos, tan exactos, tanelocuentes, no se puede esperar, sin engaarse vanamente, que la Liga de las

    Naciones se salve. Exhibindola sobre la cumbre del Capitolio, en medio deuna apoteosis de banderas y discursos, no se ha hecho sino insuflarle unprecario soplo de vida. No debemos dudarlo. La Liga ha sido una bellailusin. Una bella ilusin de un grande y moderno Don Quijote, norteame-ricano, pedagogo y protestante, que ha tentado en balde el darle una jus-tificacin a la guerra y una finalidad a la victoria.

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    LA CONFERENCIA DE SPA*

    La Conferencia de Spa, que acaba de terminar, constituye la inauguracinoficial de una nueva poltica aliada respecto de Alemania. Esta nueva polticatiene su origen en el convencimiento de que es indispensable a la convale-

    cencia europea que Alemania se restablezca econmicamente. Que Alemaniavuelva a ser un elemento productor y activo. Alemania ha probado a la Enten-te que el Tratado de Versailles le quita los medios de cumplir las obligacionesque en el mismo Tratado se le imponen. Y se ha hecho necesario -ya que nose puede aligerar el pese del Tratado de Versailles-, ayudar a Alemania asoportarlo.

    La Conferencia s ha sido ya una dulcificacin de la poltica aliada: losrepresentantes de Alemania no han ido a Spa, como en Versailles, a or hablar

    a Clemenceau del duro ajuste de cuentas. Han ido invitados por los gobiernosde la Entente a discutir y negociar con ellos de igual a igual. Los aliados loshan llamado para conocer y considerar las razones de Alemania y para buscarla forma de conciliarlas con los derechos de la Entente.

    Los acuerdos de la conferencia han sido de dos clases. Acuerdos domsticosde la Entente. Acuerdos de la Entente con Alemania. Uno y otros han sido delaboriosa gestacin, pero, sobre todo, los ltimos. En ms de un momento seha temido que la conferencia concluyera sin que arribara a resultado alguno.El principal acuerdo domstico de la Enten-

    --------------* Publicado en El Tiempo, Lima, 1 de noviembre de 1920.

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    te ha sido el relativo a Roma. La Entente ha resuelto en Spa negociar con losSoviets no slo la reanudacin de las relaciones comerciales sino tambin lareanudacin de las relaciones polticas. Y ha propuesto a los Soviets unaconferencia en Londres para fijar, con la concurrencia de los Estados queformaban antes parte de la Rusia, los trminos de la paz entre EuropaOccidental y Europa leninista. Esta decisin de la Entente era conceptuada

    inminente desde hace algn tiempo. Y, adems, Inglaterra le haba abierto elcamino desde la iniciacin de sus negociaciones directas con Rusia. Pero lefaltaba an la adhesin oficial de Francia, reacia a seguir las aguas deInglaterra e Italia acerca de Rusia.

    Los acuerdos con Alemania se han referido, casi totalmente, a la aplicacin dedos clusulas del Tratado de Versailles, La que obliga a Alemania a reducir suejercito a cien mil hombres, Y la que la obliga a consignar mensualmente alos aliados dos millones de toneladas de carbn, de las cuales un milln

    ochocientos mil son para Francia y doscientos mil para Italia, Otro acuerdocontempla el problema de los culpables de guerra, pero en forma tan pocoprecisa e imperativa para Alemania que se puede clasificar como un acuerdosecundario y de pura frmula,

    La Entente no ha cedido absolutamente en cuanto a la cantidad de carbn queAlemania debe entregar mensualmente, conforme al Tratado. Pero, encambio, Alemania ha conseguido que se le conceda un pago de cinco marcosoro por cada tonelada y un prstamo inter-aliado de dos libras esterlinas,aproximadamente, por cada tonelada tambin. El pago de cinco marcos oro le

    servir a Alemania para mejorar las condiciones de los trabajadores de lasminas de carbn, y el prstamo de dos libras esterlinas, que le crear uningreso de cuatro millones de libras al mes, para atender a la progresivareorganizacin fiscal.

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    Los plazos para el desarme han sido nuevamente prorrogados. Francia haexigido que Alemania le reconozca el derecho de ocupar militarmente lacuenca del Ruhr si la clusula del desarme no es cumplida estrictamente. Peroel uso de este derecho no sera tal vez menos perjudicial para Francia que paraAlemania. La ocupacin militar del Ruhr causara la suspensin de las laboresen las minas de carbn. Los cien mil obreros que en ellas trabajan se cruzaran

    de brazos en seal de protesta. Y en el inters de Francia est que la pro-duccin de carbn del Ruhr no disminuya y que mucho menos se paralice.

    En una palabra, la letra del Tratado de Versailles no ha sido tomada en cuenta,y de esto se muestra satisfecha Francia. Pero, evidentemente, se ha dado elprimer paso en el sentido de interpretar su espritu sin rigidez y sin intransi-gencia. Francia ha obtenido que Alemania ratifique su sometimiento alTratado. Pero Alemania ha obtenido que los aliados le hagan varias concesio-nes importantes. No se corrige el Tratado en su texto sino al margen de l.

    Corresponde, en buena parte, a Italia el mrito de esta nueva poltica aliada.La conferencia de Spa, por ejemplo, fue propuesta por Nitti. Lloyd George,prctico y eclctico como siempre, acogi con entusiasmo la idea del sagaz einteligente hombre de estado italiano. Millerand, ms bien, le opuso algunasreservas y objeciones.

    Y, aunque Nitti no es ya presidente del Consejo, la poltica internacional deItalia ha conservado sus orientaciones sustantivas. En la conferencia de Spa elpapel de Italia ha sido el mismo que en la conferencia de San Remo y que en

    otras conferencias interaliadas. Italia, representada por el Conde Sforza,Ministro de Relaciones Exteriores, ha hecho lo posible porque la Entente seinspire en su amplio concepto de solidaridad europea.

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    Esta poltica italiana, desasosiega mucho a Francia. Una gran parte de laprensa francesa sospecha que Italia quiere valorizar su posicin internacionalreconquistndose la amistad de los vencidos y preparando un equilibrioeuropeo semejante al destruido por la guerra. Pero, por prejuzgar sobre lasintenciones de Italia, esta parte de la prensa francesa, no se fija en que lasituacin es, efectivamente, la que Italia presenta. La reconstitucin alemana

    es una cosa precisa a la reconstitucin de las dems potencias europeas. Tal esla teora italiana. El gobierno italiano ve que los gobiernos de la Entente, porinters del rgimen poltico y econmico que personifican, deben sentirsesolidarios con el estado alemn. Y el estado alemn para subsistir necesita quesu desarme se detenga en los prudentes lmites marcados por su instinto deconservacin. Y, necesita, asimismo, que sean aliviadas las cargas econmi-cas de la presente generacin por lo menos. Porque, si no, las clases que losostienen, las clases conservadoras, careceran de todo estmulo para con-tinuar luchando contra el asalto de las clases revolucionarias.

    El gobierno ingls piensa como el gobierno italiano. Pero ha menester que elgobierno francs apoye las vastas empresas de la poltica internacionalbritnica. Y, naturalmente, tiene muy pocas ganas de resentir a Francia,dicindole que el Tratado de Versailles no puede ni debe ser tan intransigiblecomo ella pretende. Apenas si, de vez en cuanto, se lo deja comprender.

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    BENEDETTO CROCE Y EL DANTE*

    Al margen del centenario del Dante, se ha producido un incidente en torno delcual se hace mucha poltica literaria y mucha literatura poltica. BenedettoCroce, el Ministro de Instruccin, se ha negado a dar los dos millones de liras

    solicitados para la celebracin de ese centenario. Y tal negativa ha causado larenuncia del comit organizador de las fiestas de Florencia.

    La mayora de la prensa vitupera bulliciosamente, con periodstica teatralidad,la conducta gubernamental. La declara irreverente y descomedida con el autorde la Divina Comedia. Presenta a Benedetto Croce como taimado enemigo dela gloria del Dante, es decir, de una de las ms altsimas glorias nacionales.Quiere que el pas entero ponga el grito en el cielo.

    Naturalmente, en esta campaa entra mucho la poltica periodstica. BenedettoCroce, cuya fama de filsofo y literato es enorme, mundial y legtima, es unode los hombres que han inoculado vitalidad y que han aportado prestigio algabinete Giolitti. Debilitar a Benedetto Croce, como ministro es, pues, unamanera de debilitar al gabinete. Las necesidades exigen que se diga de Bene-detto Croce que es un Ministro de Instruccin fracasado, que debe volver sintardanza a su ctedra y a sus libros y que no es ms que un didctico, undialctico, un erudito. Y exigen, tambin, a juicio de algunos, que se apro-veche la ocasin para arremeter, adems, contra su personalidad literaria.Benedetto Croce, reporteado por un diario,

    --------------* Fechado en Gnova, 14 de agosto de 1920; publicado en El Tiempo, Lima,9 de diciembre de 1920.

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    ha defendido su procedimiento con gran franqueza y sinceridad. Ha de-mostrado, en primer lugar, que sea cierto que l niega arbitrariamente dosmillones para festejar el centenario del Dante. Esos dos millones no han sidovotados hasta ahora por el Parlamento. Claro est que esto podra ser reme-diado fcilmente. Bastara que el gobierno presentase al parlamento el pro-yecto de ley respectivo. Pero es el caso que Benedetto Croce no encuentra

    conveniente que el gobierno presente el proyecto. Y no lo encuentra conve-niente porque no le parece que Italia, en esta hora de estrechez, deba gastardos millones en conmemorar farandulescamente al Dante. En su concepto,hay que rendir al Dante un homenaje, sobre todo, espiritual. No un homenajede discurso, de fanfarrias y de pelculas cinematogrficas. El mejor homenajesera, sin duda, aprender a ser austero como el Dante. Mostrar que se leadmira inspirndose en su ejemplo.

    Ha dicho Benedetto Croce que uno de los nmeros del programa del cente-

    nario era el de emplear el cinematgrafo como un medio de divulgacinpopular del Dante. Y ha preguntado cmo es posible asociar, hermanar yjuntar al Dante y al cinematgrafo. Ha dicho, luego, que otro de los nmerosdel programa era invitar a los ms clebres hombres de letras contempor-neos, a Rudyard Kipling, a Anatole France, a Henri Barbusse, a venir a Italiaa participar en la conmemoracin del Dante. Y ha expresado su duda de queesos hombres de letras conozcan siquiera, efectivamente, la Divina Comedia.No es serio que el Estado patrocine mascaradas, ha agregado BenedettoCroce. Y mucho menos en la celebracin del centenario del Dante. Que lapatrocinen, las paguen y las organicen, en buena hora, los particulares. El

    Estado debe honrar a Dante de otra suerte.

    La defensa de Benedetto Croce no ha calmado ni ha convencido por supuestoa la prensa oposicionista. Por el contrario, la ha solivianta-

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    do ms. Sostiene esta prensa que Benedetto Croce no slo no ha disminuidoni atenuado su desacierto contra el Dante, sino que lo ha agravado osada-mente. Y usa la ms dramtica de sus entonaciones para convencer a laopinin pblica.

    Pero la opinin pblica no se conmueve absolutamente. Y es que no es tiempo

    de conmoverla en el nombre del Dante, ni de la Divina Comedia. Son muchomenos inmateriales las cosas que actualmente pueden apasionarla. Estdemasiado preocupada por la caresta de la vida, para que la preocupe tambinel centenario de un poeta, aunque este poeta sea un gran poeta y aunque estegran poeta sea el Dante.

    Y a las muchedumbres no les importa que se conmemore o no se conmemoreal Dante. Les importa, tal vez, en el caso de que la conmemoracin del Dantedebiese constituir una grande y bonita fiesta, capaz de divertirlas de veras. Lo

    que prueba que Benedetto Croce tiene razn en oponerse a que se celebre alDante en la forma que queran los comits y los peridicos.

    Escritores de mentalidad burguesa podran encontrar en tan tristes constata-ciones copioso motivo para dolerse plaideramente de que las muchedumbrescarezcan cada da ms de idealismo y de espiritualismo. De que sean tanmaterialistas en sus preocupaciones. De que no amen al Dante ni piensen enBeatriz. Habra que recordarles entonces que cuando se tiene hambre no esposible ocuparse de la Divina Comedia. Y habra que recordarles, en parti-cular, que las muchedumbres no han ledo la Divina Comedia, entre otras

    cosas porque han debido trabajar mucho, muy crudamente, muy pesadamente,para que una pequea parte de la humanidad pudiese darse el lujo de leerla.

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    ASPECTOS DEL PROBLEMA ADRITICO*

    La faz diplomtica del problema de Fiume se ha modificado. Fiume acaba dedeclararse estado libre e independiente. Por consiguiente, ha sido eliminadouno de los puntos de discordia: la anexin de Fiume a Italia. Italia no necesita

    ya reclamar la incorporacin de Fiume a su territorio. No le resta sino defen-der su derecho a la autodecisin.

    La decisin de Fiume ha venido sin la intervencin ni la sancin del gobiernoitaliano. El gobierno de Italia no ha querido decir al Gobierno de Fiume si laaprobaba ni si la desaprobaba. Lo ha dejado hacer libremente. Una comisindel Consejo Gubernamental de Fiume, venida a Roma para or la opinin deGiolitti, ha debido marcharse sin ser recibida por ste. Slo ha podido comu-nicarse con el Ministro de Relaciones Exteriores, quien le ha expresado que el

    gobierno no poda comprometer la libertad de su accin diplomtica aconse-jando o desaconsejando la constitucin de Fiume en estado autnomo.

    Pero esto no tiene sino un valor de necesidad oficial y formulista y de apa-riencia externa. La realidad es que, como no puede dejar de ser, el gobiernoitaliano respalda la actitud de Fiume. Y que la considera conveniente para lasolucin del problema Adritico.

    As es, en efecto. Dada la intransigencia yugoeslava, a cuyo mantenimientono son extra-

    --------------* Fechado en Gnova, 23 de agosto; publicado en El Tiempo, Lima 11 dediciembre de 1920

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    as influencias y sugestiones extranjeras, el gobierno de Italia se ve sin otrava de solucin que la aplicacin del tratado de Londres. Que es lo que lepiden los grupos nacionalistas. Mas la aplicacin del tratado de Londres tienesus desventajas. En este tratado se asigna a Italia la Istria, la Dalmacia ydiversas islas de importancia estratgica; pero no se le asigna Fiume. Losgrupos nacionalistas creen que Italia puede aplicar el tratado de Londres, sin

    perjuicio de anexarse Fiume. Y en esto se engaan. Una solucin de esanaturaleza no slo no sera reconocida por los Estados Unidos, que no aceptansiquiera la aplicacin del tratado de Londres del cual no son signatarios.Tampoco sera reconocida por Inglaterra y Francia que se resisten a ir msall del cumplimiento de la palabra empeada.

    Para conseguir la anexin de Fiume, el gabinete anterior convena, por esto,en que Italia renunciase a una parte de los derechos que le acuerda el pacto deLondres. El ideal de Nitti era el acuerdo directo con los yugoeslavos. Esta

    poltica le vala el mote de Renunciatario en los apasionados comentarios dela prensa oposicionista. No, por supuesto, de la prensa oposicionista de laizquierda sino de la prensa oposicionista de la derecha. La extrema izquierdamiraba ms bien con simpata dicha tendencia poltica de Nitti.

    El gabinete actual sigue una poltica externa anloga a la del gabinete Nitti.Aunque en su composicin han intervenido muchos de los elementosguerrfilos que pocos aos hace anatematizaron a Giolitti, las orientacionesinternacionales del nuevo gobierno no pueden tender a una poltica denacionalismo y expansionismo, sino, por el contrario, a una poltica de

    pacifismo y desarme.

    Ante esta situacin, D'Annunzio se ha visto obligado a buscar una salidainmediata que salve su amor propio de poeta y de condotiero y que salve, almismo tiempo, las finalidades de

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    su aventura. Y la proclamacin de Fiume como estado independiente ha sidoesta salida.

    Mediante ella, la vida de Fiume, que haba comenzado a ser insostenible,podr regularizarse poco a poco. Fiume podr recuperar su actividad, sutrabajo, su industria. Podr aprovisionarse normalmente. No ser ms nece-

    sario que los legionarios se apoderen, filibusteramente, en alta mar, de loscargamentos de comestibles indispensables para alimentar a la ciudad algunosdas.

    D'Annunzio considera cumplido el objeto de su empresa; cumplido a medias,por lo menos. No obtiene la anexin de Fiume a Italia porque al gobiernoitaliano le falta, segn l, la energa de efectuarla. Pero asegura la italianidadde la bella ciudad adritica. Conforme a sus declaraciones, la independenciade Fiume es un medio para conseguir, tan luego como sea posible, su incor-

    poracin definitiva en el territorio nacional.A juicio de algunos conocedores de la vida de Fiume, las cosas no son comoel poeta las ve. Para la italianidad de Fiume no es lo mismo la independenciaque la anexin. La anexin habra garantizado el predominio absoluto delsentimiento italiano. La independencia no lo garantizar. Aunque se hallan enminora los elementos eslavos, podrn, dentro del estado autnomo, ejercitarmucha influencia por alejar a Fiume de la madre patria, por obstaculizar suagregacin a ella. La minora conquistar en la administracin poltica ymunicipal de la ciudad algunos puestos, desde los cuales no podr dirigir sus

    destinos, pero desde los cuales ser un elemento de resistencia a la italianidadfiumana.

    El poeta de "La Gioconda" no se inquieta de estas perspectivas. Contempla-su obra con un gran optimismo y con una gran fe. Habla el mismo lenguajepico de sus pasadas arengas. Lo cual quiere decir que est en caja. Porque almenos a los poetas les toca ser en todos los

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    tiempos -aun en stos que corren-, un poco quijotescos y un poco lricos.

    Una de las satisfacciones que muestra D'Annunzio es la de que su polticadefienda la italianidad de la Dalmacia. Por alcanzar la anexin de Fiume notendr ya que renunciar sus derechos a ese territorio. Podr proceder a laaplicacin integral del tratado de Londres, sin embarazo, sin dificultad, sin

    tropiezo alguno.

    Y es sta la impresin que parece dominar, en general, en Italia, acerca de lanueva situacin diplomtica del problema Adritico. Que sacrificando suaspiracin sobre Fiume, Italia no tiene por qu sacrificar ninguno de susttulos sobre el territorio dlmata que el tratado de Londres le seala.

    Pero, poco a poco, este optimismo se desvanecer un tanto. Se sabe que losaliados no creen compatible sin la autodecisin de Fiume la ejecucin del

    tratado de Londres. Creen que si se reconoce a los habitantes de Fiume elderecho de la autodecisin debe ser reconocido tambin a los habitantes deDalmacia. Consideran que el problema debe ser resuelto con una sola pauta.Y que esta pauta debe ser, o bien la ejecucin del tratado de Londres, o bien laautodecisin usada por Fiume.

    Y aun a la ejecucin del Tratado de Londres animan a Italia los aliados. Suconcepto es que ese tratado representa un derecho para Italia; pero que noconviene que Italia haga uso de l sin agotar los medios para llegar a unentendimiento cordial con los yugoeslavos.

    Estos son los trminos presentes del problema.

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    EL ESTATUTO DEL ESTADO LIBRE DE FIUME*

    Del D'Annunzio poeta al D'Annunzio soldado y D'Annunzio caudillo, hemospasado al D'Annunzio legislador. Lo que naturalmente no significa queD'Annunzio haya dejado de hacer literatura, sino todo lo contrario. D'Annun-

    zio hace ms literatura que nunca. Pero, en vez de hacer literatura lrica,literatura pica o literatura patritica, hace literatura poltica. Y literaturaconstitucional.

    Acaba de publicarse la Constitucin del Estado libre de Fiume que D'Annun-zio ha escrito. Benito Mussolini la llama en el Popolo d'Italia una obramaestra de sabidura poltica, animada de un potente soplo de arte. Los demsperiodistas no la comentan casi. Se limitan a subrayar sus mayores arranqueslricos. Probablemente con la intencin de desacreditarla.

    Por supuesto, no puede ser de escaso inters un documento de esta clase. Setrata del tipo de organizacin poltica y social que para nuestros tiemposconcibe un gran poeta contemporneo. Y no hay razn para no tomarlo enserio. Son tan malas las legislaciones que nos han dado los polticos que esposible esperar que los poetas estn destinados a darnos legislaciones mejores.Las leyes de un poeta estarn, por lo menos, artsticamente escritas. Y, porconsiguiente, si con ella no ganamos mucho desde el punto de vista prctico,ganaremos bastante desde el punto de vista rtmico.

    Cul es el modelo en que se ha inspirado D'Annunzio? Es acaso LaRepblica, de Platn?

    --------------* Fechado en Gnova, 1920; publicado en El Tiempo, Lima, 6 de febrero de1921.

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    O es, ms bien, la ciudad de San Miguel de John Ruskin? Parece queD'Annunzio no ha podido dar rienda suelta a su ideal. Ha tenido queconciliarlo con algunas exigencias de la actualidad fiumana. Una institucinesencialmente revolucionaria habra chocado con las resistencias de loselementos conservadores de la ciudad. Precisamente con los elementos en loscuales se apoya el gobierno de D'Annunzio. D'Annunzio, pues, se ha vistoobligado a redactar una constitucin contra la cual no se rebele ningn fiu-

    mano. El Estatuto no es, por ende, un estatuto transformador de la sociedad,como habra sido de su gusto. (Se sabe de l que no hace mucho quiso entraren relacin con Lenin y que prometi a los sindicatos obreros de Fiume, atrueque de su adhesin absoluta, un estatuto socialista. Los sindicatos obrerosno pudieron contraer ningn compromiso con el poeta por depender polti-camente de la Confederacin General del Trabajo y del Partido SocialistaItaliano).

    Por esto, la constitucin d'annunziana es totalmente eclctica. Es una mezcla

    de arcasmo y modernismo, de jacobinismo y colectivismo, de conservado-rismo y revolucionarismo. Se aduna en ella el espritu prctico del gobernadorde la Insula Barataria con el espritu de las leyes mosaicas, con el espritu delas leyes griegas, con el espritu de las leyes romanas y hasta con un poco delespritu bolchevique. Es una constitucin basada en la Biblia, en la ciudadruskiniana, en la repblica de Platn, en el derecho romano, en la revolucinfrancesa y en los soviets rusos. Algo que podra definirse como una consti-tucin-cocktail si no fuera ms respetuoso y justo definirla como una cons-titucin-poema.

    D'Annunzio da al estado libre de Fiume el nombre de Regencia Italiana delCarnaro. Constituyen esta Regencia del Carnaro, la tierra de Fiume y las islasde antigua tradicin vneta que por voto declaren su adhesin a ella. "Fiume -dice el prefacio de la constitucin- l'estrema custode italica delle Guilie, l'estre-

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    ma rocca de la coltura latina, l'ultima portatrice de segno dantesco, divicenda in vicenda, di passione in passione, si serb italano il Crnarod'Dante".

    Garantiza la Constitucin a los ciudadanos de ambos sexos: la instruccinprimaria en escuelas salubres; la educacin corporal en palestras abiertas; el

    trabajo remunerado con un mnimo de salario suficiente para bien vivir; laasistencia en la enfermedad, en la invalidez, en la desocupacin. En elderecho a la pensin de reposo para la vejez; el uso de los bienes legtima-mente adquiridos; la inviolabilidad del domicilio; el habeas corpus; elresarcimiento de los daos en caso de error judicial o de abuso del poder.

    Declara la constitucin que el Estado no reconoce la propiedad como eldominio absoluto de la persona sobre la cosa, sino que lo considera como lams til de las funciones sociales. No admite que un propietario deje inerte su

    propiedad o disponga de ella malamente. El nico ttulo de dominio sobrecualquier medio de produccin y de cambio -agrega- es el trabajo. Slo eltrabajo es patrn de los bienes hechos, mximamente fructuosos y mxima-mente provechosos a la economa general. Todos los captulos del estatutoenaltecen y elevan el trabajo. Una de las tres creencias religiosas proclamadaspor el Estado, dice: "El trabajo, aun el ms humilde, aun el ms oscuro, si esbien ejecutado, tiende a la belleza y al beneficio del pueblo".

    Los ciudadanos son divididos en diez corporaciones que desarrollan libre-mente sus energas y que libremente determinan sus obligaciones mutuas y

    sus mutuas providencias. A la primera corporacin pertenecen todos losobreros de la industria, de la agricultura, del comercio y de los transportes, ylos pequeos propietarios de tierras que labren personalmente su parcela. A lasegunda corporacin, los empleados tcnicos y administrativos de todaempresa industrial y rural. A la tercera corporacin los em-

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    pleados de las empresas comerciales. A la cuarta corporacin, los datores deltrabajo, cuando no sean solamente propietarios o copropietarios sino "con-ductores sagaces y acrecentadores asiduos de sus empresas". A la quintacorporacin, los empleados del Estado y de los Municipios. A la sexta cor-poracin, "la flor intelectual del pueblo", la juventud estudiosa y sus maestros,los escultores, los pintores, los arquitectos, los msicos. A la sptima cor-

    poracin, los que ejercitan profesiones liberales. A la octava corporacin losrepresentantes de las cooperativas de produccin y de consumo. A la novenacorporacin la gente de mar. Y la dcima corporacin, dice el estatuto que notiene arte ni vocablo. Que su plenitud es esperada como aqulla de la dcimamusa. Que est reservada a las fuerzas misteriosas del pueblo en ascensin.Que es casi una figura votiva consagrada al genio ignoto. Que es represen-tada, en el santuario cvico, por una lmpara encendida que porta inscrita unaantigua frase toscana de la poca de los comunes, estupenda alusin a unaforma espiritualizada del trabajo humano: "Datica senza datica". Cada corpo-

    racin elige sus cnsules, regula su economa, provee a sus necesidades, im-poniendo a sus asociados un impuesto en relacin con su estipendio y lucroprofesional, procura el perfecciona-miento de la tcnica de las artes y oficios,inventa sus insignias, su msica, sus cantos y sus oraciones, instituye susceremonias y sus ritos, venera sus muertos, honra sus decanos y celebra sushroes.

    Ejercitan el poder legislativo, el Consejo de los ptimos y el Consejo de losProvisores. El Consejo de los ptimos es elegido por sufragio universal detres en tres aos. El Consejo de los Provisores es renovado de dos en dos

    aos. Lo forman sesenta ciudadanos, de los cuales diez son designados por losobreros y campesinos, diez por la gente de mar, diez por los datores deltrabajo, cinco por los tcnicos agrarios e industriales, cinco por los empleadosadministrativos de las empresas privadas, cinco por los

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    profesores y universitarios, cinco por los profesionales libres, cinco por losempleados pblicos y cinco por las cooperativas. El Consejo de los ptimos yel Consejo de los Provisores se renen una vez al ao, en asamblea nacional,bajo el titulo de Arengo del Carnaro.

    El gobierno es colegiado. Lo ejercitan siete rectores, cuyo mandato dura un

    ao. Tres de ellos, el de Relaciones Exteriores, el de Finanzas, el de Ins-truccin, son nombrados por el Arengo. Dos, el de Interior y Justicia y el deDefensa Nacional, son nombrados por el Consejo de los ptimos. Y los otrosdos, el de Economa Pblica y el de Trabajo, son nombrados por el Consejode Provisores. El rector de Relaciones Exteriores asume el ttulo de primerrector. En el caso de que la regencia sea declarada en peligro, el Arengopuede encargar del poder al Comandante, determinando el perodo de dura-cin de la dictadura. Durante este perodo el Comandante tiene todos lospoderes polticos y militares, legislativos y ejecutivos.

    Estos son los lineamientos principales de la constitucin fiumana. En casitodos se siente el alma de un poeta metido a libertador y gobernador de unansula. Y, aunque no sea sino por esto, la constitucin d'annunziana vale msque las constituciones emanadas de dantonianas asambleas. Tiene siquiera elmrito de ser una bella obra potica.

    Pero hay que declarar honradamente una cosa: que, como obra potica deD'Annunzio, vale menos que "La Gioconda".

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    EL GABINETE GIOLITTI Y LA CAMARA

    EL ARREGLO ITALO-YUGOESLAVO*

    No hace sino seis meses que Giolitti est en el gobierno. Y, sin embargo, ya

    comienza a hablarse insistentemente de la posibilidad de que caiga de unmomento a otro. Todava no existe verdadera inminencia de una crisis mi-nisterial. Pero empiezan a sonar voces agoreras que, por lo menos, son unsntoma de que la vitalidad del gabinete Giolitti se halla bastante minada.

    Dentro de otra situacin, esto no tendra nada de particular. En estos pases dergimen parlamentario la vida de los gabinetes suele ser muy corta. Pero,dentro de la actual situacin italiana, el anuncio que el ministerio trepida, esun anuncio preocupante. No se puede olvidar que Giolitti ha sido llamado al

    gobierno por considerrselo el nico hombre capaz de solucionar los pro-blemas presentes de Italia. Que se ha esperado de l una obra casi mesinica.Que los socialistas le han declarado la ltima carta de la burguesa.

    Y que, por consiguiente, es la vida de un gabinete taumatrgico la que est enpeligro esta vez.

    Lo que acontece, no obstante, es algo que tena que acontecer. Giolitti no hadebido su vuelta al poder a sus propias fuerzas polticas. La ha debido agrupos que hasta ayer le eran hostiles. A los grupos responsables de la guerra.

    A los grupos que gobernaron durante la guerra. De estos grupos ha sacado loshombres que

    --------------* Fechado en Roma, enero de 1921; publicado en El Tiempo, Lima, 9 demarzo de 1921.

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    colaboran con l en el ministerio. La permanencia en el poder de Giolittidepende, pues, de los volubles intereses de grupos que no estn vinculados al, sino por una solidaridad precaria y circunstancial.

    Giolitti hace una poltica que, necesariamente, no puede contentar a toda laburguesa. Y que, por supuesto, tampoco puede contentar a los socialistas. La

    situacin dada, por ejemplo, al conflicto metalrgico, le ha enajenado muchassimpatas en el campo capitalista; pero no ha podido captrselas en el campoproletario. El proletariado sabe perfectamente que sa ha sido una victoriadebida a su propia fuerza y no al espritu de justicia del gabinete. El cual, alda siguiente de conceder a los obreros el control sindical, les ha quitado a unode sus jefes, al anarquista Mal