Jovenes Cultura y Política en LA

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    SERIE DE ESTUDIOS LATINOAMERICANOS

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    Jvenes, cultura y polticaen Amrica Latina:algunos trayectos de

    sus relaciones, experienciasy lecturas (1960-2000)

    Sara Victoria AlvaradoPablo A.Vommaro

    Compiladores

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    ISBN N 978-950-808-623-5

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    Jvenes, cultura y poltica en Amrica Latina : algunos trayectos de sus relaciones, experiencias

    y lecturas 1960-2000 / compilado por Sara Victoria Alvarado y Pablo A. Vommaro.

    - 1a ed. - Rosario : Homo Sapiens Ediciones, 2010.

    336 p. ; 22x15 cm. - (Serie de Estudios Latinoamericanos )

    ISBN 978-950-808-623-5

    1. Ciencias Polticas. I. Alvarado, Sara Victoria, comp. II. Vommaro, Pablo A., comp.

    CDD 320

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    NDICE

    PRESENTACIN ............................................................................................................................ 7Sara Victoria AlvaradoyPablo A. Vommaro

    PRLOGOEl imperio de los jvenes ............................................................................................ 13Carles Feixa

    CAPTULO 1Del Cordobazo al kirchnerismo. Una lectura crtica acercade los perodos, temticas y perspectivas en los estudiossobre juventudes y participacin poltica en la Argentina .......... 21Andrea Bonvillani,Alicia Itat Palermo,Melina VzquezyPablo A. Vommaro

    CAPTULO 2A categoria juventude rural no Brasil:o processo de construo de um ator poltico.Contribuies para um estado da arte ........................................................... 55Elisa Guaran de Castro,Jos Gabriel Correa,Mara Martinsy Salom Lima Ferreira

    CAPTULO 3Los estudios sobre juventud. Algunas tendenciasy lugares de la produccin de conocimientosobre los jvenes en Venezuela ............................................................................ 89

    Emilia Bermdezy Gildardo Martnez

    CAPTULO 4Participacin poltica y organizacinde jvenes en Colombia vista desde la tensinplan de organizacin-plan de consistencia ........................................113Humberto Cubides C.

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    CAPTULO 5La Juventud en la Sociologa Uruguaya: estado del arte ........... 137Juan RomeroyNatalia Moreira

    CAPTULO 6Hacia un estado del arte sobre sentidos y prcticaspolticas juveniles en Colombia. 2000-2008 ..........................................163Liliana Galindo RamrezyFabin Acosta Snchez

    CAPTULO 7

    La emergencia reciente de estudios sobrepandillas en Amrica Latina .................................................................................. 205Mario Ziga Nez

    CAPTULO 8Produccin acadmica sobre la relacin historia,juventud y poltica en Colombia: Una aproximacina su estado del arte desde mediados del siglo XX............................231Patricia Botero,Hctor Fabio Ospina, Sara Victoria AlvaradoyJos Rubn Castillo

    CAPTULO 9Nuevas Prcticas Polticas en Jvenes de Chile:Conocimientos acumulados 2000-2008 ....................................................263Equipo Centro de Estudios en Juventud

    CAPTULO 10Jovens urbanos, aes esttico-culturais enovas prticas polticas: estado da arte (1960-2000) ......................293Silvia H. S. Borelli,Rose M. Rocha,Rita C. A. Oliveira,Lucia H. V. RangelyMarcos Lara

    AUTORES ..................................................................................................................................... 325

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    Presentacin

    SARAVICTORIAALVARADOy PABLOA. VOMMARO*

    Convencidos de la necesidad de reconocer y visibilizar las voces yacciones de las y los jvenes como grupo humano que resulta espe-cialmente afectado por las complejas dinmicas sociales en losmbitos locales, nacionales y globales; pero, adems, de su poten-cial creador de nuevas formas de ser en el mundo y de construirlo apartir de su deseo; el Grupo de Trabajo (GT) CLACSO Juventudy nuevas prcticas polticas en Amrica Latina ha venido adelan-tando indagaciones y reflexiones en torno a las formas tradicionales

    y contemporneas en las que las y los jvenes aparecen en el mundoy, a la vez, cmo ste las y los toca, transforma y constituye coti-dianamente, desde diversas perspectivas que pasan por lo esttico,lo cultural, lo poltico, lo social y lo tico.

    A partir de noviembre de 2007 comenz un proceso de integra-cin de dos colectivos de investigadores que venan trabajando pro-blemticas similares. Como resultado de esta apuesta, se constituyeste GT integrado por 53 investigadores de 29 centros de investi-gacin provenientes de 11 pases latinoamericanos y caribeos.

    En este sentido, la dinmica de trabajo del GT ha privilegiado eldebate colectivo, intergeneracional y con diversidad de perspectivas

    tericas y metodolgicas alrededor de los nuevos sentidos, prcti-cas y discursos que van emergiendo en torno a la ciudadana de j-venes en Amrica Latina y sus nuevas formas de hacer poltica desdelo juvenil, profundizando en las maneras particulares como los y las

    * Coordinadores del Grupo de Trabajo Juventud y nuevas prcticas polticas enAmrica Latina de CLACSO

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    jvenes se vinculan a la construccin del orden poltico, para identi-ficar y fortalecer aquellos sentidos, prcticas y discursos ms inclu-sivos, democrticos y participativos (Documento del GT, 2007).

    Lo anterior se corresponde con el macroproyecto de investi-gacin del GT en el que nos preguntamos cules son las prcticaspolticas (nuevas y de continuidad) de los y las jvenes en AmricaLatina?, cules son las resistencias sociales que emergen en los j-venes latinoamericanos? y cul es el papel de la agencia social ju-venil frente a la construccin de condiciones materiales y simbli-cas en su accin poltica?

    Si tratramos de justificar la existencia y el trabajo de este GT,habra necesidad de decir que ms all de la pretensin de cons-truir conocimiento alrededor de la categora juventud y su rela-cin con la poltica, quiz el mayor inters de este grupo de inves-tigadores es visibilizar a los y las jvenes como seres polticos quehacen y transforman la poltica y los sentidos de lo poltico en susprcticas cotidianas, como una manera de aduearse de su des-tino, darle sentidos propios a su vida, lograr una aparicin pblicapropia, agenciar (otras) maneras de construir sociedad y, as, apa-recer claramente en las polticas pblicas locales y nacionales,incluso desde su formulacin, mediante formas diversas de resis-

    tencia que, en ltimas, pueden constituir tambin maneras alter-nativas de ejercicio de poder.

    No obstante el reconocimiento de algunos logros importantesproducidos en los estudios latinoamericanos sobre juventud y delincremento de investigaciones dedicadas al tema, pensamos quesigue habiendo debilidades en este campo de estudio y ms an enla relacin juventud-poltica, pensada esta ltima en un sentidoms amplio que lo meramente institucional. A pesar de que estarelacin ha sido el eje de los estudios acerca de la juventud latino-americana, an hoy en cierta medida se sigue transitando entre ladespolitizacin y la estatizacin del actuar poltico juvenil,

    dejando entre lneas las lecturas de lo poltico a las que se estnadhiriendo y de cules se estn alejando los y las jvenes en susprcticas cotidianas.

    Frente a las condiciones de mltiples exclusiones social,cultural, de gnero, generacional, tnica, poltica, connatura-les al modelo neoliberal imperante desde los aos noventa en Am-rica Latina, los y las jvenes de nuestra regin han ido generando

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    sentidos, discursos y prcticas polticas nuevas para hacerse reco-nocer e incluir en los procesos de agenciamiento social y polticoen sus localidades, en sus pases, e incluso en el contexto global,desarrollando estrategias individuales y colectivas que rompen conlos patrones tradicionales de entender la poltica y que han ido con-tribuyendo de manera significativa a la emergencia de nuevas ciuda-danas ms incluyentes y democrticas. De esta manera, frente a unmodelo excluyente surgen prcticas polticas alternativas desde lasubalternidad.

    Siguiendo la lnea de investigacin del GT, y obviando la ligera

    pero muy frecuente apreciacin de una apata y desinterspoltico que sera connatural a las nuevas generaciones, surge elinterrogante de qu otras vas est tomando lo poltico en estos/asjvenes. Es importante precisar que esta denominada apata juve-nil es frente a un determinado relato de la poltica y la participa-cin, y ello es lo que permite abordar nuevos espacios desde loscuales leer el lugar de la poltica en las prcticas juveniles. Estasnuevas prcticas hacen referencia a viejas tradiciones. En esesentido, nos interesa conocer cunto hay de continuidad y de cam-bio en las prcticas polticas juveniles que identificamos en laactualidad.

    Teniendo en cuenta que hay pluralidad en los tipos de exclusinsocial, la activacin de participacin ciudadana juvenil necesitavisualizar diferentes campos (o arenas) de participacin, incluidoslos mercados laborales, las sexualidades, la vida familiar, las esferaspblicas y las asociaciones voluntarias en la sociedad civil.

    Desde una perspectiva que enfatiza en sus bsquedas las cons-trucciones desde lo singular y la vida cotidiana, varios investigado-res e investigadoras de nuestras latitudes vienen desarrollando tra-bajos que abordan distintos tpicos de estas cuestiones. Ellos hanpuesto el acento en la relacin jvenes y biopolticas en nuestroscontextos: sociedades cuyo ordenamiento de los cuerpos sigue

    dndose en instituciones socializadoras, pero que al tiempo enfren-tan el control de las mentes y la creacin de los deseos desde lasdinmicas del mercado, apelando a la potencia de la publicidad ya la creacin de opinin pblica. All, las culturas juveniles pare-cieran emerger tensamente, interpelando un consumo globali-zador que incluso hace de los atributos juveniles un imaginarioimperativo para todos, al tiempo que siguen narrndose desde l.

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    Las identidades aparecen en su multiplicidad, contraviniendo alotrora individuo unvoco, racional, inscrito en roles. La heteroge-neidad aparece como elemento ambiguo.

    Las y los jvenes no necesariamente buscan su inclusin enla democracia liberal, pero luchan por sus derechos (sobre todoaquellos que les permitan devenir otra cosa) y demandan atencina su diferencia, es decir, construyen una nocin de ciudadana,o mejor de poltica, en la que se combinan igualdad y diferencia.As, el otro distinto interpela la ilusin de un multiculturalismopoltico, pues tal ciudadana incorpora todo, da cabida a todo, pero

    no resuelve las desigualdades de poder, materiales y simblicasentre las distintas identidades.

    Desde otra perspectiva, que enfatiza en sus bsquedas la con-figuracin de nuevos movimientos sociales, diversos investigadorese investigadoras estn centrando sus estudios en el anlisis de laemergencia de nuevas formas de accin colectiva organizada diri-gida al bien comn, que implican la constitucin de nuevas prc-ticas polticas de los y las jvenes.

    En este contexto, la accin poltica es asumida como la capa-cidad de afectar y participar en una construccin social que guardems relacin con el vnculo social que con los sistemas polticos;

    que le apueste a una clara adhesin a la democracia; basada en pro-cesos organizados y colectivos de confianza social y de reciprocidad;que recoja dimensiones del mbito privado, pero no se reduzca a l(Alvarado y otros, 2006).

    Un elemento comn que caracteriza la propuesta de trabajodel GT, ubicada en el campos de las ciencias sociales crticas, espartir de las expresiones producidas por los propios jvenes, enten-didos en tanto sujetos sociales con capacidades y potencias, y noslo construidos desde las voces de los y las intelectuales latino-americanos/as.

    Partiendo de aceptar la insuficiencia de las disciplinas del amplio

    campo de lo social para brindar pistas de comprensin sobre lo quepasa con los y las jvenes en este mundo contemporneo, este GTse ha puesto en la tarea de configurar un estado del arte, que si bienno recoge la experiencia de todos los pases latinoamericanos, in-tenta una mirada general sobre cmo ha sido abordada, desde laacademia, la vivencia de lo poltico de los y las jvenes en algunospases de Amrica Latina.

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    Pero si tuviramos que explicar la edicin de este libro, diramosque era necesario, en primera instancia, reconocer cmo es que losy las jvenes han sido determinantes en la construccin de lo quehoy somos como sociedad, y tambin definir la valoracin que seha dado desde la academia a la participacin poltica juvenil, paraganar mayor comprensin despus al acercarnos a las experien-cias mismas e indagar por sus sentidos y prcticas polticas actuales(lo cual constituir la siguiente etapa en nuestro macroproyecto deinvestigacin). En segundo lugar, esta obra se propone como unposible aporte para llenar el vaco de la academia latinoamericana

    en los estudios y publicaciones sobre juventud, que Carles Feixamanifiesta en su excelente prlogo a este volumen. As, el proyectocolectivo elaborado por los investigadores del GT que produjo estelibro sigue la ruta de una comprensin alternativa y esperanzadoradel potencial de nuestros jvenes y de sus formas de construir elmundo en el que quieren vivir.

    Desde fines de 2007 y hasta la fecha, el Grupo de Trabajo Ju-ventud y nuevas prcticas polticas en Amrica Latina ha realizadocuatro reuniones internacionales y ha publicado artculos en cinconmeros de cuatro reconocidas revistas de diferentes pases de laregin. Adems, en estos momentos hay en preparacin dossiers

    temticos en otras dos publicaciones.Hoy ponemos en consideracin de los pensadores latinoame-

    ricanos y de los jvenes mismos el presente texto que, ms queconstituir un producto editorial o un resultado para mostrar desdela academia, es uno de los logros iniciales de esta combinacin deesfuerzos que ha significado la participacin de cada una y cadauno en este Grupo, pues representa nuestras apuestas tanto inte-lectuales como polticas y ticas frente a la situacin de exclusin,control e invisibilizacin que afrontan los y las jvenes, y ante lascuales asoman formas de resistencia que precisan de comprensinpor parte de las instancias polticas con las que cuentan nuestras

    sociedades, con el objetivo de brindar cada vez ms recursos mate-riales y simblicos para el despliegue del ser joven.

    Terminamos estas palabras agradeciendo a CLACSO por darlela oportunidad y el apoyo a este grupo de mujeres y hombres quele apuestan a la creacin de pensamiento en torno a la forma enque la poltica afecta a los y las jvenes y cmo ellos transforman yconstruyen (nuevas) formas de hacerla y vivirla; y por hacer posible

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    la edicin de este texto. De la misma manera, agradecemos espe-cialmente a Carles Feixa, quien tan generosamente produjo elprlogo que leern a continuacin. Tambin a los centros de inves-tigacin e instituciones participantes en este Grupo de Trabajo queadems de apoyar a sus investigadores, han dado la posibilidad derealizar nuestras reuniones de trabajo en donde discutimos granparte del material que les presentamos.

    Manizales y Buenos AiresOctubre de 2009

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    Prlogo

    El imperio de los jvenes

    CARLES FEIXA

    La juventud de ahora, tan gloriosa, corre el riesgo

    de arribar a una madurez inepta.

    Hoy goza del ocio floreciente que le han creado

    generaciones sin juventud.

    (ORTEGA YGASSET 1928: 219)

    En 1928 el filsofo espaol Jos Ortega y Gasset pronunci una

    serie de conferencias en Buenos Aires, invitado por la Asociacinde Amigos del Arte, que se convirtieron en un autntico aconte-cimiento. La segunda de las charlas estuvo dedicada al tema delas generaciones, siendo publicada pstumamente, a partir de lasnotas mecanogrficas y la transcripcin taquigrfica, bajo el ttulode Juventud, cuerpo. Se trata de un texto fresco, que recuperaalgunas de las ideas de su ensayo sobre las generaciones, pero vams all en su reflexin sobre la juventud como garante de unanueva sensibilidad vital. Como afirma el editor en la introduc-cin, la idea central es la caracterizacin de nuestro tiempo comoun tiempo de jvenes: El que sea una poca de jvenes significa

    que se ha cortado la continuidad y convivencia generacional. Ahorabien, la poca en la que no hay continuidad de generaciones, esuna poca de crisis histrica. Y sta, dice Ortega, lo es en gradosuperlativo (Molinuevo 1996: 29). Ortega postulaba que el tiempopresente era un tiempo de juventud, dominado por el imperio delos jvenes: Parece de toda evidencia que nuestro tiempo se carac-teriza por el extremo predominio de los jvenes. Es sorprendente

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    que en pueblos tan viejos como los nuestros y despus de una gue-rra ms triste que heroica, tome la vida, de pronto, un cariz detriunfante juventud. En realidad, como tantas otras cosas, esteimperio de los jvenes vena preparndose desde 1890, desde el finde siglo. Nosotros lo hemos iniciado: hoy de un sitio, maana deotro, fueron desalojados la madurez y la ancianidad. En su puestose instalaba el hombre joven con sus peculiares atributos. Yo no ssi este triunfo de la juventud ser un fenmeno pasajero o una acti-tud profunda que la vida humana ha tomado y que llegar a cali-ficar toda una poca. Es preciso que pase algn tiempo para poder

    aventurar este pronstico. El fenmeno es demasiado reciente yan no se ha podido ver si esta nueva vida in modo juventute sercapaz del esfuerzo sin el cual no es posible la perduracin de sutriunfo (Ortega y Gasset 1928: 216). Frente a la vitalidad men-guante del viejo continente, frente a la desmoralizacin de susjuventudes, Ortega aprecia el entusiasmo agresivo de la juventudargentina, eptome de la nueva sensibilidad. En su Carta a un jovenargentino que estudia filosofa (1924), Ortega afirmaba: No hehecho nunca misterio de sugerirme mayores esperanzas la juven-tud argentina que la espaola (citado en Molinuevo, 1996: 24).

    * * *

    Se advierte que una situacin de crisis como la actual implicapara los jvenes una cierta crisis de identidad, pero adems unafuerte incertidumbre respecto al futuro y por esto es posible que losjvenes intenten constituir una especie de sub-cultura adolescentecasi como una identidad definitiva, siendo por definicin la con-dicin juvenil algo transitorio y ms an, inicial. (Faletto, 1986: 80)

    Lo que Ortega llamaba el imperio de los jvenes no era msque la emergencia de una nueva forma de participacin poltica, enla que el factor generacional (lase estudiantil) capitalizaba los

    deseos de cambio democrtico, como se haba visto una dcada antesen Argentina, en el movimiento de la reforma universitaria de 1918,sealado por Enzo Faletto (1986) como momento fundacional dela irrupcin de la juventud como movimiento social, y como emer-ga ese mismo 1928 en Venezuela, segn nos cuentan Bermdezy Martnez en su contribucin al presente volumen, que los res-ponsables del Grupo de Trabajo de CLACSO Juventud y nuevas

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    prcticas polticas en Amrica Latina, han tenido la amabilidadde invitarme a prologar.

    El libro que el lector tiene en sus manos es un estado del arteque nos habla de las artes del estado, es decir, de los procedi-mientos intelectuales y simblicos mediante los cuales los poderespblicos delimitan, contienen, observan, describen y planean inter-venciones sobre la juventud (y de cmo a su vez la juventud reac-ciona, se adapta, se asla, resiste o finalmente participa en las luchasde poder). Se trata de uno de los primeros y ms conseguidos inten-tos de balance latinoamericano sobre un campo temtico (la rela-

    cin de la juventud con la poltica) que abarca un panorama supra-estatal, lo que demuestra que los avances de la investigacin enjuventud desde la dispersin local y nacional a los intentos sntesistransnacionales han sido notables en la ltima dcada. Prueba pal-pable de que existe suficiente masa crtica, produccin cientfica yreflexin terica. En uno de los textos ms interesantes del volumen(el de Ziga sobre los estudios en torno a las pandillas), el autorcritica un trabajo de unos investigadores espaoles en el que estoscomparan el escaso grado de desarrollo de los estudios latinoame-ricanos sobre pandillas frente al grado de sofisticacin concep-tual y metodolgica alcanzado por la sociologa y la criminologa

    norteamericanas. Pese a conocer a los autores, criminlogos forma-dos en universidades anglosajonas con valiosos trabajos sobre lasviolencias juveniles, tengo que compartir las apreciaciones deZiga sobre el escaso conocimiento sobre la juvenologa latino-americana, aunque no estoy seguro de que ello se deba solo a lasrelaciones de hegemona y subalternidad en el mbito acadmico,sino tambin a limitaciones de la propia academia latinoamericana:a dispersin y dificultades de consulta de los estudios, escasez de visio-nes de conjunto, falta de revistas, antologas y traducciones al in-gls de las principales obras de los investigadores del subcontinente.El presente estado del arte puede contribuir a llenar este vaco.

    Significativamente, el volumen se centra en un mbito tem-tico (las prcticas polticas de los jvenes) que ha sido el eje cen-tral sobre el que nacieron, crecieron y maduraron los estudios a lajuventud latinoamericana. En cierta medida, el volumen plantea uncambio de paradigma, que puede resumirse en la siguiente secuen-cia: de las culturas polticas (de la juventud) a las polticas de lacultura (juvenil) (desarrollada en una reciente tesis doctoral que

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    he tenido ocasin de dirigir: Aguilera, 2008). En el primer caso, laaccin pblica se centra en difundir en el territorio de la juventudlas directrices polticas hegemnicas en cada momento (ya seanautoritarias y por tanto monolticas o democrticas y por tanto plu-rales), definiendo un terreno clsico donde las llamadas polticasintegrales priorizan la poltica como espacio de cohesin social.En el segundo caso, la accin pblica es permeable a las nuevasnecesidades y lenguajes que provienen de la cultura juvenil, defi-niendo un nuevo terreno de juego donde las llamadas polticasafirmativas priorizan la cultura como espacio de innovacin social.

    La primera perspectiva es adultocntrica (son las institucionesadultas las que definen las reglas del juego y construyen cultural-mente la juventud) y poltico-cntrica (las polticas culturalesestn mediatizadas por las relaciones de poder). La segunda pers-pectiva es intergeneracional (las reglas del juego no se presupo-nen sino que se practican en el mbito de la interaccin entre lasgeneraciones) y culturocntrica (la cultura es un terreno fun-damental en la redefinicin de la esfera pblica y por tanto en lapraxis de nuevas identidades polticas).

    Los nueve captulos que integran el volumen contienen otrostantos estados del arte, sobre la relacin entre juventud y nuevas

    prcticas polticas: seis son valiosos estados del arte nacionales,sobre Argentina (Bonvillani, Palermo, Vzquez y Vommaro),Venezuela (Bermdez y Martnez), Uruguay (Romero y Moreira),Chile (Sandoval y Baeza) y Colombia (Botero, Ospina, Alvaradoy Castillo sobre la segunda mitad del sigloXX, y Galindo y Acostasobre el sigloXXI); los dos captulos sobre Brasil tienen una divi-sin geogrfica consecuente con una visin heterognea de losmovimientos juveniles: el de Castro, Correa, Martins y Ferreirasobre la juventud rural e indgena, y el de Borelli, Rocha, Oliveira,Rangel y Lara sobre la juventud urbana. Por ltimo, otros dos cap-tulos tienen un corte ms temtico: el de Cubides sobre las orga-

    nizaciones de jvenes en Colombia y el de Ziga sobre pandillasen Centroamrica. Los modos colectivos de produccin de cono-cimiento (con 27 autores participantes), la consistencia y sistema-ticidad de la bibliografa utilizada, y la pluralidad de lneas teri-cas y metodolgicas, dan fe de la validez del intento: los estadosdel arte slo son posibles cuando hay arte del que hablar.

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    Los captulos nos hablan de historias locales y nacionales espe-cficas (guerras, guerrillas, levantamientos, dictaduras, democra-cias, etc.). Pero tambin nos hablan de convergencias significati-vas en cuanto a los grandes contextos histricos, los distintosparadigmas tericos y los actores polticos juveniles involucrados.En cuanto a los contextos histricos, los estudios sobre la partici-pacin poltica de los jvenes aparecen como reflejo de procesosde transicin poltica (de dictaduras militares a democracias mso menos consolidadas) y econmica (de la autarqua o dbiles esta-dos providencia a la expansin de polticas neoliberales, neosocia-

    listas y neopopulistas del sigloXXI). En cuanto a los marcos teri-cos, debe sealarse como primera fase la primera mitad del sigloXX(un periodo no tratado en el volumen), en la que emergen las mi-noras juveniles mesocrticas y algunos intelectuales como prota-gonistas de un intento de renovacin democrtica, lo que se ex-presa en discursos tericos filosficos o ensaysticos (como los deIngenieros, Rod, Vasconcelos, etc.). La segunda fase abarca losaos 50 y 60 y se caracteriza por la emergencia de organizacionesjuveniles de distinto tipo, pero normalmente corporativas: estudian-tiles, polticas, religiosas, guerrilleras; los estudios, escasos y loca-lizados, introducen las metodologas empricas y se enmarcan gene-

    ralmente en el estructural-funcionalismo. La tercera fase, posterioral movimiento de 1968, tiene una direccin claramente militante:la juventud emerge como sujeto poltico revolucionario, lo que sejustifica con planteamientos tericos marxista-leninistas y de lateora de la dependencia, o bien se critica desde las posiciones msconservadoras de la psicologa social y la moratoria institucional.La cuarta fase empieza en 1985 (Ao Internacional de la Juventud)y supone el reconocimiento de la juventud como nueva fase de lavida; desde el punto de vista de los marcos tericos, se introducenlos estudios culturales y las aproximacionesfoucaultianasa la micro-fsica del poder. La quinta y ltima fase, que coincide con el cam-

    bio de siglo, supone el despertar del inters por las nuevas formasde subjetividad juvenil, el papel de los medios de comunicaciny las prcticas polticas emergentes en la era digital, con marcostericos que van del posmodernismo a la teora de la informacin.

    En cuanto a los actores polticos involucrados, los textos evo-can tres grandes figuras que a su vez corresponden a tres grandestipos de movimiento social. En primer lugar, los movimientos

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    sociales que podemos denominar clsicos, centrados en la figuradel estudiante secundario o del universitario, descritos en los tex-tos de Bonvillani et l., Bermdez et l.y Botero et l. En segundolugar, los nuevos movimientos sociales, representados por figu-ras como las del joven urbano-popular, las acciones esttico-culturales de los hip-hoperos brasileos rescatadas por Borelliet l., los movimientos urbano-populares descritas por Galindo et l.,la evolucin de pandillas como la MS y la 18 narrada por Ziga,y los movimientos sociales con vinculacin de jvenes con prcti-cas polticas emergentes que empiezan a distanciarse de las prcti-

    cas polticas tradicionales como puede verse en el trabajo de Baezay Sandoval. En tercer y ltimo lugar, los novsimos movimientossociales, representados por los ciberactivistas de la era digital, comolos jvenes altermundialistas, blogueros y fotologueros, enuncia-dos en algunos textos como los de Cubides, Romero y Moreira, yGalindo y Acosta, aunque no desarrollados plenamente por nin-guno de ellos. Ello podra sorprender en un volumen que priorizalo nuevo de las prcticas polticas de los jvenes, aunque tam-bin anuncia futuros desarrollos del grupo de trabajo, cuyos pri-meros resultados son tan provechosos.

    * * *

    Igual que los conceptos de nacin o clase, el trmino gene-racin es preformativo (expresiones que crean una entidad porel hecho de nombrarlas): una convocatoria o un grito de guerraque se eleva a la condicin de una comunidad imaginada o postu-lada de manera ms precisa (Bauman, 2007: 114).

    En 2007 el socilogo Zygmunt Bauman pronunci una confe-rencia en Barcelona, con motivo de un congreso internacional sobrela convivencia entre generaciones. (Larrosa, 2007) En la mismademostr un profundo conocimiento de las teoras de las genera-

    ciones formuladas por Ortega y Gasset y por Mannheim en los aosde entreguerras. De la primera destac la idea de superposicin(complementaria a la idea de sucesin). De la segunda destacsu conexin con el concepto de ideologa, desarrollado por el mismoautor. Bauman plantea como hiptesis que la nocin de genera-cin o ms bien su reciclaje sociolgico est determinada porel impacto de la Gran Guerra la primera guerra mundial en la

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    que murieron millones de jvenes del viejo continente. Por ellose trata para l de un concepto generacional. Para Bauman, nofue una simple contingencia que la categora de generacin (enel sentido de una totalidad que destaca por los rasgos comunes detodas las unidades que la forman y que no se pueden encontrar enningn otro lugar) naciese y se fijase en el discurso cientfico y so-cial, y tambin pblico, posterior a la Gran Guerra (fijmonos quecon el calificativo de gran slo se conoce a la primera de las guerrasmundiales del sigloXX, aunque despus fuese superada por la segundaguerra mundial en alcance territorial, crudeza y gravedad de las con-

    secuencias). Fue entonces cuando el estudio fundamental de la comu-nicacin y los desacuerdos intergeneracionales fueron abordados porOrtega y Gasset. Y no mucho tiempo despus Karl Mannheim fijesta categora, acabada de descubrir y muy apreciada, junto con otranovedad conceptual, la de ideologa en sus admirables carreras. Sepodra decir que el descubrimiento de la generacin en el sentidoque propuso Ortega y Gasset y que canoniz despus Mannheim (asaber, el de sujeto colectivo con una visin del mundo particular,capaz de o inclinado a actuar por su cuenta y sus propios intere-ses particulares) fue por s mismo un triunfo generacional: el de lageneracin de la Gran Guerra (Bauman, 2007: 120-1).

    Tiene sentido seguir utilizndolo un siglo despus, en tiemposde modernidad lquida, cuando la sucesin y superposicin ge-neracionales han alcanzado un ritmo frentico?: El ritmo delcambio tiende a ser, tal vez, demasiado rpido y la velocidad conla que los nuevos fenmenos que irrumpen en la conciencia pblicaenvejecen, mueren y desaparecen, otra vez, demasiado vertiginosapara que la experiencia tenga tiempo de establecerse, sedimentarsey cristalizar en actitudes durables o en modelos de comporta-miento, y sndromes y visiones del mundo de valor, aptas para serregistradas como rasgos durables del espritu de la poca consi-derados como las caractersticas nicas y permanentes de la gene-

    racin. En una legin de discontinuidades esparcidas e inconexaspero pocas veces si es que alguna vez lo son radicales y deamplio alcance, muy pocas destacan por sugerir una ruptura gene-racional y proporcionar la materia prima para la constitucin ge-neracional y la autoafirmacin efectiva. Algunas se modifican ypueden adquirir la claridad y el poder formativo de una revuelta(Bauman, 2007: 125).

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    Pero la revuelta de los jvenes no parece destinada a crear unnuevo imperio, sino ms bien anuncia la emergencia de nuevasformas de ciudadana que este bello estado del arte impulsadopor CLACSO documenta de manera precisa y elocuente.

    Agosto de 2009

    Referencias

    AGUILERA, O. (2008)Movidas, mobilizaciones, movimimentos. Culturapoltica y polticas de la cultura juvenil en el Chile de hoy, Barcelona,Dep. Antropologa Social i Cultural, UAB.

    BAUMAN, Z. (2007) Between Us, the Generations. J. LARROSA(ed.) On Generations. On coexistence between generations. Barce-lona, Fundaci Viure i Conviure: 365-376.

    FALETTO, E. (1986) La juventud como movimiento social,Revistade Estudios de Juventud, 20: 71-81.

    MOLINUEVO, J-L. (1996) Introduccin, En ORTEGA YGASSET,J.Meditaciones de nuestro tiempo. Las conferencias de Buenos Aires1916-1928, Mxico, FCE: 7-32.

    ORTEGA YGASSET, J. (1996) (1928) Juventud, Cuerpo,Medita-ciones de nuestro tiempo. Las conferencias de Buenos Aires 1916-1928,Mxico, FCE: 207-228.

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    Captulo 1

    Del Cordobazo al kirchnerismo.Una lectura crtica acerca de los perodos, temticasy perspectivas en los estudios sobre juventudes yparticipacin poltica en la Argentina *

    ANDREABONVILLANI, ALICIAITAT PALERMO

    MELINAVZQUEZy PABLOA.VOMMARO

    Palabras preliminares

    En este artculo nos proponemos elaborar un estado del arte acercade las prcticas polticas de los y las jvenes en la Argentina entrefines de los sesenta, ms exactamente entre 1968-69, coincidiendocon el momento de movilizacin que se conoce con el nombre deCordobazo, y la actualidad.

    La decisin de iniciar nuestro anlisis con el Cordobazo se fun-damenta en que ste fue un momento que sintetiz las transfor-maciones que venan producindose a lo largo de la dcada delsesenta en relacin con el papel protagnico que adquiri la juven-tud en el plano poltico, social y cultural. Nos referimos funda-mentalmente al cuestionamiento de los valores vigentes, que per-mitieron a los y a las jvenes constituirse como un sujeto social conrelativa autonoma, con formas de sociabilidad, relaciones afectivas,modos de entender la autoridad y de vivir la sexualidad especficos,y desafiantes de lo instituido.

    Este clima de poca encontr expresin en la Argentina en

    1969, al iniciarse un momento explosivo de rebelin popular,

    * El presente artculo es resultado de dos trabajos preliminares. Una ponencia pre-sentada en el encuentro internacional del Grupo de Trabajo CLACSO Juventud

    y nuevas prcticas polticas en Amrica Latina, realizado en noviembre de 2008 enla ciudad de La Habana, Cuba; y un artculo publicado en laRevista Argentina deSociologa, Ao 6, N 11, de noviembre-diciembre de 2008, pp. 44-73. En este ltimopresentamos, de manera ms sinttica, las ideas aqu trabajadas.

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    caracterizado por el surgimiento de movimientos polticos cuyasprcticas tenan como horizonte la toma del poder, con nuevosrepertorios de confrontacin. En el ao 1969, diferentes circuns-tancias se conjugaron para transformar lo que inicialmente fue unaprotesta obrera y estudiantil, en rebelin popular. Naca as el Cor-dobazo: una gran insurreccin urbana que mostraba la emergen-cia social de los/las jvenes como actores polticos en un contextorepresivo1, pero con el fuerte estado de movilizacin que caracte-riz a nuestro pas a fines de la dcada de los sesenta.

    La primera etapa a abordar se extiende, entonces, desde el Cor-

    dobazo hasta el golpe de estado de 1976, que marca el inicio de laltima dictadura militar en Argentina.Un segundo momento de anlisis incluye los aos de la dicta-

    dura militar (1976-1983), perodo de fuerte represin, desaparicinforzada de personas (fundamentalmente de los jvenes que habantenido un compromiso poltico y social en el ciclo de movilizacinanterior), censura y cierre de los canales institucionales de partici-pacin. No obstante, durante este perodo se produjeron diferen-tes manifestaciones de resistencia que tuvieron como protagonis-tas a los jvenes. stas se expresaron en diferentes planos: cultural,educativo, territorial, laboral, entre otros.

    La tercera etapa se extiende desde la restauracin democrticahasta el fin del gobierno de Alfonsn (1984-1989). As, 1989 marcaun momento de quiebre respecto de las expectativas construidasen torno a la posibilidad de consolidar un modelo estable de demo-cracia y bienestar social que resolviera la cuestin social pendientey abierta por la dictadura. La vuelta de la democracia era interpre-tada como oportunidad para restituir la poltica en su lugar. Fueas como se definieron los contornos de la buena poltica, cuyoactor principal era el ciudadano; el acto poltico por excelencia laparticipacin en los actos eleccionarios y la representacin pol-tica deba articularse por los partidos polticos (Merklen, 2005).

    Un cuarto perodo relevante para el anlisis es lo que podra-mos denominar la larga dcada neoliberal (1989-2001). En esteperodo, y en el siguiente, se comienzan a hacer evidentes los lmi-tes de la idea que haba primado en el perodo de la transicin

    1. Entre 1966 y 1973 en la Argentina hubo una dictadura militar encabezada, hasta 1970,por el General Juan C. Ongana.

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    democrtica. La democracia, lejos de haber puesto la poltica ensu lugar, iba mostrando el abismo creciente entre las opinionesde los ciudadanos y las instituciones polticas, la falta de credibili-dad hacia los polticos y la baja estima hacia los procedimientospartidarios para seleccionar candidatos capaces de representar alelectorado (Novaro, 1995). De ah la importancia que cobra laemergencia de modalidades de organizacin colectiva y participa-cin poltica por fuera de las vas institucionales de implicacincon la poltica, crendose nuevos repertorios de movilizacin social,demandas y actores poltico-sociales. De este modo, se mostraron

    los lmites del concepto de ciudadana como va de participacine implicacin en la vida pblica (Merklen, 2005).Adems, en esta etapa se visibilizan los efectos de la profundi-

    zacin de las polticas neoliberales en diferentes planos: social, pol-tico, educativo, laboral, econmico, entre otros. Este perodo estallaen 2001 cuando se producen las jornadas del 19 y 20 de diciem-bre, que expresan las consecuencias sociales de lo que se denominsociedad excluyente (Svampa, 2006), como tambin los lmitesdel sistema institucional tradicional para procesar las demandas delos actores movilizados.

    Finalmente, contemplamos el perodo post crisis de 2001 hasta

    la actualidad. El mismo puede subdividirse en dos momentos. Enel primero, contina el ciclo de movilizacin anterior, que culminacon la denominada Masacre del Puente Pueyrredn, el 26 de juniode 2002, en la que fueron asesinados dos jvenes piqueteros. El se-gundo se inicia con la gestin de Nstor Kirchner (2003-2007) ycontina hasta la presidencia de Cristina Fernndez de Kirchnery se caracteriza por una relativa recreacin de la legitimidad guber-namental y la bsqueda por promover una suerte de vuelta a la ins-titucionalidad.

    Las dimensiones o ejes de trabajo que sirven como gua para laelaboracin de este estado del arte son las siguientes: Educacin

    y movimiento estudiantil; Movimientos sociales, partidos polti-cos y sindicatos; y Movimientos culturales y estticas juveniles.Organizamos el trabajo analizando, en cada etapa histrica, los

    acontecimientos, acciones, prcticas y problemticas que conside-ramos ms significativas, a partir de la produccin acadmica exis-tente sobre el tema; es decir, omitimos la consideracin de otrotipo de discursos acerca de los jvenes (como el de los medios de

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    comunicacin o el de las polticas pblicas). Esto no significa desco-nocer esos otros discursos o narrativas sobre la juventud, sino quese trata de una opcin metodolgica para hacer posible este trabajoinicial.

    Por otra parte, en la bibliografa y las lneas de anlisis para cadauno de los momentos histricos se superponen obras producidasen el perodo con otras que hacen referenciasobre el perodo produ-cidas en pocas posteriores. Creemos que esto constituye un aspectode mucha riqueza para el anlisis. Sin embargo, es una tarea pen-diente estudiar la produccin acadmica acerca de las juventudes

    y su participacin poltica poniendo en juego aspectos hermenu-ticos que surgen a partir de la lectura retrospectiva de cada poca.Seguramente, esto motive nuevos trabajos por parte de los autoreso de los lectores del presente artculo.

    Enfoque terico y propuestas para el estudiode la participacin poltica de los jvenesdesde una perspectiva generacional

    Actualmente, existe acuerdo en las ciencias sociales sobre la

    necesidad de deconstruir la juventud como categora homogneay universal, analizando la diversidad de prcticas, comportamientosy universos simblicos que ella puede incluir, articulada con varia-bles como clase, gnero, etnia, cultura, regin, contexto sociohis-trico, entre otras (Bourdieu, 1990; Reguillo, 2000).

    Investigaciones realizadas en diferentes latitudes muestran cla-ramente que no podemos hablar de la juventud en singular,puesto que esto supone considerarla como un sujeto homogneoque reconoce una y slo una forma de ser joven. Por eso, debe-mos hablar de juventud en plural, de las juventud(es). nica vade cuestionar y deconstruir aquello que Braslavsky (1986) ha deno-

    minado el mito de la juventud homognea.Ahora bien, ms all de las dificultades que presenta y de loslmites que han mostrado muchas de sus definiciones, creemos queel concepto de juventud(es) no ha perdido relevancia para el anli-sis. Obviamente que para ello es preciso contar con una definicinque nos permita aprehender(las) en toda su complejidad. Apuntandoen esa direccin, recuperamos algunas de las ideas propuestas por

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    Prez Islas (2000), quien ha establecido criterios relevantes paradefinir lo juvenil incorporando los avances que en diferentescampos de investigacin sobre juventud(es) se han desarrollado.Lo juvenil, siguiendo al autor, puede ser entendido como:

    a) un concepto cuyo significado debe desentraarse tomandocomo punto de partida una perspectiva relacional, es decir, en la quecobre relevancia la consideracin de los vnculos con un entornosocial ms amplio. De ah que lo juvenil no slo supone la defini-cin positiva acerca de qu es y cmo puede ser definido un joven,sino adems contemplar las disputas sociales en torno a la concep-

    tualizacin misma de juventud. As podremos reconocer lo juve-nil como producto de una tensin que pone en juego tanto lasformas de autodefinicin, como la resistencia a las formas en queson definidos por otros sociales (sean los adultos, las institucio-nes sociales, otros jvenes, entre otros);

    b) la recuperacin de las tensiones que se ponen en juego paraconceptualizar lo juvenil supone que no podamos desconocer lasrelaciones de poder y dominacin social involucradas en dichasconceptualizaciones, as como sus lmites simblicos, que delimitanfronteras de exclusin en cuanto a un atributo asociado con lajuventud, que algunos sectores sociales tendran y del que otros

    careceran;c) las modalidades de ser joven no pueden reificarse puestoque han cambiado, y lo seguirn haciendo, a lo largo de la historiay en funcin de las tambin cambiantes coyunturas sociales, pol-ticas y econmicas. Por eso, es preciso reconocer cmo van recon-figurndose a lo largo del tiempo. Esto ltimo ser fundamental ennuestro trabajo, puesto que al estudiar las formas que asume laparticipacin poltica entre los jvenes deberamos ser capaces dereconocer las caractersticas distintivas que adquiere lo juvenilen cada una de las etapas o momentos histricos.

    Como veremos en las prximas pginas, apuntamos en una

    direccin que nos permita comprender los procesos de subjetiva-cin generacionales como emergentes de los procesos histricosantes que como una caracterstica inherente a la condicin juvenil.Por eso, nuestro punto de partida busca confrontar con la idea deque los jvenes, en cuanto tales, tienen mayor predisposicin ya seaa la accin y a la participacin o al desencanto con la poltica y a laretraccin de los compromisos pblicos. Siguiendo a Urresti (2000),

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    para comprender a los jvenes es preciso ms que pedirles o juz-garlos por aquello que hacen o no hacen respecto de los jvenesde generaciones anteriores, comprenderlos en su relacin con lasituacin histrica y social que les toca vivir (2000: 178).

    Por eso, la juventud es una categora que cobra significadonicamente en cuanto podemos enmarcarla en el tiempo y en elespacio, es decir, reconocerla como categora situada en el mundosocial (Chaves, 2006). De acuerdo con esto, intentaremos analizarlas modalidades en que se produce la juventud (Martn Criado,1998) de acuerdo con experiencias y compromisos vitales, sociales

    e histricos diferentes, que no hacen sino mostrar los lmites quepresenta toda clasificacin cuyo centro sea la edad biolgica.La generacin no puede ser entendida como una mera cohorte,

    puesto que como ya lo haba sealado Manheim (1993) lamera contemporaneidad cronolgica no es suficiente para definiruna generacin. Por el contrario, la idea de generacin, antes de quea la coincidencia en la poca de nacimiento, remite a la historia, almomento histrico en el que se ha sido socializado. (Margulisy Urresti, 1996: 26) Sin embargo, una generacin tampoco puedecomprenderse a partir de la mera coexistencia en un tiempo hist-rico comn, sino que para ser tal debe poner en juego de una

    u otra forma, criterios de identificacin comn entre sujetos quecomparten un problema. De esta manera, el vnculo generacionalse constituye como efecto de un proceso de subjetivacin, ligadocon una vivencia comn en torno a una experiencia de ruptura, apartir de la cual se crean principios de identificacin y reconoci-miento de un nosotros (Lewkowicz, 2003).

    Ahora bien, para poder hablar no slo de una generacin, sinode unageneracin poltica debemos contemplar un aspecto ms. Lossentimientos, percepciones y prcticas comunes no slo debenponer en juego una creencia compartida para hacer de un conjuntode sujetos un grupo, sino que adems ste debe cobrar existencia

    sobre la base de un rechazo hacia el orden establecido. Es decir,en la bsqueda an cuando esta sea incipiente y fragmentariadel redireccionamiento del curso de la poltica como expectativao misin generacional (Braungart y Braungart, 1986).

    Inevitablemente, la definicin anterior tiene como supuesto unaconcepcin de la poltica. Desde nuestro punto de vista, aquello quepuede favorecer los procesos de subjetivacin comunes a partir de

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    la creacin de prcticas disruptivas que disputan generacionalmenteasuntos centrales de la vida pblica, no puede ser aprehendido sinos mantenemos dentro de los mrgenes de una definicin estre-cha de la poltica. Es decir, considerando como formas de partici-pacin poltica nicamente un conjunto de prcticas y representa-ciones que se producen entre los ciudadanos en relacin con lasinstituciones formales de la poltica: participacin en partidos pol-ticos, en procesos eleccionarios, orientaciones hacia el gobierno ysus respectivas instituciones (Sigel, 1989). Deben incorporarse alanlisis aquellas otras formas de participacin ligadas con la accin

    colectiva no institucional, ya sea en acciones de protesta o en movi-mientos sociales, susceptibles de generar marcos de experienciasy subjetivacin comunes.

    As, y slo as, podremos reconocer las especificidades de lasmodalidades de participacin entre generaciones polticas diferen-tes; sin que esto suponga interpretar a unas tomando como par-metro a las otras, como mencionamos anteriormente. En efecto,como veremos en las ltimas dos etapas propuestas de acuerdocon nuestra clasificacin, es posible reconocer un desplazamientoentre los jvenes de las formas tradicionales de organizaciny participacin poltica, hacia otro tipo de espacios y prcticas en

    los que no slo no se rechaza la poltica en cuanto tal, sino queestos espacios y prcticas se politizan sobre la base de la impugna-cin de los mecanismos delegativos de participacin y toma dedecisiones (Vzquez, 2007). Si no pudiramos aprehender estoltimo como una forma de subjetivacin poltica, evidentementedejaramos fuera del anlisis un conjunto de prcticas polticasimpulsadas por los jvenes que forman parte de los repertorios deconfrontacin que han impulsado como parte de una clara disputageneracional.

    Para terminar, queremos aclarar que la posibilidad de recono-cer el carcter poltico de un conjunto de prcticas no convencio-

    nales o no institucionales, no significa considerar que todas lasprcticas juveniles sean polticasper se. En estos trminos sera muydifcil aprehender las caractersticas que le imprimen este carcterespecfico a las prcticas juveniles.

    Reconocemos que la politizacin es un potencial u horizonteconstitutivo de cualquier vnculo social. Sin embargo, para atri-buirle carcter poltico a un colectivo y a un sistema de prcticas

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    sociales consideramos que es preciso reconocer, al menos, cuatroaspectos: 1) que se produzca a partir de la organizacin colectiva;2) que tenga un grado de visibilidad pblica (ya sea de un sujeto,de una accin o de una demanda); 3) que reconozca un antagonistaa partir del cual la organizacin adquiere el potencial poltico;4) que se formule una demanda o reclamo que, por lo dicho,adquiera un carcter pblico y contencioso.

    Estado del arte. Momentos y problemticas

    Desarrollaremos en este apartado el estado del arte sobre la rela-cin juventud-prcticas polticas, en funcin de los hitos, aconte-cimientos, acciones y problemticas significativas en cada momentohistrico.

    A. 1968-1975: Los aos dorados de la movilizacinsocial y juvenil

    Como dijimos, el acontecimiento histrico con el que inicia-

    mos el abordaje de la primera etapa (1968-76) es el Cordobazo,que puede ser analizado tambin como parte de un ciclo de rebe-liones y movilizaciones populares (Rosariazo, Mendozazo, Vi-borazo o segundo Cordobazo, entre otros). En este conjunto delevantamientos es significativo el protagonismo de los jvenes,fundamentalmente los agrupados dentro de organizaciones obre-ras (sindicales) y estudiantiles (secundarias Rosario y univer-sitarias Crdoba).

    Es importante sealar que las obras acadmicas y los discursospblicos producidos durante este perodo no refieren en todos loscasos al sujeto juvenil como un actor social de relevancia. Ms bien

    los jvenes aparecen solapados detrs de otras filiaciones que seconsideraban ms importantes y explicativas como la clase socialo la condicin de estudiante. Tambin aparecen tras algunas pro-ducciones o discursos culturales como el rock, movimientos comolos hippies, ciertas vanguardias culturales; o asociados a la militan-cia poltica, en general partidaria, aunque luego tambin dentrode los grupos armados o guerrillas.

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    No obstante, podemos destacar una obra de Ratzer (1959), edi-tada por una Editorial vinculada al Partido Comunista, en la quetempranamente se consideraba a los jvenes como un actor social.El autor esboza una definicin de juventud que va ms all de ladiferenciacin por edades, afirmando que lo que se entiendepor edad juvenil vara con los pases, las pocas y las circunstan-cias la juventud en los seres humanos avanza sobre la mera etapabiolgica. Es un fenmeno de otra calidad, que se advierte en lavida social a travs de un modo de actuar comn y de una masa deaspiraciones similares (Ratzer, 1959: 5).

    Otro tema de inters en relacin con esos aos es la de la for-macin, crecimiento y prctica de diferentes grupos armados, deno-minados tambin guerrillas. Entre los principales podemos nom-brar a Montoneros (asociado con el peronismo) y al PartidoRevolucionario de los Trabajadores-Ejrcito Revolucionario delPueblo PRT-ERP, de orientacin marxista (Pozzi, 2004).Nuevamente encontramos que lo juvenil no es problematizado comotal, si bien estas organizaciones estaban mayoritariamente confor-madas por jvenes.

    Tambin es significativa la problemtica de los nuevos movi-mientos polticos que surgen en el perodo, ya sea desde la deno-

    minada Nueva Izquierda o el Peronismo de Base (PB). Aqu po-demos incluir tambin el crecimiento de las juventudes polticas,an de partidos ya existentes por ejemplo, la Juventud Peronista(JP) (Vase Tortti, 1998; Altamirano, 2001; Cattaruzza, 1997 yRaimundo, s/f).

    Por otro lado, surgen numerosos movimientos culturales eintelectuales, que se expresan en un amplio nmero de revistas, ygrupos artsticos musicales, plsticos, cinematogrficos, entreotros (Tern, 1991).

    El movimiento estudiantil secundario y universitario es otrode los espacios de participacin juvenil que se despliega en esta

    poca (Vase Romero y Torres, 1988). Ya Jos Ratzer (1959: 90)haba considerado tempranamente a los estudiantes como el emer-gente de una cuestin social y haba expresado que no se puedeconcebir una generacin sin el aporte estudiantil por tales razo-nes, el estudiantado ocupa una posicin especial al interior de lasgeneraciones. Por su parte, Pablo Bonavena (2006) analiza alestudiantado universitario durante este perodo como un actor en

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    movimiento, que genera acciones por fuera del marco institucio-nal como ocupaciones de edificios, huelgas, actos, marchas y variasformas de lucha callejera. Podemos agregar tambin, dentro deesta dimensin, el trabajo de Ana Mara Barletta (2006) quiencaracteriza al movimiento estudiantil como un actor significativoe identificable por su presencia en el accionar callejero, en los aosprevios al tercer gobierno peronista () No cabe duda que unareconstruccin de la historia del movimiento estudiantil de estapoca no puede dejar de lados hechos, circunstancias, ideas, prc-ticas y caminos que trascendieron las demandas antidictatoria-

    les por una universidad diferente, en un momento en que stafue invadida por la sociedad y sus actores polticos y por lo tantotambin all prevalecieron y proliferaron, como en el conjuntode la sociedad, las organizaciones peronistas y las organizacio-nes armadas, con las dramticas consecuencias por todos cono-cidas (2006: 230).

    Una lnea de indagacin relevante sobre la dcada de los se-senta, refiere a los procesos de autonoma creciente de los y lasjvenes de clases medias urbanas y su relacin con la tambin cre-ciente participacin de ellos, en especial de ellas, en diversos espa-cios de la vida pblica, incluso en la poltica. Feijo y Nari (1996)

    consideran que en esta dcada de profundo malestar social, cultu-ral y poltico se comenz a delinear la Argentina moderna y se pro-dujeron importantes cambios, tanto en la vida cotidiana como enlas relaciones de gnero y entre las generaciones. Para Fernndez(1994), los sesenta marcan un momento de giro de las mentalidadesrespecto del abandono por parte de las hijas jvenes de los crite-rios de tutelaje paterno. Esta destutelarizacin se haba producidocon los hijos varones algunas dcadas atrs. Otros hechos que tuvie-ron lugar a partir de los sesenta fueron el marcado incremento dela participacin de las jvenes en los estudios universitarios, juntocon la diversificacin de las opciones de carrera; la incorporacin

    creciente de las mujeres en el mercado de trabajo y la proliferacinen los medios de comunicacin de masas de programas y artculosque problematizaron abiertamente las relaciones entre los gne-ros y las generaciones. (Palermo, 1998) En sntesis, esta dcada fuerevolucionaria para la vida diaria de las mujeres y varones de dife-rentes clases sociales: las costumbres fueron transformadas y nue-vas legitimaciones fueron construidas (Feijo y Nari, 1996).

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    En estos aos los jvenes tambin intensifican su participacinen diversas organizaciones barriales y territoriales. El trabajo socialen las villas miseria y en barrios de los suburbios de las grandesciudades es una expresin de este proceso.

    Muchas veces, este trabajo social estaba asociado de algunamanera a sectores de la Iglesia, desafiantes de la lnea oficial. Nosreferimos por ejemplo al Movimiento de Curas para el TercerMundo (MSTM) y a los Curas Villeros, relacionados con la Teolo-ga de la Liberacin y las transformaciones producidas en la Iglesialuego de la II Guerra Mundial y del Concilio Vaticano II desarro-

    llado entre 1962 y 1965 (Pontoriero, 1991 y Magne, 2004).Por ltimo, para cerrar este acercamiento inicial al primermomento del relevamiento que estamos realizando, podemos men-cionar a los nuevos grupos sindicales, que surgen como una alter-nativa al sindicalismo peronista asociado a lneas burocrticas opro-gubernamentales. Nos referimos, por ejemplo, a la formacinde la CGT de los Argentinos (CGTA) en 1968, al crecimiento degrupos identificados con el clasismo, al desarrollo de las coordina-doras fabriles en 1975 y al nacimiento de la Juventud TrabajadoraPeronista (JTP), entre otros. Este nacimiento de nuevos grupos sin-dicales, que alteran el desarrollo del conflicto socio-laboral en el

    perodo, tambin puede vincularse con el surgimiento de organi-zaciones rurales como las Ligas Agrarias, sobre todo en las provin-cias del Noreste argentino.

    B. 1976-1983: Entre la represin y la resistencia

    Hasta el momento, en esta etapa hemos podido distinguir tresespacios de participacin de los jvenes. Por un lado, las prcticasde resistencia obrera que se llevaron a cabo en los lugares de tra-bajo. Por otro, algunas instancias vinculadas con la Iglesia, en gene-

    ral, catlica. Particularmente, las Comunidades Eclesiales de Base(CEBs), que se difundieron en diversos lugares de la Argentinaluego del golpe de estado de 1976. Por ltimo, las experiencias detomas de tierras y asentamientos, muchas veces relacionadas conlas CEBs y que instituyen formas de militancia territorial que ten-drn su crecimiento en las dcadas posteriores.

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    Acerca de las formas de participacin y resistencia sindicales,podemos mencionar las obras de Pozzi (1988) y Gresores (2002).En la primera se ponen de manifiesto las prcticas cotidianas deresistencia obrera, que se expresaban sobre todo en sabotajes a laproduccin, luchas locales (con un rol importante de las comisio-nes internas de fbrica, por ejemplo) e incipientes agrupamientossindicales que crecieron luego de 1981. Por su parte, Gresores des-taca algunas luchas sindicales que demuestran que el movimientoobrero no permaneci pasivo o quieto ante la avanzada militar encontra de sus intereses. En ambos trabajos surge la participacin

    de los obreros jvenes, en relacin con las tradiciones combativasde aos anteriores, como sujetos activos de las prcticas de luchay confrontacin que se analizan.

    Sobre las instancias vinculadas con la Iglesia y las CEBs, nosremitimos a las obras citadas en la etapa anterior. Aqu se explicael proceso de surgimiento de las CEBs en el marco delMSTM, a lavez como acontecimiento de ruptura que marca una forma alter-nativa de vnculo entre la Iglesia y los conflictos sociales quetambin muchas veces desborda a la propia institucin eclesis-tica, y como expresin de un proceso histrico de cambio quevena de las dcadas anteriores. En todos los casos, el proceso de

    conformacin de las CEBs y los espacios alternativos en la Iglesiacatlica fue protagonizado por jvenes, sea en el lugar de nuevossacerdotes comprometidos con la prctica social y poltica, o degrupos de jvenes laicos organizados territorialmente.

    Respecto de las tomas de tierras y asentamientos, citamos lasobras de Cuenya (1984), Aristizabal e Izaguirre (1988), Fara (1989),Cravino (1998), Vommaro (2006) y Vommaro y Marchetti (2007).En todas se destaca el protagonismo juvenil que impulsa estos pro-cesos en los que se expresa un tipo de vnculo entre los jvenes ylas prcticas polticas que deja entrever algunas caractersticas quesern rasgos predominantes de las prcticas polticas juveniles en

    perodos posteriores. As, la accin directa, la forma asamblearia yla tendencia a la dilucin de las jerarquas en los mecanismos detoma de decisiones, la importancia de la participacin directa porsobre la delegacin y la representacin, la tensin como constitu-tiva de la relacin entre la organizacin social y las institucionesestatales que puede analizarse tambin como una incipiente dis-cusin acerca de la autonoma, y la centralidad de los vnculos

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    territoriales y comunitarios, son rasgos que pueden identificarseen los procesos de tomas de tierras y asentamientos urbanos de estaetapa que tendrn nuevas expresiones aos ms tarde (Vommaro,2006 y Vommaro y Marchetti, 2007).

    C. 1983-1989: Restauracin democrticay retorno a la legalidad de las institucionespolticas

    Este perodo es significativo por cuanto es en el que podemosidentificar el nacimiento, dentro de los estudios acadmicos, de laproblemtica de la juventud en cuanto tal y como objeto sistemticode anlisis. Ubicamos aqu el trabajo pionero de Braslavski (1986),que analiza la situacin educacional y laboral, la participacin pol-tica y la distribucin geogrfica y social de jvenes entre 15 y 24 aos,con el objetivo de analizar su grado de homogeneidad- heteroge-neidad como colectivo social. Podra decirse que se trata de untrabajo de frontera, porque est marcado por las caractersticassocio-polticas de la etapa de transicin democrtica en Argentina,marco en el cual resalta, por ejemplo, la existencia de una mayor

    predisposicin en los jvenes que en los adultos a participar en lospartidos polticos, sobre todo en aquellos que proponen proyectospolticos y socioeconmicos alternativos al modelo existente, comola Unin Cvica Radical.

    Como lo indica el trabajo de Sidicaro y Tenti Fanfani (1998),la transicin democrtica mostr entre los jvenes una fuerte perocorta participacin poltica mediada por las instituciones tradicio-nales de la poltica: los partidos polticos. Este repentino auge, queno puede ser entendido sin contemplar las expectativas que elretorno de la democracia haba generado en gran parte de la pobla-cin, especialmente entre los jvenes, cuyos primeros aos de vida

    estuvieron marcados por el contexto de fuerte represin, autori-tarismo y violencia estatal hacia las diferentes formas de expresiny participacin en la escena pblica (desde la asistencia a recitaleshasta la prohibicin de intervenir en cualquier tipo de experienciapoltica, cuyo riesgo era la prdida misma de la vida).

    As tambin, encontramos un conjunto de trabajos que analizanel lugar ocupado por el rock nacional como espacio de resistencia

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    juvenil a las coacciones sociales propias de la dictadura militar. Deesta manera, de acuerdo con Vila (1985), el rock se constituir enun refugio identitario de los jvenes, en tanto expresin de unacultura que se viva como propia. Segn Pujol (2005), en aqueltiempo, este tipo de msica no alcanz a constituirse en una mani-festacin de resistencia poltica, en tanto limitado como formameramente cultural.

    En sntesis y, como seala Jeln (2003), estos fueron los aosde la liberalizacin de las dictaduras y las transiciones en el ConoSur, lo cual se refleja en las producciones del momento, aunque

    las mismas no tengan an como eje analtico privilegiado al sujetojuvenil.

    D. 1989-2001: La larga dcada neoliberal:entre la crisis de la poltica institucional

    y la movilizacin juvenil en las calles

    Segn Molinari (2006), es a partir de estos aos cuando comienzaa modificarse la forma de procesar socialmente la idea de juventuden comparacin con dcadas anteriores; mientras que en los

    setenta, la juventud estaba claramente identificada y delimitadadentro de una franja etaria. El mundo de los jvenes se constituaoponindose con sus prcticas y pensamientos al mundo adulto,que representaba los valores burgueses: de organizacin familiar,de estilos de vida y sobre todo la aceptacin al orden socioecon-mico establecido. En los noventa la juventud ya no est atada a laedad cronolgica de los sujetos, sino que se transform en s mismaen una prctica, en la construccin de un estado juvenil. Actual-mente lo juvenil es un estilo de vida que, como tal, puede ser adop-tado por gente de edades variadas y el mundo adulto en s se desdi-buj cada vez ms, perdiendo muchas de las caractersticas que lo

    particularizaban, al juvenilizarse en forma creciente (2006: 75).Por otra parte, la bibliografa acadmica sobre los jvenes semultiplica en esta etapa. Podemos hacer referencia a un conjuntode estudios y lneas de anlisis que abordan lo juvenil desde dife-rentes puntos de vista y de acuerdo con distintas inquietudes.

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    Por un lado, algunos trabajos se proponen realizar una des-cripcin general 2 , a partir de datos estadsticos, de la juventudargentina. (Deusche Bank, 1992 y 1999; Tenti Fanfani y Sidicaro,1998) Tenti Fanfani y Sidicaro (1998) se apoyan para esta descrip-cin en una encuesta realizada en Argentina por UNICEF, queincluye como variable las visiones de los jvenes sobre la poltica,en la que se observa una distancia entre el inters que manifiestanhacia ella (36%) y su participacin activa en este campo (2%). Losresultados apuntan a trazar un panorama recurrente en este tema:la apata explicada desde la falta de legitimidad otorgada a las ins-

    tituciones polticas.Ahora bien, aunque se trata de bases empricas numricamenteimportantes, convendra atender a algunas de las crticas que sehan formulado a esta forma de aprehender la juventud: predomi-nio de la contabilidad descriptiva sobre la explicacin, ausencia demarco terico, la juventud se toma como grupo social aunqueno se teorice sobre ello (Martn Criado, 1998:43). Es decir, quela despreocupacin por enmarcar tericamente el dato emprico,hace que se llegue a enunciaciones de alto impacto meditico peroque carecen de un nivel explicativo conceptual o interno respectodel colectivo joven. Un sesgo de esta perspectiva de anlisis es que

    omite el rastreo de otras formas de participacin socio-poltica notradicionales las cuales, al invisibilizarse, ocultan novedosas fuen-tes de activismo juvenil que son relevantes (para mencionar sloalgunas: la militancia en organizaciones populares de distinto tipo,las prcticas socio-culturales de denuncia o expresivas de reivindi-caciones de distintos grupos, el ecologismo).

    Por otro lado, en el campo de las investigaciones de corte cua-litativo, una tendencia de los ltimos aos es la superacin de laslimitaciones que implicaba concebirla (a la participacin polticade los jvenes) slo vinculada a la esfera de la poltica formal tra-dicional (partidaria y electoral) (Prez Islas, 2006: 153).

    2. En Argentina, a diferencia de otros pases de la regin, no se realizan encuestasnacionales de juventud. En Latinoamrica, las mismas constituyeron una novedad apartir de fines de la dcada de los ochenta. El pionero fue Paraguay que en 1988produjo la primera. Luego, pases como Uruguay (1990), Bolivia (1996); Mxico yColombia (2000) tambin aplicaron estos instrumentos a gran escala. Chile se destacacontando con informacin estadstica de sus jvenes a lo largo de una serie temporal(1994, 1997, 2000 y 2003).

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    Sin embargo, la idea de que los jvenes se encuentran alejadosde la poltica y la participacin sigue teniendo fuerte presencia enlos estudios e investigaciones de la etapa que se conoce como lalarga dcada del neoliberalismo en Argentina. Entre estos pode-mos mencionar los trabajos de Kozel (1996), Mayer (2007), Balar-dini (2000), Urresti (2000). Si bien los trabajos mencionados per-miten analizar y comprender las causas que llevan al alejamientode los jvenes de las formas ms tradicionales de implicacin conla poltica mostrando los aspectos sociales, polticos y cultura-les que posibilitan la comprensin de dicho alejamiento y prdida

    de legitimidad de las instituciones estatales y partidarias, rara-mente se enfocan en analizar aquellos otros espacios en los que spodemos identificar un fuerte protagonismo juvenil.

    Otros trabajos han indagado el efecto que las transformacio-nes a nivel de sistema productivo y las profundizaciones del mo-delo neoliberal han tenido sobre las desigualdades sociales y cmoesto ha impactado en los jvenes. Molinari (2006) afirma que losjvenes aparecen en este perodo3 como un actor fragmen-tado, agrupados (ms que en los partidos polticos tradicionales)en las mltiples y variadas organizaciones que ya no son mo-vimientos de masas generadores de identidades colectivas, sino

    grupos de pertenencia y contencin identitaria que intervienen enforma parcial en la vida social y ya no sienten que el futuro les per-tenece, por el contrario deben construir y sostener su presente(2006: 70).

    Auyero (1992) analiza el proceso de desciudadanizacin delos jvenes de sectores populares, producto de la creciente pau-perizacin y exclusin social de amplios sectores de la poblacin,y propone indagar el lugar de stos, no slo en la democracia for-mal sino ms bien en relacin con el trabajo, la escuela y otras vasde integracin social, que tradicionalmente han sido mecanismosde ascenso social en la Argentina.

    Este diagnstico, prcticamente omnipresente, encuentra di-ferentes respuestas entre los autores. Algunos acentan la impo-sibilidad de garantizar la integracin social entre los jvenes, mien-tras que otros sealan la importancia de las estrategias de movilizacin

    3. La aclaracin es nuestra.

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    y accin colectiva como una va para la creacin de novedosas formasde existencia a partir del activismo poltico.

    A continuacin, mencionamos cinco lneas de investigacinpredominantes en cuanto a los temas de estudio ms caractersticosacerca de los jvenes en este perodo.

    1.Jvenes, trabajo y participacin sindical: La bibliografasobre juventud ha mostrado la relativa prdida de centralidad deltrabajo como eje para la construccin de identidades personales ypolticas (Svampa, 2000; Kessler, 1996).

    Otero (2006) analiza los efectos que han tenido para los jve-nes que participan en movimientos de trabajadores desocupados,la participacin en emprendimientos productivos en cuanto a lasrepresentaciones acerca del trabajo.

    La cuestin de la participacin sindical juvenil ha sido pocoinvestigada, lo cual se explica por la fuerte precarizacin del empleoque sign el mercado de trabajo en Argentina en los noventa (Bisioy Mendizbal, 2003).

    2.Jvenes y educacin: Las perspectivas de anlisis ms cer-canas a nuestro objeto dentro de esta lnea de indagacin se pro-

    ponen explorar: a) las configuraciones polticas construidas en lasinstituciones escolares, entendidas como parte de la socializacinpoltica juvenil (Nez, 2008: 150); b) la participacin de los jve-nes en agrupaciones universitarias (Pronko, 1999, 2001; Picotto yVommaro, 2007) y c) la difcil relacin entre los jvenes de secto-res populares y la insercin educativa. Fundamentalmente, stosse enfocan en la consideracin de las transformaciones de la edu-cacin pblica, as como tambin las dificultades de los jvenespara continuar sus estudios en un mbito cada vez ms alejado delos escenarios de vida de los sectores populares. Tenti Fanfani(2000) y Duschatzky y Corea (2002) problematizan cmo incide

    el desacople entre las experiencias de los jvenes y la escolaridaden la construccin de la ciudadana de estos ltimos. El trabajo deObiols y Obiols (1999), reflexiona en torno a la incidencia de losfenmenos propios de la postmodernidad en la constitucin sub-jetiva de los adolescentes y en sus consecuencias a nivel de la socia-bilidad escolar.

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    3. Culturas juveniles:Mltiples trabajos han abordado lasprcticas juveniles consideradas desde una perspectiva estticacomo dimensin significativa (Sarlo, 1994). Podemos agregar aqula crtica formulada por Margulis y Urresti (1996) a la considera-cin de la juventud como mero smbolo o esttica. Sin embargo,muchos de estos trabajos han buscado mostrar cmo podan iden-tificarse aspectos desafiantes y de carcter poltico en la multipli-cidad de estticas y prcticas entre los jvenes.

    4.Jvenes y gnero: La lnea de investigacin que analiza a

    los y las jvenes desde una perspectiva de gnero ha sido abun-dante en la poca y an lo es en la actualidad. En este sentido, si haydiferentes modos de ser joven, el gnero es sin duda una de las va-riables significativas para pensar estas diferencias; otra es la de laorientacin sexual. Estas investigaciones entrecruzan el gnero conotras perspectivas, tales como la educativa, la del trabajo y empleo,la de culturas juveniles, entre otras.

    Particularmente relevante para el tema de este trabajo es la lneaque aborda la relacin entre identidad de gnero y construccin dela profesionalidad en las y los jvenes estudiantes universitarios,considerando como variables la participacin de stos en movimien-

    tos estudiantiles o la cuestin del poder (Palermo, 2001 y 2008).

    5.Jvenes y movimientos sociales. En esta dimensin pode-mos ubicar los trabajos que analizan experiencias de organizacinsocial juveniles como el caso de Hijos por la Identidad y la Justiciacontra el Olvido y el Silencio (HIJOS), que nace en 1995; los Movi-mientos de Trabajadores Desocupados (MTDs), sobre todo en susvariantes territoriales y autnomas a partir de 1997; y las agrupa-ciones estudiantiles independientes que surgen en varias univer-sidades nacionales a partir de los primeros aos de la dcada delnoventa.

    Estas organizaciones juveniles o con fuerte protagonismojuvenil surgen en espacios estudiantiles, culturales, barriales, dederechos humanos y tambin sindicales; donde comienzan a esbo-zar nociones como las de autonomay horizontalidad. En un co-mienzo, dichas nociones se constituyen en una suerte de gua parala accin, surgidas ms que nada a partir de un conjunto de intui-ciones que definan qu era lo que se rechazaba; pero apareca

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    menos claro aquello que se quera construir. El rechazo hacia lasformas clsicas de hacer poltica era ms fuerte que la afirmacinpositiva de lo que se buscaba. Justamente en esta bsqueda y eneste rechazo, las agrupaciones juveniles comienzan a definirse comoindependientes no slo de los partidos, los sindicatos y el Estado,sino adems de las modalidades de deliberacin y toma de decisio-nes sostenidas por aqullos.

    Se buscaron formas de funcionamiento interno bsicamenteasamblearias, a partir de las cuales se intentaba anular la construc-cin de jerarquas internas y promover el ejercicio de la democra-

    cia directa, promoviendo la participacin del colectivo en el pro-ceso de toma de decisiones y rechazando las formas delegativas yrepresentativas de la poltica. En relacin con esto, se pretendafortalecer la formacin poltica de sus integrantes a partir de la re-flexin sobre la prctica concreta que estaban desarrollando y dela constitucin de grupos o comunidades de pertenencia basadosen el despliegue de vnculos y de afectos; prctica poltica que sesuperpona, deliberadamente, con la vida cotidiana de sus miem-bros. Asimismo, sus prcticas se desarrollaron a partir de un tipode intervencin disruptiva, donde cobraba centralidad la accindirecta. El escrache que instituye HIJOS (Bonaldi, 2006 y Zibechi,

    1997 y 2003) y el corte de ruta (o piquete) que instauran los movi-mientos de trabajadores desocupados, expresan un tipo de accinen el que la apropiacin del espacio pblico sin mediaciones dealgn tipo, son centrales en este sentido. (Vzquez y Vommaro,2008; Zibechi, 2003)

    Adems de los agrupamientos mencionados, podemos desta-car tambin el denominado colectivo 501 y diversos grupos cultu-rales, artsticos y de medios de comunicacin alternativos.

    Finalmente, destacamos que en este perodo comenzaron a rea-lizarse no slo anlisis acerca de la juventud, sino adems compa-raciones con respecto a los jvenes de los 60 y 70. As, la partici-

    pacin juvenil, que en el perodo anterior no era abordada en estostrminos, comienza a ser percibida de este modo en funcin delafn comparativo de algunos estudios. Cabe mencionar, como seobserva en el trabajo de Balardini (2000) y de Urresti (2000), quesi bien aparece una cierta nostalgia respecto de las formas organi-zativas y la actitud contestataria de los jvenes de las dcadas ante-riores- como se ve en el trabajo de Wortman (1991), se hace un

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    esfuerzo por desculpabilizar a los jvenes y analizar sus formasde compromiso poltico de acuerdo con el contexto histrico socialen el que viven, es decir, como emergente o sntoma de una deter-minada poca.

    El ya citado trabajo de Molinari (2006) tambin coteja los ima-ginarios dominantes de la militancia revolucionaria de los 70 y dela dcada de los 90, a partir del anlisis de la dimensin normativaque ambos suponen y de las prcticas de sociabilidad juvenil deuno y otro momento histrico. La autora procura apartarse de unavisin escptica de la inscripcin poltica de las actuales generacio-

    nes cuando plantea: si bien se afirm que la accin poltica y la accinsocial quedan relegadas, esto no significa que sean negadas o inexis-tentes. Simplemente este actor social cambiante y discontinuo lla-mado joven busca, inventa o encuentra espacios de accin socio-poltica que generalmente provocan rupturas e intersticios en losdiscursos y las prcticas hegemnicas (2006: 81).

    La autora, apoyndose en la obraLa voluntad, de Anguita yCaparrs (1997), en la que se analiza la militancia argentina delos 60 y 70 propone que, as como en dicho momento el relatode la juventud podra efectivamente ser analizado en trminos delconcepto voluntad, en los 90 podra serlo desde el concepto de

    reflexividad esttica debido a la auto referencialidad propia de estapoca. Al inscribir el anlisis de la juventud en los diferentes con-textos histricos, se ubica en el contexto del mundo postmoderno,fragmentado en infinidad de posibles elecciones y mltiples rela-tos, en contraposicin al relato totalizador de los 60-70.

    Otro aspecto significativo en cuanto al afn comparativo entrelas diferentes dcadas, tiene que ver con la formulacin de un nuevopatrn interpretativo acerca de las dcadas del 60 y del 70, en elque se busca analizar no slo la participacin en organizacionespolticas por parte de los jvenes (siendo este el tipo de enfoquepredominante), sino ms bien captar aspectos contraculturales ges-

    tados en las diversas prcticas de los mismos. En este sentido, cabemencionar los trabajos de Cattaruzza (1997) y Pujol (2003), quie-nes proponen interpretar aquellas dcadas de acuerdo con la nocinde cultura juvenil.

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    E. 2001-2008: Crisis y poscrisis en la Argentina.De la rebelin a la reinstitucionalizacin?

    La profunda crisis de fines de 2001 repercuti sobre las esferaspoltica, social, econmica y cultural y abri un nuevo ciclo demovilizacin, marcado por el regreso de la poltica a las calles.Tambin conllev una demanda doble: por un lado, implic unaapelacin a la creacin de una nueva institucionalidad, que dabaprioridad a la autoorganizacin de lo social; por otro lado, trans-miti un llamado a la normalidad que poda entenderse como una

    demanda de intervencin y regreso del Estado para garantizar laseguridad y la ejecutividad. As, se fue dando forma a un nuevo espa-cio pblico, donde tuvieron lugar los primeros cruces e intercam-bios entre un conjunto heterogneo de actores sociales moviliza-dos, que buscaban recuperar su capacidad de accin, mediante lacreacin de lazos de cooperacin y solidaridad, fuertemente soca-vados luego de una larga dcada de neoliberalismo (Svampa, 2005).

    El nuevo escenario otorgara mayor visibilidad a los movimien-tos sociales existentes, especialmente a las organizaciones piquete-ras, muchas de las cuales fueron estableciendo vnculos con secto-res de las clases medias movilizadas, al tiempo que comenzaran a

    interactuar e insertarse en las redes promovidas por los movimien-tos crticos a la globalizacin neoliberal. Asimismo, esta aperturapromovi la emergencia y expansin de otras formas autoorgani-zadas de lo social, como las asambleas barriales, las fbricas recu-peradas por sus trabajadores, los colectivos culturales y de informa-cin alternativa, las organizaciones de desocupados y las redes deltrueque, producto del colapso de la economa formal. Sin embargo,si bien encontramos una profusa bibliografa sobre estas temticas,estas formas emergentes de accin social en lo pblico, no sonledas generalmente en clave juvenil, siendo los estudios sobre movi-mientos sociales y en especial los que se nuclean a partir de la

    problemtica de la desocupacin una excepcin al respecto.En estos aos podemos ubicar un corpusde trabajos que abordanla compleja relacin entre condicin juvenil y accin colectiva, apartir de la participacin de los jvenes en distintas expresiones queha asumido la participacin poltica a travs de organizacionesde fuerte arraigo territorial, las cuales inicindose a mediadosde la dcada de los noventa, se han ido consolidando a lo largo

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    de estos aos. En esta lnea, podemos mencionar los trabajos deZibechi (2003), Bonaldi (2006), Vzquez (2007), Vzquez yVommaro (2008), Piccotto y Vommaro (2007) y Colectivo Situa-ciones (2002), que analizan la importancia que ha tenido la parti-cipacin de los jvenes en espacios organizativos, fuertemente atra-vesados por la bsqueda de alternativas que les permitan no slodar expresin a sus demandas polticas, sino satisfacer sus necesi-dades materiales bsicas, a partir de una situacin de fuerte preca-rizacin y/o exclusin laboral. Las caractersticas centrales de laparticipacin en este tipo de espacios son: mecanismos de toma de

    decisiones asamblearios, la deconstruccin de las relaciones de jerar-qua y el impulso de otras ms horizontales, la participacin en laescena pblica a partir de la accin directa y sin mediaciones y,finalmente, la definicin de los colectivos como autnomos, esdecir, independientes del estado, los partidos polticos, los sindica-tos y la iglesia. En esta lnea, otros trabajos enfatizan en el impactoa nivel subjetivo que tales prcticas producen en los jvenes, pro-moviendo una modalidad incipiente de construccin de una ciu-dadana protagonista, basada especialmente en la posibilidad depensarse a s mismos como sujetos capaces y competentes paraparticipar en estos espacios asociativos a nivel local (Guerreiro y

    Wahren, 2005; Bonvillani, 2006 y 2008).As, podra pensarse que estos estudios que tienen como ejelas nuevas formas de participacin juvenil a travs de accionescolectivas, configuran una nueva lnea de investigacin que se hadesarrollado fuertemente en los ltimos aos.

    Paralelamente, encontramos varias investigaciones que per-sisten en focalizar sobre objetos propios de las instituciones tra-dicionales del mundo poltico, analizando las representaciones ysentidos que construyen los jvenes respecto a democracia y par-ticipacin (Bermdez, Savino y Zenklussen, 2004); ciudadana(Aqun y colaboradores, 2007), poltica (Zaffaroni y colaborado-

    res, 2007). En ellos encontramos un eje articulador: la distanciaexistente entre un nivel de formulacin ideal que entiende a la pol-tica como medio para resolver los problemas de la sociedad y otroque es el de las prcticas concretas, caracterizadas como necesa-riamente corruptas, lo cual parece mostrar la vigencia de la formu-lacin discursiva que se vayan todos, que identific a la sociedadargentina en los sucesos de fines de 2001.

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    Son escasos los estudios que indagan la relacin directa de losjvenes con la poltica institucionalizada en los distintos niveles deimplementacin estatal. En esta direccin se puede ubicar el tra-bajo de Fernndez y otros (2006), que analiza las caractersticas delos posicionamientos subjetivos que promueve en jvenes vulne-rabilizados un programa de micro-emprendimientos que los tienecomo destinatarios y que ofrece una organizacin gubernamentaldel Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, destacando que lareproduccin de ciertas lgicas clientelares, as como actitudespaternalistas y burocrticas, que se despliegan en estas acciones

    institucionales, lesionan la posibilidad de producir auto