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Los diálogos italianos que Bruno publica en Inglaterra, donde vive protegido por el em- bajador de francia, se consideran ejercicios de filosofía moral. pero también pueden leer- se a la luz de los textos herméticos. todo el pro- yecto intelectual de Bruno va dirigido a la res- tauración de la religión mágica de los egipcios. Una «religión de la mente» que al mismo tiem- po es una reforma interior y tendrá su reflejo en la bóveda celeste. Defiende su plan ante el vicecanciller de Oxford y sus ilustres doctores, se presenta ante ellos como un «desvelador de almas adormecidas». pero no sabe callarse y disimula mal su desprecio por las cabezas mitradas o birreteadas, por las togas y los es- cudos de armas. ni la testa ungida, ni la frente persignada, ni el pene circuncidado, le pare- cen dignos de respeto. Sólo la vida del alma lo merece, la religión de la mente. Y a ella se va a dedicar, combinando la magia y la cábala con el lulismo y el arte de la memoria. Los doctores de Oxford se quejan de su descortesía y escaso civismo. Alguno lo trata con dureza: «aquel pajarraco italiano desea llevar a cabo alguna empresa memorable que le proporcione fama». Lo acusan de plagio, de haber extraído sus conferencias, «casi palabra por palabra», de las obras de Marsilio ficino. Aunque es un ex dominico orgulloso de su antigua orden, Bruno, tiene poco aprecio por la religión organizada. conoce bien la obra de Alberto Magno y guarda un gran respeto por tomás de Aquino, pero su forma de tra- bajar es de un sincretismo extremo. Sus diá- logos italianos están trufados de ideas excén- tricas. conoce a platón y a los neoplatónicos a través de las traducciones de ficino, conoce el averroísmo y la Fons vitae de Avicebrón, a paracelso y por supuesto la obra magna de cornelio Agrippa. Es un antiaristotélico ra- dical. Aristóteles encarna la figura del pedan- te, del erudito banal y afectado, incapaz de comprender la magia profunda que anima el universo. El pedante tiene en el fondo una mentalidad infantil y dócil, que le impide ele- varse sobre los conceptos en los que ha sido educado. Ofuscado, en cuanto se encuentra al aire libre en seguida quiere regresar a su madriguera. tiene la ceguera de los matemá- ticos, cuya ciencia también constituye otro tipo de pedantería y un obstáculo para alcan- za verdades más profundas. Las matemáticas de copérnico pueden superarse con las in- tuiciones de nicolás de cusa. La Expulsión de la bestia triunfante (1584) vuelve a reivindicar la religión de los egipcios. Rinde culto a la divinidad presente en todas las cosas: «aunque los vestigios naturales nos anuncien la presencia de Marte con mayor intensidad en la víbora o el escorpión, no de- jan de existir en la cebolla o el ajo, o en cual- quier imagen o estatua inanimada». Las ce- remonias de los egipcios no eran vanas fan- tasías, «sino vivas voces que llegaban a oídos de los dioses». Los cocodrilos, gallos y cebo- llas nunca fueron adorados por sí mismos, sino por los dioses que había en ellos. Se trata de contemplar la divinidad que mora en to- das las cosas, «una fecunda naturaleza, ma- dre y conservadora del universo, que resplan- dece en los diferentes individuos y toma di- versos nombres según sea el grado de comu- nicación con ellos.» El hombre, por su parti- cular puesto en el cosmos, debe ascender ha- cia ella mediante la participación en sus di- versos dones. cualquier otro camino que no vaya en esta dirección es vano. El fundamen- to de la posibilidad misma de la ascensión es que el principio vivificador de las cosas ema- na del sol y la luna, y de los siete astros que se encuentran más allá de ellos. «Algunas plan- tas, animales o piedras, pertenecen a este o aquel planeta, a Saturno, o bien a Júpiter o Marte». «La divinidad se encuentra en todas las cosas, es Una y se difunde y comunica de innumerables modos». Y el hombre puede intervenir en ella, pues «la misma naturaleza que da peces a los mares y los ríos, animales salvajes a los desiertos, metales a las minas y frutos a los árboles, también da suerte, virtu- des, fortuna e impresiones a ciertas partes de ciertos animales, bestias y plantas». Ante los doctores de Oxford, Bruno reivin- dica a Zoroastro y los oráculos caldeos, a los gimnosofistas indios, a egipcios, órficos y pi- tagóricos. todos ellos, en su contemplación del universo, «alcanzaron a una comprensión mucho más profunda que Aristóteles y todos los peripatéticos». Una compresión más hon- da incluso que la de matemáticos como co- pérnico (en cuyo diagrama de su nuevo siste- ma aparecen las palabras de hermes trisme- gisto que se refieren al Sol como dios visible). Un Sol que no cesa de difundir su luz, aunque no le prestemos atención. En la Cena de le ce- neri, Bruno se presenta a sí mismo como por- tavoz de «aquellos hombres de vida modera- da, expertos en medicina, juiciosos en la con- templación, milagrosos en la magia, cautos en la superstición», que han sabido ascender a través de las esferas. no se ciñe a la ortodoxia católica ni a la protestante, la suya es una ver- dad oriental, mágica. El mago, como afirma el Pimander, «penetra a través de la ar- madura de las estrellas, traspasando los márgenes del mundo». Su estilo mezcla la mitología, la filosofía y la poesía. Recibe con entusiasmo el des- cubrimiento del movimiento de la tierra, símbolo de la renovación y renacimiento de todas las cosas. «nada hay en el mundo natu- ral que sea eterno». cornelio Agrippa ya había advertido que resultaba irracional considerar que las estrellas, que dan vida y animación a todas las cosas, se encontraban ellas mismas desprovistas de vida y movimiento. todo ello sirve para confirmar la animación universal, la idea de que todo está lleno de vida. Una causa infinita tendrá un efecto infinito. La fe de Bruno en el infinito y en los innume- rables mundos, con sus antecedentes en ni- colás de cusa, que recogerán Alexandre pope, Kant y Leibniz, se basa en el antiguo principio de plenitud. Se trata de una concepción vi- talista y mágica. Los planetas están anima- dos, son seres vivos que se mueven por el espacio gracias a su recíproco entendimien- to. El espacio exterior, como dice el Asclepio, se encuentra lleno de seres inteligibles. Bru- no interpreta el copernicanismo como un anuncio del retorno a la Prisca theologia. Ad- mira a nicolás de cusa y ve en Alberto Mag- no al auténtico mago. todos ellos pertene- cen a una misma tradición, que ha llegado hasta nosotros a través de Orfeo de tracia, tales de Mileto, Zoroastro, los gimnosofistas indios, los egipcios y los caldeos. En De la causa, principio e uno, Bruno in- sistirá en que todo es Uno y ello permi te al mago moverse con seguridad, pues «sólo hay una y la misma escalera por la que des- ciende la naturaleza para llevar a cabo la pro- ducción de las cosas y por la que asciende el intelecto para el conocimiento de éstas». El mago está destinado a llevar a cabo una labor de reconciliación, en un universo poblado de innumerables mun- dos, todos ellos animados gra- cias a la maravillosa potencia de la imaginación divina. Regreso a Italia Giovanni Mocenigo, noble veneciano, contacta con Bruno a través de su librero. Quiere aprender los secretos del arte de la memoria y lo invita a que se traslade a ve- necia. El nolano no ha he- cho otra cosa durante años que cruzar fronteras y la idea de regresar a su tierra lo seduce. Su principal ac- tividad ahora es «escribir, soñar y astrologizar». A veces se va de la lengua y dice saber más que los apóstoles. considera que el mundo ha llegado a su máximo nivel de corrup- ción y que ha llegado el momento de una profun- da regeneración. En 1591 pasa tres meses en padua y posteriormente vive por su cuenta en venecia. Sigue en su esfuerzo por adquirir una personalidad má- gica, una mente en la que se hagan efectivos los «vínculos» derivados del amor. pero su carácter, irritable y pendenciero, carece de la astucia o el savoir faire de un campanella y empieza a resultar evidente que carece de la fascinante personalidad a la que aspira. Sufre accesos de rabia en los que pronuncia terribles afirmaciones que atemorizan a sus oyentes, lo que acaba convirtiendo en vana la transmisión de su mensaje. poco después se traslada a vivir a la mansión de Mocenigo y comienza a instruirle. Se ha dicho que esa invitación era una trampa, también se ha di- cho que el anfitrión, defraudado con sus en- señanzas, se venga denunciándolo ante la Inquisición. Bruno empezó a sentirse incó- modo e hizo gestiones para marcharse, pero el veneciano lo retuvo en su palacio y acabó entregándolo al Santo Oficio. En los primeros interrogatorios expone su doctrina como si estuviera ante los doc- tores de Oxford o parís. El universo es infi- nito, pues infinita es la potencia divina. La tierra es un astro similar a la Luna y a los otros planetas, que existen en número infi- nito. Las estrellas tienen una naturaleza an- gélica. La providencia hace que cada cosa de este mundo esté viva y dotada de movi- miento, y esa condición de la naturaleza es sombra o vestigio del Supremo. Aunque la divinidad es inefable e inexplicable, sus tres atributos: potencia, Sabiduría y Bondad, equivalen a mens, intellectus y amor. tras con- cluir el proceso de venecia, se retracta de to- das las herejías que le imputan y se somete a la benevolencia de los jueces. pero según la ley, las actas debían pasar a Roma. El je- suita Bellarmino extrae de sus obras ocho proposiciones heréticas y le conmina a ab- jurar de ellas. Bruno consiente, pero poco después retira sus retractaciones y se obsti- na en declarar que no ha caído en herejía y que el Santo Oficio ha malinterpretado sus afirmaciones. Insiste en que su doctrina es ortodoxa en lo que se refiere al padre o mens, pero admite que no lo es respecto al hijo, mientras que su concepción de la tercera persona, el Anima mundi, era admitida por todos los neoplatónicos cristianos. La cruz es un símbolo estrictamente egipcio, cargado de poderes mágicos, pero el Filius Dei hermético no se identi- fica con la segunda persona de la trini- dad. La Prisca theologia egipcia ya no es la filosofía original que anuncia el cristia- nismo, sino la única religión verdadera. Estas afirmaciones terminan por conde- narlo y es declarado hereje e impenitente. Un testigo refiere que le oyó decir que exis- ten innumerables mundos, que la magia es algo lícito y bueno, que Moisés la había aprendido de los egipcios, y que de ella se sirvió el propio cristo. Entregado al brazo secular, es quemado vivo en el campo de’ fiore el 17 de febrero de 1600. A partir de ese trágico aconteci- miento, se inicia la leyenda del librepensa- dor que pereció en la hoguera por afirmar la existencia de innumerables planetas como el nuestro y el movimiento terrestre. Una leyenda que empezará a tambalearse tras la publicación del Sommario, en el que se advierte la escasa referencia a cuestio- nes de carácter científico. Inmerso en el hermetismo, incapaz de concebir la filosofía de la naturaleza mediante el número o la geometría, no con- cibe otra doctrina que el arte de la imagina- ción, que ha hereda- do de los magos del Renacimiento. JUAN ARNAU Filósofo SÁBADO, 10 DE FEBRERO DE 2018 6 SÁBADO, 10 DE FEBRERO DE 2018 7 Giordano Ajusticiado por la Inquisición, Giordano Bruno muere en la hoguera en 1600 sin exhalar un solo grito. En 1889, una suscripción internacional erige una estatua en el Campo de’ Fiori, exaltando su figura como mártir de la libertad, defensor de Copérnico y precursor de la ciencia moderna. Nada más alejado de la realidad. Levante EL MERcAntIL vALEncIAnO el fuego fatuo N o habéis entendido el concepto, muchachos. Algunos de vosotros sois unos malpensados y unos alarmistas. El viento que recorre el mundo no es un temporal de revisionismo puritano, ni una borrasca de buenista ñoñez infantiloide, sino que se trata de una necesaria puesta al día de los conteni- dos y formas del gran arte. ¿O es que somos caníbales aún? ¿O es que todavía andamos por la estepa en taparrabos, o, discúlpen- me –para que no suene con tanta crudeza–, en ropa interior, en paños menores, como se ha dicho durante toda la vida? El propósito último de la literatura ha sido siempre docere et delectare, enseñar deleitan- do, y no hay mejor manera de enseñar que corregir. La corrección representa el grado máximo de la enseñanza, y no existe mejor manera de corregir que tachar, borrar, alige- rar las cosas. El arte debe ser aéreo, ingrávido, sutil, y, puestos a desear lo mejor, ha de intentar no ofender a todas esas minorías cuyos derechos hemos logrado reivindicar con tantos sacrifi- cios. Me refiero a los niños, a las mujeres, al co- lectivo LGtB, a los animales, a las minorías re- ligiosas, a las etnias del mundo, a la tercera edad (antes conocidos como viejos), a los dis- capacitados, a los enfermos (individuos en proceso de sanación), a las agrupaciones de ateos y agnósticos, a los veganos, a los vegeta- rianos, a los lactovegetarianos, a los lactoovo- vegetarioanos, a los semivegetarianos. pido disculpas por no poder incluir todas aquellas minorías y mayorías que lo merecen, pero el articulismo constituye una actividad imperfec- ta desde muchos puntos de vista. no habéis captado la esencia del asunto, compañeros. Lo de retirar las ninfas de Wa- terhouse y pedir que den puerta a las lolitas de Balthus representa una necesidad en nuestro camino hacia el docere. Minúsculos sacrificios estéticos. Después de mucho meditar, he llegado al convencimiento de que el mejor favor que le podemos hacer a la literatura es el de popula- rizar las ediciones adaptadas a los tiempos que corren. Igual que existen las ediciones in- fantiles y juveniles, deberíamos poseer colec- ciones para lectores avanzados, que han deja- do atrás el primitivismo de las ambigüedades morales. Se trata tan sólo de cambiar un poco de allá, de añadir una pizca aquí, de mejorar una paginita de vez en cuando. Sueño con un Quijote sin varapalos al ancia- no caballero, con una celestina que encubra más lo humano, con un Lazarillo que no con- sienta el maltrato infantil, con un popeye de faulkner que no vaya violando con mazorcas de maíz a las jóvenes blancas norteamericanas. Me sigue encantando aquella canción de la tele en blanco y negro, que endulzaba nues- tras tardes del franquismo terminal: Chiripiti- fláutica es la sonrisa de papá, chiripitifláutica es la sonrisa de mamá, chiripitifláutico el gesto ale- gre del bebé, chiripitifláutico es don José. ¿Quién sería aquel enigmático don José? ¿Una exigencia de la rima? Se me ocurre que podríamos resultar conciliadores y adaptar también la canción al siglo XXI. chiripitifláu- ticas son las personas. Ya sé que no rima, pero lo que se pierde en musicalidad se gana en igualdad de género y condición poética paritaria. el art e chiri- pitifláutico cOMplicidadeS Carlos Marzal Nace bajo el volcán, en la villa de Nola, a los pies del Vesubio. Nunca le abandonará el fue- go interior y una naturaleza vehemente en constante ebullición. Del fuego procede y al fuego se consagrará. Ingresa muy joven, cuan- do la ciudad todavía era española, en el gran convento de los dominicos en Nápoles. Allí en- cuentra los restos de su admirado Tomás de Aquino. Al poco tiempo abandona el hábito y huye de la «prisión angosta y negra del con- vento», para asumir una vida errante y aven- turada. Se gana el sustento como maestro de escuela, en diversas aldeas del norte de Italia. Se doctora en Teología en Toulouse. Estudia las ideas de Aristóteles sobre el alma y la Doc- ta ignorancia de Nicolás de Cusa, donde apren- de que en el infinito coinciden los opuestos. Aspira a reconciliar la religión y la filosofía na- tural. En su segunda estancia en la Universi- dad de París, provoca al claustro de profesores con una violenta refutación de Aristóteles. Algo parecido ha hecho en Oxford, ante la «ciénaga de los pedantes», consignada satíri- camente en la Cena de las cenizas, uno de los diálogos escritos en su estancia en Inglaterra, probablemente la más fructífera de su carrera. Bruno es impulsivo y provocador (carece de la prudencia de Ficino), no le importa fomentar conflictos, pero sigue al florentino en su que- rencia por la religión egipcia. Una «religión de la mente» consignada en las obras de Mercu- rio Trismegisto. El neoplatonismo, el lulismo y el Corpus Hermético serán sus referencias intelectuales. Con ellas pretende expulsar a la bestia triunfante. El universo de Bruno está empapado de vida y es, en sí mismo, un orga- nismo infinito. Las mónadas, y no los átomos (mera muerte y disolución), son los compo- nentes de este ser vivo cósmico. Tras su periplo europeo, fija su residencia en la liberal Venecia. En mayo de 1592 la Inqui- sición lo encarcela. Ocho años de prisión y un largo y tortuoso proceso, bien documentado, terminan con la condena por herético, «im- penitente, pertinaz y obstinado». Muere en la hoguera del Campo de’ Fiori, despojado de sus ropas y atado a una estaca, con la lengua aferrada a una prensa de madera para que no pudiera articular palabra. El 9 de junio de 1889 una suscripción internacional erige una estatua en el lugar de su muerte. Se exalta su figura como mártir de la libertad de pen- samiento. Defensor de Copérnico, algunos historiadores de la ciencia lo han considera- do precursor de la Revolución científica. Nada más alejado de la realidad. Bruno fue un mago hermético y su mundo, lleno de vida y divinidad, poco tiene que ver con la frialdad e indiferencia del material cósmico contemporáneo. En este último aspecto radi- ca su actualidad. BAJO EL VOLCÁN Bruno EXpULSIón DE LA BEStIA tRIUnfAntE DE LOS hEROIcOS fURORES Giordano Bruno Edición y traducción, Ignacio Gómez de Liaño Siruela 472 PÁGS. 27,90 € LAS SOMBRAS DE LAS IDEAS (DE UMBRIS IDEARUM) Giordano Bruno Traducción, Jordi Raventós Prólogo, Eduardo Vinatea Siruela 192 PÁGS. 19,90 € La estatua de Giordano Bruno en el Campo de’ Fiori de Roma. Dibujo del joven Giordano Bruno (1548 - 1600). Se dice que Bruno creía que la magia era lícita y buena, que Moisés la había aprendido de los egipcios y que de ella se sirvió el propio Cristo

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Los diálogos italianos que Bruno publicaen Inglaterra, donde vive protegido por el em-bajador de francia, se consideran ejerciciosde filosofía moral. pero también pueden leer-se a la luz de los textos herméticos. todo el pro-yecto intelectual de Bruno va dirigido a la res-tauración de la religión mágica de los egipcios.Una «religión de la mente» que al mismo tiem-po es una reforma interior y tendrá su reflejoen la bóveda celeste. Defiende su plan ante elvicecanciller de Oxford y sus ilustres doctores,se presenta ante ellos como un «desveladorde almas adormecidas». pero no sabe callarsey disimula mal su desprecio por las cabezasmitradas o birreteadas, por las togas y los es-cudos de armas. ni la testa ungida, ni la frentepersignada, ni el pene circuncidado, le pare-cen dignos de respeto. Sólo la vida del alma lomerece, la religión de la mente. Y a ella se va adedicar, combinando la magia y la cábala conel lulismo y el arte de la memoria. Los doctoresde Oxford se quejan de su descortesía y escasocivismo. Alguno lo trata con dureza: «aquelpajarraco italiano desea llevar a cabo algunaempresa memorable que le proporcionefama». Lo acusan de plagio, de haber extraídosus conferencias, «casi palabra por palabra»,de las obras de Marsilio ficino.

Aunque es un ex dominico orgulloso de suantigua orden, Bruno, tiene poco aprecio porla religión organizada. conoce bien la obrade Alberto Magno y guarda un gran respetopor tomás de Aquino, pero su forma de tra-bajar es de un sincretismo extremo. Sus diá-logos italianos están trufados de ideas excén-tricas. conoce a platón y a los neoplatónicosa través de las traducciones de ficino, conoceel averroísmo y la Fons vitae de Avicebrón, aparacelso y por supuesto la obra magna decornelio Agrippa. Es un antiaristotélico ra-dical. Aristóteles encarna la figura del pedan-te, del erudito banal y afectado, incapaz decomprender la magia profunda que anima eluniverso. El pedante tiene en el fondo unamentalidad infantil y dócil, que le impide ele-varse sobre los conceptos en los que ha sidoeducado. Ofuscado, en cuanto se encuentraal aire libre en seguida quiere regresar a sumadriguera. tiene la ceguera de los matemá-ticos, cuya ciencia también constituye otrotipo de pedantería y un obstáculo para alcan-za verdades más profundas. Las matemáticasde copérnico pueden superarse con las in-tuiciones de nicolás de cusa.

La Expulsión de la bestia triunfante (1584)vuelve a reivindicar la religión de los egipcios.Rinde culto a la divinidad presente en todaslas cosas: «aunque los vestigios naturales nosanuncien la presencia de Marte con mayorintensidad en la víbora o el escorpión, no de-jan de existir en la cebolla o el ajo, o en cual-quier imagen o estatua inanimada». Las ce-remonias de los egipcios no eran vanas fan-tasías, «sino vivas voces que llegaban a oídosde los dioses». Los cocodrilos, gallos y cebo-llas nunca fueron adorados por sí mismos,sino por los dioses que había en ellos. Se tratade contemplar la divinidad que mora en to-das las cosas, «una fecunda naturaleza, ma-dre y conservadora del universo, que resplan-dece en los diferentes individuos y toma di-versos nombres según sea el grado de comu-nicación con ellos.» El hombre, por su parti-cular puesto en el cosmos, debe ascender ha-cia ella mediante la participación en sus di-versos dones. cualquier otro camino que novaya en esta dirección es vano. El fundamen-to de la posibilidad misma de la ascensión esque el principio vivificador de las cosas ema-na del sol y la luna, y de los siete astros que seencuentran más allá de ellos. «Algunas plan-tas, animales o piedras, pertenecen a este oaquel planeta, a Saturno, o bien a Júpiter o

Marte». «La divinidad se encuentra en todaslas cosas, es Una y se difunde y comunica deinnumerables modos». Y el hombre puedeintervenir en ella, pues «la misma naturalezaque da peces a los mares y los ríos, animalessalvajes a los desiertos, metales a las minas yfrutos a los árboles, también da suerte, virtu-des, fortuna e impresiones a ciertas partes deciertos animales, bestias y plantas».

Ante los doctores de Oxford, Bruno reivin-dica a Zoroastro y los oráculos caldeos, a losgimnosofistas indios, a egipcios, órficos y pi-tagóricos. todos ellos, en su contemplacióndel universo, «alcanzaron a una comprensiónmucho más profunda que Aristóteles y todos

los peripatéticos». Una compresión más hon-da incluso que la de matemáticos como co-pérnico (en cuyo diagrama de su nuevo siste-ma aparecen las palabras de hermes trisme-gisto que se refieren al Sol como dios visible).Un Sol que no cesa de difundir su luz, aunqueno le prestemos atención. En la Cena de le ce-neri, Bruno se presenta a sí mismo como por-tavoz de «aquellos hombres de vida modera-da, expertos en medicina, juiciosos en la con-templación, milagrosos en la magia, cautosen la superstición», que han sabido ascendera través de las esferas. no se ciñe a la ortodoxiacatólica ni a la protestante, la suya es una ver-dad oriental, mágica. El mago, como afirma

el Pimander,«penetra a través de la ar-madura de las estrellas, traspasandolos márgenes del mundo». Su estilomezcla la mitología, la filosofía y lapoesía. Recibe con entusiasmo el des-

cubrimiento del movimiento de la tierra,símbolo de la renovación y renacimiento detodas las cosas. «nada hay en el mundo natu-ral que sea eterno». cornelio Agrippa ya habíaadvertido que resultaba irracional considerarque las estrellas, que dan vida y animación atodas las cosas, se encontraban ellas mismasdesprovistas de vida y movimiento. todo ellosirve para confirmar la animación universal,la idea de que todo está lleno de vida.

Una causa infinita tendrá un efecto infinito.La fe de Bruno en el infinito y en los innume-rables mundos, con sus antecedentes en ni-colás de cusa, que recogerán Alexandre pope,Kant y Leibniz, se basa en el antiguo principio

de plenitud. Se trata de una concepción vi-talista y mágica. Los planetas están anima-dos, son seres vivos que se mueven por elespacio gracias a su recíproco entendimien-to. El espacio exterior, como dice el Asclepio,se encuentra lleno de seres inteligibles. Bru-no interpreta el copernicanismo como unanuncio del retorno a la Prisca theologia. Ad-mira a nicolás de cusa y ve en Alberto Mag-no al auténtico mago. todos ellos pertene-cen a una misma tradición, que ha llegadohasta nosotros a través de Orfeo de tracia,tales de Mileto, Zoroastro, los gimnosofistasindios, los egipcios y los caldeos.

En De la causa, principio e uno, Bruno in-sistirá en que todo es Uno y ello permite almago moverse con seguridad, pues «sólohay una y la misma escalera por la que des-ciende la naturaleza para llevar a cabo la pro-ducción de las cosas y por la que asciende elintelecto para el conocimiento de éstas». Elmago está destinado a llevar a cabo una laborde reconciliación, en un universopoblado de innumerables mun-dos, todos ellos animados gra-cias a la maravillosa potenciade la imaginación divina.

Regreso a ItaliaGiovanni Mocenigo, nobleveneciano, contacta conBruno a través de su librero.Quiere aprender los secretosdel arte de la memoria y loinvita a que se traslade a ve-necia. El nolano no ha he-cho otra cosa durante añosque cruzar fronteras y laidea de regresar a su tierralo seduce. Su principal ac-tividad ahora es «escribir,soñar y astrologizar». Aveces se va de la lengua ydice saber más que losapóstoles. considera queel mundo ha llegado a sumáximo nivel de corrup-ción y que ha llegado elmomento de una profun-da regeneración. En 1591

pasa tres meses en padua y posteriormentevive por su cuenta en venecia. Sigue en suesfuerzo por adquirir una personalidad má-gica, una mente en la que se hagan efectivoslos «vínculos» derivados del amor. pero sucarácter, irritable y pendenciero, carece dela astucia o el savoir faire de un campanellay empieza a resultar evidente que carece dela fascinante personalidad a la que aspira.Sufre accesos de rabia en los que pronunciaterribles afirmaciones que atemorizan a susoyentes, lo que acaba convirtiendo en vanala transmisión de su mensaje. poco despuésse traslada a vivir a la mansión de Mocenigoy comienza a instruirle. Se ha dicho que esainvitación era una trampa, también se ha di-cho que el anfitrión, defraudado con sus en-señanzas, se venga denunciándolo ante laInquisición. Bruno empezó a sentirse incó-modo e hizo gestiones para marcharse, peroel veneciano lo retuvo en su palacio y acabó

entregándolo al Santo Oficio. En los primeros interrogatorios expone

su doctrina como si estuviera ante los doc-tores de Oxford o parís. El universo es infi-nito, pues infinita es la potencia divina. Latierra es un astro similar a la Luna y a losotros planetas, que existen en número infi-nito. Las estrellas tienen una naturaleza an-gélica. La providencia hace que cada cosade este mundo esté viva y dotada de movi-miento, y esa condición de la naturaleza essombra o vestigio del Supremo. Aunque ladivinidad es inefable e inexplicable, sus tresatributos: potencia, Sabiduría y Bondad,equivalen a mens, intellectus y amor. tras con-cluir el proceso de venecia, se retracta de to-das las herejías que le imputan y se sometea la benevolencia de los jueces. pero segúnla ley, las actas debían pasar a Roma. El je-suita Bellarmino extrae de sus obras ochoproposiciones heréticas y le conmina a ab-jurar de ellas. Bruno consiente, pero pocodespués retira sus retractaciones y se obsti-na en declarar que no ha caído en herejía yque el Santo Oficio ha malinterpretado susafirmaciones. Insiste en que su doctrina esortodoxa en lo que se refiere al padre o mens,pero admite que no lo es respecto al hijo,

mientras que su concepción de la tercerapersona, el Anima mundi, era admitidapor todos los neoplatónicos cristianos.

La cruz es un símbolo estrictamenteegipcio, cargado de poderes mágicos,pero el Filius Dei hermético no se identi-fica con la segunda persona de la trini-dad. La Prisca theologia egipcia ya no esla filosofía original que anuncia el cristia-

nismo, sino la única religión verdadera.Estas afirmaciones terminan por conde-

narlo y es declarado hereje e impenitente.Un testigo refiere que le oyó decir que exis-ten innumerables mundos, que la magia esalgo lícito y bueno, que Moisés la habíaaprendido de los egipcios, y que de ella sesirvió el propio cristo.

Entregado al brazo secular, es quemadovivo en el campo de’ fiore el 17 de febrerode 1600. A partir de ese trágico aconteci-miento, se inicia la leyenda del librepensa-dor que pereció en la hoguera por afirmarla existencia de innumerables planetascomo el nuestro y el movimiento terrestre.Una leyenda que empezará a tambalearsetras la publicación del Sommario, en el quese advierte la escasa referencia a cuestio-

nes de carácter científico. Inmerso en elhermetismo, incapaz de concebir

la filosofía de la naturalezamediante el número ola geometría, no con-cibe otra doctrina queel arte de la imagina-ción, que ha hereda-do de los magos delRenacimiento.

JUAN ARNAUFilósofo

SÁBADO, 10 DE FEBRERO DE 20186 SÁBADO, 10 DE FEBRERO DE 2018 7

GiordanoAjusticiado por la Inquisición,Giordano Bruno muere en la

hoguera en 1600 sin exhalar un sologrito. En 1889, una suscripción

internacional erige una estatua en elCampo de’ Fiori, exaltando su figuracomo mártir de la libertad, defensor

de Copérnico y precursor de laciencia moderna. Nada más

alejado de la realidad.

Levante EL MERcAntIL vALEncIAnO

el fuego fatuo No habéis entendido el concepto,muchachos. Algunos de vosotrossois unos malpensados y unosalarmistas. El viento que recorreel mundo no es un temporal de

revisionismo puritano, ni una borrasca debuenista ñoñez infantiloide, sino que se tratade una necesaria puesta al día de los conteni-dos y formas del gran arte. ¿O es que somoscaníbales aún? ¿O es que todavía andamospor la estepa en taparrabos, o, discúlpen-me –para que no suene con tanta crudeza–,en ropa interior, en paños menores, como seha dicho durante toda la vida?

El propósito último de la literatura ha sidosiempre docere et delectare, enseñar deleitan-do, y no hay mejor manera de enseñar quecorregir. La corrección representa el gradomáximo de la enseñanza, y no existe mejormanera de corregir que tachar, borrar, alige-rar las cosas.

El arte debe ser aéreo, ingrávido, sutil, y,puestos a desear lo mejor, ha de intentar noofender a todas esas minorías cuyos derechoshemos logrado reivindicar con tantos sacrifi-cios. Me refiero a los niños, a las mujeres, al co-lectivo LGtB, a los animales, a las minorías re-ligiosas, a las etnias del mundo, a la terceraedad (antes conocidos como viejos), a los dis-capacitados, a los enfermos (individuos enproceso de sanación), a las agrupaciones deateos y agnósticos, a los veganos, a los vegeta-rianos, a los lactovegetarianos, a los lactoovo-vegetarioanos, a los semivegetarianos. pidodisculpas por no poder incluir todas aquellasminorías y mayorías que lo merecen, pero elarticulismo constituye una actividad imperfec-ta desde muchos puntos de vista.

no habéis captado la esencia del asunto,compañeros. Lo de retirar las ninfas de Wa-terhouse y pedir que den puerta a las lolitasde Balthus representa una necesidad ennuestro camino hacia el docere. Minúsculossacrificios estéticos.

Después de mucho meditar, he llegado alconvencimiento de que el mejor favor que lepodemos hacer a la literatura es el de popula-rizar las ediciones adaptadas a los tiemposque corren. Igual que existen las ediciones in-fantiles y juveniles, deberíamos poseer colec-ciones para lectores avanzados, que han deja-do atrás el primitivismo de las ambigüedadesmorales. Se trata tan sólo de cambiar un pocode allá, de añadir una pizca aquí, de mejoraruna paginita de vez en cuando.

Sueño con un Quijote sin varapalos al ancia-no caballero, con una celestina que encubramás lo humano, con un Lazarillo que no con-sienta el maltrato infantil, con un popeye defaulkner que no vaya violando con mazorcasde maíz a las jóvenes blancas norteamericanas.

Me sigue encantando aquella canción de latele en blanco y negro, que endulzaba nues-tras tardes del franquismo terminal: Chiripiti-fláutica es la sonrisa de papá, chiripitifláutica esla sonrisa de mamá, chiripitifláutico el gesto ale-gre del bebé, chiripitifláutico es don José.

¿Quién sería aquel enigmático don José?¿Una exigencia de la rima? Se me ocurre quepodríamos resultar conciliadores y adaptartambién la canción al siglo xxI. chiripitifláu-ticas son las personas. Ya sé que no rima,pero lo que se pierde en musicalidad se ganaen igualdad de género y condición poéticaparitaria.

el arte chiri-pitifláutico

complicidades

Carlos Marzal

Nace bajo el volcán, en la villa de Nola, a lospies del Vesubio. Nunca le abandonará el fue-go interior y una naturaleza vehemente enconstante ebullición. Del fuego procede y alfuego se consagrará. Ingresa muy joven, cuan-do la ciudad todavía era española, en el granconvento de los dominicos en Nápoles. Allí en-cuentra los restos de su admirado Tomás deAquino. Al poco tiempo abandona el hábito yhuye de la «prisión angosta y negra del con-vento», para asumir una vida errante y aven-turada. Se gana el sustento como maestro deescuela, en diversas aldeas del norte de Italia.Se doctora en Teología en Toulouse. Estudialas ideas de Aristóteles sobre el alma y la Doc-ta ignorancia de Nicolás de Cusa, donde apren-de que en el infinito coinciden los opuestos.Aspira a reconciliar la religión y la filosofía na-tural. En su segunda estancia en la Universi-dad de París, provoca al claustro de profesorescon una violenta refutación de Aristóteles.Algo parecido ha hecho en Oxford, ante la«ciénaga de los pedantes», consignada satíri-

camente en la Cena de las cenizas, uno de losdiálogos escritos en su estancia en Inglaterra,probablemente la más fructífera de su carrera.Bruno es impulsivo y provocador (carece de laprudencia de Ficino), no le importa fomentarconflictos, pero sigue al florentino en su que-rencia por la religión egipcia. Una «religión dela mente» consignada en las obras de Mercu-rio Trismegisto. El neoplatonismo, el lulismoy el Corpus Hermético serán sus referenciasintelectuales. Con ellas pretende expulsar ala bestia triunfante. El universo de Bruno estáempapado de vida y es, en sí mismo, un orga-nismo infinito. Las mónadas, y no los átomos(mera muerte y disolución), son los compo-nentes de este ser vivo cósmico.Tras su periplo europeo, fija su residencia enla liberal Venecia. En mayo de 1592 la Inqui-sición lo encarcela. Ocho años de prisión y un

largo y tortuoso proceso, bien documentado,terminan con la condena por herético, «im-penitente, pertinaz y obstinado». Muere enla hoguera del Campo de’ Fiori, despojado desus ropas y atado a una estaca, con la lenguaaferrada a una prensa de madera para queno pudiera articular palabra. El 9 de junio de1889 una suscripción internacional erige unaestatua en el lugar de su muerte. Se exaltasu figura como mártir de la libertad de pen-samiento. Defensor de Copérnico, algunoshistoriadores de la ciencia lo han considera-do precursor de la Revolución científica.Nada más alejado de la realidad. Bruno fueun mago hermético y su mundo, lleno devida y divinidad, poco tiene que ver con lafrialdad e indiferencia del material cósmicocontemporáneo. En este último aspecto radi-ca su actualidad.

BAJO EL VOLCÁN

BrunoExpULSIón DE LA BEStIA tRIUnfAntE DE LOS hEROIcOS fURORESGiordano BrunoEdición y traducción, Ignacio Gómez de Liaño

Siruela472 PÁGS. 27,90 €

LAS SOMBRAS DE LAS IDEAS(DE UMBRIS IDEARUM)Giordano BrunoTraducción, Jordi RaventósPrólogo, Eduardo Vinatea

Siruela192 PÁGS. 19,90 €

La estatua de Giordano Brunoen el Campo de’ Fiori de Roma.

Dibujo del jovenGiordano Bruno (1548 - 1600).

Se dice que Bruno creíaque la magia era lícitay buena, que Moisés lahabía aprendido de losegipcios y que de ella sesirvió el propio Cristo