Juan Carlos Salazar, mesa redonda del encuentro de comunicadores 2012

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Mesa Redonda: La comunicación frente a la revolución digital

Por Juan Carlos Salazar

Tres palabras, 15 caracteres: “Four more years”, es el twitt que escribióBarack Obama tras conocer su victoria en las elecciones del martes pasado.Les sobraron 125 caracteres para comunicar al mundo que había obtenidoel respaldo del electorado americano a pesar de la crisis económica queafecta a Estados Unidos y Europa y que ha costado el puesto a una veintenade mandatarios europeos en los dos últimos años. El twitt alcanzó el récordde reenvíos por minuto, con un total de 327.453 reproducciones tresminutos después de que Obama enviara el mensaje original. La reacción enFacebook le deparó 1,25 millones de respuestas de “Me Gusta”, en tantoque la foto del abrazo de la pareja Barack-Michelle cosechó el doble decomentarios. La jornada electoral estadounidense fue el tema más twiteadode la historia de Internet, con 20 millones de mensajes en un solo día.

Pero las redes sociales no sólo dieron testimonio inmediato de la euforiademócrata. La comunidad hispana, a la que se le atribuye un papel clave enel triunfo de Obama, reaccionó de inmediato al mensaje del mandatario.“Please y gracias”, fue el “hashtag” creado por activistas y twiteros parapedirle que también expresara su agradecimiento en idioma español. "Señorpresidente, por favor diga 'gracias' (en español) en su discurso, porqueusted sabe quién le hizo ganar estas elecciones", era uno de los mensajesmás reproducidos.

El intercambio de mensajes fue casi sinmultáneo, directo y en cuestión deminutos, sin la mediación de la prensa tradicional. La radio, la televisión ylos periódicos se enteraron al mismo tiempo que los usuarios de la red,cuando los textos se habían esparcido por todo el mundo.

Es el milagro de la revolución digital.

Hace 45 años, en abril de 1967, desembarqué en Camiri, puerta de entradaa la selva de Ñancahuazú, para cubrir el alzamiento de un grupo guerrillerosin saber que lo dirigía el mismísimo Ernesto Che Guevara. Llegué a bordode un destartalado avión trimotor DC-3 del Lloyd Aéreo Boliviano con unamáquina de escribir portátil “Olivetti”, compañera inseparable de loscorresponsales de guerra de esa época. Me quedé siete meses en la zonainformando sobre el cerco militar y los combates que acabarían con la vidadel legendario guerrillero en la escuela de La Higuera el 9 de octubre deese mismo año.

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Los teléfonos celulares todavía no se habían inventado. Tampoco el fax.Las grabadoras eran unos aparatos de varios kilos de peso, útiles para unaentrevista de oficina, pero no para la selva. Mis instrumentos de trabajoeran la libreta y el bolígrafo. Y el medio de transmisión el télex. Y en laselva: ¡el telégrafo de morse! “¿Usted cree que me voy a pasar todo el díatrasmitiendo este testamento? “, me espetó el telegrafista de Lagunillas,acostumbrado a transmitir telegramas de pocas palabras, cuando leentregué un texto de una página con mi primera noticia sobre la guerrillaguevarista. Yo enviaba mis despachos telegráficos a La Paz, donde eranretransmitidos por télex a Hamburgo, sede central de la Agencia Alemanade Prensa (dpa), de la que era corresponsal. El télex era un aparatoverdaderamente antediluviano, comparado con la computadora o la laptopde hoy.

Rodeado por los militares, el Che Guevara escribía sus comunicados amano e intentaba hacerlos llegar a la prensa mediante mensajeros, mensajesque jamás llegaban a destino porque eran interceptados por el Ejército,como él mismo relata en su diario de campaña.

Durante la guerrilla salvadoreña, en la década de los 80, utilicé por primeravez un extraño aparato, antecedente de la computadora portátil, llamado“texi”, con una pequeña pantalla en la que cabían sólo cinco líneas. Teníados ventosas que se conectaban al auricular del teléfono para la transmisiónde los mensajes. Años después, durante la guerrilla indígena zapatista deChiapas, en la década de los 90, trabajé con el celular, la computadoraportátil y el teléfono satelital. A diferencia del Che Guevara, el líder de losguerrilleros zapatistas, “Subcomandante Marcos”, no tenía problemas paraburlar el cerco militar: difundía sus comunicados a través de Internet.

Del telégrafo morse, al teléfono satelital; del telegrama y el télex, al e-maily al twitt; de la máquina mecánica de escribir, a Internet. Todo esto enmenos de medio siglo. Esta es magnitud de la revolución digital.

La era digital está cambiando el mundo, a la sociedad en su conjunto, perosobre todo está cambiando la comunicación y la información, la manera deinformar y de informarnos. Según Rosental Calmon Alves, uno de losgrandes teóricos del periodismo digital, director del Centro de Periodismode la Universidad de Austin, Texas, estamos atravesando una revolucióncon muy pocos precedentes históricos, comparable con la que produjoGutenberg con la invención de la imprenta.

Esta revolución está transformando los medios de comunicacióntradicionales, con la aparición de las redes sociales, los nuevos medios, el

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llamado periodismo ciudadano y los contenidos generados por los usuarios.“Pero una revolución no es rápida, está llena de procesos evolutivoscomplejos”, afirma Calmon Alves. Es decir, todavía no hemos visto todo.

Este experto dice que “hubo un diluvio digital fortísimo que está inundandoy creando caos, desorganizándolo todo, pero también creando la basebiológica del nuevo ecosistema” de comunicación e información, “dondeestán naciendo una enorme cantidad de nuevos organismos”. “Estamospasando de los medios de masas a la masa de medios”. Un nuevoecosistema en el que el individuo tiene el poder de comunicarse, deintercambiar, redistribuir y mezclar información, de hacer sus propiosvídeos y colgarlos en la red para que los vean miles de personas.

Esta revolución plantea muchas interrogantes. ¿Internet matará losperiódicos? ¿Ha terminado la era de las grandes audiencias? Son algunasde las preguntas. Según un informe del Instituto Reuters de Periodismo, loscanales líderes de televisión en el mundo desarrollado no captan más del 15por ciento de audiencia, mientras que las tiradas de los periódicos impresosestán bajando sistemáticamente. Es un fenómeno generalizado. Lafragmentación de la audiencia es cada vez mayor, con lo cual dentro depoco no tendrá sentido hablar de “medios de masas”, pero sí de “masas demedios”.

Reuters sostiene que los medios impresos, pese a su relativa pérdida detamaño, continuarán jugando un papel crucial en el mundo, aunque ya en2006, la revista “The Economist” escribía: "Los periódicos son especies enpeligro de extinción".

Esta tendencia se ve con especial nitidez en Estados Unidos, un país quepuede servir de espejo para todo el mundo. Según el periodista inglés JohnCarlin, el panorama es más que inquietante: la media diaria de ejemplaresvendidos en Estados Unidos ha bajado de 62 millones a 49 millones desdeque Internet empezó a volverse accesible a todos. Unos cien diarios se hanvisto obligados a dejar de imprimir en papel. En el mismo periodo, elnúmero de lectores de periodismo digital ha ascendido de cero a 75millones. La fuga de la publicidad ha reducido las ganancias de los mediosimpresos de manera drástica, lo que ha derivado en despidos yprejubilaciones masivas.

Carlin ve tres corrientes de opinión en relación al futuro: los “blogueros”,como él llama a los convencidos de que el periódico como lo hemosconocido durante 200 años está condenado a la extinción; los “viejosrockeros”, como describe a los defensores del antiguo orden, que creen que

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tras una época de inevitables ajustes y transformación, los grandes mediosno sólo sobrevivirán, sino que emergerán fortalecidos; y finalmente lacorriente de las “mentes abiertas”, que observan el espectáculo con honestaperplejidad y no saben exactamente qué rumbo tomarán las cosas.

Sin embargo, en la otra cara de la medalla, como dice Calmon Alves, lacreación de la sociedad en red ha abierto el camino a una democratizaciónde la información como nunca nadie pudo imaginar. Estamos hablando defenómenos como Wikipedia, el movimiento “código abierto” (softwaredistribuido gratuita y libremente) o el denominado “e-gobierno”, es decir latransparencia de los gobiernos que se va imponiendo poco a poco, sinmencionar las redes sociales en continua expansión.

Los hábitos de consumo de medios y la actitud de la audiencia ante estoshan cambiado dramáticamente en los últimos años. Apoyada en lasinmensas posibilidades que brindan las nuevas tecnologías, la población nose resigna a una actitud pasiva ante los medios, sino que quiere producir yparticipar. Los teóricos del llamado “periodismo ciudadano” hablan de una“rebelión” de los ciudadanos “contra el poder de la prensa y los periodistasprofesionales, su intermediación entre la realidad, las fuentes y losciudadanos”.

“La tecnología nos ha dado herramientas de comunicación que permiten acualquiera llegar a ser un periodista a bajo coste y con un impacto en teoríauniversal”, dice Dan Guillmor, precursor del periodismo ciudadano,mientras que Juan Varela sostiene que “el público se ha lanzado a laconquista de los medios”. “Ya nadie quiere ser informado y callar. Muchosquieren hablar, difundir su propia información, y algunos lo hacen conespecial destreza. El periodismo profesional se siente amenazado y no espara menos”.

Estaríamos pues ante una revolución que busca democratizar,desintermediar y devolver el control de la información al público; hacerpartícipes a los ciudadanos del proceso informativo y comprometerlos en laelaboración y difusión de la información, y evitar la monopolización delespacio público por los actores institucionales, los medios y sus conexionesfinancieras y corporativas.

En resumen, una “democracia virtual”, propia o equivalente a unademocracia deliberativa, que haría realidad el lema de una conocida cadenaperiodística estadounidense del siglo pasado: “Dale luz al pueblo y elpueblo encontrará su propio camino”.

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Sin embargo, el propio Calmon Alves nos advierte sobre el “lado siniestroy oscuro” de esta utopía: “la utilización de todos estos mecanismos paraevitar esa democratización”, ya que, según admite, “estos mecanismospueden ser usados para el bien y para el mal”.

En el mismo sentido nos alerta el politólogo boliviano Diego Ayo, cuandoafirma que “el Facebook, Twitter y demás inventos internáuticos no sonmecanismos de democratización en sí mismos”, simplemente porque “lademocratización de ciertas herramientas no implica la democratización dequienes las utilizan”.

Ayo desmitifica así la extendida creencia en el supuesto “poder liberadorde la tecnología”, que “encierra el sueño de la democracia directaperfeccionada plenamente a partir del renacimiento de las comunidades, elfortalecimiento de la vida asociativa y el paso de un individualismohegemónico a un colectivismo (bloggero)”.

Y todo esto sin mencionar los problemas aparejados al “periodismo digitalindependiente”, como la falta de infraestructura profesional y deontológicadel periodismo tradicional, manipulación de la información, falta decontraste de fuentes, publicación de rumores, informaciones publicitarias ypropagandísticas, servilismo a intereses ideológicos, políticos yempresariales no confesados, etc.

Una revolución, en fin, que plantea nuevos desafíos éticos, una revoluciónque nos acerca al disfrute pleno del derecho al acceso a la información y alejercicio de las libertades de expresión y opinión, pero que al mismotiempo trae aparejadas amenazas imperceptibles pero innegables a esasmismas libertades.

Cochabamba, 10 de noviembre de 2012

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