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    DIOS

    EXISTE

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     Juan M .a Lumbreras Meabe

    DIOS EXISTE

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    Cuadernos BAC

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    Juan M.a Lumbreras Meabees licenciado en Teología, en Filosofía Pura y en Ciencias Económicas. Profesor de la 

    Universidad de Deusto.

    © Biblioteca de Autores Cristianos, de La Editorial Católica, S.A. Madrid 1981 Mateo Inurria, 15. Madrid-16 Depósito legal M-2929-1981 ISBN 84-220-0983-8Imprime: Mateu Cromo, S.A. Pinto (Madrid)

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    /. SI NO HAY DIOS, NADA SE EXPLICA

    «Lo más incomprensible del universo es que sea tan comprensible».

    Ein s t e in

    El universo

    El universo no es un caos desordenado y confuso,

    sino un cosmos en que resplandece un orden maravillo-so. El hombre, con sus modernos radiotelescopios, hasondeado en una extensión de 20.000 millones de añosluz y, dentro de este espacio, ha identificado unos 15.000millones de galaxias, especies de «universos islas», arra-cimadas en cúmulos y supercúmulos, que se mueven avelocidades vertiginosas.

    La Vía Láctea, la nuestra, es una de esas galaxias.Tiene, como todas, la forma de un disco aplanado y suestructura es espiral: dos brazos gigantescos giran, en-volviéndolo, alrededor de un núcleo central. Su tamañoes de tipo intermedio y de su inmensidad nos darán ideaalgunos datos comprobados: — Aunque a simple vista sólo divisamos en la Vía Lác-

    tea unas 7.000 estrellas, en su interior brillan 100.000millones de soles como el nuestro, entre los que seextienden nubes, luminosas u oscuras, de gases inte-restelares y de polvo.

     — El diámetro de nuestra galaxia es de tal longitud, quela luz, a la velocidad de 300.000 kilómetros por segun

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    do —nueve billones y medio de kilómetros al año—,tarda 100.000 años en recorrerlo de un cabo al otro.

     — Finalmente, este enjambre de estrellas gira alrededor

    de su núcleo como una rueda de fuegos artificiales yes tan gigantesco, que nuestro sol, a la velocidad de220 kilómetros por segundo, tarda en dar una vueltacompleta 240 millones de años.

    Para imaginar la extensión del universo explorado, pensemos no sólo que la Vía Láctea es una de las 15.000

    millones de galaxias descubiertas, sino, sobre todo, quela distancia entre unas y otras es tan enorme, que apare-cen como islas y archipiélagos perdidos en el océano va-cío del cosmos, ya que Andrómeda, la galaxia más cer-cana a la nuestra, está a dos millones trescientos milaños luz y la distancia entre los diversos cúmulos ysupercúmulos de galaxias se mide en centenas y miles de

    millones de años luz. Más aún, aunque cada estrella1, nodigamos cada galaxia, es un foco potentísimo de energía,de luz y de calor, el universo está a oscuras, como locontemplamos en las noches estrelladas, y frígidísimo,

     puesto que su temperatura oscila entre una máxima de173°C negativos y una mínima de 272°C bajo cero,ligeramente superior al cero absoluto.

    El estudio del espectro de la luz procedente de las ga-laxias hace ver que las líneas de absorción, característi-cas de los diversos elementos químicos que integran susestrellas, se desplazan hacia el rojo, hecho que, interpre-tado según el efecto Doppler2, muestra que las galaxias

    1 La energía, luz y calor de las estrellas no proceden de la combustión de su materia, sino de las incesantes explosiones termonucleares, parecidas a las de 

    bombas de hidrógeno, que liberan grandes cantidades de energía. La temperatura del sol en la superficie es de 6.000°C —en otras estrellas llega a  80.0009C—, pero alcanza la de 1 millón de grados en su corona exterior y la de 15 millones en su núcleo central.

    2 Según la ley de Christian Doppler (1803-1853), las ondas de cualquier naturaleza: luminosas, sonoras, electromagnéticas, etc., se hacen más cortas al acercarse y más largas al alejarse. Las ondas más largas se reflejan en el espectro en la zona del rojo.

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    se alejan a unas velocidades directamente proporciona-les a la distancia, que en las más alejadas alcanza los150.000 kilómetros por segundo y, en consecuencia, que

    el universo entero está en expansión. Recorriendo haciaatrás el camino andado, se ha llegado a la teoría científi-ca del «BigBang», del gran estallido, según la cual todala materia cósmica estuvo concentrada en un núcleo úni-co, en una nebulosa primitiva, hace unos 10.000 ó 12.000millones de años y explotó a los 500.000 años de su exis-tencia3.

    La evolución

    En aquella originaria masa gaseosa, la temperatura yla densidad eran tan altas, que no se podían formar porlos continuos choques ni aun los átomos y sólo había

     partículas preatómicas: neutrones, protones, electro-nes, etc. Después, al reducirse la temperatura y la densi-dad por la expansión, las partículas formaron los prime-ros átomos de hidrógeno, de helio4, similares en su estruc-tura interna a un microsistema solar con un núcleo integra-do por neutrones y protones con carga eléctrica positiva,

    3 En el año 1978 se concedió el premio Nobel de la Física a Arno Perozias y Robert Wilson por haber recogido por primera vez un ruido homogeneizado extendido por todo el universo y que es el «murmullo» que queda de la gigantesca explosión de aquellos primeros tiempos. Los resultados de los estudios fisicoquímicos de las estrellas indican que la mayor parte de ellas no pueden tener más de 8.000 ó 9.000 millones de años de existencia.

    Como complemento de la teoría del «universo en expansión» está la del  «universo pulsante». En la medida en que aumenta la fuga de las galaxias, disminuye la fuerza centrífuga por la fuerza frenadora de la mutua atracción gra- vitacional, hasta que esta fuerza centrípeta llegue a ser mayor que aquélla y, 

    entonces, las galaxias comenzarán a acercarse, a unirse, a contraerse hasta concentrarse en una nueva nebulosa que, a su tiempo, volverá a estallar.

    4 Los átomos de hidrógeno tienen un sólo electrón y los de helio, dos, por  eso fueron los primeros en formarse. Actualmente el 90 por 100 de la materia del universo es hidrógeno, el 9 por 100 helio y el restante 1 por 100 está compuesto, sobre todo, por oxígeno, nitrógeno, neón, argón, carbono, azufre, silicio y hierro.

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    y los electrones, de carga igual pero negativa, girando asu alrededor. Fue la primera evolución del universo: la atómica5.

    Cada uno de aquellos conglomerados gaseosos, dis- persos por la explosión, se fueron concentrando gravitacionalmente en el espacio y, al girar lentamente sobre sí,se fragmentaron en vértices turbulentos que, a su vez,

     por rotación se condensaron en las estrellas con sus pla-netas y sus satélites, en algunos casos. Así nacieron lasgalaxias, como fruto de la evolución cósmica.

    Una de ellas es la Vía Láctea, en la que está nuestroSol, formado con sus nueve planetas hace 4.600 millonesde años6. En uno de sus planetas, la Tierra, comenzódesde el principio la evolución química,  prebiológica.Esta, en una atmósfera rica en hidrógeno y sus com

    s Los átomos son inconcebiblemente pequeños, ya que su diámetro es la diezmillonésima parte de un milímetro y se necesitan 602.470 trillones de áto

    mos para que pesen un gramo-átomo. A pesar de ello, los átomos no son macizos, están vacíos, huecos, como nuestro sistema solar, las galaxias y el universo. Aunque el 99,9 por 100 de la masa atómica está concentrada en el núcleo,  el diámetro de éste mide la cienmilésima parte del átomo. Si comprimiéramos, con la imaginación, claro está, todos los núcleos atómicos hasta juntarlos, empaquetarlos, la tierra cabría en una esfera de 130 metros de diámetro, el sol en  una de 13,7 kilómetros y toda la masa del universo entraría en el espacio delimitado por el cinturón de asteroides que, entre Marte y Júpiter, giran en torno a nuestro Sol. Esta sería la extensión de aquella nebulosa primitiva. En cuanto 

    a la energía acumulada y neutralizada en los átomos, recordemos el poder destructor de las bombas atómicas y que en una gota de agua está condensada una energía equivalente a 20 millones de toneladas de carbón.

    6 Los diversos métodos, basados en el grado de desintegración de los isótopos radiactivos, usados para fijar la edad de los meteoritos rocosos, caídos sobre la tierra, procedentes de los asteroides o de la desintegración de los cometas, así como de los trozos lunares traídos por los astronautas, coinciden en asignarle estos 4.600 millones de años.

    Recordemos que la Tierra tiene un diámetro ecuatorial de 12.075 kilómetros y que el del Sol es de 1.392.000 kilómetros, y que él solo tiene 750 veces la masa conjunta de todo el resto del sistema solar. La distancia de la Tierra al Sol es de 149.598.000 kilómetros, que la luz recorre en 8,31 minutos. El  diámetro del sistema solar es de 11.824.225.800 kilómetros, que la luz  atraviesa en 10,95 horas, Esto nos hará palpar que ¡todo nuestro sistema solar! es un polvillo insignificante perdido en la Vía Láctea, ya que la luz necesita  100.000 años para atravesar su diámetro. ¿Qué serán nuestro Sol y nuestra  Tierra en comparación del universo? ¡Qué lejos estamos de aquellas discusiones entre los geocentristas y los heliocentristas!

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     puestos y pobre en oxígeno y, consiguientemente, atra-vesada por las radiaciones solares ultravioletas, aporta-doras de energía, condujo a la síntesis de moléculas sim-

     ples, elementales, y a que éstas se combinaran entre sí para formar las moléculas más complejas, que consti-tuyen la estructura de los vivientes y que con posteriori-dad, aún en forma no biológica, se transformaron en lossillares de las proteínas y de los ácidos nucleicos, esen-ciales ambos para los procesos vitales, al regular aqué-llas el intercambio de energía y materia con el mundoexterior y codificar éstos el mensaje hereditario reprodu

    cible7.A los 1.000 millones de años de la Tierra—hace 3.500

    millones—, comenzó la evolución biológica,  cuandoaparecieron en los mares los primeros seres vivos, orga-nismos microscópicos, unicelulares, sin núcleo definido(procariotas), semejantes a las actuales bacterias8, yunos 2.000 millones de años después —a los 3.000 millo-

    nes de la Tierra y hace 1.500 millones— aparecieron lascélulas provistas de núcleo diferenciado (eucariotas).Con éstas entra la evolución biológica  en la era que co-nocemos, pues ellas generaron los tejidos de todos losorganismos pluricelulares, vegetales y animales, con dife-renciación funcional de sus células.

    Más tarde, en los comienzos de la era primaria, en el

     período Cámbrico, hace 600 millones de años, en esehacerse ciego e inconsciente, sin prisas y sin pausas, de lanaturaleza, comenzó la diversificación de las especies

    7 Las ideas del bioquímico británico J. B. S. Haldane y del ruso A. I. Opa- rin sobre la composición de la atmósfera primitiva y los trabajos de laboratorio de Stanley L. Miller de la Universidad de Chicago simulando las condiciones  

    de la Tierra en aquel entonces, demostraron que las fuentes de energía disponibles podían inducir la síntesis de compuestos orgánicos a partir de los gases presentes en aquella atmósfera.

    8 En Africa del Sur, en Fi Tree y en Onverwacht, se encuentran las rocas sedimentarias más antiguas de la tierra, pues datan de hace 3.200 y 3.400 millones de años respectivamente, y en ambos sedimentos se hallan microfósiles  de algas verdeazules similares a las actuales.

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    vegetales y animales, en las aguas, en la tierra, en el aire.Del empuje, variabilidad y adaptabilidad de la vida, nosda una idea el testimonio de Richard C. Lewontin:

    «En la actualidad existen unos dos millones de especies; y puesto que el 99,9 por 100, al menos, de las especies que han existido en algún momento se han extinguido, la postura más conservadora sería pensar que, desde el comienzo del período Cámbrico... han ido apareciendo sobre la tierra dos mil millones de especies»9.

    Del ocaso de la era secundaria y del amanecer de laterciaria, hace 67 millones de años, proceden los restosfósiles de los primeros primates o simios conocidos, quese diversificaron en ramas paralelas por el Antiguo y el

     Nuevo Mundo y, hace unos 10 millones de años, una deellas se bifurcó conduciendo una a los monos superioresantropomorfos; el orangután, el gorila y el chimpancé, y

    la otra rama, la de los homínidos, hasta el hombre, eseser consciente, subjetivo, inteligente, libre, responsable,capaz de hablar, de amar, de sentir, de valorar, que es lacumbre de todo. La aparición del «homosapiens» ocu-rrió hace unos 100.000 años con el hombre de Neander-thal y hace 40.000 años surgió el hombre de CroMagnon.Con el hombre comienza un nuevo tipo de evolución,cualitativamente diferente: la cultural,  científicotécnica,estética, filosófica, moral y religiosa10.

    9 R. C. Le w o n t in   (profesor de la Universidad de Harvard):  La adaptación (p. 141), en Evolución,  de Scientifíc American (Edit. Labor, Barcelona 1979).

    10 La evolución cultural difiere esencialmente no sólo por su contenido, 

    sino porque se transmite no por vía genética, como la biológica, y únicamente  de padres a hijos, sino por el lenguaje y la escritura y de todos a todos; además, no está sujeta al determinismo ciego de los procesos biológicos, sino que es fruto de la inteligencia, de la libertad, del sentimiento y de la creatividad del espíritu humano; y, finalmente, el ritmo de su evolución es muchísimo más rápido: la evolución genética de los insectos, de las aves, para poder volar duró millones de años, mientras que el hombre en unos pocos años de este siglo se  ha convertido en el ser volador más rápido y poderoso.

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    Esta es la visión aproximada, a grandes trazos, quenos brinda la ciencia del universo tanto en su estado ac-

    tual como del largo camino recorrido en el tiempo. Elcampo de las ciencias se acaba ahí, pero la filosofía pe-netra mucho más allá de lo fenomenológico, de lo visi-

     ble, de lo experimentare, y el espíritu inquieto del hom- bre se pregunta: ¿Cuál fue el origen de la materia, deaquel núcleo primitivo? Porque la materia es algo imper-fecto, finito, limitado, mudable, perfeccionable, degra

    dable, contingente, es decir, algo que no puede explicar-se por sí mismo, que no tiene en sí su consistencia, surazón de ser. Entonces, ¿de dónde procede? ¿Cuál e§ suorigen, el fundamento, el sustento de su ser?

    Además, el universo en su realidad actual es un cos-mos, un orden sorprendente, y a ello ha llegado a partirde aquella nebulosa informe por una evolución ordenada

    tendente hacia la vida y hacia el hombre. Ante este datocientífico incuestionable, es inevitable preguntarse:Puesto que la materia es inconsciente, ciega, determinis-ta, ¿quién ha puesto ese impulso interno, ese dinamis-mo, en aquella masa incandescente y amorfa de gases,que la ha conducido por etapas escalonadas hasta el or-den cósmico que admiramos?

    Se podrá responder que la materia está ahí y que paraqué meternos en más profundidades; y, en cuanto a laevolución de la materia caótica hacia el cosmos actual,que ha sido fruto del azar esencial del universo. Pero,sinceramente, pensamos que estas respuestas no solu-cionan nada; que es un cerrar los ojos para no ver; y queaquietarse con ellas es renunciar a la razón humana y

    sólo demuestran una voluntad arbitraria de eludir el pro- blema11. Algo así, analógicamente, como explicar el que

    11 «Es tan inverosímil —escribía Kant— que el espíritu humano abandone un día definitivamente las interrogantes metafísicas, como el esperar que nosotros, por no respirar aire contaminado, dejemos de respirar de una vez por to

    das».

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    un bloque marmóreo de cuarenta toneladas esté elevadocuatro metros sobre el suelo diciendo que se sostiene

     por sí mismo; o que las pinturas de Altamira, Lascaux o

    Santimamiñe, son fruto de la casualidad y del azar cie-gos y absolutos.Si hay Dios, por el contrario, todo se explica. Ese Ser,

    que existe por sí mismo, creó de la nada aquella primeramateria. Todos los seres contingentes, finitos, cambia-

     bles, se fundamentan en ese Ser necesario, inmutable,infinito, único. Dios creó la materia con su impulso y su

    tendencia inmanente hacia el universo ordenado, haciala vida y, como coronación de todo, hacia el hombre.

     II. SI NO HAY DIOS, EL HOMBRE ES UN   ANIMAL

    «Muchos dicen:

    ¡No hay Dios! ¡No hay Dios!Mas sin Dios.¡No hay hombre! ¡No hay hombre!»

    Ca n c i ó n   v a s c a 12.

    El hombre sin Dios

    Si Dios no existe, en el universo entero sólo hay mate-ria. Una materia que ha evolucionado al azar hacia lavida hasta llegar al hombre. Una materia cuya existenciay evolución son tan admirables como inexplicables,

     pero, al fin y al cabo, en el cosmos no hay sino materia.Las tres preguntas más fundamentales y hondas sobre

    el hombre: ¿Qué es? ¿De dónde viene? ¿A dónde va?,serían sencillísimas de responder. ¿Qué somos?, materia

     pura. ¿De dónde venimos?, sólo de la materia. ¿A dónde

    12 Traducción del estribillo de una canción vasca de Tomás Garbizu (1974), cuyo original es: «Askok diote: ¡Jainkorik, ez! ¡Jainkorik, ez! Jainkorik gabe, ¡gizonik, ez!, ¡gizonik, ez!»

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    vamos?, a la simple materia. Aquí no hay más misterio.Así de claro.

    El hombre sería el último eslabón y el más perfecto, almenos por ahora, de la evolución de las especies anima-les. Un vertebrado mamífero, carnívoro por adaptación,que camina en posición completamente erecta y a gran-des pasos sobre sus dos patas traseras; dotado de peque-ños dientes, sin caninos salientes, dispuestos en forma

     parabólica a lo largo de las mandíbulas; que posee un pulgar oponible de una longitud aproximada del 65 por100 del dedo índice; que tiene un cerebro ancho y redon-deado, cuya capacidad puede exceder de 1.400 centíme-tros cúbicos; y al que, por nacer sin pelo, a diferencia detodas las demás especies de simios, se le ha llamado «elmono desnudo»13.

    Filosóficamente hablando, el hombre en nada se dife-renciaría, en la esencia y naturaleza de su ser, de cual-quier otro animal: el pitecántropo, el australopiteco, el

    ramapiteco, uno de los primates inferiores, un reptil, unanfibio, un pez, una bacteria unicelular, de los que pro-cedería por una evolución fortuita y ciega, sin rupturaontológica, sin barrera cualitativa, ni solución de conti-nuidad. El hombre en su integridad sería perfectamentereducible a los elementos infrahumanos del cosmos: físi-cos, químicos, biológicos, zoológicos.

    El premio Nobel de biología Jacques Monod, aunquesaliéndose de su campo, nos dejó escrito:

    «Es superfluo buscar un sentido objetivo de la existencia. Sencillamente, no existe. El hombre no es un elemento dentro de un plan que dirija todo el universo. Es el producto de la más ciega y absoluta casualidad que se puede imaginar. Los  dioses han muerto y el hombre se encuentra solo en el mundo. 

    No es más que lo que él mismo haga de sí»14.

    13 Así le ha llamado Morris en su conocido libro. Sobre el tema de las diferencias anatómicas entre el hombre y los monos, recomendamos el trabajo de Jo h n   R.  N a pie r    «Cuando el hombre se separó de los primates», en  El origen   del hombre  (Correo de la UNESCO 1973).

    14 Ja c q u e s   Mo n o d  ,  El azar y la necesidad   (Barral 1972).

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    Consecuencias lógicas

    Ahora bien, si no somos más que el producto de lamás imaginablemente ciega y absoluta casualidad en laevolución azarosa de la materia, ¿qué pensar de «la dig-nidad inherente a la persona humana?, ¿qué decir de«sus derechos humanos básicos y de sus libertades pú-

     blicas fundamentales»? Seamos lógicos. Todo eso seríaalgo puramente convencional, carente de todo funda-mento objetivo y de toda justificación de tipo racional.¿Qué dignidad inalienable puede tener lo que no es sinomateria? ¿Qué derechos y libertades inmanentes, lo quees un simple animal? Rodeamos de cuidados un cuadrode Velázquez, una escultura de Miguel Angel, un ánforagriega, porque son muy bellos, muy agradables, muy co-tizados en el mercado, pero ¿qué dignidad tienen? Aten-demos a los animales porque son hermosos, fieles, cari-

    ñosos, útiles, porque valen dinero, pero ¿qué derechos ylibertades inviolables les reconocemos? Ninguno. Encaso de peste, de que nos molesten, aun por simple de-

     porte, los matamos sin escrúpulos. Pues, ¿qué dignidad,ni derechos, ni libertades, tendríamos los hombres si nofuéramos más que materia vivificada al azar? Seamosconsecuentes y lógicos.

    Tenemos autoconciencia de nuestro yo, nos sentimoslibres, capaces de decidir contra nuestros instintos inter-nos y los condicionamientos que proceden del exterior,

     pero todo eso sería pura ilusión, la cara interna de los fe-nómenos fisiológicos. En realidad, estaríamos sujetos aldeterminismo de la materia.

    Admiramos a los grandes genios de la humanidad que

    han concebido y realizado las catedrales, escrito lasobras maestras de la literatura, compuesto los grandesconciertos y sinfonías musicales, pensado las ingentescosmovisiones filosóficas, penetrado en los ocultos se-cretos de la naturaleza; nos quedamos atónitos ante lossantos que han vivido por encima de los impulsos, las

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     pasiones y el ambiente, motivados por valores superio-res, espirituales..., pero todo eso no sería sino una se-creción de las combinaciones químicas de las células ce-

    rebrales, un fruto de los reflejos condicionados de la pura materia viviente.Más aún, hemos de reconocer que el hombre, el ser

    más perfecto, sería paradójicamente el más desgraciadode todos los animales. Los seres humanos tienen con-ciencia de su limitación, de su fínitud; prevén y abarcanla vida en su totalidad con sus problemas, peligros, ame-

    nazas, sufrimientos, enfermedades y, como fin de todo,la vejez y la muerte; ansian y desean profundamente lafelicidad, el amor, la infinitud, la eternidad, y suspiran por algo misterioso, absoluto, que está fuera de ellos enel espacio y en el tiempo y que pueda saciarles. Pero loshombres, pura materia, estarían, ante la indiferencia deluniverso, fríamente destinados a la muerte, a la nada, alnoser, como cualquier animal. Su mayor perfecciónsólo les serviría para vivir en la angustia y en la desespe-ración, y les convertiría en «un ser absurdo», en «una

     pasión inútil», «un proyecto imposible», «una aventuracondenada al fracaso»15.

    El hombre y Dios

    Por el contrario, si Dios existe,  existe el espíritu, y elhombre, además de ser un animal en cuanto a su cuerpo,es también un espíritu puro, substancialmente unidos. Aello nos inducía ya la conciencia de nosotros mismos,nuestra capacidad de pensar en abstracto, de analizar ysintetizar, de elaborar conceptos universales y discurrircon ellos, la experiencia de nuestra libertad, de decidircontra los condicionamientos, motivados por valores in-materiales, espirituales, etc. Este espíritu substantivo,

    15 Expresiones habituales de lean Paul Sartre y de Martín Heidegger.

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    que también somos, es algo inmaterial, indivisible, queno puede proceder de la materia, que no tiene en sí prin-cipio de corrupción, que es inmortal.

    El hombre es un animal racional irreductible a la ma-teria y a la pura biología. Es un ser aparte, diferente entitativamente, dotado de la dignidad de ser persona,consciente y libre, lo que fundamenta sus derechos y li-

     bertades inviolables. No puede ser considerado nuncacomo un medio, como una cosa más —cada persona esúnica e irrepetible—, sino como fin de toda la creación

    material e institucional y superior a ellas, por lo que ja-más puede ser «cosifícado», instrumentalizado.El hombre tiene un alma espiritual, creada por Dios

    individualmente de la nada. Se explica nuestra interiori-dad, nuestra autoconciencia y nuestra libertad, las genia-les creaciones de los hombres en las ciencias, la filoso-fía, la artes, así como la bondad, la entrega generosa y

    desinteresada, el amor, el perdón, el heroísmo y la santi-dad, no sólo de los santos y de los héroes, sino de tantosseres humanos anónimos.

    Finalmente, el hombre, aunque prevé la lucha y lamuerte, no se considera un ser absurdo, contradictorio,inútil y sin sentido, porque espera confiadamente quesus ansias y anhelos de la verdad, del bien, de la belleza,

    de la felicidad y del amor, serán aquietadas y satisfechas plena y eternamente en Dios.

     III. «SI NO HAY DIOS, TODO ESTA PERMITIDO»

    DOSTOIEWSKI

    La ética

    Si no hay Dios, no puede haber pecado. Este consisti-ría en llevar una conducta contraria a la voluntad divina;

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     pero, si Dios no existe, mal puede actuarse contra él.Se nos dirá que estará en vigor la ética, ese conjunto

    de principios básicos que, descubiertos y formulados porel hombre, nos dictan las normas generales de la con-ducta moral que debemos seguir: lo que se debe hacer

     por ser honestamente bueno y lo que hay que omitir porser honestamente malo.

    A ello respondemos que, eliminado Dios, es imposibleuna ética objetiva, universal, vinculante; e insoluble laexplicación de la existencia en todos los seres humanos,absolutamente desconocido en las especies zoológicas,del imperativo moral que nos impone la conciencia deuna manera incondicionada, incoercible y transcendentea nosotros.

    Fundamentaciones inconsistentes

    Podremos los hombres elaborar un código de conduc-ta y comprometernos solemnemente a guardarlo, perosiempre será un conjunto de normas puramente externo,incapaz por sí solo de hacernos sentir íntimamente obli-gados en conciencia. Porque, si el mutuo acuerdo es elsostén de nuestra obligación, ¿en qué se fundamenta el

     presupuesto de que «los acuerdos han de ser guarda-

    dos»? ¿En otro acuerdo? ¿Y éste? Todo queda al aire,sin apoyo. Si lo moral es obra sólo de los hombres, dejade ser moral.

    Podré cumplir lo acordado por respetos humanos, porintereses, por vanagloria, pero todo eso, ¿en qué meobliga en lo más íntimo de mi conciencia? Si estoy solo,¿en qué me responsabilizan desde dentro aquellos acuer-

    dos?; si con otros, ¿por qué no podemos Convenir en nocumplirlos o en alterarlos? Se cae en una moral positi-vista, cambiable a discreción, como las reglas del juegode los diversos deportes, convencionales, contradicto-rias, mudables.

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    Se argüirá que debemos hacer aquello que es bueno para los seres humanos en su dimensión individual y so-cial y que esto ha de ser el fundamento objetivo de lamoral. Pero la objeción salta ineludible: y ¿qué es lo

     bueno, lo que le va bien, y lo malo, lo que le perjudica?Porque definirlo, concretarlo, presupone una concepcióndeterminada de lo que es el hombre y la vida y, en fun-ción de las diferentes concepciones de su ser y de susentido, serán distintos el bien, los fines y los valores aque se aspira. Caeremos en un subjetivismo moral, indi-

    vidual o colectivo, radical. — Para el que profese una concepción personalista dela vida, el hombre, todo hombre y todo el hombre, seráalgo que trasciende a la creación material e institucional,y lo bueno será someter todo ello al perfeccionamiento ydesarrollo de la personalidad de cada uno, sin que jamás

     pueda ser instrumentalizada. Los derechos fundamenta-

    les de la persona serán inviolables, sagrados. — El que tenga una ideología colectivista,  mirarácomo el bien absoluto el fortalecimiento y progreso,como un ente transpersonal, de la colectividad, sea detipo racial (racismo), de clase (marxismoleninismo), de patria (fascismo), etc., y la moral exigirá lógicamente su- bordinar las personas al bien de la colectividad en cuan-

    to tal y, en caso conveniente, aun sacrificarlas, como secorta un brazo para salvar el todo. Los derechos huma-nos o no existen o son nominales, sometibles al todo.

     — Quien siga una concepción hedonista de la existen-cia pondrá el supremo bien humano en el «comamos, be-

     bamos y gocemos, que mañana moriremos», y la normade su conducta será lo que le conduce al placer sensible

    sin más limitaciones que las impuestas por el «poder go-zar más y durante más tiempo». — El que adopte una concepción anarquista de la vida

    tendrá como supremo valor liberar al individuo de laopresión de las estructuras políticas y sociales, que porsu misma naturaleza le absorben, le despersonalizan y

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    esclavizan, y le impiden proceder espontánea y libre-mente, sin más límites que el respeto a los demás.

     — Y así podríamos considerar una «moral de utili-

    dad», una «moral de situación», una «moral de super-hombre», etc.Se insistirá, en ese afán inútil de encontrar una base

    sólida a una ética sin Dios, que la norma de la moralidadserá lo que manden las autoridades públicas con susleyes coercitivas, que fijarán la conducta social que de-

     ben observar sus súbditos, vigilarán su cumplimiento eimpondrán sanciones a los infractores. Mas en esta hipó-tesis, a lo más que se puede aspirar es a una moral públi-ca —la vida privada quedaría al margen— y de intimida-ción, de temor, meramente externa, penal, pero no a unaética de responsabilidad. Además, como lo demuestra laexperiencia universal, actual e histórica, las leyes dicta-das por las autoridades públicas ¡son tantas veces arbi-trarias, abusivas, discriminatorias, cercenadoras de losderechos humanos y de las libertades públicas, si no cri-minales y atroces! ¡Tan distintas y aun contradictoriaslas disposiciones emanadas en los diversos Estados yaun en el mismo, cuando se produce un cambio de régi-men político! Ante esta realidad innegable, ¿por qué va-mos a estar obligados en conciencia a obedecerlas? Y,además, sin una moral categórica, objetiva, anterior,

    ¿cómo juzgar cuándo son justas las leyes y cuándo no?

    La ética y Dios

    El 13 de julio de 1977, a las 9,34 de la tarde, NuevaYork sufrió un apagón eléctrico durante largas horas y

    se produjo «una noche de terror». Al amparo de la oscu-ridad, fueron asaltados, saqueados, destruidos más de2.000 comercios y almacenes y las pérdidas se calcula-ron en 70.000 millones de pesetas. Fue una noche devandalismo, de locura y de rapiña. Alexander Solzhenit

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    syn vio en ello un símbolo de lo que es capaz de hacer lahumanidad sin la luz de Dios y quedó confirmado aqueldicho de su compatriota Dostoiewski:

    « Si no hay Dios, todo está permitido».

    A esta misma conclusión llegó un dicho de la sabiduríachina:

    «Una nación sin Dios acabará siendo un pueblo de bestias».

    Y  Eugene Ionesco:

    «El mundo ha perdido su rumbo. No porque falten ideologías orientadoras, sino porque no conducen a ninguna parte... En la jaula de su planeta los hombres se mueven en círculo, porque han olvidado que se puede mirar al cielo... Como nosotros queremos solamente vivir, se nos ha hecho imposible vivir. ¡Miren ustedes a su alrededor!»16

    Y el Club de Roma:

    «El hombre, que ha adorado estos años la ciencia, la tecnología, los bienes de consumo, ha matado el alma, ha abandonado a Dios. Lo ha secularizado todo. El egoísmo nos impide ya sentir incluso el dolor ajeno, aunque nos sea próximo»17.

    El hombre sin Dios queda sin ley, y sin explicación elhecho ético, ese sentimiento del deber, de la responsabi-lidad y de la culpa, que sentimos dentro del alma, irre-misiblemente y aun contra nuestra voluntad, todos loshombres desde los albores de la personalidad del niño yaun en los pueblos más salvajes.

    16 E. Io n e s c o , Discurso de apertura de los festivales de Salzburgo de 1972.17 El «Club de Roma», integrado por personalidades de todas las ideologías 

    y creencias, en su reunión de 1977 en Houston, cuya finalidad era estudiar las «Alternativas del desarrollo para lograr sociedades viables y equitativas», puso como el problema primero y el más acuciante del mundo la urgencia de recuperar los valores para la nueva sociedad, anteponiendo este factor al de la energía, el desempleo, la alimentación, el futuro de la industria.

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    Si Dios existe,  se justifica que el hombre descubra enlo hondo de su conciencia una ley heterónoma, que él nose da a sí mismo, a la que debe obedecer y cuya voz re-suena en su corazón invitándole a amar y a obrar el bieny a evitar el mal. La conciencia es la voz de Dios, el su-

     premo Legislador, ante el que tendremos que responderen última instancia de nuestros actos. El pone en noso-tros el imperativo moral de hacer, o evitar, aquellas ac-ciones tan íntimamente relacionadas con nuestra natura-leza, que conducen, o, en su caso, imposibilitan, a la

     perfección integral del hombre, cuyo último sustento,verdad y sentido, es el mismo Dios. La conciencia másque un deber nos revela una necesidad íntima del ser hu-mano, dada su esencia y su finalidad.

     IV . R E F L E X I O N 

    Llegados a este momento, repensando todo lo dicho,nos encontramos ante la alternativa fundamental de op-tar entre la admisión de la existencia de Dios, origen,sentido y fin último de todo lo creado, o de rechazarla,quedando sin respuesta el ¿por qué? y el ¿para qué? de

    todo cuanto existe.

    No es un problema científico

    Antes de nada, y para evitar falsos planteamientos,hemos de insistir en que el problema de la existencia de

    Dios, así como el del primer principio, el rumbo y el últi-mo término del universo y del hombre, caen totalmentefuera del campo de la ciencia.  Esta, en cuanto tal, nada puede ni tiene que decir sobre estos interrogantes bási-cos. El campo de su actuación son los fenómenos sensi

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     bles, tangibles, verificables. Por tanto, todos los proble-mas que aquí tratamos, por ser invisibles e intangibles,escapan radicalmente al campo de su competencia. La

    ciencia ha de exigir que se le respete su autonomía, suobjeto y sus métodos, mas con la misma escrupulosidaddebe considerar ella la autonomía, el objeto y los méto-dos de otros saberes, superiores y más fundamentales.

    La postura de la ciencia, como tal, queda reflejada enaquella exclamación de Einstein: «Lo más incomprensi-

     ble del mundo es que sea tan comprensible». La ciencia

    nada tiene que investigar para explicar el cómo de esacomprensibilidad. Igualmente la ciencia nada puede de-cir de la existencia o no existencia de Dios; es un problema supracientífico.  La ciencia en cuanto tal  no puedeser ni atea, ni creyente, sino neutra. Debe callar, puestoque, como tal,  nada puede saber.

    Es un problema filosófico

    Este es, en realidad, un problema de la filosofía. Re-conocemos que, en el terreno de la  pura racionalidad ,no se puede demostrar la existencia de Dios con la evi-dencia irrefutable, contundente, apodíetica y cegadora

    de un teorema matemático o la discrecionaiidad y la pal pabilidad de un experimento científico. Pero no es me-nos cierto que, sin salir del campo de la pura razón, to-dos los argumentos racionales inclinan fuertemente alentendimiento a aceptar la existencia de Dios. La admi-sión del ser de Dios nada tiene de irracional  y su exis-tencia se puede defender con argumentos de pura razón

    frente a la crítica racional más exigente.En nuestra vida, la admisión de Dios, o su negación,

    no se decide únicamente en el terreno de la pura racio-nalidad. En esta decisión interviene el hombre entero: no sólo la razón, sino también su corazón, su buen senti-do, su saber, su sentir y su querer. Es una decisión libre,

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    sí, pero que nada tiene de ciega, irracional, voluntariosao arbitraria18.

    El que sincera y libremente rechaza la realidad deDios, merece todo respeto, pero vivirá sin resolver losgrandes interrogantes de la vida, sin consistencia y sincamino, abocado al nihilismo y a vivir torturado por laangustia y la desesperación, a no ser que prefiera no

     pensar, vivir fuera de sí, entregado a lo externo, aturdi-do y de espaldas al significado de su vida, de su actua-ción y de su muerte.

    El que opte libre y racionalmente por la existencia deDios merece, igualmente, todo respeto, vivirá en pose-sión de una respuesta racional satisfactoria a la radical

     problematicidad de toda la realidad: ¿qué es?, ¿qué so-mos?, ¿de dónde venimos? y ¿a dónde vamos?, y podráenfrentarse con la vida y la muerte lleno de esperanza,de valor y de confianza, sabiendo que las ansias más

     profundas de su corazón, que no se calman con los bie-nes terrenales y pasajeros, encontrarán en Dios su plenasaciedad.

    V. «YO SOY LA LUZ DEL MUNDO»

    Je s ú s   d e   N a z a r e t

    La fe

    Podríamos terminar aquí este trabajo, pero vamos a pasar al terreno de la fe. Después de contemplar rápida-

    18 En realidad, también hace una opción libre, un acto de fe, el que no cree, pues «fe es creer lo que no vemos» y nadie puede ver que Dios no existe. Más aún, mucha más fe, mucha más libertad de decisión tiene el que  no 

     cree en Dios y cree que la materia existe por sí misma, que el cosmos y la vida son fruto de la casualidad, 'que el hombre tiene una dignidad inviolable y unos derechos y libertades inalienables y que es posible una ética objetiva, universal, vinculante.

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    mente la visión del universo, de la evolución y del hom- bre que nos ha brindado la ciencia, y de haber planteadoy profundizado en su origen, naturaleza y destino a la

    luz de la filosofía, vamos a completar la verdad con laclaridad de la fe en la revelación. Fe que no consistetanto en creer en algo que no vemos, como, sobre todo,en creer en alguien que nos ha hablado, en nuestro caso,en Dios. Pensamos que al hacerlo ayudamos al lector adiferenciar netamente estos tres campos del saber yaportamos nuevas motivaciones que pueden servir tanto

     para reafirmarnos en nuestra opción por la existencia deDios, como para auxiliar al que, aún indeciso, busca ytantea.

    Hablamos, por lo tanto, en esta última parte, comocreyentes no sólo en que Dios existe, vive y es el funda-mento, el sentido y el fin de todo lo creado, sino tambiénen que Dios se nos ha revelado históricamente y nos ha

    manifestado las intimidades de su ser y sus designioscreadores, a lo que hemos respondido adhiriéndonos, por él y con su gracia, con una fe sobrenatural. A la luzde esta fe y de la experiencia existencial, vital, de la rea-lidad actual de un mundo sin Dios, haremos algunas re-flexiones.

    Visión del mundo

    Hoy parte de la humanidad se aleja de Dios, lo vaabandonando, prescinde de él y actúa como si no exis-tiera; se va «olvidando que se puede mirar al cielo». Porello, la humanidad camina sin rumbo, sin horizontes, sin

    esperanza; padece el desconcierto, la angustia, el vacío.Como no sabe para qué  vive, tampoco sabe cómo  vivir. No aspira más que a vivir aquí abajo, sólo anhela los bienes materiales insuficientes y huidizos, y se le haceimposible vivir. Encerrada en esta prisión asfixiante quese ha construido, se muere de sed.

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    Miremos a nuestro alrededor. Nos motiva el egoísmo que nos arrastra a una lucha despiadada, sin entrañas,sin amor. De él nace, en unos, la ambición desmesuradade las riquezas, del poder y de la gloria, ambición quealiada con la soberbia y el orgullo  les lleva a explotarde una manera fría, sistemática y estructural a los de-más, a los más débiles, a cometer injusticias sin cora-zón, sin piedad, en todos los órdenes: el económico, elsocial, el político, el cultural, y en cualquiera de los ni-veles: personal, familiar, de clase, regional, estatal, in-ternacional. Como reacción espontánea y dialéctica bro-tan los resentimientos, las envidias y estalla el odio,  lasviolencias, las venganzas, las guerras, los terrorismosinstitucionalizados e internacionalizados, las venganzas

     personales. Así se cierra el círculo infernal de las violen-cias que engendran nuevas violencias, cada vez más du-ras y más fuertes.

    Otros, ante esa vida sin sentido, reaccionan dejándose

    arrastrar, en la búsqueda desesperada de algo absoluto, por el placer, el hedonismo, el consumismo, el desenfre-no sexual, la pornografía, el alcoholismo, la droga, cuan-do no naufragan, insatisfechos y hastiados, en la deses-

     peración y el suicidio.Para mayor degradación, el hombre, «ese ser incura-

     blemente religioso» (Be r d i a e f  ), que ha rechazado a

    Dios, al verdadero Absoluto, fabrica sus dioses, sus ído-los humanos, a los que se sacrifica a sí mismo y a los de-más. Unas veces divinizamos, absolutizamos, la raza,otras la clase social, otras la patria o el Estado; o espe-ramos toda nuestra salvación de las ciencias, de la técni-ca, del progreso, de las ideologías; cuando no idolatra-mos entusiasmados, como «fans» o hinchas fanatizados,

    a un cantante, a un futbolista, a un equipo deportivo; oconfiamos vergonzosamente en adivinos, en los horós-copos, etc.

    En el orden mundial, nuestro egocentrismo crea estasituación injusta y explosiva en que, mientras unos vi

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    ven en un clima de lujo, de despilfarro y de superfluida-des, insensibles e insolidarios con el sufrimiento de losdemás —tantas veces causados por ellos—, centenares

    de millones de seres humanos, a veces cadáveres ambu-lantes o tendidos, se mueren azotados por el hambre oviven malnutridos, sumidos en la ignorancia aun de lomás elemental y flagelados por toda clase de enfermeda-des. Como contraste, aún más demencial, la humanidadmalgasta en armamentos, violentando la naturaleza delas cosas, 500.000 millones de dólares al año, un millón

    de dólares por minuto, cuando los países en vías de de-sarrollo, con una ayuda de los países industrializados del5 por 100 de los gastos militares, podrían lograr suautoabastecimiento alimenticio en sólo diez años. ¡Quéverdad es que «la desacralización conduce a la barba-rie»!19

    En esta triste realidad se reflejan aquellas palabras de

    Henri de Lubac: El hombre puede organizar la tierra sinDios, pero «al fin y al cabo, sin Dios no podemos menosde organizaría contra el hombre. El humanismo exclusi-vo es un humanismo inhumano»20; o las de Rabelais:«La ciencia sin conciencia será la ruina de nuestra civili-zación» .

    El nuevo hijo pródigo

    La humanidad, alejada y reprimida de Dios, yace pos-trada deseando saciarse con lo que no puede satisfacer-le, pues, «hechos para Dios, estamos inquietos hastadescansar en él» (AGUSTÍN), como la aguja de una brú-

    19 Aunque la descripción hecha es verdadera a nivel de quienes conducen la historia, en la humanidad hay mucha gente buena, sin responsabilidad en los derroteros tomados y que padece sus consecuencias. Lo más indignante es  que con frecuencia interroguemos a Dios o neguemos su existencia porque él  ha hecho el mundo así. ¡Cuando es obra nuestra!

    20 H e n r i  d e   Lu b a c ,  El drama del humanismo ateo  (Ed. Epesa, Madrid 1965).

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     jula desviada del norte. ¿Habrá llegado la hora de levan-tarse e ir al padre? Oigamos algunas voces autorizadasespigadas al acaso:

    El gran historiador Arnold J. Toynbee escribía:

    «Estoy convencido de que ni la ciencia ni la tecnología pueden satisfacer las necesidades espirituales a que todas las posibles religiones espirituales tratan de atender... Visto históricamente, la religión vino primero, y la ciencia nació de la religión. La ciencia nunca ha suplido a la religión y confío en que no la suplirá nunca21.

    El escritor SaintExupéry protesta:

    «Odio a mi época con todas mis fuerzas. En ella el hombre se muere de sed. Y no hay más que un problema en el mundo: dar a los hombres un sentido espiritual, una inquietud espiritual. No se puede vivir de frigoríficos, de balances, de política. No se puede. No se puede vivir sin poesía, sin color, sin amor. Trabajando únicamente para el logro de los bienes materiales, estamos construyendo nuestra propia prisión»22.

    Y Malraux sentenció:

    El problema capital de fin de siglo será el problema religioso» .

    La humanidad, hastiada de tanto materialismo y loda-zal, de tantos egoísmos, injusticias y odios, de tanta bar-

     barie y degradación, comienza a mirar arriba, a suspirar por lo espiritual, por el amor, por la esperanza, por lafraternidad, por la paz.

    El mismo Toynbee diagnosticaba:«¿Cómo podemos llegar a una paz verdadera? Para una paz 

    duradera y permanente, una revolución religiosa es una  condi-

    21 A. J. To y n b e e , Surviving   the  future  (Londres 1971) p.44.22 Citado por Jo s é  L u is   Ma r t í n   De s c a l z o   en  Jesucristo  (BAC, Madrid).

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     tio sine qua non,  de ello estoy seguro. Por religión entiendo la superación del egocentrismo, tanto de los individuos como de las colectividades, a base de entablar la relación espiritual con la realidad espiritual allende el universo y poner nuestra volun

    tad en armonía con ella. Tengo para mí que ésta es la única clave para la paz, pero aún estamos muy lejos de tenerla en la mano y poder utilizarla, y así, hasta que lo consigamos, la supervivencia del género humano Seguirá puesta en duda»23.

    Juan Rof Carballo escribe:

    «Ya pocos tienen la idolatría de la ciencia. Se desconfía de ella, de que arregle el mundo por sí sola, en primer lugar. En segundo lugar, de que sus afirmaciones se mantengan ciertas demasiado tiempo. Son los nuevos gnósticos, los gnósticos de Princeton, que a través de las más sublimes matemáticas resucitan a Dios... Otros nos anuncian la resurrección de las creencias en lo transcendente, pues sin ellas no hay orden en la vida humana y ésta sucumbe en el caos desesperado que 

    conduce al suicidio. El filósofo marxista Ernesto Bloch decía que nuestro mundo tiene subproducción de transcendencia. Una como crisis de la metalurgia, pero en lo divino»24.

    Paul Goodman con su bello lenguaje nos dice:

    «A cambio de la hierba verde y de los ríos limpios, de los niños con mirada luminosa y hermosos colores —cualesquiera 

    que sean—, de hombres que no sean manipulados y puedan ser ellos mismos, yo dejaré muy a gusto todas las otras venta

     jas de orden político, económico o tecnológico. La vida moral y espiritual, la reflexión filosófica, la contemplación estática, el amor, la amistad, la danza, la oración —incluso no formulada—, el fervor, en una palabra, todo lo que la vida tiene de gratuito, es parte fundamental del hombre. Es de este lado de donde vendrá el milagro, no de un exceso de materia. Lo urgente para el hombre contemporáneo es recuperar su alma, para estar de nuevo en estado de amor»25.

    23 O.c., p.66.24 Ju a n   R o f   Ca r b a l l o , Cartas con respuesta:  «Informaciones», Madrid 

    (21 de abril de 1978).25 Pa u l   Go o d m a n ,  New reformation,  citado por Fernández Ordóñez en su

    opúsculo Qué es la socialdemocracia (Ed. La Gaya Ciencia, Barcelona 1976).

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    Y el eterno buscador, el malogrado Albert Camus:

    «Si tuviera que escribir un libro de moral, tendría cien páginas, y noventa y nueve estarían en blanco. Sobre la última es

    cribiría: «No conozco sino un solo deber, y es el de amar». Y  al resto digo que  no.  Digo que no con rodas mis fuerzas»16.

    Sí, la salvación de la humanidad está en el amor, mas,como escribió Mauriac:

    «Ni siquiera los mejores aprenden solos a amar; para pasar por alto las ridiculeces, los vicios y, sobre todo, la estupidez 

    de los seres, hay que poseer un secreto de amor que el mundo no conoce ya. En tanto no vuelva a hallarse este secreto, en  vano cambiaremos las condiciones, los ambientes, las estructuras humanas..., de nada sirve revolucionar la faz del mundo; hay que alcanzar al mundo en el corazón. Busco al único que podría lograr esta victoria, y sería preciso que él mismo fuera el corazón de los corazones, el centro incandescente de todo amor. Este deseo es quizá ya una oración»2627.

    Ese único que tiene el secreto del amor, capaz detransformar al mundo desde el corazón de los hombres,no es otro sino Dios, su amor. Así nos dice Karl Rahner:

    «El amor a Dios (¡a Dios, y no a una teoría humana acerca de El!) constituye el fundamento último de un amor al prójimo capaz de ser incondicional y conservarse realmente libre»28.

    La revelación

    El Dios verdadero —no el de nuestras teorías acercade él, tantas veces idolátricas— es el que se nos harevelado en su libre amor. Nosotros hemos creído a su palabra y así sabemos por fe que «Dios es amor» (1 Jn

    26 Al b e r t  Ca m u s , Carnets  (Cuaderno de notas), sept. 1937.27 Ma u r ia c , El nido de víboras. Citado por Ch. Moeller en «El hombre mo

    derno ante la salvación».28 K a r l  R a h n e r  , Palabras de Ignacio de Loyola a un jesuíta de hoy  (Ed. 

    Sal Terrae, Santander 1980).

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    4,8), que por amor libremente nos creó para dársenos así mismo, hacernos compartir su divinidad y saciar en él,aquí y en la eternidad, nuestros más íntimos anhelos.

    Toda la esencia de la Ley Antigua en lo referente anuestra conducta se resumía en dos amores, indisolu- blemente unidos y mutuamente condicionantes: «el amora Dios con todas las fuerzas y sobre todas las cosas» y«el amor, al prójimo como a nosotros mismos».

    Mas, aunque «vivimos, nos movemos y somos», esta-mos sumergidos, en ese Dios misterioso, a la vez que

    empapados de él, ya que es algo «más íntimo a nosotrosque nosotros mismos» (AGUSTÍN), ese Dios es algo invi-sible, incomprensible, inefable para nosotros, alguien«siempre mayor». Pero, llegada la plenitud de los tiem-

     pos, el Hijo de Dios se hizo hombre para salvar a la hu-manidad caída, la Palabra se encarnó por obra del Espí-ritu Santo en el seno de María la virgen y nació, en Be-

    lén, Jesús de Nazaret, verdadero Dios y verdadero hom- bre. En él nos habló el Dios silencioso; se tradujo al len-guaje humano el Dios inefable; se hizo visible el modode ser del Dios escondido: «El que me ha visto a mí, havisto al Padre» (Jn 14,9), y la transcendencia del rostrode Dios se nos descubrió en los rasgos humanos de Je-sús de Nazaret.

    Jesucristo

    Jesús, fiel a la misión de su Padre, predicó con santalibertad de espíritu el mensaje de salvación de Dios a lahumanidad, incapaz de salvarse por sí sola, y el mundo,los poderosos, lo rechazaron colgándole de un madero.

    Así murió por nuestro bien dándonos la mayor pruebadel amor: «Nadie tiene más amor que el que da la vida

     por el amigo» (Jn 15,13). El Padre lo resucitó, confir-mando que Jesús era «la luz del mundo», «el camino, laverdad y la vida». ¿Qué camino nos trazó Jesús con su

     presencia, su vida y su doctrina?

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    Su mensaje se resume en el mandamiento nuevo deque nos amemos los unos a los otros como él nos amó.Con un amor que nos inclina suave y eficazmente a ha-

    cer el bien y a vivir para los demás, a ser generosos contodos hasta darles lo nuestro y aun la vida, a la vez quenos hace incapaces de hacer el mal a nadie, de cometerinjusticias contra ellos, de explotarlos. Con un amor quese extiende a todos, no sólo a nuestros amigos y a losque nos favorecen, sino también a nuestros enemigos y alos que nos persiguen. Con un amor que nos impulsadesde dentro a perdonar siempre, a hacer el bien a losque nos odian, a devolver bien por mal, a vencer el mala fuerza de bien. Ni la ley de la venganza, ni aun la deltalión; sólo y siempre la ley del amor. Unicamente asíseremos hijos de nuestro Padre misericordioso, que hacesalir el sol y caer la lluvia sobre los buenos y malos, so-

     bre justos e injustos29.Aquí está condensada la vida y la doctrina de Jesús.

    En él se nos descubre de modo definitivo el corazón deDios. Sólo el amor eterno e infinito de Dios a los hom-

     bres manifestado en Jesucristo puede conmover el cora-zón de los hombres y motivar nuestro amor permanentee incondicional a los demás. Dios quiere que le amemosen los demás. En este mundo destrozado por los egoís-mos, las injusticias, el odio y las violencias, Jesús vino a

    sembrar el amor30.¡ Qué distinta hubiera sido la historia de la humanidad

    si los hombres, individual y asociadamente, se hubieranesforzado en seguir el camino de Jesús! Y ¡qué diferentelo será en el futuro, si nosotros, los protagonistas, nosempeñamos en hacerlo! El amor movería al mundo; ese

    29 Jesús no nos trajo soluciones  técnicas a nuestros'problemas económicos, sociales, políticos, internacionales; esto entra en la esfera no de lo religioso, sino de la autonomía del hombre en lo temporal. Sí nos entregó la fuerza necesaria para transformarnos el corazón, con lo que usaremos siempre de aquéllas en favor y al servicio de todos los seres humanos.

    30 Este tema que ofrezco aquí en síntesis, lo amplío en  El cristianismo es  amor y exigencia de justicia   (375 págs.) (Ed. Mensajero, Bilbao 1977).

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    amor que adormece el egoísmo y nos incapacita para lasinjusticias, para hacer el mal; que frente a la ambiciónde las riquezas nos estimula a la generosidad con todos;

    que nos infunde un espíritu de alegre servicio en lugar delas ansias de poder; nos hace mansos y humildes en lu-gar de soberbios y orgullosos; y nos inclina a perdonaren vez de odiar, a devolver el bien, y no la venganza, alos que nos hacen el mal. Apliquemos este espíritu anuestras relaciones personales, sociales, laborales, re-gionales, internacionales, etc., y el futuro de la humani-

    dad cambiará radicalmente.Sólo Dios posee el secreto del amor universal y desin-teresado y nadie sino Jesucristo es capaz de transformarel mundo y la historia desde el corazón de los hombres.Sólo ellos, porque nos divinizan por el amor, pueden hu-manizar al hombre, la vida de la humanidad y la historia.

    Como cantaba Schiller en su Oda a la alegría:

    «¡Millones de seres, yo os abrazo;  

    inmenso abrazo para el mundo entero!

    ¡Hermanos, sobre las estrellas

     tiene su m orada un Padre am oroso!»31

    Y el genial Dostoiewski:

    «El Occidente ha perdido a Cristo; por eso el Occidente 

    muere, nada más que por eso!»32

    Hemos de amarnos, y amarnos como Jesús de Nazaret, pues que todos somos hermanos, hijos de un mismoPadre. Sólo el amor incansable, inagotable y caudalosode Dios, de Jesucristo, hacia todos los hombres, puedealentar y sostener en nosotros, en cualquier circunstan-

    cia, un amor universal, incondicional, desinteresado y permanente hacia los demás, porque ellos nos han ama-do, y nos siguen amando, «hasta el extremo».

    31  Es la estrofa que canta el coro en la novena sinfonía de Beethoven, canto a la alegría, a la fraternidad y a la salvación de la humanidad por el amor.

    32 D o s t o i e w s k i , C u a d e r n o s   (1871).

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     Págs.

    I. Si no hay Dios, nada se explica   ......................................... 3

    El universo ...................................................................................... 3

    La evolución ...................................................................................   5

    El problema racional .................................................................... 9

    II. Si no hay Dios, el hombre esun animal   .........................   10

    El hombre sin D ios ...................................................................... 10

    C onse cuencias lógicas .................................................................. 12El hombre y Dios ........................................................................   13

    III. «Si no hay Dios, todo está permitido»   .............................. 14

    La ética ............................................................................................. 14

    Fundamentaciones inconsistentes ...........................................   15

    La ética y Dios ............................................................................. 17

    IV.  Reflexión   ............................................................................................ 19

    N o es un problem a científico ................................................ 19Es un problema filosófico ...............................   20

    V. «Yo soy la luz del mundo»   .................................................... 21

    La fe ................................................................................................... 21

    Visión del mundo ..........................................................................   22

    El nuevo hijo pródigo .................................................................. 24

    La revelación ............................................... 27

    Jesu cristo .......................................................................................... 28

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    15. El Magisterio de la Iglesia, por J. Collantes.

    16. Cómo leer la Biblia, por L. López de las Heras.17. El reino de Dios, por J. Galot.

    18. Iglesia y democracia, por J. Iturrioz.

    19. Los derechos humanos, por L. Pereña.

    20. La propiedad, por F. Guerrero.

    21. La objeción de conciencia, por R. Taboada Vázquez.

    22. Dios, el gran misterio, por L. de Echeverría.

    23. Juicio crítico sobre el capitalismo, por J. M. Abad Buil.

    24. Juan Pablo II y el hombre, por Mons. Angel Suquía.25. La mujer en la sociedad actual, por C. Castro.

    26. La crisis del civismo, por J. M.a García Escudero.

    27. La tercera edad, por A. de Miguel y Miguel.

    28. El Cristo de nuestro tiempo, por J. Galot.

    29. La moral del tráfico, por V. Hernández García.

    30. Iglesia y misión, por Mons. José Capmany.

    31. Visión cristiana del trabajo, por A. Tapiador Peral.

    32. Las Bienaventuranzas, por J. L. Larrabe.33. El sentido del cuerpo, por C. Vaca.

    34. Austeridad y sociedad de consumo, por J. de Sahagún Lucas.

    35. La autoridad como servicio, por S. Muñoz Iglesias.

    36. Los seglares en la Iglesia, por J. L. Larrabe.

    37. Alimentación y población, por A. Piñero.

    38. El problema del paro, por F. R. y Rodríguez de Acuña.

    39. Dios existe, por J. M.a Lumbreras Meabe.

     D E PRO XIM A AP A R IC IO N 

    ¿Progreso o retroceso?, por J. de Sahagún Lucas.

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    El hombre moderno frecuentemente se 

    complace en la autosuficiencia. Se hace la ilusión de poder calificar como superada 

    toda mentalidad religiosa, profesándose orgulloso de la propia fe en la ciencia, en la razón, como si precisamente de la ciencia y de la razón no surgiese una insupri- mible imploración por la esfera religiosa.

    Apenas se observa el mundo pensando sobre su secreto existencial, vemos que, tal como aparece ante nosotros, no explica su

     

    razón de ser, sino que la postula fuera de si y superior a sí mismo: es el famoso problema de Dios que se trasluce como una necesidad de la misma opacidad. La contemplación del mundo nos obliga a remontarnos a su superior y extraño, aunque presente y operante, origen, es decir, el misterio de Dios: «Los cielos pregonan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la

     

    obra de sus manos».