Juicio de Maximiliano

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EL JUICIO DE MAXIMILIANO Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística JULIO ZAMORA BÁTIZ 15 de mayo de 2012 Presidente de la Junta Directiva Nacional Hoy se cumplen 145 años de la rendición en Querétaro del emperador Maximiliano y su mermado ejército. Esto significa el triunfo del gobierno legítimo de Benito Juárez y la restauración de la República constitucional, que se formaliza dos meses después, con la entrada del Presidente Juárez y su gabinete a la Ciudad de México entre los vítores del pueblo. Mi amigo Carlos Vázquez Rangel, fraterno hermano de muchos que hoy nos honran con su asistencia, asumió desde 1978 el compromiso de convocar a los liberales de todas las obediencias a efectuar "la marcha de la libertad" en el domingo más cercano a esta fecha. Y lo explicaba con estas palabras: "es un momento para cargar el espíritu liberal en la esencia de la patria". Agradezco la invitación a participar en esta conmemoración que me hizo la maestra María del Carmen Mendoza, Presidente de la Academia para el Desarrollo del Adulto Mayor, Elegí el tema pensando que a pesar de

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EL JUICIO DE MAXIMILIANO

Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística JULIO ZAMORA BÁTIZ15 de mayo de 2012 Presidente de la Junta Directiva

Nacional

Hoy se cumplen 145 años de la rendición en Querétaro del emperador Maximiliano y su mermado ejército. Esto significa el triunfo del gobierno legítimo de Benito Juárez y la restauración de la República constitucional, que se formaliza dos meses después, con la entrada del Presidente Juárez y su gabinete a la Ciudad de México entre los vítores del pueblo.

Mi amigo Carlos Vázquez Rangel, fraterno hermano de muchos que hoy nos honran con su asistencia, asumió desde 1978 el compromiso de convocar a los liberales de todas las obediencias a efectuar "la marcha de la libertad" en el domingo más cercano a esta fecha. Y lo explicaba con estas palabras: "es un momento para cargar el espíritu liberal en la esencia de la patria".

Agradezco la invitación a participar en esta conmemoración que me hizo la maestra María del Carmen Mendoza, Presidente de la Academia para el Desarrollo del Adulto Mayor, Elegí el tema pensando que a pesar de la bibliografía abundante que existe sobre Juárez y la lucha antimperialista que realizaron los liberales mexicanos, muchas personas, incluso algunos mexicanos, creen que el fusilamiento de Maximiliano y de los generales Miramón y Mejía fue injusto, ilegal, ventajoso o todo ello junto.

Han escrito sobre este tema en particular muchos investigadores mexicanos, norteamericanos, algún sudamericano y decenas de europeos de variada nacionalidad, incluyendo recuerdos y opiniones de personas que participaron en la intervención francesa en México y el espurio imperio que creó.

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Es necesario revisar a fondo los acontecimientos. La pasión no es el único razonamiento válido para afirmar. En éste tema el desarrollo de los hechos, el proceso judicial, las bases legales de éste, las realidades políticas y las razones históricas, no son habitualmente examinadas. Por eso se entiende que haya críticos de las decisiones que tomó el gobierno mexicano. Sin embargo, conociendo los datos se conoce la verdad y ellos prueban que Juárez, su gobierno, el Partido Liberal y la nación mexicana actuaron de forma ejemplar.

El juicio se efectuó apegado a la ley, con todas las garantías para los acusados; la sentencia se cumplió y con ello se sentó un precedente que puso en su lugar al imperialismo europeo, que hasta la fecha no tiene presencia militar en nuestro continente, excepto el caso de las Malvinas, que antecede poco más de un cuarto de siglo a la intervención francesa en México y aún no se resuelve de acuerdo a las leyes internacionales vigentes.

Una rápida reseña de necesarios antecedentes. En octubre de 1861 un grupo de conservadores mexicanos extremistas visitaron a Maximiliano de Habsburgo en su castillo de Miramar para invitarlo a ocupar el trono de un inexistente reino o imperio mexicano. Esta visita se hizo de acuerdo con Napoleón III, que ya preparaba la invasión de nuestro país para establecer un gobierno satélite que se opusiera a la expansión económica y política de los Estados Unidos de América; esto sería el paso inicial de su esquema enfocado a encabezar lo que llamaba los pueblos latinos.

Maximiliano rechazó la oferta. En enero de 1862 fuerzas navales de España, Inglaterra y Francia ocuparon Veracruz, desembarcaron tropas de infantería y avanzaron un poco hacia el interior del país. El gobierno mexicano entró en pláticas con los invasores, que alegaban venir a cobrar deudas del gobierno mexicano cuyo pago se había suspendido por falta de recursos. En este ámbito de cordialidad se firmó un documento llamado "de la Soledad", comprometiéndose el gobierno mexicano a tolerar que las fuerzas invasoras acamparan en lugares menos insalubres, a la par que estas adquirieron la obligación de regresar a Veracruz en caso de llegarse a las hostilidades e iniciarlas desde la costa.

Después de las conversaciones sostenidas con los funcionarios mexicanos las fuerzas españolas e inglesas regresaron a Veracruz y abandonaron el país, satisfechas de los acuerdos alcanzados. Las fuerzas francesas en

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cambio violaron su palabra y empezaron a ocupar territorios a partir de los puntos en que acampaban. Trataron de tomar Puebla y fueron vencidos el 5 mayo por el Ejército de Oriente comandado por Ignacio Zaragoza. Por desgracia esto no impidió que continuaran avanzando hasta ocupar el centro del país. Crearon con sus colaboradores, los Conservadores mexicanos que apoyaban la invasión, un “consejo de regencia” y una “junta de notables” para organizar el imperio que deseaban instalar en México.

Dos muy importantes acontecimientos. El 25 enero 1862 el gobierno de la República Mexicana publicó la "Ley para castigar los delitos contra la nación, el orden, la paz pública y las garantías individuales". Poco meses después en España el general Juan Prim declaró: "Benditos sean los “Preliminares de la Soledad” que tantas víctimas españolas, francesas e inglesas ahorraron… porque los males que esa guerra injustificada va a causar a México son incalculables… los mexicanos verterán la sangre de sus hijos en defensa de su independencia; los soldados franceses verterán la suya en pos de una quimera que no podrán realizar… pero entrarán; su amor propio militar quedará satisfecho, pero no crearán nada sólido, nada estable, nada digno… cuando un pueblo no quiere a un monarca el poder del cañón lo impone por un tiempo dado, pero no da medio de hacerlo querer."

En abril de 1864, convencido por Napoleón III y por los avances de la invasión francesa en territorio mexicano, Maximiliano aceptó el llamado trono imperial y se trasladó a México, donde a finales de junio formó su primer gabinete. De inmediato tuvo conflictos con los conservadores y con los generales franceses. A partir de esto fue decayendo su posición.

Los franceses tuvieron problemas con Prusia y con los Estados Unidos de América, los diversos ejércitos republicanos de México lograron triunfos en todo el territorio, los invasores sólo eran dueños del terreno que pisaban. Se empezó a hablar del retiro de las tropas francesas.

Por estos días, partiendo del supuesto falso de que Juárez había abandonado el territorio nacional y argumentando que por tanto ya no existía el gobierno republicano en México y que sus defensores debían considerarse como gavillas ilegales, el gobierno imperial decretó la ley del 3 octubre 1865, que condena a ejecución sumaria a los opositores

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republicanos, equiparándolos a bandoleros. El comandante francés general Balzaine apoyó esta disposición.

La emperatriz partió hacia Europa en agosto de 1866, despedida por las guerrillas liberales con la famosa canción “Adiós Mamá Carlota”, de Vicente Rivapalacio. El objeto del viaje fue solicitar más apoyo a Napoleón III; fue rechazada y visitó al Papa, quien también evitó un compromiso. Ello le detonó una crisis mental, de la cual aparentemente nunca se recuperó, aunque se dice que fue su propio hermano -el rey Leopoldo de Bélgica - quien la mantuvo recluida en solitario, so pretexto de su locura, para apoderarse de su fortuna.

Enterado de esta situación Maximiliano pensó abdicar y regresar a Europa. Viajó hasta Orizaba en octubre de 1866 y permaneció ahí hasta diciembre, cuando regresó a México vía Puebla. El 8 enero 1867 el cuerpo diplomático acreditado ante su gobierno le aconsejó la abdicación; Bazaine coincidió con esta postura y el día 14 Maximiliano reunió a 35 miembros de la “junta de notables”, que por mayoría de 26 a siete votaron contra la abdicación, con dos obispos absteniéndose. Maximiliano había ya desmantelado las instalaciones de Palacio Nacional y el castillo de Chapultepec para enviar el mobiliario a Europa.

El 5 febrero las tropas francesas abandonan la Ciudad de México para embarcarse en Veracruz de regreso a su país e invitan a Maximiliano a irse con ellos, como lo hacen 3600 mercenarios austríacos del llamado cuerpo de voluntarios. La evacuación de los invasores franceses concluyó el 11 de marzo.

Maximiliano deja en México un nuevo gabinete, totalmente conservador, y concentra prácticamente todo su ejército en Querétaro, ciudad en la que se instala el 19 de febrero con el propósito de negociar directamente con Benito Juárez, ya que la idea de hacer un congreso nacional que reuniera a liberales y conservadores para decidir el destino del país, que el Habsburgo había planteado en Orizaba, no había sido aceptada por ninguna de las partes.

En Querétaro se reúnen cerca de 10,000 soldados encabezados por los generales conservadores Miramón, Mejía, Vidaurri y Leonardo Márquez. Maximiliano designa a éste último como Lugarteniente del Emperador y le encarga la defensa de la Ciudad de México, entregándole además su abdicación firmada sin fecha e indicándole que le avisará cuando deberá

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publicarla, de ser necesario, designándolo --de darse ese caso—regente. Marquéz regresa el 22 marzo a México con 1200 soldados de caballería, se impone al gabinete y Vidaurri le acompaña. Porfirio Díaz sitia después la Ciudad de México, en tanto el 5 de marzo Mariano Escobedo rodea Querétaro con 25 000 efectivos bien armados e inicia los 72 días de sitio que culminarán con la rendición de Maximiliano, quien procura hacerse notar ante la población como jefe de las tropas defensoras de Querétaro.

El 6 abril 1867 el embajador austríaco en Washington pide la intervención de los Estados Unidos ante Juárez; el representante norteamericano ante el gobierno mexicano recibe órdenes de solicitar al Presidente que en caso de captura de Maximiliano y sus lugartenientes se les trate de acuerdo a las normas aplicables a prisioneros de guerra.

El 22 de abril el coronel José Rincón y Gallardo, liberal amigo de Miramón, se entrevistó con éste con participación del general Rocha y el coronel Montesinos, sugiriendo que Miramón se pasara al ejército republicano, lo cual fue rechazado.

El 11 mayo los imperialistas planearon en un consejo de guerra una salida desesperada, en la cual romperían el cerco a la ciudad con 1 300 soldados de caballería que protegerían al emperador. La salida se efectuaría el 14 mayo a las 11 de la noche. Maximiliano firmó después de la reunión un decreto para que en caso de su muerte funcionara una Regencia compuesta por Teodosio Lares, José María Lecunza y Leonardo Márquez, miembros los dos primeros del gabinete que había dejado operando en México y Lugarteniente del Imperio el último. Con este documento Maximiliano invalidó sus escritos del 7, 12 y 20 marzo del mismo año, en los que hablaba de una abdicación automática en caso de caer prisionero o morir y de la instalación de una regencia distinta a la que finalmente confirmó.

El 15 mayo se rinde incondicionalmente Maximiliano, entregándole en el Cerro de las Campanas su espada al general Mariano Escobedo1.

1 Niceto de Zamacois, citado por el sacerdote Dr. Agustín Rivera en sus Anales Mexicanos, señala que Maximiliano fue llevado al Cuartel General de M. Escobedo y allí entregó su espada para formalizar la rendición. El Embajador Anton von Magnus, de Prusia, basándose en relatos que corrían en el campamento de Porfirio Díaz, por esos días sitiando la Ciudad de México, afirma que quien recibió la espada fue el Comandante Aureliano Rivera en el Cerro de las Campanas. Varios biógrafos de Ramón Corona sostienen que fue a éste General a quien le dio Maximiliano su espada en el sitio de su última escaramuza.

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Existe hasta la fecha la incógnita sobre la intervención en estos hechos del coronel Miguel López, comandante del regimiento de la emperatriz y que era en esos días el jefe de la guardia personal de Maximiliano.

Existen evidencias que el mismo coronel José Rincón y Gallardo facilitó tres entrevistas de López con Mariano Escobedo.

Los partidarios del imperio afirman que López actuó por su cuenta y por dinero traicionó a su emperador. Los adversarios de Maximiliano afirman que actuó López obedeciendo instrucciones y con el encargo expreso de ofrecer la entrega del Convento de la Cruz con la condición de dejar escapar al emperador y a su séquito, situación que no aceptó Escobedo, por lo que López sugirió que se le diera a Maximiliano lo que llamó “un respiro" para que abandonara el convento y se rindiera en otro lugar, concretamente en el Cerro de las Campanas, para que aparentar una defensa final que “salvara el honor" del aristócrata austriaco. El general republicano aceptó estos arreglos porque tenían instrucciones del Presidente Juárez de evitar en lo posible la muerte o heridas de sus soldados, cuya superioridad numérica y de armamento aseguraban que tarde o temprano ocuparían Querétaro.

Es indudable que se llegó a ciertos arreglos, puesto que estos contactos resultaron en la libertad del coronel imperialista, a quien no se le aplicó la ley de enero de 1862, como correspondía a quien fuera detenido con las armas en la mano contra la República. En cuanto al supuesto pago de servicios que recibió el coronel López, no existen pruebas definitivas, aunque se dice que el banquero queretano Carlos Rubio y el coronel republicano José Rincón y Gallardo, banquero en la Ciudad de México, expidieron letras de cambio para este efecto. López negó haber recibido este dinero, aunque en 1887 dijo al periodista Ángel Pola que había negociado sin instrucciones del emperador. Escobedo afirmó al mismo periodista que nunca le pagó a López, ya que el coronel entró en estas pláticas por instrucciones de su jefe.

La proyectada ruptura del cerco se aplazó del 14 mayo a las 10 de la noche para el 16 mayo a las tres de la mañana. La noche del 14 López recibió la medalla al mérito militar, que Maximiliano le otorgó después que le informó de los resultados de las reuniones efectuadas con Escobedo.

El general Francisco Vélez atacó el Convento de la Cruz a las tres de la mañana del 15 mayo. Rincón y Gallardo participó del grupo para garantizar

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que se cumpliera el acordado "respiro" a Maximiliano y su séquito y para vigilar la actuación del coronel López, quien contó además con la colaboración del coronel Jablonsky, quien también obtuvo su libertad pese a su notoria participación en el ejército imperial y su cargo de jefe de la guardia del edifico en que residía Maximiliano.

El coronel López avisó al emperador que las tropas republicanas avanzaba ocupando el Convento de la Cruz y Maximiliano, acompañado por Miramón, Mejía, su secretario Blasio, el príncipe de Salm Salm y con un puñado de soldados guiados por López salió del edificio, ordenando el coronel Rincón y Gallardo a la tropa liberal "déjenlo pasar, son paisanos" por lo que se cumplió lo acordado.

Seguro que Maximiliano, aunque no lo admitiera públicamente, debe haber estado satisfecho del resultado de sus instrucciones a López.

Ya detenido Maximiliano dirigió, el 25 mayo, un telegrama al embajador de Prusia ante su gobierno, Antón von Magnus, que permanecía en la Ciudad de México. La comunicación fue interceptada por el ejército de Porfirio Díaz. El abogado Mariano Rivapalacio obtuvo permiso de visitar a su hijo el general Vicente Rivapalacio, que se había incorporado a los sitiadores después haber participado en el triunfo de Querétaro. Al regresar a la ciudad el 28 de mayo, el abogado entregó al embajador Magnus el telegrama de Maximiliano—que le proporcionó el Gral. Díaz-- en que se le pedía que se trasladara a Querétaro con el abogado Mariano Rivapalacio y con el abogado Rafael Martínez de la Torre, para defender al emperador en el juicio que se había iniciado el día 24 mayo.

Los abogados mencionados, de reconocida capacidad y respetados por todos los partidos, aceptaron la encomienda pese a ser ambos militantes liberales. El jefe del gabinete imperial, Padre Fischer contrató también al abogado Eulalio Ortega.

Los tres jurisconsultos y el embajador prusiano recibieron de inmediato la autorización de Porfirio Díaz para atravesar las posiciones de los sitiadores, pero el gobierno imperial controlado por Leonardo Márquez puso obstáculos, argumentando que el telegrama era falso, que se trataba de un ardid para que depusieran las armas y que el emperador no había sido capturado.

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Finalmente se logró la autorización para salir de la ciudad de México, pero por el retraso alcanzaron a recibir una carta del Vicecónsul de Hamburgo acreditado ante la República en San Luis Potosí, que se había trasladado a Querétaro, avisándole a von Magnus que también se deberían trasladar a esa ciudad los encargados de negocios de Austria, Bélgica, Inglaterra e Italia, con lo cual Maximiliano solamente marginó al embajador francés y al de España de su convocatoria a los diplomáticos acreditados ante su gobierno.

El embajador Magnus habló con el jefe del gabinete imperial, padre Fischer, quien le advirtió que Lacunza y Márquez se negaban a publicar el documento de abdicación que desde marzo había enviado Maximiliano en previsión de caer prisionero, con lo cual alargaban el sitio de la ciudad de México.

El 21 mayo el ministerio de Guerra ordenó al general Mariano Escobedo que se acusara a Maximiliano, Miramón y Mejía de acuerdo con la ley del 25 enero 1862 y que se le sometiera a un consejo de guerra ordinario. En la comunicación se señala que de acuerdo al artículo 28 de la ley invocada "las penas impuestas en ella se aplican a los reos cogidos in fraganti delito o en cualquier acción de guerra, con sólo la identificación de las personas", lo que implica que no era necesario el juicio formal, "sin embargo, queriendo el gobierno usar de sus amplias facultades, con objeto de que haya la más plena justificación del procedimiento en este caso, ha resuelto que en él se proceda al juicio que dispone la misma ley en otros casos, para que de este modo se oigan en éste las defensas que quieran hacer los acusados y se pronuncie la sentencia que corresponda en justicia".

Es necesario destacar estas instrucciones por dos razones. Primero, porque en estricta aplicación de la ley debiera haberse fusilado de inmediato a los prisioneros. Segundo, porque es evidente el deseo de Benito Juárez y su gobierno de fundamentar ampliamente la sentencia que la propia ley señala, dando en el Consejo de Guerra oportunidad a la defensa y al fiscal de exponer sus argumentos.

Conviene hacer notar que en Europa la práctica usual era fusilar a los rebeldes contra el gobierno sin someterlos a juicio. Por ejemplo en 1849 el gobierno austríaco fusiló a más de 140 militares húngaros que se levantaron contra el emperador Francisco José.

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El 22 mayo Maximiliano, Miramón y Mejía fueron trasladados del Convento de las Teresitas, en el que se les había encerrado después que se rindieron, al Convento de las Capuchinas, donde permanecieron hasta el 19 junio.

El 24 mayo Mariano Escobedo designó al licenciado Manuel Azpíroz como fiscal del juicio. El soldado Jacinto Meléndez fue nombrado escribano del proceso, encargándose de levantar las actas de los interrogatorios y declaraciones en un total de 314 folios y dos cuadernos con documentos.

Ese mismo día, por la tarde, Azpíroz comenzó el primer interrogatorio; Maximiliano se negó a contestar las preguntas que consideraba políticas y retrasó en lo posible el procedimiento para que llegaran los defensores que solicitó a México y con la esperanza que los gobiernos europeos interviniesen en su favor. En esto tuvo el apoyo del abogado Jesús María Vázquez, catedrático del Colegio Civil de Querétaro, que fue contratado por el Vicecónsul de Hamburgo John Bahsen, único diplomático europeo acreditado ante el gobierno republicano, y que se trasladó de San Luis Potosí a Querétaro. Vázquez apoyó eficientemente a Maximiliano interponiendo ocursos por cualquier motivo para ganar tiempo.

El 25 mayo el fiscal notificó a Maximiliano de los cargos que se le hacían:

1. Era un instrumento de la intervención francesa.2. Usurpó el título de emperador.3. Se arrogó los derechos de un pueblo soberano y libremente

constituido.4. Dispuso por las armas de los intereses, derechos y vidas de todos

los mexicanos.5. Llevó una guerra injusta al lado de los franceses.6. Mandó reclutar cuerpos de voluntarios extranjeros.7. Promulgó el decreto del 3 octubre 1865 y mandó ejecutarlo.8. Declaró, en un manifiesto del 2 octubre 1865, que los republicanos

habían salido del país, por lo que las fuerzas republicanas serían consideradas hubo gavillas.

9. Condujo la guerra incluso después de la retirada de los franceses.10. Agravó el crimen de usurpador decretando para el caso de su

prisión, que se publicara su abdicación, pero que en el caso de su muerte, el poder pasar a una residencia.

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11. Reclamó delante del consejo de guerra que se le tratara como a un jefe de Estado vencido en una guerra justa.

12. Se negó a reconocer la ley del 25 enero 1862 y la competencia del consejo de guerra.

13. Despreció la autoridad del consejo de guerra, negándose a contestar las preguntas del fiscal.

El propio Maximiliano redactó un memorándum en el que describe la historia de su relación con México y su actuación, documento que fue posteriormente publicado. Además escribió otro documento respondiendo a cada uno de los 13 cargos, mismo que entregó a sus defensores y del cual existe copia. Finalmente el 26 mayo pidió a Benito Juárez que le concediera una entrevista, lo cual le fue denegado.

Por estos días un coronel del ejército de Escobedo, Carlos von Gagern, visitó a Maximiliano y lo saludó con los signos que correspondían a su calidad de masón, usando además en la conversación ciertas palabras y frases de reconocimiento entre los miembros de la orden. Maximiliano no mostró haber comprendido estas insinuaciones. Vale la pena señalar que años antes el mencionado coronel había estado prisionero en Francia y que Maximiliano lo visitó para informarse de la situación de México.

En opinión de von Gagern, que en 1884 publicó un libro en Berlín, Maximiliano no fue masón nunca. También debemos destacar que la familia Habsburgo era profundamente católica y, sobre todo, se ostentaba al emperador como “su majestad católica y apostólica" en consonancia con su argumento de ser herederos del sacro imperio germánico romano de Carlomagno. Por lo tanto, aun cuando Maximiliano en México y el emperador en Austria protegían logias masónicas, nunca pertenecieron a ellas.

Una de las gestiones de Vázquez fue lograr que se difiriera el inicio del juicio en tanto llegaban sus colegas procedentes de la Ciudad de México. El 5 junio llegaron Rivapalacio, Martínez de la Torre y Ortega acompañados por el embajador Magnus. De inmediato los abogados se entrevistaron con Maximiliano y con el licenciado Vázquez y enviaron un telegrama a Benito Juárez pidiendo un nuevo aplazamiento del juicio para poder preparar a fondo la defensa. Juárez les concedió un plazo de tres días, por lo que Rivapalacio y Martínez de la Torre se trasladaron el día 7

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a San Luis Potosí, en tanto Ortega y Vázquez se responsabilizaron de enfrentar el Consejo de Guerra en Querétaro.

En opinión del embajador Magnus la actuación de los Estados Unidos en favor de Maximiliano produjo en el ánimo de Juárez y su gabinete una reacción negativa. También opinó el mencionado embajador que la intervención conjunta de varias naciones europeas agravaría la reacción de los liberales, con lo que logró que el cuerpo diplomático acreditado ante Maximiliano le responsabilizara de intervenir personalmente ante Juárez porque Prusia no estaba en forma alguna inmiscuida en la creación del imperio en México y además estaba en relaciones difíciles con Francia, principal culpable del problema. Así, el embajador se trasladó a San Luis Potosí el día 11 junio, previa entrevista con Maximiliano quien le pidió que regresara antes de su muerte para hacerle algunos encargos familiares.

El 10 de junio Maximiliano agregó al testamento que había redactado en Miramar, antes de salir para México, un mandato a Carlota para que cuidara de la “Condesa Miramón” y su familia, pero omitió referirse a la esposa del Gral. Mejía, quien con hijo recién nacido quedaría en la pobreza total a la muerte de su esposo.

Mientras se desarrollaban estos acontecimientos el príncipe de Salm Salm y su esposa Inés conspiraban para poner en libertad a Maximiliano. Aún antes de la caída de Querétaro, ella viajó a San Luis Potosí y logró entrevistarse con el Presidente Juárez. No se le permitió volver a Querétaro hasta que la plaza fue ocupada, pero sabía ya que Maximiliano sería sujeto a juicio, por lo que organizó una reunión –en la Hacienda de la Purísima—entre Mariano Escobedo y Maximiliano con presencia de su marido el Príncipe Salm Salm, que se encargó de entregar a Escobedo un memorándum con las peticiones que formuló el exemperador: que se le permitiera salir de México con sus oficiales y tropas europeas y que el gobierno republicano no castigara a los mexicanos que como funcionarios u oficiales del ejército habían servido a su imperio.

Por otra parte ella procuró la amistad del coronel Ricardo Villanueva, del Estado mayor del general Escobedo, que había asistido también al encuentro. Concha Miramón se extrañó de estos contactos, pero Inés insistió en que el coronel estaba cautivado con sus encantos y le ayudaría a lograr la libertad del emperador.

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Inés viajó nuevamente a San Luis Potosí el 26 de mayo para entregar personalmente a Juárez el original de una carta que Maximiliano le escribió el día 25, pidiendo –entre otras cosas—más tiempo para preparar su defensa en el juicio iniciado el día anterior.

El 28 de mayo Juárez recibió nuevamente a la norteamericana y rechazó sus gestiones.

Después, en Querétaro, los Salm Salm intentaron sobornar a tres vigilantes de la prisión para facilitar la fuga, pero Maximiliano esperanzado en la gestión de los abogados y del embajador prusiano canceló el proyecto.

Avisado por Villanueva de estos planes, Escobedo trasladó a los prisioneros que formaban parte del Estado Mayor imperial del Convento de Capuchinas al Casino Español, con lo cual dificultó los contactos de la princesa con Maximiliano.

Los diplomáticos se opusieron a la huida. Pero la princesa Salm Salm insistió en la conspiración, incluyendo en sus maniobras al coronel Miguel Palacios, jefe de los centinelas en el Convento de las Capuchinas, que se prestó a participar atendiendo las instrucciones de Mariano Escobedo. También intervino un abogado norteamericano, de apellido Hall, que había acudido como asesor de Maximiliano y sus defensores y que compró caballos para el próximo intento de fuga. Escobedo simplemente lo expulsó de Querétaro y lo hizo asaltar para que le robaron los documentos de Maximiliano que se llevaba y que podrían interesar al cuartel general mexicano.

Maximiliano intentó otra escapatoria, pese a su estado de salud, afirmando "para mí es mejor morir de inanición sobre mi caballo que ser fusilado por los liberales". Los príncipes Salm Salm escribieron detalladamente el segundo plan de huida el 13 de junio. Se basaba en que Maximiliano firmara dos letras de cambio, cada una por $100,000, para entregárselos a los coroneles Villanueva y Palacios; para reforzar la certidumbre de los beneficiarios de las letras éstas serían suscritas también por el representante de Austria y algún otro diplomático. Además pidieron que el texto de este plan entregado a Maximiliano fuera devuelto a sus autores a través del encargado de negocios austríaco. El señor Lago, representante de Austria, firmó las letras de cambio que de su puño y letra elaboró Maximiliano antes de firmarlas; pero una vez fuera de la prisión el

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diplomático austríaco cortó su firma y entregó las letras y la carta de Salm Salm con el plan a quienes lo había preparado.

Ésa misma noche la princesa invitó al coronel Palacios a su alojamiento y a las nueve de la noche llegó el coronel Villanueva. Ambos decidieron que la fuga era inminente, lo que avisaron al general Escobedo. La prueba más evidente de la conspiración fue que a la mañana siguiente, 14 de junio, llegó una carta de Maximiliano a Inés que dice: "las dos libranzas de $100,000 que firmé hoy para los Coroneles Palacios y Villanueva y que deben ser pagadas por la casa y familia imperial de Austria en Viena, no son válidas hasta el día de mi completa salvación de vida a los sub mencionados coroneles. Maximiliano". Inés Salm Salm se llevó esta carta en Europa y la vendió.

El Consejo de Guerra2 inició sus sesiones el 13 junio. Entre las 9 y las 15 horas se leyeron los cargos y las actas de los interrogatorios; el fiscal visitó a Maximiliano en la prisión y confirmó que por tener disentería estaba impedido de comparecer en el juicio. A las 3 de la tarde compareció el general Mejía, que poco contribuyó, siendo regresado su prisión a las 16 horas.

Miguel Miramón participó en el procedimiento de las 16 a las 18 horas.

Desde ahí hasta las 20 horas hicieron uso de la palabra los abogados Vázquez y Ortega como defensores de Maximiliano. Su principal argumento fue que los conservadores no se habían rebelado contra el gobierno de la República, sino que se trataba de una guerra civil entre fuerzas similares y que por razones humanitarias se debería respetar la vida de Maximiliano, que además era liberal; sostuvieron que el Decreto Imperial del 3 octubre de 1865 era análogo a la Ley de la República Mexicana del 25 enero 1862, que era la base jurídica del proceso.

Concluidas sus intervenciones se levantó la sesión y el día 14 junio se inició el segundo día de vista. En conocimiento del intento de fuga antes mencionado el general Escobedo expulsó de Querétaro esa mañana a Inés de Salm Salm y a los diplomáticos de diferentes nacionalidades Lago, von Tavera, Curtopassi, Forest y Hoorikx.

2 El Consejo de Guerra que enjuició y condenó a Maximiliano, Miramón y Mejía fue presidio por el Coronel Rafael Platón Sánchez y lo integraron los capitanes: Vicente Ramírez, Juan Rueda Auza, Emilio Lojero, José Verástigue, Lucas Villagrán, Ignacio Jurado.

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Inés de Salm Salm se dirigió a San Luis Potosí y, se dice, se arrodilló ante Juárez para pedir que se perdonara a Maximiliano. La conseja popular es que Juárez contestó: “no soy yo el que toma su vida, es el pueblo y es la ley”.

El fiscal argumentó que la intervención francesa había sido una guerra injusta y que Maximiliano había sido instrumento del agresor, además de que era probadamente culpable de cada una de las acusaciones presentadas. Por todo ello pidió que se le aplicara la pena de muerte. Al final de su intervención presentó el documento de abdicación de Maximiliano, firmado el 14 de mayo en Querétaro, en el cual decretaba la formación de una regencia, lo que confirmaba que pretendía dar continuidad a su usurpación del gobierno con el título de emperador.

En cuanto a esto conviene recordar que en el informe que el Embajador von Magnus envió al gobierno de Prusia el 15 de junio señala: “S.M. me comentó varias veces que, aun estando en la cárcel, todavía se considera emperador, puesto que el acta de abdicación no fue publicada en México.”

La vista del juicio se clausuró a las 12:30 horas y el Consejo de Guerra deliberó hasta la medianoche, votando unánimemente la sentencia de muerte por fusilamiento para los tres acusados.

De acuerdo con el artículo 8 de la ley del 25 de enero de 1862, el general Escobedo en su calidad de comandante en jefe confirmó la sentencia el día 15 por la mañana y el día 16 un nuevo fiscal, el general refugio González, comunicó el fallo a los reos.

Los defensores que estaban en San Luis Potosí y el embajador Magnus se enteraron por telegrama de la noticia hacia el mediodía del 16 y solicitaron el aplazamiento de la ejecución al ministro Lerdo de Tejada, quien conferenció con el Presidente Juárez y les entregó a los solicitantes copia de un telegrama ya transmitido a Querétaro transfiriendo la ejecución para la mañana del miércoles 19 junio.

Magnus regresó a Querétaro acompañado de un médico alemán con el propósito de que fuera éste quien embalsamara el cadáver de Maximiliano.

A las 6:40 de la mañana del 19 junio fueron fusilados Maximiliano, Miguel Miramón y Tomás Mejía.

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Por órdenes de Juárez el embalsamamiento del cadáver de Maximiliano fue realizado por médicos mexicanos, aunque en presencia del alemán doctor Zenger. Posteriormente en la Ciudad de México se realizó un nuevo proceso de embalsamamiento para corregir fallas del efectuado en Querétaro.

El cadáver fue entregado en Veracruz el 25 noviembre 1867 al vicealmirante austriaco Tegetthoff, quien fue enviado por la familia de Maximiliano por haber sido amigo personal de éste. Previamente, a finales de septiembre, el Canciller de Austria, firmó en nombre de la familia imperial una petición dirigida al Ministro Sebastián Lerdo de Tejada solicitando la entrega de los restos de Maximiliano.

Nunca nadie protestó por haberse fusilado a Miramón y Mejía. Todas las protestas y argumentos se presentaron refiriéndose a Maximiliano y en general invocan como razón superior su estirpe. Curiosamente aún la famosa carta de Víctor Hugo y la menos comentada misiva de Giuseppe Garibaldi manejan éste argumento.

La más firme y clara respuesta que existe a las críticas que se hicieron a México y a su gobierno por el fusilamiento del príncipe austríaco, es el "Manifiesto justificativo de los castigos nacionales en Querétaro" escrito por Benito Pablo Juárez García.

Este documento es prácticamente desconocido dentro y fuera de México; no se le encuentra ni siquiera en bibliotecas de las escuelas y universidades que estudian nuestra historia y menos aún en acervos particulares de entidades que declaran su admiración y respeto a Benito Juárez y a los liberales del siglo XIX.

Este manifiesto fue editado en 1867, el 17 julio. Se volvió a editar .2 veces en 1868; y nuevamente en 1879, 1887, 1889, 1901, 1903 y 1904. Existe en el fondo reservado de la Biblioteca Nacional de México de la UNAM y en el Centro de Estudios de Historia de México Carso. Se le encuentra también en la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, en la Universidad de Columbia y en la Universidad de Harvard; esta última la tiene en versión escaneada para consulta electrónica. También está en la biblioteca del Instituto Iberoamericano Alemán en Berlín.

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Quisiera concluir esta ya larga exposición citando, sin mayores comentarios algunos párrafos de esta magistral exposición de Benito Juárez, empezando por el primero del texto:

"Caiga el pueblo mexicano de rodillas ante Dios, que se ha dignado coronar nuestras armas con triunfo.

"Para los estadistas y la prensa monárquica de Europa, no hay cuestión respecto a los traidores que sirvieron de instrumento a un archiduque de antiquísima prosapia. No tienen para aquellos ni derechos, ni moral, ni religión: no apelan el principio sino cuando una <estirpe divina> lo hace necesario.

"El ministro francés resume la cuestión de este modo: ‘la Francia fue a México a ejercer el derecho de guerra y no a fundar una monarquía; de ningún modo con miras de intervención. Su verdadero objeto fue obtener reparación y garantías a que tenía derecho, y una vez en México, sostuvo con su reconocimiento el gobierno fundado por el pueblo. (Por los traidores)’.

"…supusieron elecciones populares para presentar como emperador de México al príncipe Maximiliano, que con mucha antelación había designado el soberano de Francia.

"El crimen de Maximiliano contra México, inspira tal horror a los que parcialmente lo juzgan, que la rebelión en lo político, la traición en lo común, el asesinato en lo personal y el robo a mano armada en lo real, pierden su importancia, su gravedad y el espanto que producen, al compararse con el atentado del príncipe alemán.

"La inmensa destrucción de la vida humana que ha causado; las inmensas riquezas que ha consumido; la perversión político-moral que el acto presupone, y la alarma espantosa que ofrece al porvenir, jamás podrán equipararse por la conciencia humana, al simple crimen común, y mucho menos al delito político.

"… mal podría Napoleón III declarar la guerra a México, cuando al traer aquí sus armas supuso pro derelicto el territorio para entronizar en él a un príncipe austríaco de su elección particular.

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“…la Europa moderna perdió la idea de la soberanía popular. Refundido el Estado en el monarca, no pudo la ciencia del otro continente imaginar el asesinato de toda una nación.

"Pues bien, el regicidio grave, gravísimo como es,… queda figurando por lo bajo al compararse con un nacionicidio.

"¡Santo Dios! ¡Y si esos monarcas son cristianos y se jactan de ser civilizados! ¡Y esos soberanos, no sus pueblos, a una voz con sus estirpes reales y lacayos, me llaman asesino porque México castiga un nacionicidio nunca visto en un príncipe imperial, que vino deliberadamente a perpetrarlo en nuestro propio territorio! Un

“De aquí sus declaraciones insensatas, babilónicas: que la vida del hombre es inviolable; que la República no podía fusilar como el imperio; que después de la victoria no podía haber retaliación; que el derecho de gentes dizque salva al emperador que ordena y practica una guerra de salvajes; que teniendo nuestra lucha por objeto establecer la democracia, cifrada según los declamadores, en la inviolabilidad del hombre, nuestro triunfo no podría celebrarse con cadalso.

“En fin, que México debió prescindir de todo, olvidar todo, carácter de nación, código de gentes, autorizadas represalias, poder social, derecho de castigo, justicia humana, orden público, opinión nacional, afianzamiento de su porvenir con el fin único de salvar la vida de un príncipe europeo o de no lastimar el corazón de los que privadamente se conduelen cómo deben condolerse de su muerte.

“¡Compatriotas! Esa vana fraseología ha perdido su valor en el examen de la verdadera naturaleza de los hechos, con los cuales se ha atentado contra nuestra independencia y las instituciones del país.

"Importa sin embargo, abrumar en esta ocasión a nuestros enemigos con todo el peso que la razón, el derecho y las leyes nos ofrecen.

"Lo que para Europa es en otras personas traición aborrecible, es, en Almonte y sus cómplices, laudable patriotismo.

"Llegó ya el momento de poner de manifiesto que la justicia social que México ha ejercido, respecto a los reos de Querétaro, no es la de aquellas que tienen dos medidas.

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“Una sola es la aplicación: la que Dios ha señalado a los poderes constituidos, como México.

"…el derecho de gentes no exceptúa de las represalias a los reyes verdaderos, si por crueldad en la guerra las merece.

"México tenía el derecho de administrar la justicia nacional para proteger su orden social, profundamente atacado con sobra de iniquidad y alevosía, y en el acto se erigió en tribunal.

"México en Querétaro, triunfante, no había tenido guerra civil, porque los mexicanos en masa sostuvieron su independencia contra la Francia en guerra pública; los traidores dejaron de ser mexicanos al apoyar al extranjero.

"México en Querétaro, triunfante, tampoco dio conclusión a la guerra pública, porque la Francia había desaparecido con sus armas humilladas.

"México en Querétaro, triunfante, no dio término sino a una guerra de bandidos.

“Maximiliano, en el fondo y en la forma, no fue más que el jefe de una guerra de bandidos. Cuando se presentó, pues, rendido a México triunfante, su gobierno se hallaba de estas dos grandes verdades: la de su crimen inaudito; y la de su responsabilidad incuestionable.

“Empero México, además de la teoría, además del derecho de gentes, tenía en su legislación particular una ley positiva que aplicar: la del 25 de enero de 1862, dictada con el fin de castigar la pirática invasión.

“Maximiliano pudo evitar la aplicación a él de aquella ley, no prestándose a ejecutar el crimen que Napoleón III le indicó, o evacuando el territorio con sus paisanos los austriacos, al retirarse los franceses. No lo hizo.

“La enseñanza teórica, moral, es inútil para ellos; pero nuestra ley penal les revelará en el futuro la inmoralidad y los peligros de sus llamadas intervenciones en América.

“De hoy más quedará la Europa absolutista convencida de que la genuina democracia, por ser liberal en sus principios, no renuncia a los lícitos castigos que para conservarse tiene todo legítimo gobierno, aún en las débiles repúblicas de América”.

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BIBLIOGRAFÍAEl Colegio de México: Historia general de México. 1ª. Edición. El colegio de México. México, D.F. 2000 Hernández Silva, Héctor Cuauhtémoc (Compilador): Los mil rostros de Juárez y del liberalismo mexicano. 1ª edición. Universidad autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, UAM, SHCP. México, 2007Martínez Salazar, Raúl: El segundo imperio mexicano; 1ª. Edición. Instituto de Investigaciones Históricas de Nuevo León, Monterrey, N.L. 2006Ratz, Konrad: Tras las huellas de un desconocido; 1ª. Reimpresión. Conaculta, Inah, Siglo XXI editores, México, 2010Ratz, Konrad: El ocaso del imperio de Maximiliano visto por un diplomático prusiano. 1ª. Edición. Siglo XXI editores, México 2011Tejeda Vallejo, Isaí: Estudio del Manifiesto justificativo de los castigos nacionales en Querétaro. Guadalajara, Jal., 2010

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